GEOGLIFOS CERRO CAMPANA.pdf

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b oletÍn apar Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú No - 2009-10570 ISSN - 2075-6798 MĎĊĒćėĔ ĉĊ đĆ DĊĉĊėĆĈĎÓē )ēęĊėēĆĈĎĔēĆđ ĉĊ MėČĆēĎZĆĈĎĔēĊĘ ĉĊ AėęĊ PĚĕĊĘęėĊ ȋ)DPAMȌ čęęĕ://ĘĎęĊĘ.ČĔĔČđĊ.ĈĔĒ/ĘĎęĊ/ĆĕĆėĕĊėĚ/ Volumen 3, Número 10 Noviembre 2011 3/10 Contenido / Index Los geoglifos de Cerro Campana, segundo informe / The geoglyphs of Cerro Campana, second inform (Sp) Gori Tumi Echevarría López y Víct or Corcuera. 294 Exploración del Templo Pintado de El Ingenio, Nasca / The exploration of the Pinted Temple, El Ingenio, Nasca (Sp) Federico Kauffmann Doig y Evarist o Chumpit az Cuya. 309 Hacia la definición de un sistema de escritura en el Formativo Andino I. Los oj os en el arte de Chavín de Huántar: una propuesta desde el Obelisco Tello / Towards a defi nition of a writing system in Andean Formative I. The eyes in Chavín de Huantar art: a propose from Tello's Obelisque (Sp) Pedro Carlos Vargas Nalvart e. 324 Desarrollo del lenguaje en el Perú / Language development in Peru (Sp) Enrique Ruiz Alba. 340 Second language acquisition and written language; a new perspective for the study of rock art / Teoria de adquisicion de segundo idioma y lenguaje escrito; una nueva perspectiva para el estudio de la quilcas (E n-Sp) Enrique Ruiz Alba. 344 Quilca del cielo: Valle Calchaquí, Salta, Argentina. / The Quilca del Cielo: Calchaquí valley, Salta, Argentina (Sp) Crist ian Jacob, Ricardo Moyano, Félix Acut o e Iván Leibowicz. 348 Firma de la declaración por la defensa, conservación, protección y promoción del complej o de petroglifos de Toro Muerto / Declaration for the defense, conservation, protection and promotion of Toro Muerto's petroglyphs complex (Sp) Alba Choque Porras. 351 Eventos y recensiones / Events and reviews (Sp) 354 BOLETÍN OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN PERUANA DE ARTE RUPESTRE (APAR) Conjunto de Geoglifos antropomorfos (G8) de Cerro Campana, Huanchaco, Perú. Foto por Gori Tumi y Víctor Corcuera. (ver arículo de Gori Tumi y Víctor Corcuera en esta edición, pp. 294-308).

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  • boletn aparHecho el Depsito Legal en la Biblioteca Nacional del Per No - 2009-10570 ISSN - 2075-6798

    M D ) MZ A P )DPAM://..///Volumen 3, Nmero 10 Noviembre 2011 3/10

    Contenido / IndexLos geoglifos de Cerro Campana, segundo informe / The geoglyphs of Cerro Campana, second inform (Sp)Gori Tumi Echevarra Lpez y Vctor Corcuera. 294Exploracin del Templo Pintado de El Ingenio, Nasca / The exploration of the Pinted Temple, El Ingenio, Nasca (Sp)Federico Kauffmann Doig y Evaristo Chumpitaz Cuya. 309Hacia la defi nicin de un sistema de escritura en el Formativo Andino I. Los ojos en el arte de Chavn de Huntar: una propuesta desde el Obelisco Tello / Towards a defi nit ion of a writ ing system in Andean Formative I. The eyes in Chavn de Huantar art: a propose from Tello's Obelisque (Sp)Pedro Carlos Vargas Nalvarte. 324Desarrollo del lenguaje en el Per / Language development in Peru (Sp)Enrique Ruiz Alba. 340Second language acquisition and written language; a new perspective for the study of rock art / Teoria de adquisicion de segundo idioma y lenguaje escrito; una nueva perspectiva para el estudio de la quilcas (En-Sp)Enrique Ruiz Alba. 344Quilca del cielo: Valle Calchaqu, Salta, Argentina. / The Quilca del Cielo: Calchaqu valley, Salta, Argentina (Sp)Crist ian Jacob, Ricardo Moyano, Flix Acuto e Ivn Leibowicz. 348Firma de la declaracin por la defensa, conservacin, proteccin y promocin del complejo de petroglifos de Toro Muerto / Declarat ion for the defense, conservation, protection and promotion of Toro Muerto's petroglyphs complex (Sp) Alba Choque Porras. 351Eventos y recensiones / Events and reviews (Sp) 354

    BOLETN OFICIAL DE LA ASOCIACIN PERUANA DE ARTE RUPESTRE (APAR)

    Conjunto de Geoglifos antropomorfos (G8) de Cerro Campana, Huanchaco, Per. Foto por Gori Tumi y Vctor Corcuera.

    (ver ar culo de Gori Tumi y Vctor Corcuera en esta edicin, pp. 294-308).

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    Los geoglifos de Cerro Campana, segundo InformeGORI TUMI ECHEVARRA LPEZ Y VCTOR CORCUERA CUEVA

    Introduccin

    De acuerdo a Eloy Linares Mlaga (1999) el trmino geoglifo fue propuesto en 1966 para ident ifi car un fenmeno especial de expresin grfi ca consistente de fi guras elaboradas sobre la superfi cie del suelo, los que haban sido observados con cierta f recuencia en algunas partes del mundo y que no estaban incluidos coherentemente dent ro de una categora artefactual posit iva. A part ir de esa propuesta el material descrito, geoglifo, recay dent ro de la clase rupest re y en la actualidad se le considera corrientemente dent ro de los cuat ro t ipos regulares de quilcas o arte rupest re peruano, que incluyen adems pet rogl ifos, pict ograf as y art e mobiliar de t radicin rupest re (Linares Mlaga 1973). El presente, es un argumento sobre la naturaleza arqueolgica de un conj unto de geoglifos descubiertos en el interfl uvio de los ros Moche y Chicama, sobre las pampas y lomas al sur oeste de Cerro Campana (Fig. 1), materiales que, debido a sus caracterst icas excepcionales, no han podido ser adecuadamente comprendidos dent ro del panorama mult icomponente de la arqueologa del norte del Per, por lo que este t rabaj o debe est imarse como una aproximacin tcnica para una explicacin racional de esta nueva evidencia arqueolgica peruana.

