FUERZAS SOCIALES, ESTADOS Y ORDENES MUNDIALES: Más allá de...

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FUERZAS SOCIALES, ESTADOS Y ORDENES MUNDIALES: Más allá de la teoría de las Relaciones Internacionales Robert w. Cox Las convenciones académicas dividen la tela sin costuras del mundo social real en esferas separadas. cada una con su propia teorización; es un camino necesario y práctico para lograr una mejor compren- sión. La contemplación de la totalidad indivisa puede conducir a profundas abstracciones o revela ciones místicas, pero el conocimiento práctico (aquel que puede ser puesto en acción) siempre es parcial o fragmentario en sus orígenes. Definir si las partes deben permanecer como objetos limitados, separa- dos, de conocimiento, o deb en constituir la base para construir una per spectiva estructural y dinámica de mayores proporciones, es una cuestión importante de método y propósito. De otra manera, el punto de partida es alguna subdivisión inicial de la r ealidad, habitualmente dictada por la convención. Es conveniente tener en mente que tal corte con- vencional de la reali dad es, a lo sumo, sólo una con- veniencia de la mente. L os segmentos resultantes , sin embargo, derivan indirectamente de la realidad en la medida en que ellos son el r esultado de practi- cas, es dec ir, las re spuestas de la conc i encia a las presiones de la realidad. La s subdivisiones del cono- 119

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FUERZAS SOCIALES, ESTADOS Y ORDENES MUNDIALES:

Más allá de la teoría de las Relaciones Internacionales

Robert w. Cox

Las convenciones académicas dividen la tela sin costuras del mundo social real en esferas separadas. cada una con su propia teorización; es un camino necesario y práctico para lograr una mejor compren­sión. La contemplación de la totalidad indivisa puede conducir a profundas abstracciones o revelaciones místicas, pero el conocimiento práctico (aquel que puede ser puesto en acción) siempre es parcial o fragmentario en sus orígenes. Definir si las partes deben permanecer como objetos limitados, separa­dos, de conocimiento, o deben constituir la base para construir una perspectiva estructural y dinámica de mayores proporciones, es una cuestión importante de método y propósito. De otra manera, el punto de partida es alguna subdivisión inicial de la r ealidad, habitualmente dictada por la convención.

Es conveniente tener en mente que tal corte con­vencional de la reali dad es, a lo sumo, sólo una con­veniencia de la mente. Los segmentos resultantes , sin embargo, derivan indirectamente de la realidad en la medida en que ellos son el r esultado de practi­cas, es dec ir, las re spuestas de la conciencia a las presiones de la realidad. Las subdivisiones del cono-

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cimrento social. en consecuencia, difícilmente pue­den corresponder a las formas según las cuales los asuntos humanos están organizados con tiempos y espacios específicos. Ellas pueden, por consiguiente, parecer arbitrarias cuando la práctica cambia.

Las relaciones internacionales constituyen un caso para ana lizar. Se trata de un á rea de estudio vinculada con la.s interrelaciones entre Estados en una época en la que los Estados, y mucho más con­múnmente las naciones-Estados, son los principales agregados de l poder político. Esto se relaciona con los resultados de la guerra y la paz y tiene, obviamente, importancia práctica. La práctica, sin embargo, ha generado confusión sobre la naturaleza de los actores que inter vienen (diferentes clases de Estados y enti ­dades no estatales), ha extendido la gama de intere­ses (tanto la baja como la alta política) ha introdu­cido una gran diversidad de metas buscadas, y ha producido una enorme complejidad en los modos de interacción y en las instituciones en las cuales la acción tiene lugar.

Una antigua convención intelectua l que contribu­yó a la definición de las relaciones internacionales es la distinción entre Estado y sociedad civil. La distin­ción tuvo sentido práctico en los siglos XVI!I y comien­zos del XIX, cuando correspondía a dos esferas más o menos distinguibles de la actividad o práctica huma­na; una sociedad emergente de individuos, basada en relaciones contractuales y de mercado, que reempla­zaba a una sociedad basada en el Estado, por una parte, y un Estado con funciones limi'tadas a mante­ner la paz interna, la defensa externa y las condicio­nes requeridas por los mercados, por la otra. La teo­ría tradiciona l de las relaciones internacionales man­tiene la di stinción de las dos esferas, con la polí­tica exterior como la pura exp'resión de los inte reses del Estado. Hoy, sin embargo, Estado y sociedad civi l

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se interpeneti'an del tal modo que los conceptos se han convertido casi en puramente analíticos (en r eferencia a la dificultad de definir aspectos de una realidad compleja) y son solamente muy vagos e imprecisos para indicar las distintas esferas de actividad.

Una r eciente tendencia en la teor ía ha socavado la unidad conceptua l de l Estado, al pe rci birlo como el campo de en tidades burocráticas competitivas, mientras que otra ha r educido la importancia relati­va del Estado introduciendo un rango de actividad transnacional privada y una red transgubernamen­tal de relaciones entre fragmentos de las burocracias estatales. El Estado , que permanece como el foco del pensamiento en materi .. de re laciones internaciona­les, era todavía un concepto singu lar: un Estado era un Estado era un Estado. Hubo pocos intentos, den­tro de los fundamentos de la teoría de las relacione s internacionales, de considerar el complejo Estado/so­ciedad como la entidad básica de la s relaciones inter­nacionales. Como consecuencia, la perspectiva de que exista una pluralidad de fo r mas de Estado, que ex­presan diferentes configuraciones de los complejos Estado/sociedad, aún permanece muy inexplorada, al menos en conexión con el estudio de las relaci ones internacionales.

Podría haberse esperado que el renovado interés ma rxista en el Estado contr ibuyera a superar esa brecha ampliando y diversificando la noci ón de Esta ­do y, en particula r , amplificando sus dimensiones socia les. Algunos de los productos más notables de esa renovación, sin emba rgo, o bien han si do de un carácter totalmente abstracto, definiendo el Estado como una "región" de un modo capita li sta de pro­ducción sigularmente concebido (Althusse r, Pou­lantzas ), o bien han cambiado la atención del Estado y el conflicto de clase hacia una crisis motivacional

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en la cu ltu ra y la id eologia (Habe rm as). Tampoco va demasiado lejos en la exploTación de las diferencias actuales o hi stó ricas entre fO r mas de Estado , ni co n­s idera las implicaciones de las diferencias pa ra la conducta internacional.

Algunos historiadores, tanto marxistas como no marxistas, independientemente de teorizar sob re las relaciones internacionales o el Es tado, han contr ibui­do de una manera práctica a disminuir la brecha . E.H. Ca rr y Eric Hobsbawm han sido sensibles a las continuidades ent re las fuerzas sociales, l a cambian­te naturaleza del Es tado y las r elaciones globa les. En F rancia, Fernand Braudel (1979) h a desc ri to esas interrelaciones en los siglos XVI y XVII e n un amplio lienzo del mundo enter o. Inspi r ado por el trabajo de Braudel, un grupo encabezado po r Immanuel Wa­Il erstein (1974 y 1979) ha propuesto una teo ría de s is tem as mundiales definida esencialmente en t érmi­nos de rela ciones socia le s: las relaciones de inter· cambio de explotació n ent re un centro desarrollado y una perife r ia subdesa rrollada, a las cuales co rre s­ponden diferentes fO rm as de control del trabajo; por ejemplo , trabajo libre en la s a reas centrales . trabajo coercitivo en las periferias, con fo rmas intermedias en 10 que se llama las semi periferias. Si bien eso ofrece la alte r nativa más r adical a la t eor ía conven­cio nal de las relacio ne s internacionales , e l s istema mundial co mo co ncep ció n ha sido criticado en dos aspectos principales: en prime r lugar, por su tenden­cia a subva luar al Estado, consideraIJ.do lo como me­ramente de rivativo de su posición en el sistema mun­do (Estados fuertes en el centro, Es t ados débiles en la periferia ); en segu ndo término, por su alegado, si bien no intentado, sesgo de mantenimiento del siste­ma. Como sucede e n la sociolo~ía estructural . funcio. nal, el enfoque es más un recuento de fuerzas que mantienen o re stau ran un equi libr io del s is tema que

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la id entifica ció'¡\ de contradicciones qu e pueden con­duci r a la transformación del sistema.!

Los comentarios que se acaban de hacer no so n, sin embargo, el punto central de este ensayo, pero constituyen una advertencia sob re el intento que si­gue , de diseñar un método para comprender las r ela­ciones globales de poder: observar el problema del orden mundial en su globalidad, pero evitar red ucirlo a un s istema mundial. ' Preocuparse por comprender el poder estatal, pero además darle la atención que mere ce n las fuerzas sociale s y los procesos, y ver cómo ell os se relacionan con el desarroll o de los Es­tados y los órdenes mundiales. Sobre todo , no basar la teoría en teoría si no más bien en las prácticas de cambio y en el estud io empíri co-histó r ico, que consti­tuyen un fundamento probado para co nc eptos e hipó. tes is.

1. Entre ]01 c r lticol de li'temu mundiales, ve r especialmente SlIocpol (1 977 y 1979) Y Brenner (1977),

2. Utilizo el término "orden mundial" ell prefe rellcia 1I d .. "siste­ma Inter estata ]" , porque el relevante 1111 t odol los periodo. hi.tórlc ... (y no sólo en aquellos en lo. cuales los Esudos han si do llU eDtidlldn COmpOIl"nteoJ, y en preferellcia a "siste ma mundial" en la medida en que C8 mlh indicativo de una e.truc· tura que tiene &610 una cierta duración ell el tiempo y supera lu connotacio" ... de equilibr io de -.istema", "Mundo ' designa la totalidad releunte, limitada geogrU¡camente por la gama de probabllll interaccioD ... (alguno. "mundol" del p .. ado esta­ban limitado. a l Mediterr6neo. a Europa. a China. etc.) . "Or­den ' ... util illdo eD e] .ent ido en que In cou. habitualme"'e .uceden (no la ausencia de turbulencia); dC llO rden el incluido en el concepto de orden. Un sistema interestatal ... una forma h illtMica del o rden mundial. E] término es utilizado en plural cua ndo u quiere illdicar que 101 rasgol particulares de las relacione. de pode r que hall s ido esublecidu en el tiempo puede n .er contras t a d .. en Urmillo, de IUS principalu carac, terhtkas como órdenlll mUlldial1ll dife rentes,

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SOB.RE PERS PECTIVAS Y PROPÓSITOS

La teoría siemp re es para alguien y tiene algún propósito. Todas las teorías tienen una perspectiva. La s perspectivas derivan de una posición en el tiem ­po y el espacio, específicamente tiempo y espacio social y político. E l mundo es visto desde una pers ­pectiva definible en términos de naci ón o clase soc ial, de dominación o subo rd inación, de aumento o decli­nación del poder, de un sentido de inmovilidad o de crisis presente , de experiencia del pasado, y de espe­ranzas y expectativas en cuanto al futuro. Natural· mente, la teoría sofisticada nunca es tan só lo la exp resión de una pers pectiva . Cuanto más sofi stica­da es una teo r ía, más reneja y trasciende su propia perspectiva; pero la perspectiva inicia l sie mpre está co ntenida en una teoría y es relevante para su expli­cación. De acuerdo con eso, no hay algo así como una teoría e n sí misma, divorciada de una per spectiva espacia l y tempor al. Cuando a lguna teor ía se repr e- .· senta a s í misma de esa maner a, lo má s importante es examina rla como ideo logía, y dejar desnuda su perspectiva encubierta.

Para una pe rspectiva de ese tipo e l mundo que la rodea plantea una cantidad de asuntos; las presiones de la realidad social se presentan a la conciencia como problemas. Una ta rea prima r ia de la teoría es ser muy cla r a en la comp rensión de esos problemas, para permitir a la mente enfrentarse con la realidad que confronta. A medida que la realidad cambia los antiguos conceptos, éstos deben se r ajustados o dese­chados y deben fo rjarse nuevos conceptos en un diá­logo inic ial entre e l teórico y el mundo específico que trata de comprende r . Este diálogo ini cial se r efiere a la problemática de una perspeetiva especifica. En sus or ígenes , la teoría social y política se fundamenta en

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la h istoria , puesto qu e siempre es posible lograr una conciencia co nd icio nada históricamente sobr e cie r tos pro blemas y asuntos, una problemática, mientras al mi s mo tiempo trata de trascender la parti cularidad de sus orígenes hi s t óri cos co n el fin de colocarlos en el marco de ciertas proposiciones genera le s o leyes .

Al comenzar con s u problemática, la t eo r ía pued e servir a dos propósit os di sti ntos. Uno es u na respues­ta s imple y dire cta : ser una g uía que ayude a r esolve r los problemas planteados dentro de los términos de la particular perspec t iva que sirvió como punto de partida. El otro es más r eflexivo sob re el proce so de te orizaci ón mismo: ser claramente consciente de la perspectiva que ha dado ori gen a la teorización, y s u relación co n otras persgectiva s (lograr una per spec­ti va sobre perspectivas ), y abrir la posi bili dad de elegir una perspect iva válida diferente para la cual la pr oblemática se convie rta en una aproximació n a un mundo creativo y alternativo. Cada uno de esos prop ós itos da lugar a una diferente cla se de te oría .

El primer propós ito da lugar a la teor{a de resolu­ci6n de problemas. Toma el mundo como lo encuent r a, con las r e laciones socia les y de poder p revalecientes, y las ins tituciones e n las cuales ellas están organiza­das, co mo e l marco par a la acción. El p ropósito gene­ral de r esolver el probl em a es hacer que esas r ela­ci ones e instituciones trabaj en con tra nquilidad, tra­tando efe ctivamente con fuentes particulares de difi­cultades. Dado que el esq uema gene ral de las institu­ciones y de las relaci ones no está en cuestión , los problemas pa r ticulares deben se r considerados en r e lació n co n las á reas especiali zadas de actividad en las cua le s ellos se presentan. Las teorías de r esolu­ción de problemas, e n consecuencia, están fragmen­tad as e n una multipli ci dad de a spectos o esfuerzos de la acción, cada una de las cuales asume una cie rta esta bilidad en las otras esferas (lo qUI! le permite en

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la práctica se r ignor adas) cuando se confronta un p roblema planteado dentro de ellas. La fuerza de 105 enfoques de resolución de problemas reside en su capacidad para fijar límites o parámetros a un área de problemas y reducir el tratamiento de un pro­blema particular a un núme ro limitado de varia· bIes, la s cuales deben ser sometidas a un examen próximo y preciso. La presu nción cderis paribus en la cual tal teorizaci ón está basada, permite llegar a la dete rminación de leyes o regula ridades que pare· cen tener una validez general pero que implican, naturalmente, los parámetros institucionales y rela­cionales que se han asumido en el enfoque de resolu · ción de problemas.

El segundo propósito conduce a una teoría crítica. Crítica en el se ntido de que pe rm anece aparte del orden prevaleciente en el mundo y pregunta cómo puede lograrse ese ord en. La teoría críti ca, a diferen· cia de la teoría de re so lución de problemas, no da por garantizadas las instituciones y las relaciones socia­les y de poder, sino que las pone en cuestión , remi·._ tiéndose a sus orígenes y anali za ndo cómo y cuándo ell as pueden situarse en el proceso de cam bi o. Se dirige hacia un enfoque del verdadero marco de ac­ción, o problemática, que la teoría de resolución de problemas acepta como sus parámetros. La teoría críti ca se di r ige al complejo social y político como una globalidad más que a sus partes por separado. En la práctica, la teor ía cr itica, como sucede con la teo ría de r esolució n de problemas, toma como punto de par­tida algún aspecto o esfe r a particularde la actividad humana . Pero mientras el enfoque de resolución de problemas conduce a mayores subdiv is iones analíti­cas y a limitaciones de l asunto tratado, el enfoque crítico conduce a la co nstrucción de una mayor des­cripción de la globalidad, de' la cua l la parte ini­cialmente vista es sólo un componente, y procura

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comprender el ' proceso de cambio en el cual tanto las partes como el todo están envueltos.

La teoTÍa crítica es teoTÍa de la historia en el sentido de que tiene que ver no sólo con el pasado sino con un prOceso continuo de cambio histórico. La teoría de resolución de problemas es no histórica o ahistórica desde que, en efecto, plantea un presente continuo Oa permanencia de las instituciones y las relaciones de poder que constituyen sus parámetros). La fuerza de una es la debilidad de la otra. Dado que conduce a una cambiente realidad, la teoTÍa cTÍtica debe ajustar continuamente sus conceptos al objeto cambiante que procura comprender y explicar. a Estos conceptos y los métodos de investigación que los acompañan parecen carer.er de la precisión que puede ser lograda por la teoría de resolución de problemas , que propone un orden fijo como s u punto de referen­cia. Ese fortalecimiento relativo de la teOría de reso­lución de problemas, sin embargo , queda como una falsa premisa, desde que el orden social y político no es fijo sino (al menos en una perspectiva de largo plazo ) cambiante. Sin embargo, la presunción de es­tabilidad no es sólo una conveniencia de métodos, sino un sesgo ideológico. Las teorías de resolución de problemas pueden ser representadas, en la perspec­tiva más amplia de la teoría crítica , como sirviendo intereses particulares nacionales , sectoriales o de clase, que bridan comodidad dentro del orden consti­tuido. En realidad, el propósito que tiene la teoría de resolución de problemas es conservador, desde que procura resolver los problemas que surgen en diver­sas partes de una integridad compleja con el propósi­to de suavizar el funcio nam iento del conjunto. Es t e

3. E.P. Thompson (1978, pp . 231-242) argumenta que los concep_ los histór icos a menudo deben ser "de ex lrema elasticid~d y permiti r gran irregularidad".

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objetivo más bien contradice el frecuente reclamo de la teoTÍa de resolución de problemas de que está libre de valor. Es metodológicamente libre de valor en la medida en que trata las variables que considera como objetos (como el químico trata a las moléculas o el físico a las fuerzas o al movimiento); pero está limi· tada por valores en virtud del hecho de que implíci ­tamente acepta . el orden prevaleciente como su propio marco. La teoría crítica contiene teorías de resolu ción de problemas dentro de sí misma. pero las contiene bajo la forma de ideologías identificables, apuntando de tal modo a sus consecuencias conserva­doras, no a su utilidad como guías de acción. La teoría de resolución de problemas se fundamenta en su gran precisión y, en la medida en que no reconoce si quiera un poco a la teoría crítica, desafía la posi· bilidad de lograr cualquier conocimiento científico del proceso histórico.

