GIROUX Henry, Los Profesores Como Intelectuales Transformativos

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60 Docencia Nº 15 PROFESIÓN DOCENTE Los profesores como intelectuales transformativos 1 “Si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adies- tramiento en las habilidades prácticas sino que, por el contrario, implica la educación de una clase de intelectuales vital para el desarrollo de una socie- dad libre, entonces la categoría de intelectual sirve para relacionar el objetivo de la educación de los profesores, de la instrucción pública y del perfeccionamiento de los docentes con los principios mismos nece- sarios para desarrollar una ordenación y una sociedad democráti- cas”. Es posible que esta cita extraída del mismo artículo que pre- sentamos a continuación, sea la mejor manera de presentar a su autor, profesor e investigador en la Escuela de Educación de la Uni- versidad de Miami de Ohio, exponente de la pedagogía crítica, co- rriente surgida con fuerza en la década de los setenta en Gran Bre- taña y Estados Unidos y a la que, en su obra, compromete “con los imperativos de potenciar el papel de los estudiantes y de transfor- mar el orden social en general en beneficio de una democracia más justa y equitativa. Para Giroux, el tema central es el desarrollo de un lenguaje que a los educadores y a otros les permita develar y comprender el nexo existente entre instrucción escolar, relaciones sociales en sentido amplio que informan dicha instrucción escolar, y las necesidades y competencias producto de la historia que los estudiantes llevan a la escuela” 2 . El artículo, extraído de la obra que se indica a pie de página, plantea un rol docente asumido como un profesional reflexi- vo, un intelectual capaz de hacerse cargo de una pedagogía contextuada so- cial y políticamente que se plantea como un objetivo explícito de su práctica la transformación social. Ello reafirma la idea en la que insistimos en este núme- ro de Docencia: el docente no es neutral frente a la realidad, está llamado a reflexionar y a dar sentido a la reflexión que se realiza en escuelas y liceos, en una perspectiva de cambio educativo y social. Henry A. Giroux 1 En “ Los Profesores como Intelectuales: Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje”. Henry A. Giroux. Editorial Paidós, (1997) Reproducida con la autorización de la Editorial. Se encuentra en las Bibliotecas Pedagógicas del Colegio de Profesores. 2 Op. Cit., p. 13. PROFESIÓN DOCENTE

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

Contrariamente a muchos movimientos de re-forma educativa del pasado, el llamamiento actualal cambio educativo representa al mismo tiempouna amenaza y un desafío para los profesores de laescuela pública, en una medida realmente desco-nocida hasta ahora en la historia de nuestra nación.La amenaza está representada por una serie de re-formas educativas que muestran escasa confianzaen la habilidad de los profesores de la escuela pú-blica para ejercer el liderazgo intelectual y moral afavor de la juventud de nuestra nación. Por ejem-plo, muchas de las recomendaciones surgidas en eldebate actual, o bien ignoran el papel que desem-peñan los profesores en la formación de los estu-diantes como ciudadanos críticos y activos, o biensugieren reformas que no tienen en cuenta la inte-ligencia, el punto de vista y la experiencia que pue-dan aportar los profesores al debate en cuestión.Allí donde los profesores entran de hecho en el de-bate, son objeto de reformas educativas que los re-ducen a la categoría de técnicos superiores encarga-dos de llevar a cabo dictámenes y objetivos decidi-dos por expertos totalmente ajenos a las realidadescotidianas de la vida del aula3 . El mensaje implíci-to en esta práctica parece ser el de que los profeso-res no cuentan cuando se trata de examinarcríticamente la naturaleza y el proceso de la refor-ma educativa.

El clima político no parece favorable para los pro-fesores en este momento. En todo caso, éstos tienenante sí el reto de entablar un debate público con suscríticos, así como la oportunidad de comprometersehaciendo la autocrítica necesaria con respecto a lanaturaleza y la finalidad de la preparación del profe-sorado, los programas de perfeccionamiento del pro-fesorado y las formas dominantes de la enseñanzaen el aula. Por otra parte, el debate ofrece a los profe-sores la oportunidad de organizarse colectivamentepara mejorar las condiciones de su trabajo y parademostrar a la opinión pública el papel central quedebe reservarse a los profesores en cualquier intentoviable de reforma de la escuela pública.

Para que los profesores y otras personas relacio-nadas con la escuela se comprometan en este deba-te es necesario desarrollar una perspectiva teóricaque redefina la naturaleza de la crisis educativa yque al mismo tiempo proporcione la base para unpunto de vista alternativo sobre la formación y eltrabajo de los profesores. En pocas palabras, el re-

conocimiento de que la actual crisis educativa tie-ne mucho que ver con la tendencia progresiva a lareducción del papel de los profesores en todos losniveles educativos es un prerrequisito teórico nece-sario para que los docentes se organicen con efica-cia y dejen oír colectivamente su voz en el actualdebate. Además, este reconocimiento deberá luchara brazo partido no sólo con la pérdida creciente depoder entre los profesores en lo que se refiere a lascondiciones básicas de su trabajo, sino también conuna percepción pública cambiante de su papel comoprofesionales de la reflexión.

Desearía hacer una pequeña aportación teórica

a este debate y al desafío que el mismo origina exa-minando dos problemas importantes que necesi-tan de un cierto análisis para mejorar la calidad del«trabajo de profesor», que incluye tanto las tareasadministrativas y algunos compromisos opciona-les como la instrucción en el aula. En primer lugar,opino que es necesario examinar las fuerzas ideoló-gicas y materiales que han contribuido a lo quepodríamos llamar la proletarización del trabajo delprofesor, es decir, la tendencia a reducir a los profe-sores a la categoría de técnicos especializados den-tro de la burocracia escolar, con la consiguiente fun-ción de gestionar y cumplimentar programascurriculares en lugar de desarrollar o asimilarcríticamente los currículos para ajustarse a preocu-paciones pedagógicas específicas. En segundo lugar,está la necesidad de defender las escuelas como ins-tituciones esenciales para el mantenimiento y eldesarrollo de una democracia crítica y también paradefender a los profesores como intelectualestransformativos que combinan la reflexión y la prác-tica académica con el fin de educar a los estudian-tes para que sean ciudadanos reflexivos y activos.En lo que resta del ensayo trataré de desarrollar es-tos puntos, examinando finalmente susimplicaciones para ofrecer una visión alternativa deltrabajo de los profesores.