    Antecedentes

    Las primeras not icias sobre los geoglifos de las lomas de Cerro Campana fueron difundidas por la Agencia Andina de not icias en sept iembre del 2009 sobre la base de informacin del bilogo Carlos Quiroz, quien observ fi guras de hombres tomados de la mano , en el rea de la pampa arenosa al suroeste del mencionado cerro (Andina 2009). No obstante este anuncio, el hallazgo no despert ningn inters cient fi co hasta el 2011, en quelos autores de la presente publicaron un reporte tcnico sobre estos geoglifos en la edicin No 8 del Bolet n APAR, donde hacen la primera afi rmacin posit iva de su carcter arqueolgico (Corcuera y Echevarra 2011). A part ir de este reporte (mayo 2011) se inici una campaa por la prot eccin de estos materiales, que se ha sumado a la defensa del Cerro Campana cuyo valor ecolgico y paisaj st ico ha sido tambin difundido (Andina 2011). Luego de conocer se e l report e de Corcuera y Echevarr a (ob. cit ), en j unio del 2011 personas interesadas en la proteccin de estas evidencias arqueolgicas real izaron gest iones ante las autoridades locales denunciando la presencia de geoglifos y ot ros art efact os cul t urales en la zona en las lomas. Sabemos que estas gest iones fueron infructuosas, y todas las advertencias de la presencia de geoglifos fueron desechadas a priori, tal como puede leerse por ej emplo en el Ofi cio 083-2011-DRC-LIB/ MC emit ido

    por el Direct or Regional del Minist erio de Cul t ura Sixto Enrique Snchez Maura, quien afi rma lo siguiente refi rindose a los geoglifos: Las t res evidencias ubicadas en el Lote Tablazo II, fueron ident ifi cadas y desest imadas por el personal que part icip en los t rabaj os del convenio [Convenio Chavimochic-INC (hoy Ministerio de Cultura) del 2009], debido a que sus caract erst icas (acumulaciones de arena elica en forma de alineamientos que delimitan espacios geomt ricos o defi niendo fi guras humanas) no son compat ibles con evidencias prehispnicas regist radas hasta el presente y, ms bien, se t rata de formaciones cont emporneas int encionales que han propiciado la acumulacin de humedad y el posterior y sucesivo crecimiento de fl ora, lo cual defi ne su condicin moderna o su naturaleza no arqueolgica. En j ulio del 2011 el Presidente de la Casa de la Cultura y Turismo Huanchaco, Percy Valladares, se comunic nuevamente con la Asociacin Peruana de Arte Rupest re (APAR) para realizar una salida conj unta a las lomas de Cerro Campana y realizar observaciones tcnicas ms detalladas de los geoglifos, salida que se hizo efect iva los das 9 y 10 de j ulio del presente ao. Producto de esa salida al campo fueron los reportaj es de El Comercio (16 de Julio, p. a22), de la Agencia Andina (4/ 9/ 11) y el Peruano (4/ 9/ 11, p. 7), donde nuevamente se destac el potencial valor de esta evidencia, as como su notable originalidad. Posteriormente a estas not icias el Ministerio de Cultura ha evitado pronunciarse sobre la naturaleza arqueolgica o cultural de los geoglifos, no habiendo ha efectuado ningn esfuerzo efect ivo por develar estas cuest iones en base a invest igaciones cient fi cas. Este silencio, en vista de la extensa difusin medit ica de la evidencia, debe est imarse como una aceptacin tcita de la presuncin pat rimonial de los geoglifos, que ya hemos

    Figura 1. Mapa de la zona donde se ubican los geogl ifos de Cerro Campana. Basado en el Plano General No 27 y 28. Proyect o de Irr igacin de Chao y Vir. Corporacion Paruana del Sant a. 1961. Redibuj ado por GoriTumi.

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    est imado como arqueolgicos con todas las prerrogat ivas legales que le corresponden como herencia cult ural peruana. Este reporte viene a completar las observaciones del t rabaj o anterior en el mismo sent ido posit ivo.

    Mtodos y procedimientos

    Como se menciono at rs, durante la visita del 9 y 10 de j ulio del presente ao se realizaron observaciones generales a una serie de evidencias arqueolgicas en el interfl uvio de los ros Moche y Chicama, evidencias que fueron reconocidas al azar siguiendo un recorrido lineal de 6.5 kms aproximadamente, ent re la zona desrt ica baj a cercana al litoral (cuyo punto de part ida fue una antena ret ransmisora ubicada al noroeste de Huanchaco) y la faldas rocosas baj as del cerro Campana. Esta rea, que const ituye slo una mnima fraccin del territorio comprendido ent re los valles mencionados, present una variacin interesante de yacimientos, ent re los que se dist inguieron sit ios con geoglifos, sit ios con acumulaciones de cermica, sit ios con arquitectura inscrita y caminos arqueolgicos. Todas estas evidencias dispersas en el rea. Los sit ios mencionados fueron observados a una distancia prudencial y no se toc, levant o intervino f sicament e ningn yacimient o, especialment e los geoglifos que const ituyeron el inters principal de la visita. Para el regist ro fotogrfi co se ut il iz un monpodo desplegable para cmara fot ogrf ica, con lo cual se pudieron realizar tomas de poca altura, obteniendo una perspect iva area parcial de los test imonios culturales. Durante toda la visita solo se realizaron f ot ograf as, not as y observaciones a distancia, ninguna intervencin adicional f ue r equer i da y en l o posi bl e nos mant uvimos fuera del rea inmediat a, interna o externa de los mot ivos, lneas o f iguras de los geogl i fos, por lo que podemos considerar esta visita como una sesin detallada de observacin tcnica.

    La evidencia arqueolgica

    Cuatro t ipos de sit ios arqueolgicos fueron ident ifi cados durante la visita:

    1. Sit ios de geoglifos2. sit ios de cermica en baj a densidad

    Figura 2. Sit io arqueolgico con arquit ect ura y ot ros mat eriales asociados al pie de Cerro Campana. Fot o por Vct or Corcuera 2011.

    3. Caminos4. Sit ios con arquitectura y evidencias de enterramientos

    De est os sit ios, solo el l t imo se encuent ra circunscrito a una ubicacin determinada en la falda baj a del Cerro Campana, y consiste de una edifi cacin semicircular adosada al cerro conteniendo evidencia de un guaqueo extenso, restos de osamentas y cermica fragmentada (Fig. 2). Los caminos por su parte presentan diferentes caracterst icas (longitud, ancho, estado de conservacin etc.) y se hallan principalmente siguiendo un rumbo estable SE-NO; al parecer son de diferente poca y sin duda los ms grandes fueron const ruidos durante t iempos arqueolgicos (Fig. 3), sin embargo existen ot ros caminos subsidiarios, de servicios y un nmero grande de t rochas mul t idireccionales elaboradas por aut os modernos. Los sit ios con geogl i fos y cermica en baj a densidad por su parte se hallaron dispersos a lo largo de la lnea de observacin durante la visita. La cermica generalmente aparece en pequeos grupos de fragmentos ut il itarios, ya sea sobre la superfi cie de pequeas colinas con piedra menuda t ipo cascaj o (Fig. 4), o sobre la superfi cie de suelo arenoso en algunas zonas de la pampa. La presencia de cermica sobre estas superfi cies es un indicador inequvoco de la t ransformacin intensa del paisaje, y pensamos que podran proporcionar argumentos

    Figura 3. Camino que cruza las lomas de Cerro Campana. Foto GoriTumi 2011

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    Figura 4. Cermica arqueolgica en bajas densidades sobre las colinas de cascajo de Cerro Campana expuest as por el vient o de la zona. Fot o GoriTumi 2011.

