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fl. PRTIR RUIZ y PEDRO GflhflH i», Peluque SAINETE . r, .»> . , ' -, v: . r:;. ' .y on u*r» acto y en prosa, original Copyright, by A. Martín Ruiz y P. Galán, 1914 SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES Calle del Prado, núm. 24

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Copyright, by A. Martín Ruiz y P. Galán, 1914

SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES

Calle del Prado, núm. 24

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uLA PULCRITUD», PELUQUERÍA

I

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Esta obra es propiedad de sus autoies, y nadie po¬

drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en

España ni en los países con los cuales se hayan cele¬

brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio¬

nales de propiedad literaria.

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Queda hecho el depósito que marca la ley.

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SAINETE)

& r» u r» acto y o n prosa

ORIGINAL DE

fl ena representa el salón mo

y PEDRO Gfllián

Estrenado en el TEATRO PARISIANA de Zaragoza, la noche del 10 de Enero de 1914

MADRID

B. VM¿4gOO, SMP., MARQUÉS DE SANTA ANA, 11 DUP.®

teléfono número 551

1914

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PERSONAJES

ROSARIO...,. .. ......

GREGORIA.

TIMOTEO...

PEPE..

VALERIANO.;..

EMILIANO ,.

RAFAEL.

aptoore ¡imprimirla ni representar!

s con los cuales se hayan >

n adelante, tratados interne

üaria. . Sea. Pastoe.

...... Se. Sebrano.

. Azaña,

. Ruste. .' a - Jm ' • ■ ' ' . < * ¿ r.

. Santamaría.

...... Lancho.

*

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ACTO UNICO

La escena representa el salón modestísimo de peluquería de Timoteo

Cabello. A ia derecha y primer término, puerta que da á la calle.

Al fondo y ante dos espejos sucios y deteriorados, dos sillones

. de servicio.. Cerca de cada sillón una mesita con los utensilios del

oficio. Entre los dos espejos un respetable salchichón que penderá * e

de un gancho sobie el que se halla un rótulo con la siguiente

inscripción: Osequio ala paroquia. Debajo del embutido el nú¬

mero 113. A la izquierda, junto al fondo, puerta de entrada á las

habitaciones interiores. En primer término y á la izquierda tam¬

bién, otro sillón completamente desvencijado’que se ve libre de

• los desvanes, porque según Timoteo, su ausencia’ estropearía el

conjunto de tan suntuoso mobiliario. A la derecha un banco y

en los espejos ha de leerse: Serbicio heconomico 15 céntimos.

En el centro de la escena una mesa con periódicos y lecturas 4

folletinescas. Es un atardécer de primavera. Derecha é izquierda

las del actor.

*

Roí. (Sentada en el banco cosiendo unos calzoncillos y can¬

tando.)

A mí me gusta la gaita, viva la gaita, viva el gaitero.

A mí me gusta la gaita que tenga el fuelle de terciopelo.

A mí me gusta lo blanco, viva lo blanco,- muera lo negro;

que lo negro es cosa triste... * (

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Tim.

Ros.

Tim.

Res.

Tim.

Ros. Tim.

Ros. Tim .

Ros. Tim.

• Pepe

Ros. Tim.

Pepe

Ros. Tim.

Pepe

Tim,

(Que viene de la calle con pocas ganas de música.^

Lo triste es que sabiendo lo que ocurre me confundas el establecimiento con la Esca¬ lera de Milán. Que no vuelva á oirte des¬ afinar. ¡Pues no viene usté intransigente que di¬ gamos! La cosa no es pa menos. Tres días buscan¬ do un dependiente, encontrarlo hoy y salir¬ se el muy ladrón pidiendo poco menos que la Vía Láctea pa un desayuno, la Osa Me¬ nor pa un sobrino y las Cabrillas pa un na¬ cimiento. ¿Pero es el que nos recomendó el señor Sa- lustiano? Sí, hija, sí; el mismo. Ha tenío la desfacha¬ tez de preguntarme si teníamos cuarto de baño y ascensor hidráulico. ¿Y usté qué le ha contestao? Que si me había tomao por el Maitre del Hotel Mundiale de Nueva Yorque. Pero que muy bien dicho. Y pásmate, Rosario. Me exigía que en todos los sorteos le tocara el salchichón, (señalando

