FranciscoTario - Guantes Negros

9

description

Cuento recuperado de la collección personal del autor, publicado en el periódico el Universal de México

Transcript of FranciscoTario - Guantes Negros

  • PARA JULIO

    PRIMERA PARTE

    Mr. stout entr6 en el almacn de guan-tes con objeto de comprarse un par de ellos,pues haba empezado el mes de enero y ya se segta fro en las calles.

    Era un hombre alto, de pelo rojo y ojosazules, vestido siempre de gris y con un largoabrigo negro. El sombrero, demasiado pequeo p~ra l, dejaba ver unos cabellos lacios yesca _.sos que el viento helado del invierno le enmar~aba sobre la frente.- Quiero unos guantes negros de cabritilla ~ di-jo, mirando distraidamente al empleado que habasalido a recibirle._.De qu medida? - le preguntaron.

    . Respondi6 l.-No lo s - y extendi6 su mano, que el empleadoobserv con curiosidad.

    Tena unas manos grandes y flacas, un po-co velludas, el misterioso t1r. Stout.

    No acept6 que se los envolvieran, sinoque prefiri llevrselos puestos, sintiendo c-mo al ponrselos le penetraba entre los dedosun suave calor.

    Fuera llova y estaba ya por hacerse denoche. Mr. stout se sinti encantado con aquelpar de flamantes guantes que tan bien le senta -ban a su abrigo negro y le calentaban tan deli -ciosamente las manos.

    En seguida, se encamin a su casa. Vivaen las afueras de la ciudad, en un chalet pequG-

    I)

  • ."

    o y cuadrado, rodeado de rboles. Desde suhabitacin contemp16 a travs de los visi _.llos la torre de la iglesia y las copas delos rboles, que el viento mec1a con fuerza.

    Mr. Stout tena una fiesta aquellanoche en casa de la familia Donald y se dis-puso por lo pronto a afeitarse cuidadosamen-te y perfumarse, segn' era su costumbre. Pa-ra ello se fu al bao. Incluso, se puso acantar en voz baja un rato. Estaba ms con -tento que otras veces y.le agradaba que hicera fro para poder lucir sus hermosos guantes.

    Cuando termin6 en el bao, comenz6 avestirse. Ahora 'era un traje azul el que sepona, una corbata ~oja y un pauelo blancoen el bolsi110.- Ya estaba listo y se ech en-cima el abrigo. Se colocara los guantes .'En-tonces avanz hacia la masa y con gran sorpresa descubri6 que slamente estaba uno. -- Se habr cado al suelo - pens6, inclinndose y buscndolo. -

    Pero el guante no apareca. Extraado,se hinc sobre la alfombra, como un perro, yas recorri6 la habitacin. Mas e1 guante se-gua sin aparecer. Ni en la cmoda, ni sobreel sof, ni bajo la cama estaba. Mucho menosentre las sbanas. Mr. Stout. ya un poco in -tranquilo, revis los armarios, los bolsillosde sus trajes, el botiqun del bao. No recordaba nada semejante. Y supuso durante un mo =mento que alguien pudiera haber entrado pararobarle el 9uante. Qu tontera- Y con que fin? _.alcanz despus a 'pregun-tarse.

    Realmente, para qu poda nadie robarun guante? Uno solo? Adems, la puerta se ha-

    lIaba cerrada con llave y la ventana miraba aljardn. Era un. segundo piso.

    Decididamente,. Mr. Stout tendra queir aquella noche a la fiesta con las manos de~nudas, a pesar del fro, y con el consiguientedisgusto~ ' , .As~ ocurrio y durante toda la noche nopudo dejar de pensar en el maldito guante quehaba perdido .Bebi6 unas copas - pocas - y h~bl con sus amigos del sorprendente suceso. Atodos les divirti6 la historia e hicieron quese las repitiera. Sin embargo, Mr. Stout se 'se!!,ta preocupado y no tena ganas de rer. Ah, p~ro si ya caa en la cuenta en dnde se hallabael guante, eLaros sin duda alguna, 'bajo la ea -misa sucia que se haba quitado y arrojado enun rincn del cuarto. Con seguridad que esta -ra all Era el nico lugar de la habitaci6n'que no haba revisado . .debidamente. Esto lotran~uiliz~ Q~nOCO,haciendole sentirsemejor.