3 Para una crítica más detallada de las reformas, véase Aronowitzy Giroux, Education Under Siege; véanse también los incisivoscomentarios sobre la naturaleza impositiva de los diversos in-formes en Chasles A. Tesconi, Jr., «Additive Reforms and theRetreat from Purpose», Educational Studies 15, (primavera de1984), 1-11; Terence E. Deal, «Searching for the Wizard: TheQuest for Excellence in Education», Issues in Education 2 (vera-no de 1984), 56-57; Svi Shapiro «Choosing Our EducationalLegacy: Disempowerment or Emancipation?» Issues in Education2 (verano de 1984), 11-22.

Los profesorescomo intelectualestransformativos1

“Si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adies-tramiento en las habilidades prácticas sino que, por el contrario, implica laeducación de una clase de intelectuales vital para el desarrollo de una socie-dad libre, entonces la categoría de intelectual sirve para relacionar el objetivo

de la educación de los profesores, de la instrucción pública y delperfeccionamiento de los docentes con los principios mismos nece-sarios para desarrollar una ordenación y una sociedad democráti-cas”. Es posible que esta cita extraída del mismo artículo que pre-sentamos a continuación, sea la mejor manera de presentar a suautor, profesor e investigador en la Escuela de Educación de la Uni-versidad de Miami de Ohio, exponente de la pedagogía crítica, co-rriente surgida con fuerza en la década de los setenta en Gran Bre-taña y Estados Unidos y a la que, en su obra, compromete “con losimperativos de potenciar el papel de los estudiantes y de transfor-mar el orden social en general en beneficio de una democracia másjusta y equitativa. Para Giroux, el tema central es el desarrollo deun lenguaje que a los educadores y a otros les permita develar ycomprender el nexo existente entre instrucción escolar, relacionessociales en sentido amplio que informan dicha instrucción escolar,y las necesidades y competencias producto de la historia que los

estudiantes llevan a la escuela”2 . El artículo, extraído de la obra que se indicaa pie de página, plantea un rol docente asumido como un profesional reflexi-vo, un intelectual capaz de hacerse cargo de una pedagogía contextuada so-cial y políticamente que se plantea como un objetivo explícito de su práctica latransformación social. Ello reafirma la idea en la que insistimos en este núme-ro de Docencia: el docente no es neutral frente a la realidad, está llamado areflexionar y a dar sentido a la reflexión que se realiza en escuelas y liceos, enuna perspectiva de cambio educativo y social.

Henry A. Giroux

1 En “ Los Profesores como Intelectuales: Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje”. Henry A. Giroux. Editorial Paidós, (1997) Reproducida con la autorización de laEditorial. Se encuentra en las Bibliotecas Pedagógicas del Colegio de Profesores.

2 Op. Cit., p. 13.

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

Contrariamente a muchos movimientos de re-forma educativa del pasado, el llamamiento actualal cambio educativo representa al mismo tiempouna amenaza y un desafío para los profesores de laescuela pública, en una medida realmente desco-nocida hasta ahora en la historia de nuestra nación.La amenaza está representada por una serie de re-formas educativas que muestran escasa confianzaen la habilidad de los profesores de la escuela pú-blica para ejercer el liderazgo intelectual y moral afavor de la juventud de nuestra nación. Por ejem-plo, muchas de las recomendaciones surgidas en eldebate actual, o bien ignoran el papel que desem-peñan los profesores en la formación de los estu-diantes como ciudadanos críticos y activos, o biensugieren reformas que no tienen en cuenta la inte-ligencia, el punto de vista y la experiencia que pue-dan aportar los profesores al debate en cuestión.Allí donde los profesores entran de hecho en el de-bate, son objeto de reformas educativas que los re-ducen a la categoría de técnicos superiores encarga-dos de llevar a cabo dictámenes y objetivos decidi-dos por expertos totalmente ajenos a las realidadescotidianas de la vida del aula3 . El mensaje implíci-to en esta práctica parece ser el de que los profeso-res no cuentan cuando se trata de examinarcríticamente la naturaleza y el proceso de la refor-ma educativa.

El clima político no parece favorable para los pro-fesores en este momento. En todo caso, éstos tienenante sí el reto de entablar un debate público con suscríticos, así como la oportunidad de comprometersehaciendo la autocrítica necesaria con respecto a lanaturaleza y la finalidad de la preparación del profe-sorado, los programas de perfeccionamiento del pro-fesorado y las formas dominantes de la enseñanzaen el aula. Por otra parte, el debate ofrece a los profe-sores la oportunidad de organizarse colectivamentepara mejorar las condiciones de su trabajo y parademostrar a la opinión pública el papel central quedebe reservarse a los profesores en cualquier intentoviable de reforma de la escuela pública.

Para que los profesores y otras personas relacio-nadas con la escuela se comprometan en este deba-te es necesario desarrollar una perspectiva teóricaque redefina la naturaleza de la crisis educativa yque al mismo tiempo proporcione la base para unpunto de vista alternativo sobre la formación y eltrabajo de los profesores. En pocas palabras, el re-

conocimiento de que la actual crisis educativa tie-ne mucho que ver con la tendencia progresiva a lareducción del papel de los profesores en todos losniveles educativos es un prerrequisito teórico nece-sario para que los docentes se organicen con efica-cia y dejen oír colectivamente su voz en el actualdebate. Además, este reconocimiento deberá luchara brazo partido no sólo con la pérdida creciente depoder entre los profesores en lo que se refiere a lascondiciones básicas de su trabajo, sino también conuna percepción pública cambiante de su papel comoprofesionales de la reflexión.

Desearía hacer una pequeña aportación teórica

a este debate y al desafío que el mismo origina exa-minando dos problemas importantes que necesi-tan de un cierto análisis para mejorar la calidad del«trabajo de profesor», que incluye tanto las tareasadministrativas y algunos compromisos opciona-les como la instrucción en el aula. En primer lugar,opino que es necesario examinar las fuerzas ideoló-gicas y materiales que han contribuido a lo quepodríamos llamar la proletarización del trabajo delprofesor, es decir, la tendencia a reducir a los profe-sores a la categoría de técnicos especializados den-tro de la burocracia escolar, con la consiguiente fun-ción de gestionar y cumplimentar programascurriculares en lugar de desarrollar o asimilarcríticamente los currículos para ajustarse a preocu-paciones pedagógicas específicas. En segundo lugar,está la necesidad de defender las escuelas como ins-tituciones esenciales para el mantenimiento y eldesarrollo de una democracia crítica y también paradefender a los profesores como intelectualestransformativos que combinan la reflexión y la prác-tica académica con el fin de educar a los estudian-tes para que sean ciudadanos reflexivos y activos.En lo que resta del ensayo trataré de desarrollar es-tos puntos, examinando finalmente susimplicaciones para ofrecer una visión alternativa deltrabajo de los profesores.

