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Fragmentación social y delincuencia en la sociedad posindustrial: el debate realista José Manuel FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ RESUMEN ABSTRACT En este articulo se presenta un análisis critk co de la interpretación que hace el realismo radi- cal o de izquierdas de la naturaleza, etiología y efectos de la delincuencia en las sociedades in- dustriales avanzadas. Se pone especiaf énfasis en señalarías limitaciones del concepto de clase social que emplea este paradigma para explicar la fragmentación social generada por la prof undiza- ción de la economía de libre mercado así como las consecuencias teóricas y prácticas que se derivar de centrarse de modo casi exclusivo en la delin- cuencia callejera U n 13 por ciento de los europeos se siente excluido de la sociedad en donde viven, según los resul- tados de un sondeo publicado por la Co- misión Europea el 23 de marzo de 1995. El realismo radical sostiene que esta po- blación marginal es la más afectada por la delincuencia callejera, un verdadero azote de las áreas más deprimidas de las grandes ciudades y de algunas regiones industriales en declive, que contribuye a agravar aún más las dete- rioradas condiciones de vida de los ex- Social fragmentation and Oelinquency in post industrial societies: a Realistic Debate. Ihis ancle presenís a critical anaíysis of the theories belonging te “radical realism” or “Idi realism’ regarding o’elínquency in advanced post industrial societies: its nalure. etiologyand effects. Tho authorfocuses en the limita of social ctass as a concept used as a bol for explaining social tragmentation produced by the developrnent of the free—market economy He also stresses ide theoretical and practical consequences of concentrating en street level delinquency cluidos. Es por ello que, alejándose de algunos excesos románticos de la crimí- nologia radical que llegó a ver a los delincuentes de clase obrera como re- volucionarios potenciales, el realismo radical ha asumido el lema de “tomar el delito en serio’ (dONES et al., 1986). Lino de los rasgos más caracterís- ticos de esta aproximación al tema consiste precisamente en destacar la símetria general entre víctimas y delin- cuentes. De este modo, el realismo re- afirma la seriedad de la delincuencia Cuademos de Trabajo Social n. 0 8 (1995). Págs. 39-60 Se,vicio de Publicaciones, universidad complutense. Madrid, 1995 39

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Fragmentación social y delincuencia en la

sociedad posindustrial: el debate realista

José Manuel FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

RESUMEN ABSTRACT

En este articulo se presenta un análisis critkco de la interpretación que hace el realismo radi-cal o de izquierdas de la naturaleza, etiología yefectos de la delincuencia en las sociedades in-dustriales avanzadas. Se pone especiaf énfasisen señalarías limitaciones del concepto de clasesocial que emplea este paradigma para explicar lafragmentación social generada por la profundiza-ción de la economía de libre mercadoasí como lasconsecuencias teóricasyprácticas que se derivarde centrarse de modo casi exclusivo en la delin-cuencia callejera

U n 13 por ciento de los europeosse siente excluido de la sociedaden donde viven, según los resul-

tados de un sondeo publicado por laCo-misión Europea el 23 de marzo de 1995.El realismo radical sostiene que esta po-blación marginal es la másafectada porla delincuencia callejera, un verdaderoazote de las áreas más deprimidas delas grandes ciudades y de algunasregiones industriales en declive, quecontribuye a agravar aún más las dete-rioradas condiciones de vida de los ex-

Social fragmentation and Oelinquency in postindustrial societies: a Realistic Debate.

Ihis ancle presenís a critical anaíysis of thetheories belonging te “radical realism” or “Idirealism’ regarding o’elínquency in advanced postindustrial societies: its nalure. etiologyand effects.

Tho authorfocuses en the limita ofsocial ctassas a concept used as a bol for explaining socialtragmentation produced by the developrnent of thefree—market economy He also stresses idetheoretical and practical consequences ofconcentrating en street level delinquency

cluidos. Es por ello que, alejándose dealgunos excesos románticos de la crimí-nologia radical que llegó a ver a losdelincuentes de clase obrera como re-volucionarios potenciales, el realismoradical ha asumido el lema de “tomar eldelito en serio’ (dONES et al., 1986).

Lino de los rasgos más caracterís-ticos de esta aproximación al temaconsiste precisamente en destacar lasímetria general entre víctimas y delin-cuentes. De este modo, el realismo re-afirma la seriedad de la delincuencia

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en las calles, reconoce que existe unconsenso sobre un grupo central de le-yes, y propugna varios tipos de reformadel sistema de justicia penal y de lasestrategias de la prevención de la de-lincuencia como las metas más inme-diatas de una climinología progresista(KINSEY, 1986; LEA y YOUNG, 1984;MATTHEWS y YOUNG, 1986; TAYLOR,1981).

El término “realismo”, al que sesuele contraponer el término ‘idealis-mo”, se emplea para expresar un tipode criminología que aunque permane-ce ‘radical” pretende ser al mismotiempo aplicada y competir en la solu-ción de los problemas con otras crimi-nologías no radicales, especialmentecon la llamada críminología administra-tiva. Se trata, pues, de una críminolo-gía comprometida con una investiga-ción empírica detallada, que reconocela objetividad de la delincuencia, se en-frenta a sus efectos desorganizadoresy desea implícarse en una reforma pro-gresista (MATTHEVIS, 1987).

Como han escrito Roger Matthewsy Jock Young, dos de los principales re-presentantes de este paradigma, el re-alismo que ellos proponen es ‘radical”en varios sentidos. “Primero, consideraque la gravedad de la delincuencia estal que requiere una respuesta que va-ya más allá de una ingeniería fragmen-tada y a corto plazo. Segundo, el térmi-no “radical” es empleado para dar aentender la construcción de una res-puesta política que no es subsumidadentro del consenso liberal-conserva-dor tradicional. Tercero, es radical en elsentido que considera necesario abor-dar el problema de la delincuencia “deraíz”. Esto es, pretende descubrir los

procesos subyacentes que producenestos problemas y proporcionar una ba-se más sólida para diseñar intervencio-nos. Finalmente, se considera radicalen el sentido de que se mueve libre-mente en una tradición de teoriza-ción crítica que pretende desmitificar ydesreiticar las relaciones sociales’(MATTHEWS y YOUNG, 1992: 4>.

En términos prácticos, los realis-tas proponen un programa que tome ladelincuencia ‘real” en serio, promo-viendo la eficacia policial y la preven-ción de la delincuencia a partir de con-sultas democráticas. Pero tambiéntienen un claro interés en diferenciar supropio realismo del compromiso “rea-lista’ de la derecha radical con políticasde “incapacitación sistemática” de los“delincuentes”. Kinsey, Lea y Young,en Losing the Fight against Crime, ar-gumentaron a favor de un sistema dejusticia penal “mínímalista”, capaz deintervenir firmemente en circunstanciasde absoluta necesidad pero al mismotiempo empleando la mínima cantidadde fuerza y coerción requerida.

Surgimiento del realismo

Jack Young ha señalado cuatroimportantes procesos que han transfor-mado el pensamiento criminológico du-rante los últimos veinte años: (1) la cri-sis etiológica como consecuencia delaumento constante de las tasas de de-lincuencia en muchos países industria-les avanzados, a pesar del aumentogeneral del nivel de vida de la pobla-ción; (2) el fracaso de las prisiones y delas diferentes estrategiaspoliciales quese han venido adoptando; (3) la cre-

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ciente conciencia de la victimización yde delitos que previamente habían per-manecido invisibles, debido al impactoen la opinión pública de la presenciaactiva del movimiento feminista, delmovimiento verde, de los grupos anti-rracistas y de los gays, etc.; (4) y unacreciente exigencia y crítica pública dela eficacia y responsabilidad del servi-ciD público (YOUNG, 1992: 25-26).

