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Adolfo Soto Sáez Restaurantes y Apartamentos Turísticos Rincones del Vino Ezcaray - Logroño (La Rioja) España 1307 El siguiente trabajo es un sencillo homenaje a mi paisano don José Luis Ollero de la Torre, autor de, ‘El general Espartero logroñés de adopción’. Este libro, entre cuantos he consultado y leido, por su sencillez y claridad es el que más me ha gustado y recomiendo. Espartero. Joaquín BALDOMERO Fernández-ESPARTERO y Álvarez de Toro Sobre mí, con o sin razón, se a dicho y escrito de todo; aventurero, militar de talento o de suerte, político bueno o malo, espadón de la reina, dictador, hombre sin piedad, amante de bellas mujeres, princesas y reinas, jugador de ventaja, etc. Incluso, les dirán, que rechacé ser rey de España. Hasta los hay, que han llegado a pensar que pude ser el padre, tanto de Luciano Murrieta como de algunos hijos de la reina María Cristina. Intentaré relatar brevemente mi azarosa y apasionante vida, de alguna manera siempre entrelazada con el mundo del vino y la historia de la Rioja, España y sus colonias y, sin afirmar o negar nada de cuanto de mí se ha dicho, sea usted mismo quien lo juzgue. 1793. NACIMIENTO. Nací el 27 de febrero de 1793 en Granátula de Calatrava, un pequeño pueblo manchego en la comarca del Campo de Calatrava. Mis padres, Manuel Antonio Fernández Espartero, casado con Josefa Álvarez de Toro, me bautizaron con el nombre de Joaquín Baldomero Fernández - Espartero y Álvarez de Toro. Con el tiempo, para abreviar, preferí los de Baldomero Espartero y usé mis otros nombres, como Joaquín Fernández, ante imperiosas necesidades. Por mis apellidos podía parecer noble o hidalgo, pero nada más lejos de la realidad. Mi padre era carretero de oficio y lo ejercía en su pequeño taller de Granátula, mi madre bastante tenía con sacar adelante a nueve hijos, hasta el momento, ya que yo era el último. Sin duda eran otros tiempos y como media población eran monjas, curas o frailes, alguien tenía que traer los niños. MI INFANCIA. No había escuelas en ningún pueblo ni muchas posibilidades de aprender a leer, escribir y adquirir una mínima cultura general. La única salida para los hijos de gente sencilla, con algunos medios, era entrar en un convento de frailes o monjas, así le explicaba un culto vecino a mi padre, lo de ser sacerdote estaba reservado a los hijos de hidalgos y nobleza de 2ª, para la de 1ª, hasta obispo, y para grandes de España y príncipes se reservaban los títulos de arzobispos, cardenales, etc., y hasta el de Papa. Ya eran frailes mis tres hermanos al igual que una hermana que profesaba en las Clarisas de Calatrava. No habiendo trabajo digno para mí, decidieron que sería también fraile. Mis padres consiguieron que Antonio Meoro, preceptor en Granátula, me enseñase las primeras letras, latín incluido, para que no fuese tan traumática mi entrada en el convento de dominicos de Almagro, del que era fraile mi hermano Manuel. De mi infancia, los más vivos recuerdos eran las vendimias, el pueblo entero acudía a recoger esos preciosos racimos que a mí me sabían deliciosos, con otros niños y niñas jugábamos al escondite entre las viñas, un juego que me sirvió en Ocaña para salvar la vida. En 1803 y 1804 unas incesantes lluvias destrozaron las cosechas de cereal en La Mancha y Madrid, entonces llegamos a pasar hambre.

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El siguiente trabajo es un sencillo homenaje a mi paisano don José Luis Ollero de la Torre, autor de, ‘El general Espartero logroñés de adopción’. Este libro, entre cuantos he consultado y leido, por su sencillez y claridad es el que más me ha gustado y recomiendo.

Espartero. Joaquín BALDOMERO Fernández-ESPARTERO y Álvarez de Toro Sobre mí, con o sin razón, se a dicho y escrito de todo; aventurero, militar de talento o de suerte, político bueno o malo, espadón de la reina, dictador, hombre sin piedad, amante de bellas mujeres, princesas y reinas, jugador de ventaja, etc. Incluso, les dirán, que rechacé ser rey de España. Hasta los hay, que han llegado a pensar que pude ser el padre, tanto de Luciano Murrieta como de algunos hijos de la reina María Cristina.

Intentaré relatar brevemente mi azarosa y apasionante vida, de alguna manera siempre entrelazada con el mundo del vino y la historia de la Rioja, España y sus colonias y, sin afirmar o negar nada de cuanto de mí se ha dicho, sea usted mismo quien lo juzgue.

1793. NACIMIENTO. Nací el 27 de febrero de 1793 en Granátula de Calatrava, un pequeño pueblo manchego en la comarca del Campo de Calatrava. Mis padres, Manuel Antonio Fernández Espartero, casado con Josefa Álvarez de Toro, me bautizaron con el nombre de Joaquín Baldomero Fernández - Espartero y Álvarez de Toro. Con el tiempo, para abreviar, preferí los de Baldomero Espartero y usé mis otros nombres, como Joaquín Fernández, ante imperiosas necesidades. Por mis apellidos podía parecer noble o hidalgo, pero nada más lejos de la realidad. Mi padre era carretero de oficio y lo ejercía en su pequeño taller de Granátula, mi madre bastante tenía con sacar adelante a nueve hijos, hasta el momento, ya que yo era el último. Sin duda eran otros tiempos y como media población eran monjas, curas o frailes, alguien tenía que traer los niños.

MI INFANCIA. No había escuelas en ningún pueblo ni muchas posibilidades de aprender a leer,

escribir y adquirir una mínima cultura general. La única salida para los hijos de gente sencilla, con algunos medios, era entrar en un convento de frailes o monjas, así le explicaba un culto vecino a mi padre, lo de ser sacerdote estaba reservado a los hijos de hidalgos y nobleza de 2ª, para la de 1ª, hasta obispo, y para grandes de España y príncipes se reservaban los títulos de arzobispos, cardenales, etc., y hasta el de Papa. Ya eran frailes mis tres hermanos al igual que una hermana que profesaba en las Clarisas de Calatrava. No habiendo trabajo digno para mí, decidieron que sería también fraile. Mis padres consiguieron que Antonio Meoro, preceptor en Granátula, me enseñase las primeras letras, latín incluido, para que no fuese tan traumática mi entrada en el convento de dominicos de Almagro, del que era fraile mi hermano Manuel. De mi infancia, los más vivos recuerdos eran las vendimias, el pueblo entero acudía a recoger esos preciosos racimos que a mí me sabían deliciosos, con otros niños y niñas jugábamos al escondite entre las viñas, un juego que me sirvió en Ocaña para salvar la vida.

En 1803 y 1804 unas incesantes lluvias destrozaron las cosechas de cereal en La Mancha y Madrid, entonces llegamos a pasar hambre.

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Don Antonio me contaba muchas cosas sobre las hazañas de un gran soldado francés que se llamaba Napoleón, quien había conquistado varios paises, llevando sus victorias por toda Europa incluso hasta el lejano Egipto, tan solo los ingleses se resistían. Ahora, seguía contando, había organizado el mayor de los ejércitos conocidos, llamada la Grand Armèe, con él pensaba invadir Inglaterra, que era una gran isla, junto a otra más pequeña llamada Irlanda, y para ello necesitaba muchos barcos, ya que los ingleses dominaban los mares. Dicen ha hecho un pacto con el rey de España, Carlos IV, ya que los barcos ingleses apresan y roban muchos barcos españoles, para, unidas las flotas española y francesa destruir la inglesa. Las últimas noticias son que se han unido ambas flotas en Cádiz para atacar Gibraltar, en cuyas aguas se han concentrado muchos barcos ingleses. Creo que a don Antonio le gustaba más la política y las guerras que el latín y yo al dormir soñaba en victoriosas batallas.

1-2-3. En Trafalgar, la flota inglesa al mando del almirante Nelson, vence y destruye a la flota combinada de España y Francia.

1805. Un buen día encontré a mi maestro totalmente abatido. Mi buen Baldomero, dijo, el almirante Nelson ha destruido en aguas de Trafalgar la flota combinada de España y Francia, incluido el navio mejor armado de la época, el Santísima Trinidad. Además, en la batalla naval de San Vicente había destrozado otra buena parte de la marina francesa, con lo que nuestra flota de indias está perdida y la invasión a Inglaterra, sueño de Napoleón, puede olvidarse.

Ninguno podía imaginar que pocos años después me iba a enfrentar a la Grand Armèe, nuestros aliados, y que contra los franceses lucharía ayudado por los ingleses, cosas de la vida, conociendo a uno de los mejores generales de todos los tiempos, Wellington.

1806. A los trece años me envían a Almagro, al convento de dominicos, donde me espera mi hermano Manuel, quien, muy bien informado, entre latines y filosofía, me enseña mucha historia y, sobre todo, cuanto acontece y sabe sobre Napoleón y los franceses, en aquellos momentos mis héroes y los de muchos españoles.

(1). General de división Joachim Murat, gran duque de Berg. Jefe del ejército de Napoleón en España desde 1808. (2). General francés Andoche Junot duque de Abrantes. A finales de noviembre de 1807, Junot entraba en Lisboa. (3). El príncipe Fernando juró como heredero en 1789. Fernando VII fue rey de España en 1808 y entre 1814 y 1833 1807. Mi hermano me cuenta que un gran ejército formado por españoles y franceses han

conquistado la vecina Portugal, derrotando a las tropas portuguesas y a sus aliados ingleses que se hacen a la mar. Junot toma Lisboa, el general español Francisco María de Solano, se apodera de Gelves, y Francisco de Taranco de todo el norte de Portugal, incluido Oporto.

La esposa del rey regente de Portugal Juan VI, Carlota Joaquina, era hija del rey de España, Carlos IV, y con toda su familia y el gobierno se vieron forzados a exiliarse de Portugal, refugiándose en Brasil.

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1808. Este año nos enteramos que tras el motín de Aranjuez, el rey Carlos IV, para salvar a Godoy, preso, abdica dejando la corona a su hijo Fernando VII. Todos se han ido a Francia " invitados" para entrevistarse con Napoleón.

1808. A finales de abril, Napoleón consigue, con muy poco esfuerzo, que Fernando VII renuncie y devuelva la corona a su padre Carlos IV y este ceda sus derechos a Napoleón. Consumado este ignominioso episodio de la historia de España, el emperador traspasa sus derechos a su hermano José Napoleón Bonaparte. Con el fin de darle forma legal convoca en Bayona al Consejo de Castilla, para que este organismo como representante de la soberanía nacional, y a instancias de Napoleón, nombre a José Bonaparte nuevo rey de España.

Quizás por mis pocos años y el aislamiento del convento, no podía entender bien que estaba pasando, pero pronto lo voy a saber.

1. La carga de los mamelucos. Temible y cruel caballería de origen egipcio. Por Goya. 2. Fusilamientos de la Moncloa. Por Goya.

2 Y 3 DE MAYO EN MADRID El 2 de mayo el pueblo de Madrid intentó impedir que el infante don Francisco de Paula abandonara

la corte. Un més antes, Fernando VII se había trasladado a Bayona con la mayor parte de la familia real para entrevistarse con Napoleón. Cuando la multitud congregada ante el Palacio Real y al grito << ¡Que se lo llevan!>>, intentó cortar las correas de cuero del tiro de caballos de la carroza, fue disgregada por un escuadrón de caballería, quienes tras abrir fuego atacaron con sus sables. A partir de ese momento los enfrentamientos con las tropas francesas se sucedieron en la ciudad. Los capitanes Daoiz y Velarde, junto con el teniente Ruiz y voluntarios civiles, llevaron a cabo una enérgica y heróica resistencia en el Parque de Artillería. La represión ordenada por Murat fue feroz y culminó el 3 de mayo con los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, que inmortalizara Francisco de Goya. El resto de oficiales y soldados españoles, acuartelados dentro de Madrid y alrededores, cerca de 30 000, no intervinieron siguiendo ordenes recibidas de no hacerlo.

3 de mayo de 1808. Llegan trágicas noticias, Almagro entero es un hervidero de pasiones. El dos de mayo en Madrid el pueblo y unos pocos soldados se han levantado contra los franceses, el mismo día han sofocado la rebelión y matado a miles de personas, entre ellas muchas mujeres. Al atardecer y durante toda la noche y el día siguiente han estado fusilando gente inocente como escarmiento. Además se han llevado a Francia a los infantes. Los carreteros y muleros que diariamente llevan vino a Madrid desde el mismo Almagro y sobre todo desde Valdepeñas y otros pueblos de la Mancha, cuentan, de primera mano, los horrores que han visto ese día y la noticia, al pasar de boca en boca, se agranda y hace aun más terrible.

La represión y fusilamientos del 2 y 3 de mayo fue la llamada que convocó a las armas en cuantos lugares de España aún no estaban ocupados por los franceses, para el verano la rebelión se extiende por Cartagena, Murcia, Valencia, Zaragoza, Lérida, Gerona, Santander, Logroño, León, La Coruña y toda Castilla la Vieja. Algo más tarde la reacción llega al sur, Sevilla, Málaga, Cádiz y Granada, finalmente a Extremadura.

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Goya y otros pintores dejan impresionantes testimonios de los horrores vividos en Madrid.

1. Primeros disparos de la guerra de la Independencia junto al Palacio Real de Madrid. 2. Venganza desproporcionada.

1. Detalle de los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío. 2. El 2 de mayo de 1808 en Cibeles.

1-. Goya. Desastres. 2. Fusilamientos.

1. Sin piedad. 2. La venganza de una madre. 3. El alcalde de Móstoles llama a la insurrección.

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CORONACIÓN Y PRIMER GOBIERNO DE JOSE I. 1808. Acallado con inusual violencia y rapidez el levantamiento del pueblo madrileño, el propio Murat,

el mariscal que manda las tropas francesas del centro, instalado en el palacio Real de Madrid en calidad de lugarteniente general del reino, el 15 de mayo reunió en Madrid la junta de Gobierno, comunicándoles los deseos del rey Fernando VII y su emperador Napoleón Bonaparte de reunir en Bayona una asamblea general el 15 de junio, los diputados integrantes de la asamblea, representarían los tres estados. Tenían que asistir 150 diputados. El día de la fecha de la apertura llegaron 65 diputados, pero ya en la clausura del cónclave, el día 7 de julio, se encontraban presentes 91. Presidía esta "Junta de Notables" don Miguel José de Azanza, el que fue ministro de Carlos IV y por un mes de Fernando VII. Secretarios don Mariano Luis de Urquijo y don Antonio Sanz Romanillos. En nombre de la nobleza los duques de Frías, Hijar, Osuna, Medinaceli, Infantado, Montellano, del Parque; marqueses de Santa Cruz, Bendaña, Montehermoso, Estepa; condes de Fernán Núñez, Orgaz, Torremuzquiz y Fuentes. El estatuto constitucional que elaboraban en Bayona establecía una monarquía hereditaria por vía de varón, naturalmente a partir de José I, el 30 de junio, los asambleístas de Bayona hicieron entrega de la Constitución a José I, como nuevo rey de Las Españas.

1. Madrid. Puerta del Sol, 2 de mayo, patriotas contra franceses. 2. José I España (José Bonaparte). El día 4 de julio, José I hizo pública la composición de su primer gobierno: Urquijo, secretario de

Estado; Azanza, ministro de Indias; Cevallos, de Relaciones Exteriores; Cabarrús, de Hacienda; O'Farrill, de Guerra; almirante Mazarredo, de Marina; Peñuela, de Gracia y Justicia; Arribas, de policia. Don Gaspar Melchor de Jovellanos rechazó la cartera del Interior.

En cuanto los altos cargos "cortesanos" para la casa real se nombró, entre los Grandes de España, a los duques del Infantado, de Hijar, de Sotomayor, el marqués de Santa Cruz y los Condes de Fernán Núñez y de Orgaz. José Bonaparte nació en Corte (Córcega), en 1768, hijo de Carlos María Bonaparte y María Leticia Romolino. José era el primogénito al que seguía Napoleón (1769). Otros hermanos eran;

Luciano (1775), príncipe de Canino, revolucionario en su juventud y que llegó a presidente de la Asamblea de los

Quinientos, preparó el golpe de 18 brumario, que llevó a Napoleón a la dignidad de primer cónsul; fue también ministro del interior y embajador en España.

Elisa (1777), casada con el capitán corso Félix Bacciochi, ostentó el gran ducado de Toscana. Luís (1778), ayudante de campo de su hermano en las campañas de Egipto e Italia, le nombró rey de Holanda y

se casó con Hortensia de Beauharnais, hija de Josefina, primera esposa de Napoleón. Fue condestable del imperio. Paulina (1780), duquesa de Guastalla, se casó con el general Leclerc, en segundas nupcias se unió al príncipe

Camilo Borghese, hombre de gran fortuna. Posó desnuda para la Venus de Canova. Carolina (1782) fue la mujer de Murat, gran duque de Berg y de Clèves, con su marino reinaron en Nápoles. Ella

fue amante del general Junot. Jerónimo (1784), casado con la rica heredera Elisa Patterson, a l que abandonó para casarse con Catalina de

Würtemberg, tras haber sido coronado rey de Westfalia.

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LA LLEGADA DE JOSÉ I A ESPAÑA Y LA DERROTA Y HORRORES DE MEDINA DE RIOSECO El día 6 de julio partió de Bayona una caravana de cien carruajes en la que viajaban los notables

convocados para la Asamblea. Entre ellos en una carroza regia viajaba José I. Cuando la caravana llega a Burgos el 17 de julio, José I que deseaba reinar sin más derramamientos

de sangre sobre los españoles, queda horrorizado al saber que su mariscal Bessières al frente del IV cuerpo de ejército, con unos 26.000 hombres a su mando, ha librado una batalla contra fuerzas españolas mandadas por Cuesta y Blake, junto a Medina de Rioseco, en la que los españoles del ejército de Galicia habían perdido unos diez mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Pero su pesar llegó al colmo al saber la destrucción y el saqueo de la villa de Medina de Rioseco por los soldados franceses, tras ocuparla asesinaron, violaron a mujeres y niñas y no respetaron ni a las monjas de un convento. La ciudad fue incendiada por los franceses a su marcha.

José I quedó sumido en el horror y con este estado de ánimo entró en Madrid el 20 de julio, entre el silencio de unos y el desdén de otros una campana tañía a muerto.

El día 24 escribe a su hermano: "Tengo por enemiga a una nación de doce millones de habitantes, bravos y exasperados hasta el extremo.

Se habla públicamente de mi asesinato, pero no es éste mi temor. Todo lo que se hizo aquí el 2 de mayo fue odioso. Los hombres honrados no me son más afectos que los pícaros. No, sire, estáis en un error: vuestra gloria se hundirá en España.

1. Joachim Murat.

MURAT y el VINO de MADRID Murat, gran duque de Berg y de Clèves, era cuñado de Napoleón, al ser el marido de su hermana

Carolina Bonaparte. Fue el primero en entrar en España al mando de ejército destinado a ocupar Madrid y secretamente España. El se quedó en la capital, mientras envió otro cuerpo de ejército a Cataluña para hacerse con Figueras y Barcelona. Habían tomado, Portugal el general Junot, y él España, sin un solo tiro hasta el 2 de mayo en Madrid.

Ya hemos dicho la dureza con que Murat aplastó este levantamiento, en el que de unos 30.000 soldados que en aquel momento había en Madrid y sus alrededores del ejército regular español, tan solo se sublevaron, uniéndose al pueblo desarmado, dos capitanes, un teniente y un puñado de soldados. En los primeros días de junio enfermo gravemente Murat, entre los franceses corrió el rumor de que había sido envenenado y, entre los españoles, que era un castigo del cielo por las tropelías y asesinatos del 2 de mayo. Para otros había contraído alguna enfermedad sexual. Lo que parece que realmente tenía era un cólico muy común para los forasteros en la capital del reino (sin duda provocado por sus aguas), tan frecuentes que en términos médicos se conocían como “cólicos de Madrid”. El cólico de Murat se complicó con unas fiebres que, por sobrevenir cada tres días, se conocían por “tercianas”, tan persistentes y fuertes que decaído su ánimo y cuerpo admitió, por dictamen de los facultativos, trasladarse a Francia para tomar las aguas termales de Barèges. Siendo sustituido en el mando por el general Savary, que llegó a la capital el 15 de junio.

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EL EXCESO EN EL CONSUMO DEL VINO PRODUCÍA SÍNTOMAS DE ENVENENAMIENTO Al haber enfermado muchos soldados franceses y muerto alguno con síntomas de índole dudosa, se

sospecho de envenenamiento. Iniciada la investigación, el barón Larrey, primer cirujano del ejército invasor, examinó los alimentos, y el boticario mayor del mismo, Mr. Laubert, analizó detenidamente el vino que se les vendía en varias tabernas y bodegones de dentro y fuera de Madrid. Nada nocivo se descubrió en el vino, pero en algunos se había añadido a los mismos unos hervidos de agua de laurel o pimiento, que para darle fuerza solían los vinateros y vendedores añadir al vino de la Mancha, a semejanza del óxido de plomo, litargirio, que emplean algunos vinateros en Francia para corregir la acidez.

(1). Caricatura de José Bonaparte. <<Cada cual tiene su suerte, la tuya es de borracho hasta la muerte>>. A partir de caricaturas como esta, el pueblo comenzó a llamarle ‘Pepe botella’, pero nada más lejos de la realidad. 2. Duelo a garrotazos. Por Goya.

Los añadidos descritos, acostumbrado su organismo a ellos, no causaba molestias a los españoles,

sobre todo por la mayor sobriedad en su consumo, dañando extremadamente a los franceses, no habituados a aquella bebida y que abusaban en sumo grado de los vinos fuertes y licorosos de nuestro terruño.

Los exámenes y declaraciones de Larrey y Laubert tranquilizaron a los franceses, recelosos de cualquier asechanza de parte de un pueblo gravemente ofendido; pero él (pueblo) de España (es curioso como un escritor de la época continúa el relato) con dificultad hubiese recurrido para su venganza a un medio que no le era usual cuando tantos otros juntos y “NOBLES” se le presentaban. (Como ejemplo, una maceta que con increíble puntería arrojó sobre la cabeza del general Legrand, matándole, una madrileña en la calle Infantas, o una buena cuchillada como las que a algún soldado francés asentaron en el suelo cuando eran derribados del caballo, incluso un trabucazo a bocajarro amparados por la oscuridad de la noche, un ladrillazo, etc., maneras mucho más “nobles” que recurrir al veneno).

Lo que realmente debía sentar mal, y dolerle mucho más, siendo motivo de fiebre, al gran duque de Beeeeerg eran los “cuernazos” que su mujer le ponía con su compañero, el general Junot.

NAPOLEÓN CONCEDE A MURAT LA CORONA DE NÁPOLES Realmente Murat fue el más inteligente y valiente oficial de caballería de Napoleón, al igual que uno

de sus mejores mariscales, a quien por sus muchos méritos el Emperador apreciaba sinceramente. Le concedió la corona de Nápoles, trono dejado por José Bonaparte al hacerse cargo del reino de

España. Al mando de los ejércitos franceses llega a Madrid Savary sustituyendo al enfermo Murat.

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LA BATALLA DE BAILÉN ***** Mis héroes franceses habían desaparecido, la admiración que por ellos había sentido se trasformaba

en odio, no veía el momento de salir del convento para unirme a los soldados españoles que les hacían frente. Un compañero de convento que se había incorporado al Regimiento de Infantería de Ciudad Real unos

meses antes, fue herido en la recién librada batalla de Bailén y lo trajeron sus compañeros dejándolo a nuestro cuidado junto con un alférez de caballería y el teniente Luís de voluntarios de Granada, también heridos, no de gravedad, y algunos soldados más, para ayudarles a su pronta recuperación.

Los tres habían participado en la batalla de Bailén y por buen comportamiento y valentía les concedieron unos días de permiso, medallas y ascensos. Pasaba el día a su lado y no me cansaba de hacer preguntas, con unos planos y en una de las pizarras intentaba reflejar cuanto había ocurrido. Ellos estaban tan interesados como yo, porque aún no podían entender como habían ganado la batalla y apresado a más de 20.000 veteranos y valientes soldados franceses.

1. Plano del lugar de la batalla de Bailen 1808 y fuerzas implicadas. 2. Escena de la batalla de Bailén pintada por Roberto Domingo.

Los hechos comienzan cuando el I cuerpo de ejercito francés, al mando de Dupont, de unos 24.000 soldados, se adentra en Andalucía con la orden de llegar hasta Cádiz para salvar los restos de la escuadra francesa refugiada en este puerto gaditano tras su derrota en la batalla de Trafalgar. Un objetivo tan alejado no le permite escalonar, pasando Despeñaperros, demasiadas tropas para evitar les cierren este paso ante una eventual retirada. Cerca de Córdoba, en el puente de Alcolea intenta cerrarle el paso el general Echávarri con unos pocos soldados y más de 10.000 voluntarios civiles. Tan pronto caen las primeras bombas los voluntarios se dan a la fuga dispersándose en minutos sin intentar reagruparse. A pesar de lo ocurrido Dupont envía mensajeros a Madrid para que urgentemente envíen tropas que le cubran la retaguardia, lo que Savary, que sustituye a Murat enfermo, lo hace sin perdida de tiempo. A marchas forzadas y en dirección a la Carolina se pone en movimiento la división del general Vedel.

Dupont entra en Córdoba sin problemas. En la que fuese capital del califato, como ya es triste

costumbre, durante nueve días se dedican al saqueo de sus riquezas y toda clase de depredaciones y abusos, violando a las mujeres y matando a quien se opone, lo que altera y enardece a toda Andalucía.

En esta ciudad se entera que la escuadra francesa del almirante frances Rossilly-Mestos, ha capitulado el 14 de junio ante las fuerzas españolas del almirante Ruiz de Apodaca, lo que representa la rendición de seis navíos y 3.500 hombres. Con ello su misión inicial carece de sentido y decide regresar a Madrid.

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Aun recibe otras noticias que empiezan a inquietarle, se está concentrando entre Utrera y Carmona un numeroso ejército español que no para de engrosarse con tropas dispersas que acuden de toda Andalucía, estiman sus observadores se acercan a los 30.000 hombres. Además ha llegado a Cádiz una poderosa flota inglesa en la que se cree hay dispuesta a desembarcar una división completa al mando del general Spencer.

Ante ello Dupont abandona Córdoba, retomando la carretera de Madrid y hace parada, estableciendo su cuartel general en Andujar, donde le llegan los refuerzos solicitados, no solo los del general Vedel sino los que con el general Gobert llegan poco después.

1. Los soldados franceses estaban mejor equipados para el frio que para un calor extremo, como el que esos días hacía. Por nuestra parte, el general Castaños al mando del ejército de Andalucía quiere mantener el mismo

en un campo atrincherado enfrente de Cádiz, protegido por los ingleses, y se opone a que se ataque a los franceses. Aun viendo que se ponían en marcha camino de Madrid insistía en retroceder a Cádiz. Castaños, con alguna superioridad en cuanto a número que las tropas francesas, sabía que estas eran muy superiores en disciplina, con generales y oficiales inteligentes, aguerridos y con larga experiencia en batalla, bien pertrechados y con artillería completa y bien servida. Su caballería igualmente entrenada y disciplinada no huía o se desbandaba, como la nuestra, con los primeros tiros y cañonazos. El experimentado general pensaba que los deseos de atacar de la Junta de Sevilla era una locura y terminaría la aventura en un auténtico desastre como la reciente batalla de Medina de Río Seco, o lo ocurrido en Córdoba. De alguna manera la Junta, haciéndose eco de la población andaluza deseosa de tomar venganza de los saqueadores de Córdoba y otros pueblos por los que pasaban, obligó a Castaños a preparar la batalla, muy a su pesar. El teniente Luís nos cuenta que reunidas todas las fuerzas españolas en Utrera, en total unos 25.000 soldados de infantería, 2.000 de caballería, numerosa artillería y otras tropas diversas, junto a muchos paisanos voluntarios a pie y a caballo, era un espectáculo que elevaba la moral del más cobarde, aunque no la de Castaño, decidieron dividirlas en tres divisiones que entrarían en combate y una de reserva. En la primera, a las órdenes de Reding, al frente de su regimiento de suizos -soldados profesionales mercenarios-, se encontraban los voluntarios de Granada, decididos a todo tras lo ocurrido en su ciudad. En la segunda, al mando de Coupigny, al que pertenecia el ex-dominico herido, con el Regimiento de Infantería de Ciudad Real, junto a los regimientos de Cuenca, Trillo, Bujalance, guardias walones, zapadores y el de caballería de España. La tercera división quedó a las órdenes de don Felix Jones, que debía maniobrar unida a la cuarta de reserva, capitaneada por don Miguel de la Peña. Las dos últimas al mando directo de Castaños. ¿Y usted alférez? Yo mi joven Baldomero me encontraba con las tropas al mando de don Juan de la Cruz intentando poner orden en partidas sueltas de caballería regular y voluntarios, cazadores de otros cuerpos y otras tropas ligeras, en total unos 1.000 hombres. Junto a nosotros don Pedro Valdecañas estaba al mando de otros pequeños destacamentos.

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A primeros de julio comenzamos a movernos siguiendo los pasos de los franceses remontando la ribera izquierda del Guadalquivir, cerca de Jaén encontramos a unos 1.500 franceses al mando de Cassagne que se habían desplazado a esta ciudad en busca de víveres y un nuevo saqueo. Hasta el día 3 que tuvieron que abandonarla les tuvimos en jaque los voluntarios de Granada y suizos de Reding. Dupont, ordenó a Cassagne retroceder y reunirse con sus tropas en Andujar.

1808. Él 11 de julio, en Porcuna, los jefes españoles celebran consejo de guerra, en el que se acuerda el plan de ataque. Nuestra división, la de Reding, tenemos que seguir avanzando y pasando el Guadalquivir por Monjibar dirigirnos a Bailén. Lo mismo debe hacer la segunda división de Coupigny que apoyándonos pasaría el río por Villanuena. La tercera división y la reserva al mando de don Francisco Javier Castaños atacarían a lo largo del frente de la carretera a Andujar.

Nuestro amigo Pedro con las tropas ligeras de don Juan de la Cruz, pasando el puente de Marmolejo, ganaría las alturas de Sementera para desde esta posición disparar sobre el flanco derecho de los franceses.

El 13 comienza a efectuarse los movimientos previstos, la primera y segunda división, con otras

fuerzas, atacaríamos Bailen para desalojando a los franceses de esta zona cerrar el paso a las tropas de Dupont. En principio avanzando nuestras divisiones al otro lado del río, los franceses casi ni se percataron pendientes como estaban de las divisiones tercera y reserva que muy lentamente se acercaban a Andujar.

