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Eric David McCormack Frederick Matthias Alexander y John Dewey: Una influencia omitida Primera edición de Frederick Matthias Alexander and John Dewey: A neglected influence, http://www.archive.org/details/frederickmatthia00mccouoft Tesis doctoral de Filosofía, Universidad de Toronto, Canadá, 1958 Traducido por Conchita Forn ©2014

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Eric David McCormack

Frederick Matthias Alexander y JohnDewey: Una influencia omitida

Primera edición de Frederick Matthias Alexander and John Dewey: A neglected influence, http://www.archive.org/details/frederickmatthia00mccouoft

Tesis doctoral de Filosofía, Universidad de Toronto, Canadá, 1958

Traducido por Conchita Forn ©2014

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Nota de la traductora

Nota de la traductoraSe escribe Técnica con mayúscula cuando se refiere a la técnica de F. M. Alexander.La traductora ha completado las referencias de libros y artículos y las ha incluido en el texto, entre paréntesis. El título está en Castellano entre paréntesis cuando existe una traducción. El título está sólo en Castellano cuando existe la traducción de Conchita Forn y las referencias son a dicha traducción.Las abreviaturas de los libros y artículos van seguidas de los números del capítulo y apartado. Están ordenadas cronológicamente.Las notas breves se han incluido en el texto entre paréntesis.

Se utilizan las siguientes abreviaturas en las referencias a los libros de FREDERICK MATTHIAS ALEXANDER:HSH La herencia suprema del hombre, 1910 (Londres y Nueva York, 1ª edición en 1910, 2ª edición en 1918).CCCI El control consciente y constructivo del individuo, 1923.USM El uso de sí mismo, 1932.CUV La constante universal en la vida, 1941.AYC Artículos y conferencias, editado por Jean M. O. Fisher, 1995.

Se utilizan las siguientes abreviaturas en las referencias a los libros (en cursiva) y artículos (entre comillas) de JOHN DEWEY:HWT How We Think, Boston, 1ª edición de D.C. Health and Co. 1910; 2ª edición 1933. (Cómo pensamos, traducción de Marco Aurelio Galmarini, Barcelona, Paidós,

2002.)RIF Reconstruction in Philosophy, Nueva York, 1920. Para esta tesis se ha usado la edición ampliada publicada por la Beacon Press, Boston, 1948. (La reconstrucción de

la filosofía, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.)HNC Human Nature and Conduct, Nueva York, 1922. Para este tesis se ha usado la Modern Library Edition, Nueva York, 1930, por ser la más disponible entonces y

porque incluía un nuevo capítulo introductorio escrito para esta edición. (Naturaleza humana y conducta : introducción a la psicología social, México : Fondo de Cultura Económica, 1966, 2ª ed.)

ASW “A Sick World”, New Republic, XXXIII, nº 425, 24 de enero de 1923, páginas 217 y 218.EAN Experience and Nature, 1ª edición Chicago y Londres, Open Court Publishing Co., 1925; 2ª edición Nueva York, 1929. En esta tesis se ha usado la 2ª edición. No se

cambió nada en esta 2ª edición después de la página 39. (La experiencia y la naturaleza, traducción de José Gaos, México, Fondo de Cultura Económica, 1948.)NTS “The Naturalistic Theory of Sense Perception”, Journal of Philosophy, XXII, 1925, páginas 596 a 605. Reimpreso en Philosophy and Civilization, Nueva York,

1931, páginas 188 a 201, usado en esta tesis.FAE “From Absolutism to Experimentalism” en Contemporary American Philosophy: Personal Statements, II, páginas 13-27, editado por G. P. Adams y W. P. Montague,

Nueva York, The MacMillan Co., 1930.UHB “The Unity of the Human Being”, 1937, en IMW páginas 817 a 835.USSP “Unity of Science as a Social Problem”, International Encyclopedia of Unified Science, I, nº 1, Chicago, 1938, páginas 29 a 38.TV Teoría de la valoración (Theory of Valuation, 1939), ediciones Siruela, 2008, traducido por Mª Luisa Balseiro.

Se utilizan las siguientes abreviaturas en las referencias a los libros:LPF JAMES HARVEY ROBINSON, La piedra filosofal: Diarios de clases con F. Matthias Alexander, capítulo 1, 1919. (“The Philosopher's Stone”, Atlantic Monthly,

CXXIII, abril de 1919, páginas 474 a 481.)PJD The Philosophy of John Dewey, editado por P. A. Schilpp, Evanston, Illinois, 1939. (Pedagogía y filosofía de John Dewey, traducción de J. Méndez Herrera, Madrid,

Francisco Beltrán, 1930, Biblioteca Universidad de Navarra: 2J.5.210.)

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Nota de la traductora

BJD JANE DEWEY, Biography of John Dewey en PJD, páginas 44 y 45.DCP JOSEPH RATNER, Dewey 's Conception of Philosophy en PJD páginas 49 a 73.IMW JOSEPH RATNER, Intelligence in the Modern World, Nueva York, 1939.HIK MAX EASTMAN, Heroes I Have Known, Nueva York, 1942.PHD Particulars of the History and Development of the F. Matthias Alexander Technique. Se trata de dos páginas de datos transcritos de los ficheros de la Fundación F.

Matthias Alexander, fechadas en 1945 y enviadas al autor el 12 de noviembre de 1957 por el Sr. BEAUMONT ALEXANDER, hermano de F. M. Alexander y director en 1958 de esa Fundación. No hay ninguna indicación de si este documento fue publicado alguna vez.

KHS Colección de ensayos Knowing How To Stop, Londres, 1946.NWL MICHAEL MARCH (Arthur F. Busch), A New Way of Life: An Introduction to the Work of F. Matthias Alexander, Londres, 1946.

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Frederick Matthias Alexander y John Dewey: Una influencia omitida

Frederick Matthias Alexander y John Dewey: Una influencia omitidaResumen

A los ochenta años de edad, John Dewey dijo que debía la forma concreta de ciertas ideas suyas al contacto con el trabajo de F. M. Alexander y su hermano A. R. Alexander. Estas ideas, sostenidas primero en forma abstracta, eran sus “teorías de mente-cuerpo, de la coordinación de los elementos del sí mismo y del lugar ocupado por las ideas de la inhibición y el control de la acción manifiesta.” Como sólo dos de sus libros, Human Nature and Conduct (HNC;1922) y Experience and Nature (EAN; La experiencia y la naturaleza), mencionan el nombre de F. M. Alexander y sólo en notas al pie, esta tesis se propone investigar la naturaleza y el efecto del contacto de Dewey con los Alexander y su trabajo. Se han buscado otras referencias a Alexander en las obras publicadas de Dewey y se ha investigado su asociación con los Alexander. El primer capítulo de la tesis describe el problema y el método de procedimiento seguido.

El segundo capítulo hace una breve narración de la vida y obras de F. M. Alexander y de las características generales de su doctrina. Nació en Tasmania en 1869, enseñó y practicó la elocución en Melbourne y en Sydney, Australia. Un problema de garganta resistente al tratamiento médico le condujo a buscar sus causas por su cuenta. Esta búsqueda le condujo a un descubrimiento fisiológico sobre el cual se erigieron su teoría y práctica subsiguientes. Por recomendación de los médicos, marchó a Londres en 1904, donde sus ideas le proporcionaron una atención significativa por parte de la gente de teatro y algunos médicos prominentes. Su primer libro, La herencia suprema del hombre (HSH) fue publicado en 1910. Anteriormente, sus escritos se habían limitado a artículos de periódicos y folletos esporádicos de naturaleza controvertible. En 1914 o 1915, vino a los Estados Unidos, empezó a enseñar su técnica y publicó una segunda edición de su libro con la Introducción de John Dewey. Siguieron otros tres libros en 1923, 1932 y 1941 respectivamente, para dos de los cuales Dewey escribió también introducciones. Alexander regresó a Inglaterra en 1943 y se quedó allí hasta su muerte en 1955. A. R. Alexander, que desempeñaba simplemente el papel de maestro profesional del método, vino a Norteamérica en 1935 y regresó a Inglaterra en 1945, el año en que falleció.

La técnica de Alexander está construida sobre la premisa fisiológica de que la actividad integrada y el consiguiente bienestar del organismo psicofísico depende del mantenimiento de cierta relación funcional entre las partes del organismo. A esta relación, que es su “descubrimiento”, la llamó primero “posición de ventaja mecánica” y más tarde “control primario del uso”. Consiste básicamente en una coordinación de cabeza-cuello-torso que asegura el correcto “uso de sí mismo”. Sus defensores médicos relacionaron más tarde el aspecto fisiológico del método de Alexander con el trabajo del fisiólogo holandés Rudolph Magnus y más tarde aún, con el del biólogo estadounidense George E. Coghill, quien escribió la introducción al último libro de Alexander, La constante universal en la vida (CUV, 1946).

Aunque Alexander sostenía que la práctica de su técnica constituye una prevención para la mayoría o todas las enfermedades, sacó conclusiones que se extienden mucho más allá del nivel físico. Sostenía que su descubrimiento demostraba que mente y cuerpo no eran unidades separadas, que este método favorecía el progreso moral y que su aplicación universal, especialmente a la educación de los jóvenes, era el prerrequisito para la supervivencia de la civilización y para un mayor progreso evolutivo.

Puntos específicos de su doctrina son que las condiciones presentes de la vida civilizada han convertido los instintos y el equipamiento sensorial congénito del hombre en indignos de confianza, en gran parte debido a los hábitos posturales incorrectos que estas condiciones han impuesto. Estos hábitos rígidos no sólo han sustituido la coordinación de las acciones del hombre por conflicto y tensión, sino que han empeorado su juicio a todos los niveles, intelectual y moral así como sensorial. Como la operación de estos hábitos es automática y “por debajo del plano de la consciencia”, no pueden ser alterados mediante actos voluntarios directos. Esto es así porque tales actos y los juicios de los que ellos proceden, están forjados en los términos falsos de los propios hábitos que van a remediarse. La

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Resumen

única manera de salir de este círculo vicioso es inhibir toda actividad habitual y al mismo tiempo, ponerse a reinstalar el “control primario” al nivel básico y fisiológico. Uno no debe concentrarse en el fin a conseguir al ejecutar un acto dado, sino, en terminología de Alexander, en el “medio por el cual”. Una vez establecido el “control primario”, se convierte en el más básico de todos los hábitos, la estructura dentro de la cual se forman todos los demás hábitos y según la cual se efectúan todos los actos. Es el principio integrador y fundamental de acción y pensamiento,y el factor gobernante en último término de todo “medio por el cual” y del control consciente de las acciones del hombre. La etapa presente del desarrollo evolutivo requiere que sus acciones sean efectuadas al menos indirectamente bajo control consciente, ya que los instintos que eran fiables en las situaciones anteriores y menos complejas, ya no son adecuados e incluso están pervertidos. La “percepción sensorial pervertida” del hombre civilizado moderno es prueba de ello.

Dewey se encontró con F. M. Alexander y sus enseñanzas en un momento crítico de su vida tanto personal como doctrinalmente. En palabras de Alexander, estaba coordinado físicamente de mala manera, y había soportado una crisis personal relacionada con sus opiniones sobre la primera guerra mundial. Doctrinalmente, estaba en un punto de inflexión en su desarrollo filosófico. Las nuevas psicologías fisiológicas, especialmente el movimiento del conductismo iniciado por John B. Watson, la nueva psicología social y las cuestiones éticas relacionadas con la primera guerra mundial y que la siguieron, estaban entre las influencias que hicieron que Dewey se replanteara su posición filosófica en este momento. La tesis sitúa este punto de inflexión, que ha sigo observado por Ratner y Allport, entre los años 1915 y 1919, la época del primer encuentro y temprana asociación de Dewey con F. M. Alexander. Este material de fondo ocupa el tercer capítulo.

El capítulo cuarto compara algunas doctrinas esenciales de La herencia suprema del hombre (2ª edición, 1918) con Human Nature and Conduct (1922) de Dewey, cuya sustancia fue presentada en una serie de conferencias que tuvieron lugar en la Universidad de Stanford en 1919. Las ideas de Alexander no sólo son discernibles en esta última obra, sino que es nombrado como la fuente de una posición teórica que Dewey adopta sobre el hábito, la acción voluntaria y cuestiones relacionadas. Aunque el tema de Human Nature and Conduct es mucho más amplio que las teorías psicofísicas de Alexander (Dewey lo llama “Introducción a la Psicología Social”), en cualquier caso la discusión gira en torno a la noción de hábito en cada una de las tres partes del libro. Se señala la influencia de Alexander en varios asuntos, además de la identificación expresa de Dewey de ella. La prioridad del hábito para la actividad correcta conduce a una discusión de los hábitos de sensación relacionados con el conocimiento y el pensamiento, tocando incidentalmente la relación mente-cuerpo, una discusión de medios y fines en acción, la relación de los hábitos con el carácter y la naturaleza socio-ética de la última. El hábito, que antiguamente Dewey consideraba constitutivo de la mente y, en su aspecto operativo, de la inteligencia, declara ahora que constituye la voluntad. Proporcionando una técnica mediante la cual los hábitos rígidos y sin pensar pueden ser puestos bajo control consciente integrado y flexible, Alexander parece haber capacitado a Dewey para ver más concretamente cómo podrían efectuarse los reajustes a las consideraciones ambientales, físicas, sociales e incluso morales.

En el capítulo quinto y último, se considera la importancia de algunos aspectos de la doctrina de Alexander para la filosofía de Dewey. Se presta particular atención a dos tesis básicas de Alexander que, de garantizarse científicamente, tendrían implicaciones de largo alcance para la totalidad del pensamiento de Dewey. Las tesis son: (1) que todo o la mayor parte del mundo civilizado sufre de “percepción sensorial” defectuosa y engañosa y (2) que existe en el hombre un mecanismo integrador básico que normalmente coordinará todas las actividades corporales y que Alexander descubrió, describió y empleó en su técnica.

La discusión de que el equipo sensorial del hombre civilizado está seriamente empeorado tiene implicaciones importantes para la doctrina de Human Nature and Conduct. Sensaciones y percepciones son factores integrales en el conocimiento y juicio, de modo que defectos en los primeros implican defectos correlativos en los últimos. Además, si la conducta es moral y esencialmente social, entonces la sociedad civilizada está cultivando defectos serios y está perpetuándolos por la naturaleza del caso. En algunas de sus obras, Dewey tiende a apoyar la afirmación de Alexander de que si el hombre moderno no rectifica sus percepciones sensoriales y pone sus acciones bajo control consciente, la civilización no puede sobrevivir. Es más, Dewey muestra un interés sostenido en que se investigue la incidencia de estos defectos sensoriales mediante técnicas científicas tradicionales. Así mismo, es cauto sobre confiarse él mismo a la experiencia del “control

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Resumen

primario” hasta que hombres de estatus científico aceptado lo relacionen con las investigaciones de laboratorio de Magnus las cuales mostraban un mecanismo similar en los animales inferiores. Es probable que el reclutamiento de fuentes científicas ortodoxas de Dewey, fuera con el interés de promocionar la comunicabilidad y desarrollo de la Técnica, más que con el propósito de demostrar su validez.

Especialmente desde 1923 en adelante, insistía en la validez estrictamente científica del descubrimiento y el método de Alexander. Al declarar la Técnica científica, parece querer decir solamente que ella satisface los “cinco pasos” característicos de toda indagación válida. Destacando la necesidad de observación directa (es decir, sensorial), señala que los científicos no pueden efectuar ellos mismos una observación fiable si su percepción sensorial no es fiable. De ahí que se necesite la aplicación universal de los principios de Alexander, los cuales “mantienen la misma relación con la educación que mantiene la educación con todas las demás actividades humanas”.

Además de defender los principios de Alexander, Dewey incorporaba algunos de ellos al contexto de su pensamiento filosófico. Las trazas son discernibles todavía en 1939, en la Teoría de la valoración (TV); pero Experience and Nature (1925) muestra la influencia de Alexander mucho más ampliamente, a menudo en la peculiar terminología de Alexander. Que ciencia y civilización están a merced del cambio hasta que el sí mismo sea entendido y coordinado correctamente, que significados e ideas dependen de percepciones sensoriales correctas e inhibiciones, que el hombre debe de aquí en adelante operar en el mismo “plano de control consciente”, que la “obtención del fin” en términos de “sensación subconsciente” es falaz, que mente y cuerpo son continuos a través del hábito orgánico: todas estas proposiciones se discuten en el lenguaje fragante de Alexander.

El propio conocimiento parece estar bajo un grave desafío si la tesis de Alexander sobre la sensación es correcta. Un dilema que aparece es que para probar el conocimiento mediante sus consecuencias, debe probarse en términos del conocimiento ya adquirido. ¿Cuál es entonces la prueba de estos hábitos? Si uno se pregunta qué garantiza las condiciones antecedentes del conocimiento como Alexander las establece, responder que las consecuencias lo hacen no parece la respuesta adecuada, ya que es el significado de las consecuencias lo que está en cuestión. Cuando se recuerda la visión de Dewey del carácter social del conocimiento y la ciencia, el dilema parece más serio.

La incomunicabilidad en palabras del nuevo tipo de experiencia sensorial implicada en la técnica de Alexander constituye otra dificultad más, que no sólo retrasa la difusión del método, sino también su aceptación como científico. Dewey reconocía esta incomunicabilidad y también afirmaba que el método era científico. Se sugiere que la aparente discrepancia entre estas dos afirmaciones se explican en parte por la indecisión de Dewey de dedicarse más completamente a las teorías de Alexander en sus libros, y explica también sus esfuerzos constantes por establecer la comunicación científica sobre la Técnica y relacionarla con el campo relevante del conocimiento científico establecido.

1. Introducción: El problemaSe tiene constancia de que en el año 1939, John Dewey había dicho:

Mis teorías de mente-cuerpo, de la coordinación de los elementos del sí mismo y del lugar de las ideas sobre la inhibición y control de la acción manifiesta requerían contacto con el trabajo de F. M. Alexander y en años posteriores de su hermano, A. R., para transformarlas en realidades. (BJD, páginas 44 y 45.)

Esta observación está situada en un contexto significativo, en el que la intención de Dewey es describir su planteamiento general a los problemas filosóficos, como él veía tal planteamiento en retrospectiva al terminar la octogésima década de su vida. Antes del pasaje acabado de citar, había dicho:

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Introducción: El problema

Usualmente, si no siempre, he mantenido una idea primero en su forma abstracta, a menudo como un asunto principalmente de consistencia lógica o dialéctica o del poder de las palabras para sugerir ideas. Era necesaria alguna experiencia personal, mediante el contacto con individuos, grupos o gentes (como en visitas a países extranjeros), para dar a la idea significativo concreto. No hay ideas que sean originales en sustancia, pero una sustancia corriente adquiere una expresión nueva cuando opera a través del medio del temperamento del individuo y los incidentes peculiares y únicos de la vida de un individuo. (BJD, página 44.)

La alusión a F. M. Alexander y a su hermano A. R. en la explicación resumida de Dewey de su procedimiento filosófico, hace surgir una pregunta que hasta ahora parece no haber tenido una respuesta extensa: ¿Cuál es la naturaleza y el efecto discernible de este contacto con los Alexander sobre el pensamiento filosófico de Dewey? Por consiguiente, el problema de esta tesis es explorar esta cuestión con vistas a descubrir si hay elementos impregnados en el pensamiento en evolución de Dewey que, si no del todo originados en nociones derivadas de los Alexander, al menos estas nociones les dieran “significativo concreto” y “sustancia”. En la extensión en que él ha establecido el curso general de su evolución y lo ha ilustrado con un ejemplo concreto (el contacto con los Alexander) podría decirse que el propio Dewey ha indicado el problema. Su desafío parece aumentado, como se verá en una perspectiva más amplia en lo que viene a continuación, al darnos cuenta de que en la época en que Dewey hizo estas observaciones, él estaba aún asistiendo a clases de técnica Alexander con A. R. Alexander. Esto era unos veinticuatro años después de su primer encuentro con F. M. Alexander y veintidós años después de que él hubiera escrito su entusiasta Introducción a la edición norteamericana del primer libro de F.M., La herencia suprema del hombre (1918).

Dewey parece estar diciendo claramente que su contacto con los Alexander, al menos durante el periodo acabado de anotar, fue en cierto modo responsable de la expresión concreta (de la “realidad”) de cierto número de sus teorías filosóficas. Como en sus obras publicadas, Dewey no nos ha dejado una explicación extensa o detallada de cómo operó esta influencia, ni de la extensión completa de su efectividad, cualquier intento de dar una explicación de ello ahora debe ser mediante la reconstrucción a partir de las fuentes disponibles. Tal reconstrucción es obviamente una empresa arriesgada cercada por muchos peligros latentes. Luego, establecer su método y revisar sus peligros y deficiencias inherentes, es llanamente una tarea que es prerrequisito para poner en marcha cualquier proceso del que puedan esperarse resultados válidos.

Hay disponibles muchas alternativas como puntos de partida, cada una de las cuales determinará de diferente manera el carácter del resultado. Por ejemplo, se podría empezar recogiendo todas las frases de las obras publicadas de Dewey en las que se haga referencia explícita a los Alexander y su técnica, esperando mediante estas ilustrar la aplicación concreta de la forma esquemática de las teorías mencionadas por Dewey dando crédito a los Alexander: mente-cuerpo, coordinación de los elementos del sí mismo y demás. No obstante, por su aspecto objetivo y a pesar de su evidente necesidad como paso a dar, este método por sí solo no puede producir resultados útiles. No sólo no sería más que parcialmente fiable, sino que en algunos aspectos sería ciertamente desorientador. Las razones de esto serán examinadas en su lugar apropiado más adelante. Aquí, debido a lo que ya se ha citado de Dewey, es suficiente señalar que, al hablar de los efectos del trabajo de los Alexander sobre sus teorías, él se está refiriendo en principio al contacto a través de la experiencia personal y no meramente a los escritos de ellos ni a los propios. La naturaleza de este contacto a través de la experiencia personal, especialmente en este caso, debe ser descubierta en el grado más alto posible y debe ser tenida en cuenta.

Otro posible punto de partida sería resumir los principios y la enseñanza de F. M. Alexander en relación con su programa práctico y compararlos con los puntos relevantes del pensamiento filosófico de Dewey durante la época de su asociación con los Alexander, buscando así revelar los detalles de la influencia que Dewey ha reconocido tan ampliamente. Una vez más, aunque algo de este tipo es un paso necesario a dar, igualmente omite el “medio del temperamento del individuo y los incidentes peculiares y únicos de la vida de un individuo” a través de cuya operación, dice Dewey (presumiblemente también en este caso) se ha dado una nueva expresión a la sustancia corriente de sus ideas. La preocupación por este método tendería también por su naturaleza a relajar el control sobre la construcción de inferencias sin garantía, debido, con respecto a las obras publicadas de ambos hombres, a la carencia real de datos que hace surgir la pregunta a la que esta tesis

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Introducción: El problema

aventura una respuesta. El peligro aquí está en colocarse en la posición censurada por Dewey en su Introducción a El control consciente y constructivo del individuo (CCCI, 1923) de F. M. Alexander:

… si un químico señalara por un lado, un grupo de fenómenos concretos ocurridos al hacer un experimento y, por otro, un grupo de principios y teorías generales elaborado razonadamente y entonces procediera a afirmar que las dos cosas están relacionadas y por tanto que los principios teóricos producen los fenómenos, él haría el ridículo. Estaría claro que el método científico ni siquiera había empezado; quedaría claro que él no había ofrecido más que una afirmación. (CCCI, Introducción de Dewey, párrafo 9.)

En la misma Introducción, Dewey acababa de decir,

Y yo afirmo sin vacilar que, medida por esta regla, esto es, la de un principio que en la práctica produce consecuencias definidas y verificables, la enseñanza del Sr. Alexander es científica en el más estricto sentido de la palabra. … el plan del Sr. Alexander satisface las demandas más exigentes del método científico. (CCCI, Introducción de Dewey, párrafo 6.)

Es más, Dewey ha dedicado una parte considerable de este ensayo a discutir la estructura general del método científico y a demostrar que la teoría y práctica de Alexander están de acuerdo con él. Consecuentemente, debe darse alguna interpretación de estas frases a continuación, ya que la tesis de Alexander (incluso a nivel puramente fisiológico) no siempre fue aceptada por los hombres de ciencia como validada científicamente, aunque hubo excepciones significativas, como se verá.

Una cuestión más, derivada de esta, en la cual debe indagarse, es la del tipo de uso al que Dewey pone las ideas de Alexander. Dewey no considera que sean idénticos el método de la ciencia experimental y el de la filosofía, así que debe hacerse una pregunta más: ¿Habría alguna área filosófica en las teorías de Alexander que Dewey no pretendía respaldar en su totalidad, al menos como derivada válidamente de los descubrimientos de Alexander? En cambio, se demostrará que Dewey aceptaba no sólo la parte fisiológica (o psicofísica) del trabajo de Alexander, sino que generalizó algunos aspectos de ella y los absorbió dentro de su propio pensamiento filosófico como “principios directivos”. El consecuente carácter elusivo de la influencia de Alexander y los diferentes grados en que puede ser identificado con seguridad han hecho necesario seleccionar ejemplos de ello en lugar de intentar una explicación más comprehensiva. El ámbito del presente estudio justifica esto, ya que su propósito primario es demostrar que las ideas de Alexander influyeron en Dewey, no sólo de los modos que él dijo que hicieron, sino igualmente de otros modos más generales. Esto hace necesario sopesar el fondo más que el primer plano, por así decir.

En los escritos de Alexander, al igual que en las publicaciones de su Fundación y de sus a menudo eruditos y distinguidos promotores, se recurre constantemente a las frases de Dewey sobre la Técnica. Pero, aparte de las introducciones que Dewey escribió para los tres primeros libros de Alexander (que por orden de publicación son: La herencia suprema del hombre de 1910, El control consciente y constructivo del individuo de 1923 y El uso de sí mismo de 1932), las cuales ahora no son leídas en general incluso por aquellos más interesados en la filosofía de Dewey, sorprendentemente poco se dice en ningún otro sitio de sus obras publicadas que tratan explícitamente sobre los principios de Alexander. Lo que es sorprendente de esto es que la aparentemente fuerte disparidad entre el carácter vigoroso de estas introducciones (el respaldo incondicional a la naturaleza estrictamente científica de los principios, la insistencia en la posición fundamental de estos en la experiencia humana y la educación, en la necesidad de su aplicación universal si la civilización ha de sobrevivir y en la eficacia incuestionable de ellos como ratificó en su vida personal) y el hecho de que en todo lo demás Dewey sólo menciona a Alexander cinco veces (que son: 1. Human Nature and Conduct, Nueva York, 1930, páginas 28 y 35; 2. “Reply to a Reviewer”, New Republic, XV, 11 de mayo de 1918, página 55; 3. “A Sick World”, New Republic, XXIII, 24 de enero de 1923, páginas 217 y 218; 4. Experience and Nature, 2ª edición, notas de las páginas 296 y 302; 5. JANE DEWEY, Biography of John Dewey en PJD,

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Introducción: El problema

1939, páginas 44 y 45.) Por consiguiente, parte del problema de esta tesis es ofrecer alguna explicación de esta disparidad, ya que incluso superficialmente es demasiado importante para ser descrito como una mera inconsistencia o ser explicado simplemente desechando las introducciones como ejemplos del famoso incentivo generoso de Dewey de nuevas aventuras meritorias.

El primer paso hacia este fin era, llanamente, explorar más completamente las relaciones entre Dewey y los Alexander, para ver qué información adicional estaba disponible. Esto empezó indagando en lo que Morton White ha llamado la “referencia extra-intelectual” de la evolución de Dewey, reconociéndolo como un factor necesario en la explicación de los cambios en esta evolución justificable por “hombres y acontecimientos” en lugar de por libros.1 Como se ha indicado antes, tal reconstrucción de los contactos personales es esencial para el método de la presente indagación, para subsanar las deficiencias acompañantes en procedimientos más formales y analíticos aplicados externamente a los textos escritos que no pretendían proporcionar un registro comprehensivo de la evolución de Dewey. Mediante este rellenar el contexto del pensamiento de Dewey durante un periodo considerable de años con material que es relevante, pero hasta ahora disperso o no disponible de otro modo, el autor ha sido capaz de mostrar una corriente omitida en el pensamiento de Dewey.2

A pesar de la frase impactante de Dewey citada al inicio de este capítulo y sus otras referencias a Alexander con su nombre, muy poco se ha hecho en vías a investigar la relación entre estos dos hombres, aunque abundan las alusiones a esta relación. Todo lo que ha aparecido impreso hasta ahora es un artículo de tres páginas en 1943 del Dr. Frank Pierce Jones, entonces en la Universidad Brown, en School and Society, titulado “El trabajo de F. M. Alexander como introducción a la filosofía de la educación de Dewey” (School and Society, LVII, enero de 1943, páginas 1 a 4). Dewey leyó y aprobó este artículo antes de su publicación. (Véase la página 1, nota 1 de dicho artículo. El 5 de octubre de 1942, Dewey escribió a Jones: “He leído su artículo con muchísimo interés. Espero que School and Society lo publique. Ciertamente que respaldo todo lo que usted dice sobre mi trabajo en lo relacionado con los Alexander. Estoy especialmente sorprendido por la verdad

1 MORTON G. WHITE, The Origins of Dewey's Instrumentalism, Nueva York, 1943, página 149: “(Este) ensayo nunca ha ido más allá de los aspectos puramente intelectuales de la evolución de Dewey y por lo tanto, no presenta un estudio sistemático de los cambios que tuvieron lugar en el entorno de Dewey. Naturalmente que la creencia de que tal referencia extra-intelectual sea necesaria para la explicación de la evolución intelectual no es una hipótesis a alegar aquí. El propio Dewey ha indicado que los libros no eran lo único que le hizo cambiar sus opiniones y que los hombres y los acontecimientos tenían una participación nada desechable.”El Dr. White se refiere a observaciones de Dewey tales como: “Por encima de todo, las fuerzas que me han influido han procedido de personas y de situaciones más que de los libros: no que yo no haya, espero, aprendido gran cosa de las obras filosóficas, sino que lo que he aprendido de ellas ha sido técnico comparado con lo que he sido forzado a pensar en ello y respecto a ello debido a alguna experiencia en la que me encontré enredado.” (FAE, página 22.)

2 El autor ha disfrutado de considerable buena fortuna con la ayuda e interés de la Sra. de John Dewey (ella misma alumna de A. R. Alexander), el Sr. Beaumont Alexander, ahora presidente de la Fundación Alexander establecida en Londres por su hermano F. M. Alexander, del Dr. Frank Pierce Jones de la Universidad Tufts, quien durante diez años trabajó sobre importantes aspectos científicos de los principios de Alexander a sugerencia de Dewey y con su constante ánimo, y quien desde la muerte de Dewey ha continuado estas investigaciones de laboratorio con la ayuda del Departamento de Salud Pública de los Estados Unidos.Veintidós cartas que Dewey escribió a varias personas concernientes a los Alexander y su trabajo han llegado hasta ahora a mis manos. De todas ellas salvo cinco, el autor ha visto los originales y en algunos casos posee fotocopias; las cinco excepciones son cuatro copias y una carta original proporcionadas por el Sr. Beaumont Alexander de los archivos de la Fundación Alexander de Londres. Además de estas, se han recibido otras cincuenta cartas de gente asociada con estos hombres, complementadas en muchos casos con conversaciones y conferencias con sus escritores. Algunas, como en el caso del Dr. Jones y del Dr. Wilfred Barlow, en un tiempo director asistente de la Fundación Alexander de Londres, más tarde del personal del Departamento de Fisioterapia del Hospital Middlesex de Londres y el Dr. Raymond A. Dart, de la Universidad de Witwatersrand, Johannesburgo, Sudáfrica, han proporcionado también copias de sus estudios basados en la técnica Alexander. El Sr. Beaumont Alexander proporcionó mucho material impreso que complementa los libros de Alexander; la Sra. Philomene Dailey Barr, presidente y directora de la Fundación Alexander de Media, Pensilvania, envió también algún material. El Sr. A. Rugg-Guun, cirujano de la calle Harley y alumno de los Alexander, muy amablemente prometió hojas de galeradas de su próximo libro sobre la Técnica Alexander, pero estas aún no estaban disponibles en el momento de preparar esta tesis. También la Srta. Lulie Westfeldt de Nueva York está preparando un libro sobre la Técnica, pero nada de su material a estado a disposición del autor. No obstante, estas últimas lagunas no alteran la posición del presente estudio, ya que sus autores informan que tratan sólo sobre el lado Alexander de nuestro problema, y en el caso del Sr. Rugg-Guun, sólo incidentalmente sobre Dewey. Un último y más completo estudio del cual esta tesis es meramente el plan de base, tendrá que considerar estas y otras cuestiones aquí omitidas.

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Introducción: El problema

de lo que usted dice sobre la diferencia entre el tipo de asentimiento intelectual a ciertas proposiciones y creencias y el significado vital concreto que toman tras una experiencia de su trabajo.” El autor ha visto la carta original.) Además de esto, el Dr. Colin Murray Turbayne escribió un artículo en 1948 titulado “John Dewey y F. Matthias Alexander”. Dewey también leyó este estudio y quiso que lo publicaran en The American Scholar. El 17 de mayo de 1948, Dewey escribió a Turbayne: “Me gustaría enviarles [a los editores de The American Scholar] su artículo para demostrar mi respaldo a los principios de Alexander.” (Carta de Dewey a Turbayne del 17 de mayo de 1948; el Dr. Turbayne ha puesto amablemente este artículo y las cartas de Dewey a disposición del autor.) No obstante, este artículo no apareció impreso, aunque fue duplicado más tarde por la Fundación Alexander de Media, Pensilvania y circuló privadamente.

Otro estudio, aunque no una comparación explícita entre el trabajo de Dewey y el de Alexander, merece mencionarse aquí debido a su relación con lo precedente. Es A New Field For Inquiry de Frank Pierce Jones, publicado particularmente en mimeografía por el autor, copyright de enero de 1948 y empieza con una carta de Dewey a Jones fechada el 14 de junio de 1947 que contiene un comentario muy significativo. Este artículo fue así mismo presentado a The American Scholar a sugerencia de Dewey, pero no lo publicaron. Se lo menciona aquí porque es el único estudio conocido que se aproxima a nuestra presente investigación y porque en la comunicación a Turbayne citada antes, Dewey hace referencia a su rechazo por el periódico de Phi Beta Kappa, The American Scholar (el autor tiene una fotocopia de la carta de Dewey a Turbayne del 17 de mayo de 1948: “El Sr. Frank Pierce Jones envió un artículo a la publicación trimestral del Phi Beta Kappa para que lo publicaran. Están dudosos y me gustaría enviarles su artículo... etc.”).

Luego, Dewey estaba genuinamente implicado en atraer la atención hacia el trabajo de Alexander, apoyándolo con su experiencia personal y profesional posteriormente en 1947 y 1948. Pero este apoyo fue prestado a aquellos que trabajaban del lado de la técnica Alexander y no fue expresado espontáneamente en sus propias obras posteriores a 1929. (Esto es, después de Experience and Nature (1929). La Introducción a USM (1932) le fue encargada a él; la respuesta a la pregunta de Jane Dewey recogida en el volumen de Schilpp (véase la primera cita de este capítulo) difícilmente es espontánea.) Las razones a aventurar de esta reticencia pueden verse mejor cuando aparecen en su lugar adecuado en el contexto de lo que hay más adelante. Pero como han tenido algún efecto sobre la preparación y organización de este estudio, deben ser mencionadas aquí, previamente y sin soporte. Son: (1) la imposibilidad de comunicación verbal adecuada relativa a la experiencia cinestésica básica sobre la cual se erige la totalidad de la estructura de Alexander y (2) la necesidad de mayor y de un tipo más específico de validación científica de los principios y la práctica de la Técnica, lo que necesita que Dewey parezca haberlo sentido con el paso del tiempo. La dificultad en dar expresión verbal a las experiencias orgánicas y cinestésicas elementales es un hecho corriente, no sólo en psicología sino también en la experiencia cotidiana. No obstante, en la presente empresa, nos encontramos con un obstáculo aún más formidable. Es la posición de Alexander de que en el caso de la mayoría de la gente estos “registros sensoriales” proporcionan información incorrecta a sus poseedores; sus poderes están “pervertidos”. (Esta es una expresión frecuentemente recurrente en todos los libros de Alexander; véase una declaración y explicación más largas de ello en CCCI, 1.10, “ Percepción sensorial no-fiable, un defecto universal”.) Así que incluso la comunicación verbal adecuada en términos de evidencia consciente ordinaria, suponiendo que ella sea posible, no sería útil. Tal comunicación daría y tomaría meramente información falsa. Para que alguien tenga la experiencia sensorial correcta, esta debe serle dada físicamente mediante manipulación manual por parte de alguien competente para hacer esto.3

Los críticos han observado a menudo que esta posición sugiere, superficialmente, lo oculto y esotérico;4 ciertamente uno que otro grupo de seguidores de

3 Alexander admite, con algo de dudas, que aquellos que interpreten correctamente su USM y sigan sus directrices adecuadamente pueden hacer alguna mejoría, aunque esto es un parche: “A cualquiera que acepte estas premisas y vea el motivo de tenerlas presentes mientras aplica los principios para poner en práctica la técnica, le diría: 'Póngase manos a la obra, pero recuerde que el tiempo es un factor imprescindible en el contrato'. Yo tardé años en llegar a un punto que se puede alcanzar en cuestión de semanas con la ayuda de un maestro.” (USM, Prefacio a la nueva edición de 1941, párrafo 11.)

4 Por ejemplo, véase la crítica de CCCI del Dr. Joseph Jastrow en The Nation (Nueva York), CXVIII , febrero de 1924, página 234: “La totalidad prosigue mucho más a la manera de una indagación culta que de una científica. Parece difícil de evitar la impresión de que la estructura verbal repetitiva elaborada ha sido diseñada para dar apoyo a una arquitectura psicológica para

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Introducción: El problema

Alexander ha mostrado una tendencia a desarrollar la Técnica en esa dirección. No obstante, la investigación sincera debería llevarle a uno a los hechos dondequiera que sea posible, en lugar de a informes de hechos de otros. Esto es particularmente cierto en este caso, en que se ha declarado a tales informes desorientadores. Teniendo esto en cuenta, el autor se ha valido de la oportunidad (lamentablemente limitada) de dar unas pocas “clases” de iniciación con un maestro de la Técnica cuyas aptitudes Dewey sinceramente aprobó, el Dr. Frank Pierce Jones. (Carta de Dewey a Turbayne del 1 de noviembre de 1947: “El maestro de la reeducación Alexander a quien conozco mejor y en quien tengo más confianza es Frank P. Jones…”; el autor tiene una fotocopia de esta carta.) El resultado ha sido un conocimiento confuso pero positivo de la experiencia básica descrita en los libros de Alexander, aunque el autor desea que se entienda con claridad que en la tesis que sigue, no se ha restado ninguna importancia a este pequeño y ligero comienzo. No obstante, le evitó hacer dos tipos de juicios insuficientemente respaldados: aquellos de tipo negativo que pueden ser provocados tan rápidamente por la exposición peculiar de Alexander de su técnica y aquellos juicios positivos que pueden ser hechos sólo por alguien bien fundamentado en los principios implicados.

El plan de la tesis está suficientemente indicado en el Índice. Se había considerado un esquema más detallado, pero fue abandonado cuando resultó evidente que la esquematización tiende a violentar la presentación del pensamiento de Dewey y con mayor razón, el de Alexander. Si se desea seguir a Dewey en cualquiera de sus viajes filosóficos, uno debe viajar como él lo hace si espera poder seguir escuchando lo que está diciendo. Menos figurativamente, si se reduce a un sistema finamente articulado lo que Dewey ha dicho en cualquiera de sus últimas obras, se queda uno con ese sistema pero sin lo que Dewey estaba intentando decir. Esto es incluso más cierto para Alexander. Por esta razón hemos permitido a ambos hombres hablar por sí mismos en mayor extensión de lo que quizá es usual en un estudio como este, protegiendo su propio desarrollo de temas discutidos donde era factible, en lugar de inventar e imponer sobre ellos un plan ajeno.

Dos cuestiones finales relativas al procedimiento seguido en el resultado requieren mencionarse en esta Introducción. Una es que el autor no ha visto la necesidad de hacer referencia a su propia posición filosófica al tratar cuestiones que el ve como surgidas en y por su propio contexto. Se ha hecho un firme intento por examinar estas cuestiones y lo que parecen ser sus consecuencias desde dentro de ese contexto, y no evaluarlas desde fuera. La otra cuestión concierne a la intención que ha regulado el tratamiento de estas cuestiones. Al principio, esta intención era indicar una corriente significativa en el pensamiento de Dewey que aún no ha recibido la atención que merece. Dentro de los límites impuestos sobre el autor por el espacio, tiempo y varias otras circunstancias, poco más podía hacerse que señalar como problemas algunos de los efectos que las enseñanzas de Alexander tuvieron sobre Dewey. En algunos ejemplos, estos problemas han sido descritos en mayor o menor grado. En otros, menores en número, se ha propuesto soluciones o se ha sugerido la dirección en que podrían ser vistos de manera provechosa. De cualquier modo, se ha recortado toscamente un campo de indagación en el que queda muchísimo trabajo por hacer.

una técnica … que alcanza su propósito mediante medios bien diferentes y más simples.” Ejemplos de este tipo de crítica pueden multiplicarse casi indefinidamente. Algunos están anotados en WILFRED BARLOW, “Some Objections Answered”, KHS (Londres, 1946), páginas 51 a 61.

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Frederick Matthias Alexander

2. Frederick Matthias Alexander

2.1 Vida y obraExcepto donde se indique otra cosa, la información biográfica de esta sección está sacada de USM de F. M. ALEXANDER y de las publicaciones siguientes: LOUISE MORGAN, Inside Yourself (Londres, 1954); PATRICK J. MACDONALD, “The F. Matthias Alexander Technique: A Short Introduction”, folleto editado por la Fundación F. Matthias Alexander (Londres, sin fecha); A New Technique (Londres, 1935), publicado anónimamente por la misma Fundación, pero escrito bajo la dirección de F. M. Alexander; F. P. JONES, “The F. Matthias Alexander Technique”, en KHS (Londres, 1946), páginas 44 a 50; MICHAEL MARCH (Arthur F. Busch), A New Way of Life: An Introduction to the Work of F. Matthias Alexander (Londres, 1946).

Frederick Matthias Alexander nació el 20 de enero de 1869 en Wynyard, en la costa nordeste de Tasmania. Cuando nació no se esperaba que sobreviviera, y durante su niñez fue un medio inválido. La mala salud evitó que asistiera a la escuela, así que fue educado en clases particulares, un hecho que parece haber reforzado el brioso espíritu de indagación e independencia que más tarde sería tan característico de él. (Ronald Searle y Kaye Webb informan de una entrevista con F. M. Alexander, en el News Chronicle, Londres, 26 de febrero de 1953, en la columna, “People Worth Meeting”: “No era un niño fuerte y se le permitió crecer bien impetuoso. 'Se me expulsó de una escuela, muy cortésmente, por hacer demasiadas preguntas'.”) Nunca asistió a la universidad.

Siendo muy joven se fue a Melbourne, Australia, donde al principio ocupó varios puestos en oficinas. De joven empezó a interesarse en recitar en verso en el teatro. Estudió y tuvo algún éxito como declamador e intérprete dramático de Shakespeare. Gradualmente, esta actividad absorbió la mayor parte de su interés y finalmente, le condujo a decidir adoptarla como carrera.

Al principio de su veintena, cuando sus recitaciones en público le habían proporcionado cierto éxito, empezó a experimentar problemas en las cuerdas vocales y luego en la respiración. Estas dificultades aparecían sólo mientras se dedicaba a hablar en público y no en la conversación ordinaria. La ansiedad por esta amenaza para sus aspiraciones profesionales le llevaron a buscar el consejo de médicos y maestros de educación de la voz. No obstante, esta atención profesional sólo le proporcionaba un alivio temporal y en una ocasión crítica para la que se había preparado bajo dirección médica, asegurándole que su voz sería normal, la voz le falló. Por esto llegó a la conclusión de que su dificultad debía estar causada por algo que él mismo estaba haciendo en el uso de su voz. En lugar de buscar más ayuda médica, decidió ponerse a descubrir cuál era este supuesto error suyo. Esta decisión marca el primer paso en la nueva carrera que iba a involucrarle en tanta controversia en años posteriores, aunque en ese momento le pareció meramente un intento para resolver un problema particular: la recuperación de la voz para hablar.

Como los pasos que siguieron a este primero constituyen el método mediante el cual Alexander hizo su descubrimiento, se dedicará más atención a sus detalles en la sección siguiente. Aquí es suficiente observar que Alexander estaba convencido de que sus investigaciones sobre sí mismo y su manera de hablar, efectuada ante espejos, primero le había mostrado la causa de sus dificultades para hablar y respirar, segundo le había capacitado para inventar un método para corregir estas y finalmente, que él había llegado a un principio fisiológico básico que abría un horizonte totalmente nuevo:

Este conocimiento le llegó en sus primeros intentos de manejar un problema de voz concreto… Descubrió que cierto uso de la cabeza respecto al cuello, y de la cabeza y el cuello respecto al torso y otras partes del organismo, condiciona todas las demás reacciones y por lo tanto, podría decirse que constituyen un control central o, como él prefiere llamarlo, un control primario.

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Vida y obra

El Sr. Alexander ha descubierto que emplear conscientemente este control primario del uso es ponerse al mando de un medio por el cual puede mejorarse el funcionamiento general del organismo y como resultado indirecto de la totalidad del procedimiento, se causa una mejoría en el funcionamiento de partes especiales y en el funcionamiento general. La Nueva Técnica se apoya en este fundamento. (A New Technique, Londres, 1935, publicado anónimamente por la Fundación F. Matthias Alexander, pero escrito bajo la dirección de F. M. Alexander, página 7.)

Alexander hizo su descubrimiento fundamental en 1892 en Melbourne, donde estaba enseñando elocución y educación de la voz así como haciendo representaciones en público. (PHD)

Viendo en su público en cierto grado los mismos malos hábitos de uso que había observado en sí mismo, decidió hacer su descubrimiento la base de su enseñanza y pronto descubrió que cuando un alumno había aprendido a prevenir el mal uso de la cabeza respecto al cuello y espalda, también él obtenía un control mejorado de su voz. Lo que era más significativo, observó tanto en sí mismo como en sus alumnos que la mejoría no se detenía en la voz sino que se extendía a toda función y actividad. Aparentemente, había tropezado con el mecanismo que condiciona el uso del organismo como una totalidad. (F. P. JONES, “The F. Matthias Alexander Technique” en KHS, página 47.)

Esta serie general e inicialmente inesperada de resultados, siguió igualmente en su propio caso:

Entretanto, descubrió que su continuado buen uso de sí mismo gracias al conocimiento del control primario, estaba teniendo un efecto estimulante sobre su ser entero. No sólo había adquirido una garganta perfecta, sino una voz infalible que podía llenar la sala o plaza de mercado más grandes y aún hacer audibles los murmullos más tenues. Se había elevado a un nivel de salud del que nunca se había creído capaz. Parecía ser capaz de resistir la enfermedad, desde el resfriado común hasta la fiebre más alta. Podía comer prácticamente de todo sin trastornar su digestión. Había crecido muchas pulgadas y se había despojado de toda onza de grasa superflua. Tenía una sensación de liviandad y agilidad en todo momento. Y podía trabajar todo el día sin quedar exhausto. Había incluso vencido el mal temperamento que le había plagado desde su infancia sobreprotegida. ( LOUISE MORGAN, Inside Yourself, Londres, 1954, páginas 48 y 49.)

Justificablemente impresionado con el giro de los acontecimientos consiguiente sobre su descubrimiento,

Por el consejo de doctores que se habían interesado en su trabajo desde el punto de vista de la terapia, ahora abandonó su carrera de orador para enseñar la nueva técnica en dedicación plena. (F. P. JONES, “The F. Matthias Alexander Technique” en KHS, página 47.)

Había desarrollado esta técnica entre 1892 y 1894, y la había enseñado en Melbourne desde 1894 hasta 1899. En ese momento estaba con él su hermano Albert Redden Alexander, seis años menor que él, quien se convirtió en su ayudante y su socio de por vida, y que más tarde también enseñó a John Dewey durante varios años. (PHD, página 2.)

En 1899, Alexander volvió a mudarse a Sydney, dejando a su hermano menor Albert Redden,continuar con su trabajo en Melbourne. (PHD, página 2.) Por entonces el Alexander mayor había decidido abandonar sus ambiciones de una carrera en el escenario y se dedicó a enseñar su recién descubierta técnica fisiológica y a desarrollarla de manera general. Se volvió cada vez más consciente del carácter total del efecto de su método sobre sus alumnos, pero parece que no hasta el punto de haber desarrollado sus conclusiones de manera filosófica, en lo relativo a temas tales como la naturaleza de la relación mente-cuerpo y las consecuencias éticas y sociales de sus principios iniciales. (USM, 1.) Su trabajo era aún sobre todo con gente de teatro, aunque empezó a atraer la atención de hombres de la profesión médica e incluso los desafió a que fueran a verle y se convencieran de su descubrimiento. Algunos lo hicieron y en 1904 un cirujano distinguido, el Dr. W. K. Stewart McKay, le aconsejó que fuera a Londres, proporcionándole cartas de presentación para varios médicos de allí. (NWL, página 7;

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Vida y obra

también PHD, página 2.)

Poco después de llegar a Londres, el Dr. Robert Scanes Spicer, un especialista de garganta, envió a Alexander uno de sus pacientes, una actriz del Teatro Queen's de Sir Henry Irving. Los resultados impresionaron tanto a Sir Henry que él mismo se convirtió en “alumno” y Alexander fue “nombrado literalmente protector especial del teatro londinense”. (NWL, página 6.) Durante esta y la siguiente temporada teatral, sus bien notables beneficios a famosos intérpretes proporcionaron a Alexander y a su trabajo una publicidad considerable. Sin embargo, sus aspiraciones iban más allá del nivel teatral.

Como en Sydney, Alexander desafió ahora a la profesión médica inglesa y atacó sus prácticas de manera caballeresca:

Alexander tuvo la audacia de afirmar que la Medicina había construido su elaborada estructura sobre un fundamento poco firme e incompleto. Los doctores no habían notado la influencia que ejerce sobre su funcionamiento la manera en que un hombre se usa a sí mismo y por lo tanto, sobre su salud. El diagnóstico médico, arremetió, era incompleto. Incluso llegó más lejos declarando que no puede haber una cura genuina hasta que se mejora el factor subyacente que predispone: el nivel del uso de sí mismo. Nos advierte que si continuamos usándonos a nosotros mismos mal, este estilo de uso continuará siendo una influencia constantemente perjudicial en nuestras vidas. (NWL, Londres, 1946, página 7.)

Es difícil ver cómo podía esperarse que médicos y hombres de ciencia, arengados en este tono por alguien sin formación científica o estatus reconocidos, respondieran con una actitud amistosa y receptiva. La profunda convicción de Alexander de que “había encontrado un principio universal, el secreto biológico perdido” (NWL, página 6), que el deseaba que fuera conocido y aplicado universalmente, nunca fue acompañada de un gran tacto. Como por su carencia de formación formal,

Al principio de su carrera… un amigo médico le instó a estudiar Anatomía como una ayuda para su trabajo y le envió a dos reconocidos anatomistas. Él encontró a estos notables académicos en tal deplorable condición psicofísica que no encontró dificultad en decidir no estudiar Anatomía, la cual, concluyó, debe ser una ciencia muerta ciertamente, a juzgar por las personas de estos dos exponentes. (NWL, páginas 10 y 11.) (Véase una explicación más extensa en La constante universal en la vida, capítulo 6: “Fisiología y fisiólogos”.)

Él mismo escribe en otro sitio que consideraba a ciencias tales como la Anatomía y la Fisiología preocupadas por aspectos parciales del comportamiento con la exclusión el hecho básico en términos del cual todo lo demás debe ser explicado: la unidad del ser humano y el “control primario” de todas sus operaciones. (CUV, 6.4.2) En cualquier caso, la actitud de Alexander hacia los hombres de ciencia y la propia ciencia iba a perjudicarle a veces y arroja luz sobre sus relaciones con Dewey.

Desde 1904 hasta 1914, Alexander enseñó su técnica de reeducación o “control consciente” en Londres, intentando constantemente presentar sus convicciones a la profesión médica y gente de influencia, para asegurar el reconocimiento y aceptación de su trabajo. Mostrando mayor celo que prudencia, como era típico en él,

escribió varias cartas a la prensa y también publicó folletos, desafiando a la opinión médica en su propio terreno y tomando partido en la controversia profesional. Por ejemplo, en 1907 publicó Teoría y práctica de un nuevo método de reeducación respiratoria (AYC, 1.9), un ataque a los métodos de “respiración profunda”

entonces de moda.5 Una nota reciente sobre este folleto dice que “contiene el núcleo del nuevo pensamiento de Alexander y muestra que él es uno de los

5 Este artículo está reimpreso en HSH, 3ª parte. Alexander lo encabeza con la siguiente cita de Herbert Spencer: “Cualquiera que dude en expresar lo que él cree la verdad más grande, a menos que esto sea demasiado adelantado para su época, puede tranquilizarse mirando sus actos desde un punto de vista impersonal (...). Por algo siente él simpatía por algunos principios y repugnancia por otros. Con todas sus capacidades, aspiraciones y creencias, él no es un accidente sino un producto de su tiempo. Debe recordar que mientras que él es un descendiente del pasado, es un progenitor del futuro; y que sus pensamientos son como niños nacidos de él, que no podría descuidadamente dejar morir.” Para que no nos equivoquemos con el motivo de la

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Vida y obra

fundadores de la nueva actitud hacia la salud”. (LOUISE MORGAN, Inside Yourself, Londres, 1954, página 16.) Este fue seguido en 1908 de una carta al Pall Mall Gazette, criticando un manual de entrenamiento físico y ejercicios respiratorios utilizado por el ejército británico. De este Alexander declaraba que: “Tengo frente a mí un libro sobre ejercicios respiratorios utilizados en el ejército y cualquier persona razonablemente versada en Fisiología y Psicología y sabiendo que son inseparables en la práctica, entenderá enseguida, por qué producen tanto daño… Por esta razón son tan evidentes en el ejército los problemas de corazón, las venas varicosas, el enfisema y la respiración por la boca (durante el ejercicio).” (Citada en HSH, 1.7 párrafo 76.) Alexander ofrecía su propio tiempo y servicios

para rectificar este estado de la cuestión, aunque no fue hasta 1940 cuando pensó que sus ideas tenían algún efecto en el programa de entrenamiento militar.6

En 1908 apareció también “Reeducación de los sistemas cinestésicos (percepción sensorial del movimiento muscular) relativos al desarrollo de un bienestar físico robusto”. (Este artículo sólo se reimprimió en la primera edición de HSH de 1910, páginas 195 a 199, y no aparece en las ediciones posteriores. Ahora está en AYC, 1.12.) Aunque la palabra “psicofísico” aparece en un caso como adjetivo de un “factor” (“en el proceso de crear una coordinación, un factor psicofísico…” en AYC, introducción de 1.12, párrafo 4) y aunque se menciona “al Agente Directivo de la esfera de la conciencia discriminar la acción de los agentes cinestésicos y de movimiento” (AYC, introducción de 1.12, párrafo 5), Alexander aún no parece haber prestado atención explícita a las implicaciones filosóficas del material con el que está tratando. Sin embargo, está adquiriendo terminología fisiológica y está claro que ha estado leyendo a T. H. Huxley, cuyas nociones sobre educación como la formación de hábitos revisa en términos de su propia técnica nueva.7 Aunque sin ser notable por su claridad, este breve artículo es una excelente declaración de las características principales del sistema de Alexander. Esto es cierto no sólo por los elementos de la doctrina (coordinación psicofísica, la primacía de la inhibición en la formación de nuevos hábitos, cinestesia “pervertida” en la mayoría de la gente de hoy día, la necesidad de inteligencia creativa al remodelar los actos ordinarios, la necesidad inicial de guía externa en la adquisición de hábitos correctos, la futilidad de esforzarse por un fin excepto por medios inteligentes, etc.), sino que también es cierto para la terminología peculiar que más tarde nos permitirá en su momento detectar la presencia de la influencia de Alexander en las obras de Dewey (“medio por el cual”, “control consciente”, “ventaja mecánica”, “obtención del fin”, “órdenes”, “inhibición de actos habituales” formados inconscientemente, etc.)

elección de este pasaje, Alexander empieza su artículo con esta frase introductoria: “Podría interesar a mis lectores saber que el método que he creado es el resultado de una experiencia práctica y única”. Este tono de profeta con una misión, que empleaba constantemente, fue un serio obstáculo para la comunicación con los hombres de ciencia cuya atención deseaba atraer.

