Fue tan bello vivir cuando vivías

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CENTENARIO DE MATILDE URRUTIA 1912 - 2012

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Libro a propósito del centenario de Matilde Urrutia, mujer de Pablo Neruda. 2012.

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CENTENARIO DE MATILDE URRUTIA 1912-2012

Final

Matilde, años o díasdormidos, a� ebrados,aquí o allá,clavando,rompiendo el espinazo,sangrando sangre verdadera,despertando tal vezo perdido, dormido:camas clínicas, ventanas extranjeras,vestidos blancos de las sigilosas,la torpeza en los pies.

Luego estos viajesy el mío mar de nuevo:tu cabeza en la cabecera,

tus manos voladorasen la luz, en mi luz,sobre mi tierra.

Fue tan bello vivircuando vivías!

El mundo es más azul y más terrestrede noche, cuando duermoenorme, adentro de tus breves manos.

Pablo Neruda, El mar y las campanas.

Matilde Urrutia (1912 - 1985) fue la gran musa de Pablo Neruda. Dos de sus gran-des poemarios amorosos, Los versos del capitán y Cien sonetos de amor, y muchos poemas de diversos otros libros están dedicados a ella. Su presencia es constante en la obra de Neruda, desde 1952 hasta sus libros póstumos. Matilde acompañó al poe-ta en los momentos más importantes de su vida, como el del recibimiento del Premio Nobel, en 1971, y también en los más difí-ciles: en su enfermedad y su muerte. Pero ella no se limitó a vivir a la sombra de la celebridad de Neruda. Siempre fue una mu-jer luchadora e independiente, condiciones que se evidenciaron con especial relieve en sus años de mujer sola. Después del golpe militar sus amigos estaban ocultos, prisio-neros o muertos; dos de sus casas fueron objeto de ataques vandálicos que las destruyeron parcialmente; la única que no sufrió daños fue confi scada por el gobierno, y agentes del temible aparato de seguridad del régimen seguían todos sus pasos. Ma-tilde no se dejó amedrentar. Se convirtió en una gran defensora de los derechos huma-nos. Denunció los abusos de la dictadura, y participó en manifestaciones de protesta y desacato en Chile y en el extranjero. Todo esto a pesar de la enfermedad por la que tuvo que someterse a complejos tratamien-tos e intervenciones quirúrgicas, y que no dejó de progresar hasta el momento de su muerte, a principios de enero de 1985.

Además, Matilde administró con singular efi cacia el legado literario y material de Neruda. Se hizo cargo de todos los asuntos vinculados con la edición y circulación de la obra del poeta; editó las memorias en las que éste trabajó hasta poco antes de su muerte; recopiló y publicó sus escritos dispersos o inéditos, y creó la Fundación Pablo Neruda, que con este libro ha queri-do recordarla y conmemorar el centenario de su natalicio.

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Textos: Darío OsesEdición: Carlos MaldonadoFotografías: Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda Archivos de: Sara Facio, Ida González, Jesús Inostroza, Marcelo Montecino, Inge Morath, Fernando Orellana, Antonio Quintana, Manuel Solimano y Rolando Rojas.Corrección de textos: Adriana ValenzuelaDiseño y diagramación: Carolina ZañartuImpresión: ANDROS ImpresoresInscripción Nº 0142053ISBN 978-956-7822-05-8

© Fundación Pablo NerudaFernando Márquez de la Plata 0192, Providencia, Santiago, Chilewww.fundacionneruda.org

Derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida a través de medios ópticos, eléctricos, electrónicos, químicos, fotográficos o fotocopia, sin la autorización previa y por escrito de la Fundación Pablo Neruda.

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Presentación

Al conmemorarse el centenario del nacimiento de Matilde Urrutia, la Fundación Pablo Neruda ha querido recordarla con este libro que contiene los sucesos e imágenes de su vida.

Matilde fue el amor más intenso, prolongado y literariamente fecundo de todos los que tuvo Pablo Neruda; fecundo porque produjo dos libros: Los versos del capitán y Cien sonetos de amor y muchos poemas, que están en otros libros. La presencia de Matilde es constante en la poesía de Neruda desde 1952 en adelante. Podría decirse que su obra se cierra con el poema “Final”, del libro póstumo El mar y las campanas, en el que Neruda le dice: “Fue tan bello vivir/ cuando vivías!”

La relación amorosa entre ambos se prolonga desde 1949 hasta la muerte de Neruda, en 1973. Pero, parafraseando el título de un conocido soneto de Quevedo, fue un “amor constante más allá de la muerte”. Porque después de septiembre del 73 Matilde, en cierto modo, vive para conservar y difundir el patrimonio literario y material de Neruda.

Aun cuando estaba enferma de un cáncer que no dejó de progresar hasta el momento de su muerte, desplegó una labor infatigable: editó las memorias del poeta; recopiló sus poemas y textos inéditos en tres libros; participó en congre-sos literarios y en homenajes a Neruda en todo el mundo; reconstruyó dos de sus casas que habían sido destruidas por el revanchismo vandálico que se desató después del golpe militar, y se empeñó en la defensa de los derechos humanos y en la lucha por la recuperación de la democracia en Chile. Finalmente, dejó las bases materiales y jurídicas para la formación de la Fundación Pablo Neruda.

Matilde no se limitó a vivir pasivamente a la sombra de la celebridad de Neruda. Con su carácter fuerte y su desafiante independencia fue equilibrando una relación que parecía asimétrica. Como lo hace notar el escritor José Miguel Varas ella “estableció un orden, organizó el tiempo del poeta, sus entrevistas y reuniones, de modo que pudiera aprovechar las horas matinales para escribir, lo sustrajo de las preocupaciones materiales”. Por su parte, “Neruda desarrolló con ella un inmenso trabajo pedagógico, a la manera de Pigmalión (…) A su lado, Matilde adquirió un nivel extraordinario de cultura y refinamiento, que enri-quecieron sus viajes junto a Pablo, las visitas a ciudades de bella arquitectura, mercados, museos, templos y palacios, el período que pasaron en la Embajada de Chile en París y el contacto con personalidades de la cultura, entre ellos algunos de los escritores y artistas más grandes del mundo”.

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Después de la muerte del poeta, ella asistió a congresos en los que parti-cipaban las grandes figuras literarias del momento, y mantuvo contacto epistolar y directo con escritores como Miguel Otero Silva, Julio Cortázar, Jorge Amado, Jorge Edwards, José Donoso, Francisco Coloane, Fernando Alegría y Arthur Miller, entre otros, y con destacados académicos, como Robert Pring-Mill, Juan Loveluck y Hernán Loyola. De modo que, aun sin ser escritora, Matilde alcanzó a tener una presencia importante en el mundo literario nacional y latinoamericano.

Para muchos que la conocieron, Matilde era una mujer dura y hasta podía llegar a ser temible. Pero también es cierto que tuvo gestos de bondad, que ayudó a mucha gente, y que siempre lo hizo sin ostentación. Hay testimonios de la ayuda que prestó, en momentos difíciles, a su profesora de canto, Blanca Hauser, a su amiga Margarita Aguirre e incluso a Delia del Carril. Luego de la muer-te de Neruda, Matilde empezó a entregar regularmente una suma importante de dinero a la pintora Ida González, para que la depositara en la cuenta de Delia, manteniendo en reserva la procedencia de este aporte.

Si bien es inevitable relacionar a Matilde Urrutia con Pablo Neruda, ella siempre defendió su autonomía. José Miguel Varas anota: “Era orgullosa. Una vez dijo: ‘Yo no soy la mujer de Neruda. Soy Matilde Urrutia’. Reivindicaba su personalidad y su propia existencia en una diversidad de aspectos. Pero a la vez estaba imbuida de la misión de defender la herencia del poeta”.

Se propuso, además, otra misión: como ya se ha dicho defendió los dere-chos humanos contra los abusos de la dictadura. Matilde debe haberse converti-do en una de las personas más incómodas para el gobierno militar chileno. Esto porque viajaba a la Unión Soviética y a los países del bloque socialista, porque daba entrevistas y hacía declaraciones contra el régimen de Pinochet en el ex-tranjero, y porque tenía relaciones cercanas con algunas grandes personalidades progresistas de la cultura y la política de diversos lugares del mundo. Además, en los años de la dictadura Neruda se convierte en uno de los más importantes símbolos de la resistencia cultural; pasa a representar los valores del Chile ante-rior al golpe, que se percibe como una suerte de paraíso perdido, que se aspira a recuperar. Y Matilde aparece como una de las portaestandarte de esta aspiración. Aun así, nunca se atrevieron a dejarla fuera del país ni a expulsarla. Está claro que no la perdían de vista. Mientras vivió en el hotel Crillón y luego en su casa, La Chascona, la DINA y después la CNI la vigilaban cercana y ostensiblemente, pero ella nunca se dejó amedrentar.

En el centenario de su natalicio, este libro quiere dejar un testimonio perdurable de su vida inquieta.

Matilde junto a la Micaela, uno de los mascarones de la casa de Isla Negra. Foto de Antonio Quintana.

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Vida de Matilde Urrutia

Padres, abuelos y hermanos

En su libro de memorias (Mi vida junto a Pablo Neruda, 1986), Matilde hace recuerdos de su familia. Su madre, María del Tránsito Cerda, fue hija única. Se crió y vivió en el campo, en el sur de Argentina, cerca de Chosmalal, un pueblo muy pequeño, donde sus padres tenían plantaciones de tabaco.

El abuelo materno de Matilde fue un hombre bondadoso, que amaba a los animales: “Si tenía a uno enfermo, se levantaba varias veces durante la no-che para verlo y ellos parece que lo entendían, parece que le hablaban cuando se acercaba”.

Para María del Tránsito la vida fue tranquila, “hasta el día que llegó la peste que mató a mucha gente”, entre ellas a su padre. En ese tiempo tendría unos ocho años. Ella y su madre viuda siguieron viviendo en el campo. Cuando se cosechaban las hojas del tabaco, llegaban compradores, entre ellos, un tal Santos, que de santo no tenía nada, y que se convirtió en el padrastro y en la pesadilla de María del Tránsito. No era tan malo cuando estaba sobrio. Borracho, en cambio, se convertía en “un bruto desenfrenado”.

Para librarse de este padrastro, al que temía y odiaba, María del Tránsito aceptó la propuesta matrimonial de José Ángel Urrutia, un viudo chileno, comer-ciante en oro, rubio, de ojos azules, maduro, bastante mayor que ella. El hogar de María del Tránsito habría sido feliz, pero en la desolación del campo argentino de ese tiempo operaban bandas de forajidos dedicadas al robo, muchas veces con violencia criminal. En esas grandes extensiones de tierra las casas estaban ais-ladas. Para peor en la casa de María del Tránsito había oro, por lo que ella vivía con el temor de que la asaltaran. Finalmente la pareja decidió emigrar a Chile. Vendieron todo y junto a otras familias prepararon el viaje por la cordillera en recuas de mulas.

La familia se estableció en Chillán, donde compraron una gran casa, con jardines y árboles frutales. José Ángel puso una bodega de frutos del país, que no era un pozo de oro pero daba para vivir. La madre plantó papas, trigo y alca-chofas y cultivó el jardín. “En esa casa vi las variedades de rosas más grandes y bellas; las madreselvas trepaban y cubrían un gran corredor”, recuerda Matilde.

Habían nacido cinco hijos: Jacinto, Ángela, Mercedes, Francisco y Luis. Ya estaban grandes y María del Tránsito creía que no iba a tener más, cuando llegó “el conchito”, Matilde, en 1912. En sus memorias ella afirma que su cum-pleaños es el 3 de mayo. En su certificado de nacimiento aparece el 5 de mayo. Es probable que este desfase de dos días se haya debido a un error o atraso en la inscripción.

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Infancia en Chillán y juventud en Santiago

Cuando Matilde tenía un año murió el padre: “¿Cómo será eso de que-rer a un hombre como padre? –se pregunta–. Yo no aprendí a decir papá”. Los hermanos fueron emigrando. “Todos los recuerdos de mi infancia son con mi madre sola, yo era como hija única”.

La bodega de frutos del país se cerró. María del Tránsito arrendó una parte de la casa y con esa renta vivían, con bastante estrechez. Finalmente, como todos sus otros hijos se habían ido a Santiago, puso en venta la casa de Chillán. Con el dinero sólo pudo comprar un sitio en la capital, en la calle Lira, a la altura del 1900. Ahí construyeron una “casita de pobres”.

Matilde se inscribió en la Escuela Normal, y aun cuando dio un buen examen no fue aceptada porque las vacantes eran pocas y ella no tenía ninguna “cuña” que la apoyara. Mientras esperaba para postular nuevamente se matriculó en un instituto comercial y al poco tiempo entró a trabajar. Tuvo diversos em-pleos: en una cooperativa, en el correo, y en el Seguro Obrero, donde el sueldo le permitió tomar clases particulares de canto con Consuelo Guzmán, la primera mujer del poeta Juan Guzmán Cruchaga.

Su afición por la música le venía de la escuela pública en Chillán: “A la profesora que más recuerdo es a la de canto, la adoraba, me gustaba tanto cantar, y ella, creo que también me quería. Yo era la solista de la clase y las pequeñas partes que tenía que cantar las ensayaba mil veces en mi casa, lejos, debajo de los árboles”.

Entró a estudiar en el Conservatorio para recibir una formación más completa en música. Pocos años después se encargó de organizar una sección musical en el Instituto de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo, que dirigía Tomás Gatica Martínez. Ahí conoció a varios escritores. Entre ellos no estaba Neruda, que también tuvo un cargo en ese Instituto, con el mismo jefe, luego de su regreso del oriente, en 1932.

En el Conservatorio, una de las profesoras de Matilde fue Blanca Hauser. Se hizo muy amiga de ella y de su esposo, el director de la Orquesta Sinfóni-ca de Chile Armando Carvajal. Tanto, que vivió en la casa de ellos por varios períodos. Gracias a la ayuda de Carvajal, Matilde cantaba en las temporadas de ópera del Teatro Municipal: “En dos temporadas canté en el coro –anota en sus memorias–, también hice partes chicas en Sor Angélica, en Manon, en un Lohengrin donde cantaba Melchior, hice uno de los pajes, nos elegían por las piernas, salíamos con mallas y unas pelucas rubias insoportables”.

Matilde representa, muy tempranamente, a un tipo de mujer chilena de clase media que aprende a valerse sola y valora su autosuficiencia y la libertad que ésta le da. “Yo quería ser independiente, eso estaba por sobre todo en mi vida –escribe–. No quería ataduras de ninguna especie. Después de la muerte de mi madre, me propuse que nada me ataría”.

Matilde en su juventud. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Arriba: Infancia en la provincia. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.Abajo: Actuando en Lima, en la película La Lunareja. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Cuando se produce una reestructuración del Instituto de Extensión Cul-tural, nombran director de la sección musical a Pablo Garrido. A Matilde le ofre-cen la posibilidad de quedarse como su subalterna. “Pero ya bullía algo dentro de mi cabeza: quería conocer el mundo –recuerda–. El canto sería mis alas, quería volar y ése era el momento. Sin pensarlo mucho presenté mi renuncia”.

Entonces empieza a viajar por América Latina. En 1944 va a Lima donde participa en la filmación de la película La lunareja, dirigida por Bernardo Roca Rey, ambientada en la época del fin del dominio español en el Perú, y cuyo tema es una de las tradiciones peruanas de Ricardo Palma. La película se estrena en Lima el 5 de junio de 1946. Según Volodia Teitelboim, Matilde se reía de esa película para no sonrojarse, y agrega: “se dedicó a cantar por radio en Buenos Aires y en México”.

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Primeros encuentros con Neruda

Matilde conoce a Pablo Neruda en 1946, probablemente en verano. Según Margarita Aguirre, amiga y biógrafa del poeta, fue en un concierto en el Parque Forestal. Matilde recuerda con bastante detalle ese momento: “Estábamos senta-dos y entre nosotros, Blanca Hauser, mi amiga del alma. Miré a Pablo de perfil y me pareció que jamás había visto ojos iguales a los suyos. Le pregunté a Blanca quién estaba a su lado, y me contestó: ‘¡Ignorante! Es Pablo Neruda’ Lo miré con más detenimiento, ¡qué ojos curiosos, si parece que miran hacia dentro! Siento deseos de que me mire a mí. En ese momento vuelve la cara, me mira, yo lo miro. Al poco rato habla algo con Blanca. Después ésta me dice, por lo bajo: ‘Pablo me ha preguntado que quién eres tú’. Estaba llena de felicidad, y a mi memoria venían sus versos, sus poemas que yo había leído. Cuando terminó el concierto del parque, nos invitó para el día siguiente a su casa, a la hora del té”.

Entonces Neruda era senador de la República, militante del Partido Co-munista, estaba casado con Delia del Carril, y había sido nombrado jefe nacio-nal de propaganda de la candidatura presidencial de Gabriel González Videla. Matilde también trabajó en esa campaña y el poeta volvió a encontrarla cuando ella grababa en disco el Himno de las Fuerzas de Izquierda, que como la mayoría de las canciones electorales, era adaptación de un tema popular. Éste ocupaba la música de Ron y Coca Cola, puesto de moda por las Andrew Sisters. Según Volodia Teitelboim: “Neruda se propuso una aventura con la cantante de risa impetuosa. Y la tuvo. Duró poco. Él estaba demasiado atareado (…) después viajó al norte. Y su amiga, cuyo nombre ni siquiera recordaba bien, partió a México”.

Pero en México volverían a encontrarse. Porque González Videla, elegido Presidente con el apoyo de los comunistas, al poco tiempo los puso fuera de la ley. Las persecuciones que se desataron contra ellos alcanzaron a Neruda que tuvo que salir clandestinamente del país por un paso cordillerano, para iniciar un exilio que duró dos años y medio. Luego de una estada en Europa, llegó a Ciudad de México a participar en un Congreso de Partidarios de la Paz, a principios de septiembre de 1949.

Matilde estaba viviendo en el DF, donde enseñaba canto. Se enteró por los diarios de la llegada de Neruda y fue a verlo. Más que un reencuentro, esa visita fue el inicio de una larga relación amorosa. Cuando el poeta enferma de tromboflebitis ella va a cuidarlo. En cama, convaleciente, el poeta termina uno de sus libros más importantes, Canto general en el que desliza una alusión críp-tica a Matilde, cuyo segundo nombre era Rosario: “paz para mi mano derecha/ que sólo quiere escribir Rosario”.

Por su enfermedad Neruda tuvo que quedarse en México por casi diez meses. El 19 de marzo, con motivo de la aparición de Canto general, un grupo de escritores y amigos mexicanos, entre los que figuran Diego Rivera, Frida Khalo, Efraín Huerta y David Alfaro Siqueiros, le ofrecen un homenaje en Casa Pirá-mide, el museo arqueológico de Diego Rivera. Entre los artistas que colaboran, está Matilde.

Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Ella se va a los Estados Unidos a trabajar como cantante, probablemente después de participar en ese homenaje. Al volver a México, en junio, se entera de que Neruda está por embarcarse a Europa, junto a Delia. Lo visita y le informa que espera un hijo, y le notifica que el niño será sólo de ella. Poco después lo pierde. No fue la única pérdida que tuvo. En “La pródiga”, uno de los muchos poemas que le dedicó, Neruda la interpela: “Yo te escogí entre todas las mujeres/ para que repitieras/ sobre la tierra/ mi corazón que baila con espigas/ o lucha sin cuartel cuando hace falta. /Yo te pregunto, dónde está mi hijo?”

