Fradkin-guerra y Sociedad

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Las fuerzas de guerra en la construcci6n del Estado: ( America Latina, siglo XIX Juan Carlos Garavaglia, Juan Pro Ruiz y Eduardo Zimmermann odllores State BUilding mLAtin {",,} prohi/loria ,,;iiI,. edicione& t\merica Rosario, 2012

Transcript of Fradkin-guerra y Sociedad

  • Las fuerzas de guerra en la construcci6n del Estado:

    ( America Latina, siglo XIX

    ~ Juan Carlos Garavaglia, Juan Pro Ruiz y Eduardo Zimmermann odllores

    State BUilding mLAtin{",,} prohi/loria

    ,,;iiI,. edicione& t\merica

    Rosario, 2012

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    Imperio del BrasilIa capacidad de movilizar recursos economic os no se condecia con el escaso grado de hegemonia que el centro politico de Rio de Janeiro habia logrado en los margenes imperiales del sur, que constituian la necesaria punta de lanza para cada intervencion en el Plata.

    No obstante, algunas cosas comenzaban a cambiar a partir del contexte analizado. Como ha sefialado Wilma Peres, la lucha contra Oribe y Rosas signific6 para el Imperio del Brasil el comienzo del fin del "ciclo gaucho", fundado en las intervenciones militares que descansaban excIusivamente en la movilizacion de recursos locales de la frontera sur, principalmente fuerzas irregulares de caballeria. A partir de alli se implementarian reformas en la Guardia Nacional y en el ejercito tendientes a centralizar la "cuestion platina" en tropas mas 0 menos regulares, fieles al centro politico de Rio de Janeiro, proceso que tardaria en concretarse y que aun no estaba para nada cerrado al momenta de estallar la guerra de la Triple . Alianza contra el Paraguay. lOG

    a quienes se debe el admirable pie de guerra en que esta aquel estado." Entre ellos se encontrarian instructores portugueses y espafioles. Cfr. De Herrera y Obes a Le Long, 22/371849, Correspondencia . .. , cit., Torno II, p. 56. Algunos datos para el perfodo de Jose Gaspar Rodriguez de Francia (1814-1840) en WILLIAMS, John Hoyt "Desde la mira del fusil: algunas observaciones acerca del Dr. Francia y el militarismo paraguayo", en WHIGHAM, Thomas - COONEY, Jerry (Comps.) El Paraguay bajo el Doclor Francia: Ensayos sobre la Sociedad Patrimonial (1814-1840), EI Lector, Asunci6n, 1996, pp. 45-73.

    106 PERES COSTA, Wilma A espada do Damocles ... , cit., p. 144.

    Guerra y sociedad en ellitoral rioplatense

    en la primera mitad del siglo XIX

    RAUL O. FRADKIN

    Universidad Nacional de Lujan

    Universidad de Buenos Aires

    SBLA Project

    Este ensayo prop one una aproximacion a las caracteristicas que adoptaron las guerras en ellitoral rioplatense durante la primera mitad del siglo XIX. Parte de una investigacion en curso, busca hacer foco en las caracteristicas de las fuerzas beligerantes y sus formas de hacer la guerra partiendo de la hipotesis que ambas dimensiones pueden ayudar a precisar la naturaleza de las formaciones estatales. Para ello se sustenta en estudios previos de muy disimil consistencia yen evidencias fragmentarias, por 10 que cada uno de los aspectos que se tratan ameritaria una investigacion especifica. Mientras avanzamos en esa direccion, hemos creido 0p0rtuno aprovechar la ocasion para exponer algunas conjeturas.

    Conviene comenzar registrando algunas tendencias historicas. Como es sabido, la era revolucionaria produjo en este espacio (y tambien en uno mucho mas vasto) la emergencia de una forma de hacer la guerra que tuvo larga perduracion: la llamada "guerra de montoneras". Las evidencias disponibles sugieren que el termino "montonera" es un americanismo que comenzo a emplearse en la dec ada de 1810 Y al parecer en ellitoral rioplatense, aunque muy rapidamente se difundio mucho mas alIa, tanto hacia Chile como al mundo andino. 1 Tradicionalmente ha sido empleado para designar una forma caracteristica de "guerra irregular" que signo ellargo cicIo guerrero abierto por entonces y que no habria de cerrarse hasta la dec ada de 1870, aunque en algunas zonas -como el Uruguay- perduro por mas tiempo; sin embargo, simultaneamente, se produjo tambien un dificultoso proceso

    1.11de conformacion de ejercitos regulares. Una lectura atenta de las evidencias dis

    ponibles permite sefialar que los modos "regular" e "irregular" de hacer la guerra

    no debieran ser entendidos solo en terminos dicotomicos sino tambien en terminos

    relativos y relacionales. Si se acepta el postulado de Schmitt segun el cual "la di

    ferencia entre la lucha regular y la irregular depende de la precision de 10 regular"

    ello implica la necesidad de someter a verificacion hasta que punto y de que mo-

    Hemos efectuado un analisis y una discusi6n de las perspectivas historiograficas al respecto en

    FRADKIN, Raul O. La historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires.

    1826, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2006.

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    dos los ejercitos eran efectivamente regulares y no apurarse para calificarlos con demasiadii ligereza como "profesionales'?

    Del mismo modo, pueden ser reconsideradas las relaciones que sue len postularse entre ejercitos regulares y milicias: en el litoral rioplatense las formaciones estatales emergentes realizaron ingentes esfuerzos para organizar ejercitos regulares pero, al mismo tiempo, tuvieron que impulsar la mullipJicacion de milicias, de manera que la tendencia historica predominante no fue la sustitucion de un de formaciones por otras sino el desarrollo de diferentes formas de articulacion entre ambas. Desde nuestro punto de vista en esas torulas de articulacion podrian encontrarse algunas de las razones que ayuden a entender como esas formaciones estatales construyeron su capacidad para movilizar un numero creciente de hombres y reCllrSOS materiales para afrontar una situacion de guerra casi permanente.

    Si se toman los inseguros datos disponibles acerca de la magnitud de las fuerzas enfrentadas en las principales batallas ocurridas en el litoral se puede advertir una franca tendencia al incremento. Esa tendencia pareciera haber adquirido cJaramente otro nivel desde fines de la dccada de 1830 hasta que un nuevo saito se produjo en la decada de 1850. Ahora bien, la adquisicion de esa capacidad de movilizacion se logro en un contexto en el cual se combinaban crisis fiscal y devastacion econ6mica y que, pese a clio, no impidio la consolidacion de las formaciones estatales, la ampliacion de las fronteras productivas, el crecimiento de la produccion y de las poblaciones ruralcs. Ello sugiere la construcci6n de un cierto orden en este contexto de guerra permanentc.4 En estas condiciones, la capacidad de cada formaci6n estatal para movilizar hombres a la guerra y para gobemar sus areas rurales (de las cuales extralan la mayor parte de sus efectivos y recursos) deben considerarse dos aspectos no identicos pero sf inseparables.

    2 SCHMITT. Carl Teoyia del partisarw. Acotaciones al concepto de lo poiftico, lnstituto de Estudio~ politicos, Madrid, 1966.

    3 Entre 1815 y 1855 la tasa anual de crccimiento de la pohlaci6n de la "ciudad" de Buenos Aires rue de 1,49% mientras que en la campaJia era del 3,67%. Entre 1820 y 1869 fue todavia mas alta en Entre Rios (3.95) pero notoriamente menor en Corrientes (1.06). A su vez, en casi todas las jurisdicciones dellitora11a proporci6n de poblaci6n rural frente a la "urbana" fue cada vez mayor de modo que el porcentaje de poblaci6n registrada en las ciudadcs principales paso entre 1815-20 a 1855 en Buenos Aires del 53,8% al 32,8%, en Entre Rios del 25,6% al 13,9%, en Corrientes del 15,8% aI10,3% y en Santa Fe del 31,7% aI26%; solo en la Banda Oricntal-donde los datos son aun mas inseguros-- la tendencia parece haber sido inversa pasando entre 1829 y 1852 del 18,9 al 25,7%: FRADKIN, Rail! O. "Poblaci6n y sociedad" en GELMAN, Jorge (director) Crisis imperial e indepellciencia. 1808-1830, Fundacion MAPFRErraurus, Lima, 2010.

    4 MIGUEZ, Eduardo "Guerra y orden social en los origenes de la nacion argentina, 1810-1880" en Anuario IEH.';, nUm. 18,2003, pp. 17-38. S~ retoma y se profundiza en consecuencia 10 eshozado en un trabajo anterior: FRADKIN, Raul 0. "Ejercitos, milicias y orden social en cl Rio de la Plata

    760-18~0)", ponencia presentada a las xn .lomadas Interescuclas-Departamentos de Historia San Carlos de Bariloche, 28, 29, 30 Y 31 de octuhre de 2009.

    soriedarl en eI iitoraL 321

    Una perspectiva de este tipo supone la necesidad de adoptar un enfoque de largo plazo. Aunque no podamos desarrollarlo aquf por falta de espacio convendrfa igualmente subrayar que en este espacio regional los ciclos de movilizacion armada mas iva no comenzaron conla crisis revolucionaria sino que se produjeron, almenos, desde fines del siglo XVII y continuaron en forma casi ininterrumpida hasta fines del XIX. Por eso, y atendiendo privilegiadamente a la experieneia historica de los aetores, consideramos a las guerras como fen6menos estmeturales y estructurantes de estas sociedades y de sus fonnaciones estatales.5 Desde esta perspectiva, atender a los modos en que se ejerce la fuerza puede ayudar a comprender mejor el desarrollo y la transformaci6n de las formas de gobiemo.

    Ello supone un desafio para una historiografia como la rioplatense que en sus modalidades recientes tiende a tomar la movilizacion p0l1efia producida frente a las invasiones inglesas de 1806-7 como una suerte de punto de pm1ida deillamado proccso de "militarizaci6n".7 Estos desarrollos se empalmaron con los estudios dedicados a analizar las estrechas relaciones entre formas de organizacion armada y construccion de la ciudadania, tanto en Espafia como en America latina del siglo XIX. Sin embargo, no se han considerado suficientemente aquellos estudios dedicados a las formaciones annadas de las monarqufas ibericas y sus dominios coloniales, a tal punto ha sldo asi que practicamente no han sido superadas las contribuciones de la decada de 1930, salvo para las experiencias misioneras -importa subray~rlo- con mucha reticencia y dificultad se incorporan al relato historico mas general) 0 el impacto economico y fiscal de los esfuerzos imperiales de defensa.

    EI proposito de estas paginas es ofrccer una reflexion tomando como foco de observacion los indicios que pueden ofrecer las fomms de hacer la guerra y partiendo de la hipotesis que elias pueden tomarse como indicadores de su naturaleza. Ese prop6sito afronta un desafio inevitable: tomar en cuenta la pluralidad nominativa que ofrecen las fuentes para desentrafiar la naturaleza de esas fuerzas asi como las transfomlaciones de los dispositivos nommtivos y los discursos de legitimaei6n. Es probable que, entonces, sea conveniente trabajar sobre esa di

    5 Esta perspectiva intcrpretativa se inspira, muy lihremcnte por cierto, en la famosa afirmacion de Charles Tilly acerca de las re1aeioncs redprocas entre guerras y fbrmaci6n de los estados: Coercion, capital y los Estados europeos, 990-1990, Alianza, Madrid, 1992, especialmentc capitulo 3.

    6 TILLY, Charles "Guerra y construcci6n del estado como crimen organizado", en Revista A eadem ica de Relaciones Internacionales. num. 5,2006.