    negat iva y todos los materiales arqueolgicos t iene oport unidad de subsist i r hast a la actualidad, no obstante sus posibilidades de hacerlo (Bednarik 2009), y este puede ser el caso de los geoglifos de Cerro Campana. Debemos enfat izar que la existencia de un hecho, sea un material arqueolgico u ot ra categora fenomenolgica, no est condicionada por la percepcin del mismo, y cualquier afi rmacin sobre su naturaleza, existencia o local izacin a part ir de esta percepcin, no prueba nada sobre est e mismo hecho en absoluto. En arqueologa un artefacto no existe porque este pueda ser percibido o no (visto u observado) sino porque este puede ser reconocido a part ir de un parmet ro cont rolado de regist ro f sico. Lo que quiere decir que hasta la verifi cacin de la existencia del material (mediante una observacin y regist ro cont rolado), todas la aseveraciones sobre la existencia, naturaleza u origen de este material, a part ir de una

    percepcin part icular, no t iene ninguna validez sobre el mismo obj eto, as hayan provenido de arquelogos o de pobladores con dcadas de vivencia en la zona donde estos fenmenos se han sucedido. Desde una perspect iva cient f ica ver o no ver (percibir) el fenmeno u obj eto no prueba nada sobre el mismo fenmeno u obj et o. Est e axioma es substancialmente crucial para comprender fenmenos inmersos en contextos especiales donde las dinmicas atmosfricas t ienen un rol sustant ivo en la t ransformacin del paisaj e local, relieve y suelos, que const ituyen el soporte f sico del fenmeno que es suj eto a anlisis, lo cual t iene implicancias en la conservacin o desaparicin del fenmeno al mismo nivel, as como en su propia percepcin. Por t anto, para una apreciacin t cnica de un fenmenos especf ico, como los geogl i fos de Cerro Campana, debemos ponderar el hecho que est os mat eriales fueron report ados por primera vez como producto de una observacin contextualmente condicionada, en un momento y espacio determinado; que para nuest ro caso ocurri el ao 2009. La fecha en que se hace la observacin no indica sino un momento en que el fenmeno estuvo apto para ser percibido y ese momento es solo una instancia part icular ent re el t iempo en que el fenmeno fue producido y el t iempo en que las condiciones fueron adecuadas para su lt ima exposicin abierta, condiciones que con toda probabilidad se dieron antes de su reconocimiento en el ao 2009. Nosot ros est imamos que las circunstancias para la percepcin del fenmeno han estado suj etas a las dinmicas geomorfolgicas y at mosfricas de la zona, especialmente al sist ema de circulacin de vientos localizados que gobiernan las pampas y lomas del Cerro Campana, que an no se conocen en detalle. Las dinmicas naturales, son, sin ninguna duda, los factores ms relevantes para la percepcin actual de los geoglifos y con seguridad estn condicionando, conj untamente con ot ros factores asociados, la nula percepcin de ot ras evidencias del mismo t ipo, o de ot ro, en toda el rea en mencin. No obstante su percepcin, la razn especfi ca de la exposicin de los geoglifos no explica su preservacin efect iva, y esta se debe principalmente a la existencia de un sistema de achupallas o t il landsias que predominan

    import ant es para infer i r det erminados parmet ros conservat ivos. Los geoglifos por su lado, se hallaron en un rea de menor dispersin, cubriendo un kilmetro lineal de territorio para la evidencia ms concentrada y 3.72 kms de dispersin hasta el lt imo motivo observado durante nuestra visita. Este material present una variacin interesante en su fenomenologa artefactual y rasgos especfi cos que lo hacen sui generis dentro de la caracterizacin formal para este artefacto en la arqueologa peruana. No obstante, debemos recalcar que este material es solo una muestra circunscrita que fue reconocida al azar en una visita de observacin lineal determinada. Toda la evidencia no forma ms que un conjunto fi nito de evidencia que solo t iene validez dentro de su propio corpus material y dispersin rest ringida. Por lo dicho, esta evidencia no forma o const ituye un patrn especfi co de material hasta que no se corrobore su dist ribucin fsica mediante prospecciones cont roladas y estudios ms extensos. La cermica no obstante, dada su amplia dispersin, si parece indicar un pat rn regular de ocupacin cultural durante la poca arqueolgica, y hace explicito que el rea const ituy una zona de t ransito intercuencas y posiblemente foco de act ividades culturales circunscritas. No tenemos ninguna duda que grupos de cermica en baj a densidad sern hallados en sucesivas visitas a la zona.

    Los geoglifos

    Fenomenologa

    La existencia de los materiales arqueolgicos depende de un acto de produccin material culturalmente determinado, en un contexto determinado. Tal como stos se hallan o encuent ran depositados en el suelo de la pampa y lomas de Cerro Campana por ej emplo, no depende ni ha dependido de nuest ra voluntad o deseo y menos de nuest ra percepcin. Una vez producidos, estos materiales son expuestos a un proceso de afectacin natural, decaimiento, que est en funcin de su naturaleza tafonmica, la misma que condiciona la existencia del material desde su manufactura hasta su desaparicin f sica. Como es coherente entender la probabilidad de sobrevivir al decaimiento no puede ser absolutamente

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    Figura 5. Tilladsia recurvata. Bromel ia at mosfrcia que vive en las lomas de Cerro Campana y que ha colonizado el rel ieve de los geogl ifos. Fot o GoriTumi 2011.

    dent ro de la vegetacin desrt ica de esta zona y que depende en gran medida del sistema de lomas estacionarias imperante. En la actualidad los geoglifos, especialmente aquellos que describen fi guras antropomorfas, consist en en una t rama int r incada de delgados tallos acumulados, t ipo fi brilla, que han colonizado el relieve original del mot ivo a tal punto que la manufactura original y la imagen inicial del relieve en su misma medida, ha sido reemplazada por este volumen vegetal int r incado vivient e. La achupal la que ha producido este fenmeno ha sido ident ifi cada como de la especie Til landsia recurvata, (Fig. 5), una de las variadas especies de t il landsias perennes existentes en el ecosistema sur del Cerro Campana (Rodrguez 2008). Respecto del proceso de conservacin es bast ant e cl aro que un conj unt o de condicionamientos abit icos y bit icos han j ugado parte en esta dinmica. Creemos que preliminarmente se pueden considerar dos modelos de preservacin para esta evidencia: 1. El de la colonizacin inmediata. Pensamos que existe la posibil idad de que una vez elaborado y ut il izado el geoglifo, este fue colonizado por las achupallas antes de ser cubierto por una capa de arena elica lo sufi cientemente densa para conservarlo, y luego ser expuestos ot ra vez por los agentes atmosfricos. En este caso, las achupallas preservadas por la cobertura elica pudieron react ivar su ciclo vital absorbiendo el relieve y consolidando su colonia, reemplazando la masa del relieve original por su propia masa vegetal. 2. El de la colonizacin t arda. Consideramos que es tambin posible que los geoglifos hayan sido cubiertos por arena elica al t iempo de su abandono, lo que permit i la conservacin del relieve y las caracterst icas del geoglifo original. No obstante luego de su exposicin por los fenmenos naturales, estos geoglifos fueron colonizados por achupallas, los cuales t ransformaron radicalment e la apariencia y const itucin de esta evidencia, tal como la percibimos hoy. Aunque es posible especular incluso un modelo de preservacin f uncionando paralelamente, no hay duda que la imagen de los geoglifos const ituye hoy en da el producto de un proceso tafonmico complej o, que ha t ransformado completamente la evidencia dado que no exist e posibi l idad que est os materiales hayan sido hechos de la manera en que se encuent ran hoy, lo que es ms evidente con los geoglifos ant ropomorfos. La imagen actual de los geoglifos no es ni debe est imarse como su imagen original producida en el pasado, y todos sus rasgos y propiedades fsicas estn suj etas a variables tafonmicas por lo que no pueden const ituir ndices representat ivos, formales o de ot ro t ipo, para este fenmeno cultural.Esto puede ser fcilmente demost rado. De acuerdo a nuest ras observaciones es evidente