6 La impresión de que el ejército británico revisó su programa de entrenamiento físico bajo la influencia de los principios de Alexander viene dada por un artículo de Aldous Huxley, “Una nueva técnica para nuevos soldados” impreso en CUV, 3.2. “El último y más llamativo tributo pagado a las ideas del Sr. Alexander es el hecho de que el entrenamiento físico en el ejército británico a partir de ahora, estará basado en el principio que él fue el primero en formular” (párrafo 6). El propio Alexander evita hacer esta declaración, aunque presenta el artículo de Huxley con aprobación y agradecimiento. Huxley apoya su afirmación haciendo referencia a un intercambio de cartas que fueron publicadas en el British Medical Journal el 5 de octubre de 1940, página 469, y el 19 de octubre de 1940, página 536. La primera del Dr. Andrew Murdoch, un amigo y protagonista de Alexander durante muchos años, ataca las practicas corrientes del ejército en entrenamiento físico. No se menciona el nombre de Alexander, pero obviamente, la crítica está en lenguaje de Alexander. La segunda es una réplica del coronel Wand-Tetley, inspector de entrenamiento físico del ejército británico, quejándose de la información falsa del Dr. Murdoch sobre las prácticas actuales del ejército y del hecho de que esta “acusación del entrenamiento físico del ejército” incluso ha llegado a la prensa pública. Al asegurar el Dr. Murdoch que las revisiones recientes del entrenamiento físico del ejército han sido en la dirección general que el Dr. Murdoch ha indicado, el coronel Wand-Tetley no hace ninguna declaración que pueda interpretarse como queriendo decir que tiene a Alexander en mente o, de hecho, que él haya oído nunca hablar de su trabajo. Así, aunque aparentemente se espera que uno al leer CUV salga con la impresión de que la influencia de Alexander cambió el programa del ejército, no hay evidencia disponible para el público que respalde este hecho … Desgraciadamente, este tipo de cosas no es raro en las obras de Alexander.

7 La cita y su revisión encabeza este artículo como sigue:“La educación es posible gracias a que el cuerpo es una máquina. Educación es la formación de hábitos, una superinducción de una organización artificial sobre la organización natural del cuerpo; así aquellos actos que primero requieren un esfuerzo consciente, con el tiempo se hacen inconscientes y mecánicos.” Huxley.La (RE)educación es posible gracias a que el cuerpo es una máquina. (RE)educación es la formación de hábitos (NUEVOS Y CORRECTOS), una (REINSTALACIÓN DE LA CORRECTA) organización artificial sobre la organización natural del cuerpo; así aquellos … etc. (AYC, 1.12).

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Vida y obra

En octubre de 1909, Alexander escribió una carta al Pall Mall Gazette, aprobando un artículo de su primer defensor médico londinense y “alumno”, el Dr. Scanes Spicer, especialista de garganta que fue leído ante la Asociación Médica Británica. (ROBERT H. SCANES-SPICER, cirujano consultor, enfermedades de garganta, St. Mary's Hospital, Londres, “Cancers of the Throat: Some Remarks on Their Sites of Origin, Pathogeny, Early Diagnosis, and Radical Cure”, artículo departamental, reimpreso en el British Medical Journal, 16 de octubre de 1909, páginas 1149 a 1152.) El Dr. Spicer había expuesto una teoría relacionando el cáncer de garganta con la respiración incorrecta y se había encontrado con una crítica adversa de los miembros de la Asociación. Alexander da razones técnicas para estar de acuerdo con el Dr. Spicer, observando que “como señalé en mis propias publicaciones en 1907 y 1908,” la respiración incorrecta y otros ejercicios físicos tal como se practican en las escuelas británicas producen condiciones que son “indudablemente el mayor factor que provoca problemas de garganta” (AYC, 1.13 párrafo 6). Él apela a otra autoridad médica, el Dr. Henry Campbell, y añade luego:

recientemente convencí al Dr. Alexander Leeper (Universidad de Melbourne) de la verdad del pronunciamiento anterior y en un informe dirigido al Registro de Maestros y Escuelas sobre los variados métodos de educación física en boga en Europa, él recomienda fuertemente la adopción de lo que ejemplariza mis principios. Este informe es particularmente interesante en que contiene una opinión de lo más favorable del Dr. Scanes Spicer de los principios en cuestión, una opinión que es especialmente adecuado expresar ya que al examinar los puntos que yo le hice observar en 1904, enseguida se convirtió en alumno y me ha enviado muchos de sus pacientes para tratamiento. El hecho de que él esté convencido de la naturaleza de la causa de ciertos efectos serios y de que yo ofrezco probar que la causa dicha anteriormente es ella misma el resultado, en la gran mayoría de casos, del entrenamiento dado en nuestras escuelas, debería inducir a los responsables de tal entrenamiento a examinar los puntos publicados. (F. M. ALEXANDER, “Respiración y cáncer”, carta publicada en el Pall Mall Gazette, Londres, 19 de octubre de 1909, AYC, 1.13 párrafo 7.)

Dos días después en el mismo periódico, apareció una carta de Sir Henry Irving instando a la aceptación de la oferta de Alexander:

Como alguien que ha obtenido un gran beneficio del trabajo del Sr. Alexander y, como apoyo al testimonio del Dr. Scanes Spicer, cuya explicación científica de algunos de los principios del método del Sr. Alexander acaba de aparecer, yo sugeriría que tal oferta merece una consideración de lo más seria en manos de aquellas autoridades públicas que están comprometidas en el cuidado y educación de nuestros niños. (Sir HENRY IRVING, “Breathing and Cancer”,carta publicada e el Pall Man Gazette, Londres, 21 de octubre de 1909.)

Sin embargo, no parece haberse tomado ninguna medida sobre esta oferta o estas recomendaciones y Alexander volvió a apostar por el reconocimiento público con otro folleto, “Por qué respiramos incorrectamente”, publicado un mes más tarde. (Londres, noviembre de 1909. Citado en HSH, 1.7 párrafo 82.) (AYC, 1.14.)

El primer libro extenso de Alexander, La herencia suprema del hombre, fue publicado en 1910. Pretendía ser una declaración breve de su teoría y práctica, limitada a su “argumento primario y a indicar la dirección en la que podemos encontrar la perfección física” e ir seguido de obras más extensas. (HSH, Prefacio a la primera edición de 1910, párrafo 5.) En esa época el ámbito de Alexander se había ampliado considerablemente y empezaba a incluir cuestiones filosóficas. Da por supuestas las opiniones evolutivas, corrientes en las obras de Herbert Spencer y T. H. Huxley, así como las de Charles Darwin (HSH, 1.6.4), y las aplica a sus propias teorías. (En el Índice de la 2ª edición de HSH bajo el título “Evolución”, Alexander da veinticinco referencias a su texto, aproximadamente la mitad de las

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cuales aparecían en la 1ª edición.) Hay también una postura tomada sobre la relación mente-cuerpo (HSH, 1.3, 1.4, etc.),8 sobre la psicología y algunos psicólogos,9 y sobre varias cuestiones políticas y sociales. El interés en la educación, especialmente la de los niños, queda en segundo lugar sólo respecto al de justificar y difundir la nueva técnica.

En 1918, la segunda edición o edición norteamericana de La herencia suprema del hombre fue publicada en los Estados Unidos revisada y muy ampliada y con una Introducción del profesor John Dewey. De 1918 a 1920, Alexander pasó seis meses al año en Inglaterra y seis meses enseñando en Nueva York y Boston, regresando a Inglaterra de 1920 a 1923 (PHD, página 2). (Esta información fue ofrecida también independientemente al autor en las cartas de la Srta. Irene Tasker del 28 de junio de 1958 y de la Srta. Jane Dewey del 4 de marzo de 1958. Tanto la Srta. Tasker como la Srta. Dewey estuvieron en contacto constante con Alexander durante esta época.)

El 3 de enero de 1923, él regresó a Nueva York llegando simultáneamente con Emile Coué, este último ampliamente anunciado, el primero inadvertido. Debido a parecidos superficiales entre el trabajo de Coué y el de Alexander y debido a la confusión entre los dos que era de prever, la disparidad de esta recepción irritó a Dewey. La situación quedó agravada por el hecho de que el motivo de la visita de Alexander era la próxima publicación de su segundo libro, El control consciente y constructivo del individuo (1923), para la cual Dewey estaba preparando una introducción. Dewey expresó enérgicamente esta situación en un artículo, “A Sick World” (ASW) al que volveremos.

En 1924, Alexander estaba de vuelta en Inglaterra, donde inauguró una pequeña clase con niños a los que se enseñaba la Técnica, en la que se les enseñaba también cómo aplicarla a las asignaturas ordinarias de la escuela y a las actividades cotidianas. Esta escuela fue dotada con un fondo fiduciario en 1932 gracias a Lord Lytton (USM, Prefacio del autor y Apéndice A; también PHD, página 2) y en 1934 fue trasladada a Bexhill, Kent, como unidad separada, donde se quedó hasta 1940. Ese año, debido a las condiciones de la guerra, se trasladó la Trust Fund School a Stow, Massachusetts, bajo los auspicios de la Asociación Unitaria Norteamericana, donde se quedó hasta 1943, regresando entonces a Inglaterra. F. M. Alexander había llegado a los Estados Unidos en 1939 debido al traslado de esta escuela y se quedó con ella hasta su regreso. Él regresó a Londres en mayo de 1943 y no volvió nunca más a este continente. (PHD, página 2.)

Entretanto, se inauguró un curso de formación de maestros de técnica Alexander en Londres en 1930, momento en el cual Alexander fue capaz de citar la aprobación de su trabajo por una lista impresionante de diferentes autoridades, John Dewey, el conde de Lytton y muchos médicos prominentes entre ellas. (USM,

8 Alexander no siempre es claro sobre la cuestión, al menos en los detalles, pero su postura general es consistente en lo relativo a la unidad del hombre en sus actividades: “Estos escritos [es decir, las obras recientes sobre el control mental] exhiben y siempre han exhibido la falacia de considerar lo mental y lo físico como antítesis que son opuestas y luchan entre sí, mientras que en mi opinión las dos deben considerarse enteramente interdependientes e incluso más firmemente entrelazadas de lo que implica tal frase.” (HSH, 1.4 párrafo 1). Sin embargo, su intención es quedarse bien apartado de la filosofía especulativa: “Entonces, antes de intentar dar una definición exacta del subconsciente, debemos comprender claramente el significado de los términos “voluntad”, “mente” y “materia”, que pueden o no, ser aspectos diferentes de una misma fuerza. Más de dos mil años de filosofía han dejado a los metafísicos especulando todavía vagamente sobre las relaciones de estas tres esencias y personalmente, no confío mucho en que llegue ninguna solución de esa fuente. La investigación, aunque aún en su infancia en este aspecto, ha tomado el cariz de una ciencia exacta y es a esta ciencia de la Psicología como se entiende ahora, a la que miro para elucidar los muchos difíciles problemas en el futuro. Sin entrar en el campo incierto de la filosofía especulativa, intentaré sin embargo ser lo más concreto posible respecto a mi concepción del subconsciente.” (HSH, 1.3 párrafo 14.)

9 “Puede parecer extraño que uno deba mirar a una ciencia tan formalmente organizada como la Psicología moderna, una ciencia que funciona en el laboratorio con aplicaciones mecánicas, para dilucidar una cuestión que durante tanto tiempo ha sido considerada competencia exclusiva del clérigo. Pero la ciencia, como dijo Tyndall, no es más que otro nombre para el sentido común y considerarla un poco demostrará que el postulado en el que yo insisto, es decir, el crecimiento y progreso del control intelectual, necesita que esta admirable cualidad del sentido común o razonamiento sea aplicada para dilucidar este problema de la mayor importancia. Tristemente, la Psicología de la que tanto esperamos, todavía está en su infancia y los pocos intentos que se han hecho, como los del profesor Münsterberg, para aplicar las teorías del laboratorio y del aula al trabajo práctico en el mundo real, no puede decirse que hayan producido ningún resultado digno de consideración. En cualquier caso, debo trascender los actuales límites de la Psicología académica en esta consideración del sí mismo.” (HSH, 1.3 párrafo 2). Las ediciones 2ª y siguientes dicen “subconsciente” en lugar del término final “sí mismo”.

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Vida y obra

Apéndice A.)

Entre 1924 y 1939, F. M. Alexander no parece haber visitado a menudo los Estados Unidos. (Sin embargo, hizo una breve visita a los Estados Unidos en 1929. Una carta del Sr. Beaumont Alexander al autor (30 de mayo de 1958) contiene la siguiente observación: “F.M. asistió a la refracción de Dewey en ocasión de su 70º cumpleaños en el hotel Astor el sábado 19 de octubre de 1929. James Rowland Angell, presidente de la Universidad de Yale, fue el maestro de ceremonias, y Jane Addams y James Harvey Robinson dieron discursos.”) No obstante, su hermano A. R. Alexander enseñó la Técnica en Boston, Nueva York y Media, Pensilvania desde 1935 hasta 1945. Fue este hermano el responsable de que la Técnica se introdujera en la Media Friends' School durante la última estancia del Alexander mayor en los Estados Unidos (1940-1943). (PHD, página 2.)

El uso de sí mismo, el tercer libro y quizá el más importante de Alexander, fue publicado en 1932, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos y de nuevo con una Introducción de John Dewey. En esa época y presumiblemente relacionado con esto, A.R. Alexander parece haber hecho una breve visita a los Estados Unidos.

El último libro de Alexander, La constante universal en la vida, fue publicado en 1941, introducido por una “Apreciación” del biólogo George E. Coghill, no sólo respaldando el trabajo de Alexander, sino enlazándolo con sus propias famosas investigaciones y declarando la identidad de los principios que su propio trabajo de laboratorio había establecido, con los principios de la Técnica Alexander.

En 1944, el Dr. E. Jokl, funcionario de educación física del gobierno sudafricano, publicó un fuerte ataque al método de reeducación de Alexander (E. JOKL, “Quackery Versus Physical Education”, Manpower, Pretoria, S. A., II, nº 2, marzo de 1944, páginas 2 a 45; este artículo editorial no está firmado, pero más tarde fue identificado como de Jokl en relación con la demanda judicial.), cuyo resultado fue una demanda judicial de Alexander contra el Dr. Jokl en 1948. (Wilfred Barlow da un resumen de los resultados del juicio en “The Alexander libel Action”, Lancet, 1 de julio de 1950, páginas 26 a 37.) El testimonio experto presentado durante este juicio, no decidió nada concluyente respecto al estatus científico del descubrimiento de Alexander o de su técnica, pero Alexander ganó el juicio.

F. M. Alexander continuó enseñando en Londres y falleció el 10 de octubre de 1955. Su hermano Albert Redden Alexander enseñó en los Estados Unidos hasta 1945, año en el que falleció poco después de regresar a Inglaterra. (Los datos aparecen en las cartas del Sr. Beaumont Alexander al autor, del 9 de septiembre de 1957 y 8 de octubre de 1957.)

2.2 Doctrina, características generales y el descubrimiento

Una explicación exhaustiva y autoritaria de la “nueva técnica” de Alexander sobrepasa tanto las necesidades de esta tesis como la competencia de su autor. Con todo, es manifiestamente imposible discutir los efectos de la teoría y práctica de Alexander sobre Dewey sin exponer primero las características generales del sistema de Alexander. Por consiguiente, esta sección se propone primero hacer algunas observaciones sobre las opiniones sostenidas por Alexander y luego seguir su propia descripción de su descubrimiento del “control primario del uso”, añadiendo lo que parezca necesario en interés de la claridad. En una sección posterior (véase el apartado 4.1) consideraremos las enseñanzas de Alexander desde un punto ligeramente diferente,es decir, tal como aparecen en La herencia suprema del hombre (1918), donde Dewey las encontró primero, o con más precisión, como las vio cuando las comentó por primera vez. (Dewey había leído la primera edición de HSH algún tiempo antes de empezar a asistir a clases con Alexander y antes de escribir la “Introducción” para la edición norteamericana de 1918.Véase más adelante, la carta citada en el apartado 5.1 párrafo 31, de Dewey a un crítico de Alexander sin identificar, del 22 de mayo de 1918 (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 2.) (Carta de Dewey a un crítico sin identificar de Alexander del 22 de mayo de 1918; esta carta está también en los archivos de The Alexander Foundation, pero se ha omitido el nombre del destinatario.) Tanto en esta como en la siguiente explicación, la teoría y práctica de Alexander han sido presentadas menos por su

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propia narración que como subordinadas a nuestro propósito de mostrar su relación con Dewey. Espero no haber cometido ninguna injusticia con Alexander al proceder así.

Por conveniencia, podríamos distribuir en tres áreas el acopio de doctrinas que Alexander ha expuesto en sus obras. La figura de tres círculos concéntricos es la conveniente y disfruta de un precedente distinguido en el análisis del Dr. Joseph Ratner de la filosofía de Dewey (DCP). No obstante, no se intenta aquí ningún paralelismo con el famoso esquema del Dr. Ratner por muchas razones.

En el área del círculo central, exactamente en el centro, colocamos el descubrimiento de lo que Alexander llamó el “control primario del uso”, el cual en su punto de origen, tanto histórica como analíticamente, pertenece a la psicología fisiológica, si no a la pura fisiología. En el siguiente círculo hay numerosas proposiciones, no relacionadas entre sí sistemáticamente, las que Alexander ve como derivadas de su descubrimiento original o apoyadas por este. Al círculo más exterior debemos asignar el considerable número de proposiciones que a un extraño le parecen extravagancias importadas de fuentes aleatorias sin criterio o ser producto del capricho y prejuicio personales. Aunque usualmente son expuestas de la misma manera apodíctica que las explicaciones del propio “control primario”, a menudo dando la impresión de que Alexander las supone apoyadas por este último, no necesitamos suponer que Dewey las considerara como garantizadas científicamente. El círculo más exterior y quizá la mitad adyacente al del medio, contiene lo que los seguidores de Alexander insisten en denominar su “filosofía”. (Por ejemplo, véase la carta citada en USM, Apéndice A, 4ª carta, en la que se encuentra la frase siguiente: “Entendemos que la técnica que tiene que impartir, siendo a la vez un arte muy avanzado y una filosofía muy sutil, requiere unas cualidades mentales especiales y una aptitud corporal innata para practicarla con éxito.” La carta está firmada por siete médicos distinguidos. Uno de ellos, el Sr. Rugg-Gunn, escribió una carta al autor el 29 de octubre de 1957, concerniente a su próximo libro: “Hay once capítulos, incluida la introducción y el último titulado 'The Philosophy of a Technique'.”) Lo que se quiere decir con esta palabra no siempre está claro, excepto que usualmente parece hacer referencia a una generalización de las teorías de Alexander, distinguiéndola de la aplicación práctica de la Técnica al individuo. De estas tres áreas, consideramos primero la central, ya que representa las ideas que no sólo son las más fundamentales, sino aquellas de las cuales podemos estar más seguros que Dewey aceptaba como garantizadas científicamente. Una vez más, la explicación es un resumen y una selección; todos los detalles que puedan requerirse de estas tres áreas, se presentarán cuando se necesiten en otro sitio de esta tesis.

Cuando la atención médica no logró remediar la dificultad de garganta de Alexander, se puso a resolverlo por sí mismo. Su procedimiento fue experimental y más tarde Dewey declaró que tanto en su método como en sus resultados era “científico en el más estricto sentido de la palabra.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7.) Reservando para más adelante más indagación de esta observación y su contexto, podríamos suponer aquí que Dewey no pretende imputar a Alexander el equipo técnico complejo propio de aquellos a los que usualmente llamamos científicos, pues este no era el caso claramente. La interpretación alternativa es que Dewey está usando el término “científico” en un sentido más amplio, como él hace tan frecuentemente, para denotar conformidad con los principios generales del método experimental.10 Para esto, que Dewey equipara a veces no sólo a la “ciencia”, “razón” e “indagación intelectual”,

las sugerencias concretas que surgen de experiencias pasadas, desarrolladas y maduradas a la luz de las necesidades y deficiencias del presente, empleadas como aspiraciones y métodos de reconstrucción específica y comprobadas mediante éxito o fracaso en el cumplimiento de la tarea de reajuste, es suficiente. A tales sugerencias empíricas usadas de manera constructiva para nuevos fines se da el nombre de inteligencia. (RIF, páginas 95 y 96.)

En El uso de sí mismo (1932), Alexander ha explicado hasta el mínimo detalle, el método y la serie de resultados de la investigación que él efectuó sobre sí mismo

10 Véase el apartado 5.2 a partir del párrafo 41. Véase también Democracy and Education (Nueva York, 1923), páginas 393 y 394; Reconstruction in Philosophy (Nueva York, 1920), páginas 95 y 96 de la edición ampliada publicada por la Beacon Press (Boston, 1948) y en diversos lugares; Logic (Nueva York, 1938), capítulo IV; “Unity of Science as a Social Problem” en International Encyclopedia of Unified Science, editada por O. Neurath y otros (Chicago, 1938), volumen 1, nº 1, páginas 29 a 38.

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durante un periodo de unos nueve años, en su intento por descubrir la causa y el remedio de su dificultad. Usando espejos, observó sus acciones físicas mientras hablaba. Fraguó hipótesis,las comprobó, sacó conclusiones, hizo más observaciones, fraguó nuevas hipótesis, las desarrolló relacionadas con lo que ya había verificado y continuó así a la manera experimental ortodoxa hasta que estuvo convencido de que no sólo había resuelto el problema original, sino que había, por citar la valoración de Dewey de ello, “demostrado un nuevo principio científico sobre el control del comportamiento humano, tan importante como cualquier principio que nunca antes haya sido descubierto en el dominio de la naturaleza exterior.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 10.) Luego, este nuevo principio del “control primario”, que representa el resultado de sus investigaciones experimentales, podría ser considerado el centro o meollo del sistema entero de Alexander. Además, como no puede haber duda sobre la aceptación de Dewey de este principio y de su validez científica, tenemos doble ventaja al considerarlo primero.

Lo que Alexander llama el “control primario” es difícil de captar en una definición, incluso de tipo descriptivo o genérico, porque es una relación de funciones psicofísicas; un “medio por el cual” y no una estructura fisiológica. Alexander resistió firmemente su resolución en términos fisiológicos “ortodoxos” por ser parciales y desorientadores. (CUV, 6.1.4.) Para él, la única manera de entenderlo era “conocerlo” y emplearlo en la propia experiencia. Con todo, está deseoso de describirlo en términos de cómo llegó a descubrirlo y cómo opera. Una de sus declaraciones más sucintas es un resumen posterior de la narración más larga en El uso de sí mismo:

… cuando yo estaba experimentando con diferentes modos de utilizarme a mí mismo en el intento de mejorar el funcionamiento de mis órganos vocales, descubrí que cierto uso de la cabeza en relación con el cuello y de la cabeza y cuello en relación con el torso y las otras partes del organismo, si se empleaba consciente y continuamente, aseguraba, como se comprobó en mi propio caso, el establecimiento de una forma de uso de sí mismo como una totalidad que proporciona las mejores condiciones para aumentar el nivel de funcionamiento de los diferentes mecanismos, órganos y sistemas. Encontré que en la práctica, este uso de las partes, empezando por el uso de la cabeza en relación con el cuello, constituía un control primario de los mecanismos como una totalidad, implicando control en proceso por todo el organismo y que cuando yo interfería con el empleo del control primario de mi forma de uso, éste siempre iba asociado a una disminución del nivel de mi funcionamiento general. Esto hizo que me diera cuenta de que había descubierto un método mediante el cual podemos averiguar si la influencia de nuestra forma de uso está afectando nuestro funcionamiento general de forma adversa o todo lo contrario, cuyo criterio es si esta forma de uso está interfiriendo con el empleo correcto del control primario. (CUV, 1.1.10.)

Él nos asegura en una nota que palabras tales como “correcto” en contextos como este, “debe entenderse que indican condiciones de funcionamiento psicofísico que son las mejores para el trabajo del organismo como un todo.” (CUV, 1.1.10 nota.)

El camino a este “nuevo principio” pasó por varios descubrimientos preliminares concernientes a la naturaleza de la acción psicofísica, todos los cuales fueron inesperados para Alexander. Lo más brevemente posible, debemos seguir estos pasos en serie, ya que de otro modo las nociones clave de Alexander y su influencia sobre Dewey son ininteligibles.

Usando espejos para observar sus acciones mientras recitaba, Alexander finalmente detectó un patrón motor triple del cual él había sido inconsciente previamente. Cuando empezaba a hablar, él (1) echaba la cabeza hacia atrás-abajo, (2) deprimía la laringe y (3) sorbía aire por la boca. Descubrió también que estas tendencias estaban presentes en un grado mucho menor en su hablar ordinario, aunque aumentaban proporcionalmente a las exigencias que él hacía sobre su mecanismo. Habiendo decidido previamente que algo estaba mal en su uso de la voz, conjeturó que este patrón constituía su mal uso y por consiguiente, se puso a remediarlo. (USM, 1 párrafo 16 en adelante. El capítulo 1 de esta obra, “Evolución de una técnica”, describe en detalle los pasos del descubrimiento de Alexander.) Descubrió que no podía mediante esfuerzo consciente evitar (2) y (3), pero que podía hasta cierto punto evitar (1). A continuación, observando que cuando evitaba (1), los otros dos elementos no aparecían, concluyó que echar la cabeza hacia atrás-abajo era el error fundamental.

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Alexander llegó a lo que llamó la segunda etapa de sus investigaciones cuando descubrió que con el paso del tiempo y al ganar experiencia en esta “perversión del mal uso”, el examen médico mostraba que el estado general de su laringe y las cuerdas vocales había mejorado. De ello concluyó que su “uso” mejorado había dado como resultado un funcionamiento (fisiológico) mejorado de sus mecanismos vocales y respiratorios. Escribe:

Mi experiencia hasta ahora me había enseñado:

1. que la tendencia a echar hacia atrás la cabeza estaba relacionada con mis problemas de garganta y

2. que podía aliviar este problema en cierta medida simplemente previniendo este echar la cabeza hacia atrás, ya que este acto de prevención tendía a prevenir de forma indirecta la depresión de la laringe y la succión del aire. (USM, 1 párrafo 26.)

Así que la noción de prevención o inhibición ya está presente, aunque su importancia aún no se ve.

En breve apareció evidencia que

sugería que el funcionamiento de los órganos del habla estaba influido por mi manera de utilizar la totalidad del torso y que el echar la cabeza hacia atrás-abajo no era meramente, como había supuesto, un mal uso de las partes concretas afectadas, sino que iba inseparablemente ligado a un mal uso de otros mecanismos que implicaban el acto de acortar la estatura. (USM, 1 párrafo 34.)

Siendo este el caso, Alexander concluyó que meramente prevenir el “mal uso” de la cabeza y el cuello no era suficiente; “debía prevenir también esos otros malos usos que provocaban el acortamiento de la estatura.” (USM, 1 párrafo 34.) En este momento pensó que estaba empezando a ver que estaba implicado el “uso”del organismo como una unidad.

Muy satisfecho con esto, Alexander decidió intentar combinar este programa de prevenir echar la cabeza atrás, elevar el pecho y acortar la columna vertebral con un programa de “hacer”, esto es, con un intento de “echar la cabeza hacia delante-arriba” y “ensanchar la espalda” y mantener estas condiciones mientras hablaba o recitaba. (USM,1 párrafos 35 y 37.) Este intento fracasó, después de lo cual colocó más espejos para ver lo que estaba ocurriendo en realidad. En este momento apareció un nuevo hecho:

entonces vi que en el momento crítico en que intentaba combinar la prevención del acortamiento con un intento de mantener el alargamiento y hablar a la vez, no echaba la cabeza hacia delante-arriba como pretendía, sino que en realidad la echaba hacia atrás. Aquí tenía, pues, la prueba irrefutable de que estaba haciendo lo contrario de lo que creía y había decidido que debía hacer. (USM, 1 párrafo 39.)

Es decir, en el momento en que intentaba hablar, el primer hábito prevalecía no sólo sobre lo que él intentaba hacer con respecto a corregir sus malos usos, sino también, como los espejos añadidos revelaron, sobre lo que él pensaba que estaba haciendo en realidad.

Más experimento y observación confirmaron la conjetura de que los malos usos de otros mecanismos concomitantes al acto de recitar, tales como estar de pie, caminar, gesticular y similares, todos se “sincronizaban con mi uso incorrecto la cabeza” y que esta mala coordinación “me provocaba una tensión muscular indebida en todo el organismo.” (USM, 1 párrafo 44.) Esto de llevó a la conclusión de que este uso incorrecto de la cabeza “constituía un mal uso combinado de la totalidad de mis mecanismos físico-mentales.” (USM, 1 párrafo 47.) Lo que era peor,

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Me di cuenta entonces de que este era el uso que yo habitualmente empleaba en todas mis actividades, que se trataba de lo que podría llamar el “uso habitual” de mí mismo. Mi deseo de declamar, como cualquier otro estímulo a la actividad, provocaría inevitablemente que entrara en acción este uso incorrecto habitual y dominaría cualquier intento que yo pudiera realizar para mejorar el uso de mí mismo al declamar… Este estímulo al uso incorrecto era mucho más fuerte que el estímulo de mi deseo de poner en práctica el nuevo uso de cabeza y cuello, y entonces pude ver que era esta influencia la que me llevaba, tan pronto como me levantaba para declamar, a mover la cabeza en la dirección contraria a la que deseaba. (USM, 1 párrafos 47 y 48.)

Esta revelación introdujo un cambio en el problema. Los “usos incorrectos” habituales (patrones motores) que siempre se habían “sentido correctos” y naturales en su ejecución, se habían vuelto tan automáticos y fuertes que en el momento crítico de la ejecución vencían el intento consciente de sustituirlos por un nuevo y razonado patrón motor mediante sustitución directa. La tendencia del organismo psicofísico a responder como una unidad era tan fuerte que cuando dominaba la acción, también dominaba el informe sensorial cinestésico de lo que estaba teniendo lugar: Alexander “sentía” que estaba echando la cabeza hacia delante-arriba cuando tomaba la decisión de recitar, como estaba intentando, pero los espejos añadidos le mostraban que en realidad, estaba echándola hacia atrás-abajo con el viejo patrón habitual. En relación con esto, Alexander introduce un tema conocido al que Dewey, citando su nombre, alude en Human Nature and Conduct (en las páginas 27 y 28 de HNC, 1930):

Es muy generalizada la creencia de que sólo con que alguien nos diga qué hacer para corregir una manera incorrecta de hacer algo, seremos capaces de hacerlo y que si “creemos” que lo estamos haciendo, entonces todo va bien. Toda mi experiencia, sin embargo, no hace sino demostrar que esta creencia es un engaño. (UOS, 1 párrafo 47.)

Para Alexander el problema parecía depender de lo que él llamó “dirección del uso”, con lo cual dice,

quiero indicar el proceso que se produce al proyectar mensajes desde el cerebro a los mecanismos y al conducir la energía necesaria para el uso de estos mecanismos. (UOS, 1 nota al párrafo 53.)

En lenguaje menos recóndito, él ve ahora el problema como el del modo de propagación de la acción ideo-motora.11 A la luz de su nuevo descubrimiento, él expone de nuevo las siguientes proposiciones como datos:

1. que la cabeza se me fuera hacia atrás-abajo, cuando yo sentía que la llevaba hacia delante-arriba, era una prueba de que el uso de estas partes concretas estaba mal dirigido y que esta mala dirección estaba relacionada con una sensación engañosa;

2. que esta mala dirección era instintiva y que, junto con la sensación engañosa que la informaba, era una parte integrante del uso habitual que hacía de mí mismo;

11 El concepto de “acción ideo-motora” fue desarrollado por William James, en The Principles of Psychology (Nueva York, 1890), II, páginas 522 a 528. Resume la noción con estas palabras: “Podríamos entonces establecer como cierto que cada representación de un movimiento despierta en cierto grado el movimiento real que es su propósito; y lo despierta en grado máximo cuando no se evita que lo haga así mediante una representación antagonista presente en la mente.” (W. JAMES, The Principles of Psychology, II, página 526.) Alexander adoptó esta noción de James ya en 1908, año en que la expresión "ideo-motor" con este sentido aparece en “Reeducación de los sistemas cinestésicos” (AYC, 1.12.) de Alexander, . El término también aparece en el texto de HSH, 1ª edición (1910) y en la 2ª edición (1918) se encuentra en el Índice.El propio Alexander atribuía su conocimiento de esta doctrina – o al menos del término – a los Principles de James. El Dr. Horace Kallen, que conoció a Alexander mucho después de 1918, ha dicho: “Él [Alexander] leyó la obra principal de William James y quedó sorprendido por lo que James tenía que decir sobre la 'función ideo-motora', es decir, la dinámica de la actitud consciente y la imagen al dar forma y dirección a la postura y el movimiento de los músculos corporales.” (Carta del Dr. Horace Kallen al autor, 20 de febrero de 1958) “No tengo otra información sobre la relación de Alexander con James que las observaciones que Alexander me había hecho sobre haber él sacado el concepto de 'acción ideo-motora' de la obra de James.” (Carta del Dr. Kallen al autor, 27 de febrero de 1958.)

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3. que esta mala dirección instintiva, que me llevaba al erróneo uso de mí mismo habitual, que incluía de forma más notoria el uso erróneo de la cabeza y cuello, se activaba a consecuencia de una decisión de usar la voz; esta mala dirección, en otras palabras, era mi respuesta (reacción) instintiva al estímulo de utilizar la voz.(USM, 1 párrafo 60.)

Ahora el problema era descubrir cómo inhibir la respuesta habitual inconsciente (“instintiva”, “heredada”) (USM, 1 párrafo 81 en adelante) provocada por el estímulo de hablar (esto es, la decisión mental “¡di la frase!”) (USM, 1 párrafo 86), y reemplazarlo por una “dirección” que aseguraría “un uso nuevo y mejorado de cabeza y cuello e, indirectamente, de la laringe, la respiración y otros mecanismos.” (USM, 1 párrafo 63.) Sencillamente, esto sólo podía hacerse mediante razonamiento a la luz de sus descubrimientos experimentales, ya que la guía habitual o “sensación” había resultado falaz. Al menos en el caso de la dirección apropiada del uso en el acto de hablar, había un conflicto entre dirección razonada como contraria a dirección habitual o instintiva del uso.

Es innecesario seguir con todo detalle el resto de los experimentos de Alexander. En resumen, le convencieron de que la crisis aparecía en el preciso “momento en que la emisión de instrucciones se combinaba con el 'hacer' para lograr la meta que me había marcado” (en este caso, hablar) (USM, 1 párrafo 83). Para controlar la dirección en este momento, descubrió que él “tendría que pasar por la experiencia de recibir el estímulo de hablar y negarme a reaccionar a él de inmediato” (USM, 1 párrafo 70), es decir, el primer paso no era lograr el fin, sino inhibir la vieja respuesta. A continuación tuvo que descubrir qué instrucciones positivas u “órdenes” tenía que proyectar mentalmente para ser capaz de educir el patrón motor correcto, sin hacer aún nada de nada. Esta es la importancia del insistente estribillo de Alexander sobre mantener la atención en los “medios por los cuales” y no en el fin a lograr. (La explicación más breve y clara de esto que el autor conoce se encontrará en CUV, 1.1.10.)

Transfiriendo así el hábito motor del nivel inconsciente (habitual e instintivo) al nivel consciente, Alexander descubrió que tenía que practicar proyectar sus nuevas instrucciones mentalmente durante días, semanas y a veces meses antes de poder confiarse a cualquier respuesta motora manifiesta mientras mantenía aún el viejo patrón inhibido. Descubrió además que tenía que pararse12 en el momento crítico mencionado antes y hacer una nueva elección consciente entre las alternativas: (1) no permitir que aparezca la respuesta incluso por el nuevo “medio por el cual” o (2) cambiar el fin y hacer algo diferente en su lugar (digamos, levantar una mano) o (3) empezar a hablar. Pero en los tres casos era necesario continuar proyectando el patrón relativo a la idea correcto, pues era este último acto por sí solo lo que hacía posible mantener la inhibición de la vieja respuesta y así saltarse el momento crítico. Finalmente se formaba un nuevo hábito de respuesta motora, pero esta vez bajo control consciente, así que Alexander

empezaba a ser capaz de anular toda influencia del uso habitual incorrecto al hablar, cuyo estímulo había sido mi decisión original de “decir la frase” y que mi dirección consciente y razonada, se imponía por fin a la dirección instintiva y no razonada, asociada al uso habitual e insatisfactorio que hacía de mí mismo. (USM, 1 penúltimo párrafo.)

… el estímulo de usar la voz ya no ponía en marcha la vieja actividad refleja que incluía llevar la cabeza hacia atrás-abajo, acortando con ello mi estatura y que constituía mi reacción habitual y perjudicial a ese estímulo, sino que provocaba, en su lugar, una nueva actividad refleja que incluía llevar la cabeza hacia delante-arriba para alargar la estatura y que, por sus resultados, demostró ser una reacción satisfactoria a este estímulo. (USM, 2 párrafo 4.)

Habiendo llegado a la conclusión de que la relación cabeza-cuello-torso englobaba el control primario de todo uso físico y mental, Alexander generalizó sus

12 “¡Pare y piense!” es el eslogan que los Alexander adoptaron para expresar la necesidad de inhibición. Por ejemplo, esto explica el título de la colección de ensayos KHS (Londres, 1946) a la que hemos hecho referencia. Dewey usa la expresión de un modo que sugiere que él está pensando en la inhibición, ocasionalmente. Véase Human Nature and Conduct, página 197, como un ejemplo al azar de esto.

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descubrimientos:

Por este nuevo proceder, mientras mantuviera conscientemente las instrucciones razonadas para producir unas nuevas condiciones de uso, el estímulo de una decisión de lograr un determinado fin produciría una actividad diferente de la antigua y habitual: la actividad antigua no podía ser controlada fuera del contexto de lograr un fin determinado, mientras que la nueva actividad podía ser controlada para la consecución de cualquier fin que deseara conscientemente. (USM, 1 párrafo 4 desde el final.)

A esta frase añade, en cursiva, que este procedimiento no sólo es contrario a todas las formas de adiestramiento que se hayan dado a la dirección instintiva del individuo, “sino también a aquellas en que se han ejercitado continuamente todos los procesos instintivos del hombre a lo largo de toda su experiencia evolutiva.” (USM, 1 antepenúltimo párrafo.)

Volviendo ahora a nuestra clasificación en tres círculos, encontramos en el área central varias proposiciones para las cuales Alexander creía haber establecido su validez mediante su procedimiento experimental. El descubrimiento básico, el del control primario del uso, ya ha sido descrito. Lo que ahora podría añadirse es que las “instrucciones mentales proyectadas” u “órdenes” que establecen el uso habitual correcto de los mecanismos psicofísicos consisten precisamente en establecer conscientemente y mantener la relación funcional correcta entre la cabeza y el cuello, y entre estos dos y el resto de la columna vertebral. Debe observarse dos cosas: (1) La relación no es un equilibrio estático, sino una relación dinámica; una postura que prepara para la acción. Se mantiene la relación en toda posición posible del cuerpo: de pie, acostado, caminando o rodando sobre una pelota.13 (2) No es buscada ni mantenida como un fin en sí mismo, sino como un “medio por el cual” para la acción. Incluso los efectos psicofísicos inmediatos de lograr esta “posición de ventaja mecánica” puedes ser un obstáculo para el progreso. Poniendo el ejemplo que Dewey menciona de su propia experiencia,14 la sensación general de “ligereza” y la coordinación física integrada que resulta inmediatamente pueden sugerirse como un “fin”, de modo que el progreso ulterior hacia el control se retrasa o bloquea. Se piensa y actúa habitualmente durante la actividad, no se piensa en ella una vez adquirida. (Véase USM, 1 párrafo 78, donde Alexander cita a Dewey sobre este punto.) Podría decirse que es el hábito que subyace a todos los demás hábitos, integrándolos y relacionándolos con la acción consciente.15

A propósito del descubrimiento del control primario, Alexander pensó que con sus experimentos había verificado otras proposiciones relacionadas directamente con él, ya fuera como resultados (a menudo inesperados) de su procedimiento o como inferencias de sus descubrimientos. Como Dewey no sólo había declarado repetidamente que el procedimiento experimental de Alexander era científico, sino que también había dicho que

Y cualquiera que haya tenido una experiencia de la técnica lo “sabe” a través de las experiencias vividas personalmente. Este solo hecho basta para probar el carácter auténticamente científico de las enseñanzas y descubrimientos del Sr. Alexander (Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 4),

13 Para postura o equilibrio como cualidad dinámica, como opuesta a relación estática de las partes del cuerpo, véase RAYMON A. DART, Destreza y equilibrio, capítulo 5: “Consecución del equilibrio” ('The Attainment of Poise', South African Medical Journal, 8 de febrero de 1947, páginas 74 a 91). El Dr. Dart y sus hijos fueron alumnos de la Srta. Irene Tasker en 1943, durante su estancia en Sudáfrica. La narración de los resultados favorables de la técnica Alexander experimentados por el Dr. Dart y sus hijos se encuentra en Destreza y equilibrio, 5.3 párrafo 7 [y en 3.2].

14 “Uno de mis mayores obstáculos fue que tras tener el efecto sensorial de ligereza, intentaba conservarlo en lugar de mantener el medio por el cual. Creo que yo daría mayor énfasis a la cuestión de que tenemos 'naturalmente' el mecanismo orgánico requerido y que las clases no son más que una recuperación de lo que hemos perdido por nuestro propio mal uso.” Carta de Dewey a F. P. Jones, 14 de junio de 1947, con que empieza F. P. JONES, “A New Field For Inquiry”, copyright 1948. Este se ha publicado privadamente.

15 Este es claramente el significado de las frases de Dewey: “El trabajo del Sr. Alexander… demuestra que existen ciertos hábitos orgánicos y actitudes básicos y centrales que condicionan todo acto que realizamos, todo uso que hacemos de nosotros mismos.” (Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 10). También: “[la conciencia pervertida]… constituye, como él ha demostrado tan claramente, nuestra pauta de lo que es correcto. Influencia cada observación, interpretación o juicio nuestros. Es el factor que interviene en todos nuestros actos y pensamientos.” (Introducción de J. Dewey a CCCI, párrafo 2.) Estas observaciones las aplica a nuestra conciencia sensorial “pervertida”, pero lo mismo se aplicaría a la conciencia sensorial reeducada.

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empezaremos con algunos de los resultados que Dewey considera establecidos:

Y de esta manera verifiqué con la experiencia personal todo aquello que el Sr. Alexander dice respecto a la unidad de lo físico y lo psíquico en lo psicofísico; respecto a nuestro uso habitualmente incorrecto de nosotros mismos y al papel desempeñado por este mal uso en la generación de todo tipo de tensiones innecesarias y desperdicio de energía; respecto al enviciamiento de nuestras percepciones sensoriales que forman el material de nuestros juicios sobre nosotros mismos; respecto a la necesidad incondicional de inhibir nuestros actos acostumbrados y la tremenda dificultad mental que supone “no hacer” algo tan pronto como se nos sugiere un acto habitual, junto con el gran cambio que tiene lugar en la actitud moral y mental a medida que se establecen las coordinaciones apropiadas. (Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 6.)

Para confirmarnos que no se está refiriendo a un juicio basado en la “sensación”, continúa:

Al reafirmar mi convicción respecto al carácter científico de los descubrimientos y la técnica del Sr. Alexander, lo hago, pues, no como una persona que ha experimentado una “curación”, sino como alguien que ha aplicado toda la capacidad intelectual de que dispone al estudio de un problema. En este estudio encontré las cosas que yo “sabía”, en el sentido de creencia teórica, por la Filosofía y la Psicología, trasmutadas en experiencias vitales que dieron un sentido nuevo al conocimiento que tenía de ellas. (Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 6.)

Se observará que tres de las afirmaciones en la lista evidentemente aleatoria de Dewey, están situadas en lo que el autor ha designado arbitrariamente como segunda área de su clasificación, ya que como se clasificó antes, no están involucradas directamente en el procedimiento experimental con el que Alexander resolvió su problema original mediante el descubrimiento del “control primario”. Estas proposiciones derivadas son la concerniente a la unidad de lo físico y lo psíquico en lo psicofísico, la relativa al gran cambio en la actitud moral y mental que tiene lugar a medida que se establecen las coordinaciones apropiadas y la referente a las experiencias vitales que dan nuevo significado al conocimiento teórico. No obstante, Dewey declara inequívocamente que estas proposiciones están verificadas científicamente por él mismo al igual que por Alexander. La frase desnuda de que el uso habitualmente incorrecto de nosotros mismos genera todo tipo de tensiones innecesarias y desperdicio de energía, compete también a la línea directa de descubrimientos experimentales, aunque ambos, Alexander y Dewey, desarrollaron esta proposición más allá del nivel puramente experimental. (Véase Experience and Nature, páginas 301 a 302, donde la discusión apenas se desarrolla en términos experimental. Esta cuestión se trata más adelante en el capitulo V.)

Otros descubrimientos experimentales que aparecen en el curso de la investigación de Alexander fueron que el sentido cinestésico o “muscular” por sí solo no informa correctamente de ciertos patrones de respuesta motora y muscular habitual adquiridos y operando “por debajo del plano de la conciencia”; que no puede alterarse estos patrones, al menos en algunos casos, directamente a voluntad, esto es, sustituyendo simplemente por un nuevo y deseable patrón de respuesta mediante un acto consciente y voluntario de elección; “que 'intentar hacerlo bien' por medio de un 'hacer' directo es intentar reproducir lo conocido y no puede conducir a lo 'correcto', que es aún 'desconocido'” (USM, Prefacio a la nueva edición de 1941, punto 4); que esta experiencia cinestésica “desconocida” (correcta) no puede ser comunicada verbalmente a aquellos que no la tienen, ya que las palabras denotan experiencias conocidas; que es imposible separar lo “físico” y lo “mental” en nuestra concepción del funcionamiento del organismo humano (CCCI, 1.1 nota al penúltimo párrafo); que en ausencia de control consciente integral, hay un conflicto (“guerra civil”16) entre los patrones ideo-motores “subconscientes” o “instintivos” y aquellos iniciados mediante esfuerzo consciente; y que esta “guerra civil” se manifiesta como tensiones musculares antinaturales y dañinas a través del organismo entero. (HSH, 1.6.4. Véase DEWEY, EAN, 2ª edición, páginas 295 a 296.)

16 “Guerra civil” es una expresión favorita de Alexander, usada para describir este conflicto; véase HSH, 1.2 párrafos 4 y 8, 1.6.4 párrafo 16. Dewey también parece sentirse atraído por ella y la usa de la misma manera; véase HNC, páginas 2, 99 y 171.

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En la segunda área de nuestra clasificación, la categoría de afirmaciones que, aunque no verificadas directamente con experimento, Alexander ve como inferencias válidas de sus principios, hay un vasto campo de proposiciones surtidas. Algunas de estas son generalizaciones de sus descubrimientos, tales como la frase “el hábito de conseguir un fin es probablemente el hábito más persistente y entorpecedor que [el hombre] necesita superar para conseguir hacer cambios en sí mismo y en los demás” (HSH, Prefacio a la edición de 1945, punto 7); que las condiciones rápidamente cambiantes de la vida civilizada y la velocidad siempre creciente exigida al hombre para adaptarse a ellas, han dejado atrás su adaptabilidad natal e incluso la han pervertido; que la “percepción sensorial” del hombre civilizado moderno en la mayoría de casos si no en todos, está “pervertida” (HSH, 1.6.4 párrafo 11), así que “en cualquier intento de hacer los cambios necesarios en sí mismo, el hombre necesitaría hacer lo que siente como erróneo para acertar” (HSH, Prefacio a la edición de 1945, punto 6) y que es necesario que el hombre en las condiciones civilizadas modernas, ponga todas las funciones de su mecanismo psicofísico bajo control consciente (al menos indirectamente), ya que ya no es capaz de confiar en la “guía instintiva” debido a su estado pervertido. (HSH, 2.2 punto 1. Véase la Introducción de J. Dewey a CCCI, párrafo 4: “La perversión de nuestra conciencia sensorial de nosotros mismos ha llegado tan lejos, que nos falta criterio para juzgar las doctrinas y métodos que declaran tratar con el ser humano individual.”) Además, todos los métodos de educación física actuales, la respiración profunda y los ejercicios corrientemente llamados entrenamiento físico, son erróneos y perjudiciales, ya que son remedios parciales y como mucho meramente sustituyen con otra forma de desequilibrio a aquellas remediadas por tales ejercicios. (Este es también un tema constante en Alexander. Véase HSH, 1.2 y 2.8.1, y “physical-culture” y “physical exercises, mechanical” en el Índice.) Por el mismo motivo, el método científico como se concibe ahora (especialmente en Fisiología), es un asunto angosto, de obtención del fin y estéril debido a su visión escorzada, y meramente una subrepticia “rigidez mental”. (Véase la bastante divertida aplicación de esta noción a la controversia Bacon-Shakespeare en HSH, 1.6.3.)

Otras conclusiones parecen ser el resultado de la “intuición” de Alexander en el buen sentido, o lo que vale lo mismo, son combinaciones de sus propias ideas con otras tomadas de fuentes que él no cuestiona. (Alexander encuentra un buen sentido para el término “intuición”; en HSH, 2.4 párrafo 72, distinguiendo intuición de instinto, dice: “la intuición es el resultado de las experiencias psicofísicas razonadas conscientemente durante el proceso de nuestra evolución.”) La hipótesis de la evolución orgánica es aceptada junto con la noción de transmisión de rasgos adquiridos (véase un ejemplo de esto en HSH, 1.7) de modo que Alexander puede llegar a la conclusión de que las condiciones civilizadas son la causa de que los instintos del hombre se atrofien estructuralmente y que los niños nazcan ahora con menos instintos que hace 300 años, 200 años o incluso que hace una generación.17 Aquí interesa también la insistencia de Alexander en que la proposición de que mente y cuerpo no son entidades separadas es una conclusión de sus investigaciones (USM, 1 principio). De nuevo, la tesis de Scanes Spicer de que la postura incorrecta y el mal uso de los mecanismos respiratorios es una causa del cáncer, fue aceptada por Alexander y más tarde fue generalizada en la proposición de que todas las enfermedades y desórdenes corporales son el resultado del torcimiento del control primario y pueden ser remediados mediante su reposición (HSH). No sólo esto, sino que el conflicto moral que los teólogos achacan al pecado original también se resolverán mediante el control primario, pues este último es la solución al problema de “Por qué el hombre falla tan a menudo al poner sus buenas ideas en práctica, especialmente cuanto más lo intenta.” (HSH, Prefacio a la edición de 1945, punto 9.) Una generalización aún más amplia es que el futuro del progreso evolutivo del hombre está supeditado a su recuperación de este control primario y el desarrollo de sus hábitos de una manera inteligente e integral.

Sólo hay tres alternativas. La primera, una vuelta a la guía única del instinto, es impensable. La segunda, continuar con este gobierno dual, es precisamente la condición que nos ha conducido a los males que estamos buscando cómo remediar. Queda la tercera, a saber, que la evolución física del hombre apunta a progresar siguiendo la vía de la guía-control consciente, razonada. Fue esta última conclusión la que hace más de veinte años me llevó a investigar y practicar los medios por los cuales podía

17 Alexander es algo vago sobre cuándo, en la historia de la raza, esta “perversión” se volvió corriente entre los hombres civilizados. A veces la sitúa hace 300 o 400 años (HSH, 1.7), a veces se dice que es de hace unos cien años (HSH, 1.1 párrafo 7), a veces parece haber llegado principalmente en la última generación. (HSH, 1.7.)

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conseguirse esta guía-control consciente (HSH, 2.3 párrafo final). (Véase también HSH, 1.2.)

Por consiguiente, esto debe convertirse en la base de toda futura educación.18

Los ejemplos anteriores se presentan sin ningún propósito de valoración crítica; tal crítica no forma parte de nuestra tarea presente. No obstante, podría observarse de pasada que Dewey aceptaba como válidas algunas de estas doctrinas, mientras que hay otras con las que se ha mostrado en desacuerdo, como veremos.

El círculo final de nuestra clasificación contiene el tipo de afirmaciones que no tienen ninguna relación discernible con las teorías y la práctica de Alexander, a pesar de sus tentativas para establecer tal relación. Naturalmente que aquí el autor admite cierta cantidad de crítica “de fuera”. Ejemplos de este tipo son la relación de la “mentalidad alemana” que “causó la primera guerra mundial” con la “rigidez mental” que es lo opuesto al control consciente (HSH, 1.8.2), un ensayo similar que incluye a Italia en relación con las causas de la segunda guerra mundial (CUV, 13.1.9) y la declaración de que “El progreso relativamente inadecuado de la evolución mental de las razas negras… no puede considerarse más que como un resultado de lo más decepcionante.” (HSH, 1.5 último párrafo). Podrían multiplicarse los ejemplos, pero nuestra tesis no tiene ningún interés en este tipo de afirmaciones.

A medida que Alexander continuaba esforzándose para expresar en los libros, artículos y cartas la naturaleza y desarrollo de su teoría y práctica, siempre insistiendo en la insuficiencia de tal expresión, empleaba cada vez más términos de su jerga. Como estos sirven como una especie de papel de tornasol en la detección de la presencia de las ideas de Alexander en otros sitios, especialmente en las obras de Dewey, va bien hacer un apéndice con una lista de los más importantes de estos términos en esta sección.

La noción básica del “control primario (del uso)” ha sido explicada antes. El término en sí no parece aparecer en las obras de Alexander antes de los intentos por parte de sus amigos científicos de relacionar su descubrimiento con el del Zentralapparat de Rudolph Magnus. (No parece que el trabajo de Magnus fuera conocido en general en Inglaterra hasta que dio la conferencia de Croonian en 1925 y las conferencias de Cameron en 1926; véase el capítulo 5.) La primera afirmación pública de esta relación parece haber sido hecha en 1925 por el Sr. Macleod Yearsley, un cirujano con el que Alexander mantenía una amistad personal, en un artículo tratado en otro lugar de esta tesis. (Véase el capítulo 5.) Anteriormente, se hacía referencia a la función, con distintos grados de equivalencia, con los términos “posición de ventaja mecánica” y “dirección razonada”. En El control consciente y constructivo del individuo (1923) se hace referencia a él como “control consciente”, “nivel de uso coordinado [del mecanismo psicofísico]”, control en el “plano consciente” y otras pocas variantes. En El uso de sí mismo (1932) predomina el término “uso [correcto o erróneo] de sí mismo” y en La constante universal en la vida (1941) se hace referencia a él como una “influencia constante [buena o mala] de la forma de uso”.

Otras expresiones frecuentemente recurrentes relacionadas con esta noción son tales como “efecto del uso sobre el funcionamiento”, “inhibición” con su sentido especial, particularmente como equiparada a “no-hacer” (CUV, definición en 5.3.1 párrafo 2; 5.5.2), “obtención del fin” y “medio por el cual”, “percepción sensorial [defectuosa o correcta]”, “registro de la sensación”19 y “órdenes” (más tarde “direcciones del uso”), que al principio son conceptos puramente mentales,

18 “Creo seriamente que el reconocimiento inteligente de los principios esenciales para la guía mediante control consciente, es esencial para el completo desarrollo mental y físico de la raza humana. La debida consideración convencerá incluso al escéptico de que si el género humano ha de evolucionar a niveles más altos de perfección mental y física, debe guiarse por estos principios. Por si solos conducirán a los hombres y mujeres de hoy al más alto nivel de bienestar…”(HSH, 2.2 punto 1 párrafo 1).Dewey llega casi a decir lo mismo. Véase su Introducción a CCCI, penúltimo párrafo. También: “ La técnica del Sr. Alexander… guarda con la educación la misma relación que esta guarda con todas las demás actividades humanas… Alberga, a mi juicio, la promesa y el potencial de la nueva orientación que hace falta en todos los ámbitos de la educación. ” (Introducción de J. Dewey a USM, 2 últimos párrafos.)

19 Para estas expresiones véase especialmente HSH, 1.6.4. En el párrafo 23 de este apartado, Alexander parece estar sugiriendo que sacó el término “registro sensorial” de la terminología mecánica: “Se trata de la cuestión del almacenamiento y reserva de energía y, utilizando una frase que tiene un equivalente mecánico, el registro de la tensión.” El autor no ha encontrado la

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“proyectados a los centros ideo-motores”, pero a los que no se responde abiertamente. Las órdenes son cuatro20 y son básicas para todo el control consciente integral, ya que “colocan al organismo psicofísico en posición de ventaja mecánica”. Tomadas juntas (se dan “una después de la otra y todas juntas”), finalmente forman el armazón habitual dentro del cual se efectúan todos los actos dirigidos conscientemente. Así que reemplazan a los estímulos aislados previos, tales como “decir la frase”, que al principio provocaban patrones motores indeseables controlados subconscientemente.

El término “órdenes” es uno difícil de entender, quizá debido a sus implicaciones que no parecen encajar dentro de la imagen operativa de la relación mente-cuerpo aceptada tanto por Alexander como por Dewey. Por ejemplo, parecen requerir un “ego” tras la conciencia para hacerlas funcionar, una entidad que al menos Dewey no reconocía. En 1947, escribió:

La palabra “órdenes” siempre me incomodó; no creo que sea un término acertado… si primero dieras una descripción bien completa de [lo que ocurre] y luego dijeras que propones utilizar ciertos sustantivos para diferentes aspectos o fases de todo el asunto, ello funcionaría satisfactoriamente. “Órdenes” sería quizá entonces el uso de sustantivos para seguir de cerca lo que está pasando, siendo ciertamente las palabras como sustantivos los mayores irrefutables en una operación. (Carta de Dewey a F. P. Jones, 10 de mayo de 1947. )

(Gracias a la amabilidad del Dr. Jones, el autor ha visto los originales de esta carta y de todas las demás que Dewey le escribió concernientes al trabajo de Alexander. El Dr. Jones envió al autor una fotocopia de la carta citada aquí.)

Aunque esta noción de “enviar mensajes” (una expresión que Alexander usa relacionada con “órdenes”)21 hace surgir problemas serios sobre de dónde proceden, no necesitamos atender esos problemas aquí. Es el propio término “órdenes” el que debemos recordar. Si las palabras como sustantivos son los mayores irrefutables en una operación, basta para nuestro propósito mirar el sustantivo “órdenes” y los demás que acabamos de mencionar cuando aparecen en las obras de Dewey y ver si se está designando alguna operación alexandrina.

expresión “registro sensorial” en las obras de Dewey antes de conocer a Alexander, así que, junto con sus variantes, cuando aparece en sus obras puede considerarse como un signo de la presencia de influencia alexandrina.

