Globalizacion Desde Abajo-1

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A GLOBALlZACIÓN DESDE ABAJO:

TRANSNACIONALlSMO INMIGRANTE y DESARROLLO

LA EXPERIENCIA DE ESTADOS UNIDOS

Y AMÉRICA LATINA

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GLOBALlZACIÓN

DESDE ABAJO: TRANSNACIONALlSMO

INMIGRANTE y DESARROLLO LA EXPERIENCIA DE

ESTADOS UNIDOS

Y AMÉRICA LATINA

FLACSO

MÉXICO

Alejandro Portes Luis Guarnizo

Patricia Landolt Coordinadores

Itl\ • H

2003

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Primera edición, julio del año 2003 © 2003

FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES, FLAcso-MÉXJCO FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES, SECRETARÍA GENERAL

© 2003 Por tipográficas y de edición MIGUEL ANGEL PORRÚA, librero-editor

Derechos reservados conforme a la ley ISBN 970-701-365-6

IMPRESO EN MÉXICO PRlNTED IN MEXICO

Amargura 4, San Ángel, Á1varo Obregón, 01000 México, D.F.

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Agradecemos a Ethnic and Racial Studies, en particular al doctor Martin Bulmer,

su editor principal, la autorización para la publicación del presente volumen en español

que contiene los artículos originalmente publicados en inglés, en la revista Ethnic and Racial Studies,

en su edición especial, volumen 22, núm. 2, año 1999.

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WILFREDO LoZANo*

Prólogo

ESTE nuevo libro de Alejandro Portes, La globalización desde abajo, nos enfrenta a un campo problemático poco desarro-

llado en las ciencias sociales contemporáneas, el estudio de la globalización en la perspectiva de actores sociales con poco o nin-gún poder político en la esfera del Estado y con poca visibilidad mundial, arropada por el movimiento de los grandes capitales financieros, el peso de las transnacionales y el poder mediático de la imagen de la televisión y el Internet. Nos referimos a los de abajo, protagonistas del proceso globalizador, que sin embargo no poseen un poder correlativo a la importancia y dimensión de su campo de accionar colectivo, en una palabra hablamos de los migrantes internacionales, pero no vistos como simples agentes del proceso emigratorio, sino como protagonistas de verdaderas co-munidades construidas en los intersticios de los estados de donde proceden y de los que los alojan.

Alejandro Portes y su equipo no se preocupan en este libro por la emigración, fenómeno en cuyo estudio es también una autoridad. Les interesa otro fenómeno: en el marco de la globali-zación, a partir del peso que han adquirido las corrientes migrato-rias internacionales, en particular la dirigida desde Latinoamérica a Estados Unidos, se ha ido produciendo un nuevo fenómeno, en gran medida sostenido por las redes y sistemas migratorios inter-nacionales, pero en modo alguno reductible a esto. Se trata de la creación de comunidades transnacionales. En tanto comunidades, estos agrupamientos humanos reconocen un marco identitario a

• Secretario general, Flacso. [7]

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partir del cual sus actores definen una referencia social que les es común, un origen y hasta un proceder cultural que les es especí-fico. En este sentido, no se diferencian mucho de lo que la litera-tura tradicional reconoce como grupos nacionales, etnias y, en un nivel mayor de agregación, naciones. Lo que las diferencia de otros agrupamientos de alcance internacional es precisamente que su origen vincula al menos a dos estados y dos grupos estatal-nacio-nales, esta vez enlazados en un cuerpo de interacciones e institu-ciones sociales comunes y un actuar colectivo que las supone. Es decir, la existencia de estas comunidades implica un marco transna-cional en su propia construcción, reproducción económico-social e identidad.

Como el libro de Portes y colaboradores lo demuestra, esto apunta a un fenómeno nuevo, que demanda una teorización espe-cífica. La pertinencia de este campo de investigación no se deriva sólo de la novedad del tipo de fenómenos sociales a los que se re-fiere, sino de su magnitud, su creciente importancia económica para los países de origen de los emigrantes que pasan a integrar estas comunidades, el lugar estratégico que éstas ocupan en la política nacional y las relaciones entre los estados-naciones en torno a los cuales se organizan y reproducen social, económica y políti-camente.

De esta forma el transnacionalismo, leído en clave del papel de las comunidades transnacionales construidas tras el peso de la migración internacional, no representa sólo una novedad más de los llamados estudios globales, constituye un campo teórico en construcción con decisiva importancia política para el porvenir, precisamente de la gente de abajo, de aquellos que, estando envuel-tos en las corrientes de la globalización, es poco su poder político; sin embargo, su lugar en la economía es cada vez más decisivo para sus naciones de origen.

Hasta el desarrollo de los estudios culturales y socioeconómi-cos del transnacionalismo, la corriente principal de la globalización reconocía esencialmente en las empresas transnacionales y los estados-naciones cada vez más debilitados, junto al papel del capital financiero y las nuevas realidades económicas y sociocultu-

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rales (la economía de la información, la industria cultural a dis-tancia) y tecnológicas como el Internet, el marco determinante de la globalización. Estudios como el de Portes y colaboradores de-muestran que el fenómeno es más complejo, que la gente común no sólo tiene capacidades de respuesta, sino que la realidad de la migración internacional subvierte incluso el campo político y económico que le dio impulso, dando lugar a nuevos fenómenos como el de las comunidades transnacionales que constituyen a su vez componentes significativos de la mundialización. En este mundo global los de abajo, pues, no sólo son defendidos por la intelectualidad progresista, sobre todo tienen capacidad propia de construir su voz, como hace muchos años reclamó Hirschman y como con razón destacan Roberts, Frank y Lozano-Ascencio en este libro.

Dije al inicio que este libro era innovador en la teoría. Posi-blemente en el campo de los estudios sobre el transnacionalismo, sin necesariamente dar por zanjado el debate, la definición que Portes y colaboradores proponen sobre las comunidades transna-cionales sea la de mayor rigor y potencialidad. Ello se debe no sólo a que tiene la parsimonia y claridad lógica de toda buena defini-ción, sino porque la misma abre un campo de investigación teó-ricamente orientado y falsable (Popper) desde el punto de vista empírico. Para Portes el transnacionalismo se refiere en lo básico a "ocupaciones y actividades que requieren de contactos sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras nacionales para su ejecución". En seguida establecen los autores que la unidad de análisis apropiada, al menos en esta fase de desarrollo de los estudios transnacionales, es el individuo y sus redes sociales, a partir de cuya acción es posible reconstruir entornos instituciona-les más amplios.

Portes y su equipo, como bien afirma Vertovec en este mis-mo libro, insisten en que una definición rigurosa del carácter transnacional de las comunidades migratorias en el marco de la globalización demanda ciertos requisitos: intensidad del fenóme-no, simultaneidad de las acciones que involucran a la comuni-dad, sobre todo las económicas, etcétera. Vertovec insiste por su

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parte (en este volumen), como por lo demás asumen los trabajos de Glick Schiller y Fouron y de Popkin, que el transnacionalis-mo, además de esta delimitación económica y social a la que apunta la definición de Portes, requiere de un marco cultural e identitario, que a su vez tiene efectos o consecuencias sobre la construcción de la identidad nacional de los países involucrados en la dinámica transnacional. Aunque estos razonamientos aún no tienen el desarrollo formal de la propuesta de Portes, me parece que señalan problemas reales que deben ser atendidos en una fase de mayor desarrollo de este campo de estudio: el de la cons-trucción de las identidades nacionales en un marco transnacional. A ello se suma un conjunto de consecuencias políticas relativas a las relaciones interestatales en los casos que involucran las co-munidades transnacionales, como es el tema de la soberanía y el nuevo tipo de ciudadanía en construcción a partir de estas reali-dades. La importancia del asunto se ve claro en el papel fundamen-tal que en la política exterior mexicana desempeña el problema migratorio, en el papel decisivo que para las economías salva-doreña y dominicana tienen las remesas, como en el cada vez más frecuente otorgamiento de las dobles ciudadanías a los na-cionales latinoamericanos que residen en Estados Unidos y se han nacionalizado como estadounidenses.

Portes aborda el fenómeno del transnacionalismo con un argu-mento tipológico, en función del cual se reconocen tres sectores bá-sicos: el económico, el político y el sociocultural, y se definen dos grados o niveles de institucionalización (bajo y alto). Por ejemplo, en el ámbito económico con un bajo nivel de institucionalización se aprecia la acción de comerciantes informales y la migración la-boral a distancia, mientras en un grado alto de institucionalización incluyen las empresas transnacionales, la actividad turística y el papel del capital bancario. En el ámbito sociocultural, un grado bajo de institucionalización remite a las competencias deportivas, la acción de grupos culturales o la acción de sacerdotes de pueblos que visitan a sus feligreses residentes en el extranjero, pero un grado elevado de institucionalidad implicaría la organización de exposiciones de arte internacionales, eventos culturales organiza-

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dos por las embajadas y consulados, entre otros. El modelo pro-puesto es fecundo. Debo señalar que me parece, sin embargo, que éste se vería enriquecido si profundizara en el problema de los "grados de institucionalización", a partir de cuyo enfoque se podría estudiar la dinámica mediante la cual se pueden afirmar acciones de baja institucionalización, lo que da lugar a fenómenos institu-cionalmente organizados, o bien analizar cómo los ámbitos insti-tucionales bien estructurados pierden poder institucional.

Adoptando la propuesta metodológica de Merton, relativa a la importancia de la construcción de teorías de alcance medio en el actual nivel de desarrollo de las ciencias sociales, Portes sugiere delinear un campo de fenómenos lo suficientemente especificado que permita estudios falsables en el plano empírico, pero que a la vez, conduzcan a reflexiones teóricamente fundadas y relevan-tes. El esfuerzo de este libro es un buen ejemplo de las potencia-lidades de esta perspectiva.

De cualquier modo, los resultados de esta investigación, como el campo mismo de los estudios sobre el transnacionalismo, con-tribuyen a poner en tela de juicio algunas premisas de la economía política, y defendidas principalmente por la reacción neoclásica: la idea de la inamovilidad de los factores tierra y trabajo y la mo-vilidad del factor capital. Es claro que las migraciones interna-cionales de alguna forma constituyen una reacción a las barreras del capital en su búsqueda de inamovilización del trabajo, pero lo más importante es que las llamadas comunidades transnaciona-les, por lo menos en el enfoque que asume Portes, son algo más en esta corriente: representan una respuesta flexible en el campo internacional de la propia comunidad laboral organizada como comunidad transnacional. En este sentido, más allá de la flexibili-dad de la producción contemporánea, tras la revolución informá-tica y tecnológica, las comunidades transnacionales flexibilizan la organización del mundo social del trabajo, penetrando en los estados que involucran las migraciones de esta población: como inmigrantes y trabajadores en el país de recepción, por un lado; como agentes generadores de remesas y otros bienes económicos y culturales y, en general, como constructores de nuevas identida-des en espacios transnacionales, por el otro.

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En América Latina el transnacionalismo cobra cada vez más importancia política, económica y social. Millones de latinoame-ricanos residen permanentemente en Estados Unidos y mediante sus vínculos con el origen han transformado el panorama econó-mico de los países de donde proceden, influyendo determinan-temente en la vida política nacional y local, como es evidente en el norte de México, El Salvador, República Dominicana y Haití. Por otro lado, la presencia latina en Estados Unidos adquiere cada vez mayor importancia política local y federal, al menos en es-tados como los de Nueva York, California, Texas, La Florida. En muchos sentidos, la política y la sociedad latinoamericanas en-cuentran en Estados Unidos un marco de rearticulación, del que las comunidades transnacionales estudiadas por Portes y colabo-radores constituyen sólo uno de sus ejes principales. Éste es un fenómeno que requiere de estudios sistemáticos como los que contiene este libro.

En el libro La globalización desde abajo, 19 autores y autoras abordan este fecundo campo de investigación del transnacionalismo, con perspectivas muchas veces diferentes, o con énfasis más marca-dos en el ámbito económico y social, el político o el cultural. El campo de investigación lo delimita el transnacionalismo latinoa-mericano con Estados Unidos, a propósito de las comunidades transnacionales construidas por inmigrantes mexicanos (Roberts, Frank, Lozano-Ascencio), guatemaltecos (Popkins), salvadoreños (Landolt, Autler, Baires), dominicanos (Dore, Itzigsohn, Hernán-dez), haitianos (Glick Schiller, Fouron) y colombianos (Guarnizo, Sánchez, Roach, Díaz). A esto se suman los textos y reflexiones teóricas y metodológicas de Portes, Guarnizo, Landolt y el estu-dio de Vertovec.

¿Estamos asistiendo a un reordenamiento del proceso de construcción de identidades sobre el que se ha sostenido la cons-trucción de estados-naciones desde finales del siglo XVUl a nuestros días? ¿Cómo afecta al porvenir del Estado-nación la existencia de estas comunidades transnacionales cada vez con mayor poder político en ámbitos locales en los estados de origen? ¿Cuál es el porvenir de estas comunidades transnacionales desde el punto

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de vista de su identidad, pero también de sus lazos con los esta-dos de origen en cuestiones como los derechos ciudadanos? Éstas son preguntas decisivas, que el libro de Portes y colaboradores no responde en forma cerrada y definitiva, pero éste permite abrir caminos inteligentes y fecundos para discutirlas.

No me caben dudas, La globalización desde abajo representa una significativa contribución al estudio de los procesos de rein-serción de América Latina en las corrientes de la globalización, y lo hace mediante un innovador enfoque metodológico y teórico. Para la Flacso, como institución latinoamericana dedicada a la investigación y a la docencia en el ámbito de las ciencias sociales, constituye un gran honor la publicación en español de este nue-vo libro del profesor Alejandro Portes y sus colaboradores en la prestigiosa colección de la Sede Flacso México y con el coauspi-cio de la Secretaría General.

[San José, abril de 2002]

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INTRODUCCIÓN

ALEJANDRO PORTES, LUIS GUARNIZO

PATRICIA LANDOLT

El estudio del transnacionalismo: peligros latentes y promesas de un campo de investigación emergente

ESTE LIBRO fue concebido con el propósito de llamar la aten-ción de los expertos y los diseñadores de políticas sobre un

fenómeno que apenas recientemente ha empezado a atraer la atención de los investigadores en el campo de la inmigración. Por medio de esta recopilación, buscamos proporcionar evidencia de la existencia de este fenómeno y desarrollar conceptos teóricos que faciliten su interpretación. Nos referimos a la creación de una comunidad transnacional que une a grupos de inmigrantes en los países avanzados con sus respectivas naciones y pueblos de ori-gen. Aunque el movimiento de inmigrantes en ambos sentidos siempre ha existido, hasta hace poco éste no había alcanzado la magnitud crítica y la complejidad necesaria para poder hablar de un fenómeno social emergente. Este fenómeno está compuesto por un creciente número de personas que viven una doble vida: hablan dos idiomas, tienen hogares en ambos países y su vida dis-curre en un contacto continuo y habitual a través de las fronteras nacionales. Las actividades dentro del campo transnacional abar-can una gran gama de iniciativas económicas, políticas y sociales -que van desde negocios informales de importación y exportación, al surgimiento de una clase de profesionales binacionales, y has-ta la participación de los inmigrantes en campañas políticas en su país de origen.

El creciente número de lazos que unen a las personas a través de los países y la fluidez y diversidad de estos intercambios han dado lugar a muchos alegatos contradictorios. En algunos escri-tos, el fenómeno del transnacionalismo se describe como novedo-

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so y emergente, y en otros se afirma que es tan antiguo como la inmigración misma. En algunos casos, se muestra a los empresa-rios transnacionales como una "casta" nueva y hasta excepcional, mientras que en otros se dice que todos los inmigrantes forman parte de la comunidad transnacional. Por último, hay quienes describen estas actividades como un reflejo y acompañamiento natural de la globalización del capital, en tanto otros la consideran como una reacción popular a los excesos de este mismo proceso (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992; Basch, 1994; Guar-nizo, 1994; Smith, 1995).

Los estudios acerca de la migración transnacional forman un campo emergente altamente fragmentado, al que todavía le falta rigor analítico y un marco teórico bien definido. Por ejemplo, los estudios existentes utilizan con frecuencia unidades de análisis dife-rentes (es decir, individuos, grupos, organizaciones, estados lo-cales) y mezclan diversos niveles de abstracción. Esta tendencia amenaza con frustrar la viabilidad de un campo de investigación por lo demás promisorio. Con el espíritu de proporcionar un pano-rama representativo del conocimiento en esta área, presentamos en este libro varios puntos de vista diferentes, no todos de acuer-do con el nuestro. Ofrecemos además un conjunto de pautas que, junto con nuestro propio estudio empírico del tema, buscan conver-tir el concepto de transnacionalismo en un objeto de investigación claramente definido y mensurable. A continuación, resumimos estos principios como una forma de alimentar nuestra compren-sión actual del concepto y facilitar su investigación. Como se hará evidente más adelante, estas normas son de aplicación general, pero resultan particularmente importantes en una nueva y toda-vía frágil área de investigación.

ESTUDIANDO EL TRANSNACIONALISMO: PREMISAS BÁSICAS

Establecer el fenómeno

Según advirtió Robert Merton (1987), no tiene sentido tratar de explicar un fenómeno cuya existencia no ha sido probada. Por sor-

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prendente que pueda parecer, no es tan poco común en las ciencias sociales que se elaboren explicaciones complejas para procesos cuya realidad continúa siendo problemática. I En el caso del transnacio-nalismo, para justificar un nuevo campo de estudio, no es sufi-ciente invocar las anécdotas de algunos inmigrantes que invierten en negocios del país de origen o de algunos gobiernos que conce-den a sus expatriados el derecho de votar en las elecciones naciona-les. Para establecer el fenómeno, se necesitan por lo menos tres condiciones:

• el proceso involucra una proporción significativa de perso-nas en el universo relevante (en este caso, los inmigrantes y sus contrapartes en el país de origen); • las actividades de interés no son transitorias ni excepciona-les, sino que tienen cierta estabilidad y flexibilidad a través del tiempo; • el contenido de estas actividades no está incluido ya en algunos de los conceptos existentes, lo que ocasionaría que la invención de un nuevo término fuese redundante.

Delimitar el fenómeno

La última de las condiciones arriba indicadas anticipa la siguien-te. Una vez que queda establecida la realidad de un hecho o proceso, es importante delimitar su alcance para evitar redundan-cia con objetos que han sido estudiados mediante otros concep-tos. Por ejemplo, nada se gana con llamar "transmigran tes " a los inmigrantes, cuando el término anterior y más familiar es per-fectamente adecuado para describir a los sujetos del estudio. Al delimitar el alcance de un concepto, es también necesario evitar su falsa extensión hacia todos los aspectos de la realidad, expe-

J Desafortunadamente los ejemplos son numerosos y van narraciones sobre conceptos psicoanalíticos de existencia cuestionable hasta disquisiciones más recientes sobre "posmodernidad", por nombrar sólo algunos. Se han dedicado extensos análisi, a tales temas sin una base firme para establecer su existencia o el rango de los fenómeno empíricos que deben abarcar.

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riencia común cuando un concepto particular se torna popular.2

En este caso, si todas o la mayoría de las actividades que realizan los inmigrantes se definen como "transnacionalismo", entonces ninguna lo es, porque el término se convierte en sinónimo del total de las experiencias de esta población. Para que sea de uti-lidad, un nuevo término debe designar un tipo característico de actividad o actor diferente de los que ya designan otros concep-tos más familiares.

Con el propósito de establecer un área de investigación no-vedosa, es preferible delimitar el concepto de transnacionalismo a ocupaciones y actividades que requieren de contactos sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras nacionales para su ejecución. Así definido, el concepto abarca, por ejemplo, los viajes mensuales de un empresario salvadoreño para entregar correspondencia y pro-visiones a parientes de inmigrantes en El Salvador, o los viajes de una modista dominicana que posee un taller de ropa y viaja varias veces al año a Nueva York para vender sus artículos y adquirir ma-teriales y nuevos diseños para su negocio. Por la misma razón, esta definición excluye los regalos ocasionales en dinero y bienes que envían los inmigrantes a sus parientes y amigos (no es una ocupación) o la compra de una casa o solar que realiza un inmi-grante en su país de origen (no es una actividad habitual).

Evidentemente, como hacen notar Itzigsohn et al. (1999), los contactos, viajes y actividades ocasionales de los miembros de una comunidad expatriada, a través de las fronteras nacionales, contribuyen también a fortalecer el campo transnacional; pero estos contactos no son en sí mismos suficientemente novedosos o variados como para justificar una nueva área de investigación. Lo que constituye un fenómeno en verdad original y, por tanto, jus-tificable como nuevo tema de investigación es la gran intensidad de los intercambios, nuevas formas de transacción y multiplicidad

2Una vez más, no es difícil conseguir ejemplos. Entre éstos aparecen términos como "otro significativo", "carisma" y más recientemente "globalización", cada uno los cuales se han aplicado en muchos contextos diferentes. Esa proliferación de usos ha conducido a interpre-taciones contradictorias y a la pérdida del valor heuóstico del término. Al convertirse en clichés periodísticos, dejaron gradualmente de ser objetos de la investigación científica seria. Para el caso de otro concepto arriesgado, "capital social", véase Portes y Landolt (1996).

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de actividades que traspasan fronteras nacionales y requieren de este movimiento geográfico para su éxito.

Difmir la unidad de análisis

Como en otras áreas de actividad humana, el transnacionalismo involucra a los individuos, sus redes sociales, sus comunidades y estructuras institucionales más amplias como gobiernos locales y nacionales. La literatura existente sobre el tema tiende a mezclar estos diferentes niveles, refiriéndose a veces a los esfuerzos y logros de migrantes individuales, otras a la transformación de comuni-dades locales en los países emisores, y otras más a las iniciativas de los gobiernos de estos países que buscan apropiarse de la lealtad y los recursos de sus respectivas emigraciones. Esta mezcla contri-buye a una creciente confusión sobre el concepto y su significado.

Por razones metodológicas, consideramos apropiado estable-cer como la unidad de análisis en esta área el individuo y sus redes sociales. Otras unidades, tales como las comunidades, las empre-sas económicas, los partidos políticos, etcétera, entrarán también al escenario en etapas subsecuentes y más complejas de la investiga-ción. Sin embargo, el individuo y sus redes constituyen el punto de partida más viable en la investigación de este tema. Esta decisión no se basa en una posición fIlosófica a priori, ni tiene la intención de negar la realidad e importancia de estructuras más amplias. Por el contrario, creemos que un estudio que se inicia con la historia y las actividades de los individuos es la forma más eficiente para comprender las estructuras del transnacionalismo y sus efectos. A partir de los datos obtenidos en entrevistas individuales, se pue-den definir las redes que hacen posible identificar las contrapar-tes de los empresarios transnacionales en el país de origen y reco-pilar información para establecer los efectos agregados de estas actividades.

La selección de individuos como punto de partida para incur-sionar en este campo también se basa en sus propios orígenes. Las actividades transnacionales de origen popular no se iniciaron a partir de acciones o políticas de gobiernos nacionales o locales;

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tampoco fueron idea de los administradores de las grandes corpo-raciones. Por el contrario, estas actividades se desarrollaron común-mente como reacción a las políticas gubernamentales y a las condi-ciones de capitalismo dependiente en los países subdesarrollados, a medida que los inmigrantes y sus familias buscaban evadir la po-breza permanente a que estas condiciones los condenaban (Por-tes y Guarnizo, 1991; Roberts et al., 1999). El transnacionalismo auspiciado por el Estado surgió subsecuentemente a medida que los gobiernos nacionales reconocían la importancia de sus comu-nidades expatriadas y buscaban dirigir y cooptar sus iniciativas (Smith, 1996).

Distinguir tipos

La heterogeneidad de estas actividades sugiere el próximo paso ló-gico. No todo lo que cae dentro del alcance de un concepto ne-cesita ser igual, ya sea en términos de la forma o el propósito de la actividad involucrada. Un error común en la literatura de inves-tigación inspirada por ciertas ideas teóricas es excluir una gama de hechos o actividades solamente porque no son idénticos a los que impulsaron la idea inicial, aun cuando comparten muchas ca-racterísticas.

Dentro de la definición de transnacionalismo que ofrecimos anteriormente es posible acomodar diversas actividades. Una tipología inicial de trabajo fundamentada en este concepto dife-renciaría las iniciativas económicas de los empresarios transna-cionales que movilizan sus contactos a través de las fronteras, en busca de insumos, capital y mercados, versus las actividades polí-ticas de dirigentes partidistas, funcionarios gubernamentales o líderes comunitarios, cuyas metas principales son alcanzar poder político e influencia en los países emisores y comunidades expa-triadas. Una tercera categoría más variada abarca empresas socio-culturales múltiples orientadas al reforzamiento de una identidad nacional en el extranjero o al disfrute colectivo de productos y acti-vidades culturales. Este tipo de transnacionalismo incluye giras de grupos de música folclórica que actúan frente a públicos de

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inmigrantes, la organización de juegos deportivos entre equipos de inmigrantes y del país de origen, la elección de reinas de belle-za para representar a la comunidad inmigrante en concursos nacionales y la celebración de festividades en el extranjero con la participación de figuras políticas o artísticas prominentes que viajan a los centros de la emigración con ese propósito. .

Esta tipología de trabajo del transnacionalismo económico, político y sociocultural ha guiado nuestro estudio empírico del tema y ha probado ser útil para organizar lo que de otra forma sería un conjunto de actividades caótico. Varios de los capítulos de este libro emplean esta tipología para presentar e interpretar su material empírico respectivo. Una segunda diferencia útil es la existente entre las actividades transnacionales iniciadas y lleva-das a cabo por actores institucionales poderosos, tales como cor-poraciones multinacionales y estados, y aquellas actividades que son resultado de las iniciativas de origen popular que realizan los inmigrantes y sus contrapartes en el país de origen. A estas dife-rentes acciones se les ha llamado transnacionalismo "desde arriba" y "desde abajo", respectivamente (Guarnizo, 1997a) .

Desde un punto de vista individual, ambos tipos caen ade-cuadamente dentro de la definición del concepto. Por tanto, un diplomático o un representante de un partido político en el extran-jero es un actor transnacional, al igual que el ejecutivo de una gran corporación que es enviado a trabajar a un país extranjero. Estas actividades difieren en organización, recursos y alcance de las correspondientes a los empresarios económicos y políticos de origen popular. Al cubrir ambos tipos bajo la misma sombrilla conceptual, se pueden destacar sus similitudes y estudiar siste-máticamente sus diferentes características. La tabla 1 presenta una tipología de actividades transnacionales -por la naturaleza de la actividad y su nivel de institucionalización- y las ilustra con ejemplos a partir de la literatura existente.

Muchas de las actividades que se incluyen dentro del concep-to de "transnacionalismo desde arriba" son muy conocidas y se han analizado a partir de enfoques conceptuales alternativos, inclu-yendo la globalización económica, las relaciones internacionales

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Nivel de institucionalización

Bajo

Alto

ThBLA 1 EL TRANSNACIONALISMO y SUS TIPOS

Económico

-Comerciantes infonnales trans-nacionales

-Pequeños negocios creados por inmigrantes retornados en el país de origen

-Migración laboral circular a larga distancia

-Inversiones multinacionales en países del Tercer Mundo

-Desarrollo del turismo para el mercado extranjero

-Agencias de bancos del país de origen en los centros inmi-grantes

Sector

Político

-Comités cívicos del pueblo de origen creados por los inmi-grantes

-Alianzas de comités de inmi-grantes con partidos políticos del país de origen

-Recolecciones de fondos para candidatos electorales en el país de origen

-Funcionarios consulares y re-presentantes de los partidos políticos nacionales en el extranjero

-Doble nacionalidad otorga-da por los gobiernos de paí-ses de origen

-Inmigrantes elegidos para las legislaturas de! país de origen

Sociocultural

-Competencias deportivas trans-nacionales

-Grupos de música folclórica que se presentan en centros de inmigrantes

-Sacerdotes del pueblo de origen que visitan y organizan a sus parroquianos en e! ex-tranjero

-Exposiciones internacionales de arte nacional

-Artistas famosos del país de origen que actúan en el extranjero

-Actividades culturales organi-zadas por las embajadas en el extranjero

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o la difusión cultural (Sassen, 1991; Meyer et al., 1997). Por esta razón, la literatura sobre transnacionalismo se ha concentrado, aunque no exclusivamente, en las iniciativas menos instituciona-lizadas de los inmigrantes ordinarios y sus contrapartes en el país de origen. Éstos representan el desarrollo más novedoso en este campo y, por tanto, el que merece mayor atención. Los funciona-rios consulares han constituido por siglos un espectáculo común y los administradores de las corporaciones multinacionales han sido bien estudiados, durante las últimas décadas, no así los comi-tés cívicos de inmigrantes que asumen literalmente el control de las obras públicas en sus pueblos de origen. Por esta razón, la ma-yoría de los estudios de casos incluidos en este libro están enfo-cados a este nivel de carácter popular.

Identificar las condiciones necesarias

La teorización sobre los determinantes y las implicaciones prácti-cas del transnacionalismo actual tiene que esperar la presentación y el análisis de evidencia adicional. En este punto, sin embargo, es posible dar un primer paso en esa dirección al identificar las condiciones necesarias que hacen posible el fenómeno. Esto se debe a que la identificación de estas condiciones no depende tanto de la evidencia empírica como de la comparación lógica con perio-dos migratorios anteriores, cuando las mismas actividades no eran evidentes.

Las empresas transnacionales no proliferaron entre los inmi-grantes de hace un siglo debido a que las condiciones técnicas de la época no permitían comunicaciones fáciles ni rápidas a través de las fronteras nacionales. No hubiese sido posible que empresa-rios transnacionales pudieran viajar por un fin de semana a Polo-nia o Italia y estar de regreso en sus trabajos de Nueva York el lunes siguiente. No era factible que los líderes de un comité cívico inmi-grante mantuvieran contacto diario con el alcalde de un pueblo ruso o austriaco con el fin de saber cómo iba progresando algún proyecto público, financiado con dineros de los inmigrantes. Las comunicaciones eran lentas y, por tanto, muchas de las empre-

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sas transnacionales que se describen en la literatura actual no hubiesen podido surgir.

La disponibilidad de transporte aéreo, el teléfono de larga distancia, la comunicación por fax y el correo electrónicopropor-cionan las bases tecnológicas para el surgimiento del transnaciona-lismo en escala masiva. A la vez que estas innovaciones técnicas han permitido que los gobiernos y las grandes corporaciones ace-leren el proceso de transnacionalismo "desde arriba", no se ha perdido su potencial en las personas comunes que se han benefi-ciado de las mismas facilidades para establecer sus propias formas de empresas a larga distancia. Hace sólo dos décadas no hubiese podido materializarse la imagen de un hombre de negocios inmi-grante de camino al aeropuerto a recoger una consignación de pro-ductos extranjeros embarcados el día anterior, mientras habla por su teléfono celular con un socio en el país de origen y envía un fax a otro.

La identificación de las condiciones necesarias para el surgi-miento de un fenómeno es útil como guía para la investigación científica y también como fuente de nuevas hipótesis. En el caso que nos ocupa, si las innovaciones tecnológicas representan una condición necesaria para el surgimiento del transnacionalismo de origen popular, es lógico que mientras mayor sea el acceso de un grupo inmigrante a las nuevas tecnologías, mayor será la frecuencia y el alcance de este tipo de actividad. Las comunidades inmigran-tes con mayores niveles de recursos económicos y capital humano (educación y capacitación profesional) deben registrar mayores ni-veles de transnacionalismo, por tener mejor acceso a la infraes-tructura que hace posible estas actividades.

En ese mismo tenor, si una segunda condición necesaria para el fenómeno es el establecimiento de redes sociales a través de fronteras nacionales, es predecible que mientras mayor distancia exista entre la nación de origen y la de destino, menos numeroso será el grupo de empresas transnacionales. Esta hipótesis se basa en que las grandes distancias imponen un costo más alto y general-mente mayores dificultades para el contacto habitual, lo que reduce así la proporción de inmigrantes capaces de involucrarse

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en actividades transnacionales. Por el contrario, aquellos cuyos países se encuentran a poca distancia y están vinculados con ellos por densas redes de comunicación se hallan en mejor posi-ción para iniciar las actividades a través de las fronteras. Eviden-temente, el poder de la electrónica moderna para reducir el espacio permite a las personas que tienen el dominio de dichos recursos comprometerse en actividades transnacionales sin necesidad de te-ner un contacto cara a cara. Por lo tanto, la barrera de la distancia disminuye en forma gradual a medida que las comunidades son capaces de sustituir el contacto personal tradicional por los nue-vos medios electrónicos de comunicación.

Existen variantes y excepciones a estas hipótesis y para iden-tificarlas, así como a las fuerzas que cada una de ellas origina, nada puede sustituir la investigación de campo en las áreas emisoras y receptoras de inmigrantes. Ésta es la metodología sobre la cual se basan los estudios de casos y los análisis contenidos en este libro.

EL TRANSNACIONALISMO EN SU PERSPECTIVA HISTÓRICA

A PESAR de no contar con las tecnologías contemporáneas para la comunicación y el transporte, durante siglos han existido pre-cursores del transnacionalismo actual. Como señalamos anterior-mente, la migración de retorno y las visitas periódicas a las comu-nidades de origen siempre han existido, por lo menos entre los migrantes libres. De la misma manera, nunca han dejado de man-tenerse contactos habituales entre los participantes de las diásporas políticas forzados a establecerse en diferentes países (Cohen, 1997). Los judíos rusos que escapaban de las persecuciones zaristas en el siglo xx representan un buen ejemplo (Rischin, 1962; Howe, 1976). Lo mismo hicieron los armenios para escapar de la opresión turca (Noiriel, 1995) o la gran diáspora española después de la victoria fascista de ese país (Weil, 1991; Sole, 1995).

Mientras estas actividades de inmigrantes y refugiados a través de las fronteras nacionales reforzaban los vínculos entre sus

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respectivas comunidades, éstas carecían de los elementos de regu-laridad, las actividades rutinarias y las masas críticas que caracte-rizan los ejemplos contemporáneos de transnacionalismo. Pocos inmigrantes vivían realmente en dos países en términos de sus acti-vidades cotidianas. Aunque la mayoría soñaba con regresar algún día, esta meta a largo plazo se postergaba por las preocupaciones y las necesidades de sus nuevas vidas y para muchos terminaba por desaparecer (Handlin, 1973; Thomas y Znaniecki, 1984).

Sin embargo, en la historia siempre han existido ejemplos de transnacionalismo económico y político. Entre éstos, se incluye lo que Curtin (1984) ha llamado las "diásporas comerciales"; es de-cir, comunidades compuestas por mercaderes ambulantes que se establecen en jurisdicciones extranjeras con el propósito de dedi-carse a las actividades comerciales. Los que simplemente se esta-blecieron en el extranjero y se fueron integrando en forma pro-gresiva a las sociedades locales encajan mejor en la definición de empresarios inmigrantes. Sin embargo, quienes preservaron de mane-ra consciente sus diferentes identidades como miembros de una diáspora comercial, labrando sus redes a través del espacio y via-jando de un lado a otro en busca de oportunidades comerciales, pueden ser considerados legítimamente como empresarios trans-nacionales. . De esa manera, los enclaves extranjeros establecidos por mer-

caderes venecianos, genoveses y hanseáticos en toda la Europa medieval e identificados por Pirenne (1970) con el renacimiento del comercio europeo, simbolizan un ejemplo temprano de trans-nacionalismo económico en condiciones políticas difíciles. Las actividades internacionales de los banqueros genoveses con la protección de sus aliados imperiales de la Casa de Habsburgo fueron tan considerables como para haber sido identificadas, al menos por un autor, como iniciadoras de la "primera oleada" de acumulación capitalista moderna (Arrighi, 1994). Portugueses, daneses e ingleses establecieron enclaves comerciales de agen-tes involucrados en varias formas de comercio transnacional en etapas sucesivas de la colonización europea de África y América (Dobb, 1963; Hardoy. 1969; Arrighi, 1994). En tiempos más re-

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cientes, los "chinos de ultramar" representan un ejemplo arque-típico de una comunidad de comerciantes transnacionales (Freed-man, 1959; Lim, 1983; Granovetter, 1995).

Observemos la diferencia entre estos casos excepcionales y el vasto movimiento de colonizadores europeos en las tierras re-cientemente abiertas de África, América y Oceanía a partir del siglo XVI. Al igual que los inmigrantes laborales subsecuentes, los colonizadores inmigrantes albergaron sueños de riqueza y de re-torno eventual, pero sus actividades diarias los enfrentaron a las realidades de un país nuevo y, en el proceso, muchos se establecie-ron permanentemente en las colonias (Wittke, 1952; Tilly, 1978; Portes y Walton, 1981; Tinker, 1995). En general, los primeros ejemplos de transnacionalismo económico fueron de tipo elitista, incluyendo a comerciantes y agentes comerciales de recursos que mantenían una afiliación firme con sus casas matrices y comuni-dades de origen y dependían de las redes de larga distancia para su propia supervivencia económica.

Para encontrar ejemplos de un tipo más popular de precur-sores de actividades contemporáneas transnacionales, tenemos que esperar el inicio de las migraciones laborales circulares en el siglo XIX. Hasta ese momento no se materializa la organización de movimientos circulares de mano de obra formalmente libre a través de las fronteras estatales. Esta etapa corresponde a un ca-pitalismo industrial relativamente avanzado, donde la expansión de la industria y la agricultura comercial requirió superar las barre-ras que limitaban el suministro de mano de obra local (Lebergott, 1964). No hay duda de que los agentes que se involucraron en la organización de este tráfico eran empresarios transnacionales. Lo que hizo que la empresa fuera transnacional para los propios obreros eran sus pocas raíces en el extranjero, su dependencia de las redes del país de origen para iniciar el viaje e invertir sus ahorros potenciales y la regularidad con que participaban en periodos cícli-cos de trabajo en el exterior (Galarza, 1977; Cohen, 1988; Noiriel, 1995).

La migración laboral masiva de europeos a Estados Unidos en el siglo XIX raras veces adquirió forma de un flujo laboral circular

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deliberadamente organizado. Sin embargo, otros movimientos sí lo fueron. Entre éstos se encuentra el reclutamiento masivo de polacos para trabajar en la industria pesada y las minas del Ruhr en Alemania (Weber, 1906 [1958]) la contratación masiva por la industria francesa de trabajadores argelinos y marroquíes antes de la Segunda Guerra Mundial (Weil, 1991) Y la migración masiva de trabajadores mexicanos al sudoeste de Estados Unidos (Santi-báñez, 1930; Barrera, 1980). De hecho, la popularidad de la mano de obra mexicana para los granjeros estadounidenses y las empre-sas ferroviarias dependió de su carácter temporal y su disposición a regresar a México una vez terminada la obra o la cosecha. Esta ca-racterística se institucionalizó de forma permanente con el inicio del acuerdo de inmigración laboral entre México y Estados Unidos conocido como el programa de Braceros (Samora, 1971; Portes y Bach, 1985).

Los primeros casos de transnacionalismo político son aún menos comunes, pero los que existieron con frecuencia tuvieron consecuencias trascendentales. Entre éstos se encuentran los es-fuerzos realizados por ciertos líderes y activistas en el extranjero para liberar sus tierras nativas del control extranjero o para apo-yar un incipiente Estado nacional. Comúnmente encontramos estos ejemplos entre inmigrantes procedentes de naciones sin es-tados en el siglo XIX y principios del siglo xx. Según Glazer (1954, p. 161), el primer períódico en idioma lituano fue publi-cado en Estados Unidos, y en cierto sentido, la República Checa fue "creada en América" con el liderazgo del sociólogo Tomás Massaryk.

Los trabajadores inmigrantes raras veces se comprometen con esta clase de política transnacional por tiempo completo, pero pueden proporcionar el dinero y el apoyo moral para que la causa se mantenga viva en el país de origen. Con el liderazgo de su presidente honorario Pederewski, el Cómite Central Polaco de Ayuda en los Estados Unidos contribuyó con cientos de miles de dólares a la causa de la liberación polaca a principios del si-glo XIX (Glazer, 1954; Rosemblum, 1973) . La república de Cuba fue también, en cierto sentido, fundada en Nueva York, primero

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con el liderazgo de José Martí y su Partido Revolucionario Cubano y luego por medio de la agitación de los exiliados que contribuye-ron a que se produjera la intervención estadounidense contra España (Thomas, 1971, pp. 29-33).

Estos ejemplos ponen en claro que el transnacionalismo contemporáneo tiene amplios precedentes en la historia de la migración. No obstante, dichos ejemplos en su mayor parte fue-ron excepcionales y carecieron de las características originales que actualmente atraen la atención de investigadores y que justi-fican la acuñación de un nuevo concepto. A pesar de su importan-cia histórica, las primeras empresas transnacionales económicas y políticas no ocurrieron con regularidad ni fueron comunes entre la vasta mayoría de los movimientos inmigrantes anteriores. El transnacionalismo contemporáneo corresponde a un periodo dife-rente de la economía mundial y a un conjunto distinto de respues-tas y estrategias de actores populares que se encuentran en po-sición de desventaja con respecto al sistema, pero que logran acceso a nuevos medios técnicos para superarla. De ahí la impor-tancia de su surgimiento.

IMPORTANCIA DEL CAMPO TRANSNACIONAL

EL AUMENTO de diferentes formas de transnacionalismo "desde abajo" tiene tanta importancia teórica como práctica. Teóricamen-te representa una forma de adaptación del inmigrante diferente a las descritas en la literatura anterior. En la práctica ofrece una opción a la gente común que no estaba presente en el pasado, ya sea en sus propios países o a los que ellos emigran. A medida que el proceso adquiere vigencia, el transnacionalismo de origen po-pular tiene el potencial de destruir una de las premisas fundamen-tales de la globalización capitalista, es decir, que la mano de obra se mantiene local, puesto que el capital tiene alcance global. Al beneficiarse de las mismas tecnologías que hacen posible las es-trategias corporativas, los empresarios transnacionales no sólo niegan su propia mano de obra a los que serían sus empleadores en el país de origen y en el extranjero, sino que se convierten en

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conductores de información para otros. De esta forma, ayudan a reducir la brecha informativa entre aquellos que están compro-metidos con la expansión del "transnacionalismo desde arriba" y los grupos subordinados que estaban a merced de estas estra-tegias.

Esta línea de razonamiento, basada en el material empírico disponible hasta ahora, puede ser resumida en tres propuestas esenciales. No están dirigidas a las condiciones básicas previas del transnacionalismo, como señalamos, ni a sus determinantes espe-cíficos en países dados, sino a las amplias dinámicas del fenómeno y sus posibles implicaciones:

• el surgimiento de estas actividades está relacionado con la lógica de la misma expansión capitalista; • las comunidades transnacionales, al seguir los principios bien establecidos del desarrollo de las cadenas sociales, repre-sentan un fenómeno que no concuerda con las expectativas convencionales de asimilación inmigrante; • debido a que la empresa transnacional es impulsada por las dinámicas del capitalismo, ésta, como forma de resistencia individual y de grupo, tiene más potencial para las estructu-ras dominantes que para las estrategias alternativas.

Estas propuestas básicas dependen, para su justificación empíri-ca, de estudios descriptivos de varias comunidades inmigrantes, aunque se impone una breve aclaración de su razón de ser.

El transnacionalismo y la expansión capitalista

La real y creciente demanda de mano de obra inmigrante en los países avanzados provee la materia prima para el surgimiento de la empresa transnacional. Diferentes grupos de empleadores del Primer Mundo han demandado y se han beneficiado con la presen-cia de los trabajadores inmigrantes, aunque estos últimos aprendie-ron también a adaptarse a sus nuevas condiciones. A diferencia de la situación de principios del siglo XX cuando los inmigrantes eran

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empleados principalmente en: la industria, en la actualidad éstos se concentran en la agricultura y los servicios, en trabajos norma-les de baja remuneración y pocas probabilidades de ascenso (Sassen, 1989, 1995; Roberts , 1995). Estas condiciones proporcionan los incentivos para buscar otras VÍas de movilidad económica, entre las cuales destacan por su importancia el conocimiento y el acceso a las redes sociales transnacionales.

Los avances tecnológicos en el transporte a larga distancia y las comunicaciones facilitan la explotación de estas oportunida-des por razones que ya hemos analizado. De esta manera, surge una clase de empresarios transnacionales para cubrir las necesida-des distintas pero complementarias de los migrantes y las poblacio-nes del país de origen. En las comunidades de expatriados, hay gran demanda de noticias e informaciones, alimentos y productos culturales de sus países de origen, mientras que entre la población que quedó atrás crece el deseo de conseguir electrodomésticos, pro-ductos electrónicos avanzados e inversiones financiadas por capi-tal inmigrante. La presencia de las corporaciones multinacionales y la eficiente propaganda de sus productos en la mayoría de los paí-ses del Tercer Mundo estimula dichos anhelos al crear nuevas aspiraciones de consumo, difíciles de satisfacer para la mayoría de la población de estos países (Alba, 1978; Portes y Borocz, 1989; Grasmuck y Pessar, 1991). Los inmigrantes proporcionan una solución factible a este dilema al adquirir en el extranjero los pro-ductos deseados y enviarlos a parientes y amigos o al hacerlos acce-sibles para otros a precios reducidos.

El proceso de asimilación

De conformidad con la suposición de que la mano de obra conti-núa siendo local, la literatura acerca de la inmigración generalmente ha supuesto que los inmigrantes, tan pronto llegan, se establecen en la sociedad receptora y emprenden un gradual pero inevitable proceso de asimilación (Gordon, 1964; Alba, 1985; Alba y Nee, 1997). Esta literatura toma en consideración a los inmigrantes que regresan a sus países de origen, pero no los movimientos de

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ida y vuelta, ni los intercambios habituales de bienes tangibles e intangibles entre el lugar de origen y de destino. Estos movimien-tos y el campo binacional que crean gradualmente, vienen a ser una forma de adaptación alternativa para los inmigrantes en el mundo desarrollado, Mientras anteriormente, el éxito económico y el estatus social dependían en forma exclusiva de una rápida aculturación y del ingreso al ámbito dominante de los de la sociedad receptora, en la actualidad éstos dependen cada vez más del cultivo de redes sociales sólidas a través de las fronteras nacionales.

Para los inmigrantes involucrados en actividades transnacio-nales y sus contrapartes en el país de origen, el éxito no depende tanto de abandonar su cultura e idioma para adoptar los de otra sociedad, sino de preservar su acervo cultural original, mientras se adaptan instrumentalmente a la segunda sociedad (Goldring, 1996; Guarnizo, 1997b). Por lo tanto, es posible que en Estados Unidos los inmigrantes se involucren en actividades transnacionales sin saber bien inglés, mientras se mantienen marginados del ámbito social que los rodea. Esta senda alternativa para lograr movilidad económica y social abre un sinnúmero de nuevas posibilidades de adaptación que involucran tanto a los inmigrantes como a sus fa-milias e hijos.

Algunas de estas posibilidades que hasta ahora no han sido exploradas incluyen:

• los empresarios transnacionales exitosos que tarde o tem-prano regresarían a su país, llevándose a sus familias; • otros terminarían por abandonar las actividades transnacio-nales para buscar una asimilación total en la sociedad recep-tora; • un tercer grupo permanecería en el campo transnacional indefinidamente, pero sus hijos se asimilarían a la sociedad receptora; • los empresarios transnacionales exitosos traspasarían a sus hijos estas actividades, que se perpetuarían a través de las ge-neraciones.

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Es demasiado temprano para decidir cuál de estas (u otras) alterna-tivas predominarán, pero resulta claro que pueden transformar el proceso de asimilación con consecuencias de enorme alcance tanto para el país emisor como para el receptor.

La resistencia efectiva

La expansión internacional del capitalismo en busca de mercados más amplios y mano de obra más barata ha conducido a diver-sos intentos por combatir sus estragos. Un buen ejemplo es el movimiento de "normas laborales" que se ha propuesto detener la transferencia masiva de la industria de baja tecnología a países menos desarrollados, imponiendo a estas naciones las normas labo-rales del Primer Mundo (Piore, 1990). La idea, apoyada por sindi-calistas y algunos economistas de los países avanz3.dos, es con-dicionar el acceso de las importaciones del Tercer Mundo a los mercados de estos países al cumplimiento de convenios de pro-tección laboral. Al impedir la entrada de bienes producidos con condiciones de extrema explotación laboral se protegerían los derechos de los trabajadores, tanto en los países avanzados como en los más pobres (Fields, 1990) .

La dificultad con estos elevados ideales es que resulta difícil ponerlos en práctica. El cumplimiento de las normas laborales recae principalmente en manos de los gobiernos del Tercer Mun-do que no están a la altura de esta misión o no desean llevarla a cabo. Hay una buena razón para esta renuencia, ya que el cumpli-miento demasiado estricto de los códigos laborales simplemente estimularía a las industrias extranjeras a mudarse al próximo país que cuente con mano de obra más barata (Portes, 1994). Por esta razón, las importaciones de manufacturas procedente de numero-sos países del Tercer Mundo continúan fluyendo hacia Estados Unidos y Europa occidental con poco cuestionamiento acerca de las condiciones laborales en que se produjeron.

En las condiciones dictadas actualmente por el capitalismo global, la movilización de redes sociales para la organización de actividades transnacionales ofrece mejores alternativas tanto a

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los inmigrantes como a sus contrapartes en los países emisores. Esto se debe a que la viabilidad de estas actividades no depende de complejos convenios legales o de la buena voluntad de los funcio-narios gubernamentales, sino de las propias capacidades de los individuos y la activación de su capital social. Por esta razón, un creciente número de gente de pocos recursos ha dejado de espe-rar ayuda de gobiernos distantes y burocracias internacionales tediosas, para enfrentar por sí misma los retos de la nueva econo-mía global. El proceso puede volverse acumulativo y con el tiempo abarcar una proporción considerable de la población de las comu-nidades y países de origen (Sassen, 1988; Guarnizo, 1992; Portes y Dore, 1994).

De igual modo que en el pasado, la migración al extranjero llegó a ser "lo que había que hacer" en ciertos países y localidades del Tercer Mundo (Cornelius, 1982, 1987; Massey, 1987; Massey y Goldring, 1994). Con el tiempo, las actividades transnacionales pueden evolucionar para convertirse en la forma de adaptación de aquellos grupos que buscan escapar del destino de ser mano de obra barata, tanto en el país de origen como en el extranjero. Debemos hacer notar, sin embargo, que los paralelos entre el transnaciona-lismo económico "desde arriba", auspiciado por las corporaciones multinacionales, y sus contrapartes de origen popular son sólo parciales. Aunque ambos hacen amplio uso de las nuevas tecno-logías y están sujetos a los diferenciales de precios, costos e infor-mación a través de las fronteras nacionales, los grandes actores corporativos dependen principalmente de su poder financiero para hacer posibles dichas empresas, mientras los inmigrantes dependen de su capital social. Las redes sociales en que se sustenta la viabilidad de dichas pequeñas empresas se construyen median-te un lento y por lo regular difícil proceso de adaptación a una sociedad extranjera (Mahler, 1995; Smith, 1995; Goldring, 1996). El éxito inicial de esta estrategia de adaptación conduce a su vez a la extensión y fortalecimiento de tales redes. De esta for-ma, la empresa transnacional se establece con base en un proceso acumulativo capaz de utilizar efectivamente el capital social de individuos y comunidades del Tercer Mundo.

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RESUMEN DEL CONTENIDO

CUATRO de las contribuciones de este libro presentan los descu-brimientos de nuestro proyecto de investigación comparativa sobre lazos transnacionales entre los inmigrantes y sus contrapar-tes del país de origen en tres países latinoamericanos. Se llevaron a cabo investigaciones sobre el transnacionalismo colombiano, dominicano y salvadoreño, basadas en encuestas realizadas con informantes de dos grandes comunidades de inmigrantes en Esta-dos Unidos y dos ciudades en el país de origen, para cada nacio-nalidad. Los descubrimientos sugieren grandes similitudes es-tructurales entre los tres casos, pero confirman también la gran heterogeneidad de los campos sociales transnacionales. El estudio establece también, con certeza, que para Colombia, República Do-minicana y El Salvador, las prácticas transnacionales y los proce-sos aplicados por sus emigrantes se han convertido en un fenómeno importante en las respectivas sociedades y economías.

En su estudio, Guarnizo (capítulo 6) y sus colaboradores presentan lo que ellos llaman un inventario general de los lazos económicos, políticos y socioculturales que unen a los colombia-nos en Nueva York y Los Ángeles con su país de origen. Al analizar la presencia colombiana en la ciudad de Nueva York, los autores confirman la importancia continua de Jackson Heights como epi-centro del empresariado y el transnacionalismo colombiano. El transnacionalismo colombiano de Los Ángeles palidece en com-paración con su contraparte de la costa oriental. A la luz de las diferencias en los dos escenarios urbanos, estos autores plantean como hipótesis que los contextos locales desempeñan un papel crítico como mediadores del alcance y la profundidad de las prác-ticas transnacionales entre los migrantes.

Los descubrimientos del equipo de investigación con base en Estados Unidos se complementan con los de sus colaboradores en Colombia. Guarnizo y Luz Díaz (capítulo 7) suministran una breve pero crítica historia de la economía política colombiana y de los centros urbanos donde se llevó a cabo el trabajo de campo. Estos autores analizan el impacto transformador que los cárteles

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internacionales de la droga han tenido en las economías locales, mercados laborales y sociedades de estas ciudades. El trabajo de campo, tanto en Colombia como en Estados Unidos, revela que el campo social transnacional colombiano se caracteriza por la fragmentación y la desconfianza. Divisiones regionales, raciales y de clase se funden con la suspicacia y el temor desencadenado por el espectro del tráfico internacional de drogas para debilitar las fuentes del capital social comunitario.

Durante años, la inmigración dominicana a Estados Unidos ha sido objeto de investigaciones académicas. Itzigsohn y sus colaboradores (capítulo 4) proporcionan una revisión completa de esta literatura, que se concentra en el desarrollo de un mapa con-ceptual para entender el campo social transnacional dominica-no. Las prácticas transnacionales dominicanas están clasificadas como "estrechas" o "amplias" según su nivel de institucionalización y su requerimiento de participación activa y movilidad geográfica por parte de los actores. La exposición de estos autores sobre el transnacionalismo político es particularmente esclarecedora. Ellos consideran que entre 10 Y 15 por ciento de los fondos para campa-ñas políticas en República Dominicana se recaudan en la ciudad de Nueva York, mientras los emigrantes poseen una clara influen-cia política que determina, con frecuencia inconscientemente, los patrones de votación de sus parientes en las comunidades de origen.

El tercer país de nuestro estudio comparativo es El Salvador, nación desgarrada por la guerra civil. Landolt y sus colaboradores (capítulo 3) argumentan que la dramática salida de los salvadore-ños de su país y la hostil recepción que experimentan en Estados Unidos forma la base de la fuerte propensión inicial de los salva-doreños a forjar y mantener relaciones transnacionales. Estos auto: res proponen un marco dialéctico para analizar las interacciones entre los migrantes salvadoreños de Los Ángeles y Washington, con diferentes grupos de elite y sectores populares de su país de origen. El creciente vínculo transnacional de las elites económicas y políticas salvadoreñas con inmigrantes de origen popular con-duce a la consolidación de estos últimos como agentes críticos de cambio social, político y económico en El Salvador.

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El capítulo de Eric Popkin (2) sobre la población kanjobal maya de Guatemala analiza las relaciones entre migración a Estados Unidos, identidad étnica y transnacionalismo. Según refiere este autor, la migración y la radicación de estos inmigrantes indígenas en Los Ángeles, en un medio donde los inmigrantes son hispanoha-blantes en su mayoría, presenta nuevos retos y obstáculos para la preservación de la identidad maya. El racismo y la exclusión pro-mueven una formación "étnica reactiva" a través de la cual los mi-grantes no sólo reafirman los símbolos de su tierra de origen, sino que realmente forjan relaciones transnacionales que sirven para reforzar su identidad maya. Las organizaciones transnacionali-zadas, incluyendo las asociaciones y los grupos religiosos de las comunidades de origen, se convierten así en un instrumento crí-tico de este esfuerzo colectivo. Sin embargo, a medida que las orga-nizaciones mayas de Los Ángeles acumulan recursos, se convier-ten a su vez en blancos para la cooptación por parte de instituciones creadas con ese fin por la elite política guatemalteca.

Glick Schiller y Fouron (capítulo 5) analizan los discursos po-líticos de la diáspora haitiana para investigar las ideologías implí-citas en la formación de estados-naciones transnacionalizados. Los autores sugieren que su construcción descansa en una noción de tipo racial de la identidad nacional que se basa en la descendencia y los lazos sanguíneos. Trascendiendo diferencias generacionales y de clase, los haitianos consistentemente hacen referencia a la hai-tianidad como lazos de sangre, pero las funciones latentes de este discurso varían por estratos sociales. Para los haitianos que depen-den de las remesas familiares, el uso de una identidad racial haitiana sirve para legitimar sus estrategias de supervivencia. En la diáspo-ra, el gran sentido nacional de los haitianos preserva la autoes-tima frente a la discriminación, mientras para la elite política de Haití y las crecientes transacciones entre el país y su diáspora se convierten en las bases para la formación de un Estado-nación transnacional.

David Kyle (capítulo 8) presenta una fascinante relación sobre el desarrollo de una migración transnacional empresarial, a saber, los indígenas otavaleños del norte de Ecuador. El autor

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describe cómo los empresarios otp.valeños de hoy en día recorren Sudamérica en busca de artesanías comercializables y luego via-jan a Europa, Norteamérica y Asia, haciendo escalas en las gran-des ciudades donde crean "auténticos" mercados indígenas para buscadores locales de exotismo. De hecho, los otavaleños han sur-gido como los principales intermediarios entre la artesanía nativa procedente de América del Sur y la economía global. En el proce-so, su identidad como un grupo transnacional empresarial se ha fortalecido de manera extraordinaria.

Bryan Roberts (capítulo 1) Y sus colaboradores, investigan las causas y consecuencias de lo que ellos identifican como una gran reorganización de los patrones migratorios mexicanos. Argumen-tan que los cambios en la condición social y económica de México yen las economías y leyes urbanas de los Estados Unidos están reestructurando el sistema migratorio establecido entre México y Estados Unidos. El cambio más significativo ocurre a partir de un patrón migratorio temporal hacia un sistema de migración trans-nacional, en el cual los emigrantes se establecen en el extranjero pero mantienen lazos significativos con sus lugares de origen. A la luz de este sistema híbrido de migración, los autores introdu-cen los conceptos de Albert Hirschman de "salida, voz y lealtad" para explorar los dilemas a que se enfrentan los migran tes y las naciones emisoras. Plantean como hipótesis que un patrón de mi-gración transnacional resulta cuando ambos, tanto el poder de atracción de las comunidades emisoras como el poder de reten-ción de las economías receptoras, son altos. Estas ideas se aplican después a un análisis de migrantes mexicanos, tanto rurales como urbanos que residen en Austin, Texas.

En su conjunto, los estudios de casos empíricos analizados en este libro dan testimonio de la realidad del campo transnacional así como de su heterogeneidad interna. Mientras estos estudios confirman en general nuestra afirmación previa relacionada con los prerrequisitos tecnológicos para formar la transnacionalidad a gran escala, apuntan también hacia las fuerzas únicas de dife-rentes países y comunidades inmigrantes que la han comenzado. En los inicios del transnacionalismo salvadoreño figuran razones

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de orden político, ya que el apoyo de las empresas de los otavale-ños en el ámbito mundial se basa en los cientos de años de histo-ria y los lazos internos de solidaridad de esta comunidad andina. La migración colombiana está fuertemente marcada por las ramifica-ciones del comercio internacional de la droga, mientras una mi-gración laboral mexicana de más de un siglo se convierte cada vez más en empresarial y transnacional, como respuesta a las relacio-nes cambiantes entre los países emisores y receptores. En conjunto, la investigación que presentamos en las páginas siguientes ofrece una base sólida para la teoría de este campo emergente, así como para los lineamientos de políticas futuras en los países emisores y receptores. En el capítulo de conclusiones volveremos a referir-nos a cada uno de estos temas.

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CAPITULO 1

BRYAN ROBERTS

REANNEFRANK

FERNANDO LOZANO-AscENCIO

Las comunidades migran tes transnacionales y la migración mexicana a Estados Unidos

INTRODUCCIÓN

L A MIGRACIÓN mexicana a Estados Unidos tiene una larga histo-ria que comienza en el siglo XIX y contribuye sustancialmente

a la construcción del sistema ferroviario de Estados Unidos, al desarrollo de la agricultura, la manufactura y más recientemente de la economía urbana de servicios. Hasta los años setenta, la migra-ción siguió un patrón básicamente temporal en el cual la mayoría de los emigrantes, originarios de las áreas rurales del centro, oeste y norte de México, llegaban al sudoeste de Estados Unidos a tra-bajar en la agricultura y retornaban durante los periodos de poca actividad. Una parte de estos emigrantes se quedaban permanen-temente en Estados Unidos, ya fuera en las áreas rurales o en ciu-dades como Los Ángeles. En algunas ocasiones, los migrantes mexicanos eran repatriados a la fuerza, como ocurrió en los años treinta o en la llamada "Operación volver a mojar" de los años cin-cuenta. El programa Bracero, suscrito entre los gobiernos de Esta-dos Unidos y México, institucionalizó esta migración temporal desde 1942 hasta 1964; aunque aún en esos años, muchos indo-cumentados mexicanos ingresaron a Estados Unidos, principal-mente para efectuar trabajos temporales.

A partir de los años setenta, la migración mexicana parece haber cambiado en muchos aspectos. Los migrantes se han trasla-dado cada vez más hacia destinos urbanos en Estados Unidos, y proceden cada vez más de las áreas urbanas de México y no de

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las rurales (Lozano, Roberts y Bean, 1997). Parece también que los migran tes mexicanos se están estableciendo más permanentemen-te en Estados Unidos. Sus esposas e hijos se están reuniendo más con los esposos migrantes, mientras que los solteros, tanto hom-bres como mujeres, se están casando y permaneciendo en Estados Unidos en mayor número que antes (Corne!ius, 1992; Hondag-neu-Sote!o, 1994; Durand, Massey y Zenteño, 1998).' Las cláu-sulas sobre reunificación familiar contenidas en la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA, siglas en inglés) de 1986 contri-buyeron al aumento de personas establecidas en Estados Unidos, ya que los migran tes legalizados ahora podían financiar a los miembros de su familia para que se reunieran con ellos en ese país. Sin embargo, la migración mexicana tiene una gran conti-nuidad a lo largo de! tiempo, con lo que Massey llama "causalidad cumulativa", la cual explica muchos de los cambios en los patro-nes migratorios. Por tanto, las redes migratorias que unen aldeas y pequeños pueblos mexicanos con destinos en Estados Unidos facilitan la migración de la mujer, los adultos jóvenes solteros y hasta los migrantes urbanos que utilizan los vínculos de sus pue-blos de origen para emigrar hacia dicha nación.

Además del cambio de un patrón migratorio temporal a uno más permanente, varios analistas señalan un nuevo patrón migratorio entre México y Estados Unidos, que constituye la base de comu-nidades migrantes transnacionales (Rouse, 1992; R. Smith, 1994; Kearney, 1995; Goldring, 1998; Guarnizo y Smith, 1998). Las comunidades migrantes transnacionales son grupos de inmigran-tes que participan de forma rutinaria en un ámbito de relacio-nes, prácticas y normas que abarca ambos lugares, el de origen y de destino (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992). Un ámbito transnacional proporciona a los inmigrantes, como míni-mo, oportunidades y perspectivas que constituyen opciones para comprometerse exclusivamente con la nueva o la vieja sociedad. Aun aquellos que están relativamente establecidos en Estados Unidos mantienen lazos activos con sus comunidades de origen

I Véanse para consideración de la evidencia de cambio.

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por medio del envío de remesas, del retorno para las celebracio-nes y de la ayuda a sus compatriotas para emigrar. Sin embargo, hay poca concordancia en cuanto a la novedad de este transnacionalis-mo migrante, ya que los migrantes mexicanos siempre han tenido vínculos activos con sus comunidades de origen (Taylor [1928], 1970; Gamio, 1930; Durand, 1996). Además, no queda claro qué tan perdurable podría ser el fenómeno del transnacionalismo mi-grante, particularmente si los mexicanos siguen el patrón de los primeros grupos de migran tes a Estados Unidos, como los italia-nos, y disminuyen sus contactos con México, mientras permane.-cen más tiempo en Estados Unidos.2

En este trabajo nos valemos de un análisis de la literatura y los datos de campo preliminares para analizar la importancia y posi-ble persistencia de las comunidades migrantes transnacionales mexicanas. Nuestro análisis se basa en una perspectiva del sistema migratorio que busca los factores en las estructuras sociales y eco-nómicas de México y Estados Unidos que con el tiempo podrían reproducir este patrón particular de migración. Haremos esto en el contexto de los sistemas identificables de migración temporal y permanente, considerando que la migración México-Estados Unidos se basa en diferentes tipos de sistemas migratorios que tienen diversas implicaciones para la adaptación de los migran-tes mexicanos a Estados Unidos. Las características de los mi-grantes y las decisiones que toman son elementos igualmente importantes para la conformación del patrón de migración gene-ral, como son lo mismo que las acciones del Estado, en ambos paí-ses. Consideraremos los dilemas a que se enfrentan los migran tes y el Estado, utilizando los conceptos de Hirschman (1970) de "salida, voz y lealtad". Creemos que estos dilemas y sus solucio-nes contribuyen a cambiar y reproducir patrones particulares de migración.

2 Es probable que, con el tiempo, los vínculos con el país de origen se debiliten y la naturaleza transnacional de la comunidad migrante deje de incluir actividades o relaciones que conecten el país de origen con el de destino. Esto habría de ocurrir con los italianos que emigraron a California (Di Leonardo, 1984) .

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EL CONTEXTO DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

LA INMIGRACIÓN mexicana es afectada por una serie de factores que probablemente ocasionen que los patrones migratorios de los inmi-grantes mexicanos sean más diversos que los de grupos de inmigran-tes procedentes de otros países. El primer factor por considerar al comparar la inmigración mexicana con la de otros grupos es su proporción. México comparte con su vecino del norte una gran extensión de tierra fronteriza que es difícil de controlar de ma-nera efectiva. La frontera separa dos economías con niveles de desarrollo muy diferentes. El PIB per cápita de México era en 1996 ocho veces menor que el de Estados Unidos y la diferencia de los salarios reales estaba más o menos por el mismo orden.3 En los últimos años, el nivel de la inmigración mexicana documenta-da e indocumentada hacia Estados Unidos ha empequeñecido la inmigración procedente de otros países al representar casi 14 por ciento de todos los inmigrantes legales y 40 por ciento de los inmi-grantes indocumentados (Gelbard y Carter, 1997). Los inmigrantes mexicanos son aproximadamente 37 por ciento de la población de origen mexicano (Gelbard y Carter, 1997). La Oficina del Cen-so de Estados Unidos estimó que la población mexicana nacida en ese país extranjero en 1997 era de 7'017,000, que representa 27 por ciento de la población total nacida en el extranjero (Censo de EE.UU. de 1997).

Los crecientes números de inmigrantes han significado tam-bién una diversidad cada vez mayor de la población inmigrante. Los mexicanos que emigraron en los años ochenta y noventa con-tinúan siendo predominantemente de baja calificación y muchos de ellos provienen de las economías rurales de semisubsistencia. Sin embargo, éstos son cada vez más diversos en cuanto a sus orígenes geográficos y en términos de la edad, el género y de que si lleguen solos o como parte de una familia. Una cantidad cada

3 Existen diferencias considerables entre el costo de la vida en México y Estados Uni-dos, principalmente en términos de los altos costos de subsistencia en la economía de consumo de este último país.

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vez mayor de ellos son trabajadores altamente calificados, ofici-nistas y de origen urbano. Estos oficinistas son refugiados de las recesiones económicas mexicanas de los años ochenta y noventa que afectaron a la "nueva" clase media mexicana de forma par-ticularmente dura (Escobar y Roberts, 1991; De la Garza y Sze-kely, 1997). Encuestas recientes revelan la creciente importancia de la migración de origen urbano. La proporción de emigrantes hacia Estados Unidos procedentes de ciudades de 20,000 habi-tantes o más aumentó de 29.4 a 41.1 por ciento entre 1978, 1979 Y 1992.4 La encuesta realizada en la frontera mexicana por El Colegio de la Frontera Norte en 1993-1994 sobre los migran-tes que regresan de o se dirigen hacia el país vecino sugiere que 65 por ciento de quienes se consideran a sí mismos como radi-cados en Estados Unidos provienen de lugares con poblaciones de 15,000 habitantes o más.5 Durand y sus colegas (1998) hicieron hincapié en la continua importancia de los orígenes rurales entre los inmigrantes mexicanos, pero demostraron también que la porción de emigrantes nacidos en las áreas metropolitanas (de-finidas como de más de 100,000 habitantes) se eleva de 2l.0 por ciento en el periodo de 1980-1984 a 30.2 por ciento en 1985-1990.6

Los efectos negativos de las crisis económicas de los años ochenta y noventa en el México urbano, el estancamiento conti-nuo de la economía rural y la disponibilidad de trabajo durante todo el año en las ciudades estadounidenses, se combinan para estimular el asentamiento de los inmigrantes mexicanos, pero con distintas condiciones legales. El proyecto de ley sobre Inmigra-ción y Reforma de 1986 contribuyó sustancialmente a este proceso de asentamiento, no sólo concediendo residencia permanente a

4 Las encuestas son la ENEFNEU (Encuesta Nacional de Emigración a la Frontera Norte del País y a los Estados Unidos) de 1978·1979 y la ENADID (Encuesta Nacional de la Dinámi-ca Demográfica) de 1992. Ambas utili zaron una metodología semejante para la muestra y una definición similar del emigrante, un miembro de una familia mexicana que estaba tra-bajando en Estados Unidos.

5 La encuesta EMIF (Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte) de El Colegio de la Frontera Norte está basada en una muestra sistemática de los flujos de migrantes . en la que se entrevistó a los migran tes en los puntos de tránsito.

6Controlando la composición de la edad.

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más de dos millones de mexicanos, sino mediante cláusulas en las leyes de inmigración sobre la reunificación familiar, que permi-tían a los inmigrantes llevar a otros familiares a Estados Unidos. Las legislaciones subsecuentes, en particular los proyectos de ley para la Reforma de la Asistencia Social y la Reforma de la Inmi-gración en 1996, estimularon a los inmigrantes mexicanos legales a convertirse en ciudadanos en cantidades sin precedentes. En 1997, 19 por ciento de los inmigrantes mexicanos era ciudadanos naturalizados, de los cuales se calcula que 41 por ciento eran residen-tes legales y 40 por ciento, indocumentados (Glick y Van Hook, 1998, tabla 5).

Estos proyectos de ley han sido por lo menos tan influyentes como la crisis económica y la creciente integración económica para alterar los patrones migratorios entre México y Estados Uni-dos. Los inmigrantes legales tienen la posibilidad de viajar con facilidad a sus comunidades de origen y sus familiares en esas comunidades pueden contar con una forma real o potencial para emigrar legalmente a Estados Unidos. Además, es probable que el estricto control fronterizo haya tenido la consecuencia paradóji-ca de inducir a quienes cruzan sin documentación a permanecer en Estados Unidos.? El creciente asentamiento de los inmigrantes mexicanos no sólo indica un patrón migratorio permanente, sino que facilita también un patrón transnacional. Cuando los inmigran-tes se establecen y aceptan las demandas de la nueva sociedad, es más probable que operen transnacionalmente y sus discursos y prácticas reflejen ambos mundos, la comunidad de origen y la de destino.

SISTEMAS DE MIGRACIÓN TEMPORAL Y PERMANENTE'

COMENZAREMOS considerando las características generales de la estructura social y económica de los lugares de origen y de destino que reproducen los patrones particulares de la conducta migrato-

7 Este reclamo se basa en entrevistas con migrantes Véase también Taylor et al. (1997), quien señala que los inmigrantes mexicanos trabajadores del campo no están regresando a México debido a las crecientes dificultades para cruzar la frontera.

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ria. Cuando éstas se complementan unas con otras, crean un sistema migratorio. Estas características estructurales explican las diferencias en los niveles de la migración y en la duración de la migración, y deben distinguirse de las razones individuales que son responsables de la incidencia y variabilidad del migrante (Mit-chell, 1959). Nuestro planteamiento es similar al de Portes (1996) y Guarnizo (1997), quienes consideran que la persistencia de un patrón particular de migración depende del patrón más amplio de relaciones económicas, políticas y sociales entre dos países.

Un sistema migratorio temporal se apoya en una estructura de oportunidades económicas en el lugar de origen que, aunque insuficientes para la total subsistencia de un hogar, pueden man-tener a una familia siempre y cuando uno o más de sus miembros sea migrante laboral. La naturaleza temporal de esta migración laboral es reforzada por una estructura de oportunidades en el lugar de destino que proporciona oportunidades de trabajo tem-poral , debido ya sea a la naturaleza del trabajo, como la agricultura estacional, o bien a las restricciones oficiales para estadía perma-nente. La agricultura de semisubsistencia orientada al mercado de México, en especial de la zona occidental y central del país, y la demanda de mano de obra temporal, particularmente en la agri-cultura californiana, constituyeron las bases del sistema migrato-rio temporal de México. En las tradicionales regiones emisoras de las zonas occidental y central de México, sobre todo los estados de Michoacán y Jalisco, las familias subsistieron sobre la base de la agricultura, combinada con el trabajo manual en pequeña es-cala y las actividades comerciales. La migración laboral temporal del cabeza de familia hacia Estados Unidos fue, sin embargo, un importante complemento para dicha subsistencia y proporcionó también el dinero necesario para invertir en tierras, animales, semillas y fertilizantes para la cosecha del siguiente año. Existe evidencia de que algunos mexicanos residentes urbanos eran también parte de un sistema de migración temporal, a pesar de que las bajas tasas de empleo femenino, en particular de mujeres casadas, hicieron más difícil la subsistencia familiar en ausencia del hombre cabeza de familia. Por ejemplo, los hombres cabeza de

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familia de Guadalajara fueron a trabajar temporalmente a Califor-nia, mientras sus esposas se quedaron a conseguir ingresos en las actividades informales de las industrias de zapatos y de ropa (Arias, 1995; Escobar, De la Rocha y Roberts, 1987).

Los cambios en la práctica agrícola tanto de México como de Estados Unidos están apuntalando este sistema migratorio tempo-ral. Factores tales como el aumento de los gastos, las facilidades de crédito inadecuadas, la competencia de productos importados y las mercancías nacionales producidas comercialmente, hacen cada vez más impracticable la agricultura familiar y en pequeña esca-la. Los cambios en la Ley de Reforma Agraria, en especial, los que permiten la venta de la tierra ejidal, estimulan la siembra comer-cial. 8 Basado en sus estudios sobre los pueblos de Michoacán, Gledhill (1995) sugiere que las investigaciones actuales sobre la migración internacional con base rural necesitan reconocer que los migrantes rurales no necesariamente mantienen vínculos con sus bases mexicanas. Este autor argumenta que el carácter diverso y con frecuencia fragmentado de las comunidades migran tes mexi-canas y estadounidenses se adapta cada vez más a los patrones migratorios permanentes en lugar de a los temporales. Incluso el trabajo agrícola en Estados Unidos está menos dominado que en el pasado por los patrones de migración temporal. De hecho, las investigaciones han mostrado que grandes y crecientes cantidades de trabajadores agrícolas mexicanos se han establecido permanen-temente en el país del norte (Palerm, 1991).

Los sistemas de migración permanente se apoyan en la falta de oportunidades económicas en el lugar de origen y la atracción de oportunidades de trabajo permanente en el lugar de destino. Mien-tras más abundantes y estables sean las oportunidades de trabajo en el lugar de destino y menores las barreras legales para conse-guirlos, más fuerte será el sistema de migración permanente. Pueden encontrarse ejemplos históricos de un sistema de migración per-

B El ejido fue una forma de propiedad social creada después de la Revolución mexicana que dotaba de tierras a las comunidades, las cuales eran distribuidas a familias individuales que podían cultivarlas individual o colectivamente. Las cabezas de familia podían traspasar sus derechos ejidales a sus hijos, pero no podían vender la tierra.

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manente en las bajas tasas de migración de retorno de algunos grupos de inmigrantes (Jasso y Rozenzweig, 1990).9 En ese perio-do, las principales migraciones permanentes de los irlandeses a Estados Unidos contrastan, por ejemplo, con la cantidad sustancial de retornos de la migración mexicana (Roberts, 1995).

La situación económica actual tanto del México rural como del urbano está estimulando un sistema de migración permanente. La escasez de empleos y la caída del ingreso real para la población rural y para 40 por ciento más pobre de la población urbana hace cada vez más difícil encontrar una base de subsistencia estable, ya sea en el campo o en la ciudad. El resultado es una continua migración rural-urbana combinada con altos niveles de migración interurbana que se dirige cada vez más hacia el norte, a Estados Unidos y a la frontera con México (Lozano, Roberts y Bean, 1997; Escobar y Roberts, 1998). La demanda estadounidense, durante todo el año, de obreros de baja calificación en la construcción, los servicios urbanos y la manufactura sweat-shop constituye una base complementaria para un sistema de migración permanente. Como hemos mencionado, la legalización de numerosos inmi-grantes mexicanos y las cláusulas sobre reunificación familiar en las leyes de inmigración fomentan la migración permanente. El estudio de González de la Rocha (1997) sobre la reciente migración a Estados Unidos, procedente de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México, es evidencia del funcionamiento de este sistema de migración permanente. Al enfrentarse a una carencia de oportunidades económicas, los adultos jóvenes viajan hacia el país vecino y procuran conseguir allí un empleo estable. Llevan a sus esposas o novias desde México o se casan allá. Los padres mayores de estos migrantes permanecen en Guadalajara, pero informan que reciben poca o ninguna ayuda de sus hijos ausentes y casi no tienen contacto con ellos.

9 Los niveles de migración de retorno pueden proporcionar indicadores de los sistemas migratorios. Por tanto, un nivel muy bajo de migración de retorno a un país o región de origen durante un largo periodo es probable que indique un sistema de migración perma-nente. Un nivel muy alto de migración de retorno y de corta duración representa un sistema temporal, mientras que un nivel intermedio de migración de retorno, con un largo promedio de permanencia, sugiere un sistema de migración transnacional.

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También es posible un tercer sistema migratorio no definido temporalmente, en el cual tanto el empuje de retorno de las comu-nidades emisoras como el poder de retención de las comunidades receptoras continúan siendo altos. Este tipo de sistema ha sido documentado para algunas migraciones rural-urbanas latinoame-ricanas, en las cuales los migrantes rurales se establecen en la ciu-dad, pero utilizan sus relaciones rurales para desarrollar sus inte-reses urbanos y sus recursos urbanos para desarrollar sus intereses rurales y los de su familia (Roberts, 1974; Altamirano y Hirabaya-shi, 1997). Para estos migrantes, lo rural y lo urbano son campos de actividad común donde se establecen los planes, tomando en cuenta las normas y oportunidades de ambos lugares (G. Smith, 1989). Un tipo de sistema migratorio como éste puede abarcar las fronteras internacionales. Este sistema de migración transna-cional está sujeto a la importancia continua que tienen para los migrantes las estructuras sociales y económicas del país de origen y de destino (Rouse, 1992).

El sistema transnacional está basado en las interrelaciones de oportunidades en los lugares de origen y de destino. A nuestro entender, la índole diversa de estas oportunidades en países tan grandes y económicamente complejos como México y Estados Unidos dará lugar al aumento de diferentes tipos de campos de acción transnacionales y; por tanto, a comunidades migrantes trans-nacionales que difieren tanto en la naturaleza como en el poder de sus compromisos transnacionales. En estos campos de acción se apoya la comunicación entre ambos países, con un territorio fronterizo extenso y relativamente permeable, buenas carreteras, conexiones por tren y aire, y telecomunicaciones más bien bara-tas y amplias.

Los tres sistemas migratorios operan en forma simultánea para darle forma a la migración México-Estados Unidos y de ninguna manera son mutuamente excluyentes. Es probable que estos sistemas estén relacionados con diferencias en las caracterís-ticas migratorias. Guarnizo y Smith (1998) comprueban que las migraciones desde un mismo país están formadas por un grupo de personas más heterogéneo que unitario, que poseen diferen-

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tes talentos personales y sociales. Las diferencias en el capital humano y social dan como resultado distintos niveles de acceso a las oportunidades del mercado laboral emisor y el receptor, lo que se refleja en diferentes patrones migratorios, tales como aquellos incorporados a los sistemas de migración temporal, permanente o transnacional. Según nuestra hipótesis, es más probable que los migran tes procedentes de aldeas o pueblos pequeños formen parte de un sistema migratorio ya sea permanente o transnacional. Aunque sus vínculos locales sean sólidos y las posibilidades de invertir e influir en el desarrollo comunitario sean altas, las pro-babilidades de subsistir en el lugar de origen sin un ingreso conti-nuo desde el exterior son pocas, lo que ocasiona que la estrategia de la migración temporal sea menos factible que en el pasado. A la inversa, es más probable que quienes proceden de las ciudades sean migrantes temporales o permanentes, pues los lazos comunitarios son débiles y la posibilidad de contribuir con el desarrollo local, pocas. Sin embargo, en las ciudades hay oportunidades a las cuales los migrantes pueden regresar e invertir en ellas sus ganancias.

Por supuesto, el contraste rural-urbano no es la única dimen-sión que distingue la participación individual en un sistema mi-gratorio. Es probable también que la posición y el género del cabeza de familia afecte el grado de compromiso de los migran-tes con la comunidad de origen y sus prospectos allí. Las habilida-des ocupacionales y los mercados locales son factores adicionales que diferencian las oportunidades de los migrantes tanto en el lugar de origen como en el de destino. Por lo tanto, es más pro-bable que los migrantes mexicanos con habilidades artesanales y profesionales puedan ejercer sus capacidades en Estados Unidos a fin de asegurarse movilidad social para sí mismos y sus fami-lias. El tipo de economía local de la que provienen los migrantes determinará también si éstos pueden darle buen uso en México a los ahorros y experiencias adquiridos en Estados Unidos. 10

IOVéase la entrevista de Víctor Espinosa con Héctor, un inmigrante de Estados Unidos que regresó a su pueblo de origen, la ciudad industrial de San Francisco del Rincón, para invertir en una pequeña fábrica de zapatos después de JI años de trabajar en Chicago (Durand, 1996, pp. 97·1

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EL SISTEMA DE MIGRACIÓN TRANSNACIONAL ENTRE MÉXICO y ESTADOS UNIDOS

EN ESTA sección, consultamos la literatura para identificar los tipos de transnacionalismo creados por los distintos campos de acción presentes en el sistema de migración transnacional Méxi-co-Estados Unidos. El primer campo de acción se basa en el incre-mento de los lazos comerciales y las inversiones entre ambos países como resultado de la adopción mexicana del Acuerdo Ge-neral sobre Aranceles y Comercio (GATT) en 1988 y el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) a principio de los años noventa. Este último instituyó el libre movimiento de capital y productos entre los dos países, no así de la mano de obra. Estas interrelaciones económicas apoyan potencialmente a dos tipos de comunidades migran tes transnacionales: la profesional y gerencial, y la empresarial.

Las corporaciones transnacionales encabezan la integración económica entre ambas naciones de dos formas: estableciendo más sucursales de sus operaciones en México, en áreas como la venta al menudeo y los servicios financieros y profesionales, y reor-ganizando territorialmente sus operaciones en términos de una división de la mano de obra entre Estados Unidos y México, como es el caso de la industria automotriz y de piezas de automóviles. Para los profesionales y técnicos, estas corporaciones ofrecen la posibilidad de una carrera transnacional, con la cual su identidad peculiar de ser mexicanos que realizan negocios al estilo estadou-nidense puede facilitarles mantener un pie en cada país.

Sin embargo, se carece de estudios que tomen en cuenta a las comunidades migrantes transnacionales profesionalmente. Una excepción es el trabajo reciente de Alarcón sobre los lazos trans-nacionales que mantienen los ingenieros mexicanos en el valle de Silicon, en el que señala que los profesionales mexicanos, aun cuando se hacen ciudadanos estadounidenses, mantienen fuertes vínculos con México (Alarcón, 1997). Su asociación profesional, la Asociación de Profesionales Mexicanos del Valle de Silicon está forjando activamente lazos económicos con México y parti-

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cipa en proyectos comunitarios entre los inmigrantes mexicanos menos capacitados y más pobres del valle.

Es probable que la mayor libertad de movimiento de perso-nas y bienes que ha conllevado la creciente integración económi-ca facilite que los empresarios se beneficien de los complementos económicos de ambos países. Por su necesidad de operar de ma-nera simultánea en los dos campos económicos, es posible que los empresarios apoyen a las comunidades migrantes transnacio-nales, tanto directa como indirectamente. El grupo étnico-ancestral del país receptor puede proporcionar un mercado para los produc-tos del país de origen, con lo que, además, se fomentan los lazos económicos continuos entre el país de origen y el de destino. Existen estudios de casos del nuevo tipo de actividad empresa-rial transnacional mexicana, que van desde investigaciones sobre migran tes empresariales prósperos en gran escala hasta trabajos acerca de microempresarios en pequeña escala.

La clasificación y naturaleza corporativa del empresariado en gran escala en México hace poco probable que éste utilice las comu-nidades migrantes mexicanas de Estados Unidos para desarrollar sus intereses. Los grandes empresarios mexicanos negocian direc-tamente con los bancos y las corporaciones de Estados Unidos. Re-sulta interesante que, entre los empresarios en gran escala de origen mexicano en Estados Unidos, haya cierta evidencia del desarrollo de una comunidad migrante transnacional (Guarnizo, 1997). Esto se relaciona con las medidas del gobierno mexicano para crear varias organizaciones de origen popular en ese país, con el propó-sito de fomentar las inversiones en regiones particulares de Méxi-co y colocar en posiciones de liderazgo · a empresarios prósperos de origen mexicano. Estos puestos han permitido a los empresa-rios tener un acceso especial a los permisos y las informaciones que facilitan hacer negocios en México.

