François Denord Rachel Knaebel y Pierre Rimbert. La Biblia Económica Alemana. Edición Nro 194....

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El Dipló: La Biblia económica alemana 1/9 2-08-2015 15:04:59 Por François Denord Rachel Knaebel y Pierre Rimbert* - 1 - Edición Nro 194 - Agosto de 2015 Edición Nro 194 - Agosto de 2015 Jubilado con el ticket para el cobro de su pensión en el Banco Nacional de Grecia, 13-7-15 (Alkis Konstantinidis/Reuters) EL ORDOLIBERALISMO HA SIDO IMPUESTO A TODA EUROPA La Biblia económica alemana Por François Denord Rachel Knaebel y Pierre Rimbert* El economista alemán Walter Eucken inició hace más de 80 años la teoría del ordoliberalismo, que en la segunda posguerra impondría, hasta nuestros días, el ministro de Economía Ludwig Erhard bajo el nombre más seductor de “economía social de mercado”. Si alguien siguiera queriendo una prueba del peligro que los referéndums hacen gravitar sobre el funcionamiento de las democracias modernas, aquí la tiene”, decía fulminantemente el sitio del semanario Der Spiegel, el 6 de julio de 2015, tras el anuncio de los resultados de la consulta griega. La estupefacción que el resonante “NO” causó en Alemania se explica por el choque frontal entre dos concepciones de la economía, y en términos más generales, de los asuntos públicos.

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Por François Denord Rachel Knaebel yPierre Rimbert* - 1 - Edición Nro 194 - Agosto de 2015

Edición Nro 194 - Agosto de 2015

Jubilado con el ticket para el cobro de su pensión en el Banco Nacional de Grecia, 13-7-15 (Alkis Konstantinidis/Reuters)

EL ORDOLIBERALISMO HA SIDO IMPUESTO A TODA EUROPA

La Biblia económica alemanaPor François Denord Rachel Knaebel y Pierre Rimbert*

El economista alemán Walter Eucken inició hace más de 80 años la teoría del ordoliberalismo, que en la segundaposguerra impondría, hasta nuestros días, el ministro de Economía Ludwig Erhard bajo el nombre más seductor de“economía social de mercado”.

Si alguien siguiera queriendo una prueba del peligro que los referéndums hacen gravitar sobre el funcionamiento de lasdemocracias modernas, aquí la tiene”, decía fulminantemente el sitio del semanario Der Spiegel, el 6 de julio de 2015,tras el anuncio de los resultados de la consulta griega. La estupefacción que el resonante “NO” causó en Alemania seexplica por el choque frontal entre dos concepciones de la economía, y en términos más generales, de los asuntospúblicos.

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El primer enfoque, representado por los dirigentes griegos, refleja un modo de gobierno propiamente político. Elsufragio popular prevalece sobre la regla contable, y un poder electo puede decidir cambiar las reglas. Inversamente, elsegundo enfoque subordina la acción gubernamental a la estricta observancia de un orden.

Los políticos pueden actuar como les parezca, siempre y cuando no se salgan del marco, que se sustrae, de hecho, a ladeliberación democrática. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, personifica esta forma de ver las cosas.“Para él, las reglas tienen carácter divino”, observó su ex homólogo griego Yanis Varufakis ("Para humillar a Grecia",por Yanis Varufakis).

Esta poco conocida ideología alemana tiene un nombre: ordoliberalismo. Al igual que los adeptos anglosajones del“laissez faire”, los ordoliberales rechazan que el Estado falsee el juego de mercado. Pero contrariamente a estos,consideran que la libre competencia no se desarrolla espontáneamente. El Estado debe organizarse; debe edificar elmarco jurídico, técnico, social, moral, cultural del mercado. Y hacer respetar las reglas.

Tal es la “ordopolítica” (Ordnungspolitik). La historia de este intervencionismo liberal se origina en el efervescenteperíodo de entreguerras, hace ocho décadas. En septiembre de 2012, Schäuble se permitía una confidencia, en tantoextraía enseñanzas de la crisis económica: “Yo nací en Friburgo. Allá, hay algo que se llama la Escuela de Friburgo.Eso tiene relación con el ordoliberalismo. Y también con Walter Eucken” (1).