20 En la jerga de Alexander, estas son: (l) cabeza hacia delante-arriba; (2) relajar el cuello; (3) alargar la columna vertebral; (4) ensanchar la espalda. Véase una explicación de estos términos en CCCI, 2.4.4 y siguientes. En esta “Aclaración” (CCCI, 2.4) hay también incluidas otras pocas “órdenes” subsidiarias, pero estas cuatro son las fundamentales.

21 Por ejemplo, hablando de negarse a dar el consentimiento para efectuar un acto, dice: “significa tanto refrenar como consentir enviar los mensajes a los músculos a emplear de acuerdo con la forma de utilizarlos del sujeto, quedando esto a su vez determinado por su forma de emplear el control primario” (CUV, 6.3.1 párrafo 4); “la mayoría de la gente envía mensajes que inician la acción exagerada de ciertos grupos de músculos” ( CUV, 6.3.2).

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Primeras relaciones entre Dewey y Alexander

3. Primeras relaciones entre Dewey y Alexander

3.1 Antes de su encuentro en 1916

Se dice que Alexander, al leer uno de los libros de Dewey, había dicho que este era el hombre que deseaba introdujera su trabajo en Norteamérica, refiriéndose a la segunda edición o edición norteamericana de La herencia suprema del hombre. (Esta anécdota le llegó al autor de la Sra. de John Dewey e, independientemente, del Dr. Frank P. Jones.) La fecha de esta observación parece ser 1914. Mientras que el problema de los orígenes de las ideas de Alexander tras sus descubrimientos fisiológicos originales queda fuera del ámbito de esta tesis, pueden hacerse algunas conjeturas generales sobre la dimensión de su conocimiento de la obra de Dewey antes de ese momento y especialmente, antes de 1910.

Fuera de los círculos académicos, en 1910 Dewey era conocido en Inglaterra como pedagogo y psicólogo progresista, volviéndose precisamente entonces hacia la filosofía profesional.22 Las única obras suyas disponibles en general eran The School and Society (1900, La escuela y la sociedad), The School and the Child (1906 o 1907, La escuela y el niño) y Educational Essays (1910), siendo estas dos últimas obras colecciones de los primeros ensayos y discursos fechados entre 1896 y 1902.23 Psychology (Nueva York,1886; se ha consultado la 3ª edición de 1891 para esta tesis), aunque escrito como libro de texto para maestros, parece haber tenido poca circulación en el campo educativo. (El Prefacio, en la página iii, lo identifica como “expresamente para uso en la instrucción en el aula".) Las colecciones de ensayos que se acaban de mencionar, fueron publicadas como un experimento para exponer las opiniones educativas de Dewey ante el púbico inglés y aunque una breve lista de las demás obras aparece en el apéndice de una de ellas, ningún volumen menciona Psychology para nada. (La lista de las obras de Dewey está en la página 123 de The School and the Child.)

En 1910, Dewey publicó The Influence of Darwin on Philosophy and Other Essays (Boston y Londres, 1910, La influencia del darwinismo en la filosofía) y How We Think (HWT, Nueva York y Londres, 1910, Cómo pensamos), este último también un texto para maestros. Cualquiera que sea el interés potencial para Alexander que estos puedan contener, no puede suponerse que ellos o los Educational Essays estuvieran a su disposición antes de escribir la primera edición de La herencia suprema del hombre, que fue publicado igualmente en 1910. Esto sólo deja The School and Society y The School and the Child como posibles fuentes para que Alexander estuviera familiarizado con las ideas de Dewey en esa época. Estos no proporcionan evidencia alguna de relación de ningún tipo entre los dos, así que en ausencia de datos que indiquen lo contrario, debemos buscar en fecha posterior el inicio de un conocimiento incluso literario entre los dos hombres.

22 J. J. Findlay, profesor de Educación en la Universidad de Manchester, dice en su Introducción a The School and the Child (1907): “He aprovechado la ocasión, con la aprobación del profesor Dewey, de juntar unas pocas de sus contribuciones que no han sido publicadas en este país y que no estarían al alcance de los maestros ingleses si no se publicaran en un volumen barato de este tipo… Comprendo que cuando el profesor Dewey abandonó Chicago hace un año para ocupar la cátedra de Filosofía en Columbia, esta escuela cambió de carácter… por consiguiente, no podía ser la intención del profesor Dewey o de sus últimos colegas reeditar estos artículos aunque la publicación entera tiene un interés singular para los estudiantes de Educación.” (páginas 8 y 9) “Podría añadir que este pequeño volumen podría aumentar a proporciones mayores si se expresa el deseo; aparecerá una segunda colección de las contribuciones de Dewey si los editores descubren que la primera es apreciada por los lectores ingleses” (páginas 9 y 10). Findlay empieza su Introducción para el segundo volumen prometido, Educational Essays (1910) con la observación: “Este segundo volumen aparece en cumplimiento de la esperanza ofrecida en la Introducción a su predecesor de que se ofrecería otra entrega de los escritos del profesor Dewey a los maestros ingleses, si el primer volumen era apreciado.” El tono de ambas introducciones es el de estar presentando una figura nueva y desconocida al público.

23 The School and Society, Chicago, (1900) no contiene nada de interés especial para las ideas de Alexander. Los otros dos volúmenes y su contenido son: The School and the Child, editado por J. J. Findlay, (Londres, 1907) que este contiene “The Child and the Curriculum” (1902, “El niño y el programa escolar”) y ocho de las nueve monografías que hay en The Elementary School Record (1900); y Educational Essays de John Dewey, editado por J. J. Findlay (Londres, 1910) que contiene “Ethical Principles Underlying Education” (1897, “Los principios morales que cimientan la educación”), “Interest in Relation to Training of the Will” (1896, revisado en 1899, “El interés y el esfuerzo en sus relaciones con la educación y la voluntad”) y “Psychology and Social Practice” (1900, “La psicología y la práctica social”).

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Antes de su encuentro en 1916

A pesar del hecho de que en estos años, las preocupaciones inmediatas de Alexander y Dewey iban por caminos que no necesitan necesariamente haberse cruzado, su encuentro ocurrió gracias a asuntos pertenecientes al programa educativo. En 1913 o 1914, la Srta. Ethel Webb,una mujer capaz interesada en la educación, que ya había empezado el trabajo que duraría toda su vida como ayudante jefe y secretaria de Alexander, fue a Roma a estudiar con la Dra. María Montessori con vistas a explorar las posibilidades de combinar los principios de Alexander con los nuevos métodos educativos. Allí la Srta. Webb conoció a la Srta. Irene Tasker, una licenciada en Cambridge dedicada profesionalmente a la educación y a algunos estudiantes norteamericanos que habían seguido cursos de Dewey en Columbia. Entre los últimos estaba la Srta. Margaret Naumburg, quien pronto iba a fundar la Escuela Walden en Nueva York. (Por la información contenida en este y en los tres siguientes párrafos, el autor está en deuda con la Srta. Irene Tasker, carta del 28 de junio de 1957 y con la Srta. Margaret Naumburg, carta del 6 de diciembre de 1957. La Srta. Naumburg también tuvo la amabilidad de encontrar tiempo para mantener una conferencia con el autor el 7 de noviembre de 1957 y hacer más tarde las correcciones al tosco borrador de estos cuatro párrafos.)

La Srta. Webb presentó el primer libro de Alexander, La herencia suprema del hombre, a las Srtas. Tasker y Naumberg. De resultas de este encuentro con la Srta. Webb, tanto la Srta. Tasker como la Srta. Naumburg regresaron a Londres en 1914 y asistieron a clases con Alexander. En esa época, la Srta. Webb y la Srta. Tasker discutieron la obra de Dewey con Alexander con cierta extensión y parece haber leído él al menos algunas de las obras mencionadas antes. Alexander vino a los Estados Unidos porque la Srta. Naumburg le aseguró conocer varios alumnos potencial para él.

La Srta. Naumburg regresó a Nueva York en 1914, donde fundó la Escuela de Niños, que más tarde se convertiría en la Escuela Walden. (Una narración de la fundación de esta escuela se encuentra en MARGARET NAUMBURG, The Child and the World, Nueva York, 1923, en la página sin numerar siguiente a la página del título. El diálogo 13 de este libro, “Un profesor universitario y el director”, páginas 248 a 271, es una discusión simpática e informada del método de Alexander.) En ese año o antes de 1915, la Srta. Naumburg proporcionó a Alexander sus primeros alumnos en Nueva York y él empezó a enseñar su técnica allí y más tarde también en Boston. Luego la Srta. Webb se reunió con Alexander en 1915 y la Srta. Tasker vino a Nueva York en 1916, aceptando un puesto de maestra en la escuela de la Srta. Naumburg. En 1917 la Srta. Tasker se reunió también con Alexander como maestra ayudante.

A través de estudiantes y amigos que conocían a miembros del personal de la Universidad de Columbia, Alexander fue invitado a una cena celebrada por el profesor Wendell Bush y su esposa en 1916. Es esta ocasión estuvieron presentes el profesor Dewey, el profesor James Harvey Robinson y el profesor Wesley C. Mitchell. Este fue el primer encuentro de Alexander con Dewey. Poco después, todos estos hombres y también sus esposas, estaban asistiendo a clases con Alexander sobre su técnica del “control consciente”. (El autor debe esta narración al Dr. Frank P. Jones. Es la narración que le hizo Dewey en respuesta a las preguntas de Jones. Después de escribirse esto, ha sido verificado por la esposa del profesor Mitchell, la Sra. Lucy Sprague Mitchell, carta al autor del 19 de mayo de 1958.)

En cuanto a Dewey, no hay razón para suponer que hubiera oído de Alexander o de su trabajo antes del momento de su encuentro en 1916. La primera edición de La herencia suprema del hombre, aunque publicada simultáneamente en Londres y Nueva York en 1910, recibió muy poca atención en este continente. Nada en las obras de Dewey de esta época muestra traza alguna de nociones peculiares de las enseñanzas del reeducador inglés. De hecho, hacía mucho tiempo que Dewey había desviado su atención de la teoría y práctica educativas explícitas a asuntos muy diferentes. En 1910, estaba preocupado por cuestiones epistemológicas y metafísicas; los Seis Realistas habían publicado su plataforma y Perry había escrito su “Ego-Centric Predicament”. Schintz había lanzado su ataque sobre el pragmatismo, apuntando a Dewey. (“The Ego-Centric Predicament” de Perry y la “Plataforma de los Seis Realistas” están en el Journal of Philosophy, VII, 1910. Albert Schintz publicó el “Pragmatism” del profesor Dewey en el mismo Journal of Philosophy, V, 1908, páginas 617 a 628, dando como resultado una serie de intercambios durante los dos años siguientes entre este periódico y la Philosophical Review.) El problema de los valores acababa de ser introducido en

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Antes de su encuentro en 1916

Norteamérica24 e iba a convertirse en ese momento en el tema de una asamblea anual de la Asociación Filosófica Americana (véase Journal of Philosophy, I, 1913, páginas 167 y 168, “Subject of Discussion for the next Meeting of the American Philosophical Association”), en la que Dewey presentó sus famosas cuestiones (JOHN DEWEY, Journal of Philosophy, I, 1913, páginas, 268 y 269, “The Problem of Values”). 1910 es también el año de la mordaz crítica de Dewey a The Eternal Values de Münsterberg (JOHN DEWEY, “Review of Hugo Munsterberg's The Eternal Values”, en Philosophical Review, XIX, 1910, páginas 188 a 192), una cita del cual decora el encabezado de un capítulo del libro de Alexander de ese año, pero que, quizá significativamente, desaparece en la edición de 1918 introducida por Dewey. (Primera edición de HSH de 1910, encabezado de 1.4, donde va precedida de una corta copla de Shelley. En la 2ª edición de 1918 y en las posteriores sólo queda la cita de Shelley.)

Ciertamente que hay puntos similares en la perspectiva general de Dewey y de Alexander, pero el desarrollo de algunos de ellos indica la falta de relación más que la influencia. El tratamiento previo de Dewey de la noción de inhibición podría servir para ilustrar esto:

En 1896, Dewey observó de pasada:

… Soy consciente de la importancia relativa a la inhibición, pero la mera inhibición carece de valor. El solo restringir, el solo refrenar, que tiene algún valor es el que procede de mantener todos los poderes concentrados devotamente hacia un fin positivo. El fin no puede ser alcanzado excepto mientras se evita que el instinto y los impulsos descarguen aleatoriamente y se salgan del camino. Manteniendo los poderes en funcionamiento sobre sus fines relevantes, hay oportunidad suficiente para la inhibición genuina. Decir que la inhibición es más importante que el poder de la dirección, es como decir que la muerte vale más que la vida, la negación vale más que la afirmación, el sacrificio vale más que el servicio. Moralmente, la inhibición educativa es uno de los factores del poder de la dirección. (JOHN DEWEY, “Ethical Principles Underlying Education”, Publications of the National Herbart Society, Chicago, 1897, página 31.)

La frase final de lo anterior aparece idéntica en dos reediciones, en 1899 y en 1907. En 1910 este ensayo fue incluido en los Educational Essays, publicados en Inglaterra y editados por J. J. Findlay, profesor de Educación en la Universidad de Manchester. (Véase la referencia completa en la nota 23.) Este último, haciendo lo que él considera “una alteración mínima en la fraseología” (Introducción a Educational Essays, página 17), reescribe la frase como sigue:

La inhibición sólo es educativa cuando está subordinada al poder de la dirección. (Educational Essays, “Ethical Principles”, página 68.)

Es esta forma la que Alexander habría visto si hubiera leído el ensayo.

No obstante, Dewey volvió a escribir este artículo en 1909. Titulado originalmente “Ethical Principles Underlying Education”, fue ampliado a Moral Principles in Education (Boston, 1909). Aquí el pasaje anterior dice:

… El solo restringir, el solo refrenar, que tiene algún valor es el que procede de mantener todos los poderes concentrados en un fin positivo. Un fin no puede ser alcanzado excepto mientras se evita que el instinto y los impulsos descarguen aleatoriamente y se salgan del camino. Manteniendo los poderes en funcionamiento sobre sus fines relevantes, hay oportunidad suficiente para la inhibición genuina. Decir que la inhibición es más importante que el poder, es como decir que la muerte es más que la vida, la negación más que la afirmación, el sacrificio más que el servicio. (JOHN DEWEY, Moral Principles in Education, Boston, 1909, página 54.)

Ahora la frase final es omitida enteramente.

24 Véase J. S. MOORE, “The System of Values”, Journal of Philosophy, VII (1910), páginas 282 a 291. La primera frase es: “El año 1909 estuvo marcado por el nacimiento de una nueva disciplina filosófica: la filosofía de los valores.”

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Antes de su encuentro en 1916

Estos cambios, particularmente la omisión de la frase “irrefutable”, apartan más que acercan la noción de Alexander de la función de la inhibición. Pero esta noción ocupa una posición clave en la técnica y teoría del último y Dewey iba más tarde a reconocer su importancia y hacer uso de ello. (Véase la primera cita del capítulo 1 de esta tesis. Véase también la Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 6: “Y de esta manera verifiqué con la experiencia personal todo aquello que el Sr. Alexander dice respecto a la unidad de lo físico y lo psíquico en lo psicofísico… [y] respecto a la necesidad incondicional de inhibir nuestros actos acostumbrados…”.)

En How We Think (HWT, Boston, 1ª edición 1910; 2ª edición 1933; Cómo pensamos), en el que el papel desempeñado por la inhibición es apenas visible, aparece un pasaje que sugiere las opiniones a encontrar en los primeros escritos de Alexander:

La fuerza directa y la intensidad de los diferentes acontecimientos controlan la experiencia ordinaria… La experiencia acostumbrada tiende al control del pensamiento mediante consideraciones de fuerza directa e inmediata, en lugar de por aquellas de importancia a largo plazo. (HWT, 1ª edición página 154, 2ª edición página 199.) La necesidad principal del pensamiento científico es que el pensador se libre se la tiranía del estímulo de los sentidos y el hábito, y esta emancipación es también la condición necesaria para el progreso. (HWT, 1ª edición página 155, 2ª edición página 200.)

No obstante, no se dice que la inhibición cumpla esto, sino que:

Se requería cierto poder de abstracción, de apartarse deliberadamente de las respuestas habituales a una situación, antes de que los hombres pudieran emanciparse para seguir sugerencias que al final son fructíferas. (HWT, 1ª edición página 155, pero no en la 2ª edición.)

Aquí Dewey parece estar haciendo a la abstracción efectuar el oficio que Alexander exige de la inhibición, pero las operaciones dadas a entender en cada caso son ligeramente diferentes, como se verá.

Cuando Dewey reescribió How We Think en 1933, todavía no hacía mención de Alexander o de la inhibición en este punto. Pero esta vez agranda considerablemente la noción y el valor de la abstracción, dejando claro que se refiere a una fase especial del pensamiento científico:

… La abstracción científica se sustenta en relaciones que en ningún caso podían ser percibidas por los sentidos. (HWT, 2nd edición, página 201, pero no en la 1ª edición.)

Así, aunque ahora Dewey es consciente de “la necesidad incondicional de inhibir en todos nuestros actos acostumbrados” (Introducción de J. Dewey a USM, párrafo 6), esta aclaración hace innecesario introducir la noción alexandrina de la inhibición. Como en la primera edición, Dewey está comentando aquí el pasaje de The Senses and the Intellect (1879) de Bain, que trata sobre la comprensión de las relaciones abstractas, pero ahora tiene cuidado de asegurarnos que está discutiendo el valor lógico de la abstracción. (HWT, 2ª edición, 1933, página 201: “Pero mientras este acto tiene, bajo ciertas circunstancias, valor práctico, el valor lógico de la abstracción consiste en medir alguna cualidad o relación previamente no captada para nada, haciéndola sobresalir.”) En cambio, la inhibición no es sólo de valor práctico, sino que es una “necesidad incondicional”. Introducir la noción más general de inhibición se convertiría en una digresión y alteraría el plan original de esta obra establecido en 1910. Pero que Dewey hubiera sido consciente entonces de qué efecto habría tenido el concepto de Alexander de la naturaleza del todo penetrante de la inhibición en aquel plan original de esta sección, es naturalmente otra cuestión, por lo menos planteada.

Que Alexander hubiera oído hablar de Dewey antes de 1913 o 1914 es improbable; que estuviera influenciado por él aún lo es menos. No hay nada en la primera edición de La herencia suprema del hombre o en las cartas y folletos publicados de Alexander de esa época, que sugiera las ideas peculiares de Dewey, ni se menciona su nombre en ningún sitio. La insistencia vigorosa y pública de Alexander en su interés en la educación empezó temprano. ( Este es un tema

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constantemente recurrente en sus escritos; por ejemplo, véase el artículo de 1907, “Reeducación respiratoria” (HSH, 3), en el que Alexander habla de la necesidad de la Técnica para la educación de los niños.) No obstante, este interés en esta época al igual que a lo largo de su vida, estaba dirigido principalmente al reconocimiento y aceptación de su técnica por lo que era, y hacia su aplicación universal a la práctica educativa en las escuelas e incluso en el ejército británico. (Véase HSH, 1.7, y la nota 7). El estrellato de Dewey aún no había alcanzado mucha altura en Inglaterra, o al menos no era visible donde se encontraba Alexander.

Además, es difícil suponer que Alexander por decisión propia y sin motivo ulterior, se hubiera interesado en lo que incluso más tarde él consideraba los caprichos de la educación progresista norteamericana. (HSH, 1.7 párrafo 26: “Y en Norteamérica este perjuicio aún ha ido más lejos. Se han establecido las escuelas llamadas 'libres'…” Véase también CCCI, 2.1. párrafo 7 en adelante. Dewey, en su Introducción a HSH, último párrafo, dice: “Se deduce que en este país el Sr. Alexander ha conocido un tipo extremadamente raro de escuela de 'auto-expresión'”.) No obstante, tanto el interés como el motivo parecen haber sido suministrados por la Srta. Ethel Webb y las otras estudiantes de educación a su regreso de Roma. El interés de Alexander, en lo que se refiere al material disponible, se habría despertado por el Dewey del cambio de siglo; el Dewey que aún no había escrito las “Logical Conditions of a Scientific Treatment of Morality” (1903) o los Studies in Logical Theory (1903, pero no fue publicado en Inglaterra hasta 1909, por T. Fisher Urwin), por lo que Alexander sabía. (Aunque estas dos obras representan un punto de inflexión en el pensamiento de Dewey, su carácter técnico y especializado evitó su amplia circulación entre el público general.) Las características análogas estaban en esta doctrina, necesitando sólo el correctivo del control primario y su técnica para ponerla en la perspectiva alexandrina. Pero también se habría enterado de que en 1913 o 1914, Dewey ya era la figura dominante y prácticamente más influyente de la educación del continente americano. Si la Técnica tenía que enraizarse y crecer allí, Dewey era claramente el hombre para introducirla.

Fuera cual fuera su motivo para venir a este continente, parece claro que Alexander no estaba influenciado por las obras de Dewey mucho antes de su primera visita a los Estados Unidos. Incluso se ha sugerido que Dewey casi no tuvo ningún efecto sobre las ideas de Alexander incluso más tarde.25 Por otro lado, no tenemos ninguna evidencia de que Dewey estuviera influenciado por Alexander antes de conocerse en Nueva York en 1916.

3.2 Posición de Dewey de 1915 a 1919

Dewey se encontró con Alexander y sus ideas en un momento crítico de su carrera tanto personalmente como para su filosofía. Ambos aspectos deben ser tenidos en cuenta, ya que ambos tipos de problemas requirieron decisiones que determinaron consecuencias futuras. Excluir uno enteramente de la consideración sería discutir a Dewey en términos diferentes del suyo propio, ya que la experiencia es una totalidad integral e incluso la filosofía se desarrolla dentro de ella. Para él no hay ningún otro lugar – ninguna experiencia-fuera-de-la-experiencia absoluta y trascendente – donde pudiera desarrollarla con sentido.

Afortunadamente, tenemos una narración de la “situación” de Dewey en este momento de un estudiante y amigo íntimo, el Sr. Max Eastman, quien ha recogido cuidadosamente algunas de las frases propias de Dewey que tienen una importancia especial para nosotros. (HIK, capítulo 12: “El héroe como maestro”, páginas 275 a 321, es un retrato de Dewey.) Al explicar su propia conversación con Sigmund Freud, el Sr. Eastman observa que, tras mencionar Freud a Dewey, Eastman contestó que él “había enseñado y estudiado a las órdenes de Dewey en Columbia, y también lo tenía en muy alto concepto, aunque la guerra mundial nos ha dividido. 'La guerra fue un punto de inflexión en Norteamérica.'” (HIK, página 267.) Añadió que Dewey “se puso del lado de la guerra y escribió un libro contra

25 Aquellos asociados a Alexander en su trabajo han declarado en privado que las ideas de Dewey influyeron poco o nada en Alexander. “Mi esposa es ahora la única que enseña la Técnica Alexander y está de acuerdo conmigo en que Alexander se interesó muy poco en las ideas de Dewey; la Srta. Tasker confirma esto en una conversación reciente” (carta del Dr. Wilfred Barlow al autor del 2 de junio de 1957). La Sra. Barlow es una nieta de los Alexander. “Es una pena que (Alexander) no fuera capaz de aprender tanto de Dewey como Dewey aprendió de él” (carta del Dr. Frank P. Jones al autor del 18 de mayo de 1957). “Nunca noté ningún interés en Alexander, cuando hablaba con él, sobre los libros o ideas de Dewey o de cualquier otro” (carta de la Srta. Margaret Naumburg al autor del 6 de diciembre de 1957).

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Posición de Dewey de 1915 a 1919

Alemania y pareció durante un tiempo que ello cambiaba la totalidad de su pensamiento.” (HIK, página 268.)

En su retrato de Dewey hay un pasaje que, a pesar de su longitud, debe ser citado aquí completo debido a su importancia, su autoridad y porque resumido no puede ser de provecho. Tras citar una carta de Dewey en la que este último niega tener un conocimiento considerable de las enseñanzas de Marx, firmando como “sincera pero delincuentemente, John Dewey”, el Sr. Eastman continúa:

Esta delincuencia hizo de lo más áspera la separación entre Dewey y sus alumnos más intransigentes sobre la cuestión de la entrada de Estados Unidos en la primera guerra mundial. Fue principalmente Marx quien les respaldaba en su oposición a la guerra y Dewey respaldaba la guerra sin refutar a Marx. Aquellas disputas parecen palidecer hoy cuando la historia ha refutado a Marx, y cuando el tema central de Dewey, “Democracia y educación”, se ha convertido en la disputa en una nueva guerra mundial. Pero en aquellos días había una amarga irrisión de John Dewey en el corazón de sus más devotos discípulos – eminente entre ellos el dotado lisiado Randolph Bourne. La crisis fue momentánea en la historia de Dewey así como en la de ellos. No sólo estuvo apartado de ellos, sino de algo de sí mismo, creo, por respaldar la guerra contra Alemania. No fue que él sintiera o sienta ahora que hizo una elección equivocada de plano. Pero su filosofía no había contemplado tal elección. Los hechos, al forzarle a hacerlo, resultaron ser más “brutales” de lo que él había anticipado. Escribió el libro German Philosophy and Politics (sobre Filosofía alemana y Política) que parecía (al menos a nosotros, entonces) una contribución a la propaganda de guerra más que a la historia del pensamiento. Y entró en un estado de tensión que en la mayoría de la gente habría sido una enfermedad.

En esta emergencia había recurrido a un médico nada convencional llamado Matthias Alexander, quien abrió un nuevo capítulo en su vida. El Dr. Alexander es de origen australiano, pero de mente sin cultivar, atacado por la profesión médica, pero que poseía en opinión de Dewey una teoría válida sobre la postura y el control muscular, y una técnica de “reeducación” mediante la cual se supone que los seres humanos recuperan aquella integración del organismo que es natural en los animales. El Dr. Alexander ha sido respaldado por otros tan inteligentes como Bernard Shaw y Aldous Huxley, y su sistema indudablemente funcionaba en el caso de Dewey, que dice: “Yo solía arrastrar los pies al andar y hundirme. Ahora me sostengo arriba.” Cada uno de sus amigos respaldará esa afirmación. Y cuando añade que “una persona envejece porque se dobla”, es difícil discutir con él, pues él es obviamente un experto en no envejecer. ¡Es simplemente imposible creer al verle que él anda por aquí desde 1859! Dewey otorga el 90 por ciento del crédito por esto al Dr. Alexander y el 10 por ciento a un médico corriente que le enseño a mantener las cosas en movimiento a través del canal alimentario. (HIK, páginas 312 a 314.)

Este relato de alguien que durante años lo fue todo menos un miembro de la familia Dewey, difícilmente puede ponerse en cuestión, ni hay ninguna necesidad de hacerlo. Pero debe ser leído en su propia perspectiva: la de un estudiante, quien en la época del encuentro de Dewey con Alexander estaba “apartado de” Dewey sobre la entrada de los Estados Unidos en la primera guerra mundial. La posición de Dewey sobre el último tema fue establecida en German Philosophy and Politics (1915), que es anterior a su encuentro con Alexander. Así que la temporal “separación entre Dewey y sus alumnos más intransigentes” que Max Eastman observa, nombrándose a sí mismo y a Randolph Bourne, indica que en el momento del encuentro con Alexander y durante algún tiempo después, estos hombres no estuvieron en contacto con Dewey, ni con Alexander. Esto sirve para explicar parcialmente por qué el Sr. Eastman y otros, viendo el cambio en Dewey sólo desde fuera, por así decir, vieron sólo los efectos físicos que “abrió un nuevo capítulo en su vida.” Las razones de la persistencia de esta visión limitada se verán ahora.

El efecto sobre los socios y colegas de Dewey de su aceptación de Alexander fue muy diferente. Entre 1916 y 1918, no sólo estaba la familia Dewey entera asistiendo a clases, sino que los profesores James Harvey Robinson, Wesley C. Mitchell, Wendell Bush, Richard Morse Hodge y Horace Kallen habían empezado a interesarse en grados diferentes. El profesor Robinson estaba entre los más entusiastas y comprometidos. En 1919 publicó un artículo en el Atlantic Monthly (CXXIII, abril de 1919, páginas 474 a 481), “La piedra filosofal” (LPF), que es una de las mejores y más inteligibles explicaciones disponibles del trabajo de Alexander. (El profesor Richard Morse Hodge, de la Universidad y Escuela de Maestros de Columbia, también escribió una crítica de HSH en un artículo del The New York Times Book Review, el 5 de mayo de 1918, página 211.) Revisando La herencia suprema del hombre, dice que “era presentado al público por alguien en

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Posición de Dewey de 1915 a 1919

cuyo juicio sobre tales asuntos tengo una confianza extraordinaria” (LPF, I párrafo 4) y una nota al pie (página 474 del Atlantic Monthly, CXXIII, abril de 1919) aclara que se trata de Dewey. Aunque el “interés primordial [de Alexander] es el de poner a los niños bien ” (LPF, II párrafo 2), mirando hacia el futuro de la humanidad como hace él, “nadie interesado en el progreso humano puede permitirse pasar por su plan sin considerar cuidadosamente su naturaleza y en qué se apoya. ” (LPF, I último párrafo), pues

El Sr. Alexander … le da un sentido muscular fresco y discriminador, que no sólo elimina torsiones y tensiones costosas, sino que reacciona sobre el estado de ánimo habitual propio y las operaciones intelectuales.

Ahora, resulta que esto es a la vez, lo más novedoso y lo más difícil tanto de hacer como de describir. El Sr. Alexander ha hecho todo lo que ha podido en su libro para dejar claro que él regenera el sistema humano; él no se ha abstenido conscientemente de revelar sus métodos, como alguien que no lo conociera podría cruelmente sospechar. Pero sólo la demostración real puede dejar claro el proceso y después sólo tras considerable cavilación y experiencia. Ello varía con el individuo que está recibiendo las “clases”. (LPF, II 2 últimos párrafos.)

Hay entonces en esa época dos visiones muy diferentes de la relación entre Dewey y Alexander. Una procede de los estudiantes apartados que veían esta relación a distancia y necesariamente llegaban a la conclusión de que para Dewey era meramente una cuestión de beneficio físico y alivio de la tensión. La otra visión, procedente de aquellos partícipes del programa de Alexander (o al menos simpatizantes porque Dewey pensaba que era válido), sugiere que la influencia de Alexander era mucho más amplia de lo que suponía el primer grupo.

De nuevo, el Sr. Eastman parece sugerir que el “momento de crisis” y “emergencia” que incuestionablemente caracterizaron el estado mental de Dewey en estos años debía mucho a las secuelas de las opiniones expresadas en German Philosophy and Politics; es decir, a la posición inesperada que se sentía obligado a asumir sobre la primera guerra mundial. Pero mientras que este incidente ejercía sin duda su presión intempestiva, la naturaleza verdadera de esta “crisis” debe verse desde una perspectiva más amplia que la de las relaciones personales o de una decisión sobre un asunto concreto. Debemos ahora hacer una pausa para examinar esta perspectiva más amplia, ya que Alexander sale también en la foto más grande.

Investigar los intrincados detalles de la odisea filosófica de Dewey desde el absolutismo hasta los últimos refinamientos de su instrumentalismo, con sus diferentes momentos críticos, puntos de inflexión y vueltas atrás, no sólo está más allá de nuestras necesidades presentes, sino que es algo que él mismo se sintió incapaz de hacer.26 Sin embargo, aparecen ciertas etapas largas que son reconocidas en general y que nos permiten ver por qué Dewey era particularmente receptivo a las ideas de Alexander en el momento de su encuentro en 1916: por qué ciertas ideas que él previamente tomaba en consideración de una manera más abstracta y quizá vacilante, eran vistas ahora de una forma más concreta. Estas etapas son, groso modo, desde el comienzo de la carrera filosófica de Dewey hasta la aparición de Studies in Logical Theory (1903); desde entonces hasta la publicación de Reconstruction in Philosophy (La reconstrucción de la filosofía, 1920) o quizás mejor, Experience and Nature (La experiencia y la naturaleza, 1925); y desde 1925 en adelante (véase IMW, páginas 15 a 17). No ha de considerarse estos periodos como segmentos separados entre sí, cada uno con contenidos no encontrados en los demás, sino como marcas de nuevas divergencias y nuevos énfasis en una carrera continua.

El primer periodo, desde 1884 hasta 1903, representa la divergencia progresiva de Dewey de los idealismos kantianos, neo-kantianos y hegelianos en Metafísica y

26 “Hasta cierto punto, envidio a aquellos que pueden escribir su biografía intelectual en un modelo unificado, destrenzando unas pocas tendencias distintivamente discernibles de interés e influencia.”(FAE, página 22; A. SÁNCHEZ REULET, "Autobiografía filosófica: John Dewey en sus noventa años” en Filosofía en América, cuaderno nº 1, páginas 13 a 26, Washington, Pan American Union, 1949.)

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está caracterizado positivamente por un interés creciente en la psicología, la ciencia y su método, y la educación, todo ello presidido por consideraciones éticas. Morton White ha explorado este periodo y sus complejas vicisitudes podrían verse (aunque sólo en parte) en su Origins of Dewey's Instrumentalism (1943). Los periodos segundo y tercero, desde 1903 hasta 1920 (1925), y desde 1925 en adelante, han sido descritos por el Dr. Joseph Ratner como, respectivamente, épocas en que

… Dewey estaba preocupado por el problema general o la constelación de problemas generales relativos a situar el conocimiento dentro de la experiencia; y luego continuó con el problema aún más general de situar la experiencia dentro de la naturaleza. (DCP, página 67.)

Nuestro interés en esta sección será principalmente el segundo de estos periodos, que contiene el impacto de los discernimientos de Alexander en los intereses de Dewey de esa época. No obstante, es importante observar que Dewey vio estos discernimientos no sólo como iluminadores del lugar del conocimiento dentro de la experiencia, sino también como teniendo implicaciones más generales. En 1918, tras declarar que la interpretación de Alexander del esfuerzo y la crisis que ha caído sobre el hombre en su cambio del estado salvaje al civilizado “es una contribución a un mejor entendimiento de cada fase de la vida contemporánea” y “me parece que nadie ha captado el significado, los peligros y las posibilidades de este cambio más lúcida y completamente que el Sr. Alexander”, dice que “no hay ningún aspecto del desajuste de la vida moderna que no reciba iluminación” [de las explicaciones de Alexander] (Introducción de J. Dewey a HSH, párrafo 1). Añade,

Los inclinados al ingenio tendrán poca dificultad en hacer un paralelismo a la crítica del Sr. Alexander de los “métodos de educación física” en cualquier terreno de nuestra vida económica y política. (Introducción de J. Dewey a HSH, final del párrafo 2.)

El Dr. Ratner observa: “En el periodo entre 1903 y 1920, las fechas de publicación de Studies in Logical Theory y Reconstruction in Philosophy respectivamente, ocurrieron muchas cosas en el mundo” (DCP, página 61). Y es bien notable que también muchas cosas ocurrieron en el pensamiento filosófico de Dewey durante este mismo periodo. Sobre todo entre ambos tipos de acontecimientos hay una producción vasta y de aspecto calidoscópico de obras filosóficas, bien frustrante para alguien en busca de un patrón con argumentaciones nítidas y “lógicas”. (Véase DCP, página 73.) En sentido formal, estas obras no exhiben un sistema filosófico, ni lo pretendían. En cambio, hay método y es durante este periodo cuando la propia filosofía se convierte para Dewey en un método general de, y también dentro de, la experiencia de la Naturaleza. Pero hay argumentaciones, marcas a lo largo de un camino sobre el que él dice que, a pesar de las inconsistencias y desviaciones, él se ha “movido muy uniformemente en una dirección”. (J. DEWEY, “Experience, Knowledge and Value”, PJD, página 520: “Inconsistencias y desviaciones han tenido lugar; lo máximo que puedo afirmar es que me he movido muy uniformemente en una dirección.”) Es a estos marcadores o argumentaciones, en la medida que puedan ser localizados, donde debe ahora dirigirse nuestra atención.

Para Dewey, al menos desde 1903 en adelante, cualquier método debe ser desarrollado dentro del mismo proceso de indagación, y no ser importado prefabricado de fuera,especialmente de ningún reino transcendental y absoluto más allá de la indagación en marcha. Luego, el desarrollo de Dewey de su método forma parte de un proceso histórico de acontecimientos, con el propio Dewey dentro de él e interaccionando con él (como un “proceso histórico” de una broma de WILLIAM SAVERY, “The Significance of Dewey's Philosophy”, PJD, página 499). Así que el método general que él pretendía desligar lógicamente de este proceso general estuvo en gran parte condicionado por los acontecimientos de este periodo: por sus propios “experimentar” lo mismo que por sus “hacer”. Más simplemente, ambos, el tema de discusión y la dirección derivaban de lo que estaba pasando, filosófica e históricamente en el sentido más estrecho.

Durante aproximadamente la primera década del siglo XX, las formas de idealismo absoluto, tanto el alemán como sus derivadas británicas aún eran efectivas en

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este continente, aunque en declive. Los ataques y negaciones de estas forman el grueso, aunque de ningún modo la totalidad, de los escritos de Dewey de esa época. Los años 1909 y 1910 ya han sido señalados como esenciales en la filosofía norteamericana, representando la introducción del problema de la valoración en este continente y la aparición de los nuevos realismos, para ir seguidos de cerca por los nuevos idealismos. Así que el problema de la valoración aparece en un contexto epistemológico, del que nunca escapa del todo. El interés dominante de Dewey se desvía a la nueva epistemología, aunque de nuevo, no queda confinado a ellas de ningún modo. Ambos desvíos de la atención en cuestiones filosóficas son reconocidos por Dewey y Ratner los precisa más. (Véase la nota 26, FAE, página 20 en adelante; “Experience, Knowledge and Value”, PJD, páginas 520 y 564; IMW, página 15; “Dewey's Conception of Philosophy” en PJD, páginas 61 y 67.) Lo que parece no haberse notado frecuentemente, al menos relacionado con Dewey en esta etapa, es el agudo aumento del interés en la psicología fisiológica, notablemente en relación con la presentación de John B. Watson del Conductismo en la Universidad de Columbia en 1912 y 1913.27

Otras marcas cronológicas que se han sugerido hasta ahora son la indicación de Eastman de que German Philosophy and Politics (1915), que salió de la decisión “que durante un tiempo pareció cambiar la totalidad del pensamiento [de Dewey]”, su recurso a Alexander (1916), “quien abrió un nuevo capítulo en su vida”, de algún modo, la selección de Ratner de los años 1917-1923 como conteniendo “de lejos, la mayor parte de sus obras publicadas” (DCP, página 61), y la declaración de Allport de que

Cuando entre 1917 y 1922, decidió eximir a los instintos, la necesidad de una unidad dinámica, una que debería ser “asertiva, insistente, auto penetrante” se convirtió en lo más urgente. (GORDON W. ALLPORT, “Dewey's Individual and Social Psychology” en PJD, página 270.)

Esta “unidad dinámica” resultó ser el hábito y Allport añade en una nota:

Las fechas representan la publicación de “The Need for a Social Psychology”, Psychological Review, nº 24, páginas 266 a 277, y Human Nature and Conduct, respectivamente. (GORDON W. ALLPORT, “Dewey's Individual and Social Psychology” en PJD, nota 15.)

Hay otras expresiones de Dewey cuyas fechas son significativas, a las que se hará referencia en su debido momento. En este momento es provechoso mirar con más cuidado las fechas acabadas de dar ya que, con revisiones ligeras pero necesarias, se ve que contienen implicaciones importantes para nosotros que no son visibles de otra manera. El espacio de tiempo del Dr. Allport es demasiado largo. 1922 es ciertamente la publicación de Human Nature and Conduct, pero el argumento de esta obra fue presentado en la primavera de 1918 como una serie de conferencias en la Universidad de Stanford.28 Las razones para el retraso en su publicación no son relevantes aquí, pero lo que importa es que Dewey desechó el instinto y reconoció del hábito como provisor de la necesidad de una “unidad

27 Véase una breve explicación del trabajo temprano de Watson en EDWIN G. BORING, A History of Experimental Psychology, 2ª edición, Nueva York, 1950, página 641 en adelante.Watson dio una conferencia en la Universidad de Columbia en 1912, y de nuevo en 1913. En diciembre de 1913, Dewey leyó un artículo ante una asamblea de la American Philosophical Association y la American Psychological Association juntas en New Haven, titulado “Psychological Doctrine and Philosophical Teaching”, que fue publicado más tarde en el Journal of Philosophy, XI, 1914, páginas 505 a 511. La crítica de Dewey del Conductismo en esta ocasión, apuntaba a la posición de Watson, centrada alrededor de su punto de vista "subcutáneo" y su desatención al aspecto social del comportamiento.

28 La siguiente noticia se encuentra en el Informe Anual del Presidente de la Universidad de Stanford del año académico finalizado el 32 de agosto de 1918 (Stanford, California, 1918), página 121:“La primera serie de Conferencias de Raymond Fred West sobre 'Inmortalidad, Conducta humana y Destino humano' fue dada por el Dr. John Dewey, profesor de Filosofía de la Universidad de Columbia. Las conferencias se dieron en tres tardes consecutivas, empezando el 28 de mayo. El tema general de los discursos era 'Factores en la conducta humana'. Los temas específicos de las tres conferencias fueron 'Importancia del hábito', 'Importancia del instinto','Importancia de la reflexión'. Estos discursos fueron sobre las contribuciones más valiosas y estimulantes hechas durante el año a la vida intelectual de la Universidad.”Por esta referencia, el autor está en deuda con el decano Philip H. Rhinelander, de la Escuela de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Stanford.

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dinámica” lo cual ocurrió realmente, por el relato de Allport, entre 1917 y 1918. Similarmente, aunque al fechar el periodo en consideración (1903 a 1920), Ratner lo termina con la publicación de Reconstruction in Philosophy (1920), cuyo contenido son las conferencias que dio Dewey en Japón y China, principalmente en 1919. (Fueron ocho conferencias, dadas en la Universidad Imperial de Tokio en febrero y marzo de 1919, bajo el título general “Problemas de reconstrucción filosófica”. Una explicación de estas conferencias, junto con un resumen del contenido de cada una de ellas, está publicado en el Journal of Philosophy, XVI, 1919, páginas 357 a 364.) La fecha 1923 que Ratner da como límite del periodo de “la mayor parte de las obras publicistas [de Dewey]” la deja sin explicar, pero la fecha inicial, 1917, es sorprendente.

Juntando las revisiones anteriores, vemos que la crisis central de este periodo que hemos estado intentando situar, aparece realmente entre 1915 (la afirmación de Eastman concerniente a German Philosophy and Politics) y 1919. Si, aún sin interpretación, añadimos otros acontecimientos significativos a aquellos que acabamos de anotar, el resultado es un ejemplo en el que se ve aparecer a Alexander en el momento clave. El año 1915 vio la publicación de “The Logic of Judgments of Practice” y German Philosophy and Politics, indicando Eastman el tema del último como por lo menos una ocasión en la que Dewey había recurrido a Alexander. En 1916 apareció Democracy and Education, al igual que Essays in Experimental Logic, en el que sólo la Introducción es de ese año.29 En 1917, Dewey publicó “The Need for a Recovery of Philosophy” en Creative Intelligence. En 1918 escribió la Introducción a La herencia suprema del hombre de Alexander, y entabló un intercambio mordaz con Randolph Bourne concerniente a este libro. (Véase 5.1 párrafo 2 en adelante.) En el mismo año redactó las conferencias que se publicarían como Human Nature and Conduct, que giran en torno a la noción del hábito, en cuya exposición se da crédito expresamente a la contribución de Alexander.30 Durante 1919 y la primera parte de 1920, durante sus conferencias en Oriente, Dewey repensó los temas principales de filosofía como los veía entonces. A su regreso a los Estados Unidos publicó Reconstruction in Philosophy (1920), su primer libro cubriendo la totalidad del campo, como Ratner observa. (DCP, página 61.)

La explicación anterior, aunque un intento algo incompleto, se ofrece sin apología o reserva. No obstante, es desagradable mostrar estos asuntos en un entramado de fechas, por así decir: el peligro de una especie de atomismo cronológico que mete los años u otras divisiones del calendario en compartimentos dentro de los cuales los acontecimientos primero son aprisionados y luego indexados. No hay un modo más seguro de hacer que se comprenda mal el crecimiento y desarrollo de Dewey. Él mismo lo ha discutido y un repaso de lo que él dice sobre ello nos proporciona otros medios de plantearnos los años 1915 a 1919 que complementa la narración año a año. (FAE, páginas 13 a 27.)

En “From Absolutism to Experimentalism” (FAE), su narración autobiográfica de 1930, Dewey cesa su tratamiento estrictamente histórico al final de su deriva de quince años alejándose de Hegel, lo que aproximadamente es a principios del siglo XX, observando:

Soy incapaz de explicar el resto de la historia de mi desarrollo intelectual sin fingir más de lo que me permito. Lo que he relatado hasta ahora hace tanto tiempo que pasó que puedo hablar sobre mí mismo como otra persona… El filósofo… en que me convertí (después) … es demasiado el yo que aún soy y aún hay demasiado en proceso de cambio como para dejar que se registre solo. (FAE, páginas 21 y 22.)

Expresando envidia retórica de “aquellos que pueden escribir su biografía intelectual en un modelo unificado, destrenzando unas pocas tendencias distintivamente

29 Essays in Experimental Logic (Chicago, 1916) es una colección de ensayos publicados previamente, desde 1903 hasta la fecha de publicación del volumen. La Introducción es un ensayo independiente (páginas 1 a 74) y fue escrita para este volumen. Hay otra nota breve, “Nota añadida a lo 'Práctico'” (páginas 330 a 334), que se refiere al artículo precedente, pero que aparentemente fue escrita en la época en que fue publicado el volumen.

30 “La técnica de este proceso está establecida en el libro del Sr. Alexander al que ya he hecho referencia (en la nota de la página 28), y la explicación teórica dada está copiada del análisis del Sr. Alexander.” (Human Nature and Conduct, nota de la página 35.)

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discernibles de interés e influencia”, añade,

Comparado, yo parezco ser inestable, como un camaleón, cayendo una vez tras otra bajo muchas diversas e incluso incompatibles influencias; esforzándome por asimilar algo de cada una y aún haciendo lo posible por llevarlo adelante de un modo que sea consistente lógicamente con lo que se ha aprendido de sus predecesoras. Por encima de todo, las fuerzas que me han influido han procedido de personas y de situaciones más que de los libros. (FAE, página 22.)

Tras negar una vez más toda intención de continuidad cronológica, Dewey dice que en su desarrollo intelectual “hay cuatro cuestiones especiales que parecen sobresalir”. La primera es

la importancia que la teoría y práctica de la educación han tenido para mí: especialmente la educación de los jóvenes… Este interés fusionado y producido junto con lo que de otro modo podrían haber sido intereses separados (aquel en la psicología y aquel en las instituciones sociales y la vida social) … La educación [es] el interés humano supremo en el que destacan… otros problemas, cosmológicos, morales, lógicos. (FAE)

La segunda cuestión es su empezar a

preocuparse por el escándalo intelectual que pareció implicarme en el corriente (y tradicional) dualismo en el punto de vista y el método lógicos entre algo llamado “ciencia” de un lado y algo llamado “moral” del otro. (FAE, página 23.)

La tercera cuestión concierne al “papel desempeñado por la psicología en la filosofía” y es de lo más vital para nuestros intereses presentes. Tras reafirmar una cuestión que había hecho cinco años antes concerniente a dos corrientes diferentes discernibles en la Psychology de James, lo subjetivo y lo biológico,31 dice de lo último:

Dudo si ya hemos empezado a darnos cuenta de todo lo que se debe a William James por la introducción y uso de esta idea [es decir, la concepción biológica de la psique]; como ya he dado a entender, no pienso que él se diera cuenta de ello plena y conscientemente. De cualquier modo, ello se introdujo cada vez más en todas mis ideas y actuó como un fermento trasformando viejas creencias. (FAE, página 24.)

Sigue una discusión introductoria de la función actual de la psicología en la filosofía, difícil de resumir, cuya importancia principal se ve en los extractos siguientes:

No creo que al final, la relación de la psicología con la filosofía, en abstracto, sea más íntima que la de otras ramas de la ciencia. Lógicamente, está en el mismo plano que ellas. Pero históricamente y en la presente ocasión, la revolución introducida por James tenía y aún tiene una importancia especial… Cuanto más nuevo es el objetivo aportado por la psicología, más fácil es la manera, pedagógicamente si no en abstracto, por la que se llega a una concepción fructífera del pensamiento y su funcionamiento, y así a nuestras mejores teorías lógicas, dando por hecho que el pensamiento y la lógica tienen algo que ver entre sí. Y en el presente estado de las mentes de los hombres, la relación de la filosofía con los asuntos significativos de las experiencias reales es facilitada por la interacción constante con los métodos y conclusiones de la psicología… La lejanía de la psicología de las abstracciones [matemáticas y físicas], su proximidad a lo que es distintivamente humano, le proporciona la reivindicación enfática de una audiencia favorable en este momento. (FAE, páginas 24 y 25.)

31 J. DEWEY, “The Development of American Pragmatism”, Philosophy and Civilization (Nueva York, 1931), página 26 en adelante. Este ensayo fue publicado por primera vez en Inglés en 1925, pero había sido publicado en Francés en 1922. Véanse los detalles de esto en PJD, página 653.

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El “cuarto titular de este recital” fue desarrollado relacionado con un reconocimiento creciente por parte de Dewey de este aspecto humano:

El planteamiento biológico objetivo de la psicología de James condujo directamente a la percepción de la importancia de las categorías sociales distintivas, especialmente la comunicación y la participación. Estoy convencido de que gran parte de nuestro filosofar necesita rehacerse de nuevo desde este punto de vista y que finalmente resultará una síntesis integrada en una filosofía congruente con la ciencia moderna y relacionada con las necesidades reales de la educación, la moral y la religión.

Como nos advierte al introducirlos, estos cuatro puntos ciertamente dan a su desarrollo intelectual “la apariencia de una continuidad que de hecho no poseen” en que parecen, y siguen pareciendo sucesivamente, como intereses dominantes en el pensamiento de Dewey, aunque no necesariamente en el orden en que los menciona. Ciertamente que no son para ser entendidos como “etapas” sucesivas, dejando una atrás mientras él avanza hacia la siguiente. Si se me permitiera una analogía un poco quimérica, estos temas pueden ser comparados con cuatro temas tratados a modo de contrapunto en la música polifónica libre. La totalidad del proceso de su desarrollo y reaparición periódica debe ser seguida horizontalmente. Un tema ahora, otro después se adelanta para ocupar el centro de atención mientras son trenzados, los otros unas veces volviéndose silenciosos, afirmándose en el silencio, otras veces bajo condiciones que producen disonancia. Ver el proceso verticalmente, esto es, seleccionar puntos en la progresión temporal y sacar una muestra de la situación armónica (es decir, la consistencia lógica) en aquellos puntos es parar el proceso y a menudo enfrentarse a la disonancia sin sentido por la misma razón de que el significado está en el proceso y no en sus elementos tomados independientemente. Para bien o para mal, el pensamiento de Dewey es una copia de tal técnica musical. Las enseñanzas de Alexander parecen haber constituido uno de estos esfuerzos, haciéndose visibles a intervalos en lugares inesperados, bajo cualquiera o todos los “cuatro puntos especiales” de los que Dewey ha hablado.

En el momento del encuentro de estos dos hombres, el modelo de pensamiento de Dewey era extremadamente complejo e incluso mostrar las proporciones en que los cuatro elementos básicos se combinaban en ese instante requeriría un estudio aparte aunque gratificador. Además mostrar los antecedentes históricos de esta combinación constituiría un esfuerzo aún mayor, aunque la ausencia de un estudio así sigue siendo una laguna grave en lo que ahora está disponible sobre la historia intelectual de Dewey. El capítulo siguiente no intenta rellenar esta laguna. Meramente presenta un relato resumido de la doctrina de La herencia suprema del hombre [1918] y de las partes del casi contemporáneo Human Nature and Conduct [1922] que son relevantes para exhibir la influencia del primero sobre el último. No se sugiere aquí que Dewey absorbiera las nociones de Alexander al por mayor; es una cuestión de selección y asimilación más que de copia. Pero no ser consciente de esta “transacción” es perderse mucho de lo que Dewey está diciendo, por ejemplo sobre el hábito. Al menos, este mucho quedará claro del resultado.

4. La herencia suprema del hombre y Human Nature and Conduct

4.1 La herencia suprema del hombre

En los primeros capítulos de La herencia suprema del hombre, Alexander expone lo que él llama “lo más esencial de mi teoría” (HSH, 1.4 párrafo 19) cambiando muy poco el contenido de lo esencial una vez lo hubo expuesto. En las últimas obras, lo que cambia es la manera más que la cuestión. De todas formas, Dewey conocía bien esta obra cuando en 1918 escribió la Introducción a la edición de ese año. En el siguiente resumen de lo esencial de la doctrina de Alexander, nuestra intención es repetir lo menos posible lo que ha sido presentado antes en el apartado 2.2 y centrar la atención en las cuestiones que parecen haber afectado el pensamiento de Dewey, más que dar una explicación completa de la postura de Alexander.

Brevemente, la parte teórica de la tesis de Alexander parece haberse erigido sobre la relación entre dos aspectos de “mente” o “sí mismo” en el ser humano,

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especialmente el ser humano civilizado de hoy día. Hay “el subconsciente”, al que a veces llama “mente subjetiva”, “instinto” o “intuición”, y “el consciente”, que es llamado también “mente objetiva” o “razón”. Al evolucionar desde el estado salvaje al civilizado, el hombre moderno ha producido cambios más rápidamente de lo que puede adaptarse a ellos y, consecuentemente, más rápidamente de lo que puede controlar, tanto a ellos como a sí mismo, si no hace un cambio radical y adopta la nueva técnica. Estos dos “sí mismos” del hombre están en un estado de guerra civil entre sí, y cuanto más intenta el hombre hacer algo directamente para resolver este conflicto, peor se vuelve el conflicto. (Véase nota 16.) Sólo un planteamiento indirecto, basado al principio en una inhibición universal, puede reintegrar al hombre moderno, reeducando su “percepción sensorial” y proporcionándole el control consciente universal. Las concepciones de subconsciencia e instinto, hábito, inhibición y control consciente son fundamentales, y es a algunos aspectos de estas a lo que volvemos ahora.

“El subconsciente” representa la dotación nativa del hombre de respuestas adaptativas al entorno (instinto) como modificada por un sistema complejo de patrones de respuesta que ha adquirido por las diferentes necesidades de adaptación a demandas específicas, las cuales pueden agruparse bajo el único título de “civilización”. A este tipo de patrón adquirido se le designa como hábito inconsciente y es automático. En muchos casos importantes, queda fuera del alcance de la conciencia. Esta doctrina es proyectada contra el telón de fondo de la evolución orgánica, particularmente la transición del estado salvaje al civilizado del presente, de modo que hay dos fases a considerar: (1) los hábitos inconscientes adquiridos por las razas civilizadas y trasmitidos por herencia a los individuos y (2) los hábitos inconscientes que el individuo adquiere en un entorno civilizado mediante imitación inconsciente, mediante “entrenamiento” y las adaptaciones forzadas a varias características indeseables y antinaturales de la vida cotidiana presente. El equipamiento instintivo del hombre moderno, incluso al nacer, se ha vuelto desordenado, reducido y poco fiable, de modo que la confianza en él da como resultado el desastre en la mayoría de los casos. Luego, operativamente es innecesario distinguir entre los instintos o distinguirlos de los hábitos inconscientes como factores que regulan las repuestas. El equipamiento instintivo original del hombre es plástico, y en el presente opera generalmente como hábito inconsciente, tanto sensorial como motor. Resumiendo, la “mente subconsciente” es “un compuesto de instintos animales y hábitos adquiridos por debajo del plano de la razón, ya sea por repetición o por sugestión.” (HSH, 1.3 párrafo 7.) Algo más aparatosamente, es “ una manifestación de la esencia vital parcialmente consciente, funcionando a veces muy vivamente, pero del todo incompletamente y de eso se sigue que nuestros esfuerzos deben dirigirse a perfeccionar la autoconciencia de esta esencia vital.” (HSH, 1.3 último párrafo.)

Ahora, “el subconsciente no es una característica peculiar del hombre sino que de hecho, está más activa y en muchos modos mejor desarrollada en el mundo animal.” (HSH, 1.3 párrafo 4.) A veces, como en presencia de una anticipación imperceptible (para nosotros) de algún peligro natural que amenaza la existencia del animal, parece presciencia. (HSH, 1.3 párrafo 5.) Pero, “como no podemos más que sentimentalmente, atribuir poderes de razonamiento consciente al mundo animal, es evidente que este 'preconocimiento' es debido a los sentidos delicadamente coordinados del animal.” (HSH, 1.3 párrafo 5.)

Estos poderes se embotan incluso en los animales mediante siglos de domesticación.

