Giovanni Sartori

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Giovanni Sartori - Resumen CAPÍTULO 2 DEMOCRACIA El régimen político óptimo se denominó «república» (res publica, cosa de todos) y no democracia. A partir de la mitad del siglo XIX en adelante, la palabra adquiere un nuevo auge y poco a poco adquiere un significado elogioso: Hoy la «democracia» es una abreviación que significa liberal-democracia. En primer lugar, la democracia es un-principio de legitimidad, En segundo lugar la democracia es un sistema político llamado a resolver problemas de ejercicio (no únicamente de titularidad) del poder. En tercer lugar, la democracia es un ideal. La legitimidad democrática postula que el poder deriva del demos, del pueblo. El poder está legitimado por elecciones libres y periódicas. El ciudadano participante es el ciudadano que ejerce en nombre propio, por la cuota que le corresponde, el poder del que es titular: la democracia “en grande” ya no puede ser más que una democracia representativa que separa la titularidadad del ejercicio para después vincularla por medio de los mecanismos representativos de la transmisión del poder. El que se añadan algunas instituciones de democracia directa — como el referéndum y la iniciativa legislativa popular— no obsta para que las nuestras sean democracias indirectas gobernadas por representantes. Puesto que sin democracia ideal no existiría democracia real, el problema se convierte en: ¿cómo es que los ideales se vinculan con la realidad, cómo es que un deber ser se convierte en ser? Sea como fuere, en ningún caso la democracia tal y como es (definida de modo descriptivo) coincide, ni coincidirá jamás con la democracia tal y como quisiésemos que fuera (definida de modo prescriptivo). La única democracia que existe y que merece ese nombre es la democracia liberal. Democracia política, social, económica

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Giovanni Sartori - ResumenCAPÍTULO 2 DEMOCRACIA - INGRESO AL ISEN

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Giovanni Sartori - Resumen

CAPÍTULO 2 DEMOCRACIA

El régimen político óptimo se denominó «república» (res publica, cosa de todos) y no democracia. A partir de la mitad del siglo XIX en adelante, la palabra adquiere un nuevo auge y poco a poco adquiere un significado elogioso: Hoy la «democracia» es una abreviación que significa liberal-democracia.

En primer lugar, la democracia es un-principio de legitimidad, En segundo lugar la democracia es un sistema político llamado a resolver problemas de ejercicio (no únicamente de titularidad) del poder. En tercer lugar, la democracia es un ideal.

La legitimidad democrática postula que el poder deriva del demos, del pueblo. El poder está legitimado por elecciones libres y periódicas.

El ciudadano participante es el ciudadano que ejerce en nombre propio, por la cuota que le corresponde, el poder del que es titular: la democracia “en grande” ya no puede ser más que una democracia representativa que separa la titularidadad del ejercicio para después vincularla por medio de los mecanismos representativos de la transmisión del poder. El que se añadan algunas instituciones de democracia directa — como el referéndum y la iniciativa legislativa popular— no obsta para que las nuestras sean democracias indirectas gobernadas por representantes.

Puesto que sin democracia ideal no existiría democracia real, el problema se convierte en: ¿cómo es que los ideales se vinculan con la realidad, cómo es que un deber ser se convierte en ser? Sea como fuere, en ningún caso la democracia tal y como es (definida de modo descriptivo) coincide, ni coincidirá jamás con la democracia tal y como quisiésemos que fuera (definida de modo prescriptivo). La única democracia que existe y que merece ese nombre es la democracia liberal.

Democracia política, social, económica

La noción de democracia social se plantea con Tocqueville en su Democracia en América caracterizada por la igualdad de condiciones guiada predominantemente por un «espíritu igualitario». Aquí la democracia no es, por lo tanto, lo contrario de régimen opresivo, sino de «aristocracia»: una estructura social horizontal en lugar de una estructura social vertical.

Para Bryce (1888) la democracia es, prioritariamente, un concepto político. Pero también para él la democracia americana estaba caracterizada por la igualdad de consideración. «democracia social» denota una «democratización fundamental», una sociedad cuyo ethos requiere a los propios miembros que se vean y se traten como socialmente iguales.

De la acepción originaria se recaba fácilmente un segundo significado de «democracia social»: la democracia social significa la infraestructura de microdemocracias que sirve de soporte a la macrodemocracia de conjunto, a la superestructura política.

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Se ha afirmado, también recientemente, un uso genérico de «democracia social» que se empareja con las nociones igualmente genéricas de Estado social y de justicia social.