Dupont (comete su primer gran error), pidió a Vedel le enviase desde Bailén el refuerzo de una brigada; pero este, no queriendo separarse de sus soldados fue en persona con su división (segundo error),

Quedaron solamente para guardar el paso de Menjíbar 1.300 franceses al mando de Liger-Belair, precisamente el lugar asignado a mi división para atravesándolo caer sobre Bailén cortando la carretera, un verdadero golpe de fortuna. El 15 nos cuenta Pedro que, con las tropas ligeras de Cruz atacan a los franceses en su flanco derecho, con el fin de distraerlos y retardar sus preparativos. Aguantamos desde nuestras alturas con valentía inusual, al ser para muchos nuestro primer combate y vimos como empezaron a sufrir los franceses, por su indumentaria y equipos, ante un calor infernal tratando de aproximarse a nuestras posiciones. A punto de desbordarnos, ordenadamente nos retiramos a Peñascal de Morales sin que nadie se molestase en seguirnos. El 16, del lado de Castaños apenas hubo un fuerte cañoneo, quizás nueva maniobra para ocultar nuestras auténticas intenciones. El 16 Reding da la orden de atacar la posición del paso de Menjíbar, distraídos con el fuego, a las cuatro de la noche, pasando el río por un vado cercano atacamos a su espalda y desalojando a los franceses de todas sus posiciones se ve obligado Liger-Belair a retirarse hacia Bailén, para cubrir la desordenada retirada de los restos de Belair sale en su socorro, de este pueblo, el general Gobert.

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LA MUERTE DEL GENERAL GOBERT

Yo estaba entre unas rocas mirando como los franceses, llegado él momento, corrían tanto o más que nosotros, cuando saliendo de Bailén se acercaban al lugar en el que me encontraba un grupo de oficiales, me llamó la atención uno en particular por su llamativo uniforme y el precioso caballo que montaba, parecía dar órdenes, apunte con sumo cuidado por encima de su cabeza bien apoyado en una roca, ya que el pulso me temblaba un poco, aun se encontraban algo lejos cuando detuvieron sus caballos para hacerse sin duda una mejor idea de lo que ocurría, sin pensarlo más apreté el gatillo , disipado un poco el humo de la pólvora le vi caer al suelo, quedando yo mismo sorprendido. Otros compañeros al ver la escena gritaron de júbilo y comenzaron a disparar cayendo otro oficial que pronto se levantó, tal era la distancia, valientemente y arriesgando sus vidas los compañeros retiraron al oficial que yo alcancé y al herido. Fue un tiro de fortuna, porque los fusiles y balas que disparabamos no garantizaban precisión alguna en los disparos y lo normal es que diésemos a cualquiera menos al que apuntábamos.

Después nos enteramos, por unos prisioneros franceses, que era el general Gobert y había muerto poco después de recibir un balazo en la cabeza. Por aquel certero disparo ahora soy un héroe y me han condecorado y ascendido a teniente de una compañía de tiradores de élite.

1, Los franceses, en la estrecha carretera con 500 carros llevando el botín de Córdoba y otros lugares expoliados eran presa

facil. Deberían haber sido más previsores y en lugar de monedas y piezas preciosas, deberían haber cargado más agua. Para otros cuerpos nuevos como el regimiento de Antequera, este día fue su bautismo de fuego y lo

hicieron francamente bien. Parte del éxito se debió al experto e inteligente mayor general don Francisco Javier Abadía que coordinaba todos nuestros movimientos.

No habiendo aún llegado, como estaba previsto, la segunda división del marqués de Coupigny, Reding consideró prudente, en lugar de desgastar más nuestras fuerzas persiguiendo a los franceses en un intento para desalojarlos de Bailén, repasar prudentemente el río para tomarnos un merecido descanso.

Estábamos contentos porque era nuestra primera victoria, alguien nos contó que en este mismo día 16 de julio de 1212, España ganó la célebre batalla de las Navas de Tolosa, pueblo cercano al lugar en que nos encontrábamos, en la cual cayeron tantos moros que el lugar se llama Campo de la Matanza.

Ante este descalabro Dupont temiendo le corten la salida hacia la Mancha, lo cual les pondría en serias dificultades, aún más si las tropas que les han sobrepasado y que ahora ya sabe son numerosas lo hacen en Despeñaperros, ordena a Vedel, comunicándole sus temores, que regrese a Bailén y arroje a los españoles al otro lado del río facilitando a sus tropas la retirada.

BAILÉN ES ABANDONADO POR LOS FRANCESES Mientras tanto en Bailén el terror comenzaba a desconcertar a los franceses, que al ver que no les

atacaban dieron por sentado que parte de las tropas que les derrotaron el 16 seguían su marcha para cortar los pasos de la sierra.

Aún confirmó más estos negros pensamientos al saber que otras fuerzas españolas habían sorprendido en Linares un destacamento francés. Eran los grupos del bravo Pedro Valdecañas que aparecían y desaparecían donde menos se esperaba.

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En este caso su acción fue de gran ayuda, ya que definitivamente pensaron que considerables fuerzas españolas les estaban sobrepasando por la izquierda y derecha de la carretera para cortar y esperarles en lo más agreste de Sierra Morena.

Los generales Liger-Belair y Doufour, reemplazando el último al fallecido Gobert, temerosos de que ocurra lo que piensan, salen de Bailén y se encaminan a La Carolina alcanzando Guarromán, otro error.

VEDEL NO ENCUENTRA A NADIE EN BAILÉN Cuando Vedel llega a Bailén, siguiendo las órdenes dadas por Dupont, encuentra el pueblo vacío, y sin

aguardar noticia o aviso alguno, sospechando que Liger-Belair y Doufour pudiesen ser atacados, prosiguió adelante. Aliviado al alcanzarles y ver que no había ocurrido nada, pensando todos del mismo modo, continúan el camino a Despeñaperros y juntos llegan a La Carolina y Santa Elena. En estos pueblos establecen sus casi dos divisiones, cerca de 10.000 hombres, y envían soldados por toda Sierra Morena en busca del enemigo emboscado (fue su último gran error).

Naturalmente no van a encontrar a nadie porque, estando estos días los hados de la vida a favor de los españoles, todos nos habíamos quedado agazapados junto a Bailén, no dando crédito al ver como esta impresionante fuerza mandada por uno de los más valientes generales franceses, Vedel, nos dejaba el campo libre y de paso a las tropas de Dupont tan alejadas de las suyas, prácticamente aisladas.

1. Liger- Belair es derrotado y Gobert muere en batalla. 2. Un golpe de suerte. Los franceses abandonan Bailén. REDING Y COUPIGNY ENTRAN EN BAILÉN Reding aprovechó esta ocasión de oro, que la historia suele brindar solo una vez, y el 17 volvió a

pasar el río. Puntualmente al amanecer lo hizo la división del marqués de Coupigny que le había retenido una serie de escaramuzas contra el flanco izquierdo de las tropas de Dupont en Andujar. Todos entramos en Bailén el día 18, tras breve descanso, los generales Reding, Coupigny, Abadía y otros destacados mandos entre los que se encuentran don Pedro Grimarest, Francisco Venegas Saavedra, los coroneles de artillería don José Juncar y don Antonio de la Cruz, junto a otros valientes más, deciden salir de Bailén camino de Andalucía para llegando cuanto antes a Andujar atacar a Dupont desde este lado, al tiempo que la tercera división y la de reserva, al mando de Castaños, de acuerdo al plan acordado, lo hiciera del otro lado.

Ante el caso, muy probable, de que regrese Vedel, dejamos unas tropas para entretenerlo, las más numerosas en el cerro de la ermita de San Cristóbal, posición clave, que se encuentra al otro lado de Bailén camino de La Carolina.

Al hacer un rápido recuento Reding de las fuerzas con las que contaban, estimó eran unos 14.000 hombres, casi toda infantería, pero había caballería y bastante artillería con buenos oficiales. Cierto que aún muchos de nuestros soldados no habían entrado nunca en combate y que se contaban por miles los voluntarios, pero había sobre todo una elevada moral y una fe ciega en unos mandos que habían demostrado su valor e inteligencia, envalentonados tras las pequeñas victorias conseguidas frente a unos ejércitos que aún en el mundo nadie había derrotado.

Dupont se había quedado en Andujar con algo más de 10.000 soldados profesionales a las órdenes de magníficos oficiales y suboficiales de carrera, la flor y nata de su I cuerpo de ejército.

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Todos confiaban en que la oportuna intervención de las dos divisiones de Castaño, con otros 14.000 soldados, aunque solo fuera una, al mando de Felix Jones o Peña, inclinaría del lado español la balanza en tan decisiva batalla.

ENCUENTRO EN LA NOCHE. Con este ánimo salimos hacia Andujar cuando en plena noche chocamos con tropas del general Dupont que en silencio y con prisas caminaban en sentido contrario hacia Bailén. Yo, con seis compañeros más a caballo, cuenta Luís, andaba en descubierta bastante adelantado de la infantería. La noche era preciosa y clara. Los caballos iban al paso y cada uno ensimismado con sus pensamientos no manteníamos conversación alguna. Esto nos permitió oír de lejos el ruido de un tropel de gente que se acercaba, reconociendo por sus conversaciones eran franceses. Con el mayor sigilo mandé volver grupas y cuando consideré no nos oían emprendimos un rápido galope. Ganamos el suficiente tiempo como para alertar a la primera columna nuestra y la artillería que más próxima venía, con ello preparamos una rápida emboscada acelerando la llegada al lugar de otros regimientos, unos batallones de caballería tomaron las lomas y alturas a los lados del camino mientras la infantería se apostaba de frente y haciendo un arco, ya que en la obscuridad de la noche teníamos miedo a cruzar los disparos entre nosotros, esperamos en tensión.

He tardado casi más a contarlo que a dar las oportunas ordenes los oficiales, por mí puestos en aviso,

y cumplirlas los soldados. Cuando al fin los franceses, después de haber atravesado un puente, enfilaron la recta donde al final y contra un montículo les esperábamos en el mayor silencio, a la voz de fuego se encontraron con un diluvio de balas, los cañones tronaron en la noche iluminando como antorchas el campo, muchos quedaron tendidos en la carretera y el resto, totalmente aterrorizados, huían despavoridos.

Todo sucedió tan rápido que los generales españoles que estaban reunidos en una almazara, molino de aceite, a la izquierda del camino de Andujar, pararon en sus conversaciones con la duda de sí eran fusilazos de su tropa bisoña o reencuentro con la enemiga. Resolvió la discusión una granada que casi cayó a sus pies, cuando pasaban las doce de aquella noche y había comenzado el decisivo e histórico día 19.

Don Francisco Venegas Saavedra que era el mando superior que esa noche estaba en vanguardia, mantuvo el conveniente orden y aún atacó causando diversión al enemigo, en tanto las demás tropas, ya puestas en camino, comenzaban a ocupar los lugares señalados.

Teniendo noticias Dupont, dos días antes, que el camino estaba despejado hasta La Carolina y que aún la división de Vedel no había encontrado problemas en Sierra Morena, había el francés ordenado salir de Andujar al anochecer del 18, después de destruir el puente y las obras que para su defensa levantaron. Escogió la noche porque refrescaba algo y tanto para hombres como animales de silla o tiro se hacía el camino más soportable que a pleno sol, ya que estaba haciendo esos días un calor infernal. Por otro lado, encubría su salida tratando de evitar que las fuerzas de Castaños saliesen rápidamente en persecución de su retaguardia ya que el inmenso bagaje que acompañaba a sus huestes, tras el expolio de Córdoba, dificultaba su marcha. Aunque era prácticamente imposible que algún observador de Castaños, apostados en las cercanías de Andujar, no se percatase de los preparativos para la partida ni de la salida de tan considerable ejército en noche tan clara, ni a lo largo de todo el día 18.

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BAILÉN, 19 DE JULIO DE 1808 Noche del 19 (fuerzas francesas). Abrían la marcha 2.600 combatientes franceses, y a punto estuvo

de caer en los primeros encuentros esta misma noche el propio Dupont. Barbou mandaba la columna de retaguardia. Los franceses habían avanzado más allá del puente que hay a media legua antes de Bailén y pasados los primeros minutos de estupor pronto se organizaron para la inminente batalla. El francés no sabia exactamente que fuerzas le cerraba él paso y pensó que, habiendo dejado al grueso del ejército español a su espalda, tercera división y reserva de Castaño, estas que le atacaban no serían muy numerosas y lo mejor sería atacar y desbordarlas antes de quedar clavado al terreno y dar tiempo a que las divisiones de Castaños atacasen su retaguardia. Sobre las cuatro de la mañana los franceses se lanzan de frente tratando de abrir brecha. Recibe la división de Coupigny la primera acometida que sus soldados rechazan valientemente, los guardias walones, suizos, regimientos de Bujalance, Trillo, Cuenca, zapadores, caballería de España y él nuestro de Ciudad Real atacamos las alturas que no demasiados enemigos habían alcanzado y les desalojamos. Derrotados enteramente, huyen hacia el puente y aun retroceden por largo trecho. Llegando nuevas fuerzas de refresco de las que saliendo de Andujar seguían a Dupont, los desbandados se van agrupando y unidos a los recién llegados recuperan en un rápido ataque parte del terreno perdido. A medida que llegaban más y más tropas extiende su ataque contra el centro y costado derecho español, en donde estaba don Pedro Grimarest. Ya flaqueaban los nuestros por aquel lado cuando oportunamente fueron auxiliados por don Francisco Venegas, arrollando con su ayuda totalmente a los franceses, forzándoles a replegarse de nuevo. Muchas y repetidas veces los franceses atacaron la línea, y en todas fueron repelidos con igual éxito.

LA ARTILLERÍA. La artillería bien situada y mejor manejada por los soldados y oficiales de aquella

arma, mandados por los coroneles don José Juncar y don Antonio de la Cruz causaron estragos, consiguiendo además desmontar rápidamente con su certero fuego las baterías enemigas que intentaban montar a medida que llegaban. El 19 de julio fue un abrasador día, el sol se mostró implacable, la sed era tanta que nada disputaron los franceses con mayor encarnizamiento como el apoderarse de una noria de agua, situada más debajo de la almazara de aceite ya mencionada y nuestros mejores tiradores los cazaban como a conejos mientras intentaban beber o llenar sus cantimploras.

A las doce y media de la mañana, cuando el sol derretía las piedras, Dupont, lleno de enojo, se puso con todos los generales a la cabeza de las columnas, quienes así arengadas con el ejemplo de sus valientes mandos acometieron furiosa y bravamente nuestras defensas. Intentaron con particular arrojo y en un último intento romper nuestro centro, en el que yo me encontraba muy cerca de los generales Reding y Abadía, ya corrida la fama de buen tirador, llegando casi a tocar las bocas de los cañones los marinos de la guardia imperial. Entre la infantería Dupont destacaba sobre su brioso caballo, pienso fuimos muchos los que disparamos sobre él y un grito de entusiasmo recorrió nuestras líeneas al verle caer de su montura, al parecer una bala le alcanzó en la cadera. Los franceses con aquellos bonitos uniformes, mejor pensados para el frío que el calor, sus correajes, grandes mochilas a su espalda, muchas con sobrepeso de lo que, quien más quien menos habían robado, un buen fusil, abundante munición, comida para unos días, solo un detalle se les había escapado, no tenían agua y llevaban toda la noche andando y durante el día eran ellos quien se movían avanzando para atacar, cada vez que eran rechazados retrocedían, se agrupaban, y volvían a cargar.

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Finalmente, cuando intentaron un último ataque ya daba pena verlos, totalmente deshidratados y vencidos por la sed el cansancio y la tensión, apenas podían caminar, eran perfectos blancos desde nuestras estáticas posiciones, la artillería seguía disparando haciendo estragos y yo cargaba mi fusil cada vez más lentamente porque ya más que un valiente combate era una triste matanza, no ya de soldados, sino de unos chicos y hombres totalmente desorientados que parecían muñecos rotos. Terminando el día se encontraban las tropas francesas totalmente desfallecidas, diezmados sus batallones, con muchos muertos tendidos frente a nuestras posiciones y cientos de heridos gimiendo y pidiendo agua en medio del más abrasador día que he vivido, era un espectáculo dantesco y aterrador. No encontrando refugio ni solución, sabiendo que tras sus pasos tenían dos divisiones descansadas con más artillería, las mandadas por Castaño, sus valientes oficiales no vieron otra salida digna y propusieron una suspensión de armas que aceptó Reding, pensando como persona de bien que continuar el combate no tenía ningún sentido..

Mientras la victoria sonreía en Bailén, los cuerpos de caballería y tropas ligeras de don Juan de la Cruz informado de la salida de Andujar de las tropas francesas la noche del 18 molestó bastante su avance lanzando continuos ataques a la izquierda del enemigo.

(1). Francisco Javier Castaños y Aragón. 2. La artillería fue una de las piezas claves en la batalla de Bailén, como lo era en todas las batallas libradas por los franceses, los ejércitos que mejor se apoyaban en las batallas en el arma de artillería. TODOS, MENOS CASTAÑOS, SUPIERON LO QUE OCURRÍA En cuanto a Castaños parecía no enterarse de nada, y por no oír ni los cañonazos. Nadie entendimos

su comportamiento, digno al menos de tenerlo que haber explicado ante un consejo de guerra. Hasta que no vencimos totalmente a Dupont, no mandó a don Manuel de la Peña, al frente de la descansada y flamante tercera división, ponerse en marcha.

Tras este “escudo”, de la tercera división reforzada, aun se quedó en “la retaguardia” Castaño con la división de reserva, “¡El general en jefe!”. Sin duda todo un valiente, como Dupont, el fallecido Gobert y el resto de los generales franceses y españoles que en esta batalla se enfrentaron. Quienes combatimos en Bailén aún nos preguntamos como no nos ayudó ni intervinieron sus divisiones en esta crucial batalla. Incluso llegamos a pensar que él sabía íbamos a una derrota segura, ya que de no ser por la inesperada partida de la división de Vedel y las fuerzas de los generales Liger-Belair y Doufour, nos habían colocado como clavo al rojo entre el yunque y el martillo y sin ninguna duda, de haber llegado tan solo unas horas antes Vedel, ninguno pudiera contar esta historia sino como otra muy triste derrota de nuestros ejércitos y la perdida de 14.000 hombres.

Castaños aún tendría tiempo de salvarse, y salvar la cara, retirándose al amparo de los ingleses a Cádiz con sus dos divisiones, lo que quizás siempre pensó hacer. Pero sigamos, porque aún tenemos otras cosas que decir de quien en adelante solo será para nosotros el general “Castaña Pilonga”, fruto tan amargo que sienta mal hasta las cabras, para otros un héroe.

Cuando llegó Peña se estaba ya capitulando, rendidos los franceses.

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VEDEL. Mientras Vedel en su correría, no habiendo descubierto por la sierra tropas españolas, unido con Doufour, permaneció el 18 en la Carolina (esto y su lentitud para regresar a Bailén realmente nos salvó), después de haber dejado para guardar el paso en Santa Elena y Despeñaperros dos batallones y algunas compañías. Allí estaba, cuando al alborear el 19, oyendo el cañoneo del lado de Bailén, emprendió su marcha, aunque lentamente, hacia el punto de donde partía el ruido, además de conceder varias horas de reposo a sus hombres, cuando aparecen en el camino unos rebaños de ovejas permiten que los soldados las capturen, maten y se las coman después de asadas. Mientras sus oficiales siguen oyendo el cañoneo de la batalla y no comprenden la actitud de Vedel, al parecer enfrentado con Dupont por sus actos y saqueos de las iglesias de Jaén, Córdoba y otras poblaciones de Andalucía. Tocaba ya Vedel a las avanzadas españolas, y todavía reposábamos, recuperando energías en la seguridad de la pactada tregua. Advertido, sin embargo, Reding, envió al francés un parlamento con la nueva de lo acaecido, dudó Vedel si respetar o no la suspensión convenida y no creyendo lo que le cuentan envió a un oficial suyo para cerciorarse del hecho.

1. Rendición de Bailén. Por José Casado de Alisal. 2. Un general informa a Napoleón de la derrota sufrida en Bailén, ante lo que no daba crédito. Napoleón dijo de Dupont que nunca ha habido nadie tan estúpido, tan inepto y tan cobarde, entre otros piropos.

EL ATAQUE DE VEDEL. Ocupábamos en esta parte, salida de Bailén a Madrid, las dos orillas del camino. En la ermita de San Cristóbal, que está a la izquierda saliendo de Bailén a La Carolina, se había situado un batallón de Irlanda y el regimiento de Órdenes militares, al mando de otro valiente, don Francisco de Paula Soler; enfrente y del otro lado se hallaba otro batallón de dicho regimiento de Irlanda con dos cañones y no demasiados soldados.

Pesaroso Vedel de haber suspendido su marcha, u obrando con engaño, media hora después de haber contestado al parlamento de Reding y de haber enviado un oficial a Dupont, mandó al general Cassagne que atacase el puesto de los españoles del regimiento de Irlanda que tenía los cañones. Descansando los soldados españoles en la buena fe de lo tratado, fácilmente los franceses sorprendieron al batallón destrozándolo y haciendo muchos prisioneros y cogiendo los cañones. Atacando igualmente a Soler, quien situado en el cerro de la ermita, aguantó bizarramente la acometida que le dio el jefe del batallón Roche. Todos los españoles, ya en guardia, sospechando la traición y que Vedel intentaría, rompiendo el alto de la ermita hacer un pasillo por el que poder sacar las divisiones de Dupont, volvieron sus armas a las fuerzas de Dupont y se pusieron en marcha, ya en este caso con el apoyo de la descansada división reforzada de Peña, que por fin había llegado.

Cuando el propio Vedel se ponía al frente de un definitivo asalto a las fuerzas de la ermita, recibió la orden de su general en jefe Dupont de no emprender acción alguna, con lo que cesó en su intento.

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EL ARMISTICIO. Negociándose el armisticio, pidió el francés la suspensión de armas y el “permiso de retirarse libremente a Madrid”. En cuanto a lo primero Reding aceptó, sobre lo segundo dijo era cosa de su general en jefe Castaños (que aún no había aparecido), se inclinaba a admitir la proposición de dejar pasar a los franceses sin estorbos a Madrid. Para cuantos habíamos luchado y ganado esta batalla nos parecía indigno del general en jefe conceder este punto y nuestros generales presentaron unas duras quejas ante el conde de Tilly, persona de mucho peso en la Junta de Sevilla, buen patriota y revolucionario, quien compartía al cien por cien nuestros argumentos.

Vino en nuestro apoyo un mensaje interceptado que enviaba desde Madrid Savary. Se le ordenaba a Dupont regresase con su I cuerpo de ejército a Madrid en ayuda de las tropas que iban a presentar batalla a los generales españoles Cuesta y Blake, ya repuestos tras su terrible derrota en Medina de Rioseco, que avanzaban de nuevo por Castilla la Vieja, aprovechando la derrota del cuerpo de ejército de Dupont.

1. En Madrid las noticias que llegán de Andalucía inquietan a José I, a los franceses y afrancesados.

2. “Así sucedió”. Goya refleja estos robos sacrílegos. Un fraile moribundo tratando de defender los objetos sacros. Tilly, insistió con ahínco en su opinión, añadiendo que la victoria alcanzada en los campos de Bailén, en

la que tantos españoles habían dado la vida y derramado tanta sangre de nada serviría, salvo favorecer los deseos del enemigo, caso que se permitiese a sus soldados ir a juntarse con los suyos para seguir combatiendo a otros valientes españoles, y haciendo nuevas atrocidades como las acaecidas en Medina.

Los franceses en un rasgo de orgullo rompieron las negociaciones, pero no tardaron en renovarlas. La posición de su ejército por momentos iba siendo más crítica y peligrosa.

Los jefes franceses, no pudiendo los más sobrellevar la dolorosa vista que ofrecían sus soldados, y algunos, si bien los menos, temerosos de perder el rico botín que les acompañaba, generalmente persistieron en que se concluyese una capitulación.

Dupont, por el tiro recibido en su cadera y el golpe al caer del caballo, insolación, deshidratación u otras causas, había perdido en parte la lucidez y orgullo del que hacía gala y se encontraba totalmente deprimido como si ya no le importase nada, no ocurría igual con el valiente y fogoso Vedel, quien sin duda se sentía, no sin motivos, responsable del desastre. Aprovechando la calma mientras proseguían las negociaciones de la capitulación, Vedel propone coordinar un ataque al flanco de nuestras fuerzas con sus dos divisiones de refresco, Vedel dispone de más de 9.000 hombres, y al mismo tiempo, sobre el mismo lugar atacaría el grueso de las divisiones de DuPont, cerca de 8.000. Sin duda algo que podía salir bien, porque si lograban unirse nadie podría pararlos en su retirada.

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VEDEL INTENTA ESCAPAR CON SUS HOMBRES. Pero Dupont, su cerebro aún turbado, dio órdenes contradictorias, entre ellas una por la que daba libertad a Vedel para partir con sus hombres poniéndolos a salvo. Obtenido al menos este permiso, llegada la noche, el general comenzó la retirada, lo que aún haciendo burla de la tregua era para todos comprensible, ni a él ni a sus hombres les había derrotado nadie.

Al verle partir los españoles, comunicaron a Dupont que de no regresar Vedel con sus tropas, cumpliendo con la palabra empeñada, dando por rotas las negociaciones todos sus hombres serían pasados a cuchillo. Asustado Dupont ante tan seria amenaza envió oficiales de su estado mayor para rogar a Vedel que detuviesen la marcha. No estando Vedel dispuesto a ceder, pero siendo demasiado grande la particular responsabilidad en lo que por su decisión pudiera pasar a las divisiones de Dupont, convocando en consejo de guerra a sus veintitrés jefes, diecinueve votaron por acatar las órdenes de su general en jefe Dupont, por lo que muy a su pesar, Vedel acató la decisión de la mayoría.

CAPITULACIÓN.1808. En la capitulación, oscura y contradictoria en algunos de sus puntos, a las tropas

del aguerrido Vedel se las trataba mejor. Mientras los derrotados de Dupont eran considerados prisioneros de guerra debiendo entregar sus armas y sujetarse a la condición de tales. Las divisiones de Vedel serían obligadas a abandonar Andalucía, las armas las entregarían en depósito, y les serían devueltas al embarcar desde Sanlucar y Rota, para Rochefort, puerto francés a orillas del Charente, en buques tripulados por españoles.

La capitulación se firmó en Andujar, el 22 de julio, por don Francisco Javier Castaños y el conde de Tilly y por parte francesa por los generales Marescot y Chabert.

Nuevas afrentas soportaron cuantos intervinieron y vencieron en Bailén. Al día siguiente, 23 de julio, desfilaron las fuerzas de Dupont ante la reserva y tercera división española, a cuyo frente se encontraban los generales Castaños y Peña. Dándose con ello mayor honra y prez de la victoria a quienes no solo no habían intervenido para alcanzarla, eso sí, con impecables uniformes sin rastros de sangre, polvo o metralla, y los que, de alguna manera, suplantando a quienes la consiguieron, la primera y segunda división, junto a varias partidas de voluntarios, sobre todo muchos y valientes civiles andaluces a caballo, mandados por valientes e inteligentes jefes. Quizás querian ocultar, por no ser españoles, que si alguien debió distinguirse entre los artífices de esta increible victoria, uno fue Reding y los soldados suizos a sus órdenes.

LOS SUPERVIVIENTES FRANCESES. Los supervivientes de las divisiones de Dupont sumaban 8.248 hombres, las de Vedel y Doufour 9.393. Se entregaron, además de todas las armas, muchos caballos y 40 piezas de artillería. A ellos añadiremos los que por orden del general en jefe francés, se fueron rindiendo en las pequeñas guarniciones del camino a Madrid; Guarromán, La Carolina, Sta. Elena, Almuradiel, Santa Cruz de Mudela, y otros pueblos de la Mancha, Valdepeñas, Manzanares, Villarta, Madridejos, Consuegra, etc.

En total más de 21.000 hombres, todo un cuerpo de ejército. Frente a nuestras líneas cayeron muertos más de 2.000 soldados y gran número de heridos. Entre los muertos los generales Gobert y Dupré junto a varios mandos superiores. El propio Dupont, como se dijo, quedo herido y contuso. Entre los nuestros lamentamos las bajas de 243 valientes soldados, quedando heridos más de 700.

A Castaños, mañero en su conducta, acusábanle muchos de saber aprovecharse en beneficio propio de las hazañas ajenas. Aquí demostró lo sobrados de razón que estaban quienes así pensaban.

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UNA PÁGINA DE HORROR, SIN HONOR Y MENOS GLORIA. El final de los prisioneros franceses fue terrible. Tras haber, dicen, encontrado en mochilas y equipajes, objetos robados en Córdoba, Jaén, etc., fue suficiente disculpa, para dejar de cumplir las condiciones pactadas en el armisticio. Sí que los embarcaron, pero en pontones fondeados en el puerto de Cádiz, hasta que en febrero de 1809, ante lo inhumano de sus condiciones, da las oportunas ordenes el marqués de Viller al capitán del puerto de trasladarlos, no al puerto previsto de Francia, sino a las Baleares y Canarias.

Estando en la academia del IV ejército de Cádiz en mayo de 1810, un furioso viento huracanado sopló durante la noche del día 15. Muchos prisioneros franceses, se hacinaban en barcos de prisioneros llamados pontones, en uno de ellos, el Castilla, con unos 700 prisioneros, casi todos oficiales, alguien cortó las amarras del barco y el temporal los llevó hasta la costa frente a Cádiz donde embarrancando pudieron los franceses desembarcar y huir. Repitieron los hechos la noche del 26 los prisioneros del Argonauta, unos 600, logrando desembarcar sin que pudieran evitarlo nuestras baterías y cañoneras. Nunca supe si alguien, o compadecido al presumir su destino, o bien pagado, ayudó a su fuga.

(1). La flota que tenía que servir de cárcel a los prisioneros de Bailén se componía de 11 barcos que albergaban de ocho a doce mil personas según los cronistas de la época. Uno de los prisioneros que logró escapar los define como <<inmensos ataúdes en los cuales nos entregaban aún vivos a una muerte lenta>>. Otro menciona que eran <<1.800 hombres en uno de los pontones, amasados como cerdos, unos sobre otros>>. Esta estrechez obligaba a que todos se acostaran <<a la misma hora y sobre el mismo lado; cuando queríamos cambiar de postura y echarnos sobre el otro flanco, debíamos ejecutar ese movimiento simultáneo con la precisión de un ejercicio militar>>. Una fuerte tempestad impidió que durante ocho días les llevaran alimentos. Tras comerse a los perros intentaron matar para comerse a unos negros también prisioneros. Uno de los negros se tiró al agua y nadó hasta un barco inglés, alertado el almirante de esta flota, que como aliado de España protegía a Cadiz de los franceses, ordenó que los prisioneros fueran abastecidos. Los negros se salvaron”momentanemente” ya que en Cabrera…

Cuantos desde los pontones fueron trasladados a la isla de Cabrera (2), pasados los años, sin comida, miles de hombres, aún practicando el canibalismo, murieron de hambre o acabaron locos… y así encontraron a los pocos que sobrevivieron (3).

En vista de lo ocurrido el gobierno español, ante el escándalo producido al saber por los escapados las condiciones infrahumanas en las que habían permanecido tan largo tiempo hacinados en los pontones, deciden suavizar la suerte de aquellos desgraciados, enviando a unos a las islas Canarias y a otros a las Baleares. Dichosos los primeros, no teniendo los demás igual ventura. Alborotados contra estos prisioneros los habitantes de Mallorca y Menorca a causa de las noticias que de la península llegaban sobre las atrocidades cometidas por el ejército francés, no permitieron en sus islas el desembarco y finalmente los desembarcan en la pequeña y deshabitada isla de Cabrera. Allí quedan con no demasiada comida ni siquiera tiendas de campaña para todos.