Tras esta discusión general del subconsciente, Alexander nos ofrece el “punto que marca la diferencia entre el hombre y el mundo animal y que queda claramente evidenciado en el uso de los poderes intelectuales y razonados de la inhibición.” (HSH, 1.3 párrafo 8.) Es cierto que hay evidencia de inhibición consciente entre los animales. Por ejemplo, “el gato salvaje que acecha la presa, inhibe el deseo de saltar prematuramente y controla con un fin deliberado su anhelo por la gratificación inmediata de un apetito natural. Pero en este como en muchos otros ejemplos similares, tales actos instintivos de inhibición se han desarrollado a lo largo de muchos años de necesidad.” (HSH, 1.3 párrafo 11.) En las primeras etapas evolutivas del hombre, Alexander piensa que el hombre también había adquirido un repertorio de poderes animales subconscientes y en casos individuales el rechazo de esta guía del instinto “era frecuentemente una fuente de peligro y de muerte.” (HSH, 1.3 párrafo 9.)

A medida que cambiaban las condiciones de la vida del estado salvaje al civilizado, la necesidad de control consciente se volvió cada vez más necesaria. “Esto era

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debido simplemente a muchas causas, pero principalmente a las limitaciones reforzadas por el hábito social que surgía de la necesidad de cooperación.” (HSH, 1.3 párrafo 9.) Este es el nacimiento de la inhibición en su aplicación a la vida cotidiana, lo cual “demuestra el desarrollo del principio del control consciente que, tras incontables millares de años, empezamos ahora a apreciar y entender.” (HSH, 1.3 párrafo 10.) La explicación de Alexander de cómo supone él que ha ocurrido este desarrollo desafía tanto la paráfrasis como la condensación. Esta es:

La primera experiencia debió ocurrir muy pronto en el desarrollo del hombre. En cuanto se proscribió cualquier acto y se procuró el castigo por su ejecución, o en cuanto se buscó una recompensa conscientemente, aunque conseguirla implicara un daño personal, debe haber habido una inhibición deliberada consciente de los deseos naturales lo que, a su vez, impuso refrenar el funcionamiento físico muscular. Al ampliarse las necesidades de la sociedad, esta necesidad de la inhibición diaria y en cada momento de los deseos naturales aumentaba hasta una amplitud aturdidora en el lado de la prohibición. Primero aparecieron los “tabúes”, luego la tosca formulación de leyes morales y sociales y, por otro lado, un deseo de mayores poderes los cuales alentaban las cualidades de emulación y ambición.

Entre la infinita diversidad de estas influencias, los apetitos naturales y los modos de gratificarlos eran cada vez más dominantes y el subconsciente o el instinto que iniciaba cada acción en el mundo del animal inferior, quedó bajo el dominio del intelecto consciente y dominante, o voluntad. Y en este proceso no debemos pasar por alto un hecho de suprema importancia: a saber, el hombre aún progresaba física y mentalmente. Por tanto queda claro que este control adquirido por la mente consciente no rompía ninguna gran ley de la naturaleza, conocida o desconocida, pues si este control adquirido hubiera estado en conflicto con cualquiera de estas grandes y para nosotros aún incomprensibles fuerzas que han dirigido la evolución de las especies, el animal que llamamos hombre se habría extinguido, como así hicieron aquellos tipos de saurios primitivos que no lograron cumplir el propósito del desarrollo y perecieron antes de la primera aparición del hombre en la tierra. (HSH, 1.3 párrafos 12y 13.)

Abruptamente, sin ningún recurso de transición, sigue una discusión introducida por la frase: “Entonces, antes de intentar dar una definición exacta del subconsciente, debemos comprender claramente el significado de los términos “voluntad”, “mente” y “materia”, que pueden o no, ser aspectos diferentes de una misma fuerza.” (HSH, 1.3 párrafo 14.) La conclusión sugiere que, tras hablar de la sujeción del “subconsciente o el instinto” a “el intelecto consciente y dominante, o voluntad” (HSH, 1.3 párrafo 13) que ha sido generado por la inhibición deliberada, Alexander está ahora ansioso por volver a asegurarnos la unidad de los aspectos físico y mental del hombre. Esta sugerencia es confirmada al principio del siguiente apartado “El control consciente” (HSH, 1.4). Vale la pena observar los puntos principales antes de pasar a la concepción de Alexander del control consciente y su explicación del hábito, ya que en su contexto le parece al autor que han tenido efectos sobre la doctrina de Human Nature and Conduct.

Alexander nos recuerda que más de dos mil años de especulación filosófica han dejado aún a los filósofos en discordia sobre las relaciones de estos “tres esenciales” (es decir, voluntad, mente y materia) cuyo hecho nos lleva a no esperar una solución de tal fuente. La ciencia nueva y exacta de la psicología es más prometedora, pero aún está en su infancia. Por ahora, “sin entrar en el campo incierto de la filosofía especulativa”, él promete explicar su concepción del subconsciente tan definitivamente como sea posible (HSH, 1.3 párrafo 14).

Al explicar la influencia de la “mente” o “voluntad” sobre el cuerpo (“la materia”), “se ha dado una gran importancia a la concepción del subconsciente como una entidad dentro de una entidad, por la pretensión de que tiene control absoluto de las funciones del cuerpo.” (HSH, 1.3 párrafo 15.) Esta pretensión se ha apoyado en dos tipos de evidencia: la evidencia del hipnotismo por un lado y de las diferentes formas de autosugestión y curación por la fe por el otro lado. Alexander no cuestiona los hechos; pueden producirse lesiones genuinas y también curarse con sugestión hipnótica únicamente. Ni cuestiona el fenómeno de los estigmas o las curaciones por la fe repentinas y espectaculares. (HSH, 1.3 párrafo 15.) No obstante, él cree que tales procedimientos son innecesarios e incluso dice “que la obtención del trance [hipnótico] es una prostitución y degradación de la mente objetiva” (HSH, 1.3 párrafo 18). En opinión de Alexander, ciertamente que no apoyan “la hipótesis de que la entidad oculta [el subconsciente], dirigida por la voluntad, es capaz de ejercer una influencia del todo poderosa, tanto beneficiosa

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como maligna, con variadas descripciones de los obscuros medios de efectuar esta dirección.” (HSH, 1.3 párrafo 15.) En su origen en la mente salvaje embrollada, esta concepción del subconsciente forma una única pieza con el totemismo.

Ambos procedimientos y sus hipótesis son innecesarios porque, como le parece a Alexander,

todo lo que nosotros sabemos sobre la evolución o desarrollo de la vida demuestra que ha progresado y continuará progresando en la dirección de la conciencia de sí mismo. Si aceptamos la unidad de la vida y su tendencia a evolucionar, se sigue que todas las manifestaciones de lo que hemos llamado “el subconsciente” son funciones de la esencia vital o fuerza vital y que estas funciones están pasando de ser automáticas o inconscientes a razonadas o de control consciente. Esta concepción no implica necesariamente ninguna distinción entre la cosa controlada y el control en sí mismo. Esto puede ser deducido del uso de la expresión “consciente de sí mismo”, pero la última explicación de esta parte de la teoría no es adecuada al argumento actual. (HSH, 1.3 párrafo 16, se ha añadido la cursiva.)

… sostengo que el hombre con el tiempo podrá obtener el control consciente completo de cada función del cuerpo sin… entrar en ningún trance inducido por medios hipnóticos y sin ninguna parafernalia haciendo repetidas aseveraciones o declaraciones de fe. (HSH, 1.3 párrafo 17.)

La consecución perfecta de este objetivo en cada individuo implicaría una habilidad mental y física y una inmunidad completa a la enfermedad que aún es un sueño del futuro. (HSH, 1.3 último párrafo.)

En esta actitud mental gozosa (si no tan clara como el cristal), llegamos al punto central: el control consciente como un principio universal de la actividad humana, y la función de la inhibición. Esto a su vez nos capacitará para entender la nueva buena comprensión de Dewey de la diferencia entre el hábito automático y rutinario y el hábito inteligente que es la capacidad para enfrentarse a nuevas situaciones, y ver un significado más profundo de su observación sobre el principio del hábito orgánico como el agente físico por el cual se efectúa la transición del conocimiento a la inteligencia.32

Aunque Alexander sostiene que en la perspectiva general, la evolución o desarrollo de la vida ha progresado durante incontables siglos y continuará progresando, en la dirección de la conciencia de sí mismo y del autocontrol, hace una salvedad importante. Sus observaciones y su experiencia educativa le han llevado a la conclusión de que durante los pasados tres o cuatrocientos años y notablemente en años muy recientes (véase la nota 17), el hombre civilizado ha sufrido una degeneración grave en el asunto de sus “percepciones sensoriales”, porque su equipamiento subconsciente (instintivo) ha resultado ser inadecuado para cubrir los cambios rápidos y artificiales que la propia civilización ha producido. La mayoría de hombres civilizados sufren de “cinestesia pervertida”: los “registros sensoriales” (véase la nota 19) del individuo no están informando correctamente de las relaciones entre los distintos miembros de su cuerpo, ni entre el hombre y su entorno. En otras palabras, no sólo su sentido cinestésico está desordenado, sino que consecuentemente, también lo están sus otros sentidos. (HSH, 1.5 párrafo 42.)

Los resultados son claros para aquellos que miren:

32 “Desde el principio, debería haber distinguido sistemáticamente entre el conocimiento como el resultado de indagaciones especiales (emprendidas debido a la presencia de problemas) y la inteligencia como el producto y expresión del acopio acumulativo de significados alcanzados en estos casos especiales. Aun así, hay en mis primeras obras muchas indicaciones de la diferencia y del papel desempeñado por ella, así como referencias al principio del hábito orgánico como el agente físico por el cual se efectúa la transición de uno a otra.” (“Experience, Knowledge and Value”, PJD, página 521). “Si hubiera dejado claro uniformemente que el conocimiento obtenido produce significados y que estos significados son capaces de ser separados de los casos especiales del conocimiento en los que aparecen originalmente y de ser incorporados y hacer un acopio acumulativo de hábitos para así constituir la mente y para constituir la inteligencia cuando se aplica de verdad a nuevas experiencias, es muy probable que mi opinión hubiera estado menos expuesta a ser malinterpretada.” (“Experience, Knowledge and Value”, PJD, página 564).

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La herencia suprema del hombre

La falta de control de los impulsos sensoriales es visible en todas partes. Los hijos del hombre civilizado ni siquiera nacen con el mismo equipamiento instintivo que aquellos nacidos hace una generación, ni mucho menos con los instintos de los salvajes y los animales silvestres, que son más adecuados en sus situaciones respectivas. (HSH, 1.7 párrafos 1, 49.) Hay un proceso circular en marcha relacionado con esto. Las demandas de la vida civilizada no pueden cubrirse mediante el subconsciente (instintos) del hombre (HSH, 2.2 apartado 2b), que en consecuencia se ha torcido. Esta torcedura se trasmite por herencia y se acentúa con el entrenamiento erróneo. El resultado de esto en el presente es una severa crisis para el hombre civilizado. Ya no puede seguir confiando con seguridad en su subconsciente o guía instintiva, y debe aprender control consciente y adaptación si la evolución ha de continuar. Tras haber descubierto las causas de esta situación, Alexander propone un nuevo principio, también su descubrimiento, que él solo puede proporcionar el remedio.

Es un “ hecho incuestionable que el subconsciente puede ser 'educado' por debajo del plano de la razón.” (HSH, 1.3 párrafo 7.) Esto es, las respuestas nativas plásticas pueden ser modificadas y combinadas mediante la imitación espontánea de los demás, mediante el entrenamiento temprano y mediante la rutina irreflexiva de una manera que incorpora hábitos inconscientes que no implican a la conciencia para nada. (HSH, 1.7.) Estas tendencias se vuelven automáticas y el individuo las “siente” correctas, aunque en la tesis de Alexander, en realidad sean “incorrectas”. Por otro lado, la vida civilizada exige un repertorio cada vez más complejo de adaptaciones conscientes y también se construyen sistemas de hábitos al nivel de la razón, a menudo con indiferencia hacia la función fisiológica apropiada, y en conflicto con los mecanismos automáticos del subconsciente. Estos últimos son de carácter sensorial y motor, mientras que los primeros operan en el “plano de la razón”. De ahí el estado de guerra civil en la mayoría de individuos civilizados entre los impulsos subconscientes y los propósitos conscientes.

Además, como el aparato instintivo desordenado llega por habituación a “sentirse correcto”, es decir, a no inquietar a la actividad consciente, el individuo no sólo es inconsciente del desorden , sino que no puede hacérsele consciente de ello directamente. Así, por ejemplo, cuando un golfista intenta corregir su swing, actúa según sus hábitos musculares adquiridos y sus “sensaciones” de ellos, de modo que cuanto más lo intenta de esa manera, más fija sus hábitos musculares erróneos previos. (HSH, 2.4; 2.6 párrafo 9.) (El golfista, un ejemplo favorito de Alexander, aparece en HSH, 2.4. párrafos 38, 57 y siguientes. La idea de los remedios parciales que sacan a otras partes del organismo de su equilibrio atraía a Dewey. Véase Experience and Nature, 2ª edición, donde está la ocasión en que él hace referencia a Alexander.) Él solo no puede saber por qué es incapaz de alcanzar su fin. Para alcanzar este fin, él debe aprender un nuevo tipo de control consciente que pondrá su subconsciente en continuidad con su razón y sujeto a ella. Sólo así se restaurará la integración, se terminará la guerra civil y, cuando este tipo de control se haya vuelto general, se asegurará la evolución próspera de la raza.

Alexander sostiene que en la adquisición de este autocontrol consciente, el primer y mayor obstáculo es la “rigidez mental” (HSH, 1.4 párrafo 12). Lo opuesto a esto es la mentalidad abierta, la sensibilidad a las impresiones, la simpatía.

La rigidez da como resultado un hábito fijo de pensamiento y sus males concomitantes, entre los cuales está la sujeción de hábitos funcionales y musculares al control subconsciente. (HSH, 1.4 párrafo 12.)

El significado de esta frase se aclara algo con un ejemplo:

Cuando una persona llega a Alexander con algún defecto invalidante, que es debido al uso inapropiado de algún órgano o conjunto de músculos, y cuando él ha mostrado a la persona cómo usar el órgano o músculos de manera apropiada, la respuesta en invariablemente “no puedo”. Esto indica directamente que el control de la parte afectada es enteramente subconsciente; en caso contrario podría ser controlada conscientemente. Ahora, aparte del método de Alexander, este control subconsciente tendría que ser influenciado de una o dos maneras: ya sea por sugestión hipnótica y trance, o “por órdenes reiteradas de la mente objetiva” (HSH, 1.4 párrafo 14), bajo cuyo título se incluyen la curación por la fe y la autosugestión. Ahora en el primer caso, incluso suponiendo que se cambie el hábito del

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control subconsciente, la mente consciente se deja exactamente en la misma condición que antes; ha sido meramente esquivada. En el segundo caso, las órdenes reiteradas o bien “substituyen mediante repetición un hábito por otro sin ninguna aprehensión por parte de la inteligencia del verdadero método del intercambio” o eliminan las respuestas al dolor, la advertencia natural, sin cambiar nada más de la situación.

Brevemente, los tres métodos buscan alcanzar la mente del sujeto amortiguando la mente objetiva o consciente y el centro o piedra angular de mi teoría y práctica… es que LA MENTE CONSCIENTE DEBE SER REANIMADA.

De esta frase se deduce que mi teoría es, en cierto modo, revolucionaria ya que todos los métodos anteriores han buscado poner fuera de acción de una forma u otra, el trabajo flexible de la conciencia verdadera, para alcanzar el subconsciente. El resultado de estos métodos es, lógica e inevitablemente, un esfuerzo por alterar un mal hábito subjetivo mientras el hábito objetivo de pensamiento se deja inalterado. (HSH, 1.4 párrafos 14 y 15.)

Estos métodos “degradan las funciones primarias de la inteligencia” (HSH, 1.4 párrafo 15), que aspiran al control consciente integral.

Resumiendo estas consideraciones negativas, no es de ninguna utilidad cambiar un hábito subconsciente mediante la mecánica de la hipnosis, porque el hábito de la mente consciente se deja inalterado y el conflicto entre mente “subjetiva” y “objetiva” meramente cambia de terreno. También es imposible cambiar tal hábito subconsciente directamente, esto es, mediante “órdenes reiteradas de la mente objetiva [consciente]”. (HSH, 1.4 párrafo 14.) La respuesta a estas “órdenes” es necesariamente en términos de los hábitos sensorio-motores que se están intentando corregir y además, las propias órdenes están fraguadas en términos de concepciones sensorio-motoras “viciadas”. La conciencia no “sabe” cuál debería ser la coordinación correcta, ya que en caso contrario no habría problema. Lo mejor que puede esperarse de tal planteamiento consciente directo para cambiar un hábito es que un patrón sea sustituido por otro, estando ambos “fuera de comunicación con la razón”. Por ejemplo, al corregir la mala postura de esta manera, puede uno conseguir conscientemente estar de pie de manera diferente, al menos por un rato. Pero si la nueva actitud es meramente un patrón sensorio-motor aislado también de la inteligencia o del control consciente integral, ciertamente que uno está de pie de manera diferente, pero, como más tarde expresa Dewey, “sólo un tipo diferente de estar mal.” (HNC, página 29.)

De las muchas explicaciones que Alexander da del lado o método positivo de su “control consciente”, la más clara para nuestros propósitos viene dada en la 2ª parte de HSH, apartado 2.4. “Los procesos de guía-control consciente”. Una vez más, el “meollo” de esta concepción es la necesidad de control consciente como un universal (HSH, 1.5 antepenúltimo párrafo: “Esto nos lleva al meollo de mi discusión sobre la guía-control consciente en su más amplio sentido, que es, como un universal.”) y la consecuente necesidad de reeducación radical. Cierto grado de control consciente parcial está presente obviamente en todo individuo educado normalmente, “ciertos instintos dominan ciertas funciones, mientras otras funciones son deliberadamente dirigidas.” (HSH, 2.4 párrafo 2.) Pero este es un proceso fortuito que da como resultado conflictos y tensiones debidos al mal uso de las funciones corporales. De ahí que los malos hábitos deban ser demolidos y reemplazados por unos correctos. Esto implica una reeducación total, en la que el primer esfuerzo debe ser dirigido hacia la mente consciente, mediante “el establecimiento en la mente del alumno de la conexión que existe entre causa y efecto en cada función del cuerpo humano.” (HSH, 2.4 párrafo 2.) (Esta noción de “reeducación total” fue indudablemente, uno de los aspectos de la doctrina de Alexander que atrajo a Dewey.)

En la ejecución de cada acción muscular mediante guía-control consciente, hay cuatro etapas esenciales:

1. la concepción del movimiento requerido;

2. la inhibición de las ideas preconcebidas que subconscientemente sugieren la manera en que debe hacerse el movimiento o la serie de movimientos;

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3. las nuevas órdenes mentales conscientes que pondrán en acción el mecanismo muscular esencial para la ejecución correcta de la acción;

4. los movimientos (contracciones y extensiones) de los músculos que llevan a cabo las ordenes mentales. (HSH, 2.4 párrafo 3.)

Sigue un ejemplo concreto de los efectos de la aplicación de métodos tradicionales (“incorrectos”) y luego de la aplicación del método correcto a un caso de respiración incorrecta, expuesto en términos fisiológicos, tras lo cual Alexander nos invita a “seguir al individuo a lo largo de las cuatro etapas de la inculcación de los principios del control consciente” (HSH, 2.4 párrafo 12) en términos más generales o teóricos. Como los términos y el contenido de esta presentación son de gran importancia, sería peligroso no presentar esta explicación literalmente:

(1) En primer lugar es necesario que él pueda comprender con claridad las faltas que intentamos remediar. No tendrá el menor valor ninguna condescendencia tácita por su parte con un tratamiento cuyos procesos no entienda. (HSH, 2.4 párrafo 12.)

Naturalmente que esto es lo suficientemente obvio a partir del término “control consciente”, pero el propósito de colocarlo como paso primero o preliminar es para capacitar al “alumno” para ver con claridad creciente y experiencia de primera mano, que él no puede, por sí mismo y mediante esfuerzos directos u “órdenes” conscientes concretas, corregir los “usos” inapropiados que él ha estado haciendo subconsciente y habitualmente de su organismo.

(2) En segundo lugar, se le debe enseñar a reconocer sus concepciones erróneas que dan como resultado movimientos erróneos y esto es así, tanto si las concepciones son conscientes como inconscientes. También se le debe enseñar a inhibir y finalmente, a erradicar estas ideas preconcebidas y las órdenes mentales o series de órdenes que las siguen. Sólo entonces puede él dar las órdenes de guía correctas como se describe a continuación. (HSH, 2.4 párrafo 12.)

La presunción que subyace a esto y a los pasos siguientes es aquella de la “acción ideo-motora” y los “centros ideo-motores” del cerebro, como queda claro a partir de una discusión paralela en la que Alexander usa este término (HSH, 1.7 párrafo 33 y siguientes) y del siguiente pasaje, que ilumina los puntos que manejamos:

Y en todos los esfuerzos de este tipo por aprehender y controlar los hábitos mentales, la primera y única dificultad real es la de superar la inercia preliminar de la mente para combatir el hábito subjetivo. El cerebro se acostumbra a pensar de un cierto modo, funciona siguiendo un surco y cuando se pone en acción, se desliza por el camino tan gastado y familiar; pero una vez se le saca del surco, es sorprendente con qué facilidad puede ser dirigido. Al principio tendrá tendencia a volver a su antiguo modo de funcionar mediante una operación irracional mecánica, pero el surco pronto se rellena y aunque después podemos ser capaces de utilizar el antiguo camino si queremos, ya no estamos limitados a ello. (HSH, 1.6.4 penúltimo párrafo.)

(3) En tercer lugar, debe aprender entonces a dar las órdenes mentales correctas a los mecanismos implicados y debe haber una diferenciación clara en su mente entre dar la orden y ejecutar el acto ordenado y llevado a cabo por medio de los músculos. La totalidad de los principios de volición e inhibición están implícitos en el reconocimiento de esta diferenciación. Entonces… supondremos que yo he pedido al alumno que dé la orden a la columna vertebral de alargarse y al cuello de relajarse. Si en lugar de meramente formar y mantener este deseo en su mente, él intenta efectuar físicamente estos actos, invariablemente tensará los músculos del cuello y acortará la columna ya que estos son los movimientos asociados habitualmente en su mente con alargar la columna, y los músculos se contraerán de acuerdo con las viejas asociaciones. En efecto, se verá que en éste como en todos los otros casos, debe hacerse hincapié en que deben considerarse los medios y no el fin. Cuando lo que se mantiene en mente es el fin, el instinto o los hábitos que se han tenido durante mucho tiempo, siempre intentan conseguir el fin por los métodos habituales. La acción se ejecuta por debajo del nivel de la conciencia en sus diferentes etapas y sólo alcanza el nivel de la conciencia cuando el fin se consigue con los “medios por los cuales” correctos.

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(4) En cuarto lugar, cuando las órdenes de guía correctas han sido practicadas y dadas por la mente (un resultado conseguido gracias a la atención y la instrucción del maestro), los músculos implicados entrarán en juego en combinaciones diferentes bajo el control de la guía consciente y un acto razonado ocupará el lugar de la serie de movimientos habituales y sin pensar que han provocado la deformación del cuerpo. Y debe recordarse claramente, que la totalidad de la antigua series de movimientos ha sido relacionada recíprocamente y compactada en la secuencia indivisible y rígida que ha seguido invariablemente a la orden mental concreta que ponía en marcha el tren; por ejemplo, una orden como “póngase recto”. (HSH, 2.4 párrafos 13 y 14.)

Debe señalarse que la última frase de la cita anterior se refiere a la “vieja serie de movimientos” en todas partes. La “secuencia rígida” es el patrón subconsciente y perjudicial que debe destruirse y no las nuevas “combinaciones diferentes bajo el control de la guía consciente”. Esto no se aclara con las palabras citadas, pero se verá ahora en la distinción entre hábito inconsciente y consciente, o hábito controlado conscientemente. (Véase también HSH, 2.4 párrafo 18.)

Hay dos concepciones básicas apoyadas en la técnica Alexander que no se mencionan en esta presentación, las cuales, aunque externa en su aplicación, son necesarias para su comprensión. Una de ellas es que las nuevas experiencias cinestésicas correctas deben ser dadas en la práctica al “alumno” por el maestro mediante manipulación física. El maestro pone al alumno en la “posición de ventaja mecánica” adecuada a su carácter fisiológico individual. Esto, como hemos visto, es porque el alumno no podía descubrir esta relación orgánica por sí mismo consultando su propia experiencia sensorial, ya que por hipótesis los registros sensoriales de la mayoría de la gente en el presente están “viciados” e informan de las relaciones corporales falsamente debido a los hábitos subconscientes erróneos adquiridos inconscientemente. La “posición de ventaja mecánica” correcta tiende así a “sentirse” errónea para el individuo al principio, precisamente debido a estos malos hábitos físicos. La única alternativa a ser puesto bien por un maestro experto es que el individuo recorra el camino largo y arduo de la experimentación ante espejos, como hizo Alexander, intentando descubrir científica e intelectualmente el apropiado “uso de sí mismo”, a pesar de sus experiencias sensoriales no-fiables. Alexander no promete mucho éxito en esto a la mayoría de la gente. (USM, Prefacio a la nueva edición de 1941. Véase la nota 3.)

El otro punto es que una vez adquirido el control consciente integrado apropiadamente de una función, digamos del aparato respiratorio, ya no es consciente en el sentido en que lo era durante el proceso de adquirir este control.

Sería absurdo suponer que a partir de entonces, esta persona en su estado de vigilia se dará cuenta deliberadamente de cada funcionamiento separado de sus pulmones, del mismo modo que no esperaremos que el ocupado director de un negocio supervise constantemente la rutina de su personal bien organizado. (HSH, 1.6.4 párrafo 14. Véase también 2.8.2 párrafo 12.)

Una vez que se domina el control adecuado, los movimientos reales que siguen vuelven al nivel automático o subconsciente. La diferencia es que ahora la mente subconsciente es continua y está integrada con la mente consciente y ahora la mente consciente sólo interfiere cuando amenaza alguna desviación del “uso de sí mismo” apropiado.

Así se verá que la diferencia entre el nuevo hábito y el antiguo es que el antiguo era nuestro amo y nos dirigía, mientras que el nuevo es nuestro sirviente, listo para satisfacer nuestro menor deseo sin discusión, aunque siempre trabajando silenciosa y discretamente a nuestro favor de acuerdo con las órdenes dadas más recientes. (HSH, 1.6.4 párrafo 14. Véase también apéndice A.1 párrafos 5 y 13.)

Como la mente subconsciente “es sólo un sinónimo para aquella rutina rígida a la que nos referimos finalmente como hábito, siendo esta rutina rígida el obstáculo para la rápida adaptabilidad, la asimilación de nuevas ideas, la originalidad” (HSH, 1.6.4 párrafo 15; véase también 2.5 y 2.8.1), debemos buscar una mayor aclaración en la explicación de Alexander del instinto y el hábito y sus interrelaciones.

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La declaración más general de Alexander concerniente al instinto es:

Defino instinto como el resultado de las experiencias psicofísicas subconscientes del hombre acumuladas en todas las etapas de su desarrollo, que continúa con nosotros hasta que, individual o colectivamente, alcanzamos la etapa del control consciente (HSH, 2.4 párrafo 72).

El instinto siempre es un control subconsciente (antiguamente “parcialmente consciente”) (HSH, 2.2 punto 2 b), pero su referencia primaria es a los mecanismos de respuesta adaptativa que son transmitidos por herencia y modificados de maneras rudimentarias por debajo del plano de la conciencia. Como el interés principal de Alexander es la reeducación del hombre civilizado moderno para el control consciente, que es la herencia suprema del hombre y la meta de su evolución (HSH, 1.5 penúltimo párrafo, 2.2 punto 2 párrafo 2, 2.4 párrafo 78, 2.6 último párrafo), usualmente toma al hombre como lo encuentra. Esto es, incluye en “instinto” no sólo los patrones de respuesta nativos, sino también la compleja organización de actitudes automáticas y mecanismos que el individuo ha adquirido en el ambiente civilizado al ser “educado por debajo del plano de la razón” (HSH, 1.3 párrafo 7), de lo cual no es (y en su mayor parte no puede ser) consciente. Así que se deja al hombre en una posición difícil. Por un lado, está sin la ventaja que el instinto aún confiere al salvaje en su ambiente sencillo ya que “durante el avance de la civilización, el género humano ha perdido la facultad que llamamos instinto, la facultad que guió al género humano en estado natural y que aún guía al mundo animal inferior” (HSH, 2.8.2 penúltimo párrafo). Por el otro lado, sus hábitos adquiridos de tipo subconsciente no pueden estar en paz con la vida moderna. El instinto o la guía subconsciente en cualquiera de estos dos sentidos, ya no puede servirle más tiempo.

Alexander habla del “proceso psicofísico que llamamos hábito, incluidos los desarrollos que tienen su origen en la conciencia al igual que aquellos que surgen del subconsciente” (HSH, 1.5 párrafo 25). Esta observación, que introduce una de estas discusiones sobre el hábito, incorpora la doble distinción que en La herencia suprema del hombre hace difícil de seguir la doctrina del hábito con certidumbre en algunos de sus detalles. La distinción es, por un lado (1) entre “hábitos del cuerpo” o hábitos físicos, y “hábitos de la mente” o hábitos mentales (HSH, 1.6.4 párrafo 1) y por otro lado (2) entre “hábitos subconscientes” de patrones subjetivos de la mente subjetiva, y hábitos “conscientes” o “subjetivos”, de los cuales el individuo es o puede volverse consciente. Estos dos pares correlativos no son paralelos del todo, ni son independientes entre sí.

(1) Alexander usa el término hábito físico o corporal para indicar usos “erróneos” del aparato sensorial y muscular del “organismo psicofísico”, algunos de los cuales se nos transmiten a la mayoría de nosotros por herencia, otros se adquieren por imitación y por el entrenamiento temprano, y aún otros que se originan en ideas imperfectas y rígidas de una clase u otra. Los últimos podrían haber sido en su momento tomados en consideración conscientemente, pero con el tiempo se han convertido en ideas fijas, han caído al nivel subconsciente y así ya no están sujetas al control consciente. Contrastando así los hábitos corporales con los mentales, Alexander parece querer decir “uso erróneo” o disfunción de alguna o de todas las partes del aspecto fisiológico del “organismo psicofísico”, sin tener en cuenta el origen de este uso erróneo.

Los hábitos o actitudes mentales son ideas rígidas, la mayoría de las veces adoptadas al principio deliberadamente, pero después convertidas “en un hábito fijo y por tanto incontrolable.” (HSH, 1.6.1 párrafo 2. Véase también 1.5 y 1.6.4.) Algunos podrían parecer muy triviales, como el preferir los dulces o las opiniones políticas. Otros podrían llegar al grado de “ideas fijas”, obsesión, alucinación. Pero todos son igualmente serios, ya que cada uno tiene un efecto malo sobre la función corporal y es un obstáculo para alcanzar el control consciente. El individuo podría incluso ser consciente de algunos de estos hábitos mentales fijos que él no puede alterar: “Sé que soy así y no puedo dejar de serlo.” No obstante, usualmente estos hábitos mentales se han vuelto subconscientes y producen su daño fisiológico automáticamente. Son un obstáculo para la recuperación de la salud física. (HSH, 1.6.4, 2.8.2 párrafo 11.)

(2) Ya hemos visto algo sobre la idea de Alexander de la mente y el hábito subconscientes (“subjetivos”), y de la mente y el hábito conscientes (“objetivos”). Sólo

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necesitamos añadir aquí que el término hábito consciente usualmente significa un mal hábito mental, del que el sujeto es consciente pero que no puede cambiarlo por su propia voluntad (HSH, 1.5). (Alexander pone ejemplos en este punto, que muestran que los malos hábitos inconscientes ponen a sus poseedores “fuera de comunicación con su razón” en una frase que toma prestada de Emerson.) A menudo estos son deseos y anhelos anormales, resultantes de percepciones sensoriales imperfectas y que pueden remediarse mediante control consciente. Alexander dice que este es el significado corriente de “hábito”, pues

es esencial entender la diferencia entre el hábito que es reconocido y entendido y el hábito que no lo es. La diferencia… es que el primero puede ser alterado a voluntad y el segundo no. Pues cuando se ha conseguido el control consciente verdadero, un “hábito” nunca necesita hacerse fijo. No se trata en absoluto de un hábito real, sino de una orden o serie de órdenes dadas a los controles subordinados del cuerpo, órdenes que serán ejecutadas hasta ser revocadas.

Por tanto, se comprenderá que la palabra “hábito”, como se entiende generalmente, no se aplica a la nueva disciplina que es mi propósito establecer en el reino ordinariamente subconsciente de nuestro ser… Las órdenes de guía conscientes, reconocidas inteligentemente, son tales que pueden ser continuadas durante todo el tiempo, haciéndose más efectivas año tras año, hasta que quedan establecidas como la guía-control real y fundamental necesaria para lo que entendemos como crecimiento y evolución. (HSH, 1.6.4 párrafos 3, 4 y 5.)

Por otro lado, a este nuevo modo de funcionamiento “se hará referencia con total corrección con el mismo término 'hábito'”, una vez se comprenda su flexibilidad; “es un objeto a controlar como la rutina de una oficina bien organizada” (HSH, 1.6.4 párrafo 13). Ciertamente que las “órdenes” se vuelven subconscientes, pero ahora la totalidad del organismo psicofísico esta coordinada e integrada, sin las tensiones o rigideces indebidas físicas o mentales.

Como mente y cuerpo no son entidades separadas, sino funciones continuas, se afectan recíprocamente. La mayoría de la gente de hoy día, como hemos visto, se guía mediante “procesos tan subconscientes que restringen el uso de los centros de razonamiento conscientes; constituyen lo que llamamos hábitos mentales, que al volverse fijos, quedan casi fuera del control de la razón.” ( HSH, 1.6.3 párrafo 3.) Estos hábitos subconscientes no sólo constituyen la mente cerrada o con prejuicios; están causados por defectos físicos y ellos causan defectos físicos. “Incluso el intento de efectuar una acción simple de acuerdo con el hábito subconsciente está cargado de peligro; pues invariablemente afecta de forma perjudicial a las otras partes del organismo del sujeto que nada tienen que ver con el acto o actos particulares pretendidos.” (HSH, 2.2 punto 2 párrafo 2.) Bajo la dirección imperfecta del subconsciente, “el sujeto difícilmente puede dejar de cultivar una actitud mental errónea hacia la vida en general y hacia el arte de vivir (evolucionar satisfactoriamente)” (HSH, 2.2 punto 2 a) e incapaz de distinguir entre acciones conscientes y subconscientes, “el sujeto sufre de varias formas de engaños mentales y físicos, notablemente respecto a los actos físicos que ejecuta.” (HSH, 2.2 punto 2 b.) Al contrario,

todos los malos hábitos específicos, como la permisividad con la comida, bebida, tabaco, etc. evidencian una falta de “control” en cierta dirección y el mayor número de desórdenes específicos, tales como el asma, tuberculosis, cáncer, enfermedades nerviosas, etc. indica una interferencia con las condiciones normales del cuerpo, falta de control y funcionamiento imperfecto de los mecanismos humanos con desplazamientos de las diferentes partes de aquel mecanismo, pérdida de vitalidad y su inevitable concomitante, una menor actividad del funcionamiento de todos los órganos vitales. (HSH, 182 párrafo 8.)

(Las extravagantes reivindicaciones de los beneficios que la Técnica puede conferir ayudaron poco a ganar la confianza de la profesión médica. Véase en HSH, 1.6.4 , ejemplos suaves de los citados en la conclusión inmediata de nuestro texto.)

En otro sitio se nos asegura que todos estos desórdenes, incluidos el equilibrio y porte del cuerpo erróneos, la degeneración de los pulmones, el corazón y el sistema muscular, “y muchas más que combinadas causan debilidad, enfermedad y muerte, son el resultado de hábitos mentales y corporales incorrectos” (HSH, 1.6.4 párrafo 1).

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El único remedio para este estado de la cuestión (esta crisis psicofísica por la que está pasando el hombre) es el establecimiento del control consciente. Y

Afortunadamente para nosotros, no hay uno solo de estos hábitos de la mente, junto con los hábitos del cuerpo resultantes, que no pueda ser alterado inculcando aquellos principios relativos al equilibrio correcto del cuerpo que yo he llamado los principios de ventaja mecánica, utilizados en cooperación con una comprensión de los poderes de inhibición y volición de la mente objetiva, mediante los cuales estos hábitos disuasorios pueden ser elevados al control consciente. (HSH, 1.6.4 párrafo 1).

El principio fundamental que llamamos evolución exige que cada ser humano esté capacitado para alcanzar este control consciente que, al menos indirectamente, debería gobernar toda función final de su carácter psicofísico. (Sobre esto, véase HSH, 1.1 párrafo 14, 1.2 último párrafo, 2.2 punto 2 b párrafo 3, 2.6 último párrafo.) Otro resultado de esto será la mejoría moral, pues este control “mantendrá sus tendencias animales en jaque” (HSH, 1.7 párrafo 64) y “tiende a erradicar y prevenir ansias y deseos anormales en cualquier sentido.” (HSH, 1.5 párrafo 38.)33

Estamos ahora en posición de seguir con comprensión una exposición muy concentrada de los pasos en el proceso de reeducar a un individuo para el control consciente, tal como Alexander la presenta en La herencia suprema del hombre. (Esta exposición aparece en HSH, 2.4 párrafo 33 en adelante, y es uno de los más concentrados de los muchos resúmenes de Alexander del proceso.) Haciéndolo así podemos enfocar más estrechamente las nociones parejas de “órdenes” e “inhibición” como aparecen en la práctica.

Se nos recuerda antes de todo que

las concepciones mentales son los estímulos del centro ideo-motor que pasa las órdenes de guía subconscientes o conscientes al mecanismo. (HSH, 2.4 párrafo 33.)

Es decir, “ideas” y hábitos, sean subconscientes o conscientes, son dinámicos y tendentes; tienden a inundar la actividad, a tener consecuencias. Ahora,

Al tratar con defectos o imperfecciones humanas, debemos considerar las concepciones subconscientes heredadas asociadas a los mecanismos implicados y también las concepciones que serán las precursoras de las órdenes de guía ideo-motoras conectadas con el uso nuevo y correcto de los diferentes mecanismos. (HSH, 2.4 párrafo 33.)

Luego, las mismas concepciones tanto subconscientes como conscientes, son actos (o hábitos) que son anteriores a la operación de los centros ideo-motores, pero las órdenes de guía se califican ellas mismas como ideo-motoras. Las concepciones funcionan como estímulos, para los cuales la actividad ideo-motora es una respuesta.

Para establecer con éxito la última (concepción correcta), debemos primero inhibir la primera (concepción incorrecta) y proyectar desde el centro ideo-motor las nuevas y diferentes órdenes directoras que influenciarán los complejos implicados, erradicando gradualmente la tendencia a emplear los incorrectos y construyendo firmemente aquellos que son correctos y fiables. (HSH, 2.4 párrafo 34.)

La inhibición aparece así como la extinción consciente del nexo dinámico (estímulo-respuesta) entre una idea indeseable o (más usualmente) un hábito indeseable y su actividad motora correspondiente. Es un simple “no hacer”, un “¡Alto!” y “no es lo mismo para nada que una orden directa [al contrario]”. (HSH, 1.6.4

33 Véase también HSH, 1.5. Este es un tema sobre el cual Aldous Huxley se complace escribiendo variaciones. Por ejemplo, véase su crítica de CUV, que apareció en el Saturday Review of Literature del 25 de octubre de 1941, y reimpresa en KHS (Londres, 1946), con el título “End-Gaining and Means-Whereby”. Otros ejemplos de las obras de Huxley en que es mencionado Alexander en relación con esto son: El fin y los medios (Londres, 1937), páginas 222 a 224; “The Education of an Amphibian”, en Adonis and the Alphabet (Londres, 1956, Adonis y el alfabeto), páginas 20-22; “The Oddest Science”, Esquire, XLVII, 3 (marzo de 1957), página 34.

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párrafo 23. El pasaje completo es: “El deseo de tensar los músculos del cuello debe ser inhibido como preliminar (lo que no es lo mismo para nada que una orden directa de relajar los músculos por sí mismos) y luego deben estudiarse los verdaderos usos del mecanismo muscular, es decir, los medios para colocar el cuerpo en una posición de ventaja mecánica, si el trabajo recayera de manera natural en los músculos pensados para efectuarlo y el cuello se relajara inconscientemente. En este caso, las órdenes conscientes, quiero decir las órdenes dadas a los músculos correctos, son ordenes preventivas y se mantiene la debida secuencia de causa y efecto.” (HSH, 1.6.4 párrafo 23.) Si la inhibición fuera esto último, sería meramente el ejercer fuerza en dirección opuesta, creando un segundo conjunto de tensiones dañino, componiendo en lugar de remediando la dificultad. De nuevo, las órdenes positivas como concepciones también son primero precedentes a la actividad motora e independientes de ella. El proceso de reeducación consiste en relacionarlas conscientemente con la respuesta deferente correcta que esta integrada con todas las demás.

Por tanto, se comprenderá que si eliminamos la concepción establecida y asociada a nuestros defectos e imperfecciones, esto significa que estamos eliminando realmente nuestro subconsciente heredado y todos los usos defectuosos del mecanismo psicofísico conectados con ello. (HSH, 2.4 párrafo 35.)

Al principio, el principal, si no el único obstáculo para la enseñanza del control consciente, es la rigidez mental: “ las ideas preconcebidas y los hábitos de pensamiento sobre los usos de los mecanismos musculares”. (HSH, 2.4 párrafo 36.)

Muchas de estas ideas preconcebidas son legado del instinto, otras surgen de las prácticas habituales iniciadas por una comprensión errónea de los usos del mecanismo, otras de nuevo por la imitación consciente o inconsciente de las incorrecciones de los demás… Por tanto, estas ideas preconcebidas y hábitos de pensamiento deben ser destruidos y como las reacciones de la mente debidas al cuerpo y del cuerpo debidas a la mente son tan íntimas, a menudo es necesario destruir estas ideas preconcebidas efectuando actos musculares para el sujeto, en su lugar; es decir, el instructor debe mover las partes en cuestión del sujeto mientras este procura inhibir todos los movimientos musculares. (HSH, 2.4 párrafos 36 y 37, se ha añadido la cursiva.)

Se observará que, mientras se está destruyendo la “orden” subconsciente antigua suelta “que inicia la antigua serie de movimientos habituales viciosos” (HSH, párrafo 37) y sus componentes se están redistribuyendo bajo la guía física del instructor, se van a inhibir todas las respuestas. Al principio esto incluye incluso la respuesta muscular más ligera, incluso para las “órdenes” verbales correctas. Estas últimas se van relacionando gradualmente con los movimientos físicos correctos que se dan directamente al alumno mediante manipulación; es decir, el instructor guía los movimientos físicos reales del alumno mientras este no hace nada más que inhibir “todas las acciones ordinarias” y pensar las “órdenes” correctas hasta que relaciona las últimas con los movimientos correctos a través de “los centros ideo-motores”. Es especialmente esta etapa de la técnica la que no puede comunicarse verbalmente, sino sólo mediante experiencia directa.

Luego, el primer y más importante principio en la técnica o sistema de Alexander es la inhibición (el lado negativo) y el segundo es la proyección positiva de las “órdenes” correctas. Que estos principios son el núcleo de su programa de reeducación queda claro en declaraciones tan sucintas como las siguientes. Hablando de los mecanismos musculares desarreglados por los hábitos subconscientes antiguos, dice:

el único propósito del método reeducativo que defiendo, es volver a poner en juego estos músculos, no mediante ejercicios físicos, sino por el empleo de una posición de ventaja mecánica y la repetición por parte del alumno de las órdenes mentales de inhibición y guía correctas, y de la manipulación y dirección correctas por parte del maestro, hasta que los dos factores psicofísicos se conviertan en un hábito psicofísico establecido. (HSH, 2.8.2.1 párrafo 10.)

Naturalmente, el hábito psicofísico es flexible y es controlado conscientemente.

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La herencia suprema del hombre

Está implicado en este programa otro principio importante que Alexander nunca se cansa de repetir: si se retiene en la mente primariamente el “fin”que se pretende llevar a cabo, el proceso debe tener lugar según el hábito subconsciente imperfecto que opera de una sola pieza. De ahí que siempre se deba mantener en mente primariamente los “medios por los cuales” y tratar cada uno de estos como “fines”. Esto quiere decir que un “fin” como el representado en la orden “¡Ponte derecho!” no puede, por la naturaleza del caso, ser logrado con éxito directamente, sino sólo indirectamente, emitiendo la serie apropiada de órdenes conscientes correctas que efectúan la acción, tras inhibir la respuesta de la orden subconsciente antigua.

Es esencial, en la necesaria reeducación del sujeto mediante guía-control consciente, que en todos los casos debería mantener en mente los “medios por los cuales” y no el “fin”. Mientras se conserva en la mente el “fin” en lugar de los “medios”, el acto muscular o la serie de actos siempre se efectuarán de acuerdo con el modo establecido por los viejos hábitos. Cuando la mente consciente del sujeto aprende correctamente cada etapa de las series esenciales para los “medios por los cuales”, pueden romperse los viejos hábitos y cada acción muscular puede ser dirigida conscientemente hasta que las nuevas y correctas sensaciones de guía han establecido los nuevos hábitos apropiados, los cuales a su vez se volverán subconscientes, pero en un plano evolutivo más alto. (HSH, 2.2 punto 2d.)

De nuevo,

El método de enseñanza ortodoxo mantiene como objetivo el fin y no los medios por los cuales. Depende de dar órdenes según el principio de “obtención del fin”, como por ejemplo, la orden “balancear el palo arriba y de nuevo abajo en la misma órbita”, sin considerar los “medios por los cuales”; esto es, sin asegurarse de que el alumno es capaz de mantener una posición apropiada de la columna y de la espalda y de usar las extremidades correctamente durante la ejecución de tales actos físicos. (HSH, 2.4 párrafo 63.)

Luego, para Alexander pretender lograr el “fin” directamente es o bien fracasar o bien tener éxito al precio exigido por todos los malos hábitos subconscientes: desgaste de los mecanismos psicofísicos, enfermedad y demás.

La importancia que el propio Alexander asigna a estas nociones básicas no sólo podría verse por su incesante repetición a lo largo del libro, sino por los doce problemas que él nos asegura puedes responderse en La herencia suprema del hombre. Los cuatro más relevantes, citados aquí por su terminología característica que veremos reflejada en la obra de Dewey, son:

( 7) Por qué el hábito de conseguir un fin es probablemente el hábito más persistente y entorpecedor que (el hombre) necesita superar para conseguir hacer cambios en sí mismo y en los demás.

(8) Por qué el método de aproximación directa a un problema de cambio de comportamiento falla constantemente en producir el fin deseado y por qué los medios por los cuales para un fin deben depender de un procedimiento indirecto.

(9) Por qué el hombre falla tan a menudo al poner sus buenas ideas en práctica, especialmente cuanto más lo intenta.

(12) Por qué, el último pero más importante de todos, el uso de los procesos inhibitorios es el primer paso necesario en el recondicionamiento del comportamiento humano. (HSH, Prefacio a la edición de 1945.)

(Estas doce proposiciones son presentadas por esta observación: “He aquí por tanto, algunos de los problemas importantes relativos al control del comportamiento

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La herencia suprema del hombre

humano para los que el lector puede encontrar soluciones en este libro:”)

Aunque esta lista de doce puntos no fue escrita hasta 1945, este hecho confirma en lugar de debilitar nuestro propósito al llamar la atención sobre estos cuatro ejemplos. Una vez más, ciertos términos inusuales o “etiquetas”, tales como conseguir el fin, órdenes, inhibición, el planteamiento indirecto para un fin prestando atención a los medios por los cuales, así como muchos otros, aparecen como estribillos a lo largo de la discusión de la técnica y la enseñanza de Alexander. Esto es cierto no sólo en sus propios escritos y enseñanza, sino también en los de sus alumnos y muchos otros que quedaron fuertemente impresionados por su trabajo. (Por ejemplo, véase el título de Huxley citado en la nota 33.) Que esto sea cierto para la Introducción que escribió Dewey para La herencia suprema del hombre, quizá no es sorprendente, ni siquiera significativo. Pero debemos ver ahora como se sostiene el caso en Human Nature and Conduct (HNC; 1922).

4.2 Human Nature and Conduct y Alexander

Hay ecos de las ideas de Alexander a lo largo de Human Nature and Conduct, pero es en el segundo capítulo de la primera parte (HCN, 1.2 “Habits and Will”) donde, como diríamos, él hace su aparición personal. Se cita dos veces su nombre y la segunda vez se le designa explícitamente como la fuente de la teoría del papel de la inhibición en el proceso indirecto o “movimiento lateral” (HNC, página 35 en este “Alexander chapter”) que Dewey ahora ha llegado a ver como el único modo de poder cambiar el hábito.

Se había preparado el escenario para la totalidad de la obra (y para la primera aparición de Alexander) en el capítulo precedente, donde se nos enfrenta de golpe con la concepción del hábito como interacción esencial y no una posesión “subcutánea” privada. Aunque adquiridos, los hábitos parecen funciones fisiológicas en que ambos son “maneras de usar e incorporar el entorno en las que este último tiene algo que decir con tanta seguridad como el primero” (HNC, página 15). Los hábitos son artes, implicando destreza de los órganos sensoriales y motores, habilidad o pericia, y materiales y energías objetivos que asimilan para dirigir el entorno. Requieren orden, disciplina y técnica manifiesta (HNC, páginas 14 y 15). También “pueden ser estudiados tan objetivamente como las funciones fisiológicas y pueden ser modificados cambiando ya sea los elementos personales o los sociales” (HNC, página 16). Pero “los rasgos personales son funciones de las situaciones sociales” ((HNC, página 20), así que el hábito tiene, por así decir, dos caras. Una mira hacia el lado social, la otra hacia el lado individual o personal.

Análoga a esta distinción, se nos ofrece aún otra en interés de aclarar los tipos de condiciones que necesitan ser controlados en el cambio del hábito. Esta es la distinción entre la cuestión física y la moral.

La primera concierne a lo que ha ocurrido y cómo ocurrió. Considerar esta cuestión es indispensable para la moral. Sin una respuesta a eso, no podemos saber qué fuerzas están funcionado ni cómo dirigir nuestras acciones para así mejorar las condiciones… Pero la cuestión moral concierne al futuro. Es previsora… El problema moral es el de modificar los factores que ahora influyen en los resultados futuros. Para cambiar el carácter del funcionamiento o el deseo de otro, tenemos que alterar las condiciones objetivas que entran en los hábitos de él” (HNC, página 19).

Aunque los hábitos son artes que implican la destreza de los órganos sensoriales y motores, requiriendo orden, disciplina y técnica manifiesta por parte del agente individual, los materiales y energías objetivos que incorporan proporcionan el único medio de cambiar el hábito. Eso quiere decir que no podemos simplemente reemplazar un hábito por otro en nosotros mismos, los demás o en la sociedad (costumbre) intentando manipular el mismo mecanismo como ya se ha establecido:

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No podemos cambiar el hábito directamente: esa noción es mágica. Pero podemos cambiarlo indirectamente modificando las condiciones, mediante una selección y apreciación inteligente de los objetos que atraen la atención y que influyen en la realización de deseos. (HNC, página 20.)

Como la cuestión física es previa a la moral y debe ser respondida primero, debemos averiguar qué hábito es y cómo opera, y esto en el ser humano individual, la unidad de conducta más pequeña. En otras palabras, debemos pedir una explicación del hábito en términos que son primariamente aquellos de la psicología fisiológica. El lado social del hábito se deja a un lado temporalmente.

Entonces, ¿qué son los hábitos? Como los malos hábitos ilustran tan bien, los hábitos son afecciones que tienen poder proyectante.

Todos los hábitos demandan cierta clase de actividad; y constituyen el sí mismo. En cualquier sentido inteligible de la palabra voluntad, son voluntad. Forman nuestros deseos efectivos y nos equipan con nuestras capacidades de trabajo. Gobiernan nuestros pensamientos, determinando cuáles aparecerán y serán fuertes y cuáles pasarán de la luz a la oscuridad. (HNC, página 25.)

Pero, aunque tenemos escasa perspectiva de su lado psicofísico, es decir, su funcionamiento en el individuo, aún encontramos que el hábito es un medio. (HNC, páginas 25y 26.)

Se nos recuerda de nuevo que esperar obtener resultados sin control inteligente de los medios o suponer que los medios pueden existir y permanecer inertes e inoperantes, es apelar a lo mágico (HNC, páginas 26 y 27). Aún así, esta superstición es corriente incluso entre personas cultivadas, continúa Dewey, lo cual le había sido recordado recientemente y por la fuerza por un amigo, el Sr. F. M. Alexander, una exposición explícita de cuya doctrina ocupa la mayor parte de las quince páginas que siguen.

Posiblemente para apaciguar toda sospecha de que se está haciendo referencia a un sanador de moda, Dewey enseguida sitúa a Alexander en un contexto que difícilmente puede dejar de interesar al psicólogo social e incluso al filósofo. Alexander había dicho que esta gente cultivada y supersticiosa

supone que si se le dice a alguien qué hacer, si se le señala el fin correcto, todo lo que se requiere para producir el acto correcto es el deseo o la voluntad por parte de aquel que va a actuar… Él señaló que esta creencia está emparejada con la magia primitiva en su omisión de atención a los medios implicados en alcanzar un fin. Y continuó diciendo que el predominio de esta creencia, empezando con ideas falsas sobre el control corporal y extendiendo al control de la mente y el carácter, es la mayor barrera para el progreso social inteligente. Ello obstruye el camino porque nos hace descuidar la indagación inteligente para descubrir los medios que producirán el resultado deseado, y la inventiva inteligente para procurar los medios. En pocas palabras, deja fuera la importancia del hábito controlado inteligentemente (HNC, páginas 27 y 28).

Uno se pregunta si el originalmente actor podía él mismo haber ideado una entrada más dramática, o una introducción más impresionante para su público. Pero esto sólo es la introducción. La representación continúa.

Podríamos citar su ejemplo de la naturaleza real de una intención física u orden y su ejecución en contraste con la falsa noción corriente. Un hombre que tiene una mala postura habitual se dice a sí mismo, o le dicen, que se enderece. Si él … responde, se prepara, hace ciertos movimientos y se supone que se consigue el resultado deseado substancialmente; y que la posición se mantiene al menos mientras el hombre mantiene en mente la idea u orden (HNC, página 28, se ha añadido la cursiva).

Al generalizarlas, estas dos suposiciones realmente cuentan para esto: (1) Los medios o condiciones efectivas de la realización de un propósito existen independientemente del hábito establecido e incluso que podrían ser puestos en acción oponiéndose al hábito; y (2) Los medios ya están ahí, así que el fracaso en estar enderezado es debido enteramente al fracaso del propósito o deseo (HNC, página 28). Pero en el caso de la parálisis o de tener una pierna rota, no hacemos

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tales suposiciones; valoramos la importancia de las condiciones objetivas (HNC, página 29).

En las diez páginas siguientes a esta presentación de Alexander, el propio Dewey preside la discusión en nombre propio, no sólo como comentador sino como un filósofo que, a través de Alexander, ha experimentado repentinamente lo que los gestálticos llaman “finalización”, o lo que otros psicólogos llaman el “¡Ajá!” (Véase USM, Introducción de J. Dewey, final del párrafo 6: “Encontré las cosas que yo “sabía”, en el sentido de creencia teórica, por la Filosofía y la Psicología, trasmutadas en experiencias vitales que dieron un sentido nuevo al conocimiento que tenía de ellas.”). Podría decirse que ha tenido lugar una revolución copernicana como resultado: el pensamiento gira ahora entorno al hábito, en lugar del hábito entorno al pensamiento como hasta ahora y en la “psicología ordinaria”. (HNC, página 30.) Se han preparado los elementos, para asegurarse y se tendría que ser sordo al matiz ciertamente para no reconocer la jerga de James, la antipatía hacia la posición de Watson y una nueva predisposición en contra del psicoanálisis. Las generalizaciones filosóficas son algo alarmantes, pero para captarlas debemos seguir el argumento de Dewey en detalle, en su recorrido tortuoso. La alternativa es quedarse a un lado y criticar desde fuera.

La exposición continúa con el ejemplo de Alexander de la postura y sus condiciones. “Un hombre que puede estar de pie apropiadamente lo hace así y sólo un hombre que puede, lo hace. En el primer caso, los mandatos de la voluntad son innecesarios y en el último son inútiles (HNC, página 29). Estando de pie inadecuadamente, un hombre forma un hábito positivo y forzado de hacerlo así. Comúnmente, aunque incorrectamente, se supone que tal persona está simplemente fracasando en hacer lo correcto y que esto puede remediarse “mediante una orden de la voluntad”. Esto es absurdo.

Se han formado las condiciones para producir un mal resultado y el mal resultado ocurrirá mientras esas condiciones existan. No pueden eliminarse mediante esfuerzo directo de la voluntad al igual que las condiciones que crean aridez no pueden disiparse abucheando al viento. Es tan razonable esperar que un fuego se apague cuando se le ordena que deje de arder, como suponer que un hombre puede estar enderezado como consecuencia de una acción directa del pensamiento y el deseo. El fuego puede apagarse sólo cambiando las condiciones objetivas; ocurre lo mismo con la rectificación de la mala postura (HNC, página 29, se ha añadido la cursiva).

El significado de esto es naturalmente, no que alguien con un mal hábito postural sea incapaz de producir un cambio a voluntad; es que él no puede hacer el cambio correcto.

Algo ocurre cuando un hombre actúa según su idea de estar enderezado. Durante un rato está de pie de manera diferente, pero sólo de una manera mala diferente. Entonces él toma la sensación rara que acompaña su manera de estar de pie inusual como evidencia de que él ahora está enderezado. Pero hay muchas maneras de estar de pie mal; y él simplemente ha cambiado su manera usual a una manera mala compensatoria de algún extremo opuesto (HNC, páginas 29 y 30.)