al que pende del gancho.) En Cuanto Se ha me¬ tido con el osequio á la parroquia, me han dao ganas de hacerle una ligera oservación con el puño, pero he optao por dar media vuelta y suspender el debate. ¡Y mañana sábado! Y no es ná. Ya me dirás tú cómo voy á en¬ tendérmelas con los parroquianos: necesi¬ taba ser una especie de afeitadora mecᬠnica. (De maneras y vestir algo achulapados. Desde la puer- '

ta de entrada.) Felices. ¿Hay permiso? (Aparte.) ¡Dios mío, Pepe! Adelante, joven, (pepe entra.) ¿Va usté á ser¬ virse? Cá, no señor. Soy un modesto coiffeur que solicita colocación. (Aparte y asombrada.) ¡Qué trápala! (ron alegría.) (¡Vaya, ya salió, uno!) ¿Y en qué condiciones? En las mismas que el anterior. Las conozco. (Durante este diálogo, Rosario continuará cosiendo

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nerviosamente los calzoncillos, suspendiendo de vez

en cuando la labor ante la frescura de Pepe.) ¿Y en

dónde ha servido usté hasta ahora? Pepe Pues verá usté: (Hagamos novela.) Un ser¬

vidor es oriundo de... Tim. Suprima la biología... Phpe Desde mi tierna adolescencia, cuando ape¬

nas frisaba en los cinco abriles... Tim. (con algo de enfado.) Suprima descripciones. Pepe Es que pa documentarle mejor le iba á co¬

locar la historia de mi edá antigua, pero en vista de sus impaciencias, comenzaremos por la media...

Tim. Suprima esa etapa de su vida. Puede em¬ pezar por la contemporánea.

Pepe Acezto gustoso. Fué hace tres años, cuando mi cuñada...

Tim. (Muy enfadado.) Suprima... Pepe Mi cuñada... Tim. He querido decir que deje usté á un lao

esas nimiedades y vamos á lo que interesa. ¿Cuánto tiempo lleva usté en el trabajo pe- luquérico?

Pepe Tres años. Desde que me tiró la brocha... Tim. (con viveza) Pero, joven, ¿pretende usted

describirme una reyerta?... Pepe Nada de eso; pretendo decirle que hace tres

años fué cuando comencé á sentir cariño por el oficio. Desde entonces hasta hace quince días, he servido á lo más selezto del sexo fuerte, y mi navaja ha sido y es la ad¬ miración y el aprecio de cuantos han tenido el gusto de percibirla.

Tim. Pues ná... admitido; no hablemos más; y mientras voy á ponerme de faena, mi hija Rosario le enterará de los pormenores del servicio.

Pepe Agradeciendo y deseando cumplir, (se dan la mano.)

Tim. Oye, niña, ¿me has lavao ya la blusa? Ros. En la percha la tié usté colgá. (Timoteo sale

por la izquierda. Dejando de coser y mirando á Pepe

malhumorada y con asombro.) Pero, ¿qué hace usté aquí?

Pepe (Tranquilamente.) Oposiciones á una descala¬ bradura.

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4 Ros.

Pepe

Ros. Pepe

Ros. Pepe

Ros.

Pepe

Y no se le estaría mal. Es usté más fresca que el Polo Norte con ventiladores. Si en esta ocasión soy talmente un iczeberer usté tié la culpa. (Levantándose.) ¿Yo?

