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A mediados del XIX arrancaban en Francia, Italia e Inglaterra las que habrían de ser, durante buena parte del siglo XX, principales corrientes de opinión sobre la restauración-conservación del patrimonio arquitec- tónico. Si la ilustración había reivindicado un mode- lo racional, con base en la arqueología, para la inter- vención en los edificios de interés artístico, el XIX introduce —bien de la mano del método de repro- ducción estilística ideal de Viollet-le-Duc, bien de la de Ruskin y su romántica valoración de la ruina— un componente esteticista, que da tanta importancia al elemento intervenido como a la intervención en sí. Los planteamientos parcialmente enfrentados del ita- liano Boito, que en su método moderno, ya en 1.883, defendía la necesidad de evidenciar la diferencia en- tre las partes original y restaurada, necesitarían de al- gunos años y varias Cartas del restauro para ser aceptados de una forma más general. En España, la influencia de los planteamientos de Viollet-le-Duc empieza a hacerse evidente desde fina- les del XIX. Narciso Pascual y Colomer, Manuel Aní- bal Álvarez y Amoroso, el Marqués de Cubas, Juan de Madrazo o Ricardo Velázquez Bosco fueron, en palabras de Enrique Martínez Tercero, «los más, res- petuosos con los edificios; otros, excesivamente pu- ristas buscando un modelo que nunca existió» (Martí- nez Tercero 1999). Lo cierto es que la implantación en la península del modelo de restauración-conserva- ción de tradición decimonónica acabó por unirse a la reivindicación de cierto tipo de arquitectura presunta- mente autóctona, para la que se deseó que el ladrillo a cara vista funcionara como elemento unificador, do- tándola de una cohesión que no siempre existía. Una cohesión que interesaba a los defensores del modelo unificador, y en aras de la cual se restauraron a cara vista fábricas que no habían sido concebidas así origi- nalmente. Como consecuencia, en fin, de la asunción simplificada de algunos planteamientos teóricos del XIX, el descarnado de los muros y la puesta a la vista de piedra y ladrillo pasó a consolidarse como moda (en los sentidos estético y matemático del término) durante gran parte del siglo XX. Los problemas que entrañó este presunto purismo —desde el deterioro de las fábricas por su puesta a la vista, hasta la elimi- nación de revocos de valor artístico— acabarían re- sultando evidentes pocos años más tarde. El deseo, por parte de algunos sectores, de solu- cionar técnicamente estos problemas conllevó la ló- gica revalorización de las propiedades prácticas y es- téticas de enlucidos y revocos. Algo que coincidió, a lo largo del último tercio del siglo pasado, con las voces que se alzaron reclamando que la verdadera voluntad de los creadores de muchos de los edificios tardorromanos, románicos, góticos o renacentistas de la península no era que el ladrillo quedase visto; el revestimiento (fueran yesos, cales, o simples pintu- ras) habría sido previsto, en la mayor parte de los ca- sos, desde el momento en que se concibió el edificio, y era parte fundamental en él. Enlucidos y revocos, decorados en mayor o menor medida, eran, en reali- dad, los elementos que definían originalmente la es- tética definitiva de estos edificios. Visto o Revocado. Consideraciones sobre la ejecución de fábricas de ladrillo Julián García Muñoz Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Cádiz, 27-29 enero 2005, ed. S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, Arquitectos de Cádiz, COAAT Cádiz, 2005.

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A mediados del XIX arrancaban en Francia, Italia eInglaterra las que habrían de ser, durante buena partedel siglo XX, principales corrientes de opinión sobrela restauración-conservación del patrimonio arquitec-tónico. Si la ilustración había reivindicado un mode-lo racional, con base en la arqueología, para la inter-vención en los edificios de interés artístico, el XIXintroduce —bien de la mano del método de repro-ducción estilística ideal de Viollet-le-Duc, bien de lade Ruskin y su romántica valoración de la ruina— uncomponente esteticista, que da tanta importancia alelemento intervenido como a la intervención en sí.Los planteamientos parcialmente enfrentados del ita-liano Boito, que en su método moderno, ya en 1.883,defendía la necesidad de evidenciar la diferencia en-tre las partes original y restaurada, necesitarían de al-gunos años y varias Cartas del restauro para seraceptados de una forma más general.

