GLOBALIZACIÓN Y DESARROLLO SOSTENIDO1

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e GLOBALIZACIÓN Y DESARROLLO SOSTENIDO1 ROBERTO SAVIO RESUMEN. La economía mundial se ha trasnacionalizado. Globalización y economicis- mo se presentan como términos sinónimos. El mundo se ha convertido en un mercado gigantesco que exige nuevas competencias sociales e individuales. Los sujetos navegan por las autopistas de la información, han introducido en sus vidas nuevos comporta- mientos. El nuevo modelo, a la vez que exige eficiencia y competitividad, no soporta restricciones ni proteccionismos. Estas y otras reflexiones se llevan a cabo en este tra- bajo descriptivo y de confrontación sobre la globalización y el desarrollo sostenido. INTRODUCCIÓN Cuantos más significados pueden asociarse a un símbolo, más poder tiene. De hecho, los símbolos viven de la ambivalencia. La cruz, por ejemplo, servía como serial de victoria para los conquistadores y como se- rial de esperanza para los conquistados. Esta ambivalencia la situaba por encima de la lucha mientras que un único mensaje claro habría significado que ésta les dividía en vez de unirles. Lo mismo puede decirse de la imagen del planeta azul, hoy símbolo no cuestionado ni por la derecha ni por la izquierda; ni por conservadores ni por li- berales. Cualesquiera que sean sus diferen- cias, a todos les encanta adornarse con este símbolo de nuestra época. Identificar- se con él es proclamar que uno esta' al día, en sintonía con el mundo, concentrado en el futuro, preparado de verdad para em- prender la andadura del nuevo siglo. En esta imagen convergen las ambiciones opues- tas de nuestra era. Es enarbolado como una bandera por tropas de campos enemi- gos y su importancia es resultado de esta pluralidad de significado. La fotografia del mundo contiene las contradicciones de la globalización. Por eso podría acabar sien- do un icono comodín. Nunca hasta finales de los arios sesen- ta se había identificado alguien con ella antes de que lo hiciera el movimiento in- ternacional a favor del medio ambiente. Nada resalta en la foto de forma tan clara como el borde circular que se destaca de la oscuridad del cosmos. Las nubes, los océa- nos y las masas de tierra brillan en la pálida luz; la tierra se presenta ante el observador como una isla acogedora en un universo hostil a la vida, conteniendo todos los con- tinentes, mares y especies vivas. Para el movimiento a favor del medio ambiente el mensaje de la foto resultaba obvio: revelaba (1) Publicado en versión inglesa en la revista ¡palmo. (*) Consejero principal del Director General de la OIT. Revista de Educación, núm. extraordinario (2001), pp. 59-81 59 Fecha de entrada: 02-07-2001 Fecha de aceptación: 01-10-2001

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eGLOBALIZACIÓN Y DESARROLLO SOSTENIDO1

ROBERTO SAVIO

RESUMEN. La economía mundial se ha trasnacionalizado. Globalización y economicis-mo se presentan como términos sinónimos. El mundo se ha convertido en un mercadogigantesco que exige nuevas competencias sociales e individuales. Los sujetos naveganpor las autopistas de la información, han introducido en sus vidas nuevos comporta-mientos. El nuevo modelo, a la vez que exige eficiencia y competitividad, no soportarestricciones ni proteccionismos. Estas y otras reflexiones se llevan a cabo en este tra-bajo descriptivo y de confrontación sobre la globalización y el desarrollo sostenido.

INTRODUCCIÓN

Cuantos más significados pueden asociarsea un símbolo, más poder tiene. De hecho,los símbolos viven de la ambivalencia. Lacruz, por ejemplo, servía como serial devictoria para los conquistadores y como se-rial de esperanza para los conquistados.Esta ambivalencia la situaba por encima dela lucha mientras que un único mensajeclaro habría significado que ésta les dividíaen vez de unirles. Lo mismo puede decirsede la imagen del planeta azul, hoy símbolono cuestionado ni por la derecha ni por laizquierda; ni por conservadores ni por li-berales. Cualesquiera que sean sus diferen-cias, a todos les encanta adornarse coneste símbolo de nuestra época. Identificar-se con él es proclamar que uno esta' al día,en sintonía con el mundo, concentrado enel futuro, preparado de verdad para em-prender la andadura del nuevo siglo. En esta

imagen convergen las ambiciones opues-tas de nuestra era. Es enarbolado comouna bandera por tropas de campos enemi-gos y su importancia es resultado de estapluralidad de significado. La fotografia delmundo contiene las contradicciones de laglobalización. Por eso podría acabar sien-do un icono comodín.

Nunca hasta finales de los arios sesen-ta se había identificado alguien con ellaantes de que lo hiciera el movimiento in-ternacional a favor del medio ambiente.Nada resalta en la foto de forma tan claracomo el borde circular que se destaca de laoscuridad del cosmos. Las nubes, los océa-nos y las masas de tierra brillan en la pálidaluz; la tierra se presenta ante el observadorcomo una isla acogedora en un universohostil a la vida, conteniendo todos los con-tinentes, mares y especies vivas. Para elmovimiento a favor del medio ambiente elmensaje de la foto resultaba obvio: revelaba

(1) Publicado en versión inglesa en la revista ¡palmo.(*) Consejero principal del Director General de la OIT.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2001), pp. 59-81 59Fecha de entrada: 02-07-2001 Fecha de aceptación: 01-10-2001

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la tierra en su finitud. Ese objeto circularhacía patente que el coste del progreso in-dustrial no podría nunca ser trasladado aningún otro lugar, que se estaban levantan-do lentamente a costa de una amenaza atodo, dentro de un sistema cerrado. Al fi-nal, la externalización de los costes perte-necía al campo de lo imposible. En unmundo finito, donde todo el mundo resul-taba afectado por los demás, había una ne-cesidad urgente de cuidado y atenciónmutua, de pensar más en las consecuen-cias de las acciones de uno. Éste era elmensaje holístico y a decir verdad tuvo suefecto. Desde los días en los que unas po-cas minorías lanzaban sus llamadas infla-madas de presagios, la imagen del planetacomo sistema cerrado ha ido ganando po-pularidad e incluso reconocimiento en lasleyes internacionales. Las convencionessobre el ozono, el clima mundial y la bio-diversidad corroboran que la percepciónde los límites biofísicos de la tierra ha con-seguido la suprema consagración política.

Sin embargo, desde hace algún tiempo,los ecologistas no gozan del monopolio dela imagen. En numerosos aeropuertos, en lospasillos interminables que van de los mostra-dores de facturación a la salida, ha podidoverse en estos últimos años un anuncio ilu-minado que sorprendentemente expresauna visión diferente de la globalización.Muestra el planeta azul acercándose al ob-servador desde un fondo azul y negro conun texto lacónico: 4Iastercard. El mundoen sus manos». Se les dice a los apresura-dos viajeros que vuelen donde vuelen a lolargo y ancho del mundo, pueden contarcon los servicios de su tarjeta e introducir-se en una red global de crédito y débito. Elimperio de la tarjeta de crédito se extiendemás allá de todas las fronteras con su po-der para comprar en cualquier lugar y car-gar el importe en tiempo real y sustransferencias monetarias aseguran siem-pre la provisión monetaria al viajero. Enésta y en muchas otras variantes, la imagendel planeta desde los años ochenta se ha

convertido en emblema de los negociostransnacionales; casi ninguna empresa detelecomunicaciones o de turismo —por nohablar de la industria de los medios— pare-ce capaz de arreglárselas sin ella.

Esto ha resultado posible porque la ima-gen también contiene un mensaje bastantediferente. En su acción de separarse de uncosmos negro como boca de lobo, la esferaterrestre resalta como un área unificada cuyacontinua realidad física hace que las fronterasentre naciones y políticas desaparezcan; deahí el mensaje visual de que lo que cuentaquizá sea los límites de la tierra, pero no des-de luego las fronteras politicas. Sólo se ven losocéanos, los continentes y las islas, pero nisombra de naciones, culturas o estados.

En la imagen del globo las distanciasestán medidas exclusivamente en unidadesgeográficas de millas o kilómetros, no enunidades sociales de similitudes y diferen-cias. Las fotografías desde satélite parecennormalmente mapas renaturalizados, queparecen confirmar el viejo postulado carto-gráfico según el cual los lugares no sonmás que intersecciones de líneas de longi-tud y latitud. En pronunciado contraste conlos globos del siglo xix, en los que las fron-teras políticas aparecen claramente delinea-das y es frecuente que los distintos territoriosse representen en colores diferentes, cual-quier realidad social se reduce aquí a morfo-logía. la tierra se representa en forma de áreahomogénea que no ofrece resistencia algunaal tránsito, o solamente la resistencia causadapor los rasgos geográficos y no por las co-munidades humanas y sus leyes, costumbreso propósitos. Cada punto del hemisferio quese vuelve hacia el observador puede sercontemplado en el mismo instante y esteacceso simultáneo de la mirada humanatambién da la impresión de posibilidad deacceso al suelo sin ningún obstáculo. Laimagen del planeta ofrece un mundo paramoverse sin restricciones, promete el acce-so en cualquier dirección y parece no pre-sentar ningún obstáculo al expansionismomás que el de los propios límites del globo.

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Abierto, continuo y controlable; tambiénsubyace un mensaje de tipo imperial en lasfotografías de la tierra.

La imagen simboliza limitación en tér-minos físicos y expansión en términos politi-cos. Poco puede extrañar pues que puedaservir de estandarte a la vez tanto para losgrupos defensores del medio ambientecomo para las compañías transnacionales.Se ha convertido en símbolo de nuestrostiempos para todos los puntos de vistaopuestos alrededor de todo el mundo yaque representa ambas caras del conflictobásico de nuestra era. Por una parte, los lí-mites ecológicos de la tierra aparecen máspatentes que nunca, por otra parte, la diná-mica de la globalización económica luchapor la eliminación de toda frontera asociadaa un espacio político o cultural (Altaver yMahnkopf, 1996). Las dos ideas de la globa-lización —limitación y expansión— han adqui-rido una forma más nítida a lo largo de lastres últimas décadas y pelean tanto en el te-rreno de la teoría como en el de la política.Los resultados de esta contienda serán losque decidan la forma del nuevo siglo.