    Figura 6. Geogl ifo colonizado por la achupal la Tillandsia recurvata, (G8) cuyos t al los est n uniformement e orient ados hacia el oest e. Fot o GoriTumi 2011.

    que las colonias de t illandsias que forman el cuerpo del relieve de los geoglifos actan y ha actuado segn sus necesidades vitales, habiendo t ransformando su soporte (el relieve del geoglifo) en la sat isfaccin y solucin de estas necesidades. Estas t illandsias presentan un pat rn terrest re o rizoft ico desarrollndose horizontalmente en t ierra con una orientacin uniforme hacia el mar o las neblinas provenientes del oeste, que es a donde apuntan sus tallos ms jvenes (Fig. 6). Todas las muestras observadas exponen este patrn regular de crecimiento y es coherente inferir que la colonia vegetal mant iene el relieve bajo su propio volumen regular, el que est parcialmente cubierto por arena elica en la parte opuesta a la direccin del crecimiento de la planta; todo este arreglo const ituye hoy el nuevo relieve de la imagen percibido por nosotros. Es claro que la planta se desarrolla en una direccin relegando su crecimiento en la otra, donde se hallan las races muertas y ms ant iguas, las que vienen siendo cubiertas por la accin elica. El relieve actual, por tanto, no solo est compuesto por un sustrato vivo, sino que se ha venido moviendo desde que las t illandsias colonizaron el relieve original. En conclusin no existe posibilidad lgica de considerar esta imagen como un producto original en el sent ido de su produccin cultural primaria.

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    podr ser est imada con absoluta seguridad hasta que puedan realizar excavaciones o exmenes ms detallados. No obstante se pueden hacer algunas proposiciones sobre la produccin de estos materiales. En primer lugar es obvio que el t ipo de manufactura implic un proceso adit ivo mediante el levantamiento de un relieve de t ierra, cuyo volumen debi estar mnimamente ent re los 20 y 50 cms de espesor y los 20 y 30 cms de altura, que es el margen actual aproximado de estos relieves. La t ierra ut il izada debi consist ir de un material ms arcilloso y resistente, y probablemente fue obtenido de los est ratos sedimentarios de la pampa que parecen hallarse debaj o de la capa de arena elica que cubre toda el rea (Fig. 7). No creemos posible que la arena elica det rt ica de rocas gneas (que caracteriza las pampas y lomas) haya sido capaz de sostener un relieve sin la intervencin de la t rama de t il ladnsias, tal como se puede ver actualmente, por lo que el sust rato original es inferido. Si el material fue arcilloso y por ende plst ico este debi ser acumulado y, en los casos requeridos, modelado in situ . La mezcla exacta de elementos nos es desconocida an, pero se puede inferir que exist i una diferencia en el t ratamiento del material para la manufactura del relieve entre las dos clases de geoglifos registrados: los geoglifos lineal geomtricos y los antropomorfos; la variacin formal implica que hubo un t ratamiento especial, posiblemente

    modelado, para los geoglifos antropomorfos que requirieron una const ruccin ms detallista. Los geoglifos lineales por su part e debieron produci rse mediant e una acumulacin de masa en f orma ms simple. La variacin t ecnolgica es relevant e considerando adems la situacin de las dos clases de geoglifos, entre la pampa ondulada para los geoglifos l ineales; y l as l aderas de pequeas col inas pedregosas para los geogl i fos ant ropomorf os, que necesar iament e requiri un ardid tecnolgico mayor. Segn lo vist o, el sopor t e parece consust ancial a la variacin formal y tecnolgica, aunque no hay una exclusin def ini t iva de zonas de produccin en el arreglo de mot ivos como veremos despus. La mayora de geoglifos lineal geomt r icos aparecen en superf icies arenosas ya sea en la pampa o en las superfi cies sinuosas del inicio del rea de l omas, mient ras que l os grupos compuestos de geoglifos ant ropomorfos est n gr af i cados pr ef er ent ement e sobre laderas de cascaj o. Este l t imo soporte debi condicionar una tecnologa adecuada de produccin como ya hemos planteado ms at rs. En la mayora de los casos estos promontorios aparecen con las cimas completamente desarenadas dej ando el relieve parcialmente aislado, el que supervive gracias a la achupallas que los mant ienen est ables (Fig. 8). En un solo caso los mot ivos aparecen completamente cubiertos de arena por lo que es dif cil dist inguir el relieve a pesar de su prominencia (Fig. 9). La situacin de estos geoglifos respecto a la direccin del viento es claramente un condicionante

    Figura 7. Composicin est rat ifi cada del suelo de la pampa de Cerro Campana. El suelo debaj o de la capa de arena el ica super f icial muest ra un porcent aj e mayor de arci l l a. Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 8. Geogl i f os sobre la ladera de una col ina baj a (G3), cuya superfi cie superior ha sido desarenada por accin el ica dej ando el mot ivo como un rel ieve parcialment e aislado. Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 9. Geogl ifos ant ropomorfos (G6) cuyo rel ieve ha sido casi complet ament e cubiert o por arena el ica, haciendo casi imposible su percepcin. En la imagen Vct or Corcuera. Fot o GoriTumi 2011.

    desde que las t il landsias colonizaron el relieve original. En conclusin no existe posibilidad lgica de considerar esta imagen como un producto original en el sent ido de su produccin cultural primaria. Hasta donde hemos podido observar no existen muest ras de geoglifos no afectados por estos procesos tafonmicos y la tecnologa de la manufactura original no

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    para la percepcin de la fi gura y ayuda a entender el papel de los agentes atmosfricos y vegetales en la exposicin y conservacin de la evidencia. Solo se han documentado dos casos donde los geoglifos antropomorfos aparecen sobre la superfi cie llana del suelo, y en ambos casos los mot ivos presentan un psimo estado de conservacin, exponiendo una prdida de masa y la invasin del relieve por ot ro t ipo de t il ladsia (Figs. 10 y 11). Este hecho sugiere que la manufactura de geoglifos en la ladera baj a de pequeas colinas ha favorecido la conservacin del material y la proliferacin de la vida para la Tillandsia recurvata que es exclusiva para los geoglifos en este soporte; y este hecho puede tener implicancias en la secuencia de produccin de toda la muest ra. Hasta este punto no obstante es necesario recalcar que la conservacin, exposicin, percepcin y caract erst icas t cnico - formales de los geogl ifos estn condicionadas por los procesos tafonmicos que le son int rnsecos, y debe tomarse en cuenta para una comprensin cabal del fenmeno.