En España, la influencia de los planteamientos deViollet-le-Duc empieza a hacerse evidente desde fina-les del XIX. Narciso Pascual y Colomer, Manuel Aní-bal Álvarez y Amoroso, el Marqués de Cubas, Juande Madrazo o Ricardo Velázquez Bosco fueron, enpalabras de Enrique Martínez Tercero, «los más, res-petuosos con los edificios; otros, excesivamente pu-ristas buscando un modelo que nunca existió» (Martí-nez Tercero 1999). Lo cierto es que la implantaciónen la península del modelo de restauración-conserva-ción de tradición decimonónica acabó por unirse a lareivindicación de cierto tipo de arquitectura presunta-mente autóctona, para la que se deseó que el ladrillo a

cara vista funcionara como elemento unificador, do-tándola de una cohesión que no siempre existía. Unacohesión que interesaba a los defensores del modelounificador, y en aras de la cual se restauraron a caravista fábricas que no habían sido concebidas así origi-nalmente. Como consecuencia, en fin, de la asunciónsimplificada de algunos planteamientos teóricos delXIX, el descarnado de los muros y la puesta a la vistade piedra y ladrillo pasó a consolidarse como moda(en los sentidos estético y matemático del término)durante gran parte del siglo XX. Los problemas queentrañó este presunto purismo —desde el deteriorode las fábricas por su puesta a la vista, hasta la elimi-nación de revocos de valor artístico— acabarían re-sultando evidentes pocos años más tarde.

El deseo, por parte de algunos sectores, de solu-cionar técnicamente estos problemas conllevó la ló-gica revalorización de las propiedades prácticas y es-téticas de enlucidos y revocos. Algo que coincidió, alo largo del último tercio del siglo pasado, con lasvoces que se alzaron reclamando que la verdaderavoluntad de los creadores de muchos de los edificiostardorromanos, románicos, góticos o renacentistas dela península no era que el ladrillo quedase visto; elrevestimiento (fueran yesos, cales, o simples pintu-ras) habría sido previsto, en la mayor parte de los ca-sos, desde el momento en que se concibió el edificio,y era parte fundamental en él. Enlucidos y revocos,decorados en mayor o menor medida, eran, en reali-dad, los elementos que definían originalmente la es-tética definitiva de estos edificios.

Visto o Revocado. Consideraciones sobre la ejecución de fábricas de ladrillo

Julián García Muñoz

Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Cádiz, 27-29 enero 2005, ed. S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, Arquitectos de Cádiz, COAAT Cádiz, 2005.

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A la sombra de estos planteamientos parece habersurgido un purismo distinto. Algunos estudios actua-les parecen afirmar no ya que muchas de estas fábri-cas —ciñéndonos ahora exclusivamente a las de la-drillo cerámico— se concibieran para ser recubiertas,sino que en todos los casos era así:

El hecho de que se encuentren actualmente edificios per-tenecientes al patrimonio arquitectónico con sus estruc-turas totalmente al descubierto, sin recubrir, debido a lafalta del continuo mantenimiento que estos materiales re-quieren o a una consciente eliminación mecánica de losmismos como consecuencia de una variación en la atri-bución de valores, no nos tiene que hacer pensar en laposibilidad de que estas estructuras no hayan estado nun-ca revestidas, al contrario; desde la antigüedad todos losedificios hechos con ladrillo, piedra o barro han sido re-vestidos con morteros y capas de color. Sólo en casos deedificios de relevante importancia, las fábricas estabanformadas por piedras regulares y de gran calidad que nonecesitaban de ningún revestimiento ni para mejorar suscualidades protectivas ni para mejorar sus cualidades decolor. En los demás casos la estructura estaba siemprerecubierta de morteros de distinta naturaleza y color(Iglesias Martínez 1996).