EL SURGIMIENTO DE LA ECONOMÍATRANSNACIONAL

Desde mediados de los arios setenta, cuandoel sistema Bretton Wood de tipo de cambiofijo dio lugar a paridades flotantes determi-nadas por el mercado, la economía mundialha presenciado el colapso de las fronterasdentro de un proceso que empezó lenta-mente, pero que se ha acelerado de formagradual. Por supuesto, la búsqueda de mate-rias primas y mercados había venido empujan-do durante siglos a las empresas capitalistasfuera de sus fronteras nacionales, pero sólo enlas últimas décadas se ha creado un ordeninternacional que trabaja de forma progra-mática por una economía transnacional defronteras abiertas.

Mientras los ocho primeros GATT des-de la guerra fueron desarticulando cadavez más obstáculos de tipo arancelario al

intercambio de bienes en línea con el idealtradicional del mercado libre, el último deellos, la Ronda de Uruguay, junto con la re-cién formada Organización Mundial del Co-mercio, han establecido los fundamentoslegales para los movimientos de bienes, ser-vicios, inversión y capital monetario no regu-lados de forma política de ámbito mundial.La Ronda de Uruguay, acabada en 1993,amplió el círculo de materias primas de li-bre comercialización y también desregula-rizó los productos de software, tales comocontratos de planificación, de copyright,de patentes y de seguros. Los controles delmovimiento de capital han sido eliminadospaulatinamente durante los últimos 20años, facilitando las corrientes de flujo fi-nanciero de entrada y salida, empezandopor Estados Unidos y Alemania, siguiendoa mitad de los años ochenta por Japón y fi-nalizando por los países del sur. Con elpropósito de hacer sentirse más cómodos alos inversores en cualquier parte, la OMC(y la OCDE con su acuerdo multilateral deinversión parado de forma provisional)han impuesto a cada estado la obligaciónde acordar al menos los mismos derechostanto para los inversores nacionales comopara los extranjeros.

Todas estas iniciativas funcionan conuna energía de carácter utópico. Esto semanifiesta en las cada vez más frecuentesdeclaraciones de intención de crear un«campo de juego allanado», un terreno glo-bal para la competición económica en elque sólo cuente la eficiencia, sin trabas nidistorsiones causadas por ninguna tradi-ción ni estructura de carácter local. A todoslos jugadores económicos se les supone elderecho —en cualquier sitio y en cualquiermomento— de ofrecer productos y adquirirlo que quieran. Hasta ahora, este juego li-bre del mercado se ha visto estorbado porla mareante diversidad de órdenes socialesy jurídicas de todo el mundo, que son pro-ducto del bagaje histórico y la estructurasocial de cada país. La meta ahora, por lotanto, es arrancar las actividades económicas

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de su subordinación a las condiciones loca-les o nacionales y supeditarlas a las mismasreglas (si se establece alguna) en todas laspartes del mundo. No debería existir ningúnbloqueo, debilitamiento o interferencia conlas fuerzas del mercado, porque eso lleva auna pérdida de eficiencia y a un bienestarpor debajo de lo óptimo. Este modelo utó-pico de globalización económica tambiéncaracteriza a la tierra como un área homo-génea susceptible de ser atravesada libre-mente por bienes y capital en circulación.Se supone que sólo la oferta y la demanday en ningún caso las prioridades políticasacelerarán o ralentizarán estos flujos orien-tándolos hacia la dirección adecuada. Elmundo se concibe como un único mercadogigantesco, en el que los factores de produc-ción son comprados al precio mínimo(«provisión global») y los artículos son ven-didos al precio más alto obtenible («marke-ting global). Al igual que en las fotos delplaneta por satélite, ni los estados ni sus le-yes desempeñan ningún papel; los sitiosen los que la gente vive son reducidos asimples lugares de actividad económica. Ysin embargo, en todas partes, las socieda-des se muestran lentas y reticentes ante elcontinuo bombardeo de las soflamas celes-tiales neoliberales. Los globalizadores en-tonces, tienen la onerosa tarea de darrealidad de base al modelo ideal; su misiónes la de superar de forma incansable losobstáculos al libre movimiento de produc-tos y hacer así del mundo un lugar accesi-ble en su globalidad. Ése es precisamenteel programa de régimen económico multi-lateral de la OMC.

En las últimas décadas, por supuesto,se ha creado una infraestructura materialpara la integración transnacional. Sin la redglobal de telefonía básica, los cables de fi-bra óptica, los canales de microondas, lasestaciones de retransmisión y los satélitesde comunicación, no existiría un mundode fronteras abiertas, o al menos nocomo una rutina del día a día. Porque losflujos electrónicos de datos —que pueden

convertirse en órdenes e información, so-nidos e imágenes—, devoran kilómetros ala simple presión de una tecla o el click deun ratón. La distancia geográfica deja detener importancia y ya que los costes detransmisión y tratamiento de datos handescendido bruscamente, la interacciónglobal se ha convertido en el pan nuestrode cada día de las clases medias orientadashacia la globalización. Por tanto, los impul-sos electrónicos se traducen en lo que lavista externa del planeta ya había sugerido:la unidad de espacio y tiempo de cualquieracción en el mundo. En principio, todoslos acontecimientos pueden ser relaciona-dos entre si en tiempo real en todas partesde la tierra. Mientras que la imagen delglobo entrañaba la ausencia de fronterasen forma de experiencia visual, la red elec-trónica la convierte en una experiencia decomunicaciones (y el transporte aéreo enuna experiencia de viaje). Este constante yvoluminoso flujo de bits de informaciónque viaja a la velocidad de la luz alrededordel globo consigue la supresión de la dis-tancia al igual que la compresión del tiem-po; el espacio electrónico da lugar a unglobo compacto en espacio y tiempo (Alta-ver y Mahnkopf, 1996).

Las autopistas de la información po-drían compararse con las redes ferrovia-rias: la red digital es al surgimiento de laeconomía global lo que la red ferroviariafue en el siglo xix al surgimiento de la eco-nomía nacional (Lash y Urry, 1994). Aligual que la infraestructura ferroviaria seconvirtió en la espina dorsal de la econo-mía nacional (ya que la caída de los costesde transporte permitió a los mercados re-gionales fusionarse en un único mercadonacional), la infraestructura digital es la es-pina dorsal de la economía global, porquela caída de los costes de transmisión per-mite a los mercados nacionales fusionarseen un único mercado global.

La distancia, por supuesto, no se frac-ciona de la misma forma en todo el mun-do. Esto tiene como resultado una nueva

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jerarquía espacial: las «ciudades globales •ocupan el vértice de la pirámide, unidasestrechamente más allá de las fronteras porenlaces de alta velocidad por tierra o aire ypor cables de fibra óptica, mientras que enla base regiones enteras, o incluso conti-nentes —África o Asia central, por ejemplo—constituyen «agujeros negros. en el univer-so de la información (Castells, 1997), noconectados unos a otros en ningún gradosignificativo.

En un examen más pormenorizado,las redes de interacción transnacional rara-mente asumen configuraciones que se ex-tienden alrededor del planeta entero; noson globales, sino transnacionales, puesconectan solamente segmentos cambiantesde la tierra. Están desprovistas de territorioen vez de globalizadas. Al contrario que enanteriores tipos de internacionalización,éste es en particular el caso de las formaseconómicas características de la era global;cadenas de formación de valor extendidasgeográficamente y mercados financierosglobales. Basándose en una infraestructurade tráfico electrónico y físico, las empresasestán ahora en disposición de dividir suproceso de creación de valor y situar de-partamentos individuales en áreas delmundo que ofrezcan las condiciones sala-riales, de capacidades o de mercado másventajosas. Por lo tanto, tomando un pro-ducto al azar, las primeras etapas puedentener lugar en Rusia, el tratamiento poste-rior en Malasia, la comercialización enHong Kong, la investigación en Suiza y eldiseño en Inglaterra. En vez de la fábricatradicional en la que los productos se fabri-caban casi siempre de principio a fin, unared de lugares parciales posibilita que seconsiga un aumento de eficiencia nuncaantes conocido. El caso prototipo del co-lapso de fronteras, sin embargo, lo propor-cionan las operaciones de los mercadosfinancieros. Las acciones, préstamos y mer-cados monetarios hace mucho tiempo quese olvidaron del «papel» y se digitalizaron;los propietarios pueden conectarse con la

sola presión de una tecla, sin importar lasfronteras o la distancia geográfica. No esaccidental que el mercado globalizado seael que trata en mayor medida con el me-nos físico de los productos: el dinero. De-pendiendo únicamente de un impulsoelectrónico puede moverse con la suavidadde un ángel en tiempo real a cualquier partedentro de un espacio homogéneo. Pareceser que la idea de la caída de las fronteras setraduce mejor en una realidad cuando tienelugar en lo incorpóreo del ciberespacio.

LA REDUCCIÓN DEL USO DE RECURSOSPOR PARTE DE LA GLOBALIZACIÓNECONÓMICA

Para los protagonistas de la globalizacióneconómica no hay nada más hiriente quelas áreas económicas cerradas. Las restric-ciones a la importación y las regulacionesde las exportaciones, los estándares de losproductos y la legislación social, el consejopara la inversión y las leyes de reparto debeneficios —resumiendo, las provisionespolíticas de cualquier tipo que establezcanuna diferencia entre el sistema económicode un país y el de los otros— se percibencomo obstáculos al libre movimiento delos factores de producción.

Por lo tanto, buscan socavar y romperpaulatinamente los «contenedores« de losmercados nacionales definidos por los es-tados y reemplazarlos por un terreno trans-nacional en el que los actores económicosya no resulten estorbados por reglas espe-ciales y normativas en su desarrollo de ladinámica de la competitividad. Los regíme-nes económicos multinacionales —bienadaptados de forma continental comoASEAN (Asociación de Naciones Asiáticasdel Sureste), TLC o UE, o de forma globalcomo GATT y OMC— convergen en la cons-trucción de áreas competitivas homogéneasque se extienden más allá de las naciones.