Esta es la conocida tesis de Alexander de que el cambio se hace bajo la guía “subconsciente” de hábitos cinestésicos “pervertidos” y que un intento de rectificar directamente un hábito de estos, usualmente da como resultado meramente que se ejerza fuerza en dirección opuesta. (Véase HSH, 2.5 y también 1.4.6 y 2.4.) El resultado sigue siendo “erróneo” porque se hace bajo las antiguas condiciones objetivas (no fiables): el mal patrón del hábito “instintivo”.

Dewey hace una pausa en este momento para insertar algunas observaciones psicológicas que tienen implicaciones filosóficas importantes. Cuando nos damos cuenta de que el intento voluntario y directo de rectificar la postura incorrecta es insatisfactorio, probablemente llegaremos a la conclusión de que “el control del cuerpo es físico y por consiguiente, es externo a la mente y a la voluntad” (HNC, página 30). Si transferimos el mando al carácter y la mente, podríamos aún imaginar que la idea de un fin y el deseo de realizarlo tendrá efecto inmediato. E incluso cuando reconocemos que los hábitos deben intervenir entre el deseo y la ejecución en el caso de los actos corporales, conservamos la ilusión de que podemos sortear el hábito en el caso de actos mentales y morales. Esto acentúa la distinción entre actividades no-morales y morales, y tendemos a confinar las últimas dentro de un reino privado e inmaterial.

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Pero de hecho, la formación de ideas, lo mismo que su ejecución, depende del hábito. Si pudiéramos formar una idea correcta sin un hábito correcto, entonces positivamente podríamos llevarla a cabo independiente del hábito. Pero un deseo sólo toma una forma definida relacionado con una idea y una idea toma forma y consistencia sólo cuando tiene un hábito tras ella. Sólo cuando un hombre puede ya efectuar un acto de estar enderezado, sabe cómo es tener una postura correcta y sólo entonces puede emplazar la idea requerida para la ejecución apropiada. El acto debe venir antes de la idea y un hábito antes de la capacidad de evocar la idea a voluntad. La psicología ordinaria invierte el estado actual del asunto (HNC, página 30, se ha añadido la cursiva únicamente en la última frase).

La generación espontánea de ideas, significados, propósitos, en una razón libre de toda influencia del hábito anterior, es una ficción.

Pero las sensaciones puras fuera de las cuales pueden formarse las ideas separadas del hábito, son igualmente ficticias. Las sensaciones e ideas que son la “materia prima” del pensamiento y el propósito, están igualmente afectadas por los hábitos manifestados en los actos que dan lugar a las sensaciones y significados… Cualidades sensoriales distintas e independientes, lejos de ser elementos originales, son el producto de un análisis altamente hábil que dispone de recursos científico-técnicos inmensos. Ser capaz de separar un elemento sensorial definitivo en cualquier campo es evidencia de un alto grado de entrenamiento previo, esto es, de un hábito bien formado (HNC, página 31, se ha añadido la cursiva).

Admitir que la idea de, digamos, estar de pie enderezado depende de materiales sensoriales es equivalente a reconocer que esta idea depende de actitudes habituales las cuales gobiernan los materiales sensoriales. El hábito en un medio que filtra todo el material que alcanza nuestra percepción y pensamiento, pero ello añade también cualidades y vuelve a arreglar lo que se recibe. Ideas y sensaciones semejantemente dependen de la experiencia, pero “la experiencia de la que ambas dependen es la operación de hábitos, originalmente de instintos” (HNC, página 33, se ha añadido la cursiva).

Así que nuestros propósitos y órdenes relativos a la acción (sean físicos o morales) nos llegan a través del medio refractante de los hábitos corporales y morales… Nuestras ideas dependen tanto, como mínimo, de nuestros hábitos como nuestros actos dependen de nuestras ideas y propósitos conscientes (HNC, página 33).

Lo que los moralistas han interpretado como el conflicto necesario entre la carne y el espíritu es en realidad sólo la desproporción entre el propósito consciente y el hábito orgánico establecido. Los moralistas, con su psicología inversa, simplemente no han logrado en ver esto. Como lo ve Dewey, “sólo el hombre que puede mantener una postura correcta tiene la materia prima para formar esa idea de estar de pie enderezado que puede ser el punto de partida de un acto correcto. Sólo el hombre cuyos hábitos ya son buenos puede saber lo que es bueno” (HNC, página 32). El elemento inmediato, al parecer instintivo o intuitivo en los juicios de la acción – la sensación de la dirección y fin de varias líneas de comportamiento – es en realidad la sensación de los hábitos que trabajan por debajo la conciencia directa. Este elemento intuitivo es valioso o al contrario según la cualidad de los hábitos dominantes. Aristóteles parece haber tenido algo como esto en mente cuando observó que las percepciones morales incultas de un hombre bueno usualmente son fiables y aquellas de una persona mala, no. Pero, añade Dewey, el defecto de Aristóteles en este asunto es no haber notado “que la influencia de la costumbre social al igual que el hábito personal ha de ser tenida en cuenta al estimar quién es el hombre bueno y el juez bueno” (HNC, páginas 32 y 33).

Volviendo ahora al hábito como medio o función mediadora, Dewey nos recuerda que hay dos maneras en las que esto es así.

lo que es cierto de que la ejecución de una idea depende del hábito es cierto, entonces, de la formación y cualidad de la idea (HNC, página 33).

Es decir, los hábitos dan forma a los materiales discriminados de la sensación y la percepción a partir de los cuales se forma una idea (plan de acción) (obsérvese así, operando como un factor determinante de la misma cognición) y el hábito determina así mismo la manera en que se ejecuta una idea en la actividad. Este

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último aspecto se examina a continuación en una atmósfera alexandrina y enseguida permite a Dewey una “comprensión” igualmente alexandrina de la relación mente-cuerpo.

Supongamos la existencia casual de una idea concreta y correcta en un sujeto humano; no sólo las palabras, sino una idea concreta que conduce a la acción. Cuando el poseedor de esta idea intenta actuar según ella, su ejecución debe ser por medio de un mecanismo que ya está ahí.

Si este es defectuoso o está pervertido, la mejor intención del mundo producirá malos resultados. No se supone, en el caso de ningún otro aparato, que una máquina defectuosa producirá buenos géneros simplemente porque se le invita a ello. En cualquier otro lugar reconocemos que el diseño y estructura del agente empleado produce efecto directamente sobre el trabajo hecho. Dados un mal hábito y el “deseo” o dirección mental de obtener un buen resultado, lo que ocurre realmente es una manifestación inversa o reflejada en un espejo de la falta usual: un giro compensatorio en dirección opuesta. (HNC, página 33).

La doctrina, el lenguaje e incluso el ejemplo del “aparato” no dejan dudas sobre la influencia de Alexander aquí. (Véase HSH, 1.6.4 párrafo 12: “¿Piensa alguien coger un tren fiándose de un reloj que sabe perfectamente que no es fiable? ¿Confiaría alguna persona cuerda en la lectura de un termómetro que sabe que es defectuoso?”)

Si nos negamos a reconocer este hecho, continúa Dewey, tendemos a una separación entre mente y cuerpo y a la suposición de que los mecanismos mentales o “psíquicos” son de distinto tipo que los de las operaciones corporales y que son independientes de ellos. Esta suposición se encuentra de una forma más sutil incluso en teorías “científicas”. Por ejemplo, el psicoanálisis supone que los hábitos mentales pueden ser corregidos mediante manipulación puramente psíquica sin hacer referencia a las distorsiones de la sensación y la percepción que son debidas a los malos portes corporales. En cambio, los psicólogos nerviosos “científicos” suponen que pueden rectificar la conducta curando una célula enferma concreta o una lesión local.

Sigue una discusión generalizada y por lo tanto desde el punto de vista de Dewey, filosófica, de los términos “medios” y “fines”, y sus denotaciones relativas. En este caso, no necesitamos llamar la atención sobre la influencia de Alexander, pues el propio Dewey lo hace explícitamente (HNC, nota en página 33).

Si se capta el hecho de que medios son medios, es decir, intermedios, términos medios, se ha acabado con el dualismo ordinario medios-fines (HNC, página 34). “El término no denota una división en realidad, sino una distinción en el juicio”; si no logramos entender este hecho, no podemos entender la naturaleza de los hábitos, ni pasar más allá de la separación usual de moral y no-moral en la conducta (HNC, página 36). La “distinción aparece al inspeccionar el curso de una línea de acción, una serie relacionada en el tiempo. El “fin” es el último acto en que se piensa; los medios son los actos a efectuar anteriormente en el tiempo (HNC, página 34). Más técnicamente, “fin” es un nombre para una serie de actos tomados colectivamente (como el término ejército). “Medios” es un nombre para la misma serie tomada distributivamente (como este soldado, ese oficial)” (HNC, página 36). Pensar en el fin es ver el siguiente acto en perspectiva, sin permitir que ocupe el campo de visión entero.

Tener presente el fin significa que no dejaríamos de pensar en nuestro siguiente acto hasta hacernos una idea razonablemente clara del curso de acción al que nos encomienda. En cambio, alcanzar un fin remoto significa tratar el fin como una serie de medios (HNC, página 36)… Debemos apartar nuestra mente [del fin] y atender al acto que sea el siguiente a efectuar. Debemos considerar a ese el fin (HNC, página 34).

Naturalmente se hace una excepción con los casos en que el hábito automático o acostumbrado determina el curso de la serie; entonces lo único que se necesita es una señal para dispararla (HNC, página 34).

Llamar a un fin distante o remoto, o de hecho llamarlo un fin, es implicar que intervengan obstáculos entre nosotros y el fin. Si sigue siendo un fin distante, se

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convierte en un mero fin: un sueño.

En cuanto hemos proyectado [un fin], debemos empezar a trabajar hacia atrás en pensamiento. Debemos cambiar qué se va a hacer en cómo, los medios por los cuales. Así el fin reaparece como una serie de “qué es lo siguiente” y el qué es lo siguiente de mayor importancia es el más próximo al estado presente de la acción de uno. Sólo a medida que el fin se convierte en el medio es concebido definitivamente o definido intelectualmente, por no hablar de ser ejecutable. NO sabemos lo que estamos pretendiendo hasta que se elabora mentalmente un curso de acción (HNC, páginas 36 y 37).

En cualquier curso de acción, la cosa que está más próxima a nosotros, el medio dentro de nuestro poder, es un hábito. De hecho, algún hábito impedido por las circunstancias es la fuente de la proyección del fin y también es el medio primario de su realización. El hábito es propulsor y se desplaza en cualquier dirección hacia algún fin o resultado, sea o no proyectado como un fin en perspectiva. Además, “en realidad cada hábito opera todo el tiempo de la vida despierta” (HNC, página 37), en cierto grado; pero volveremos a esta cuestión después. Entretanto, debemos indagar en lo que ocurre cuando un fin propuesto implica algún cambio en la acción usual, o más sucintamente, algún cambio en el hábito.

Una vez más se nos invita a considerar el caso de Alexander, la acción implicada en estar enderezado. Al desviarse del patrón habitual o al rectificarlo, lo principal es encontrar algún acto que sea diferente del usual. Como diferente, será también un acto desacostumbrado y su descubrimiento y ejecución es el “fin” al que debemos dedicar toda nuestra atención. De otro modo, simplemente revalidaremos el viejo patrón, sin importar lo que ordene nuestra mente consciente.

La única manera de conseguir este descubrimiento es mediante un movimiento lateral. Debemos parar incluso de pensar en estar de pie enderezados. Pensar el ello es fatal, pues nos encomienda a la operación de un hábito establecido de estar mal de pie. Debemos encontrar un acto a nuestro alcance que esté desconectado de todo pensamiento sobre estar de pie. Debemos empezar a hacer otra cosa; lo cual por un lado inhibe el que caigamos en la mala posición acostumbrada y por otro lado es el principio de una serie de actos que podrían conducir a la postura correcta (HNC, página 33, se ha añadido la cursiva). (Véase HSH, 2.8.1.)

Consideremos el caso del gran bebedor. Si continúa pensando en no beber, en realidad está empezando con el estímulo de su hábito: la idea de beber. Si desea no beber, debe encontrar algún interés positivo o línea de acción que no tenga nada que ver con beber o estar de pie enderezado, lo cual inhibirá la serie de beber y le llevará positivamente hacia su fin al instituir otro curso de acción diferente. “El descubrimiento de esta otra series es a la vez su medio y su fin” (HNC, página 35). De manera más simple y más general,

a menos que se tome los actos intermedios suficientemente en serio como para tratarlos como fines, se pierde el tiempo en todo esfuerzo por cambiar los hábitos. De los actos intermedios, el más importante es el siguiente. El primer medio o de más al principio es el fin más importante a descubrir (HNC, página 35).

Dewey no redacta los puntos juntos en este momento, pero parecen ser estos: En el caso de un hábito automático establecido, la idea del fin terminal (“fin en perspectiva”) es suficiente para iniciar la serie completa de actos intermedios que conduce a él sin la intervención de actos conscientes. De ahí que en el cambio de un hábito indeseable de este tipo automático, haya la necesidad de interrumpir o inhibir esta serie privando a la idea de fin terminal de su eficacia “ideo-motora” en el momento en que empieza la acción manifiesta, y también la necesidad de reemplazarla por otra idea que iniciará una nueva serie motora. El primer acto en la nueva serie proyectada se convierte así en el fin a conseguir, aunque como irá seguido de otros, es un (fin) intermedio con respecto a la serie “tomada colectivamente”. Así que no es suficiente simplemente rechazar o negar el antiguo fin terminal, pues meramente recordarlo es proporcionar el estímulo para la antigua serie habitual automática y propulsora que conduce a él. (Véase HSH, 2.2 punto 2d párrafo 1: “Mientras se conserva en la mente el 'fin' en lugar de los 'medios', el acto muscular o la serie de actos siempre se efectuarán de acuerdo con el modo establecido por los viejos hábitos. Cuando la mente consciente del

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Human Nature and Conduct y Alexander

sujeto aprende correctamente cada etapa de las series esenciales para los 'medios por los cuales', pueden romperse los viejos hábitos y cada acción muscular puede ser dirigida conscientemente hasta que las nuevas y correctas sensaciones de guía han establecido los nuevos hábitos apropiados, los cuales a su vez se volverán subconscientes, pero en un plano evolutivo más alto.”) Para cambiar el hábito se debe apartar enteramente la atención del fin a conseguir y dirigirla al siguiente acto a efectuar, el “medio por el cual”. Instituyendo así un cambio de hábito, ni siquiera es necesario saber por adelantado cuál será el nuevo fin terminal. Cualquier acto que no forme parte de la antigua serie, romperá completamente el hábito indeseable.

Dewey pregunta: Si el hábito es propulsor y se desplaza hacia algún fin, lo proyectemos o no como un fin en perspectiva, de manera que el hombre que puede caminar camine, el hombre que puede hablar hable, etc., ¿cómo es que no estamos siempre caminado y hablando? ¿Por qué parece tan a menudo que nuestros hábitos están latentes e inoperantes? La respuesta está en la distinción entre operación manifiesta, obviamente visible y operación latente. Los hábitos son como miembros de una tripulación, ocupando cada uno su puesto por turno: la operación de un hábito dado “se vuelve el rasgo característico dominante de un acto sólo ocasionalmente o raramente”(HNC, página 37). Pero su trabajo es siempre trabajo de equipo. Dewey elige como ejemplo la combinación familiar de locomoción y vista en la percepción de la distancia y la explica en términos del hábito, como opuesto a una asociación de sensaciones.

El hábito de caminar se expresa en lo que un hombre ve cuando está quieto, incluso en sueños. El reconocimiento de las distancias y direcciones de las cosas desde su sitio en reposo es la prueba obvia de esta declaración. El hábito de la locomoción está latente en el sentido de que es ocultado, contrarrestado, por un hábito de ver que está definitivamente por delante. Pero oposición no es supresión. La locomoción es una energía potencial, no en algún sentido metafísico, sino en el sentido físico en el que la energía potencial al igual que la cinética ha de ser tomada en cuenta en cualquier descripción científica. Todo lo que un hombre que tiene el hábito de la locomoción hace y piensa, lo hace y piensa de manera diferente en ese motivo. Este hecho es reconocido en la psicología corriente, pero es falsificado en una asociación de sensaciones (HNC, páginas 37 y 38).

La razón de este último dardo, como sabemos, es que Dewey sostenía que las sensaciones y percepciones eran discriminaciones que presuponen hábitos ya formados, cuyos hábitos “filtran” e incluso añaden determinaciones cualitativas a los actos denotados por sensación y percepción. Es el hábito lo que es anterior y básico, no la sensación y la percepción. (Véase anteriormente, 4.2 párrafo 27 y siguientes.)

Es esta operación latente y constante del hábito, así como la operación manifiesta, lo que hace posible el carácter. Pues los hábitos no actúan por separado: interaccionan; de no ser así, “sería simplemente un haz de actos aislados”. “La conducta carecería de unidad, siendo sólo una yuxtaposición de reacciones desconectadas a situaciones diferentes.” No obstante, tal como son las cosas, los entornos se solapan. “Las situaciones son continuas y las remotas entre sí contienen elementos similares, [de modo que] una modificación continua de los hábitos entre sí está ocurriendo constantemente” (HNC, página 38).

Queda por mencionar del lado de los “elementos personales” (HNC, página 16) del hábito algunos detalles más que llevan a Dewey a definir la situación moral como se ve desde este lado. La influencia de Alexander en las páginas finales de lo que podría llamarse el capítulo de Alexander de Human Nature and Conduct es quizá más sutil porque el asunto es complejo y técnico más allá de los propios recursos de Alexander. Pero la inspección más detallada sugiere con fuerza que Alexander proporcionó a Dewey la pista orgánica que confirmaba el cambio de este último del énfasis del hábito como mente, significados consolidados acumulativamente que son el resultado de las indagaciones previas, al hábito como voluntad, la visión más dinámica.34

34 “(Hábito) significa voluntad”, es la última frase del capítulo. El concepto del hábito como mente, como una componente de la inteligencia, destaca en dos artículos que Dewey escribió en 1917. El primero es “The Need for a Recovery of Philosophy”, en Creative Intelligence (Nueva York, 1917), páginas 3 a 69. Véanse especialmente las páginas 19 a 21, y también las páginas 67 a 68, en las que aparece la siguiente cita: “Esta necesidad y principio (de la filosofía norteamericana), estoy convencido que es la necesidad de un control policial deliberado mediante el método de la inteligencia, una inteligencia que no es la facultad del intelecto respetada en los libros de texto y descuidada en todos los demás sitios, sino que es la suma total de impulsos,

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La fortaleza y solidez de un hábito no es su propia posesión, sino que son debidas al refuerzo por la fuerza de otros hábitos que él absorbe dentro de sí mismo (HNC, página 38).

Esta interpretación no es meramente un proceso de ósmosis; es un logro que requiere razonamiento y esfuerzo para llevar las tendencias competitivas a la unidad (HNC, página 39). La especialización rutinaria funciona en contra de este proceso (HNC, página 38), como lo hace la inercia o predisposición que produce mentes compartimentadas en las que diversos modelos y métodos de juicio para materias científicas, religiosas y políticas se guardan en compartimientos aislados. Los caracteres así estigmatizados podrían mantener esta separación de las maneras de reaccionar en la conciencia, pero no en la acción; las inconsistencias van ligadas al resultado desde su alteración, ya que no hay realmente un patrón total de interacción: no hay un carácter fuerte (HNC, página 39).

La modificación mutua de los hábitos entre sí, nos permite definir la naturaleza de la situación moral (HNC, página 39). Esto concierne al efecto de una parte dada (un hábito o un acto) sobre la totalidad (carácter, la interacción total de los hábitos). Tampoco es necesario ni bueno estar continuamente escudriñando la interacción de los hábitos entre sí. En cualquier momento dado, ciertos hábitos deben ser dados por sentado y dejarles desarrollar su curso automático o, en el caso de adquirir un nuevo hábito tal como aprender Francés o jugar al ajedrez, debe dejar de prestarse toda la atención a ellos. Si uno fuera a considerar el efecto sobre su carácter de cada movimiento de ajedrez o de cada nuevo verbo irregular francés, su destreza en el ajedrez o el Francés bien podría llegar con retraso. En otras palabras, estos actos no son una cuestión de juicio moral (HNC, páginas 39 y 40).

Aun así, cualquier acto, incluso el que ordinariamente pasa por trivial, podría arrastrar tales consecuencias para el hábito y el carácter como para requerir, en el momento oportuno, un juicio desde el punto de vista de la totalidad del organismo de la conducta. Entonces se coloca bajo escrutinio moral. (HNC, página 40).

De ahí que un factor grande en moralidad se discernirá al someter los actos a un juicio moral distinto y al dejarlos solos. Esto implica que la distinción entre lo moral y lo no-moral es relativa, pragmática o intelectual (HNC, página 40). No puede ser solidificada en una distinción fija y absoluta que pone algunos actos por siempre dentro y otros por siempre fuera del dominio moral, sin tener en cuenta su lugar en el contexto de la experiencia. No podemos cometer este error una vez que entendemos las relaciones de un hábito con otro: esa fluida interacción y mutua modificación dentro de la unidad que es el carácter. En interés de preservar y desarrollar esta interacción en funcionamiento de los hábitos,

el efecto acumulativo de modificaciones sensibles efectuadas por un hábito particular en el cuerpo de referencias podría en cualquier momento requerir atención (HNC, página 40).

Dewey concluye este capítulo con una protesta contra la práctica extendida en la literatura psicológica de identificar hábito con rutina y repetición de actos. La tendencia a repetir actos no es en ningún sentido la esencia del hábito, aunque es un incidente de muchos hábitos.

La esencia del hábito es una predisposición requerida a maneras o modos de respuesta, no a actos particulares excepto, bajo condiciones especiales, cuando estos expresan una manera de comportarse (HNC, página 42).

hábitos, emociones,recuerdos y descubrimientos que pronostican lo que es deseable e indeseable en posibilidades futuras, y que contribuyen ingeniosamente en favor del bien imaginado” (cursiva añadida).El otro artículo de 1917 en el que el hábito como mente es delantero, es “The Need for Social Psychology”, Psychological Review, XXIV, 1917, páginas 266 a 277, y reimpreso en Characters and Events, II, Nueva York, 1929, páginas 709 a 720. Véase en esta reimpresión las páginas 714, 715 y 717.

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Así un hombre con el hábito de sucumbir a la ira podría mostrar este hábito sólo en un acto de asesinato, pero este acto es aun así debido al hábito.

Hábito significa sensibilidad o accesibilidad especiales a ciertas clases de estímulos, consistiendo en predilecciones y aversiones más que en la pura repetición de actos específicos. Eso significa voluntad (HNC, página 42, se ha añadido la cursiva).

He aquí, en la palabra final, el nuevo concepto de Dewey del hábito. Era también una de las palabras iniciales de este capítulo: “los hábitos demandan cierta clase de actividad; y constituyen el sí mismo… son voluntad” (HNC, página 25). Entre estas dos apariciones de la palabra y presumiblemente como parte de la explicación de la doctrina implicada, se presentaban la teoría y práctica de Alexander. Luego, un breve vistazo volviendo a este intervalo debería permitirnos sugerir al menos alguna de las razones por las que se introducían sus ideas y por qué Dewey estaba tan interesado en su técnica.

Los hábitos son series adquiridas de cursos de actividad, modificaciones complejas de instintos o impulsos nativos, los cuales a su vez están enraizados en la estructura. Son demandas de ciertos tipos de actividad, proyectiva, energética, lista para la actividad manifiesta. Son medios para lograr ciertos fines cuando entran operativamente en organizaciones con elementos del entorno físico o social que tienen sus propias actividades independientes. Como impulsos vitales encauzados, tienden constantemente hacia algún fin específico, sea un fin a la vista o no. Pero el hábito (y el fin terminal) sólo puede ser cambiado alterando las condiciones objetivas de su organización, ya sea el lado personal o el ambiental. La inteligencia, que está en el lado personal, tiene la tarea de controlar estas condiciones objetivas, así modificando indirectamente el hábito y logrando indirectamente el fin terminal para el que el hábito es un medio.

Los fines humanos (es decir, en perspectiva) sólo se logran como finales de procesos ya en marcha. La interacción organizada de procesos en el individuo y en el mundo de fuera, controla la aparición de estos fines, así que Dewey llama a esta organización tanto hábito como medio. Ahora, si los procesos del lado del organismo psicofísico no están interaccionando eficientemente con los del entorno, el fin en perspectiva puede ocurrir sólo por casualidad. De ahí que pueda hacerse coincidir el fin como resultado y el fin como perspectiva sólo si son construidos en términos del proceso que los genera. Este proceso es un curso de acción, una serie conectada que conduce de hecho a algún resultado concreto. La serie puede ser vista como una totalidad (“colectivamente”) y en este aspecto llamada un fin; pero puede ocurrir sólo “distributivamente”, esto es, un acto de una serie cada vez. Por consiguiente, la manipulación de la serie puede ser aplicada sólo a cada miembro cuando ocurre, de modo que cada “medio” sucesivo debe ser tratado como el fin inmediato. El fin a suceder no puede ser realmente “conocido” hasta ser experimentado y entonces se conoce como el mismo proceso tomado colectivamente. Conocido de este modo, es capaz de ser proyectado en el futuro como una serie coordinada de medios para la subsiguiente realización: un fin en perspectiva.

Cada hábito es una serie propulsora por derecho propio, siempre activa latentemente, necesitando sólo su impulso apropiado y la ausencia de fuerzas inhibitorias para liberarse en actividad manifiesta y recorrer su curso. Pero un hábito no es un sistema aislado. Interacciona con otros mediante refuerzo, inhibición o combinación con ellos. La totalidad de los hábitos que interaccionan es el carácter o sí mismo, y la eficacia requiere que el miembro de esta totalidad esté coordinado e integrado. No obstante, ocurre que mediante el entrenamiento temprano, la habituación y otros agentes, pueden adquirirse hábitos físicos y mentales que se mantiene aislados del patrón general. Dada su señal, operan automáticamente, en mayor parte inconscientemente, entrando en conflicto con otras actividades, conscientes o no. El consiguiente obstáculo a la actividad general genera una situación y una idea que significa que hay un problema a resolver.

Es aquí donde entra Alexander, mostrando a Dewey la técnica fisiológica y psicológica mediante la cual se consigue la modificación y finalmente la integración de los hábitos.

Es importante observar que el interés de Dewey mientras presenta a Alexander, está en el hábito como voluntad; esto es, la relación de mecanismos psicofísicos ya establecida y operando con un propósito o meta y su ejecución. Exhibe el problema con el caso de un propósito (fin) que no está fraguado en términos de las

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condiciones de su ejecución con éxito. Cuando la acción sigue directamente a tal propósito, el propósito simplemente no se logra, sea o no el agente consciente de este hecho. Como señaló Alexander, todo el rato que el agente piensa que está consiguiendo un nuevo fin, sus hábitos se dedican a ello de la manera usual. La prueba es que Alexander necesitó espejos para descubrir esto. Así los fines deben ser logrados indirectamente, mediante la atención a los medios: los propios hábitos.

El hábito es el medio inmediato al siguiente acto. De ahí que inhibir este acto sea inhibir la serie entera de la que es el primer miembro. Debe hacerse algo que detendrá en seguida este primer acto y evocará un acto ajeno a la serie que es o formará parte de otra serie o hábito. La cuestión que queda sin responder es cómo puede hacerse esto. En el asunto de la mala postura y locomoción, Alexander demostró en la propia experiencia de Dewey que puede hacerse, aclarando la cuestión de hecho. Pero tendremos ocasión de observar que en Human Nature and Conduct la explicación de Dewey de los procesos implicados aún no tocan la característica principal del sistema de Alexander: el “control primario” como el hábito absolutamente fundamental y necesario, el medio primario para cualquier otro hábito, idea o acto, y la única base de integración psicofísica. (Parece bien curioso que Dewey no haga mención en ningún otro sitio de HNC de un mecanismo central de integración como este, vista la insistencia de Alexander en esta cuestión.)

Antes de abandonar el tema especial del hábito como voluntad, es útil añadir algunas observaciones sobre la importancia de lo que Dewey vio como contribución de Alexander a esta cuestión. Naturalmente que hay un panorama filosófico: un contexto histórico y Dewey alude a ello en este mismo capítulo, aunque no explícitamente como histórico.

Desde el cambio de siglo, Dewey se había opuesto vigorosamente a todos los dualismos, tales como mente versus cuerpo, pensamiento versus realidad, fin versus medios, etc. los cuales siempre representó como dicotomías irreconciliables resultantes de la nebulosa e incluso antidemocrática “Metafísica”, en el sentido peyorativo de la palabra. Dewey hace referencia en este “capítulo de Alexander” (“Habits and Will”) a dos de estos dualismos, y dice que ambos son evitados por la noción correcta de hábito que él está explicando. Estos son la separación de la mente del cuerpo y la separación de los fines de los medios. (Véase antes, párrafo 33 en adelante de este apartado y HCN, páginas 33 a 37.) Los dos pares son correlativos.

Dewey atribuye aquí el dualismo de mente y cuerpo a negarse a reconocer la importancia del diseño y estructura del agente empleado en la ejecución de ideas o propósitos. Esto conduce a la suposición de que las operaciones mentales y corporales son de tipo diferente: una estratosférica y la otra terrenal, si pudiéramos decirlo así. Esto naturalmente pone las ideas y propósitos fuera del proceso físico. Similarmente, si concebimos los fines como distintos de los medios en la realidad en lugar de sólo en el juicio, colocamos el fin fuera del proceso de cambio y lo interpretamos como algo fijo e inmutable.

Cuando las cosas se plantean de esta manera, uno de los movimientos tradicionales ha sido poner un mandato inmaterial de la voluntad fuera, antes e independiente del “proceso en marcha” en un extremo y un fin fijo fuera, después e independiente del cambio en el otro extremo. El siguiente paso es arreglar una transacción entre estos dos términos extrínsecos directamente, esperando que esta transacción efectúe de algún modo ajustes apropiados y contribuyentes en el proceso a medida que el propósito (así lo suponemos) se convierta en el resultado. Sin embargo, tanto para Dewey como para Alexander, intentar ejecutar un acto directo de la voluntad (propósito) que no está fraguado en términos de las condiciones de su ejecución, es más que el error metafísico de lograr un fin sin considerar los medios. (HNC, páginas 29 y 232.) (HCN, página 232: “Los fines fijos y separados reflejan una proyección de nuestros propios hábitos fijos y separados”.) Lo que realmente cuenta es sortear lo que está ocurriendo realmente y lo que va a ocurrir, y así no tener efecto en ello, al menos no mediante el control consciente inteligente.

Para resolver estos dualismos (mente y cuerpo, fines y medios) es necesario situar los fines, motivos, propósitos, resultados e incluso el sí mismo enteramente dentro del proceso. Esto es, no sólo deben operar allí; deben existir allí. De hecho, la existencia es el proceso. Por ejemplo, el sí mismo no está hecho ya, sino que

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es “un si mismo aún haciéndose a través de la acción (HNC, página 139),… un proceso en marcha” (HNC, página 140). “Es absurdo preguntar qué induce a un hombre a la actividad hablando en general. Él es un ser activo y eso es todo lo que hay que decir sobre esa controversia” (HNC, página 119). No puede uno colocarse tras la actividad para hacer preguntas al respecto. Se define los elementos operativamente; mente (“lo mental”) y voluntad (“lo voluntario”) se convierten en manifestaciones específicas del hábito, derivando su carácter dinámico de estar injertado en el impulso nativo. El motivo es el elemento en la actividad total del hombre que, por estimulación, se convierte en un acto que tiene consecuencias específicas; no existe antes del acto y lo produce: “es un acto más un juicio sobre algún elemento de él, haciéndose el juicio a la luz de las consecuencias del acto” (HNC, página 120). Los fines también “surgen y funcionan dentro de la acción” (HNC, página 223). Los fines son consecuencias previstas que surgen en el curso de la actividad y que son empleados para dar a la actividad un significado añadido y para dirigir su curso posterior. En ningún sentido son fines de acción. Al ser fines de deliberación son ejes que redirigen en acción” (HNC, página 225). Ocurre algo curioso también para la identidad presupuesta comúnmente del fin-en-expectativa de deseo con el objeto alcanzado.

El fin-en-expectativa de deseo es ese objeto que de estar presente enlazaría en una totalidad organizada actividades que son ahora parciales y competidoras. Ya no es como el fin real de deseo o el estado resultante alcanzado, más que el enganche de los vagones que han estado separados es un único tren avanzando… [Los fines de deseo] son medios de quitar obstrucciones a un sistema unificado y en marcha de actividades… El objeto deseado no es en ningún sentido el fin o meta de deseo, sino que es condición indispensable de ese fin… El objeto en que se piensa y el objeto alcanzado existen en diferentes dimensiones (HNC, páginas 250 y 251).

Con diferentes dimensiones, naturalmente que Dewey no está refiriéndose a tipos diferentes de existencia. El objeto deseado no es deseado por sí mismo, sino por su capacidad de cerrar el temporalmente abierto “sistema unificado y en marcha de actividades” quitando la obstrucción y devolviendo el sistema al equilibrio. En cualquier sentido, el fin es terminal en un sentido sólo muy relativo y restringido. No es quiescencia, pues eso es el nirvana del Budismo o la muerte.

El deseo satisfecho no produce quiescencia incalificablemente, sino ese tipo de quiescencia que marca la recuperación de la actividad unificada: la ausencia de lucha interna entre hábitos e instintos. El equilibrado de las actividades más que la quiescencia es el resultado real del deseo satisfecho. Esto nombra el resultado positivamente…El objeto de pensamiento y el resultado nunca coinciden, (excepto en que ninguno es realmente terminal:) pues ninguna condición terminal es exclusivamente terminal. Como existe en el tiempo, tiene consecuencias lo mismo que antecedentes. Al ser una consumación, es también una fuerza que tienen potencialidades causales. Es inicial al igual que terminal (HNC, página 252).

Como ahora todo está contenido en el proceso, nunca se llega del todo. “Lo que se logra es un estado de hábitos que continuará en acción y que determinará futuros resultados” (HNC, página 253). “Es mejor viajar que llegar,… porque viajar es un constante llegar, mientras que el llegar que impide seguir viajando se logra más fácilmente yéndose a dormir o muriendo” (HNC, página 282).

En fin, Alexander parece ciertamente haber dado forma concreta y sustancia a muchas ideas que Dewey había estado manteniendo en forma abstracta. Él proporcionó la técnica mediante la cual los hábitos fijos y rígidos no sólo podían ser flexibilizados35, sino que podían también ser metidos en la integración que él llamaba mente36. La mente es considerada de nuevo de manera dinámica, como carácter, la interacción en funcionamiento de hábitos e instintos propulsores bajo

35 Este es el hilo que recorre la 1ª parte, capítulo II, el “capítulo de Alexander”. Naturalmente que la oposición entre hábito rutinario e inteligencia no es nueva en Dewey. Un ejemplo reciente (relativamente a este capítulo) es Democracy and Education (Nueva York, 1916), páginas 393 y 394. Pero en este caso, la sugerencia parece ser que Alexander está señalando la dirección general en que esta oposición puede eliminarse. En un capítulo posterior Dewey dice: “La oposición real no es entre razón y hábito, sino entre rutina, hábito rutinario no-inteligente y hábito inteligente o arte” (HNC, página 77).

36 Véase la nota 34. En el segundo de los dos artículos mencionados allí, el aspecto social de la mente también está destacado. “Formar una mente fuera de ciertos instintos seleccionando un ambiente que los evoca y dirige su curso; reformar las instituciones sociales rompiendo hábitos y dando una intensidad y ámbito peculiares a algún impulso, es el problema del control social

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control consciente inteligente, en interacción también con el entorno. El aspecto social del hábito, que también es su aspecto moral, recibe ahora un énfasis mayor. Había otras razones esta vez para el énfasis de Dewey en el carácter social del comportamiento37, pero Alexander parece haber capacitado a Dewey para ver cómo el individuo psicofísico, actuando como una totalidad, podía ser reajustado con éxito a las condiciones ambientales, físicas, sociales e incluso morales, empezando por el lado de la psicología fisiológica aplicada.

5. La importancia de algunos aspectos de la doctrina de Alexander para la filosofía de DeweyEn la época de la composición de Human Nature and Conduct, parece que Dewey había estado sopesando especialmente dos tesis principales de la postura teórica de Alexander que, de justificarse científicamente, tendrían implicaciones profundas para la totalidad del pensamiento de Dewey. Son (1) la afirmación de que todo o la mayor parte del mundo civilizado sufre de percepción sensorial “pervertida” (congénitamente, como consecuencia de la evolución, había dicho Alexander) y (2) el “nuevo principio” de que la relación cabeza-cuello-torso es la más radical de todas las funciones en el comportamiento humano, la presunción de toda integración psicofísica y moral. No parece haber duda de que al menos hasta 1923 Dewey había estado convencido de la última de estas dos afirmaciones a partir de su experiencia personal del método, y que consideraba la primera al menos probable. (Véase el apartado 5.2.) Pero la ausencia de aplicaciones realmente significativas o elaboraciones específicas de ambas afirmaciones en sus libros es un indicativo de su cautela. En contraste sorprendente con esto es el reconocimiento sincero de ambos principios en las introducciones escritas para los libros de Alexander, junto con la caracterización honrada de la teoría y práctica de Alexander en general y de estos dos principios en particular, como científicas en el más estricto sentido de la palabra. Para ver qué reconciliación puede encontrarse entre estas dos actitudes aparentemente incongruentes (la profesional y la privada, si pudiéramos llamarlas así), debemos indagar brevemente en cómo la aceptación de estos dos principios clave parecerían haber afectado la postura general de Dewey y en lo demás en que estaba ocupado además de escribir libros.

5.1 Punto a

La proposición de que todos o la mayoría de los hombres, debido a las condiciones impuestas sobre ellos por la vida civilizada, tienen un equipamiento sensorial defectuoso, tiene, desarrollada dialécticamente, drásticas implicaciones para la doctrina expresada en Human Nature and Conduct que hemos examinado antes. Pues si la sensación y la percepción son discriminaciones dentro de una experiencia total del individuo interaccionando con su entorno social, y si estas discriminaciones sólo pueden hacerse a través y en términos de hábitos que ya están formados, entonces la perversión de los hábitos de los que derivan las discriminaciones deben afectar la calidad de los elementos sensoriales y perceptivos en la experiencia. Lo más grave es que sensaciones y percepciones son factores integrales de la cognición y el juicio, que deben sufrir también proporcionalmente de este defecto. Pero también se sigue que si la conducta es de carácter moral y esencialmente social (la tesis de Human Nature and Conduct) entonces la propia sociedad civilizada no sólo está esforzándose bajo defectos graves, sino que está perpetuando estos defectos por la naturaleza del caso. La discusión descarada de Alexander era que él era el descubridor y único poseedor del método

en dos frases. Describir cómo tales cambios tienen lugar es la tarea de la psicología social expuesta en términos generalizados.” (“Need for Social Psychology”, páginas 712 a 713.)37 La principal de estas era indudablemente una influencia que esta tesis no ha pretendido investigar, es decir, la de George H. Mead. Véase PJD, páginas 25 y 26, y el discurso que Dewey dio en

el funeral de Mead. Este último fue publicado en el Journal of Philosophy, XXVIII, 1931, páginas 309a 314. “Cualquiera que sepa algo sobre el Sr. Mead, conoce su interés vital por la psicología social y por una interpretación social de la vida y del mundo. Es quizá aquí donde ya se sentía más ampliamente su influencia; sé que sus ideas sobre este tema produjeron una revolución en mi propio pensamiento, aunque yo fui lento en captar nada como sus implicaciones completas. La mente individual, el consciente, era para él el mundo de la naturaleza primero iniciado en las relaciones sociales y luego disuelto para formar un nuevo sí mismo que entonces avanzaba para recrear el mundo de la naturaleza y las instituciones sociales.” (PJD, página 313.)

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Punto a

mediante el cual puede remediarse este estado ominoso del asunto, añadiendo modestamente que por sí solo puede rescatar al hombre del desastre y situarlo honradamente en el camino esperanzador de la evolución ulterior. En sus introducciones a los libros de Alexander, Dewey da la impresión de estar de acuerdo en general con esta discusión.

Los críticos de la edición norteamericana de La herencia suprema del hombre (1918) fueron en su mayor parte hombres relacionados con Dewey y en algunos casos también con Alexander. La posición completa que acabo de resumir es el tema principal de esta obra y a ello los críticos reaccionaron en su totalidad con una actitud de aceptación y aprobación, a menudo matizada por cierto grado de escepticismo y usualmente, con reconocida deferencia hacia la autoridad de Dewey.38 No obstante, hubo excepciones. Una de estas fue Randolph Bourne, un antiguo alumno de Dewey que había escrito dos libros bajo su influencia, aunque más tarde se apartó de él debido a una diferencia de opiniones sobre la primera guerra mundial. Bourne criticó La herencia suprema del hombre en New Republic, y siguió un intercambio muy mordaz con Dewey en ese periódico. (La crítica de Bourne y su réplica a Dewey están firmadas sólo con sus iniciales, “R. B.” Él era uno de los editores de este periódico en ese momento; los artículos son: R. B., “Making Over the Body”, New Republic, XV, nº 183, 4 de mayo de 1918, páginas 28 y 29; JOHN DEWEY, “Reply to a Reviewer”, New Republic, XV, nº 184, 11 de mayo de 1918, página 55; R. B., “Other Messiahs”, New Republic, XV, nº 186, 25 de mayo de 1918, página 117.)

Bourne planteó la cuestión de si las derivaciones filosóficas que hacía Alexander a partir de su descubrimiento eran necesarias o incluso válidas. Él pregunta: ¿Pero no es un error, cuando usted tiene una intuición y poder pragmáticos tan valiosos, dejarse llevar por el entusiasmo de una filosofía cósmica y evolutiva que no podría, por su naturaleza, ser la mitad de persuasiva que la técnica misma?” (HSH, apéndice G, párrafo 2; R. B., “Making Over the Body”, New Republic, XV, nº 183, 4 de mayo de 1918, páginas 28 y 29.) Él concede que la propia técnica es eficaz, citando la autoridad de Dewey. Pero de la validez de las derivaciones filosóficas y de la autoridad de Dewey está menos convencido:

El Sr. Alexander casi necesita la deliciosa “Introducción” del profesor Dewey para justificar su propia exuberancia filosófica. (HSH, apéndice G, párrafo 1.)

El instrumentalismo del profesor Dewey le ha echado una mano al Sr. Alexander, pero apenas le ha salvado de llegar al fondo. (R. B., “Making Over the Body”, New Republic, XV, nº 183, 4 de mayo de 1918, página 28; HSH, apéndice G, último párrafo.)

Luego llega a un punto importante:

Han de superarse los antiguos tiempos de la inconsciencia y la manipulación inteligente reinará en su lugar. ¿Pero la tarea que él sugiere no es un poco aterradora? Pues si este nuevo paso en la evolución significa algo, lo que significa es que cada ser humano independientemente debe rehacer sus coordinaciones corporales. Y el secreto de este rehacer recae, debemos concluir, casi exclusivamente en la rara intuición y destreza del Sr. Alexander. Si la escuela debe esperar hasta que cada uno de sus niños haya aprendido la guía-control consciente, el siguiente paso evolutivo se retrasará mucho. (HSH, apéndice G, párrafo 2; R. B., “Making Over the Body”, New Republic, XV, nº 183, 4 de mayo de 1918, página 28.)

38 El autor ha visto las siguientes críticas: J. E. BOODIN, American Journal of Sociology, XXIV, julio de 1918, página 100; RICHARD MORSE HODGE, Nueva York Times Book Review, 5 de mayo de 1918, página 15; HORACE M. KALLEN, The Dial, LXIV, 6 de junio de1918, página 533; J. E. OSTER, American Political Science Review, XII, noviembre de 1918, página 744; y una crítica anónima en Independent XCIII, marzo de 1918, página 470; otra crítica anónima en The Springfield Republican, 26 de mayo de 1918, página 15. Además hay las dos críticas tratadas en el texto de esta tesis, "R. B." (RANDOLP BOURNE), New Republic, XV, nº 183, 4 de mayo de 1918, páginas 28 y 29, y JAMES HARVEY ROBINSON, Atlantic Monthly, CXXIII, 1919, páginas 474 a 481.

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Punto a

Si Bourne pretendía que esto fuera un papel de tornasol para la postura de Dewey, obtuvo una reacción ácida una semana después:

El libro del Sr. Alexander no trata de enseñar ninguna filosofía instrumental, pragmática o evolutiva, dentro de la cual se abriga una intuición personal o una destreza personal casi mágica. Su discusión crítica es que las enfermedades remediables que la humanidad sufre en el lado físico (con las enfermedades intelectuales y morales resultantes), son debidas a la disociación de las estructuras nerviosas y funciones “superiores” (aquellas que están en la base de nuestra vida consciente) de las “inferiores” (aquellas implicadas en la ejecución de las posturas y movimientos corporales.) Dicho de forma ordinaria, las últimas representan nuestra herencia animal, los “instintos”, que han sido convertidos en nuestros ademanes y actos habituales (el “subconsciente”) sin percepción ni control conscientes. Las primeras representan los añadidos distintivamente humanos actualizados, nuestra civilización adquirida. (HSH, Réplica de Dewey a una crítica, párrafo 1; JOHN DEWEY, “Reply to a Reviewer”, New Republic, XV, nº 184, 11 de mayo de 1918, página 55.)

Dewey continúa diciendo que el Sr. Alexander discute que nuestro procedimiento educativo supone aparentemente que los centros de actividad consciente han sido meramente sobrepuestos a las estructuras neuromusculares que son nuestra herencia animal. Las personas civilizadas, especialmente intelectuales y líderes, cultivan sus “cerebros” como si estuvieran separados del resto del cuerpo. Los hábitos (coordinaciones musculares) se forman entretanto bajo condiciones nuevas de civilización, de manera que no operan ni en el estado natural ni bajo control consciente.

El resultado neto, en la discusión del Sr. Alexander, es el mayor número de desórdenes físicos que se infligen a sí mismos exclusivamente sobre el hombre civilizado y el mayor número de neurosis que se expresan a sí mismas en enfermedades intelectuales y morales. La demanda es barrer y tan simple como es barrer. (HSH, Réplica de Dewey a una crítica, párrafo 1.) Si vale la pena criticar el libro, vale la pena exponer la tesis.

La última observación es una bofetada para Bourne, a quien Dewey acusaba de eludir los puntos principales del libro al criticarlo.

Se puede tener la impresión de que Dewey está en cierto modo más interesado en ser claro y mantener la crónica recta que en defender a Alexander, una impresión que no es enteramente disipada por la disyunción con que concluye su réplica:

Si el Sr. Alexander se equivoca, el nombre dado a la etapa de la humanidad que finalmente se produciría no tiene trascendencia. Si tiene razón, el cambio sería tan grande que la etapa introducida en la historia de la humanidad sería de tal crucial trascendencia, que el uso de la palabra evolución en relación con esto es a lo sumo un mero asunto de gusto literario. (HSH, Réplica de Dewey a una crítica, párrafo 3.)

Cuando Dewey responde al sarcasmo de Bourne concerniente a la tarea aterradora de reeducar a todo el mundo para hacer posible el siguiente paso en la evolución, queda claro que no piensa que Alexander esté equivocado. Dice que sería más difícil encontrar un tributo mayor a la integridad del método de Alexander que esta confesión inconsciente de Bourne, pues

Marca la diferencia entre la confianza en algún modelo de magia y la más que un “poco” aterradora tarea a la que se enfrenta el hombre si su civilización no ha de terminar en tragedia. Ciertamente, uno de los principales efectos de la familiaridad con el método del “control consciente” es hacer que uno se dé cuenta del carácter superficial y demasiado apresurado de los métodos en los que confiamos y la correspondiente importancia de un método fundamental de educación, uno que a lo largo de lentas generaciones integrará en armoniosa coordinación nuestra herencia animal y nuestras distintivamente humanas capacidades de inteligencia. (HSH, Réplica de Dewey a una crítica, último párrafo.)

Bourne replicó a esta crítica, una vez más yendo directamente a sus puntos, que son “si la filosofía del Sr. Alexander es esencial para su técnica y si su filosofía es

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Punto a

relevante para la situación mundial”. (R. B., “Other Messiahs”, New Republic, XV, nº 186, 25 de mayo de 1918, página 186.) Él considera que Dewey está dando a entender que el éxito de la técnica demuestra la verdad de la filosofía; que si Alexander cura la neurosis y las enfermedades intelectuales y morales del hombre civilizado, su teoría del control consciente como el paso siguiente en la evolución humana queda con ello establecido. “Esta lógica demostraría la verdad de la Ciencia Cristiana o de cualquier otra tesis del cofuncionamiento de cuerpo y mente.”

Dewey, al objetar la palabra “intuición” como la ha aplicado Bourne al descubrimiento de Alexander, había dicho que “El principio positivo del Sr. Alexander… es experimental; puede ser defendido y hecho inteligible en un libro; la demostración está en hacerlo.” (HSH, Réplica de Dewey a una crítica, párrafo 2.) Continúa diciendo que quizá el lector puede tener una intuición, ¡pero esto no es una explicación completa del método de Alexander! Citando este dardo afilado, Bourne replica mordazmente que no hay evidencia en el libro de Alexander de que este principio haya sido elaborado mediante experimentación, o que él “nunca haya dado el más ligero paso en el uso de su técnica fisiológica hacia el establecimiento experimental de sus afirmaciones simples y arrebatadoras.”

Si su técnica no ha sido elaborada experimentalmente, entonces no veo falta de equidad en llamarla intuitiva, pues con intuición ordinariamente queremos decir precisamente ese don del conocimiento o destreza que una persona posee independiente del procedimiento científico. La técnica está establecida empíricamente por su éxito en casos concretos. La tesis y la filosofía que hay tras ella siguen siendo conjeturas brillantes, exactamente tan interesantes y provocativas como las teorías del Dr. Jung o de cualquiera de los demás trabajadores de este campo… No puede estar de acuerdo con él [Dewey] en que la elección ante la civilización está limitada a “ la confianza en algún modelo de magia” y a la tarea de poner el método del Sr. Alexander en operación universal. Sospecho que hay otros mesías y otros evangelios con los que el método del Sr. Alexander podría cooperar provechosamente.

La explicación científica del “nuevo principio” de Alexander, así como su desarrollo científico, eran cuestiones de interés genuino para Dewey, como lo era la necesidad aparentemente lógica de poner el método del Sr. Alexander en operación universal. Pero él ya estaba seguro del hecho de que la técnica funcionaba en la práctica.

Dewey no respondió a esta réplica o en todo caso, no apareció ninguna réplica en la New Republic. Esto podría explicarse en parte por el hecho de que menos de una semana después estaba en California dando las conferencias que iban a ser Human Nature and Conduct. (Véase la nota 28.) Si hay una réplica que él podría haber hecho,no se encontrará en esta última obra. No obstante, parece más probable que Dewey, habiendo sido desafiado así bruscamente a comprometerse en el carácter científico del trabajo de Alexander, sintiera que él aún no estaba en posición de hacerlo. Es cierto que en la Introducción a La herencia suprema del hombre (párrafo 4), declaraba que “El Sr. Alexander ha desarrollado un procedimiento definitivo, basado en el conocimiento científico del organismo.” Pero también escribe:

Como profano, soy incompetente para juzgar la técnica particular con la que él proporcionaría el control de la inteligencia sobre el organismo corporal para así, no meramente curar sino prevenir la multitud de enfermedades de ajuste presentes. Pero… él posee y ofrece un método definitivo para su realización e incluso un profano puede testificar, como yo estoy encantado de hacer, la eficacia de su trabajo en casos concretos. (HSH, Introducción de Dewey, párrafo 3.)

Esta duda prudente está reflejada también en el reconocimiento de Dewey del agradecimiento de Alexander por esta introducción:

Estoy inmensamente regocijado de que esté usted satisfecho con mis palabras de introducción. Yo sabía que mis intenciones eran buenas, pero no confiaba en mi habilidad para decir las cosas que serían lo que a usted le gustaría haber dicho mediante una introducción. Le aseguro que tengo mucha más razón para estarle agradecido a usted que la que usted tiene para expresarme su agradecimiento. (Carta de Dewey a Alexander, 20 de noviembre de 1917. El original de esta carta está en los archivos de The

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Punto a

Alexander Foundation, 16 Ashley Place, Londres S. W, 1. El Sr.. Beaumont Alexander proporcionó amablemente una copia al autor.)

Todavía hay otro documento que arroja algo de luz sobre la postura de Dewey respecto a Alexander en esa época. Es una carta escrita a un objetor de la teoría de Alexander del control consciente. El destinatario había interpretado mal la concepción de Alexander del control consciente y su relación con la sensación. Con cierto vigor, Dewey responde que “lo que el Sr. Alexander está atacando como anormal, es… el aislamiento de los centros superiores o 'intelectuales'” y que “para él el control consciente implica íntegramente control mediante percepciones sensoriales a las que se ha devuelto la normalidad habitual…” (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 1.)

“Sensorial” se utiliza aquí para expresar, naturalmente, todos los datos inmediatos de los órganos corporales, “sensaciones orgánicas”, así como las cinestesias generales. Si acepta usted la teoría de las emociones de William James, será capaz entonces de ver la amplitud con la que, si la técnica del Sr. Alexander es sólida, sería completamente imposible que hubiera control consciente (en este sentido) y que los impulsos de los que usted habla permanecieran incontrolados o la actitud hacia la vida, la libertad y la persecución de la felicidad siguieran sin verse afectadas. (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 1.)

A continuación sigue una crítica mordaz del psicoanálisis, el cual Dewey considera que es una doctrina paralela de actitud negativa, siendo las dos características remediadas por la técnica Alexander. Luego continúa:

Todos los complejos “psíquicos” tienen su base en descoordinaciones y tensiones orgánicas, con flojedades compensatorias y su técnica permite resolverlas y desenredarlas, reduciendo la técnica actual del psicoanálisis a un acompañamiento accidental, y cortando con el elaborado disfraz ritualista con el que los psicoanalistas actuales han sido obligados a rodear su método. Además, la técnica del Sr. Alexander desenreda los retorcimientos y complejos mediante un proceso de reemplazo positivo en el que se construyen las coordinaciones firmes con sus correspondientes alteraciones en los datos sensoriales y emocionales habituales, mientras que a lo sumo los psicoanalistas meramente desatan un nudo y dejan inalteradas las causas orgánicas que lo producen. (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 2.)

Sin exprimir indebidamente estas observaciones y teniendo en cuenta las observaciones que Dewey había hecho en la réplica a Bourne dos semanas antes de esta carta, encontramos expresada la siguiente posición. El aislamiento de los centros “intelectuales” superiores de la actividad neuromuscular es anormal. Pero esta condición está extendida no sólo entre personas civilizadas, especialmente los intelectuales y las personas especializadas que son líderes (y) cultivan sus “cerebros” como si estuvieran separados del resto del cuerpo, sino también entre aquellos afligidos por complejos “psíquicos”. El control consciente implica integralmente las percepciones sensoriales a las que se ha devuelto la normalidad habitual. La técnica de Alexander es un método positivo para volver las percepciones sensoriales normales habitualmente e instituir la coordinación y el control consciente. La teoría de James de las emociones es “que los cambios corporales siguen directamente a la percepción del hecho excitante y que nuestra sensación de los mismos cambios cuando aparecen ES la emoción”. (WILLIAM JAMES, The Principles of Psychology, Nueva York, 1890, II, página 449; la totalidad del pasaje está en cursiva en el original.) Esto muestra por qué, si la técnica de Alexander es sólida, cuando el control consciente en su sentido está establecido, los impulsos están necesariamente controlados y mejora la propia actitud hacia la vida.

Aquí, muy claramente, está la mitad de nuestro punto. Dewey parece pensar que la percepción sensorial defectuosa está al menos extendida. ¿Pero que hay de la otra mitad, es decir, de su garantía científica? El recurrir a James es impresionante, aunque indirecto, y sólo como supuesta autoridad. El resto de la carta nos da implícitamente la única respuesta disponible para Dewey en ese momento, recurrir a la verificación empírica en su propia experiencia concreta e incidentalmente revela el problema más profundo que yace debajo, el de la comunicación tan necesaria para el conocimiento científico.

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Punto a

Antes de que yo mismo recibiera clases, aunque había hablado con él [Alexander], leído su primer libro y miembros de mi familia habían dado muchas clases, yo argüía contra lo que me parecía un prejuicio por su parte contra el psicoanálisis, en el supuesto de que su método en principio era similar. Sólo después de haber tenido demostración experimental vi cuan completamente acertado estaba él al decir que el método de los psicoanalistas era negativo y dejaba el asunto del paciente igual, pero en otra forma… (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 2; se ha añadido la cursiva.)

He escrito con bastante extensión, aunque me doy cuenta de que para usted esto es probablemente una cuestión de argumentación y opinión, mientras que para el Sr. Alexander y aquellos que han tenido la buena fortuna de introducirse en su principio o método, es una cuestión de pura realidad; él es la única persona que yo he conocido o de la que he sabido, que sabe de lo que está hablando en el sentido en el que un ingeniero competente sabe cuando está hablando sobre su especialidad. (HSH, Otra carta de J. Dewey, párrafo 3.)

