Geopolitica de La Santa Sede

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DOSSIER NÚMERO 48 JULIO / SEPTIEMBRE 2013 6 España y Andorra. 9,50 Europa. 6 EUROS 9 771579 337002 00048 GEOPOLÍTICA DE LA SANTA SEDE José Casanova Aymeric Chauprade Eric Lebec Eric O. Hanson John Pollard Jean-Michel Cadiot Chester Gilles Yossi Beilin Jean-Jacques Kourliandsky Emmanuel Lincot Karim Emile Bitar R. Scott Appleby

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DOSSIER NÚMERO 48 JULIO / SEPTIEMBRE 2013

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GEOPOLÍTICADE LA

SANTA SEDE

José CasanovaAymeric ChaupradeEric LebecEric O. HansonJohn PollardJean-Michel CadiotChester GillesYossi BeilinJean-Jacques KourliandskyEmmanuel LincotKarim Emile BitarR. Scott Appleby

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E D I T O R I A L

l Tratado de Letrán (1929) redujo la Santa Sede a la Ciudad del Vaticano: solo 44 hectáreas, con apenas mil habitantes y 450 ciudadanos repartidos por las nunciaturas de todo el mundo. Pero el brazo político del Vaticano, conocido como la Santa Sede, es mucho más. Se ha convertido en una organización transnacional tan importante que ningún Estado puede per-mitirse el lujo de ignorarla. Solo quedan siete naciones que no han establecido relaciones diplomáticas plenas con ella:

Afganistán, Bután, China, Corea del Norte, Omán, Arabia Saudí y la pequeña isla-nación de Tuvalu (Casanova). VANGUARDIA DOSSIER analiza la geopolíti-ca de la Santa Sede, un poder blando que con la elección del cardenal polaco Karol Wojtyla como pontífice contribuyó a la caída del comunismo en los países del este de Europa pero no logró que el viejo continente aludiera a sus raíces cristianas en su Constitución (Cadiot). Si la elección de Wojtyla fue una apuesta geopolítica, no lo ha sido menos la del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco. No es casual que el primer pontífice no euro-peo sea de América Latina. La Santa Sede no puede perder “el continente de la esperanza” (Kourliandsky).

El Vaticano es el inventor de la diplomacia moderna (Lebec). Ahora se enfrenta a tres retos: la resistencia de las culturas nacionales a la influencia de la Iglesia católica, la penetración del individualismo en el cristianismo y el vigor del islam (Chauprade). El primero es apreciable entre asiáticos y orto-doxos. China es un claro ejemplo: no hay libertad religiosa y los católicos viven su fe en la clandestinidad. Sin embargo, y más allá de los desafíos políticos, la lógica de un acercamiento entre China y el Vaticano constituye un reto de la civilización (Lincot). Comparten ya alguna cuestión: la organización de la Iglesia y el Partido Comunista de China son similares (Hanson).

En el continente de la esperanza está el segundo reto: la Iglesia pierde fieles a costa de las iglesias evangélicas y pentecostalistas llegadas de Estados Unidos. Paradoja: son ya una cuarta parte de los estadounidenses los que se identifican como católicos y son los que aportan más apoyo financiero al Vaticano (Gillis). Si los dineros causaron numerosos quebraderos de cabeza a la Santa Sede en el siglo XX, éstos no han desaparecido en el XXI. Las finanzas están siendo su-pervisadas para evitar el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo. Incluso hay quien aventura la posibilidad de que el papa Francisco clausure el Instituto para las Obras de la Religión (IOR), la banca vaticana (Pollard).

Solucionado hace 20 años el problema de su relación con Israel (Beilin), la diplomacia vaticana se enfrenta a un tercer desafío: intentar reconstruir una solidaridad islamocristiana y fortalecer los vínculos entre el islam y Occidente, porque lo contrario sería un desastre para ambas partes (Bitar).

Todo ello como el poder blando que nació con el Tratado de Letrán y que, ahora hace 50 años, dio con la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII el primer paso en el camino de la vieja a la nueva geopolítica de la Santa Sede (Scott).

E

Álex Rodríguez

La geopolíticadel poder blando

ILUSTRACIONES DE VÉRONIQUE BOUR

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6| La globalización del Vaticanopor José Casanova

El Papa, cabeza de la comunidad religiosa unificada más grande del mundo, es hoy en día un privilegiado agente promotor e influyente del proceso de globalización. Ha asumido, además, el papel de portavoz de la humanidad, de la dignidad de la persona y de la paz mundial. Las relaciones diplomáticas con 179 estados y su presen-cia en organismos internacionales convierten a la Santa Sede en una pieza imprescindible del sistema de estados soberanos.

14| EL MUNDO CATÓLICO

16| Geopolítica del catolicismopor Aymeric Chauprade

La situación de los católicos en Asia, las relaciones con la Iglesia ortodoxa, el desgaste de los fieles en el mundo árabe islámico y el proceso de la ‘catolización’ en Estados Unidos forman parte prio-ritaria de la geopolítica de la Santa Sede. Y también el desafío que representa el vigor de las iglesias evangélicas en América Latina.

22| LA DIPLOMACIA APOSTÓLICA

24| ¿La mejor diplomacia del mundo? por Eric Lebec

La Santa Sede es la inventora de la diplomacia moderna según se definió en el congreso de Viena. Las relaciones diplomáticas, con normas especiales y muy escrupulosas, parten de la iniciativa de los estados, que envían un emisario con rango de embajador y que no debe tener otra acreditación similar en Roma.

30| La política y la organización de la Iglesia católica por Eric O. Hanson

Para comprender la compleja organización de la Iglesia católica se puede partir de tres distintos enfoques. 1) Comparando el clero con el funcionamiento del Partido Comunista de China; 2) Analizando la historia desde el tratado de Westfalia hasta la guerra fría, y 3) abor-dando la naturaleza vaticana en su interacción con los actuales sistemas políticos, económicos, militares y de comunicación global.

35| EL ORGANIGRAMA DE LA SANTA SEDE

38| Las finanzas vaticanas: ¿cuánto vale la Iglesia? por John Pollard

Resulta prácticamente imposible determinar la fortuna de la Igle-sia porque existen enormes variaciones en la riqueza de la institu-ción entre unos países y otros. Y también, entre otras razones, porque en la mayoría de los países la Iglesia no está obligada a hacer públicas sus cuentas de ingresos, gastos y bienes.

SUMARIOJULIO / SEPTIEMBRE 2013

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42| Protagonista de la construcción europea por Jean-Michel Cadiot

La influencia del catolicismo en la creación de una Europa libre y unida puede constatarse en las personas de sus principales fundadores (Schuman, Adenauer y De Gasperi) y en sus símbolos (las estrellas de la bandera son las 12 que rodean la corona de la virgen María). Sin embargo, no consiguió que en la Constitución constara una referencia a las raíces cristianas de Europa.

48| ÓRDENES Y CONGREGACIONES RELIGIOSAS:

MEDITACIÓN, APOSTOLADO Y CARIDAD

50| La influencia vaticana en las políticas públicas de Estados Unidos por Chester Gillis

Hay numerosos ejemplos que demuestran que el Vaticano desem-peña un papel activo en el discurso político y trata de influir en la políticas públicas de Estados Unidos, en especial las de orden moral. Y también coincidencias como la que hubo entre Juan Pablo II y el presidente Reagan, descrita como “una de las grandes alian-zas secretas de todos los tiempos” contra el comunismo.

54| Israel: 20 siglos de distanciamiento y 20 años de normalidad por Yossi Beilin

El acuerdo preferencial entre la Santa Sede y el Estado de Israel firmado el 30 de diciembre de 1993 no fue un pacto político histó-rico, sino un documento que ponía fin a 20 siglos de distancia-miento entre cristianos y judíos. El problema actual son las graves presiones que sufren los cristianos en Oriente Medio.

57| América Latina: una persistente prioridad de la Santa Sede

por Jean-Jacques Kourliandsky

América Latina, donde viven cerca de la mitad de los fieles ca-tólicos del mundo, merecido una especial atención de la Santa Sede desde tiempos de Juan Pablo II. Ahora, el mandato del papa Francisco está llamado a hacer frente a los preocupantes desafíos que plantea este “continente de la esperanza”.

62| ASOCIACIONES LAICAS DE APOSTOLADO

66| Desafíos diplomáticos, históricos y culturales con China por Emmanuel Lincot

Taiwán es la gran moneda de cambio entre la Santa Sede y China. El Vaticano estaría dispuesto a romper sus relaciones diplomáti-cas con Taiwán si a cambio Beijing garantiza la libertad religiosa de los católicos y la prerrogativa del Papa a nombrar obispos.

71| El Vaticano y el islam árabe: unas relaciones difíciles pero no imposibles

por Karim Emile Bitar

La diplomacia vaticana habrá de emplearse a fondo para paliar la grave situación de los cristianos en Oriente Medio y para trazar nuevos caminos que superen el resentimiento entre el cristianis-mo y el islam. El papel del papa Francisco puede ser crucial.

76| LA IGLESIA Y LA GOBERNANZA MUNDIAL (SIGLOS XX Y XXI)

80| Geopolítica vaticana de paz y guerrapor R. Scott Appleby

Históricamente la Iglesia ha justificado la guerra, participado en cruzadas y pactado con regímenes fascistas. Pero esta misma Iglesia ha formulado alegatos contra la guerra y proclamado los “universales e inviolables” derechos humanos (‘Pacem in Terris’), cubre las carencias de servicios propios del Estado en muchos países y está gobernada por un Papa que sueña ser la cabeza visible de “una Iglesia pobre para los pobres”.

86| EL ESTADO VATICANO

100| TEXTOS ORIGINALES

89| LIBROS

92| LITERATURA

94| CINE

96| VIAJES

98| WEBS

PARA SABER MÁS

VANGUARDIA DOSSIERwww.vanguardiadossier.com

Número 48 / AÑO 2013

Editor: Javier Godó, Conde de GodóConsejera editorial: Ana GodóDirector: José AntichDirector adjunto: Álex RodríguezRedacción: Joaquim Coca / Toni Merigó,Marc Bello (diseño e infografía)

© LA VANGUARDIA EDICIONES S.L. BARCELONA, 2007. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Esta publicación no puede ser repro-ducida; ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de infor-mación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cual-quier otro, sin el permiso previo por escrito de la empresa editora.

Edita La Vanguardia Ediciones, S.L.Avenida Diagonal, 477, 9.ª planta.08036 [email protected]

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Depósito Legal: B-12.026.02 ISSN: 1579-3370

Preimpresión: La Vanguardia Ediciones, S.L.

Impresión: Jiménez-Godoy, S.A.

DOSSIERPatrocinado por

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La globalización del Vaticano

José CasanovaGEORGETOWN UNIVERSITY.

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PRINCIPIOS DEL SIGLO XX EL

Papa se encontraba prisione-ro en el Vaticano y muy poca gente en Europa o en otras partes del mundo hubiera apostado por la superviven-cia del papado a largo plazo. Un siglo más tarde, el 8 de abril de 2005, más de 200 je-

fes de Estado y dignatarios de todo el mundo, sin duda la reunión mas grande de estadistas de toda la historia, asistían el funeral del papa Juan Pa- blo II. De estas personalidades merece destacar la presencia de 14 líderes de otras comunidades reli-giosas mundiales, entre ellos el patriarca ecumé-nico de Constantinopla y el arzobispo de Canter-bury, primado de la Iglesia anglicana.

El extraordinario interés por parte de la gente corriente no fue menos significativo. Se calcula que unos cuatro millo-nes de personas, cristia-nos y no cristianos, pre-senciaron el funeral en Roma, directamente en la plaza de San Pedro o en grandes pantallas a lo largo de la ciudad. La misa de réquiem fue televisada en directo prácti-camente en todo el mundo, con una audiencia estimada de 2.000 millones de personas, probable-mente un récord en la historia de la televisión global. Coincidiendo con el funeral en el Vaticano, obispos y arzobispos celebraron miles de misas conmemorativas por todo el mundo. Pero más significativo es aún que líderes protestantes y orto-doxos, así como líderes judíos, musulmanes, bu-distas y de otra religiones participaran también en plegarias y ceremonias fúnebres colectivas.

¿Cómo explicar sociológicamente la relevan-cia creciente de la figura y del oficio de Papa en el mundo secular globalizado? Es verdad que Karol Wojtyla fue un personaje de un carisma extraordi-nario y uno de los estadistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, aunque en realidad la importancia religiosa, geopolítica y mediática del papado había ido aumentando a lo largo del siglo. La casi desmedida obsesión con la que los medios de comunicación global siguieron recientemente durante dos meses las noticias relacionadas con el papado, desde la sorprendente renuncia de Be-nedicto XVI en el mes de febrero hasta la no menos sorprendente elección del nuevo papa Francisco en abril, demuestra que la importancia global de la figura del Papa trasciende las características peculiares de las personas que puedan ocupar el trono pontificio.

Es la conjun-ción, no libre de ten-sión, de las tres fun-ciones distintas que el Papa ejerce hoy día, como obispo de Roma y sumo pontífice de la Iglesia católica roma-na, como jefe de Es-tado de la Ciudad del

Vaticano, y como líder autoproclamado de toda la humanidad, la que en mi opinión explica la impor-tancia creciente del papado en nuestra edad con-temporánea global. El papado ha devenido expre-sión simbólica del proceso de globalización de la humanidad, así como agente promotor, influyen-te, e incluso privilegiado, de este mismo proceso histórico de globalización. El obispo de Roma siempre había proclamado sus discursos urbi et orbe, a la ciudad y al mundo entero, reclamando antici-padamente, avant la lettre, una audiencia universal

ALa figura del Papa aparece hoyen día como expresión simbólica del proceso de globalización ycomo agente promotor, influyentey también privilegiado de esta misma histórica evolución global

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A lo largode los últimos 20 siglos el papado romano ha evolucionado radicalmente en consonancia con los cambios registrados en los regímenes políticos en los que ha estado involucrado

para sus mensajes. Pero esta pretensión teológica y escatológica solo se ha convertido en realidad sociológica en la segunda mitad del siglo XX, a partir del papado de Juan XXIII.

Obispo de RomaYa desde los primeros siglos, como obispos de

Roma, y por tanto como sucesores a la sede apostó-lica de san Pedro y san Pablo, los papas reclamaron un cierto rango superior sobre las otras sedes epis-copales y –a veces– una cierta primacía, si no supre-macía sobre las otras Iglesias cristianas. El título de papa en realidad significa simplemente padre en latín y, por tanto, en los primeros siglos era exten-sivo a todos los obispos. Solo a partir del siglo V, desde el mandato de León el Grande (440-461), el título de papa se fue reservando exclusivamente para el obispo de Roma, aunque el patriarca copto de Alejandría, como sucesor de la sede apostólica de san Marcos, ha mantenido hasta hoy el título de Papa de la Iglesia copta de Egipto, de Etiopía y de Eritrea. De hecho, desde un principio las Iglesias orientales aceptaron la sucesión pontificia del obispo de Roma y, por tanto, un cierto mayor rango apostólico, pero no su supremacía o autoridad su-perior respecto a la doctrina o al magisterio.

Como institución eclesiástica y como régi-men religioso integrado en los regímenes socio-políticos terrenales más diversos, el papado roma-no ha evolucionado radicalmente a lo largo de su historia en consonancia con los cambios en los re-gímenes sociopolíticos en los que ha estado invo-lucrado. A lo largo de 20 siglos se pueden distinguir analíticamente la fase preconstantiniana del im-perio romano, la fase posconstantiniana con hege-monía bizantina hasta la emergencia del Sacro Imperio Romano, la fase de hegemonía papal del medievo, la fase de expansión del Estado-nación soberano que cristaliza en el sistema de Westfa-

lia y la fase de globalización contemporánea.Hubo una clara transformación radical des-

de la “Iglesia de las catacumbas” de los primeros siglos, cuando los cristianos fueron perseguidos con cierta frecuencia por negar el sacrificio a dioses paganos y, sobre todo, a emperadores divi-nizados, hasta el edicto de Milán (313 a.C.) y el establecimiento posterior del cristianismo como la religión oficial del imperio Romano. De hecho, fue el emperador Constantino el artífice de la unidad doctrinal y disciplinaria de la Iglesia cris-tiana. Hasta entonces la multiplicidad y diversi-dad de las Iglesias locales cristianas se había dado como un hecho. La Iglesia de Roma era una de ellas y el obispo de Roma era, como máximo, primus inter pares entre los obispos.

El concilio de Nicea (325 a.C.), el primer con-cilio ecuménico y el modelo de todos los concilios ecuménicos posteriores, fue convocado y presidido por el emperador Constantino y estableció tanto el sistema de administración territorial episcopal diocesano vigente hasta hoy como el credo de Nicea aceptado por todas las Iglesias cristianas, que incluye entre sus artículos la fe en la Iglesia, “una, santa, católica y apostólica”. De entre los 300 obis-pos presentes solo cinco representaban sedes de la Iglesia latina occidental: Calabria, Cartago, Córdoba, Dijon y Estridón en Dalmacia. La ausen-cia del obispo Silvestre de Roma en el concilio de Nicea, así como la de sus sucesores en los otros seis concilios ecuménicos convocados por el empera-dor, muestra la marginalidad relativa de Roma y de su obispo en la Iglesia oficial cristiana del impe-rio Romano una vez establecida la capital en Constantinopla.

La leyenda de la donación de Constantino, según la cual al papa Silvestre le fue otorgado el dominio temporal sobre Roma y las provincias ro-manas de Occidente, es una fabricación tardía de

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mediados del siglo VIII. El papa Esteban II aceptó bendecir que Pipino el Breve usurpase el trono de Francia y derrocase a la dinastía merovingia a cambio de que este rey otorgase al papado los terri-torios italianos que el reino de Lombardía había arrebatado al imperio Bizantino. Esto marca tanto el punto de partida del Estado territorial pontificio en el año 752 como la dinámica simbiótica conflic-tiva entre el régimen eclesiástico-político del papa-do y el nuevo sacro imperio romano, que formarán el eje en torno al cual se iba a construir el sistema de la cristiandad medieval.

La romanización de la cristiandad occidental y el triunfo parcial de la supremacía papal durante los conflictos de investiduras de los siglos XI y XII estuvieron en muchos aspectos vinculados a la expansión de las corrientes monásticas. Con la re-forma espiritual de las estructuras eclesiásticas, el movimiento transnacional de reforma monástica trajo a Roma una mayor centralización e interna-cionalización del gobierno papal. Pero en adelante las diversas tareas necesarias para mantener el poder espiritual sobre toda la cristiandad, la sobe-ranía política sobre los territorios papales y el justo equilibrio geopolítico en la política exterior resul-taron imposibles de reconciliar.

La experiencia negativa del cautiverio de Aviñón y la obsesión de los papas renacentistas en consolidar su poder territorial principesco condu-jeron a la reforma protestante y a la pérdida de la supremacía espiritual sobre gran parte de la cris-tiandad, y también a la marginalidad política del papado dentro del sistema internacional de es- tados soberanos nacionales que surgió de la paz de Westfalia. De hecho, ya antes del triunfo de los principios erasmianos de control secular de la Iglesia en los países protestantes, los papas, absor-tos en mantener la soberanía absoluta sobre sus propios estados papales, habían concedido el con-trol y el patronato de las Iglesias nacionales a los soberanos católicos a cambio de que protegieran el monopolio de la confesión católica.

La condena a la Constitución civil del clero de 1790 marca quizás el punto de inflexión en el in-tento moderno del Vaticano de recuperar su supre-macía sobre obispos y clero nacionales. Paradó-jicamente, fue el concordato con Napoleón de 1804 el que iba a servir de modelo para los sucesivos tratados de la Santa Sede con gobiernos europeos y latinoamericanos. Pero a lo largo del siglo XIX los conflictos endémicos con estados liberales en Europa y América Latina hicieron evidente que era más fácil salvaguardar los reclamados derechos papales –sobre todo con respecto al nombramiento

de obispos– en países anglosajones y protestantes donde se había institucionalizado la moderna li-bertad religiosa que en países católicos, incluso en aquellos donde el catolicismo estaba protegido como religión oficial del Estado. La Iglesia de Franco es una muestra paradigmática.

En las últimas décadas el control acérrimo de la elección de los obispos a través de los nuncios ha demostrado ser el factor más importante, sin prece-dente histórico, de la supremacía del Vaticano so-bre las Iglesias católicas locales, nacionales y regio-nales en prácticamente todo el mundo. Hoy día solo un pequeño grupo de regímenes autoritarios como la China se niegan a reconocer la supremacía transnacional del Vaticano en la elección de obis-pos locales, considerándola una injerencia externa en asuntos internos que limita la soberanía nacio-nal. Por otra parte, a lo largo del siglo XIX, países protestantes donde los católicos constituían una minoría importante se convirtieron en bastiones de la romanización moderna y de una nueva forma liberal de catolicismo retrógrado, diferente del ul-tramontanismo integrista vinculado a la restaura-ción de las monarquías europeas. Este es el princi-pio de una nueva identificación personal y colecti-va de los fieles católicos con el Papa romano, también sin precedente histórico, que ha sido am-plificada por la prensa y la reproducción fotográfi-ca en el siglo XIX, así como la radio y televisión en el siglo XX y la comunicación digital en el siglo XXI.

Al fin y al cabo, solo una pequeñísima mino-ría de fieles cristianos en la Edad Media era proba-blemente consciente de que existía el papado co-mo institución y de que este tenía algo importante que ver con su fe cristiana. En realidad, ningún credo cristiano hacía mención del Papa, ni la figu-ra de este apareció en ningún catecismo hasta el siglo XVI. Fue el rechazo protestante el que trajo el acercamiento católico con el papado, ambas posi-ciones amplificadas por la imprenta, de forma que finalmente la identificación de católico y papista llegó a consolidarse por ambas partes. No hace falta recordar la connotación polémica y negativa de los frecuentemente usados términos popish (papista) y popery (papismo) en inglés hasta hace unas décadas y su creciente desuso con la profun-da transmutación positiva mediática del papado en los últimos 50 años.

Como obispo de Roma el Papa es hoy sumo pontífice y líder indiscutible, por lo menos identi-tario, de la Iglesia católica global constituida por unos 1.200 millones de fieles, al menos nominal-mente, repartidos por todo el mundo. En este sen-tido, la Iglesia católica es hoy día la comunidad re-

En la actualidad, solamenteun reducido número de países conregímenes autoritarios como Chinase niegan a reconocer la supremacía transnacional del Vaticano en la elección de obispos locales

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ligiosa unificada más grande del mundo, constituyendo un 17 por ciento de la po-blación mundial. Pero la proporción de creyentes católicos ya ha comenzado a decrecer, una tendencia demográfica que tenderá a continuar en el futuro. En cam-bio, la comunidad musulmana ya supera en población a la de la Iglesia católica y, además, su crecimiento demográfico es el doble que el del resto de la población mun-dial. Si tal tendencia demográfica conti-núa, dentro de 20 años una de cada cuatro personas en el mundo será musulmana.

Pero la importancia global del Vaticano en el mundo de hoy no reside exclusivamente en el peso demográfico de los católicos. De hecho, la identificación creciente de la población católica con el Papa no coincide con una mayor autori-dad del magisterio ni se traduce fácilmen-te en un mayor poder de movilización, si-no más bien va acompañada de una mayor libertad de conciencia de los fieles católi-cos que han asumido el derecho a desaten-der y desobedecer el magisterio de la Iglesia sobre todo en temas de moral se-xual y en cuestiones que la jerarquía tien-de a identificar como “ideología de géne-ro”. Los laicos, aun entre una mayoría de fieles practicantes, tienden a asumir tal postura individualista sin sentirse ajenos a la comunión católica, todo ello a pesar de que la jerarquía ha insistido en conver-tir estos temas en pruebas de confesión doctrinal y de fidelidad católica.

Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano

Paradójicamente, dada la obsesión secular de los papas por preservar su sobe-ranía temporal sobre los territorios ponti-ficios, convencidos de que tal soberanía era condición para mantener su autono-mía y su supremacía espiritual, fue la pérdida de la soberanía temporal sobre la provincia de Roma en 1870 la que ha he-cho posible la reconstitución del papado como un régimen religioso transnacional católico, esta vez sobre una base verdade-ramente ecuménica global. De hecho, el concilio Vaticano I proclamó la suprema-cía papal sobre toda la Iglesia católica y el dogma de la infalibilidad del Papa en el mismo momento en que las tropas italia-

nas conquistaban la ciudad de Roma.Una vez solucionada la “cuestión

romana” por el tratado de Letrán con Mussolini en 1929, después de casi seis decenios de cautiverio dentro del Vaticano, la Santa Sede fue reducida sim-bólicamente a la pequeña Ciudad del Vaticano, el Estado más pequeño del mun-do, con solo 44 hectáreas de terreno, me-nos de mil habitantes y menos de 500 ciudadanos repartidos por las nunciatu-ras de todo el mundo, y una serie de edifi-cios magníficos extramuros a lo largo de la vieja Roma y alrededores, incluyendo el palacio veraniego de Castel Gandolfo. Pero esta solución ha permitido al Papa y a su Curia romana gobernar casi sin inter-ferencias por primera vez en la historia la Iglesia católica mundial.

Pero, además, la reducción de la so-beranía territorial ha aumentado no solo el poder espiritual global de la Santa Sede sobre clérigos y laicos, sino también la relevancia geopolítica de la Ciudad del Vaticano en el sistema internacional de estados soberanos. Las cifras de los estados que han ido estableciendo relaciones di-plomáticas con la Santa Sede muestran con suma evidencia una tendencia ascen-dente. A la muerte de Pío IX en 1878 solo cuatro estados seguían reconociendo la soberanía maltrecha de los Estados Ponti-ficios. En 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, habían aumentado a 14, y fueron incrementándose de década en década: 25 estados con relaciones diplo-máticas en 1922, 38 en 1939 y 70 hacia 1973. Por fin, en 1984, Estados Unidos, bajo la Administración de Ronald Reagan, estableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede, revocando la prohibición ex-plícita del Congreso de 1867 y superando la vieja e irreconciliable animosidad en-tre republicanismo y romanismo. La desinte-gración de la Unión Soviética y el desmo-ronamiento del sistema de estados socia-listas añadió un buen número de países, de forma que en 1993 ya sumaban 144 las naciones que mantenían relaciones diplo-máticas con la Santa Sede.

Con la reciente adscripción de Mala-sia, ya casi todos los estados miembros de la Organización para la Cooperación Is-lámica han establecido relaciones diplo-

máticas, elevando el número total de na-ciones a 179. Si se añaden los nueve países con delegación apostólica, ya solo quedan otras siete naciones en todo el mundo que todavía no han establecido relaciones di-plomáticas con la Santa Sede: Afganistán, Bhután, la República Popular China, Co-rea del Norte, Omán, Arabia Saudí y la pequeña isla-nación de Tuvalu.

Evidentemente, la razón por la que todas estas naciones han establecido rela-ciones diplomáticas con la Santa Sede no se debe al poder geopolítico duro del Vaticano. La respuesta a la famosa pregun-ta de Stalin, “¿cuántas divisiones tiene el Papa?” es simple: un par de docenas de guardias suizos y otros tantos gendarmes. Si el poder y la autoridad solo procedieran de cañones o de la acumulación de capital financiero, el Vaticano sería un Estado con muy poco poder y, más todavía, con menos relevancia geopolítica. La Iglesia católica se ha convertido en una organiza-ción transnacional tan importante en la esfera del sistema mundial emergente que ningún Estado puede permitirse el lujo de ignorarla, a no ser que como esta-dos autoritarios teman precisamente su interferencia, como es el caso de China.

En el tratado de Letrán Mussolini extrajo del papado la aceptación de la pérdida definitiva de la soberanía tempo-ral y la promesa de no liderar una política exterior vaticana independiente y de no interferir en la política exterior italiana. En el artículo 24, no obstante, la Santa Sede se reservó el derecho para ejercer en cada caso su poder “moral y espiritual”, lo que los teóricos geopolíticos definen hoy como “poder blando”.

El primer papa moderno que trató de ejercer tal poder interviniendo de nuevo en política internacional, de la que el papado había sido explícitamente ex-cluido por la paz de Westfalia, fue Benedicto XV. Elegido poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando la gente, los intelectuales, los lí-deres políticos y el clero en toda Europa sucumbieron a la euforia y al frenesí de una guerra patriotera sin sentido, el Papa llegó a ser uno de los más elocuentes portavoces de la paz en Europa y en todo el mundo. Sus intervenciones cayeron en

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oídos sordos. Ambos bandos le acusaron de ayudar al enemigo y de tratar de debilitarles. La respuesta del Papa de que estaba apoyando la causa de la humanidad y que la guerra era “una horrible e inútil masacre” que estaba convirtiendo a Europa en “vasto hospital y osario” no fue apreciada en un principio por los combatientes. Incluso jesuitas franceses y alemanes, la orden papal por excelen-cia, que habían sido expulsados de sus respectivos países por leyes anticlericales o antipapistas, re-gresaron a sus países para luchar y morir por la patria. La solidaridad proletaria transnacional y la solidaridad católica o humana resultaron ser mucho más débiles que la solidaridad nacional o la ciega devoción al Estado-nación.

A pesar de la aparente falta de éxito inmedia-to, las intervenciones de Benedicto XV constituye-ron la base para el crecimiento del prestigio inter-nacional del Vaticano en el siglo XX. El mismo Papa organizó personalmente ayuda humanitaria a gran escala, usando sus propios recursos financie-ros y los del Vaticano, hizo de intermediario en busca de negociaciones, acentuó la necesidad de establecer una paz justa y duradera sin castigar ni humillar a los vencidos.

El papel desempeñado por sus sucesores, Pío XI y Pío XII, coincidiendo con el ascenso al poder del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania, así como sus actuaciones durante la Segunda Guerra Mundial, particularmente su cauta actitud frente a “la cuestión judía” y al Holocausto, son mucho más controvertidas. Pero la asunción defi-nitiva durante el papado de Juan XXIII de la doctri-na moderna de los derechos humanos universales ha alterado radicalmente en todo el mundo las relaciones Iglesia-Estado y el papel de la Iglesia tanto a nivel nacional como internacional. La encí-clica Pacem in Terris (1963) consolidó el modelo de intervención en política internacional iniciado por Benedicto XV, por encima de la potencias y repre-sentando a la causa común de la humanidad. Siguiendo también el apoyo entusiasta que Benedicto XV mostró hacia la Liga de las Naciones, los papas han sido consecuentemente coherentes defensores de la Organización de las Naciones Unidas, así como de todos los organismos interna-cionales mundiales que limitan la soberanía esta-tal absoluta. También han servido frecuentemente de árbitros en disputas internacionales y han adoptado una postura de representación de los intereses de toda la familia de naciones.

La Santa Sede ha asumido con entusiasmo el papel de portavoz de la humanidad, de la dignidad sagrada de la persona humana, de la paz mundial

y de una mayor equidad en la división del trabajo en el sistema capitalista global y del poder en el sistema internacional. Naturalmente que no es ni el único ni el más coherente portavoz de tal men-saje en nuestra edad global, pero el papel le viene de forma natural al Papa. En cierto modo, el papa-do ha estado tratando de recrear el sistema univer-salista de la cristiandad medieval, pero ahora a una escala que abarca a toda la humanidad. La diferen-cia fundamental reside en el hecho de que ahora la espada espiritual ya no puede alargarse buscan-do la protección de la espada temporal para refor-zar su autoridad frente a la herejía y frente a la competencia de otros regímenes religiosos a fin de mantener el monopolio de los medios de salvación.

‘Defensor hominis’ y primer ciudadano de una sociedadcivil global

Es esta tercera función la que ayuda a explicar la relevancia del papado dentro del sistema emer-gente global, más allá de la autoridad que pueda ejercer sobre la Iglesia católica universal y más allá de la influencia que la Santa Sede pueda ejercer dentro del sistema internacional. De los muchos y cambiantes títulos que los papas han asumido y reclamado a lo largo de la historia, es el nuevo títu-lo de Defensor hominis, autoproclamado con gran entusiasmo y naturalidad por Juan Pablo II, el que mejor expresa esta nueva función del papado en el sistema global.

La clave del nuevo papel es la aceptación del principio moderno al derecho inviolable indivi-dual a la libertad religiosa, después de que los pa-pas lo hubiesen considerado anatema durante si-glo y medio. La declaración sobre libertad religiosa del concilio Vaticano II, Dignitatis Humanae, es la piedra angular de este cambio radical de actitud en la identidad de la Iglesia. Como explicó elocuen-temente el gran teólogo norteamericano John Courtnay Murray, SJ, redactor principal del texto de la declaración conciliar, se trata de un giro casi copernicano de libertas ecclesiae a libertas personae. Es una reubicación de la actitud de la Iglesia, que más allá de proteger la autonomía, la libertad y los privilegios eclesiásticos –función que la Iglesia había guardado celosamente durante siglos–, va a proteger la libertad del individuo, basada en la sa-grada dignidad de la persona humana.

Súbitamente, en base al nuevo discurso con-ciliar y papal, ampliado por conferencias episcopa-les en todo el mundo, la nueva doctrina de dere-chos humanos pudo ser usada para poner en tela de juicio simultáneamente el nacionalcatolicismo

La Santa Sede ha asumidoel papel de portavoz de la humanidad, de la dignidadde la persona, de la paz mundialy de una mayor equidaddel trabajoen el sistema capitalistay del poderen el sistema internacional

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del régimen franquista, las doctrinas de seguridad nacional de los regímenes burocrático-autoritarios en América Latina, la dictadura oligárquico-co-rrupta de un caudillo de la guerra fría como Ferdinand Marcos y las mentiras de las democra-cias populares en Polonia y otros países comunis-tas. Quienes tomaron la voz del papa más seria-mente –sacerdotes y religiosas, delegados pastora-les y laicos comprometidos– se pusieron a la vanguardia de una nueva ola democrática en todo el mundo, de una tercera ola propiamente deno-minada “católica”.

Naturalmente, la voz del Papa solo podía te-ner efecto si se cumplían tres condiciones: 1) si la palabra del pontífice podía penetrar y cruzar fron-teras estatales y ser oída en todas partes, 2) si el papado podía y estaba dispuesto a utilizar sus am-plios recursos transnacionales y las Iglesias locales para amplificar su voz, y 3) si de hecho la voz del Papa podía unirse, encontrar eco y sumar volumen y prestigios a los coros ya existentes de voces cla-mando por los derechos humanos en varios países hasta que los muros autoritarios estatales llegaran a derrumbarse. De esta forma, la Iglesia ha contri-buido a unir toda una serie de fuerzas sociales lo-cales, instituciones transnacionales, organizacio-nes y movimientos sociales, que estaban luchando por el establecimiento de sociedades civiles autó-nomas y por la construcción de una sociedad civil global más libre, más solidaria, y más justa.

Las tres funciones actuales de los papas como obispo de Roma y pontífice de la Iglesia católica universal, como jefe de Estado absoluto de la Ciudad del Vaticano y como defensor universal de los derechos humanos entran frecuentemente no solo en aguda tensión, sino en contradicción. El intento de Juan Pablo II y de Benedicto XVI de fre-nar las tendencias secularizantes centrífugas y pluralistas posconciliares y de afirmar de nuevo la jerarquía centralista del sumo pontífice y de la Curia romana sobre los obispos y las Iglesias regio-nales y locales, de los obispos sobre el clero dioce-sano y de las órdenes religiosas y del clero sacerdo-tal sobre los laicos, ha reforzado el clericalismo y el tradicionalismo a todos los niveles de la Iglesia.

El escándalo del abuso sexual clerical de me-nores y la resistencia de la institución clerical a todos los niveles eclesiásticos, pero especialmente en la Curia romana, de confrontar seriamente esta patología interna ha puesto de manifiesto la dis-función del clericalismo y la falta de transparencia en el gobierno de la Iglesia. El discurso de la defen-sa de la dignidad sagrada de la persona humana suena a hueco e hipócrita cuando la jerarquía pa-

rece incapaz de atajar los terribles abusos a la dig-nidad humana perpetrados dentro de la misma Iglesia. Sobre todo, la dificultad por parte del ma-gisterio en reconocer los avances morales que pueden conllevar tanto la revolución sexual como el principio de igualdad de género, así como la oposición dogmática y fundamentalista, sin posi-bilidad de debate y reflexión, al aborto, a la contra-cepción artificial, al matrimonio de personas del mismo sexo, a la ordenación de mujeres e incluso de sacerdotes casados. El hecho de que todas estas demandas sean tomadas como manifestaciones de una misma ideología de género nefasta y anticris-tiana, anclada en una cultura nihilista y relativista “de la muerte”, supone un desgaste tremendo de la autoridad moral de la Iglesia, que conlleva sobre todo una fuerte secularización femenina.

La elección inesperada del nuevo Papa, el primero no europeo, de la periferia del otro fin del mundo, el primer Francisco y el primer jesuita, ha traído un sentido de renovación y esperanza a la Iglesia. Hasta ahora todos sus gestos y palabras han encontrado una recepción tanto entre los creyen-tes como entre los no cristianos. Sobre todo, el cambio de tono, de una preocupación eclesiástica y clerical orientada hacia todas las periferias de la humanidad, es prometedor y reconfortante. La elección de ocho cardenales, representantes de todas las regiones del mundo, para ayudarle en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de la Curia también parece acertada.

Tan importante como el mensaje positivo ha sido lo que no se ha dicho. No sería apropiado espe-rar que el nuevo obispo de Roma, que todavía no ha usado el título de Papa, vaya a cambiar la doc-trina o el magisterio de la Iglesia. Pero el cambio de tono sobre los temas de género y de moral sexual y el hecho de haberlos relegado de la posición cen-tral que habían ocupado últimamente a la perife-ria de la doctrina de la Iglesia, así como el haber traído a un primer plano las enseñanzas del ser-món de la Montaña, son en sí significativos.

Tendremos que esperar y ver si las expectativas tan esperanzadoras y quizás exageradas que la voz del papa Francisco ha despertado hasta ahora que-darán frustradas tanto por la reacción clerical desde arriba como por la falta de iniciativa y de respuesta activa de la base eclesial de religiosos y laicos.

NotaUna elaboración más detallada y con referencias bibliográfi-cas del argumento presentado en este artículo se puede en-contrar en El catolicismo globalizado y el retorno a la Iglesia univer-sal, que aparece en el ensayo del propio autor Genealogías de la secularización, Anthropos (Barcelona), 2012, págs. 373-403.

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EL MUNDO CATÓLICOMás de 1.195 millones de personas profesan la fe católica, que representan el 17,5 por ciento de la población mundial. Práctica-mente la mitad de los fieles (unos 586 millones) viven en América, con Brasil como país con mayor número de católicos. Un total de 4.635.000 personas, entre sacerdotes, monjas, obispos, cardenales y misioneros, dedican sus vidas al ministerio pastoral.

AMÉRICA586.000.000

(63,20%)-AMÉRICA LATINA 497.000.000 | (53,50)-

-ESTADOS UNIDOSY CANADA 89.000.000 | (9,60)

ÁFRICA185.620.000

(18,30%)

MUNDO1.195.671.000

(17,45%)

CONTINENTES000.000.000

Número de fieles católicos.

(000%)Porcentaje sobre el total

de la población continental.Cifras decimales redondeadas

por aproximación.

EUROPA284.925.000

(39,95%)

BRASIL134 M

69%MÉXICO96 M

85%

EE.UU.69 M24%

000MILLONES

DE CATÓLICOS

00%Porcentaje sobrela poblacióntotal del país.

MÁS DE 50 MILLONES

MÁS DE 35 MILLONES

MÁS DE 30 MILLONES

MÁS DE 25 MILLONES

82%

81%

34%92%

83%

30%

77%

COLOMBIA

60%FRANCIA

POLONIA

75%ESPAÑA

ARGENTINA

PERÚ

78%

VENEZUELA

ALEMANIA

ITALIA

REPÚBLICADEMOCRÁTICA

DEL CONGO

UN CRECIMIENTO SOSTENIDOA lo largo de la pasada década, el número católicos del mundo se ha incrementado en 150.000 de fieles, un 12,5 por ciento más.

2000 2002 2004 2006 2008 2010

1.200.000

1.175.000

1.150.000

1.125.000

1.100.000

1.075.000

1.050.000

1.025.000

1.000.000

1.045.0001.071.000

1.115.0001.131.000

1.166.000

1.195.000

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FUENTES:Anuario Estadístico de la Iglesia, Agenzia Fides, Pew Research Center, ‘La Reppublica’, The World Factbook (CIA), Enciclopedia Británica.

ASIA129.660.000

(3,10%)

OCEANÍA9.470.000

(25,95%)

FILIPINAS76 M

81%

LA COMUNIDAD EL PATRIMONIO

OBISPOS

5.104

CARDENALES

207

SEMINARISTAS

(mayores y menores)

221.298

SACERDOTES

412.236

RELIGIOSAS

721.935

134MILLONES

PAÍS

CON MÁS CATÓLICOS

BRASIL

3.496.130

MISIONEROS

(laicos y catequista

s)

COM

PLE

JOS IN

MOBILIARIOS EN EL MU

ND

O

1 MILLÓNDE EUROS

BIE

NES

INMUEBLES EN EL M

UND

O

2 BILLONESDE EUROS

IN

MUEBLES EN ITALIA

1 BILLÓNDE EUROS

CENTRO

S SA

NIT

ARIO

S, DE ASISTENCIA Y BEN

EFICIENCIA

121.564(mundo)

206.982

ESCUELAS

(mundo)

CATÓLICOS

1.195.671.000

61.272.964

ALUMN

OS

EN E

SCUELAS, INSTITUTOS Y U

NIVER

SIDADES

(mundo)

697

37.527 (4.946)

758

57.136 (2.269)

OCEANIA

129

4.816 (1.965)

EUROPA

1.606

190.150 (1.498)

AMÉRICA

697

122.607 (4.779)ÁFRICA

Entre paréntesis, católicospor cada sacerdote.

CONTINENTE

OBISPOS

SACERDOTES

EL MINISTERIO PASTORALCasi una tercera parte de los obispos ejercen su ministerio en Europa, la comunidad con mayor número de sacerdotes.

ASIA

EL MUNDO DE LA FECristianos y musulmanes suman más

de la mitad de los seguidores de los principales credos del mundo.

CATÓLICOS

OTR

OS C

RISTIAN

OS

BU

DIS

TAS

CO

NFU

CIO

NIS

TAS

NO RELIGIOSOS

MUSULMANES

HINDUISTAS

17,5%

16,5

36

16

14

21

6

CONFESIO

NES TRADICIONALES, JUDÍOS, SHIKS Y OTROS

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Geopolíticadel catolicismo

Aymeric ChaupradeDOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS. DIRECTOR

DE WWW.REALPOLITIK.TV, AUTOR DE GEOPOLÍTICA

CHRONIQUE DU CHOC DES CIVILISATIONS

(ED. CHRONIQUE) Y DE GEOPOLITIQUE, CONSTANTES

ET CHANGEMENTS DANS L’HISTOIRE” (ED. ELLIPSES).

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L ANUARIO PONTIFICIO 2012 ESTI-

ma el número de católicos en el mundo en 1.200 millones, un peso demográfico equivalente al de China; es decir, un poco menos de un quinto de la pobla-ción mundial. La religión cató-lica sigue creciendo aunque de forma desigual, pues progresa

en Asia, África y América del Norte pero sigue re-trocediendo en Europa y América Latina, áreas ganadas históricamente hace mucho tiempo. Como la providencia no actúa al azar, resulta no-table que el nuevo papa Francisco proceda tam-bién, como Benedicto XVI, de una zona geográfica donde el catolicismo cede terreno.

El primer reto que las diplomacias geopolíti-cas de Juan Pablo II y Benedicto XVI han tratado de asumir se refiere a la resistencia de las culturas nacionales a la influencia de la Iglesia católica.

En los mundos asiáticos y ortodoxos se asocia a menudo el catolicismo al imperialismo occiden-tal. Dos fuertes fracturas históricas explican tal resistencia. En el caso del mundo ortodoxo, en el siglo XI, el cisma religioso Roma/Bizancio y la pri-mera Cruzada. En el caso de Asia, desde el siglo XVI, la apertura de las principales rutas marítimas, y los intentos de colonización europea.

La Contrarreforma, tanto para contener el proceso de fragmentación del cristianismo como para restablecer la influencia de la Iglesia católica en Europa del Este y Oriente Medio, impulsa una estrategia de unificación de las iglesias orientales en Roma y logra así re-cobrar parte de los fie-les ortodoxos: ahí radica el origen de las iglesias llamadas “uniatas”. Hoy en día, los orto-doxos ucranianos, rusos y rumanos consideran que estas iglesias siguen siendo instrumento de los pueblos católicos polacos, austríacos y húnga-ros, mientras que los católicos uniatas (unidos a Roma, pero de rito oriental) reprochan a los pa-triarcados ortodoxos que se hayan beneficiado de la era comunista para apoderarse de sus bienes y de sus iglesias.

Juan Pablo II había comenzado a recomponer las relaciones católico/ortodoxas tendiendo la mano al patriarcado ortodoxo de Bucarest, en la esperanza de que los uniatas rumanos (2,5 millo-nes a comienzos de la era comunista, 200.000 en la

actualidad) puedan recuperar, como antes que ellos pudieron hacerlo los uniatas ucranianos (5,5 millones entre los 48 millones de habitantes de Ucrania), los miles de iglesias confiscadas por los comunistas en favor del clero ortodoxo; en vano, ya que topó, como en Rusia (1,5 millones de católi-cos), con la hostilidad de los patriarcados orto-doxos. Y la guerra de los Balcanes y el papel de la Santa Sede en favor de la emancipación eslovena y croata no recompusieron las relaciones.

Benedicto XVI, convencido de la importancia estratégica de la reconciliación católica/ortodoxa, ha logrado mejorar las relaciones y ha sabido ga-narse la confianza y el reconocimiento de los pa-triarcados ortodoxos.

Asia es al mismo tiempo uno de los hogares de mayor potencial de la Iglesia católica (12 por ciento de fieles y fuerte aumento de sacerdotes ordenados) y un área a menudo difícil y peligrosa para los católicos. Por lo que se refiere al conjunto de países asiáticos, excepto Filipinas, donde mues-tra plena salud (más del 80 por ciento de los 95 millones de habitantes son católicos), y Corea del Sur (10 por ciento de católicos), donde se respeta, en otros lugares el catolicismo suscita desconfian-za e incluso a veces hostilidad porque es elemento exterior a las culturas nacionales dominantes, budista, hindú o musulmana.

India tiene solo un 0,3 por ciento de católicos frente a un 80 por ciento de hindúes (el resto son musulmanes). El acceso de los católicos a las admi-nistraciones de rango estatal se ve gravemente obstaculizado y los movimientos radicales hinduis-

tas próximos al Bha-ratiya Janata Party (partido nacionalista) atacan habitualmente a los cristianos, a quie-nes acusan de querer destruir el sistema tra-dicional de castas.

Más allá de la es-pecificidad comunis-

ta, el problema del catolicismo chino es compara-ble a la del catolicismo indio: un fuerte sentimien-to nacional junto a una desconfianza de la religión occidental. De más de 1.250 millones de habitantes, China tiene alrededor de cinco millones de católi-cos controlados en el seno de la Organización Ca-tólica Patriótica China, a los que hay que añadir diez millones de católicos clandestinos, miembros de una iglesia del silencio vinculada a Roma. El hecho de que el Vaticano haya reconocido a Taiwán no favorece precisamente la situación.

E

Los problemas de los católicosen China y en Oriente Medio, la ‘catolización’ en Estados Unidosy el avance del protestantismo en América Latina son algunos temas prioritarios de la agenda vaticana

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En el año 2012 Benedicto XVI excomulgó a un obispo chino miembro de la Iglesia oficial (la del gobierno chino) y ordenado sin el consentimiento del Papa, actuando así de acuerdo con su carta a los católicos chinos en 2007 en la que comprendía que “las autoridades chinas se muestren atentas a la elección de los obispos”, pero recordando, sin em-bargo, que “su nombramiento por parte del Papa es la garantía de la unidad de la Iglesia”.

A la inversa del caso de la ortodoxia, las rela-ciones del Vaticano con China se han tensado du-rante el pontificado de Benedicto XVI, ya que desde 2006 por lo menos seis obispos chinos han sido or-denados sin la aprobación de Roma.

¿Cómo desarrollar el catolicismo en Pakistán, donde el islam es el corazón de la construcción nacional, el origen mismo de la partición del impe-rio británico en la época de la descolonización? Frente a un 95 por ciento de musulmanes, un 1 por ciento de cristianos (hindúes un 3-4 por ciento). En concreto, hay dos millones de católicos y protestan-tes de escaso peso y cuya principal preocupación, antes que la evangelización, es una doble supervi-vencia, por un lado ante a las acometidas del fana-tismo musulmán y, por otro, a las de un Estado islá-mico que procede por asfixia gradual (nacionaliza-ción de las escuelas, impedimento a la reparación y, con mayor motivo, a la construcción de iglesias...)

Sobrevivir en primer lugar, evangelizar a con-tinuación, tal es también la preocupación de ese millón de cristianos de Sri Lanka que ha arraigado entre los cingaleses y los tamiles y que el budismo del Estado central no tolera.

Muy a menudo, por tanto, el catolicismo topa en Asia con la resistencia de la cultura nacional. El problema se agrava aún más en los países asiáticos donde la evangelización, desde el principio, solo ha podido llevarse a cabo en el seno de minorías étnicas fuera del alcance de la autoridad central. Es el caso de Indonesia (Timor, Célebes, Molucas, Nueva Guinea), donde la dificultad de la cristiani-zación debida al nacionalismo islámico se ve refor-zada por el factor minoritario.

Percibida a veces como partido o facción de procedencia extranjera y a veces como elemento causante de separatismo (o ambos al tiempo) en Europa oriental y en Asia, la Iglesia católica roma-na habrá de aportar en este pontificado una res-puesta a este primer desafío geopolítico. ¿Cómo actuar para que el esfuerzo de evangelización sea reconocido por los estados como realidad compa-tible con la identidad y la soberanía nacionales?

El segundo desafío geopolítico no es otro que la cara religiosa de la globalización del liberalismo

americano, un fenómeno que se ha acelerado al final de la guerra fría. Se trata de un poderoso movimiento de penetración del individualismo en el cristianismo. Este se traduce de dos maneras: o por la deriva protestante del catolicismo o por la fulgurante expansión de las nuevas formas de evangelismo protestante, especialmente el pente-costalismo. En este caso ya no están involucradas Europa del Este y Asia (porque tanto la ortodoxia como las culturas nacionales asiáticas son bastan-te resistentes al individualismo de esencia anglo-sajona), sino Europa occidental, Estados Unidos, América Latina o incluso África.

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Mucho más allá de la cuestión del protestantismo, la dimensión más radical de este reto se ciñe a lo que Benedicto XVI llama la “dictadura del relativismo”, sin duda dominante en Europa, que no reco-noce nada como definitivo y que señala como unidad de medida definitiva y con-cluyente el ego y los deseos. Frente a esta corriente de fondo que afecta a las socie-dades occidentales y ataca a los valores tradicionales (el matrimonio y la adop-ción en homosexuales), el catolicismo europeo aparece como la única auténtica

fuerza de oposición y de movilización. Es posible que, a lo largo de los próximos años, amplíe de este modo su audiencia entre las familias en efecto olvidadas o descuidadas en lo que respecta a su reli-gión, pero que siguen unidas a los princi-pios de la civilización.

Mantengamos, sin embargo, la pru-dencia al oír hablar de “descristianiza-ción de Europa”, sobre todo si se atiende a los factores demográficos. A grandes rasgos, existen dos tipos de familia que procrean muchos hijos en Europa occi-

dental, las familias católicas tradiciona-les (¡a veces hasta diez hijos y un prome-dio de cinco hijos como mínimo!), y las familias no europeas (musulmanas en su mayoría). Un poco de matemáticas nos enseña que dos grupos distintos, de los que el primero represente un peso de un 90 por ciento al principio y tenga con re-gularidad dos hijos en cada generación y el segundo represente un peso del otro 10 por ciento (por ejemplo, los católicos tra-dicionales y los musulmanes) y tenga de forma constante cinco hijos cada genera-

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G E O P O L Í T I C A D E L C A T O L I C I S M O

ción, ¡se encuentran en proporciones in-versas del 7 y el 83 por ciento en la cuarta generación! Nada permite decir, por tan-to, que Europa occidental, dentro de cuatro generaciones, no estará poblada principal-mente por dos poblaciones muy religiosas, una católi-ca y la otra musulmana, según un fenómeno com-parable a la evolución de Israel en el que cohabita-rán, en el año 2050, judíos ultraortodoxos y árabes is-raelíes. Cualquier fenóme-no hoy día dominante pue-de ser destruido mañana si la demografía procede con-tra él. Es una de las leyes implacables de la historia.

El caso de Estados Unidos es un buen ejemplo del peso de las lógicas de-mográficas. El catolicismo estadounidense (25 por ciento de la población del país; es decir, la primera religión) desempeñará un papel clave en el futuro de la primera potencia mundial. En lo que respecta a la identi-dad: Estados Unidos es una nación en vías de hispanización, por tanto de catolización. Hay ya una mayoría de hispanos en diez estados y, de unos 62 millones de católi-cos, 24 millones son hispanos. En lo que respecta a la cohesión: la Iglesia católica estadounidense es la única iglesia que escapa a la etnización de la religión. Se trata de un rasgo escasamente subrayado: cuando Estados Unidos haga frente a la crisis de su sociedad multicultural, la Iglesia católica aparecerá como factor de unidad nacional.

Hay dos maneras de interpretar la catolización de Estados Unidos de América. O bien este catolicismo, alcanzado por los valores angloprotestantes que fundaron el sueño americano se protestantizará inte-grando en su seno el destino manifiesto y apropiándose de la misión de Estados Unidos en la Tierra, o volveremos al vigor del todopoderoso catolicismo de los siglos XVI y XVII, cuando este podía confiar so-bre todo en los motores de las potencias española y portuguesa para extenderse

por el mundo. La alianza entre la potencia militar, económica y geopolítica esta-dounidense y la Iglesia católica volvería a dar al Papa una especie de poder temporal

que ha perdido desde hace mucho tiempo y esto podría perfectamente tener un efec-to positivo en las culturas sensibles al equilibrio de fuer-zas como el islam o las filoso-fías asiáticas.

Por ahora, de todos mo-dos, el desafío de las nuevas formas de protestantismo continúa íntegro. En la actua-lidad, si la mitad de los cris-tianos del mundo está forma-da por católicos, la cuarta parte ya es pentecostal o per-teneciente a iglesias evangéli-cas independientes. El pente-costalismo ha crecido a una velocidad vertiginosa, pasan-do de casi cero a alrededor de 300 millones de practicantes

en menos de un siglo, casi la mitad del protestantismo por sí solo.1 Ha alcanzado unos efectivos que doblan los de los orto-doxos y, si no hay cambios, en 2025 los católicos representarán menos de un ter-cio de los cristianos. Como el conjunto de movimientos procedentes de la disidencia del protestantismo europeo y que han prosperado desde la fundación de Estados Unidos (baptismo, metodismo, pietismo, evangelismo), el pentecostalismo se carac-teriza por la relación directa del indivi-duo con Dios, por la superioridad de la Biblia como fuente única de la palabra divina, por la experiencia renovadora del segundo nacimiento, por una responsabili-dad personal de proselitismo y testimonio que desestima de entrada toda idea de clero específico. En el hecho de que cada cual es en sí mismo una Iglesia autónoma debe verse el triunfo de la ideología indi-vidualista y liberal.

América Latina (42 por ciento de los

católicos del mundo vive en ella), bastión tradicional del fervor católico, hace frente actualmente al desafío de las iglesias evangélicas llegadas de Estados Unidos. La teología de la prosperidad defendida por los pentecostales ha reemplazado a la Teo-logía de la Liberación que hacía estragos durante la guerra fría: construye templos, invierte en universidades y cadenas de televisión y explota la sensación de des-amparo producida por los desastres natu-rales. El mayor avance se registra en Gua-temala (un 30 por ciento de los cristianos actualmente son evangelistas, frente a un 18 por ciento hace 25 años), en El Salvador y en Brasil (la mayor comunidad pentecos-tal en el mundo, con 15 millones de segui-dores declarados), países que a principios de siglo eran ciento por ciento católicos. Se calcula que en América Latina unas 800 personas dejan cada día la Iglesia ca-tólica para unirse al pentecostalismo. En 2012, un 72 por ciento de los 600 millones de latinoamericanos eran católicos, fren-te a un 95 por ciento hace 40 años.

