Gilgamesh

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GILGAMESH Texto e ilustraciones de Ludmila Zeman. GILGAMESH. EL PODEROSO MONARCA DE LA ANTIGUA CIUDAD DE URUK, TENDRÁ QUE SOMETERSE A TERRIBLES PRUEBAS Y REALIZAR INSÓLITAS HAZAÑAS PARA LLEGAR A ENTENDER LO QUE SIGNIFICA SER UN HUMANO. I EL REY GILGAMESH HACE MUCHÍSIMO TIEMPO, en el reino de Mosopotamia, el dios Sol envió a un rey llamado Gilgamesh a gobernar la ciudad de Uruk. Gilgamesh era mitad hombre y mitad dios. Parecía humano, pero no sabía qué significaba ser un humano. Tenía poder y riquezas, pero no era feliz. Lo tenía todo, pero no tenía amigos. Siempre estaba solo y por eso se volvió amargo y cruel. Un día decidió demostrar su fuerza y su poder para que nadie jamás lo olvidara. ENTONCES, Gilgamesh ordenó construir una gran muralla alrededor de la ciudad de Uruk. Para erigirla, obligó a los hombres a abandonar su trabajo y su familia, y a las mujeres a preapara los alimentos para este ejército de constructores. El rey mandó alejara a los niños para que nadie jugara con ellos. Al principio la gente trabajó de buena gana. Suponía que su rey debía de tener un buen motivo para hacer la muralla. ¿Acaso algún enemigo planeaba invadir la ciudad? A MEDIDA QUE LA MURALLA crecía más y más, todos empezaron a preocuparse. ¿Qué tan alta tenía que ser? Ya era más grande que cualquier otra en el mundo, pero Gilgamesh presionaba día y noche para seguir la construcción. La comida empezó a escasear. Los hombres se desmayaron de hambre y de fatiga. La gente pidió misericordia. Le suplicó a Gilgamesh que se detuviera, pero él ignoró sus ruegos. Desesperados, los habitantes de Uruk imploraron la ayuda del dios Sol. EL DIOS SOL escuchó sus plegarias y ordenó la creación de otro hombre tan fuerte como Gilgamesh. Lo moldeó del barro y lo llamó Enkidú. Como Gilgamesh no había aprendido nada de su convivencia con los humanos, el dios Sol envió a Enkidú a vivir con los animales del bosque. Poco a poco, Enkidú se acercó a ellos y aprendió a cuidarlos, a vivir con los animales del bosque. Pero no conocía la bondad humana porque nunca había visto a otro hombre o mujer. EL PRIMERO QUE VIO, le causó una gran decepción: era un cazador que se adentraba en el bosque para matar animales. “¿Por qué alguien haría algo así?”,

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GILGAMESHTexto e ilustraciones de Ludmila Zeman.

GILGAMESH. EL PODEROSO MONARCA DE LA ANTIGUA CIUDAD DE URUK, TENDRÁ QUE SOMETERSE A TERRIBLES PRUEBAS Y REALIZAR INSÓLITAS HAZAÑAS PARA LLEGAR A ENTENDER LO QUE SIGNIFICA SER UN HUMANO.