El realismo intenta explícitamen-te abordar todas estas áreas y lo haceen abierto debate con la cniminologiadel establishment de la nueva dere-cha, por un lado, y con el “idealismo”de izquierdas, por otro. En diferentemedida todos estos problemas y de-bates han aparecido en la historía re-ciente de las sociedades industrialesavanzadas, aunque su configuraciónespecífica depende del contexto polí-tico y social de cada país (BROWN yI-IOGG, 1991).

El realismo radical o de izquier-das constituye el desarrollo más re-ciente de la llamada ‘nueva crimínolo-gía’2 y ha sido en el Reino Unido,probablemente como consecuenciadel “éxito excepcional” conseguido enese país por la criminología radical,donde ha conseguido afianzarse co-mo ‘un sólido paradigma y una impor-tante alternativa a la criminología do-minante” (LILLY etal?. 1995:172). Sustextos claves datan de comienzos dela década de los ochenta. Es por elloque esta aproximación puede inter-pretarse, ante todo, como una reac-ción de algunos intelectuales inglesesa la experiencia general del thatche-rismo y, en particular, como una res-puesta a la popularización de la políti-ca de “ley y orden” durante los dos

primeros mandatos de la Señora That-cher3. También puede ínterpretarse,en parte, como la reacción de algunossectores de la izquierda a los gravesdisturbios urbanos de 1980 y de 1981durante en los cuales los enfrenta-mientos entre la policía y los residen-tes de algunos barrios de Londres yotras ciudades del Reino Unido adqui-rieron unos niveles de violencia sinprecedentes en toda la historia ingle-sa del siglo veinte (TAYLOR, 1992).

De modo más general, el realismocriminológico puede consíderarse unproducto del cambio en las condicionessocíeconómícas durante los años se-tenta. En el campo de la ley y el orden,el problema de la delincuencia y sucontrol habia comenzado a adquirirnuevas dimensiones y significados.Numerosas encuestas de opinión reali-zadas a lo largo de la siguiente décadamostraron que el problema de la delin-cuencia constituía de modo persistenteel segundo motivo de preocupación pú-blica en el Reino Unido, precedidosólopor el paro (MATTHEWS y YOUNG,1992).

La articulación formal del realismoradical no tuvo lugar hasta 1984, con lapublicación de la obra conjunta deJohn Lea y Jock Young What is to beDone about Law and Order?. Sin em-bargo, la posición que ellos sistemati-zaron ya se hallaba implícita en algu-nos artículos publicados por Youngunos años antes: “Crímínologia de laclase obrera” (YOUNG, 1975> y ‘Leftídealism, reformism and beyond”<YOUNG, 1979>. Y había recibido unimportante impulso con la obra de lanTaylor Law and Orden Arguments forSocialism (1981>. Actualmente, como

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resultado de los influyentes escritos deRichard Kínsey, John Lea, Jock Young,Roger Mathhews y otros, el realismoha adquirido una amplía difusión y unaimportante relevancia internacionaUcomo se puso de manifiesto en la Con-ference on Realist Criminology cele-bracla 1990 en Vancouver (ver CriticalCriminologist, 1990). En algunos paí-ses la irrupción de la perspectiva rea-lista produjo inícíalmente cierta sensa-ción de desorientación debido tanto algiro político que ello implicaba en algu-nos de los principales representantesde la crimínologia radical como a unasúbita toma de conciencia de que ha-bía una importante laguna en los para-digmas vigentes: la escasa o nulaatención prestada a las víctimas de ladelincuencia (RUGOIERO, 1992:126).

Superar ese importante lapsus me-diante el análisis de todos los “aspectosreales del delito” constituye el objetivoprincipal del realismo. De modo másconcreto, este enfoque se halla espe-cialmente interesado por el origen, la na-turaleza y el impacto de la delincuenciaen los grupos sociales que más estánpadeciendo los efectos negativos de laliberalización de la economía. Su pro-grama de investigación incluye “una cui-dadosavíctimología que no sólo destacalas variaciones espaciales y sociales enel impacto de la delincuencia dentro deuna misma comunidad5, sino también elestudio del “riesgo de vulnerabilidad”dentro de ella (YOUNG, 1986: 23).

Naturaleza del delito

El supuesto más fundamental delparadigma realista es que la críminolo-

gia debería ser fiel a la naturaleza deldelito. Esto es, debería reconocer (1) laforma del delito, (2) su contexto social,(3) su configuración, <4) su trayectoriaen el tiempo, y 5) su realización en elespacio (YOUNG, 1992).

1. El realismo ha elaborado unmarco teórico en el que el delito esanalizado en términos de la interacciónentre cuatro variables claves: el Estado(sistema de control social formal), lasociedad (sistema de control social in-formal>, los delincuentes y las víctimas.

El llamado cuadrado del delitoconstituye un diseño analítico muy pro-metedor al contextualizar simultánea-mente diferentes actores y señalar suinteracción en la producción social delo que llamamos delito. Partiendo deeste marco analítico, el realismo consi-dera que gran parte de las perspecti-

vas teóricas sobre la delincuencia re-sultan enfoques parciales que secentran más en elementos particularesde la interacción que en el proceso co-mo totalidad. Constituye, pues, un im-portante antídoto para aquellos queven el delito sólo en términos de victi-mas y delincuentes e ignoran el rol delEstado y la opinión pública. Al mismotiempo sirve como una crítica de aque-líos que ven el proceso de ‘criminaliza-ción” como un proceso completamentegenerado por el Estado.

Sin embargo, los realistas aún nohan analizado detalladamente los cua-tro vértices del cuadrado y no tienen encuenta el papel desempeñado por lamisma criminologia en la configuracióndel delito. Como ha observado Vincen-zo Ruggiero “el cuadrado del delito de-bería transtormarse más bien en unpentágono, siendo el quinto vértice los

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observadores’ (RUGOIERO, 1992:130).

2. El contexto social consta de lainteracción social inmediata de estoscuatro elementos y la situación de ca-da uno de ellos dentro de la estructurasocial más amplía. Como ya habían in-sistido Taylor, Walton y Young en su ii-fluyente libro La Nueva Criminología<1972), los orígenes sociales inmedia-tos de un acto desviado deberían si-tuarse dentro de su contexto socialmás amplío y tal análisis debería abar-car tanto a los actores como a los re-actores. El realismo lleva este plantea-miento aún más lejos al enfatizar nosólo que las acciones deles delincuen-tes y de las agencias estatales debencomprenderse de este modo, sino tam-bién que esto debe extenderse al siste-ma informal de control social y a lasvictimas.

3. El delito es una red de relacio-nes que varía con cada tipo de delitos.Si comparamos, por ejemplo, el uso ile-gal de drogas, el robo y el asalto nota-mos redes o estructuras de relacionesmuy diferentes.

4. El aspecto temporal del delitoes el pasado de cada uno de los cuatroelementos del cuadrado del delito y suimpacto en los demás en el futuro. Unaaproximación realista observa el desa-rrollo de la conducta delincuente a tra-vés del tiempo: (1) las causas de fondode la delincuencia; <2) el contexto mo-ral en el que se opta por una conductadelictiva; (3) la situación de cometer eldelito; (4> el descubrimiento del delito,(5) la respuesta al delincuente; (6) larespuesta a la víctima. Las carreras de-lincuentes se construyen por una inter-acción de la posición estructural en la

que se halla el delincuente y las res-puestas administrativas a sus diversosdelitos.