La «democracia económica» adquiere un significado preciso y característico de subespecie de «democracia industrial». El concepto se remonta a Sidney y Beatrice Webb. La democracia económica es la democracia en el puesto de trabajo y en la organización-gestión del trabajo. En su forma acabada la democracia industrial se configura, por lo tanto, como el autogobierno del trabajador en el propio lugar del trabajo, del obrero en la propia fábrica.

Por lo general y con mayor éxito, la democracia industrial se refiere a fórmulas de participación obrera en la gestión económica — la Mitbestimmung alemana— y a prácticas institucionalizadas d consultas entre las direcciones de la Hacienda y los sindicatos.

Una vez planteadas las distinciones, ¿cuál es la relación entre democracia y política, democracia social y democracia económica? La relación es que la primera es la condición necesaria de las otras. La democracia en sentido social y/o económico extienden y completan la democracia en sentido político; son también, cuando existen, democracias más auténticas, puesto que son microdemocracias, democracias de grupos pequeños. Por otro lado, si no se da la democracia en el nivel del sistema político las pequeñas democracias sociales y de fábrica corren en todo m omento el riesgo de ser destruidas o amordazadas. Por ello «democracia» sin calificativos significa democracia política.

La democracia de los griegos

el demos ateniense tuvo entonces más kratos, más poder, que el que jamás haya tenido cualquier otro pueblo. El componente asambleario, el autogobierno directo de los ciudadanos, constituía la parte más visible pero no la más eficiente de la gestión de la ciudad. Al tiempo existía también una boule, un consejo de 500 miembros; y su sustancia residía — según Aristóteles— en el hecho de «ser gobernado y gobernar alternativamente» * es decir, en un ejercicio del poder efectivo y ampliamente distribuido mediante una rápida rotación en los cargos públicos.

Para Aristóteles la democracia es la forma corrompida del gobierno de muchos: y ello porque en la democracia los pobres gobiernan en su propio interés (en lugar de gobernar en el interés general).

Aristóteles construye su tipología global sobre dos criterios: el número de gobernantes más el interés al que sirven (general o propio).

Pero, lógica aparte, Aristóteles aprendió la degeneración de la democracia en la experiencia griega. Al comienzo la democracia era isonomia, Pero un siglo después de Herodoto el demos ya había distorsionado el nomos.

De todo lo anterior se desprende que la democracia indirecta, es decir, representativa, no es únicamente una atenuación de la democracia directa; es también un correctivo. Una primera ventaja del gobierno representativo es que un proceso político todo entretejido por mediaciones permite escapar de las radicalizaciones elementales de los procesos directos. Y la segunda ventaja

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es que la participación ya no es un sine qua non; incluso sin «participación total» la democracia representativa sigue subsistiendo como un sistema de control y limitación del poder.

Entre los antiguos y los modernos

a) La soberanía popular

la doctrina de la soberanía popular plantea la distinción — desconocida para los griegos— entre titularidad y ejercicio del poder, y encuentra su caracterización y su razón de ser en el contexto de esta distinción. Para los griegos la titularidad y el ejercicio eran la misma cosa: para ellos la distinción era innecesaria.

la doctrina de la soberanía popular emerge en el contexto de un dominio despótico que ya no podía ser visto como «natural». Por un lado, debía ser legitimado; por otro lado podía ser limitado. En el Digesto, Ulpiano había establecido que quod príncipi placuit, legis habet vigorem , lo que en un principio se acepta se convierte en ley; pero decía también que el príncipe tiene dicha potestad porque el pueblo se la ha conferido.

Para los creadores del absolutismo una transferencia no revocable del poder del pueblo al príncipe. Para otros la transmisión era sólo de ejercicio, no de titularidad; y el titular, el pueblo, «concedía» tal ejercicio manteniendo el derecho a revocarlo. Lo esencial sigue siendo que tanto para, unos como para otros la titularidad del poder no nacía en el príncipe y con él: le venía por una transferencia o concesión del pueblo.

b) El principio de la mayoría

Hasta Locke el principio mantenido por la doctrina fue la unanimidad, no el derecho de la mayoría de prevalecer sobre la minoría o las minorías.