La teoría crítica, naturalmente, no está alejada de los problemas del mundo reaL Sus objetivos son tan prácticos como los de la teoría de resolución de ,, ' problemas, pero se aproxima a la práctica desde una perspectiva que trasciende la del orden existente, que la teoría de resolución de problemas toma como su punto de partida. La teoría crítica permite una opción normativa en favor de un orden social y polí­tico diferente del orden prevaleciente, pero limita el margen de opciones a los órdenes alternativos que son transformaciones viables del mundo existente. Un objetivo central de la teoría crítica, por otra par­te, es clarificar ese margen de altermi.tivas posibles. La teoría crítica entonces contiene un elemento de utopía, en el sentido de que puede representar una descripción coherente de un orden alternativo, pero su carácte r utópico es restringido por su comprensión de los pro cesos históricos. Debe negar alternativas improbables, del mismo modo que rechaza la perma-

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nencia del or dlfn u.istente. En ese sentido, la teor ía crítica puede ser una guía para la acción estr atégica con el fin de lograr un orden a lternativo, mientras que la teoría de resolución de problemas es una guía de acciones tácticas que, i ntentadas o no, sustentan e l orde n existente.

Las pe rspectivas de los d iferentes pe r íodos histó­r icos favorecen a una u otr a clase de teoría. Los pe ríodos de aparente esta bilidad o fijeza en las re la­ciones de pode r favo rece n el enfoque de resolució n de problemas. La Guerra Fr ía fue uno de esos pe r íodos. En las re laciones int er nacionales, se favo rece una co ncentración en los p roblemas de cómo manejar una relación aparentemente endurecida entre dos super­potencias. Sin embargo, u na condición de incertidum­bre en las relacio nes de poder llama la atención de la teo r ía cr ítica sobre cómo la gente pretende compren­de r las oportunidAdes y ri esgos del cambio. Los acon­tecimientos de los años setenta generaron un sentido de gra n fluidez en las relaciones de poder , de cr isis po li facéticas, atravesando los umb rales de la incerti­dumbre y abriendo opo r tunidades para un nuevo de­sarroll o de la teor ía crítica di r igida a los p roblemas de l orden mundial. Razonar sobr e el futu ro posible de los órdenes mund iales ahora, s in embargo, requie­re una ampli ación de nuestras inquietudes más allá de l as re laciones i nte r nacionales convencionales, de tal modo que se aba rquen procesos básicos que están funcionando en el desa rrollo de fuerzas sociales y fo rmas de Estado, y en la estructu ra de la economía política global. Ese, por lo menos, es el argumento central de este ensayo.

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REALISMO. MARXISMO Y UNA APROXIMACiÓN A LA TEOR!A CRITICA DEL ORDEN MUNDIAL

Las corrientes teóricas que incluye n t rabajos so­fisticados habitualmente comparten algu nos de los rasgos. tanto de .la teoría de resolució n de pr oblemas como de la teo ría crítica, per o tienden a enfatizar un enfoque sobre el otro. Dos co rr ientes que han tenido algo importante que decir sobre las relaciones inte­r estatales y los órdenes mu ndiales --el realismo y el marxismo- son conside r adas aquí como prelim inares a un desarrollo tentativo del enfoque crítico.

La teoría realista de las re laciones internaciona­les tuvo su origen en un modo histórico de pensa­miento. Friedrich Meinecke (1957) en su estudio sobre la raison d'état, la hace remonta r a la teor ía política de Maquiave lo y a la diplomacia de las ciu­dades-estado de l renacimiento italiano, muy dife ren­tes de las normas generales propagadas por la.· instituci6n ideol6gicamente dominante de la socie­dad medieval, la iglesia cr istiana. Al percibir las doctrinas y principios subyacentes en la conducta de los Estados como una reacci6n a las circunstancias hist6ricas específicas, la interpretaci6n de raz6n de estado de Meinecke es una contr ibuci6n a la teoría critica. Otros académ icos asociados con la tradición realista, tales como E.H. Carr y Ludwig Dehio, han continuado ese modo de pensamiento hist6 r ico, deli­neando la particular configu r aci6n · de fuerzas que fijaron el marco de conducta internaciona l en dife­rentes períodos y trataron de comprende r institucio­nes, teorías y acontecimientos dentro de sus contex­tos hist6ricos.

Desde la Segunda Guerra Mundial, algunos aca­démicos estadounidenses, en espec ial Hans Morgent-

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hau y KennetWWaltz, han transformado el realismo en una forma de la teoría de resolución de problemas. Si bien tenían un considerable conocimiento históri · co, ellos tendieron a adoptar la perspectiva ahistóri­ca fijista del marco de acción, característica de la teoría de resolución de problemas, más que a salirse de ese marco, a la manera de E.H. Carr, y lo trataron como históricamente condicionado y, por ende , sus­ceptible de cambio. No es un accidente que esta ten­dencia en la teoría coincidiera con la Guerra Fría, que impuso la categoría de bipolaridad en las relacio· nes internacionales, y una primordial preocupación para la defensa del poder estadounidense com o un baluarte del mantenimiento del orde n.

La forma generalizarla del marco para la acción postulado por este nuevo realismo estadounidense (que podemos en adelante llamar neorrealismo, que es la forma ideológica abstraída del marco histórico re a l impuesto por la Guerra Fría ) se caracteriza por tres niveles, cada U'IIO de los cuales puede ser enten­dido en términos de lo que los filósofos clásicos lla­marían sustancias o esencias, o sea el sustrato fun­damental y fijo del cambio y de las manifestaci ones accidentales o fenómenos. Estas realidades bási cas fueron concebidas como: 1. La naturaleza del ser humano, comprendida en términos del pecado origi­nal agustiniano o del hobbesiano "perpetuo y agitado deseo de poder y más poder que cesa sólo con la muerte" (Hobbes 16: parte 1, capítulo xi); 2. La natu­raleza de los Estados , que difieren en sus constitu­ciones nacionales y en sus capacidades de moviliza­ción de fuerzas, pero son similares en su fijación con un particular concepto de interés nacional (una mó­nada leibniz iana), como una guia de sus acciones; 3. La naturaleza del sistema de Estad os, que pone res­triccione s raci onales a la desenfrenada pe r secución

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de intereses nacionales rivales mediante el mecanis­mo del balance de poder.

Habiendo llegado a esta visión de las sustancias subyacentes, la historia se convierte para los neo­rrealistas en una fuente que provee materiales con los cuales ilustrar variaciones en esos temas siempre recurrentes. El modo de pensamiento deja de ser histórico aunque los materiales utilizados deriven de la historia . Mas aún, este modo de razonamiento señala que, con respecto a lo esencial, el futuro siem­pre será como el pasado.'

Además, este núcleo de teoría neorrealista se ha extendido en áreas tales como la teoría de los juegos, en la cual la noción de sustancias a nivel de la natu­raleza humana es presentada como una racionalidad que se supone común a los actores que compiten y que valoran los intereses en juego, las estrategias alter­nativas y los resultados finales respectivos de una manera similar. La idea de una racionalidad común refuerza el modo de nensamiento no histórico. Otros modos de pensamiento pueden ser considerados como. · no aptos, y no hay intentos de comprenderlos en sus propios términos (lo que hace difícil interpretar la irrupción en loS asuntos internacionales de un fenó­meno como el integralismo islámico, por ejemplo).

La "racionalidad común" del neorrealismo surge de su polémica con el internacionalismo liberal. Para el neorrealismo, esa racionalidad es la apropiada para re sponder a un propuesto sistema anárquico de Estado. La moralidad es efectiva sólo en la medida en que está reforzada por un poder físico. Esto ha dado al neorreali smo la apariencia de ser una teoría

4. Kenne t h Wallz (1 980) plantea la cuestión -¿será el futuro como el pa sado?-. que él contes ta afirmativamente; no sólo era el mismo model o de relacione s que ·probablemente prevalecería. sino que seria bueno que as í fuera . Debería notarse que el futuro v i~to por Wa1tz e ra el de la siguiente década o algo as!.

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no normativa. ~stá "libre de valores" en su exclusión de objetivos morales (en la cua l ve la debilidad del internacionalismo liberal) y en su reducción de los problemas a sus re laciones físicas de poder. Esta calidad no normativa es, sin embargo, solamente su­perficial. Existe un elemento normativo latente que deriva de las p resunciones de la teoTÍa neorrealista: la seguridad dentr o del sistema interestatal postula­do depende de cada uno de los principales actores que comp renden e l sistema de la misma manera, o sea que cada uno de ellos adopta una racionalidad neo­rrealista como guía de acción . La teoría neorrealista extrae de sus fundamentos la p r edicción de que los actor es, desde sus eJL:periencias en el sistema, tende­rán a pensarlo de esa mallera; pero la teoría también desarroll a una función de proselitismo, como aboga­da de esta fo r ma de racionalidad. Para el teórico neorrealista, esta función pr oselitista (en la cual re­side el papel normativo del neorrealismo) es particu­lar mente urgente eñ los Estados que han logrado más poder que el requerido para equilibrar a sus rival es, desde que tales Estados pueden ser tentados a olvi­dar la racionalidad del neorrealismo y tratar de im­poner su p r opio sentido del orden moral, par ticular­mente si, como en el caso de Estados Unidos, la tradición cultural ha impulsado perspectivas más op­timistas y moralistas de la naturaleza del ser hum a ­no , el Estado y el orden mundiaV

S. Un reciente eje mplo de es te argume nto e s Stephen Kra sner (1978). El intento normati vo de l nue vo realismo es mis a pa· rente como una re s puesta polémica al mo ra lismo libe ral. Ese fue t a mbién el e a . o de E .H. Can ( 1946), qu ien ofreció u n modo "científico" de pensamiento sobre rel acione s inte rn acionales e n oposic ión al -utop ismo" de lo . seguidores de la Liga de las Nacione s en Gran Breu tl a . Dca o Achesoo y George Kenn a n, Con respecto a Jos fund a mentos de la poJ( t ica de guerra fria de Estados Unidos , reconocieron s u deuda con Re inhold Niebuh r , cuya r~ c r e a ción de la pe rspect iva pes imist a agusti nia na sob re la natural eza h u ma n a desa fió el punto de vist a lockeano opt;.

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· El debate entre internacionalistas , neorrealistas y liberal es reprod uce, con materiales actualizados, el desafío Que en el siglo XVI[ presentó la filosofía civil de Hobbes a la teoría del derecho natural de Grocio. Cada uno de sus argumentos está fundamentado en diferentes perspectivas de las esencias del ser huma­no, el Estado y el sistema interestatal. Una alterna ­tiva que ofreció la posibilidad de ir más allá en esa oposición de conceptos mutuamente eltclusivos fue seiíalada por el napolitano Giambattista Vico en el siglo XVIII. Para Vico, la naturaleza del ser humano y de la s instituciones humanas (e ntre las cuales de­ben incluirse el Estado y el sistema interestataJ) no deberían se r pensadas en términos de sustancias fi­jas sino más bien como la creación continua de nue­vas formas. En la dualidad de continuidad y cambio, que continúa siendo subrayada por el neorrealismo, el enfoque de Vico enfatiza el cambio. El escribe (1744/1970: parágrafo 349) "(. .. ) este mundo de nacio­nes ha sido cie rtamente hecho por los seres humanos, y su forma de se r debe fundamentarse en las modif¡..o· caciones de' nuestra propia mente humana".

Esto no debería ser tomado como una proposición de idealismo radica l (esto es, que el mundo es una creación de la mente). Para Vico las cambiantes for­mas de mente fueron talladas por el complejo de las relaciones sociales, en la génesis del cual la lucha de clases desempeiíó el papel principal, como más tarde señaló Marx. La mente es, sin embargo, el hilo que conecta el presente con el pasado, . una manera de acceder a un conocimiento de esos cambiantes modos de la realidad social. La naturaleza humana (las modificaciones de la mente) y las instituciones huma-

mista de la cultura estadounidense. La meta elegida por Krss­ner es el "liberalismo lockeano" ;que --en su óptica- ha socava. do:> 1;0 defensa racional de los intereses nacionales de Estados Unidos.

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nas son idénti1!"!!'s a la historia humana : deben ser entendidas en términos genéticos y no esencia listas (como en el neorrealismo l o en términos teleológicos (como en el funcionalismo l. Uno no puede , en la pers· pectiva de Vico, abstraer al hombre y al Estado de la historia y definir sus sustancias o esencias como anteriores a la historia, pues la historia es el archivo de las interacciones de las manifestacIon es de esas sustancias. Un estudio apropiado de los asuntos hu· manos debiera permitir revelar tanto la coherencia de las características de las mentes e instituciones en diferentes períodos, y el proceso por med io del cual tal modelo coherente -que podemos llamar una estructura histórica - sigue a otr os. El proyecto de Vico, que ahora podemos llamar ciencia social, era llegar a un "dicciona rio mental"", o series de concep· tos comunes, con los cuales uno pueda comprender el proceso de ""historia eterna idea]", o qué es más gen e· ral y común en la secuencia de cambios desarrolla· da por la natura leza y la s instituciones humanas (parágrafos 35, 145. 161. 349). El error que Vico criticó como ""engreimiento de académicos ", pues "10 que ellos conocen es tan viejo como el mundo"", con· s iste en tomar una forma de pensamiento derivada de una particular fase de la historia (y de una parti. cular estructura de las relaciones sociales ) y suponer que es universalmente válida (parágrafo 127). Este es un error del neorreali smo y, más generalmente, la defectuosa fundamentación de toda la teoría de re so· luc ió n de problemas. No niega, naturalmente, la uti· lidad práctica del neorrealismo y de las teorías de resolu ció n d e problemas dentro de sus límites ideoló· gicos. La aproximación de Vi co, en contraste, es la de la teoría crítica.

¿Cómo relaciona el marxismo su método o enfoque a una teoría del orden mundial? En prime r lu ga r. es imposible, sin grave riesgo de confusión. considerar

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al 'marxismo romo ulla sola coniente de pensamiento. ParR nuest. r os propósitos. es necesArio distinguir dos ronientE's mafltistas divergentes. de una manera análoga a la bifurcación entre el viejo y el nuevo real islllo. HflV un mflfltismo que razona histórica­lIH'nte y que busca explicar, así como también promo­ver. cRlIlbios en 11'1 relaciones sociales; también ha y un lIHHXisIllO. designado como marco para el análisis del Es tado y IR sociedad capitalista, que dirige su conocimiento histórico en favor de una conceptuali­zflción más estática y abstrActA del modo de produc­ción . Podemos llf1mar al primero con el nombre con el cual él mismo se reconoce: materialismo histórico. Es evidente en los trabfljos históricos de Man, en aque­llos de los historiadores marxistas de hoy, tales como Erick Hobsbflwm. y en el pensflmiento de Gramsci. HR influido tflIllbién sobre algunos que no pueden ser considerados \ 0 considerarse a si mismos) mafltistas en un sentido estricto, tales como muchos de los historiadores frflnceses asociados con los Annales. El segundo es representado por el así llamado manism'O' est.ructural·de Althus s er y PoulAntzas ("así llama­dos". con el fin de distinguir su uso de "estructura" del concepto de estructurR histórica en este ensayo) y más comúnmente toma la forma de una exégesis de El Capital y de otros textos sagrados. El mafltismo estructu ral compRrte algunos de sus rasgos co n el enfoque neonealista de resolución de problemas, ta­les como su epistemología esencialista y ahistórica. s; bien no su precisión en el manejo de datos ni , desde que se ha mantenido durante mucho tiempo como un estudio sobre abstra cciones. su aplicabilidad pnkti­ca a problemas concretos. En tal sentido, no nos concie rne aquí estudiarlo. El materialismo histórico es. s in emba rgo, una fuente. importante de la teoría critica y conige alneorrealismo en cuatro importan­tes aspectos.

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El primer o l!o ncie rne a la dial éctica, un té r min o que , como marx ismo , ha sido util izado para expresar una cantidad de pe nsamie ntos no s iempre compati ­bles, de tal mane r a que su uso r equie r e algun a defi­ni ción. Es usado aquí en dos n ive les: e l de la lógica y el de la historia r eaL En el orden lógico significa un diál ogo que procura la verdad por medio de la expl o­r ación de contradicciones.G Un aspecto de esto es la confrontación continua de conceptos co n la realidad que s e supone ellos representan y sus aju stes a esa realidad a medida que ésta cambia co nt inua me nte . El ot r o aspecto, que es pa rte de l método de ajuste de conceptos , es el conocimiento de que cada aser t o con­ce r niente a la realidad contiene implicitamente su opuesto y que ambos, a se rto y opuesto , no son mutua ­mente exclusivos sino que comparte n e n alguna me­dida l a ve r dad ; una ve rdad , por ot ra parte, que siempre está. en movimiento , y nun ca enc aps ulada en ninguna forma definit iva. A n ivel de la historia real , la dialéctica es la pos ibilidad de formas alternativas de desarroll o que surjan de la confrontación de fuer­zas sociales opue stas en alguna situaci ón hi s tórica co ncreta .

Tanto el rea li smo como el mate r ial ismo h istó ri co dirigen s u ate nción al co nfli cto. El neo rrealismo ve a l co nfl ic to como inherente a la co ndición humana, un factor constante que flu ye directamente de la esencia de busqueda de pode r de la na t u raleza huma­na y toma la forma política de una con t inua reo rga­nización del poder entre los partici pantes en un juego de sum a cer o, que s iempr e es desarrollado de ac uerdo con s us pr op ias reglas innatas. El materialismo his·

6. Ver . por ejemplo. R.G. Collingwood (1942), qu ien d i'tiflgue el razonam iento di. léctico y el polémico. CoLlingwood vuelve a la dialéc tica en iul or lgenes griego. y nOI Ihorra 1 .. dirma";o· nn del mu. i.mo leoI6gico encerrad .. en el mate r i.lismo di, · lécl ico.

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tórico busca en el conflicto el proceso de un perma­nente rehace r de la naturaleza humana y la creación de nuevos modelos de relaciones sociales que cam­bian las reglas del juego y fuera de las cuales -si el materialismo histórico permanece fiel a su propia lógica y método- pueden esperarse nuevas formas de conflicto. En otras palabras, el neorrealismo ve al confl icto como U,na consecuencia recurrente de una estructura continua, mientras que el materialismo histórico ve al conflicto como una causa posible de cambio estructuraL

En segundo término, por su enfoque sobre el im­perialismo, el materialismo hi stórico añade una di­mensión vertical del poder a la dimensión horizontal de ri validad entre la mayoría de los Estados más poderosos, 10 cual atrae la casi exclusiva atención del neorrealismo. Esta dimensión es la dominación y su­bordinación de metrópoli sobre colonia, centro sobre periferia, en una economía política mundial.