I EL REY GILGAMESH

HACE MUCHÍSIMO TIEMPO, en el reino de Mosopotamia, el dios Sol envió a un rey llamado Gilgamesh a gobernar la ciudad de Uruk.Gilgamesh era mitad hombre y mitad dios. Parecía humano, pero no sabía qué significaba ser un humano. Tenía poder y riquezas, pero no era feliz. Lo tenía todo, pero no tenía amigos. Siempre estaba solo y por eso se volvió amargo y cruel. Un día decidió demostrar su fuerza y su poder para que nadie jamás lo olvidara. ENTONCES, Gilgamesh ordenó construir una gran muralla alrededor de la ciudad de Uruk. Para erigirla, obligó a los hombres a abandonar su trabajo y su familia, y a las mujeres a preapara los alimentos para este ejército de constructores. El rey mandó alejara a los niños para que nadie jugara con ellos. Al principio la gente trabajó de buena gana. Suponía que su rey debía de tener un buen motivo para hacer la muralla. ¿Acaso algún enemigo planeaba invadir la ciudad?A MEDIDA QUE LA MURALLA crecía más y más, todos empezaron a preocuparse. ¿Qué tan alta tenía que ser? Ya era más grande que cualquier otra en el mundo, pero Gilgamesh presionaba día y noche para seguir la construcción. La comida empezó a escasear. Los hombres se desmayaron de hambre y de fatiga. La gente pidió misericordia. Le suplicó a Gilgamesh que se detuviera, pero él ignoró sus ruegos. Desesperados, los habitantes de Uruk imploraron la ayuda del dios Sol. EL DIOS SOL escuchó sus plegarias y ordenó la creación de otro hombre tan fuerte como Gilgamesh. Lo moldeó del barro y lo llamó Enkidú. Como Gilgamesh no había aprendido nada de su convivencia con los humanos, el dios Sol envió a Enkidú a vivir con los animales del bosque. Poco a poco, Enkidú se acercó a ellos y aprendió a cuidarlos, a vivir con los animales del bosque. Pero no conocía la bondad humana porque nunca había visto a otro hombre o mujer. EL PRIMERO QUE VIO, le causó una gran decepción: era un cazador que se adentraba en el bosque para matar animales. “¿Por qué alguien haría algo así?”, se preguntó. Acudió a salvar a sus amigos, derribó al hombre de su carruaje y rescató a los animales heridos. El cazador se apresuró de vuelta a Uruk para advertir a Gilgamesh sobre el nuevo peligro que rondaba el bosque. Llamó a Enkidú <<el hombre más fuerte del mundo>>. GILGAMESH SE ENFURECIÓ: - ¡No existe nadie más fuerte que yo! Tráeme a esa criatura para comprobarlo. ¡La destruiré frente a todos los habitantes de Uruk!. El cazador se apresuró a decir que era incapaz de capturar a un hombre tan fuerte y tan salvaje. - Entonces le tenderemos una trampa – respondió Gilgamesh-. Lleva a Shamhat al bosque y deja que lo seduzca con su voz y sus encantos.EN URUK SE DECÍA que el único que no amaba a Shamhat era Gilgamesh, y eso porque él no quería a nadie. Shamhat era la mujer más hermosa de la ciudad; su voz, la más melodiosa del templo. ¿Sería capaz de domar al salvaje?

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El cazador no quería volver al bosque para no quedar en ridículo de nuevo, pero no se atrevió a oponerse a Gilgamesh y mucho menos a desobedecerlo. EL CAZADOR LLEVÓ A SHAMHAT al bosque, la dejó en el sitio donde había visto a Enkidú por última vez, y se apresuró de vuelta a Uruk. Cuando cayó la tarde, Shamhat empezó a tocar el harpa y a cantar en la oscuridad; su voz hechizó el bosque. Enkidú se dirigió hacia el lugar de donde provenía ese dulce sonido. Se ocultó detrás de un árbol. Nunca había visto algo tan encantador. Se acercó a Shamhat lentamente para no asustarla. CUANDO SHAMHAT LO VIO, dejó de cantar. Enkidú parecía más bestia que hombre, pero ella sabía que no le haría daño. Nadie jamás la había mirado con semejante ternura. En los días siguientes, Shamhat le enseñó a Enkidú a hablar y a cantar. Se enamoró de él y juntos exploraron los caminos del amor. Enkidú le prometió permanecer siempre a su lado. SHAMHAT ESTA ASUSTADA: Enkidú tenía que alejarse de la ciudad de Uruk, donde Gilgamesh aguardaba para destruirlo. Pero Enkidú no quiso escucharla. No tenía miedo. Por ella esta dispuesto, incluso, a enfrentar la muerte. PARA ENKIDÚ LO MÁS TRISTE fue despedirse de sus amigos del bosque, quienes se reunieron para verlo partir. No entendía por qué los abandonaba. Él no lo pudo explicar. EN LO ALTO DE UNA GRAN TORRE de la muralla de Uruk, desde el amanecer hasta el atardecer, Gilgamesh esperaba todos los días el regreso de Shamhat. Los habitantes de la ciudad habían oído hablar del salvaje que vendría del bosque a rescatarlos de la crueldad de su rey. Gilgamesh lo sabía y planeaba matar al forastero frente a todos para que nadie se atreviera a desafiar su poder. SHAMHAT ESTABA MUY PREOCUPADA. ¿Podría Enkidú vencer a Gilgamesh? ¿Qué pensaría la gente de este hombre salvaje? Para darle una apariencia más humana, Shamhat le cortó el cabello. Con su propia túnica le hizo una prenda para que se cubriera, pero Enkidú conservó su corona de cuernos en homenaje a sus amigos los animales. Shamhat señaló hacia Uruk, que se divisaba a lo lejos. Enkidú estaba deslumbrado. Jamás imaginó lo hermosa que podría ser una ciudad. A LA MAÑANA SIGUIENTE la multitud se congregó en las puertas de Uruk para ver la llegada de Shamhat y Enkidú. Gilgamesh había ordenado suspender los trabajos de construcción. -¡Soy el amo y señor de esta ciudad y de su gente! ¡Nadie entra aquí sin mi permiso! ¡Te reto a que me enfrentes!Enkidú escaló la muralla y respondió:-¡Estoy listo!LOS HABITANTES DE URUK jamás habían presenciado una batalla tan cruenta. Gilgamesh y Enkidú lucharon durante mucho tiempo. La tierra se cimbró y los relámpagos atravesaron el cielo como si los mismísimos dioses se enfrentaran por el control del mundo. Enkidú y Gilgamesh eran iguales en fuerza; ninguno podía vencer al otro. Entonces, de repente, Gilgamesh pisó una piedra suelta, resbaló y cayó por el borde de la muralla. TODO OCURRIÓ TAN RÁPIDO que la gente no podía creer lo que veían sus ojos: ante la sorpresa de los espectadores, Enkidú se lanzó al borde de la muralla y alcanzó a sujetar a Gilgamesh del brazo para salvarlo. Si Enkidú era el vencedor, ¿por qué quería ayudar a quien intentaba matarlo?DE NUEVO, GILGAMESH estuvo frente a Enkidú en la muralla. Todos se quedaron sin aliento. Gilgamesh dio un paso hacia Enkidú, se detuvo, extendió los brazos y lo estrechó con fuerza. Por fin, Gilgamesh lograba entender lo que significa ser humano. Ya no estaba solo: había encontrado un amigo.LAS CELEBRACIONES se prolongaron muchos días. Shamhat encabezó el desfile más grande jamás visto en Uruk. Gilgamesh y Enkidú, ahora hermanos, lo observaron y saludaron desde la cima de la gran muralla. EL REY ORDENÓ detener para siempre su construcción. Las familias por fin se reunieron y los padres bailaron con sus hijos en las calles. Todos fueron invitados al gran festejo.