Las técnicas electorales que después fueron puestas en práctica en las comunas medievales no nos llegan de los griegos sino de las órdenes religiosas, de los monjes encerrados en sus conventos-fortalezas que en la Alta Edad Media se encontraban con que tenían que elegir a sus propios superiores. Al no poder recurrir ni al principio hereditario ni al de la fuerza, no les quedaba sino elegir por medio del voto. Pero los monjes elegían a un jefe absoluto. Era una elección grave e importante. Por lo tanto, debemos al ingenio de los monjes el voto secreto y la elaboración de las reglas de voto mayoritario, aunque al final la debía terminar por ser unánime.

El cambio tiene lugar con Locke porque con él el derecho de la mayoría se inserta en un sistema constitucional que lo disciplina y controla. Pero el catalizador fue la emergencia de una concepción «pluralista» del orden político. Al final del siglo XVII, a partir de los desastres y horrores de las guerras de religión, se originó el ideal de la tolerancia Sobre ésta y otras premisas se va afirmando lentamente la creencia de que la diversidad y también el disenso son compatibles con el mantenimiento del conjunto.

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c) El individuo-persona

Al definir al hombre como animal político, Aristóteles declaraba su propia antropología: él entendía que el hombre era totalmente hombre en cuanto vive en la polis y la polis vive en él. En suma, para los griegos el hombre era, por completo, el ciudadano, y la ciudad precedía al ciudadano: era el polites el que debía servir a la polis, no la polis al polites.

Nosotros no mantenemos que los ciudadanos están al servicio del Estado, sino que el Estado (democrático) está al servicio de los ciudadanos. Tampoco mantenemos que el hombre se resuelve en la politicidad, que el ciudadano sea «todo el hombre». Mantenemos, por el contrario, que la persona humana, el individuo, es un valor en sí mismo, independientemente de la sociedad y del Estado. Por consiguiente, entre nosotros y los antiguos, todo se vuelve del revés.

La democracia liberal

El término «liberalismo» y su derivado «liberal» son de cuño relativamente reciente (en torno a 1810); pero Locke, Montesquieu, Madison y Hamilton (en los Federalist), y Benjamín Conscant, pueden declararse, con todo derecho, «liberales»: el Estado limitado, el Estado controlado y, así, el Estado liberal-constitucional.

hay tres etapas: el Estado liberal que es únicamente el Estado constitucional que aprisiona el poder absoluto; segundo, el Estado liberal-democrático que es primero liberal (constitucional) y después democrático; tercero, el Estado democrático-liberal, en el que el peso específico de los dos componentes se invierte: el poder popular prevalece sobre el poder limitado.

Durante todo el siglo XIX prevalece, en este conjunto, el componente liberal: el liberalismo como teoría y praxis de la protección jurídica, mediante el Estado constitucional, de la libertad individual. Pero a medida que el sufragio se extendía, se planteaba al mismo tiempo una liberal-democracia en la que la «forma» del Estado recibía cada vez más «contenidos» de voluntad popular. Finalmente, como se ha dicho, el Estado liberal-democrático se transforma en el Estado democrático-liberal en el cual — en la óptica tocquevilliana— la balanza entre libertad e igualdad se desequilibra a favor de esta última.

El Estado de partidos

cuando se afirma que la democracia no puede realizarse sin la intermediación de los partidos se hace referencia al sistema partidista como sistema de agregación y canalización del voto. Nada más, pero tampoco nada menos. Los electores se expresarían en el vacío y creerían en el vacío — el caos de una multitud de fragmentos— si faltase el marco de referencia y de alternativas propuesto por los partidos.

un problema posterior y distinto atañe a la diversidad de los sistemas de partidos, y por lo tanto a la cuestión de qué sistema de partidos funciona mejor y es, en este sentido, «funcional» para los fines del gobierno democrático. en los años cincuenta se afirmó la tesis de que las democracias que funcionaban eran bipartidistas, o por lo general democracias con relativamente pocos

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partidos, mientras que los sistemas demasiado fragmentados generaban gobiernos inestables, efímeros, y en general incapaces de gobernar. Esta tesis ha sido refinada y modificada posteriormente. Es cierto que demasiados partidos son excesivos; pero el número de partidos no es la variable decisiva; lo es, por el contrario, la polarización del sistema, y por lo tanto la distancia ideológica o de todo tipo que separa a los partidos y a sus electores.

el factor decisivo es la polarización: el espacio competitivo en el que se «mueve» el sistema partidista. Si el espacio competitivo es extenso, entre unos polos extremos muy lejanos entre sí, entonces la competencia entre partidos está expuesta a tentaciones centrífugas, el desacuerdo prevalece sobre al acuerdo, el sistema se «bloquea», y por lo tanto funciona con dificultad. Si, por el contrario, el espacio competitivo es exiguo, entonces la competencia tiende a ser centrípeta, la belicosidad bloqueante «no compensa», y el sistema permite la gobernabilidad.