La promesa mantenida por estas ini-ciativas es la de un mundo que consiguelo máximo de sus limitados medios. Debe

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encontrarse una forma de satisfacer a la cre-ciente población mundial, que tiene cadavez más exigencias y los amigos de la glo-balización derivan su tarea de este reto —enefecto, su misión— al sometimiento de losaparatos de la economía mundial a un tra-tamiento destinado al aumento de la efi-ciencia. EI fin de la liberalización delmercado es asegurar, a través del poder se-lectivo de la competitividad, que el capital, eltrabajo, la inteligencia e incluso los recursosnaturales son explotados de la manera máseficaz. Solamente sobre la renovación cons-tante de este tratamiento, afirman los globa-lizadores, pueden sentarse las bases de lariqueza de las naciones. Es cierto que las em-presas no actúan movidas por motivos al-truistas, sino que simplemente sacan ventajade las oportunidades para obtener benefi-cios y triunfos competitivos; sin embargo,se espera que la «mano invisible» del mer-cado produzca al final una mayor prospe-ridad para todos, incluso a nivel mundial.Debe pues establecerse una dinámica queexponga cada zona protegida de baja pro-ductividad al viento vigorizante de la com-petitividad internacional.

Los objetivos principales de esta estra-tegia son los complejos económicos lidera-dos por el estado de la antigua UniónSoviética y muchos países del sur. De he-cho, el proteccionismo externo y la escle-rosis interna van a menudo de la mano,pues las estructuras paralíticas surgen másfácilmente allí donde elites de poder pue-den utilizar la posesión del estado paraapropiarse de la riqueza de un país. Aisla-dos de la competitividad, ya sea interna oexterna, la elite del poder puede permitirseel aprovechamiento del capital y otros re-cursos en operaciones a corto plazo queproduzcan un máximo beneficio, gran par-te del cual se almacena a escondidas encuentas de bancos extranjeros.

Junto al monopolio estatal de la activi-dad económica, la presión de los trabajado-res y la falta de abastecimiento destinado alconsumo, es particularmente la explotación

descontrolada de los recursos naturales loque lleva a una rápida recogida de benefi-cios. El crecimiento se convierte pronto ensinónimo de la extracción extensiva de losrecursos naturales: petróleo en la UniónSoviética, Nigeria o México, carbón en laIndia y China, madera en Costa de Marfil eIndonesia, o minerales en el Zaire. Por su-puesto, no es casualidad que el uso cle losrecursos en los antiguos países comunis-tas fuera mucho más alto que el de lospaíses occidentales, puesto que los teso-ros de la naturaleza se contemplabancomo medios sin coste (ya que eran pro-piedad del estado) de alimentar el desa-rrollo industrial, mas concretamente aldirigirse las presiones del crecimiento alaumento extensivo, en vez de intensivo,de la producción.

La apertura cle las economías osifica-das por la burocracia hacia la competitivi-dad fue en provecho sobre todo de laeficiencia de los recursos. Casi tan prontocomo se derrumbó el muro de las restric-ciones y los subsidios los nuevos provee-dores de fuera aparecieron en escena ypusieron en cuestión la vieja economía de-rrochadora. La globalización arrasa porcompleto las fortalezas de la mala adminis-tración y en casos así disminuye el uso cíelos recursos naturales por medio de la im-posición de la racionalidad económica.

Este efecto en la eficiencia no operasólo por medio de la entrada extensiva enel mercado. El comercio y la inversión tam-bién aumentan el acceso a las tecnologíasque, en comparación con las nacionales,conlleva a menudo un incremento de laeficiencia. Esto es especialmente aplicableal caso de la minería, la energía, el trans-porte y la industria. Los ejemplos van des-de el aumento de la exportación de cochesjaponeses más económicos por parte deEstados Unidos, pasando por la introduc-ción de nueva tecnología de tipo energéti-co en Pakistán, al ahorro de material yenergía que llegó con los nuevos altos hor-nos a la industria metalúrgica de Brasil.

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Hay pruebas fehacientes de que las econo-mías nacionales aperturistas despliegantecnologías más eficientes concernientes alos recursos que anteriormente, sólo por-que tienen mayor acceso a la inversión tec-nológica más moderna, y normalmente,más eficaz. Además, las compañías trans-nacionales tienden a normalizar las tecno-logías entre los países a un nivel más alto,en lugar de exponerse a todo tipo de cos-tes de coordinación. La conexión no es enabsoluto necesaria, por supuesto, pero síprobable y podría decirse que las reglas deinversión más flexibles favorecen en gene-ral la incorporación a una trayectoria tec-nológica de carácter más alto (Johnstone,1997). El efecto de la eficacia de los merca-dos aperturistas no sólo se hace visible porel lado de la transferencia de tecnología desuministro, sino también por el de la de-manda: la exportación de artículos proce-dentes de los países en proceso de rápidodesarrollo a las regiones posindustrialesdel norte tiene que aguantar el test de laspreferencias de los consumidores en elnorte y dado que la demanda del mercadoallí presenta una mayor concienciación porel medio ambiente, las estructuras de pro-ducción del país exportador pueden tenerque adaptarse a esos estándares.

La justificación de la globalizacióneconómica entonces se supone recae en elestablecimiento de un imperio eficaz en tér-minos económicos y en que este efecto seextiende a menudo a la utilización de laenergía y las materias primas (OCDE, 1998).Esto se entiende como un crecimiento de laracionalidad microeconómica, como una lu-cha por explotar los factores de producciónde forma óptima en todas partes. Por su-puesto, los promotores de la globalizaciónhan de quitar importancia al hecho de queesto puede ir igualmente acompañado deun declive en . macrorracionalidad• tantoen lo que concierne a las relaciones socio-políticas como al medio ambiente.

La racionalización del mercado puededisminuir el uso de ciertos recursos —o sea,

la entrada por unidad de salida—, pero eluso total de los recursos crecerá no obstan-te, si el volumen de la actividad económicase expande. Los efectos del crecimientopueden devorar fácilmente a los de la efi-ciencia. De hecho, hasta este momento dela sociedad industrial, el aumento de la efi-ciencia se ha convertido de forma bastanteconsecuente en nuevas formas de expan-sión. Éste es, desde el punto de vista ecoló-gico, el talón de Aquiles de la globalización.

LA ACELERACIÓN Y EXPANSIÓN DELUSO DE RECURSOS POR PARTE DELA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA

Durante estos últimos arios, la globaliza-ción ha sido aclamada como representantede una nueva era para la humanidad. Sinembargo sus metas son bastante conven-cionales: sirve en su propia admisión paraimpulsar el crecimiento económico mun-dial y esto implica —bajo condiciones histó-ricas que han cambiado— viejas estrategiascomo el desarrollo intensivo y el creci-miento basado en la expansión. Por unaparte, está la cambiante distribución de lacadena de creación de valor a lo largo delejanas regiones del mundo, lo que permi-te a las empresas —en lo que se refiere a laelección del mejor lugar para cada etapade producción— disfrutar de la racionaliza-ción completa de beneficios que antes noestaban disponibles. La creciente digitali-zación de los procesos económicos hacreado también un nuevo alcance en el au-mento de la productividad; por ejemplo,por medio de la automatización flexible dela manufactura, las técnicas de simulaciónen investigación o la perfecta coordinaciónlogística entre las redes de cooperación. Conla reestructuración de grandes partes de laeconomía mundial ha sido posible forzar unmayor crecimiento a partir de una ya antiguacompetitividad de producción de los merca-dos de la OCDE que estaban ya saturados engran medida a finales de los años setenta. Porotra parte, el crecimiento se ha producido

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gracias a la expansión y en particular, gra-cias a la búsqueda de nuevos mercados enel extranjero. Muchas empresas que no ha-brían podido progresar tanto en mercadoslocales decidieron probar la demanda enotros mercados de la OCDE y en países envías de rápido crecimiento. La combina-ción que resulta de estas dos estrategiaspuede verse en el hecho de que la econo-mía mundial va camino de duplicarse en elperíodo comprendido entre 1975 y 2000.Incluso si el crecimiento de todos los PNBno implica una subida paralela de la co-rriente de recursos, no hay duda de que labiosfera sufre una presión incluso mayorproveniente de la antroposfera.

LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTAY EL EFECTO DE LA EXPANSIÓN

El horizonte utópico de la globalizaciónestá constituido por un mundo penetrabley sin fronteras en el que los bienes y el ca-pital pueden moverse libremente. Mientrasque los numerosos acuerdos de los GATTextendieron el intercambio de bienes du-rante décadas, la mayor eliminación defronteras nacionales ha afectado en los úl-timos 15 años principalmente a la movili-dad de capital privado. Entre 1980 y 1996el intercambio de bienes entre distintospaíses aumentó en una media anual de un4,7 %, pero la inversión extranjera subió enun 8,8% anual, los créditos bancarios inter-nacionales en un 10% y el comercio en tér-minos monetarios y de valores en un 25%( Economist, 1997a). Si se contempla la dis-tribución geográfica de estos flujos se hacepatente que la mejor parte del tráfico decapital permanece como antes en la triadaEstados Unidos-UE-Japón, las transferen-cias de capital privado se han disparadoprincipalmente en los diez «mercadosemergentes« del este de Asia y Sudamérica.Subieron de los 44.000 millones de dólaresanuales a principios de los arios noventa a244.000 millones de dólares en 1996, antesde establecerse en los 170.000 millones de

dólares después de la crisis financiera deAsia de 1997 (French 1988: 7). Una subca-tegoría importante —representando la mi-tad en el caso de la manufactura, más de untercio en el de los servicios y el 20% en elsector primario— ha sido la inversión extran-jera para la compra de empresas ya existen-tes o el establecimiento de otras nuevas. Parala empresa inversora, lo importante ha sidotornar el control de una mayor extracciónde recursos naturales, construir una plata-forma dentro de una cadena de produccióntransnacional o conseguir el acceso a los mer-cados de exportación. Para el estado anfitrión,por otro lado, el objetivo ha sido atraer capi-tal inversor y saber cómo, atendiendo a unferviente deseo de despegar económica-mente y ponerse a la altura de los países ri-cos en algún momento futuro.