¿Quién mejor que el papa Francisco, que frenó la infiltración marxista en Argentina (Teología de la Liberación), y encarna la pobreza y la humildad al mis-mo tiempo, se halla en condiciones de atajar el aumento de los protestantes evangélicos? En julio de 2013, en la Jor-nada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, hemos de contar con la expresión de un fervor sin parangón, que tal vez sea el punto de partida de la reconquista ca-tólica de América Latina.

Frente a esta globalización del libe-ralismo estadounidense y su correspon-diente factor religioso, la religiosidad in-dividualista, el islam intenta también resistir, adoptando a veces formas radica-les suníes o chiíes. El vigor del islam constituye también un desafío para el catolicismo, el tercer gran desafío para la Iglesia católica en el siglo XXI. En Oriente Medio de mayoría islámica, al igual que en el África subsahariana y hasta en los extremos asiáticos del gran movimiento de cristianización iniciado en el siglo XVI por las naciones europeas, el catolicismo minoritario retrocede, bajo la doble pre-sión de los estados musulmanes y los movimientos islamistas.

Frente al fuerte avance del islamismo, África aparece como un área de notable crecimiento del catolicismo: en el continente viven hoy más de 180 millones de fieles, que en los últimos cien años han registrado un aumento del18 por ciento

1. Hay alrededor de 700 millones de protestantes:

pentecostales (300 millones), baptistas (15), angli-

canos (70), calvinistas (60), luteranos (60), metodis-

tas (40) en tanto que el resto son cien millones

(muchas pequeñas sectas, adventistas, cuáqueros…)

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VANGUARDIA | DOSSIER 21

G E O P O L Í T I C A D E L C A T O L I C I S M O

Los cristianos del mundo árabe, en primer lugar (12 millones en un conjunto de 300 millones de árabes), experimentan un desgaste constante desde principios del siglo XX. Para la Iglesia católica en particular, el desafío consiste en conser-var lo que las misiones latinas habían po-dido recuperar en los siglos pasados, unos fragmentos de la cristiandad. Se trata, en efecto, de salvar los restos del cristianismo nestoriano que se integraron en el catoli-cismo en el siglo XVI por la acción de los misioneros dominicos y franciscanos y que forman hoy día los asiriocaldeos de Iraq. Otro desafío: el destino de los descen-dientes de los ortodoxos situados bajo la autoridad del Papa en el siglo XVII, los árabes melquitas de Líbano, Siria, Palestina, Iraq, que tanto contribuyeron en el siglo XIX al movimiento de la Nahda (renacimiento árabe), a la formación de un sentido de arabismo distinto del islam. Cabe seguir preguntándose por el futuro de jacobitas, coptos y armenios separados de Bizancio en el siglo V y que las misiones latinas ecuperaron para Roma en el siglo XVII.2 Y salvar, por último, a esos 700.000 maronitas libaneses, unidos desde siem-pre a Roma, situados ante el desafío del auge creciente del chiísmo y de la radica-lización de una parte de los suníes.

La caída del baasismo iraquí en 2003 y el debilitamiento del baasismo sirio en 2012 son dos desastres sucesivos para los cristianos en Oriente Medio. Iraq, que te-nía alrededor de 1,2 millones de cristia-nos en 1990, ha visto partir a más de 500.000 cristianos desde 1991, la mitad a Occidente y la otra mitad a Siria. El debili-tamiento del régimen sirio que hace frente a una rebelión mayoritariamente islamista ha dado lugar al éxodo en masa de los cristianos de Alepo y de Damasco. Sin reducto territorial (a diferencia de la minoría alauita y los drusos), acusados a menudo de apoyar al régimen sirio contra la marea islamista suní, los cristianos de Siria parecen preocupar bastante poco a los gobiernos occidentales que arman a los rebeldes sirios.

¿Será el destino de los cristianos ára-bes el mismo que el de los asiriocaldeos siríacos de Turquía, que casi han desapare-cido? Quedan unos 25.000 mientras que

eran varios cientos de miles a principios de siglo. El Estado turco, supuestamente lai-co, les cierra las puertas de la Adminis-tración, no les permite mantener sus es-cuelas, restaurar y, menos aún, construir iglesias; es una lenta extinción entre la indiferencia general de la UE. Por último, el caso de Jerusalén, de Palestina y de Israel, ¿no es en el fondo el más represen-tativo del drama de los católicos y uniatas de Oriente Medio, de su situación de rehe-nes de un conflicto entre nacionalismo arabeislámico y nacionalismo judío?

El islam pone a África en una situa-ción paradójica respecto al catolicismo. Por una parte, este continente ha pasado en los últimos cien años del 1 por ciento de católicos al 16 por ciento (con más de 180 millones de fieles) y aparece como un área de notable crecimiento, lo que impul-só a Benedicto XVI a decir con ocasión del Sínodo Africa Munus de 2009, que África está llamada a contribuir a la nueva evan-gelización en todo el mundo. Por otra parte, sin hablar de Nigeria, donde se desata la locura islamista contra los cris-tianos (católicos o protestantes), el islam crece con fuerza en los países africanos que parecían ganados para el cristianis-mo. Gracias a la intervención francesa, Costa de Marfil tiene ahora un presidente musulmán, como el que tomó el poder en la República Centroafricana en marzo de 2013 (en un país donde los cristianos son, sin embargo, mayoría). La característica común de estas situaciones es precisa-mente que allí donde la Iglesia católica ha dejado sitio a la fragmentación cristiana (auge del pentecostalismo, del evangelis-mo, multiplicación de iglesias carismáti-cas), se le ha hecho la cama al islam. Uni-dos en el catolicismo, los cristianos resis-ten al islam; fragmentados, son triturados por la apisonadora suní.

En la época de la colonización, la evangelización católica era más factible, al menos por tres razones: 1) El sacerdote blanco tenía menos dificultades para su-perar las divisiones étnicas que un sacer-dote negro hoy día. 2) Las potencias euro-peas apoyaban el movimiento de evan-gelización y hacían retroceder a las influencias árabemusulmanas venidas del norte, mientras que hoy en día las an-

tiguas potencias coloniales descuidan el factor religioso cuando no se limitan, simplemente, a hacer el juego al islam. 3) No existía el poderoso auge del pentecos-talismo apoyado por la globalización esta-dounidense.

Contrariamente a lo que han sosteni-do muchos intelectuales de Europa occi-dental (como el francés Marcel Gauchet), el desencanto del mundo no concierne más que a Europa y no al resto del mundo. Al contrario, por todas partes, en este mundo de mercados emergentes (BRICS) y multi-polaridad, la religión ocupa un lugar cre-ciente en las relaciones internacionales. Una vez más, Benedicto XVI es un precur-sor: desde hace mucho tiempo ha afirma-do que no existe una “crisis de fe”, sino una “crisis de la razón occidental”. De ahí el hecho de que las religiones que han in-tentado alinearse con la modernidad co-mo “religión de la razón” se hallen en cri-sis y que los que han mantenido por el contrario un “sobrenaturalismo reaccio-nario” (el islam, el judaísmo ortodoxo, el hinduismo fundamentalista, el evangelis-mo protestante) están en expansión. Juan Pablo II y posteriormente Benedicto XVI rechazaron la modernización del catolicis-mo y han afirmado, por el contrario, la necesaria catolización de la modernidad. Benedicto XVI reintegró a la gran mayoría de los tradicionalistas en la familia católi-ca, porque sabía precisamente muchos de los jóvenes sacerdotes ordenados en Europa lo eran en el seno de la tradición.

Pero, lógicamente, esta decisión les ha acarreado a estos pontífices el desenca-denamiento de una enorme campaña de desinformación llevada a cabo por los servidores de lo que con razón ha acabado por llamarse “la dictadura mundial del relativismo.” En este escenario de desin-formación mundial, orquestada por un ejército de hienas gesticulantes, ha hecho su entrada, con una sonrisa llena de bon-dad, el papa Francisco. Que sus enemigos no se confíen. ¡Los jesuitas han contribui-do ampliamente a la expansión geopolíti-ca del catolicismo romano!

2. La principales iglesias uniatas monofisistas son

la Iglesia siriocatólica, la Iglesia coptocatólica de

Egipto y la Iglesia armeniocatólica.

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AMÉRICA

35

Nueva York (2)Washington DC

LAS RELACIONES CON ORGANISMOS INTERNACIONALES

Desde el año 1964 la Santa Sede cuenta con un observador permanente en las Naciones Unidas y desde 1970 con uno ante el Consejo de Europa en Estrasburgo. También cuenta con observadores en la Organización de Estados America-nos (OEA), mantiene relaciones especiales con Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desde el año 1994 y en 2009 suscribió un acuerdo de colaboración con la Liga de los Estados Árabes (LEA). En total, tiene relaciones a distintos niveles con más de 40 organismos intergubernamentales, organizaciones y programas internacionales.

UN/ONUONUGONUVFAO

OITOMSUNESCO

ONUDI

FIDAOMTOMMOMCPNUDONU-HABITAT

PNUMAPMACIECCEOEAACNUR

UNCTAD

OMPIOIEAOPAQCTBTO

CIMMINTOSAI

OSCEUNIDROIT

OIMAALCOULUALAS

Organización de las Naciones Unidas Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra Oficina de las Naciones Unidas en VienaOrganización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la AlimentaciónOrganización Internacional del Trabajo Organización Mundial de la Salud Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la CulturaOrganización de las Naciones Unidas para elDesarrollo Industrial Fondo Internacional para el Desarrollo AgrícolaOrganización Mundial del TurismoOrganización Meteorológica Mundial Organización Mundial del Comercio Programa de las Naciones Unidas para el DesarrolloPrograma de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Programa Mundial de AlimentosComisión Internacional del Estado Civil Consejo de EuropaOrganización de los Estados AmericanosAlto Comisionado de las Naciones Unidaspara los Refugiados Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y desarrollo Organización Mundial de la Propiedad Intelectual Organismo Internacional de Energía Atómica Organización para la Prohibición de las Armas Químicas Comisión Preparatoria de la Organización del Tratadode Prohibición Completa de los Ensayos NuclearesComité Internacional de Medicina Militar Organización Internacional de las EntidadesFiscalizadoras SuperioresOrganización para la Seguridad y Cooperación en EuropaInstituto Internacional para la Unificación del Derecho PrivadoOrganización Internacional para las MigracionesOrganización Consultiva Jurídica Asiática-Africana Unión LatinaUnión Africana, Addis AbebaLiga de los Estados Árabes

OBSERVADORMIEMBROENVIADO O ACREDITADO

El Vaticano forma parte también de las siguientes organizaciones intergubernamentales:

UPUUITCICITSOEUTELSAT IGOCEPTIISA

Unión Postal Universal Unión Internacional de Telecomunicaciones Consejo Internacional de Cereales Organización Internacional de Telecomunicaciones por Satélite Organización Europea de Telecomunicaciones por Satélite Conferencia Europea de Administraciones de Correos y Telecomunicaciones Instituto Internacional de Ciencias Administrativas

LA DIPLOMACIA APOSTÓLICA La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas plenas con 179 estados y solo con 16 de los 193 miembros de la ONU, entre ellos China y Arabia Saudí, no las ha establecido. A lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI ha abierto relaciones diplomáticas con 159 países, la última con Malasia en 2011. Entre los años 1924 y 1993 se firmaron nueve concordatos y desde 1940 un total de 49 acuerdos con 14 países y 10 landers alemanes. La última de las convenciones se acordó con la Unión Europea (acuerdo

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(1) Se

incluyen Rusia y Turquía.

EUROPA(1)

45

ÁFRICA

49

ASIA

38

OCEANÍA

12

PAÍSESQUE MANTIENEN

RELACIONESDIPLOMÁTICAS CON

LA SANTA SEDE

00

PAÍSESDE MAYORÍAMUSULMANA

20

PAÍSESSURGIDOS DE LA

EXTINTA URSS

15

PAÍSESDE LA ANTIGUA

YUGOSLAVIA

6

SUDÁNDEL SUR

ARABIASAUDÍ

SOMALIA

MAURITANIA

CHINA

AFGANISTÁN

MALDIVAS

BRUNEICOMORES

LAOS

MYANMAR

OMÁN

COREADEL NORTE

BUTÁN VIETNAM

TUVALU

PAÍSES DE LA ONUCON LOS QUE

LA SANTA SEDENO MANTIENE

RELACIONES

Roma (3)Madrid

Ginebra (9)

Viena (6)París (2) Bruselas (2)

Estrasburgo

La Haya

Berna

Copenhague

Londres

El Cairo

Nairobi

AddisAbeba

NuevaDelhi

Sedes de los organismos de los cuales el Vaticano es miembro o en las que mantiene observadores, enviados o personal acreditado.

FUENTES:Web de la Santa Sede (http://www.vatican.va/phome_sp.htm)

sobre el euro en 2009). La Santa Sede, en cuanto a órgano soberano de la Iglesia católica, forma parte –en calidad de miembro u observador– de 34 organizaciones, organismos y programas internacionales, participa en siete organizaciones interguberna-mentales y está adherida a numerosas convenciones. La representación y relaciones diplomáticas están reservadas al Papa, quien las ejerce a través de la Secretaría de Estado.

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VANGUARDIA | DOSSIER 25

ESDE HACE UN SIGLO, UN PAPA DE

cada dos es elegido entre los diplomáticos profesionales. En el corazón del siglo XX, Pío XII sigue siendo el súm-mum de esta orientación; no reemplazó, por otra parte, a su secretario de Estado, el car- denal Maglione, y quiso ser

su propio jefe de la diplomacia. Otro gran papa, Pío X, eligió a un joven diplomático español, Merry del Val, como secretario de Estado y perso-na de su confianza. La autoridad del Santo Padre no se comparte: no hay lugar para un número dos o un vicepapa.

Los obispos son todos ellos hermanos del obispo de Roma y el modelo de la Iglesia es un modelo único. Solamente el Papa tiene las llaves de Pedro, que abren y cierran tanto en la tierra co-mo en el cielo. En la práctica, su autoridad es de-legada ampliamente en quienes son la mano del Papa y, desde hace más de un siglo, la diplomacia es su brazo derecho. Se llama secretariado del

D

¿La mejor diplomacia del mundo?Eric LebecEX CONSEJERO DE LAS EDICIONES DE LA BIBLIOTECA VATICANA

Y DE LOS ARCHIVOS SECRETOS DE 1979 A 1990. DE ESTA

EXPERIENCIA HA EXTRAÍDO VARIOS LIBROS: HISTOIRE SECRÈTE

DE LA DIPLOMATIE VATICANE O LES DÉFIS D’UN PAPE.

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¿ L A M E J O R D I P L O M A C I A D E L M U N D O ?

Papa y ejerce su gobierno, de hecho, sobre la li-turgia, la enseñanza y la disciplina.

La Secretaría de Estado cuenta con dos sec-ciones, una para las relaciones con los estados y la otra para los asuntos internos. En la práctica, tie-nen preferencia las relaciones con los estados. Casi todos los países con representación en las Naciones Unidas mantienen asimismo relaciones con la Santa Sede. La proliferación de estados tras el de-rrumbe de la Unión Soviética explica en parte tal éxito: tratar con la Santa Sede es un certificado de democracia. Qué cambio después de los Estados Pontificios, detestados por toda la intelligentsia eu-ropea… Hay que reconocer que tal diligencia se detiene a veces en la entrega de las cartas credenciales o bien se pierde en el nombramiento de un incom-petente, como el primer embajador de Estados Unidos, un promotor inmobiliario de California… otros estados, como Arabia Saudí, se ha-llan en muy buenas relaciones con el Papa, pero no mantienen relacio-nes diplomáticas. El territorio de este reino se considera como una única y vasta mezquita en torno a La Meca: no, hay, pues, sala de cine y el nuncio no podría celebrar la misa. Los estados musulmanes apo-yan al papado en los organismos internacionales siempre que se pro-pone el aborto como método de re-gulación de la natalidad.

En la práctica, una cincuente-na de embajadores cerca de la Santa Sede reside en Roma. Regla absoluta: no deben poseer otra acre-ditación en la capital romana, en la FAO o ante Italia. Su embajada se halla en despachos distintos a los de la embajada ante Italia, que envía a su vez un embajador cerca de la Santa Sede. Toda solici-tud de acreditación se examina cuidadosamente y varias han sido rechazadas, con motivo de conduc-tas públicas alejadas en exceso de los diez manda-mientos. Esta perspectiva es moral y se refiere a los homosexuales militantes. Los estados eligen, gene-ralmente, a un hombre culto como embajador antes que alguien conocido por su cercanía a su jefe de Estado. La lengua diplomática del Papa es el francés: es frecuente que el embajador cerca de la Santa Sede que no reside en Roma sea el que es enviado al mismo tiempo a París. Los diplomáticos no residentes acuden a Roma al menos una vez al año para expresar sus mejores deseos. Trajes bor-dados, condecoraciones, espadas… todo un espec-

táculo. Cada dos años se presentan los mejores deseos en día distinto del sábado, para facilitar el desplazamiento del embajador de Israel y en aten-ción al reposo del sabbat. El papa Francisco no suele usar el francés: en lugar de destrozar la lengua di-plomática, expresó sus mejores deseos en italiano. Quiere que se le llame “obispo de Roma”. Por otra parte, el francés como lengua ha retrocedido hasta el punto de que ya no es una lengua obligatoria para los futuros diplomáticos de la Santa Sede.

Cada nunciatura reúne varias nacionalida-des y habitualmente se habla italiano. El nuncio manda sobre las misiones y los detalles de la vida de los consejeros, un conjunto que agrupa una dece-

na de personas. Se trata de un trabajo y una vida más bien solitarios. Todos los nuncios son obispos y se les suele convocar para diversas celebraciones. El último concilio se planteó la cues-tión del mantenimiento de este servi-cio diplomático cuando se generaliza-ban las conferencias episcopales nacio-nales. Estas, por su parte, deben presentar sacerdotes dignos para el episcopado, a riesgo de una autoges-tión nacional. Posteriormente, el con-cilio juzgó que era menester mantener las nunciaturas, para evitar un cara a cara entre gobiernos y episcopados. A ello obedece que el papado creara estos enviados personales en el siglo XI.

Los futuros diplomáticos de la Santa Sede son sacerdotes destacados de su diócesis. Han de obtener los doc-

torados en derecho civil y canónico. Reunidos en Roma en la Academia, prosiguen sus estudios en las facultades romanas, ya como monseñores y son conocidos por sus sotanas o trajes bien cortados.

La carrera –actualmente se dice el “servicio”– es, de hecho, autogestionaria. La edad avanzada naturalmente influye, pero menos que en las ad-ministraciones civiles. En cambio, todos los nun-cios proceden de la Administración, en tanto que los embajadores son nombrados a veces fuera de la carrera. En comparación, los diplomáticos del papa se eligen por cooptación y aumentan de gra-do con mayor seguridad dado que las sanciones son raras. Con total impunidad, el nuncio actual en Berlín, el suizo Jean-Claude Périsset, no escon-día su desacuerdo con Benedicto XVI. El papa Francisco tiene una visión más estricta con rela-ción a la obediencia, perinde ac cadaver, de acuerdo con la expresión del fundador de los jesuitas.

El Vaticano es el inventor de la diplomacia

Tras el colapso de la URSSse registróun aluviónde estados interesadosen establecer contactos con la Santa Sede porque, entre otras cosas,las relaciones otorgabanun certificado de democracia

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Agnatempeles nesci dus esciet quod essequia suntur, sit abor sitaepr orerum volupitatem es modi qui optatiores ilique parcitae. Ut unto que quo tempore es vent dolum consend andae. Itas dita nus paruntiorem facerch

moderna, definida por el congreso y la convención de Viena. La inmunidad operacional, el secreto de la correspondencia, los acuerdos mutuos han convencido a los gobiernos más desconfiados. Algunos estados atribuyen una autoridad comple-ta a las embajadas, otros la limitan a las operacio-nes propias del servicio. La célebre valija diplomática no es inviolable salvo en caso de ser acompañada por un correo diplomático… En el núcleo de toda diplomacia figura la libertad de movimientos, de visitar y de recibir, que deben estar garantizadas.

Las consecuencias pueden extrañar: Juan Pablo II quería dirigirse a la Unesco, con sede en París. Organizó la operación monseñor Laurant Frana, observador de la Santa Sede. El Papa fue, pues, invitado. A partir de ahí, era menester que fuera invitado por el Estado, ya que Francia sigue siendo soberana en el terreno diplomático. Y, por tanto, por el obispado. Ni uno ni otro tenían ganas de ello antes de las elecciones presidenciales. El presidente de la república, Valéry Giscard d’Es-taing, había mantenido una conversación cordial con

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el Papa a propósito de la ley a favor del aborto. Es decir, una auténtica disputa… El periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano, dio cuenta en una fotografía: el presi-dente francés tenía aún los ojos abiertos como platos por el hecho de que se le contradijera. La relación con la Iglesia católica es una iniciati-va de los estados, que deciden enviar a un emisario con rango de embaja-dor. La recíproca es la acreditación de un obispo con el mismo estatus. La convención se aplica en todos los detalles: el número de vehículos y el nivel de las condecoraciones.

Israel fue, pues, el primero en reconocer a la Santa Sede, que desem-peña desde entonces una función de protección de todas las religiones en Tierra Santa. El papa Francisco cono-ce bien estos desafíos por sus buenas relaciones con la comunidad judía en Argentina, donde se intentó la creación de un Estado judío. Ha quedado una comunidad que al arzobispo de Buenos Aires le complacía frecuentar. Esta experiencia personal constituye una baza para el Papa que sabe cuáles pueden ser los resen-timientos de los judíos de Europa.

Las relaciones con los estados han sido dirigidas por quien presentó al nuevo Papa en el balcón de

San Pedro, el cardenal Jean-François Tauran. Afirma: “¡Un diplomático de la Santa Sede es, en primer lugar, un sacerdote!”. En efecto, el nuncio no representa al Estado de la Ciudad del Vaticano, sino al Papa, llamado a ex-presarse entre las naciones a título de su sabiduría.

Un Estado sin industria, sin co-mercio y sin ejército, porque la Guardia Suiza se limita a la autodefen-sa. El Vaticano dispone de dos fuerzas armadas: los suizos y la gendarmería.Los oficiales de la Guardia son recluta-dos entre la aristocracia más conocida. Penosa excepción: el coronel Ester-mann, asesinado junto a su mujer por el guardia Cédric Tornay el 4 de mayo de 1998. Tras disparar sobre la pareja, Tornay se suicidó. Alois Estermann se

hallaba en el coche descubierto de Juan Pablo II en el momento del atentado cometido en la plaza de San Pedro por Ali Agca. Acababa de ser nombrado coronel contra lo acostumbrado. Circulan aún suposiciones, alimentadas por la incineración del cuerpo de Tornay, que no es costumbre católica. Alois Estermann y su atractiva esposa colombiana frecuentaban asiduamente comunidades cristia-nas modernas, llamadas “carismáticas”. Se les veía en la ciudad, a diferencia de otros oficiales. La Guardia Suiza se ha recuperado de tan duro golpe: representa una ventana abierta a este mundo hel-vético tan cerrado que son los oficiales suizos, donde se habla el mismo dialecto alemán y se comparte el mismo código de honor.

La gendarmería del Estado del Vaticano se recluta por cooptación en el seno de la policía italiana, que custodia la plaza de San Pedro, espa-cio vaticano abierto. El agresor del papa Juan Pablo II fue, pues, juzgado por las autoridades italianas. Ali Agca fue enseguida identificado como un cri-minal avezado que no actuaba solo. ¿Con quién, entonces? Había dos tiradores, porque otro turco, Béchir Celenk, pudo huir.

Todo el mundo topa con una pregunta sin respuesta: ¿por qué, entonces, una pistola tan poco fiable, cuando un arma automática y granadas habrían provocado una matanza? Sin un solo su-perviviente, ni Juan Pablo II ni el futuro coronel de la Guardia Suiza.

El altavoz como es el papado interesa a cual-quiera que quiera influir en el planeta. Influir en

Las relaciones con la Santa Sede parten de una iniciativa de los estados, que deciden enviar a un emisariocon rango de embajador, y la recíproca esla acreditaciónde un obispo, el nuncio,con el mismo estatus

Un papa argentino: su experienciade la diplomacia vaticana

1990: en la nunciatura se refugia el presidente de Panamá, derro-cado por el ejército de Estados Unidos... La garantía de un juicio justo privó al jefe de Estado de cualquier excusa para entrar armas “en casa del Papa”. Detalle vivido: reclamó su uniforme de gala para rendirse por la mañana del 3 de enero. Esta guerra de Estados Unidos se perdió en los espíritus latinoamericanos. Llamada “causa justa”, la acción militar de Estados Unidos no respetó la tregua navideña. Unidades de élite de pro-cedentes de Argentina combatieron en los Batallones de la Dignidad contra los yanquis. Una acción que quería contestar al apoyo de Estados Unidos a los británicos durante la guerra de las Malvinas en 1982.

El jefe de Estado argentino, entonces el general Galtieri, había lan-zado una operación militar para recuperar las islas. Una expedición en contra de los consejos de los viejos amigos: la Santa Sede le había puesto en guardia contra la promesa de un veto soviético en las Naciones Unidas. La guerra tuvo lugar durante la visita de Juan Pablo II al Reino Unido: la Secretaría de Estado de inmediato organizó una visita papal a Buenos Aires.

Y una mediación del Vaticano evitará una guerra entre Chile y Argentina por el control del canal de Beagle. En muchas ocasiones, las hostilidades entre estos dos países católicos se han acercado a un baño de sangre. El papa Francisco ha podido, por tanto, observar de cerca esta diplomacia que le representa.

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¿ L A M E J O R D I P L O M A C I A D E L M U N D O ?

el Papa es una difícil tarea. Francia lo ha hecho, por ejemplo, a través de sus servicios de inteligencia, el Sdece. El abogado Jean Violet encontró buena acogida en monseñor Tardini gracias a su inteli-gencia y sus excelentes informaciones. En torno a Jean Violet se formó una asociación de políticos, dirigentes empresariales y diversas personalida-des, Sint Unum. Su distintivo: un rosario de made-ra de olivo de Jerusalén bendecido por Pío XII.

Entre los miembros… Alfredo Sánchez Be- lla, Amintore Fanfani, Antoine Pinay, Konrad Ade-nauer, el general Gehlen y otros que solían reunir-se sin orden del día ni periodistas pero no sin proyectos. Jean Violet tenía toda la confianza de la Santa Sede. Fue quien ideó el estatuto de observa-dor en las Naciones Unidas y, además, inauguró el cargo. Su mayor éxito sería la visita de Pablo VI a la sede de la organización en Nueva York. En calidad de observador, la Santa Sede no vota la guerra o el comercio ni paga cuota.

A Sint Unum se le llamó, en tono de burla, la cruzada blanca, pero las actividades del grupo eran poco militares. Polonia atrajo al poco tiempo su atención, pues reforzar la identidad católica del país pareció una buena solución para proteger al país, hostil a los soviéticos. La Iglesia polaca carecía de todo: fueron ofrecidos libros y ornamentos al clero. El resultado es conocido. Sint Unum ayudó asimismo a los grupos alemanes de los expulsados de tierras polacas, que son los más reivindicativos, sin embargo, contra Polonia pero que aseguraron la mayoría política de Konrad Adenauer. Por úl- timo, cuando llegaron a Francia De Gaulle y la V República, fue Jean Violet quien mantuvo las buenas relaciones entre Francia y Alemania, in-quieta al ver llegar un militar a la presidencia de su país vecino. En una inflexión más estrafalaria, los amigos de Jean Violet reflexionaron sobre la posibilidad de reemplazar al joven príncipe Juan Carlos por el archiduque Otto de Habsburgo.

El éxito más apreciable de Jean Violet y de su grupo contó con la guía de la Santa Sede, sobre todo del cardenal Benelli, entonces substituto en la Secretaría de Estado. Se trata de los Acuerdos de Helsinki. La guerra mundial había terminado con las capitulaciones de Alemania y de Japón, sin tratado de paz. La URSS quería preservar sus con-quistas y hacer reconocer las fronteras establecidas por la victoria. Las negociaciones no progresaban.

Sint Unum tuvo entonces la idea de abando-nar las fronteras para permitir la “libre circulación de personas e ideas”. Una reacción inspirada por la cultura católica y los usos diplomáticos. Los so-viéticos aplaudieron. Los judíos se apoderaron de

esta arma intelectual para reivindicar la libertad de ir a Israel. Se multiplicaron entonces los comités Helsinki. Según los dueños del partido comunista, como Kruschev y Kondratiev, fue así como la Unión Soviética perdió su… “alma”.

¿Es la palabra la auténtica fuerza en un mun-do paralizado por las amenazas? ¿Son las culturas las grandes fuerzas en una tierra que se ha queda-do estrecha para la humanidad? Ante el cuerpo diplomático, el papa Francisco ha reprendido a la vieja Europa por su miseria espiritual que contras-ta con sus bienes materiales. Primer jesuita que accede al papado, su visión es la de los ejercicios espirituales de san Ignacio. Toda persona, y el mundo mismo, es el campo de batalla donde Satán combate a Dios. Hace mucho que un Papa no había pronunciado en público la palabra diablo: para él es una realidad espiritual. No hay diplomacia con los poderes del infierno. Sus múltiples llamamien-tos a la conciencia individual invitan a despojarse de las certidumbres, a verse como un pobre que necesita las riquezas de Jesús.

El papa Francisco no procede de una elite. El actual secretario de Estado, el cardenal Bertone, podría mantenerse en el cargo hasta septiembre de 2013: debilitamiento del puesto ejercido por un hombre que ha superado el límite de edad. La secretaría de Estado se limitaría a la sola diploma-cia. ¿Proseguirá el papa Francisco hasta reformar la Curia como quiso Pablo VI, que preveía que nadie se quedara en Roma más de cinco años? Tras la renuncia de Benedicto XVI, el papado no ha dejado de sorprender. Y al papa Francisco le gusta sorprender.

Banco Vaticano, tolerancia ceroLos tratados internacionales han cogido

en sus redes el banco del Vaticano, el famoso Instituto para las Obras de Religión. Fue funda-do por el papa Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial para asegurar las transferen-cias entre beligerantes o neutrales. Las obras católicas solo pueden actuar con toda discre-ción en Sudán o en Rusia, por ejemplo. El secre-to ha permitido a algunas grandes familias romanas evitar el fisco italiano, una posibili-dad suprimida por Pablo VI en 1975. Banqueros profesionales, el suizo Philippe de Weck el primero, han retomado una gestión aproxima-tiva. El papa Francisco ha confirmado la tole-rancia cero expresada por el papa Benedicto XVI. El Vaticano deberá aceptar las investiga-ciones internacionales.

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La política y la organización de la Iglesia católica

Eric O. HansonPROFESOR ‘DONOHOE’ DE CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE SANTA CLARA, LA UNIVERSIDAD JESUITA EN SILICON VALLEY. AUTOR DE THE CATHOLIC CHURCH IN WORLD POLITICS (PRINCETON UNIVERSITY PRESS, 1990) Y DE RELIGION AND POLITICS IN THE INTERNATIONAL SYSTEM TODAY (CAMBRIDGE UNIVERSITY PRESS), 2006.

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A ELECCIÓN SORPRESA DEL PAPA

Francisco ilustra la organiza-ción compleja, y de múltiples estratos, de la Iglesia católica. Este breve ensayo se servirá de tres enfoques para comprender la política católica en la actuali-dad. En primer lugar, desde el punto de vista de la elección de

sus líderes y de la socialización, este artículo com-parará el clero católico con el Partido Comunista de China (PCCh). Ambas organizaciones jerárqui-cas cambiaron recientemente de liderazgo tras una débil década anterior y ambas hacen frente a desafíos significativos para promover la democracia intrainstitucional y el apoyo popular sin perder su razón de ser tradicional. En segundo lugar, este trabajo esbozará la construcción histórica de la institución ecle-siástica católica con-temporánea de carácter centralizado desde el tratado de Westfalia (1648) hasta el final de la guerra fría. En tercer lugar, abordará la natu-raleza del Vaticano en su interacción con los actua-les sistemas políticos, económicos, militares y de comunicación de alcance global. Para un politólo-go hay mucho que admirar y mucho que criticar a propósito de las tres cuestiones.

Roma y Beijing:elección de líderes y socialización

La jerarquía católica, como el PCCh, intenta elegir a sus líderes entre un grupo de élite cuyas dimensiones son cada vez más reducidas. Preparar y diversificar los grupos de élite sigue siendo de interés esencial a la hora de planificar, tanto en el caso de la Iglesia como del partido. Después de un largo período de prueba, ser miembro del PCCh o sacerdote católico sitúa al individuo en la parte

inferior de una vasta pirámide que atiende, res-pectivamente, a más de 1.300 millones de ciuda-danos chinos y a aproximadamente 1.200 millones de miembros de la Iglesia. La Congregación para los Obispos, por ejemplo, examina cuidadosamen-te a los candidatos a la hora de elegir y promover obispos de todo el mundo. La secretaría del PCCh atiende una función similar. Cuando se trata de elegir un Papa o un secretario general chino, lo mejor es que los candidatos hayan desarrollado una amplia combinación de tareas tanto en el núcleo como en la periferia de las instituciones respectivas. Tres áreas generales de competencia en este tipo de liderazgo se refieren a la ideología y la moralidad, la gestión institucional y la interac-ción con el mundo exterior a la institución. Ac-tualmente se aprecia más variación en la elección

de un Papa, sin embar-go, pues hay un abanico de edad en cuestión de elegibilidad, entre 55 y 76 años en el caso más reciente, aparte de que el grado de conducta san-ta del candidato puede triunfar sobre otro tipo de consideraciones, por

ejemplo la experiencia de gestión en Roma. Y, en el caso de un Papa, el candidato necesita realmen-te una mayoría de dos tercios de los cardenales electores, eliminando así candidatos favoritos de carácter controvertido.

El Vaticano y la política china tienden tam-bién a convertirse en algo mucho más feo y desagra-dable a medida que se acerca la decisión sobre la sucesión. El año pasado, China vivió el comprome-tido incidente de Bo Xilai y la adversa filtración de detalles de casos de corrupción relativos a las fami-lias de las principales figuras políticas a los medios de comunicación de alcance global, como The New York Times. Este año, editores y periodistas italianos han prestado atención a los escándalos de la Iglesia y a las luchas políticas relacionadas con innumera-

El clero católico y el Partido Comunista de China cambiaron hace poco de líder y ambos se enfrentan al desafío de promover el apoyo popular sin perdersu razón de ser tradicional

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bles asuntos, desde las finanzas del Vaticano a do-cumentos robados por el mayordomo del Papa y acusaciones de chantaje en masa. Los finalistas permanentes globales de la burocrática Max Weber Cup, por tanto, deberían ser las tradiciones adminis-trativas y diplomáticas de largo recorrido tanto del este como del oeste; es decir, los sistemas de gobier-no chinos y del Vaticano. Ni la propia burocracia es una vocación para tímidos o torpes.

Existen diferencias entre el partido y la Iglesia, por supuesto. En primer lugar, aunque las exigencias de conducta santa son mucho mayores en el caso del Papa que en el del secretario general del Partido Comunista de China, la moralidad sigue siendo igualmente importante en Roma y Beijing. Por lo tanto, el vacío ideológico chino, la pérdida po-pular de la fe en el marxismo maoísta, constituye realmente un importante desafío nacional. Xi ha hecho hincapié en el nacionalismo, el reequilibrio económico y la extirpación de la corrupción, no sea que esta última derive en la caída del partido. La Iglesia católica mundial hace frente a sus pro-pios casos de corrupción, especialmente las crisis de los abusos sexuales y de la carencia de vocacio-nes que empequeñece a cualquier crisis china. En segundo lugar, la gestión institucional combina la inspiración carismática con la organización prác-tica económica y burocrática. En este caso, la doble necesidad de la Iglesia católica se refiere a un gran incremento de gestores profesionales y de virtud intachable y a la solución de la creciente falta de clero. El papa Francisco, cuyo bagaje no incluye experiencia de gestión vaticana, necesitará impor-tante ayuda burocrática, relativa sobre todo a los puestos cruciales del secretario de Estado, el susti-tuto de la Secretaría de Estado, el prefecto de la Congregación para los Obispos y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Estos pues-tos son, respectivamente, el equivalente vaticano en las figuras de primer ministro, ministro de Asuntos Exteriores, jefe de personal de los obispos y supervisor de la ortodoxia. Cabría comparar a este pequeño grupo con el comité permanente del

buró político, de siete miembros, en China, así co-mo los cardenales electores con el comité cen- tral mucho más amplio.

La elección del papa argentino Francisco ha impulsado una reorientación del Vaticano con re-lación al mundo en vías de desarrollo y a la inmi-gración global, cuestión de importante relieve para la Iglesia católica. En los últimos cien años, la base de la población católica mundial se ha desplazado al sur, con la mayor concentración en América Latina (39 por ciento de los católicos de todo el mundo). La mayor Iglesia nacional se sitúa en Brasil y la segunda en tamaño en México, pero ambas iglesias están perdiendo miembros en favor del protestantismo evangélico. Afortunadamente, los obispos brasileños, chilenos y filipinos se han alineado en general contra las dictaduras milita-res. África (21 por ciento de los católicos) y Asia muestran también iglesias de gran vitalidad, con las de India, Corea del Sur, Nigeria e Indonesia, especialmente prometedoras para el servicio glo-bal. De hecho, además del cardenal brasileño Odilo Scherer, fueron mencionados como papables Albert Ranjith, de Sri Lanka; John Onaiyekan, de Nigeria; Robert Sarah, de Guinea; Luis Tagle, de Filipinas, y Peter Turkson, de Ghana.

Los electores de élite de ambos sistemas, a través de procedimientos formales e informales opacos, dan a veces preferencia a ex titulares de cargos, como el largo tiempo retirado Jiang Zemin o Ratzinger, recientemente jubilado. Ambos reali-zaron numerosos nombramientos para puestos de élite. Estas élites pueden entonces elegir de mane-ra idónea o ideal al mejor candidato, dotado del talento más amplio y profundo y que mejor se ajusta a los desafíos singulares de una época histó-rica determinada. Juan Pablo II fue un comunica-dor magistral y el perfecto papa de la guerra fría, pero su cosmovisión polaca le procuró menos éxitos en los asuntos internos de la Iglesia, espe-cialmente los de la Iglesia occidental. Benedicto XVI aportó una profunda espiritualidad y conoci-mientos (tres encíclicas, en particular Caritas in

Cabría compararlos cargosdel secretariode Estadodel Vaticanoy de los prefectos de las congregaciones para los Obispos y parala Doctrinade la Fe conlos del buró permanente del PCCh

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veritate) a su misión, pero defraudó como gestor y como comunicador público, a pesar de sus tuits de última hora. Por lo que parece, la orientación geográfica de Benedicto en el sentido de una revitaliza-ción de la Europa cristiana, punto central de atención de los numerosos cardenales electores europeos, tuvo escaso éxito. Incluso la hija de un pastor luterano, Angela Merkel, y muchos ortodoxos, pro-testantes y católicos europeos, echarían en falta los frutos de un mayor interés papal en la espiritualidad y civilización europeas… Y eso, cuando después del pe-ríodo del fascismo y el marxismo entre las guerras mundiales, la democracia cristiana había sido una contribución significativa a la Europa de la posguerra.

Desde Westfalia:la construcción de una institución centralizada entre el dominio atlántico

La terrible pérdida de vidas y la des-trucción causada por la guerra de los Treinta Años (1618-1648), convencieron por fin a Europa de que las luchas de reli-gión constituían un asunto terrible. El tratado de Westfalia dotó a los estados nacionales soberanos de un control abso-luto de sus territorios, incluyendo la prefe-rencia religiosa de sus súbditos. El tratado, por tanto, unió nacionalismo en auge con divisiones religiosas. Europa se convirtió en culturalmente católica en el sur, con iglesias nacionalistas adicionales cautivas en Irlanda y Polonia. El norte de Europa se hizo protestante y Europa del este orto-doxa, en tanto que aumentó la influencia de los turcos otomanos, que llegaron a las puertas de Viena. Las colonias españolas y portuguesas eran desproporcionadamen-te católicas, y los ingleses, holandeses y alemanes desproporcionadamente protes-tantes. Desde mediados del siglo XVIII hasta el final de la guerra fría, el eje atlán-tico de Europa y América dominó la polí-tica mundial.

Ninguna de estas grandes tenden-cias geopolíticas, sin embargo, solucionó el problema institucional básico de la Iglesia católica. Los monarcas protestan-tes persiguieron a los fieles católicos y los monarcas católicos intentaron controlar

a la Iglesia e incrementar su poder frente al Papa. La pri-mera respuesta católica orga-nizada a la Reforma había si-do el concilio de Trento (1545-1563), que puso el acento en una reforma interna. Pero los monarcas, no los papas, deci-dían con frecuencia el curso de los acontecimientos en su propia casa, en unas iglesias orientadas de acuerdo con el elemento nacional. En los países católicos, en el mejor de los casos este factor forzó a la Iglesia a volver a apoyarse en sus propias esencias. En el peor caso, la Iglesia entró en alianzas impías con el coerci-tivo poder político. El concilio Vaticano I (1869-1870) reafirmó la estatura del poder espiritual del Papa justamente cuando la Iglesia tocaba fondo en la polí-tica mundial y nacional. Posteriormente, la primera y segunda guerras mundiales y la guerra fría rearticularon el contexto global. La soberanía nacional dejó de ser absoluta. Los papas Pablo VI, Juan Pablo II (dos veces) y Bene-dicto XVI hablaron en las Naciones Uni-das. Las limitaciones in-ternacionales a la soberanía nacional si-guen siendo un valor católico básico, tanto ideológico como en orden a su pro-pia supervivencia.

Hubo de llegar el concilio Vaticano II (1962-1965) para que la Iglesia enfocara de frente la cuestión de la Ilustración euro-pea, distinguiendo los valores ilustrados que podía apoyar, como por ejemplo la libertad religiosa, de otros valores a los que no podía dar su aprobación. La cues-tión eclesial más importante del Vaticano II fue la comprensión de la Iglesia de sí misma. Junto a visiones monárquicas del poder papal surgieron metáforas como la del “pueblo de Dios”. Esto resultó, al me-nos a corto plazo, en un mayor poder para los laicos y para las agrupaciones naciona-les y regionales de los obispos, así como en una apertura a la izquierda de acuerdo con modelos políticos aceptables para la Iglesia. Un ejemplo destacado de esta ten-dencia fue la iniciativa de la Conferencia Episcopal brasileña y de otras de América

Latina para oponerse a los estados basados en estruc-turas de seguridad militar a fin de centrarse en “la opción preferencial por los pobres”. Los pontificados de Juan Pablo II y Benedic-to XVI han seguido centrán-dose en estos valores socia-les universales, pero han puesto frenos y obstáculos a la descentralización par-cial eclesiástica. Y la recien-te centralización de la Iglesia ha coincidido con grandes cambios en cultu-ras nacionales y regionales en todo el mundo. La Iglesia católica, como el Partido Comunista de China, nece-

sita mucha mayor flexibilidad institucio-nal en esta era de comunicación instantá- nea. Esto, por supuesto, no significa negar las heridas de la historia en ambos orga-nismos. Napoleón tomó cautivo al Papa y Occidente contribuyó al siglo de humillación de China. Ambas burocracias centraliza-das marcan la historia durante siglos, no décadas. Pero los actuales niveles de cen-tralización siguen siendo contraprodu-centes en la búsqueda de los valores ins-titucionales de carácter esencial. Alien-tan, además, altos niveles de corrupción.

La Iglesia católicaen el mundocontemporáneo

El nuevo Papa y la Iglesia esperan comprometerse con el mundo contempo-ráneo, pero ¿qué mundo contemporáneo? ¿Cuáles son las identidades religiosas y políticas importantes tras la caída del muro de Berlín? ¿Cómo puede contribuir la Iglesia a la política global de la manera más positiva? Desde el final de la guerra fría, articular la política internacional representa un desafío mucho mayor. Las instituciones religiosas de signo transna-cional como la Iglesia católica y el islam a escala mundial han adquirido mayor im-portancia. De hecho, el cristianismo, el islam, el hinduismo y el budismo abarcan en conjunto más de las cuatro quintas partes de la población mundial.

¿Con quémundo espera comprometerse el nuevo Papa? ¿Cuáles son las identidades religiosasy políticas importantes tras la caídadel Muro? ¿Qué puede aportarla Iglesiaa la política tradicionalde la manera más positiva?

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E L A U G E Y L A C A Í D A

PAPA

Francisco, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal y jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano

Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Siervo de los Siervos de Dios, Obispo de Roma,Primado de Italia, Arzobispo Metropolitano de Roma

C U R I A R O M A N A

SECRETARÍA DE ESTADOEs el dicasterio más antiguo de la Curia. El secretario de Estado de la Santa Sede es el primer colaborador del Papa

en el gobierno de la Iglesia universal.

Doctrina de la Fe. Iglesias Orientales.

Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos.Causas de los Santos.

Evangelización de los Pueblos. Clero.

Institutos de Vida Consagraday Sociedades de Vida Apostólica.Educación Católica (para los Seminariose Institutos de Estudio).Obispos.

Congregaciones Bilaterales(con otros estados)

Penitenciaría Apostólica.Supremo de la Signatura Apostólica.

Rota Romana.

Tribunales

ASUNTOS GENERALES / 1.ª SECCIÓN RELACIONES DIPLOMÁTICAS / 2.ª SECCIÓN

GOBIERNO DEL ESTADO G o v e r n ato rato

Laicos.Promoción de la Unidad de los Cristianos.

Familia.Justicia y Paz.

Cor Unum.Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

Pastoral de los Agentes Sanitarios (Salud).Textos Legislativos.Diálogo Interreligioso.Cultura.Comunicaciones Sociales.Promoción de la nueva evangelización.

Pontificios Consejos

Cámara Apostólica.Administración del Patrimonio

de la Sede Apostólica (APSA).

Prefectura de los Asuntos Económicosde la Santa Sede.

Oficinas

Ecclesia Dei.Arqueología Sagrada.

Bíblica.

Teológica Internacional.Interdicasterial para el Catecismo de la Iglesia Católica. América Latina.

Pontificias Comisiones

Agencia para la Evaluación y la promoción de la Calidad de las Universidades

y Facultades Eclesiásticas (AVEPRO).Fábrica de San Pedro

(excavaciones de la necrópolis vaticana). Fundación Latinitas.

Librería Editora Vaticana.Limosnería Apostólica.Peregrinatio ad Petri Sedem.Pontificio Instituto de Música Sacra.Tipografía Vaticana.

Instituciones vinculadas a la Santa Sede

Ciencias.Ciencias Sociales.

Vida.Santo Tomás de Aquino.

Teología.Mariana Internacional.

Bellas Artesy Letras de los Virtuosos en el Panteón.Romana de Arqueología.Cultorum Martyrum.Eclesiástica Pontificia.Latinidad.

Academias Pontificias

Sínodo de Obispos

Guardia Suiza

Oficina Central para Asuntos Laborales

Multilaterales(con organismos internacionales)

Direcciones generales (9)

Oficinas centrales (7)

Organismos auxiliares (2)

Otros organismos (4)

Observatorio

E l p o d e r e j e c u t iv o e s e j e rc i d o p o r e l ca rd e n a l p re s i d e n t e d e l a P o n t i fi c i a C o m i s i ó n p a ra e l E s t a d o d e l a C i u d a d d e l Vat i ca n o.

SACRO COLEGIO CARDENALICIO

E j e rc e l o s p o d e re s l e g i s l at iv o, e j e c u t iv o y j u d i c i a l d u ra n t e e l p e r í o d od e s e d e va ca n t e. Sus m i e m b r o s s o n n o m b ra d o s p o r e l Su m o P o n t í fi c e.

Re u n i d o s e n c ó n c l av e, l o s ca rd e n a l e s m e n o re s d e 8 0 a ñ o s e l i ge n Pa p a .

L a L e y Fu n d a m e n t a l d e l E s t a d o d e l a C i u d a d d e l Vat i ca n oe n tr ó e n v i g o r e l 22 d e fe b re r o d e 2 0 01 s us t i tu y e n d o

a l a d e l a ñ o 19 29. E l a r t í c u l o 1 d e a m b a s atr i b u y e a lPa p a l a pl e n i tu d d e l o s p o d e re s l e g i s l at iv o, e j e c u t iv o y j u d i c i a l .

Servicios Informativos

Oficina de PrensaL'Osservatore Romano

Servicio de Información Vaticano (SIV/VIS)Centro Televisivo Vaticano (CTT)

Radio Vaticanawww.vatican.va/phome_sp.htm

www.news.va/es

SANTA SEDE(Organigrama)

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El diálogo interreligioso, por lo tanto, puede contribuir significativamente a la comprensión global. En lo que respecta a la geografía del diálo-go, las cuatro tradiciones religiosas anteriores, junto con el marxismo y confucianismo vietnami-tas, confluyen en el Sudeste Asiático. Cuando to-das las religiones e ideologías experimentan el estatus tanto de mayorías como de minorías, el diálogo es más fácil. Además, los países de la ASEAN tienen la ventaja de las sólidas conexiones con las principales potencias mundiales, como Estados Unidos, la Unión Europea, China e India. Afortunadamente, sin embargo, ninguno de estas potencias pertenecen a la ASEAN, dejándola libre para desempeñar un papel mediador especial. Una nueva arquitectura mundial de las relaciones se basará en los puntos representados por ciudades ya existentes como Nueva York y Viena, pero todo éxito de una orientación a la meta mundial habrá de incluir tanto la intelectualidad laica como las figuras religiosas de ciudades como Shanghai, Bombay y Singapur.

Otros acentos geográficos subsidiarios de ámbito internacional se vinculan estrechamente al diálogo entre judíos, cristianos y musulmanes, que concierne a más de un 50 por ciento de la po-blación mundial. En este último diálogo, la expe-riencia de la época medieval española destaca históricamente. Y el entendimiento religioso re-cíproco a escala global se vería notablemente fa-vorecido por la disminución de las tensiones en-tre israelíes y palestinos, lo que podría conducir a una actividad de cooperación específica por parte de las tres religiones. Los católicos de Oriente Medio, sin embargo, se han visto sometidos a una presión creciente para emigrar, dejando abierta la cuestión de la supervivencia de estas antiguas iglesias nacionales.

Desde el punto de vista de la humanidad, ¿qué cuestiones se ciernen sobre los sistemas polí-ticos, económicos, militares y de comunicación a escala global? La importancia de la religión para los derechos humanos deriva de cuestiones relati-vas al fundamento en última instancia de tales derechos. El sistema económico mundial lidia con una creciente estratificación social y un creciente daño ambiental relacionado con el cambio climá-tico. El sistema militar global demanda paz. Y el sistema de comunicación internacional hace fren-te a los problemas básicos de la identidad personal y comunitaria. Todas estas preocupaciones pueden encontrar sus conexiones con Francisco de Asís, el modelo del nuevo Papa. En ninguna de estas cues-tiones, sin embargo, basta la acción de las institu-

ciones religiosas en orden para hallar una solu-ción. Pero es difícil imaginar soluciones sin su participación, especialmente a la hora de propor-cionar un estímulo para la confianza y sacrificios no motivados por ninguna percepción de racional interés propio nacional

¿Qué contribución, entonces, acentuaría el catolicismo en cada área geográfica? En Asia, el diálogo entre religiones, para ayudar a vincular las sensibilidades ideológicas y religiosas de Asia con las religiones del libro. Cabría encontrar asimismo temas comunes en varias orientaciones ideológi-cas frente a la estratificación social y la inmigra-ción en la zona. En la civilización atlántica, se trata de fortalecer la Unión Europea y la vinculación de Europa a las Américas. Al igual que Europa descu-brió la democracia cristiana como respuesta de la posguerra –después de la Segunda Guerra Mun-dial– al fascismo y el comunismo, ahora Europa podría desempeñar un papel más importante en el diálogo interreligioso global. Esto incluiría la amortiguación del sentimiento antimusulmán entre la derecha europea. La vocación católica en América Latina puede ser simbolizada en el apoyo eclesial a la democracia y en la opción por los po-bres. En África, desarrollo y daño al medio ambien-te constituye un tema crucial. Añádase a ello el reto de unir a los países de diversas lealtades triba-les como Kenia, Congo y Nigeria.

CONCLUSIÓN

Desde un punto de vista político, tanto el Partido Comunista de China como la Iglesia cató-lica mundial hacen frente a importantes retos aparte de la corrupción. Para Beijing, el liderazgo ha de reequilibrar la economía y reducir la estrati-ficación urbana-rural. En Roma, el liderazgo ha de revitalizar la Iglesia occidental y encontrar el equi-librio adecuado entre la centralización y la descen-tralización del gobierno eclesial, el diálogo interre-ligioso, la reducción de la estratificación social y el fomento de la paz. La relación del Vaticano con las mujeres sigue siendo factor crítico en relación con estas cuestiones y con las relativas a los miembros de la institución religiosa. La Iglesia debería acen-tuar la defensa mundial de las mujeres y de las niñas, al tiempo que podría intentar encontrar otras formas de transferir la responsabilidad real de cargos oficiales eclesiásticos como el de canci-ller diocesano, muchos de los cuales son ejercidos por mujeres en Estados Unidos.

Este artículo ha empezado refiriéndose a las cuestiones de las similitudes de la captación y la socialización entre el Partido Comunista de China

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y el clero católico. La magnitud de la población de China y del catolicismo mundial es en ambos casos lo suficientemente grande como para que sean necesarios para encontrar las soluciones no milita-res a los problemas mundiales de los derechos humanos, la estratificación social, el cambio climá-tico, la paz y la identidad personal y comunitaria. La tensión actual entre el Vaticano y Beijing apun-

ta en dirección de los desafíos en materia de co-operación mutua. Pero las soluciones, basadas en la cooperación, a estos complicados problemas interrelacionados son las únicas susceptibles de aplicarse sin extremo sufrimiento. Por lo tanto, al mundo le interesa alentar y/o seguir orando por la continua transformación de los nuevos dirigentes, tanto del PCCh como de la Iglesia católica.

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Las finanzas vaticanas¿cuánto valela Iglesia?

John PollardUNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE.

n el período comprendido entre el anuncio de la renuncia del papa Be-nedicto XVI y la elección de su sucesor, Francisco, el 13 de marzo, me solicitaron entrevistas en periódicos, radio y televi-sión. Si bien algunas de estas entrevistas versaron, inevitablemente, sobre la di-misión de Benedicto XVI y el cónclave posterior, la mayoría, sin embargo, no

fueron sobre estas materias sino sobre las finanzas del Vaticano y el llamado “Banco Vaticano”. Como historiador del papado moderno, y en particular sus finanzas, me sorprendió realmente el súbito estallido de interés por el tema. Me hicieron preguntas como “¿cuánto vale la Iglesia católica?”, “¿de dónde obtiene el Vaticano la mayoría de su dinero?”, “¿es verdad que el Banco Vaticano se ha visto in-volucrado en lavado de dinero?”

Una característica de estas entrevistas fue la insisten-cia, por parte de quienes las realizaban, en comparar la Iglesia católica con una empresa multinacional o transna-cional. Es evidente que tiene notable sentido hacer este tipo de comparación, ya que la Iglesia católica, con 1,2 millones de fieles, es la religión más numerosa de la tierra; es una organización mundial con ramas en prácticamente todos los países del mundo, con la posible excepción de Corea del Norte y Arabia Saudí y es una marca tan inconfundible co-mo Coca Cola, Royal Dutch Shell, Rolls Royce, Levis, BMW o el Banco de Santander. Sin embargo, la analogía tiene sus puntos flacos y ello es especialmente cierto en lo relativo a sus finanzas. Se hace tal suposición porque la Iglesia es una institución altamente centralizada, con su propio sistema judicial y su legislación (el código de derecho Canónico) y es administrada por una burocracia altamente centralizada –la Curia romana, con sede en el Vaticano– en cuestiones de fe, moral, disciplina y liturgia, de modo que la gestión de sus finanzas también debe ser estrictamente controlada y diri-gida desde la sede central también en Roma. Pero no es así. De hecho, en lo referente a las finanzas de la Iglesia católica, hay un considerable grado de autonomía entre sus diversas

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partes. Así, según el derecho Canónico, las diócesis son la unidad principal de la ad-ministración financiera; en algunos paí-ses, la parroquia, la unidad más básica de organización eclesial, es también bastante autónoma en materia financiera.