Freiburg im Breisgau (en español, Friburgo de Brisgovia), ciudad próspera, no lejos de la catedral de Estrasburgo y delas cajas fuertes suizas, al pie del macizo de la Selva Negra. En este feudo católico y conservador, la crisis económicaque se inicia en 1929 produce sus efectos, como en otras partes: en las elecciones de marzo de 1933, el partido naziresulta vencedor, con cerca del 36% de los votos. Mientras la República de Weimar agoniza, tres universitariosreflexionan sobre el futuro. El economista Walter Eucken (1891-1950) aspira a refundar filosóficamente su disciplina.Franz Böhm (1895-1977) y Hans Grossmann-Doerth (1894-1944) entran en conocimiento, como juristas, del espinosoproblema de los monopolios y las alianzas (2). Su encuentro genera una extraña alquimia.

Orden y capitalismo

Juntos, elaboran un programa de investigación que se organiza en torno a la noción de orden (Ordnung), entendida almismo tiempo como constitución económica y regla de juego. Para neutralizar a los carteles y evitar que la guerraeconómica degenere, hace falta –sostienen– un Estado fuerte. “El Estado debe construir conscientemente lasestructuras, el marco institucional, el orden, dentro de los cuales debe funcionar la economía –escribe Eucken–. Perono debe dirigir el proceso económico en sí mismo.” (3)

Contrariamente a los liberales clásicos, los ordoliberales no consideran al mercado o la propiedad privada comoproductos de la naturaleza, sino como construcciones humanas, y por ende, vulnerables. El Estado debe restablecer lacompetencia, si esta no funciona. También debe crear un entorno favorable: formación de los trabajadores,construcción de las infraestructuras, incitación al ahorro, leyes sobre la propiedad, los contratos, las patentes, etc. Entreel marco y los procesos, se intercala la moneda. En su testamento intelectual (Fundamentos de la política económica,1952), Eucken insiste en la “primacía de la política monetaria” y la necesidad de sustraerla a las presiones políticas ypopulares. No solo una buena “constitución monetaria” debe evitar la inflación, sino que, “al igual que el ordencompetitivo, esta debe funcionar de un modo tan automático como sea posible”. En su defecto, “la ignorancia, la

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debilidad hacia los grupos de interés y la opinión pública” (4) harían desviar a las autoridades de la moneda de suobjetivo sagrado: la estabilidad.

En Friburgo, el reducido círculo de los ordoliberales se ensancha. Su notoriedad pronto supera los límites de la ciudad.Sus trabajos inspiran, en particular, a dos economistas: Wilhelm Röpke (1899-1966) y Alexander Rüstow (1885-1963),quienes le inyectan referencias históricas y sociológicas, así como una fuerte dosis de conservadurismo. Estosopositores al régimen nazi sitúan el epicentro de la crisis no en la esfera económica misma, sino en la desintegracióndel orden social, provocada por el “laissez faire”. La modernidad habría generado un proletariado deshumanizado, unEstado social obeso, un fervor colectivista. Frente a la “revuelta de las masas”, Röpke anhela una “revuelta de las élites”(5). Para devolver a los trabajadores su dignidad perdida, habría que reintegrarlos a diversas comunidadespredemocráticas concebidas como naturales –familia, comuna, Iglesias, etc.– y erradicar el igualitarismo.

Según escribe Rüstow, al ofrecer sacrificios al culto del Moloch liberal, “negaron el principio del escalonamiento engeneral y pusieron en su lugar el ideal falso y erróneo de la igualdad y el parcial e insuficiente ideal de la fraternidad;porque tanto en la pequeña como en la gran familia, más importante que la relación entre hermanos es la relación depadres a hijos, que garantiza la continuidad de las generaciones, que mantiene la corriente de la tradición cultural” (6).De cultura cristiana, como sus amigos de Friburgo, Röpke y Rüstow cargan la noción de orden con el sentido que ledaba San Agustín: una regla disciplinaria y ordenadora de la vida común.

La expansión del ordoliberalismo tiene lugar dentro de un vasto movimiento internacional de renovación delpensamiento liberal, que se desarrolla en los años 30, bajo la denominación de “neoliberalismo”. Dentro de estatendencia, los “ordos” se oponen a los nostálgicos del “laissez faire” –Ludwig von Mises y su alumno FriedrichHayek– quienes, como protesta Rüstow, “no encuentran nada importante que criticar o cambiar en el liberalismotradicional” (7).