Con la emigración del capital inversorde los países de la OCDE, el modelo fosilde desarrollo se ha extendido a los paísesrecién industrializados e incluso más alláde éstos. Ya sea cuestión de fábricas enChina, plantas químicas en México o agri-cultura industrial en Filipinas, los paísesdel sur están entrando en forma de anchofrente en una etapa fósil de desarrollo eco-nómico basada en los recursos intensivos.Ese fatídico estilo de economía que se con-solidó en Europa a finales del siglo xix,que descansaba en gran medida en latransformación de valores naturales no pa-gados en valores de producto, se está aho-ra extendiendo a más partes del mundosiguiendo la estela de la inversión extranje-ra. Es cierto que una gran parte de este de-sarrollo está siendo conducido por capitalacumulado a nivel local, pero la gigantescaafluencia de inversión extranjera ha acen-tuado y acelerado la expansión de econo-mías ladronas, hablando en términosmedioambientales. En todas partes prevale-ce un mimetismo socioindustrial, una imita-ción de los modos de producción y consumoque, desde la perspectiva de la crisis de la na-turaleza, puede contemplarse como obsole-ta. Dentro del camino convencional del

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desarrollo, el crecimiento monetario siem-pre va asociado al material; sólo se da unacierta discrepancia entre ambos durante latransición a una economía posindustrial.Las metas favorecidas por la inversión sonprecisamente la extracción de materias pri-mas o energía y la infraestructura para lostransportes, que empujan cada vez más aluso de los recursos naturales. Incluso aun-que la entrada por unidad de salida seamás baja que en una etapa correspondien-te de desarrollo en los países ricos, el volu-men absoluto del flujo de recursos ha idoen prodigioso ascenso.

La eliminación de obstáculos naciona-les a la actividad inversora permanece enuna cada vez más tensa relación con las li-mitaciones biofísicas de la tierra. Por tanto,los países envueltos en un rápido procesode industrialización registraron una abrup-ta subida de sus emisiones de CO' (entre el20°/o y el 40% en el período 1990-95), mien-tras que los países industrializados —en un ni-vel más alto, por supuesto— incrementaronlas suyas sólo ligeramente (Brown et al.1998: 58). En general, el uso de combustiblefósil se doblará en China y el este de Asiaentre 1990 y 2005, hasta alcanzar un volu-men casi comparable con el de los EstadosUnidos (WRI 1998: 121). El coche puedeservir de ilustración a este respecto. En Co-rea del Sur (antes del comienzo de la cri-sis), el índice de coches en propiedad seincrementaba en un 20% anual (Caney ySpapens, 1998: 35). En las calles de la In-dia, el único coche que podía verse era lalimusina del venerable anciano embajador,un auténtico «traga-combustible», por su-puesto, pero en número muy limitado ypor tanto, que arrojaba mucho menos gasque la enorme flota de vehículos más efi-cientes producidos por las nueve empresasque ahora operan allí. Por tanto, en paísesen los que el transporte ha sido hasta aho-ra principalmente cuestión del uso de bici-cletas y servicios públicos, el desarrollomayor de sus sistemas ecologistas resultarábloqueado y reemplazado por una estructura

dependiente de un alto consumo de com-bustible. Esto está del todo de acuerdo conla lógica de la expansión del fósil que elBanco Mundial, después de toda su verbo-rrea sobre «desarrollo sostenible», sitúa dostercios de su gasto en el sector de la ener-gía para la movilización de las fuentes deenergía fósil (Wysharn, 1997).

Otro símbolo que generalmente se in-terpreta como propio del estilo de vidamoderno, el BigMac, puede servir de ejem-plo de la creciente presión ejercida sobrelos recursos biológicos. En poco más decinco arios, entre 1990 y 1996, el númerode restaurantes McDonald's en Asia y Lati-noamérica se cuadriplicó (PDNU 1998: 56),suponiendo un consumo triple de carnecon respecto al de los últimos 25 años. Estatendencia implica el uso de más y másagua, cereales y tierras de pasto para el ga-nado, así que no es nada sorprendente quesólo en los años ochenta los países del su-reste y del sur de Asia perdieran entre un10% y un 30% de sus zonas forestales(Brown et al. 1998). Los incendios de estaszonas en Indonesia, cuya densa nube dehumo cubrió la mitad del sureste de Asiaen 1997-98, tuvo su origen en el despejemasivo de terrenos forestales y fue inter-pretado como un aviso del poder destruc-tivo del milagro económico asiático.

LA DESREGULACIÓN Y EL EFECTOCOMPETITIVO

La creación de un terreno global competi-tivo requiere un esfuerzo no sólo de ex-pansión cuantitativa sino también dereestructuración cualitativa. Junto a la ex-tensión geográfica de la economía transna-cional, su reordenación interna ha hechoaparición en la agenda, pues son indispen-sables reglas nuevas de competitividadeconómica si lo que se pretende es un es-pacio homogéneo que ya no se vea pro-fundamente afectado por las idiosincrasiaseconómicas. No existe otra salida para losfuturos globalizadores que la de desmontar

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los aparatos reguladores nacionales quehan abarcado previamente la actividadeconómica. Estos aparatos, que suelennormalmente reflejar la experiencia históri-ca de un país así como el conjunto de susintereses e ideales políticos, combinan lalógica económica con otras prioridades so-ciales tanto en compromisos perecederoscomo en instituciones construidas parapermanecer. En una etapa posterior delproceso secular, que Karl Polanyi llamó«desincrustación», la dinámica de la globali-zación económica pretende liberar las rela-ciones mercantiles desde la red de normas yestándares nacionales y supeditarlas a la leyde la competitividad mundial. Cualquiercosa que cubran estas normas —condicioneslaborales, planificación regional o políticamedioambiental— no es bueno ni malo,sino que se contempla corno una obstruc-ción a la entrada en el terreno de la com-petición global. Desde esta perspectiva, lasnormas pueden ser aceptables a nivel glo-bal, si bien la cuestión no resulta realmenteaplicable, por supuesto, en ausencia deuna autoridad política. La desregularizaciónse convierte así en un término comodín puesintenta desarrollar la competitividad globalpor medio de la disolución de los vínculosentre los actores sociales y un lugar o unacomunidad en particular.

Como cualquier otra regulación eco-nómica en nombre del interés público, laprotección del medio ambiente tambiénestá siendo afectada por la presión en mu-chos países. Como el número de actoreseconómicos del mercado global continúacreciendo, también crece la competitividadentre los mismos —razón por la cual todoslos gobiernos tienden a otorgar un valormás alto a la fuerza competitiva— en detri-mento de la protección del medio ambien-te o de los recursos naturales. Las nuevasreglas ecológicas, frecuentemente impues-tas por la opinión pública democrática des-pués de arios de lucha y controversia, sonpercibidas por las empresas como obstácu-los a la competitividad y en muchos casos,

fuertemente rechazadas. Al prevalecer losintereses competitivos sobre los proteccio-nistas, se hace muchas veces más difícilfrenar la deforestación en Canadá o la ex-plotación incontrolada de minerales en Fi-lipinas, parar la construcción de autopistasen Alemania, implantar impuestos ecológi-cos en la Unión Europea o mantener losestándares de los productos ecológicos enSuecia. Sin embargo, aunque los gobiernosmuestran a menudo una gran determina-ción por mantener su país corno un lugaratractivo para el capital libre, sin duda re-sulta una exageración hablar de «carrerahacia el fin» en materia de estándares me-dioambientales (Esty y Gerardin, 1998). Aveces los intereses proteccionistas son de-masiado fuertes o los factores medioam-bientales no son tan relevantes en unadecisión que se va a tomar sobre un lugardeterminado. Sería mas preciso decir quela regulación medioambiental ha tendido aadquirir «una rutina» como resultado del in-cremento de la competitividad (Zarsky,1997). Ciertamente, la integración del mer-cado mundial ha hecho converger a mu-chos sistemas reguladores nacionales hastacierto punto, pero ha venido ocurriendo deforma demasiado lenta y a un nivel demasia-do bajo. En muchos países el proceso deglobalización económica ha bloqueado cual-quier progreso real de política nacional so-bre medio ambiente. Sin lugar a dudas, laambición por hacer uniformes las condicio-nes de competitiviciad en todo el mundo —es-pecialmente en el caso del comerciotransfronterizo— choca con el derecho indi-vidual de cada país a dar forma a los pro-cesos económicos.

Ahora que los impuestos arancelariossobre bienes industriales han sido desarti-culados en distintas rondas GATT, ¿deberíapermitirse a las razones promedio ambien-te situar ciertas categorías de importaciónen posición de desventaja?

Esta cuestión ha sido largamente dis-cutida desde la ronda de Uruguay y conti-núa fomentando la controversia en la OMC

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y la OCDE en lo que concierne a la desre-gularización y los intereses proteccionistas.Bajo las reglas comerciales actuales, los es-tados están autorizados a sentar estándaresde salud y medio ambiente de forma indi-vidual siempre y cuando los mismos tiposde bienes estén sujetos a la misma regula-ción independientemente de si son de impor-tación o de producción local. Por supuesto,esto es sólo aplicable a la composición de unproducto: un gobierno puede decidir, porejemplo, aplicar un impuesto especial so-bre los vehículos que superen cierta poten-cia. En este punto, parece que el principiode soberanía nacional contradice única-mente al de la circulación no regulada debienes. Lo que sí está prohibido en el co-mercio internacional, sin embargo, es ladiscriminación de bienes cuyo proceso deproducción no esté conforme con ciertosestándares medioambientales. Los produc-tos químicos que se usan en la producciónde una prenda de vestir, si los productosde madera provienen de áreas de devasta-ción forestal o si se han utilizado métodosde ingeniería genética para producir unaplanta determinada, son cuestiones sobrelas que un gobierno no puede expresaruna preferencia colectiva bajo las reglas dela OMC. Así, en el conocido asunto delatún, la prohibición de la pesca de delfinesno pudo ser mantenida por las reglas delTLC y una de las actuales disputas entreEstados Unidos y la Unión Europea versasobre el derecho de los gobiernos a man-tener fuera de sus mercados la carne pro-cedente de ganado criado con hormonas.Además, puesto que los estándares de laproducción local también se cuestionancuando los importadores pueden obtenerventaja competitiva mediante la externali-zación de los costes medioambientales, losestados pierden poder para insistir sobre lanecesidad de que los procesos de produc-ción dentro de su país sean sostenibles conrespecto al medio ambiente. Los interesesde la desregularización anulan a los intere-ses proteccionistas. Por medio del efecto

competitivo del libre comercio incluso lamás ligera corrección destinada a conse-guir una economía sostenible es paralizadainmediatamente.