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UAN PAZ nunca antes vivida descendió sobre Uruk. En tardes apacibles, a Shamhat le gustaba navegar por el río con Enkidú y escuchar cómo él y Gilgamesh planeaban hacer de Uruk una ciudad más feliz. Entonces, ella tocaba el arpa y cantaba, orgullosa de haber reunido a los dos amigos. A medida que el canto de Shamhat ondeaba a través de las aguas, los habitantes de Uruk se detenían a escuchar su voz: se sentían agradecidos.

II LA VENGANZA DE ISHTAR

URUK SE CONVIRTIÓ en una ciudad próspera como ninguna otra en el mundo antiguo. Gilgamesh, que había sido el más cruel y solitario de los monarcas, cambió. Su amistad con Enkidú, el salvaje del bosque, le enseñó a ser humano y a cuidar a los demás. Con ayuda de Enkidu, se dedicó a hacer de Uruk una ciudad agradable para todos sus habitantes. De día ambos navegaban por el río Eufrates haciendo planes; dirigían la construcción de casas y de magníficos templos. Pasaban las tardes jugando a los Veinte Cuadrados, mientras la hermosa Shamhat los miraba y cantaba. Todos querían a Shamhat porque ella había traído a Enkidú a la ciudad y con él, la paz. En las afueras del palacio la gente se detenía, agradecida, para escuchar su hermosa voz. PERO LA PAZ Y LA FELICIDAD no duraron mucho. Una tarde, inesperadamente, el horror asoló la ciudad. Los pilares de los edificios se derrumbaron, los techos se vinieron abajo y la gente huyó despavorida.Enkidú alcanzó a ver que Shamhat pedía auxilio y se aprestó a ayudarla, pero llegó demasiado tarde. Alzó en brazos el cuerpo sin vida de Shamhat y la llevó hasta Gilgamesh. Enloquecido por la desesperación, Enkidú gritó:-¿Por qué?-ES EL MONSTRUO Humbaba- respondió Gilgamesh enfurecido- . Se oculta en las montañas. Debemos destruirlo antes de que vuelva otra vez.Si no quieres acompañarme, iré yo solo. No le temo a la muerte.-Yo sÍ-respondió Enkidú-. Enfrentaremos peligros de los que quizá nunca volvamos con vida. Pero al mirar a la hermosa Shamhat, se sobrepuso a su temor:-Iré contigo- dijo. GILGAMESH ORDENÓ las mejores armaduras, espadas, lanzas y hachas. La gente de Uruk sabía de los grandes peligros que su rey y Enkidú iban a enfrentar. Todos se reunieron en las puertas de la ciudad para verlos partir y desearles un victorioso regreso. A bordo de un carruaje imperial tirado por asnos, Gilgamesh y Enkidú emprendieron el camino hacia las montañas que se erigían a la distancia. ADELANTE LOS AGURDABA un vasto y solitario desierto. Viajaron siete largos días. Por la mañana el sol caía a plomo; por la noche azotaba un viento helado. Terribles pesadillas sumieron a Gilgamesh en una honda preocupación. En sus sueños vio que una montaña les caía encima, que la tierra se partía en dos y se los tragaba, y que llovía fuego del cielo. Cada noche Enkidú trataba de reconfortar a Gilgamesh hasta que llegaran a las montañas. UN ESPESO BOSQUE de cedros obstaculizaba su camino. Abandonaron el carruaje y siguieron adelante. Derribaron los árboles para abrirse paso. Cuando llegaron al pie de la montaña, oyeron a Humbaba rugir: -¿Por qué has venido, Gilgamesh? Te haré pedazos y alimentaré a los buitres con tu carne. Lanzando humo y fuego por la boca, Humbaba emergió del interior de un cráter que estaba en el centro de la montaña. CAYERON RAYOS y estallaron relámpagos. Los dos héroes estaban cegados por la lluvia de piedras y cenizas. Gilgamesh sintió que unas garras gigantescas lo tomaban por la cintura. Era Humbaba que lo alzaba al cielo.