    Mr. stout lleg6 a su casa un po=co antes de la ma -dr-ugada y lo prime-ro.que resolvi6 ha-cer fu examinar laolvidada camisa.- Qu necio he-si -do al no haber podi-do,pensar que el gua!!,te poda estar ah

    y" no estaba .Mr. Stout no lo

    gr6 dormirse sino cerea de las seis, cuan- _.,,;J __

    2(j

    \t

    3

  • do comenzaba a clarear el da y a ladrar losperros en los alrededores. Mas un poco ante~de hacerlo le pareci advertir que las cort~nas de su ventana se movan misteriosament~,como si el viento las sacudiera. No tuvo IDle-do, no; pero pens6 que aquello era bien extr~o, puesto que la ventana se hallab~ cerrada.Hs tarde las cortinas ya no se mov~eron y todo parec1a en ca.Lma ; Lo asust6 un ROCO el re..plandor de unos faros d~ autom6vil que cruza-ron el techo de su habitaci6n.

    Aunque al darse vuelta por te~ce~a vezy mirar hacia la pared, crey6 descubr~r ~untoa su cama un extrao objeto que se aprox~maba:digamos como una gran araa negra que trepabahacia el techo. Algo haba all y algo se mo -va, sin duda.- No recuerdo araas semejantes - pens6 Mr.stout, sentndose en la cama -. Ms ~ien que.araa parece un sapo gigante que hub~era sub~-do del jardn. ,

    Pero es de imaginarse con que sorpresadescubri6 de pronto que ni era un sapo ni unaaraa tampoco, sino justa y precisamente suguante: el guante negro extraviado

    Ya el guante haba saltado a su almoha-da y Mr Stout no acert6 a moverse. Estaba par~lizado de terror Mir6 otra vez hacia la ve~ta-na, quiz con la intenci6n de escapar1 arroJn-dose al jardn, cuando el guante logr apresar-lo. Primeramente 10 sujet6 del cuello y f~ de..abrochndole el pijama. No estaba f:o? s~no .muy tibiecito y blando. Mr. Stout s~nt~6 cosq~llas.- Yo dira que estoy soando -pens6. y casisinti6 un bienestar.

    Mas a poco, todo se le fu nublando,oscurecindos~ alrededor suyo y dej6 de sentir

    4 5

    al guante, que le brincaba sobre el pecho. Es _taba muerto.

    A la maana siguiente, cuando se presen-t6 el Inspector O'Connor con otros seis policasde uniforme, hallaron a {re Stout con un filosopual clavado en mitad del pecho. Pero el guan _te haba hudo. Y un detective apunt6:- El criminal esCap por ah. or la ventanaabierta Ya le encontraremos maana. '

    Sin embargo, ocurri6 todo .de~i~uydi.t:erente manera a como se imaginaba el detective,pues el criminal tom por la avenida, se encami-n a su tienda y, aprovechando las sombras, bus-c un seguro refugio y se escondi bajo otroscompaeros suyos: otros guantes tambin negros.

    Hoy espera sin duda, y con sonrisa mal-vada, que algn caballero friolento, de ser po _sible pelirrojo,vaya a comprarle de nuevo.

    uin sabe qu nueva y sangrienta aven _tura le ronde a estas horas la cabezal

  • PARA SERGIO

    Aquel crimen de Mr. tout habfa atemori -zado a la ciudad y no se hablaba de otra cosa.

    Los peri6dicos anunciaban que la policaandaba tras una pista, aunque nadie saba en rea-lidad de qu pista se trataba. Unos y otros sospechaban que todo ello era una mentira y que el'criminal continuara libre y sin castigo.

    Cierto da, sin embargo, el propietariode la tienda de guantes decidi6 hacer balance ycon tal objeto se dispuso a hacer recuento de sumercanca. Grandes montones de guantes de todasclases y colores aparecan ya sobre el mostradory las sillas del establecimiento, en t~to qu~ ~liba anotando a lpiz el monto de sus e~stenc~as.

    6 ,.7Lo haca en voz alta y con muy buena letra, porcierto. Deca:_ Treinta pares del 22 en cabritilla verde. No -venta pares del 26 en ante con piel

    De pronto, se tropez6 sorprendido en elfondo de un estante con cierto curioso guante n~gro de cabritilla, al que le faltaba su compae-ro de la mano izquierda. El propietario pareci6titubear un poco, sin darle'mayor importancia alsuceso. Probablemente pensara que de un momentoa otro hallara el correspondiente guante iz -quierdo. Prosigui6, pues, su trabajo y consult6SU reloj. Eran exactamente las siete y veinte dela noche. En ese instante, alguien golpe6 a lapuerta. El pregunt6, sin avanzar ni un paso:- Quin?

    No le respondieron, sino que volvierona golpear.- ~uin? - insisti6, ya con voz ms ronca. Y_ seresolvi6 a abrir, pensando en algn posible cliegte. Un hombre alto, acompaado' de otro demenor estatura se hallaban ante l. Lo saludaronsecamente y procedieron a entrar. Despus, cerraron la puerta. El ms alto dijo:- Es usted el dueo?