La teoría competitiva de la democracia

La democracia es un sistema pluripartidista en el que la mayoría expresada por las elecciones gobierna en el respeto a los derechos de las minorías.

En la teoría «clásica» de la democracia— argumenta Schumpeter— la selección del representante resulta «secundaria con respecto al objetivo principal [...] de investir al electorado del poder de decidir en cuestiones políticas»; pero la realidad es que este poder es «secundario con respecto a la elección de las personas que decidirán después». De aquí su citadísima definición: «El método democrático es aquel mecanismo institucional para llegar a decisiones políticas en las que algunas personas adquieren el poder de decidir mediante una lucha competitiva por el voto popular».

¿la interpretación schumpeteriana de los mecanismos democráticos asegura verdaderamente que el representante servirá a los intereses del representado?

democracia es «el procedimiento y/o el mecanismo que a) genera una poliarquía abierta cuya competición en el mercado electoral; b) atribuye poder al pueblo, y c) impone específicamente la capacidad de respuesta (responsiveness) de los elegidos frente a los electores»

téngase en cuenta, esta definición es sólo descriptiva (no es, y no pretende ser, prescriptiva), es decir, se limita a explicar por qué funciona la macrodemocracia (política). Es, por consiguiente, una definición mínima que establece la condición necesaria y suficiente para poner en funcionamiento un sistema que puede, con todo derecho, ser llamado democrático.

Libertad e igualdad

a) Libertad «de» y autonomía

Cuando se despliega la libertad política se convierte también en libertad de (de votar, de participar, etc.); pero hay que caracterizarla como libertad para, como no-impedimento, porque éste es su aspecto primero.

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En el Contrato social" encontramos este paso: «La obediencia a la ley que uno se ha prescrito es libertad». Es este paso del que se deduce que Rousseau concibe la libertad como autonomía.

Nadie ha aprisionado tanto la libertad' en la fijeza de las Leyes (con mayúscula) como Rousseau. La autonomía de Rousseau sería, por lo tanto, la autonomía de hacer nada o casi nada. La verdad es que parece que la «autonomía» es una superposición arbitraria y amalgamada de Kant y sobre Rousseau. La autonomía, el otorgarse a sí mismos las propias leyes, es un concepto kantiano, que, sin embargo, Kant refiere a la libertad moral, a la libertad interior (de querer). La libertad política es, por el contrario, una libertad exterior (de hacer). Lo contrario de la primera es la heteronomía; lo contrario de la segunda es la coerción.

b) Iguales tratamientos e iguales resultados

Las leyes son iguales en cuanto que son idénticas para todos, mientras que los impuestos directos son proporcionales, en proporción a la riqueza, y por lo tanto iguales para iguales pero desiguales para desiguales.

Simplificando al máximo los criterios de la igualdad proporcional pueden reducirse a dos: 1) a cada uno en razón a sus méritos, capacidades o talentos, 2) a cada uno en razón a sus necesidades (de lo que le falta).

Históricamente la primera igualdad es la isonomia, nosotros la llamaremos igualdad jurídico-política: iguales leyes, iguales libertades e iguales derechos. Estas son igualdades fáciles (aritméticas): igual se traduce por «idéntico para todos». Existe, después, la igualdad social (véase: democracia social) que no plantea problemas desde el momento en que se despliega como un ethos. La tercera igualdad, por el contrario, está llena de problemas, la igualdad de oportunidad, o en las oportunidades, que es la típica reivindicación igualitaria de nuestro tiempo.

Aquí, a partir de un término común se ramifican y derivan, en realidad, dos igualdades: 1) la oportunidad como igual acceso, 2) la oportunidad como igual punto de partida.

El núcleo del problema es que iguales tratamientos (leyes iguales) no producen resultados iguales (igualdades en resultados); de lo que se deriva que para convertirse en iguales se necesitan tratamientos desiguales (leyes sectoriales y discriminaciones compensatorias).

Mayoría y minoría

a) Mayoría limitada

Mayoría significa «regla de la mayoría», o bien «el conjunto de los más». En el primer caso la noción de mayoría es procedimental, indica un método de resolución de los conflictos y, correlativamente, un criterio decisional. En el segundo caso la noción de mayoría es sustantiva: indica la parre mayor, la más numerosa de un agregado concreto, de una población.