Tiempos de disimulo

Neruda y Delia se instalan en París, donde Matilde llega en agosto de 1951. Neruda le había conseguido una invitación para cantar en el III Festival Mundial de la Juventud. Se encuentran en Berlín, en la RDA. “Su cara se iluminó al verme –recuerda ella–, nos abrazamos y me dice: ‘Esto se acabó, yo no quiero separarme más de usted’ (…) No supe qué contestarle, el lugar en que me lo dijo no era muy apropiado para recibir una proposición como ésa (…) yo estaba sorprendida de verlo, de estar en ese inmenso teatro lleno de juventud que gritaba, cantaba…”

Se estaban iniciando esos “desgastadores” años “de vida doble”, como los describe Volodia Teitelboim, esos “tiempos de disimulo” en los que “se dicen mentiras parecidas a la verdad, pero con coartadas y falsos datos geográficos”.

Entonces y hasta su regreso a Chile, el poeta movilizó a sus amigos escri-tores y artistas, y “a grises dirigentes y funcionarios de los partidos comunistas del bloque soviético, de Francia y de Italia”, para que le programen viajes y otras actividades que justifiquen “sus encuentros clandestinos con Matilde”, escribe Hernán Loyola. En los archivos del tiempo de la Guerra Fría podría investigarse cómo el poeta logró activar hasta en altos niveles de la Internacional Comunista, “la red de actividades político celestinescas” a favor de su vida amorosa con Matilde en Europa, sugiere Loyola.

Desde luego, tiene algo de novela picaresca este período en el que Neruda recorre Europa valiéndose de toda clase de complicidades para estar con su amada. En aquel Festival de la Juventud, sin ir más lejos, con la ayuda del poeta turco Nazim Hikmet, convenció a Delia de que había una reunión urgente del partido, que duraría hasta el amanecer. Así el poeta pudo pasar con Matilde su primera noche en Berlín.

Terminado el Festival, la pareja se escapa a Bucarest. Los alojaron en una casa grande a la que llegaron muchos amigos rumanos a saludarlos. “En un mo-mento Pablo se fue al escritorio y volvió con un papelito que, subrepticiamente me pasó –recuerda Matilde–. Me levanté y fui a mi pieza para leerlo, era el primer poema que me escribía, “Siempre”; esa noche, sin que él ni yo lo supiéramos, nacía su libro Los versos del capitán”.

Con Neruda. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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En Capri, en 1952, con Nyon, el perrito que ella y Neruda compraron en el pueblo suizo del mismo nombre. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Este poemario tiene una historia y una leyenda. Se publicó anónima-mente en Nápoles, en 1952, en una edición de sólo 44 ejemplares numerados y nominativos, fuera de comercio. Cada uno de ellos lleva el nombre del suscriptor respectivo. El número 1 es de Matilde, el 3 de Neruda, y el 2, de Neruda Urrutia, es decir, del hijo que ambos anhelaban. El libro siguió publicándose en forma anónima, hasta 1962, en que se incluyó en las Obras completas de Neruda, de la editorial Losada.

Sobre Los versos del capitán, el poeta anota en sus memorias: “… no llevó mi nombre en la tapa, como si yo renegara de él o el propio libro no supiera quién era su padre (…) Los poemas que contiene fueron escritos aquí y allá, a lo largo de mi destierro en Europa (…) El amor a Matilde, la nostalgia de Chile, las pasiones civiles llenan las páginas de este libro…”

Luego, Neruda explica que la única razón de su anonimato fue no herir a Delia con ese libro “de pasión brusca y ardiente”.

Mientras el poeta viajaba a Mongolia y Pekín a entregar el Premio Mun-dial de la Paz a Sun Yat Sen, Matilde, luego de pasar un mes en París, había decidido regresar a México. Entonces recibió la visita de Yvette Yoid, una de las amigas cómplices del amor clandestino. Junto con entregarle un ejemplar de la primera edición mexicana de Canto general, le comunicó que Neruda había hecho los arreglos necesarios para que se fueran a pasar unos días en algún lugar de Europa. Así, a fines de noviembre de 1951, viajaron a Nyon, una ciudad pequeña, a orillas del lago Leman, en Suiza.

“Nyon era el refugio perfecto –escribe Matilde–. Me parecía haber entra-do a una zona de seguridad, donde se respira libertad y se vive fácilmente (…) En el hotel no nos pidieron documentos. Pablo llenó una hoja con sus datos y eso fue todo. Nadie dudó que éramos marido y mujer. Nadie nos conocía y a nadie le importábamos (…) Nuestro amor pudo estallar por fin en una carrera frenética; como un desgarrón inmenso, encontró su cielo…”

Después de esos días en Nyon, Neruda tuvo que viajar a Praga y a la URSS. Matilde se instala nuevamente en su pequeño departamento en París. Neruda le había dado las direcciones de sus amigos, pero al único que visitó fue a Paul Éluard: “había leído su poesía y lo había conocido en México, guardaba un hermoso recuerdo de él, sentía curiosidad por volver a verlo”.

Desde París, viaja a Roma, a ver a unas amigas mexicanas. Ahí esperaba reunirse una vez más con Neruda, para pasar juntos el año nuevo. Los planes cambian, el pintor Paolo Ricci invita a Neruda a celebrar el fin de año en su casa en Nápoles. Otra de las tácticas del poeta era viajar con grupos en los que podía incluir a Matilde, como una amiga más. Así es que en el tren a Nápoles iba con Delia, Nemesio Antúnez y su mujer, Inés Figueroa, Matilde, un pintor manco llamado Zigaina de Udine y el anfitrión, Paolo Ricci.

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José Miguel Varas, basándose en el testimonio de Inés Figueroa, recons-truyó esa noche, que se inició en una villa desde cuya terraza se dominaba la bahía de Nápoles con el volcán Vesubio: “Allí recibieron las doce, dieron la bienvenida al nuevo año, 1952, y después de los abrazos, escucharon bebiendo champagne el alboroto de sirenas y bocinas y fuegos artificiales, y el estruendo de todo lo que lanzaban a la calle los habitantes de la ciudad. Luego bajaron muy alegres por calles poco iluminadas (…) Finalmente se instalaron en una antigua trattoria, entre los muros de ladrillo de un subterráneo abovedado, a charlar y a beber los últimos tragos”.

A mediados de enero de 1952, Delia viaja a Chile a preparar el regreso de Neruda. El 23 de ese mismo mes Matilde y Neruda se van a pasar una larga tem-porada a Capri, donde Edwin Cerio –“propietario de medio Capri, historiador y naturalista”, según dice el poeta–, les ofrece una villa.

Cuando los exámenes que reciben desde Nápoles confirman un nuevo embarazo de Matilde, la felicidad de la pareja es tan grande, que deciden casarse en una noche de luna llena. Mientras esperan esa noche hacen todos los prepa-rativos para la ceremonia. Finalmente llega la noche en que la luna está en todo su esplendor. “Allí, en la terraza, temblorosa de emoción, vestida con mi traje verde que daba luces, sentí que esa luz de la luna no era fría, había algo alrededor nuestro, un embrujo extraño –recuerda Matilde–. Allí Pablo, muy serio, sin un asomo de broma, le pidió a la luna que nos casara. Le contó que no podíamos casarnos en la tierra, pero que ella, la musa de todos los poetas enamorados, nos casaría en ese momento, y que este matrimonio lo respetaríamos como el más sagrado. Tomó mi mano y me puso el anillo”.

Catorce años después, cuando la muerte de su primera mujer, María An-tonia Hagenaar, le permitió casarse nuevamente, Neruda contrajo matrimonio civil con Matilde, en la casa de Isla Negra. “Esa fiesta fue con invitados, con fotos, con comida, con mucha gente que brindaba por los novios –escribe ella en sus memorias–. Nosotros, nerviosos, queríamos estar solos, queríamos resucitar aquella noche de nuestro primer matrimonio. Pero los momentos de gran felici-dad nunca se dan de la misma manera.

“Aquella noche en Capri no podía repetirse nunca más, fue única y se quedó en nuestro recuerdo”.

La felicidad de esos días se vio empañada cuando Matilde perdió al hijo que esperaba, aun cuando había permanecido en reposo por indicación del doctor Proscilio, que la atendía.

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Originales manuscritos de “Siempre”, el primer poema que Neruda escribió para Matilde, y que fue incluido en el libro Los versos del capitán.

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Invitación a una de las celebraciones que se hicieron en honor de Matilde . “La Patoja” es otro de los apodos que Neruda inventó para ella

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Regreso a Chile

Viajaron a Venecia y regresaron a Capri en la primavera, cuando em-pezaba la temporada turística y la isla ya no era ese íntimo refugio invernal, con los grandes hoteles cerrados, y sólo unos pocos restaurantes abiertos para los clientes que recibían. Se fueron a Ischia, donde encontraron una caleta de pescadores, Sant Angelo, con un hotel junto al mar. Se quedaron ahí hasta que Neruda recibió la noticia de que la orden de detención en su contra finalmente había sido revocada, por lo que podía volver a Chile.

Matilde, que todavía pensaba en la posibilidad de regresar a su pequeño hogar en México, decide irse a Chile con Neruda. A fines de julio se embarcan en el Giulio Cesare. En el viaje conocieron a una pareja de uruguayos: el arquitecto Alberto Mántaras y su mujer, Olga, quienes los invitaron a ir cuando quisieran a su casa en Atlántida, a unos cuarenta kilómetros de Montevideo. Esa casa fue otro de los refugios de su amor secreto. Allí pasaron la fiesta de año nuevo del 52 al 53 y se quedaron durante todo el mes de enero.

En Chile construyeron su propio refugio. Encontraron un sitio a los pies del cerro San Cristóbal, en Santiago. Era un terreno con bastante pendiente, en parte cubierto por las zarzas. Esto y el ruido del agua que bajaba por un canal desde la cumbre, le daban al sitio un aspecto silvestre que los maravilló a ambos. Tenían la sensación de haber descubierto su lugar en el mundo.

Mientras tanto Matilde se instaló en un departamento pequeño, en Providencia. No era el ideal: al abrir las ventanas sólo se encontraba con otras ventanas. Pero poco a poco empezó a acostumbrarse a Chile y a redescubrir “este país que casi había olvidado” en cinco años de ausencia.

Entonces viene “como una gran nueva, como una alegría que me llena de esperanzas, un hijo de Pablo que de nuevo quiere nacer”, escribe. La doctora que la atiende le prescribe reposo absoluto. El poeta la mima. Le lleva libros y una pareja de cacatúas, que como un matrimonio humano, alternan los arrullos con las peleas. Al sexto mes la doctora le dice que está fuera de peligro y que ya puede levantarse. Deciden no pensar en ningún nombre para el niño hasta que nazca. “Por el momento lo llamaremos Procopio”, dictamina Neruda. A los quince días Matilde pierde al hijo, que era una niña. Neruda andaba en una gira por el norte. El 14 de agosto de 1953, le escribe: “No sirvo para casi nada pero menos para que tú sufras. No me importa Procopio sino tu estado de salud, tu sufrimiento. Estoy de nuevo como en Capri, desesperado por dentro. Sólo que aquí no tengo cerca de mí lo que más quiero en el mundo, tu boca y tu cuerpo, tus ojos, vida mía”. Neruda regresa a Santiago y va a verla a la clínica “lleno de flores”.

Cuando ella se recupera, deciden dedicarse a la construcción de la casa. El arquitecto Germán Rodríguez Arias les lleva el proyecto que le habían pedido. Neruda lo discute y lo cambia todo. Finalmente logran terminar el living y un dormitorio y Matilde se traslada a vivir en la casa, bautizada La Chascona, en honor a la abultada cabellera rojiza de su dueña. “Yo trabajaba todo el día en el jardín –recuerda–, no hubo un árbol, una planta que no fuera escogida y plantada por mis manos”.

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Neruda sigue viviendo con Delia, en la casa que todos conocían como Michoacán, e inventando reuniones políticas y otras coartadas para pasar el mayor tiempo posible con Matilde. Por suerte para él, Delia no era suspicaz, para nada. En esta doble vida, cuenta con la complicidad de Ricardo, el chofer que lo lleva de una casa a otra y que a veces se encarga de los traslados de Matilde. Así, el 12 de julio de 1954, el día de su cumpleaños 50, el poeta le escribe a Matilde una nota que dice: “Amor mío, mi primer beso y mi primer pensamiento para mi adorada. Le mando algunas flores y a Ricardo por si lo necesita. Me quedo a ver si puedo escribir mi discurso. A mediodía corro a verla, mándeme el coche.

“50 años de amor para ti y todos los besos que caben en tu boca postal y en tu corazón que tiranizo”.

Pero además, varios de los amigos del poeta sabían de su relación oculta. Algunos de los que vienen a Chile, primero al Congreso Continental de la Cul-tura, de 1953, y después a las celebraciones que se organizan con ocasión del 50º cumpleaños de Neruda, en julio de 1954, visitan La Chascona. Es el caso del muralista Diego Rivera, quien pinta un retrato bicéfalo de Matilde, en cuyo pelo rojizo se adivina el perfil de Neruda.

A fines de 1954 el poeta viaja a la URSS, al segundo Congreso de Escri-tores Soviéticos y a actuar como jurado del Premio Stalin, y luego a Estocolmo, al Congreso Mundial de la Paz. Le escribe a Matilde varias cartas. En algunas se pone en evidencia que muchos de sus amigos saben de su relación y de su casa secretas. En una de esas cartas cuenta: “Aquí las únicas palabras que he cambiado con Ilya (Ehrenburg) fueron, al abrazarme: ‘¿Y la cascada? –Siem-pre cantando, le contesté’. Aquí en todo el mundo se sabe. Varela me decía: ‘Si le hubieras querido hacer propaganda a tu amor no se habría tenido mayor resultado’”.

“Y así siguió nuestra vida –recuerda Matilde–. Pasaron los años sin sentir-los. Yo le sacaba las primeras copias de sus manuscritos. Poco a poco fui convir-tiéndome en esa secretaria secreta, y comenzaron también los rumores: Pablo se había traído una amiga italiana que nadie conocía, que a nadie presentaba. Todo esto era cada día más misterioso”.

Pero el misterio no podía durar indefinidamente. En su casa, Michoacán, Neruda tenía un jardinero al que despidió porque desparecieron unas botellas de vino que sólo él sabía dónde se guardaban. El jardinero era amigo del chofer, por él sabía de la relación secreta de Neruda y lo delató. Delia, herida, partió a Buenos Aires y luego a París. El poeta puso su ropa en una maleta y se fue a vivir a La Chascona. Así, en febrero de 1955, termina la etapa clandestina de su amor con Matilde.

Con Neruda en el bar de la casa de Isla Negra. Foto de Rolando Rojas.

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En las rocas de Isla Negra. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

Arriba, izquierda: Con Acario Cotapos y Pablo Neruda en la playa de Las Cruces, en febrero de 1955. Arriba, derecha: en el torreón de la casa de Isla Negra. Abajo: junto al poeta. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Por el mundo con Neruda

Matilde ya puede acompañar a Neruda en sus muchos viajes. Así ocu-rrió, por ejemplo, en julio de 1957, cuando ambos van a un congreso pacifista en Ceilán. Viajan junto al matrimonio de Jorge Amado y Zélia Gattai. Llegan a Rangoon, en Birmania, donde treinta años antes Neruda había escrito parte de su Residencia en la tierra. Desde ahí vuelan a China. Remontan el río Yang Tse en un barco con mil pasajeros, a bordo del cual celebraron, el 12 de julio de 1957, el cumpleaños 53 del poeta. Ellos tenían un comedor especial, donde les servían comidas preparadas con todo el refinamiento de la cocina china. Pero después de varios días empezaron a atragantarse con la profusión de salsas y con los pescados y patos agridulces, y manifestaron su deseo de festejar a Neruda con una ensalada chilena y un simple pollo asado. Zélia y Matilde le pidieron este tosco menú al poeta chino Ai Ching, que era su anfitrión, y éste, algo in-quieto, contestó que debía reunirse con un comité para decidir. La respuesta fue desconcertante: el país entero había hecho voto de austeridad. El mismísimo Mao renunció a celebrar sus cumpleaños. Por lo tanto no cabía el agasajo con el pollo dorado. Zélia y Matilde replicaron que se trataba justamente de eso: de reemplazar el costoso banquete oriental de cada día, por la austeridad de un modesto pollo asado a la chilena. Ai Ching volvió a reunirse con el comité. La respuesta fue que no había hornos en el barco. Pero Zélia y Matilde ya habían hablado con el cocinero, que sin consultar a ningún comité, les dijo que disponía de un horno. Neruda anota que entonces Ai Ching entrecerró los ojos y dejó que su mirada se perdiera en la corriente del río.

Así es que ese 12 de julio los Amado y los Neruda celebraron el aniversa-rio del poeta con un pollo asado y una ensalada de tomates con cebolla picada. “Más allá –escribe Neruda– se extendía la gran mesa, engalanada como todos los días, con fuentes fulgurantes de rica comida china”.

En China Matilde contrajo la disentería cuyos efectos iba a sentir por el resto de su vida. En la Unión Soviética la sometieron a un largo tratamiento. Por mucho tiempo la tuvieron aislada, Neruda sólo podía verla por una ventana, y esa separación lo hacía llorar.

En su condición de jurado del Premio Lenin, Neruda debería haber ido anualmente a Moscú, pero lo hacía año por medio. Escribe Matilde: “Los premios se entregaban el primero de mayo, por lo que, cada dos años, pasábamos mi cumpleaños, que es el 3 de mayo en Moscú”. Luego recuerda que el 3 de mayo de 1960 estaban, como siempre, alojados en el viejo hotel Nacional, cuyos venta-nales daban a la Plaza Roja. Nazim Hikmet llamó muy temprano para anunciarle que le tenía un regalo de cumpleaños. El poeta turco, que conocía todos los rincones de Moscú, la llevó al taller del pintor Glazunov, que en veinte minutos le hizo un retrato. Luego Hikmet los invitó a pasar el día en su dacha, amueblada a la manera turca.

Llegando al aeropuerto de Budapest, el 28 de abril de 1967. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Matilde acompañó a Neruda en todos los momentos importantes de su vida. Como ya se ha dicho, contrajeron matrimonio civil en Isla Negra, el 28 de octubre de 1966, en una ceremonia a la que asistieron los amigos más cercanos de la pareja, entre ellos Blanca Hauser y Armando Carvajal, que los habían pre-sentado veinte años antes.

El 2 de marzo de 1971 parten a París, donde Neruda asume el cargo de embajador de Chile, nombrado por el Presidente Salvador Allende. El 21 de octubre de ese mismo año recibe la noticia de que se le ha otorgado el Premio Nobel de Literatura. A principios de diciembre viaja a Estocolmo, a recibirlo, junto con Matilde. La ceremonia se realiza el día 10.

A fines del año siguiente regresan a Santiago. Neruda está enfermo, renuncia a su cargo de embajador y se recluye en su casa de Isla Negra.

En abril de 1973 Matilde viaja sola a Europa. Va a vender la casa que el poeta había comprado en la campiña francesa, y a la que bautizó como La Manquel. También debía resolver asuntos que habían dejado pendientes en Francia. Desde Isla Negra Neruda le escribe informándole de su salud, de los tratamientos médicos, de la vida doméstica y de la situación política nacional, que se iba haciendo cada vez más difícil. El poeta recibe una invitación oficial del Presidente electo de Argentina, Héctor Cámpora, para asistir a la ceremonia de transmisión del mando. Piensa en reunirse con Matilde en Buenos Aires, pero no sabe bien qué hacer: “…estoy en un mar de confusión –escribe–. Es verdad que me muevo mejor, pero me canso de estar de pie y también de andar (…) A ver si discurre Ud. y yo me siento mejor en los próximos días”.