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Entonces, de pronto, como si los dioses hubieran venido a ayudarlo, sopló un viento que despejó el humo y permitió a Gilgamesh ver el rostro de la bestia. Con todas sus fuerzas, clavó su hacha entre las fauces abiertas del monstruo. HUMBABA CAYÓ entre gruñidos. La tierra se cimbró. Gilgamesh y Enkidú blandieron sus espadas. Cuando estaban junto al cuerpo inerte de Humbaba. La diosa Ishtar llegó en un carruaje de caballos alados. -Gilgamesh- habló Ishtar-, yo fui quien te envió la ayuda de los viento para que pudieras vencer a Humbaba. Ven, cásate conmigo. Te daré un carruaje de oro. Todos los reyes de la tierra se postrarán ante ti y besarán tus pies. -¡ALÉJATE!- respondió Gilgamesh- No me tientan ni tu poder ni tus riquezas. Construí una gran ciudad y no voy a abandonarla. Mi pueblo me ama y yo debo honrarlo. Tengo un amigo que está dispuesto a arriesgar su vida por mí. No necesito más. Los ojos de Ishtar se encendieron de furia:-¡Cómo te atreves a rechazarme! – gritó iracunda y se alejó.GILGAMESH y Enkidú volvieron a Uruk como héroes. La ciudad entrera se volcó para darles la bienvenida. Pero no hubo tiempo para disfrutar la victoria. El firmamento se abrió y del cielo bajó Ishtar para vengarse. LA DIOSA APARECIÓ montada sobre el Toro del Cielo. La monstruosa bestia cubrió la ciudad entera con su sombra. El pánico y el terror se apoderaron de Uruk. DESDE LA GRAN MURALLA Ishtar presenció la destrucción que causaba la bestia: sus pezuñas aplastaban edificios enteros; su cola arrasaba piedras y ladrillos como si fueran polvo; su bufido abría grandes fosas como si un terremoto sacudiera la ciudad. Los hombres que trataron de detenerla quedaron prensados bajo las rocas que caían. Sólo Enkidú, quien tanto sabía de animales, pudo acercarse a la bestia. PARA QUE NO LO VIERA, se le aproximó desde un costado. Cuando el animal dio un coletazo, Enkidú se aferró al rabo, se impulsó ymontó al monstruo tomándolo por los cuernos. Mientras el Toro del Cielo se sacudía enloquecido en su intento por quitarse a Enkidú de encima, Ishtar gritaba desde lo alto. Pero Enkidú estaba aferrado con todas sus fuerzas. De un bufido el animal saltó por encima de la muralla.ESHTAR no podía creer lo que sucedía. Gritando, corrió por toda la muralla. Cuando el animal tocó tierra. Gilgamesh saltó justo frente a él para atacarlo. Desconcertado, el toro se detuvo el tiempo suficiente para que Enkidú lo desmontara y lo tomara por la cola. Con todas sus fuerzas, lo jaló hacia atrás, al tiempo que Gilgamesh empuñaba su espada. CUANDO GILGAMESH máto al toro, la diosa Ishtar profirió un grito que partió el cielo en dos. Gilgamesh la había desairado por segunda vez, y ahora su fama sería más grande que nunca. -¡Ya encontraré la manera de hacerte daño! ¡No descansaré hasta vengarme de té! – aulló Ishtar. -¡No te atrevas a amenazar a Gilgamesh! – respondió Enkidú a gritos. Le cortó la cola al toro y se la arrojó a Ishtar. COMPLACIDOS y orgullosos, los dos héroes celebraron su victoria. Ishtar sentía el peso de la cola del toro sobre su cuello como una desgracia y empezó a planear su última venganza. EL PUEBLO DE URUK se reunió en las afueras de la muralla para ver a la bestia que había sembrado el terror. En agradecimiento por haberlos salvado del monstruo, todos entonaron alabanzas para honrar a su rey y a su amigo Enkidú. COMO NI EN LA TIERRA ni en el cielo había bestia capaz de acabar con Gilgamesh, la diosa Ishtar halló otro modo de herirlo: le envió a Enkidú una enfermedad terrible; día y noche se consumía en un sueño profundo.Abatido, Gilgamesh intentó despertarlo: -No me dejes ahora, querido amigo -imploró Gilgamesh entre lágrimas-. Juntos hemos enfrentado aventuras terribles y juntos hemos triunfado. Todavía nos queda mucho por hacer. Pero Enkidú no volvió a despertar jamás.

