Gonzales_Prada_El porvenir nos debe una victoria_Reseña
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7/30/2019 Gonzales_Prada_El porvenir nos debe una victoria_Resea
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Vol. 10, No. 2, Winter 2013, 375-382www.ncsu.edu/acontracorriente
Review/Resea
Thomas Ward. El porvenir nos debe una victoria: La inslitamodernidad de Manuel Gonzlez Prada. Lima: Red para elDesarrollo de las Ciencias Sociales en el Peru, 2010.
Releyendo a Gonzlez Prada
Jos Luis Rnique
Lehman College & The Graduate Center
City University of New York
A Thomas Ward no slo le debemos varios importantes trabajos
sobre Manuel Gonzlez Prada (1844-1918) sino una invalorable
digitalizacin de sus principales textos1; se trata, sin duda, del ms activo
difusor en los Estados Unidos de la obra del llamado apstol del
radicalismo. El porvenir nos debe una victoria: La inslita modernidad
1 Ensayos y poesa de Manuel Gonzlez Prada,www.evergreen.loyola.edu/~tward/gp/
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de Manuel Gonzlez Prada (Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias
Sociales en el Per, 2010) es, al respecto, su ms reciente contribucin: un
grueso volumen (459 pginas) en el que una treintena de autores de
orgenes y especialidades diversas ensayan nuevas miradas a la obra del
insigne ensayista peruano quienacaso opacado por las figuras de suscompatriotas Vctor Ral Haya de la Torre y Jos Carlos Mariteguiha
recibido relativamente poca atencin entre los estudiosos de la tradicin
radical latinoamericana. Subsanar dicho vacoapenas interrumpido por la
obra del norteamericano Robert G. Mead Jr. y los peruanos Eugenio
Chang-Rodrguez y Luis Alberto Snchez, autores de tres textos
fundacionales sobre el tema que incluye Ward aqu a manera de
homenajees el cometido principal de este valioso trabajo.
I
A la memoria histrica peruana accedera Pradacomo prefera que
lo llamarana raz de la Guerra del Pacfico. El curso mismo de su vida
sera profundamente alterado por su participacin, como oficial de reserva,
en la batalla que sera la antesala de la ocupacin de Lima por las fuerzas
chilenas. Un furioso ensayista devendra el retrado bardo de preguerra a
partir de entonces. Como voz de la conciencia nacional lo calificara su
compatriota Francisco Garca Caldern aos despus en reconocimiento asu labor propagandstica de aquel entonces. Una prdica que del
revanchismo mudara en acerba denuncia de las condiciones que haban
impedido al Per hacer frente con entereza a un vecino de mucho menor
podero. No depondra jams su actitud de rebelda, su vocacin de
agitador; ni siquiera cuando, en 1912a los 68 aos, acept su primer
puesto pblico, como director de la Biblioteca Nacional. De ah la
naturaleza fragmentaria de su obra, una suerte de partes de batalla
producidos a travs de medio siglo de intensa vida que se resiste a la
sntesis y a una adecuada historizacin; debido, fundamentalmente, a la
dificultad para delinear el contexto preciso de su produccin, tal como
explica Sara Castro-Klarn. A su parecer, un estudio que lograra tejer,
genealgicamente, las ideas estticas y polticas de Prada, nos permitira
apreciar mejor la agudeza y modernidad de su crtica literaria; rescatar,
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vale decir, su plena vitalidad, fruto del empeo del autodidacta por dotarse
de un punto de mira desde el cual irrumpir en la historia de su patria,
desde el silencio de sus propios exilios y retiros de la vida poltica en el
Per. Como ella, otros de los contribuyentes a este volumen, definirn al
autor de Pjinas Libres como un pionero en la crtica de la colonialidaddel poder en el sentido que su compatriota Anibal Quijano formulara el
tema dcadas despus.2
Csar German, Rafael Rodrguez Monge y Gonzalo Portocarrero
ofrecen aportes especficos en ese sentido. Coincidiendo con la clsica
genealoga mariateguista, como fundador de la corriente de pensamiento
crtico que sera proseguida por el propio Maritegui y Quijano mucho
despus lo presenta el primero; forjador, por tantoobserva Germande
las herramientas cognoscitivas necesarias para generar conocimientossobre la realidad histrico-social y su transformacin. Desde la perspectiva
de la teora de la dependencia lee el segundo la obra pradiana resaltando
una peculiaridad de su enfoque: que si bien no realiza referencias directas a
la situacin del Per como nacin perifrica en el contexto mundial,
materializa su crtica del colonialismo interno a travs de la denuncia
metaforizada de los hombres pblicos de su pas. Particularmente
interesante, finalmente, la relectura de Portocarrero de sus Baladas
Peruanas, un temprano texto pradianoanterior a su conversin enapstol del radicalismoen que el afn de fundar una pica nacional a
partir del drama de la conquista lo lleva a tomar conciencia de la entraa
colonial del Per republicano, iniciando as un proceso intelectual que
culminara en su crtica de la tradicin criollanegadora del mundo
indgenadesplegada en su clebre Discurso del Politeama de 1888.