Es obvio que esto es una reacción frente a la idea,generalizada ya entre la opinión pública, de que eloriginal se encuentra en el ladrillo descarnado. Lasopiniones autorizadas, como en el caso del texto an-terior, son conscientes de la imposibilidad de afirmartajantemente que el ladrillo a cara vista no se emple-ara en la antigüedad. Lo cierto es que existen, en laactualidad, pruebas documentales suficientes paraafirmar que la gran mayoría de las edificaciones(construidas en periodos y localizaciones determina-dos, lógicamente) cuyos muros se descarnaron en lasrestauraciones presuntamente historicistas menciona-das con anterioridad, no habían sido planteadas origi-nalmente así. Sin embargo, conviene recordar que latradición del ladrillo colocado a cara vista existe des-de muy antiguo, y que su continuidad puede rastrear-se en la península, con altibajos, desde la primera do-minación romana hasta la actualidad.

BREVE HISTORIA

Que el ladrillo se empleó a cara vista en la tradiciónde la obra romana es algo sobradamente conocido.Antonio Castro recoge en su Historia de la construc-

ción arquitectónica algunos de los ejemplos más evi-dentes en este sentido:

Parece evidente que la capacidad expresiva del ladrillofue entendida y se usó visto. En el mercado de Trajano,proyectado por Apolodoro de Damasco y construido des-de el 110 al 112 d. C., la cuidada ejecución de las fábri-cas y el valor decorativo de las jambas y dinteles haceverosímil que se trate de una obra de este tipo . . . En Os-tia son innumerables los edificios cuyo cuidado aparejohace difícil pensar en un revoco posterior . . . En el sigloII se impone la arquitectura funeraria enteramente cons-truida de ladrillos, llegándose a resultados muy notables,como el de la tumba llamada de Annia Regila, con enta-lladuras bastante complejas (Castro 1996).

Contrariamente a lo que sucedió en algunas zonasde Europa, esta tradición no desapareció —parcial-mente— tras la desintegración del imperio, sino quegozó de cierta continuidad en las construcciones mu-sulmanas. Las aportaciones del arte andalusí se ci-mentaron en materiales y procedimientos de ejecu-ción de raíz romana, a menudo filtradas durante elperiodo visigodo. Los trabajos de Isidro Bango oGonzalo Borrás indagan frecuentemente en la bús-queda de estas raíces en materiales y procedimientos:

En esta primera mezquita hay numerosos elementos detradición local, romana y visigoda, como los materialesreaprovechados, el aparejo del muro a soga y tizón, elmodillón de rodillos, que deriva del acanto clásico, la al-ternancia de sillar e hiladas de ladrillo en las dovelas delos arcos; mientras que otros constituyen, sin duda, unaporte omeya, como la planta de la mezquita . . . El arcode herradura es de tradición romana, aunque no privativodel arte andalusí, mientras que la superposición de arque-rías, que formalmente encuentra precedentes locales enel acueducto romano de Mérida, ya se había dado en lagran mezquita de Damasco (Borrás 1996).

Durante la reconquista, muchos de estos modos ytécnicas se mezclaron con los de los reinos cristia-nos. Tras la toma de Granada en 1492, la llegada delrenacimiento supone un nuevo resurgir de esta tradi-ción, apoyada probablemente en la nueva influenciadel arte italiano en Europa:

Otra gran innovación [durante el renacimiento], derivadainmediatamente del uso de la albañilería, fue la valora-ción de la obra vista de ladrillo como un acabado noble(Castro 1996).El ladrillo se emplea ya en la década de 1560 en las

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obras reales filipinas, concretamente en dos obras con-temporáneas, como son el palacio de Aranjuez y la fa-chada de la iglesia conventual de las Descalzas reales. Lanovedad debía proceder de Italia, ya que los arquitectosde estas obras fueron el romanizado Juan Bautista de To-ledo y, según algunos autores, el ingeniero militar italia-no Francesco Paciotto. Su empleo —cajas de ladrillo ro-sado visto y pilastras, fajas o molduras de piedra— pasóde inmediato a otras obras de ámbito regio y así pode-mos encontrarlas, ya en la siguiente década, en la facha-da meridional y la caja de escalera del Alcázar de Tole-do, por ejemplo, trazadas por el arquitecto Juan deHerrera. Es muy posible que este uso doble fuera el res-ponsable del empleo del ladrillo, finalmente visto inclusoen grandes superficies, de fines del siglo XVI —comopor ejemplo en la fachada de la iglesia de las Bernardasde Alcalá de Henares, de Juan Gómez de Mora— y otrasmuchas obras conventuales de comienzos de la centuriasiguiente, aunque no siempre podamos afirmar con ro-tundidad que no estuvieran enlucidos estos muros de la-drillo y que su revoco no se haya perdido con el transcu-rrir de los años (Marías 1989).