    7 Una critica a los usos habituales del termino "militarizaci6n" en esta bibliografia en RABINOVICH, Alejandro "La militarizaci6n del Rio de la Plata 1810-1820. Elementos cuantitativos y conceptuales para un analisis", ponencia presentada al Simposio "Guerra y sociedad. Las formas dc haccr La guerra durante los movimicntos de independencia iberoamericanos y sus implicancias ccon6micas y sociales" de las V Jornadas Uruguayas de Historia Ecollomiea, Montevideo, 23 al 25 de lIoviembre de 20 I L

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    ficultad walitica e interpretativa en lugar de eludirla en la medida que es ella la que puede ofrecer pistas para una investigacion que alcance mayor profundidad social. Quien se intern a en estos temas se enfrenta a la incertidumbre que produce la heterogeneidad de las estructuras milicianas, mucho mayor que la que prescribian las norm as y con una pluralidad nominativa por momentos desconcertante. La historiografia reciente ha puesto de manifiesto que el amilisis del funcionamiento y de las caracteristicas de las milicias locales durante el Antiguo Regimen constituye una cuestion espinosa dada esa "pluralidad nominativa", su "compleja tangibilidad documental", la tendencia frecuente entre los historiadores a tomar las planificaciones formales en lugar de indagar "Ia realidad cotidiana del poder a escala local" 0 las dificultades para dar cuenta de los "diversos model os de hibridacion" 0 que dar apresados por una polisemia que "in vita aver continuidadcs ilusorias".8 Del mismo modo, se ha postulado, conviene prestar cuidadosa atencion a la adjetivacion de las milicias para no ver un todo homogeneo y uniforme donde primaba la heterogeneidad y la diversidad.9 Las milicias perduraron en eI largo plazo y hasta podria conjeturarse que perduraron con una regularidad y una estabilidad que no parecen haber alcanzado las unidades veteranas. Pero esa perduracion -indicio ineludible de la naturaleza de las formaciones estatales en las que se inscribian- no debiera ser vista como sinonimo de inmutabilidad. Por tanto, se hace necesaria una recuperacion de las multiples form as de organizacion militar y miliciana que, para ser fructifera, debiera apartarse del formalismo y recuperar las multiples formas de 10 real.

    Frente a ello, y sin pretender entrar en una discusion filosofica, conviene explicitar que este enfoque intenta inspirarse en esa suerte de logica fenomenica ensayada por Marx cuando convertia a las form as de manifestacion de un determinado fenomeno social en un modo de comprension de su naturaleza, recuperando asi las contradictorias relaciones entre apariencias y form as de expresion de esos fenomenos en su movimiento historico. Para Marx "Ia ciencia estaria demas si Sl' confundiese la apariencia de las cosas con su esencia"lo y a partir de este postulado proponia que "Es una tarea de la ciencia reducir el movimiento visible y puramcll

    8 RUIZ IBANEZ, .lose Javier "lntroducci6n: las milicias y el Rey de Espana", en RUIZ lBANI\Z, Jose Javier (coord.) Las milicias del rey de Espana. Sociedad, polilico e idenlidad en las Mono/' quias ibericas, FCE-Red Columnaria, Madrid, 2009, pp. 9-39.

    9 "EI termino miliciano debe adjetivarse para descubrir no s610 las continuidades sino tambien I()~ cam bios y rupturas, para adivinar y perseguir su evoluci6n, su transfomlaci6n -y con ella los elementos revolucionarios." CRUST, Manuel y MARCHENA, Juan "De milicianos de la Monarquill a gWlrdianes de la Naci6n", en Los armas de la noci

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    era pens ado como un conjunto de cuerpos de diversa naturaleza, estatutos juridicos, modos de reclutamiento y financiaci6n, 10 que les daba un marcado canicter regional y estamental. 16 Ejercito, entonces, pero ejercito de Antiguo Regimen yen condiciones coloniales.

    En principio, las autoridades esperaban contar con cuerpos vetcranos en los que tuviera neto predominio la infanteria y destinarlos a la defensa de unos pocos puntos costeros, dejando la caballeria basicamente en manos de las milicias. Hasta mediados del siglo XVIIl Las milicias guaranies organizadas por tuvieron un rol central en ese dispositivo, pero desde entonces se los esfuerzos para desarrollar un masivo alistarniento en las milicias del conjunto de la poblaci6n. En ese contexto, prolitcraron formaciones hibridas las cuales no pueden inseribirse sino muy forzadamentc en los tipos que la normativa prescribfa. Esa situaci6n no pudo ser resuelta por la sanci6n del ambicioso reglamento virreinal de miJicias de 1801 y, aun cuando todavia no se dispone de un examen satisfactorio de su implementaci6n en las diversas regiones, parece bastante claro que el disciplinamiento de las milicias estuvo limitado tanto por la escasez y distribuci6n de las fuerzas veteranas como por la resistencia de las autoridades locales a que se centralizara y subordinara completamente el mando de sus milicias en autoridades superiores y la que ofi'ecian los milicianos a prestar servicio lejos de sus territorios de origen. De este modo, y como en el resto de la America hispana, el "arreglo de las milicias" fue extremadamente dispar y avanz6 mas en las costas que en las interioresY Pero, en las costas del Rio de la Plata los avanceS tardo-coloniales retrocedieron cuando todo el sistema de autoridad y defensa colaps6 durante las invasiones inglesas. En este sentido, la pluralidad jurisdiccional constitutiva del orden colonial parece habeT sido un obstaculo insuperable para montar un servicio de milieias "provinciales" (y no solo locales) y, pOl' tanto, subordinadas y coordinadas eentralizadamente; la resisteneia capitular a entregar el mando de sus milicias a las autoridades superiores era inherente a esa forma de autogobierno local delegado en los grupos sociales superiores que caracterizaba el orden colonial.

    Las distancias entre normas y practicas se expresaron en diversos ajustes a III realidad. Haeia la decada de 1790, despues de un notable esfuerzo reaJizado entre las decadas de 1760 y 1780 para acrccentar la magnitud de efcctivos veteran08

    '6 MC FARLANE, Anthony "Los ejercitos coloniales y la crisis del imperio espanol, 1808-1810", on His/oria Mexicana, num, 229,2008, pp, 229-288,

    17 KUETHE, Allan "Las milicias disciplinadas en America", en MARCHENA FERNANDEZ, JUlin y KUETHE, Allan (cds.) Soldados del Rey, EI ejercito BorhOnico en America Colonial en vl,y pems de la il1depel1del1cia, Ed. Universitat Jaume J, Castellon. 2005, pp. 101-126 Y"Las mili. cias disciplinadas /,fracaso 0 exito?, en ORTIZ ESCAMILLA, Juan (coord,) Fuerzas mililare,~ lin Iberoamerica, siglos XVIII y XIX, EI Colegio de Mexico/F.l Colegio de MichoacanlUniversidud Verdcruzana, Mexico, 2005, pp.l9-26.

    Jociedad en allitoral... 325

    pennanentes mediante el envio de contingentes y refuerzos desde la peninsula, su dotaci6n tendi6 a disminuir. Rllo deriv6 en una creciente importancia de los Blandengues de la Frontera: se trataba de un cuerpo de origen miliciano formado en la decada de 1720 en la frontera santafesina, convertido en la decada de 1750 en milicias a sueldo en Buenos Aires y a partir de 1784 en veterano, fue extendido en 1797 a la Banda Oriental. Su cambiante historia, resultado mas de las practicas que de alguna planificaei6n, fue el modo mediante el cual se resolvi6 c6mo contar con una numerosa caballeria veterana, aunque mantuvo claros atributos milicianos: reclutamiento y financiamiento local y servicio de la tropa en sus propios caballos.

    La informaci6n disponible permite evaluar las caracteristicas que efectivamente tenian las fuerzas veteranas en el Rio de la Plata al comenzar el siglo XIX. Como es sabido, los ejercitos de la monarquia hispana contaban con un claro predominio de la infanteria sobre la caballeria. 18 En el Rio de la Plata, en cambio, la proporci6n de efectivos de caballeria (Dragones y Blandengues) termin6 siendo mucho mayor: para 1802 deb ian reunir el 51 % de las plazas veteranas previstas pero en la pnictica Ilegaban a ser el 65%.19 La experiencia guerrera rioplatense habia tomado, asi, un rumbo que la apartaba de la matriz imperial y a Jines de la colonia e1 virreinato contaba con fuerzas veteranas decrecientes y en su mayor parte de caballeria. A su vez, la transfornlaci6n de las milicias en "disciplinadas" no solo era una tarea incompleta sino que retrocedi6 con la invasi6n britanica. En la capital el numero de milieianos lleg6 a 7.255 (1.142 hombres en la artilleria, 4.538 de intanteria y 1.575 de caballeria), pero esta tremenda ampliaci6n no se habia operado siguiendo eI nuevo modelo de milieias "disciplinadas" y esas milicias ten ian una naturaleza hibrida: si bien estaban construidas sobre el modelo de las milicias

    eran de servicio pennanente, remuneraci6n continua, goce del fuero y no tenfan subordinaci6n a fuerzas 0 mandos veteranos. EI imperio de tradiciones

    no debe, por tanto, ser interpretado como sin6nimo de inmutabilidad. Al inicio del proceso revolucionario en Buenos Aires debi6 apelarse a las po

    cas tropas veteranas existentes (particularmente de los Blandengues de la Frontera) y a las milicias que emergieron de las invasiones inglesas para fClI:iar los nuevos ejercitos. Estos alcanzaron una magnitud inedita y ahora como hubieran preferido los mandos del ejcrcito borMnico, tuvieron un neto oredominio de la infan

    18 Hat:ia J806 en la Nueva Espana s610 el II % de las tropas veteranas cran de caballeria y dos anos despues en el ejercito de la peninsula a ella pertenecian el 15% de los eJec1ivos: ARCHER, Christon El ejercito en el Mexico borb6nico, 1760-1810, FCE, Mexico, 1983, pp, 381-382. Bacia 1808, cl cjcrcito imperial contaha con 138,241 eiectivos de los cuales 113.424 cran de infan1eria, 16.623 de caballeria, 6,697 de artilleria y 1,223 de ingenieros: CUENCA TORIBIO, Jose Manuel La Guerra de la Illdependencia, Un confi;cto decisivo (1808-1814), Encuentro, Madrid, 2006, p. 20,

    19 BEVERTNA, Juan EI Virreinato de las Pmvincias del Rio de la Flata, Su Organizaci6n Militar, Circulo Mili1ar, Biblioteca del Olicial, Buenos Aires, ] 992, p. 206.

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    teria. Pes~ a ello, la dirigencia revolucionaria de Buenos Aires debi6 multiplicar simultanellmente las milicias y para ello apel6 al modelo borbonico, distinguiendo en 1815 entre milicias "provinciales" y "civicas" y a partir de 1817 entre milicias "nacionales" y "urbanas" 0 "civicas": las prim eras, c1aramente debfan repliear a las milicias "disciplinadas" borb6nieas y para elIas se mantuvo en vigeneia el reglamento de 1801, gozaban de sueldo y fuero, se buscaba que estuvieran comandadas por una plana mayor veterana y que tuvieran como "comandantes natos" a los intendentes y sus subdelegados; en cambio, las "milicias civicas" no gozaban de sueldo ni de fllero, prcstaban un servieio de defensa local y debfan estar at mando de los cabildos. Las diferencias entre ambos sistemas se manifestaban en una cuestion central: los integrantes de las milicias "nacionales" eran considerados "soldados del Estado" y debian acudir "al auxilio y reposicion de los Ejercitos de linea"; las "milicias civicas", en cambio, deb ian actuar solo "dentro del rednto" de las ciudades, las villas y los pueblos. La experiencia militar revolucionaria era, aS1, una profundizacion de la relorma borbonica y nada 10 expresa mejor que su apego infructuoso al regimen de intendencias y al reglamento mil iciano de 180 I.

