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  • 8/15/2019 Ggm Hombre de Caridad

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    COL OR CIONES

    G A R C ÍA M O R E N O H O M B R E DE C A R ID ARCÍA Moreno, Gabriel García«Moreno, vio la primera luz en Gua-

    yaquil el 24 de diciembre de 1821y murió en Quito «1 6 de agosto de 1*75,asesinado alevosamente. Su padre, ManuelGarcía Gómez, haibía nacido en Villaverde,provincia de Soria (España), y su madre,Mercedes Moreno, era hija de Ignacio Mo-reno, regidor perpetuo del cabildo de Gua-yaquil y Caballero de la Orden¡ de Car-los III. Está, pues, cumpliéndose el I cen-tenario de su inmolación. De ahí esterecuerdio que quiere ser un rendido home-naje a su memoria.

    Existen sucesos en torno a los cualesse centra toda una vida. En la de GabrielGarcía Moreno este suceso es precisamen-te su muerte. Su martirio fue el rematecon que sus propios enemigos coronaronel edificio de santidad que su concienciaestaba erigiendo. Desde su aparición enla palestra de la política, en 1861, se pre-sentía su trágico final. Este llegó cuandomenos podía imaginarse, cuando las cir-cunstancias de su vida y de su obra degobernante menos lo hacían sospechar.El presidente ecuatoriano, en sus diversosmandatos, apenas confiaba en otras fuer-zas sino en la siuyas propias para manejarel timón de mando. Sin embargo, cono-cedor de que se ¡tramaba su muerte, pusosu vida en manos del Todopoderoso y ss-peró confiado su última hora.

    Pero ¿fue siempre así de puro y cristia-nísimo García Moreno? Parece ser que no..A pesar de todo, ©n los momentos en quemás atrafagado estuvo, en que le halla-mos más metido en las cosas terrenas, yase descubre en él la preocupación del pe-cado. Pecar o no pecar, he ahí el di-lema.A este respecto cuéntase que, habiendocondenado al vencedor de Sabún, al gene-ral Maldonado, que se había sublevadocontra él —no sin antes invitarle secreta-mente a que abandonase el país para evi-tar tener que matarlo—, Gabriel GarcíaMoreno pasó una noche angustiosa, re-zando y discutiendo consigo mismo su or-den de fusilamiento. El general era muypopular e intercedieron en su favor perso-nas de gran valimiento. Entre ellos, elpropio arzobispo de Quito. «Si su ilustrí-sima me asegura —respondió García Mo-reno— que incurro en pecado venial poresta sentencia, perdono a Maldonado, aunexponiendo la paz 'de la República.»

    Además de estadista preclaro y católicoferviente, García Moreno fue hombre ¡deprobado valor Si los héroes de Víctor Hu-go hubieran tenido tan arraigado comoél el sentimiento cristiano de la vida, Gar-cía Moreno hubiera sido un héroe de Víc-tor Hugo. Pero su estoicismo ante el dolory amte la muerte no provenía sólo, comoel de aquéllos, de su desprecio por lospeligros y por las heridas, sino porque,a su vez, este desprecio hundía sus másfecundas raíces en la fe.

    Si en los primeros tiempos se mostróorgulloso, irascible, incluso vengativo, «nlos últimos sius acciones 'estuvieron infor-madas por la más pura caridad, por elmás acendrado amor al prójimo, por lahumildad más exquisita. Revestido de lamayor autoridad y poderío humanos, se

    conceptuaba el último de sus semejantes.Visita hospitales, consuela enfermes, y si,por casualidad, se topa en la calle con elSanto Viático, toma un íarol y, como unciudadano más, acompaña el cortejo hastael lecho del moribundo. Se azota con ¡dis-ciplinas y lleva un cilicio. Sobrio en elcomeo-, no bebe gata de licor, ni fuma.

    Esto aparte, humildemente, con humildadque raya en lo heroico —una heroicidadmucho mayor de lo que supone el descen rso al Pichincha o la cauterización en vivode su pierna herida durante «na batallad-,se persona a menudo en los lazaretos yy come con los mismos leprosos. Otroejemplo de humildad y de patriotismo lotenemos en el hecho de ocupar los cargosde alcalde de Quito y de gobernador deIbamibura, tras haber cesado una de lasveces en la presidencia de la Nación. Mi-rando en torno, ¿encontraríamos alguiencapaz de hacer lo ¡mismo? ¿Qué ctro «ti-rano» hallaríamos con igual espíritu deresponsabilidad y de renunciaimiento?