Pero la mejoría no llega. Ni siquiera puede ir a esperar a Matilde al aero-puerto, cuando ella regresa a Chile: “Mi Patoja adorada –le dice en la última de las cartas que le escribe–, me he preparado un mes para venir a esperarla y fíjese qué chasco! Tuve un retroceso de la cadera desde hace tres días y no tengo más remedio que esperar en nuestra Isla”.

La situación política empeora y conduce finalmente al golpe militar que destruye el mundo de Neruda: el viejo Chile republicano, que durante muchos años fue una de las democracias más estables de América, un país culto y cívica-mente maduro.

Matilde recuerda la mañana del 11 de septiembre de 1973: “Como todos los días, estábamos alegres, conversando de los mil detalles para afrontar otra jornada. Era muy temprano. Encendimos la radio para oír noticias. Entonces, todo cambió”.

Matrimonio de Matilde y Neruda, el 28 de octubre de 1966, en Isla Negra. Arriba, en la ceremonia civil, junto a los testigos Armando Carvajal y Blanca Hauser. Abajo, firmando el acta de matrimonio. Fotos de Manuel Solimano.

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Arriba, izquierda: sobre un elefante en Sri Lanka, en 1957. Abajo, derecha: llegando a Kumming, China, en 1957. Abajo, izquierda: En Moscú, en mayo de 1967. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda. Arriba, derecha: en Nueva York, en 1966, con el crítico Emir Rodríguez Monegal. Foto de Inge Morath © The Inge Morath Foundation/Magnum Photos

En Inglaterra, en 1967. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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En Isla Negra. Foto de Sara Facio.

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En la India, en 1957, junto a Neruda. A la izquierda, el embajador de Chile, Miguel Serrano.

Arriba, con Neruda en la casa que el poeta compró en la campiña francesa y a la que bautizó La Manquel. Abajo, Matilde con fondo del retrato que le hizo el muralista mexicano Diego Rivera. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Funerales de Neruda. El féretro ingresa al Cementerio General de Santiago.

Foto del Archivo de Jesús Inostroza.

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El comienzo de la viudez

Matilde señala: “ese día marcaría para nosotros el fin y la muerte de un modo de vida” y más adelante insiste: “Esto era el fin. Todo este júbilo del pueblo, esta esperanza de una vida con igualdad, con justicia, se va desvaneciendo; esta gran esperanza de Pablo, por la que trabajó toda su vida, se ha venido abajo bruscamente, como si fuera el castillo de fósforos quemados que solía armar en sus ratos de ocio”.

La muerte de Neruda, que fue consecuencia inevitable del golpe, dejó a Matilde sola en un país que se le había hecho extraño. Sus amigos estaban presos, muertos, ocultos. Aun así recibió apoyo de algunas personas en Chile y de muchas del extranjero, que le enviaron sus condolencias y le ofrecieron ayuda y hospitalidad.

Como dice el escritor José Miguel Varas: “Cuando Neruda murió, ella insistió en que su cuerpo fuera trasladado a la casa en ruinas. Allí fue velado, en medio del barro y mil fragmentos indefinibles. Hasta allí llegaron sus amigos, numerosos diplomáticos y los corresponsales extranjeros. Aquellas imágenes de barbarie las vio el mundo entero”.

Las cartas que recibe en los días siguientes son muchas. El martes 25 de septiembre, el profesor Robert Pring-Mill, estudioso y amigo de Neruda, de la Universidad de Oxford, escribe desde Inglaterra: “la noticia de la muerte de Pablo, que me llegó cuando me telefonearon de la BBC ayer a mediodía, nos ha dejado profundamente entristecidos a todos. Ya sabes cuánto le queríamos y cuánto te queremos, y bien te podrás imaginar cuánto compartimos tu profunda tristeza en estos días, y hasta qué punto quisiéramos hacer algo para ayudarte a ti en esta tristísima época tan cargada de sucesos adversos y lamentables…”

El mismo día, 25 de septiembre, el sacerdote e historiador Gabriel Guarda O.S.B. le escribe a Matilde una carta de condolencias, donde cuenta que Neruda visitó varias veces el Monasterio Benedictino de Las Condes: “La primera vez, cuando le mostramos nuestro hermoso y recogido cementerio dijo: ‘me gustaría que me enterraran en este lugar’. Yo le contesté bromeando: ‘va a ser difícil, pues antes tendría que hacerse monje’. Recibió con buen humor esta broma y tuvo con nosotros gestos tan delicados como el obsequiarnos libros autografiados para la biblioteca”.

Desde París, el Presidente Georges Pompidou hace llegar sus condolen-cias, señalando que conocía desde hacía mucho tiempo el talento de poeta de Neruda y que cuando fue embajador de Chile en Francia pudo apreciar sus cua-lidades humanas y entablar relaciones de amistad con él.

Pepe y Pilar Donoso le envían a Matilde un cable: “Desolados te recor-damos. Con esto morimos todos un poco”. Más tarde, el 2 de octubre, Pilar le escribe una carta donde le dice que Pepe admiraba tanto a Pablo “que no se atrevía a ser más amigo de él”…

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Carta de Jorge Amado, de 20 de noviembre de 1973. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Carta de condolencias de Rafael Alberti y María Teresa León, de 29 de noviembre de 1973. Epistolario de Matilde Urrutia.

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El 27 de septiembre, Matilde le escribe a Carmen Balcells, agente literaria de Neruda, una carta que muestra la confusión en que se encuentra. Le dice que ha recibido sus cables, pero no la ha llamado por teléfono “porque en este momento nada veo claro. La muerte de Pablo ha ocurrido en momentos trágicos para el país y para nosotros”… Dice que habló telefónicamente con Miguel Otero que le ayudará “a ordenar los trabajos inéditos de Pablo, que son muchos”. Le anuncia también su deseo de salir de Chile, pero reitera que todavía no tiene nada claro y le pide que mantenga en su poder todas las liquidaciones por dere-chos de autor.

A pesar de su confusión Matilde tiene claro que debe ocuparse de los textos inéditos de Neruda, principalmente de sus memorias, que el poeta había estado trabajando hasta poco antes de morir, y de los siete libros de poemas con que esperaba celebrar su cumpleaños 70. Todas estas obras aparecieron en 1974, salvo El mar y las campanas, publicada en noviembre de 1973, lo que indica la dedicación que Matilde puso en esta tarea.

De ahí en adelante, irá asumiendo cada vez mayor cantidad de trabajos vinculados con el cuidado de las ediciones. Para esto, al parecer había concer-tado una reunión personal con Gonzalo Losada, su editor. En carta fechada en Buenos Aires, el 15 de octubre de 1973, éste le comunica que no está en condiciones de viajar a Chile, pero que enviaría a su editor, Andrés Vázquez, “un hombre serio y discreto” quien le informaría que estaba terminada la tercera edición de las Obras completas y en curso la impresión de Arte de pájaros, de la que le llevaría algunos pliegos para que viera cómo estaba quedando.

En su libro Mi vida junto a Pablo Neruda, Matilde recuerda el momento en que, después de los funerales de Neruda, regresa a Isla Negra donde luego de dormir todo un día con su noche, se pasea por la casa silenciosa y entra al escritorio donde ve el trabajo que le esperaba: “Debía revisar toda aquella oficina para tener una idea exacta de lo que había que guardar. Sobre todo, comenzaron a quemarme las manos las Memorias. ¿Cómo saldrían de Chile? ¿Con quién darle forma a ese libro? Debía ser un escritor. Sólo la generosidad de nuestro hermano Miguel Otero Silva, gran escritor, era capaz de afrontar un trabajo como éste. Ese mismo día lo llamé por teléfono a Caracas”. La idea de Matilde era que Otero viajara a Chile, pero éste, como senador de Venezuela, había fustigado con dureza a la dictadura recién instalada en nuestro país. Así, ella tuvo que irse a Caracas. “En la tarde de ese mismo día llegaba a la Isla Negra un enviado de la embajada de Venezuela para resolver mi viaje –recuerda– y, sobre todo, para enviar por valija diplomática todo lo que yo quisiera”.

Matilde se quedó en Chile al menos durante una parte del mes de octubre. En noviembre, ya había partido a Caracas. Sus amigos empiezan a enviarle cartas a una casilla de correo en esa ciudad. El 20 le escribe Zélia Gattai: “Pasamos días y días llamando y recibiendo llamados telefónicos de amigos, de todas partes de Brasil, todos desolados por la terrible noticia”. Jorge Amado le escribe el mismo día, diciéndole que después de tanta tristeza, las palabras que recibieron de ella fueron un consuelo. La invita a su casa de Bahía, para “descansar con éstos, tus viejos amigos”.

Primera carta de Matilde a Carmen Balcells, después de la muerte de Neruda. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Telegrama de condolencias del Presidente de Francia, Georges Pompidou. Epistolario de Matilde Urrutia.

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El 29 de noviembre Rafael Alberti y María Teresa León, desde Roma, le dicen: “no te escribimos al principio porque pensamos que Chile estaría totalmente incomunicado (…) Ahora que ya sabemos estás ahí, junto a Miguel y a su familia, lo hacemos verdaderamente destrozados por todo lo sucedido y por el final a que llevaron a Pablo aquellas bestias más terribles que Hitler y Franco juntos”.

Darío Carmona, quien fue secretario de Neruda cuando éste consiguió traer a Chile a cerca de dos mil inmigrantes españoles, en 1939, le cuenta sus propias peripecias: “…el lunes, mientras vosotros estábais en La Chascona arra-sada, los militares allanaron mi casa. No me encontraron. Así, enfermo, casi inmóvil por el ataque de corazón, fui amparado por excelentes amigos y amigas chilenas y cuidado por el Dr. Paco Rojas. Viví en cuatro casas diferentes (…) Al final, amparado por las Naciones Unidas me metieron en un refugio en la cordillera. De ahí me sacó el Embajador de España…”

En sus memorias Matilde cuenta que trabajaba con Miguel Otero todas las mañanas, desde las ocho y que después ella seguía trabajando sola, a veces hasta la noche. El material, que en buena parte había sido dictado, estaba muy disperso. “No fue agregado ni quitado nada –anota–. Estaba trabajando con un verdadero hermano de Pablo, respetuoso y gran conocedor de su obra”. El trabajo se alargó casi a dos meses. Matilde pasó la fiesta de año nuevo sola en la casa de los Otero. Prefirió no ir con ellos a celebrar donde un hermano de Miguel: “ pasé gran parte de la noche como inconsciente. Sentada en una terraza, oía los ruidos de las fiestas. Venían a mi memoria los recuerdos de otros años, cuando dábamos tanta alegría a nuestros amigos y éramos tan felices”. Valentín, nombre con que firmaba su correspondencia Volodia Teitel-boim, le escribe el 20 de febrero de 1974 para decirle que en Europa hay gran in-terés por las Memorias de Neruda, que se harán homenajes en distintas capitales europeas para el 70 aniversario de su natalicio, y que leyó El mar y las campanas y lo encontró sobrecogedor.

Arthur Miller e Inge Morath, su esposa, el 31 de marzo, le dicen que siempre recuerdan la última vez que cenaron con ella y Neruda en Nueva York, que le han enviado varios mensajes y que están prontos a recibirla o hacer lo que sea por ayudarla.

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Carta de Inge Morath y Arthur Miller, de 31 de marzo de 1974. © The Inge Morath Foundation/Magnum Photos

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Fotografías enviadas por Inge Morath a Matilde, el 27 de octubre de 1976, con las anotaciones que escribió por el reverso. © The Inge Morath Foundation/Magnum Photos.

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Portadas de las dos primeras ediciones de Confieso que he vivido, el libro de memorias de Neruda, publicado póstumamente, en 1974, y que apareció casi simultáneamente en España, editado por Seix Barral, y en Buenos Aires, por Losada. Como fue prohibi-do en Chile, Matilde logró ingresar algunos ejemplares al país, camuflados con las tapas de una novela de Jorge Amado.

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La aparición de Confieso que he vivido

En sus memorias Matilde anota que cuando terminaron la edición de Confieso que he vivido, en Caracas, viajó a Barcelona, donde estuvo sólo el tiempo justo para “ver el material con Carmen Balcells, mi agente y amiga muy querida”. Luego fue a Buenos Aires para llevar el libro a la editorial Losada: “Por primera vez, un libro de Pablo saldría simultáneamente en dos editoriales” –comenta.

Regresa a Chile y el 9 de marzo le escribe a Margarita Aguirre, desde Isla Negra, para anunciarle su proyecto de viajar a Buenos Aires: “Quiero recibir las Memorias cuando salgan calentitas del horno (…) Si estás sola y huérfana de padre y madre, y tienes una buena cama, soy capaz de irme a tu departamento y soportar todas las confidencias del alma que quieras hacerme, de paso tú sopor-tarás las mías, que serán muchas.

“Aquí la vida sigue igualitita. Nada cambia, corren los mismos aires. El mar se mueve en la misma forma. Hoy día está azotando aquí contra las piedras en una forma furiosa”.

Realmente había mucho interés por las Memorias de Neruda. Las editoria-les competían por los derechos. Desde Buenos Aires Matilde le escribe a Carmen Balcells, el 4 de abril de 1974. Le dice que comprende su inclinación de entregar el libro a la editorial Flammarion, pero le pide que se las dé a Gallimard, que fue siempre el editor de Neruda en Francia.

Matilde pasó la semana santa de 1974 en casa de Jorge Amado, en Bahía. Luego regresó a Buenos Aires donde esperó la edición de Losada de Confieso que he vivido, que se terminó de imprimir el 3 de mayo. Como con seguridad el libro se prohibiría en Chile, Matilde hizo un paquete con treinta y seis ejemplares y trajo aparte otros, camuflados con tapas de Teresa Batista cansada de guerra, de Jorge Amado.

“Voy llegando a la aduana de Santiago con una valija y un paquete ama-rrado con cáñamo, casi imposible de revisar sin demorarse horas”, escribe. El aduanero le preguntó qué traía. Contestó que eran libros de Pablo Neruda y que ella era su viuda. Varias personas que esperaban la revisión la rodearon para saludarla. Esa manifestación no le gustó al aduanero, y para disolverla pronto, le indicó que pasara sin revisión.

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Problemas y soledades

El 6 de mayo Matilde le escribe a Margarita contándole su regreso. Al principio todo fue muy bien: “la línea aérea Varig consideró impropio que yo fuera en clase turista y me cambió a primera clase. Me dieron un almuerzo con champaña y vinos franceses, langosta, etc., etc… Todo eso debe ser bueno para las penas, porque llegué muy contenta.

“Aquí me esperaba la carta, cuya fotocopia te envío, que me ha dejado sin dormir hasta ahora –le dice a Margarita–, me la enviaron las hermanas de Adriana Dittborn, que salió del país y está en París, ella me ofreció con tanta insistencia la tumba de sus padres pero nada me dijo de estas fieras de hermanas que quedarán como el símbolo de la barbarie de este tiempo”. La carta de Marta Dittborn de Fierro y Elena Dittborn de Prado está fechada el 19 de abril de 1974. En ella le piden a Matilde que retire los restos de su marido, que estaba enterrado por “seis largos meses (…) en la cripta de nuestros padres”, ya que precisaban de ella para hacerle algunos arreglos.

En efecto, al morir Neruda, Adriana Dittborn y su esposo, que eran ami-gos y vecinos del poeta en Isla Negra, habían ofrecido el mausoleo de su familia para sepultar al poeta.

La carta de Matilde a Margarita continúa: “Mañana lo cambio a un pobre nicho que he comprado, queda en un rincón del cementerio, triste a más no poder, yo no sé de dónde voy a sacar fuerzas, fuerzas para ver los restos de Pablo entrar a ese nicho horrible…”

El 13 de mayo Carmen Balcells le escribe desde Barcelona una carta que empieza con unas líneas personalísimas: “Imagino tu soledad en ese Chile irre-conocible donde todo irremisiblemente te debe llevar al recuerdo de Pablo. Ojalá puedas alejarte de Chile una temporada y descansar en alguna parte donde te sientas a gusto y ojalá acompañada de amigos. Ya me confirmarás tus planes”. Luego pasa a hablar de negocios. Le informa también que Confieso que he vivido está teniendo una extraordinaria acogida. La edición de Seix Barral, que en rigor es la primera, se terminó de imprimir el 23 de marzo. “Personalmente te contaré cómo se produjo la decisión de las cubiertas con el dibujo de Tàpies, gusta mu-cho a todo el mundo, especialmente a Gabo (García Márquez) y a Mario (Vargas Llosa). Me preguntan por ti muchas veces y te mandan saludos”.

En noviembre la prensa internacional informó sobre la confiscación de la casa de Isla Negra. En carta del 8 de ese mes, Gonzalo Losada escribe desde Buenos Aires; “Me dices que tienes el propósito de ir a pasar el verano en Isla Negra y me invitas allí pero creo que eso no se va a poder realizar pues, según informaciones que han aparecido ayer y hoy en los diarios de aquí, el gobierno se ha incautado de la residencia y tiene intenciones de convertirla en museo”.

El 24 del mismo mes Margarita Aguirre le escribe: “Estoy muy preocu-pada por ti. Estando en París leí la noticia de la confiscación de Isla Negra.

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Inmediatamente hablé con Marcenac y con toda la gente que pude para que se movieran. Casi enseguida partí a Londres a hacer lo mismo. Ahí escribí un artículo que en Amnesty International iban a traducir y mandar a todos los diarios”.

Efectivamente la casa fue confiscada, pero la toma de posesión nunca se realizó, al parecer porque el gobierno militar temió que se intensificara la reac-ción internacional en su contra. También pudo deberse a que Matilde amenazó con llevarse todas las cosas que había dentro y dejar la casa vacía. El hecho es que la dejaron seguir usándola como si fuera suya.

Clara Sancha, viuda del escultor y amigo de Neruda Alberto Sánchez, le escribe el 16 de diciembre y, entre otras cosas, le informa que ese mes, nueva-mente, Confieso que he vivido fue el libro más vendido en España.

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Exhumación de los restos de Neruda, en mayo de 1974, para trasladarlos del mausoleo de la familia Dittborn, por imposición de algunos miembros de ésta. Este episodio fue muy doloroso para Matilde que aparece en la foto junto al escritor Francisco Coloane. Foto de Manuel Solimano.

Margarita Aguirre pone flores en el nicho de Neruda en el Cementerio General. En cada aniversario del nacimiento del poeta, Matilde se quedaba durante todo el día en este lugar, para recibir a los centenares de personas que, a pesar de la vigilancia policial, llegaban a

rendirle homenaje. Colección Margarita Aguirre. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Originales manuscritos de una parte del poema “La chillaneja”, uno de los tantos que Neruda dedicó a Matilde.

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Homero, agradecido

Comienza el año 1975. El 8 de enero, Homero Arce escribe una tarjeta que dice: “Homero Arce saluda atentamente a su distinguida y no olvidada amiga Matilde Urrutia de Neruda y agradece en su persona la determinación de la Sucesión de cancelarle los fondos que le fueron asignados por el poeta (Q.E.P.D.) y que se hallaban pendientes, los que ahora destinará a financiar la publicación del libro de memorias que está escribiendo y ya por terminar con recuerdos de 50 años al lado del poeta.

“Con sus deseos porque la tranquilidad y la paz la acompañe, le reitera sus agradecimientos y atentos saludos”.

Esta tarjeta de alguna manera desmiente la leyenda que se construyó sobre una ruptura total de Matilde con Arce. Ella en sus memorias relata que luego de volver a Isla Negra, después de los funerales de su esposo, convocó a Homero para trabajar en las Memorias, gran parte de las cuales Neruda le había dictado. Anota que él “estaba pensativo, triste y también muy golpeado por la muerte de su gran amigo”. Víctima del miedo que entonces afectaba a gran cantidad de chilenos, indicó que era necesario sacar el último capítulo de las Memorias. Matilde entonces le retiró su confianza, pero más tarde comprendió perfectamente lo que pasaba: “El miedo, el horrible miedo, transforma el alma de los hombres, y es casi natural que eso pase”. Cuando muere Homero Arce, en 1977, Matilde recibe una tarjeta de su viuda, Laura Arrué, en la que “agradece condolencias y recuerdo que Ud. hizo en memoria de Pablo para Homero”.