En tercer término, el materialismo histórico en­sancha la perspectiva realista en lo concerniente a... " las relaciones entre el Estado y la sociedad civiL Tanto los marxistas como los no marxistas se dividen entre quienes ven al Estado como la mera expresión de los intereses particulares en la sociedad civil y quienes lo ven como una fuerza autónoma que ex­presa alguna clase de interés general. Para los marxistas, esos serían los intereses ge nerales del capitalismo como distintos de los intereses particu­lares de los capita li stas. Gramsci (197 1: 158-168) contrastó el materialismo histórico, "que reconoce la eficacia de las fuentes éticas y culturales de acción política (s i bien siempre relacionándolas con la es­fera eco nómica ), con lo que él llamó economismo hi stó rico o reducción de todo a los intereses tec­nológicos y materiales. La teoría neorrealista en Estados Unidos ha retornado a la relación Estado/so-

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ciedad civil, si· bien ha tratado a la sociedad civil como una restri cci ón al E s tado y una limitación im­puesta por intereses parti cu lares en la raison d'état, que es concebida y definida como independiente de la sociedad civil. ! El sentido de una relación recíproca entre estructura (relaciones económicas) y superes­tructura (la esfera ético-política) en el pe nsam iento de Gramsci contiene la posibilidad de considerar el comp lej o Estad o/socie dad como entidades consti ­tuyentes de un orden mundial para explorar las for­mas hi stó ricas particulares tomadas por esos complejos.8

En cuarto término, el materialismo histórico en­fo ca el proceso de prod uc ción como un elemento crítico en la explicación de la particular forma hi stó ri ca tomada por un complejo Estado/sociedad. La producción de bienes y servicios, que cr ea tanto la riqueza de una sociedad como la base de la ca pa cidad del Estad o para Il!0v ilizar el poder detrás de su política exteri or , tiene lugar por medio de una r e­lación de poder entre quienes controlan y quienes ejecutan las t a reas de producció n. El conflicto político y la acción del Estado no mantienen ni pro-

7. Como en Krasner (l978b) y Katzenstein (1978). Estados Uni· dos es presentado por esos auto res como un Rstado débil en rel ación con la fortaleza de la sociedad civil, (o más particular. mente de los in tereses en la sociedad civil) más que otros Estados _por ejemplo Japón o Francia_. que son más fuertes con res pecto a sus sociedades. La sociedad civil es vista enton­ces, en el CaSo de Estados Unidos, comO una limitación a la efectividad del Estado.

8. Gramsel consideró las ide a s, la política y la eCODom!a como relacionadas recíprocamente, convertibles una en otra y en unidades reunidas en un bl",,~o ilori~o. " El materialismo histórico", escribió, "e s en cierto sentido una reforma y desar ­rollo del hegelianismo. Es filosona liberada de elementos ideológicos unilaterales, la conciencia plena de las contradic­ciones de la mosofla" ( 1911>, p. 471).

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ducen cambios en esas r ela ciones de producción de pod er. El mater iali smo h ist óri co examina las co­nexiones entre poder en la produ cc ión, poder en el Estado y poder en las r elaciones internaci onales. El neorrealismo, por el contrario. ha ignorado virtual­mente el proceso de producción. Es te es el punto en el cua l el sesgo de solución de problemas del neone­a li smo es más cla ramente distinguible del enfoque crítico del mate riali smo hi s t órico . El neorrealismo im plícitame nte toma los procesos de produ cc ión y las relaciones de poder inherentes a él co mo un elemento dado del inter és naci ona l, y en consecuencia como parte de sus pa rá metro s. El materialismo históri co es se nsible a las posibilidades di a léctica s de cambio en la esfera de producción que podrían afectar a las otras esfe ra s. tales como el Estado y el orden mu ndial.

Esta discusión ha di s t inguido dos clases de teori­zación como preliminares a la prop ue s ta de un enfo­que crítico a una te oría del or den mundial. Pueden seña la rse algunas de las premisas básicas de tal teoría cr ítica:

1. La comp rens ión de que la acción nun ca es ab­sol utamente libre , sino que t iene lugar dentro de un marco que consti tuye su problemática. La teoría cr ítica debería empezar con este marco, lo que signi­fica comenza r con una inves tigaci ón hi s tórica o una ap rec iaci ón de la experiencia humana que impulsa la necesidad de la te oría .!!

9. La noción de un marco para la a ~ci ón recue rd a lo que Maquia­velo (U3111 970, pp. 105_106) 1I.mó lIueuiló, en el sent ido de que In co ndiciones de e :r istend. requie ren .cción p.n crear o sostener un. fo rmll de o rden soci.l. N~ceuitd supoee t.nto la posibilidad de Un nuevo orden y todo. 101 tiesges inherentes a l ea mhlo de l orden uistente. "roen hombru d.n la bien. venid. ~ leyes que estll.bleeen un nuevo orden en el Estado, • menos que necesi ten hace r claro pan ell08 que e:riste neeesi .

14 0

..

2. Comprenaer que no sólo la acción sino también la teoría es compartida por la problemática, La teoría crítica es consciente de su propia relatividad , pero por medio de esa conciencia puede lograr una pers­pectiva de tiempo más amplia y convertirse en menos relativa que la teoría de solución de problemas. Sabe que la tarea de teorización nunca puede finalizar en un sistema cerrado sino que debe continuamente co· menzarse uno nuevo ,

3. El marco de acción cambia con el tiempo; un objetivo importante de la teoría crítica es compren­der esos cambios.

4. Ese marco tiene la forma de una estructura histórica, una combinación particular de modelos de pensamiento, condiciones materiales e instituciones humanas que tienen cierta coherencia entre sus ele­mentos. Esas estructuras no determinan las accio­nes de la gente en ningún sentido mecánico, pero constituyen el contexto de hábitos, presiones, expec­tativas y limitaciones en lo s cuales dicha acción se desarrolla.

5. El marco o estructura dentro del cual se desa­rrolla la acción es visto, no desde arriba en términos de requisitos para su equilibrio o reproducción (lo cual nos conduciría nuevamente a la resolución de problemas) sino más bien desde abajo o afuera, en términos de los conflictos que surgen dentro de él y abren la posibilidad de su transformación. 10

dad de tales leyes; y desde que tal nec"sidad no puede surgir sin peligro, el E.tado podrá fácilmente ser arruinado an!"s de que el nuevo orden haya llegado a completa rse:

10. En este sentido, Stanley Hoffmann ( 1977) ha escrito: ' nacida y arraigada e n América, 1 .. di sciplina de las relaciones in!er­nacion ales elU, por a sl decirlo, demasiado próIima al fuego . Necesiu. triple d is tancia: deberla moverse desde el mundo cootempóraneo hacia el pasado; desde la perspecth'a de una

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MARCOS DE ACCIÓN : ESTRUCTURAS HISTÓRICAS

En su aspecto má s abstracto, la noció n de un marco para la acción o estructura histórica es la desc ripción de una particular configuración de fuer · :.as. Esta configuración no determina acciones direc ­tas, ni un camino mecánico , pero impone presiones y limitac iones. Lo s individuos y los grupos pueden su· perar la s presiones o re sis tirse y opone rse a ellas, pero no pueden ignorarlas. En la medida en que re· s isten exitosamente a una estructura histórica pre­valeciente, ellos apuntalan sus acci ones con una con· figuración de fuerzas emergentes alternativa, una estructura rival.

Tres categorías de fuerzas (expresadas como po­te nciale s) interactúan en una estructura: capacida­des materiales, ideas e instituciones (ve r Fig. 1). Ningún determini smo de un so lo camino necesita ser asumido entr e esas tres categorías; las rela ciones .. pueden se r asumidas de manera r ecíp roca. La deter· minación de qué cami nos seguirán las líneas de fuer ­za es siemp re una cuestión histórica que debe se r r espo ndida por un estud io de caso parti cula r.

Las capacidades materiales so n potenciales pro­ductivos y de s tructivos. En su forma dinámica. exis­ten como capacid a des tecnológicas y organizativas, y e n sus formas ac umuladas como recursos naturales con tecnología que puede se r transformada, stocks de equipamie nto (por ejemplo, industrias y armamen­tos ) y la riqueza de que se pueda di s poner.

luperpotencia (un a altamente eonse rvadora) h"ci" la del débil y e l revolucionario, lejos de la imposible bllsqueda de estabil i. dad; desde e l desliumienlo haciA la cien~ia polfti~a, .. ~en­diendo hasta la cumbre que las cues t iones ]>lanteadas por 1" filOJona polltica t radicional representan (p. 69).

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••

Capacidades materiales

Ideas

===== Instituciones

Fig. 1

Las ideas son de dos clases. Una consiste en pen­samientos intersubjetivos, o en aquellas nociones compartidas de la natunlleza de las relaciones socia­les que tienden a perpetuar hábitos y expectativas de conducta (Taylor 1965). Algunos ejemplos de pensa­mientos irttersubjetivos en el mundo político contem­poráneo son las nociones de que la gente es orga­n izada y dirigida por Estados que tienen autorid ad sobre territorios definidos; que esos Estad os se rela­cionan entre ellos mediante agentes diplomáticos; que ciertas reglas se aplican a la protección de agen­tes diplomáticos por ser de interés común de todos los Estados; y que es esperada cierta clase de conducta cu ando los conflictos se dan entre Estados, tales como negociación, confrontación o guerra. Esas nocio­nes, si bien se mantienen a lo largo de prolongados períodos, están condicionadas históricamente. Las realidade s de la política mundial no siempre han s ido rep resentadas precisamente de esta manera y pue­den no serlo en el futuro_ Es posi ble diseña r los orígenes de tales ideas y tambi é n detectar signos de debilitamiento de algunas de ellas ."

11 . Taylor (1965) señala que 1 liS <'Xpectati"as con r especto a nego_ ciar conducu6 Ht>l.n cultur al me nte diferenciadas en el pre sen_ te mundo. Co rren MBtt ingly (955) estudió el o r igen de las

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La otra cla se de ideas relevantes para una estruc­t ura hi stó r ica so n las imágenes colectivas de orden social que tienen diferentes grupos. Son diferentes pe rspectiva s . tanto respecto a la naturaleza y la le­giti midad de las relaciones de poder prevalecientes, como a los pensamientos de justicia y bien público, e ntr e otras. Si bien los pensamientos intersubjetivos h abi tualm e nte so n comunes en una estructura hi stó­r ic a parti cu lar y constituye n el suelo común del dis­cu r so social (incluido el conflicto), las imágenes colectivas pueden se r dive rsas y opuestas. n La coli · sió n d e imágenes colectivas riva les proporciona evi ­dencia sob r e la posibi lidad de forma s alternativas de desa rrollo y plantea cuestiones tales como la posible base material e in s titucional para que emerja una estructura alternativa.

La institucionalización es un medio de estabilizar y perpetuar un orden particular. Las instituciones reflejan las rela ciones de poder prevalecientes en su punto de or igen y tienden, al menos inicialmente , a apoyar imágenes colectivas consistentes con esas re· " laciones de poder. Ev entualmente, las instituciones asumen su propi a vida; ellas pueden conve rtirse en un campo de tende ncia s opuestas o las insti tuciones ri vales pueden renejar diferentes tendencias. Las ins ti tuciones son particulares amalgamas de ideas y pode r material que, a su ve z, influencian el desarro­llo de ideas y capac idades materi a les.

idea~ subrayadas en este párrafo. imp1fciiu en el moderno sistema dlt ¡':stado.

12 . Las im'genes colectiva. no son agregados de opiniones frag. mentarias de individuos, tal como ae compilan en las encuno laS; son lipos mentales coherentes que expre .. n las peno pectivu o las cosmovisiones de grupos especlficoR, tal como pueden ler reconslruidu por medio del trabajo dlt h istor iado· re s 'J lotiólogos; por ejemplo, las recons truciones hechas por Max Weber de las rormaa de la conciencia religio ...

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Existe una 'te rca na conexión entre la institucio­nalización y lo que Gramsci llamó hegemonía. Las instituciones proveen maneras de enfrentar los con­flictos y minimizar, de ese modo , el uso de la fuerza. Hay un reforzamiento potencial en las relaciones ma­teriales de poder subyacentes a cualquier estructura, en el cual el más fuerte puede dar una paliza al débil si piensa que es necesario. Pero la fuerza no debe ser utilizada con el fin de asegurar el dominio del fuerte hasta el límite de que el débil acepte las relacione s de poder prevalecientes como legítimas . Esto lo pue­de hacer el débil si el fuerte ve su misión como hege­mónica y no meramente dominante o dictatorial, esto es, si desea hacer concesiones que puedan asegurar la aquiescencia del débiL .. especto a su liderazgo y si puede eJtpresar su liderazgo en términos de intereses universales o generales, más que como mero apoyo a sus propios intereses particulares. IJ Las institucio-

13. La principal aplicaci6~ de Gramsci del concepto de hcgemonla fue con respecto a las rclaciunes entre clases sociales; por ejemplo. al explicar la incapacidad de la burguesfa industrial italiana para establecer su hegemonla después de la unifica· ción de Italia y al examinar las perspectivas de los trabajado. res industriales italianos para establecer su hegcmonfa de clase sobre los campesinos y la pequeña burgucsla y crear un nuevo bloceo ./or;co (bloque histórico), un t~rmino que en los trabajos de Gramsci corresponde aproximadamente a l a noción de estructura hist6rica en este ensayo. El término "hegemo­nla" en el trabajo de Gramsci está. ligado a los debates del movimiento de la Internacional Comunista concernientes 11 la estrategia revolucionaria, en su conexi6n y aplieaci6n especI_ fica a las clases. La forma del concepto, sin embargo, muestra sus lecturas de Maquiavelo y no Se restringe a las relaciones de clases; tiene una aplicación potencial mis amplia. La adap· tación de Gramsci de las ideas de Maquiavelo a las realidades del mundo que conocemos fue un ejercicio dialéctico en el sentido definido más arriba. Es una continuación apropiada de su método para percibir la aplicabilidad del concepto de estructuras del orden mundial. como aquf se sugiere. Para Gramsci, como para Maquiavelo, la cuestión general impllcita en lo concerniente a hegemonla eS la naturaleza del poder, y el poder es un centauro, en parte hombre. en parte bestia. una

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nes deben convertirse en el ancla de tal estrategia hegemónica, desde que ellas tienden a la representa­ción de diversos intereses y a la universalización de la política .

Es conveniente poder distinguir entre estructu­ras hegemónicas y no hegemónicas, es decir entre aquellas en las cuales el poder básico de la estructura tiende a encubrirse en el ámbito de la conciencia, y aquellas en las c~ales la administración de las reJa­ciones de poder siemp re está en la esfera visible. La hegemonía no puede, sin embargo, ser reducida a una dimensión institucional. Uno debe tener cuidado al permiti r un enfoque de las instituciones que osc urez­ca los cambios en la s relaciones de fuerzas materia­les o la emergencia de un desafío ideológico a un antiguo orden prevaleciente. Las instituciones pue­den estar fuera de fase co n esos otros aspectos de la realidad y su eficacia , como un medio de regular conflictos (yen consecuencia su función hegemónica). Pueden ser una expresión de hegemonía pero no pue­den ser tomados como idénticos a la hegemonía.

El métod\J de las estru cturas históricas repre-senta Jo que pueden se r llamadas totalidades limita­das. La estructura histórica no representa el mundo global, s ino más bien una particular esfera de la activ idad humana en su totalidad históricamente lo­calizada. El problema ceteris paribus, que falsifica la teoría de la resolución de problemas y conduce a la presunción de una éstasis total, es evitado yuxtapo­niendo y conectando estructuras históricas en esfe­ras de acción relacionadas. La dialéctica es intro­ducida, en primer lugar , por de riv ación de la defini­ción de una estructura particular, no de un modelo abstracto del sistema social o modo de producción,

com bina ció n de fuer za y conscntimiento. Vc r Maquiavel0 (15 1 J Il977, pp . 149.( 50) Y Gram~ci ( 1971, pp. 169-170).

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"

sino de un estudio de la situación histórica con la cual se relaciona y, en segundo término, buscando la emergencia de las estructuras rivales que expresan posibilidades alternativas de desarrollo. Las tres se­ries de fuerza indicadas en la Fig. 1 constituyen un instrumento heurístico, no categorías con una jerar­quía predeterminada de relaciones . Las estructuras históricas son modelos contrastantes: como tipos ideales, ellas proveen, en una forma lógicamente co­herente, una representación simplificada de la reali · dad compleja y una expresión de tendencias limitada en su aplicabilidad en tiempo y espacio, más que desarrollos íntegramente realizados.

Para los propósitos de la presente di scusión, el método de las estructur~s históricas es aplicado a los tres niveles o esferas de actividad : 1. organización de la producción, más especialmente con respecto a las fuerzas sociales generadas por el proceso de produc­ción; 2. formas de Estado derivadas de un estudio de los complejos de Estado/sociedad; 3. órdenes mundia­les, o sea las particulares configuraciones de fuerzas que sucesivamente definen la problemática de guerra o paz para el conjunto de Estados. Cada uno de esos niveles puede ser estudiado como una sucesión de estructuras rivales dominantes y emergentes.

Los tres niveles están interrelacionados. Los cam­bios en la organización de la producción generan nuevas fuerzas sociales, las cuales, a. su turno, pro­vocan cambios en la estructura de los Estados; a su vez, la generalización de los cambios en la estructura de los Estados altera la problemática del ord en mun­dial. Por ejemplo, como E .H. Carr (1945) seflala, la incorporación de los trabajadores industriales (una nueva fuerza socia]) como participantes dentro de los Estados occidentales a finales del siglo XIX, acentuó el movimiento de esos Estados hacia el nacionalismo económico y el imperialismo (una nueva forma de

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Estado), lo cual ocasionó una fragmentación de la economía mundial y una fase más conflictual de las re laciones internaci ona les (la nueva estructura del orden mundial).

La relaci ón entre los tres niveles no es, sin em­bargo, simpleme nte unilineal. Las fuerzas sociales tra nsnac ionales han influido a los Estados por medio de la estructu ra rtundial, como se pone en evidencia por el efecto del capitalismo expansivo del siglo XIX, les bourgeois con quérants (Morazé 1957), en el desa ­rrollo d e la s estructuras del Estado tanto en el centro como en la periferia. Las estructuras particulares del orden mundial ej erce n influencia sobre las formas que toman los Es tad os: el estalinismo fue, al menos en parte, una res puesta a la percepción de una ame­naza a la existe ncia del Estado soviético desde un orden mundi a l h ostil; el complejo militar-industrial en los países centrales just ifica su influencia hoy apuntando a la condición conflictual del orden mun­dial, y la prev a lencia del militarismo represivo en los países p erifé rico s puede ser explicada por el apoyo .. externo del imperialismo, como así también por una co njunción particular de fuerzas internas. Las for ­mas del E s t ado también afectan el desarrollo de fuer­zas sociales por med io de las clases de dominación que eje rc e, por ejemplo, apoyando los intereses de una clase y desbaratando otros. H

Conside ra dos de manera separada, las fuerzas sociales, las formas de Es tado y lo s órdenes mundia­les pueden se r represe ntad os, en una aproximación prel iminar, como configuraciones particulares de ca­pacidades mate riales, ideas, instituciones (como se indica en la Fi g. 1). Considerados en relación unos con otros, y llegando a una representaci ón más com-

14. Una reciente di scusión de l carácte r recfproco de esas rel acio. nes puede Verso en Gourevitch (1978).

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pleta del procé"so h is tóri co, cada un o pu ede ser vist o como co nte niendo, as í como r eci biendo, el impac to de los otros (co mo se muestra en la Fig. 2). 1&

~ Fuerzas sociales ~

Formas de Es tado Ordenes mund iales

Hegemon ía y órdenes mundi ales Fig. 2

¿Cómo deben ser leídas esas relaciones recíprocas en la presente coyuntura h ist óri ca? ¿C uáles de las diferentes relaciones nos dirán má s? Un cierto se nti· do de la hi s toricida.d de lo s conceptos s ugier e que las r ela cione s crítica s pueden no ser la s mi smas en pe­ríodos hi s t óri co s su ces ivos, incl uso dentro de la era post -we s tphaliana, par a la cual el t érm ino "sis tem a d e Es tados" tiene par ticul a r s igni fic ad o. La ap ro:a:i ­mación a una teoría crítica del orden mundi al, aq uí bos qu ejada, asume la forma de una ser ie inte rco nec­tada de hipótesi s hi s tór icas .