5. La dimensión espacial del deli-to es el espacio material en el que serealiza el proceso. Todo delito tieneuna dimensión espacial y la geografíadel delito varia ampliamente en térmi-nos del delito especifico. El tráfico dedrogas, por ejemplo, tiene una dimen-sión internacional, una distribución na-cional y se concentra en áreas especí-ficas de la ciudad. El robo se hallabastante extendido en el espacío urba-no y subsiste sobre una economía su-mergida de base local, mientras que elatraco suele ocurrir frecuentemente enáreas especificas de la ciudad. El he-che de que diversos tipos de delitos su-pongan diferentes estructuras de rela-ciones implica también estructurasparticulares en el espacío.

A pesar de la deconstrucción quehacen del acto delictivo, los realistasno dejan de adoptar la noción de delitodel sentido común y justifican su inten-sa concentración en la delincuencia ca-llejera como una reflexión sobre el“considerable grado de acuerdo cons-tatado a través de la población acercadel “problema” de la delincuencia”<MATTHEWS, 1987:380). Sin embar-go, como ha señalado Tayler, “se pro-porciona poca evidencia en apoyo deestas afirmaciones” (1992: 99>.

Al acomodarse a la idea de delin-cuencia callejera como “delincuenciareal’, el realismo construye una des-cripción teórica en la que el delito y eldesorden social aparecen muy estre-chamente relacionados. Es cierto quelos realistas de izquierdas distinguensu posición de la de les realistas de

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derechas6 e insisten en que la delin-cuencia es un resultado de los proble-mas estructurales del capitalismo. Sinembargo, coinciden con ellos a la ho-ra de señalar les problemas que ge-nera la delincuencia, especialmenteen las áreas económicamente depri-midas. Les realistas radicales sostie-nen que la delincuencia es una de lascausas de la pasividad, resignación eincluso desesperación emergentes deforma generalizada en les barrios declase obrera.

El hecho de pensar el problemadel desorden social exclusiva o princi-palmente a través del concepto de“delito” del sentido común y de las re-aciones causales7 entre la delincuen-cia y el medio ambiente más ampliono sólo tiene importantes implicacio-nes policiales y políticas, sine que im-pone muchas limitaciones a la hora deinterpretar el sentido de la delincuen-cIa. Por ejemple, el abuso y asalto se-xual, sea en la calleo en la esfera do-méstica u otras esferas privadas, esen su raíz un problema que tiene quever con la crisis de la masculinidadtradicional y que encuentra su expre-sión en diferentes termas de violenciapública y privada. Pero, como observaTaylor, “no está realmente clare que elproblema de la masculinidad sea unproblema claramente identificado,conceptual y prescriptivamente, en lacrímínologia del realismo de izquier-das, donde la exposición de los “deli-tos contra las mujeres” parece pre-sentar estas conductas ante todocomo ejemplos y vindicaciones del én-tasis que pone en la delincuencia ca-llejera” (TAYLOR, 1992:102).

Según Taylor tampoco resulta

clara, política y conceptualmente, laposición del realismo de izquierdasrespecto al rápido aumento en el usede drogas duras especialmente entreles jóvenes de las grandes áreas ur-banas. Y algo similar puede decirserespecto al significado de la nueva“violencia rural’ de la clase medía sub-urbana, que simplemente no es afron-tada política o cenceptualmente por elrealismo que permanece apegado alobjeto de análisis inflexiblemente em-pírico de la delincuencia callejera y nologra “conectar, realista o imaginativa-mente, con las transformaciones en laforma del patriarcado, la familia o losalborotadores pasatiempos de la nue-va clase media” <TAYLOR, 1992:103>.

Interpretando lasestadísticas dedelincuencia

El problema de las estadísticascriminales es el problema básico de lacriminología. Desde Quetelet se vienehablando de la cifra oscura de las esta-dísticas sobre la delincuencia sin quepor el momento se haya dado una res-puesta satisfactoria a esta cuestión, sies que realmente puede llegar a darse.

Para les realistas el axioma fun-damental es que la realidad del delitoes un producto de acción y reacción.Alguien actúa de un modo determinadoy ciertas agencias legales de controlsocial reaccionan contra elles. Este do-ble proceso es central a la naturalezadel delito y el intentar separar uno deotro o creer que existe una verdaderatasa de delincuencia independiente delas actividades de los que reaccionan

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frente a la delincuencia, constituye unaclara falacia. Las tasas de delincuenciason, pues, el resultado de un proceseque conf gura un sistema abierto de re-aciones en el que resulta muy difícilseñalar con precisión causa y efecto.

Esta interpretación difiere total-mente de la del “idealismo de izquier-das” para el cual las estadísticas dedelincuencia son un epitenómene quelo único que miden son las actividadesde las instituciones que generan talesestadísticas <la policía, los tribunalesde justicia, etc.>, y no las diferencias re-ales en la conducta delictiva. Las varia-ciones temporales en las tasas de de-lincuencia sen consideradas como unproducto de les pánicos morales recu-rrentes6 y del consiguiente aumente deltamaño de las fuerzas policiales, lecual genera de modo inevitable un vo-lumen mayor de estadísticas (GILROYy SIM, 1985).

La criminelogía convencional, porotro lado, aunque reconoce quelas es-tadísticas de delincuencia no se recopi-lan de modo científico y contienen ca-tegorías metafísicas, considera, sinembargo que, en conjunto, reflejan di-ferencias reales en las tasas de delin-cuencia entre los diferentes grupos so-ciales y cambies en la extensión de ladelincuencia a lo largo del tiempo.

El realismo, diferenciándose cla-ramente de las des posturas anterio-res, considera que las tasas de delin-cuencia son por definición un resultadode la interacción de actores (delincuen-tes y victimas) y reactores <agenciasde control formales e informales). Lastasas de delincuencia cambian en lamedida en que cambian las partes in-teractuantes y cualquier teoría satisfac-

tena de la delincuencia debe tomar ne-ta de la totalidad de este proceso. Lastasas de delincuencia son, pues, el re-sultado de un proceso dinámico de te-ma de decisión, no un dato fije<YOUNG, 1992).

Les realistas muestran un entu-siasme general por las encuestas devictimízación porque consideran queesto les permite descifrar parcialmentelas cifras oscuras del delito y desplazarel centre de atención de las tradiciona-les prioridades policiales a las del pú-blico más amplío <YOUNG, 1988). Lesestudios locales de víctimización de-muestran que el riesgo de serasaltadoy robado, por ejemple, puede ser mu-che más alto en ciertas áreas. La delin-cuencia no está igualmente distribuidaen el espacio urbano, se cencentra endeterminadas áreas y afecta de modoespecial a algunas categorías de per-sena, normalmente los más vulnera-bIes. A esto hay que añadir que cuantomás vulnerables sen las víctimas me-nos probabilidad tienen de denunciar eldelito porque suelen ser menos “creí-bIes” y ellas mismas tienen menos con-fianza en las instituciones destinadas aresolver sus problemas como victimas.Una aproximación realista tambiénconsidera los aspectos cualitativos dela delincuencia al aclarar, por ejemplo,la falta de voluntad de gente vulnerablea denunciar los delitos cometidos den-tro de su familia, y su propensión a de-nunciar los delitos contra la propiedadpersonal más que los delitos de violen-cia (KINSEY etal., 1986).

Pero les estudios de victimización,a pesar de ciertas pretensiones gran-diosas (SPARKS et al., 1977) no hanresuelto técnicamente el problema de

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la cifra oscura de la delincuencia y elviejo problema permanece, aunque enuna forma más algo atenuada. Las en-cuestas de víctímización tienen su pro-pia cifra oscura ya que son un produc-to de unidades de investigación cuyaconceptualización de los datos, desdeel cuestionario hasta la codificación, re-fleja sus propios valores, y sus pregun-tas son dirigidas a sujetos con diferen-tes definiciones dele que constituye undelito (YOUNG, 1988).