Es más probable que los empresarios en pequeña escala, en contraste con los empresarios en gran escala, dependan de los lazos comunitarios para sostener su actividad transnacional. Ten-drán también que explotar los mercados omitidos por las grandes corporaciones. Álvarez y Collier (1994) observaron a los camio-

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neros mexicanos y la forma corno éstos, en condiciones étnicas de desventaja, fueron capaces de monopolizar cierto tipo de co-mercio transnacional, recurriendo a la reciprocidad interpersonal y al patronazgo. Ellos concluyen que los camioneros mexicanos del norte son capaces de afrontar los retos de los negocios transna-cionales mediante sus propios lazos transnacionales con bases étnicas. De igual manera, Hernández (1997b) torna en considera-ción el carácter de la actividad empresarial del transporte entre Monterrey y Houston. Estas pequeñas empresas familiares mue-ven dinero, mercancías, alimentos, suministros médicos y personas en ambos sentidos entre Monterrey y Houston. Su éxito depen-de de la confianza que exista entre éstos y sus clientes y propor-ciona un excelente ejemplo de cómo la actividad empresarial puede sostener a las comunidades migrantes transnacionales. Otro estudio realizado por Álvarez (1994) sobre el chilero, introduce una nota de advertencia acerca de los nexos entre el aumento de la integración económica entre México y Estados Unidos y las comunidades rnigrantes transnacionales. La industria del chilero por lo regular ha incluido el cruce de líneas tradicionales de demarca-ción internacional, con grandes empresarios mayoristas y étnicos de Estados Unidos en interacción con enlaces y pequeños empre-sarios de México. Los participantes dependen de las relaciones jerárquicas de lealtad y de la confianza entre patrón y cliente. Sin embargo, la reciente penetración del capital transnacional en el sistema de distribución ha forzado a chileros y fruteros a depender menos de las relaciones sociales y la lealtad. Éstos, por el contra-rio, se han vuelto más dependientes del capital, lo que ha origi-nado una disminución de la movilidad de los empresarios más pequeños, quienes se declaran en bancarrota y son incapaces de competir.

Hay otro tipo de acción, que se basa en los mercados labora-les y las relaciones sociales que éstos crean entre lugares especí-ficos de México y de Estados Unidos. En este caso, la comunidad migran te transnacional se reproduce por la continua demanda de mano de obra en el país del norte y sus suministros por medio de cadenas sociales basadas en las comunidades mexicanas. Para los

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mexicanos que emigran de Estados Unidos, sus comunidades de origen pueden ofrecer oportunidades de inversión o una segura red de apoyo social para las personas mayores y su propio retiro. Por tanto, las restricciones y no sólo las oportunidades de ambos lugares, el de origen y de destino, sustentan este tipo de comunidad migrante transnacional. Las diversas pero limitadas oportunida-des de ingreso en México son equilibradas a las correspondientes oportunidades, mayores pero más inseguras, en Estados Unidos. La inseguridad limita el establecimiento permanente en ese país, en vista de factores tales como las barreras legales a la residencia, o debido a un ingreso inestable o a que los costos de subsistencia son altos comparados con los de México. Por lo tanto, las comunida-des migrantes transnacionales pueden basarse en la estratificación social y el bloqueo de oportunidades a que se enfrentan los mi-gran tes en su país de origen y en su país de destino. Por ejemplo, Portes (1996) considera que el desafío de las comunidades migran-tes transnacionales es el reto del débil que procura usar el espacio transnacional para combatir la marginalidad en ambos países, el de origen y el de destino. Los orígenes rurales de la mayoría de los inmigrantes mexicanos y su baja posición en el mercado laboral de Estados Unidos los convierte en miembros marginales de am-bas naciones. Los cambios recientes en la constitución mexicana, que admiten la doble nacionalidad y la ley de Estados Unidos que castiga a los no ciudadanos, ocasionan que la opción transnacio-na! tenga más consecuencias para los inmigrantes mexicanos.

Existe un nuevo conjunto de estudios de casos que documen-tan la ocurrencia de patrones de migración transnacional entre los migrantes rurales que viajan a Estados Unidos. La mayoría de los trabajos se refieren a aldeas de las áreas emisoras tradiciona-les (Mines, 1981; López, 1986; Alarcón, 1988; Goldring, 1990; Rouse, 1992; R. Smith, 1994), en los cuales se informa que las relaciones sociales comunitarias constituyen las bases de las comu-nidades transnacionales y se exponen las actividades económicas transnacionales, relaciones sociales y prácticas políticas. La lite-ratura tiene el cuidado de distinguir varias formas y niveles de transnacionalismo, diferenciando entre las comunidades transna-

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cionales, los campos sociales transnacionales y los espacios sociales (Goldring, 1998; Guarnizo y Smith, 1998). Para nuestro propó-sito, estamos interesados en las formas en que estas distintas permutaciones del transnacionalismo reflejan un sistema migra-torio transnacional.

El estudio de Mines (1981) sobre la comunidad de Las Ánimas, fue uno de los primeros en documentar la evolución de la integra-ción económica entre una comunidad rural y Estados Unidos. Esta investigación demostró que, a medida que las redes migratorias maduraban y los migran tes lograban mayor acceso a los merca-dos laborales de Estados Unidos, se efectuaba una circulación acti-va de personas, dinero, informaciones y productos. El trabajo de Alarcón (1994) sobre la comunidad de Tlacuitapa señala que ni siquiera los prospectos recientes de desarrollo en regiones aleda-ñas han sido capaces de ofrecer a los posibles migrantes mejores alternativas frente a las oportunidades económicas de Estados Uni-dos y, por tanto, han fracasado en reducir el flujo migratorio inter-nacional. Como resultado de la negativa de acceso a los recursos adecuados en el país de origen, los migran tes son aún más depen-dientes de las redes sostenidas y las relaciones recíprocas con sus compañeros miembros de la comunidad transnacional (Kearney, 1986; R. Smith, 1994; Gledhill, 1995). En consecuencia, los mi-grantes se consideran a sí mismos como miembros de un "semipro-letariado transnacional" (Rouse, 1992), ya que combinan las estrategias de supervivencia y dependen de los lazos económicos transnacionales que se basan en su comunidad local. Las prácti-cas económicas transnacionales de la pequeña comunidad rural se interpretan repetidamente como un fenómeno resistente, debido a que la reestructuración económica global ha provocado que la migración laboral forme parte integral de las estrategias de su-pervivencia económica de la comunidad (Glick Schiller, Basch y Blanc Szanton, 1992; Basch, Glick Schiller y Blanc-Szanton, 1994). La mayoría de los estudios de casos también se muestran pruden-tes al señalar el dinamismo de las comunidades transnacionales, que no sólo se establecen como respuesta pasiva a las estructuras macroeconómicas, sino que constituyen además una adaptación autónoma a éstas.

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Para los migran tes urbanos hay un patrón migratorio diferen-te. Un estudio de Rubén Hernández (1997 a) sobre la migración entre Monterrey, México, y Houston, Texas, muestra que las co-munidades urbanas en los lugares de origen y destino pueden ser las bases de la actividad transnacional y dan origen a las comuni-dades migrantes transnacionales, pero de forma diferente a las de

. la pequeña comunidad rural. A diferencia de las múltiples rela-ciones de las comunidades rurales, las urbanas tienden a ser más especializadas. Por ende, para ir a Houston, los jóvenes de Mon-terrey utilizan las relaciones que surgen por medio de las pandillas del barrio. La principal razón para salir es la aventura, aunque sus contactos en Houston podrían también ayudarlos a conseguir empleo, en el caso de que decidieran permanecer por algún tiem-po. Sin embargo, cuando estos mismos jóvenes deciden ir a Hous-ton con el propósito de buscar trabajo y quedarse por un periodo mayor, es más probable que utilicen el contacto de parientes.

El último campo de acción por considerar es estrechamente geográfico. La integración económica ha dado a la frontera entre Estados Unidos y México un nuevo significado para las comuni-dades migrantes transnacionales. Su contribución potencial ha aumentado, mientras la frontera se convierte en una zona binacio-nal densamente poblada, donde se congregan y con frecuencia se establecen tanto quienes regresan como los que emigran a Es-tados Unidos. Los informes ponen en claro que los habitantes de ambos lados de la frontera están estrechamente interrelacionados en el aspecto social y económico, operan en el ámbito internacional y mantienen un fuerte sentido de nacionalidad y de diferencia del otro lado (Bustamante, 1989; Vila, 1994; Spenery Roberts, 1998). Para muchos habitantes de estas comunidades fronterizas, sus actividades e identidades se basan en una sola comunidad, la de la frontera (V élez-Ibáñez, 1996). Por ejemplo, Rodríguez (1996) considera que esa migración fronteriza indocumentada represen-ta esfuerzos autónomos comunitarios para reestructurar trans-nacionalmente su base de reproducción social. Sin embargo, el rápido y desequilibrado desarrollo económico de la frontera que impulsan las maquiladoras también puede debilitar las comuni-

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dades migrantes transnacionales de la frontera por medio de niveles de migración altos en ambos sentidos, así como de eleva-dos niveles de desempleo del lado estadounidense (Escobar y Roberts, 1998)_

Para ayudar a entender la dinámica del cambio de los sistemas migratorios y particularmente del sistema transnacional, recurri-mos a evidencias que van desde un planteamiento estructural hasta uno más orientado hacia los actores_

Los DILEMAS DE LA SALIDA

ThNTO los gobiernos como los migrantes se enfrentan con dile-mas relacionados con la migración_ La forma de resolver estas dis-yuntivas contribuye al reforzamiento de patrones migratorios particulares_ Estos dilemas son, esencialmente, los de balancear las ventajas económicas de emigrar con los riesgos e inseguridades del traslado, las posibilidades de mejorar la situación de permanen-cia y la fuerza de los compromisos familiares y comunitarios_ Es-tos dilemas no tienen la misma intensidad para todos los mi-grantes_ Según Espinosa y Massey (1997), estas consideraciones actúan con frecuencia para facilitar la migración, como cuando las redes sociales basadas en la comunidad de origen disminuyen los riesgos e inseguridades del viaje al norte y estimulan las inversio-nes migran tes en el país de origen_ Sin embargo, consideramos que hay aspectos importantes de la diversidad actual de la migra-ción entre México y Estados Unidos que están intensificando los dilemas del establecimiento o el retorno para muchos migrantes, como resultado del creciente involucramiento del Estado para regular la migración_

Para captar la dimensión del migrante y del Estado en estos dilemas usamos los conceptos de Hirschman (1970) de Salida, Voz y Lealtad_ La tríada de Hirschman representa las disyuntivas a que se enfrentan los miembros de una organización con un de-sempeño deficiente, cuando comparan sus compromisos locales con las ventajas de viajar a otros lugares en busca de mejores pros-pectos y la posibilidad de asegurar una mejor actuación de la

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organización. Desde esta perspectiva, emigrar es salir de un Esta-do que no satisface totalmente las aspiraciones de por lo menos algunos de sus miembros (Hirschman, 1970, p. 81). El punto de Hirschman es que, aun cuando los motivos económicos parecen predominar para la salida, la emigración necesita comprenderse también como una afirmación política de la deficiencia estatal.

. Aunque los mexicanos han emigrado a Estados Unidos princi-palmente por razones económicas, según esta decisión se debe, asimismo (De la Garza y Szekely, 1997), a la insatisfacción con un gobierno autoritario que ha descuidado los negocios en pequeña escala y el sector agrícola. La opción de emigrar puede variar en su grado de permanencia, dependiendo no sólo de la intención ori-ginal del migrante, sino de lo que ocurra durante la migración. La dimensión de lealtad en la tríada Hirschman restringe el uso de la opción de la salida. Las lealtades son los lazos afectivos y ma-teriales que comprometen a los individuos con sus comunidades de origen, ya sea la patria chica o la nación. Las lealtades devuel-ven a los migrantes y sus recursos a la comunidad de origen. Según Hirschman, éstas dan tiempo para que la voz entre en acción y se eviten así las salidas permanentes de la comunidad que pueden despojarla precisamente de las personas con iniciativa y energía para lograr soluciones colectivas. La voz es tanto el sentido como la realidad de participar de manera efectiva en los asuntos comuni-tarios y de inducir cambios en la dirección deseada.

Desde la perspectiva de salida, voz y lealtad, la migración inter-nacional genera serios dilemas para los estados cuando un siste-ma de migración temporal está siendo reemplazado por un sistema de emigración permanente. Cuando la migración temporal domi-na, los lazos con la comunidad local aseguran que los migrantes continúen contribuyendo con su país de origen sin necesidad de que el Estado mejore su desempeño. El Estado de destino se be-neficia de la mano de obra del migrante temporal, pero no cubre los costos totales de su subsistencia ni los de su familia, ya que mu-chos de éstos, como educación, salud y cuidado de los niños, son cubiertos por el Estado de origen. En contraste, la emigración per-manente amenaza con la pérdida de miembros emprendedores y

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calificados del Estado emisor y de sus continuas contribuciones financieras al desarrollo local y nacional, por medio de remesas o inversiones. Para el país receptor, la migración permanente en grandes números conlleva altos costqs de bienestar social, particu-larmente para los dependientes, los cuales no recibirán la recom-pensa de los impuestos que los migran tes pagan.

Las desventajas de la migración permanente significan que los estados emisores están en disposición de estimular la migración tem-poral reglamentada oficialmente y apoyar un sistema migratorio transnacional. Es probable que los estados receptores también lo hagan, pero en forma menos enérgica, ya que tienen la opción de tratar de eliminar la inmigración por completo. En vista de que los países emisores no pueden bloquear las salidas fácilmen-te, las opciones más factibles para reducir la migración perma-nente es por medio del uso de la lealtad y la promesa de voz. Sin embargo, podemos esperar que las iniciativas estatales tengan como resultado otros dilemas adicionales. Dada la creciente voz política de todos los migrantes, se corre el riesgo de romper las es-tructuras tradicionales de control político. De todas maneras, esto sólo se percibe como muy diferente cuando la comunidad es pequeña y, en consecuencia, donde los migrantes pueden ejercer una influencia significativa para la colocación y administración de los recursos. Además, es probable que las elites migran tes y lo-cales con las que ellos se unen sean las que se beneficien con la mayor concesión de influencia política y económica.

EL ESTADO, LOS MIGRANTES y EL TRANSNACIONALISMO

AL DIFERENCIAR entre las formas de vida transnacional, R. Smith (1997) distingue entre el nivel local y las formas institucionales de actividad transnacional. Esta última incluye las formas sociales transnacionales de los inmigrantes individuales y sus familias y las formas colectivas organizadas en el ámbito de la aldea. Estas formas colectivas abarcan las formas organizacionales e institucio-nales que los estados se esfuerzan por crear o que éstos adoptan y desarrollan. A estas dos áreas nos referiremos más adelante.

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Existe una gran cantidad de evidencias que vinculan al Es-tado mexicano con la promoción de la migración transnacional entre los migran tes rurales. Algunos estudios consideran al Estado mexicano como promotor de la migración transnacional y no de la emigración permanente, como respuesta a la pérdida potencial de las contribuciones financieras (mediante remesas o inversiones) para el desarrollo local y nacional (González Gutiérrez, 1997; R. Smith, 1997, 1998; Goldring, 1998; Guarnizo y Smith, 1998). Guar-nizo y Smith (1998) señalan que esta tendencia no es exclusiva de México. Muchos países menos industrializados han comenza-do a depender cada vez más de las remesas estables de los emi-grantes, las cuales han sido fomentadas por los estados emisores para tratar de incorporar su organización política por medio de una serie de medidas; la menor de las cuales es estimular la mi-gración transnacional mediante el fortalecimiento de los lazos de lealtad.

Adicionalmente, en su estudio sobre las repuestas mexicana y dominicana a la migración transnacional, Guarnizo (1997) argumenta que el Estado mexicano promovió las comunidades migran tes transnacionales como una forma de colocarse en la economía política mundial. Guarnizo señala que, con la creciente integración económica, los sectores emergentes de las elites polí-tica y económica tienen un vivo interés en fomentar la migración transnacional con el fin de promover sus propias agendas, de lo cual su interés en el TLC es un excelente ejemplo. El Estado se ha vuelto en extremo consciente del potencial de los emigrantes para ejercer presión sobre el gobierno de Estados Unidos a favor de las decisiones que afectan los "intereses nacionales" mexicanos y para hacerlo ha utilizado la promoción de la migración trans-nacional.

Uno de los principales intentos del Estado para impulsar la migración transnacional incrementando la lealtad del emigrante es la creación del Programa para las Comunidades Mexicanas en el Exterior (rCME).11 Comenzando con la administración de Salinas de Gortari y continuando en la actualidad, el rCME aspira a alen-

11 El reME es una oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

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tar a los mexicanos y las personas de origen mexicano a mantener vínculos con México. El programa, organizado en torno a la edu-cación, la cultura, los deportes, los negocios y las comunidades, procura fortalecer la lealtad de los migrantes, ya sea hacia el Esta-do mexicano o, en el caso de muchos migrantes rurales, hacia su comunidad local. Carlos González Gutiérrez (1997), director de Asuntos Comunitarios del peME, señala que los clubes regionales promovidos por el peME son vistos como un mecanismo institu-cional que desarrolla la comunidad para fortalecer las redes sociales sobre las cuales descansa la migración masiva. Es importante hacer notar aquí que las acciones externas del Estado mexicano no son un campo transnacional en el sentido de este artículo, sino que el punto central es si estas acciones proporcionan o no apoyo a la migración transnacional.

Hay una gran cantidad de evidencias de que el peME ha sido efectivo en impulsar un patrón migratorio transnacional, específi-camente entre los migrantes rurales. En su trabajo sobre la comu-nidad de Ticuani, R. Smith (1998) concluye que la transnaciona-lización de la vida política entre los miembros de la comunidad de Ticuani involucra un proceso que data de más de cincuenta años. Sin embargo, la acción reciente del Estado mexicano a través del peME ha desempeñado un papel esencial para remozar las relaciones entre el Comité Ticuanense en Nueva York y Ticuani en México. Al involucrarse en las micropolíticas de los emigran-tes, como los de Ticuani, el Estado promueve clubes en el ámbito local y federaciones en el ámbito estatal con el fin de incremen-tar los compromisos de los migrantes con su región de origen. Esta-blecer relaciones con los migran tes y ayudarlos a organizarse son a todas luces grandes prioridades para el Estado mexicano, cuyos . esfuerzos son de considerable alcance. En marzo de 1995, sólo en Los Ángeles había 150 clubes de pueblos y diez asociaciones en el nivel estatal (González Gutiérrez, 1995).

En su estudio sobre los migrantes de la federación Zacateca, Goldring (1998) hizo eco de muchas de las conclusiones obteni-das por R. Smith. Clubes Zacatecanos de California del Sur, con asiento en Los Ángeles y creada en 1985, es una organización que

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incluye a más de cuarenta clubes de pueblos. La federación es una de las pocas organizaciones en el ámbito estatal anteriores al establecimiento del peME por el gobierno mexicano. Sin embar-go, ésta también ha recibido una gran influencia de las activida-des del peME. Los miembros de la federación pagan menos que el precio establecido para tener acceso al plan mexicano de salud

. administrado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). La federación actúa también como intermediaria, cabildeando y consiguiendo fondos de los gobiernos estatal y federal para pro-yectos comunitarios, becas y programas de la federación. Desde 1993 hasta 1995, el peME también llevó a cabo el programa "dos por uno" en el cual, por cada dólar que reuniera un club del pue-blo de origen para un proyecto de la comunidad, el estado de Zacateca s y el gobierno federal aportaban un dólar cada uno. Por tanto, al aumentar las oportunidades políticas y económicas dis-ponibles para los migrantes, el Estado espera fortalecer sus lazos de lealtad y alentar patrones migratorios transnacionales en opo-sición a los permanentes.

Sin embargo, la investigación muestra que las implicaciones de la actividad transnacional basadas en el Estado están lejos de ser uniformes. Un trabajo reciente de Goldring (1997) sostiene que los intentos federales para promover la actividad política trans-nacional están mediados por la actividad en el ámbito estatal y municipal, lo que origina que varíen la ejecución y sus resultados. Algunos estudios de casos específicos argumentan que la impor-tancia de las actividades transnacionales con base estatal difiere de acuerdo con la ubicación. Por ejemplo, los intereses y esfuer-zos del gobierno federal en la micropolítica transnacional se han traducido en apoyo para el Comité Ticuani-Nueva York, organizado en el ámbito local (R. Smith, 1998), el cual ha aceptado fácilmen-te la ayuda del gobierno federal. No obstante, el caso de los mi-grantes de Oaxaca es ajeno a este escenario. En vez de una rela-ción de apoyo mutuo, el Frente Oaxaqueño Binacional tiene una actitud de oposición hacia el Estado mexicano en México y en Estados Unidos, lo que a su vez afecta la viabilidad de la opción de migración transnacional (R. Smith, 1998).

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La inestabilidad de los intentos del Estado mexicano por impulsar la actividad transnacional entre las comunidades rurales, se explica parcialmente si se toma en cuenta el papel de los migran-tes. La atención que el Estado mexicano presta a sus comunida-des transnacionales se debe, en parte, a las presiones ejercidas por los mismos migran tes. Existe un proceso de apoyo mutuo en el cual las decisiones con nivel federal procuran estimular la acti-vidad política en el nivel local, mientras las organizaciones po-líticas locales presionan al Estado mexicano para que reconozca a las comunidades transnacionales y trabaje con ellas. Algunos estudios que resaltan la posición central de la ubicación (M.P. Smith, 1994; Goldring, 1997, 1998; Guarnizo y R. Smith, 1998) enfatizan también la construcción de las comunidades transnacio-nales "desde abajo" (Guarnizo, 1997; Guarnizo y Smith, 1998). Por lo tanto, la comunidad transnacional de Ticuani (Smith, 1994) creó un espacio político amplio para poner en práctica las polí-ticas populares, como hizo la Asociación Cívica Mixteca Benito Juárez (Kearney y Nagengast, 1989). Estas prácticas crearon una jerarquía alternativa de poder con relación a la autoridad mexi-cana (Goldring, 1998).

Sin embargo, aunque el Estado evidentemente desempeña un papel clave al promover la migración transnacional entre los mi-gran tes rurales, sería también una negligencia no concebir a los migrantes como agentes activos. De hecho, el nivel de análisis indi-vidual en el cual los migrantes son considerados autónomos para tomar decisiones que influyan en los patrones migratorios es una perspectiva altamente generalizada en la literatura sobre el trans-nacionalismo mexicano. Las teorías de la migración transnacional surgieron, en gran medida, como una crítica a los planteamientos. demasiado estructurales y trataron de volver a introducir al actor en las discusiones teóricas de la migración. Al contrario de una tendencia que considera la migración como creada por la atracción y repulsión de factores económicos que conciben a los migrantes principalmente como sujetos pasivos, coaccionados por los Esta-dos y marginados por los mercados, el trabajo sobre la migración transnacional trata de atribuir a los migrantes la capacidad de

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tomar las decisiones que influyan en sus resultados (R. Smith, 1998). Por tanto, en el ámbito comunitario, la migración transna-cional ha sido concebida como una opción escogida por los mi-grantes en respuesta al bloqueo de oportunidades en el país de origen y de destino, donde ellos movilizan sus lazos de lealtad con el fin de crear un patrón migratorio alternativo. En su destino, los

. inmigrantes se encuentran tan perjudicados como en su país de origen, cultural mente discriminados, explotados en "el aspecto económico y sin influencia política. Cuando las opciones de sali-da y voz son bloqueadas, tanto en el país de origen como en el de destino, el campo transnacional se convierte en un atractivo cam-po de actividad alternativo que permite a los migrantes combinar lo más ventajoso de ambos países. Es probable que las comuni-dades migran tes transnacionales tengan una fuerte identidad colectiva cuando salida y voz son bloqueadas en ambos países. En esos términos, Kearney (1995) describe a la comunidad migran te transnacional mixteca como construida en respuesta a la exclu-sión tanto en México como en Estados Unidos.

Hemos señalado que la fuerza de los lazos de lealtad es ma-yor entre los emigrantes provenientes de áreas rurales y esto se explica en parte por los esfuerzos estatales para incrementar las oportunidades políticas y económicas de las regiones rurales. Sin embargo, aunque existen muchas evidencias de las motivaciones del Estado y de los migrantes rurales para promover y comprome-terse en la migración transnacional, se ha hecho muy poco para evaluar las opciones que tienen los migrantes urbanos y los dife-rentes patrones de migración que éstos fortalecen. Esta omisión se entiende en parte por el carácter relativamente reciente de la migración internacional urbana. Sin embargo, debido a su creciente predominio, ésta mantiene su importancia para evaluar las posi-bles opciones frente a los migrantes urbanos y los subsecuentes patrones migratorios que sus decisiones fortalecen. A continua-ción, presentamos algunos esquemas biográficos de una inves-tigación en proceso que describen ciertos tipos de migraciones urba-nas desde México, comparándolos con un caso real de migración rural.

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LA CONEXIÓN AUSTIN-MÉXICO

A FINALES de los años ochenta y en los noventa, Austin se convir-tió en una de las ciudades de más rápido crecimiento de Estados Unidos, pues para mediados de los noventa alcanzó una dimensión metropolitana de un millón de habitantes de los cuales aproxima-damente 20 por ciento son de origen mexicano. Este crecimiento se sustentó en las industrias relacionadas con la informática, las cuales generaron empleos no sólo en dicho sector, sino también en la construcción y los servicios. Dada la proximidad de Austin con México, los migrantes mexicanos cubrieron una importante parte de la demanda de mano de obra no calificada. En vista de que para los mexicanos Austin es un destino migratorio "nuevo" en comparación con ciudades como San Antonio y Houston, mu-chos de sus migrantes provienen de las áreas emisoras no tradicio-nales como la ciudad de México. Los registros consulares reflejan que en 1997 las mayores concentraciones de migrantes prove-nían de los estados de Guanajuato, San Luis Potosí y México. Aus-tin cuenta con tres asociaciones estatales oficialmente registradas de mexicanos procedentes de Zacatecas, el Estado de México y Guanajuato, y se están dando los pasos para establecer una aso-ciación para la ciudad de México.

El origen rural versus el origen urbano

En nuestro trabajo de campo preliminar, seleccionamos el caso de una comunidad rural del Estado de México, cuya población tiene una relativamente larga tradición de emigración a Austin, así como a la ciudad de México. Como esperábamos, encontramos que las personas procedentes de la comunidad rural de San Gre-gorio l2 tienen fuertes vínculos sociales y económicos entre ellos, no sólo en Austin sino también en México. Esto contrasta grande-mente con los migrantes procedentes de la ciudad de México que parecen tener vínculos muy débiles.

12Utilizaremos nombres ficticios para localidades , personas y negocios.

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San Gregorio es un pueblo pequeño de 7,500 habitantes, localizado al sudoeste del Estado de México. La actividad econó-mica del pueblo es principalmente la agricultura y la ganadería. Los habitantes de San Gregorio comenzaron a emigrar de manera per-manente a la ciudad de México durante los años cincuenta. En los años sesenta, los sangregorianos empezaron a emigrar a Texas central, particularmente a Austin y áreas aledañas como Tem-ple. Hasta los años setenta, la gran mayoría de esta emigración fue temporal y circular. Sin embargo, la tasa de migración aumen-tó significativamente a partir de los años setenta y una creciente proporción de sangregorianos comenzó a establecerse en la par-te este de Austin, trabajando durante todo el año sobre todo como ayudantes de cocina. A medida que aumentaron los migrantes, empezaron a diversificar sus ocupaciones y una gran mayoría de ellos trabaja ahora en el sector de servicios, en labores como jardinería y conserjería. Sólo algunos han establecido pequeños negocios propios.

A mediados de los años ochenta, con la amnistía IRCA, mu-chos sangregorianos se hicieron residentes legales, y las mujeres y los niños comenzaron a emigrar en mayor número. A mediados de los años ochenta y principio de los noventa, era claro que los sangregorianos estaban decidiendo establecerse, lo cual estu-vo marcado por una creciente actividad transnacional originada por fuertes lazos con su pueblo de origen. El cura de San Gregorio estima que la población de sangregorianos que vive en Austin es de tres mil personas, incluyendo a los niños que nacieron en Es-tados Unidos. Aunque no tienen todavía una organización formal en Austin, han organizado varias actividades sociales y culturales que abarcan tanto a México como a Estados Unidos. Los sangre-gorianos tienen una fuerte tradición católica y actualmente es-tán construyendo una iglesia nueva en su pueblo. El cura de San Gregorio ha visitado la diáspora de Austin para recolectar dinero y apoyar las actividades locales de la iglesia. Los sangregorianos de Austin organizan bailes con el propósito de reunir dinero para la iglesia. Un grupo de músicos de San Gregorio participó sin cobrar en el último baile. Las mujeres de la comunidad sangregoriana de Austin contribuyeron con tiempo y materiales para la prepara-

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ción de los alimentos que se vendieron durante la festividad. La asistencia al baile fue de alrededor de 600 personas (procedentes principalmente de San Gregorio), y se recogieron más de diez mil dólares para la iglesia.

Los sangregorianos contribuyen de diversas formas con los nue-vos inmigrantes incluyendo a los que llegan de forma ilegal. La comunidad sangregoriana de Austin ayuda a los nuevos inmigrantes a encontrar empleo, casa y alimentos con algunos sangregorianos, sobre todo con aquellos que están más estrechamente relaciona-dos con la iglesia católica de Austin y que también trabajan con los jóvenes en programas contra las drogas. Los sangregorianos han estado utilizando también los métodos mexicanos tradicionales e informales de ahorro llamados tandas (véase Arias, 1997) en los cuales la persona que organiza una tanda recoge diez o veinte dólares semanales en un grupo de alrededor de cincuenta perso-nas y entrega el dinero a uno de los miembros del grupo. El orga-nizador de la tanda es la primera persona que recibe el dinero y el resto de los miembros recibe su porción en un orden seleccionado al azar. Por lo general, este dinero se envía a México para ser inver-tido en algún terreno o vivienda.

El flujo migratorio de sangregorianos hacia Estados Unidos tuvo su origen en la crisis agrícola de mediados de los años sesen-ta y la consecuente falta de oportunidades laborales en las áreas rurales. Se llevó a cabo sin las redes sociales que facilitan el viaje hacia Estados Unidos. Los pioneros lo recuerdan como una deci-sión difícil. Sin embargo, a medida que la migración internacional se convirtió en un proceso sostenido por sí mismo, ésta fue una opción que muchas personas escogieron aun cuando no tenían pre-siones económicas fuertes, debido a su afiliación con una comuni- . dad transnacional, donde emigrar a Estados Unidos es un com-ponente importante de la cultura.

Los sangregorianos viajan con frecuencia a México, particu-larmente para fin de año a participar en la Feria Anual. Este con-tacto persistente con su pueblo de origen se basa en factores tales como los compromisos familiares, los intereses en propiedades y la posibilidad de un retorno. Su marginalidad económica y social

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en Austin fortalece su identidad de grupo. No obstante, constan-temente se enfrentan con problemas con la policía mexicana que detiene automóviles y camiones con placas de Texas a fin de extor-sionarlos a cambio de no confiscar los regalos que llevan a San Gregorio. Para los sangregorianos de Austin, la participación de la policía en la corrupción y la explotación era parte de sus razones

. para salir de México. Como resultado de sus experiencias, ahora están intentando organizarse políticamente y presionar a las auto-ridades mexicanas para que remedien estos abusos.

Los fuertes lazos que unen a los miembros de la comunidad de San Gregorio contrastan con los débiles lazos entre los migrantes de la ciudad de México. Las personas provenientes de San Grego-rio constituyen un grupo homogéneo en términos de sus niveles de educación y tipos de empleos en México y en Estados Unidos. En contraste, la migración desde la ciudad de México es heterogé-nea en cuanto a clase social, capacidades educativas y laborales, y experiencia migratoria interna y externa.

En la muestra tipo "bola de nieve" de las personas de Austin que proceden de México, entrevistamos a tres tipos de migran tes: trabajadores de baja calificación, empleados de oficina de media-na calificación y profesionales altamente calificados. Conseguimos los nombres de los informantes por medio de contactos en las iglesias, oficinas consulares, establecimientos de servicio donde trabajan muchos mexicanos y también solicitando a los entrevista-dos que nos sugirieran otros informantes potenciales proceden-tes de la ciudad de México. A pesar de utilizar para la muestra un método que depende de las relaciones sociales, encontramos una característica general en las treinta personas hasta ahora entre-vistadas: pocos de ellos se conocen entre sí. Estos provienen de un gran número de vecindades de la capital del país. En las entre-vistas quedó claro que su emigración fue resultado de una decisión individual más que de una decisión familiar o comunitaria, como en el caso de los sangregoriaoos.

Los trabajadores eh ilangos 13 de baja calificación que entrevis-tamos son personas que emigraron a Estados Unidos a través de

13 Sobrenombre para las personas que proceden de la ciudad de México.

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sus cadenas sociales y que por lo general son de origen rural. Faustino Rivas nació en la ciudad de México en 1955 . Sus pa-dres son también oriundos de la capital. Él estudió hasta el tercer año del bachillerato. Cuando tenía quince años dejó la escuela y decidió ser jugador de fútbol. Ocho años después comenzó a tra-bajar con su suegro en un negocio pequeño. Cuando a los veinti-siete años de edad Faustino emigró a Estados Unidos, utilizó los contactos rurales de su esposa para trabajar primero en Houston y luego en Austin, y ha continuado trabajando para parientes de su esposa durante dieciséis años; ahora es residente legal y aspira a establecer un pequeño negocio propio.

Entre los chilangos de calificación media, algunos habían emi-grado sin contar con ningún contacto en Estados Unidos y otros tenían a parientes o amigos corno contacto. Nuestros entrevista-dos mencionaron dos razones principales para emigrar. La primera era simplemente por aventura (Hernández, 1997a) y la otra corno resultado de la recesión mexicana. El caso de Jerónimo Escamilla ilustra la primera razón. Él emigró a Austin en 1988, cuando tenía veintiséis años. Se reunió en Austin con su hermano mayor que había emigrado en 1986 junto con tres amigos, sólo por vivir la experiencia. Jerónimo había estudiado en la Universidad Na-cional Autónoma de México (UNAM) durante siete años en el Departamento de Ciencias Animales, pero nunca trabajó profe-sionalmente. En México laboró corno limpiador de ventanas y pisos, y consiguió una ocupación similar cuando llegó por pri-mera vez a Austin. Después de trabajar durante nueve años corno cocinero y conseguir la residencia legal, había perdido las espe-ranzas de trabajar en el campo de la ciencia animal. En cambio, decidió vivir en Estados Unidos y consolidar un pequeño negocio informal vendiendo ropa deportiva mexicana. Jerónimo nunca se casó y mantiene económicamente a sus padres, quienes viven la mitad del año en México y la otra mitad en Estados Unidos y tienen planes de mudarse en forma permanente a Austin, donde viven tres de sus cuatro hijos en la actualidad.

El caso de Juan Segura es muy diferente. Éste perdió su trabajo en México a principios de 1995, cuando trabajaba corno contador

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público en una institución crediticia mexicana. Tres años antes ha-bía comprado un pequeño apartamento por el cual estaba pagan-do una hipoteca a un banco mexicano. Con la devaluación del peso en 1994, las tasas de interés se duplicaron y en algunos casos se triplicaron. Las deudas por casas, automóviles y negocios crecieron abruptamente. Sin trabajo, y con una enorme deuda que saldar, Juan decidió emigrar a Estados Unidos a finales de 1996 debido a que un familiar le dijo: "hay muchos empleos en Austin". Dejó en México a su esposa y un hijo de tres años. Una vez en Estados Unidos, Juan consiguió un empleo, primero como obrero de una construcción y un año más tarde, como podador de árboles. En Austin, nunca había conocido a otros chilangos ni había participa-do en las actividades de la comunidad mexicana. Vivía en un apar-tamento con un mexicano-estadounidense y un angloamericano que conoció en Austin. Después de dos años, Juan pagó sus deu-das y regresó a México. Poco antes de regresar, al discutir sus planes futuros, nos informó que había utilizado sus cadenas labo-rales para conseguir información sobre posibles trabajos en Méxi-co. Descubrimos que se estaba refIriendo a los contactos que había hecho por medio de Internet, a la que le dio acceso su compañero de habitación que era programador de computadoras.

Los migran tes profesionales de la ciudad de México que entrevistamos vinieron a Austin a causa de las recesiones econó-micas mexicanas. Eran profesionales altamente remunerados en México y ostentaban puestos directivos. Alejandro Ochoa trabajó en la capital mexicana como especialista en sistemas de cómpu-to. Perdió su empleo a finales de 1994 y los tipos de trabajo que podía encontrar en Méxicú eran menos atractivos en términos del salario. Mientras buscaba empleo descubrió en el periódico que las compañías estadounidenses estaban empleando a personas con capacidad para programar. Llenó solicitudes en dos compa-ñías, acudió a una entrevista de trabajo y fInalmente fue contratado por un negocio estadounidense cuyas oficinas principales se en-contraban en Atlanta y que tenía una sucursal en Austin. Es digno de mencionarse que Alejandro pertenece a un pequeño grupo de migran tes profesionales que puede trabajar en su propio campo

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tanto en el país de origen como en el de destino. A diferencia de Jerónimo y Juan, Alejandro es capaz de trabajar en su campo profesional en ambos países. En la entrevista, Alejandro comen-tó: "con la tarjeta verde, tengo dos mercados laborales en los que puedo operar, Estados Unidos y México". Tanto él como su esposa se sentían más cómodos con la forma de vida mexicana, pero les agradaba la seguridad financiera que tienen los profesionales en Estados Unidos.

De esta manera, los migran tes de la ciudad de México no cons-tituyen una comunidad migrante transnacional. La debilidad de los vínculos de su grupo significa que ellos no se ven colectivamen-te como una comunidad migrante transnacional. Su patrón mi-gratorio concuerda con el permanente o, como en el caso de Juan Segura, con el temporal. Sin embargo, es probable que los obre-ros manuales y los oficinistas de mediana calificación desarrollen más actividades sociales y económicas transnacionales que los de clase profesional.

Además de su empleo en el restaurante, Jerónimo Escamilla vende uniformes y zapatos mexicanos para fútbol a los numerosos jugadores del área de Austin. Los productos deportivos mexica-nos son considerablemente más baratos que los estadounidenses. Jerónimo acostumbraba viajar a la ciudad de México a comprar su mercancía y regresar a Austin. Ahora tiene un amigo en la capital mexicana, que le envía los productos hasta la ciudad de Nuevo Laredo, Tamaulipas, en la frontera y Jerónimo conduce por cuatro horas hasta la frontera para recogerlos. La microempresa de Jerónimo es básicamente informal; vende sus productos en el mercado de pulgas de Austin, aunque sus planes son establecer una empresa formal y legal. El negocio de Jerónimo requiere no sólo de productos mexicanos, sino también de compradores mexicanos y el éxito de su actividad transnacional depende de sus contac-tos dentro de la comunidad mexicana.

También hemos realizado veinte entrevistas a profundidad en la ciudad de México. Nuestro plan original era entrevistar a residentes de la capital con experiencia migratoria internacional en Austin, o por lo menos en alguna área metropolitana de Texas.

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Sin embargo, la emigración hacia Estados Unidos desde el Distrito Federal es extensa y no parece que exista ninguna concentración de migrantes que hayan trabajado en Austin o Texas. Finalmente, a través de organizaciones vecinales de origen rural, entrevistamos a oficinistas de baja o mediana calificación que viven actualmen-te en la ciudad de México y que han trabajado en algún lugar de Estados Unidos.

El trabajo de campo en la capital de México confirmó nuestra deducción de que las decisiones de los migran tes urbanos no se inclinan por el patrón migratorio transnacional que encontramos en el caso de los pobladores de San Gregario. Por el contrario, éstos tienden a preferir los patrones de la migración temporal o permanente. En el siguiente segmento presentamos dos casos que ilustran algunas diferencias y similitudes de las decisiones del migrante urbano que tiende a elegir el patrón migratorio tempo-ral. Hugo Torres, de treinta y cinco años de edad, nació en Epa-zoyucan, Hidalgo, México. Estudió en ese pueblo hasta el sexto grado de primaria y luego a los trece años emigró a la ciudad de México a un vecindario tradicional de clase trabajadora llamado Tepito, donde inició una actividad por cuenta propia, comprando y vendiendo mercancía usada. En 1994, cuando tenía 32 años de edad, emigró por primera vez a San Diego, California. Su fami-lia inmediata no tenía tradición de emigrar a Estados Unidos; sin embargo, uno de sus primos lo invitó a viajar al país vecino y éste se marchó porque "la situación económica de México era extremadamente difícil". En su primer viaje se quedó durante cinco meses y en el segundo, dieciocho meses. En ambas ocasio-nes trabajó como lavaplatos con un ingreso de 4.25 dólares por hora. Su propósito al emigrar a Estados Unidos era ahorrar para comprar un carro y una casa en México. Expresó que no tenía inten-ción de establecerse en el extranjero. Su emigración refleja una estrategia individual para complementar sus ingresos mexicanos. Hugo Torres está planeando otro viaje a Estados Unidos, pero esta vez a Texas, porque cree que allí hay más empleos.

Margarita Robles, de treinta y nueve años de edad, nació en la ciudad de México. Ella es parte de un grupo de migran tes califica-

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dos y profesionales que incluye a profesores de secundaria, con-tadores, abogados y médicos, quienes cada vez más emigran tem-poralmente a Estados Unidos. Una importante característica de este grupo de emigrantes es que no tienen la capacidad de ejercer sus profesiones en Estados Unidos y es probable que sus empleos ahí sean en ocupaciones de baja calificación. Margarita estudió en la Escuela de Química de la VNAM, donde obtuvo el grado de li-cenciatura. En 1983 fue contratada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) donde trabajó durante cinco años. Más tarde, en 1988, emigró a Los Ángeles donde laboró como mucama de un hotel y como cocinera en Taco Bell. Aunque sólo ganaba 4.75 dólares por hora, en quince meses pudo ahorrar 10,000 dólares trabajando en dos empleos durante un promedio de quin-ce horas diarias. Ese dinero le permitió pagar el inicial de una casa en México. Aunque tenía un ingreso muy bueno, Margarita no hubiera emigrado permanentemente. Por el contrario, está pla-neando emigrar de nuevo, "pero sólo para conseguir algún dinero y regresar a México".

Aunque Hugo y Margarita pertenecen a diferentes clases so-ciales, su experiencia migratoria es similar, debido en parte a que el mercado laboral estadounidense tiende a homogeneizar los empleos que los inmigrantes mexicanos pueden conseguir. Ellos no provie-nen de familias donde la migración a Estados Unidos sea parte de la cultura, ni tampoco adoptan el patrón tradicional de migra-ción, sino que escogen la migración temporal.

La migración rural-urbana y la migración internacional

En esta sección presentamos el caso de una empresa transnacional cuyo campo de actividad incluye varios polos: un pueblo rural en la parte central-occidental de México, la ciudad de México, Chica-go, Houston y Austin.

La historia comienza en Vicente Guerrero, un pueblo rural del estado de Jalisco, México, a mediados de los años cuarenta, cuando muchas personas procedentes de esa área emigraron a la ciudad

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de México en busca de mejores formas de vida. Los habitantes de Vicente Guerrero eran famosos por ser excelentes taqueros. Du-rante el periodo presidencial de Miguel Alemán (1946-1952), muchos de ellos establecieron puestos de tacos en las calles de la zona este de la ciudad de México. El éxito de estos taqueros con-dujo al establecimiento de más puestos de tacos y a una creciente

. emigración desde Vicente Guerrero a la gran ciudad, en especial de la población joven. La emigración fue permanente, aunque quienes se establecieron en la capital del país mantenían un con-tacto frecuente con su lugar de origen.

En los tiempos del programa Bracero, desde 1942 hasta 1964, algunos de los migran tes de Vicente Guerrero en la ciudad de México decidieron enrolarse en el programa como trabajadores temporales. Éste fue el caso de Lupe Hernández, quien después de trabajar varias veces en Estados Unidos, decidió emigrar definiti-vamente y probar fortuna como taquero en Chicago, donde tenía un tío. Nunca estableció su propia taquería, pero logró tener un ingreso considerable cocinando para los trabajadores fabriles. A mediados de los años setenta, el hijo mayor de Lupe, Federico, emigró desde la ciudad de México a Chicago, y se unió a su pa-dre en el negocio de comida. Después de dos años de trabajar en Chicago y sin mayores éxitos, Federico emigró a Houston donde adquirió un pequeño restaurante en el cual sólo trabajaban él y su esposa, con lo que alcanzó finalmente su sueño de establecer una taquería al estilo Jalisco en Estados Unidos. Con el éxito del restaurante, muchos de los familiares de Federico fueron emigrando gradualmente a Houston para trabajar en la taquería. El primero en unírsele fue su padre, después dos hermanas y finalmente, la familia completa, incluyendo diez hermanos y hermanas, quie-nes, siguiendo el ejemplo del mayor, abrieron restaurantes en Houston, todos ellos con el mismo nombre: Taquerías Mi Ranchito.

El éxito de Taquerías Mi Ranchito generó una continua deman-da de mano de obra. Ésta fue suministrada principalmente por la extensa familia, incluyendo tíos, tías, primos, primas, sobrinos .Y sobrinas, así como personas oriundas de Vicente Guerrero que se habían establecido en la ciudad de México y otras que venían

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directamente desde su pueblo nataL Además, algunos de los tíos de Federico que trabajaban como taqueras en la ciudad de México emigraron a Houston y también establecieron taquerías con el mismo nombre_

Los contactos realizados en Houston ocasionaron que desde mediados de los años setenta los pobladores de Vicente Guerrero comenzaran a emigrar directamente a Texas, y la ciudad de México se convirtiera en un destino menos atractivo_ Mientras la familia de Federico consolidaba sus negocios en Houston, otros miem-bros de esta gran familia comenzaron a explorar las posibilidades de establecer taquerías en otras ciudades de Texas_ A principios de los años noventa, esta empresa transnaciona1 consistía en cator-ce taquerías en Houston, siete en Austin y una en San Antonio, con más de 350 empleados _ La mayoría de los empleados eran origi-narios de Vicente Guerrero o tenían padres que lo eran, aunque algunos de estos últimos habían nacido en la ciudad de México y eran por tanto chilangas, lo que acentúa la diversidad de los patrones migratorios mexicanos, aun dentro de un tipo específico de actividad, como entre los empresarios transnaciona1es en pe-queña escala_

CONCLUSIÓN

AUNQUE representan sólo un aspecto de la migración de México a Estados Unidos, las comunidades migrantes transnaciona1es probablemente sean características perdurables de la presencia mexicana en el país del norte_ La proximidad es un factor impor-tante, ya que la tierra fronteriza de México y las buenas comuni-caciones con Estados Unidos facilitan la actividad de los campos -transnacionales_ Es poco probable que los factores geopolíticos que sostienen un sistema migratorio transnaciona1 cambien sustancial-mente en el futuro cercano_ La integración económica de México con Estados Unidos está cimentada por los acuerdos estructurales del TLC, mientras el débil poder político de México para negociar continuará llevando a los gobiernos mexicanos a buscar aliados entre sus compatriotas en Estados Unidos_ Al mismo tiempo,

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estos campos transnacionales de actividad son más consecuentes para los migrantes más pobres y menos capacitados y darán como resultado comunidades migran tes transnacionales más fuertes. El profesional con alta capacitación o el empresario en gran escala tiene menos necesidad de depender de los campos de acción pu-ramente transnacionales, pero puede operar en el ámbito inter-.nacional entablando relaciones sociales y comerciales en Estados Unidos con personas de cualquier nacionalidad o grupo étnico. Las actividades económicas de la comunidad migrante transnacio-nal resultan insignificantes si se las compara con el considerable volumen de intercambio económico entre ambos países, el cual es controlado por corporaciones multinacionales. De hecho, la con-centración fomentada por las compañías multinacionales puede reducir los nichos económicos abiertos para los empresarios trans-nacionales en pequeña y mediana escala más de lo que el comercio bilateral los aumenta. Quizás, después de todo, el volumen ligero, la diversidad y la larga historia de la migración mexicana a Estados Unidos ocasiona que éste sea un fenómeno en extremo diferen-ciado. Por ejemplo, la investigación que estarnos realizando en Aus-tin muestra comunidades migrantes transnacionales fuertemente integradas que existen junto a una mayoría de inmigrantes mexi-canos que han adoptado las más diversas e individuales estrategias para adaptarse a la vida en el extranjero.

En vista de que apuntan hacia una vía diferente de acomoda-miento a los sistemas de migración permanente o temporal, las comunidades migran tes transnacionales son útiles para explicar las complejidades de la migración mexicana a Estados Unidos. Éstas reflejan la continua exclusión de los mexicanos de baja calificación, y con frecuencia rurales, de todas las oportunidades, excepto las más bajas, en ambos países. Las actividades de estas comunidades migrantes transnacionales muestran considerable ingenio y contribuyen al desarrollo de las dos naciones. Su exis-tencia hace surgir importantes temas de investigación acerca de las relaciones entre México y Estados Unidos. El interés actual en estas relaciones es muy alto. Las comunidades migran tes trans-nacionales están sujetas a una considerable presión política de

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parte del Estado mexicano para proporcionar apoyo partidista. Al mismo tiempo, el transnacionalismo de las comunidades mÍ-grantes las hace conscientes de las continuas desigualdades a que se enfrentan muchos sectores de la sociedad mexicana, lo que las convierte cada vez más en actores importantes de la política mexicana.

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CAPíTULO 2

ERlC POPKlN

La migr;ación guatemalteca maya . a Los Angeles: construyendo vínculos transnacionales en el contexto del proceso de establecimiento

INTRODUCCIÓN

L OS TEÓRICOS de la migración transnacional sugieren que la internacionalización del capital y la reorganización global

de la producción han promovido un desarrollo económico desi-gual, y han contribuido crecientes niveles de migración interna-cional. Concurrentemente, la tecnología de las comunicaciones y las facilidades para viajar han permitido a los migrantes mantener vínculos diversos y consistentes con sus países de origen (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994; Glick Schiller, Basch y Szanton Blanc, 1995; Smith y Guarnizo, 1998). Según Mahler 1998), los eruditos de la migración transnacional asumen que esa movilidad o el movimiento físico de migrantes entre dos nacio-nes-estados es una condición necesaria para el establecimiento del transnacionalismo (Nagengast y Kearney, 1990; Lessinger, 1992; Ong, 1992; Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994; Portes, 1995). En respuesta al incremento de los flujos laborales internacionales, los estados receptores de migrantes tratan de reafirmar su soberanía y reducir la migración indocumentada poniendo obstáculos a la movilidad geográfica de los migrantes (Sassen, 1996).

Algunos estudios recientes sugieren que la restrictiva política migratoria de Estados Unidos y México, ha conducido tanto a una situación precaria para los migrantes indocumentados en Estados Unidos como a un significativo incremento en el costo de la migra-ción, contribuyendo a la migración o al establecimiento

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en ese país (Popkin, 1997; Taylor, Martin y Fix, 1997; Massey, 1998). Estas condiciones nos llevan a la necesidad de analizar más la relación entre establecimiento y transnacionalismo, y de-terminar cómo los migrantes mantienen conexiones transnacio-nales en contextos en los cuales su movilidad física es limitada. Para tratar este tema, analizamos las conexiones entre una comuni-dad migrante guatemalteca maya (kanjobal) de Los Ángeles y su comunidad de origen, Santa Eulalia. Estudiamos específicamen-te la lucha de esta población migran te para conservar su cultura y religión a través del establecimiento de una elaborada estructura organizativa desarrollada en el contexto de su adaptación a una comunidad predominantemente latina.

Desafiando las predicciones de los modelos asimilacionistas de la migración, las poblaciones migrantes casi nunca abandonan su cultura y su idioma para adoptar los de Estados Unidos. Según expresan otros analistas, los migrantes tienden a preservar su acer-vo cultural original mientras se adaptan instrumentalmente a otro (Goldring, 1996; Guarnizo, 1997). En particular, los analis-tas de la migración t,ransnacional, sugieren que los migrantes optan por vínculos transnacionales para sustentar una identidad del país de origen o híbrida para evitar marcas de estigmatización racial de la sociedad receptora (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994). Otros expertos consideran que el restablecimiento y for-talecimiento de las nacionalidades étnicas establecidas se lleva a cabo en la sociedad receptora debido a la supresión de esa identi-dad en el país de origen (Wahlbeck, 1998). Para otras comunidades migrantes, surgen nuevas formas de identidad en respuesta a las condiciones de la sociedad receptora. Por ejemplo, en su estudio sobre los trabajadores migrantes indígenas mexicanos (mixtecos), Nagengast y Kearney (1990) argumentan que la incorporación directa de los mixtecos a la organización capitalista de produc-ción agrícola, junto con la explotación que ellos enfrentan como minoría, genera una novedosa respuesta organizativa pan-mixte-ca. Los migran tes kanjobales mayas de Los Ángeles constituyen un caso interesante, porque esta comunidad reafirma y fortalece las formas de etnicidad existentes mientras simultáneamente expre-

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san una nueva identidad que revela la influencia de los vínculos transnacionales con el país de origen.

La proliferación de organizaciones religiosas mayas en Los Ángeles proporciona un ejemplo de etnicidad reactiva, pero con una diferencia importante. Portes y Rumbaut (1990, p. 96) sos-tienen que la etnicidad reactiva surge" en respuesta a la situación,

. los puntos de vista y la discriminación a que se enfrentan (los inmigrantes) [ ... ] que convierte las circunstancias de origen na-cional en las bases primarias de la solidaridad del grupo y supera otras identidades competitivas como las basadas en la clase". Los diferentes orígenes de los migrantes interactúan con los contex-tos de recepción y provocan inquietudes políticas de los nacidos en el extranjero que influyen en la organización política de genera-ciones subsecuentes (p. 97). Los migrantes kanjobales sostienen que la discriminación y exclusión social que ellos experimentan en Los Ángeles debido a su posición económica, el idioma y el esta-tus migratorio contribuye al surgimiento de sus organizaciones comunitarias. Sin embargo, mientras los kanjobales de Los Ánge-les se enfrentan a estas condiciones en la sociedad receptora, sus organizaciones toman prestado y reinventan elementos tradicio-nales del país de origen, en un proceso influido por la interacción con un número de instituciones de Guatemala. Este caso sugiere que el concepto de etnicidad reactiva debe ampliarse para expli-car la multitud de conexiones que los migran tes mantienen con el país de origen y que configuran el proceso de formación reacti-va en la sociedad receptora. En el caso de los kanjobales de Santa Eulalia, la formación de)a identidad y los esfuerzos organizativos están incrustados (embedded) en la organización política transnacio-na! del Estado y la Iglesia de Guatemala, el movimiento guatemal-teco pan-maya y el Estado y la sociedad estadounidenses.

Al incorporar elementos de la cultura y la religión tradicional maya (costumbre) a sus celebraciones religiosas, las organizacio-nes migrantes kanjobales se reinsertan en la vida social de su país de origen. Al mismo tiempo, la Iglesia y el Estado guatemalteco tratan de fomentar estas organizaciones migran tes para desarrollar sus intereses incluyendo la expansión de sus bases de apoyo. Este

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resultado revela la utilidad de diferenciar entre el transnaciona-lismo de origen popular ("transnacionalismo desde abajo") o el esfuerzo de los migrantes para reinsertarse en la organización política del país de origen, y el "transnacionalismo desde arriba", o los vínculos iniciados por la elite con sus respectivas poblaciones migrantes (Smith y Guarnizo, 1998; Landolt, Autler y Baires, en este libro). Al analizar la identidad migrante kanjobal y los es-fuerzos organizativos en el contexto de la interacción entre estas distintas formas de transnacionalismo, esperamos demostrar cómo los vínculos transnacionales pueden evolucionar a pesar de las restricciones sobre la movilidad física de los migrantes. Después de una breve evaluación de las condiciones de salida de los migran-tes kanjobales y el contexto de recepción en Los Ángeles, anali-zamos la naturaleza de las conexiones que existen entre esta comunidad migrante y el país de origen, en torno a los datos recopilados en diversos trabajos de campo en Los Ángeles y en Santa Eulalia, Guatemala. 1

LA COMUNIDAD DE SANTA EULALIA: EL CAMBIO POLÍTICO-ECONÓMICO

Y LA IDENTIDAD KANJOBAL

UBICADA en la región kanjobal del departamento norte de Hue-huetenango, la municipalidad de Santa Eulalia cuenta con una población de 23,000 habitantes (Instituto Nacional de Estadísti-ca, 1996), cuyo centro está ubicado a una altitud de aproximada-mente 8,500 pies en las montañas Cuchumatanes. Los kanjobales

1 Los datos para este artículo provienen de la observación participante del autor en. reuniones y eventos de tres comités del pueblo maya guatemalteco en Los Angeles relacionadas con la comunidad de Santa Eulalia, durante un periodo de dos años. Además, hemos realiza-do seis entrevistas de grupos en profundidad con miembros de estas organizaciones. Tam-bién se llevaron a cabo 10 entrevistas individuales con líderes de asociaciones de ladinos guatemaltecos y representantes del consulado guatemalteco. Este artículo depende también de los datos adquiridos durante seis meses de trabajos de campo realizados en 1996 en la muni-cipalidad de Santa Eulalia, en el Departamento de Huehuetenango en Guatemala. Estos datos incluyen 25 entrevistas de grupo con miembros de cofradías de la Iglesia católica de cinco aldeas de la municipalidad, un censo de 62 familias de una aldea de la municipalidad, 35 entrevistas individuales con miembros de familias incluidas en el censo, y la observación participante en eventos, reuniones y ceremonias religiosas.

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constituyen uno de los veintidós grupos étnicos mayas dentro de Guatemala, cada uno con distintos idiomas. Aunque el kanjobal es el idioma cotidiano, muchos hombres y algunas mujeres hablan español con diferentes grados de competencia. Una extrema desi-gualdad en la propiedad de la tierra beneficia a los ladinos, quienes dominan el país política y económicamente. El déficit de tierra .como resultado de las presiones de la población y la agricultura de subsistencia a largo plazo, que condujo a la degradación del me-dio ambiente y la reducción de la productividad, ha contribuido a una intensa competencia por la tierra y a conflictos internos en la municipalidad de Santa Eulalia (Davis, 1970). La falta de opor-tunidades para conseguir un empleo asalariado ha forzado a la mayoría de las familias a enviar a la costa sur a algunos de sus miem- , bros durante varios meses al año, para que trabajen en las cose-chas de café y azúcar. Desde mediados de los ochenta, la migración internacional a Estados Unidos ha reemplazado ampliamente la migración estacional a la costa como una estrategia de la cual de-penden para asegurar los gastos de la familia.

La incursión de los ladinos en la municipalidad ha originado una significativa transformación societal en los últimos cincuenta años, que abarca la desaparición de su cerrada estructura comuni-taria corporativa (Wolf, 1957), la consolidación del catolicismo y la creciente presencia de iglesias evangélicas y sectas pentecosta-les, y la gran destrucción de comunidades durante la guerra civil que devastó el área a finales de los años setenta y los ochenta (Comité de Vecinos, 1968; Warren, 1978; Brintnall, 1979; Manz, 1988; Smith, 1990; Watanabe, 1992). Estos procesos han defi-nido la forma como muchos kanjobales de la región practican elementos de la costumbre maya y el catolicismo simultáneamen-te. Por tanto, además de participar en las actividades de la Iglesia católica, los kanjobales continúan utilizando varios elementos de la costumbre maya, incluyendo solicitar el permiso de la tierra para cultivarla o el de los animales para sacrificarlos, quemar incienso de resina de pino y velas de cera frente a cruces sagradas, y seguir el calendario sagrado (tzolkin). Las comunidades de la región de-signan también regularmente un alcalde rezador, o líder rezador,

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que ora por la prosperidad de la comunidad durante un año, mien-tras la comunidad lo mantiene económicamente.

La estructura institucional de la Iglesia católica se sirve de elementos de la organización jerárquica cívico-religiosa tradicional maya que prevalecía antes en las tierras altas indígenas de Guate-mala. Históricamente, los ancianos conocidos como los principa-les controlaban las comunidades indígenas, tras haber alcanzado sus posiciones al ascender por medio de rangos de una jerarquía que alternaba posiciones civiles y religiosas, o cargos que requerían enormes compromisos de tiempo y dinero. Un componente fun-damental de esta estructura, el círculo de conversación que pone énfasis en la toma de turnos y el consenso, ha sido incorporado a las cofradías de la Iglesia católica que manejan los asuntos coti-dianos de la iglesia local. Los líderes de las cofradías de la Iglesia católica también continúan practicando la tradición del auto-sacrificio visible y consistente en términos de tiempo y dinero para el beneficio de la comunidad. Su dependencia de las prácticas "tradicionales" mayas constituye una respuesta a la opresión his-tórica a que se enfrentan las comunidades indígenas. Según han señalado otros analistas, la costumbre mesoamericana maya se ha ido transformando con el tiempo en respuesta a las condiciones cambiantes y por lo tanto no debe considerarse como un remanen-te del pasado precolombino (Wasserstrom, 1983; Nagengast y Kearney, 1990).

Las divisiones religiosas entre las perspectivas tradicionales de católicos, católicos carismáticos y evangélicos provocan tensio-nes dentro de la región kanjobal de Guatemala. A principio de los años ochenta, el surgimiento de varias sectas pentecostales, algu-nas apoyadas por la derecha religiosa estadounidense, agregó un nuevo elemento a las divisiones históricas entre las corrientes prin- . cipales de las iglesias evangélicas y la Iglesia católica en la región indígena de las tierras altas de Guatemala. Algunos miembros de la comunidad consideran que la conversión de los kanjobales a la iglesia pentecostal se incrementó a principio de los años ochenta, debido a la percepción de que la participación aislaba a los miem-bros de la campaña de contrainsurgencia militar del gobierno que incluía la persecución de los activistas de la Iglesia católica.

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Más recientemente, se han intensificado las divisiones entre las corrientes principales de católicos y carismáticos católicos de Santa Eulalia. Los grupos de católicos carismáticos prefieren cierto grado de independencia de la Iglesia católica jerárquicamente estructu-rada, que dicta normas para comprometerse en la reflexión espiri-tual (Espín, 1995). El estilo carismático de oración se asemeja al de la iglesia evangélica, debido a su énfasis en la relación personal con Dios y la dependencia en las demostraciones individuales de sen-tirse conmovido durante las ceremonias religiosas. En los últimos años, los católicos carismáticos han aumentado drásticamente en la municipalidad de Santa Eulalia y ahora son más de 400 miem-bros. Este desarrollo ha ocasionado considerables tensiones dentro de la Iglesia católica, evidentes por la renuncia forzada de algunos carismáticos de varias prestigiosas cofradías de apoyo a la iglesia. Asimismo, los sacerdotes de la municipalidad han declarado públi-camente su desaprobación al creciente movimiento, debido en parte a su preocupación de que los católicos carismáticos tal vez no tomen los sacramentos en el futuro. Los católicos carismáticos se consideran a sí mismos como miembros de las corrientes prin-cipales de la Iglesia católica y, por tanto, desean participar en las actividades de la iglesia al tiempo que se involucran en sesiones de reflexión espiritual carismática.

A medida que los kanjobales se involucran en la migración internacional, construyen nuevas identidades que reflejan este contexto religioso y cultural. La migración internacional a Estados Unidos desde la región kanjobal al norte de Huehuetenango se puede caracterizar como ocurrida en tres etapas diferentes (pio-neros, refugiados de guerra y migración dirigida a la juventud). Los pocos migrantes pioneros que viajaron a Los Ángeles en los años setenta, tenían experiencia en México como migrantes an-tes del viaje al norte. Estos migran tes iniciales tendían a llegar desde San Miguel Acatán, una de las municipalidades colindan-tes con Santa Eulalia. La guerra civil que estalló en el país a finales de los años setenta y los ochenta afectó tremendamente la región kanjobal pero con cierta variación. En las comunidades de San Mi-guel Acatán y Barillas ocurrieron masacres de la milicia guberna-

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mental, en las cuales Santa Eulalia sufrió violencia selectiva y asesinatos cometidos por los militares. La institución de patrullas civiles permitió a los militares guatemaltecos ejercer el control directo de la región a principio de los ochenta, lo que desorganizó la vida social y económica (Manz, 1988). Estos hechos conduje-ron a una primera gran ola de migración internacional hacia Estados Unidos, que dio como resultado concentraciones signifi-cativas de kanjobales en Los Ángeles y en Indiantown, Florida, para 1985 (Burns, 1993).

A medida que la violencia se reducía, a finales de los años ochenta y noventa, las redes que unían a estos migrantes con sus respectivas comunidades de origen contribuyeron a la migración en gran escala de hombres solteros y casados de la región. En los últimos años, aumentó la emigración de mujeres solteras y casa-das que se reunían con sus esposos que habían conseguido esta tus legal, aunque en esta corriente migratoria dominaron los hom-bres solteros. A todo lo largo de Estados Unidos, se pueden en-contrar concentraciones de kanjobales, de los cuales el grupo más grande es el procedente de Santa Eulalia que se ubicó en Los Ángeles.

EL CONTEXTO DE RECEPCIÓN

Los GUATEMALTECOS son el tercer grupo latino más grande de Los Ángeles después de los mexicanos y los salvadoreños. Según el Censo de 1990, 159,000 guatemaltecos, o sea 59 por ciento de un total de 269,000 guatemaltecos en Estados Unidos, residían en el área de Los Ángeles (en los condados de Los Ángeles, Oran-ge, San Bernardino, Ventura y Riverside), cuatro veces más que . los 39,000 que residían en esa región en 1980 (López, Popkin y Telles, 1996). Aunque por las cifras del censo es difícil determinar el número de indígenas guatemaltecos que reside en los cinco condados de Los Ángeles, se estima que son cuatro mil, un pe-queño porcentaje del total de guatemaltecos en esta región (Peña-losa, 1995). La mayoría de los indígenas guatemaltecos de Los Ángeles son kanjobales procedentes de las comunidades de Santa

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Eulalia y San Miguel Acatán, en el departamento noroeste de Huehuetenango en Guatemala, aunque hay grandes contingentes procedentes de Saloma y Barillas, localizadas en el mismo depar-tamento. Hay también indígenas Chuj oriundos de la comunidad de San Sebastián Coatán en Huehuetenango y un pequeño nú-mero de indígenas Quiché del departamento del mismo nombre y de Totonicapan.

El censo de 1990 revela que los guatemaltecos residen en grandes concentraciones (por lo menos 10 por ciento de la exten-sión del censo) en las áreas de Pico-Union/Westlake, Hollywood y en algunas zonas de la parte norte de Los Ángeles sur y cen-tro. Sin embargo, el porcentaje total de guatemaltecos que vive en estas áreas es menos de 30 por ciento, lo que sugiere que la comunidad se encuentra dispersa por toda la región. En 1990, la comunidad guatemalteca maya estaba predominantp.mente concentrada en la sección de Westlake en Los Ángeles, justo al oeste del centro comercial. Como señalaron otros analistas, los migrantes centroamericanos, inmediatamente después de llegar a Los Ángeles, van a residir a los sectores de la ciudad de Pico-Union y Westlake y con el tiempo se dispersan hacia áreas remotas (Chinchilla, Hamilton y Loucky, 1996). A partir de 1990 la co-munidad kanjobal se dispersó, ya que muchos de sus miembros habitan actualmente en la porción sur central de Los Ángeles, considerada por los miembros de la comunidad como poseedora de viviendas de mejor calidad y con menor criminalidad que el área de Pico-Union/Westlake.

En 1992, 44 por ciento de los inmigrantes guatemaltecos (indígenas y ladinos) de Los Ángeles era indocumentado y 62 por ciento de todos los guatemaltecos indocumentados de Estados Unidos residía en la región de Los Ángeles (Popkin, 1997).2 El trabajo de campo indica que en la actualidad, la gran mayoría de kanjobales no posee documentos legales de inmigración, un factor

20bluve estas cifras multiplicando los datos del estado de California sobre guatemalte-cos y salvadoreños indocumentados, proporcionados por Warren (1994) para una proporción igual de la región de Ángeles de la población estatal de guatemaltecos y salvadoreños a los que se otorgó amnistía bajo la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA).

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que contribuye a que acepten condiciones de trabajodesventajo-sas en la industria de la ropa de la ciudad. Virtualmente todos los kanjobales trabajan cosiendo en las fábricas de ropa y reciben salarios que van desde el mínimo hasta aproximadamente ocho dólares la hora para los más calificados, en las plantas de mayor reputación. Los kanjobales señalan que la disponibilidad de tra-bajo dentro de la industria de la ropa de Los Ángeles está de-clinando debido a que, según su percepción, ha habido un gran incremento de mexicanos que están ingresando a ese mercado laboral, junto con el movimiento de empleos hacia México debi-do al Tratado de Libre Comercio (TLC). Estas condiciones llevan a los mayas a combinar el empleo en las fábricas de ropa con trabajos informales, tales como recibir pensionados en sus casas, cocinar y vender tamales y/o realizar jornadas extras. Hace algu-nos años, varios inmigrantes de Santa Eulalia que sabían inglés consiguieron empleos nocturnos repaniendo pizzas para una com-pañía local.

Los esfuerzos de los kanjobales por construir una identidad y organizarse están condicionados en parte por el proceso de adap-tación a una comunidad predominantemente latina (sobre todo mexicana y cada vez más centroamericana) que sufre discriminación en el contexto de un medio ambiente antiinmigrante en Califor-nia del Sur. Durante los últimos cuatro años, la política restrictiva de inmigración nacional (Ley de Reconciliación de Responsabilidad Personal y Oportunidad Laboral y Ley de Reforma de la Inmigra-ción Ilegal y Responsabilidad Inmigrante de 1996) junto con las propuestas del estado de California (Propuestas] 87 Y 209), han tratado de limitar la entrada de inmigrantes indocumentados,. establecer las condiciones para su empleo en el mercado laboral secundario y mantener su reproducción social en la región de origen (Jiménez, 1997) . Estas iniciativas han llevado a un acrecen-tado temor, tanto de los inmigrantes legales como de los indocu-mentados en Estados Unidos y contribuyen a la percepción de que cualquiera que "parezca un inmigrante latino" experimentará discriminación.

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Dentro de este ambiente en general antiinmigrante, varias ca-racterísticas específicas de la política migratoria de Estados Unidos han alterado la naturaleza de las consecuencias para los centroa-mericanos que están inmersos en procesos migratorios con el Servi-cio de Inmigración y Naturalización (INS, siglas en inglés). Uno de los ejemplos más evidentes de esta tendencia es el aumento signi-ficativo de deportaciones de centroamericanos (y de todos los in-migrantes) durante los últimos dos años. El total de deportaciones de todos los grupos nacionales se ha más que duplicado, desde 42,000 durante el año fiscal 1993 hasta 93,000 durante 1997 (Mc-Donell, 1997). En el año fiscal 1997, el número de deportacio-nes de guatemaltecos ocupó el tercer lugar entre todos los grupos nacionales y excedió las 2,300 deportaciones (los mexicanos y salvadoreños ocuparon el primer y segundo lugar, respectivamen-te). Esta cifra representa un aumento de 36 por ciento en las deportaciones de guatemaltecos desde el año fiscal 1995. Debido al incremento de actos delictivos considerados "delitos graves" bajo la Ley de Reforma de la Inmigración y Responsabilidad Inmi-grante de 1996, las deportaciones por delitos han aumentado en forma considerable, incluyendo la de residentes permanentes le-gales por delitos relativamente menores cometidos en el pasado.3

Además, el INS ha aumentado enormemente sus esfuerzos por detener y deportar a los inmigrantes que hayan recibido órdenes finales de deportación y no las hayan acatado (McDonnell, 1997). Las detenciones en los lugares de trabajo del interior del país también se han incrementado en gran medida y con frecuencia han llevado a la deportación de los trabajadores indocumentados. Por ejemplo, recientemente varios cientos de trabajadores indo-cumentados de la industria de la ropa fueron deportados de Los Ángeles como parte de la "Operación Ojal", una campaña del

3 La Ley de Inmigración de 1996 clasificó como "delitos graves" un creciente número de faltas. Delitos como el contrabando, dejar de pagar una fianza, violaciones de sustancias controladas (es decir, posesión de mariguana) y lavado de dinero, caen ahora dentro de esta clasificación. Algunas de estas no son particularmente serias. Los delitos graves pueden asignarse en los procedimientos normales o en los procedimientos para remoción rápida. En los primeros 10 meses del año fiscal de 1997, 26 por ciento del total de 2,242 deportaciones de guatemaltecos fueron deportaciones criminales.

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lNS, coordinada en el nivel nacional, de allanamiento en la indus-tria de la ropa (Hernández, 1998).

Un significativo número de miembros de la comunidad pro-cedentes de Santa Eulalia que llegaron antes de 1990, solicitaron asilo político según el acuerdo de la Iglesia Bautista Americana (IBA), y por tanto tienen cierto grado de protección de las autoridades de inmigración en comparación con los que arribaron después. El tratamiento perjudicial de los centroamericanos que buscaban asilo en Estados Unidos durante los años ochenta, debido al apo-yo que la Administración Reagan brindó a los gobiernos de Gua-temala y El Salvador, llevó a la IBA a demandar al Servicio de Inmigración y Naturalización. La resolución de este caso en 1990 permitió que más de 250 mil solicitantes guatemaltecos y salva-doreños del caso legal IBA, que habían pedido asilo político, fueran considerados con normas más flexibles que las utilizadas anterior-mente. Como parte de este proceso, un gran número de migran-tes que llegó de Santa Eulalia desde 1990 solicitó asilo político y recibió documentos legales que los autorizaban a trabajar. Sin embargo, con frecuencia creciente a este grupo se le está negan-do asilo y se le están entregando órdenes finales de deportación, ya que el gobierno estadounidense considera que la violencia política de Guatemala se ha calmado. Aquellos migrantes que reciben sus órdenes finales de deportación cambian con frecuen-cia de residencia ·0 se mudan a otras áreas tratando de perma-necer lo más que puedan en Estados Unidos. Como parte de este proceso, los migrantes que solicitaron asilo político a partir de 1995 no reciben autorización para trabajar. Por lo tanto, este grupo de migrantes a menudo ha comprado documentos de tra-bajo ilegales.

Hay otros aspectos de las políticas migratorias de Estados Unidos y México que limitan la capacidad de los migrantes cen-troamericanos para visitar sus comunidades de origen con la misma frecuencia que en el pasado (Fineman, 1997; Popkin, 1997). Las restrictivas políticas migratorias de México han originado un incre-mento de las tasas de detenciones de centroamericanos en su camino hacia Estados Unidos. Además, se han intensificado las

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violaciones a los derechos humanos en contra de los migrantes cen-troamericanos en México. El mayor número de violaciones son las detenciones ilegales y los abusos físicos cometidos por funciona-rios de migración mexicanos y guatemaltecos y la policía, los so-bornos a estos funcionarios, el robo y la destrucción de documen-tos. La cantidad de deportaciones desde México también creció .enormemente a finales de los ochenta: de 1,308 en 1987, a más de 120,000 al año a partir de 1990 (97 por ciento centroamericanos). Estas cifras del Instituto Nacional de Migración de México no re-flejan los miles de personas que cruzan a través de México pagando sobornos. En México, los centroamericanos pueden ser atrapa-dos varias veces por las autoridades mexicanas de inmigración y la policía.

Debido al creciente riesgo del viaje, las tarifas de los coyotes se han elevado significativamente, al igual que las tasas de los pres-tamistas que por lo general ofrecen préstamos a los posibles mi-gran tes con intereses de hasta 20 por ciento en muchas de las regiones emisoras. Con frecuencia hay que ofrecer al prestamista algún título de propiedad en garantía para poder recibir el présta-mo. Los datos del censo de Santa Eulalia muestran que el costo promedio de la migración desde esa área hasta la frontera con Es-tados Unidos, con ayuda de un coyote, ha aumentado de 1,000 dó-lares en 1994 a 1,800 dólares en 1996. Actualmente, el costo de la migración desde la región excede los 2,500 dólares y puede llegar hasta 5,000 dólares o más si hay posibilidades de que el migrante sea apresado en México. Como resultado de la conti-nua militarización de la frontera México-Estados Unidos (Dunn, 1996), el costo de cruzar la frontera y llegar a Los Ángeles con un coyote excede de 1,000 dólares, según los informantes. Debido a lo elevado de estos costos, muchos migrantes entran a Estados Unidos con enormes deudas y dedican mucho tiempo a conseguir fondos adicionales para pagar dichos préstamos (Kossoudji, 1992). Los migran tes que tienen empleos estables suelen tratar de conse-guir documentación legal y establecerse debido a las dificultades para involucrarse en la migración circular (Taylor, Martin y Fix, 1997; Massey, 1998). Por tanto, las limitaciones prácticas a la

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movilidad han provocado que la naturaleza de la migración pro-cedente de Santa Eulalia varíe de un patrón más circular a una migración prolongada y al establecimiento. A medida que los mi-grantes procedentes de Santa Eulalia se establecen en Los Ángeles, interactúan cada vez más con la comunidad latina y se adaptan más a ella, lo que genera una amplia organización social.

EL TRANSNACIONALISMO y LA ETNICIDAD REACTIVA

LA ORGANIZACIÓN social maya evoluciona como un esfuerzo por mantener el vínculo entre la cultura y la religión kanjobal en un contexto de discriminación por parte de los latinos, de asimilación de los niños mayas a la comunidad latina y de divisiones religio-sas. Algunos miembros de la comunidad migrante de Santa Eula-lia sugieren que el contexto de inmigración en Los Ángeles tiene el potencial para superar algunas de las diferencias históricas que separan a los indígenas guatemaltecos y las poblaciones de ladinos y acelerar la adaptación maya a la comunidad latina. Los infor-mantes declaran que los ladinos y los mayas guatemaltecos expe-rimentan niveles similares de discriminación en Los Ángeles en cuanto a su estatus común de inmigrantes. Sin embargo, al invocar la diferencia entre maya y ladino cuando se refieren a su interac-ción con los compañeros de trabajo, los informantes kanjobales dan a entender que las condiciones de Los Ángeles son una repro-ducción de las relaciones étnicas tradicionales del país de origen. Éstos con frecuencia comentan que se sienten cohibidos cuando hablan español en presencia de sus compañeros de trabajo lati-nos. Según los miembros de la comunidad de Santa Eulalia, los ' errores en el idioma provocan que los compañeros de trabajo se burlen de los operarios kanjobales y se refieran a ellos en térmi-nos despectivos tales como "indio". Los informantes sugieren que la discriminación de los ladinos en contra de la mujer kanjobal es particularmente intensa debido a su limitada capacidad para el español. La comunidad kanjobal hace valer también su identi-dad maya para diferenciarse de una comunidad latina que se

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describe en el medio como plagada de crímenes, pandillas y per-sistente pobreza. De particular importancia para los padres mayas es su temor de que las siguientes generaciones se asimilen a la comu-nidad latina que sufre estas condiciones en Los Ángeles. Por tan-to, los padres mayas subrayan deliberadamente el mantenimiento de sus valores culturales en el hogar, un proceso amenazado en par-

. te por la inmersión de sus hijos en un medio ambiente que privi-legia el español en las calles y el inglés en las escuelas.

La lucha por preservar los vínculos entre la cultura maya y la religión católica existe en un contexto religioso en Los Ángeles con algunas similitudes con la región de origen. Los católicos mayas expresan preocupación ante los crecientes niveles de conversión de los conacionaJes a las iglesias y organizaciones evangélicas, pen-tecostales y carismáticas. Los informantes sostienen que este pro-ceso contribuye a reducir el apego a la cultura maya y la rápida asimilación a la comunidad latina dominante, ya que la mayoría de los miembros de estas organizaciones religiosas son latinos pro-cedentes de diferentes naciones. Dentro de este contexto, los ma-yas católicos tratan de establecer vínculos con las parroquias católicas. En las parroquias católicas de Los Ángeles, los sacer-dotes a menudo suponen una unidad cultural entre los distintos grupos nacionales incluidos en la categoría de "latino". Cual-quier grupo que desee destacar su propia experiencia en la iglesia o que insista en la conexión entre cultura y religión (como hacen los mayas), es considerado por los pastores locales como creador de disensión (Wellmeier, 1998). En este contexto, los católicos tra-dicionales que dan prioridad al mantenimiento de su cultura y religión maya tienen que organizarse independientemente de cada una de estas iglesias o grupos.

La percepción de que la identidad maya está amenazada y que los mayas tienen que padecer una discriminación constante lleva a la organización social. En 1986, un pequeño grupo de hombres católicos de Santa Eulalia se organizó en una asociación infor-mal que pretendía celebrar los servicios religiosos tradicionales en idioma kanjobal, preservar su cultura y reunir fondos para ayudar a reconstruir la parroquia que había sido destruida por

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un fuego. Para 1992, la asociación Fraternidad Eulalense Maya Q'anjobal (FEMAQ), contaba con unos doscientos miembros y había establecido una estrecha relación con el sacerdote de Santa Eulalia, quien viajaba anualmente a Los Ángeles a trabajar con la organización. El sacerdote asesoró al grupo en la formalización de la asociación y ayudó a escoger a los directores y constituir los comités según el modelo de organización de la parroquia católica moderna de la región de Huehuetenango. Para 1995 , los mayas de Los Ángeles que procedían de Santa Eulalia se subdividieron en varios grupos que incorporaron hasta 800 miembros (Well-meier, 1998) . Aproximadamente cuarenta adultos miembros de la FEMAQ comenzaron a concentrarse en trabajos culturales por medio de su grupo Marimba, de sus sesiones semanales de oración y de su liderazgo en la organización anual de las fiestas patrona-les. El ritual semanal de oración consistía en una paraliturgia que recordaba la forma de celebrar las misas de Santa Eulalia. Después del servicio de oración, los miembros compartían una comida colectiva y conversaban sobre los eventos ocurridos tanto en Santa Eulalia como en Los Ángeles. Al facilitar la interacción se-manal entre los hijos de los miembros en un contexto de oración, la FEMAQ espera estimular el sentido de comunidad y reforzar la identidad kanjobal en las futuras generaciones. Este objetivo se lleva a cabo también al ofrecer en Los Ángeles clases de marimba (instrumento musical guatemalteco maya) a los jóvenes migran-tes de Santa Eulalia.

Los miembros de la asociación principal forman muchos otros comités que funcionan como pequeñas comunidades. El comité de salud se compromete a realizar visitas anuales a los miembros de la comunidad migrante con el propósito de recau- . dar fondos para cubrir el salario del doctor y llevar a cabo un innovador programa de seguro médico en Santa Eulalia. Al efec-tuar más de cien visitas al año, los miembros del comité de salud ayudan a fortalecer la relación que mantienen los migrantes con la comunidad de origen. Un comité de emergencias independiente organiza las recaudaciones de fondos para enviar a Santa Eulalia los cuerpos de los miembros de la comunidad migrante que

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fallecen en Estados Unidos y para rescatar a los compatriotas que algunas veces son tomados como rehenes por los contrabandis-tas en la frontera. Otros comités resuelven asuntos específicos de las aldeas de origen y apoyan la construcción de capillas o peque-ños lugares para cultos y reuniones en la comunidad de origen. Por último, los miembros de cada una de estas pequeñas organiza-.ciones relacionadas con Santa Eulalia participan en actividades especiales, incluyendo las fiestas patronales y la liga de futbol maya, que se organiza en Los Ángeles en torno a los municipios de origen de los migrantes.

Un análisis de las asociaciones revela que algunos elementos de la estructura organizativa de la comunidad de origen rebasan los límites que separan a Santa Eulalia y Los Ángeles. Estos grupos, funcionan de manera similar a las cofradías oficiales de la Iglesia católica de Santa Eulalia, con una directiva formal que incluye a un presidente, vicepresidente, secretario, tesorero, miembros, un líder rezador y catequistas o maestros de la doctrina religiosa. El presidente cuenta con un gran poder y tiene la responsabilidad de animar o proporcionar visión e inspiración a la organización. El grupo espera que el presidente invierta considerable tiempo y dinero para beneficio de la comunidad, una práctica consistente con la conducta organizativa de Santa Eulalia. De hecho, un signi-ficativo número de los líderes actuales de las organizaciones de Los Ángeles han participado como parte de las comisiones de la iglesia de Santa Eulalia en el pasado. Siguiendo la tradición de San-ta Eulalia, las decisiones de la directiva se toman por consenso. Existe una significativa desproporción de género entre los líderes de las asociaciones migrantes . Las mujeres participan en las orga-nizaciones, pero tienden a proporcionar un sistema de apoyo a todas las actividades del grupo, como es común en Santa Eulalia. Estas actividades incluyen preparar y servir los alimentos, así como decorar el espacio para el culto.

Con el propósito de ofrecer orientación religiosa a varias con-centraciones de migran tes en Estados Unidos, incluyendo Los Ángeles, el sacerdote de Santa Eulalia viaja cada año a ese país durante por lo menos un mes. Estas visitas anuales le permiten

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mantener un perfil relativamente alto dentro de la comunidad mi-grante y facilitan las relaciones entre las asociaciones de migrantes y la comunidad de origen en el contexto de las crecientes restric-ciones a la movilidad física. Con frecuencia, el sacerdote se com-promete en forma directa con la organización política interna de las organizaciones del país de origen en Los Ángeles, debido a su autoridad moral. Como resultado de este papel, los aspirantes a líderes dentro de la comunidad migrante tratan de conseguir el apoyo directo del sacerdote cuando surgen disputas sobre prin-cipios o cuando se está considerando la iniciación de un proyec-to en la región emisora. Recientemente, surgió una gran disputa en la comunidad cuando varios líderes querían sustituir al comi-té responsable de generar los fondos para el hospital de Santa Eulalia. Estos líderes reclamaron que el comité no había aprove-chado todo su potencial para recaudar fondos para el proyecto debido a la falta de un plan coherente. Tras solicitar con éxito el apoyo del sacerdote, estos líderes desplazaron al comité y crearon otra organización que adoptó un nuevo plan de trabajo. Al con-seguir el apoyo del sacerdote, los líderes migrantes consolidan su posición de autoridad y logran una posición dentro de la comu-nidad migran te.