Algo que habría de perdurar a lo largo de los si-glos XVII y XVIII hasta llegar a los nacionalismosdel XIX y XX, momento en el que la técnica de fa-bricación de las piezas cerámicas se había desarrolla-do suficiente como para utilizar ladrillos prensados yaplantillados:

En los siglos XVII y XVIII se construyen edificios de la-drillo en los que . . . , en las zonas ladrilleras de Castilla,se deja el ladrillo visto, no solamente sobre las zonas or-namentadas con ladrillo sino también en los grandes pa-ramentos ciegos (Camino, 2000).En ciertas obras, en las que se desea presentar un vistosofrente, se emplean ladrillos perfectamente fabricados ode poco tendel, los cuales tienen en las caras que han deservir de lecho y sobre lecho, un rebajo con el objeto deque el mortero que los sujete esté encerrado en esta cavi-dad presentando así una junta finísima. Además, tienenraspados los cantos que han de quedar a la vista sobreuna piedra de arena y sacadas perfectamente sus aristas.Se procurará que el espesor de las juntas sea uniforme,de unos 0m002 con el objeto de hacer la fábrica bien ahueso. El ladrillo dispuesto así se llama agramilado, ydonde es de buena calidad forma una fábrica muy sólidaa la par que vistosa y de gran coste y que imitan los pin-tores en las fachadas (Ger y Lóbez 1869).

Existe, entonces, una tradición relativamente con-tinua con respecto al diseño y la ejecución de fábri-cas de ladrillo a cara vista. Esto no debe hacer pensar

que ésta sea la tradición principal, ni tampoco quehaya sido el común denominador, a lo largo de lahistoria, de ningún nacionalismo consciente.

DEL MANTENIMIENTO Y LOS ORÍGENES

Para llevar a cabo un análisis correcto acerca de la ti-pología original de una fábrica concreta es necesario,en cualquier caso, aislar dos cuestiones que aparecenfrecuentemente mezcladas en los estudios sobre eltema: de un lado debe estudiarse la conveniencia dela aplicación de revocos como método tradicional deconservación de las fábricas —en tanto que elemen-tos estructurales, obviamente— y las nuevas posibili-dades que ofrecen los tratamientos actuales. De otro,se analizará la voluntad con que ésta se ejecutó origi-nalmente. Ambas cuestiones deban estudiarse por se-parado: el hecho de que un paño se diseñara en ladri-llo a cara vista y se ejecutara como tal no quieredecir que la restauración más conveniente sea exacta-mente esa.

Es cierto que revocos, enlucidos y otros revesti-mientos han sido las mejores protecciones tradicio-nales para las fábricas. Si muchas de ellas han llega-do hasta nuestros días —incluidas algunas de lasfábricas originalmente vistas— se ha debido a la pro-tección de los revestimientos que las cubrían. La im-portancia del revestimiento puede, además, ser mu-cha: en restauraciones concretas puede darse el casode que, aunque el paño que se desea tratar se ejecuta-ra en origen con fábrica a cara vista, los revocos,frescos, etc. que las sucesivas intervenciones hayanintroducido sean de mayor interés que el paño de la-drillo oculto. El revestimiento también puede enten-derse, además, como parte de esas señas de identidadque se reclamaban únicamente para el ladrillo.

Conviene no olvidar, sin embargo, que los revesti-mientos necesitan ser mantenidos y renovados perió-dicamente, y que para el agarre del nuevo revesti-miento es necesaria una superficie rugosa, lo quesuele implicar el picado —y consecuente deterioroprogresivo— del paramento original. En la actuali-dad existen sistemas que complementan o sustituyena los revestimientos tradicionales, mejorando suspropiedades y permitiendo una mejor conservaciónde las fábricas. El análisis que sobre la evolución deestos tratamientos realiza José Ramón Sola Alonsoen El origen del ladrillo y las tendencias históricas

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de los tratamientos de superficie es, en este sentido,sumamente objetivo y completo.