El problema más profundo al que se hace referencia, el de la comunicabilidad necesaria para el conocimiento científico, viene indicado por el fragmento anterior, pero es llevado adelante más claramente por la yuxtaposición de dos textos de las obras de Dewey. El primero, de su Introducción a El uso de sí mismo, es: “Y cualquiera que haya tenido experiencia de la técnica lo “sabe” a través de las series de experiencias vividas personalmente. Este solo hecho basta para probar el carácter auténticamente científico de las enseñanzas y descubrimientos del Sr. Alexander.” (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 4.) El segundo es de Human Nature and Conduct: “Nuestra inteligencia está limitada, en lo que a sus materiales concierne, con la vida comunitaria de la que formamos parte. Sabemos lo que nos comunica y según los hábitos que forma en nosotros. La ciencia es un asunto de la civilización, no del intelecto individual.” (HNC, página 314, se ha añadido la cursiva.)

Dewey estuvo preocupado durante varios años con el problema de indagar científicamente la incidencia de la “perversión sensorial”, del tiempo y las condiciones bajo las que los hábitos indeseables responsables de esta aberración aparecen en el individuo. Con “científicamente” aquí queremos decir según la técnica descriptiva utilizada, por ejemplo, en el trabajo de laboratorio, en el que los acontecimientos están sujetos al control y sus operaciones se hacían comunicables y públicas. La cuestión tiene obviamente implicaciones vitales para el conocimiento, la comunicación, la ciencia y la ética (por no mencionar la vida, libertad y la búsqueda de la felicidad). La preocupación de Dewey no era meramente teórica; intentó conseguir que Alexander y hombres con habilidad técnica resolvieran el problema. Pero este esfuerzo no pretendía establecer el hecho de que los malos hábitos pervierten la percepción sensorial, ni que afectan el juicio. Todo esto lo aceptó Dewey desde el principio. El propósito era aumentar la comunicabilidad y el control.

Entre 1936 y 1942 aproximadamente, Dewey hizo muchos intentos de arreglar que los Alexander trabajaran con hombres de formación científica. Un esfuerzo así fue en 1936-1937, y concernió a A. R. Alexander, quien estaba entonces enseñando en Nueva York. Dewey estaba en esa época, en el despacho de la Fundación Josiah Macy, Jr., de la que el Sr. Lawrence Frank era entonces vicepresidente. El siguiente fragmento del relato del Sr. Frank es relevante para nuestro asunto:

Dewey me pidió que diera algunas clases, para que así pudiera conocer personalmente las ideas de Alexander, de las cuales yo había tenido conocimiento durante algunos años, habiendo leído La herencia suprema del hombre y otros libros sobre sus ideas y métodos. Asistí a clases durante un año o más y luego intenté que Alexander trabajara con un grupo que estudiaba bebés para ver cuándo empiezan a desviar la postura cabeza-cuello. Dewey estaba ansioso por probar los métodos de Alexander y sus conceptos en una universidad porque no serían aceptados por los demás que no reconocían a F.M. por no tener formación o competencia científica. Así que Dewey aceptaba los principios de Alexander como científicamente válidos, pero esperaba que algún grupo universitario los aceptara y confirmara de modo que fueran reconocidos como válidos.

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Punto a

Puede ver usted cómo sucedió esto: Dewey había defendido a Alexander, pero cuando se le recusó, no pudo dar ninguna evidencia científica salvo su propia experiencia personal y la palabra de Alexander. De ahí que buscara confirmación científica de aquello de lo que estaba convencido, ¡pero no pudo persuadir a los demás (especialmente en medicina y educación) a aceptarlo o incluso a ensayarlo!… Yo intenté arreglar que el hermano de Alexander trabajara en una escuela de Medicina de Nueva York con un grupo que estudiaba el desarrollo infantil… Conseguí la participación de dos mujeres para asistir a clases con Alexander y aplicar sus métodos a los bebés en la escuela de Medicina. (Carta del Sr. Lawrence Frank al autor, 28 de enero de 1958.)

No obstante, el arreglo con A. R. Alexander no resultó factible. El Sr. Frank, que comprensiblemente sacó una mala opinión lo que su fundación consideró un desaire por parte de Alexander, pone el dedo precisamente en la diferencia básica de punto de vista entre los Alexander y los hombres de ciencia, lo cual resultó ser un obstáculo a este y a esfuerzos similares por parte de Dewey:

La mayor dificultad con F. M. Alexander y su hermano era su tranquila certidumbre de que ellos lo sabían y no necesitaban ninguna ayuda de los científicos, a quienes despreciaban porque el planteamiento científico dominante era analítico; es decir, fracturar las unidades en partes y estudiar la relación de dos variables. Alexander estaba convencido, muy rígidamente, de que ninguna cantidad de tal análisis podía arrojar comprensión sobre la totalidad del organismo y su capacidad para el funcionamiento integrado. (Carta del Sr. Lawrence Frank al autor, 15 de febrero de 1958; compárese con la cita de Alexander del Sr. Frank sobre una cuestión similar en CUV, 7.2.3 último párrafo.)

Pero Dewey, aunque entendiendo la actitud de los Alexander hacia la ciencia y los científicos, aun así veía claramente la necesidad de conectar su técnica con el conocimiento ya establecido de fisiología y psicología. Por consiguiente, continuó buscando oportunidades para efectuar una reconciliación entre las facciones disidentes, particularmente después que pareció haberse establecido una conexión entre el descubrimiento de Alexander y el trabajo de Magnus y de Sherrington. Sin embargo, esto pertenece a nuestro segundo punto sobre el propio “control primario”. Basta con establecer el continuado interés de Dewey por una exploración científica más amplia de la técnica Alexander, así como la razón que hemos sugerido de este interés, para citar dos frases que escribió en 1947:

En varias ocasiones hemos dedicado una buena cantidad de tiempo a pensar en la cuestión de conseguir la atención adecuada para el método del Sr. Alexander (más anteriormente que últimamente) y siempre hemos llegado a los mismos callejones sin salida… Resumiendo, nunca llegué a ninguna parte con este problema. (Carta de Dewey a F. P. Jones, 15 de abril de 1947.)

Como creo que le dije, siempre he estado luchando en vano y siendo retenido por mi sensación de incapacidad para trasmitir el método a alguien que no haya pasado por la experiencia personal del método. Pienso que usted se ha aproximado tanto a procurar la comunicación como es verosímil que ocurra. Carta de Dewey a F. P. Jones, 14 de abril de 1947.)

5.2 Punto b

Mientras los dos principios enunciados antes (capítulo 5, párrafo 1) no pueden separarse ni en la práctica ni en ninguna investigación científica del método de Alexander, fue históricamente el que hemos mencionado en segundo lugar (la relación cabeza-cuello-torso, el control primario) el que tuvo que esperar para su concubinato con la ciencia reconocida. Realmente es la más básica de todas las presunciones en el sistema de Alexander y todo lo demás que dijo depende de su existencia como hecho fisiológico. Aunque hasta mediados de los años 1920, la fisiología ortodoxa no tenía nada que decir en Inglés que sugiriera que el mecanismo responsable de la integración de todas las funciones del cuerpo humano (no digamos de la mente) tenía que buscarse en la región de la cabeza-cuello.

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Punto b

Por muy convencido que estuviera Dewey de esta proposición a través de su experiencia personal, tuvo cuidado de no comprometerse a ello en términos fisiológicos hasta que la fisiología establecida lo hubiera dicho. Es cierto que en su Introducción a El control consciente y constructivo del individuo había dicho que

el Sr. Alexander ha demostrado un nuevo principio científico sobre el control del comportamiento humano, tan importante como cualquier principio que nunca antes haya sido descubierto en el dominio de la naturaleza exterior… [por] exactamente el mismo método de experimentación y producción de nuevas observaciones sensoriales, como pruebas y medios de desarrollar el pensamiento, que han sido la fuente del progreso en las ciencias físicas… Es un descubrimiento que completa todos los descubrimientos científicos y los hace accesibles, no para abandonarlos sino para que la humanidad los utilice en fomentar nuestro crecimiento constructivo y nuestra felicidad… Lo más llamativo de la enseñanza del Sr. Alexander es la sinceridad y cautela de reconocer que nunca ha apoyado su formulación en hechos demostrados. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafos 10, 13 y 7.)

Pero Dewey no dice que este principio sea fisiológicamente lo que Alexander afirma que es. Aún en 1932, en la Introducción a El uso de sí mismo, habla del “descubrimiento del principio de control central y consciente” de Alexander (párrafo 2) y al poco añade:

Magnus demostró por medio de lo que podrían llamarse pruebas “externas” la existencia de un control central en el organismo. Pero la técnica del Sr. Alexander aportó una confirmación directa e íntima de la experiencia personal de la existencia del control central mucho antes de que Magnus llevara a cabo sus investigaciones. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 4.)

Habían aparecido nuevas expectativas de comunicación científica en el intervalo entre estas dos introducciones.

La complicada serie de acontecimientos que condujeron a la conexión del principio de Alexander del control primario con el zentralapparat de Rudolph Magnus, no puede ser relatada aquí, pero debe hacerse alguna mención a ello debido a su efecto indirecto en Dewey, pues Dewey apareció en escena en Inglaterra, donde pasó seis meses en 1929, dando una clase por semana con Alexander, en un momento en que los compañeros médicos de este último estaban trabajando en relacionar los resultados de laboratorio de Magnus y el apoyo de estos por una autoridad como Sir Charles Sherrington, con el descubrimiento de Alexander del control primario. La autoridad de Sherrington era especialmente seria para Dewey, quien conocía su monumental Integrative Action of the Nervous System (1906) y solía citarla en sus clases. (Sir Charles Sherrington, The Integrative Action of the Nervous System, Cambridge, Inglaterra, 1906. La Cambridge University Press preparó y publicó una nueva edición en 1947, pero sin alterar el texto. El autor está en deuda con el Dr. Sidney Hook de la Universidad de Nueva York, por la información de que Dewey solía citar esta obra en sus clases. Dewey observa también que “La obra clásica de Sherrington, The Integrative Action of the Nervous System, marca una era en el desarrollo de la ciencia” en “Body and Mind”, Philosophy and Civilization, Nueva York, 1931, página 312. Este fue un discurso dado ante la Academia de Medicina de Nueva York a finales de 1927. Véase PJD, página 258.)

Magnus acometió sus estudios sobre mecanismos posturales a sugerencia de Sherrington mientras estudiaba con él en Liverpool en 1908. Siguió con sus investigaciones en Utrecht, publicando los resultados en periódicos alemanes desde 1912 hasta 1920, y recopilándolos en su Körperstellung en 1924. (RUDOLPH MAGNUS, Körperstellung: experimentell-physiologische Untersuchungen über die Einzelnen bei der Körperstellung in Tätigkeit tretenden Reflexe, über ihr Zusammenwirken und ihre Störungen, Berlín, 1924.) Vale la pena citar la conclusión de su primer artículo (RUDOLPH MAGNUS y A. de KLEINJN, “Die Abhängigkeit des Tonus der Extremitätenmuskeln von der Kopfstellung”, Pflüger's Archiv, CXLVII, 1912, páginas 455 a 548):

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Punto b

Die ... Frage, ob durch die Stellung des Kopfes ein Sinfluss auf die Stellung und den Tonus der Gliedmassen ausgeübt wird, konnte die geschilderten Versuche in Bejahendem Sinne beantwortet werden. (página 543.)

Sin embargo, sus temas no eran los mismos que los de Alexander, pues añade:

Bei dezerebrierten Hunden und Katzen lässt sich der Tonus der Extremitäten uskeln durch Veräuderung der Kopfstellung in gesetzmässiger Aeise beeinflussen.

Su último trabajo fue sobre todo con conejos; incluso en su segunda conferencia de Cameron (1926) declara que “el estudio de los reflejos de enderezamiento en el hombre está aún en su infancia.” (RUDOLPH MAGNUS, “The Physiology of Posture”, Lancet, CCXI, 2, 18 de septiembre de 1926, página 588.)

Magnus fue a Inglaterra en 1925 a dar la conferencia de Croonian, “Animal Posture” (RUDOLPH MAGNUS, “Animal Posture”, Proceedings of the Royal Society of London, B, XCVIII, 1925, páginas 339 a 353) y al año siguiente dio las conferencias de Cameron en Edimburgo, “The Physiology of Posture” (RUDOLPH MAGNUS, “The Physiology of Posture”, Lancet, CCXI, 2, 18 de septiembre de 1926, página 588). Nada indica que Magnus hubiera oído hablar de Alexander en este momento.

Entretanto, al menos desde 1923 el Dr. Peter Macdonald, el compañero más próximo a Alexander, había estado llamando la atención de la Asociación Médica Británica sobre el trabajo de Alexander.39 En 1926 dijo en un discurso en su Delegación de Yorkshire, de la que era presidente:

Aquellos de ustedes que conocen el trabajo del profesor Magnus de Utrecht y que han leído la conferencia más importante que dio en Edimburgo el 19 y 20 de mayo sobre la fisiología de la postura… verán cómo la conclusión de Alexander sobre la importancia de la relación entre cabeza y cuello, cuello y tronco, es sostenida por experimentos de laboratorio. En efecto, Alexander ha anticipado en su trabajo y en la técnica que ha inventado para reeducar a sus alumnos, algunos de los resultados a los que Magnus y otros han llegado mediante estos experimentos de laboratorio. (PETER MACDONALD, “Instinct and Functioning in Health and Disease”, reeditada del British Medical Journal, 1926, II, páginas 1221 a 1223 en KHS, páginas 6 a 15; la cita es de la página 11de esta reedición.)

El parecido entre esta última frase y la citada antes de la Introducción de Dewey a El uso de sí mismo, parece más que accidental. Añádase a esto el hecho de que otro amigo de Alexander, el Dr. McLeod Yearsley, había dado la impresión de que el propio Sherrington había relacionado el trabajo de Alexander con el de Magnus en un discurso presidencial ante la Royal Society,40 y todo está preparado para la vívida impresión que Dewey parece haber recibido.

39 El British Medical Journal, informando de una discusión que siguió a la lectura de un artículo ante la Sección de Neurología y Medicina Psicológica en la asamblea anual de la Asociación Médica Británica en 1923, describe la contribución del Dr. Peter Macdonald como sigue: “Él (dijo que) iba a exponer opiniones no-ortodoxas ante la Sección y, en particular, iba a dar el paso no-ortodoxo de recomendar a la Sección el estudio de la obra de un hombre que no era médico; y lo hacía con la única esperanza de poder interesar suficientemente a algunos miembros de la Sección, que eran mucho más competentes para tener una opinión que él, para inducirles a investigar el trabajo de ese hombre. Su nombre era F. Matthias Alexander, y el Dr. Macdonald conoció su trabajo por uno de sus libros, La herencia suprema del hombre, por otro, El control consciente y constructivo del individuo, que estaba ahora en imprenta y por sus servicios personales al propio Dr. Macdonald y a otros; y el consideraba que su trabajo hacía época” (British Medical Journal, 1923, II, página 971). Sigue una larga explicación del trabajo de Alexander.

40 MACLEOD YEARSLEY, “Man's Future”, Literary Guide, nº 352 (octubre de 1925), páginas 177 a 178. “Debe destacarse que el control central empleado así, es el defendido por Magnus y al que recientemente ha hecho referencia Sherrington en la Royal Society. Que este simple control hubiera sido descubierto y utilizado por el Sr. Alexander hace treinta años es especialmente interesante… etc.” (página 178). La referencia a la observación de Sherrington señala aparentemente al discurso del aniversario del presidente a la Royal Society del 1 de diciembre de 1924, impreso en las Proceedings of the Royal Society of London, A, CVII, 1925, páginas 1 a 14. Sherrington menciona ciertamente a Magnus y a de Kleijn (páginas 9 y 10), pero no se menciona el nombre de Alexander en ninguna parte de este discurso.

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Punto b

En 1942 revivieron las esperanzas de Dewey de que se investigara científicamente la Técnica. El Dr. Frank Pierce Jones, entonces perteneciente al personal de la Universidad Brown, escribió el artículo sobre Alexander y Dewey que ya hemos comentado (carta de Dewey a Turbayne del 17 de mayo de 1948), que recibió la aprobación de Dewey. Este último escribió a Alexander:

Durante el año pasado he conocido a dos hombres de reputación educativa obviamente superior que se dedican a su trabajo. Pienso que uno de ellos, creo que de la Universidad Brown, está estudiando con A. R. esperando enseñar. (Carta de Dewey a Alexander, 26 de octubre de 1942.)

El hombre de Brown era el Dr. Jones. El otro era el Dr. Richard M. Gummere, Jr., ahora del Bard College.

El Dr. Jones terminó su cuso de formación con los Alexander y en abril de 1947 escribió a Dewey preguntándole sobre la conveniencia de intentar inventar una técnica mediante la cual pudieran medirse los cambios en el hábito, funcionamiento y estructura que acompañan el establecimiento del control primario, y pudieran establecerse las correlaciones entre ellos.

Tal como yo lo entiendo, Alexander descubrió, en el control primario, una fuerza natural cuya operación había sido previamente o bien pasada por alto o bien mal entendida. De ser así, entonces las leyes que lo gobiernan deberían estar sujetas a la investigación como las de cualquier otra fuerza natural. (Carta de Jones a Dewey, abril de 1947; esta cita es de la copia del Dr. Jones de su carta, la cual no registra el día del mes.)

Al año siguiente, cuando el Dr. Jones había interesado a un colega, el Dr. Harold Schlosberg, también de Brown, Dewey tuvo algunas sugerencias concretas a hacer sobre el procedimiento, a pesar de un abandono:

Estoy encantado de saber lo del psicólogo; sé tan poco sobre las técnicas de la psicología actuales que no puedo hacer ninguna sugerencia concreta. La detección de tensiones y en todo lo posible, alguna medición de su grado, además de localizarlas, parecen ser necesidades básicas, pero las técnicas necesarias parecen más fisiológicas que psicológicas. Naturalmente que la afirmación de Alexander de que cuando se le dice a la gente que se relaje, lo hace así en un lugar y se tensa en otro sitio, podría ser examinado en sujetos “normales”.

Tener pacientes y sujetos casuales que informen de sus “sensaciones” parece una buena idea, pero no parece necesario, para ser específico, alguna forma de examen objetivo en el caso de pacientes que han hecho un buen progreso, aunque sus informes sinceros sin duda ayudarían desde el punto de vista de la enseñanza. (Carta de Dewey a Jones, 1 de junio de 1948; el autor ha visto la carta original.)

Hacia finales del año siguiente, el Dr. Jones había terminado el primero de una serie de estudios electromiográficos relativos a los efectos del control primario. (Estos estudios fueron publicados privadamente, pero más tarde el Dr. Jones substituyó la electromiografía por la técnica de fotografía de imagen múltiple y codificación del color, un ejemplo de lo cual aparece en Life, XLIV, nº 7, 17 de febrero de 1958, páginas 74 y 75. No se acredita la ilustración al Dr. Jones , aunque el sujeto es su hijo.) Esto fue aclamado por Dewey como

el acontecimiento más importante científicamente que ha ocurrido desde la localización anatómica del centro de coordinación en la base del cerebro (y creo que potencialmente más importante que esa)… Tiene usted toda la razón para estar complacido hasta la excitación. Ha hecho usted lo que Alexander debería haber intentado hacer hace años, pero que a pesar de su propia teoría de las consecuencias psicológico-morales de coordinación, nunca fue capaz de emprender. (Carta de Dewey a Jones, 8 de diciembre de 1949; el autor ha visto la carta original.)

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Punto b

El interés de Dewey en los estudios del Dr. Jones continuaron hasta el fin de su vida. Estudios similares, de los cuales Dewey estaba casi con certeza en alguna medida informado, fueron llevados a cabo en Inglaterra por el Dr. Wilfred Barlow, en un tiempo ayudante de laboratorio de Sherrington y más tarde director ayudante de la Fundación Alexander donde Alexander enseñaba. (El primero de estos estudios es: WILFRED BARLOW, “An Investigation into Kinaesthesia”, Medical Press and Circular, 23 de enero de 1946, páginas 60 a 63. En una carta del 2 de marzo de 1958, el Dr. Barlow informa al autor de que envió este artículo a Sherrington antes de publicarlo. Se menciona a Alexander en este artículo.) Fue el Dr. Barlow quien llamó la atención de Sherrington sobre la naturaleza precisa del trabajo de Alexander, a quien más tarde pagó un tributo algo precavido en su estudio sobre Jean Fernel.41 Finalmente, parece más que accidental la relación entre la asociación de Dewey con Alexander y la visita de este último al biólogo George Coghill, quien escribió la brillante “Valoración” para La constante universal en la vida, prestando la autoridad de su propio importante trabajo al de Alexander. (CUV, Valoración: Los métodos educativos de F. Matthias Alexander, por George E. Coghill.) Este incidente ocurrió mientras ambos, Coghill y Alexander, estaban en negociaciones con la Fundación Macy y mientras Dewey era aún miembro de su consejo.

Las investigaciones científicas anteriores se apoyaban en la validez de lo que Alexander llamó (después de enterarse del trabajo de Magnus) “el control primario del uso”. La primera cuestión sobre el deterioro de la sensación, especialmente la cinestesia, en el hombre civilizado moderno se aparta algo, aunque lo que se ha dicho de ambas cuestiones muestra cuan íntimamente conectadas están. El interés mantenido por Dewey en ambas y también en Alexander, son hechos históricos incuestionables. En sí mismo, este interés no es sorprendente. Pero cuando lo combinamos con la defensa vigorosa de Dewey en 1923 de los principios y práctica de Alexander como ya establecidos científicamente en el sentido más completo, y con el hecho de que el nombre de Alexander desaparece de los libros del propio Dewey después de las dos notas al pie de Experience and Nature, aunque su doctrina es claramente visible hasta al menos 1939 (véase más adelante el apartado 5.4), tenemos ante nosotros una situación bien curiosa. Para obviar la acusación de más inconsistencia que es justo imputar a Dewey, debemos examinar más de cerca su declaración de 1923 y su secuela de 1932.

5.3 Punto c

Hay una anécdota detrás de la Introducción a La constante universal en la vida. El libro fue publicado en octubre de 1923. Alexander regresó a los Estados Unidos el 5 de enero de ese año a bordo del S.S. “Majestic” para enseñar y preparar la publicación de su libro, en cuya introducción Dewey estaba trabajando entonces. En

41 Sir CHARLES SHERRINGTON, The Endeavour of Jean Fernel, 1946, Cambridge University Press, Cambridge, Inglaterra, reedición de 1974 de Dawsons of Pall Mall. En la página 89 se menciona el nombre de Alexander y su trabajo y una nota al pie hace referencia a CUV.El texto es: “Es de largo el elemento reflejo en el movimiento o postura voluntarios, lo que debido a su carácter inconsciente, frustra nuestros intentos de saber el cómo del 'hacer' incluso de un acto voluntario. Respirar, ponerse de pie, caminar, sentarse, aunque innatos, junto con nuestro crecimiento, son propensos, como movimientos, a sufrir de defectos en nuestras maneras de hacerlos. Una silla inadecuada para un niño puede rápidamente inducir hábitos especiales y malos de sentarse y de respirar. En las comunidades urbanizadas e industrializadas los malos hábitos en nuestros actos motores son especialmente comunes. Pero la instrucción verbal sobre cómo corregir los hábitos erróneos de movimiento y postura es muy difícil. La insuficiencia de nuestra percepción sensorial de cómo los hacemos lo hace así. Los errores tienden a escapar a nuestra observación directa y a nuestro reconocimiento. Somos inconscientes de los reflejos propioceptivos como tales, sean del músculo o del oído (vestíbulo). No tenemos percepción directa del 'mecido' del fluido del laberinto, ni ciertamente, de la existencia de los laberintos para nada. En su caso la proyección subjetiva, en lugar de indicar ofusca el lugar de su origen objetivo. Corregir los movimientos efectuados por nuestros reflejos propioceptivos es algo como intentar reiniciar una máquina, cuyo funcionamiento es intangible y el resultado neto es todo lo que sabemos del funcionamiento. La instrucción en un caso así ha de reducirse a otros factores más accesibles a los sentidos; así, al patinar, 'sentir' el filo del patín en que se apoya el movimiento. Ver a otro practicante intentar el movimiento puede ayudar; o un espejo en el que mirarnos al intentarlo. El espejo a menudo puede decirnos más que el más concienzudo intento de 'introspección'. El Sr. Alexander ha prestado un gran servicio al asunto al tratar insistentemente cada acto como implicando al individuo integrado completo, al hombre psicofísico completo. Dar un paso es cuestión, no solamente de esta o aquella extremidad, sino de la actividad neuromuscular total del momento, no menos que de la cabeza y el cuello.”1 (nota 1 : CUV, Londres, 1942.)

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Punto c

el mismo barco estaba Emile Coué, el practicante de la autosugestión francés, que disfrutaba de la fama en ese momento. La venida del último fue anunciada ampliamente incluso antes de su llegada y la prenda diaria dio noticias destacadas de él hasta su partida hacia Francia el 11 de febrero de1923. En estos relatos hay una similitud muy sorprendente entre los resultados que se informaba que Coué estaba obteniendo y aquellos que hemos llegado a asociar a Alexander. (Véase el New York Times Index, XI, nº 1, enero-marzo 1923, páginas 144 y 145. Entre otros logros, Coué trató a treinta neurasténicos mediante autosugestión en presencia de cien médicos; capacitó a dos personas presas de la cojera a caminar y mejoró la voz de la cantante Mary Garden.) Durante todo este tiempo, Alexander no recibió ninguna publicidad con una excepción significativa.

El 24 de enero de 1923, apareció un artículo de Dewey en la New Republic bajo el título “A Sick world” (ASW). Como Dewey debía ser consciente de que este artículo estaba destinado a un público mayor y más cercano que el que tendría probablemente el próximo libro de Alexander mientras el couéismo estuviera aún en la conciencia del público, parece que merece la pena citar sus observaciones extensamente. Ellas respaldan nuestra opinión de la aceptación de Dewey del método de Alexander y su valor científico, así como su necesidad para la supervivencia de la civilización.

Dewey escribe que el mundo siempre ha estado enfermo, aunque nunca tan generalmente como ahora. Aparte del deporte, diversión y recreo, es de las enfermedades de lo que los hombres son más conscientes. Antiguamente el hombre buscaba refugio en la religión, pero hoy un remedio debe tener el aspecto y técnica de la ciencia. “En pocas palabras, tenemos un fenómeno como el couéismo, un recurso y un método tan antiguos como el hombre de las cavernas, pero vestido a la última moda del momento” (ASW, página 217). No obstante, lo que necesita examinarse no es las curas que se usan, sino la idea de curación en sí misma. “Un cuerpo o mente curados no es lo mismo en ningún sentido que una mente o cuerpo saludable y vitalmente en crecimiento… La curación es una idea negativa; la salud es una positiva.” Una de las pruebas de lo enfermo que está el mundo es su mala disposición para tratar las causas de su enfermedad; su preocupación por los síntomas y defectos. Una curación podría reducir, suprimir o transferir un efecto; no toca la causa. O si lo hace, es algo más que una curación. Es reeducación; es restauración de un organismo que manifiesta síntomas de salud porque está construido correctamente.” Por ejemplo, la sugestión sea externa o autoinducida, elimina síntomas y conciencia de la enfermedad, pero no corrige las condiciones en el cuerpo que han causado el problema. Una sociedad o un individuo que está viviendo positiva y constructivamente, crecerá y se pondrá “mejor y mejor” cada día. “Una vida así sería alegría, vigor y logro simples y espontáneos. Estar mejor significa algo realmente diferente a tener menos problemas” (ASW, página 217).

Es un error depender de curas, por muy efectivas que parezcan.

La dependencia de las curas retrasa, enreda y confunde. La ciencia parcial y superficial, fisiológica o psicológica, llevada a la ejecución inmediata, es el mayor enemigo de la ciencia genuina y efectiva. Sustituye error por ignorancia, concepto falso por la posibilidad de aprender. Las sugestiones al subconsciente no tienen la ventaja del método de control ni del animal ni del humano. Son una mezcla deplorable (ASW, página 218).

Dewey sugiere claramente que toda este publicidad de Coué forma parte de la autohipnosis del público en general.

No hay literalmente ninguna diferencia entre los métodos por los cuales se ha explotado el couéismo y los métodos de propaganda usados en la guerra. Ambos implican la rendición de la conciencia y dirección de la vida a los efectos de la reiteración y apelación a los sentidos y emociones, una apelación que oscurece y corrompe lo más precioso en el hombre: su inteligencia… Cuando se compara los beneficios del alivio que algunos sufridores obtendrán en las manos y voz de Coué con el daño hecho por el aumento de la dependencia del clamor ciego y el rumor indiscriminado, por los hábitos de respuesta cada vez menos inteligente a los estímulos que deben su fuerza simplemente a su acumulación sensorial y emocional, cuando se piensa en el abandono del juicio, la balanza en favor de los beneficios no es impresionante (ASW, página 218).

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Punto c

El gato lleva fuera del saco algún tiempo, pero hay quienes no conocen su nombre. Dewey continúa:

Por casualidad ocurrió que el mismo barco que trajo a Coué, trajo a otra persona que enseña y practica educación y reeducación orgánicas, control consciente, la rectificación positiva de nuestras percepciones sensoriales y los juicios y actos que dependen de una concienciación orgánica correcta. No hay duda de la existencia y operación del subconsciente. Pero la cualidad, naturaleza y operación del subconsciente depende de condiciones definidas. Sus resultados pueden ser de ayuda en lugar de perjudiciales sólo cuando él mismo es correcto. Corregirlo depende de que sus condiciones corporales sean correctas, un estado que no puede alcanzarse sin un control consciente de ellas obtenido sólo mediante un esfuerzo positivo, fisiológico, intelectual y moral.

La llegada del Sr. Alexander no fue anunciada. El contraste entre la recepción de los dos hombres proporciona una medida de nuestra preferencia por un modo aparentemente barato y fácil de tratar los síntomas, nuestro deseo de ser curados en lugar de estar bien. Se nos dice ahora, todos los días, siguiendo al Sr. Wells, que la raza está entre la catástrofe y la educación. La medio-ciencia, la publicidad con su propaganda, la confianza en un subconsciente que ya está corrompido, trabajan en contra de la adopción de un método educativo, ciertamente en contra de toda búsqueda seria de sus condiciones y métodos. Y si la antítesis entre educación y catástrofe es justa, esto significa que están trabajando del lado de la catástrofe (ASW, página 218).

Podría suponerse con seguridad que en esta ocasión Dewey no tuvo necesidad de preguntarle a Alexander si había expresado sus ideas satisfactoriamente. Pero también expresaba algunas de las suyas propias. Lo que había dicho implicaba que la técnica de Alexander es plenamente científica, según su propia opinión de que rectifica las percepciones sensoriales que son necesarias para corregir la concienciación orgánica y los actos y juicios que dependen de ella; que representa como mínimo el tipo de reeducación necesaria para salvar a la civilización de la catástrofe. También ha reconocido que está de acuerdo con la tesis de Alexander de que el funcionamiento del subconsciente debe ser rectificado proveyéndolo de las condiciones correctas y poniéndolo bajo control consciente mediante un esfuerzo positivo que es fisiológico, psicológico y moral. El tono de incluso la parte que se ha citado del artículo es suficiente indicador del interés de Dewey en la doctrina de Alexander en este momento.

En la Introducción a El control consciente y constructivo, publicado a finales de ese mismo año (CCCI fue publicado primero en octubre de 1923), Dewey expresa su propia postura sobre estas cuestiones y otras relacionadas con tal vigor que a uno le cuesta imaginar por qué se ha olvidado este ensayo. Empieza diciendo que el principio y procedimiento del Sr. Alexander son crucialmente necesarios en el presente. Aunque su enseñanza no es esotérica y está expresada en Inglés simple y no-técnico, “es difícil para cualquiera comprender toda su fuerza sin haber tenido una verdadera demostración práctica del principio funcionando.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 1.) Este mismo hecho indica ciertamente, cuan necesario es:

El principio es tan necesario porque en todos los asuntos que conciernen al propio individuo y a su conducta en la vida, hay una percepción sensorial y un criterio defectuosos y menoscabados, tanto de nosotros mismos como de nuestros actos que acompañan a nuestros mecanismos psicofísicos mal ajustados. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 2.)

Precisamente porque llevamos esta conciencia pervertida con nosotros en nuestro intento de leer y entender las obras de Alexander, encontramos difícil reconocer la existencia, causas y efectos de esta perversión.

Estamos tan acostumbrados a esto que lo damos por supuesto. Constituye, como él ha demostrado tan claramente, nuestra pauta de lo que es correcto. Influencia cada observación, interpretación o juicio nuestros. Es el factor que interviene en todos nuestros actos y pensamientos. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 2, se ha añadido la cursiva.)

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Punto c

Para alguien que ha estado durante tanto tiempo ocupado con problemas de epistemología y que iba a decir sólo tres años antes de su muerte: “Mi teoría de la investigación… es, única y exclusivamente, una teoría del conocimiento” (JOHN DEWEY, Knowing and the Known, Boston, 1949, página 317), este es un conjunto considerable de declaraciones.

Lo que es cierto de los efectos universales de la sensibilidad pervertida es cierto también de la sensibilidad reeducada. Un obstáculo práctico para entender enseguida lo que Alexander está intentando hacer es que por la naturaleza del asunto, la gente se acerca a él por los efectos de su método más que por el método en sí. Pero el alumno sólo puede entender la cuestión cuando deja de valorar su método teniendo en cuenta meramente sus beneficios específicos: “aun cuando reconozca que estos beneficios incluyen un cambio emocional y una forma diferente de ver la vida” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 3). “Sólo cuando el alumno llega al punto de poner toda su atención en el método del Sr. Alexander en lugar de en sus resultados, se da cuenta de la constante influencia de su percepción sensorial” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 3). Nadie que no haya alcanzado esta etapa es probable que se pase a perseguir cualquiera de las panaceas que están disponibles tan libremente por todas partes. Pero en cambio, estos resultados beneficiosos muy específicos del método pueden, al examinarlos inteligentemente, mostrar la diferencia entre el método de Alexander y todas las demás “curaciones” no-científicas. Meramente hay que aplicar los criterios científicos al sistema de Alexander o a cualquier otro sistema.

Debe demostrarse la rectitud de cualquier plan remitiéndose a las consecuencias concretas y a los principios generales, considerados en relación con los demás y no aisladamente.

Además, mientras que cualquier teoría o principio puede ser juzgado finalmente por sus consecuencias prácticas y debe ser verificado experimentalmente mediante observación de cómo funciona, para justificar que una afirmación es científica, debe proporcionarse un método que haga evidente y observable cuáles son las consecuencias; y este método debe ser tal que garantice que las consecuencias observadas surgen realmente del principio. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.)

Para el método de Alexander esta no es una consumación a desear devotamente; es un hecho logrado, pues Dewey continúa inmediatamente:

Y yo afirmo sin vacilar que, medida por esta regla, esto es, la de un principio que en la práctica produce consecuencias definidas y verificables, la enseñanza del Sr. Alexander es científica en el más estricto sentido de la palabra. Cumple los dos requisitos. En otras palabras, el plan del Sr. Alexander satisface las demandas más exigentes del método científico. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.)

Se recordará que cinco años antes, Randolph Bourne había planteado la pregunta de si el procedimiento del Sr. Alexander estaba o no científicamente demostrado. Es cierto que el primer libro tiene pocas semejanzas con las obras fácilmente reconocibles como científicas en el sentido usual, ya que evita desarrollar cualquier teoría para su propia causa. “Este hecho ha sido ocasionalmente, una desilusión para las personas 'intelectuales' que han caído subconscientemente en el hábito de depender de las galas de la terminología técnica” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7). En cualquier caso, el principio o teoría de Alexander y las consecuencia observadas de su actuación se han desarrollado simultáneamente y de manera interrelacionada, y ambos han evolucionado a partir de un método de procedimiento experimental. No se ha llevado la teoría más allá de las necesidades del procedimiento empleado, ni más allá de los resultados verificados experimentalmente (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7). Dewey insiste en que estas características por sí solas, convierte en científico el trabajo de Alexander, sin la espectacular panoplia de la parafernalia técnica.

Para asegurarnos de que él no está comprometido en un elogio cortés y agradecido, Dewey inserta un cuidadoso ensayo sobre el método científico como ejemplariza el caso de Alexander. No nos parece una manera segura más que la de seguir su exposición paso a paso. Descubriremos la instrucción al contar los

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Punto c

pasos. Al resolver su problema de disfunción (y más tarde el de sus alumnos), Alexander procedió, y en su enseñanza lo hace como sigue, en el relato de Dewey:

Utilizando un poder de observación extremadamente sensible, él ha anotado los cambios reales ocurridos en los individuos en respuesta a los medios que él ha empleado y ha relacionado estos cambios con los reflejos habituales del individuo, anotando las reacciones debidas a la aparición de los malos hábitos establecidos, con mucho más cuidado incluso que las consecuencias beneficiosas más obvias obtenidas. Cada una de tales respuestas indeseables ha sido tratada como si se planteara un problema, a saber, el de descubrir algún método con el cual poder inhibir la aparición de estas reacciones instintivas y las sensaciones asociadas a ellas y en su lugar, poner en escena aquellos actos que proporcionarán una base para las percepciones sensoriales correctas. Cada paso del proceso ha sido analizado y formulado, cada condición alterada y cada consecuencia positiva o negativa, favorable o desfavorable, que se emplea como medio para desarrollar el procedimiento experimental, ha sido desarrollada aún más. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7.)

Con lo cual resolvió el problema en su propio caso y en el de sus alumnos afortunados y la validez de la Técnica quedó demostrada. Pero la Técnica no es una fórmula mágica; es capaz de un desarrollo infinito.

Naturalmente, el uso de este método desarrollado ha proporcionado continuamente nuevo material de observación y análisis completo. Este proceso de desarrollo simultáneo de principios y consecuencias, utilizados como medios para probarse los unos a los otros, literalmente no tiene fin. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7.)

Dewey insiste en que mientras el Sr. Alexander use este método, tenderá hacia la perfección, pero nunca llegará a ella, más que “lo hace cualquier procedimiento científico experimental genuino, con su teoría y hechos que lo sostienen.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 7.)

Lo que Dewey está diciendo aquí es que el procedimiento de Alexander ha seguido los famosos “cinco pasos” mediante los cuales se resuelve científicamente cualquier problema, Estos pasos son: (1) se siente una dificultad; (2) se la localiza y define; (3) se sugiere una posible solución; (4) se desarrollan mediante razonamiento los apoyos de la sugerencia; (5) más observación y experimento que conducen a su aceptación o rechazo; esto es, la conclusión de creer o no-creer. Estos pasos fueron expuestos por primera vez en How We Think (HWT, Nueva York, 1910, página 72, Cómo pensamos), pero Dewey los establece más sucintamente para nuestro propósito en The Quest for Certainty (1929; La busca de la certeza):

La discusión previa ha sido una declaración de los factores principales que operan para producir la reconstrucción (de resolver una situación problemática: Los actos de reducción analítica de la situación en su totalidad a datos determinados) las cualidades que sitúan la naturaleza del problema; la formación de ideas o hipótesis para dirigir más operaciones que revelan nuevo material; deducciones y cálculos que organizan el nuevo asunto y el viejo juntos; las operaciones que determinan finalmente la existencia de una nueva situación integrada con significado añadido y al hacerlo así, examinan o prueban las ideas que han sido empleadas. (JOHN DEWEY, The Quest For Certainty, Nueva York, 1929, página 237.)

El aparente cruce de algunos de los pasos como se encuentran en la exposición de Dewey del método de Alexander puede explicarse por el hecho de que él está tratando simultáneamente el propio método y la técnica para enseñar el método. Como en cualquier caso las cinco etapas son discernibles, Dewey declara que el procedimiento es científico.

Sigue, mediante comparación desfavorable, una crítica de las panaceas que nos recuerda lo que se dijo anteriormente de Coué y de las “curaciones” del tipo al que la profesión médica se refiere como remedios “perdigonada”. Se dispara una carga general a la enfermedad y se espera que las buenas consecuencias pesarán más que las malas. Luego:

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Punto c

Pero la esencia del método científico no consiste en sacar consecuencias a lo bruto; consiste precisamente en poner los medios para analizar las consecuencias en detalle. Consiste en los procesos por los cuales las causas que se usan para explicar las consecuencias o efectos, pueden ser analizadas completamente para demostrar que realmente producen estas consecuencias y no otras (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 9).

Remarcando que Alexander de haber “tenido enseguida su momento de fama entre los vendedores de milagros”, “no se hubiera dedicado con toda su alma a hacer una demostración de un principio (una demostración en el sentido científico de la palabra)” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 10), Dewey escribe el respaldo inequívoco que ya hemos visto:

El Sr. Alexander ha demostrado un nuevo principio científico sobre el control del comportamiento humano, tan importante como cualquier principio que nunca antes haya sido descubierto en el dominio de la naturaleza exterior. No sólo esto, sino que su descubrimiento es necesario para completar los descubrimientos hechos sobre la naturaleza no humana, si estos descubrimientos e invenciones no han de terminar convirtiéndonos en sus sirvientes y en herramientas inútiles. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 10.)

Lo importante en esta última frase es que si la observación de incluso la naturaleza inanimada ha de tener valor, el propio observador debe primero estar en una condición buena. Esta es ciertamente una consideración seria.

Se examina ahora al propio científico a la luz del método científico.

Un científico sabe bien que sin importar cuán extenso y cabal sea su razonamiento teórico y cuán definitivamente lleve a una conclusión particular, él no estará capacitado para afirmar una conclusión hasta que haya observado realmente el hecho y hasta que sus sentidos hayan entrado en acción. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 11.)

En el pasado, el científico simplemente ha dado esto por supuesto:

Respecto a la conducta humana distintiva, nadie antes del Sr. Alexander ha considerado siquiera, qué clase de observación sensorial se necesita para probar y deducir principios teóricos. Ni mucho menos, los pensadores en este campo han desarrollado una técnica para tener el material sensorial necesario bajo control definitivo y útil. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 11.)

La crítica de la última frase apunta principalmente al psicoanálisis, a algunos tipos de psicología y a todos los sistemas de educación física. Los dos primeros, en la medida en que recurren a la sugestión, el inconsciente y el subconsciente, mediante descripción evitan este problema científico. Los diferentes sistemas de ejercicio físico han ignorado similarmente los métodos por los cuales se observarán y analizarán sus errores.

Regresamos entonces al punto con que empezaba el ensayo: la necesidad de entender el principio de Alexander con la perspectiva correcta.

Cuando se tiene la necesidad, por algún contratiempo concreto, de entender el significado de nuestros pensamientos y juicios sobre nosotros mismos y nuestra conducta, siempre volvemos a caer en nuestra antigua sensación de lo que está “bien”, como el Sr. Alexander ha señalado tan claramente en sus escritos. Pero esto sólo significa concretamente que lo que sentimos nos es familiar. Y mientras tengamos malos hábitos que necesiten reeducación, lo que es familiar para nuestra sensación y en nuestros actos, sólo puede ser un reflejo de los malos hábitos psicofísicos que operan en nosotros. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 12.)

Que los malos hábitos psicofísicos son, por lo menos, muy comunes ya se ha dicho antes. Ahora se nos invita a considerar sus consecuencias en la ciencia:

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Naturalmente, esto es precisamente como si un científico mediante un proceso de razonamiento, hubiera llegado a creer en la teoría de Copérnico y entonces para comprobar su razonamiento recurriera precisamente a aquellas observaciones, sin añadir ni alterar nada, que han llevado a los hombres a la teoría de Tolomeo. El avance científico depende manifiestamente del descubrimiento de condiciones para hacer nuevas observaciones bajo condiciones diferentes; en otras palabras, con métodos para descubrir por qué, como en el caso del científico, hemos tenido y confiado en observaciones que nos han llevado a error. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 12.)

Tal como están las cosas ahora, parece que lo que nos queda es una colección de conocimiento científico abierta a la controversia y sin los medios de descubrir esta ni rectificarla si no se aplica alguna reforma básica a nuestros poderes de observación. Además, el método de esta reforma o reeducación debe ser él mismo elaborado científicamente. Como las condiciones bajo las cuales los científicos emplean el método científico, son en el presente las condiciones que frustran él éxito de su operación, parece ciertamente que estamos metidos en el círculo vicioso que Dewey mencionaba al empezar sus observaciones. Alexander parece haber encontrado la única manera científica de salir de él.

Después de estudiar durante varios años el método del Sr. Alexander en la práctica real, me arriesgaría a decir que ha aplicado a nuestras ideas y creencias sobre nosotros mismos y sobre nuestros actos, exactamente el mismo método de experimentación y producción de nuevas observaciones sensoriales, como pruebas y medios de desarrollar el pensamiento, que han sido la fuente del progreso en las ciencias físicas; y si en cualquier otro plan se ha hecho un uso así de la percepción sensorial de nuestras actitudes y actos, si con ello se ha desarrollado una técnica para crear nuevas observaciones sensoriales de nosotros mismos y si se ha puesto completa confianza en estos descubrimientos, nunca he tenido noticia de ello. (CCCI, Introducción de J. Dewey, antepenúltimo párrafo.)

Se ha recurrido a la “conciencia” (que registra meramente las condiciones malas). También se ha escudriñado el extremo opuesto, a saber, la dependencia de los ejercicios corporales, rectificaciones de la postura, etc.

Pero el Sr. Alexander ha descubierto un método para detectar de manera precisa las correlaciones entre estos dos miembros, físico y mental, del mismo todo y para crear una nueva conciencia sensorial de nuevas actitudes y hábitos. Es un descubrimiento que completa todos los descubrimientos científicos y los hace accesibles, no para abandonarlos sino para que la humanidad los utilice en fomentar nuestro crecimiento constructivo y nuestra felicidad. (CCCI, Introducción de J. Dewey, antepenúltimo párrafo, se ha añadido la cursiva.)

Pero esto aún no es todo. La cuestión no es meramente académica o siquiera clínica. La dificultad empieza en casa, por así decir, pero avanza causando su daño social tan pronto que no acertamos su origen.

Nadie negaría que nosotros mismos participamos como un agente, en cualquier cosa intentada y hecha por nosotros. Esto es un axioma. Pero a lo que es más difícil prestar atención,… es precisamente, nosotros mismos, nuestros propios hábitos y modos de hacer las cosas, como agentes condicionando lo que es intentado o hecho por nosotros. (CCCI, Introducción de J. Dewey, penúltimo párrafo.)

Hemos dominado en cantidad maravillosa el uso de cosas como herramientas, a través de la ciencia moderna, para lograr resultados fuera de nosotros mismos. Pero el resultado que está por encima de todos “no es otro que un estado universal de confusión, descontento y rivalidad.”

La herramienta principal en el uso de todas las otras herramientas (o sea, nosotros mismos), en otras palabras, nuestra propia disposición psicofísica como condición básica de nuestro empleo de todos los medios y energías, aún no ha sido estudiada como instrumentación central. (CCCI, Introducción de J. Dewey, penúltimo párrafo.)

Él pregunta: “¿No es muy probable que este fracaso sea la explicación de por qué al dominar las fuerzas físicas, por las que nosotros mismos hemos estado

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dominados durante tanto tiempo, finalmente nos hemos vuelto incompetentes para dirigir la historia y el destino del hombre?” (CCCI, Introducción de J. Dewey, penúltimo párrafo.)

La concienciación del fracaso de todos los remedios y fueras externas al hombre individual nunca ha sido tan aguda como lo es hoy. Pero una cosa es instar a la vuelta del hombre individual como el agente último de cualquier cosa que el género humano y la sociedad puedan conseguir; señalar su recondicionamiento como la condición última de cualquier cosa que la humanidad en masa pueda conseguir. “Otra cosa es descubrir el procedimiento concreto por el cual puede ejecutarse esta tarea, que es la mayor de todas. Y esta cosa indispensable es justamente lo que el Sr. Alexander ha conseguido.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, último párrafo.) No se podría haber hecho el descubrimiento ni perfeccionado su método, sin tratar con adultos que estaban mal coordinados. Pero el método es primariamente uno de prevención mediante reeducación en lugar de uno de curación. De ahí que su campo apropiado de aplicación sea la generación en crecimiento,

para que ellos puedan llegar a poseer, lo antes posible en la vida, un nivel correcto de percepción sensorial y juicio de sí mismos. Una vez que una parte razonablemente numerosa de una nueva generación llegue a estar debidamente coordinada, estaremos seguros por primera vez, de que los hombres y mujeres del futuro serán capaces de sostenerse sobre sus propios pies, dotados de un equilibrio psicofísico satisfactorio, para encajar con presteza, confianza y alegría, en lugar de con miedo, confusión y descontento, los golpes y avatares de su ambiente. (CCCI, Introducción de J. Dewey, último párrafo.)

El peligro de resumir esta serie de afirmaciones arrebatadoras es obvio. Afortunadamente, Dewey nos ha ahorrado la mayor parte del riesgo e incluso ha aportado el adjetivo “arrebatador”. Nueve años después escribió la Introducción a El uso de sí mismo (1932). En la primera frase hace referencia a la Introducción de 1923 en la que

afirmé que su procedimiento y sus conclusiones reúnen todos los requisitos del método científico más estricto y que él ha aplicado el método a un campo en el que nunca antes se había utilizado: el de nuestros juicios y creencias concernientes a nosotros mismos y a nuestras actividades. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 1.)

Luego reafirma los puntos siguientes: (1) El procedimiento y las conclusiones de Alexander han redondeado los resultados de la ciencia física y los han vuelto útiles para el beneficio humano; (2) La técnica científica que tiene por consecuencias el control de las energías a las que se refiere, nos ha dado un nuevo control asombroso de las energías físicas, pero nos ha dejado frente a una situación grave y quizá trágica. En todas partes está aumentando la duda de si este dominio físico de las energías físicas va a más o a arruinar la felicidad y el bienestar; (3) La única manera de dar una respuesta esperanzadora y constructiva a este dilema es desarrollando una técnica que “permita realmente a los individuos asegurarse un uso correcto de sí mismos”, con el resultado de que “el factor del que depende el uso final de todas las otras formas de energía quedará bajo control.” (4) “El Sr. Alexander ha desarrollado esta técnica.” Y añade, “Al repetir estas afirmaciones, lo hago con plena conciencia de su carácter contundente… estas afirmaciones podrían fácilmente plantear un interrogante sobre la responsabilidad y competencia intelectuales completas de su autor.” (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 2.)

Como réplica a esta crítica anticipada, Dewey dice:

apelo al relato que hace el Sr. Alexander del origen de su descubrimiento del principio del control central y consciente. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 2, se ha añadido la cursiva.)

Que el término “control central” hace referencia a las últimas investigaciones de Magnus y su propuesta del Zentralapparat quedará claro dentro de poco, pero

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Punto c

entretanto la noción de Dewey del método científico se hace más precisa.

Aquellos que no identifican la ciencia con un desfile de vocabulario técnico hallarán en esta narración [de Alexander] la esencia del método científico para cualquier campo de investigación. Hallarán el registro de una larga, paciente e incansable serie de… observaciones, en la cual todas las conclusiones son ampliadas, puestas a prueba y corregidas mediante nuevos experimentos de investigación; encontrarán una serie de tales observaciones en la que la mente viajará desde la observación de relaciones de causa y efecto relativamente burdas, toscas y superficiales hasta aquellas condiciones causales que son fundamentales y primordiales en el uso que hacemos de nosotros mismos. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 2.)

Una vez más, los “cinco pasos” constituyen la esencia del método científico.

Expresando suma admiración y respeto por la meticulosidad con que fueron efectuadas las observaciones y experimentos de Alexander, Dewey señala aún otra característica distintivamente científica del trabajo de Alexander:

En consecuencia [es decir, de su método], el Sr. Alexander creó algo que podría llamarse en verdad, una fisiología del organismo vivo. Sus observaciones y experimentos tienen que ver con el verdadero funcionamiento del cuerpo, con el organismo en acción… en las circunstancias ordinarias de la vida… El contraste entre las observaciones perseverantes y agudas de lo vivo, de las actividades normales del hombre y aquellas hechas sobre objetos muertos, en condiciones artificiales e inusuales, es lo que distingue la verdadera ciencia de la pseudociencia. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 3.)

Es la asociación general de “ciencia” con el último tipo de cosas lo que ha evitado que muchos valoren el trabajo de Alexander, añade.

La característica más sorprendente, la que un crítico desfavorable podría llamar epistemología fisiológica de Alexander, vuelve ahora a tratarse y es ilustrada por ejemplos autobiográficos. Esto proporciona la ocasión a Dewey de mostrar tanto la conexión como el contraste entre el método de Alexander con lo que la fisiología ortodoxa ya ha establecido, con referencia especial a las investigaciones Magnus.

Como se podría anticipar, las conclusiones de las investigaciones experimentales del Sr. Alexander están en armonía con lo que los fisiólogos saben de la estructura muscular y nerviosa. Pero le dan un nuevo sentido a ese conocimiento; ciertamente, ponen de manifiesto la verdadera naturaleza del conocimiento. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 4, se ha añadido la cursiva.)

El anatomista puede “conocer” la función exacta de cada músculo y qué músculos entran en juego en la ejecución de cualquier acto concreto. Pero si es incapaz de coordinar todas las estructuras moleculares que intervienen en, digamos, sentarse o levantarse de la posición sentada de una manera que logre una ejecución óptima y eficiente de ese acto, si, en otras palabras, hace un mal uso de sí mismo en lo que hace, ¿cómo puede estar diciendo que “sabe” en el sentido pleno y vital de la palabra? (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 4.)

La fuerza de esta última frase se pierde si se olvida que para Dewey, el conocimiento teórico y práctico son continuos; todo conocimiento es una función orgánica vital, está dentro y fuera de las operaciones, no dentro y fuera de un intelecto trascendente en el que puede ser “verdad” independientemente de lo que el cuerpo y el entorno están haciendo.

Desde este punto de vista, los estudios técnicos elaborados de Magnus en su laboratorio no son realmente conocimiento, sino que meramente proporcionan apoyo a lo que Alexander ha demostrado más al completo.

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Punto c

Magnus demostró, por medio de lo que podrían llamarse pruebas “externas”, evidencia de la existencia de un control central en el organismo. Pero la técnica del Sr. Alexander aportó una confirmación directa e íntima de la experiencia personal de la existencia del control central mucho antes de que Magnus llevara a cabo sus investigaciones. Y cualquiera que haya tenido experiencia de la técnica lo “sabe” a través de las series de experiencias vividas personalmente. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 4.)

Es aquí donde Dewey afirma que este hecho por sí solo apoya el carácter genuinamente científico de los descubrimientos y la técnica de Alexander. Incluso coloca el nombre y la obra de Magnus ante nuestros ojos como una antítesis.

Un descubrimiento científico no sólo debe armonizar con resultados anteriores; también debe ser capaz de proyectar y dirigir operaciones que conduzcan a nuevas observaciones, sugiriendo a su vez más operaciones controladas experimentalmente y así indefinidamente. Estas características, especialmente la última, como demostró la propia experiencia personal de Dewey, fueron las que primero le convencieron de la cualidad científica del trabajo de Alexander.

Cada clase era una demostración experimental de laboratorio. Recibía con absoluto escepticismo las afirmaciones hechas por adelantado sobre las consecuencias que se producirían y los medios por los que se alcanzarían… ya que… uno utiliza como criterio de valoración esas mismas condiciones que necesita reeducar. Cada clase lleva el proceso un poco más allá y confirma, de la manera más personal y convincente, las afirmaciones realizadas. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 5.)

Pero a medida que se avanza, se ven y luego se reconocen nuevas áreas, y se encuentra uno creciendo continuamente y dándose cuenta de que este proceso no tiene fin.

Por un lado, Dewey siente que él tuvo “la oportunidad poco corriente de realizar un estudio intelectual de la técnica y sus resultados.” Desde el punto de vista práctico, “era un alumno inepto, torpe y lento.” (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.) Como no había cambios inmediatos y sobrecogedores para recurrir a la emoción de la gratitud y desorientarle intelectualmente, continuó con visión clara.

Me vi obligado a observar detenidamente cada paso del proceso y a interesarme por la teoría de las operaciones. Hice esto, en parte, por mi interés anterior por la Psicología y la Filosofía y en parte como compensación por mi retraso en el plano práctico. Al recurrir al conocimiento que poseía o que creía poseer, y a la disciplina en la aplicación mental que había adquirido al seguir esos estudios, viví la experiencia más humillante de mi vida, intelectualmente hablando. Porque no es una experiencia muy gratificante para la vanidad descubrir que uno es incapaz de ejecutar unas instrucciones, incluso las de tipo inhibitorio, al realizar un acto aparentemente tan sencillo como sentarse, cuando uno pone en juego toda la capacidad mental que se enorgullece de poseer. Pero esto puede conducir al estudio analítico de las condiciones causales, tanto obstructoras como positivas. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.)

Sigue una lista de lo que Dewey verificó por experiencia directa relativa al método de Alexander.42 Su conclusión es que las cosas que ha “sabido” teóricamente en filosofía y psicología, ahora las conoce en el sentido descrito anteriormente. Se convierten “en experiencias vitales que dieron un sentido nuevo al conocimiento

42 Y de esta manera verifiqué con la experiencia personal todo aquello que el Sr. Alexander dice respecto a la unidad de lo físico y lo psíquico en lo psicofísico; respecto a nuestro uso habitualmente incorrecto de nosotros mismos y al papel desempeñado por este mal uso en la generación de todo tipo de tensiones innecesarias y desperdicio de energía; respecto al enviciamiento de nuestras percepciones sensoriales que forman el material de nuestros juicios sobre nosotros mismos; respecto a la necesidad incondicional de inhibir nuestros actos acostumbrados y la tremenda dificultad mental que supone “no hacer” algo tan pronto como se nos sugiere un acto habitual, junto con el gran cambio que tiene lugar en la actitud moral y mental a medida que se establecen las coordinaciones apropiadas. Al reafirmar mi convicción respecto al carácter científico de los descubrimientos y la técnica del Sr. Alexander, lo hago, pues, no como una persona que ha experimentado una “curación”, sino como alguien que ha aplicado toda la capacidad intelectual de que dispone al estudio de un problema. En este estudio encontré las cosas que yo “sabía”, en el sentido de creencia teórica, por la Filosofía y la Psicología, trasmutadas en experiencias vitales que dieron un sentido nuevo al conocimiento que tenía de ellas. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.)