EL DESDE ABAJO: LA IDENTIDAD KANJOBAL y EL MOVIMIENTO

GUATEMALTECO PAN-MAYA

LA FORMA específica como evolucionan las organizaciones mi-grantes kanjobales refleja no sólo la gran discriminación a que se enfrentan los mayas en Los Ángeles, sino que demuestra tam-' bién la influencia de diversas instituciones del país de origen. Por ejemplo, a medida que el número de organizaciones migrantes relacionadas con Santa Eulalia se expandía, la comunidad iniciaba y mantenía contactos con representantes del movimiento guate-malteco pan-maya y comenzaba a incorporar varios de los temas promovidos por ese movimiento a sus celebraciones religiosas. El movimiento pan-maya se desarrolló en Guatemala en el periodo

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de posguerra, con énfasis en la escolaridad indígena, la moviliza-ción de marcas étnicas (como el uso de ropa tradicional, bailes, jeroglíficos), la ejecución de programas de extensión agrícola y la promoción de leyes en la Asamblea Nacional sobre los derechos culturales nacionales (de manera destacada, la reciente oficiali-zación del alfabeto unificado y la fundación de la Academia de

. Lenguas Mayas de Guatemala). En el centro de estos esfuerzos, se encuentran las elites intelectuales mayas que intentan conseguir reconocimiento nacional y cambio legal por medio de su lucha en contra de la discriminación en la educación, los empleos, la orga-nización y la vida social (Fischer y Brown, 1996). Los nuevos centros de investigación maya pugnan por documentar la tencia histórica maya al racismo y la dominación y por preservar los idiomas mayas mediante sus publicaciones. En cuanto a organi-zación, el movimiento pan-maya, por medio de grupos como la Coordinación de los Pueblos Mayas de Guatemala (Copmagua), promueve la asociación por grupos lingüísticos (ej. kanjobales que residen en seis municipalidades en el norte de Huehuetenango) y trata de edificar desde esa base una identidad pan-maya.

Al adoptar estrategias en las que ambos reconocen el predo-minio del transnacionalismo y tratan de sacarle ventaja a este proceso, el movimiento pan-maya ha generado de manera efec-tiva un gran apoyo y ha creado un nivel de espacio político para operar en el contexto de la posguerra. Estas estrategias abarcan el establecimiento de vínculos con los grupos indígenas en todo el hemisferio, incluyendo la participación en reuniones, como la con-ferencia de 1992 en Guatemala, que congregó a los líderes indí-genas de todo el continente, para evaluar 500 años de opresión y resistencia (Hale, 1994). De igual importancia es la proyección de convenios internacionales sobre derechos humanos, como la Convención núm. 169 de la Organización Internacional del Tra-bajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribus en Países Indepen-dientes para legitimar sus demandas. La creciente integración de los medios de comunicación, ayuda globalmente a las numerosas organizaciones indígenas no gubernamentales que han surgido en Guatemala en los últimos diez años a proyectar estos instru-

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mentos de los derechos humanos en forma amplia ya denunciar de inmediato las violaciones específicas de derechos humanos. Asimismo, el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pue-blos Indígenas de Guatemala de 1995, firmado como parte de los amplios acuerdos de paz para resolver el conflicto armado de Guatemala, junto con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a lligoberta Menchú, contribuyeron a aumentar la atención glo-bal del movimiento pan-maya en el país.

Dentro de Santa Eulalia, el surgimiento de dos organizacio-nes que trajeron consigo una gran afiliación de maestros residen-tes en el centro de la comunidad, la Asociación Maya-Q'anjob'al eulalense y una afiliada regional de la Academia de Lenguas Ma-yas de Guatemala han asumido el liderazgo en un intento por integrar a los residentes de la comunidad al esfuerzo pan-maya. El liderazgo de estas organizaciones incluye a varios antiguos migrantes. Ambas organizaciones participan en una cadena regio-nal de organizaciones, la Coordinación Q'anjob'al, que colabora directamente con Copmagua. La academia promueve que en las escuelas del gobierno se impartan clases en kanjobal y se organicen clases de este idioma para adultos y adolescentes de toda la re-gión, en un esfuerzo por contrarrestar el predominio de la ins-trucción en español de las escuelas. La asociación ha subrayado la importancia de usar las narraciones orales de la vieja generación para que estos individuos puedan transmitir sus conocimientos de la costumbre. Según algunos líderes de la organización, este proceso ha contribuido a incrementar el respeto por los ancia-nos, incluyendo el renovado uso de inclinar la cabeza frente a los mayores de la comunidad. Con el propósito de promover entre la juventud de la región kanjoballas virtudes de la costumbre, la' asociación organizó grupos focales en toda el área dividiendo a los miembros de la comunidad entre sus respectivos grupos ge-neracionales (mayores, adultos, jóvenes), para discutir sobre la recopilación de la costumbre ancestral y su relevancia actual en la región. Este proyecto dio como resultado una publicación diri-gida a capturar la diversa historia de la costumbre dentro de la región kanjobal. Un subcomité de la asociación aspira a renovar

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el uso del calendario maya en la región. Además, la organización auspicia actividades culturales que subrayan el restablecimiento selectivo de sus concepciones de la costumbre maya.

Los migrantes que visitan Santa Eulalia han invertido tiem-po para participar en las actividades de esas organizaciones y discutir la naturaleza del movimiento nacional con los miem-.bros de esos grupos. Éstos, a su regreso, informan a los miembros de otras asociaciones migran tes sobre la tendencia para restablecer las costumbres ancestrales en el contexto de las actividades cultu-rales contemporáneas. Los informantes sostienen que las orga-nizaciones migrantes pueden hacer una contribución al movimiento pan-maya participando en el restablecimiento selectivo de la tra-dicional costumbre maya en el contexto de sus celebraciones religio-sas, particularmente las fiestas patronales.

En las tierras altas de Guatemala, el santo patrón sirve como símbolo para representar no sólo a la persona santa, sino a la parro-quia bajo su protección, así como la municipalidad pertinente que abarca al grupo lingüístico y a los patrones culturales de esa área. Por tanto, la fiesta en honor del santo patrón adquiere gran impor-tancia para la comunidad migrante y requiere meses de planificación y coordinación entre las diferentes asociaciones de la comunidad. Por lo regular, la parte más destacada de esta celebración incluye un programa formal de discursos y la coronación de una reina esco-gida de la comunidad, una característica compartida por muchas fiestas patronales de la comunidad ladina centroamericana. Exis-te un baile que abarca una mezcla de la música tradicional de la marimba, "el son", el vals lento, que sirve como una forma de bai-le social sobre todo entre los indígenas de tierras altas de Guate-mala y la música de salsa. Cuando se toca música de salsa, los jóvenes kanjobales se arremolinan en el suelo, otro indicador del proceso de asimilación que está ocurriendo.

En los últimos tres años, los miembros de la comunidad han incorporado nuevos elementos al programa de la fiesta al revivir varias características de la tradicional costumbre maya. Durante la ceremonia de hace dos años, varios jóvenes de ambos sexos en procesión, hicieron su entrada al salón vestidos como los ancia-

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nos alcaldes rezadores o sacerdotes sagrados mayas. Llevando regalos de flores, maíz, fruta, velas, incienso en un incensario de barro y botellas de ron, el grupo se arrodilló y levantó sus regalos hacia los cuatro puntos del cosmos maya donde había tres relicarios estacionarios con cruces de madera. El grupo procedió hacia el altar donde un hombre joven sopló su cerbatana, que todavía usan algunos mayas de tierras altas para cazar, dirigiéndola hacia los mismos cuatro puntos donde los otros dejaron los regalos frente a la imagen de Santa Eulalia. El maestro de ceremonias explicó que esta presentación representaba la costumbre de los ancestros en una forma consistente con el movimiento de resurgimiento étnico de Guatemala. Al incorporar elementos de la costumbre a la cele-bración, los migrantes procedentes de Santa Eulalia buscan rein-corporarse en la vida cultural y religiosa del país de origen. La vitalidad de las organizaciones migrantes de los pueblos de origen lleva a la Iglesia y al Estado guatemaltecos a forjar una estrecha relación con estas organizaciones.

EL TRANSNACIONALISMO DESDE ARRIBA: LOS VÍNCULOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

GUATEMALTECA CON LA COMUNIDAD MIGRANTE

LAs CAMBIANTES dinámicas de la vida religiosa en ambas comuni-dades, la de Los Ángeles y la del país de origen, han llevado a la Iglesia católica de Santa Eulalia a comprometerse directamente con el trabajo de las organizaciones migran tes, en un esfuerzo por solidificar las bases católicas de ambos lugares. A medida que los migrantes católicos se incorporan a los grupos carismáticos, evan-gélicos y pentecostales, informan de este desarrollo a los miembros . de su familia en la región de origen, lo que a veces contribuye a que dichos individuos decidan salir de la Iglesia católica. En par-ticular, las mujeres con esposos migrantes parecen estar influidas por las decisiones religiosas de sus esposos. Según ilustra la siguien-te declaración, las asociaciones tienen también el potencial de modificar el panorama religioso de Santa Eulalia. Una organiza-ción migrante del pueblo de origen radicada en Los Ángeles pro-

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puso la construcción de una pequeña iglesia en su aislada aldea ubicada dentro del municipio de Santa Eulalia. Nos enteramos de que los rruembros de la organización migrante se aftliaron a una iglesia carismática de Los Ángeles y planeaban colaborar con los carismáticos de las comunidades emisoras para poner en práctica el proyecto. El grupo también quería comprometer al antiguo co-:nandante local de las patrullas civiles, la estructura militar impues-ta por los militares guatemaltecos para mantener control en el campo (estructura que actualmente está siendo desmantelada en la Guatemala de posguerra). Estas acciones irritaron al sacerdote local, quien se sintió amenazado ante la posibilidad de que los carismáticos establecieran una base reconocida dentro de su re-gión con el apoyo de los militares. Éste se opuso públicamente y lanzó un proyecto alternativo para construir una parroquia, apelando a otras asociaciones católicas del pueblo de origen en Los Ángeles. Aunque al final ambos proyectos tuvieron éxito, la asociación migran te inicial desde entonces ha reorientado su apo-yo hacia los proyectos respaldados por la Iglesia católica local como resultado de la persistente presión que esa institución ejercía a través de otras organizaciones migran tes. Dado su conocimiento del poder que tienen las organizaciones migrantes al desembolsar dinero para proyectos y su influencia sobre los miembros de la familia, el sacerdote se involucró activamente en la política de las asociaciones migrantes por medio de visitas frecuentes, en un intento por consolidar su base.

En vista del llamamiento hecho por el movirruento pan-maya a las asociaciones migrantes, la diócesis de Huehuetenango creó una organización migrante pan-maya en Estados Unidos en coor-dinación con la Conferencia Católica de este país. Esta organiza-ción agrupa a los líderes de las diferentes organizaciones kanjobales mayas de Estados Unidos para evaluar la compatibilidad del ca-tolicismo con la práctica religiosa tradicional maya. Dentro de Guatemala, la diócesis de Huehuetenango ha vuelto a examinar recientemente su posición acerca de la práctica recurrente de la costumbre maya y el catolicismo. La Iglesia desea encontrar formas de permitir que sus rruembros se identifiquen con sus raíces ances-

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trales mientras mantienen sus compromisos con la Iglesia católica. Este proceso ha llevado a la diócesis de Huehuetenango a insti-tuir comisiones formales en el nivel municipal para llevar a cabo debates sobre la compatibilidad de la costumbre maya y el catoli-cismo. Un ejemplo de la compatibilidad potencial es el relaciona-do con la imagen de la cruz, que sirve como símbolo importante tanto para la costumbre maya como para el catolicismo. En vista de que en el pasado hubo sacerdotes católicos que destruyeron las grandes cruces de madera colocadas en lugares sagrados de la municipalidad, varios sacerdotes católicos mayas hablan hoy fa-vorablemente de la oración tradicional maya en los lugares donde se reconstruyeron las cruces. Como resultado de la conversión de un significativo porcentaje de su base al evangelio y la proli-feración de grupos dedicados al catolicismo carismático, la Iglesia católica ha adoptado una estrategia con la finalidad de incorporar elementos de la costumbre maya a su doctrina. Resulta interesan-te que esta estrategia incluye un componente adaptado a los inmigrantes de Estados Unidos. El activo papel que desempeña la Iglesia católica de Guatemala en Los Ángeles demuestra que tanto las instituciones como el Estado emisor forjan vínculos trans-nacionales con las poblaciones migrantes.

EL TRANSNACIONALISMO DESDE ARRIBA: LOS VÍNCULOS DEL ESTADO GUATEMALTECO

CON LA COMUNIDAD MIGRANTE

SIN EMBARGO, el interés del país de origen en la comunidad kanjo-bal no está limitado a la iglesia de Santa Eulalia. La reciente ba-talla legal a favor de los solicitantes guatemaltecos y salvadoreños. de la IBA, produjo una convergencia de intereses entre los gobier-nos del país emisor y sus respectivas poblaciones migrantes. Los gobiernos emisores desean que su población migrante se establez-ca y obtenga un estatus legal en Estados Unidos, principalmente para asegurar las remesas de los migran tes que contribuyen a mantener la estabilidad de América central. En el caso de Gua-temala, el Banco Central de Guatemala estimó que en 1995 las

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remesas sumaron 327 millones de dólares, una cifra que represen-tada 66 por ciento de todas las transferencias privadas y que exce-día en 88 millones de dólares la cantidad generada por el turismo (Velásquez de Estrada, 1996). Estas transferencias financieras redu-cen el efecto negativo del desempleo y los limitados gastos del servicio social en el ámbito local, con lo que funcionan como un

. amortiguador social entre los gobiernos y sus pueblos. Asimismo, los migrantes que consiguen cierto grado de bienestar y/o se invo-lucran en negocios exitosos son posibles inversionistas en el país emisor y pueden contribuir a que las políticas de Estados Unidos sean benéficas para el país de origen. Estos factores llevaron a los presidentes de Centroamérica a comprometerse activamente en campañas a favor de los emigrantes IBA que buscan legalizar su situación en el contexto de los cambios en la ley de inmigración de Estados Unidos. En esencia, al abogar en favor de los IBA soli-citantes de asilo político, los gobiernos centroamericanos apoyan el argumento de que éstos habían huido de la persecución polí-tica realizada por esos mismos gobiernos. Esta actitud contradice los reclamos de los gobiernos de Guatemala y El Salvador duran-te las guerras civiles de dichos países. Al mismo tiempo, los gobier-nos de Guatemala y El Salvador consideraban a quienes huían de la violencia como subversivos con solicitudes ilegítimas de asilo político en Estados Unidos. Debido a la importancia del estable-cimiento migrante que se percibe, para luego fomentar sus propios objetivos económicos y quizás políticos, estos gobiernos parecen deseosos de apoyar el punto de vista del migrante de que viajó huyendo de la violencia originada por causas políticas, lo cual es un descubrimiento consistente con los estudios acerca de la migra-ción transnacional salvadoreña (Mahler, 1998; Landolt, Autler y Baires, en este libro). Las poblaciones migrantes, deseosas de con-seguir la ayuda de quienes tienen la posibilidad de ejercer presión ante los funcionarios del gobierno de Estados Unidos, aceptaron el apoyo de los gobiernos de sus países de origen a través de los consulados locales. Esta dinámica contribuyó a la primera colabo-ración directa entre los líderes de la comunidad migrante de Santa Eulalia y los ladinos guatemaltecos estrechamente relacionados con el consulado guatemalteco de Los Ángeles.

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Específicamente el gobierno guatemalteco, a través de su con-sulado en Los Ángeles, estableció la Agencia de Información de la Unidad Guatemalteca (Guatemalan Unity Information Agency [GUIA]) en Los Ángeles en abril de 1997. GUIA, apoyándose en parte en los años de trabajo dirigidos por la oposición salvadore-ña de Los Ángeles, formó la primera organización comprometida con los servicios migratorios dirigidos específicamente a la pobla-ción guatemalteca de Los Ángeles. En el pasado, la mayoría de los inmigrantes guatemaltecos dependían de las dos agencias más grandes manejadas por salvadoreños, comprometidas con el tra-bajo de apoyo a la inmigración en Los Ángeles, el Centro de Re-cursos de América Central (Central American Resource Center [Carecen]) y El Rescate, o de abogados o notarios privados expertos en inmigración. Ambos, Carecen y El Rescate, apoyaron a la opo-sición del gobierno salvadoreño, el Frente Nacional de Liberación Farabundo Martí (FMLN), durante la guerra en ese país. Al adop-tar una estrategia transnacional y enviar a Estados Unidos a los miembros del partido para movilizar a los votantes contra la intervención norteamericana en El Salvador, el FMLN obtuvo un grado considerable de apoyo y colaboró con diversas instituciones en este país incluyendo las agencias que trabajan el tema de la inmigración, según señala Landolt (en este libro). En contraste con esta experiencia, los gobiernos salvadoreño y guatemalteco no llevaron a cabo esta sofisticada estrategia y por tanto no tenían una base establecida para comprometerse con trabajo político en el periodo de posguerra. En reconocimiento de esta historia, la Agen-cia .de Información de la Unidad Guatemalteca se afilió rápida-mente con una coalición de organizaciones inmigrantes organi-zada por Carecen y El Rescate para ayudar a los solicitantes de . la IBA, en un intento por generar una base a través de la legitimidad establecida por estos grupos.

Varios miembros de la directiva de GUIA proceden del liderazgo de la Asociación de Fraternidades Guatemaltecas (AFG), una coalición de veinticinco comités de pueblo de ladinos guatemal-tecos con base en Los Ángeles. Mientras GUIA inició su trabajo en Los Ángeles, la AFG comenzó a expandirse a la comunidad guate-

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malteca. La organización se acercó formalmente a las asociacio-nes migran tes mayas de Santa Eulalia, ofreciendo información sobre los servicios migratorios de GUlA y el apoyo técnico directo, incluyendo el entrenamiento en liderazgo para los que estaban involucrados en el proyecto del hospital en la comunidad de ori-gen. Los líderes ladinos estimularon a la comunidad migrante de

. Santa Eulalia a incorporarse corno miembro de la AFG.

Algunos líderes de la Asociación de Fraternidades Guatemal-tecas expresan que desean expandir su base de apoyo dentro de la población migrante guatemalteca de Los Ángeles que abarca a la comunidad maya, con el propósito de desarrollar varios pro-yectos económicos y políticos. Para desarrollar los proyectos, estos líderes mantienen fuertes lazos con Guatemala. Por ejem-plo, varios de los líderes afiliados a esta coalición son miembros de la Cámara de Comercio Guatemalteca de Los Ángeles con el plan de establecer fuertes vínculos con el sector empresarial del país de origen. Estos líderes desean facilitar la venta de negocios guate-maltecos a la comunidad migrante de Los Ángeles y estimular las inversiones migran tes en proyectos comerciales del país de origen. Algunos eventos recientes en Los Ángeles, tales como Guatema-la Expo 97, demuestran la diversidad de negocios guatemaltecos interesados en el mercado migrante de Los Ángeles. Las empre-sas guatemaltecas representadas en este acto abarcaban el enVÍo de remesas, las tiendas departamentales, las empresas de inversiones para el retiro, los mayoristas de zapatos en piel, alimentos, artesa-nía indígena y organizaciones sin fines de lucro comprometidas en trabajos de apoyo a los niños. Además, la AFG tiene actual-mente una organización miembro, el Comité Cívico Guatemalte-co, que trabaja para desarrollar leyes sobre la doble ciudadanía en Guatemala y el derecho al voto de los migran tes en las elec-ciones del país de origen. Los líderes de la AFG están también en proceso de establecer un comité de acción política para estimular que en el futuro los inmigrantes guatemaltecos puedan postularse como candidatos a las elecciones locales. Al beneficiarse de la co-yuntura política (contexto de la IBA), que podría llevar a los mi-grantes a tener la posibilidad de establecer relaciones con las

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elites, los líderes de la AFG han incrementado sus esfuerzos para expandir sus bases y desarrollar estos proyectos políticos y eco-nómicos.

Algunos líderes mayas creen que establecer relaciones más fuertes con el consulado guatematelco y la AFG podría contribuir a proporcionar cierto grado de protección frente a la violenta embestida en contra de los migran tes. Estos líderes consideran tam-bién que estos vínculos pueden legitimar el proyecto del hospital ante los ojos de algunos miembros potenciales de la comunidad migrante y llevarlos a afiliarse. Sin embargo, forjar estas nuevas conexiones ha provocado un debate dentro de la comunidad mi-grante de Santa Eulalia en relación con el nivel adecuado de colabo-ración con los ladinos. Algunos temen la posibilidad de reproducir las relaciones étnicas desiguales que existen en Guatemala. Un ejemplo de este debate se hizo evidente durante una reciente divi-sión en una de las organizaciones migran tes , FEMAQ. Esta disputa involucró a algunos miembros de su equipo Marimba que querían ser identificados con el consulado guatemalteco como su proyec-ción cultural oficial. Otros creían que el Marimba debía ser utili-zado para proyectos de ayuda a la iglesia del pueblo de origen y argumentaban que el consulado sólo quería usar la cultura indí-gena para promover la imagen de Guatemala como un lugar de interés turístico. A pesar de estas divisiones, las organizaciones mi-gran tes de Santa Eulalia han continuado sus discusiones con la AFG y el consulado guatemalteco.

CONCLUSIÓN

A MEDIDA que los migran tes kanjobales se establecen cada vez · más en Los Ángeles, se enfrentan a una gran discriminación al vincularse con el creciente movimiento pan-maya y al mantener relaciones con sus hogares de origen en Guatemala. Este proceso genera una respuesta por parte de los actores asociados con el Estado y la Iglesia guatemaltecos, un resultado consistente con el caso salvadoreño analizado por Landolt (en este libro). Las organizaciones migran tes kanjobales, al dialogar con el consulado

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guatemalteco y la AFG, e interactuar ampliamente con la iglesia de Santa Eulalia, tienen un acceso al Estado guatemalteco y a las instituciones del país de origen mayor al que disfrutaban los miem-bros individuales antes de emigrar. Este descubrimiento sugiere que las limitaciones para la movilidad física de los migrantes, debidas a las políticas migratorias del Estado receptor, no necesa-

. riamente excluyen el establecimiento de lazos migran tes con el país de origen. Al reintegrarse a la vida social de Guatemala, los kanjobales que participan en las organizaciones religiosas de Los Ángeles comienzan a expresar una identidad transnacional que revive y fortalece las viejas formas de etnicidad y refleja el pro-ceso de formación reactiva. Este resultado implica que la concepción de etnicidad reactiva necesita expandirse para tomar en cuenta la influencia de los lazos migrantes transnacionales.

RECONOCIMIENTOS

AGRADEZCO a Alejandro Portes, Luis Guarnizo, Patricia Landolt y los inspectores del ERS por sus considerados comentarios en las primeras versiones de este artículo. Estoy también agradecido con el Programa Mellon de Sociología Latinoamericana de la Universidad de California, Los Ángeles, dirigido por el doctor David López, por el apoyo financiero para la terminación de este proyecto de investigación.

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CAPÍTULO 3

PATRJCIA LANDOLT

LILlAN AUTLER

SONIA BAIRES

. Del hermano lejano al hermano mayor: la dialéctica del transnacionalismo salvadoreño

D URANTE más de un siglo, la migración internacional ha sido un elemento determinante en el orden social de El Salvador.

A partir de finales del siglo diecinueve, diversos desplazamientos regionales permanentes y cíclicos de la población relacionados con la penetración capitalista han marcado el ciclo de vida de los ho-gares campesinos (Browning, 1971; Hamilton y Chinchilla, 1991). Oleadas sucesivas de expropiación y concentración de tierra selecta han obligado a los campesinos sin tierra a buscar tra-bajos de temporada en las plantaciones de Guatemala y Hondu-ras. Otros se han visto tentados por el trabajo asalariado en el canal de Panamá, mientras los más aventureros se han marchado a lugares tan apartados como los yacimientos de petróleo de Oriente medio, en un intento por sobrevivir.

Más recientemente, once años de sangrienta guerra civil (1981-1992) han provocado otro flujo de población. La contienda civil y sus consecuentes desajustes económicos desplazaron a más de 700 mil civiles dentro de la región y obligaron a más de un millón de salvadoreños a buscar protección en Canadá, Australia, Euro-pa y Estados Unidos, donde ahora se estima que la población salvadoreña es de 1.2 millones (Zolberg et al., 1989; CEPAL, 1993). Esta rápida y masiva huida de la violencia trastornó los patrones establecidos de migración regional y transformó el orden social salvadoreño. En consecuencia, la migración ya no es reserva exclu-siva de un campesinado pobre, sino que ahora afecta la vida de las familias salvadoreñas en todo el espectro socioeconómico. Más

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significativamente, los migran tes salvadoreños han vencido las dis-tancias, así como la adversidad económica y legal, para forjar una variedad de relaciones y compromisos transnacionales con sus lu-gares de origen. En el proceso, los migran tes , históricamente liga-dos al desplazamiento y la marginalidad, sin darse cuenta se han convertido en agentes críticos de cambio social, que han definido las dinámicas de las instituciones económicas, políticas y culturales de El Salvador, en el ámbito local, regional y nacional.

Nuestro análisis del proceso migratorio salvadoreño se desarro-lla como un diálogo con dos principios centrales del conocimiento vasto y ecléctico del transnacionalismo. Primero, los defensores del transnacionalismo argumentan que los cambios estructurales en el sistema capitalista mundial han aumentado la tendencia al trans-nacionalismo entre los migrantes internacionales (Glick Schiller et al., 1992; Basch et al., 1994; Guarnizo y Smith, 1998). La cre-ciente internacionalización del capital y la reorganización global de la producción, han producido trastornos económicos locales que dan como resultado un incremento de la población migrante mundial. De igual manera, en respuesta a las exigencias del capi-tal internacional, se han desarrollado mayores facilidades para viajar y se han ampliado las tecnologías de las comunicaciones, como el teléfono, el fax y el correo electrónico, lo que ha permitido que los migran tes internacionales mantengan vínculos intensos y habituales a través de las fronteras nacionales.

El caso de la migración transnacional salvadoreña confirma la relación que existe entre los cambios estructurales en el ámbito global y la proliferación del transnacionalismo inmigrante. Más allá de esta amplia propuesta, nuestro trabajo se concentra en la importancia de diferenciar entre un incremento general del trans- . nacionalismo en el ámbito mundial y los elementos específicos del proceso migratorio propicios para la formación de relaciones trans-nacionales. Con respecto al caso del transnacionalismo salvadore-ño, consideramos que las condiciones de salida del país de origen y de entrada y establecimiento en la sociedad receptora para los migran tes , desempeñan un papel importante en determinar la pro-pensión, complejidad y estabilidad de las prácticas transnacionales.

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Los estudiosos del transnacionalismo sostienen, además, que los límites entre la sociedad emisora y la receptora se corroen a medida que los migrantes se comprometen simultáneamente tan-to con el país de origen como con el de destino. De hecho, la circu-lación de bienes, personas e informaciones de un lado a otro de los lugares de emisión y recepción, conduce al surgimiento de un

. campo social transnacional ubicado entre las fronteras internacio-nales, sin que se localice ni aquí ni allá, sino en un espacio social de reciente construcción (Basch et al., 1994). A medida que las relaciones y los procesos sociales, económicos y políticos entran en el campo social transnacional, éstos se transforman mientras se debilitan las jerarquías de poder existentes y se aumenta el poten-cial para la acción liberadora autónoma (Nagengast y Kearney, 1990; Rouse, 1991). El proceso migratorio salvadoreño confirma que los procesos sociales de las sociedades emisora y receptora se funden en una sola esfera de acción social debido al manteni-miento de lazos transnacionales. Sin embargo, consideramos que ni la erosión de los límites entre las esferas sociales, ni la circulación de recursos entre las sociedades emisora y receptora tienen como resultado necesariamente la consolidación de una esfera transna-cional de acción social.

Ponemos en tela de juicio la caracterización de una esfera trans-nacional de acción social como inherentemente autónoma y con-testataria y concebimos el transnacionalismo, o con más precisión, la creación de un campo social transnacional, como un proceso dialéctico. El transnacionalismo de origen popular o "transnacio-nalismo desde abajo" -prácticas transnacionales de una población migrante desplazada que busca su reinserción económica, social y política- produce una respuesta transnacional elitista o "trans-nacionalismo desde arriba". Este compromiso transnacional pro-picia consecuencias acumuladas que dan origen al campo social transnacional, no como una esfera social liberadora de acción mi-grante autónoma, sino como un terreno en el cual se combaten,

y reconstruyen las estructuras establecidas de domi-nación y explotación. Nuestro análisis de las prácticas económicas y las políticas transnacionales sostenidas por los inmigrantes sal-

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vadoreños, así como las respuestas que éstos reciben de los dife-rentes sectores de la sociedad salvadoreña, busca poner a prueba esta I propuesta dialéctica.

A partir de los resultados preliminares de una investigación en curso en El Salvador y en asentamientos primarios de salvado-reños en Los Ángeles y Washington, D.C., analizamos el desarrollo y las consecuencias de las prácticas y los procesos transnaciona-les que unen a los inmigrantes salvadoreños de Estados Unidos con su país de origen. * Primero, exploramos las condiciones es-tructurales relacionadas con la proliferación de prácticas transna-cionales entre los inmigrantes salvadoreños y las respuestas trans-formadoras que producen dichas prácticas en El Salvador, en el ámbito local y nacional. Segundo, presentamos evidencias de la diversidad de prácticas económicas y políticas organizadas que unen a El Salvador con sus asentamientos migran tes. Al enfocar las empresas económicas transnacionales y los proyectos políticos transnacionales, analizamos cómo estas prácticas se están vol-viendo cada vez más estables, multidimensionales e interrelacio-nadas. Por último, identificamos los elementos que hacen de El Salvador un caso único, como también los patrones encontrados en el estudio de casos que se pueden utilizar para analizar el trans-nacionalismo migrante con más amplitud.

CONTEXTOS LOCALES/FUERZAS GLOBALES: LA TRANSFORMACIÓN DE LA MIGRACIÓN SALVADOREÑA

EN MENOS de dos décadas, 20 por ciento de los ciudadanos salva-doreños, o una de cada cinco personas, ha salido del país. El impacto a largo plazo de esta huida de la violencia ha sido trans-formador a medida que diferentes sectores de la sociedad salvado-reña se ajustan al papel crucial que ahora desempeña la migra-

• En 1996 se llevaron a cabo 50 entrevistas dirigidas con informantes claves en Los Ángeles y Washington, O.e. Luego se emprendió un trabajo de campo en El Salvador, don-de se realizaron entrevistas dirigidas en San Salvador, San Miguel y una docena de pequeños municipios en los cuatro departamentos que comprenden la región destruida por la guerra conocida como Oriente.

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ción en los asuntos nacionales. Los bancos salvadoreños luchan por capturar los dólares de las remesas, se lanzan programas con-sulares para proteger los derechos de los hermanos lejanos, como ahora se denomina a los migrantes, mientras que la estética y los sabores de Los Ángeles, Washington, Houston y Hempstead sur-gen en El Salvador, penetrando hasta las raíces de esta nación . mestiza y campesina.

La ubicuidad de la experiencia migratoria se confirma por la diversidad de la población salvadoreña de Estados Unidos. La ciudad de Los Ángeles, que sirve como centro histórico de la mi-gración salvadoreña, es el hogar de una muestra representativa de la sociedad salvadoreña. Una gran porción de la población salvado-reña de Los Ángeles, calculada entre 300,000 y 500,000 habitan-tes, es de clase trabajadora o de origen campesino, pero hay también clases media y media alta sustanciales y_ crecientes. La envergadu-ra de los clubes sociales de Los Ángeles, que suelen aglutinarse en torno a lealtades con el pueblo de origen, revela también que los salvadoreños de esta metrópolis provienen de todas las regio-nes de El Salvador. La población salvadoreña de Washington y las ciudades circundantes de Virginia y Maryland se estima en 250,000 (Censo de E.UA., 1992). Su composición es ligeramente más homogénea que la de los salvadoreños de Los Ángeles, ya que en su abrumadora mayoría está constituida por campesinos de la región oriental del país que fue devastada por la guerra.

Una opción preferencial para el establecimiento transnacional

El hecho de que los nuevos inmigrantes utilicen sus escasos recur-sos para mantener vínculos con familiares y amigos de su país de origen, es un axioma del proceso de migración. En el caso de los salvadoreños, esta necesidad universal de mantener lazos trans-nacionales se intensificó por las circunstancias en que los emi-grantes salieron de El Salvador y el contexto en que fueron re-cibidos en Estados Unidos. La salida de los salvadoreños estuvo sumida en las inseguridades de los tiempos de guerra y, en conse-

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cuencia también, en las fuertes expectativas normativas sobre la naturaleza temporal de su éxodo. La duración de su migración socialmente esperada moldeó su conducta; en otras palabras, los migrantes salvadoreños se imaginan a sí mismos como viajeros y no como inmigrantes destinados a establecerse en Estados Uni-dos (Merton, 1984; Roberts, 1995) . De hecho, esta expectativa temporal, unida a la violencia, el caos y la pobreza en que los migrantes dejaron a sus familias en El Salvador, los dotó de un fuerte sentimiento de obligación social hacia sus lugares de origen.

De igual manera, una fría recepción en la sociedad receptora acentuó la necesidad de los migran tes de mantener vínculos con su tierra natal. Los salvadoreños, al igual que todos los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos en los años ochenta, se establecieron en los centros urbanos productos de un proceso de reestructura-ción económica, recesión y crisis fiscal. Los recién llegados encon-traron también un clima político de xenofobia y en el caso par-ticular de los salvadoreños, un gobierno federal hostil. Dado el apoyo de la administración Reagan para el gobierno salvadore-ño, éste se rehusó a reconocer a los salvadoreños como refugia-dos legítimos (Stanton-Russel, 1995). De hecho, el tratamiento perjudicial a los salvadoreños que buscaban asilo tuvo como re-sultado una batalla legal contra el Estado, librada y ganada por la Iglesia Bautista Americana (IBA), líder del Movimiento Santua-rio que durante los años ochenta dio protección a los refugiados centroamericanos. Esta victoria legal contribuyó a cambiar la respuesta del gobierno al reclamo de los salvadoreños para la ca-tegoría de refugiados y dio como resultado la concesión de una categoría de protegidos temporales entre 1991 y 1994 (Zlotnik, 1996). A pesar de este cambio de política, la ofensiva legal del gobierno mantuvo a los salvadoreños en un precario limbo legal por casi dos décadas. El efecto combinado de adversidades econó-micas, hostilidades poiíticas e inestabilidad legal convenció a los migran tes de la necesidad de mantener un punto de apoyo en El Salvador como una red de seguridad contra posibles deportacio-nes o dificultades financieras en Estados Unidos.

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El caso de los migrantes salvadoreños confirma la propuesta de Portes y Rumbaut (1997) de que el contexto social de la socie-dad receptora o los niveles de recepción, como opinión pública y política gubernamental, condicionan el proceso de asentamiento de un grupo de inmigrantes. En este caso, el deseo de los migran-tes salvadoreños de cumplir con las responsabilidades familiares,

.y su necesidad de contar con las garantías mínimas frente a las inseguridades legales y económicas de Estados Unidos, da como resultado la construcción de un marco de referencia transnacio-nal para la toma de decisiones en el hogar. Su opción de preferir las estrategias transnacionales a las locales para la incorporación económica y social se debe a la confluencia de factores locales y globales. Las inseguridades de la guerra y una recepción negativa en Estados Unidos conspiran para presionar a los migrantes a man-tener vínculos con sus lugares de origen en un momento en que las dinámicas del sistema capitalista mundial hacen posible el man-tenimiento de relaciones transnacionales razonables y por tanto de hogares transnacionales sorprendentemente funcionales.

El hermano lejano llega a casa: del impacto agregado a la acción deliberada

Las expresiones más rutinarias de las obligaciones transnacionales de los migran tes salvadoreños, como por ejemplo el envío de re-mesas familiares y las inversiones en bienes raíces, han tenido un sorprendente impacto agregado en El Salvador. En el ámbito na-cional, las remesas familiares han servido como amortiguador para una economía estancada. Durante los años ochenta, el flujo de remesas nunca estuvo por debajo de los 600 millones de dólares y siempre se igualaban a los ingresos por exportaciones del país. Las remesas continuaron aumentando en los años noventa. En 1996 alcanzaron un total de aproximadamente 1.26 mil millones de dóla-res y compensaron en gran parte el desequilibrio comercial del país (Caribbean Update, 1996).

La historia reciente de San Miguel revela cómo las obligacio-nes transnacionales en el ámbito familiar se acumulan con rapi-

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dez y asumen una vida propia transformadora. Con el estallido de la guerra civil, los empresarios y la elite terrateniente de San Mi-guel abandonaron sus inversiones y se retiraron a la seguridad relativa de San Salvador. La economía local se derrumbó y la ciu-dad fue inundada por campesinos que huían de la violencia del campo. Muchos de ellos emigraron luego a Estados Unidos. En los años noventa, después de una inactividad de casi una década, se produjo un corto resurgimiento de las remesas relacionado con la firma de los Acuerdos de Paz y la amenaza de deportaciones masivas desde Estados Unidos, lo que logró que San Miguel vol-viera a la vida. La ciudad disfrutó de un crecimiento económico sin precedentes, mientras los migrantes iniciaban pequeños ne-gocios y adquirían bienes raíces en efectivo. Inversionistas, que incluían bancos y tiendas nacionales, y profesionales invadieron San Miguel en busca de migra-dólares. La decisión de los hoga-res migrantes salvadoreños de repatriar sus ahorros en efectivo produjo una ilusión de bienestar que, corno un torbellino, atrajo hacia su centro a todos los sectores de la sociedad salvadoreña. Una economía ficticia, basada sólo en la circulación del dinero de las remesas, hizo pasar por alto la simple realidad de la posguerra, de que San Miguel no produce absolutamente nada.

El peso económico de los migrantes en la economía nacional también inspiró nuevas iniciativas de políticas gubernamentales, así corno un cambio en las estrategias de inversión por parte del sector privado. En un esfuerzo por canalizar las remesas familiares a través de las instituciones bancarias formales, el Banco Central de la Reserva de El Salvador (SCR) autorizó a los bancos salvado-reños con sucursales en Estados Unidos (Banco Cuscatlán y Ban-co Salvadoreño) a funcionar corno agencias remesadoras. Sin . embargo, hasta la fecha, sólo entre 8 y 10 millones de dólares de los mil millones estimados se han transferido de esa forma. El SCR, en consulta con el Banco Mundial, también lanzó un progra-ma de inversiones de vida corta que permitía a los receptores de las remesas familiares tener acceso a pequeños préstamos comer-ciales. De igual manera, los asentamientos de inmigrantes salva-doreños fueron utilizados corno terreno de prueba de las nuevas

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estrategias de mercadeo de parte de las industrias, y para inversión y expansión de parte de las empresas manufactureras. Este varia-do conjunto de políticas y estrategias económicas indica que e! capital salvadoreño reconoce e! pape! central que ahora tienen los recursos de los migrantes en la economía nacional.

Las prácticas transnacionales de los migrantes salvadoreños . no son de naturaleza estrictamente económica y se han extendido más allá de los negocios familiares. A finales de los años setenta, los inmigrantes salvadoreños fueron útiles para la creación de las redes de solidaridad y cabildeo internacional de la organización guerrillera salvadoreña de oposición, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, Gosse, 1996) . Con e! fin de la guerra, esta cadena transnacional se atrofió. Sin embargo, de las experiencias de los años ochenta surgieron nuevos actores polí-ticos y sociales, comprometidos con una agenda trasnacional de justicia social y desarrollo comunitario que encarna la visión dis-tintiva de la ciudadanía migrante salvadoreña. Esta nueva voz transnacional abarca programas de intercambio estudiantil para la juventud salvadoreño-estadounidense, una asociación crediti-cia transnacional y asociaciones de pueblos de origen, cuyos miembros recaudan fondos para proyectos de mejoramiento en sus pueblos nativos.

Como consecuencia de su fervor político, en el clima de pos-guerra de reconciliación reticente y reconstrucción, las prácticas transnacionales organizadas de los migrantes salvadoreños desper-taron gran interés y preocupación. Los actores políticos estableci-dos de la nación -el FMLN y el gobierno de El Salvador- tuvieron que reconsiderar sus estrategias políticas en vista de que aumen-tó la importancia de estos nuevos actores políticos. El gobierno inició una serie de campañas transnacionales para romper la distancia institucional entre el partido de gobierno, Alianza Re-publicana Nacional (ARENA) , poco confiable y con frecuencia temido, y los ciudadanos migrantes de la nación. De igual mane-ra, el FMLN tuvo que enfrentarse a retos políticos como la demanda de participación igualitaria provenientes de sus miembros mi-grantes. En e! ámbito local, los recursos acumulados por las aso-

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ciaciones de pueblo, animaron a los líderes municipales a sostener diálogos con sus lugareños transnacionales. Los actores políticos salvadoreños establecidos ahora tienen que reconocer y compro-meterse con una voz migrante heterogénea representada por orga-nizaciones que atraviesan el espectro social y político.

En resumen, el impacto de las prácticas transnacionales en el ámbito familiar en El Salvador estimula a la sociedad salvado-reña a comprometerse espontánea e institucionalmente con los migrantes de la nación, en diversas formas. El surgimiento de una relación transnacional entre los migrantes salvadoreños y las dis-tintas voces socioeconómicas y políticas de la sociedad salvadore-ña tiene varios efectos relacionados y superpuestos. Esto lleva, pri-mero, a la consolidación de los migrantes como un componente central de la economía nacional; segundo, a su establecimiento como agentes críticos de cambio social, político y cultural, y final e incipientemente, a su surgimiento como una voz nueva, unifi-cada, aunque heterogénea en asuntos nacionales.

EL TRANSNACIONALISMO ECONÓMICO

Los INDICADORES estadísticos de la población salvadoreña en Estados Unidos muestran un cuadro de pobreza y malestar social preocupante (Mahler, 1995; Repak, 1995; López et al., 1996). Una porción significativa de los inmigrantes salvadoreños labora en el sector no regulado de servicios de bajos salarios de la econo-mía urbana y forma parte de la clase obrera pobre que trabaja en Estados Unidos. Las prácticas transnacionales de esta población es-tán limitadas al envío de las remesas familiares que simplemente permiten a las familias cumplir con los requerimientos de consu- . mo mínimo. Sin embargo, este siniestro cuadro de los inmigrantes salvadoreños está incompleto. Nuestra investigación de campo en Washington, D.C., y Los Ángeles desenterró también una vi-brante economía empresarial embebida en una red de relaciones transnacionales.

La posibilidad de un cambio social innovador inherente en el pequeño empresariado dirige nuestra investigación dentro del trans-

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nacionalismo económico salvadoreño. Analizamos dos aspectos del empresariado transnacional. Primero, desarrollamos una ti-pología de las empresas transnacionales que unen a El Salvador con los asentamientos salvadoreños de Los Ángeles y Washing-ton, D.C., y trazamos un mapa del flujo de transacciones entre estos diferentes tipos de empresas transnacionales. Segundo, pre-

. sentamos los perfiles sociales de los empresarios migrantes trans-nacionales y una gráfica de su posición en las estructuras de poder locales y transnacionales.

Mapa de los flujos de las empresas transnacionales

Entre El Salvador y los asentamientos salvadoreños de Los Ánge-les y Washington, D.C., existe un próspero comercio formal e informal de bienes y servicios que se mantiene debido a micros, pequeñas y medianas empresas transnacionales. Con el propósito de presentar un cuadro convincente de este panorama de aven-turas comerciales, hemos clasificado a las empresas en formales e informales, ubicadas tanto en Estados Unidos como en El Salva-dor, independientemente de su tamaño, de acuerdo con sus di-mensiones transnacionales. La tipología aísla los aspectos transna-cionales del proceso de producción y consumo (es decir, inversión y expansión del capital, ingresos, mano de obra, mercado de con-sumo) con el propósito de establecer el alcance de los lazos trans-nacionales que son parte esencial del empresariado inmigrante salvadoreño. A continuación, identificamos y describimos cinco tipos de empresas para las cuales es importante el mantenimiento de los vínculos transnacionales.

Las empresas circuito, nacidas del proceso migratorio, son el arquetipo de la empresa comercial transnacional, porque man-tienen el flujo de recursos tangibles e intangibles entre el país de origen y sus asentamientos migran tes. En el caso de El Salvador, las primeras empresas circuito se establecieron durante la guerra civil. La necesidad que tienen los migran tes de mantener un con-tacto regular con sus parientes en El Salvador hizo surgir un ejército de correos informales que viajaban de un lado a otro rea-

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lizando entregas de cartas, dinero y paquetes valiosos. A partir de estos inicios pequeños e informales, nació una industria de servi-cios compleja y multimillonaria. La rápida circulación de bienes e informaciones entre los asentamientos salvadoreños de Estados Unidos y El Salvador asegura que estos dos lugares funcionen virtualmente como una sola unidad. En efecto, tiempo y espacio se han comprimido (Harvey, 1989) .

En la actualidad, las empresas circuito abarcan a las agencias de correos formales e informales que hacen entregas de dinero, productos y personas, utilizando una variedad de métodos, a hogares y negocios de ambos países. Sin embargo, el correo más utilizado es todavía el original viajero, que va y viene entre El Sal-vador y Estados Unidos realizando entregas de dinero, cartas y regalos e importando comestibles salvadoreños no regulados y con-trabando de productos como los antibióticos para las familias y los negocios familiares, e incluso para grandes empresas y tiendas de Estados Unidos.

Los viajeros compiten en el mercado transnacional con las agencias de entregas y remesas, como el poder financiero salvado-reño Gigante Express. Los viajeros, al enfrentarse con competidores gigantescos, tienen que depender de sus redes sociales, del servi-cio personalizado y de la flexibilidad, para poder sobrevivir. Por ejemplo, se ganan la confianza de sus clientes no sólo con una en-trega rápida, sino también adelantando la entrega de paquetes sin haber recibido el pago, leyéndoles las cartas a quienes no saben leer y volviendo a narrar cómo les va a los familiares en el extranje-ro. Irónicamente, los empresarios transnacionales más informa-les dependen también de la aerolínea salvadoreña, TACA, quizás la mayor empresa multinacional de la nación. Hasta hace poco, TACA mantenía un acuerdo implícito con los viajeros, permitiéndo-les viajar sin limitaciones en sus vuelos. Sin embargo, al sufrir las presiones del gobierno salvadoreño interesado en regular este comer-cio informal transnacional, TACA comenzó a imponer restricciones a los viajeros en cuanto a la cantidad y al tipo de mercancías, lo que amenaza su supervivencia.

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Nos referimos al segundo tipo de empresa transnacional como empresas culturales, debido a su tácito papel como directoras y promotoras de la identidad nacional entre los inmigrantes salvado-reños. Las empresas culturales tienen su base en los asentamien-tos salvadoreños de Estados Unidos, se apoyan en su contacto cotidiano con El Salvador y dependen del deseo de los migran tes

. de consumir productos salvadoreños para su mercado. Las empre-sas culturales abarcan ambos negocios, los que producen o distribu-yen los medios de comunicación masivos salvadoreños como los periódicos y los programas de radio y televisión, y los que producen o distribuyen bebidas y comestibles salvadoreños.

La prensa escrita es quizás la empresa cultural más prolífica. Los diarios nacionales de El Salvador están disponibles en Los Ánge-les y Washington, D.C., y desde 1992 se han fundado varios pe-riódicos que se editan localmente (tres en Los Ángeles y dos en Washington), incluyendo una revista de Internet. Esta última man-tiene una oficina y personal en El Salvador y depende de sus contactos con el gobierno salvadoreño y el sector privado para con-seguir informaciones dignas de ser publicadas y llenar las pági-nas de anuncios. Tanto en Los Ángeles como en Washington, los periódicos son propiedad de empresarios que tienen grandes inver-siones en Estados Unidos y en El Salvador. Los dueños y directo-res de periódicos representan diferentes tendencias dentro de la política de la derecha salvadoreña y utilizan con frecuencia los pe-riódicos no sólo para promover sus negocios, sino también para desarrollar sus intereses políticos.

Al tercer -tipo de negocio transnacional lo hemos llamado empresas étnicas. Entre éstas, se encuentra un conjunto de pequeños negocios localizados en los vecindarios de inmigrantes con una mayor concentración de salvadoreños, los cuales emplean exclusi-vamente a salvadoreños, pero proveen de servicios a una clientela étnica más amplia (africanos, asiáticos y latinoamericanos). Tanto en Los Ángeles como en Washington, D.C. , las empresas étnicas típicas son pequeñas tiendas de comestibles, restaurantes y pastele-rías, comercios al menudeo, salones de belleza y talleres de auto-móviles, además de artesanos como carpinteros, plomeros y ven-

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dedores informales de la calle. En vista de que la mayor concentración de salvadoreños se encuentra en Los Ángeles, el sector empresa-rial étnico de este asentamiento tiene más vitalidad y diversidad. Además, cuenta con más vínculos transnacionales que su contra-parte de Washington, D.C. Mientras muchas empresas étnicas de Los Ángeles dependen de un suministro estable de importaciones reguladas y no reguladas desde El Salvador, los negocios de Was-hington mantienen sólo cadenas esporádicas y a veces superfluas de suministros transnacionales.

El cuarto tipo de empresa transnacional está representado por los negocios de los migrantes de "retorno" ubicados en El Salva-dor. Entre los tipos más comunes de microempresas migran tes de retorno, se encuentran los restaurantes que ofrecen platos tex-mex o chinos, actividades relacionadas con automóviles, como los servi-cios de transporte (taxis, líneas de autobuses y camiones de en-trega), venta de vehículos nuevos y usados, mantenimiento y reparaciones, así como el comercio (ropa nueva y usada, efectos eléctricos) y los servicios (establecimientos de lavadoras automá-ticas, de fax y fotocopias). Los negocios de los migrantes de retor-no dependen de los vínculos y los flujos transnacionales para sus inversiones en capital, recursos humanos, costos de mantenimien-to y capital de expansión (Baires e Innocenti, 1993). Por lo regular, la idea de una microempresa tiene su origen en la experiencia cultural y laboral de los migrantes en Estados Unidos y la inver-sión de capital proviene de los ahorros personales de los migran-tes. Dada la precaria y con frecuencia baja rentabilidad de sus negocios, los costos de expansión y mantenimiento a menudo obli-gan al empresario a buscar trabajo remunerado en Estados Unidos de manera habitual. Dada la incapacidad para acumular capital, . el llamado ciclo migratorio del empresario migrante de retorno raras veces se rompe, lo que desafía la diferencia conceptual en-tre migración permanente, de retorno y cíclica.

Nos referimos a la quinta y última forma de empresa trans-nacional como empresas transnacionales de expansión. Éstas abarcan tanto a las compañías salvadoreñas establecidas como a los nego-cios nuevos que conciben el mercado inmigrante salvadoreño como

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parte del mercado natural de El Salvador. Entre ellas se encuentran las grandes empresas como la embotelladora Constancia, que tiene una planta de producción en Los Ángeles y una oficina de ventas en Washington, D.C., y el Supermercado Tapachulteca, que también tiene una franquicia en Los Ángeles. De éstas, el ejemplo más interesante es la Corporación para la Promoción de

. la Pequeña y Mediana Empresa (Corprime). La estrategia de Corprime abre caminos porque fusiona el

paradigma de la producción global fragmentada de los años pos-teriores a 1970 con las oportunidades de beneficio y expansión transnacional creadas por el proceso migratorio salvadoreño. La Corprime fue creada en 1996 por un heterogéneo grupo de empre-sarios que incluía a los miembros claves de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) de El Salvador, la Cámara de Co-mercio e Industria (CCIS) y empresarios migrantes de retorno que vivieron en los Estados Unidos durante muchos años. La Corprime organiza las empresas artesanales pequeñas y medianas existen-tes en El Salvador dentro del sistema de producción en grupo, siguiendo el modelo de Emilia Romagna, Italia (para un análisis de este modelo, véase Vittorio, 1989). Estas empresas producen mercancías, como artículos de piel, para satisfacer el gusto de los inmigrantes salvadoreños y mexicanos de California. El primer proyecto de Corprime fue la producción de botas de vaquero, para las cuales México suministraba las suelas, Nicaragua, la piel y El Salvador, la labor artesanal. Al capitalizar sus contactos en Los Ángeles y debido a la innovación de sus inversionistas fundado-res para negocios biculturales, Corprime ha podido desarrollar un mercado y una estrategia de distribución acorde con el mercado latino de California.

Las empresas transnacionales de expansión representan un importante cambio en los flujos del capital internacional. En esen-cia, la existencia de un mercado inmigrante salvadoreño, con pre-ferencias de consumo claramente salvadoreñas, permite que el capital de la periferia penetre en el centro. Antes de la formación de un asentamiento salvadoreño en Los Ángeles, ni las botas de vaquero de Corprime, ni las cervezas y refrescos de Constancia

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podrían haber competido con los productos de marcas estadou-nidenses establecidas. Debido a la existencia de asentamientos inmigrantes con fuertes vínculos culturales y sociales con El Sal-vador, estas empresas son capaces de ingresar a este mercado pequeño y culturalmente específico apoyadas en una estrategia a la que nos referimos como "globalización dirigida".

lABLA 1 TIPOLOGÍA DE LAS EMPRESAS TRANSNACIONALES

CLASIFICADAS SEGÚN CUATRO DIMENSIONES DEL PROCESO DE PRODUCCIÓN

TIpo de empresa Capital illicial Mano de obra Mantenimiento y expallsión Consumo

Circuito Transnacional Transnacional Transnacional LocaVIocal (EE.UU.)

Cultural (EE.UU.) Local Transnacional y local Transnacional y local Local

Étnica (EE. UU.) Local Transnacional Local y transnacional Local Migrante

de retorno Transnacional Transnacional Local De expansión Transnacional Transnacional Local (EE.UU.)

En la tabla 1 se analizan los cinco tipos de empresas transna-cionales que identificamos. Esta presentación heurística facilitará el estudio comparativo de las diversas formas de transnacionalis-mo económico que unen a las pequeñas naciones de la periferia con sus asentamientos rnigrantes en Estados Unidos. La tipología atrae la atención hacia cómo varían los distintos tipos de empre-sas en cuanto al grado de dependencia de los contactos y los inter-cambios transnacionales. En una forma directa, ésta tipología sugiere que las empresas circuito y las empresas de expansión transnacional son las más dependientes de los intercambios trans-nacionales, mientras que las empresas étnicas son las menos de-pendientes.

Dentro de esta propuesta general, la tipología extrae también dimensiones más específicas del transnacionalismo económico salvadoreño. Las empresas formales e informales están unidas

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por relaciones de articulación y competencia. Por ejemplo, los via-jeros informales sobreviven porque tienen la capacidad de reali-zar entregas para las empresas étnicas de Estados Unidos debido a la política permisiva de la aerolínea TACA, pero se enfrentan a una fuerte competencia de parte de las agencias de remesas, como Gi-gante Express. Este examen superficial del comportamiento de

.las empresas transnacionales apoya también la propuesta de que la lógica económica de las empresas migran tes transnacionales opa-ca la de las grandes corporaciones mundiales (Portes, 1995). La rentabilidad de las empresas transnacionales, buscada ya sea por un hogar transnacional o una industria manufacturera que se enfrenta a un mercado local saturado, se basa de hecho en los dife-renciales de ventaja creados por las fronteras nacionales.

El empresariado migrante transnacional: movilidad, poder y posición social

El empresariado continúa siendo del dominio privilegiado de un pequeño subgrupo de la población inmigrante salvadoreña. Los informantes de Los Ángeles y Washington, D.C., calculan que no más de 10 por ciento de la población inmigrante salvadoreña tra-baja por cuenta propia y una gran parte de ella simplemente está completando sus magros ingresos con un segundo empleo en el sector informal. Por lo tanto, el número de empresarios exitosos capaces de transformar la riqueza en influencia y posición social es, como en todos los grupos sociales, bastante reducido.

No obstante, la existencia de empresarios salvadoreños es importante porque rompe el estereotipo de los inmigrantes como un grupo de obreros homogéneo con escasa educación, indocu-mentados flotantes en un mercado laboral limitado y hostil. El empresariado supone mecanismos de apoyo financiero y adminis-trativo, así como abundancia de recursos, conocimientos y expe-riencia. La existencia de los empresarios sugiere además que la po-blación inmigrante salvadoreña se diferencia internamente por las líneas económicas y, lógicamente, por la posición social, el poder

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y los niveles de influencia, A continuación elaboramos los perfiles sociales de los empresarios migran tes transnacionales, trazando un mapa de conexiones y relaciones entre los sectores y sus respecti-vas esferas de influencia. Analizamos hasta qué punto el empre-sariado transnacional permite a los migrantes no simplemente alcanzar la prosperidad, sino también la aceptación política y so-cial entre las elites comerciales establecidas tanto en Estados Uni-dos como en El Salvador.

El circuito de correos informales de El Salvador, tales como los viajeros y los comerciantes migrantes de retorno, constituye el grupo de empresarios migran tes transnacionales más prolífico, pero también el más vulnerable. Las fortunas de sus negocios están inextricablemente ligadas a las exgencias, muchas veces inespe-radas, de sus hogares y a los requerimientos familiares, tanto los planificados como los inesperados, Por ejemplo, las viajeras tien-den a entrar y salir del circuito transnacional en respuesta a las necesidades del hogar. De igual manera, los microempresarios mi-grantes de retorno son forzados a regresar al trabajo remunerado en Estados Unidos debido, por ejemplo, a una emergencia familiar. No hay ninguna diferencia financiera o administrativa entre el hogar y los magros beneficios de la microempresa y, en consecuen-cia, hay poca probabilidad de crecimiento y acumulación de ca-pital autogenerado.

Además de estas limitaciones generadas internamente, exis-ten barreras impuestas desde el exterior. Por ejemplo, en El Sal-vador hay pocos programas de asistencia para las microempresas migrantes. Los microempresarios se quejan de las competencias des-piadadas y la hostilidad institucional, como los prejuicios contra los migran tes y partidistas en las agencias de préstamos, que hacen casi imposible la sobrevivencia económica. Hasta el momento, aunque los empresarios de origen popular han tenido un impac-to agregado masivo y volátil en la economía salvadoreña, como lo demuestra el caso de San Miguel, éstos no han logrado entrar en la estructura del poder económico de El Salvador.

Diversos empresarios étnicos de los asentamientos salvadore-ños de Estados Unidos forman un segundo grupo de empresarios

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migran tes transnacionales. Ahora sólo tomaremos en considera-ción a los empresarios étnicos más destacados de Washington, D.C, y Los Ángeles. En el caso de Washington, D.C, este sector está constituido por un grupo de hombres y mujeres de origen humil-de que llegaron a Estados Unidos con muy pocos recursos y han construido pequeñas fortunas. Invirtiendo primero en pequeños

. restaurantes y establecimientos comerciales en el vecindario sal-vadoreño de Washington llamado Mount Pleasant, éstos se han extendido a los pueblos suburbanos contiguos de Maryland y Virginia, siguiendo la expansión de la población salvadoreña hacia esas áreas. En contraste, los empresarios étnicos salvadoreños de Los Ángeles constituyen un grupo mucho más heterogéneo en términos de sus antecedentes de clase y los tipos de negocios que han establecido.

Las diferencias entre los empresarios étnicos de Los Ángeles y Washington, D .C, se hacen más evidentes cuando tomamos en cuenta sus respectivas posiciones en las asociaciones transnaciona-les y locales. A pesar de su gran prosperidad y entusiasmo empre-sarial, los empresarios salvadoreños de Washington han estado durante mucho tiempo ausentes de las asociaciones comerciales locales. Es insignificante su participación en la Cámara de Co-mercio Hispana local, la Cámara de Comercio Iberoamericana de Washington -organizaciones dominadas por los hispanos estable-cidos de mayor influencia, como los cubanos y los venezolanos-, y en la Asociación Comercial de Mount Pleasant orientada al vecindario. En lugar de presionar para ser admitidos en las aso-ciaciones comerciales existentes, los empresarios salvadoreños de Washington, D .C, han desarrollado organizaciones independien-tes más adaptadas a sus inquietudes transnacionales. Desde mediados de los ochenta, éstos han fundado en dos ocasiones asociaciones comerciales en el D.C, cuyo principal objetivo ha sido recaudar fondos para organizaciones caritativas de El Salva-dor. Según los informantes, ambos esfuerzos han fracasado debido, principalmente, a que las organizaciones estaban muy politiza-das y dejaron por tanto de tener una amplia aceptación entre los salvadoreños.

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Donde los empresarios de Washington, O.c., han tenido un éxito increíble, es en la formación de sedes locales de comités de pueblo (de origen), asociaciones de pueblos de origen y auspician-do actividades culturales y deportivas, grandes y concurridos tanto en el D.C., como en los pueblos de origen. Estas actividades social-mente orientadas no han permitido a los empresarios salvado-reños incorporarse a la tendencia general de Washington, O. c., o su elite comercial hispana. Sin embargo, ellas han servido como una plataforma importante desde la cual ejercen poder e influencia no sólo sobre la población inmigrante salvadoreña del D.C., sino también sobre sus pueblos de origen. En particular, el trabajo de campo en El Salvador confirmó que, mientras los hombres y mujeres humildes que triunfaron por esfuerzo propio son quizás peces pequeños en Washington, en los pequeños estanques cons-tituidos por sus pueblos de origen, son definitivamente peces gran-des. Esto comienza a explicar por qué los empresarios han optado por construir y desarrollar esferas de influencia transnacionales, en vez de locales.

La esfera de influencia de los empresarios étnicos de Los Ángeles contrasta en gran medida con la de sus contrapartes de Washington, O.c. Una de las principales diferencias es que el empresariado transnacional de Los Ángeles está determinado por la presencia institucional de sectores de la burguesía salvadoreña a través de la Cámara de Comercio e Industria Salvadoreña (CCIS). Los empresarios étnicos salvadoreños sirven como conducto entre el mercado salvadoreño y las compañías salvadoreñas que se expanden dentro de este grupo de consumidores. Por ejemplo, Corprime y la Cámara Salvadoreña de la Industria de la Construc-ción (Casalco), dependieron ambas del consulado salvadoreño de Los Ángeles y de la CCIS y sus contactos entre los empresarios salvadoreños para lanzar sus productos (botas de vaquero y bie-nes raíces). Por tanto, los empresarios salvadoreños de Los Án-geles surgen como una voz comercial organizada a medida que profundizan sus compromisos con la CCIS y el consulado salva-doreño.

Nuestro análisis de los vínculos económicos que unen a El Salvador con los asentamientos salvadoreños de Estados Unidos,

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revela que hay una marcada diferencia entre el transnacionalismo económico y el empresariado migrante transnacional. El prime-ro, es un proceso estructural amplio que puede, como sugiere el caso de El Salvador, involucrar y transformar a una nación de la periferia emisora de migran tes. El segundo es una forma de mo-vilidad social individual configurada por factores tales corno los

. recursos humanos y materiales del grupo inmigrante y las caracte-ósticas económicas del país de origen. En el caso de El Salvador, el empresariado migrante transnacional es demasiado desigual, infor-mal y carente de la riqueza y representación institucional requeri-das para desafiar con eficacia las rigideces y la lógica de exclusión que constituye la entrada protegida del capital en las pequeñas na-ciones de la periferia. En ausencia de empresas transnacionales dinámicas desarrolladas desde abajo, el poder de consumo del her-mano lejano y las estrategias de expansión transnacional de la elite salvadoreña se convierten en los principales determinantes de los contornos del transnacionalismo económico.

EL TRANSNACIONALISMO POLÍTICO

LA MIGRACIÓN contemporánea salvadoreña siempre ha sido politi-zada. Mientras la guerra civil dio origen a la migración masiva, también produjo una vinculación entre la política y la violencia de El Salvador. Estos conflictos partidistas se vieron reflejados en las relaciones políticas transnacionales. Corno tal, durante la guerra, el gobierno consideraba a quienes viajaban huyendo de la violen-cia corno subversivos y, en consecuencia, las relaciones entre éste y los inmigrantes y refugiados salvadoreños en Estados Uni-dos eran de indiferencia o bien de hostilidad. En ausencia del gobierno salvadoreño del ámbito transnacional, las relaciones po-líticas transnacionales fueron monopolizadas por el FMLN. Orga-nizaciones tales como Carecen y El Rescate, que estaban afi-liadas a las distintas facciones del FMLN, abogaron en favor de los migrantes salvadoreños, denunciaron la política extranjera de Estados Unidos en Centroamérica y condenaron a violaciones a los derechos humanos en El Salvador. Lógicamente, en estas

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condiciones quedó poco espacio para el compromiso cívico trans-nacional, no partidista.

En 1992, el gobierno de El Salvador y el FMLN firmaron los Acuerdos de Paz de Chapultepec, Naciones Unidas puso fin a la guerra civil que ya había cobrado más de 80,000 vidas. El proceso de reconstrucción y reconciliación nacional que siguió originó cambios drásticos en el panorama político de El Salvador, sus asen-tamientos migrantes y los lazos transnacionales que los unían. La polarización ideológica evolucionó con menos rigidez y los espa-cios políticos, antes bien definidos y defendidos férreamente, se disputaban ahora en forma más abierta. En este ambiente menos polarizado, comenzó a surgir una gama de voces políticas trans-nacionales nuevas. La voz migrante transnacional de posguerra está constituida tanto por las cenizas de las organizaciones exis-tentes, como por inmigrantes salvadoreños que nunca antes ha-bían participado en política. Estas organizaciones en conjunto, constituyen el campo transnacional de los compromisos sociales y políticos de los migrantes salvadoreños.

Nuestra discusión sobre el transnacionalismo político edifica el marco conceptual básico del transnacionalismo como un compro-miso dialéctico de origen popular y de elite. Primero, tomamos en consideración los múltiples proyectos que constituyen el movi-miento transnacional de origen popular de El Salvador, incluyendo dos tipos de grupos, el que busca formas significativas de influir en el curso del desarrollo y cambio de El Salvador y el que está preocupado por mejorar las condiciones de los inmigrantes salva-doreños en Estados Unidos. Analizamos luego los nuevos pape-les y prácticas transnacionales que están siendo adoptados por los actores políticos establecidos de El Salvador -el FMLN y el gobier-no nacional- en respuesta a estas iniciativas de base.

Acción cívica transnacional de origen popular

Los Acuerdos de Paz rompieron las cadenas transnacionales existentes, pusieron a prueba las alianzas transnacionales y vol-vieron a escribir las posibilidades de compromiso político trans-

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nacional y participación ciudadana. La institucionalización del FMLN como partido político en El Salvador fragmentó los únicos lazos politicos que hasta 1992 habían mantenido unidos a los inmi-grantes salvadoreños con su país de origen. Después del choque inicial, este vacío político fue llenado lentamente por múltiples formas innovadoras de compromiso cívico transnacional, que trata-ban de influir en el futuro político de El Salvador, ya fuera trabajan-do con las organizaciones comunitarias de justicia social existentes, ayudando a transformarlas o creando algunas nuevas.

Las iniciativas cívicas transnacionales de posguerra en El Sal-vador pertenecen a dos categorías: partidaria y autónoma. La pri-mera abarca las organizaciones creadas originalmente para cumplir con el objetivo de solidaridad internacional de los actores polí-ticos establecidos en El Salvador y particularmente con la agenda de los tiempos de guerra del FMLN. La última abarca a los grupos de inmigrantes autogenerados que con frecuencia trabajan con las asociaciones abiertamente partidistas, aunque se diferencian de éstas. A continuación, analizamos primero la transformación de pos-guerra de las organizaciones partidistas previamente afiliadas al FMLN y luego, dos tipos de organizaciones autónomas que prolife-raron a partir de la firma de los Acuerdos de Paz.

En 1992 al surgir de las necesidades estratégicas del FMLN, orga-nizaciones partidistas como Carecen y El Rescate, que habían desempeñado un papel transnacional muy claro durante los años ochenta, se vieron forzadas a redefinirse a sí mismas y a su mi-sión. Ambas organizaciones dirigieron su atención a desarrollar métodos para apoyar el proceso de reconstrucción en El Salva-dor. A la vez, sintieron el deber de ajustarse a las cambiantes circunstancias, necesidades y demandas de los inmigrantes salva-doreños. Carecen y El Rescate de Los Ángeles y Washington, D.C., asumieron el reto de dirigir las necesidades de una población más establecida, pero todavía empobrecida y privada de dere-chos, mientras continuaban cumpliendo una función en la vida económica y política de El Salvador.

Como parte de esta doble agenda, El Rescate y Carecen inicia-ron proyectos transnacionales para capitalizar sus experiencias

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como defensores e intermediarios transnacionales entre El Salva-dor y los migrantes salvadoreños políticamente activos. El Rescate auspició la creación de una asociación crediticia de desarrollo comunitario en Los Ángeles, con varios objetivos, entre éstos:

l. funcionar como vehículo de desarrollo económico en Los Ángeles al facilitar pequeños préstamos comerciales a los empre-sarios salvadoreños; 2. servir como canal para la movilización y transferencia de las remesas de los migrantes hacia El Salvador, y 3. a través de una compañía por acciones en El Salvador, participar en el desarrollo local de El Salvador.

De igual manera, Carecen inició un programa piloto llamado Lear-ningAcross Borders (Aprendiendo a Través de las Fronteras) como vehículo de intercambio entre estudiantes, universidades, negocios y otras organizaciones de Los Ángeles y El Salvador. Carecen espera preparar una generación de líderes transnacionales social y políticamente conscientes que puedan asesorar a los inversionis-tas, a las organizaciones y a otros empresarios, sobre cómo insertarse en la fértil cadena de mercados y comunidades transnacionales de El Salvador según los principios de responsabilidad social.

Los comités de pueblo son uno de los dos tipos de grupos cívi-cos transnacionales autónomos que proliferaron a partir del final de la guerra. Calculamos que en la actualidad existen en Los Án-geles más de setenta asociaciones de pueblo y en el área de Wash-ington, D.C., aproximadamente cincuenta. Éstas suelen estar formadas por un grupo heterogéneo de migrantes del mismo lugar de origen, cuya tarea autoasignada es organizar actividades. sociales y culturales en Estados Unidos, con el propósito de recau-dar fondos para proyectos de mejoramiento en el lugar de origen de sus miembros. Los comités bien pueden recaudar entre 5,000 y 50,000 dólares en efectivo y especie para llevar a cabo una amplia variedad de proyectos, como pavimentación de carreteras, insta-lación de energía eléctrica, construcción de un monumento en memoria de los caídos en la guerra, reconstrucción de una plaza,

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iglesia o parque en el pueblo; abastecimiento de un centro de salud o donación de una ambulancia para la Cruz Roja local. En el pro-ceso de realización de dichos proyectos, los miembros del comité crean oportunidades que abarcan no sólo al pueblo de origen, sino también a sus compatriotas de Estados Unidos. De esta forma, los comités edifican amplias redes sociales entre los migrantes y fortalecen e institucionalizan también los lazos políticos, econó-micos y culturales con su lugar de origen.

Los comités asumen una variedad de formas de organización y sostienen un amplio rango de relaciones transnacionales que son esenciales para acometer y concluir los proyectos. Una aso-ciación puede abarcar múltiples capítulos burocráticos coordina-dos a lo largo de varias ciudades estadounidenses o simplemente involucrar a un grupo informal de compadres, quienes se reúnen periódicamente para cumplir una petición coyuntural del pueblo de origen. La cantidad de miembros puede fluctuar entre cinco y 25 personas. Las asociaciones más grandes y más institucionaliza-das tratan de mantener una presencia constante en sus pueblos, ya sea por medio de un comité hermano o del reclutamiento de una persona de confianza para supervisar los proyectos. Las aso-ciaciones pueden también entablar relaciones de larga duración con instituciones como la Iglesia local o la Casa de la Cultura y canali-zar los fondos a través de ellas.

En Estados Unidos y específicamente en Los Ángeles, las aso-ciaciones de pueblos de origen han forjado también lazos inter-institucionales. El Rescate, una de las organizaciones de justicia social con un pasado en el FMLN, identificó pronto la superposi-ción entre su propia agenda y la de muchos comités de pueblo que están surgiendo en Los Ángeles. Como tal, El Rescate fue una pieza instrumental en la formación y el mantenimiento de una coalición de más de cincuenta asociaciones de pueblo que coor-dina y apoya los esfuerzos de cada una de ellas, Comunidades Unidas para Proporcionar Apoyo Directo a El Salvador, cono-cida como Comunidades. Al mismo tiempo, se han forjado lazos entre Comunidades y la asociación crediticia transnacional, en for-mación. Se espera que esta asociación de crédito sirva de vehículo

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para que las asociaciones de pueblo de Los Ángeles puedan ca-nalizar sus recursos hacia El Salvador.

La segunda categoría de asociaciones cívicas transnacionales abarca un creciente número de grupos inmigrantes cuya agenda refleja, ante todo, la visión que los miembros tienen de sí mismos como salvadoreños-estadounidenses. Al trabajar con la premisa de que los salvadoreños están destinados a establecerse en los Esta-dos Unidos, las asociaciones salvadoreño-estadounidenses con-centran sus esfuerzos en varios proyectos que incluyen:

l. educar a los salvadoreños acerca de sus derechos y respon-sabilidades en Estados Unidos y El Salvador, independiente-mente de que sean indocumentados, tengan permiso temporal para trabajar o sean residentes permanentes o ciudadanos; 2. cabildear con los políticos locales sobre asuntos que en general conciernan a una comunidad inmigrante de bajos ingresos, como educación pública y política migratoria, y 3. orientar el cabildeo del propio gobierno salvadoreño en el gobierno federal estadounidense sobre asuntos migratorios.

En su lucha por mejorar la posición de la población salvado-reña en Estados Unidos, los grupos emplean diversas estrategias locales y transnacionales. Al aprovechar en su totalidad sus limi-tados recursos materiales, estas pequeñas organizaciones movilizan con éxito grandes segmentos de la población salvadoreña en ma-nifestaciones públicas locales. Además, éstas han unido fuerzas con los grupos partidistas, incluyendo a Carecen, para crear la Red Nacional de Salvadoreños-Americanos. Esta institución es-timula el diálogo entre grupos, coordina campañas en el ámbito . nacional, proporciona actualizaciones sobre temas políticos y sirve como interlocutor crítico entre las organizaciones comunitarias, el gobierno salvadoreño y la oficina mediadora en asuntos de interés público, en particular su departamento de migración internacio-nal y derechos del migran te.

Más allá de las diferencias obvias de sus objetivos, la diferen-cia crítica entre los dos tipos de asociaciones autónomas trans-

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nacionales se encuentra en sus respectivos puntos de vista sobre el mundo de la política. Mientras ambos grupos asumen que la acción colectiva organizada, piedra angular de la movilización política, es una forma efectiva de compromiso en el proceso so-cial, su evaluación de los partidos políticos y el proceso político en general es muy diferente. Los comités de pueblo rechazan la

. idea de que son actores políticos, mientras que los grupos de sal-vadoreños-estadounidenses cultivan su propia imagen como re-presentantes políticos efectivos y legítimos de la población inmi-grante.

Aunque la evaluación negativa de la política varía según los grupos y las ciudades, una abrumadora mayoría de asociaciones de pueblo no sólo desconfían de los políticos y se mantiene a pru-dente distancia de las instituciones políticas, especialmente las de su pueblo de origen, sino que rehúsan verse a sí mismas como actores políticos. A pesar de su autoproclamada neutralidad y su énfasis en la naturaleza humanitaria de la agenda, las asociaciones de pueblo son actores políticos. Las acciones de un comité tienen el potencial de fortalecer o desafiar la condición legal e influir en el curso de los acontecimientos locales del pueblo, dependiendo, por ejemplo, de los proyectos que decidan apoyar o con quién deseen cooperar. Las asociaciones se vuelven también politizadas, ya que su presencia tanto en El Salvador como en los asentamientos sal-vadoreños del extranjero incita a respuestas políticas transnacio-nales y locales por parte tanto de las autoridades municipales como del gobierno nacional de El Salvador. Por ejemplo, los alcaldes salvadoreños con frecuencia tratan de atribuirse el mérito, o sacar ventaja política, de los proyectos financiados por las asociacio-nes de pueblo, o bien intentan arruinar y aun sabotear el trabajo de las asociaciones cuando perciben que éstas les roban el méri-to de su propio trabajo.

Por el contrario, los grupos salvadoreños-estadounidenses apoyan los esfuerzos transnacionales de la Red para el cabildeo y cultivan activamente relaciones con asociaciones partidistas y políticos locales de Estados Unidos que simpatizan con sus inquie-tudes. Éstos buscan influir en el proceso político a corto plazo y

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consideran como responsabilidad suya educar a sus votantes para ser activos y convertirse en ciudadanos políticamente conscien-tes. Sus métodos innovadores combinan las tácticas preponde-rantes de la política estadounidense (el cabildeo y la educación política) con la tradición de educación popular asociada con el trabajo de Paulo Freire y la práctica de elementos progresivos de la iglesia de El Salvador.

En conjunto, las iniciativas transnacionales de los migran tes salvadoreños encarnan un proyecto esperanzador para la recons-trucción y reconciliación de la posguerra de El Salvador. A pesar de la diversidad de sus agendas y estrategias, todos los grupos muestran una gran voluntad de colaborar en los asuntos de inte-rés mutuo. Aún más importante, las organizaciones tratan de pro-mover la tolerancia y la flexibilidad dentro de su propia insti-tución. Los líderes de asociaciones ponen énfasis en la necesidad de construir organizaciones que sean lo suficientemente dinámicas para incorporar distintas opiniones y puntos de vista sobre cual-quier asunto dado. Este espíritu de tolerancia dentro de los grupos y la promoción de colaboración interinstitucional están erosionan-do efectivamente el temor a participar entre la población migrante y su desconfianza en la acción colectiva organizada.

Viejos actores/nuevas estrategias: el establecimiento transnacional

Los Acuerdos de Paz obligaron a los políticos salvadoreños de derecha y de izquierda a revisar sus respectivas formas de opera-ción; la impunidad y la estrategia guerrillera fueron sustituidas por plataformas electorales y diálogo. Como parte de esta transi-ción política, ambos sectores han vuelto a configurar sus formas de compromiso con los ciudadanos migrantes de El Salvador. En esta sección, analizamos las prácticas, las políticas y los progra-mas transnacionales del gobierno salvadoreño y el FMLN.

En los últimos años, la posición del gobierno salvadoreño con relación a la comunidad expatriada cambió en forma radical. A través de sus consulados, embajadas y otras instituciones, el

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gobierno ahora está llegando activamente hasta quienes hace poco eran considerados como enemigos. En 1994 el gobierno del par-tido ARENA de Calderón Sol lanzó un programa consular que incluye varias iniciativas, como los servicios legales para los salva-doreños indocumentados, las celebraciones públicas de festividades religiosas y nacionales, los encuentros de negocios con empresarios

. salvadoreños prominentes, las visitas de representantes del gobier-no y una campaña para informar a los salvadoreños sobre sus derechos como ciudadanos de El Salvador. Según proclamó el cónsul de Los Ángeles: "nuestro papel como servidores civiles es no permitir, bajo ninguna circunstancia, la pérdida del cordón umbilical entre los salvadoreños y su país de origen".

Los ministerios gubernamentales de El Salvador desarrolla-ron también estrategias políticas transnacionales para asegurar la actual identificación cultural, la lealtad política y el apoyo económico de la población migrante. Una de las iniciativas trans-nacionales más visibles incluye el Consejo Nacional para la Cul-tura y el Arte (Concultura), un organismo del Ministerio de Educación que supervisa las actividades de las 115 Casas de la Cultura o centros culturales de El Salvador, cuya misión es preser-var y promover la cultura salvadoreña. En un plan sin preceden-tes, Concultura, en conjunción con la agencia local de la CCIS y el consulado, abrió una Casa de la Cultura en Los Ángeles. Des-de su fundación en 1996, la Casa de la Cultura en Los Ángeles fue promovida entre las asociaciones de pueblo como un espacio donde poder reunirse y planear sus actividades. Según un repre-sentante del gobierno en San Salvador, el objetivo a largo plazo es estimular a las asociaciones de pueblo para que canalicen recursos a través de Concultura de Los Ángeles hacia la Casa de la Cultura de su pueblo de origen.

El gobierno ha identificado los asentamientos salvadoreños en el extranjero como una importante arena de lucha política. Sus programas consulares, desde que duplicaron los servicios y el papel defensor de las organizaciones con base comunitaria tra-dicionalmente relacionadas con el FMLN, pueden ser vistos como una estrategia de cooptación. Las similitudes entre el proyecto de

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Concultura para asociaciones de pueblo y el de Comunidades sugieren también competencia y cooptación. Las estrategias trans-nacionales del gobierno son significativas porque, aunque proble-máticas y controladas en extremo, indican un espacio de contacto y potencialmente de diálogo, entre los sectores sociales -las elites y los desarraigados de El Salvador- que históricamente sólo han mantenido relaciones originadas en la violencia.

En total contraste con las actuales prácticas transnacionales del gobierno y su propio transnacionalismo en tiempos de guerra, la esfera de influencia e interés transnacional del FMLN está profun-damente limitada. El FMLN, al enfrentarse al desafío de la política electoral y una seria limitación de los recursos, se volcó hacia el interior en 1992. Esta decisión desmanteló su red global de repre-sentantes políticos y concedió autonomía a las organizaciones con afiliación nacional e internacional. Su presencia en los asentamien-tos salvadoreños del extranjero, una vez muy extendida, se redujo a conexiones personalizadas con antiguos militantes, la reformu-lación de los antiguos comités clandestinos del FMLN como de organizaciones políticas abiertas y visitas ocasionales de los re-presentantes del FMLN recién electos. En agosto de 1997, el FMLN

celebró una convención en San Francisco. Entre los puntos de la agenda se incluía la participación y representación total en el partido para los activistas del FMLN en Estados Unidos y el dere-cho de los ciudadanos migran tes a votar en las elecciones nacio-nales. Dada la volatilidad de estos temas, el FMLN resolvió realizar una encuesta entre la población migrante de varias ciudades esta-dounidenses antes de tomar una decisión. Hasta este momento, la presión para sostener los lazos transnacionales del FMLN ha provenido de sus militantes en Estados Unidos.

La tabla 2 resume la discusión de los cuatro tipos de prácticas políticas de origen popular y de elite que unen a El Salvador con sus ciudadanos-migrantes. Los cuatro tipos de prácticas políticas transnacionales identificados son: grupos partidistas, organizacio-nes políticas autónomas y organizaciones apolíticas autónomas, y programas y estrategias de los actores políticos establecidos de El Salvador. En oposición a la tipología más directa de empresas

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económicas transnacionales, el esquema de clasificación del trans-nacionalismo político fue seleccionado inductivamente a partir de la discusión empírica y merece explicación.

TABLA 2 TIPOLOGÍA DE LAS PRÁCTICAS POLÍTICAS

TRANSNACIONALES CLASIFICADAS SEGÚN CUATRO DIMENSIONES DE LA INSTITUCIONALIDAD

TIpo de orgfllliU/ci611 Origenes Distrito e/eCtlJral Alianzas Ballco de cambio

Partido Transnacional Local Local y transnacional Local y transnacional Política·autónoma Transnacional

(local) Local Local y transnacional Local Apolítica·autónoma Local (EE.UU.) LocaVlocal

(EE.UUJES) Local y transnacional Transnacional (local) Establecida Local (ES) Local y

transnacional Local y transnacional Transnacional (local)

La tipología destaca las dimensiones institucionales de estas prácticas transnacionales incluyendo: los orígenes ideológicos de la organización y la ubicación de sus votantes y colaboradores y sus objetivos para el cambio. Más significativamente, entre todas las organizaciones hay una clara tendencia a cultivar tanto las alian-zas como los acuerdos de colaboración transnacionales y locales. Los crecientes lazos institucionales y las superposiciones entre estos nuevos proyectos políticos transnacionales, en particular dentro de la población inmigrante, inevitablemente ponen a un amplio grupo de salvadoreños en contacto con otros. En este pro-ceso, actores claves procedentes de distintos ambientes reconocen e interactúan unos con otros y en cierto nivel están comenzando a hablar un lenguaje político común a tono con su realidad de ciu-dadanos migrantes transnacionales.

Las estrategias transnacionales del sistema político salvadore-ño, al igual que las de sus migrantes de origen popular, reflejan un deseo de acercamiento y colaboración entre las divisiones políti-cas y de clase que han separado históricamente a los salvadoreños. Sin embargo, en contraste con los proyectos de origen popular,

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los programas del gobierno y el FMLN brindan poca atención a la construcción de nuevos canales de diálogo y representación insti-tucional. Entre los migrantes salvadoreños existe un sentimiento de que el sistema político y particularmente el gobierno de El Salvador está preocupado sobre todo por mantener una relación transnacional pasiva que garantice un flujo de remesas en dólares hacia El Salvador. En contraste, los salvadoreños se unen para reconocer a los migrantes como actores que tienen un papel cla-ve que desempeñar en el futuro de El Salvador. De hecho, los migrantes salvadoreños proponen que con el propósito de man-tener las relaciones de lealtad o el cordón umbilical que actual-mente existe entre los migran tes salvadoreños y sus lugares de origen, los actores establecidos de El Salvador deberán hacer algo más que reconocer el peso que tienen los migrantes en los asun-tos nacionales. Se requieren más mecanismos y canales para que la participación migrante-ciudadano y la representación institu-cional estén en orden. Su carácter estará determinado en gran medida por la capacidad de los migran tes para constituir una voz política organizada y unificada.