Cabrera, al sur de Mallorca, es una pequeña isla desértica de 20 kilómetros cuadrados con algunos islotes próximos, donde desembarcados fueron abandonados a su suerte, estaba poblada por no demasiados árboles bravíos, y un pequeño castillo y lo único que no faltaban eran manantiales de agua dulce, lo que tan solo sirvió para prolongar su agonía. Si alguien quedó encargado de su alimentación, se le olvidó, murió o desvió los suministros a otros destinos. Recoge un dicho “El uno por el otro la casa sin barrer”. Pasado el tiempo y dejando de llevarles comida, terminaron comiéndose unos a otros, no sé quien ni en que fecha los encontraron, porque se ha intentado borrar esta barbaridad de las páginas de la historia, quedaban, según alguno dice, dos o tres mil, pero es posible que ni esto sea cierto y sean doscientos o trescientos, veinte o treinta, dos o tres, en el fondo da igual, a los supervivientes, muchos o pocos, los encontraron medio locos.

La isla de Cabrera, convirtió aquellos soldados, que demostraron su valentía hasta llegar a la extenuación, en caníbales. Un horroroso crimen, por el que parece nadie fue juzgado y un final que ningún soldado del mundo merece, quizás sí quienes por sus particulares ambiciónes de poder les obligan a alistarse y matar o morir en las batallas.

Y de este triste modo, con luces y sombras, dulce y amargo, termina esta pequeña historia sobre una de las más claras victorias que las tropas suizas y españolas consiguen en su lucha contra los franceses y por la independencia de España., antes de ser ayudadas por las ingleses y portuguesas, bajo las órdenes del genio militar del inglés Wellington y, sobre todo, por Rusia, artífice del fín de Napoleón, su Grande Armèe y las sucesivas derrotas en Europa.

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JOSE I ABANDONA MADRID POR PRIMERA VEZ Tras la batalla de Bailén, y la prevista llegada del enardecido cuerpo del ejército de Castaños, José

I abandona Madrid. Sus fuerzas se repliegan y pasan a la orilla izquierda del Ebro. Incluso abandonan el primer sitio puesto a Zaragoza, en la que destacó una heroica mujer llamada Agustina. Los franceses disponen su cuartel general en Miranda de Ebro. Momento de mayor presión para todas las poblaciones cercanas, desde Labastida de Manuel Quintano y sus nuevos vinos, a Ezcaray, al que respetan en parte por la necesidad de las piezas de lana que salen de la Real Fábrica Textil, con las que hacen los uniformes de sus ejércitos, pagando la población cuanto les piden, como al resto de los pueblos castellanos y alaveses.

1. Agustina Saragossa y Doménech. “Agustina de Aragón”. Heroína y defensora de Zaragoza frente a los franceses. 2. Otro héroe de Zaragoza, el capitán general José Rebolledo Palafox y Melci. Por Goya. Dirigió la resistencia de Zaragoza. NAPOLEÓN ENTRA EN ESPAÑA Napoleón no puede tolerar la derrota de su ejército y personalmente, ya que no pudo invadir

Inglaterra por carecer de una flota de guerra capaz de enfrentarse a la marina inglesa, entra en España al frente de su Grande Armèe, 300.000 soldados, acompañado por sus mejores mariscales y generales: Victor, Moncey, Soult, Mortier, Lefebre y Ney, más los refuerzos a las órdenes del general Saint-Cyr y una reserva de soldados de infantería y caballería al mando de Bessières.

El ejército español que se había reorganizado en tres cuerpos al mando de Blake, Castaños y Vives, con la reserva al mando de Palafox, está dispuesto a la lucha, pero no tiene la preparación del francés, nunca mejor dicho <<será carne de cañón>>, teniendo en cuenta era el arma preferida por Napoleón y sus generales, siempre acompañando a sus divisiones numerosa artillería y aún mejores oficiales y artilleros.

1. La Grande Armèe, dirigida por el genio militar de Napoleón y sus mejores mariscales y generales será imparable.

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MI PRIMER COMBATE TERMINA EN VERGONZOSA DERROTA (contado por Baldomero Espartero) 1809. A primeros de noviembre me alisté como soldado distinguido, el que había estudiado y sabía

leer y escribir, en el Regimiento de Infantería de Ciudad Real con guarnición en Sevilla. En ella la Junta Suprema Central era el órgano de gobierno nacional frente al afrancesado instalado en Madrid en torno a José I.

1. Capitulación de Madrid ante Napoleón. 2. La España rural se levanta en armas, pero el ardor patriótico, aunque les ayude a morir como valientes, no es como la preparación de un soldado de profesión ni gana batallas en campo abierto.

Ya con 16 años salgo con el glorioso ejército de Andalucía que al mando del teniente general Juan Carlos de Areizaga avanza hacia Madrid. Pero cuando junto a Ocaña se unen todas nuestras fuerzas, 7 divisiones de infantería, cuatro de caballería y 50 piezas de artillería, unos 60.000 hombres, muy superiores a las francesas agrupadas en Aranjuez, 34.000 imperiales con 40 cañones, al mando del hábil general Soult, Areizaga duda y nos entretiene en una serie de salidas por los flancos, marchas y contramarchas, perdiendo un tiempo precioso, siete días, que los franceses aprovechan para unir todas sus fuerzas y presentar batalla, tres cuerpos de ejército: 1º (Victor), 2º (Soult) y 5º (Mortier), interviendo en la batalla hasta el propio José I, oficialmente jefe del ejército francés.

2. España. Bonaparte con sus generales en campaña. Napoleón, que pasó los Pirineos en noviembre de 1808 al frente de su

Gran Armèe. Con 300.000 hombres traspasó la defensa del Ebro, derrotó al ejército español en Guadarrama, volvió a ocupar Madrid y repuso a su hermano en el trono español. Dos de sus mejores generales, Soult y Victor le acompañaban.

LA BATALLA DE OCAÑA. La batalla se libra junto y en la propia Ocaña, Areizaga no sabe ni que hacer ni que mandar, ni siquiera prepara una segura y fuerte retaguardia a la que acudir para reorganizarnos en caso de ser derrotada la primera línea. Todo se deja al azar y la improvisación y aún con gestas heroicas y poder haber vencido, sufrimos una de las más vergonzosas derrotas de esta guerra. Polacos y alemanes al servicio de Francia iniciaron un avance frontal y una rápida retirada, forzando a los nuestros a dejar sus posiciones y seguirlos al creer que huyen, pero no es así, la artillería francesa tan pronto los tienen a tiro en campo abierto destrozan a nuestros soldados y, la infantería francesa, apoyada por tropas de refresco, vuelve al ataque obligandonos a retroceder.

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Todo esta previsto por el mando francés. En este ir y venir de la infantería, momentos de distracción, ataca la caballería de Milhaud sobre el flanco y la retaguardia española, cuyos componentes no pudieron o no supieron formar a tiempo el cuadro necesario en estas circunstancias para defenderse.

Deshechas las primeras lineas españolas, Milhaud se abalanza con sus jinetes contra la segunda linea que no tuvo tiempo siquiera en desplegarse en formación de combate, entorpecida además por la llegada en masa de los fugitivos de la primera linea. El mismo Areizaga inició la desbandada y aunque Zayas, Vigodet y Copons intentaron poner un poco de orden en las divisiones, la caballería de Victor acabó con sus esperanzas. Los franceses mataron o hirieron a 12.000 españoles e hicieron prisioneros a 14.000 más, sufriendo solo dos mil bajas.

En la desbandada sin rumbo fijo, tan solo grupos de caballería, más ligeros que los que huyen a pie,

consiguieron salvarse. Muertos, heridos o prisioneros, de mis compañeros no volví a ver a nadie. Se perdieron pertrechos, víveres, armamento, artillería, hasta el honor. Nunca el mariscal Soult consiguió una victoria con tan poco esfuerzo. Cuando me di cuenta estaba casi solo, había visto bajar del campanario al general, desde el que Areizaga seguía la batalla, y ni se molestó en reagrupar a los que aún quedamos ni indicó punto de reunión alguno, al galope partió con otros oficiales hacia Daimiel. Salí corriendo por el campo junto a los soldados que quedaban y viendo que la caballería francesa nos alcanzaba me escondí en una pequeña zanja junto a una viña, tapándome con sarmientos, pronto escuché aterrado el ir y venir de la caballería francesa y los desesperados gritos de cuantos alcanzaban, esperé a la noche y escapé no encontando sino muertos. Ese día me hice hombre, supe lo que era miedo y soledad, pero ante todo me quedé con el amargo convencimiento de saber que pudiendo haber vencido fuimos derrotados, y que el número no es lo más importante para ganar una batalla, si una persona valiente e inteligente que la planifique y dirija. Lo mismo había ocurrido en la desdichada batalla naval de Trafalgar, un genio, el almirante inglés Nelson, frente a un inútil, el almirante francés al frente de la flota combinada de España y Francia. Mi biógrafo escribió que no sentí miedo…

LOS GUERRILLEROS. Ante las incontables derrotas sufridas a lo largo y ancho de la Península por las

tropas regulares frente a Napoleón y su Grande Armèe, hasta el punto de quedar reducidos los efectivos de nuestros ejércitos a la nada, unos 5.000 hombres en línea y más de 100.000 prisioneros trasladados a Francia, miles de muertos y heridos, poblaciones grandes y pequeñas arrasadas y quemadas muchas de ellas, junto a todo tipo de atrocidades, muchos soldados y paisanos, no renunciando unos a luchar por la libertad, otros por el rey Fernando VII (ilusos como yo), otros por venganza, y algunos por conseguir riquezas, se unieron formando partidas llamadas de guerrilleros.

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Los guerrilleros atacaban correos, transportes, soldados y pequeños destacamentos de franceses aislados, a veces las retaguardias de tropas numerosas, desapareciendo rápidos sin presentar batalla. En todo el camino carretero de Francia, desde Burgos hasta los lindes de Álava, y en ambas riberas, por aquella parte del Ebro hormiguearon desde el principio las guerrillas. Tenían la codicia en qué cebarse con la frecuencia de convoyes y pasajeros enemigos; y muchos de los naturales, dados ya, desde antes, al contrabando por la línea de aduanas allí establecida, conocían palmo a palmo el terreno, y estaban avezados a los riesgos de su profesión, imagen de los de la guerra.

Fomentaron tales inclinaciones varias Juntas que se formaron de cuarenta en cuarenta lugares, y las cuales, o se reunieron después, o se sujetaron a las que se apellidaban de Burgos, Soria y La Rioja. Reconocieron la autoridad de estos cuerpos las más de las partidas, de las que se miraron como importantes la de Ignacio Cuevillas, don Juan Gómez, el cura Tapia, don Francisco Fernández de Castro, hijo mayor del marqués de Barrio Lucio, y el cura de Villoviado.

1. Francisco Espoz y Mina. 2. Juan Martín Díez, El Empecinado. Sus correrías les reportaban beneficios, en perjuicio del enemigo, y no faltas de gloria, sobre todo

cuando se unían y obraban de concierto. Sucedió así en septiembre para sostener a Logroño, estando a su frente Cuevillas; lo mismo el 18 de

noviembre en Sausol de Navarra, en donde derrotó a más de 1.000 franceses, guiadas las partidas reunidas por el capitán de navío don Ignacio Narrón, presidente de la Junta de Nájera.

En esta función tuvo ya parte don Francisco Javier de Mina, sobrino del después célebre Espoz. Estudiaba en Zaragoza cuando estallo el levantamiento de 1808 y con 19 años tomó las armas como los demás estudiantes. Pero saqueada la casa de sus padres, labradores del pequeño pueblo de Idocín en Navarra, cuando vio su casa allanada y perdida, se armó y uniéndose a otros doce comenzaron sus correrías.

Renovales al mando de una importante cuadrilla mantuvieron en jaque a los franceses desde el Roncal en Navarra, hasta los confines de Aragón y Rioja.

Otros guerrilleros fueron surgiendo y ganando merecida fama, como: Juan Martín “el Empecinado”, un agricultor de Valladolid y que se desplazaba hasta Guadalajara. El campesino navarro Francisco Espoz y Mina. El Capuchino y Saornil en Castilla. El bravo Porlier en Asturias. El marqués de las Atalayuelas, en Cuenca. En mi tierra, La Mancha, además de Mir y Jiménez, debo hacer particular mención a Francisco

Sánchez, “Francisquete”, nacido en Camuñas, que tras haber ahorcado los franceses a un hermano suyo hízoles sin cesar guerra a muerte.

Cerca de Ciudad Rodrigo fue famoso Julián Sánchez. Sirvió en el regimiento de Mallorca y enterado de la muerte a manos francesas de sus padres y una hermana, juró vengar su muerte. Llegó a reunir 200 hombres a caballo con el nombre de lanceros, de cuya tropa nómbrale capitán el duque del Parque, unas veces apoyándose en el ejército otras en ciudad Rodrigo infundió el mayor temor y desasosiego entre los franceses.

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EL SITIO DE GERONA. ¡Nueve meses¡ resistió Gerona al sitio y ataques de numerosas tropas francesas. Una auténtica heroicidad, desde quien dirigió su defensa, Mariano Álvarez de Castro, hasta el último de sus habitantes, hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos. A cada uno Castro encomendó una misión apropiada a su edad, sexo y condición, que todos cumplieron. Nueve meses soportando el feroz asedio de los franceses a pesar de las enfermedades, el hambre y las bajas. Cuentan de este valiente gobernador que al preguntarle un oficial encargado de hacer una salida rutinaria con la que retrasaban y molestaban a los franceses, adónde, en caso de retirarse, se acogería, respondióle severamente Álvarez: Al cementerio.

1. Zaragoza, Gerona y otras muchas ciudades con heróicos habitantes, cayeron ante los ejércitos de Napoleón. 1811. 2. El empecinado, de guerrillero a general.

Habían los franceses situado contra los muros de Gerona 40 baterías de artillería desde las que dispararon 60.000 balas y 20.000 bombas y granadas. Un mozo, Luciano Ancio, era uno de los encargados, apostados, que con un toque de tambor señalaba anticipadamente cuando disparaban bombas o granadas, con lo que salvaban muchas vidas. Un trozo de metralla le arrancó parte del muslo y la rodilla, y al quererle transportar al hospital, opúsose, diciendo: “No, no; Aunque herido en la pierna, tengo los brazos sanos para con el toque de caja librar de las bombas a mis amigos.”

El hambre llega a tal extremo, que habiendo acabado con cuantos animales disponían, se pagaban 30 reales de vellón por gato y 5 por ratón o rata. Tras el hambre las enfermedades y epidemias. El propio Álvarez cayo tan enfermo que se le administró la extremaunción llegando a darle por muerto. Entre delirios hizo dejación del mando en don Julián Bolívar, teniente de rey, quien congregando las juntas y avisados que su socorro no llegaría pronto, pactó una capitulación digna y honrosa de tan heroicos defensores. Murieron durante los nueve meses de sitio de 9.000 a 10.000 personas, entre ellas 4.000 moradores. Entraron los franceses a la plaza el 11 de diciembre, tras siete meses de enconada defensa. Don Mariano Álvarez, que no murió, fue apresado por los franceses. En la cárcel de Figueras, habiéndole separado un día de sus criados y de su ayudante apareció, al día siguiente, misteriosamente muerto en su celda. Las Cortes congregadas más adelante en Cádiz mandaron grabar su nombre en letras de oro, en el salón de las sesiones, al lado de los ilustres Daoiz y Velarde.

1810. No podía pasar por alto un breve relato del heroico sitio de la ciudad de Gerona. Volviendo a mi historia, sin compañeros en mi Regimiento me alisté en el Batallón de Voluntarios de Honor de la Universidad de Toledo, destinado a dar protección en Sevilla a la Junta.

1810. Invadiendo los franceses Andalucía, nos retiramos, sin demasiado orden, acompañando a la Junta a la Isla del León (hoy San Fernando de Cádiz), entrando con las tropas del duque de Alburquerque y otras muchas el 3 de febrero de 1810, buscando la protección de los ingleses.

1810. Aburrido en la Isla del León, ingresé en la academia del IV ejército en Cádiz. El 8 de febrero Napoleón decreta la segregación de las provincias de la orilla izquierda del

Ebro, cercanas a Francia, País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña. Se instalan unos gobiernos militares desvinculados de la corona de su hermano José I, que llevaba un año disfrutando de la buena acogida que le dispensaron en Andalucía.

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En La Albuera, Portugal, tropas combinadas portuguesas, españolas e inglesas bajo el mando de Beresford, Blake y Castaños infligen a Soult una clara derrota que seguida de la indecisa batalla de Fuentes de Añoro acabó con las pretensiones de Napoleón sobre Portugal.

1. Nace Napoleón II. 2. Totalmente cercados, la batalla se convierte en carnicería. 3. Juramento diputados Cortes de Cádiz.

1811. Nace el primer hijo de Bonaparte, el nuevo Napoleón II, “rey de Roma”. 1811. Este mismo año paso a la escuela especial de Ingenieros, como la anterior, destinada a formar

suboficiales con los que sustituir las numerosas bajas que se producen en el frente. En esta época conozco a los más ilustres hombres que preparan la nueva Constitución liberal, Gaspar

Melchor de Jovellanos, José María Queipo de Llano- conde de Toreno -, Agustín Argüelles, Mina, Antonio Valdés, marqués del Campo Sagrado, Francisco Castañedo y conde de Jimonde, Martín de Garay, conde de Ayamans, Lorenzo Calvo de Rozas, etc

(1). En Cádiz se convocan Cortes en 1810. (2). Apertura Cortes Generales y Extraordinarias. 3. Cuatro principales legisladores de las Cortes de Cádiz. Arriba izquierda; Juan Nicasio Gallego, seguido de, Agustín Argüelles, abajo el conde de Toreno y Antonio Capmany.

La Constitución de 1812, elaboradas por las Cortes de Cádiz y conocida popularmente como la Pepa por haber sido promulgada el 19 de marzo, día de San José, responde básicamente al espíritu liberal predominante en la asamblea: proclama el principio de soberanía nacional y consagra como derechos la libertad individual y la igualdad ante la ley, afirma la monarquía como sistema de gobierno, declarando el catolicismo como única religión del Estado; reconoce la separación de poderes –hace recaer el ejecutivo en el monarca, que tenía la prerrogativa de elegir y destituir a los ministros; el legislativo, en las Cortes y el rey; y el judicial en los tribunales –y establece un sistema unicameral, en el que las Cortes son elegidas por sufragio universal “masculino” indirecto, aunque con algunas limitaciones. La Constitución fue derogada por Fernando VII en 1814, volviendo a entrar en vigor durante el Trienio Liberal (1820-1823) y, brevemente, en 1836. La Constitución no fue aceptada por una minoría de diputados absolutistas, partidarios de que todo el poder y decisiones emanasen tan solo del rey., entre los enemigos del liberalismo el obispo de Orense o el propio general Castaños, Francisco Palafox, marqués de la Romana, Rodrigo Riquelme, Francisco Caro, Sebastián de Jócano, José García de la Torre marqués de Villel y otros miembros más del Consejo Real, todos muy apostólicos.

La Constitución de 1812 puso las bases del país: educación, impuestos, servicio militar, religión oficial, pero la soberanía nacional y la división de poderes, eran puntos inaceptables para Fernando VII y sus acólitos.

La gran masa de españoles quedó al margen de esta obra de la que no tenía noticias, aplaudiendo y poniéndose al lado del necio rey Fernando VII tan pronto regresó de Francia.

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1811-1812. El hambre se adueña de Madrid y en pocos meses mueren más de veinte mil personas. 1812. Con 18 años recibo el despacho de subteniente. Este mismo año, el 19 de marzo, las Cortes reunidas en Cádiz aprueban la nueva Constitución Política

de la Monarquía Española, lo que personalmente me llena de orgullo. Llamada ‘La Pepa’ por ser San José. LA NUEVA CONSTITUCIÓN LIBERAL Entre tantas cosas se abolían los señoríos y los derechos feudales, como el “derecho de

pernada” y la “servidumbre luctuosa”, aún vigentes. A los colegios militares podían entrar tanto hijos de nobles como los que no lo fueran. Hasta

entonces solo se admitía el ingreso de los hijos de nobles, por eso todos los oficiales, hasta la guerra de la independencia, eran barones, condes, duques, marqueses o príncipes.

También se abolía los tribunales del Santo Oficio o Inquisición, y otras muchas disposiciones para un mejor reparto de la riqueza y mayor contribución de quienes las poseían.

Entre los 291 Diputados de las Cortes de Cadiz hay: 90 eclesiásticos (30,9%), 56 abogados (19,2 %), 49 funcionarios (16,8 %), 39 militares (13,4 %), 15 catedráticos (5,1 %), 14 nobles (4,8 %), 8 comerciantes (2,7 %) y 20 de profesiones u ocupaciones desconocidas (6,87 %).

El mariscal Suchet al frente del ejército de Aragón el 14 de enero entra en Valencia que pasa al control de Napoleón.

1. Hambre en Madrid. 1811/12. 2. Felipe de Arco Agüero proclama la Constitución. 3. Proclamación de la Constitución de 1012.

JOSÉ I SALE DE MADRID POR SEGUNDA VEZ Por segunda vez el rey y su corte abandonan Madrid, la orden se da el 10 de agosto, una interminable

caravana se pone en marcha hacia levante acompañados por los 18.000 hombres del Ejército del Centro y Guardia Real.

Napoleón inicia la campaña de Rusia y comienza a retirar sus mejores tropas y generales de España. 1813. No veo, de continuar en la academia, ocasión de combatir, que es lo que más deseo, y perdiendo

el interés por seguir estudiando mientras tantos españoles mueren, solicito mi traslado a Infantería. Con mi nuevo regimiento tomo parte en las acciones de Cherta, Amposta, Tortosa y otras.

Las tropas de Napoleón sufren un descalabro en el Beresina (Rusia). Con ello da principio al final de la ocupación francesa en España. Como era de esperar se levantan contra él Prusia y Austria ayudadas por Inglaterra, al igual que desde hace tiempo ayuda a España con dinero, armas y las tropas al mando del gran general y estratega Wellington. Ante el inminente peligro de una derrota frente a los países del Norte de Europa unidos, reclama urgentemente más tropas de España y a su gran mariscal Soult.

JOSÉ I SALE DE MADRID POR TERCERA Y ÚLTIMA VEZ “A la tercera va la vencida”. José I sale de Madrid el 17 de marzo, en esta ocasión su destino es

Francia. Un éxodo de personas de la corte, nobles y afrancesados que se han hecho ricos robando y acumulando bienes mientras el pueblo de Madrid moría de hambre, en una interminable caravana de carretas, carros y carruajes acompañan al Rey.

La comitiva era tan grande como la ambición de llevarse cuanto han robado en seis años de ocupación y pillaje, tanto franceses como los miles de españoles que les acompañan, afrancesados, enriquecidos a la sombra de los primeros.

Completaban el convoy las cajas de guerra llenas de dinero en buen oro y buena plata antigua. Escoltaban esta inacabable caravana las tropas francesas que habían quedado en Madrid al mando del general Hugo, padre del que más tarde fuera famoso escritor.

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Es tan enorme el convoy que hasta el día 27 de mayo por la noche no termina de salir, Madrid parece quedar vacío, pronto los guerrilleros se adueñan del mismo, al día siguiente entra el ejército y autoridades. “… salieron los pocos franceses que quedaban en Madrid. Los mandaba el general Hugo y llevaban consigo un convoy tan inmenso que, al verlo, creeríase que en la capital de España no quedaba un alfiler. Desde muchos días antes habíanse embargado cuantos coches, carros y calesas rodaban por las calles de la Villa y casi toda la servidumbre se ocupaba del embalaje de las diversas riquezas que José y los suyos se habían apropiado. Estos señores hacían buena presa allí donde ponían la mano, y no eran nada melindrosos ni encogidos para esto de incautarse. Luego que estuvo reunida cantidad fabulosa de cuadros, joyas de camarín y sacristía, dejando a las Vírgenes y los santos sin anillo que ponerse, establecieron cuatro depósitos en Madrid, los cuales fueron el Rosario, San Felipe, Doña María de Aragón y San Francisco. Muebles, porcelanas, vajillas, armas, añadiéronse al botín. Entre una masa enorme de cartas geográficas iba Nuestra Señora del Pez, y la Perla, con una montura fina recamada de plata y oro. Se gastó un monte de clavos y, por algunos días, a las iglesias que servían de depósitos resonaban cual si en ellas trabajase un regimiento de cíclopes. La tabla del Pasmo, que se hallaba en pésimo estado, acabose de rajar y la pintura, con las sacudidas y golpes, se cuarteaba que era una bendición.

1-2. Batalla de Vitoria, 21 de junio de 1813. Completaban el convoy las cajas de guerra llenas de dinero en buen oro y buena plata antigua, de aquella que ya no se ve y seducía entonces con su brillo los ojos de los extranjeros y, con su noble son, los oídos de todos.

LA BATALLA DE VITORIA. 1813. Hugo está al mando de los restos del ejército del centro, junto a la Guardia Real de José I y otras fuerzas dispersas.

Wellington, nombrado general en jefe de los ejércitos de España, al mando de tropas españolas, portuguesas e inglesas, se limita a seguir lentamente por los flancos, observando este lento movimiento como los lobos antes de atacar a un rebaño de ovejas, fustigando sin prisas su retaguardia.

Llegados a las llanuras de Vitoria el día 21 de junio, a orillas del Zadorra, junto a Salvatierra de Álava da la orden de ataque, uniéndose al ataque el ya numeroso ejército del guerrillero Espoz y Mina.

La desbandada del ejercito francés es total, dejan cuanto llevan, carros, carruajes, armas e impedimento, para corriendo más rápidos o desenganchando los tiros montar en los caballos, intentar ponerse a salvo en la cercana Francia.

José I abandonó su carruaje para huir al galope, estando a punto de ser capturado. El mayor tesoro que ojos humanos jamás pudieron contemplar quedó a la vista de los vencedores. Wellington más adelante devolvería, entre otras cosas, cerca de 200 cuadros, auténticas obras de

arte, que pudo poner a salvo ante el temor que por ignorancia pudieran ser destruidos. No faltaron algunos entre los vencedores y paisanos que llegaron de todos los rincones, que a la

noche se hicieron ricos desvalijando carros y carrozas, cargando cuando de valor encontraban en burros, mulos o caballos, dejando tirados en el suelo obras de arte y cuadros de inmenso valor, mientras aclamaban a Fernando VII y al gran general Wellington.

En 1814 las últimas tropas francesas pasaron los pirineos y Wellington penetró en Francia tras ellas.

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TENIENTE DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA PROVINCIAL DE SORIA 1814. Este año asciendo a teniente del Regimiento de Infantería Provincial de Soria. Ya había perdido el miedo después de varias batallas, unas terminaron en derrotas y otras en victorias, pero de todas aprendí muchas cosas que me servirían en el futuro para no repetir y cometer los mismos errores.

Fernando VII regresa de se “cautiverio” en Francia el 24 de marzo de 1814. EL REGRESO DE EL DESEADO. 1814. El regreso del rey Fernando VII era esperado con ilusión por

todos. Pero en lugar de ir a Madrid para, jurando la Constitución, comenzar a trabajar para sacar al País de la situación de ruina y miseria en la que había quedado, se fue a Valencia donde el alto clero espera al rey ofreciéndole su incondicional apoyo para que no jurando la Constitución gobierne como rey absolutista, restablezca la Santa Inquisición, permita regresar a los jesuitas, etc. Un sector del ejército opuesto a las ideas liberales, encabezados por el general Elío, erigido en paladín del absolutismo apoya al rey y se decreta la persecución de los más destacados liberales, padres de la Constitución de Cádiz de los afrancesados y de cuantos habiendo adquirido cierto grado de cultura se atrevieron a retar a los poderes fácticos, como al clero secular que con las ideas liberales veía peligrar su inmenso poder, tierras y riquezas.

1. Fernando VII entra en Valencia en abril de 1814. 2. El rey no acató la Constitución y persiguió a cuantos la aprobaron en Cádiz.

1815. No pudiendo sufrir lo que estaba viendo, el más triste y repugnante espectáculo, dado por un rey ingrato cuya gloria parecía cifrarse en poblar los calabozos y los presidios con todo lo más generoso, más ilustre y más liberal que hasta entonces había dado España, y no siendo mi idea terminar como tantos en prisión, me alisté en la expedición militar que se estaba preparando para ayudar en la lucha contra la insurrección de las colonias de América.

La expedición militar que se enviaba a las colonias, se componía de unos 10.000 hombres al mando del general Pablo Morillo. Ya alistado pedí permiso a Morillo para ir a mi casa en Granátula por unos días y despedirme de la familia. A lo que el general me contestó -El buen soldado español debe olvidarse de la familia cuando la Patria lo reclama, y el que muestra un alma tan madrera da prueba de cobardía-.

Enfurecido por llamarme cobarde, llevando mi mano al sable que llevaba al costado dije -Si otro que vuecencia me hubiese dicho tal cosa la contestación no la recibiese de palabra sino de esta espada-.

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A lo que el general me respondió -Guapos así es lo que yo busco; ahora puede usted ir a ver a su familia. Dolido me negué, herido en lo más profundo mi dignidad, pero a los días insistió en que fuera, para terminar casi ordenándomelo. Desde entonces me tomó bajo su protección, ofreciéndome a tomar parte de su cuartel general. Morillo, al igual que yo, había ingresado en la milicia como simple soldado y luchando en la guerra de la Independencia, al lado de Wellington, alcanzó por méritos de campaña el generalato a los treinta y seis años.

1815. Cumplidos los 22 años, en febrero de 1815 embarqué en la fragata Carlota en Cádiz rumbo a la aventura de América. LA AVENTURA DE AMÉRICA (Por ESPARTERO). EL PROCESO EMANCIPADOR DE AMÉRICA

1. El virreinato de la Plata –Argentina- fue el primero en independizarse de España. En el cabildo abierto el 22 de mayo de 1810 en Buenos Aires, se crea una Junta Revolucionaria que proclamó la independencia. 2. Patriotas ecuatorianos asesinados el 2 de agosto de 1810.

La emancipación de América se llevó a cabo, en su mayor parte, entre 1810 (no reconocen como rey a José Bonaparte) y 1825 (mucho menos al absolutista y anticonstitucional Fernando VII). El modelo fue la revolución estadounidense y la circunstancia histórica que permitió el levantamiento criollo, la Guerra de la Independencia española. En casi todo el territorio las juntas declararon la deposición de los gobiernos superiores y asumieron el poder. España trató de frenar este proceso y la situación desembocó en guerra abierta. En 1816 el ejército realista había recuperado el control de los territorios de ultramar salvo en Argentina. Pero las circunstancias se precipitaron: San Martín liberó Chile y Perú, y simón Bolívar, Venezuela, Colombia y Ecuador. La victoria de Sucre en Ayacucho –Peru- en 1824 puso punto final al dominio español, con la excepción de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, ya que Iturbide había proclamado la independencia de México y las provincias centroamericanas habían seguido su ejemplo.