En cuanto a la voluntad con la que se levantó ori-ginalmente la fábrica, en este estudio se pretendeofrecer una pequeña guía de aquellas cuestiones quedeben comprobarse a la hora de diferenciar una fá-brica realizada a cara vista de una para revestir (estaes una simplificación del problema: evidentementeexisten muchos más matices entre ambas). Sin em-bargo, las diferencias entre una y otra no siempre sonevidentes, y los criterios que van a emplearse aquípara diferenciarlas pudieron ser muy distintos en elpasado; de hecho, incluso en la actualidad podemosencontrar obras de fábrica vista que, por diferentesmotivos —desde la voluntad expresa del autor delproyecto hasta la falta de especialización de los ope-rarios que intervienen en su ejecución— no cumplenexactamente los criterios que aquí se establecen paradiferenciar uno y otro tipo (figs. 1, 2 y 3).

DE LA IDENTIFICACIÓN DE MUROS DE FÁBRICA

DE LADRILLO EJECUTADOS A CARA VISTA

A continuación pretende ofrecerse un resumen deaquellos elementos que más fácilmente permitenevaluar la condición de vista o para revestir de unafábrica, en función de los materiales empleados y desu ejecución. Evidentemente, lo primero que debehacerse es ubicar el edificio objeto de estudio en uncontexto histórico concreto, para analizar las posibi-lidades técnicas y materiales con las que contaban

los diseñadores y constructores del momento. Peroesta ubicación de la fábrica en su contexto debe ser-vir también para matizar la concepción de qué cosapodría, en el periodo que se estudia, considerarsedigno acabado de un paramento:

Desde el muro de obra vista de ejecución más esmeradahasta un amontonamiento de piedras aparentemente caó-tico, todo lo que se construye responde a unas exigenciasprevias que son, de alguna forma, intemporales . . . Enningún caso se podría asignar a cada una de ellas un ni-vel de calidad basándonos en la técnica empleada . . . , loque está claro es que en cada caso se pretendió conseguiruna finalidad distinta y que el trabajo se orientó en esadirección (Castro 1996).

Sobre los materiales: el ladrillo

Obviamente, se entiende que las obras de fábrica vis-ta emplean las piezas más precisas, homogéneas y re-sistentes a la intemperie que puede producir cadaépoca. Pero hay, además de esta, otras cuestiones re-lativas al tipo de pieza empleado que proporcionaninformación en este sentido.

De un lado, debe estudiarse hasta qué punto se hanempleado piezas especialmente seleccionadas. El sis-tema tradicional de fabricación del ladrillo de tejarpuede implicar diferencias importantes entre las pie-zas, tanto en lo relativo a su coloración como a sus di-mensiones. Estudios sobre la fabricación de ladrillomediante procedimientos similares en la actualidad,realizados en la provincia india de Anantapur por

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Figuras 1, 2 y 3Las diferencias entre fábricas vistas y fábricas para revestir no siempre son demasiado evidentes.

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alumnos de la Universidad SEK (probablemente másveraces, pese a las diferencias en el material, que losque se puedan realizar en las fábricas que aún hoy ha-cen ladrillo de tejar en España, ya que éstas están so-metidas a estrictos controles de calidad) han contras-tado fuertes diferencias de coloración, y comprobadoque se producen variaciones en la dimensión princi-pal de las piezas (de 30 cm en origen) de hasta 3 cm.La utilización de piezas de gran homogeneidad co-rresponde, por ello, tanto a un cuidado control de laejecución de la pieza como a una selección rigurosade las mismas. Aunque las llagas y tendeles de granespesor pueden absorber, parcialmente, estas diferen-cias de tamaño, parece lógico suponer que el empleode piezas especialmente homogéneas —bien sea através de la selección, bien a través del recorte de al-guna de sus dimensiones para ajustarse al aparejo—se deba la voluntad de ejecutar una fábrica vista.

De forma similar debe entenderse el empleo depiezas especiales en algunas zonas de las fábricas.Esquinas no ortogonales, molduras o pilastras ofre-cen una información importante en este sentido(fig. 4). El empleo de piezas fabricadas específica-mente para adaptarse a las esquinas —y no de ladri-llos desmochados de forma más o menos tosca—puede también ser un indicador de cual era la tipolo-gía que se deseaba para el paño.