CONCLUSIÓN

ESTE ARTÍCULO pone a prueba la propuesta general de que la cons-trucción de una esfera social transnacional es el resultado del compromiso dialéctico de las bases y las elites de una nación. El transnacionalismo salvadoreño, con su rica variedad de prácticas y procesos transnacionales, confirma dicha propuesta. Motiva-dos por un profundo sentimiento de obligación, los migrantes salvadoreños forjaron primero relaciones transnacionales en el ámbito familiar, que tuvieron un masivo efecto acumulado gene-ral en sus lugares de origen y produjeron respuestas espontáneas e institucionales de la sociedad salvadoreña. Estas primeras incur-siones se concentraron por lo general en asuntos económicos. Sin embargo, las prácticas transnacionales de los migrantes salvadore-ños se extendieron rápidamente más allá de los límites del hogar. A medida que las empresas económicas y los proyectos políticos

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transnacionales prosperaban, producían respuestas más concentra-das y estratégicas por parte de las instituciones y los sustentadores de poder de El Salvador. De hecho, el caso del transnacionalismo salvadoreño sugiere que el transnacionalismo de origen popular y de elite tiene efectos acumulativos transformadores, porque cada intercambio e interacción parece agudizar la capacidad de diálo-

. go, competencia, colaboración y cooptación de todos los actores. De hecho, el campo social transnacional, que surge primero como un espacio social indeterminado, se convierte rápidamente en un terreno de acción disputado, donde los desplazados buscan sobre-vivir y demandar reconocimiento social y los poderosos luchan por controlar el flujo transnacional de recursos y volver a imponer su dominio.

El proceso migratorio salvadoreño comparte muchas caracte-rísticas con otros flujos migratorios contemporáneos. Sin embar-go, la combinación de los factores particulares que han marcado el transnacionalismo salvadoreño es original. Al igual que otros países de la cuenca del Caribe, El Salvador había establecido una tradición de migración laboral regional que en la crisis económica de los años ochenta se dispersó por Estados Unidos. Sin embar-go, El Salvador es el único país de la región que libró una guerra civil en un escenario transnacional. Este elemento ha condicio-nado cada esfera del transnacionalismo salvadoreño incluyendo el vuelo rápido y masivo de migran tes desde El Salvador y su reci-bimiento hostil en Estados Unidos, el alto grado de politización entre ciertos sectores de la población migrante y el arraigado temor político, la desconfianza del gobierno salvadoreño en los migran tes y luego su agudo interés en adoptar proyectos políti-cos autónomos de los migran tes. Por tanto, las particularidades del transnacionalismo salvadoreño se explican ampliamente por la coyuntura sociopolítica en la cual las prácticas nacionales surgie-ron primero a gran escala y fueron consolidadas.

Por último, el estudio de caso de El Salvador aclara por lo me-nos tres patrones que son relevantes para un mejor entendimiento del transnacionalismo. Primero, dado un contexto global propi-cio para mantener los lazos transnacionales, las condiciones de salida de los migrantes de su país de origen y su recepción en la

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sociedad receptora tienen un impacto crítico sobre su propensión al transnacionalismo. En este sentido, se requiere de un marco de referencia transnacional no sólo para analizar los resultados del asentamiento inmigrante contemporáneo, sino también para re-definir el concepto del asentamiento mismo. Segundo, las dos tipologías de las empresas económicas transnacionales y las prácti-cas políticas transnacionales sirven como punto de partida para un diálogo comparativo sobre el transnacionalismo. Al revisar nues-tra discusión, descubrimos los factores que tienen una influencia directa en el carácter de las actividades transnacionales organi-zadas, incluyendo: el tamaño de la economía del país de origen y su rigidez o flexibilidad institucional, la calidad de los recursos de la población migran te, la naturaleza del régimen político del país de origen, incluyendo fortaleza, estabilidad y recursos del Estado. Estos elementos definen el peso que tiene el impacto del transnacio-nalismo migrante sobre el país de origen y la capacidad de los diferentes sectores de la sociedad emisora para responder de dis-tintas formas a prácticas y procesos transnacionales que está iniciando la población migrante.

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CAPÍTULO 4

CARLOS DORE

JosÉ ITZIGSOHN

ESTHER HERNÁNDEZ MEDlNA

OBEO V ÁZQUEZ

Cartografía del transnacionalismo dominicano: amplias y estrechas prácticas transnacionales

INTRODUCCIÓN

M ¡ENTRAS estábamos formados en fila para registrarnos en un vuelo con destino a Santo Domingo, una mujer nos pre-

guntó si podíamos llevarle una de sus maletas. Esta señora había recibido quejas de la línea aérea de que tenía demasiadas valijas, pero necesitaba llevarlas todas consigo porque eran para aprovi-sionar una pequeña tienda que poseía en Santo Domingo. En efec-to, todo el que viaja para Santo Domingo tiene que esperar en una larga fila de personas que acarrean numerosas valijas.

Muchas de estas personas realizan esos viajes periódicamente, como una forma de vida. Mientras que para otras, las numerosas maletas son una costumbre en sus viajes anuales al país natal. Es-tas maletas contienen muchos regalos para la familia, objetos para vender y así ayudarse a financiar el viaje, artículos para las casas que están construyendo en República Dominicana o una combi-nación de estas tres cosas. Estas frecuentes escenas en el aeropuer-to son una expresión de los fuertes lazos que unen la isla con su diáspora.

Estos lazos, sin embargo, no son sólo personales o económi-cos. El Congreso Nacional de la República Dominicana tuvo un representante de la comunidad dominicana en Nueva York en la legislatura pasada. Éste fue electo de acuerdo con las leyes vigen-tes y apareció en la lista de candidatos como representante de una ciudad dominicana, a pesar de que el debate sobre la extensión

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del derecho al voto para los dominicanos en el extranjero no ha concluido aún.

Estos ejemplos ilustran la existencia de un campo social trans-nacional dominicano. Este campo social transnacional puede con-siderarse como un campo de interacciones sociales e intercambios que trasciende las fronteras geográficas y políticas de una nación y

convierte en un significativo campo de acción y referencia para mu-chos dominicanos en su país de origen y en la extensa diáspora que el mismo ha generado. Muchos dominicanos tienen una pro-funda participación en estos vínculos e intercambios, mientras que otros intervienen en ellos sólo ocasionalmente. Algunos miembros de esta comunidad transnacional se involucran en intercambios co-merciales, para otros son parte de sus vínculos políticos, mientras que para algunos más, la única experiencia en el campo transna-cional es de tipo simbólico, como parte de su espacio de referencias significativas. No obstante, a muchos dominicanos no les afecta por esta experiencia en el campo transnacional de las relaciones sociales.

El objetivo de este capítulo es contribuir a la comprensión de la estructura y funcionamiento de este campo social transnacional mediante el análisis de su dinámica. A partir de un diseño de los diferentes lazos que caracterizan a esta comunidad, proponemos una distinción entre formas de transnacionalidad "amplias" y "estrechas", definidas como dos polos a lo largo de un continuum de diferentes formas de prácticas transnacionales. Estos dos po-los se distinguen por tres factores: por el grado de institucionali-zación de las diferentes prácticas, de implicación de las personas en el campo transnacional y de movimiento de las personas en el interior de un espacio geográfico transnacional.

LA EXPANSIÓN DE LAS FRONTERAS DE LA NACIÓN

HASTA hace poco, los estudios sobre las comunidades de inmi-grantes sólo se centraban en los procesos de incorporación y de aculturación de los inmigrantes y se limitaban a las comunidades

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CARTOGRAFÍA DEL TRANSNACIONALlSMO DOMINICANO 161

étnicas que los mismos crearon en las sociedades receptoras. El concepto de campo social transnacional surge para describir comu-nidades de inmigrantes que no se desligan de su país de origen. Por el contrario, mantienen y alimentan sus vínculos con ese país. Éste no es un fenómeno desconocido o nuevo, los progresos en la tecno-logía de las comunicaciones y del transporte han permitido un incremento intenso e inmediato de estos vínculos (Portes, 1996). La emergencia del campo social transnacional desafía la aceptación de las fronteras en el estudio de la participación política, de la movilidad social y de la formación de entidades, ya que este proce-so no se produce dentro de las fronteras nacionales, sino más bien, a través de ellas.

Este estudio sobre el transnacionalismo ha sido impulsado por los primeros trabajos de Basch, Glick Shiller y Blanc-Szaton, 1992. Estos autores definen el transnacionalismo "como un proceso en el cual los inmigrantes forjan y sostienen múltiples relaciones sociales que ligan sus sociedades de origen con sus sociedades de establecimiento" (Basch, Glick Shiller y Blanc-Szaton, 1994). El transnacionalismo es un producto de las condiciones actuales del capitalismo global y del tipo de relaciones que éste genera entre el trabajo y el capital. El campo social transnacional se constru-ye en la vida diaria de los inntigrantes y en las actividades que los afectan en todos los aspectos de sus vidas, desde sus oportuni-dades económicas y comportamientos políticos, hasta sus iden-tidades individuales y de grupo.

Alejandro Portes (1996) tiene otro punto de vista sobre este fenómeno. Para Portes, el transnacionalismo concierne fundamen-talmente a las actividades económicas. Las actividades transna-cionales constituyen una opción de base ante la depreciación de la labor de los inmigrantes en el centro del sistema mundial. Fren-te a la posibilidad de pasar el resto de sus días en un trabajo mal pagado, los inmigrantes usan sus relaciones sociales en sus países de origen y en el país receptor para establecer empresas que ope-ran a través de las fronteras. La principal característica de estas empresas es que su existencia depende de la continuación de los vínculos transnacionales.

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El trabajo de otros académicos ha venido a complementar la conceptualización y la comprensión de las comunidades transna-cionales. Smith (1994) exploró los vínculos entre la ciudad de Ticuani, en el estado mexicano de Puebla y los inmigrantes de esa ciudad que viven en Nueva York. Smith muestra la construcción de una comunidad organizada sobre la base de la organización so-cial tradicional y de las obligaciones comunales, pero geográfica-mente dividida entre México y Estados Unidos. Kyle (1995) estu-dió las redes de migración entre los ecuatorianos en Nueva York y las diferentes ciudades ecuatorianas y mostró cómo la organiza-ción para el movimiento de personas está acompañada de una red de movimiento de productos entre Ecuador y Estados Unidos.

MIGRACIÓN y TRANSNACIONALISMO ENTRE LOS DOMINICANOS

A TRAVÉS de su historia, la cuenca del Caribe ha sido testigo de constantes corrientes migratorias y hasta la década de los sesenta, la República Dominicana fue sólo un país receptor de inmigran-tes. Sin embargo, este país se ha convertido en uno de los principa-les países de emigración de la cuenca del Caribe y de América Latina en general. De acuerdo con el INS (Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos) , durante la década de los ochenta, los dominicanos ocuparon el séptimo lugar entre todas las personas admitidas en Estados Unidos (251,803). Du-rante los años noventa, los dominicanos se clasificaron por varios años entre el tercero y quinto lugar del total de inmigrantes admi-tidos, antes que países con una población mucho mayor, como México, Filipinas, China y Vietnam.

La densidad de esta corriente migratoria y el periodo relativa-mente corto en que ha ocurrido han causado una importante trans-formación en la sociedad dominicana y han hecho de ese país un caso paradigmático en el estudio de la aparición del transnaciona-lismo. Los migrantes dominicanos se encuentran en todo el mundo, de Antigua a Madrid y de Caracas a Alaska. El principal centro de la migración dominicana, sin embargo, es la ciudad de Nueva York.

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La literatura sobre la migración dominicana puede dividirse en tres etapas, a partir de la documentación de los cambios que se han ocurrido en las características de esta migración. La primera etapa transcurre durante los setenta y principios de los ochenta, cuando la República Dominicana fue un modelo para e! estudio de la migración como corriente laboral. La migración fue perci-bida como una estrategia de los sectores rurales y urbanos empo-brecidos en busca de mejoría económica. Varios estudios de casos de comunidades rurales en República Dominicana centran su atención en los factores que motivaron esta corriente migratoria y su impacto económico y social (Bray, 1984; Del Castillo y Murphy, 1987; Hendricks, 1974).

Los años ochenta marcaron una nueva etapa en e! estudio de la migración dominicana, distinguida por e! estudio de las carac-terísticas de esta comunidad en Estados Unidos, particularmente en la ciudad de Nueva York. Esto incluye los trabajos de Gurak y Kritz (1982), que analizan e! papel de la red familiar; el de Pessar (1984, 1985) sobre la dinámica de! género entre los miem-bros de las familias inmigrantes, así como los trabajos de Georges (1988) acerca de las asociaciones dominicanas en la ciudad de Nueva York. Estos estudios comenzaron a ver la comunidad do-minicana como un enclave étnico, con un cierto grado de estrati-ficación social interna. Durante esta etapa, empiezan también a realizarse estudios que abarcan a los dominicanos en la isla y en el continente. El estudio de Pessar y Grassmuck (1990) sobre dos comunidades en la República Dominicana (una urbana y otra rural) y sus miembros emigrantes en la ciudad de Nueva York y e! de Georges (1990) sobre los efectos de la migración en la co-munidad rural, constituyen un indicador de la creciente con-ciencia acerca de! fenómeno transnacional. I

En la etapa actual de los estudios sobre la migración domini-cana observamos un énfasis en la transnacionalidad. Portes y Guarnizo (1992) iniciaron una serie de estudios sobre este tema.

I El libro de Georges (1990) usa el concepto transnacionalismo en el título, aunque pertenece más bien a los trabajos actuales sobre los efectos socioeconómkos de la migración que a nuestra comprensión actual del transnacionalismo.

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Estos trabajos muestran el surgimiento de una clase empresarial, parte de la cual debe su existencia a estos constantes viajes entre la República Dominicana y Estados Unidos. Esta clase empresarial usa sus redes sociales para obtener información y contactos que les faciliten conducir un negocio que vincule los dos países, algunas veces de manera formal y otras veces de manera informal.

Varios investigadores han estudiado diferentes efectos del trans-nacionalismo dominicano. Duany (1994) analizó los aspectos cul-turales de la transnacionalidad dominicana y mostró cómo estos inmigrantes reproducen la vida dominicana en la ciudad de Nueva York al tiempo que incorporan elementos de la cultura estadou-nidense en sus repertorios culturales. Guarnizo (1992, 1994) escri-bió sobre los empresarios dominicanos en Nueva York y sobre el carácter binacional de la comunidad dominicana en esa ciudad. El trabajo más reciente de Guarnizo (1998) centra su atención en las formas de la participación política de los transmigrantes y en las respuestas a la aparición de comunidades transnacionales. Graham (1997, 1998) establece la relación entre la participación política transnacional y local de los dominicanos de la ciudad de Nueva York y subraya la lucha paralela que libran las organizacio-nes dominicanas. Por una parte, presionando para que el gobierno dominicano legisle en favor de la doble ciudadanía y por otra, reclamando la creación de un distrito dominicano en las eleccio-nes municipales de la ciudad de Nueva York. Por su parte, Levitt (1996, 1997, 1998) analiza y evalúa los cambios organizativos que, como resultado del transnacionalismo, se han producido en la co-munidad dominicana, tanto en el orden político como en el de la organización religiosa e institucional.

El interés creciente en la transnacionalidad dominicana es el . resultado de los cambios que ha experimentado su diáspora. Esta diáspora creció exponencialmente durante los años ochenta y de-sarrolló un cierto grado de diferenciación social y de densidad institucional que rinde cuenta de la aparición de vínculos trans-nacionales (Guarnizo, 1994). Asimismo, las remesas de los mi-grantes se han convertido en una de las principales fuentes de divisas en la isla (Itzigsohn, 1995). La consolidación de la com-

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petitividad política durante los ochenta y noventa generó la necesidad de realizar la recaudación de fondos para fines políti-cos. Así, los dominicanos en el exterior se convirtieron en una importante fuente de financiamiento de los partidos políticos do-minicanos. La información de Graham (1997) da cuenta de que las colectas de fondos en Estados Unidos suministran entre 10 Y 15 por ciento de los fondos para las campañas políticas de los partidos dominicanos.

Los estudios mencionados más arriba sin duda han contribui-do ampliamente a mejorar nuestra comprensión de la transnacio-nalidad dominicana. Sin embargo, muchas preguntas quedan sin respuesta, en parte debido a la falta de datos empíricos y en parte porque la conceptualización sobre las comunidades transnaciona-les requiere de un mayor refinamiento. ¿Es el transnacionalismo sólo un fenómeno económico o es un campo social que afecta todos los aspectos de la vida, como grupo y como identidades indivi-duales y prácticas simbólicas? ¿Sólo son migrantes transnaciona-les aquellas personas involucradas en relaciones continuas entre los dos países o más bien todas las personas involucradas en un amplio campo social? ¿La transnacionalidad se refiere sólo a la condición de diáspora o incluye también a las personas que permanecen en el país de origen? Finalmente, ¿hay algún centro espacial u orden en esta comunidad transnacional?

LA BÚSQUEDA DE UN CAMPO SOCIAL TRANSNACIONAL

EN ESTE capítulo, presentamos los resultados de la primera fase de un amplio estudio comparativo sobre las comunidades transnacio-nales. El objetivo de esta fase fue explorar las diferentes prácticas que sostienen el campo social transnacional. Con este propósito, realizamos un total de 83 entrevistas con informantes claves en dos localidades de Estados Unidos, la ciudad de Nueva York y la ciudad de Providence, en Rhode Island y en Santo Domingo, ca-pital de la República Dominicana. El cuadro 1 presenta una des-cripción de estas entrevistas.

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Género

C. DORE, J. ITZIGSOHN, E. HERNÁNDEZ M. YO. VÁZQUEZ

CUADRO 1 NÚMERO DE ENTREVISTAS CON INFORMANTES

CLAVES, SEGÚN LA CIUDAD DE RESIDENCIA YELGÉNERO

Nueva )f¡rk Providellce República Dominicana

Hombres Mujeres

22 10

19 3

23 7

Con objeto de ampliar nuestro punto de vista sobre la exis-tencia de las prácticas transnacionales, seleccionamos dos locali-dades en Estados Unidos. Elegimos la ciudad de Nueva York porque tiene la más grande concentración de dominicanos en el extranjero y es la segunda ciudad "dominicana" después de Santo Domingo, la capital de República Dominicana. Los dominicanos se han establecido en todos los distritos de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, nuestras entrevistas se limitaron al área de Washing-ton Heights, en el alto Manhattan, donde se encuentra la más grande concentración de dominicanos. A pesar de que la ciudad de Nueva York es, por mucho, la más grande concentración de inmi-grantes dominicanos, la tendencia ha sido hacia la desconcentra-ción de la población. Providence es uno de los lugares de migración secundaria, donde la comunidad dominicana está desempeñando un papel importante y creciente en la vida de la ciudad. El estu-dio de la ciudad de Providence nos permite ver el crecimiento del fenómeno de la concentración residencial entre los dominicanos. El cuadro 2 presenta una visión de conjunto de la evolución de la población dominicana en las ciudades de Nueva York y de Pro-o vidence.

Nuestros informantes fueron seleccionados entre personas con posiciones relevantes y con un amplio conocimiento de su co-munidad. Al principio, la selección de los primeros informantes se realizó con base en nuestro conocimiento de la comunidad y luego seguimos una serie de cadenas de bola de nieve. La mayor parte de nuestros informantes en Estados Unidos pertenecían a

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CUADRO 2 SELECCIÓN DE DATOS DEMOGRÁFICOS

DE LOS DOMINICANOS EN PROVIDENCE y EN NUEVA YORK, 1990, 1985

1990 Rhode TsTand Providence Manhattan Nueva }órk

Todos los dominicanos nativos 9,374 7,973 136,905 332,713 porcentaje de todos los dominicanos 100 100 100 100 Nacidos en el estado de residencia 2,940 2,361 37,905 95,492 porcentaje de todos los dominicanos 31.30 29.60 27.73 28.70 Nacidos en diferentes estados 1,868 1,244 34,901 85,841 porcentaje de todos los dominicanos 19.90 15 .60 25.53 25.80 Nacidos en el extranjero 1,072 9,31 654 2,139 porcentaje de todos los dominicanos 11.40 11.60 0.48 0.64 No ciudadanos 6,434 5,612 98,791 237,221 porcentaje de todos los dominicanos 68.60 70.40 72.27 71.30 1985 1,409 1,266 24,307 60,976

21.90% 15.80% 17.78% 18.33% Movilidad 5,025 4,346 74,484 176,245

78.10% 54.50% 54.49% 52.97% Todos los dominicanos 8,333 7,083 124,233 299,482

. (5 años y otros) 100% 100% 100% 100% Mismo estado 4,481 3,853 103,744 243,455

53.70% 54.40% 83.51% 81.29% Diferente estado 1,715 1,324 1,067 3,356

20.50% 18.70% 0.86% 1.12% Fuera 1,861 1,906 19,422 52,799

22.30% 26.90% 15.63% 17.36%

Fuente: Censo de 1990.

la primera generación de inmigrantes, con la excepción de dos casos de personas de la segunda generación. En la República Do-minicana, la mayoría de las entrevistas se realizaron en Santo Domingo, excepto dos entrevistas que llevamos a cabo en Santia-go. Seis de los entrevistados en la República Dominicana mante-nían vínculos con instituciones estadounidenses en el país. Se trató de entrevistas semiestructuradas que siguieron una guía para dirigir la conversación. El diseño de la investigación y el análisis es cualitativo, orientado a profundizar en el conocimiento de las prác-ticas transnacionales y a sugerir nuevas vías para investigaciones futuras.

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HACIA UNA COMPRENSIÓN DE LAS PRÁCTICAS TRANSNACIONALES DE LOS DOMINICANOS

UNO de los principales problemas para el estudio de las comuni-dades transnacionales es el relativo a quién incluir y qué tipo de prácticas pueden ser consideradas transnacionales. Actualmente hay dos respuestas principales a esta pregunta. Portes (1996) incluye sólo aquellas personas involucradas en negocios binacionales recurrentes y centra su atención en el aspecto económico. Basch, Glick Schiller y Blanc-Szanton (1994) son más incluyentes e incor-poran también en el campo transnacional todas las prácticas sociales que van desde las oportunidades económicas hasta la elec-ción de identidades.

No obstante, la concepción de Portes sobre el transnaciona-lismo es muy importante, porque enfoca uno de los fenómenos más innovadores y dinámicos del mismo: la aparición de empre-sas transnacionales. Esta nueva forma de actividad empresarial afec-ta un gran número de procesos sociales, desde macroprocesos de desarrollo nacional hasta las opciones de movilidad social que se presentan a los individuos. Esta concepción tiene algunas limita-ciones: deja fuera importantes prácticas que podrían ser conside-radas transnacionales. Recordemos la larga fila en el aeropuerto; sólo algunas de las personas que esperan allí realizan viajes frecuen-tes para abastecer sus negocios. Para Portes, éstos serían empresa-rios transnacionales. Pero en realidad la mayoría de estas personas viajan una o dos veces al año a su país natal. Es decir, que aunque cada vez que viajan acarrean grandes y pesadas maletas repletas de regalos, mercancías para vender o ambas cosas a la vez, éste no es su modo de vida, aunque sí una práctica común.

La posición de Basch et al. nos ayuda a incluir un mayor nú-mero de prácticas en el plano transnacional, aunque ésta es poco específica. Después de todo, hay una diferencia entre una perso-na que realiza constantes viajes y negocios entre ambos países y alguien que se percibe como dominicana en Estados Unidos y lejos de la patria que posiblemente nunca ha visto. Nosotros creemos que

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ambos son parte del campo transnacional, pero que éste podría ser más específico.

La economía y las perspectivas de las prácticas cotidianas no están necesariamente en oposición. Mahler (1998) insiste en la necesidad de cartografiar las prácticas transnacionales y sugiere una diferenciación entre aquellas que se mueven a menudo, aquellas

. que se mueven con mucho más frecuencia y aquellas que tienen lugar dentro de un campo transnacional. Guiados por la sugeren-cia de Mahler, proponemos una diferencia entre prácticas trans-nacionales en sentido estrecho y en sentido amplio. Considera-mos las prácticas transnacionales estrechas y amplias como dos polos en un continuum definido por el grado de institucionaliza-ción, de movimiento dentro del campo transnacional o de partici-pación en las actividades transnacionales. Por transnacionalidad en sentido "estrecho" o "restringido" entendemos a aquellas perso-nas involucradas en prácticas económicas, políticas y sociales que implican un movimiento habitual en un campo geográfico trans-nacional, un alto nivel de institucionalización o una participación personal constante. Mientras que por transnacionalidad en sentido "amplio" entendemos una serie de prácticas materiales y simbó-licas en las cuales las personas involucradas sostienen un movi-miento físico esporádico entre los dos países, un bajo nivel de institucionalización o sólo una ocasional, pero que incluye ambos países como puntos de referencia.

De hecho, cada una de estas dimensiones (institucionaliza-ción, participación y movimiento) define su propio continuum, con tres paralelos continuos. El cuadro 3 ilustra esta idea. En muchos casos, las prácticas transnacionales son un extremo estrecho del continuum de estas tres dimensiones. Sin embargo, como vamos a mostrar más adelante, algunas prácticas transnacionales pue-den considerarse estrechas sólo en una o dos de estas dimensio-nes. Para nuestra conceptualización, basta con que una actividad transnacional sea estrecha a lo largo de dos de estas tres dimen-siones para que sea considerada una forma de transnacionalidad en sentido "estrecho".

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Estrechas

Alta

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CUADRO 3 LAS DIMENSIONES DE TRANSNACIONALIDAD

'AMPLIAS" Y "ESTRECHAS"

Prácticas transnaciona/es Amplias

Institucionalización Bajo Constante Participación Ocasional Regular Movimiento Esporádico

El cuadro 4 describe las actividades transnacionales e ilustra ambas formas de transnacionalidad, las estrechas y las amplias. Los ejemplos se refieren a actividades en Estados Unidos, pero sostenemos que hay también ejemplos de transnacionalismo en la República Dominicana. Dividimos las prácticas transnacionales dominicanas en cuatro categorías: económicas, políticas, cívico-sociales y culturales, y luego las situamos en un esquema analíti-co. Sin embargo, algunas veces estas divisiones son arbitrarias. Por ejemplo, ¿una campaña de recolección de fondos para un partido político es una práctica económica o política? En efecto, a veces las mismas personas involucradas en una actividad transnacional son incluidas en diferentes categorías. No obstante, esta división podría contribuir a esclarecer nuestro análisis. De manera que, para nuestro propósito analítico, clasificaremos las actividades en corres-pondencia con su principal objetivo; así, las campañas de recau-dación de fondos para los partidos políticos serán consideradas como actividades políticas.

Nuestro uso de lo cívico-societal incluye las prácticas comuni-tarias relativas a lo religioso, deportivo o de ayuda mútua, que . no son estrictamente políticas u orientadas por el mercado. Esto evita etiquetar estas prácticas sólo como prácticas sociales, ya que las prácticas políticas y económicas son también prácticas sociales. Podría ser un error, por ejemplo, pensar que las prácticas econó-micas transnacionales sólo son orientadas por el mercado. Las prácticas económicas transnacionales están integradas en una compleja red transnacional política y social y; por tanto, son indi-

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CARTOGRAFÍA DEL TRANSNAClONALISMO DOMINICANO 171

CUADRO 4 LA TRANSNACIONALIDAD y"ESTRECHN'

ENTRE LOS DOMINICANOS

Tra/lsnacionalidad

Actividad Estrecha Amplia

Económica Firma transnacional Acarreo de maletas repletas de mercancías en viajes oca-sionales

Política Adhesión a un partido polí- Participación en reuniones tico dominicano en Estados políticas y electorales en Unidos EE.UU.

Cívico-social Adhesión a los comités de la Participación en actividades ciudad ocasionales en beneficio de

laR.D. Cultural Participación en una pro- Autodefinición como parte

ducción cultural dominica- integrante de la diáspora na desde Estados Unidos

Nota: Los ejemplos que se encuentran en cada una de las cas illas son ilustraciones del tipo de prác-ticas que contemplamos; por tanto, no se trata de un cuadro exhaustivo.

visibles de la sociedad civil. Sin embargo, para la claridad del análisis, mantendremos esta división.

Finalmente, por prácticas culturales entendemos las prácticas simbólicas, como la formación de identidades, gustos y valores. El caso de una estudiante dominicana en una universidad estadou-nidense que expresó: "la cabeza está aquí, pero el corazón está allá" , es un buen ejemplo. Esta estudiante, nacida en Estados Unidos, donde espera realizar una carrera política, argumenta que ella no podría vivir en la República Dominicana porque está muy acostumbrada a la manera de pensar de aquí; sin embargo, al mismo tiempo sostiene que sólo en la República Dominicana se siente en su casa. Su vida diaria transcurre en Estados Unidos, pero en su identidad y en el campo de las referencias simbólicas relevantes incluye a la República Dominicana de manera signi-ficativa. Forma parte del espacio transnacional amplio, pero no interviene en las actividades transnacionales estrechas que las sostienen y alimentan.

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EL TRANSNACIONALISMO ECONÓMICO

El transnacionalismo económico estrecho

Esta categoría incluye a los inmigrantes que tienen negocios en Es-tados Unidos y que también invierten en la República Domini-cana, así como a las empresas dominicanas con sucursales fuera de Estados Unidos. El estudio más minucioso sobre el tema es el de Portes y Guarnizo (1991), que subraya la presencia en la República Dominicana de un gran número de pequeñas y media-nas empresas vinculadas a la inmigración. En esa investigación, se rechaza la idea de que las remesas sean la única contribución económica de los inmigrantes y que éstas se usen sólo con el pro-pósito de consumir.

Las entrevistas que realizamos en la República Dominicana revelan que nuestros informantes están conscientes de la presen-cia de empresas creadas por la inmigración; remarcan que la mayoría de éstas operan en el área de los servicios y el comercio al menudeo. Según nuestros informantes, la mayoría de los inmi-grantes están vinculados a negocios que operan en el sector de los servicios. Esto es, en el dominio de las compañías de envíos de remesas, de pequeños préstamos e inversiones (llamadas financie-ras), así como lavanderías, negocios de repuestos de automóvil y lavado de carro (carwash). En el sector del comercio al menudeo, la mayoría de las inversiones de los inmigrantes están concentradas en los supermercados y "colmados" (pequeñas tiendas familiares de alimentos similares a las "bodegas" de Nueva York). Hay también algunas inversiones en el sector de la construcción. Una nueva forma de negocio vincula las compañías de remesas con las co-merciales. Esta modalidad permite a los dominicanos en Estados Unidos enviar las remesas a sus familiares, pero éstos reciben, en lugar de dinero, artículos para el consumo, tales como estufas y lavadoras.

El cuadro que refleja nuestras entrevistas en Estados Unidos concerniente a las inversiones en el área de las empresas transnacio-nales es similar al que encontramos en la República Dominicana.

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Dos de nuestros informantes estaban involucrados en activi-dades económicas transnacionales estrechas. El gerente de una oficina de una importante agencia de remesas nos contó que e! propietario de la agencia tenía negocios en Santo Domingo y había abierto esta agencia como un medio de obtener divisas. El otro informante tenía inversiones en e! campo de las finanzas y del seguro en Wall Street y un supermercado C-Town en Manhattan, que estaba a cargo de familiares, mientras que él operaba un ne-gocio en el ámbito de los seguros en Santiago. Estos ejemplos de prácticas transnacionales estrechas se caracterizan por e! alto grado de institucionalización y por la constante vinculación de ambos países en el negocio. En algunos casos, estas empresas transnaciona-les implican un movimiento continuo entre los dos países, pero no siempre es así. Muchas veces se delenga la administración de! negocio en uno de los dos países a un miembro de la familia y en el caso de las firmas más grandes, se confía generalmente e! nego-cio a un administrador profesional.

El negocio transnacional no se limita a las compañías formales bien establecidas. Hay también un amplio comercio transnacio-nal informal. Un ejemplo de este tipo de comercio es el caso de la mujer que nosotros señalamos al principio de este capítulo, que viaja con frecuencia para abastecer su comercio en la República Dominicana. Hay también personas que hacen de estos viajes circulares una forma de vida, vendiendo y comprando productos en la República Dominicana y en Estados Unidos. La mayoría de nuestros informantes en la República Dominicana declararon ha-ber conocido una o más personas que realizan este comercio trans-nacional informal. De Estados Unidos estos comerciantes llevan artículos de consumo no duraderos, tales como ropa (nueva y usada), zapatos y joyas. Los comerciantes venden estos produc-tos en diferentes mercados a lo largo de toda la República Do-minicana.

Los productos que se llevan a Estados Unidos son generalmente artículos de consumo típico dominicano, como ron, salchichas, dulces dominicanos y aun medicinas tradicionales y medicinas de marcas locales con las cuales la gente está familiarizada. De acuer-do con nuestros informantes, la frecuencia de estos viajes varía

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entre una y tres veces al mes. La ganancia proviene de la exención de impuestos aduanales. Es importante conocer que este comer-cio errante no es un fenómeno nuevo en la República Dominica-na ni en el Caribe. En efecto, podemos encontrar personas que realizan el mismo tipo de negocio entre la República Dominicana y las diferentes islas del Caribe. Lo que tiene de particular nues-tro caso es el amplio volumen de comercio y el hecho de que la mercancía vendida en Estados Unidos se define culturalmente como productos dominicanos por quienes ayudan a sostener el campo cultural transnacional dominicano. Lo que caracteriza estas prác-ticas económicas transnacionales estrechas e informales es la cons-tante participación personal y el movimiento regular dentro del espacio transnacional, pero estas prácticas muestran un bajo grado de institucionalización.

Nuestras entrevistas revelan la existencia de un considerable segmento de empresas transnacionales en sentido estrecho, las cuales concuerdan con la investigación de Portes y Guarnizo (1991). Sin embargo, no hay datos sobre la importancia y extensión de este sector. No conocemos la contribución de este tipo de inver-sión al producto interno bruto dominicano o a la creación de em-pleos. Tampoco conocemos cómo están involucrados en inversiones tr'ansnacionales muchos de los hombres de empresas dominica-nos que residen en Estados Unidos. Muchos de los negocios domi-nicanos que encontramos tanto en Nueva York como en Providence son pequeños negocios en el sector de los servicios: bodegas, res-taurantes, boutiques, salones, tiendas de repuestos de vehículos, agencias de remesas y agencias de servicio de declaración de impues-tos. Muchos de nuestros informantes afirmaron que, además de las agencias de remesas y mudanzas, algunos hombres de negocios dominicanos que participan en empresas transnacionales del tipo . arriba descrito bien podrían estar involucrados en prácticas eco-nómicas transnacionales amplias.

El transnacionalismo económico amplio

Las transacciones económicas amplias son más o menos frecuentes, pero no implican un movimiento regular o constante de vínculos

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entre los dos países. Quizás el caso más distintivo es el de las remesas que los inmigrantes envían al país de origen. Esto se ha convertido en la segunda fuente de divisas para la República Do-minicana y en una fuente de ingreso necesaria para una gran can-tidad de personas en ese país (Itzigsohn, 1995).

Las palabras del cónsul dominicano en Nueva York, en la celebración del día de la independencia dominicana en Providence señalan la importancia de las remesas en la estructura del campo transnacional dominicano. El cónsul Bienvenido Pérez sostuvo que los inmigrantes dominicanos bien podrían no considerarse domi-nicanos ausentes como se les llama comúnmente, sino más bien dominicanos en el exterior, porque, según el cónsul, los dominica-nos en el exterior están siempre presentes por medio de las remesas que envían y que son indispensables para la sobrevivencia econó-mica del país.

Otra forma de transnacionalidad económica amplia es la can-tidad de maletas llenas de mercancías que caracterizan los viajes de los dominicanos al país natal. Esto lo hacen prácticamente todos los dominicanos que viajan y de acuerdo con nuestras en-trevistas, la mayoría de los dominicanos en Estados Unidos via-jan regularmente a la isla. Las mercancías, sin embargo, tienen diferentes propósitos. Algunas veces consisten en regalos para la familia, otras veces son para que la familia las venda y se ayude económicamente, mientras que en otras ocasiones, son vendidas para ayudar a financiar el viaje y hasta para sacarle un cierto beneficio.

EL TRANSNACIONALISMO POLÍTICO

El transnacionalismo político en sentido estrecho

El transnacionalismo político estrecho lo vemos en la adhesión y en el activismo en los partidos políticos que tienen sucursales en las ciudades estadounidenses donde hay una presencia dominica-na. Las organizaciones políticas más visibles son los tres grandes partidos dominicanos: el oficialista Partido de la Liberación Do-

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minicana (PLD), el Partido Revolucionario Dominicano (PRO), el mayor partido de oposición y el partido del presidente anterior, Joaquín Balaguer, Partido Reformista Social Cristiano (PRSC). Los primeros dos partidos tienen oficinas en Nueva York yen Providen-ce. La presencia del PRSC, sin embargo, ha disminuido después de su salida del gobierno, hasta el punto que no hemos encontrado ninguna oficina de este partido ni en Nueva York ni en Providence.

Las principales actividades de estos partidos son las reuniones para recaudar fondos. En efecto, los dominicanos en Estados Uni-dos son una fuente importante de financiamiento de estos par-tidos. Durante los periodos electorales, se incrementan las activi-dades y se realiza un gran numero de reuniones proselitistas. Los dos principales candidatos en las elecciones de 1996, el actual presidente Leonel Fernández y el candidato del PRO, el fallecido José Francisco Peña Gómez, realizaron campañas en Nueva York y en Providence para buscar apoyo político y participar en la re-caudación de fondos. Graham (1997) calcula que entre 10 y 15 por ciento de los fondos para las campañas de estos partidos provie-nen de Estados Unidos. Nuestros informantes no suministran un porcentaje específico, pero insisten en que la comunidad dominica-na en Estados Unidos es una importante fuente de recursos.

Los políticos dominicanos afirman que los emigrantes domi-nicanos influyen sobre las decisiones electorales de los dominicanos en la isla. Un prominente político que nos concedió una entrevis-ta manifestó que esto se debe a que mucha gente en la República Dominicana cree que los dominicanos residentes en Estados Unidos están mejor informados que ellos. De acuerdo con esta informa-ción, cuando un dominicano que reside en Estados Unidos regre-sa a su país, dispone de dinero para invitar a la gente a comer ya. beber, y cuando expresa sus opiniones políticas, éstas tienen mucho peso. Este mismo político agrega que el hecho de que muchas per-sonas en el país dependan de las remesas también da mucho peso a las opiniones políticas de los emigrantes. Esta influencia políti-ca, real o supuesta, amplía el campo transnacional de la compe-tencia política. Los partidos compiten por fondos y apoyo tanto en Nueva York y en Nueva Inglaterra como en Santo Domingo y

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Santiago. Esta competencia podría ciertamente incrementarse si el debate actual sobre el derecho al voto para los dominicanos en el exterior conduce a un favorable cambio constitucional.

La presencia de la comunidad dominicana en el poder legisla-tivo de la República Dominicana es quizás el ejemplo más claro de transnacionalismo político estrecho. El PLD decidió incluir un miembro de su comité de Nueva York en la lista de candidatos al Congreso por primera vez en las elecciones de 1996. Este candi-dato, sin embargo, tuvo que ser incluido en la lista de candidatos por Santiago, su ciudad natal, ya que no hay ningún mecanismo ins-titucional para elegir representantes en el extranjero. Este miembro del Congreso nos comentó que espera que esta representación se incremente en el futuro y que cuando se produzca este aumento será más fácil impulsar la solución de las necesidades de la comu-nidad dominicana.

Además, el actual presidente, Leonel Fernández, se crió en la ciudad de Nueva York y tiene estrechas relaciones con la sección del PLD en esa ciudad. Después de su victoria, muchos miembros del PLD en Estados Unidos han sido recompensados con posiciones en la administración pública en la República Dominicana. Tam-bién por primera vez, el cónsul de la ciudad de Nueva York y sus principales asistentes son miembros de la comunidad dominica-na en Nueva York, en lugar de personas enviadas desde la Repú-blica Dominicana. Nuestras entrevistas y observaciones revelan que el consulado dominicano en Nueva York actualmente es más receptivo a las necesidades de la comunidad que en el pasado y su administración es mucho más transparente. Todo esto ha incre-mentado la participación y el peso de los emigrantes en la polí-tica dominicana y en la administración pública.

Estos casos de transnacionalidad estrecha se basan en un alto nivel de institucionalización y en una constante participación en actividades transnacionales. Algunas veces, esto implica un movi-miento constante entre los dos países, pero éste no es siempre el caso. Por ejemplo, los emigrantes pueden ser miembros de un partido político, dedicar una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero en estas actividades y no viajar con regularidad a la

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República Dominicana. Aun en este caso, ellos participan en actividades transnacionales.

El transnacionalismo político amplio

Una de las expresiones más elocuentes del transnacionalismo político amplio es el interés de los emigrantes en las contiendas electorales. Durante las elecciones, los dominicanos, que de otra manera no participarían en la escena política dominicana, se con-vierten en apasionados partidarios u opositores de ciertos candida-tos. Las esquinas de la avenida San Nicolás y las de Broadway, en el alto Manhattan, son escenarios de acaloradas discusiones po-líticas y de caravanas de carros organizadas por los diferentes parti-dos políticos que forman tapones en las principales calles de los barrios dominicanos en esta ciudad.

Sin embargo, el campo político transnacional amplio de los dominicanos es más rico e interesante que la participación polí-tica ocasional. En 1994, el Estado dominicano concedió el derecho a la doble nacionalidad a los dominicanos en el extranjero y con este acto, extendió la envergadura del campo político transnacional dominicano. Este acto fue, en parte, resultado de las presiones de los dominicanos en Estados Unidos, que no se habían decidido a naturalizarse porque esto implicaba perder la nacionalidad do-minicana. Pero la decisión de extender la doble ciudadanía fue también resultado de la decisión de los políticos dominicanos conscientes de la dependencia del país, del bienestar de los domi-nicanos en el exterior y de su capacidad de enviar remesas. Esta naturalización condujo a los partidos políticos a impulsar a los do-minicanos a naturalizarse ya participar en los procesos políticos . en Estados Unidos.

En los últimos años, un gran número de dominicanos se ha naturalizado y la participación política de éstos en la política esta-dounidense se ha incrementado de hecho. A pesar de la reacción de la actual política antiinmigración del gobierno de Estados Unidos, el reconocimiento de la doble ciudadanía por parte del gobierno dominicano ciertamente ha beneficiado a esta comuni-

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CARTOGRAFíA DEL TRANSNACIONALISMO DOMINICANO 179

dad. Este incremento en la participación ha producido sus resul-tados. En 1992, fue elegido el primer regidor dominicano de la ciudad de Nueva York y en 1996 Adriano Medina fue el primer dominicano elegido como representante del estado. En Providen-ce, un candidato dominicano perdió las elecciones a la sindicatu-ra por sólo once votos. Los partidos dominicanos como tales no

.han tomado parte en estas elecciones, pero muchos de sus miem-bros han participado activamente en los esfuerzos por incrementar la participación política de los dominicanos en Estados Unidos.

Si el Estado dominicano otorga finalmente el derecho al voto a los dominicanos en el exterior, el campo político transna-cional podría expandirse aún más. Según nuestros informantes, los términos actuales del debate excluyen la posibilidad de votar en las presidenciales, ya que los políticos dominicanos no quie-ren que las elecciones presidenciales se decidan en el extranjero. Actualmente está en discusión la creación de la representación formal de los emigrantes, con el establecimiento de un tipo de dis-tritos electorales de ultramar, que le permitirían a los dominica-nos en el exterior votar por sus representantes en el Congreso dominicano. Si se acepta esta idea, esto podría plantear un gran nú-mero de preguntas interesantes. ¿Cuántos representantes tendrían los dominicanos en el extranjero? ¿Cómo se establecerá la divi-sión geográfica en ultramar? ¿Nueva York representará a Nueva Inglaterra o cada región de Estados Unidos tendrá sus propios representantes? ¿Qué se hará con la expansión de la diáspora dominicana fuera de Estados Unidos, en países como España, Italia y Venezuela?

EL TRANSNACIONALISMO CÍVICO-SOCIAL

El transnacionalismo civico-social estrecho

Muchas actividades transnacion,!-les, que emanan de la base, o institucionales, que no son solamente económicas o políticas, se incluyen en esta categoría. La forma más común de organización es la asociación de la ciudad de origen. Ésta es una asociación crea-

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da por gente de ciertas ciudades y regiones que se unen para ayudar a sus ciudades o comunidades. Hay muchas organizacio-nes de este tipo en la ciudad de Nueva York, pero son menos frecuentes en Providence, aunque ha habido algunas en el pasado. La razón más común sobre la ausencia de este tipo de organización es la falta de una población crítica en cada lugar particular.

De igual manera en la República Dominicana hay varias orga-nizaciones de personas que han vivido en el extranjero (por ejem-plo, la Fundación por la Defensa de los Dominicanos que Viven en el Exterior). Además de funcionar como espacios de socialización, tienen una misión que abarca el mejoramiento de la imagen local de los dominicanos que viven en el extranjero (en particular, com-batir la imagen que asocia a los dominicanos en el exterior con el comercio de la droga y con la prostitución) y la tarea de asistir a los emigrantes que regresan al país, particularmente a aquellos que quieren invertir en la República Dominicana. Esto es, los objetivos van desde la cultura hasta la economía. En resumen, estas orga-nizaciones buscan satisfacer las necesidades específicas de los dominicanos que regresan al país, ya transformados por su experien-cia en el extranjero.

Una iniciativa similar de institución transnacional es el pro-grama de grado en educación bilingüe. Este programa, organizado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo en las ciudades de Nueva York y Providence, está destinado a la población lati-noamericana y conduce a un grado de maestría. Los profesores dominicanos van a Estados Unidos y enseñan por dos o tres me-ses; de igual manera, los estudiantes que siguen este programa toman clases durante un cierto periodo en el campus de la UASO, en Santo Domingo. Este diploma es reconocido en Estados Unidos · y facilita la entrada al ámbito de la educación. Este programa se ha estado desarrollando en la ciudad de Nueva York por varios años; está abierto a toda la población latinoamericana y tiene mucha demanda. Funciona también en la ciudad de Providence y genera muy buenas expectativas.

Como en el caso de la transnacionalidad política estrecha, la transnacionalidad cívico-social estrecha se basa en instituciones,

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CARTOGRAFÍA DEL TRANSNACIONALlSMO DOMINICANO ISI

la fundación de asociaciones y organizaciones y en la participa-ción constante en problemas que conciernen a los dos países. El movimiento continuo entre los dos lugares es menos común.

Transnacionalismo cívico-social amplio

.Como transnacionalismo cívico amplio se encuentran un gran número de iniciativas comunitarias en diversas áreas. En ambas ciudades estadounidenses, hay un gran numero de ligas de deporte dominicanas que incluyen beis bol, baloncesto, boliche y dominó. Estas ligas con frecuencia organizan viajes a la República Domini-cana donde juegan con equipos de diferentes ciudades, dependiendo de las relaciones de los organizadores.

Los grupos religiosos dominicanos son también conocidos por nuestros informantes en ambos países como organizadores de co-lectas de fondos para la realización de proyectos particulares, tales como iglesias y escuelas en la República Dominicana. Esto es muy importante porque muestra que el cuadro de referencia para mu-chas actividades excede las fronteras del país. Por ejemplo, las ligas de beisbol dominicanas en la República Dominicana y en Estados Unidos siempre están organizando torneos contra otras ligas y equi-pos. Algunas veces estas ligas o equipos pertenecen a barrios de ciudades, como un equipo de Sabana Iglesias que juega en Santia-go o un equipo de Providence que juega en Nueva York. También se organizan torneos contra equipos de otros países.

Sin embargo, hay dos tipos de problemas con estos intercam-bios transnacionales. El primero es que el viaje de Santiago a Nueva York es muy costoso. Este problema se resuelve con la organiza-ción de actividades de recaudación de fondos, tales como rifas y bailes. El segundo problema es que todavía existen las fronteras políticas y los oficiales de inmigración. Este problema es muy complicado de tratar. Los dominicanos están entre los grupos más numerosos en Estados Unidos; por consiguiente, obtener una visa para Estados Unidos se ha vuelto muy difícil en los últimos años. Uno de nuestros informantes en Nueva York, que organizó un

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torneo de baloncesto con un equipo de jóvenes de su ciudad, nos contó que para obtener las visas de los miembros del equipo tuvo que firnlar una garantía de que ellos tenían que retornar al país. Él logró respetar ese compromiso y ahora tiene la credibilidad para llevar más equipos. Sin embargo, si alguno de los miembros del equipo se hubiera quedado en Estados Unidos, esto lo hubiera descalificado para llevar otros grupos.

EL TRANSNACIONALISMO CULTURAL

Transnacionalismo cultural estrecho

El transnacionalismo cultural se refiere a diversas prácticas e instituciones que toman parte en la formación de significacio-nes, identidades y valores. Éstos son los procesos que definen el cambio del discurso sobre lo que es ser "dominicano" en la Repú-blica Dominicana y en el extranjero. Las experiencias de los do-minicanos en Estados Unidos están redefiniendo la identidad cultural y las prácticas de los dominicanos en general. Así, el asun-to es determinar la amplitud y la manera en que estos cambios se están operando. Es un rico campo de investigación que actualmen-te está recibiendo la atención de varios investigadores (Duany, 1994; Levitt, 1997; Weyland, 1997).

Como parte de los elementos institucionales que mantienen los intercambios culturales entre los dominicanos se encuentran los medios de comunicación. La tecnología de la comunicación exis-tente permite el constante VÍnculo de los dominicanos del país con los del exterior. El Nacional, uno de los más importantes tabloides, . tiene una edición diaria en Nueva York y puede encontrarse en las diferentes bodegas. El Siglo, periódico matutino, se imprime diariamente en Miami, aunque con una distribución más limitada que El Nacional.

Las personas que tienen servicio de Internet pueden leer diariamente El Listín, el más viejo y prestigioso de los periódicos dominicanos (que sólo se vende en las bodegas). De igual manera,

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el cable y la radio dan acceso a los programas populares domini-canos y a las noticias. El acceso a los medios de comunicación dominicanos permite a Jos dominicanos de la costa este de Estados Unidos mantenerse informados y en contacto permanente con lo que pasa en la República Dominicana. A su vez, este contacto ininterrumpido contribuye al fortalecimiento de la identidad domi-

. nicana, así como al sentimiento de formar parte de la imaginada comunidad nacional.

Una importante institución involucrada en la reelaboración del discurso cultural es el Centro de Estudios Dominicanos en CUNY'S City College, que fue organizado por estudiosos dominica-nos que se criaron y fueron educados en universidades estadouni-denses. Este centro persigue articular la voz de los dominicanos de la diáspora, alejándolos de los objetivos de otros discursos y ayu-dándolos a ser sujetos con su propia voz. Al mismo tiempo, este centro se ha convertido en una referencia para los intelectuales dominicanos, que por razones de investigaciones necesitan aloja-miento en Nueva York. Actualmente, el centro ha sido recompen-sado con un premio de la Fundación Rockefeller para enviar es-tudiosos dominicanos a realizar investigaciones con el tema "La voz silenciosa en la historia dominicana". Este centro también ha entrado en un diálogo sobre la definición de la identidad domini-cana y solicita la contribución de los historiadores dominicanos que están en capacidad de alterar el discurso intelectual sobre estos problemas, en particular, el discurso dominicano sobre la raza (Torres-Saillan, 1998).

En este caso, lo que caracteriza el transnacionalismo cultural estrecho es la institucionalización y la constante participación en la producción cultural en la República Dominicana y entre la diáspora. El centro está localizado en Nueva York y como institu-ción está geográficamente limitada a esta ciudad. Los académicos, por otra parte, se mueven dentro de un espacio transnacional y el centro se ha convertido en un lugar de referencia para los acadé-micos dominicanos. En ese sentido, las investigaciones académi-cas, el trabajo intelectual y la producción cultural circulan en un espacio transnacional.

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Transnacionalismo cultural amplio

Un elemento central en la formación de la identidad dominicana es la música (Duany, 1994). Muchos de nuestros informantes en Estados Unidos señalan que escuchar y bailar merengue es uno de los principales componentes de la identidad dominicana en el extranjero. Ellos aseguran que la segunda generación de dominica-nos, que no ha estado mucho tiempo en la República Domini-cana y que por tanto no necesariamente habla español de manera fluida, todavía baila merengue. Bailar merengue es un elemento central en la definición de la identidad dominicana, que diferencia a estos jóvenes de otros, como los puertorriqueños y los afroame-ricanos.

Sin embargo, la influencia de la cultura musical es compleja. La ciudad de Nueva York es un lugar de constante innovación mu-sical y los músicos dominicanos en esta ciudad han incorporado muchos elementos de hip-hop en su música y en su fusión de ritmos. Muchos músicos jóvenes dominicanos en Nueva York están tocando un nuevo género de música llamado "merenhouse", que mezcla los ritmos tradicionales del merengue con los del hip-hop. Este tipo de música y los músicos que la tocan actualmente son los más populares entre los adolescentes dominicanos tanto en Es-tados Unidos como en la República Dominicana. La popularidad de esta música y de los videoclips que la acompañan tiene tam-bién un efecto sobre el tipo de personas que la acogen. El estilo neoyorkino de vestir, como los pantalones baggy, las camisetas de baloncesto y cierto tipo de corte de cabello se han difundido en las calles de la República Dominicana.

Parte de la primera generación y, desde luego, la segunda ge-neración se han acostumbrado, en cierta manera, al estilo de vida . estadounidense. La estudiante que citamos al principio de este capí-tulo argumentó que pasa mucho tiempo explicando a sus amigos en la República Dominicana que se va a graduar con una especia-lización en estudios femeninos, algo totalmente desconocido para ellos. Esta joven agregó que no acepta la manera como los hombres se relacionan allí con las mujeres. Esto, sin embargo, no niega su identidad dominicana, pero sí plantea el problema de si la trans-

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nacionalidad está cambiando las relaciones de género entre los dominicanos y cómo ocurre esto. Éste es un problema importan-te que requiere ser estudiado.

Esta creciente afirmación de los dominicanos en el extranje-ro y su presencia cada vez mayor en la economía y la política dominicana están cambiando la manera como lo perciben los do-minicanos de la isla. La imagen más socorrida es la de los "domi-nicanyork", es decir, los emigrantes que regresan al país mostran-do sus nuevos bienes, que para muchos no han sido obtenidos legalmente. No obstante, esta imagen está cambiando lentamen-te. Uno de los tres principales periódicos del país, el Hoy, ha esta-do preocupándose por este problema de imagen. El año pasado este periódico publicó una serie de 38 artículos sobre los domini-canos en la ciudad de Nueva York, cada uno de los cuales rese-ñaba el caso de un dominicano destacado. Se incluían casos de dominicanos de la segunda generación que también son recono-cidos como miembros destacados de la comunidad, casos de per-sonas que han alcanzado el éxito por medio de su esfuerzo en el trabajo y de su capacidad de realización.

Está ocurriendo un fenómeno similar en el campo de la litera-tura. Los escritores dominicanos en Estados Unidos están adqui-riendo cada vez mayor reconocimiento transnacional. Estos autores mezclan sus experiencias dominicanas y estadounidenses en sus escritos. Julia Álvarez (1991, 1994) escribió acerca de cómo las her-manas García perdieron su acento, pero también sobre las herma-nas Mirabal, las heroínas que combatieron contra la tiranía de Rafael Trujillo. Otro autor, J unot Díaz (1996), escribió sobre la experiencia de criarse en ambos países. Estos autores son muy leídos y reconocidos tanto en Estados Unidos como en la Repú-blica Dominicana.

Un político dominicano expresó el creciente reconocimiento de la comunidad transnacional diciendo que ésta es la época de las dos Repúblicas Dominicanas, una en la isla y otra en el extranje-ro.2 Según nuestro punto de vista, ésta es la era de la nación extra-

2 Esta idea fue propuesta por José Ovalle Polanco en una alocución durante la celebra-ción del día de la independencia dominicana en la ciudad de Providence.

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territorial. Desconocer las fronteras políticas, culturales y econó-micas de la nación da nacimiento a la comunidad transnacional.

El campo de la transnacionalidad cultural amplia es extenso pero no ilimitado. Abarca las prácticas culturales que se refieren a la definición y los límites de lo que es ser dominicano. Creemos que la definición de las fronteras y el contenido de lo dominicano se convierten ciertamente en un fenómeno transnacional.

El regreso a la República Dominicana es todavía un sueño de muchos de los miembros de la primera generación de migrantes. Para muchos, ésta es la única manera de disfrutar el resultado de su arduo trabajo en Estados Unidos. Esto también permite a la persona adquirir un nuevo estatus social, el cual no puede disfru-tar en los Estados Unidos, debido a la discriminación. Sin embar-go, entre los dominicanos en Estados Unidos hay un creciente sentido de su legitimidad como dominicanos. Como indicó uno de nuestros informantes: "nosotros no necesitamos regresar al país, porque tenemos a la República Dominicana en Washington Heights". Al mismo tiempo, muchos aspectos de la cultura domi-nicana en la República Dominicana están siendo modelados por la experiencia de los dominicanos en Estados Unidos.

LA DINÁMICA DEL TRANSNACIONALISMO

EN ESTE capítulo presentamos un análisis de la estructura del trans-nacionalismo dominicano. Creemos conveniente distinguir entre prácticas transnacionales en sentido amplio y en sentido estrecho. La suma de estas prácticas constituye el campo social transnacional. Sin embargo, hay una pregunta que tiene que ver con la dinámica de este campo transnacional. ¿Cómo se formó este campo? ¿Tiene este campo un elemento central? Muchos estudiosos vinculan la aparición del transnacionalismo a la globalización del capital que caracteriza la presente fase del capitalismo mundial. Aceptamos este argumento general, pero no nos dice mucho sobre el proceso de formación de las comunidades transnacionales particulares.3

3 El trabajo de David Kyle (1994) es un ejemplo del tipo de análisis que se necesita en este caso.

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¿En qué momento de la historia de la migración dominicana po-demos comenzar a hablar acerca de la transnacionalidad domi-nicana?

En nuestra revisión de la literatura sobre la migración domi-nicana, notamos que el estudio de la transnacionalidad comienza en los años noventa. Ciertamente, los dominicanos empezaron

. a enviar remesas mucho antes. No obstante, sólo a partir de la pro-funda crisis económica que vivió el país durante los años ochenta se establece la migración de masas y las remesas se convierten en un elemento central de la economía del país. Los partidos políti-cos dominicanos en Estados Unidos existen desde hace ya varias décadas, pero sólo desde los años noventa, la comunidad domini-cana en el extranjero se convierte en un elemento central de la vida política de la isla. Hay muchas razones que explican esta ascen-dencia de los dominicanos en el extranjero. El gran número y la capacidad económica de los dominicanos en el exterior incremen-ta su importancia, en términos de recaudación de fondos y de apo-yo político. Los dominicanos en el extranjero también tomaron conciencia de su importancia económica y política en la vida de la República Dominicana y comenzaron a pedir su reconocimiento. Finalmente, la década de los noventa fue testigo de una verdade-ra competencia política en la República Dominicana que estimuló la búsqueda de apoyo en el extranjero.

Las empresas transnacionales en sentido estrecho también pueden considerarse como el producto del crecimiento de la comu-nidad dominicana en el extranjero. Es necesario un cierto grado de acumulación de capital antes de que la persona realice inver-siones en su país de origen. A principio de los años noventa, cuan-do Portes y Guarnizo (1991) llevaron a cabo su estudio, encontra-ron un gran número de compañías transnacionales. Nosotros no sabemos cuándo comenzó el comercio transnacional informal a realizar sus negocios en forma habitual, pero dado que este tipo de comercio errante no es nuevo en el Caribe, al parecer, en el actual contexto, el comercio transnacional y las empresas son cada vez más importantes para el bienestar económico de los dominicanos dentro y fuera del país.

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Algunos de los elementos que constituyen la transnacionali-dad dominicana estuvieron presentes desde el comienzo de la migración dominicana hacia Estados Unidos. Sin embargo, sólo en algún momento durante los ochenta, la comunidad dominica-na en el extranjero ganó un peso económico y político en la vida de la isla que nos permite hablar de transnacionalidad económi-ca. En su momento, el lento reconocimiento de este peso por los dominicanos del interior implicó la extensión de la doble nacio-nalidad y cambió la percepción que se tenía de los emigrantes. La consecuencia de esto es la extensión de la frontera imaginaria de los dominicanos .

CONCLUSIÓN

SUGERIMOS que la mejor forma de comprender la estructura del campo transnacional dominicano es deteniéndose a analizar las prácticas transnacionales en sentido amplio y estrecho. Sin embar-go, es importante remarcar que estas prácticas amplias y estre-chas son diferencias de grado más que de categorías. Una persona puede participar en una práctica transnacional estrecha en un campo y en prácticas de tipo amplio en otro campo, o bien en prác-ticas amplias y estrechas en el mismo campo en diferentes perio-dos. El punto más importante es que un gran número de domini-canos, dentro y fuera del país, toma parte en una u otra de estas prácticas.

¿Acaso hay un elemento central en este campo transnacional, un elemento sin el cual las fronteras de la nación vendrían a ser como las fronteras del país? Pensamos que no, al menos no antes de que la República Dominicana pueda generar trabajo suficiente a su población y una parte de ella dependa de las remesas de los emigrantes, y de que el sistema simbólico de la estratificación racial en Estados Unidos cese de excluir a los inmigrantes. Las remesas y el apoyo político probablemente fueron los motores iniciales en la construcción del transnacionalismo, pero la construcción cul-tural de una nación transnacional y una economía de negocios transnacionales finalmente se han establecido. Nosotros no sabe-

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mos si esta situación se prolongará o no. Lo cierto es que en la actualidad la relevancia cultural, económica y política del campo social de los dominicanos se ha vuelto transnacional.

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CAPÍTULO 5

NINA GUCK SCHILLER

GEORGES E. FOURON

Los terrenos de la sangre y la nación: 10s campos sociales transnacionales haitianos

E N OCASIÓN de una entrevista que concedió en 1996, Helen formuló un vehemente llamado a la diáspora haitiana a

nombre de los que viven en Haití. Tomó valientemente nuestra grabadora en sus propias manos y dijo:

A los que estén escuchando mi voz, les pido que se concen-tren y recuerden el país que dejaron atrás. No son ustedes los que deben unirse a otras naciones para destruir a sus her-manos y hermanas, para combatirlos, matarlos, humillarlos y hacer las cosas que a ellos no les agradan. Mi hermano, mira al que está caído, al que nada tiene, aYÚdalo. Ayuda como puedas al que está enfermo. Saca de tu vida todas las ideas y cosas malas. Cambia tu corazón y entonces el país en-contrará una solución.

Con diecinueve años de edad y viviendo en un hogar vincu-lado a Estados Unidos por medio de un flujo de remesas, Helen es parte de la población siempre creciente de Haití que está co-nectada por medio de lazos familiares a personas que emigraron y se establecieron en el extranjero. Sin embargo, su grito de ape-lación tiene como base un gran sentido humanitario. Observen que Helen considera a los que "dejaron atrás" en el "país" como "hermanos y hermanas" y define como una familia o una nación a quienes viven en el extranjero, los cuales continúan teniendo obligaciones con los que "dejaron atrás".

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194 NINA C U CK SCHILLER y C EORCES E. FOURON

De hecho, los lazos de obligación familiar estructuran con frecuencia las vidas de los inmigrantes haitianos en Estados Unidos y forman parte de un conjunto más amplio de experiencias inmi-grantes que une los nexos familiares con Haití como tierra de origen y nación. Imagínense a Yvette, con cincuenta años de edad, delga-da, canosa, planificando su segundo viaje de regreso a Haití desde que salió de su hogar hace trece años . Las constantes demandas de la amplia cadena de parientes y amigos que dejó atrás han sig-nificado que Yvette en raras ocasiones cuente con el dinero sufi-ciente para visitar Haití. Sin embargo, en Haití dentro de poco va a ocurrir un acontecimiento que Yvette no quiere perderse: el nacimiento del segundo hijo de una sobrina. Sin hijos y dedicada toda su vida a mantener a otros parientes en vez de casarse y tener hijos propios, Yvette fue quien pagó la escuela de su sobrina Ma-deline y luego, cuando ésta se casó, le celebró una boda muy elaborada.

Mientras esperaba el nacimiento del niño, fruto en gran parte de su trabajo, Yvette preparó una gran canastilla. El bebé tendría todo lo que un niño necesita según los conceptos vigentes al respecto en Queens, Nueva York. Las franelas y los mamelucos estaban listos, al igual que el canasto para el recién nacido, las fra-zadas, las sábanas, los juegos de cuna y los peluches. La llamada fmalmente llegó, pero la noticia no era la esperada. Durante el alum-bramiento, Madeline había fallecido junto con el bebé. La ayu-da de Yvette era necesaria, no para festejar un nacimiento, sino para hacerse cargo de un funeral doble. Yvette llegó, y junto con su hermano William que vive en Bastan, organizó, atendió y pagó por el doble funeral.

Sin embargo, el hecho de que Yvette esté inmersa en una· amplia red familiar transnacional que une varias localidades en Haití, Nueva York y Montreal en un solo espacio social proporcio-na, algunas veces, mucha alegría a Yvette. Un año después del funeral, se encontraba sentada en Washington, D.C., con dieci-nueve parientes y amigos de la familia, algunos de los cuales ha-bían viajado desde Haití y Canadá para ver a Sandra, la hija de la prima de Yvette, graduarse de abogada. En el momento en que

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LOS TERRENOS DE LA SANGRE Y LA NACIÓN 195

Sandra recibió su diploma, Yvette, que estaba sentada aliado de Nina y que por lo general es muy propia y algo tímida con extra-ños, brincó y gritó "iHaití!, iHaití!", para sorpresa de ella misma. La victoria de Sandra, al conseguir un título de la escuela de dere-cho de una prestigiosa universidad de Estados Unidos, es la de Yvette. Es también la de Haití, que ahora existe dondequiera que

. se hayan establecido haitianos. Los continuos lazos familiares de Yvette la involucran con Haití, de modo tal, que las estrate-gias individuales y las decisiones cotidianas se conectan con las amplias fuerzas políticas que están redefIniendo la teoría y las prác-ticas del Estado-nación.

La forma en que Helen se dirigió a los inmigrantes haitianos en el extranjero y la invocación que hizo Yvette de Haití en la graduación de Sandra incluyen a quienes se encuentran en Haití ya las personas de descendencia haitiana que están en los Esta-dos Unidos en un proyecto político transnacional común que concibe a Haití como una nación transnacional. Haití se está con-virtiendo en uno de los países emisores de emigrantes que están redefiniéndose, de forma tal, que tanto la nación como el Esta-do sean percibidos como transnacionales, con una extensión más allá de las fronteras territoriales del país. Un creciente número de países, incluyendo Colombia, México, Brasil, República Do-minicana, Filipinas, Portugal y Grecia, han estado redefmiendo sus relaciones con las poblaciones emigrantes y sus descendientes de manera que confieren participación continua de los emigrantes y sus descendientes que se establecieron permanentemente en otros lugares, hayan o no adquirido la ciudadanía de otros países (Feldman-Bianco, 1992; Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994; Santos, 1996; Grahm, 1996; Sánchez, 1997; Smith, 1997; Guarnizo, 1998; Margolis, 1998, en proceso). Al hacer esto, los gobiernos de dichos estados emisores de emigrantes y sus pobla-ciones reubicadas, están desafiando la opinión generalizada de que la población de un Estado reside dentro de sus límites terri-toriales y que un Estado representa la población de una nación que comparte idioma, cultura, identidad nacional así como resi-dencia dentro de un territorio común (Hobsbawm, 1992). También

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196 NINA CUCK SCHILLER y CEORCES E. FOURON

están demostrando que tras la globalización, los estados no es-tán languideciendo. Por el contrario, están reformando no sólo sus prácticas institucionales, sino también sus ideologías naciona-les, para adaptarse al rápido movimiento de capital, personas e ideas que acompaña la reestructuración de las relaciones capitalis-tas globales (Camileri y Falk, 19.92; Sassen, 1996; Panitch, 1997).

Mientras se realizan nuevas investigaciones sobre prácticas e ideologías recién surgidas del Estado-nación transnacional y sus relaciones con las poblaciones inmigrantes de Estados Uni-dos, se está llevando a cabo un estudio mucho más sistemático (Feldman-Bianco, 1992; Grahm, 1996; Guarnizo y Smith, 1998; Smith, 1998). La futura agenda de investigación incluye:

l. comparaciones históricas de los esfuerzos anteriores del Estado-nación para ampliar sus dominios más allá de las fronteras territoriales; 2. comparación sistemática de los proyectos para edificar el Estado-nación transnacional, y 3. análisis del grado en que estos proyectos políticos contem-poráneos reflejan las necesidades y aspiraciones de varios sectores de la población del Estado emisory de los emigrantes establecidos. 1

En este capítulo analizamos las formas en las cuales indivi-duos como Yvette y Helen comienzan a identificarse con una tierra nativa transnacional y con los proyectos políticos de los funciona-rios gubernamentales y los políticos. Aunque nuestras indagacio-nes se concentran en Haití y las particularidades históricas de la experiencia haitiana, entendemos que las preguntas formuladas· y los análisis presentados pueden ser aplicados de manera eficaz al estudio de la construcción global del Estado-nación transnacio-

I Para la discusión sobre los campos sociales transnacionales de pasadas generaciones de inmigrantes a Estados Unidos véanse Glick Schiller, 1997, 1998 Y las narraciones de revisionistas tales como Bodnar, 1985; Cinel, 1982, 1991; Morawska, 1987, 1989, 1997; Chun, 1990; Portes y Rumbaut, 1996, y Wyman, 1993. Para la discusión sobre los diferentes intereses de la migración transnacional y la construcción del Estado·nación transnacional, véanse Glick Schiller, Basch y Szanton Blanc, 1995, y Mahler, 1998.

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LOS TERRENOS DE LA SANGRE Y LA NACIÓN 197

nal. Analizamos cómo las inquietudes individuales de personas como Yvette y Helen se van conectando con las políticas estata-les y la retórica nacionalista que llega a través de las fronteras nacionales. ¿Por qué Yvette, inmersa en su trabajo, su iglesia y su familia de Nueva York, se identifica con Haití? Y ¿por qué ella identifica los triunfos de su familia con Haití? ¿Qué nos dice todo esto sobre la incorporación del inmigrante en las sociedades emisoras y receptoras? Y ¿cómo, por qué, y a qué nivel, personas como Helen, que han vivido toda su vida en Haití, aprenden a verse a sí mismas ligadas a personas de origen haitiano estable-cidas en el extranjero, aun cuando éstas se conviertan en ciudada-nos de otros países o hayan nacido en ellos? ¿Qué tan extendida es la noción de Helen de que estas personas son su familia y su nación? mxiste alguna diferencia en la aceptación del concepto de Haití corno nación transnacional entre los que se encuentran inmersos en las cadenas transnacionales actuales y los que no tienen esos vínculos personales? Al responder estas preguntas podemos ver también las relaciones entre el Estado y la nación de Haití, aunque nos reservamos para una fecha futura el análisis en profundidad de este tema. 2

Nuestro propósito es tanto describir como analizar. Nos preocupan los aspectos de los proyectos políticos transnaciona-les que están surgiendo, no sólo entre los haitianos, sino también entre una parte significativa de otras poblaciones de inmigrantes, así como entre los líderes políticos o funcionarios gubernamen-tales de muchos estados emisores de emigrantes. Se están elabo-rando políticas transnacionales sobre un concepto de identidad nacional arraigado en conceptos de la sangre y la descendencia. Estos conceptos fomentan el racismo y el chauvinismo nacional al

2 La palabra Estado indica un sistema soberano de gobierno dentro de un territorio particular. En contraste, la palabra nación evoca el sentir del pueblo, de una identificación históricamente construida de una población particular que ha llegado a utilizar marcas comu-nes de idioma, cultura o historia para distinguirse de otros grupos nacionales. Hablar de un Estado-nación implica que las personas se identifican tanto con su Estado como con su nación. Los gobiernos en el siglo xx han buscado generalmente legitimidad como los repre-sentantes de la nación , pero la construcción Estado-nación en todas partes está en proceso (Gellner, 1983; Connor, 1990). Cuando hablamos de Haití como un Estado-nación nos estamos refiriendo al gobierno retórico y no a un concepto ampliamente aceptado.

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revitalizar y popularizar los vínculos entre los conceptos de raza y nación que excluyen del acceso a la ciudadanía, los derechos y el territorio a aquellos definidos como racialmente diferentes. Ade-más, en el proyecto transnacional de estados como Haití, los esfuerzos por construir un Estado-nación transnacional y retratar a los haitianos que se encuentran en el extranjero como la espe-ranza de la nación, desvían la atención de las continuas crisis económicas y políticas de Haití.

Los CAMPOS SOCIALES TRANSNACIONALES: DEFINICIONES y DATOS

UN CRECIENTE número de expertos ha estado documentando la migración transnacional.3 El estudio de la migración transnacional es parte de la tendencia a analizar los procesos transnacionales y la globalización. 4 En vista de que estos términos se usan de manera amplia, pero imprecisa, es importante especificar cómo los estamos utilizando. Para nosotros, el término globalización se aplica mejor a los rápidos y desregulados flujos contemporáneos de capital que reestructuran los patrones de inversión, produc-ción, despliegue laboral y consumo (Mittleman, 1997, pp. 230-231). En el curso de esta reestructuración económica se están movilizando rápidamente por todo el mundo ideas, tecnologías, bienes y servicios de todo tipo. Estos flujos, por su alcance e impacto, pueden ser considerados "globales". En contraste, cier-tos movimientos de personas, ideas y objetos pueden ser mejor definidos como transnacionales en vez de globales (Glick Schiller, 1997; Mato, 1997). Los procesos transnacionales contemporá-neos reflejan globalización, pero tienen un alcance más limitado.

3Algunos de estos estudios incluyen: Rouse, 1989, 1991 , 1992; Charles, 1990a; 1992; Glick Schiller y Fouron, 1990; Nagengast y Kearney, 1990, Kearney, 1991 , Boruchoff, 1992; Glick Schiller, Basch y Szanton Blanc, 1992; Ong, 1993; Lessinger, 1995; Goldring, 1996; Noninni y Ong, 1996; Pessar, 1996; Guarnizo, 1996, 1998; Mahler, 1996; Lewi tt, 1998; Margolis, 1998; Smith y Guarnizo, 1998.

4 Los procesos culturales transnacionales están siendo estudiados por varios expertos. Véanse, por ejemplo, Appadurai, 1990, 1993, 1996; Featherstone, 1990; Hannerz, 1992; Can· clini, 1995; Lavie y Swedenburg, 1996, y Yaeger, 1996. Para una evaluación del estudio de la migración transnacional para los trabajos sobre la migración, véase Portes, 1997.

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Los procesos transnacionales políticos, económicos, sociales y cul-turales:

l. se extienden más allá de las fronteras de un estado particu-lar, pero son definidos por las políticas y las prácticas institucio-nales de un grupo de estados particular y limitado, y 2. abarcan actores que no son estados.

La migración transnacional define un patrón migratorio en el cual las personas, aunque se movilizan a través de las fronteras internacionales, se establecen y forjan relaciones sociales en un nuevo estado, a la vez que mantienen vínculos sociales dentro del sistema de donde proceden. En la migración transnacional, las personas viven literalmente sus vidas a través de las fronteras inter-nacionales. Estas personas se identifican mejor como "transmi-grantes", es decir que emigran y todavía mantienen o establecen relaciones familiares, económicas, religiosas, políticas o sociales en el estado de procedencia, aunque forjan también dichas rela-ciones en el(los) nuevo(s) estado(s) donde se establecen (Glick Schiller, Basch y Szanton Blanc, 1992, p. 1). Estas personas vi-ven dentro de un "campo social transnacional" que incluye el estado de donde proceden y donde se establecen (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994). Un campo social puede definirse como un ilimitado terreno de cadenas egocéntricas entrelazadas. Éste es un término que tiene mayor alcance que el de red, que se aplica mejor a las cadenas de relaciones sociales específicas de cada persona (Barnes, 1954; Epstein, 1969; Mitchell, 1969; No-ble, 1973).

El concepto "campo social transnacional" nos permite un punto de entrada conceptual y metodológico para investigar más ampliamente los procesos sociales, económicos y políticos por medio de los cuales las poblaciones migrantes se incluyen en más de una sociedad y ante los cuales éstas reaccionan (Basch, Glick Schillery Szanton Blanc, 1994). En vista de que concentra nues-tra atención en la interacción humana y las situaciones de relación social personal, el concepto de campo social facilita un análisis de

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los procesos por los cuales los inmigrantes continúan siendo par-te de la vida diaria de su país de origen, incluyendo sus procesos políticos, mientras se convierten simultáneamente en parte de la fuerza laboral, contribuyen con las actividades locales, fungen como miembros de los consejos escolares y comunitarios y se invo-lucran en la política de Estados Unidos. Este proceso de incorpora-ción simultánea ha comenzado a ser estudiado por un creciente número de expertos en la migración internacional a Estados Uni-dos (Feldman-Bianco, 1992; Smith, 1994; Lessinger, 1995; Pessar, 1996; Guarnizo y Smith, 1998). Las relaciones sociales, que consti-tuyen la esencia de los campos sociales transnacionales incluyen las relaciones igualitarias, desiguales y de explotación que con fre-cuencia acompañan a los inmigrantes, a las personas nacidas en el país de origen que nunca emigraron ya las personas nacidas en el país de establecimiento con distintos antecedentes étnicos. Para analizar la composición de las redes que forman los campos socia-les transnacionales y his relaciones entre la composición de estos campos y la continuidad de las conexiones transnacionales, es necesario realizar algunas investigaciones comparativas.

Para los propósitos de este libro ponem?s especial interés en los transmigrantes y su interconexión con las personas de Haití y en Haití como gobierno. Nos concentramos en la formación de una identidad haitiana transnacional a través de la cual las perso-nas se consideran a sí mismas como parte de Haití, ya sea que se hayan incorporado a Estados Unidos o que vivan en territorio haitiano. Estas declaraciones de identidad adquieren forma de acciones y palabras que marcan un compromiso con la superviven-cia de cada día, la prosperidad, la independencia y la reputación de Haití. Al especificar los compromisos demostrables con Haití de-parte de las personas de origen haitiano que viven en el extranje-ro, destacamos nuestra preocupación más por los actos públicos que por los sentimientos privados. Dichos compromisos inclu-yen: dar seguimiento a los acontecimientos políticos de Haití a través de los medios de comunicación, defender a Haití en con-versaciones con compañeros de trabajo y amigos, participar en las actividades organizadas con el propósito de conseguir recursos

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para el desarrollo de Haití o en las campañas de los candidatos a cargos públicos de Haití. Estos compromisos difieren de la iden-tificación pública con una herencia cultural haitiana que se ha convertido en parte de una "América multicultural". Una forma de identificación multicultural que hemos llamado "étnica" ha sido fomentada por los líderes políticos y los educadores de Estados

. Unidos (Glick Schiller, 1975; Glick Schiller y Fouron, 1990) al retratar a los inmigrantes como con "raíces" en otras tierras pero ahora totalmente "estadounidenses". Dependiendo del contexto, promover una identidad haitiana pegando calcomanías, banderi-nes y botones a los automóviles, puede ser señal de formas de identificación diferentes ya veces superpuestas. Por ejemplo, mos-trar una bandera haitiana puede ser una indicación de orgullo étnico o una demostración del nacionalismo tradicional haitiano que concibe a Haití como atado territorialmente, o un emergente punto de vista transnacional de Haití.

Los datos para este ensayo provienen de una investigación que se está llevando a cabo actualmente acerca de la inmigración hai-tiana a Nueva York y las políticas relacionadas con la identidad haitiana que comenzó en 1969 y continuó a través de tres déca-das de observación participativa. Nuestro interés en las identidades y pertenencias de los inmigrantes, fue definido por el punto de vista de Georges como transmigrante haitiano de primera genera-ción y la perspectiva de Nina como nieta de un inmigrante ruso judío que mantuvo sus lazos familiares transnacionales durante casi sesenta años. Tomamos como base las encuestas y entrevistas en profundidad realizadas en Nueva York en 1985-1986 y 1996-1997, yen Haití en 1989, 1991, 1995 Y 1996. En Haití entrevistamos a personas de la capital, Puerto Príncipe, y de Aux Cayes, un impor-tante pueblo regional. En las últimas dos décadas, ambas locali-dades han experimentado grandes migraciones desde las áreas rurales.5 La mayoría de las citas y estadísticas utilizadas en este artículo se obtuvieron de 109 personas entrevistadas en 1996, utilizando una muestra bola de nieve en la que se incluían perso-

5 Aux Cayes es el pueblo de origen de Georges.

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nas con diferentes antecedentes de clase. El 32 por ciento de la muestra no había viajado, pero había recibido el apoyo de sus familiares que estaban en el extranjero o mantenían comunicación constante con ellos, 30 por ciento no había salido del país ni ha-bía recibido apoyo de sus familiares en el extranjero o mantenía comunicación con ellos y 33 por ciento había regresado después de vivir fuera y continuaba manteniendo algún tipo de relación con el extranjero. La muestra incluyó a 71 hombres y 38 muje-res con edades entre 14 y 78 años.

LAs IDENTIDADES HAlTIANAS DENTRO DE UN CAMPO SOCIAL TRANSNACIONAL

A PARTIR de los años sesenta, un significativo número de haitianos se ha establecido en Estados Unidos, Cánada, Francia y las Baha-mas. Alrededor de 1.5 millones de personas procedentes de Haití o de descendencia haitiana vive fuera del país, mientras que Haití cuenta con una población de aproximadamente 7'200,000 habitantes (Jean-Pierre, 1994, p. 56; Economist Intelligence Unit, 1997, p. 41). Sin embargo, el establecimiento en Estados Unidos ha sido en gran medida el más significativo, tanto numérica como políticamente.6 Desde 1959 hasta 1993, unos 302,458 haitianos ingresaron a Estados Unidos con visas de residencia permanente y 1,381,240 haitianos llegaron con visas de no inmigrantes, la mayoría de ellos con visas de turista (Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos, 1996). Hasta los años noven-ta, un gran número de los inmigrantes que llegaron con visa de turista pudo regularizar su situación y conseguir residencia perma-nente. Asimismo, entre 1971 y 1981, más de 60,000 haitianos llegaron al sur de la Florida en pequeñas embarcaciones de ma-dera y con el tiempo muchos de ellos consiguieron regularizar su residencia.

6 Aunque en nuestras entrevistas en Haití en 1996 preguntamos acerca de conexiones con los haitianos en el extranjero, la mayoría de nuestros informantes se refirieron a los haitianos establecidos en Estados Unidos, aunque sus cadenas personales se hubieran extendido a otros países.

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Los principales asentamientos de haitianos en Estados Unidos están ubicados en el sur de la Florida y el área metropolitana de Nueva York. El asentamiento inicial estuvo ubicado en la ciudad de Nueva York y 30 por ciento de los que llegaron legalmente en 1994 continuaron estableciéndose allí (Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos, 1996, p. 65).7 En 1990, 34 por

. ciento de la población trabajaba en ocupaciones de servicios, 21 por ciento como obreros fabriles, 21 por ciento como oficinistas y técnicos, 9 por ciento como profesionales, 5 por ciento como administradores y 3 por ciento como obreros rurales. Aunque el ingreso individual ha sido relativamente bajo, el ingreso familiar promedio llegó a 32,161 dólares en 1989, ya que la mayoría de los inmigrantes vive en hogares donde hay dos o más adultos que tra-bajan (Censo de Estados Unidos de 1990, pp. 235,299).8

Aunque los inmigrantes haitianos relacionan con frecuencia los inicios de su migración masiva a Estados Unidos con la llegada a Nueva York de los exiliados políticos de la clase alta haitiana que salieron cuando Franc;ois Duvalier llegó al poder en 1957, las estadísticas migratorias iniciadas en los años cincuenta documen-tan una migración de diferentes clases, de ambos sexos. La migra-ción se aceleró no sólo por la represión contra todos los disidentes políticos, sino también por los cambios económicos globales que estimularon primero la migración del campo a la ciudad y luego la migración internacional, en varios países alrededor del mun-do, incluyendo Haití. Ocupando la tercera parte occidental de la Española, casi 70 por ciento de los haitianos todavía vive en el campo, aunque la integración de Haití a la economía mundial significó que éste sea un país importador tanto de alimentos como de bienes manufacturados (Banco Mundial, 1996, p. 147; Gru-po de Datos del Desarrollo, 1996, p. 228).

7 Al sur de Miami, Florida, hay una gran concentración de haitianos ampliamente co-nocida como "pequeño Haití". En el área metropolitana de Nueva York, una región de tres estados que incluye panes de los estados de Connecticut, Nueva Jersey y Nueva York, el asen-tamiento haitiano de mayor densidad es en la ciudad de Nueva York. Existen grandes asentamientos de haitianos en Bastan, Orlando y Wasthington, O.e. Sin embargo, los inmi-grantes haitianos están en disposición de establecerse donde consigan empleo, incluyendo ciudades como California e lIIinois.

8EI ingreso promedio de un hogar era de 25,254 dólares (Censo de Estados Unidos de J 990, p. 299).

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Desde el principio mismo de la migración, un gran número de inmigrantes haitianos ha vivido a través de las fronteras, tomando decisiones sobre gastos y consumo, crianza de los niños, empleos, y relaciones interpersonales dentro de una red de familiares y amigos que incluye a personas en Haití, Canadá y Estados Uni-dos (Laguerre, 1984, 1994; Stepick, 1998). Independientemente de que hubieran regresado a Haití o no, su interacción con per-sonas de ese país y personas que estuvieron ahí de visita colocó a los inmigrantes haitianos en campos sociales transnacionales (Fouron y Glick Schiller, 1997; Glick Schiller y Fouron, 1998).

La confluencia de muchos factores explica las razones por las cuales muchos inmigrantes haitianos, como Yvette, continúan año tras año manteniendo a una amplia red de personas en Haití, tanto que en algunas ocasiones se incluyen parientes casi desconocidos y viejos amigos o vecinos que no son familiares. En primer lugar, está la inseguridad económica de la vida diaria en Estados Uni-dos. Este país ahora firmemente incluido dentro de la economía global estructurada, aun cuando hay poco desempleo, ya no ofrece seguridad de empleo para la mayoría de las personas. Yvette tiene miedo de disminuir su producción. Ella piensa que si su puesto como empleada de correos es eliminado por alguna forma de reorganización corporativa, es poco probable que encuentre otro trabajo decente. El mantenimiento de lazos con Haití le permite a Yvette y a muchos otros inmigrantes haitianos proteger su futuro económico en Estados Unidos. Al invertir sus ingresos en propie-dades, negocios y relaciones sociales en Haití, los inmigrantes forjan otras posibilidades económicas en su país de origen, donde los dólares estadounidenses tienen un poder adquisitivo signifi-cativo.