La regla en las democracias liberales es que la mayoría gobierna (prevalece, decide) en el respeto a los derechos de la minoría. Kelsen: «Incluso aquel que vota con la mayoría ya no está sometido

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únicamente a su voluntad. Lo advierte cuando cambia de opinión»; de hecho, con el fin de que «él fuera nuevamente libre sería necesario encontrar una mayoría a favor de su nueva opinión »

Respetar a las minorías y sus derechos es, por lo tanto, una parte integrante de los mecanismos democráticos.

b) Oligarquía, estratarquía y poliarquía

la expresión majority rule significa «manda la mayoría del pueblo», y en tal caso la tesis se convierte en que en democracia quien decide es la parte mayor de una entidad denominada «el pueblo soberano».

Según la teoría de la clase política de Mosca, «en todas las sociedades [...] existen dos clases de personas:-la de los gobernantes y la de los gobernados», y «la primera, que es siempre la menos numerosa [...] monopoliza el poder». Lo esencial es que en el gobierno siempre existe una minoría organizada. Para la ley de Mosca todos los gobiernos son, siempre y en todas partes, oligarquías.

Mosca descubre la pirámide y la declara «oligárquica». Así vence siempre; pero una estratarquía no es una oligarquía. Para pasar de la primera a la segunda es necesario una «ley» que postule y produzca una minoría que tenga invariablemente características oligárquicas. Este paso no existe en Mosca. No obstante, el último Mosca admite que su teoría no le convence, porque en 1923 distingue entre clases políticas hereditarias (aristocracias) y, por el contrario, otras formadas desde abajo, y paralelamente distingue entre el poder que desciende desde arriba (autocracia) y el poder que proviene desde abajo. Justo. Pero de este modo es el propio Mosca quien divide en dos a su ciase política y quien invalida, de rebote el significado minoritario-oligárquico (que niega la posibilidad de democracia) de su ley.

El argumento de Michels es distinto. Su «ley de hierro de la oligarquía», formulada hacia 1910, mantiene que la organización es inevitable, a medida que crece la organización se desnaturaliza la democracia y la transforma en oligarquía.

La ley de Michels se encuentra rebatida en la teoría competitiva de la democracia de Schumpeter. Incluso si fuese siempre verdad que los partidos (y los sindicatos) tienden a la oligarquía, no es lícito extraer la conclusión de que «la democracia no es democrática» de la premisa «los partidos no son democráticos».

la democracia definida por Schumpeter subsiste: subsiste porque está planteada por la dinámica competitiva entre organizaciones. La democracia en conjunto no es una suma estática de organizaciones internamente democráticas; por el contrario, es resultado de las interacciones entre una pluralidad de organizaciones en lucha para lograr el voto popular.

En el nivel electoral es mayoría quien vence (elige), y minoría (eliminada), quien malgasta el voto. En el nivel de los elegidos es mayoría quien ha votado al partido más votado, y minoría, quien ha votado a los partidos menos votados.

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El «gobierno de la minoría» no demuestra para nada que las democracias no son tales, que el pueblo que se manifiesta en mayor número, el pueblo de los más, es un soberano engañado o privado del poder. En la democracia el pueblo da lugar al proceso de formación de los gobiernos, y en todos los niveles encontramos una mayoría que cuenta más que la minoría que se le opone.

para demostrar la existencia de una clase en el gobierno (el «sistema de los líderes» de Michels) es necesario establecer que, para todo un conjunto de decisiones controvertidas, prevalece siempre un mismo grupo identificable como tal. Por el contrario, si este grupo no es el m ismo, no perdura, y no prevalece regularmente, entonces la democracia no ha sido derrotada por la oligarquía, sino que existe y funciona, en términos de Dahl, como «poliarquía».

c) El problema de la intensidad

La «mayoría» en sentido procedimental, como regla de mayoría, como principio mayoritario. La regla mayoritaria ignora la diversa intensidad de las preferencias individuales. Al ignorarla, las iguala en la práctica: presupone que las preferencias son de igual intensidad.