1. Simón Bolivar Palacios, llamado <<El Libertador>>, consiguió la independencia de cinco naciones americanas: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Pero su ideal de federación o unión de los paises independizados fracasó y él mismo se vio envuelto en las luchas que siguieron a la independencia. 3. El general José de San Martín, fue uno de los caudillos más importantes de la independencia americana. Rioplatense (argentino) que había sido trasladado de niño a España, donde se formó como militar, alcanzando el grado de coronel, regresó en 1812 a Buenos Aires dispuesto a luchar por la emancipación americana.

4. El sacerdote, político y patriota mexicano Miguel Hidalgo y Costilla, quien organizó la revolución realista fernandina que lanzó el <<Grito de Dolores>> el 18 de septiembre de 1810.

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1815. A bordo de la fragata Carlota partí de Cádiz el 1 de febrero. A la semana de navegación se abrieron los pliegos sellados en los que se indicaba a cada unidad sus destinos en ultramar. En principio, en lugar de ir directamente a sofocar la rebelión de Río de la Plata, debíamos desembarcar en “Tierra Firme”, Venezuela. Cuando alcanzamos la costa encontramos una relativa tranquilidad debida al triunfo de Morales en Urica, y eran escasos los núcleos independentistas que quedaban, entre los que destacaba el de la isla Margarita, bajo la dirección del español Arizmendi. Con el batallón de Infantería de Extremadura entré en combate en abril, tomando la Isla Margarita, situada al norte de la península de Araya. Pacificada la zona, Morillo distribuyó las tropas por diferentes virreinatos.

1. Francisco Miranda, entre los precursores de la emancipación de las colonias. 2. Volvemos a ver a Miranda durante la firma

del acta de la independencia de Venezuela en 1811. 3. Retablo de la independencia de méxico. Mi batallón fue enviado a Perú en mayo de este mismo año. Embarcados en Panamá, llegamos a

nuestro destino a finales de octubre, para ser trasladados algo más tarde a la región del Alto Perú, en la provincia de Charcas, zona en la que permaneceré durante mi estancia en América. A nuestra llegada, como Virrey se encontraba el ultra conservador Pezuela, partidario del absolutismo de Fernando VII, recientemente nombrado, mejoró en el primer mes de su mandato, la difícil situación de la zona del Alto Perú (Cochabanba, Potosí y Charcas). 1816. A los 23 años, tras pequeñas batallas contra los guerrilleros locales, colaborando activamente a la pacificación de la provincia de Charcas me ascendieron a capitán el 9 de septiembre. 1817. Las llamadas “republiquitas” de mi zona, eran guerrilleros, y de los buenos, por mis experiencias en la Guerra de la Independencia conocía bien sus tácticas y nosotros empleamos las mismas. Era una despiadada lucha de guerrillas contra guerrillas, en la que los independentistas llevaron la peor parte.

1. Siguiendo la batalla. 2. San Martín en Osorio 1818. 1818. Recibimos una mala noticia, hemos sido derrotados en Maipú y con ello perdido Chile que

proclama su independencia. 1818. Continúo en la misma zona siempre luchando contra caudillos de la región más envalentonados por las noticias de Chile. 1819. Este año, otra mala noticia. Una nueva derrota, en este caso en Boyacá, da paso a la independencia de Colombia. Yo continúo en la región con cierta monotonía.

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1820. Libre Chile, el valiente caudillo independentista, general San Martín, atraviesa los Andes y entrando en Perú derrota a nuestras tropas (realistas) en Chabuco, iniciando un espectacular avance hacia el norte.

EN ESPAÑA TRIUNFA LA REVOLUCIÓN LIBERAL 1820. Madrid. Inquietos en España ante las malas noticias que llegaban desde sus colonias, el Gobierno consigue del Rey la autorización para enviar otro contingente de tropas para su defensa. En esta ocasión unos 18.000 soldados, bien dotados y armados, organizados, con mandos preparados y la mayor parte con suficiente experiencia de combate en la Guerra de la Independencia. Las tropas comienzan a desplazarse y estacionarse en diversos pueblos y localidades próximas a Cádiz, en cuyo puerto embarcarán, pero… “NO TENÍAMOS NI BARCOS”. A través del influyente embajador ruso en España Tatischeff, se compraron a su país cinco navíos armados con 44 cañones y tres fragatas dotadas de igual número de artillería. Los barcos llegaron a La Carraca, en Cádiz, el 21 de febrero de 1818. Ya sea por el mal estado en que se encontraban cuando se compraron, o por haber quedado inmovilizados por largo periodo de tiempo sin el menor cuidado o gasto de mantenimiento, ni siquiera el calafateado de la madera de sus cascos, cuando los soldados vieron esas ruinas en que pretendían embarcarlos y el rumor se extendió y agrandó de pueblo en pueblo, pocos pensaban que en ellos llegarían a su destino. Comenzó a cundir el malestar y de unas cosas se pasaron a otras y comenzaron a levantarse guarniciones a favor de que el Rey jurase la Constitución, como primer paso a formar un gobierno capaz de poner remedio a tanto desastre. Al principió todo fracasó, pero ya una algo mejor coordinada y encabezada en tres lugares diferentes por el comandante Riego y los coroneles Quiroga y López Baños, para confluyendo con sus batallones sobre Cádiz tomar la ciudad, parecía ir mejor.

1. General San Martín. 2. Riego contra los absolutistas (ejércitos del rey Fernando VII). LA ARENGA DE RIEGO 1820. En la mañana del 1 de enero, Rafael del Riego y Nuñez, comandante del segundo batallón de

Asturias, formadas sus tropas junto al pueblo de Cabezas de San Juan (Cádiz), les dirigió la siguiente proclama: “España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos luchamos en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna. La Constitución Española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento, mas el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los deberes y derechos de todos los españoles, desde el Rey al último labrador (…) Si, si, soldados, la Constitución. ¡Viva la Constitución! Más tarde cuatro batallones proclamaban como su general a Rafael Riego.

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A PUNTO DE FRACASAR

No se unieron a los rebeldes las tropas de Cádiz ni rindieron la plaza, con ello comenzaron una fatigosa marcha sin rumbo, llegando a Málaga, Ronda, Morón, Montilla, Córdoba, etc., sin despertar pasión alguna y aún perdiendo, por deserción, algunos soldados. Como estos pronunciamientos se pagaban con la vida, ya temiendo por ello, se dirigieron a Portugal, intentando ponerse a salvo en el País vecino. EL HIMNO DE RIEGO Por entretener el camino Evaristo San Miguel, que acompañaba a Riego, escribió unas estrofas a las que alguien puso música, con esta canción animaban su espíritu, más adelante sería conocido como el Himno de Riego.

EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN DE RIEGO Acercándose a Portugal, ya sin esperanzas, les llega la noticia de que en La Coruña, su guarnición al

mando del coronel Gómez Acevedo, se une a su pronunciamiento, seguida por el resto de Galicia, ocurre igual en Zaragoza, Barcelona, Pamplona y otras ciudades del Norte de España. Para mayor felicidad de los sublevados, La Bisbal, al mando del ejército que había salido de Madrid para acabar con ellos, en Ocaña se unió a su causa y poco más tarde lo hizo la propia Guardia Real. Sin una sola muerte la revolución liberal había triunfado.

1. Fernando VII en El Puerto de Santa María. 2. Fernando VII planea su venganza. LA HIPOCRESÍA DEL REY Viéndose perdido, Fernando VII, haciendo gala del cinismo que le caracterizaba, el 7 de marzo de

1820, mientras planeaba su venganza, dijo estas palabras: “Marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional”.

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Se abría una etapa, que durará poco más de tres años, conocida como el Trienio Liberal, en la que por primera vez iban a aplicarse las reformas constitucionales aprobadas por las Cortes reunidas en Cádiz, en plena Guerra de la Independencia, y recogidas en la Constitución de 1812.

PERÚ. FUSILAMIENTO DEL BARÓN PEDRO NORDENFLICHT CAPITÁN DE LA 5ª COMPAÑÍA 1820. Perú. En verano llegaron, a las colonias, las noticias de cuanto en la Península había ocurrido.

Molesto al saberlo el gobernador de Oruro, apoyado por el jefe de la guarnición de la plaza el capitán barón de Nordenflicht, se conjuraron para abandonar la causa española, o quizás cambiando la chaqueta ante el avance y triunfos de los independentistas asesinando al comandante jefe de la unidad, abriendo la ciudad a las tropas insurgentes (independentistas) de don José Miguel Lanza. Lo que más me dolió fue saber que varios compañeros míos se habían unido a los conjurados. Como español y liberal, la traición me calentó la sangre.

En una rápida acción aborté la trama y tal era mi estado de excitación e indignación a la vista de los traidores que sin ni siquiera someterlos a un serio Consejo de Guerra mandé fusilarlos. Comenzadas las ejecuciones el primero en caer fue el capitán, barón de Nordenflicht, hacia el que sentía una aversión especial, todos le hubieran seguido, pues ya el piquete de fusilamiento cargaba de nuevo, cuando entrando sin aliento el ayudante de mi general en jefe Valdés, enterado de lo que pasaba, me entregó la orden de suspender las ejecuciones, por duezaños de trabjos forzados. Con ello, el resto, salvaron sus vidas.

He pensado que en aquellos momentos, quizás mi cerebro ofuscado, era el vivo retrato de un liberal “extremista”, revolucionario, anarquista y dictador (por increíble que parezca algo contra lo que luchaba). ¿Cómo pude condenarlos a muerte sin un juicio justo en Consejo de Guerra? Por estos hechos, y otro que en su momento les contaré, muchos han pensado que el rasgo de nobleza en mi carácter, que demuestra quien sabe perdonar al enemigo vencido, no era lo más destacado.

1. Espartero pasa revista. 2. Los fuertes españoles cambian de mano no sin muchas pérdidas en vidas de uno u otro bando. 1820. En cuanto a las noticias del juramento a la Constitución por el Rey, como liberales nos alegró, y

como soldados sentimos no recibir la ayuda de la nueva expedición prevista, nuevas armas y municiones, en un momento en que la presión de San Martín y Simón Bolívar crecía. Otros oficiales y tropas españolas, se pasaron, como pretendían hacer en Oruro, al ejército independentista, batallones enteros como el de Numancia I. Con ello la división entre autoridades y oficiales no hizo sino debilitar nuestras tropas adelantando el triunfo de los insurgentes.

1821. El 29 de enero, destacados jefes del ejército realista del Perú (Canterac, Valdés, Valleumbroso, Bedoya, Ferraz, Rodil, Seoane, García Camba), liberales, mandos directos míos, depusieron al absolutista Virrey Pezuela y nombraron en su lugar a La Serna.

PRIMER COMANDANTE Con los liberales, mi carrera militar, paralizada desde el 1 de agosto de 1917 cambia radicalmente. El

26 de febrero, con 28 años, soy nombrado Primer Comandante para, a los ocho meses, ascender a Ayudante General del ejército del “Sur del Perú”.

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1821. AREQUIPA. A este bonito lugar, cercano a la costa del Pacífico, al sur de Cuzco (Perú), me destinaron para reorganizando el ejército intentan repeler a los independentistas que se acercaban peligrosamente. En este pueblo fundado en 1134 por el inca Mayta, los españoles construyeron la bonita iglesia de Santa Marta y el convento de Santa Catalina, entre otras obras interesantes. Parto con mi batallón desde Oruro hasta la costa de Arequipa, guarneciendo los puntos para evitar las incursiones de nuestros enemigos.

LUCIANO MURRIETA GARCÍA-LEMOINE. 1821. En febrero, llegue a Arequipa en plena euforia de victorias, éxitos y ascensos, nunca sabiendo si viviría un día más, lo hacía intensamente. En mis ratos de ocio, los menos, disfrutaba del buen vino, una partida de póker y, soltero y sin compromiso, de una mujer bonita. Fue en esta ciudad donde conocí a una delicada y guapísima mujer, María García-Lemoine, una *criolla (*hija de europeos nacida en las colonias) de adinerada familia que explotaban ricas minas de plata.

Se había casado con Luciano de Murrieta y El Mello, emigrante y sobrino del protector de la villa de Santurce (Vizcaya), don Cristóbal Pascual de Murrieta y El Mello. Teniendo en la época como “querida” a una, entre las más guapas, criollas de la región, es por los que algunos llegaron a sospechar era María.

1822. El 22 de septiembre, nació en Arequipa el pequeño Luciano de Murrieta y García -

Lemoine, por lo que los increíbles caminos que el destino entrelaza, me llevaron en el tiempo al lugar y con las adecuadas circunstancias como para que, aun no siendo cierto, pudiese realmente ser el padre biológico del pequeño Luciano.

1823. BATALLA DE TORATA, MOQUEHUA Y LIMA. Unas importantes fuerzas rebeldes se acercan a nuestra zona. El 19 de enero, sale la división. Al mando de mi batallón, que se encuentra en vanguardia, nos encontramos al grueso del enemigo, ante la inminente y desigual batalla animo a mis hombres a vender cara la vida, aprendí bien la lección de Bailén y sé que si se aguanta la posición sin salir corriendo, es el atacante, por muy numeroso que sea, quien lleva la peor parte. Comienza la batalla de Torata, dura y valiente por parte de los dos bandos, mi batallón es atacado con brío por más de 4.000 hombres, en primera línea predico con el ejemplo, llueven materialmente las balas y yo no acostumbrado a tumbarme, terminé el día con una clara victoria y tres balazos en mi cuerpo, uno de ellos de cierta gravedad, que a punto estuvieron de terminar en este momento mi historia, nos retiramos en orden para contactar con las fuerzas que nos siguen. El enemigo no estaba vencido y aún las cosas no estaban claras. Mande me curasen y vendasen lo mejor posible, que ocasión mejor tendría para recuperarme de seguir con vida, la División al mando del general Gerónimo Valdéz, dispuso el ataque con toda la fuerza, tras dura y sangrienta batalla, la victoria cayó de nuestro lado. Dos días después, el 21, nos enfrentamos de nuevo en la batalla de Moquehua, en esta ocasión mandando nuestras tropas el general don José Canterac, venciendo claramente. Durante el verano, 19 de junio, recuperamos Lima y pusimos cerco al Castillo del Callao. En Septiembre ganamos la batalla de Zepita y el cuerpo de ejército independentista, mandado por Santa Cruz se retira. En octubre el cuerpo de ejército al mando del general Sucre, un gran soldado, embarcando abandona el País. Con ello este mismo año dominamos por completo el Virreinato del Perú.

A mis mandos Valdés y Canterac les ascienden a Mariscales de Campo, en cuanto a mí, por heroico comportamiento en combate, y las sucesivas victorias conseguidas a Coronel efectivo.

Pero las alegrías duran poco en la casa del pobre.

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MADRID. LOS LIBERALES SE DIVIDEN EN “MODERADOS” Y “EXALTADOS” 1820-1823. En la Península, ante el triunfo del levantamiento de Riego, jurada por el Rey la

Constitución y convocadas Cortes, siendo en ellas mayoría los liberales ilustrados o padres de la Constitución de 1812, eligen un Gobierno dirigido por estos viejos liberales cultos que llamaremos “moderados”, a los que personalmente conocí en Cádiz (Jovellanos, Toreno, Argüelles, García Herreros, Pérez Castro, entre otros), pero de alguna manera marginaron a los liberales más jóvenes que, junto a Riego, se jugaron la vida para haciendo triunfar la revolución en 1820 conseguir el juramento del Rey, a estos les llamaremos “exaltados” (Quiroga, López Baños, Alcalá Galíano, Mendizabal, Gómez Acevedo, La Bisbal, etc.).

En resumen, los liberales se dividen y los “exaltados” luchan desde su marginación por hacerse poco a poco con el Gobierno en manos de los “moderados”, lo que consiguen, porque los Gobiernos duraban muy poco, ya que ninguno era capaz de sacar a España de la ruina ni frenar la lucha por la independencia de sus colonias.

Los “moderados” intentaron conciliar la revolución con el orden, a los “exaltados” se les escaparon las cosas de las manos y caminaron hacia la anarquía revolucionaria cometiendo toda clase de excesos y poniendo en serió peligro hasta la integridad del Rey.

EL CAMPO Tras la Guerra de la Independencia el campo quedó arruinado. Los viñedos apenas daban cosechas,

tras años de abandono, y la mayor parte de los olivares, con el ir y venir de las tropas habían sido talados. La ganadería casi había desaparecido ante la voracidad y rapiña de las tropas, unos y otros. Pueblos que valientemente plantaron ante el invasor fueron materialmente arrasados y en varios casos quemados.

En principio, al conseguir los liberales que la iglesia dejase de cobrar, sin motivo alguno, los diezmos de todas sus cosechas a los campesinos, fue de gran alivio y alegría, truncada en indignación y odio cuando les dijeron que tenían que pagarlo al Gobierno, en “metálico”. Esto para ellos era mucho peor, porque podían tener trigo, uvas, aceitunas o ganado, pero pocas veces disponían de dinero para hacer el pago del impuesto en metálico exigido. Con ello el descontento y la protesta avivada, una vez más, desde los púlpitos de las iglesias, por unos curas que con los liberales veían en peligro sus inmensas posesiones en tierras, riquezas acumuladas durante siglos y privilegios, el 75 % de la población española que entonces vivían en y del campo se puso del lado del regreso de la Santa Inquisición y el Rey absolutista.

La obligación impuesta a los campesinos de tener que abandonar, a quien tocase, el campo para servir como “milicianos” en el ejército, tampoco ayudó mucho a levantar simpatías por el nuevo sistema Constitucional.

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1822. LA SANTA ALIANZA. Ante el cariz, peligrosamente revolucionario, del último gobierno liberal del “extremista” Evaristo San Miguel, tanto Francia, en la que tras la caída de Napoleón, se había restaurado la monarquía borbónica en la figura del rey Luis XVIII, como Prusia, Austria y Rusia, unidas en La Santa Alianza, se sintieron inquietas ante la nueva situación de España. La Santa Alianza da permiso al rey de Francia para que intervenga a favor de su familiar en España el rey Fernando VII.

1823. LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUÍS. Este es el nombre dado al poderoso ejército que envió

Francia para devolver el trono, como rey Absolutista, y echar a los liberales y su Constitución del Gobierno. El rey de Francia Luis XVIII anunció solemnemente ante las Cámaras el 28 de enero de 1823 que

“cien mil franceses estaban dispuestos a marchar invocando al Dios de San Luís para conservar en el trono de España a un nieto de Enrique IV”.

Al mando de las tropas puso a Carlos, duque de Angulema, hijo del conde de Artois, hermano del rey de Francia Luis, quien más adelante le sucedería en el trono con el nombre de Carlos X.

1823. MORILLO, EL REY Y ANGULEMA. Durante el Trienio Liberal, el general Morillo, junto al que

embarqué rumbo a las Colonias, había sido llamado desde Madrid por los primeros gobiernos en manos de los liberales moderados. En 1823 se encuentra al mando de los ejércitos de Castilla y Asturias. Ante la presión de los franceses, la baja moral en sus tropas, desorganizada defensa y, quizás, sus no demasiadas simpatías ante la forma de gobernar de los últimos liberales “extremistas”, se retira sin presentar batalla. El general Ballesteros hace igual, después de retirarse por Valencia, y Andalucía capitula.

Tan solo el bravo guerrillero Espoz y Mina opuso tenaz resistencia al frente del ejército de Cataluña, siendo Barcelona la última ciudad en caer en manos de los franceses.

Ante la inminente entrada de Angulema en Madrid, las Cortes y el Gobierno, “invitando”, al estilo de Napoleón, al Rey y a su familia a acompañarles se retiran a Sevilla, desde, de nuevo presionados por los franceses, parten para refugiarse en Cádiz. Angulema cerca la plaza por tierra y mar y el 1 de octubre de 1823, da un ultimatun para que dejen en libertad al Rey. Antes de soltarlo, el Rey firmó un “Decreto” por el cual daba garantías de seguridad a cuantos habían defendido la Constitución. Naturalmente un nuevo engaño de un Rey que no tenía ni palabra de honor ni honor siquiera.

1823. El mismo día 1 de octubre en que el Rey sale de Cádiz y se reúne con el duque de Angulema, su

libertador, firma un Real Decreto por el que declara “nulo” todo lo realizado y decretado por los sucesivos gobiernos durante el Trienio Liberal, lo que incluye retirar los nombramientos y ascensos en las colonias, como los del Virrey La Serna o los Mariscales de Campo Valdés y Canterac.

DERECHO DE PERNADA y REGRESO DE LA SANTA INQUISICIÓN 1824. Terminado en España el Trienio Liberal y su Constitución, Fernando VII como rey absolutista

regresa a las cavernas de la Santa Inquisición, la iglesia más poderosa que nunca, los pobres más pobres, y los señores feudales con todos los privilegios, incluido el derecho de pernada, etc.

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PERÚ 1824. Todo cuanto sucede en la Península, con el normal retraso, tiene directas repercusiones en la

Colonias. En este caso de imprevisibles y desastrosas consecuencias por la división y enfrentamientos entre nuestras tropas.

El Comandante en Jefe del Alto Perú, Olañeta, desobedece en enero las órdenes del Virrey La Serna, a juicio de Olañeta destituido por el último decreto de Fernando VII del 1 de octubre de 1823.

Para evitar inútiles enfrentamientos en tan cruciales momentos, se llegó a un acuerdo entre los mandos reflejado y firmado en el convenio de Tarapaya (marzo de 1824), pero Olañeta no se sometió, por lo que en junio se ordenó al general Valdés desplazarse con sus tropas para reducir a Olañeta. Debilitadas de tal modo nuestras fuerzas en tan absurda lucha, Simón Bolívar, siempre al corriente de cuanto sucedía e inteligentemente, atacó al ejército que había quedado solo al mando de Canterac, derrotándolo en la batalla de “La pampa de Junín”.

1. Derrotados los revolucionarios seguidores de Riego en la isla de León, 1823, por los “Cien Mil Hijos de San Luis” Rafael de Riego es detenido y conducido al cadalso en Madrid ese mismo año. VIAJE A MADRID El Virrey La Serna, deseando poner orden en este caos, me confía personalmente la difícil misión de

viajar a Madrid par explicar en Cortes y al Rey los problemas y la situación real, tanto del ejército en Perú como de cuanto acontece en las Colonias, y dar una adecuada solución a ello.

1824. El 5 de junio embarco en Quilca (Perú), puerto cercano a Arequipa, llegando a Cádiz el 28 de septiembre, casi cuatro meses de navegación, partiendo sin dilación a Madrid a cuya villa llegué el 12 de octubre.

Relatado todo cuanto ha venido sucediendo, con total imparcialidad y en toda su crudeza, en las Colonias, nada consigo, ni tropas ni ayuda en pertrechos, armas o municiones, ni siquiera el permiso para llegar a firmar una justa paz con los independentistas y terminar una guerra a todas luces inútil.

Yo aún no lo sabía, pero para entonces el Rey había llegado a un acuerdo con Estados Unidos e Inglaterra, por el que debía abandonar las colonias y el Virreinato de Perú, a cambio de respetarle la soberanía sobre Cuba y Puerto Rico.

REGRESO A PERÚ Con tan solo una cartera con el visto bueno de los nombramientos, ascensos y condecoraciones

propuestas por La Serna, desilusionado y moralmente derrotado ante el fracaso de la misión, de nuevo embarco para regresar a Perú a finales de diciembre de 1824 en el puerto de Burdeos. En cualquier caso, nada hubiera servido porque el desastre ya había ocurrido.

Mientras realizo los largos viajes de ida y vuelta, el independentista San Martín organiza el ejército, al que llamó “Ejercito Unido Libertador del Perú”, que estaba formado por el “Ejercito de Chile” y el llamado “Ejército de los Andes”. Se componía de 4.118 hombres, de los cuales 2.313 eran argentinos y el resto chilenos, contando con 25 piezas de artillería. Faltaban 200 caballos que esperaban conseguir en Perú. Con la tropa embarca 15.000 fusiles, 2.000 sables y 6.000 uniformes, para encuadrar a voluntarios peruanos.

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LA DERROTA DE AYACUCHO, PERÚ 1824. En mi ausencia el Virrey La Serna se pone al mando del denominado Ejército de Operaciones

del Perú, con sus mariscales Valdés y Canterac. En octubre salen de Cuzco en busca de los independentistas. Los dos grandes caudillos, Simón Bolívar y José de San Martín, han llegado a un acuerdo para unir

sus tropas. San Martín pone las suyas a las órdenes de Bolívar y él embarca para Francia. Este poderoso y aguerrido ejército independentista lo dirige el general Sucre, ya veterano conocedor de las tierras del Perú, de las que anteriormente le hicimos huir.

Sucre, hábilmente, obliga a nuestras tropas a continuas marchas y contramarchas con pequeñas escaramuzas, desgastándolas físicamente.

En los primeros días de diciembre La Serna consigue algunos éxitos parciales y esto le anima a seguir, pero se dirige a la zona en la que Sucre le espera, el llamado “Rincón de los Muertos” o Ayacucho.

1. Batalla de Ayacucho, Perú. Por Fedencio Alabés. 1824. El día 9 de diciembre ambos ejércitos se enfrentan. La derrota de nuestro ejército fue

total. En la mañana del día 10 Canterac, ya que La Serna había sido hecho prisionero, presentó las condiciones de la capitulación, aceptándose casi prácticamente en su totalidad por Sucre. El ejército realista del Perú había terminado para siempre, aunque quedaban los restos del rebelde y bravo Olañeta, que fueron eliminados de manera definitiva tras la batalla de Tumusla el 1 de abril de 1825. Con ello terminó la soberanía española en Sur América. Todo esto ocurrió mientras yo navegaba rumbo a Perú

1825. Ignorante de cuanto había ocurrido, lleguo a América el 4 de mayo de 1825 y desembarco vestido de paisano bajo el nombre de Joaquín Fernández, mi verdadero nombre, aunque nunca lo usé.

Descubiertos los documentos de que soy portador me encarcelan acusado de espía, alguien me reconoce y la cosa se pone aún peor, porque Simón Bolívar quiere a toda costa fusilarme, lo que ya había hecho con algún compañero. Mientras lo piensan y por evitar tumultos me alejan de la costa y me llevan a la cárcel de…

AREQUIPA COMO PRISIÓN 1825. Que curiosas son las cosas del destino, ¿No tendrían en todo Perú otra prisión que la del

pueblo, para mí de tan buenos recuerdos? donde el pequeño Luciano Murrieta, con casi tres añitos, corría como un galgo, me hizo ilusión la visita de tan querida familia en esos duros momentos. Antiguos compañeros, paisanos y oficiales, muchos como mandos incorporados al nuevo ejército de liberación, intercedieron por mí y presentaron ante Bolívar peticiones de clemencia, de nada sirvieron, este hombre estaba empeñado en fusilarme y yo me resigné en la certeza de que en este bonito pueblo terminaban mis aventuras.

Pero al parecer, una bella criolla intercedió personalmente y rogó por mi vida ante el nuevo Caudillo quién, prendado de su belleza y ablandado su duro corazón por el llanto de la dama, la influencia de su rica familia, incluso, ya que siempre pensé fue Mariana García - Lemoine, quien con la ayuda del tío del pequeño Murrieta, el general Rivero, por fin consiguieron me perdonase la vida, liberado, fui repatriado, haciéndome embarcar el 1 de agosto en Quilca con destino a Francia.

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MI ESTANCIA EN BURDEOS 1825. Francia. Llegué a Burdeos, a bordo de la fragata con bandera francesa Telégrafo, en

noviembre destrozado física y mentalmente, larguísimos viajes, fracasos, los interminables días de cárcel pendiente a cada instante de oír los pasos del pelotón de fusilamiento, la perdida de aquellos territorios por los que tanto luché, las inútiles muertes de tantos compañeros, abolida la Constitución en España, todo era un baile infernal de negros pensamientos en mi cabeza. A ello había que sumar mi profunda tristeza de no volver a ver a un ángel como Mariana, que en los peores días de mi vida mantuvo mis esperanzas y a la que sin duda debo la vida, o al diablillo de Luciano, eran tantas cosas.

Durante tres meses permanecí en Burdeos, había llegado con lo puesto y para volver a España y pagar el alojamiento en Francia solicité un dinero, a cuenta de los muchos atrasos de sueldos que me debían, al duque de Vista Hermosa, embajador de España en París.

Mi pequeña fortuna, quedó en Perú y no sabía si las personas a las que dejé su custodia algún día la enviarían. Ganada en el juego dirán algunos, botín de guerra pensarán otros, o simplemente de tantas pagas que soltero y sin gastos familiares no encontré ni ocasión ni tiempo para gastarlas. Además, reconozco, era un hábil y frío amante de las cartas y sus juegos de envite, y hubo partidas en las que gané bastante dinero.

A medida que las cicatrices del alma se curaban, comencé a interesarme con cuanto me rodeaba. Las viñas y la alegría de las vendimias en la región de Burdeos me traían recuerdos de mis primeros años y correrías en La Mancha, los vinos que probaba me asombraban por su calidad y las bodegas eran fantasías, comparadas con las de mi tierra.

1. Al inquieto Espartero los viñedos de Burdeos le traen recurdos de infancia y juventud, pero sus vinos distan mucho de los riojanos.

Su sistema de elaboración nada tenía que ver con los nuestros y el roble era dueño y señor de

todo. Distraído y aficionándome con estas cosas pasó el tiempo, de noviembre de 1825 a marzo de 1826. Habiendo llegado parte del dinero solicitado, pude pagar cuanto debía y con decente vestuario me

dirigí a Madrid. Tenía 33 años, pasé combatiendo en Perú diez años y ahora, como oficial liberal, metido en el mismo saco que los derrotados, a los que nos conocían con el peyorativo nombre de “Ayacuchos”, no tenía muy claro lo que me esperaba.

1826. Madrid. Que diferente el recibimiento al de mi última visita, cuando desempeñando el encargo del virrey de Perú, me concedieron la Cruz de San Fernando de tercera clase por mis servicios, siendo colmado de atenciones.

Llegué el 5 de marzo, y como a un Ayacucho más, fui recibido fríamente, entregándome la orden de mi inmediato traslado a Pamplona “de cuartel”, es decir sin mando. Poco imaginaba que este destino cambiaría mi vida profundamente.

1826. Pamplona. Sin mando, mi vida es ociosa. Aburrido, intente ver si había forma de recuperar, entre otras cosas, el mucho dinero que de pagas

me adeudaban y el depositado en unas cuentas en Perú.

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Me puse en contacto en Pamplona con un conocido banquero riojano, Domingo Santa Cruz, dueño de la Casa de Banca domiciliada en Logroño, ya que su prestigio alcanzaba toda la zona norte. Domingo se interesó en el asunto, ya que se trataba de un millón de reales de vellón en efectivo, una auténtica fortuna, pero aun más que en el hipotético dinero, en mi persona. Fue precisamente a raíz de estos contactos cuando un buen día me presentó a una deliciosa jovencita que le acompañaba, era su nieta Jacinta.