    La normativa gubemamental intentaba enclladrar pnicticas sociales que se sustentaban en tradiciones arraigadas aunque adoptaran nuevos ropajes y discursos de legitimaci6n. Por eso, si la atencion se desplaza del marco normativo a la conlormacion de foerzas realmente existentes, se puede advertir que se opero una intensa revitalizaeion de las antiguas milicias urbanas aunque ahora eran denominadas generalmente como "euerpos civicos", destinados al doble proposito de asegurar la defensa de cada poblado y la preservacion de su orden sociaL Simultimeamente, se acrecento la pluralidad nominativa y aparecieron denominaciones como las compafiias 0 milicias patrioticas: asi, ya la junta revolucionaria habia formado dos "compafiias patrioticas" integradas por 'j6venes" que pudiesen prestar un servicio "compatible con sus particulares profcsiones y destinos" aclarando, muy prceisamente, que se trataba de una "Milicia patriotica, puramente voluntaria, sin fuero, sin sueldo".20 Del mismo modo, la expedicion al Paraguay iniciada .;:n 1810 multiplic6 en su marcha las "milicias patrioticas", denominacion adoptada inmediatamente en la Banda Oriental. Por su parte, para 1812 el cabildo de Corrientes decidia organizar una "Guardia Cfvica" destinada a "conservar el orden y la seguridad interior"2! y hacia 1 R14 comenzaba a emplearse en Buenos Aires la denominacion de "guardia nacional"22 aunque la mas frecuente fue "brigada

    20 Gaceta de Buenos Aires, 6 de agosto de 1810. 21 El Teniente Gobernador de Corrientes Elias Galvan al Gobierno, Corrientes, 3 de enero de 1812,

    ArchivoArtigal', Torno VIII. Montevideo, 1967, pp. 2-9 y 3 de abril de 1812, p.26. 22 El gobiemo de Buenos Aires dispuso que "to do Ciudadano habitante de esta Ciudad" debia alis

    tarse, los que pudiesen mantener un caballo en la Caballeria Ligera y el resto "en los cuerpos que se formanln de la Guardia Nacional de lnfanteria"; al ano siguiente se estimaba que los cuatro

    .wciedad en dlitore/1... 327

    civica". Si bien no falto quien pensara que se trataba de la versi6n rioplatense de la Guardia Nacional de la revolucion francesa,23 no debiera pasarse por alto que

    organizarse en tercios segmentados territorial, social y etnicamente siguiendo patrones coloniales. Claramente era la situacion en Santa Fe donde se habian formado de tres compaiHas de "voluntariQs de caballeria" y dos urbanas, una de "Nobles Patriotas Urbanos" y otra de "pardos libres".24

    Mientras tanto, las autoridades de Buenos Aires no contaban con un ejercito sinoal menos- con tres (el de los Andes, el Auxiliar del Peru y el del Centro) aunque por momentos se formaron otros (como el Ejercito Auxiliar de Entre Rios o el de Observaci6n sobre Santa Aqui nos interesa repasar las caracteristicas de los que desplegaron en ellitoral: cl primero se organiz6 con hombres reclutados entre las milicias, Blandengues de la Frontera de Buenos Aires y Santa Fe, voluntarios y milicianos de esas campafias y de Parana y Corrientes y "naturales" de las Misiones. Este conglomerado -al que se "se Ie dio nombre de ejercito", como bien 10 describi6 uno de sus oficiales25- era la expresion de las tramas sociales que hacian po sible el reclutamiento y la formaci6n de sus jefaturas intermedias. Esta dimension de la cuestion no ha sido suficientemente indagada pero es sabido que los regimientos, batallones y compafifas se forrnaban mediante la transforrnaci6n de un cuerpo miliciano en una unidad veterana mientras que otros se coniormaron a traves del reclutamiento que realizaba unjele-organizador; de este modo, solian reproducir un patron territorial puesto que el enganche era reaHzado plantando bandera en los poblados y el contingente completado por cuotas de cada partido. A su vez, cuando foe desplazado hacia la Banda Oriental contenia, junto a pocos efectivos veteranos, varias formaciones milicianas de Buenos Aires, Misiones, Corrientes, Entre Rios, Santa Fe y milicias orientales y Blandengues de Montevideo. De modo analogo, las tropas que en 1814 invadieron Entre Rios estaban compuestas por Blandengues y milicias de caballeria e infanteria de Santa Fe, el

    cscuadrones de "Guardia Nacional de caballeria" contaban con 1.000 efectivos, Gaceta de Buenos Aires, 16 de febrcro de 1814; Carlos de Alvear, "ReJacion de las fuerzas", Rio de Janeiro, 27 de junio de 1815, ArchivoArtigas, Torno XXX, Montevideo, 1998. pp.7-1O.

    23 As! 10 consider6 cl publicista frances Pierre Claude han

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    regimieniO de Infanteria N 2 (formado a partir del cuerpo miliciano de Arribenos) y compaliias milicianas de Gualeguay. Por su parte, el que en 1818 volvio a invadir Entre Rios estaba compuesto por varias unidades veteranas (Granaderos de 1nfanteria, Ifusares, Cazadores de la Union, Dragones) y por las milicias de Paran{t, Gualeguaychu y Gualeguay. Y el Ejercito de Observacion sobre Santa Fe para ese mismo alto estaba compuesto por regimientos veteranos de infanterfa y artillerfa, pero tambien por milicianos bonaerenses y otros procedentes de Coronda, Rosario y Parana a los que se sumaron luego efectivos cordobeses.

    l,Que muestran estos ejemplos? Parece claro que las unidades veLeranas eran por demss insuficientes para afrontar la guerra en el litoral y que estos ejercitos eran un aglomerado heterogeneo e inestable que hace comprensible su facilidad para desagregarse con notable rapidez y solo con superficialidad puedcn ser considerados como ejercitos "regulares" y, menos aim, como "profesionales". A su vez, que esos ejercitos seguian signados por las diversidades regionales que corroian su cohesion y aunque suelen ser calificados de "portenos", solo 10 eran por su alineamiento politico mas no por su composicion.

    Dada esta situacion, estos ejercitos contenian dos tendencias contradictorias: mientras se intentaba construir con eUos solidaridades, lealtades e identidades supra-regionales, sus formas organizativas contribufan a acentuar las locales y territoriales. A su vez, su despliegue por el espacio litoral produeia una gama de resistencias: 1) entre los milicianos a convertirse en veteranos; 2) entre los paisanos al reclutamiento compulsivo para integrarse a los regimientos veteranos; 3) de las milicias locales a transformarse en disciplinadas y subordinadas a los mandos veteranos y a1 gobierno superior y a pres tar servicio fuera de sus territorios; 4) de los pueblos rurales que aspiraban a contar con sus propias fuerzas y a no perder la autoridad y el control sobre sus milicianos. Ninguna de estas resistencias era nueva pero por el contexte en que se desarrollaron y por su extension configuraron una situacion que limitaba seriamente la obediencia a los "ejercitos" y al "gobierno superior". Prueba de ello, es que muy rapidamente se generalizo en los pueblos rurales la aspiracion de elegir a los comandantes no solo de sus milicias sino aquellos que ahora pasaban a ser el eje del gobierno local. De esta manera, las disputas en torno ala fonna de organizacion armada y de gobierno local resultaban completamente inseparables. Lo que corrobora 10 generalizada que estaba esta aspiracion convert ida en pnictica efectiva es que no solo fue manifiesta en los pueblos que se alineaban con el artiguismo sino que tambien en los que se mantenian aliados al !!obierno directorial.26

    26 Un tratamiento detallado de esta decisiva cuestion en FRADKIN, Raul O. "l.Elegir a los comandantes? Los desafios Ie la guerra y el gobierno de los pueblos rioplatenses", ponencia prescntada al Seminario Internacional Espacios de Poder: ejercicios, discurnos y represcntaciones en Hispanoameriea, siglos XVI al XIX", Univcrnidad Andres Bello, Santiago de Chile, 23 de iunio de 20 I O.

    .rociedad en ellitoml... 329

    No extrafia, entonces, las formas discursivas que adoptaron estas contradicciones: mientras el Directorio impugnaba a sus opositores en ellitoral como "anarquistas" y como expresion de "Ia bidra del federalismo" -replicando en tierras rioplatenses los discursos circulantes en la peninsula27 , aqueUos 10 rechazaban impugnando el imperio de 10 que no dudaban en identificar como un "despotismo miIitar". Ello advierte que no era solo una oposicion a una forma de gobierno sino tambien a esos ejercitos y al estilo de mando de su oficialidad por parte de comunidades territoriales que encontraron en las tradiciones milicianas una orientaci6n y un sustento para legitimar sus reclamos autonomicos. Por eso, la oposicion derivo en una encarnizada guerra entre fuerzas estructuradas mayormente sobre ejercitos regulares y milicias subordinadas contra fuerzas insurgentes conformadas en torno a milicias y grupos armados de muy distinta naturaleza.

    La insurgencia oriental se estructuro a partir de la convergencia de un nucleo veterano (los Blandengues de 1a Frontera) y un conjunLo de milicias locales. A

    de ambas formaciones se intento organizar un "ejercito" compuesto de las cinco "Divisiones Orientales". Sus diferencias con los ejercitos directoriales en el litoral no residian tanto en su magnitud (pues llegaban a ser equivalentes) sino en que estos contaban con una mayor proporcion de tropas de infanterfa y artilleria y de veteranos, estaban mejor armados, eran remunerados y financiados por un estado (aunque tambien por los "auxilios" y "contribuciones" exigidos a las ciones locales) y respondian a una autoridad politica de sede urbana; en cambio, las Divisiones Orientales eran casi completamente de caballeria, sus contingentes veteranos eran muy reducidos y no perdieron su matriz miliciana, dependian casi completamente del abastecimiento que suministrara la poblacion rural y de su capacidad para desarrollar la "guerra de recursos" y la autoridad superior era ejercida la mayor parte del tiempo desde un campamento militar. Como los ejereitos directoriales, estas Divisiones contaban con sus propias "milicias auxiliares" quedefendian cada poblado pero a diferencia de estos contaron con el aporte decisivo que suministraban las milicias de los pueblos misioneros y las fuerzas que podian aportar las parciaJidades de indios "infieles" del litoral y del Chaco que fueron sus aliadas. De este modo, las Divisiones Orientales recogian la diversidad de tradiciones y modos de hacer la guerra dellitoral y las diterencias con las luerzas

    27 "Quando una guerra obstinada liene apurados todos los medios ordinarios, [ ...Jquando se aspira a destruir por sus cimienlos eJ principio csencial de la monarquia, que es La unidad; quando la hidra del iederalismo, acallada tan ielizmente en el ano anterior con Ja creacion del poder central, osa oITa vez levan tar sus cabezas ponzoilosas, y prctendc arrebatamos Ii la disolucion de la anarquia; I... Jeste es el tiempo, este, de rcunir en un punto la fuerza y la magestad nacional, y de quc el pueblo espanol PO[ medio de sus representantes vote y decrete Jos recursos extraordinarios que una naci6n podcrosa tienc siempre en su seno para salvarne": Real Decreto, Real Alcazar Ie Sevilla. 28 de octubre Ie 1809, en La Revolucion de Mayo a trawlS de los impresos de la epoca, Torno (1809-1811), Buenos Aires, 1965, p. 211.

  • 330

    directoriales expresan diferentes matrices y grados de consolidacion de las respectivas formaciones estatales.