Un barco llamado Neruda

El 8 de agosto Clara Sancha, desde Moscú, le informa que la botadura de un barco que llevará el nombre de Pablo Neruda está fijada para la última “dé-cada” de septiembre, y que Carmen (Balcells) y Gabo (García Márquez) quieren asistir. Cuatro días después, una corresponsal que firma sólo como Luzmila, escribe también desde Moscú. Le dice que el bautizo del barco se celebraría en octubre y le pregunta dónde enviarle el pasaje ya que está invitada al acto por la Unión de Escritores de la URSS. La ceremonia se atrasa. Clara, escribe nueva-mente el 25 de septiembre. Dice que el barco llegaría a mediados de noviembre, sería bautizado y saldría inmediatamente al mar.

En sus memorias Matilde cuenta el bautizo de este navío, al que describe como “un gran barco petrolero”. La ceremonia se realizó en el puerto de Riga, con asistencia de varios escritores, entre ellos el Premio Nobel Mijaíl Sholojov. Los invitados subieron por una pasarela llena de flores, al final había un gran retrato de Neruda. La tripulación había pedido estar presente.

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“Tras el discurso del capitán –recuerda Matilde– me ofrecieron la palabra. En realidad fue algo inesperado y tuve que improvisar, centrándome en algún episodio significativo de la vida de Pablo. Y así les conté que Pablo era marinero de corazón, que el mar le era tan necesario como el aire, y que lo amaba por sobre todas las cosas (…) Al terminar, agradecí tan alta distinción para un poeta que ahora yace en uno de los nichos más humildes de la tierra.

“De acuerdo a lo que se había planeado, la ceremonia sería breve pues el barco zarparía esa misma tarde. Sin embargo, poco a poco, a todos fue inva-diendo una especie de euforia, produciéndose un ambiente casi mágico. Incluso el capitán que hasta ese momento había actuado con tanto protocolo, me dijo: ‘Usted sabe cómo estaremos de orgullosos cuando, al llegar a puerto nos pregun-ten: ‘¿quién viene?’ y nosotros respondamos: ¡Pablo Neruda!’.

“Así llegó la medianoche. El barco, que debería haber zarpado a las seis de la tarde, aún estaba en el puerto, mecido por aquellas frías aguas que contrasta-ban con la alegría desbordante que se vivía en su interior”.

El Pablo Neruda anduvo navegando varios años por los mares del mundo. Sobrevivió a la Unión Soviética. Gunther Castanedo señala que en octubre del 2006 fue visto en el puerto de Ámsterdam y que “se le ha vuelto a ver navegando en diciembre de 2007”.

En 1975 Matilde recibe cartas de sus amigos Jorge Amado y Zélia Gattai, con el anuncio de un edificio, en una avenida próxima a la playa, en Salvador, al que se pondría el nombre de Pablo Neruda.

Matilde siempre estaba atenta a los congresos, simposios y otras activi-dades académicas que se realizaban en torno al poeta. Juan Loveluck le escribe desde Columbia, el 5 de enero de 1975, para informarle que el simposio sobre Pablo Neruda, organizado por el Departamento de Lenguas y Literatura Extran-jeras de la Universidad de Carolina del Sur, entre el 21 y el 23 de noviembre de 1974, fue un éxito, y que él mismo leyó un saludo enviado por Matilde. Dice que está preparando las actas que se van a publicar en España y que se las enviará junto con el libro Tres estudios sobre Pablo Neruda, de Jaime Concha. El 8 de mayo le informa que para agosto, en el XVII congreso de literatura iberoamericana, en Filadelfia, han organizado una sesión especial sobre la obra última de Neruda, donde hablarán Emir Rodríguez Monegal, Enrique Anderson Imbert, Carlos Cortínez y el mismo Loveluck con un trabajo sobre la elaboración literaria de las Memorias. Le pide material sobre el plan que tenía Neruda para escribirlas.

Por su parte, Robert Pring-Mill, el 12 de julio, desde Oxford, le cuen-ta que ha pasado varias horas releyendo sus poemas predilectos de Jardín de invierno y de El mar y las campanas, y que ha terminado un artículo para el Times Literary Supplement que se publicará en primera página. Habla de la dificultad de traducir captando “las ricas ambigüedades, los doble-sentidos, las asociaciones y aquellos ritmos…” de la poesía de Neruda.

Matilde se ocupa también de diversos proyectos editoriales. El 20 de junio de 1975, Margarita Aguirre le pregunta si autorizaría la publicación de la corres-pondencia entre Pablo Neruda y Héctor Eandi que ella desea editar. La respuesta de Matilde fue afirmativa.

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Carta de Julio Cortázar a Matilde, de 17 de julio de 1974. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Regreso a La Chascona

En la primavera de 1975 Matilde decidió reconstruir La Chascona, tarea que había venido postergando, entre otras cosas porque su primera prioridad fue la edición de Confieso que he vivido. Hasta entonces había estado viviendo en el hotel Crillón, en el centro de Santiago. “Estoy llena de actividades, en plena faena de arreglar mi casa –comenta en sus memorias–. Todo el barro ha des-aparecido. Arreglamos las puertas, colocamos los vidrios exteriores. Comienzo a tener pequeñas alegrías: mi casa está cerrada y, cuando entro, tengo que bus-car la llave. Nadie sabrá la emoción que sentí cuando abrí por primera vez esa puerta. Allí estaba mi mundo destruido; pero yo lo recompondría. Allí estaría mi seguridad, lo que esperaba que ahora me diese fuerzas. Todo estaba concen-trado allí.

“Plantaría de nuevo mis flores. Mis árboles quemados, como un símbolo de supervivencia, comenzaban a cubrirse de brotes que venían de la tierra, de sus raíces; éstos comenzaban a levantarse entre sus muñones quemados, que quedarían allí, como testigos de la barbarie que azota a este pobre país”.

Termina de reconstruir dos piezas, la cocina y el comedor. Es lo que necesita para vivir. “Hoy es un día feliz –anota–. Dejo el hotel que, por más de un año, fue como mi prisión. Estoy rejuvenecida, quisiera cantar, reír. A todo el mundo quiero contarle que tengo casa”.

Sin embargo, no le fue fácil recomenzar su vida en La Chascona. “Esta casa me duele –descubrió–. Por todas partes surge el recuerdo de Pablo (…) Es como una casa siempre iluminada que se hubiera ensombrecido”.

A la casa comenzaron a llegar pobladoras “pálidas y temblorosas”. Le cuentan su desesperación: no tienen comida para sus hijos, viven en casas mise-rables, la cesantía crece, por la noche son víctimas de brutales operativos milita-res. “Todo esto me hace sufrir, pero al mismo tiempo, me da fuerzas –recuerda Matilde–. Comienza a invadirme una rebeldía muy grande y, gracias a ella, empecé a perder mi propio miedo, a buscar dónde cobijarme, algo que atenuara esta mezcla de soledad y terror. Y fue así como mi vida comenzó a llenarse de otras vidas”.

Al parecer, Matilde había llegado al mismo punto al que llegó Neruda, cuando escribe: “No puedo/ sin la vida vivir,/ sin el hombre ser hombre (…) Dadme para mi vida/ todas las vidas,/ dadme todo el dolor/ de todo el mundo,/ yo voy a transformarlo en esperanza”.

Matilde en 1974, en una casa parcialmente incendiada, cercana a la suya, en Isla Negra. Foto de Ida González.

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Pero conmigo levántate

Hacía sólo una semana que Matilde había regresado a vivir en La Chascona, cuando de madrugada llegó uno de sus sobrinos: “Veo cómo le tiem-blan las manos, su estado casi no le permite hablar”, escribe. La noche anterior, la DINA había allanado su casa. Preguntaban por uno de sus hijos, David, del que la familia no sabía nada desde el golpe. Ya habían detenido a otro de sus hijos, Guillermo, que hacía poco había tenido a su primera hija. Matilde llamó a la abogada Chela Álvarez, quien la ayudó a poner un recurso de amparo, “trámite que en esos días servía poco o nada”.

Por fin Guillermo volvió a su casa, donde contó cómo lo habían torturado. Su hermano David está entre los desaparecidos: “Nunca más supimos de él. Salió de una casa para ir a otra y jamás llegó”.

Desde los primeros días del golpe Matilde había venido presenciando los atropellos que se cometían contra el pueblo. En un discurso que dijo al conmemorarse el décimo aniversario de la muerte de Neruda, citó una estrofa del poema “La bandera” de Los versos del capitán, en los que el poeta le dice:

Pero levántate, tú, levántate pero conmigo levántate y salgamos reunidos a luchar cuerpo a cuerpo contra las telarañas del malvado, contra el sistema que reparte el hambre, contra la organización de la miseria.

Y eso fue lo que ella hizo. Se comprometió en la lucha por la defensa de los derechos humanos en Chile y hay muchas cartas que dan testimonio de lo profundo que fue su compromiso.

José Miguel Varas apunta que ante las situaciones difíciles ella se pregun-taba: “¿Qué habría hecho o dicho Pablo en este caso? ¿Cómo afrontaría la situa-ción?”. Y agrega: “Matilde nunca fue militante ni la política ocupó mucho espacio en sus inquietudes. No siempre se entendió bien con los dirigentes del Partido Comunista. Gradualmente, sin embargo, fue compartiendo las ideas de Neruda, empapándose de ellas. Al quedarse sola, en el Chile sometido a la dictadura mi-litar y a una represión de caracteres particularmente odiosos, supo descubrir en sí misma una fuerza y una madurez que ella ignoraba. A quienes la frecuentaron durante esos años, desde 1973 hasta 1985, les impresionaba profundamente su firmeza y su seguridad, la certeza de su brújula política”.

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Matilde se comprometió profundamente en la lucha por los derechos humanos. En su epistolario se encuentran muchas cartas de apoyo a las organizaciones de familiares de detenidos desparecidos y de presos políticos, como ésta, del 20 de enero de 1979.

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El fantasma de la enfermedad

A principios de 1976 Matilde recibe una invitación para participar en un homenaje que se le haría a Neruda en un Congreso de escritores, de la San José State University, en California, los días 10 y 11 de abril. El 10 de febrero Celia de Zapata le agradece su aceptación, dice que será un honor contar con su presencia en el Congreso y que “numerosas universidades de los Estados Unidos se hallan a la expectativa de su llegada, ansiosas por saber si Ud. estaría dispuesta a dar una serie de breves charlas”.

Agrega un párrafo algo críptico: “Ya sabrá Ud. que un ilustre compatriota suyo, encabezará el homenaje a Pablo, su gran amigo (…) me pide que le extien-da la hospitalidad de su casa en Stanford mientras Ud. permanezca en esta zona. Supongo que Ud. sabrá ya a quién me refiero”.

¿Por qué tanta reserva con el nombre? Talvez por temor a que la corres-pondencia de Matilde fuera revisada en Chile. Es evidente que el aludido era el escritor Fernando Alegría.

Robert Pring-Mill escribe desde Oxford, el 28 de febrero. Le manda su extenso artículo sobre las Memorias y “las colecciones póstumas”: “Con el tiempo las leo y las releo, y cada vez me significan más: hay poemas de Jardín de invierno y El mar y las campanas que son de lo mejor que Pablo escribió en toda su vida”. La invita a la boda de su hija Monica: “¡Cuán bello sería si pudieras asistir!”.

Matilde efectivamente tenía planes de viajar a Europa, talvez desde los Estados Unidos, y luego ir a Japón. En un borrador de carta a Carmen Balcells escribe: “Tengo muchos deseos de ir al Japón y creo que ésta sería la gran oportu-nidad, además me entusiasma la idea de ir contigo”. Al parecer el viaje al Oriente no se concretó. Sí fue a Europa.

El 10 de septiembre de 1976, Margarita Aguirre responde una carta que Matilde le había enviado desde Calafell. Aquí, por primera vez encontramos alu-siones concretas a los problemas de salud de Matilde: “hubiera querido correr a estar a tu lado, a acompañarte con mi cariño. Te noté deprimida y triste y tú has sido siempre fuerte (…) Pienso que ya no falta nada para octubre y desde ya te ofrezco mi casa, si estás cansada de hoteles”. Más adelante Margarita le pregunta: “¿Qué es eso de casi quedarte calva! Con esa cabellera de fuego que figura en tantos poemas inmortales. Espero que el peligro haya pasado definitivamente”.

Mabel Peremarti (de la editorial Losada), en carta desde Buenos Aires, el 22 de septiembre, también muestra preocupación por la salud de Matilde: “Deseo que te encuentres bien de salud y de ánimo. Tienes mucha fuerza ‘taurina’ y confío en ella. Nos hubiera gustado mucho verte y tenerte unos días con nosotros pero comprendo que quisieras volver a casa, cansada de tanto viaje y tanta ausencia”.

Matilde siempre mantiene contacto con sus familiares y se muestra dis-puesta a ayudarlos en lo que puede. El 9 de octubre le escribe un sobrino que

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trabaja en Argentina, en una fábrica donde hay veinte chilenos, cuatro de ellos de Constitución. Le pregunta cuándo llega para ir a esperarla al aeropuerto. Otro de sus sobrinos, Luis Urrutia, le escribe desde Lebu, el 13 de octubre, para ma-nifestarle su deseo de irse a trabajar a Venezuela. No ha conseguido la visa y le pide que lo ayude con sus amigos en ese país.

Magdalena Oliver, el 25 de octubre, celebra la entrevista que Matilde dio en España para el programa de televisión “A fondo”, que fue transmitido el do-mingo 24 de octubre de 1976, a las 21:30.

El 27 de octubre le escribe nuevamente Inge Morath. Dice que todavía no consigue concretar una visita a Chile. Ésta venía postergándose desde fines de enero de 1973, cuando ella y su marido habían manifestado interés en visitar a Neruda y a Matilde en Isla Negra. Ahora escribe que su hermano estará por algunos meses en San Pablo. Pregunta si eso está muy lejos de la casa de Matilde en Santiago y si ella estará ahí este invierno. “Diga-nos y voy a tentar arreglar un viaje. La voz de Pablo (muchas veces escuchamos el disco hecho en Nueva York) tu hermosa cara, tu sonrisa siempre están con nosotros” –escribe Inge en su imperfecto español. Luego cuenta que trabaja en dos libros de fotografía, uno con textos de Arthur Miller, con viejas historias de Connecticut y el otro con poemas de Boris Pasternak. Adjunta cuatro fotos: una del paisaje rural donde viven, por el reverso, anota: “La casa en Roxbury. El silo es mi lugar de trabajo”. Otra de Miller con la anotación: “Arthur te saluda”. La tercera de un caballo blan-co paseando por la ciudad, por el reverso: “La tomé una mañana temprano en Sevilla y pensé que podría gustarte, es como un sueño”. La última es de su hija adolescente, y lleva la anotación: “Rebecca siempre tiene un muñeco comprado para ella por ti y Pablo en Nueva York”.

El 26 de noviembre Margarita Aguirre le dice a Matilde que ha sabido que sigue enferma y que no podrá viajar a Buenos Aires. Agrega que se están haciendo los trámites para la venta de la estancia El Totoral, en Córdoba, donde Matilde estuvo con Neruda, quien escribió allí varios de los poemas de su Tercer libro de las odas. José Miguel Varas recogió de Alberto Mántaras la historia de un documental que filmó en El Totoral, a principios de 1963. Su nombre fue Sábado ternera, y registraba las escenas de un gran asado, desde la preparación hasta el banquete y el perro ansioso esperando los restos bajo la mesa. Matilde, Neruda, Margarita Aguirre y su esposo Rodolfo Araoz participaron en la comida. “Creo que Sábado ternera fue mi mejor documental –comentaría Mántaras–. Pero sólo yo lo vi, al hacerlo”. Cuando intentó revelarlo se dio cuenta de que la excelente película Ferrania que usó estaba vencida. En 1977, los problemas de salud de Matilde continúan. El 3 de enero Mar-garita le desea de todo corazón que empiece bien el año. Dice que no consigue comunicarse telefónicamente con ella, que ojalá pueda verla en su próxima visita a Chile, que está muy preocupada por su operación y, en general, por su salud.

Carmen Balcells también está preocupada y tampoco logra comunicarse. Le escribe el sábado 22 de enero para decirle que junto a Miguel Otero Silva han llamado insistentemente desde Barcelona a los teléfonos de Matilde en Santiago e Isla Negra, sin resultados. Le pide que llame o ponga un cable para saber si está bien.

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Margarita vuelve a escribir el 7 de abril, todavía impaciente por saber de Matilde. “Me aflige pensar que puedas estar enferma. Me gustaría tener cuatro líneas tuyas y saber a qué atenerme”.

Juan Agustín Figueroa, abogado de Matilde, la pone en contacto con el doctor Félix de Amesti, un eminente médico cirujano, y la acompaña a su con-sulta. En adelante, el doctor De Amesti tratará a Matilde.

Una carta de Gonzalo Losada, de 12 de mayo, habla de la muerte de Laura Reyes, la hermana del poeta, que ocurre a fines de abril: “Si tienes oportunidad y no te molesta te agradeceré que des mi pésame a los parientes de Laurita por la desgracia que los aflige (…) Entiendo que debía empezarse desde ahora a resolver la situación que dejó Laurita en lo referente a la parte de los derechos de autor de Pablo que, según lo teníais acordado, le correspondía, pues entiendo que las cosas serán ahora más complicadas por existir varios herederos”.

A mediados de año, Matilde viajó a Europa, al parecer también por razo-nes de salud. El 30 de junio Robert Pring- Mill le dice que fue un gusto tenerla en Oxford: “Estuvimos muy contentos de verte tan mejorada de salud, y esperamos que tu estancia en Eforie (la cual ya debe de estar a punto de terminarse) te haya resultado muy saludable también”. Matilde había ido a ese centro termal en Rumania a hacerse un tratamiento con un Dr. Aslan. De acuerdo a lo que dice en cartas posteriores, siguió yendo a Eforie en los años siguientes.

Los familiares de detenidos desaparecidos le escriben el 23 de septiembre para recordar el cuarto aniversario de la muerte de Neruda: “Su ausencia sólo es física, pero nos ha dejado un inmenso legado, su poesía, su gran ejemplo y todo ese cariño que tenemos por él, te lo entregamos a ti. Queremos estar junto a ti porque también te sentimos junto a nosotros en el dolor”.

Matilde pasa a ser la representante de Pablo Neruda en el mundo literario. Sigue recibiendo invitaciones para participar en actos y encuentros junto a las grandes figuras de la literatura mundial del momento. A principios de octubre, el ministro de Cultura de España, Pío Cabanillas Gallas la invita a una reunión almuerzo en Madrid, el 3 de noviembre, con motivo del comienzo del rodaje de la serie de televisión “Escrito en América”. La invitación se había extendido a todos los escritores participantes en el ciclo de 40 emisiones de la Televisión Española. La actriz argentina Susana Cufasa sería la intérprete de algunas de las historias que se contarían en el programa, entre ellas la de Margarita Naranjo, uno de los personajes del pueblo chileno, creados por Neruda en “La tierra se lla-ma Juan”, de Canto general. El 18 de octubre, el director general de Radiodifusión y Televisión, Rafael Ansón, le escribe para informarle que en la línea Iberia, en Santiago, estaban a su disposición el pasaje aéreo y la reserva en el hotel.