Todos los esfuerzos destinados a ladesregularización pretenden también lim-piar la economía de influencias externas,asegurando de esta forma la explotaciónóptima de los factores de producción. Losconsumidores son los más beneficiados,puesto que las operaciones de desregulari-zación promueven un suministro más varia-do a través de la simplificación de la entradaen el mercado y la reducción de precios de-bida al aumento de la competitividad. Noobstante, un régimen despiadado de eficien-cia en sectores medioambientales significati-vos puede conducir a una mayor utilizaciónde recursos. Si el precio del combustible, lagasolina, el carbón o el agua cae, entonceslo normal es que aumente su demanda y laintroducción de tecnologías de conserva-ción merecerá aún menos la pena. La des-regularización del mercado de la electricidaden los países de la OCDE, por ejemplo, ayu-dó verdaderamente a los promotores de cen-trales eléctricas eficientes a entrar en elmercado, pero también mostró que la caí-da de los precios puede interrumpir elcambio a una energía más limpia, como ladel gas natural, y lo que es más importan-te, promover realmente un consumo ma-yor de electricidad (Jones y Youngman,1997). De todas formas, es bastante obvioque la caída de precios dentro de un siste-ma de precios que no refleja de modo pre-ciso los costes medioambientales acelera laexplotación de recursos. Mientras los pre-cios no reflejen la verdad ecológica, la des-regularización sólo arrastrará al mercadopor la pendiente resbaladiza de la ecologíay no es precisamente racional el seguirprogresando eficientemente en la direc-ción equivocada. Pero cuanto más pura sevuelve la competitividad como resultadode la desregularización, menos será capazla racionalidad ecológica de afianzarse encontra de la racionalidad económica. Bajo

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el sistema de precios dado, la competitivi-dad global agudizará la crisis de la natura-leza (Daly, 1996).

LAS CRISIS MONETARIAS Y EL EFECTOVENTA

El espacio competitivo global que se ha al-zado más claramente por encima de lasfronteras nacionales es el de los mercadosfinancieros. Lleva tiempo transportar losbienes de un sitio a otro, la inversión en elextranjero requiere la construcción o eldesmantelamiento de fábricas e inclusoservicios como los seguros no pueden co-mercializarse en el extranjero sin una redde sucursales y representantes. Solamentelas transferencias financieras en forma deacciones, préstamos o divisas escapan casipor completo a las restricciones de tiempoy espacio. Todos los días, miles de millo-nes de dólares cambian de manos a travésde la red en un espacio virtual mediante elmero toque sobre el teclado de UDV, sinimportar la distancia física. Sólo en estosmercados electrónicos consigue el capitalsu ideal secreto de movilidad absoluta ysin obstáculos. Los mercados monetariosse han librado en gran medida de la inerciano sólo de duración temporal y distanciageográfica, sino también de los bienes ma-teriales; menos del 2% del comercio mone-tario está realmente cubierto por corrientesde artículos (Zukunftskommission, 1998:73). Esta economía virtual ha sido posibletecnológicamente gracias a las redes electró-nicas y políticamente gracias a la desregula-rización del tráfico de capital internacionalde los países industrializados de los arios se-tenta y ochenta, así como de los principalespaíses en vías de desarrollo en los arios no-venta. Como se ha visto, fue el colapso delsistema de Bretton Woods en 1971 lo quepropinó el impulso a este desarrollo. Lasdivisas podían convertirse en productos ysu precio ser impuesto por la ley de laoferta y la demanda de los mercados mo-netarios. Pero el valor de una divisa es

cuestión de fatídica importancia para unpaís: determina el poder de compra de laeconomía nacional en cuestión, en refe-rencia con otras economías nacionales delmundo. De hecho, los altibajos de las divi-sas de libre conversión reflejan las expectati-vas de futuro crecimiento y con-ipetitividadque los inversores albergan acerca de las res-pectivas economías. De algún modo, la eco-nomia entera de un país se convierte así enun producto, cuyo valor relativo cristalizagracias al rendimiento que esperan los ad-ministradores de los fondos de inversión.

Esto da a los mercados financieros ungran poder con respecto a los países conuna economía débil, un poder tan grande,que las fluctuaciones en el tipo de cambiopueden decidir el destino de naciones en-teras. Los gobiernos, ya sean democráticoso autoritarios, se ven a menudo empujadosa manejar tanto la economía como la polí-tica social y fiscal en interés de los inverso-res, cosa que acaba fácilmente echandopor tierra los intereses de su propio puebloen materia de seguridad social y económi-ca. Es como si los inversores lanzasen unvoto diario al transferir enormes sumas dedinero de un país a otro (Sassen 1996); elelectorado de los inversores se alinea comosi se fuese a enfrentar al electorado local deun país y es frecuente que el gobierno seincluya en el equipo de los inversores con-tra sus propios electores. Sin embargo, almismo tiempo que la moneda se estrellabaen México a finales de 1994, en algunospaíses del este de Asia en 1997 y en Rusiay Brasil en 1998, se hacía claro que los in-versores saltan más que una manada decaballos salvajes en estampida mientras co-rren ahora hacia un lugar, acto seguido ha-cia el contrario, en su huida de la amenazadel peligro. El optimismo colectivo bajo elcual los inversores se olvidan de los ries-gos durante un período alcista se corres-ponde con el pánico colectivo bajo el cualescapan de los préstamos y monedas du-rante un período a la baja. Los buscadoresde inversiones monetarias irrumpen con

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fuerza en los países y se vuelven a retirar. Ensu camino de entrada a un país, dan lugar afalsas esperanzas y en su camino de retiradadejan atrás vicias humanas arruinadas y eco-sistemas arrasados (Cavanagh, 1998).

Las crisis monetarias suelen tener efec-tos en la naturaleza de los países afectadospuesto que los países ricos en recursos na-turales exportables caen bajo una salvajepresión cuyo fin persigue explotarlos ex-tensivamente y en tiempo récord. La caídadel valor de la moneda implica lanzar can-tidades más altas al mercado mundial conobjeto de frenar la caída de sus gananciasprocedentes de la exportación. Una crisisen el tipo de cambio por tanto, intensificael ya crónico apetito de los países endeu-dados de moneda extranjera que les per-mita pagar los préstamos e importar almenos unos mínimos de alimentación, bie-nes y capital. Pero con frecuencia la únicaopción posible es la de usar la naturalezagratuita y disponible como forma de atraerdinero —como puede verse en el actualboom de la exportación de petróleo, gas,metales, madera y productos de consumohumano procedentes de la ganadería y laagricultura por parte de los países del surgolpeados por la crisis financiera. Los dere-chos de pesca están siendo vendidos por Se-negal, por ejemplo, a flotas de Asia, Canadáy Europa; los derechos de tala de árboleschilenos a compañías madereras estadouni-denses y los derechos de exploración de Ni-geria a las multinacionales petroleras(French, 1998: 23). En tiempos de necesidadlos países desesperados se ven obligados adesprenderse incluso de «las joyas de la fami-lia». Así está malvendiéndose pedazo a peda-zo el valioso terreno forestal bajo la presiónde la carga causada por la deuda. México,por ejemplo, tras la caída del peso de 1994,rescindió las leyes de protección de las áreasforestales nacionales —y de los habitantesque vivían en ellas— para promover una fuer-te orientación a la exportación.

Brasil lanzó un plan de acción para ha-cer más atractiva la exportación de madera,

minerales y energía en términos financie-ros mediante la inversión masiva en in-fraestructuras destinadas a la Amazonia.Indonesia, tras sufrir otro derrumbamientode su moneda se vio obligada durante lasconversaciones con el Fondo MonetarioInternacional a cambiar su legislación so-bre la propiedad de la tierra de forma quelas empresas extranjeras de papel y celulo-sa pudiesen adentrarse más en los bosques(Menotti, 1998b). Hasta se podría incluso,tal y como Menotti sugiere sarcásticamen-te, hablar de un vínculo casual entre la caí-da de las monedas y la de los árboles.

Las medidas para rectificar la econo-mía tras una crisis de la moneda y de en-deudamiento —medidas impuestas bajo lapreocupación chantajista de los programasde ajuste estructural del FMI— también con-ducen con frecuencia a la venta forzada debienes naturales en el mercado mundial,puesto que el objetivo de muchos de estosplanes de ajustes estructurales, tanto para lospaíses del sur como del este, es el de volver aequilibrar la balanza de pagos mediante elaumento de exportaciones y por tanto, atraerde nuevo a los inversores hacia ese país.

Una mirada a la historia de estos pla-nes muestra, sin embargo, que —junto a lossectores más débiles de la sociedad— elmedio ambiente es el que supuestamentedebe hacer todo el sacrificio para conse-guir una recuperación de la exportación.Es cierto que la eliminación de los subsi-dios perjudiciales para el medio ambientey la liberalización de los mercados general-mente propician un uso más eficaz de losrecursos. Pero el índice de la explotaciónse incrementa pronto con la movilizaciónde materias primas y producción agrícoladestinadas a la exportación; la demanda detierra y el aumento del uso de pesticidas jun-to al cambio a las cosechas que dan más be-neficios; y el turismo y el transporte tambiénexperimentan un crecimiento mayor (Reed,1996). Además, los nuevos derechos de ex-portación de los recursos naturales chocancon los derechos hereditarios a usar los

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bosques, el agua y la tierra de los sectoresde población más desposeídos; los pobresson expulsados hacia los bordes y obliga-dos por los precios al alza a saquear losecosistemas marginales para sobrevivir. Enesta conexión, varios estudios han conclui-do que los efectos negativos para el medioambiente de los programas de ajuste es-tructural superan con mucho a los positi-vos (Kessler y Van Dorp, 1998).

No es raro, sin embargo, que la ley dela oferta y la demanda anule los frutos delimpulso causado por la exportación. Confrecuencia los precios caen al aumentar lademanda de los mercados de materias pri-mas y una vez más, la disminución de losbeneficios tiene que contrarrestarse convolúmenes de exportación mayores. Siocurre que los países poseedores son gol-peados también por una crisis financiera,tanto la demanda como los precios de losartículos caen bajo presiones renovadas.Esto es precisamente lo que ocurrió des-pués de la crisis financiera asiática de 1997.Los precios de las materias fueron descen-diendo paulatinamente en el mercadomundial llegando a superar el 25% anual(Die Zeit, 24 de septiembre de 1998). Ydado que la crisis causó un descenso de lademanda en países como Japón, Corea delSur y Malasia, la espiral de precios siguióbajando y forzando a los países depen-dientes a intensificar la explotación de ma-terias primas para la exportación. De estaforma, los flujos monetarios ensombrecena los de materias de manera especial du-rante los períodos de revés económico.