Así, pues, les estudies de victimí-zación no pueden constituir la pana-cea para el estudio de la delincuencia.Hay razones para dudar de que, inclu-so en la investigaciones locales, lasrespuestas dadas por les individuosentrevistados censtítuya la realidad dela delincuencia. Como ha observadocerteramente Ruggiere, “los realistashan prestado poca atención a losefectos de su propia presencia en es-te terreno y cómo su verdadera laborafecta a las evaluaciones y definicio-nes de la delincuencia” (RUOGIERO,1992: 128).

Hay otras nociones de víctimas yotros aspectos de la victimización queestán ausentes en la aproximación re-alista al tema. Las victimas de la delin-cuencia no siempre son más vulnera-bIes que los delincuentes. Senecesitan estudios específicos que secentren en la relación de poder quesubyace a cada acto particular y cadasituación problemática. Cuando el de-lincuente es socialmente más vulnera-ble, las conductas predatorías puedenser expresión de una inversión tempo-ral de las relaciones de poder. Algunosdelitos confirman la distribución de po-der existente, pero otros no

Debería tenerse en cuenta que,en cierto sentido, las víctimas puedenllegar a ser doblemente víctimas debi-do a les estereotipos que les impone lamisma victimologia, relacionados consu declarada incapacidad para defen-derse por si mismos y el consiguienterequerimiento para que confíen su pro-tección a agencias externas que sue-len estar estructuradas para reproducirprincipios de dependencia y delega-ción más que principios de autonomía(CHRISTIE, 1982).

Otros tipos de victimízación pue-den tener su origen en la movilizacióndel temor institucional. Por ejemple, talcomo ha sugerido Steven Box (1987),en períodos de recesión, el temor insti-tucional adepta la creencia de que eldesempleo causa la delincuencia, y es-te, a su vez, genera prácticas más es-trictas de control y castigo -

Finalmente, otra noción de victí-mización que puede añadírse alas an-tenores es la de “victimas invisibles”,es decir, aquellas que no son directa-mente conscientes de su victimiza-ción, por ejemplo, les victimizados porla polución, el desempleo, los servi-cies inadecuados, la explotación, etc.<RUOGIERO, 1992).

Privación relativa ydelincuencia

El realismo radical no ha elabora-do ninguna teoría nueva de las causasde la delincuencia. Lo que hizo fue,más bien, adaptar cuerpos de teoríaexistentes a su modelo de “acción yreacción”. En su planteamiento ha te-nido una influencia especial la teoría

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de la anemia y la privación relativa de-rivada de las contribuciones clá¿icasde Merton (1964 y 1972) y ClowardOhlin <1960), combinada con una teo-ría de la marginalidad económica y so-cial. La privación relativa, un conflictoentre las metas y necesidades social-mente difundidas y la disponibilidad li-mitada de medios legítimos para su lo-gro, pueden conducir a la delincuenciaa aquellos grupos marginados de laparticipación en los procesos de lasmodernas sociedades industriales.

El realismo considera que la pri-vación relativa constituye una de lascausas principales de la conducta de-lictiva. En uno de los textos más impor-tantes de esta escuela, Lea y Young(1984) hicieron una adaptación de lateoría de la privación relativa con elpropósito de rebatirla imagen que ofre-cían los mass media de la cultura ‘ex-traña” de los jóvenes negros como unade las causas de la delincuencia calle-jera en las ciudades británicas. El deli-te puede ocurrir en cualquier parte dela estructura social y en cualquier perí-edo, opulento e recesivo, ya que no de-pende de los niveles de privación ab-soluta o de la posición del delincuenteen la estructura social. Sin embargo,les realistas estiman, al igual que lo hi-ciera Robert Merten en su famosa teo-ría de la anemia social, que les seg-mentes más pobres de la sociedad yciertas minorías étnicas, marginadosde las “recompensas” de la sociedadopulenta, experimentan una presiónhacia la delincuencia mayor que quie-oes ocupan posiciones más altas en laestructura social. Cuando la privaciónrelativa se une a la margínalidad, eldescontento no puede canalízarse en

formas políticas y, en lugar de ello, ladelincuencia se presenta como una op-ción “razonable”. Como han escritoLea y Young, “la destrucción de las co-munidades facilita la delincuencia alminar drásticamente el proceso decontrol social” <1984: 263).

Las implicaciones de esta com-prensión de la causalidad son, deacuerdo con Young (1992), de vital im-portancia para entender varíes fenó-menos sociales de nuestras ciudades,como el de las llamadas tribus urbanasintegradas por jóvenes sinempleo y sinfuturo. En las grandes áreas metropoli-tanas del finales del siglo XX la priva-ción relativa de muchos jóvenes con-trasta de modo chirriante y fácilmenteperceptible con el lujo y nivel de vidadel estrato cada vez más rico de quie-nes disponen de empleos seguros ybien remunerados. La pobreza no es elmotivo inmediato de la delincuencia co-mún ya que, como ha observado Eliza-beth Burney en un estudio sobre la pri-vación relativa, ‘la mayoría de losdelincuentes no necesitan cosas indis-pensables, lo que ellos anhelan sonmás bien cosas de lujo. Una caracte-ristica sobresaliente de los jóvenes de-lincuentes callejeros es su ansiosaidentificación con un grupo “de moda”,que impone vestir ropa de marca muycara <RURNEY, 1990: 63).

La crimínelogía realista ha recibi-do serias críticas por su aplicación res-tringida de la teoría de la privaciónrelativa a tipos particulares de delin-cuencia común (TAYLOR, 1992). Sinembargo, esta teoría tal como fue for-mulada por Cloward y Ohlin consideraque las causas de la delincuencia noson tanto una respuesta instrumental a

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la privación, como puede evidenciarseen el caso de robo para aumentar lesingreses, cuanto el surgimiento de sub-culturas en las que se desarrollan valo-res alternativos precisamente come unmodo de enfrentarse a las frustracio-nes de la exclusión de las rutas legíti-mas para el éxito. En este sentido el rolde la violencia interpersonal “expresi-va”, o formas ritualízadas de consumoostentoso pueden consíderarse comomedos alternativos de establecer esta-tus en ausencia de les medios y sím-bolos convencionales. Incluso los “crí-menes pasionales”, come el homicidio,y la violencia interpersonal, como elasalte sexual y la violación, han sido in-terpretados en relación con la dinámicade la privación relativa <ROX, 1983).

En cualquier caso, la privación re-lativa no lo explica todo. Hay importan-tes tipos de delincuencia a los que es-ta teoría no parece aplicable. Unaasociación demasiado estrecha entrela privación relativa y la marginalidadsociopelítica conduce a centrarse demodo restringido en la delincuencia ca-llejera desorganizada y a perder de vis-ta sus posibles conexiones con la de-lincuencia organizada. Esta puede, sinduda, tener su origen y reclutar susmiembros en grupos sociales margina-des de las estructuras legitimas deoportunidad, sin embargo, una vez es-tablecida, la delincuencia organizadaes capaz de conseguir cierta estabili-dad en su medio ambiente a través dela protección,- óOUkflJ’ ‘JO,

ción violenta, y mediante cierta pene-tración de las instituciones financierasy políticas legítimas. Emplear el térmi-no marginalidad’ en este escenario re-sulta excesivamente retórico y significa

poco más que la actividad es ilegal.Como ha escrito Lea “la delincuenciaorganizada considerada como una es-tructura de oportunidades ilegales parala acumulación de riqueza y estatus seentieríde mejor en este contexto comouna forma de demarginalization” ( LEA,1992: 75).