A fines de los años 30, la vanguardia de la ordopolítica sigue siendo marginal. Sus miembros no cuentan conportavoces en la Alemania nazi, aunque varios de ellos forman parte de círculos de reflexión económica del régimen.Este es, en particular, el caso de Ludwig Erhard (1897-1977) y de Alfred Müller-Armack (1901-1978), dosfuncionarios jerárquicos con un brillante porvenir, que se encuentran por primera vez en 1941 “en el marco de unacolaboración entablada en nombre de la industria ligera con el Estado nazi” (8). Apenas nace, el ordoliberalismo “fuede algún modo ‘exiliado’ o reducido a una vida en las ‘catacumbas’”, como señala el economista François Bilger. “Dosde los principales liberales alemanes, Röpke y Rüstow, debieron exiliarse con el advenimiento del régimennacionalsocialista; en cuanto a los demás, no pudieron seguir enseñando ni proseguir ninguna otra actividad, a menosque renunciaran a decir todo lo que pensaban” (9).

La caída del nazismo hace sonar para ellos la hora de la conquista. En Alemania Occidental, a diferencia de lo que seproduce en Francia, Italia o el Reino Unido, la reconstrucción se efectúa sobre bases liberales, antes quesocialdemócratas. Como potencia ocupante más influyente, Estados Unidos impide las nacionalizaciones a las queaspiraba la mayoría (10). En contrapartida, facilita la transición hacia una economía abierta, ideal para susexportaciones, y acordará a su nuevo aliado una reducción a la mitad de su deuda externa (11).

Esas condiciones favorecen la edificación, a partir de 1948-1949, de un sistema que realiza la fusión delordoliberalismo y la doctrina cristiana en una “economía social de mercado”. La expresión es feliz, pero el adjetivo,engañoso: “Su carácter social reside en el hecho de que está en situación de proponer un volumen diversificado debienes de consumo, a precios que el consumidor puede contribuir a determinar a través de la demanda” (12), especifica

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en 1948 Müller-Armack, inventor de la fórmula. Una serie de medidas compensan las desigualdades que genera elmodelo de la competencia: mantenimiento del sistema de seguros sociales heredado de Bismarck, impuesto sobre lasganancias, vivienda social, ayuda a las pequeñas empresas... En suma, lo “social”, tal y como aquí se lo entiende,recuerda que una economía de mercado no funciona a menos que el Estado produzca la sociedad que le corresponda.La Alemania de la posguerra será un laboratorio neoliberal a cielo abierto.

El jefe experimentador se llama Ludwig Erhard, director de la administración económica de la zona ocupada porEstados Unidos y el Reino Unido (Bizona), luego ministro de Economía de Konrad Adenauer, de 1949 a 1963, yfinalmente canciller, de 1963 a 1966. Bajo la batuta de este economista que se convirtió a las tesis ordoliberalesdurante la guerra, se introdujo la mayoría de las reformas estructurales que se asocian al “milagro económico”, enparticular, la liberación de los precios y la creación del Deutschemark, el 20 de junio de 1948, que quedan grabadas enla memoria colectiva como una refundación.

Las reglas del juego

Iniciador de la apertura al libre comercio internacional y de las privatizaciones, Erhard gustaba resumir su acción conuna metáfora: “Así como el árbitro no participa en el juego, el Estado se encuentra excluido de la arena. En todo buenpartido de fútbol, hay una constante: las reglas precisas que presiden el juego. Mi política liberal apunta justamente acrear las reglas del juego” (13). La introducción de la cogestión en la industria, en 1951-1952, le será impuesta por elcanciller Adenauer y por unos sindicatos que veían en ella una compensación al estancamiento de los salarios.

Conforme a los preceptos de Eucken, Erhard detestaba intervenir para paliar los efectos de los baches económicos. “Éltemía que una política coyuntural, focalizada en el objetivo del pleno empleo en detrimento de cualquier otro, seefectuara a costa de la estabilidad monetaria y al precio de una menor responsabilidad individual”, explicará uno de susdiscípulos, el presidente del Bundesbank (Banco Central alemán), Hans Tietmeyer (14).

La ordopolítica conoce su apogeo en 1957, cuando Erhard hace votar dos leyes decisivas: una sobre la independenciadel Bundesbank (el Banco Central alemán), otra contra las limitaciones de la competencia. Estabilidad monetaria ycompetencia no falseada: “En el modelo de economía social de mercado, esas dos políticas escapan al debatedemocrático común”, analiza el alto funcionario francés Christophe Strassel (15).