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LA CIUDAD DE URUK estaba de luto. Gilgamesh construyó una tumba para su entrañable amigo. Una tarde, cuando estaba arrodillado frente a su sepulcro, Shamhat volvió en forma de ave para llevarse el espíritu de Enkidú al Inframundo, pero él protesto:-¿Por qué me trajiste a morir a esta ciudad, Shamhat? Antes de conocerte yo vivía feliz en el bosque.-Aquí encontré una amistad que muy pocos llegan a conocer en la vida y también el amor duradero de la gente – respondió ella. MIENTRAS Shamhat y Enkidú se alejaban volando hacia la noche, el rey Gilgamesh salió a navegar por el río.“La muerte es el peor de todos los monstruos –se dijo a sí mismo-. Me arrebató a Enkidú y algún día me alejará de mi pueblo. Debo hallar una forma de destruirla. Tengo que descubrir el secreto de la vida eterna. Ésa será mi última cruzada”.

III LA ÚLTIMA CRUZADA DE GILGAMESH

EN LOS CONFINES DEL MUNDO, en la desembocadura del rio, yace un hombre que desfallece. ¿Será Gilgamesh, el rey todopoderoso de Uruk, amado por su pueblo, reconocido a lo largo y ancho del mundo antiguo por la magnificencia de la muralla que construyo alrededor de su ciudad que lo habrá conducido a este estado?¿Qué lo habrá traído hasta este desolado lugar?El temor a la Muerte lo trajo hasta aquí la que la mundo ya se había llevado a Enkidu su más querido amigo y antes a la hermosa Shamhat, a quien ambos tanto amaban. Cuando Gilgamesh vio elevarse los espíritus, de Enkidú y de Shamhat en forma de aves, decidió exterminar a la muerte antes de que ella lo aparatara de su pueblo. Hallar el secreto de la inmortalidad sería su última cruzada.Su búsqueda lo había llevado lejos y no había encontrado nada crido y exhausto le pareció reconocer una voz. Abrió los y vio un ave.

ERA EL ESPÍRITU DE SHAMHAT que había vuelto para ayudarlo.-No te rindas, Gilgamesh –le pidió-. ¡Mira! ¡Allá! El dios Sol duerme entre las cimas de las Montañas Gemelas. De día, todo lo ve. Él sabe dónde está la inmortalidad. Levántate y sigue su camino.Con una fuerza de la que no se sabía dueño, Gilgamesh se incorporó para seguir su cruzada.

LAS MONTAÑAS eran muy escarpadas. Gilgamesh no podía mantener el paso. El Sol se ocultó. Cayó la noche. La luz de la luna proyectaba sombras horribles y las rocas rilosas hacían jirones su ropa. Las bestias salvajes lo atacaron, pero Gilgamesh las combatió, determinado a alcanzar al Sol. Cuando estaba a punto de llegar a la cima, escuchó un débil y desesperado gemido.