    Pese a todo, sus enemigos ls tacharonsiempre de déspota y cruel, cuando no dehipócrita. ¿Déspota García Moreno? Suvida activa, de incansable luchador, pudoen ¡un principio mover a error a los espí-ritus mezquinos, merced a la polvareda deinjurias, calumnias e insidias levantadas

    última etapa de su vida. La perfección porel amor a Cristo, por la caridad, esa es lafuerza motriz que le impulsa. A poco queprofundicemos en algunos de sus actos des-cubriremos esta verdad. Por ejemplo, elque se refiere a la entrega que hizo al hos-pital de 500 pesos que su primera esposale había entregado para que, como eracostumbre en el Ecuador, celebrara con unbanquete su nombramiento para la Presi-dencia. «He pensado —diría más tarde a sumujer— que una buena comida les vendríamejor a los enfermos que a los diplomá-ticos.»

    Manuel Gálvez asegura que la fe religio-sa del presidente, al ir atemperando susexasperaciones, sus inquietudes y tal vezsus remordimientos, acabará por darle unsosiego espiritual y una esperanza que noestán lejos de la alegría interior. Pero estono lo consiguió de cualquier njodo. Su vidaespiritual fue transformándose paulatina-mente, con lentitud. Y no con la lentitud

    Si en los prime-ros tiempos semostró orgullo-s o irascible, In-cluso vengativo,en los últimossus acciones es-tuvieron infor-m a d a s por la

    más pura cari-dad, por el másacendrado 'amoral prójimo, porla humildad más

    exquisita.

    en torno a su figura. Pero de lo que nohay duda es de opte, al final, cuando pu-ñales asesinos se hundieron en su carnevoluntariamente macerada, hacía muchoque ya ¡no existía el García Moreno fla-gelador de Ayarza y de los fusilamientosde Jambelí. De ah í precisamente" la hipo-cresía «ue gratuitamente le era atribuidapor los que, no siendo cristianos, difícil-mente podían comprender la 'revoluciónmoral que produce en un alma el verda-

    dero encuentro con Cristo.En lo aue concierne al despotismo de .García Moreno, el mismo hijo de JuanBor'ja, una de sus víctimas, le hizo justiciaaños más tarde al afirmar que, si para re-generar a su patria le fuera concedido eldon de devolver la vida a alguno de losgrandes ecuatorianos, elegiría, sin dudar,a García Moreno. «Hombre de Jesucristoen la vida pública, hombre de Dios», le lla-mó Louis Veuillot a raíz de su inmolación.Y Pío IX yergue un monumento al «inter-gárrimo guardián de la religión».

    La posteridad ha hecho luz sobre algunospuntos que pudieron parecer oscuros e in-comprensibles a sus contemporáneos. Hayu o sin embargo, en que la luz no era ne-cesaria; estaba perfectamente iluminado.García Moreno al morir estaba totalmentelimpio de las impurezas de su carácter do-minador.

    ¿Es García Moreno un converso? No, enmodo alguno. Lo suyo significa solamenteel afianzamiento de un anhelo que habíabullido siempre en su alma y que alcanzó

    *la definitiva estabilidad espiritual en la

    maravillosa del árbol a ¡a orilla de un arro-y o sino con la lentitud penosa de la peñabatida por el huracán. Así pudo escribir elcitado biógrafo: «Lo más grande que hayen la vida de García Moreno, más que susgeniales actos de gobernante, es la luchaheroica contra sus pasiones, su tenacísimoamor a la perfección cristiana y a Dios y sumaciza fe de creyente. Todo eso fue lo que,para vencerse, movió a este violento, a esteorgulloso, que llega a tornarse, por influen-cia de Cristo, en un hombre de caridad.»Realmente, sus paisajes interiores estuvie-ron sembrados en un principio de espinas,casi áridos. Habrían de transcurrir variosaños antes de que se poblaran de rosas: lasrosas de su fervor. Y existió un lapso enque nadie hubiera adivinado en él al granmístico que sería inmolado en las gradasdel Palacio de Gobierno.

    El motivo de su muerte es obvio: su ca-tolicismo. Su obra redentora sonrojaba asus enemigos, que no columbraban el pun-to flaco por donde derribarle. Tras su elec-ción a la presidencia, agotados los prime-ros cinco años de su mandato constitucio-nal, tuvieron que acudir al expediente delatentado para silenciar su boca, para dete-ner sus pasos hacia la santidad. «Jesuítacon casaca, "muere, muere », gritaron susasesinos. Y é en un postrer aliento, cuan-do ya la existencia se le escapaba por unadocena de heridas, exclamó, dando un her-moso ejemplo de lo que quiso que fuerasu vida espiritual y la vida religiosa delEcuador: «¡Dios no muere »

    Aiítonin» GONZÁLEZ MORALESMadrid) - 30/07/1975, Página 7t (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los

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