La Iglesia católica no puede dirigir, y de hecho no dirige, un sistema por el cual todo el dinero de sus ramas, las parro-quias, diócesis, órdenes y congregaciones religiosas, etcétera, se halle disponible para la financiación de sus operaciones centrales. Corresponde a cada obispo de-cidir cuánto puede dar y dará al Papa cuando el Vaticano atraviese dificultades financieras. Del mismo modo, las órdenes y congregaciones religiosas, algunas de las cuales como los jesuitas y dominicos son bastante ricas, no se hallan bajo la obligación canónica de enviar dinero a Roma. Al igual que algunas de las órdenes religiosas y congregaciones son más ricas que otras, la Iglesia católica en algunos países es mucho más rica que en otros. Los católicos de Estados Unidos, Alemania e Italia han sido tradicionalmente los prin-cipales contribuyentes a las arcas del Vaticano. Pero su riqueza proviene de fuentes muy diversas: en el caso de Estados Unidos es el resultado de una costumbre bien desarrollada de donación voluntaria muy generosa de los fieles, mientras que en Alemania (y en Austria) es en gran me-dida consecuencia del kirchensteuer, un impuesto universal al que alemanes y austríacos han de optar formalmente por no pagar si no desean contribuir. En Italia existe una versión modificada de este im-puesto según el concordato revisado de 1984 por el que los italianos pueden asig-nar un 8/1.000 de su impuesto sobre la renta a una causa benéfica; en este caso, la Iglesia católica es el principal beneficia-rio. No es muy diferente del sistema vigen-te en España, donde hay ciudadanos que emplean su impuesto sobre la renta tam-bién de esta forma. Por otra parte, en algu-nos países de Europa y América Latina, la Iglesia sigue poseyendo aún donaciones que se remontan a la Edad Media y, recien-temente, en Europa del este, los gobiernos han devuelto a la Iglesia algunas propie-dades expropiadas por los comunistas.

Por tanto, es muy difícil, si no impo-

sible, decir lo rica que es la Iglesia católica en todo el mundo debido a las enormes variaciones de la riqueza de la Iglesia entre unos países y otros. ¿Qué nivel de riqueza tiene la Iglesia en Estados Unidos, Alema-nia e Italia o, para el caso, España, Francia, Brasil o Argentina? Quién sabe. Nunca llegaremos a un cálculo preciso, debido en gran parte al secreto: en la mayoría de países, la Iglesia no está obligada a hacer públicas las cuentas de sus ingresos, gastos y bienes. No obstante, cabe la posibilidad de hacer algunas conjeturas sobre la rique-za del Vaticano, es decir, de la Santa Sede.

El propio Vaticano también ha sido tradicionalmente muy reservado sobre su riqueza, con el fin de evitar publicidad adversa, aunque se podría decir que el mismo secretismo ha atraído precisamen-te –de forma inevitable– ese tipo de publi-cidad, dando lugar a las historias sensacio-nalistas más increíbles. Un ejemplo diver-tido de ello es aquella canción de los Beatles, Awaiting on You All, con esa frase sobre el Papa que dice que “posee el 51 por ciento de acciones de la General Motors”1; por supuesto, si bien es probable que al-gún organismo financiero de la Santa Sede tenga, o haya tenido, acciones de GM, es muy poco probable que haya tenido nunca nada que se acerque ni remota-mente a una participación mayoritaria.

Desde las reformas del papa Pablo VI en la década de 1960, el Vaticano ha sido bastante más transparente sobre el dine-ro, haciendo públicas las cuentas de sus operaciones financieras. Lo hizo, en gran medida, para dejar satisfechos a sus bene-factores más generosos de Estados Unidos; una suerte de presión parecida a la que llevó al cardenal Casimir Szoka de Detroit, en 1990, a hacerse cargo de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede, que coordina todos los organismos financieros de la Santa Sede, a excepción del llamado Banco Vaticano. En 2012, por ejemplo, las cuentas publicadas mostra-ron que, sobre una facturación total de 263,7 millones de euros, el Vaticano había

tenido unas pérdidas de 15 millones de euros, que se atribuyeron en gran parte a “la tendencia negativa de los mercados financieros globales”.2 A partir de estas cuentas es posible identificar la mayoría de las fuentes de ingresos de la Santa Sede:

1) El Óbolo de San Pedro, colecta que se hace cada año, generalmente en julio, entre los católicos del mundo. En 2012 aportó casi 60 millones de euros.

2) Los ingresos por la venta de sellos postales, monedas, souvenirs y entradas a los museos en la Ciudad del Vaticano pro-curó a la Santa Sede casi 22 millones de euros. El Estado Vaticano, por tanto, se autofinancia y es una buena fuente de ingresos para la Santa Sede.

3) Otra importante fuente de ingre-sos fueron las aportaciones de las diócesis y otras instituciones, que alcanzaron más de 28 millones de euros.

4) Curiosamente, no se especificaron los ingresos de las propiedades del Vaticano y otras inversiones. Antes de 1929, cuando el gobierno italiano dio a la Santa Sede 91 millones de dólares en com-pensación por la pérdida de ingresos pro-cedentes de los antiguos Estados Ponti-ficios, que el reino de Italia se anexionó en 1870, el Vaticano tenía solo una pequeña cartera de propiedades residenciales y comerciales (principalmente en Roma y sus alrededores), depósitos bancarios, va-lores y acciones. Bernardino Nogara (1870-1958), destacado gestor y asesor financiero italiano, fue nombrado director de la Ad-ministración Especial de la Santa Sede e invirtió este dinero en fondos de préstamo (principalmente italianos), arbitraje de divisas, oro, acciones y participaciones en empresas de bienes y servicios públicos dentro y fuera de Italia y, tras el inicio de la Gran Depresión, diversificó en propie-dades comerciales y residenciales en el Reino Unido, Francia y Suiza.3 Los ingresos provenientes de las inversiones en curso no pueden ser una minucia si hay que dar crédito al reciente artículo de The Guardian

1. De George Harrison, I-ME-MINE, The Lord’s the One

that Loves the Lord (Richmond, 1980).

2. http://press.catholic.va/news_services/bulletin/

news/29453.php?index=29453&lang=..., visitado el

12 de abril de 2012. Las demás cifras citadas de

2012 proceden de esta fuente.

3. Véase John F. Pollard, El Vaticano y sus Banqueros.

Merlusina, 2008.

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acerca del “imperio de propiedades secre-tas” del Vaticano: según ese periódico, los ahorros de Nogara tienen un valor de 680 millones de euros.4

Los gastos de la Santa Sede son eleva-dos. Además de los costes de la administra-ción ordinaria, como los salarios de los cardenales, prelados, sacerdotes y laicos que trabajan en la Curia, además de otros gastos generales de trabajo, están los cos-tos de la diplomacia vaticana; la Santa Se-de tiene relaciones con 179 países y más de 40 organizaciones, organismos y progra-mas internacionales, incluidas la Organi-zación de las Naciones Unidas y la Unión Europea.5 Luego figuran los viajes de pere-grinación del Papa para visitar a los católi-cos de todo el mundo. Por último, desde la primera y la segunda guerras mundiales, la Santa Sede ha sido un importante con-tribuyente de ayuda humanitaria; así, en 2011 afirmó haber invertido 49 millones de euros en obras apostólicas y caritativas; es decir, apoyo a las iglesias más pobres de África y Asia y ayuda humanitaria

Otra fuente de ingresos para el presu-puesto de la Santa Sede son los beneficios del Banco Vaticano, que ascendieron a 49 millones de euros en 2011. Hay que decir que el Instituto para las Obras de Religión, IOR, como se conoce oficialmente, no es, estrictamente hablando, un banco tal co-mo la gente corriente lo entendería. No tiene cuentas corrientes o depósitos a la vista y no hace préstamos. En realidad, es una organización de inversión, que invier-te en todo el mundo parte del dinero de la Santa Sede, de órdenes y congregaciones religiosas y de personas individuales. El IOR ha tenido una historia accidentada. Fundado en 1942 por el papa Pío XII, ya en 1947 se denunció que el IOR había sido utilizado por un tal monseñor Pretner Cippico para transacciones financieras ilícitas.6 A finales de 1970 y principios de 1980, el IOR se vio envuelto en escándalos sobre las relaciones con un presunto ma-fioso, Michele Sindona, y con Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano con

sede en Milán, que posteriormente que-bró: Calvi fue encontrado muerto bajo un puente en Londres en junio de 1982.7 El arzobispo Paul Marcinkus, presidente es-tadounidense del IOR, fue investigado por las autoridades italianas por su presunta participación en la quiebra, pero se valió de la inmunidad del Estado del Vaticano para evitar el proceso. Al final, el cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado del papa Juan Pablo II, puso a disposición de los acreedores del IOR una cantidad de 241 millones de dólares.

La administración de Angelo Caloia, un banquero católico lombardo, de 1988 en adelante, ayudó a que el IOR se recupe-rara del asunto Sindona-Calvi. Pero, en fecha más reciente, en 2009, afloraron denuncias de lavado de dinero y otras irregularidades en el IOR. En mayo de 2012, el presidente del IOR, Ettore Gott Tedeschi, abandonó súbitamente la orga-nización.8 Ha habido nuevas investigacio-nes de las autoridades italianas sobre una transferencia de 23 millones de dólares entre cuentas corrientes. En marzo del 2012, la empresa estadounidense JP Morgan Chase cerró la cuenta del IOR con su filial italiana. Para colmo de desgracias financieras del Vaticano, por Navidad y Año Nuevo, el Deutsche Bank suspendió el uso de tarjetas de crédito en el Estado del Vaticano: por cierto, ¡es verdad que uno de los idiomas utilizados en los caje-ros automáticos del Vaticano es el latín!

A pesar de que el Estado de la Ciudad del Vaticano es soberano e independiente, se halla rodeado, evidentemente, de terri-torio italiano, usa el euro como su mone-da y, en consecuencia, ha de ajustarse a las normas bancarias de la Unión Europea. Así, en diciembre de 2010, la Santa Sede adoptó medidas para cumplir con las normas más estrictas de regulación del gobierno de las instituciones financieras introducidas a raíz de la crisis bancaria 2007-2008 mediante la creación de una Autoridad de Información Financiera en el Vaticano que actúe como un regulador-

financiero de acuerdo con las directivas de la UE, el FMI y el Consejo de Europa.

¿Por qué –cabría preguntar– una re-ligión mundial necesita en lo más míni-mo tener un banco? Hay un evidente e incongruente contraste entre la posesión de un banco y la santa pobreza de san Francisco y el papa Francisco. Francisco, un hombre de simplicidad apostólica, ya se encuentra incómodo con la pompa y el esplendor del Vaticano que, junto con la monarquía británica, es sin duda uno de los mayores espectáculos de la tierra, co-mo demostraron las escenas del anuncio del nuevo Papa el día 13 de marzo de este año en la plaza de San Pedro. Francisco dice que su preocupación es por los po-bres, que son las personas que realmente importan para él y para la Iglesia. Por otra parte, las obras religiosas y caritativas de la Iglesia católica han de ser financiadas; la Iglesia está muy involucrada en prestar ayuda a los inmigrantes, a las personas que padecen el VIH y el SIDA, a los droga-dictos y a los pobres en muchos países del mundo. Como dijo una vez Margaret Thatcher, ¿cómo el Buen Samaritano ha-bría podido ayudar al hombre que fue ro-bado si no hubiera tenido dinero? Los Evangelios no están contra el capitalismo, como demuestra la parábola de los talen-tos en el evangelio de Mateo.

El nuevo Papa tiene claramente una agenda de reforma de la Curia, que se su-pone que es la razón por la que fue elegido. Se ha comentado mucho que Francisco clausurará el IOR o reducirá sustancial-mente sus operaciones. Podría hacerlo muy fácilmente y transferir su personal e inversiones a otros organismos financie-ros bajo los auspicios de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede –como a la Administración Especial de la Santa Sede– y aun ganar dinero por las inversiones del Vaticano, aunque de forma más discreta. De esa manera se podría li-berar a la Santa Sede de un banco vaticano que siempre tendrá el potencial de atraer la atención negativa de los medios.

4. Véase How the Vatican built a secret property empire

using Mussolini’s millions, en http://www.guardian.

co.uk/world/jan21/vatican-secret-propertyempire-

mussoli..., visitado el 19 de febrero del 2013.

5. Annuario Pontificio, 2012, pp. 448-452.

6. Corrado Pallenberg, Inside the Vatican. 1961,

7. Para una relación detallada de estos episodios,

véase C. Raw, The Money Changers: How the Vatican

bank Enabled Robert Calvi to Steal $250 Millions for the

Heads of the P2 Masonic Lodge. Londres, 1992.

8. http:/www.ilsole24ore.com/art/notizie/ 2012-05-

27/gotti-tedeschi-fatto-dovere-15380, 12-4-2013.

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S ALGO MÁS QUE ANECDÓTICO.

La bandera de todas las institu-ciones europeas, sobre todo la de la Unión, representada por un círculo de 12 estrellas dora-das sobre fondo azul, es de inspiración cristiana. Oficial-mente, se trata de simbolizar los ideales de unidad, solidari-

dad y armonía entre los pueblos europeos. Su au-tor, el estrasburgués Arsène Heitz (1908-1989), que trabajaba en el servicio postal del Consejo de Europa, se mostró complacido por el diseño en aquel momento, pero ningún dirigente se permi-tiría hoy en día recordar que estas estrellas son las que rodean la corona de la virgen María, según el Apocalipsis de san Juan, y que fue un 8 de diciembre (1955), día de la Inmaculada Concepción, cuando el Consejo adoptó este emblema.

Cuando la Unión Europea (llamada entonces Comunidad Económica Europea) lo hizo suyo el primero de enero de 1986, contaba 12 miembros,

con el ingreso de Es-paña y Portugal. El mo-mento era propicio y muchas figuras políti-cas presentaron falsa-mente la enseña en cuestión como “de los Doce”. Con 28 miem-bros, la bandera euro-

pea contará siempre con 12 estrellas… Estrellas que figuran en todas las monedas de euro que circulan en el Vaticano aunque no sea país miem-bro de la Unión Europea.

Entre los que comúnmente se conocen como los principales padres fundadores de Europa, tres de

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Protagonistade la construccióneuropea

Jean-Michel CadiotPERIODISTA Y ESCRITOR, AUTOR DE LES CHRÉTIENS D’ORIENT:

VITALITÉ, SOUFFRANCES, AVENIR, EDITIONS SALVATOR (PARÍS), 2010.

ellos, el francés Robert Schuman (1886-1963), el alemán Konrad Adenauer (1876-1967) y el italiano Alcide de Gasperi (1881-1954) eran fervientes cató-licos y mantenían relaciones con la Santa Sede sin prestar por ello lealtad ciega. Los tres habían com-batido el nazismo o el fascismo. Eran hombres nacidos en fronteras asediadas por la guerra.

El cuarto de esta élite, el belga Paul-Henri Spaak, era socialista y laico. Sin embargo, su cer-canía a dos grandes figuras del partido católico belga, los ex primeros ministros Paul van Zeeland (1893-1973) y Hubert Pierlot (1883-1963), adver- sarios de la versión belga del nazismo, el rexismo databa de antes de la guerra. La oposición de Pierlot y Spaak a la rendición del rey Leopoldo III

Entre los ‘padres fundadores’ de la Europa unida hay tres fervientes católicos: Schuman, Adenauery De Gasperi, y las estrellas de la bandera son las 12 que rodean la corona de la virgen María

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el 28 de mayo de 1940 ante el ejército ale-mán en su avance hacia París y su peligro-so paso por Francia, en plena derrota, pa-ra constituir luego el gobierno belga for-mado en Londres, son hechos que forman parte de la epopeya extraordinaria del sueño europeo.

Desde la Declaración Schuman, ela-borada por el laico Jean Monnet, otro pa-dre fundador –el 9 de mayo de 1950–, demo-cristianos, con todas sus variantes y cierta-mente acompañados de radicales y gaullistas, constituían la fuerza política claramente más europea, en tanto que co-munistas y extremistas de izquierda y de-

recha solían oponerse a las instituciones y decisiones de Bruselas. La crisis política y financiera que conoce actualmente la Unión Europea, la incapacidad de absor-ber las deudas demasiado elevadas en caso de países como Chipre o Grecia, al borde de la quiebra; la crisis que afecta a España, pero también a países pioneros como Italia o Francia, están poniendo a prueba los ci-mientos de Europa, no solo financieros y económicos sino también morales.

Entre los fundadores se suele a olvidar a dos católico. Uno, el francés Richard Cou-denhove-Kalergi (1894-1972), de padre austrohúngaro y madre japonesa, funda-

dor de la Unión Paneuropea en 1922 –al-gunos de cuyos sucesores son personalida-des como el duque Otto de Habsburgo-Lorena y posteriormente, desde 2004, el ex diputado gaullista Alain Terrenoire, diseñador de lo que serán el Parlamento Europeo y la CECA desde 1923 y que pro-puso la Oda a la alegría de Ludwig van Beethoven con su texto de Friedrich Schiller, lleno de espiritualidad religiosa, como himno europeo–. El segundo es Marc Sangnier (1873-1950), quien en los años 20 reunía cada año a jóvenes france-ses y alemanes en sus “congresos interna-cionales democráticos por la paz” para

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reconciliar a los dos pueblos, base de la construc-ción europea. Hay que citar aquí al infatigable sa-cerdote italiano Luigi Sturzo (1871-1959), fundador en 1918 del Partido Popular Italiano –antecedente de la Democracia Cristiana (DC)–, adversario in-flexible, en el exilio, de Benito Mussolini.

Como sucesor de papas muy activos, o atentos a todo lo relacionado con la política europea, Francisco, argentino, primer Papa no europeo de la era moderna, habrá de involucrarse en las aven-turas del viejo continente con cierta perspectiva (bienvenida sea). Así lo ha manifestado él mismo, y se trata de una vuelta a los orígenes en el marco de la geopolítica del Vaticano: es, en primer lugar, el obispo de Roma. Debido a ello es el jefe de la Iglesia católica, pero en absoluto un líder de una potencia política europea.

La CEE nació en plena guerra fría. El Vaticano, opuesto al comunismo ateo de la URSS y de sus ami-gos, apoyó como algo natural la construcción de una Europa libre, aliada de Estados Unidos, sin ava-lar sin embargo su sistema económico de signo li-beral ni mucho menos.

Europa: visiones de pazLa idea europea es tan antigua como Europa.

Todos los imperios han soñado con ella. La idea de una Europa unida germinó en el siglo XVII. Sus defensores solían ser protestantes que abogaban por esta idea en aras de un apaciguamiento religio-so. Sin embargo, la primera proposición concreta emana, en 1623, del monje católico Emeric de Crucé en El nuevo Cineas, donde postula “una asam-blea permanente de los príncipes europeos”. El duque de Sully, protestante, en su Gran proyecto bajo la invocación de Enrique IV apelaba en 1638 a una “Europa muy cristiana” dirigida por un “gran Consejo de Europa”, cristiano por supuesto, que reuniría a las potencias europeas, incluido el papa-do. En 1625, el jurista holandés Hugo Grotius, asi-mismo protestante, abogaba por una “sociedad de naciones europeas” y, en 1693, el cuáquero inglés William Penn pedía que toda Europa fuera gober-nada por una “Dieta europea”, preludio de los “Estados Unidos de Europa”.

El historiador y filósofo Joseph Hours (1896-1963) denunció en repetidas ocasiones la “Europa vaticana” y compendió la construcción europea en la obsesión de “revivir el Sacro Imperio Romano Germánico”, desaparecido en 1806, después de la coronación de Napoleón. Este hombre influyente, sin embargo, era un miembro del Movimiento Republicano Popular (MRP) que, al tiempo que se declaraba laico y rechazaba la etiqueta de cristiano,

fue el principal promotor de la construcción europea. El MRP fue creado en 1944 por resistentes, cuyos principales dirigentes, en-tre ellos Marc Sangnier, Georges Bidault, Francisque Gay y Mau-rice Schumann eran todos fer-vientes católicos y abogaban por el cristianismo social.

“Construir la unidad euro-pea no consiste en pergeñar en una ignota ciudad intemporal e interplanetaria una construcción jurídica armoniosa y pura; es, en primer lugar, revivir el sacro im-perio”, decía Hours en La vie inte-llectuelle, en octubre de 1950.

El siglo XIX fue el de las na-ciones-Estado. Victor Hugo, parti-dario de los “Estados Unidos de Europa”, pero también el cristiano Hugues-Félicité Robert de Lamennais, adalid implacable de la libertad religiosa antes de ser condenado por Roma y que apeló en su Acta de unión (15-11-1831) a todos los católicos de espíritu libre en Europa a reunirse en una “vasta federación”, se mostraron vehementemente euro-peos. La revolución de 1848, socialista y en muchos aspectos cristiana, tuvo una amplia dimensión europea. No obstante, fue después de la guerra de 1914-1918, la gran guerra, cuando se concretó el concepto de integración europea. Siempre según una perspectiva de reconciliación y paz.

Construir Europa es acercar las distintas eco-nomías, facilitar el comercio, inspirarse en mode-los sociales, actuar juntos. Un primer ejemplo: el 25 de septiembre de 1907 la revista Le Sillon, dirigida por Marc Sangnier, ensalza el movimiento coopera-tivo, en la línea de Charles Gide, el economista –tío del escritor André Gide–, uno de los arquitectos más destacados de este movimiento en Francia. Jacques Fonlupt hace hincapié en la revista en que las cooperativas en Europa reúnen cinco millones de miembros y mantienen relación con 25 millones de personas. Fonlupt valora como modelo la expe-riencia británica, la Sociedad Equitativa de Pioneros de Rochdale –donde empezó todo–, formada en 1844 por “28 tejedores de franela pobres” que se unieron y fundaron una cooperativa de consumo, modalidad que se extendió por Europa y más allá del continente. La cooperativa, dijo Fonlupt, “resta-blece ciertas formas de honradez comercial, ofrece productos de forma limpia y sin trampa, moraliza el mercado”. Al suprimir el lucro, tiende a suprimir la explotación del hombre por el hombre porque

Con la guerra fría en pleno apogeo, el Vaticano apoyó como algo natural la construcción de una ‘Europa libre’, aliadade Estados Unidos,aunqueno avaló su sistema de liberalismo económico

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instrumenta una forma moderna de la autoridad, pues en definitiva la democra-tización solo es posible a través de la prác-tica de una moral superior”.

Si bien el cuadro descrito del sistema cooperativo es idílico y Le Sillon no mencio-na explícitamente la construcción euro-pea, las bases y el espíritu de estos cristia-nos que aman la democracia prefigurarán la CECA y el tratado de Roma.

El Vaticano, el mundo cristiano y la Europa de entreguerras

León XIII, atrapado en una Italia monárquica muy anticlerical, puso en marcha el diálogo con los anglicanos y pidió a los franceses que acataran las leyes republicanas. Tal postura de adhesión sa-cudió a la Iglesia de Francia, entonces de mayoría monárquica. El Papa no quería decidirse entre los modelos europeos. En su encíclica Rerum novarum (1891), el funda-mento de la doctrina social de la Iglesia, propugna una mayor justicia social y atiende a la condición de los obreros, al tiempo que denuncia tanto el liberalismo económico como el socialismo.

El intervalo de Pío X (1903-1914), Papa muy antimodernista, no detendrá el avance de la Iglesia. En 1915, mientras los católicos franceses y alemanes abrazan sus respectivas causas nacionales, Bene-dicto XV (Papa desde 1914 hasta 1922) es la voz de la paz y recibe a Sangnier como emisario de Aristide Briand –otro gran europeo, que abogó por una “Unión Europea” en 1929– a pesar de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y París.

Pío XI (de 1922 a 1939) será recorda-do como el Papa de la apertura. Tras lograr de Benito Mussolini una forma de inde-pendencia para el Vaticano (los Pactos de Letrán, en 1929), tuvo que hacer frente al fascismo –que lanzó la guerra en Etiopía, una guerra que él no avaló–; al nazismo, del que los católicos y el partido Zentrum, cercano al Papa, fueron especialmente víctimas; a la guerra civil española, duran-te la cual la Iglesia, en su mayoría, apoyó a Franco. Acosado por regímenes autorita-rios o fascistas que se proclamaban cristia-nos, apoyó los intentos de reconciliación europea y condenó en 1926 a la Acción

Francesa de Charles Maurras, muy influ-yente en Europa, que abogaba por el nacio-nalismo integral y el antisemitismo nacional.

Pío XII, papel activo junto a las democracias occidentales

En la posguerra, Europa, exangüe, había de volver a construirse. Después de la victoria común y la división de Europa en Yalta (1945) en dos bloques, llegó ense-guida la guerra fría. En Francia, el MRP, cuyo presidente de honor era Sangnier, dirigía la política exterior de forma alter-nada con Georges Bidault –que reincorpo-ró a Italia al concierto de las naciones– y Robert Schuman, personalidad mejor vista en el Vaticano.

Pío XII fue muy influyente entre los democristianos en Italia y abrazó su anti-comunismo. Desde luego, después de la muerte de Stalin, en 1953, y hasta la inter-vención en Hungría en 1956, los contactos de alto nivel soviético-vaticanos se centra-rían en cuestiones de paz y seguridad. ¡Habría que esperar hasta marzo de 1990 para la apertura de relaciones diplomáti-cas entre el Vaticano y la Unión Soviética! Menos de dos años antes del hundimiento de la URSS...

Si bien el MRP figuraba en coalicio-nes con la izquierda, contaba también con puertas de acceso al Vaticano. Jacques Maritain, figura del humanismo cristiano, visceralmente europeo, era embajador ante la Santa Sede. La persecución contra los católicos en el Este, en la URSS pero también en Hungría (el cardenal Joszsef Mindzensky fue encarcelado de 1949 a 1956), Polonia (el cardenal Stefan Wys-zynski fue encarcelado de 1953 a 1956), la incorporación autoritaria en Ucrania y Rumanía de los grecocatólicos (uniatas) a la Iglesia ortodoxa y la práctica ausencia de diálogo con las capitales comunistas hacen del Vaticano un aliado ferviente de Occidente. Del tratado de Bruselas en marzo de 1948, iniciado por Bidault, que puso las bases de la OTAN y de la UE (en-tonces sin Alemania, pero con el Reino Unido) hasta el comienzo de la política de distensión en la década de 1960, la diplo-macia papal iría al unísono con el mundo libre. Todas las etapas de la construcción europea son, pues, bienvenidas, y el

Vaticano lamenta, en 1954, el rechazo de la Comunidad Europea de Defensa (CED). El apogeo de esta alianza llega con el repi-que de campanas con ocasión de la firma del tratado de Roma, 25 de marzo de 1957. Ese día “es el acontecimiento político más importante, el más significativo, de la historia de la ciudad eterna”, dice L’Osservatore Romano.

Poco después, el 13 de junio de 1957, en presencia de Robert Schuman, Pío XII deplora que la Comunidad se limite “a la esfera económica” y expresa el deseo de que “se extienda a los sectores comprome-tidos con los valores morales y espiritua-les”. Queda claro. Sin ser miembro de la Comunidad Económica Europea, el Va-ticano es “de este bando”. Los adversarios son el Comecon y el Pacto de Varsovia. Con matices: el Vaticano ve con simpatía el Movimiento de Países No Alineados y continúa denunciando el capitalismo. Poco a poco, con la llegada de Juan XXIII (Papa de 1958 a 1963), cambia el tono. Es hora de diálogo, primero con los judíos y los musulmanes, pero también, en la medida de lo posible, con los comunistas.

Juan XXIII, el ‘buen papa Juan’, amigo de los franceses

El buen papa Juan no era en absoluto favorito para suceder a Pío XII. Se le consi-deraba persona simpática, piadosa, vital. Amante de la plegaria... y de las recepcio-nes. Todo esto es indudable, pero hay que añadir que su personalidad era muy rica y su experiencia internacional muy sóli-da. No fue el Papa de transición previsto, sino el que enseguida se lanzó a la extraor-dinaria aventura del concilio Vaticano II (1962-1965), que revolucionó y modernizó la Iglesia. Después de haber sido delegado apostólico en Grecia, pero también en Turquía, donde se familiarizó con el is-lam, representó al Vaticano en París de 1944 a 1953. En París recibió a los respon-sables del MRP, a los más ardientemente europeos: Marc Sangnier Francisque Gay, Georges Bidault, Maurice Schumann, Robert Schuman. A veces él mismo les preparaba una polenta aunque en el or-den del día figuraba en lugar destacado el porvenir de la Europa cristiana.

Sin embargo, el futuro Papa topó

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con el MRP y con el presidente del gobier-no provisional, Charles de Gaulle, que quería una mayor depuración del episco-pado comprometido con el régimen de Vichy. De todos modos acogió con gran amabilidad todas las iniciativas europeas adoptadas bajo su nunciatura.

Pablo VI, distensióny acercamiento de los pueblos

El cardenal Montini, elegido papa en pleno concilio, acentuó aún más la aper-tura al mundo. El Vaticano salió de una vez de su aislamiento. El concilio, finali-zado en diciembre de 1965, fue justo lo opuesto de un repliegue sobre la pequeña Europa. Constituyó el acercamiento espec-tacular a los ortodoxos, los protestantes, los judíos y los musulmanes, pero tam-bién tuvo numerosos gestos para con los no creyentes. En el plano político, Pablo VI abrazó la política de distensión, próxima a De Gaulle, que fue asimismo un gran católico europeo, firmante del tratado del Elíseo en 1963 con Adenauer.

La palabra Europa no aparece en los numerosos textos oficiales del concilio Vaticano II. Y con razón. La Iglesia católica se concibe universal y el énfasis en Europa contradiría este deseo de univer-salidad. Sin embargo, algunos textos pa-recen apuntar directamente en esa direc-ción. El período en cuestión ya no es el de una condena frontal del comunismo por parte de un Pío XII, sino el de un recorda-torio de la doctrina social, de la voluntad de paz de la Iglesia y también de la disten-sión. Así, la constitución pastoral Gaudium et spes (sobre la Iglesia en el mundo ac-tual), en su capítulo III, parte 63, se dirige de hecho a los europeos, de ambos cam-pos: “muchos hombres, sobre todo en re-giones económicamente desarrolladas, parecen como dominados por lo econó-mico; casi toda su vida personal y social se halla imbuida de un cierto economismo, hecho que sucede tanto en los países favo-rables a la economía colectivizada como en los demás”. El Concilio se refiere cons-tantemente a la “conciencia” y la “res-ponsabilidad” de los hombres, como una caja de resonancia de la actitud de Marc Sangnier y de la “la dignidad de la perso-na humana”, cara a Maritain, pero tam-

bién a otro cristiano de dimensión euro-pea, Emmanuel Mounier, el principal inspirador de Jacques Delors, católico socialista, durante mucho tiempo presi-dente de la Comisión Europea.

En el capítulo IV, 42, de la Gaudium et spes, leemos: “La Iglesia reconoce, además, cuanto de bueno se halla en el actual di-namismo social; sobre todo, la evolución hacia la unidad y los progresos hacia una sana socialización y solidaridad en el pla-no civil y económico. […] La Iglesia no está ligada a ninguna forma particular de civi-lización humana ni a ningún sistema po-lítico, económico y social.”

Pablo VI no olvida, sin embargo, su Europa. El 24 de octubre de 1964 procla-ma a san Benito “patrono de Europa” y se refiere “al cuidado y amor del orden y la justicia” de este santo, afirmando su “ple-no asentimiento a este movimiento que tiende a lograr la unidad de Europa”.

Juan Pablo II,protagonista decisivo

Juan Pablo II, el Papa de la sonrisa, reinó solo unas semanas en 1978. Al elegir a su sucesor Karol Wojtyla, el cardenal polaco y opositor al régimen de Varsovia, los cardenales sabían que la Iglesia entra-ba en confrontación directa con el campo soviético. El atleta de Dios, gran estratega geopolítico, multiplica los viajes para despertar “al pueblo católico”. Su segun-da visita en el extranjero es a su país natal –del 2 al 10 de junio de 1979– ¡adónde irá nueve veces! El general Wojciech Jaru-zselski intenta detener el frenesí popular. No hay ningún incidente. Pero no impor-ta. El sindicato Solidaridad, nacido al año siguiente, vinculado directamente al Papa, hace temblar al régimen. El telón de acero empieza a caer. La década 1980-1990 asiste, bajo los golpes combinados de esta batalla espiritual de Juan Pablo II y de la amenaza de la guerra de las galaxias del presidente estadounidense Ronald Rea-gan, a la erosión gradual de la confianza en el Este. En 1985, cuando Mijaíl Gorba-chev lanza la perestroika y se abre hacia el oeste, se inicia un verdadero diálogo con el Papa. Pero el poder –político– ha cam-biado de bando. Un día de Navidad, en 1991, la Unión Soviética naufraga.

Juan Pablo II apoya la independencia de Croacia, católica, y se esfuerza en pro-nunciar –fuerte decisión política– su bendición urbi et orbi en croata y en serbio, enterrando el serbocroata…

Juan Pablo II, favorable a la amplia-ción, quiere que su Polonia ingrese en la Unión Europea. Las adhesiones, el 1 de mayo de 2004, de su amada patria y de otros siete países del este, en el atardecer de su vida, serán para él una alegría in-mensa. En junio de 2003 los polacos, a instancias del Papa, habían plebiscitado esta adhesión en un 77,45 por ciento. El presidente Aleksander Kwaniewski había dado las gracias calurosamente al sobera-no pontífice, quien expresó el deseo, la misma noche, de que la integración “con-tribuyera a solucionar los problemas so-ciales y económicos que son las conse-cuencias de la división artificial de Europa en tiempos anteriores”. Para el Papa, se había cerrado el círculo. No obstante, la-mentaría no haber podido hacer inscribir en la Constitución Europea la referencia a las “raíces cristianas de Europa”.

Benedicto XVI,intelectual europeo

Es un humanista, un gran teólogo que sucedió en 2004 al Papa polaco. El alemán Joseph Ratzinger es, principal-mente, europeo. “El proceso de unifica-ción es, en cualquier caso, una obra de gran alcance que permite a este continen-te, minado durante mucho tiempo por constantes conflictos y desastrosas gue-rras fratricidas, viva un período de paz que no había conocido desde hace mucho tiempo”, subrayó en septiembre de 2007, en Viena.

En abril de 2008, en Roma, precisó: “Hoy, Europa, que acaba de salir de un si-glo profundamente herido por dos gue-rras mundiales y por el derrumbe de las grandes ideologías que resultaron ser trágicas utopías, busca su propia identi-dad”, que implica “una renovación ética y espiritual”.

La renovación ética y espiritual de-seada por Benedicto XVI se habrá de ver sin duda obstaculizada por los dramas económicos, financieros y sociales que socavan Europa.

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MEDITACIÓN, APOSTOLADO Y CARIDADSon numerosas las órdenes e incontables las congregaciones de la Iglesia católica dedicadas a misiones de apostolado. Las más conocidas son las órdenes monásticas y mendicantes, de vida contemplativa, y las de clérigos regulares y congregaciones de vida activa dedicadas a la misión evangélica, la enseñanza, a la caridad en general y a la atención de enfermos y necesitados en concreto. La orden más antigua fue fundada por san Benito en el siglo VI, algunas en la Edad media y muchas en el siglo

VIDA CONTEMPLATIVAÓRDENES MONÁSTICAS

REGLASDE LOS

MENDICANTES

FranciscanosOrdo Fratum Minorem (OFM)SAN FRANCISCO DE ASÍSAsís (Italia), 1209Romawww.ofm.org/ofm/?lang=es

DominicosOrdo Fratum Predicatorum (OFP)SANTO DOMINGO DE GUZMÁNToulouse (Francia), 1215Romawww.op.org/es

AgustinosOrdo Fratum Sancti Augustini (OSA)SAN AGUSTÍN E INOCENCIO VIRoma, 1244Romawww.augustinians.net/index.php?page=agostinos

MercedariosOrdo Beatæ Mariæ Virginis de Redemptione Captivorum (O de M)SAN PEDRO NOLASCOBarcelona, 1218Romawww.ordenmerced.org/index.php/es

CapuchinosOrdo Fratum Minorum Cappuccinorum (OFMCap)MATEO DE BASCIO Y LUDOVICOY RAFAELE DI FOSSOMBRONE (reforma)Albacina (Italia), 1525-1528Romawww.ofmcap.org

CarmelitasOrdo Fratrum Beatissimae Mariae Virginis de Monte Carmelo (O. Carm.)SAN BARTOLOMÉ DEL MONTE CARMELOMonte Carmelo (Palestina), siglos XII-XIII Romawww.ocarm.org

ClarisasOrdo Sanctae Clarae (OSC)SANTA CLARA Y SAN FRANCISCO DE ASÍSAsís (Italia), 1212Roma

TrinitariosOrdo Ssmae Trinitatis (OSST)SAN JUAN DE MATA Y SAN FÉLIX DE VALOISRoma, 1198Romawww.trinitari.org/

JuaninosOrdo Hospitalarius Sancti Ioannis de Deo(OH/FBF)SAN JUAN DE DIOSGranada, 1572Romawww.oh-fbf.it

OTRASREGLAS

REGLA DESAN BASILIO

BasilianosOrdo Basilianus Sancti IosaphatSAN JOSAFAT KUNCEWIČVilnius (Lituania), 1617Romawww.osbm.in.ua

JerónimosOrdo Sancti Hieronymi (OSH)SAN JERÓNIMO DE ESTRIDÓNLupiana (España), 1089Santa María del Parral (Segovia, España)www3.planalfa.es/msmparral

UrsulinasOrdo Sanctae Ursulae (OSU)SANTA ANGELA MERICIBrescia (Italia), 1535Romawww.ursulines-ur.org

REGLA DESAN BRUNO

CartujosOrdo Cartusiensis (Cart.)SAN BRUNO DE COLONIABosques de Chartreuse (Francia), 1084Saint Pierre de Chartreuse (Francia)www.chartreux.org

REGLA DESAN BENITO

BenedictinosOrdo Sancti Benedicto (OSB)SAN BENITO DE NURSIAMontecasino (Italia), 529Romawww.osb.org

CisterciensesOrdo Cisterciensis (O. Cis.)SAN ROBERTOMolesme (Francia), 1075Romawww.cistercensi.info

TrapensesOrdo Cisterciensis StrictorisObservantiae (OCSO)ARMAND-JEAN LE BOUTHILLIER DE RANCÉOrne (Francia), 1098Romawww.ocso.org

ÓRDENES MENDICANTES

· NOMBRE ·· FUNDADOR ·

· CIUDAD Y AÑODE LA FUNDACIÓN ·

· SEDE ·· WEB ·

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XIX y su presencia, como la de las congregaciones, se extiende por todo el mundo. La mayoría ellas están formadas por religiosos y religiosas. Dada la imposibilidad material de dejar constancia de todas, en esta infografía aparecen solo 35 de estas instituciones, seleccionadas en función de su historia, arraigo, actividad o de su difusión internacional.

VIDA ACTIVACONGREGACIONES / INSTITUTOS

CLÉRIGOS REGULARES

JesuitasCompañía de Jesús (Societas Jesu, SJ)

SAN IGNACIO DE LOYOLAParís, 1534

Romawww.sjweb.info

CamilianosOrdo Clericorum Regularium Ministrantium Infirmis (MI)

SAN CAMILO DE LELISRoma, 1582

Romawww.camilliani.org

EscolapiosOrdo Clericorum Regularium Pauperum Matris Dei Scholarum Piarum (Sch P)SAN JOSÉ DE CALASANZRoma, 1617Romawww.scolopi.org

TeatinosOrdo Clericorum Regularium vulgo Theatinorum (CR)SAN CAYETANO DE THIENE, J. P. CARAFA (PAULO IV),B. DE COLLE Y P. CONSIGLIERI.Roma, 1524Romawww.teatino.es

ACTIVIDADESPRINCIPALES

APOS

TOLADO EDUCATIVO, ACCIÓN MISIONAL,

SOCIAL E INTELECTUAL

ATENCIÓN A ENFERMOS

Y NECESITADOS APOSTOLADO

DE

PERFECCIÓN EVAN

GELI

CA

APOSTOLADO EDUCATIVO, ACCIÓN MISIONALATENCIÓN A ENFERMOS Y NECESITADOSAPOSTOLADO MISIONAL

EVAN

GELI

ZA

CIÓN, FORMACIÓN SACERDOTAL

Vicentinos/Padres paúlesCongregatio Missionis (CM)SAN VICENTE DE PAÚL

Francia, 1625Roma

www.cmglobal.org

SalesianosSalesiani Don Bosco (SDB)/Figlie María Auxiliadora (FMA)

SAN JUAN BOSCOValdocco (Turín), 1859

Romawww.sdb.org/es

ClaretianosCordis Mariæ Filius (CMF)

SAN ANTONIO MARÍA CLARETVic (Barcelona), 1849

Romawww.claret.org

Hermanos de La SalleInstitutum Fratrum Scholarum Christianorum (FSC)

SAN BAUTISTA DE LA SALLERoma, 1725

Romawww.lasalle.org

MaristasFratrum Maristae Scholarum (FMS)

SAN MARCELINO CHAMPAGNATLa Valla-en-Gier (Francia), 1817

Romawww.champagnat.org

TeresianasSAN ENRIQUE DE OSSÓ Y CERVELLÓ

Tarragona, 1876Roma

www.stjteresianas.pcn.net

Compañía de María de LestonnacSocietatis Mariae Dominae Nostrae

SANTA JUANA DE LESTONNACBurdeos, 1608

Romawww.lestonnac-odn.org

Reparadores (Madres/Padres de Picpus)Congregatio Sacrorum Cordium Iesu et Mariae necnon adorationis perpetuae

SS. Sacramenti altares (SS CC)PEDRO COUDRIN Y ENRIQUETA AYMER DE LA CHEVALERIEParís, 1800Romawww.ssccpicpus.com

PasionistasCongregationis Passionis (CP)SAN PABLO DE LA CRUZMonteargento (Italia), 1720Romawww.passiochristi.org

OratorianosCongregatio Oratorii Sancti Philippi Nerii (CO)

SAN FELIPE NERIRoma, 1575

Romawww.oratoriosanfilippo.org/index.html

Religiosos de Santa CruzCongregatio a Santa Cruce (CSC)

BASILE-ANTOINE MARIE MOREAULe Mans (Francia), 1837

Romawww.holycrosscongregation.org

ACTIVIDADESPRINCIPALES

RedentoristasCongregatio Sanctissimi Redemptoris (CSsR)

SAN ALFONSO MARÍA LIBORIOScala (Italia), 1732

Romawww.cssr.com

Misioneros del Verbo Divino Societas Verbi Divini (SVD)

ARNOLDO JANSSEN.Steyl (Holanda), 1875

Romawww.svdcuria.org

Hermanas HospitalariasHermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús (HHSSCC)

SAN BENITO MENNICiempozuelos (Madrid), 1881

Romawww.hospitalarias.org

Misioneras de la Caridad (MC)MADRE TERESA DE CALCUTA

Calcuta, 1950Roma

www.mcpriests.com

Hermanitas de los PobresJUANA JUGAN

Saint-Servan (Francia), 1839Roma

www.hermanitasdelospobres.es/inicio.htm

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Chester GillisGEORGETOWN UNIVERSITY, WASHINGTON DC.

La influencia vaticana

en las políticaspúblicas de

Estados Unidos

ILLONES DE PERSONAS EN TODO EL

mundo observaron el drama de una renuncia papal y la elección de un nuevo Papa a finales del invierno y principios de la primavera de 2013. Hecho sin precedentes en nuestra época debido a tal renuncia, lo cier-to es que católicos y no católicos si-guieron los acontecimientos con

interés, ya que el Papa es el líder espiritual de más de mil millones de católicos. Algunos, sin embargo, criticaron la amplia cobertura de los acontecimientos que tuvieron lu-gar en el Vaticano. Pensaron que la atención no se justifi-caba y daba demasiada importancia a una figura religiosa que solo ha ejercido su ministerio sobre fieles que son menos de una quinta parte de la población mundial. Ningún otro líder religioso ha recibido nunca tal atención y es posible que los no católicos tengan escaso interés en el funcionamiento interno del Vaticano. Sin embargo, uno de los aspectos del papado, que lo diferencia de otras fun-ciones religiosas, es que el Papa no es solo un líder espiri-tual, sino también un líder temporal y político como cabe-za de la Santa Sede, que representa al Estado de Ciudad del Vaticano en la escena política. El Papa es un líder mundial, así como un líder espiritual.

El brazo político del Vaticano es conocido como la Santa Sede. Reconocido como un Estado, el Vaticano posee un cuerpo diplomático y mantiene relaciones políticas con países de todo el mundo. A través de la Santa Sede, el Vaticano tiene un estatus de observador permanente ante las Naciones Unidas, mantiene relaciones con los distintos estados, da su opinión sobre las políticas públicas en todo el mundo y desarrolla su actividad diplomática. La Santa Sede es el gobierno de la Iglesia con su propio cuerpo de diplomáticos formados por la Iglesia en una escuela espe-cial para diplomáticos. La Curia romana funciona como estructura de gobierno, con una Secretaría de Estado y una serie de dependencias administrativas que supervisan las actividades cotidianas de la Iglesia y se relacionan con los diplomáticos y líderes de países de todo el mundo. La Santa Sede sigue existiendo aun cuando no haya Papa durante el período conocido como “sede vacante”, el período entre, en este caso, la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco o, en el pasado, entre la muerte de un sumo pon-tífice y la elección de su sucesor.

Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas con la Iglesia a través de la Santa Sede. Hasta el 29 de junio de 1909, Roma consideró a la Iglesia estadounidense como un terri-torio de misión; es decir, el catolicismo no estaba allí plena-mente establecido y la tarea de consolidar la Iglesia en Estados Unidos requería una importante ayuda y colabora-ción de clero extranjero asignado por el Vaticano para tra-bajar en Estados Unidos. El estatus de la Iglesia en Estados Unidos cambió en 1909 cuando el papa Pío X firmó la

M

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constitución apostólica Sapienti consilio (sobre la Curia romana). Hasta ese mo-mento la Iglesia estadounidense había estado bajo la jurisdicción de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, en el Vaticano, una oficina encargada de la difusión de la fe y el florecimiento de la Iglesia en tierras extranjeras. Desde el momento de la firma de esa constitu-ción apostólica, la iglesia en Estados Unidos ha crecido de manera constante. Hoy en día, un 23 por ciento de los esta-dounidenses se identifican como católi-cos y los católicos estadounidenses apor-tan más apoyo financiero al Vaticano que cualquier otra nacionalidad.

Es una ironía que fuera el presidente Ronald Reagan, protestante, no el presi-dente católico John F. Kennedy, y el papa Juan Pablo II, quienes el 10 de enero de 1984 acordaran que Estados Unidos tuvie-ra representación en Roma a través de un embajador. William Wilson fue el primer plenipotenciario estadounidense en el Vaticano, nombrado por el presidente Reagan. Si se incluye tal nombramiento, ha habido nueve embajadores, el último de los cuales fue un teólogo llamado Miguel Díaz, que sirvió en el puesto desde el 5 de agosto de 2009 hasta el 13 de no-viembre de 2012. El cargo se halla vacante a la espera de un nuevo nombramiento por el presidente Barack Obama.

Doce presidentes de Estados Unidos han visitado papas en el Vaticano. El pri-mero en hacerlo fue Woodrow Wilson, quien se reunió con el papa Benedicto XV en 1919. Justo 40 años más tarde, en 1959, Dwight D. Eisenhower se reunió con el papa Juan XXIII. Desde entonces, cada presidente de Estados Unidos ha hecho al menos una visita al Vaticano para reunir-se con el Papa; John F. Kennedy en 1963, Lyndon B. Johnson en 1967, Richard M. Nixon en 1969 y 1970 y Gerald R. Ford en 1975. Jimmy Carter visitó al papa Juan Pablo II en 1980. Ronald Reagan se reunió con Juan Pablo II en 1982 y 1987 y luego dejó la presidencia. George H. W. Bush se reunió con él en 1989 y 1991. Bill Clinton le visitó en 1994. George W. Bush se reunió con el papa Juan Pablo II en 2001 en la vi-lla pontificia de Castel Gandolfo y en el Vaticano en 2002 y en 2004. Asistió al fu-

neral de Juan Pablo II en 2005 y visitó el Vaticano en 2007 y en 2008 para reunirse con el papa Benedicto XVI. El presidente Barack Obama se reunió con Benedicto XVI el 10 de julio de 2009 en el Vaticano y envió al vicepresidente Joe Biden a repre-sentar a la presidencia estadounidense en la ceremonia de investidura del papa Francisco. El 6 de octubre de 1979 el presi-dente Jimmy Carter dio la bienvenida a Juan Pablo II, el primer Papa en visitar la Casa Blanca. El 16 de abril de 2008 el pre-sidente George W. Bush recibió a Be-nedicto XVI en la Casa Blanca.

El 7 de junio de 1982 el presidente Reagan se reunió con el papa Juan Pablo II en el Vaticano. Fue un encuentro no solo de líderes mundiales, sino también de mentalidades parecidas con relación a su oposición al comunismo. Karol Wojtyla había vivido bajo un régimen comunista en Polonia, y Ronald Reagan consideraba a la Unión Soviética como una amenaza para la paz mundial y como el enemigo más amedrentador de Estados Unidos. Al mismo tiempo, el cardenal Agostino Ca-saroli y el arzobispo Achille Silvestrini se reunieron con el secretario de Estado Alexander Haig y el juez William Clark, consejero de Seguridad Nacional de Rea-gan. Es bien sabido que el papa Juan Pa- blo II y el presidente Reagan trabajaron para poner fin a la Unión Soviética. Ri-chard Allen, primer consejero de Seguri-dad Nacional de Reagan, describió la rela-ción entre el Papa y el presidente esta-dounidense como una de las grandes alianzas secretas de todos los tiempos.

El papa Juan Pablo II se opuso a la guerra del Golfo de 1991 y a las posteriores sanciones de la ONU. En 2003, cuando Estados Unidos emprendió una operación militar contra Iraq, lo hizo en contra del consejo del Vaticano. El Vaticano calificó la invasión de “derrota para la razón y para el Evangelio”. En el que resultó ser un encuentro oficial incómodo para el presidente de Estados Unidos en 2004 en el Vaticano, el papa Juan Pablo II volvió a recordar al presidente George W. Bush que el Vaticano se oponía a la interven-ción militar de Estados Unidos en Iraq y describió el trato a los prisioneros iraquíes por parte de Estados Unidos como “deplo-

rable”. En 2007, el papa Benedicto XVI re-husó una solicitud de la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, para reunirse a fin de debatir sobre Oriente Medio e Iraq debido a su constan-te oposición a la intervención de Estados Unidos y a que Estados Unidos se negó a adoptar cualquier medida susceptible de ayudar a los cristianos iraquíes que su-frían las consecuencias de la guerra. En su mensaje de Pascua de 2007, Benedicto XVI reiteró una vez más su desagrado con respecto a la política de Estados Unidos diciendo: “Nada positivo viene de Iraq, ensangrentado por continuas matanzas mientras huye la población civil.”

El alcance político de la Iglesia se extiende mucho más allá de los muros del Vaticano. Incluso un examen somero de la actividad política en Estados Unidos pone de manifiesto que la Iglesia da su opinión sobre numerosas cuestiones so-ciales y políticas. La Iglesia a menudo asume el papel de guardián de la moral en la sociedad estadounidense. La Iglesia, mediante determinadas reglas y declara-ciones entendidas como obligatorias para los católicos, intenta también influir en la cultura en sentido más general, propor-cionando normas y directrices morales; por ejemplo, en relación con el esfuerzo por impulsar el movimiento provida bien organizado y financiado y en su oposición al matrimonio del mismo sexo. En la prác-tica, algunos católicos hacen caso omiso de las normas propuestas y a algunos no católicos les molesta la injerencia de la Iglesia en el ámbito político y personal en la medida en que intenta fijar la brújula moral de la sociedad estadounidense. Sin embargo, las preocupaciones morales constituyen un elemento central de la misión y las enseñanzas de la Iglesia cató-lica, que intenta influir en la política pú-blica tanto en Estados Unidos como en cualquier otro lugar.

Las palabras de Juan Pablo II ante Lindy Boggs, embajadora estadounidense ante la Santa Sede, el 16 de diciembre de 1997, resultan ilustrativas del interés del Papa por el puesto que ocupa la religión en el discurso público: “Sería realmente muy triste que las creencias religiosas y morales en las que se fundó el experimen-

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Los esfuerzos del Vaticano, que desempeña un papel activo en el discurso político y trata de influir en las políticas públicas de Estados Unidos y otros lugares, no siempre se ven coronados por el éxito

to estadounidense pudieran ahora ser considera-das de alguna manera un peligro para una socie-dad libre, de modo que se negara a las personas con tales convicciones –que nutren la vida pública de la nación– una voz activa en el debate y la solución de las cuestiones políticas. Sin duda, la separación original de la Iglesia y el Estado en Estados Unidos no fue un intento de prohibir toda creencia religio-sa en el ámbito público ni una especie de expulsión de Dios de la sociedad civil.”

Ninguna cuestión moral ha dividido tanto a la Iglesia católica en Estados Unidos como la polé-mica sobre el aborto. Aun en el caso de calificarla de cuestión moral, es una señal de que debería considerarse como problema ético-moral-religioso más que como una cuestión de índole social o perso-nal, como muchos analistas políticos la describen. En esta cuestión, los obispos se alinean incondicio-nalmente con el Vaticano. El aborto es, al mismo tiempo, una cuestión de notable carácter privado y un asunto público ampliamente debatido. En este dilema ético, la moral privada y la moral pú-blica chocan en una batalla que ha dividido a la nación además de afectar a la Iglesia. La Iglesia institucional trata de influir en las políticas públi-cas; la Iglesia une su protesta con la de los cristia-nos evangélicos en una alianza que algunos lla-man impía en tanto que determinados obispos y sacerdotes han convertido la cuestión en el centro de atención de su ministerio. Las posturas sobre el aborto son tan causa de división como decisivas. En 1995, en su encíclica Evangelium vitae, Juan Pablo II afirmó que la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto “no ha cambiado y es inmutable […] Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la palabra de Dios escrita; es transmitida por la tradi-ción de la Iglesia y enseñada por el magisterio or-dinario y universal. Ninguna circunstancia, ningu-na finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la ley de Dios que está escrita en cada corazón humano, reconocible por la misma razón y proclamada por la Iglesia”.

En la residencia de verano del Papa, en Castel Gandolfo, en Italia, Juan Pablo II se dirigió al pre-sidente George W. Bush el 23 de julio de 2001 sobre el derecho a la vida, incluyendo una advertencia acerca de la investigación con células madre: “Otra área en donde las opciones políticas y mora-les tienen consecuencias muy graves para el futu-ro de la civilización concierne al más fundamen-tal de los derechos humanos: el derecho a la vida. La experiencia ya está mostrando que un trágico embotamiento de las conciencias acompaña al

ataque a la vida humana inocente en el seno ma-terno, llevando a la acomodación y a la aquiescen-cia frente a otros males afines como la eutanasia, el infanticidio y, más recientemente, las propues-tas de crear, con vistas a la investigación, embrio-nes humanos destinados a la destrucción durante ese proceso […] Estados Unidos puede mostrar al mundo el camino hacia un futuro verdaderamen-te humano, en el que el hombre sea el dueño, y no el producto, de su tecnología.”

A veces, la Iglesia advierte a sus propios segui-dores, como es el caso del documento del Vaticano de 2002 emitido por la Congregación de la Fe (en-tonces dirigida por el cardenal Ratzinger), titulada La participación de los católicos en la vida política. Dice lo siguiente: “Los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia […] Tales leyes deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término na-tural. Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrión humano. Análogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabili-dad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. La familia no puede ser jurídicamente equiparada con otras formas de convivencia, ni estas pueden recibir, en cuanto tales, reconocimiento legal.”

Como puede observarse en estos anteriores ejemplos, el Vaticano desempeña un papel activo en el discurso político y trata de influir en las po-líticas públicas en Estados Unidos. Además, orde-na obispos que representen sus puntos de vista y que, a su vez, intenten persuadir a los católicos estadounidenses de que apoyen las posturas del Vaticano. Por supuesto, tales esfuerzos no se ven siempre coronados por el éxito, pero eso no ha desanimado a la Iglesia a la hora de dar a conocer sus posturas a los católicos y no católicos por igual, así como a los presidentes.

Es probable que el papa Francisco continúe estos esfuerzos. Su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo es bien conocida. Su preocupación por los pobres sin duda se hará evi-dente en sus posturas sobre la pobreza, la distribu-ción de la riqueza y la justicia social. Determinados políticos electos de Estados Unidos pueden estar en desacuerdo con él, pero no pueden hacer como si no le vieran. El papa Francisco representa a un Estado y a una Iglesia que tiene una larga historia de activa influencia política.