    Ubicacin, dispersin y t ipologa

    La dist ribucin longit udinal de los geogl ifos observados cubre un rango complet o de 3.72 kms aproximadamente ent re la antena ret ransmisora y el lt imo conj unto fi gurado de relieves. Sobre esta distancia existe una concent racin relevante de fi guras en un rango de 2.65 kms, que es el punto en que los mot ivos se descont inan (en nuest ra percepcin) hasta el lt imo geoglifo de nuest ra cuenta para toda la visita, que para el caso es un mot ivo geomt rico lineal. No obstante esta concent racin, los geoglifos no aparecen completamente agrupados y se presentan ligeramente segregados en dos conj untos cuya diferencia principal, como hemos visto ms at rs, radica en la variacin formal de los mismos, consistente en geoglifos con formas lineales geomt ricas (Fig. 12) y geoglifos con mot ivos ant ropomorfos (Fig. 13). Aunque cada conj unto presenta su propia complej idad formal, esta dist incin es sufi ciente para establecer una separacin t ipolgica contundente ent re ellos. Adems de la dist incin est ablecida por la dispersin y concentracin de motivos, cuya variacin formal segregada es evidente, hay una variacin geomorfolgica relevante que tambin asla los conjuntos de geoglifos y que t iene implicancias en la fenomenologa de los mismos. Esta variacin geomorfolgica separa la pampa sinuosa que da al litoral (Fig. 14) de las lomas propiamente dichas que presentan un paisaje de colinas bajas, arenosas y cascajosas indist intamente (Fig. 15). El punto de infl exin de esta separacin es un camino arqueolgico prominente (Fig. 16) que atraviesa todo el interfl uvio de los ros Moche y Chicama, desde Huanchaco hasta Laguna del Pato cerca de Chiquitoy, siguiendo una direccin regular SE-NO. A part ir de aqu las lomas se proyectan en ascenso hasta alcanzar la base del cerro campana. El camino mencionado es un lmite contundente en la variacin geomorfolgica de la zona que puede ser reconocido fcilmente incluso usando fotografas areas y estamos seguros ha j ugado un rol en la preservacin o modifi cacin del paisaj e asociado al condicionar, en su propia escala, los sistemas de afectacin provocados por las dinmicas atmosfricas; de aqu que deba considerarse un importante factor en la modifi cacin ant rpica del paisaj e. Usando la separacin descrita entonces podemos

    segregar los sectores con geoglifos (Fig. 17), mismos que se inician en la pampa abierta (Sector A), a los que le siguen los conj untos fi gurados en la part ida de la zona de lomas (Sector B) cuya concent racin es interrumpida por un camino subsidiario, 500 met ros en direccin al NO, que es donde se inicia el Sector C, donde se hallan los geoglifos ant ropomorfos. Un camino moderno de servicio permite separar esta rea del lt imo sector con evidencia de geoglifos, Sector D, el mismo que se ubica un kilmetro al norte del lt imo mot ivo observado. Este sector presenta un solo mot ivo, que es lineal geomt rico. Los sectores A, B y D se componen por geoglifos lineales geomt ricos, mient ras el Sector C se arregla principalmente de mot ivos ant ropomorfos. Hay que mencionar que un grupo de geoglifos ant ropomorfos (Grupo 1) se ubica en el Sector B. Los conj unt os de mot ivos ant ropomorf os, que t rat amos aqu en mayor consideracin, fueron cont abi l izados y nominados como grupos dada su conf iguracin compuest a. Est os grupos incluyen una composicin complej a que incluye tanto la fi guracin ant r opomor f a en r el i eve como mar cos l i neal es geomt ricos, cuadrangulares o circulares, envolviendo las fi guras. Un caso notable, Grupo 5 (Fig. 18), presenta mot ivos geomt ricos asociados a los naturalistas dent ro de un marco cuadrangular con esquinas redondeadas. La variacin formal en la composicin incluye, como ya vimos, mot ivos naturalistas y geomtricos y la variacin en el arreglo o composicin envuelve dos, t res, cuatro y hasta cinco mot ivos ant ropomorfos, incluso conj untamente con mot ivos abst racto geomt ricos (G5), y en solo dos casos (G4, y G5) dos lneas horizontales de mot ivos en un solo plano vert ical (Fig. 19 y Fig. 18). Vale dist inguir al Grupo 4 que presenta dos lneas horizontales de mot ivos ant ropomorfos, con siete fi guras en la lnea inferior y nueve en la superior, ms dos fi guras de mayor proporcin en ambos ext remos (Figs. 20 y 21), lo que hace una cuenta de 18 imgenes ant ropomorfas; esta composicin adems no expone, a simple vista, marco geomt rico alguno. La mayora de rasgos dist int ivos han sido tabulados para una apreciacin ms sistemt ica de la muest ra descrita (Ver Tablas 1 y 2). Debido a la tafonoma del material es imposible hacer apreciaciones sobre los det al les est i l st icos y aspectos relacionados a variaciones en la disposicin de los mot ivos, como descripcin de movimientos, posturas u ot ros, de hecho el que se pueda reconocer grosso modo la int ensin represent at iva es bast ant e ahora si consideramos que los materiales han logrado llegar hasta hoy desde t iempos arqueolgicos. Los mot ivos en general guardan una escala uniforme y el promedio para el tamao de las fi guras est por 1.5 met ros (Fig. 22), y 1.70 (Fig. 23) para las ms grandes. Incluyendo los marcos los grupos pueden alcanzar los 10 m de largo y ent re 6 y 7.5 met ros de alto, como se ha podido observar en los Grupos 2 y 3 respect ivamente (Figs 24 y 25); pero estas medidas dependen de los agrupamientos, solo el Grupo 4 presenta 29 m de largo. Todo el conj unto de grupos, ocho en total, es formalmente uniforme si consideramos que no existen variaciones ext remas en la composicin y el arreglo, inclusive para los ejemplos sobresalientes como los Grupos 4 y 5. Existe por lo tanto un lenguaje formal representat ivo regular que t iene bases en una const itucin uniforme y la intensin representat iva, que es uniforme ms all de su arreglo part icular expuesto. Esto le confi ere a todo el conj unto una cierta unidad representat iva que coincide

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    F i gu r a 1 0 . G e o g l i f o s c o m p u e s t o con m ot i vos ant ropomor f os ( G7) en mal e s t a d o d e conser vaci n, con p r d i d a de masa. Fot o Vct or Corcuera 2011.

    F i gu r a 1 1 . G e o g l i f o c o m p u e s t o co n f i gu r a s ant ropomor f as ( G1) en mal e s t a d o d e conser vaci n, i n v a d i d o y def ormado por l a T i l l ad si a l at i f ol i a. Fot o Go r i Tu m i y Vct or Corcuera 2011.

    F i gu r a 1 2 . Geogl i f o del t i p o l i n e a l ge o m t r i co , en est e caso describiendo un cuadr ngul o. Not ar que ha sido cruzado por un aut omvi l . Fot o Gor iTumi 2011.

    F i gu r a 1 4 . Pai saj e de l a p am p a b a j a mirando al sur oest e del Cerro Campana, en e l se g u n d o plano se puede o b s e r v a r l a a n t e n a ret ransmisora. Fot o Gor iTumi 2011.

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    Figura 15. Paisaj e de lomas con col inas baj as mirando hacia el nor est e, en segundo plano se puede observar el Cerro Campana. Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 13. Geogl ifo del t ipo ant ropomorfo (G2). Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 16. Camino principal que at raviesa el int erfl uvio de los ros Moche y Chicama. Vist a hacia el surest e en direccin a Huanchaco. En la vist a la est udiant e Reyna Ospino. Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 17. Vist a sa t e l i t a l d e Google Eart h con l a sect or i zaci n p r e l i m i n a r est ablecida para l o s ge o g l i f o s o b s e r v a d o s durant e l a vi st a a l a pampa y l omas de Cer r o Campana. 2011.