    Nuestro hombre contest6 que s. Hubo unsilencio. Y a POCO$~ Reconoce usted este guante? - Y extrajo algodel bolsillo, que el propietario de la tienda tom6 en su mano.

    S, era un guante negro de cabritilla,con una pequea etiqueta en el forro, anuncian -do el nombre del almacn. El propietario no p'ar~ci6 entender de momento, ni se sorprendi6 dema -siado. Exclam6, con una sonrisa:- En efecto, es un guante vendido aqu. Por qu?

    El hombre alto desdob16 la solapa de su

  • u W LJ

    8

    abrigo y le mostr6 una pequea estrella azul yplateada: era un policia. A continuaci6n, comen-z6 a dirigirle unas cuantas preguntas muy miste-riosas que preocuparon al comerciante. La ms gra, -ve tal vez fue esta:- Puesto que usted acepta haber vendido estos guagtes la semana pasada, podria recordar aproxima -damente a quin?

    El infeliz propietario comenz6 a ver tQdo muy claro y se estremeci6 de miedo. En segui -da record6 unas manos blancas y largas, un pocovelludas, que se extendfan ante l y. el rostro,tambin blanco, de aquel desdichado Mr. Stout, cyyo retrato publicaron los peri6dicos con motivodel horrible asesinato. Asimismo com~rendi6 queel compaero de aquel guante era el mismo que ac~baba de encontrar en el estante. Estaba muy pli-do, de veras, e inspiraba L stama ;- Pero, c6mo es posible esto? - pregunt6, miran-do con tristeza al policia --e C6mo? C6mo? Diosmio

    y consinti6 en dar todos los pormenores del misterioso caballero asesinado, a quienl personalmente le habia vendido los guantes.

    El policia sonri6 con burla y mir6 des -pus a su compaero.Dijo:.- Pero usted me es -

    I t hablando de Mr.stout. Es decir, dela victima .Nosa -tros a quien busca-mos es al asesino

    y lo observ6 amenazadoramente._.Aprop6sito - aven-tur6 el comerciante,

    9

    temblando cada vez ms -, querfa decirles que re- ~v~sando hoy estos estantes me tropec con el otroguante. Desean varlo? Yo dira que

    Pero el polica no le dej6 terminar:- Lo que tenga usted qu decir, mejor lo dir enotra parte

    y sin ms ni ms se aprest6 a detener alinocente.

    Transcurrieron varios dfas y durante elloslos peri6dicos no dejaron de anunciar a los cua _tro vientos que el criminal ya haba sido atrapa _do y que seria castigado sin piedad. Se pedia pa--ra el algo as como la pena de muerte o treintaaos de crcel o ms. En fin, una verdadera desdi-cha.

    En tanto, al comerciante le hacan pregun-tas"'~ ms preguntas a la luz de un farol rojo, ene~ sotano de la Comi~ara. y l, aturdido por elmaedo o muerto ms blen de cansancio, olvidabahoy ~o que haba declarado ayer, confunda unaporcl6n de cosas e iba, sin darse cuenta agra-vando su situaci6n a tal punto que ya nadie dud6a la postre que l era el criminal a quien todosbuscaban.

    Pero la vspera de su sentencia - si malno re~uerdo era un jueves - ocurri6 un hecho muyextrano, que vamos a relatar en seguida.

    El juez no deba estar muy seguro y aque _lla noche pareca preocupado. En su casa lo espe _raba su familia, con la cena lista y la chimeneaencendida, pues conviene no olvidar que era eneroy el viento soplaba de lo lindo. Su familia, co _mo es natural, se hallaba tambin interesada enel sensacional caso del comerciante~- Bueno1 y qu pas6? - le preguntaron, tan pronto. cruz la puerta y comenz6 a quitarse el abr1 --

  • Jgo - Lo condenaste?El seor juez se encogi6 de hombros, de-o

    jndose caer en una butaca. As permaneci6 mirando al fuego, sin pronunciar palabra. Todos le rQdearon, aunque ninguno volvi6 a hablar y al fin.le dejaron solo, segn eran sus deseos.

    El seor juez desdob16 a poco un peri6 -dico y se dispuso a leer. Tambin pidi un cafy encendi6 su larga pipa. Fuera comenz a 110 -ver1 como en aquella otra noche de enero._ ~as oc~rri que no le satisfizo su pipa y prefiri6 bus -car un cigarrillo, para lo cual se encamin hacia una butaca donde estaba su abrigo~

    Mas he aqu que le vemos dar un paso atrno podra decirse si asustado o confuso.