Sí, usté; usté que está contrariando este amor que me avasalla, dizno, por su ímpetu, de ser correspondido con alucinación men¬ tal. Si usté me quisiera hacer \&pandante en el idilio amoroso, íbamos á dejar en la os- curidá más tenebrosa del panteón del olvido á la Clópatra y al Marco Antonio, á Sansón con La Lila, al señor Rodrigo con la Cava.. ¿Acaba ó no acaba? En fin, que la Patré Freres nos iba á elabo¬ rar una fin de arte con tigres y panteras, dos docenas de gladiadores esportivos con las pantorrillas al aire y tres incendios... ú cua¬ tro si nos parecía conveniente... y sonríase usté del Quo Vadis ú de los últimos días de la ciega del Vesubio. No, si película la habrá de todas maneras: con el primer parroquiano que caiga en sus manos que va á actuar de vítima, y mi pa¬ dre que va á representar el papel de venga¬ dor... (pausa.) Pero, ¿quién le ha dicho á usté que sabe afeitar? Si todo lo que le ha contao á mi padre es una narración de las dos mil y pico de noches. Si usté no ha sido en su vida dependiente de peluquería. Cabal. Está usté mejor informá que la Ga¬ ceta. Pero el amor, Rosario, obliga á mu¬ chas cosas cuando se usufruztúa por cora¬ zón una sensitiva; y el mío que almacena más romanticismo que un rayo de luna ta¬ mizándose por un boscaje de cocoteros, me llevaría, no sólo á cortar el pelo, á hacer en¬ caje de bolillos con la trenza de un manda- rin de Li Hua Cham y á sacarle la raya á una mandarina... Bueno, pero dejémonos de ilusiones quiméricas, y vengamos á la realidá que es lo interesante. ¿Está usté dis¬ puesta á emitir un sí natural é inapelable ante el ecómono de la parroquia, teniendo á su vera (señalándose.) estos sesenta y dos kiló- gramos de sustancia varonil?

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Ros.

Pepe

Ros.

Pepe

Val.

Ros.

Val.

Ros.

Val.

Pepe *

Val.

G*eg.

Ros.

Greg.

Ca, hombre. ¿Yo escuchar con usté la carta de San Pablo, que en paz descanse? Vamos, quite. ¿Pero quién es usté? ;Es que sesenta y dos kilos de horchata tienen derecho á resfriarme la existencia? Le dije hace una semana que no había de qué y que no hay de qué le digo hoy. Me declaro irresponsable de lo que pueda ocurrir, y si su terquedá en no quererme nos lleva á una hecatombe, ¡qué le vamos á hacer! pulviris eres et in pulviris reventeris, que dijo el Cardenal Cisnercs. ¡Ay, hijo!, pues á mí sursun curda que dijo el otro. (VALERIANO, curda perdido entra por la derecha y

hace una reverencia cómica )

¿Curda dice? pues ahí lo tie usté. Buenas tardes, (se va a la mesa del centro y deja

caer unas monedas.) Un tendido de Sol .. Buena la lleva el señor Valeriano, (a Valeria¬

no, riéndose.) Si no ha comenzao la tem- porá. Pues dame dos de cazada. Que está usté en la peluquería del señor Timoteo. ¿Ah, sí? Pues que me afeiten, (se va hacia el

sillón roto. Antes de sentarse ve su imagen en el es¬

pejo y exclama muy ceremonioso:) ¡Buenas tardes, Caballero, (ai ir á sentarse y apercibiéndose del

movimiento de su imagen dice:) Usté primero... no, no, muchas gracias... ¡Siéntese usté... Vaya, nos sentaremos los dos. (se sienta, el si¬

llón cruje, se parte por la mitad y el pobre Valeriano

da con los huesos en tierra.) Rechufla, Se desea- charro el pedestal. (Pepe y Rosario, que han reído

las gansadas del curda, acuden á levantarlo.) ¿Tam¬ bién se ha caído ese señor? (con guasa.) Pero, que de latiguillo. (ai espejo otra vez.) ¿Qué? ¿Se ha hecho usted daño? Cuánto lo siento. (Mujer de Valeriano, por la derecha.) Lo pesqué. Ande, señá Gregoria, que ahí tié usté á su marido convertido en un bizcocho de Gua- dalajara. Sí, hija, sí; la de tos los días. He tenío la suerte padre. Con un marido alcohólico

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Val.

Greg.

Val.

Greg.

Val.

Greg.

Val.

Greg.

Val.

Greg.

Val.

Pepe

Greg.

Pepe

Greg.

Ros. Pepe

Greg.

Val.