UN CACHORRO DE LEÓN había resbalado por el risco. Gilgamesh le tendió la mano y lo rescató, igual que Enkidú lo había salvado a él de caer por la muralla de Uruk.Dos gigantescos escorpiones gritaron amenazantes:-¡Como te atreves a venir aquí Gilgamesh! Somos los guardianes del Reino del Sol. ¡Retrocede si quieres seguir con vida!Desafiante, Gilgamesh les respondió:-Vine aquí a buscar al dios Sol. Déjenos pasar.

LOS ESCORPIONES quedaron tan asombrados por el valor de Gilgamesh que accedieron a ayudarlo: los bajaron a él y al cachorro hasta las profundidades de un abismo.-Encuentren la luz y síganla –les dijeron.Gilgamesh estaba en un gélido túnel, rodeado de espantosas criaturas. Abrazó con fuerza al cachorro que estaba muy asustado. Tras largas horas de peregrinar en la oscuridad, por fin divisó un rayo de luz y se dirigió hacia él.

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GILGAMESH EMERGIÓ a un lugar donde la luz brillaba con gran intensidad. Era el jardín del dios Sol: era el Paraíso. Nunca antes había visto árboles con hojas brillantes como gemas, ni flores tan fragantes, ni animales tan gentiles. -¿Por qué no descansa aquí? – les ofreció el dios Sol.Pero Gilgamesh se negó:-Debo encontrar el secreto de la inmortalidad. Ayúdame. -Utanapíshtim es el único que conoce el secreto de la vida eterna. Te llevaré con él –dijo el dios Sol. GILGAMESH SIGUIÓ AL DIOS SOL, quien lo condujo a través de las ardientes arenas del desierto. Era tanto el calor que el cachorro se desmayó, Gilgamesh lo alzó en brazos. Suavemente, lo cargó sobre su espalda y siguió adelante. Medio enceguecido por la arena, desesperado por un sorbo de agua, Gilgamesh avanzó arrastrando los pies. Por fin divisó en el horizonte una magnífica casa cubierta de viñas. LLEGÓ HASTA ALLÁ, exhausto. En la puerta, una hermosa mujer miró con horror al extraño vestido en harapos. -No soy un mendigo. Soy un rey. Vine a buscar a Utanapíshtim y el secreto de la inmortalidad –dijo Gilgamesh. -Pero no puedes hacerlo. Utanapíshtim vive en una isla que está rodeada por el Mar de la Muerte. Abandona tu búsqueda y quédate aquí conmigo. Me llamo Siduri y soy la encargada de hacer el vino para los dioses. Bebe, baila y sé feliz.

-HE RECORRIDO UN CAMINO demasiado largo para rendirme ahora. Ayúdame. Déjame usar tu barca –pidió Gilgamesh. -Sólo el dios Sol puede cruzar esas aguas mortíferas; destruyen todo remo que las toca –le advirtió Siduri.Determinado a seguir, Gilgamesh se adentró en el bosque. Allí derribó árboles y con ciento veinte maderos como remos emprendió el camino. Llegó hasta la región más peligrosa del mar. Las aguas tragaban remo tras remo y en sus manos sólo quedaban astillas.

LAS AGUAS rugían, feroces. Gilgamesh siguió avanzando. Tiraba las astillas y tomaba un tronco nuevo. Los huesos de los infortunados que habían perecido en el Mar de la Muerte flotaban a su alrededor.

EL CIELO se oscureció. Se desató un viento feroz. El último de los troncos quedó reducido a nada. Gilgamesh divisó la isla de Utanapíshtim, pero ¿cómo alcanzarla? –No puedo darme por vencido ahora que me falta tan poco –grito.

EN UN ÚLTIMO y desesperado intento, Gilgamesh se quitó los harapos que lo cubrían e izó los jirones como si fueran una vela para navegar. Asombrado, Utanapíshtim observó cómo la barca llegaba a la orilla. -¿Quién eres tú para atreverte a venir aquí? ¿Hombre o dios?-Soy Gilgamesh, rey de Uruk –retumbó la orgullosa respuesta-. Vine a buscar el secreto de la vida eterna. -No busques aquello que no has de tener. Sólo los dioses viven para siempre –respondió Utanapíshtim.

-PERO TÚ ERAS MORTAL como yo. ¿Cómo lograste alcanzar la vida eterna? –preguntó Gilgamesh. -Para averiguarlo tienes que permanecer despierto seis días y siete noches. Mi historia está grabada en esta pared. No debes rendirte al sueño mientras te la cuento. La prueba parecía sencilla. Gilgamesh prometió aguantar y Utunapíshtim empezó su historia: -Cuando yo era rey de Shurupak la gente se volvió mala.