15 . Me he compromeli do con J effrey Har rod en un eatudio de las reladonea de producci6n a escala mun dial que comienu con UD exameo de los d ifereo tes modelo' de las relacione. de poder en e l proceso de producc i6n como estructura. hilt6ricas sepa_ radas y que con duce n a una eonsideraci6n de dife rentu formas de Est ado y de la eeonomla polltic a global. Llevándolo a esoil dos úJtimos niveln, el neeeu rio comprender h. uiste ncia de d ife ren l n modelos de re laciones de producci6n y Ja Jerarqula de relacione¡ enlre ellas. Uno pod r la igualme nte adoptar foro mal de Eslado u 6 rde nu mundiales como punto de putida y u t ilizar 101 otros oi .. e les pata cxplielr el proceso hist6rico.

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El neorr ealismo pone el acento en Estados redu­cidos a su dimensión de fuerza material y, de manera s imilar , reduce la estructura del orden mundial al balance de poder como una configu r ación de fuerzas materiales. El neorrea li smo, que generalmente con­sidera a las fuerzas sociales como irrelevantes , no está demasiado interesado en la diferenciación de fo rm as de Estado (e ll:cepto en la medida en que la s "sociedades fuertes" en las políticas democráticas liberales puede amenazar el uso de la fuerza por el Estado o avanzar intereses particulares sobre él interés naciona]) y tiende a dar un bajo valo r a los aspectos norm ativos e institucionales del ord en mundial.

Un esfuerzo para amp liar la perspectiva realista con la inclusión de variac iones en la autoridad de normas e institucio nes internacional es es la teoría de la "es tabili dad h ege mónica", la cual, como señala Robert Keohane (l980), "sostiene que las estructuras hegemónicas de poder, dominadas por un so lo país , son más propensas a ll eva r al desarrollo de regíme- " nes internacionales fuertes, cuyas reglas son re lati­vamente precisas y bien obedecidas",l' La s ilustra-

16. Keohllne cita, cornil 0lr08 autores que han contribuido a esta l eorla. a Charles Kindleberger, Robert Gilpin '1 Stephe n Kras­ne r . "Hegemonla " es utiliudo por Keohane en el sentido limi­tado de dominación por un Edado. ¡':Sla acepción debe distin­guine de su significado en e!ite a r ticulo;>, que deriva de G rams. ci ; por ejemplo, h egemonla como Una esl ructura de domina­ción, dejan do abie r ta la cuest ión de dctermintr si el poder dominante es un f:stlldo O Un grupo de EstadoJ, o alguna combinación de Estado '1 poder privado, 10 cual es sostenido media nte la aceptación de unH ideologlll y de instituciones consistentes con 8U est ructura . De modo que una estructurll hegemónica del o rden mundial es aquella en la cual el poder t oma primariamente una forma consensual, distinto de UD

orden no hegemónico en el cual ha.r poderes rivales manifies­t OI 'l ninguna potencia ha podido establecer la legit imación de eu predominio. Puede haber dominación sin hegemonla: hege_ monla e!i una posible forma de predominio que puede adoptar_

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ciones clásicas' de la t.eor ía d iscu tida por Keohane son la pa:r britannica de mediados del s iglo XIX y la pa:r americana de los años siguientes a la Segunda Gue­rra Mundial. La teoría parece ser confi rm ada por la declinación en la obse rvaci ón de las norma s del orde n del siglo XIX, que acompañaron la relati va declina­ción de Gran Bretaña desde la última parte del siglo XIX. Algunos expon ente s de la teoría ve n una decl ina ­ción similar, de sde los primeros años setenta ,del si­glo XX en la obse r vación de normas del ord en pos be­lico refe r idas a una rel a tiva declinació n en e l poder de Es tados Unido s. Rob ert Keohane ha verificado la te oría e n áreas parti cul a res (e nergía, moneda y co­mercio ), con el conve nc imiento de que el poder no es un bien fungible , sino Gue debe ser d ifer enciado de acuerdo con los co ntextos en los cuales un Estado trata de se r influ ye nte. El encuentra que, particular­mente e n las áreas de comercio y moneda , los rele va­mientos en el poder en Es tados Unid os so n insufi­cientes para expli ca r los cambios que h a n ocurrido. y que el análi s is necesita se r complementado por la introducci ón de factores internos, políticos, eco nómi­cos y cu lturales.

Una aproximación alternativa debe ría come nzar r edefiniendo que es lo que debe se r ex plicado, o sea la estabi lidad r elativa de los órdenes mundiales su­cesivos. Es to puede se r realizado equipa rando esta­bilidad co n un concepto de h egemonía que s e basa en

8e. La hellemonfa in.titucionada. como es ulilinda en este en.ayo. corres ponde a 10 que Keohane n a ma un "rl!gi me n fu e r­l e in ternacional". Su teorta puede sc r presen tada en nuestros t~rmino. cOmo: la dominación por un Es t ado poderoso es más convenionte para el desarrollo de hegcmGnfa . En este l e KlO, el thmino -hcgemon fll " le reu rv" para un orden conse nsual y "dominación " se refiere sóle • una preponder>tnci a del poder material. La dil cu ~ i ó n de Keohane sobre hege monfa se desa· rroll a e n ' u íi lt imo trabajo (1 98 4 ), pe ro si n arecta r la disti n. ciÓ II que a<¡uf se ha hecho.

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una' conjunció n coh erente o que encaja co n una confi· guración de poder material , la imagen colectiva pre · valeciente del orden mundial (incluidas ciertas normas) y una se r ie de instituciones que adminis tran e l orden con una cie r ta apariencia de universalidad (es decir. no exactamente como el instrumento direc· to de la dominación de un Estado particular). En es ta formu lación, e l poder del Estado deja de se r el úni co factor de explicación y forma parte de lo que debe ser explicado. Este replanteamiento de la cuestión pre· se nta una dificultad im portante e n la ver sió n neo­rr ealista seña lada por Keohane y otr os, en e l sentido de cómo expl icar el fraca so de Estados Unidos para estable ce r un orden mundial estable en el per íodo e ntre guerras a pesa r de su prepo nder ancia de poder. Si la dominación de un solo Estado coincide con un orden estable en algunas ocasiones, pe ro no e n otras, entonces co rre sponde mirar más de ce rca qué signi fi ­ca o qué se entiende por estabilidad y más amplia ­mente cuá les deben se r sus condiciones suficientes. La dominación de un Estado pode roso puede ser una " condición necesaria pe ro no suficiente de hegemonía.

Los dos períodos de la paz. britannica y la paz. americana también satisfacen la definición reformu ­lada de hegemonía. A mediados de l s iglo XIX, la su­premacía mundial británica se fundaba en su poder ma r ítimo, que pe r maneció libre de desafíos por un Estado continental como resultado de l a capacidad británica para desempeñarse como factor de equi li ­brio en un relativamente fluido balance de poder en Europa. Las normas de la economia libera l (libre come rcio, patrón oro, libre movimiento de capitales y personas) logró amplia aceptación co n e l aumento del pr estigio británico, proveyendo una ideología univer· salista que representaba esas pormas como las bases de una armo nía de intereses. Si bien no había insti­tuciones inte r nacionales formales. l a sepa rac ión

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•• ideológica entre economía y política s ignificaba que la City podía aparece r como adm inistradora y regu­ladora de acue rdo con esas nOfmas universales, con e l poder ma rítimo británico remanente en escena como potencial r efuerzo.

La estructura h istó r ica fue transfor mada en sus tres dimensio nes duran te el per íodo que fue de la última cuarta parte del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mu ndial. Dur ante ese pe ríodo, el poder britá­nico declinó r e lativamente, pe rdiendo su supremacía ¡ndisputada en e l mar , primero con el desafío alemán y l uego con e l a ume nto del pode r de Estados Unirlos; el libe r alismo económico se de rrumbó con el auge del proteccionismo, los nuevos imperialismos y el fin del patrón or o, y e l demorcrJo y abortado intento de ins­titucio nalización inter nacional por medio de la Liga de las Nac iones, que no fue sostenido ni por un poder domina nte ni por una ideología ampli amente acepta­da, y colapsó e n u n mu ndo creci en temente organiza­do en bloques r ivales de pode r.

La configu ración de pode r de la pax americana fue más rígida que en el caso de la prime ra hegemonía; tomó la forma de alianzas (todas vinculadas con el pode r de Estados Unidos), creadas con el fin de con­tene r a la Un ió n Soviética. La estabilizació n de esta co nfi gu ración de poder creó las condiciones para el desdoblam iento de una economía global en la cual Estados U nidos dese mpeñaba un papel simila r a l de Gran Br etaña a mediado s del siglo XIX. Es tad os Uni­dos r ara vez tuvo que intervenir directamente en apoyo de los inte reses económicos nacionales especí­ficos; mediante e l mantenimiento de las nor mas de un orden eco nóm ico inter nacional, de acuerdo con el liberali smo revisado en Bretton Woods, el fortaleci· miento de las co r po raciones de Estados Unidos en la búsqueda de beneficios fue sufi cien te para asegura r la continuidad del pode r nacional. La pax americana

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pro'dujo un mayor número de instituciones interna­cionales formales que las que se generaron du rante la primera hegemonía . La sepa ración del siglo XIX entre política y economía había sido empañada por la experiencia de la gran depresión y el ascenso de las doctrinas keynesianas . Dado que los Es tados tenían ahora n un papel legitimado y neces ariamente abierto en la adm inistrac ión de la economía nacional, se hizo necesario multilateralizar la gestión administrativa de la econ omía internacional y darle una calidad i ntergubernamenta 1.

La noci ón de h egemonía como una combinación de poder, ideas e instituciones hizo posible tratar algu­no s de los problemas en la teoría de dominación es­tatal como la condición necesaria de un ord en internacional estable; es o per mitió retardo s y avan­ces en la h egem onía . Por ejemplo, tan fuerte era la no s talgia de la hegemonía del siglo XIX que la dimen­sió n ideol ógi ca de la pax britannica noreda todavía d es pues d el desvanecimiento del pode r que la apoya­ba. Se hi cie ron esfuerz os sos tenidos, y fina lmente" fútiles, para' revivir una economía mundial liberal ju nto co n el patrón oro e n el periodo entre guerras . Au n en el per íodo de posguerra , la política de Gran Bretaña cont inuó dando precedencia a los problemas de balanza de pago sobre el desa rrollo de la indus­tr ial naciona l y la s consideraciones de empleo. l

? Un caso i lus tra ti vo es el de Es tados Unidos . donde los ind ica do res del crec imiento de poder materia l duran­te el período entr e guerras fue r on insuficientes para predecir la nueva hegemonía . Er a necesario que los líde re s de Es tados Unidos llegaran a verse a ell os

17 . Dos es tud.ios cl ás icOl pa rticularmcnte relevante. sobre e l pe­riodo de e n t re guerras .on : Kar! Pohtnyi (l9 ~7b) y E.H. Can ( 1946). St ephen Bla nk ( 19 78) come nta la poll t ica econ6mica br it ánica de posguer ra, como tamb i~ n lo hace Ste phen Kras ne r (1976). Tambi~ o ve r R.E . Harrod (I9~ 1) .

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mismos. en ter"minos ideológicos, como los necesarios gar antes de un nuevo orden mundial. La era Roose ­velt logró esa transición , incluido tanto el rechazo consciente de la vieja hegemonía (por ejemplo, torpe­deando la Conferencia Económica Mundial en 1933 y abandonando el patrón oro) y la gradual incorpora­ción de los principios del New Deal en la base ideoló­gica del nuevo orden mundial. A eso s iguió la iniciativa de Estados Unidos para crea r la s institu­ciones que admini s traran ese orden. la Los neomer­cantilistas en Estados Unidos ahora n están alertas contra el pe ligro de repeti r del error británico. ur­giendo a los decisore s políti cos estadounidenses a no continuar operando de acuerd o con las doc trina s de la pax americana, mienh as Es tados Unidos no pueda actuar como un garante del orden univ ersalista mun· dial. Sus esfuerzos persuasivos subr aya ron el hecho de que en esos temas la ideología es una esfera deter­minante de acción que debe ser inter pretada en sus conexiones con las -relaci ones material es de poder.

FUERZAS SOCIA LES, HEOEMONIA E IMPERIALISMO

Repre sentada como una com binació n de poder material, ideología e instituciones, la hegemonía puede parecer adscrib irse a una teo ría cíclica de la

18.L .. implicaciones internacionales del N~w Dta l pueden encono trarle en varios pa saje. de Arthur M. Schlelingcr, J r . (1960, vol. 2). Chllrlu Maie r (1918) discute las re laciones entre el N~w D~IJI y la ideologla de pOlguerra en el orden mundial. Richard Ga rdne r (1956) mUellra el vinculo de I n ideas del N.UJ D~ .. I y la. iutitucioDeI de la e~onomla mundial elabora­d .. delpuél de la Segunda Guer ra Mundial en 1 .. ne80ciacio­nes de Bretton Woodl.

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hi s toria ; las tres dimensiones se unen en ciertos tiempos y espacios y desaparecen en otros. Eso es una reminiscencia de las tempranas noc iones de lJirtiJ. o del Weltgei st desplazándose de pueblo en pueblo. La analogía solamente apunta a algo que permanece inexplicado . Lo que se pierde es alguna teoría sobre cómo y por qué tal adaptación se produce y desapare­ce. Creo que la explicación debiera ser buscada en el objetivo de las fuerzas socia les formadas por las re­laciones de producción.

Las fuerzas sociales no deben se r pensadas como exi s tentes exclusivamente dentro de los Estados. Ciertas fuerzas sociales pa rti cula r es pueden desbor­dar los limites de los Estados, y las estructuras mun­diales pueden ser descritas en términos de fuerzas sociales, así como también como configuraciones de poder del Estado. El mundo puede ser representado como un modelo de fuerza s sociale s en interacción, en el cual los Es tados desempeñan un papel inte rmedio, si bien autónomo, entre la estructura global de las fuerzas sociale s y las configur ac iones locales de las " fuerzas sociales en países determinados. Esto puede ser denominado una perspectiva politico-eco nómica del mundo : el pode r es visto com o un emergente de procesos sociales, más que como un resultado de la for ma de capacidades materiales acumuladas, o sea como resultado de esos procesos. (Parafraseando a Marx, uno puede describir la segu nda , que es la pers­pectiva neorrealista, como el "fetichismo del po­der") .19 En la busqueda de una perspectiva polí-

19. El pu n~o bhico que aquf tra to es sugerido por un pauje de Gra msci 0971, pp . 176-171 ; 1915 , p. 1662), que dice : -¿1 .. rebelones i n~ ... n.cionales preceden o liluen (I6liclmente) a 1 .. rebcio nell sociales fund.me n~ales? No h ay duda de que 1 .. si guen . CUlllqu ier innovaci6n orgAni ., a en la estructura ... cial , por medio de su. e"'presiones técnico_ milit a r u , modifica orlA_ n i ca mente las relaciones absolutas y re lativas también en el campo in t e rnacional -. Gramsci ut iliu el ~érmin(l ' o rgánico-

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tico-económidi, pasamos de identifica r las ca racte ­rísticas estructurales de los órdenes mundiales como configuraciones de capacidades materiales, ideas e instituciones (Fig . 1) a explica r sus orígenes, creci­miento y defunción en términos de las interrelacio­nes de esos tres niveles de estructuras (Fig. 2).

No es un gran descubrimiento, por cierto, encon­trar que, vista desde la perspectiva de la economía política, la pax britannica se basaba tanto en el au ­mento del capitalismo manufacturero en la economía internacional de cambio, de la cual Gran Bretaña era el centro, y en el poder social e ideológico, en Gran Bretafta y otras partes del noroeste de Europa, de la clase que obtuvo su ri queza de la manufactura. La nueva burguesía no necO!sitó co ntrolar directamente a los Estados; su poder social se convirtió en la pre­misa de la política del Es tado. 20

La declinación de ese orden hegemónico también puede ser explicada por el desarrollo de las fuerzas sociales. El capitalismo movilizó fuerza de trabajo industrial en la mayoría de los países avanzados, y desde el último cuarto del siglo XIX los trabajadores industriales tuvi eron un impacto e n la estructura del Estado en esos países . La incorporac ión de los traba­jadores industriales, la nueva fuerza socia l impelida por el cap italismo manufacturero en la nación , SUpu, so una extensión en la ¡-ama de la acci ón del Estado bajo la forma de intervención económica y política social. Es ta, a su vez, introdujo el fa ctor de l bienes-

pan rere rirse a 101 cambios ulati"o5 y permanent .... de largo pino. como opunto a "coyuntural "_

20. E .J . Hobsbawm (1917, p. 16 ) ucribe; "los homb res que oficial· mente condujeron lo. uuntos del orden burguél victorioso en I U momento de triunro fueron nobles ~"mp .... inol prorunda· mente reacdona riOl de Pru sia. un emperador de imitación en Francia y una se rie de propie tarios ar i~ l ocr6ticOl en Gran Bretal'la."

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tar doméstico (po r ejemplo, el mínimo social requeri­do para mantener la lealtad de los t r abajadores) en­tre los objetivos de la política interna. Los reclamos de bienestar compitieron con las exige ncias del inter­nacionalismo liberal dentro de la admi n istración de los Estados; como el primero ganó terreno , e l protec­cionismo, el nuevo imperialismo y e l fin del patró n oro señala ron la larga declinación del internaciona­lismo liberal. 21 La forma liberal de Estado fue lenta­mente reemplazada por la forma de Estado nacio­nalista de bienestar.