Greg.

como este y un landolete de cuarenta caba¬ llos H. P. la apocalisis de la felicidá, (viendo a Gregoria.) Saltó y. vino el trenta y tres; le ha tocao al melitar un acordeón. Pero ven aquí, ladrón, ¿no te da vergüenza ser el Toni Grice del barrio? (Separando-á su mujer que quiere sujetarle. ) Aguar¬ da que acabe la rifa. (Furiosa.) Calíate, so catecúmeno. (ofendido y lloroso.) Me has matao; injurias no, que hay visita. Lo que hay son... narices. ¡Ah! ¿note lo crees? (Yéndose ai espejo.) Pues mira. ¿Qué? Ese caballero. ¡Cacho de animal, si eres tú que estás en la luna! (Riéndose se dirige hacia Pepe, al que toma por las

solapas llevándole con misterio á la derecha.) ¿Usté se ha fijao? Ha dicho que estoy en la luna. ¿No opina usté que mi señora viene be¬ bida? ¡Ja, ja, ja! (Marchando hacia Valeriano en actitud poco tranqui¬

lizadora. Pepe y Rosario la detienen.) ¿Qué dice ese granuja? Nada, señora. Porque ese es capaz de insultar hoy á la es¬ tatua de Mendizábal. Lleva la cogorza más irreflexiva de su vida, y cuidan que las ha pescaojvolumétcicas. ¿Qué les parece que ha hecho en la iglesia del Carmen? Ha metió la cabeza por un confesonario y ha tenío el tupé de pedirle al cura un tendido de sol. Lo mismo que aquí. (Riendo.)

La lleva taurómaca. Bueno, y por si esto fuera poco, al sacristán que le ha sacao del templo va y le pregunta si podía prestarle la cabeza pa un aparato de luz eléctrica. ¿Y él tenía derecho á llamarme vagón- cuba? Cállate, SO indecente. (A Rosario v Pepe.) ¿Y lo de la funeraria del señor Ufrasio? Ná, que quería comprar un bombardino.

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Pepe

Greg.

Val.

Greg.

Tim. i

Greg.

Tim.

Greg.

Ros. Greg.

Ros.

Tim.

Val.

Greg.

Val.

Greg.

Tim.

Pepe

Tim.

Pepe

Tim.

Pepe

Tim

Sí que está jovial su esposo. Y en un momento de semilucidéz, al ente¬ rarse del lugar en que se hallaba, ha encar- gao pa mí un entierro de tercera, (incomodadísimo.) Calumnia. (De pronto comienza

á llorar.) ¡Infame! ¡Traidor, inconfeso y már¬ tir! El entierro se lo he pedido á la Balli- Balliere. ¿Se han fijao ustés qué monada de conyu¬ gue? Di otra gracia, pelicano, (cambia de tono.)

Arza pa casa, que te voy á enjaular, (lo coge

del brazo é intenta llevárselo.)

(Saliendo por la puerta de la izquierda con la blusa

puesta.) Pero, ¿qué ocurre? ¿Qué voces son éstas?... ¡Ah!, es usté, señá Gregoria. Sí, yo soy, que he venido á recoger esta condenación de hombre. ¿Y es muy grande la trenzaderas Pa sacar á flote una sedería... En fin... vᬠmonos. Buenas tardes. (Arrastra á Valeriano )

La voy á acompañar. No té molestes. No es molestia y, además, que usté sola no va á poder. Sí, hija, SÍ; vete. (Rosario toma á Valeriano por el

brazo que le queda libre.)

(Al verse entre las dos mujeres, dirigiéndose á Timo¬

teo.) Vaya un grupito. Si nos viera Sorolla, nos hacía un fresco al aceite. Pa fresco, tú. Arzando. Permíteme que, antes de salir de aquí, dé Un viva Sonoro. (Toma aliento, adelanta un pie y

grita.) ¡Viva el chartreuseeeeeee!... ¡Qué rico! (Le tapa la boca y salen los tres.)

Pobre señá Gregoria; tan buena y tan tra¬ bajadora y... con la filoxera en casa. No lo hace mal el amigo, nó. (pausa y dice:)

Qué, ¿ya le ha enterao mi hija de los por¬ menores del servicio? Sí, señor. Lo único que no me ha convenci¬ do es lo de las propinas. ¿El qué? Ná, que según sus cuentas, lo más que se saca uno al cabo de la semana son veinte reales. Usted debiera abonar... No haga usté caso. Esas son cuentas de Rosa-

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Pepe

Tim.

Emil.

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IIM.

Pepe

Emil.

Tim.

Emil.

Tim.

Emil.

Tim.

Emil.