La casa de Isla Negra sigue estando llena de recuerdos. El 27 de octu-bre de 1977 escribe a Héctor y Marta Orrego: “El tema obligado en nuestras conversaciones en la Isla con los Bulnes, siempre son ustedes. Cuánta falta nos han hecho –dice Matilde–. Viajo muy poco a la Isla. Esa casa me entristece. Son tantos y tantos los recuerdos que encierra que ya casi no lo puedo resistir”. Más adelante cuenta que todavía trabaja en la reconstrucción de La Chascona

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y que ya está terminándola: “Les gustará cuando la vean. La he dejado exacta como la diseñó Pablo”.

El 29 de noviembre, el Comité de Bienestar de los Prisioneros Políticos de la Penitenciaría de Santiago invita a Matilde a “una pequeña festividad”, el 23 de diciembre, en que entregarán los juguetes de Pascua. Agregan: “Esta invitación que hacemos a Ud. está motivada por el cariño que los prisioneros políticos sentimos hacia su persona, así como por todo aquello que Ud. significa para nosotros”.

Entre todas las ocupaciones y preocupaciones que tiene, Matilde no deja de atender a las demandas de su familia. Uno de sus sobrinos, que firma como Hugo, le escribe durante todo el año. Primero le pide contactos en Brasil para obtener la residencia, después de haber renunciado a un trabajo en Argentina. Más tarde le cuenta que consiguió trabajo como asistente técnico de producción en una fábrica en Porto Alegre, pero tiene el problema de la radicación para lo cual le pide certificados y documentos. Matilde cumplió con los encargos, porque en una carta posterior, Hugo le dice que recibió en forma muy oportuna lo que le había pedido, pero poco después le pide que le legalice el certificado de nacimiento de un hijo, Néstor. Finalmente otra sobrina, Susana Ramírez, probablemente hija de Hugo, le pide un certificado de estudios reconocido por la embajada brasileña en Chile, para postular a un trabajo.

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Para nacer he nacido

Siempre con ayuda de Miguel Otero Silva, Matilde había estado trabajan-do en la recopilación de textos de Neruda. El 20 de abril de 1978, Otero le habla de “la aparición de nuestro próximo libro”, al que finalmente se le puso el título Para nacer he nacido. Otero cree que Gonzalo Losada “podría publicar este libro sin ningún riesgo, pero el miedo es libre, como dice el pueblo venezolano”. Ésta es una alusión, sin duda, al terror impuesto por la dictadura militar argentina.

El 10 de mayo Matilde responde: “A propósito de la frase tuya, que me gustó tanto: ‘el miedo es libre’, Losada no publicará el libro. Para mí es mucho mejor que sea Seix Barral el que lo venda en Argentina. Es más dinámico”. Le cuenta, además, que las tapas las había hecho Tàpies “con inmenso cariño y no ha querido cobrar el trabajo”.

El 24 de mayo de 1978 le escribe a Carmen Balcells para plantearle di-versos asuntos relacionados con la edición de Para nacer he nacido. Le dice que Arthur Lundkvist le comunicó que “en Suecia tienen absoluta necesidad de este libro”, y que ella está interesada en que salga pronto en los Estados Unidos.

Para nacer he nacido fue prohibido por la censura del gobierno militar chi-leno, pero al parecer hubo una reconsideración. El 5 de julio, Matilde le comu-nica a Balcells que hace sólo dos días tuvo el visto bueno de la censura. También le cuenta a Mabel Peremarti que Seix Barral haría una promoción de sus libros en Santiago, para lo cual invitaron a Jorge Edwards y a Vargas Llosa. Agrega que por primera vez se iban a hacer actos de homenaje a Neruda con ocasión del 12 de julio.

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Matilde se ocupó de recopilar los escritos inéditos o poco conocidos y difíciles de encontrar de Neruda. Con este material editó libros como Para nacer he nacido y El río invisible, con la colaboración de Miguel Otero Silva y de Jorge Edwards, respectivamente.

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Una antología con mala suerte

Matilde también compartió el interés que en su momento tuvo Neruda por las nuevas generaciones de poetas. A principios de julio viaja a Santiago el director ejecutivo de Seix Barral, Antonio Comas. Matilde lo invita a La Chasco-na, donde le presenta a un grupo de poetas jóvenes. De ahí nace la idea de hacer una antología de la nueva poesía chilena, para publicarla en España.

En carta a Bernardo Reyes, del 19 de octubre, Matilde le dice que estuvo conversando con José María Memet sobre la selección para la antología, y el 14 de diciembre le informa que ya están trabajando en el libro y que le comunicará cuáles de sus poemas se incluirán. Al año siguiente el libro estaba terminado. Se titulaba Antología de la joven poesía chilena –Generación 1973, e incluía trabajos de doce poetas. Matilde se lo mandó a Comas, quien le respondió: “Te tendré al corriente de la opinión de nuestros técnicos respecto a este original”.

Es posible que la renuncia de Comas a Seix Barral, en agosto de 1981, haya terminado con el proyecto. En junio de 1982, Matilde le escribía a Memet: “Respecto al libro de Seix Barral no sé nada. Han pasado muchas cosas: (…) Comas salió de esa editora y ayer me dijeron que Planeta compró casi todo Seix Barral. Nuestro pobre libro nació con mala suerte…”

Matilde apoyó también iniciativas como el Centro Cultural Mapocho, que fue uno de los primeros espacios culturales independientes que nacen durante la dictadura. Junto con Mónica Echeverría y Moy de Tohá, fue parte de su direc-torio. En este Centro se realizó una importante labor literaria, teatral y musical. Por las circunstancias de la época, pasó por momentos difíciles. En varias de estas ocasiones Matilde lo ayudó económicamente, en forma silenciosa, como siempre lo hacía.

Retrato de Matilde. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Tarjeta postal enviada desde la India por Eliana Rojas y Francisco Coloane. En una carta posterior, Coloane explica que la esvástica que aparece en la tarjeta es un símbolo de la espiritualidad india y no tiene nada que ver con los nazis.

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En huelga de hambre

A fines de mayo de 1978 Matilde, junto a Margarita Aguirre y Ana González, ingresa a la embajada de los Estados Unidos, para iniciar un ayuno en solidaridad con los familiares de los detenidos desaparecidos y para llamar la atención del mundo sobre la represión desatada en Chile. Fueron bien acogidas. Por encargo del embajador Walter Landau, las recibió el agregado laboral de la embajada. El testimonio de Ana González, recogido por José Miguel Varas, dice: “Allí estuvimos 48 horas. Mantuvimos el ayuno aunque nos ofrecieron comida. En la oficina que nos habían prestado había un sofá y dos sillones. Yo le dije: ‘Matilde, tú duermes aquí, en el sofá. Nosotras en los sillones’. Me respondió con absoluta firmeza: ‘De ninguna manera. La que tiene que dormir aquí eres tú’. No hubo manera de hacerla cambiar de opinión”. El 11 de septiembre del mismo año, Matilde comenta este hecho con el escritor Fernando Alegría, quien le ha propuesto hacer un libro. Ella contesta que la proposición es muy tentadora y que verá modo de ir a Stanford para hablar con él de eso. En una adenda manuscrita pregunta: “me dejarán entrar después de mi huelga de hambre en su embajada?”.

A mediados de julio de 1978 Matilde viaja a Caracas a un festival de teatro. Antes había escrito al menos dos cartas a María Teresa Castillo, la mujer de Otero Silva, pidiéndole que consiguiera una invitación para el grupo Ictus, que efectivamente fue invitado al festival donde presentó la obra de creación colectiva Cuántos años tiene un día, con la que obtuvo un premio.

Entre los corresponsales de Matilde están Eliana Rojas y Francisco Coloane. Desde Nueva Delhi, el jueves 30 de noviembre de 1978, le mandan una postal con dioses de la India. Francisco le dice que está leyendo Invierno en los puer-tos –una de las crónicas sobre su viaje al Oriente que Neruda escribió para el diario La Nación–, mientras Eliana duerme. Cuenta que viven frente a un templo de Shiva Vishnú, y que lo están pasando más o menos.

El 1º de diciembre vuelven a escribirle para advertirle que en la postal que le mandaron anteayer aparece una esvástica. Según les explicó un monje, es símbolo de felicidad y buen augurio, y no tiene nada que ver con los nazis que la usaron al revés. Francisco agrega que leyendo las crónicas que escribió Neruda sobre la India, encuentra vaticinios que se han cumplido.

Matilde responde el 14 de diciembre, para decirle que su carta “es el rega-lo más hermoso que podía recibir, en estas fechas que son para mí muy tristes”.

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El río invisible

El 30 de septiembre de 1978 Matilde le escribe a Balcells: “Los Otero me han llamado por teléfono. Me invitan a pasar la navidad y el año nuevo en París. Ellos saben cuán tristes son estas fiestas para mí. Esta invitación me ha emocionado mucho. Y puede que la acepte (…) Dónde estarás en esa fecha? Podría verte? El mismo día vuelve a escribirle, sólo para hablarle del nuevo libro en el que está trabajando y que la tiene muy entusiasmada: “Voy de sorpre-sa en sorpresa. Revisando las revistas en la Biblioteca Nacional desde el año 1916 adelante, he encontrado tal cantidad de colaboraciones de Pablo que me tienen asombrada”.

Matilde moviliza a familiares y amigos para que la ayuden en la tarea. El 2 de noviembre le escribe a su sobrina Patricia Carbonel, de Chillán para pedirle que busque poemas de Neruda, en revistas chillanejas de los años 1918 a 1920. Le da los seudónimos con los que el poeta publicaba y le dice que hasta era posible que encontrara algún original en poder de la biblioteca local.

Entretanto, Bernardo Reyes busca en Temuco, en las bibliotecas públicas y privadas, y datos con la gente de la época en que Neruda vivió allí. Matilde le encarga que revise especialmente las revistas del Liceo de Temuco, donde probablemente haya colaboraciones de Neruda de sus años de estudiante.

Clara Sancha le informa de textos de Neruda que ha encontrado en re-vistas en Moscú y le anuncia su envío. También ha estado revolviendo Roma para encontrar escritos del poeta. Le manda un poema que escribió para Alberto Sánchez y el texto que Neruda hizo para un catálogo de este escultor. Le sugiere que le escriba a Wenceslao Roces, que dirigió la revista México en la cultura, donde se publicaron cosas de Neruda.

En otra de sus cartas Clara comenta que el encargo de recuperar artículos de Neruda de la agencia Novosti es difícil porque cada diez años queman los archivos. Confía en Valentín (Volodia Teitelboim), quién prometió encargarse de eso en cuanto vaya a Moscú. Agrega que Neruda escribió también mucho para la radio y que llamará a todos sus traductores para ver si conservan algo.

El 12 de octubre Matilde le escribe a Mabel, para informarle del libro en que trabaja. En éste quiere incluir un facsímil de Paloma por dentro que Neruda y García Lorca hicieron en Buenos Aires, en 1933, y que le regalaron a Sara Tornú de Rojas Paz, una amiga común a la que Neruda apodaba “la Rubia”. Matilde pregunta si es posible conseguir una fotocopia de buena calidad. Mabel contesta que se ha comunicado con el hijo de Sara, quien le haría la copia. Poco después le informa que ha habido problemas, porque Enrique Rojas Paz perdió la llave de la caja del banco donde tenía depositado el libro.

Como no dan resultado las gestiones con Mabel Peremarti, al año siguien-te, el 6 de junio, le escribe a Margarita Aguirre para que intente conseguir una foto directa de Paloma por dentro. Ésta le anuncia que posiblemente le mande

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con su hija, Susana, las copias que obtuvieron de Rojas Paz, porque el correo argentino está en huelga.

Matilde sigue trabajando en el libro que acota a una recopilación de la poesía y la prosa de Neruda anterior a Crepusculario y que ella considera “será de gran ayuda para los estudiosos de la poesía de Neruda”. Decidió dejar Paloma por dentro, que tanto le había costado procurarse, para un libro que publicará años más tarde.

El 30 de mayo de 1979, junto con comentar el éxito que ha tenido en Chile la película Doña Flor y sus dos maridos, agradece la invitación a Salvador de Bahía que le han hecho Zélia y Jorge Amado. Dice que por el momento no puede salir de Chile porque está organizando un acto para celebrar el 75 aniversario de Neruda y después del 12 de julio irá a Caracas y a Barcelona a dejar el libro en que ha estado trabajando y cuya recopilación le ha tomado cerca de un año.

En julio de 1979, como Miguel Otero Silva no está en condiciones de ocuparse de la edición y las notas del libro, Matilde se lo pide a Jorge Edwards.

En marzo de 1980 aparece en Seix Barral El río invisible. Poesía y prosa de juventud. La ilustración de cubierta, nuevamente, es de Antoni Tàpies. Según le cuenta Matilde a Margarita, “la presentación fue hecha por Jorge Edwards, quien dijo unas cuantas palabras. Lo pintoresco de todo fue la entrada de Estela Díaz que irrumpió con su inmenso vozarrón y desde ese momento sólo se la escuchó a ella”.

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Primera edición del libro en el que Margarita Aguirre recopila la correspondencia entre Pablo Neruda y Héctor Eandi.

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Correspondencia de Pablo Neruda y Héctor Eandi

A partir del 2 de enero de 1979, Margarita Aguirre había comenzado a in-formar intermitentemente desde Buenos Aires, de las dificultades y progresos del libro en el que recopila la correspondencia de Neruda con Héctor Eandi. Se queja de la informalidad de Juan Loveluck, que demora la entrega de la introducción. Finalmente se aburre, lo descarta y propone a Enrique Pegón, crítico, ensayista y profesor de literatura, para que haga el ensayo inicial. Matilde contesta: “Yo creo, Margarita, que este libro lo debes tomar como enteramente tuyo y que todas las resoluciones sean según tu criterio. Yo de una cosa estoy segura, y es que lo harás muy bien”.

El 26 de mayo de 1979 Margarita informa que Sudamericana publicará el libro en cinco mil ejemplares, y que le darán el 12%, para repartir el 4% entre Matilde y los Eandi. Manifiesta su preocupación porque no ha hablado con los Eandi, y Juanita tiene expectativas de ganar mucho dinero.

El libro, Pablo Neruda Héctor Eandi. Correspondencia durante “Residencia en la tierra”, apareció en 1980 con una introducción de la misma Margarita Aguirre, sin participación de nadie más.

Al menos en el primer año el libro no se vendió mucho en Argentina porque la dictadura militar prohibió a Neruda y, según Margarita, los libreros, con miedo, tenían los ejemplares escondidos.

El 20 de septiembre Matilde le dice a Margarita que la edición le pareció magnífica: “Al leer las cartas en el libro es como si tuvieran otra dimensión. Al publicar estas ‘Cartas’ creo que tú has hecho un aporte bastante serio para los estudiosos de la obra de Pablo.

“Ojalá llegue pronto a Chile esta edición. Hay gente que busca el libro y no lo ha encontrado. Yo creo, querida comadre, que puedes estar satisfecha de este nuevo aporte”.

En efecto, este libro se convirtió en una fuente de primera importancia para conocer la vida de Neruda cuando vivía en Oriente y escribía parte de una de sus obras fundamentales, Residencia en la tierra.

Desde principios de 1979 Matilde advierte un nuevo problema en Isla Negra. El 6 de enero le escribe a Mabel, para informarle que pasará la mayor parte del verano en Santiago, ya que a Isla Negra va mucha gente, todos quieren ver la casa y su vida privada se acaba. El 19 le cuenta a Bernardo Reyes algo parecido: fue a pasar allí los días de año nuevo, pero era tanta la gente que quería ver la casa, que se sintió invadida y regresó.

Desde Buenos Aires, Mabel le responde: “Qué pena que hayas perdido el paraíso de Isla Negra, pero lo que ocurre es natural. Es mucha la devoción por Pablo y visitar su casa es ya una especie de peregrinación”.

Estas experiencias la hicieron considerar la necesidad de convertir la casa en un museo. Pero por el momento seguía confiscada.

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detenida frente al Congreso

El 18 de abril de 1979 Matilde fue detenida en una manifestación que se realizó en pleno centro de Santiago, frente al histórico recinto del Congreso Nacional, disuelto desde que asumió el gobierno militar. Ahí, junto a un grupo de mujeres, familiares de detenidos desaparecidos, se encadenó a las rejas del edificio. El 20 le escribe a Hermógenes Pérez de Arce, director de La Segunda, para desmentir una declaración del ministro del Interior, aparecida en ese diario, según la cual era falsa la noticia de su detención:

“Yo creía tener derecho a estar allí y saber qué pasa en mi país, que es tan mío como del señor ministro del Interior –escribe Matilde–. Las fuerzas de orden no pensaban lo mismo, y al protestar por la brutalidad con que eran tratados unos niños que nada tenían que ver en el asunto y al negarme a circular, me han tomado en vilo 4 brazos que eran 4 tenazas poderosas y me han lanzado dentro de ese camión inmenso que el pueblo llama “la perrera” (yo diría que no es adecuado ni para perros). Por suerte para mí caí sobre otras mujeres pues si caigo con la fuerza que fui lanzada sobre el piso del camión me habría roto más de un hueso. Como esto pasó en plena calle, son numerosos los testigos que vieron esta brutalidad inútil ya que yo no me resistía. “En la comisaría, cuando se supo que yo era la viuda de Neruda, fui soezmente insultada por el encargado de tomar las huellas digitales (…) Des-pués de tomarme las huellas digitales de los 10 dedos me pusieron contra un muro blanco, y allí me tomaron una foto con un número por delante (…) Más tarde, gracias a las gestiones del señor Embajador de Venezuela, señor Enrique Aspurúa, salí en libertad previa firma de una declaración según la cual no había recibido ningún maltrato”.

Matilde desmintió también al embajador de Chile en París, Leonidas Irarrázabal, que había hecho declaraciones en las que negaba su detención.

En los días siguientes recibió muchas cartas de adhesión, entre ellas una de Pilar Serrano, en parte de la cual dice: “Nos indignó tu detención en Chile y la de las 60 mujeres y hombres contigo (…) tanto que Pepe (Donoso) se tiró al ruedo por primera vez, por primera vez hizo algo que podría llamarse una de-claración política, te mando el recorte por si no lo publican en Chile. Lo compró la Agencia EFE así es que ha salido publicado en toda España y en toda América Latina”. Al final de la carta le cuenta que se frustró un viaje de Pepe a Estados Unidos porque se había olvidado de pedir visa.

Una carta que Matilde escribe a Titín (el doctor Héctor Orrego), el 6 de junio, da cuenta de su esperanza en la recuperación del Chile que se había per-dido con la dictadura, es decir del Chile de Neruda: “Tantas y tantas cosas que me atan a este país ‘chato y agachado’ como tú defines con razón. Pero es nuestro país y tenemos que defenderlo porque vale la pena.

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Carta de Matilde Urrutia al director de La Segunda, Hermógenes Pérez de Arce, en la que relata su detención y desmiente al ministro del Interior, que la había negado. Epistolario de Matilde Urrutia.

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“Recuerda cómo era antes y recuerda nuestra vida que tenía tanto agrado. Eso volverá, no te quepa la menor duda. Y nosotros lo veremos. Creo que si yo no pensara así no podría seguir viviendo”.

Matilde se muestra verdaderamente comprometida y entusiasmada con el espíritu contestatario que empieza a manifestarse en el país. Siente, además, que debe trabajar por la causa de la justicia y la libertad dentro de Chile. El compo-sitor Sergio Ortega le propone un programa de actividades en muchos países, y ella le contesta: “Yo no he visto nunca una locura más grande que el itinerario que me propones (…) creo que cansaría hasta a un campeón de resistencia y yo estoy lejos de serlo (…) Otra cosa que tú tienes que tomar en cuenta es que yo pertenezco a este país y aquí están mis actividades y aquí está mi fuerza. Afuera, ustedes tienen demasiada gente importante. Y esto no es sólo la opinión mía. Es de mucha gente que está a mi lado”.