Paradójicamente, el delito de cue-Ile blanco presenta menos problemapara la teoría de la anemia y la priva-ción relativa que el delito callejero. Encierto sentido, la teoría de la marginalí-dad puede cumplir una función ideoló-gica de negar la naturaleza criminogé-níca del mismo sistema capitalista, alinsinuar que la delincuencia es siempreun producto exclusive de la ruptura oausencia de las estructuras sociales ypolíticas “normales’, mientras que loque ocurre de hecho es más bien quela violación de la ley penal o las presio-nes sobre los gobiernes para legalizaractividades técnicamente “delictivas”sen estrategias frecuentemente perse-guidas de modo combinado por lasgrandes corporaciones industriales y fi-nancieras (PEARCE, 1976>.

Otro de los puntos débiles quealgunos críticos han observado en elrealismo es la cuestión de les meca-nismos precisos por los que altos ni-veles de privación relativa y, en unasubserie de casos, marginalidad, es-tán vinculados a la comisión de actosdelictivos <PITCH, 1987). La teoría dela privación relativa, precisamente por

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puede explicar los tipos particularesde delito que ocurren, a menes que secomplete con una teoría de las opor-tunidades de delinquir al alcance dequienes padecen tal privación. Esta

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ha sido precisamente una de las preo-cupaciones de la teoría de la elecciónracional, como demuestra el clásicoanálisis de 0. Recker (1968).

Tamar Pitch considera la aproxi-mación realista como una simplificaciónque reduce las complejas y contradicto-rías relaciones entre capitalismo y de-lincuencia a la pareja explicativa priva-ción relativa/descontente. Se trata,según ella, de una reafirmación del es-quema mertoniano de interpretación,en cuyo marce sólo pueden explícarselas relaciones entre las contradiccionesdel capitalismo y un tipo especifico dedelincuencia. La “ansiedad paradígmá-tíca” con la que reaccionan les realistasa la actual complejidad les lleva a bus-car una causa fuerte y central de la de-lincuencia capaz aglutinar a un ampliesector social. Pero ello no pasa de serun ataje artificial en orden a flanquear lafragmentación social actual <PITCH,1987).

Realismo y clase social

La envergadura y dirección de lesrecientes cambios políticos y económi-ces en varías sociedades de capitalis-mo avanzado han obligado a muchoscientíficos sociales a replantearse lautilidad actual del análisis de clase y deuna política basada en una noción deun interés de clase unitario.

Algunos sociólogos han comenza-do a hablar de la desaparición de la cla-se trabajadora en cuanto tal (00HZ,1981; LACLAU y MOUFFE, 1985).Otros, de modo más matizado, hanprestado especial atención a la peculiarrecomposición que la clase trabajadora

ha estado experimentando durante laúltima década. Charles Leadbeater, porejemplo, ha elaborado una tipología dela fuerza de trabaje británica en la dé-cada de les ochenta en la que se llegana identificar seis grupos diferentes: (1)les desempleados de larga duración;(2) los desempleados periódicos, <3) elejército en rápido aumento de trabaja-dores periféricos, a tiempo parcial, in-dependientes <freelancers>, trabajado-res temporales y autoempleados; <4)los trabajadores semí-cualifícados y nocualificados a tiempo complete; (5> elnúcleo de trabajadores especializados;y <6> los gerentes, directores, patronosy banqueros, todos los cuales han go-zado de enormes ganancias en la últi-ma década (LEADBEATER, 1987:1-3).

No es que a los realistas se lesescape el hecho fundamental de la ac-tual fragmentación social, pero, comoobserva Tamar Pitch, están tan ansio-sos de recomponerla que terminanpostulando necesidades comunes parasujetos muy diversos. En lugar de de-dícarse a la valoración de esta frag-mentación y a la comprensión de su ri-queza, intentan recomponer la clasetrabajadora como un actor colectivomediante la austeridad y la moralidad,en otras palabras, persiguen la tareade reconstruir una comunidad homogé-nea pero imaginaria <PITCH, 1987).

Así, cuando los realistas radica-les subrayan la situación difícil de laclase trabajadora en las áreas urbanasde alta tasa de delincuencia, no resul-ta suficientemente claro a qué sectorde la clase trabajadora se están refi-riendo y parecen insinuar una nociónde clase trabajadora centrada en valo-res como la integridad ética, la produc-

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tividad, el mérito social y la justicia. Es-te puede inducir a pensar que lo quedescriben como una clara división en-tre delincuentes y víctimas correspon-de a una división similar entre legali-dad e ilegalidad. Sin embargo, lasfronteras entre actividades legales, se-milegales e ilegales, especialmente enalgunos barrios de las grandes ciuda-des, están lejos de ser claras. El rol devíctima y delincuente puede intercam-biarse durante el mismo día, mientrasque un amplíe número de gente cam-bia periódicamente de actividades se-milegales e ilegales a actividades le-gales (RUGOIERO, 1992).

Los escritos de les realistas so-bre “raza y delito” han suscitado unagrio debate en el Reino Unido. Paraentender su posición es necesario te-ner en cuenta los conceptos de “cla-se” y ‘margínalidad” que adoptan y laaplicación que hacen de elles a la te-ería subcultural come un medio deexplicar las tasas diferenciales de de-lincuencia. Los realistas de izquierdashan adoptado el análisis de formaciónde clase y estabilidad social asocia-des con teóricos como Ralf Dahren-derf <1985) y Gianfrance Poggi<1978>. En esta explicación se identi-fican tres etapas en los patrones deformación de clase y de orden y de-sorden social. Los siglos dieciocho ydiecinueve son identificados come unperíodo de considerable violencia co-lectiva asociada con la resistencia deuna clase artesana a la disciplina delcapitalismo industrial. La segunda fa-se, en el siglo diecinueve y más allá,implicó la incorporación gradual delas masas en el proceso industrial or-ganizado y también en el proceso pe-

lítico organizado. Este gran compro-miso del capital y el trabajo, y del po-der organizado del estado burguéscon las masas, fue la garantía, deacuerde con les realistas de izquier-das, de un cierto grade de predictíbíli-dad y orden en las relaciones econó-micas y sociales cotidianas.

Lea y Young parecen sugerirque este proceso de compromiso po-lítico y de clase, y la consiguiente re-producción del orden social, se en-cuentra con graves obstáculos afinales del siglo veinte, debido espe-cialmente al desarrollo de la micro-tecnología y sus efectos en el merca-do de trabajo. En esta tercera etapa:

“Estamos presenciando.- el creci-miento de una generación de gente jo-ven en nuestras inner cities y áreas in-dustriales en declive cuyo contacto conel proceso de trabaje es, caso de dar-se, mínimo y periférico...<la> marginalí-zación de estos jóvenes del proceso deproducción significa marginalizacióndel proceso de formación de grupos deinterés y de compromiso político quehemos descrito come un rasgo decisi-ve estabilizador de los sistemas politi-ces democráticos” (LEA y YOUNG,1984: 208>.