Obviamente, el ministro de Economía no actúa solo. A partir de 1948, Erhard se rodea de expertos ordoliberales queacaparan el Consejo Científico de la Bizona, como Böhm, Eucken o Müller-Armack. El Ministerio de Economía seconvierte en su coto de caza. La ordopolítica dispone asimismo de múltiples portavoces: una revista teórica, Ordo,cuyo primer número aparece en agosto de 1948; un grupo de presión encargado de garantizar su promoción, laComunidad de Acción para la Economía Social de Mercado, fundada en 1953, y cuyos trabajos invaden la prensa, enespecial el Frankfurter Allgemeine Zeitung; un movimiento de industriales católicos, Die Waage (“la balanza”),“comunidad para la promoción de la igualdad social” que financiará durante una década campañas de opinión previas alas elecciones legislativas (16).

Pero es en el Parlamento donde el ordoliberalismo consigue su mejor penetración. Con la idea de una economía socialde mercado y el eslogan “Prosperidad para todos”, la joven Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) tendrá laoportunidad de enfrentarse a los socialdemócratas. Conquistado el Parlamento, el partido reivindica a partir de 1949

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una sociedad “cuyo orden se realice gracias a la libertad y al respeto de los compromisos que se expresan en laeconomía social de mercado, por la competencia auténtica y el control de los monopolios” (17).

Algunos intelectuales del Partido Socialdemócrata (SPD) no quedan indiferentes a este canto de sirenas. En 1955, KarlSchiller publica Socialismo y competencia, donde figura la célebre divisa “Tanta competencia como sea posible,planificación en la medida en que sea necesaria”. Fórmula que retoma el propio SPD en su gran giro doctrinal denoviembre de 1959, cuando en Bad Godesberg, una mayoría de delegados reconoció como bondades indiscutibles lapropiedad privada de los medios de producción y la economía de mercado.

Semejante aggiornamento no habría sido posible si el ordoliberalismo se hubiera impuesto en estado bruto en lasociedad alemana. En la práctica, la economía social de mercado conjuga a Eucken y Bismarck, la regla contableteorizada en Friburgo y el sistema de protección social instaurado por el canciller bigotudo a fines del siglo XIX. Lacaída de Erhard, en 1966, marca una inflexión “social” acentuada con la llegada al poder, en 1969, del socialdemócrataWilly Brandt. A las influencias “ordo” y bismarckiana se añade una perspectiva keynesiana: planificación a medianoplazo, aumento de los salarios, fortalecimiento de la cogestión, inversiones en la educación y la salud. La RepúblicaFederal de los años 70 y 80 chapucea así un “modelo alemán” que proclama su fidelidad a la economía social demercado, pero incorpora una buena dosis de intervencionismo clásico.

La alternancia de 1982 ofrece al demócrata cristiano Helmut Kohl la oportunidad de cerrar el paréntesis. El balancíneconómico se inclinó; es tiempo de restablecer el equilibrio presupuestario. Pero los costos de la unificación alemanaobstaculizarán, durante los años 90, el retorno a los fundamentos ordoliberales. Y en el socialdemócrata GerhardSchröder, entronizado en 1998, recae la restauración del orden de los años 50, mediante la desregulación masiva delderecho laboral y el debilitamiento de la protección social. Medidas confirmadas por la actual canciller Angela Merkel,quien recordó, en enero de 2014, que “la economía social de mercado es mucho más que un orden económico y social;sus principios son intemporales”.

Ochenta años después de su fundación, el ordoliberalismo se perpetúa en Alemania, en instituciones como la Oficinade Lucha contra los Carteles –creada en 1957–, la Comisión de los Monopolios, que aconseja al poder político sobrelas cuestiones de la competencia, o el Consejo de Estabilidad, creado en 2010 para velar por el respeto de la “regla deoro” del déficit cero, tanto a nivel federal como en los Länder. Pero también impregna los debates político-económicosalemanes, a la manera de un fondo cultural común que cada quien interpreta a su modo.