En una carta que le escribe a Inge Morath, el 25 de julio, reitera que “la vida en Chile está llena de interés para mí”. Luego le describe la celebración del 75 aniversario del nacimiento de Neruda: “Se han hecho y se siguen haciendo muchos actos. Hubo una romería al cementerio verdaderamente increíble por su número y combatividad. La Sociedad de Escritores ha dado su apoyo a todos los actos. Han hecho actos literarios los obreros y los habitantes de zonas mar-ginales. Y son éstos los actos que tienen más emotividad y que encierran mayor ternura. Yo creo que es un verdadero fenómeno esto de que el pueblo trabajador sienta a Pablo tan cerca de ellos”.

A Francisco Coloane, que todavía está en la India, le escribe: “Durante todo el mes se han hecho actos en distintas casas culturales, en talleres, agru-paciones, poblaciones, industrias, sindicatos, y muchos de estos actos con el patrocinio de la SECH. Y te recalco este patrocinio para que te des cuenta de que en la Sociedad de Escritores hay un cambio favorable a las buenas causas”.

En efecto, en 1979 por primera vez se realizaron en Chile actos masivos y públicos de homenaje al poeta. Neruda estaba convirtiéndose en un símbolo de los valores que el país había perdido y que luchaba por recobrar. Como escribe José Miguel Varas, en la década del 80 el solo nombre de Neruda producía una apoteosis: “El prestigio de su poesía y de su actitud ciudadana creció inmen-samente bajo la dictadura. Muchos jóvenes buscaban respuestas e inspiración en su obra, en especial en sus poemas del Canto general, que a veces parecían referirse de manera directa a lo que sucedía en el país y que eran impresos en hojas mimeografiadas, como una expresión de resistencia”.

El 26 de julio de 1979 recibe una tarjeta simple, manuscrita, en la que le recuerdan el cierre del mes de Neruda con participación del Sindicato Insa y trabajadores de la cultura y la invitan a asistir. Ida González señala que ese día llovía intensamente. Matilde la llamó para que la acompañara, y ambas partieron en el auto de Ida a Maipú, donde se realizaría el acto.

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En Concepción hubo un gran acto, el lunes 30 de julio en el teatro de esta ciudad, organizado por la SECH, el diario El Sur, los institutos de cultura hispá-nica y chileno francés y grupos de teatro. Matilde fue invitada. No pudo asistir pero mandó un saludo: “Pablo amó esta ciudad y fueron muchas las ocasiones en que estuvimos aquí juntos. Lo vi entregarle sus poemas. Le gustaba caminar por sus calles sobre todo si llovía, salía alborozado a mojarse. Apúrese, me decía, que se está lavando el mundo.

“En este momento en que nos hace tanta falta una lavada de mundo, yo aquí estoy a vuestro lado y creo que Pablo también los acompaña”.

El 7 de septiembre de 1979 la invitan a una conferencia del Pen American Center, donde se examinarían los climas políticos y sociales y su influencia en la literatura, y que se realizaría el 7 y 8 de febrero de 1980. Algunos de los invitados son: Arthur Miller, Guillermo Cabrera Infante, Carlos Fuentes, Nélida Piñon, Elena Poniatowska, Ángel Rama, Octavio Paz, Michel Foucault, Julio Cortázar, Nicanor Parra, William Styron, Antonio Skármeta y Mario Vargas Llosa. Los temas de los paneles se relacionan con derechos humanos: Exilios interior y exterior, políticas de tortura, y los desaparecidos. Matilde es invitada a participar como panelista en este último tema.

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Matilde durante su regreso a Capri, en septiembre de 1979. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Regreso a Capri

En septiembre de 1979 se realizó una serie de homenajes a Neruda en Nápoles y uno en Capri, al que Matilde se muestra especialmente sensible. El 12 de septiembre le cuenta a Margarita Aguirre que viaja a Italia para asistir el 28 y 29 a los actos de la colocación de una placa en la casa de la Vía Tragara, en Capri “donde pasamos con Pablo nuestra luna de miel clandestina. Para mí será un recuerdo inolvidable”, escribe.

El mismo día despacha dos cartas más. Una para Carmen Balcells y otra para Carlos Vasallo, un amigo de Neruda que era embajador de Chile en Italia cuando el poeta ganó el Nobel, y que en ese momento está viviendo en Roma, ya que no le permiten volver a Chile. A ambos les pide que la acompañen al acto de colocación de la placa a la que la había invitado el alcalde de Nápoles. Al parecer, en ese momento necesitaba la compañía de amigos. A Carmen le escribe: “Esto me ha tocado profundamente y quisiera que tú estuvieras a mi lado en esta, para mí, maravillosa ocasión”.

La conmemoración en Nápoles fue memorable. Entre otras actividades, el comité organizador de la celebración del 75º aniversario del nacimiento de Neruda invitó a una cena en honor a Matilde Urrutia, el sábado 29 de septiembre en el restaurante La Bersagliera.

Matilde tuvo también la compañía del profesor Hernán Loyola, y la de Charo Cofré y Hugo Arévalo, quien le escribe el 30 de octubre una carta en la que recuerda “los días de Napoli y Capri”: “Fue una experiencia extraordinaria para nosotros por todo lo que significaba para el Chile de afuera y para Ud. en particular, el regresar a la Isla después de tantos años”.

Matilde recibe durante todo el año 1979 noticias e invitaciones a muchos otros actos de conmemoración del 75º aniversario del poeta. Robert Pring-Mill le informa sobre un gran homenaje a Neruda en Londres, el 28 de septiembre. El pianista Roberto Bravo le llevó personalmente la invitación, pero Matilde ya estaba comprometida con la Alcaldía de Nápoles. Carlos Vasallo le habla del proyecto de la Municipalidad de Roma de hacer una exposición fotográfica de homenaje a Neruda en el Palacio Braccio. El poeta Humberto Díaz Casanueva manda el programa de una mesa redonda sobre Neruda en la Universidad de Nueva York, con participación de José Emilio Pacheco y el mismo Díaz Casa-nueva, entre otros. Úrsula Hansen le envía el afiche de un acto de homenaje a Neruda organizado en Hamburgo y al que asistieron más de mil personas.

En mayo de 1979 había fallecido Raúl Reyes, sobrino de Neruda. Matilde le escribe a Bernardo, hijo de Raúl: “sean mis primeras palabras para decirte que la muerte de Raúl me ha emocionado profundamente. Yo no podré olvidar nunca todas las gentilezas que recibimos Pablo y yo cuando estuvimos en su casa…”

El 23 Bernardo le contesta desde Temuco. Habla de los funerales de su padre, que fue sepultado en la tumba donde yacen don José del Carmen Reyes, el padre del poeta, y doña Trinidad Candia, la “mamadre”.

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Al parecer, el “cambio favorable” que había advertido en la SECH llevó a Matilde a acercarse y participar en actividades de esta institución, como un Congreso Nacional de Escritores, en noviembre de 1979. A Margarita Aguirre le dice que es de mucha importancia y que ella debería asistir. Agrega que se está tratando de conseguir autorización para que puedan concurrir todos los escritores chilenos que se encuentran en el exilio.

La editorial Losada pasó por momentos difíciles en 1979. A las censuras y restricciones impuestas por el gobierno militar argentino se sumaron pugnas de poder internas. Una carta sin firma, probablemente de Mabel Peremarti, de febrero de 1980 hace el siguiente relato de la situación: “se habían introducido en la Editorial elementos que no tenían nada que ver con ella (…) Fue una lucha muy dura para mantener la Casa en su camino tradicional de prestigio y calidad de las publicaciones y, finalmente, para quitarlos del medio. Ello nos demandó la utilización de recursos extraordinarios más todos los normales para hacernos de las acciones mayoritarias”. Todo esto redundó en un “bajón” de la salud de Gonzalo Losada. Mabel le explica a Matilde que ésta es la razón de los atrasos en los pagos. “No voy a repetirte –agrega– lo que un autor como Pablo significa para una Editorial y particularmente para nosotros…”

Sin embargo, a mediados de año, Matilde sigue descontenta con Losada. El 5 de junio le dice a Margarita Aguirre: “Cuando sepas algo de Losada, cuénta-me. Parece que han recuperado la mayoría de las acciones. Son de nuevo dueños de la editorial. Mi relación con ellos es pésima. No nos escribimos y acaban de mandarme un poco de dinero que como honorarios de un año y medio me parece risible”.

A principios de 1980 Matilde parece estar madurando la idea de convertir la casa de Isla Negra en un museo. El 16 de febrero le pide a Carmen Balcells que en cuanto lleguen los pagos de los editores se depositen en su banco lo antes posible, porque los depósitos se le están haciendo con un año de atraso. Le insiste en que no quiere que ese dinero se desvalorice “porque es con lo que cuento para el monumento y museo de Pablo”.

El 28 de marzo le escribe a Miguel Otero Silva: “Estuve todo el verano en Isla Negra. Esa casa que tú tanto conoces está como siempre. Todos los cercos están escritos con mensajes y son cantidades increíbles de personas que llegan a la puerta para verla y entrar, lo que materialmente es imposible. Como ves se ha producido en Chile un fenómeno fuera de todo lo común. Donde hay algo de Pablo el pueblo viene a rendirle homenaje. No queda más remedio que hacer de esta casa un museo y esto lo estamos conversando con varios amigos”.

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Carta de Matilde a Miguel Otero Silva, de 28 de marzo de 1980, en la que habla del interés de la gente en conocer a Neruda y rendirle homenaje. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Mensaje que Matilde envió al acto de hermanamiento García Lorca-Neruda, en Fuente Vaqueros, Granada, al que no pudo asistir a causa de un accidente.

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Hermanamiento de Federico y Pablo

En enero de 1980, Matilde es invitada por Francisco Martin, alcalde de Fuente Vaqueros a un “homenaje-hermanamiento” de Federico García Lorca y Pablo Neruda que se realizaría el 5 de junio, a una hora muy lorquiana: las cinco de la tarde. En esta ocasión se inauguraría el primer monumento al poeta granadino en su pueblo natal.

Había aceptado la invitación y tenía todo dispuesto para viajar a Madrid, y luego a Granada, Barcelona y París. El domingo 1º de junio debía llegar a Europa. Pero poco antes del viaje tuvo un accidente en su casa. A fines de mayo le escribe a varios amigos para contarles que se cayó de la escalera de piedra, se fracturó un brazo, la enyesaron, el médico dictaminó que la recuperación tomaría al menos cuarenta días, por lo que tuvo que suspender el viaje. En una de sus cartas dice: “Estoy fastidiadísima. Cargo este brazo enyesado como si fuera una cruz. Pero te imaginas lo bien que me voy a sentir cuando me lo saquen. Creo que me van a dar deseos de volar como si fuera un pájaro”.

Finalmente, dictó por teléfono un texto, que fue transcrito y leído en esa ocasión. En parte dice:

“Lamento mucho no estar presente con todos ustedes en Fuentevaqueros, en este homenaje hermanable a Federico y Pablo. Deberíamos estar todos juntos, y yo con ustedes, como tanto me ilusionaba.

“No olvidemos que para Neruda, Federico fue siempre el gran caído, la voz silenciada, la gran ausencia de su España en el corazón.

“Recordemos también que Neruda fue el primero en proclamar el cla-moroso reconocimiento de América al poeta Federico, el primero en saber que Federico había alcanzado esa fuerza de seducción popular de los poetas, no lograda por nadie desde Lope de Vega. Él así lo dijo.

“Hoy los dos están en el alma del pueblo y es por eso que nuestro ho-menaje es a los dos poetas, a Federico y a Pablo, un homenaje al alimón, si pudiera decirse, para esos dos poetas que llegaron a torear discursos a dúo, como hermanos, con el capote único de la lengua común…”

Clara Sancha le cuenta desde Madrid el éxito que tuvo el homenaje, “aun-que hubo un extraño incidente con Rafael (Alberti), que abandonó el acto por un motivo que no hemos podido aclarar a pesar de haber oído versiones de gente presente”.

Matilde se preocupa también de los escritores chilenos en el exilio. El 17 de abril de 1980 le escribe a Omar Lara, que vive en Rumania, para decirle que recibió su libro inédito La vida probable y que hablará con la editorial Nasci-mento, que es la última posibilidad que habría para publicarlo en Chile. Agrega: “Me alegra mucho la noticia de que quieras venirte. Ojalá te resulte. Todos los escritores están volviendo: Gonzalo Rojas, Jorge Edwards y ahora se viene Pepe Donoso. La gran familia comienza a juntarse”.

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Matilde quiere el regreso no sólo de los escritores, sino de todos los exi-liados. A Carlos Vasallo que desde Roma se queja de que no los dejan volver, le escribe: “Aquí se trabaja a todo nivel para conseguir que entren los chilenos. Por el momento nos damos de cabeza contra un muro que se ha endurecido en este último tiempo”.

Sergio Ortega escribe desde Nanterre, el 25 de agosto de 1980: “Estos últimos meses los he dedicado al Murieta de Tübingen, RFA, y a la ópera, ya completamente terminada y en el comienzo de la temporada de ensayos (…) el estreno está fijado para el 6 de diciembre en Berlín. Pienso que el Teatro de la Ópera del Estado te hará llegar las invitaciones correspondientes. Tomaré las medidas para que tal cosa ocurra a tiempo”.

Noticias desde China

En octubre recibe noticias de Delia Barahona, la mujer del pintor José Venturelli, que había tenido graves problemas de salud. En una carta desde Pe-kín le dice que está mejor, de buen ánimo, y que trabaja “en decenas de croquis que pasará a la tela en su taller”. En noviembre siguen llegando cartas desde China. Jiang Zhi Fang, pro-fesor de la Facultad de Español del Instituto de Lenguas Extranjeras de Pekín dice que escribió un trabajo titulado “Sobre Pablo Neruda y su trayectoria en la creación literaria”, con ayuda de Ai Ching y Emi Siao, quienes fueron grandes amigos del poeta. Una casa editora de su país le ha encargado una biografía de Neruda, para la cual le pide ayuda: “…como nunca estuve en Chile, me encuen-tro muchas dificultades en este trabajo. Por ejemplo: Cómo son Temuco, Isla Negra, Santiago y los lugares que vivía el poeta”.

Matilde le contesta el 25 de noviembre, mandándole los libros e indicacio-nes bibliográficas que necesita.

El 14 de diciembre recibe el saludo de Emi Siao, en francés, desde Pekín, en el que le dice que hace algún tiempo “nuestra revista Poesía publicó algunos poemas de Neruda, con un texto explicativo de Ai Ching”.

A principios de 1981 Matilde es sometida a una operación compleja y cos-tosa. Le escribe a Gonzalo Losada, hijo, quien se ha hecho cargo de la editorial: “En este momento estoy convaleciente de una operación muy grave, que me ha tenido en cama desde el 18 de enero, pero ya voy saliendo de esto”. Luego le dice que la intervención le ha costado “más que si me hubiera comprado una casa y ha terminado con mis reservas”. Matilde sigue con problemas con la editorial: “Tú has cobrado mis derechos y dispones de ellos porque los necesitas, pero ahora yo también los necesito y en forma muy urgente –escribe–. Me duele cobrarte. No quisiera verme obligada a tomar otras medidas. Yo esperaré tu contestación quince días y ojalá esto lo arreglemos en forma amistosa como siempre”.

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Carta de Jiang Zhi Fang, de 9 de noviembre de 1980, en la que envía noticias de dos grandes poetas chinos, amigos de Neruda: Ai Ching y Emi Siao. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Carta de invitación a Matilde, a la celebración del décimo aniversario del Premio Nobel de Neruda. Epistolario de Matilde Urrutia.

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El 11 de enero Margarita Aguirre le había escrito: “De Losada las noticias no pueden ser peores. Están al borde de la quiebra y tuvieron un lío por falsi-ficación de balances”. Tres meses después le informa de la muerte de Gonzalo Losada, padre. Dice que la editorial se salvó de la quiebra vendiéndole el catálogo a Alianza, por lo que ahora publican con el sello Alianza-Losada. Así pudieron pagarle sus derechos a Sartre y todos los que tenían atrasados.

El 26 de marzo Clara Sancha le cuenta que estuvo en el descubrimiento de la placa en la “Casa de las Flores”, donde vivió Neruda en Madrid, en los años 30: “la placa es muy interesante y está en la esquina de la calle principal –dice Clara–. Me causó mucha emoción pasar frente a la casa de Pablo, donde tantas veces estuve con Alberto”. Por la tarde hubo un acto en el que hablaron Rafael Aberti y Luis Rosales: “La sala estaba abarrotada y en los pasillos de pie”.

Durante 1981 las invitaciones llueven. No puede ir a todas. A fines de febrero recibe una del alcalde de Viena para viajar a Austria y asistir a la inaugu-ración del conjunto habitacional Pablo Neruda. En junio la Asociación Interna-cional de Juristas la invita a la Conferencia Internacional sobre la Transición a un Nuevo Orden Internacional Democrático, en México.

El 27 de julio la invitan a participar en el Encuentro de la Literatura Chilena, en Frankfurt, a mediados de octubre. Los organizadores indican que en esos días se realizaría, además, la Feria Internacional del Libro, que es la más importante del mundo. Matilde acepta y el Comité organizador vuelve a escri-birle porque han recibido muchas peticiones para que ella participe en diversos actos culturales, por lo que le piden que permanezca en Alemania hasta el 22 de octubre.

Lasse Pöysti, director del Teatro Real Dramático de Estocolmo la invita, para la tarde del 19 de octubre, en que en la gran sala del Teatro se encontrarán artistas e intelectuales suecos y finlandeses, “para celebrar el Décimo Aniversario del Premio Nobel de nuestro gran poeta Pablo Neruda”. Matilde contesta: “Cuan-to bien me ha hecho este llamado de Uds. recibido en este país en el que ya es una tradición que en los aniversarios del nacimiento de Pablo, el 12 de julio y en el de su muerte, el 23 de septiembre, lleguen desde muy temprano al cementerio las fuerzas policiales para impedir cualquier homenaje que le quiera hacer el pueblo a su poeta”.

Aun cuando estaba con problemas de salud, Matilde fue a Europa y par-ticipó en algunos de los actos a que la invitaron. El 15 de abril del 82, Volodia le dice que espera verla ese año nuevamente por Europa y recuerda: “Fueron her-mosos esos días del Encuentro de Frankfurt y aquel acto en el Teatro Dramático de Estocolmo”.

En la capital sueca, Matilde se reunió con Bibi Andersson –una de las actrices favoritas del cineasta Igmar Bergman– y con un equipo sueco interesado en grabar un programa sobre Machu Picchu, basado en la obra de Neruda.

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En una manifestación contra la dictadura en la Plaza Almagro de Santiago, en 1979. Foto de Marcelo Montecino.

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Carta de la primera dama de Francia, Danielle Mitterrand, de 22 de julio de 1981. Epistolario de Matilde Urrutia.

Matilde en una manifestación contra los abusos del gobierno militar, en 1983. Foto de Marcelo Montecino.

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Portada del libro El fin del viaje.

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El fin del viaje

En agosto de 1981 recibe la noticia de la renuncia de Antonio Comas a la editorial Seix Barral. Matilde le escribe: “Me había acostumbrado a que Seix Barral eras tú y siempre nuestras relaciones editoriales fueron tan amistosas”. Ese año ella tenía varios proyectos literarios en movimiento. Carmen Balcells le escribe sobre un libro que haría Esther Tusquets en la editorial Lumen. Propone hacer una edición facsimilar de Paloma por dentro, y un nuevo libro de textos en prosa que se llamaría Todo es nuevo bajo el sol.