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    F i gu r a 1 8 . Gr upo 5 (G5) c o m p u e s t o de geogl i f os nat ur al i st as y ge o m t r i co s en dos niveles hor i zont al es, a l i n t e r i o r de una l nea cuadr angul ar con esqui nas redondeas. Foto GoriTumi 2011.

    F i gu r a 1 9 . Grupo 4 (G4), m o s t r a n d o par ci al ment e d o s l n e a s hor i zont al es y yuxt apuest as de geogl i f os ant ropomorfos. Fot o Gor iTumi 2011.

    Figura 20. Vista panormica del Gr upo 4 (G4) compuest o por 18 m o t i v os. Fot o GoriTumi.

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    Figura 21. Uno de los mot ivos mayores del Grupo 4, ubicado en el ext remo cent ral derecho de t oda la composicin. Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 23. Uno de los dos mot ivos ms grandes del Grupo 4 y que const it uyen los de mayor dimensin en t oda la muest ra (Ver Fig. 21). Fot o GoriTumi 2011.

    Figura 22 . Lnea i nf er i or de mot i vos ant r opomor f os del Grupo 4, los que son de t amao promedio en t oda la muest ra, aproximadament e 1.5 m. Fot o GoriTumi 2011.

    F i gu r a 2 4 . Gr upo 2 (G2) de geogl i f os, c o m p u e s t o p o r m ot i vos ant ropomorfos. Fot o Gor iTumi 2011.

    F i gu r a 2 5 . Gr upo 3 (G3) de geogl i f os, c o m p u e s t o p o r m ot i vos ant ropomorfos. Fot o Gor iTumi 2011.

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    GrupoMarco

    Sin marco Una lnea Dos lneasCircular Cuadrangular

    1 - X - X -2 X - - X -3 X - - X -4 - - X - X5 - X - - X6 - X - X -7 X - - X -8 X - - X -

    Tabla 1. Var iacin geomt r i ca de l os marcos l i neal es envol vent es y del nmero de l neas hor izont ales de mot ivos en las composiciones de l os grupos ant ropomor f os para l os geogl ifos de Cerro Campana.

    Grupos Antropomorfos Abstractos No. de motivos1 3 2 52 3 - 33 3 - 34 18 - 185 4 2 66 3 - 37 3 - 38 2 - 2

    Total 39 4 43

    Tabla 2. Cant idad y var iacin de mot ivos para los grupos de geogl ifos ant ropomor f os de Cer ro campana. GoriTumi 2011

    posit ivamente con la dist incin t ipolgica inicial e ident ifi ca estos geoglifos como un conj unto defi nido artefactual. Para nuest ros fi nes esta conf iguracin es al t ament e represent at iva y diagnost ica para poder efectuar, a part ir de aqu, una discusin arqueolgica en el sent ido de considerar esta categora fenomenolgica, como la expresin de un t ipo de conducta social especfi ca de las poblaciones de Moche y Chicama.

    Discusin

    El artefacto arqueolgico

    Tal como hemos defi nido el problema, la comprensin arqueolgica de este fenmeno no puede ser relat ivizada ms que por un recelo respecto a la cronologa del material, que an no ha sido abordada aqu (ver ms adelante); especialmente porque no existe ninguna incongruencia en est imar estas evidencias como arqueolgicas a priori, considerando solamente que el regist ro art efact ual nacional de est a clase expone not ables y var iadas muest ras representat ivas, en especial para el valle de Moche. Histricamente este material ha sido comprendido fehacientemente, y ya en 1973 el Dr. Eloy Linares Mlaga haba propuesto el trmino de microgeoglifo para una variante en la dimensin de este artefacto hallado en el sit io de Toro Muerto, Arequipa, que consist i de la preparacin de fi guras pequeas sobre la superfi cie, animales, hombres y fi guras geomtricas (Linares Mlaga 1973: 260). La tcnica de los geoglifos de Toro Muerto es adit iva, mediante el arreglo de clastos en la superfi cie (Linares Mlaga ob. cit .). En el valle de Moche esta categora fenomenolgica, el microgeoglifo, fue examinado por nosotros en la Hoyada de Santo Domingo (Corcuera y Echevarra 2010) que en este caso puede considerarse el sit io t ipo para la evidencia. Los geoglifos de la Hoyada de Santo Domingo, 28 kms al SE de los geogl i f os de Cerro Campana en la margen izquierda del ro Moche, incluyen fi guras geomtricas, zoomorfas y antropomorfas en dos variedades tcnicas, la adit iva y la reduct iva (Figs. 26, 27 y 28). Debido a su soporte, manufactura, y a la relat iva estabilidad geomorfolgica y atmosfrica del rea, muchas de estas evidencias han permanecido en buenas condiciones de preservacin por lo que se pudieron realizar observaciones sobre el contexto y la

    variacin formal - est ilst ica de los ej emplares expuestos. El anlisis concluy que se t rataba de expresiones arqueolgicas del periodo Intermedio Tardo y Horizonte Tardo, y se pudo proponer, incluso, que los campos de cult ivo de surcos complej os de Chanchan, Pampas de El Milagro, o Pampas de Huanchaco const it uan en realidad campos de geoglifos (Corcuera y Echevarra 2010: 46). Para nuest ro caso es relevante considerar que esta muest ra, de una importante variacin y complej idad tcnica en su manufactura, de una amplia variacin formal-est ilst ica, y de una gran dispersin, const ituye un ejemplo concreto de que la expresin grfi ca en forma de geoglifos es usada y manej ada por las sociedades de la cuencas Moche Chicama durante un largo periodo de t iempo, por lo que los geoglifos de las pampas y lomas de Cerro Campana no deben sorprender en absoluto. Es importante ponderar, en relacin comparat iva, que la variacin tecnolgica en la manufactura de los geoglifos de ambos sit ios est condicionada por el soporte, donde clastos angulares de

    Figura 26. Geoglifos geomt ricos compuestos por concent raciones de clastos acumulados. Hoyada Sant o Domingo, val le de Moche. Fot o GoriTumi 2008.

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    las plataformas aluviales fueron usados en la fabrica de l os ej emplos hal l ados en l a Hoyada de Sant o Domingo, mient ras que t ierra arcil losa acumulada fue probablemente usada en el Cerro Campana. No obstante, el que estas evidencias se presenten de la manera en que las hallamos hoy est condicionada por las mismas razones que permiten la preservacin de unos geoglifos y que sin ninguna duda ha condicionado la desaparicin de ot ros. No importa la t ipologa tcnica o la variacin formal, todos los materiales estn suj etos a degradacin y esta debe ser entendida en trminos de lgica tafonmica. De all que la existencia de evidencia cuya t ipologa material es indita, no compat ible , o poco comn, no desautoriza desafecta o elimina la posibilidad de su apropiada pertenencia arqueolgica cultural. Es un hecho irrebat ible que no existe posibilidad lgica de conocer todas las variaciones fsico-materiales de los artefactos arqueolgicos para todos los periodos nacionales, por lo que comprender estas evidencias de una manera lgica es una cont ribucin a la historia y al conocimiento del desarrollo cognit ivo de los ant iguos peruanos, nuest ros antepasados.