    Haba extrado de su bolsillo los cigarrillos y con ellos algo enteramente inesperado: .los guantes. Los dos guantes del asesino

    De verdad que era muy extrao ermaneci6 sin moverse un buen rato, con los dos guantes en la mano. No recordaba c6mo ni cundo ha --

    10 11

    bra podido guardrselos distradamente. Es ms,podra jurar que los haba encerrado en la cajafuerte de su oficina.- Los guantes Los guantes - repeta. Y se01vid6 incluso de fumar.

    Los dej al fin sobre su mesita y volvi6 a su asiento. Despus orden6 a la criada queno le interrumpieran, puesto que no se le apete _ca cenar. Que lms dems, si lo prferan, se fuesen a acostar cuanto antes. -

    As ocurri6 y uno tras otro sus hijos entraron a despedirse.> Tambin lo hizo su esposa ypronto la casa qued6 en silencio. Se oa el re _loj, la lluvia contra los cristales y un suave~ien~o que mova los rboles en la calle. El se-nor Juez no senta sueo, pero se mantena alljunto al fuego mirando con atenci6n a las lla _.mas. Se haba cansado de leer, aunque no de pen-sar en el grave asunto que tena por delante~ Estaba seguro de la culpabilidad del comerciante.-pero no demasiado. Le aplicara el castigo pe~ono con tranquilidad absoluta, como tantas ~eces.Qu~ le ocurra?. Pasaron las horas y el se-or juez comen _

    z6 a dormirse. Ya la lluvia haba arreciado y enuna habitaci6n del primer piso se paga6 la lti _ma luz.

    De pronto, se incorpor un poco sobresal-.tado, como si estuviera soando. }tir6 a un ladoy ot:o y vOlyi6 a dormirse. Por segunda vez, vol-vi6 lntranqul10 la cabeza, como si hubiera escu _chado algo a sus espaldas. . I

    En efecto, sin que el seor juez lo supiera, ocurra una cosa muy extraa a su lado, so ~-bre la alfombra. Thl0 de los guantes haba cadoal suelo y rodado un buen trecho hasta su asien _

  • 12 13to. Despus haba cado el otro, justamente sobre su com aero. Dijrase que el de arriba 1chaba por no dejar libre al otro y que ste sed~fendIa, ocultando sus prop6sitos. Luchaban,s~, al parecer ferozmente. Era evidente qua~o de los 9uantes trataba de sujetar a su ene-m~go y que este no se daba por vencido. A poco,el que se defenda pareci6 triunfar y 10gr6 derribara su enemigo. El que triunfaba era el -de la mano derecha, que ahora se dispona a es-calar por el respaldo de la butaca en que se hallaba el seor juez. Haba escalado hasta la -mitad, con los dedos crispados - casi como de -dos humanos -, cuando el otro guante se recuper6 y mediante un salto casi increble consi =gui6 derribar a su adversario. La lucha fu larga y dura y ninguno de los dos se daba por ven=cido. Muy pronto despertara el juez o se ha -ra acaso de d1a. Aprop6sito, ya haba cesadode llover.

    Entonces, el seor juez se incoruor6de pronto al parecerle escuchar en sueos~unagudo grito que le prevena:- Cuidado Eh

    y en seguida:-" Que lo van a asesinar

    Todo en el cuarto apareca ya en calma y segua escuchndose el reloj. Sin embar ="go, el seor juez repar6.otra vez con sobre __salto en que uno de los guantes incomprensiblemente se hallaba junto a l, junto a su cue =_110, sobre el respaldo de la butaca.-- Bah, debo haber soado Pero es el caso queeste par de malditos guantes acabarn por vol-verme loco .

    y tomndolo en sus manos se dispusoa buscar el otro .S1, all estaba. Y reunin _

    \

    dolos nerviosamen -te, los arroj6 sinms ni ms al fue _.go.

    r-1

    Pronto comenza-ron a arder, conf~didos con los leos.Ardan, ardan, des-pidiendo unas llami-tas azules .A poco,se abri6 la puertadel fondo y apare -ci6 muy inquieta suesposa. Pareca preQcupada .- Qu ocurre? _.di-jo._ El seor ' juez < " __ ,,"-,..:lIla co~temp16 de le-jos.- Nada, por qu?exclamb.- Y ese olor? -pregunt6 designifica? Dirase que estn

    Hubo un"silencio y lasse moviern._.Di, no hueles?

    . Ola, claro es, a carne humana. A carne decrimin91 bien coida. Pero el seor ju~z sentatal sueo que no lleg6 a percibirlo. Sin embar -go, y movido por una fuerza extraa, se volvi6hacia su esposa, diciendo:- Sabes? No lo condenar Es inocente. No spor_qu, pero es inocente. Maana mismo saldrlibre .

    y ahora s se march6 a su cama y pudo

    nuevo aqulla - Quasando un cordero. -cortinas del balc6n

  • 2011 El Universal Online, S.A. de C.V.