3 Para una crítica más detallada de las reformas, véase Aronowitzy Giroux, Education Under Siege; véanse también los incisivoscomentarios sobre la naturaleza impositiva de los diversos in-formes en Chasles A. Tesconi, Jr., «Additive Reforms and theRetreat from Purpose», Educational Studies 15, (primavera de1984), 1-11; Terence E. Deal, «Searching for the Wizard: TheQuest for Excellence in Education», Issues in Education 2 (vera-no de 1984), 56-57; Svi Shapiro «Choosing Our EducationalLegacy: Disempowerment or Emancipation?» Issues in Education2 (verano de 1984), 11-22.

Los profesorescomo intelectualestransformativos1

“Si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adies-tramiento en las habilidades prácticas sino que, por el contrario, implica laeducación de una clase de intelectuales vital para el desarrollo de una socie-dad libre, entonces la categoría de intelectual sirve para relacionar el objetivo

de la educación de los profesores, de la instrucción pública y delperfeccionamiento de los docentes con los principios mismos nece-sarios para desarrollar una ordenación y una sociedad democráti-cas”. Es posible que esta cita extraída del mismo artículo que pre-sentamos a continuación, sea la mejor manera de presentar a suautor, profesor e investigador en la Escuela de Educación de la Uni-versidad de Miami de Ohio, exponente de la pedagogía crítica, co-rriente surgida con fuerza en la década de los setenta en Gran Bre-taña y Estados Unidos y a la que, en su obra, compromete “con losimperativos de potenciar el papel de los estudiantes y de transfor-mar el orden social en general en beneficio de una democracia másjusta y equitativa. Para Giroux, el tema central es el desarrollo deun lenguaje que a los educadores y a otros les permita develar ycomprender el nexo existente entre instrucción escolar, relacionessociales en sentido amplio que informan dicha instrucción escolar,y las necesidades y competencias producto de la historia que los

estudiantes llevan a la escuela”2 . El artículo, extraído de la obra que se indicaa pie de página, plantea un rol docente asumido como un profesional reflexi-vo, un intelectual capaz de hacerse cargo de una pedagogía contextuada so-cial y políticamente que se plantea como un objetivo explícito de su práctica latransformación social. Ello reafirma la idea en la que insistimos en este núme-ro de Docencia: el docente no es neutral frente a la realidad, está llamado areflexionar y a dar sentido a la reflexión que se realiza en escuelas y liceos, enuna perspectiva de cambio educativo y social.

Henry A. Giroux

1 En “ Los Profesores como Intelectuales: Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje”. Henry A. Giroux. Editorial Paidós, (1997) Reproducida con la autorización de laEditorial. Se encuentra en las Bibliotecas Pedagógicas del Colegio de Profesores.

2 Op. Cit., p. 13.

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

tribución específica del tiempo. Al examinar unode esos programas, Jesse Goodman plantea algunascuestiones importantes acerca de los descalificadoressilencios que presentan. Escribe el autor citado:

No se cuestionaban en modo alguno sentimientos,postulados o definiciones en este debate. Por ejemplo, la«necesidad» de las recompensas y los castigos externospara «conseguir que los chicos aprendiesen» era algoque se daba por sentado; las implicaciones educativas yéticas ni siquiera se mencionaban. Tampoco se mostra-ba preocupación por estimular o acrecentar el deseo in-trínseco del niño de aprender. Definiciones de chicosbuenos como «chicos tranquilos», de trabajo en el cua-derno escolar como «lectura», de tiempo dedicado a losdeberes como «aprendizaje» y de conseguir llegar al fi-nal de la materia cumpliendo el horario como «la metade la enseñanza», todas ellas pasaron sin discusión al-guna. Tampoco se investigaron los sentimientos de ur-gencia y de posible culpabilidad por no atenerse a loshorarios señalados. La auténtica preocupación en estedebate era que todos «participasen»8.

Así pues, las racionalidades tecnocrática e ins-trumental actúan dentro del campo mismo de laenseñanza y desempeñan un papel cada vez másimportante en la reducción de la autonomía delprofesor con respecto al desarrollo y planificaciónde los currículos y en el enjuiciamiento y aplica-ción de la instrucción escolar. Esto se pone en evi-dencia sobre todo en la proliferación de lo que seha dado en llamar materiales curriculares «a prue-ba del profesor»9 . La base racional subyacente enmuchos de esos materiales reserva a los profesoresel papel de simples ejecutores de procedimientosde contenido predeterminado e instruccionales. Elmétodo y el objetivo de esos materiales es legitimarlo que yo suelo llamar pedagogías basadas en la ges-tión. Es decir, el conocimiento se fracciona en par-tes discontinuas, se estandariza para facilitar su ges-tión y consumo, y se mide a través de formaspredefinidas de evaluación. Los enfoques

curriculares de este tipo constituyen pedagogías degestión porque las cuestiones centrales referentesal aprendizaje se reducen a un problema de gestión,que podríamos enunciar así: «¿Cómo asignar losrecursos (profesores, estudiantes y materiales) paraconseguir que se gradúe el mayor número posiblede estudiantes dentro de un espacio de tiempo de-terminado?»10 El postulado teórico subyacente queguía este tipo de pedagogía es que la conducta delos profesores necesita ser controlada y convertidaen algo coherente y predecible a través de diferen-tes escuelas y poblaciones estudiantiles.