El envío de remesas es también una protección en contra de una vejez solitaria o incapacitada en Estados Unidos. Yvette tie-ne planes de retirarse a Haití. Éste es un lugar al que ella puede regresar y vivir cuando envejezca, en una tierra donde a los ma-yores todavía se les muestra cierto respeto y están bajo el cuidado de la familia. Si ella se convierte en ciudadana estadounidense, puede regresar a Haití con un ingreso fijo y beneficios sociales y

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ser una persona de cierta solidez económica. Esto contrasta con la cultura estadounidense, en la cual los ancianos son considera-dos como una "carga" tanto por los servicios sociales como por los miembros de la familia (Doty, 1986).

La inseguridad de vida en Estados Unidos no es la única ra-zón por la cual inmigrantes como Yvette envían remesas. Existen también las dinámicas de la posición social (Goldring, 1998). Tal vez ella esté viyjendo en el sótano de una prima en Queens debi-do a sus constantes compromisos para enyjar remesas a Haití, pero las obligaciones familiares transnacionales tienen sus recompen-sas. Es posible que en Estados Unidos Yvette sólo sea otra vieja negra, pero en Haití sí es alguien. Quizás en Estados Unidos sus ingresos no tengan importancia social, aunque los guarde o los gaste en bienes de consumo; sin embargo, para la amplia red de per-sonas que ha estado manteniendo en Haití, Yvette es una persona importante. En sus dos viajes a Haití fue tratada como una dig-nataria.

Sin embargo, nada de esto explica por qué Yvette, inmersa en su empleo, su iglesia y su familia de Nueva York, se identifica con Haití y por qué identifica los triunfos de su familia con Haití, conectando sus redes personales a procesos políticos más amplios. Yvette no alude a ninguno de los factores antes mencionados para explicar su continua identificación con Haití. Para comprender las formas y los medios por los cuales las redes personales haitia-nas se relacionan con identidades nacionales más amplias, que se extienden a niveles transnacionales, debemos analizar los cam-pos sociales transnacionales haitianos donde se forjan las conexiones entre lo personal y lo político.

La continua identificación de Yvette con Haití está cimen-tada en parte por un orgullo de Haití como primera república negra y como la nación que en 1804 logró su independencia por medio de una rebelión de esclavos contra el colonialismo fran-cés.9 Durante casi doscientos años, el estado haitiano, aunque no

9EI conocimiento de la historia haitiana y la identificación con esta nación, es-pecialmente de los héroes de la revolución , es amplio en Haití, a pesar de que más del 50 por ciento de la población es analfabeta (Trouillot, 1990; Grupo de Datos de Desarrollo, 1996, p. 225).

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contaba con la confianza de la mayoría, había popularizado los símbolos nacionales de forma tal que permitía a las personas de todas las clases de Haití identificarse con la nación haitiana, pero no necesariamente con el Estado (Trouillot, 1990). La disemina-ción del simbolismo nacional se convirtió en una actividad central del Estado bajo la dictadura de Duvalier, que duró desde 1957 hasta 1986. La mayoría de los inmigrantes haitianos comparten un conocimiento de la historia haitiana y una identificación per-sonal con ella. Mientras los teóricos del nacionalismo (Connor, 1978) y los expertos de Haití (Touillot, 1990; Averill, 1997) advir-tieron que no se puede tomar la identificación con una nación para suponer lealtad o afecto por un Estado, nosotros encontra-mos una situación más compleja. La amplia diseminación del discurso histórico haitiano dejó a muchos haitianos con gran expec-tativa hacia su Estado, aunque con desconfianza y temor de su gobierno. 10

Por otra parte, mientras la mitología histórica y los rituales de independencia fueron compartidos por todas las clases sociales de Haití y fueron ligados a un orgullo en la nación, estos proce-sos de construcción del Estado-nación no necesariamente vincu-laron a los haitianos unos con otros. Las divisiones de clase en Haití han sido muy profundas a lo largo de su historia y han estado mar-cadas por el color y el idioma. La clase dominante, aunque incluía familias negras prominentes, fue identificada como de mulatos y de habla francesa, mientras los pobres fueron retratados como negros y de habla creo le.

LA EXPERIENCIA DE SER HAITIANO EN ESTADOS UNIDOS

EN CONSECUENCIA, los haitianos llegan con frecuencia a Estados Unidos separados por divisiones de clase fuertes y antagónicas, pero también con una clara noción de Haití como nación. A di-

IOVéanse Trouillot, 1990; Nicholls, 1996; Fouron y Glick Schiller, 1997; Glick Schiller y Fouron, 1998, y Fouron, 1998, para discusiones posteriores sobre clase, color y relaciones entre el Estado y la nación en Haití. En una versión expandida de este artículo, disponible a solicitud, y en nuestro próximo libro, trazamos las relaciones entre familia y nación.

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ferencia de muchos inmigrantes procedentes de la Europa rural o de otras áreas rurales del mundo que llegaron a Estados Unidos entre 1840 y 1915 sin una identidad nacional (Connor, 1990), los haitianos llegan hoy con su propia identidad nacional. 11 Sin embargo, una vez en Estados Unidos, los haitianos descubren que, independientemente de su identidad subjetiva o el color de su piel, ellos son negros y en Estados Unidos ser negro significa ser identificado como afro americano (Bryce-Laporte, 1972; Fouron, 1983; Charles, 1990a, 1990b). A su llegada, los inmigrantes hai-tianos aprenden también o llegan ya sabiendo, por sus vínculos personales y los medios estadounidenses disponibles en Haití, que los afroamericanos han sido colocados en el nivel social más bajo de Estados Unidos, y en comparación con ellos, otros miembros de la sociedad miden su propia posición social (Baldwin, 1971; Omi y Winant, 1986; Roediger, 1991; Delgado, 1995).

En las primeras dos décadas de inmigración masiva, los hai-tianos de todos los orígenes tendían a contrarrestar la posición social y el conjunto de estereotipos relacionados con la negritud en Estados Unidos, identificándose a sí mismos como "franceses". Sin embargo, en vista de las divisiones de clase existentes en Haití ya pesar de la historia de la construcción de la nación que hemos rastreado, al principio los inmigrantes haitianos no se veían a sí mismos como una comunidad, ni adoptaban de inmediato una identidad pública como haitianos.

En cambio, en el área metropolitana de Nueva York, donde se establecieron en grandes cantidades en los años sesenta y seten-ta, los haitianos encontraron una cultura cívica que fomentaba la identificación de la comunidad tanto racial como étnica. Con el estímulo de varias instituciones, las iglesias católica y protes-tante, el Partido Demócrata, instituciones filantrópicas como la Fundación Ford y el Consejo de Educación de Nueva York, los aspirantes a líderes políticos procedentes de la clase media negra haitiana convirtieron a los haitianos en una "comunidad" étnica diferente dentro de Estados Unidos (Glick Schiller, 1975, 1977;

11 Las personas procedentes de pueblos y pequeñas ciudades de Haití también tienen identidades más localizadas y asociaciones de pueblo, conocidas como "asociaciones regiona-les", que han florecido en Estados Unidos y Canadá desde los años ochenta.

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Glick Schiller et al., 1987a, 1987b). Los líderes emergentes de la "comunidad" adoptaron el vocabulario del pluralismo cultural, el cual estimulaba a los inmigrantes haitianos a encontrar su lugar dentro del "mosaico étnico de Estados Unidos" y a contribuir con la riqueza cultural estadounidense. En este discurso de la identi-dad, Haití se convirtió en un lugar donde encontrar raíces cul-turales pero no una identificación política real y duradera (Glick Schiller y Fouron, 1990).

En la vida diaria, los inmigrantes haitianos realmente adoptan muchas identidades. En entrevistas realizadas con líderes haitia-nos en 1987, se reveló el mismo patrón que observamos entre los participantes de las actividades religiosas, filantrópicas, atléticas, culturales, económicas o sociales consideradas como "haitianas". Las personas tenían más de una identidad pública: negro, cristiano, nacionalista haitiano, haitiano étnico, masónico, francés, africano o afroamericano, que pueden estar superpuestas sin ser contradic-torias. Al mismo tiempo, aun cuando había la posibilidad de que el régimen de Duvalier reprimiera los vínculos con Haití, la ma-yoría de las organizaciones realizaban actividades en Haití o con-sideraban que sus actividades en Estados Unidos contribuían con el futuro de Haití. Nuestra interacción durante largos perio-dos, con personas que nunca habían participado en actividades "haitianas" organizadas, reveló un patrón similar de identificación múltiple combinado con cadenas personales transnacionales que se extendían hasta Haití. Al mismo tiempo, los inmigrantes hai-tianos de Nueva York estaban cada vez más conscientes de que podían diferenciarse públicamente de los afroamericanos si afir-maban que pertenecían a una comunidad haitiana étnica dife-rente.

Desde su llegada en 1985, Yvette se identificó como haitiana, como parte de su vida diaria, en el lugar de trabajo, en misas y servicios religiosos católicos y en su casa. En consecuencia, su identi-ficación con Haití no sólo refleja su integración a la cultura haitia-na, sino también sus experiencias con las estructuras políticas y el entendimiento cultural que son parte de la experiencia cotidia-na de vivir en Nueva York. Sus compañeros de trabajo le muestran

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artÍCulos sobre Haití y noticias de los diarios que narran aconteci-mientos ocurridos en Haití, los cuales reflejan lo que les ocurre a los haitianos en Nueva York. Ella asiste a una iglesia católica que celebra misa en creo le y donde los sacerdotes y los boletines y anuncios parroquiales se refieren constantemente a la "comuni-dad haitiana". Se identifica como haitiana en las clases de inglés .que está tomando para optar por la ciudadanía y poder conseguir más rápidamente otro trabajo en caso de tener que enfrentarse a reducciones de personal en su trabajo. Mientras cocina para los primos con los que vive en Queens, escucha programas haitia-nos por radio y televisión. Se entera de los ataques en contra de "la comunidad haitiana", como la falsa creencia de que los haitia-nos son portadores del virus del sida y la violencia policiaca, y par-ticipa en movilizaciones comunitarias contra ese tipo de violen-cia. Los medios de comunicación y la iglesia relacionan a Yvette tanto con una identidad étnica haitiana en Estados Unidos como con la retórica económica y política de Haití. Éstos le ofrecen con-sejos sobre cómo adaptarse a la vida de Estados Unidos y crear un marco de trabajo dentro del cual participar en las discusiones relacionadas con los acontecimientos recientes de Haití. 12

Sin embargo, es importante poner énfasis en las experiencias en Estados Unidos que impulsan a los inmigrantes como Georges a sintonizar las estaciones de radio haitianas a pesar de conocer bien el inglés. Los inmigrantes procedentes de Haití recibían men-sajes de la sociedad estadounidense que podía incluirlos en un país multicultural, pero que al mismo tiempo todavía los excluía ra-cialmente del ambiente blanco estadounidense. Como señalamos, Yvette ahora está trabajando para mejorar su inglés y conseguir la ciudadanía. Sin embargo, ¿qué tan naturalizada puede ella sentirse en una tierra donde su solicitud de convertirse en estadou-nidense está modificada por las palabras "negra" o "africana", que en Estados Unidos la colocan en una posición social inferior?

12Este mensaje con frecuencia fue comunicado en creole, el idioma hablado en situacio-nes familiares por casi todos los haitianos, pero hasta el inicio de los programas de radio y televisión haitianos en Nueva York, un idioma raramente usado en espacios públicos por personas educadas.

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Georges, a pesar de ser ciudadano estadounidense y profesor uni-versitario, a menudo es detenido por la policía cuando conduce su automóvil por el suburbio blanco donde está ubicada su uni-versidad. Tanto Yvette como Georges saben que en Haití, la palabra que designa a todos los seres humanos es negro.13 La se-guridad que Yvette busca en Haití se extiende desde las cadenas personales hasta la confianza de pertenecer a una nación negra, pero orgullosa. Este aspecto de pertenecer a Haití, "la primera repúbli-ca negra", nos ha sido señalado tanto por los inmigrantes de primera como de segunda generación. En entrevistas realizadas en 1997, un estudiante universitario de segunda generación le dijo a Georges: "Haití es un lugar donde se espera algo de ti, donde eres apreciado, donde no se te discrimina". Otro estudiante, naci-do también en Estados Unidos, continuó con el tema: "Cuando voy a mi país, no hay discriminación, no la siento". En esta imagen de Haití, las líneas reales del color y la clase, que son una realidad diaria para quienes nunca han salido de Haití, se pasan por alto, se desconocen o se olvidan. 14

LAs CAMBIANTES UBICACIONES DE HAITÍ

A PESAR de los lazos personales transnacionales y el continuo interés por la vida política de Haití, y sin importar el hecho de que muchas personas con el tiempo planeaban regresar al país, antes de 1986 ni los inmigrantes haitianos ni las personas que viven en Haití tenían un vocabulario o ideas políticas sobre la identidad para describir y valorar estas relaciones. 15 Las políticas sobre

13Más recientemente, casi todos los inmigrantes de Estados Unidos están experimen· . tando una sensación de exclusión, no sólo de los sentimientos antiinmigrantes sino también de las leyes. Se están siguiendo tendencias legislativas que conceden pocos derechos para aquellos que son residentes legales o reclaman ciudadanía por naturalización y no por nacimiento (DeSipio y De la Garza, 1998, pp. 95-124) .

14 La variación de las identidades de los inmigrantes negros de segunda generación registrada por Waters (1994), con una sección significativa de esta generación que mencio-nó alguna identidad con su tierra ancestral, puede entenderse en relación con el campo social transnacional dentro del cual viven muchos jóvenes nacidos en Estados Unidos.

15Músicos como Ti Manno imaginaron a Haití como un espacio político social y po-lítico transnacional aun antes de que los líderes políticos estuviesen dispuestos a concebir los límites del Estado (Glick Schiller y Fourun, 1990).

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identidad que los inmigrantes haitianos encontraron en Estados Unidos, construyeron para ellos una etnicidad que tenía como base un país que los desalentaba y no les reconocía sus continuos la-zos con el país de origen. Los líderes inmigrantes haitianos, los políticos en Haití, los medios de comunicación haitianos y los inmi-grantes haitianos como Yvette no comprendían que Haití fuera . una nación transnacionaL 16 La mayoría de los haitianos en Esta-dos Unidos, ya sea que hubieran participado en actividades hai-tianas organizadas o se mantuvieran alejados de las organizaciones formales, tendían a mantener una lealtad con Haití y esperaban regresar algún día a su país de origen (Fouron, 1983, 1984). Las personas temían que el hecho de nacionalizarse como estadouni-dense pudiera interpretarse como deslealtad hacia Haití; por lo tanto, la mayoría de ellos lo ocultaban hasta a sus amigos más íntimos. Era posible tener múltiples identidades pero en general, se creía que uno sólo podía tener una lealtad política y que dicha lealtad determinaría al final dónde se residiría físicamente. La mayoría de los haitianos consideraba que no era posible estable-cerse de manera permanente en Estados Unidos y seguir compro-metido con Haití o involucrarse al mismo tiempo en la política estadounidense y en la de Haití, aunque tanto en la vida diaria como en varias actividades de organización, los inmigrantes hai-tianos estaban haciendo precisamente eso.

Asimismo, los haitianos no trajeron consigo una tradición migratoria que valorara estas conexiones. Aunque la migración inter-nacional haitiana se inició a finales del siglo XIX con la migración a Cuba y República Dominicana, por lo general eran migraciones laborales temporales y se concebían de esa forma. 17 En vista de que entre los emigrantes posteriores a los años cincuenta se encontraban

16 En general, los expertos sobre haitianos e inmigrantes haitianos se tardaron también en examinar las implicaciones de los lazos transnacionales de los inmigrantes haitianos (Woldemikael, 1989; Dupuy, 1990; Portes y Stepick, 1993). Pero para declaraciones impor-tantes sobre los lazos transnacionales haitianos véanse Richman (1992a, 1992b) y Charles (1 990a, 1992). George Anglade, un intelectual haitiano que vivió en el exilio en Canadá hasta el derrocamiento del régimen de Duvalier, fue el primero en usar el término "el déci-mo departamento", para la continua incorporación a Haití de los haitianos en el extranjero.

17Desde el tiempo en que Haití era una colonia francesa, la elite mulata que fue a Europa a estudiar también regresó a Haití a vivir.

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los opositores políticos al régimen de Duvalier, el gobierno haitiano definió a los emigrantes como traidores, escoria y enemigos de la nación. Primero Franc;:ois Duvalier y luego su hijo Jean Claude, quien fue presidente a la muerte de su padre en 1971, argumenta-ron que al "decidir" vivir en el extranjero, los inmigrantes haitianos se habían convertido en kamoken, elementos sospechosos y deslea-les. Peor aún, los haitianos que adoptaron otras nacionalidades se convirtieron en apátridas, traidores de sus legados raciales y na-cionales. Se reprobaban los contactos organizados con los hai-tianos en el extranjero; se rumoraba que los espías del gobierno estaban presentes en todas las actividades culturales auspiciadas por las organizaciones haitianas de Nueva York. Por su parte, los activistas haitianos antiduvalieristas de Estados Unidos sancio-naban negativamente las remesas que los inmigrantes enviaban a sus casas para ayudar a sus familiares, considerando que estas accio-nes contribuían a mantener el régimen duvalierista. Por último, cuando el activista antiduvalierista comenzó a utilizar la palabra diáspora, lo hizo como una forma de construir una identidad para todos los inmigrantes como exiliados y refugiados políticos cuya meta era regresar al país para reconstruir Haití (Glick Schiller et al., 1987b). En este contexto, la mayoría de las personas de Haití o la mayoría de los inmigrantes no conocían la palabra diáspora o evitaban utilizarla. En nuestras entrevistas de 1987 con noventa y tres líderes de organizaciones haitianas del área metro-politana de Nueva York, sólo los dirigentes de las organizaciones explícitamente políticas reconocieron estar familiarizadas con la palabra "diáspora".

El esfuerzo realizado por varios líderes políticos hasta 1990, para confinar la identidad nacional haitiana a la residencia dentro· del territorio haitiano, tuvo profundas raíces históricas en Haití. Desde la primera constitución haitiana de 1805 hasta 1918 (duran-te la primera ocupación estadounidense a Haití), cuando Franklin Delano Roosevelt, entonces secretario interino de la marina, redactó la Constitución haitiana, los extranjeros no podían po-seer tierras en Haití. El lenguaje utilizado en la Constitución de 1805 para diferenciar al extranjero y al haitiano era racial (Troui-

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llot, 1990). Los haitianos eran negros (negros/humanos); los extranjeros, cualquiera que fuera su complexión y fenotipo, eran blancos (blancos, no haitianos, extranjeros). Sin embargo, se con-sideraba que estas categorías eran construidas, no heredadas. Todas las personas, cualquiera que fuera su origen, oriundos o ciudada-nos de Haití, podían ser negros, lo que conlleva la connotación

. de ciudadano/ser humano. Esta creencia de que la identidad hai-tiana está ligada a la residencia en territorio haitiano es adoptada por las creencias religiosas haitianas. De hecho, los que '''sirven a los espíritus (Iwa)" (nombre haitiano para lo que los extranjeros llaman vudú) por lo general continúan creyendo que la inicia-ción como sacerdote sólo se puede llevar a cabo en suelo haitiano (Brown, 1991; Richman, 1992a).

Sin embargo, hay otros aspectos del concepto haitiano de nación que proporcionan una base para legitimar las conexiones actuales entre Haití y su población emigrante, y sobre los cuales los líderes políticos podrían construir un concepto de Haití como un Estado transnacional. La formulación del concepto de Haití como un Estado-nación que existe dondequiera que haya haitianos esta-blecidos se basa en las profundas creencias de los haitianos de todas las clases sociales sobre los lazos de sangre que unen a la familia y la nación. Aun antes de que los líderes políticos comenzaran a reconocer a los haitianos que viven en el extranjero como parte integrante del cuerpo político haitiano, la gente pobre de Haití, que sobrevivía debido a las remesas enviadas por sus familiares, estaba pidiendo dicho reconocimiento.

Hacia los años ochenta, las remesas se tornaron cruciales para la economía haitiana. Aunque los datos sobre la cantidad total de remesas enviadas a Haití son muy escasos, en todo sentido, el flujo de efectivo, alimentos y artículos de consumo que la diáspo-ra enviaba a Haití, era crucial para la supervivencia diaria de las personas en todo el país. Las encuestas llevadas a cabo en Nueva York y Miami a mediados de los años ochenta indicaron que 90 por ciento de los inmigrantes haitianos enviaban dinero a Haití (De Wind, 1987; Stepick, 1998, pp. 29-30). Los inmigrantes expre-saron que enviaban a Haití un promedio de 100 dólares men-

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suales en efectivo, además del valor de los otros bienes que manda-ban periódicamente. La mayoría de los observadores consideran que el dinero que durante muchos años los haitianos que viven en el extranjero envían a Haití "excede lo que el país recibe en mo-neda extranjera" (Ridgeway, 1994, p. 60). En un país en el que se registró un producto nacional bruto per capita de 250 dólares en 1995, donde se calculó que el 50 por ciento de la población estaba desnutrida y sólo 45 por ciento de la fuerza laboral tenía empleo (Grupo de Datos del Desarrollo, 1996; Banco Mundial, 1996), los lazos transnacionales que los haitianos mantienen con quie-nes viven en el extranjero literalmente marcan la diferencia entre la vida y la muerte. Las personas que viven en Haití y reciben remesas del exterior se convierten en centros vitales de amplias re-des de distribución. Un mecánico que entrevistamos describió la presión para redistribuir los recursos que tienen: "En Haití no hay trabajo. En las provincias, en los pueblos no hay empleos [ ... ] Usted tiene que tener un corazón muy duro, ser inhumano, para no ayudar a muchas personas" (entrevista 010-96).

El dinero que Yvette envía desde Nueva York a una de sus sobrinas en un suburbio de Puerto Príncipe hace mucho más que mantener su familia y su red personal. La sobrina utiliza el dine-ro para alquilar una casa con estufa y cisterna, así como para comprar agua, comida y combustible para cocinar. Las personas pobres del vecindario que no tienen apoyo del extranjero utili-zan la cisterna para bañarse, comparten el agua de beber y reciclan los productos desechables. Todos tienen interés en definir para sí una relación con los haitianos del extranjero que legitime y mo-tive el flujo de dinero y productos hacia Haití.

En 1989 realizamos una serie de entrevistas entre una red de trece personas que vivían en los alrededores de Puerto Príncipe y que eran mantenidas por las remesas que enviaban sus familia-res desde el extranjero. Los miembros de esta red utilizaban una ideología de sangre para explicar la conexión continua entre los haitianos que viven en el extranjero y los que viven en Haití. Tam-bién aseguraban que los haitianos que vivían en el extranjero continuaban siendo parte de Haití, aunque se hubieran naturali-zado como ciudadanos estadounidenses.

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De pie en su patio entre el bullicio de unos pollos enclenques que escarban en busca de escasos desperdicios , remanentes de un pasado rural que todavía proporcionaba cierta protección contra el hambre en la densidad urbana de Puerto Príncipe, Edner, un pintor de cincuenta y nueve años dijo:

Una persona sigue siendo haitiana [si se convierte en ciuda-dano de otro país]. Su sangre sigue siendo sangre haitiana. Es sólo el título y el nombre de la persona lo que cambió. La piel de la persona sigue siendo haitiana y además de eso, la perso-na nació en Haití, y aun si ella no se considera a sí misma hai-tiana, los blancos del país donde vive continúan considerán-dola haitiana. Por tanto, pienso que una persona no debe rechazar a su país.

Casi como si estuviera leyendo el mismo texto, un segundo hombre, cuyos hijos le enviaban remesas desde Estados Unidos, explicó: "Hay algunos que van allá, se naturalizan y se convier-ten en ciudadanos del país donde viven pero nunca olvidan a su país [ ... ] [Aunque se haga ciudadano] es siempre haitiano, la sangre continúa siendo haitiana."

A partir de 1991 , el discurso político comenzó a cambiar. El día de su toma de posesión como presidente, Jean-Bertrand Aris-tide dio la bienvenida a los haitianos que vivían en el exterior corno el décimo departamento, hablando como si ellos fueran un equivalente de los departamentos extranjeros de Francia. Es impor-tante tener en cuenta este gesto, porque Aristide tomó esa inicia-tiva a pesar de que la Constitución haitiana no había sido refor-mada para extender hasta las poblaciones haitianas del exterior los beneficios y privilegios de la doble nacionalidad, tal corno los disfrutaban muchos expatriados latinoamericanos y caribeños (Rich-man, 1992b ).18 Por medio de esta retórica, Aristide, actuando

IBEI jefe de campaña de Aristide para su candidatura pre,idencial de 1990 informó que dos terceras partes de los 300,000 dólares que recogió rara la campaña procedían de la diáspora (jean-Pierre, 1994, p. 59). Aristide con frecuencia hablaba del "banco de la diáspora" (Richman, l 992b, p. 196).

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como jefe de Estado, estaba considerando parte esencial de la nación haitiana a todos los inmigrantes haitianos y a todas las personas de descendencia haitiana que viVÍan en el extranjero, sin importar su ciudadanía legal o el lugar de su nacimiento (Aristi-de, 1991). Desde ese momento, los aspirantes a líderes políticos de la diáspora y algunas figuras políticas principales comenzaron a hablar como si Haití tuviera una forma de gobierno que incorpo-rara a todas las personas de descendencia haitiana en cualquier lugar que se hubieran establecido. Sin embargo, el concepto toda-vía no tiene vigencia en la ley haitiana, aunque se están ejerciendo presiones, que emanan tanto de la diáspora como de Haití, sobre la legislatura haitiana para resolver este asunto. No obstante, el gobierno haitiano ha creado instituciones tales como el Ministe-rio de Haitianos que Viven en el Exterior, en particular para mo-vilizar a las personas de descendencia haitiana que viven en el extranjero a que contribuyan política y económicamente con Haití.

Al regresar a Haití en 1995 y 1996, cuando los líderes polí-ticos haitianos tanto de Estados Unidos como de Haití estaban considerando el Estado-nación transnacional haitiano, encontra-mos amplia evidencia del uso frecuente del concepto de descen-dencia en el lenguaje de la sangre, para unir los lazos familiares transnacionales y la nación. En 1996, 83 por ciento de nuestros informantes creía que los haitianos seguían siendo haitianos inde-pendientemente de su ciudadanía legal. La mayoría de estas per-sonas (56 por ciento) pensaba que la persona continuaba siendo totalmente haitiana y mencionaron de manera espontánea los conceptos de sangre para explicar dicha continuidad, a pesar de los cambios en la cultura y la ciudadanía legal. Otro 32 por ' ciento declaró que la persona continuaba siendo haitiana en parte, aunque legalmente fuera ciudadana de otro país. El fervor con que muchas personas hablaban sobre los nexos entre quienes viven en Haití y los que emigraron al extranjero es igual al más fogoso de los líderes políticos en intensidad y hasta en ferocidad.

Esa ferocidad es lo que se puede sentir en la súplica que hizo Helen a la diáspora. Helen es una esbelta e intensa joven cuyo

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padre es un kiltivate (campesino), cuya madre vende carne en el mercado y su hermana envía remesas para el hogar que dejó en Los Cayos. Cuando se le preguntó si quienes viVÍan en el extran-jero continuaban siendo haitianos, Helen contestó de inmediato:

Una persona que ha estado viviendo en el extranjero por mucho tiempo es haitiana. Aunque se haya naturalizado (como americana) mantiene su sangre haitiana. De la única forma que le pueden impedir ser haitiana es si cortan su car-ne y le sacan la sangre.

Se decía que esta continuidad de la identidad haitiana se mantenía después que las personas se naturalizaban legalmente. Raoul Lalane es un hombre de treinta y tres años que es manteni-do por sus tres hermanos y dos hermanas que viven en Nueva York y California, quienes consistentemente le envían dinero para pagar el alquiler de la casa y comprar ropa y zapatos. Este ingreso se complementa con el trabajo que realiza su esposa cocinando y vendiendo comida para una compañía de ingenieros en las afueras de Puerto Príncipe. Tienen un niño y viven en las afueras de Puer-to Príncipe en un vecindario pobre, pero no del todo depaupe-rado. Según Raoul: 'Aunque uno sea naturalizado, sigue siendo haitiano [ ... ] es lo mismo. Para mí, [ ... ] eso está en la sangre." Sobre su hermano que se hizo ciudadano, dijo: "dentro de sí, mi hermano sigue siendo haitiano; es haitiano aunque cambie de nacionalidad" .

Aquellos que no recibían remesas podrían ser igualmente inflexibles. Fue típica la respuesta de un joven pobre desemplea-do conocido por sus amigos como "Reziye" (Resignado), quien era tan pobre que dormía en un árbol y utilizaba el baño de la casa de la sobrina de Yvette, una casa cuyo alquiler lo pagaba Yvette: "Ellos no cambian aunque se naturalicen porque tienen la san-gre. Aunque se naturalicen y se conviertan en ciudadanos (de otro país) tienen dentro de sí sangre haitiana; aman a Haití."

Al contrario de lo que observamos en 1985 en Nueva York, en 1996, en Haití, encontramos un conocimiento extendido y

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casi uniforme de la palabra "diáspora" la cual, para ese tiempo, había sido incorporada al creole para denominar a todos los hai-tianos que viVÍan en el extranjero. Se abandonó la idea de que quienes vivían en el extranjero estaban obligados a regresar al país. Ahora, la obligación de la diáspora era ayudar a Haití. Los informantes diferían en su juicio sobre qué tan efectiva había sido la ayuda. Mientras muchos reconocían que la diáspora haitiana sí ayudó a su familia, declaraban también que habían fracasado en sus obligaciones de ayudar a la nación en conjunto. En esta crítica estaba implícito el punto de vista de que ayudar a la nación en su conjunto era parte de la responsabilidad de la diáspora.

LAs IMPLICACIONES DE LOS LAZOS DE SANGRE Y NACIÓN

NUESTROS descubrimientos indican que un amplio sector de los inmigrantes haitianos y de los haitianos que viven en Haití, al moverse en diferentes rumbos siguiendo los contornos de sus diversas clases sociales y experiencias políticas, está arribando a un compromiso común para construir un Haití transnacional. La base para estas políticas está integrada en la vida diaria de los inmi-grantes haitianos en Estados Unidos y de las personas que viven en Haití. Sin embargo, las personas de Estados Unidos y de Haití viven diariamente en diferentes contextos locales, aunque com-parten un campo social transnacional.

Los inmigrantes haitianos que viven en Estados Unidos, y que se enfrentan a las barreras raciales de la vida diaria en un país hos-til, demandan una participación continua en la nación haitiana a la cual están ligados a través de la sangre y la descendencia, aun- . que reconocen haberse establecido de manera permanente en Esta-dos Unidos. Aunque es menos probable que los nacidos en Estados Unidos hablen directamente de lazos de sangre, alegan pertene-cer a la nación haitiana a través de los antepasados heroicos y los fuertes lazos familiares (Fouron y Glick Schiller, 1998). Mien-tras tanto, quienes nunca han salido de Haití tienen ideas amplia-mente extendidas sobre los lazos de sangre para concebir a Haití

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como una nación transnacional. Los lazos de sangre les propor-cionan un puente viviente que puede conectarlos con un espacio de mayores oportunidades. El mismo Haití se convierte en una forma de organización política transnacional que se extiende más allá de sus límites territoriales, incluyendo a personas de ascen-dencia haitiana en cualquier lugar que se encuentren y con cual-quier ciudadanía legal que ostenten. Éstos se expresaron más o menos en las mismas palabras: "la sangre sigue siendo haitiana".

Al principio, planteamos el concepto de campo social como un punto inicial que nos permite rastrear las formas en las cuales las personas que se relacionan a través de las redes sociales, pero que viven dentro de sistemas políticos diferentes, se consideran a sí mismas como haitianas y parte de una nación haitiana que se extiende transnacionalmente. El concepto de campo social ha ser-vido como algo más que una metáfora espacial. Éste nos permitió observar un terreno de relaciones sociales, en el cual las experien-cias personales y las estrategias familiares para sobrevivir a circuns-tancias económicas difíciles y mejorar la posición social, sirven como terreno donde se arraiga y florece un lenguaje más amplio de identidad nacional. El intercambio de informaciones, dinero, bienes y servicios, junto con las redes que atraviesan las fronteras nacionales, se realiza y legitima en un lenguaje político que une la familia, la sangre y la nación dentro de un concepto revitaliza-do de tierra natal. Hemos descubierto cómo las personas que viven dentro de los límites territoriales de Haití y no los cruzan, jun-to con las personas que viven fuera de las fronteras del país, forman sus identidades y compromisos políticos públicos rela-cionándose con sus conexiones transnacionales. La retórica de los líderes políticos sobre las obligaciones con los antepasados, la familia y la tierra nativa, ya sea a través de mensajes transmiti-dos por la radio, las telecomunicaciones o la prensa escrita, está mediada por este dominio de las relaciones sociales.

El concepto de campo social nos lleva más allá del impase conceptual generado por los teóricos que comenzaron a postular ese proceso transnacional, porque no se basaron en el territorio de un solo Estado, lo que de cierta forma creó un "tercer espacio",

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una zona separada de cualquier Estado-nación y una zona que presagiaba la desaparición del Estado-nación (Kearney, 1991; Bhabha, 1994; Gutiérrez, 1997).19 Este tipo de teorización falla en tres puntos críticos que han surgido de nuestro análisis de los campos sociales transnacionales haitianos, según los experimen-tan los inmigrantes haitianos y las personas que nunca han sali-do de Haití. En primer lugar, los valores que unen a la familia y la nación pueden legitimar las estrategias migratorias familiares que atraviesan las fronteras nacionales y servir para reforzarlas. La invocación triunfante que hizo Yvette de la nación haitiana, en ocasión de la graduación de la hija de su prima, es un ejemplo del "nacionalismo a larga distancia" (Anderson, 1992). En lugar de formar parte de una actividad explícitamente política, los nacio-nalistas a larga distancia con frecuencia se involucran en una política apasionada dentro del dominio de las actividades domés-ticas y los ritos familiares como bodas, funerales, nacimientos y graduaciones. Por tanto, las identidades políticas de los transmigran-tes no son imaginaciones sentimentales independientes, sino que tienen sus raíces en las obligaciones familiares personales.

En segundo lugar, las cadenas transnacionales no son necesa-riamente contrarias al nacionalismo; la migración puede incluso incrementar el nacionalismo. La experiencia de Helen al recibir remesas de los miembros de su familia, y su creencia de que una solución a los problemas de Haití se encuentra en aquellos que dejó atrás, fortalecieron su sentido de pertenecer a una nación haitiana, pero ésta era una nación transnacional. Finalmente, las conexiones transnacionales pueden estar unidas con los concep-tos de una nación-Estado que se extiende más allá de las fronteras territoriales del Estado (Sorensen, 1998). Para aquellos que vi-ven en Estados Unidos y que racialmente son considerados como extranjeros en una tierra extraña, la fuente de salvación personal se puede encontrar no en Estados Unidos, sino dentro de las fron-teras de Haití. Sin embargo, se puede ser parte de Haití mientras se esté viviendo en Estados Unidos. Aquellos que viven en condi-

19 Para una crítica similar de la creencia de que la migración transnacional crea alguna forma de "tercer espacio", véase Guarni zo y Smith, 1998, pp. 11-1 5.

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ciones terribles en Haití pueden pensar que el futuro está en emi-grar a Estados Unidos. Pero si Haití es una nación transnacional, vivir en Estados Unidos no significa no ser parte de Haití. Estas distintas esperanzas y medios personales de resistencia a las rela-ciones de explotación, pobreza, inseguridad económica y racismo involucran a personas de ambos lugares en un proyecto político común que se relaciona con los estados reales y su liderazgo políti-co y con los diálogos nacionalistas.

En este artículo, se presenta una visión de la experiencia migran-te transnacional desde el punto de vista de los actores individuales que nos proporciona una agenda de investigación. Ésta nos exige analizar en forma más completa la relación entre lo personal y lo político, para así poder documentar el nivel en el cual las políticas culturales del Estado ancestral y el Estado receptor de los inmigran-tes se convierten en parte de la experiencia tanto de hombres como de mujeres dentro de los campos sociales transnacionales. Dentro de ésta, podemos ver la forma en la cual mujeres como Yvette, a través de su "trabajo familiar" transnacional (Di Leonar-do, 1984) , pueden estar participando directamente en los proce-sos de reproducción social que son el fundamento de la construc-ción del Estado-nación transnacional.

Al mismo tiempo, los entendimientos que surgen de este aná-lisis de los campos sociales transnacionales y las políticas que éstos producen sirven también como una advertencia para aquellos de nosotros que están buscando espacios políticos dentro de los cua-les analizar las estructuras económicas y políticas actuales y luchar por la justicia social. Primero, no podemos celebrar las estrategias individuales de resistencia transnacional a la explotación, o las iden-tidades múltiples o multiculturales de los inmigrantes. La desig-nación de nacionalidad sobre una base ancestral divide a las personas del mundo en poblaciones racialmente diferentes y siem-pre separadas. Los líderes políticos en todo el mundo han usado y continúan usando esta concepción de nación como raza como justificación para la guerra y el genocidio. No existe vínculo en-tre las prácticas de "limpieza étnica" y las ideologías de sangre y descendencia que se utilizan para legitimar las identidades nacio-

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nales que se extienden a lo largo de las fronteras nacionales (Igna-tieff, 1993).

Por otra parte, en el caso de Haití, los esfuerzos para cons-truir un Estado-nación transnacional y retratar a la diáspora como una esperanza para la nación, canalizan la energía y los recursos fuera de las luchas por la justicia social y económica. Estos esfuer-zos desvían también la atención de las causas originales de la con-tinua crisis económica y política de Haití. La ideología del Esta-do-nación transnacional compromete a las personas pobres en una retórica nacional que obscurece las políticas neocoloniales de Es-tados Unidos hacia Haití y la continua colaboración entre las clases dominantes de Haití y el capital extranjero industrial y fi-nanciero (Dupuy, 1997). Como una forma de discurso transna-cionalista, ésta continúa reforzando la idea de que el mundo está compuesto por naciones-Estados independientes, aunque en for-ma alterada, en los cuales las poblaciones nacionales viven tanto dentro como fuera del territorio nacional. La constante anda-nada de retórica transnacionalista no ha preparado a las personas para dirigir la penetración del capital global, el cual hace que la independencia nacional de los países pequeños como Haití sea un florecimiento retórico que tiene poco que ver con sus realidades políticas. En Haití, bien podría impedirse el mantenimiento de un movimiento de origen popular al cifrar las esperanzas de la gente en la diáspora como la solución a los problemas a que se enfrenta el país. En Estados Unidos, el transnacionalismo puede afectar negativamente las luchas de origen popular, al reducir el ímpetu y el incentivo de los inmigrantes para participar en las cam-pañas nacionales para lograr justicia social e igualdad de oportu-nidades para todos.

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CAPÍTULO 6

LUIS EDUARDO GUARNIZO

ARTURO I GNACIO SÁNCHEZ

EUZABETH M. ROACH

Desconfianza, solidaridad fragmentada y migración transnacional: los colom"bianos en la ciudad de Nueva }órk y Los Angeles

y me desmintió el camino Lo que en la escuela aprendiera

No era cierto que mi patria termi"ara en la frontera. I ( ROB ERT DARWIN, poeta y compositor uruguayo)

E N UN soleado domingo, en el verano de 1997, decenas de miles de personas se reunieron en un gran parque de la ciudad para

celebrar el día de la Independencia de Colombia. El festejo de diez horas se convirtió en un colorido y alegre festival de profun-do ardor patriótico. Fueron muchos los discursos tradicionales del 20 de julio, al igual que las expresiones de colombianismo que estuvieron acompañadas de "auténtica" comida, música y baile colombianos. El alcalde de la ciudad, varios políticos, una congre-sista, Miss Colombia, un alto funcionario del gobierno nacional y numerosos líderes locales, todos formularon declaraciones sin-ceras llenas de orgullo patriótico. La ocasión fue aprovechada por el alcalde para promover s,u reelección, por los otros políticos para apoyar sus propias candidaturas y por el funcionario para reiterar el compromiso del gobierno nacional de velar por el bie-nestar de la población y su apoyo a la gestión del alcalde. Miss Colombia, investida como símbolo nacional de belleza y feminei-dad, le recordó a la multitud que "todos ustedes son embajadores de Colombia, de manera que así deben comportarse y permanecer unidos para demostrar lo que es Colombia". Las bandas colom-bianas proporcionaron una atmósfera folclórica y alegre a la multitud que cantaba y bailaba.

I Del poema "Fronteras".

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A primera vista, esta celebración parece ser otro evento na-cionalista normal. Sin embargo, lo que lo hace especial es que se realizó en el gigantesco Flushing Meadows Corona Park, en el corazón de Queens de la ciudad de Nueva York, a unas 2,500 millas del territorio nacional de donde provenían originalmente los casi 250,000 participantes (Jiménez, 1997). Ésta es una cele-bración verdaderamente transnacional que se ha estado llevando a cabo cada verano desde 1985. Con excepción de los organizadores, el cónsul colombiano y Miss Colombia, ninguno de los oradores era colombiano. La congresista era puertorriqueña, pero ni el alcalde ítalo-americano, Rudolph W Giuliani, ni los candidatos a alcal-de hablaban español. En realidad, para los colombianos, su pa-tria no se detiene en la frontera. Los migran tes la han extendido hasta Estados Unidos. Y mientras recrean su cultura e identidad na-cional en el extranjero y mantienen estrechos lazos con su tierra natal, están siendo cortejados simultáneamente tanto por los fun-cionarios de su gobierno como por los del país anfitrión. Éstos son sólo algunos de los rasgos de la densa maraña de relaciones transna-cionales en que está sumergida la migración y que está transfor-mando los procesos migratorios y la forma en que los académicos de finales del siglo XX los interpretan.

En este artículo intentamos examinar de cerca las relaciones transnacionales, procurando discernir:

l. los tipos y formas de los vínculos de los migran tes y las relaciones que los unen con el "antiguo país", y 2. las implicaciones teóricas y prácticas de estas relaciones, en especial las relativas a la organización social de los migrantes.

Deseamos determinar qué tipo de relaciones se establecen y por quién, cuál es el papel del Estado de origen en este proceso y cómo el contexto local de recepción afecta el tipo y la extensión de las prácticas transnacionales. Específicamente, el estudio se concen-tra en las conexiones económicas, políticas y socioculturales trans-nacionales que establecen los colombianos que residen en Nueva York y el condado de Los Ángeles, hogares de la concentración

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de colombianos más grande y de la cuarta más grande en Estados Unidos, respectivamente (Departamento de Comercio de Esta-dos Unidos, 1993b, 1993c).2

EL NACIENTE CAMPO DE LA MIGRACIÓN TRANSNACIONAL

LAs RELACIONES, expectativas, oportunidades y limitaciones de la migración contemporánea se encuentran ahora incorporadas en un mundo en el cual el capitalismo ha alcanzado dominio mun-dial y las posibilidades transnacionales se han "popularizado", por así decirlo, entre gente ordinaria, a través de muchas culturas y regiones del mundo. Estos procesos se han facilitado por la "re-ducción de tiempo y espacio" (Harvey, 1990) generada por una revolución tecnológica y el abaratamiento de los medios de co-municación y transporte, el final del colonialismo y la resultante consolidación de un sistema de Estados-nación independientes, y la universalización de los derechos humanos (Sikkink, 1993; Soysal, 1994; Wilson, 1997; Drainville, 1998).

Los estudios transnacionales se han expandido rápidamente como parte de las investigaciones culturales y académicas de las ciencias sociales en la última década más o menos (véanse Kear-ney, 1991; Rouse, 1991; Glick Schiller et al., 1992, 1995; Les-singer, 1992; Mitchell, 1993, 1996; Ong, 1993, 1997; Basch et al., 1994; Guarnizo, 1994, 1997; M.P. Smith, 1994; Mahler, 1995, 1998; Appadurai, 1996; Goldring, 1996, 1998; Kyle, 1996, en prensa; Portes , 1996; Guarnizo y M.P. Smith, 1998; R.e. Smith, 1998; S0rensen, 1998) . Hay estudios empíricos que han documentado la importancia de las relaciones transnacionales para muchos grupos de inmigrantes contemporáneos en Esta-dos Unidos. Los hallazgos de estas investigaciones contradicen el marco teórico convencional que supone que los inmigrantes se convierten en pobladores que rompen relaciones con sus socie-dades de origen. Lejos de desamparar sus hogares, los inmigrantes

2 La segunda y tercera concentraciones más grandes de colombianos se encuentran en el condado de Dade en la Florida y al norte de Nueva Jersey.

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han fortalecido sus compromisos y contribuciones. Las relacio-nes transnacionales se han tornado ubicuas e indiscutiblemente significativas para la incorporación de los inmigrantes a Estados Unidos, ya que influyen en la propia concepción del inmigrante de sus relaciones y su posición en el nuevo país. De esta manera, los migrantes transnacionales tienden a fundirse en un continuum social único (es decir, campo social transnacional), en lugar de se-parar su asentamiento "aquí" y sus comunidades "allá".

El campo de estudios transnacionales ha proporcionado pa-noramas nuevos y excitantes sobre los procesos migratorios. Sin embargo, su rápido crecimiento también ha estado acompañado de una creciente ambigüedad conceptual que amenaza con con-vertir el transnacionalismo en otro furor conceptual efímero. Por-tes, Guarnizo y Landolt rastrean en este libro las raíces de esta ambigüedad para varias trampas teóricas y metodológicas. Trata-remos aquí varias limitaciones que provienen de las estrategias de investigación en estudios anteriores, en cuanto se relacionan con nuestra propia investigación.

Primero, la gran mayoría de las investigaciones transnacionales han sido, hasta ahora, etnografías de pequeños grupos de inmi-grantes que provienen del mismo lugar de origen (generalmente una localidad rural) y residen en el mismo lugar de Estados Uni-dos (véanse por ejemplo los trabajos de R.e. Smith, Goldring, Mahler, Levitt). Sólo unos cuantos estudios han enfocado a grupos que residen en distintas localidades (véanse Massey et al., 1987; S0rensen, 1998), sobre inmigrantes no rurales (véanse Ro-berts, Frarrk. y Lozano-Ascencio, en este libro), o sobre poblaciones provenientes del mismo país sin importar su lugar de origen (véa-se Glick Schiller y Fouron, 1998).

Segundo, hay una falta de consenso sobre la definición y el uso de categorías analíticas. Existe confusión entre las relaciones sociales transnacionales y los efectos que estas relaciones tienen so-bre la organización social y el reagrupamiento de las naciones involucradas. Con frecuencia, los conceptos analíticos de cómo las relaciones transnacionales se mantienen a través de una red social transnacional o mediante un circuito transnacional se

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DESCONFIANZA, SOLIDARIDAD FRAGMENTADA 237

utilizan por error como sinónimo de otros conceptos que hablan de la organización social que surge de las prácticas transnaciona-les, como comunidades transnacionales o sociedades binacionales, como quiera que se las defina.

Este estudio está dirigido a poner a prueba algunas de las con-clusiones expresadas por estudios anteriores, mediante el análisis de un grupo cuyas características se apartan de estudios de casos previos, utilizando una metodología que supera algunas de las limitaciones mencionadas. Para hacerlo, comparamos las relacio-nes transnacionales de los migran tes colombianos residentes en dos localidades diferentes de Estados Unidos. En nuestra investi-gación, no escogimos ninguna comunidad de origen específico den-tro de este grupo nacional. La gran mayoría de estos migrantes provienen originalmente de grandes zonas urbanas, lo que difiere de las poblaciones analizadas con anterioridad. Además, incorpo-ramos en nuestro análisis el desarrollo teórico de los estudios trans-nacionales, así como el discerI).imiento que proporciona la sociología económica.

De acuerdo con la sociología económica, consideramos que los procesos y efectos de la migración transnacional (incluyendo la propia organización social de los migrantes) varían grandemente y son indeterminados, ya que dependen de:

l. los diferentes contextos que los migrantes enfrentan tanto en el exterior como en sus lugares de origen; 2. el capital sociaP que poseen, y 3. las obligaciones y lazos sociales que tienen con su familia, sus comunidades y el gobierno de origen y la sociedad a la que han migrado (véanse Portes y Guarnizo, 1991; Portes y Sensen-brenner, 1991; Portes, 1995).

3 Pi erre Bourdieu, uno de los pioneros del concepto, ha definido el capital social como "la suma de recursos, reales o virtuales, que devenga una red perdurable de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo" (Bourdieu y Wac-quant, 1992, p. 119) . Portes y Sensenbrenner (1991 , p. 1323) especifican la definición de capital social como "aquellas expectativas de acción dentro de una colectividad que afectan las metas económicas y el comportamiento en la búsqueda de metas de sus miembros".

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No consideramos los efectos de la migración transnacional como puramente económicos, ni positivos ni negativos; por el contra-rio, utilizando una perspectiva de la sociología económica, supone-mos que los efectos de las relaciones transnacionales están con-dicionados por los contextos en los cuales está incorporada la migración.

En nuestra indagación, utilizamos una definición inclusiva del transnacionalismo. Se entiende que éste está conformado por procesos moldeados, con múltiples facetas y ubicaciones, que inclu-yen prácticas económicas, socioculturales y políticas y discursos que trasciendeh los confines de la jurisdicción territorialmente circunscrita del Estado-nación, y son parte inherente de la vida cotidiana de los involucrados.4 Estas relaciones, establecidas por los protagonistas sociales individuales o colectivos involucran el intercambio de un torbellino de recursos tanto tangibles como intan-gibles, que incluye gente (que emigra, vuelve a emigrar, visita su "hogar" con regularidad), recursos monetarios (inversiones comer-ciales, remesas familiares, ayuda comunitaria), recursos no mone-tarios (ideas y símbolos culturales) y apoyo político y oposición.

Este estudio combina varias estrategias de investigación. Tiene como base un total de 127 entrevistas estructuradas y no estruc-turadas a grupos focales realizadas en Nueva York y Los Ángeles entre septiembre de 1996 y marzo de 1997. Entrevistamos a 56 mujeres y 71 hombres. Cada entrevista duró aproximadamente dos horas; algunas de las entrevistas en profundidad no estructu-radas duraron hasta seis horas en varias sesiones. Los participan-tes no se seleccionaron al azar, sino que fueron escogidos porque en la actualidad (o en el pasado) ocupaban posiciones claves con relación a los colombianos (o sea, líderes colombianos en el ámbi-

4 Por relaciones moldeadas queremos decir una acción social o serie de acciones que ocurren de manera habitual y siguen una secuencia consistente, más O menos predecible. Esto excluye acciones esporádicas, aisladas, de individuos (por ejemplo, una visita ocasional al hogar, transferencias de dinero poco frecuentes), pero no acciones masivas en una sola ocasión como resultado de un proceso colectivo comunitario que surge de la responsabilidad social y lealtad (por ejemplo, asistencia solidaria de los migran tes ante casos de desastres, protestas políticas). Las relaciones transnacionales se consideran parte de la vida diaria de las personas cuando su ausencia impide o interrumpe drásticamente el patrón de sus acti-vidades habituales, ya sean sociales, económicas, culturales o políticas.

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to político, social y cultural; dueños de negocios y empleados, funcionarios del consulado colombiano, líderes y comerciantes no colombianos que están en la misma área o en zonas aledañas donde tienden a concentrarse los colombianos, y funcionarios guber-namentales de la comunidad local y la ciudad). Los entrevistados informaron no sólo sobre sus experiencias personales, sino tam-bién sobre las condiciones generales de los colombianos en esas ciudades. Tratamos de captar tanto la información que se basa en hechos reales como los procesos de transformación social que vinculan al país de residencia con el de origen.

COLOMBIA y SUS MIGRANTES

COLOMBIA es literalmente un país en movimiento. Por lo menos tres millones de colombianos (MRE, 1996) u 8 por ciento de la población nacional de 37 millones (OANE, 1996, p. xvi) reside ahora fuera del territorio nacional. Un millón adicional, 3 por cien-to del total, ha sido desplazado por la fuerza dentro del territorio nacional por una grave contienda civil que devastó el país durante la última década (véanse Giraldo et al., 1997; Beaumont y Len-nard, 1998; Meertens, 1998). La alta proporción de migrantes internacionales hace de Colombia un país de gran migración, comparable a países migratorios por excelencia como la República Dominicana y El Salvador. Una gran parte de los colombianos que residen en el exterior vive en Estados Unidos, seguido de Ve-nezuela y Ecuador.

La población colombiana parece estar menos concentrada geográficamente que cualquier otro importante grupo latinoa-mericano de inmigrantes en Estados Unidos. Por ejemplo, para 1990, 69 por ciento de los dominicanos estaba concentrado en Nueva York, 69 por ciento de los cubanos en la Florida, y 60 por ciento de los salvadoreños y 45 por ciento de los mexicanos se encontraba en California. Por el contrario, sólo 28 por ciento de los colombianos se encontraba en el estado de Nueva York, segui-do por la Florida (22 por ciento), Nueva Jersey (14 por ciento), California (11 por ciento) y Texas (4 por ciento). Este cuadro inicial de alta dispersión espacial debe especificarse. Unas dos quintas

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partes de las 379,000 personas de origen colombiano (nacidos en Estados Unidos y en el extranjero), registradas por el Censo de Estados Unidos, vivían en el triple estado (Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut) en el área metropolitana de Nueva York5

(véase cuadro 1; Departamento de Comercio de los Estados Uni-dos, 1990). Los colombianos del área metropolitana de Los Ángeles constituyen el cuarto grupo más grande, con 8 por cien-to del total. Nuestro análisis se concentra en los cinco distritos de la ciudad de Nueva York y su área metropolitana (Manhattan, Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island) yel condado de Los Ángeles.

CUADRO 1 LOS INMIGRANTES COLOMBlANOS

EN LOS ESTADOS UNIDOS: CIUDAD DE NUEVA YORK Y LOS ÁNGELES

Colombianos Latinoamericanos Poblaci6n total CaracterístiClls del grupo Nueva lVrk' Los Ángeles' EE.UU. EE.UU. EE.UU.

Población 1990 84,454 21,678 281,000 7,842,650 248,709,873 Edad promedio 28.0 30.4 35.3 32.1 33.0 Participación en la fuerza

laboral de EE.UU. (%) 73.2 74.3 73.7 69.7 65.3 En trabajos profesionales (%) 10.1" 12.9 16.4 10.2 26.4 Graduados de bachillerato (%) 58.8 68.2 51.0 26.9 30.0 Completaron universidad

o más (%) 10.7 18.6 15.1 8.2 20.3 Ingreso per cápita ($) 10,341 13,094 13,538 10,173 14,420 Tasa de pobreza (%) 16.9 13.8 15.4 25.7 13.1 Tasa de naturalización (%) 23.6 23.3 29.0 31.0 50.7

Fuentes: Departamento del Comercio de los EE.UU., Oficina del Censo, 1990 Gensus of Population - Prnons of Hispanic Drigin in the United Sta tes 1993", Servicio de Inmigración y Naturalización de los EE.UU., 1993 Annua/ Report, Washington , D.C., Imprenta del Gobierno de los EE.UU., 1994; Departamento del Comer· cio de los EE.UU., Oficina del Censo, 1993c, 1990 Census ofthe Popu/ation Socia/ and Economic Characteristics, Los Ángeles, Sección 1, Washington, D.C., Oficina del Censo.

'Se refiere a la ciudad de N.Y. (Manhattan, Bronx, Queens, Brooklyn y Staten lsland) ; las cifras de Los Ángeles abarcan el condado de Los Ángeles solamente.

,. Se refiere a los inmigrantes, con edades de 16 a 64 años, admitidos entre 1990 y 1994.

5 El área metropolitana de la urbe neoyorquina se refiere al área estadistica metropoli-tana consolidada (CMSA) de Nueva York/norte de Nueva JerseylLong lsland/Connecticut como lo define la Oficina del Censo. Es la mayor CMSA del país y contiene 17.9 millones de personas que en 1990 vivían en 29 condados. La ciudad de Nueva York propiamente dicha

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Según muestran los datos del mapa 1, el perfil sociodemo-gráfico de los colombianos en Estados Unidos no se parece al de los inmigrantes latinoamericanos en general y los coloca más cerca de los grupos mejor establecidos -y los cubanos adinera-dos- que de los mexicanos, dominicanos y salvadoreños, más numerosos y pobres (véase Departamento de Comercio de los

.Estados Unidos, 1993a). Los datos presentados en el cuadro 1 sugieren algún tipo de selección de clase, que diferencia a los

MAPA 1 DISTRlBUCIÓN DE PERSONAS DE ORlGEN

COLOMBIANO EN EL ÁREA DE NUEVA YORlC-NUEVA JERSEY-CONNECTICUT

1 punto = a 25 personas Mapa # ciudad/población l Dover 2 Elizabeth 3 Hackensack 4 Morristown 5 Paterson 6 Union City

Fuente: Censo de 1990, Archivo STF3A. Los puntos muestran la distribución aproximada. La mayor concentración se encuentra en el área metropolitana de Nueva York, la cual incluye la

ciudad de Nueva York y un total de 29 condados en los tres es lados.

induye sólo cinco condados: Bronx, Kings (Brooklyn), Nueva York (Manhattan). Queens y Richmond (Staten Island) (véanse Alba et al., 1995, p. 625; Departamento del Comercio de los Estados Unidos, 1991).

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colombianos angelinos de los colombianos neoyorquinos. A pe-sar de ser un grupo mucho más pequeño, los primeros tienden a estar en una posición de clase que los ubica más cerca de los sectores privilegiados que de sus contrapartes en la ciudad de Nue-va York. Los colombianos de Los Ángeles no sólo tienen una mayor participación en la fuerza laboral, sino también una mayor propor-ción de profesionales y de personas con mayores niveles de esco-laridad formal; por lo tanto, tienen un ingreso per cápita mayor y un nivel de pobreza menor.

EL TRÁFICO DE DROGAS Y LA MIGRACIÓN COLOMBIANA

EN LAS últimas dos décadas, la rápida expansión del contrabando internacional de drogas bajo el control de traficantes colombia-nos se ha convertido en una fuente importante de cambio extran-jero y desorden social para el país. El tráfico internacional de drogas se ha vuelto sinónimo de la identidad colombiana en todo el mundo. Sin importar su validez, esta imagen ha tenido un tre-mendo efecto en los inmigrantes colombianos de Estados Unidos en general. En Nueva York y Los Ángeles, los colombianos han sido seriamente estigmatizados y esa experiencia ha transforma-do dramáticamente la estructura social y la dinámica del grupo. El resultado ha sido un aumento en los niveles de fragmentación social y desconfianza generalizada. Según un hombre de 35 años que llegó a Los Ángeles en 1995 para establecer una compañía de embarques, los colombianos:

Tienen que soportar la pesada carga psicológica del tema de . la droga ... Es como tener una enfermedad contagiosa. Al hablar con personas de cierto nivel de sofisticación es posi-ble que sepan algo sobre esmeraldas y producción de café (de Colombia). Pero en Los Ángeles, el público en general (tan pronto se entera que uno es colombiano) empieza a propo-nerle negocios turbios ... Cuando uno dice que es colombia-no, de inmediato la gente lo asocia con las drogas.

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El estigma relacionado con las drogas hace de los colombia-nos "personas indeseables", según un entrevistado. De hecho, varios informantes observaron que los colombianos tienden a no asociarse unos con otros, por lo menos con los colombianos que no conocen, "porque uno no sabe quién es la otra persona ni en lo que está involucrada". Algunos expresaron que ser visto con al-

. guien que más tarde podría resultar ser una persona deshonrosa le haría daño a su reputación. El hombre que tiene la compañía de embarques expresó: "Aquí, muchos colombianos evitan a los otros colombianos debido al problema (de la droga)."

El estereotipo de los colombianos ha sido ampliamente repro-ducido por los medios masivos de comunicación a través de un estilo de presentar todo 10 que es colombiano enfocando casi exclu-sivamente los temas relacionados con las drogas, como la violen-cia, la corrupción y otros similares. La presencia significativa de una pequeña porción de la población colombiana en el manejo del tráfico ilegal no puede negarse; sin embargo, la complejidad de la sociedad colombiana, con su población de 37 millones, se ha reducido en gran parte a este único tema, lo que a su vez ha creado un cuadro estereotipado de todos sus ciudadanos.

Lo que resulta paradójico es que la hostilidad generada por este estereotipo ha fomentado la fragmentación social en lugar de la cohesión de grupo entre los inmigrantes colombianos. Esto es, de hecho, contrario a lo que uno esperaría a partir de las expe-riencias de otros inmigrantes que también se han enfrentado a un recibimiento hostil. A pesar de su fragmentación social, los inmi-grantes colombianos no han buscado asimilarse a Estados Unidos ni romper sus vínculos con su país de origen. Han mantenido sus lazos transnacionales creando una compleja red de relaciones mul-tidireccionales.

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LA GEOGRAFÍA DE LA MIGRACIÓN COLOMBIANA

SEGÚN los datos del Censo de Estados Unidos, en 1994 la mitad de la población colombiana en la urbe neoyorquina, o uno de cada cinco colombianos en Estados Unidos, viVÍa en la ciudad de Nueva York. El censo de 1990 informó que un total de 84,4 74 colombianos residía en la ciudad, con una abrumadora mayoría en el distrito de Queens (74 por ciento). Los patrones residen-ciales de los colombianos también están concentrados espacial-mente. Un total de 63,224 colombianos reside en unos cuantos vecindarios específicos al norte de Queens: Elmhurst, Jackson Heights, Corona, Woodside, Sunnyside y Astoria (véase mapa 2). Estos vecindarios no son enclaves monoétnicos, los colombianos viven junto a inmigrantes de la República Dominicana, Ecuador, América Central, México, Asia y el subcontinente de la India. Este patrón de proximidad residencial pluriétnico tiende a ser la norma en el área metropolitana de la ciudad de Nueva York, según lo demuestran estudios recientes (Alba et al., 1995).

Los neoyorquinos colombianos constituyen un segmento re-presentativo de la sociedad colombiana: artistas mundialmente reconocidos y multimillonarios expatriados, traficantes interna-cionales e insignificantes distribuidores de drogas, profesionales desempleados y académicos establecidos, obreros y empresarios na-cientes. Aunque todas las regiones colombianas están represen-tadas en la ciudad, la mayoría está constituida por gente de áreas altamente urbanizadas y económicamente desarrolladas como los "paisas" de los departamentos de Antioquia (72 por ciento urbano) y la región cafetalera (Quindío, 84.5 por ciento y Risa-ralda, 82 por ciento urbanos, respectivamente), al igual que los · "vallunos" del Valle del Cauca (85.6 por ciento urbano) y de la capital, Bogotá (DANE, 1996).

Desde fmales de los años sesenta, el distrito de Jackson Heights en Queens ha sido un centro residencial y comercial para los co-lombianos de Nueva York (Chaney, 1976). Jackson Heights y los vecindarios circundantes muestran una economía étnica sólida y dinámica que sustenta una amplia gama de hogares, organizacio-

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nes de inmigrantes y servicios (Hoffman y Ospina, 1995; Ospi-na y Hoffman, 1995). Después del llamado auge de la cocaína a mediados de los años ochenta, cuando el tráfico de drogas se disparó, este distrito se convirtió más en un área de recepción y transición de los recién llegados que en un lugar para establecer-se (Sánchez, 1996) .

MAPA 2 DISTRIBUCIÓN DE PERSONAS DE ORIGEN COLOMBIANO EN QUEENS, NUEVA YORK

Fuente: Censo de 1990, Archivo STF3A. Los puntos muestran la distribud6n aproximada. La línea 7 del metro forma el eje del corredor Sunnyside-Jackson Heights-Elmhurst-Corona, que

aloja la más alta concentración de colombianos en el condado.

Sin embargo, Jackson Heights continúa siendo el centro co-lombiano. La vida aquí está preñada de sonidos e imágenes que

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producen una sensación de déja vu: los acontecimientos cotidia-nos de la patria se conocen por la radio, la televisión y los medios escritos; la aerolínea nacional ofrece diariamente vuelos directos a Cali y Bogotá; los alimentos y bebidas colombianas están dispo-nibles al instante; una importante cadena colombiana de medios de comunicación, RCN, posee una estación de radio y un canal de televisión por cable en la ciudad. Los temas sociales y políticos co-lombianos ocupan el discurso público tanto en Jackson Heights como en Colombia.

La situación de los colombianos en Los Ángeles contrasta de varias maneras con la de Nueva York. En Los Ángeles no hay un J ackson Heights, ya sea geográfica, comercial o socialmente ha-blando. Los colombianos están dispersos y son mucho menos numerosos (el Censo de los Estados Unidos de 1990 registró sólo un poco más de 21,000 en el condado de Los Ángeles). Se puede tomar una hora o más en automóvil para ir de un lugar a otro don-de están concentrados los colombianos de la urbe metropolitana de Los Ángeles. Los colombianos están también abatidos, tanto nu-mérica como culturalmente, por una población latina dominada en gran medida por mexicanos y centroamericanos. Encontramos que para los colombianos de Los Ángeles -un grupo sobre todo de clase media- la facilidad y frecuencia de la interacción étnica está afectada por los siguientes factores: falta de densidad poblacio-nal, de números y de una presencia cultural y política significa-tiva entre sus compañeros latinoamericanos. En su mayoría, los colombianos de Los Ángeles parecen proceder de las grandes ciu-dades, Bogotá, Cali y Medellín; sin embargo, hay también repre-sentantes de muchas regiones de Colombia, pero no con el nivel de variedad que existe en la ciudad de Nueva York.

El patrón de asentamiento de los colombianos en el condado de Los Ángeles se caracteriza por la dispersión, ya que se ha efec-tuado a lo largo de las autopistas principales (véase mapa 3). Nuestros informantes clave eran conscientes de que los colombia-nos estaban muy dispersos en Los Ángeles. La mayoría de ellos parecían también estar bien enterados de la mayor y más concen-trada comunidad colombiana de Queens, la cual parece tener una

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legendaria calidad aun entre los que no habían vivido allí. Queens se describe como un lugar atestado de colombianos, donde los restaurantes están repletos de colombianos y todas las áreas están habitadas por colombianos .

MAPA 3 DlSTRIBUCIÓN DE PERSONAS DE ORIGEN

COLOMBIANO EN EL CONDADO DE LOS ÁNGELES 1 punto = 10

Océano Pacífico

3 O 3 6 9 12 15 Millas C":J

Fuente: Censo de 1990, Archivo Sl'F3A.

Condado de Orange

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Los VÍNCULOS TRANSNACIONALES DE LOS COLOMBIANOS

Los vínculos económicos transnacionales

Los vínculos económicos transnacionales incluyen una gama de actividades que van desde las dirigidas por la Colombia corporati-va (desde arriba) a las promovidas por los colombianos en Estados Unidos, sean o no empresarios (desde abajo). La importancia y variedad de las actividades económicas transnacionales desde arriba se pueden ilustrar con algunos ejemplos. La gran población colombiana de Estados Unidos constituye ahora un mercado impor-tante para los productos procesados y los servicios procedentes de Colombia. Las grandes corporaciones productoras de refrescos, cerveza, alimentos procesados y otros han expandido sus merca-dos en Nueva York y Los Ángeles. Una alta demanda en expan-sión de dichos productos ha proporcionado también oportunidades de negocios para los empresarios migran tes. En los últimos diez años, más o menos, el número de estos artículos producidos en la ciudad de Nueva York por empresarios colombianos, de acuer-do con productores colombianos, ha ido en aumento. Los intereses <;:orporativos colombianos en Nueva York están activos por me-dio de la Asociación Colombiana-Americana. Esta organización facilit!l contactos informales y coordina reuniones de ejecutivos corporativos colombianos, políticos nacionales y formuladores de opiniones con sus contrapartes estadounidenses.

Además, las grandes empresas de servicios de Colombia han 'expandido su mercado hacia el norte para captar las demandas de lós inmigrantes. Miles de migran tes, que viajan con frecuencia a

. su país; constituyen el mercado más importante de Avianca, la . mayor línea aérea privada colombiana. De hecho, Avianca tiene casi un monopolio de vuelos directos de Nueva York a Colombia y una parte considerable del tráfico aéreo menor de Los Ángeles a Colombia (Departamento de Transporte de los Estados Unidos, 1997, 1996). El sector financiero privado colombiano ha incursio-nado también significativamente en el mercado de inmigrantes de Nueva York. Por ejemplo, desde los años ochenta, el Banco de

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Bogotá, conocido en la ciudad de Nueva York como First Bank of the Americas, abrió una serie de sucursales en los vecindarios colombianos para penetrar en el creciente mercado coétnico de préstamos comerciales e hipotecarios, servicios financieros y trans-ferencias monetarias. En el área de Los Ángeles no se encontró presencia de instituciones financieras.

Uno de los vínculos transnacionales más comunes que enla-za a los migrantes con Colombia son las transferencias de peque-ñas sumas de dinero. Durante el periodo de 1978-1994, el volumen anual de remesas desde Estados Unidos hacia Colombia era, en pro-medio, de 304 millones de dólares. Según los datos del Banco Mundial, sólo en 1990 los colombianos del estado de Nueva York enviaron 147.5 millones de dólares, un caso potencialmente serio de conteo incompleto, si se toma en cuenta, por ejemplo, que en una entrevista personal el propietario de una agencia de remesas señaló la suma de 150 millones de dólares anuales como la canti-dad que su empresa sola transfería anualmente a Colombia. Por otra parte, los colombianos del estado de California enviaron unos 55.5 millones de dólares a su país en 1990, la mayor parte desde Los Ángeles (De la Garza, Orozco y Barahona, 1997, p. 8).

Los informantes indicaron no tener conocimiento de otras tran-sacciones comerciales transnacionales estables además de las tí-picas pequeñas transferencias de dinero para consumo inmediato de las familias, inversiones en pequeña escala y transferencias monetarias mayores realizadas por aquellos que desean evadir los controles oficiales. Se ha argumentado que los negocios como el servicio de remesas y de larga distancia son testaferros para el

' lávaclo de dinero. 6 Aunque ha habido, ciertamente, casos de acti-6 De hecho, en agosto de 1996, la Comisión Bancaria de Nueva York, como parte de un

proyecto piloto del Departamento del Tesoro, estableció severos controles a las remesas de dinero a Colombia a través de una lista selecta de remesadoras. A propósito, las empresas estadounidenses, Moneygram y Western Union no fueron incluidas en la lista. De acuerdo con las nuevas reglas, cualquier remesa a Colombia de más de 750 dólares debe ser notifica· da de inmediato a la Comisión y el remitente debe completar un formulario con información personal detallada, que incluye las direcciones de su lugar de trabajo, residencia, ingresos y nombre del cónyuge. Este monto ha cambiado con el tiempo. A principios de los años ochen· ta era de 10,000 dólares y de 3,000 hasta julio de 1996. El límite anterior, sin embargo, era un concepto genérico que se aplicaba 'a todos los países. Colombia es el único país con límite de remesas de dinero de 750 dólares.

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vidad ilegal, parece que éstos en su mayor parte constituyen sólo una pequeña parte del negocio. En Nueva York, el supuesto impacto del tráfico de drogas sobre la puesta en marcha de nego-cios en Jackson Heights se mantiene como un tema muy cues-tionado y polémico entre colombianos y no colombianos. En Los Ángeles, este asunto no se percibe de manera tan significativa como en Nueva York.

En el área metropolitana de Nueva York, se han desarrollado negocios de inmigrantes colombianos conjuntamente con la cre-ciente presencia coétnica. Estos negocios están localizados tanto en áreas específicas bien definidas o geográficamente dispersos por toda el área metropolitana, sobre todo en Queens. En Jack-son Heights, la Avenida 37 Y Roosevelt Avenue albergan muchas empresas colombianas. En los vecindarios de Corona, Elmhurst, Woodside, Sunnyside y Astoria se encuentra un número significati-vo de empresas cuyos propietarios son colombianos y están conec-tadas por las líneas del Metro núm. 7 y N. Esta ubicación de los negocios colombianos refleja la actual falta de concentración espacial de los residentes colombianos. 7

Las relaciones económicas entre los colombianos angelinos y su país de origen parecen ser a menor escala y con menos variedad que las observadas en la ciudad de Nueva York. A pesar de que el nivel de los empresarios de Los Ángeles es proporcionalmente tan alto como en Nueva York, no hay una concentración espacial de negocios propiedad de colombianos. Esta falta de concentración parece estar relacionada tanto con la falta de una clientela signifi-cativa y espacialmente concentrada (o sea, que no hay un enclave residencial étnico), como con el estigma de la droga que tienen los colombianos.

7 Tanto los residentes colombianos como sus negocios están siendo desplazados debido en parte a los cambios del entorno. Por ejemplo, el Grupo de Embellecimiento de Jackson Heights, controlado por americanos europeos, ha utilizado el tema contra las drogas para apoyar la designación como distrito histórico de una amplia sección de Jackson Heights. Las disposiciones para la preservación histórica le concedieron a los funcionarios locales regulaciones para el uso de la tierra que fueron utilizadas eficazmente para desplazar a los colombianos y a otros inmigrantes.

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Los negocios de los colombianos se pueden clasificar como orientados a lo étnico o a las actividades abiertas del mercado. En Nueva York, los primeros tienden a servir a un mercado local, casi exclusivamente conacional, y tienen, si los hay, muy pocos vínculos comerciales transnacionales con Colombia. Los últi-mos tienden a servir tanto a los clientes étnicos como a los no

. étnicos y se concentran en las actividades transnacionales. Entre las empresas orientadas a lo étnico se encuentran restaurantes, tiendas de ropa, colmados y reposterías. Entre éstas, sólo las tien-das especializadas de ropa importan bienes directamente desde Colombia. Las demás compran sus productos colombianos impor-tados y venden productos al menudeo procedentes de los pro-ductores y distribuidores locales.

Por el contrario, los proveedores de servicios transnacionales como las agencias de viajes, las remesadoras de dinero y las opera-ciones de llamadas telefónicas de larga distancia, sirven tanto a los coétnicos como a las nuevas olas de migrantes de habla his-pana de las diversas etnias. Las proveedoras de servicios transna-cionales son grandes operaciones que facilitan el movimiento de gente, capital e información entre Nueva York y Colombia. Este sector está en constante fluctuación, no sólo porque tiene regla-mentos oficiales más estrictos, sino también por el aumento de nuevas estrategias corporativas dirigidas a controlar el mercado étnico. Debido a la creciente presencia de inmigrantes no colom-bianos, los servicios transnacionales se han diversificado a otras áreas geográficas como la República Dominicana, Ecuador, Méxi-co y América Central. Las agencias de viajes más grandes y las empresas remesadoras han extendido sus servicios a algunos gru-pos de habla hispana.

Otra actividad económica transnacional es el comercio informal que realizan los comerciantes que viajan constantemente entre Estados Unidos y Colombia. Estos comerciantes transnacionales en pequeña escala, se aprovechan de la reciente ley colombiana que permite a los viajeros introducir al país mercancías libres de impuestos por un valor de hasta mil dólares. En contraste con las empresas transnacionales de servicios más grandes, los comercian-

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tes informales sirven exclusivamente a una clientela conacional en el área metropolitana de los tres estados.

Los negocios étnicos típicos que los colombianos poseen en Los Ángeles están relacionados con los alimentos. Los negocios no étnicos que conocemos incluyen manufactura ligera, tiendas al menudeo, alimentos mexicanos y servicios profesionales y comer-ciales (médicos, odontólogos, abogados, asesores de impuestos, firmas de bienes raíces y empresas cuyos productos o servicios están vinculados de alguna manera con la industria del cine). En senti-do general, y contrario a lo que ocurre en Nueva York, podemos decir que los dueños de los negocios más prósperos no consideran que su etnicidad sea relevante para el éxito de sus negocios. De hecho, la falta de un enclave residencial colombiano es un factor sig-nificativo que mueve a los negocios colombianos a tratar de atraer clientes no étnicos o panétnicos. Cuando estos negocios no depen-den por completo de una clientela colombiana y no tienen acceso a una agrupación laboral conacional, se ven obligados a diversifi-carse y tratar de llegar a un mercado más amplio, lo que los hace potencialmente más competitivos.

La mayoría de los informantes no tenía conocimiento de los amplios vínculos comerciales transnacionales. Un ejemplo co-múnmente mencionado era el de las compañías de importación-exportación cuyos propietarios son colombianos, las cuales, desde luego, tienen que ser transnacionales por definición. Sin embar-go, tenemos evidencia anecdótica de que, por lo menos en cierto nivel aislado, existen otros vínculos. Entre los ejemplos encontramos un exportador de alfombras en Los Ángeles, un doctor que tiene participación en una clínica en Colombia, un hombre que exporta . maquinaria pesada y personas que conocen a otras que llevan ropa a Colombia para venderla. Por supuesto, lo poco numerosos que son y lo dispersos que están, hace difícil identificar las transaccio-nes comerciales transnacionales. De todos modos, independien-temente de qué tan amplias sean estas relaciones, no están tan extendidas ni son tan intensas como las que encontramos en la ciudad de Nueva York.

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La limitada actividad económica transnacional de los colom-bianos parece estar vinculada a una combinación de factores, entre éstos, las redes económicas fragmentadas en el nivel del grupo, el escaso capital social de los migran tes individuales en el país, la inestabilidad e incertidumbre generalizada del país, y lo que mu-chos llamaron la "descomposición social" de Colombia. En este

. sentido, se afirmó que las nociones fundamentales de confianza y el comportamiento honorable no son ya elementos centrales del panorama social colombiano, especialmente en las ciudades más grandes de donde proviene la mayoría de los migrantes. Este alto nivel de desconfianza y fragmentación de los círculos sociales es paralelo a los hallazgos iniciales en dos áreas metropolitanas de Colombia (véase Guarnizo y Díaz en este libro).

De nuestras entrevistas se desprende que el medio económico transnacional contemporáneo colombiano está cada vez más mar-cado por una desconfianza generalizada. Por ejemplo, un número significativo de encuestados señaló que ellos personalmente ha-bían experimentado u oído sobre muchos casos en que los migran-tes habían realizado inversiones desde Nueva York o habían re-gresado a Colombia para iniciar un negocio, sólo para terminar perdiendo el dinero que con esfuerzo habían ahorrado. Algunos de nuestros informantes agregaron que, además de las deterioradas condiciones sociales del país, muchos de estos fracasos se debían al hecho de que los colombianos que permanecían por largos pe-riodos en Estados Unidos tendían a "desubicarse de la realidad colombiana", es decir, les faltaba el capital social adecuado, no te-nían acceso a las redes comerciales de información y sencillamen-te habían perdido el "sentido" de la cultura y las prácticas comer-ciales locales.

Este deterioro no puede ser interpretado como falta de con-fianza, reciprocidad y solidaridad entre los colombianos. La ma-yoría de la gente de negocios comparte informaciones comerciales y de apoyo (crédito informal, consejos, etcétera), aunque lo ha-cen a través de redes muy bien definidas y altamente informales y personales. Sin embargo, en este caso parecería como si la frag-mentación social se manifestara no sólo en torno a pequeños círcu-

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los de amigos y parientes, sino también a lo largo de las líneas regionales y de clase. Muchas cadenas comerciales informales son facilitadas, en gran parte, por las afiliaciones regionales y de cla-ses sociales. Por ejemplo, algunos de los comerciantes de más éxito en ambas áreas metropolitanas, la gran mayoría de los cuales pro-vienen de los departamentos de Antioquia y el Valle del Cauca y tienden a limitar su núcleo de relaciones comerciales a la gente de su región de origen, pertenecen con frecuencia a una misma clase social. En sentido general, la actividad económica trans-nacional entre los colombianos de ambas metrópolis está ligada sobre todo a las redes sociales estrechamente entretejidas de los migrantes o a las grandes corporaciones que consideran a los mi-grantes como un mercado lucrativo.

Participación política transnacional

Al acercarse el final del siglo xx, a los colombianos que viven en el exterior se les concedió un conjunto de derechos y acceso a una serie de instituciones que facilitan e incluso promueven la transnacionalización de sus vidas. Desde 1958, los colombianos han tenido el derecho de votar en las elecciones presidenciales, aun cuando éste se mantenga como un derecho político utilizado sólo marginalmente.8 Sin embargo, desde principios de la década de los noventa, la situación empezó a cambiar. El estado colombia-no introdujo una serie de reformas políticas y constitucionales para integrar formalmente a los nacionales que vivían en el extranje-ro y al hacerlo, cambió de manera irrevocable el significado que durante 150 años tenía la ciudadanía y la nacionalidad basada en la jurisdicción territorial nacional.

Quizás la más importante y duradera de estas reformas ha sido la aprobación en 1991 de la doble ciudadanía, que fue el resultado final de los movimientos de base transnacionales inicia-

B El poder potencial del voto de los migran tes fue recientemente resumido por un alto funcionario, quien dijo que "el voto de los migrantes, si se ejercita completamente, puede definir cualquier elección nacional en Colombia". Esto es particularmente cierto, si se toma en cuenta la alta tasa de abstención de los votantes que prevalece en el país.

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dos por los migrantes en Estados Unidos. Los migrantes, espe-cialmente de Nueva York y Miami, crearon un grupo de trabajo para elaborar una propuesta y presentarla ante la Asamblea Na-cional Constituyente, organismo elegido de manera popular, res-ponsable de reformas a la constitución nacional. Este grupo de trabajo fue formado por una coalición de varios partidos dirigida por líderes del Partido Liberal en la ciudad de Nueva York y abarcó incluso representantes de algunos grupos guerrilleros (Sánchez, 1996). La reforma de la doble ciudadanía es una vertiente histó-rica que liberó a los migran tes de la carga de tener que renunciar a su ciudadanía nacional original al costo de convertirse en ciudada-nos estadounidenses.

Además de la doble ciudadanía, la Asamblea Constituyente de 1991 aprobó la representación política en el Congreso Nacional de los colombianos en el exterior, mediante la creación de un dis-trito electoral extraterritorial que abarca a todos los países fuera del territorio nacional. Finalmente, en diciembre de 1997, el Congre-so Colombiano aprobó una ley que concede a los colombianos residentes en el exterior el derecho de votar por los candidatos con-gresionales que representan los distritos electorales de Colom-bia, y otorga a los migran tes poder para elegir desde lejos a los representantes de sus propias regiones de origen.

Además de estas reformas constitucionales, el Estado por primera vez está aplicando políticas para tratar las necesidades de los nacionales que viven en el extranjero. En 1996, como par-te del programa presidencial "Colombia para todos", el ministro de Relaciones Exteriores estableció el Programa para la Promoción de las Comunidades Colombianas en el Exterior (PPCCE, Samper, 1996). Entre los componentes del PPCCE se incluye un programa formal de mayor alcance para los colombianos que viven en el exterior, asistencia legal para los que son hechos prisioneros en las cárceles extranjeras,9 profesionalización de los funcionarios con-

9 Los esfuerzos del gobierno colombiano por ofrecer protección y ayuda legal a los más de 12,000 colombianos actualmente encarcelados en todo el mundo por crímenes relacio-nados con las drogas, han producido una reacción negativa entre la población migran te. Un informante se preguntaba "¿por qué el gobierno (colombiano) ha gastado tanto dinero en los criminales que nos han dado tan mala reputación? Sería mejor que ayudaran a los colom-bianos que trabajan arduamente".

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los de amigos y parientes, sino también a lo largo de las líneas regionales y de clase. Muchas cadenas comerciales informales son facilitadas, en gran parte, por las afiliaciones regionales y de cla-ses sociales. Por ejemplo, algunos de los comerciantes de más éxito en ambas áreas metropolitanas, la gran mayoría de los cuales pro-vienen de los departamentos de Antioquia y el Valle del Cauea y tienden a limitar su núcleo de relaciones comerciales a la gente de su región de origen, pertenecen con frecuencia a una misma clase social. En sentido general, la actividad económica trans-nacional entre los colombianos de ambas metrópolis está ligada sobre todo a las redes sociales estrechamente entretejidas de los migrantes o a las grandes corporaciones que consideran a los mi-grantes como un mercado lucrativo.

Participación política transnacional

Al acercarse el final del siglo xx, a los colombianos que viven en el exterior se les concedió un conjunto de derechos y acceso a una serie de instituciones que facilitan e incluso promueven la transnacionalización de sus vidas. Desde 1958, los colombianos han tenido el derecho de votar en las elecciones presidenciales, aun cuando éste se mantenga como un derecho político utilizado sólo marginalmente.8 Sin embargo, desde principios de la década de los noventa, la situación empezó a cambiar. El estado colombia-no introdujo una serie de reformas políticas y constitucionales para integrar formalmente a los nacionales que vivían en el extranje-ro y al hacerlo, cambió de manera irrevocable el significado que durante 150 años tenía la ciudadanía y la nacionalidad basada en la jurisdicción territorial nacional.

Quizás la más importante y duradera de estas reformas ha sido la aprobación en 1991 de la doble ciudadanía, que fue el resultado final de los movimientos de base transnacionales inicia-

8 El poder potencial del voto de los migrantes fue recientemente resumido por un alto funcionario, quien dijo que "el voto de los migrantes , si se ejercita completamente, puede definir cualquier elección nacional en Colombia". Esto es particularmente cierto, si se toma en cuenta la alta tasa de abstención de los votantes que prevalece en el país .

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dos por los migrantes en Estados Unidos. Los migrantes, espe-cialmente de Nueva York y Miami, crearon un grupo de trabajo para elaborar una propuesta y presentarla ante la Asamblea Na-cional Constituyente, organismo elegido de manera popular, res-ponsable de reformas a la constitución nacional. Este grupo de trabajo fue formado por una coalición de varios partidos dirigida por líderes del Partido Liberal en la ciudad de Nueva York y abarcó incluso representantes de algunos grupos guerrilleros (Sánchez, 1996). La reforma de la doble ciudadanía es una vertiente histó-rica que liberó a los migran tes de la carga de tener que renunciar a su ciudadanía nacional original al costo de convertirse en ciudada-nos estadounidenses.

Además de la doble ciudadanía, la Asamblea Constituyente de 1991 aprobó la representación política en el Congreso Nacional de los colombianos en el exterior, mediante la creación de un dis-trito electoral extraterritorial que abarca a todos los países fuera del territorio nacional. Finalmente, en diciembre de 1997, el Congre-so Colombiano aprobó una ley que concede a los colombianos residentes en el exterior el derecho de votar por los candidatos con-gresionales que representan los distritos electorales de Colom-bia, y otorga a los migrantes poder para elegir desde lejos a los representantes de sus propias regiones de origen.