Versiones “de izquierda”

Conservadores y liberales, hasta el SPD y los Verdes, pasando por la Alternative für Deutschland (AfD, de la que uncofundador, el economista Joachim Strabatty, fue asistente de Müller-Armack en Colonia) (18), los partidos alemanescuentan en sus filas con numerosos herederos de Eucken. Todos denuncian los malos usos de la tradición por parte desus adversarios. “Yo soy un ordoliberal, pero de izquierda”, asegura Gerhard Schick, diputado verde en el Bundestagdesde 2005.

Doctor en Economía, este ex investigador del Instituto Walter-Eucken no se calificaría, sin embargo, “en ningún caso,de neoliberal. Entre los Verdes, el término ‘economía social de mercado’ concita el consenso, aunque nosotros leagregaríamos el término ‘ecológico’. Yo comparto los análisis ordoliberales sobre el control del mercado. Y me parece

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importante que el Estado plantee reglas para que la competencia funcione”.

Con el paso de los años, surgieron corrientes más o menos intervencionistas. “No se trata de una doctrina cerrada”,analiza Ralf Fücks, director de la influyente fundación Heinrich-Böll de los Verdes. El principio ordoliberal de la“responsabilidad” puede justificar la regulación de los mercados financieros y los impuestos ecológicos, pero tambiénel rechazo de una mutualización de la deuda europea. “El ordoliberalismo es una tercera vía entre el ‘laissez faire’ y elestatismo –estima este ex dirigente de los Grünen–. Para los Verdes, es una posición particularmente interesante, quepermite desmarcarse a la vez de las ideas de la izquierda tradicional y del neoliberalismo.”

Diputado de Die Linke (izquierda radical) de 2005 a 2010 y ex profesor de Economía, Herbert Schui subraya: “Laeconomía social de mercado es un concepto de sugestión. Se creó en la posguerra, para alejar a la población de lasideas socialistas. La fórmula funciona tan bien, que incluso algunos de izquierda se dejan captar”. Esta proporciona unareferencia dúctil, pero muy legítima, puesto que se asocia a la idea de refundación –un poco a la manera del gaullismoen Francia–. La Confederación General de los Sindicatos alemanes (DBG) la adoptó en 1996. “La economía social demercado produjo un alto nivel de prosperidad material” y representa “un gran progreso histórico frente al capitalismosalvaje”, declara la organización en su programa fundacional, desde entonces no modificado. Pero al mismo tiemporeconoce que ese sistema “no impidió el desempleo masivo ni el derroche de los recursos, ni produjo igualdad social”.

Mientras que una parte de la izquierda alemana ve en el ordoliberalismo una forma de intervencionismo oponible alneoliberalismo, el sector patronal lo asocia a una economía de mercado estrictamente liberal. Una serie de organismos,que comparten esa visión, proporcionan al pensamiento ordoliberal una cámara de resonancia polifónica. La Iniciativapara una nueva Economía Social de Mercado, think tank antiguamente presidido por Tietmeyer, lucha contra el apoyopúblico a las energías renovables, contra el impuesto al patrimonio o incluso contra el salario mínimo legalimplementado a principios de 2015. La Comunidad de Acción por la Economía Social de Mercado sigue haciendoestragos, a sesenta años de su creación. La más reciente Alianza de Jena para la Renovación de la Economía Social deMercado otorga cada año un premio a la innovación en la Ordnungspolitik, mientras que el Kronberger Kreis, círculode economistas asociado a una fundación para la economía de mercado, se jacta de proporcionar a los gobiernos “elpensamiento para las indispensables reformas”. La ordopolítica cuenta con portavoces incluso en el seno de la Iglesia,en la persona de Monseñor Reinhard Marx, arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal alemana.

Imposición continental

Pero la voz más influyente de la ordopolítica no es otra que el Consejo Alemán de Expertos Económicos, creado en1963 por Erhard para orientar las decisiones del gobierno. Solo uno de sus cinco miembros, Peter Bofinger, eskeynesiano. “Sea cual sea el tema, estoy solo contra cuatro”, protesta (The Economist, 9-5-2015).