Y ello explica por qué el principio mayoritario ya no es aceptado tanto, y sobre todo porque es rechazado por las minorías intensas: las minorías religiosas, étnicas, lingüísticas si y cuando se ven afectadas en la identidad de núcleo central, a las que hay que añadir posteriormente las minorías intensas en cuestiones particulares: por ejemplo, el aborto, el divorcio, la contaminación, la homosexualidad. En todos estos casos se concluye que las minorías indiferentes (no intensas) no dominan, o bien ceden, o incluso pierden. Y las pequeñas democracias directas, el asamblearismo de la contestación, son el terreno de acción ideal para los «grupos intensos» dirigidos a vencer a toda costa a despecho tanto del principio mayo lita rio como de las mayorías sustantivas.

Planteemos primero que las técnicas decisionales pueden producir (en la terminología que proviene de la teoría de juegos) resultados de suma positiva, de suma cero y de suma negativa. Suma positiva quiere decir que todos ganan algo; suma cero, que quien vence gana exactamente lo que pierde la contraparte, y suma negativa, que todos pierden. La distinción fundamental se establece entre la suma positiva y la suma cero: o se gana o se pierde. Por otro lado, las elecciones no son «finales» en el mismo sentido en el que lo es un referéndum.

Las elecciones deciden quién tendrá que decidir; y los electos, cuando se encuentran cara a cara, debaten, negocian y con frecuencia llegan a soluciones (decisiones) de compromiso, lo que significa de suma positiva. Lo que implica que aquel proceso permite acomodar, o por el contrario congelar y arrinconar, las demandas de las minorías intensas. No sucede así en el referéndum. Aquí el voto no decide quién decidirá, sino que decide ipso facto. El voto refrendario es concluyente, y es necesariamente de suma cero: la mayoría (refrendarla) lo gana todo, y quien queda en minoría, incluyendo aquí a las minorías intensas, lo pierde todo.

Quien recomienda una indiscriminada y cada vez mayor decisión directa del demos, y por consiguiente la democracia refrendaría, ignora (para empezar) el problema de la intensidad.

d) Democracia consociacional y neocorporativismo: Inentendible.

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Las condiciones de la democracia

a) Factores impulsores

El liberalismo da lugar al Estado limitado, al control del poder, y a la libertad p ara (del ciudadano); pero no distribuye bienes, no atiende al bienestar. el problema cambia cuando el liberalismo se vincula a la democracia y se plantea en función del componente democrático de la liberal-democracia se encamina a distribuciones y redistribuciones de riqueza.

la tesis que subsiste es que un «antes» económico debe preceder al «después» político. A lo que se opone, o se puede oponer, que la democracia es lo que aparece primero y que es la «causa» del desarrollo económico.

Que hoy en día la democracia y el bienestar están asociados frecuentemente (la correlación es relativamente fuerte) es cierto, e incluso bastante obvio.

b) Democracia y mercado

Comencemos por señalar que en el mundo abundan los sistemas de mercado sin democracia. Por el contrario, todas las liberal-democracias pasadas y presentes son, al mismo tiempo, sistemas de mercado. A partir de esta constatación se deriva la certidumbre de que el mercado no es una condición suficiente para la democracia, y la pregunta es si la democracia encuentra en el mercado su condición necesaria. Una vez establecido que el mercado no proporciona democracia, queda por establecer si la democracia postula el mercado. Probablemente sí, en términos de optimización; quizá no, en términos de necesidad.

El discurso económico puede resumirse así: cuanto más cuenta una democracia sobre el bienestar y está dirigida a distribuirlo, en la misma medida requiere una economía en crecimiento.

En la medida en que el sistema político y el sistema económico están o devienen estrechamente interconectados, ambas cosas ya no son la misma, y el requisito p o lítico de la liberal-democracia es la difusión del poder: una difusión-dispersión destinada a permitir espacio y tutela a la libertad individual.

Democracia y no democracia

Entre los posibles negativos de la democracia quizá el más apropiado es la autocracia. La autocracia es autoinvestidura, proclamarse jefe a sí mismo (o por un derecho hereditario), mientras que el principio democrático es que el poder puede ser conferido solamente por el pueblo o por aquella población sobre la que se ejerce el poder.

Cuando pasamos a la pregunta «¿cuánta democracia?» ya no se intenta identificar un objeto, sino medirlo. Está claro que nada impide reducir la «democraticidad» a más de una característica, o incluso a todas. cualquier teoría de la democracia ha de establecer qué es lo que no es la democracia para después medir en qué medida una democracia es más o menos democrática que otra o bien si los elementos de la democraticidad permanecen en todo sistema político particular.