Lo que es evidente en este enfoque es que orga-niza la vida escolar en torno a expertos en currículos,en instrucciones y en evaluación, a los cuales se asig-na de hecho la tarea de pensar, mientras que losprofesores se ven reducidos a la categoría de sim-ples ejecutores de esos pensamientos. El efecto esque no sólo se descalifica a los profesores y se lesaparta de los procesos de deliberación y reflexión,sino que, además, la naturaleza del aprendizaje y lapedagogía del aula se convierten en procesos ruti-narios. No será necesario decir que los principiossubyacentes a las pedagogías gestionarias están endesacuerdo con la premisa de que los profesoresdeberían participar activamente en la puesta a puntode los materiales curriculares adecuados para loscontextos culturales y sociales en los que enseñan.Más concretamente, la reducción de las opcionescurriculares a un formato inspirado en la «vuelta alo básico» y la introducción de pedagogías basadasen obstáculos y deberes actúan a partir del postula-do teórico erróneo de que todos los estudiantespueden aprender utilizando los mismos materiales,las mismas técnicas de impartir instrucciones en el

8 Jesse Goodman, «Reflection on Teacher Education: A case Studyand Theoretical Analysis» Interchange 15 (1985), 15.

9 Apple, Education And Power (trad. Cast.: Educación y poder, Bar-celona, Paidos, 1987).

Devaluacióny deshabilitacióndel trabajo de profesor

Una de las amenazas más importantes a que tie-nen que hacer frente los futuros y los actuales pro-fesores de la escuela pública es el creciente desarro-llo de ideologías instrumentales queacentúan el enfoque tecnocráticotanto de la formación del profesora-do como de la pedagogía del aula. Elactual énfasis en los factoresinstrumentales y pragmáticos de lavida escolar se basa esencialmente enuna serie de importantes postuladospedagógicos. Entre ellos hay que in-cluir: la llamada a separar la concep-ción de la ejecución; la estandariza-ción del conocimiento escolar convistas a una mejor gestión y controldel mismo; y la devaluación del tra-bajo crítico e intelectual por parte deprofesores y estudiantes en razón dela primacía de las consideracionesprácticas4 .

Este tipo de racionalidad instru-mental encuentra una de sus expre-siones más poderosas en la forma-ción de los futuros profesores. Estádocumentado a la perfección el he-cho de que los programas para la for-mación de profesores en los EstadosUnidos han estado dominados des-de hace tiempo por una orientaciónconductista y por el énfasis en el do-minio de áreas de asignaturas y métodos de ense-ñanza5 . Las implicaciones de este enfoque, tal comolas señala acertadamente Zeichner, son:

Bajo esta orientación de la formación de los profe-sores se esconde una metáfora de «producción», unavisión de la enseñanza como una «ciencia aplicada» yuna visión del profesor como, ante todo, un «ejecutor»de las leyes y principios del aprendizaje efectivo. Losfuturos profesores tal vez avancen a través del currícu-

lum a su propio ritmo y tal vez tomen parte en activida-des de aprendizaje variadas o estandarizadas, pero, entodo caso, lo que tienen que dominar es de un alcancelimitado (por ejemplo, un cuerpo de conocimientos decontenido profesional y las habilidades de enseñanza) yestá plenamente determinado de antemano por otros, amenudo basándose en la investigación sobre la efectivi-dad de los enseñantes. El futuro es contemplado antetodo como un receptor pasivo de este conocimiento pro-fesional y apenas interviene en la determinación de la

sustancia y orientación de su progra-ma de preparación6.

Los problemas derivados de esteenfoque aparecen claramente enun-ciados en la afirmación de JohnDewey acerca de que los programasde adiestramiento de los profesoresque sólo acentúan la habilidad re-sultan de hecho contraproducentestanto para la naturaleza de la ense-ñanza como para los estudiantes7.En lugar de aprender a reflexionarsobre los principios que estructuranla vida y la práctica del aula, a losfuturos profesores se les enseñanmetodologías que parecen negar lanecesidad misma del pensamientocrítico. Lo decisivo aquí es el hechode que los programas de educacióndel profesorado a menudo pierdende vista la necesidad de educar a losestudiantes para que examinen lanaturaleza subyacente de los proble-mas escolares. Es más, estos progra-mas necesitan sustituir el lenguajede la gestión y la eficacia por unanálisis crítico de las condicionesmenos obvias que estructuran las

prácticas ideológicas y materiales de la instrucciónescolar.

En lugar de aprender a plantear cuestiones acer-ca del principio subyacente a los diferentes méto-dos pedagógicos, a las técnicas de investigación y alas teorías educativas, los estudiantes se entretienena menudo en el aprendizaje del «cómo enseñar»,con «qué libros» hacerlo, o en el dominio de la mejormanera de transmitir un cuerpo dado de conoci-mientos. Por ejemplo, los seminarios obligatoriosde prácticas de campo a menudo se reducen a quealgunos estudiantes compartan entre sí las técnicasutilizadas para manipular y controlar la disciplinadel aula, para organizar las actividades de una jor-nada, y para aprender a trabajar dentro de una dis-

4 Un comentario excepcional sobre la necesidad de educar a losprofesores para ser intelectuales es el de John Dewey, «TheRelations of Theory and Practice», en John Dewey, The MiddleWorks, 1899-1924, comp. Por JoAnn Boydston, Carbondale,Ill., Southern Illinois University Press, 1977 (Publicado porprimera vez en 1904). Véase también Israel Scheffler,«University Scholarship and the Education of Teachers»,Teachers College Record 70 (1968), 1-12; Giroux, Ideology Culture,and the Process of Schooling.

5 Véase, por ejemplo, Herbert Kliebard, «The Question of TeacherEducation», en D. McCarty, comp., New Perspectives on TeacherEducation, San Francisco, Jossey-Bass, 1973.

6 Kenneth M. Zeichner, «Alternative Paradigms on TeacherEducation», Journal of Teacher Education 34 (mayo-junio de1983, 4.

7 Dewey, «Relation of Theory to Practice».

Una de las ame-nazas más impor-tantes a que tie-nen que hacerfrente los futuros ylos actuales profe-sores de la escue-la pública es elcreciente desarro-llo de ideologíasinstrumentalesque acentúan elenfoque tecno-crático tanto de laformación del pro-fesorado como dela pedagogía delaula.

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

tribución específica del tiempo. Al examinar unode esos programas, Jesse Goodman plantea algunascuestiones importantes acerca de los descalificadoressilencios que presentan. Escribe el autor citado:

No se cuestionaban en modo alguno sentimientos,postulados o definiciones en este debate. Por ejemplo, la«necesidad» de las recompensas y los castigos externospara «conseguir que los chicos aprendiesen» era algoque se daba por sentado; las implicaciones educativas yéticas ni siquiera se mencionaban. Tampoco se mostra-ba preocupación por estimular o acrecentar el deseo in-trínseco del niño de aprender. Definiciones de chicosbuenos como «chicos tranquilos», de trabajo en el cua-derno escolar como «lectura», de tiempo dedicado a losdeberes como «aprendizaje» y de conseguir llegar al fi-nal de la materia cumpliendo el horario como «la metade la enseñanza», todas ellas pasaron sin discusión al-guna. Tampoco se investigaron los sentimientos de ur-gencia y de posible culpabilidad por no atenerse a loshorarios señalados. La auténtica preocupación en estedebate era que todos «participasen»8.