La difusión de la industrialización y la moviliza­ción de las clases soc iales que ella supuso, no sola­mente cambió la naturaleza de los Estados sino que alteró la configuración internacional del poder del Estado, a medida que nuevos ri vales amenazaron la conducción de Gran Bretaña. El proteccionismo, como medio de construcció n de un poder económico comparable al británico, era para esos nuevos países industria les más convince nte que la teoría liberal de la ventaja compa r ativa. Los nuevos imperialismos de " los mayores pode res industriales fueron una proyec­ción hacia afue ra del co nsenso nacionalista de bie­nestar entr e fuerzas sociales planteado o logrado al inter ior de las naciones . Dado que tanto el predomi­ni o material de la economía británica y e l llamado a la hegemonía ideológica se debilitaron, e l orden mun­dial hegemónico de mediados del s igl o XIX dio lugar a una configuración no hegemónica de bloques de poder rivales. .

El imperialismo es un concepto demasiado amplio que, en la p rá ctica, debe se r nuevamente definido con referencia a cada periodo histórico. No es demasiado

21. EDite 105 analistu que coinc:idierón en ell o le cuentan Karl Pollnyi 11957b); Cunnl r Myrdal (960). y Ceorrrey Barra_ c10ugh (968).

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conveniente buscar alguna "esencia" del imperialis . mo más a ll á de las formas de dominación y subordi ­nación asumidas en diferentes est ructuras mundia ­les sucesivas. La actual forma. ya sea activada por Estados. po r fuerzas sociales (por ejemplo . la admi · nistra ción de co rpora ciones multinacionales ) o algu. na combi nación de ambas. ya sea la dominaci ón pr imariamente política o económica, debe ser deter­minada por análisis histórico y no por raz onamiento deductivo.

El capitalismo expansivo de mediados del siglo XIX llevó a la mayoría del mundo a participar en las relaciones de inte rcambio de una economía interna ­cional centrada en Londres. El imperialismo liberal de esa fase fue muy in.diferente al hecho de que los países periféricos fueran o no formalm ente inde­pendientes o estuvieran bajo el control político adm i­nistrativo de un poder colonial . con ta l de que fueran observadas las norm as de la economía internacio­nal. 22 Canadá y Argentina, por ejemplo. t en ían posi ­ciones simila res en términos reale s , si bi en uno tenía es tatus colonial y el otro era un país independ ient e. En el per íodo del imperialismo libera l , la s aut or ida­de s locales, que a menudo era n precapita li s tas en su s relaciones con el proceso de producción (por ej empl o, la s basadas en si s temas agrario s tr adicio nale s), mantuvieron a sus países en el s istema co merci a l. Durante el segundo período, el del as í llamado nu evo imperialismo que siguió a 1870. el control esta ta l directo comenzó a suplanta r los moldes menos forma­les del período comercial. Las relac io nes capi talis tas de producción bajo ese ej e polít ico penetraron la pe­riferia con mayor fuerza , espec ialme nte e n la extra c-

2 2. G\'oTge Li~hth \' im ( 197 1) hll propueito una periodinc ión de IOi imperilllismos. y yo he t omado de ~l e l t ~Tmino "impe r ia lismo libenl - .

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ción' de materiales pesados y en la construcción de infraestruct.ura (caminos, ferrocarriles, puertos y ad­ministr aciones comer ciales y guber namentales), r e­queridos para vincula r a las colonias más íntima­mente con la metrópoli.

Las relaciones capitalistas de producción genera­ron nuevas fuerzas sociales en la pe r ife r ia. Los ex­tranjeros debían .desempeña r impo rtantes roles en la sociedad local, algunos como agentes de la adminis· tración colonial y de l gran capita l en la metrópoli, otros en negocios meno res, lle na ndo los intersticios entre el gran capital y la producción local t ra di cional (por ejemplo, los chinos en el sur este asiático, los hindúes en el este de Africa o los libaneses en el oeste de Africa ). Una fuerza de t r abajo local a menudo numéricamente pequeña y materialmente más r ica que la mayoría de la población, fue atraida a la pro­ducción capitalista. Ese grupo, políticame nte estra­tégico, se oponía al capital en temas de salarios y trabaj o, pe ro se alineaba con sus propuestas en torno al desarr ollo del sector capitalista de producción . .. Una pequeña- bu rguesía nativa también creció, ocu ­pando las posiciones subo rdinadas en la administra­ción colonial y en las empresas basadas en la me· trópoli, como así también en los pequeños negocios loca le s. Un apa r ato de Estado local eme rgió bajo el tutelaje colonial, impulsando las nuevas r elaciones de producción como métodos que iba n de la int r oduc· ción de trabajo compulsivo o de impuestos de capaci­tación, como medios de genera r fue rz;a de t rabajo, a reprodu ci r , en el contexto colonia l , algunas de las instituciones y procedimientos de las r elaciones in­dustriales de la metrópoli.

La ex istencia en el territorio colonial de esas nuevas fuerzas sociales, trabajadores y pequeña bur­guesía, que podr ían uni r se en un progr ama político nacionali sta, junto con la introducción por la adroi ·

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nistración col~n ia l de los elementos de un apa r ato de Estado moderno (el control del cual podría se r el objetivo de ese programa) se ntó las bases de la r e­vuelta anticolonial que se expandió po r el mundo despué s de la Segunda Gue rra Mundial. Ese movi­miento reaccion ó contr a el contr ol administrativo de la metrópoli , pe ro no contra el continuo in volucr a­miento en la producción capitalista y e n las relacio­nes de intercambio_ La etiqueta antiimpe rialista en las fuerzas que re empla zaron a las estruct uras cr ea­das por la segunda fase o nu evo im perialismo oscu­reci ó su papel de anunciar una tercera fase de l imper ialismo.

James Petras (1980), en su utiliza ción de l concep­to de sistema im per i¡J: , ha planteado numerosas cuestiones concernientes a las car acte r ísticas estruc­tu rales de los Estados en el presente orden mundial. El Estado imperial dominante y los Estados subordi ­nados co laboradores difieren en la estructura y tie­nen funciones complementarias en el sistema impe­r ial; no so n solamente unidades má s o menos pode ro­sas de la misma clase , como podría ser rep resentado en un modelo neorreali sta s imple. Un ra sgo sorpren­dente en su estudio es que el Es tado imperia l que él a naliza no es el gobierno de Estados Unidos íntegro; comprende "aque llos cue rp os ejecutivos dentro del gobie rn o que están encargados de promover y prote­ger la expansió n de l capital más allá de los límites de l Estado". El sis tema imperi al es, al mismo tiempo , más y menos que el Estado. Es más que el Estado en el sentido de que es una estructura transnacional con un centro dominante y una pe r ife r ia dependiente. Esta parte del gobie rno de Estados Unidos está en el núcleo del s istema, junto (y aq uí nos permitimos extende r las indicaciones de Petras ) con institucio­nes inter estata les ta les como el Fondo Monetario Inte rnaciona l y el Banco Mundial, simbióticamente

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relacionad os con el capital expansivo, y con gobier­nos co laboradore s (o algunas partes de ell os vincula­dos al sistema) en la periferia del s istema. Es menos que el Estado en el sentido de que fuerzas no impe­riales, o inclu so a ntiimperiales pueden estar presen­tes en otra s partes de lo s Estados tanto del centro como de la periferia . La unidad del Estado propuesta por e l ne orreali s mo es fragmentada en esta imagen, y la lu cha por y contra el sistema imperial puede conti nuar de ntro de las estructuras del Estado ta~to en el centro como en la periferia, como también entre fuerzas sociales alineadas en apoyo y oposic ión al siste ma . El Estado es entonces una categoría necesa ­r ia pero insufic iente para dar cuenta del sis tema imperial. El s istema imperial en sí mismo se co nvier­te en el punto de partida de la investigación.

El sistema imperial es una estructura mundial de orde n diseñada con el apoyo de una particular confi­gu ració n de fuerzas sociales, naci onales y transna­cionales, y de los E stados del centro y la periferia. Uno debe ser consciente de que entra en el lenguaje' de la rei ficación cuando se habla de estructuras; hay limitan tes a la acción, no actore s. El s istema impe ­rial incluye algunas organizaciones formales y otras menos formales a nivel del sistema , a través de los cuales las p resiones sobre los Estados pueden se r ejercidas sin ese compl ejo de organiza ciones que usurpan realmente el poder del Estado. La conducta de los E st ados pa r t iculares o de las actividades orga­nizadas de acue rdo con sus interesé s económicos y sociales, sin emba rgo, encuentran s u sig nificado en la gran totalidad del sistema impe r ial. Las acciones so n confo r madas, ya sea directamente por presio nes proyectadas e n el s istema o indirectamente por la conciencia subjetiva, por pa rte de los acto re s, de las limitaciones i mpuestas por el sistema. En co nsecuen ­CIa, uno no puede espera r compre nd e r el sistema

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" imperial identifi cando el imperiali smo con los acto-res, sea n ellos Estados o multinacionales ; ambos son e lementos dominantes en el s istema. pero el sistema como una estructura es más que la suma de sus componentes . Por otra parte, uno no debe ignorar el principio de la dialé ctica a l sobreenfatizar el poder y la coherenci a de una estru ctura, incluso de una muy dominanle. Donde una estructura es manifiestamen­te dominante, la teoría crítica conduce a ver una contraestructuTa , incluso una latente, buscando sus posibles bases de sopo rte y elementos de cohesión.

En este punto, es preferible volver a la primera terminología, que se r efe r ía a estructuras hegemóni. cas y no hegem ónicas del ord en mundial. Introducir el términ o "imperial " c·on refe rencia a la pax ameri· cana supone e l riesgo, tanto de oscurecer la impor· t a nte diferencia entre los órdenes mundiales hegemónicos y no hegemónicos como de confundir estructuralmente diferentes clases de im pe r ialismo (por ejemplo, el impe riali smo liberal , el imperialismo nuevo o colonial, y el s istema imperial tal como se ha descrito). La discusión aquí es que la pax americana e ra he gemónica: encabezaba un amplio consenso en­tre Estados fuera de la esfera soviética y permitía proveer sufici entes beneficios a los elementos asocia· dos y subordinados, con el propósito de mantener su aquiescencia. Na turalmente, el co~senso actuaba como una aproximación a la periferia cuando el ele· mento de fuerza era siempr e aparent e, y era en la pe r iferia donde el desafío al s istema imperial se ha· bía ma ni festado en primer lugar.

Se ha suge r ido ya cómo comenzó la particular combinación entre poder , ideología e instituciones que constituye la pax americana, Dado que en la práctica el tema h oyes si la pax americana es o no irr ecupe r able y, si así fuera, qu é puede reemplazar· la, dos cuestiones específicas merecen nue stra aten·

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ción: 1. ¿cuáles son los mecanismos para mantener la hegemonía en esta particular estructura histórica?; 2. ¿qué fuerzas sociales o también formas de Estado han s ido generadas dentro de ella que puedan oponer­se y finalmente encarar una transformación de la estructura?

LA lNTERNAC10NAL1ZAC1ÓN DEL ESTADO

Una respuesta parcial a la primera cuestión con­cierne a la internacionalización del Estado. Los prin. cipios básicos de la pax americana eran similares a los de la pax britannica: movimientos relativamente libres de bienes, capital y tecnología y un razonable grado de predictibilidad en las tasas de cambio. La convicción de Cordell Hull de que un mundo de co­mercio abierto era una condición necesaria de la paz ,. ' puede ser tomada como su texto ideológico, suple­mentada por la confianza en el crecimiento económi­co y una siempre creciente productividad, como bases de moderación y control de conflictos. La hegemonía de posguerra fue, sin embargo, más institucionaliza­da que la pax britannica y la función principal de sus instituciones fue reconciliar las presiones sociales internas con los requerimientos de una economía mundial. El Fondo Monetario Internacional fue ins­talado para proveer préstamos a los países con défi­cits en su balanza de pagos, con el propósito de proveer un tiempo durante el cual se pudieran hacer ajustes, e impedir las consecuencias agudamente de­flacionarias de un patrón de oro automático. El Ban­co Mundial debía se r un' instrumento para la asistencia financiera a largo término. Los países eco-

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nómicamente 'pobres debían recibir asistencia del sis­tema mismo, ya fuera directamente por medio de las instituciones del sistema o por otros Estados, una vez que las instituciones del sistema hubieran certifica­do su conformidad con las normas establecidas_ Esas instituciones incorporaban mecanismos para super­visar la aplicación de las normas del sistema, hacer la asistencia financiera efectiva y verificar que exis­tiera una razonable evidencia de intentar el cumpli­miento de las normas.

Este aparato de vigilancia era, en el caso de los aliados occidentales y, subsecuentemente, de todos los países capitalistas industrializados, complemen­tado por un elaborado mecanismo para la armoniza­ción de las políticas nadonales. Tales procedimien­tos comenzaron con las mutuas críticas de los planes de reconstrucción en los países de Europa occidental (la condición de Estados Unidos para los fondos de ayuda del plan Marshall), continuaron con el desa­rrollo de un procedimiento de revi sión anual en la OTAN (que tenía que ver con defensa y con los progra­mas de apoyo a la defensa) y se convirtieron en un hábito de consulta mutua y de revisión mutua de las políticas nacionales (por medio de la OC DE y otras agencias).

La noción de obligación internacional se despl azó de unos pocos compromisos básicos, tales como la observancia del principio de nación más favorecida o el mantenimiento de una tasa de cambios convenida, a un reconocimiento general de las medidas de polí. tica económica nacional que afectaran a otros países y de que tales consecuencias debería n ser tenidas en cuenta antes de que se adoptaran políticas naciona­les . A la inversa, otros países debían ser lo sufi cien­temente comprensivos de las dificultades de un país en particular para aceptar excepciones en el corto plazo. Los ajustes son entonces percibidos como una

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respuesta a las necesidades del sistema como un todo y no al deseo de los países dominantes. Las presiones e)[ternas sobre las políticas nacionales fueron inter­nacionalizadas de acuerdo con esas ideas.

Naturalmente, tal proceso de política internacio­nalizada presuponía una estructura de poder en la cual las agencias centrales del gobierno de Estados Unidos estuvieran en una posición dominante. Pero no era necesariamente una estructura de poder com­pletamente jerárquica, con líneas de fuena que sur­gieran e)[clusivamente de arriba hacia abajo, ·ni tampoco una estructura en la cual las unidades de interacción fueran naciones-Estados integrales. Era una estructura de poder que buscaba mantener con­senso mediante la negociación, en la cual las unida­des de negociación eran fragmentos de Estado. El poder detrás de la negociación era tácitamente toma­do en cuenta por las partes.

La práctica de armonización política se convirtió en un poderoso hábito de ese tipo cuando las normas básicas de la conducta económica internacional ya no. · parecían válidas, como fue el caso, durante los años setenta, de los procedimientos para ajustes mutuos de las políticas económicas nacionales, que fueron refonados . En ausencia de normas claras, la necesi­dad de ajustes mutuos surgió como la mayor. 23

23. Max Beloff(1961) fue quizás el primero en señalar tos meca · nismos por los cuales la participación en la. organizaciones internscionales alteraba la elaboración interna de pollticas de las prácticas de los Estados. R.W. COI y H.K. Jacob$on ~ t aro (1972) representa r on los sistemas pollticos de las organizacio­nes inte rnacionales cOmo incluyendo segmentos de Estados. R.O. Keohane y J.S. Nye (1974) señalaron los proceso. que determinan que la. coaliciones estén formadas por segmentos de los aparatos de diferentes Estados y las formas mediante la. cuales las instituciones internacionales facilitan tal", coa· liciones. Esos diversos trabajos, al tiempo que señalan la exis­tencia de mecanismos de coordinación po](tica entre Estados y la penetración de innuencias e xternas dentro de esos Estados,

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Las estructuras estatales apropiadas a este pro­ceso de armonización política pueden ser contrasta­das con las del Estado nacionalista de bienestar del período precedente. El nacionalismo del bienestar tomó la forma de planificación económica a nivel nacional e intentó el control de los impactos de la economía externa sobre la economía nacional. Para lograr que la planificación nacional fuera efectiva, crecieron estructuras corporativas en la mayoría de los países industriales avanzados, con el propósito de llevar la industria, y también el trabajo organizado, a consulta con el gobierno en la formulación y ejecu­ción de políticas. Las estructuras corporativas nacio­nales e industriales pueden presentar obstáculos proteccionistas o restrictivos a los ajustes requeridos para la adaptación de las economías nacionales a la economía mundial en un sistema hegemónico. El cor­poratismo, a nivel nacional, fue una respuesta a las condiciones del período entre guerras; se consol idó institucionalmente- en Europa occidental cuando la estructura mundial estaba cambiando en algo para lo cual el corporatismo nacional era impropio.

no discuten las implicaciones de eaoa mecanis mos para la es· tructura de poder dentro de 105 Estados . Es s ese aspecto estructural al cual deseo designar con el t é rmino - internacio­na\izad6n del Estado' . Chris t ian Palloi! 0 975 , p. 8 2) se refie. re a - la internaciona lizaci6n de l apa rato del Estado nacional, de ciertos lugares de ese a parato de l Est ado-, COII lo cual él designa a squello. segmentos de los Elt ados nacion ales que sirven de soporte poUt ico para la in ternacionalizad6n de la producción. El presenta la cuestión de los cambios est r uctura­les en el Estado, si b ien no profund iza el punto. Keohane y Nye ( 197 7) vinculan e l mecanismo t r ansgubernamental al concepto de "in t erdependenci a-. Encuentro que este cOllcepto tiende a Ol cu recer 1 .. re laciones de poder envueltu en los cambios es tructurales, tanto en e l Es tado co mo en el orden mundial; por coa ruón prefie ro no u til izar lo. Gou revitch (1978) mant ie_ ne e l concept o de int e r depen denc ia, e insiste que está ligado con In luch u de pode r en tre fue nas soci a les dent ro de 108 Es t ados .