    Las tradiciones guerreras coloniales no eran patrimonio exclusivo de los insurgentes 0 predeterminaban un linico alineamiento politico. Por el contrario, ellas se manilestaron en los ejcrcitos directoriales no solo a travcs de las resistencias que encontraban en las poblaciones rurales, sino tambien en las dificultades que hallaba su oficialidad para disciplinar a la propia tropa. Esa oficialidad debia resolver aquello que a la borb6nica Ie habia resultado imposible: translormar a los reclutas ell soldados disciplinados, hacer de sujetos acostumbrados a intervenir en un servicio miliciano discontinuo y general mente de caballeria eficaces soldados de infanteria de servicio permanente. Era, con seguridad, algo baslante mas complejo de 10 que imaginaba Belgrano cuando confradamente Ie comunicaba ala Junta: "No tenga V. cui dado por los desertores que Yo he de poner coto a la descr

    y si ahora recibo un Ejercito de gauchos, tendre la satisfaccion de presentarlo a mis Cornpai\eros de fatigas por la Patria, de soldados."28

    Era un complejo desafio y que, frente a repetidos fracasos, lIevo a las autoridades militares de Buenos Aires a imaginar una solucion. En febrero de J 817 la Comision de Guerra analizo una propuesta del Comandante de Frontera y aeordb acerca de su utilidad:

    "La experiencia nos ha ensei\ado en el dilatado curso de nuestra contienda politica que para tener soldados sujetos y disciplinados es indispensable dar principio a su educacion por segregarlos algunos meses de todo roce con los hombres de SIl esfera, hasta que pierdan la memoria de la vida olgazana y disipada en que han sido educados, haciendoles tener amor al orden, domandoles los nocivos resabios que les aproximan a los brutos y castigando su desidia, su desaseo y modales feroces, y aJ mismo tiempo suministnindoles con abundancia el alimento y exercitandoles en ad

    buen aire, marchar, maniobrar y adiestrarlos en el manejo del arma, teniendo siempre presentes a sus y oticiales que los amoncsten con suavidad y firmeza, y les den a entender que su aplicacion los hace dignos de aprecio y recompensa, y tambien de la severa aplicacion de las penas militares si delinquen 0 miran con desprecio el cui dado qe se empei\a en Este metodo, constantem.te I1evado transforma en Hombre litiles a un os miserables qe siempre vivieron a su albedrio y qe jamas oyeron la VOL: de preceptorcs que les adviertan y afean sus vieios,

    2:; M. Belgrano a M. Moreno. Santa Fe, 8 de octubre de 1810. Epis/o/ario be/graniano, Taurus. Bucnos Aires. 2001, p. 83.

    sociedad e! litoraL.. 331

    detectan los cxcesos y los cxortan y animan al amor a la Patria y a la carrera que ha de salvar esta al yugo de sus enemigos."

    Para ello, sc consideraba necesario elegir un edificio "espacioso, segura y segregado en 10 posible de la poblacion" y hasta se pensaba que seria posible ensefiarles a Iecr, escribir y con tar a aquellos en los que se descubriesen aptitudes este seria otro bien inestimable para un cuerpo de tropa que apenas tiene uno u otro Sargento que escriba regularmente y no tiene cabos que puedan hacer las listas de los hombres de sus escuadras." Pem, tras esta entusiasta evaluacion, se concluia que no podian por el momento superarse los obstaculos que habia -hasicamente, la escasez de rondos y la perentoria necesidad de nuevos reclutas que demandaban los "ejercitos exteriores"- por 10 que se termin6 recomendando decisiones menos originales: remitir los "vagos" al regimiento de artillerla por la experiencia que tenia su jefe al respecto considerando que era el anna que mas servia para formar soldados de infanteria; complementariamente, se recomendaba animar a los vecinos y a los comisionados a su pcrsecucion y disponer que todos los "vagos" fueran destinados por cuatro meses y 5i desertasen fueran destinados a la escuadra por un ai\o, con grilletes y eadena.

    Se trataba de una pretension mayuscula que suponia la transfomlaci6n del "material soldado".' Pero las limitaciones de estos cjercitos para convertirse en una instituci6n total que pudiera transiormar completamente los habitos, costumbres y pautas culturales de los reclutas fueron insuperables. J1 No casualmente, al Baron de Holmberg, comandante de Jas tropas de artilleria acantonadas en Santa Fe haeia I g 13, sus sold ados 10 lIamaban "cincuenta palos" por el trato que les daba ante cualquier infracei6n disciplinaria; metodo que no parece haber sido eficaz para asegurar su obediencia: su expedicibn al territorio entrerriano temlino en un completo fracaso dada la enorme deserei6n entrc sus tropas. '2

    29 Archivo General de la Naci6n (en adelante AGN), X-IO-2-3. 30 ENGELS, Federico "La tactica de infanteria y sus Jirndamentos materiales (1700- J 87())", Apen

    dice de Anti-Diihring. La sl1hver:\'i6n de /a ciencia pOl' el senor Eugenio Diihring, Hemisferio, Buenos Aires. 1956, pp. 314-321.

    31 Un problema que parece haberse pro\ongado cn las dccadas siguicntes: SALVATORE, Ricardo "'Rcclutamiento militar, disciplinamiento y proletarizaci6n en la era de Rosas", cn Bo/etin del 1nstifu/o de lIis(oria Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, mim. 5, 1992. pp.25-48.

    32 IRIONDO, Urbano de Apun/es para fa his/aria de la Provincia de Sol1la Fe, Junta Provincial de Estudios Historicos de Santa Fe, Santa Fe. 1942. Holmberg informo que "al toque de la Uenerala no se reunieron a sus respectivos piquetes oi la gran Guardia, ni las Patrullas, ni la custodia de mi caballada, ni mu..:hos soldados ocupados acilsillar cavallos, toda esa gente se disperso": "Ofkio del Bar6n de Holmberg", Bajada del Parana, 17 de mayo de 1!-i14. en BENENCIA. JulioA. Partes de bata/la de las ?:uerras civiles, 18/4-1821, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1973, pp. 7-28. Holmberg era Ull militar austria co que se uni6 a las liJerzas revolucionarias cn I:; 12 dcspues de desempeflarse en las Guardias Valonas.

  • 332 I L.IJ

    Si disci plinar a la propia tropa "veterana" era harto complejo tanto 0 mas complicado era asegurar la obediencia y la lealtad de las milicias auxiliares con las que esos oficiales debieron tramar alianzas inestables y conflictivas. En este sentido conviene subrayar que las guerras de revoluci6n en el litoral tendieron a

    un cOlljunto de practicas de movilizaci6n que suponian una fusi6n entre comunidades rurales territoriales y fuerza annada. Esa fusi6n adopto, al menos, dos modos principales. La mas destacada fue la movilizaci6n de las familias rurales

    al "ejercito", cuya maxima expresi6n fue "la redota" -posteriormente Ilamado "exodo oriental" - pero que lejos estuvo de ser el (mico y se repitio en tl1ucha menor escaia en varias ocasiones. Otro fue la confor1l1acion de un tipo peculiar de milicias, los lIamados cuerpos 0 legiones de "emigrados", fuerzas milicianas

    pOl' efectivos de un mismo origen territorial, agregadas a una fuerza mayor y desplazadas de su propio territorio pero manteniendo sus propios jetes y estructura organizativa. Este tipo de formaci6n miliciana no era completamente novedosa sino que hallaba de alguna manera precedentes en los batallones de "torasteros" 0 en los cuerpos milicianos constituidos lugares de origen durante las invasiones ingiesas y ya habian demostrado su vigencia tom ado parte de la defensa de Montevideo entre 1811 y 1814. Elias expresaban el mantenimiento de vinculos y pertenencias de matriz territorial que podian servir para la conformacion potencial de un cuerpo politico sin perder la aspiraci6n a regresar bajo la alianza 0 "proteccion" de un gobierno superior al propio tcrritorio 0, en su defecto, convertjrse en "pueblo", que siendo sustancialmente el mismo tuviera una nueva localizacion.11

    Ahora bien, las guerras de la revolucion en ellitoral iban a demostrartambien la centralidad de las fuerzas indigenas aliadas a alguno de los bandos en pugna. En este senti do, las luchas entre el gobicrno de Buenos Aires contra el de Asuncion y la disidencia federal tuvo como capitulo central definir quien habria de imponer su hegcmonia sobrc los pueblos misioneros y, por tanto, quien habria de hacerse con esa rescrva de hombres para la guerra que la experiencia colonial habia demostrado como insustituible. Asi 10 habia pensado como posible Belgrano y no es descabellado conduir que el fracaso de su expedicion se debio en buena medida a la

    33 Entre los multiples ejemplos que pueden mencionarse al respecto eabe seilalar la decisi6n de las milicias de Rosario, Coronda y Parana de aliarse al ejcrcito directorial en 1818: FRADKIN, Raul O. y RAITO. Silvia "Territorios en disputa. Uderazgos locales en la frontera entre Buenos Aires y Santa Fe (1815-1820)", en FRADKIN. Rail I y GELMAN, Jorge (eompiladores) DesajIos a/ Orden. Politico y sociedades rurales durante la Revolucidn de lndependencia, Prohistoria Ediciones, ROS'Hio, 2008. pp. 37-60; 0 la emigraei6n de los pueblos guaranies con Rivera en 1828 para fundar Bdla Union: FREGA, Ana "La 'campana militar' de las Misiones en una perspcctiva regional: lucha polftiea, disputas territoriale, y conflictos etnieo-socia!es", en FREGA, Ana (coord.) His/oria regional e independencia del Uruguay. Proceso histdrico y revisi6n ailica de sus rela/os, Edieioncs de la Banda Oriental, Montevideo, 2010, pp. 131-167.

    JO(l{idad d litoral... 333

    de movilizar a los milicianos guaranies. De ese modo, a princlplOs de 1811 debia la1l1cntarse que al menos 130 de los 150 "naturales" de los que tenia 1l10vilizados el comandante Rocamora habian desertado y los que habian logrado "agregar" a los cuerpos de Patricios y Arribcfios "mui pocos son los que entienden nro. idioma".14 Su conclusion era taxativa:

    "Hablando claro Sor Exctl1o. Yo no cuento para los ataques mas que con la tropa de la Capital, ya por su instrucci6n, y ya, en algunos, por sus entusiasmo patri6tico: los demas de Naturales y de Correnti nos son a poco mas 0 menos, como los insurgentes, y tengo la prueba de esto mui reciente."lS

    Alll1 asi, Bclgrano form6 en los pueblos guaranies "un Cuerpo de milicia, que se titulara Milicia Patri6tica de Misiones" el cual deberia ser "una legi6n completa de infanterfa y caballeria" y cuyo unifonne seria el de los Patricios de Buenos Aires, sin mas distinci6n que un escudo blanco en cl brazo derecho con la inscripci6n "M. P. de Misioncs".16

    Su fracaso se contrapone al exito que tuvo Artigas: el examen de esta decisiva cuesti6n excede nuestras posibilidades aquP7 pero al menos conviene hacer algunas precisiones. Al parecer comenzo a construirse cuando fue designado por el gobiemo revolucionario como Teniente Gobernador de Yapeyu y pareciera que dcsde entonces las Divisiones Orientales contaron con sus propias "milicias auxiliares" indigenas. Para ello debio atender a los reclamos de los pueblos y profundizar la promesa hecha pOI' Belgrano dc reconocer su autogobierno y el derccho de cada uno -y no solo de la provincia como habia dispuesto la Asamblea- a diputados al Congreso.18 De esta fonna, quedaba en claro que las milicias

    34 Manuel Belgrano a la Junta, Campamento de Tacuari, 17 de febrero de 1811, Arehivo General de la Naei6n, Partes oficiales y doel/mentos reJativos a la guerra de independencia argentina, Taller TipograJico de la Penitenciaria Naeional, Buenos Aires, 1900. Tomo Primero. Segunda Edici6n, pp. 57-59.