Así pues, las racionalidades tecnocrática e ins-trumental actúan dentro del campo mismo de laenseñanza y desempeñan un papel cada vez másimportante en la reducción de la autonomía delprofesor con respecto al desarrollo y planificaciónde los currículos y en el enjuiciamiento y aplica-ción de la instrucción escolar. Esto se pone en evi-dencia sobre todo en la proliferación de lo que seha dado en llamar materiales curriculares «a prue-ba del profesor»9 . La base racional subyacente enmuchos de esos materiales reserva a los profesoresel papel de simples ejecutores de procedimientosde contenido predeterminado e instruccionales. Elmétodo y el objetivo de esos materiales es legitimarlo que yo suelo llamar pedagogías basadas en la ges-tión. Es decir, el conocimiento se fracciona en par-tes discontinuas, se estandariza para facilitar su ges-tión y consumo, y se mide a través de formaspredefinidas de evaluación. Los enfoques

curriculares de este tipo constituyen pedagogías degestión porque las cuestiones centrales referentesal aprendizaje se reducen a un problema de gestión,que podríamos enunciar así: «¿Cómo asignar losrecursos (profesores, estudiantes y materiales) paraconseguir que se gradúe el mayor número posiblede estudiantes dentro de un espacio de tiempo de-terminado?»10 El postulado teórico subyacente queguía este tipo de pedagogía es que la conducta delos profesores necesita ser controlada y convertidaen algo coherente y predecible a través de diferen-tes escuelas y poblaciones estudiantiles.

Lo que es evidente en este enfoque es que orga-niza la vida escolar en torno a expertos en currículos,en instrucciones y en evaluación, a los cuales se asig-na de hecho la tarea de pensar, mientras que losprofesores se ven reducidos a la categoría de sim-ples ejecutores de esos pensamientos. El efecto esque no sólo se descalifica a los profesores y se lesaparta de los procesos de deliberación y reflexión,sino que, además, la naturaleza del aprendizaje y lapedagogía del aula se convierten en procesos ruti-narios. No será necesario decir que los principiossubyacentes a las pedagogías gestionarias están endesacuerdo con la premisa de que los profesoresdeberían participar activamente en la puesta a puntode los materiales curriculares adecuados para loscontextos culturales y sociales en los que enseñan.Más concretamente, la reducción de las opcionescurriculares a un formato inspirado en la «vuelta alo básico» y la introducción de pedagogías basadasen obstáculos y deberes actúan a partir del postula-do teórico erróneo de que todos los estudiantespueden aprender utilizando los mismos materiales,las mismas técnicas de impartir instrucciones en el

8 Jesse Goodman, «Reflection on Teacher Education: A case Studyand Theoretical Analysis» Interchange 15 (1985), 15.

9 Apple, Education And Power (trad. Cast.: Educación y poder, Bar-celona, Paidos, 1987).

Devaluacióny deshabilitacióndel trabajo de profesor

Una de las amenazas más importantes a que tie-nen que hacer frente los futuros y los actuales pro-fesores de la escuela pública es el creciente desarro-llo de ideologías instrumentales queacentúan el enfoque tecnocráticotanto de la formación del profesora-do como de la pedagogía del aula. Elactual énfasis en los factoresinstrumentales y pragmáticos de lavida escolar se basa esencialmente enuna serie de importantes postuladospedagógicos. Entre ellos hay que in-cluir: la llamada a separar la concep-ción de la ejecución; la estandariza-ción del conocimiento escolar convistas a una mejor gestión y controldel mismo; y la devaluación del tra-bajo crítico e intelectual por parte deprofesores y estudiantes en razón dela primacía de las consideracionesprácticas4 .

Este tipo de racionalidad instru-mental encuentra una de sus expre-siones más poderosas en la forma-ción de los futuros profesores. Estádocumentado a la perfección el he-cho de que los programas para la for-mación de profesores en los EstadosUnidos han estado dominados des-de hace tiempo por una orientaciónconductista y por el énfasis en el do-minio de áreas de asignaturas y métodos de ense-ñanza5 . Las implicaciones de este enfoque, tal comolas señala acertadamente Zeichner, son:

Bajo esta orientación de la formación de los profe-sores se esconde una metáfora de «producción», unavisión de la enseñanza como una «ciencia aplicada» yuna visión del profesor como, ante todo, un «ejecutor»de las leyes y principios del aprendizaje efectivo. Losfuturos profesores tal vez avancen a través del currícu-

lum a su propio ritmo y tal vez tomen parte en activida-des de aprendizaje variadas o estandarizadas, pero, entodo caso, lo que tienen que dominar es de un alcancelimitado (por ejemplo, un cuerpo de conocimientos decontenido profesional y las habilidades de enseñanza) yestá plenamente determinado de antemano por otros, amenudo basándose en la investigación sobre la efectivi-dad de los enseñantes. El futuro es contemplado antetodo como un receptor pasivo de este conocimiento pro-fesional y apenas interviene en la determinación de la

sustancia y orientación de su progra-ma de preparación6.

Los problemas derivados de esteenfoque aparecen claramente enun-ciados en la afirmación de JohnDewey acerca de que los programasde adiestramiento de los profesoresque sólo acentúan la habilidad re-sultan de hecho contraproducentestanto para la naturaleza de la ense-ñanza como para los estudiantes7.En lugar de aprender a reflexionarsobre los principios que estructuranla vida y la práctica del aula, a losfuturos profesores se les enseñanmetodologías que parecen negar lanecesidad misma del pensamientocrítico. Lo decisivo aquí es el hechode que los programas de educacióndel profesorado a menudo pierdende vista la necesidad de educar a losestudiantes para que examinen lanaturaleza subyacente de los proble-mas escolares. Es más, estos progra-mas necesitan sustituir el lenguajede la gestión y la eficacia por unanálisis crítico de las condicionesmenos obvias que estructuran las

prácticas ideológicas y materiales de la instrucciónescolar.