LA DESAPARICIÓN DE LA DISTANCIAY EL EFECTO DEL TRANSPORTE

La repentina consciencia de vivir en unmundo que se encoge puede convertirseperfectamente en la experiencia funda-mental humana en la era de la globaliza-ción. La imagen del planeta azul desde elsatélite presenta de forma visual la tenden-cia actual de la realidad: todos los lugares

están presentes al mismo tiempo. Mientrasla distancia entre los lugares se hace insig-nificante, prevalece el mismo tiempo en to-das partes: el espacio desaparece, el tiempose uniformiza. Los comerciantes de divisas yeditores de noticias, los compradores deempresas y los turistas, los gerentes y cien-tíficos le otorgan cada vez menos impor-tancia a la distancia y como no, al tiempo.Ya casi no tiene importancia en qué partedel mundo ocurre algo; lo que cuenta escuándo ocurre: en el momento preciso, de-masiado tarde o no. La globalización, entodas sus facetas, descansa en la rápida su-peración del espacio, proporcionando laactual ubicuidad sin retraso.

Los ordenadores, después de todo,cuentan segundos, pero no kilómetros. Larapidez con que la tierra encoge bajo la in-fluencia del tiempo, la cercanía de algo ola rapidez con la que algo se mueve, éstasson las experiencias en las que se percibelo compacto del globo en términos espacio-temporales (Altaver y Mahnkopf, 1996).

La compresión espacial requiere deltransporte, ya sea a través del canal físicoo electrónico. Las redes electrónicas son elprimer elemento constitutivo del procesode globalización; sin las transferencias dedatos a través de la red, no habría sistemanervioso de seriales comunicativas que en re-acciones de décimas de segundo uniese acon-tecimientos del globo independientementedel espacio. Si se piensa, sin embargo, que en1995 había 43,6 usuarios de ordenadores y 4,8usuarios de Internet por mil en lo que se re-fiere a la población mundial (PDNU 1998:167), cuatro quintos de los cuales vivían enpaíses industrializados, entonces se hacepatente el hecho de que sólo se puede ha-blar de globalización en términos geográfi-cos, pero no sociales. No más del 1 al 4%de la población mundial está conectadoelectrónicamente y no más del 5% se hasentado nunca en un avión. Desde el pun-to de vista de la ecología, la comunicaciónelectrónica malgasta menos recursos queel transporte físico. Sin embargo, no debe

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infravalorarse la tensión adicional que laconstrucción y el mantenimiento de la in-fraestructura digital impone a los recursosde la tierra. Los materiales de primera cali-dad usados en hardware y en periféricosse obtienen a través de numerosos proce-sos de refinamiento que representan unagran carga extra (a menudo tóxica) para elmedio ambiente; cables de todo tipo utili-zan un montón de material y los satélites ylas estaciones de retransmisión no puedenconcebirse sin la explotación del medioambiente. Finalmente, prediquen lo queprediquen alegremente los profetas de laera de la información, las redes electróni-cas generarán más que reemplazarán pro-bablemente a largo plazo los viajes físicos.Cualquiera que haya establecido contactodirecto con lugares lejanos vía electrónicaquerrá antes o después sellar el contactocara a cara. En cualquier acontecimiento,el efecto principal que se produce es el delrefuerzo entre los sistemas de transporteelectrónico y físico: la globalización en sísignifica transporte y más transporte. Todaforma de globalización electrónica fuerade los mercados financieros descansa fuer-temente en los transportes físicos. En todaspartes, están surgiendo distancias, tanto enlos mercados de consumo como en los fac-tores, están acrecentándose y multiplicándo-se. Las camisetas van de China a Alemania ylos tomates de Ecuador a los Estados Unidos;la maquinaria de Europa está en los muellesde Shangai, la clase global de «analistas desímbolos» (Castells, 1996) sigue chocándo-se en los aeropuertos de los países de laOCDE. Después de todo, el valor del co-mercio mundial ha estado creciendo másdel 6% anual, casi el doble de rápido quela propia economía mundial. Los produc-tos extranjeros —desde la carne a la maqui-naria de precisión— juegan un papel másimportante en muchos países e inclusopequeñas empresas buscan fortuna enmercados extranjeros. Y sin embargo, la ex-presión «comercio internacional» conllevaciertas asociaciones falsas. Ya no significa

que las naciones intercambien bienes queellos no producen, sino que aparecen losproveedores extranjeros junto a los localesen gran parte del comercio centrado en laOCDE. Ya no buscan llenar los vacíos delsuministro local, sino que intentan desalo-jarlo bien por recortes o por el uso de dis-tintos símbolos (Pastowski, 1997). Loscoches coreanos para «la tierra del automó-vil» o América, cerveza mexicana para «cer-vecilandia» o Alemania; casi la mitad delcomercio mundial tiene lugar dentro de losramos industriales, o sea, se importan y ex-portan los mismos artículos al mismo tiem-po (Daly, 1996: 5). El principal objetivo deltransporte internacional de bienes es asegu-rar la presencia competitiva de tantos pro-veedores en tantos sitios como sea posible.

La superación de la distancia y el rápi-do transporte de bienes de primera calidady personas tiene lugar gracias al sistemaaéreo internacional. El transporte de pasa-jeros, si continúa creciendo en un 5%anual, se duplicará cada 15 años y aunquehasta ahora casi la mitad de viajes aéreosse producen por razones de ocio, la geo-grafía de la globalización económica se re-fleja en ese flujo creciente. Entre 1985 y1996, los ingresos de las compañías aéreascrecieron siete veces en rutas dentro deChina y tres veces en el sureste de Asia yentre Europa o Norteamérica. y el nordesteasiático, mientras que en otras rutas se pro-dujo a lo sumo un incremento doble y aveces, como en el caso de África, un estan-camiento (Boeing 1998). El transporte demercancías ha crecido incluso más deprisa:después de un crecimiento anual del 7 al12% a mediados de los años noventa (ibíd.),la creencia es que ahora estará en una mediadel 6,6%, añadido esto a un triple de benefi-cios para el año 2015 ; cifras superadas natu-ralmente por el crecimiento anticipado delos servicios de mensajería internacionales,en los que DIU y compañías similares afir-man alcanzar el 18% de crecimiento anual.

Sin el rápido descenso de los costes deflete, la expansión de los mercados globales

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no habría sido posible. Estos costes no de-ben ser un factor decisivo si la dinámica dela oferta y la demanda ha de desarrollarsede forma independiente de la situacióngeográfica. Cuanto más pesen los costes deflete en la balanza, menos internacional sehace el uso de precios e innovaciones paraganar ventaja a los competidores lejanosen distancia; costes marginales de produc-ción más bajos serán pronto devorados porgrandes inversiones en transportes. Sólo silos costes de superación del espacio tien-den a ser significativos, únicamente las es-trategias empresariales pueden determinarla elección de lugar. Se han dado varias ra-zones para explicar el abaratamiento delos costes de flete. En primer lugar, es pre-cisamente en los mercados globales dondeel volumen de transporte se está reducien-do constantemente en relación a un valorde comercio dado. Para una empresa deordenadores de Texas, por ejemplo, im-porta poco si los discos duros vienen deSingapur o de California, cuanto menosimportan los costes de transporte, más in-dependiente se hace el valor económicodel artículo transportado de su peso o me-dida. De hecho, los ramos económicos queapuestan más por el «abastecimiento global»—ordenadores, vehículos de motor, electróni-ca de consumo, textiles— no son con fre-cuencia los comerciantes de gran volumen(Sprenger, 1997: 344). En segundo lugar, eluso de contenedores y formas más fáciles decambiar una carga de un medio de transpor-te a otro ha incrementado en gran medidala eficiencia (Economist, 1997b). Pero latercera razón y la más importante por lacual la distancia ha ido perdiendo resisten-cia recae en el precio del combustible, queutilizado por la mayoría de los medios detransporte, ha caído drásticamente desde1980. En realidad, el precio está muy le-jos de reflejar en su totalidad los costesecológicos de producción y consumo delpetróleo. Debido todo a este aumento dela eficiencia, el transporte en los países dela OCDE es el único sector en el que las

emisiones de CO2 han continuado aumen-tando en los últimos años. El transporte re-quiere además de cierta infraestructura:vehículos, autopistas, muelles y aeropuer-tos, una completa infraestructura que utili-za una cantidad considerable de materialesy de tierra. Sin embargo, la mayoría de es-tos costes es pagada por la sociedad y nose refleja en las facturas de flete. Resulta fá-cil estimar el grado en el que la superaciónde la distancia geográfica y la duracióntemporal es pagado mediante la expolia-ción de la naturaleza.

LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICAY LA NEOCOLONIZACIÓN DELA NATURALEZA

Los resultados de la ronda GATT de Uru-guay, que acabó en 1993 con el acuerdode un paquete de medidas comerciales y lafundación de la OMC, incluyeron unacuerdo sobre los derechos de propiedadintelectual. En contraste con la preocupa-ción principal, que había sido la de desarti-cular los controles nacionales del comerciotransfronterizo, se planteó una cuestión so-bre la introducción de un nuevo nivel de re-gulación. Sin embargo, ambas estrategias—desregularización y »re-regularización»— eranperseguidas en nombre de la libertad del co-mercio. La contradicción desaparece tanpronto como uno se da cuenta de que elobjetivo en ambos casos era crear unosfundamentos jurídicos uniformes para el es-pacio económico global. Aunque había quedesarticular una enorme cantidad de obs-táculos nacionales a la circulación de bie-nes y capital, también era necesarioestablecer un marco legal a nivel interna-cional que apoyara firmemente a esa circu-lación. El factor de la movilidad puede serobstruido por un montón de leyes, perotambién quedarse colgado en medio de nin-guna parte si no existe ninguna ley. A esterespecto, fue particularmente importante elcaso de los derechos de propiedad de losbienes basados en ingeniería genética, un

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caso en el cual la garantía jurídica había re-sultado deficiente en la mayoría de paísesde todo el mundo. Éste era el vacío que elacuerdo sobre «derechos de propiedad in-telectual para la comercialización» (TRIPS)pretendía llenar, ya que sin él, la explota-ción de nuevas materias primas disponi-bles —el material genético de formas devida— no tendría mucho futuro comercial.