Sobre los materiales: el mortero

Nuevamente en el caso del mortero, el empleo demorteros de cierta calidad es el indicativo principalde que se pretende una fábrica vista. En fábricas devarias astas, también puede serlo el uso de morterosdiferentes para las zonas de interior, normalmentecon menor carga de material de fraguado, frente a laszonas vistas, en las que se suele emplear un morteromás resistente. También la coloración homogénea,sobre la que influyen tanto la limpieza y homogenei-dad del árido como el conglomerante y el agua em-pleada en su ejecución, dan idea del cuidado puesto ala hora de levantar la fábrica.

Sobre la ejecución: consideraciones generales

Aún hoy, la ejecución de fábricas de ladrillo visto selleva a cabo, en muchos aspectos, de la misma formaen que viene haciéndose desde sus primeras manifes-taciones. La evolución histórica de estos procedi-mientos puede seguirse en la texto de Pierre ChabatLa brique et la terre cuite. Etude historique de l’em-ploi de ces materiaux, fabrication et usages, motifsde construction et de decoration choisis dans l’Ar-chitecture des diferents peuples. En lo que afecta alas cuestiones tratadas, el proceso actual de ejecuciónde una fábrica de ladrillo visto es, en síntesis, el si-guiente:

Tras un replanteo inicial con azulete y tarjetonesde yeso, la fábrica se materializa en seco sobre el so-porte de la hilada de arranque. En el caso de las fá-bricas de ladrillo visto, el replanteo debe respetar lamedida de los múltiplos de la pieza empleada, enfunción del aparejo elegido. Para el alzado de losmuros se colocan entonces, en cada esquina de laplanta, varias miras rectas, marcadas con un escanti-llón en la altura de cada hilada. Igualmente, se dispo-nen miras aproximadamente cada 3 o 4 m. en tramosrectos, y también en todas las zonas de quiebros omochetas. Se tienden cordeles entre las miras, alinea-dos con estas marcas, y se elevan con la altura de unao varias hiladas a medida que se ejecuta la fábrica,para asegurar su planeidad y la horizontalidad de lostendeles. En las miras se marcan también los nivelescorrespondientes a dinteles y antepechos de los hue-cos previstos en la fábrica. Partiendo del replanteohorizontal en seco de cada pieza, se marca obre el

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Figura 4Empleo de piezas especiales en fábricas de ladrillo visto.

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hilo tanto su posición exacta como la de su comple-mentario en la hilada superior. Las dimensiones detodos los elementos de fachada, tanto las zonas cie-gas como los huecos de luces o de paso, se diseñanteniendo en consideración la modulación del ladrilloy la suma de juntas entre piezas que se utilice en suejecución. El ladrillo se coloca con distintos tipos demortero —en la actualidad, principalmente de ce-mento y bastardos— y siguiendo diferentes técnicastradicionales —restregón, bofetón, etc. Ejecutadascuatro o cinco hiladas, la fábrica se repasa con un lla-guero; finalizado el paño, se limpia y se iguala.

El correcto seguimiento de este proceso por partedel oficial conlleva un alto nivel de homogeneidadformal en la fábrica, muy distinta a la que encontra-mos en el caso de las fábricas de ladrillo tosco pararevestir. Esta condición homogénea se manifiestatanto en la regularidad de llagas y tendeles como enla perfecta horizontalidad y verticalidad de ambos.Al levantar una fábrica de ladrillo tosco no se marcanlas piezas, generalmente, sobre el hilo, de modo quees frecuente encontrar discontinuidades en la alinea-ción vertical de las llagas. En algunos casos, además,el hilo, que en teoría debe servir para garantizar lahorizontalidad de las hiladas, sólo se emplea para de-finir el plano principal del muro, lo que genera des-viaciones en los tendeles.

Los asientos diferenciales del terreno, los movi-mientos de la estructura o las pequeñas reformas —apertura de huecos, etc— pueden, con el paso deltiempo, modificar esta regularidad; algunas constan-tes permiten intuir si existió en la construcción origi-nal. La principal es la continuidad en la línea teóricaque une las llagas de hiladas alternas. Si en ésta no seproducen cambios bruscos, y su ausencia de vertica-lidad tiene correspondencia en la horizontalidad deltendel y ambos forman un ángulo sensiblemente rec-to —además, evidentemente, de que sea posible re-conocer grietas o fisuras que hayan podido ser tapa-das en actuaciones previas— posiblemente su faltade homogeneidad no se deba a una ejecución pococuidada, sino a problemas posteriores.