    35 Manuel Belgrano a la Junta, Campamento de Tacuari, de marzo de 1811, Arehivo General de la Naci6n, Partes oficiales y doclJlnen/os relativos a la guerra de independencia argentina, Taller TIpognifico de la Penitenciaria Nacional, Buenos Aires, 1900, Tomo Primero, Segunda Edici6n. pp.59-61.

    36 BELGRANO, Manuel "Reglamento para los pueblos de las Misioncs", en [Joel/menlos del arch iV(J de Belgrano, Musco Mitre, Buenos Aires, 1914, Tomo T1J, pp. 122-128,

    37 Hcmos intentado una aproximacion en FRADKIN, Raul O. "La revoluci6n en los pueblos del litoml rioplatense", en ESlUdos lbero-Americanos. Vol. 36, nLUlI. 2, 201 0, pp. 242-265; FREGA, Ana '"Los 'infelices' y eI caracter popular de la revolucion artiguista", en FRADKIN, RalIl O. (comp.) ;. Y eI pueblo d6nde estd? Contribuciones para una historia popular de la revolucirll1 de independencia en el Rio de la Plaia, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp.151-176; WILDE, Guillermo Religidn y poder las misiones guaranies, SB, Buenos Aires, 2009, pp. 307-358.

    38 Artigas a Jose Silva, Gobernador de Corrientes, Cuartel de Santa Fe. 3 de mayo de 1815, en GC)MEZ. Hermin EI General Artigas y los hombres de Corriemes, lmprenta del Estado, Corricntes,

  • 334 /j,iUPr'7fZl' de p,uerra...

    nas eran una lormaeion tanto politica eomo militar. Para contrarrestar la creciente adhesion que el artiguismo concitaba en los pueblos misioneros las autoridades regionales aliadas al gobiemo de Buenos Aires tam bien intentaron formar sus propias milicias de "naturales", pero tuvieron escaso exito, probablemente por su misrna reticencia a aceptar ese autogobiemo. Todo indica, entonces, que las guerras de revoluci6n eonvirtieron nuevamente a las milicias de los pueblos misioneros en actores deeisivos y ellas sustentaron tanto sus aspiraciones autonomistas como la emergetlcia de nuevos liderazgos, a veees en contradieei6n con los caciques 0 cabildos indigenas. Si la utilizaci6n de fuerzas indigenas no era una novedad, 10 clerto es que en buena medida a ell as debi6 el artiguismo su capacidad de expan

    politica. Se trataba, sin de al menos tres tipos de aliados diferentes: los grupos de "indios infieles" del litoral (basicamente

    "desertores" del sistema misionero); y los pueblos a travcs de los cuales el artiguismo volc6 a

    su Javor la situaci6n en Santa Fe.40 Esas condiciones hicieron surgir la Hamada "guerra de montoneras" y adver

    tirla pennite descartar que no pueda ser considerada simplemente como una forma de bandolerismo rural aunque no 10 excluya y hasta pueda por momentos haberlo

    contenido~ 0 tan solo como una forma de hacer la guerra de grupos insllrreeios e irregulares.

    Como hemos sefialado en otra oeasi6n,41 resulta preciso despojarse dc enfoques esencialistas 0 elitistas y contar con analisis precisos de distintas montoneras para no seguir empantanados en descripciones genericas impregnadas de pintores

    y folclorismo 0 para no seguir sometiendo las expcriencias hist6rieas de los grupos sllbalternos a la "violencia de la abstracci6n".42 Por eI momento, cabe precisar que se trata de un fen6meno que emergi6 en las guerras de revolucion

    1929, p.5S. 39 As! el suhdelcgado del departamento de Concepci6n babia j()rmado oeho companias "de natura

    les" en los pueblos de su departamento y sobre elias recaia por complcto la defensa de la zona dado que "La compafiia de Milicias de l'obladores Espafiolcs de este Departamenlo no se ha podido juntar porque lodos los mozos han profugado a Candelaria 0 a Paraguay de donde son naturales": Artigas al Gobierno, Saito Cbico, 29 de enero de IXI2, An:hivoArtigas, Torno VlTJ, Montevideo, 1967, p. 51 YCeledonjo del Castillo al Gobiemo, Concepci6n, 12 de abril de 1812, Arch;vo Artigas, Torno VIIT, Montevideo. 1967, pp. 61-62.

    40 FRADKIN, Raul O. y RKITO, Silvia "Conflictividades superpuestas. La frontera entre Buenos Aires y Santa Fe en la decada de 1810", en Boletin American!sta, Ano LVlII, num. 58, 200S, pp. 273-29.'1

    41 FRADKIN, Raul O. La lIistoria de una montonera. Bandolerismo y caudillisn10 en Buenos Aires, J826, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2006.

    42 LINEBAUGH, Meter y REDIKER, Marcus La Hidra de fa Revoluci6n. Marineros, esclavos y campesinos en la historia (leu Ita del Atlcintleo, Critica, Barcelona, 2005, p. 19.

    ,rodedad en e! IitomL 335

    pero que abrevaba en las experienCias y legados de las tradieiones forjadas en la cpoca colonial y tuvo diferentes mlltaciones en las dceadas post-revolucionarias.

    Cuando Domingo F. Sarmiento presentaba a la montonera como "enemiga de la ciudad y del ejercito patriota revolucionario"43 0 Jose M. Paz registraba que

    en las montoneras y sus jefes ese sentimiento de opo(mh'f>rnr. y a las tropas regladas que sofoc6 hasta el noble entusiasmo

    , estaban identificando una parte del problema: su caracter esencialmente politico y esa serie de oposiciones simultaneas al ala ciudad y al ejercito regular. Por eso, el surgimiento de la guerra de montoneras seria incompresible sin el contexto de extrema movilizaei6n armada de las ciones rurales dellitoral y sin las diversas y arraigadas tradiciones milieianas que les suministraron fonnatos organizativos, pnieticas y experieneias y en las cuales la resistencia y oposiei6n miliciana a la subordinaei6n al ejercito veterano y de los blandengues y las milieias auxiliares indigenas parecen haber tenido un lugar central.

    Desde entonees, la guerra -y aun la guerra "regular"- no podra preseindir de esta novedad aunque las condiciones de su reprodueci6n no fueran las de su

    Tentativamente podria postularse que si durante las guerras de la revoluci6n se produjo junto a la expansi6n de los ejercitos regulares una tendencia a la bandoleiizaei6n de la lucha militar, las formas de hacer la guerra de las formaciones estatales post-revolucionarias dellitoral no pudieron evitar (a pesar de sus intentos de eonstruir ejercitos regulares) 10 que podria describirse como una suerte de montonerizaei6n. Y, quizas, clio nos diga algo mas preciso de su naturaleza que el disefio de sus arquiteeturas institucionales.

    Guerras, estados y sociedades post-revolucionarias Como es sabido, el Directorio yel artiguismo se desintegraron en la erisis de 1820pero arubas experiencias las trayeetorias posteriores de las formaeiones estatales regionales. En terminos generales pueden registrarse dos recorridos distintos: mientras que las dellitoral afrontaron la organizaei6n de sus fuerzas a de las estructuras basicamente mi1icianas eon las que enfrentaron a los "ejercitos regulares" directoriales, Buenos Aires la emprendi6 a partir de los restos de esos ejercitos y de los cuerpos milieianos que les habian servido de fuerzas mas 0 menos subordinadas.

    Esta dualidad de trayectorias demostr6 su incidencia durante la lallida experieneia de formar un ejercito "naeional" en oeasi6n de la guerra eontra ellmperio del Brasil entre 1825 y 1828. Se ha ealelilado que 8i bien se pensaba formar un

    43 SARMIENTO, Domingo I''acundo. CEAL, Buenos Aires, 1967, p. 60 [I" edici(\n 1845]. 44 PAZ, Jose M. Memorias p6stumas, Editorial Trazo, Buenos Aires, 1954 [I" edici6n 1855], Torno

    1,pp.l50-155.

  • 336

    de 20.000 hombres, a principios de 1827 solo rondaba los 6.090 y es poco Gue despues superara esa magnitud.4S Sin cmbargo, era el mayor ejercito

    de la hist(lria del litoral y contaba con un 60% de sus de caballeria, notablemente distinto de los ejercitos de la revolucion y la impronta de esa

    Para ella se dispuso que los pusieran a disposicion sus escasas fuerzas de linea, una parte de sus milicias y que enviasen reclutas "por c()ntingente" en proporcion a su poblacion; mas aIm, se dispuso las fuerzas veteranas provinciales "senin admitidas en el con los jefes y of1ciales que les corresponda, siempre que estos cuerpos vengan en clase de tales."46 Sin embargo, este patron entro en contradiccion con la tendencia a la centralizacion y ala homogenizacion que se quiso imponer durante 1826 fijando remuneraciones uniformes, sllbordinando todas las milicias provinciales, declarando "nacionales" todas las tropas de linea e imponiendo que los cuerpos no tuvieran otra denominacion que la de Sli arma y su ntunero. Pcse a esta nonnativa, la organizacion de los cuerpos de nueva creacion estaba completamente a cargo del jefe designado.48 En tales condiciones, al patron regional de reclutamiento de las tropas se sumo una organizaci6n de los regimientos que los convertia en un entramado de relaciones

    A ello debe sumarse que otra pretension tambien se demostro inviable: subordinar las milicias provinciales a las autoridades nacionales y a las fuerzas veteranas "nacionalizando" la de los afios previos y replicando la aspiracion de la dirigencia revolucionaria y las autoridades borbonicas. Si la subordinacion de las fllerzas provinciales fue dcsdc un comienzo muy dificllitosa, las relaciones con los de la provincia irredenta no 10 fueron menos, reproduciendose los entrentamicntos de la decada anterior y sobre todo uno: i,hasta que punto esas fuerzas insurgentes iban a subordinarse al comando general del ejercito? Ello 10 advirtio Martin Rodrigucz, su primer comandante, cuando tcmia que si las l11ilicias orientalcs eran dcrrotadas y traspasaban el rio Uruguay, sus jefes quisieran conservar en dicho tcrritorio una independencia absoluta "como perteneciendo Cmicamente a la provincia oriental". La respuesta del Ministro de

    45 BALDRICH, Amadeo Hisfaria de la Guerra del Brasil, Imprenta La Harlem, Buenos Aires. 1905, p.207.

    46 Rcgistro Nacional, Ana de 1825, pp. 30-33. Asi, por cjcmplo, el Batall6n de Cazadores de Salta fue eonvcrlido en el Regimiento de eaballeria nacional (Registro Nacional, 1826, p. 31) y los cscuadroncs de caballeria de San Juan en el Regimicnto 18 (Registro Nacional, 1826, p. 268).

    47 Registro Nacional, 1826, p. 20-21, p. 24 y p. 190. 48 Senalaba Iriarte que el ministro Alvear se limitaba a disponer esa crcacion y a designar a su jefe,

    dejando eompletamente en sus manos la eleeei6n "desde el 2 jefe hasta cl ultimo alferez", generalmentc eseogidos del "deposito" dllnde estaban aeuartelados los eontingcntes y sclcecionado los cabos y sargentos de los antiguos cuerpos, de los veteranos retirados y aun de los poeos reclutas que supieran leer y escribir: IRIARTE, TomtlS de La campmlCl del Brasil, Hyspamerica, Buenos Aires, 1988, pp. 94-96.

    sociedad en eI iitomf... 337

    Guerra rue tan precisa como inviable: Ie instruyo que las amparara pero sin dejarlas constituirse en un cuerpo "separado".49 La experiencia de los cuerpos de "emigrados" no habia pas ado en vano y volvia a reaparecer.