En lugar de aprender a plantear cuestiones acer-ca del principio subyacente a los diferentes méto-dos pedagógicos, a las técnicas de investigación y alas teorías educativas, los estudiantes se entretienena menudo en el aprendizaje del «cómo enseñar»,con «qué libros» hacerlo, o en el dominio de la mejormanera de transmitir un cuerpo dado de conoci-mientos. Por ejemplo, los seminarios obligatoriosde prácticas de campo a menudo se reducen a quealgunos estudiantes compartan entre sí las técnicasutilizadas para manipular y controlar la disciplinadel aula, para organizar las actividades de una jor-nada, y para aprender a trabajar dentro de una dis-

4 Un comentario excepcional sobre la necesidad de educar a losprofesores para ser intelectuales es el de John Dewey, «TheRelations of Theory and Practice», en John Dewey, The MiddleWorks, 1899-1924, comp. Por JoAnn Boydston, Carbondale,Ill., Southern Illinois University Press, 1977 (Publicado porprimera vez en 1904). Véase también Israel Scheffler,«University Scholarship and the Education of Teachers»,Teachers College Record 70 (1968), 1-12; Giroux, Ideology Culture,and the Process of Schooling.

5 Véase, por ejemplo, Herbert Kliebard, «The Question of TeacherEducation», en D. McCarty, comp., New Perspectives on TeacherEducation, San Francisco, Jossey-Bass, 1973.

6 Kenneth M. Zeichner, «Alternative Paradigms on TeacherEducation», Journal of Teacher Education 34 (mayo-junio de1983, 4.

7 Dewey, «Relation of Theory to Practice».

Una de las ame-nazas más impor-tantes a que tie-nen que hacerfrente los futuros ylos actuales profe-sores de la escue-la pública es elcreciente desarro-llo de ideologíasinstrumentalesque acentúan elenfoque tecno-crático tanto de laformación del pro-fesorado como dela pedagogía delaula.

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

ción. Hay que insistir en la idea de que los profeso-res deben ejercer activamente la responsabilidad deplantear cuestiones serias acerca de lo que ellosmismos enseñan, sobre la forma en que deben en-señarlo y sobre los objetivos generales que persi-guen. Esto significa que los profesores tienen quedesempeñar un papel responsable en la configura-ción de los objetivos y las condiciones de la ense-ñanza escolar. Semejante tarea resulta imposibledentro de una división del trabajo en la que los pro-fesores tienen escasa influencia sobre las condicio-nes ideológicas y económicas de su trabajo. Estepunto tiene una dimensión normativa y política queparece especialmente relevante para los profesores.Si creemos que el papel de la enseñanza no puedereducirse al simple adiestramiento en las habilida-des prácticas sino que, por el contrario, implica laeducación de una clase de intelectuales vital para eldesarrollo de una sociedad libre, entonces la cate-goría de intelectual sirve para relacionar el objetivode la educación de los profesores, de la instrucciónpública y del perfeccionamiento de los docentes conlos principios mismos necesarios para desarrollaruna ordenación y una sociedad democráticas.

Personalmente he sostenido que el hecho de vera los profesores como intelectuales nos capacita paraempezar a repensar y reformar las tradiciones y con-diciones que hasta ahora han impedido que los pro-fesores asuman todo su potencial como académi-cos y profesionales activos y reflexivos. Creo que esimportante no sólo ver a los profesores como inte-lectuales, sino también contextualizar en términospolíticos y normativos las funciones sociales con-cretas que realizan los docentes. De esta manera,podemos ser más específicos acerca de las diferen-tes relaciones que entablan los profesores tanto consu trabajo como con la sociedad dominante.

Un punto de partida para plantear la cuestiónde la función social de los profesores como intelec-tuales es ver las escuelas como lugares económicos,culturales y sociales inseparablemente ligados a lostemas del poder y el control. Esto quiere decir quelas escuelas no se limitan simplemente a transmitirde manera objetiva un conjunto común de valoresy conocimientos. Por el contrario, las escuelas sonlugares que representan formas de conocimiento,usos lingüísticos, relaciones sociales y valores queimplican selecciones y exclusiones particulares apartir de la cultura general. Como tales, las escuelassirven para introducir y legitimar formas particula-res de vida social. Más que instituciones objetivasalejadas de la dinámica de la política y el poder, lasescuelas son de hecho esferas debatidas que encar-nan y expresan una cierta lucha sobre qué formasde autoridad, tipos de conocimientos, regulaciónmoral e interpretaciones del pasado y del futurodeberían ser legitimadas y transmitidas a los estu-diantes. Esta lucha es del todo evidente, por ejem-

aula y las mismas modalidades de evaluación. Laidea de que los estudiantes presentan diferentes his-torias y encarnan diferentes experiencias, prácticaslingüísticas, culturas y talentos no alcanza ningunaimportancia estratégica dentro de la lógica y del al-cance explicativo de la teoría pedagógica gestionaria.

Los profesorescomo intelectualestransformativos

A continuación trataré de defenderla idea de que una manera de repensary reestructurar la naturaleza del traba-jo docente es la de contemplar a losprofesores como intelectualestransformativos. La categoría de inte-lectual resulta útil desde diversos pun-tos de vista. En primer lugar, ofrece unabase teórica para examinar el trabajode los docentes como una forma detarea intelectual, por oposición a unadefinición del mismo en términos pu-ramente instrumentales o técnicos. Ensegundo lugar, aclara los tipos de con-diciones ideológicas y prácticas nece-sarias para que los profesores actúen como intelec-tuales. En tercer lugar, contribuye a aclarar el papelque desempeñan los profesores en la producción y

legitimación de diversos intereses políticos, econó-micos y sociales a través de las pedagogías que ellosmismos aprueban y utilizan.

Al contemplar a los profesores como intelectua-les, podemos aclarar la importante idea de que todaactividad humana implica alguna forma de pensa-miento. Ninguna actividad, por rutinaria que hayallegado a ser, puede prescindir del funcionamientode la mente hasta una cierta medida. Este es un pro-blema crucial, porque al sostener que el uso de lamente es un componente general de toda actividadhumana, exaltamos la capacidad humana de inte-

grar pensamiento y práctica, y al ha-cer esto ponemos de relieve el núcleode lo que significa contemplar a losprofesores como profesionales reflexi-vos de la enseñanza. Dentro de estediscurso, puede verse a los profesorescomo algo más que «ejecutoresprofesionalmente equipados para ha-cer realidad efectiva cualquiera de lasmetas que se les señale. Más bien (de-berían) contemplarse como hombresy mujeres libres con una especial de-dicación a los valores de la inteligen-cia y al encarecimiento de la capaci-dad crítica de los jóvenes11».