Noté que a la adorable joven le turbaba mi mirada. No se me escapa que ella se sintió prendada, no sé sí de mí, o del llamativo uniforme de Brigadier. Su abuelo me contó que su padre, rico hombre de negocios de Logroño con importantes fincas y propiedades había fallecido cuando no tenía un año y su madre cuando cumplió los cinco.

1. Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz. 2. Casa Palacio de la familia de Jacinta. 3. Logroño en el siglo XIX. JACINTA. María Jacinta Guadalupe Martínez de Sicilia y Santa Cruz nació en Logroño el 16 de

agosto de 1811 y fue bautizada en la iglesia de Santiago el Real. Hija de don Ezequiel Martínez de Sicilia y de doña María Carmen Anacleta Santa Cruz, ambos vecinos y naturales de Logroño.

Su anterior hija, María Vicenta, nacida el 2 de junio de 1809, murió en 1810, por lo que del matrimonio quedaba Jacinta como hija única.

Sin haber cumplido un año murió su padre (21 de abril de 1812) habiéndola nombrado heredera a la vez que “mejoró a su mujer en cuanto permitía la ley”.

Viuda pues, doña Anacleta, el 14 de junio de 1813 contrajo matrimonio en segundas nupcias con don Vicente Fernández de Luco también natural y vecino de Logroño y persona de relieve en la ciudad, en la que desempeñó cargos de importancia (en octubre de 1833 ocupaba el de corregidor interino y subdelegado de policía), de este nuevo matrimonio nació un varón, José María Venancio (31-III-1814), y una niña, María Vicenta Expectación (17-XII-1815). Venancio murió antes de cumplir los dos años. A los seis meses de nacer Vicenta, el 18 de junio de 1816 muere la madre, Anacleta, quedando Jacinta huérfana. A Jacinta y hasta su boda la crían, cuidan y educan su abuela y una tía por parte de su padre, la rama de los Martínez de Sicilia, pero es el “Patriarca” Domingo, de 76 años, el banquero, quien adora a su nieta Jacinta, y “elige” a Baldomero para marido.

LA BODA 1827. Logroño. En mis circunstancias la joven Jacinta era como un remanso de paz, candidez y

dulzura que reflejaba su bello rostro. Yo debía ser el héroe de sus sueños y toda su familia parecía feliz con nuestras relaciones. Ella

huérfana desde los cinco años yo cumplidos los 34 años tampoco era cuestión por nuestra parte de eternizarnos en un noviazgo, así que decidimos casarnos, a cuya idea nadie se opuso. La boda se celebró en la iglesia de Santa María de la Redonda, en Logroño, el 13 de septiembre de 1827, ya Jacinta cumplidos sus 16 años. Al matrimonio yo aportaba apasionantes experiencias de mi movida vida y Jacinta además de su juventud y acomodada posición, por su cultura e inteligencia siempre los mejores consejos en tantos y tan diversos asuntos, en ocasiones muy delicados, en los que me seguí viendo envuelto en mi azaroso destino.

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En Jacinta siempre encontré el hogar seguro, que una persona como yo tanto necesita, y en Logroño a mi nueva patria chica. En todos los aspectos, a partir de mi matrimonio, mi vida sentimental, cultural y, porque no decirlo, económica, mejoró mucho. Hasta entonces mis momentos de felicidad fueron escasos a partir de ahora serian muchos. 1828. Logroño. Cuando llegué a esta ciudad, amurallada, pasaban en poco más de 8000 sus habitantes, le seguían en habitantes muy de cerca Haro y Calahorra. LA RIOJA CASTELLANA Y NUEVA DIVISIÓN PROVINCIAL

Por Real Ordenanza de Felipe V de 4 de julio de 1718, los pueblos y ciudades de la Rioja Castellana, dependían de Burgos, las poblaciones de las comarcas riojalteñas y centrales y de Soria las serranas y bajo ribereñas. Este y otros desastres administrativos de la época, los Gobiernos del Trienio Liberal lo resolvieron aprobando una nueva división provincial (Por Decreto 27 de enero de 1822, sancionado el 30).

UNA PROVINCIA QUE APARECE Y DESAPARECE La Rioja se convirtió en provincia de la monarquía, y Logroño en capital de la misma, lo que fue

recibido con el mayor regocijo. Pero tras la intervención de los “Cien mil hijos de San Luís”, todo volvió como estaba, desapareciendo el nombre de provincia y su capital Logroño volvió a ser un “poblachón castellano”.

Los que no se conformaron con la nueva situación se agruparon en secretas Sociedades Patrióticas, esperando que pasado el tiempo regresaran al poder los liberales, entre ellos se encontraban todos los miembros de las familias de Jacinta, siendo el jefe del clan su abuelo, por ello me tenían y trataban como el heroico militar que necesitaban para sus fines y planes de futuro, y no se equivocaban.

Tras la boda con Jacinta y nuestro inolvidable viaje de bodas en París, su influyente familia consigue me trasladen a Logroño como comandante de armas y presidente de la Junta de Agravios.

No tenía mucho que hacer y acompañado por mi mujer visité los muchos viñedos que tenían, fincas y bodegas y las conversaciones sobre cuanto vi en Burdeos con el abuelo de mi mujer y otros miembros de la familia eran frecuentes. 1829. Logroño. Con mi brillante situación social alcanzada y tiempo, establezco contactos con compañeros que habían logrado ser rehabilitados por los Ministros más reformistas de Fernando VII y que para la fecha ocupaban cargos administrativos y profesionales significativos. EL ABUELO SANTA CRUZ Y MI FORTUNA

El abuelo de Jacinta era un auténtico lince como banquero, no se como lo hizo pero este verano se detalla en una Escritura de capital reconocida por mi esposa y escriturada en Logroño, que en un banco de París, capital de Francia, tengo en inscripciones contra dicho Banco setecientos mil reales de vellón y, procedente de tiempo anterior al matrimonio, en poder de mi apoderado en la ciudad peruana de Arequipa, trescientos sesenta mil ochocientos reales de vellón, repartidos en “quince mil pesos duros poco más o menos” más ciento noventa “onzas de oro” de dos préstamos a dos compañeros de armas y de un depósito en un “vecino y residente en Jufuí, Virreynato de Buenos Aires”.

Un “peso duro” equivalía a 20 reales de vellón y una “onza de oro” a 320. Y de esta manera, gracias a mi nuevo abuelo - político, pasé a convertirme en millonario.

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1830. NUEVO MANDO DE UN REGIMIENTO DE INFANTERÍA. Las influencias son importantes y mis amigos consiguen me concedan el mando activo del Regimiento de Infantería de Soria, con el cual paso de guarnición a Barcelona y más adelante a Palma de Mallorca.

1830. El 10 de octubre de 1830 la reina María Cristina de Nápoles, esposa de Fernando VII, tiene una niña a la que bautizan con el nombre de Isabel.

1832. A comienzos del año murió el ministro de estado Manuel Gonzalo Salmón y fue reemplazado por el conde de Alcudia.

Poco tiempo después nace la segunda hija de María Cristina y el rey Fernando VII, Luisa Fernanda. LOS SUCESOS DE LA GRANJA. En La Granja de San Ildefonso el rey Fernando VII enfermó hasta el

punto de pensar que está a punto de morir. Por testamento, otorgado en 1830 preveía la sucesión del trono en su hija Isabel. Por la Pragmática Sanción se suprimía en España la Ley Sálica (que prohibía reinar a las mujeres) y retomaba el orden tradicional de la sucesión española al trono, establecido desde la Edad Media por las Partidas de Alfonso X el Sabio.

Esto terminaba con las pretensiones para su hermano Carlos de sucederle como nuevo rey de España, pero sus partidarios no estaban dispuestos a tener una mujer por reina.

No deseando María Cristina ser la causa de una nueva guerra civil, preparó un nuevo decreto para que lo firmase Fernando VII, derogando la Pragmática Sanción. Aunque todo se hizo con el mayor secreto, en la Corte los secretos corrían como el viento, su hermana Luisa Carlota, casada con otro hermano del rey, el infante don Francisco de Paula, enterada llegó a palacio. Tenía un fuerte carácter y recriminado a su hermana el momento de debilidad, dicen, hizo traer al ministro de Gracia y Justicia, Calomarde el decreto y rompiéndolo en pedazos le abofeteó, a lo que el ministro respondió galantemente con estas palabras: “Señora, manos blancas no ofenden”

EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA GUERRA CIVIL. Lo cierto era que en torno al hermano del rey, el

infante don Carlos, se agrupaba los realistas absolutistas, el clero conservador etc., en resumen, “apostólicos” o “carlistas” contra “liberales” o “isabelinos”. Por nuestra parte, los liberales, veíamos una nueva oportunidad para llevar adelante las ideas plasmadas en la Constitución si nos uníamos en torno a María Cristina e Isabel.

Realmente España entera conspiraba y se decantaba por uno u otro lado, la guerra era inminente. Pero el rey, milagrosamente se recupera y las cosas, momentáneamente, se calman.

EL SONETO. Desde Mallorca, algo aburrido, y enterado de los sucesos de La Granja, compongo y envío un soneto dedicado a la reina, en el que dejo muy clara mi postura y la de mi regimiento.

¡Cuántos cuidados pesan, gran Señora, Favoreced, colmad el regio intento; Hoy sobre vos! De un susto no cobrada, De asaz llorados males la memoria La prenda a las Españas conservada Dirige vuestra voz, cual nube al viento. Vuestro cuidado maternal implora. Redunde el procomún en nuestra gloria Un pueblo generoso que os adora Y sea general el sentimiento Espera en vos ventura dilatada, De obediencia y amor que os jura Soria. Y la porción de buenos no menguada Se acoge a vuestra sombra protectora.

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1833. Reunidas las Cortes en junio de 1833, a la antigua usanza, juraron heredera a la princesa

Isabel con la consiguiente protesta de don Carlos, quien, refugiado en Portugal desde el mes de marzo, se negó a reconocerla, disponiéndose a reclamar la corona cuando el rey muriese.

1833. MUERE EL REY FERNANDO VII Tras su ligera mejoría el 29 de septiembre de 1833 muere Fernando VII, la guerra civil entre

isabelinos y carlistas nadie la puede evitar. Isabel tiene a la muerte de su padre tres años, alguien decía no era hija del rey, incluso yo tuve dudas sobre si esto fuese o no cierto.

MARIA CRISTINA Y BARBA AZUL. MUEREN LOS OCHO HERMANOS MAYORES DE FERNANDO VII De Fernando VII se ha dicho casi todo, salvo que era un “barba azul a la española”. Sus padres, Carlos IV y María Luisa de Borbón tuvieron ¡trece hijos!, (por ello, dicen, se acusaba al

rey de nudista, pero lo cierto es que no le debía dar tiempo a vestirse). Fernando VII era el ¡noveno!, y de similar manera al más loco entre los emperadores romanos, alguien

llegó a pensar que fue acabando con los ocho hermanos que le precedían hasta que la corona llegó a sus manos, lo cierto es que Carlos Clemente, María Luisa, María Amalia, Carlos Domingo, Carlos Francisco, Felipe Francisco, María Teresa y Felipe María, todos, por increíble que pueda parecer, habían muerto antes del año 1800. Cuando Goya pintó su famoso cuadro “La familia de Carlos IV”, ya los ocho habían sido enterrados y si se descuida solo puede retratar al “perro”, Fernando tenía unos dieciséis años y aparece con cara amable y sonriente, aún Goya no había chocado con el heredero de la Corona.

1. María Cristina de Borbón. 2. Fernando VII, Maria Cristina y su hija Isabel. 3. Isabel, bebé. 4. Isabel II.

Como Príncipe de Asturias era el futuro rey, ya que la Ley Sálica estaba en vigor (las mujeres no podían reinar), por lo que las dos hermanas, mayores que él, no corrían peligro.

Carlota Joaquina (1775-1830) casada con el rey Juan VI de Portugal, a quien su propio padre Carlos IV, apoderándose del país, unido a Napoleón, la hizo huir a Brasil.

María Luisa Josefina (1782-1824), que había nacido también antes que Fernando, llegó a ser reina de Etrúria (región de Italia, entre el Tíber, los Apeninos, el mar Tirreno y el río Magra).

EL CAUSANTE DE LA GUERRA El Infante Carlos María Isidro (1788-1855) era cuatro años menor que Fernando. Durante su

juventud estuvo estrechamente ligado a su hermano, pero su actitud con respecto a la sucesión al trono y a la concepción de la misma Monarquía, acabarían por alejarlo de él en la última fase de su reinado.

Su aspecto era agradable, estatura gallarda y severo continente, gravedad constante y andar majestuoso y digno. Sus cabellos, casi castaños, frente amplia y despejada, mirada tranquila, ojos hundidos, nariz y barba borbónica, su largo bigote rubio y su sonrosada tez hacían de su rostro una fisonomía simpática.

Estaba casado con María Francisca de Asís, hija de su hermana Carlota Joaquina y el rey Juan VI de Portugal. Por esto se encontraba en el vecino país junto a su “suegra y hermana”.

Francisco de Paula (1794-1830) y María de la O Isabela (1789-1848) eran los hermanos menores de Fernando.

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LOS MATRIMONIOS DEL REY Fernando VII se casó cuatro veces. A los 18 años, el 4 de octubre de 1802, se celebró la ceremonia nupcial en Barcelona con la princesa María Antonia de Nápoles (1786-1806), hija de Fernando VI de Nápoles y hermana de Francisco I de Nápoles, casado al mismo tiempo con la hermana de Fernando, María de la O, por lo que eran “dobles” cuñados. María Antonia, soñadora y romántica, cuando llegó a Madrid para contraer matrimonio con Fernando, el príncipe de Asturias y futuro rey de España, cuentan que al verle rompió a llorar desesperadamente. Nunca llegó a ser reina de España, murió siendo princesa de Asturias con apenas veintidós años.

De Antonia cuentan era mujer de genio vivo y de carácter orgulloso y dominante. Poseía una gran frescura, y esa frescura, o más bien ese exceso de salud se dejaba notar, de una forma agradable, en la excesiva lozanía de su pechera. Cuando se casó era guapa y de expresión alegre y poética, pero Fernando no mantenía con ella muy buenas relaciones, ni buenas ni malas, simplemente “no mantenía relaciones”. De lo que su mujer, en la correspondencia que tiene con su madre María Carolina de Nápoles se queja, y explica, que su marido Fernando, el Príncipe de Asturias, ya pasado más de un año desde la boda no había tenido relaciones carnales con ella.

1. María Luisa de Parma. 2. Carlos IV nombra almirante a Godoy. 3. Fernando VII, hijo de Carlos IV. Por otra parte, Godoy es un fiel aliado de Napoleón al igual que Fernando VII y su padre el rey

Carlos IV, así que mucho les molesta que la madre de Antonia y la Corte de Nápoles, fiel aliada de Inglaterra y enemiga irreconciliable de Napoleón se interfiriese en sus planes. Dos veces quedó esta joven reina embarazada y malas lenguas dicen que dos veces la “ayudaron“a abortar sus enemigos, solo faltaba esto, con Napoleón por medio un heredero al trono de la Napolitana. Así de terroríficas eran las cosas de Palacio y la loca ambición de Godoy y la reina madre.

El 21 de mayo de 1806, tras no pocos padecimientos y dolores, moría, con 22 años, María Antonia de Nápoles. Corrió el rumor de que había sido envenenada, naturalmente los médicos de la Corte dieron otra versión. Entre sus principales enemigos esta desgraciada joven tenía a la reina María Luisa quien ni en sus últimos momentos mostró la mínima simpatía por la joven.

SEGUNDA BODA con ISABEL DE BRAGANZA En 1816, ya rey, Fernando VII, tras el regreso de su destierro en Valençay, se casa nuevamente con

otra sobrina, hija de su hermana Carlota Joaquina y el rey de Portugal Juan IV, su nombre Isabel de Braganza (1797-1818). Por aquello de ahorrar, de nuevo la boda será doble y el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro (el pretendiente al trono frente a su hija Isabel años más tarde -Guerras Carlistas- ) se casará con la hermana de la princesa portuguesa María Francisca de Braganza, su sobrina. Tras la boda por poderes, el 28 de septiembre de 1816, las dos princesas entran en Madrid.

INDULTO PARA LOS LIBERALES Respecto a los liberales, con motivo del “venturoso enlace” se concedió un indulto general mediante

el cual quedaron en libertad todos los presos, salvo los de crímenes considerados nefandos (indignos, infames). Permitiendo el regreso de los desterrados que no hubiesen incurrido en delitos semejantes.

Isabel comenzó a ejercer una influencia humanitaria cerca del monarca, era inteligente y amante del arte y le atribuyen la idea del Museo del Prado.

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Su marido, rodeado siempre por “gentuza” seguía saliendo por las noches de palacio en busca de aventuras amorosas. Con mucho tacto, y a pesar de estas cosas que conocía, se fue ganando el cariño de su marido (ahora ocurre igual). Cuando la camarilla de cuervos y maleantes que siempre le rodeaba, entre los que había personajes de dudosa catadura que pululaban por la corte, se olieron andaban sus relajadas vidas en peligro ya que la reina poco a poco disminuía la influencia que venían ejerciendo sobre el rey, algunos piensan planearon eliminarla.

MUERE ISABEL DE BRAGANZA Isabel de Braganza murió el 26 de septiembre de 1818 (el mismo año que Manuel Quintano) con 29

años. En esta ocasión en los médicos dijeron fue por una cesárea “mal practicada” en la que tampoco pudieron “salvar” a la hija. Naturalmente estaban a las órdenes del rey, o más bien, de la camarilla de asesinos que se encargaban de los más sucios asuntos, mientras Fernando silbaba mirando hacia otro lado. Fernando, que tan poca atención prestaba a su esposa, hizo ver le había afectado su muerte, posiblemente fingía como en tantas ocasiones lo hizo.

1-2. Así era el galán con quien se resistían a “acostarse”, teniendo en cuenta que los pintores tenían que “retocarlo”. TERCER MATRIMONIO con JOSEFA AMELIA

El 2 de septiembre de 1819, ya vemos no guardó ni un año de luto tan apenado esposo, se casa con la joven, de 15 años, María Josefa Amalia de Sajonia (1801-1829). Esta princesa era hija del príncipe Maximiliano de Sajonia. Educada en un convento en el que se la había dotado de una estricta formación religiosa y una profunda piedad. Una joven alemana muy atractiva de dulce expresión y grandes ojos azules. Fernando que físicamente se sintió atraído por esta joven se encontró con que su fogosidad era rechazada por la escasa educación sexual y mojigatería de la nueva esposa. Sólo la intervención del Papa pudo conseguir que las relaciones entre ambos cónyuges llegaran a normalizarse. Pero esta guapa reina también cometió un pecado “mortal”, no se quedaba embarazada y los años iban pasando sin sucesor al trono, Fernando tenía ya 45 años y algunos achaques. MUERE LA REINA MARÍA JOSEFA AMELIA

La reina María Josefa Amelia murió el 18 de mayo de 1829, a los 28 años, en este caso ni fue por abortos ni por cesárea, tampoco parece que nadie se molestase en preguntar por la causa de su muerte. Su apenado viudo, antes de que se celebrasen las exequias por la reina, manifestó su deseo de contraer nuevo matrimonio.

1829. CUARTO Y ÚLTIMO MATRIMONIO, MARIA CRISTINA de BORBÓN De nuevo encontró una sobrina para casarse. En este caso María Cristina de Borbón (1806-1878) hija

de su hermana María Isabel y del rey de Nápoles Francisco I. Había nacido en Palermo el 27 de abril de 1806. Tenía por tanto 23 años y él era 22 años mayor que ella ,45.

(Continuo con el relato de mi vida, tras un repaso de los personajes). El primer día que vi a la reina quedé prendado y de parecido modo me miró ella viendo en mí al héroe

y paladín que salvaría el trono de su hija y los años de su regencia.

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“De cabello castaño, ojos pardos, pareciendo negros a cierta distancia, y sin ser grandes, resultaban expresivos y dominantes; boca carnosa con propensión constante a la sonrisa; la frente proporcionada al rostro; la nariz, por sus rasgos italianos, algo grande, sin ser borbónica; dientes de color blanco nacarado; los pómulos ligeramente rojos; las orejas, menudas y bien puestas; el cuerpo, airoso y esbelto; la figura de intachables líneas esculturales; de ademanes muy distinguidos y porte elegante, cualquiera que fuera el traje que vistiese, de paseo, campo, montar a caballo o los más elegantes para las recepciones en palacio. Expresión dulce y apacible y serenidad de ánimo. Nunca quise saber si las niñas Isabel y María Fernanda, eran o no hijas de Fernando VII. María Cristina cuando se casó, no era una niña como las anteriores esposas, y, culta y preparada, sabía, cuando menos sospechaba lo que pudo ocurrir. Su vida en la Corte de España, como la de las anteriores esposas de Fernando VII, dependía de tener o no hijos, para entonces Fernando, ya era un “deshecho de tienta” y hasta dudo pudiera dejarla embarazada. Además el secreto matrimonio, morganático, a los tres meses de enviudar con Fernando Muñoz, un guapo guardia de Corps, hijo de los estanqueros de Tarancón, hacía suponer que su amor venía de mucho antes de la muerte del rey.

1. María Cristina entrando en Madrid para casarse. 2. María Cristina de Borbón. Por naturaleza fogosa y apasionada ya viuda, tuvo varios hijos, como en su momento les contaré. Pero volvamos a lo ocurrido en esas fechas. Concertada la boda entre Fernando y Cristina, se

celebró en Aranjuez el 9 de diciembre de 1829. Las circunstancias en las que se vio envuelta, a partir de ese momento, la llevaron a echarse en manos del liberalismo, y a juicio de mis enemigos, en las mías.

MUERTE Y ENTIERRO DE FERNANDO VII 1833. El 3 de octubre el difunto rey Fernando VII, era trasladado para ser enterrado en El Escorial.

Fue el último rey que constituía el poder jerárquico más elevado después de Dios, y era fuente de toda justicia, de toda legislación y quien manejaba las riendas del Gobierno.

Por tanto, desde el siglo XV hasta el siglo XIX España fue regida por una monarquía que concentraba todos los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. En este estado de cosas siempre los consejeros, y quienes todo lo dirigían, eran o nobles o eclesiásticos y habían ido aprovechando este tiempo en adquirir más y más riquezas y privilegios que consagraban por ley.

El resto, el pueblo liso y llano, los campesinos, la chusma, la plebe, el pueblo bajo, eran lo más cercano o esclavos y se les mantenía en la ignorancia y el analfabetismo, sin derecho a voto, quien no tenía ingresos fijos, aún en el marco liberal de la Constitución de Cádiz de 1812. Ni siquiera a frailes o monjes se les permita el voto, y que contarles de la mujer, hasta los liberales estábamos en la época de las cavernas en cuanto a igualdad de derechos de hombres y mujeres ante la ley, el sufragio universal y tantas y tantas cosas que hoy nos parecen normales, pero que para conseguirlas tantas personas a lo largo de la historia dieron su vida.

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1833. LAS GUERRAS CARLISTAS La noticia de la muerte de Fernando VII, trae consigo la inmediata sublevación de los “carlistas” en

diversos puntos del país, sobre todo en el País Vasco y Navarra, además de un foco en Levante. Solicito autorización para pasar con mi regimiento de Mallorca a la Península y hacerles frente. El 24

de noviembre me autorizan a pasar, únicamente con mi primer batallón. El 20 de diciembre desembarca en el Grao de Valencia.

1833. LA NUEVA PROVINCIA DE LOGROÑO Había hecho en su momento una petición, para que se retomase la división territorial aprobada

durante el Trienio Liberal, en la que figuraba los pueblos de la Rioja Castellana, repartidos entre Burgos y Soria, unidos en una sola provincia llamada de Logroño con su capital en la ciudad del mismo nombre.

Con la alegría que pueden suponer, el 30 de noviembre de 1833 se fijó la actual demarcación de la provincia de LOGROÑO y su capital.

1. La futura reina Isabel II. 2. María Cristina con Isabel. 3. María Cristina revistando las tropas. 1834. El uno de enero llegué a Madrid, donde me entrevisto con Cea Bermúdez, mi amigo el general

Valdés y con María Cristina, que sabe casi todo sobre mi vida y guarda el soneto escrito en Mallorca. Expresados mis fervientes deseos de entrar en combate me nombran gobernador de la provincia de

Vizcaya, hacia donde me dirijo seguidamente. La sucesión al trono de nuevo es la disculpa para enfrentarse las dos Españas, en las que este

desdichado País ha estado, y está, siempre dividido. Por un lado luchaban por un nuevo rey como marioneta de su guiñol, quienes no desean que nada

cambie, y con ello mantener su posición social, riquezas y privilegios. Muchos nobles con la iglesia tradicional y su Santa Inquisición manejando a los infelices reyes absolutistas, hasta el punto que algunos han llegado a pensar que eran ellos los que mandaban, cuando lo más que hacían era firmar los documentos y decretos que sus validos o ministros de turno preparaban. Si el equipo era bueno, caso de Carlos III y sus grandes ministros Carvajal y Ensenada, el rey y su reinado era estupendo, si eran una pandilla de degenerados, asesinos y atrapamoscas, caso de Carlos IV, con Godoy y su perversa mujer, o Fernando VII, el rey, como consentidor, era un nefasto, cargando con todas las culpas.

Por otro lado, los que luchábamos por una reina regenta y una reina niña, como las marionetas que nos permitirían imponer las ideas liberales y constitucionales, en este caso, todos los demás, yo entre ellos junto a muchos soldados y oficiales “ayacuchos” derrotados en Perú y destacados liberales excarcelados o que aprovechando el levantamiento de su destierro, tras la boda de Fernando VII con Isabel de Braganza, habían regresado.

A río revuelto aparecen, a uno u otro lado, los independentistas de siempre, amantes de ser reyezuelos de sus pequeños territorios, nuevos reinos de Taifas, separados de España. Y cualquier país del mundo que teniendo particulares intereses por una u otra causa la apoyan, en su propio beneficio.

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LA REGENCIA María Cristina, a quien testamentaria mente había confiado su esposo, Fernando VII, la regencia

hasta la mayoría de edad de Isabel II, necesitaba, frente a los carlistas, el apoyo de los liberales para hacer valer los derechos de su hija.

1834. LA GUERRA EN EL NORTE Llegado a Vizcaya no di descanso a mis tropas, mucho menos a los carlistas, que no tuvieron un

minuto de reposo. Curtido en mil batallas y experto en correr para salvar la vida desde la derrota de Ocaña, en la Guerra de la Independencia y los diez años de incesantes combates de guerrillas en Perú, me enseñaron que la movilidad sorprende y atemoriza al enemigo, que al verte aparecer donde menos lo esperan son fácilmente derrotados y puestos a la fuga. De Bailén, Zaragoza, Gerona, y otras heroicas defensas en villas y pequeños pueblos de la geografía nacional, aprendí que una organizada defensa destroza y desmoraliza los ataques del mejor ejército.

Ambas cosas puse en practica y pronto cayó Guernica, Mundaca y Bilbao. Fortificada y bien surtida, esta última ciudad, de armas víveres y municiones partí sobre Mendata y Cenarruza en persecución de las fuerzas carlistas. Escribo a mi querida Jacinta diciendo que por la sorprendente rapidez en mis movimientos me llaman “el general Bulle-Bulle” o “el duende de la noche”.

1834. MARISCAL DE CAMPO Por tan rápidas victorias en abril de 1834 soy ascendido, a propuesta de mi amigo el “Ayacucho”

general Valdés. A mariscal de campo. Al frente del nuevo Gobierno que sucede en enero al de Cea Bermúdez, se encuentra el que fuera

diputado liberal en las Cortes de Cádiz Martínez de la Rosa, que convoca elecciones para procuradores en Cortes, según el sistema establecido por el Estatuto Real.

La noticia me alegra y escribo a mi esposa en junio de 1834: “Diles a los amigos que me alegraría ser diputado por Logroño, sin otro interés que el de trabajar por

la ventura y prosperidad riojana”. EL CÓLERA Y LA MATANZA DE FRAILES EN MADRID 1834. una terrible epidemia de cólera se extiende por España, en Madrid hace estragos durante el

verano. Las gentes, medio enloquecidas, haciendo caso ante cualquier bulo que el loco de turno propaga, llegan el 17 y 18 de julio a perseguir y matar a los frailes que encuentran acusados de envenenar el agua de las fuentes. Recordemos que cuando Murat y otros soldados franceses cayeron enfermos se creyó que en Madrid envenenaban el vino que les vendían.

Escribo a Jacinta: “Si el cólera se acerca a La Rioja, vente enseguida a Vitoria y, desde allí, queda a mi cuidado escoltarte a Bilbao para que puedas marchar a Francia en él caso de que estas provincias sean invadidas por tan cruel enfermedad”.

Dos mese después, asustado desde Lequeitio escribo: “Esto me tiene sin cuidado, y más cuando sé que el cólera se halla cerca de Logroño. No aguardes a este azote, sálvate de él marchándote a cualquier parte”.

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ZUMALACARREGUI Este gran general carlista español nació en 1788, en Ormáiztegui. Durante la invasión francesa abandonó sus estudios de Derecho para acudir a la defensa de la

independencia de la patria, sentando plaza entre los defensores de Zaragoza, en cuyos sitios se distinguió por su valor, y cayó prisionero en 1808, en una salida. Pudo evadirse y se alistó en la partida del guerrillero Jáuregui, en donde dio pruebas de su genio militar, y al terminar la guerra se le reconoció el grado de capitán de infantería; luchó a favor de los realistas y en contra de los constitucionales; estando de gobernador militar en El Ferrol se alejó del cargo por ser partidario de don Carlos y se retiró a Navarra, hasta que, muerto Fernando VII, se presentó al jefe carlista Iturralde, que le cedió el mando de las fuerzas legítimas (1834) y logró, sin recursos, organizar un ejército, con el que obtuvo destacadas victorias contra las tropas de Isabel II, siempre con menos elementos de combate.

1. Tomás Zumalacárregui, el mejor general carlista. 2. Sitio de Bilbao y muerte de Zumalacárregui. 1834. A pesar de los parciales triunfos de mis tropas, los ejércitos carlistas reorganizados,

disciplinados y mandados por Zumalacarregui, dominaban gran parte del territorio vasco-navarro. Mis jefes superiores se van cambiando, Quesada, Rodil, Espoz y Mina, Valdés, para terminar en el

general Luis Fernández de Córdoba, en junio de 1835 tras hacerse cargo del Gobierno el conde de Toreno. Esto realmente no me gusto nada, ya que sinceramente pensaba ser ascendido al cargo y puesto de

Fernández de Córdoba. Desde entonces sentí cierta antipatía tanto por este como por el conde de Toreno, don José María

Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, al que le consideraba responsable de lo ocurrido, y su “afecto” por mí era recíproco. Ante esta caída de nuestros mandos en cascada, los carlistas aprovecharon y nos obligaron a retirarnos a la línea del Ebro estableciendo el cuartel general en Miranda. Don Carlos solicitó una importante ayuda económica o empréstito y para concedérselo exigieron los prestamistas una demostración de su fuerza tomando una ciudad importante. Se le ocurrió Bilbao a la que había fortificado y dotado convenientemente. Zumalacárregui, más inteligente militarmente que don Carlos, se opuso a la idea pero todo fue inútil.