Pepe

Emil.

rio. Usté trabaje. Yo no le digo que en mi casa vaya á ganar pa gastar gabán de pieles y calcetines de Hilo-Hilo; pero le garan¬ tizo que el cocí substancioso y una pañosa de abrigo los tié aquí aseguraos de incendios. Y de accidentes de la vida, ya lo sé. Por eso he venido. Pues ná, joven, á portarse bien en mi esta¬ blecimiento y hágase cuenta de que le es¬ pera un porvenir bordao á máquina. (Por la puerta de la derecha. Es un carpintero que se

las da de sabio y ferviente admil ador de Francia.)

Bon suar, monsiures. Eelices, Emiliano. Buenas tardes. (a Timoteo.) Abrázame. Por ñn me cayó el embutido. Ya era hora, ¡siete meses ha sido ese Vich (señala ai salchichón.; la pesadilla de mi casa, Gracias á una veleidá de la fortu¬ na, esta noche, en armónico consorcio, mua, mi señora y mois petites filies tendremos la primer ínter muse con el supradicho. ¡Ah!, ¿pero tú eres el poseedor del nú¬ mero 113? Ego sum, mon ami. Que sea enhorabuena y que te lo comas con salú. Voy á cortarme el pelo. Antes me proveeré de lectura. (Va á la mesa del centro y toma un

libro.) Hombre, tienes aquí Le Mistere de la Maison Blanche. Ah, sí; es una novela francesa que se dejó olvidada Román el de la librería. (Hojeando.) Cosa buena, cosa buena. Yo ado¬ ro todo lo francés. Desde que estuve en To¬ lón á ver la chica que tengo casada con un patisiere, estoy admirao. ¿Qué es eso de patisiere?, y usté perdone la curiosidá ¿Qué ha de ser, señor? Pastelero: elaborader de confitures. (Aparte.) ¡Qué ignorante es este joven. (En voz alta.) Aquello es una población á la derniere. Aquello son boulevares. En fin, si me pierdo, que me busquen en Tolón... Hombre, únicamente me molestaron las campanas de la torre de una iglesia vecina.

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Pepe

Emil,

Tim. Pepe

Emil.

Tim. Pepe

ÍIM.

Pepe

Tim. P t PE

Emil.

Pepe

Eviil.

Pepe

Emil.

Pepe

Emil.

Pepe

Emil.

Raf.

Tim. Raf.

Tim.

Al punto de ia mañana ya se sabía: talán, talán... Allí sería tolón, tolón. (Riéndose de mala gana.) Es festivo este joven El nuevo dependiente. Servidor de usté. (Sin dejar la novela, marcha al sillón del fondo izquier¬

da.) Vamos á ello. (a Pepe.) Bueno; á ver que tal lo hace usté. ¿Cómo? Que le corte el pelo. Bien... sí, pero.. ¿sabe usté?... que no me he traído la herramienta. No importa; hágalo usté con la de casa. (Coge el peine y tijeras y, procurando esquivar la mi¬

rada de Timoteo, se adelanta á primer término y dice.)

Llamé á Rosario y no oyó; decidió calaba¬ cearme; de la gresca que aquí se arme, ella responda, no yo. (Vuelve al lado de Emiliano.)

¿Corto Ó largo? (Emiliano, embebido en la lectura,

no contesta.) ¿Corto ó largo?... Que si corto... Corta por donde quieras. Estaba entusias- mao con un párrafo tres cholí Pero, ¿usté entiende todo lo que pone ahí? Toma, pues ya lo creo. ¿Ves esta palabra? Sí señor. Mercredí. ¿Qué te parece que significa mer~ credi? Francamente, no lo sé. Pues significa miércoles. (con chunga.) ¿Ah, sí? Yo mer v'edi otra cosa. ¿Es que lo dudas? Coge el dicionare de la langüe francaise y verás lo que dice, (sigue Emiliano en la lectura y Pepe comienza á coitarle el

pelo y a pasar los grandes apuros.)

(Torerito joven que aún no ha salido de las económi¬

cas. Los periódicos le han.dado algún que otro bombo

y al chico se le han subido los alamares ¿ la cabeza.

Viste gorrita chula y un trajecito decente, pero sin

pretensiones; las botas de color, muy coquetonas. En¬

tra muy deprisa y alegre.) Señó Timoteo, Señó

Timoteo. ¿Que hay, Frascuelo? Un día mu grande; pa ponerlo con letras de oro en el calendario. ¿Pues qué sucede?