Por consiguiente, la crisis de de-sempleo y, en particular, la emergen-cia de una población margínalízada encontinuo aumento aparecen como lascondiciones estructurales que contri-buyeron a destruir el tipo de relacio-nes sociales y económicas ordenadasy predecibles del período del GranCompromiso. Para explicar las adap-taciones diferenciales a este procesede marginalización estructuralmentegenerado los realistas acuden a latee-

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ría de las subculturas. Uno de los as-pectos más controvertidos del realis-mo es precisamente el uso que hacenesta teoría para explicar las adapta-ciones diferenciales de algunas mino-rías inmigrantes a la experiencia deopresión racial y social y de marginalí-zación económica <GILROY, 1982).

lan Taylor <1992) considera discu-tibIe la acomodación del realismo de iz-quierdas a “una explicación sociológi-ca generalizada del orden socialdurante el periodo del Gran Compromi-so - El aumento de la delincuencia ju-vanil en los paises industrializados esmuy anterior al comienzo del desem-pleo juvenil masivo. También parececuestionable el supuesto orden socialde un período que incluyó, entre otrasconmociones sociales, la recesión y eldesempleo masivo en torne a la crisisdel 29 y des guerras mundiales. Estosy otros acontecimientos históricosplantean serias cuestiones a la sociolo-gía del orden social ofrecida por Poggiy Dahrendort, y adoptada por el realis-mo de izquierdas. La aplicación de es-te análisis como marce de referenciapara explicarlos delitos de las minoríasétnicas lleva a un gran desenf oque deltema. El realismo de izquierdas, obser-va Taylor, parece estar distanciándesedeles movimientos étnicos y raciales almismo tiempo que se identifica estre-chamente con una cierta visión del fe-minismo.

La cuestión propiamente socioló-gica de la última década del sigloveinte en este tema podemos formu-arIa, siguiendo a Taylor, en los si-guientes términos: “¿Qué es la clasetrabajadora en este momento?, ¿po-demos hablar de esta serie compleja,

modelada y diferenciada de grupossociales, definidos por su área de re-sidencia, por la naturaleza de su ocu-pación o su desempleo, por su gruporacial de pertenencia y por su género,como sí tuviese una orientación unita-ría hacia algo llamado delincuenciay/o control de la delincuencia?. ¿Nopuede ser igualmente urgente investi-garles tipos de discurso sobre la de-lincuencia y su relación con la ley pe-nal y la vigilancia policial, y tambiénsobre la política social y la ‘justiciasocial”, que pueden ser sostenidospor ‘fracciones” especificas de “cla-se” y de la formación social en gene-ral’?’ (1992: 108).

connotaciones eimplicaciones del empleoactual del término“underclass”

Se está convirtiendo en moda apli-car el concepto de underclass~ a unanueva clase social que comete la mayo-ría de los tradicionales delitos callejeros.Este ocurre con mucha frecuencia enanálisis norteamericanos <GLASGOW,1981; AULETTA, 1982; MURRAY, 1984;LEMANN, 1986; WILSON, 1987; KATZ,1989> Y británicos (MURRAY, 1990;DAHRENDORF, 1985; EIELD, 1989>.Hay des series opuestas de explicacio-nes de la underclass:

Para la derecha radical, que ve launderclass en términos de delincuen-cia e ingobernabílídad, de promiscuaautegratifícación, de una cultura en laque falta un autocontrel racional, launderclass es una consecuencia de losprogramas sociales incondicionales

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ofrecidos por el Estado del bienestarque no obligan a los beneficiarios acomportarse convencionalmente en or-den a recibir beneficios. Desde estepunto de vista, la underclass es el re-sultado irónico de los proyectos de mo-derriidad diseñados para alcanzar soli-daridad social en los modernosestados industriales occidentales.

Para algunos analistas de izquier-das, sin embargo, la underclass es unresultado del impacto de ciertos cam-bies en la estructura secioeconómícade los países industriales avanzadosen las oportunidades de empleo y de lafalta de una política gubernamental in-tervencionista para afrontar esta situa-ción. La underclass sería, pues, un fe-nómeno reciente causado por la faltade política gubernamental para abor-darlas transformaciones de una socie-dad posindustrial (DAHRENDOHH1985; FIELD, 1989). Frank Field, porejemple, argumenta que hay cuatrofactores que han fomentado la emer-gencia de una underclass en el ReinoUnido: el desempleo, el ensancha-miento de las diferencias de clase, laexclusión de les más pobres de la ele-vación de los estándares de vida y uncambio de las actitudes públicas haciaaquellos que no han tenido éxito en laGran Bretaña de Margaret Thatcher.Los desempleados han sufrido unamovilidad descendente y en la últimadécada, por vez primera desde 1945,hemos viste crecientes divisiones declases que han reto el sentido de “ciu-dadanía común” <FIELD,1989:3). Lospobres no se han beneficiado de la ele-vación del nivel de vida de los demássectores de la población y, para másinri, la ideología individualista vigente

ha supuesto un cambio en las actitudeshacia aquellos que ocupan el escalónbaje de la sociedad. La solidaridad dela clase trabajadora, de acuerdo conFíeld, ha sido reemplazada por unamentalidad drawbridge (puente eleva-dizo), de acuerdo con la cual les miem-bros de la clase trabajadora que se habeneficiado durante la última décadano desean que otros alcancen el mis-mo éxito que ellos.

Aunque ambas explicaciones dela underclass sen claramente antitéti-cas, comparten, sin embargo, el su-puesto implícito de que la underclasses un resultado directo de políticas gu-bernamentales previas, bien sea la cre-ación del Estado del bienestar, el fra-caso de las estrategias posindustriales,o el rechazo de la justicia social en fa-ver de teorías económicas supply-side.El mensaje implícito dado a los miem-bres de la underclass es que no haynada natural en su posición, sino queesta es una creación de la sociedad ypor consiguiente su vida y sus sufri-mientes son una mera contingencia. Yesta contingencia, interpretada desdela metafísica de la condición posmo-derna, puede abocarnos a la siguientecuestión: ¿por qué la underclass ha deadmitirías actuales reglas de juego?, oen otras palabras, ¿por qué ha de con-siderar la conducta legal como una ne-cesidad para su vida, si los conveniosno tienen legitimidad o naturalidad?. Laexperiencia de profundas desigualda-des, privada de la seguridad de la na-turalidad y puesta a la luz de la contin-gencia, no produce alienación, sinoresentimiento. Y como advirtió Nietzs-che, la emoción de los reprimidos en lacondición pesmoderna no puede consí-

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derarse como un combate dialécticolleno de sentido racional, sino como laausencia de sentido pleno.

El use actual del término under-class tiene ciertas connotaciones simi-lares a las del término “clases peligro-sas , tan ampliamente usado a finalesdel siglo diecinueve y comienzos delveinte para designar a esa porción dela población que es “escena” e inhe-rentemente peligrosa <IRWING, 1986).En los Estados Unidos el términounderclass se emplea para referírse auna población en gran parte negra ehispana que vive en zonas de concen-tración de la pobreza en el centre delas ciudades, separada física e institu-cienalmente de la corriente principal dela vida social y económica americana.“En contraste con otros que puedenser pobres y desempleados, la under-class es una población permanente-mente dísfuncional, sin educación , sinhabilidades y sin esperanza; un seg-mente self-perpetuating y patológicode la sociedad que no es integrable enel todo más amplio, y cuya cultura fe-menta la violencia” <FEELEY y SIMON,1994:192>.

Les supuestos politices que haydetrás de la palabra underclass hansuscitado numerosas críticas. Algunosdeles corolarios de tales supuestos re-sultan patentes en la llamada ActuarialJustice, que propone tratar a la under-class en su conjunto come un grupo dealto riesgo que debe ser sometido a es-trecha vigilancia para proteger a la so-ciedad más amplía (FEELEY y SIMON,1994).