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I:.a internacional iza ci6n del Es tado da prioridad a cie rtas agencias del Estado -en especial los ministe­rio s de Finanzas y las oficinas de los primeros minis­tros-, que son puntos clave en el ajus te de la política eco n6mica nacional e internacional. Los ministerios de Industria s y de Trabajo , las oficinas de Planifica­ci6n , qu e fueron prepa radas en el contexto del corpo­ra ti smo nacional , t endieron a subordinarse a los órgan os centrales de la política publica internaciona­l izada . A medida que las economías nacionales se integraron más en la economía mundial, fueron las más grandes y más avanzadas empresas las que se ad aptaron mejor a las nuevas oportunidades . Un nue ­vo eje de i nflu encia vinculó las redes de política in­te rnacio nal con las agencias centrales clave de los go biernos y con los grandes negocios . Esta nueva estructura corporativa informal eclipsó el más anti­guo corporatismo nacional formalizado y reflejó la dominaci ón del sector orientado a la economía mun­dial so bre el s ect or ori enta do má s nacionalmente en la eco nomía de un país.2 4

24. Exine, na t uralmente, toda una literatura implfcita en e l a r­gumento de este ph nfo. Algunas r apidas refe rencias puedeu ser II ti les. Andrew Shonfield ( 1965) ilult ró el du urollo de 1 .. estructuras de tipo corporativo dc la clase que yo asocio con el ~:stado n acion alista de bienestar . El cambio de l corporat ivi l ­mo de n ivel indust rial al corpora tivismo ba .. do en la empre .. conduci da por el gran publico y las corporaclonu privad .. ha lido adve rt ido en alguno. trabajos de re lacionu induatrialu, particular mente aquellos concl'rnientu a la emergencia de una "nueva clase t rabajadora-: por ejemplo, Serge Mallet (1963). Pero la literatu ra lobre re lacionu indultrialu gene_ ralmente no ha vincu lado lo que yo he n am ado corporativi l mo de emp resa con el marco m " amplio .ugerido aquí (R.W. e ox 1977). E rhard fr iedbe rg (1 974, pp. 94-108) d ilcute 1. .ubordi _ DIIoción de l an tiguo corporativ ismo al nue vo. El cambio de t e r­minología de planificllción 11 pollticll indult ria l l e r efie re a la internac;onlllización del Estado y 111 economía. LII pollt ica industrie l se he co nver tido en un t ema de in lerés para lo. decilores polll icol de la economfa g lobal (ve r Will iam Diebold 1980, y John Pinde r. T.kash i Hosomi y William Diebold, pa ..

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..

La internllcionalización del Es tado no está, natu­ralmente , limitada a los países del capita li smo avan­zado del centro . No se ría difícil hacer un catálogo de casos recientes en países periféricos donde las insti­tuciones económicas internacionales, habitualmente como una condició n para la renovación de la deuda, dictaron políticas que solamente podían ser sosteni ­das por una coalición de fuerza s conse rvado ras. Tur­quía, Perú y Portugal se cuentan entre esos países re cientemente afectados. En Zaire, una conferencia de acreedores impuso las condiciones que los funcio­narios del Fondo Monetario In ternacional habían in-

la Comi.i6n Trilateral, 1979). Si planificaci6 n evoca el espec_ t ro d. 1 nacionalismo ecoQ6mico, polftica indul tr ial, como el es tudio de la Comisi6n Trilat"r.1 lo "'''ala, puede se r visto dude uoa penpecliva ecoo6mica mundial como un aspecto nec ... rio de la armonización pollUca; -hemos argumeolado que la. polltieu industriales son necuariu para tratar pro:>­blema. e.lruclurales eo las eeonomfal madero as. En co:>nse_ cuencia, la acción internacional no de he r ia tratar de deamantelar u .. pollticu . La presión dehe rla, mlh bie n, apuotar a polltlell industriales positivas y adaptativ lS, ya fuera por parte de paises individualea o de grupos de paises combinadol. Lejo. de ser proteccionista, la polltica industrial puede ayudarlol a remove r una caun del proteccionismo, ha­ciendo que el praceao de ajuste lea meno. doloroso" (p. 60). Podrla objetarle que el argumento y 111 r eferen cias aquf pre­sentadoa Ion mh .. ']ido. para Eurapa que para Ihtadol Uni­do.y que. en realidad, el concepto de corporativismo es ajeno a JI ideologla de Ellados Unidol. A eslo yo puedo replicar que, desde que 101 principales soportes de la economfa mundial esUn en E.udo. Unidos, el ajusle de la economfa estadouni­den •• ajulta meno. que el de los pahea eu ropeo. y periféricos, y la iostitucionalizadón de ]05 meeaoismos de ajuste está. 1'0 consecueocia, meDos denrral1ada. Cierta. an'lisil estructun­les de la economfa de Estado. Uni dos, .in embargo, IIcfialan una d iltinci6n entre UD sectar corporall~o orienlado ioleroa_ cionalmeote y un sector nacionalmente oricntado a lo. media· no. y peque do. negacías, y a lo' dife rentea ugmento. del E.tado y diveru . orientaeiooel polft iclI 1I0ciadas con cada uoo. Ver John Ken oeth Galbraith (1 974 ) y Jamel O'Coonor (1913 ). Lo. h is tor iadorn seda]an lo. eleme ntol de corpora ti­~i.mo en e] New Deol ; por ejemplo, Shlelinger (1960).

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troducido en los ministerios clave del Estado para controlar las condiciones de renovación de la deuda .~5

LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA PRODUCCiÓN

La internacionalización del E s tado está asociada con la expansión de la producción internacional. Es~o s ignifica la integración de los procesos de producción a escala transnacional, co n diferentes bases de un proceso que se desarro ll a e n diferentes países . La producción internacional actualmente desempeña el mismo rol formativo, en relación con la estructura de los Estados y el orden mundial, que la manufactura nacional y el cap ital comercial desempeñaron a me· diados del siglo XIX.

La producción internaciona l se expande por me· dio de inve rsiones directas, mientras que el imperia- .. Jismo rentista, del cual esc r ibieron Hobson y Lenin , primero tomó la forma de inversiones de portafolio. Con las inversiones de portafo li o, e l control sobre los recursos productivos financiados por la t ransacción pasaba del propietario al prestamista. Con la inver­sión directa, el control es inherente al proceso de producció n en sí mismo y permanece con el objeto originador de la inversión. El rasgo esencial de la inver sión directa es la posesión n o de moneda, sino de conocimiento, bajo la forma de tecnología y en especial de la capacidad de continuar el desarrollo de

25. El .:aso de ZlIiTe subrllYII los IIrreglos impuestos por poderes occidentales en el imperio Otomano en Egipto .. finales del siglo XIX, efectivamente vinculad~s a ciertas rentas del servi_ cio de la deuda ..,.,.tero ... Ver HerbeTt Feis (1961, pp. 332-342, 3114_397 ).

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nuevas tecnorogías. Los arreglos financieros para in­versión directa pueden variar enormente, pero todos están subordinados a ese factor decisivo de control técnico; los arreglos pueden tomar la forma de subsi­diarias completamente controladas; joint uentures (emprendimientos conjuntos) con capital local, algu­nas veces puesto por el Estado en otros países; con­tratos de administración con empresas propiedad del Estado, o convenios de compensación con empresas socialistas a cambio de la provisión de tecnología. Esas empresas se convierten en proveedoras de ele­mentos a un proceso de producción organizado global ­mente, planeado y controlado por la fuente de la tecnología. La propiedad formal es menos importante que la manera en la c\1al varios elementos se inte­gran en el sistema de producción.

La inversión directa parece sugerir el dominio del capital industrial sobre el capital financiero. Las grandes corporaciones multinacionales que se expan­den por inversión' directa son, hasta cierto grado, autofinanciadas, al extremo de que no parecen capa­ces de movilizar capital monetario en diversas for­mas, como por medio de mercados locales de capital (cuyo crédito es mejor que el de los empresarios na­cionales), mediante los mercados europeos de divi­sas, mediante inyecciones de capital de otras multi­nacionales vinculadas a convenios de tecnología y producción, mediante subsidios estatales, y otros. Y, particularmente desde los ailos setenta, el capital financiero parece estar volviendo a tener preeminen­cia en las operaciones de los bancos multinacionales , no sólo en la antigua forma del imperialismo rentis­ta, de administrar préstamos a los Estados periféri­cos, sino también como una r ed de control y plani ­ficación privada de la producción internacional de la economía mundial. Esta red evalúa y colectiviza los riegos de inversión y asigna oportunidades de inv er-

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sión 'a los participantes en la expansión de la produc­ción internacional. Es decir, desempefia la función de l capitalista colectivo de Lenin en las condiciones de las relaciones de producción de finales del siglo xx.

PRODUCCiÓN INTERNACIONAL Y ESTRUCTURA DE CLASES

La produccion inte rna cional moviliza fuerzas so­ciales, y es por medio de esas fuerzas que pueden ser anticipadas sus principales consecuencias políticas vis-a-vis la naturaleza de los Estados y de los órde­nes mundiales futuros. Hasta aho ra , se había esta­blecido que las clases sociales existen dentro de for­maciones sociales definidas nacionalmente, a pesar de las apelaciones retóricas a la solidaridad interna­cional de los trabajadores. Ahora, como consecuencia de la producción internacional , se h ace cada vez más " pertinente pensar en términos de una estructura de clases global extendida o superpuesta en las estruc­turas de clases nacionales.

En la cima de una estructura de clases global emergente se encuentra la clase administradora transnacional. Con su propia ideología, estrategia e instituciones de acción colectiva, es una clase en s í y para sí. Sus puntos focales de organización, la Comi­sión Trilateral, el Banco Mundial, el 'Fondo Moneta­rio Internacional y la OCDE, constituyen tanto un marco de pensamiento como una guía de acción para las políticas. Desde esos puntos, la acción de clase penetra los países por medio del proceso de inte r na­cionali zación del Estado. Los integrantes de esta cla­se transnacional no están limitados a quienes

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cumplen funcrones en el nivel global, tales como eje­cutivos de corporaciones multinacionales o funciona­rios de agencias internacionales, s ino que incluyen a aquellos que administran los sectores orientados in­ternacionalmente dentro de los países, los funciona­ri os de los ministerios de Finanzas, los administra­dores locales de empresas vinculadas a los sistemas internacionales de producción y otros. 26

Los capitalistas nacionales deben ser distingui . dos de la clase transnacional. El reflejo natural del capital nacional frente al desafio de la producción internacional es el proteccionismo. Y gira entre el deseo de utilizar el Estado como un baluarte de la economía nacional independiente y la oportunidad de llenar nichos dejados por la producción internacio­nal en una relación simbiótica subordinada con los anteriores.

26. La evidencia de la existencia de una clase gerencial transna_ ciunal reside en las-actuales formas de organi7.ación, la elabo_ ración de ideología, apoyos financieros y conducta de los individuos. Otras estructuras permanecen como tendencias rivales, por ejemplo el capital nacional y sus intcreses. soste­nidos por una estructura integral de lealtades, agencias, etc. Los individuos o firmas y agencias del Estado pueden en algu_ nas fase s de su actividad ser captados por una u otra tenden. cia. En consecuencia, la membresía de las clases debe continuamente cambiar, a medida que la est ructura permane­ce . Algunas veces se argumenta que ése es solamente un caso de los capitalistas estadounidenses. que se asignan a sí mi~· mos un aura hegemónka, un argumento que, por implicación, hace del imperialismo un fenómcno puramente nacional. No hay duda del origen estadounidense de los valores que conlle. van y propagan esta clase, como tampoco hay duda de que muchos ciudadanos y agencias no estadounidenses tan,bién participan en esto. ni de que la perspectiva del mundo es global y distingible del capi talismo puramente nacional que eliste en él. De ese modo, la cultura estadounidense de la clase geren. cial transnacional, o una cier ta cultura estadounidense de 108 negocios, se ha hecho globalmente hegemónica. N atunlmente. las tendencias neomcrcantilistas deberlan prevalece r en las re lacione~ económicas internacionalu. y esta estructura de clases transnacionalcs palidecerla .

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Vos trabajad or es industriales han sido doblem en­te fragme ntados. Una línea de separació n se encuen­tra entr e el tra bajo establecido y el no establecido . Los t rabajadores estable cidos son aquellos que han logrado un es tatus de relativa segu ridad y estabili­dad en sus trabajos y tienen algunas perspectivas de prog reso en sus ca rreras. Generalmente, están rel a­tivamente especializados, trabajan para grandes em· presas y cuenta n con s indicatos or ga nizados. Los t r abajador es no establecidos, en contraste, no tienen seguridad en el empleo, no tienen perspectivas de progr eso en sus carreras y están r elativamente me· nos especializados, a l tiempo que co nfrontan grande s obstác ulos para el desa rrollo efecti vo de s us sindi ca· tos. Co n fre cuen cia 105 no establecidos están des pro­porcio nadamente relacionados co n los estratos bajos de las minoría s étnicas, inmigran tes y mujeres. Las instituciones de acció n de la cla se trabajadora han privi legiado a los trabajadores estab lecidos . Sólo cuando la ideología de solidaridad de clase permane · ce fu e r te, lo que habitualmente su cede en condicio· " nes de a lta polarización ideológica y conflictos socia­les y políticos, la s orga nizacio nes co nt roladas por trabajadores establecidos (sindicatos y partidos poli­ticos) tratan d e reunir y actuar tambié n para los t rabajadore s no es tablecidos.

La segu nda linea de se paración entre los trabaja­dores industria les es ocasio nada por la división entre capital nacio nal e internacional (po r eje mpl o, el como prometido con la prod ucción internac ipnal). Los tra · bajado res establecidos en el sector de la producción intern acional so n aliados potenciale s del capital in · te rnaci onal. Esto no signifi ca que esos trab ajadores no tengan co nficto s con el capital inte rn acio nal , sólo que éste cuenta co n los recursos necesarios para re· sol ve r sus conflictos y aislarl os de confl ic t os que en· vuelven a otr os grupos de trabajado res med iante la

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creación de u'n corporativi smo empresarial, en el cual ambas pa rtes perciben sus intereses como resultado de la expansión continua de la producción intern acional ,

Los trabajadore s es tabl ecidos en el sector de l ca· pital nacional son más suscepti bl es al ll amado del proteccio ni smo y del capitalismo nacional (más que empresari al) , e n el cual la defensa del capita l na cio· nal , de los trabajos y de los trabajadores que han adquirido estatus en la s instituciones industriales se perciben como interco nec tadas. u

El t rabajo no establecid o ha adquirido una part i­cular imp ortancia en la expansión de la producción intern acio nal. Los sistemas de pr oducció n son di se­ñados de tal modo que &e pueda utilizar una recie nte proporci ón de trabajadores semi-especiali zados (y, en consecu encia, fr ecuentemente no establecidos) en r elación con los especializados (y establec idos),28 Esta t endencia en la organizaci ón de la producci ón hace posible para' el centro descentralizar la actu al producción fí sica de bienes a loca li zacio nes per ifé r i. cas , en las cua les puede en co ntrarse una abundante oferta de t rabajo no establecido relativamente bara,

27, Algunu indu. ~r i a s aparecen ambiguamcn~c montadas a hor, cajad .. sobre las do. tcndend .. , por ejemplo la industria automotriz, Durante un perIodo de expansión económicll., el II pec to internaciona l de esta industria dominó en Estado. Unidos, '1 e l Sindicato Unido de TnbaJadores Automoto res tomó la in idativa de crear consejos mundiales pars 1&$ m" importanlCl emprClII automot r ices, con 1 .. perspectiva de ini . ciar negociaciones mullinscionales. Como esa industria fue golpeada por la recesión, el proteccionismo comenzó a im pone r· ...

28. Ver Coz ( 978). Esta tendencia puede ler vi,ta como la conti. nuación de una dirección en el largo pino de organiución de la producción, de la ~ual el ta'lloTismo fue una primen etapa. en la cual el control aobre el procClo laboral es progres ivamen. te .eparado de lo. tn baJadores y alejado de la realinción de tarell, asl como concentrado en 1 .. adminl.tnción. Ver HIITT'I Bnverman (197 4).

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Lo , y' r eLener el con trol de los procesos y de la inves­tigRción y desarrollo de los cuales su fuLuro depende.

Dado que una fuerza de trabajo no establecida se moviliza en los países del Tercer Mundo a causa de la producc ión internacional , los gobiernos en esos paises muy frecuentemente han procurado que esa nueva fuerza socia l desarrolle sus propias organiza­cio nes conscientes de clase, imponiendo sus estru ctu­ras de corporativismo estatal bajo la forma de sindicatos establecidos y controlados por el gobi erno o el partido políLico dominante. Esto también propor­ciona a los gobiernos locales, por medio de su control sobre el trabajo, ventajas adicionales ante el capital internacional en 10 que se refiere a los términos de la inver sió n directa. Si los t rabajadores industriales de los países del Ter cer Mundo algunas veces han sido r educidos a la tranquilidad política y social, e l co rpo­rativi smo de Estado puede probar ser un paso que sus pen da, pero no impida en el largo plazo una auto­conciencia más articulada. 29

Aunque la industria se moviera r ápidamente en " el Tercer Mundo y los gobiernos locales fue ran hábi ­les para mantene r el conLrol de sus fuerzas de trabajo indusLriales , la mayoría de las poblaciones de esos pRíses no tendrían mejoras, sino probablemente un deterioro en sus condiciones. Los nuevos trabajos industriales están sumamente rezagados con respec­to a los incrementos de la fuerza labo ral, al tiempo que los cambios en la agr icultura los desplazan de la población rural. No importa cómo se, disLribuya la producción internacional, una gran pa r te de la pobla­ción mundial en las áreas más pobres permanece marginalizada con respecto a la econom ía mundial;

29. Recientes inrormaciones de Brasil indican inquietud por parle de 101 trabajadores de Sao PllulO): "uyos sindicalos han .ido lometido. 11 una estructura corpontiviltll estatal desde ls ~ poca del presidente Varga •.

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no cuent a cort' empleo ni r enta, ni el poder de compra de ri vado de ellos. Un gran problema para el capital internacional en sus aspi raciones de hegemonia es cómo neutralizar el efecto de esa marginalización de quizás un tercio de la pob lació n mundial, para pr e. vem r que esa pobreza sea el combus t ible de una r ebelión.30

FUERZ .... S SOCI .... LES, ESTRUCTURAS DE ESTADO Y PERSPECTIV .... S DEL FUTURO ORDEN MUNDI .... L

Naturalmente , ser íá inadmisible en t érmin os ló· gicos, y también imprudente , basa r las predicciones del futuro orden mundial e n la s co nside ra ciones que siguen. Su utili dad está más bien en llamar la aten· ción sobr e lo s factores que podrí an in clina r un nuevo orde n mundial eme rgente en una dirección u otra. Las fuerzas sociales ge neradas por los cambiantes procesos de producció n son e l punto de partida para pensa r sobre futuros posi bles. Esas fuerzas pueden combinarse en difere ntes configuraciones y, como un eje rcicio , uno puede conside ra r las configuraciones hipotéticas que más probablemente conduzcan a tres diferentes resultados en el futuro del sistema esta· tal. Enfoca r esos tre s posibles resultados no implica, por cie rto, que no sean posibles otras configuraciones de las fue rzas sociales.

30. El BaDco Mundial promuo ve el desarrollo runl y el control de la natalidad. El concepto de "confianza en sl mismo". alguna ve¡ nlogan del antiimperia1ismo con el significado de "duen. ganche" del sistema imperial. ha sido coo ptado por el sistema Impe rial para lignificar auto.yuda entre 111 pobllCiones mar· ginadas. como un progn ma de bienostar alntilo "h6galo UI"

ted mbmo·.