    Secuencia y cronologa

    En razn a que solo se hicieron observaciones sobre una muestra rest ringida es que cualquier afi rmacin referente a la secuencia o cronologa debe t omarse necesariament e con mucha caut ela. Pensamos que existen bases para establecer una secuencia ent re los geogl i fos, especialment e para el grupo de mot ivos lineal geomt ricos, los que han most rado un desarrollo fi gurado horizontal bastante claro. En este conj unto, especialmente en el Sector B, se han observado fi guras geomt ricas con adosamientos de nuevas lneas, lo que ha complej izando el diseo original (Fig. 29), y parece evidente que muchos ot ros mot ivos en esta zona se han extendido de una manera secuencial defi nida. Si bien la amplia dispersin de este conj unto de mot ivos puede explicarse mediante el argumento secuencial progresivo, no es posible en este momento asegurar el punto de inicio de las fi guraciones y la direccin de su crecimiento dado su int rincado diseo y escala. El caso de los mot ivos antropomorfos es diferente. Debido a que cada grupo es una individualidad formal fi gurada es posible considerar, por ahora, que cada unidad

    Figura 27. Geogl ifo ant ropomorfo elaborado en t cnica adit iva, Hoyada Sant o Domingo, val le de Moche. Fot o GoriTumi 2008.

    Figura 28. Geogl i f os ant ropomorf os elaborados en t cnica reduct iva, Hoyada Santo Domingo, valle de Moche. Foto GoriTumi 2008.

    Figura 29. Geogl ifos l ineal geomt ricos most rando un desarrol lo horizont al mediant e el adosamient o de l neas en rel ieve. Fot o GoriTumi 2011.

    fue producida como un conj unto uniforme sin presentar aparent ement e alguna discont inuidad relevant e o variaciones formales drst icas. En conj unto sin embargo, el Grupo 4, al detentar una variacin en la composicin obj et iva respecto de los dems grupos (no presentar un marco l ineal envolvente y ostentar un nmero de mot ivos bastante grande), pudo haber correspondido

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    al ext remo de una hipott ica secuencia de produccin, que se caracteriza en general por presentar un diseo uni forme. A pesar que la regular idad formal en la produccin de grupos ya ha sido advert ida, debemos mencionar que el mismo Grupo 4 puede ser el nico caso con un orden de produccin interno, como se puede deducir de una discont inuidad en el arreglo horizontal para la lnea superior de mot ivos (Fig. 30); pero este hecho, por su escala, no condiciona el pat rn regular advert ido. Independient ement e del hecho que no se hayan examinado detal ladamente los geoglifos l ineal geomt ricos en este reporte, es innegable que stos, conj unt ament e con l os geogl i f os ant ropomor f os, corresponden a un similar producto cultural y requieren de alguna manera una explicacin conj unta. Hay que reconoce no obstante que sta es dif ci l de abordar en t rminos def ini t ivos hast a que se real icen ms invest igaciones, por lo que solo vamos a adelantar algunas propuestas. En primer lugar es relevante considerar que la uniformidad tecnolgica es probablemente el rasgo ms notable para el establecimiento de una relacin cultural posit iva ent re ambos t ipos de geoglifos, y a nivel puramente formal existe una similaridad relevante respecto a la variacin en la tendencia fi gurada de sus componentes lineales, los que pueden ser rect ilneos, con ngulos de 90, y circulares. Esta variacin es consistente en toda la muest ra, aunque solo ha sido tabulada para los geoglifos ant ropomorfos (Ver Tabla 1). Hay que apuntar tambin, que la similaridad formal puede signifi car alguna relacin temporal dent ro de una secuencia. Por otra parte hemos podido observar que existen muest ras de geoglifos ant ropomorfos en la zona de lomas cuyo deterioro parece estar en razn de su situacin, donde aquellos grafi cados en el suelo llano aparecen muy deteriorados y aquellos en los taludes moderados de las colinas aparecen en mejores condiciones de preservacin. Si el mayor det erioro depende de su si t uacin, es posible sugerir que al menos gran parte de los geoglifos manufacturados sobre el suelo llano de las pampas no pudieron sobrevivir su lapso de t iempo tafonmico (desde el momento de su produccin hasta hoy), en caso hayan sido manufacturados al mismo t iempo de los geoglifos

    Figura 30. Lnea superior de geogl ifos ant ropomorfos most rando una rupt ura en la consecucin regular de la composicin horizontal de la escena. Fot o GoriTumi 2011.

    ant ropomorfos; lo cual indicara que los geoglifos lineal geomtricos son posteriores. La objecin a esta propuesta es evidente, existe una clara variacin en el estado de conservacin de las dos clases de geoglifos que t ienen un parmet ro tafonmico muy defi nido, y que puede implicar que la zona de la pampa y la zona de las lomas no presentan el mismo t ipo de decaimiento o deterioro, por lo que an debemos confi rmar esta idea. Aunque una secuencia f ormal pueda ser establecida en el corto plazo, pensamos que no existen an indicios drst icos para el establecimiento de una ruptura temporal en toda la muest ra, y ms all de la variacin formal, que ciertamente revela un cambio en el parmet ro representat ivo, todo el conj unto podra inclui rse prevent ivament e dent ro del mismo rango temporal de produccin general de geoglifos, es decir dent ro del mismo periodo cult ural defi nido. De esta manera, haciendo una valoracin conj unta, podemos est imar, principalmente por el ext raordinario hecho de su conservacin, que rango temporal mnimo para la supervivencia de los geoglifos debe estar dent ro de los 500 y 700 aos antes del presente, por lo que el material debe considerarse Chimu, y debe venir a complementar el complejo e interesante panorama de produccin fi gurat iva de este t ipo, que ahora debe caracterizar esta notable cultura nacional. Mi ent r as est a est i mac i n esper a ser necesariamente comprobada hay que afi rmar que existen muest ras de cermica tarda en el rea cercana a los geoglifos ant ropomorfos (Ver Fig. 3) que prueban que esta zona fue ocupada durante el periodo propuesto, lo que ayuda a considerar la fact ibilidad de la hiptesis no obstante que estos materiales no se hallen necesariamente vinculados ent re si.

    Cuest iones epist emolgicas

    Este reporte ha t ratado de hacer una exposicin expl ci t a del conocimient o y t rat amient o de est a evidencia cul t ural , en est e sent ido hemos expuest o razones por las cuales estos materiales deben considerarse geoglifos. El reconocimiento primario de este fenmeno

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    ha part ido de su inclusin en una categora artefactual def inida, la que se da por una serie de razones de produccin y manufactura que estn ms al l de su vinculacin cult ural o cronolgica. No exist e ningn argument o que pueda considerar est os mat er iales como ot ro t ipo de artefacto cultural en la terminologa cient fi ca contempornea, por lo que no existe ninguna explicacin alternat iva del mismo, salvo la negacin de su existencia, que no t iene lgica alguna. Por ot ra parte, la consideracin arqueolgica (cronolgica) de los geoglifos se expresa como una proposicin refutable. Esto quiere decir que nuest ra aseveracin debe ser considerada como una explicacin cient fi ca de este fenmeno hasta que exista una explicacin alternat iva que pueda refutar nuest ra proposicin usando un argumento lgico, que a su vez pueda ser probado o examinado usando sus mismas premisas. Es debido a que la cronologa puede ser probada fehacientemente, o refutada en el mismo sent ido, que la proposicin inicial de la ant igedad y pertenencia de esta evidencia es cient fi ca con toda la carga epistemolgica que esta implica. Hasta que no se hagan los estudios con la intencin de realizar ot ras proposiciones refutables para explicar esta evidencia, o refutar las que se han vert ido aqu, usando una argumentacin lgica aceptable, la presente debe considerarse el nico argumento cient fi co sobre los geoglifos de Cerro Campana disponible, y debe tomarse con la seriedad que amerita.