Basándose en la obra de Wilson<1987) anteriormente citada y en losestudies ecológicos de la delincuencia

juvenil de Clifford Shaw y Henry McKay<1969), Sampson y Wilson <1993) handesarrollado una teoría de la desigual-dad urbana, la delincuencia y la razaque relaciona las persistentes tasas dedelincuencia entre los jóvenes negroscon conceptos estructurales y cultura-les. Concluyen que la desorganizaciónsocial a nivel cemunitario puede contri-buir mucho a explicar cómo han sidoconfigurados los patrones actuales dedelincuencia por una rápido cambio enel contexto macreestructural del ghettode pobreza de la inner-city.

Sampsen y Wílson describen los“efectos de concentración” de unaunderclass urbana que alimenta y re-fuerza una “cultura de violencia” a tra-vés de la “desorganización social es-tructural y el aislamiento cultural queresulta de la concentración de la pobre-za, la desorganización de la familia, y lainestabilidad residencial” (Sampson andWilsen, 1993:14). Sin embargo, Wilsen(1991) ha expresado reservas acercadel use del término underclass, precisa-mente las connotaciones de desespe-ranza y permanencia que conlíeva, algoque él rechaza en cuanto reformadorsocial comprometido <1991: 475).

Cuando la teoría de la cultura de laviolencia de la underclass (SAMPSONy LAUB, 1992> aparece unida a lacen-cepción emergente de justicia actuarialpuede víslumbrarse un patrón de lógicasocial nueva de manejo del peligro, enlugar de una justicia penal individualiza-da. El concepto de underclass, con susconnotaciones de una permanentemarginalidad para porciones enteras depoblación, ha vuelto incoherente la me-ta tradicional de reintegración de losofensores, y dejado el terreno abonado

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para una estrategia que enfatíza el con-trol eficaz de poblaciones consideradaspeligrosas (FEELEY y SIMON, 1994>.El polémico libro de Charles Murray yRichard Herrnstein The Belí Curve<1994> se mueve claramente en esta di-rección.

Realismo y pro fundizaciónde la economía de libremercado

Los realistas tal vez limitaron de-masiado el alcance de su análisis alelegir como objeto la delincuencia co-miJo, en lugar de una definición másamplia del desorden social. Su discur-se criminológico se basa en una expli-cación sociológica de la incorporaciónde la clase obrera a la vida industrial yla democracia política durante la se-gunda mitad del siglo diecinueve y co-mienzos del veinte, y de la amenazaque pende ahora sobre el orden socialpor el desarrollo de la alta tecnología yla rápida emergencia de una under-class marginalizada y desempleada.Como ha sugerido Taylor, “esta expli-cación está demasiado intensa y unila-teralmente preocupada por la trayecto-ría histórica de las relaciones de clase,e insuficientemente atenta a la ‘lógica”histórica de relaciones entre los sexosy a la continuada historia de inmigra-ción y conflicto étnico” <1992:113>.

Otro de los efectos de la perspec-tiva adoptada por los realistas de iz-quierdas y su falta de interés real por lacompleja relación entre economía, po-lítica y sociedad es la presentación deuna imagen de la sociedad actual es-cindida en des partes (por un lado, la

“gente trabajadora” en general y, porotro, una underclass marginalízada>,en la que no pueden aprecíarse bienlas tensiones y presiones, o las espe-ranzas, aspiraciones y deseos de lostrabajadores con pleno empleo y movi-lidad ascendente, atrapados en la vo-rágine de la actividad económica de lasregiones en auge. Tampoco hallamosun intento de analizar la serie de con-tradicciones que está generando esta‘economía de libre mercado”, porejemplo, entre las promesas de fortunay ocio, por un lado, y la realidad de se-manas laborales muy extensas y unenorme aumento de la inseguridadocupacional, por otro. La literatura rea-lista de izquierdas presta muy pocaatención a la enorme explosión de frau-de y corrupción que ha acompañado laconstrucción de una economía de libremercado en la década de los ochenta.

La construcción de una “econo-mía de libre mercado” supone unatransformación estructural fundamentalde la economía keynesiana de posgue-rra que acentúa e incluso recrea enparte el sentimiento de desesperacióny agravamiento de la situación que ca-racteriza a ciertas áreas de las grandesciudades de los países industrialesavanzados. Y probablemente elle ten-ga también algo que ver con la violen-cia antisocial, parasitaria de los finesde semana en algunas áréas residen-ciales de las nuevas clases ricas.

Los realistas son conscientes dela necesidad de una economía políticadel delito que explique las relacionesentra desempleo, recesión y delincuen-cia. Sin embargo, llevados por una pre-ocupación pragmática de dar respues-ta el problema de la delincuencia tal

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como es percibido por la opinión públi-ca, se centran excesivamente en la de-lincuencia callejera, sin realizaranálisisdel mercado y de cómo éste crea dife-rentes presiones y vulnerabilidades.Los realistas, con su énfasis en la de-lincuencia común, tienden a olvidarque el delito de la calle en sí mismo es-té con frecuencia englobado en el cri-men organizado y que ambos, simultá-neamente, necesitan ser descritos yanalizados en sus contextos económi-ces y sociales <RUGOIERO, 1992).

Los profundos y rápidos cambiosinducidos por la liberalización y gleba-lización de la economía mundial tienenimportantes implicaciones para los pa-trenes de delincuencia y control social.Algunas transformaciones, como elaumento del número de organizacio-oes como titulares de recursos y comoactores sociales, se reflejan de modorelativamente directo en les patronesde delincuencia. Las estadistícas dedelincuencia muestran, por ejemplo,que las organizaciones figuran de me-do creciente como víctimas <HEILANDet al. 1992> y que hay un aumento in-cesante de los llamados “delitos declase medía” que implican el acceso aorganizaciones <WEISRURD et al.,1991). Les delitos del upperworld y ladelincuencia organizada se hallan es-trechamente relacionados con cam-bies en las finanzas internacionales,como el desarrollo de la llamada eco-nomía de casino en la década de lesochenta <CALAVITA y PONTELL,1992), lo mismo que con cambios enlas fronteras políticas y económicas yen los patrones de comercio interna-cional <PASSAS y NELKEN, 1993).

La críminología del realismo de iz-

quierdas carece de una teoría dinámi-ca, compleja y convincente de lastransformaciones económicas globalesy de un análisis adecuado de la rela-ción que hay entre las diferentes con-secuencias sociales del gobierno del“libre mercado” y la retirada del Estadode áreas claves de la provisión pública.“En la literatura del realismo de izquier-das el debate sobre el Estado se artí-cula en términos de una discusiónempírica y práctica, peliticamenteorientada, del sistema de justicia penal,considerado come un ámbito más omenos autónomo de la operación ruti-nana de otras funciones estatales y delas lógicas que subyacen a la mismaeconomía de libre mercado” <TAYLOR,1992:116).

En síntesis, los realistas de iz-quierdas no analizan suficientementelas dislocaciones globales inducidas enlas vidas de las comunidades locales olos individuos por el desencadena-miento general de las fuerzas del libremercado. Parece que consideran ladesmoralización y fragmentación delas comunidades de clase obrera —ydel orden social en general— sólo comoresultado de la marginatización de unapoblación underclass de jóvenes debi-de al impacto de la alta tecnología en elmercado de trabajo. Los realistas de iz-quierdas parecen mostrar peco interésen analizar la amplía serie de conse-cuencias sociales, económicas o cultu-rales que han acompañado la emer-gencía de una economía de libremercado. Es por ello que ni siquieravislumbran la posibilidad de desarrollaruna crítica moral y social de la direc-ción global de la sociedad emergente,perdiendo la oportunidad de desarrollar

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un contexto filosófico en el que resultecoherente la lucha contra el desordensocial, la delincuencia violenta de “unajuventud moralmente brutalizada”, y losfraudes y corrupciones económicas delos nueves ricos. El terreno moral y fi-losófico, como ha observado Tayler<1992), es cedido ales nuevos teóricosmorales de la derecha.