Además de estas reformas constitucionales, el Estado por primera vez está aplicando políticas para tratar las necesidades de los nacionales que viven en el extranjero. En 1996, como par-te del programa presidencial "Colombia para todos", el ministro de Relaciones Exteriores estableció el Programa para la Promoción de las Comunidades Colombianas en el Exterior (PPCCE, S amper, 1996). Entre los componentes del PPCCE se incluye un programa formal de mayor alcance para los colombianos que viven en el exterior, asistencia legal para los que son hechos prisioneros en las cárceles extranjeras,9 profesionalización de los funcionarios con-

9 Los esfuerzos del gobierno colombiano por ofrecer protección y ayuda legal a los más de 12,000 colombianos actualmente encarcelados en todo el mundo por crímenes relacio-nados con las drogas, han producido una reacción negativa entre la población migran te. Un informante se preguntaba "¿por qué el gobierno (colombiano) ha gastado tanto dinero en los criminales que nos han dado tan mala reputación? Sería mejor que ayudaran a los colom-bianos que trabajan arduamente",

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sulares, y esfuerzos para estudiar las necesidades y características de la diáspora colombiana. 10 Más recientemente, el Departamento Colombiano de Planificación inició una serie de estudios acerca de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, que incluyen la migración y las implicaciones de cambios recientes en las leyes migratorias de Estados Unidos (véase Restrepo, 1998). Juntas, estas reformas y políticas representan parte de un proceso de institucionalización de Colombia como una formación social trans-nacional, un proceso que está configurando de nuevo la relación estatal con su población migrante y que representa un cambio en la percepción que de esta población tienen las clases dominantes colombianas. Evidentemente, por lo menos desde el punto de vista del Estado, los migrantes ya no son considerados simple-mente como los que viven en el extranjero, sino como miembros activos e integrados del Estado-nación.

Al igual que las actividades económicas, las relaciones políticas transnacionales desde arriba (o sea, el Estado colombiano y los partidos) y desde abajo (los activistas políticos colombianos en Estados Unidos) están relacionadas e interactúan estrechamente. Los partidos Liberal y Conservador, tradicionalmente dominan-tes, al igual que los partidos y movimientos de oposición, inclu-yendo a los grupos guerrilleros, tienen todos representantes en la ciudad de Nueva York. Durante los últimos 30 años, Jackson Heights ha surgido como un lugar para las elites políticas trans-nacionales colombianas. Las visitas de campaña y los esfuerzos para recaudar fondos de parte de los candidatos presidenciales de los partidos liberal y conservador se han convertido en prác-ticas institucionalizadas. A pesar de la baja participación de los migran tes en las elecciones colombianas, el proceso electoral en

IOComo parte del PPCCE, el consulado colombiano en la ciudad de Nueva York ha con-tratado varias investigaciones. Una de ellas investiga el tamaño y las características demográ-ficas de los prisioneros colombianos en el área metropolitana de Nueva York. Otro informe identificó las necesidades y aspiraciones de la juventud colombiana. Un tercer proyecto, ¿Quiénes Somos y Hacia Dónde Vamos? investiga el tamaño y las necesidades de la población colombiana en el área de Nueva York/Nueva Jersey/Connecticut. En Los Ángeles, el consu-lado también ha contratado un estudio sociodemográfico de los colombianos en el condado de Los Ángeles.

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la ciudad de Nueva York está lleno de sentimientos nacionalistas simbólicos que vinculan a los colombianos con la patria. Los acon-tecimientos políticos transnacionales son ampliamente cubiertos por los medios coétnicos y colombianos y proveen capital sim-bólico, 11 condición social y, eventualmente, capital material para los líderes políticos. Aunque los partidos políticos no han podido

. influir en la apatía electoral de los inmigrantes ordinarios, la cual está tan generalizada como entre el electorado colombiano, éstos han sido muy efectivos en conseguir recursos financieros de los inmi-grantes adinerados con aspiraciones políticas transnacionales, para sus campañas políticas en Colombia. Mientras tanto, la participa-ción masiva en la política transnacional se mantiene episódica e intermitente, aunque ha aumentado en los últimos años.

Como era de esperarse en una población altamente fragmen-tada y segregada, las prácticas políticas transnacionales de los colombianos y los beneficios que de ellas se derivan son heterogé-neos y se distribuyen de forma desigual. En Los Ángeles, los colombianos se han vuelto "invisibles" debido a su dispersión, tama-ño pequeño y evasión del estereotipo. Con relación a su partici-pación en la política local, un informante expresó que los políticos estadounidenses locales probablemente ni se percaten de que tie-nen votantes colombianos. Por otra parte, en Nueva York, su li-derazgo político está dominado por un selecto grupo de migrantes que han logrado ascender en la escala social y que han tenido éxito como empresarios o profesionales independientes, comúnmente abogados.

La participación colombiana en la política de Nueva York ha sido mínima hasta el momento. Esto se debe, en parte, a una com-binación de factores, entre ellos la cultura política que trajeron desde Colombia y que los hace sospechar de la política en gene-ral, sus bajos niveles de naturalización, la fragmentación social del grupo como un todo y su liderazgo en particular, y la falta de

11 Se utiliza un símbolo en el sentido de Bourdieu, es decir que representa la "adquisi· ción de una reputación de capacidad y una imagen de respetabilidad y honorabilidad que son fácilmente convertidos a posiciones políticas como un notable local o nacional" (Bourdieu, 1984, p. 291).

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organizaciones fuertes. Aunque su participación política general es baja, la afiliación política de los que sí participan es mucho más pluralista que la de grupos latinos más grandes de la ciudad, los cuales tienden a ser en su mayoría militantes del Partido Demó-crata (véase Falcón y Hanson-Sánchez, 1996). Este tipo de afIliación política parece reflejar una alta heterogeneidad política, ideológi-ca y de clase dentro del grupo. La desconfIanza generalizada, la estigmatización, la cultura política de no intervención y las afIlia-ciones políticas pluralistas se han convertido en obstáculos para la organización política de los colombianos como grupo. Cada líder político con aspiraciones tiene que lidiar no sólo con las tensiones propias del quehacer político, sino también con el fantasma del tráfico de drogas que se atribuye a los colombianos. Resulta inte-resante que las leyes exclusivistas recientemente promulgadas, que restringen los derechos y beneficios de los inmigrantes, parecen haber ayudado a reducir la desconfianza generalizada al estimular la coordinación entre las organizaciones.

Desde 1994, siguiendo las nuevas políticas del presidente Sam-per para los migran tes, el consulado de Los Ángeles ha estado brindando apoyo a varias iniciativas para promover la organiza-ción de los colombianos. Sin embargo, al momento de este estu-dio no se habían detectado evidencias de éxito. Mientras tanto, el consulado colombiano de Nueva York ha promovido en forma acti-va la transnacionalización de la participación migrante, tanto en la política local como en la colombiana al trabajar estrechamente con los líderes inmigrantes. Estas incursiones en la política esta-dounidense sugieren una tutela informal de parte del Estado colombiano a los activistas colombianos locales. Las actividades relacionadas con Colombia, como el cabildeo a los legisladores esta-dounidenses para las certificaciones, son importantes para muchos colombianos neoyorquinos y han afectado la forma en que ha-cen política en la ciudad los activistas políticos colombianos. Por ejemplo, algunos activistas que hasta hace poco proclamaban una identidad política panlatina y se mantenían alejados de los temas relacionados con los colombianos en Colombia, han teni-

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do que variar su postura e incorporar dichos temas a sus propias agendas para mantener el apoyo de sus compatriotas. 12

En general, los intereses políticos colombianos están ahora cambiando de un enfoque casi exclusivo sobre Colombia a una orientación translocal inclusiva, y de un bipartidismo rígido tradi-cional colombiano a una fluida afiliación multipartidaria estadou-

. nidense. Varios factores apuntan en esta dirección. Primero, hay una influencia estatal colombiana que estimula a los migrantes a buscar potenciación política, de manera que éstos puedan de-fender sus propios intereses y los de su país de origen. Segundo, hay un deterioro de las condiciones de Colombia, que aleja las posibilidades de regresar. Tercero, hay una disminución de las opor-tunidades de empleo debido a la reestructuración económica de la ciudad, situación que ha afectado a importantes segmentos de la población colombiana. El cuarto factor se relaciona con el surgi-miento de un pequeño grupo de políticos jóvenes, la mayoría na-cidos en Colombia, que completó su educación universitaria en Estados Unidos y son biculturales. El quinto factor es el rápido crecimiento de la tasa de naturalización de los colombianos des-de que en 1991 se aprobó la doble ciudadanía en Colombia. Orga-nizaciones tales como el Centro de Integración Latinoamericano (LAIc) fundado por un grupo de profesionales en 1991 a raíz de la reforma de la doble ciudadanía, se han convertido en impor-tantes promotoras de la naturalización, el registro de votantes y la integración de los colombianos en la ciudad de Nueva York.

Evidentemente, los colombianos de Nueva York están en tránsito desde su fuerte fragmentación y apatía electoral hacia el activismo político en el nivel local y transnacional. Algunos ejem-plos ilustran esta tendencia. En las elecciones congresionales de marzo de 1998, en las que por primera vez se permitió participar

12 Líderes colombianos han denunciado las prácticas endemoniadas y de discriminación contra los colombianos y han utilizado estos asuntos como puntos centrales para organizar cam-pañas para la potenciación política. Se presentan campañas de ciudadanía, campañas para registrar votantes y movilizaciones comunitarias, como parte de una estrategia política binacional. En general, las técnicas de organización y las prácticas políticas transnacionales están basa-das en capital social y político locales muy concentrados (relaciones sumamente personali-zadas), el uso de colombianismo (sostiene su "autenticidad" colombiana) y la movilización de capital político personal con el establecimiento político en Colombia.

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a los migrantes, José A. López, un inmigrante que llegó del De-partamento de Quindío a mediados de los años setenta y luego se graduó de médico, fue elegido al Senado de Colombia. Es el primer ciudadano con doble ciudadanía que, mientras vivía en el exterior, fue elegido para representar una región colombiana ante el Con-greso Nacional (véase Guarnizo y Sánchez, 1998, pp. 318-319). En esas mismas elecciones, Jesús Galvis, otro inmigrante de Bogotá que llegó en 1976, participó también, aunque sin éxito, por una curul en el Congreso. En ese momento había ejercido como oficial (consejero del condado y comisionado de asuntos hispánicos) en el condado de Bergen, Nueva Jersey, durante varios años. Simul-táneamente, a la fecha, varios políticos jóvenes habían anunciado su candidatura para varias posiciones en el consejo municipal y la cámara legislativa.

Mientras tanto, entre los líderes tradicionales se efectuaban negociaciones y se promovían alianzas para proponer un candida-to a una curul en el Congreso colombiano que representara a los colombianos residentes fuera del país. Para algunos políticos jó-venes, la elección de dicho representante podía crear una opor-tunidad única para romper la inercia política y movilizar en masa a la población colombiana a participar en la política local. Otros líderes jóvenes, menos optimistas y concentrados más local que transnacionalmente, como el demócrata Arthur Rojas, descartan este argumento como absurdo. Para ellos, "resulta más valioso ele-gir a un colombiano al consejo municipal de Nueva York, que a diez ante el Congreso colombiano como representantes de los colombianos en el extranjero".

Las actividades socioculturales transnacionales

En Estados Unidos, las actividades socioculturales transnacionales son patrocinadas desde arriba por el Estado colombiano o desde abajo por una gama de organizaciones de inmigrantes. A diferen-cia de las actividades económicas, en las cuales los intereses cor-porativos han abierto oportunidades comerciales para los empre-sarios migran tes, los nexos socioculturales desde arriba y desde

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abajo parecen estar separados por líneas de clase. Colcultura, orga-nismo oficial encargado de promover la cultura nacional, ha patro-cinado tradicionalmente actividades de gran impacto cultural en Nueva York (por ejemplo, conciertos, presentaciones nacionales folclóricas y de ballet clásico y exposiciones de arte de aclamados artistas colombianos), pero muy pocos en Los Ángeles. Estas activi-dades pretenden mejorar la imagen nacional en el exterior y, por tanto, son explícitamente dirigidos a un público estadounidense.

Una de las iniciativas más eficaces y exitosas iniciadas por el Estado colombiano hasta la fecha ha sido la Red Caldas (Re), una red electrónica creada en 1993, coordinada inicialmente por Colciencias (Fundación Nacional de Ciencias de Colombia) y diri-gida a facilitar las comunicaciones y el trabajo entre científicos y académicos colombianos en el exterior y el país (véase Charum y Meyer, 1998). La Re enlaza ahora a cientos de científicos colom-bianos en todo el mundo. Según Meyer y Granés (1998), casi 900 personas se han conectado a la Re, y para 1996 ésta vincu-laba a científicos colombianos de 26 países (pp. 87-89).

Paralelamente a la expansión del desarrollo económico trans-nacional, las grandes corporaciones colombianas han expandi-do la importación de material informativo colombiano. En Nueva York, los más grandes periódicos, revistas y cadenas de televisión y radio colombianos han establecido una sólida presencia. La introducción y expansión de negocios informativos han estado mediadas también por empresarios migrantes. Programas de noti-cias de radio y televisión saludan diariamente a los colombianos mientras se trasladan a sus trabajos, mañana y tarde, en lo que parece ser una bien orquestada simulación de la vida de Colom-bia, como si nadie hubiera salido nunca del país. Éste no es el caso de Los Ángeles, donde sólo se pueden encontrar periódicos nacio-nales una vez a la semana en algunos lugares y no existen otros medios de comunicación colombianos.

En Nueva York, las actividades socioculturales desde abajo han sido promovidas por muchas organizaciones populares, la mayoría de las cuales se establecieron durante la década de los ochenta, cuando la concentración de colombianos en Jackson

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Heights y SUS alrededores alcanzó una dimensión crítica. Aunque hay un significativo nivel de traslape, la mayoría de las organi-zaciones se pueden clasificar como asociaciones socioculturales y sociocívicas (Sassen-Koob, 1979; véase Peña Salas, 1997). A di-ferencia de la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, los colombianos de Nueva York no han estableci-do asociaciones de su pueblo natal. La mayoría de las organiza-ciones existentes son informales y no tienen una situación legal que las defina como carentes de fines de lucro, ni un personal fijo asalariado. Los líderes colombianos son predominantemente hom-bres, bachilleres o profesionales que tienden a trabajar por cuen-ta propia. Aunque, en general, el capital cultural del liderazgo l3

es relativamente alto, el sectarismo (entre clases y regiones) y las actitudes caudillistas predominan en estas organizaciones. La ma-yoría de estas organizaciones tienen vínculos transnacionales for-males o informales con Colombia. Los tipos de actividades y víncu-los que éstas mantienen tienden a variar según la composición de clase y la misión de la organización.

El Centro Cívico Colombiano (eee) es la organización socio-cívica colombiana más popular de Nueva York. Este centro orga-niza el masivo Festival Anual de Independencia 20 de Julio, que con frecuencia es transmitido a Colombia en vivo por la televi-sión vía satélite. Como preámbulo del festival, los líderes del eee viajan a Bogotá para promover la celebración, presentar invitacio-nes formales y distribuir nombramientos honoríficos a políticos importantes. El capital social y político acumulado por estos líde-res a través de estos rituales entre la elite política y militar colom-biana es enorme. Éste produce un alto nivel de retorno a Nueva York en la forma de mayor legitimidad y ascendencia sobre la población colombiana en general. Por esta misma razón el con-trol del eee se ha convertido en objeto de amargas luchas.

13EI capital cultural trata sobre las formas del conocimiento cultural, que equipa a las personas con empatía hacia la apreciación o la capacidad para descifrar las relaciones cultu-rales y artefactos culturales. El capital cultural se acumula por medio de un largo proceso de adquisición o inculcación, que incluye acciones pedagógicas de la familia, miembros educados de la formación social, y las instituciones sociales (véase Bourdieu, 1984, p. 2).

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Corazón a Corazón (cac) es una de las organizaciones caritati-vas colombianas más conocidas y respetadas. cac ha concentrado su misión en proporcionar asistencia monetaria y médica para llevar a Estados Unidos a niños pobres colombianos que requie-ren de cirugías del corazón y otros tratamientos complicados. CaC también dona a su contraparte colombiana equipos médicos costo-

. sos y difíciles de conseguir. Además, facilita el establecimiento de relaciones científicas entre los centros médicos y de investigación de Estados Unidos y un grupo selecto de contrapartes colombianas. Por medio de esta relación, cardiólogos estadounidenses y colom-bianos coordinan el tratamiento de pacientes graves e intercambian con frecuencia experiencias en cirugía cardiaca pediátrica. Para mediados de 1997, cac estaba colaborando con trece instituciones de salud en diez ciudades colombianas y cuatro organizaciones de salud y afines en el área metropolitana de Nueva York.

Organizaciones profesionales como Profesionales y Estudian-tes Colombianos en el Exterior (PECX, centro local de académicos y científicos de Red Caldas auspiciado por Colciencias) y la Aso-ciación de Profesores Colombianos (APC, fundada y administra-da por inmigrantes profesionales) proporcionan un foro para los científicos colombianos y dignatarios visitantes y patrocinan con frecuencia actividades culturales con artistas nacionales. La APC brinda apoyo informal y guía a los nuevos inmigrantes profesiona-les para facilitar su entrada al mercado laboral local. Entretanto, el Consejo Cultural Colombiano (COLCUC), una organización sin fines de lucro creada y dirigida por artistas y escritores inmigran-tes, facilita el intercambio entre escritores y artistas colombianos en Nueva York y Colombia.

Las fronteras institucionales entre las organizaciones colom-bianas de Nueva York están marcadas por una fuerte distinción de clase, celos institucionales y competencia, que impiden una co-municación y coordinación interorganizacional estable y sólida. Las organizaciones, con pocas excepciones, tienden a tener como base un pequeño grupo de amigos y colaboradores que ofrecen voluntariamente su tiempo y con frecuencia brindan aportes mo-

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netarios a la organización. Por lo general, estas organizaciones son dirigidas por empresarios o profesionales independientes, quienes además suelen ser activistas políticos. En resumen, las activida-des cooperativas o de conjunto son escasas, cada cual anda por su lado. Esto ha dado como resultado un alto grado de rivalidad intra e interorganizacional.

Sin embargo, como mencionamos anteriormente, hayepiso-dios coyunturales de solidaridad que salpican la experiencia colom-biana en Nueva York. De hecho, en raras ocasiones se observa falta de colaboración cuando los colombianos se organizan para dar res-puesta a las tragedias provocadas por causas naturales en Colom-bia o ante lo que se percibe como una causa común (como apoyar a un paisano o ayudar a pagar los gastos para transportar a Colom-bia el cadáver de algún compatriota), o enfrentar las amenazas comunes al grupo (por ejemplo, la brutalidad policial), o celebrar el día de la Independencia de Colombia.

En contraste con las numerosas organizaciones colombianas que existen en Nueva York, en Los Ángeles encontramos escasez de ellas. Hoy en día es difícil encontrar organizaciones culturales y CÍvicas y mucho menos las vinculadas con Colombia. Sin embar-go, varios de los informantes se refirieron a numerosas actividades individuales: un cantante, un guitarrista, un actor, una mujer que dirige un grupo de poetas latinoamericanos, entre otras.

Los colombianos de Los Ángeles no siempre padecieron de tal fragmentación y falta de organizaciones socioculturales. Se-gún antiguos residentes, hasta mediados de los años ochenta, los colombianos de Los Ángeles celebraban cuatro festivales anuales a los que invitaban orquestas y artistas de Colombia. Otros even-tos de tipo cultural eran comunes en Los Ángeles; en ese entonces, . médicos, ingenieros y otros profesionales colombianos promovían con frecuencia este tipo de actos. El aumento del tráfico de dro-gas, junto con el acoso de que eran objeto los colombianos como resultado de la guerra que el gobierno estadounidense libraba con-tra las drogas, fueron factores poderosos para alejar de las organiza-ciones a las personas y precipitaron la desaparición de organizacio-nes colombianas cívicas y culturales. Los factores relacionados con

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las drogas no fueron los únicos que conspiraron contra la organi-zación de los colombianos. Causas muy arraigadas como el cla-sismo, el envejecimiento del liderazgo inicial y las enemistades personales internas parecen haber contribuido con el proceso. Se-gún lo expresara un antiguo residente, refiriéndose en términos despectivos a la "baja clase" de los recién llegados, "estamos ago-tando la estirpe, y no es mucho lo que está llegando".

Sin embargo, al igual que en Nueva York, la movilización de los símbolos nacionales en ciertas coyunturas genera en el grupo expresiones esporádicas de orgullo, solidaridad y unión y, desde luego, beneficio comercial. Además, los colombianos de Los Ánge-les superan su fragmentación social y espacial y se reúnen el 20 de julio para celebrar su nacionalidad. Sin embargo, la celebra-ción, que aquí reúne a unos diez mil participantes en un parque local cada año, no es organizada por una institución bien estruc-turada como en Nueva York, sino por una sola persona.

En resumen, la dispersión espacial, junto con lo que parece ser una desconfianza automática entre la gente de una misma raza en Los Ángeles, significa que hasta los informantes clave no es-tán tan bien informados como podrían estarlo. Ninguna persona lo sabe todo: un inmigrante repostero, que trata todo el día con clientes en Huntington Park, tiene una perspectiva totalmente diferente a la de un abogado de Beverly Hills criado en California o a la de un quiropráctico cuyos pacientes no son coétnicos. Con-sideramos que, para los colombianos de Los Ángeles, los víncu-los transnacionales se construyen con más frecuencia sobre una base individual -por gente que se vincula a individuos que ya conocían en Colombia y en quienes confían- en vez de a través de organizaciones.

DISCUSIÓN

LAs RELACIONES transnacionales que establecen y reproducen los inmigrantes contemporáneos establecidos en Estados Unidos re-presentan procesos cruciales para el presente y el futuro de la so-ciedad estadounidense y sus instituciones. Las instituciones terri-

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torialmente limitadas, como la ciudadanía, la identidad nacional y la soberanía estatal, por una parte, y las relaciones interestatales, por la otra, se están revitalizando y poniendo en tela de juicio por estos procesos.

Los planteamientos teóricos para la incorporación de los inmi-grantes generalmente aceptados, es decir, los modelos de asimila-ción cultural y étnicos pluralistas, parecen incapaces de adecuarse a la pluralidad de las afiliaciones transterritoriales que los mi-gran tes transnacionales parecen poseer.

Mientras tanto, algunos analistas le han conferido un carácter progresivo y hasta liberatorio a las actividades y procesos transna-cionales que permite a la gente ordinaria resistir el control estatal y del capital corporativo.

Nuestros hallazgos presentan un cuadro ambiguo y menos optimista que el proporcionado por otros informes del transna-cionalismo. Indudablemente, el poder liberador potencial del trans-nacionalismo era bastante limitado, mientras que su potencial para ayudar a reproducir las asimetrías sociales era más evidente. Las experiencias de los colombianos son muy diferentes de las de otros grupos de inmigrantes, debido en parte a su estigma como traficantes de drogas. Sin embargo, más importante parece ser su posición de clase media, sus antecedentes urbanos y el papel que el Estado y las corporaciones colombianas han desempeñado en el proceso.

Las relaciones transnacionales surgieron por las presiones de los mismos migrantes (desde abajo), que tratan de mantener co-nexiones y relaciones con sus lugares de origen, y de los intereses corporativos y estatales colombianos (desde arriba) , que tratan de captar el apoyo político y la demanda potencial de los migran-tes de productos colombianos, respectivamente. Durante más de una década los migrantes presionaron por la doble ciudadanía, lo que les permitiría una afiliación legítima tanto en Estados Uni-dos como en Colombia, sin perder sus derechos colombianos. Sin embargo, la aprobación final de esta reforma en 1991 y las subsi-guientes reformas constitucionales y políticas que conceden a los migrantes una amplia gama de derechos políticos transnaciona-

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les, no se produjeron por la presión de los migrantes desde abajo solamente. La posición cambiante del país en la economía políti-ca de reestructuración global desempeñó también un papel crítico en estas reformas. En particular, el deterioro de las relaciones con Estados Unidos, el socioeconómico, político y militar más impor-tante de Colombia, contribuyó en gran medida a desatar los cam-

. bios, una situación que se asemeja mucho a los pasos dados por el gobierno mexicano para conseguir el apoyo de sus migran tes para el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y otras reformas estatales neoliberales (véase Guarnizo, 1998).

Los vínculos económicos transnacionales de los colombianos tienden a limitarse principalmente a las remesas tradicionales, las inversiones en bienes raíces y pequeños negocios y al comercio informal internacional. En la ciudad de Nueva York, éstos tienden a concentrar sus negocios en ciertas áreas metropolitanas donde han creado pequeñas áreas comerciales que son reminiscencias de tiendas y centros comerciales colombianos, los cuales son mucho menos importantes que los negocios de los dominicanos. Por otra parte, en Los Ángeles, sus negocios tienden a ser imperceptibles y están dispersos en toda la región metropolitana; muchos de estos negocios no son étnicos y sirven al mercado de los sectores dominantes. Las grandes corporaciones han encontrado en la población migrante un mercado en expansión con mayores ingre-sos disponibles que los del colombiano promedio en la difícil economía nacional. Las corporaciones de servicios, financieras y manufactureras utilizan una propaganda nacionalista para asegu-rar la lealtad de sus clientes en Estados Unidos. Viajar en la línea aérea nacional, tomar colombiana (un refresco) y cervezas nacio-nales se anuncian como símbolos de "hacer patria". Para expandir sus mercados, varias corporaciones han creado vínculos hacia adelante y hacia atrás con empresarios inmigrantes, y en el proce-so han generado una nueva "comunidad" de intereses económicos transnacionales con las elites locales. En resumen, en lugar de crear alternativas para el capital corporativo, los migrantes colom-bianos se han convertido en sus clientes y potenciales socios co-merciales.

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En los últimos diez años, Colombia se ha transformado en una de las sociedades más transnacionales del mundo: sus ciudadanos tienen derecho a la doble nacionalidad y ciudadanía; pueden votar en las elecciones congresionales y presidenciales desde el extran-jero; tienen derecho a una representación directa ante el congreso nacional como residentes de un distrito electoral global especial. Más aún, el gobierno ha transterritorializado varios programas de ayuda para incorporar al proyecto nacional a los colombianos que viven en el exterior. Sin embargo, a pesar de sus posibilidades de incrementarse, estos incentivos transnacionalizadores han en-contrado poco entusiasmo en la gran mayoría de migrantes. Las relaciones de los migrantes con el país se mantienen todavía en su mayor parte como relaciones privadas entre familiares y amigos. Sólo una pequeña elite y algunas organizaciones han capitalizado estas nuevas oportunidades.

Es razonable pensar que, además de la estigmatización nega-tiva, la apatía de los migran tes para apoyar los esfuerzos masivos de organización a través de las fronteras está relacionada con su origen urbano y principalmente de clase media. Algunos elementos apuntan en esta dirección. Por ejemplo, las asociaciones naciona-les, identificadas en investigaciones anteriores como los principales agentes que vinculan a los migran tes con sus lugares de origen, no existen entre los colombianos. De igual modo, la localidad de origen -usualmente descrita en los estudios existentes como una pequeña villa rural- ha sido identificada como un referente que restringe, da significado y crea una sensación de "comunidad". Este referente tiene un significado muy diferente entre los colom-bianos, porque la mayoría proviene de grandes centros urbanos donde son comunes la destrucción de las estructuras sociales y el aislamiento social. En resumen, no encontramos entre los colom-bianos un sentido definido de comunidad (gemeinschaft) o lo que Durkheim (1964 [1933], pp. 79-80) llama una "conciencia co-mún", o sea, "la totalidad de creencias y sentimientos comunes a los ciudadanos promedio de una misma sociedad [ ... ] indepen-dientemente de las condiciones particulares en que cada individuo se encuentre". Esto se ha identificado como el principio que sus-

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tenta la idea de "comunidades transnacionales" (véase Goldring, 1998).

En sentido general, nuestros hallazgos sugieren que las rela-ciones y actividades transnacionales no siguen un camino lineal y no son necesariamente, ni de manera inevitable, un proceso pro-gresivo. Nuestros hallazgos sugieren que la extensión, el alcance y los efectos de las actividades transnacionales son contingentes a la interacción de múltiples factores del contexto y el grupo. Por lo tanto, la interacción entre estos factores podría inducir a la expan-sión, estancamiento o trastocamiento de las actividades transna-cionales y las relaciones a través del tiempo. En Los Ángeles, por ejemplo, encontramos que los vínculos culturales transnaciona-les estables, resguardados hasta hace una década en organizaciones de profesionales acomodados, ya no existen. Entretanto, una can-tidad limitada de vínculos transnacionales, mantenidos por algu-nas organizaciones de inmigrantes y una elite emergente en Nueva York, se ha estado expandiendo en una telaraña múltiple de rela-ciones económicas, culturales y políticas desde principios de los años noventa. Los efectos de los procesos transnacionales de clase, género, origen urbano y otras categorías de exclusión, tales como la raza y el regionalismo, deben ser objeto de otras investigaciones.

RECONOCIMIENTOS

ESTE artículo está basado en los resultados preliminares de una investigación de muchos años, actualmente en proceso, que com-para las relaciones transnacionales establecidas por los migrantes colombianos, dominicanos y salvadoreños en Estados Unidos. El proyecto fue financiado parcialmente por donaciones de la Fun-dación National Science, la Fundación Ford y la Fundación An-drew W Mellon. Deseamos agradecer a Martin Bulmer, Krystyna von Henneberg, Patricia Landolt-Marticorena, Alejandro Por-tes y los editores de la revista Ethnics and Racial 5tudies por sus co-mentarios y recomendaciones sobre versiones anteriores de este trabajo.

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CAPÍTULO 7

LUIS EDUARDO GUARNIZO

Luz MAruNA DÍAZ

La migración internacional: una perspectiva colombiana

INTRODUCCIÓN

N UESTRO principal objetivo es presentar algunos hallazgos preliminares de un proyecto de investigación que se está

llevando a cabo actualmente, con el propósito de estudiar las di-mensiones internacionales de la migración colombiana, uno de los grupos latinoamericanos en Estados Unidos menos estudiados. Nuestro propósito principal es sondear los campos transnaciona-les formados por las relaciones económicas, políticas y sociocul-turales de los migrantes que unen a los dos países. Pretendemos descifrar los tipos, efectos y el carácter de estas actividades desde el punto de vista de las localidades de origen de los migrantes en las áreas metropolitanas de Cali y Pereira -que desde finales de los años sesenta han sido dos de los lugares más importantes de don-de proceden los colombianos que residen en Estados Unidos- (Urrea Giraldo, 1982; Castro Caycedo, 1990). Utilizamos el concepto de transnacionalismo para identificar una red de relaciones yacti-vidades producidas por la migración, que trascienden las fronteras y unen a los colombianos residentes en el exterior con sus locali-dades de origen (para más detalles sobre este tema, véanse Glick Schiller et al., 1992; Guarnizo y Smith, 1998; Portes et al., en este libro; Guarnizo, 2000).

En general, los analistas colombianos han estado más intere-sados en el estudio de los procesos relacionados con la globalización del capital y la información que en el estudio de la transnacionali-zación laboral. Hasta hace poco, los analistas y los responsables de tomar las decisiones políticas veían la migración internacio-

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nal de los colombianos como una válvula de escape para aliviar las presiones relacionadas con el bajo nivel de empleo entre las clases más capacitadas y la disminución del ingreso. Sin embargo, esta postura oficial indiferente fue interrumpida esporádicamente por programas ad-hoc a corto plazo, dirigidos a revertir la "fuga de cerebros", utilizando medidas para promover el regreso de profe-sionales y científicos altamente calificados. I Mientras tanto, para los trabajadores menos calificados residentes en el exterior, espe-cialmente en Estados Unidos y Venezuela, el gobierno sólo ofrecía incentivos retóricos para promover su eventual regreso (véanse Channey, 1976; Sassen-Koob, 1979; Cardona et al., 1980; Urrea Giraldo, 1982; Gómez y Díaz, 1983).

Sin embargo, para mediados de los años noventa, la migración internacional de colombianos había escalado a la primera posi-ción en las agendas tanto del gobierno como de los académicos, y esta vez con un nuevo enfoque más amplio (véanse Samper Pizarro, 1996; Restrepo, 1998). Es más, según un asesor presidencial en-trevistado para este estudio en 1996, la migración se convirtió en uno de los tres puntos de mayor prioridad del gobierno colom-biano durante las próximas décadas, junto con el narcotráfico y la degradación del medio ambiente. Este renovado interés forma parte del esfuerzo del gobierno colombiano por insertar el país en la nueva política económica global, especialmente con respec-to a Estados Unidos. Los emigrantes son ahora percibidos no sólo como una importante fuente de moneda fuerte y de innovación tec-nológica, sino también como defensores potenciales de los intere-ses nacionales frente al gobierno de Estados Unidos. Para fortalecer la capacidad de los migrantes de desempeñar un doble papel, como generadores de dólares y defensores internacionales, el Estado co-lombiano ha introducido una serie de reformas y programas. En-tre éstos: la doble nacionalidad, en 1991; una red electrónica

1 La primera iniciativa, y hasta hace poco tiempo la más importante en la promoción del retorno de migran tes altamente calificados, la constituyó el Programa de Retorno de Profesionales y Técnicos, introducido en 1972 (Decreto 1397, del 16 de agosto de 1972, del Ministerio de Finanzas y Crédito Público). Este programa de un año ofrecía incentivos especiales fiscales y financieros a profesionales, técnicos e investigadores científicos para regresar a trabajar a Colombia (para una evaluación de los efectos de este programa, véase Mesa et al., 1980).

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LA MIGRACiÓN INTERNACIONAL 279

global de científicos colombianos, en 1993; y el programa Colom-bia para Todos, en 1996 (para un estudio más completo de estos procesos, véanse Sánchez, 1996; Charum y Meyer, 1998; Guar-nizo y Sánchez, 1998; Guarnizo et al., en este libro). Este nuevo enfoque oficial de la migración proporciona un contexto que facilita y hasta impulsa a los migrantes a dedicarse a actividades habituales que conecten sus lugares de origen y de asentamiento con su integración a los campos de acción "transnacionales" (véa-se Basch et al., 1994).

Este ensayo tiene como base los resultados iniciales de una investigación actualmente en curso sobre la migración colombia-na hacia Estados Unidos. Los datos provienen de un trabajo de campo llevado a cabo entre septiembre de 1996 y febrero de 1997 en Cali y Pereira. El trabajo de campo comprendía 60 entrevistas estructuradas y no estructuradas con informantes claves (40 hom-bres y 20 mujeres), incluyendo a migrantes de retorno, de visita o potenciales, a parientes, amigos y vecinos de personas que residen en Estados Unidos, a líderes comunitarios locales, a funcionarios gubernamentales locales y nacionales, y a estudiosos de la migra-ción colombiana.2

LA MIGRACIÓN COLOMBIANA Y LAS CIUDADES ESTUDIADAS

Los DATOS existentes sobre el número total de colombianos que reside en el exterior son aproximados debido a que muchos mi-grantes eluden el registro oficial. El Ministerio Colombiano de Rela-ciones Exteriores ha estimado que cerca de 1.4 millones de colom-bianos (casi 4 por ciento de la población nacional) vivían en Estados Unidos en 1997. A diferencia de la mayoría de los grupos latinoamericanos que viven en ese país, los colombianos han estado

2 Este estudio forma parte de la prjmera fase de la recolección de datos de un proyecto de investigación comparativa sobre las relaciones económicas, políticas y socioeconómicas esta-blecidas por emigrantes colombianos, dominicanos y salvadoreños entre Colombia y Estados Unidos. Este estudio es dirigido por Alejandro Portes y Luis Eduardo Guarnizo y ha sido fi-nanciado con donaciones de la Fundación National Science, la Fundación Ford y la Fundación Andrew W Mellon.

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históricamente conformados por habitantes urbanos, una carac-terística que han confirmado tanto estudios previos (esto es, Car-dona et al., 1980; Urrea, 1987; Guarnizo et al., en este libro) como el censo de 1993. Según el censo, 88 por ciento de los 1.3 millo-nes de colombianos registrados como residentes en el exterior proviene originalmente de áreas urbanas (OANE, 1996a).3 Como veremos más adelante, existen tres factores principales relaciona-dos con un aumento de la migración hacia Estados Unidos y con las nacientes actividades transnacionales de los migrantes, entre ellas, la reestructuración económica de Colombia, el narcotráfico y los efectos acumulativos de un proceso migratorio que se inició en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial (las décadas de 1950 y 1960) .

Las dos áreas metropolitanas donde se llevaron a cabo las entrevistas están ubicadas en dos regiones colombianas muy di-ferentes, en términos de tamaño, cultura y economía. Sin embargo, éstas comparten dos características: ambas han sido duramente gol-peadas por las reformas neoliberales, han estado relacionadas con las actividades del narcotráfico y han sido muy afectadas por éste. Cali, la segunda área metropolitana del país en términos de población, es la capital del Valle del Cauca, tercer departamento del país en cuanto al número de habitantes (3 .7 millones, OANE, 1996a, p. xvi).4 El área metropolitana de Cali, ubicada al sudoes-te de Colombia, se extiende a través del valle del río Cauca, a una hora de Buenaventura, el mayor puerto del país en el Pacífico y también la más importante fuente de emigrantes hacia Estados Unidos (véase Hurtado Saa, 1996). Cali es una de las áreas más industrializadas del país y cuna del desarrollo agro industrial a gran escala. Tiene una población multirracial de casi dos millones . de mestizos y afrocolombianos (OANE, 1996c).

Entre 1990 y 1995, la economía de Cali creció a un ritmo más acelerado que la economía nacional (4.8 Y 4.1 por ciento, respec-

3 Estas cifras fueron calculadas a partir de las tablas 20 y 20.1 del Censo de 1993. Dichas tablas contienen el número de hijos de mujeres de 12 años y más que residían en el extranjero.

4 Según el Censo colombiano de J 993, 5.8 por ciento del número total de niños nacidos de mujeres de 12 años y más en este departamento residían en el exterior, y 96 por ciento de ell as procedían de las áreas urbanas (DANE, 1996a, tabla 15).

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tivamente). Esta tasa de crecimiento se explica en parte por la significativa presencia del negocio ilícito de la droga en la econo-mía local desde la década de los setenta (Castillo, 1987). El dinero relacionado con la droga irrigó todo el sistema y, por tanto, se volvió indispensable para el auge económico. Se estima que el cártel de Cali tenía "ingresos de 5,000 millones de dólares anuales [y era] la organización del crimen más rica del mundo" (Krauss, 1997, p. 71). Supuestamente, el cártel controlaba una porción signifi-cativa de las actividades de bienes raíces y de la construcción en la ciudad y tenía una presencia importante en los sectores indus-trial, agrícola y comercial de la región. La construcción de mansio-nes ostentosas y de complejos habitacionales, así como la rápida expansión y prosperidad de los negocios excluyentes eran en gran parte producto del dinero de la droga.

Sin embargo, para mediados de 1995, comenzaron a obser-varse señales de un inesperado colapso económico. Dos factores principales ayudan a explicar esta repentina depresión. Ésta, en gran parte, se debe a los efectos de las reformas neoliberales del país, que incluían la apertura total de la economía a los merca-dos y capitales internacionales, la privatización de las empresas estatales, la reducción del gasto público y la eliminación de subsi-dios y programas sociales (Ahumada, 1996). Ante este nuevo en-foque económico, las grandes corporaciones multinacionales que ocupaban posiciones críticas en la economía local y regional cam-biaron su estrategia comercial. Muchas de ellas cerraron comple-tamente sus plantas y se reubicaron tanto en el exterior como en otras regiones del país; otras simplificaron su producción elimi-nando las líneas que ya no resultaban competitivas debido a la invasión de productos importados más baratos. Y lo que es qui-zás más importante, el colapso del negocio de las drogas tras el arresto de los líderes del cártel de Cali entre 1995 y 1997, una medida provocada por las presiones del gobierno estadounidense sobre Bogotá para que cumpliera con su política de "Guerra con-tra las drogas" (véase El Espectador, 1997b). Sólo en 1995, unos 800 millones de dólares, supuestamente propiedad del narcotrá-

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fico, fueron sacados del país, lo que provocó una drástica contrac-ción en el mercado local. Los efectos del cierre de los negocios y operaciones del narcotráfico fueron extraordinarios. Los niveles de consumo extremadamente altos y el boyante mercado laboral de la ciudad recibieron un golpe tremendo. En el periodo entre sep-tiembre de 1995 y marzo de 1997, el número de personas desem-pleadas en la ciudad aumentó de 95,000 a 165,000 (DANE, 1997).

Pereira es la octava ciudad más grande del país y la capital de Risaralda, el 150. departamento en términos poblacionales (844 mil, DANE, 1996a, p. xvi). Éste es el segundo centro de producción y procesamiento de café en el que habitan unas 355,000 personas, en su mayoría mestiza (Morales, 1994; DANE, 1996b). Ubicada en el corazón del Eje Cafetero, Pereira ha sido un centro regional para el procesamiento, comercialización y servicios relacionados con el café. Durante los últimos veinte años, la sobreproducción de café y la precipitada caída de los precios mundiales hicieron este producto menos atractivo y lucrativo frente a otras cosechas. Sobre-vino una crisis regional (El Espectador, 1997a) . Las reformas neoli-berales agravaron aún más la crisis regional de principios de los años noventa. Los pereiranos han sido testigos de grandes aumen-tos en el nivel de desempleo de la ciudad y de una drástica dismi-nución del ingreso de una gran parte de la población de la ciudad. Para finales de los años setenta, Pereira ya había visto surgir las primeras organizaciones conocidas en el negocio de las drogas (Casti-llo, 1987). Los arquitectos de estas organizaciones se convirtieron rápidamente en los principales actores de la economía local, en forma directa como inversionistas formales e indirecta como empre-sarios informales ilícitos. Su riqueza les permitía convertirse en accionistas de varios clubes profesionales de futbol, los cuales lue- . go fmanciarían juegos en la ciudad de Nueva York. Al igual que en Cali, para finales de los años noventa, la represión creciente con-tra el narcotráfico había dejado también serios efectos residuales en la economía local, en especial en los sectores de la construcción y los servicios.

No obstante, a diferencia de lo ocurrido en Cali, donde no encontramos ninguna segregación espacial de migrantes, sí des-

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cubrimos en el área metropolitana de Pereira varias zonas con alta concentración de hogares, con miembros que han residido o residen actualmente en Estados Unidos. Concentramos nuestro trabajo de campo en Dos Quebradas y en Ciudadela Cuba, que son las dos comunidades más grandes y populosas de estos dis-tritos. Dos Quebradas (140,000 habitantes, DANE, 1996b) es un

. distrito industrial y residencial y una de las principales zonas de ensamblaje industrial y manufactura ligera. Allí se encuentra una porción significativa de la industria nacional de confección de ropa. Al igual que en Cali, la crisis económica produjo el cierre de plantas. Entre 1985 y 1995, unos 200 negocios fueron cerrados en Perei-ra y Dos Quebradas y el desempleo local se duplicó (Alcaldía de Pereira, 1996).

Ciudadela Cuba es un distrito residencial de gran tamaño que fue fundado en 1960 por los refugiados políticos internos produc-to de la Violencia, una guerra civil que azotó el país durante la década de los cincuenta. Los primeros refugiados, que provenían de las aldeas y campos vecinos, comenzaron a establecerse en los extensos campos de "Cuba", una vieja hacienda azucarera. Hoy día, Cuba es uno de los sectores residenciales más grandes de Pe-reira, donde reside una mezcla de familias de clase media, media baja y trabajadora. Según nuestros informantes, la emigración hacia Estados Unidos desde este distrito se inició en los años setenta. Al principio, muchos emigrantes partieron hacia Nueva York con la esperanza de regresar con suficientes ahorros para mejorar sus viviendas y comenzar un pequeño negocio. Más tar-de, durante el auge del narcotráfico a mediados de los ochenta, el número de personas que se daban un viajecito aumentó rápidamen-te. Un viajecito es el eufemismo local de los viajes para contrabandear pequeñas cantidades de droga a otros países, o para ir a Estados Unidos a importar subrepticiamente una cantidad en efectivo para una retribución. La mayoría de estos viajeros no tenía anteceden-tes delictivos y muchos de ellos con el tiempo decidían permanecer en el extranjero (véanse Castro Caycedo, 1990; Molano, 1997). La emigración iniciada por la droga coincidió con otros dos pro-cesos migratorios, a saber, el regreso de muchos empleados de

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oficina que habían emigrado hacía dos décadas y el incremento del número de obreros que viajaba al norte con ayuda de los familiares que ya se habían establecido en el extranjero.

El incremento de la migración, relacionada o no con las dro-gas, se ha extendido tanto en este distrito que, según palabras de un activista comunitario no emigrado "en este barrio, práctica-mente todo el mundo tiene un familiar en los Estados Unidos, y hay familias [completas] cuyos miembros se han ido uno a uno" (entrevista en trabajo de campo, octubre de 1996). Los efectos de la migración se reflejan en la textura urbana de la Ciudadela y en las condiciones de vida de sus residentes: uno puede ver, por ejemplo, un número creciente de viviendas que han sido mejoradas, un aumento en el consumo de aparatos eléctricos y una expan-sión en el número de pequeñas empresas. Muchos de los negocios que surgen son bares, restaurantes y discotecas, mientras una mi-noría está en los servicios de reparación y de manufactura ligera. Algunos informantes recordaron que, en un momento dado, los viajeros comenzaron a retornar con grandes sumas de dinero, nuevas costumbres, consumismo suntuario y escandalosos negocios de entretenimiento. La apertura de este tipo de negocios alcanzó tales niveles que las autoridades, alegando razones de seguridad, emi-tieron una ley prohibiendo que se abrieran nuevos establecimien-tos nocturnos en el área.

La coincidencia en el crecimiento de estos flujos migratorios tan diferentes (antiguos residentes que regresan, nuevos emigran-tes de la clase trabajadora y migrantes vinculados con la droga) se ha confundido en la mente de muchos colombianos y ha llevado a la creación de estereotipos negativos de la población migratoria en general. Al igual que en el caso de la República Dominicana ' (véase Guarnizo, 1994), muchos informantes describieron los nuevos migrantes en términos peyorativos y clasistas. Nos dije-ron que hasta mediados de los años ochenta, los migrantes eran en su mayoría de clase media, empleados de oficina que se marcha-ban en busca de mejores oportunidades económicas o para mejo-rar su capacitación profesional. En contraste, los nuevos grupos de migrantes eran vistos como una masa uniforme de gente pobre,

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marginada, con deseos de hacerse rica de la noche a la mañana a cualquier precio.

Sin embargo, la historia de la migración es mucho más mati-zada y variada de lo que las percepciones clasistas y de desprecio permiten. Más bien, lo que ha sucedido, es que la composición social del flujo migratorio se ha vuelto más heterogénea ("demo-

. crática"), en vez de homogénea. De hecho, la migración ha de-jado de pertenecer al reino exclusivo de las clases media y media alta, ya que un gran número de trabajadores y desempleados también están emigrando, y no sólo desde Pereira y Cali, sino tam-bién desde otras muchas regiones. Algunos emigran para mejorar su capacitación profesional, otros lo hacen por la falta de opor-tunidades básicas en su lugar de origen, asimismo, otros parten cautivados por la posibilidad de alcanzar el "sueño americano" de la noche a la mañana, sin tomar en cuenta las penurias arduas y muchas veces infructuosas que normalmente experimentan los obre-ros inmigrantes. Esta heterogeneidad social y la creciente diversi-dad de motivos para emigrar son el resultado de tres procesos:

• las políticas de reestructuración económica que han contri-buido en gran medida con el deterioro de las condiciones económicas locales y la consecuente reducción de oportuni-dades; • la maduración, durante más de dos décadas del proceso migratorio de Estados Unidos, que convirtió la emigración en una posibilidad para una población en crecimiento, y • la expansión de la demanda de mano de obra de los narco-traficantes para sus operaciones transnacionales, que abrie-ron de par en par las puertas de la migración a una población que de otro modo no habría podido salir.

Evidentemente, la generación del empleo en la región cafetalera y en Cali no ha ido a la par con el crecimiento de la población. La reducción de oportunidades laborales ha afectado particularmen-te el creciente número de bachilleres y graduados de universidad, en un momento en que el atractivo y las oportunidades de emigrar

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han aumentado. Un ex gobernador del Departamento de Risa-ralda, entrevistado para este estudio, resumió la situación de la siguiente manera:

Después de graduarse de bachilleres, la mayoría de los jóvenes sueña con ir a la universidad, hacerse profesionales y conse-guir un empleo bien remunerado. Sin embargo, gran parte de ellos no puede ni siquiera continuar sus estudios debido a la falta de recurso, ni puede encontrar un empleo decente, o más bien ningún empleo. Aun aquellos que se gradúan de la universidad terminan desempleados o subempleados. La ver-dad es que éstos son jóvenes honestos y decentes, pero aquí no hay nada que ellos puedan hacer. Y entonces ven a los que se marcharon a Nueva York regresar con dinero para com-prar o construir una casa nueva para sus madres, comprar modernos efectos eléctricos y automóviles, conseguir las me-jores chicas y salir mucho de fiesta [ ... ]. Entonces, se van a los Estados Unidos a probar suerte. Algunos consiguen empleo transportando dinero desde Nueva York (entrevista en el tra-bajo de campo, septiembre de 1996).5

En efecto, la migración llegó a ser la "solución" para una po-blación siempre creciente. Una maestra de bachillerato que nunca antes había viajado explicó que "uno ve a muchas personas que empeñan su casa y sus bienes [para pagar] para que uno de sus hijos se vaya y se convierta en la salvación de la familia" (entrevis-ta en el trabajo de campo, enero de 1997). El dueño de una agen-cia de viajes de Pereira relató que "la población de Pereira y sus alrededores que iba y venía (a Estados Unidos) creció tanto que ' Avianca (una aerolínea nacional) estableció vuelos directos a Nue-va York dos veces por semana" (entrevista en el trabajo de campo, febrero de 1997).

En Cali, las prácticas de reclutamiento de mano de obra para el cártel de la droga han facilitado también la migración de muchos

5 Ésta es una referencia al contrabando de dinero de la droga devuelta hacia Colombia.

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que, de otra forma, no habrían podido viajar. Las actividades trans-nacionales de los cárteles de ambos países, legales e ilegales, han ayudado a los migran tes en el exterior a mantener relaciones con su país de origen. De hecho, para algunos analistas, "la ciudad de Nueva York -particularmente el norte de Queens- es probable-mente el centro mayorista internacional más importante del car-tel" (Krauss, 1997, p. 71). Algunos estudiosos incluso consideran que la presencia de una significativa población de colombianos en Estados Unidos le proporciona al cártel una ventaja comparativa del mercado y le ha facilitado la integración vertical del negocio (Thoumi, 1994).

La expansión del tráfico de drogas ha traído no sólo la incor-poración de una mayor población al proceso migratorio, sino que ha creado, además, un ambiente plagado de desconfianza y frag-mentación social entre los migrantes, así como una extendida estigmatización y discriminación en contra de los colombianos en Estados Unidos. Mientras, en Colombia, los que regresan des-pués de haberlo "logrado" en el exterior, son mirados muchas ve-ces con recelo por quienes ponen en tela de juicio el origen de su éxito sin importar la fuente real de sus ingresos. Ya se acabaron los tiempos en que los recién llegados eran admirados y respetados en Cali o Pereira, y hasta recibidos y respaldados por sus compa-triotas de Nueva York (Castro Caycedo, 1990). Una señora de 67 años de edad que regresó a Ciudadela Cuba, después de tra-bajar 35 años en una oficina al norte de Nueva Jersey, dijo re-cordar que:

Al principio (1960-1970) todo era diferente. Yo, por ejemplo, le di posada en mi propia casa a muchos, muchos colombianos que llegaban sin dinero, sin familia y que no tenían amigos allá [ ... ]. Ahora, usted no puede recibir a la gente así nada más, de la calle; eso es peligroso [ ... ] la verdad es que hay muchos colombianos que son desagradecidos, y muchos que hacen co-sas malas que dañan la imagen de todos nosotros [ ... ] Ahora hay mucha animadversión en contra de los colombianos (en-trevista en el trabajo de campo, octubre de 1996) .

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Sin embargo, la imagen de una población migrante sin cohe-sión social debe ser interpretada con precaución. Realmente, por esta evidencia, no se puede llegar a la conclusión de que princi-pios como la solidaridad y la prosperidad han desaparecido por completo del repertorio social de los colombianos. Por el contra-rio, éstos siguen siendo recursos sociales altamente valorados. Sin embargo, como veremos más adelante, la práctica de la solidaridad y la reciprocidad se ve limitada cada vez más a las redes sociales estrechamente vinculadas de amigos y familiares con anteceden-tes de clase y lugares de origen similares. Los efectos negativos del narcotráfico han exacerbado los principios ancestrales de exclusión que prevalecen en la sociedad colombiana, donde las relaciones más cercanas con no familiares tienden a restringirse a personas de clases sociales similares, y donde el regionalismo está implantado de manera profunda. El peligro de ser vinculado involuntariamen-te con un mafioso, o de ser identificado por error como tal , ha contribuido a incrementar el espíritu excluyente entre los migran-tes y en la sociedad colombiana en general. Los migran tes entre-vistados para este estudio coinciden en que de una u otra forma todo colombiano que sale de su país lleva consigo el estigma de la droga. Argumentan también que este encasillamiento de los colombianos ha sido popularizado y está siendo perpetuado por los medios de comunicación nacionales y globales. Sin lugar a du-das, este estigma afecta el comportamiento de los migrantes ha-ciendo que resulte más difícil crear redes y actividades sociales transnacionales de diversa índole.

LAs INICIATIVAS TRANSNACIONALES DE LOS MIGRANTES .

NUESTROS hallazgos preliminares indican que las actividades transnacionales dependen en gran medida del capital social de los migrantes (Portes y Sensenbrenner, 1993), un recurso cuya for-mación y carácter está condicionado en gran medida por el lugar de origen, la posición económica y social original, y por las circuns-tancias migratorias. Sin embargo, las actividades transnacionales

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económicas, políticas y socioculturales de los migrantes, están conformadas por las circunstancias contextuales en las cuales están insertos en el extranjero y en sus lugares de origen.

Las actividades económicas transnacionales

En las dos áreas metropolitanas estudiadas, identificamos una am-plia gama de actividades económicas que están relacionadas con los migran tes en el extranjero y que dependen de éstos. Las princi-pales actividades transnacionales que encontramos eran empresas de servicios, comerciales y de bienes raíces. Entre las actividades de servicios más comunes estaban las relacionadas con viajes inter-nacionales, agencias de remesas y casas de cambio, oficinas pro-cesadoras de documentos oficiales y servicios informativos para estudiantes internacionales. Como parte de las actividades comer-ciales se encontraban las operaciones de importación y exportación, tales como importación de computadoras y exportación de flores, alimentos y utensilios de cocina de fabricación colombiana. Otra línea importante de la actividad transnacional era la promoción y venta de viviendas en Pereira y Cali a migrantes en el extranjero. En un mercado local contraído, el poder de compra relativamente alto de los migrantes, constituye una demanda potencial signifi-cativa para los promotores de estas ciudades. Encontramos que, en algunas ocasiones, pequeños grupos de migrantes proceden-tes de una misma localidad han unido sus recursos para adquirir tierras y desarrollar complejos habitacionales, tanto para su pro-pio consumo como por negocio.

Una actividad económica más común, aunque en promedio más pequeña y menos lucrativa, relacionada con la migración, era la pequeña empresa comercial y de servicio (tiendas de comesti-bles, restaurantes, discotecas, servicios de reparación) creada y por lo general subsidiada con los ahorros que los migrantes en-vían desde el extranjero. Al igual que sucede con otros grupos de migrantes en otros lugares, estas numerosas microempresas mar-can las áreas donde viven los migran tes y/o sus familias y son fácilmente identificables por la forma ruidosa como anuncian su

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"americanización", ya que muchos de estos negocios tienen nom-bres de barrios y ciudades de los Estados Unidos y son decorados "a la americana". Sin embargo, la actividad económica transnacio-nal más típica y, de hecho, la más antigua, es el flujo constante y multimillonario de remesas familiares hacia el sur, que constituye la evidencia más significativa de los lazos sociales transnacionales de los migrantes con su familia, parientes y amigos.

Encontramos un destacado sector de empresarios migrantes a quienes llamamos "exitosos", involucrado en operaciones co-merciales en nivel medio, estables y lucrativas entre los Estados Unidos y Colombia, y en algunos casos con otros países alrededor del mundo. Algunos de estos empresarios tenían conexiones con el capital financiero colombiano y sectores de los medios de comu-nicación y el entretenimiento. Nos interesaba descubrir las posibles diferencias en las estructuras sociales que mantenían a un empre-sariado exitoso y no exitoso a través de las fronteras nacionales. Encontramos un empresariado económico nacional involucrado en redes transnacionales de apoyo que se habían ido tejiendo gra-dualmente entre grupos pequeños y cerrados de amigos y/o parien-tes. Al parecer, los antecedentes de clase y los niveles ocupaciona-les de los migran tes previos a la emigración eran factores decisivos para explicar su comportamiento empresarial.

Según nuestros hallazgos iniciales, parecía más probable que antes de emigrar, los empresarios transnacionales de éxito fueran de una clase social más alta y tuvieran un nivel ocupacional más ele-vado que los empresarios "no tan exitosos"; es decir, personas cu-yas inversiones habían fracasado o tenían negocios pequeños que abastecían mayormente un mercado local. Los empresarios de . éxito tendían a ser personas con bUén dominio del inglés; con fre-cuencia eran graduados de universidad, de tez clara y originalmen-te procedían de las clases media y media alta. Estos empresarios habían forjado sus relaciones comerciales a través de sus redes so-ciales, las que a su vez facilitaban su posición social y adaptación a un entorno transnacional. Con los siguientes dos ejemplos ilus-traremos estos procesos.

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Alberto Lara,6 un caleño graduado en administración de empresas, de tez clara, con 53 años de edad, es el propietario de una firma de importación y exportación en Call. Antes de salir de Cali hacia el norte de Nueva Jersey; trabajaba como gerente de una fir-ma multinacional tailandesa. En 1975, ante la insistencia de su esposa de que se mudaran al norte, se marchó a reunirse con sus familiares que eran residentes legales de Estados Unidos. Tan pron-to llegó, comenzó a trabajar en la empresa de computadoras de su cuñado. En 1982, después de varios problemas relacionados con los negocios, dejó el empleo y se mudó a Miami para traba-jar en una subsidiaria de su antiguo empleo en Cali. Según sus palabras, "fue entonces cuando sentí por primera vez lo que era ser un inmigrante". Por un tiempo, estuvo solo en Miami mientras su familia permanecía en Nueva Jersey. Tres años más tarde, vien-do que no se cristalizaban sus esperanzas de ser promovido, re-nunció y comenzó su propio negocio, una firma de contabilidad y consultoría al servicio de empresas propiedad de latinos. Du-rante el periodo 1985-1990, su negocio creció rápidamente en un momento en que la economía latina de Miami era floreciente, debido más que nada a la expansión de la demanda generada por el auge del negocio de la droga. Para finales de la década de los ochen-ta, la "guerra contra las drogas" se había extendido hasta incluir controles más estrictos para los bancos y los impuestos, así como redadas y operativos policiales. Las empresas de los latinos, y es-pecialmente de los colombianos, eran los principales blancos de la cruzada contra las lo que forzó a muchas de ellas a cerrar. En poco tiempo, el señor Lara vio reducirse su clientela y con ella la prosperidad de su propio negocio. Para 1995, ya estaba de re-greso en Cali trabajando de nuevo con su antiguo empleador, aunque esta vez de manera temporal. Antes del año ya había instalado su propia empresa de consultoría en importaciones y exportacio-nes. Para ello, se valió no sólo de su preparación profesional, su agudeza para los negocios y sus recursos monetarios, sino también viejos contactos de negocios y amigos que había conocido a lo largo de su carrera, tanto en Cali como en el extranjero. Al mo-

6 Los nombres de los informantes han sido cambiados para preservar su anonimato.

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mento de nuestra entrevista, el señor Lara estaba estudiando la posibilidad de expandir sus operaciones para atraer hacia Colom-bia a inversionistas tailandeses y japoneses (entrevista en el trabajo de campo, octubre de 1996).

Sergio Salazar no tenía acceso a los mismos recursos sociales que el señor Lara y tuvo que enfrentarse a una situación diferen-te al regresar. Ex jugador de futbol afrocolombiano, procedente de un barrio humilde de Cali, partió hacia Nueva York en 1980 como parte de un viaje de intercambio de futbol. Al final del viaje, le ofrecieron una beca deportiva en una pequeña universidad del área metropolitana de Nueva York. Aceptó y cuatro años más tarde se graduó. Después, estudió una maestría en terapia física y regresó a Cali en 1994. Sus planes eran iniciar una clínica de terapia física en Cali. "Resultó un fracaso total", recuerda. Se que-jaba de que su "capacitación era demasiado sofisticada para Colombia" y que su fracaso se debía también a la "envidia, hay tanta envidia aquí". Al preguntársele si sabía de algún otro tera-peuta en la ciudad, o si tenía algún contacto profesional allí, res-pondió que no. Evidentemente, una convergencia de factores que incluía su propia falta de capital social y experiencia en los nego-cios, un desajuste entre sus capacidades y la demanda local, así como un medio ambiente hostil, impidieron que tuviera éxito como profesional independiente. Al momento de la entrevista estaba involucrado en actividades comerciales que no tenían ninguna relación con su capacitación profesional y evaluaba la posibili-dad de volver a emigrar (entrevista del trabajo de campo, octubre de 1996).

Nuestros entrevistados, conocían a numerosos migrantes que habían regresado después de ahorrar en Estados Unidos lo sufi- ' ciente para iniciar un pequeño negocio. Mientras muchos de ellos lograron mantenerse en el negocio e incluso expandir sus opera-ciones, un número significativo de los que regresaban veía sus ne-gocios irse a pique. Con frecuencia, los empresarios que fracasa-ban habían sido trabajadores asalariados en Estados Unidos. Se nos informó que algunos de ellos tuvieron el negocio adecuado para triunfar, pero les faltaba experiencia empresarial, contactos de

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negocios y suficientes recursos para iniciar una operación compe-titiva y lucrativa. Además, el contexto al que regresaban en Cali y Pereira era muy diferente del que habían dejado en las décadas de los setenta y los ochenta, cuando muchos de ellos habían par-tido originalmente. A finales de los años noventa, el ambiente eco-nómico y comercial se había tornado mucho más duro y competiti-

. va que nunca antes. El número de micro y pequeñas empresas, del tipo que la mayoría de estos emigrantes podría abrir, ha prolife-rado hasta la redundancia.

Como ilustra el caso del señor Salazar, a los profesionales o técnicos de origen social humilde, que regresan con grandes expec-tativas sociales y económicas, muchas veces se les hace difícil alcanzar sus metas. Como señaló un no migrante, estos profesiona-les pronto se dan cuenta de que "ya no son de aquí y que nunca fueron de allá". Muchos de ellos, sintiéndose rechazados, tienden a aislarse socialmente. Incapaces de adaptarse, muchos de ellos terminan volviendo a emigrar.

Las remesas

La transferencia de una parte de sus ingresos a los familiares y amigos que dejaron atrás es la práctica económica transnacional más común entre los migrantes. Sin embargo, es imposible obtener una cifra precisa de la cantidad real de dinero que los migrantes transfieren a Colombia. Tal como nos indicara un alto funcionario del Banco de la República (el Banco Central), cualquier cálculo del total de remesas recibidas resulta incompleto porque:

a) una gran porción de las transferencias evade el control estatal porque se envía por medio de canales informales, incluyendo remesadoras no registradas, amigos visitantes y los mismos migrantes; b) en el sistema de contabilidad nacional no hay una partida específica que mida dichas transferencias, y e) ciertas cantidades de dinero de otra procedencia se mencio-nan como remesas familiares.

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Además, cabe destacarse que el Estado colombiano todavía no ha mostrado mucho interés en establecer la verdadera cantidad recibida, ni controlar el ingreso de este dinero al país.

A pesar de las limitaciones antes mencionadas, los datos dis-ponibles a través del Banco Central revelan que desde la década de los setenta, las remesas han aumentado a un ritmo constante. Durante el periodo de 1970-1988, éstas crecieron a una impresio-nante tasa anual de 26.1 por ciento y aumentaron, en 1988, de casi 6 millones a unos 384 millones de dólares. Aun cuando la tasa de crecimiento disminuyó en 50 por ciento entre 1988 y 1992, las remesas alcanzaron los 630 millones de dólares al final de ese periodo. Aunque estos estimados son conservadores, los mLmos representan una cantidad significativa -cerca de 45 por ciento de las contribuciones totales del café, que es el segundo rubro más importante de exportación del país.

Un medio común para el envío de remesas ha sido a través de casas de cambio pequeñas y con frecuencia informales. Como par-te de las reformas neoliberales de 1991, el gobierno suspendió la mayoría de los controles que regulaban el cambio de moneda extranjera. Se estimaba que, para principios de 1993, las casas de cambio manejaban una cantidad de dinero igual al total de las exportaciones de la industria de flores, el más importante sector de exportación no tradicional del país. Pronto, estos negocios fue-ron conocidos como lugares para el lavado de dinero (El Espectador, 1996). En 1993, el gobierno introdujo una serie de regulaciones para poner fin a esta situación. El Banco de la República emitió normas estrictas (Resolución 21 de 1993) que requerían un capital mínimo de operación (300,000), capacidad profesional certifi-cada y certificado de probidad moral de los dueños y los emplea-dos. Las casas de cambio tenían que presentar un informe diario de' todas sus transacciones, como una de las muchas medidas diri-gidas a desalentar el lavado de dinero.? Uno de los objetivos de

7 Estas estrictas regulaciones fueron pronto seguidas por medidas nacionales (Decreto Presidencial 1735, de 1993) y otras agencias nacionales emitieron reglamentos específicos, entre ellas la Comisión Bancaria Nacional y la Dirección Nacional de Impuestos y Aduanas. El 10 de junio de 1997, el Banco Central emitió nuevas directrices (Circular Reglamentaria 61) para regular aún más el sistema de declaración , especialmente con relación a la identifi· cación de los clientes y otros procedimientos que deben seguir las casas de cambio.

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la intervención estatal ha sido eliminar del mercado las operacio-nes pequeñas, dejando las transferencias de dinero en manos de una cuantas operaciones grandes, que son más fáciles de vigilar. A pesar de todos estos controles, se calcula que las operaciones de cambio "ilegales" todavía abarcan más de 50 por ciento del mer-cado cambiario (El Espectador, 1997c).

Las actividades transnacionales y el comercio de la droga

La relación entre la migración y el narcotráfico ha sido importante. Como se indicó antes, la demanda de mano de obra de las organi-zaciones de narcotraficantes ha contribuido en gran medida a la expansión de la migración hacia Estados Unidos desde Pereira y Cali. Por otro lado, el narcotráfico se ha beneficiado de la existen-cia de muchas instituciones y prácticas originalmente creadas por los mismos migrantes, las cuales han vinculado a los migran tes con sus comunidades de origen. Entre éstas se encuentra la transfe-rencia de dinero, los viajes frecuentes y las incontables iniciativas empresariales de los inmigrantes. Las organizaciones de narcotrafi-cantes se han beneficiado también de la presencia de los enclaves residenciales colombianos en zonas tales como el área metropo-litana de Nueva York y el sur de la Florida, los cuales proveen un ambiente sociocultural familiar para que estas organizaciones operen yen el cual puedan reclutar mano de obra adicional (Thou-mi, 1994). En la misma forma que el crimen organizado se convir-tió en un medio de movilidad ascendente para muchos grupos de inmigrantes en Estados Unidos (irlandeses, judíos, italianos, chi-nos; véanse Nelli, 1969; Light, 1977; Rockaway, 1980), el narcotrá-fico se ha convertido en una de las maquinarias más amplias y "democráticas" de movilidad ascendente para muchos colombia-nos, desde profesionales desempleados o mal pagados, hasta habi-tantes urbanos marginados y privados de sus derechos civiles (véanse Castillo, 1987; Camacho G., 1988; Molano, 1997). La orga-nización social del comercio ayuda a explicar su rápida expan-sión y las dificultades para reprimirlo.

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Nuestro trabajo de campo revela que las redes del narcotráfico son pequeñas, muy cerradas y están conformadas por gente de confianza. Para los migrantes ligados al negocio de la droga, la bús-queda individual de ingresos está envuelta en un denso tinglado de expectativas sociales y obligaciones recíprocas. Las relaciones tie-nen como base fuertes principios de lealtad y reconocimiento del patrón como un benefactor y proveedor de favores. Los que es-tán involucrados en el negocio son:

a) participantes voluntarios (personas que a sabiendas se involucraron en el negocio), reclutados en Colombia y entre la población inmigrante que reside en los Estados Unidos, o b) personas que han terminado enredados en el negocio en contra de su voluntad, atrapados en el negocio por trafican-tes sin escrúpulos (véase Molano, 1997).

Según nos informaron los entrevistados, un número significativo de quienes se involucran voluntariamente había ingresado al negocio como "mulas", contrabandeando pequeñas cantidades de droga escondidas en sus propios cuerpos o equipajes.

Los grupos más consolidados tienen una estructura organiza-tiva transnacional muy compleja, con una elaborada división labo-ral. Entre los empleos en el comercio figuran los transportadores (que contrabandean la droga), los caleteros (que vigilan las casas de seguridad), los cobradores, los que hacen cumplir las tareas, los con-tables y los que bajan la plata, es decir, que transportan el dinero desde Estados Unidos hasta Colombia. Muchas de estas posicio-nes están ocupadas por migrantes. Estos puestos proveen no sólo acceso a salarios mucho más altos que los disponibles en las actividades legales, sino que permiten mantener relaciones cons-tantes con Colombia mientras se está en el extranjero. El testi-monio de uno de nuestros entrevistados durante la investigación ilustra algunas de estas dimensiones:

Primero llegué a Miami para trabajar en un restaurante, don-de ganaba 10 dólares diarios. A principios de 1987, llegó un

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amigo y me dijo "hay un trabajito" "¿Qué tipo de trabajo?" pregunté. "Para ir a caletiar". "¿y cómo es eso, hombre? .. ¿cuánto paga?" "Mira, hombre, es muy simple. Hay un poco de mercancía mojada.8 Hay armas, y tú estarás encerrado allí cuidando la mercancía. Te darán 10,000 dólares por una se-mana". "Está bien", le dije "lo haré". Entonces le pedí permiso al dueño del restaurante. A los ocho días de estar cuidando la caleta me dieron los 10,000 dólares, y me fui. Pero luego el patrón me llamó y me dijo que me necesitaba para trabajar directamente con él. Entonces me dio una casa, un carro, comida y 2,000 dólares, y yo lo acompañaba todo el tiempo. Mientras que en el restaurante yo no tenía nada de eso (en-trevista del trabajo de campo, enero de 1997).

La consolidación de las actividades transnacionales relacio-nadas con el narcotráfico ha tenido un efecto considerable en las actividades internas del país, tanto económicas, políticas, como socioculturales. La adopción de un modelo neo liberal por parte de Colombia permitió la entrada masiva de dinero ligado al lavado de dólares proveniente del narcotráfico. Este dinero, que fue a parar a muchas actividades económicas del país, sirvió de gran ayuda para salvar el país de los efectos devastadores de la crisis que azo-tó a América Latina en la década de los ochenta, comúnmente llamada la "década perdida". El economista Roberto Steiner (1997, p. 47) considera que durante la primera mitad de la década pasada "el ingreso neto por la exportación de narcóticos repre-sentó cerca de 7 por ciento del PIS [del país] y 70 por ciento de las exportaciones".

Las actividades políticas transnacionales

Desde finales de la década de los cincuenta, la política colombiana se ha caracterizado por un alto abstencionismo electoral, apatía po-lítica generalizada y desconfianza en la política partidista. Esa alie-

8" Mercancía mojada" es una expresión utilizada para la droga de reciente contrabando.

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nación política ha sido estimulada por un sistema en el cual un núcleo restringido de elites monopoliza el discurso público y las estructuras de poder. Estas elites perpetúan su posición mediante camarillas locales, regionales y nacionales de la relación patrón-cliente, afiliadas a los partidos dominantes, liberal y conservador. En general, la cultura política nacional ha estado dominada por la intolerancia, la exclusión y muchas veces hasta por supresión violenta de la oposición (véase Delgado et al., 1996).

Esta cultura política ha sido reproducida, en gran medida, entre los migrantes (véase Guarnizo et al., en este libro), creando un ambiente que ha desalentado la acción política transnacional. Por lo tanto, no nos sorprendió que nuestros entrevistados no men-cionaran mucho activismo político transnacional entre la población migran te. De hecho, gran parte de los entrevistados desconocían el fenómeno político transnacional existente, así como la existencia de los capítulos de los partidos tradicionales en Nueva York, las visitas frecuentes de los políticos a los enclaves colombianos de Estados Unidos y las contribuciones monetarias de los líderes mi-grantes y elites emergentes a las arcas de dichos partidos. Asimis-mo, nuestros entrevistados raras veces conocían acerca de los pro-gramas y políticas oficiales en favor de la población migrante en el extranjero, como el Programa para la Promoción de las Comu-nidades Colombianas en el Exterior. La extendida desconfianza con respecto a los estamentos políticos colombianos puede ayudar a explicar la ausencia de esfuerzos colectivos de los migran tes para influir en la toma de decisiones políticas en las ciudades colombia-nas estudiadas.

A simple vista, estos hallazgos sugieren que el espíritu inclu-yente de los derechos extraterritoriales otorgados a los colombianos que residen en el exterior -como el derecho a votar en las eleccio- . nes presidenciales y la doble ciudadanía- no han sido capaces de superar la alienación producida entre los migran tes por el sistema político dominante. Pero, a pesar de lo pesimista que pudiera pare-cer este cuadro al principio, encontramos evidencias de que los recientes acontecimientos están motivando a los emigrantes a adoptar una posición política transnacional más activa. Un fac-tor fundamental fue la elección al Senado colombiano, en marzo

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de 1998, de José A. López, un acaudalado médico residente en el norte de Nueva Jersey que tiene doble nacionalidad, estadouniden-se y colombiana. Al participar en una boleta del Partido Liberal del Departamento de Tolima, se convirtió en el primer ciudadano de doble nacionalidad que haya sido elegido para una posición pú-blica en Colombia (los otros cuatro candidatos que participaron desde el área metropolitana de Nueva York no resultaron elegidos). La elección del doctor López fue posible gracias a la reforma elec-toral de diciembre de 1997, que ahora permite a los nacionales residentes en el exterior elegir y ser elegidos para el Congreso Nacio-nal, representando a cualquiera de los 25 departamentos de Colom-bia (véase Guarnizoy Sánchez, 1998, pp. 318-320). La concurren-cia a las urnas para estas elecciones, celebradas apenas tres meses después de aprobada la reforma de 1997, fue el doble de la que asistió a las elecciones presidenciales anteriores.

Después de aprobarse la reforma electoral de 1997, el interés de los políticos regionales colombianos por los asuntos transna-cionales parece haberse incrementado. Varios políticos, así como prominentes académicos, han reconocido públicamente la impor-tancia de los migrantes en el nivel nacional no sólo por sus contri-buciones económicas, sino por el papel que tienen como:

a) ciudadanos nacionales (potenciales votantes y aliados po-líticos en la política colombiana) cuyos derechos, sin impor-tar su posición legal en el extranjero, deben ser protegidos por el gobierno, y b) defensores de los intereses nacionales frente al gobierno de Estados Unidos (véanse, por ejemplo, Maingot, 1998; Toka-tlián, 1998, p. 76).

La elección del doctor López, para tomar un ejemplo, ha impulsado a los líderes políticos inmigrantes, especialmente a los que representan a los partidos tradicionales en el exterior. Los líde-res migran tes están ahora tratando de que el Senado apruebe una ley que regule la creación de un distrito electoral especial en el extranjero, tal como lo contempla el artículo 176 de la Constitu-

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ción de 1991. Si esta leyes aprobada, los migrantes podrán elegir un representante ante el Congreso colombiano, según estipula la Constitución de 1991. A estos fines, algunas organizaciones de migrantes cuentan ahora con el apoyo de varios políticos nacio-nales y académicos e intelectuales de prestigio en el sector públi-co (véase Tokatlián, 1998). Una de las principales defensoras del distrito especial es la senadora liberal Piedad Córdoba (del Depar-tamento de Antioquia, una de las principales fuentes de migran tes hacia Estados Unidos). En una de sus visitas a la ciudad de Nue-va York, la senadora Córdoba subrayó la importancia política de poder coordinar "el quehacer político en Colombia yen Estados Unidos". Ella afirmó que "la aprobación del distrito especial en el exterior [había] adquirido gran importancia" dada la dispersión de los colombianos en todo el mundo y al hecho de que "el mundo hoy día es completamente interdependiente y está totalmente inter-comunicado". Existe la "necesidad urgente de elegir colombia-nos en posiciones públicas para buscar poder político en Estados Unidos, utilizando como base la organización de los partidos polí-ticos colombianos", concluyó (citado en El Diario/La Prensa, 1997).

Actividades transnacionales socioculturales

Los lazos culturales transnacionales que unen a los migrantes y sus lugares de origen son tan diferentes en forma, contenido y al-cance, como la composición racial y de clase de la misma población migrante. De hecho, los caleños y los pereiranos en Estados Uni-dos están conectados con sus ciudades de origen por una amplia, ambigua y compleja red cultural transnacional. Entre las activi-dades culturales transnacionales, se encuentran los intercambios frecuentes de grupos de danza folclórica y equipos de futbol afi-cionados y profesionales (hay incluso un campeonato anual en Pereira, en el que participa el equipo de Nueva York) y giras de orquestas populares, cantantes y artistas plásticos famosos. 9 Hay

9Las orquestas más populares son invitadas a menudo para presentarse en festivales , tales como el del Día de la Independencia Nacional, y en clubes privados en Nueva York, Nueva

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un flujo constante de personas que viajan de un lado al otro visi-tando familiares, especialmente durante las festividades locales y religiosas, como Semana Santa, Navidad, Día de las Madres, va-caciones de verano y ferias anuales en cada ciudad. El futbol y la música son quizás los símbolos "nacionales" más importantes, los cuales parecen salvar los límites regionales y sociales. Según nos relató uno de nuestros informantes, "una de las pocas cosas que unen a los colombianos dentro y fuera del país, es el futbol". El futbol en Colombia genera más seguidores e interés que cual-quier otra expresión de la vida colombiana.

A medida que los lazos culturales aumentan en las masas populares, crece el interés de la Colombia corporativa por captar la demanda de las colonias colombianas en expansión en Estados Unidos. Los medios de comunicación radial, televisiva e impresa, han incluido en su blanco de público a la población migrante en el exterior. Caracol, la mayor cadena de radio y televisión colom-biana, tiene estaciones en el área metropolitana de Miami, mientras que la RCN, la segunda en importancia, tiene estaciones en el área metropolitana de Nueva York. Cromos, uno de los más importantes semanarios colombianos, cuenta con una edición especial produ-cida en Miami. Mientras tanto, los principales periódicos y revis-tas nacionales se distribuyen con regularidad en los negocios propiedad de colombianos. Los medios masivos no sólo llevan información de un lugar a otro, sino que además ayudan a repro-ducir expresiones culturales al presentar música, deportes, espec-táculos, programas de panel, celebraciones de fiestas tradicionales y patrióticas colombianas, y otros.

A pesar de esta estrecha interrelación entre asentamientos de migrantes en el extranjero y estas ciudades, no encontramos nin-gún tipo de organización o iniciativa colectiva estable de migrantes que estuviera actualmente trabajando ni en Cali ni en Pereira. Sí encontramos, sin embargo, varios casos en los cuales algunos migran tes habían recolectado contribuciones voluntarias mone-

Jersey y Miami. Las orquestas más famosas son de Cali y algunas, como el Grupo Niche y Guayacán, tocan canciones compuestas recientemente relativas a la migración (Grupo Ni-che, 1991, corte 8).

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tarias y no monetarias para llenar alguna necesidad específica de su localidad de origen, como becas para estudiantes pobres, cons-trucción de aulas escolares, contribución de equipos para hospita-les y otros establecimientos públicos, o donación de camiones de bomberos, ambulancias y otros. Sin embargo, ninguna de esas acti-vidades era llevada a cabo por una organización establecida. Eran más bien realizadas por grupos ad hoc orientados a proyectos especí-ficos. El nivel de desconfianza es tal, que todo el proceso de aplica-ción de estos proyectos es cuidadosamente filmado para mostrar-lo luego a todos los contribuyentes, para probar así la honestidad de la operación. Una vez logrado el objetivo propuesto, el grupo es disuelto sin ninguna ceremonia.

Los procesos de producción, transformación y apropiación cul-tural varían según la clase social y el grupo étnico. En algunos casos, la apropiación de los migrantes de ciertas costumbres y gustos estadounidenses parece trastocar su propia identidad. Este tipo de ruptura es más notoria entre los migrantes jóvenes, los que trabajan en el tráfico de drogas y entre las minorías raciales colombianas. En particular, este proceso de' hibridación cultural es significativo entre los migrantes afrocolombianos, muchos de los cuales proceden de la costa del Pacífico y de Cali. Uno de nues-tros informantes, al referirse a la población de migrantes jóvenes de ascendencia africana, dijo que:

La gente de color no tiene sentido de la identidad colombiana. Hay mucho resentimiento en contra del Estado y de la socie-dad colombiana. La gente negra quiere crear su propia iden-tidad y ve en Estados Unidos la posibilidad de salir adelante. Al observar los programas de la televisión estadounidense, notan que los negros de ese país aparecen como los mejores atletas, cantantes, victoriosos, propietarios de hermosas residencias y automóviles, y todo eso los deslumbra.

Los afrocolombianos han sido históricamente excluidos y discriminados en Colombia (Wade, 1993). Apropiarse del "sue-ño americano" puede prometerles una forma de movilidad ascen-

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dente que se les niega en Colombia. En una entrevista personal con la socióloga Teodora Hurtado Saa, quien concluyó recientemen-te un estudio sobre la migración afrocolombiana desde el puerto de Buenaventura (Hurtado Saa, 1996), ésta indicó que "los patro-nes de consumo, comportamientos, actitudes y forma de vestir de los afrocolombianos son tomados de la población afroamericana, un grupo con el cual se identifican y al que aspiran parecerse". La migración, sin embargo, no es suficientemente clara para superar las barreras del racismo. "Muchos de ellos son percibidos allá como extranjeros y aquí como norteños", agrega Hurtado (entrevista del trabajo de campo, octubre de 1996).

Una dimensión cultural de las actividades transnacionales que puede tener consecuencias más profundas es la importación, domesticación y consumo de múltiples símbolos y prácticas cul-turales a través de la migración y el narcotráfico. Esta hibridación cultural ya ha tenido consecuencias importantes para las identi-dades y las relaciones sociales de las localidades estudiadas. El narcotráfico ha creado espacios sociales transnacionales que han afectado el comportamiento económico y sociocultural de los mi-grantes y los no migrantes. Los migrantes y traquetos, como nor-malmente son llamados los narcotraficantes, han traído a estas dos metrópolis colombianas la moda, la música (rap, tecno) y otros símbolos y prácticas culturales "globales" que influyen en la gente que nunca ha salido de sus localidades de origen y que, en este sentido, se han transnacionalizado. En Cali y Pereira, la globalización del capital ha llevado a la creación de nuevas subcul-turas de la droga relacionadas con la migración transnacional. Es-tas culturas del narcotráfico, como se les llama, están dominadas por un culto al dinero fácil, la monetarización de las relaciones socia-les, el consumismo suntuario y el uso de la violencia para resol-ver las disputas privadas (véanse Hurtado Saa, 1996; Salazar y Jaramillo, 1996).

Más allá de los efectos culturales, el narcotráfico ha produci-do un tipo de reagrupamiento social interesante. A diferencia de la fragmentación social prevaleciente entre los migran tes en gene-ral, el narcotráfico, al parecer, ha generado unas comunidades

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transnacionales múltiples, pequeñas y bien delimitadas. Estas "co-munidades" están ligadas no sólo por los intereses económicos comunes de sus miembros, sino también por un sentido de soli-daridad, confianza y celos impuestos por el grupo (para los concep-tos de "unidos por la solidaridad" y "confianza imponible", véase Portes y Sensenbrenner, 1993). La solidaridad es tanto vertical (que une al patrón y todos los rangos de la organización) como horizontal (que une a los miembros del mismo rango). Los tipos de solidaridad vertical y horizontal son a menudo amalgama-dos por un fuerte sentido de identidad y superioridad regional -como ser paisa (de una región que se extiende desde Medellín hasta el Eje Cafetero) o caleño (de Cali).

En un nivel más general, parece ser que entre colombianos los sentimientos nacionalistas están encubiertos mientras viven en su propio país, pero se revelan cuando están fuera de éste. Sin em-bargo, este nacionalismo es un "sentimiento patriótico" altamente "localizado" que se asocia con la familia, la localidad (literalmen-te el barrio) y la región de origen. Hasta en las celebraciones masi-vas, las identidades regionales están con frecuencia abiertamente superpuestas sobre los símbolos nacionales como una reafirma-ción de las diferencias regionales, según pudimos observar en un festival celebrado el día de la independencia colombiana en el vera-no pasado en Queens (ilustración 1). Pudimos también notar que para los colombianos que están fuera de su país, el nacionalismo es episódico, se expresa en repentinos brotes de orgullo y celebra-ción nacional, o en masivas y efímeras expresiones de solidaridad en casos de desastres naturales o tragedias nacionales.