    Observaciones adicionales

    La argumentacin precedente, aunque creemos que es lo sufi cientemente importante para advert ir la complej idad del fenmeno, no estar completa an hasta que se consideren ot ros hechos que t iene una necesaria vinculacin. Uno de ellos es la marcada erosin elica que esta t ransformado el paisaj e en variados sectores de la zona visitada, y podemos citar dos casos relevantes. Primero, el hallazgo de cermica arqueolgica en baj as densidades sobre varios lugares de t oda la falda sur del Cerro Campana, los que vienen siendo expuestos por el viento localizado de la zona. La aparicin de cermica prueba que obj etos arqueolgicos diversos han estado suj etos a una dinmica de exposicin y cobertura constante. Incluso hemos podido hal lar cermica en posicin vert ical, la que ha permanecido en esa posicin luego de haber sido parcialmente liberada de su cubierta de arena por la accin elica. En segundo lugar hemos podido observar concreciones de arci l la que fueron originadas por la saturacin de agua pluvial y pequeas concent raciones de arena arcillosa. Estas concreciones se hallan sobre el nivel actual del suelo, lo que signifi ca que ha habido una inversin del paisaj e en algunas zonas. Solo este hecho habla de los drst icos cambios en la geomorfologa del rea, afectada nicamente por los sistemas localizados de circulacin atmosfrica que deben ser ms examinados. Otra cuest in es el reciente fenmeno de erosin marina que est afectando las playas de Huanchaco y de toda la lnea del l it oral desde el puerto Salaverry (Rodrguez 2011), lo que podra tener un refl ej o en la exposicin de los materiales arqueolgicos. Si la zona de defl acin est siendo t ransformada es muy probable que esto se manifi este en los sistemas de movimiento de sedimentos que hemos planteado pueden tener un papel crucial en la conservacin de esta evidencia. Hay que ponderar este hecho especialmente considerando que

    la retencin de las arenas, que son t ransportadas desde el sur por las corriente marinas, viene sucediendo desde que el puerto de Salaverry fue const ruido hace ms de 50 aos, y recin se estn viendo sus efectos macro en las playas del litoral liberteo. Por lt imo, an debe evaluarse el papel de las colonias de plantas que superviven en la zona de los geoglifos y que sin ninguna duda han j ugado un rol en la estabilidad o t ransformacin del paisaj e y por sobre todo en la supervivencia de los geoglifos como ya hemos mencionado.

    Conclusiones y recomendaciones

    Como hemos t rat ado de probar, est e es potencialmente uno de los ms notables t est imonios arqueolgicos del norte del Per y su existencia no debe ser menospreciada, desest imada o subvaluada. Como hemos dicho en nuest ro primer report e (Corcuera y Echevarra 2011) la existencia de este material es un hecho ext raordinario en s mismo y su valoracin debe part ir del reconocimiento explcito de su origen arqueolgico a part ir de su presuncin y luego de su explicacin cient fi ca. En este sent ido no puede permit irse la presuncin negat iva de los artefactos arqueolgicos porque esto solo genera la dest ruccin de los mismos. La presuncin posit iva, debe compeler al que duda o al que niega a probar que no son arqueolgicos usando argumentos cient fi cos; de all que las autoridades en cultura estn en la obligacin absoluta, moral y tcnica, de presumir la autent icidad de nuest ras sagradas reliquias ancest rales hasta que esta sea resuelta a entera sat isfaccin cient fi ca. La ley debe favorecer en todos los casos al pat rimonio y no a los que quieren despreciarlo o dest ruirlo. Este t rabaj o es un argumento tcnico a favor del pat rimonio, y queremos enfat izar ese hecho aqu. El que este pat rimonio haya sido descubierto recientemente no t iene ninguna impl icancia en el conocimient o arqueolgico ant erior de la zona o de la cal idad o veracidad de los t rabaj os arqueolgicos llevados a cabo por cont rata en las pampas y lomas de Cerro Campana, bsicamente porque su existencia no depende de los niveles de aprensin fenomnica de los arquelogos que realizaron esos t rabaj os sino en los procesos tafonmicos que han permit ido su supervivencia y exposicin en el rea. Esto t iene serias implicancias en los proyectos de infraest ructura que han de afectar el rea, como el Proyecto de irrigacin Chavimochic, porque parte de sus planeamientos se han llevado a cabo sobre la ignorancia de la exist encia de un complej o y casi desconocido pat rimonio arqueolgico. Vist o el conocimient o que t enemos de est a evidencia ahora, es pr ior i t ar i o salvaguardar el rea por sobre el inters part icular de cualquier proyecto comercial y de infraest ructura, sin importar cul es la magnitud de la inversin futura de ese proyecto. El pat rimonio nacional es nico e invaluable, no t iene precio. Lo salvamos o lo perdemos. Debemos recalcar que lo que se ha expresado aqu sobre los geogl i fos est basado en un examen acucioso pero rest ringido de una muest ra fragmentaria, es imprescindible que se realicen prospecciones intensivas en toda la zona alrededor del Cerro Campana para poder comprender la extensin del fenmeno y las condiciones en que este se encuent ra, especialmente considerando que se han hallado geoglifos cuadrangulares en las bases medias del cerro (Percy Valladares, conversacin personal 2011) y es posible que todo un complej o arqueolgico

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    de varios periodos se halle an baj o las capas de arena elica que los cubren. Es muy probable que los cambios en los sistemas atmosfricos que estn siendo producidos por razones ant rpicas en toda la zona del l it oral de Truj il lo coadyuven fi nalmente a percibir los hechos de la arqueologa de Cerro Campana, que estamos seguros recin hemos empezado a vislumbrar. Se debe declarar y prot eger el pat r imonio arqueolgico de Cerro Campana, antes de que este sea dest ruido por la desidia o el inters comercial part icular de t erceros. El estado de conservacin actual es ya calamitoso y si la zona sigue siendo descuidada, esta delicada evidencia no ha de perdurar por mucho t iempo ms. Debe hacerse lo correct o, debe prevenirse la dest ruccin de esta evidencia, y debe propugnarse su estudio cient fi co; este es un clamor de los que respetan y valoran su pat rimonio cultural y que desean seguir legndolo a las futuras generaciones.

    Gori Tumi Echevarra LpezArquelogo, Universidad Nacional Mayor de San MarcosAsociacin Peruana de Arte Rupest re (APAR)

    Vctor Corcuera CuevaAsociacin Guas de Turismo Sin Fronteras (GSF)Asociacin Amigos del Cerro Campana

    Bibliografa

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