    Ese ejercito, formado y conducido por la oficialidad adicta al unitarismo se convirti6 en el principal instrumento de esa faccion politica para hacerse del poder en Buenos Aires en diciembre de 1828 e intentar afirmarse en las provincias interiores desencadenado una guerra civil generalizada entre 1828 y 1832. Si se atiende a las caracteristicas de las fuerzas que en ella confrontaron se puede advertir que, en buena medida, fue una multiple confrontacion entre los restos de un

    plenamente identificado con una faccion politica y sus oponentes federales que contaban sobre todo con fuerzas milicianas. En Buenos ese

    solo pudo hacerse fuerte en la ciudad mientras en la campafia se produjo una mas iva insurreccion rural que termino bajo la conduce ion del COl11andante General de Milicias, Juan Manuel de Rosas, sosteniendo su transformacion en gobernador. De este modo, el enfrentamiento tomo la fonna de un sitio del campo sobre la ciudad y habria de quedar marcado en el imaginario de las elites letradas urbanas hasta convertirse en su clave interpretativa de una realidad social hostil. Con ello, tambicn, la "guerra de montoneras" emergio con toda potencia desde las entranas mismas de la sociedad bonaerense aun cuando contaba con algunos precedentes de menor escala.50

    Ahora bien, si se procede a identificar los grupos armados movilizados en ese masivo levantamiento se advierte que en 61 no solo intervinieron las milicias sino tarnbicn algunas unidades regulares, grupos de paisanos siguiendo las pautas y las formas de movilizacion de las milicias rurales y toda una gama de formaciones irregularcs desde bandas de salteadores hasta contingentes reclutados entre los "indios amigos" conducidos por sus propios jetes.51 Una acuarela que por entonces pint6 Carlos Pellegrini ofrece una imagen bastante "realista" y nos acerca a la conformaci6n de estas fucrzas.

    49 BALDRICH, Amadeo Historia de la Guerra del Brasil, cit., p. 119.

    50 FRADKIN, Raul O. y RATTO. Silvia "Desertores, bandidos e indios en las fronteras de Buenos

    Aires, 1815-1819", en Secuencia. Revisla de historia y ciencias sociales, num. 75, setiembredicicmbre de 2009, pp. 13-41. FRADKIN, Raul O. "(Facinemsos' contra 'cajetillas'? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la decada de IH20 y las montoneras federales", en Illes i Imperis, num. 5, Barcelona, 2001, pp. 5-33.

    51 GONZALEZ BERNALDO, Pilar "Ellevanlamiento de 1829: cl imaginario social y sus implicancias politicas en un conflicto rural", en Anuario IEHS., num. 2, 1987, pp. 135-l76. Una vision mas reciente y actualizada en FRADKIN, Raul O. iFusilaron a Donegal 0 coma un alz(Imiento rural cambia el rumbo de fa his/aria, Sudamericana, Buenos Aires, 2008.

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    "La montonera", Acuarela de Carlos Pellegrini, tomada de DEL CARRIL, Bonifacio Los indios en/a Argentina, J536-1845, segtm to iconograjia de 10 epoca, Emeee Editores, Bucnos Aires, 1992, p.109

    Jociedad en ellilora/... 339

    Esta situacion torna mas excepcionalla trayectoria guerrera de Buenos Aires que, a partir de 1829, tuvo que reconstruir nuevamente un ejercito regular, pera ahora debia hacerlo un gobierno que habia surgido de su dClTota y se habia consolidado en el poder gracias al apoyo miliciano y de grupos irregulares. EI exito de esta tarea fue tal que lIego a ser el mas numeroso ejercito regular del espacio rioplatense demostrando la mayor solidez de su formacion estataJ.52 Y, pese a ello, conto tambien con un masivo dispositivo de milicias activas y pasivas c\aramente subordinadas al ejercito de linea aSI como con fuerzas auxiliares indigenas plenamente

    al dispositivo de defensa. 53 Nada semejante ocurri6 en el litoral. Chiaramonte destac6 la especificidad

    correntina en las decadas de 1820 y 1830, una provincia que presento un orden institueiona1 notablemente estable y la ausencia de un regimen que pueda ser calificado de "caudillista" en esos afios. Ese resultado parece haber sido posible gracias al aplastamiento tanto de la insurgencia militar como de la autonomia de los pueblos misioneros en la decada de 1820 y ala construccion de un conscnso entre los grupos propietarios que se apoyaron cn las milicias "civicas" de la capital y en la suhordinacion de las rurales a traves de los Comandantes Departamentales de Campana. Ese consenso, en buena medida, parece haber ohedecido a la extrema tension social e interetnica producida en el territorio correntino durante la primera decada revolucionaria y a la ausencia de fuerzas veteranas en Corrientes durante la epoca colonial. De este modo, Corrientes conform6 una fuerza armada casi completamente miliciana, solo dispuso de una reducida fllerza veteran a para Ia que se pretendia un reclutamiento selectivo de "j()venes de familia conocida" y desarrollo una ideologfa muy refractaria al ejercito de linea. 54

    Sin embargo, esta imagen se modifica si se amplia el periodo en consideraci6n. La situaci6n cambio desde fines de la dec ada de 1830 cuando Corrientes se convirtio en epicentro de la resistencia contra Buenos Aires y puede registrar-_ se que el estado correntino alcanzo su mayor capacidad de movilizacion armada cuando su orden politico entr~ en una fase que bien podria ealificarse como "caudillista". Conviene advertir que esa transformacion habilito a COITientes a intervenir en una guerra a mayor escala y se produjo mediante el intento de fusional' las milicias existentes con la oficiaJidad y Ia reducida tropa que podian aportar los ides unitarios. Y fue esa misma y azarosa experiencia Ia que posibilil0 la for

    52 GARAVAGLIA, Juan Carlos "La apote6sis de Leviathan: el estado de Buenos Aires durante la prirnera mitad del siglo XIX", en Latin American Research Review, vol. 38, nurn, 1,2003, pp, 135-IM\'

    53 RATTO, Silvia "Soldados, milicianos c indios de 'lanza y bola'. La defensa de la frontera bonae[CnbC a mediados de la decada de 1830", Anuario lEHS, nllrn. 18, 2003, pp. 123-/52.

    54 Cl-lTARAMONTE, Jose C. "Legalidad constitucional 0 caudillismo: eI problema del orden social en el surgirniento de los estados autonornos del Litoral argentino en la primer rnitad del sigJo XIX", en Desarrollo Econ6mico, nllrn, 102, 1986. pp, 175-196.

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    maci6n de liderazgos de tipo caudillista. l,Que tipo de fuerza guerrera emergia dl esta alianza? Las memorias de Jose M. Paz, unos de los principales jefes unitariol. ilustranque para defender el territorio correntino debi6 desarrollar una "guerra d, partidas"; para clio debi6 contar con el apoyo de los "caudillos" del sur correnti no muy escasamente subordinados a la elite de la ciudad; y a estos imprescindiblol lideres locales, como los hermanos Madariaga, era a quienes Paz consideraria re. trospeciivamente como "los representantes del desorden, del montonerismo y del vandalismo" De este modo, las fuerzas que comandaban los oficiales unitariol se montonerizaban. Y puesto a la tarea de formar un ejercito correntino Paz debi6 enfrentar tanto la tfpica resistencia miliciana a la disciplina militar como la qUI ofrecian los comandantes departamentales a entregar sus tropas "queriendo cadi uno, con pretexto de conservar partidas de policia, guardar cerca de sf los mejoral hombres, las mejores armas, los mejores caballos, que al fin no venian a servlr sino a seguridad personal".56 De esta manera, los comandantes departamentalal -una estructura institucional instaurada para hacer acatar al gobierno provincial en las areas rurales- terminaban convirtiendose en cada vez mas aut6nomos. Pero esa resistcncia no provenia s610 de los comandantes departamentales y de las areal rurales: segun Paz "Habfa, por ejemplo, en la capital un bata1l6n civico (al que de. nomine Guardia Republicana), compuesto de artesanos y gente pobre, que no po. dia conseguir que mandase Ferre [para ese momenta el gobernador de Corrientes]. porque alegaba que era la guarnici6n de la ciudad. subrayar c6mo al relato de Paz pone en evidencia la pervivencia de practicas y estructuras mientral cambiaban las denominaciones: ese bata116n cfvico correntino no era sino una versi6n revolucionaria de la antigua milicia urbana pero ahora era presentada comO una entidad completamente nueva y denominada Guardia Republicana. Y aun cuando era legitimada de un modo novedoso servia de sustento para la pervivencia de antiguas actitudes y practicas, como la resistencia de los civicos a servir fuera del recinto de la ciudad y subordinarse a un mando superior de escala provincial.

    Estos problemas se pusieron de manifiesto cuando se pretendi6 pasar de I, guerra defensiva a la guerra ofens iva y avanzar sobre territorio entrerriano. Segun admite el mismo Paz debi6 emprender inmediatamente esa campana para evitar I, deserci6n y dispersi6n de su tropa, 10 que indica otra restricci6n que tenia el ejer. cicio de la disciplina militar, maxime cuando sus tropas inclufan 500 prisionerOI

    55 PAZ, Jose M. Memorias postumas, cit, Torno II, p. 207.

    56 Es bien sugestiva su observacion: "SI un general quiere dar al hecho una parte de la gravedad qll'

    merece, luego viene la cantincla: Son ciudadanos; es demasiada tirantez; no se les puede sujelQ,. ala ordenanza": PAZ, Jose M. Memorias p()stumas, cit., Torno II, p. 182.

    57 PAZ, Jose M. Memorias postumas, cit., Torno II, p. 182. 58 PAZ, Jose M. Memorias p6stumas. cit., Torno II, p. 205. Se trata del mismo argumento que emplc6

    parajustificar que en 1829 decidio avanzar con sus tropas sobre Cordoba en lugar de marchar hacla Buenos Aires en auxilio de Lavalle. Paz era por entonces jete de un Regimiento de CazadorCI

    sodedad e11 e! litora!... 341

    tornados en la batalla de Caaguazu (un modo generalizado en todos los bandos para ampliar sus efectivos) que se Ie sublevaron.59 Esa actitud de la tropa encontraba eco y amparo en sus jefes los cuales, Paz

    "no se proponfan sino el pillaje, mas no un pillaje cualquiera, sino un pillaje desordenado, discrecional y arbitrario. Cuando se les hablaba de distribuciones regulares y premios, manifestaban la mas fria indiferencia, mientras en los fogones yen los circulos excitaba la codicia y la venganza de los correnti nos, recordandoles los saqueos y arreos de ganados que en epocas anteriores habian hecho los entrerrianos en su provincia. La cuenta que se hacian estos predicadores se reducia a que en un orden regular de premios les tocaria una cantidad determinada, scgun su graduaci6n, mientras que admitido cI desorden que promovfan con todas sus fuerzas y jugando elIos de diestros y maestros, sacarian gran des rodeos de ganados, caballadas, yeguadas, muladas. etc. con que se enriquecerian en un momento."60

    El problema era que "A la cabeza de estos especuladores estaban los Madariaga", comandantes de milicias de la frontera sur correntina y a que "todos en general deseaban algy.na indemnizaci6n, ya como compensaci6n de las contribuciones y expoliaciones que habian sulfido en otro ticmpo, ya como una rccompensa de los servicios prestados en cl campana yen el campo de batalla."61

    De esta manera, el ejercito correntino depcndia completamente de la capacidad movilizadora de los comandantes departamentales que eran los jeies de las milicias rurales y no podia mantener su cohesi6n y disciplina sin desplegar una guerra de recursos en territorio entrerriano que habilitara "un pillaje desordenado, discrecional y arbitrario" en lugar de pemlitir una economia de guerra centralizada y administrada. La forma diplomMica de esa guerra se expres6 en los tratados de 1839 y 1843 entre Corrientes y Entre Rios que intentaban no solo saldar las diferencias por las disputas por inftuencia politica, comercio interprovincial 0 cuestio

    constituido por cordobeses. AI regreso marcho con sus tropas sabre Cordoba para enfrentar a los federalcs y sostuvo que csta decision no podia postergaria pues "los soldados provincianos de mi division, casi en su totalidad, hubieran desertado mnchos cuanda se viesen defraudados de la esperanza de ir pronto a su pais"[...J "tampoco me era posible retroceder, pues dcsde que esto se hubiera entendido en mi division, compuesta de provincianos, hubiera peligrado BU conservacion, y por 10 menos tenido una gran desercion": PAZ, Jose M. Memorias postumas, cit., Torno 1, pp. 194-195.