ASEDIO A BILBAO Y MUERTE DE ZUMALACÁRREGUI El 10 de junio de 1835 Zumalacárregui inicia el asedio y ataques a Bilbao; pero la guarnición opuso

fuerte resistencia. Enterado de lo que estaba ocurriendo, con cuantas tropas pude reunir salimos inmediatamente de Miranda el día 17 en ayuda de la Villa atacada.

En uno de los asaltos dirigido valientemente por el general carlista Zumalacárregui, fue alcanzado teniendo que ser retirado a Cegama para curar su herida. Esto desmoralizó a sus tropas. El general carlista Eraso le sustituyó prosiguiendo el asedio, pero corriendo la noticia de que infectada la herida su caudillo Zumalacárregui había muerto, lo que particularmente sentí pues era uno entre los más valientes e inteligentes soldado contra los que me había enfrentado, aprovechando las circunstancias arrecié en mis ataques obligando, el 1 de julio, a Eraso a levantar el sitio.

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DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZABAL 1835. Cae Toreno, lo que no me entristece, y le sucede Mendizabal en la presidencia (Juan Álvarez

Méndez, nacido en Cádiz el 25 de febrero de 1790, de una familia de origen judío dedicada al comercio de trapos), aunque su mandato solo duró unos meses, tuvo tiempo de iniciar la reforma económica poniendo a la venta los muchos bienes, hasta entonces en manos de las comunidades religiosas. Por sucesivos decretos de octubre de 1835 a marzo de 1936, quedan suspendidas todas las órdenes religiosas a excepción de las dedicadas a la beneficencia pública, siendo sus propiedades incautadas por el Estado para ponerse a la venta en subasta pública. Con esta medida conseguía recursos para proseguir la guerra civil y crear una burguesía adicta al progresismo.

Pero una vez más, lo que podía haber sido una autentica reforma agraria, quedó en la mera transferencia de bienes, de la iglesia a las clases económicamente más fuertes, que eran las únicas que disponían de suficiente dinero para adquirirlas. Con ello los ricos pasaron a serlo mucho más y los pobres campesinos se quedaron como siempre, tan pobres. La familia de Jacinta en Logroño supo aprovechar muy bien estas circunstancias.

1. Dibujo y estátua de Mendizabal. Su idea era ayudar a los campesinos pero no lo consiguió. DESAMORTIZACIONES Una primera etapa (1766-1798) comprendió la venta de bienes de los jesuitas y la denominada

desamortización de Manuel Godoy (bienes raices pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia o cofradías). La segunda fase (1808-1823) fue la impulsada por la administración de José Bonaparte y por los legisladores de las Cortes de Cádiz (bienes de la Inquisición, reducción del número de monasterios y conventos), así como la breve obra del Trienio Liberal (prohibición de nuevas amortizaciones y supresión de los monasterios de órdenes militares).

La desamortización eclesiástica de Mendizabal (la tercera etapa) supuso la supresión de las corporaciones religiosas de clérigos regulares (con la excepción de las dedicadas a la enseñanza de niños pobres y a la asistencia de enfermos), la incautación de sus bienes y su venta, admitida la consolidada por su valor nominal, lo que favoreció a los grandes potentados. Las medidas afectaron a las propiedades rústicas y urbanas a los derechos censuales y al patrimonio artístico y cultural de las instituciones afectadas.

La cuarta fase desamortizadora se produjo, con intervalos, entre 1855 y 1924 y fue por duración y volumen de ventas la más importante. Se completó la enajenación de los bienes regulares y seculares y, sobre todo, se declaró la venta de los patrimonios municipales, instrucción pública y beneficiencia.

DESDE LOGROÑO DIRIJO LA CAMPAÑA Al morir Zumalacárregui tomamos con el ejército isabelino la iniciativa, en julio, pongo cuartel en

Logroño y en mi casa nos reunimos, a comer o cenar, hasta cien comensales algunos días. Dadas las circunstancias la he puesto a disposición de los mandos militares.

Jacinta siguiendo mi consejo se trasladó a Madrid un mes antes. La vanguardia de nuestras tropas la situamos entre Viana y Sesma. Los carlistas están en

Peñacerrada y Santa Cruz de Campezo.

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En julio intentan poner sitio a Puente la Reina, avisados, acompañado por Córdoba, el 16 de julio de 1835, les batimos en Mendigorría, acción que completo personalmente con una operación que dirijo contra Arrigorriaga el 11 de septiembre, en la que recibo un balazo en el hombro izquierdo, lo que me molestara durante algunos meses y pienso en como sacar tiempo para tomar unos baños en Arnedillo.

LA MUERTE TENÍA UN PRECIO, 4000 REALES. Mendizabal, disponiendo del suficiente dinero, llamó a filas a todos los solteros de 18 a los 45 años,

“la quinta de los cien mil hombres”, pero los movilizados no fueron tantos porque ideo que podían redimirse pagando al Tesoro la suma de 4000 reales, de nuevo prestamistas y usureros hicieron el agosto, porque fueron muchas las familias que se empeñaron por vida con tal de que sus hijos no fuesen a la guerra. El refuerzo en hombres mejoró la situación de nuestras tropas y el dinero pagado por los que no se alistaban servía para cubrir las necesidades de los demás. A pesar de todo las pagas y el dinero necesario para un normal mantenimiento del ejército en campaña o no llegaba o no lo hacía a tiempo y de ello culpaba a Mendizabal.

1836. Las fuertes medidas de Mendizabal asustaron a los liberales moderados y quizás a la propia reina regente, y recobraron el Gobierno que fue presidido por Istúriz, del 15 de mayo al 13 de agosto de 1836.

1. Batalla de Mendigorría seguida de una operación en Arrigorriaga. 2. Ataque a un convoy carlista. 1836. TENIENTE GENERAL Por fin se cumple mi sueño. El 20 de junio de 1836 asciendo a teniente General pasando a dirigir

como jefe el ejército del Norte. 1836. GENERAL EN JEFE DE LOS EJÉRCITOS NORTE Caído en desgracia y desterrado Fernández de Córdoba, al considerarle parte de una conspiración

urdida por los liberales moderados. Conocí en Frómista, por la prensa de Madrid y con diez días de retraso que un amplio movimiento dirigido por los progresistas, entre los que yo me encontraba, se tradujo en la aparición de numerosas juntas provinciales, Málaga, Cádiz, Sevilla, Granada, Zaragoza y el resto de capitanías del país. Como objetivo de todas: la proclamación de la Constitución gaditana de 1812. El 13 de agosto la reina regente María Cristina firmó el correspondiente decreto. El 14 queda formado el gobierno “progresista” de José María Calatrava quien me nombra el 17 de septiembre, general en jefe del ejército de operaciones del Norte, virrey de Navarra y capitán general de las Provincias Vascongadas.

Mendizabal regresa con la cartera de Hacienda Y Joaquín María López con la de Gobernación. LA LARGA MARCHA DE MIGUEL GÓMEZ Sabiendo ha salido una expedición carlista al mando del brigadier Miguel Gómez a Galicia, en junio de

1836, para alzar a los carlistas de la zona, les persigo y tras hostigar continuamente su retaguardia le espero en Escaro, al norte de León a su regreso de Galicia, el 8 de agosto le infrinjo una severa derrota. Gómez con el resto de sus tropas viendo que el camino de regreso al País Vasco lo tiene cortado se adentra en Castilla para dirigirse por Extremadura a Andalucía. Enfermando a finales de agosto me veo obligado a detenerme en Lerma y dejo al mando del general Alaix la persecución de Gómez.

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LA BATALLA DE LUCHANA El 20 de octubre las fuerzas carlistas ponen nuevo sitio a Bilbao, el general San Miguel al mando de la guarnición resistía desde hace dos meses repeliendo tres duros asaltos. Recabando la opinión de mis generales para acudir en su ayuda y no viéndoles muy dispuestos, tomo la personal decisión de hacerlo, lo que todos acataron.

Nos acercamos, no sin problemas, a la vista de las posiciones que en los cerros de San Pablo, Cabras y Banderas, los carlistas mantenían dominaban los ríos Nervión y el Asúa. Para intentar lograr resultados positivos, reparamos el destruido puente de Luchana sobre el Asúa con lo que facilitamos el paso del grueso de las tropas.

La tarde del 24 de diciembre de 1836, de tempestad y fría entablamos un encarnizado combate que se mantuvo incierto hasta el anochecer, sufrí en tan inoportunos momentos un terrible ataque o cólico al riñón, llamado mal de piedra, que me dejó postrado en cama, confié el mando al general Oráa. Informado cada minuto del dudoso éxito con que se desarrollaba la batalla, tan pronto remitió un poco el ataque monté a caballo y partí a galope para ponerme al frente de mis soldados, lo que a todos produjo una valiente reacción tomando nuevos bríos. Serían las once de la noche cuando me uní a las tropas de vanguardia, dos horas después alcanzábamos la posición clave del alto de Banderas envueltos en una formidable nevada, obligando a las fuerzas carlistas a retirarse precipitadamente hacia Erandio.

1. Carlos María Isidro de Borbón y Borbón, aspirante al trono de España, no reconociendo a su sobrina Isabel como futura reina.

Siempre quitando hierro a las cosas, por no tenerla en vilo, escribí a Jacinta: “…A las tres de la

noche, en medio de una nevada espantosa, la victoria estuvo de mi parte. Hoy, a las seis de la mañana, entré en Bilbao. No tengo más lugar; estoy rendido. Siempre tuyo, tu Baldomero”. Más que rendido estaba medio muerto, pero tan solo por el recibimiento de la guarnición sitiada de Bilbao, al verse libre de nuevo, mereció la pena.

CONDE DE LUCHANA Y VIZCONDE DE BANDERAS La resonancia de tan señalada victoria alcanzó todos los ámbitos. Me concedieron los títulos de conde de Luchana y vizconde de Banderas y de esta singular forma traspasado el umbral de la fama. Los liberales, de nuevo, divididos en “moderados” y “progresistas” disputaban mi favor, cuando no me reclamaban como árbitro del país. Yo realmente no sabía que postura tomar, aunque siempre fui más progresista que moderado. LA GUERRA CONTINUA

1837. Tras la liberación de Bilbao no di tregua al enemigo, me apoderé de Hernani, Oyarzun, Irún y Fuenterrabía en mayo de 1837, entrando en Pamplona el 3 de junio. El 15 de mayo salía don Carlos de Estella, camino de Madrid, con 13.000 infantes y 1.500 hombres a caballo. Pensaba ir a través de Aragón y Cataluña a Valencia y de aquí a Madrid. En Cherta, pasado el Ebro se le unió Cabrera. Saliendo de nuevo el general Oráa tras ellos fué mermando sus fuerzas de retaguardia sin descanso, inflingiéndoles grandes pérdidas.

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Cerca de Chiva, Oráa les planto cara, ya a la vista de Valencia y de nuevo sufrieron un duro revés. Mientras tanto yo había salido para interponerme entre las fuerzas carlistas y Madrid esperándoles en Calamocha. Enterados de mi partida, otra expedición carlista al mando de Zaratiegui, que fue ayudante y un buen discípulo de Zumalacárregui, pretendía alcanzar Madrid. El 22 de julio me avisan han pasado el Ebro vadeándolo cerca de Haro y entrado en Segovia el 4 de agosto, desde donde hostiga Torrelodones y Las Rozas. Madrid es declarada en estado de sitio.

Mientras, a marchas forzadas, entro en Madrid con mis tropas el 12 de agosto para organizar su defensa y emprender la persecución de Zaratiegui. Al entrar en Madrid el pueblo me recibe como su salvador y las divisiones me aclaman. Esto desconcierta a los carlistas que quizás contaban con que parte de ellas se pasasen a su bando al igual que los madrileños y desvanecidos sus sueños el general carlista inicia la retirada. Al mes cuando llegó don Carlos a los aledaños de Madrid sus planes se vieron desbaratados al verse solos.

1-2. Carlos María Isidro de Borbón con sus tropas llegan a Madrid. ME VEO COMPROMETIDO EN UN PRONUNCIAMIENTO

Noventa oficiales de la brigada mandada por mi incondicional amigo, Van Halen, acantonada desde nuestra llegada en Pozuelo y Aravaca, se niegan a seguir en sus puestos mientras no sea sustituido el Gobierno progresista de Calatrava, por otro más moderado. Yo no podía permitirme reprimir a mis propios compañeros y tropas y me acusaron no de estar a su favor, sino con ellos. Calificando su conducta de puro acaloramiento les inste a pedir el perdón de la reina, mientras otro amigo, el general Seoane arremetía en las Cortes contra los sublevados implicándome como promotor del pronunciamiento.

La verdad es que la gestión de Mendizabal, como ministro de Hacienda, no me gustaba nada ya que tenía abandonado al ejército del Norte en cuanto a su correspondiente dotación económica y con un exiguo presupuesto y el retraso en las pagas, quería que los planes militares se desarrollasen rápidamente. Así que realmente y en mi fuero interno aplaudía el pronunciamiento. Todo acabó cuando saliendo el Gobierno de Calatrava, para intentar poner paz entre los liberales, la reina me elige a mí para que desempeñe la presidencia del Gobierno y el Ministerio de Guerra.

En este momento no me pareció prudente aceptar la presidencia del Gobierno y tan solo, por unos días acepte el Ministerio de Guerra. Con estas noticias escribo a Jacinta el 19 de agosto:

“Acepté la cartera de Guerra, pero no la presidencia; pero si se empeña la reina tendré que cargar con ella, y cátame generalísimo, ministro, presidente del Consejo y no sé qué más, sin desear yo otra cosa que mi casa, sin mandar ni que me manden; pero no pude evadir el compromiso”.

Pero si quería terminar la guerra no tenía tiempo para otras cosas y también rechacé el ministerio

para hacer lo que mejor sabía, luchar.

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1836. Don Carlos llega a dar vista a Madrid desde Arganda, el 12 de septiembre, a la espera, según su plan, de que la reina llegase a una avenencia con él poniendo fin a la guerra, rumores que ya había oído, pero ya dueño de la situación y la reina más tranquila con el nuevo gobierno moderado, no iba a permitir que nadie privara de su trono a la pequeña Isabel, ni su propia madre. Así que por no tentar la suerte salí en busca de don Carlos, quien en la madrugada del día 13, día siguiente a su llegada, se replegó hacia el norte, Cabrera volvió a Levante y Zaratiegui se unió en Aranda de Duero al ejército del pretendiente y juntos se encaminaron al País Vasco. Yo les perseguía sin descanso y en Aranzueque infligimos un descalabro a las tropas de don Carlos que aceleraron la retirada y aún las volví a alcanzar en Retuerta el 5 de octubre con nueva victoria.

En su larga marcha don Carlos se dio cuenta que su causa no encontraba más apoyos que los del territorio desde el que operaba, País Vasco y Navarra.

LA DIVISIÓN DE LOS CARLISTAS Tras el fracaso de su planeada entrada en Madrid, el desánimo cunde entre las filas carlistas, echándose la culpa unos y otros, todo ello da lugar a una seria división en dos partidos: los moderados o “transaccionistas” y los navarros o “apostólicos” (más extremistas), nada nuevo, de lo que lamentablemente entre las filas liberales ya sufríamos desde el Trienio Liberal del mismo mal, el cáncer que destruye los partidos políticos y las mejores ideas. Como nuevo mando, al frente de las operaciones militares, nombran al general Guergué, un “apostólico” o navarro.

NUEVOS FUSILAMIENTOS

Durante mi ausencia en Madrid, las penurias económicas por las que atravesaban nuestras tropas se agravaron, faltando hasta lo más elemental, comida, vestidos y calzado. Con esto, como motivo, algunas tropas se insubordinaron, entre otros, el coronel Iriarte y el comandante Barrientos.

Lo triste y trágico es que sin motivos asesinaron en Miranda de Ebro al general Ceballos Escalera, en Pamplona al general Sarfield y al coronel Mendivil y en Vitoria al gobernador Liborio González. Mi reacción no se hizo esperar, controlando rápidamente la situación no me tembló la mano al firmar la sentencia de muerte de los responsables. De mis particulares ahorros, y préstamos conseguidos con mi aval, se pudo reunir seis millones de reales que adelanté para poner remedio a la penuria de las tropas. De este estado de cosas es de lo que me quejaba amargamente sobre el lento proceder de Mendizabal para enviar los fondos necesarios que permitan un elemental mantenimiento de un ejército en combate, para que no se convierta en un ejército de saqueadores y asesinos.

ATAQUE A PEÑACERRADA. 1838. Con mis mejores tropas ataco la posición carlista de Peñacerrada, su nuevo comandante en jefe, general Guergué está al mando de las mismas, pronto la victoria es nuestra y tomamos la zona. Mi plan era, aprovechando nuestra buena moral, atacar directamente su corazón, la ciudad - capital carlista de Estella. En ello estaba cuando me llega la noticia de que mi general Oráa ha sido derrotado por el ejército carlista del bravo y móvil Cabrera. Con esto mi idea inicial es muy peligrosa, porque en el sitio a Estella pueden los de Cabrera atacarnos por retaguardia y machacarnos entre unos y otros, así que por el momento desisto.

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GUERGUÉ ES DESTITUIDO Todas las batallas tienen posteriores consecuencias. La derrota de los carlistas en Peñacerrada puso las cosas muy mal para su nuevo general Guergué y en Estella se producen tan graves desordenes que don Carlos se ve obligado a destituir a Guergué. RAFAEL MAROTO EL GENERAL DE LA PAZ No tuvo peor idea don Carlos, magnífica para mí, que pedir al general Rafael Maroto, un liberal moderado que permanecía desterrado en Burdeos, se haga cargo del ejército carlista, lo que aceptó. Yo no podía salir de mi asombro, porque Maroto había sido y, aun lo era, mi amigo y compañero de armas y de tantas aventuras y desventuras vividas durante los diez años que pasamos en Perú, uno de los “ayacuchos”. No perdí tiempo, y a través de Martín de Echaide, “el arriero de Bargota” (Navarra), que dedicado a traer y llevar mercancías entre uno y otro bando, nadie se lo impedía, propuse a Maroto que teniendo en cuenta lo inútil de proseguir guerra tan sangrienta, ya perdida por su bando, y mi buena voluntad de llegar a una paz justa y honrosa para sus valientes tropas y el pueblo de Navarra y País Vasco que había defendido unas ideas, para ellos justas, me expusiera sus condiciones para llegando a un acuerdo entre ambas partes concertarla.

1-2. A pesar de los intentos de alcanzar la paz con Maroto lamentablemente la guerra continua.

1839. A Maroto, en principio, mi propuesta le parece justa y razonable, ya que conoce muy bien la

difícil situación y escasas posibilidades de las tropas carlistas, por lo que acepta seguir el diálogo que nos lleve a poder establecer una paz digna y honrosa para los suyos, que dicho sea de paso siguen luchando con valentía. Lamentablemente, y de algún modo, alguien filtra la noticia de los secretos mensajes a un general carlista “apostólico”, quien con otros se conjuran para eliminar a Maroto, quien para desgracia de los conjurados, puesto al corriente del intento, desenmascarados son apresados y fusilados. Don Carlos, que parece ser siempre el último en enterarse de las cosas que ocurren en su ejército, casi corta sus relaciones con el general al saber lo ocurrido.

NUEVOS ATAQUES Junio de 1839. La guerra continúa y, ya algo nervioso ante la lentitud de las conversaciones de paz,

lanzo un fuerte ataque a unas posiciones fortificadas que los carlistas creían inexpugnables y desde las que lanzaban continuas expediciones a cualquier lugar de la costa cantábrica. Se trata de las de Ramales y Guardamino. Los carlistas son derrotados y los supervivientes se retiran de la zona de Santander.

1839. DUQUE de la VICTORIA, GRANDE de ESPAÑA En reconocimiento a estas victorias me otorgan la Grandeza de España de primera clase con el título de duque de la Victoria.

1839. Reorganizado mi ejército en agosto atacamos de nuevo otros importantes puntos defensivos. Derrotados los carlistas, nuestras fuerzas los arrojan de Villarreal de Álava y Sierra de Arlabán, con esto el ejército carlista del Norte queda sentenciado, Maroto ante los hechos activa nuestros asuntos.

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1939. EL ABRAZO DE VERGARA Tras arduas y fluctuantes negociaciones, llegamos al Convenio de Vergara, ratificado en esta villa el

31 de agosto de 1839 y refrendado por el espectacular y emocionante abrazo entre Maroto y yo y el resto de los jefes y soldados que allí nos encontraron, de ambos bandos; Al pié del histórico y sencillo documento, de tan solo diez artículos, puse mi firma (general Baldomero Espartero) junto a la de Rafael Maroto.

En virtud del Convenio, protestado por don Carlos y sus más fieles partidarios ya refugiados en Francia, me comprometía a recomendar al gobierno de la reina el cumplimiento de su oferta de proponer a las Cortes la confirmación de los fueros del país Vasco y Navarra.

Escribo a mi esposa: “Mi querida chiquita: No tengo lugar para nada; el día de hoy ha sido de gloria. Es todo tuyo tú

Baldomero”

1. Tras las últimas derrotas sufridas los carlistas por el Convenio de Vergara, se pone fin a la primera ‘Guerra Carlista’.

1840. FIN DE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA 1840. Cabrera, el tigre del Maestrazgo, continuaba defendiendo la causa de don Carlos en esta región y Cataluña. Un poco cansado ya de los carlistas, decido ponerme al frente de las tropas isabelinas y terminar de una vez.

Tras una serie de escaramuzas, comete la imprudencia de presentar batalla, el 30 de mayo lo derroto en Morella. Mucha de las joyas incautadas, encontradas en su poder, las regalo a la parroquia de Cenicero, como compensación a los daños causados durante el ataque de las fuerzas carlistas de Zumalacárregui a esta heroica villa riojana.

El infatigable Cabrera ha logrado reagrupar cuantos soldados le quedan, en Berga tiene lugar una nueva batalla y nueva victoria de mis tropas, no logramos hace prisionero a Cabrera que huye acompañado por numerosos seguidores internándose en Francia. Era el 6 de julio de 1840. 1840. LLUVIA DE CONDECORACIONES. Dando por terminada la sangrienta guerra civil por la sucesión al trono de la corona de España, me llueven las condecoraciones, aún de lugares o países que no sé que tienen que ver con lo sucedido. Mi duro carácter y falta de humor, estos días es tan bueno que me río comentando con mi chiquita, alegre como las castañuelas por verme en casa, algunas de las mismas: Desde Inglaterra, su reina Victoria me distingue con la gran cruz de la Orden del Baño, mi esposa se ríe y dice no puede entender como esta reina se había enterado tan pronto de lo sucio que he vuelto. El rey francés, Luis Felipe de Orleáns, con el gran cordón de la Legión de Honor, sigue las broma porque dicen es para atarme el batín de la Orden del Baño. La reina de Portugal, María de la Gloria, con la gran cruz de la Orden de la Torre y de la Espada (Esto está bien porque mi espada había quedado algo mellada después de tantos combates). Y hasta el rey Guillermo II de Holanda, país que ni intervino, como los anteriores, en la cuádruple alianza, en lugar de unos buenos quesos, la cruz de la Orden de la Encina, o bien sabía de mi afición por los árboles, o que en ocasiones de mi vida sus bellotas, escondido de los franceses y huyendo de bosque en bosque, sirvieron para mitigar el hambre.

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Hasta algún poeta, como Alberto Lista, me dedicó unos versos, seguramente sabiendo lo mal que yo los componía por ver si aprendía algo:

Huyó el usurpador. Himno de gloria Con la oliva sagrada Resuena alegre en la afligida España, Se enlazó de la paz que el hombre adora. Y el lauro de victoria Su voz que al fiero cántabro aterrara, Enjuga el llanto acerbo que la baña. Oh, Luchana, en tus campos funerales, Merced al héroe, cuya invicta espada, Oyó absorta Vergara, En mil trances sangrientos vencedora Sepulcro de los odios y los males.

Y ya para finalizar soy nombrado “Pacificador de España”.

1840. CAMINO DEL PODER S. M. la Reina Gobernadora, María Cristina, el 16 de septiembre de 1840, me nombra Presidente del Consejo de Ministros, tras los sucesos que les contaré y que dan un giro total a su vida y la mía.

1. María Cristina visitando un hospital. 2. General Espartero. LA POLÍTICA

Desde la paz y tranquilidad de mi retiro, reflexiono y comprendo que hay una diferencia total entre la noble lucha en los campos de batalla, donde siempre sabes con el enemigo al que te enfrentas, tanto cuando ataca como cuando se defiende, y la sucia política. En política nunca sabes donde se encuentra el enemigo, nunca dan la cara, andan disfrazados y ocultos, siempre buscando el momento y la forma de apuñalarte por la espalda, dejándote mal herido si no han podido matarte. Y lo más triste, aquellos que tienes como amigos suelen ser los más peligrosos y encarnizados. Valentía, nobleza, heroicidad, sinceridad, patriotismo, austeridad etc., son valores que en política no existen, donde la mentira, el cinismo, la cobardía, la ambición particular la vil astucia y todo cuanto de malo encierra el ser humano viven y conviven como cocodrilos en aguas cenagosas, por lo que cualquier noble persona que se adentra en tan sucias y pestilentes aguas, pronto desaparece entre remolinos entre las fauces y la vorágine de sus depredadores. Cegado de vanidad, teniéndolo todo, una incomprensible ambición me llevó a aceptar el nombramiento.

COMO OCURRIERON LAS COSAS 1840. La lucha política continúa entre liberales “moderados” y “progresistas” por el control del

poder, que lo ejerce quien consigue mayoría de diputados en Cortes. Como los progresistas tenían en los ayuntamientos de los pueblos su principal fuente de votantes, luchaban, yo entre ellos, para que los cargos de alcaldes, concejales, etc., fuesen elegidos en votación libre y democrática por sus habitantes, de acuerdo a lo establecido por la Constitución, lo que venía ocurriendo. Todos sabían, incluida María Cristina, que mi verdadero sueño y único deseo, era retirarme un día a Logroño, presentarme al cargo de alcalde y serlo, si los vecinos así lo decidían con sus votos.

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Naturalmente, esto para los liberales moderados no servía, porque al convocar nuevas elecciones, podían perder su mayoría en Cortes y por lo tanto el Gobierno. No se les ocurrió, mejor idea, que aprovechando su mayoría en Cortes al terminar la Guerra Carlista, introducir, en contra de la Constitución, una “nueva” Ley de Ayuntamientos, por la cual tanto el alcalde como el teniente de alcalde serían nombrados “a dedo” por el Gobierno. LA INCONSTITUCIONAL LEY DE AYUNTAMIENTOS A la nueva Ley de Ayuntamientos aprobada por el Congreso y el Senado, solo la faltaba la correspondiente sanción real para que pudiera entrar normalmente en vigor, es decir, tan pronto la Reina Regente María Cristina la firmara.

Yo que hasta entonces me guié por el lema - Constitución de 1837, trono de Isabel II, regencia de Cristina- pedí a ésta no firmara el escrito, incluso nos entrevistamos aprovechando el viaje que la reina madre hacía a Barcelona acompañando a la pequeña Isabel II, que debía tomar los baños termales en Caldas y los de mar por prescripción de sus médicos. Este era el motivo por el que la Corte emprendió, el 11 de junio, el viaje a Barcelona.

1 María Cristina a caballo. 2. María Cristina presidiendo un desfile. En esta ocasión mi esposa Jacinta, distinguida con la concesión de la banda de Damas Nobles de

María Luisa y el nombramiento de dama de la pequeña Isabel II, acompañaba a madre e hija en este viaje. A la llegada y paso de la Corte por Zaragoza, una de las etapas del viaje, las vivas muestras de simpatía que le prodigaron a Jacinta las clases populares de esta ciudad, que me tenían por su héroe, aprovechando para vitorearme en su persona, debió molestar y preocupar algo a la reina a la que recibieron más bien fríamente y sobre todo a sus acompañantes. Mientras terminaba la campaña de Cataluña contra los dispersos restos del ejército carlista que Cabrera reunía cerca de Berga, nuevos nombramientos, general en jefe del ejército de Cataluña, duque de Morella y comandante general de la Guardia Real llegaron, ya sin duda tratando de llevarme al bando de los moderados y apoyar con mi ejército su causa, porque presumían que de firmar la Reina Regenta la Ley de Ayuntamientos, los progresistas iban a levantarse en toda España.

MIS ENCUENTROS CON CRISTINA El primer encuentro con Cristina fue en Lérida, pero más preocupado por recibir y atender a mi

querida esposa y urgentes problemas que en el campo de batalla me reclamaban, no me permitieron tratar profundamente tan preocupantes temas, dejamos lo más espinoso de estos asuntos para unos días después.

Al regreso el 4 de julio victorioso de mi definitiva acción de Berga contra Cabrera y huido este a Francia, en Esparraguera, donde María Cristina me espera, ya sin rodeos, le manifiesto la imperiosa necesidad de cambiar el gabinete ministerial y negar la sanción regia a la Ley de Ayuntamientos. Se avino a mi primera recomendación pero no me dio su palabra sobre lo segundo, pretextando no le habían presentado el texto “oficialmente” para la firma. No podía creer que Cristina, algo más que la regente para mí, por la que hubiera dado mil veces la vida, en este momento me traicionara. De unas cosas pasamos a otras y nos separamos como un matrimonio tras el divorcio, casi el mutuo amor que nos profesábamos convertido en odio.

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14 de julio. Cuando en Barcelona le presenta Pérez de Castro el documento para que firmase su aprobación, en un acto de vacilación arrojó la pluma sobre la mesa, el jefe del Gobierno don Evaristo Pérez dijo: -¿Quién representa aquí al rey, V. M. o el general Espartero? - lo que preguntó con notoria impertinencia - Herida en su amor propio, tomó por segunda vez la pluma, que en esta ocasión, al haberse vaciado por el golpe, no dejó huella y tomado como una fatal premonición María Cristina volvió a dejar la pluma. Don Evaristo la limpió cuidadosamente en su levita, la mojó en tinta, probó que escribía correctamente y devolviéndola a la reina dijo con ironía: - Señora, mi levita es más poderosa que la espada del general Espartero. Finalmente firmó, pero ni ella ni aquel irónico Evaristo, sabían muy bien el alcance de lo que acababan de hacer ni lo poderosa que en realidad era mi espada.

1. María Cristina jura la Constitución, pero no supo mantener su juramento, Espartero la abandona. 2. (Espartero) Renuncio a todos mis cargos y rompo con María Cristina. 3. Casa-palacio del matrimonio Jacinta- Baldomero. En Logroño estalla la revolución el 6-9-1840.

MI RENUNCIA A TODOS LOS CARGOS Enterado de lo ocurrido, fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida, significaba romper con

tantas cosas por las que había luchado, despechado, indignado y traicionado por la persona en la que tenía puestas todas mis esperanzas, presenté a la reina, a través de sus ayudantes, la renuncia a todos mis grados, empleos, títulos y condecoraciones, lo que corrió de norte a sur de España como reguero de pólvora. María Cristina no la admitió, hizo mal porque mi indignación aumentaba por momentos.