La visión de los profesores comointelectuales proporciona, además,una fuerte crítica teórica de las ideo-logías tecnocráticas e instrumentales

subyacentes a una teoría educativa que separa laconceptualización, la planificación y el diseño delos currículos de los procesos de aplicación y ejecu-

10 Patrick Shanon, «Mastery Learning in Reading and the Con-trol of Teachers», Language Arts 61 (septiembre de 1984), 488. 11 Scheffler, “University Scholarship”, pág. 11.

Al contemplar alos profesorescomo intelec-tuales, pode-mos aclarar laimportante ideade que toda ac-tividad huma-na implica al-guna forma depensamiento.

plo, en las exigencias de los grupos religiosos dederechas, que tratan de imponer la oración en laescuela, de retirar determinados libros de las biblio-tecas escolares y de incluir algunas enseñanzas reli-giosas en los currículos científicos. Naturalmente,también presentan sus propias demandas las femi-nistas, los ecologistas, las minorías y otros gruposde interés que creen que las escuelas deberían ense-ñar estudios femeninos, cursos sobre el entorno ohistoria de los negros. En pocas palabras, las escue-las no son lugares neutrales, y consiguientementetampoco los profesores pueden adoptar una postu-ra neutral.

En el sentido más amplio, los profesores comointelectuales han de contemplarse en función delos intereses ideológicos y políticos que estructuranla naturaleza del discurso, las relaciones sociales deaula y los valores que ellos mismos legitiman en suenseñanza. Con esta perspectiva en la mente, quie-ro extraer la conclusión de que, si los profesores hande educar a los estudiantes para ser ciudadanos ac-tivos y críticos, deberían convertirse ellos mismosen intelectuales transformativos.

Un componente central de la categoría de inte-lectual transformativo es la necesidad de conseguirque lo pedagógico sea más político y lo político máspedagógico. Hacer lo pedagógico más político sig-nifica insertar la instrucción escolar directamente

Page 6: GIROUX Henry, Los Profesores Como Intelectuales Transformativos

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LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMATIVOSDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

ción. Hay que insistir en la idea de que los profeso-res deben ejercer activamente la responsabilidad deplantear cuestiones serias acerca de lo que ellosmismos enseñan, sobre la forma en que deben en-señarlo y sobre los objetivos generales que persi-guen. Esto significa que los profesores tienen quedesempeñar un papel responsable en la configura-ción de los objetivos y las condiciones de la ense-ñanza escolar. Semejante tarea resulta imposibledentro de una división del trabajo en la que los pro-fesores tienen escasa influencia sobre las condicio-nes ideológicas y económicas de su trabajo. Estepunto tiene una dimensión normativa y política queparece especialmente relevante para los profesores.Si creemos que el papel de la enseñanza no puedereducirse al simple adiestramiento en las habilida-des prácticas sino que, por el contrario, implica laeducación de una clase de intelectuales vital para eldesarrollo de una sociedad libre, entonces la cate-goría de intelectual sirve para relacionar el objetivode la educación de los profesores, de la instrucciónpública y del perfeccionamiento de los docentes conlos principios mismos necesarios para desarrollaruna ordenación y una sociedad democráticas.

Personalmente he sostenido que el hecho de vera los profesores como intelectuales nos capacita paraempezar a repensar y reformar las tradiciones y con-diciones que hasta ahora han impedido que los pro-fesores asuman todo su potencial como académi-cos y profesionales activos y reflexivos. Creo que esimportante no sólo ver a los profesores como inte-lectuales, sino también contextualizar en términospolíticos y normativos las funciones sociales con-cretas que realizan los docentes. De esta manera,podemos ser más específicos acerca de las diferen-tes relaciones que entablan los profesores tanto consu trabajo como con la sociedad dominante.

Un punto de partida para plantear la cuestiónde la función social de los profesores como intelec-tuales es ver las escuelas como lugares económicos,culturales y sociales inseparablemente ligados a lostemas del poder y el control. Esto quiere decir quelas escuelas no se limitan simplemente a transmitirde manera objetiva un conjunto común de valoresy conocimientos. Por el contrario, las escuelas sonlugares que representan formas de conocimiento,usos lingüísticos, relaciones sociales y valores queimplican selecciones y exclusiones particulares apartir de la cultura general. Como tales, las escuelassirven para introducir y legitimar formas particula-res de vida social. Más que instituciones objetivasalejadas de la dinámica de la política y el poder, lasescuelas son de hecho esferas debatidas que encar-nan y expresan una cierta lucha sobre qué formasde autoridad, tipos de conocimientos, regulaciónmoral e interpretaciones del pasado y del futurodeberían ser legitimadas y transmitidas a los estu-diantes. Esta lucha es del todo evidente, por ejem-

aula y las mismas modalidades de evaluación. Laidea de que los estudiantes presentan diferentes his-torias y encarnan diferentes experiencias, prácticaslingüísticas, culturas y talentos no alcanza ningunaimportancia estratégica dentro de la lógica y del al-cance explicativo de la teoría pedagógica gestionaria.

Los profesorescomo intelectualestransformativos

A continuación trataré de defenderla idea de que una manera de repensary reestructurar la naturaleza del traba-jo docente es la de contemplar a losprofesores como intelectualestransformativos. La categoría de inte-lectual resulta útil desde diversos pun-tos de vista. En primer lugar, ofrece unabase teórica para examinar el trabajode los docentes como una forma detarea intelectual, por oposición a unadefinición del mismo en términos pu-ramente instrumentales o técnicos. Ensegundo lugar, aclara los tipos de con-diciones ideológicas y prácticas nece-sarias para que los profesores actúen como intelec-tuales. En tercer lugar, contribuye a aclarar el papelque desempeñan los profesores en la producción y

legitimación de diversos intereses políticos, econó-micos y sociales a través de las pedagogías que ellosmismos aprueban y utilizan.

Al contemplar a los profesores como intelectua-les, podemos aclarar la importante idea de que todaactividad humana implica alguna forma de pensa-miento. Ninguna actividad, por rutinaria que hayallegado a ser, puede prescindir del funcionamientode la mente hasta una cierta medida. Este es un pro-blema crucial, porque al sostener que el uso de lamente es un componente general de toda actividadhumana, exaltamos la capacidad humana de inte-

grar pensamiento y práctica, y al ha-cer esto ponemos de relieve el núcleode lo que significa contemplar a losprofesores como profesionales reflexi-vos de la enseñanza. Dentro de estediscurso, puede verse a los profesorescomo algo más que «ejecutoresprofesionalmente equipados para ha-cer realidad efectiva cualquiera de lasmetas que se les señale. Más bien (de-berían) contemplarse como hombresy mujeres libres con una especial de-dicación a los valores de la inteligen-cia y al encarecimiento de la capaci-dad crítica de los jóvenes11».