Conviene matizar, sin embargo,que en los escritos del realismo de iz-quierdas puede apreciarse un cambiede énfasis importante desde una preo-cupación inicial centrada en el desarro-lío de alternativas concretas a la políticade “ley y orden” de les primeros añosdel mandato de Margaret Thatcher ha-cía un interés creciente por elaboraruna alternativa moral y filosófica consi-derada ahora como más fundamentalpara la vida en una sociedad de libremercado. Este cambio puede detectar-se en una publicación conjunta de algu-nos representantes de la escuela realis-ta de izquierda, en la que sostienen quesu “idea central” es “la reconstrucciónde una cultura cívica.., fundada firme-mente en los derechos y obligacionesde les ciudadanos” (CORRIGAN et al,1988:16).

Conclusión

El realismo surge vinculado a uncontexto muy concreto y por el mo-mente sólo ha conseguido afianzarsecomo un sólido paradigma criminológi-ce en el Reino Unido. Sin embargo, elcarácter de los problemas a los que in-tenta dar respuesta, compartidos condiferentes matices por todos los paisesindustriales avanzados o de capítalis-

mo tardio, la detallada deconstrucciónque hace del delito y el debate quemantiene abierto con otros paradigmasle hacen que este enfoque tenga unarelevancia internacional.

La criminología realista parte de ladecenstrucción del acto delictivo ensus componentes fundamentales: laley y las agencias estatales, el públicoy las diversas instituciones de la socie-dad civil, la víctima y el delincuente.Las relaciones termales entre estoselementes abarcan distintos tipos deconducta que implican diversas etielo-gias. Una de las características másimportantes de este enfoque es su en-fasis en que todos los componentes dele que llama cuadrado del delito debenvíncularse desde el micronível de la in-teracción social, pasando por el nivelmedio <como la naturaleza de las buro-cracias policiales o la economía infor-mal de los bienes robados> hasta elmacrenivel de las estructuras socioe-conómicas y políticas. Esto le diferen-cia tanto de la criminelogía administra-tiva y el neorrealismo conservadorcomo del “idealismo de izquierdas”.

Pero a pesar de su lema “tomar ladelincuencia en serie” y de su insisten-cía en la necesidad de tener en cuentatodas las dimensiones de la realidad deeste fenómeno, la criminolegía realista,come ha observado Taylor, ha evadidoen parte le real.

Por un lado, hay problemas de losque los realistas son conscientes y quehan sabido resolver. Uno de ellos serefiere a los defectos de la crimínelogiaradical en la que se centra principal-mente su crítica. Los realistas han lo-grado desplazar el centre de atencióndesde la reacción social hacía aquellas

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situaciones subjetivamente experimen-tadas perla gente como delito, desdelos mecanismos de producción artificialdel pánico moral a los mecanismos queproducen realmente dañe en las inte-racciones sociales.

Por otro, hay problemas de losque los realistas son conscientes peroque no logran resolver. Entre estos es-tán los problemas que conciernen a lavictimización, de los que sostienen unavisión limitada y selectiva. Por ejemplo,descuidan aquellas dimensiones de lavictimízación que implican al ciudada-no normal en sus relaciones con lasempresas o con las autoridades loca-les y centrales. También pasan por altola noción de que algunos delincuentesson ellos mismos víctimas. Parece ne-cosario elaborar una economía políticadel delito más cuidadosa y una etiolo-gía más comprensiva que no se limitea la delincuencia callejera.

El análisis de clase de los realis-tas conduce a ciertas ambigúedadesque surgen de la drástica división queestablecen entre conductas legales eilegales. La visión excesivamente dualdel tipo de sociedad que está emer-giendo puede tener las consecuenciano intencionada de hacer aún más difí-cil la superación de la actual fragmen-tación social que pretenden los realis-tas de izquierdas.

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Notas1Richard Ouinney, por ejemplo, considera ladelincuencia come una opción posible paralos trabajadores desempleados que no se re-signan a la solución que les impone los me-canismos del Eslado del bienestar Este so-ciólogo norteamericano llega a sostener quelos delitos de algunos miembros de la clasetrabajadora en la sociedad capitalista consti-luyen medios de supervivencia y considera ladelincuencia común como una forma primitivade insurrección (véase OUINNEY, 1980>.

2 Durante el período finales de la década de lossesenta comienzo de la década de los ochen-ta la nueva criminologia fue conocida también

por otros términos, entre ellos tos de crimino-logia marxista, criminologia materialista. cri-minologia dialéctica, y criminologia radical,social y critica.

3 lan Taylor ha destacado la importancia delcambio que se produjo en el énfasis inicial enla “ley y orden” por parte de los gobiernos deMargaret Thatcher hasta tranaformarse enuna campaóa más generalizada a favor de la“remoralización” de la sociedad británica (véa-se TAYLOR 1987).

4 Se han producido importantes obras crimino-lógicas con este enfoque realista en otros pa-iseo, especialmente en Estados unidos don-de cabe destacar las aportaciones de RerframGroas (1982). Ray Michalowski <1983)y Petertadicola (1986).

5 Los análisis de las Encuesfas Nacionales so-bre Delincuencia que se vienen realizandoperiódicamente en Estados unidos desde1973 y de la serie de Encuestas Británica so-bre Delincuencia <805) iniciada en 1982 hanrevelado la importancia del área de residenciael riesgo de victimización, que tradicionalmen-te se solía asociar más bien con el estilo de vi-da, La residencia en determinadas áreas dela ciudad interactúa con las variables edad,estado civil, género, empleo y educación detal modo que sitúa a algunas personas en po-siciones de riesgo extremadamente elevado<SMITH, 1986).

6 Durante las dos últimas décadas ha surgidouna pléyade de influyentes criminólogos neo-conservadores directamente vinculados a losprogramas politicos de las administracionesde la “nueva derecha” en varios paises. Porejemplo, los llamados ‘neorrealistas’ en Esta-dos unidos han tenido un influjo significativoen la politica penal de ese país. A este grupopertenecen algunos de los escritores crimino-lógicos bestsellers mundiales de habla ingle-Sa como James O. Witson <1983) y Ernestvan den Haag <1975), que algunas veces hansido confundidos velunfaria e involuntaria-mente con los realistas radicales o de izquier-das.

7 El modo de entender la causalidad por parte dela criminologia realista está inspirado en el re-alismo filosófico de autores como A. Bhaskar<véase, por ejemplo, BHASKAR, 1980).

8 Sobre el tema de cómo los maso media pue-den contribuir a la generar de pánicos mora-les puede consulfarse el clásico estudio deStanley cohen sobre los Mods y Rockers(COHEN, 1990).

9 William Julius Wilson comenzó a emplear el

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José Manuel FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

término underclass en la segunda mitad delessetenta su popularización se debe al perio-dista Ken AuletIa (1962), y luego fue presen-tado en su forma más iníluyente porte mismoWilson, profesor de Seciologis en la Universi-dad de chicago, cuyo libro 7he Truly Disad-vantaged (1987) provocó un intenso debate alsugerir que había un segmento de la sociedadamericana al margen del contrato social, esdecir, una underclass permanente. El profesorWilson ha expresado en escritos posteriorescierto rechazo al uso de este término por elsentimiento de desesperanza que transmite.

José Manuel Fernández FernándezFuTS - 0~M

Oeparfameoto de Sociología V

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