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N TEL AVIV NO HAY IGLESIAS NI

sacerdotes ni monjas. Un ni-ño que crezca en Tel Aviv pue-de ver a esas personas –de semblante serio– casi solo en el cine y también ahí general-mente los verá envueltos en misterio. En Jerusalén sí que he podido ver a curas y mon-

jas. Cuando íbamos a pasear por la capital antes de 1967 veía de vez en cuando a religiosos cristia-nos aunque en la parte israelí de la Jerusalén de entonces no había muchas iglesias. Por eso, cuando en 1992 fui nombrado viceministro de Asuntos Exteriores y me vi presidiendo la comi-sión israelí encargada de negociar un acuerdo político con el Vaticano, me sentí como cuando abres un misterioso cajón cerrado con llave den-tro de un armario.

La comisión vatica-na la presidía el vicemi-nistro de Exteriores mon-señor Claudio Maria Celli, y tanto en la parte israelí como en la del Vaticano había juristas y expertos en las relaciones entre ambos estados. Las negociaciones fueron complejas y precisaron de canales informales en paralelo al proceso oficial necesario para estable-cer conceptos que satisficieran a las dos partes; además, había cuestiones prácticas que había que

resolver relacionadas con la autonomía de la edu-cación católica o el estatus fiscal de la Iglesia en Israel. Por fin el 30 de diciembre de 1993 firmamos un acuerdo histórico y toda la comunidad interna-cional nos acompañó en este emotivo momento.

Dentro de la población árabe residente en Israel y Palestina los cristianos constituyen una minoría pequeña, y la mayoría pertenece a la Iglesia griega ortodoxa. Por eso, para el Vaticano era importante garantizar el estatus de los católi-cos y de los numerosos bienes de la iglesia, sobre todo porque ya se oían campanadas de posibles acuerdos de paz, y quería ser considerado en todo lo que se acordara entre israelíes, palestinos y jor-danos. La Iglesia católica creía fundamental asegu-rarse un papel central en Tierra Santa, conservar sus instituciones religiosas, educativas, caritativas así como sus medios de financiación, además de

mantener la autonomía de sus lugares sagrados y, en definitiva, obtener una posición privilegia-da sobre las demás co-munidades cristianas más grandes que ella. Fue la Conferencia de Madrid la que posibilitó

el diálogo entre Israel y el Vaticano, y fueron los acuerdos de Oslo los que llevaron a la firma del acuerdo entre ambos Estados con el correspon-diente intercambio de embajadores.

Para el Vaticano era importante resaltar que

E

Israel: 20 siglosde distanciamientoy 20 años de normalidad

Yossi BeilinDIRIGENTE PACIFISTA ISRAELÍ EX PRESIDENTE DE MERETZ-

YACHAD. DIPUTADO EN CINCO LEGISLATURAS DEL KNESSET.

FUE MINISTRO DE JUSTICIA EN EL GOBIERNO DE EHUD BARAK

(1999-2000) Y UNO DE LOS IMPULSORES DE LOS PROCESOS DE

PAZ DE OSLO Y GINEBRA.

La Conferencia de Madrid y los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP posibilitaron el acuerdo fundamental entre Israel y el Vaticano del 30 de diciembre de 1993

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se trataba de un acuerdo diplomático que no implicaba una reconciliación histórica entre el judaísmo y el cristianismo. Y así era efectivamente aunque tampoco fuese algo relevante. Pero lo cierto es que para muchos sí suponía un acuerdo judeocris-tiano más que un acuerdo entre Israel y el Vaticano, ya que la distinción no resulta-ba tan sencilla.

El primer intento de acercamiento entre el sionismo y el Vaticano lo llevó a cabo Theodor Herzl, el fundador de este movimiento, cuando visitó en 1904 al papa Pío X, para presentarle la idea de llevar a los judíos de Europa a un Estado judío que se establecería en Palestina. El Papa rechazó tajantemente su propuesta; entre otras cosas le dijo a Herlz que los judíos no habían reconocido ni aceptado a Jesús y, por tanto, la Iglesia no iba a reco-nocer las aspiraciones del pueblo judío en Tierra Santa, y mucho menos dejando que los judíos tuvieran el control de lugares sagrados para el cristianismo.

En 1917 el Papa se opuso a la De-claración Balfour: la carta que envió lord Balfour, el ministro británico de Exte-riores, al barón Rothschild donde mostra-ba el apoyo de su gobierno al estableci-miento en Palestina de lo que llamaba “National home for the jewish people”. La razón fundamental de su oposición era que para los cristianos era un problema teológico grave el que los judíos controla-sen lugares sagrados para el cristianismo. Sin embargo, 30 años después, finalizada la Segunda Guerra Mundial, y tras los grandes interrogantes que planteaba la actitud del papa Pío XII ante el holocausto judío en Europa, el Vaticano sí apoyó el plan de partición de las Naciones Unidas, justificándose en que la zona de Jerusalén se declaraba como un corpus separatum, lo que evitaba el dominio judío sobre los santos lugares. Por ello, el Vaticano no te-nía problema alguno en que se establecie-ra un Estado judío en los demás territo-rios de Palestina.

La posición del Vaticano cambió a raíz de la guerra de independencia en 1948, ya que Jerusalén en vez de tener un estatus especial quedó dividida en dos sectores: el oeste, controlado por Israel, y el este, controlado por Jordania. El Va-

ticano expresó su oposición a esta situa-ción y al control israelí de Jerusalén oeste, y en abril de 1949 el papa Pío XII pidió a las Naciones Unidas la internacionaliza-ción de Jerusalén de forma que no se viera afectada por las consecuencias de la gue-rra que habían llevado a su partición. Un año más tarde el Vaticano promovió una resolución de la ONU en relación con el estatus internacional de Jerusalén, pero fracasó. Desde entonces el Vaticano no lo intentó más, pero el distanciamiento con Israel se agudizó.

Durante los años 50 y 60 hubo algu-nos acercamientos: el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Moshe Sharet, se reunió con el papa Pío XII y en 1955 la Orquesta Filarmónica de Israel tocó ante el Papa en el Vaticano, pero quedaba claro que los líderes de la comunidad cristiana en el ámbito internacional temían que un reconocimiento de Israel por parte del Vaticano pudiera desencadenar duras reacciones contra las minorías cristianas en los países árabes. Esa era la razón prin-cipal del distanciamiento.

En el año 1964 el papa Pablo VI visi- tó Oriente Medio y, como quería viajar a Meguido, tuvo que cruzar la frontera en-tre Israel y Jordania. En Israel se creó mu-cha expectación ante la visita del Papa; incluso se acuñó una medalla para con-memorar el hecho, pero ahora, echando la vista atrás, se puede decir que fue una visita que simbolizó más bien el distancia-miento del Vaticano: el Papa se negó a vi-sitar Jerusalén, apenas estuvo unas horas en Israel y reaccionó con bastante frialdad ante el caluroso recibimiento del presi-dente israelí, Zalman Shazar. Era un ejem-plo evidente de falta de empatía. Tres años más tarde, tras la guerra de los Seis Días, Pablo VI pidió que se concediera un es- tatus especial a los lugares santos en Je- rusalén, que ahora quedaban todos bajo dominio israelí.

Pero con el papa Juan Pablo II se pro-dujo un cambio significativo en la actitud de la Iglesia hacia los judíos e Israel. En 1982 recibió en audiencia al ministro is-raelí de Exteriores, Isaac Shamir, quien pudo oír cómo el Papa reconocía pública-mente el derecho del pueblo judío a tener su propio Estado ya que era un derecho

otorgado a todo pueblo. El acuerdo diplo-mático que se firmó en 1993 entre el Vaticano e Israel no habría sido posible sin el apoyo y la implicación de Juan Pablo II. En el año 2000 hizo un viaje oficial a Israel. Definió este viaje como una pere-grinación, pero nadie le consideró un pe-regrino más. Un Papa es un Papa y su visi-ta acaparó la atención del mundo entero, tanto cuando llegó a Jerusalén como cuando visitó el museo del Holocausto Yad Vashem. Unos pocos meses después de su visita, en septiembre de 2000, me recibió en audiencia en el Vaticano. Era un anciano agotado pero con la mente aún despierta, y en nuestro encuentro repasó todo lo que había visto en su visita a Tierra Santa e insistió en la importancia del acuerdo alcanzado entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Yo le dije que los acuerdos no pueden eliminar sentimien-tos muy arraigados y que no era tan inge-nuo como para pensar que un mero acuerdo pudiera acabar con el antisemi-tismo, pero que el pueblo judío valoraba mucho su aportación en la lucha contra el antisemitismo en particular y contra el racismo en general.

Hoy en día el Vaticano se enfrenta al agravamiento de la opresión hacia los cristianos en Oriente Medio. La primavera árabe ha liberado muchas emociones, parte de ellas de carácter religioso. Los cristianos coptos en Egipto llevan más de dos años sufriendo ataques, y los cristia-nos en Siria temen que les ocurra lo mis-mo si finalmente Bashar al-Asad se ve obligado a dejar el poder. Por otro lado, los cristianos están marchándose de Tierra Santa –tanto en la parte israelí co-mo palestina– para residir en América del norte o Suda mérica. En la región donde brotó el cristianismo hay cada vez menos cristianos. Los retos a los que se ha de en-frentar el nuevo Papa de los católicos –la mayoría están ya el hemisferio sur– son muchísimos, pero entre ellos ya no está el problema de la relación entre el Vaticano y el Estado de Israel. Ese proble-ma ya lo solucionamos hace 20 años gra-cias a un Papa conservador pero valiente que demostró que se podían tomar deci-siones inesperadas sin temer consecuen-cias imaginarias.

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A SANTA SEDE ES EL GOBIERNO de la Iglesia católica”, dijo el papa Benedicto XVI hablando de Haití como jefe de Estado delante de las Naciones Unidas en 2010. ¿Qué representa, Haití y América Latina, para la Santa Sede? Durante siglos ni siquie-ra tenía voz y voto en el

Vaticano y en su Curia.1 Pero en los 30 últimos años, tres papas visitaron todos los países ibe-roamericanos, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Francisco anunció, apenas elegido sucesor de Pedro, que iba a Río el 23 de julio de 2013. Francis-co, el santo padre de 2013, es además ibero-americano. Después de la insólita dimisión de Benedicto XVI, los carde-nales de la Iglesia católi-ca eligieron el 13 de mar-zo de 2013 como jefe espiritual y terrenal, por pri-mera vez, uno de sus padres oriundo de América Latina, el ex cardenal de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio. Bajo el nombre de Francisco, es hoy día el máximo responsable de la familia cristiana más

numerosa del mundo y, paradójicamente, de su Estado más pequeño, el Vaticano. La noticia sor-prendió. Nunca antes hubo un sumo pontífice, y obispo de Roma, que no sea europeo. ¿Cómo los príncipes de la Iglesia, europeos en su mayoría, llegaron a tomar esta decisión? Quizás la revisión de lo que por conveniencia se está llamando “diplo-macia del Vaticano en relación a América Latina” puede permitir entender lo que pasó en la capilla Sixtina un día de marzo de 2013.

Probablemente todo vino de la toma de con-ciencia del papa Juan XXIII, en ciertos aspectos extraordinaria, elegido en 1959. Nunca viajó, nun-

ca salió de Italia. Acaso porque la enfermedad no le dejó tiempo. Pero se dio cuenta que la Iglesia católica estaba entrando en crisis por su ausencia de aggiorna-mento, de adecuación al mundo. Perdía fieles,

hablándoles en latín, perdía fieles encerrándose en rituales heredados de la Contrarreforma hija del concilio de Trento, hace más de 400 años. El concilio Vaticano II pretendía recomponer la alian-za del pueblo católico con sus pastores. Se dieron

L

América Latinauna persistente prioridadde la Santa Sede

Jean Jacques KourliandskyDOCTOR EN HISTORIA Y DIPLOMADO EN CIENCIAS POLÍTICAS.

INVESTIGADOR EN EL INSTITUT DE RELATIONS

INTERNACIONALES ET STRATEGIQUES (IRIS) DE PARÍS SOBRE

AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA.

Quizás lo que se entiende como “diplomacia del Vaticano con América Latina” explica la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa que no ha nacido en Europa

1. Jean Jacques Kourliands-

ky, L’Eglise d’Amérique latine et

la politique, Encyclopedia

Universalis, Universalia (Pa-

rís), 1997.

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cuenta los articuladores del concilio de la necesi-dad de abrir la puerta de la universalidad a que pretendían empe-zando por la de América Latina, donde se encon-traban, y se encuentran todavía hoy día, hom-bres y mujeres muy cre-yentes, a pesar de su vi-vir cotidiano de gran pobreza, pueblo que pesa casi el 45 por cien-to de todos los católicos del mundo. A partir de este momento la diplo-macia de la Santa Sede tuvo América Latina en el corazón de sus ambi-ciones evangelizadoras. Evangelizar, cap-tar adeptos, es el objetivo central de la Iglesia católica, como de toda confesión religiosa o ideología global. Estado-Iglesia, el Vaticano articula su diplomacia en relación a esta línea directriz. De la misma manera que lo hace Arabia Saudí, Estado de los lugares santos del islam, o que lo hacía en su tiempo la Unión Soviética, Estado de los rusos, y del comu-nismo marxista-leninista. No se pueden encontrar entonces ningunas diferencias al respecto desde Juan XXIII a Benedicto XVI. Pontífices que movilizaron sus nun-cios apostólicos –sus embajadores–, sus cuadros permanentes, sacerdotes y obis-pos, monjas y hermanos de distintas obediencias, para mantener la fe católica e intentar expandir sus principios. Lo que no impidió la existencia de matices, a ve-ces de grietas, relativos a los caminos que tenían que seguirse para cumplir los ob-jetivos así planteados.

Como continente pobre, América Latina necesitaba prédicas que tocan más allá de la caridad, a la justicia social. Si-guiendo la vía diseñada años antes pa- ra intentar reconquistar los pobres de Europa con los curas obreros, el papa Juan XXIII, paralelamente al concilio que buscaba acercar los rituales de los feligre-ses, hizo pública una encíclica de paz entre los estados y de justicia social, Pacem in Terris. Se dirigía al universo, por supues-

Tras el concilio Vaticano II, en América Latina se hizo más patente la necesidadde políticas sociales que fueran más allá de la caridad; los católicosdel ‘continente pobre’ fueron unos especiales destinatarios de la ‘Pacemin Terris’

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to, pero una de sus metas privilegiada era induda-blemente el pueblo católico de América Latina. El clero de base y algunos obispos de esta parte del continente americano profundizaron la reflexión y crearon una nueva teología, definida como “de la Liberación”. Se trataba de tener el discurso evan-gélico lo más comprensible posible para las mayo-rías. El sucesor de Juan XXIII, Pablo VI, dio el visto bueno a esta interpretación, ayudando a agilizar el Celam, el Consejo Episcopal Latinoamericano. El primer Papa que viajó a América, Pablo VI, lo hizo para asistir al segundo Celam organizado en la ciudad colombiana de Medellín.

En cierta medida la corriente así iniciada tanto por el impulso dado por el concilio Vaticano II como por el Celam se escapó de las manos de la Santa Sede. Comunidades de base iban a florecer de manera espontánea y a entrar en diálogo con sectores po-líticos marxistas. En América Central como en Colombia, curas, monjes y sus comunidades participaron en movimientos armados. Algunos mu-rieron, como Camilo Torres, en el Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano. Otros llegaron al poder con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Son casos de los más conocidos, pero fue una orientación que tocó todos los países iberoameri-canos. Obispos, en Brasil, sobre todo, pero también en El Salvador, como monseñor Romero, que fue asesina-do. Curas y religiosos en Chile como en Uruguay participaron plenamente a combates políticos y sociales.

El Vaticano tuvo rápidamente que tomar medidas correctivas. En plena guerra fría, Estados Unidos –bajo la presidencia de Richard Nixon y sobre todo Ronald Reagan– llegó a consi-derar a la Iglesia católica como cómplice de la Unión Soviética, que desde Cuba le disputaba la hegemonía en América Latina. Los gobiernos nor-teamericanos, especialmente con presidentes del partido republicano, apoyaron una nueva evange-lización articulada con iglesias pentecostales y evangelistas, que defendían opciones de salvación para los pobres, centradas en liturgias emocionales valorizando la búsqueda de Jesús a través de una teología de la prosperidad personal. Después de una evaluación conocida como los informes Santa Fe I y II, estas confesiones tuvieron el apoyo de las más altas autoridades norteamericanas y empeza-ron a entrar en los barrios marginales de las ciuda-

des latinoamericanas. Paralelamente, los defenso-res de la Teología de la Liberación empezaban a reivindicar cambios en materia de ética familiar, pidiendo al menos debates relativos al aborto, la contracepción, el matrimonio de los curas o sobre la posibilidad de las mujeres de tener un papel decisorio en la Iglesia.

Poco antes de morir, Pablo VI tuvo que suspen-der las aperturas del Vaticano II. Lo hizo con la en-cíclica Humanae vitae. Preocupados por la compe-tencia cada año más eficiente de las nuevas iglesias protestantes en América Latina, como por el papel de Iglesia del silencio del catolicismo cubano después de la toma de poder de Fidel Castro, los cardenales latinoamericanos facilitaron la elección de un Papa de Europa del Este, polaco, acostumbrado a

enfrentarse a las autoridades comu-nistas, Karol Wojtyla. Juan Pablo II, era un papa convencido de la necesi-dad de enfrentarse al comunismo, de abrir un pulso con la Unión Soviética, país que lo encarnaba. Estaba tam-bién convencido que para preservar la influencia de la Iglesia católica en América Latina, socavada también por Washington, no había sino una sola opción, la de buscar un compro-miso con la Casa Blanca. Se encontró con Ronald Reagan el 7 de junio de 1982. Poco tiempo después, el carde-nal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, fue encargado por el Papa de deslegi-timar las teorías de modernidad cris-tiana. El cardenal Ratzinger firmó en 1984 la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación que suspen-

dió toda forma de pensamiento aperturista. Desde esta fecha, el Vaticano actuó de acuer-

do con Estados Unidos, privilegiando el fortaleci-miento de la Iglesia, lo que quiere decir una evan-gelización destinada a los pobres, valorizando el papel de la virgen María, rechazando toda colabo-ración subordinada a objetivos estrictamente lai-cos y a fortiori marxistas. Juan Pablo II empezó a visitar todos los países de Iberoamérica, sus autori-dades, sus iglesias locales y sus santuarios maria-nos, predicando “la opción para los pobres, y no la lucha de clases”. El cardenal Ratzinger, elegido Papa en 2005, profundizó este camino. En el san-tuario mariano de la Aparecida, en Brasil, Benedicto XVI confirmó delante de todos los obis-pos de América Latina la importancia estratégica de este continente, y dentro de este continente,

Mientras Juan Pablo II se acercaba a la Casa Blanca como única opción para preservar la influencia del catolicismo en América Latina, el cardenal Ratzinger se encargabade desactivarlas teorías dela Teologíade la Liberación

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Brasil: “En este espacio geográfico los católicos son mayoritarios, lo que quiere decir que tienen que contribuir especialmente al bien común [...] Brasil ocupa un sitio especial en el corazón del Papa por-que nació cristiano y porque hoy día aquí residen mayor número de católicos en el mundo.” Entre tanto habían callado las voces de los teólogos que intentaban, como la de Leonardo Boff, seguir en la vía del Vaticano II.

En 1983, llegando a Managua, el papa Wojtyla escenificó su línea directora, forzando a Ernesto Cardenal, ministro del gobierno de Nicaragua, a que, como sacerdote, se arrodillara delante del Santo Padre. Viajando a Chile, en 1987, legitimó al dictador Augusto Pinochet. Unos años más tarde, legitimó de la misma manera a Fidel Castro, presi-dente de la Cuba comunista. En un caso como en el otro se trataba de crear una relación de fuerza públicamente favorable a los intereses de la Iglesia, independientemente del color político del gober-nante de turno. De hecho, la Iglesia chilena consi-guió espacio para seguir trabajando a favor de los perseguidos, con la Vicaría de la Solidaridad. Y en Cuba volvió a tener la posibi-lidad de organizar romerías y de abrir un seminario, entre otras auto-rizaciones conseguidas después de la visita papal.

La relación con los poderes políticos respon-dió, antes y después de la guerra fría, a los intereses de la Iglesia y de su credo. El Vaticano en 1978 con-siguió con éxito mediar entre Argentina y Chile, que se disputaban algunos islotes a lo largo del ca-nal de Beagle. Fue una inversión diplomática que respondía al carácter fundamentalmente cristiano de estos dos estados. Siguió, después de 1991, el pulso con el último reducto comunista de las Américas, Cuba. Más que de cambio político se trataba para la Santa Sede de conseguir más espa-cio de actuación para la Iglesia. La Venezuela de Hugo Chávez, que aspira –al menos verbalmente– a realizar un modelo de Estado socialista, fue critica-da por Benedicto XVI en su último viaje latinoame-ricano (2007) en términos que recordaban discur-sos pronunciados en Cuba, “hay motivos de preocu-pación ante formas de gobierno […] sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas”. Pero, entrando en el siglo XXI, el Vaticano y sus iglesias locales priorizan cada vez más la defensa del carácter cris-tiano y católico de las sociedades, independiente-mente de sus orientaciones políticas. Apoyaron en 2006 al sandinista Daniel Ortega en Nicaragua porque se comprometió a suspender la ley del abor-to, una de las más antigua de América Latina. Ar-maron una fuerte movilización en la Argentina kirchnerista, de 2004 a 2010, para bloquear la vota-

ción de leyes relativas al aborto y a matrimonios de personas de mismo sexo. Excomulgaron en 2007 al regente de México, el izquierdista Marcelo Ebrard, después de adoptar el distrito federal una ley auto-rizando el aborto. En 2008 la Iglesia ecuatoriana organizó misas contra la nueva Constitución pro-puesta por el presidente Rafael Correa, para “defen-der el derecho a la vida”, supuestamente amenaza-do en algunos artículos del texto.

El papa Francisco comparte plenamente estas orientaciones. Fue de los jesuitas escogidos por Juan Pablo II, en 1981, para apartar a los que con el prepósito general Pedro Arrupe tenían simpatías con la Teología de la Liberación. Por eso fue nom-brado obispo, y luego en 2001 cardenal. Tenía ya en 2005 muchos apoyos en el cónclave, la mayoría de sus pares cardenales nombrados como él lo fue por Juan Pablo II, pertenecientes a la corriente neocon-servadora. Volvieron a apoyarle en 2013. Representa una de las iglesias más europea de América Latina. Hijo de italianos, habla fluidamente el idioma de Dante. Dejando el francés usado tradicionalmente por los papas, impuso el italiano en su primer contacto, el 22 de marzo de 2013, con el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano. Tiene su estilo, más franciscano y austero. Pero su actuación como responsable de los jesuitas de la Argentina, y más tarde como arzobispo de Buenos Aires, lo ubica en la línea de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en lo fundamental. Provincial de los jesuitas argen-tinos entre 1971 y 1976, no actuó públicamente contra los generales golpistas que dirigían con mano de hierro la Argentina de aquellos años. Pero sí, como arzobispo de Buenos Aires, denunció a los presidentes democráticamente electos, Néstor y Cristina Kirchner, cuando presentaron al Parla-mento leyes para permitir el aborto y el matrimo-nio de personas de mismo sexo.

Retomando el hilo misionero de sus dos últi-mos antecesores, Francisco comparte el juicio de Benedicto XVI. “América Latina, donde vive cerca de la mitad de los católicos de todo el mundo, es el Continente de la esperanza”. En su primera homilía, el 14 de marzo de 2013, el papa Francisco recordó a los cardenales la vía de esperanza que tenía que seguir la Iglesia. “Si no nos confesamos a Je-sucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa.” Para los días 23-28 de julio de 2013 el papa Francisco está esperando la jornada mundial de la juventud católica, organizada en Brasil. Apunta así la priori-dad brasileña, señalada por sus antecesores. Que- da por averiguar si, como Benedicto XVI en 2007, va a Río para predicar solo una moral anclada en los conceptos del concilio de Trento.

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ASOCIACIONES LAICAS

DE APOSTOLADOLas asociaciones de apostolado laical –sociedades, comunidades, grupos, movimientos…–, integradas por laicos o clérigos, de difusión nacional o internacional y algunas con vocación ecuménica, en general trabajan en iniciativas de fomento de una vida más perfecta y en obras de caridad y apostolado. Por la importancia y volumen de sus actividades, por el número de sus miem-bros y alcance de su difusión internacional se han seleccionado 50 de las 122 asociaciones que figuran en el Repertorio del Consejo Prontificio para los Laicos. Solo Cáritas Internacional depende de otro dicasterio.

ACTIVIDADAyudas directas a familias, pobres, ancianos, parados, sin techo, discapacitados, inmigrantes; formación y orientación sociolaboral; intervenciones en emergencias y proyectos para la construcción de la paz y del desarrollo sostenible. Depende del Consejo Pontificio Cor Unum.

CARITASINTERNACIONAL(Caritas Internationalis)

1987, Friburgo (Alemania).

165 organizaciones

en unos 190 países.

Ciudad del Vaticano.

www.caritas.org/

ACTIVIDADAcciones para lograr una unidad cada vez más profunda entre los fieles de la Iglesia católica y para establecer con los otros cristianos relaciones de comunión a través del diálogo y de actividades para reforzar la fraternidad universal.

OBRA DE MARÍA(Movimientode los Focolares)

1943, Trento.

Más de 116.600

miembros en 182 países.

Rocca di Papa (Italia).

www.focolare.org

ACTIVIDADProyectos de estructuras sanitarias, de acogida y de servicio social, asistencia a discapacitados, enfermos terminales y marginados, programas para familias con dificultades, centros de formación profesional, escuelas, hospicios; ayuda a víctimas de la violencia, catástrofes y guerra.

CONFEDERACIÓNINTERNACIONALDE LA SOCIEDAD DESAN VICENTE DE PAÚL(SSVP)

1833, París.

Unas 50.000

conferencias en 141 países.

París.

www.ozanet.org

ACTIVIDADPromoción del movimiento de Renovación Carismática Católica en el mundo y de iniciativas locales y encuentros nacionales e internacionales de jóvenes, congresos y conferencias mundiales.

SERVICIOS A LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICAINTERNACIONAL(ICCRS, International Catholic CharismaticRenewal Services)

1987, Bruselas.

Presencia en 165 países.

Ciudad del Vaticano.

www.iccrs.org

FUNDACIÓN

DIFUSIÓN

SEDEW

EB

MAIL

ACTIVIDADEstablecer relaciones de diálogo y de colaboración con todas las organizaciones de apostolado laical a nivel internacional; representar a las asociaciones y federaciones de movimientos de Acción Católica del Fórum ante la Santa Sede y ante las organizaciones internacionales civiles.

FÓRUM INTERNACIONALDE ACCIÓN CATÓLICA(FIAC/IFCA)

1991, Roma.

Presente en 40 países.

Roma.

www.fiacifca.org

ACTIVIDADComparte los objetivos que reúnen a los movimientos de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), empleados, estudiantes trabajadores, parados o precarios de ambos sexos.

COORDINACIONINTERNACIONAL DE LAJUVENTUD OBRERACRISTIANA(CIJOC, CoordinationInternationale de la JeunesseOuvrière Chrétienne)

1987, Bruselas.

61 movimientos en otros

tantos países.

Roma.

www.cijoc.org

ACTIVIDADApoyo y solidaridad con las personas discapacitadas y sus familias, especialmente a los padres. Mantiene una estrecha colaboración con las Comunidades del Arca y con la Office Chrétien des Personnes Handicapées.

ASOCIACIÓNINTERNACIONALFE Y LUZ

1971, Lourdes.

1.612 comunidades

en 81 países.

París.

www.foietlumiere.org

ACTIVIDADBanco de Alimentos y Farmacéutico; casas de familia para personas discapacitadas, enfermos de sida y terminales o con problemas psíquicos o de drogadicción, centros de ayuda a los parados, asistencia en las cárceles de menores.

FRATERNIDADDE COMUNIÓNY LIBERACIÓN (CL)

1954, Milán.

48.000 miembros

en 64 países.

Milán y Roma.

www.clonline.org

ACTIVIDADComedores, escuelas, centros de ayuda para discapacitados, ancianos, ambulatorios médicos, casas familia para niños y adolescentes, enfermos crónicos y para los sin techo. Cooperación con oenegés de cooperación al desarrollo y a la solidaridad.

COMUNIDADDE SAN EGIDIO(Sant’Egido)

1968, Roma.

Pequeñas comunidades

de vida fraterna con

unos 50.000 miembros

en 72 países.

Roma.

www.santegidio.orgACTIVIDADCooperación y compromiso con la fe y las enseñanzas de la Iglesia para la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Gestión de escuelas en Chile y Hong Kong; de casas para retiros espirituales en Francia y de instituciones de varios tipos en Filipinas y Chile.

COMUNIDADDE VIDA CRISTIANA(CVX)

1952, Ciudad del Vaticano.

Unos 123.000 miembros

en 52 países.

Roma.

www.cvx-clc.net

062 INFO ASOCIACIONES.indd 62062 INFO ASOCIACIONES.indd 62 03/06/13 13:4603/06/13 13:46

Page 63: Geopolitica de La Santa Sede

ACTIVIDADCoordinar y promover los valores espirituales y pedagógicos de la doctrina heredada de don Bosco y de madre Maria Domenica Mazzarello, fundadores del proyecto salesiano.

ASOCIACIÓNCOOPERADORESSALESIANOS(ACS)

1841, Turín.

Unos 30.000 miembros

en 58 países.

Roma.

www.sdb.org

www.cooperadores.org ACTIVIDADImpulso a investigaciones y estudios sobre la aportación específica de la escuela católica a la educación, defensa de la libertad de enseñanza, promoción de proyectos para combatir el analfabetismo y el abandono de la escuela obligatoria.

OFICINA INTERNACIONALDE LA ENSEÑANZACATÓLICA(OIEC, Office Internationalde l’Enseignement Catholique)

1952, Lucerna (Suiza).

134 miembros en 103 países.

Bruselas.

www.infoiec.org

ACTIVIDADFormación de estudiantes para que sean protagonistas y agentes de cambio social.

JUVENTUD ESTUDIANTILCATÓLICAINTERNACIONAL(JECI, Jeunesse ÉtudianteCatholique Internationale)

1946, Friburgo (Suiza).

90 movimientos afiliados

en 104 países.

París.

www.iycs-jeci.org

ACTIVIDADApoyo a la escuela católica en su tarea de educación integral de la persona humana y la difusión de una cultura inspirada en los principios cristianos a través de antiguos alumnos.

ORGANIZACIÓN MUNDIALDE LOS ANTIGUOSALUMNOS Y ALUMNASDE LA ENSEÑANZACATÓLICA(OMAAEC)

1967, Mónaco de Baviera

(Alemania).

25 organizaciones en un

ámbito de millones

de personas.

Roma.

www.omaec.org

ACTIVIDADImpulsa una colaboración real entre los institutos católicos de estudios superiores y de investigación y contribuye al desarrollo de los estudios superiores de matriz católica y a una adecuada distribución de las instituciones académicas católicas en el mundo.

FEDERACIÓNINTERNACIONALDE UNIVERSIDADESCATÓLICAS(FIUC)

1948, Milán/Nimega.

192 instituciones académicas

en los cinco continentes.

París.

www.fiuc.org

ACTIVIDADAtención y apostolado para jóvenes, familias y personas comprometidas en la vida social, cultural y artística; servicio de escucha y oración por teléfono, acogida de enfermos de sida; escuelas de evangelización, residencias para estudiantes, centros de acogida y cursos de formación.

COMUNIDADDEL EMMANUEL

1972, París.

Unos 6.000 miembros

en 50 países.

Neuilly-sur-Seine (Francia).

www.emmanuel-info.com

ACTIVIDADColaborar, mediante la oración, trabajo y ayuda económica, en acciones educativas, asistenciales, culturales y sociales. Sus miembros, entre ellos no católicos, no cristianos y no creyentes, comparten los objetivos de desarollo humano que promueven los fieles de la Prelatura del Opus Dei.

COOPERADORESDEL OPUS DEI

Distintas ciudades y años.

Centenares de miles de

cooperadores en 63 países.

Roma.

www.opusdei.org

ACTIVIDADCompartir la vida con los discapacitados y colaborar con sus familias. Las comunidades del Arca, cada una constituida por una o más “casas”, están integradas por personas, casadas o no, pertenecientes a países, tradiciones cristianas, religiones y contextos culturales diferentes.

FEDERACIÓNINTERNACIONALDE LAS COMUNIDADESDEL ARCA(L’Arche Internationale)

1964, Trosly-Breuil (Francia).

121 comunidades

en 30 países.

París.

www.larche.orgACTIVIDADDirección de escuelas, residencias, hospitales e instituciones caritativas. Unas 10.000 personas peregrinan cada día a uno de los santuarios del movimiento que hay repartidos por todo el mundo.

MOVIMIENTOAPOSTÓLICO DESCHOENSTATT(Schoenstatt-Bewegung)

1914, Schoenstatt (Alemania).

Unos 96.000 miembros

en 42 países.

Vallendar (Alemania).

www.schoenstatt.de

ACTIVIDADLas ‘familias Kolping’, que forman las ‘sociedades Kolping’ diocesanas promueven el desarrollo integral solidario de la persona y de la humanidad en el trabajo, matrimonio, familia, Iglesia, sociedad y en la vida política para la construcción de una sociedad más humana.

OBRA KOLPINGINTERNACIONAL(IKW, InternationalesKolpingwerk)

1849, Colonia.

Unas 5.000 familias

y 450.000 miembros

en 54 países.

Colonia.

www.kolping.de

ACTIVIDADPromoción de escuelas de formación teológica y pastoral, cadenas de radioy televisión, casas para retiros espirituales y proyectos educativospara niños de la calle, programaspara escuelas y de asistencia materialy espiritual para jóvenes, emigrantes, enfermos, desocupados, presos y otros.

FRATERNIDAD CATÓLICADE LAS COMUNIDADESY ASOCIACIONESCARISMÁTICASDE ALIANZA(Catholic Fraternity Communities)

1990, Ciudad del Vaticano.

51 comunidades

y asociaciones en 14 países.

Ciudad del Vaticano.

www.catholicfraternity.netACTIVIDADHeredero del Andrea Gasparino, creador de La Ciudad de los Muchachos, está formado por pequeñas comunidades monásticas de asistencias a los pobres, en especial a los ‘niños de la calle’. Gestiona comedores, talleres y escuelas.

MOVIMIENTOCONTEMPLATIVOMISIONERO P. DEFOUCAULD(La Ciudad de los Muchachos)

1951, Cuneo (Italia).

40 fraternidades

en 11 países.

Cuneo (Italia).

www.centromissionario.org

ACTIVIDADPromoción y difusión de los movimientos de estudiantes católicos en el mundo.

MOVIMIENTOINTERNACIONALDE ESTUDIANTESCATÓLICOS(MIEC-Pax RomanaMouvement Internationaldes Étudiants Catholiques)

1921, Friburgo (Suiza).

74 asociaciones

en 64 países.

París.

www.imcs-miec.org

ACTIVIDADCooperación con obras de caridad, promoción humana, alfabetización, catequesis y animación de centros juveniles, acciones solidarias para favorecer una nueva autoconciencia femenina.

CONFEDERACIÓNMUNDIAL DE EXALUMNOS Y EX ALUMNASDE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA

1908, Turín.

Millones de miembros

(40.000 en Italia) en 49 países.

Roma.

www.exallievefma.com ACTIVIDADVisitas a enfermos, presos, familias necesitadas, formación de los jóvenes, alfabetización de emigrantes, apoyo en los ambientes de drogadicción y de prostitución, organización de encuentros de oración en los lugares desprovistos de sacerdotes.

LEGIÓN DE MARÍA(Legio Mariae)

1921, Dublín.

Presencia en países de

todos los continentes.

Dublín.

www.legion-of-mary.ie

062 INFO ASOCIACIONES.indd 63062 INFO ASOCIACIONES.indd 63 31/05/2013 21:55:4031/05/2013 21:55:40

Page 64: Geopolitica de La Santa Sede

ACTIVIDADIntegrado por personas con responsabilidades profesionales, económicas, sociales, políticas y culturales, el movimiento trabaja para hacer presente a la Iglesia en el mundo. Promoción y tutela de la dignidad y de los derechos del hombre, de la paz, de la solidaridad y de la justicia.

MOVIMIENTOINTERNACIONAL DEAPOSTOLADO EN LOSMEDIOS SOCIALESINDEPENDIENTES (MIAMSI)

1963, Francia/Italia.

31 asociaciones en 25 países.

Ciudad del Vaticano.

www.miamsi.com

ACTIVIDADEstimular la creación y el desarrollo de asociaciones profesionales de apoyo espiritual y moral para enfermeras y asistentes médico-sociales; promoción de acciones sanitarias, organización de congresos internacionales y de seminarios de estudio, temarios de orientaciones éticas.

COMITÉ CATÓLICOINTERNACIONALDE ENFERMERASY ASISTENTESMÉDICO-SOCIALES(CICIAMS)

1933, Lourdes.

75 asociaciones en 56 países.

Bruselas.

www.ciciams.org

CICIAMS

ACTIVIDADInspirada por el padre Kolbe. Recuperación social de alcohólicos y drogadictos, asistencia médico-sanitaria en barrios pobres, asistencia humanitaria a jóvenes madres necesitadas, alfabetización de adultos, clases de recuperación a niños.

MILICIA DE LAINMACULADA(MI, Militia Immaculatae)

1917, Roma.

Más de tres millones de

miembros en 48 países.

Roma.

www.mi-international.org

ACTIVIDADOrganizaciópn de visitas a los enfermos o discapacitados por parte de otros enfermos o discapacitados; encuentros, retiros, cursos, jornadas de estudio y asambleas. Casas de acogida y rehabilitación en Francia, Bélgica, Brasil y España.

FRATERNIDAD CRISTIANA INTERNACIONAL DE ENFERMOS CRÓNICOS Y DISCAPACITADOS FÍSICOS(FCEM, Frater)

1945, Verdún (Francia).

51 asociaciones miembros

en otros tantos países.

El Grao (Castellón).

www.fratinter.org

ACTIVIDADCasas de acogida para ancianos o jóvenes problemáticos o discapacidades y para niños abandonados, escuelas, un centro espiritual diocesano, dispensarios, cadenas de radio locales, comedores para pobres.

FOYERSDE CHARITÉ

1936, Châteauneuf-de-

Galaure (Francia).

75 centros (foyers)

en 41 países.

Châteauneuf-de-Galaure.

www.foyer-chateauneuf.comACTIVIDADColaboran con la Congregación de los Legionarios de Cristo, movimiento fundado por el padre Marcial Maciel, en misiones de apostolado, formación de la juventud en instituciones educativas y de enseñanza, de promoción de la familia y de medios de comunicación social.

MOVIMIENTOAPOSTÓLICOREGNUM CHRISTI

1959, México.

Más de 47.000 miembros

en 34 países.

Roma.

www.regnumchristi.orgACTIVIDADGestión de centros educativos, residencias universitarias, centros de animación sociocultural, de formación de educadores, programas de cooperación internacional y de voluntariado.

INSTITUCIÓN TERESIANA(IT)

1911, Oviedo.

4.100 miembros en 32 países.

Roma.

www.institucionteresiana.org

ACTIVIDADCasas para ancianos, escuelas de formación profesional, cooperativas de alimentación, cursos de alfabetización, construcción de escuelas, proyectos para el acceso al trabajo de grupos con dificultad y de la formación de mujeres marginadas.

ASOCIACIÓNINTERNACIONALDE CARIDADES(AIC)

1971, Châtillon les Combes

(Francia).

38 asociaciones en 51 países.

Louvain-la-Neuve (Bélgica).

[email protected]

ACTIVIDADInformación y documentación y asistencia para dar a conocer a unos 6.000 destinatarios del mundo (diócesis, universidades, escuelas, embajadas, comisiones nacionales, agencias de desarrollo) oportunidades derivadas de la acción de la UNESCO.

CENTRO CATÓLICOINTERNACIONAL DECOOPERACIÓN CONLA UNESCO(CCIC)

1947, París.

291 colectivos en 37 países.

París.

www.ccic-unesco.org

ACTIVIDADRed internacional de profesionales e intelectuales católicos que trabajan para el diálogo entre la fe y la cultura con vistas a la evangelización de las culturas en el mundo del trabajo, familia y sociedad.

MOVIMIENTOINTERNACIONAL DEINTELECTUALESCATÓLICOS(MIIC-Pax Romana(Mouvement Internationaldes Intellectuels Catholiques)

1947, Roma.

Más de 58.000 en 51 países.

Ginebra.

www.icmica-miic.org ACTIVIDADPromoción de acciones sanitarias y sociales. Colaboración para la creación de hospitales, consultorios, farmacias y escuelas de enfermería.

FEDERACIÓNINTERNACIONAL DEASOCIACIONESDE MÉDICOS CATÓLICOS(FIAMC)

1884, Francia.

53 asociaciones en 66 países.

Ciudad del Vaticano.

www.fiamc.org

ACTIVIDADCoordinación, promoción y difusión de los cursillos de cristiandad en todo el mundo.

ORGANISMO MUNDIALDE CURSILLOS DECRISTIANDAD(OMCC)

1980, Palma de Mallorca.

Grupos presentes

en 63 países.

Clayfield (Queensland, Australia).

www.orgmcc.org

ACTIVIDADCoordinación, promoción y difusión de los cursillos de cristiandad en todo el mundo.

COOPERADORESAMIGONIANOS(CC. AA.)

1992, Roma.

Presencia, como religiosos

terciarios capuchinos,

en 20 países.

Roma.

http://www.amigonianos.org

ACTIVIDADPromueve la participación y la corresponsabilidad de las mujeres en la sociedad y en la vida de la iglesia, colaboración con otras organizaciones internacionales, animando al diálogo en el ámbito ecuménico e interreligioso.

UNIÓN MUNDIAL DEORGANIZACIONESFEMENINAS CATÓLICAS(UMOFC, Union Mondialedes Organisations FémininesCatholiques)

1910.

Un centenar de

organizaciones en 62 países.

París.

www.umofc.org

ACTIVIDADAyuda y asistencia a escala nacional e internacional a personas obligadas a emigrar dentro del propio país o a expatriarse a causa de la guerra, catástrofes naturales o de la miseria. Tiene estatuto consultivo en el ECOSOC, UNICEF, OIT, Consejo de Europay ACNUR.

COMITÉ CATÓLICOINTERNACIONALDE MIGRACIÓN (CICM)

1951, Ciudad del Vaticano.

172 asociaciones en 65

países.

Ginebra.

www.icmc.net

M.I.M.I.

062 INFO ASOCIACIONES.indd 64062 INFO ASOCIACIONES.indd 64 31/05/2013 21:55:4931/05/2013 21:55:49

Page 65: Geopolitica de La Santa Sede

ACTIVIDADMisiones de catequesis, formación bíblica y teológica, participación en los consejos pastorales, parroquiales y diocesanos al servicio de la identidad y de la espiritualidad claretiana.

MOVIMIENTO DESEGLARES CLARETIANOS(MSC, Laici Claretiani)

1983, Villa de Leiva

(Colombia).

135 grupos presentes

en 23 países, 10 de ellos

en Suramérica.

Roma.

www.seglaresclaretianos.claret.orgACTIVIDADMovimiento de espiritualidad conyugal, los END reúnen matrimonios que quieren vivir la santidad en el matrimonio para ayudarse a progresar en el amor de Dios y a poner su amor al servicio de la Iglesia.

EQUIPOS DE NUESTRASEÑORA(END)

1947, París.

Unos 8.600 equipos

presentes en 48 países.

París.

www.equipes-notre-dame.com

ACTIVIDADPromoción de programas internacionales cristianos para la formación de jóvenes mediante la práctica de las enseñanzas de Baden-Powell en un movimiento único en el espíritu y en la gestión.

UNIÓN INTERNACIONALDE GUÍAS Y SCOUTDE EUROPA(UIGSE-FSE)

1956, Colonia.

Unos 52.000 asociados en

19 asociaciones de 15 países.

Château-Landon (Francia).

www.scouts-europe.org

ACTIVIDADIntegrado por personas con responsabilidades profesionales, económicas, sociales, políticas y culturales, el movimiento trabaja para hacer presente a la iglesia en el mundo. Promoción y tutela de la dignidad y de los derechos del hombre, de la paz, de la solidaridad y de la justicia.

FRANCISCANOSDE MARÍA(FM)

1988, Madrid.

Unos 11.000 miembros

presentes en 31 países,

20 de ellos en América.

Madrid.

www.frmaria.com

ACTIVIDADComunidad de vocación ecuménica, reúne a matrimonios, familias, hombres y mujeres consagrados y sacerdotes para trabajar para la unidad de los cristianos; organización de los encuentros Caná; retiros espirituales; encuentros de jóvenes; cursos de formación para laicos.

COMUNIDAD DEL CAMINO NUEVO(CCN, CommunautéChemin Neuf)

1973, Lyon (Francia).

Un millar de miembros

presentes en 20 países.

Saint Pierre de Curtille

(Francia).

www.chemin-neuf.org

ACTIVIDADAyuda a mujeres con dificultades materiales; centros de acogida para madres solteras; escuelas profesionales; cooperativas, centros de alfabetización y deportivos; cursos de formación cultural y profesional; oficinas de colocación.

ASOCIACIÓN CATÓLICAINTERNACIONAL AL SERVICIODE LA JUVENTUD FEMENINA(ACISJF, Association Catholique Internationale de Services pour laJeunesse Féminine)

1897, Friburgo (Suiza).

35 asociaciones nacionales

miembros presentes en 33 países.

Ginebra.

www.acisjf-int.org

ACTIVIDADPromoción y colaboración en encuentros, intercambios e investigaciones para la promoción de una vida digna y crecimiento humano, espiritual y social de los trabajadores del campo.

ASOCIACIÓNINTERNACIONALRURAL CATÓLICA(ICRA, International CatholicRural Association)

1962, Roma.

62 asociaciones en 54 países.

Ciudad del Vaticano.

ACTIVIDADOrganización de de los obispos seglares, párrocos, sacerdotes y seminaristas que se autodefine como “itinerario de iniciación cristiana posterior al bautismo” al servicio del apostolado parroquial. Movimiento surgido a iniciativa de los españoles Kiko Argüello y Carmen Hernández.

CAMINONEOCATECUMENAL(Camineo)

1970, Majadahonda (Madrid).

Unas 40.000 pequeñas

comunidades en 6.000

parroquias de 106 países.

Roma.

www.camino-neocatecumenal.org

ACTIVIDADLas CLM son comunidades de laicos cristianos que se ponen al servicio de la misión de la Iglesia en el mundo viviendo la fe en pequeñas comunidades y trabajando para la construcción de un mundo de paz y de justicia, en la opción preferencial por los pobres.

COMUNIDADES LAICASMARIANISTAS(CLM)

1993, Santiago de Chile.

Presencia en 31 países.

Neepawa (Canadá).

www.clm-mlc.org

ACTIVIDADCreación de las condiciones para asegurar la presencia activa de los scout católicos en la iglesia y favorecer el diálogo entre la iglesia católica y el movimiento scout mundial.

CONFERENCIAINTERNACIONALCATÓLICA DEESCULTISMO(CICS, ConférenceInternationale Catholique duScoutisme)

1948, Ciudad del Vaticano.

53 organizaciones

en 50 países.

Roma.

www.cics.org

062 INFO ASOCIACIONES.indd 65062 INFO ASOCIACIONES.indd 65 31/05/2013 21:55:5531/05/2013 21:55:55

Page 66: Geopolitica de La Santa Sede

66 VANGUARDIA | DOSSIER

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Page 67: Geopolitica de La Santa Sede

VANGUARDIA | DOSSIER 67

ZAR DEL CALENDARIO: LA

elección del cardenal ar-gentino Bergoglio para ocu-par la silla de Pedro coinci-dió con escasas horas de diferencia con la del jefe del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping, para la presidencia de la

República Popular de China. El 14 de marzo de este año 2013, Hua Chunying, portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino, felicitó en nombre del Estado chino “al cardenal Bergoglio por su elec-ción como nuevo Papa”. Beijing, sin embargo, evocó dos exigencias: la no injerencia “en los asun-tos internos de China, aun con la excusa de la reli-gión”, y la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán. No hay nada nuevo, de hecho, si compara-mos esta declaración oficial china con la –idénti-ca– que acogió, en abril del año 2005, la elección del cardenal Ratzinger como sumo pontífice. Lo que sí es más novedoso es la visita a Roma del pre-sidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, solamente cin-co días después de la elec-ción del papa Francisco. Algunos han visto en ella una continuidad en el plano diplomático con respecto a la iniciativa adoptada por su predece-sor independentista Chen Shui-bian. La presencia de Chen en el funeral de Juan Pablo II, el 8 de abril de 2005, provocó la ira de las autoridades en Beijing, mientras que la prensa taiwanesa elogiaba el “carácter histórico” de la iniciativa que favore-

cía, en efecto, afirmar el estatuto internacional de la isla. Más complejo resulta, en realidad, el gesto del presidente Ma Ying-jeou. Desde 2008, el líder del Kuomintang –rival histórico del partido comu-nista– ha promovido una dinámica de acercamien-to económico entre Taiwán y China continental. Los intercambios a través del estrecho se intensifi-can. Sin embargo, Taiwán no tiene intención de renunciar a la naturaleza independiente de su es-trategia en materia de política exterior. Además, la Santa Sede figura entre el pequeño número de es-tados con los que Taiwán mantiene relaciones di-plomáticas, y Taipei no puede permitirse descuidar estas relaciones.

En definitiva, la Santa Sede ha dado a enten-der en varias ocasiones que estaría dispuesta a sa-crificar sus relaciones con Taiwán en favor de Beijing siempre y cuando la libertad religiosa de los católicos esté garantizada en la China continental, y también la del Papa para nombrar a los obispos.

Beijing se niega a dejar al Vaticano el control sobre la ordenación de los obispos, factor que re-

presenta una fuente ha-bitual de conflictos, mientras que los católi-cos chinos –5,7 millo-nes, de acuerdo con es-tadísticas oficiales, 12 millones, según fuentes independientes– siguen sufriendo acoso y vigi-

lancia a pesar de las mejoras registradas. Hay que recordar que Beijing rompió sus relaciones diplo-máticas con el Vaticano en 1951, después de que el Vaticano reconociera a Taiwán. La ruptura se con-virtió en definitiva en julio de 1957 con la creación

A

Desafíos diplomáticos, históricos y culturalescon China

Emmanuel LincotFUNDADOR DE LA CÁTEDRA DE ESTUDIOS CHINOS

CONTEMPORÁNEOS (CECC) Y VICEDECANO DEL INSTITUTO

CATÓLICO DE PARÍS. AUTOR DE ESQUISSE DE CHINE (EDITIONS

BELIN, 2013).

La Santa Sede estaría dispuesta a romper sus relaciones diplomáticas con Taiwán si a cambio China garantiza la libertad religiosa y la potestad del Papa para nombrar obispos

066 LINCOT.indd 67066 LINCOT.indd 67 31/05/13 18:5631/05/13 18:56

Page 68: Geopolitica de La Santa Sede

68 VANGUARDIA | DOSSIER

D E S A F Í O S D I P L O M Á T I C O S , H I S T Ó R I C O S Y C U L T U R A L E S C O N C H I N A

de una Iglesia controlada por el régimen comunis-ta chino. Después de años de laboriosas negociacio-nes considerablemente ralentizadas por las duras persecuciones de la revolución Cultural (1966-1976), Benedicto XVI propuso al régimen chino en 2007, en una carta histórica a los católicos de China, una especie de coexistencia pacífica: a cam-bio de la aceptación por parte de Beijing del nom-bramiento de los obispos por Roma, el Vaticano manifestaba su voluntad de respetar la autonomía de las decisiones políticas chinas. Siguió un cierto deshielo, pero las posturas entre el Vaticano y Chi-na se han endurecido en los últimos dos años; Beijing ha intentado de nuevo tener un clero y obispos obedientes al régimen comunista, sin vínculo con la Santa Sede. Según el padre Bernardo Cervellera, director de Asia News, el papa Francisco se halla en condiciones de abordar las cuestiones relativas a las relaciones con Asia debido a su expe-riencia de trabajo bajo el régimen autoritario ar-gentino y su defensa de los pobres. “Los asiáticos le perciben como alguien cercano a ellos”, ha dicho el padre Cervellera. Según este, el Vaticano ha he-cho saber a Beijing que estaba dispuesto a romper las relaciones diplomáticas con Taiwán y que la pelota se encontraba en el tejado chino, tesis con-firmada recientemente por el ex arzobispo de Hong Kong, Joseph Zen. Aparte del carisma que muchos asiáticos, especialmente chinos, reconocen al nue-vo Papa, es razonable esperar que su formación de jesuita propicie un cambio significativo en las de-cisiones de la Curia romana con respecto a China.

Primer papa jesuita de la historia, Francisco dará tal vez un nuevo impulso a las relaciones en-tre la cristiandad y Beijing, a semejanza del primer sinólogo jesuita, que fue el italiano Matteo Ricci (1552-1610). Sin embargo, la tarea se presenta ar-dua. En la memoria de los líderes de Beijing, el si-glo de humillaciones sufridas por China desde las guerras del Opio (1840) está estrechamente relacio-nado con la empresa de la evangelización del país. Una parte de la opinión pública china se opuso a la política de protección de los misioneros que las potencias extranjeras, y sobre todo Francia –la hija mayor de la Iglesia– se mostraban dispuestas a asu-mir. Instrumentalizada así la opinión, en parte por las autoridades comunistas, las protestas represen-taron un verdadero contencioso, tanto de natura-leza psicológica como con relación al régimen del suelo. Cierto número de iglesias se construyeron en el emplazamiento de santuarios ancestrales. Así, la catedral francesa en Canton fue construida sobre el antiguo emplazamiento de la residencia del virrey de Liangguang; la de Tianjin se edificó

en el santuario del templo imperial de Wanghailou. Violencia de alcance simbólico se impuso asimis-mo con el calendario gregoriano y la destrucción de los marcos de vida tradicionales.

El catolicismo en China, tras la Segunda Gue-rra Mundial, representaba un poder considerable. Un total de 15.914 iglesias y capillas dependían del Vaticano. Estas comunidades administraban fincas muy grandes (333.000 hectáreas de tierras de cul-tivo) e incluso tenían su propia milicia. Se convir-tieron en el blanco principal de los revolucionarios chinos. De los 20 arzobispados de la Iglesia católica en China, seis dependían directamente de arzobis-pos franceses. El odio al comunismo en los círculos generalmente conservadores que formaban los diplomáticos del Quai d’Orsay y los cuadros del ejército licenciados en Saint-Cyr ha explicado, hasta hace muy poco, la gran reticencia que abri-gaban frente a representantes de la nueva China.

Recíprocamente, la cuestión religiosa sigue siendo un tema sensible a ojos de los dirigentes chinos. El escenario catastrófico sería que las rela-ciones entre el gobierno tibetano en el exilio y el papado, de acuerdo con el espíritu de Asís, salieran fortalecidas. Y que con la vigilancia en materia de libertades religiosas que comparten Washington y el Vaticano sucediera lo propio. Todo el mundo re-cuerda la asistencia muy simbólica, en noviembre de 2005, de George W. Bush a una ceremonia reli-giosa en el templo de Gangwashi, una de las cinco iglesias protestantes reconocidas oficialmente en la capital china. “Dios bendiga a los cristianos de China”, escribió en el libro de visitas. Horas des-pués, el presidente estadounidense se dirigió en visita oficial a Ulan Bator, capital de Mongolia, y dijo: “Ustedes son una historia de éxito para esta región del mundo... Ustedes construyen una socie-dad libre en el corazón de Asia central, y el pueblo estadounidense está con ustedes.” Una forma de ordenar a China que ofrezca más libertades socia-les y religiosas. El Jefe de Estado mongol, Nambarin Enjbayar, se apresuró también a comentar esta vi-sita: “Tiene un significado histórico pues demues-tra que Mongolia tiene un tercer vecino.” Esta co-operación entre Mongolia y Estados Unidos no solo permitía a Washington acelerar su presión sobre China y Rusia, cuyas maniobras militares conjun-tas siguen siendo percibidas negativamente tanto en Estados Unidos1 como en Mongolia, sino que también permitía tomar el relevo de una estrategia envolvente respecto al mundo comunista que re-cientemente había sido impulsada, con el éxito que se conoce, por el anterior Papa Juan Pablo II.

La cuestión crucial es saber cuáles serán los

1. Emmauel Lincot y Barthé-

lémy Courmont, La Chine en

défi. Prefacio de Richard

Baum. Erick Bonnier (París),

2012. Institut Ricci (París),

2010.