    59 DIAZ, Cesar Memorias ineditas del General Oriental don Cesar Dim publicadas por Adriano Diaz, Imprenta y Libreria de Mayo, Buenos Aires, I R78, p. 20.

    60 PAZ, Jose M. Memorias p6stumas, cit., Torno II, pp. 205-206. 61 PAZ, Jose M. Memorias postumav, cit., Torno II, p. 217.

  • 342 urfuer::;ps de guerra...

    nes limitrofes sino tambicn por compensaciones de ganados vacunos y yeguarizos, tal comcya habia sucedido en los tratados de comienzos de la decada de 1820 entre amba; provincias 0 entre Santa Fe y Buenos Aires. La centralidad que durante la era re';o lucionaria habia adquirido la guerra de recursos que afeetaba justamente al seeton econ6mico que podia sostener las formaciones estatales la hemos examinado en otra ocasi6n: alli pudimos advertir que no fue patrimonio exclusivo de ningu,no de los bandos en pugna ni de ninguna forma de organizaeion armada en partimlar sino una pnictica generalizada y admitida por las doctrinas militares vigentes que ya formaba parte de las orientaciones que las autoridades militares

    espafiol~s reservaban a las milicias dc caballerfa. Con la revoluci6n esta forma de hacer lagucrra cobr6 absoluta centralidad y maxima intensidad convirtiendo en buena OIedida a las eonfrontaciones en una suerte de guerra de autodefensa local en la mluida que las contribuciones forzadas yel saqueo y el pillaje se transformaron en una forma habitual de aprov isionamiento y remuneraci6n de las tropas. En tales cOlldiciones se desarroll6 entre elIas una concepci6n de derecho al boHn que formaba parte del derecho de guerra aceptado.62 Parece claro que hacia la decada de 1840 ya se habfa convertido en una pnictica estatal sistematica y frente a ella, la preteflsi6n de un oficial "regular" como Paz de organizar un sistema central izado de administraci6n y distribuci6n que asegurara respeto de ciertas jcrarquias sociales y una reserva de caballos y vacunos para el ejercito, terminaba siendo incompatible con las aspiraciones de los jefes milicianos locales y dc sus tropas.

    Pero sin e110s el supuesto "ejcrcito regular" que Paz queria formar era inviable dado que Joaquin Madariaga fungia como comandante de Mercedes y su hermano Juan, de Curuzu-Cuatia. 63 La tensa alianza entre los unitarios y los Madariaga incluia tambicn otros actores, por ahora de men or relevancia: entre ellos estaba Nicanor Caceres, hijo de un comerciante espafiol convertido en poderoso hacendado dc CuruzU-Cuatia don de habia nacido, un territorio donde al parecer mantuvo su poder combinando el ejercicio de la comandancia militar y el mantenimiento de tropas alzadas de "bandidos" en los montes correntinos, hasta que los Madariaga formaron con ella "la base de un ejercito" y Caceres terminaba

    62 FRADKIN, Raul O. "Las fonnas de hacer la guerra en el litoral rioplatense", en BANDIERI, Susana (comp.) La historia eeonomiea y los proeesos de independencia en fa Anu!rica hispana, AAHE/Prometeo, Buenos Aires, 2010, pp. 167-214 Y "La eonspiracion de los sargentos. Tensiones politicas y sociales en la f]-ontera de Buenos Aires y Santa Fe en 1816", en BRAGON!, Beatriz y MArA, Sara (compiladoras) Entre /a Colonia y la Republica: insurgencias, rebeliones y eu/lura po!itica en America del Sur, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp. 169-192.

    63 Ambos tuvieron un rol decisivo en las fuerzas bajo el mando de Lavalle en 1840, en el ejercilo de Paz y se sumaron al de Fructuoso Rivera en 1842 hasta que en 1843 oeuparon Corrientes desde Brasil y Joaquin se convirtio en gobernador de Corrienles hasta 1847, tiempo en el eual Paz volvi6 a convertirse en jefe de las fuerzas correntinas.

    j'ociedad etI ellitoral... 343

    convertido en teniente coronel y comandante en de los departamentos al sur del rio Corrientes.64

    Si formar un "ejcrcito regular" en Corrientes se demostraba practicamente imposible alm mayores parecen haber sido las dificultades para formar uno que pudiera actuar efectivamente unido a su aliado oriental, Fructuoso Rivera. Frente a ellos se alzaba otro ejercito de coalici6n en las que intervenfan fuerzas orientales, santafesinas y entrerrianas. Como se advert ira aun con mayor claridad durante el sitio de Montevideo iniciado en 1843: Oribe siti6 la ciudad con 13.000 hombres (3.500 de infanteria, 9.000 de caballeria y 500 artilleros) a los que la ciudad podia oponer 6.087 sumando le sumaban las dc extranjeros segun su nacionalidad.66 Pero, 10 que resulta decisivo subrayar es la intensa montonerizacion de esos grandes ejercitos que expresaba de alguna manera su matriz miliciana, el servicio discontinuo de la tropa y de allf, su rapidez para dispersarse. Es decir, pareciera que estamos frente a 10 que podrian describirse como ejercitos masivos pero de corta duraci6n dada la matriz miliciana que los sustentaba. Ello estaba en la base de la prolongaci6n de las situaciones de guerra.

    64 Una suerte de biogralla contemponinea presenta la trayectoria personal como semejante a la de Artigas: desdc joven habria fugado "para ganar los montes, donde hizo su aprcndizaje de caudillo" donde pcnnaneci6 hasta que fue aprcsado en 1833 y cl jefe la frontera 10 incorporo como sargento, ascendiendo de grado en los ejercitos comandados por Lavalle, Paz y Rivera aunque simultaneamente habria ido "awnentando su cuadrilla, la que se convertia poco a poco en montonera, compuesta en su mayor parte por saltcadores'" ORTIZ, Severo Apuntes biogra/icos del General de la Nadon Nicanor Caceres, lmprenta Buenos Aires, Buenos Aires, 1867, pp. 36 Y 45-46. Como bien senala Pablo Buchbinder en su analisis de la azarosa traycctoria de Caceres (BUCHBINDER, Pablo "Estado, caudillismo y organizacion miliciana en la provincia de Corricntes en eI siglo XIX: el caso de Nicanor Caceres", en Revista de Historia de America, num. 136, 2008, pp. 37-64), Caceres no solo scria un serio obstaculo para los intentos del gobernador Pujol durante la decada de 1850 de subordinar a los comandantes departamcntales al gobiemo provincial y a la elite de la capital sino que orreceria una base social al alineamiento correntino con los liberales dirigidos por Bartolome Mitre.

    65 DIAZ, Cesar Memorias iI/Milas del General Oriental don Cesar Diaz publicadas pOl' Adriano Diaz. Imprenta y Libreria de Mayo, Buenos Aires, 1878, pp. 103-104, 107 Y 111-112.

    66 La mas famosa, pero no la unica, fue la "Legion Italiana" comandada por Giuseppe Garibaldi.

  • 344 LISJuerzas

    Y, lin embargo, era con este tipo de ejercitos que la movilizacion para la guerra e~traba en un nueVo nivel. As!, por ejemplo, en la batalla de Arroyo Grande (6/12/184-2) unos 10.000 hombres comandados por Manuel Oribc (3.000 infantes y 7.000 Ie caballeria, "en su mayor parte, tropas regulares") se enfrentaron a 7.500 de Fruciuoso Rivera y Corrientes (6.000 de caballeria y 1.500 de infanteria que incluia matro divisiones seg(m su procedencia regional, correntinos, orientales, santafesinos y entrerrianos). Este ejercito, recordaria uno de sus oficiales,

    "No tenia organizacion militar propiamente dicha, ni disciplina, ni ninguna de aquellas circunstancias que constituyen fa fucrza de un ejercito, excepto sin embargo la constancia y el valor. Era una masa colecticia heterogenea, sin enlace mutuo entre sus partes ni armonfa en el conjunto"

    Era, asL un retrato esencialmente amilogo al que los oficiales rcgulares solian hacer de Its montoneras. Por eso, esas dificultades eran atribuidas al influjo de Rivera qu~, decia, "no conocia la guerra regular y que nunca habia hecho mas que acaudillllr montoneras, obro en esta ocasion segun los principios de su escuela."67

    Eneste sentido, las observaciones de Paz 0 de Diaz muestran cuanto pesaban las experieneias previas y las tradiciones forjadas en torno a elias. Rivera mantenia aqu~lla fusi6n entre poblaciones rurales y ejercitos en movimiento que habfa distinguido at artiguismo y que convertian al campamento militar (y no a una ciudad) en la sede de la autoridad politica; a su vez, su tropa de orientales mantenia vigentes algunas actitudes y sus jefes admitian que no podian ser destinados a la infanteria porque seria considerado por ellos como "una especie de envilecimiento" de modo que "se Ie oye decir, a muchos de sus jefes 10 mismo: nos manden negros y tendremos infantes".68 Esta asociaci6n no tenia nada de caprichosa y expresaba con suma intensidad las improntas de las guerras de la revoluci6n.

    Ahara bien, un ejercito de este tipo, por tanto, tenia una conformacion inestable, contando con divisiones y escuadrones que "con la facilidad misma que se hacen, se deshacen" siendo una "tropa colecticia y sin disciplina" que resistia la lisciplina militar (sobre todo la que requeria la infanterfa) y "deserta con facilidad y abundancia". Paz, advertia la raiz del problema:

    "Bien se comprende que el servicio de las milicias no sea tan regular como e1 de las tropas de linea, ni su permanencia en las filas tan constante; pero que un general crea que este el unico medio de formar ejercito, sin tener un cuerpo de tropas regulares y

    67 DiAZ, Cesar Memorial' imiditas . ." cit" pp. 48 Y 53. 68 PAZ, Jose M. Memoria,I' p6stumas, cit., Torno 11, p. 188,

    sotiedad en ellitoraL 345

    disciplinadas, es cosa que admira y sin embargo tal es el general Rivera."69

    No deja de ser significativo que 10 que Paz pretendia y no pudo 10grar, SI fue resuelto exitosamente por su enemigo entrerriano. Y no deja de ser significativo porque la experiencia entrerriana advierte que debieramos precavernos ante conclusiones rapidas y simplificadoras. Entre Rios logro formar un ejercito permanente pero fue un ejercito netamente miliciano el que pudo desplegar un modo de hacer la guerra cada vez mas regular. Aqui tambien un rol decisivo 10 tuvieron los comandantes departamentales:

    "Los departamentos eran gobemados por individuos que investian el doble caracier de comandantes miliiares y politicos despachaban en ranchos de paja compuestos de dos piezas, una destinada para la carccl y ala comandancia la otra."70

    En tales condiciones parece haberse ido consolidando un estilo de gobieruo militar que ejercia una cierta supervision del gobiemo departamenta1 y local. Ya en 1820 el gobernador Ramirez habia dictado un preciso reg1amento estableciendo las funciones y obligaciones del los comandantes militares departamentales. En e1 no solo se establecia el alistamiento de todos los hombres entre 14 y 40 afios (con la sola excepci6n de los iniitiles para el servicio) y una lista separada de los hombres "de probidad e instruccion" para servir de oficiales; tambien establecia que los comandantes debfan contar con una fuerza perrnanente a su servicio en la cuallas compafiias debian rotar mensllalmente mientras las restantes tenian que dedicarse en sus respectivos partidos a la labranza. EI servicio miliciano era, asi, pensado claramente como una prestacion campcsina al estado administrada y regulada por los comandantes departamentales. Estos debian realizar cada seis meses una ta general del departamento en la cllal tenian que presentarse los jovenes de 14 a 20 afios para seleccionar aquellos que debian reemplazar las bajas de los cuerpos veteranos. Este regimen de visitas periodic as parecc haberse mantenido por tiempo y para la decada de 1840 incluia tambien 1a visita anual del gobemador a cad a departamento.7l

    Apoyandose en esta sedimentaci6n instituciona1 el comandante general del departamento oriental (Justo .lose de Urquiza) consolid6 en la decada de 1840 un liderazgo de alcance provincial, una posibilidad que parece haber emergido de la conjuncion de expansi6n economica y orden social impuesto de manera ferrea:

    69 PAZ, Jose M. Memorias p6stumas, cit., Torno II, pp, 239-240. 70 CUYAs YSAMPERE, Antonio Apuntes historicos sobre ta Provincia de Entre Rios en to Repu

    blica Argentina, Establccimiento Tipogrilico de Feliciano Horta, Matar6, 1889, p, 31. 71 CUYAs Y SAMPERE. Antonio Apuntes historicos ... , cit., p. 38.