La visión de los profesores comointelectuales proporciona, además,una fuerte crítica teórica de las ideo-logías tecnocráticas e instrumentales

subyacentes a una teoría educativa que separa laconceptualización, la planificación y el diseño delos currículos de los procesos de aplicación y ejecu-

10 Patrick Shanon, «Mastery Learning in Reading and the Con-trol of Teachers», Language Arts 61 (septiembre de 1984), 488. 11 Scheffler, “University Scholarship”, pág. 11.

Al contemplar alos profesorescomo intelec-tuales, pode-mos aclarar laimportante ideade que toda ac-tividad huma-na implica al-guna forma depensamiento.

plo, en las exigencias de los grupos religiosos dederechas, que tratan de imponer la oración en laescuela, de retirar determinados libros de las biblio-tecas escolares y de incluir algunas enseñanzas reli-giosas en los currículos científicos. Naturalmente,también presentan sus propias demandas las femi-nistas, los ecologistas, las minorías y otros gruposde interés que creen que las escuelas deberían ense-ñar estudios femeninos, cursos sobre el entorno ohistoria de los negros. En pocas palabras, las escue-las no son lugares neutrales, y consiguientementetampoco los profesores pueden adoptar una postu-ra neutral.

En el sentido más amplio, los profesores comointelectuales han de contemplarse en función delos intereses ideológicos y políticos que estructuranla naturaleza del discurso, las relaciones sociales deaula y los valores que ellos mismos legitiman en suenseñanza. Con esta perspectiva en la mente, quie-ro extraer la conclusión de que, si los profesores hande educar a los estudiantes para ser ciudadanos ac-tivos y críticos, deberían convertirse ellos mismosen intelectuales transformativos.

Un componente central de la categoría de inte-lectual transformativo es la necesidad de conseguirque lo pedagógico sea más político y lo político máspedagógico. Hacer lo pedagógico más político sig-nifica insertar la instrucción escolar directamente

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LOS DOCENTES Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA PAZDocencia Nº 15PROFESIÓN DOCENTE

Los docentesy la construcción

de la paz

La brutalidad de los atentados sufridos por el pue-blo de Estados Unidos y las posteriores acciones deguerra iniciadas contra Afganistán por el gobiernode ese país, apoyadas por el gobierno británico ycon la complacencia de muchos otros gobiernos (noasí, necesariamente, de sus pueblos), nos ha lleva-do, como equipo editor de Docencia, a hacer un altoen nuestras labores habituales, para reflexionar so-bre lo que está aconteciendo, intentando, al mismotiempo, entregar a nuestros lectores elementos quecontribuyan a su propia reflexión en relación con elrol que debemos desempeñar profesores y profeso-ras en esta situación. Sabemos que no somos los únicos en esta tarea;que inmediatamente después de producidos los pri-meros acontecimientos, en muchas escuelas, liceose instituciones de educación superior, los docen-tes, con sus alumnos y alumnas, conversaron acer-ca de lo ocurrido. Sabemos, también, por desgra-cia, que en muchos otros lugares el tema no se tra-tó y que, en algunos establecimientos, se hizo sóloante la insistencia de los estudiantes. No tenemosclaro cuál ha sido la profundidad de las primerasreflexiones, ni si a esas habrán seguido otras, ha-ciéndose cargo de un conflicto que, a los tres me-ses del atentado, parece recién estar iniciándose ydel cual nos llegan cotidianamente noticias.

en la esfera política, al demostrarse que dicha ins-trucción representa una lucha para determinar elsignificado y al mismo tiempo una lucha en tornoa las relaciones de poder. Dentro de esta perspecti-va, la reflexión y la acción críticas se convierten enparte de un proyecto social fundamental para ayu-dar a los estudiantes a desarrollar una fe profunda yduradera en la lucha para superar las injusticias eco-nómicas, políticas y sociales y para humanizarse mása fondo ellos mismos como parte de esa lucha. Eneste sentido, el conocimiento y el poder estáninextricablemente ligados a la presuposición de queescoger la vida, reconocer la necesidad de mejorarsu carácter democrático y cualitativo para todas laspersonas, equivale a comprender las condicionesprevias necesarias para luchar por ello.

Hacer lo político más pedagógico significa ser-virse de formas de pedagogía que encarnen intere-ses políticos de naturaleza liberadora; es decir, ser-virse de formas de pedagogía que traten los estu-diantes como sujetos críticos, hacer problemáticoel conocimiento, recurrir al diálogo crítico y afir-mativo, y apoyar la lucha por un mundo cuali-tativamente mejor para todas las personas. En par-te, esto sugiere que los intelectuales transformativostoman en serio la necesidad de conceder a los estu-diantes voz y voto en sus experiencias de aprendi-zaje. Ello implica, además, que hay que desarrollarun lenguaje propio atento a los problemas experi-mentados en el nivel de la vida diaria, particular-mente en la medida en que están relacionados conlas experiencias conectadas con la práctica del aula.Como tal, el punto de partida pedagógico para estetipo de intelectuales no es el estudiante aislado, sinolos individuos y grupos en sus múltiples contextosculturales, de clase social, raciales, históricos y sexua-les, juntamente con la particularidad de sus diver-sos problemas, esperanzas y sueños.

Los intelectuales transformativos necesitan de-sarrollar un discurso que conjugue el lenguaje de lacrítica con el de la posibilidad, de forma que loseducadores sociales reconozcan que tienen la posi-bilidad de introducir algunos cambios. En este sen-tido los intelectuales en cuestión tienen que pro-nunciarse contra algunas injusticias económicas, po-líticas y sociales, tanto dentro como fuera de lasescuelas. Paralelamente, han de esforzarse por crearlas condiciones que proporcionen a los estudiantesla oportunidad de convertirse en ciudadanos con elconocimiento y el valor adecuados para luchar conel fin de que la desesperanza resulte poco convin-cente y la esperanza algo práctico. Por difícil quepueda parecer esta tarea a los educadores sociales,es una lucha en la que merece la pena comprome-terse. Comportarse de otro modo equivaldría a ne-gar a los educadores sociales la oportunidad de asu-mir el papel de intelectuales transformativos.

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