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Punto c

que tenía de ellas.” (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.)

Volviendo a la importancia del trabajo de Alexander y su necesidad urgente, Dewey observa que el control de las energías físicas sin el control del uso de nosotros mismos, nuestro uso de las otras cosas es a ciegas y podría tener consecuencias desastrosas.

Más aún, si nuestros juicios habituales sobre nosotros mismos están distorsionados porque se basan en un material sensorial viciado (como han de estarlo si nuestros hábitos de dirigirnos a nosotros mismos son ya incorrectos), entonces cuanto más complejas sean las condiciones sociales en que vivimos, tanto más desastroso será el resultado. Cada complicación adicional provocada por agentes externos puede llevarnos un paso más cerca de la destrucción: un hecho que el presente estado del mundo ilustra trágicamente. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 8, se ha añadido la cursiva.)

El remedio se encontrará en la dirección que Alexander ha señalado.

Observando que el descubrimiento de Alexander amplía y corrige el trabajo de Pavlov relacionado con los reflejos condicionados, Dewey afirma que el concepto del último era una relación establecida arbitrariamente que convierte al individuo en una marioneta pasiva sometida a manipulaciones externas. El trabajo de Alexander muestra al contrario que el reflejo condicionado vuelve a las condiciones centrales dentro del propio organismo. Él ha demostrado “que existen ciertos hábitos orgánicos y actitudes básicos y centrales, que condicionan todo acto que realizamos, todo uso que hacemos de nosotros mismos.” (USM, Introducción de J. Dewey, antepenúltimo párrafo.) Dewey ve esto como un logro considerable.

El descubrimiento de un control central que condiciona todas las demás reacciones pone al factor condicionante bajo dirección consciente y permite al individuo, por medio de la coordinación de sus actividades, tomar posesión de su propio potencial. El fenómeno de los reflejos condicionados deja de ser un principio de esclavitud externa para convertirse en un medio de libertad vital. (USM, Introducción de J. Dewey, antepenúltimo párrafo.)

La diferencia que esto hace en la educación es substancial. Pues aunque la educación es el único método seguro que posee el género humano para dirigir su propio curso, antiguamente estábamos metidos en un círculo vicioso. Hemos estado sin saber qué constituye una vida psicofísica verdaderamente normal y saludable, de modo que la educación que profesamos es probable que sea mala educación, como sabe todo estudiante serio de la formación de la disposición y el carácter. Esto ya no necesita ser así.

La técnica del Sr. Alexander le proporciona al educador un modelo de salud psicofísica, en el cual se incluye lo que denominamos moralidad. Proporciona también el “medio por el cual” se puede llegar, de forma progresiva y constante, a este modelo, convirtiéndose en una posesión consciente del educando. Por lo tanto, proporciona las condiciones necesarias para la dirección central de todos los procesos educativos especiales. Guarda con la educación la misma relación que esta guarda con todas las demás actividades humanas. (USM, Introducción de J. Dewey, penúltimo párrafo, se ha añadido la cursiva.)

Es bien obvio que Dewey ve esta reeducación del “uso de sí mismo” como el prerrequisito necesario para cualquier otro trabajo en educación, una postura que de hecho fluya lógicamente del mismo principio. Para no dejarnos ninguna duda, concluye casi en tono misionero:

No tengo palabras, pues, para expresar con más fuerza la gran esperanza que despierta en mí la información… referente al curso de formación que el Sr. Alexander ha iniciado junto con sus colaboradores, ni la importancia que doy a que este trabajo cuente con el apoyo adecuado. Alberga, a mi juicio, la promesa y el potencial de la nueva orientación que hace falta en todos los ámbitos de la educación. (USM, Introducción de J. Dewey, último párrafo.)

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Punto c

Difícilmente puede describirse este lenguaje como el de un amable patrocinador dando su aprobación e influencia al respaldo de sólo otro loable esfuerzo. Dewey tiene un programa práctico en mente y dice, además, que es el único modo seguro de apartarse del desastre general.

Naturalmente, podría precisarse que el grueso de la evidencia presentada hasta ahora lleva fechas que coinciden con la publicación de los tres libros de Alexander y que las ventajas promocionales de tales oportunos respaldos es un factor a no ignorar en la explicación tanto de la existencia como del contenido de los documentos a los que hemos recurrido. A esto se puede replicar o bien que eso imputa una grave deshonestidad intelectual a Dewey, o bien que no consigue observar que su esfuerzo por promocionar la teoría y práctica de Alexander demuestra en lugar de refutar su profunda convicción de que Alexander tenía razón.

5.4 Punto d

Ha quedado ahora establecido que al menos entre los años 1917 y 194843, Dewey tenía un interés intenso y sostenido en la teoría así como la práctica del descubrimiento de Alexander. Este interés no se debió en principalmente a los beneficios personales que él obtuvo de las “clases”, ni se debió a su deseo de ver la técnica reconocida y divulgada incluso hasta el extremo de convertirse en el fundamento de toda educación futura. Ambos motivos fueron incuestionablemente efectivos. Pero hemos afirmado además que también había implicaciones y aplicaciones que Dewey incorporó en el corazón de su pensamiento filosófico. Ahora queda por demostrar esto. Desarrollar e interpretar estos ejemplos de evidencia interna sería el trabajo de un estudio aparte; ciertamente de más de uno. Sin embargo, el autor está convencido de que el pleno significado de una obra como, por ejemplo, Experience and Nature, no puede ser captado si su lector no está familiarizado con su telón de fondo alexandrino. Una vez más, como en el caso de Human Nature and Conduct, es el propio Dewey quien sugiere esto. Volvamos primero a algunos ejemplos al azar de otras obras.

En la Teoría de la valoración (1939), significativamente en el capítulo sobre “El continuo de fines-medios” (TV, capítulo VI), Dewey trata de pasada de las necesidades y conflictos como “fines” ideados con referencia a un factor negativo. Dice que su función es positiva, como lo es la resolución realizada por su ejecución. Pero

Tratar de obtener un fin directamente es hacer operativas aquellas mismas condiciones que son el origen de la dificultad experimentada, con lo cual se las fortalece y a lo sumo se cambia la forma externa en que se manifiestan. Los fines contemplados que se han ideado con una referencia negativa (esto es, en relación con una dificultad o problema) son medios que inhiben la operación de las condiciones que producen el resultado pernicioso; permiten que condiciones positivas operen como recursos y con ello produzcan un resultado cuyo contenido es positivo en el más alto sentido posible… El factor negativo opera como una condición de formación de la idea apropiada de un fin; la idea, cuando se la pone en práctica, determina un resultado positivo. (TV, VI, párrafo 13.)

La doctrina que se está desarrollando aquí, la del “continuo temporal de actividades en el que cada estadio sucesivo es igualmente fin y medio” (TV, VI, párrafo 14), podría demostrarse que está inspirada en el principio de Alexander de los “medios por los cuales” contra la “obtención del fin”. Por ejemplo, es fácilmente visible en la consecuencia del pasaje que acabamos de citar:

El fin alcanzado o consecuencia siempre es una organización de actividades, donde la organización es una coordinación de todas las actividades que entran como factores… La forma de un fin alcanzado o consecuencia es siempre la misma: la de una coordinación adecuada. El contenido o materia involucrada en cada resultado sucesivo difiere del de sus predecesores; pues a la vez que reafirma una acción unificada en curso, tras un periodo de interrupción a causa del conflicto y la necesidad,

43 Es decir, desde cuando se compuso la Introducción a HSH (véase apartado 5.1 párrafo 23) hasta la época de las últimas cartas de Dewey a Jones (véase apartado 5.2 párrafo 25).

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Punto d

también instaura un nuevo estado de cosas. (TV, VI, párrafo 14.)

… situaciones en las que los medios son constitutivos de aquellos mismos objetos-fines que han contribuido a hacer realidad, … se producen siempre que el comportamiento logra la proyección inteligente de fines contemplados que dirijan la actividad a la solución de la dificultad antecedente. Los casos en los que se produce una secesión entre fines y medios son los anormales (TV, VI, párrafo 15).

Hay otros lugares en esta obra (por ejemplo TV, IV) donde las ideas de Alexander, o las que Dewey desarrolló a partir de ellas, llegan tan cerca de la superficie que uno se pregunta al principio por qué no hay ninguna mención de lo que sabemos que Dewey considera que es la dificultad básica subyacente al problema del valor y la valoración: la necesidad de reeducación sensorial para que los valores sean apreciados correctamente y avenirse con ellos, y no digamos para ponerlos en práctica en general. No obstante, una lectura más cuidadosa del ensayo sugiere bien llanamente las razones para esto, pero estas no nos conciernen aquí.44

De todas las obras publicadas de Dewey, es en Experience and Nature (EAN, 1925, 1929) donde los principios de Alexander destacan más claramente y han penetrado más profundamente. Como en Human Nature and Conduct, se menciona dos veces el nombre de Alexander. Una vez más, los límites de esta tesis no permiten la extensa exploración que esta cuestión tan bien se merece. No obstante, incluso para realizar nuestro propósito de demostrar que la teoría y práctica de Alexander influyó en el pensamiento de Dewey de una manera vital, revelaremos lo suficiente de esta influencia para apoyar la afirmación ya hecha, a saber, que Experience and Nature no puede ser entendido plenamente sin conocimiento de lo que Alexander enseñaba.

Es en el capítulo VII, “Naturaleza, vida y cuerpo-mente” y en el capítulo VIII, “Existencia e ideas” (EAN, páginas 248 a 297 y páginas 298 a 353, respectivamente), donde encontramos las aplicaciones más obvias de la doctrina de Alexander, frecuentemente hechas en su propia terminología peculiar. Sin embargo, hay una introducción a este material al concluir el capítulo precedente, que presenta el escenario de una manera que ahora nos es familiar. Las tres frases finales por si solas son suficiente indicativo de lo que va a venir:

… Hasta que entendemos las operaciones de sí mismo como herramientas de herramientas en todo uso de medios, especificando sus actividades diferenciales en sus consecuencias distintivas en diferentes cualidades de lo experimentado, la ciencia está incompleta y el uso hecho de ella está a merced de un factor desconocido, de modo que la última consecuencia importante no es más que una cuestión accidental. Intenciones y esfuerzos producen lo opuesto de lo que se pretendía y se esforzaba por hacer, y el resultado es confusión y catástrofe. Así se nos lleva a considerar el mecanismo y funcionamiento psicofísicos de los centros individuales de acción (EAN, página 247).

La mano es ciertamente la mano de Dewey, pero la voz es la voz de Alexander.

Tras considerar la historia y naturaleza del clásico problema cuerpo-mente, Dewey concluye que es un seudoproblema. Lo que ha ocurrido es que se ha comprendido mal el hecho de la organización y que la organización de algunos acontecimientos naturales se ha convertido en una entidad hipostática. “La organización es un hecho, aunque no es una original organizadora… fuerza especial o entidad llamada vida o alma” (EAN, páginas 254 y 255). El término

44 Burdamente, las razones parecen ser estas: que Dewey está atacando en este ensayo la teoría de valores del “subjetivismo” y da mucha importancia al punto de que los valores “privados” no pueden, por definición, ser comunicados. Este tipo de valor es una “sensación” que podría existir o no existir. Pero “el primer requisito del procedimiento científico es la total publicidad en lo que se refiera a materiales y procesos” (TV, IV párrafo 4). En cambio, el inefable sentido del control primario de Alexander podía ser comunicado con palabras sólo a aquellos que habían tenido ellos mismos la experiencia de ello. La Psicología y la Biología aún no han sido capaces de reducir estas experiencias a términos científicos comunicables y de relacionarlas con la Fisiología, Anatomía y las declaraciones cuantitativas apropiadas a ese tipo de ciencia. (Véase TV, VIII.) Aunque es la tarea de esas ciencias. La Psicología aún está en plena infancia. Debemos esperar a que estas ciencias crezcan. (Véase TV, VIII.) De ser este el caso, el ensayo que estamos considerando difícilmente sería un contexto favorable dentro del cual introducir las teorías de Alexander.

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Punto d

“psicofísico” describe la relación más apropiadamente. Si aceptamos la acepción corriente de “físico” como ampliada a lo inanimado, el prefijo “psico” podría usarse para indicar el hecho de que

la actividad física ha adquirido propiedades adicionales, aquellas de la capacidad de procurar un tipo peculiar de soporte interactivo de necesidades desde los medios ambientes de alrededor. Psicofísico no denota una abolición de lo físico-químico; ni una mezcla especial de algo físico y algo psíquico (como un centauro que es medio hombre y medio caballo); denota la posesión de ciertas cualidades y eficacias no mostradas por lo inanimado (EAN, página 255).

Así el problema clásico cuerpo-mente desaparece. La organización reemplaza la entelequia.

No proponemos seguir el desarrollo de este complejo argumento metafísico para demostrar que la sombra de Alexander alcanza incluso su nivel más profundo. Esto podría hacerse, aunque en cierta amplitud.45 Pero cuando el hábito y el cuerpo-mente (lo último como factores conservados contra factores diferenciales en el organismo) salen a la superficie, la presencia de Alexander es más que su sombra.

La cuestión de la pura dialéctica en contraste con sus ejemplos o usos particulares, había aparecido y Dewey hace las observaciones siguientes:

Usar significados es un acto particular; dentro de este acto entran factores causativos fisiológicos, sociales y morales. La estructura más perfecta podría emplearse para propósitos para los que no es apta; empleada erróneamente para el propósito correcto, se doblará o fallará. Así en la dialéctica, el razonamiento podría flaquear debido a la fatiga; podría tomar un significado por otro debido a las percepciones sensoriales perversas debidas a desajustes orgánicos; la precipitación debida a la ausencia de inhibición, podría conducir a alguien a tomar un significado como claro cuando es obscuro o ambiguo respecto al propósito para el que se usa (EAN, página 287, se ha añadido la cursiva).

Un poco más adelante, vuelve de nuevo a la relación psicofísica:

Las actividades orgánicas y psicofísicas con sus cualidades son condiciones que han llegado a existir antes de que la mente, la presencia y operación de significados, ideas sea posible. Ellas proporcionan a la mente su base y relación en la naturaleza; proporcionan significados con su material existencial. Pero los significados, ideas, cuando aparecen son también protagonistas de una nueva interacción de acontecimientos; con protagonistas que en su incorporación con la sensibilidad transforman la acción orgánica, dotándola de nuevas propiedades. Cada pensamiento y significado tiene su sustrato en algún acto orgánico de absorción o eliminación, de búsqueda o despedida, de destrucción o cuidado, de indicación o respuesta. Se enraíza en algún acto concreto de comportamiento biológico; nuestros nombres físicos para actos mentales como ver, captar, buscar, afirmar, consentir, menospreciar, comprender, afecto, emoción, no son sólo “metáforas” (EAN, página 290).

Esto en ampliado enseguida, durante una discusión sobre la postura (conductista) sobre el pensamiento como las actividades laríngeas condicionadas. Como protesta, Dewey dice:

… Las ideas son cualidades de acontecimientos en todas las partes de la estructura orgánica que alguna vez han estado implicadas en las situaciones reales de disputa con amigos y enemigos extra-orgánicos: presumiblemente en los propioceptores y receptores orgánicos en todos sus mecanismos glandulares y musculares conectados. Estas

45 Por ejemplo, parece haber al menos una sombra de Alexander en el siguiente pasaje: “Comodidad o incomodidad, fatiga o euforia, implícitamente resumen una historia y con ello proporcionan inconscientemente un medio por el cual (cuando otras condiciones se hacen presentes) el pasado puede desenredarse y hacerse explicito. Pues es característico de la sensación que mientras que podría existir en una condición disforme o sin distinciones configuradas, es capaz de recibir y soportar distinciones sin fin” (EAN, página 257). Esta es una buena descripción del “control primario”.

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Punto d

cualidades dan cuerpo y materia a la actividad del aparato lingüístico (EAN, página 292).

La relación explícita entre las ideas y las funciones propioceptivas es aquí significativamente alexandrina. (Véase 4.1 párrafo 19 en adelante.)

El capítulo termina con un resumen de la concepción de Dewey del alma y de las consecuencias prácticas de esa concepción. El alma no es una entelequia “que habita el cuerpo de manera externa” (EAN, página 295), sino que “denota las cualidades de las actividades psicofísicas hasta donde estas están organizadas dentro de la unidad” (EAN, página 293.) No es el sistema nervioso, el cerebro o la corteza cerebral, aunque algunos fisiólogos y psicólogos se han agarrado a cada uno de estos como el factor integrante del organismo. Todas estas opiniones son particularistas y no aciertan a reconocer las interrelaciones de las partes corporales. Necesitamos recuperar nuestra “sensación de la íntima, delicada y sutil interdependencia de todas las estructuras y procesos orgánicos entre sí” (EAN, página 295). El mundo está ahora loco en sus preocupaciones fragmentarias y desconectadas, visibles en la medicina, política, ciencia, industria y educación. Necesitamos saber, abstractamente, pero debemos también hacer. Dewey sugiere que Alexander tiene la solución.

En términos de un control consciente de totalidades inclusivas, la búsqueda de aquellos enlaces que ocupan posiciones clave y que efectúan conexiones críticas es indispensable. Pero recuperar el juicio depende de ver y usar estas cosas específicas como enlaces funcionalmente significativos en un proceso. Ver el organismo al natural, el sistema nervioso en el organismo, el cerebro en el sistema nervioso, la corteza en el cerebro es la respuesta a los problemas que obsesionan a la filosofía (EAN, página 295).

Es inmediatamente tras las siguientes dos frases donde se nos deriva a los dos primeros libros de Alexander, los únicos que habían aparecido hasta entonces.

Hasta que tengamos un procedimiento en la práctica real que demuestre esta continuidad, continuaremos comprometidos en recurrir a alguna otra cosa específica, algún otro asunto cesado, para restaurar la conexión y la unidad: llamando a la religión o reforma específicas o a cualquier cosa específica, la curación de moda de la época. Así aumentamos la enfermedad en los medios usados para curarla (EAN, páginas 295 y 296).

Los dos párrafos que cierran este capítulo abundan en alusiones obvias al trabajo de Alexander. Se nos dice que en cuestiones predominantemente físicas, “todo control depende de la percepción consciente de la relación predominante entre las cosas, en caso contrario una cosa no puede usarse para afectar a la otra.” Nuestro gran éxito inventando máquinas externas es debido a que damos por supuesto que “el éxito aparece sólo sobre el plano consciente: esa percepción consciente de las relaciones que las cosas sostienen entre sí.” Locomotoras, aeroplanos y similares “no surgen del instinto o del subconsciente, sino de la percepción deliberadamente indagada de conexiones y órdenes de conexión” (EAN, página 296). Pero ahora,

Tras un periodo en el que el avance en estos asuntos era tratado complacientemente como prueba y medida de progreso, se nos ha forzado a adoptar actitudes pesimistas y a preguntarnos si este “progreso” va a terminar en el deterioro del hombre y la posible destrucción de la civilización (EAN, página 296).

Las expresiones “deterioro del hombre” y “destrucción de la civilización” no están juntas accidentalmente, como se nos mostrará enseguida:

Claramente, no hemos llevado lo bastante lejos el plano del control consciente, la dirección de la acción mediante la percepción de las conexiones. No podemos separar la vida y la mente orgánicas de la naturaleza física sin separar también la naturaleza de la vida y la mente. La separación ha alcanzado un punto donde las personas inteligentes están preguntando si el fin será catastrófico, la sujeción del hombre a las máquinas industriales y militares que él ha creado. Esta situación confiere una acerbidad peculiar sobre el hecho de que precisamente donde las conexiones e interdependencias son más numerosas, íntimas y persuasivas, en la vida, la actividad psicofísica, ignoramos más la unidad y la conexión y confiamos más sin reservas en nuestras creencias deliberadas para lo aislado y específico, lo cual significa que en

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acción nos encomendamos al inconsciente y al subconsciente, al instinto ciego, el impulso y la rutina, distinguidos y racionalizados por todo tipo de títulos honoríficos. Así somos llevados al tópico de la concienciación (EAN, páginas 296 y 297, se ha añadido la cursiva).

Enfrentados al título de Alexander, El control consciente y constructivo, en el pie de página, se nos conduce también a esperar más referencias suyas. En esto no quedamos defraudamos.

Volviendo primero a la palabra “conciencia”, Dewey distingue dos sentidos bien diferentes del término. Designa (1) ciertas cualidades en su apariencia inmediata, que desde el punto de vista psicológico usualmente se las llama “sensaciones”. La suma total de estas cualidades, que son términos o literalmente “fines” que se acaban de tener, constituye la conciencia como un proceso anoético. (2) El término también designa en verdad los significados percibidos. Ser consciente es atender a la significación de los acontecimientos presentes, pasados y futuros.

El primer sentido es el fundamental, el punto de partida existencial. Incluso los significados, como existenciales, se basan en cualidades inmediatas; “en sensibilidades o 'sensaciones' de actividades orgánicas y receptividades” (EAN, páginas 298 y 299). No obstante, los significados como significados toman vida sólo a través del lenguaje y las actividades sociales compartidas. “Así, mientras su mecanismo directo se encuentra en los aparatos de vocalización y auditivo, este mecanismo está aliado con el comportamiento orgánico general” (EAN, página 299).

Hay también una componente “subconsciente” en el pensamiento humano. Aparte de los significados, estamos continuamente comprometidos en un número inmenso de elecciones y rechazos orgánicos inmediatos de la más minúscula y delicada naturaleza. No somos conscientes de las cualidades objetivas de la mayoría de estos, ni distinguimos entre ellos.

Pero existen como cualidades de sensaciones y tienen un efecto directivo enorme sobre nuestro comportamiento. Por ejemplo, si ciertas cualidades sensoriales de las cuales no somos cognitivamente conscientes dejan de existir, no podemos estar de pie o controlar nuestra postura y movimientos. En un organismo enteramente normal, estas “sensaciones” tienen una eficiencia de operación que es imposible de igualar para el pensamiento. Incluso nuestras operaciones más altamente intelectualizadas dependen de ellas como un “borde” con el que guiar nuestros movimientos ilativos. Nos dan nuestro sentido de lo correcto y lo erróneo, de qué elegir, acentuar y seguir,… entre la multitud de significados incoados que se están presentando (EAN, páginas 299 y 300).

Hay continuidad con los significados en este proceso, pues “ principalmente, el discurso formulado no es sino la declaración elegida de lo que queremos retener entre estos incipientes inicios, continuaciones y ceses” (EAN, página 300). Pero hay también una influencia recíproca de significados sobre estas “sensaciones”. “Los significados adquiridos en relación con el uso de herramientas y del lenguaje ejercen una influencia profunda sobre las sensaciones orgánicas” (EAN, página 300) y al almacenar estas influencias debemos incluir “los cambios efectuados por todas las consecuencias de la actitud y el hábito debidos a todas las consecuencias de las herramientas y del lenguaje, en pocas palabras, de la civilización” (EAN, página 300). Ahora,

Las malas comunicaciones corrompen las buenas maneras (nativas) de acción y de ahí, pervierten la sensación y el subconsciente. La deificación del subconsciente es legitima sólo para aquellos que nunca se la permiten (los animales y los ingenuos niños enteramente saludables) si es que hay alguien así (EAN, página 300, se ha añadido la cursiva).

La consecuencia de este pasaje es un monumento al trabajo de Alexander y su peculiar uso de la terminología:

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El subconsciente de un adulto civilizado refleja todos los hábitos que ha adquirido; es decir, todas las modificaciones orgánicas que ha sufrido. Y en la medida en que estos implican malas coordinaciones, fijaciones y segregaciones (como ciertamente llegan a hacer en muy poco tiempo para aquellos que viven en condiciones “artificiales” complejas), la percepción sensorial está confundida, pervertida y falsificada… Lo más seguro es que esté mal en lo relativo a asuntos íntimos de autoregulación de la salud, la moral, las cuestiones sociales: en cuestiones relacionadas de lo más íntimamente con las necesidades básicas y las relaciones… Donde su uso es recomendado popularmente es más peligroso. Usar sensaciones que no son expresión de rectitud de la acción orgánica, rectitud que en condiciones civilizadas o artificiales sólo se adquiere parándose a pensar,… es actuar como un animal sin tener las facilidades estructurales de la vida animal (EAN, páginas 300 y 301, se ha añadido la cursiva.)

Y esto no es todo. Dewey declara enseguida: “En sentido práctico, he aquí el meollo del problema mente-cuerpo” (EAN, página 301). Esto es así porque “las actividades que desarrollan, se apropian y disfrutan de significados, guardan la misma relación actualizadora para los asuntos psicofísicos que la que estos últimos guardan para los caracteres físicos” (EAN, página 301). Pero esta explicación está aún en el lenguaje y contexto de las doctrinas de Alexander. De hecho, se nos informa directamente de esto en una nota al siguiente pasaje inequívoco:

La actualización de significados dota a las cualidades psicofísicas de su significado y valor ulteriores. Pero también las confunde y pervierte. Los efectos de esta corrupción son incorporados ellos mismos mediante hábitos a lo psicofísico, formando susceptibilidades degradadas de un lado y excesivas; creando tanto disociaciones como fijaciones rígidas en el registro sensorial. Estos efectos habituales se hacen a su vez espontáneos, naturales, “instintivos”, forman la plataforma de desarrollo y aprehensión de más significados, afectando toda etapa subsiguiente de la vida personal y social (EAN, página 302, se ha añadido la cursiva.)

La nota nos recomienda tranquilamente que consultemos los libros de Alexander ya indicados.

Podría suponerse que la referencia a Alexander representa una destitución de sus doctrinas de modo que la discusión pueda avanzar por los caminos peculiares de Dewey. Es el caso contrario. Pues al continuar Dewey preparando un nuevo asalto sobre la teoría paralela o separatista de la mente y la conciencia, coge la teoría de Alexander y la usa como plataforma sobre la cual construir su catapulta. Mediante la transición nos recuerda una vez más que no hay fiabilidad por debajo del “plano consciente”, aunque esta vez no emplea ese término:

Así mientras el hombre psicofísico, aparte del significado consciente no alcanza nada distinguido, el crecimiento casual y la incorporación de significados hacen que la necesidad nativa, el ajuste y la satisfacción pierdan su certeza y eficacia inmediatas y queden sujetas a todo tipo de aberraciones. Ocurren entonces allí retiradas sistematizadas de la comunicación e interacción, de lo que el sentido común llama “realidad” (EAN, página 302).

La lista de ejemplos que sigue nos demuestra que Dewey es más formal sobre los dualismos consiguientes, pues la lista incluye “creencias rígidamente estereotipadas no sometidas a pruebas objetivas; hábitos de ignorancia aprendidos o ignorancias sistematizadas de relaciones concretas” y termina con un tema familiar: “tradiciones dogmáticas que socialmente son rígidamente intolerantes y que intelectualmente son sistemas paranoicos institucionalizados; idealizaciones que en lugar de ser disfrutes inmediatos de significados, separan al hombre de la naturaleza y de sus compañeros” (EAN, página 302).

Si recordamos la declaración de Alexander de que “el subconsciente”, desconectado del plano consciente y pervertido, es la fuente de la idea popular (si primitiva) del alma como una “entidad oculta” (HSH, 1.3 párrafo 15), el progreso del argumento de Dewey es más fácil de seguir. Pues queda claro que el blanco es el alma-espectadora sólo después que Dewey ha avanzado su descripción de la mente como conciencia. No obstante, en el preludio a esta descripción hay insinuaciones inequívocas:

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Punto d

Así el problema concreto de la mente-cuerpo tiene su lugar e importancia en los procedimientos educativos mediante los cuales se asegurará la integración normal de los significados en las funciones orgánicas y se prevendrán las perversiones (EAN, página 303).

Al trabajo de Alexander, se añaden ahora las operaciones terapéuticas de la psiquiatría y las artes y aplicaciones sociales.

Para proporcionar una base inteligente para explicar la relación entre los planos “subconsciente” y “consciente” sin importar un “hombre interior” o alma dualista, “unida al cuerpo de manera externa” (EAN, página 295), Dewey distingue entre mente y conciencia:

Mientras a nivel psicofísico, la conciencia denota la totalidad de las diferencias cualitativas inmediatas reales o “sensaciones”, en el plano mental denota las comprensiones reales de los significados, esto es las ideas. Hay así una diferencia obvia entre mente y conciencia; significado e idea. Mente denota la totalidad del sistema de significados mientras son incorporados en los funcionamientos de la vida orgánica; la conciencia en un ser con lenguaje denota conocimiento o percepción de significados; tener ideas reales es la percepción de los hechos reales ya sean pasados, contemporáneos o futuros, en sus significados (EAN, página 303).

Esto significa que “el terreno de la mente, de significados operativos, es enormemente más amplio que el de la conciencia”; la mayor parte de él sólo está implícito en todo acto o estado conscientes. La mente es contextual y persistente, un segundo y primer plano constante que es, por así decir, estructural y substancial. La conciencia es focal y transitiva, un proceso intermitente; una serie de aquís y ahoras.

Ni la naturaleza de la conciencia ni la de la mente pueden ser transmitidas con palabras. Son existencias cualitativas inmediatas a las que las palabras sólo pueden aludir o apuntar. La indicación tiene éxito cuando evoca una experiencia real de la cosa en cuestión. Para la evocación de lo denotado por “conciencia”, palabras tales como apariencia, viveza, claridad, etc., y sus opuestos podrían ayudar. Para “mente” debe usarse un conjunto diferente de nombres: organización, orden, coherencia. De ahí que,

Podría sugerirse parcialmente la relación de mente con conciencia diciendo que mientras la mente como un sistema de significados está sujeta a la desorganización, el desequilibrio, la perturbación, no tiene sentido hacer referencia a un estado particular de conciencia en su inmediación como organizada o alterada. Una idea es sólo lo que es cuando aparece. Llamarla compuesta o perturbada es comparar un estado con otro, una comparación que por la naturaleza del caso puede ser hecha sólo indirectamente basándonos en las condiciones y consecuencias respectivas (EAN, página 304).

Dewey ilustra esta relación de la mente con la conciencia mediante el acto de leer un libro sobre, digamos, matemáticas o política. Los significados se presentan y desvanecen. Estos significados que aparecen existencialmente son ideas. Pero el prerrequisito para tenerlas en absoluto es nuestra “mentalidad” matemática o política; un sistema organizado de significados que ya poseemos, del cuales no somos en algún momento completamente conscientes, pero que determina nuestras comprensiones o ideas particulares. Así que las ideas son emergentes de los sistemas de hábitos que constituyen la mente y están determinadas por estos sistemas. Una vez más, no es el caso de una mente-espectadora mirando las cosas, adquiriendo ideas ya hechas y formando hábitos mediante sus medios. El hábito ya adquirido determina la idea, pues la idea emerge en los momentos en que el hábito se está readaptando.

La conciencia, una idea, es esa fase de un sistema de significados que en un momento dado está sometida a redirección, a transformación transitiva (EAN, página 308).

Con la idea (conciencia) situada así dentro del sistema que constituye la mente, apareciendo como señales de los reajustes que se están haciendo allí y adaptados en lo relativo a los aspectos del sistema dado que no necesitan redirección, la continuidad del pensamiento con el hábito (y por la misma señal, si más remotamente, de cuerpo con mente), es así salvaguardado por Dewey:

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Punto d

Hay… un continuo o espectro entre este sistema contenedor y los significados que, siendo focales y urgentes, son las ideas del momento. Hay un terreno contextual entre lo último y aquellos significados que determinan la dirección habitual de nuestro pensamiento consciente y proporcionan los órganos para su formación (EAN, página 305).

El dualismo del dogma teológico y del idealismo subjetivo es según esta opinión injustificado y va en contra de la evidencia empírica.

Mientras Dewey ordena la evidencia empírica para su opinión, la sombra de Alexander aparece gradualmente, aunque no es mencionado su nombre otra vez. No seguiremos esto en detalle ya que nuestro propósito no es describir esa sombra al completo, sino ofrecer un bosquejo suficiente para demostrar su presencia e importancia.

Uno de los temas que sabemos están relacionados con las teorías de Alexander, la inhibición, hace su aparición en este capítulo a manera de reminiscencia de Human Nature and Conduct. Es introducido en relación con “la evidencia empírica que apoya la proposición de que conciencia denota redirección de significados” (EAN, página 311). Antes que nada hay los hechos obvios de la atención e interés por un lado y el funcionamiento de los hábitos establecidos por el otro.

Lo familiar no aparece conscientemente, salvo si una situación nueva e inesperada, en la que lo familiar se presenta bajo una nueva luz y por lo tanto, no es totalmente familiar. Nuestros hábitos más profundamente establecidos son precisamente aquellos de los cuales tenemos la mínima conciencia. Cuando operan en una situación a la que no están acostumbrados, en una situación inusual, se requiere un nuevo ajuste. De ahí que haya un susto y una percepción acompañante de disolución y reforma del significado (EAN, página 311).

Este “susto”,la interrupción de la actividad habitual que inicia la reflexión, es lo que podríamos llamar inhibición considerada materialmente. No hay distinción entre el susto que acaba de ocurrir y la inhibición como acto deliberado.

No obstante, todavía como confirmación de la hipótesis anterior, en breve es elaborada psicológicamente y luego es señalada como un elemento del método.

La confirmación de la hipótesis se encuentra en el hecho de que siempre que aparece la conciencia de la percepción, hay un “instante” de indecisión; hay escrúpulos, reservas, en completar la acción manifiesta… Hemos de “parar y pensar” y no nos paramos si no hay interferencia. El flujo de la acción en marea alta pasa por encima de todo salvo las obstrucciones más considerables, fluye demasiado violenta y rápidamente en una dirección para ser detenida; sin inhibición no hay indecisiones, crisis, alternativas, necesidad de redirección. La acción manifiesta es una instalación de integraciones establecidas y orgánico-ambientales. Mientras estas pueden mantenerse, lo hacen; entonces no hay oportunidad para transformar significado en idea (EAN, páginas 313 y 314)… Las indecisiones y reservas intelectuales se usan para ampliar y enriquecer el campo de percepción, por medio de volver la actividad más delicada y adaptada diferencialmente (EAN, página 315).

Tras revisar ciertas implicaciones para la educación de su teoría de la conciencia, Dewey tiene algunas observaciones serias que hacer, el significado de las cuales sólo puede ser entendido en relación con el trabajo de Alexander. Hablando del aspecto de la educación general, Dewey dice:

Actualmente tenemos poco o casi sin control el arte de asegurar esa redirección del comportamiento que constituye la percepción adecuada o conciencia. Esto es, tenemos poco o ningún arte de educación en los fundamentos, a saber, en el manejo de las actitudes orgánicas que colorean las cualidades de nuestros objetos y actos conscientes (EAN, página 316, se ha añadido la cursiva).

Lo que al principio parece un rechazo de las pruebas de Alexander resulta ser, en la consecuencia inmediata, una advertencia de que su programa es necesario.

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Punto d

Mientras nuestras principales coordinaciones psicofísicas se forman a ciegas y en la oscuridad durante la niñez y la primera infancia, hay ajustes accidentales a la presión de otras personas y de las circunstancias que actúan sobre nosotros. Entonces no toman en cuenta la consecuencia de estas actividades sobre la formación de hábitos y costumbres. De ahí que la relación entre conciencia y acción sea precaria y su posesión un privilegio dudoso comparado con la eficacia del instinto (o estructura) en los animales inferiores. La energía se malgasta y se dirige mal; en consecuencia efectuamos lo opuesto de lo que pretendíamos. La conciencia es voluble y casual. Sólo cuando la actividad orgánica alcanza el plano consciente estaremos adecuadamente conscientes de aquello en lo que estamos. Mientras nuestras propias actitudes psicofísicas fundamentales al manejar las cosas externas sean subconscientes y nuestra atención consciente vaya sólo a las relaciones de las cosas externas, nuestra percepción de las situaciones externas estará sujeta de raíz a la perversión y la depravación (EAN, páginas 316 y 317).

Sigue una conclusión que indica además lo que Dewey quiere decir al afirmar que el trabajo de Alexander confirmaba y hacía más concretas las opiniones que él ya tenía concernientes a la relación mente-cuerpo:

Este estado del asunto es la fuente de esa desconexión aparente entre la conciencia y la acción que nos sorprende cuando empezamos a reflexionar. Los enlaces de conexión entre las dos están en nuestras propias actitudes; mientras no se perciben, la conciencia y el comportamiento debe parecer que son independientes entre sí. De ahí que haya una razón empírica para aislar la conciencia de los sucesos naturales. Cuando está aislada así, algunas personas afirmarán que la conciencia es una sombra servil y caprichosa de las cosas y otras proclamarán que es su recta creadora y señora. Las afirmaciones, como aquellas en esta discusión, de que la conciencia es el significado reconocido por ellos cuando están sufriendo redirección con un propósito mediante actividad orgánica, parecerán carentes de plena evidencia empírica (EAN, página 317).

Este tema, la refutación del alma como entidad separada (que tras perder el dogma teológico su uso corriente, se refugió en la ciencia) y de la posición del idealismo subjetivo, habían sido operativos antes en este capítulo y en el precedente, como hemos visto.

5.5 Punto e

Si la posición de Alexander está validada científicamente, entonces, como dijimos anteriormente, sus premisas contienen implicaciones que afectan vitalmente el pensamiento filosófico de Dewey, ya que toca el nervio central de su sistema, la teoría del conocimiento. No podemos dedicarnos a estas implicaciones aquí en detalle. De hecho, está bien alejado de la verdad que el propio Dewey resolviera los problemas que ellas importaron dentro de su sistema. Pero que él vio estos asuntos y los reconoció como problemas ahora debe quedar claro por sus propios informes y trabajos. Para indicar la dirección general en que estos problemas parecen ir, algunas observaciones sobre la sensación y la percepción podrían servir como punto de partida.

Cuando Dewey dice que “sensaciones e ideas… son la 'materia' del pensamiento y el propósito” (y están afectadas por los hábitos manifestados en los actos que dan lugar a las sensaciones y significados) (HNC, página 31), su intención es muy diferente de lo que los psicólogos quieren decir ordinariamente con esos términos. Es importante ser claro sobre cuál es esa diferencia. La cuestión gira aquí en torno a la denotación que Dewey asigna a los términos “significado” y “cognición” o “conocimiento”, primariamente, pues conciencia o conocimiento de la percepción no es necesariamente cognitivo en el sentido de Dewey. Contrariamente a las explicaciones psicológicas usuales, sensación y percepción no son aprehensión de cualidades en un tema de discusión inmediato. Son discriminaciones hechas dentro de una experiencia total que se presupone haber tenido en su totalidad antes de hacer estas discriminaciones. Además, no son la “materia prima” del pensamiento o el propósito en el sentido de que aporten una conciencia “interna” (ni mucho menos un intelecto) con información inmediata sobre cosas “externas”. “Nunca ningún conocimiento es inmediato” (EAN, página 322), dice Dewey y en esta ocasión incluye tanto a la sensación como a la percepción en el término “conocimiento”. Pero si se toma “conocimiento” estrictamente con el significado de cognición, tanto la sensación como la percepción como sucesos, en su existencia inmediata son extrínsecos a la cognición. Aunque prerrequisitos al conocimiento en el sentido estricto, son en su inmediación

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Punto e

meramente tenidos y no en sí mismos inmediatamente conocidos.

Sensaciones (o sentidos) son impresiones en la sensación que aparecen en la experiencia. Pero también son sucesos cualitativos, capaces de referencia objetiva. En ese sentido son también una clase de significados:

Son una clase de significados que incorporan los resultados de la naturaleza de la investigación experimental elaborada al seguir dependencias y relaciones causales. Esta investigación depende de la posesión previa de un sistema de significados, teorías físicas de la luz, sonido, etc. y del conocimiento de las estructuras y funciones nerviosas (EAN, página 326, se ha añadido la cursiva).

Es decir, sus significados son percibidos en términos de hábitos ya formados. La percepción, que es la conciencia o conocimiento de la percepción, es el mantenimiento de objetos, no de sucesos en su inmediación. Los objetos son sucesos con significados, sucesos como significando algo distinto de lo que ellos mismos son. Dicho al revés, los significados son relaciones de objetos, no cualidades de una materia prima inmediata. Además, están condicionados por los hábitos previos.

Las sensaciones tal como aparecen en la conciencia, son así percepciones o significados percibidos. Pero las percepciones son cognitivas sólo cuando se usan. Cuando se las “trata como una indicación de condiciones que implican a otras como consecuencias aún no percibidas además de la propia percepción. Que una percepción es verdaderamente cognitiva significa que su uso o tratamiento activos va seguido de consecuencias que encajan apropiadamente en las otras consecuencias que siguen independientemente de su ser percibido” (EAN, página 323). El examen de las consecuencias revela también la invalidación cognitiva de una percepción.

Descubrir que una percepción o una idea es cognitivamente inválida es encontrar que las consecuencias que siguen a actuar sobre ella enreda y confunde las otras consecuencias que siguen a las causas de la percepción, en lugar de integrarse o coordinarse armoniosamente con ellas (EAN, páginas 323 y 324).

De ahí que las causas así como las consecuencias de la percepción van a ser comprobadas, pues estas son las condiciones de la propia percepción. Y esta comprobación es de lo que se ocupa la ciencia:

La técnica especial de la investigación científica podría definirse como consistente en procedimientos que hacen posible percibir el acuerdo o desacuerdo eventual de los dos conjuntos de consecuencias. Pues la experiencia demuestra que es posible que exista una gran disparidad entre ellos y con todo el conflicto no se perciba o que sea descrito como carente de importancia (EAN, página 324).

Es decir, el conflicto podría no ser percibido meramente escrutando el significado respectivo, pues el significado (o percepción) de un caballo y de un centauro no difieren como percepciones; su validez o invalidez cognitivas

no es una cuestión de diferencia intrínseca en las dos percepciones, cuya inspección de los dos estados de conciencia como tales puede incluso aclarar; es un asunto causal, aclarado mientras investigamos los antecedentes y consecuentes causales de los sucesos que tienen los significados (EAN, página 321).

Volveremos a esta cuestión de las condiciones de la percepción.

Entretanto debe observarse que la filosofía también tiene mucho que decir en este terreno de los significados y consecuencias.

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Punto e

La filosofía debe observar explícitamente que el negocio de la reflexión es tomar los sucesos que aparecen brutalmente y nos afectan brutalmente, para convertirlos en objetos mediante deducción como sus consecuencias probables. Estas son significados imputados a los sucesos en consideración. En caso contrario, la filosofía se encuentra sin esperanza en un callejón sin salida. Pues aparte de hacer distinción entre sucesos y objetos, no tiene manera de diferenciar los significados cognitivos de los estéticos y literarios, y dentro de los significados cognitivos no tiene manera de distinguir lo válido de lo inválido (EAN, página 325).

Pues si alguien achaca un propósito cognitivo intrínseco a todas las percepciones o formas de conocimiento en lugar de definir la propia cognición en términos de los antecedentes y efectos, como hace Dewey, afirma que no hay manera de distinguir la imagen despierta como signo de “realidad” del sueño. En cambio, la filosofía concebida así apropiadamente, evita los problemas epistemológicos del idealismo y del realismo epistemológicos. En el caso de Dewey,

la filosofía sólo tiene que establecer, hacer explícita, la diferencia entre sucesos que son desafíos para el pensamiento y sucesos que se han enfrentado al desafío y por consiguiente poseen significado. Sólo tiene que observar que la pura aparición en el camino de haber, ser o sufrir es la provocación e invitación al pensamiento; buscar y encontrar relaciones no aparentes, de modo que el pensamiento termina cuando un objeto está presente: esto es, cuando un suceso desafiante es dotado de significados estables mediante la relación con algo extrínseco pero relacionado (EAN, página 326).

Entonces, el filósofo casi al igual que el científico, mejor se habría interesado en las condiciones de las percepciones (significados), es decir, en sus causas (antecedentes) y efectos (consecuencias), pues únicamente en estos términos se sabe que las percepciones son válidas. En caso contrario, como demuestra la experiencia (y deberíamos añadir, como Alexander demostró), la gran disparidad que puede aparecer entre percepciones y consecuencias podría no ser percibida, “o si no ser explicada como carente de importancia” (EAN, página 326).

Algo más debe decirse sobre las condiciones de la percepción. “Parte de las condiciones de cualquier percepción, válidas al igual que inválidas, científicas al igual que estéticas, yacen dentro del organismo” (EAN, página 322). No obstante, las condiciones antecedentes, actos y consecuencias “yacen fuera de las percepciones primarias; han de ser buscados y examinados diligentemente” (EAN, página 322). Al encontrarlos, justifican los significados y se tiene el conocimiento o cognición. Pero el proceso empieza por el lado del significado. “No hay conocimiento sin percepción del significado” (EAN, página 322). “No tiene lugar el conocimiento sin un acto manifiesto de tomar y emplear cosas basándose en sus significados” (EAN, página 331). Pero los significados están condicionados en su origen por hábitos orgánicos ya formados. ¿Cómo se llega al fondo de esto? Es decir, ¿cómo se puede estar seguro del significado del examen o de las consecuencias? O lo que es más crítico, ¿cómo se puede estar seguro de los antecedentes?

La respuesta no puede ser, como en la frase popular, que “ver es creer”. Como mínimo la percepción sensorial no está garantizada adecuadamente. Pues si ver y oír, las últimas comprobaciones sobre “el tipo particular de referencia que debería darse a una idea” (EAN, página 335), están condicionados antecedentemente de manera adversa, están a merced de las condiciones objetivas, el control de las cuales es incierto. Dewey ha dicho que

la conciencia, en forma de percepción auditiva y visual es, siempre que es cognitiva, precisamente tanto una cuestión de juicio deductivo, un ejemplo de una manera de tomar y usar significados como lo es cualquier proposición encontrada en la ciencia física (EAN, página 332).

La situación no mejora cuando nos damos cuenta de que la totalidad del organismo psicofísico está en cierto grado implicada en el conocimiento, de forma que, por ejemplo, no hay una distinción real al final entre la percepción de”sensaciones periféricas” y sucesos internos del organismo; “la distinción es la hecha por el pensamiento analítico y clasificador (EAN, página 333). Además,

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Punto e

Las condiciones internas, aquellas del hambre,la circulación sanguínea, las funciones endocrinas, las persistencias de actividades previas, las conexiones de las neuronas abiertas y bloqueadas preexistentes, junto con una multitud de otros factores internos del organismo, entran dentro de la determinación de un suceso periférico. Y tras haber tenido lugar la excitación periférica, su curso subsiguiente no está autodeterminado, pero está afectado literalmente por todo lo que está pasando en el organismo… Una excitación particular no es más que una avalancha de excitaciones que ocurren contemporáneamente, periféricas y desde los propioceptores; cada una ha de competir con las demás, ponerse de acuerdo con ellas; lo que ocurre es una integración de fuerzas complejas (EAN, páginas 333 y 334).

Luego, el conjunto de variables en la génesis y control de las percepciones es vasto y Dewey ya ha dicho que aún no tenemos (al parecer excepto en la técnica de Alexander) un método satisfactorio para su control. Recordemos también que él usaba esta misma ausencia de control para impugnar los descubrimientos de los hombres de ciencia y añadía que podía acelerar la ruina inminente de la civilización.

Tras señalar que una cosa es emplear, “la distinción entre el origen central y periférico de la existencia de esta y aquella idea como parte de la técnica de determinar sus valideces cognitivas respectivas” (EAN, página 341) y por otro lado suponer que la distinción viene dada anteriormente a la conciencia (una idea paralela que parece haber sobornado la ciencia), Dewey observa:

Si el problema se plantea como el de un control más adecuado del comportamiento a través del conocimiento de su mecanismo, la situación se vuelve muy diferente. ¿Cómo deberíamos tratar un significado particular: como un dato averiguado por deducción, como un efecto del hábito independientemente de la condición presente, como un ejemplo de deseo o una consecuencia de la esperanza o el miedo, un síntoma de algún desajuste psicofísico pasado, o como qué? Preguntas como estas son preguntas perentorias en la conducta de la vida… a las cuales debemos encontrar un modo de responder si hemos de lograr algún método para dominar nuestro propio comportamiento similar al que hemos alcanzado respecto al calor y la electricidad, el carbón y el hierro. Y el conocimiento de las condiciones bajo las cuales nuestros significados y modos de tomarlas y usarlas orgánicamente es una porción indispensable de manejar tales cuestiones (EAN, páginas 341 y 342).

Esto implicará indagaciones fisiológicas, cuya materia prima consiste en las estructuras y procesos orgánicos. Esta diferencia en la materia prima no implica ningún problema mente-cuerpo peculiar, más que lo hacen las indagaciones astronómicas. No obstante,

la importancia peculiar de la materia prima fisiológica es que de alguna manera interviene como factor en la aparición de cada significado y cada acto, incluyendo el astronómico y el botánico (EAN, página 342, se ha añadido la cursiva).

Toda conciencia es conocimiento del significado y

la visión de completa separación de la conciencia existencial de la relación con las cosas físicas no puede mantenerse visto lo que se sabe de sus relaciones capaces de ser específicas con las condiciones orgánicas y de la relación íntima y no interrumpida de lo orgánico con los sucesos externos al organismo. Sólo puede mantenerse sosteniendo que la relación de la conciencia en sus diferentes formas con la acción corporal no es natural (EAN, página 343).

Esta “relación de significados con las integraciones orgánico-ambientales (incluidas aquellas de intercambio social)” (EAN, página 344), se tomará en sentido íntegro y literal y el ejemplo de Dewey en la conclusión deja claro que este factor fisiológico que entra en la aparición de cada significado es el hábito orgánico. El ejemplo es el de un hombre al que se ha enseñado que el Sol gira alrededor de la Tierra. Él cree en esta doctrina, está satisfecho con ella y ello afecta su comportamiento.

Las experiencias de consumación pasadas han enseñado al individuo muchas cosas;

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Punto e

le han enseñado qué uniones son agradables y cuáles desagradables. Exactamente igual que las enseñanzas pasadas sobre el Sol y la Tierra han condicionado el comportamiento subsiguiente, han producido modificaciones orgánicas en lo referente al hábito que influye en las reacciones subsiguientes, incluidas las interpretaciones, así mismo con lo que se enseñaba por haber estado implicado en una unión completamente lograda de ambiente y organismo (EAN, página 344, se ha añadido la cursiva).

Luego, inmediatamente, se desarrolla un nuevo elemento:

Aquí también empieza una predisposición en la modificación orgánica; actúa para perpetuar, si es posible, la conciencia de fruiciones y para impedir la percepción de frustraciones e interrupciones inconvenientes (EAN, página 344).

Esta predisposición o sensación que determina los significados (y puede hacerlo así hasta la exageración de la ensoñación y la vida soñada) recompensará una inspección más de cerca. Una vez más esta predisposición o sensación es un hábito orgánico, pero ahora como determinada por la consumación o satisfacción y como tendente a auto-mantenerse basándose en eso.

El organismo, siempre que sea posible, participa a su gusto; su gusto y predisposición están condicionados, en el grado de su susceptibilidad y retentiva, sobre satisfacciones previas (EAN, página 345).

Es también el principio de retención o recuerdo:

Cada percepción o conocimiento, marca un “esto” y cada “esto” siendo una consumación, implica retención y de ahí que contenga la capacidad de recordar (EAN, página 352).

Aquí el contexto parece estar sugiriendo el mismo tipo de cosa que Alexander dijo sobre los hábitos “erróneos”, a saber, que nuestros actos mal coordinados llegan por hábito (o predisposición) a “sentirse correctos”, que si no nos corrigen pensamos que son correctos y que incluso tras ser convencidos intelectualmente de que son erróneos, el viejo hábito aún se siente correcto y tiende a repetirse a la manera antigua.

Es cierto que hay alguna variación en el uso que hace Dewey del término “sentir”, dependiendo del contexto en el que se esté discutiendo la “mente”. Pero en un ser en el que se encuentran el lenguaje y el reconocimiento del significado, sentir siempre se distingue de cognición o saber y, al menos una vez, incluso de “mente” aunque esto parece ser para resaltarlo. (EAN, página 258.) La postura tomada aquí es que cuando Dewey usa el término “sentir” a diferencia de consciencia o cognición, el significado de ese término es aproximadamente (si no exactamente) lo que Alexander quiere decir con “mente subconsciente” o “plano subconsciente”. Esto es, denota la totalidad de los diferentes sistemas de impulsos y hábitos mientras operan fuera del punto focal de la conciencia dirigida, el punto verdadero de rehacer, redirección, reorganización. Esto se indica en algunos de los textos ya citados (véase 5.4 párrafo 49 en adelante) y podrían aducirse más. (Por ejemplo, EAN, páginas 256 a 258; página 267; página 290; página 299.) Quizá el texto más convincente a este respecto se encuentra en Human Nature and Conduct, donde se admite que Dewey está influenciado por Alexander:

La sensación inmediata, aparentemente instintiva de la dirección y el fin de varias líneas de comportamiento es en realidad la sensación de los hábitos que funcionan por debajo de la conciencia directa. (HNC, página 32.)

Una vez más es el contexto lo que sostiene el peso de la afirmación. Inmediatamente antes de esto, Dewey había dicho:

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Punto e

Sólo el hombre que puede mantener una postura correcta tiene la materia prima para formar esa idea de estar de pie enderezado que puede ser el punto de partida de un acto correcto. Sólo el hombre cuyos hábitos ya son buenos puede saber lo que es bueno” (HNC, página 32).

Y sigue la referencia a la psicología de la ilusión y a las observaciones de Aristóteles sobre las percepciones morales incultas del hombre bueno, que ya hemos comentado (véase 4.2 párrafo 94).

Entonces, si nuestra hipótesis es correcta y “sentir” para Dewey denota lo que la “mente subconsciente” hace para Alexander, importantes consecuencias deberían seguir para la teoría de Dewey del conocimiento si se demuestra científicamente que las discusiones de Alexander son correctas. Consideremos primero la afirmación de que la mente subconsciente o equipamiento instintivo está pervertido en el hombre civilizado moderno, ya sea al nacer o muy poco después. En 1923, Dewey parece haber aceptado esta opinión, aunque también hemos indicado que él estaba interesado en que se explorara más la cuestión mediante la técnica usual del procedimiento científico (de laboratorio). En el capítulo de Experience and Nature que hemos estado considerando, en el que nos deriva a las obras de Alexander, parece menos seguro sobre este punto, como vamos a ver enseguida.

Al decir que lo que Alexander quiere decir con la “mente subconsciente” es en muchos aspectos lo que Dewey quiere decir con “sensación”, nos referimos a una similitud material y hemos efectuado una simplificación extrema obvia. Para remediar los defectos de nuestra explicación y llegar aún a nuestra opinión por una ruta corta, debemos observar algunas precisiones de Dewey que no se encuentran en Alexander. (Una de estas influencias es indudablemente Mead. Véase la nota 37.)

La mente, aparte de la conciencia (o aún con más precisión, el “'sitio' o lugar de la mente”) en el individuo orgánico es “las cualidades de acción orgánica, hasta donde estas cualidades han sido condicionadas por el lenguaje y sus consecuencias” (EAN, página 291). Como si dijéramos, bajo la mente o antes que ella, hay “actividades orgánicas y psicofísicas con sus cualidades las cuales son condiciones que han de llegar a la existencia antes que la mente, la presencia y operación de significados, sea posible. Ellas proporcionan a la mente su base y relación en la naturaleza; proporcionan significados con su materia prima existencial” (EAN, página 290). El lenguaje, la comunicación, es la diferencia entre estas actividades orgánicas, psicofísicas y la “mente”, lo “mental”. Pero la mente considerada así es la mente en su “fase estática”, es decir, aparte de la conciencia o conocimiento verdadero. La sensación o tener imágenes son cualidades de acciones parciales de la mente, parciales porque “no están plenamente conectadas a las actividades exteroceptoras y musculares, y de ahí que no sean plenamente completas y manifiestas (EAN, página 292). Más comprensivamente, podríamos decir que la sensación es una acción parcial de la totalidad de los hábitos, impulsos y significados retenidos de conocimientos pasados, cuya acción parcial es preparatoria para el conocimiento. Como los actos orgánicos (de los que son sensaciones), “son un tipo de pre-acción de la mente” (EAN, página 282). Pero a diferencia de los actos puramente orgánicos, las sensaciones tienen significados, aunque sin ser aún significados conscientes.

Las diferencias en cualidades (sensaciones) de los actos cuando se emplean como indicaciones de actos efectuados y como indicadores de sus consecuencias, significan algo. Y lo significan directamente; se tiene el significado como su propio carácter. Las sensaciones tienen sentido; como significados inmediatos de sucesos y objetos, son sensaciones o, más apropiadamente, sentidos. Sin el lenguaje, las cualidades de la acción orgánica que son sensaciones, son dolores, placeres, olores, colores, ruidos, sonidos, sólo potencialmente. Con el lenguaje son discriminados e identificados. Entonces son “objetivados”: son rasgos inmediatos de las cosas (EAN, páginas 258 a 259).