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En primer lugar, se vislumbra la perspectiva de una nueva hegemonía basada en la estructura global del poder social generada por la internacionalización de la producción. Eso requeriría una consolidación de dos tendencias fuertes y vinculadas: el continuo do­minio del capital internacional sobre el nacional en los países mayores, y la continua internacionaliza­ción del Estado . .Implícita en esa configuración se encuentra la continuación del monetarismo como la política económica de la ortodoxia, enfatizando la estabilización de la economía mundial (políticas anti-inflacionarias y tasas de cambio estable) sobre el cumplimiento de las demandas socio-políticas na­cionales (la reducción del desempleo y el manteni­miento de niveles de salarios reales) .

La configuración de poder interestatal que podría mantener tal orden mundial, suponiendo que sus Es­tados miembros se conformaran a este modelo, es una coalición centrada en Estados Unidos, la República Federal de Alemania y Japón, con el apoyo de otros es tados de la oeDE, la cooptación de unos pocos de los .. mayores países industrializados del Tercer Mundo, tal como Brasi l , y la conducción conse rvadora de los paises de la OPEP; también la posibili dad de una rediviva detente que permita una mayor vinculación de la esfera soviética en la economía de producción internacional. La nueva división internacional del trabajo , construida alrededor de la progresiva des­centralización de la manufactura en el Tercer Mundo por el capital internacional, satisfacería las deman­das de industrialización de esos países. Los conflic­tos sociales en los países centrales serían combatidos mediante el corpor ativismo empresarial, si bien mu­chos podrían quedar sin protección por ese método, en es pecial los trabajadores no establecidos. En los países pe riféricos, el confli cto 'social podría ser con-

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tenido media'il.te una combinación de corporativismo estatal y represión.

Las fuerzas sociales opuestas a esta configura­ción ya han sido señaladas: el capital nacional, aque­llas secciones del trabajo establecido vinculadas al capital nacional, los trabajadores no establecidos mo­vilizados nuevamente en el Tercer Mundo y los mar­ginados sociales en los países pobres ; todos ellos, de una manera u olra, están potencialmente opuestos al capital internacional y a las estructuras estatales y del orden mundial más vinculadas con el capital in­ternacional. Esas fuerzas no tienen, sin embargo, cohesión natural; podrían ser separadas o neutrali­zadas por una hegemonía efectiva. Si ellas se unieran en algunas circunstancias particulares en un país en especial, precipitando un cambio de ré gi men, enton­ces ese país podría ser sometido al aislamiento en la estructura mundial; en otras palabras, cuando la hegemonía fallara dentro de un país en especial, podría reafirmarse a sí misma e n la estructura mundial.

Una segunda configuración posible es una estruc­tura mundial no hegemónica de centros de poder conflictivos. Quizás el camino más posible para esa evolución podría ser el ascenso en varios países cen­trales de coaliciones neomercantil istas que vincula­ran el capital nacional y el trabajo establecido, y que estuvieran determinadas a optar fuera de los acuer­dos diseñados para promover el capital internacional y organizar su ¡)Topio poder y bi enesta r co n una ba se nacional o de influencia secto r ial. La búsqueda con­tinua de políticas monetaristas puede ser la causa más probable de la reacci ón neomercantilista. Legi­timadas como antiinflaciona ria s, las políticas mon e­taristas han sido percibidas como tr abas al capital nacional (a causa de sus altas tas as de interés), que generan desempleo (por medio de la recesión planifi-

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cada ) y afectan negativamente a los grupos sociales relativamente desposeídos y a las regiones depen­dientes de los servicios del gobierno y de las transfe­rencias de pago (a causa de los cortes presupues­tarios en los gastos del Estado)_ Una coalic ión de opos ición podría atacar el monetarismo, por subordi­nar el bienestar nacional a fuerzas externas y por mostrar una ilus,oria fe en los mercados (que son percibidos como manipulados por la fijación de pre­cios determinada por la administración corporativa). La posible forma estructural de neomercantilismo dentro de los Estados centrales sería un corpo rati vis­mo de nivel industrial y nacional, llevando al capital nacional y al trabajo organizado a una relación con el gobierno, con el propósito de diseñar y ejecutar políticas estatales . Los Estados periféricos tendrían, en buena medida, la misma estructura que en la prime r a configuración, pero podrían esta r más vincu­lados con una u otra de las economías de los países centrales.

Una tercera y menos posible configuración sería .,' el desarrollo de una contrahegemonía basada en una coalición del Tercer Mundo contra la dominación de los países centrales, que tendrían como objetivo el desar rollo autónomo de los paises periféricos y la terminación de las relaciones centro-pe r iferia. Una contrahegemonía consistiría en una perspectiva co­herente de un orden alternativo mundial, apoyada po r una concentración de poder suficiente para man­tener el desafío a los países centrales. Mientras esa configuración es prefigurada por la d'emanda de un nuevo orden económico internacional, el consenso prevaleciente detrás de ella carece de una perspecti­va suficientemente clara sob re una economía política alternativa mundial para constituir la contrahege­monia. Las perspectivas de éontrahegemonía resi-

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den, en bueno medida, en el futuro desa r rollo de las estructuras estatales en el Tercer Mundo.

La fuerza social de control en esos países es, típicamente, la que ha sido llamada una "clase esta­tal" ,~1 una combinación de partido, burocracia, perso­nal militar y líderes sindicales, en su mayoría peque­ños bu rgueses en su origen, que controlan el aparato del Estado y t r atan, de ese modo, de ga nar mayor control sobre el aparato productivo en el país. La clase estatal puede ser comprendida como una re s­puesta local a las fuerzas generadas por la i nte r na­cional ización de la producción y un intento de ganar a lgún control loca l sobre esas fuerzas. La orientación de la' clase estatal es indeterminada. Tanto puede se r conse r vadora como ra.dicaL Tanto podría negociar por una mejor participación en la economía mund ial de producción internacional como procurar la supera­ción del desa rrollo interno desigual gener ado por el capital internacional.

Las clases estatales de la primera orientación so n susceptibles de incorporarse a una nueva economía mundia l hegemónica y al mantenimiento de estructu­ras co r porativistas de Estado como contraparte na­cional del capital internacional. La segunda or ientación pod r ía pr oveer apoyo para la cont rah ege­monía . Sin embargo, una cla se estatal solamente pa· recería poder mantener la segunda y más radical or ientación s i ésta fue ra apoyada bajo la forma de un genuino populismo (y no sólo un populismo manipu­lado por líderes políticos ). Uno puede especular que ésto podría lograrse mediante el des doblam ie nto de las consecuencias sociales de la producción interna­cional, tales como la movili zació n de u na fuerza de trabajo no establecida unida a la marginal i zación de una creciente parte de la poblac ión urbana. La alte r-

31. Debo este término" H"rtmut Elsenhans (s .r.).

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nativa r adical podría se r la for ma de respuesta al capital inte rn aciona l en los países del Tercer Mundo, así como el ne omercantilismo podría ser la re spuesta en los países más ri cos. Cada un o proyecta una es­tru ctu ra de Estado y una visión del orden mundial de acuerdo co n sus propias característica s.

COME NTARIO DE 19'85

La propuesta de Robert Keohane de incluir m1 artículo publicado en Millennium en el verano de 198 1 en esta colección de ensayos es un desafío para definir mi posición en r elación con los demás textos seleccionados. Tod os esos textos forman 9arte de un único debate estimulado por recientes trabajos de Waltz y Gilpin. Mi a r tículo su rge de un diferente -y muy personal-p roceso intelectual. Si n emba rgo, to ca temas que emerge n en el debate, haciendo de mí un Monsieur Jourdain , que escribía pr osa si n sabe rlo .

Delibe radame nte me h e abstenido de revisar mi .­texto y sólo he hecho algunos cambi os estrictamente estilísticos y edi tori ales a la ver sión 198 1, para adap­tarla al pr esente volume n. Una vez colocado ante el público, un texto debe re spetar su propi a integridad. T iene una vida por sí prop io, sea ri co o pobre. El autor tam bié n debe asumir cierta independencia del texto. Mis propios puntos de vista (como espe ro que suceda con la mayoría de los a utores) h a n evolucio­nado desde 198 1. De acuerdo con eso, I? refi ero tratar de establecer un vínculo con los otros ensayos me ­diante este comenta r io.

Al analizar los diferentes argumentos, me en­cuentro en acuerdo y desac uer do con determinados aspectos de cada uno de los textos de los otros auto­res. Me queda, s in em bargo, la' expresión gen eral de que éste es un debate específi ca mente estadouni den-

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se, aunque se haya dado en términos de sistemas mundiales e inte rnacionales. Stanley Hoffmann (1977) señaló que las relaciones internacionales son una ciencia social estadounidense. Esto no significa (por mi par te no más que en el caso de Hoffmann) sugeri r que el pensamiento estadounidense está mo­delado de una mane ra unitaria. (Declaro de antema­no mi inocencia respecto de las críticas de Robert Gilpin en cuanto a pone r juntos a autores cuyas pers­pectivas difie ren en importantes aspectos) . Lo que es común, me parece, es: 1. La pe rspectiva de Estados U nidos como la preponde rante de las dos potencias mayo res del sistema y, consecuentemente, la asun­ción de cierta medida de responsabilidad por la polí­tica de Estados Unido¡:; 2. La organización de argu­mentos sobre ciertos temas obligatorios de debates, notablemente los de pode r versus moralidad y de ciencia versus t r adición. El prime ro de ellos es, para emp lea r el lenguaje de Waltz, un condicionante sis­témico del pensamiento estadounidense. El segundo deriva más de un proceso cultural explicitamente estadounidense . Un aspecto de este proceso fue la conver sión inte lectual de los decisores políti cos de Estados Unidos al uso del poder físico acumulado del país para el cumplimiento de un papel de creación y mantenim iento de un sistema mund ial. Imp or tan tes innuencias en esta conversión fueron pensad or es for­mados en Europa, como Reinhold Niebuhr y Ha ns Morgenthau, quienes introdujeron una perspectiva de la humanidad más pesimista y orientada hacia el poder en un medio estadounidense condicionado por el optimismo del siglo XV I!! y por la cr ee ncia del siglo XIX en el progreso. Otro asp ecto fue la necesidad de legitima r este nuev o real ismo en t é rm inos "científi­cos". El segundo aspecto puede ser leido como la revancha del pensamiento de derecho natural del siglo XVIII por la falta de in ocencia ímplicita en el

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primero. Richard Ashl ey ha descr ito bien el proceso de socia lización a trav és del cual sucesivas cohortes de graduad os estadounidenses (y por asimilación ca· nadienses) han sido insertados en esta corriente de pensamiento.

A esta altura , s iguiendo el ejemplo de Gilpin , corres ponde una r efe rencia autobiográ fica. El lector deberia sabe r que este auto r no experimentó el ya mencionado proceso de formación inte lectual. Su in· trodu cció n a los procesos de políti ca internacional llegó mediante la práctica como un "neutral empaté­tico" (Cox y Jacobson 1977 ), en su papel de funciona­r io internacional de una de las menos destacadas esferas de política . Su ünico entrenamiento académi· co formal fue el estudio de la hi sto ria . De acuerdo con eso , él nunca compartió un sentido de re sponsabili­dad para aspirar a influi r en la poli t ica de Estados Unidos o la de cua lquiera otro país, si bien él ha s ido conscie nte de que su des tino, como el del resto de la humanidad, está profundamente influido por lo que él no puede influenciar. Esas circunstancias lo han " incl inado ha cia una aceptación inic ia l de la posición reali sta. El mundo político es, de partida, un mundo dado. Los hombres ha ce n la histor ia, como Marx es­cr ibe, per o no en condiciones elegidas por ellos. Para tener alguna influencia sobre los aco ntecimientos, o a l menos anticipa r las peores eventualidades , es neo cesa r io comenzar co n la co mprensión de las condicio­nes no elegidas por uno mismo en las cual es la acción es posible.

Las influencias intelectuales que contribuyeron a la formación de esta per spe cti va perso nal comparten con el rea li smo una fuente común en Maquiavelo . Di ve rgen en haber seg uido una corriente historicis· ta , a t ra vés de Giambattista Vico y Geor¡-es Sorel y , sobre t odo , Antonio Gramsci : Esos pe nsadores no es taban vinc ul ados prima riamente con las re lacio nes

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internacion ales; ellos estaban ocupados en el proble­ma del conocimiento sobre la sociedad y las transfor­maciones sociales. Los historiadores proveen la luz más específica sobre las estructuras internacionales: de alguna manera los historiadores marxistas britá­nicos del siglo XX, y muy particularmente Fernand Braudel y la escuela francesa de los Annales. Los puntos de contacto intelectual con influencias en otrOS contribuyentes a este volumen incluyen a E.H. Carr (especialmente en su trabajo con Gilpin), Frie­drich Meinecke, Ludwig Dehío y Karl Polanyi (espe­cia lmente en su trabajo con Ruggie ). Como se ve, hay mucho de autobiografia : el punto es que el itinerario hacia el a rtículo de Millennium no pasó por el neo­rrealismo; contempla.el neorrealismo desde el punto de destino alcanz.ado .

Para cambiar el mundo, debemos empezar con una comprensión del mundo como es, 10 cual significa las estru cturas de realidad que nos rodean. "Com­prender" es la palabra clave aquí. Los tema s en la confrontación de enfoques están vinculados a dife ­rentes modos de conocimiento: pos itiv ismo e h istori­cismo. Dado que esos dos términos han sido usad os de manera contradicto r ia en diferentes teJltos inclu i­dos en este libro, reitero aquí mi propio uso .

Por "positivi smo" entiendo el esfuerzo de concebir la ciencia social de acuerdo con el mode lo de la fí s ica (o, más particularmente, de la fisica como era cono­cida en los siglos XVI II y XIX , antes de que hubiera a s imilado los principios de relatividad e incertidum ­bre). Esto supone plantear una separación de sujet o y objeto. Los dato s de la política so n acontecimientos percibidos eJlternamente causado s por la intera cc ión de los actores en un campo. El campo en s í mism o, como es un encuentro de actores, tiene ciertas propi e­dades que pueden ser llamadas "sis témi cas". El con­cepto de "causa" es aplicable en un marco de fue rza

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como .ése. Los actores fuertes son "causas" de cambio en relación con otros menos poderosos, y la estructu· ra del sistema "causa" cierta forma de conducta por parte de los actores.

Utilizo "historicismo" para significar un enfoque un poco diferente sobre el conocimiento de la socie­dad que ha sido bien definido por Giambattista Vico (1774/1970) y ha continuado como una tradición dis­tingible hasta el p'resente. En este enfoque, las insti· tuciones humanas están formadas por gente, no por los gestos individuales de "actores" sino por respues· tas colectivas a una problemática percibida correcti~ vamente que produce ciertas prácticas. Las institu­ciones y las prácticas deben ser comprendidas por medio de los cambiantes procesos mentales de sus protagonistas. Hay, en esa perspectiva, una identi· dad de sujeto y objeto. Las realidades objetivas que esta aproximación supone -el Estado, las clases so­ciales, los grupos de conflicto a que Robert Gilpin (siguiendo a Ralf Dahrendorf) se refiere, y sus prác­ticas- están constituidas por ideas intersubjetivas . Como Gilpin d.ice, ninguna de esas realidades existe del mismo modo en que existen los individuos, pero los individuos actúan como si esas otras realidades existieran, y al actuar de esa manera las reproducen. Las instituciones sociales y políticas son vistas en· tonces como respuestas colectivas al contexto físico· material (naturaleza natural) en la cual los agre· gados humanos se encuentran a sí mismos. A su vez, ellos forman parte del marco social-material (natura­leza artificial o red de relaciones sociales) en el cual tienen lugar las acciones históricas. El historicismo así entendido es el mismo del materialismo histórico. El método del materialismo histórico -o, en términos de Robert Keohane, su programa de investigación- es encontrar la conexión entre el esquema mental por medio del cual la gente concibe la acción y el mundo

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material, que condiciona tanto lo que ia gente puede hacer como lo que ellos pueden pensar sobre hacerlo .

Las dos aproximaciones -positivista e historicis­ta- cuentan con diferentes versiones de la tarea de la ciencia. No puede haber disputa sobre la adhesión de Kenneth Waltz a la posición positivista y él presenta claramente las tareas de una ciencia positivista: en­contrar leyes (las cuales son regularidades en la ac­tividad humana descriptibles en la forma de "si a , entonces b") y desarrollar teorías que expliquen por qué las leyes observables permanecen dentro de esfe­ras específicas de actividad. Las leyes y las teoría s avanzan en conocimiento más allá de la "mera des­cripción", por ejemplo catalogar acontecimientos ob­servados externamente. 32

En la medida en q"ue esta aproximación aspira a una ciencia general de la sociedad, no puede di scri­minar entre tiempos y espacios. Toda actividad hu­mana es su provincia (si bien esta actividad está dividida arbitrar~amente entre categorías a pri ori de actividad entre las cuales las relaciones internacio­nales constituyen una), todo ello tratado como mate-

32. El término "descripción ", como es utilizado e n el d iscu rso po­sitivis ta (a menudo precedido por "mera") 00 t ie n e se nti do en el discurso hi s tori cis ta . De scripción, para e l histo ricista. es inseparable de interpretación O comprens ión ; por ejem plo. la evaluación d e un h echo único por medi o de u n a hipótesis explí ­catoria . La tarea de la teorla eS desarrollar tales hip6tesis y los co nceptos de limitada aplica ci6n histórica e n los cua les se elpresan ; por ejemplo, conce ptos como me rcan t il ismo, ca pi t a­lis mo, fascis mo, etc_ La d iferen cia e n tre "descr ipci6n" (positi_ vis ta ) y "comprens ión " (hi stori cis ta ) Se renej a e n las palabras utilizadas para de notar el objeto de e stud io: dato (posi tivista) uenu r h e ch o (hi storici s ta ). La di st inción eS menos evidente en inglés que en la s lengu as latinas , don de las palabra s co r res_ pondientes I on part ici pios pa sados de los verbos "d a r" y "ha" cer El posit ivismo tra baja con datos percibi dos e xte rname nte; e l hi sto r icismo con acon t ecimientos o in st itu­ciones que son "hechas". Debe n ser comprendida s por med io de la s ubjetiv idad de 108 autores, a sí como en té rminos de las con secue ncia s objet iva s que fluyen de su e xiste ncia.