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entendimientos políticos, reales o supues-tos, entre la Administración estadouni-dense de un Barack Obama y el recién elegido del Vaticano con relación al go-bierno chino. Aunque esta cuestión pueda parecer sorprendente, no deja de ser rele-vante y decisiva en una partida en la que China no soportaría quedar en mal lugar. Aunque Beijing ya no identifica a la Iglesia con una potencia imperialista, no está dispuesta a bajar la guardia en su re-chazo de una “doble fidelidad”. El artícu-

lo 36 de la Constitución china advierte a las religiones contra la sumisión a toda autoridad exterior. La misma Consti-tución aprobó, en 2004, la noción de los derechos humanos. Las instancias jurídi-cas hacen frente, asimismo, a sus respec-tivas contradicciones.

Más allá de estos aspectos coyuntura-les, hay un problema de fondo. La demo-cracia liberal, nacida en Europa, trata de establecer un valor universal. Se basa fundamentalmente en el cristianismo y

en las teorías de la ley natural. En otras palabras, es la fuente de una visión del mundo que Zhao Tingyang y parte de los intelectuales chinos refutan siguiendo a sus mayores. Para sus críticos –de los que Zhe Jie se convirtió en uno de los portavo-ces– los argumentos defendidos por Zhao Tingyang tratan de promover un neocon-fucianismo político que sería, de hecho, una palanca poderosa del nacionalismo chino. Visión radical opuesta, según ellos, al mensaje universal de los derechos hu-

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manos que defiende precisamente la Iglesia. Sin embargo, en el debate muy fe-cundo que anima a los diversos círculos de China y sus intelectuales, se dibuja una tercera vía. La de una posible conciliación entre la tradición confuciana y la religión. El filósofo Liang Shuming2 (1893-1988) fue el primer pensador neoconfuciano de los tiempos modernos en considerar que la religión no solo era importante a nivel personal, sino también a nivel de la huma-nidad en su camino hacia algo último; a saber, la cuestión de la trascendencia: ¿cómo puede el alma humana encontrar la paz en este mundo y en el otro? El pen-samiento de este autor es objeto de am-plios debates en la actualidad. En los deba-tes intelectuales contemporáneos, la reli-gión es fundamental en China ya que muchas escuelas de pensamiento se defi-nen con relación a este concepto para se-ñalar en qué sentido China no tiene reli-gión y, si tiene alguna, es algo completa-mente distinto del cristianismo. Esta problemática da lugar a una extraordina-ria vitalidad en China en el ámbito de la investigación académica (filosofía, socio-logía de la religión, ciencias políticas...). Por otra parte, el descubrimiento de China permite plantear la cuestión de la metafí-sica, y la cuestión de la trascendencia de una manera muy diferente de como Occidente lo sigue haciendo. El futuro del cristianismo, y de su renacimiento, se juega en parte en este Estado-continente.

De un modo todavía confuso, el Vaticano tiene en cuenta indudablemen-te el conjunto de estos desafíos aunque, por ahora, el diálogo entre el cristianismo –en sus diversas formas– y la cultura chi-na sigue siendo muy difícil. Se abren paso nuevas configuraciones, nuevas posturas. De esta forma, algunos intelectuales se califican de “cristianos culturales”, fór-mula acuñada por el filósofo Liu Xiaofeng. Según él, incluso si abrazan los valores cristianos, estos cristianos culturales no se adhieren por ello a una tradición históri-ca o una institución eclesiástica determi-nadas. El pensador He Guanghu ha adop-

tado esta postura y la ha situado en lugar central. Guanghu ha dicho que hay que volver a las cuestiones de la trascenden-cia, el alma y la espiritualidad, en una te-rapia social. El ethos chino, según él, sería un gran vacío y el cristianismo sería el único suplemento de alma capaz de curar a China de sus males sociales, morales y espirituales y de fundamentar valores morales. Otros, como Li Tiangang, hacen hincapié en la importancia del monoteís-mo para la modernidad, mientras que en Europa se acusa al monoteísmo de mu-chos males: de violencia, de querer elimi-nar el pluralismo. Pero muchas personas en China ven ahí, por el contrario, la bús-queda de una verdad común, necesaria para hacer frente al vacío espiritual. Si prestamos atención a lo que dicen los chinos, sea cual fuere su condición social, ninguno aspira a volver a un pensamiento monolítico, que de hecho les ha aplastado durante 40 años.

Básicamente, están abiertos al plura-lismo, que no debe estar basado en el in-diferentismo o el relativismo, sino en los valores, en una búsqueda de la verdad. Algunos pensadores radicales proponen sustituir el marxismo por el confucianis-mo, un confucianismo que no solo servi-ría para regular el interior del sistema político chino sino que estaría por enci-ma, como una especie de constitución; estaría representado, de hecho, por un consejo de sabios confucianos que consti-tuiría la unidad suprema. Algunos ven más bien en ello un modelo iraní. La ma-yoría de los chinos se opone. Se compro-meten a dar un cierto estatus al confucia-nismo, pero no el de una religión nacio-nal. Por más que China haya creado cientos de institutos Confucio en todo el mundo, su modelo sigue estando política-mente inspirado por el marxismo. Esto demuestra lo difícil que es conciliar a Marx y a Confucio como propugna el in-telectual Yang Gan. Una forma de socialis-mo confuciano sería peligrosa. Además, privaría al confucianismo de sus recursos asociados a una liberación como los que contienen, por otra parte, el pensamiento cristiano y el mensaje de los Evangelios.

China se ha convertido en un flore-ciente laboratorio de encuentros intelec-

tuales. Los que dejan presagiar el diálogo entre cristianismo y confucianismo son prometedores. Como ríos subterráneos de sinuosos meandros, estas dos corrientes no han dejado de alimentar la vida políti-ca e intelectual de China durante casi dos siglos. ¿Podrán engendrar una crítica combinada del poder? ¿Podrán ser una fuente de renovación para el pensamiento tanto en en China como en Europa? Más allá de los desafíos políticos que plantea, la lógica de un acercamiento entre China y el Vaticano constituye realmente un re-to de civilización. Estratégicamente ha-blando, la recuperación de las élites cris-tianas de este país se plantea a tal precio.

China muestra un sorprendente florecimiento de sectas próximas a la es-fera de influencia de la new age que el Papa está resuelto a combatir. Uno de los desa-fíos a que habrá de hacer frente es el de recuperar el tiempo perdido por el catoli-cismo con respecto al protestantismo, que parece hallarse en auge, sobre todo en las zonas urbanas. Otro desafío, y no de los menores, es la competencia con el islam, muy vigoroso en algunas zonas como las planicies centrales de Henan, donde se enfrentaron las comunidades han y hui (musulmanes chinos). Por último, el papa Francisco habrá de responder a una parte creciente y muy real de simpatizantes in-telectuales que ven en el cristianismo una forma de consolidar los frágiles cimientos necesarios para el respeto de la democra-cia y de los derechos humanos en China. Favorecer la relación con la democrática Taiwán, como ha señalado la Santa Sede en la recepción al presidente Ma Ying-jeou, es una señal que no se le escapa a nadie en Asia oriental. El reto y las impli-caciones morales de la Iglesia en la deci-sión relativa a este reconocimiento com-portan una responsabilidad cuya impor-tancia simbólica debe medirse en toda su amplitud en la propia China y en su peri-feria más cercana, incluyendo a Vietnam y a Corea del Norte, donde se infligen atrocidades y humillaciones a diario a las comunidades cristianas. Tómese nota: si bien se prevé la formalización de las rela-ciones entre el Vaticano y Beijing en el plano estratégico, dicha formalización si-gue siendo improbable en el plano moral.

2. Michel Masson, Liang Shumin, Les idées maîtresses

de la culture chinoise. Trad. Michel Masson. Le Cerf/

Institut Ricci (París), 2010.

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A ELECCIÓN DEL CARDENAL AR-

gentino Jorge Mario Bergoglio a la cabeza de la Iglesia católica tuvo lugar cuando la onda expansiva de las revoluciones árabes seguía haciéndose sentir y los cristianos que viven en países de mayoría musulmana sufren situaciones de angustia en el curso de su exis-

tencia al tiempo que se desarrolla en Occidente un clima de creciente hostilidad hacia el islam y los musulmanes. En es-te contexto, el papel de la diplomacia vaticana será más importante que nun-ca y el nuevo papa Fran-cisco tendrá mucho que hacer para aliviar las ten-siones y evitar que la teoría del choque de civi- lizaciones, a pesar de su pobreza intelectual, se convierta en una profecía autocumplida.

La diplomacia de la Santa Sede habrá de des-plegarse en varios frentes. El poder blando del Vaticano y toda la simpatía del Papa recién elegido deberán movilizarse a fin de lograr resultados sig-

nificativos. La misión del papa Francisco es extre-madamente difícil, pero no se trata de una misión imposible. Cuenta, de hecho, con una serie de ba-zas que podrían facilitar que suenen las campanas con un peculiar timbre en la escena internacional y contribuir a desradicalizar los espíritus. Incluso el más cínico de los defensores de la política de fuerza y poder o de la realpolitik reconocen ahora que el Vaticano es un importante actor político. Los

historiadores coinciden en admitir que la elec-ción del cardenal po- laco Karol Wojtyla en 1978 fue uno de los fac-tores decisivos que ace-leraron la caída del sis-tema comunista. El pa-pel desempeñado por el

papa Juan Pablo II en la movilización de los fieles que vivían tras el telón de acero fue tan esencial y tan problemático para la extinta Unión Soviética que hoy nadie se atrevería a recuperar la antigua expresión “y el Papa, ¿cuántas divisiones tiene?” utilizada con ironía por Stalin en respuesta a Churchill, que le presionaba para que respetara la libertad religiosa en Europa del Este.

L

El Vaticano y el islam árabeunas relaciones difícilespero no imposibles

Karim Emile BitarEX ALUMNO DE LA ENA. DIRECTOR DE

INVESTIGACIÓN EN EL INSTITUTO

DE RELACIONES INTERNACIONALES

Y ESTRATÉGICAS (IRIS) Y JEFE DE

REDACCIÓN DE LA REVISTA ENA HORS

LES MURS.

En un clima de recelos entre Occidente y el islam, el papelde la diplomacia será ahora más importante que nuncay el nuevo Papa tendrá que esforzarse para aliviar tensiones

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Un nuevo mundo, multipolar, desencantado y en buscade sentido

Sin la menor división, desprovisto de todos los atributos del poder duro, confiando en su solo ca-risma, en el magisterio de la palabra, en una “pala-bra desarmada”, según la bella expresión del filó-sofo Paul Ricoeur, Juan Pablo II logró modificar el curso de la historia. El papa Francisco se enfrenta hoy día a un descomunal desafío, en un mundo mucho más complejo de lo que era en 1978. Una confrontación bipolar, que tuvo el mérito de la claridad, fue seguida por un nuevo orden interna-cional que carece de legitimidad. Tras la caída del muro de Berlín en 1989 se abrió un período que algunos historiadores han llamado el “momento unipolar”, un período intermedio de unos 15 años durante el cual Estados Unidos era la única super-potencia en todo el mundo y su autoridad era in-discutible. Este período terminó con los ataques del 11-S y, sobre todo, con la guerra de Iraq, que ha arruinado a Estados Unidos tanto en sentido literal como figurado, ya que esta guerra financiada a crédito y cuyo coste fue calculado por Joseph Stiglitz y Linda Bilmes en más de tres billones de dólares, también desacreditó el valor de la palabra de Estados Unidos de América tras una larga serie de mentiras y engaños a que recurrió el gobierno de Bush-Cheney para vender a su opinión pública esta guerra ilegal a ojos del derecho internacional. La debacle de Iraq, el enorme coste en vidas huma-nas, las imágenes de Abu Ghraib y las revelaciones sobre múltiples violaciones de la Constitución es-tadounidense y sobre la institucionalización de la tortura, empañaron la imagen de Estados Unidos y de su credibilidad en la escena internacional. Cuando la magnitud del desastre empezaba a ser conocida por el público estadounidense se produjo la gran crisis financiera de 2008, que hizo las veces de acelerador de la historia y condujo al auge de las economías emergentes, sobre todo de China e India, pero también de Brasil y Sudáfrica. El mun-do de hoy es un mundo con una asombrosa inter-dependencia entre los países, un mundo que tiende hacia la multipolaridad, pero también un mundo desencantado en el que el poder militar, el poder duro, ha mostrado sus límites.

La actual crisis económica está acompañada, de hecho, de muchas otras crisis sobre las que el Vaticano debe hacer oír su voz: una crisis moral, una crisis de identidad, una crisis ambiental, una crisis de valores. El mundo posmoderno en el que vivimos es un mundo desesperadamente en busca de sentido, de valores sólidos, de espiritualidad y,

en este contexto, el Vaticano tiene un papel impor-tante que desempeñar, pues se trata de llenar un vacío, donde se abre la gran esperanza de una pa-labra que no esté contaminada por la política par-tidista. Ante el individualismo y el consumismo como distintivos de nuestro tiempo, se deposita esperanza en las autoridades morales como las de la Iglesia católica, más allá del círculo de los fieles.

Los dos grandes desafíos de la diplomacia vaticana y balancede los dos últimos pontificados

En este contexto deberá desplegarse la nueva diplomacia vaticana. Con respecto al mundo árabe-musulmán, deberá orientarse en torno a dos ejes principales. El primer eje es el tema de los cristianos de Oriente, tanto los cristianos del mundo árabe ante la ola de revoluciones como los cristianos que viven en países musulmanes del sudeste de Asia que con frecuencia son víctimas de discrimina-ción. El segundo eje, relacionado con el primero, es el de las relaciones entre el cristianismo y el is-lam en un momento en que crecen en ambos lados las tensiones religiosas y de identidad.

En cada uno de estos temas la definición de las políticas de la Santa Sede a cargo del papa Fran-cisco merece ser precedida de una valoración justa de la labor de los dos pontificados anteriores, los de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, a fin de aprovechar los logros y vías abiertas por estos dos papas pero, dado también el caso, a fin de extraer las conse-cuencias de ciertos errores y corregir el tiro.

En cuanto a la tarea realizada por el Vaticano para facilitar la continuidad y florecimiento de los cristianos que viven en Tierra Santa, el balance es positivo en términos generales. Tanto el papa Juan Pablo II como Benedicto XVI han realizado una ta-rea multidimensional que a menudo ha dado sus frutos: han hecho sólidas reflexiones con anterio-ridad a sínodos de importancia histórica, que han dado lugar a la publicación de textos de referencia, han sabido encontrar las palabras para hablar a los cristianos del mundo árabe y ambos han realiza- do una serie de visitas papales ampliamente coro-nadas por el éxito. Basta mencionar, por ejemplo, el sínodo y la exhortación apostólica postsinodal dedicada al Líbano y publicada en el año 1997, con ocasión de la visita del papa Juan Pablo II a un país que acababa de salir de 15 años de una guerra civil que había llevado a muchos cristianos al exilio o al desaliento. El sínodo fue muy bien organizado y logró movilizar a muchos intelectuales de dife-rentes orígenes, que trabajaron de forma conjun- ta y que habían colaborado en excelentes con-

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diciones cuando tal cosa no se daba por sentada.En cuanto al texto de la exhortación apostóli-

ca postsinodal, destacó por su dimensión argu-mentativa y precisión. Hasta tal punto, que este texto fundacional se ha convertido en una referen-cia citada en numerosas ocasiones en la política libanesa, una referencia bien acogida tanto por los cristianos como por los musulmanes. Al llamar a los cristianos libaneses a superar sus reticencias, a aprender de los errores del pasado, a no encerrarse en guetos comunitarios, a evitar pensar con una mentalidad de ciudadela sitiada, a integrarse en su entorno árabe y a elegir asociarse con sus compa-triotas musulmanes, este texto es plenamente acertado y propugna un aggiornamento de la comu-nidad cristiana libanesa que pagó, a alto precio, los errores cometidos por sus representantes políticos durante la guerra. La visita del papa Juan Pablo II a Líbano en 1997 fue un auténtico triunfo y más de un libanés de cada cuatro salió a las calles para saludar al Papa, en una jubilosa demostración de la unidad entre musulmanes y cristianos. Del mis-mo modo, el sínodo organizado por el papa Benedicto XVI en 2012 y su visita a Líbano –unos meses antes de su renuncia al cargo– se caracteri-zaron por un éxito innegable.

Diplomacia vaticana:mirada acertada sobre Iraq

En términos geopolíticos, la diplomacia vati-cana en los últimos 20 años ha adoptado siempre las decisiones importantes teniendo en cuenta los intereses de las comunidades cristianas en el mun-do árabe. De este modo, la fuerte oposición del Vaticano a la invasión de Iraq por parte de Estados Unidos en 2003 no se debió únicamente a una hostilidad de principio hacia el unilateralismo, a la violencia y al desprecio del derecho internacio-nal, sino que tal rechazo de la guerra provenía igualmente de una preocupación del Vaticano por la suerte de los cristianos de Iraq. Y, aunque no fueron escuchados por el cristiano renacido George W. Bush, los argumentos del Vaticano se demostra-ron ampliamente justificados y sus inquietudes bien fundadas, porque los cristianos iraquíes estu-vieron entre las principales víctimas de esta guerra y más de las tres quintas partes de los cristianos que vivían en Iraq se vieron obligados a abandonar su país natal debido a las consecuencias de este conflicto. Recordemos que la comunidad cristiana en Iraq vivía en esta tierra desde hace 2.000 años, sin interrupción, y había sobrevivido a todas las tragedias de la historia, antes de ser diezmada por la operación de 2003.

Por tanto, el Vaticano enfocó las cosas de mo-do acertado y la historia recordará que el hecho de que la diplomacia francesa y el Vaticano se opusie-ran de forma conjunta a los planes neoconservado-res impidió que esta guerra tomara la apariencia de una guerra de religión o que degenerara en este choque de civilizaciones que invocan muchos radi-cales de distintas tendencias. La postura de Be-nedicto XVI a raíz del estallido de las revoluciones árabes pareció ser una continuación de la de Juan Pablo II. Si bien el Papa no dejó de acoger positiva-mente la rebelión de los pueblos árabes contra el autoritarismo, no dejó de advertir contra los peli-gros que pueden derivarse de las transiciones mal controladas o de guerras civiles como la de Siria.

El discurso de Ratisbonay las heridas mal curadas

Al igual que la diplomacia vaticana ha hecho cuanto estaba en su mano respecto a la situación de los cristianos orientales, las relaciones generales con el islam han sido a veces tumultuosas y marca-das por malentendidos. El punto culminante de este malentendido fue la polémica en torno al dis-curso pronunciado por el papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona en 2006, en el que citó al emperador bizantino Manuel II Paleólogo y daba la impresión de dar crédito a la idea de una relación consustancial entre el islam y la violencia. Este discurso afectó profundamente al mundo musul-mán, tanto a las elites intelectuales y religiosas como a los creyentes comunes. Aunque Benedicto XVI trató rápidamente a rectificar y lamentó haber sido malinterpretado, el daño ya estaba hecho y la confianza nunca volvería de verdad, a pesar del viaje del Papa a Estambul, que fue presentado como un camino de reconciliación, y a pesar de las pala-bras llamando al apaciguamiento en boca de varios ulemas respetados del mundo musulmán.

Siete años después no es exagerado decir que este discurso sigue siendo una herida mal cicatri-zada en las relaciones entre el islam y el cristianis-mo. Si este discurso, tal vez inicialmente conside-rado por Benedicto XVI como una mera discusión académica, levantó tal revuelo, se debe a que cabía encontrar en él, en la boca del Papa, uno de los argumentos más antiguos utilizados contra el is-lam por los polemistas cristianos de la Edad Media, ya que este mismo discurso parecía inscri-birse en la vena del esencialismo, y era ahistórico, en el sentido de pasar por alto de siglos que nece-sitó la Iglesia católica para aceptar la idea de una conciliación entre fe y razón. El islam se mostraba, pues, congelado en el tiempo y en el espacio, y se

Las apelaciones a la paz y el rechazo a la invasión de Iraq de 2003, gestos bien acogidospor el mundo islámico, quedaron empañados por el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona del año 2006

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solía ver como algo inmutable. El discurso parecía, por tanto, extraer su lógica de principios inamovi-bles sobre Oriente, hoy día ampliamente desacre-ditados, según los cuales habría una distinción epistemológica y ontológica entre un Occidente supuestamente racional y un islam en esencia impermeable a la razón.

Estas palabras se producían, además, en un contexto en el que los musulmanes se sentían cada vez más incomprendidos y estigmatizados y en el cual la fraseología belicosa y las ideas convencio-nales sobre el mundo musulmán venían a alimen-tar y legitimar las ambiciones guerreras de una Administración estadounidense muy marcada por la influencia de los cristianos evangélicos violen-tamente hostiles al mundo musulmán y defenso-res incondicionales del Estado de Israel, pese a su antisemitismo apenas disimulado.

En cada uno de estos dos casos, el de los cris-tianos de Oriente y el de las relaciones entre el cristianismo y el islam, la diplomacia del Vaticano habrá de dar ahora prueba de sagacidad para tra-zar nuevos caminos y superar el resentimiento.

¿Qué futuro espera a los cristianosen el mundo árabe?

Una pregunta apremiante se planteará a los responsables de la diplomacia vaticana: ¿cómo ayudar a los cristianos de los países árabes a supe-rar sus temores? Aunque sus preocupaciones son comprensibles en un contexto en el que las revolu-ciones han sido objeto de una recuperación o in-cautación por parte de movimientos islamistas con viento en las velas, pueden ser especialmente per-judiciales porque les paralizan y les impiden dar la medida de sus posibilidades y contribuir plena-mente a la vida social y política de sus países.

El número de cristianos que viven en Oriente ha disminuido considerablemente desde el inicio del siglo XX, debido sobre todo a los numerosos problemas asociados a la difícil sucesión del im-perio Otomano. Contrariamente a una idea exten-dida entre algunos cristianos de Occidente, no son necesariamente persecuciones orquestadas por los musulmanes las que llevaron a este de-clive, sino más bien una combinación de razones históricas, sociales, políticas y económicas. Por esta razón, las sociedades orientales son ahora mucho menos plurales de lo que eran hace un siglo, y esto significó una gran pérdida tanto para Oriente como para Occidente. Los sistemas laicos autoritarios surgidos en varios países y que se presentan como protectores de las minorías han asfixiado de hecho la libertad y el pluralismo in-

dispensables para el desarrollo floreciente de los cristianos en esta parte del mundo.

Además, se sigue planteando el problema de la monarquía saudí, aliada de los occidentales, que no tolera ningún tipo de libertad religiosa en su territorio. Qatar, también wahabí, dio por su parte una señal de apertura al inaugurar en 2008 la cate-dral católica de Nuestra Señora del Rosario en Doha. En Egipto, los coptos sufren discriminacio-nes y trabas al ejercicio de su fe, sin que las autori-dades muevan un dedo, ni antes ni después de la revolución de 2011. Los coptos quedan fuera de los organismos principales del Estado y están infrare-presentados en la política y en la función pública.

Fuera de las fronteras del mundo árabe, es menester además aludir al deterioro de la situa-ción de los cristianos en Nigeria, así como en Pakistán; las respuestas a estos problemas han de ser de tipo multidimensional.

Reconstruir una solidaridad islamocristiana

A pesar de las dificultades actuales, y a pesar de las limitaciones del diálogo interreligioso, es posible un rápido progreso en el terreno de las re-laciones islamocristianas. El papa Francisco ha tratado a muchos árabes y musulmanes en Argen-tina, que ha aprendido a conocer y apreciar. Una de sus primeras acciones fue lavar los pies de una joven musulmana, un gesto simbólico que ha re-cordado la imagen de Juan Pablo II besando el Corán. El papa Francisco, aunque conservador, es probablemente más flexible que su predecesor desde el punto de vista doctrinal y, probablemente, dará prueba de pragmatismo. Unos gestos de bue-na voluntad de ambas partes podrían transformar rápidamente el clima. Recuérdese que la relación entre el judaísmo y el cristianismo se relajó rápi-damente después del concilio Vaticano II y tras la apertura del papa Juan XXIII. Estas relaciones son ahora muy buenas, a pesar de una herencia de casi 2.000 años durante el cual la Iglesia a veces ha su-cumbido al antisemitismo. El islamólogo reformis-ta Mohamed Arkun temía que al calor de esta re-conciliación judeocristiana, el islam se convierta en cierto sentido en el tercero excluido de la revela-ción de Abraham y se reproduzcan en Occidente con respecto al islam los estereotipos que siempre circularon sobre los judíos.

Sin duda, la diplomacia vaticana trabajará en el futuro para evitar esta desviación y se esforzará en sanear y fortalecer los vínculos entre el islam y Occidente. Porque la alternativa sería un desastre para ambas partes.

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LA IGLESIA Y LA GOBERNANZA MUNDIAL (siglos XX y XXI)

• LA ERA MEDIÁTICA

La emisora Radio Vaticana (RV) fue inaugurada por Pío XI en 1932 (en la foto con Guillermo Marconi),71 años despuésde ‘L’Osservatore Romano’ y 51 antes que la televisión (CTV).

• NACE EL ESTADO

Los Pactos de Letrán, entre la Santa Sedee Italia, alumbraronel Estado Vaticano.Fueron firmados el 11 de febrero de 1929 por Mussolini y el cardenal Gasparri durante el pontificado de Pío XI.

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• LA PAZ EN LA TIERRA

Juan XXIII, ‘el Papa bueno’ que renovó el mensaje social de la Iglesia y su puesta al día con el concilio Vaticano II, dejó en la encíclica ‘Pacem in Terris’un testimonio de las leyes morales que han de presidir las relaciones entre estados. Fue firmada el 9 de abril de 1963.

• CRISIS DE LA GUERRA FRÍA

Juan XXII fue testigo de los prolegómenos de la pugna entre Estados Unidos y la URSS por la

hegemonía mundial: Cuba, Berlín, Vietnam... En diciembre de 1959

recibió al presidente Eisenhower.

• EL PRIMER PAPA VIAJERO

Pablo VI fue el primer Papa del siglo XX en viajar al extranjero. Hizo nueve visitas y fue el primero también en utilizar el avión en sus desplazamientos (foto, 6 de enero de 1964).

• MENSAJE UNIVERSAL DE PAZ

Pablo VI abogó por la paz en su discurso en la Asamblea General de la ONU Fue el 4 de octubre de 1965, en plena intensificación de la guerra de Vietnam. Posteriormente, sus entrevistas con dirigentes comunistas (Podgorny, Tito, Gromiko, Castro) abrirían el camino de la ‘ostpolitik’ pontificia.

• CON EL MUNDO MUSULMÁN

Pablo VI viajó a Tierra Santa en 1964 (en la foto con el rey Hussein de Jordania). Fue su primer viaje al exterior.

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L A I G L E S I A Y L A G O B E R N A N Z A M U N D I A L ( S I G L O S X X Y X X I )

• DESACTIVANDO LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Juan Pablo II amonesta al cura, teólogo y ministro sandinista Ernesto Cardenal (Managua, marzo de 1983).

• UNA ‘ALIANZA’ PARA ACABAR CON EL PODER GEOPOLÍTICO DEL COMUNISMO

Juan Pablo II, el primer papa en visitar la Casa Blanca, y Reagan, el primer presidente que nombró un embajador en la Santa Sede, fueron dos figuras capitales en el colapso del poder geopolítico del comunismo. Ambos se encontraron (foto) en Fairbanks (Alaska) en 1982. Los 27 años del pontificado de Juan Pablo II coincidieron con los mandatos de Carter, Reagan, Clinton, Bush (padre e hijo), Gorbachev, Yeltsin y Putin.

• PROFETA EN SU TIERRA

Juan Pablo II hizo nueve viajes a Polonia. El primer ministro Jaruzelski le diola bienvenida en el palacio de Belvedere en su segunda visita (junio de 1983.

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L A I G L E S I A Y L A G O B E R N A N Z A M U N D I A L ( S I G L O S X X Y X X I )

• EN EL CHILE DE PINOCHET...La primera salida (1979) de Juan Pablo II fue a América. El 1987 fue recibido en Santiago por el general Pinochet.

• EL TESTIMONIO DEL ÚLTIMO SOVIÉTICO

“La caída del Telón de Acero habría sido imposible sin Juan Pablo II”, dijo Gorbachev en su visita al Vaticano en diciembre de 1991.

• ...Y EN LA CUBA DE CASTRO

Otro encuentro histórico: Juan Pablo II con el líder del último bastión comunista en Occidente, Fidel Castro, en La Habana (1998).

• HUMILDAD Y AUSTERIDAD

Francisco, que ha adoptado el nombre de referencia de la vida en la pobreza, es jesuita, americano y

el primero que no es europeo. Austeridad y humildad son indicios

de un pontificado que se ha iniciado con un marcado estilo propio.

Francisco y Benedicto XVI rezaron juntos en la residencia de Castel Gandolfo el mismo día en que el

Papa emérito había abandonado el Vaticano (23 de marzo de 2013).

• EL PAPA EMÉRITO

Benedicto XVI sorprendió con su renuncia, que llevaba implícito el reconocimiento de las limitaciones de la edad. Fiel al vasto legado de su antecesor, hizo 24 viajes fuera de Italia y ha dejado testimonio de su apostolado en tres encíclicas sobre amor, la esperanza y la caridad y la verdad. En la foto, orando ante el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén durante su visita a Israel y Cisjordania en mayo de 2009.

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s la Iglesia católica roma-na una ‘Iglesia de paz’?

Esta es una pregunta que me hacen con frecuencia los estudiantes de la Universidad de Notre Dame, donde imparto cursos sobre paz e historia y dirijo el Instituto Kroc, un cen-tro interdisciplinario de ense-

ñanza e investigación dedicado a comprender las causas de la violencia y las condiciones de una paz sostenible. Generalmente estos estudiantes han seguido cursos sobre la ética de la guerra y de la paz y algunos han estudiado en la Catholic Peacebuilding Network, una organización de al-cance mundial que incluye a su vez organizaciones de trabajo humanitario y de desarrollo católicas como Catholic Relief Services, organizaciones

de paz como Pax Christi y asimismo facultades y universidades católicas, como la de Notre Dame.

Ante divergentes sensibilidades y orienta-ciones sobre la guerra y la paz, es comprensible que los católicos más

jóvenes se sientan confusos. Por un lado, saben que la Iglesia, desde los tiempos de san Agustín, ha desarrollado la doctrina de la guerra justa y, de hecho, muchos estudiantes han memorizado las justificaciones tradicionales para ir a la guerra (ius ad bellum), así como las limitaciones éticas en la circunstancia de hacer la guerra (ius in bello). En

este sentido, el catolicismo no es una Iglesia de paz, una que renuncia a todo recurso a la violencia por parte de un individuo o grupo cristiano como ile-gítimo. En el cenit de sus complicaciones munda-

E

Geopolítica vaticana de paz y guerraR. Scott ApplebyPROFESOR DE HISTORIA Y DIRECTOR JOHN M. REGAN, JR.

DEL INSTITUTO KROC DE ESTUDIOS INTERNACIONALES

SOBRE LA PAZ, UNIVERSIDAD DE NOTRE DAME (INDIANA,

ESTADOS UNIDOS).

Históricamente la Iglesia ha justificado la guerra, ha coronado emperadores, ha participado en cruzadas y ha pactado con regímenes fascistas... ¿puede hablarse de una ‘Iglesia de paz’?

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nas, durante la alta Edad Media, la Iglesia romana coronó emperadores, lanzó cruzadas sangrientas y afirmó ser la fuente de todo poder tanto temporal como espiritual en la tierra. Todavía en el segundo

cuarto del siglo XX, mucho después de que los es-tados pontificios hubieran sido conquistados y unidos al resto de Italia, el Vaticano entraba en pactos con otros estados, incluyendo el régimen

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fascista. Si bien la Iglesia se vio mezclada a lo largo de la historia en la cuestión del arte de gobernar, como asunto de princi-pio teológico (responsabilidad con respec-to al mundo), también se comprometió en guerras que solían comportar cierto grado de implicación (u oposición) en relación con las grandes potencias.

Por otra parte, generaciones de es-tudiantes han estudiado y han llegado a admirar también a católicos y otros cris-tianos defensores de la no violencia, in-cluidos pacifistas como Dorothy Day, fundadora del Movimiento del Trabajador Católico, que murió en 1980 y cuyo proce-so de canonización se promueve actual-mente en el Vaticano. Estudiantes atentos saben también que los papas desde el concilio Vaticano II han advertido, con creciente energía, que la tendencia de países y grupos de confiar en la guerra como medio de solución de conflictos, junto con el aumento de la eficiencia y la capacidad destructiva de las armas moder-nas, cuestiona la continuada viabilidad de la doctrina de la guerra justa y demanda un acento preferente y sostenido sobre el evangelio de la no violencia. Además, el papa Juan Pablo II acabó de modo definiti-vo con la era de las alianzas diplomáticas con estados-nación y orientó el compromi-so de la Iglesia con la sociedad política en esfuerzos destinados a configurar el con-texto cultural trabajando a través de las redes de voluntarios de la sociedad civil.

Para acrecentar la confusión, la pos-guerra de la guerra fría ha presenciado la aparición de un nuevo conjunto de prác-ticas relativas a iniciativas católicas por la paz, acompañadas de teología innovadora y ética de la reconciliación. El Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, dirigido por el cardenal ghanés Peter Turkson, ha servido de plataforma de esta iniciativa constructiva, que se basa en dimensiones fundamentales del rico corpus de la doc-trina social de la Iglesia, con la pieza clave de la encíclica Rerum novarum promulgada por el papa León XIII en 1891.

’Pacem in Terris’, antes y ahoraEste año se cumple el 50 aniversario

del primer paso del camino de la vieja a la nueva geopolítica del Vaticano. En

1963, durante la primera fase del Vatica-no II, el concilio ecuménico que había convocado el papa Juan XXIII, se promul-gó la encíclica Pacem in Terris. Con una gran repercusión, el Papa denunció la guerra en la era nuclear como “un instru-mento inadecuado para reparar la viola-ción de la justicia”. Pacem in Terris procla-mó “los universales, inviolables, inaliena-bles derechos y deberes” de la persona humana y presentó un marco moral en el que los derechos socioeconómicos se en-trelazan con los derechos políticos y civi-les. “Al aprobar este abanico de derechos [...] el Papa situó a la Iglesia católica en el corazón de los debates de las Naciones Unidas sobre derechos humanos”, obser-va J. Bryan Hehir. “Para Pacem in Terris, el fundamento y el propósito de todos los derechos es la dignidad de la persona humana. El alcance de los derechos que se pretenden aprobar como exigencias morales legítimas está determinado por las necesidades específicas –materiales y espirituales– que tiene cada persona para garantizar la dignidad humana.”1

El Vaticano II desarrolló la doctrina social católica, la moderna tradición ecle-sial de análisis papal y episcopal de las condiciones sociales y económicas, al servicio del desarrollo y la aplicación de los principios teológicos subyacentes a la defensa de la justicia social, el desarrollo, la paz y los derechos humanos. La consti-tución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, identificó a la institución con las aspiraciones de todas las personas que buscan la igualdad, la libertad y las oportunidades para el mejo-ramiento del ser humano. Y la declara-ción del Vaticano II sobre libertad religio-sa (Dignitatis Humanae) enseña que todas las personas, no solo los católicos, tienen derechos civiles y políticos por el simple hecho de ser seres humanos. Sus principa-les ideas, aportadas por el jesuita nor-teamericano John Courtney Murray y el teólogo francés Jacques Maritain, signifi-caron una inflexión de la doctrina católi-ca sobre las relaciones Iglesia-Estado al aceptar el hecho de la pluralidad religiosa y la alineación de la Iglesia moderna, sin ambigüedades, con políticas democráti-cas. En este documento, la Iglesia rechazó

oficialmente todo tipo de coacción o im-posición sobre las conciencias susceptible de recaer sobre ciudadanos de un Estado de mayoría católica que no abracen las “creencias correctas”; es decir, la ortodo-xia católica romana.2

El efecto acumulativo de estas inno-vaciones espectaculares fue una reconsi-deración de la relación entre la Iglesia con sede en Roma y los millares de iglesias locales en todo el mundo, cada una enrai-

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Hace 50 años, con ‘Pacem in Terris’, un alegato contra la guerra y una proclamación de los universales e inviolables derechos humanos, la Santa Sede dio el primer paso de la nueva geopolítica vaticana

zada en su propio “horizonte cultural de autocom-prensión”. La inculturación –la adaptación del Evangelio y la vida apostólica a las costumbres, ri-tuales y valores culturales autóctonos– se convirtió en la palabra clave para la nueva comprensión de la misión evangelizadora de la Iglesia.

Los ecos del concilio Vaticano II en todo el mundo católico resonaron de forma atronadora. Así, por ejemplo, los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín (Colombia) en 1968 lamenta-ron la enorme pobreza del continente y centraron

la atención en los factores sociales y políticos res-ponsables de la opresión de los pobres. Citando la aprobación del Vaticano II de un nuevo humanis-mo, los obispos denunciaron la violencia institu-cionalizada de la sociedad latinoamericana y exi-gieron “transformaciones urgentes y profunda-mente renovadoras” de las estructuras sociales de sus países. Instaron a cada conferencia episcopal a presentar a la Iglesia como “un catalizador, en el ámbito temporal, de una auténtica actitud de ser-vicio” y a apoyar a las organizaciones de base para

1. J. Bryan Hehir, Religious Ac-

tivism for Human Rights: A

Christian Case Study en John

Witte, Jr. and Johan D. van

der Vyver, Religious Human

Rights in Global Perspectives: Re-

ligious Perspectivas, Martinus

Nijhoff (La Haya), 1996, 103.

2. Dignitatis Humanae [Decla-

ración sobre libertad religio-

sa] en Joseph Gremillion, ed.,

The Gospel of Peace and Justice:

Catholic Social Teaching Since

Pope John, Maryknoll (Nueva

York) Orbis, 1976, 337-350.

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la “reparación y consolidación de sus derechos [de los pobres] y la búsqueda de justicia”. Por último, los obispos apelaron a los católicos en todo el mundo, en el ejercicio de sus responsabilidades políticas y religiosas, a adoptar una “opción preferencial por los pobres”.3

Junto a este énfasis en la solida-ridad con los pobres existía una nueva actitud crítica con respecto a la guerra (y no solo la guerra nu-clear), la guerra que causa cientos de miles de víctimas en todo el mundo y empobrece a millones de personas. El papa Juan Pablo II defendió clara y apasionadamente un giro católico a la no violencia. Hablando en Ir-landa en 1979, al principio de su pontificado, proclamó de forma cé-lebre: “Creed en la paz, en el perdón y en el amor, porque son de Cristo. Comunidades que están unidas por su aceptación del mensaje supremo de amor de Jesús, manifestado en la paz y en la reconciliación, y por su repulsa de la violencia, constituyen una fuerza irresistible para lograr lo que muchos han llegado a aceptar como imposible y destinado a permanecer como tal. Quisiera dirigirme ahora a los hombres y mujeres comprometidos en la violen-cia. Os hablo con lenguaje de abogado apasionado. Os suplico de rodillas que abandonéis los senderos de la violencia y volváis a los caminos de la paz… La violencia destruye la obra de la justicia. Además la violencia en Irlanda no conseguirá más que arras-trar a la ruina el país que vosotros afirmáis amar y cuyos valores afirmáis apreciar. En nombre de Dios os suplico: volved a Cristo que murió para que los hombres pudiesen vivir en perdón y en paz. Él os está esperando, anhelando que cada uno de voso-tros venga a él para poder deciros: tus pecados es-tán perdonados, vete en paz… La verdadera valentía está en trabajar por la paz.”

La vuelta al arte de gobernarcomo ‘promotores de la paz’

Las dos décadas desde la caída de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría han constituido un período en que las guerras civiles, las batallas étnicas y religiosas y los conflictos regionales han dominado la escena. En este contexto, en el que varios estados fracasaron o estuvieron en proceso de fracasar y en el que los movimientos religiosos y grupos étnicos desafiaron al Estado en la presta-ción de servicios sociales –y, en algunos casos,

compitiendo con autoridades políticas–, los líde-res religiosos se encontraron situados en un nuevo

y potencialmente poderoso papel co-mo colaboradores, o alternativa, de instancias gubernamentales y no gu-bernamentales. En particular, los obis-pos católicos, especialmente en África y partes de Asia, son llamados a reali-zar una variedad de funciones públi-cas y cívicas, que van desde la me- diación entre las partes en conflicto al liderazgo de comités de verdad y re-conciliación, derechos humanos, me-moria y a la diplomacia o la defensa del propio Estado.

En este sentido, la Iglesia católica romana actúa como agente nacional y también transnacional de una manera nueva y distinta. En un sentido de arriba-abajo, la diplomacia vaticana se complementa con intervenciones loca-les y nacionales de gobierno, formula-

ción de políticas y educación pública. Los obispos y sacerdotes que son llamados a la palestra como mediadores y agentes de la reconstrucción social y política no siempre adoptan el papel de forma en-tusiasta y se resisten a nuevos tipos de complicacio-nes o enredos con el Estado. Como explicó John Onaiyekan, arzobispo católico de Abuja (Nigeria), en una conferencia internacional de la Catholic Peacebuilding Network en Burundi en 2006: “No tenemos ningún modelo o guía para este tipo de ministerio. Preferimos trabajar a través de la socie-dad civil. Pero la Iglesia es la alternativa al Estado en Nigeria y en otros lugares. ¡Y el gobierno suele necesitar una alternativa!.”4

En este contexto, la geopolítica del Vaticano adquiere una nueva dimensión. Parte del atractivo de la Iglesia, ya sea en forma de un obispo católico o una ONG internacional, tales como el organismo de cooperación Catholic Relief Services, es precisa-mente su carácter transnacional. El compromiso de los líderes católicos locales con una institución multinacional y la cadena de mando dotada de la autoridad moral de la Iglesia representan al menos tres ventajas en los países que luchan por superar conflictos o experimentar un crecimiento econó-mico sostenible. En primer lugar, los líderes católi-cos pueden controlar o ser considerados como su-pervisores de importantes recursos (personales así como financieros) que fluyen de otros centros, distritos electorales y órdenes religiosas. En segun-do lugar, la jerarquía católica goza de la ventaja de un perfil tanto local como global, es decir, debido a

En numerosas ocasiones y lugares, especialmente en África y Asia, los líderes religiosos han tenido que asumir el papel de ser la alternativa a las carencias de servicios propios del Estado

3. Medellín Documents: Poverty

of the Church, en Gremillion,

The Gospel of Peace and Justice,

471-76.

4. Catholic Peacebuilding

Network conference, Bu-

jumbura (Burundi), trans-

cripción.

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su arraigo en el pueblo y a su presencia histórica (personas benevolentes, caritativas....), la Iglesia tiende a gozar de confianza en las comunidades locales, al tiempo que tiene una cierta independen-cia política, social e incluso económica de la políti-ca y de los políticos locales o nacionales. Por último, se percibe que los obispos católicos tienen influen-cia (la percepción es a menudo mayor que la reali-dad) con respecto a los organismos interguberna-mentales e internacionales y a países destacados, como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido.

Laicos católicos y líderes eclesiásticos tienen cierta preocupación en el sentido de que su estu-dio y formación previa que conduce a la ordena-ción o votos religiosos o al liderazgo laico no les ha preparado para el nuevo papel de la Iglesia como mediadora en el terreno de los conflictos y para su función conciliadora y defensora de los derechos humanos. En este ámbito, las universidades y las ONG católicas están llevando a cabo sesiones de capacitación en resolución de conflictos y conso-lidación de la paz en América Latina, África y Asia, dedicadas a obispos locales, sacerdotes, religiosos y laicos. Esta iniciativa da lugar a que la era poste-rior a la guerra fría signifique de he-cho coyuntura y desafío a la vez para una Iglesia transnacional que encuen-tra un elevado grado de demanda en numerosos entornos, de modo que la misma Iglesia se halle en condiciones de aportar una presencia y ministerio que emerge desde el núcleo sacramen-tal de la teología católica, no aplicada con anterioridad de esta forma.

El fomento y consolidación de la paz es una vocación arraigada en la cosmovisión sacramental y antropoló-gica católica, pero también resulta intrínsecamente ecuménica, interre-ligiosa y abierta al mundo secular. Decir que la construcción de la paz católica es sacramental significa, en-tre otras cosas, que la propia vida de la gracia –la misma vida de Dios, com-partida por nosotros– informa y configura nues-tro encuentro con nuestros vecinos en necesidad en cada situación concreta, de modo que la labor de la justicia y la paz contiene una dimensión profunda que va más allá –y que cimenta– lo visi-ble y material. La antropología católica, al otorgar a la libertad humana un papel decisivo en la res-puesta al ofrecimiento divino de redención, llama a los católicos a colaborar con Dios, por así decir, en la sanación de los corazones, el establecimiento

de la justicia y el fomento de la paz, anunciando de este modo el reino de Dios. En consecuencia, los católicos que fomentan y promueven la paz abor-dan los aspectos de colaboración y técnicos del fomento de la paz –el arte de la mediación, de la resolución de conflictos y de las reformas sociales y políticas a largo plazo– con la convicción de que Cristo ya ha redimido al mundo y nos llama a ser signos y testigos de esta verdad. Esta convicción, a su vez, configura los intentos necesarios aunque imperfectos de idear y tratar de lograr efectos concretos –resultados sociales o políticos– de la tarea del fomento de la paz.

La elección de Jorge Mario Bergoglio, carde-nal arzobispo de Buenos Aires, para el papado, plantea interesantes posibilidades para el emer-gente fomento de la paz por parte de la Iglesia. Por ejemplo, Bergoglio tomó el nombre de Francisco con el fin de subrayar su énfasis en la paz y la com-pasión por los pobres, incluyendo a las víctimas de la violencia y otras formas de injusticia. Su sueño de “una Iglesia pobre para los pobres” encuentra su eco en las aspiraciones de los católicos que tra-bajan por la paz y justicia en todas partes. Queda,

sin embargo, por determinar el enfo-que preciso del nuevo Papa sobre la intervención de la Iglesia en la polí-tica. De su historial como superior de los jesuitas durante la guerra sucia en Argentina parece que el papa Francisco, al igual que uno de sus predecesores, Juan Pablo II, disuadi-rá a los sacerdotes y religiosos de participar en cualquier forma de li-beración que exija su intervención directa en la política. Por otra parte, Bergoglio, como Papa, podría seguir el camino del propio Juan Pablo II, quien no tuvo reparos en hacer fren-te, de forma pública, al injusto régi-men de respaldo soviético en su Polonia natal.

En este contexto, los movi-mientos transnacionales de católi-

cos que se esfuerzan por el fomento de la paz, in-cluidos los cuadros de los católicos más jóvenes como mis estudiantes de Notre Dame, podrían florecer y desempeñar un papel cada vez más im-portante y eficaz en la renovación de la misión de la Iglesia con respecto al mundo, y por lo tanto, de la propia Iglesia. Que lo hagan dependerá proba-blemente de la forma en que estos movimientos sean fortalecidos y apoyados por el papado, la je-rarquía y el Vaticano.

El sueño del papa Francisco de ser la cabeza visible de “una Iglesia pobre para los pobres” encuentra eco en las aspiraciones de muchos católicos que trabajan para la paz y la justicia en todas partes

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7ESTACIÓN DEFERROCARRIL

5COLEGIOETÍOPE

EL ESTADO VATICANOLa ciudad-Estado del Vaticano, creada en 1929, es el Estado independiente más pequeño del mundo (44 hectáreas) y el menos poblado (unos 800 habitantes de los cuales solo 450 tienen derecho a la ciudadanía). Sus fronteras no llegan a los cuatro kilómet-ros. Absolutamente todos los ciudadanos profesan la religión católica y ninguno de ellos ha nacido en el territorio. La mayoría de los trabajadores (unos 3.000) vive fuera.

FUENTES:http://www.vatican.va/, Internet World Stats, The World Factbook (CIA)

NOMBRE OFICIALEstado de la Ciudad del Vaticano (Status Civitatis Vaticanae).

FORMA DE ESTADOMonarquía teocráticay electiva.

SISTEMA DE GOBIERNOConstitucional jerárquico.

CONSTITUCIÓN2000 (anterior, 1929).

INDEPENDENCIA11 de febrero de 1929.

FIESTA NACIONAL13 de marzo.

IDIOMAS OFICIALESitaliano (oficial) y latín (documentos y actos oficiales).

JEFE DEL ESTADOFrancisco (Jorge Mario Bergoglio)PAPA EMÉRITOBenedicto XVI(Joseph Alois Ratzinger).

RELIGIÓNcatólica, apostólicay romana (100 %).

NACIONALIDADESCOMPARTIDASitalianos, suizosy otros.

POBLACIÓNURBANA100 %.

ANALFABETISMO0 %.

MONEDAeuro.

POBLACIÓN (1)

832.EXTENSIÓN

0,44 km2.

ESPERANZADE VIDA

77,5 años.

USUARIOS DE INTERNET480 (57,7 %).

1) Personas conciudadanía vaticanay residentes.

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3CAPILLASIXTINA

1MUSEOS

2 RADIOVATICANO

4 ACADEMIADE CIENCIAS

6 PALACIODEL GOBIERNO

9 PALACIO DELSANTO OFICIO

8 PLAZA DESAN PEDRO

1MUSEOS

1 MUSEOS

1MUSEOS

1MUSEOS

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El agua. Nuestra razón de ser

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INTENCIONADAMENTE HE REDUCIDO MI SELECCIÓN AL PERÍODO HISTÓRICO QUE ABARCA LOS AÑOS COMPRENDIDOS DESDE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL HASTA LA ACTUALIDAD. EN ESTE PEQUEÑO LISTADO EL LECTOR ENCONTRARÁ UNA COMBINACIÓN DE OBRAS DE CARÁCTER INTRODUCTORIO O MÁS GENERALISTAS QUE SON FÁCILMENTE ACCESIBLES PARA EL LECTOR MEDIO, Y OTRAS CENTRADAS EN TEMÁTICAS CON-CRETAS DENTRO DEL AMPLIO ESPECTRO DE LA POLÍTICA VA- TICANA. ASÍ, HAY TÍTULOS CENTRADOS EN LAS RELACIONES DE LA SANTA SEDE CON PAÍSES COMO ESTADOS UNIDOS, ISRAEL O CHINA, EL FUNCIONAMIENTO DE LA MAQUINARIA BUROCRÁTI-CA DE LA SANTA SEDE O UNA MIRADA INDISCRETA A LAS FI- NANZAS DEL VATICANO.

literaturacineviajeswebs

libros

para saber más

ERIC O. HANSON. PRINCETON UNIVERSITY PRESS (EE.UU.), 1990. 496 PÁGINAS.

Estamos ante una obra imprescindible para todo lector inte-resado en las relaciones internacionales y la política exterior de la Santa Sede. Su autor, Eric O. Hanson, es profesor de Ciencia Política en la Universidad jesuita de Santa Clara y miembro del Centro para la Seguridad Internacional y el Control de Armas de la Universidad de Stanford. Aun siendo un libro de finales de los años 80, el lector aprenderá más sobre la política de la Santa Sede que consultando cualquier otra fuente. Estamos ante una obra de referencia obligada para cualquier persona que pretenda acercarse al estudio de esta temática. A lo largo de sus páginas el lector podrá encon-trar temas tan interesantes como el movimiento de Marcel LefEbvre, el Opus Dei, la Teología de la Liberación o las vicisi-tudes de la Compañía de Jesús. La política del Vaticano hacia los países de la Europa del Este y la ostpolitik son tratados de forma magistral por el autor.

The Catholic Churchin World Politics

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libros

El siglo católicoLa estrategiageopolíticade la Iglesia

MANLIO GRACIANO. RBA

(BARCELONA), 2012. 256 PÁGINAS.

Manlio Graciano, reconocido experto italiano en geopolítica, nos obsequia en su obra con una visión muy particular de la geopolítica del Vaticano en su objetivo de convertirse en uno de los principales actores de las relaciones internacionales del siglo XXI basándose en su papel como agente moral. Aunque se puede discrepar de las conclu-siones a las que llega el autor, no cabe duda de que se trata de una obra interesante cuya lectura no dejará indiferente al lector.

Inside the Vatican

THOMAS J. REESE. HARVARD

UNIVERSITY PRESS (CAMBRIDGE,

EE.UU.), 1998. 330 PÁGINAS.

A casi todos nos ha intrigado alguna vez la cuestión de cómo es el Estado Vaticano por den-tro. Thomas J. Reese se ofrece a responder este interrogante. El autor, jesuita y doctor en cien-

cias políticas, logra sumergir-nos en la atmósfera interna de una organización donde se ha-blan y se leen a diario casi todos los idiomas que podamos ima-ginar. Un Papa sucede a otro, pero la perfeccionada máquina burocrática permanece (en el Vaticano suele emplearse el di-cho I Papi passano; la Curia resta). Para la elaboración del libro el autor se basó en más de un cen-tenar de entrevistas con funcio-narios del Vaticano repasando las diferentes congregaciones, agencias, secretarías, tribuna-les, nunciaturas y hasta el cuer-po de bomberos. Describe con precisión aspectos como la elec-ción de los papas, las actuacio-nes de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la firma de tratados con los países. El traba-jo del padre Reese es curioso pero no chismoso, es crítico pe-ro sin caer en la acidez ni la po-lémica y ofrece una cantidad de detalles del profuso entramado burocrático pero sin dejar de lado el aspecto humano.

Las finanzassecretasde la IglesiaIntrigas, escándalosy corrupción en la jerarquía católica

JASON BERRY. DEBATE (MÉXICO, DF),

2012. 552 PÁGINAS.

El reciente libro de Jason Berry, periodista del Nacional Catholic Reporter, encara un tema poco estudiado hasta ahora. La igle-sia católica es la organización más grande del mundo y tiene una arquitectura financiera caótica. Por un lado es muy je-rárquica, centrada en la autori-

dad del Papa, y por el otro total-mente descentralizada, con cada obispo a cargo de una dió-cesis que funciona como un principado virtual. Dedica un capítulo a Marcial Maciel, fun-dador de los Legionarios de Cristo, donde desgrana sus es-trategias económicas para ga-nar influencia en el Vaticano.

Pío XIIy la segundaguerra mundial

PIERRE BLET. EDICIONES CRISTIAN-

DAD (MADRID), 2004. 426 PÁGINAS.

El libro aborda con rigor histó-rico, alejándose de polémicas estériles, el papel del Vaticano

durante la Segunda Guerra Mundial. Se describe la intensa actividad de la Santa Sede para intentar frenar la guerra y para paliar sus consecuencias. Tiene toda la solvencia que le aporta su autor, un verdadero experto en la cuestión. Pierre Blet, falle-cido en 2009, fue jesuita y profe-sor de Historia Moderna en la famosa Universidad Gregoria-na de Roma y coordinó al equi-po que preparó la edición de los documentos del Archivo Se-creto Vaticano sobre las activi-dades de la Santa Sede durante el conflicto.

Roma y JerusalemLa política vaticana hacia el Estado judío

JULIÁN SCHVINDLERMAN. DEBATE

(BUENOS AIRES), 2012. 528 PÁGINAS.

Una obra muy bien documenta-da en la que se muestra la evolu-ción de las posturas de la Santa Sede con respecto al mundo ju-dío. Se ha pasado de la condena y demonización de los judíos a una progresiva apuesta por el diálogo fomentada por el conci-lio Vaticano II. En sus páginas se repasa brillantemente la res-

para saber másJuan Pablo Somiedo García. Analista.

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puesta de la Santa Sede a la creación del Estado de Israel y el desafío teológico y político que este acontecimiento supuso. Aun-que una buena parte del li-bro está dedicada a repasar las relaciones en otras épocas histó-ricas, su análisis de los aconteci-mientos en tiempos recientes hace del libro un recurso nece-sario para entender los movi-mientos actuales de la Santa Sede en este apartado.

Iglesia católicay relacionesinternacionalesActas del III Simposio Internacionalde Derecho Concordatario

MARÍA DEL MAR MARTÍN, MERCEDES

SALIDO LÓPEZ, JOSÉ MARÍA VÁZQUEZ

GARCÍA-PEÑUELA (EDS.) COMARES,

SL (GRANADA), 2008. 648 PÁGINAS.

El libro es el resultado de trasla-dar al papel un conjunto de po-nencias pronunciadas con moti-vo del Simposio Inter-nacional de Derecho Concor-datario que se desarrolló en la Universidad de Almería en el año 2007. Destaca la ponencia de monse-

ñor Monteiro de Castro, por aquel entonces nuncio apostóli-co en España. Se trata de un tex-to riguroso y académico que aporta luz a realidades como los concordatos, los acuerdos o el papel del Vaticano en la Asam-blea General de las Naciones Unidas Un libro muy útil para aquellos que quieran acercarse a las relaciones internacionales de la Santa Sede desde la perspecti-va del derecho.