Sobre la ejecución: Los detalles

En las fábricas a cara vista siempre se ha procuradoutilizar, lógicamente, piezas enteras. El empleo de la-drillos terciados y tacos es propio de fábricas para re-

vestir. En los casos en los que, por problemas en lamodulación, deban insertarse piezas de distinto tama-ño al del módulo o su mitad en una fábrica de ladrilloa cara vista, lo usual es que éstas se coloquen en laszonas de dintel, donde es más fácil que pasen desa-percibidas. De forma similar se procede con los ajus-tes en los aparejos. Esto no se mantiene, generalmen-te, en las fábricas para revestir, ya que el empleo deladrillos terciados minora el enjarje entre piezas y,con ello, la resistencia al esfuerzo cortante del paño.Desplazar este problema a las zonas de dintel tienepor ello, generalmente, motivos estéticos (aunquetambién alguno de orden práctico: son necesarias me-nos piezas cortadas y, además, puede que lo que la fá-brica desee sea ajustarse a un hueco predeterminado).

También puede ser objeto de estudio el empleo deaparejos complejos, o de inserciones de aparejos dis-tintos al principal, sin una clara motivación estructu-ral. Los ladrillos colocados a sardinel, por ejemplo,son usuales en dinteles y pasos de forjado. Si apare-cen en otras ubicaciones, será importante determinarhay en ello una motivación estructural o estrictamen-te estética.

El empleo de resaltos de todo tipo, bien sean ver-dugadas, pilastras, jambas o dinteles también debeser estudiado. El grueso previsto para el mortero en-tre verdugadas, por ejemplo, puede dar idea de si sedeseaba que estas fueran vistas o no. Otros detallesmenores, como la existencia de cajeados para alber-gar las instalaciones originales —bajantes, etc— enlugar de rozas, también aportan información en estesentido.

Sobre la ejecución: Las huellas

El proceso de ejecución de cualquier fábrica sueledejar sobre ésta una serie de huellas que deben ser te-nidas en cuenta a la hora de determinar su tipología.Una de las principales es el llagueado del mortero dela fábrica (un dato que, en ocasiones, resulta difícilrecabar, ya que depende de la correcta conservaciónde este último). No parece lógico llaguear fábricaspara revestir. En caso de que esto se haga, la inten-ción del llagueado será la de mejorar el agarre del re-vestimiento, de manera que no se tratará de una ope-ración de carácter estético. Los llagueados curvos,biselados o con rehundidos muy cuidados son pro-pios de fábricas vistas.

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Otras huellas que aportan información en este sen-tido son las zonas de mortero que quedan adheridas alas miras verticales durante la ejecución de la fábrica.En muchas ocasiones, el primer llagueado del pañose lleva a cabo antes de retirar estas miras. El morte-ro fragua adherido a ellas; tras retirarlas, el oficialdebe intentar igualar las zonas endurecidas con elresto de las zonas llagueadas. Muy a menudo, apare-cen en las fábricas terminadas huellas de este proble-ma, generalmente en las esquinas de los muros y enlíneas verticales cada 3 o 4 m. (fig. 5). Rastreandoestos restos, podremos saber cual era la separacióncon la que se disponían estas miras, si se colocabanen todos los huecos, etc. El criterio más riguroso co-rrespondería, lógicamente, a las fábricas vistas.

Todas estas consideraciones parten de una basepráctica actual, no histórica, ya que no desean centrar-

se en ningún periodo concreto. Todavía hoy el ladrillose coloca en nuestro país de un modo relativamenteartesanal, aunque su fabricación —comparativamen-te— sí ha evolucionado, tecnificándose de forma pro-gresiva. Los modos antiguos difirieron, en esta y otrascuestiones, de los que aquí se citan, pero la esencia deunos y otros, que es la que ha dictado estos apuntes, esla misma.

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Figura 5Huellas del mortero bajo mira en el tendel.

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