Según el acuerdo TRIPS, se requeríaque todos los países dotaran de protecciónlegal a los inventos patentados tanto en sufase procesal como en la de producto final,en todos los campos de la tecnología. Laspatentes industriales, por supuesto, ya ha-cía tiempo que habían asegurado a suspropietarios un ingreso exclusivo por losinventos durante un cierto periodo detiempo, pero para los productos y proce-sos de tipo biológico acaba de empezar aaplicarse de forma muy lenta un sistema si-milar. La protección de una patente es noobstante indispensable para la comercializa-ción de productos resultantes de una investi-gación intensiva, puesto que solamente losderechos de propiedad les dan estatus deproducto de mercado, de otra forma, sóloserían objetos útiles disponibles librementepor el público en general. Por esta razón,un sistema de garantía de propiedad es elcorsé socio-jurídico de la economía demercado, al igual que el cercamiento máso menos forzado y la apropiación del terri-torio común (campos, pastos, bosques, zo-nas de pesca) fue el prerrequisito históricode la expropiación del capitalismo agrario.Si los productos resultantes de la investiga-ción intensiva son organismos tales comoplantas o semillas, clan lugar a un proble-ma adicional referente a su comercializa-ción, que es el de que se reproducen muyfácilmente (Flitner, 1998). Las semillas, porejemplo, dan lugar a plantas que a su vezalbergarán semillas para la siguiente cose-cha. El carácter de producto de un organis-mo vivo no dura mucho, por lo tanto, lasegunda generación ya no necesita sercomprada Malas noticias para los inversores,

pues si los productos pueden reproducir-se, significa que la reproducción del capi-tal se encuentra en terreno pantanoso. Estoconduce a dos únicas soluciones: o se acabacon su capacidad reproductora (por ejem-plo, mediante la inserción de «genes extermi-nadores») o las patentes tienen que permitirel cobro de tarifas por el uso de un procesovivo modificado tecnológicamente.

Las patentes de innovaciones genéti-cas aseguran el control económico de las«industrias de la vida« sobre los organismosmodificados y sus retoños. Solamente pormedio del establecimiento de derechos depropiedad sobre las células, microorganis-mos y organismos se hace el material ge-nético del mundo vivo susceptible de sercomercializado. Las patentes dan a las em-presas el poder de apropiación de partesdel reino natural para transformarlas en re-cursos económicos y monopolizarlos tantocomo sea posible de forma que nadie pue-da usarlos sin previo pago, para un propó-sito aprobado de antemano. Las patentessobre la vida por tanto juegan en las «in-dustrias de la vida» el mismo papel que lasescrituras de las tierras jugaron en el surgi-miento del capitalismo agrario. Definen lapropiedad, mantienen alejados a otrosusuarios y establecen el destinatario de losbeneficios por su uso. Actividades comoplantar, criar ganado o usar tratamientoscurativos, que solían pertenecer al domi-nio público, están siendo controladas cadavez más por empresas. Mientras los colo-nialistas solían apropiarse de recursos mi-nerales o de tierra mediante el controlfísico de un territorio, las empresas de in-geniería genética explotan los recursos ge-néticos por medio de patentes reconocidasmundialmente sobre las cadenas de ADN.

Las consecuencias de la diversifica-ción de plantas, sin embargo, son simila-res. No hay que pensar demasiado paraver los muchos peligros asociados a la ex-pansión incontrolada de especies transgé-nicas; incluso la introducción controladade tecnología genética en la agricultura del

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sur tendrá como resultado la desapariciónde todo un grupo de plantas del panoramaevolutivo. Mientras que el capitalismoagrario llevó en muchos lugares al mono-cultivo de variedades de plantas naturales,las industrias de la vida podrían forzar laespecialización en unas cuantas plantasoptimizadas genéticamente y económica-mente útiles (bastante en línea con la«Gran Revolución, de los años sesenta y se-tenta) (Lappé y Bailey, 1998). En la despia-dada competición por conseguir mercadosque seguro va a seguir, las presiones no in-dustriales y locales se quedarán por el camino,lo que socabaria la garantía de alimentación,especialmente en el caso de los más pobres,carentes de medios para comprar produc-tos industriales.

Todas aquellas plantas que no sean ca-paces de soportar el cultivo a gran escala de-saparecerán. El sistema global de patenteslegales sobre los inventos genéticos, que in-corpora y modifica irrevocablemente partesde la herencia biológica del ser humano confines comerciales, amenaza con resultar enuna mera simplificación de la biosfera.

LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICAY EL CAMBIO DEL ESTRÉSMEDIOAMBIENTAL

En .los últimos arios, han aparecido cadavez más platos de salmón —fresco, ahuma-do o a la plancha— en los menús alemanes,casi como si éste fuera un pescado que secría en sus aguas nacionales. En este mo-mento, los alemanes consumen casi 70 mi-llones de kilos anuales de este pescado,que viene de las piscifactorías noruegas oescocesas a los supermercados alemanes(Oppel, 1999). Pero como en la cría masivade cualquier otra criatura, tienen que sumi-nistrarse grandes cantidades de alimento,para ser precisos, tienen que procesarsecinco kilos de pescado de altura para obte-ner un kilo de alimento para salmón. Estamateria prima que se procesa se pesca enla costa sudamericana del Pacífico, donde

las capturas están descendiendo debido ala pesca masiva y luego es procesada enlos pueblos de los muelles peruanos queestán en peligro de asfixia por los residuosgaseosos, líquidos y sólidos resultantes delproceso. Mientras los consumidores alema-nes pueden darse el gusto de comer pesca-do fresco bajo en calorías (y bastantecaro), la gente en Perú se queda con unmar agotado y unos pueblos insalubres.Este ejemplo muestra el modo en el que elalargamiento de una cadena de suministropuede producir un cambio en la divisiónecológica del trabajo entre los países delsur (y del este) y los del norte, porque laglobalización económica no implica quelos costes y los beneficios de la actividadeconómica se globalicen.

Al contrario, es más probable que laexpansión de la cadena de creación de va-lor por distintos lugares del mundo traigauna nueva localización de ventaja y des-ventaja. Cuando un proceso de producciónse divide entre varios países y regiones,aparece pronto una tendencia a separarcostes de beneficios mediante la redistribu-ción de éstos por toda la cadena. De todasformas, sería una equivocación imaginarque la red mundial de oficinas, fábricas,granjas y bancos fuese acompañada por ladescentralización de todas las funciones,desde la producción y planificación a la fi-nanciación, por no hablar de la recogidade beneficios (Sassen, 1996). A pesar denumerosos intentos por incrementar la au-tonomía de las subunidades, lo que sueleocurrir es precisamente lo contrario: o sea,la diversificación de las actividades econó-micas lleva a la concentración del control yel beneficio hacia los puntos nodales de lared económica (Castells, 1996). El flujo dela inversión en países lejanos es contrarres-tado por un reflujo de poder y beneficiospara el país originario o más concretamen-te, para las «ciudades globales» del norte.Al tiempo que las zonas especialmente ex-portadoras se multiplican en Bangladesh,Egipto o México, donde la mano de obra

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barata y la ruptura del pago de impuestos yde las suaves leyes medioambientales redu-cen considerablemente los costes de produc-ción, el cielo se convierte en el único límitepara las torres de bancos y sedes empresaria-les de Hong Kong, Frankurt o Londres.

La transformada distribución del podereconómico va pareja al cambio de situaciónde la presión sobre el medio ambiente a lolargo y ancho del espacio geográfico. Si elpoder, en el sentido ecológico, se definecomo la capacidad de internalizar las venta-jas medioambientales al tiempo que se exter-nalizan los costes medioambientales, podríasuponerse que el alargamiento de las cade-nas económicas iniciaría un proceso queconcentraría las ventajas en su parte supe-rior y las desventajas en la inferior. En otraspalabras, los costes medioambientales in-ternalizados en la cadena transnacional decreación de valor se volverán especialmen-te altos en los países del sur y del este,mientras las economías posindustriales sevolverán más protectoras del medio am-biente. O para decirlo en forma de analo-gía (siguiendo con el caso del salmón), lospaíses ricos ocuparán cada vez más las po-siciones superiores de la cadena de ali-mentación (en la que las entradas masivasde bajo valor habrán sido convertidas pocoa poco en volúmenes más pequeños decomida de primera calidad), mientras quelos países en vías de desarrollo y los sub-desarrollados ocuparán el puesto medio ybajo. De hecho, junto a numerosos ejem-plos concretos, esta interpretación estásiendo corroborada por una serie de datosagregados sobre flujos internacionales dematerias. Así, el 35% del total de los recur-sos de consumo es internalizado en un 22%en el caso de Alemania, 50% en Japón, 70%en los Países Bajos, etc. (Adriaanse et al.1997: 13). Cuanto más pequeña es el área deun país industrializado, más grande pareceser la separación geográfica entre los pun-tos de presión medioambiental y los pun-tos del beneficio del consumo. En todosestos países ha habido una tendencia durante

los últimos 15 años a que una proporcióncreciente del consumo medioambientaltenga lugar en el extranjero (no implican-do tantas materias primas, como productossemielaborados).

En lo que se refiere a la agricultura, lasregiones del sur del mundo ya no proveensólo de una producción agraria masivacomo en tiempos del colonialismo, sinoque también suministran bienes con unalto valor en dólares por unidad de pesopara los consumidores acomodados delnorte. Elementos altamente perecederos,tales como tomates, lechugas, frutas, ver-duras y flores vienen en forma de flete aé-reo a Europa desde Senegal o Marruecos, oa Japón desde Filipinas, o desde Costa Ricay Colombia a Estados Unidos (Thrupp,1995). Como en el caso del salmón, los con-sumidores preocupados por la salud conunos ingresos medio-altos están encanta-dos con un suministro que no depende delas estaciones, mientras las plantaciones einvernaderos en las áreas de origen im-plantan el uso de riegos, pesticidas y la re-presión de los agricultores locales. Las cosasno son muy diferentes en lo que respecta alos camarones o la producción de carne. Laalimentación de camarones y gambas enTailandia o la India para los mercados ja-poneses y europeos supone que la gentecamine entre residuos tóxicos para coger-los y desaparezca más de un manglar.