Aquel en que formulara una de sus ms clebres sentencias: que no
formaban el verdadero Per las agrupaciones de criollos y extranjeros que
habitaban la franja costea sino las muchedumbres de indios diseminadas
en la banda oriental de la cordillera.
2 Anbal Quijano, Colonialidad del poder, eurocentrismo y AmricaLatina en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.
Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) (CLACSO, ConsejoLatinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000),246. Disponible en la World Wide Web:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/quijano.rtf
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Menos coherente y asertivo el perfil que emerge de los ensayos
dedicados a examinar la complicada relacin de Prada con la corriente
liberal. Venerabanos dice Wardal liberalismo clsico pero no toleraba
su purismo moral a los liberales realmente existentes; de ah su
repugnancia hacia los liberales insinceros que optaban por acomodarseal poder eclesistico, traicionando as un principio medular de dicha
doctrina. Para Carmen McEvoy, por el contrario, la versin pradiana del
liberalismo, simplemente no ha permitido evaluar la trascendencia del
liberalismo peruano decimonnico, de su meritoria lucha, vale decir, por
las libertades civiles y los avances de un Estado militarizado que se
encarga de detallar en su contribucin. Sea como fuerecomo explica
Isabel Tauzin-Castellanos a continuacindivergencias tales le llevaran a
explorar una va de superacin del liberalismo que al pensamientolibertario habra de conducirle. El contradictorio curso de esa transicin
nos recuerdan Joel Delhom y Pierre-Luc Abramson al subrayar, el primero,
su discreta y lcida admiracin por los EEUU e incidir, el segundo, en su
total desprecio por la tradicin indfila del liberalismo hispano expresada
en connotados defensores del indio como Juan Bustamante, Santiago
Giraldo, Pedro Zulen y otros ms.
Del amplio mbito de las referencias literarias del autor deHoras
de Lucha da cuenta la seccin dedicada a los contextos e intertextostransatlnticos de su trayectoria. En las Rubaiyat de Omar Jayam se
inspiran sus Cuartetos Persas, constituyndose en el primer
latinoamericano en acercarse a su obra, nos dice Ricardo Silva-Santisteban.
Su relacin con el mundo ibrico exploran, por su parte, los acadmicos
espaoles ngel Esteban, Ana Gmez-Perez y Ramn Espejo-Saavedra en
breves ensayos enfocados en los vnculos entre el peruano y tres
connotados autores ibricos: Gustavo Adolfo Bcquer, Miguel de Unamuno
y Leopoldo Alas (Clarn) respectivamente. No apuntaba a imitarlo anota
el primero sino a asimilar la corriente idealista y popular que el clebre
poeta sevillano representaba. El singular temperamento del apstol
quedara perfilado, por otro lado, en su efmero vnculo con el clebre
filsofo bilbano con quien corta comunicacin epistolartras recibir un
elogioso comentario elogioso a susPjinas Libresa raz de que este ste le
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comenta su desagrado con la excesiva claridad con que se expresan los
autores franceses; comentario chocante para quien creacomo era el caso
de Pradaque la claridad expositiva era fundamental para comunicar la
verdad. A una enigmtica comparacin con Leopoldo Alas Clarin recurre
el tercero, finalmente, para subrayar que, a pesar de sus diferenciasideolgicas (un krausista versus un anarquista), coinciden ambos en
afirmar la dimensin tica de la poltica.