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Raf Que estoy contratao pa una con picadores. Mire el telegrama.

Tim. (Lee el telegrama.) ¿Conque pa Alcalá de He¬ nares?... Chico, abrázame, que si alguien te aprecia en el mundo y se alegra de lo bueno que pueda sucederte, ese soy yo.

Emil. Rafaelillo, enhorabuena. Raf. Mucha? gracias. Tim. Aliara, si quedas bien, á mirar pa Madrid. Raf. Too se andará. Ganas no faltan y coraje me

sobra;y usté déjese, que como me salgan cla¬ ros, armo una revolución.

Tim. ¿Y si te salen broncos, como los que te echaron aquí el año pasao?

Raf Loe mataré como los buenos. Ya vió usté

aquel berrendo de sentío que se aquerenció en las tablas, cómo le entré por derecho y le hice toa la faena con la izquierda. Pues en Alcalá hago más.

Tim. Eso es; duro y á la cabeza. Así se llega. Emil. (Que ha sufrido UDa caricia de las tijeras de Pepe.)

I Ay! Pepe ¿Le he hecho á usted daño?

EMIL. (Con amoscamiento.) Regular. (Timoteo, al oir la exclamación, vuelve la cabeza algo escamado.)

Tim. Pa ti va á ser el mundo, Rafael, si sigues con esa afición. Te estoy viendo cou cuenta co¬ rriente en el Banco y poseyendo el secreto de sugestionar á las hembras.

Raf. Ah, en el arte de bregar con las señoras, hace tiempo que pasé de los palotes. Tengo pa mi uso particular y confeccionao por mí mismo un «Manual de tauromaquia feme¬ nina», que es el último grito de la camelan- cia. No lo publico porque tengo compasión al bexo débil. Fíjese usté en el calibre de alguna de sus máximas: «Cuando te eches á la cara una mujer que merezca verse, la sa¬ ludarás con un farol. Si ella toma bien el terreno que le corresponde y es tu tipo, la osequiarás con un recorte mu ceñío, procu¬ rando hacerte el dueño de la divisa; (señaián-

' dose al corazón.) si ella se repulsa, aquí de los pases de tirón.

Emil. (Sintiendo otra caricia de Pepe.) ¡Ay! Tim. ¿Qué ha sido eso?

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Emil.

Tito. Pepe

Tim.

Raf.

Emil.

Raf.

Emil.

Tim.

Emil.

Tim.

Emil.

Tim.

Emil.

Tim. Emil.

Raf.

Emil.

Raf. Pepe

Emil.

Tim.

Emil.

Un tirón. (Reprendiendo á Pepe.) ¡Que van dos! Un descuido... me fijaba en las máximas y me he salido de la realidad. (a Rafael.) ¿Y si además de la señora tienes que entendértelas con un marrajo? Pa esos está el segundo capítulo, que dice así: «Si es bravo y viene pegando, lo citas y lo quiebras, procurando estar á la vera de Un burladero.» ¿Y si es manso? (Despectivamente.) Si es manso... lo pasas por alto. Pero lo más difícil en este arte, es to* mar el olivo cuando uno se cansa de torear. También tié su capítulo Que hay lágrimas. . una verónica, y si el asunto se pone feo, se le da una larga... y á otras, que en estas cosas de mujeres, señor Timoteo, no hay ná tan bueno como los cambios. |Ayi ¡Qué ban...! (Levantándose y ¿ Timoteo.) Tres. ¡Qué ban... dido, iba á decir! Esto es el martirologio. (se acerca á Emiliano y se da cuenta de las filigrana»

de Pepe.) Pero... ¿qué ha hecho usté en esta cabeza? (Se mira al espejo y en un arranque de rabia lanza la

novela contra Pepe.) ¡Apache! Vamos, hay motivo... ¡Cómo me ha puesto la tete! Este hombre es la tiña. (Acercándose á Emiliano.) Rediez, SÍ eSO parece

un mapa coreográfico. Anda. Fí jese usté por este lao: es una repro- dución de la escala de Jacob. Lo voy á lin¬ char. Déjelo usté, hombre. Perdón. Una distración la tié cualquiera.- (otra vez al espejo y furioso ) Si parezco un perra de aguas. ¡Qué cabeza! ¡Qué cabeza! Cálmate, que ya te voy á arreglar yo. ¿A mí. .? Como no me zurzan. Ni tú ni nadie me pone las manos en el cuero cabelludo. (Coge la gorra y precipitadamente va á salir de la

Peluquería, pero ya en la puerta, retrocede excla¬

mando:) Me lo voy á comer.