La experiencia migratoria repercute en una identidad trans-nacional que facilita tanto como obstaculiza el acceso de los migran- . tes a los negocios y a otras oportunidades en ambos países. Los migrantes transnacionales que llamamos "exitosos" experimentan un sentido de identidad transnacional cultural y legal más fuerte que otros migrantes con menos éxito. De hecho, durante el trabajo de campo percibimos que es más probable que los primeros consigan la doble nacionalidad, estadounidense y colombiana, y estén me-nos "ubicados" que sus contrapartes menos afortunados. Asimismo,

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NACIONALISMO REGIONAL

Nótese el nombre de "'CAU" escrito en la bandera nac ional para resallar las diferencias regionales. Festival del Ora de la Independencia colombiana , el parque Corona de Flushing Meadows, Queens, N. Y. , 26 de julio de 1997. Fotograffa de Luis Eduardo Guarnizo.

el señor Lara, el propietario de la empresa de importación y expor-tación, nos confesó lo siguiente:

He comenzado a sentir que ya no soy colombiano; es cierto que nací en Colombia, pero cruzar fronteras y convivir con personas de diferentes culturas me ha creado en mí un espí-ritu de ser ciudadano del mundo, Uno asimila las formas de cada país, aprende a convivir y a respetar otras culturas y esto facilita hacer negocios con personas procedentes de diferen-tes lugares. Creo que ser ciudadanos del mundo va a ser el esta tus del nuevo siglo.

En sentido inverso, percibimos que, para aquellos de origen más humilde, la fluidez de su identidad oscilaba entre lo local (caleño, paisa) lo nacional (colombiano) y lo transnacional (a lo sumo, la doble ciudadanía estadounidense y colombiana) . Apa-

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rentemente, los migrantes de mejor posición económica tienden a adquirir un sentido de identidad más "global" y menos localiza-do, mientras que la mayoría parece tener un sentido de identi-dad más localizado y "translocal". Sin embargo, esta observación se mantiene como hipótesis hasta tanto sea probada.

CONCLUSIONES

LA CONSTRUCCIÓN de la nación colombiana, como una "comunidad imaginaria" (Anderson, 1983) basada en un repertorio de discur-sos y prácticas culturales (Anthias y Yuval Davis, 1993) aún no se ha consolidado. El sentimiento de pertenecer a la nación colom-biana está todavía ensombrecido por las identidades regionales y raciales. El proceso de transnacionalización de las relaciones de los migrantes es, por tanto, desigual y fragmentado. Muchas veces, antes de identificarse como colombianas, las personas se identifi-can a sí mismas y son identificados por sus compatriotas colombia-nos por su lugar de origen y su grupo racial.

La creación de relaciones económicas, políticas y sociocultura-les entre Estados Unidos y Colombia es un proceso complejo y desi-gual, debido sobre todo a la heterogeneidad y segmentación social y cultural de los migrantes. Específicamente, los migrantes colom-bianos están divididos por diferentes culturas regionales, orígenes de clase, etnicidad y circunstancias migratorias. Esta heterogeneidad polifacética ha dado como resultado actividades transnacionales heterogéneas, fragmentadas y diferenciadas, cuya viabilidad está en parte moldeada por los efectos del estereotipo dominante de los colombianos como narcotraficantes. El respaldo social requerido para conseguir acceso a las oportunidades y actividades transnacio- . nales, se distribuye en forma desigual entre las cerradas redes socia-les. Las actividades transnacionales que identificamos han sido creadas y consolidadas a través de redes sociales que tienden a estar bien limitadas (es decir, que la participación está cuidadosa-mente regulada); tienen baja centralidad (es decir, que las relacio-nes no están centralizadas para facilitar el mutuo monitoreo de los participantes) y tienen una alta multiplicidad (los participan-

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tes están relacionados en más de una esfera: consanguinidad, negocios, clubes; véase Portes, 1995, pp. 8-12). Estas redes están encerradas en amplios campos transnacionales de reproducción social, cultural y política.

Los empresarios transnacionales, debido a sus diferentes orí-genes de clase, parecían poseer un "conocimiento incorporado" .diferenciado (Fernández-Kelly, 1995, p. 223), es decir, un tipo de conocimiento intangible, útil para lidiar con las condiciones trans-nacionales. Los migrantes procedentes de una clase más alta pa-recen haber incorporado conocimientos más apropiados, que no están disponibles para sus compatriotas de menos recursos. Más aún, la solidaridad de grupo entre colombianos, un componente crucial del éxito empresarial, especialmente a través de las fronte-ras nacionales, se basa en las clases sociales (solidaridad horizon-tal), más que en lo racial (solidaridad vertical). 10 Sin embargo, la desconfianza y exclusión generada por el estigma de las drogas, el regionalismo y el racismo evitan qué se expanda la solidaridad horizontal. Este proceso produce altos niveles de fragmentación social que impiden la formación de empresas y grupos transnacio-nales socioculturales, económicos y políticos más grandes. En otras palabras, observamos un campo de acción transnacional, pero no la formación de una comunidad transnacional. Irónicamente, los úni-cos colombianos que parecen disfrutar de amplia cohesión social (solidaridad y reciprocidad vertical y horizontal) son aquellos organizados en torno al tráfico de drogas. Dichos círculos están caracterizados por relaciones patrón-cliente, la incorporación de valores colectivos similares, solidaridad limitada y confianza impo-nible (Portes y Sensenbrenner, 1993).

Aunque nuestros hallazgos son todavía preliminares y necesi-tan pruebas rigurosas, éstos indican con claridad que realmente los procesos transnacionales:

a) están socialmente determinados (es decir, están insertos en relaciones y expectativas sociales que atan a través de las fronteras nacionales);

JO Para un análisis de los tipos de solidaridad vertical y hori zontal, véase Granovetter, 1995 , pp. 131 · 137.

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b) son territorializados (es decir, ocurren en localidades es-pecíficas que proporcionan ciertas oportunidades y ponen limitaciones al alcance de las mismas), y e) no superan las diferencias raciales, regionales y de clase, categorías éstas que siguen siendo herramientas importantes para el análisis de la migración transnacional en general.

Nuestra meta es lograr este tipo de análisis en la segunda etapa de nuestro proyecto de investigación comparativa, actualmente en curso.

RECONOCIMIENTOS

AGRADECEMOS sinceramente la colaboración entusiasta y eficiente de Martha Lucía García, por el trabajo de campo en Cali y Pe-reira; a Diana Gómez, por la recolección de datos en Bogotá, y a Heather 1. Paulsen, de la Universidad de California en Davis, por su apoyo editorial. Deseamos agradecer a Alejandro Portes y a Krystyna von Henneberg por sus válidos comentarios y recomen-daciones a las versiones previas de este estudio. Se aplican aquí los acostumbrados descargos de responsabilidad.

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CAPÍTULO 8

DAVID I(YLE

La diáspora comercial de Otavalo: capital social y empresa transnacional

INTRODUCCIÓN

¿e p ROPORCIONA la experiencia migratoria contemporánea de los recién llegados a Estados Unidos la semilla esencial

del empresariado migrante transnacional y una forma novedosa de escapar del trabajo asalariado de bajo nivel? ¿Constituye el acce-so del inmigrante al grupo excluyente "capital social" la principal fuente para esta nueva oportunidad económica? Para dar respuesta a estas preguntas, presentamos un recuento histórico del desarro-llo de una diáspora comercial transnacional dentro del grupo étnico de Otavalo, de habla quechua, del norte de Ecuador. 1 Esta región es bien conocida por la ropa tradicional tejida y la artesa-nía para turistas que elaboran los pequeños propietarios "campe-sinos" conocidos como otavaleños. En una comunidad otavaleña (Peguche), de casi 2,000 habitantes, descubrimos que los mi-grantes viajan hacia y desde por lo menos veintitrés países, y permanecen en el extranjero durante un tiempo promedio de me-nos de un año en proceso). En el curso de la comercializa-ción en el extranjero de sus propios productos y los de otros gru-pos indígenas, los otavaleños han conquistado un lugar en el mercado mundial de la artesanía barata de fabricación familiar,

1 Mi estudio de la construcción histórica y las estructuras sociales contemporáneas de la migración económica transnacional está basado en casi dos años (1990·1993) de investigación etnográfica y encuestas en cuatro comunidades rurales de Otavalo y la región emisora de mano de obra de Azuay. una región caracterizada también por altos niveles de migración transo nacional entre las comunidades del país y la ciudad de Nueva York (Kyle, en proceso).

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utilizando tecnologías de escala preindustriales e industriales. Si el "capital social", una metáfora para un tipo de "bien público" que reduce el nivel de costos por medio de la confianza basada en las redes sociales, es considerado suficiente para dar inicio al empre-sariado migran te , que sería de un descubrimiento con implicacio-nes políticas significativas, éste podría marcar el inicio de un nue-vo periodo de viabilidad económica migrante (transnacional) y de poder político. El éxito de gran cantidad de indígenas otavaleños en busca de mercados globales indica que la representación este-reotipada de grupos débiles de "posición inferior" de la "periferia", que siguen un libreto determinado por necesidades "esenciales", necesita ser modificada. La forma en que un grupo de "campesi-nos" de una zona rural de los Andes emprendió una floreciente economía étnica e incorporó en el proceso no sólo su propia pro-ducción artesanal, sino la de otros grupos indígenas de Latinoamé-rica, es en sí misma una historia extraordinaria; pero es también una lección sociológica relacionada con lo que significa "realizar-lo" como un empresario transnacional "de origen popular" de los años noventa. Este caso de los empresarios migran tes transnacio-nales es especialmente notable por ser una excepción: la mayoría de los ecuatorianos que llegan a ser migran tes transnacionales no son empresarios. Los obreros transnacionales que proceden de otras regiones ecuatorianas representan ahora uno de los grupos indo-cumentados más numerosos de la ciudad de Nueva York (Warren, 1995).

Por ejemplo, a unos cientos de kilómetros hacia el sur, la pro-vincia montañosa de Azuay es también un lugar con altos niveles de migración económica transnacional. Sin embargo, los azuaya-nos emigran principalmente a la ciudad de Nueva York utilizando a los "comerciantes de la migración" profesionales y de medio tiem-po (Kyle, 1995), quienes proporcionan una serie de servicios legales y clandestinos para facilitar la emigración indocumentada a Esta-dos Unidos. El propósito de la mayoría de estos campesinos "mes-tizos", dedicados a la agricultura y la artesanía de su país, es en realidad ahorrar suficiente capital extranjero para iniciar un peque-ño negocio en Ecuador. Muchos de los migrantes "de retorno" han tratado de hacer negocios en Azuay, pero lo encuentran improduc-

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tivo y anticuado en comparación con el trabajo remunerado y el ambiente cultural de la ciudad de Nueva York. Con excepción de los comerciantes de la migración, muchos de los cuales abusan de la débil posición legal del migrante (cargando a sus honorarios tasas de interés abusivas de ocho y diez mil dólares), pocos "traba-jadores ordinarios" se convierten en empresarios transnacionales (K:yle, en proceso). Por tanto, aunque la meta de los migrantes azua-yanos es el trabajo por cuenta propia, su realidad es similar a la discutida ampliamente en la literatura sobre migración transnacio-nal, según la cual ni "aquí" ni "allá" obtienen un conjunto de "bene-ficios" económicos, sociales, culturales y políticos completo (véanse por ejemplo, este libro, Smith y Guarnizo, 1998).

En contraste, el empresariado otavaleño y la industria case-ra en que éste se basa representan un caso de "transnacionalismo" empresarial, según lo definen los compiladores de este libro (acti-vidades transnacionales que son habituales o que están relacionadas en cuanto a ocupación). Alejandro Portes ha utilizado repetidamen-te el caso de Otavalo para ilustrar su tipología del capital social (Portes y Sensenbrenner, 1993; Portes 1995) y los crecientes ni-veles de la empresa transnacional (1996a, 1996b, 1997 a, 1997b). Este destacado uso del caso de Otavalo puede estar justificado, ya que ilustra que las corporaciones transnacionales no son las únicas capaces de obtener ventaja de las oportunidades económi-cas esparcidas en todo el globo, en virtud de sus grandes presu-puestos y su capacidad de organización. Frente a esto, la pregunta obvia es: ¿Cómo un grupo indígena de campesinos del Tercer Mundo ahorró suficiente capital financiero para iniciar tantas empresas transnacionales? Sin embargo, como veremos, la pre-gunta más adecuada sería: ¿Qué clase de recursos no financieros (sociales, políticos) estaban en marcha para dar a algunos otavale-ños el incentivo de convertirse en comerciantes independientes y, claro está, con la expectativa de que tendrían éxito en el ámbito mundial? Por tanto, la noción de "capital social" se convierte en un concepto muy apropiado para analizar el caso otavaleño. Al tratar de "entrever" el detalle histórico del comercio otavaleño para el análisis de algunas dimensiones sociológicas fundamenta-les (capital social), podríamos ser capaces de apreciar si este caso

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tiene una aplicación más amplia hacia otros grupos. Es decir, lrepresenta Otavalo la vanguardia de la expansión del "transnacio-nalismo de origen popular" utilizando el "capital social"? O ¿es éste el "Parque Jurásico" de un tipo de institución económica transna-cional que Philip Curtin consideró como "una de las instituciones humanas más extendidas ... [que] terminó con la llegada de la era industrial"? (1984, p. 3). Él señala que "las comunidades de co-merciantes que viven entre extraños en redes sociales se encuen-tran en cada continente y se remontan hasta el principio de la vida urbana" (1984, p. 3; véase también Cohen, 1997). Lejos de ser comerciantes de alto nivel, la mayoría de los establecimientos comerciales con frecuencia fueron estigmatizados por las socie-dades agrarias como "parias" extranjeros, un mal necesario para los negocios. Si Otavalo es representativo de una forma mucho más antigua, ¿por qué esta forma ha surgido ahora de forma tan extraordinaria?

Antes de pasar al caso de Otavalo y al papel del "capital social", cabe destacar la novedosa tipología de Portes de "capital social" y como ésta se relaciona con la región de referencia. Su acercamien-to al capital social, que originalmente fue definido por Coleman como un "bien público", útil como herramienta deductiva (1988), procura evitar su mal uso como escasez de mano de obra para variables exógenas cargadas de valor dentro de los modelos apa-rentemente culturales de desarrollo económico y urbanidad polí-tica (Inglejhart, 1990; Putnam, 1993; para una crítica de esta lite-ratura, véase Jackman y Miller, 1998). Portes construye su tipología sobre la idea de que incluso las acciones económicas contemporá-neas y los resultados están bien "incrustados" en las relacio-nes sociales (Lowenthal, 1975; Granovetter, 1985). Él sensibili-zó también el subcampo de la sociología económica para el papel del "capital social" enfrentado por Janus: "la sociabilidad es una calle de dos vías y los recursos obtenidos de los miembros de la co-munidad y de las redes sociales, aunque "libres" en apariencia, conllevan costos ocultos" (1995, p. 14). Por ejemplo, al resaltar los resultados positivos del "capital social" migrante en la empre-sa transnacional, Portes hace una descripción de Otavalo (1 996a,

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1996b, 1997a, 1997b). No obstante, los empresarios otavaleños ejemplifican también la "desventaja del capital social":

En las tierras altas andinas de Ecuador, muchos comerciantes de éxito son protestantes (o "evangélicos", como se les conoce localmente) en lugar de católicos; al cambiar de religión, estos empresarios se apartaron de sus obligaciones como cabezas de familia ligados a la Iglesia católica. El evangélico convertido llega a ser, en cierto sentido, un "extraño" en su propia comunidad, lo que lo aísla de las demandas de apoyo de otros según las estric-tas normas católicas. Para estos hombres, el capital social conlleva un costo demasiado alto (Portes y Landolt, 1996, p. 21).

Al utilizar el mismo grupo para ilustrar los efectos contrarios del capital social, no queda claro si Portes está sugiriendo que, al final, el capital social tiene una importancia secundaria para el empresariado transnacional, simplemente debe ser atenuado a veces, o es crucial para la etapa inicial del comercio transnacional, pero no una vez que el empresario tiene suficiente impulso financie-ro. Esta última posibilidad es plausible en el nivel individual, pero parecería reducir la naturaleza "pública" del bien una vez que el empresario se haya alejado (socialmente) de la comunidad.

Podemos ahora pasar a algunas de las características históri-cas primarias del caso Otavalo con miras a la singularidad histórica de la región o su similitud con otras regiones rurales del Tercer Mundo. En el siguiente acápite enfocamos principalmente la heterogeneidad económica y social de la etnia Otavalo y sus rela-ciones sociales y políticas originales con extraños, quienes suelen verlos como "indios" especiales, pero homogéneos. Después, discutimos brevemente las implicaciones del caso de Otavalo para el papel del "capital social" en las empresas transnacionales de "origen popular".

EL DESARROLLO DE LA DIÁSPORA COMERCIAL DE OTAVALO

EL DISTRJTO de Otavalo, en la provincia de Imbabura, ha sido sucesivamente descrito por los visitantes como uno de los valles

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más hermosos de Sudamérica, ubicado a 9,200 pies sobre el ni-vel del mar y a 75 millas al norte de Quito. La belleza física y fertilidad de la región ha desempeñado un papel significativo en cada periodo histórico, desde los planes de los incas para conver-tirlo en un "segundo Cuzco", hasta el turismo de nuestros días del cual los otavaleños se han beneficiado en forma extraordina-ria. En el centro del distrito de Otavalo se encuentra el pueblo de Otavalo (con una población estimada en 18 mil habitantes), tra-dicionalmente poblado por mestizos locales, aunque en tiempos recientes se ha convertido en el destino de un creciente número de indios inmigrantes procedentes del campo. Meisch estima que unos 60 mil otavaleños habitan unas setenta y cinco comuni-dades que circundan el pueblo de Otavalo (1997, p. 9). Estas par-cialidades van desde pequeñas comunidades aisladas con pocas viviendas hasta aldeas nucleares de varios cientos de viviendas. Aun-que algunas comunidades indígenas disfrutan de extensiones de tierra relativamente grandes, la mayoría se caracter"iza por el mi-nifundio o pequeños lotes familiares que no son lo bastante exten-sos para mantener una familia.

En vista de los objetivos y limitaciones de este trabajo, nos con-centramos en el último siglo de crecimiento extraordinario de una economía étnica transnacional. Sin embargo, la historia de por qué y cómo el grupo indígena de Otavalo consiguió un lugar excepcionalmente positivo dentro del universo económico y so-cial de la España colonial y el primer periodo republicano tiene aún más significado para su éxito actual. Por ejemplo, a diferencia de la gran mayoría de "indios" que trabajaba para las elites coloniales típicamente brutales, un puñado de comunidades otavaleñas (no todas) fueron escogidas para tejer ropa para la corona española, . y se decía que eran los descendientes de la realeza inca. Aunque todavía estaban sometidas a muchos abusos, estas comunidades "especiales" se beneficiaron de las reformas de manera desmedi-da. La mayoría de las comunidades otavaleñas, que comparten vestimenta, idioma y tradiciones similares, no son tejedoras sino agricultoras. En vista de esta división por modos de producción y relaciones con las estructuras de poder, combinada con la intensa

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competencia por la mejor tierra (Parsons, 1945; Buitrón, 1947; Salomon, 1981 [1973]), las relaciones entre las aldeas han sido históricamente agrias y chauvinistas.

La identidad colonial "especial" y "limpia" de los otavaleños se consiguió a mediados de los ochenta y se estableció por el tiempo en que Hassaurek, un viajero extranjero, visitó la región: "Hay una creencia general en Quito de que los indios de Otavalo ... son más atractivos y limpios que [otros] ... sin embargo, no he podido descubrir el más pequeño fundamento para dicha opi-nión" (1967 [1867], pp. 157-158). En el contexto de la estructura social andina según la casta, heredada del periodo colonial, cuan-do la sociedad dominante continuaba imputando cualidades sub humanas a los "indios", tiene especial importancia considerar el papel de las elites políticamente motivadas en el reforzamiento, por no decir la creación, de la identidad otavaleña como excep-ción que confirma la regla (del atraso indígena). Blanca Muratorio demostró cómo esta reputación preexistente fue luego ampliada y embellecida por las elites nacionalistas a finales del siglo XVII, a quienes ella llama "creadoras de imagen", en un intento por representar el rostro de Ecuador en la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de Colón, que se llevó a cabo en Madrid en 1892. Al analizar los documentos internos del "Comi-té Organizador Ecuatoriano", Muratorio descubre un raro asomo dentro de la representación estratégica étnica de la elite, en un intento por construir un mito legitimador basado en la "ficción maestra" del mestizaje o en una nación con mezcla de sangre (1993, p. 24). Las elites comerciantes costeras (que estaban en medio del auge de la exportación de cacao) trataron de alcanzar un lugar en la mesa de las naciones "civilizadas" demostrando el pasado "noble y "aristocrático" del mestizaje ecuatoriano:

en contraste con los incas históricos, la imagen de los otava-leños está diseñada para representar el futuro. Dentro del esquema de progreso del siglo XIX, los otavaleños simbolizan, para los autores, lo que todos los indios podrían ser o en lo que se podrían convertir si se permite que el proceso de civili-zación siga su curso "natural". Esa percepción positiva de los

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otavaleños, que los hace ser la "imagen modelo" del indio de tierra alta hasta hoy, fue elaborada desde hace tiempo (Mura-torio, 1993, p. 28).

Las razones dadas por el comité organizador del centenario para escoger a los otavaleños resumen su imagen acumulada has-ta ese punto y presagian la versión congelada de su reputación comercial contemporánea:

en contraste [con los "salvajes" del Amazonas], a pesar del he-cho de que los indios de Otavalo no son "puros", según el señor Pallares, éstos continúan "destacándose" por sus "ca-racterísticas propias", su "altura sobre el promedio" y "sus vigorosas formas", características que presuntamente han "conservado" de sus antecesores los "caras". Además, son "inteligentes, trabajadores, serios, de buenas maneras y acos-tumbrados a la pulcritud, el orden y la limpieza" . Sin embar-go, lo más importante es que los otavaleños tienen "habili-dades especiales", tales como sus "bailes de San Juan" [ ... ] la pequeña cuota que se cobra por este entretenimiento puede "hasta ayudar a pagar todos los gastos de transporte y aloja-miento de los mismos indígenas" (ibídem, p. 25).

Al analizar las razones de las elites comerciales nacionales para escoger a los otavaleños, Muratorio observa que fue precisa-mente su mercantilismo económico y político, dentro del contex-to ideológico de democracia liberal y política económica de no intervencionismo, lo que reforzó todos los elementos compren-didos en su reputación colectiva. Al destacar estas "negociables" en los "nobles" primitivos, los "creadores de ima-gen" nacionalistas pusieron énfasis en el "orden natural" de la economía mientras escondían las desigualdades sociales que ésta tenía como base (íbídem, p. 30).

Aunque todavía transcurrirían algunas décadas para que la economía del enclave otavaleño avanzara por medio del comercio internacional directo, vemos que algunas de las principales carac-

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terísticas del surgimiento económico actual ya estaban en marcha a finales del siglo XIX:

• una identidad étnica positiva íntimamente ligada a una reputación comercial de siglos (es decir, de "comerciantes"); • una capacidad de producción independiente parcialmente relacionada con la economía; • una creciente escasez de tierra y sus efectos inflacionarios, y • las elites blancas-mestizas fracasaron en sus intentos por producir ropa en el nivel industrial para competir directamen-te con las importaciones británicas de bajo costo.

Creo que este último punto es crucial; si los dueños de haciendas locales se hubieran industrializado con éxito utilizando mano de obra local (las mismas comunidades de tejedores tradicionales), es poco probable que los otavaleños hubieran logrado el nivel de independencia económica de que disfrutaron durante el siguien-te siglo.

La diáspora comercial transnacional: 191 7-presente

Subrayando el papel del organismo humano, dentro del contexto histórico de una reputación de grupo sumamente positiva, tres importantes eventos marcaron el desarrollo de la diáspora comer-cial otavaleña durante el siglo xx:

1. la introducción en 1917 del tejido de "casimir inglés" para el mercado urbano, un avance tecnológico ayudado por extra-ños con redes sociales urbanas; 2. el recorrido cultural de "buena voluntad" de Rosa Lema (informante principal de la antropóloga Elsie Clews Parson en 1945) para las Naciones Unidas en 1949, el cual ensanchó las redes sociales urbanas, aumentó el interés internacional en la región y estableció el escenario para un periodo de mo-dernización indígena, y 3. la apertura tanto de la plaza turística "Poncho Plaza" en Otavalo, como la pavimentación de la carretera Panamericana

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en 1973, marcando ambas el periodo actual de comercializa-ción global.

Estos tres momentos decisivos pueden ser vistos como la madura-ción del periodo anterior en que se desarrolló una gran cantidad de recursos financieros, culturales y sociales. Como veremos, la noción de "capital social" emergente, basada en la interacción social habitual y la confianza, caracterizó un recurso importante para los tejedores profesionales y los comerciantes que pudo ser activado con extraños importantes, pero no con los coétnicos que son ampliamente vistos como competidores.

Elsie Clews Parsons, en su clásica etnografía de Peguche, men-ciona en una nota al pie lo que la mayoría de los observadores de Otavalo toman como inicio de la era moderna de la estrategia económica de los otavaleños para producir textiles especiales a bajo costo; ella describe su entrevista con el señor Uribe, yerno de los propietarios de la hacienda "Cusín" cerca de Otavalo (la que todavía hoy existe):

Él me dijo que durante su boda en 1917 su futura suegra le había mostrado un poncho hermosamente tejido por José Cajas [de Quinchuquí], y a él se le ocurrió establecer un telar español para José Cajas, suministrarle muestras de casi-mir para que las copiara y proporcionarle un mercado en Quito (Parsons, 1945, p. 25, np. 67).

Collier y Buitrón agregaron también a la historia:

[El señor Uribe] estaba encantado. Ahora no tendría que man-. dar a Londres a buscar material para sus trajes. Se lo dijo a sus amigos, quienes también le ordenaron ropa. El tejedor original compartió los pedidos con un amigo, y una nueva empresa quedó establecida (ibidem, p. 160).

José pasó sus habilidades -y su "mercado de Quito"- a sus descendientes, quienes todavía en los años sesenta eran promi-

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nentes comerciantes de tejidos de la aldea de Quinchuquí (Salo-món, 1981 [1973]). Cuando Parsons visitó a "Don José", su hijo Antonio, a quien éste le había enseñado a tejer casimir, se encon-traba en Colombia por un año "instruyendo sobre tejido" (p. 26). En su texto, Parsons continúa describiendo cómo el uso del telar español para tejer casimir se extendió probablemente hasta Pe-guche por medio del matrimonio del sobrino de José Cajas con una mujer de Peguche, donde los recién casados finalmente se es-tablecieron. La importancia de esta ingeniosa ilustración sólo puede apreciarse desde la ventajosa posición de haber visto, en las últimas décadas, el éxito perdurable del golpe estratégico dado por el señor Uribe y José Cajas; en vez de tratar de competir con ropa corriente, barata y consistente hecha a máquina, los tejedo-res otavaleños se especializarían en duplicar materiales especiales, como casimir importado, el cual podían vender más barato mien-tras mejoraban la producción, sin entorpecer la organización de un medio de producción familiar.

Lo que surge de la etnografía de Parsons, basada en varios me-ses de trabajo de campo en Peguche en 1940 y 1941, es un grupo indígena en medio de una transición desde una economía agríco-la-artesanal hasta una economía étnica "modernizadora", que exhibe el clásico espíritu empresarial de innovación práctica en pro-ducción y mercadeo. A mediados de los años cuarenta, los pa-trones existentes de especialización artesanal en las aldeas que habían existido por siglos comenzaron a adoptar más de una estructura de clase, a medida que esas comunidades llevaban a cabo una "revolución industrial" para satisfacer a los mercados externos; empezaron a prosperar rápidamente, con lo que alcan-zaron la capacidad de comprar todavía más tierras y telares. Más importante aún, algunas aldeas, sobre todo Peguche, estaban pro-duciendo para el mercado mestizo urbano, mientras otras comu-nidades fabricaban textiles que eran utilizados básicamente por los indios, aunque todavía exportaban a otras regiones del Ecuador. En particular, ninguno de los vendedores locales de textiles del mercado semanal era "blanco" (Parsons, 1945, p. 30). En con-traste con los tejedores y comerciantes de las aldeas cercanas a

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Otavalo, como Peguche, las comunidades rurales con estrechos lazos con la hacienda eran notablemente menos independientes en el aspecto económico.

A finales de los años cuarenta, los comerciantes ambulantes otavaleños comercializaban tanto textiles "indios" como "europeos" en todo Ecuador y en el extranjero. Los comerciantes otavaleños ya se estaban instalando de forma fija en las ciudades ecuatorianas yen la costa norte del Caribe, donde "se ubicaban bajo los arcos de edificios ocupados o en las plazas, desplegando piezas de tela indígena frente a las multitudes que pasaban y exhibiendo inicia-tiva y coraje en sus actividades comerciales" (Collier y Buitrón, 1949, pp. 164-165). Rosa Lema, informante principal de Parsons, era parte de esta naciente clase mercantil. Parsons describe el flujo de "visitantes" a la casa de Rosa, quien había sido contra-tada para cardar e hilar, o le habían ofrecido lana en varias etapas del proceso: "Rosa y José le encargaban a sus vecinos menos aco-modados una buena parte de los trabajos menores" (Parsons, 1945, p. 159) . De hecho, "[Rosa] y su esposo mercadeaban una parte nada insignificante de la producción textil de Peguche" (ibídem, p. 150). La posición de los Lema les permitió conseguir dos sirvientes, una pareja de esposos, que eran tratados "más como «familiares pobres» que como sirvientes" (íbídem, p. 163), aunque dicha práctica era poco común en los hogares indios de ese tiem-po. Por el proceder de Rosa, se hizo evidente que ella tenía una posición social más elevada que sus vecinos, y ciertamente más alta que la de los habitantes de otras aldeas; "Rosita tiene un sen-tido de clase embrionario y si supiera algo de los incas o de la sociedad india estratificada, no le resultaría difícil pensar en sí misma como una dama Inca" (ibídem, p. 163). Una característica de . esta nueva clase mercantil, que Rosa Lema personificaba,2 era la previsión y la capacidad de moverse en los círculos "blancos" y de cultivar contactos urbanos que pudieran serie de utilidad en el futuro. Estos círculos abarcaban no sólo los contactos comer-ciales de Quito, Bogotá y Europa, activos en Ecuador, sino tam-

2 Algunos miembros de su familia todavía son comerciantes prominentes; ella vive hoy en una casa de categoría en Quito, llena de sirvientes.

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bién importantes miembros de la jerarquía eclesiástica. Para la formación de esta clase independiente resultaba crucial cultivar los contactos económicos y los aliados políticos.

El estudio de Parsons no sólo presentó la vida otavaleña a los lectores de Estados Unidos, sino que indirectamente reveló a los otavaleños, especialmente a Rosa Lema, un mundo más amplio. En fecha reciente, Rosa realizó tres viajes "diplomáticos" a Esta-dos Unidos, incluyendo uno acompañada por el presidente ecua-toriano Galo Plaza. La etnografía de Parsons no sólo hizo famosa a Rosa, sino que resaltó las pintorescas características de Otavalo, aunque todavía en los años cuarenta el turismo de la región era mínimo. Este incipiente interés turístico se incrementó luego con la publicación de Collier y el hermoso tributo fotográfico de Bui-trón a la región, The Awakening Vallry, que cimentó un interés inter-nacional en Otavalo. Su aceptación de la sociedad otavaleña fue similar a los temas históricos que representaban a los otavaleños como especiales entre otros grupos de indígenas, pero con un nue-vo giro; mientras los autores señalan que los otavaleños eran uno de los pocos grupos indígenas capaces de mantenerse independien-tes de las haciendas, se restó importancia a su pasado "noble" al favorecer un presente no histórico y un futuro imaginario.

Desde la conquista española, los indios han trabajado en es-clavitud, les han robado su libertad, en una vida de duro trabajo inútil. Aun hoy, este patrón ha cambiado muy poco. Sin embar-go, en el valle de Otavalo ha habido un despertar, un milagro de renacimiento cultural. Los indios de Otavalo están surgiendo en una ola de vitaljdad que está rompiendo las ataduras de su pobreza tradicional y que los integra a una sociedad de ciudadanos prós-peros e independientes. El surgimiento de los indios de Otavalo es una rustoria singular. Aunque los indios del Valle del Amanecer no son diferentes de otros indios, la suya es una historia de gente sencilla, de fortaleza, destreza, júbilo y fe día a día.

Esta poética historia de moralidad encierra el discurso cen-tral de relaciones públicas utilizado para atraer turistas en las próximas décadas, turistas deseosos de ver no sólo otro pintoresco grupo de indios vendedores de baratijas, sino un milagro social

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y económico que contribuye por tanto al "milagro económico". Hoy, justo a la entrada del pueblo de Otavalo, uno es saludado por una gran valla anunciadora, El Valle del Amanecer, colocada allí por líderes mestizos urbanos.

Durante los veintitrés años que siguieron al viaje de Rosa Lema a Estados Unidos y la publicación de los libros de Parsons y de Collier y Bruitrón, continuaron intensificándose los cambios económicos y sociales ocurridos en el periodo anterior, especial-mente el desarrollo de un grupo de comerciantes dentro del con-texto de oportunidades educativas y de expansión social. Este pe-riodo de "modernización" se debió tanto a los intereses internos del nuevo grupo de comerciantes otavaleños, en especial al deseo de alcanzar una mayor educación, así como a las reformas realizadas por el gobierno nacional.

Sin embargo, durante este periodo también ocurrió un cam-bio importante en la producción y comercialización de tejidos indígenas, aunque edificado sobre patrones antiguos: en lugar de copiar el casimir inglés, los otavaleños comenzaron conscientemen-te a producir ropa para satisfacer el creciente mercado turístico del país y el deseo de artesanía nativa en el extranjero. Para los años sesenta, estaba claro que el principal activo de los otavaleños no era su capacidad para tejer y suplir la demanda existente, sino su identidad cultural más amplia, como "algo" exótico que podía ser vendido, en el mismo sentido que los "creadores de imagen" tenían en mente en 1892. Una vez más, esta exitosa transición fue promovida y recomendada por admiradores externos, con la adi-ción, esta vez, de ayuda extranjera. Este nuevo tipo de demanda "moderna" para lo que puede llamarse "vestir primitivo" (véase Torgovnick, 1990) puede contener la clave para relacionar la diáspo-· ra comercial de Otavalo con las diásporas comerciales preindustria-les descritas por Curtin (1984); mientras el capitalismo indus-trial y los mercados altamente organizados ya no necesitaban a los "intermediarios culturales" transnacionales multilingües, las nue-vas instalaciones culturales del "capitalismo tardío" no pueden ser separadas de sus productores debido a que es su misma extran-jerización (autenticidad primitiva) lo que les da valor. Eso por no

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decir que los intermediarios extranjeros o "compradores" se pueden beneficiar también (según Curtin, esto es parte del desenlace de los asentamientos comerciales) al conectar un exceso de abasteci-miento con una demanda naciente.

En 1960, el sociólogo Andrew Pearse descubrió que varios cientos de otavaleños ligados al negocio textil se habían mudado a la ciudad de Otavalo, y así habían escapado "de la división es-tamental [posición social] de la sociedad" (Pearse, 1975, p. 193); él descubrió también que la economía local estaba todavía en gran medida basada en la "producción preindustrial" y en el "intercambio interno activo" (íbídem, p. 189). Pearse señala que la economía indígena no estaba para nada estancada, sino que exhi-bía "un dinámico proceso de desgaste a medida que el campesina-do buscaba desesperadamente nuevas oportunidades de subsis-tencia y pasaba a los grandes escenarios de reducción del nivel de recursos" (ibídem, p. 190). En otras palabras, como en las aldeas cercanas al pueblo de Otavalo se había reducido drásticamente la cantidad promedio de tierra que se podía poseer, se volvió impe-rativo asegurar la supervivencia de la industria del tejido. Para un grupo de comunidades, la industria casera del tejido ya no era simplemente un complemento de la agricultura, sino lo inverso. De hecho, ésta era también la única forma de conseguir dinero sin destruir del todo la organización familiar y la cultura comunita-ria, por lo menos durante este periodo. Pearse ofrece también el siguiente informe sobre el origen y el desarrollo del impresionan-te, pero todavía limitado, mercado internacional de textiles locales, y señala el nivel de progreso de dicho comercio a partir del viaje de Rosa Lema en 1949:

La gente de Peguche es tejedora de los ponchos que se ha-bían vendido localmente y habían cautivado el mercado nacional e internacional, lo que descubrió una demanda po-tencial muy amplia. La comercialización en este caso no fue desarrollada por los habitantes de Otavalo. Los hombres de Quinchuqui tenían tan poca tierra como la gente de Pegu-che [ ... ] y se ganaban la vida como carniceros ambulantes [ ... ]

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percibiendo la existencia de un mercado de clase alta para artículos de lana tejidos a mano, comenzaron a comprarle textiles a la gente de Peguche, para venderlos en la capital y luego en el extranjero, hasta llegar a Río de Janeiro, Santiago y Nueva York, donde sus atractivos vestidos y trenzas campe-sinos le daban un aspecto diferente a sus mercancías (Pearse, 1975, p. 195).

De capital interés es su mención de vender viajes más allá de América del Sur.

A este dinámico ambiente se incorporó en los años sesenta una serie de actividades iniciadas por extranjeros, que beneficia-ron directamente la industria casera de los otavaleños. El primer cambio importante se produjo en 1964, con la reforma de la tierra y la abolición final del sistema huasipungo, en el cual las deudas se pagan con trabajo. El efecto de estas reformas era lograr que los otavaleños, tanto propietarios de haciendas como no propieta-rios, tuvieran más tierra disponible. El cambio más crucial ocurrió quizás cuando las agencias internacionales para el desarrollo y los recaudadores privados comenzaron a asistir directamente a los te-jedores y comerciantes otavaleños. A principio de 1954, un artista holandés impartió un taller financiado por las Naciones Unidas acerca del tejido entrelazado de tapices a cuarenta indígenas de tierras altas, incluyendo otavaleños. Los textiles basados en tapices constituyen ahora una parte importante del mercado turístico. Cuando el juvenil Cuerpo de Paz de Estados Unidos llegó a media-dos de los años sesenta, no tuvo que buscar a tientas una actividad inicial productiva, como ocurre con frecuencia, sino que simple-mente trató de modernizar la economía de exportación existen-te que ya estaba en plena marcha. Según Lawrence Carpenter, un antiguo miembro del Cuerpo de Paz, que luego se convirtió en un destacado lingüista andino:

[ ... ] los miembros del Cuerpo de Paz establecieron un taller de artesanía y trataron de crear escuelas bilingües. Orientaban a los tejedores acerca de los diseños preferidos por los com-

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pradores extranjeros y los estimulaban a experimentar con diseños nuevos. Introducían conscientemente revistas de mo-da populares para demostrar tanto el estilo y la técnica del tejido de punto, como de otros tejidos (D'Amico, 1993, p. 42).

A principio de los años setenta, el Cuerpo de Paz estaba intro-duciendo diseños extranjeros entre los tejedores de todo Ecuador. No obstante, fueron los otavaleños los que pudieron incorporar la más amplia variedad de diseños con mejores efectos, en su afán por producir lo que se estaba vendiendo, según lo demuestra la siguiente opinión:

Originalmente, los fabricantes de tapices de Salasaca [un grupo indígena de tierras altas en Ecuador] utilizaban diseños tradicionales [ ... ] Sin embargo, el Cuerpo de Paz introdujo motivos precolombinos procedentes de varias regiones de Ecuador, así como diseños de los jíbaros [amazónicos] y los navajos. John Ortman, voluntario del Cuerpo de Paz, incor-poró diseños a partir de los dibujos de M.e. Escher. En los últimos años, los astutos indios otavaleños comenzaron a copiar los tapices de Salasaca, los cuales ahora se venden en el mercado otavaleño (Meisch, 1987, p. 292).

Los "diseños Escher" hacen referencia al artista holandés co-nocido por sus diseños gráficos basados en ilusiones ópticas rela-cionadas con el tiempo y el espacio, motivos adecuados al origen imaginario de la sociedad otavaleña. Los voluntarios del Cuerpo de Paz introdujeron diseños de los grupos indígenas de norte y Centro América, como los pueblo y los mayas. Durante este pe-riodo, la famosa coleccionista OIga Fisch empleó otavaleños en su taller, utilizando diseños y técnicas que sus empleados conti-nuarían usando después como productores independientes. Quizás, lo que mejor caracterizó esta nueva fase de la economía de expor-tación indígena no fueron tanto las nuevas tecnologías y los di-seños como la orientación general del aparato productivo hacia los mercados y la producción flexible. Los tejedores y comerciantes

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llegaron a tener profundos conocimientos no sólo de lo que ven-dían, sino de lo que se vendería este año, una tendencia que conti-nuaría intensificándose durante los siguientes veinte años.

Hacia finales de los años sesenta, las familias que comercia-lizaban tejidos tenían importantes "colonias" en ciudades extran-jeras y realizaban viajes temporales para vender como algo nor-mal. Tomando como base las investigaciones de campo realizadas en Otavalo durante este periodo, Salomon escribe:

Hoy, los comerciantes de textiles de Otavalo, pulcramente vestidos con pantalones y camisas blancas debajo de pon-chos grises o azules, portando sombreros de ala ancha sobre sus largas trenzas, viajan a Argentina, Colombia, Panamá y hasta Miami llevando una economía del tejido (Salomon, 1981 [1973], p. 420).

Además, los intermediarios otavaleños poseen ahora varios talleres de artesanía en Quito. Para ese entonces, era evidente que una estructura interna de clase se estaba haciendo más pronun-ciada a medida que aumentaba la exportación de tejidos en toda la región.

En realidad, el extraordinario grupo de comerciantes de teji-dos de este periodo tiene que ser balanceado tomando en cuenta la estructura social en la que operaba, es decir, analizando la es-tratificación socioeconómica interna del grupo comercial otavale-ño, en especial del nivel comunitario. La sociedad otavaleña ha estado históricamente centrada en la comunidad; en el nivel co-munitario y no en el étnico encontramos una buena cantidad de homogeneidad socioeconómica e identidad individual. En con- . traste, unas setenta y cinco comunidades otavaleñas han tenido diferentes formas de desarrollo, aunque están integradas por un idioma y cultura comunes y una identidad de grupo mantenida externamente. Según observa Peter Meier:

Aunque los otavaleños se encontraban claramente en mejor posición que aquellos campesinos que, para su reproducción,

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eran completamente dependientes de los dueños de tierra, és-tos no eran de ninguna manera una masa indiferenciada de productores (Meier, 1981 , p. 20).

Una comunidad otavaleña, pasando por alto la variación intracomunitaria, durante este periodo, podía ser clasificada por dos dimensiones transversales: su relación con la hacienda y su relación con el mercado. La primera fue ampliamente determi-nada por ley, mientras que la última, dada la falta general de intermediarios externos, se determinó por el tipo específico de arte-sanía que producía la comunidad. Éstas son diferencias cualitati-vas que rebasan un simple continuo de la mezcla de agricultura y artesanía, que comúnmente se encuentran entre todos los grupos campesinos.

En contraste con las tradicionales aldeas de tejedores, consi-deradas "especiales" durante más de 400 años, la mayoría de las aldeas otavaleñas eran comunidades agrícolas yanapa, una posi-ción económica y legal que continuó después de concluir el sistema de pagar las deudas con trabajo (huasipungo). La relación yana-pa-hacienda era tanto social e ideológica como económica, estre-chamente unida por la reciprocidad y los rituales (Guerrero, 1991, pp. 162-163). Las festividades tradicionales como el cargo o fiesta ceremonial de padrinazgo, incorporaban al hacendado como fuente simbólica principal de la autoridad comunitaria. Guerre-ro observa que la incorporación y uso de símbolos e ideología de los otavaleños en la vida de la hacienda significa, sin embargo, un espacio cultural ampliamente moldeado en términos culturales otavaleños (ibídem, p. 165). Sin embargo, un efecto de dichas rela-ciones era un punto de vista mundial radicalmente diferente de la visión de las comunidades no yanapas, marcada por los límites físicos de la hacienda y el universo social del hacendado y la igle-sia. Más importante quizás, la experiencia común de dominación colonial entre yanapas creó la percepción que cada comunidad tiene de sí misma y su relación con otras comunidades. A este res-pecto, el ritual, con frecuencia violento, de lucha (pucará) entre las comunidades durante el festival regional de San Juan, en el

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cual cada comunidad trata de tomar una plaza del pueblo, está simbólicamente preñado de importaciones contemporáneas en-tre comerciantes transnacionales competitivos.

Aun entre aquellas comunidades y hogares que estaban histó-ricamente libres del sistema de hacienda y que habían desarrollado una producción artesanal independiente al concluir el sistema de pago de deudas con trabajo en 1964, hubo diferencias significati-vas en las relaciones sociales de producción y mercadeo relacio-nadas con un oficio particular (Meier, 1981). En otras palabras, nos concentramos en esos grandes números de otavaleños que no son ni yanaperos agrícolas ni comerciantes destacados. Meier analizó elegantemente los "oficios campesinos" de los otavaleños según estuvieron organizados en los años setenta; él argumenta que el tipo de oficio, o "ramo de producción", no está abierto a todas las aldeas por igual (p. 24) ya que cada oficio requiere acceso a un tipo particular de recurso (por ejemplo, hilado doméstico, crédito) no disponible en todas las aldeas. Algunos de estos aportes requie-ren acceso a la tierra, otros a las redes sociales (relaciones recípro-cas) y otros a los mercados financieros. Además, Meier argumenta que algunas artesanías, como los cinturones tradicionales que usan las mujeres otavaleñas, tienen un mercado muy limitado en comparación con artesanías más turísticas, como los abrigos de punto, que se han beneficiado de los esfuerzos pioneros de los co-merciantes intermediarios para abrir mercados no sólo en Ota-val o y Quito sino también en ciudades del hemisferio occidental y Europa. Con la capitalización y mecanización de la producción artesanal del valle, se le hizo difícil a los pequeños productores com-petir con los grandes compradores de fibras sintéticas y teñidas, y de telares eléctricos. En resumen, hacia los años setenta estaba claro que para sobrevivir en el medio otavaleño de producción arte-sanal, cada vez más competitivo, los hogares y las comunidades necesitaban contar con más destrezas que las tradicionales o hasta más modernas. Necesitaban tener acceso a créditos y a los mercados extranjeros, dos recursos interrelacionados. Comu-nidades históricamente más independientes y "progresistas", como Peguche, Agato y Quinchuquí, estaban listas para desarrollarse

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(véase Buitrón, 1947, p. 49). Por tanto, la combinación de capital cultural y capital financiero, y de capital social con extranjeros poderosos, condujo a una naciente clase mercantil desligada tanto de sus parcelas agrícolas como de los telares domésticos.

De cualquier modo, 1973 fue un año de cambios para los ota-valeños y su industria de tejido para exportación, abarcando un

. nuevo mercado turístico y una carretera pavimentada hasta Quito. Aunque Frank Salomon observó en 1973 que la región otavaleña "luce como cualquier cosa menos como un centro manufacture-ro moderno" debido a la característica de su "cultura campesina" (Salomon, 1981 [1973], p. 420), para los años noventa, los efec-tos socioculturales de su base manufacturera eran ubicuos. Gran parte de la infraestructura actual de Ecuador fue construida du-rante los años setenta, incluyendo la pavimentación de la autopista Panamericana desde Quito hasta Otavalo, reduciendo así el tiempo hacia Quito -y su aeropuerto internacional- en sólo dos horas. Cuando el turismo ecuatoriano fue promovido en el exterior por las agencias gubernamentales, los otavaleños fueron, y todavía son, mostrados de forma destacada en folletos y guías de viaje. Hasta los gobiernos extranjeros querían ayudar; con la asistencia del gobierno holandés y con miras a atraer el mercado turístico en expansión, se construyó en el pueblo de Otavalo la "Plaza de Pon-chos", todavía prominente, incluyendo varios kioscos de concre-to en los que se podían ubicar los vendedores otavaleños casi permanentemente. Aunque los kioscos se alquilan por una cifra nominal semanal y están técnicamente abiertos a cualquier ven-dedor otavaleño, sólo aquellas familias que en 1973 estaban invo-lucradas en la comercialización de textiles otavaleños (en espe-ciallas familias ubicadas en Otavalo o en las aldeas más cercanas a Otavalo) tenían la capacidad de pagar la suma inicial; esas mis-mas familias originales han mantenido con tenacidad el control de estas primeras ubicaciones, ocupando kioscos y pasándolos estra-tégicamente a los miembros de la familia (Meisch, 1987, p. 154). Por tanto, el "bien público" de pertenecer al grupo hasta en una etnicidad "mercadeable" todavía no es un rival digno para la pro-piedad privada.

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En este punto, se debe poner énfasis en que la economía de exportación otavaleña no es un sistema monolítico con un alto nivel de articulación en el ámbito regional, sino que se caracteriza por múltiples patrones de producción y redes comerciales, cada uno con una familia negociante de tejidos como centro de organi-zación. Aun socialmente, el principal mecanismo articulador de la región es la misma economía de mercado y las demandas para conseguir y mantener una posición competitiva. El crecimiento de la economía textil orientada al exterior, ha sido dirigido por las fuerzas duales de expansión interna, con más y más otavaleños deseando tejer y negociar, y la necesidad de industrializarse y pro-curarse nuevos mercados según las formas de competencia social-mente aceptadas entre un creciente número de competidores. Una de las características más impresionantes del mercado de los sá-bados es la falta general de algo parecido a avidez o rivalidad de los vendedores. Sin embargo, su aparente complacencia contras-ta con su anhelo de innovar e incorporar nuevas tecnologías, de forma tal, que los beneficios son recibidos por medio del ahorro en los costos de producción y de servicio confiable, no por vender más barato que el vecino o acaparar el mercado. Esto ha llevado a una creciente mecanización del proceso de hilado y del tejido de punto. Al caminar por las calles de Otavalo y hasta de comunida-des más pequeñas, se puede escuchar el ruido de las máquinas industriales de tejido a cualquier hora del día o la noche. Un ado-lescente otavaleño que conocí en la "Avenida de las Américas" de Manhattan, me reveló excitado su sueño de ser el primero en importar un telar completamente computarizado, con la ayuda de un amigo estadounidense de Bastan; sólo le faltaban los 50,000 dólares necesarios para comprarlo e importarlo.

El tejido industrializado, que utiliza energía eléctrica y fibras sintéticas, y la capacidad productiva incrementada que le acom-paña, ha conducido a una reestructuración de género en la orga-nización familiar y a la migración transnacional:

El creciente número de tejedores, en contraste con el equili-brio inicial entre hilanderas [mujeres] y tejedores [hombres],

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ha producido un exceso de abastecimiento de textiles, para el cual el mercado semanal resulta inadecuado. Es por esta si-tuación que los artesanos y comerciantes se han visto en la necesidad de buscar nuevos mercados y diversificar la pro-ducción, cambiando los patrones de autoconsumo para sa-tisfacer la demanda externa, aunque para hacerlo tengan que buscar clientes poco exigentes en cuanto al mantenimiento de los valores culturales y el respeto a las tradiciones del pue-blo [otavaleño] (Jaramillo, 1987, p. 14).

Esta sobreproducción, debida en gran parte a la innovación tecnológica, desempeña el significativo papel de motivar a los teje-dores comerciantes a buscar nuevos mercados en el exterior a través de la migración transnacional (temporal). En contraste con la aparente camaradería del mercado turístico de los sábados, los comerciantes otavaleños protegen celosamente los contactos de los clientes y las informaciones relacionadas con los principales puestos de venta en el extranjero. Un joven vendedor otavaleño comentó que lo que más le sorprendía de la vida en la ciudad de Nueva York -donde una pequeña colonia de varios cientos de otava-leños están moviéndose constantemente de un lado para otro-, era la falta de solidaridad y ayuda mutua entre sus compatriotas (Kandell, 1993). Haciéndonos eco del reconocimiento que hace Portes de la "tendencia descendente del capital social", la confian-za entre el grupo de otavaleños parece ser completamente desas-trosa para los negocios. Después de todo, mientras la solidaridad social de los migrantes laborales reduce los costos en el extranjero con algunas desventajas, los activos primarios de un empresario trans-nacional abarcan las "relaciones sociales", clientes, patrocinadores y allegados en el extranjero.

En este contexto de incipientes relaciones de clase, se puede comprender la reciente actividad económica de tocar música "tra-dicional" en bares locales y calles de ciudades extranjeras. Tocar música no es nada nuevo para el valle: "El valle de Imbadura es considerado en Ecuador, de manera general, como un centro musi-cal, pero hasta donde sabemos, no existen registros de que se haya

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tocado música indígena, instrumental o vocal" (Parsons, 1945, p. 116). Los importantes rituales y fiestas otavaleñas han incluido siempre un acompañamiento musical. Sin embargo, en el ambiente cultural de los años sesenta, cuando los grupos indígenas estaban comenzando a ser valorados por los intelectuales simpatizantes nacionales y extranjeros, en 1968 el grupo de baile otavaleño "Ru-miñuahi" empezó a participar en el desfile anual de "Yamor", una celebración otavaleña que había comenzado a atraer cada vez más turistas. Después de una invitación a México hecha por su primera dama, surgieron otras ofertas para bailar y actuar en Ecua-dor y para la BBC en Inglaterra, con el "Conjunto Peguche" que grabó su primer álbum en 1979 (D'Amico, 1993, p. 171).

Sin embargo, al igual que el desarrollo de la industria moderna del tejido, los orígenes indígenas de la música otavaleña, que tradi-cionalmente consistía en el grupo los "Sar.. Juanitos", que inducía al trance, han sido transformados en una forma de exportación más comercial. A principio de los años ochenta, varios grupos musica-les comenzaron a incorporar a otros músicos e instrumentos andi-nos de Bolivia y Perú, después de que algunos grupos de dichos países visitaron Otavalo. Este nuevo género, basado en un punto de vista mundial autoconsciente y pro andino, alcanzó su mo-mento culminante con el exitoso grupo otavaleño "Charijayak", radicado en Barcelona, España. Significativamente, la mayoría de los miembros del grupo crecieron en el enclave otavaleño de España (Meisch, comunicación personal). Éstos adoptaron el género "Pan-Andino" dentro del "New Age", mezclando instru-mentos eléctricos y estilos populares de Europa y Estados Unidos. Durante su "retorno triunfante" a Otavalo, en 1987, fueron reci-bidos como celebridades locales, aunque tenían una apariencia · deportiva y lucían aretes y largas cabelleras sin trenzas (Meisch, 1997). De inmediato se convirtieron en modelos culturales y eco-nómicos de los jóvenes otavaleños.

Así como la exportación de casimir desde Otavalo se presentó como una oportunidad en 1917, durante un periodo de crecien-te competencia por la tierra (Salomón, 1981 [1973]), a finales de los ochenta, tocar música folclórica representó una oportuni-

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dad similar para los jóvenes durante un periodo de competencia intensa en el mercado artesanal. En los últimos cinco años, el cre-cimiento de los grupos musicales que viajan al extranjero ha sido fenomenal; han estado viajando tanto durante el verano, que la operadora otavaleña de "Diceney Tours" (probablemente "Dis-ney" con faltas ortográficas), se quejaba de que no quedaban músicos para tocar en el festival local de San Juan, incluyendo a su propio esposo. Aunque nadie ha podido decir cuántos grupos existen en el extranjero, se considera que son cientos. Dada la capacidad de los grupos para recuperar el precio del pasaje en un par de meses después de llegar al extranjero, las agencias de viaje locales con frecuencia venden boletos aéreos internacionales a crédito. Por tanto, tocar música, a diferencia de la venta de artesa-nía, representa una actividad económica que requiere poca inver-sión inicial, además del tiempo requerido para aprender a tocar un instrumento folclórico y organizar un grupo. De hecho, esto se ve ahora como la única forma de conseguir el capital necesario para ingresar en la lucrativa economía artesanal cada vez más indus-trializada. Además, tocar música en el extranjero y toda la aventu-ra que esto conlleva, incluyendo tener una novia estadounidense o europea (con la que algunos se han casado), se ha convertido en una forma de rito de transición para el hombre otavaleño. En este sentido, el deseo de viajar al extranjero ha asumido la carac-terística de "fiebre de emigrar" que existe entre otros grupos donde prevalece la migración laboral más tradicional.

Los cambios sociales y económicos ocurridos desde la aper-tura de la Plaza de Ponchos en 1973, especialmente una mayor capitalización de la producción y el surgimiento de la migración transnacional masiva, condujeron a una sociedad más urbaniza-da, tanto demográfica como culturalmente. En los últimos diez años, miles de otavaleños se han mudado al pueblo de Otavalo, lo que ha originado estilos de vida más urbanizados a la vez que retienen su identidad étnica. Esto se debe, en parte, a la imposibi-lidad de poseer tierra que tiene mucha gente joven de las aldeas tejedoras altamente pobladas. Sin embargo, gran parte del cambio demográfico a la ciudad ha sido como resultado directo del de-

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sarrollo de la industria artesanal con su necesidad de una mejor infraestructura que abarque energía eléctrica, líneas privadas de teléfono, compañías de transporte y escuelas. En vez de que la pro-ducción sea interrumpida por el mercado semanal, tanto tejer como negociar son actividades diarias. Los otavaleños poseen ahora aproximadamente noventa y cuatro talleres artesanales y textiles permanentes en Otavalo (Lynn Meisch, comunicación personal), incluyendo algunos ubicados junto a los restaurantes turísticos de la Plaza de Ponchos (uno de ellos es una imitación del "Hard Rock Café"). El hecho de que tantos indios se hayan mudado a Otava-lo fue motivo en 1993 para la realización de un video documental presentado por la televisión ecuatoriana, titulado "La reconquis-ta de Otavalo". Las tensiones son viscerales entre los otavaleños de movilización ascendente y los mestizos de Otavalo de moviliza-ción descendente; la inflación en la propiedad inmobiliaria debido a la demanda de los otavaleños es tan grande, que muchos mesti-zos, cuyas familias han vivido en Otavalo durante siglos, no tienen medios para comprar una casa.

Aunque hay una variación significativa en el grado de asimi-lación, más comunidades rurales han llegado a ser una mezcla de valores tradicionales y urbanos, directamente relacionada con la gran cantidad de experiencias culturales y viajes de algunos de sus habItantes. Un joven otavaleño de Peguche que acababa de re-gresar de un viaje a Bélgica, en pantalones de mezclilla y tenis, señaló hacia un cartel de Bob Marley que colgaba de su pared (alIado de uno de Madonna) y exclamó, "Él es mi Dios". Para mejorar su vocabulario en inglés, había colocado pequeñas etique-tas con el nombre en inglés de varios artículos de su habitación. Él no se encuentra solo en su afán por estar a la moda; muchas· bodas terminan ahora tarde por la noche con un baile donde se toca música jamaiquina, estadounidense y europea. Los adoles-centes otavaleños de la clase mercantil que no han viajado todavía atraviesan la plaza local en camiones, vistiendo con la última moda de Nueva York y escuchando una estrepitosa música "hip-hop". La educación ha influido también al orientar a los otavaleños hacia una visión céntrica urbana en el nivel nivel mundial en un país

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donde "rural" y "campesino" son casi sinónimos de "animal". Sin embargo, este proceso de urbanización se puede caracterizar mejor como "ap¡0piación cultural", en oposición a "asimilación". De hecho, aunque los jóvenes otavaleños adinerados ahora están participando en una cultura material considerablemente diferen-te a la de sus abuelos, su tímido orgullo por la identidad otavale-ña es mayor; su identidad dentro de la sociedad ecuatoriana ya no es ambigua, "noble pero india", sino que es aclamada en el ámbi-to mundial.

En la esfera económica, esta capacidad para urbanizar e innovar sin perder la identidad de grupo ha permitido algunos cambios sor-presivos en la cadena de productos indígenas tanto locales como extralocales. Algunas de las artesanías "nativas" otavaleñas son producidas por otros grupos étnicos, incluyendo los abrigos de te-jido de punto hechos a mano por las campesinas azuayanas (es-posas de los migran tes laborales internacionales en la ciudad de Nueva York antes mencionados) y las figuritas talladas en madera de balsa por los indios amazónicos. Por tanto, los viajes al extran-jero abarcan no sólo las oportunidades de vender, sino también de comprar textiles y artesanías indígenas en países como Boli-via, Perú y Panamá, que luego son comercializados como propias (la mayoría de las veces) a los turistas desprevenidos de Otavalo o durante los viajes para vender a Estados Unidos y Europa. A este respecto, los otavaleños se convierten rápidamente en los principales intermediarios de artesanía nativa en América Latina, incluyendo el suministro de artesanías a los destinos turísticos que no tienen poblaciones indígenas pintorescas. Un empresario ota-valeño, que habla holandés, me contó sobre su ingenioso plan para vender figuritas de papagayos tropicales a las tiendas para turis-tas de Aruba (Aruba no tiene "nativos exóticos"), terminadas con una etiqueta que dijera "Hecho en Aruba".

En consecuencia, tenemos la siguiente ironía cultural de la base económica de la región: un grupo indígena andino con una eco-nomía global de exportación que incorpora la cultura material de otros grupos nativos a su arsenal comercial, mientras se man-

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tiene confiando en su propia identidad cultural "auténtica". Para estar seguros, la mayoría de los artículos turísticos como suéte-res, carteras, morrales, mochilas, colchas y tapices son producidos localmente utilizando tecnología que va desde el telar antiguo hasta el eléctrico, las máquinas automáticas para tejer y las fibras sintéticas. No obstante, en Otavalo, la diferencia entre local y extralocal es confusa, debido a su deseo de incorporar los diseños y productos "indígenas" más comerciales. Al comparar un merca-do indígena peruano auténtico, frecuentado por turistas, con la Plaza de Ponchos de Otavalo, Lynn Meisch observa:

Otavalo es un auténtico mercado turístico internacional, donde la mayoría de los textiles que se venden no son versio-nes comercializadas de tejidos indios tradicionales presenta-dos como auténticos, sino tejidos no tradicionales realizados con la intención expresa de venderlos a extranjeros (1987, p. 154).

En otras palabras, la "artesanía" de los otavaleños es auténti-camente inauténtica. De hecho, resultaría difícil definir lo "tra-dicional" en la esfera económica otavaleña, después de 500 años de dominación de parte de una sociedad eurocéntrica. Además, la ironía es que, aunque la producción económica de los otavaleños haya alcanzado un cenit posmoderno para satisfacer a los com-pradores de recuerdos en el mundo desarrollado, su identidad como grupo sociocultural no podía ser más fuerte, precisamente porque está relacionada, en gran parte, con su reputación comercial. En realidad, su reputación económica es lo que siempre ha definido una parte importante de su identidad interna y externa. Esta repu-tación es un "bien público" que no puede ser llamado adecuada-mente "capital social", sino más bien "capital simbólico", y puede ser activado por los otavaleños no comerciantes relacionados con las comunidades yanapa.

Un hilo común recorre las últimas dos décadas de cambio en Otavalo y constituye la dinámica de su economía política interna.

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Al observar el proceso de estratificación interna relacionado con las relaciones capitalistas, Salomón formula una de las preguntas claves para los otavaleños y su economía indígena de exportación:

¿ [Puede Otavalo] continuar cambiando las condiciones de la sociedad a gran escala para su propio beneficio, sin sufrir las consecuencias no intencionales que gradualmente tomarán el paso y la dirección del cambio fuera del alcance de sus pro-pios mecanismos de política social? (1981 [1973], p. 443).

Salomón continúa con las siguientes observaciones:

Los puntos de tensión ya son visibles [ ... ] Es cierto que, si otros indígenas dan trabajo a los pobladores pobres de las aldeas como hiladores, tejedores o ayudantes de granja es po-sible distribuir parte de la riqueza, aunque el predominio de unas cuantas familias en los negocios sea patente. Si la mayor parte del ingreso textil se dedica a la adquisición de tierra, la herencia divisible y la desaprobación de la avaricia, impor-tante para la ética otavaleña, puede que no prevalezcan sobre la dinámica de la propiedad privada (p. 444).

En otras palabras, sin una verdadera amenaza económica o política desde fuera del grupo en perspectiva, su única amenaza significativa era, y es, la autodestrucción. De hecho, si durante los pasados veinte años, esos "puntos de tensión" se desarrollaron en violentos y extendidos conflictos de clase entre los campesinos semiproletarios y una naciente burguesía rural, el orden social y, por tanto, la base económica de toda la región pudo haber sido severamente amenazada, aunque interrumpida, debido a la frivo-lidad de los turistas y los vendedores mayoristas extranjeros. Para estar seguros, los puntos de tensión son evidentes, en especial entre las comunidades anteriormente relacionadas con las haciendas y las que todavía no pueden o no han desarrollado un conflicto de "clase" más profundo. Sin embargo, hasta ahora eso no ha ocurrido.

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La posibilidad de una situación no favorable por el conflicto político abierto dentro y entre las comunidades otavaleñas, ha establecido un límite tanto en el nivel de proletarización coétni-ca como en el desarrollo de una burguesía rural de propietarios de fábricas e intermediarios. Además, esta limitación ha marcado tres de los acontecimientos más importantes del periodo reciente. Pri-mero, el surgimiento de una burguesía urbana, que vive en Otavalo, Quito, u otras ciudades extranjeras, no sólo ha separado físicamente las clases emergentes, sino que utiliza también la ambigua protec-ción social de las tradicionales bases urbanas blanca-mestiza. Se-gundo, la importancia de la incorporación de líneas de productos realizada por otros grupos indígenas y mestizos, dentro y fuera de Ecuador, se puede ver más clara si se considera como una al-ternativa para expandir la producción sobre las espaldas de los otavaleños. Esta estrategia no deja de tener su propia desventaja, ya que descubre la naturaleza burda de la adaptación cultural; los comerciantes transnacionales otavaleños no sólo están sacando provecho del valor mercantil de la artesanía elaborada en el extran-jero, sino que le están dando más valor por relacionarse con ella como "indios auténticos". Tercero y más importante, la rápida incorporación de la música como un nuevo producto de expor-tación, adoptado por los jóvenes de algunas comunidades, sólo puede entenderse en el contexto de crecimiento de las relaciones de clase intraétnicas. Tocar música en el extranjero no es una evo-lución mecánica de las actividades comerciales ni es simplemente una expresión de orgullo cultural dentro de la "aldea global". En primer lugar, la música no es tan rentable como la venta de artesa-nía, y puede ser una aventura arriesgada tanto física como finan-cieramente. En segundo lugar, no es cierto que tantos jóvenes se dispersen por todo el mundo, en sus años más productivos, por razones de "expresión cultural".

Tocar música en el extranjero puede entenderse no como una actividad cultural sino como un "oficio". La única inversión financiera que se requiere para este oficio (tocar música) es un crédito para el boleto aéreo, que conceden de forma rutinaria las agencias de viaje locales a los jóvenes músicos otavaleños. Esto tiene

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la ventaja significativa de no tener intermediarios otavaleños ni extranjeros, mientras continúan beneficiándose de su identidad mundial positiva. A diferencia de otros oficios, ya que las agencias de viaje tienen una lógica de acumulación de capital diferente a la de la industria artesanal, el crédito para los boletos aéreos no es el primer paso hacia la dependencia económicamente de la agencia. La característica importante es que casi todos los jóvenes identi-ficados como otavaleños tienen por lo menos una oportunidad de viajar al extranjero como músicos, ya que la habilidad se alcanza con facilidad y la reputación del grupo permite un alto nivel de con-fianza de parte de las agencias de viaje y los gobiernos extranje-ros que otorgan visas; los mestizos se han quejado de que "todo lo que se necesita para viajar es una cola de caballo" (D'Amico, 1993). Por tanto, cientos de músicos jóvenes que salen de Otava-lo cada año están reclamando el valor de cambio de su mano de obra y su identidad cultural, un suceso extremadamente fortuito.

Al permitir que algunas de las comunidades más pobres envíen "representantes" a tierras extranjeras, la música folclórica ha proporcionado una válvula de escape en el ámbito regional para las tensiones políticas potenciales que surgen de la consolidación de una clase mercantil. Éste es también un "oficio", en el cual una diáspora comercial transnacional dentro de sociedades "posindus-triales" está particularmente ubicada para abastecer. A diferencia de las artesanías "hechas a mano" procedentes de todo el mundo, los discos compactos y las cintas de música andina que se ven-den en los centros comerciales sólo aumentan el interés por "lo real", en vez de socavar el negocio mismo. Sin embargo, esta es-trategia no está exenta de riesgos importantes, ya que los músi-cos transnacionales son especialmente dependientes de las polí-ticas migratorias de los países desarrollados, que no han aceptado de manera uniforme a los vendedores ambulantes y los músicos. A diferencia de la migración desde Azuay, tocar música y vender artesanía en las calles todos los días no son actividades recomen-dables para los migrantes indocumentados. Todavía está por verse si la música se va a utilizar realmente como instrumento para una base económica más sostenible e inclusiva entre las comunidades

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otavaleñas, O definitivamente dan una nota agria a medida que sus efectos colaterales socioculturales reaccionan dentro de la eco-nomía étnica de exportación.

El sorprendente éxito económico de los otavaleños, tan poco común entre otros grupos indígenas latinoamericanos, encubre una estratificación interna. No todos los otavaleños forman par-te de la prosperidad de la industria local y el comercio internacio-nal, más bien, la mayoría de los otavaleños han constituido, hasta ahora, una fuerza laboral interna íntimamente relacionada con la producción agrícola. Sin embargo, el reciente y rápido desarrollo de la exportación de música andina al extranjero ha permitido a algunos otavaleños la oportunidad de trabajar en el extranjero y acumular capital financiero para una actividad empresarial fu-tura. Las explicaciones del éxito de algunos otavaleños empren-dedores que apuntan hacia sus antiguas cualidades y tradiciones, reales o imaginarias, por un lado, y hacia un análisis económico no histórico de la industria casera, por el otro, resultan incomple-tas. Mientras el reto para los sociólogos económicos es encontrar el "terreno neutral", cualquier explicación elegante de la migración transnacional queda corta, ya que ésta es una actividad social tí-picamente "sobre determinada". Las personas cuentan con múl-tiples incentivos y recursos, unos universales, otros particulares, que las llevan a realizar un viaje estimulante y transformador. La etnia otavaleña ha estado muy involucrada en un universo social donde los incentivos para el comercio independiente, incluyendo los intereses de extranjeros compasivos tanto como cínicos durante 500 años, no pueden compararse con los de ningún otro grupo indígena de América Latina.

OTAVALO, CAPITAL SOCIAL Y EMPRESARIADO

EN INTERÉS de ser breve, enumeramos sólo tres puntos interrela-cionados que tornan problemático el caso Otavalo, con el fin de explicar el "capital social" del empresariado transnacional.

l. Los otavaleños, en una abrumadora mayoría, nunca fueron trabajadores remunerados "típicos", ni siquiera en sus comu-

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nidades de origen y, por tanto, no se convirtieron en empre-sarios como consecuencia de una experiencia inmigrante preexis-tente en las densas redes sociales y de una circulación reactiva de furgones en el exterior. De hecho, el capital social apropiado proviene tanto de relaciones sociales positivas con extranjeros como de redes sociales intragrupales, fuera de la familia. 2. El informe histórico acerca de cómo una minoría de comu-nidades otavaleñas se dedicó a vender artesanía en el extran-jero revela los efectos del "capital simbólico" políticamente inspirado, el capital financiero y cultural de una elite mercan-til educada y la "causalidad acumulativa" de la propiedad privada. 3. Algunas diásporas comerciales contemporáneas pueden surgir y desaparecer por las mismas razones que las redes comerciales interculturales anteriores; lo novedoso del capita-lismo global no es qué lo "produce", sino un fenómeno mar-cado por el surgimiento de esos (raros) nichos comerciales, en los cuales las instalaciones comercializadas tienen que seguir siendo "extranjeras" en su punto de venta.

En un mundo en el que no sabemos, ni nos importa, dónde se fabrican nuestras camisas, los comerciantes interculturales de "primitivismo romántico" pueden encontrar un mercado global. De igual manera, los empresarios migrantes que suministran bie-nes y servicios a los obreros coétnicos transnacionales manejan con tesón su mercado, tomando como base no la tecnología, sino la seguridad de su singular papel intercultural que abarca dos sociedades diferentes o proporcionando servicios que no se pue-den conseguir legalmente en el "mercado abierto" (por ejemplo, los "comerciantes de la migración").

CONCLUSIÓN

EL DESARROLLO histórico del empresariado transnacional otava-leño de "origen popular" sugiere que, aunque el "capital social" proporciona una herramienta deductiva útil para entender los

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resultados económicos que parecen ser culturales, ésta metáfora está incompleta; no incluye los recursos sociales más inducidos políticamente que son utilizados por las elites internas y exter-nas para dividir en forma intencional a los miembros del grupo por metas económicas y políticas. Las "características especiales" de un grupo (o de un subgrupo) étnico, incluyendo la "confiabili-dad", pueden ser entonces embellecidas y puestas en juego instru-mentalmente por actores externos y la "cámara transnacional de comercio" respecto a sus propios fines. Estos tipos de recursos socia-les, que no son un bien público, son susceptibles tanto de uso ingenuo como de abuso cínico por parte de extraños, precisamen-te porque están encubiertos por la "comunidad étnica".

Lo fascinante de la reputación histórica autogratificante de los otavaleños en cuanto a su nobleza y su industria comercial es que ésta ha resonado consistentemente con el Espíritu de la coloniza-ción, la industrialización, el transnacionalismo, yel ahora "nuevo" transnacionalismo del siglo XlX. Hace algunos años, en el centro comercial de Quito, una gran valla publicitaria de la línea aérea Iberia mostraba a un otavaleño en traje tradicional con un bolso de palos de golf bajo el brazo; la leyenda decía: "Yo voy a Europa con Iberia, ¿cuándo vas tú?" (Harrison, 1989, pp. 9-13). La impli-cación para los "mestizos-blancos" del Ecuador urbano es clara: si este indio puede ir a Europa, usted también puede. De igual mane-ra, si se asegura que algunos inmigrantes comunes se están con-virtiendo en empresarios transnacionales utilizando "nada más que su capital social", al paso de la nueva era del "transnacionalismo", entonces éste sirve para castigar por igual a los otros inmigrantes no empresarios y a los trabajadores nativos.

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CAPÍTULO 9

STEVEN VERTOVEC

Concebir e investigar el transnacionalismo

E N LA medida en que cualquier simple "ismo" podría existir discutiblemente, la mayoría de los científicos sociales en el

campo está de acuerdo en que "transnacionalismo" se refiere amplia-mente a los múltiples lazos e interacciones que unen a personas o instituciones a través de las fronteras de los estados-nación. Por supuesto, existen muchos precedentes y paralelos históricos para dichos patrones (ej., Bamyeh, 1993, así como la introducción de este libro). El transnacionalismo (como redes de larga distancia) ciertamente precedió a "la nación". Todavía hoy estos sistemas de vínculos, interacciones, intercambios y movilidad funcionan intensamente y en tiempo real, mientras se están extendiendo por todo el mundo. Las nuevas tecnologías, sobre todo en telecomu-nicaciones, sirven para conectar dichas redes con creciente velo-cidad y eficiencia. El transnacionalismo describe una situación en la cual, a pesar de las grandes distancias y la presencia de las fron-teras internacionales (y todas las leyes, regulaciones y discursos nacionales que representan), ciertos tipos de relaciones en el ámbi-to global se han intensificado y ahora paradójicamente tienen lugar en un campo de actividad que abarca el planeta todavía común, pero virtual (véanse entre otros, Glick Schiller, Basch y Szanton-Blanc 1992; Castells, 1996; Hannerz, 1996).

El transnacionalismo representa un tema de creciente inte-rés, como lo demuestra la proliferación de artículos académicos, seminarios y conferencias dedicados a analizar su naturaleza y contornos. Sin embargo, aunque mantiene amplia relación con

[353)

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la descripción de "transnacionalismo" que ofrecimos arriba, la mayor parte de este floreciente trabajo se refiere a una amplia va-riedad de fenómenos. Hemos visto un creciente número de inves-tigaciones sobre comunidades, flujos de capital, negocios, ciudada-nía, corporaciones, agencias intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales, política, identidades, espacios públicos, cul-turas públicas "transnacionales". Éstos obviamente son fenóme-nos de naturaleza muy diferente, que requieren investigación y teo-rización en diferentes escalas y niveles de abstracción. En la prisa por abordar una interesante área de actividad global y desarrollo teórico, no nos sorprende que exista gran confusión conceptual.

Éste es, por lo tanto, un ejercicio útil para detenerse a pensar en este punto, con el propósito de analizar y ordenar el amplio repertorio de ideas y propuestas, para quizás lograr una mejor visión del tema que estamos tratando, ya que el transnacionalismo es tratado de distintas formas.

EL TRANSNACIONALISMO COMO ...

EN LA introducción de este libro, Alejandro Portes, Luis E. Guar-nizo y Patricia Landolt (1999) describen rigurosamente el signi-ficado del transnacionalismo en lo concerniente a una categoría imponante y probablemente nueva de migrantes contemporáneos. Mientras otros han abordado la migración como una forma de transnacionalismo, Portes, Guarnizo y Landolt hacen hincapié en que éste es el nivel de intensidad y simultaneidad de las actividades -en particular las transacciones económicas- realizadas actual-mente a larga distancia y a través de las fronteras, que proporcio- . nan, en algunos contextos, las estructuras sociales y actividades ahora normativas que deben merecer el término de "transnaciona-lismo". Ésta es una convincente contribución a la teoría.

En un reciente número de trabajos sobre transnacionalismo (muchos de los cuales no tratan la migración) se han presentado también, en diferentes formas, la intensidad y la simultaneidad como características distintivas del término. Sin embargo, dichos

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trabajos con frecuencia muestran un surtido de perspectivas con-fuso. No obstante, la teoría y la investigación del transnacionalis-mo se han basado en diferentes premisas conceptuales, seis de las cuales merecen un escrutinio más completo. Los diferentes "manejos" del tema, por supuesto, no son exclusivos; de hecho, algunos dependen de otros.

Mo1jología social

El significado de transnacionalismo que quizás haya ido ganan-do más atención entre sociólogos y antropólogos tiene que ver con un tipo de formación social que cruza y entrelaza las fronte-ras. Las diásporas étnicas -que Kachig Tólólyan (1991, p. 5) ha llamado "las comunidades ejemplares del momento transnacio-nal"- se han convertido en el paradigma de esta interpretación del transnacionalismo. Para estar seguros, el término "diáspora" incor-pora diversas situaciones, características, trayectorias y experiencias históricas y contemporáneas (véanse Tólólyan, 1996, Cohen, 1997, Van Hear, 1998), y su mismo significado ha sido interpre-tado ampliamente por observadores contemporáneos (Vertovec, 1999). Una de las características distintivas de la diáspora como forma social es la "relación triádica" (Sheffer, 1986; Safran, 1991) entre:

a) grupos étnicos globalmente dispersos pero autoidentifica-dos en forma colectiva; b) los estados territoriales y los contextos donde residen dichos grupos, y c) los estados de origen y los contextos de donde provienen tanto éstos como sus ascendientes.

Otras de las características importantes para el análisis de las formaciones sociales transnacionales son las estructuras o siste-mas de relaciones mejor descritos como redes. Ésta es una forma de manejar el fenómeno que nos ocupa según el análisis de la "Era de la Información" de Manuel Castells (1996). Las partes

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que componen la red -conectada por nudos y ejes- son tanto autónomas como dependientes de su complejo sistema de rela-ciones. Según Castells, las nuevas tecnologías están en el corazón de las redes transnacionales actuales. Las tecnologías, en conjun-to, no crean nuevos patrones sociales pero ciertamente refuerzan los existentes.

Hay redes densas y muy activas que atraviesan grandes espa-cios y están transformando muchos tipos de relaciones sociales, culturales, económicas y políticas. Akhil Gupta y James Ferguson (1992, p. 9) sostienen que:

Algo como una esfera pública transnacional ha proporciona-do ciertamente un estricto, limitado y obsoleto sentido de comunidad o localidad. Al mismo tiempo, éste ha permitido la creación de formas de solidaridad e identidad que no des-cansan en una apropiación del espacio donde la contigüidad y el contacto cara a cara son fundamentales.

Además, Frederic E. Wakeman (1988, p. 86) sugiere que el "relajamiento de los lazos entre las personas, el patrimonio y los territorios" que es concomitante con el surgimiento de complejas redes "ha alterado la base de muchas interacciones globales sig-nificativas, mientras simultáneamente pone en tela de juicio la tradicional definición del Estado" .

De esta forma, las antiguas diásporas dispersas se han con-vertido en las "comunidades transnacionales" de hoy, amparadas por una serie de formas de organización social, movilidad y co-municación (véase especialmente Guarnizo y Smith, 1998). Los ejemplos y debates relacionados con el transnacionalismo y la . migración, mencionados en la introducción de este libro (Portes, Guarnizo y Landolt, 1999), contribuyen claramente a esta perspec-tiva. Además a las viejas diásporas étnicas y las más recientes po-blaciones de migran tes que ahora funcionan como comunidades transnacionales, muchas redes sociales ilegales y violentas operan también transnacionalmente. Para el Departamento de Defensa de Estados Unidos, transnacionalismo significa terroristas, insur-

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gentes, facciones opuestas de guerras civiles que conducen opera-ciones fuera del país de origen y miembros de grupos de delincuentes (Secretario de Defensa, 1996). Este tipo de actividades a través de las fronteras incluyen tráfico de drogas, pornografía, personas, armas y material nuclear, así como el lavado de dinero, las cuales requie-ren por sí mismas de medidas y estructuras transnacionales para combatirlas (véanse, por ejemplo, Stares, 1996; Williams y Savo-na, 1996; Castells, 1998).

Tipo de conciencia

Particularmente en trabajos relacionados con las diásporas globa-les (especialmente dentro de estudios culturales) hay una gran discusión en torno a un tipo de "conciencia de la diáspora" mar-cada por identidades dobles o múltiples. En consecuencia, hay representaciones de la conciencia de los individuos de apegos des-centrados, por estar simultáneamente "en casa lejos de casa", "aquí y allá" o, por ejemplo, británico y algo más. Según Nina Glick Schi-ller, Linda Basch y Cristina Szanton-Blanc (1992, p. 11), "aunque algunos migrantes se identifican más con una sociedad que con la otra, la mayoría parece mantener varias identidades que los vinculan simultáneamente a más de una nación". De hecho, Ja-mes Clifford (1994, p. 322) encuentra que, "la paradoja empo-deradora de la diáspora es que residir aquí supone una solidaridad y conexión allá. Pero no hay necesariamente un solo lugar o una nación exclusivista [ ... ] [Esto es] la conexión [en otro lugar] que hace una diferencia (aquí)".

Por supuesto, una conciencia común o un fardo de experien-cias es lo que enlaza a muchas personas dentro de las formas o redes sociales mencionadas en la sección anterior. La conciencia de localidad múltiple estimula el deseo de relacionarse con otros que, tanto "aquí" como "allá", comparten las mismas "rutas" y "raíces" (véase Gilroy, 1987, 1993). Para Stuart Hall (1990), la condición de diáspora o transnacionalismo está compuesta por representaciones siempre cambiantes que proporcionan una "coherencia imaginaria" para un conjunto de identidades malea-

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bIes. Robin Cohen (1996, p. 516) desarrolla el punto de Hall con la observación de que:

Los lazos transnacionales ya no tienen que estar cimentados en la migración o los reclamos territoriales exclusivos. En la era del ciberespacio, una diáspora puede, hasta cierto grado, mantenerse unida o recreada por medio de la mente, de arte-factos culturales y de una imaginación compartida.

Una gran cantidad de propósitos y perspectivas personales y colectivos pueden transformarse subsecuentemente, de forma tal que, como describen Donald M. Nonini y Aihwa Ong (1997), el transnacionalismo nos presente "nuevas subjetividades en la arena global".

Arjun Appadurai y Carol Breckenridge exploran aspectos adi-cionales de la conciencia de la díáspora y sugieren que cualquiera que sea su forma o trayectoria "las diásporas siempre dejan un ras-tro de memoria colectiva acerca de otro lugar y tiempo y crean nuevos mapas de deseo y de apego". Sin embargo, éstas son con frecuencia memorias colectivas "cuya arqueología es fracturada" (1989, p. i). Combinando el conocimiento de localidad múltiple, las "memorias fracturadas" de la conciencia de la diáspora producen una multiplicidad de historias, "comunidades" e individuos: un re-chazo de la estabilidad que sirve con frecuencia como recurso valio-so para resistir situaciones represivas locales o globales.

Finalmente, además de las transformaciones de identidad, memoria, conocimiento y otras formas de conciencia se puede observar un nuevo "imaginario transnacional" (Wilson y Dissa-nayake, 1996), dándole forma a una multitud de modos con- . temporáneos de producción cultural.

Modos de reproducción cultural

Descrito en un sentido como una escasez de mano de obra para algunos procesos de penetración y fusión cultural, el transnacio-nalismo se relaciona con frecuencia con una fluidez de estilos

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elaborados, instituciones sociales y prácticas cotidianas. Éstos se describen con frecuencia en términos de sincretismo, criollismo, mestizaje, traducción cultural e hibridez. La moda, la música, el cine y las artes visuales son algunas de las áreas más conspicuas en las que se pueden observar estos procesos. La producción de fenómenos culturales híbridos que manifiestan "nuevas etnicida-

. des" (Hall, 1991) se encuentra especialmente entre la juventud transnacional cuya socialización primaria se ha llevado a cabo con las tendencias contrarias de los diferentes campos culturales. Entre dicha juventud, las facetas de cultura e identidad con frecuencia se seleccionan, sincretizan y elaboran tímidamente desde más de un patrimonio.

Un canal cada vez más significativo para el flujo de fenómenos culturales y la transformación de la identidad es a través de me-dios y comunicaciones globales. Appadurai y Breckenridge (1989, p. iii) comentan que:

Los complejos flujos transnacionales de imágenes y mensajes de los medios crean quizás las mayores dislocaciones para po-blaciones de diásporas, ya que en el medio electrónico en par-ticular, las políticas de deseo e imaginación están siempre en competencia con las políticas de herencia y nostalgia.

Gayatri Spivak (1989, p. 276) describe "el discurso de espe-cificidad y diferencia cultural, empacado para consumo trans-nacional" a través de tecnologías globales, particularmente el "transnacionalismo microelectrónico" representado por las pizarras electrónicas y el Internet.