The Catholic Church in China1978 to thepresent

CINDY YIK-YI CHU. PALGRAVE

MACMILLAN (HOUNDMILLS

BASINGS-TOKE (REINO UNIDO), 2012.

188 PÁGINAS.

Nos situamos ante una obra muy reciente que profundiza en el que sigue siendo a día de hoy uno de los grandes quebraderos de cabeza para la Santa Sede. Las relaciones con China, al igual que con Corea del Norte, han si-do especialmente complicadas. El libro analiza las relaciones de China con el Vaticano durante un período de tiempo que abar-

ca desde que China comenzó a normalizar sus relaciones con Estados Uni-dos hasta la actuali-dad, desmenuza los capítulos históricos de esta difícil relación y narra los esfuerzos del gobier-no chino por disminuir la in-fluencia de la iglesia católica bajo la estrategia de configurar una iglesia nacional completa-mente dominada y controlada por el Estado. Se estudia el papel de la iglesia patriótica china, la consagración de obispos por el gobierno y cómo es el día a día de los católicos en China.

Doctrina socialde la IglesiaQuince clavespara sucomprensión

ILDEFONSO CAMACHO LARAÑA.

DESCLÉE DE BROUWER (BILBAO),

2000. 252 PÁGINAS.

El autor, jesuita, doctor en Teología y licenciado en Ciencias Económicas, nos ofrece en su obra las claves necesarias para entender cómo ha ido evolucio-nando el pensamiento social de la iglesia a través de las encícli-cas y los documentos del magis-

terio, unos documentos que son muchas veces largos y comple-jos. A través de 15 temas escogi-dos podremos sumergirnos con pie firme en el pensamiento so-cial de la iglesia católica y enten-der su posicionamiento en el es-cenario político mundial.

El Vaticano y la Administración Reagan

ANA MARÍA EZCURRA. IEPALA

(MADRID), 1986. 182 PÁGINAS.

Este libro analiza los puntos de coincidencia entre el pensa-miento político de Juan Pablo II y el del presidente Reagan y có-mo esas coincidencias conver-gieron para modelar la política mundial. Especialmente intere-sante resulta el capítulo que la autora dedica a América Latina y a la Teología de la Liberación. El Vaticano entendió que dicha teología aplicaba instrumentos marxistas para analizar la reali-dad social. Al mismo tiempo, dos documentos marcaron la política de Estados Unidos con respecto al nuevo movimiento eclesial: el informe Rockefeller del año 1969 y los documentos secretos de Santa Fe en 1980.

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para saber más literaturaMauricio Bach. Profesor, crítico literario y traductor.

Confesionesverdaderas

JOHN GREGORY DUNNE. MONDADORI

(BARCELONA), 1988. 382 PÁGINAS.

La novela toma como punto de partida un crimen real co-metido en Los Ángeles en los años 1940, el célebre caso de la Dalia Negra, que ha inspirado a otros escritores como James

Ellroy, autor del libro más destacado sobre el tema. Dunne da una interpretación diferente de ese brutal asesi-nato de una misteriosa mujer, seguramente una prostituta, porque lo vincula con podero-sos personajes relacionados con la diócesis de Los Ángeles. Los protagonistas son dos hermanos, uno policía y otro sacerdote, y sus investigacio-nes destaparán una sórdida trama de corrupción políti-ca, prostitución, sobornos y chantajes que implica a rele-vantes miembros del obispa-do. El libro, que aborda con inteligencia el triángulo Igle-sia, corrupción y ocultación de trapos sucios, tuvo una buena adaptación al cine con el mismo título y con Robert de Niro en el papel del sacer-dote que descubre los turbios manejos de sus superiores.

El rinocerontedel Papa

LAWRENCE NORFOLK. ANAGRAMA

(BARCELONA), 1999. 896 PÁGINAS.

En 1516 un barco portugués naufragó frente a las costas italianas. Venía desde India, adonde había ido con una misión: traer un rinoceronte para el influyente papa León X, al que las potencias busca-ban agasajar con cualquier capricho que pudiese ganar-les sus favores. Una historia extravagante, que le sirve al autor, entre otras cosas, para hablar del poder terrenal de la Iglesia y de la corrupción y libertinaje que reinaba en aquella época en el Vaticano. Roma era un centro político, con el Papa y los cardenales maniobrando con los embaja-dores de los países europeos.

Jugando en los campos del Señor

PETER MATHIESSEN. SIRUELA

(MADRID), 1992. 424 PÁGINAS.

El escenario es la región ama-zónica. Y el tema de la novela el choque cultural. Un grupo de evangelizadores norteame-ricanos se adentran en la sel-va para llevar la palabra de Dios a las tribus de indios que apenas han tenido contacto con el hombre blanco. Lo que empieza como una idea bien-intencionada no tardará en convertirse en un desencuen-tro que desembocará en vio-lencia y tragedia. Esta obra, llevada al cine por Hector Babenco, habla de uno de los pilares sobre los que se ha construido el poder del cato-licismo: la evangelización. América Latina ha sido uno

El código Da VinciDAN BROWN. PLANETA (BARCELONA), 2010. 660 PÁGINAS.

Si destaco esta novela no es por su calidad literaria, más bien escasa, sino por su condición de icono. Representa como ninguna otra la fascinación que desde siempre ha ejercido en el imagi-nario colectivo el poder de la iglesia. Un tema que aquí se entremezcla hábilmente con las teo-rías conspirativas, el Santo Grial, las maquinaciones del Opus Dei y un descubrimiento que puede cambiar el curso de la historia. Se trata de un best-seller de escritura más bien simplona y nulo rigor histórico, pero que tiene el indudable gancho comercial de presentar a la Iglesia como centro de poder, corrupción, secretos, conspiraciones… Asuntos abordados con mucha más inteligencia y rigor en, por ejemplo, El Padrino III, película en la que Francis F. Coppola, inspirándose en el caso Calvi y el escándalo de la Banca Vaticana, retrata las poco recomendables relaciones de la Curia con la mafia. Lo de Dan Brown va por otros derroteros, más sensacionalis-tas y truculentos. El protagonista de la novela es Robert Langdon, profesor de simbología y arte religioso, que ya había aparecido en Ángeles y demonios y que vuelve a aparecer en El símbolo perdi-do (en la que son los masones, ese otro mito de poder secreto, los que ocupan buena parte de la trama) y aparecerá de nuevo en Infierno, de próxima publicación, en la que el autor al parecer añade como ingrediente a su cóctel la Divina comedia de Dante. El código Da Vinci, su libro más controvertido y exitoso, es una muestra de esoterismo muy new age con la estirpe de María Magdalena como clave para presentar a la iglesia católica como secuestradora del cristianismo. Todo ello, eso sí, narrado con agilidad y buenas dosis de tensión. Lo dicho, escaso valor literario o histórico, pero altísimo valor sociológico como plasmación de los mitos vaticanos.

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de los territorios en que la iglesia católica ha tenido más peso desde la conquista espa-ñola, pero recientemente se le han sumado los grupos evan-gélicos estadounidenses, co- mo el que retrata este libro.

Los relatosdel padre Brown

GILBERT K. CHESTERTON.

ACANTILADO (BARCELONA), 2009.

1.176 PÁGINAS.

Esta edición reúne la totali-dad de los relatos policíacos protagonizados por el padre Brown, un regordete, despis-tado y modesto cura de Essex que a base de horas de confe-sionario ha aprendido a en-tender el alma y las debilida-des humanas. Humor y agu-deza son la marca de la casa de Gilbert K. Chesterton, que eligió como protagonista a un sacerdote católico en un país de mayoría protestante por-que él mismo hizo un recorri-do que le llevó del agnosti- cismo al anglicanismo y de ahí a una final conversión al catolicismo, tema sobre el que escribió el ensayo ¿Por qué soy católico?

Silencio

SHUSAKU ENDO. EDHASA

(BARCELONA), 2009. 256 PÁGINAS.

Se trata de una bellísima no-vela histórica, ambientada en el siglo XVII, cuando una mi-sión de sacerdotes occidenta-les intentó sin éxito evangeli-zar Japón. Su autor, uno de los grandes narradores japoneses de lo que se denominó “la ter-cera generación” (la que em-pezó a publicar justo después de la Segunda Guerra Mun-dial) era católico y la novela ganó el prestigioso premio Ta- nizaki y se acabó convirtien-do en un éxito internacional. Endo contrapone dos mundos –Oriente y Occidente–, dos culturas, dos maneras de en-tender la vida y la fe religio- sa que chocan, pero también aborda un tema que ha defini-do al catolicismo desde sus inicios: la vocación evangeliza-dora y con ella la voluntad ex-pansiva, que lo ha llevado a involucrarse en conflictos en varias partes del mundo.

La conspiración del Vaticano

KAI MEYER. ALGAIDA (SEVILLA),

2011.560 PÁGINAS.

Un best-seller que, en la onda de Dan Brown, utiliza con trucu-lencia los mitos sobre los secretos del Vaticano. Un des-cubrimiento en una iglesia de Roma pone a un detective es-pecializado en obras de arte sobre la pista de Piranesi y sus conocidos grabados sobre cár-celes. Con la ayuda de una jo-ven restauradora, se sumerge en un mundo subterráneo de

pasadizos que hay bajo la ciu-dad y rastrea el pasado, por-que allí donde se levanta hoy la basílica de San Pedro había antes una necrópolis etrusca. Y claro, en cuanto el detective empieza a descubrir cosas in-cómodas y hasta una posible puerta que lleva al infierno, una organización secreta del propio Vaticano le empieza a seguir los pasos.

Asesinatoen la catedral

T. S. ELIOT. ENCUENTRO (MADRID),

2009. 96 PÁGINAS.

Esta es la pieza teatral más conocida y la que mejor ha superado el paso del tiempo del poeta T. S. Eliot. Su perso-naje central es Thomas Bec-ket, el arzobispo de Canterbu-ry, que en 1170 regresa a su patria después de siete años de exilio en Francia, empeña-do en poner fin a los conflic-tos entre la Iglesia y el Estado. Pero se topa con los oscuros intereses de las dos partes en-frentadas. Decidido a llevar a cabo su misión pese a las difi-cultades, Becket será asesina-do en la catedral por las tro-

pas realistas de Enrique II y se convertirá en mártir y santo. Es una figura que representa la honestidad y la fuerza de las convicciones frente a las maniobras del poder. Este his-tórico conflicto Iglesia-Estado también inspiró un buen fil-me de Peter Glenville –aun-que no basado en la obra de Eliot, sino en otra del francés Jean Anouilh, con Richard Burton en el papel de Becket y Peter O’Toole como el rey.

Los pilaresde la tierra

KEN FOLLETT. DEBOLSILLO

(BARCELONA), 2001. 1.040 PÁGINAS.

Un best-seller celebérrimo que tiene, además, calidad litera-ria. La trama nos lleva a la Edad Media y a la construc-ción de una catedral, símbolo del poder de la Iglesia. Un fas-cinante fresco de una época convulsa en la que el Vaticano tuvo un papel político muy destacado y las catedrales eran el estandarte de su inmensa influencia. Este libro, que ha-bla de la fe, el poder terrenal y sus símbolos, sigue siendo la obra maestra de Follett.

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para saber más CineÀngel Quintana. Profesor de Historia y Teoría del Cine en la Universitat de Girona.

LA SONRISA DE MI MADRE. ITALIA, 2002. DIRECTOR:

MARCO BELLOCCHIO. INTÉRPRETES: SERGIO

CASTELLITTO, JACQUELINE LUSTING, CHIARA CONTI.

Marco Bellocchio no ha cesado de cuestionar en su cine las instituciones y las estructuras de poder de la Italia con-temporánea. En 2002 fue premiado en el festival de Cannes por La sonrisa de mi madre –L’ora di religione en su versión ori-ginal–, una película en que exploraba el universo vaticano y el papel que las ins-tancias religiosas católicas continúan ejerciendo en el corazón de los italianos. El punto de partida es muy simple: Er- nesto Picciafuoco, un célebre pintor, re-cibe la visita de un asistente del cardenal que le informa que su madre, muerta unos años antes, va a ser canonizada. La causa ha sido promovida por su tía, con la complicidad de sus hermanos. La ma-dre murió como consecuencia de un ata-que de su hijo pequeño, aquejado de una deficiencia mental. Ernesto se considera agnóstico y mantiene fuertes discrepan-cias con una familia que se encuentra muy vinculada con los universos más re-cónditos de la sociedad vaticana. Los Pic-

ciafuoco, la familia protagonista, vivió una relación ciertamente tormentosa con su santa madre, persona muy beata. Hoy, la familia está formada por ateos convencidos, ateos reconvertidos, religio-sos, arribistas e incluso un hermano ma-tricida. Todo este mosaico humano sirve para mostrarnos los diferentes conceptos de espiritualidad y para indicarnos cómo progresar humanamente en una socie-dad en que la religión está acompañada de unas ansias extremas de arribismo social. Bellocchio reflexiona sobre la gran influencia y las amplias cotas de poder que subsisten en ciertos núcleos de la iglesia romana, mostrándonos las dudas y las luchas entre los miembros de una misma familia frente a las conven-ciones de la Curia vaticana. La película también plantea hasta qué punto la San-ta Sede vive una tensión continua entre el anacronismo de su vida simbólica y el devenir de la vida moderna. El agnóstico Ernesto descubrirá que su relación con el Vaticano comporta el descubrimiento con algo remoto, con una ritualización de la vida que choca con los valores de la sociedad actual.

Anacronismo en la sociedad moderna

EL PADRINO III. ESTADOS UNIDOS, 1990. DIRECTOR:

FRANCIS F. COPPOLA. INTÉRPRETES: AL PACINO,

ANDY GARCIA.

El 28 de septiembre de 1978 moría, después de haber estado 33 días en el pontificado, el papa Albino Luciani, Juan Pablo I. La teoría de la conspiración más extendida considera que el Papa descu-brió una serie de escándalos relaciona-dos con el poder del Banco Ambrosiano y del Banco Vaticano, dirigido por el car-.denal Marcinkus, y acabó envenenado por la mafia neoyorquina. Aunque la ver-sión oficial indicó que el Papa murió por infarto, los hechos no se han podido pro-

bar porque nunca se realizó la autopsia. Coppola utilizó las diferentes teorías so-bre esta muerte y los escándalos que sur-gieron después del suicidio en Londres de Roberto Calvi, director del Banco Am- brosiano, para tejer la trama de la tercera entrega de El Padrino, la saga sobre la fa-milia Corleone. Más allá de su adscrip-ción a hechos reales, la fuerza de la pe-lícula radica en la brillante descripción de los grupos de poder que han rodeado al Vaticano, sus implicaciones políticas y la relación con las altas finanzas. El pun-to de partida es el deseo de Michael Cor-leone para redimirse de sus pecados –principalmente la traición que ocasionó

el asesinato de su hermano– por lo que desea acercarse al Vaticano. Michael se encuentra en un momento en que el viejo Papa –Pablo VI, en la realidad– se encuentra moribundo y en que los inte-reses de la banca vaticana en negocios inmobiliarios pueden implicar la partici-pación de la mafia. El guión muestra el asesinato del nuevo papa Lamberto –no Albino Luciani, el personaje real–, pero consagrado como Juan Pablo I. La trama está acompañada de la búsqueda de un sucesor del legado familiar de los Cor-leone y de una terrible tragedia familiar que sesga el destino de una inolvidable saga cinematográfica.

Las alianzas diabólicas

Reflexiones sobre la fe en una familia.

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La juventud de WojtylaDE UN PAÍS LEJANO. POLONIA, 1981. DIRECTOR:

KRZYSZTOF ZANUSSI. INTÉRPRETES: CEZARY

MORAWSKI, SAM NEILL, CHRISTOPHER CAZENOVE.

Muy pocos papas han podido gozar de una biografía cinematográfica en vi- da. Karol Wojtyla, Juan Pablo II, fue con-siderado como una figura proveniente de un país como Polonia, que había sabi-do mantener la llama del catolicismo a pesar de vivir bajo un régimen comunis-

ta. Este hecho y el calvario que sufrió el pueblo polaco durante la Segunda Guerra Mundial fueron los principales alicientes que determinaron la reali-zación de una película centrada sobre todo en la juventud de Wojtyla, en el modo como consiguió sobrevivir como seminarista clandestino y actor de tea-tro en los años de la ocupación nazi. Posteriormente, la película describe los progresos de la carrera eclesiástica de

Wojtyla hasta que a los 38 años de edad es proclamado obispo. La película fue realizada por Krzysztof Zanussi, un rea-lizador considerado como una de las fi-guras clave en la emergencia del nuevo cine polaco, sobre todo en la década de los 70. El tono de la película es marca-damente hagiográfico y está rodeada de un cierto academicismo en la puesta en escena que contrasta con los trabajos que Zanussi había realizado años atrás.

LAS SANDALIAS DEL PESCADOR. ESTADOS UNIDOS,

1968. DIRECTOR: MICHAEL ANDERSON.

INTÉRPRETES: ANTHONY QUINN, OSKAR WERNER,

LAURENCE OLIVIER, VITTORIO DE SICA.

En 1963, el escritor Morris West pu-blicó un best-seller en el que narraba las desventuras de un cardenal ruso que aca-baba siendo nombrado Papa y consi-derado como la única persona capaz de calmar los problemas derivados de la guerra fría. Cinco años después, Michael Anderson decidió convertirla en una pelí-

El Papa ‘comunista’ de la guerra fría

AMÉN. DIRECTOR: CONSTANTIN COSTA-GAVRAS. INTÉRPRETES: ULRICH TUKUR, MATHIEU

KASSOVITZ, ULRICH NOETHEN.

Constantin Costa-Gravras decidió en Amén resucitar un tema histórica-mente incómodo como el de la ambigüedad política del Vaticano frente al holocausto del pueblo judío y su incapacidad para denunciar públicamente las atrocidades. Partiendo de unos personajes de ficción, pero a partir de un sustrato real, la película cuenta la historia de un científico que ha conse-guido detener los proyectos de eutanasia perpetrados por los nazis en el campo de Treblinka. El hombre llega hasta el nuncio apostólico de Berlín con el fin de poder acceder hasta el papa Pío XII y pedirle que haga público un texto en el que se comprometa a denunciar los asesinatos de millones de judíos por los nazis. La respuesta del Vaticano es la indiferencia, factor que permite a Costa-Gavras llevar a cabo una denuncia sobre el papel histórico de los silencios de la iglesia ante la política perpetrada por determinados dictadores y, en particular, contra la ignominia que supuso el exterminio de los campos de la muerte.

La ambigüedad del Vaticano frente al Holocausto

Una denuncia sobre los silencios vaticanos.

cula de gran formato, coronada por un elenco de primeras figuras encabezadas por Anthony Quinn. Vista con ojos actua-les, la trama de Las sandalias del pescador parece un disparate, pero en el contexto de la guerra fría debe comprenderse como una obra simbólica. El protagonis-ta es un cura que había sido condenado a trabajos forzados en la Rusia comunista que se instala a Roma y después de un complicado cónclave asume el pontifica-do. Una vez en el Vaticano debe mediar en el conflicto entre la URSS y China.Anthony Quinn es el papa Kiril I.

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para saber más viajesJosep Maria Palau Riberaygua. Periodista especializado en viajes y profesor de Periodismode la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

a Ciudad del Vaticano se empeña en jugar con lo engaño-so de las cifras, como si de una parábola bíblica se tratara.

Por ejemplo, las dimensiones actuales de este peculiar Estado no superan los 0,44 kilómetros cuadrados, mientras que la superficie a recorrer en una visita completa de los Museos Vaticanos alcanza los 14 kilómetros. Por otro lado, la plaza de San Pedro ocupa el 20 por ciento del territorio, detalle que de por sí convierte el dominio papal en uno de los más urbaniza-dos del mundo. Y aún hay más, porque si bien en el Vaticano solo viven alrededor de mil personas, según las estadísticas allí se da la mayor tasa de delincuencia de toda Italia, quedando un 90 por ciento de los casos sin resolver; en general, se trata de la obra de carteristas que aprovechan el descuido de viajeros extasiados ante la magnificencia arquitectónica, o de devotos que tienen sus ojos puestos en la ventana del palacio Pontificio, por la que asoma el Papa cada domingo para dar su bendición. En fin, algo habitual en lugares de gran atractivo turístico.

Pero por encima de todo, el Vaticano es el epicentro del

catolicismo, un faro de creyentes que parece haber estado siem-pre ahí, aunque no fue hasta el año 1377 que, al término de las luchas entre los distintos aspirantes al papado –conocidas como cisma de Occidente o segundo Gran Cisma–, Gregorio XI trasladó la Santa Sede de Aviñón a Roma. La archibasílica de San Juan de Letrán ya no parecía tan fácil de defender y, ade-más, hacía falta una nueva ubicación cargada de simbolismo que exhibiera de forma patente la nueva unidad de la iglesia: la colina del Vaticano, coronada por el templo que el emperador Constantino había erigido sobre el cementerio donde reposaba san Pedro, lo tenía todo. Siglos de mecenazgo hicieron que grandes nombres del Renacimiento como Miguel Ángel, Rafael o Bernini quedaran ligados para siempre a las dependencias papales, un tesoro artístico que, gracias al impulso de Clemente XIV y Pío VI, no se reserva para el consumo exclusivo del Papa. De la adaptación de la iglesia a los nuevos tiempos ha sido tes-timonio de excepción la Radio Vaticana, instalada por Marconi en persona en el año 1931, un ejemplo de mecenazgo tardío.

L

EL VATICANO

Simbolismo, confesión, historia y arte

El Vaticano, con la basílica y la plaza de San Pedro, que ocupa una quinta parte del Estado. STR NEW / Reuter..

Para visitar… Solicitar una audiencia

del Papa. Hay que

gestionarlo por

anticipado y se celebra

los miércoles.

Acceder a la basílica que

Alejandro VII encargó a

Bernini en el siglo XVII y

disfrutar de la grandiosa

perspectiva de la plaza

situándose en el “centro

del Colonnato”.

Los Museos Vaticanos,

en especial la colección

de escultura de Pío

Clementino, la capilla

Sixtina y las estancias

decoradas por Rafael.

La Radio Vaticana,

instalada en una torre

del siglo IV que en

su día era parte de la

muralla Leonina.

El vecino Castel

Sant’Angelo, conectado

con el Vaticano por un

corredor subterráneo.

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VANGUARDIA | DOSSIER 97

se destinó durante la etapa napoleónica, se han encargado de borrar buena parte de los frescos de Martini y Giovanetti que cubrieron las paredes de sus estancias en el pasado. Hoy también es uno de los escenarios del reputado festival de las Artes, que cada verano inyecta nueva vida a la ciudad bañada por el Ródano.

astel Gandolfo es una soñolienta localidad del Lazio, la provincia

que rodea Roma, encaramada en un promontorio que se mira en el espejo del lago Albano. Forma parte de la ruta de los Castillos Romanos, coincidente en varios puntos con las antiguas vías Apia y Latina, puesta de moda en el si-glo XIX por poetas románticos como Goethe y Byron. Sin embargo, la tre-menda atracción que ejerce Roma sobre el visitante ha acabado relegando luga-res como Frascati, Roccaferrata o el mis-mo Castel Gandolfo a la condición de pueblos pintorescos, extremadamente tranquilos, que solo salen de su letargo cuando el Papa ocupa su residencia de verano. O en casos extraordinarios, co- mo el provocado por la renuncia del papa Benedicto XVI.

La leyenda dice que Ascanio, el hijo del mítico Eneas, fundó una población

CASTEL GANDOLFO

Una residencia papal de leyenda

AVIÑÓN

El esplendor del cisma de Occidente

C

a visión mística de san Benito que llevó a la construcción del famoso puente de Aviñón,

podría verse como un presagio de que esta ciudad de la Provenza francesa acabaría siendo sede pa-pal en el siglo XIV, si bien del puente en sí sola-mente quedan cuatro de los 22 arcos que llegó a tener. Sin embargo, la espectacularidad de los cuatro kilómetros de murallas que ciñen Aviñón, 79 torreones y siete puertas, se evidencia desde mucho antes de llegar. El esplendor que se intuye en la distancia se corrobora tan pronto como se pone pie en su casco antiguo, lleno de grandes mansiones históricas, como la del rey René, en la calle de este nombre. El conjunto histórico, patri-monio de la Humanidad desde 1995, alcanza en el palacio-fortaleza de los Papas su máxima expre-sión. Se trata del mayor palacio gótico del mundo y uno de los diez monumentos más visitados de Francia, aunque el tiempo, y el uso militar al que

L Para visitar… El palacio de los Papas, que

comprende el Palais Vieux de

Benedicto XII y el Palais Neuf

de Clemente VI.

El Petit Palais y su colección

de pintura renacentista. Fue

construido antes por el

cardenal Bérenguer Fredoli.

La catedral románica

de Nôtre-Dame-des-Doms,

del siglo XII, famosa por su

estatua de plomo de la

Virgen que corona una torre.

El puente de Saint-Bénézet

construido en el siglo XII para

unir la ciudad con Villeneuve-

lès-Avignon, e inspirador de

la conocida canción infantil.

Plaza de la residencia pontificia. / B. Werner.

donde se emplaza Castel Gandolfo, lugar muy apreciado por los patricios de la época republicana para pasar sus vaca-ciones. De hecho, el palacio Barberini, propiedad de la Santa Sede, se alza sobre los restos de la villa de Domiciano. De este modo, y como ya hizo el papa Julio II con sus estatuas romanas dispuestas en el Belvedere del Vaticano, se conecta de forma sutil la autoridad que emana de Dios con la conciencia histórica de los

Para visitar… La plaza de la Libertad, que frente a la

residencia papal, permite contemplar las

fachadas proyectadas por Bernini y Maderno.

En el caso de conseguir permiso,

en el patio del palacio papal se puede

admirar un busto romano de Polifemo,

además de la gruta artificial construida sobre

la boca del cráter que ocupa el lago Albano.

La iglesia de Santo Tomás, con frescos

de Pietro della Cortona y cúpula de Bernini.

El Castello Romano, que ocupa el lugar

de la antigua Alba Longa, capital de la Liga

Sabina y supuestamente fundada por Ascanio.

El Ninfeo dórico, monumento dedicado a las

fuentes, excavado en la roca a orillas del lago

El palacio de los Papas, símbolo de un cisma.

orígenes imperiales de Roma. Las resi-dencias pontificias, que incluyen el edi-ficio diseñado por Carlo Maderno, el palacio Papal y el palacio Barberini, no se pueden visitar.

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98 VANGUARDIA | DOSSIER

para saber más webs

SANTA SEDE

www.vatican.va

Portal institucional multi-lingüe oficial de la Santa Sede que ofrece en ocho idiomas información sobre la Santa Sede y sobre la actualidad va-ticana. Está dividido en sec-ciones estáticas como sumos pontífices, celebraciones li-túrgicas, la Curia romana, ser-vicios informativos y otros or-ganismos y por secciones de actualidad como la dedicada al Papa, el calendario de acti-vidades, viajes, audiencias o discursos. Incorpora un bus-cador, vídeos, las aplicaciones como Pope App o News.Va, que cuenta por su parte con un portal especial. En www.vatican.va hay enlaces a los principales documentos his-tóricos de la Santa Sede, in-cluido el Archivo Secreto Vati-cano y la Biblioteca Vaticana. Desde esta página oficial pue-de accederse a todas las otras webs vaticanas.

VATICAN NEWS

www.news.va/es

Es un portal creado durante el pontificado de Benedicto XVI

que funciona como agregadorde los principales sitios webvaticanos. El objetivo es ser laventana informativa vaticanaactualizada. Su lema, El Vati-cano hoy, está en cinco lenguasy enlaza con la agencia denoticias misioneras Fides, conL’Osservatore Romano, con la Sa-la de Prensa de la Santa Sede,el Vatican Information Service(VIS), Radio Vaticana, el CTV oCentro Televisivo Vaticano y con la sección Las palabras delPapa. A diferencia del portal institucional, este agregadortiene presencia en redes socia-les como Facebook, Twitter,Youtube o Flickr.

ESTADO DE LA CIUDAD

DEL VATICANO

www.vaticanstate.va

Es la web oficial del Estado dela Ciudad del Vaticano, elEstado independiente máspequeño del mundo. Aquí seexplicita la estructura delGovernatorato y la historia deeste Estado pontificio asícomo su legislación y sus rela-ciones con otros estados. Ofre-ce acceso a monumentos y servicios, a catálogos filatéli-cos y numismáticos y a losvídeos de la Santa Sede. In-cluye los datos meteorológicosde la ciudad, una webcam con vistas a la plaza de San Pedro oa la cúpula. Dentro de las in-formaciones se ilustra tam-bién la residencia veraniegapapal de Castel Gandolfo.

REPRESENTACIÓN

INTERNACIONAL

www.holyseemission.org/

Página de la misión perma-nente de la Santa Sede en lasNaciones Unidas de NuevaYork explicita la historia de ladiplomacia vaticana, su esta-tuto ante la ONU, sus rela-ciones diplomáticas, la repre-sentación ante varios organis-mos internacionales y pro-gramas específicos. Ofrece unbuscador por temas de variasdeclaraciones desde el año2003, así como una agenda y un histórico de comunicadosde prensa.

MISIÓN DE LAS

NACIONES UNIDAS

EN GINEBRA

www.holyseemissiongeneva.org

A diferencia de la página de laSanta Sede ante las NacionesUnidas de Nueva York, esta deGinebra es más completa y añade contenido multimediae información sobre progra-mas de becas y las últimasnoticias acerca de la actuali-dad vaticana, con artículos,informes y comunicados.

otras webs

www.aleteia.org

Portal internacional dedi-cado a ofrecer información desde un punto de vista ca-tólico, ya sea política, cultu-ral, científica, tecnológica… Aleteia es un agregador de miles de sitios católicos.

www.whispersinthelo

ggia.blogspot.com.es

Blog creado en 2004 por Roc-co Palmo, cronista del Vati-cano en Estados Unidos. Una web para estar infor-mado de lo que ocurre en los palacios del Vaticano.

www.vaticaninsider.last

ampa.it/es

Impulsado por el periódico milanés La Stampa, es una fuente de información vati-cana puesta al día. Noticias, opiniones plurales e infor-mes sobre el hecho religio-so en tres idiomas, también en español. Aloja a bloggers reconocidos.

www.pewforum.org

Sin ser un portal especiali-zado en la Santa Sede, es uno de los más rigurosos a nivel estadístico y de infor-mes sobre el Vaticano. Aná-lisis y estudios comparados sobre religión y política.

Miriam Díez Bosch. Directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura.

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GÉOPOLITIQUE DU CATHOLICISME

Aymeric ChaupradeDOCTEUR EN SCIENCE POLITIQUE, DIRECTEUR DE WWW.REALPOLITIK.TVAUTEUR DU BEST-SELLER DE GÉOPOLITIQUE, CHRONIQUE DU CHOC DES CIVILISATIONS (ATLAS DE GÉOPOLITIQUE), ÉD. CHRONIQUE ET DE «GÉOPOLITIQUE, CONSTANTES ET CHANGE-MENTS DANS L´HISTOIRE», ELLIPSES.

L’ANNUAIRE PONTIFICAL 2012 ESTIME LE nombre de catholiques dans le monde à 1,2 milliards, un poids démographique équiva-lent à celui de la Chine, soit un peu moins du cinquième de la population mondiale. La religion catholique continue son expan-sion, mais de manière non uniforme puisqu’elle progresse en Asie, en Afrique et en Amérique du Nord, mais continue ce-pendant de reculer en Europe et en Amérique Latine, des aires qui lui furent longtemps historiquement acquises. La Providence ne faisant jamais les choses par hasard, il est notable que le nouveau pape François, vient lui aussi, comme Benoît XVI, d’une aire géographique où le catholicisme cède du terrain.

Le premier défi géopolitique que les diplomaties de Jean-Paul II puis Benoît XVI se sont efforcées de relever, tient à la résistance des cultures nationales à l’influence de l’Eglise catholique.

Dans les mondes orthodoxe et asiatique, le catholicisme est souvent associé à l’impérialisme occidental. Deux fractures historiques fortes expliquent cette résistance : pour le monde orthodoxe, au XIe siècle, le schisme religieux Rome/Byzance et la première croisade. Pour l’Asie, à partir du XVIe siècle et de l’ouverture des grandes routes maritimes, les tentatives de colonisation européenne.

La Contre-Réforme, à la fois pour endiguer le processus d’éclatement de la Chrétienté et reconstituer l’influence de l’Eglise catholique en Europe orientale et au Proche-Orient, lance une stratégie d’unification des Eglises orientales à Rome. Elle parvient à reprendre à l’Orthodoxie une partie des fidèles: là est l’origine des Eglises uniates. Aujourd’hui, les orthodoxes ukrainiens, russes et roumains considèrent que ces églises sont encore l’instrument des peuples catholiques, Polonais, Autrichiens et Hongrois, tandis que les catholiques uniates (unis à Rome mais de rite oriental) reprochent aux patriarcats orthodoxes d’avoir profité de l’ère communiste pour s’emparer de leurs biens et de leurs églises.

Jean-Paul II avait commencé à réparer les relations catholiques/orthodoxes en tendant la main au patriarcat orthodoxe de Bucarest dans l’espoir que les Uniates roumains (2,5 millions au début de l’ère communiste, 200 000 aujourd’hui) puissent récupérer, comme l’avaient fait avant eux les Uniates ukrainiens (5,5 millions sur 48 millions d’habitants de l’Ukraine) les milliers d’églises confisquées par les communistes au profit du clergé orthodoxe ; en vain, puisqu’il s’était heurté, comme en Russie (1,5 million de catholiques), à l’hostilité des patriarcats orthodoxes. Les guerres des Balkans et le rôle du Vatican en faveur des émancipations slovène et croate n’avaient guère arrangé les relations.

Benoît XVI, convaincu de l’importance stratégique de la réconciliation catholiques/orthodoxes est parvenu à améliorer les relations et a su obtenir la confiance et la reconnaissance des patriarcats orthodoxes.

L’Asie, est à la fois l’un des foyers les plus potentiels de l’Eglise catholique (12%

de fidèles et une forte croissance de prêtres ordonnés), et une aire souvent difficile et dangereuse pour les catholiques. Pour l’ensemble des pays asiatiques, à l’exception des Philippines où il affiche une pleine santé (plus de 80% des 95 millions d’habitants sont catholiques) ou la Corée du Sud (10% de catholiques), où il est respecté, ailleurs le catholicisme suscite la méfiance et même parfois l’hostilité parce qu’il est extérieur aux cultures nationales dominantes : bouddhiste, hindouiste ou musulmane.

L’Inde compte seulement 0,3 % de catholiques contre 80 % d’hindous, le reste étant musulman. L’accès des catholiques aux administrations étatiques est fortement entravé et les mouvements radicaux hindouistes proches du Bharatiya Janata Party (parti nationaliste) s’attaquent régulièrement aux chrétiens accusés de vouloir détruire le système traditionnel des castes.

Au-delà de la spécificité communiste, le problème du catholicisme chinois est comparable à celui du catholicisme indien ; un fort sentiment national doublé d’une méfiance pour une religion « occidentale ». Sur 1,25 milliards d’habitants, la Chine compte environ 5 millions de catholiques contrôlés au sein de l’Organisation patriotique officielle auxquels on doit ajouter 10 millions de catholiques « clandestins », membres d’une Eglise du « silence » liée à Rome. Le fait que le Vatican ait reconnu Taïwan n’arrange pas la situation.

En 2012, Benoît XVI a excommunié un évêque chinois membre de l’Eglise officielle (celle du gouvernement chinois) et ordonné sans l’accord du pape, agissant ainsi en conformité avec sa lettre aux catholiques chinois de 2007 dans laquelle il comprenait que les «autorités chinoises soient attentives au choix des évêques» mais rappelait néanmoins «que leur nomination par le pape est la garantie de l’unité de l’Eglise».

A l’inverse de l’orthodoxie, les relations du Vatican avec la Chine se sont tendues sous le pontificat de Benoît XVI puisqu’au moins six évêques chinois ont été ordonnés sans l’aval de Rome depuis 2006.

Comment développer le catholicisme

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VANGUARDIA | DOSSIER 101

dans un Pakistan où l’islam est le coeur de la construction nationale, l’origine même de la partition de l’Empire des Indes britannique au moment de la décolonisation ? Face à 95 % de musulmans, le 1% de chrétiens (et environ autant d’hindouistes, 3-4%). Concrètement, ils sont 2 millions de catholiques et de protestants qui pèsent peu, et dont le souci premier, avant l’évangélisation, est la survie à l’assaut double du fanatisme musulman et d’un Etat islamique qui procède par étouffement progressif (nationalisation des écoles, obstacle à la réparation et a fortiori à la construction des églises...). Même refus de l’évangélisation chrétienne en Malaisie, où islam et identité nationale sont intimement liés.

Survivre d’abord, évangéliser ensuite, telle est aussi la préoccupation de ce million de chrétiens du Sri Lanka qui a fait souche chez les Cinghalais comme chez les Tamouls, et que le bouddhisme de l’Etat central ne tolère pas.

Très souvent donc, en Asie, le catholicisme se heurte à la résistance de la culture nationale. Mais le problème est encore aggravé dans les pays asiatiques où l’évangélisation, dès le départ, n’a pu se faire qu’au sein de minorités ethniques tenues à l’écart des pouvoirs centraux. C’est le cas en Indonésie (Timor, Célèbes, Moluques, Nouvelle-Guinée) où la difficulté de la christianisation due à un nationalisme islamique est renforcée par le fait minoritaire.

Perçue tantôt comme parti de l’étranger, tantôt comme facteur de séparatisme (ou les deux à la fois), en Europe orientale comme en Asie, l’Eglise catholique romaine va devoir, au cours du prochain pontificat, apporter une réponse à ce premier défi géopolitique. Comment faire pour que l’effort d’évangélisation soit admis par les Etats comme compatible avec identité et souveraineté nationale ?

Le deuxième défi géopolitique n’est autre que la face religieuse de la mondialisation du libéralisme américain, phénomène qui a pris son accélération à la fin de la Guerre froide. Il s’agit du formidable mouvement de pénétration de l’individualisme dans le christianisme. Ce

phénomène se traduit de deux manières : soit par la protestantisation du catholicisme, soit par l’essor fulgurant des nouvelles formes d’évangélisme protestant, notamment le pentecôtisme. Ici, ce ne sont plus l’Europe orientale et l’Asie qui sont concernées (car autant l’orthodoxie que les cultures nationales asiatiques résistent assez bien à l’individualisme d’essence anglo-saxonne), mais l’Europe occidentale, les Etats-Unis d’Amérique, l’Amérique Latine ou encore l’Afrique.

Bien au-delà du protestantisme, la dimension la plus extrême de ce défi tient à ce que Benoît XVI appelle la «dictature du relativisme», sans doute dominante en Europe, qui ne reconnaît rien comme définitif et donne comme mesure ultime l’égo et les désirs. Face à ce mouvement de fond qui touche les sociétés occidentales et s’attaque aux valeurs traditionnelles (mariage et adoption pour les homosexuels), le catholicisme européen apparaît comme la seule véritable force d’opposition et de mobilisation. Il est possible que dans les années à venir il élargisse ainsi son audience auprès de familles certes oublieuses de leur religion, mais néanmoins attachées aux fondamentaux de la civilisation.

Restons cependant prudents lorsque l’on entend parler de «déchristianisation de l’Europe», surtout si nous tenons compte de la démographie. Il existe grossièrement aujourd’hui deux types de familles qui font beaucoup d’enfants en Europe occidentale, les familles catholiques traditionnelles (parfois jusqu’à dix enfants et une moyenne de 5 enfants étant le minimum!) et les familles extra-européennes (musulmanes pour l’essentiel). Un peu de mathématiques nous enseigne que deux effectifs distincts, l’un pesant 90% au départ et faisant de manière constante 2 enfants à chaque génération, l’autre 10% (disons les catholiques traditionnels et les musulmans) et faisant de manière constante 5 enfants à chaque génération, se retrouvent dans les proportions inversées de 7% et 83% à la 4e génération ! Rien ne dit donc que l’Europe occidentale, dans 4 générations, ne sera pas peuplée

pour l’essentiel par deux populations très religieuses, l’une catholique, l’autre musulmane, suivant un phénomène comparable à l’évolution d’Israël dans lequel cohabiteront en 2050 des Juifs ultra-orthodoxes et des arabes israéliens. Tout phénomène dominant aujourd’hui peut être anéanti demain si la démographie est contre lui. C’est l’une des lois implacables de l’histoire.

Le cas des Etats-Unis est un bon exemple du poids des logiques démographiques. Le catholicisme américain (25% de la population des Etats-Unis soit la première religion) va jouer un rôle clé dans l’avenir de la première puissance mondiale. Dans l’identité : les Etats-Unis sont une nation en voie d’hispanisation donc de catholicisation ; il y a déjà une majorité d’hispaniques dans dix Etats américains et sur les quelques 62 millions de catholiques déjà 24 sont hispaniques. Dans la cohésion : l’Eglise catholique américaine est la seule église qui échappe à l’ethnicisation du religieux. C’est un aspect peu souligné : lorsque l’Amérique affrontera la crise de sa société multiculturelle, l’Eglise catholique apparaîtra comme un facteur d’unité nationale.

Il y a deux manières d’interpréter la catholicisation des Etats-Unis d’Amérique : ou bien ce catholicisme, rattrapé par les valeurs anglo-protestantes qui ont fondé le rêve américain, se protestantisera en intégrant la Destinée manifeste, et en faisant sien la mission de l’Amérique sur terre. Ou bien nous reviendrons à la toute puissance du catholicisme au XVIe et XVIIe siècle, lorsque celui-ci pouvait s’appuyer sur des moteurs de puissance espagnol et portugais notamment pour s’étendre dans le monde. L’alliance entre la puissance militaire, économique et géopolitique états-unienne et l’Eglise catholique, redonnerait alors au Pape une sorte de puissance temporelle qu’il a perdu depuis longtemps et cela pourrait bien avoir un effet positif sur les cultures sensibles au «rapport de force» comme l’islam ou les philosophies asiatiques.

Pour l’heure en tout cas, le défi que constituent les nouvelles formes du protestantisme reste entier. Aujourd’hui si

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T E X T O S O R I G I N A L E S

la moitié des chrétiens dans le monde sont des catholiques, déjà le quart est pentecôtiste ou membre d’églises évangéliques indépendantes. Le pentecôtisme s’est développé à une vitesse fulgurante, passant de presque zéro à environ trois cents millions de pratiquants en moins d’un siècle, presque la moitié à lui seul du protestantisme1. Il a atteint un effectif double de l’orthodoxie, et si rien de change, en 2025, les catholiques représenteront moins du tiers des chrétiens. Comme l’ensemble des mouvances issue de la dissidence du protestantisme européen et qui ont prospéré à partir de la fondation des Etats-Unis (baptisme, méthodisme, piétisme, évangélisme), le pentecôtisme se caractérise par la relation directe de l’individu avec Dieu, par la supériorité de la Bible comme source unique de la parole divine, par l’expérience rénovatrice de la « seconde naissance », par une responsabilité personnelle de prosélytisme et de témoignage qui écarte d’emblée toute idée de clergé spécifique. C’est bien dans le fait que chacun devient en lui-même une Eglise autogérée que l’on doit voir le triomphe de l’idéologie individualiste et libérale.

L’Amérique Latine (42% des catholiques du monde y vivent), bastion traditionnel de la ferveur catholique, est aujourd’hui confrontée au défi des Eglises évangéliques venues des Etats-Unis. La Théologie de la prospérité défendue par les pentecôtistes a remplacé la Théologie de la Libération qui sévissait durant la Guerre froide : elle bâtit des temples, investit des universités et des chaînes de télévision et exploite la détresse produite par les catastrophes naturelles. Les plus fortes progression sont enregistrées au Guatemala (30 % des chrétiens sont désormais évangélistes contre 18 % il y a 25 ans), au Salvador et au Brésil (la plus importante communauté pentecôtiste du monde avec 15 millions de fidèles revendiqués), pays qui au début du siècle étaient à cent pour cent catholique. On estime qu’en Amérique Latine, huit cent personnes quittent chaque jour l’Eglise catholique pour rejoindre le pentecôtisme. En 2012, 72% des 600 millions de latino-

américains étaient catholiques, contre 95% il y a quarante ans.

Qui mieux que le pape François, qui fit barrage à l’infiltration marxiste en Argentine (Théologie de la Libération), et incarne en même temps la pauvreté et l’humilité, peut enrayer la montée des protestants évangéliques? En juillet 2013, aux Journées mondiales de la Jeunesse à Rio de Janeiro, nous devons nous attendre à une ferveur inégalée, qui sera peut-être le point de départ de la reconquête catholique de l’Amérique Latine.

Contre cette mondialisation du libéralisme américain et son pendant religieux, la religiosité individualiste, l’islam tente aussi de résister, en prenant parfois des formes radicales, sunnites ou chiites. La vigueur de l’islam est aussi un défi pour le catholicisme, notre troisième grand défi pour l’Eglise catholique du XXIe siècle. Dans le Moyen-Orient en majorité islamisé, comme en Afrique subsaharienne et jusque dans les finistères asiatiques du grand mouvement de christianisation initié au XVIe siècle par les nations européennes, le catholicisme minoritaire recule, sous la pression double des Etats musulmans et des mouvements islamistes.

Les chrétiens du monde arabe d’abord (12 millions sur plus de 300 millions d’arabes) connaissent un phénomène

d’érosion constant depuis le début du XXe siècle. Pour l’Eglise catholique en particulier, l’enjeu est de conserver ce que les missions latines avaient pu « récupérer », durant les siècles passés, quelques morceaux cassés de la Chrétienté. Il s’agit en effet de sauver les restes du christianisme nestorien ramenés dans Rome au XVIe siècle sous l’action missionnaire des dominicains et franciscains, et qui forment aujourd’hui les Assyro-chaldéens d’Irak. Autre enjeu : le sort des descendants des orthodoxes qui

s’étaient placés sous l’autorité du pape au XVIIe siècle, ces arabes melkites du Liban, de Syrie, de Palestine, d’Irak, qui ont tant contribué au XIXe siècle au mouvement de la Nahda (renaissance arabe), à la formation d’un sentiment d’arabité distinct de l’islam. On peut s’interroger encore sur l’avenir des Jacobites, Coptes et Arméniens qui s’étaient séparés de Byzance au Ve siècle (après le concile de Chalcédoine) et que les missions latines firent rentrer dans l’Eglise au XVIIe siècle2. Sauver enfin ces sept cent mille maronites libanais, unis depuis toujours à Rome, confrontés au défi de la montée démographique du chiisme et de la radicalisation d’une partie des sunnites.

L’effondrement du baasisme irakien en 2003 et l’ébranlement du baasisme

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T E X T O S O R I G I N A L E S

syrien en 2012 sont deux catastrophes successives pour les chrétiens du Moyen-Orient. L’Irak qui comptait en 1990 autour de 1,2 million de chrétiens a vu partir plus de 500 000 chrétiens depuis 1991, pour moitié vers l’Occident, pour autre moitié vers la Syrie. L’ébranlement du régime syrien confronté à une rébellion majoritairement islamiste (soutenue par les monarchies sunnites de la région et les pays occidentaux) a provoqué l’exode massif des chrétiens d’Alep et de Damas vers le Liban, le Canada et les Etats-Unis. Sans réduit territorial (contrairement aux minorités alaouite et druze), souvent accusés de soutenir le régime syrien face à la marée sunnite islamiste, les chrétiens de Syrie semblent assez peu préoccuper des gouvernements occidentaux qui arment les rebelles syriens.

Le sort des chrétiens arabes sera-t-il le même que celui des Assyro-Chaldéens syriaques de Turquie qui ont quasiment disparu ? Il en reste environ 25 000 alors qu’ils étaient plusieurs centaines de milliers au début du siècle. L’Etat turc, prétendument laïque, leur ferme les portes de l’administration, les empêche de conserver leurs écoles, de restaurer et à fortiori de construire des églises; lente extinction dans l’indifférence générale de l’Union européenne. Enfin le cas de Jérusalem, de la Palestine et d’Israël n’est-il pas au fond le plus représentatif du drame que vivent les catholiques et uniates du Proche-Orient, de leur situation d’otage du conflit entre nationalisme islamo-arabe et nationalisme juif ?

L’islam met l’Afrique dans une situation paradoxale quant à la place du catholicisme. D’un côté le continent africain est passé en cent ans de 1% de catholiques à 16 % (avec plus de 180 millions de fidèles) et apparaît comme une aire de progression forte, ce qui fit dire à Benoît XVI lors du synode Africa Munus de 2009 que l’Afrique est appelée à contribuer à la nouvelle évangélisation dans le monde entier. D’un autre côté, sans même parler du Nigeria où la folie islamiste se déchaîne contre les chrétiens (catholiques ou protestants), l’islam progresse fortement dans des pays africains qui semblaient acquis au christianisme. «Grâce» à

l’intervention française, la Côte d’Ivoire a désormais un président musulman ; comme celui qui vient de prendre le pouvoir en Centrafrique fin mars 2013 (dans un pays où les chrétiens sont pourtant majoritaires). Le point commun de ces situations est précisément que là où l’Eglise catholique a laissé la place à la fragmentation chrétienne (essor du pentecôtisme, de l’évangélisme, multiplication d’églises charismatiques), le lit de l’islam a été fait. Unie dans le catholicisme les chrétiens résistent à l’islam, fragmentés, ils sont broyés par le rouleau compresseur sunnite.

A l’époque de la colonisation, l’évangélisation catholique était plus simple au moins pour trois raisons : 1/ un prêtre blanc avait moins de difficulté à transcender les clivages ethniques qu’un prêtre noir aujourd’hui ; 2/ la puissance européenne soutenait le mouvement d’évangélisation et faisait refluer les influences arabo-musulmanes venues du Nord, tandis qu’aujourd’hui les anciennes puissances coloniales négligent le facteur religieux quand elles ne font pas purement et simplement le jeu de l’islam ; 3/ il n’y avait pas le puissant élan du pentecôtisme soutenu par la mondialisation américaine.

Contrairement à ce qu’ont soutenu nombre d’intellectuels ouest-européens (comme le Français Marcel Gauchet) le «désenchantement du monde» ne concerne que l’Europe et non le reste du monde. Partout au contraire, dans ce nouveau monde des émergents (les BRICS) et de la multipolarité, la religion prend une place croissante dans les relations internationales. Là encore Benoît XVI est un précurseur : il affirme depuis longtemps qu’il n’y a pas de «crise de la foi» mais une «crise de la raison occidentale». D’où le fait que les religions qui ont cherché à s’aligner sur la modernité comme «religion de la raison» sont en crise et que celles (islam, judaïsme orthodoxe, hindouisme fondamentaliste, évangélisme protestant) qui ont au contraire maintenu un «supernaturalisme réactionnaire» sont en expansion. Jean-Paul II, puis Benoît XVI ont refusé la modernisation du catholicisme et affirmé

au contraire la nécessaire catholicisation de la modernité. Si Benoît XVI a réintégré la grande majorité des traditionalistes dans la famille catholique, c’est précisément parce qu’il savait qu’une grande partie des jeunes prêtres ordonnés en Europe l’était dans la Tradition.

Mais logiquement ce choix a valu à ces papes volontaires le déclenchement d’une formidable entreprise de désinformation menée par les serviteurs de ce que l’on finira bien par appeler la Dictature mondiale du relativisme. C’est sur cette scène de la désinformation mondiale orchestrée par une armée de hyènes grimaçantes que fait son entrée, avec son sourire plein de bonté, le Pape François. Que ses ennemis ne s’y fient pas. Les Jésuites ont largement contribué à l’expansion géopolitique du catholicisme romain!

1. Il y a environ 700 millions de protestants :

pentecôtistes (300 millions), baptistes (125

millions), les anglicans (70 millions), les

calvinistes (60 millions), les luthériens (60

millions), les méthodistes (40 millions) le reste

représente 100 millions (multiplicité de petites

sectes, adventistes, quakers...).

2. Les principales églises uniates monophysites

sont l’église syro catholique, l’église copte

catholique d’Egypte et l’Eglise arménienne

catholique.

LA MEILLEURE DIPLOMATIE DU MONDE?

Eric LebecCONSEILLER DES EDITIONS DE LA BIBLIOTHÈQUE VATICANE ET DES ARCHIVES SE-CRÈTES DE 1979 À 1990. DE CETTE EXPÉRIENCE, IL A TIRÉ PLUSIEURS LIVRES : HISTOIRE SECRÈTE DE LA DIPLOMATIE VATICANE, ALBIN MICHEL, OU LES DÉFIS D’UN PAPE, EDITIONS DE L’ARCHIPEL.

DEPUIS UN SIÈCLE, UN PAPE SUR DEUX est choisi parmi les diplomates professionnels. Au cœur du XXème siècle, Pie XII reste l’apogée de ce tropisme, il n’a d’ailleurs pas remplacé son Secrétaire d’Etat, le cardinale Maglione et il a tenu à

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T E X T O S O R I G I N A L E S

être son propre chef de la diplomatie. Un autre grand pape, saint Pie X, avait choisi un jeune diplomate espagnol, Merry del Val, pour adjoint et confident. L’autorité du Saint-Père ne se partage pas : il n’y a pas de place pour un « numéro 2 » ou un « vice-pape ».

Les évêques sont tous les frères de l’évêque de Rome et le gouvernement de l’Eglise est un modèle unique. Le pape est seul à tenir les clefs de Pierre, qui ouvrent et ferment sur terre et au Cieux. En pratique, son autorité est largement déléguée à ceux qui sont « la main du

pape » et depuis plus d’un siècle, c’est la diplomatie qui est son bras droit. Elle se dit « secrétariat du pape » et commande en fait à la liturgie, l’enseignement et la discipline.

La Secrétairerie d’Etat compte bien deux sections, l’une pour les relations avec les Etats et l’autre pour les affaires internes. En pratique, ce sont les « relations avec les Etats » qui l’emportent. Presque tous les pays en place à l’ONU ont aussi des relations diplomatiques avec le Saint-Siège. La prolifération étatique après l’implosion de l’URSS explique en partie ce succès : traiter avec le Saint-Siège est certificat de démocratie. Quel changement depuis les vieux Etats pontificaux, détestés par toute l’intelligentsia européenne… Il

faut reconnaître que cet empressement s’arrête parfois à une remise des lettres d’accréditation, ou bien se perd dans la nomination d’un incompétent, comme le premier ambassadeur des Etats-Unis, un promoteur immobilier de Californie … D’autres Etats, comme l’Arabie saoudite, sont en très bonnes relations avec le pape, mais sans relation diplomatique. Le territoire de ce royaume est considéré comme une seule et vaste mosquée autour de La Mecque : il n’y a donc pas de salle de cinéma et le nonce ne pourrait pas célébrer la messe. Les Etats musulmans

soutiennent la papauté dans les organismes internationaux chaque fois que l’avortement est proposé comme un moyen de régulation des naissances.

En pratique, une cinquantaine d’ambassadeurs près le Saint-Siège résident à Rome. Règle absolue : ils ne doivent pas avoir une autre accréditation dans « La Ville », à la FAO ou auprès de l’Italie. Leur ambassade se tient dans d’autres bureaux que celle auprès de l’Italie, qui d’ailleurs envoie un ambassadeur près le Saint-Siège. Toute demande d’accréditation est examinée avec soin et plusieurs ont été refusées, au motif de mœurs publiques trop éloignées des 10 Commandements. Cette moralisation est nouvelle et vise les

militants homosexuels. Les Etats choisissent généralement un homme de culture comme ambassadeur, mieux quelqu’un de connu pour sa proximité avec son chef d’Etat. La langue diplomatique du pape est le français : il est fréquent que l’ambassadeur près le Saint-Siège qui ne réside pas à Rome soit celui qui est envoyé en même temps à Paris. Les diplomates non-résidents viennent à Rome au moins une fois par an pour les vœux. Habits brodés, décorations, épées d’honneur … le spectacle est complet. Tous les deux ans, les vœux sont présentés un autre jour que le samedi, pour faciliter le déplacement de l’ambassadeur d’Israël au regard du repos du shabbat. Le pape François ne pratique pas le français : au lieu d’écorcher la langue diplomatique, il a prononcé ses vœux en italien. C’est conforme à sa volonté de rappeler qu’il est évêque de Rome. Le français a d’ailleurs reculé au point qu’il n’est plus une langue obligatoire pour les futurs diplomates du Saint-Siège.