El día 18 estallaba en Barcelona un motín contra la Ley, la reina no tiene más remedio que encargarme el restablecimiento del orden, lo que resuelvo con prontitud y tras constituir, a petición mía, un Ministerio progresista se traslada con la Corte a Valencia el 24 de agosto. Creída a salvo, nombra de nuevo un Gabinete “moderado” presidido por Modesto Cortázar, con lo que, incomprensiblemente, es una nueva traición a mi persona y a los “progresistas”. 1840. ESTALLA LA REVOLUCIÓN En Madrid, el 1 de septiembre estalla la revolución que se propagó a casi todas las provincias. En Logroño el “pronunciamiento” se produce el 6 de septiembre, su Alcalde Constitucional Ecequiel Lorza reúne “a las personas más notables de este vecindario” y en Sesión extraordinaria acordaron “por unanimidad” adherirse al pronunciamiento de Madrid, con las mismas bases de representar a S.M. la Reina Regente,… para que no se menoscabase en lo más mínimo la Constitución d 1837, que todos habían jurado, y se proponían sostener, hasta con sus vidas”. Naturalmente en Logroño, junto a su alcalde se pronuncia toda la familia de mi querida Jacinta, que ahora, más que nunca, también es la mía.

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DE NUEVO PRESIDENTE DEL GOBIERNO Recibo una carta autógrafa de la reina en Cataluña en la que me ordena salga con fuerzas suficientes

para sofocar la agitación de Madrid, es increíble, ya para entonces mi lema, “trono de Isabel II, reina regente y Constitución”, no tenía sentido al incumplir Cristina con la Constitución, en mi pensamiento se hacía paso otro: “Cúmplase la voluntad nacional” Por primera vez me negué a cumplir una orden, contesté diciendo que “no estaba seguro de que las tropas quisieran batirse contra el pueblo”.

María Cristina, que debía ser neutral, no supo disimular su apoyo a los moderados, a lo que se suma su personal situación ya que, a los tres meses de haber enviudado contrajo matrimonio con el guardia de cors Fernando Muñoz. Era un matrimonio morganático (matrimonio de un rey/reina, príncipe/princesa, con alguien de rango inferior, quedando esta persona excluida de las dignidades nobiliarias). Lo intentaba mantener en secreto, ya que, según el testamento de Fernando VII, unas nuevas nupcias impedirían a la reina mantener la tutela sobre sus hijas, y si se perdía ese derecho, se perdía también el de la regencia. A pesar de todo, era imposible mantenerlo en secreto porque fruto del mismo llegaron siete hijos.

1. La regenta, viuda de Fernando VII, María Cristina. 2. Su hija la reina Isabel II. Ante la extensión de la “revolución”, Cristina no ve otra solución que entregarme el Gobierno, siendo

elegido Presidente del mismo el 3 de octubre. Formo un gabinete de progresistas de la línea “central” y entre varios Decretos que publico, uno anula la ley municipal, otro amplia la Milicia Nacional y convocó elecciones. Esto con la imposición a María Cristina de compartir la regencia con una o más personas políticas, obligó a la humillada regenta a presentar el 12 de octubre en Valencia su renuncia al cargo, saliendo hacia París, donde viviría, tras su secreto matrimonio morganático celebrado a los tres meses de fallecer el monarca, con Fernando Muñoz, apuesto guardia de Corps hijo de los estanqueros de Tarancón, y los numerosos hijos –siete- que la viuda de Fernando VII, María Cristina, había tenido, con el mismo secreto en Madrid, enviados a Francia, al poco tiempo de cada nacimiento, tan pronto la salud de los niños no peligraba.

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REGENTE DE ISABEL II. Con ello terminó mi relación con Cristina, aquella guapa mujer a la que se le atribuía la frase: “creo en Dios y adoro a Espartero”. Lo que sí me dejó fueron las niñas a mi cuidado, a la joven Reina Isabel II y a su hermana Luisa Fernanda.

Escribo a Jacinta… Confío en que he de consolidar el trono de Isabel, la Constitución jurada, la prosperidad e independencia de mi patria, y que aún me ha de conservar Dios algunos años de vida, después, para emplearla en plantar árboles en la Fombera y mejorar a Logroño como un simple ciudadano, que es lo que ambiciona tu Baldomero.

1841. REGENTE DEL REINO CON TRATAMIENTO DE ALTEZA. 1841. El 8 de mayo me proclaman, como duque de la Victoria, regente del reino con tratamiento de Alteza.

Pero desde París, María Cristina conspira, junto a muchos enemigos que en esta ciudad he obligado a buscar refugio.

EL JOVEN MILITAR LUCIANO MURRIETA EN MADRID. Una de las pocas alegrías de aquella época de pesadilla fue, encontrarme en Madrid al niño nacido en Arequipa (Perú), cuando yo estaba destinado en aquel lugar como comandante de la zona, Luciano Murrieta, convertido en un apuesto joven oficial de Dragones. Inmediatamente pasó a mi servicio como ayudante de campo.

Tenía el joven Murrieta 19 años y prácticamente no había convivido con sus padres ya que me contó se trasladaron a Londres, donde tenían familia bien situada, al poco tiempo de producirse la independencia de Perú. El se quedó a vivir en compañía de su tío el general Rivero. En este ambiente militar elegió la carrera de las armas y viajando a España se alistó en el regimiento de Dragones donde yo le encontré.

1. Diego de León asalta el Palacio Real. 2. Fusilamiento del valiente y noble Diego de León. Desde ese día, Murrieta me acompañó hasta el fin de mis días y pude vivir lo suficiente como para

verle triunfar en lo que realmente amaba, el mundo de los vinos, y disfrutar muchos, pero muchos días de lo fantásticos Riojas que elaboraba, lo que me permitía olvidar los pasajes más tristes y negros de mi vida, que no eran pocos, recordando tan solo sus más alegres y gloriosos momentos, tal milagro hacían las mágicas botellas que Luciano guardaba con mimo, en principio en mi bodega de la calle Cerrada, digamos de Jacinta mi señora, y más adelante en su bonita finca Ygay.

1841. OTRO TRISTE EPISODIO Y FUSILAMIENTOS. El 7 de octubre, una conjuración de “moderados” asalta el palacio en el que se encuentran las pequeñas Isabel y Luisa Fernanda, en un intento de apoderarse de ellas, llevarlas junto a su madre y proclamar de nuevo la Regencia de María Cristina.

La orden la dio O´Donnell a los generales Manuel Gutiérrez de la Concha (cuyo hermano José Gutiérrez de la Concha, ambos nacidos en Córdoba de Tucumán, Argentina, se había casado el 28 de mayo con Vicenta, la hermana de mi mujer), al general Diego de León y al general de la Pezuela. Diego cayó prisionero y considerando la gravedad de lo ocurrido, un consejo de guerra lo mandó fusilar, al igual que a otros sublevados como Borso de Carminati y Montes de Oca en Zaragoza. Diego de León, mi compañero en las guerras carlistas solicitó la gracia del indulto, que como regente podía concederla, a su petición se unieron otras muchas personas y oficiales, pero de hacerlo dejaba en evidencia al propio general Capaz, que presidiendo el consejo de guerra, decidió el desenlace con su voto, dando pié, ya no temiendo por sus vidas, a que cada mes o semana se repitiesen sucesos parecidos.

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Pienso que tomé una equivocada y cobarde decisión, igual a la de cualquier dictador asustado, y aquellos hombres fueron fusilados. Con ellos perdí a miles de amigos y compañeros y a sencillas gentes del pueblo, para quienes dejé de ser su héroe, no pudieron entender nunca mi actitud, y el noble y valiente soldado, para muchos hasta entonces, se convirtió en un asesino sin piedad. O´Donnell y Narváez, cabezas del pronunciamiento de Madrid, que se extendió a Vitoria, Bilbao, Pamplona y Zaragoza, encontraron refugio en París junto a María Cristina.

1842. En noviembre se produce la sublevación republicana de Cataluña. Personalmente me pongo al frente de las tropas, partiendo de Madrid para sofocarla. Al llegar disolví la Junta de Vigilancia que demolía la Ciudadela, levantada por Felipe V, con el pretexto de ser un símbolo de la opresión centralista.

La Milicia Nacional había hecho causa común con los insurrectos y se habían enfrentado con las fuerzas del ejército de guarnición en Barcelona. La ciudad en manos de los extremistas no se aviene a su rendición. Desde el castillo de Montjuich ordeno abrir fuego contra la ciudad el 3 de diciembre y por estos medios, indiscriminados, domino la sublevación. Dejo a otro fiel ayacucho como gobernador de la plaza, el general Seoane. Tampoco en esta ocasión actué acertadamente y me dejé llevar por la parte más sanguinaria de mi carácter y persona.

1. Motín en Barcelona. 2. Sublevados de Barcelona 1842. 3. Carga de caballería de Van Halen, Barcelona noviembre de 1842.

Ante los últimos acontecimientos, las Cortes clamaron por un cambió del Gobierno, acusando a

González de imprevisor. No encontrando nada mejor, cambié en el Gobierno a González por un hombre de mi total confianza, otro general “ayacucho”, el marqués de Rodil. El 16 de julio se cerraban las sesiones de las Cortes, Rodil no tenía demasiados apoyos, hasta el punto que un periódico “progresista”, El Eco del Comercio, calificaba de “inválidos del siglo” a sus ministros, si esto escribía “uno nuestro” imaginar que decía la prensa de la oposición o “moderados”.

DISOLUCIÓN DE LAS CORTES 1843 La campaña desatada contra los ayacuchos me obliga a la disolución de las Cortes el 3 de enero,

convocando las próximas para el 3 de abril. Este mínimo respiro de poco me sirvió. En las nuevas los partidos de la oposición consiguen la mayoría y obligan a la dimisión de Rodil, sustituido por Joaquín María López el 9 de mayo (un progresista puro, segundo grupo en importancia en el parlamento, tras los progresistas legales de Cortina, el primero). El nuevo Gobierno me propuso la amnistía de los moderados, que yo sabía conspiraban desde Francia con Narváez a la cabeza, organizador de la Orden Militar Española, mitad orden de caballería, mitad sociedad secreta, en la que se cobijaban mis enemigos, prefiriendo tenerles a la vista, acepté.

El nuevo presidente del Consejo me pidió retirar de su mando a mis generales Linage, Seoane y Zurbano, a lo que me negué rotundamente, López presentó su inmediata dimisión. Tan solo habían transcurrido siete días de haber constituido Gobierno. Se formó otro bajo la presidencia de Álvaro Gómez Becerra. Los amigos en los que confiaba, Olózaga, López y Cortina, todos liberales de diferentes ramas escindidas de los progresistas, terminaron por unirse a los moderados, con el fin de restaurar al Gabinete López y obligarme a seguir escogiendo el primer ministro de entre los miembros del partido mayoritario. Sin duda me había convertido, junto a mis amigos, sin darme cuenta en un peligroso enemigo común.

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LA REVOLUCIÓN DEL 43 CONTRA EL GOBIERNO DE ESPARTERO 1843. En la sesión de Cortes del 20 de mayo, Olózaga ataca a la camarilla que me rodea en un

celebrado discurso del que recojo estas palabras: “… Un estorbo se ha puesto entre el Regente y el país, y ese estorbo es un hombre (Linage) cuya

conservación ha sido causa de la caída de los pasados ministros. Escoja el Regente entre ese hombre y la Nación entera. Y ¡ay del que se entrega en manos de ánimos turbados y de consejeros trémulos! Y ¡ay, también, del Regente que se acoja a semejantes consejos! ¡Dios salve al País! ¡Dios salve a la Reina!”.

Anteriormente Prim, diputado por Barcelona, en otra sesión de Cortes se había manifestado de parecida manera reprochándome haber admitido la dimisión del Gobierno de López “sólo para que se conservan en los puestos que ocupan determinadas personas”.

Terminando mayo y durante el verano del 43 se inicia un nuevo pronunciamiento “civil” o revuelta que el manifiesto de la recién constituida Comisión de gobierno en Málaga lo resume:

“Declarándose independiente del Gobierno de Espartero mientras éste no estuviera formado por el Gabinete López y se pusiera en ejecución su programa”, que como premisas fundamentales contemplaban una amplia ley de amnistía y la venta de bienes nacionales.

Y en esta ocasión hasta la ciudad de Logroño se suma al alzamiento, eso sí, sin mencionar mi nombre en la proclama que dirigen a los logroñeses el 1º de julio:

“Para combatir abiertamente la situación creada por unos españoles desnaturalizados” y “derrocar el poder opresor de estos tiranos y en apoyo de la Constitución de 1837, del Trono Constitucional de Isabel II, de la independencia nacional y del aplaudido programa del ministro López”.

1. Todo perdido, Espartero y algunos mandos intentan salvar la vida abandonando España. 2. Ramón María Narváez, duque de Valencia. 3. La reina María Cristina regresa a Madrid.

En resumen, España entera se levantó, en principio, contra mis fieles generales ayacuchos. Pero la revuelta llega a los militares que se sumaron al alzamiento, comenzando Barcelona el 6 de

junio constituida una Junta suprema de gobierno, me deponían y nombraban al general Serrano, ministro de Guerra, que lo fue con el gabinete López, ministro universal.

En Valencia desembarcó Narváez, junto con otros oficiales exiliados, y su Junta revolucionaria les prodigó una recepción entusiasta.

De Madrid salgo con tropas suficientes de las divisiones de Seoane y Zurbano, que habían regresado con sus soldados de Cataluña al no haber podido controlar el levantamiento en esa zona, y de la división de Van Halen, que se encontraba en Sevilla intentando contener la sedición, con la idea de enfrentarme a Narváez esperándole en Albacete, deteniéndole en su camino a Madrid.

De Sevilla recibo noticias de la difícil situación en la que se encuentra Van Halen, confiado en la defensa de Madrid por las tropas al mando de mis fieles Seoane y Zurbano, salgo hacia Sevilla para controlando la zona, regresar a Madrid con más soldados, cogiendo por la retaguardia a Narváez.

Ya a las puertas de Sevilla, puesta en sitio, me llega una tristísimo y desmoralizadora noticia, mi “fiel” Seoane que el 23 de julio, saliendo al encuentro de Narváez se encontraron en Torrejón de Ardoz, me había traicionado, y uniendo sus tropas a las de Narváez entraban en Madrid. El general Zurbano, un riojano nacido en Varea, y gran amigo, ante los hechos consumados nada pudo hacer y no secundando a Seoane pudo refugiarse en Portugal, la reina le indultó y regresó a Logroño para poco después dar su vida por mí, lo que les contaré.

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1843. CAMINO DEL DESTIERRO EN LONDRES Ya la capital perdida y España entera sublevada, todo había terminado. Acompañado por unos pocos,

de entre los más fieles amigos, el general Van Halen, mi secretario el coronel Gurrea y el joven Luciano Murrieta mi ayudante de campo, entre ellos, nos dirigimos al Puerto de Santa María embarcando con destino a Inglaterra a bordo del vapor Betis. Del Betis pasamos al navío inglés Malabar con el que llegamos a Lisboa, transbordando al vapor de la marina inglesa Prometheus, En el Habre recogimos a mi esposa Jacinta, que avisada de lo ocurrido había partido de Logroño para reunirse con nosotros en este lugar, y todos juntos llegamos a Londres donde fuimos recibidos en un ambiente de gran cordialidad.

1843. MI MANIFIESTO DE PROTESTA Sin duda ofuscado por los acontecimientos, y por mi soberbia, ya a bordo del vapor Betis, el 30 de

julio de 1843, redacté un escrito de protesta contra la rebelión que me obligaba a abandonar el país sin la preceptiva autorización de las Cortes, dado que mi regencia no debía terminar hasta el 10 de octubre de 1844, fecha en la que Isabel cumpliría 14 años y era la edad en que la Constitución establecía su mayoría.

1843. CONTESTACIÓN DEL GOBIERNO PROVISIONAL “Artículo único: Se declara a D. Baldomero Espartero, y a cuantos han suscrito la protesta de 30 de

julio último, privados de todos sus títulos, grados, empleos, honores y condecoraciones. Dado en Madrid a 16 de agosto de 1843.- Joaquín María López.-Mateo Miguel de Ayllón.- Francisco

Serrano.- Joaquín de Frías.- Fermín Caballero”.

1. María Cristina con su hija la reina Isabel II, en un paseo por Madrid el 25 marzo de 1844. 2. Palacio del Congreso.

FIN DE UN AMARGO CAPÍTULO Esto cerraba el capítulo más amargo de mi vida, atrapado en la maraña de la política caí desde el

cariño de un pueblo a su odio, de la pasión de unas tropas y oficiales que me veneraban a su traición y desprecio, de mis ascensos, conseguidos tras haber luchado toda una vida exponiendo mi vida en cien batallas, ya ni soldado de mérito, los títulos y Grandezas de España volaron como hojas en el viento al igual que mi posición social y hasta muchos, entre los buenos amigos y familiares de Logroño, en estos momentos me dieron la espalda. Del árbol caído todos hacen astillas. Por un momento pensé pegarme un tiro, pero la sola presencia de Murrieta o mi “chiquilla”, Jacinta, apartó de mi tan trágico pensamiento. La vida, en cualquier circunstancia, merece continuarla porque siempre encontraremos nuevas cosas con la que llenarla.

EL EXILIO 1844. La vida en el exilio de Londres transcurre pacífica y tranquila. Conocida mi afición por las

plantas y sobre todo los árboles, tanto frutales como de ornamento, las sociedades botánicas me ofrecen un puesto entre sus miembros.

La soberana inglesa, la reina Victoria, nos invitaba a su mesa ofreciéndonos alojamiento nocturno en el palacio de Windsor, los duques de Wellington, bajo cuyo mando luché en batallas de la Guerra de la Independencia, nos brindaron su amistad, al igual que lord Palmerston y el Gobierno inglés llegó a ofrecerme una pensión de cuatro mil libras, lo que dignamente rechace. Me quedó tan poco que al menos la dignidad quise guardar.

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1844. LOS PROGRESISTAS CAVAN SU TUMBA Los propios “progresistas” en España habían cavado su tumba. Me habían cambiado por el general de

los “moderados” Narváez, quedando el ejército en sus manos. Pronto hicieron caer el gobierno de Joaquín María López, a quien tanto querían y aplaudían, como el de su sucesor el también progresista Olózaga. Proclamada la mayoría de edad de Isabel II, firmó un decreto por el que se disolvían las Cortes, a partir de este momento los moderados se hicieron con el poder durante los siguientes diez años. Bajo la férrea mano de Narváez.

1844. EL SACRIFICIO DE ZURBANO Y SUS HIJOS Este general y fiel amigo, prepara una proclama, dejándose llevar por su espíritu romántico henchido

de devoción hacia el jefe vencido y humillado, lo que le honra, enterado Narváez le escribe para disuadirle una enérgica carta de advertencia:

“Le aconsejo desatienda las sugerencias apasionadas de sus adeptos y no sustente en su pecho las ilusorias esperanzas que de continuo le da el proscrito de Londres, a quien ciegamente obedece, conducta que yo aplaudo porque justifica su lealtad y su consecuencia; pero tenga V. entendido que le precipita, y por esta razón le doy aviso en tiempo oportuno”, la carta ya aparte la diplomacia termina duramente con estas palabras:

1. Miliciano. 2. Fusilamiento de Martín Zurbano en Logroño el 21 de enero de 1845, junto al convento de Valbuena. “Si este sincero consejo mereciese, aun cuando no lo espero, el desdén de V., desde ahora le

advierto que, lanzado a la insurrección y una vez asegurado mi triunfo, no doy cuartel ni a V. ni a sus compañeros”.

El 11 de noviembre de 1844 se lanza a la rebelión con ochenta hombres, esperando el apoyo de otros esparteristas, y difunde desde Nájera una fervorosa proclama redactada en estos términos:

“Soldados y camaradas: Vamos a combatir por cuarta vez al despotismo; vamos a hundir para siempre ese azote de la humanidad, mil veces peor que el que con sangre liberal ahogasteis en los campos de Navarra. Creedlo, soldados; una nación aherrojada que gime bajo la opresión más funesta; sin derechos, sin libertad, sin porvenir; conculcado el código venerando que a costa de arroyos de sangre plugo al cielo concederla, es lo que tenéis a la vista; una pandilla bastarda es la árbitra de los destinos e intereses de esta magnánima nación tan noble como valiente.

Soldados y nacionales: Uníos a mis filas, que, siempre el primero en los peligros, os conduciré orgulloso a la victoria. Soldados todos de la libertad; viva la Constitución; viva Isabel II; viva la Junta Central; viva el general Espartero; viva la independencia nacional.

Nájera, 13 de noviembre de 1884.-- Vuestro general y camarada, MARTÍN ZURBANO” Fracasado el levantamiento, antes de alcanzar la frontera fue hecho prisionero, conducido a Logroño

y fusilado en esta ciudad el 21 de enero de 1845, en la explanada junto al convento de Valbuena, suerte que ya habían corrido sus dos hijos Feliciano y Benito, que junto a su padre participaron en el alzamiento.

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1845. MATRIMONIO DE ISABEL II Austria, Inglaterra, Francia y Dos Sicilias, junto a otros candidatos españoles, aspiran a que el

futuro esposo de Isabel II (rey consorte), fuese de su estirpe. Finalmente se eligió a don Francisco de Asís Borbón, primo de la reina. Francia consiguió al menos que la hermana de Isabel II, la infanta Luisa Fernanda, se casara con don

Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, quinto hijo del rey de Francia Luis Felipe. 1846. EL CUÑADÍSIMO DE ESPARTERO 1846. El cuñado de Espartero, José Gutiérrez de la Concha, casado con la hermana de Jacinta (por

parte de madre) era el encargado de Narváez para sofocar los levantamientos militares progresistas o esparteristas, ya en la desgracia de nuevo unidos, como el de Galicia en abril de 1846. En esta ocasión, tras vencer a los sublevados, mando fusilar en Carral-La Coruña, al comandante Miguel Solís junto a otros doce oficiales. Por tan heroica acción fue ascendido a teniente general.

1. Isabel II, a los 16 años, se casa con su primo Francisco de Asís Borbón el 10 de octubre de 1846. LA BODA DE LA REINA ISABEL II 1846. El 10 de octubre la reina de España Isabel II, se casa, a los 16 años, con su primo Francisco de

Asís María Fernando de Borbón y Borbón, hijo de su tío el infante don Francisco de Paula (hermano del difunto Fernando VII y el pretendiente Carlos). Al mismo tiempo se celebra la boda de su hermana la infanta Luisa Fernanda con el duque de Montpensier, quinto hijo del rey de Francia Luis Felipe.

SEGUNDA GUERRA CARLISTA 1846-48. A raíz del matrimonio de la reina estalla en Cataluña la segunda guerra carlista, promovida

por el conde de Montemolín, que pretendía casarse con Isabel, al ver fracasadas sus aspiraciones. LA GUARDIA CIVIL Bajo Narváez, siempre buscando drásticas medidas para mantener el orden crea la Guardia Civil. Se

encargó de ello al duque de Ahumada. Sustituyó al cuerpo de Salvaguardias reales, creado en 1833, y su origen se remonta a la antigua Santa Hermandad.

Se dedicaban a perseguir a los malhechores, a mantener la seguridad en los caminos y el orden en las poblaciones. Se dividía en dos clases: de infantería y caballería.

FIN DEL EXILIO 1847. El 3 de septiembre, siendo presidente del Consejo don Joaquín Francisco Pacheco, el más

representativo de los puritanos (grupo desgajado del partido moderado en las Cortes), expedía Isabel II un decreto designándome senador del reino. Este mismo año me nombran embajador extraordinario y plenipotenciario cerca de la reina Victoria en Inglaterra, lo que declino para volver a España tras más de cuatro años de destierro.

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1373

LOS MARAVILLOSOS VINOS FRANCESES. LONDRES. (THE HONNEST MAN- El hombre honrado). En principio en Londres, nos alojamos en Fonda de Mivart. Nos solía acompañar mi secretario coronel

Gurrea, el general Van-Halen, el joven Murrieta cuando no estaba con su familia, y siempre amigos y admiradores que venían a verme y traer noticias. Pero los meses pasaban y el alojamiento e invitaciones diarias en la Fonda-Hotel de Mivart resultaban caros para nuestra situación. Por ello decidimos trasladarnos a una linda casa de arquitectura gótica, llamada “Abbey Lodge”, situada en un barrio llamado el Parque del Regente, retirada la casa de la capital, tenía un hermoso jardín, cuyo cultivo y cuidados eran unas de mis ocupaciones diarias favoritas. Ya comenté que me hicieron miembro de honor varias asociaciones botánicas, así como otras lo hacían con Jacinta, duquesa de la Victoria, ya que a sus atractivos naturales unía los de una rara ilustración en una mujer de su época.

Con Luciano, que se iba aficionando a los temas agrícolas, tenía largas conversaciones sobre los viñedos de La Mancha, la tierra donde nací y naturalmente los vinos de la tierra de mi mujer, La Rioja, en cuanto a los vinos de Burdeos que llegaban de Francia, a los que tan aficionadas eran las clases nobles inglesas, cada vez nos gustaban y apreciábamos más, tanto Murrieta como yo. Maravillas escondían la bodega de nuestro buen amigo Wellington, y contando batallas contra los franceses las horas pasaban rápidas mientras dejábamos huérfanas de vino a más de cuatro botellas de sus mejores Burdeos, como los Château Lafite, Château Mouton - Rothschil, Château Latour, Château Margaux, Haut-Brion, Pétrus, Cheval-Blanc etc., con todas “valientemente” conseguíamos acabar en unas horas.

1. Château Coucy, viñedos bordeleses. 2. Château Latour. 3. Château Mouton-Rothschild.

VIAJE A BURDEOS Decidimos hacer un viaje a esta región donde enseñaría a Murrieta sus diversas zonas; Saint-

Émilion, Pomerol, Graves, Pauillac, Margaux, el Médoc, Sauternes y sus mejores pagos y bodegas, aprenderíamos todo lo posible sobre la elaboración y cuidados de estos estupendos vinos y de regreso a Logroño intentaríamos elaborarlos de parecido modo, ya que si algo tenía la familia de Jacinta eran las mejores viñas y bodegas. Luciano Murrieta había conseguido cuanto escribió sobre como elaborar vinos tintos al estilo de Burdeos Manuel Quintano, hacía medio siglo, y se emocionaba con la idea de retomar sus ideas cuando algún día pudieran regresar a Logroño en las bodegas de Jacinta, a partir de los magníficos y extensos viñedos que le contaron tenían.

No encontraríamos inconveniente alguno en nuestro proyectado viaje a Burdeos porque en esta ciudad vivían unos parientes de mi mujer.

Presenté al Gobierno Francés la solicitud para con el oportuno permiso trasladarnos a Burdeos, pero nunca me fue concedido. Sin duda temían se trataba de un ardid y había quedado con mis partidarios cerca de la frontera para intentar un nuevo pronunciamiento en España. Así que fue tan solo Murrieta quien en esta ocasión pudo discretamente trasladarse a Burdeos, con recomendaciones para nuestra familia en esta región y aprender cuanto quería saber sobre este tipo de vino y los métodos que empleaban para conseguir tan buenos resultados. Aprovechó bien el tiempo y quedó asombrado ante los fantásticos châteaus que entre cuidados viñedos visitaba.

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1374

EL REGRESO DEL EXILIO 1848. Regresamos a España y en Madrid tomé posesión de mi escaño en el Senado, aprovechando el

viaje para saludar a la reina. Amablemente recibido por esta y dentro de la emoción que no puedo remediar, me despido con estas palabras:

“Suplico a Vuestra Majestad me llame siempre que necesite una espada para defenderla o un corazón para amarla”

Tras breve estancia en la Capital del Reino emprendemos viaje a Logroño el 7 de febrero de 1848. En Logroño a un amigo confieso: “Mientras he estado en la emigración, mi mayor, mi único sentimiento ha sido vivir lejos del pueblo

español: ahora que me hallo en su seno, me sería ya indiferente morir” 1848. SE PROCLAMA EN FRANCIA LA SEGUNDA REPÚBLICA. En 1848 estalla en Europa un movimiento

revolucionario, en Francia Luis Felipe de Orleáns es destronado y se proclama la segunda República. 1848. MUERE EN FRANCIA JOSÉ DE SAN MARTÍN. José de San Martín, libertador de Chile (1818) y de

Perú (1821), contra el que me enfrenté en varias ocasiones en su avance hacia la región de Arequipa, y que dejando el mando de sus tropas a Simón Bolívar (1822) poco antes de la batalla de Ayacucho, embarcó rumbo a Francia, había muerto el 17 de agosto en el pequeño pueblo francés de Boulogne-sur-Mer, donde vivía con su hija, socorridos ante una situación de absoluta miseria por un curioso personaje, del que en su momento contaré algo, el marqués de las Marismas del Guadalquivir, que llegó a ser propietario de uno de los más renombrados châteaux de Burdeos.

1. El general San Martín pasa los Andes. 2. Juan Bravo Murillo. 3. Alzamiento en Madrid, julio de 1854.

1851. Bravo Murillo, un buen administrador, realizó una buena labor en obras publicas - financiación

de ferrocarriles, abastecimiento de aguas a Madrid - Concordato con el Vaticano etc., representando la fracción más reaccionaria entre los moderados, sustituye a Narváez, todos se asustaron al ver que su política autoritaria podía llevar a la dictadura.

1852. A bravo Murillo le sigue tras la caída de su Gabinete en diciembre, José Luís Sartorius, conde de San Luís. Cualquiera que se opone a su gestión es privado de sus cargos o confinado, y así lo hace con los generales Dulce, Serrano, San Miguel, Ros de Olano y el propio O´Donnell, que permanecen ocultos en Madrid conspirando.

1853. El 28 de junio Dulce consigue el pronunciamiento de varios regimientos de caballería, todos se ponen al mando de O´Donnell y se retiran a Manzanares en espera de acontecimientos. En el pronunciamiento, fase previa de la revolución, intervienen políticos civiles como el joven Cánovas del Castillo.

El 7 de julio se redacta el manifiesto de Manzanares. En Madrid se forma la doble junta revolucionaría. Grupos enardecidos asaltan el palacio residencia

de María Cristina y las casas de los ministros Salamanca y Sartorius, comenzando unas jornadas de incertidumbre, barricadas y sangre.

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1854. DE NUEVO PRESIDENTE DEL GOBIERNO. Al gobierno de Sartorius le sustituye el del duque de Rivas, que duró dos días, 18 y 19 de julio de 1854. La reina se acuerda de mí, que sigo cuanto ocurre desde Logroño y me designa presidente del nuevo Gabinete, al tiempo que nombra a San Miguel capitán general de Madrid y ministro universal mientras yo llegue.

El 18 de julio parto de Logroño a Madrid pasando por Zaragoza. Dejó la siguiente proclama por despedida:

“Me separo de Logroño, mi pueblo adoptivo, porque la Patria y su libertad reclaman mi presencia en la invicta Zaragoza. Me llevo el grato recuerdo de los siete años que he sido vuestro conciudadano.

Un solo encargo os dejo: Obedeced a la patriótica Junta que ha sido instalada en este día; respetad sus disposiciones y conservad el orden, garantía segura del triunfo.

Cuento con vuestra honradez, nunca desmentida, con vuestro proverbial patriotismo y esa grandeza de corazón que os ha hecho tan apreciables para vuestro convecino ESPARTERO.