Luego, las sensaciones como discriminaciones de sucesos orgánicos, también quedan cubiertas por el término “sensación”. Entonces, las sensaciones resultan ser intermedias entre la acción orgánica pura y la actividad consciente. Difieren de lo orgánico en que han adquirido significado a través del lenguaje. Difieren del conocimiento consciente en que no son significados en cognición verdadera, enfocados en una situación problemática. Pero como directivas de acción por debajo

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Punto e

del “plano de la conciencia”, se parecen a los “instintos”de la mente subconsciente de Alexander.

Ahora, las sensaciones y las acciones orgánicas son continuas con el “mundo exterior” y además, “el pensamiento es consecutivo naturalmente con las funciones biológicas” (EAN, página 279) y el mismo hecho del lenguaje que es intrínseco a ambos, pensamiento y sensación, coloca todas estas operaciones en un contexto social. El propio lenguaje es un efecto, no una causa de la comunicación para Dewey. (Véase EAN, páginas 292 y 299.)

Como los actos orgánicos y sensaciones particulares operan dentro de una estructura de hábitos y están condicionados por los últimos, se sigue que los hábitos son los determinantes últimos de los actos orgánicos y sensaciones particulares. Dewey a menudo ha dicho todo eso. De nuevo, como los hábitos psicofísicos son la “materia prima” de la cognición y proporcionan pensamiento con su continuidad con el entorno físico y social, parece que no hay forma de escapar a la conclusión de que si hay “perversión” en nuestros hábitos de acción orgánica y sensación, entonces nuestro pensamiento (nuestros juicios no sólo de nosotros mismos, sino de todo) debe necesariamente estar pervertido en la misma extensión. Y Dewey también ha sugerido esto. (Véase 5.3 párrafo 34 en adelante.)

Sabemos que Alexander resueltamente mantuvo su afirmación de que los instintos y las percepciones sensoriales de todos o los más modernos seres humanos son “erróneas” y que consecuentemente, se nos ha privado de nuestra herencia de integración y coordinación. Al repetir esta tesis, Dewey está satisfecho de utilizar “nosotros” y “nuestros”, reprimiendo el compromiso sobre cuán ampliamente se extiende el pronombre. No obstante, en Experience and Nature parece deseoso de tomar en consideración la proposición de que la acción instintiva al nivel más simple, logra ajustes que en general son satisfactorios, aunque de nuevo su significado preciso no está claro. Hablando de los ajustes de “sentido común”, dice:

Ciertas integraciones orgánicas han de aparecer si la vida ha de continuar. Se debe tener sustento; debe mantenerse alejados a los enemigos destructivos; debe aprovecharse la ayuda de los demás. Significados e ideas relacionados con estos ajustes orgánico-ambientales se hacen con éxito y dentro de los límites en que se hacen ordinariamente, o la vida cesa (EAN, página 346).

Dicho así, la concesión es tal que incluso Alexander tendría que hacerla, visto el hecho de que la gente continúa viviendo. Pero enseguida Dewey va un poco más lejos:

Gradualmente, se descubre la técnica implicada en hacer ajustes orgánico-ambientales ordinarios y se vuelve capaz de extensión a casos donde previamente ha reinado el antojo. Un terreno de ideas cada vez más grande se vuelve susceptible a la referencia objetiva analítica, con la promesa de una validez aproximada. El secreto de este control radica en las maneras de participar el organismo en el curso de los acontecimientos. En el caso de necesidades simples y entornos simples, las estructuras orgánicas existentes prácticamente refuerzan la participación correcta; el resultado es la llamada acción instintiva. Dentro de este rango, las modificaciones sufridas por el organismo modelan los principales hábitos efectivos (EAN, página 347).

Naturalmente que es posible que Dewey esté pensando aquí en los ajustes comparativamente simples que son demandados por la vida de los individuos en “entornos simples” que no forman parte de la civilización moderna altamente compleja. Esto explicaría el contraste que sigue inmediatamente:

Pero la preparación orgánica para situaciones variadas que tienen muchos factores y consecuencias de amplio alcance no se logra tan fácilmente. La participación efectiva depende aquí del uso de condiciones externas al organismo, las cuales complementan los factores estructurales; a saber, herramientas y otras personas, mediante el lenguaje hablado y registrado. Así, el contrafuerte último de la ortodoxia de todas salvo las ideas más simples consiste en aplicaciones objetivas acumulativas y artes de la comunidad, no en nada encontrado en la propia “conciencia” o dentro del organismo (EAN, página 347).

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Punto e

En ausencia de ejemplos concretos de lo que quiere decir con estos dos entornos, en uno de los cuales “ las estructuras orgánicas existentes prácticamente refuerzan la participación correcta” debido a las necesidades simples y los entornos simples que interaccionan, y en el otro del cual “la preparación orgánica” no se logra tan fácilmente debido a factores complejos, hemos sugerido que él está contrastando la vida civilizada compleja con algo más próximo al “estado de la naturaleza”. Hemos insinuado también que Dewey parece estar reteniendo el asentimiento completo a la proposición insistente de Alexander de que prácticamente todos los hombres que viven vidas civilizadas están mal coordinados desde el principio y que las condiciones civilizadas agravan progresivamente esta mala coordinación. También hemos sugerido una razón para esta reserva de juicio, a saber, que Dewey estaba ansioso por tener más confirmación convencional (es decir, técnica, estadística) de esta proposición que Alexander ha proporcionado. El informe del Sr. Frank de la aprobación de Dewey de un proyecto conjunto a ser llevado a cabo por los Alexander y el personal de una escuela de Medicina para ver lo pronto que los bebés “estropeaban la relación cabeza-cuello”, aunque en fecha posterior a Experience and Nature, aumenta esta impresión. Naturalmente, es cierto que lo que implica el relato del Sr. Frank es que la idea original de Dewey era en gran parte hacer la comunicación (y así la convicción) posible para aquellos diestros en técnicas reconocidas. (Véase 5.1 párrafo 34 en adelante.)

No obstante, hay aún un documento posterior en el que el mismo asunto de la indagación científica técnica del tema aparece sin ningún tono de apología. Es una carta de Dewey al Dr. Jones del 8 de diciembre de 1949 en la que hace sugerencias concretas concernientes a asuntos a incluir en un estudio técnico del trabajo de Alexander. (Las sugerencia es que el Dr. Jones envíe sus registros de miografías y su procedimiento al Instituto Rockefeller, con la solicitud de una beca.) Estas recomendaciones tienen que ver con el contenido de un informe a una fundación dispuesta a subsidiar tal proyecto. Tras listar asuntos tales como registros de miografías, estudios comparativos de “personas que han sido sometidas al tratamiento de Alexander” e “individuos y animales seleccionados arbitrariamente”, Dewey añade algunas observaciones que añaden plausibilidad a nuestra interpretación de sus observaciones en Experience and Nature.

Podría estar bien sugerir que más tarde ellos serían capaces probablemente, de obtener registros de gentes incivilizadas, digamos, negros sudafricanos que no han estado sometidos a las tensiones de la “civilización”. Cuando yo estuve allí, me impresionó el porte extraordinariamente elegante de estos salvajes, hombres y mujeres, llevando las últimas grandes cargas sobre la cabeza largas distancias con equilibrio perfecto y facilidad. Hay mujeres negras en Jamaica que llevan sobre la cabeza cargas de leche desde la cima de una montaña hasta el hotel Montago Bay, por una ruta tan empinada que los coches no pueden subirla… (Carta de Dewey al Dr. Jones del 8 de diciembre de 1949.)

No es difícil comprender que cargar pesos equilibrados sobre la propia cabeza incluso bajo condiciones físicas adversas es un simple “ajuste orgánico-ambiental”, comparado con las tareas impuestas sobre los hombres en las condiciones modernas civilizadas, tales como dirigir un banco o administrar los asuntos de una nación.

No obstante, esté Dewey o no en el pasaje citado de Experience and Nature contrastando los ajustes hechos en ambientes primitivos y en condiciones civilizadas, respectivamente, algunas características muy notables aún permanecen. Pues incluso si no está concediendo fiabilidad a “la llamada acción instintiva” y en “los principales hábitos efectivos” a las ideas más simples en el caso del hombre civilizado, es sorprendente que en un capítulo donde se nos ha remitido a los libros de Alexander por segunda vez, él deje este punto en duda. La discusión puede ser (y presumiblemente usualmente es) leída sin tomar nota del contraste que se nos sugiere que está implicado. En este caso, se ve a Dewey como negando por implicación la tesis más fundamental de Alexander: que el sumamente más simple de los ajustes del hombre del que dependen todos los demás, es en el caso de todos o la mayoría de los hombres civilizados insatisfactorio e infructuoso, y la causa de sus males físicos, mentales y morales. Pero tanto antes como después de escribir Experience and Nature, como hemos visto, Dewey se expresó de acuerdo con el principio de Alexander.

Que el punto no está siendo elaborado aquí debería ser evidente por la observación final que hace Dewey antes de pasar a otra cuestión. “Así, el contrafuerte

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Punto e

último de la ortodoxia de todas salvo las ideas más simples consiste en aplicaciones objetivas acumulativas y artes de la comunidad, no en nada encontrado en la propia 'conciencia' o dentro del organismo” (EAN, página 347). El lenguaje (significados), hábitos, conducta, ética y los juicios correctos están para Dewey socialmente determinados. Pero las “herramientas y otras personas,… aplicaciones objetivas acumulativas y artes de la comunidad”, los cuales constituyen el aspecto social del comportamiento son complementos de los factores estructurales. Los “medios por los cuales” del juicio correcto están en el lado del organismo psicofísico. Si hay “perversión” en la raíz del factor último de la acción inteligente y si esta perversión es una condición generalizada entre el hombre civilizado, nuestro mundo es ciertamente “Un mundo enfermo”. Pero Dewey aún duda en insistir en esto en Experience and Nature, con todo y ser una consecuencia inevitable de todo lo demás que él dice, si la tesis de Alexander es científicamente válida.

5.6 Punto f

Anteriormente hicimos la pregunta de cómo se llega al fondo del problema de encontrar una prueba (quizá la prueba) para garantizar los significados. (Véase 5.5 párrafo 18 en adelante.) Dewey encuentra la garantía de significados en las condiciones antecedentes y las consecuencias de la idea, con el peso en las consecuencias, la resolución, resultado o consumación. Es decir, una idea es verificada o “garantizada” mediante sus consecuencias efectivas cuando y sólo cuando, ocurren de verdad. Este es un principio constante de Dewey. Pero la percepción, concienciación y por lo tanto las propias ideas son modificadas por las condiciones antecedentes que las originan. Estas condiciones son psicofísicas (orgánicas) al igual que ambientales (físicas y sociales).

En “A Naturalistic Theory of Sense Perception” (1925, NTS), Dewey dice:

La percepción no afecta o infecta la naturaleza de las cualidades percibidas, aunque los órganos sensoriales y sus conexiones estructurales, que son los medios de percibir, sí afectan las propiedades de la cosa producida… No hay nada único o peculiar en este hecho. Lo mismo ocurre en cualquier secuencia natural cuando los rasgos de una consecuencia son relacionados con los rasgos de los antecedentes que interaccionan (NTS, página 189).

Luego, cuando hablamos de cualidades “sensoriales”, el adjetivo no se refiere al acto de percibir en sí ni a las propias cualidades, “'sensorial' designa una condición importante de su aparición (es decir, de las cualidades), no un componente de su naturaleza” (NTS, página 189). Pues aunque “según la teoría naturalista, toda percepción es una y la misma” (NTS, página 189), “en cada caso el acto y sus consecuencias son modificados por los rasgos de los órganos y medios que están involucrados” (NTS, página 188).

En el artículo del que está sacada la cita anterior, que es contemporáneo a Experience and Nature y por tanto ligeramente posterior a la Introducción a El control consciente y constructivo de Alexander, Dewey dice que las variaciones en las condiciones bajo las cuales aparecen las cualidades, o son percibidas, sí que afectan a la cosa u objeto percibido, pero “no conciernen a la naturaleza de la percepción, la conciencia o el conocimiento” (NTS, páginas 188 y 189). Las diferencias en la percepción misma son introducidas por la materia factual y las condiciones bajo cuyas cualidades o sucesos aparecen, pero “el efecto de las condiciones sensoriales y otras orgánicas sobre las cosas particulares que percibimos no crea un problema como en la naturaleza de la percepción como tal” (NTS, nota de la página 190). Dewey ilustra esto con ejemplos:

La diferencia entre un objeto percibido mediante los sentidos y un objeto recordado mediante alguna otra estructura orgánica es compatible con la diferencia entre dos cosas concretas cualesquiera, digamos, entre un gato y un perro, tierra y agua. La diferencia es de la materia factual, teniendo la “presentación sensorial” como materia una cosa en alguna relación espacial presente y la presentación memorial esa misma cosa en una relación temporal pasada específica (NTS, página 190).

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Punto f

Lo mismo es cierto para el

contraste de las cosas presentadas como objetos “conceptuales” (o determinados reflexivamente) para diferenciarlos de los objetos “sensoriales”… La diferencia entre colores, y digamos, las alteraciones electromagnéticas es una diferencia de hechos específicos en uno y el mismo mundo de objetos, comparable de nuevo a la diferencia entre tierra y agua como objetos de percepción (NTS, página 190).

La percepción y la reflexión mismas, como procesos, son uniformes.

No nos pararemos a preguntar qué problemas metafísicos surgen por esta opinión, ni si son respondidos en este ensayo consistentemente con lo que Dewey dice en otras partes en este momento sobre percepción y cognición. Lo que nos concierne inmediatamente es cómo la validez cognitiva de un acto concreto de percepción de una materia condicionada por factores orgánicos (factores “sensoriales”) puede ser examinada y corregida. Por sus consecuencias reales observadas, se nos ha dicho repetidamente. Pero si las condiciones de la percepción pueden alterar las cosas percibidas y las propiedades de la cosa producida en el acto de percepción directa (el objeto), y si las sensaciones y percepciones son la “materia prima” o materia de actos dados cualesquiera de pensamiento reflexivo, entonces las propias operaciones de examen deben estar sujetas al mismo tipo de condicionamiento antecedente. ¿Qué examina al examen?

El problema es complejo y las soluciones de Dewey no siempre parecen uniformes, pero su tratamiento de la ilusión tradicional de la “varilla curvada” en este artículo nos lleva de vuelta al territorio de Alexander. La pregunta surge en relación con la localización específica de un objeto.

Todo libro de Psicología está lleno de ejemplos del hecho de que la localización específica no es inherente o intrínseca, pero tiene que ver con el comportamiento verdadero o potencial de un organismo al efectuar un curso de acontecimientos. La localización de la varilla que está en el aire se relaciona con cierto hábito de alcanzar y manejar. Este hábito al estar adaptado a cierto medio, no funciona correctamente cuando la refracción de la luz aparece bajo condiciones inusuales. Tiene lugar un acto erróneo, ineficiente, inadaptado. Cuando el hábito se rehace, la localización específica tiene lugar correctamente (NTS, páginas 199 y 200).

En este caso, los factores condicionantes próximos al objeto percibido son, por parte del organismo, hábitos motores adquiridos previamente. Dewey continúa:

No parece haber ningún otro misterio en los casos que son empleados frecuentemente para demostrar que algunos objetos de percepción son de naturaleza mental. Cualquiera que aprenda a usar un microscopio o incluso un espejo, aprende que la localización específica es una cuestión práctica, no una existencial literal y que las condiciones inusuales de la coordinación de los actos de ver y alcanzar ocasionan dificultad de localización hasta que se establece un nuevo hábito. Luego, que ciertas imágenes de luz no puedan ser localizadas en el espacio significa sólo que el acto práctico de alcanzar y agarrar en su caso, no encaja sin trabajo y práctica dentro de los sistemas establecidos de hábitos que acostumbradamente determinan la situación, residencia o lugares de negocio, siendo los últimos física y literalmente una interacción compleja, que cubre un basto campo (NTS, página 200).

Los principios que funcionan aquí ya nos son familiares de lo que hemos visto de Human Nature and Conduct. Las sensaciones y actos particulares de percepción no pueden aparecer salvo contra un fondo de hábito. El hábito es previo al acto y lo condiciona. Para cambiar el acto, debe cambiarse primero el hábito. Y se nos recuerda además que el nuevo hábito debe, con trabajo y práctica, encajarse dentro de otros sistemas establecidos de hábitos (él menciona las coordinaciones motoras y visuales en su ejemplo) para que la operación de localizar una cosa pueda “volver a tener lugar correctamente”.

El pequeño segmento de percepción sensorial (percepción mediante la sensación) y su corrección o validación que Dewey ha presentado aquí parece a primera vista ser un caso simple y suficientemente convincente, pero lo demás que dice nos recuerda que la cuestión no ha quedado completamente establecida, ni mucho

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Punto f

menos respondida. Hemos presentado evidencia hasta ahora de que entre la escritura de Human Nature and Conduct y Experience and Nature (y el artículo acabado de citar), Dewey no cambió de opinión sobre que Alexander tenía razón substancialmente en sus descubrimientos experimentales sobre “percepciones sensoriales” y al menos en algunas de las conclusiones que sacó de ellos. Las investigaciones experimentales de Alexander le habían convencido de que el factor condicionante básico de la percepción sensorial por parte del organismo es el hábito que regula la orientación de las partes del propio organismo entre sí y en el espacio. Para él era básico que ello condicionaba todos los demás hábitos y por lo tanto, todos los demás actos de percepción en algún grado. Es más, él lo consideraba el hábito subyacente a todos los demás hábitos, los cuales más tarde habían de formarse en sus términos (dentro de él, por así decir) como la condición fisiológica necesaria para la integración de todos los hábitos y operaciones. Además lo postuló como el prerrequisito de la “sensación”, pensamiento y conducta moral correctos. Era este hábito o mecanismo fundamental el que él más tarde (probablemente aún no en 1925) llamó el “control primario del uso”. Sabemos también que él pensaba que su experiencia y observación respaldaban la proposición de que en el hombre civilizado moderno este hábito básico estaba “viciado” o “pervertido”, causando la consecuente alucinación en la percepción, particularmente de los actos propioceptivos. Habiendo visto que hay razón para dudar de si Dewey estaba convencido en el terreno científico adecuado de que esta condición de “cinestesia pervertida” era tan universal como Alexander mantenía, debemos ahora indagar si Dewey da evidencia de que él consideraba el control primario de Alexander o el mecanismo integrador básico también garantizado científicamente.

Debido a sus consecuencias, esta cuestión de si hay o no un control primario del uso en la actividad humana está íntimamente relacionada, e incluso se solapa, con la precedente de la corrección de las percepciones sensoriales erróneas en un acto o área particulares. Al señalar antes que en su análisis y solución del problema de la “varilla curvada”, Dewey había elegido sólo un pequeño segmento de percepción sensorial y no había expuesto completamente la cuestión, sugeríamos esto. El ejemplo concierne a la relación del organismo psicofísico respecto a un objeto que no forma parte integramente de sí mismo. La relación estaba representada como alterada por el carácter parcial delos hábitos adquiridos por una etapa de la sensación y la corrección se describía como hecha mediante la puesta en juego de otras etapas, pero aun parciales, de auxilio a la sensación efectuando una reconstrucción de los hábitos de ambas etapas en una integración más amplia. Dewey no decía nada en esa ocasión de las “guerras civiles” que podrían estar causadas por la relación de esta nueva integración a otros sistemas de hábitos ya establecidos en el individuo. En otras palabras, no hay nada que disipe la impresión de que esta ilustración es un ejemplo de hacer reparaciones en un sistema particular o en sistemas que manejan objetos externos, sin la necesaria referencia a la totalidad del sistema de hábitos y aún menos a un factor controlador último en función del cual sólo la integración afortunada o la reintegración de todos los hábitos y sistemas de hábitos, puede efectuarse. Podría objetarse que la ocasión del ejemplo de Dewey no ofrece ninguna oportunidad a alusiones relevantes a tal control primario y que el argumento del silencio no ofrece apoyo a conjeturas como la de si Dewey estaba o no convencido de la existencia del control primario de Alexander. La objeción podría tener algo de fuerza si la teoría de Alexander fuera diferente de la que es y si Dewey no hubiera respaldado tan completamente el trabajo de Alexander tanto basándose en su conocimiento psicológico y filosófico como en su propia experiencia con ese trabajo.

No necesitamos recurrir a la cuestión de que explicar la reconstrucción de los hábitos que implican a la locomoción y el alcance, así como a la coordinación con la actividad visual, sin ninguna referencia al principio que da sentido a la reconstrucción y coordinación, no es consonante con las ideas de Alexander. Más significativa aunque aún negativa, es la consideración de que el título del artículo del que se toma la ilustración anterior, es general: “The Naturalistic Theory of Sense Perception” (Teoría naturalista de la percepción sensorial), y además no muestra trazas identificables de Alexander; ciertamente nada de su principio positivo básico. Cuando retrocedemos a las referencias en Experience and Nature, cuya abundante infusión alexandrina hemos examinado, aparece el mismo fenómeno curioso, o mejor, no aparece. No hay nada que pueda interpretarse como indicador de un “control primario del uso” o de la función denotada por los equivalentes de este último término. Lo mismo es cierto para Human Nature and Conduct. El principio positivo básico también está ausente allí. Exponemos como opinión propia que tal silencio puede difícilmente ser accidental y que la explicación de esta evitación de compromiso explícito con un principio o mecanismo

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Punto f

único y último de integración psicofísica es la ya dada anteriormente de manera más general. (Véase 5.2.) Dewey era renuente en una obra pública y profesional, a suscribir y emplear un principio fisiológico y psicofísico que aún no había sido establecido de manera “pública” y comunicable, aun cuando él mismo estaba “científicamente” convencido de ello por el examen de sus consecuencias en su experiencia personal. Comunicación y participación, lo social como categoría que lo incluye todo, constitutivos por igual de ciencia, parecería que habían hecho surgir un dilema crucial para Dewey en lo relativo al principio básico de Alexander y sus consecuencias. Debe ahora decirse algo para indicar los esquemas de este dilema.

Si resumimos algunos de los asuntos que ya hemos examinado y los complementamos ligeramente, el problema queda a la vista inmediatamente. En su Introducción a El control consciente y constructivo, Dewey declara inequívocamente que “el principio” está sólidamente establecido en el terreno científico, porque está validado por el examen de las consecuencias que Alexander ha demostrado que surgen de ese principio y no de otro. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.) Dewey no pone nombre o identifica de otra manera el principio, pero dice que concierne a nuestra percepción sensorial y nuestro juicio de nosotros mismos y de nuestros actos. Dice además que forma nuestro criterio de rectitud y que es “el factor que interviene en todos nuestros actos y pensamientos.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 2.) Otra vez, leemos que aunque Alexander “se ha mantenido lejos de crear un impresionante espectáculo de terminología científica y técnica de Fisiología, Anatomía y Psicología. Esa carrera también habría sido fácil y un método seguro de atraer seguidores.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 10.) El censo final es que, tras estudiar el método en la práctica real durante varios años, Dewey se aventuraría “a decir que [Alexander] ha aplicado a nuestras ideas y creencias sobre nosotros mismos y sobre nuestros actos, exactamente el mismo método de experimentación y producción de nuevas observaciones sensoriales, como pruebas y medios de desarrollar el pensamiento, que han sido la fuente del progreso en las ciencias físicas” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 13).

A Randolph Bourne, Dewey le había declarado cinco años antes:

El principio positivo del Sr. Alexander es, en efecto, una educación que integrará las funciones ahora tan desastrosamente divididas. El principio es experimental; puede ser defendido y hecho inteligible en un libro; la demostración está en hacerlo. La idea que el lector puede extraer del libro no será más que una más o menos clara “intuición”. Como R. B. dice, lo que es una intuición con el Sr. Alexander es insinuar que él es o bien el más auto-engañado de los mortales o que es un deliberado charlatán de primera magnitud. El talento que presenta un principio que reclama ser uno de control consciente, como si fuera un asunto de intuición personal, no es un talento que yo envidie a R. B. (Réplica de J. Dewey a una crítica a HSH, The New Republic, XV, nº 184, página 55, 11 de mayo de 1918, párrafo 2.)

Dos semanas después, en su carta (del 22 de mayo de 1918) a un antagonista sin identificar, Dewey resumía el asunto de la comunicabilidad en el caso del principio de Alexander con estas palabras:

… me doy cuenta de que para usted esto es probablemente una cuestión de argumentación y opinión, mientras que con el Sr. Alexander y aquellos que han tenido la buena fortuna de introducirse en su principio o método, es una cuestión de pura realidad; él es la única persona que yo he conocido o de la que he sabido, que sabe de lo que está hablando en el sentido en el que un ingeniero competente sabe cuando está hablando sobre su especialidad. (HSH, Otra carta de J. Dewey, último párrafo.)

En ambos casos el asunto parecería ser la necesidad de tener de verdad la experiencia, como la dirigió el Sr. Alexander. La alternativa ofrecida por el lector “ajeno”, es decir, uno que hace uso de los medios usuales de comunicación, es tener una “intuición” que los contextos sugieren que no es científica.

Con o sin intuición personal, al lector que examina los libros de Alexander para los que Dewey ha escrito Introducciones, no le queda duda de cual es el principio positivo y primario, en la medida en que puede ser descrito con palabras. Es la relación fisiológica dinámica llamada más tarde control primario, del que fluyen

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todos los efectos deseables sensoriales y demás cuando es restablecido como hábito. Pero las nuevas experiencias sensoriales resultantes son de una clase totalmente diferente de la de aquellas tenidas previamente. No puede haber discusión sobre que el propio Dewey conocía la imposibilidad virtual de comunicar con palabras esta experiencia sensorial revisada a cualquiera que no la haya tenido él mismo. Por ejemplo, él discute esto al principio de su Introducción a El control consciente y constructivo:

… es difícil para cualquiera comprender toda su fuerza sin haber tenido una verdadera demostración práctica del principio funcionando. E incluso entonces, como sé por propia experiencia, su completo significado va asentándose en uno lentamente y van descubriéndose nuevos significados continuamente. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 1.)

… sólo cuando los resultados de las clases del Sr. Alexander han cambiado la percepción sensorial que uno tiene y han proporcionado un nuevo nivel, de forma que las condiciones antigua y nueva pueden compararse, uno alcanza la fuerza concreta de su enseñanza… es esto lo que hace prácticamente imposible para cualquiera llegar hasta él, al principio, con otra idea en el fondo que la de obtener algún alivio o remedio específico. (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 3.)

Es más, en la Introducción a El uso de sí mismo, Dewey añadió que la reeducación de la percepción sensorial resultante de la aplicación del control primario (ahora identificado así y relacionado con el trabajo de Magnus) añade una nueva cualidad al conocimiento mismo: que le permite a uno “saber en el sentido pleno y vital de la palabra” y que “cualquiera que haya tenido experiencia de la técnica lo 'sabe' a través de las series de experiencias vividas personalmente. Este solo hecho basta para probar el carácter auténticamente científico de las enseñanzas y descubrimientos del Sr. Alexander.” (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 5.) Y ni siquiera esto es todo, como hemos visto, pues es también aquí donde Dewey declara que en el estudio de este trabajo,

encontré las cosas que yo “sabía”, en el sentido de creencia teórica, por la Filosofía y la Psicología, trasmutadas en experiencias vitales que dieron un sentido nuevo al conocimiento que tenía de ellas. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 7; se ha añadido la cursiva.)

No hay forma de escapar a la conclusión de que el establecimiento del control primario y sus consecuencias en un individuo le proporciona un nuevo tipo de conocimiento, no comunicable a aquellos que no han tenido esta experiencia, pero el cual por sí mismo es garantía suficiente para establecer que es genuinamente científico el proceso o técnica con el que se hace posible. Es cierto que Dewey había insistido en el carácter científico del método por el cual Alexander llegó a sus conclusiones e inventó su técnica; que había cumplido los requisitos de la investigación científica válida. Dewey identificó estos requisitos o etapas en el procedimiento de Alexander en lo que podríamos llamar una manera pública, como ya hemos visto. Pero la indagación termina en una experiencia e incluso en una clase de conocimiento que no puede así ser identificado públicamente, ni comunicado excepto por y a aquellos que ya han tenido la experiencia y el conocimiento en cuestión. Luego, la conclusión sería que la técnica de Alexander y sus resultados pueden ser válidamente declarados científicos sólo por aquellos que los han experimentado. El propio instrumento no sólo forma parte de la investigación, sino que en cierto sentido es su efecto.

Entonces, aquí hay un dilema, al menos en parte. Si la cualidad de ser público y comunicable es esencial para el conocimiento científico y si, recíprocamente, el conocimiento “privado” (certeza) o “intuición” en el sentido derogatorio nunca es científico, debe ocurrir una de las dos cosas para que la teoría y práctica de Alexander sean ampliamente aceptadas como científicas. O bien el público debe ser agrandado para ajustarse a la teoría,o bien la teoría debe ser agrandada para ajustarse al público. Es decir, o bien el método debe ser adoptado universalmente como elemento básico de la educación (y sabemos que esto es lo que Dewey imaginaba) o bien deben encontrarse algunos medios de comunicación que comuniquen la experiencia relevante al menos análogamente, digamos, mediante la reducción de las funciones implicadas a los conceptos establecidos de Anatomía, Fisiología y Psicología.

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La última alternativa,incluso de lograrse con éxito, no resolvería el problema. Pues aunque la descripción técnica adecuada de los descubrimientos y el procedimiento de Alexander fueran encontrados o encuadrados con el conocimiento técnico establecido en los campos científicos relevantes, esto no constituiría aún la tesis de Alexander como científica, ya que la experiencia directa de la técnica queda fuera de tal descripción. Esto proporcionaría, en palabras de Dewey, sólo la prueba “mediante evidencia externa”, como la proporcionada por el trabajo de Magnus. (USM, Introducción de J. Dewey, párrafo 5. Véase 5.2 párrafo 6.) No obstante, encontramos a Dewey activamente interesado en obtener, promover y animar la investigación técnica mediante las técnicas de laboratorio especializadas de las ciencias acabadas de mencionar. En cambio, encontramos a Alexander mostrando poco o ningún interés en el fomento de tal investigación especializada, excepto en tanto en cuanto contribuyera el reconocimiento y divulgación de su descubrimiento, una actitud que Dewey a veces encontraba extremadamente molesta. Pasando por alto los factores personales que ciertamente estaban presentes, no se puede criticar demasiado duramente a Alexander por su actitud hacia la técnica científica especializada. Desde su propio punto de vista, el planteamiento científico era parcial e incluso partitivo, así que por su naturaleza a él le parecía que perdía la experiencia integral que él reclamaba haber descubierto. Lo dijo en más de una ocasión y aceptando sus premisas debe concederse que su conclusión es lo bastante válida lógicamente.

Volviendo a Dewey, debemos aventurar algunas razones de que siguiera aquí el curso opuesto a Alexander, o lo que parece ser así. Lo primero a observar es que lo que Dewey esperaba de los científicos no era ni el descubrimiento ni la explicación técnica de una función o una experiencia que ellos no tenían. Alexander se había ocupado del descubrimiento. La segunda alternativa no habría sido científica. En todos los casos de cooperación proyectada entre científicos y los Alexander conocidos por el escritor, los científicos iban a haber hecho demostraciones o en mayor o menor extensión, clases de la técnica de Alexander, de modo que la investigación pudiera proceder en el campo corriente a ese respecto. Más tarde, Dewey estuvo impaciente por que aquellos cualificados en la técnica llevaran a cabo trabajo científico independientemente de los propios Alexander, como en el último trabajo del Dr. Jones.

Establecido este concubinato, el dilema desaparece de la investigación. Pero aún debe preguntarse qué podía esperarse de los resultados. Pues incluso si los hombres equipados científicamente y también reeducados según el principio de Alexander estaban así capacitados para analizar y describir la función con autoridad científica, el problema de la comunicación inteligible, incluso con otros científicos si no habían experimentado ellos mismos el principio de Alexander operando en sí mismos, seguiría estando in statu quo. Como el color, no puede ser comunicado inteligiblemente a alguien que no lo haya experimentado.

Si el método de Alexander contenía “la promesa y el potencial de la nueva orientación que hace falta en todos los ámbitos de la educación” (USM, Introducción de J. Dewey, última frase), como hacía a juicio de Dewey, obviamente necesitaría el reconocimiento y aceptación de las autoridades competentes para evaluarlo antes de poder esperarse su incorporación generalizada a los programas educativos. El aura de cultismo que parecía rodear los libros de Alexander y los procedimientos de algunos de sus seguidores no era probable que contribuyera mucho a esto, como Bourne había señalado anteriormente. Pero si podía mostrarse la luz a científicos reconocidos y eran capaces de separar, explicar y finalmente respaldar la estructura del método, las perspectivas mejorarían tanto para la educación como, si estamos de acuerdo con todas sus implicaciones, para la civilización. Este, indudablemente, era en gran medida el fin-en-perspectiva práctico de las medidas promocionales de Dewey.

Pero también había posibilidades de mejorar la condición del problema metodológico. Las herramientas técnicas y abstractas de la ciencia fisiológica y psicológica, aplicadas a los hechos observables del control primario, podrían relacionarlo con el conjunto de conclusiones ya garantizadas en aquellos campos y situarlo en su perspectiva científica apropiada. La opinión de Dewey era que

En su sentido especializado, la ciencia es una elaboración, a menudo altamente técnica, de las operaciones cotidianas. A pesar de lo técnico de su lenguaje y procedimientos, su significado genuino sólo puede ser entendido si se tiene en cuenta su relación con las actitudes y procedimientos que son capaces de usar todas las

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personas que actúan inteligentemente. (USSP, páginas 29 y 30.)

Debido a esta relación necesaria de la ciencia de más altos vuelos con los asuntos cotidianos, la investigación científica afortunada sobre el control primario bien podría proporcionar los medios para resolver indirectamente el dilema mencionado anteriormente. Pues si la comunicación científica garantizada sobre el control primario se estableciera a nivel técnico y abstracto, podría esperarse que más experimentación produjera los medios del control objetivo que contrarrestaran aquellos empleados por Alexander. Concretamente, esto significaría el desarrollo de un procedimiento científico estándar y reconocido para producir las condiciones psicofísicas para este principio, la declaración de cuyo procedimiento diferiría del de Alexander precisamente en ser en términos “públicos” estándares y aceptados que podrían ser verificados por cualquiera entrenado para usar esas herramientas estándar.

La localización de los principios de Alexander dentro del dominio de la ciencia técnica o especializada establecida, podría esperarse que tuviera las ventajas adicionales al nivel práctico que es el oficio de aquellas ciencias conferir, tales como, por ejemplo, aquellas cuyas física matemática o “pura” confiere en los ingenieros: la economía y desarrollo del método. Si mediante correlación con el conocimiento más amplio y aún más específico y exacto del organismo psicofísico, el procedimiento arduo y en cierto modo engorroso de Alexander pudiera ser estandarizado, simplificado y hacerse más pronta y económicamente comunicable, dos problemas prácticos más deberían resolverse. (1) La reeducación de los niños y de los adultos más coordinados, y (2) la preparación de aquellos cualificados para enseñar la técnica, podrían ambas ser llevadas a cabo más rápidamente y a escala más amplia.

El hecho de que se requiriera el servicio de la ciencia técnica establecida para complementar y expandir el trabajo de Alexander, no disminuye la fuerza de la declaración de Dewey de que su método y resultados, tanto el descubrimiento como en la enseñanza de su principio, eran ellos mismos “científicos en el más estricto sentido de la palabra” y que “el plan del Sr. Alexander satisface las demandas más exigentes del método científico.” (CCCI, Introducción de J. Dewey, párrafo 6.) Brevemente, la pista de esto puede tomarse del ejemplo del ingeniero, pues este ejemplo es también de Dewey. Como la actitud científica o método científico, para Dewey es “potencialmente universal” e incluso “inherentemente universal” (USSP, páginas 31 y 38) una actitud que es “una cualidad que se manifiesta en todo caminar por la vida” (USSP, página 31) y se “manifiesta primariamente hacia los objetos y sucesos del mundo ordinario y sólo secundariamente hacia lo que ya es un tema científico” (USSP, página 29), el ingeniero es tan científico en su campo como lo es el científico “puro” en el suyo, cada uno en el desarrollo de su método dentro de su propio tema. (USSP, página 30.) Y así lo son, para esa cuestión,

el granjero, el mecánico y el chófer, mientras estos hombres hacen lo que tienen que hacer con la elección inteligente de los medios y la adaptación inteligente de los medios a los fines, en lugar de depender de la rutina y la conjetura. (USSP)

Las ciencias están diversificadas por sus respectivos temas. La actitud o método es básicamente el mismo en todas.

La elección del ejemplo del ingeniero no es del todo accidental. Recordemos que en una ocasión, Dewey declaró que Alexander “sabe de lo que está hablando en el sentido en el que un ingeniero competente sabe cuando está hablando sobre su especialidad.” (HSH, Otra carta de J. Dewey, última frase.) En la Introducción a Human Nature and Conduct, dijo también:

Hay en verdad fuerzas dentro del hombre al igual que fuera de él. Mientras que son infinitamente frágiles comparadas con las fuerzas exteriores, aún podrían tener el soporte de una inteligencia que ve e idea. Cuando miramos el problema como el de un ajuste a ser logrado inteligentemente, el asunto cambia de dentro de la personalidad a un asunto de ingeniería, el establecimiento de las artes de la educación y la guía social. (HNC, página 10. Esta Introducción está fechada en 1921.)

Como Alexander estaba metido en lo que Dewey consideraba lo más básico de las artes de la educación, no parece que estemos violentando el pensamiento de

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Dewey al combinar el contenido de estas dos observaciones con lo que acabamos de citar de “Unity of Science As a Social Problem” (véanse las citas anteriores de USSP) y construir una hipótesis concerniente a las precavidas referencias de Dewey a Alexander en sus libros, y la eventual desaparición de ellas.

Viera o no Dewey como real lo que hemos llamado el dilema de la situación, difícilmente podría parecer otra cosa a alguien que no hubiera tenido la experiencia convincente del principio en operación verdadera. Este principio había tenido el aspecto de una “intuición” para Bourne, a quien la algo nerviosa réplica de Dewey sugiere su sensibilidad hacia la cuestión. La naturaleza del principio y su inaccesibilidad a los “extraños” estaba sentenciado a sugerir lo oculto y lo esotérico, y la misma acusación se ve reflejada en más de una crítica de los libros de Alexander. Si la ciencia no es un asunto del individuo sino de la comunidad, y si “el primer requisito del procedimiento científico, que es la total publicidad en lo que se refiere a materiales y procesos” (TV, IV párrafo 4), nuestro dilema aparece ahora en forma social y eminentemente práctica. Pendiente el establecimiento de tal publicidad en el caso del principio de Alexander, la mayor parte del público no tenía modo de ver cuál era este principio. Por consiguiente, podía depender de responder de manera estándar a lo que sólo podía parecer un misterio del que el público quedaba excluido. Lo que pasó de verdad ratifica esto, pero no es necesario volver a contar aquí la historia. Nuestro asunto puede quedar más sencillo diciendo que hasta que la mayoría de la gente entendía precisamente lo que Dewey quería decir al llamar científicos al principio y método de Alexander, podría esperarse cierta indecisión en la aceptación general de esta declaración de la misma autoridad que declaraba que la plena publicidad de los materiales y procesos era el primer requisito del procedimiento científico. La cuestión aquí es de facto, no de doctrina. Pero hasta encontrar una explicación más adecuada, podría servir de explicación la disparidad creciente entre el entusiasmo personal sostenido de Dewey por el trabajo de Alexander y su aceptación de este trabajo como básicamente sólido y válido, y las prudentes alusiones a él en sus obras profesionales.

La tensión creada por el propio Dewey por la separación entre su convicción personal y la falta del requisito de transparencia de los principios de Alexander parece haber aumentado con el paso del tiempo. Aquí también, hay una historia complicada que apoya esta afirmación, pero de nuevo hay una manera más corta de indicar la existencia de esta tensión. Paralelamente a ello y comprensiblemente un factor contribuyente, es la tendencia creciente de Dewey de dar importancia al carácter social de la ciencia (y la filosofía). Esto es especialmente discernible en “The Social As a Category” (Monist, XXXVIII, 1928, páginas 161 a 177, reeditado en Philosophy and Civilization, 1931, con el título “The Inclusive Philosophic Idea”, páginas 77 a 92), “Unity of Science As a Social Problem” (1938, USSP), Teoría de la valoración (1939, TV), aunque la concepción es una fijación estándar a todo lo largo del último periodo de Dewey. Sin embargo, hay un artículo de Dewey perteneciente a este periodo que, dado el fondo descrito anteriormente, le parece al autor que merece se le eche un vistazo por la preocupación de su autor por exponer los funcionamientos de la “maquinaria interna” al foro público y a la mirada científica.

En 1937, Dewey dio un discurso ante el Colegio de Médicos de St. Louis, Missouri, publicado bajo el título “The Unity of the Human Being” (UHB). Su interés principal es localizar el principio de unidad del ser humano en un terreno más amplio que el definido por los límites del organismo psicofísico del individuo. Él piensa que este principio no se encontrará en cuestiones “subcutáneas”, como piensan algunos conductistas (UHB, página 823). Es decir, la integración de las diferentes partes y funciones del cuerpo dentro del organismo no se explicará aislada de la interacción con lo físico y, más concretamente, el ambiente social, sino que se verá en un terreno más amplio:

Los límites con los que enmarcamos un ser humano como una unidad son diferentes de las energías y la organización de las energías que le hacen un ser humano unificado (UHB, página 820).

Esta unidad consiste en “la manera en que un número de personas y cosas diferentes funcionan juntas hacia un fin común” (UHB, página 820). Es temporal (es decir, histórico) así como espacial y así no puede ser captado en ningún número de “disecciones” observadas en un momento dado, aunque los límites físicos de la unidad humana podrían ser captados en cualquier momento. Como todos los sucesos tienen tanto historias como consecuencias, “podemos captar la unidad sólo,

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por así decir, longitudinalmente, sólo como algo que sigue en un tramo de tiempo” (UHB, página 820). Es más,

“La unidad del ser humano” sólo indica, a lo sumo, un punto de vista y el punto de vista no tiene un significado seguro ya que se usa como un punto ventajoso desde el que observar e interpretar los fenómenos reales (UHB, página 819).

Desde este punto de vista, debe uno mirar más allá de separaciones tales como aquellas hechas entre mente y cuerpo,

entre lo estructural y lo funcional; entre el cerebro y el resto del cuerpo; entre el sistema nervioso central y las vísceras; y lo más fundamental, entre el organismo y el entorno. Pues el primero de cada uno de estos pares de términos (estructura, cerebro, organismo) retiene algo del aislamiento y la independencia alegada que solía pertenecer al “alma”, la “mente” y el último a la “conciencia” (UHB, páginas 818 y 819).

No obstante, Dewey no desea borrar la distinción (como opuesto a separación) entre estructura y función, organismo y entorno. Cuando suponemos que lo sabríamos todo sobre un hombre si pudiéramos descubrir todo lo que está pasando en su cerebro y otras partes de su sistema nervioso, en sus glándulas, músculos, vísceras, corazón, pulmones, etc. hasta cierto punto estamos en el buen camino.

Podemos hacernos una idea mejor de la unidad de los seres humanos mientras sabemos más sobre todos estos procesos y la manera en que funcionan juntos, como se detienen y estimulan entre sí y producen un equilibrio. Pero la observación positiva que deseo hacer es que aunque esto es necesario, no es suficiente. Debemos observar y comprender estos procesos internos y sus interacciones desde el punto de vista de su interacción con lo que está ocurriendo fuera de la piel, con lo llamado entorno, si hemos de obtener una concepción genuina de la unidad del ser humano (UHB, páginas 820 y 821).

Esta unidad está, en último lugar, socialmente determinada: “la unidad y sus quebramientos deben ser buscados en las interacciones entre los organismos individuales y su entorno, especialmente el de las asociaciones humanas” (UHB, página 829).

Al destacar la importancia del conocimiento de la estructura y la función, Dewey hace algunas de sus observaciones con una fuerza bien sobrecogedora. Por ejemplo, tras decir que

las estructuras y procesos del sistema nervioso central no tienen esa relación inmediata con el mundo exterior que tienen las estructuras nerviosas periféricas (UHB, página 822),

y que a ese respecto, su relación con el entorno “es un grado más indirecto”, observa:

Un matemático se sorprendería mucho si se le dijera que sus construcciones no tenían nada que ver con las actividades llevadas a cabo en el entorno. Pero sabemos que las estructuras y procesos nerviosos desarrollados en el control y uso del entorno son los órganos de todo pensamiento (UHB, página 823).

Además,

No podemos estar científicamente seguros mientras buscamos el factor fisiológico, físico en cada experiencia emocional, intelectual y volitiva (UHB, página 827).

“Ser científico” en este sentido, aunque necesario, nos dice poco sobre la unidad del ser humano.

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La totalidad de la diferencia entre la psicología animal y humana está constituida por el efecto trasformador ejercido sobre la anterior mediante trato y asociación con otras personas y grupos de personas. Pues aparte de los reflejos no-condicionados, como el reflejo rotuliano, podría cuestionarse si hay una sola actividad o experiencia humanas que no esté profundamente afectada por el ambiente social y cultural (UHB, página 825).

Podría dudarse si hay alguna idea, sin importar cuan intelectual o abstracta, que no esté matizada, si no teñida, por la emoción que surge de la respuesta total de la totalidad del organismo a su entorno (UHB, página 833).

Cuan literalmente hay que interpretar esto puede verse en las consecuencias sobre las que Dewey insiste repetidamente:

La totalidad del terreno para la diferencia entre una sensación y una emoción parece estar en la ausencia o presencia de una respuesta procedente de otro ser humano (UHB, página 831). La única base verificable que tenemos para distinguir las diferencias que tienen importancia práctica, emocional e intelectual de aquellas que no la tienen, es la influencia de fuerzas culturales y sociales sobre los procesos fisiológicos internos (UHB, páginas 826 y 827).

Aún más, la operación de “situaciones de la vida creadas por contactos humanos” es el único terreno inteligible sobre el que podemos distinguir entre cualidades distintivamente humanas y aquellas que compartimos con otros animales. La aparición de una sensación, que es una interacción entre ciertos procesos nerviosos y ciertas vibraciones, es la misma en principio en los animales y en el hombre. Pero la importancia de la sensación (digamos, la cualidad del rojo) puede ser tenida en cuenta sólo “en términos de adaptación del comportamiento de los individuos con los demás” (UHB, página 826).

El estribillo del discurso es que los médicos, por la naturaleza de su profesión, ocupan una posición de oportunidad única y también de responsabilidad. Se necesita un tipo nuevo y más comprehensivo de conocimiento para resolver en las cuestiones prácticas los problemas de dualismo y monismo que infectan la vida moderna, cuyo conocimiento tomará en cuenta las operaciones y efectos de las relaciones entre los seres humanos. En muchos campos, incluido el ocupado por “nuestra psicología tradicional entera” (UHB, páginas 825 a 828),

hay gran cantidad de descripción e interpretación… en las que el amo estructural y estático está por encima del activo y funcional. Dondequiera que encontremos que este es el caso, podríamos estar seguros de que alguna estructura del cuerpo ha sido descrita e interpretada aisladamente de su relación con una actividad en la que un ambiente desempeña un papel integral (UHB, página 823).

Esta es una objeción que hemos oído antes, aunque ahora se ha trasladado a un territorio más amplio. En lugar de ser una objeción al desarrollo de una función particular o un conjunto de funciones sin tener en cuenta (y en detrimento de) el funcionamiento integral del organismo psicofísico como una unidad, como era el caso, por ejemplo, en Experience and Nature en un punto en el que se nos deriva a Alexander (notas de las páginas 296 y 302), ahora la objeción es que el individuo es una parte que no puede funcionar adecuadamente o desarrollarse excepto en relación con la totalidad que es la sociedad. Pero Dewey había declarado explícitamente en este mismo discurso que la unidad que da “la pista para entender la unidad del ser humano” es “la unidad de una familia, la unidad de una nación,… la manera en que varias personas y cosas diferentes trabajan juntas hacia un fin común” (UHB, páginas 819 y 820).

El pasaje acabado de citar continúa inmediatamente:

En cambio, cuando los médicos proceden a regular la dieta, el sueño y el ejercicio de los pacientes, cuando indagan y dan consejo sobre sus hábitos, están tratando con el “uso de sí mismo” en su relación funcional activa con el mundo exterior (UHB, páginas 823 y 824, se ha añadido la cursiva).

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La repentina aparición entre comillas del título del libro de Alexander para el que Dewey había escrito una Introducción unos cinco años antes, puede que no pretendiera ser una alusión esperando que su audiencia la identificara (el libro fue criticado irrisoriamente en el principal periódico médico de Estados Unidos46), pero al menos nos indica la dirección de su pensamiento. Continúa:

Entonces, a lo que estoy instando es simplemente la proyección sistemática y constante de lo que está implicado aquí en todas nuestras observaciones, juicios y generalizaciones sobre la unidad y los rompimientos de la unidad de los seres humanos. Pues sus implicaciones son que todas las creencias y prácticas que gratuitamente dividen la unidad del hombre tienen su raíz final en la separación entre lo que está ocurriendo dentro del cuerpo y la acción integrada con lo que está ocurriendo fuera (UHB, página 824).

Añade que los psiquiatras han hecho mucha “sustracción a la realidad” y el papel desempeñado por esta sustracción en los casos patológicos se ha vuelto familiar. Pero estas sustracciones son ejemplos de la interrupción o cese de “la presencia operativa activa de las condiciones ambientales en las actividades de un ser humano” y los fenómenos patológicos resultantes son

evidencias de que el yo pierde su integridad dentro de sí mismo cuando pierde su integración con el medio en el que vive (UHB, página 824).

Como “los médicos son las personas que tienen el contacto más directo, íntimo y continuado con las situaciones de la vida en las que el problema está presente más agudamente” (UHB, página 828), entonces es a ellos a quienes hemos de mirar por la clase de conocimiento del que ahora se carece tantísimo. Este es el conocimiento que puede llegar sólo del “estudio continuado y persistente del efecto concreto de las situaciones sociales sobre los seres humanos individuales y el efecto, a su vez, de los seres humanos sobre las relaciones sociales” (UHB, página 835).

Como Dewey tuvo en mente el trabajo de Alexander al menos una vez durante el desarrollo de este discurso, ahora tenemos la tarea precaria de intentar localizar ese trabajo, al menos de manera general, en la imagen que él ha descrito. El principio de exclusión parece el único planteamiento esperanzador en este intento. Hay dos tipos de procedimiento censurados por Dewey. Uno es la técnica ultra-especializada de descripción e interpretación en la que el amo estructural y estático está sobre el activo y funcional. El otro es el método cuya descripción e interpretación es lo suficientemente funcional, pero que se queda “dentro de la piel” o el organismo al dar su explicación de la unidad y operación del ser humano. Es bien obvio que Alexander no puede quedar confinado dentro de ninguna de estas categorías. La primera es frecuentemente uno de sus propios blancos, mientras la continuidad del funcionamiento psicofísico integrado del individuo con su entorno físico y social es una parte integral (aunque no siempre explícita) de su doctrina. Hay más de una indirecta, por ejemplo, de la fuerza de estos factores en su noción clave de que la mente “instintiva” o subconsciente del individuo se pervierte progresivamente “por debajo del plano de la conciencia” por el entrenamiento temprano y las condiciones rápidamente cambiantes de la vida civilizada que dejan atrás su capacidad de cambiar para adaptarse a ellas.

En el otro extremo, Dewey ha descrito una posición, señalándola como la suya, en la que los esquemas del individuo se emborronan hasta el punto de ser indistintos. Este no es el caso en la enseñanza de Alexander. Allí el individuo ya reeducado, claramente administra sus propios asuntos. El grado en que lo hace en su contexto ambiental es un barómetro de su progreso en el método del control consciente.

Luego, de manera general, Alexander parece estar en el grupo de los médicos, a cuyo lado Dewey deja un pequeño espacio para incluir a los educadores ordinarios

46 “Tras presentar respaldos de psicólogos y profanos en la materia, el autor, no habiendo su médico logrado remediar su problema de garganta, explica en detalle un nuevo sistema de auto-curación que sustancialmente es que la mala coordinación en la enfermedad es el resultado de la 'sensación' defectuosa y que el hombre podría curarse mediante el 'razonamiento' correcto.Los pacientes han ido a santuarios, a Coué, la Madre Eddy y posiblemente la Hermana Aimee tiene una lista de 'curaciones' como referencia disponible, sin embargo el progreso sustancial continuará por canales regulares.” (Crítica de USM, firmada 'N. Y.' en el American Journal of Medical Sciences, N. S. 184, 1932, página 866.)

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en su clasificación de los métodos a usar en el desarrollo del nuevo conocimiento.47 Pero aunque Alexander no pertenece al tipo de educadores que Dewey identifica, tampoco está en el grupo de los médicos. Esto queda claro de la afirmación de Dewey de que el conocimiento de los procesos internos y la manera en que trabajan juntos es un prerrequisito para el conocimiento de la interacción con el entorno de manera adecuada, listando aquellos procesos de una manera que indicaba el conocimiento técnico que sabemos (y que Dewey sabía en este momento) que Alexander no tenía. (Véase 5.6 a partir del párrafo 57.) La frase que sigue revela la cuestión que hemos estado buscando:

No podemos estar científicamente seguros mientras buscamos el factor fisiológico, físico en cada experiencia emocional, intelectual y volitiva (UHB, página 827).

Fuera lo que fuera lo que Dewey quería decir cuando, llamándose a sí mismo profano en la materia, escribió en 1918: “El Sr. Alexander ha desarrollado un procedimiento definitivo, basado en el conocimiento científico del organismo” (HSH, Introducción de J. Dewey, párrafo 4), tuvo cuidado de no ponerlo así de ambiguo otra vez.

La posición que Alexander parece ocupar en la descripción de Dewey del método por el cual el requisito del nuevo conocimiento iba a ser afirmado y puesto en práctica, ahora parece ser discernible, y con ello también la tensión a la que nos hemos referido. Alexander era un educador, aunque no del tipo deplorable que no logra sacar ventaja de sus oportunidades para mejorar las situaciones de la vida. (Véase el texto citado en la nota 47.) Pero tampoco estaba equipado, como lo estaban los médicos al menos en mayor medida, con el conocimiento técnico que Dewey veía ahora como instrumento necesario para desarrollar y aplicar el método de Alexander. No necesitamos leer esto dentro del texto del discurso que acabamos de considerar, pues fue precisamente en ese momento cuando la Fundación mencionada anteriormente, en gran parte a instancias de Dewey, estaba intentando establecer un compromiso de trabajo entre los Alexander y los hombres de ciencia. (Véase 5.1, párrafo 34 en adelante.) Sabemos también que F. M. Alexander estaba convencido de que tal colaboración no podía contribuir en nada a su propio trabajo, excepto quizá con el reconocimiento y explicación de lo que él ya había logrado. Para Dewey la implementación científica era una necesidad. Para Alexander era o bien inútil o bien imposible, y en este momento él tenía lo que consistía un monopolio de la enseñanza de su técnica. El camino sin salida resultante en lo relativo a la amplificación y difusión de esta técnica, cuya importancia Dewey había declarado tantas veces, fue una fuente de preocupación para el último. He aquí la tensión a nivel práctico.

Debemos dejar a aquellos más diestros en las intrincaciones del pensamiento de Dewey, explorar la cuestión de cómo podría resolverse el dilema anterior. Nuestro propósito ha sido simplemente mostrar que la asociación de Dewey y Alexander era importante por sus efectos, no sólo en la coordinación física de Dewey (postura y respiración mejoradas y cosas así), sino también por sus efectos sobre su pensamiento filosófico. De la evidencias interna y también la externa, ha parecido que Dewey estaba de lo más preocupado por ciertas doctrinas que él consideraba verificadas en la teoría de Alexander y sus resultados, notablemente aquellas de la no-fiabilidad de la percepción sensorial y de la existencia de un principio fisiológico de coordinación psicofísica. Había también problemas derivados sobre las condiciones bajo las cuales podían alcanzarse los fines y sobre la verificabilidad en el sentido científico público del concepto básico de Alexander del control primario y su consiguiente “nuevo” tipo de experiencia y conocimiento sensoriales. No está claro hasta que punto Dewey pensaba que había llegado a una solución de estos problemas. Los registros que llevan los datos ulteriores indican que sus esfuerzos aún estaban dirigidos a proporcionar las condiciones efectivas para seguir la investigación más completa y controlada en el trabajo de Alexander.

La naturaleza de los efectos de la asociación de Dewey con los Alexander, como estos efectos son discernibles en su desarrollo durante el periodo que hemos

47 “Los médicos son las personas que tienen el contacto más directo, íntimo y continuado con las situaciones de la vida en las que el problema está presente más agudamente. Desde la mengua de la influencia del cura y del pastor, ningún otro cuerpo profesional está en posición de hacer tal contribución y prestar tal servicio, aunque debe reconocerse que el grupo de maestros también tiene una oportunidad de la cual no logra sacar la ventaja adecuada.” (UHB, página 828.)

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examinado, ha sido expuesta de manera general en esta tesis. Mostrar en detalle la manera y el grado en que estaban especialmente afectadas las teorías de Dewey de mente-cuerpo, de la coordinación de los elementos de sí mismo, y del lugar de las ideas en la inhibición y el control de la acción manifiesta, sería otro tema. El autor está convencido de que la investigación futura hará posible dar respuestas más concretas a estas cuestiones. Pero está igualmente convencido de que tales respuestas concretas no pueden ser dadas hasta que se sepa más de la “referencia extra-intelectual” del desarrollo intelectual de Dewey. De cualquier modo, queda claro que un filón significativo en el pensamiento de Dewey espera más exploración.

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