El 13 de mayo Balcells le informa que Esther Tusquets “ha decidido no publicar el libro de poemas de Pablo” y agrega que, “en vista de algunas críticas y comentarios sobre El río invisible, yo no soy partidaria de publicar El fin del viaje/ Regresos en edición convencional en Seix Barral”. Se inclina, en cambio, por hacer una edición pequeña y muy cuidada tipográficamente.

El 13 de noviembre de 1981 Balcells le envía un telex con “la buena noti-cia” de que Seix Barral firmó el contrato para El fin del viaje con Paloma por dentro incluida en el volumen: “Harán una edición especial muy bonita”. En el contrato se estipula que el libro aparecerá “en edición de lujo y normal”.

En octubre de 1982 aparece El fin del viaje. Obra póstuma, en la colección Biblioteca Breve de Seix Barral.

Este fin de viaje no tuvo un buen final. El 13 de mayo de 1983 Carmen Balcells notificaba a Seix Barral “en nombre y representación de Matilde Neruda” de la cancelación del contrato por incumpliendo del mismo. No había salido la edición de lujo, sino sólo la normal, como primera edición. Ante las protestas de la agencia, el director general de Seix Barral, Mario Muchnik, se comprometió a retirar del comercio la edición corriente y a lanzar la de lujo, cosa que no sólo no hicieron, sino que siguieron reimprimiendo la “normal”. Balcells agregaba que Matilde viajaría a España expresamente a comprobar que se hubiera retirado la edición “normal”, del mercado.

A Matilde este asunto la afectó profundamente. El 20 de agosto del 83, le escribe a Balcells: “me llegaron noticias de Argentina, donde se está vendiendo profusamente El fin del viaje.

“Yo estoy pensando que luego lo venderán aquí en Chile y entonces sí que creo que voy a enloquecer y haré cualquier desatino (…) Ellos se siguen riendo de ti y de mí. Yo creo que este libro, que se está vendiendo en Argentina, es otra edición.

“Esta pesadilla no terminará nunca (…) Estoy pasando un rato muy malo con todo esto, siento como que he fallado y eso me pone muy triste. Además mi salud no es nada buena”.

El fin del viaje concluyó con el retiro de los libros del comercio y no volvie-ron a hacerse ediciones nuevas.

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Carta de condolencias de Matilde a la viuda del destacado dirigente Tucapel Jiménez, luego de que éste fue asesinado. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Nueva operación

El 18 de enero de 1982 Matilde nuevamente fue operada, esta vez “de algo muy grave”, como ella misma dice en una de sus cartas, en las que nunca da precisiones mayores sobre estos temas. Estuvo dos meses en cama y después reponiéndose lentamente.

El 27 de febrero le escribe a la viuda del dirigente sindical Tucapel Jiménez, recientemente asesinado: “Queridísima compañera Haidée: Le ruego reciba en esta carta un abrazo que lleva todo mi dolor por el horrendo crimen de que ha sido víctima su valeroso compañero.

“Una operación reciente me impide llegar hasta usted para manifestarle personalmente mi solidaridad, mi confianza y la seguridad de que el movimien-to unitario, cuyo símbolo es y será Tucapel Jiménez, encontrará el camino para una convivencia pacífica, justa y permanente”.

Muchos amigos le escriben, entre ellos Marta Orrego: “…he seguido con amor y preocupación tu enfermedad, sin atreverme a molestarte llamándote por teléfono, sino a través de mi papá, Jorge y Pilar (Edwards) y Margarita Aguirre, ellos me han mantenido informada y con gran alegría sé que estás reponiéndote. No sabes la falta inmensa que hiciste en el verano en Isla Negra”.

El 15 de abril Valentín (Volodía Teitelboim), desde París, le escribe que habló con Ángela, hermana de Matilde, quien le dijo que ella estaba en la clínica y le dio noticias tranquilizadoras. Agrega que le entregaron la edición de las memorias de Neruda publicadas en hindi, en Nueva Delhi. El 12 de junio vuelve a escribir: “Nos han dicho que estás mejor de salud, noticia que nos alegra el alma”. Le anuncia que están preparando, para el próximo año, un número de “la revista” –se refiere sin duda a Araucaria de Chile– dedicado a Neruda.

La recuperación fue lenta. El 8 de junio, en carta a Mabel Peremarti le dice: “Estas son las primeras cartas que contesto. Mi convalecencia es larga, so-bre todo el ánimo no es el mismo”.

A principios de junio, Matilde le escribe a José María Memet, que se en-cuentra en Europa: “Yo debía estar en este momento en París. Tenía compromisos en Londres, en Barcelona, en Suecia y Polonia. Todo quedó cancelado y no podré viajar este año (…) Aquí, un invierno tibio, pero un aire irrespirable. Además de recesión, cesantía, rebajas de sueldo; pero vamos viviendo, aguantándonos. Por suerte tenemos una prensa tan optimista y con tan buenas noticias”.

En varias cartas Mabel le explica los problemas por los que pasa Argentina y que repercuten en las liquidaciones de derechos de autor: la devalua-ción de la moneda nacional superó el 100% y no es posible convertirla en dólares porque sigue prohibida la venta de divisas, de modo que se quedan con los pesos argentinos que siguen desvalorizándose. A esto se suma el desastre en la guerra de las Malvinas.

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El 6 de agosto le escribe Bernardo Reyes para contarle las actividades de conmemoración del natalicio de Neruda en Temuco: una muestra bibliográfica que hizo Rafael Aguayo (profesor de la Universidad Católica en esa ciudad), un programa diario de hasta dos horas, durante una semana en radio Ñielol, y un acto en la Universidad: “Lo lamentable (…) fue que no se permitió la lectura de poemas de Jorge Teillier (…) por orden del mandamás, es decir del vice-rector”.

En 1982 apareció una serie de suplementos sobre Neruda en La Tercera de la Hora, que era el diario con mayor circulación en el país. La periodista Inés María Cardone, impulsora de esta iniciativa, le escribe a Matilde: “Al enviarle este último número de la serie “Recordando a Neruda”, que iniciáramos en un día de lluvia en su casa de Isla Negra, quiero agradecerle toda su colaboración…” Luego le dice que “la idea del Museo que Ud. alienta y la cual me propuso le ayudara a concretar, espero siga en pie…” En el verano de 1983 la incansable Carmen Balcells se da un tiempo para ir unos días a Río, junto a Matilde. A principios de febrero le escribe para decirle que le encantó el viaje pero que “como la perfección no existe, fue una pena que yo no estuviese en forma física para correr y pasear mucho más, pero tuvimos un buen descanso y momentos bien agradables que es lo que cuenta”.

Le manda algunos libros, para que lea, entre ellos la primera novela de Isabel Allende, “una sobrina de Salvador” –dice Balcells– y que “acaba de publi-carse con mucho éxito”.

En un homenaje a Pablo Neruda en su casa de Isla Negra. Archivo Fotográfico Fundación Pablo Neruda.

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Neruda entre Mussolini y los zares de Rusia

El 27 de mayo Matilde tiene una larga conversación telefónica con Robert Pring-Mill. Le habla de su enfermedad y él le cuenta del congreso sobre Pablo Neruda que se realizó en Siena, a fines de septiembre de 1972, y del remate de Sotheby’s en el que se vendió la importante colección de manuscritos y libros autografiados que Laura Reyes había dejado en herencia a Rafael Aguayo. El remate se realizó en Londres el 11 de noviembre de 1982. El ítem de cartas y manuscritos poéticos de Pablo Neruda aparece entre un documento firmado por Mussolini, en el que Italia le declara la guerra a los aliados, y la correspondencia entre los zares Nicolás y Alejandra con el gran duque Miguel. El mismo día 27 Robert Pring-Mill le escribe una carta breve a Matilde y le adjunta fotocopia del catálogo. La colección se dividió en tres lotes: el 165, con “más de noventa cartas y tarjetas manuscritas y mecanografiadas; el 166, colección de papeles literarios, con cerca de 300 páginas y once libros de Neruda, y el 167, los importantes Cuadernos de Temuco, con los primeros poemas escritos por Neruda. El valor total declarado después de la subasta alcanzó a 21.500 libras esterlinas. (…) sólo dijeron que se vendieron a Madrid, y hasta ahora no he podido averiguar nada acerca de quién los compró”, escribe Pring-Mill.

Este asunto era muy sensible para Matilde, que anteriormente le había dicho en tono de reproche a Rafael Aguayo: “Ud. pasará a la historia como el único heredero de Pablo que venderá lo que recibió en herencia”.

El 8 de agosto Mabel Peremarti la invita a integrar la comisión de honor de un gran homenaje a Federico García Lorca que está organizando la editorial Losada con motivo del 50º aniversario de su visita a Argentina. Matilde acepta.

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Originales manuscritos de “Hoy a ti: larga eres”, incluido en el libro El mar y las campanas.

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Originales manuscritos de “Final”, el último poema que Neruda escribió para Matilde.

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Un minuto de alegría

En 1983, bajo el alero del Centro Cultural Mapocho, se constituyó una comisión para organizar la conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Pablo Neruda. La presidía Matilde y la integraban Mónica Echeverría, Fer-nando Badal, Enrique Inda y Gonzalo Taborga. Se hizo una antología del poeta en cinco mil ejemplares, a cargo de Enrique Inda. El afiche fue diseñado por José Balmes. Se programó un homenaje masivo y popular, que culminó el 22 de octubre con un gran acto en el Teatro Caupolicán. Fue conducido por Ricardo García, Miguel Davagnino y Sergio Campos. El recinto se llenó y fue necesario poner parlantes hacia la calle San Diego. Se recibieron saludos de personalidades de la cultura de todo el mundo. El espectáculo artístico y político culminó con un discurso memorable de Matilde, en parte del cual dijo:

“¿Por qué convierten nuestro querido y hermoso país en una inmensa cárcel? Exigiremos la verdad sobre los detenidos desaparecidos, esa pesadilla increíble que hemos sufrido tantos chilenos. “¡La patria para todos los exiliados!

“El derecho a vivir en su patria es lo más sagrado que tiene cada ser humano, es como el derecho a tener una madre. Parece increíble que alguien se atreva a quitar algo tan sagrado.

“¡Exigiremos justicia frente a los responsables de tanto dolor!”

Y, refiriéndose a Neruda, concluyó: “…Él amaba la alegría…Por esto, yo no voy a pedir aquí que lo recordemos con un minuto de silencio. ¡No! Yo les voy a pedir para Pablo, un minuto de alegría, de gran ruido, de mucho aplauso”.

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Mi vida junto a Pablo Neruda

En 1983 Matilde se dedica a escribir sus memorias. En unas anotaciones sueltas, dice:

“Comienzo a ver la posibilidad de publicar un nuevo libro… “Aquí contaré algunos episodios de mi vida, solamente porque lo creo necesario, son tantas las veces que me han estremecido algunas lecturas, tantos hechos falseados de mi vida que es tan simple que sorprenderá. Sería una reco-pilación de muchos recuerdos dispersos los que tengo de la vida de Pablo, que por alguna razón se quedaron adheridos fuertemente a mi memoria (…) Nuestra vida fue como un largo viaje y como todo viaje, un día terminó”.

El 31 de octubre de 1983 Matilde le habla a Carmen Balcells de este libro, del que ha terminado una primera versión: “…tengo que publicar el libro de lo contrario quedará fuera de actualidad, para esto necesito mandarte un ejemplar. Es la primera copia, todavía con correcciones a mano (…) quiero que tú me ayudes con tu gran experiencia”. Luego alude a la posibilidad de entregarle el material a un escritor, “cosa que me gusta muy poco –dice–, porque yo quisiera que este libro llevara la autenticidad de los hechos y el lenguaje simple que usa una persona como yo, que no es escritora. Pero tampoco quiero aferrarme a esa idea”.

Más adelante, en la misma carta, Matilde se refiere a su gran proyecto: “…te ruego que de aquí en adelante, todos los cheques me los mandes direc-tamente a mi dirección de Santiago; parece que haremos la Fundación Pablo Neruda, estoy arreglando la casa y necesito mucho dinero”.

El libro se publicaría póstumamente, en 1986, con el título de Mi vida junto a Pablo Neruda.

El 24 de marzo de 1984 Matilde le escribe a Hugo Arévalo y a Charo Cofré: “No se pueden imaginar la alegría que me dio la noticia de que pue-den entrar a Chile sin restricciones”. Les advierte sí que la situación política ha empeorado y les aconseja que se vengan lo más rápido que puedan, porque se han dado casos de exiliados que vuelven con autorización, pero que son recha-zados en el aeropuerto.

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Primera edición del libro de memorias de Matilde, publicado póstumamente, en 1986, y algunos originales manuscritos de esta obra.

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Carta de Matilde a Claudio Arrau, antes de que éste visitara Chile por última vez, en 1984. Epistolario de Matilde Urrutia.

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Una carta a Claudio Arrau

La percepción de la situación chilena de Matilde, se expresa muy bien en una carta que le escribe el 14 de abril de 1984 a Claudio Arrau. Le dice que se ha dado la noticia de que viene a Chile. Le advierte que acá se vive un momento de gran tensión: “Nunca hemos estado en una tiranía tan pesada, tan despia-dada como en este tiempo. Toda la violencia represiva ha recrudecido porque el pueblo ha perdido el miedo y sale a la calle a protestar por sus derechos”. Lo previene que la prensa oficialista y el gobierno militar están utilizando su visita. Tienen anunciado un concierto popular en el Teatro Municipal, donde nunca ha ido el pueblo, “por qué no hacerlo en el Caupolicán? –le pregunta–. “Ese sí que sería popular”. Y agrega: “Ud. va a encontrar un país muy hermoso, nunca se ha visto gente más rica en Chile que ahora, el hambreamiento del pueblo enriqueció a muchos. Verá hermosas calles, hermosos jardines, pero ojalá se asome a una población. Yo le aseguro, Claudio, que yo voy muy seguido a ellas y cada vez salgo llorando”.

El 24 recibe la respuesta, firmada por Ruth Arrau: “No puedo agradecerle lo suficiente por su hermosa carta que recibimos esta mañana. Claudio todavía está en Europa. Lo llamé a Munich para leerle su carta. Me pidió que le contes-tara inmediatamente.

“Queremos asegurarle que habrá un concierto en el Caupolicán, el 18 de mayo, con orquesta, a precios populares y libre para los estudiantes. Clau-dio regresa a su país natal, como él dijo en su anuncio, porque una generación completa no lo ha escuchado. Él quiere tocar para ellos y para la gente chilena (…) Puede estar segura de que este viaje se limitará sólo a fines artísticos y culturales (…) Él quiere que este regreso después de tantos años, sea un símbolo de esperanza.

“Él y yo le hacemos llegar nuestra más profunda gratitud por su preocu-pación y todo nuestro cariño”.

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Respuesta a Matilde de Ruth Arrau, en nombre del pianista. Epistolario de Matilde Urrutia.

Matilde en una reunión de solidaridad con Chile, en París, a fines de los años 70. Foto de Fernando Orellana • www.abacq.net

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Matilde con un grupo de visitantes mapuches en el comedor de La Chascona. Archivo Fotográfico de la Fundación Pablo Neruda.

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Viaje a los Estados Unidos

El 19 de marzo Mabel Peremarti le escribe desde Buenos Aires: “Me aflige y me preocupa lo que me dices sobre tu salud (…) Confío que ese tratamiento de seis meses que te han fijado lo cumplirás estrictamente (…) Recuerda lo que eres y lo que representas, aparte de lo mucho que se te quiere…”

En una carta incompleta que no tiene destinatario, Matilde dice: “Yo no te había querido contar sobre mi salud porque es una lata hablar de enfermedades, pero es mejor que tú lo sepas. El cáncer que a mí me operaron ha repuntado muy levemente, pero lo suficiente para fastidiarme mucho. Estoy en un tratamiento que dura 6 meses y durante esos seis meses yo no puedo ni estoy en condiciones de salir de Chile”.

El tratamiento no dio resultado. El 30 de junio Matilde le informa a Car-men Balcells: “Mi salud no ha tenido la mejoría que los médicos esperaban (…) aquí ya no me pueden hacer nada y me voy al hospital de Houston el viernes 6 de julio. El médico dice que para un nuevo tratamiento tengo que quedarme allí 3 meses. He decidido hacerlo porque estos 5 meses han sido para mí muy pesados, porque han sido 5 meses de enfermedad. Ahora me siento mejor y con algunos calmantes creo que podré hacer el viaje”. Luego le da la dirección del M.D. Anderson Hospital and Tumor Institute.

Matilde parte a los Estados Unidos. En 1984 no estaría, como todos los años, el 12 de julio desde muy temprano en el Cementerio General de Santiago, junto al nicho en que yacían los restos de Pablo Neruda, para recibir a los cientos de personas que, a pesar de la presencia amenazante del aparato de represión del gobierno, llegaban a rendirle homenaje al poeta en el aniversario de su naci-miento. Pero un grupo de amigos le manda a ella un gran ramo de claveles rojos al hospital Anderson.

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El 80º aniversario de Neruda

El 80º aniversario del natalicio de Neruda se celebró en distintos lugares del mundo. La editorial Losada organizó un homenaje en la Feria del libro de Buenos Aires, el 13 de abril. Mabel le escribe el 18 de mayo adjuntándole una foto de ese acto “donde se ve en primer plano a tu encantadora amiga Teresa Hamel”. Luego le informa del recital Canto a la poesía, en el Luna Park lleno de un público con un entusiasmo extraordinario: “Tanto fue así que tuvieron que hacer una función extra y no fueron más porque los artistas tenían compromisos pendientes”. Agrega que la mayoría de los asistentes eran jóvenes “que coreaban los versos de Pablo” cantados por Víctor Heredia. El acto se filmó y se pasó por el canal de televisión estatal.

Desde París, “Guillermo” le informa sobre un gran homenaje, y desde la República Federal de Alemania, Erni Hildebrand, en nombre del Comité Neruda 80 años, le cuenta de “un acto en homenaje al inolvidable poeta, que se realizó el 3 de julio, en la ciudad de Marburg”.

En Sassari, Italia, se realizó el importante Simposio Intercontinental Pablo Neruda, organizado por el profesor Hernán Loyola. Las actas, publicadas en 1987, fueron un aporte fundamental para los estudios nerudianos.

En Chile se crea el Comité Neruda 80 años, presidido por Miguel Lawner. El lunes 4 de junio ofrece una conferencia de prensa en el local de la SECH, con una importante convocatoria de medios de prensa, a pesar de las condiciones que se vivían en ese momento. Entre los convocantes se encuentran grandes figuras de las artes y las letras nacionales como Juvencio Valle, Mario Carreño, Roberto Parada, Nemesio Antúnez, Francisco Coloane, Humberto Díaz Casa-nueva, Gonzalo Rojas, José Balmes y Gracia Barrios, entre otros. Se anunció la apertura de un concurso literario. El escritor Bernardo Reyes se refirió a las actividades programadas en Temuco, entre ellas la interpretación del oratorio Canto general, de Theodorakis por un coro de 800 voces.

El acto principal se realizó en el teatro Caupolicán, el sábado 21 de julio a las 18 horas. Matilde mandó desde Houston un mensaje que en parte dice: “¡Cómo quisiera estar ahí con ustedes! El destino me ha jugado esta mala pasa-da y me es imposible estar presente. Pablo amaba la vida, amaba nuestro país, sus hombres, sus montañas, sus pájaros. Siempre estará acompañándolos en la lucha.

Reciban mi grito de rebeldía que se une a los de ustedes”.

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Borrador manuscrito de la primera página del discurso que Matilde preparó para el acto de conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Neruda, que se realizó en el teatro Caupolicán de Santiago.