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Pepe (corriendo hacia ia izquierda.) Se me merienda. Tim. ¡Por Dios, Emiliano! Raf. ¡Señor Emiliano! (Rafael y Timoteo, temiendo un

desaguisado, se ponen delante de Pepe para protegerle.

Emiliano, al llegar frente al salchichón y mirando á

Pepe, hace un gesto despreciativo, toma el embutido y

sale rápidamente.)

Raf. (a Timoteo.) Tranquilicémonos; se refería al salchichón.

Tim. (a Pepe ) Oiga, pollo; ¿usté ha venido á mi es¬ table miento á cortar el pelo ó á tomarlo?

Pepe (Azarado.) Es que yo... ya me explicaré..; la

verdá... que... eso es... la.. Tim. ¡Maldita sea! No sé cómo me contengo Si me

dejara llevar de los nervios, hacía una atro- cidá.

Raf. No haga usté caso; se conoce que lleva poco

tiempo.

Tim. ¿Que no haga caso? Si me acaba de quitar un amigo y un parroquiano de toda< mi vida.

Ros. (por la puerta de la calle.) Pero, ¿qué ha ocurri¬ do, que salía el señor Emiliano á noventa por hora? .

Tim. Ná; aquí, el pollo, que nos ha salido de du¬ blé y le ha hecho al pobre hombre un mo¬ saico chino en la cabeza.

Ros. (Aparte.) Lo que yo me temía. ¡Si no podía ser otra cosa!

Tim. (a Pepe.) Pero, vamos á ver: ¿qué es lo que le ha traído á usté á mi casa?

Pepe ¿Quiere usté que le sea franco? Tim. Claro que sí. Pepe Pues voy á serlo. Ros. (Aparte.) ¿Por dónde saldrá éste? Pepe En primer lugar me ha traído aquí el amor

que siento hacia su hija. TiM, (a Rafael, que también se ha extrañado.) ¿TÚ Oyes?

(a Rosario.) ¿Y tú, qué dices? Ros. ¿Qué voy á decir? Este hombre hace bastan¬

te tiempo que me ronda, y á mí—y usté per¬ done—, no me disgusta; pero.. se trata de un sujeto sin oficio ni beneficio. Si él traba¬ ja y aprende á ganar la vida, que inteligen¬ cia y brazos no le faltan, me tendrá muy dispuesta á recibirle con buenos ojos.

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Raf. (a Timoteo.) Muy sensata. TlM. (a Pepe después de unos momentos de duda.) Ya lo

ha oído usté. Lo que ha dicho Rosario es la fija, que yo no la he de contrariar en cues¬ tión de amores. Hoy sale usté por esa puer¬ ta, y el día que esté en condiciones de ga¬ narse á mi chiquilla, vuelve usté, que le recibiremos con los brazos abiertos.

Pefe (Tristemente, pero satisfecho.) Conformes, señor Timoteo... pronto volveré... Quede usté con Dios... Adiós, Rosario.

Ros. Adiós. Pepe (va á salir y retrocede indeciso.) Señor Timoteo...

yo le he dicho que me traían aquí dos cosas Tim. ¿Cuál es la segunda? Pepe Venga usté. (Llevándole á la puerta.) ¿Ve usté

aquellos dos señores de cara seria que están junto á la esquina?

Tim. Sí. Pepe Son los autores del sainete, que me han di¬

cho: desdichado de ti si sales de la Peluque¬ ría sin aplausos.

Tim. De eso no se preocupe, (por el público.)

¡Son poco amables los señores! (ai público,)

No creáis que yo pido gollerías, se trata de este asunto solamente: que mostréis vuestro agrado á los autores obsequiando con palmas al sainete. (Telón.)

FIN DEL SAINETE 4

J

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