ENTONCES LOS DIOSES decidieron destruir la tierra con un gran diluvio. Como yo era bondadoso, me alertaron sobre lo que iba a ocurrir. Me dijeron que construyera una gran arca y que reuniera allí a mi familia y a cada una de las especies de animales y plantas existentes. Apenas terminé de construirla, comenzó la tormenta. Durante seis días y siete noches cayó un diluvio. Todo se anegó.

SÓLO MI ARCA sobrevivió. Cuando pasaron las lluvias y retrocedieron las aguas, el arca se posó en una montaña. Caí de rodillas, agradecido. Liberé a los animales y sembré las plantas para que la vida volviera a florecer. Entonces,

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envueltos en un resplandor, los dioses descendieron del cielo y nos otorgaron a mí y a mi esposa el don de la vida eterna.

UTANAPÍSHTIM terminó su narración y bajó la mirada. Gilgamesh estaba dormido. Había fallado. Lleno de pesar, Utanapíshtim le dijo:-Gilgamesh, llegaste a esta isla como un mortal y como un mortal has de partir. -¡Dame otra oportunidad! –suplicó Gilgamesh.Utanapíshtim se condolió de él:-¿Ves aquella luz en el mar? Allá crece una planta que brinda juventud a todo el que la come. No puede evitar que mueras, pero tiene el poder de mantenerte joven mientras vivas.

GILGAMESH se embarcó de nuevo en las aguas del Mar de la Muerte. Llegó hasta el lugar de donde emanaba la luz y se lanzó al agua sin saber qué peligros iba a enfrentar. Arrancó la flor de las profundidades y se abrió paso hasta la superficie. Triunfante, Gilgamesh le mostró la flor al cachorro:-Con esta planta los viejos de Uruk volverán a ser jóvenes. Cuando envejezca, yo también podré recuperar mi vitalidad y mi juventud. Gilgamesh emprendió el largo camino de vuelta a casa. No había encontrado el secreto de la inmortalidad, pero regresaba a Uruk con un tesoro.

LA BARCA PASÓ junto a una isla muy hermosa. Gilgamesh se detuvo para comer frutas y descansar. Se sumió en un apacible letargo y soñó que llevaba felicidad a su pueblo. No advirtió que una serpiente se deslizaba por el tronco de un árbol. Lo despertó la voz perversa de Ishtar:-¡Logré vengarme de ti, Gilgamesh! –gritó ella- Ya no tienes nada. Aprovechando el sueño del rey, la diosa había comido la flor de la jueventud.

POR FIN ISHTAR se había vengado del rechazo de Gilgamesh. -¡Maldita! –gritó el rey – Me quitaste a mi querido Enkidú y ahora me quitas la esperanza. Gilgamesh abrazó al cachorro y lloró desconsolado. Había pasado por tantas penurias para quedar sin nada. De pronto, escuchó que alguien decía su nombre. Era su querido Enkidú que había vuelto del Inframundo para ayudarlo. Los amigos se abrazaron jubilosos.

SHAMHAT ME ENVIÓ desde el reino de los muertos – le explicó Enkidú-. Móntate en mi lomo con tu pequeño león. Quiero enseñarles algo. Juntos sobrevolaron los ríos de Sumeria hasta llegar a la ciudad de Uruk. Por primera vez Gilgamesh pudo ver su ruino desde las alturas: los imponentes templos, las magníficas casas y los hermosos jardines. Pero, sobre todo, pudo ver la majestuosa muralla que rodeaba Uruk. El corazón de Gilgamesh se llenó de orgullo y lo invadió un júbilo que nunca antes había sentido. Enkidú le dijo:-Aquí está la inmortalidad que buscas Gilgamesh: en la ciudad que construiste, en el valor que demostraste y en todo el bien que hiciste. Vivirás por siempre en el corazón de la gente.

Y ASÍ, EL REY GILGAMESH GOBERNÓ EN URUK MUY AMADO POR SU GENTE, HASTA QUE MURIÓ. PERO DESPUÉS DE 5 000 AÑOS, SU NOMBRE SE MANTIENE VIVO A CAUSA DE SUS GRANDES HAZAÑAS Y SU VALOR.