En cuanto a sus colegas, ellos pretenden ser ante todo pragmáticos. “Nosotros vemos las ventajas de los conceptosordopolíticos, pero si los observamos más de cerca, la heterogeneidad es mayor”, nos explica por ejemplo Lars Feld,uno de los “expertos”, profesor en la Universidad de Friburgo y presidente del Instituto Walter-Eucken. “Elordoliberalismo en sí mismo no combina necesariamente bien con la austeridad. En 2008, con mi colega del ConsejoEconómico Clemens Fuest, recomendamos por ejemplo al gobierno que implementara un paquete coyunturalimportante para el apoyo a la reactivación después de la crisis financiera. Pero agregamos: ‘Si temen que esta medidaacabe por perjudicar sus condiciones de refinanciación en los mercados, entonces introduzcan un freno alendeudamiento’” –la regla de oro presupuestaria–. El gobierno siguió las dos recomendaciones al pie de la letra. “Entanto alemán, es para mí incomprensible ver hasta qué punto mi país está paralizado, desde el punto de vista del

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pensamiento económico”, nos confía el economista y especialista en el ordoliberalismo Ralf Ptak.

Más allá de su implementación germánica en una versión más o menos bastardeada, la ideología “ordo” se transpusoen estado químicamente puro a las estructuras de la Unión Europea. “Todo el marco de Maastricht refleja los principioscentrales del ordoliberalismo y la economía social de mercado”, admite gustoso Jens Weidmann, presidente delBundesbank (19). Con su llamado al “desarrollo duradero de Europa, basado en un crecimiento económico equilibradoy en la estabilidad de los precios, de una economía social de mercado altamente competitiva”, el artículo 2.3 delTratado de Lisboa, vigente desde fines de 2009, parece calcado de un discurso de Erhard.

Y con razón: desde Walter Hallstein, primer presidente de la Comisión Europea (1958-1967), hasta Hans von derGroeben, comisario de la Competencia (1958-1967), pasando por Müller-Armack, negociador del tratado, la mayoríade los alemanes que participaron en la instauración del mercado común, en los años 50, adherían al pensamiento deEucken. Marginales, los altos funcionarios de las instituciones europeas reprodujeron a escala comunitaria la estrategiade Erhard y su comité de expertos en la Alemania Federal ocupada: actores de un organismo desprovisto de legitimidad,se concentraron en la implementación de un marco jurídico de la competencia y la estabilidad monetaria, preocupaciónconsiderada de segundo orden por las potencias establecidas durante la Guerra Fría.

No obstante, su triunfo no estaba garantizado. En los años 50, el edificio europeo se erige sobre dos pilares doctrinalesbien distintos. Uno, francés, intervencionista y planificador, horada gustoso, a golpes de subsidios, vastas zonas deexcepción, en el marco de la competencia (política agrícola común y de los “campeones nacionales”). Este ve en elproyecto de mercado interior europeo una protección respecto al libre comercio mundial. El otro, ordoliberal, presionaa sus socios, no sólo a establecer un mercado único comunitario, sino también a proceder a un arrasamiento de lasbarreras aduaneras a escala del “mundo libre”. A partir de 1956, el canciller Erhard aboga por la instauración de un...gran mercado transatlántico (20).

Dominante en los años 60 y 70, el enfoque de París no resiste la desregulación de los intercambios internacionales, queimplica rigor presupuestario y competitividad. París abdica simbólicamente el 23 de marzo de 1983, cuando FrançoisMitterrand, renunciando a conducir la política de ruptura para la que fue electo, decide mantener al franco supeditadoal sistema monetario europeo y a Alemania. Esa decisión implica la ejecución por la izquierda de un plan de austeridadsimbólicamente comparable al que Alexis Tsipras se vio obligado a ratificar en julio de 2015. “Estoy dividido entre dosambiciones –confesaba Mitterrand el 19 de febrero de 1983–. La de la construcción de Europa y la de la justiciasocial.” (21) Una alternativa similar se impuso al dirigente griego, aunque la presión del canciller Kohl y de JacquesDelors –por entonces ministro de Economía francés– fue sin duda menos pesada que los ultimátums furibundosdirigidos a Atenas.

Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, la doctrina “ordo” sigue impregnando a los cuadros de laDirección General de la Competencia e inspira a muchos comisarios europeos, como el belga Karel van Miert, quienrecibió el premio Ludwig Erhard en 1998, o también el italiano Mario Monti. Pero el feudo ordoliberal másinexpugnable se encuentra en Frankfurt. “La constitución monetaria del BCE ancla firmemente en los principios del‘ordoliberalismo’”, admite el actual presidente de la institución, Mario Draghi (22). Por su funcionamiento, por suindependencia en relación a las instituciones democráticas o incluso por su misión única de mantenimiento de laestabilidad de los precios, el BCE plagia al Bundesbank. En septiembre de 2003, Les Echos saludaba a su presidentesaliente, Jean-Claude Trichet –pese a ser egresado de la Escuela Nacional de Administración (ENA) y francés–, como“el más auténtico representante del espíritu, pero también de la práctica, que encarnó el Bundesbank desde su creaciónen 1949 hasta la entronización del euro”.