Logroño, 18 de julio de 1854

1. Baldomero Espartero. 2. Leopoldo O’Donnell. 3. Isabel II, pintada por Antonio María.

Julio de 1854. El día 29 llego a Madrid. En esta ocasión, olvidando antiguas diferencias, nombro como ministro de la Guerra a O´Donnell.

Por su parte la reina, a propuestas mías, firmó un manifiesto que fue profusamente repartido por Madrid: “Españoles: Una serie de deplorables equivocaciones ha podido separarme de vosotros, introduciendo entre el pueblo y el trono absurdas desconfianzas, pero así como la verdad ha llegado por fin a los oídos de vuestra reina, espero que el amor y la confianza se afirmen en vuestros corazones”…terminaba: “…El nombramiento del esforzado duque de la Victoria para presidente del Consejo de ministros y mi completa adhesión a sus ideas, dirigida a la felicidad común, será la prenda más segura del cumplimiento de vuestras nobles aspiraciones. Españoles: La acrisolada lealtad del que va a dirigir mis Consejos, el ardiente patriotismo que ha manifestado en tantas ocasiones, pondrá sus sentimientos en consonancia con los míos. Dado en Palacio a 26 de julio de 1854.-YO, LA REINA”

DESAMORTIZACIÓN Y LEY DE FERROCARRILES 1855. En abril, don Pascual Madoc, ministro de Hacienda, presentó en las Cortes un nuevo proyecto de desamortización de bienes civiles y eclesiásticos. No sin titánicos esfuerzos Espartero y O’Donnell consiguieron que la reina Isabel II firmara (sancionara) el decreto, lo que hizo el 1º de mayo.

Junto a la ley de desamortización se aprueba la ley general de ferrocarriles y bancaria. 1856. PROPUESTA DE ENCABEZAR LA REVOLUCIÓN 1856. El 15 de julio me proponen en las Cortes que encabece la revolución y sabiendo que triunfante

esta, la República era segura, no lo acepté, con lo que la revolución quedó condenada al fracaso. Pronto O’Donnell de hizo dueño de la situación.

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Tan pronto me vieron abandonar el Congreso, abrieron fuego de cañón sobre el palacio desde una batería instalada junto al Museo del Prado, un expeditivo método para hacer salir a los treinta y siete diputados que permanecían en sus asientos. Uno de ellos era el político riojano don Práxedes Mateo Sagasta, que ocupaba durante el bienio progresista el puesto de diputado por Zamora. Una granada cayó a los pies del político riojano, lo que le dio ocasión de intervenir con su ejemplo para calmar a los diputados que pretendían ponerse a salvo, pronunciando estas sencillas palabras que fueron recogidas por el Diario de Sesiones:

“Continuemos en nuestros escaños con la misma serenidad que hasta aquí. Es nuestro deber”. Por un lado debía fidelidad a las Cortes y por otro a la institución monárquica bajo la corona de Isabel II y decidí la segunda solución sabiendo que con ello debía retirarme, pero es posible que ya estuviera cansado del mismo juego. No pudiendo jamás dar gusto a todos, cuanto mejor y más justas se querían hacer las cosas, más enemigos surgían.

1857. Me retiré a Logroño. Mi decisión de no encabezar la revolución supuso para Isabel doce años más de reinado. La revolución sin cabeza rectora se fue extinguiendo en las provincias por lenta y progresiva consunción, siendo mi fiel Zaragoza la última ciudad que depuso las armas el 1º de agosto, la última plaza que resistió al grito de ¡Espartero y libertad!, ese día me sentí un cobarde, ese día lloré.

1857. NACE EL FUTURO REY ALFONSO XII Este año, Isabel II alumbra su primer hijo, al que le dan el nombre de Alfonso. 1858. O’Donnell situó en el Gobierno a la Unión Liberal. LA GUERRA DE ÁFRICA 1859-60. Marruecos, aprovechando la guerra interna de España se levanta contra nuestra colonia en

el norte de África. O´Donnell con importantes tropas parte para hacerles frente.

1. Carlos Luís, conde de Montemolín. 2. Ejecución pública por garrote vil. DE NUEVO LOS CARLISTAS INICIAN OTRA GUERRA 1859. Los Carlistas ven una buena ocasión, ante esta dispersión de fuerzas, de intentar de nuevo

conseguir por la fuerza el trono se España. 1860. Recibo una carta de lord Palmerston, mi buen amigo en el destierro y ahora jefe del Gobierno

Inglés, en la que me anuncia una nueva conjura carlista y toda serie de detalles, buques, fechas, personas, etc.

Por no levantar sospechas encargué a Jacinta ir a Madrid y entregar personalmente a la mujer de O’Donnell la carta, para que la entregase a este, que se encontraba en África defendiendo las plazas de soberanía española ante unos fuertes ataques de los moros. Ambas esposas cumplieron sus cometidos, pero O’Donnell o no creyó tan grave el asunto o no pudo desentenderse fácilmente de la campaña de África.

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LAS BATALLAS DE TETUÁN Y WAD-RAS Las plazas del norte de África venían siendo sometidas a frecuentes ataques por parte de

Marruecos, de forma que el gobierno de O’Donnell, en el ambito de una política internacional encaminada a recuperar parte del prestigio perdido, decidió intervenir militarmente. Entre el entusiasmo popular, las Cortes declararon la guerra el 22 de octubre de 1859.

Las tropas españolas, bajo el mando directo de O’Donnell, desembarcaron en Ceuta y se dirigieron

hacia Tetuán, salvando gracias a la actuación del general Prim, la resistencia marroquí en Los Castillejos. Las inmediatas batallas de Tetuán (4 de febrero de 1860) y de Wad-Ras (23 de marzo) decidieron la campaña a favor de los interesas de España. Las condiciones de paz impuestas por el gobierno de O’Donnell incluyeron la ampliación del perímetro de Ceuta, el reconocimiento de la soberanía española sobre Sidi-Ifni y una cuantiosa indemnización de guerra.

El día 2 de abril firmaba la paz en África O’Donnell por el tratado de Wad-Ras, y al mismo tiempo

desembarcaba en San Carlos de la Rápita el capitán general de Baleares, Jaime Ortega, con cuatro mil hombres de las guarniciones de Palma y Mahón, a los que se unió don Carlos Luís, conde de Montemolín, hijo del pretendiente Carlos al que derroté en las primeras Guerras Carlistas, don Fernando, hermano de este, y el general Elío (el incombustible defensor del absolutista Fernando VII). En Baracaldo y Palencia se produjeron unos conatos de sublevación inmediatamente sofocados.

Toda esta campaña fue un total y rotundo fracaso. La tropa no sabía que venían para defender la causa carlista y luchar contra su reina, cuando se dieron cuenta abandonó a sus jefes.

Todos fueron hechos prisioneros. Ortega fue ejecutado, Elío condenado a muerte fue salvado en última instancia por un indulto de la reina. Montemolín y su hermano recobraron la libertad previa renuncia a sus pretendidos derechos a la corona de España.

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FERROCARRIL EN LOGROÑO 1863. Por fin veía hacerse realidad el sueño, compartido por tantos riojanos, de acabar con el

aislamiento que en comunicaciones tenía Logroño, lo que impedía, entre otras cosas, que nuestros vinos y toda clase de mercancías pudiesen llegar rápido, en perfectas condiciones y con un razonable precio a los mercados tradicionales, puertos y frontera, al igual que nuestras compras. Por otro lado, reemplazaba los interminables viajes en diligencia, que tantas veces tomé para ir o venir de Madrid, y que llegados a destino había que recomponer todos los huesos del cuerpo tras soportar el golpe seco de unos ocho mil baches, en invierno zanjas, que en uno de ellos por distraerme conté.

El trazado del ferrocarril, que seguía el curso del Ebro, de Oeste a Este, contaba a su paso por la provincia de Logroño con las estaciones de Haro, Cenicero, Logroño, Calahorra y Alfaro. Se aprovecharon las fiestas de San Mateo en Logroño, en el mes de septiembre, para la inauguración del tendido. Fue el acontecimiento del siglo y permitió, aprovechando la mejor oportunidad que la historia nos brindó, llevar a la lo más alto los nuevos vinos de Rioja.

1. El ferrocarril llega a La Rioja. 2. General Juán Prim. 3. Francisco Montalt Milans del Bosch. 1864. Se terminan las obras e inauguran las estaciones ya mencionadas. 1866. En agosto, en la ciudad belga de Ostende, se reúnen progresistas y demócratas españoles, los

representan Prim, Milans del Bosch, Pierrard, Sagasta, Becerra, Ruiz Zorrilla y otros. Quieren, unidos, destronar a Isabel II y sustituirla del modo que decidan unas Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal.

Les falta atraerse a la Unión Liberal, cuyo jefe, el general Leopoldo O’Donnell, repatriado en Biarriz, tras unas diferencias con la reina que le forzaron a dejar en julio de este año el Gobierno, se resiste a participar en una coalición contra ella.

O’Donnel presidió por última vez el gobierno entre junio de 1865 y julio de 1866, momento que fue sustituido por Narváez que desempeño el cargo hasta su muerte (23 de abril de 1868).

Don Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, cuñado de Isabel II por su matrimonio con la hermana de ésta, la infanta María Luisa Fernanda, estuvo comprometido, así como su esposa, en el movimiento revolucionario promovido contra la reina, al que contribuyó con la suma de tres millones de reales, con los duques de Montpensier había contado en principio los unionistas como candidatos al trono vacante una vez derrocada Isabel. Advertida la reina por su Gobierno, no tardó en decretarse contra ellos la orden de expulsión del territorio nacional que les condujo al exilio en Lisboa.

1866. Prin, con otros generales se encuentran detrás de la sargentada de San Gil. 1867. En noviembre muere O’Donnell, le sustituye, al frente de la Unión Liberal, Serrano quien se

une a los revolucionarios y lo hace de igual modo una parte del ejército y la armada.

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1868. LA REINA SE SEPARA DE FRANCISCO DE ASÍS BORBÓN El matrimonio “impuesto” entre Isabel II y su primo Francisco de Asís de Borbón, por

incompatibilidad de caracteres termina con una separación amistosa. El duque de Cádiz, don Francisco de Asís (hijo del infante don Francisco de Paula –hermano de

Fernando VII- y de doña Luisa Carlota, princesa de Borbón). Eran primos, pero incluso esto era dudoso, ya que se daba por seguro que Francisco de Paula era hijo de Godoy, y no de Carlos IV. En todo caso, Isabel II tal vez hubiera preferido casarse con Enrique, hermano del que finalmente fue su marido. El caso es que los reyes no tuvieron una feliz convivencia. La ocupación principal de los periódicos y los políticos era saber cuantos amantes tenía la reina, entre los que se contaban un general, varios cantantes, un compositor, un marqués, un duque, un comandante y algunas decenas más. Tambien había personas que no la amaban tanto: un periodista y un sacerdote atentaron contra ella en 1847 y 1852, sin graves consecuencias, salvo para el sacerdote, que murió ajusticiado en el garrote. Isabel tuvo nueve hijos: Luis, Isabel, María Cristina, María de la Concepción, Alfonso, María del Pilar Berenguela, María de la Paz, Eulalia y Francisco de Asís Leopoldo.

1. La sargentada de San Gil, 1866. 2. Isabel con su esposo. 1868. LA GLORIOSA - NUEVA REVOLUCIÓN 1868. En abril muere Narváez, el espadón de Noja, que durante estos años, con mano firme, y junto

a O’Donnell había mantenido a Isabel II en el trono, desde mi voluntario retiro a Logroño. Pasa a presidir el Gobierno González Bravo. Conociendo, como todos, lo que ocurría, pretende abortar la revolución recurriendo a medidas extremas, desterrando políticos y militares presuntamente implicados, los generales Serrano y Dulce incluso los duques de Montpensier (Don Antonio de Orleáns, duque de Montpensier era cuñado de Isabel II por su matrimonio con su hermana, la infanta María Luisa Fernanda, y estaba comprometido al igual que su esposa, en el movimiento revolucionario promovido contra la reina, al que contribuyeron con la suma de ¡tres millones de reales¡).

Eran los candidatos de los unionistas para ocupar el trono vacante una vez derrocada Isabel. Isabel II decretó su expulsión del territorio nacional y se fueron a Lisboa.

Todo resultó inútil, aprovechando que la Corte se encontraba veraneando en San Sebastián, en la madrugada del 18 de septiembre se subleva la escuadra española al mando del almirante Topete, el 19 se publica un manifiesto explicativo de los planes de la revolución y poco después se pronuncian los generales Prim y Serrano.

Al enterarse González Bravo, solo de apellido, del alzamiento presentó su dimisión a la reina, encargando esta al marqués de la Habana formase nuevo Gobierno. Se trasladó a Madrid llegando el día 20, cuya guarnición al mando de los generales Novaliches, marqués del Duero, Calonge, conde de Cheste, permanecían fieles a la reina.

Pidió a la reina se trasladase a Madrid, pero “sin la compañía de su favorito de turno”, Carlos Marfori, y si en la capital no se producía una reacción a su favor, que abdicase la soberana en su hijo Alfonso, príncipe de Asturias, muy niño aún, confiriéndome a mí la regencia.

Así lo habían aconsejado el duque de Sesto y el marqués de Salamanca.

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Meditaba la respuesta cuando Serrano derrota a las fuerzas gubernamentales en el puente de Alcolea, sobre el Guadalquivir, a pocos kilómetros de Córdoba el 28 de septiembre. Isabel II, que se negó a ir a Madrid sin su querido y permanecía en San Sebastián, buscó refugio en Francia dos días después.

El 9 de octubre Serrano, que preside el Gobierno provisional, me escribe dando las gracias ante mi postura de no intervenir a favor de la reina y manifestando cuentan conmigo en el nuevo Gobierno. Con la misma prontitud y agradeciéndole sus deseos, ya requemado de asuntos políticos, contesto, por resumir diciendo:

“Nadie puede tener más interés en sacar incólume al país en las críticas circunstancias en que se encuentra que los iniciadores mismos”

Es decir, que quien lo hizo que lo arregle, en este caso los revolucionarios. Yo vivo más feliz que nunca en Logroño disfrutando de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida, el huerto y arbolado de mi finca parque de la Fombera, los increíbles vinos que elabora Luciano, mejores cuantos más años tienen, las tardes de tertulia en casa con mis mejores amigos, mi buen Domingo Santa Cruz, Teodoro Sagasta, Tadeo Salvador, alcalde de Logroño, etc., y más enamorado que nunca de una esposa, que ha sabido perdonar, y olvidar, mis calaveradas y desatinos de mi turbulento pasado.

ISABEL II EXILIADA EN PARIS Salvo algunos viajes ocasionales, Isabel II ya no volvería a España. En su exilio, se separó

definitivamente de su marido y ocupó el palacio de Castilla en la capital francesa. Durante más de treinta años vivió plácidamente la reina exiliada en París, amparada por una cuantiosa subvención que le enviaba ajustadamente el Gobierno de España. Ni en París ni en Madrid hubo grandes muestras de dolor cuando murió la anciana reina, el 9 de abril de 1904. En 1870 había abdicado a favor del quinto de sus hijos, que reinaría con el título de Alfonso XII.

1869. EN BUSCA DE UN REY De las nuevas Cortes constituyentes de 1869 nace una nueva Constitución, la más liberal de cuantas

se habían promulgado en España. Instauraba la monarquía como forma de gobierno, pero el rey sería elegido por las Cortes.

Se nombra regente al general Serrano. El general Prim, héroe de esta revolución es nombrado presidente del Gobierno, desempeñando al tiempo la cartera de Guerra. Busca un monarca que no pertenezca a la dinastía derrotada y excluye la rama borbónica.

Pronto los triunfantes revolucionarios se enfrentaban, unos apoyaban a don Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, con quien como vimos se comprometieron y “debían” tres millones de reales, la Unión Liberal, encabezada por el regente Serrano, contando con el fervoroso apoyo del almirante Topete, otro héroe de la revolución.

Los progresistas proponían a Fernando de Coburgo, rey consorte de Portugal ya viudo de doña María de la Gloria, y así, otros grupos y grupillos en que cada partido se subdividía, presentaban su particular candidato.

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Ante este gallinero enfrentado, a duras penas Prim ponía orden en el Gobierno y en las Cortes: “Si es difícil hacer un rey -decía Prim ante las Cortes en 1870, cuando les daba cuenta de sus

fracasadas gestiones para encontrarlo-, más difícil aún es hacer la república en un país donde no hay republicanos”.

Todos vuelven su mirada hacia Logroño y ven en mí la solución de soluciones, publicando hasta coplas para que me dé por aludido:

Dichosa sería España Olvidar nunca debemos Bajo demócrata mando Montpensier, no lo queremos; Altiva, no tolerando Espartero es popular La Corona en sien extraña. Rey lo debemos alzar De los Borbones la saña O sin rey nos quedaremos.

1-2. Isabel II es obligada a exiliarse en París. 3. General Espartero. La política en España es un desastre por las luchas directas entre partidos y las internas en sus senos. No hay quien gobierne y los cambios son contínuos. Me encuentro cansado y solo deseo disfrutar en Logroño de la vida sencilla en la finca de La Fombera, de mi mujer Jacinta, Luciano Murrieta y sus vinos. En esta última etapa de la vida nada me tienta, ni siquiera la corona de rey.

ISABEL II ABDICA LA CORONA EN SU HIJO ALFONSO 1870. Isabel II, en París abdicó la corona de España en su hijo Alfonso, pro en aquellos momentos las

Cortes no querían saber nada de esta familia. EN BUSCA DE UN REY 1870. De la copla pasan a los hechos. El 13 de mayo me proponen admita mi candidatura a rey para

ser votada en Cortes y si así lo manda la mayoría ser el nuevo rey de España. Me la entrega personalmente mi buen amigo don Pascual Madoz por encargo del conde de Reus.

En principio, el mejor situado, era el duque de Montpensier y reconoce que si acepto la propuesta, como firmes candidatos solo quedamos los dos.

Don Enrique de Borbón, primo y cuñado de Isabel II, publicó un ofensivo escrito contra los Montpensier a principios de año, llamándoles “naranjeros” en alusión al negocio que hacían con las frutas que cultivaban en su residencia de San Telmo (Sevilla), llegando a otros insultos personales, rebajando tanto al duque como a mí, que nada tenía que ver, me ensalzaba:

“…Que sepan esos conspiradores de Francia y España (los montpensieristas) - manifestaba, entre otros términos, don Enrique - que en España el esclarecido Espartero es, entre los elementos liberales, el hombre de prestigio y el objeto de la veneración nacional, y de ninguna manera el “hinchado pastelero francés”.

MUERE EN DUELO DON ENRIQUE DE BORBÓN Ante tan graves ofensas se convino un duelo a pistola en el que don Enrique de Borbón resultó

muerto por Montpensier, con ello la popularidad del duque se esfumó. Ya tan solo les quedaba yo, su fiel Espartero.

Pero ya pasada la vida y de sus golpes alertado tanto, no aspiraba a nuevas aventuras y complicaciones, mucho menos a ser rey como provisional “parcheo” de tan inciertos momentos.

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Les contesté a su petición con la siguiente carta: “Excmo. Señor: El Excmo. Señor Don Pascual Madoz me ha entregado la muy atenta comunicación de

V. E., fecha 13 del actual, en la que se sirve manifestarme, en nombre del Gobierno que dignamente preside, si pudiese contar con mi aceptación para rey de España en el caso que las Cortes Constituyentes se dignaran elegirme.

Agradezco en lo más hondo de mi corazón las consideraciones que el Gobierno me dispensa, y le aseguro que siempre estaré dispuesto a sacrificar mi vida por la libertad y ventura de la patria; Pero un deber de conciencia me obliga a manifestar respetuosamente que no sería posible admitir tan elevado cargo, porque mis muchos años y mi poca salud no me permiten su buen desempeño.

Dios guarde a V. E. muchos años. Logroño 15 de mayo de 1870 EL DUQUE DE LA VICTORIA Excelentísimo señor capitán general del Ejército, conde de Reus, presidente del Consejo de

Ministros”

1. Pascual Madoz. 2. Juan Prim es asesinado. 3. Isabel II, hace tiempo vive en París, abdicando la corona en Alfonso. AMADEO DE SABOYA Sin mi candidatura, Prim siguió recorriendo Europa “en busca de un rey” y al fin el 2 de noviembre

don Amadeo de Saboya al aceptar se incluyese su candidatura. El 16 de noviembre, las Cortes por 191 votos a su favor de los 311 posibles aprueban su

nombramiento como nuevo rey de España. Ya la “República federal” consiguió 60, con lo que junto a los republicanos quedaban otros 60 disgustados, de la Unión Liberal y otras tendencias. Una comisión, presidida por Luis Zorrilla, viaja a Italia para comunicarle en Florencia la decisión tomada.

PRIM ES ASESINADO 1871. Como había previsto, las cosas en la política no seguían igual que siempre, sino mucho peor. El

27 de diciembre unos pistoleros asesinos disparan sobre Prim, muriendo tres días después, el mismo día que desembarcaba en Cartagena el nuevo monarca don Amadeo, quedando desamparado políticamente.

Tanto a don Amadeo I como a su esposa María Victoria, no les faltaban cualidades humanas, pero estaban en medio de un nido de víboras. Se permitían muchas burlas a sus expensas, desde la de un actor novel que titula una revista teatral “Macarronini I”, hasta los innumerables chascarrillos que a cuenta de los apellidos de la reina circulan (del Pozzo della Cisterna).

DECRETO DE AMNISTÍA 3 de agosto. Publica un decreto de amnistía que alcanza a todas las personas procesadas o

sentenciadas por delitos políticos, que es bien acogido. Los nuevos reyes emprenden un viaje por Levante, Cataluña, Zaragoza, donde son bien recibidos.

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1871. LA VISITA DE LOS REYES EN LOGROÑO, DON AMADEO Y DOÑA VICTORIA El 29 de septiembre don Amadeo y su esposa doña María Victoria llegaban a Logroño con el fin de

visitarme, lo que mucho me honró, y les tuve como mis más ilustres huéspedes tres días. Fueron recibidos calurosamente en su nueva estación de ferrocarril por el pueblo de Logroño. Tenía el nuevo monarca tantas cosas que pedirme y preguntarme para llevar a buen termino su difícil

misión, que casi no hubo tiempo material de contestar a todo en estos tres días. Cuando se fueron me quedé con pena… eran demasiado buenas personas. Aún el monarca me llamó en otras ocasiones para que le ayudase ante situaciones críticas. A los muchos problemas sociales y económicos, se sumaba la insurrección de Cuba apoyada por Norteamérica, el resurgimiento de la contienda carlista y el ya mencionado fraccionamiento de los partidos políticos de los que había unos ¡treinta! de tendencias diferentes.

Hice todo lo que pude por ayudarle en cada uno de cuantos asuntos me pedía consejo, y a veces le escribía alertándole sobre determinados temas de los que puntualmente recibía información.

1872. LOS TÍTULOS DE PRÍNCIPE DE VERGARA Y MARQUES DE MURRIETA YGAY. Por mis buenos consejos don Amadeo me otorga el dos de enero, el título de Príncipe de Vergara,

con el tratamiento de Alteza y todas las demás preeminencias, prerrogativas y consideraciones propias de tan alta dignidad. Al mismo tiempo le concede a mi querido Luciano Murrieta, en reconocimiento a sus muchos méritos en su infatigable trabajo y éxitos con los nuevos vinos de Rioja, el título de marqués de Murrieta Ygay.

1873. Sobrepasado por todas partes, estas buenas personas no pueden más, el rey Amadeo I abdica en febrero.

NUEVO GOBIERNO DE LA REPÚBLICA, COMIENZOS DEL CAOS Se declara el nuevo Gobierno de la República, que me comunica el respeto por todos mis títulos y

derechos, incluido el tratamiento de Alteza. Parece que en este país lo mejor para todo es estarse quietos. La República duró 11 meses, en este tiempo pasaron cuatro presidentes por el Gobierno, cada uno de

una tendencia diferente; doctrinal, federal, unitaria, conservadora, etc... Comienza el caos, España está paralizada, ningún gobierno tiene tiempo de hacer nada, ni bueno ni malo.

1874. El 3 de enero, fuerzas del ejército y Guardia Civil al mando del capitán general Pavía, entran en las Cortes y disuelven el parlamento. De nuevo Serrano preside el nuevo Gobierno provisional.

RETRATO DE LA REINA ISABEL II Su marido no pudo ser el consejero decidido y firme que Isabel hubiera precisado, y fue por ello

juguete de las particulares ambiciones, personales o políticas, de cuantos la “ayudábamos”. Sus dotes de inteligencia, discreción y política fueron más bien vulgares, y solo sobresalía por sus

buenos sentimientos -como la puesta en libertad de Montemolín y su hermano, prisioneros- y por su trato sencillo.

Se escribía, como siempre, mucho más de sus devaneos y ligerezas que de sus buenas cualidades.

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1875. ALFONSO XII NUEVO REY DE ESPAÑA. La restauración venia siendo preparada paciente y meticulosamente por don Antonio Cánovas del

Castillo, pero en el último momento se precipita al pronunciarse en Sagunto el general Martínez Campos el 29 de diciembre y allí mismo quedó proclamado el nuevo monarca, que entonces tenía 18 años. Las noticias me llenan de alegría y tan pronto desembarca el nuevo rey en Valencia le envío un cariñoso escrito con mi acatamiento a su persona.

Los incombustibles carlistas de nuevo atacan en el Norte y el joven rey se traslada a los escenarios de los combates y su sola presencia enardece a las tropas. De regreso a Madrid aprovecha la ocasión para venir a verme en Logroño. El 9 de febrero de 1875 Alfonso XII llegaba a las tres de la tarde a la capital riojana.

El retraso de tres horas se debió a las dificultades para atravesar el Ebro por Castejón, en que una barca suplía el puente arrastrado por el Ebro en una fuerte crecida. Encargué al ministro de Marina marqués de Molíns, que había precedido al monarca, que transmita mi saludo al monarca:

“Diga V. al rey que nada he sentido tanto como no poder ir a recibirle, pero que tendrá en mí un súbdito leal y decidido; que yo estoy seguro que será un gran rey constitucional y ya sé que es un valiente”.

Convaleciente aún de una reciente enfermedad no me es posible acudir a la estación a recibirle y esto me tiene preocupado.

Estaba descansando en mis habitaciones, sentado en un sillón frente a la chimenea, bien abrigado y

con mi gorro griego cuando entró un joven militar, que me recordó por su uniforme mis tiempos de brigadier y le pregunté que a quién buscaba, pensando se había despistado, me dijo muy amablemente que a quien buscaba lo acababa de encontrar y que venía a darme un fuerte abrazo ya que se quedó muy preocupado cuando le dijeron que una reciente enfermedad me había impedido acudir a recibirle, al reconocer en aquel apuesto joven al rey de España Alfonso XII, nieto de una mujer a quien quise, María Cristina, y una madre a la que de niña cuide como regente, respetando su trono como reina, fundiéndome en un fuerte y sincero abrazo no pude contener el llanto.

Después comenzaron a entrar otras personas y la conversación se hizo más fluida. Le pedí permiso, lo que obtuve, para condecorarle por su valiente actuación en la campaña contra los carlistas, poniéndole en el pecho la gran cruz de San Fernando que en su momento gané por mis servicios.

1876. Este año de nuevo el rey tiene que regresar al teatro de operaciones del Norte en su guerra contra los carlistas. No tardo mucho tiempo en desmoronarse la resistencia carlista, el 28 de febrero Alfonso XII entra triunfalmente en Pamplona mientras el pretendiente busca refugio en Francia.

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1876. NUEVA VISITA DE ALFONSO XII A LOGROÑO, MI ÚLTIMA VISITA De nuevo el 6 de marzo llegó el victorioso rey Alfonso XII a Logroño, y por segunda vez viene a

verme. De nuevo me sorprende cuando su majestad dice viene a ofrecerme la paz que acaba de alcanzar a quien en otro tiempo había luchado también para obtenerla, los dos Pacificadores, con 40 años de diferencia en el tiempo, nos abrazamos, este rey siempre lograba que mis ojos se humedeciesen.

1877. Este año lo pasé apaciblemente alternando entre la casa y la finca y viendo como a Luciano, sus cosas, viñas y bodegas le iban mejor, pero se había convertido en un solterón recalcitrante.

MORIR DE AMOR 1878. Quien padecía los achaques, lógicos de mi edad, ya con 85 años, era yo, además de estar más

sordo cada día. Mi esposa me colmaba de atenciones llevando muy bien sus 67 años. Pero la vida es cruel, el 3 de junio de 1878, aún sin poderlo entender, la fiel compañera con la que

había compartido más de medio siglo de mi azarosa vida falleció y ese día sentí que moría con ella. En este instante me di cuenta de que sin mi querida “chiquita”, aquel héroe de leyenda, aquel

valiente soldado, aquel pobre hijo de un carretero que alcanzó todos los ascensos, honores y títulos imaginables, no era nada, vanidad de vanidades ante el amor perdido para siempre en el momento de la vida en que más la necesitaba. Algo en mi corazón se partió y perdiendo toda ilusión vagaba como una sombra. Cada día que pasaba un dolor más profundo laceraba mi corazón. Las Navidades de este año fueron las más tristes de mi vida.

1. Jacinta Martínez de Sicilia. 2. Luciano Murrieta. 3. Reina regente Mª. Cristina. 2. La reina Isabel II. “El 4 de enero hacia frío y nevaba, mientras contemplaba como caían suavemente aquellos blancos

copos toda mi vida fue pasando ante mis ojos, de niño sentado a la mesa con mis padres y hermanos en la humilde casa de Granátula de Calatrava, corriendo entre las viñas de noche, sin soltar mi arma, alejándome de tantos compañeros muertos que quedaron junto a Ocaña, las cien batallas y aventuras pasadas en Perú, la dulce Maríana, Simón Bolívar, María Cristina, el valiente Zumalacárregui, el sincero abrazo de Maroto en Vergara, el destierro en Londres, la alegre chiquilla que era Isabel, el noble Amadeo, el apuesto Alfonso XII, Luciano Murrieta a quien tuve y trate como a un hijo. Brillando cegadora entre la nieve mi “chiquita” se fue acercando hasta coger mi mano en la suya, con el mismo rostro alegre y luminoso cuando con 15 años la conocí en Pamplona, me dijo la acompañase de nuevo a París, donde estuvimos de viaje de novios, y juntos regresamos a esa maravillosa ciudad, de la que tan buenos recuerdos guardábamos. Recorriendo durante cuatro días todos sus rincones, agotados nos acostamos”. Los médicos, que tan poco saben, dijeron que el día 4 sufrí un ataque cerebral y cuatro días después moría, lo que ocurrió el 8 de enero de 1879, a punto, el 27, de cumplir 86 años. Hasta en la esquela confundieron la fecha del año de mi fallecimiento y escribieron 1878.

A partir de aquí, mi querido Luciano Murrieta os contará más cosas de este breve recorrido de nuestra movida historia, entrelazada con la de los vinos de Rioja. Yo os acompañaré siempre en compañía de Jacinta, mi guapa “chiquita”, la persona a quien más he querido en el mundo.

Siempre vuestro, Baldomero Espartero.