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ria prima para el hallazgo de leyes y el desarrollo de teorías. Creo que ésta es la raíz del mayor defecto en la aproJt:imación de Waltz apuntada por sus críticos (v er en especial Keohane y Ruggie): la incapacidad de su teoría para eJt:plicar o dar cuenta de la transfor­mación estructural. Una ciencia general (Ieáse: apli­cable universalmente) de la sociedad puede permitir variaciones en las tecnologías y en las capacidades relativas de los acto res, pero no en la naturaleza básica de los actores (búsqueda de poder) o en su modo de interacción (balance de poder). La universa,­lidad de estos atributos básicos del sistema social comienza a se r percibida como que está afuera de y antes de la historia. La historia se convierte en una fuente de datos que ilustran los cambios y combina­ciones posibles dentro de una evolución humana esencialmente sin cambio. A pesar de sus vastos co­nocimientos históricos, el trabajo de Waltz es funda­mentalmente ahistórico; la elegancia que él logra y la claridad de sus planteos teóricos paga el precio de un modo inconvincente de comprensión histórica.

La aproJt:illlación historicista a la ciencia social no supone ningunas leyes válidas generales o universa­le s que puedan se r eJt:plicadas por el desarrollo de las teorías de apropiación genera lmente aplicables. Para el historicismo, el cambio de la naturaleza humana tanto como el de las estructuras de la interacción humana es muy lento. La historia es el proceso de su cambio. Uno no puede hablar de "leyes" en ningún sentido válido en gene ral que trascienda las eras históricas, ni las estructuras de fuera' de o antes de la historia. ss Las constantes en las actividades huma-

33. Tampoco puede uno hablar de -causas' en el discurso histori· cista, exce pto en un sentido muy trivial. La -c ausa- de UD a se sinato es la contracción del dedo del asesino en un gatillo que detona una carga en un c artucho. enviando una bala a partes vita les de la vlclima. La explicación es el propósito de

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nas pueden .~ n realidad se r observadas en eras parti­cu lares; entonces la aproximación positi vista puede ser fructífera dentro de límites hi stó ri cos definidos. si bien no con las pretensiones universales a la s cu ales aspira. El programa de investigación del his­toricismo consiste en revelar la s estructura s caracte­rísti cas históri cas de las eras particulares en las cuales tales constantes prevalecen. Aún más imp or­tante: este programa de inves ti gació n aspira a expli­car transformaciones de una estructura a otra. Si elegancia es que Robert Keohane escriba de una teo­ría "libre, lógicamente libre" (p. 197), entonces la aproximació n histori cista n o conduce a la elegancia. Debería, sin embargo, co nducir a una mejor compren­sión de las coy unturas específicamente históricas. La elegancia de una persóna es la sob resimplifi cació n de otra.

Elegir entre dos enfoques depende en buena me­dida de la idea que uno tenga de para qué es la teoría. He sugerido, al re specto, dos amplios propósitos co­rrespo ndiente s a- los dos enfoques: el pr opósito de resol ución de problemas, por ejem pl o, supone tácita­mente la permanencia de estructuras exist en tes, lo cual es util izado por el enfoque positivista; y el pr o­pósito crítico que apunta a las posibilidades de t rans­formación estructural, que es utilizado con el enfo­que historicista. La utilidad de t oda t eo ría , sea de re sol uci ón de problemas o crítica, ~eside en su apli­cabilidad a s ituaci ones pa rticulares. Pero mientra s que la teoría de r eso lu ción de problemas asim il a s i­tuaciones pa r t iculare s a reglas generales o provee una clase de método programado pa ra llegar a ell os ,

la investigación hist O) ri cis ta . Es much o más complej a ; requie re UD conjunt O) de motiva ciones indiv iduales y es tructuras soda. lu que 80n cO) n<lctadas por hipót es is e Ip licator ias .

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la teo.ría crítica procura el potencial de desarrollo dentro de lo particular.

Potencial de desarrollo significa un posible cam­bio de estructura. Puede lograrse comprendiendo las contradicciones Y fuentes de conflicto existentes en las estructuras; esa tarea puede ser complementada por la comprensió n de cómo las transformaciones estructurales han sucedido en el pasado. S< En conse· cuencia, la determinación de puntos de ruptura entre sucesivas estructuras -aquellos puntos en los cuales las transformaciones tienen lugar- se convierte en un gran problema de método. John Ruggie asumió este tema apuntando a la disyuntura estructural entre el sistema mundial, medieval y moderno, y a la inhabilidad del realismo estructural de Waltz pa· ra considerar incluso la explicación de esa transfor­mación. El caso es extremadamente importante, ya que conforma n dos mundos constituidos por muy dis · tintas intersubjetividades. Las entidades y también los modos de relación entre ellas son de diferentes órdenes.

Este caso d.e transformación puede ser confronta· .. do con las frecuentes invocaciones a Tucídides en la lite ratura neorrealista, en apoyo a la opinión de que el sistema de balance de poder es la condición univer· sal. Lo que esas invocaciones establecen es que hubo otros períodos en la historia en los cuales aparecie­ron estructuras análogas al balance de poder de los

34. Eso no implica la presunción de que el futuro será como el pasado. Pero puede nO existir (en el enfoque historicista) como pleta separación entre pasado y futuro . La utilidad práctica del conocimiento sobre el pasado Se da en el desanon" de hipótesis explicat"rias c"n cambio. Fernand Braudel (l958) empleó la metáfora de un barco para tales hipótuis. La hipó· tesis navega bien en ciertas aguas bajo ciertas condicio;mcs; permanece calma en otros. La tarea de la teorla es explorar 1". Hmites de validez de las hipótesis particulares y dise"ar nue· ~as hipótesis para explicar aquell"s ca S", en 106 cuales falla.

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sistemas mQ,dernos de Estado. Ellos ·no consideran que también hubo estructuras históricas constitui­das de otra manera, entre las cuales el orden medie­val de la cristiandad europea fue uno. El instinto de realismo estructural puede reducir el orden medieval a su modelo de poder, pero si eso sucediera se recha­zaría una oportunidad para la eltploración científica.

Ruggie sospecha -y yo comparto esa suposición­que la transformación del orden medieval al moderno no puede ser comprendida sólo en términos de la teoría de sistemas internacionales generales (en rea­lidad, uno puede señalar que el término "internacio­nal", derivado de la práctica moderna, es inapropiado para el mundo medieval), sino que probablemente también algo tiene que ser eltplicado en términos de cambiantes estructuras estatales y cambiantes mo­dos de producción. Esto se une al punto sustantivo de mi razonamiento: he tratado de diseñar un programa de investigación que pueda eltaminar la vinculación entre los cambi<?s en la producción, las formas de Estado y los órdenes mundiales.

La relevancia de tal programa de investigación es estrictamente práctica. Surge de la cuestión de deter­minar si el presente momento es uno de aquellos puntos de ruptura históricos entre las estructuras del orden mundial, si la actual situación del mundo contiene el desarrollo potencial de un diferente orden mundial. Si ese fuera el caso, ¿cuál sería el margen de posibilidades estructurales futuras? ¿Qué fu erzas socia le s y políticas deberían ser movilizadas con el propósito de lograr uno u otro de es os re sultad os viables? La aplicación de la teoría política debería ayudar a contestar a tales preguntas. Está elaro que ellas están presente en las mentes de los colaborado­res de este volumen; por ejemplo, en la preocupación primaria de Keohane en descubrir los sig nifi cados de provocar un cambio pacífico, y en Gilpin con los pro-

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blema¡¡ de cambio bajo condiciones de hegemonía de­clinante. Ninguno de esos autores ve claramente cómo el realismo estructural puede ser una guía a las re spuestas. Mi sugestió n es que el enfoque de estruc­turas históricas sería más apropiado.

Para Fernand Braudel (1958), una estructura his­tórica es la longue durée, las prácticas desarrolladas por la gente para enfrentar las necesidades recurren­tes de la vida social y política, que son vistas como atrib utos fijos de la naturaleza humana y del encuen­tro social. Pero , particularmente con respecto al sis­tema mundial, ¿cómo es de prolongada la longue durée? Ruggie apunta al momento de ruptura entre los órdenes mundiales medieval y moderno, ¿pero hubo otros puntos de ruptura desde entonces? ¿Cuál es la priorización adecuada de los órdenes mundia­les? Estoy inclinado a r espo nder que sí, que hubo más puntos de ruptura, y suge rir una sucesión de órdenes mercantilista, liberal (pax britannica), neoimperia­lista y neo liberal (pax americana). Al mismo tiempo, no deseo dar la imp resió n de que eso de alguna ma­nera fue e l des~ubrimiento de un sustrato ontológico de la hi stor ia mundial. que esos órd enes mundiales suce s ivos fueron entidades reales fijas en el tiempo, de acuerdo con un plan histórico mundial inmutable . Es ta periodización es una construcción intelectual pertinente hoy, útil para comprender cómo los cam­bios en las prácticas económicas y políticas y en las rela cione s de los grupos soci ales contribuyen a la génesis de nuevos órdenes mundiales . El enfoque no es reduccioni s ta en el sentido de hacer 'de un simple factor o serie de factores la explicación de lodos los cambios. Se basa en la noción de las relaciones recí­procas entre fuerzas básicas que constituyen la prác­tica social y política.u

as . Wa llz escribe lobre reduccionismo y reiricaci()n de una manera

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· Ruggie t.ambién sugiere que el hincapié exclusivo

de Waltz en las capacidades de poder impide la con· sideración de otros factores significativos que dife­rencien los s istemas internacionales, en particular la presencia o ausencia de hegemonía. En realidad , en el discurso neorrealista el término "hegemonía" se reduce a la dimensión singular de dominación; por ejemplo. una relación de capacidades fisitas entre Estados. El significado gramsciano de hegemonía que he utilizado (ve r también COI: 1983) y que es impor. tante para distinguir la pax britannica y la pax ame­ricana de lo s olros órdenes mundiales de la secuencia a rriba sugerida, une un elemento ideológico e inter­subjetiva a la rela ción de poder en bruto . En un orden hegemónico, el poder dominante hace ciertas conce­siones o compromisos· para asegurarse la aquiescen ­cia de poderes menores hasta un nivel que puede se r expresado en términos de interés general. Es impor­tante, al eval uar un orden hegemónico, conocer: a. que funci ona básicamente por consentimiento , de acuerdo con principios universalistas y b. que perma­nece dentro de una cierta estructura de pod er y sirve al mantenimiento de esa estructura. El elemento con­sensual di stingue órdenes mundiales hegemónicos de los no hegemónicos. También tiende a mis tificar las rela ciones de poder en las cuales, en ultima instancia el orden permanece .

El concepto hegemónico tiene aplicabilidad análi­tica tanto a nivel nacional como internaciona l (en

curiosa, al decir que lo. listemas 50n reificado. por 101 cie nt!­fi cos sodales cuando ellos 108 reducen a las partel interae­tuantu(p . 61). En mi lec tura de su trabajo, WI !t¡ le aproKima al opuesto de esa pOlici6n, reíríeando e l sistema !ote rnacio nal al tratarlo no como unl conitrucci6n inte lectual, ino como una "elusa", y derivando e l comportlmiento de Sul pa rles (por .. j .. r:np lo, ¡.; , tados) de l liltema roi smo; de ese modo, las rel...,io· nes internacionales .e reducen. 101 tra bajo. do un sis teros reifiudo.

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realidad, Gramsci lo desarrolló para su aplicación a nivel nacional). Yo diferiría de Gilpin cuando él (y Stephen Krasner 1978a, en su misma línea) sugiere que es posible distinguir un interés nacional de la confusión de intereses particulares, si ello significa que existe un deseo general como alguna forma de realidad objetiva. Yo puedo aceptar esa propuesta si el interés nacion~1 es comprendido en un sentido hegemónico, por ejemplo, por la manera en la cual los grupos dominantes en el Estado han podido - por medio de concesiones a los reclamos de los grupos. subordinados- configurar un modo de pensamiento ampliamente aceptado sobre los intereses generales o nacionales. Infortunadamente, Gilpin (y Krasner) finaliza su investigación con la identificación de in· tereses nacional es. Cuando se introduce el concepto de hegemonía, se hace necesario preguntar cuál es la forma de poder que fundamenta al Estado y produce esa comprensión especial de los intereses nacionales, esa particular raison d'état o, en términos gramscia. nos, la r espues ta al interrogante ¿cuál es la configu • . , ración del bloque histórico?

Finalmente, debo referirme a la inquietante cues· tión de la naturaleza ideológica del pensamiento; inquietante en la medida en que la imputación de ideología puede apare ce r como insultante al positi­vista que t ra za una linea de separación entre su ciencia y la ideología de otro. Yo debería aclarar que no trazo t al linea; acepto que mi propio pensamiento se basa en una perspectiva particular, y pienso que no es una ofensa que yo señale lo que aparece un fundamento similar en el pensamiento de otros. Cien­cia, para mí, es una cuestión de rigor en el desarrollo de conceptos y en la evaluación de evidencias. Existe un elemento inevitablemente ideológico en la ciencia, que r es id e en la elección de sujeto y en los propósitos con que se realiza el aná lisis. Lo inquietante apare ce

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cuando alglin enfoque científico reclama trascender la historia y propone alguna forma universal ­mente válida de conocimientos_ El positivi smo, por sus pretensiones de escapar de la historia, corre el gran riesf:o de cae r en la trampa de la ideología inconsciente.

Hay dos conceptos opuestos de historia, cada uno ' de los cuales está basado intelectualmente en la se­paración de sujeto y objeto. Uno consiste en una separación metodol ógica, en la cual los acontecimien· tos son concebidos como una serie infinita de datos objetivados. Ese enfoque busca leyes universales de conducta. El real ismo estructural, como ya se ha señalado, es una de sus manifestaciones. El otro ve la subjetividad de la acción hist órica como determi­nada por un proceso' his tóri co objetivado. Procura descubrir las "leyes de movimiento" de la h istor ia. Ambos conceptos de la historia conducen rápidamen­te a la ideología: uno se convierte en id eología que reifica el statu quo; el otro es una ideología que apuntala la revolución revela la certidumbre de un futuro particular. Ambos quitan el elemento de incer­tidumbre inherente a la expectativa historicista de de sarrollo dialéctico que surge de las contradicciones de las fuerzas existentes; se trata de una concepción en la cual, como se ha dicho, el sujeto y el obj e to están unidos.

El neo rrealismo , tanto en la forma estructuralis­ta waltziana como en la forma interactiva teórica , aparece ideológicame nte como una ciencia al se rvi cio de la gestión de los grandes poderes del s istema internacional. Hay una in equívoca calidad panglos ­s iana en una teoría publicada en los últimos años setenta , que llega a la conclus ión de qu e un s istema bipolar es el mejor de todos los mund os pos ibles. El momento histórico ha dejado su marca indeleble so­bre esa ciencia pretendidamente universa li s ta.

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PaTa la ciencia soci al estadounidense de las rela­ciones internacionales, el marJl:ismo es el gran "otro", la ideología que soporta a la superpotencia rivaL También es el modo de pensaminento que más fácil­mente se asocia con la forma alternativa de separa­ción de sujeto y objeto. En los trabajos de la ciencia social estadounidense, el marxismo es reconocido con el egancia , pero habitualmente reducido a unas pocas simples proposiciones que no dan una idea eJl:acta de su discurso real. Si eJl:iste un diálogo entre la ciencia estadounidense de las relaciones internacionales y el manismo, es un diálogo de sordos. Gilpin tenia razón al referirse a la riqueza y diversidad del pensamiento rea lista, pero es al menos tan justificable señalar la diversidad del pensamiento marxista; ese pensa­miento corta longitudinalmente las distinciones epis­temológicas ya discutidas. Hay un manismo estructuralista que, como Richard Ashley ha indica­do, tiene analogías con el realismo estructural, no en el uso de dicha teoría sino en su concepción sobre la naturaleza del conocimiento. Existe una tradición determinista (qu izás menos evidente hoy) que se pro­pone revelar las leyes de movimientos de la historia. y hay un manismo historicista que rechaza la noción de leyes objetivas de la historia y enfoca la lucha de clases como el modelo heurístico para la comprensión del cambio estructural. Es , obviamente, en la última de estas corrientes marxistas que este escritor se siente más confortable. Si no fuera por la diversidad contrad ictoria del pensamiento manista, él estaría contento de reconocerse a sí mismo (en una parodia de la retórica reaganista) como su amistoso vecino marxista-leninista subversivo. Pero como están las cosas en el complejo mundo del marxismo, él prefiere se r identificado simplemente como un materialista histórico .

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SOBRE LOS AUTORES

Jouph Samuel Nye. Jr. Profesor en Har vard Univer ­sity. Su libr o más reciente es Bound lO Lcad: The Changing Nature of America n Power (Basie Books, 1990). El a rtículo publicado en esta se lección corres­ponde a l ori ginal en inglés "The Changing Nature of World Politi cs", reproducido con auto rización de Po­litical Science Quarterly 105 (Ve rano 1990). Tradu ci­do por Tomás Saraví.

Stanley Hoffmann. Profe so r en Harvard University y Director del Centro de E studi os Europeos. Es autor de numer osas obras so bre política internacional. Este a rtícul o co rresponde a l or iginal en inglés .oh There an Inte rnatio nal Order?", Fue t omado de la edici ón en españo l de su li bro Jano y Minerua. Ensa­yos sobre la Guerra y la Paz.© 1991. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires.

Robert M. Cox. Profesor en York University. Su li bro más r ec iente es Production, Power, ond World Or­der. Social Forces in Making History (Columbia Uni­ve rsity P ress, 1987). El articulo fue reproducido de Robe rt O. Keohane CEd .), Neorealism and lts Critics. ©1986. Columbia University Press. Nueva York. NY. Traducido po r Tomás Sa raví.

197

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.. INDICE

INTRODUCCJON 7

LA CA MBIANTF. NATURALF.ZA DEL PODER MUNDIAL 13

Jo seph S. Nye, Jr.

Poder 13

Las cambiantes fuentes del poder 17

Balance de poder 26

La hegemonía en la historia moderna 29

Teorías de la transición y la estabilidad h egomónicas

¿ EXISTE UN ORDEN INiERNACIONAt.1 Stanley Hoffmann

Concepto del orde n

Orden prenuclear

Orden contemporáneo

Bibliografia

34

45

45

65

80

111

FUERZAS SOCIALES. ESTADOS y. ORDENES MUNDIALES: Más a llá de la teoria de las relaciones internacionales 119

Robert W. Gor

Sobre perspectivas y propósitos 124

Realismo, marxismo y una aproximación a la teoria crítica del orden mundial 130

Marcos de acción: estructuras históricas 142

Fuerzas sociales. hegemonía e imperialismo 155

La inte rnac ionalizaci ón del Estado 164

La internacionalización de la producción 170

Producción internacional y estructura de clases 172

Fuerzas sociales, estructuras "

de Estado y pe rspectivas del futuro orden mundial 177

Comentario de 1985 182

SOBRE J.OS AUTORES 197

IN])[CE 199

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n 'ceo Facultad

Lat1noamerlea.na de Clenc1a8 Soel&les

-Secretaria Genera.l-

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