  • 346

    al parecci IDientras el gobemador impcraba en el departamento en el oricntal Urquiza imlonia una justicia sumaria que producia opuestos efectos: "En el departamento principal se conservaban y aumentaban los peIcadores, vagos, ladrones y lsesinos al paso que en el segundo eran infatigablemente perseguidos y muertos, ~ abandonaban sus guaridas emigrando a otros departamentos."72

    De !'Ste modo, el estado entrerriano se iba a estructurar como un entramado de relacicnes sociales militarizadas en el que ocupaban un lugar clave los comandantes dtpartamentales. Sin embargo, ese e5tilo y esa estructura militarizada de

    era parte de una formaci6n estatal que contaba con reducidas unidades funcionaba -via las milicias- como un sistema de flujos de intercam

    bios de prestaciones militares de los campesinos a cambio de acceso a los recmsos y cierta lroteccion de las familias. Ello suponia, de alguna manera, una cierta negociacJon a nivellocal. 73

    A lainversa de Buenos Aircs, entonces, el ejercito entrelTiano seguia siendo una fuerZl de neta matriz miliciana y a diierencia del correntino de los anos tuvo mudlo mas exito en centralizar el poder y montar una economia de guerra que no d~pendiera solo de la guerra de recursos: asi, al comenzar esa decada 10

    movilizar unos 5.000 efectivos pero para 1851 podia ya sumar unos 10.000 hombres_

    Esas milicias, sustentadas en un alistamiento completamente generalizado, eran de dos tipos, al menos. En las villas eran de infanteria (siguiendo la tradicion de las milicias urbanas), los llamados "civicos":

    "una corta compania de milicia, compuesta de vecinos, en su mayor parte ncgociantes extranjeros establecidos en la entonces villa y hoy ciudad de Gualeguay, obligados a tomar las armas para defender sus personas e intereses."74

    A su vez. a nivel departamental las milicias eran de cabalJerfa. i,Como se habia logrado organizar una masiva fucrza de milicias de caballeria que podia prestar un servicio que lIegaba a ser casi permanente? Al parecer se habfa constituido un servicio de tumos rotativos en el camoamento de San Jose:

    "Urquiza daba licencia a unas de sus divisiones para que, por un l1l1mero corto de dias fijos, fuesen a sus casas a trabajar, regresando el dfa indicado con su caballo, dos camisas, chiripa, poncho y gorra de manga, todo de bayeta punz{), que debia comprar cada

    T2 cuyAs y SAMPERE, Antonio Apuntes his/oricas ... , cit., pp. 47-49. 73 Roberto Schmit ha estudiado cuidadosamente el funcionamiento de estc sistema de podcr por 10

    que remitimos a su estudio: Ruina y resurrecci6n en ttempos de guerra. Sociedad, economia y poder ell el oriente entrerriano postrevolucfonario, 1810-/852, Prometeo, Buenos Aires, 2004.

    74 CUyAS y SAMPERE, Antonio Apuntes historicos ... , cit., p. 34.

    socirdad ell ellitoral.. 347

    uno con su dinero, altemando de estas forma las divisiones un as despues de otras y asi sucesivamente."75

    resolvia este ejercito la provision de caballos y su abastecimiento? Para parecen haberse combinando diversos mecanismos. Por un lado, el campa

    mento de San Jose garantizaba una dotacion de caballadas y nible para ser movilizadas. Por otro, por medio de los recurs os que fluian a traves de la mediacion de los comandantes departamentales. Por ultimo, al propio aporte de los mismos milicianos. De esta manera, el acccso a recursos y tierras por parte de los milicianos era condicion neccsaria para el funcionamiento del sistema de delensa. Segun decia Sarmiento esos milicianos

    "se visten a sus expensas, y se presentan al campamento can dos, tres 0 cuatro caballos si sc les pide asi. Estas tropas no reciben salario nunca, ni aun cuando estan de guamicion en las ciudades.

    se provee de ganado, por una !ista de vecinos del departamento, segUn su cupo, por devolucion del cuero y del sebo."76

    Esta descripcion es sustancialmente amiloga a la que ofrecia otro contemporaneo:

    "Cuando el soldado Entre-Riano de caballeria concurre a una reunio~ de marcha, lIeva de dicstro no solo un caballo de pelea sino dos 0 tres; y no hay cuerpo de esta caballeria que no lleve consigo 20030 tropillas de caballos de pelea, no tan solo de Getes y Of1ciales sino tam bien de soldados:'77

    al'.l",~~aL'" una reducida infllTIteria veterana compuesta, como era por al punto que -se afirmaba Urquiza dispuso que sus soldados

    no trajesen prisioneros blancos "con la amenaza de que fusilaria al que matase un negro" pues "con estos fieles soldados" se constituyo la infanterfa del ejercito.

    De este modo, algunas rel'erencias indican que Entre Rios estaba en condiciones de movilizar en seis dias unos 15.000 milicianos de caballeria, en su mayoria lanceros79 que a fines de 1851 eran la base de un ejercito compuesto por nueve divisioncs de caballeria, dOH batallones dc infanteria, un escuadron de artilleria

    75 CUYAS Y SAMPERE, Antonio Apuntes histOricos ... , cit., p. 107.

    76 SARMIENTO, Domingo F. Campana en el FJercito Grande, UNQ. Bernal, 1997, pp. IfiO-lfi3.

    77 SERRANO, Pedro Riqueza Entre-Riana, Imprcnla del Colegio, Concepci6n del Umguay, I R51, p.

    14. 78 CUYAS Y SAMPERE, Antonio Apuntes histOricos ... , cit., p. 88. 79 SUAREZ, Teresa y WILDE, Maria "La organizaci6n miliciana en el litoral argentino durante el

    Siglo XIX. Los casos de las provincias de Santa Fe y Entre Rios", ponencia a las Primeras Joma

  • 348 Ip',juer-::;pJ de gtlerra...

    y contaoo con 18.670 efectivos. Para entonces, Corrientes contaba con seis divisiones dv; caballeria, dos batallones de infanteria, un escuadron de artilleria y con 5.260 hanbres.80 Las diferencias de magnitud expresaban con claridad la diferente solidez de cada formaci6n estatal y de sus economias, pero su formato atestiguaba la impronta de una experiencia hist6rica comun: una fuerza armada constituida

    rrH'VOr1:1 de milicianos lanceros de caballeria (como 10 habian sido en divisiones moviles (como en la insurgencia ar

    completadas por escasas unidades de infanteria y artilleria, una zacion q~e intentaba ser amiloga a la de un pero que solo contaba con pOCQlS unidades de este

    La informacion disponible sobre Santa Fe es, todavia, mucho menos precis a y mas ircompleta.8i Resulta claro que, a pesar de la penuria fiscal y economic a, mantuvo un orden relativamente estable bajo el de Lopez entre 1818 y 1838, cmteniendo las tendencias disidentes del sur, afirmando su autoridad sobre la elite ubana disolviendo el cabildo en 1832 y mediante una alianza con Buenos Aires que Ie aseguraba recurs os financieros aunque a cambio de resignar su indepenuencia politica. AI parecer esa autoridad fue construida mediante la combinacion del apoyo que Ie ofrecianlos BJandengues (en los cuales habia hecho su carrera militar) convertidos en los Dragones de la lndependencia, las milicias de los partidos rurales y la inestable alianza con algunas parcialidades chaquenas a traves de las redueciones y sus autoridades (curas, corregidores y caciques). Con

    Lopez pudo afirmar su autoridad politica en la provincia pero a diferencia de 10 que sllcedia en Corrientes, Entre Rios 0 Buenos Aires la campana santafesina

    constreiiida hasta la decada de 1850, pero retomando la estrategia de acuerdos con los indios estabilizar la situacion fronteriza. Revita1izadas las reducciones a1 comenzar 1a decada de 1830, ellas aportaron contingentes de lanceros a 1a formacion estata1 nrnvin~i

    80 RU\7, MORENO. lsidoro Campaiias mill1ares argentinas. La politica y la guerra. Torno 2, Emcee, Buenos Aires, 2006, p. 607.

    81 GOLDMAN, Noemj y TEDESCHI, Sonia "Los tejidos fonnales del poder. Caudillos en el interior y ellitoral rioplatense durante la primera mitad del siglo XIX", en GOLDMAN, Noemi y SALVATORE, Ricardo (comps.) Caudillismos rioplatenses. Nuevas mirada.I' a un EUDEBA, Bucnos Aires, J998, pp. 135-157; TEDESCHI, Sonia "Lopez", en LAFFORGUE, .1orge (cd.) Hisloria de caudillos argentinos. A Il'aguara. Buenos Aires, 1999, pp. 199-2:14 Y "Caudillo e institucioncs en e1 Rio de [a Plata. E[ caso de Santa Fe entre 1819 y 183W, ponencia a las Primeras Jomadas de Historia Regional Comparada, Porto Alegre, 2000.

    82 FRADKIN, Raul O. y RATTO, Silvia "Rcducciones y Blandengues en c1norte santafesino: entre las guerras de frontera y las guerras de la revoluci6n", poncncia a las 5tas .1omadas de Historia Eeol1omica, AUHE, Montevideo, 23 al 25 de noviembre de 2011; TARRAG6, Griselda De la autonmnia a la integraci6n. Santa Fe entre 1820 y 1853. en Nueva Historia de Santa Fe, ProhistoriaLa Capital, Rosario, 2006, pp. 62-65,

    Jociedad en ellitoral... 349

    De este modo, Santa Fe patentiza una notable perduracion de las tradiciones colonia1es y de sus formas de hacer la guerra que se pondran claramente en evidencia en la incstable situacion provincial abierta tras la muerte de Lopez en 1838: desde entonces, los bandos que disputaron el poder provincial no solo buscaban alianza con fuerzas regionales sino tambien con parcialidades ehaquefias. De esta manera, por ejemplo, hacia 1844 Juan Pablo Lopez intento una alianza con Corrientes y los unitarios mientras buscaba apoyo indigena en el Chaco conformando un pequeno d