LA HISTORIA DE GILGAMESHLa historia de Gilgamesh, mitad dios y mitad hombre, es una de las más antiguas del mundo. Hace alrededor de cinco mil años quedó inscrita en tablillas de barro, en la región de Mesopotamia, hoy Siria e Iraq. Mesopotamia significa "entre dos nos". En el mapa de las páginas siguientes pueden verse ambos: el Tigris y el Éufrates. En la Antigüedad ésa era una región muy fértil. Cuando hace más de ocho mil años los habitantes empezaron a cultivarla, la abundancia de alimentos permitió que una paree del pueblo se dedicara a otras tareas además de la agricultura; así pudieron construirse grandes ciudades como Nippur, Ur, Lagash y Uruk. esra última gobernada por Gilgamesh.

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Mesoporamia fue la cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Ahí se inventaron los primeros códigos legales, la irrigación, el uso de la rueda, la hora de sesenta minutos y, lo más importante de todo, la escritura cuneiforme: la primera del mundo. Sin ella se habría perdido para siempre la épica de Gilgamesh y todo lo que sabemos sobre los habitanres de ese reino, sobre sus creencias y sobre el mundo que los rodeaba.Actualmente, el Tigris y el Eufrates han cambiado su curso y la tierra que rodea a Uruk es casi desértica, por lo que resulta difícil imaginar que alguna vez estuvo tapizada de campos de cultivo, vegetación y poblados. Sin embargo, aun pueden verse las ruinas de aquellas ciudades y de la muralla que erigió Gilgamesh.Existen muchas versiones de la historia de este gran rey: la contaron los habitantes de Akkad, Babilonia y Asirla, pero fueron los súmenos, el pueblo que alguna vez gobernó Gilgamesh', quienes primero narraron las hazañas de su rey y las inscribieron en tablillas de barro.Más tarde su leyenda se rundió con los mitos de Egipto, Persia. Grecia y hasta con los mitos celtas. Aunque la tierra y las arenas sepultaron las ciudades y las tablillas de barro, los episodios de la gran epopeya de Gilgamesh sobrevivieron en otros documentos, como por ejemplo en la Biblia: el relato de Noé que en su arca salvó a las parejas de todos los animales durante el Diluvio, nos recuerda mucho el de Utanapishtim, el único hombre que obtuvo el don de la inmortalidad por una hazaña similar.

Los habitantes de Mesopotamia fueron los primeros en describir el Jardín Divino y el temible Inframundo, que luego sobrevivieron como e] Paraíso y el Infierno de la tradición judeocristiana. En el arte medieval encontramos numerosas imágenes de este sitio aterrador. Gustavc Doré, un artista francés del siglo XIX, se inspiró en ellas para ilustrar La Divina Comttiin de Dante, el gran poeta italiano. A su vez, Ludmila Zeman se inspiró en Doré para ilustrar este libro. Sin embargo, la contribución más importante de esta maravillosa ilustradora checa se debe a que reconstruyó con enorme imaginación uno de los mitos más antiguos del mundo. Para conseguirlo, investigó la historia de todas las reliquias y estatuas asirías que se conservan en tos principales museos. Esto fue posible gracias a que, en el siglo XIX, arqueólogos franceses y británicos descubrieron las tablillas de barro en Siria e Iraq y las llevaron de vuelta a sus países, donde luego se descifró la escritura cuneiforme. Hoy en día los arqueólogos siguen encontrando tablillas que podemos admirar en los museos. Las colecciones de arte sumerio y asirlo que están en Filadelfia, Londres, París y Berlín son las más importantes.Ahí podemos ver tanto el juego con el que se distraen el rey y su amigo Enkidú, como la puerta dedicada a la diosa Ishtar. En unas lápidas aparece Gilgamesh con un león que simboliza su fuerza y su valor. Eso inspiró a Ludmila Zeman a crear la imagen de un cachorro que lo acompaña en su cruzada.La fama de Gilgamesh no se debe sólo a la construcción de Uruk y su muralla. El hecho de que fracase en su cometido porque sólo los dioses pueden vivir -para siempre- lo convierte en el primer héroe rrágico de la lireratura universal.Gilgamesh representa todas las virtudes que asociamos con e] heroísmo; valor, compasión, lealtad, perseverancia ame la adversidad y entrega a un ideal. Desde el Ulises de la antigua Grecia y el Eneas de Roma, hasta el rey Arturo en Gran Bretaña y los viajeros interplanetarios de la cultura popular de nuestros días, todos los ídolos le deben su atractivo a ese legendario personaje. Por eso, aunque han transcurrido miles de años y el esplendor de Uruk está sepultado en el desierto, la figura de Gilgamesh es inmortal.