Muchas otras formas de medios globalizados están teniendo también gran impacto en la reproducción cultural de las comu-nidades transnacionales, por ejemplo, la literatura de la diáspora (Chow, 1993; King, Connell y White, 1995). Con relación a la tele-visión, Kevin Robins (1998) describe aspectos de la desregulación que tienen que ver con las regiones radiodifusoras que afectan el surgimiento de "nuevos espacios culturales", los cuales requieren un "nuevo mapa global de medios". La expansión de satélites y

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cadenas de cable han propagado canales dirigidos específicamente a las diásporas étnicas o religiosas, como Med TV para kurdos, Zee TV para indios, y Space TV Systems para chinos, vietnami-tas, japoneses y coreanos. Mirar televisión no es solamente un acto pasivo, sino que están surgiendo múltiples y complejas formas de consumir dichos medios (véanse a Gillespie, 1995; Morley y Robins, 1995; Shohat y Stam, 1996).

Entrada del capital

Muchos economistas, sociólogos y geógrafos han visto las corpo-raciones transnacionales (er) como la principal forma institucional de práctica transnacional y la clave para entender la globaliza-ción (véase, por ejemplo, Sklair, 1995). Esto se debe en especial al nivel de operaciones, ya que gran parte del sistema económico mundial está dominado por las er (Dicken, 1992). Las er repre-sentan las estructuras o redes de alcance global que se presume han descartado ampliamente sus orígenes nacionales. Sus sistemas de suministro, producción, mercadeo, inversión, transferencia y administración de la información crean con frecuencia las sendas por las cuales fluyen muchas de las actividades transnacionales en el ámbito mundial (cfr. Castells, 1996).

Junto a las er, Leslie Sklair (1998) declara que ha surgido una nueva clase capitalista transnacional que abarca a ejecutivos de las er, burócratas del estado globalizante, políticos, profesionales, elites consumidoras de productos y medios de comunicación. De igual manera, Sklair sostiene que éstos, juntos, constituyen una nueva elite de poder cuyos intereses son globales, en vez de exclu-sivamente locales o nacionales, y que controlan la mayor parte de ' la economía mundial.

Sin embargo, además de los grandes actores de la economía global, los pequeños actores que componen el grueso de las comu-nidades transnacionales están teniendo un impacto aún mayor. Las cantidades de dinero relativamente pequeñas que los migran-tes transfieren como remesas a sus lugares de origen suman por lo menos 75,000 millones de dólares en el ámbito mundial (Mar-

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tin, 1994). El nivel de esta actividad ha aumentado en los últi-mos treinta años: en Argelia, el valor de las remesas se elevó de 178 millones de dólares en 1970 a 993 millones en 1993; en la India, de 80 millones de dólares en 1970 a más de 3,000 millones en 1993, y en Egipto, de 29 millones de dólares en 1970 a casi 5,000 millones en 1993 (Banco Mundial, 1995).

Además del significado que tienen para las familias receptoras, las remesas representan para los gobiernos nacionales la fuente más rápida y segura de cambio extranjero. De hecho, en la actua-lidad, un gran número de economías nacionales, como Filipinas, Pakistán y muchos países latinoamericanos, dependen absoluta-mente de distintos tipos de transferencias monetarias procedentes de los "nacionales" en el extranjero. Esta realidad ha impulsado a muchos países a desarrollar políticas para la "incorporación trans-nacional" de los "nacionales" en el extranjero dentro del merca-do y la política local (Guarnizo y Smith, 1998). Un caso que se cita con frecuencia es la India, la cual provee una serie de con-diciones favorables para que los "indios no residentes" (INR) utilicen sus capacidades refmadas en el extranjero y su capital para inversión, en descubrir o resucitar las industrias indias (Lessin-ger, 1992; cfr. The Economist, 6 de junio de 1998). Estas políticas tienen impacto más allá de la dimensión económica. Según obser-va Katharyne Mitchell (1997b, p. 106), "el interés del Estado en atraer las inversiones de los emigrantes ricos amplía las posibilida-des para nuevos tipos de discursos y acuerdos nacionales".

Los recursos no sólo fluyen hacia el país de origen de las per-sonas sino hacia, desde y a través de la red. Robin Cohen (1997, p. 160) describe parte de esta dinámica; en cualquier lugar dentro de la red de una diáspora global,

Los comerciantes colocan sus órdenes con primos, hermanos y parientes del "país de origen"; los sobrinos ( as) que vienen del "antiguo país" se alojan con tíos(as) mientras adquieren una educación o entrenamiento vocacional; se adelantan prés-tamos y se extienden créditos a personas de confianza; y se consiguen empleos y matrimonios económicamente ventajo-sos para miembros de la familia.

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La estrategia es con frecuencia expandir los activos (particu-larmente si uno de los contextos geográficos de la actividad _" en la casa" o "fuera"- es considerado inestable debido a disturbios políticos, racismo, burocracia legal, contracción del mercado la-boral o simplemente mal ambiente comercial). Aunque muchas comunidades transnacionales se han encontrado a sí mismas dis-persas por razones de migración forzada (Van Hear, 1998), otras se han extendido ampliamente por razones económicas. Por lo tan-to, entre la diáspora china, Nonini y Ong (1997, p. 4) declaran que "es imposible comprender dichos fenómenos transnaciona-les a menos que las estrategias de acumulación de los chinos bajo el capitalismo sean analizadas, para que las mismas penetren estos fenómenos y sean a la vez afectadas por ellos". Sin embargo, aun-que los objetivos económicos puedan ser catalizadores para la for-mación de grupos transnacionales, dichas actividades dan origen a muchas otras. Alejandro Portes (1998, p. 14) señala que las acti-vidades transnacionales tienen un carácter acumulativo, y "mien-tras la oleada original de estas actividades puede ser económica y sus iniciadores pueden ser apropiadamente considerados empre-sarios transnacionales, las actividades subsecuentes abarcan también las actividades políticas, sociales y culturales".

Lugar de compromiso político

Ulrich Beck (1998, p. 29) escribe: "Hay una nueva dialéctica de interrogantes globales y locales que no tiene lugar en la política nacional", y "sólo en un marco transnacional, éstas pueden ser adecuadamente formuladas, consideradas y resueltas".

Este tipo de marco transnacional -un espacio o foro público global- ha sido ampliamente actualizado por medio de la tec-nología. Las tecnologías de publicación y comunicación hacen posible formas rápidas y de largo alcance para la diseminación, pu-blicación y alimentación de información, movilización de apoyo, ampliación de la participación pública y organización política y cabildeo de las organizaciones intergubernamentales (véanse Al-ger, 1997; Castells, 1997). Ciertamente, mucho hay que hacer

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para reconocer todo el potencial cívico que éstas ofrecen, aunque ahora se asuma transnacionalmente una gran cantidad de activi-dad política.

Las formas más obvias y convencionales de dicha actividad están representadas por organizaciones internacionales no guber-namentales (ONG) incluyendo la Cruz Roja Internacional y varias agencias de Naciones Unidas. Su número ha ido rápidamente en aumento, llegando en 1993 a 4,830 ONG (Kriesberg, 1997). Las dimensiones transnacionales se reflejan en su capacidad para proporcionar y distribuir recursos (especialmente desde los orga-nismos constituyentes de los países ricos a los de los países pobres), facilitar apoyo complementario en campañas políticas y propor-cionar ambientes seguros en el extranjero para las actividades de resistencia que sean ilegales o peligrosas en contextos locales. Sin embargo, Louis Kriesberg (1997) sostiene que muchas ONG reflejan simplemente el status quo de jerarquía y poder. Por otro lado, las Organizaciones Transnacionales de Movimientos Sociales (OTMS) son ONG que buscan cambiar el statu quo en diversos niveles. Según Kriesberg (ibídem, p. 12), "las OTMS trabajan para un cambio pro-gresivo en las áreas de medio ambiente, derechos humanos y de-sarrollo así como para objetivos conservadores como oposición a la planificación familiar o la inmigración". Los temas relaciona-dos con las mismas OTMS tienen un carácter fronterizo y recurren a un entendimiento "planetario" de las personas (Cohen, 1998). Citando la información publicada en el Yearbook of International Organízations de 1993, Jackie Smith (1997) observa que entre 631 OTMS, 27 por ciento se ocupa explícitamente de los derechos hu-manos, 14 por ciento del medio ambiente, 10 por ciento de los derechos de la mujer, 9 por ciento de la paz, 8 por ciento de "múl-tiples asuntos de orden mundial", 5 por ciento del desarrollo y 5 por ciento de la "autodeterminación étnica".

Las diásporas étnicas emprenden también actividades polí-ticas transnacionales. Robin Cohen (1995, p. 13) considera que "El conocimiento de su precaria situación puede impulsar tam-bién a los miembros de las diásporas a iniciar causas legales y cívicas y a ser activos en asuntos de derechos humanos y justicia

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social." Sin embargo, la naturaleza de muchas políticas de la diás-pora es muy debatida. Katharyne Mitchell (1997a) critica pro-fundamente las suposiciones de muchos teóricos posmodernistas (especialmente Homi Bhabha, 1994) que sostienen que los pun-tos de vista del "tercer espacio" híbrido de la diáspora son inhe-rentemente antiesencialistas y subversivos, de hegemonías domi-nantes de raza y nación. Mary Kaldor (1996) señala la presencia tanto de antinacionalistas cosmopolitas como de etnonaciona-listas reaccionarios dentro de las diásporas. Arjun Appadurai (1995, p. 22) escribe que entre las comunidades transnacionales:

Estos "nuevos patriotismos" no son sólo las extensiones de los debates nacionalista y contra-nacionalista por otros me-dios, aunque ciertamente hay una gran cantidad de naciona-lismo y política de la prótesis debido a la nostalgia presente en las negociaciones de los exiliados con sus antiguos países de origen. Éstos incluyen también algunas nuevas pero misterio-sas formas de vinculación entre los nacionalismos de la diás-pora, las comunicaciones políticas fuera de lugar y los compro-misos políticos revitalizados en ambos extremos del proceso de la diáspora.

Las "políticas del país de origen" comprometen a los miem-bros de las diásporas o comunidades transnacionales de distintas formas. Las relaciones entre los inmigrantes, las políticas y los po-líticos del país de origen han sido siempre dinámicas, según nos recuerdan Matthew Frye Jacobson (1995) y Nancy Foner (1997), con relación a los irlandeses, italianos, polacos y judíos de la Amé-rica de fin de siglo. Sin embargo, las actividades ahora expandidas y los lazos intensificados están creando, en muchos sentidos, Esta-dos-nación "desterritorializados" (Basch, Glick, Schiller y Szan-ton-Blanc, 1994). Ahora, los partidos políticos establecen con fre-cuencia oficinas en el extranjero con el propósito de investigar minuciosamente a los inmigrantes, mientras los mismos inmigran-tes organizan cabildeos en el gobierno del país de origen. Cada vez más, los emigrantes son capaces de mantener o conseguir acceso

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a los beneficios de salud y bienestar social, derecho de propiedad, derecho al voto o a la ciudadanía en más de un país (casi la mi-tad de los países del mundo reconocen una ciudadanía o nacio-nalidad doble; véase "Traces", el resumen de noticias núm. 1 del mundo en la página de Internet del Programa de Comunidades Transnacionales, cuya dirección electrónica aparece más abajo). Se han desarrollado también otras formas de reconocimiento. Por ejemplo, en Haití, un país que está dividido políticamente en nue-ve departamentos o estados, los haitianos que durante el régimen de Aristide se encontraban en el extranjero eran conocidos como el Décimo Departamento con su propio ministro (Basch, Glick Schillery Szanton-Blanc, 1994). Además, en uno de los casos más extraños de la política internacional, el gobierno de El Salvador proporcionó asistencia legal gratis a los refugiados políticos (ique huían de su propio régimen!) en Estados Unidos para que pudie-ran conseguir asilo y quedarse allá, remitiendo unos mil millones de dólares cada año (Mahler, 1998).

(Re)construcción del "lugar" o localidad

Las prácticas y los significados que se derivan de los puntos de origen geográficos e históricos específicos han sido siempre trans-feridos y vueltos a poner en marcha. Hoy, un alto grado de mo-vilidad humana, telecomunicaciones, filmaciones, videos, TV por satélite y el Internet han contribuido a la creación de entendimien-tos translocales. Sin embargo, éstos están anclados en lugares, con diversas ramificaciones legales, políticas y culturales, no sólo para las prácticas y los significados, sino también para las ubicaciones (cfr. Kearney, 1995; Hannerz, 1996).

Algunos analistas plantean que el transnacionalismo ha cam-biado las relaciones de las personas con el espacio, particularmen-te al crear "campos sociales" que conectan y ubican a algunos actores en más de un país (Glick Schiller, Basch y Szanton-Blanc, 1992; Castells, 1996; Goldring, 1998). Appadurai (1995, p. 123) considera que muchas personas se enfrentan a crecientes dificulta-des para relacionarse o producir "localidad" ("como una estruc-

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tura del sentimiento, una propiedad de vida y una ideología de comunidad localizada"). Él reconoce que esto se debe más a una condición del transnacionalismo caracterizada, entre otros ras-gos, por "la creciente disyuntiva entre territorio, subjetividad y movimiento social colectivo" y por "la constante erosión de las relaciones, debida principalmente a la fuerza y forma de media-ción electrónica, entre las zonas espacial y virtual". Por el con-trario, han surgido nuevas "translocalidades" (Appadurai, 1995; Goldring, 1998; Smith, 1998).

INVESTIGAR EL TRANSNACIONALISMO

EL TEMA del transnacionalsmo está recibiendo mayor atención a través de una gama de enfoques y disciplinas. No obstante, No-nini y Ong (1997, p. 13) critican la disolución progresiva de las investigaciones debido a un enfoque de los estudios culturales" que trata el transnacionalismo como un conjunto de flujos cultura-les abstractos, no materializados, que brinda limitada atención a los cambios concretos cotidianos de las personas y a la configura-ción estructural que acompaña el capitalismo global" (cfr. Mitchell, 1997a y b).

Aunque ciertamente hay mucho que aprender acerca de la construcción y el manejo del significado que ofrecen los estudios culturales, hay una necesidad inmediata de más estudios empí-ricos, comparativos y a profundidad, sobre movilidad humana, co-municación, vínculos sociales, canales y flujos de dinero, mercan-cías, información e imágenes transnacionales, y sobre cómo hacer uso de estos fenómenos. Además de ayudarnos a entender las formas rápidas de cambio (y sus antecedentes históricos) que el transnacionalismo representa, los trabajos científicos adicionales ayudarán a reconocer cómo y por qué, según Nancy Foner (1997, p. 23), "es probable que algunos grupos [y lugares] sean más transnacionales que otros -necesitamos investigaciones que ana-licen y expliquen las diferencias. Dentro de los grupos inmigran-tes, hay también variación en la frecuencia, profundidad y rango de los lazos transnacionales".

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Luis Eduardo Guarnizo y Michael Peter Smith (1998) desta-can algunas de las serias deficiencias en la teorización contempo-ránea del transnacionalismo. Quizás entre éstas se encuentre, en primer lugar, el aspecto del nivel de análisis apropiado y la conexión entre escalas. En la introducción de este libro, Alejandro Portes, Luis E. Guarnizo y Patricia Landolt (1999) abordaron estos temas y dieron pasos significativos para establecer, delimitar, defInir ana-líticamente y clasificar los fenómenos transnacionales.

George E. Marcus (1995) ha proporcionado un útil perfil metodológico de la "etnografía de localización múltiple", esen-cial para el estudio del transnacionalismo. Esta investigación abarca "rastrear una formación cultural a través y dentro de múlti-ples lugares de actividad" (ibídem, p. 96) por medio de métodos "diseñados en tomo a cadenas, rumbos, hilos, conjunciones o yux-taposiciones de las localizaciones" (íbídem, p. 105). Marcus de-fiende los planteamientos que "siguen" las personas (especialmente migrantes), las cosas (mercancías, regalos, dinero, obras de arte y propiedad intelectual), la metáfora (incluyendo señales y símbolos o imágenes), la trama, historia o alegoría (narraciones de la experien-cia o memoria cotidiana), la vida o biografía (de individuos ejem-plares), o el conflicto (temas debatidos en público).

Aunque está ampliamente de acuerdo con las ventajas de dicha metodología, Ulf Hannerz (1998) agrega que "la investigación puede requerir ser no sólo multilocal sino también translocal [ ... ] Se deben dedicar esfuerzos serios a una conceptualización y descrip-ción apropiada de los vínculos translocales y las interconexiones entre ellos y el tráfico social localizado". Hannerz (1998) obser-va también la necesidad de formar equipos de trabajo multidis-plinarios entre colegas en diversas de ubicaciones, apoyados por nuevos datos y tecnologías de las telecomunicaciones. Siguiendo y recurriendo a todos estos planteamientos y discernimientos, se ha desarrollado un nuevo programa de investigación multidiscipli-naria con la intención de avanzar tanto en nuestro conocimiento empírico como en el entendimiento teórico de las formas contem-poráneas del transnacionalismo.

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PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN CISEGB SOBRE COMUNIDADES ThANSNACIONALES

EN 1997, el Consejo de Investigación Social y Económica de Gran Bretaña (CISEGB) inició un programa de investigación de 3.8 mi-llones de libras esterlinas (7 millones de dólares) sobre el tema Comunidades Transnacionales. En respuesta a un concurso nacio-nal de proyectos, se recibieron unas 170 propuestas. Junto a un Comité de Selección compuesto por catorce académicos y no académicos, más de 250 árbitros ayudaron a decidir la selección final de los proyectos por financiar. Se encargaron diecinueve proyectos, algunos dentro de una disciplina simple, pero vincu-lados en su mayoría. Aunque el directorio del programa tiene su asiento en la universidad de Oxford, los proyectos en sí mismos se manejan desde varias universidades británicas que realizan investigaciones en diferentes lugares del mundo.

Los proyectos del programa estarán unidos por una preocu-pación metodológica común en torno a la formación y el man-tenimiento de una "comunidad" basada especialmente en redes sociales, económicas y políticas, la construcción y expresión de una identidad concentrada en la recreación de formas y símbolos culturales y la reproducción o controversia de las relaciones socia-les, incluyendo temas sobre género y poder. Los proyectos están agrupados según cuatro temas (que son coincidentemente parale-los a los planteados en la introducción de este libro).

Nuevos enfoques de la migración

Diásporas comparativas. Los estudios emprendidos dentro de este tema analizan las nociones de incorporación dentro de la diáspora armenia, los húngaros de la periferia de Hungría, los judíos so-viéticos y de Aussiedler ("alemanes étnicos" retornados) en Ale-mania.

Migración transversal. Estos proyectos se refieren a la comu-nidad social y cultural de los marineros y la expansión de los circuitos transnacionales de la migración china.

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Buscadores de rifugio y asilo. Abarca la investigación compa-rativa sobre el papel del exilio en la reconstrucción posconflicto de Eritrea y Bosnia.

Economía

Redes económicas globales. Un tema que representa un área central del programa, incluyendo un estudio de la diáspora rusa y la rees-tructuración económica postsoviética, investigación sobre los exper-tos británicos de centros financieros globales, un examen del empresariado global chino con referencia especial al sudeste asiá-tico, además de un estudio de la producción y las estrategias de mercadeo en torno a los flujos de mercancías entre la India y Gran Bretaña.

Corporaciones transnacionales (cr). Concentradas en un estu-dio de las corporaciones japonesa y coreana y sus administradores en Gran Bretaña.

Estrategias transnacionales del país de origen. Trabajo que per-sigue determinar el impacto de la posición legal y los hijos sobre las estrategias de las trabajadoras domésticas migrantes en Gran Bretaña, además de la investigación acerca de los patrones de las remesas entre la gente de Pakistán y Bangladesh en Gran Bretaña.

Política

Redes políticas globales. Incluye investigación sobre las redes políticas turcas en Europa y el movimiento de los indígenas y su localización en Ecuador y Bolivia.

Ciudad, región, políticas nacionales y supranacionales. Consiste en un estudio comparativo de las estrategias de doble ciudada-nía, del Estado y de los inmigrantes en Canadá, Alemania y Gran Bretaña.

Género, comunidades y poder. Dirigido por un proyecto que analiza los aspectos de género de la transmigración de gente de Gran Bretaña y Singapur a China.

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Sociedad y cultura

Formas e instituciones sociales. Concentrando en un conjunto de tres proyectos interrelacionados relativos a los flujos culturales de las sociedades del Golfo Árabe.

Reproducción culturaly consumo. Dirigido por dos equipos, uno interesado en literatura y cine dentro de una diversidad de diás-poras, el otro en el lugar de los medios de radiodifusión entre los turcos en Europa.

Comunidades religiosas transnacionales. Dedicadas a un estudio en diferentes lugares de un prominente movimiento sufí musulmán.

Aunque se realicen de forma independiente, los proyectos ganarán un tipo de sinergia por medio de su coordinación como programa.

Sin embargo, el programa no solamente existe para los pro-yectos. Otras facetas incluyen: una serie de seminarios semana-les; una conferencia anual dedicada a uno de los temas claves del programa; talleres organizados en Gran Bretaña y el extranjero que enfocan diversos temas e incluyen a académicos y no acadé-micos. Se ha establecido una serie de informes elaborados por es-critores distinguidos como Alejandro Portes (1998), Zygmunt Baumann (1998) Y Stephen Castles (1998) en formatos impre-sos y en Internet. El programa de Comunidades Transnaciona-les apoyará también un boletín interno, una revista noticiosa y tres series de libros. La información sobre los proyectos y todos los demás aspectos del programa de investigación se puede en-contrar en la página del Programa de Comunidades Transnacio-nales CISEGB (http://www.transcomm.ox.ac.uk).

Aunque se usa con distintos significados, el "transnacionalismo" . proporciona un concepto abarcador para algunos de los procesos y avances transformadores globales de nuestro tiempo. El carácter múltiple del término puede realmente probar ser ventajoso: se-gún indica Alejandro Portes (1998, p. 2), "el concepto puede rea-lizar efectivamente una doble función como parte del arsenal teórico con el cual nos acercamos a las estructuras del sistema mun-dial, pero también como un elemento en una empresa menos

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desarrollada, es decir, el análisis de las cadenas y los patrones co-tidianos de las relaciones sociales que surgen en torno a estas estruc-turas". El Programa de Comunidades Transnacionales CISEGB, que trabaja en conjunto con proyectos y programas paralelos en Europa, Norteamérica y el Pacífico Asiático, añadirá nuevos datos y análisis para probar algunos de los conceptos más especulati-vos del transnacionalismo.

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ALEJANDRO PORTES

Conclusión: hacia un nuevo mundo. Los orígenes y efectos de las actividades transnacionales

L OS ARTÍCULOS de este libro proporcionan una vasta información sobre el carácter, los orígenes y las dinámicas de las actividades

transnacionales. El artÍCulo precedente de Vertovec complementa este cuerpo de información empírica con un panorama sistemá-tico de la definición y los usos para los cuales se introdujo el con-cepto. Aunque reconozco las diferentes perspectivas en este cam-po, incluyendo las desarrolladas por varios de los autores de este libro, me remito a los planteamientos metodológicos presentados en la introducción como base para resumir lo aprendido acerca de la naturaleza y las consecuencias de dicho fenómeno. Esto es nece-sario porque, sin un conjunto de predicados comunes, resulta im-posible utilizar la información empírica para el avance teórico, ya que este último depende de la forma como se definen determina-dos procesos o acontecimientos.

Con este propósito, limito la siguiente discusión a las activida-des transnacionales definidas como aquellas que se realizan en for-ma habitual a través de las fronteras nacionales y que requieren de un compromiso de tiempo significativo por parte de los par-ticipantes. Dichas actividades pueden ser realizadas por actores relativamente poderosos, como representantes de los gobiernos nacionales y las corporaciones multinacionales, o pueden ser ini-ciadas por individuos comunes, como los inmigrantes y sus pa-rientes y amigos en el país de origen. Estas actividades no están limitadas a empresas económicas, sino que abarcan también inicia-tivas políticas, culturales y religiosas . En la introducción vimos

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cómo el surgimiento del transnacionalismo involucra, en un nivel significativo, no sólo las iniciativas de poderosos actores sino las de una masa de gente ordinaria y que requiere de una serie de inno-vaciones tecnológicas que comprimen tiempo y espacios.

DETERMINANTES DEL TRANSNACIONALISMO

Orígenes y recursos

Está claro, sin embargo, que estas condiciones son necesarias pero no suficientes para dar lugar a iniciativas transnacionales. Algu-nas comunidades inmigrantes se involucran en ellas profundamen-te mientras otras no; dentro de comunidades específicas, algunos individuos y familias crean empresas transnacionales como forma de movilidad socioeconómica, mientras otros adoptan una senda más convencional como trabajadores asalariados. La extensión y el carácter del transnacionalismo político y sociocultural varían tam-bién ampliamente. La pregunta es, por tanto, ¿qué nos pueden de-cir los resultados presentados en los artículos precedentes acerca de los determinantes de este fenómeno y sus variantes? Una pri-mera conclusión obvia es que la historia de la inmigración y las formas en que los migrantes son recibidos establecen el contexto para la dirección que tomarán sus actividades, sean éstas trans-nacionales o no. Cuando la migración es masiva y está motivada por conflictos políticos en el país de origen, es probable que los inmigrantes se mantengan moralmente vinculados a los parien-tes y las comunidades que dejaron atrás y, por tanto, es posible que se involucren en una variedad de actividades para mantener vigentes los vínculos que los unen al país de origen.

Este tipo de solidaridad es evidente entre los refugiados sal-vadoreños de Estados Unidos, quienes, a pesar de su pobreza, han creado múltiples formas de hacer sentir su presencia en el país de origen, desde los viajes de cientos de "viajeros" comerciales hasta los comités cívicos organizados en apoyo de los pueblos más remotos (Landolt et al., en este libro). Por el contrario, donde la migración es un proceso más individualizado, basado en decisio-

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CONCLUSIÓN 379

nes personales y familiares, las actividades transnacionales son más selectivas y, a veces, excepcionales, y carecen del componente normativo que éstas tienen entre los participantes en una diás-pora política. Los colombianos y los mexicanos que emigran de zonas urbanas son un ejemplo de dicho patrón (Guarnizo et al., Roberts et al., en este libro).

Queda igualmente claro que el carácter y alcance de la empre-sa transnacional depende en gran medida de la herencia cultural que un grupo particular trae consigo. Esto es evidente en el caso de los indios otavaleños, cuyo extraordinario éxito empresarial en el extranjero es asegurado por una tradición artesanal y comercial de siglos. Kyle (en este libro) contrasta las experiencias de los ota-valeños con la de los migran tes mestizos ecuatorianos, quienes, a pesar de que en su país tienen un nivel social más elevado, ter-minan en los Estados Unidos en nichos ocupacionales bajos de-bido a que no tienen la capacidad ni las redes sociales que apoyan la empresa transnacional otavaleña.

En un nivel más modesto, la comunidad migrante kanjobal maya de Los Ángeles recurre también a sus características cultu-rales distintivas para dar forma a las actividades políticas y cultura-les que la unen a sus comunidades de origen (Popkin, en este li-bro). En su análisis del transnacionalismo mexicano, Roberts y sus colaboradores (en este libro) comparan las experiencias de los migrantes rurales, cuyas potentes redes en el país de origen pro-porcionan las bases para actividades sostenidas a través de las fronteras, con aquellos migrantes urbanos, cuyos orígenes social-mente más inestables les impiden cualquier otra cosa que no sean las decisiones individuales de irse o regresar.

Etnicidad reactiva y lineal

El nivel de discriminación y hostilidad a que se enfrenta un grupo inmigrante es un tercer factor que interactúa con los anteriores para dar curso a sus estrategias de adaptación, incluyendo las de carácter transnacional. Cuando, por razón de sus características

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raciales y su cultura, un grupo extranjero es rechazado de manera uniforme y confinado a una posición inferior permanente, existe mayor incentivo para reafirmar su dignidad colectiva y buscar ascenso económico a través de sendas no convencionales. Esta mo-tivación es reforzada cuando la recepción gubernamental es hos-til, lo que dificulta las oportunidades de los migrantes para venir, trabajar y establecerse. El ejemplo más claro lo constituyen de nuevo los salvadoreños, cuyas peticiones de asilo político fueron rechazadas por las autoridades estadounidenses, repetidamente, mientras sus características raciales y sus orígenes campesinos los relegaron a los estratos más inferiores de la sociedad estadouni-dense (Landolt et al., en este libro).

En estas circunstancias, no quedó otro recurso que replegarse dentro del propio grupo, identificándolo con tradiciones e intere-ses enraizados en el país de origen y separándolo en forma simbó-lica, y a veces física, de la sociedad receptora. En estas situacio-nes, los inmigrantes están en el país, pero en efecto no son de él, y prefieren verse a sí mismos como pertenecientes a otro país tanto social como económicamente. Una buena ilustración de este pa-trón proviene de una de las entrevistas realizadas en Los Ángeles para nuestro estudio comparativo del transnacionalismo. El infor-mante era el presidente del Comité Cívico pro mejoramiento del pequeño pueblo de La Esperanza 1 en El Salvador. Como hombre de orígenes modestos, tuvo dificultad para entender algunas de las preguntas; sin embargo, se animó visiblemente al abordarse el tema de la discriminación racial en Estados Unidos. Su experien-cia como inmigrante había sido definida por frecuentes experiencias de discriminación por parte de vecinos, jefes, y compañeros de tra-bajo; se le seguía dentro de las tiendas por empleados suspicaces y había sido detenido varias veces por la policía. Sin embargo, cuan-do se le preguntó si planeaba quedarse en Estados Unidos, contestó inequívocamente que sí. El entrevistador le preguntó: "Bien, señor González, usted nos dijo que ha sufrido todo tipo de discriminaciones en este país, que los estadounidenses lo tratan

1 Los nombres son ficticios.

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CONCLUSIÓN 381

como inferior y todavía así quiere quedarse aquí. ¿Cómo se explica eso?" González sonríe y explica:

Yo realmente vivo en El Salvador, no en Los Ángeles. Cuando celebramos las fiestas comunitarias para recolectar fondos para La Esperanza, yo soy el líder y soy tratado con respeto. Cuando voy a mi pueblo a supervisar los t.rabajos pagados con nuestras contribuciones, soy tan importante como el alcalde. En Los Ángeles, sólo gano dinero, pero mis pensamientos están realmente en mi país. Éste se encuentra a sólo tres horas de distancia.2

En su estudio, Popkin destaca el mismo patrón de etnicidad reactiva entre los inmigrantes mayas, los cuales confrontan una si-tuación similar. Las costumbres, el idioma y las tradiciones que estos inmigrantes indígenas traen consigo no se olvidan, sino que adquie-ren mayor relieve como mecanismos de autodefensa y reafirma-ción colectiva en contra de la triple discriminación de los blancos nativos, los negros nativos y hasta de otros inmigrantes latinos (Pop-kin, en este libro).

La situación opuesta se produce cuando la recepción guberna-mental no es hostil y cuando el grupo inmigrante es pequeño y está suficientemente disperso como para no suscitar hostilidad entre la población nativa. En estas situaciones, no hay base para la etni-cidad reactiva y el conjunto de actividades transnacionales relacio-nadas con ella. Los inmigrantes pueden evitar cualquier estigma relacionado con su nacionalidad particular al reclamar pertene-cer a un grupo diferente o hasta "pasar" como parte de la población nativa. 3 Éste es el caso de los colombianos en Los Ángeles, un grupo relativamente pequeño, cuyos miembros están dispersos y evitan con frecuencia a otros colombianos como una forma de es-capar del estigma social relacionado con el tráfico de drogas. Cual-

2 Entrevista del proyecto en Los Ángeles, el 2 I de octubre de 1997. 3 Los filipinos representan un caso similar en Estados Unidos: no padecen la hostilidad

oficial; son, en promedio, muy educados, y no se concentran geográficamente. Sus activida· des transnacionales son, como corresponde, de un carácter más individual y no reflejan un patrón reactivo. Véanse Espíritu (1996) Y Wolf (1997).

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quier empresa transnacional que surja en esta situación no estaría relacionada con una reacción afirmativa de la identidad nacional y local, pero representaría más bien una extensión "lineal" de los intereses de los inmigrantes, de actividades pasadas (Guarnizo et al.; Guarnizo y Díaz, en este libro).4

Los gobiernos hacen su entrada

Hemos aprendido de nuestro estudio de casos que el transnacio-nalismo de base raramente es iniciado por los gobiernos de los paí-ses emisores; más bien estos gobiernos entran en la escena en la medida en que el fenómeno se torna evidente. Este resultado apoya la idea expresada en el capítulo introductorio de que el prin-cipal impulso para el surgimiento del transnacionalismo de base se encuentra en la confluencia entre las nuevas tecnologías de comunicación y transporte y el interés de los inmigrantes de su-perar una situación de subordinación en su país y en el extranjero. En la consecución de esta meta, los inmigrantes y sus contrapartes en el país de origen han desarrollado una rica gama de activida-des para llamar la atención de las autoridades, quienes anterior-mente sólo los percibían como una fuente de remesas (Itzigsohn et al., en este libro). Los gobiernos de las naciones emisoras han comenzado a redefinir a sus comunidades expatriadas como una fuente de inversión, de iniciativas empresariales, de mercados para las compañías nacionales y hasta de representación política en el extranjero.

Por esta razón, un creciente número de países se ha apresurado a conceder la doble nacionalidad a sus ciudadanos en el extranje-ro, mientras los estimulan a naturalizarse y participar políticamente en la nación receptora. Esta política se aleja bastante de los vie-

4 La tipología de etnicidad lineal versus reactiva se ha usado en otros contextos para de-notar la diferencia entre las minorías cuyas orientaciones culturales y prácticas representan una continuación en línea directa de su pasado inmigrante en contraste con las emergentes actitudes culturales fabricadas en interacción y confrontación con la sociedad receptora (Por-tes y Rumbaut, 1996, Ch. 4). En el presente caso, esta tipología se modifica para indicar las diferencias entre las actividades transnacionales que representan una continuación directa de las prácticas y actividades de los inmigrantes antes de salir y las que se realizan en reacción con las barreras en la sociedad receptora.

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CONCLUSIÓN 383

jos tiempos en que los emigrantes eran considerados poco menos que desertores y naturalizarse en otro país conllevaba la pérdida automática de la ciudadanía original. Este drástico cambio de políti-ca es motivado por el deseo de los gobiernos de los países emiso-res de retener la lealtad y, por tanto, las contribuciones económicas de sus expatriados, junto con la esperanza de que éstos puedan apoyar políticamente los intereses de los gobiernos del país de ori-gen con votos y movilizaciones políticas en el extranjero (Roberts et al.; Glick Schiller y Fouron, en este libro).

La movilización de los gobiernos del Tercer Mundo en busca de los beneficios económicos y políticos del transnacionalismo ha adquirido varias formas, que van desde la creación de un ministe-rio especializado o departamento del gobierno en Haití y México, la concesión de la doble ciudadanía y el derecho al voto en las elecciones nacionales de Colombia y nuevas leyes que permiten la elección de representantes de la diáspora en los parlamentos na-cionales de Colombia y República Dominicana. Los consulados de México, Colombia, El Salvador, Guatemala y República Domini-cana en áreas de concentración de sus respectivas emigraciones en los Estados Unidos, han estado promoviendo la adquisición de la ciudadanía estadounidense o por lo menos la residencia per-manente. A partir de estas políticas, está claro que los gobiernos emisores no desean que sus inmigrantes retornen, sino que por el contrario, tratan de asegurar que logren una situación legal esta-ble en las naciones ricas a las que se han mudado y desde las cuales pueden hacer contribuciones económicas y políticas al país de origen.

En la búsqueda de estas metas, algunos gobiernos han ido tan lejos como respaldar los reclamos de asilo político en el extranje-ro de sus ciudadanos. Como señala Popkin, ése es el caso de los gobiernos de El Salvador y Guatemala, cuyo apoyo al asilo políti-co de sus nacionales en Estados Unidos implica admitir que eran perseguidos en su país. En un extraordinario giro de acontecimien-tos, los cónsules y embajadores de estos países argumentan, en efecto, que sus gobiernos son altamente represivos y fuerzan a salir a decenas de miles de sus ciudadanos, los cuales, por tanto, tienen

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derecho a asilarse legítimamente en Estados Unidos (Popkin; Lan-dolt et al., en este libro).

Sin embargo, como señalan Roberts y sus colaboradores (en este libro), los inmigrantes pueden ver a través de dichas manio-bras oficiales. Apoyándose en el análisis de Hirschman (1970) de su libro Salida, voz y lealtad, estos autores argumentan que muchos mexicanos dejaron su país debido precisamente a que no tenían "voz" o ésta les era negada por las autoridades. Los esfuerzos tardíos por parte de las mismas elites para volver a conseguir la lealtad de los inmigrantes se reciben con escepticismo. Los mi-grantes pueden tomar ventaja de las nuevas oportunidades crea-das por la doble ciudadanía o el derecho al voto en las elecciones nacionales, pero sin estar de acuerdo con los esfuerzos guberna-mentales de alinearlos en apoyo del partido en el poder o sus políticas. Otros capítulos en este libro describen las políticas de cooptación de las autoridades salvadoreñas hacia sus inmigrantes en Los Ángeles y Washington, D.C., de los oficiales guatemalte-cos hacia los mayas establecidos en Los Ángeles y de los funciona-rios consulares colombianos hacia su comunidad expatriada en Nueva York (Landolt et al., Popkin; Guarnizo et al., en este libro). En cualquier instancia, estos esfuerzos oficiales provocan una respuesta conflictiva en la comunidad inmigrante, que recibe el apoyo de algunos, es rechazada por otros, y sirve de base para accio-nes que no necesariamente responden a las intenciones oficiales.

La conclusión más adecuada a partir de esta evidencia es que la interacción entre el transnacionalismo de origen popular y la estrategia de cooptación iniciada por los gobiernos de los países emi-sores es problemática y no necesariamente se refuerza mutuamen-te. Mientras el ingreso de poderosos actores políticos al proceso puede facilitar las inversiones transnacionales de los inmigrantes y fortalecer su posición política, es posible que tenga otras conse-cuencias menos deseables. Entre éstas figuran la fragmentación de solidaridad interna de las comunidades inmigrantes, la politización de las asociaciones cívicas establecidas en apoyo de los pueblos de origen, y la generación de una reacción hostil en el país receptor. El gobierno y la sociedad receptora pueden percibir estas políti-

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CONCLUSIÓN 385

cas de cooptación como una intromisión indeseable de gobiernos extranjeros y como un intento de detener el proceso de asimilación de los inmigrantes. A medida que el surgimiento de un "campo trans-nacional" que une los países de origen y de destino se da a cono-cer a través de informes periodísticos y prácticas cotidianas, es inevitable que surjan voces que denuncien estas actividades como una amenaza a la integridad política y cultural de la nación re-ceptora, creando "quintas columnas" de extranjeros no interesa-dos en asimilarse a la sociedad donde viven. Esta reacción ya ha hecho su aparición en Estados Unidos y merece un análisis más detallado.

¿Es MALO EL TRANSNACIONALISMO?

UNA SERIE de artículos de primera plana en The New }órk Times informó recientemente a sus lectores con minucioso detalle sobre la extensión y las ramificaciones de las actividades transnacionales en Estados Unidos. Las reuniones políticas y las contribuciones a los candidatos del país de origen, el hecho de que los ciudadanos estadounidenses naturalizados no tienen que renunciar a su ciu-dadanía original y la extraordinaria movilidad de los inmigrantes de hoy fueron descritos vívidamente:

Hoy, los inmigrantes chinos viajan a Hong Kong para reunirse con inversionistas de sus bancos en Queens; las estrellas de cine de Bombay viajan a hacer presentaciones en el Coliseo de Nassau y los indios de las sierras del Ecuador ordenan ponchos por fax para venderlos en las calles de Manhattan (Sontag y Dugger, 1998, p. 8).

La creciente visibilidad de estas actividades ha comenzado a preocupar a algunos círculos gubernamentales y a provocar un nuevo coro de protestas de parte de nacionalistas y defensores del control migratorio. El centro de estas preocupaciones es el temor de que las actividades transnacionales retardarán el proceso de asi-milación y convertirán en "quintas columnas" a las comunidades de inmigrantes, para representar y defender los intereses extran-jeros dentro del cuerpo político estadounidense. Casos como el de

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Jesús Galvis, un colombiano propietario de una agencia de viajes y síndico electo en Hackensack, Nueva Jersey, quien recientemen-te se presentó como candidato a senador para su ciudad natal en Colombia, alimentan dichos temores (Fritz, 1998).

Aunque el juramento de naturalización de Estados Unidos requiere la renuncia a todas las lealtades extranjeras, en la prácti-ca resulta difícil ponerlo en práctica cuando otros países continúan otorgando los privilegios de la ciudadanía a los suyos. Sin embar-go, más allá de este asunto práctico, las preguntas más generales son qué efectos tiene el transnacionalismo en las naciones emiso-ras y receptoras y qué consecuencias se pueden esperar al tratar de suprimirlo. En las siguientes secciones, procuramos dar una respuesta preliminar a estas preguntas.

Efectos en las naciones receptoras

Un primer paso para contestar estas preguntas es advertir que las actividades transnacionales tienen que ser de interés para aque-llos que se involucran en ellas, ya que de otra forma no hubieran invertido el considerable tiempo y esfuerzo que requieren. En el ámbito popular, el transnacionalismo económico ofrece una alter-nativa para muchos inmigrantes, superior a empleos mal pagados y sin futuro; el transnacionalismo político les da la voz que de otra forma no tendrían, y el transnacionalismo cultural les permi-te reafirmar sus propios valores y transmitir sus tradiciones a la juventud.

Sin embargo, lo que interesa a los individuos no es necesaria-mente lo que preocupa a las naciones. Se podría argumentar que . todos esos procesos conspiran contra la integridad cultural y la solidaridad de la sociedad receptora. Existen razones para poner en tela de juicio estas preocupaciones y afirmar que, si se actuara al respecto, se originarían consecuencias negativas. Primero, es importante mantener un sentido de la proporción. La población extranjera es sólo una fracción de la población estadounidense nativa y la población inmigrante a su vez está fragmentada en

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CONCLUSIÓN 387

grupos, nacionalidades y orígenes muy diferentes. En Estados Unidos, los extranjeros representan todavía menos de 10 por ciento de la población, proceden de más de 150 países diferentes y abarcan profesionales y empresarios altamente capacitados, así como trabajadores manuales, tanto legales como ilegales. De esta población tan dispar, no se puede esperar un patrón conjunto de resistencia a la asimilación (Allen y Turner, 1986; Portes y Rum-baut, 1996).

Segundo, el punto crucial del proceso de asimilación sociocul-tural no ocurre en la primera, sino en la segunda generación. Los inmigrantes adultos siempre buscan conservar sus idiomas, iden-tidades y costumbres (Zolberg, 1989; Gans, 1992). Entre la ju-ventud ocurren los cambios en el uso del idioma, las preferencias culturales y las lealtades. Esta transición se produce de manera rápida y completa en Estados Unidos. Una buena parte de la efec-tividad de este proceso de asimilación se debe a la ausencia de cualquier interferencia por parte del Estado para ejecutar ciertas prácticas y prevenir otras. En vez de eso, el proceso se deja ente-ramente a las fuerzas de la sociedad y la cultura estadounidense y los individuos son libres de escoger su propio curso de adaptación.

En otros lugares, según nos dice Brubaker (1996), los inten-tos por poner en práctica la "polonización" "alemanización" o "rusificación" de las poblaciones extranjeras sólo han logrado acelerar la reafirmación étnica y la militancia nacionalista por par-te de las comunidades extranjeras afectadas. En Estados Unidos, por el contrario, una encuesta reciente de más de cinco mil jó-venes de segunda generación descubrió que, a los catorce años, 99 por ciento hablaba inglés perfectamente, más de 80 por ciento prefería el inglés al idioma paterno y menos de un tercio eran bilingües, capaces de hablar bien el inglés y un idioma extranjero. La evolución de la autoidentidad entre estos jóvenes siguió un cur-so similar, ya que la mayor parte se identificaban a sí mismos como estadounidenses de origen extranjero (méxico-americanos, chino-americanos, etcétera), o como miembros de las identidades pan-étnicas definidas por la cultura estadounidense predominan-

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te ("hispanos", "negros", "asiáticos", etcétera; Rumbaut, 1994; Portes y MacLeod, 1996a; Portes y Hao, 1998).

Los resultados de esta investigación y de otras relacionadas muestran que el proceso de asimilación en Estados Unidos es muy efectivo y rápido y que en la segunda generación está en riesgo la preservación de cierta habilidad para retener la lengua paterna y el conocimiento de la cultura de origen. En este punto, el princi-pio del transnacionalismo se torna relevante. Desde la perspectiva de la sociedad receptora, en este caso Estados Unidos, el verdade-ro problema no es si la segunda generación inmigrante se asimilará o no, sino a cual sector de la sociedad lo hará. Los niños inmigran-tes de origen pobre y cuyos padres han estado sujetos a discrimi-nación sostenida corren el riesgo de adoptar la actitud alienada común entre las minorías étnicas de Estados Unidos, y obstacu-liza por tanto sus posibilidades de movilidad socioeconómica (Gans, 1992; Portes y Zhou, 1993; Waters, 1994). Una subclase urbana integrante de pandillas, renuente a aceptar empleos normales e integrada a la economía de la droga, representa la alternativa de "asimilación descendente" para los hijos de inmigrantes.

Los peligros de la homogeneización cultural y la asimilación descendente causados por la pérdida de vínculos con la lengua y la cultura de origen no son nuevos. En un ensayo de principios del siglo veinte, Randolph Bourne describió estos peligros según afectaban a los inmigrantes europeos y sus descendientes en Nor-teamérica:

A medida que tratamos de desintegrar estos núcleos de cul-tura nacional creamos hordas de hombres y mujeres sin país espiritual, alienados culturales sin refmarniento y sin más nor-ma que las de lá masa [ ... ] Aquellos que vinieron a buscar liber-tad sólo consiguieron libertinaje. Ellos se convirtieron en el desecho de la vida americana, la resaca descendente de nuestra civilización (Bourne, 1916, pp. 90-91; la cursiva es nuestra).

El desarrollo de las actividades transnacionales puede actuar como un antídoto efectivo para la tendencia hacia la asimilación

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CONCLUSiÓN 389

descendente, por razones que corresponden a los tres tipos de transnacionalismo de base discutidos en la introducción (Portes et al., en este libro). La empresa económica transnacional ofrece oportunidades a los inmigrantes para que abandonen empleos sin futuro y se abran paso hacia la clase media. Cuando es exitosa, esta senda afecta a sus hijos de dos formas: Primero, les permite es-capar de las áreas urbanas habitadas por la subclase y adquirir una buena educación; segundo, crea oportunidades económicas du-raderas que ellos mismos pueden explotar. Aunque hay relativa-mente pocos ejemplos contemporáneos de sucesión generacional exitosa en la empresa transnacional, el caso de las diásporas comer-ciales china y libanesa proporciona ilustraciones históricas de este patrón (Granovetter, 1995; Cohen, 1997). El caso de los indí-genas otavaleños, descrito por Kyle (en este libro) provee un ejemplo contemporáneo de actividad empresarial transmitida ge-neracionalmente.

La participación en actividades políticas transnacionales pue-de empoderar (empower) a los inmigrantes y otorgarles un sentido de propósito y autoestima que de otra forma no tendrían. Como ilus-tra el caso del señor González, presidente del Comité La Espe-ranza, la participación en las asociaciones cívicas transnacionales puede crear un espacio protector contra la discriminación y el desprecio que comúnmente encuentran los inmigrantes de la so-ciedad receptora. Esto es de particular importancia en el caso de los niños, quienes por lo general están expuestos a agravios ra-ciales en la escuela, pero quienes pueden compensarlos con el conocimiento de las significativas actividades cívicas y políticas desarrolladas por sus padres. Cuando un adolescente criado en Estados Unidos viaja al país de sus padres y conoce los respeta-dos que son, o cuando participa en una reunión política con cientos de personas procedentes del mismo país, su identidad y sentido del valor propio cambian. Ya no es un miembro de otra minoría opri-mida, como lo define la sociedad predominante, sino que forma parte de un grupo definido y respetable, con metas que trascien-den su modesta situación actual (Smith, 1995; Landolt et al., en este libro).

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Las actividades socioculturales transnacionales pueden tener efectos similares, que refuerzan la autoimagen y la solidaridad colectiva. La participación en estas actividades no obstaculiza la integración exitosa a la sociedad receptora, sino que la facilita, al dotar a la juventud de anclas culturales con las cuales enfrentar sus difíciles retos externos. Estos vínculos proporcionan a la juven-tud inmigrante en proceso de asimilación lo que Bourne llama un "país espiritual", un punto de referencia para establecer sus distintas identidades y su sentido de valor propio. Una adolescen-te méxico-americana, quien en su escuela de Los Ángeles es una chicana más, pero que fue elegida reina de la fiesta anual del pue-blo de sus padres, logra por este hecho, una nueva perspectiva y apreciación de su comunidad y de sí misma. La probabilidad de asimilación descendente se reduce significativamente en estos casos.

En lugar de ser una fuerza desnacionalizadora que conspira contra la integridad de la sociedad receptora, las actividades trans-nacionales pueden hacer posible una adaptacióD exitosa a ella al proveer oportunidades de movilidad económica y neutralizar el efecto de la discriminación. Para la segunda generación, en par-ticular, esto ofrece un valioso contrapeso frente a un implacable proceso de aculturación que lleva a que los niños, aun a temprana edad, abandonen su idioma paterno y adopten uniformemente las normas y estilos de la cultura receptora. En Estados Unidos, este proceso de asimilación conlleva el adquirir conciencia de una posición inferior y a menudo estigmatizada en la jerarquía social. Ese sentido, que junto con la pobreza crea las condiciones para la asimilación descendente, es neutralizado por las alternativas económicas y simbólicas que hace posible el transnacionalismo. A través de ellas, los hijos de los inmigrantes pueden encontrar los recursos materiales y espirituales que requieren para tener éxito en su difícil travesía.

Finalmente, vale la pena destacar cómo los gobiernos de las ciudades y regiones donde se concentran los inmigrantes desem-peñan un papel decisivo en la manera como los inmigrantes reac-

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CONCLUSIÓN 391

cionan y las formas que adquieren sus iniciativas transnacionales. Un ejemplo es California, donde una serie de medidas diseñadas para eliminar los beneficios sociales de los inmigrantes y debilitar el uso de idiomas extranjeros en favor del inglés han desencadena-do una reacción predecible, marcada por una postura de rechazo en las comunidades inmigrantes y una identificación más fuerte con el país de origen. Un estudio de más de 700 adolescentes mexica-nos de segunda generación, a quienes se dio seguimiento durante los años en que se pusieron en práctica dichas medidas, informó acerca de un notable cambio en sus identidades étnicas. Por cuan-to en 1992, antes de la promulgación de estas medidas, sólo 17 por ciento se autoidentificó como "mexicano" y 80 por ciento escogió "estadounidense" o el término pan-étnico "hispano"; para 1996 más de 40 por ciento había cambiado su identidad a la de "mexicano" a secas, un claro indicio de etnicidad reactiva (Portes y MacLeod, 1996b; Rumbaut, 1998).

Esta nueva reafirmación nacional ha sido acompañada, pa-radójicamente, por una campaña para adquirir la ciudadanía estadounidense entre los inmigrantes mexicanos y un marcado aumento de su participación electoral. Este movimiento está cla-ramente motivado por el deseo de enfrentar la hostilidad percibida de la población angloamericana y ha conducido a algunos resultados sorprendentes. Por lo menos en un caso, un poderoso miembro del Congreso, quien había abogado por las medidas antimexica-nas y antiinmigrantes, se encontró a sí mismo expulsado del pues-to y sustituido por una joven méxico-estadounidense elegida por los votos de los ex inmigrantes (González-Baker et al., 1998; Massey; 1998).

Por otro lado, en Nueva York, la presencia de la población inmigrante no es un problema y es más probable que los funcio-narios y políticos apoyen y participen en las actividades transna-cionales y no que se opongan a ellas. Como indicó Guarnizo et al. (en este libro), el alcalde de Nueva York y otras autoridades estatales participan con regularidad en las celebraciones de la independencia nacional de los más variados países. Las leyes de

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Nueva York observan cuidadosamente los "días nacionales" de los principales grupos étnicos y las autoridades consideran importan-tes los viajes y actividades de los funcionarios y líderes políticos de los países emisores. Este enfoque cosmopolita ha hecho que la adaptación del inmigrante y su creciente participación sean me-nos conflictivas. En este contexto, el transnacionalismo es capaz de desempeñar un papel integrador, que proteja a los inmigrantes en las primeras etapas de la adaptación cultural y los lleve gradual-mente a ingresar y participar en las actividades sociales y políticas del país receptor.

Efectos en los países emisores

Como informan varios capítulos anteriores de este libro, las reme-sas y el potencial de inversión comercial de los expatriados son de creciente importancia para los países emisores. En países pe-queños, como El Salvador, Guatemala y la República Dominicana, las remesas compiten con las exportaciones tradicionales o las sobrepasan como principal fuente de divisas y sectores comple-tos de la economía dependen cada vez más de las inversiones de los migrantes. Ésta es una de las razones principales que inducen a los gobiernos de los países receptores a tomar acciones proac-tivas con relación a sus diásporas.

Sin embargo, las consecuencias de este tráfico transnacional en las naciones emisoras no se detienen con las remesas ni las inver-siones. También se extienden a la política y la cultura. Los datos presentados en este libro documentan la influencia que tienen los comités cívicos de pueblo sobre la estructura de poder de los lugares de origen y las formas en las cuales los migran tes de retor-no pueden ayudar a transformar la política local. Todavía más importantes son los efectos moralizadores y democratizantes que puede tener el transnacionalismo sobre la nación receptora. Para apreciar esto, es necesario tener en mente tres realidades docu-mentadas por estudios anteriores. Primero, la mayoría de los mi-grantes son de origen modesto y, por tanto, no simpatizan con las elites tradicionales de sus lugares de origen; segundo, viven en el

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CONCLUSIÓN 393

extranjero y en consecuencia no están sujetos a los mecanismos represivos y cooptativos que estas elites utilizan para mantenerse en el poder; tercero, en virtud de su creciente poder económico y libertad para organizarse en el exterior, los inmigrantes pueden ejercer mucha mayor influencia que los sectores comparables en los países emisores (Itzigsohn et al., Guarnizo et al., en este libro).

Las comunidades inmigrantes carecen de obligaciones con las autoridades del país de origen y por ende tienen libertad de denunciar la corrupción y de buscar mejorar sus comunidades fuera de los canales políticos tradicionales. Ésta es la razón por la cual muchos comités cívicos en el extranjero se declaran "apolíti-cos". La experiencia de vivir en un sistema democrático, con un sistema judicial efectivo y autónomo, socializa a los inmigrantes dentro de una nueva perspectiva política y aumenta sus expecta-tivas de cambio en sus propios países. A medida que los gobiernos aplican programas de cooptación para sus inmigrantes, se enfren-tan el reto de comunidades y organizaciones de migrantes que se oponen al juego político según las reglas antiguas y exigen normas más elevadas.

En efecto, la tardía decisión de muchos gobiernos de otor-gar "voz" a sus expatriados a través de la doble ciudadanía, el derecho al voto, y otros medios similares, abre la puerta para que éstos adquieran un papel significativo en la política local y nacio-nal, a menudo en oposición a las arraigadas estructuras de privi-legio. Esto es lo que ha ocurrido en México, cuyo Programa para Comunidades Mexicanas en el Extranjero fue creado en el Ministerio de Relaciones Exteriores para ganar el apoyo de los inmigrantes en favor del gobierno y del partido dominante. En el contexto de las nuevas relaciones entre Estados Unidos y México según el Tratado de Libre Comercio, el gobierno mexicano procuró, en par-ticular, detener las manifestaciones perjudiciales en el extranjero contra las violaciones de los derechos humanos y las elecciones fraudulentas. Al final, el programa para extender la doble ciuda-danía a los inmigrantes mexicanos y las leyes que lo acompañan terminaron por ampliar la capacidad de movilización y protesta de los mexicanos en el exterior.

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394 ALEJANDRO PORTES

Por ejemplo, el presidente de la Confederación Zacatecana de Los Ángeles informó en 1997 que "aunque el Consulado creó la Federación para controlarnos [ ... ] éste no anticipó el resultado" (Smith, 1998, p. 21). Radio Bilingüe en Fresno, California, dirigida por un indio mixteco oaxaqueño, fue utilizada por las organiza-ciones oaxaqueñas de ambos países para presionar al gobierno mexicano por la liberación de líderes indios secuestrados: "Si algo ocurre en Oaxaca, podemos organizar protestas frente a los consulados de Fresno, Los Ángeles, Madera", declaró un organi-zador local. Su punto de vista fue apoyado por los funcionarios consulares, quienes lamentaron que en California se le prestaba mayor atención a las demandas de los indios oaxaqueños en Cali-fornia que en Oaxaca (Smith, 1998, p. 20).

En general, las consecuencias globales de las actividades trans-nacionales en los países emisores son positivas, tanto en un sentido económico como político, aunque no necesariamente en apoyo al orden social y político existente. Las remesas y las inversiones co-merciales de los migran tes promueven el desarrollo económico y, en este sentido, contribuyen a la estabilidad de sus naciones. El activismo político transnacional tiende a estar alineado con las fuerzas de cambio, promoviendo la democracia y reduciendo la corrupción y la violación de los derechos humanos en los países de origen. En este sentido, el transnacionalismo político puede ser desestabilizador a corto plazo, ya que procura alcanzar nor-mas morales más altas.

Estos efectos no son completamente nuevos. Según hacemos notar en el primer capítulo, las diásporas con frecuencia han sido cuna de los movimientos de independencia y las organizaciones revolucionarias del pasado. Varios estados nacionales se han crea-do desde el extranjero y un número de regímenes dictatoriales han sido derrocados con los esfuerzos de los exiliados. Existe una continuidad entre estos hechos y los acontecimientos del presen-te, pero con dos diferencias significativas. Primero, el transnacio-nalismo político es mucho más fuerte apoyado por el desarrollo tecnológico y por el tamaño y los recursos económicos de las

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CONCLUSIÓN 395

comunidades expatriadas. Segundo, en la medida en que se invo-lucran activamente en el campo transnacional, los gobiernos de los países de origen crean las condiciones para que las organiza-ciones de inmigrantes tengan más voz en la promoción de sus pro-pios objetivos.

Estos procesos aun no se han institucionalizado del todo y representan sólo tendencias. Por tanto, su importancia actual no debe ser exagerada. No obstante, es razonable esperar que, a medi-da que las comunidades inmigrantes crezcan y sus cadenas de comunicación e intercambio se tornen más densas, la red de acti-vidades transnacionales resultante tendrá una importancia sig-nificativa en el futuro económico y político de las naciones de origen.

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SMITH, Robert, "Las ausentes Siempre Presentes: The Imagining, Making, and Politícs of a Transnational Cornmunity between Ticuani, Puebla, Mexico, and New York City", disertación de doctorado, Departamento de Sociología, Universidad de Columbia, octubre de 1995.

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CONCLUSIÓN 397

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ZoLBERG, Aristide, "The Next Waves Irnmigration Theory for a Changing World", International Migration Review, vol. 20,1989, pp. 151-169.

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Autores

AUTLER, Lilian, master en Planificación Urbana de la Universidad de California, Los Ángeles . Se desempeña como escritora y planifica-dora de desarrollo comunitario en Oakland, California.

BAlREs, Sonia, estudiante de doctorado en el Programa de Estudios Urbanos de la Universidad de Québec, Montreal y del Instituto para la Investigación Científica.

DÍAZ, Luz Marina, socióloga y consultora independiente, Santa Fé de Bogotá, Colombia.

DORE CABRAL, Carlos, sociólogo, investigador de la Facultad Latinoame-ricana de Ciencias Sociales (FLACSO), Santo Domingo, República Dominicana.

FOURON, George E., sociólogo (Ph.D), profesor asociado en el Programa Interdisciplinario de Ciencias Sociales, State University of New York, Long Island.

FRANK, Reanne, estudiante de doctorado en Sociología, Universidad de Texas, Austin.

GUCK SCHILLER, Nina, socióloga (Ph.D), profesora asociada de antropo-logía, University of New Hampshire.

GUARNlZO, Luis E. , sociólogo (Ph.D) , profesor asociado del Departamen-to de Ciencias Sociales Aplicadas, Universidad de California, Davis.

HERNÁNDEZ MEDINA, Esther, economista, profesora en la División de Ciencias Sociales, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) , República Dominicana.

ITZIGSOHN, Jose, sociólogo (Ph.D), profesor asistente de Sociología, Brown University, Providence, Rhode lsland.

KYLE, David, sociólogo (Ph.D) , profesor asistente de Sociología, Univer-sidad de California, Davis.

[399]

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400 AUTORES

LANOOLT, Patricia, candidata al doctorado en sociología en el Departa-mento de Sociología en la Universidad Johns Hopkins.

LOZANO-AscENCIO, Fernando, estudiante de doctorado en sociología, Universidad de Texas, Austin.

POPKJN, Eric, sociólogo (Ph.D), profesor asistente de sociología, Depar-tamento de Sociología, Sarah Lawrence College.

PORTES, Alejandro, sociólogo (Ph.D), profesor de sociología y director del Centro sobre Migración y Desarrollo, Universidad de Princeton.

ROACH, Elizabeth M., candidata al doctorado en el Departamento de Sociología, Universidad de California, Los Ángeles.

ROBERTS, Bryan, sociólogo (Ph.D), responsable del Baltimore Smith Centennial de las relaciones Estados Unidos-México.

SÁNCHEZ, Arturo Ignacio, candidato al doctorado en el Departamento de Planificación Urbana, Universidad de Columbia, Nueva York.

VÁZQUEZ, Obed, estudiante de doctorado en sociología, Brown University. VERTOVEC, Steven, antropólogo, investigador en antropología social,

Universidad de Oxford, director del Programa de Investigación sobre Comunidades Transnacionales ESRC.

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Índice

PRÓLOGO ...................................... 7 Wilfredo Lozano

Introducción EL ESTUDIO DEL TRANSNACIONALISMO: PELIGROS LATENTES

Y PROMESAS DE UN CAMPO DE INVESTIGACIÓN EMERGENTE 15 Alejandro Portes, Luis Guarnizo y Patricia Landolt

Estudiando el transnacionalismo: premisas básicas . . .. 16 El transnacionalismo en su perspectiva histórica ..... 25 Importancia del campo transnacional . . . . . . . . . . . . .. 29 Resumen del contenido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 35 Bibliografía .................................. 39

Capítulo 1 LAs COMUNIDADES MIGRANTES TRANSNACIONALES

y LA MIGRACIÓN MEXICANA A ESTADOS UNIDOS. . . . . . .. 45 Bryan Roberts, Reanne Frank y Fernando Lozano-Ascencio

Introducción ................................. 45 El contexto de la migración México-Estados Unidos .... 48 Sistemas de migración temporal y permanente. . . . . .. 50

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402 ÍNDICE

El sistema de migración transnacional entre México y Estados Unidos ........................... .

Los dilemas de la salida ........................ . El Estado, los migran tes y el transnacionalismo ..... . La conexión Austin-México ..................... . Conclusión Bibliografía

56 62 64 70 80 82

Capítulo 2 LA MIGRACIÓN GUATEMALTECA MAYA A Los ÁNGELES:

CONSTRUYENDO víNCULOS TRANSNACIONALES EN EL CONTEXTO DEL PROCESO DE ESTABLECIMIENTO 89 Eric Popkin

Introducción ................................. 89 La comunidad de Santa Eulalia: el cambio

político-económico y la identidad kanjobal . . . . . . .. 92 El contexto de recepción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 96 El transnacionalismo y la etnicidad reactiva . . . . . . . .. 102 El transnacionalismo desde abajo: la identidad

kanjobal y el movimiento guatemalteco pan-maya 106 El transnacionalismo desde arriba: los vínculos

de la Iglesia católica guatemalteca con la comunidad migrante . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 110

El transnacionalismo desde arriba: los vínculos del Estado guatemalteco con la comunidad migrante . .. 112

Conclusión .................................. 116 Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 117 Bibliografía .................................. 117

Capítulo 3 DEL HERMANO LEJANO AL HERMANO MAYOR: LA DIALÉCTICA

DEL TRANSNACIONALISMO SALVADOREÑO Patricia Landolt, LUian Autler y Sonia Baires

Contextos locales/fuerzas globales: la transformación

123

de la migración salvadoreña .................... 126

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ÍNDICE 403

El transnacionaJismo económico .................. 132 El transnacionaJismo político .................... 143 Conclusión .................................. 154 Bibliografía .................................. 156

Capítulo 4 CARTOGRAFÍA DEL TRANSNACIONALISMO DOMINICANO:

AMPLIAS y ESTRECHAS PRÁCTICAS TRANSNACIONALES .... 159 Carlos Dore, José Itzigsohn, Esther Hernández Medina y Obed Vázquez

Introducción ................................. 159 La expansión de las fronteras de la nación .......... 160 Migración y transnacionaJismo entre los dominicanos . .. 162 La búsqueda de un campo social transnacional ...... 165 Hacia una comprensión de las prácticas transnacionales

de los dominicanos .......................... 168 El transnacionalismo económico . . . . . . . . . . . . . . . . .. 172 El transnacionalismo político ...... . ....... . ..... 175 El transnacionaJismo cívico-social . . . . . . . . . . . . . . . .. 179 El transnacionalismo cultural .................... 182 La dinámica del transnacionalismo . . . . . . . . . . . . . . .. 186 Conclusión .................................. 188 Bibliografía .................................. 189

Capítulo 5 Los TERRENOS DE LA SANGRE Y LA NACIÓN: LOS CAMPOS

SOCIALES TRANSNACIONALES HAlTIANOS Nina Glick Schiller y Georges E. Fouron

Los campos sociales transnacionales: definiciones

193

y datos .................................... 198 Las identidades haitianas dentro de un campo social

transnacional ............................... 202 La experiencia de ser haitiano en Estados Unidos .... 206 Las cambiantes ubicaciones de Haití. . . . . . . . . . . . . .. 210

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404 ÍNDICE

Las implicaciones de los lazos de sangre y nación . . . .. 218 Bibliografía .................................. 222

Capítulo 6 DESCONFIANZA, SOLIDARIDAD FRAGMENTADA

Y MIGRACIÓN TRANSNACIONAL: LOS COLOMBIANOS EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK y Los ÁNGELES ........ 233 Luis Eduardo Guarnizo, Arturo Ignacio Sánchez y Elizabeth M. Roach

El naciente campo de la migración transnacional 235 Colombia y sus migrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 239 El tráfico de drogas y la migración colombiana . . . . . .. 242 La geografía de la migración colombiana ........... 244 Los vínculos transnacionales de los colombianos ..... 248 Discusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 265 Reconocimientos .............................. 269 Bibliografía .................................. 270

Capítulo 7 LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL: UNA PERSPECTIVA COLOMBIANA 277

Luis Eduardo Guarnizo y Luz Marina Díaz

Introducción ................................. 277 La migración colombiana y las ciudades estudiadas ... 279 Las iniciativas transnacionales de los migrantes ...... 288 Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 306 Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 308 Bibliografía .................................. 308

Capítulo 8 LA DIÁSPORA COMERCIAL DE OTAVALO: CAPITAL SOCIAL

Y EMPRESA TRANSNACIONAL ....................... 315 David I0'le

Introducción ................................. 315 El desarrollo de la diáspora comercial de Otavalo . . . .. 319

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INDICE 405

Otavalo, capital social y empresariado ............. 346 Conclusión .................................. 347 Bibliografía ........... ........ .. ....... ...... 348

Capítulo 9 CONCEBIR E INVESTIGAR EL TRANSNACIONALISMO ........ 353

Steven Vértovec

El transnacionalismo como ... Investigar el transnacionalismo .. .. ........ . ..... . Programa de Investigación CISEGB sobre Comunidades

Transnacionales ............................ . Bibliografía ........... ...... ....... ......... .

CONCLUSIÓN: HACIA UN NUEVO MUNDO. Los ORÍGENES y EFECTOS DE LAS ACTIVIDADES TRANSNACIONALES Alejandro Portes

354 366

368 371

377

Determinantes del transnacionalismo .............. 378 lEs malo el transnacionalismo? ................... 385 Bibliografía .... .. ......... ..... .............. 395

AUTORES ... . ........ . ................. .. ..... " 399

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Títulos de la colección

Las ciencias sociales Director de la colección

HUMBERTO MuÑoz GARCIA

RosAÚA WINOCUR Algunos enfoques metodológicos

para estudiar la cultura poUtica en México BERTHA WNER

América Latina: los debates en pol(tica social, desigualdad y pobreza

MANUEL VILLA Los años furiosos: 1994-1995.

La reforma del Estado y el futuro de México ISAAC M. KATZ

La apertura comercial y su impacto regional sobre la econom(a mexicana

ARTURO ÁNGEL !..ARA RIVERO Aprendizaje tecnológico y mercado de trabajo

en las maquiladorasjaponesas lI'lANUEL VILlA AGUILERA

lA quién le interesa la democracia en México? Crisis del intervencionismo estatal

y alternativas del pacto social ABELAROO VILLEGAS

Arar en el mar: la democracia en América Latina

ROBERTO EIBENSCHUTZ HARTMAN (COORDINADOR)

Bases para la planeación del desarrollo urbano en la ciudad de México.

Tomo 1: Econom(a y sociedad en la metrópoli Tomo JI: Estructura de la ciudad y su región ÓSCAR F. CONTRERAS, ALEJANDRO COVARRUBIAS

MIGUEL ÁNGEL RAMlREZ JUAN LUIS SARIEGO RODRfGUEZ

Cananea. Tradición y modernidad en una mina histórica

ABRAHAM A. MOLES Las ciencias de lo impreciso

LEONEL CORONA TREVIÑO (COORDINADOR) Cien empresas innovadoras en México MIGUEL ÁNGEL AGUltAR, AMPARO SEVILlA ABluo VERGARA (COORDINADORES) La ciudad desde sus lugares. Trece ventanas etnográficas para una metrópoli ALICIA ZICCARDI ( COORDINADORA) Ciudades y gobiernos locales en la América Latina de los noventa FRANCISCO LóPEZ CÁMARA La clase media en la era del populismo JUDlTH HERRERA MONTELONGO Colaboración y conflicto: el sindicato petrolero y el cardenismo JUAN-MANUEL RAMfREZ SAlZ (COORDINADOR) ¿Cómo gobiernan Guadalajara? Demandas ciudadanas y respuestas de los ayuntamientos JUDITH VILlAVICENCIO BLANCO (COORDINADORA) Condiciones de vida y vivienda de interés social en la ciudad de México JuUÁN REBÓN Conflicto armado y desplazamiento de población: Chiapas 1994-1998 O.sAR CANSINO Construir la democracia: Umites y perspectivas de la transición en México

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ANA PAULA DE TERESA Crisis agrícola y economía campesina. El caso de los productores de henequén

en YiLcatán FERNANOO CORTts, ÓSCAR CUÉUAR

(COORDINADORES) Crisis y reproducción social.

Los comerciantes del sector informal ARMANOO (¡SNEROS SOSA

Critica de los movimientos sociales. Debate sobre la modernidad, la democracia '

y la igualdad social LoURDES AR!ZPE

Cultura y desarrollo: una etnografía de las creencias de una comunidad mexicana

ROBERTO BLUM VALENZUELA De la política mexicana y sus medios.

¿Deterioro institucional o nuevo pacto político? ENRlQUE SllÁREz IÑIGUEZ

De los clásicos políticos ABELARDO VILLEGAS, IGNACIO SOSA

ANA LUISA GUERRERO, MAURIClO BEUCHOT JOSÉ LUIS OROZCO, ROQUE CARRIÓN WAM

JORGE M. GARCtA LAGUARDIA Democracia y derechos humanos

RAÚL ÁVILA ORTIZ El derecho cultural en México:

una propuesta académica para el proyecto político de la modernidad

ANDRts ROEMER Derecho y economía:

políticas públicas del agua ALBERTO DfAz CAYEROS

Desarrollo económico e inequidad regional: hacia un nuevo pacto federal en México

ENRIQUE CABRERO MENOOZA (COORDINADOR)

Los dilemas de la modernización municipal. Estudios sobre la gestión hacendaria

en municipios urbanos de México JORGE CARRILLO

Dos décadas de sindicalismo en la industria maquiladora de exportación:

examen en las ciudades de Tijuana, Juárez y Matamoros

GINA ZABLUOOVSKY, SONIA DE AVELAR Empresarias y ejecutivas

en México y Brasil

ROGELlO HERNÁNDEZ RODRIGUEZ Empresarios, Banca y Estado. El conflicto durante el gobierno de José López Portillo, 1976-1982 CARLOS ARRIOLA WOOG Los empresarios y el Estado (1970-1982) EDLIARDO ¡BARRA COLADO, LUIS MONTAÑO HIROSE (COMPILADORES ) Ensayos críticos para el estudio de las organizaciones en México IGNACIO S OSA ÁLVAREZ Ensayo sobre el discurso político mexicano CARLOS ARRIOLA EnsayossobreelP/UV ALEJANDRO PoRTES En torno a la informalidad: Ensayos sobre teoría y medición de la economía regulada LUDGER PRIES Entre el corporativismo productivista y la participación de los trabajadores. Globalización y relaciones industriales en la industria automotriz mexicana ÁLVARO MATUTE, EVELIA TREJO BRIAN CONNAUGHTON (COORDINADORES) Estado, Iglesia y sociedad en México. Siglo XIX ARTURO BORJA El Estado y el desarrollo industrial. La política mexicana de cómputo en una perspectiva comparada VlcrOR MANUEL DURAND fuNTE Etnia y cultura política: los mexicanos en Estados Unidos MARtA DE LA PAZ LóPEZ, VANIA SALLES (COMPILADORAS) Familia, género y pobreza ALENKA GuzMÁN Las fuentes del crecimiento en la siderurgia mexicana. Innovación, productividad y competitividad JENNIFER COOPER, ThRESITA DE BARBIERI TERESA RENDÓN, EsTELA SllÁREz EsPERANZA TuÑóN (COMPILADORAS) Fuerza de trabajo femenina urbana en México

Volumen 1: Características y tendencias Volumen 11: Participación económica y política

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ENRlQUE CABRERO MÉNOOZA GABRIElA NAVA CAMpOS (COORDINADORES)

Gerencia pública municipal. Conceptos básicos y estudios de caso

GUSTAVO GARZA VIl.lARREAL La gestión municipal en el Area Metropolitana

de Monterrey, 1989-1994 RICARDO VALERO (COMPIlADOR)

Globalidad: una mirada alternativa EsTElA MARTfNEZ BORRtGo

HERNÁN SAlAS QWNTANAL (COORDINADORES) Globalizaci6n e integraci6n regional

en la producci6n y desarrollo tecnol6gico de la lechería mexicana

ALICIA ZICCARDI Gobernabilidad y participaci6n ciudadana

en la ciudad capital TONATIUH GUIll.ÉN LóPEZ

Gobiernos municipales en México: entre la modernizaci6n y la tradici6n po/(tica

ORlANDlNA DE OUVEIRA Ñ1AR1Elll PEPIN LEHAlllUR, V ANIA SALLES

(COMPllADORAS) Grupos domésticos y reproducci6n cotidiana

EMIUoDUHAU Hábitat popular y po/(tica urbana

CÉSAR GllABERT El hábito de la utopía.

Análisis del imaginario sociopolítico en el movimiento estudiantil de México, 1968

ALBERTO RÉBORA TOGNO ¿Hacia un nuevo paradigma de la planeaci6n

de los asentamientos humanos? Po/(ticas e instrumentos de suelo

para un desarrollo urbano sostenible, incluyente y sustentable.

El caso de la regi6n oriente en el Valle de México

FEDERICO NoVEW llRDANIVIA Hacia la evaluaci6n del 11.C

MARtA EUGENIA DE lA O MARTfNEZ Innovaci6n tecnol6gica y clase obrera.

Estudio de caso de la industria maquiladora electr6nica R. CA. Ciudad Juárez, Chihuahua

MANUEL VILlA AGUILERA La instituci6n presidencial. El poder de las

instituciones y los espacios de la democracia

RAÚL BÉJAR NAVARRO HÉCTOR H. HERNÁNDEZ BRINGAS La investigaci6n en ciencias sociales y humanidades en México TERESA PACHECO MÉNDEZ La investigaci6n universitaria en ciencias sociales. Su promoci6n y evaluaci6n JORDY MICHEU (COORDINADOR) Japan Inc. en México. Las empresas y modelos laborales japoneses JORGE FUENTES MORÚA José Revueltas: una biografía intelectual RAFAEL GUlOO BÉJAR, ÜTTO FERNÁNDEZ REYES MARtA LUISA TORREGROSA (COMPIlADORES) El juicio al sujeto. Un análisis global de los movimientos sociales AsElARDO VllllGAS, JOSÉ LUIS OROZCO IGNACIO SOSA, ANA LUISA GUERRERO MAURlCIO BEUCHOT Laberintos del liberalismo VfCTOR ALEJANDRO PAYÁ PoRRES Laguna Verde: La violencia de la modernizaci6n. Actores y movimiento social MARcos TONATIUH ÁGUIlA M. El liberalismo mexicano y la sucesi6n presidencial de 1880: dos ensayos JULIO LóPEZ G. (COORDINADOR) Macroeconomía del empleo y po/(ticas de pleno empleo para México Juuo LóPEZ GALlARDO La macroeconomía de México: el pasado reciente y el futuro posible JULIANA GONZÁLEZ El malestar en la moral Freud y la crisis de la ética MARIO BASSOLS, PATRICE MELÉ (COORDINADORES) Medio ambiente, ciudad y orden jurídico JOSÉ AYALA EsPINO Mercado, elecci6n pública e instituciones. Una revisi6n de las teorías modernas del Estado CRISTINA PUGA México: empresarios y poder

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MANUEL GARCfA y GRJEGO, MÓNICA VERfA CAMPOs México y Estados Unidos frente

a la migraci6n de los indocumentados RODOLFO O. DE lA GARZA

JESÚS VElASCO (COORDINADORES)

México y su interacci6n con el sistema polftico estadounidense

EsPERANZA TUÑóN PABWS Mujeres que se organizan. El Frente Único

Pro Derechos de la Mujer (1935-1938) RODOLFO GARCfA DEL CASTIWJ

Los municipios en México. Los retos ante elfuturo

AlOA LERMAN Multilateralismo y regionalismo

en América Latina HÉCTOR ThJERA GAONA

"No se olvide de nosotros cuando esté allá arriba."

Cultura, ciudadanos y campañas polfticas en la ciudad de México

ENRIQUE CABRERO MENDOZA La nueva gesti6n municipal en México.

Análisis de experiencias innovadoras en gobiernos locales

MARfA LUISA ThRRÉS (COORDINADORA) Observar, escuchar y comprender sobre

la tradición cualitativa en la investigaci6n social JOSÉ LUIS MÉNDEZ (COORDINADOR)

Organizaciones civiles y polfticas públicas en México y Centroamérica

MANUEL PERLÓ COHEN El paradigma porfiriano.

Historia del desagüe del Valle de México ARTURO BORJA ThMAyo

(COORDINADOR) Para evaluar al TLCAN

RAÚL BENfTEZ ZENTENO Poblaci6n y política en México. Antologla

HUMBERTO MuÑoz GARCfA (COMPIlADOR)

Poblaci6n y sociedad en México ENRIQUE SuAREZ-IÑIGUEZ

(COORDINADOR) El poder de los argumentos.

Coloquio internacional Karl Popper

MÓNICA VEREA CAMpos JosÉ LUIS BARROS HORCAS ITAS (COORDINADORES ) La pol(tica exterior norteamericana hacia Centroamérica. Reflexiones y perspectivas ENRIQUE CABRERO MENDOZA (COORDINADOR) Las pol(ticas descentralizadoras en México (1983-1993). Logros y desencantos ROlANDO CORDERA, ALICIA ZICCARDI (COORDINADORES) Las pol(ticas sociales de México al fin del milenio. Descentralizaci6n, diseño y gesti6n ClARA JUSIDMAN La pol(tica social en Estados Unidos LILIANA KuSNIR La política social en Europa MARTHA SCHTEINGART (COORDINADORA) Políticas sociales para los pobres en América Latina MAURICIO BEUCHOT Posmodernidad, hermenéutica y analogla MARIO RAMfREZ RANCAÑo La reacci6n mexicana y su exilio durantela revoluci6n de 1910 JORGE HERNÁNDEZ-DfAz Reclamos de la identidad: laformaci6n de las organizaciones indígenas en Oaxaca LARISSA AoLER LoMNITZ Redes sociales, cultura y poder: ensayos de antropología latinoamericana JUAN PABW GUERRERO AMpARAN TONATIUH GUILLÉN LóPEZ Reflexiones en torno a la reforma municipal del artículo 115 constitucional DAVID ARELIANO, ENRIQUE CABRERO ARTURO DEL CASTILLO ( COORDINADORES) Reformando al gobierno: una visi6n organizacional del cambio gubernamental GRACIEIA BENSUSÁN ARrous (COORDINADORA) Las relaciones laborales y el Tratado de Libre Comercio

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CARWS HERRERO BERVERA Revuelta, rebelión y revolución en 1810.

Historia social y estudios de caso BlANCA SOlARES

El s(ndrome Habermas Jost LUIS OROZCO

Sobre el orden liberal del mundo HUMBERTO MuÑoz GARCtA

ROBERTO RODRfGUEZ GÓMEZ (COORDINADORes) La sociedad mexicana frente al tercer milenio

tres tomos AQuiLES CHIHU AMpARAN (COORDINADOR)

Sociolog(a de la identidad GINA ZABLUDOVSKY

Sociolog(a y po/(tica, el debate clásico y contemporáneo

ALICIA ZICCARDI ( COORDINADORA)

La tarea de gobernar: gobiernos locales y demandas ciudadanas

GRACIELA BENsusÁN, TEResA RENDÓN (COORDINADORAS )

Trabajo y trabajadores en el México contemporáneo JosÉ LUIS BARROS HORCASITAS

JAVIER HURTADO GERMÁN PtREZ FERNÁNDEZ DEL CASTILLO

(COMPILADORes ) Transición a la democracia

y reforma del Estado en México MARTHA SCHTEINGART, EMIUO DUHAU

(COORDINADORes) Transición po/(tica y democracia municipal

en México y Colombia CAMBIO XXI, FUNDACiÓN MEXICANA

( COORDINADORA) Las transiciones a la democracia

CARws BARBA SOlANO JosÉ LUIS BARROS HORCASITAS JAVIER HURTADO (COMPILADORes) Transiciones a la democracia en Europa y América Latina LILIA DOMfNGUEZ VILLAWBOS FWR BRowN GROSSMAN Transición hacia tecnolog(as flexibles y competitividad internacional en la industria mexicana UGO PIPITONE

Tres ensayos sobre desarrollo y frustración: Asia oriental y América Latina BlANCA SOlARES Tu cabello de oro Margarete . .. Fragmentos sobre odio, resistencia y modernidad MASSIMO L. SALVADORI, NORBERT LECHNER MARcEW CAVAROZZI, ALFRED PFALLER ROLANDO CORDERA, AmONELLA ATTIU Un Estado para la democracia RAÚL BENITEZ MANAUT, LUIS GONZÁLEZ SOUZA MARtA TEResA GUTIÉRREZ HACES PAZ CONSUEW MÁRQUEZ PADIUA MÓNICA VEREA CAMPOS (COMPILADORES) Viejos desafíos, nuevas perspectivas: México-Estados Unidos y América Latina GERMÁN PÉREZ FERNÁNDEZ DEL CASTILLO ARTURO ALvARADO M. ARTURO SÁNCHEZ GUTIÉRREZ (COORDINADORes) La voz de los votos: un análisis crCtico de las elecciones de 1994 LUIS F. AGWLAR VILlANUEVA Weber: la idea de ciencia social

Volumen 1: La tradición Volumen II: La innovación

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Estudios de género ARACEU MINGO

iAutonom(a o sujeci6n? Dinámica, instituciones y formaci6n en una microempresa de campesinas

GABRIELA CANO, GEORGETTE Jost VALENZUELA (COORDINADORAS)

Cuatro estudios de género en el México urbano del siglo XIX

MARGARA MUÁN Derivas de un cine en femenino

JUAN GUIUERMO FIGUEROA Elementos para un análisis ético

de la reproducci6n GLORIA CAREAGA PtREZ

JUAN GUILLERMO FIGUEROA PEREA MARtA CONSUELO MEltA (COMPILADORES)

Ética y salud reproductiva MARTA LAMAs (COMPILADORA)

El género: la construcci6n cultural de la diferencia sexual

EsTELA S ERRET Identidad femenina y proyecto ético

MARGARITA BAZ Metáforas del cuerpo. Un estudio sobre la mujer y la danza GINA ZABLUooVSKY (COORDINADORA) Mujeres en cargos de direcci6n en América Latina. Estudios sobre Argentina, Chile, México y Venezuela EsPERANZA TUÑÓN Mujeres en escena: de la tramoya al protagonismo. El quehacer pol(tico del Movimiento Amplio de Mujeres en México (1982-1994) GUlUERMO NÚÑEZ NORIEGA Perspectiva de género: cruce de caminos y nuevas claves interpretativas Ensayos sobre feminismo, pol(ticay filosofía GUlUoERMO NÚÑEZ NORIEGA Sexo entre varones. Poder y resistencia en el campo sexual GUIUERMO FLORIS ÑlARGADANT La sexofobia del clero y cuatro ensayos

. hist6ricos-jur(dicos sobre sexualidad

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La globalización desde abajo: transnacionalismo inmigrante y desarrollo. La experiencia de Estados Unidos y Amé-

rica Latina, se terminó de imprimir en la ciudad de México durante el mes de julio del año

2003. La edición, en papel de 75 gramos, consta de 1,000 ejemplares

más sobrantes para reposición y estuvo al cuidado de la

oficina litotipográfica de la casa editora.

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ISBN 970-701-365-6 MAP: 041745-01

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