El consumo más refinado del norte acosta del medio ambiente y la subsistenciaeconómica del sur constituye un patrónque se ha consolidado en el mercado deproducción de alimentos desde los ariossetenta. La cría de ganado vacuno y porci-no en Europa se basa toda en mandioca osoja, ambas procedentes de Estados Uni-dos y de países como Brasil, Paraguay, Ar-gentina, Indonesia, Malasia o Tailandia. Lavieja ley según la cual el mercado pone elpoder de compra por encima de las nece-sidades humanas se corrobora a sí mismafuertemente en la economía mundial másallá de las fronteras.

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Por supuesto, la expansión del modelofósil de desarrollo a una o dos docenas deeconomías aspirantes del sur y del este hahecho lo imposible por cambiar la geogra-fía del estrés medioambiental. Con la entradade las recién industrializadas economías enla era alimentada por los recursos de pro-cedencia fósil, se presentó la posibilidadde extender las cadenas de producción in-dustrial más allá de los países de la OCDE.El sur aporta cada vez más a la producciónmundial (y la OCDE cada vez menos) deindustria primaria, metalúrgica y química(Sprenger, 1997:337; Mason, 1997), aumen-tando el último tipo de un 17% en 1990 aun 25% en 1996 (French, 1998: 27). Lo queestá ocurriendo no es tanto una emigra-ción debido a razones medioambientalessino una redistribución de funciones den-tro de la economía mundial. Las etapas dela cadena de producción internacional quepresionan más al medio ambiente están si-tuadas en las regiones menos desarrolla-das, mientras que las etapas más limpias ymenos materiales tiende a situarse en lospaíses del G-7. En la industria del alumi-nio, por ejemplo, la explotación de la bau-xita se produce en Guyana, Brasil, Jamaicay Guinea (junto con Australia). La fundi-ción real del aluminio, que es la siguienteetapa, se fue trasladando cada vez más enlos años ochenta desde el norte a otrospaíses corno Brasil, Venezuela, Indonesia oBahrein, mientras que la etapa de investiga-ción y desarrollo se quedaba principalmentesituada en el área de la OCDE (Heerings yZeldenrust, 1995:33). A pesar de un uso másalto sobre todo, la producción del aluminiocreció fuertemente en Japón y ligeramenteen Europa; las importaciones procedentesdel sur llenaron el vacío (Mason, 1997).

Una mirada al ramo de los ordenado-res muestra sobradamente el grado en elque la industria de alta tecnología vive fue-ra de la división ecólogica del trabajo. Enel caso de 22 empresas de ordenadores depaíses industrializados, más de la mitad dela producción (tóxica) de los microchips

tiene lugar en países en vías de desarrollo(French, 1998: 28). ¿No demuestra esto engeneral la futura reestructuración de laeconomía mundial? Las economías softwa-re del norte se enorgullecerán de sus pla-nes por un medio ambiente más limpio,mientras las economías recién industriali-zadas harán la manufactura y se las veráncon las clásicas formas de polución deagua, aire y suelo y las economías prima-rias y más empobrecidas harán el trabajode extracción y socavamiento de las basesde las que depende la subsistencia de untercio de la humanidad que vive directa-mente de la naturaleza.

¿QUÉ GLOBALIZACIÓN Y DE QUIÉN?

La globalización no es un monopolio delos neoliberales: una gran variedad de ac-tores, con filosofías muy variadas tambiénqueda atrapada por la transnacionalizaciónde las relaciones sociales. En efecto, el mo-vimiento ecologista es uno de los agentesmás importantes del pensamiento global.De acuerdo con esto, la imagen del plane-ta azul —el símbolo de la globalización—transmite más de un mensaje. El mensajeimperialista del derribo de fronteras siem-pre se encontró opuesto al mensaje holísticode la unidad finita del planeta. Se puede tra-zar una línea clara de separación desde elDía de la Tierra 1970 (visto con frecuenciacomo el principio del movimiento ecolo-gista americano) a la conferencia de lasNaciones Unidas sobre el clima mundialque tuvo lugar en Tokio en 1997.

En las plazas en las que la gente sereunió en ese primer Día de la Tierra, losoradores y manifestantes dejaron claras susdemandas de una protección medioam-biental generalizada, con fotografías de latierra tomadas menos de un año antes des-de la superficie de la luna. Y casi 30 ariosdespués, el emblema del planeta fue desple-gado vistosamente al frente de la sala deconferencias donde, por primera vez, losgobiernos del mundo firmaron acuerdos

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de compromiso avalados por la ley para li-mitar los niveles de polución.

Esa imagen muestra una tierra cornoun único cuerpo natural ligando a los sereshumanos y otras formas de vida en un des-tino común; globalizando nuestra percep-ción de la naturaleza y de la historia de lahumanidad. Solamente con una imagen asífue posible hablar de »una tierra» o -unmundo» en el verdadero sentido del térmi-no. Pues ni el nombre de la asociación promedio ambiente Amigos de la Tierra, ni eltítulo del informe Brundtland Nuestro futu-ro común (WCED 1987), hubiese significa-do demasiado sin esa foto del planeta.

Pero el -efecto planeta azul» y su men-saje de finitud van aún más allá: producenuna perspectiva que sitúa la acción localdentro de un marco global. La imagenmuestra los límites externos del espaciodonde vive cualquiera que la contemple.¿No sabe todo el mundo que si la foto fue-ra ampliada lo suficientemente se encon-traría a sí mismo/a en ella? Pues el sujetoobservador no puede ser separado del ob-jeto observado; en casi ningún otro ejem-plo la autorreferencia está tan entretejidacon la imagen. Esta superposición visualde la existencia global e individual ha pro-ducido un cambio en las coordenadas mo-rales y cognitivas de nuestra propiapercepción. Las consecuencias de una acción,sugiere, pueden extenderse hasta los bordesde la tierra y todo el mundo es responsablede ello. De repente, los conductores de tu-rismos y los consumidores de carne estánrelacionados con el efecto invernadero eincluso la laca o un billete de avión se vencomo responsables de haber pisoteado loslímites globales. -Piensa a nivel global, ac-túa a nivel local»: este eslogan electoral delmovimiento ecologista ha hecho su parteen la creación del -ciudadano global» queinternaliza los límites de la tierra dentro desu propio pensamiento y acción. La ideade la limitación deriva su fuerza moral deesta asociación de planeta y sujeto en undrama común. La experiencia ecologista es

sin lugar a dudas una dimensión de la ex-periencia de la globalización, porque ven-ce la noción convencional de la gente deestar viviendo y actuando en espacios socio-políticos claramente delimitados y separadoslos unos de los otros (Beck, 1997: 44).

Sin embargo, el movimiento ecologistano puede ser ajeno al hecho de que, aun-que de forma provisional, el mensaje im-perialista se ha impuesto. Prueba de ello,es la forma en la que las compañías se hanapoderado casi por completo de la imagendel planeta azul. La percepción del mundocomo espacio homogéneo, visible y acce-sible en su totalidad ha tomado un carizhegemónico en cualquier parte. Esta visiónes imperialista, ya que proclama el dere-cho de recorrer el mundo sin impedimen-tos y coger todo lo que nos apetezca,exactamente como si no existieran los lu-gares, las comunidades o las naciones. Losmecanismos GATT, TLC y OMC nacieroninspirándose en la demolición de fronte-ras. Codifican el mundo en forma de terre-no económico de libre acceso, en el cual laeconomía disfruta del derecho de paso.Las reglas establecidas recientemente estándiseñadas para proclamar a las compañíastransnacionales súbditos soberanos dentrodel espacio global, exceptuando cualquiertipo de obligación para con las regiones olos gobiernos nacionales. El proteccionismoestatal es así abolido y reemplazado por unnuevo proteccionismo que favorece a lascompañías. Los socios transnacionales tie-nen derecho a reclamar todo tipo de dere-chos y libertades, mientras que los estadosterritoriales —por no hablar de los ciudada-nos o de las asociaciones cívicas-- tienen quepermanecer en un segundo puesto.

Cuando la gente mire al último siglodel anterior milenio, estarán obligados allegar a la conclusión de que Río de Janei-ro significó un acto de retórica bastanteaceptable, pero Marrakech fue realmentetomado en serio. La conferencia de NU so-bre el medio ambiente celebrada en Río en1992 significó una larga serie de acuerdos

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internacionales —sobre todo las convencio-nes sobre clima y biodiversidad— que sesuponía iban a mover la economía mun-dial hacia una dirección menos dañinapara la ecología. Nlarrakech significó lafundación de la OMC después de la rondaGATT de Uruguay y la importancia cre-ciente del FMI como gobierno oculto demuchos países. Aquí se establecieron lasbases de un régimen económico en el cualla actividad inversora de los actores trans-nacionales se vería libre de cualquier regu-lación en cualquier parte del globo. Estosregímenes transnacionales —el medioam-biental y el económico— son intentos dedar una base político-jurídica a la sociedadde la economía transnacional, pero ambospermanecen en abierta confrontación. Elrégimen medioambiental se preocupa dela protección del patrimonio natural, eleconómico, con iguales derechos, de ex-plotarlo; los acuerdos sobre medio ambientese basan en el respeto por los límites natura-les, los acuerdos económicos, en el derechoa propiciar el éxito de la expansión econó-mica. Paradójicamente, además, apuestanpor diferentes sistemas de responsabilidad.Por una parte, los acuerdos sobre el medioambiente apelan a los estados soberanoscomo entidades responsables que deben sos-tener el bien público dentro de su territorio.

Por otra parte, los acuerdos económi-cos reconocen compañías soberanas trans-nacionales que no pertenecen a ningúnterritorio en exclusiva y por tanto no tienenresponsabilidad para con ningún estado. Yahoy, las cien economías más grandes delmundo contienen 49 países y 51 compañías(Anderson y Cavanagh, 1997: 37).

Por lo tanto no queda claro de qué for-ma los mensajes contradictorios que se ha-cen dueños de la imagen del planeta azulpueden llegar a reconciliarse. Incluso lasociedad civil transnacional ha tenido éxitosólo en ocasiones específicas en el enfren-tamiento de las compañías con sus respon-sabilidades para con la naturaleza y paracon la aplastante mayoría de los ciudada-

nos del mundo. Si el mensaje holístico es si-nónimo de «sostenibilidad« y el imperialistade «globalización económica», entonces, de-beríamos suponer que, independientementede la sinergia que ocurra a un micronivel, elabismo entre los dos continuará agrandán-dose. Pero ésa es precisamente la grandezade un símbolo: puede albergar verdadesdistintas dentro de una única forma visual.

(Traducción: Carmen Gálvez)

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