Chaque nonciature réunit plusieurs nationalités et l’on parle habituellement italien. Le nonce règne sur les missions et détails de la vie de chacun des « conseillers », l’ensemble compte une dizaine de personnes. C’est un travail et une vie plutôt solitaire. Tous les nonces sont évêques et ils sont appelés plus ou moins souvent à des célébrations. Le dernier concile s’est posé la question du maintien de ce service diplomatique, au moment où se généralisaient les conférences épiscopales nationales. Celles-ci ont d’ailleurs en charge de présenter les prêtres dignes pour l’épiscopat, au risque de l’auto gestion nationale. Puis, le concile a jugé qu’il fallait maintenir ces nonciatures, pour éviter un face à face entre les gouvernements et les épiscopats. Ce fut ce motif qui avait conduit la papauté à créer ces envoyés personnels au XIème siècle.

Les futurs diplomates du Saint-Siège sont des prêtres détachés par leur diocèse. Ils doivent acquérir des doctorats en droit civil et canonique. Réunis à Rome dans « L’Académie », ils poursuivent leurs études dans les facultés romaines, déjà « Monsignor » et connus pour leurs

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T E X T O S O R I G I N A L E S

soutanes ou costumes bien taillés.La carrière, on dit aujourd’hui le

« service », est en fait une autogestion. L’ancienneté joue bien sûr, mais moins que dans les administrations civiles. En revanche, tous les nonces viennent de l’administration, alors que les ambassadeurs sont parfois nommés en dehors de « la carrière ». Par comparaison, les diplomates du pape se cooptent et montent en grade avec davantage de sécurité, d’autant plus que les sanctions sont rares. En toute impunité, l’actuel nonce à Berlin, le Suisse Jean-Claude Périsset, ne cachait pas son désaccord avec Benoît XVI. Le pape François aura un point de vue plus strict de l’obéissance, perinde ac cadaver, selon l’expression du fondateur des Jésuites.

Le Vatican est l’inventeur de la diplomatie moderne, définie par le congrès et la convention de Vienne. L’immunité opérationnelle, le secret des correspondances, les agréments mutuels, ont convaincu les gouvernements les plus méfiants. Certains Etats attribuent une autorité complète aux ambassades, d’autres la limitent aux seules opérations de service. La célèbre « valise diplomatique » n’est inviolable que si elle est accompagnée … Au cœur de toute diplomatie, la liberté d’aller et venir, de visiter et de recevoir doit être garantie.

Les conséquences peuvent étonner : Jean-Paul II tenait à s’adresser à l’Unesco, dont le siège est à Paris. L’opération fut montée par « l’Observateur » du Saint-Siège, Mgr Laurent Frana. Le pape fut donc invité par cette Organisation. Dès lors, il fallait qu’il soit invité par l’Etat, puisque la France reste souveraine sur les terrains diplomatiques et donc par l’épiscopat. Ni l’un, ni l’autre n’en avaient envie avant les élections présidentielles. Le Président de la République, Valéry Giscard D’Estaing, avait eu « une conversation cordiale » avec le pape à propos de la loi en faveur de l’avortement. C’est-à-dire une vraie dispute… Le quotidien du Vatican, l’Osservatore Romano, rendit compte en une photo : le président français avait encore les yeux écarquillés qu’on le contredise.

La situation de l’Eglise catholique est

une initiative des Etats, qui choisissent de lui envoyer un émissaire avec rang d’ambassadeur. La réciproque entraîne l’accréditation d’un évêque dans le même statut. La convention entre dans tous les détails : le nombre de voitures et le niveau des décorations.

Israël a donc été premier à « reconnaître » le Saint-Siège, qui joue désormais un rôle de protection de toutes les religions en Terre Sainte. Le pape François est familier de ces enjeux par ses bonnes relations avec la communauté juive en Argentine, où fut tenté la création d’un Etat juif. Il en est resté une communauté que l’archevêque de Buenos Aires eut plaisir à fréquenter. Cette expérience personnelle est un atout pour le pape qui sait quels peuvent être les ressentiments des Juifs d’Europe.

Les « relations avec les Etats » ont été dirigées par celui qui a présenté le nouveau pape au balcon de Saint-Pierre, le cardinal Jean-François Tauran. Il affirme : « Un diplomate du Saint-Siège est d’abord un prêtre ! » En effet, le nonce ne représente pas l’Etat de la Cité du Vatican, mais le pape, appelé à s’exprimer parmi les nations au titre de sa sagesse. Un Etat sans industrie, sans commerce et sans armée, puisque la Garde suisse se limite à l’autodéfense. Le Vatican dispose de deux forces armées : les Suisses et la gendarmerie.

Les officiers de la Garde sont recrutés dans l’aristocratie la plus connue. Exception douloureuse : ce colonel Esterman qui fut tué avec sa femme par le Garde Cédric Tornay, dans son appartement privé, le 4 mai 1998. Après avoir tiré sur le couple, Tornay se serait suicidé. Alois Esterman était dans la voiture découverte de Jean-Paul II au moment de l’attentat commis place Saint Pierre par Ali Agça. Il venait d’être nommé colonel contre les usages. Les supputations courent encore, alimentées par la crémation du corps de Tornay, ce qui n’est pas un usage catholique. La femme d’Alois Esterman était une fort belle colombienne et le couple affichait une fréquentation assidue des communautés chrétiennes modernes, dites « charismatiques ». Ils sortaient en ville, à la différence des autres

officiers. La Garde suisse s’est remise de ce coup dur. Elle ouvre aussi une fenêtre sur le renseignement helvétique dans cet univers très fermé que sont les colonels suisses, où l’on parle le même dialecte alémanique et partage le même code d’honneur. Et qui siègent ensemble dans les plus importants conseils d’administration de la finance et de l’industrie.

La gendarmerie de l’Etat du Vatican se recrute par cooptation dans la police italienne. Un commissariat est d’ailleurs chargé de l’ordre sur la place Saint-Pierre, un espace Vatican ouvert. L’agresseur du pape Jean-Paul II fut donc jugé par les autorités italiennes. Ali Agça fut vite identifié comme un criminel aguerri qui n’a pas agi seul. Avec qui donc ? Et qui d’autres ont laissé faire ? Il y avait deux tireurs, puisqu’un autre Turc, Béchir Celenk, a pu s’échapper.

Chacun se heurte à une question sans réponse : pourquoi donc un pistolet aussi peu fiable, quand une arme automatique ou des grenades auraient massacré toute la voiture ? Sans un seul survivant ; ni Jean-Paul II, ni le futur colonel de la Garde suisse.

Le porte-voix qu’est la papauté intéresse quiconque veut influencer la planète. Influencer le pape est un exercice difficile. La France avait réussi … sous le contrôle de son service secret, le Sdece. L’avocat Jean Violet s’est fait admettre auprès de Mgr Tardini, grâce à son intelligence et à ses excellentes informations. Autour de Jean Violet, un groupe d’hommes politiques, de dirigeants d’entreprise et de grands policiers : « Sint Unum » « Qu’ils soient unis ». Leur insigne : un chapelet en bois d’olivier de Jérusalem, béni par Pie XII.

Parmi les membres … Alfredo Sanchez-Bella, Amintore Fanfani, Antoine Pinay, Conrad Adenauer, le général Gehlen … d’autres, qui se rencontrent sans ordre du jour, sans journaliste, mais pas sans projets. Jean Violet a toute la confiance du Saint-Siège. C’est lui qui imagine le statut « Observateur » aux Nations-Unies et il est même celui qui inaugure le poste. Son plus grand succès sera la visite de Paul VI à l’Organisation à New-York. Observateur, le

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Saint-Siège ne vote pas la guerre ou le commerce et … ne paye pas de cotisation.

« Sint Unum » sera découvert et moqué sous le nom de « croisade blanche ». Les activités du groupe restent peu militaires. La Pologne attire très tôt leur attention, renforcer l’identité catholique semble une bonne solution pour garder le pays hostile aux Soviétiques. L’Eglise polonaise manque de tout : des livres, des ornements, seront offerts en masse au clergé. Le résultat est connu … Sint Unum soutient aussi les groupes allemands des expulsés des terres polonaises, qui sont pourtant les plus revendicatifs contre la Pologne, mais qui assure la majorité politique de Conrad Adenauer. Enfin, quand arrive en France le général de Gaulle et la Vème République, c’est Jean Violet qui maintient les bonnes relations entre la France et l’Allemagne, inquiète de voir venir un militaire à la présidence de son voisin. Plus pittoresque, les amis de Jean Violet ont réfléchi à la possibilité de remplacer le jeune prince Juan-Carlos par l’archiduc Otto de Habsbourg…

Le succès le plus appréciable de Jean Violet et de son groupe fut conduit par le Saint-Siège, principalement le cardinal Benelli, alors substitut à la Secrétairerie d’Etat. Il s’agit des « Accords d’Helsinki ». La guerre mondiale s’est terminée avec les capitulations de l’Allemagne et du Japon,

sans traité de paix. L’URSS tenait à préserver ses conquêtes et donc à faire reconnaître les frontières établies par la victoire. Les négociations n’avançaient pas.

Sint Unum eut alors l’idée de vider les frontières, par la « libre circulation des personnes et des idées ». Une réaction inspirée par la culture catholique et les usages diplomatiques. Les Soviétiques applaudirent, tout entier à leur obsession de « mur »… Les Juifs s’emparèrent de cette arme intellectuelle pour réclamer la liberté d’aller en Israël. Des « comités Helsinki » se sont alors multipliés. Selon les maîtres du Parti communiste, tels Khriouchtkov et Kondratiev, c’est ainsi que l’URSS perdit son … âme.

La parole est-elle la vraie force dans un monde gelé par les menaces ? Les cultures sont-elles les grandes puissances sur une Terre devenue étroite pour l’humanité ? Devant le Corps diplomatique, le pape François a tancé la vieille Europe pour sa misère spirituelle qui contraste avec ses biens matériels. Premier Jésuite qui devient pape, sa vision est celle des Exercices spirituels de saint Ignace. Chaque personne, et le monde lui-même, est le champ de bataille où satan vient combattre Dieu. Il y a longtemps qu’un pape n’avait pas prononcé en public le mot diable : c’est pour lui une réalité spirituelle. La diplomatie n’existe pas avec

les puissances de l’enfer. Ses multiples appels à la conscience individuelle invitent à se dépouiller des certitudes, à se regarder comme un pauvre qui a besoin des richesses de Jésus.

Le pape François ne vient pas du sérail. L’actuel Secrétaire d’Etat, le cardinal Bertone serait maintenu jusqu’en septembre 2013 : Affaiblissement du poste tenu par un homme qui a dépassé la limite d’âge. La Secrétairerie d’Etat serait limitée à la seule diplomatie. Le pape François ira-t-il jusqu’à réformer la curie comme l’a voulu Paul VI, qui prévoyait que personne ne reste à Rome plus de 5 ans ? Après la renonciation de Benoît XVI, la papauté n’a pas fini d’étonner. Et le pape François aime surprendre.

UN PAPE ARGENTIN : SON EXPÉRIENCE

DE LA DIPLOMATIE VATICANE

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THE POLITICS AND ORGANIZATION OF THE CATHOLIC CHURCH

DONOHOE PROFESSOR OF POLITICAL SCIENCE AT SANTA CLARA UNIVERSITY, THE JESUIT UNIVERSITY IN SILICON VALLEY, IS AUTHOR OF THE CATHOLIC CHURCH IN WORLD POLITICS (PRINCETON UP) AND RELIGION AND POLITICS IN THE INTERNATIONAL SYSTEM TODAY (CAMBRIDGE UP).

THE SURPRISE SELECTION OF POPE Francis illustrates the complex, multi-layered organization of the Catholic Church. This short essay will employ three approaches to understanding current Catholic politics. First, from the perspective of leadership recruitment and socialization, this article will compare the

Catholic clergy to the Chinese Communist Party. Both hierarchical organizations recently changed leadership after a weak decade and both face significant challenges in fostering “intra-institutional democracy,” and popular support without losing their traditional reason for existence. Second, the essay will sketch the historical buildup of the contemporary centralized Catholic ecclesiastical institution from the Treaty of Westphalia (1648) to the end of the Cold War. Third, it will discuss the nature of the Vatican in its interaction with current global political, economic, military, and communication systems. For a political scientist, there is much to admire and much to criticize on all three topics.

SOCIALIZATION

The Catholic hierarchy, like the Chinese Communist Party, seeks to choose its leaders from a progressively narrowing elite cohort. Preparing and diversifying elite portfolios remains a central focus in both Church and Party planning. After a long probationary period, a new member of the Chinese Party or a Catholic priest starts at the bottom of a vast pyramid, serving, over 1.3 billion citizens and roughly 1.2 billion church members, respectively. The Vatican Congregation for

Bishops, for example, examines candidates closely when choosing and promoting bishops all over the world. The Party Secretariat serves a similar function. When it comes to selecting a Pope or a General Secretary, ideal candidates should have experienced a broad mix of such assignments, in both the organizational center and in the localized periphery. Three general areas of competence for such leadership concern ideology and morality, institutional management, and interfaces with the wide world outside the institution. There is currently more variation in the choice of a Pope, however, since there was a wider eligible age cohort, 55-76 in the most recent case, and the perceived “holiness” of the candidate can trump other considerations like management experience in Rome. And in the case of a Pope, the candidate genuinely needs a two-thirds majority of the cardinal electors, eliminating controversial front-runners.

Vatican and Chinese politics also tend to get much more messy as the decision on succession approaches. Last year, China experienced the embarrassing Bo Xilai incident, and the untoward leaking of corruption details about the families of major political figures to global media like the New York Times. This year, Italian publishers and journalists amplified

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Church scandals and infighting over everything from Vatican finances to documents stolen by the Pope’s butler to charges of wholesale blackmail. The permanent global finalists for the bureaucratic “Max Weber Cup” thus should be the longest-running Eastern and Western administrative and diplomatic traditions, the Chinese and the Vatican systems of governance. Neither bureaucracy is a vocation for the timid or the dim-witted.

There are differences between the Party and the Church, of course. First, while the demands for holiness are significantly greater for a Pope than a General Secretary, morality remains equally important in Rome and Beijing. Therefore, the Chinese “ideological vacuum,” the popular loss of faith in Maoist Marxism, does constitute a major national challenge. Xi has emphasized nationalism, economic rebalancing, and uprooting corruption lest the latter lead to the Party’s downfall. The global Catholic Church faces its own corruption issue, namely the sexual abuse crisis, and a personnel crisis that dwarfs any Chinese one. Second, institutional management combines charismatic inspiration with practical bureaucratic and economic organization. Here, the twin needs for the Catholic Church are a great increase in transparently holy and professional managers, and a solution to the diminishing number of clergymen. Pope Francis, whose portfolio does not include Vatican management experience, will need significant bureaucratic help, especially in the crucial positions of Secretary of State, Substitute Secretary of State, Prefect of the Congregation for Bishops, and Prefect of the Congregation for the Doctrine of the Faith. These positions are the Vatican equivalent of the prime minister, minister of foreign affairs, chief of episcopal recruitment and staffing, and supervisor of orthodoxy, respectively. You could compare this small group to the seven-member Politburo Standing Committee in China and the cardinal electors to the much larger Central Committee.

The election of the Argentinian Pope

Francis furthered a Vatican reorientation to the Developing World and to global immigration, the most significant Catholic issue. In the last one hundred years, the world’s Catholic population base has shifted south, with the largest concentration in Latin America (39% of Catholics worldwide). The largest national Church is in Brazil and the second largest is in Mexico, but both churches are losing members to Evangelical Protestantism. Fortunately, the Brazilian, Chilean, and Filipino (Latin Asia) bishops generally lined up against the military dictatorships. Africa (21% of Catholics) and Asia also exhibit vibrant churches, with those in India, South Korea, Nigeria, and Indonesia particularly promising for global service. In fact, in addition to Brazilian Cardinal Odilo Scherer, Albert Ranjith of Sri Lanka, John Onaiyekan of Nigeria, Robert Sarah of Guinea, Luis Tagle of the Philippines, and Peter Turkson of Ghana, were all mentioned as possible popes.

The elite electors of both systems, through opaque formal and informal procedures, sometimes privilege ex-office holders like the long “retired” Jiang Zemin or the recently retired Ratzinger. Both made many appointments to elite positions. These elites can then ideally choose that candidate who exhibits the broadest and deepest talent set and who best fits the unique challenges of a particular historical era. John Paul II was a masterful global communicator and the perfect “Cold War Pope,” but his Polish worldview made him less successful in internal church matters, especially those of the Western church. Benedict XVI brought deep spirituality and scholarship (three encyclicals, especially Caritas in veritate) to his post, but fell short as a manager and as a public communicator, his late tweeting notwithstanding. Benedict’s geographic orientation towards the Christian revitalization of Europe, a central focus of the numerous European cardinal electors, also saw scant success. Still, the daughter of a Lutheran minister, Angela Merkel, and many European Orthodox, Protestants, and Catholics, would miss strong papal interest in EU spirituality and civilization. And after the

period of fascism and Marxism between the World Wars, Christian Democracy was a significant contribution to postwar Europe.

F

CENTRALIZED INSTITUTION AMID

ATLANTIC DOMINANCE

The horrendous loss of life and destruction of the Thirty Years War (1618-48) finally convinced Europe that fighting over religion was a terrible idea. The ensuing Treaty of Westphalia empowered sovereign nation states with absolute control of their territories, including the religious preference of their subjects. The treaty thus joined rising nationalism to religious divisions. Europe became culturally Catholic in the south, with additional “captive” nationalistic churches in Ireland and Poland. Northern Europe became Protestant and Eastern Europe Orthodox, with the Ottoman Turks influential up to the gates of Vienna. The Spanish and Portuguese colonies were disproportionately Catholic, and the English, Dutch, and German ones disproportionally Protestant. From the mid-eighteenth century to the end of the Cold War, the Atlantic Axis of Europe and the Americas dominated world politics.

None of these grand geopolitical trends, however, solved the basic institutional problem of the Catholic Church. Protestant monarchs persecuted Catholic believers, and Catholic monarchs sought to control the Church, empowering themselves against the Pope. The first organized Catholic response to the Reformation had been the Council of

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Trent (1545-63), which focused on internal reform. But often monarchs, not popes, decided what happened back home in nationally oriented churches. In Catholic lands, this forced the Church back upon itself, at best. At worst, however, the Church entered into unholy alliances with the coercive political power of the right. Vatican Council I (1869-70) affirmed the heights of papal spiritual power just as the Church hit its lowest point in global and national politics. Then World Wars I and II, as well as the Cold War, rearranged the global environment. National sovereignty was no longer absolute. Popes Paul, John Paul II (twice), and Benedict XVI all spoke at the United Nations. International limitations on national sovereignty remain a core Catholic value, both ideologically, and for its own survival.

It was only at Vatican Council II (1962-65) that the Church came to grips with the European Enlightenment, distinguishing what Enlightenment values it could support, e.g. religious freedom, from other values that it could not. The most important ecclesiastical issue at Vatican II concerned the Church’s understanding of itself. Alongside monarchical understandings of papal power arose metaphors like “the people of God.” This resulted, at least in the short run, in more power for the laity and for national and regional groupings of bishops, and in a broadening toward the left in acceptable political partners for the Church.

A primary example of this latter trend was the leadership of the Brazilian and other Latin American bishops’ conferences in defeating military security states and in focusing on “the preferential option for the poor.” The pontificates of John Paul II and Benedict XVI have continued to focus on such global social values, but have clamped down on partial ecclesiastical decentralization. And recent church centralization has come exactly at the time of great changes in national and regional cultures around the world. The Catholic Church, like the Chinese Communist Party, requires a lot more institutional flexibility in this age of instantaneous communication. This, of course, is not to deny the wounds of

history in both organizations. Napoleon did take the Pope captive, and the West did contribute to China’s “century of humiliation.” Both central bureaucracies mark history in centuries, not decades. But current levels of centralization remain counterproductive in the pursuit of the most important core institutional values. They also encourage high levels of corruption.

THE CATHOLIC CHURCH IN THE

CONTEMPORARY WORLD

The new Pope and the Church hope to engage the contemporary world, but which contemporary world? What are the significant religious and political identities after the fall of the Berlin Wall? How might the Church contribute to global politics in the most positive way? Since the end of the Cold War, it is a lot more challenging to organize international politics. Mediating religious transnational institutions like the Catholic Church and global Islam have become much more important. In fact, Christianity, Islam, Hinduism and Buddhism together cover over four-fifths of the world population.

Interfaith dialogue, therefore, can make a significant contribution to global understanding. With regard to the geographic location of the dialogue, the above four religious traditions, along with Vietnamese Marxism and Confucianism, come together in Southeast Asia. When all religions and ideologies experience both majority and minority statuses, dialogue is easier. In addition, the ASEAN countries have the advantages of strong connections to the major global powers like the U.S., the E.U., China, and India. Fortunately, however, none of those powers belong to ASEAN, freeing it to play a special intermediating role. A new world architecture of relationships will rely on preexisting UN cities like New York and Vienna, but any successful global orientation will have to include secular intelligentsia and religious figures from cities like Shanghai, Mumbai, and Singapore. Two other subsidiary international geographical emphases link strongly to the Jewish-Christian-Muslim

dialogue, which concerns over fifty percent of the global population. In this latter dialogue, the experience of the Spanish medieval period stands out historically. And global mutual religious understanding would be most helped by the lessening of Israeli-Palestinian tension, which could lead to specific cooperative activity by those three religions. Catholics in the Middle East, however, have come under increasing pressure to emigrate, leaving open the question of the survival of these ancient national churches.

From the viewpoint of humanity, which issues loom large in the global political, economic, military, and communication systems? The relevance of religion to human rights derives from questions of the ultimate foundation of these rights. The global economic system struggles with increasing social stratification and with the increasing environmental damage of climate change. The global military system calls for peace. And the international communication system deals with the basic issues of personal and communal identity. All of the above concerns can find connections to Francis of Assisi, the model for the new Pope. On none of these issues, however, is action by religious institutions sufficient for a solution. But it is hard to imagine solutions without their participation, especially in providing motivation for trust, and sacrifices which are not motivated by any perception of rational national self-interest.

What contribution, then, would Catholicism emphasize in each geographic area? In Asia, it is interreligious dialogue, helping to link Asian religious and ideological sensibilities to the religions of the Book. Some common themes can also be found in various ideological orientations against social stratification and in immigration across the region. In the Atlantic civilization, it is strengthening the European Union and linking Europe to the Americas. As Europe discovered Christian Democracy as a post-World War II answer to fascism and communism, Europe now could play a larger role in global interfaith dialogue. This would include dampening anti-

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Muslim sentiment among the European right. The Catholic vocation in Latin America can be symbolized in ecclesiastical support for political democracy and for the poor. In Africa, development and damage to the environment are also crucial, as well as the challenge of uniting multi-tribal countries like Kenya, the Congo, and Nigeria.

CONCLUSION

From a political viewpoint, both the Chinese Communist Party and the global Catholic Church face significant challenges besides corruption. For Beijing, the leadership must rebalance the economy and reduce urban-rural stratification. For Rome, the leadership must reenergize the Western church and find the right balance of centralization and decentralization for ecclesiastical government, interfaith dialogue, the reduction of social stratification, and the fostering of peace. The Vatican’s relationship with women remains the most critical determinate on these issues, and is essential for staffing its religious institution. The Church should emphasize global advocacy for women and girls, while it seeks to find other ways to transfer real responsibility in official ecclesiastical positions like Diocesan Chancellor, many of whom are women in the United States.

This essay began by pointing to the recruitment and socialization similarities of the Chinese Communist Party and the Catholic clergy. The population sizes of China and global Catholicism are both large enough that they are both needed for any non-military solutions to global issues of human rights, social stratification, climate change, peace, and personal and communal identity. The current tension between the Vatican and Beijing points to the challenges in such mutual cooperation. But the cooperative solutions of these complicated interrelated problems are the only ones that could take place without horrible suffering. Therefore, it is in the world’s interest to root and/or to pray for the continuing conversion of the new leadership of both the Chinese Communist Party and of the Catholic Church.

HOW MUCH IS THE

CHURCH WORTH? THE FINANCES OF THE

UNIVERSITY OF CAMBRIDGE.

IN THE PERIOD BETWEEN THE announcement of the resignation of Pope Benedict XVI and the election of his successor, Francis I, on the 13th of March, I was repeatedly asked for interviews by newspapers, radio and television companies. While some of these interviews were, inevitably, about the resignation of Benedict and the ensuing Conclave, most, however, were not about those things, but about the finances of the Vatican and the so-called ‘Vatican Bank.’ As an historian of the modern papacy, and particularly its finances, I was genuinely surprised by this sudden burst of interest in the subject. I was asked such questions as ‘How much is the Catholic Church worth?’ ‘Where does the Vatican get most of its money from?’ Is it true thatthe Vatican bank has been involved in ‘money laundering?’

A characteristic of these interviews

was the insistence, on the part of those doing the interviews, on comparing the Catholic Church to a multi-national or transnational company. There is obviously a lot of sense in making this sort of comparison, since the Catholic Church, with 1.2 billion adherents, is the largest religion on earth, a world-wide organisation, with ‘branches’ in virtually every country of the world, except possibly North Korea and Saudi Arabia, and a ‘brand’ that is as distinctive as Coca Cola, Royal Dutch Shell, Rolls Royce, Levis, BMW or Santander. But the analogy has it limitations. This is especially true as far as its finances are concerned. The assumption is made that because the Church is a highly centralised institution, with its own judicial system and laws (the Code of Canon Law), and because it is administered by a highly centralised bureaucracy—the Roman curia based in the Vatican—for matters of faith, morals, discipline and liturgy, then management of its finances must also be tightly controlled and directed from ‘head office’ in Rome as well. Not so.

In fact, as far as the finances of the Catholic Church are concerned there is a great deal of autonomy among its various parts. Thus in Canon Law, dioceses are the principal unit of financial administration—in some countries, the

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parish, the most basic unit of ecclesial organisation, is also quite autonomous in financial matters. The Catholic Church cannot, and does not, operate a system whereby all the money in its ‘branches,’ the parishes, dioceses, religious orders and congregations, etc., is available to be disposed of in order to finance its central operations. It is up to individual bishops to decide how much they can and will give to the pope in times when the Vatican is in financial difficulty. Similarly, the religious orders and congregations, some of which, like the Jesuits and Dominicans are quite wealthy, are under no canonical obligation to send money to Rome. Just as some of the religious orders and congregation are more wealthy than others, so the Catholic Church in some countries is much wealthier than others. Catholics in the United States, Germany and Italy have traditionally been the chief contributors to the Vatican coffers. But their wealth comes from very different sources: in the case of the United States, it is the result of a well-developed habit of very generous voluntary giving by the faithful, whereas in Germany (and Austria) it is largely a consequence of the Kirchensteuer, a universal tax which Germans and Austrians have to formally opt OUT of, if they do not wish to contribute. A modified version of this tax also has also been in place in Italy since the revised Concordat of 1984, where Italians can assign 8/1000 of their income tax to a charitable cause, the Catholic Church being the chief beneficiary. In Spain, Spaniards, too, use their income tax in a similar way./Spaniards use their income tax in this wayen America, the Church still possesses endowments dating back to the Middle Ages and recently, in Eastern Europe, governments have returned to the Church some property expropriated by the Communists.

So it is extremely difficult, if not impossible, to say how wealthy the world-wide Catholic Church is because of the huge variations in the wealth of the Church from one country to another. How wealthy is the Church in the USA, Germany and Italy, or Spain, France, Brazil or Argentina for that matter? Who knows?

We will never arrive at an accurate estimate in large part because of SECRECY: the Church is not obliged in most countries to publish accounts of its income, expenditure, and assets. But now we can make some guesses about the wealth of the Vatican, i.e. the Holy See.

The Vatican itself has also traditionally been extremely secretive about its wealth, in order to avoid adverse publicity, though it could be said that the same secrecy has, inevitably, attracted precisely that kind of publicity, giving rise to the most fantastic, sensationalist stories. One amusing example of this is from the words of the Beatles song, Awaiting On You All:

General Motors

thing He’s qualified to Quote

and see

you will be free.’1

Of course, while it is likely that some financial agency of the Holy See holds, or has held, shares in GM, it is extremely unlikely that it has ever owned anything remotely approaching a majority shareholding.

Since the reforms of Pope Paul VI in the late 1960s, the Vatican has been rather more transparent about money, publishing accounts of its financial operations. It did this largely to satisfy its most generous benefactors in the United States, pressure which also which brought Cardinal Casimir Szoka of Detroit in 1990 to take charge of the Prefecture for the Economic Affairs of the Holy See, which coordinates all the financial agencies of the Holy See, except the so-called ‘Vatican Bank’. In 2012, for example, the accounts published showed that, on a total turnover of Euros 263.7m, the Vatican had made a loss of nearly Euros15m, which was attributed in large part to ‘the negative trend of global financial markets.’2 From these accounts it is possible to identify most of the sources of the Holy See’s income:

1. Peter’s Pence collections, which are made annually, usually in July, among the world’s Catholics. In 2012, this brought in nearly 60 million Euros.

2. The surplus from the revenues of the State of the Vatican City, like the sale of postage stamps, coins, other souvenir items, entrance fees to the Vatican museums, brought the Holy See nearly 22 million Euros. The Vatican State is thus self-financing and a good ‘earner’ for the Holy See.

3. Another major source of revenue was contributions from dioceses and other institutions which reached over 28 million Euros.

4. Curiously, the revenue from the Vatican’s property and other investments was not specified. Before 1929, when the Italian government gave the Holy See 91 million US Dollars in compensation for the loss of revenues from the former Papal States which were annexed by the Kingdom of Italy in 1870, the Vatican possessed only a small portfolio of residential and commercial property (mainly in and around Rome), bank deposits, stocks, and shares. Bernardino Nogara, a leading Italian financier, was made director of the Amministrazione Special della Santa Sede, and invested this money in government (mainly Italian) loan stock, currency arbitrage, gold, stocks, and shares in utility and property companies inside and outside of Italy, and after the onset of the Great Depression, he diversified into commercial and residential property in Britain, France and Switzerland.3 The revenues from these ongoing investments cannot be inconsiderable if the recent story in The Guardian about the Vatican’s ‘secret property empire’ is to be believed: according to that newspaper, Nogara’s ‘nest egg’ is now worth 680 million Euros.4

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Expenditure is heavy for the Holy See. In addition to the costs of ordinary administration like the salaries of the cardinals, prelates, priests, and lay people working in the Roman curia, plus other working overheads, there are the costs of Vatican diplomacy—the Holy See has relations with 180 countries and 15 international organisations, including the United Nations Organisation, and the European Union.5 Then there are the pope’s ‘pilgrim journeys’ to visit Catholics all over the world. Finally, since the First and Second World Wars, the Holy See has been a major contributor of humanitarian relief, thus in 2011 it claimed to have spent E9 million Euros on ‘apostolic and charitable work’, i.e. support for poorer churches in Africa and Asia, and humanitarian relief.

Another source of revenue for the Holy See budget is the profits of the ‘Vatican Bank’ that, in 2011, amounted to 49 million Euros. It should be said that the Institute for the Works of Religions, IOR, as it is officially known, is not, strictly speaking, a bank as ordinary people would understand it. It does not have ‘current’ or ‘checking’ accounts and it does not make loans. It is really an investment organisation, investing worldwide some of the monies of the Holy See and those of religious orders and congregations and individuals. IOR has had a chequered history. Founded in 1942 by Pope Pius XII, there were allegations, as early as 1947, that IOR had been used by a certain Mgr Pretner Cippico for illicit financial dealings.6 In the late 1970s and early 1980s, the IOR was caught up in scandals regarding relationships with an alleged Mafioso, Michele Sindona, and Roberto Calvi, head of the Milan-based Banco Ambrosianio which subsequently collapsed: Calvi was found dead under a bridge in London in June 1982.7 Archbishop Paul Marcinkus, the American president of IOR was investigated by the Italian authorities for his alleged role in the collapse, but used the immunity of the State of the Vatican City to evade prosecution. In the end, Cardinal Agostino Casaroli, Secretary of State to Pope John Paul II, made 241 million US Dollars

available to creditors of IOR.The administration of Angelo Caloia, a

Lombard Catholic banker, from 1988 onward, helped the IOR recover from the Sindona-Calvi affair. But more recently, in 2009, allegations of money laundering and other irregularities at the IOR have surfaced. In May 2012, the president of the IOR Ettore Gott Tedeschi suddenly left the organisation.8 There have been further investigations by the Italian authorities into a transfer of 23 million US Dollars between accounts. In March 2012, the US company JP Morgan Chase closed the IOR’s account with its Italian branch. To add to the Vatican’s financial woes, over Christmas and the New Year Deutsche Bank suspended the facility it provided for the use of credit cards in the Vatican State; incidentally, it is true that one of the languages used at Vatican ATMs is Latin! So, once more, the Vatican ‘Bank’ is the subject of sensationalist headlines.

Even though the State of the Vatican City is sovereign and independent, it is obviously completely surrounded by Italian territory, uses the Euro as its currency and, as a result, has to conform to EU banking regulations. So, in December 2010, the Holy See took steps to comply with the stricter forms of regulation for the governance of financial institutions introduced in the wake of the 2007-8 banking crisis by establishing a ‘Financial Information Authority’ inside the Vatican to act as a financial regulator in accordance with EU, IMF, and Council of Europe directives. And as of February this year, the IOR has a new head, a German lawyer and businessman, Ernst Von Freyberg

Why, you may ask, does a worldwide religion need to have a ‘bank’ at all? There is an obvious, incongruous contrast between the possession of a ‘bank’ and the ‘holy poverty’ of Saint Francis and Pope Francis. Francis I, a man of apostolic simplicity, is clearly already uncomfortable with the pomp and splendour of the Vatican, which, along with the British monarchy, is surely one of the greatest shows on earth, as the scenes at the March 13th announcement of his elections in St Peter’s Square demonstrate. Francis says his

concern is for the poor, that these are the people who really matter for him and the Church. On the other hand, the religious and charitable works of the Catholic Church have to be financed—the Church is heavily involved in giving aid to immigrants, people suffering from HIV and AIDS, drug addicts, and the poor, in many countries of the world. As Margaret Thatcher once said, how would the Good Samaritan have been able to help the man who was robbed if he had had no money?! The Gospels are NOT against capitalism, as the ‘Parable of the Talents’ in Matthew demonstrates.

The new pope clearly has an agenda to reform the Roman curia—that, presumably, is why he was elected. There has already been much talk that Francis will close down the IOR or substantially reduce its operations. He could very easily do so and transfer its staff and investments to other financial agencies under the aegis of the Prefecture for the Economic Affairs of the Church —like the Special Administration— and still earn money for the Vatican’s investments, albeit more discreetly. In that way, he could rid the Holy See of a Vatican ‘bank’ that will have the potential to attract negative media attention.

1. From George Harrison’s I-ME-MINE, ‘The Lord’s

the One that Loves the Lord’ Richmond, 1980).

2. http://press.catholic.va/news_services/bulletin/

news/29453.php?index=29453&lang=..., accessed

on 12 April, 2012. All other figures quoted for

2012 come from this source. 3. See John F. Pollard, Il Vaticano y sus Banqueros,

Merlusina, 2008.

4. See ‘How the Vatican built a secret property

empire using Mussolini’s millions’, in http://

www.guardian.co.uk/world/jan21/vatican-secret-

propertyempire-mussoli.. accessed on February

19 2013.

5. Annuario Pontificio, 2012, pp. 448-452.

6. Corrado Pallenberg, Inside the Vatican, London,

1961, pp. 194-5

7. For an detailed account of these episodes, see

C. Raw, The Money Changers: How the Vatican bank

Enabled Robert Clavi to Steal $250 Millions for the

Heads of the P2 Masonic Lodge, London, 1992.

8. http:/www.ilsole24ore.com/art/

notizie/2012-05-27/gotti-tedeschi-fatto-

dovere-15380 accessed April 12, 2013.

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T E X T O S O R I G I N A L E S

DE LA CONSTRUCTION EUROPEENNE

ÉCRIVAINET AUTEUR DE LES CHRÉTIENS D’ORIENT. VITALITÉ,SOUFFRANCES,AVENIR (SALVATOR, 2010).

C’EST PLUS QU’ANECDOTIQUE. LE

drapeau de toutes les institutions européennes, notamment de l’Union, représenté par un cercle de douze étoiles d’or, sur fond bleu est d’inspiration chrétienne. Officiellement, il s’agit de symboliser les idéaux d’unité, de solidarité et d’harmonie entre peuples européens. Aucun dirigeant ne s’autorisera à rappeler comme s’en est vanté son dessinateur, le strasbourgeois Arsène Heitz (1908-1989), employé au courrier du Conseil de l’Europe que ces étoiles sont celles entourant la couronne de la Vierge Marie selon l’Apocalypse de Saint-Jean et que c’est un 8 décembre (1955) jour de l’Immaculée Conception que le Conseil adopta cet emblème.

Lorsque l’UE (alors appelée Communauté économique européenne) le fit sien le 1er janvier 1986 elle comptait douze membres avec l’entrée de l’Espagne

et du Portugal. Cela tombait bien, et nombre de personnalités politiques présentèrent fallacieusement ce fanion comme celui “des Douze”. A 28 dans quelques semaines, le drapeau européen comptera toujours douze étoiles..... Des “étoiles” qui figurent sur toutes les pièces en euros du Vatican qui en émet, bien que non-membre de l’UE.

Des pères “fondateurs” catholiquesParmi ceux qui sont désignés

communément comme les principaux “pères fondateurs” de l’Europe, trois : le français Robert Schuman (1886-1963), l’Allemand Konrad Adenauer (1876-1967) et l’Italien Alcide de Gaspari (1881-1954) étaient des catholiques fervents liés au Saint-Siège, sans allégeance. Ils avaient tout trois combattu le nazisme ou le fascisme. C’étaient des hommes nés dans des frontières hantées par la guerre.

Le quatrième de cette élite, le belge Paul Henri Spaak était socialiste, laïc. Mais sa proximité avec deux très grande figures du Parti catholique belge ; les anciens premiers ministres Paul Van Zeeland (1893-1973) et Hubert Pierlot (1883-1963) adversaires de la version belge du nazisme, le “rexisme”, date d’avant-guerre. L’opposition de Pierlot et Spaak à la reddition du roi Léopold III le 28 mai 1940, devant l’armée allemande en route vers Paris, et leur périple périlleux en France,

en pleine débâcle, puis dans le gouvernement belge formé à Londres, sont une épopée extraordinaire du rêve européen.

Depuis la déclaration Schuman - rédigée par le laïc Jean Monnet, autre “père-fondateur” - du 9 mai 1950, démocrates-chrétiens avec toutes leurs variantes et socialistes - certes rejoints par les radicaux et les gaullistes - sont les forces politiques les plus clairement “européennes” ; alors que communistes et extrémistes de gauche comme de droite, sont très souvent opposés aux institutions et décisions de Bruxelles. La crise politico-financière que connait l’UE actuellement ; l’incapacité de résorber des dettes trop élevées pour des pays comme Chypre, la Grèce, au bord de la faillite, crise qui n’épargne pas l’Espagne, mais aussi les pays “pionniers” comme l’Italie ou la France, mettent à l’épreuve les fondements de l’Europe; financiers, économiques, mais aussi moraux.

Parmi les “fondateurs” souvent oubliés, deux catholiques : les français Richard de Coudenhove-Kalergi (1894-1972) de père austro-hongrois et de mère japonaise ; fondateur de l’Union pan-européenne en 1922 avec comme successeurs le duc Otto de Habsbourg-Lorraine ; puis, depuis 2004, l’ancien député gaulliste Alain Terrenoire, concepteur de ce que seront le Parlement européen et la CECA dès 1923 et qui a proposé l’Hymne à la Joie de Ludwig von Beethoven, avec son texte de Friedrich Schiller, empli de spiritualité religieuse, comme hymne européen; mais aussi Marc Sangnier(1873-1950) qui, dans les années 20, rassembla chaque année des jeunes français et allemands dans ses “congrès internationaux démocratiques pour la paix” pour réconcilier les deux peuples, base de la construction européenne. Il faut compter l’infatigable prêtre italien Don Luigi Sturzo (1871-1959) fondateur en 1918 du Parti populaire italien - ancêtre de la Démocratie chrétienne (DC) - adversaire irréductible, en exil, de Beneditto Mussolini.

Succédant à des papes extrêmement actifs, ou attentifs, pour tout ce qui concerne la vie politique européenne ;

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François, argentin, premier pape non-européen de l’ère moderne, sera amené à s’impliquer dans les aventures du Vieux continent avec un recul bienvenu. Il l’a dit, et c’est un retour aux sources dans la géopolitique du Vatican : il est d’abord l’évêque de Rome. De ce fait, il est chef de l’Eglise catholique, mais en rien un dirigeant d’une puissance politique européenne.

La CEE est née en pleine guerre froide. Le Vatican, opposé au “communisme athée” de l’URSS et de ses amis, a comme naturellement soutenu la construction d’une “Europe libre”, alliée des Etats-Unis, sans jamais toutefois cautionner son système économique libéral, loin s’en faut.

L’Europe: des visions de paixL’idée européenne est aussi vieille que

l’Europe. Tous les empires en ont rêvé. L’idée de l’Europe unie a pris germe au XVIIème siècle. Ce sont souvent des protestants qui l’ont voulue, par souci d’apaisement religieux. Néanmoins, la première “proposition concrète” émane, en 1623, du moine catholique Emeric de Crucé dans “Le nouveau Cynée”. Il réclame “une assemblée permanente des princes européens”. Le duc de Sully, protestant, dans son “Grand dessein”, se prévalant d’Henri IV, appelait, en 1638 à une “Europe très chrétienne”, dirigée par un “grand Conseil de l’Europe”, qui soit chrétien bien entendu, réunissant les puissances européennes, dont la Papauté. En 1625, le juriste hollandais Hugo Grotius, protestant lui aussi, plaidait pour une “société des nations européennes”, et en 1693, le quaker anglais William Penn demandait que toute l’Europe soit régie par une “Diète européenne”, prélude à des “Etats-Unis d’Europe”.

L’historien et philosophe Joseph Hours (1896-1963) a maintes fois dénoncé “l’Europe vaticane” et résumé la construction européenne à l’obsession de “faire renaître le Saint-Empire romain germanique”, disparu en 1806, après le sacre de Napoléon. Cet homme d’influence était pourtant membre du Mouvement républicain populaire (MRP), qui tout en se déclarant laïc et refusant l’étiquette “chrétienne” fut le principal promoteur de

la construction européenne. Il avait été créé en 1944 par des résistants, dont les principaux dirigeants, notamment Marc Sangnier, Georges Bidault, Francisque Gay et Maurice Schumann étaient tous de fervents catholiques se réclamant du christianisme social.

“Faire l’unité européenne, ce n’est pas ébaucher dans je ne sais quelle cité intemporelle et interplanétaire une construction juridique harmonieuse et pure ; c’est avant tout faire revivre le Saint-Empire”, écrivait Hours dans La Vie intellectuelle, en octobre 1950.

Le XIXè sicèle fut celui des Etats-nation. Victor Hugo, partisan des “Etats-Unis d’Europe”, mais aussi le chrétien Félicité de Lamennais, défendeur implacable de la “liberté religieuse” avant d’être condamné par Rome, qui appelait dans son “Acte d’union” (15 novembre 1831) tous les catholiques d’esprit libre en Europe à se réunir dans une “vaste fédération”, se montraient farouchement européens. La révolution de 1848, socialiste et chrétienne en bien des aspects, fut largement de dimension européenne. Mais c’est surtout après la guerre de 1914-1918, la “grande guerre” que prit corps le concept de construction européenne. Toujours dans une perspective de réconciliation et de paix.

Faire l’Europe, c’est rapprocher les différentes économies, faciliter les échanges, s’inspirer des modèles sociaux; agir ensemble. Un premier exemple: le 25 septembre 1907, la revue Le Sillon, animée par Marc Sangnier, exalte le mouvement coopératif, dans la ligne de Charles Gide, l’économiste - oncle de l’écrivain André - qui fut l’un des plus grands artisans de ce mouvement en France. Jacques Fonlupt y souligne que les coopératives en Europe rassemblent 5 millions de membres et concernent 25 millions de personnes. Fonlupt présente comme modèle l’expérience britannique où tout a commencé “Equitables Pionniers de Rochdale”, lancée en 1844 par “28 pauvres tisserands en flanelle” qui se sont développés au point de devenir des “magasins de gros” commerçant en Europe, et au-delà. La Coopérative, écrit Fonlupt “rétablit certaines formes

d’honnêteté commerciale ; elle livre des produits loyaux, elle moralise le marché”. “En supprimant le profit, elle tend à supprimer l’exploitation de l’homme par l’homme, parce qu’elle prépare une forme moderne de l’autorité, parce qu’enfin la démocratisation n’est possible que par la pratique d’une morale supérieure”.

Si le tableau dressé du système coopératif est idyllique et que Le Sillon n’évoque pas explicitement la construction européenne, les bases, l’esprit de ces chrétiens amoureux de la démocratie, préfigureront la CECA, le Traité de Rome.

Le Vatican, le monde chrétien et l’Europe de l’entre-deux guerres

Léon XIII, prisonnier dans une Italie monarchiste très anticléricale, lança le dialogue avec les anglicans et demanda aux français de se conformer aux lois républicaines. Ce fut le “ralliement”, qui secoua l’Eglise française, alors majoritairement monarchiste. Il refusait de trancher entre les “modèles” européens. Par son encyclique Rerum novarum (1891), socle de la doctrine sociale de l’Eglise, il prône une grande justice sociale, notamment ouvrière, et dénonce le libéralisme économique, tout comme le socialisme.

L’intermède de Pie X (1903-1910), pape très antimoderniste, n’arrêtera pas la progression de l’Eglise. En 1915, alors que catholiques français et allemands épousent leurs causes nationales, Benoit XV (pape de 1914 à 1922) fait entendre la voix de la paix, et reçoit Sangnier, comme émissaire d’Aristide Briand, autre grand européen, qui prôna une “Union européenne” en 1929 alors même que les relations diplomatiques ont été rompues entre le Vatican et Paris.

Pie XI, pape de 1922 à 1939 restera comme celui de l’ouverture. Obtenant de Benito Mussolini une forme d’indépendance pour le Vatican (les Accords de Latran, en 1929), il dut affronter le fascisme qui lança la guerre d’Ethiopie qu’il ne cautionna pas, le nazisme dont les catholiques et le parti Zentrum, proche du pape, furent particulièrement victimes, la

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guerre d’Espagne, où l’Eglise majoritairement soutint Franco. Harcelé par des régimes autoritaires ou fascistes qui se proclamaient chrétiens, il soutint les tentatives de réconciliation européenne et condamna en 1926 l’Action française de Charles Maurras, très influent en Europe, qui prônait le “nationalisme intégral” et l’”antisémitisme national”.

Pie XII, rôle actif aux côtés des démocraties occidentales

Après-guerre, l’Europe, exsangue, doit se reconstruire. Après la victoire commune et le partage de l’Europe à Yalta en 1945 en deux “blocs” c’est très vite la guerre froide. En France, le MRP, dont le président d’honneur est Sangnier, dirige les Affaires étrangères avec alternativement Georges Bidault -qui réintègre l’Italie dans le concert des nations - et Robert Schuman, ce dernier étant “mieux vu” au Vatican.

Pie XII est très influent auprès des démocrates-chrétiens en Italie, et épouse leur anticommunisme. Certes, après la mort de Staline, en 1953, et jusqu’à l’intervention en Hongrie en 1956, des contacts de haut niveau soviéto-vaticanais porteront sur les problèmes de paix et de sécurité. Il faudra attendre mars 1990 pour l’ouverture de relations diplomatiques entre le Vatican et l’URSS! Moins de deux ans avant l’effondrement de l’URSS...

Si le MRP est dans des coalitions avec la gauche, il a aussi ses entrées au Vatican ; Jacques Maritain, figure de “l’humanisme chrétien”, viscéralement européen étant ambassadeur auprès du Saint-Siège. Les persécutions contre les catholiques à l’est, en URSS mais aussi en Hongrie (le cardinal Joszsef Mindzensky emprisonné de 1949 à 1956) en Pologne (le cardinal Stefan Wyszinski, emprisonné de 1953 à 1956), l’intégration autoritaire en Ukraine et en Roumanie des grecs-catholiques (uniates) à l’Eglise orthodoxe, et la quasi-absence de dialogue avec les capitales communistes font du Vatican un allié fervent de “l’Occident”. Du Traité de Bruxelles en mars 1948, initié par Bidault, qui pose les fondements et de l’OTAN et de l’UE (alors sans l’Allemagne, mais avec le Royaume-Uni), jusqu’au début de la “politique de détente”, dans les années 1960, la

diplomatie vaticane sera à l’unisson du “monde libre”.

Toutes les étapes de la construction européenne sont saluées et le Vatican regrette, en 1954, le rejet de la Communauté européenne de défense (CED). Le summum de cette “alliance” c’est la sonnerie des cloches lors de la signature du Traité de Rome, le 25 mars 1957. Ce jour “est l’événement politique le plus important, le plus significatif de l’histoire de la ville éternelle”, écrit l’Osservatore Romano.

Peu après, le 13 juin 1957, en présence de Robert Schuman, Pie XII déplore que la Communauté soit “restreinte au domaine économique” et émet le voeu qu’elle “s’étende aux secteurs qui engagent les valeurs morales et spirituelles”.

C’est clair. Le Vatican, sans être membre de la CEE, est “de ce camp-là”. Les adversaires sont bien le Comecon et le pacte de Varsovie. Avec des nuances : le Vatican regarde avec bienveillance le mouvement des non-alignés et continue de dénoncer le capitalisme. Et peu à peu, avec l’avènement de Jean XXIIl (pape de 1958 à 1963) le ton change. L’heure est au dialogue, avec les juifs d’abord, les musulmans, mais aussi autant que possible, les communistes.

Jean XXIII, le “bon pape Jean”, ami des français

Le “bon pape Jean” n’était nullement favori pour succéder à Pie XII. Il était considéré comme un homme sympathique, pieux, bon vivant. Fervent de la prière...et des réceptions. Certes; mais sa personnalité était extrêmement riche, son expérience internationale très solide. Il ne fut pas le pape de transition attendu mais celui qui, tout de suite se lança dans l’extraordinaire aventure du Concile (1962-1965) qui révolutionna et modernisa l’Eglise. Après avoir été délégué apostolique en Grèce, mais aussi en Turquie, où il se familiarisa avec l’islam, il représenta le Vatican à Paris, de 1944 à 1953. A Paris, il recevait lui-même, les responsables du MRP, ceux qui étaient les plus fervents européens: Marc Sangnier, Francisque Gay, Georges Bidault, Maurice Schumann, Robert Schuman. Parfois, il leur préparait

lui-même une Polenta...mais au menu des discussions, c’était au premier rang l’avenir de l’Europe chrétienne.

Néanmoins, le futur pape se heurta au MRP et au président du gouvernement provisoire, Charles de Gaulle, qui souhaitaient une plus forte épuration de l’épiscopat compromis avec Vichy. Il accueillit toutefois avec une grande bienveillance toutes les initiatives européennes prises sous sa nonciature.

Paul VI, détente et rapprochement des peuples

Le cardinal Montini élu pape en plein concile, a encore accentué l’ouverture au

monde. Le Vatican est définitivement désenclavé. Le Concile, achevé en décembre 1965, est l’opposé d’un repliement sur “la petite Europe”. C’est le rapprochement spectaculaire avec les orthodoxes, protestants, juifs et musulmans; mais aussi de nombreux gestes envers les incroyants. Sur le plan politique, Paul VI épouse la politique de “détente”, proche de celle de De Gaulle qui fut lui aussi un grand catholique européen, le signataire du Traité de l’Elysée en 1963 avec Adenauer.

Le mot “Europe” n’apparait pas dans les nombreux textes officiels de Vatican II. Et pour cause, L’Eglise catholique se veut universelle et l’accent mis sur l’Europe contrarierait cette volonté d’universalité. Il n’empêche, certains textes semblent directement la viser. La période n’est plus à la condamnation frontale d’un Pie XII du communisme, mais d’un rappel de la

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doctrine sociale, de la volonté de paix de l’Eglise et aussi de la “détente”. Ainsi, la constitution “Gaudium et Spes” (“L’Eglise dans le monde de ce temps”) dans sa partie 2- chapitre 3, s’adresse de facto aux européens des deux “camps”. “Beaucoup d’hommes, surtout dans les régions du monde économiquement développées, apparaissent comme dominés par l’économique ; presque toute leur existence personnelle et sociale est imbue d’un certain “économisme” et cela aussi bien dans les pays favorables à l’économie collectiviste que dans les auteurs”. Le Concile rappelle sans cesse à “la conscience” et la “responsabilité” des hommes, qui sonnent en écho à l’action de Marc Sangnier et à “la dignité de la personne humaine”, chère à Maritain, mais aussi à un autre chrétien d’envergure européenne, Emmanuel Mounier, le principal inspirateur de Jacques Delors, catholique socialiste, longtemps président de la Commission européenne.

Dans la partie 1 - chapitre 4 de Gaudium et Spes, nous relevons : “L’Eglise reconnait aussi tout ce qui est bon dans le dynamisme social d’aujourd’hui, en particulier le mouvement vers l’unité, les progrès d’une saine socialisation et de la solidarité au plan civique et économique” (...) “L’Eglise n’est liée à aucune forme particulière de culture ni à aucun système politique, économique ou social”.

Paul VI n’oublie pas néanmoins “son” Europe. Le 24 octobre 1964, il proclame saint Benoit “patron de l’Europe”, et se réfère à “ce souci et cet amour de l’ordre et de la justice” de ce saint, pour dire son “plein assentiment à ce mouvement qui tend à réaliser l’unité de l’Europe”.

Jean Paul II, un acteur décisifJean Paul 1er, le “pape du sourire”, ne

régna que quelques semaines en 1978. En élisant pour lui succéder Karol Wojtyla, cardinal polonais, et adversaire du régime de Varsovie, les cardinaux savaient que l’Eglise entrait en confrontation directe avec le camp soviétique. “L’athlète de Dieu”, grand stratège géopolitique, multiplie les voyages pour réveiller “le peuple catholique”. Sa deuxième visite à l’étranger est pour son pays natal - du 2 au

10 juin 1979 - où il se rendra neuf fois! Le général Wojciech Jaruzselski tente d’endiguer la frénésie populaire. Il n’y a aucun incident mais rien n’y fait. Le syndicat Solidarnosc, né l’année suivante, directement relié au pape, fait trembler le régime. Le “rideau de fer” commence à tomber. La décennie 1980-1990 voit, sous les coups conjugués de ce combat spirituel de Jean Paul II et de la menace de “guerre des étoiles” du président américain Ronald Reagan, le délitement progressif de la confiance à l’est. En 1985, quand Gorbatchev lance la Perestroïka et s’ouvre à l’ouest, un vrai dialogue commence avec le pape. Mais la puissance (politique) a changé de camp. Un jour de Noël, en 1991, l’URSS fait naufrage.

Jean-Paul II soutient l’indépendance de la Croatie, catholique, et s’attache à prononcer ; décision politique forte, ses bénédictions “urbi et orbi” et en croate et en serbe, enterrant le “serbo-croate”...

Jean Paul II, favorable à l’élargissement, veut obtenir que sa Pologne intègre l’UE. Les adhésions, le 1er mai 2004 de sa chère patrie et de sept autres pays de l’est, au soir de sa vie, seront pour lui une joie immense. En juin 2003, les polonais exhortés par le pape avaient plébiscité à 77,45% cette adhésion. Le président Aleksander Kwaniewski avait vivement remercié, en premier lieu, le souverain pontife, qui émettait le voeu, le soir même, que cette intégration “contribuerait à résoudre les problèmes sociaux et économiques qui sont les conséquences des division artificielles de l’Europe des temps passés”. Pour lui, la boucle était bouclée.

Il lui restera néanmoins un regret: n’avoir pu faire inscrire dans la Constitution européenne la référence aux “racines chrétiennes de l’Europe”.

Benoit XVI, intellectuel européen

C’est un humaniste, un grand théologien qui succède en 2004 au pape polonais. L’Allemand Joseph Ratzinger est d’abord européen. “Le processus d’unification est de toute façon une oeuvre de grande portée qui permet à ce continent, longtemps miné par des conflits

continuels et des guerres fratricides désastreuses, de vivre une période de paix qu’il n’avait pas connue depuis longtemps” soulignait-il en septembre 2007 à Vienne.

En avril 2008, à Rome, il précisait : «Aujourd’hui, l’Europe, à peine sortie d’un siècle profondément blessé par deux guerres mondiales et après l’effondrement des grandes idéologies qui se sont révélées de tragiques utopies, est à la recherche de sa propre identité» qui commande «un renouveau éthique et spirituel».

Le renouveau éthique et spirituel voulu par Benoit XVI sera sans doute entravé par les drames économiques, financiers et sociaux qui minent l’Europe.

“THE UNITED STATES

GEORGETOWN UNIVERSITY, WASHINGTON, DC.