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El combate cesó, a falta de combatientes. En Europa, la marea baja de la soberanía popular permite que aparezcan ensu fría eficacia las estructuras de piloto automático pacientemente implementadas en las oficinas de Bruselas y lastorres de Frankfurt: indicadores colocados en ingravidez democrática por el Tratado de Maastricht (el famoso 3% dedéficit), instauración en marzo de 2012 de la “regla de oro” alemana que limita los déficits presupuestarios para losEstados miembros.

Diez días después del referéndum griego, Hans-Werner Sinn, el economista germano más influyente, consejero delministro de Economía y representante inflexible de la ortodoxia, nos aseveró: “La crisis europea excluye las recetaskeynesianas. No es una cuestión ordoliberal, sino simplemente económica”. El marco de Eucken se transformó en jaulade hierro.

1. Wolfgang Schäuble, alocución en Frankfurt, 5-9-12.

2. David J. Gerber, “Constitutionalizing the economy: German neo-liberalism, competition law and the ‘new’ Europe”,The American Journal of Comparative Law, Vol. 42, N° 1, Berkeley, 1994.

3. Citado por Siegfried G. Karsten, “Eucken’s ‘social market economy’ and its test in post-war West Germany”, TheAmerican Journal of Economics and Sociology, Vol. 44, N° 2, Hoboken (Nueva Jersey), 1985.

4. Walter Eucken, Grundsätze der Wirtschaftspolitik, Mohr, Tubinga, 1952.

5. Jean Solchany, Wilhelm Röpke, l’autre Hayek, Publicaciones de la Sorbona, París, 2015.

6. Centre international d’études pour la rénovation du libéralisme (CIRL), Compte rendu des séances du ColloqueWalter Lippmann, Editions de Médicis, París, 1939.

7. Ibid.

8. Patricia Commun, “La conversion de Ludwig Erhard à l’ordolibéralisme (1930-1950)”, en Patricia Commun(dirección), L’Ordolibéralisme allemand. Aux sources de l’économie sociale de marché, Cirac, Cergy-Pontoise, 2003.

9. François Bilger, La Pensée économique libérale dans l’Allemagne contemporaine, LGDJ, París, 1964.

10. Werner Abelshauser, “Les nationalisations n’auront pas lieu”, Le Mouvement social, N° 134, enero-marzo de 1986.

11. Véase Renaud Lambert, “Syriza y la deuda alemana”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires,marzo de 2015.

12. Alfred Müller-Armack, retomado en Genealogie der Sozialen Marktwirtschaft, Haupt, Berna, 1981.

13. Ludwig Erhard, La Prospérité pour tous, Plon, París, 1959.

14. Hans Tietmeyer, Economie sociale de marché et stabilité monétaire, Economica, París, 1999.

15. Christophe Strassel, “La France, l’Europe et le modèle allemand”, Hérodote, París, N° 4, 2013.

16. Ralf Ptak, Vom Ordoliberalismus zur Sozialen Marktwirtschaft, Leske Budrich, Opladen, 2004.

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Por François Denord Rachel Knaebel yPierre Rimbert* - 9 - Edición Nro 194 - Agosto de 2015

17. André Piettre, L’Economie allemande contemporaine (Allemagne occidentale), 1945-1952, Médicis, París, 1952.

18. Véase Dominique Vidal, “A la derecha de la derecha”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires,mayo de 2015.

19. Conferencia en el Instituto Walter-Eucken, Friburgo, 11-2-13.

20. Véase nuestro dossier en línea, www.monde-diplomatique.fr/dossier/GMT

21. Jacques Attali, Verbatim I, Fayard, París, 1993.

22. Conferencia de Mario Draghi en Jerusalén, 18-6-13.

* Sociólogo (CNRS), periodista (Berlín) y jefe de Redacción de Le Monde diplomatique (París), respectivamente.

Traducción: Patricia Minarrieta