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El fin de su viaje

Los tratamientos no dieron los resultados que se esperaba. El cáncer siguió progresando. Matilde quería vivir. Al parecer, hasta intentó recurrir a los médicos espiritas. Entre sus papeles está el borrador manuscrito de una carta al Templo Espirita, donde expone su estado de salud y pide que le hagan una visita para sanarla. No sabemos si la envió.

A pesar de la gravedad de su estado Matilde siempre conservó su entere-za. Ida González recuerda que una vez la acompañó a la clínica. Una auxiliar le entregó los resultados de sus exámenes. “¡Señora, usted casi no tiene glóbulos rojos!” –le dijo muy alarmada. Matilde se rió. Sabía perfectamente cómo estaba.

Cuando regresa de Houston Matilde se recluye en su casa, La Chascona en la que también vive su hermana Ángela. Sigue trabajando en sus memorias, con la colaboración de Gustavo Becerra. Recibe las visitas de algunos amigos como los matrimonios de Mónica González y Flavián Levine y de Ida González y Mario Carreño.

Según un testimonio de Mónica González, no dictaba los textos de sus memorias, los escribía a mano para que luego se los trascribieran a máquina. Cuando tuvo que quedarse en cama le resultaba incómodo escribir. Llamó a Mó-nica González, el día de Navidad, para pedirle un catre clínico, que le consiguió inmediatamente con Eugenio Heiremans, en el Hospital del Trabajador.

El viernes 4 Mónica y Flavian Levine la visitaron. Estaba completamente lúcida y aunque tenía conciencia de la gravedad de su estado, mostraba una gran tranquilidad. Había tomado hacía tiempo las disposiciones más importantes, entre ellas la redacción de su testamento, asistida por su abogado, Juan Agus-tín Figueroa. Dicho testamento creaba la Fundación Pablo Neruda y establecía sus estatutos.

Poco después de las fiestas de fin de año que tanto la apenaban desde que no estaba Neruda, en la madrugada del sábado 5 de enero de 1985, a las 3:30, Matilde murió en su casa, La Chascona. El día anterior se le había suspen-dido la administración de medicamentos y desde hacía una semana no ingería alimentos sólidos.

Su sobrina, Priscilla Ramírez y su médico, Sergio Kleinmann, señalaron que estuvo consciente y tranquila hasta el último momento de su vida.

Se hizo una declaración pública, según la cual, Matilde “dispuso en vida y también en forma testamentaria, que se organizara una fundación para hacerse

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cargo de los bienes y patrimonio literario de Pablo Neruda, con el propósito de promover el cultivo y la propagación de las artes y las letras en general”.

De acuerdo a las normas legales de la época, el nacimiento de cualquiera fundación necesitaba de la aprobación del gobierno. Éste, después de algunas renuencias y de la amenaza de las acciones legales que podían emprenderse, terminó por autorizar la existencia de la Fundación Pablo Neruda.

En un texto que leyó en un homenaje a Neruda en Francia, Matilde había dicho: “Mi gran preocupación es no haberle dado sepultura como él lo señalara. Dijo: ‘enterradme en Isla Negra’. Quería seguir mirando ese pedazo de océano que tanto amaba”. Luego cuenta que la casa fue incautada: “A mí me permiten sólo que la cuide mientras viva. Y es por esa razón que no se ha tras-ladado allí a Pablo y también que la casa no se haya transformado en un museo como lo exigen los visitantes que vienen de todos los lugares y encuentran la puerta cerrada”.

Pocos años después de la recuperación de la democracia en Chile, el 12 de diciembre de 1992, los restos de Pablo Neruda y de Matilde Urru-tia fueron trasladados a Isla Negra, en un acto en el que participaron las máximas autoridades del país y el pueblo de Chile. Como Matilde quería que ocurriera, la casa de Isla Negra, junto a La Chascona, de Santiago y La Sebastiana de Valparaíso, administradas por la Fundación que ella creó, son visitadas anualmente por decenas de miles de personas que vienen de todo el mundo.

El viaje terminó. Los dos viajeros ahora reposan juntos, como Pablo Neru-da se lo anunció a Matilde en su “Testamento de otoño”:

Alguna vez si ya no somos,si ya no vamos ni venimosbajo siete capas de polvoy los pies secos de la muerteestaremos juntos, amor, extrañamente confundidos.Nuestras espinas diferentes,nuestros ojos maleducados,nuestros pies que no se encontrabany nuestros besos indelebles,todo estará por fin reunido…

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Frente al mar de Isla Negra. Archivo Fotográfico de la Fundación Pablo Neruda.

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19123 de mayo de 1912Matilde Urrutia Cerda, hija de María del Tránsito Cerda y José Ángel Urrutia, nace en Chillán. Es la menor de seis hermanos. Los otros son: Jacinto, Ángela, Mercedes, Francisco y Luis.

1944Después de haber estudiado canto y de trabajar en distintas instituciones como Correos, Seguro Obrero e Instituto de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo, se va por una temporada al Perú.

Actúa en la película La Lunareja, dirigida por Bernardo Roca Rey, que se estrena en Lima el 5 de junio de 1946.

1946Conoce a Pablo Neruda en un concierto en el Parque Forestal de Santiago.

Participa, como cantante, en la campaña presidencial de Gabriel González Videla, donde vuelve a encontrarse con Neruda, que había sido nombrado jefe nacional de propaganda.

Viaja a México.

1949Nuevo encuentro con Pablo Neruda, que llega a México con su mujer, Delia del Carril. Se inicia la relación amorosa que durará hasta la muerte del poeta.

1951Viaja a París. Se reúne con Neruda en Berlín, en la RDA, en el III Festival Mundial de la Juventud. Cuando termina éste, viajan a Rumania.

Noviembre de 1951Se encuentra con Neruda en Ginebra, desde donde van a la pequeña ciudad de Nyon, a pasar una temporada breve.

195223 de enero de 1952Viaja a la isla de Capri donde pasa una larga temporada con Neruda. Desde ahí visitan Venecia, regresan a Capri y viven un tiempo en Sant’ Angelo de Ischia.

Fines de julio de 1952En Cannes se embarca a Chile en la nave Giulio Cesare, junto a Neruda.

Noviembre de 1952Compra un sitio al pie del cerro San Cristóbal, en Santiago. Ahí construirá la casa que en su honor, Neruda

bautizó La Chascona. Entretanto vive en un departamento, en Providencia, mientras Neruda sigue viviendo con Delia, en la casa llamada Michoacán.

29 de diciembre de 1952Viaja a Atlántida, en Uruguay, donde se reúne con Neruda para pasar el año nuevo en casa de Alberto y Olga Mántaras, una pareja de amigos uruguayos a los que conocieron en el viaje a Chile.

1953Principios de 1953Comienza la construcción de La Chascona.

Abril de 1953El muralista mexicano Diego Rivera, que viaja a Chile a participar en el Congreso Continental de la Cultura, pinta un retrato bicéfalo de Matilde, en cuyo pelo rojizo se dibuja el perfil de Neruda.

1955Febrero de 1955Comienza a vivir con Neruda en La Chascona, luego de la separación definitiva del poeta y Delia del Carril.

Cronología

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1957Viaja a Ceilán, India, Birmania y China junto a Neruda y en compañía del matrimonio Jorge Amado y Zélia Gattai. Luego van a la URSS, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Armenia, Finlandia y Suecia.

Diciembre de 1957Se embarca junto a Neruda en la nave Bolívar, que los trae de regreso a América.

1959 Enero de 1959Viaja con Neruda a Venezuela donde permanecen hasta comienzos de abril.

1960Fines de marzo de 1960Se embarca, junto a Neruda, en el trasatlántico Louis Lumiére con destino a Europa, donde permanecen hasta el 12 de noviembre, fecha en que parten a Cuba y luego a México.

19617 de enero de 1961Regresa a Chile.

1962Nuevo viaje a Europa, con un recorrido por Atenas y Estambul.

1963Viaja con Neruda a Córdoba, Argentina, a la estancia “El Totoral”, de sus compadres Rodolfo Araoz y Margarita Aguirre.

1965Acompaña a Neruda en un nuevo viaje a Europa, en el que el poeta recibe el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Conoce a Robert Pring-Mill, especialista en estudios nerudianos, de quien será amiga hasta su muerte. Junto al novelista Miguel Ángel Asturias recorren Hungría. Neruda y Asturias escribirán posteriormente el libro Comiendo en Hungría.

1966Viaja a los Estados Unidos, donde Neruda debe participar en las reuniones del Pen Club. En Nueva York conoce al dramaturgo Arthur Miller y a su mujer, la fotógrafa Inge Morath, que serán sus amigos por toda la vida.

28 de octubre de 1966Contrae matrimonio civil con Pablo Neruda. La ceremonia y la celebración se realizan en la casa de Isla Negra.

1970Principios de abril de 1970Viaja a Europa con Neruda.

23 de junio de 1970Al regresar hacen una breve escala en Barcelona, donde se reúnen con Gabriel García Márquez y el pintor José Caballero.

1971Enero de 1971Viaja a Isla de Pascua, donde su esposo debe grabar un capítulo del documental Historia y geografía de Pablo Neruda.

2 de marzo de 1971Parten a Francia donde Neruda asume el cargo de embajador de Chile, nombrado por el gobierno del Presidente Salvador Allende.

Principios de diciembre de 1971Acompaña a Neruda a Estocolmo, a recibir el Premio Nobel de Literatura.

197221 de noviembre de 1972Regreso a Chile.

1973Abril de 1973Viaja sola a Europa a resolver algunos asuntos pendientes. Neruda, enfermo, se queda en Isla Negra.

11 de septiembre de 1973Se produce el golpe militar que derroca al gobierno del presidente Allende. Muchos de los amigos de Matilde y Neruda son perseguidos, apresados o muertos. Las casas La Chascona, de Santiago y La Sebastiana, de Valparaíso, son parcialmente destruidas por vándalos.

19 de septiembre de 1973Traslada de urgencia a Neruda desde Isla Negra a la Clínica Santa María, de Santiago. En el camino son sometidos a controles policiales.

23 de septiembre de 1973Muere Pablo Neruda. Matilde dispone que sus restos sean velados en La Chascona, en ruinas, para que en todo el mundo se conozca lo que está pasando en Chile.

25 de septiembre de 1973Se realizan los funerales del poeta, que se transforman espontáneamente en un acto masivo. Pablo Neruda es sepultado en el mausoleo de la familia Dittborn, en el Cementerio General de

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Santiago. En los días siguientes, Matilde recibe cientos de cartas de condolencias desde todo el mundo. Se instala a vivir en el hotel Crillón, en el centro de la ciudad.

Octubre de 1973Recibe la visita de Andrés Vázquez, hombre de confianza del principal editor de Neruda en ese momento, Gonzalo Losada. Éste le informa sobre la tercera edición de las Obras completas del poeta, y del avance del libro Arte de pájaros. Noviembre de 1973Viaja a Caracas, para trabajar en las memorias de Neruda junto a Miguel Otero Silva. En la capital venezolana sigue recibiendo cartas de condolencias.

1974Principios de 1974Viaja a Barcelona y Buenos Aires para entregar las memorias de Neruda, Confieso que he vivido, a las editoriales Seix Barral y Losada, respectivamente.

Abril de 1974Pasa los días de semana santa en casa de Jorge Amado y Zélia Gattai, en Salvador de Bahía.

Desde ahí viaja a Buenos Aires a recibir la primera edición de las memorias de Neruda. De regreso a Santiago logra ingresar una cantidad de ejemplares del libro, prohibido en Chile.

Mayo de 1974Debe trasladar los restos de Pablo Neruda del mausoleo de la familia Dittborn a un nicho que compra en el mismo Cementerio General. Esto por imposición de algunos miembros de la familia propietaria del mausoleo.

Noviembre de 1974La prensa internacional informa que el gobierno militar chileno confiscó la casa de Isla Negra. La toma de posesión nunca se realizó y Matilde fue autorizada para seguir usando la casa.

1975Primavera de 1975Reconstruye La Chascona y luego se instala a vivir en ella.

Noviembre de 1975Asiste al bautizo de un petrolero ruso con el nombre de Pablo Neruda, en el puerto de Riga, en la URSS.

1976 Principios de 1976Es invitada a participar en un homenaje que se le haría a Neruda en un Congreso de Escritores, de la San José State University (Estados Unidos), los días 10 y 11 de abril.

Septiembre de 1976Primeras noticias de que está enferma de cáncer. Sus amigos manifiestan su preocupación en cartas que le mandan desde distintos lugares del mundo.

24 de octubre de 1976Es entrevistada en España, en el programa de televisión “A fondo”.

1977 8 de octubre de 1977El ministro de Cultura de España, Pío Cabanillas Gallas, la invita a una reunión en Madrid, el 3 de noviembre, con motivo del comienzo del rodaje de la serie de televisión “Escrito en América”. La invitación se había extendido a todos los escritores participantes, entre los cuales se encontraban algunas de las figuras más destacadas de las letras hispanoamericanas del momento.

Durante todo el año y siempre con ayuda

de Miguel Otero Silva, trabaja en la recopilación de textos de Neruda para un nuevo libro, que tendrá el título de Para nacer he nacido.

1978 Mayo de 1978Aparece Para nacer he nacido, publicado por Seix Barral. Inicialmente fue prohibido por la censura del gobierno militar, pero al parecer hubo una reconsideración y finalmente se permitió que circulara en Chile.

Fines de mayo de 1978Junto a Margarita Aguirre y Ana González, ingresa a la embajada de los Estados Unidos, para iniciar un ayuno de 48 horas, en solidaridad con los familiares de los detenidos desaparecidos y para llamar la atención del mundo sobre la represión desatada en Chile.

Mediados de julio de 1978 Viaja a Caracas a un festival de teatro.

Durante todo el año trabaja en la recopilación de textos de Neruda para un nuevo libro en el que quiere reunir la poesía y la prosa de Neruda anterior a Crepusculario. Este trabajo continúa a lo largo de 1979.

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1979 18 de abril de 1979Es detenida en una manifestación en el centro de Santiago, frente al recinto del Congreso Nacional, disuelto por el gobierno militar. Junto a un grupo de mujeres, familiares de detenidos desaparecidos, se había encadenado a las rejas del edificio. Es dejada en libertad gracias a las gestiones del Embajador de Venezuela, Enrique Aspurúa.

A partir de mayo trabaja en la organización de un acto para celebrar el 75 aniversario de Neruda.

28 y 29 de septiembre de 1979Viaja a Italia a participar en una serie de homenajes a Neruda en Nápoles y uno en Capri donde se coloca una placa en la casa de la Vía Tragara, donde en 1952 pasó con Pablo Neruda una temporada que ella llama “nuestra luna de miel clandestina”.

1980Enero de 1980Es invitada por Francisco Martin, alcalde de Fuente Vaqueros a un “homenaje- hermanamiento” de Federico García Lorca y Pablo Neruda que se realizaría el 5 de junio en

Fuente Vaqueros. Tiene todo dispuesto para asistir, pero poco antes del viaje un accidente en su casa se lo impide.

Marzo de 1980Aparece el libro El río invisible, editado por Seix Barral.

1981 Principios de 1981Es sometida a una compleja intervención quirúrgica.

Mediados de octubre de 1981Participa en un Encuentro de la Literatura Chilena, en Frankfurt, y en diversos actos culturales a los que la invitan en Alemania.

19 de octubre 1981Participa en un encuentro de artistas e intelectuales suecos y finlandeses, en el Real Teatro Dramático de Estocolmo, para celebrar el décimo Aniversario del Premio Nobel de Neruda.

1982 18 de enero de 1982Nuevamente es operada, “de algo muy grave”, como dice en una de sus cartas. Tiene una larga convalecencia.

Octubre de 1982Aparece el libro El fin del

viaje. Obra póstuma, en la colección Biblioteca Breve de Seix Barral. El contrato estipulaba que se haría una edición de lujo y otra corriente.

1983Verano de 1983Hace un viaje de descanso a Río de Janeiro, con Carmen Balcells.

13 de mayo de 1983Carmen Balcells notifica a Seix Barral “en nombre y representación de Matilde Neruda” la cancelación del contrato de edición de El fin del viaje, por incumplimiento del mismo. No había salido la edición de lujo, sino sólo la corriente.

22 de octubre de 1983Se conmemora el décimo aniversario de la muerte de Pablo Neruda con un gran acto en el teatro Caupolicán de Santiago, que se llena totalmente. El espectáculo artístico y el acto político culminan con un discurso memorable de Matilde.

Octubre de 1983Termina una primera versión de sus memorias, que se publicarán póstumamente, en 1986, con el título de Mi vida junto a Pablo Neruda.

1984 6 de julio de 1984Viaja a Houston, Texas, para hacerse un tratamiento en el Anderson Hospital and Tumor Institute.

21 de julio 1984Se realiza el acto principal del programa de celebración del 80º aniversario del nacimiento de Pablo Neruda, con un acto en el teatro Caupolicán. Matilde manda desde Houston un mensaje que es leído en este acto.

1985 5 de enero de 1985Muere en su casa, la Chascona, en la madrugada, a las 3:30 horas. Es sepultada en un nicho que está muy cerca del de Pablo Neruda, en el Cementerio General.

12 de diciembre de 1992Sus restos, junto a los de Pablo Neruda, son sepultados en Isla Negra.

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CENTENARIO DE MATILDE URRUTIA 1912-2012

Final

Matilde, años o díasdormidos, a� ebrados,aquí o allá,clavando,rompiendo el espinazo,sangrando sangre verdadera,despertando tal vezo perdido, dormido:camas clínicas, ventanas extranjeras,vestidos blancos de las sigilosas,la torpeza en los pies.

Luego estos viajesy el mío mar de nuevo:tu cabeza en la cabecera,

tus manos voladorasen la luz, en mi luz,sobre mi tierra.

Fue tan bello vivircuando vivías!

El mundo es más azul y más terrestrede noche, cuando duermoenorme, adentro de tus breves manos.

Pablo Neruda, El mar y las campanas.

Matilde Urrutia (1912 - 1985) fue la gran musa de Pablo Neruda. Dos de sus gran-des poemarios amorosos, Los versos del capitán y Cien sonetos de amor, y muchos poemas de diversos otros libros están dedicados a ella. Su presencia es constante en la obra de Neruda, desde 1952 hasta sus libros póstumos. Matilde acompañó al poe-ta en los momentos más importantes de su vida, como el del recibimiento del Premio Nobel, en 1971, y también en los más difí-ciles: en su enfermedad y su muerte. Pero ella no se limitó a vivir a la sombra de la celebridad de Neruda. Siempre fue una mu-jer luchadora e independiente, condiciones que se evidenciaron con especial relieve en sus años de mujer sola. Después del golpe militar sus amigos estaban ocultos, prisio-neros o muertos; dos de sus casas fueron objeto de ataques vandálicos que las destruyeron parcialmente; la única que no sufrió daños fue confi scada por el gobierno, y agentes del temible aparato de seguridad del régimen seguían todos sus pasos. Ma-tilde no se dejó amedrentar. Se convirtió en una gran defensora de los derechos huma-nos. Denunció los abusos de la dictadura, y participó en manifestaciones de protesta y desacato en Chile y en el extranjero. Todo esto a pesar de la enfermedad por la que tuvo que someterse a complejos tratamien-tos e intervenciones quirúrgicas, y que no dejó de progresar hasta el momento de su muerte, a principios de enero de 1985.

Además, Matilde administró con singular efi cacia el legado literario y material de Neruda. Se hizo cargo de todos los asuntos vinculados con la edición y circulación de la obra del poeta; editó las memorias en las que éste trabajó hasta poco antes de su muerte; recopiló y publicó sus escritos dispersos o inéditos, y creó la Fundación Pablo Neruda, que con este libro ha queri-do recordarla y conmemorar el centenario de su natalicio.

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