IN LATE WINTER AND EARLY SPRING 2013, millions of people worldwide watched the drama of a papal resignation and election. An unprecedented event because of the resignation, Catholics and non-Catholics followed the events with interest, since the pope is the spiritual leader of more than one billion Catholics. Some, however, criticized the extensive coverage of the events unfolding at the Vatican. They thought that the attention was unwarranted and gave far too much prominence to a religious figure that only commands a following of less than one-fifth of the world’s population. No other religious leader has ever received such notice, and those who are not Catholic may have little interest in the internal workings of the Vatican. However, one of the aspects of the papacy that differentiates it from other religious offices is that the pope is not only a spiritual leader, but also a temporal and political leader as the head of the Holy See, which represents the Vatican City-State in the political arena. The pope is a world leader as well as a spiritual leader.

The political arm of the Vatican is known as The Holy See. Recognized as a state, the Vatican has a diplomatic corps

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T E X T O S O R I G I N A L E S

and maintains political relations with countries all over the globe. Through the Holy See, the Vatican has a Permanent Observer Mission to the United Nations, maintains relations with countries, weighs in on public policies around the world, and conducts diplomatic business. The Holy See is the government of the Church with its own corps of diplomats who are trained by the Church in a special school for diplomats. The Roma Curia works as the government structure, with a Secretary of State and a range of bureaucratic offices that oversee the day-to-day operations of the Church and interact with diplomats and leaders from countries all over the globe. The Holy See continues to exist even when there is no pope during the period known as the sede vacante, the period between, in this case, the resignation of Benedict XVI and the election of Francis, or, historically, the death of a pope and the election of this successor.

The United States has diplomatic relations with the Church via the Holy See. Until June 29, 1909, Rome considered the American Church a missionary territory; that is, Catholicism had not been fully established, and the task to establish the Church within the United States required significant assistance from foreign clergy assigned by the Vatican to work in the

United States. The status of the Church in the United States changed in 1909 when Pope Pius X signed the apostolic constitution, Sapienti Consilio (On the Roman Curia). Until that time, the American Church had been under the jurisdiction of The Congregation of the Propagation of the Faith at the Vatican, an office that oversaw developing Churches in foreign lands. From the time of the signing of that apostolic constitution, the Church in the United States has grown steadily. Today, 23% of Americans identify themselves as Catholic and American Catholics provide more financial support for the Vatican than any other national group.

Ironically, it was the Protestant President Ronald Reagan, not the Catholic President John Kennedy, and Pope John Paul II, who on January 10, 1984, agreed to have the United States represented in Rome by an ambassador. William Wilson was the first American ambassador to the Vatican appointed by President Reagan. In total, there have been nine ambassadors, the last of whom was a theologian named Miguel Diaz who served from August 5, 2009 until November 13, 2012. The position is currently vacant, and awaits a new appointment by President Barack Obama.

Twelve U. S. Presidents have visited popes at the Vatican. The first was

Woodrow Wilson, who met with Pope Benedict XV in 1919. Forty years later, in 1959, Dwight D. Eisenhower met Pope John XXIII. Since then, each U.S. president has made at least one visit to the Vatican to see the pope: John F. Kennedy in 1963; Lyndon B. Johnson in 1967; Richard M. Nixon in 1969 and 1970; and Gerald R. Ford in 1975. Jimmy Carter visited Pope John Paul in 1980. Ronald Reagan met John Paul II in 1982 and 1987, as well as after he left the presidency. George H. W. Bush met him in 1989 and 1991. Bill Clinton visited in 1994. George W. Bush met Pope John Paul in 2001 at the papal villa in Castel Gandolfo, and at the Vatican in 2002 and 2004. He attended Pope John Paul’s funeral in 2005, and visited the Vatican in 2007 and 2008 to meet with Pope Benedict. President Obama met Pope Benedict XVI on July 10, 2009 at the Vatican, and sent Vice-President Joe Biden to represent him at the installation ceremony of Pope Francis. On October 6, 1979, President Jimmy Carter welcomed Pope John Paul II, who was the first pope to visit the White House. On April 16, 2008, President George W. Bush welcomed Pope Benedict XVI to the White House.

On June 7, 1982, President Ronald Regan met with Pope John Paul II at the Vatican. This was a meeting not only of world leaders, but also of like minds, given their mutual opposition to Communism. John Paul had lived under a Communist regime in Poland, and Ronald Reagan considered the Soviet Union a threat to world peace as well as the most daunting enemy of the United Sates. At the same time, Agostino Cardinal Casaroli and Archbishop Achille Silvestrini met with Secretary of State Alexander Haig and Judge William Clark, Reagan’s National Security Adviser. It is well known that Pope John Paul II and President Ronald Reagan worked to bring to an end to the Soviet Union. Richard Allen, Reagan’s first National Security Adviser, described the relationship between the pope and the president as one of the great secret alliances of all time.

Pope John Paul II opposed the 1991 Gulf War and subsequent U.N. sanctions. In 2003, when the United States took

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military action against Iraq, it did so against the advice of the Vatican. The Vatican characterized the invasion as a “defeat for reason and for the gospel.” In what turned out to be an uncomfortable public meeting for the U.S. President in 2004 at the Vatican, Pope John Paul II again reminded President George W. Bush that the Vatican opposed the U.S. military intervention in Iraq and described the U.S. treatment of Iraqi prisoners as “deplorable.” In 2007, Pope Benedict XVI declined a request from the United States Secretary of State, Condoleezza Rice, to meet to discuss the Middle East and Iraq because of its continued opposition to U. S. intervention and because the U.S. refused to do anything to help Iraqi Christians who were suffering the aftermath of the war. In his 2007 Easter message, Benedict XVI again reiterated his displeasure with U. S. policy saying, “Nothing positive comes from Iraq, torn apart by continual slaughter as the civil population flees.”

The political reach of the Church extends far beyond the walls of the Vatican. Even a cursory examination of political activity in the United States reveals that the Church weighs in on numerous social and political issues. The Church often assumes the role of moral guardian in American society. Making rules and pronouncements designed to bind Catholics, the Church also attempts to influence the larger culture by providing moral norms and guidelines, for example, in its marshaling of a well-organized and funded pro-life effort and in its opposition to same sex marriage. In practice, some Catholics ignore some of the proposed norms, and some non-Catholics resent the Church for “meddling” in political policy and personal life as it attempts to set the moral compass for American society. But moral concerns represent a central element of the Church’s mission and teachings, and the Church attempts to influence public policy in the United States as well as elsewhere.

John Paul’s charge to the Honorable Lindy Boggs as Ambassador to the Holy See, on December 16, 1997, is illustrative of his belief that religion has a place in public discourse:

It would truly be a sad thing if the religious and moral convictions upon which the American experiment was founded could now somehow be considered a danger to free society, such that those who would bring these convictions to bear upon your nation’s public life would be denied a voice in debating and resolving issues of public policy. The original separation of Church and state in the United States was certainly not an effort to ban all religious conviction from the public sphere, a kind of banishment of God from civil society.

No moral issue has divided the Roman Catholic Church in America as much as the controversy about abortion. Even characterizing it as a moral issue is a signal that it should be considered an ethical-moral-religious concern rather than a “social” or “personal” issue, as many political analysts describe it. On this issue, the bishops line up staunchly behind the Vatican. Abortion is, at the same time, an intensely private matter and a widely debated public issue. Over this ethical conundrum, private and public morality collide in a battle that has not only divided the nation, but also affected the Church. The institutional Church attempts to influence public policy; the Church joins its protest with evangelical Christians in an alliance that some call unholy, and individual bishops and priests have made it the focal point of their ministry. The stances on abortion are as divisive as they are decisive. In 1995, in his encyclical Evangelium Vitae, John Paul II stated that the Church’s teaching on abortion

is unchanged and unchangeable... This doctrine is based upon the natural law and upon the written word of God, is transmitted by the Church’s Tradition and taught by the ordinary and universal Magisterium. No circumstance, no purpose, no law whatsoever can ever make licit an act which is intrinsically illicit, since it is contrary to the law of God which is written in every human heart, knowable by reason itself, and proclaimed by the Church.

At the pope’s summer residence, Castel Gandolfo, Italy, John Paul II addressed President George W. Bush, on

July 23, 2001, about the right to life, including a warning about stem-cell research:

Another area in which political and moral choices have the gravest consequences for the future of civilization concerns the most fundamental of human rights, the right to life itself. Experience is already showing how a tragic coarsening of consciences accompanies the assault on innocent human life in the womb, leading to accommodation and acquiescence in the face of other related evils such as euthanasia, infanticide and, most recently, proposals for the creation for research purposes of human embryos, destined to destruction in the process... America can show the world the path to a truly humane future in which man remains the master, not the product, of his technology.

Sometimes the Church warns its own followers, as is the case in the Vatican’s 2002 document issued by the Congregation of the Faith (then headed by Cardinal Ratzinger) entitled “The Participation of Catholics in Political Life.” It states that,

Christians must recognize that what is at stake is the essence of the moral law, which concerns the integral good of the human person. This is the case with laws concerning abortion and euthanasia... Such laws must defend the basic right to life from conception to natural death. In the same way, it is necessary to recall the duty to respect and protect the rights of the human embryo. Analogously, the family needs to be safeguarded and promoted, based on monogamous marriage between a man and a woman, and protected in its unity and stability in the face of modern laws on divorce: in no way can other forms of cohabitation be placed on the same level as marriage, nor can they receive legal recognition as such.

As one can see from these examples, the Vatican plays an active role in political discourse and attempts to influence public policies in the United States. It marshals bishops to represent its views, who, in turn, attempt to persuade American Catholics to support Vatican positions. It is, of course, not always successful in these efforts, but that has not discouraged the

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Church from making its positions known to Catholics and non-Catholics alike, as well as to presidents. Pope Francis will likely continue these efforts. His opposition to same-sex marriage is well known. His concern for the poor no doubt will make itself evident in his positions on poverty, distribution of wealth, and social justice. American elected officials can disagree with him, but they cannot ignore him. He represents a state and a Church that has a long history of political advocacy.

1967

1992

CLAUDIO MARIA CELLI

30 1993

1904

X

1917

NATIONAL

HOME FOR THE JEWISH PEOPLE

30

12

CORPUS SEPARATUM

1948

1949 12

12 1955

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1964

1982

1993

2000

2000

HISTORIQUES ET CULTURELS

FONDATEUR DE LA CHAIRE DES ETUDES CHINOISES CONTEMPORAINES (CECC) ET VICE DOYEN À L’INSTITUT CATHOLIQUE DE PARIS. IL EST L’AUTEUR D’UN NOUVEL OUVRAGE ESQUISSE DE CHINE (À PARAÎTRE EN MAI 2013 CHEZ BELIN).

HASARD DU CALENDRIER: L’ÉLECTION du cardinal argentin Bergoglio sur le siège de Pierre coïncidait à quelques heures près avec celle du chef du Parti Communiste Chinois (PCC), Xi Jinping, à

la présidence de la République Populaire de Chine. Le 14 mars dernier, Hua Chunying, porte-parole du ministère des affaires étrangères, a « félicité » au nom de l’Etat chinois « le cardinal Bergoglio pour son élection en tant que nouveau pape ». Non-ingérence « dans les affaires intérieures de la Chine, y compris sous prétexte de religion » et rupture des relations diplomatiques avec Taïwan constituaient cependant les deux exigences rappelées par Pékin. Rien de très nouveau dans les faits si l’on compare cette déclaration officielle chinoise avec celle - identique - qui avait accueilli, en avril 2005, l’élection au Vatican du cardinal Ratzinger. Ce qui l’est davantage en revanche, c’est la visite à Rome du président taïwanais Ma Ying-jeou, cinq jours seulement après l’élection du pape François. D’aucuns y voient déjà une continuité diplomatique avec l’initiative prise par son prédécesseur indépendantiste Chen Shui-bian. La participation très médiatisée de Chen aux funérailles de Jean-Paul II, le 8 avril 2005, avait déclenché l’ire des autorités de Pékin tandis que la presse taïwanaise

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saluait le « caractère historique » de la démarche. Celle-ci permettait, en effet, d’assoir le statut international de l’île. Plus complexe est en réalité le geste du président Ma. Depuis 2008, le leader du Parti du Guomindang – rival historique du Parti Communiste – a promu une logique de rapprochement économique entre Taïwan et le continent chinois. Les échanges inter-détroits s’intensifient. Pour autant, Taïwan n’entend pas renoncer à sa stratégie d’indépendance en matière de politique étrangère. En outre, le Saint-Siège figure au petit nombre des Etats avec lequel Taïwan entretient des relations diplomatiques et Taipei ne peut se permettre de négliger ces relations. En définitive, le Saint-Siège a laissé entendre à de nombreuses reprises qu’il serait prêt à sacrifier ses relations avec Taïwan au profit de Pékin pour peu que la liberté religieuse des catholiques soit garantie en Chine continentale, et aussi celle du pape de nommer lui-même les évêques.

Pékin refuse notamment de laisser au Vatican la haute main sur l’ordination des évêques, ce qui est régulièrement une source de conflits, alors que les catholiques chinois - 5,7 millions selon les statistiques officielles, 12 millions selon des sources indépendantes - sont encore victimes de harcèlements et de surveillance malgré des améliorations. Rappelons que Pékin a rompu ses relations diplomatiques en 1951 avec le Vatican, après que celui-ci eut reconnu Taïwan. La rupture est devenue définitive en juillet 1957 avec la création d’une Eglise contrôlée par le régime communiste chinois. Après des années de laborieuses tractations considérablement ralenties par les dures persécutions de la Révolution culturelle (1966-1976), Benoît XVI avait, dans une lettre historique aux catholiques de Chine, proposé en 2007 au régime chinois une sorte de coexistence pacifique : en l’échange de l’acceptation par Pékin de la nomination d’évêques par Rome, le Vatican affirmait respecter l’autonomie des décisions politiques chinoises. Un certain dégel s’en était suivi mais les positions entre le Vatican et la Chine se sont en réalité durcies depuis ces deux dernières années ; Pékin tentant à

nouveau d’avoir un clergé et des évêques dociles au régime communiste, sans lien avec le Saint-Siège. Selon le père Bernardo Cervellera, directeur de Asia News, le pape François est bien placé pour s’occuper des questions relatives aux rapports avec l’Asie en raison de son expérience du travail sous le régime autoritaire argentin et son plaidoyer en faveur des pauvres. « Les Asiatiques le sentent comme quelqu’un proche d’eux », a estimé le père Cervellera. Le Vatican a fait savoir à Pékin, selon lui, qu’il était prêt à rompre les relations diplomatiques avec Taïwan et que la balle était désormais dans le camp chinois, une thèse récemment confirmée par l’ex-archevêque de Hong Kong, Joseph Zen. Outre le charisme que nombre d’asiatiques, et plus particulièrement de chinois, reconnaissent au nouveau pape, c’est à sa formation de jésuite sur laquelle il est raisonnable d’espérer quant à un changement significatif dans les choix que fera la Curie romaine vis à vis de la Chine.

Premier pape jésuite de l’histoire, François saura peut-être donner une impulsion nouvelle aux relations entre la chrétienté et Pékin, à l’instar du premier sinologue jésuite que fut l’italien Matteo Ricci (1552-1610). Pourtant, la tâche s’avère difficile. Dans la mémoire des dirigeants de Pékin, le siècle des humiliations qu’a connu la Chine depuis les guerres de l’opium (1840) est étroitement associé à l’entreprise d’évangélisation de leur pays. Une partie de l’opinion chinoise se dressa contre la politique de protection des missionnaires que les puissances étrangères et notamment la France - « fille aînée de l’Eglise » - eut à cœur de vouloir assumer. Instrumentalisée, en partie par les autorités communistes, ces protestations résultaient de contentieux bien réels. Ils étaient à la fois de nature psychologique et foncière. Nombre d’églises avaient été construites à l’emplacement de sanctuaires ancestraux. Ainsi, la cathédrale française à Canton fut bâtie sur l’ancien site de la demeure du vice-roi du Liangguang ou encore celle de Tianjin fut construite dans le sanctuaire du temple impérial de Wanghailou. Violence

symbolique, celle-ci s’imposa avec le calendrier grégorien et la destruction des cadres de vie traditionnels. Le catholicisme en Chine, au lendemain de la seconde guerre mondiale, représentait un pouvoir considérable. 15 914 églises et chapelles dépendaient du Vatican. Ces communautés géraient de très importantes propriétés foncières (333 000 hectares de terres cultivées) et possédaient même leur propre milice. Elles devinrent la cible principale des révolutionnaires chinois et s’en prirent directement à leur allié principal, la France. Parmi les vingt archevêchés de l’Eglise catholique en Chine, six étaient directement dirigés par des archevêques français. La haine du communisme dans les milieux généralement conservateurs que formaient les diplomates du Quai d’Orsay et les cadres de l’armée diplômés de Saint-Cyr expliqua, jusqu’à très récemment, la très grande réticence qu’ils nourrissaient à l’encontre des représentants de la nouvelle Chine.

Réciproquement, la question religieuse reste sensible aux yeux des dirigeants chinois. Le scénario catastrophe serait que les relations entre le gouvernement tibétain en exil et la papauté soient, communément à l’esprit d’Assise, renforcées. Et que la vigilance en matière de libertés religieuses que partagent Washington et le Vatican le soit tout autant. Chacun garde en mémoire la visite très symbolique, en novembre 2005, de George W. Bush à un office religieux du temple de Gangwashi, l’un des cinq temples protestants officiellement reconnus de la capitale chinoise. « Que Dieu bénisse les chrétiens de Chine » avait-il écrit sur le livre d’or. Quelques heures plus tard, le Président américain se rendait en visite officielle à Oulan Bator, capitale de la Mongolie, et déclarait : « Vous êtes un exemple de succès pour cette région du monde…Alors que vous construisez une société libre au cœur de l’Asie centrale, le peuple américain est avec vous ». Une manière d’enjoindre la Chine à davantage de libertés sociales et religieuses. Le chef de l’Etat Mongol, Nambaryn Enkhbayar, s’était aussitôt empressé de commenter cette visite : « Elle

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a une signification historique car elle prouve que la Mongolie a un troisième voisin ». Non seulement cette coopération américano-mongole permettait à Washington d’accélérer sa pression sur la Chine et la Russie dont les manœuvres militaires conjointes restent mal perçues aux Etats-Unis1 comme en Mongolie mais elle permettait aussi de prendre le relais d’une stratégie d’enveloppement du monde communiste qui avait été naguère entreprise, avec le succès que l’on sait, par le précédent pape, Jean Paul II. La question cruciale serait de savoir quels seront les apparentements politiques, supposés ou réels, entre l’administration américaine d’un Barack Obama et le nouvel élu du Vatican en matière de politique à l’égard du gouvernement chinois. Si cette interrogation peut surprendre, elle ne demeure pas moins pertinente et décisive dans un jeu où la Chine ne supporterait pas de perdre la face. Si Pékin n’identifie plus l’Eglise à une puissance impérialiste, elle n’entend en rien céder à son refus de la « double allégeance ». L’article 36 de la Constitution chinoise met en garde les religions contre la soumission à toute autorité extérieure. La même Constitution a adopté, en 2004, la notion de droits de l’Homme. Les instances juridiques du pays ne sont pas à une contradiction près.

Au-delà de ces aspects conjoncturels, il existe un problème de fond. La démocratie libérale, née en Europe, tente d’instaurer des valeurs universelles. Elle s’inspire fondamentalement du christianisme et des théories du droit naturel. Autrement dit, elle est à l’origine d’une vision du monde que Zhao Tingyang et nombre d’intellectuels chinois réfutent dans la continuité de leurs aînés. Pour leurs détracteurs - dont Jie Zhe s’est fait l’un des porte-paroles - les thèses défendues par Zhao Tingyang cherchent à promouvoir un néo-confucianisme politique qui ne serait, dans les faits, qu’un puissant levier du nationalisme chinois. Vision radicale, opposée, selon eux, au message universel des droits de l’Homme que défend précisément l’Eglise. Cependant, dans le débat très fécond qui anime les

différents cénacles de la Chine et de ses intellectuels, se dessine une troisième voie. Celle d’une possible conciliation entre tradition confucéenne et religion. Le philosophe Liang Shuming2 (1893-1988) a été le premier penseur néo-confucéen de l’époque moderne à considérer que la religion était importante au niveau personnel, mais aussi au niveau de l’humanité dans son chemin vers quelque chose d’ultime, à savoir la question de la transcendance : comment l’âme humaine peut-elle trouver la paix dans ce monde et dans l’autre ? La pensée de cet auteur est aujourd’hui abondamment commentée. Dans les débats intellectuels contemporains,

la religion est fondamentale en Chine parce que beaucoup d’écoles de pensée se redéfinissent par rapport à ce concept pour dire en quoi la Chine n’a pas de religion ou que, si elle en a une, c’est quelque chose de complètement différent du christianisme. Ce questionnement donne lieu à une extraordinaire vitalité en Chine dans le domaine des recherches universitaires (philosophie, sociologie des religions, sciences politiques…). En retour, la rencontre de la Chine permet de poser la question de la métaphysique, et la question de la transcendance, d’une manière très différente de ce que l’Occident continue de pratiquer. Passer par la Chine revient à se délester de l’ensemble des présupposés qui encombrent notre propre pensée. L’avenir du christianisme, de sa renaissance, se joue pour partie sur cet Etat-continent.

D’une manière encore confuse, le Vatican mesure sans doute l’ensemble de ces enjeux même si, pour l’heure, le dialogue entre le christianisme – ses différentes obédiences – et la culture chinoise reste encore très difficile. De nouvelles configurations, de nouvelles postures sont à l’œuvre. Ainsi, certains intellectuels se disent « chrétiens culturels ». C’est le philosophe Liu Xiaofeng qui est à l’origine de cette formule. Selon lui, même s’ils adhèrent à des valeurs chrétiennes, ces « chrétiens culturels » n’adhèrent ni à une tradition historique ni à une institution ecclésiale. Cette position critique par rapport à la tradition, le penseur He Guanghu l’a fait sienne en plaçant la religion au centre de la culture. He Guanghu dit que l’on doit revenir aux questions de la transcendance, de l’âme et de la spiritualité, en une thérapie sociale. L’éthos chinois serait, selon lui, un grand vide, et le christianisme serait ce supplément d’âme seul capable de guérir la Chine de ses maux sociaux, moraux, spirituels et de fonder des valeurs morales. D’autres, tel Li Tiangang, soulignent l’importance du monothéisme pour la modernité, alors qu’en Europe le monothéisme est accusé de bien des maux : de violence, de vouloir supprimer le pluralisme. En Chine, nombreux sont ceux qui y voient au contraire la quête d’une vérité commune et que l’on a actuellement besoin de cela face au vide spirituel. Le sacré, quelque chose d’inviolable, ce envers quoi les personnes peuvent s’engager de manière existentielle. A écouter les Chinois, quelles que soient leur appartenance sociale, aucun n’aspire à retourner à une pensée monolithique, qui de fait les a écrasés pendant 40 ans.

Fondamentalement ils sont ouverts au pluralisme, qui ne doit pas être de l’indifférentisme ou du relativisme, mais que ce soit ancré dans des valeurs, une recherche de la vérité. Quelques penseurs radicaux proposent de remplacer le marxisme par le confucianisme, et un confucianisme qui ne servirait pas seulement à réguler l’intérieur du système politique chinois, mais qui

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serait au-dessus, comme une sorte de constitution ; il serait représenté concrètement par un conseil de sages confucéens qui serait l’unité suprême. Mais d’aucuns y voient plutôt un modèle iranien. La plupart des Chinois y sont réticents. Ils seraient d’accord pour donner au confucianisme un certain statut, mais pas celui de religion nationale. La Chine a beau avoir créé plusieurs centaines d’Instituts Confucius de par le monde, son modèle reste politiquement inspiré du marxisme. On voit donc difficilement comment concilier Confucius et Marx comme le prône l’intellectuel Gan Yang. Une forme de socialisme confucéen serait dangereuse. Au reste, elle priverait le confucianisme de ses ressources libertaires, comme celles que recèlent, par ailleurs, la pensée chrétienne et le message des Evangiles.

La Chine est devenue un foisonnant laboratoire de rencontres intellectuelles. Celles que laissent présager le dialogue entre christianisme et confucianisme sont porteuses de promesses. Fleuves souterrains aux détours sinueux, ces deux courants n’ont cessé de nourrir la vie politique et intellectuelle de la Chine depuis près de deux siècles. Sauront-ils engendrer une critique conjuguée du pouvoir ? Pourront-ils être source de renouvellement pour la pensée tant en Chine qu’en Europe ? Au-delà des enjeux politiques qu’elle pose, la logique d’un rapprochement entre la Chine et le Vatican constitue bel et bien un enjeu de civilisation. Stratégiquement parlant, la rééducation des élites chrétiennes de ce pays est à ce prix. La Chine offre un surprenant fleurissement de sectes de toutes les obédiences proches d’une mouvance du « new age » que le pape aura à cœur de vouloir combattre. L’un des défis qu’il devra relever consistera à rattraper le retard pris par le catholicisme par rapport au protestantisme qui semble, surtout dans les milieux urbains, en nette progression. Autre enjeu, et non des moindres : concurrencer l’Islam, très vigoureux dans certaines régions comme la plaine centrale du Henan où des affrontements ont, il y a quelques

années, opposé communautés Han et Hui (musulmans chinois). Enfin, le pape François devra répondre à une part croissante et très réelle de sympathisants intellectuels qui voient à travers le christianisme une façon de consolider les très fragiles jalons nécessaires au respect de la démocratie et des droits de l’Homme en Chine. Privilégier la relation avec la très démocratique Taïwan, comme l’a rappelé le Saint-Siège en recevant ces derniers jours le Président Ma Ying-jeou, est un signe qui n’échappe à personne en Asie orientale. L’enjeu et l’implication morale de l’Eglise dans le choix de cette reconnaissance comporte une responsabilité dont il faut mesurer toute la portée symbolique en Chine même comme dans sa périphérie la plus proche et notamment le Vietnam et la Corée du Nord où des atrocités et des humiliations sont quotidiennement infligées aux communautés chrétiennes. Dont acte : si l’officialisation des relations entre le Vatican et Pékin est stratégiquement envisagée, elle demeure moralement improbable.

1. Emmanuel Lincot et Barthélémy Courmont,

La Chine en défi. Préface de Richard Baum, Paris, Erick

Bonnier, 2012.

2. Michel Masson, Liang Shuming, Les

idées maîtresses de la culture chinoise. Trad.

Michel Masson, Paris, Le Cerf/Institut Ricci, 2010.

LA DIPLOMATIE

MUSULMAN

DIRECTEUR DE RECHERCHE À L’INSTITUT DE RELATIONS INTERNATIONALES ET STRATÉGIQUES (IRIS) ET DIRECTEUR DE LA RÉ-DACTION DE LA REVUE L’ENA HORS LES MURS.

L’ÉLECTION DU CARDINAL ARGENTIN Jorge Mario Bergoglio à la tête de l’Eglise catholique est intervenue alors que l’onde de choc des révolutions arabes continue de se faire sentir, que les chrétiens vivant dans des pays à majorité musulmane sont souvent tiraillés par des angoisses

existentielles, et que se développe en occident un climat d’hostilité grandissante envers l’islam et les musulmans. Dans ce contexte, le rôle de la diplomatie vaticane sera plus important que jamais, et le nouveau pape François aura fort à faire pour apaiser les tensions et éviter que la théorie du choc des civilisations, malgré son indigence, ne devienne une prophétie auto-réalisatrice.

C’est sur plusieurs fronts que devra se déployer la diplomatie du Saint-Siège, et c’est tout le soft power du Vatican et tout le capital de sympathie dont dispose le pape nouvellement élu qui devront être mobilisés pour obtenir des résultats significatifs. La mission du pape François est extrêmement difficile mais il ne s’agit pas d’une mission impossible. Il bénéficie en effet de nombreux atouts qui pourraient lui permettre de faire entendre un son de cloche distinctif sur la scène internationale et de contribuer ainsi à la dé-radicalisation des esprits. Même les plus cyniques des chantres de la machtpolitik ou de la realpolitik reconnaissent désormais que le Vatican est un acteur incontournable. Les historiens sont unanimes à admettre que l’élection d’un cardinal polonais, Karol Wojtyla, en 1978, a été l’un des facteurs décisifs qui ont accéléré l’effondrement du système communiste. Le rôle qu’a joué le pape Jean-Paul II dans la mobilisation des fidèles qui vivaient derrière le rideau de fer fut si essentiel et si problématique pour la défunte Union Soviétique que plus personne n’oserait aujourd’hui reprendre à son compte la vieille formule « le pape, combien de divisions ? », utilisée avec une ironie condescendante par Staline en réponse à Winston Churchill qui l’enjoignait de respecter les libertés religieuses en Europe de l’Est.

UN MONDE NOUVEAU, MULTIPOLAIRE,

DÉSENCHANTÉ ET EN QUÊTE DE SENS

Sans la moindre « division », dépourvu de tous les attributs du hard power, s’appuyant sur son seul charisme, sur le magistère du verbe, sur une « parole désarmée », selon la belle expression du philosophe Paul Ricoeur,

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Jean-Paul II a réussi à infléchir le cours de l’histoire. C’est à un défi tout aussi gigantesque qu’est aujourd’hui confronté le pape François, dans un monde beaucoup plus complexe qu’il ne l’était en 1978. A l’affrontement bipolaire, qui avait le mérite de la clarté, a succédé un nouvel ordre international qui souffre d’un manque de lisibilité. Suite à l’effondrement du mur de Berlin en 1989, s’est ouverte une période que certains historiens ont appelée « le moment unipolaire », un intermède d’une quinzaine d’années durant lesquelles les Etats-Unis étaient la seule superpuissance à l’échelle mondiale et leur autorité était incontestée. Cette période a pris fin avec les attentats du 11 septembre et surtout avec la guerre d’Irak, qui a ruiné l’Amérique aussi bien au sens propre qu’au sens figuré, puisque cette guerre menée à crédit et dont le coût a été estimé par Joseph Stiglitz et Linda Bilmes a plus de 3.000 milliards de dollars, a aussi démonétisé la parole des Etats-Unis d’Amérique, suite à la longue série de mensonges et d’impostures à laquelle l’administration Bush-Cheney eut recours pour vendre à son opinion publique cette guerre illégale aux yeux du droit international. La débâcle irakienne, l’énorme coût en vies humaines de cette équipée guerrière, les images de la prison d’Abou Ghraib et les révélations sur les multiples violations de la constitution américaine et sur l’institutionnalisation du recours à la torture, sont venus fortement entacher l’image des Etats-Unis et leur crédibilité sur la scène internationale. Alors que l’ampleur du désastre a commencé à être connu de l’opinion publique américaine est intervenue la grande crise financière de 2008, laquelle a servi d’accélérateur de l’histoire et a permis la montée en puissance des pays émergents, notamment la Chine et l’Inde, mais aussi des pays comme le Brésil ou l’Afrique du Sud. Le monde d’aujourd’hui est donc un monde marqué par une stupéfiante interdépendance entre les pays, un monde qui tend vers la multipolarité, mais aussi un monde désenchanté, dans lequel la puissance militaire, le hard

power, a montré ses limites. La crise économique actuelle

s’accompagne en effet de plusieurs autres crises sur lesquelles le Vatican doit faire entendre sa voix : une crise morale, une crise des identités, une crise écologique, une crise des valeurs. Le monde postmoderne dans lequel nous vivons est un monde désespérément en quête de sens, de valeurs sûres, de spiritualité, et

dans ce contexte, le Vatican a un rôle significatif à jouer car il s’agit de combler un vide, et que l’attente d’une parole qui ne soit pas entachée par la politique politicienne est grande. Face à l’individualisme et au consumérisme qui sont les marques de notre époque, des autorités morales comme celle de l’Eglise catholique sont attendues même au-delà du cercle des fidèles.

LES DEUX GRANDS DÉFIS DE LA

DIPLOMATIE VATICANE ET LE BILAN DES

DEUX DERNIERS PONTIFICATS

C’est dans ce contexte que devra se déployer la nouvelle diplomatie vaticane. En ce qui concerne le monde arabo-musulman, elle devra s’orienter autour de deux axes principaux. Le premier axe

est la question des « chrétiens d’Orient », aussi bien les chrétiens du monde arabe confrontés à la vague des révolutions que les chrétiens qui vivent dans les pays musulmans d’Asie du Sud-Est, et qui sont souvent victimes de discriminations. Le deuxième axe, corrélé au premier, est celui des relations entre le christianisme et l’islam à l’heure où les crispations religieuses et identitaires grandissent des

deux côtés. Sur chacune de ces deux questions, la

définition des politiques du Saint-Siège pour le pontificat du pape François gagnerait à être précédée par l’établissement d’un bilan honnête de l’action des deux précédents pontificats, ceux de Jean-Paul II et de Benoît XVI, afin de profiter des acquis et des voies ouvertes par ces deux papes, mais aussi le cas échéant, afin de tirer les conséquences de certaines erreurs et de corriger le tir.

Sur la question du travail effectué par le Vatican pour favoriser la pérennité et l’épanouissement des chrétiens vivant en Terre Sainte, le bilan est globalement positif. Aussi bien Jean-Paul II que Benoît XVI ont accompli un travail

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multidimensionnel qui a souvent porté ses fruits : ils ont dirigé de sérieuses réflexions qui ont précédées des synodes d’importance historique et donné lieu à la publication de textes de référence ; ils ont su trouver les mots pour parler aux chrétiens du monde arabe, et ils ont tous les deux effectué une série de visites papales dans la région qui furent largement couronnées de succès. Il suffit de citer, à titre d’exemple, le synode et l’exhortation apostolique post-synodale consacrée au Liban et publiée en 1997, à l’occasion de la visite du pape Jean-Paul II dans un pays qui venait de sortir de quinze années d’une guerre civile qui avait conduit beaucoup de chrétiens à l’exil ou au découragement. Le synode avait été remarquablement bien organisé, il avait réussi à mobiliser de nombreux intellectuels d’horizons divers et les avait fait travailler ensemble dans d’excellentes conditions alors que cela n’allait pas de soi.

Quant au texte de l’exhortation apostolique post-synodale, il a fait date par sa subtilité et sa justesse. Tant et si bien que ce texte fondateur est aujourd’hui devenu une référence maintes fois citée dans la vie politique libanaise, une référence saluée aussi bien par les chrétiens que par les musulmans. En appelant les chrétiens libanais à surmonter leur frilosité, à tirer les leçons des erreurs du passé, à ne pas s’enfermer dans des ghettos communautaires, à éviter de réfléchir avec une mentalité de citadelle assiégée, à s’intégrer dans leur environnement arabe et à choisir le partenariat avec leurs compatriotes musulmans, ce texte a visé juste et favorisé un aggiornamento de la communauté chrétienne libanaise qui avait payé, au prix fort, les erreurs commises par ses représentants politiques durant la guerre. La visite de Jean-Paul II au Liban en cette année 1997 fut un véritable triomphe et plus d’un libanais sur quatre est descendu dans la rue pour saluer le pape, dans une réjouissante démonstration d’unité islamo-chrétienne. De même, le synode organisé par Benoît XVI en 2012 et sa visite au Liban -quelques mois avant son

renoncement à ses fonctions-, furent marqués par un succès incontestable.

LA DIPLOMATIE VATICANE A VU JUSTE

SUR L’IRAK

Sur le plan géopolitique, la diplomatie vaticane de ces vingt dernières années a toujours pris les décisions importantes en tenant compte des intérêts des communautés chrétiennes du monde arabe. Ainsi, l’opposition ferme qui fut celle du Vatican à l’encontre de l’invasion américaine de l’Irak en 2003 ne s’explique pas uniquement par une hostilité de principe à l’unilatéralisme, à la violence et au mépris du droit international, mais ce rejet de la guerre émanait également d’une préoccupation du Vatican quant au sort des chrétiens d’Irak. Et bien qu’ils ne furent pas entendus par le « chrétien born-again » George W. Bush, les arguments du Vatican se sont avérés largement justifiés et les inquiétudes bien à leur place, puisque les chrétiens irakiens furent parmi les principales victimes de cette guerre et que plus de 3/5ème des chrétiens qui vivaient en Irak ont dû quitter leur pays natal en raison des conséquences de ce conflit. Rappelons que la communauté chrétienne d’Irak vivait sur cette terre depuis deux millénaires, sans interruption, et avait survécu à toutes les tragédies de l’histoire, avant d’être décimée par l’expédition de 2003.

Le Vatican avait donc vu juste, et l’Histoire retiendra que le fait que les diplomaties française et vaticane se soient conjointement opposées aux projets néoconservateurs a permis d’éviter que cette guerre ne prenne l’allure d’une guerre de religion ou qu’elle ne dégénère en ce choc des civilisations que beaucoup d’extrémistes de part et d’autres appellent de leurs v’ux. La position de Benoît XVI suite au déclenchement des révolutions arabes a semblé s’inscrire dans la continuité de celle de Jean-Paul II. Si le pape n’a pas manqué de saluer le soulèvement des populations arabes contre l’autoritarisme, il n’a pas manqué de mettre en garde contre les dangers qui pourraient résulter

de transitions mal maîtrisées ou de guerres civiles comme celle de Syrie.

LE DISCOURS DE RATISBONNE ET SES

PLAIES MAL PANSÉES

Mais autant la diplomatie vaticane a fait tout ce qui était en son pouvoir en ce qui concerne la situation des chrétiens d’Orient, autant les relations générales entretenues avec l’islam ont parfois été tumultueuses et entachées d’incompréhensions. Le point d’orgue de ces malentendus fut la polémique suscitée par le discours qu’a tenu le pape Benoît XVI en 2006 à l’université de Ratisbonne et dans lequel il citait l’empereur byzantin Manuel II paléologue et donnait l’impression d’accréditer l’idée d’une relation consubstantielle entre l’islam et la violence. Ce discours a profondément heurté le monde musulman, aussi bien ses élites intellectuelles et religieuses que les simples croyants. Certes, Benoît XVI s’est très vite efforcé de rectifier le tir, a exprimé des regrets d’avoir été mal interprété, mais le mal était déjà fait et la confiance ne reviendra jamais véritablement, malgré le voyage du pape à Istanbul, qui fut présenté comme un voyage de réconciliation, et malgré les propos appelant à l’apaisement émanant de plusieurs ulémas respectés du monde musulman.

7 ans plus tard, il n’est pas exagéré de considérer que ce discours représente toujours une plaie mal cicatrisée dans les relations entre l’islam et le christianisme. Si ce discours, peut-être initialement considéré par Benoît XVI comme une simple réflexion académique a suscité un tel émoi, c’est parce qu’on y retrouvait, dans la bouche du souverain pontife, l’un des plus vieux arguments utilisés contre l’islam par les polémistes chrétiens du Moyen-Âge, parce que ce discours semblait s’inscrire dans la veine de l’essentialisme, et qu’il était anhistorique, en ce sens qu’il passait outre les longs siècles qu’il a fallu à l’Eglise catholique pour admettre l’idée d’une conciliation entre Fides et Ratio. L’islam se retrouvait donc figé dans le temps et dans l’espace, et comme souvent, il était perçu comme

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immuable. Le discours semblait donc puiser sa logique dans les dogmes orientalistes, aujourd’hui largement discrédités, selon lesquels il y aurait une distinction épistémologique et ontologique entre un Occident supposément rationnel et un islam qui serait dans son essence imperméable à la raison.

Ces propos venaient de surcroît dans un contexte dans lequel les musulmans se sentaient de plus en plus incompris et stigmatisés, et dans lequel les phraséologies belliqueuses et les idées reçues sur le monde musulman venaient nourrir et légitimer les aspirations guerrières d’une administration américaine très marquée par l’influence des chrétiens évangélistes violemment hostiles au monde musulman et soutenant inconditionnellement l’Etat d’Israël, malgré leur antisémitisme à peine voilé.

Sur chacun de ces deux dossiers, celui des chrétiens d’Orient et celui des relations entre le christianisme et l’islam, la diplomatie vaticane devra aujourd’hui faire preuve d’ingéniosité pour tracer de nouvelles voies et surmonter les ressentiments.

QUEL AVENIR POUR LES CHRÉTIENS DU

MONDE ARABE ?

Une question urgente se posera aux responsables de la diplomatie vaticane : comment aider les chrétiens des pays arabes à surmonter leurs angoisses ? Si leurs inquiétudes sont compréhensibles dans un contexte où les révolutions ont souvent été récupérées ou confisquées par des mouvements islamistes qui ont le vent en poupe, elles peuvent être particulièrement nocives car elles les tétanisent et les empêchent de donner la pleine mesure de leurs talents et de contribuer pleinement à la vie sociale et politique de leurs pays.

Le nombre des chrétiens vivant en Orient a considérablement diminué depuis le début du siècle, notamment en raison des nombreux problèmes liés à la difficile succession de l’empire ottoman. Contrairement à une idée répandue chez certains chrétiens d’Occident, ce ne sont

pas forcément des persécutions orchestrées par des musulmans qui ont conduit à ce déclin, mais plutôt toute une conjonction de raisons historiques, sociales, politiques et souvent économiques. De ce fait, les sociétés levantines sont aujourd’hui bien moins plurielles qu’elles ne l’étaient il y a un siècle, et cela est une grande perte tant pour l’Orient que pour l’Occident. Les laïcités autoritaires apparues dans différents pays et les régimes prétendant se poser en protecteurs des minorités ont en fait étouffé la liberté et le pluralisme indispensables à l’épanouissement des chrétiens dans cette partie du monde.

En outre, se pose toujours le problème de la monarchie saoudienne, alliée des occidentaux, qui ne tolère aucune liberté religieuse sur son territoire. Le Qatar, également wahhabite, a quant à lui donné un signe d’ouverture en inaugurant en 2008 la cathédrale catholique Notre-Dame du Rosaire à Doha. En Egypte, les coptes subissent nombre de discriminations et d’entraves à l’exercice de leur culte, sans que les autorités ne s’en émeuvent, ni avant ni après la révolution de 2011. Les coptes restent en marge des grands corps de l’Etat et sont sous-représentés en politique et dans la fonction publique.

En dehors des frontières du monde arabe, il faut également évoquer la dégradation de la situation des chrétiens aussi bien au Nigéria qu’au Pakistan, et les réponses à apporter à ces problèmes doivent être multidimensionnelles.

RECONSTRUIRE UNE SOLIDARITÉ

ISLAMO-CHRÉTIENNE

Malgré les difficultés rencontrées de nos jours et malgré les limites du dialogue inter-religieux, un progrès rapide est possible sur le front des relations islamo-chrétiennes. Le pape François a fréquenté beaucoup d’arabes et de musulmans en Argentine, il a appris à les connaître et à les apprécier. L’un de ses premiers gestes a consisté à laver les pieds d’une jeune musulmane, un geste symbolique qui est venu rappeler celui de Jean-Paul II embrassant le Coran. Le pape François, bien que conservateur, est sans

doute plus souple d’un point de vue doctrinal que son prédécesseur et fera probablement preuve de pragmatisme. Quelques gestes de bonne volonté de part et d’autre pourraient rapidement transformer le climat. Rappelons-nous que les relations entre le judaïsme et le christianisme s’étaient très rapidement décrispées après le concile Vatican II et suite aux ouvertures du pape Jean XXIII. Ces relations sont aujourd’hui très bonnes, malgré un héritage de près de deux millénaires durant lesquels l’Eglise avait parfois succombé à l’antisémitisme. L’islamologue réformateur Mohammed Arkoun craignait qu’à la faveur de ce rapprochement judéo-chrétien, l’islam ne devienne en quelque sorte « le tiers-exclu de la révélation abrahamique » et qu’on ne reproduise aujourd’hui en Occident vis-à-vis de l’islam les clichés que l’on avait longtemps véhiculé au sujet des juifs.

Nul doute que la diplomatie vaticane s’efforcera dans les années à venir d’éviter cette dérive et qu’elle aura à c’ur d’assainir et de renforcer les liens entre l’islam et l’Occident. Car l’alternative serait désastreuse pour les deux parties.

GEOPOLITICS OF PEACE AND WAR

PROFESSOR OF HISTORY AND THE JOHN M. REGAN, JR. DIRECTOR OF THE KROC INSTITUTE FOR INTERNATIONAL PEACE STUDIES AT THE UNIVERSITY OF NOTRE DAME.

“IS THE ROMAN CATHOLIC CHURCH A

‘PEACE CHURCH’?”

This is a question I am asked frequently by students at the University of Notre Dame, where I teach peace studies and history, and direct the Kroc Institute, an interdisciplinary teaching and research center dedicated to understanding the causes of violence and the conditions for a sustainable peace. Typically, these students have taken courses on the ethics of war and peace, and some of them have learned about the Catholic Peacebuilding

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Network, a worldwide affiliation of Catholic humanitarian and development organizations such as Catholic Relief Services, peace organizations such as Pax Christi, and several Roman Catholic colleges and universities, including Notre Dame.

When confronting differing Catholic sensibilities and orientations to war and peace, younger Catholics are understandably confused. On the one hand, they know that the Church, from the time of St. Augustine, has developed the doctrine of “just war;” indeed, many students have memorized the traditional justifications for going to war (“ius ad bellum”) as well as the ethical constraints in waging war (“ius in bello”). In this respect, Catholicism is not “a peace church”—one that renounces every resort to violence by a Christian individual or group as illegitimate. At the zenith of its worldly entanglements, during the high Middle Ages, the Roman Church crowned emperors, launched bloody Crusades, and claimed to be the source of all temporal as well as spiritual power on earth. As late as the second quarter of the twentieth century, long after the papal states had been conquered and merged into modern Italy, the Vatican was entering into concordats with other states, including fascist regimes. If the Church was engaged

throughout its history in statecraft as a matter of theological principle (responsibility to and for the fallen world), it was also mired in and compromised by the wars that often accompanied entanglement with (or opposition to) the great powers.

On the other hand, generations of students have also studied and come to admire Catholic and other Christian advocates of nonviolence, including pacifists such as Dorothy Day, founder of the Catholic Worker movement, who died in 1980 and who is currently being promoted at the Vatican for canonization as a saint. Attentive students also know that the popes since Vatican II have warned, with increasing ardor, that the tendency of nations and subnational groups to rely on war as a means of resolving conflicts, coupled with increased efficiency and destructiveness of modern weapons, calls into question the continuing viability of the just war doctrine and demands a prior and sustained emphasis on the gospel of nonviolence.

In addition, Pope John Paul II decisively ended the era of formal diplomatic alliances with nation-states, and focused the Church’s engagement with political society on efforts to shape culture by working through the voluntary

networks of civil society.To add to the confusion, the post

Cold War era has seen the emergence of a new set of practices, called “Catholic Peacebuilding,” accompanied by an inchoate theology and ethics of reconciliation. The Pontifical Council for Justice and Peace, led by Cardinal Peter Turkson of Ghana, has provided a platform for this constructive development, which builds upon pivotal dimensions of the rich corpus of Catholic Social doctrine that was inaugurated in 1891 by Pope Leo XIII’s encyclical Rerum Novarum (“On the Condition of Labor”).

This year marks the 50th anniversary of the first step in the journey from the old to the new Vatican geopolitics. In 1963, during the first phase of Vatican II, the ecumenical council he had convened, Pope John XXIII issued the groundbreaking encyclical Pacem in Terris (“Peace on Earth”). In it, the pope famously denounced war in the nuclear age as “an unfit instrument with which to repair the violation of justice” (127). Pacem in Terris proclaimed that “the universal, inviolable, inalienable rights and duties” of the human person, and presented a moral framework within which socio-economic rights were woven together with political and civil rights. “In endorsing this spectrum of rights... the pope took the Catholic church into the heart of the United Nations human rights debates,” notes J. Bryan Hehir. “For Pacem in Terris, the foundation and purpose of all rights is the dignity of the human person. The scope of the rights to be endorsed as legitimate moral claims is determined by the specific needs — material and spiritual — each person has to guarantee human dignity.”1

Vatican II drew upon and developed Catholic Social Teaching, the Church’s modern tradition of papal and episcopal analysis of social and economic conditions, in service of the development and application of the theological principles underlying the Church’s advocacy of social justice, development, peacemaking and human rights. Gaudium

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et Spes, the Council’s “Pastoral Constitution on the Church in the Modern World,” identified the Church with the aspirations of all people seeking equality, freedom, and opportunity for self-improvement. And the Council’s Declaration on Religious Liberty (Dignitatis Humanae) teaches that all people, not only Catholics, possess full civil and political rights simply by virtue of being human. Its main ideas, contributed by the American Jesuit, John Courtney Murray, and the French theologian, Jacques Maritain, essentially reversed Catholic teaching on Church–state relations by accepting the fact of religious plurality and aligning the modern Church unambiguously with democratic polities. With this document, the Church officially condemned penalizing citizens in a Catholic-majority state who do not espouse the “correct beliefs,” that is, Roman Catholic orthodoxy.2

The cumulative effect of these dramatic innovations was a reconceptualization of the relationship between the Church headquartered at Rome, and the thousands of local churches around the world, each rooted in its own “cultural horizon of self-understanding.” Inculturation — the adaptation of the gospel and apostolic life to indigenous customs, rituals and cultural values — became the code word for the new understanding of the Church’s evangelical mission.

The echoes of Vatican II across the Catholic world were thunderous. Thus, for example, the Latin American bishops who gathered at Medellín, Colombia, in 1968, lamented the massive poverty of the continent, and focused attention on the social and political factors responsible for the oppression of the poor. Citing Vatican II’s embrace of a “new humanism,” the bishops denounced the “institutionalized violence” of Latin American society, and demanded “urgent and profoundly renovating transformations” in the social structures of their countries. They urged each episcopal conference to present the Church as “a catalyst in the temporal realm in an authentic attitude of service,” and to support grassroots organizations for the “redress and consolidation of their

rights [of the poor] and the search for justice.” Finally, the bishops called for Catholics worldwide, in exercising their political and religious responsibilities, to adopt a “preferential option for the poor.”3

Alongside this emphasis on solidarity with the poor was a newly critical attitude toward war (not merely nuclear war), which produces hundreds of thousands of victims across the world and impoverishes millions. A Catholic “turn to nonviolence” was championed clearly and passionately by Pope John Paul II. Speaking in Ireland in 1979, early in his pontificate, he famously proclaimed:

Believe in peace and forgiveness and love; for they are of Christ. Communities who stand together in their acceptance of Jesus’ supreme message of love, expressed in peace and reconciliation, and in their rejection of all violence, constitute an

irresistible force for achieving what many have come to accept as impossible and destined to remain so. To all men and women engaged in violence, I appeal to you, in language of passionate pleading. On my knees I beg you to turn away from the paths of violence and to return to the ways of peace... Violence only delays the day of justice. Violence destroys the work of justice. In the name of God, I beg you: return to Christ, who died so that men and women might live in forgiveness and

peace. He is waiting for you, longing for each one of you to come to him so that he may say to each of you: Your sins are forgiven; go in peace... True courage lies in working for peace.

THE RETURN TO STATECRAFT AS

The two decades since the collapse of the Soviet Union and the end of the Cold War have been a period when civil wars, ethnic and religious battles, and regional conflicts have dominated the conflict arena. In this context, in which several states failed or were in the process of failing, and in which religious movements and ethnic groups challenged the state in providing social services — and, in some cases, competing political authorities — religious leaders found themselves placed in a new and potentially powerful

role as collaborators with, or alternatives to, governmental and other non-governmental actors. Catholic bishops, particularly in Africa and parts of Asia, find themselves called upon to perform a variety of public and civic functions, ranging from mediation between warring parties; to leadership of truth and reconciliation/human rights/healing of memory commissions; to diplomacy or advocacy on behalf of the state itself.

In this capacity, the Roman

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Catholic Church is acting as a national as well as transnational agent in a new and distinctive way. Top-down, Vatican-directed diplomacy is being complemented by local and national interventions in governance, policymaking, and public education. The bishops and priests who are called into the fray as mediators and agents of social and political reconstruction do not always embrace the role enthusiastically, and are wary of new kinds of entanglements with the state. As John Onaiyekan, the Roman Catholic archbishop of Abuja, Nigeria, explained, during an international conference of the Catholic Peacebuilding Network in Burundi in 2006, “We have no model or guide for this kind of ministry. We prefer to work through civil society. But the Church is the alternative to the state in Nigeria—and elsewhere. And the government often needs an alternative!”4

In this context, Vatican geopolitics takes on a new dimension. Part of the appeal of the Church, whether in the form of a Catholic bishop or an international NGO such as Catholic Relief Services, is precisely its transnational character. The commitment of local Catholic leaders to a multinational institution and chain of command with the moral authority of the Church carries at least three perceived advantages in countries struggling to overcome conflict or to experience sustainable economic growth. First, Catholic leaders may control, or be perceived to control, significant resources (personnel as well as financial) that flow from other centers, constituencies and religious orders. Second, the Catholic hierarchy enjoys the advantage of a local as well as global profile; that is, the Church tends to be trusted, owing to its rootedness in the people and historic (benevolent, charitable, etc.) presence in the local communities, while also possessing a certain political, social and even economic independence from local or national politics and politicians. Finally, the Catholic bishops are perceived to have influence (the perception is often greater than the reality) with intergovernmental and international agencies, and with prominent states such as the United States,

France, and the United Kingdom.Catholic lay and clergy leaders worry

that their previous study and training leading to ordination or religious vows or lay leadership has not prepared them for the Church’s new role as on-the-ground conflict mediator, reconciler, and human rights advocate. In this milieu, Catholic universities and NGOs are conducting training sessions in conflict resolution and peacebuilding in Latin America, Africa and Asia, for local bishops, priests, the religious, and laity. This development makes the post Cold War era both intriguing and challenging for a transnational church that find itself in great demand in many settings to provide a presence and ministry that emerges from the sacramental core of Catholic theology not previously “applied” in quite this way.

Peacebuilding is a vocation rooted in the Catholic sacramental and anthropological worldview, but is inherently ecumenical, interreligious and open to the secular world. To say that Catholic peacebuilding is sacramental means, among other things, that grace—God’s own life, shared by us—informs and shapes our encounter with our neighbors in need in every concrete situation, so that the work of justice and peacemaking contains a depth dimension beyond, and underlying, the visible and the material. Catholic anthropology, by giving human freedom a decisive role in responding to the divine offer of redemption, calls Catholics to collaborate with God, so to speak, in healing hearts, establishing justice, making peace—and thereby ushering in the kingdom of God. Accordingly, Catholic peacebuilders approach the collaborative and technical aspects of building peace—the arts of mediation, conflict resolution and long-term social and political reform—with the conviction that Christ has already redeemed the world and calls us to be signs of, and witnesses to, that truth. This conviction, in turn, shapes every necessary, but imperfect attempt to designate and strive to achieve concrete outcomes—social or political consequences—of peacebuilding.

The election of Jorge Mario Bergoglio, cardinal archbishop of Buenos Aires, to the papacy raises intriguing possibilities for the emerging “peacebuilding Church.” For example, Bergoglio took the name Francis in order to underscore his emphasis on peace and compassion for the poor, including the victims of violence and other forms of injustice. His dream of “a poor church for the poor” resonates with the aspirations of Catholic peace and justice workers everywhere. Yet the new pope’s precise approach to “intervention” by the Church in politics is to be determined. From his record as Superior of the Jesuits during Argentina’s “dirty war,” it would seem that Pope Francis, like one of his predecessors, John Paul II, will discourage the clergy and religious from engaging in any form of liberationism that demands their direct intervention in politics. On the other hand, Bergoglio, as pope, might follow the path of John Paul II himself, who had no qualms about facing down, publicly, the unjust Soviet-backed regime in his native Poland.

In this context, transnational movements of Catholic peacebuilders, including cadres of younger Catholics like my students at Notre Dame, might flourish and play increasingly important and effective roles in the renewal of Church’s mission to the world, and thus of the Church itself. Whether they do so will likely depend on the ways in which such movements are empowered and supported by the papacy, the hierarchy and the Vatican.

1. J. Bryan Hehir, “Religious Activism for Human

Rights: A Christian Case Study,” in John Witte,

Jr. and Johan D. van der Vyver, Religious Human

Rights in Global Perspectives: Religious Perspectives (The

Hague, Netherlands: Martinus Nijhoff, 1996), 103.

2. “Dignitatis Humanae [Declaration on Religious

Liberty],” in Joseph Gremillion, ed., The Gospel of

Peace and Justice: Catholic Social Teaching Since Pope

John (Maryknoll, NY: Orbis, 1976), 337–350.

3. “Medellín Documents: Poverty of the Church,”

in Gremillion, The Gospel of Peace and Justice,

471–76.

4. Transcript, minutes of the Catholic

Peacebuilding Network conference, Bujumbura,

Burundi.

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