Al anlisis de los contextos literarios, sociales e ideolgicos en
Lima, el Per y Amrica del Sur de la produccin pradiana est dedicada la
seccin siguiente. Desde el ngulo de la crtica literaria abordan el tema
Marcel Velsquez Castro y Gonzalo Espino Reluc. Que su radical
descalificacin de la Lima oligrquicahecha desde la perspectiva de una
soada ciudad anarquistale impidi observar a plenitudnos dice elprimerolos ambivalentes procesos de modernizacin que experimentaba
la Lima realmente existente; observar, en particular, una vital cultura
popular criolla que gozaba con el chisme, la comida y el sexo que en el
letrado Prada no poda producir sino el mayor de los desprecios. Como
Gonzalo Portocarrero, por su parte, Espino Reluc resalta el papel de las
Baladas Peruanas en la potica pradiana en tanto momento definitorio de
su esfuerzo por incluir al indio en la literatura ilustrada de la poca. En
lnea similar, compara el historiador Ricardo Sequeira Bechelli elpensamiento antirracista de Prada con el del mdico brasilero Manoel
Bomfin como representantes de una misma corriente que, en el marco del
auge de las teoras raciales de corte darwiniano, contribuyeron a
establecer que la divisin de la sociedad no deba ser analizada a partir de
patrones raciales sino sociales. Diversas dimensiones de su pensamiento
poltico examinan, por su parte, Eugenio Chang-Rodrguez, David
Sobrevilla y Jos Miguel Oviedo. En el impacto de la extremada
religiosidad de su familia y de la sociedad peruana en general encuentra el
primero las razones justificatorias de su obcecado anticlericalismo,
verdadera obsesin que marca a fuego su pensamiento poltico. De su
reexamen de la crtica mariateguista de Pradahombre de verbo y no de
accin cuya prdica se haba agotado en un verbalismo panfletario
condenado a la esterilidadconcluye por su parte el filsofo Sobrevilla que
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tuvo ste, en muchos casos, una ms aguda visin radical que la del
celebrado Amauta; al advertir, por ejemplo, que no bastaba con la
liberacin econmica sino que era preciso demandar una serie de
revoluciones ms, contra la inmoralidad, la corrupcin y el militarismo
que campearon en la historia peruana contribuyendo a perpetuar ladesigualdad. Un tono trgico por el contrario tiene el texto de Oviedo quien
contrasta al poetaque se nos muestra con todas sus incertidumbres,
contradicciones y angustias ante las grandes paradojas de la vida que no
saba bien cmo resolvercon el combativo prosista que llega, en su
fanatismo, a incurrir en una arrogante apologa de la violencia. Quizs
concluye Oviedoms que soberbia o negacin debido a una simple
ceguera moral.
A lo que el editor denomina el resbaloso concepto de gnero estdedicada la seccin final. Entre su preocupacin con la revancha contra
Chile y sus denuncias contra la invasin clerical y la farsa poltica, como
sostiene Isabelle Tauzin-Castellanos, la cuestin femenina tuvo poca
relevancia para Gonzlez Prada. De ah que las contribuciones incluidas en
esta seccin terminen refirindose a un limitado puado de textosLas
esclavas de la Iglesia en particulary, por extensin, a las redescubiertas
memorias de la esposa del apstol: Adriana Verneuil de Gonzlez Prada.3
En el tratamiento del tema, Sara Beatriz Guardia resalta el afn de Pradapor identificar paradigmas femeninoscomo Madame Ackerman y Louis
Michelleque, frente a las prisoneras del dogma y del fanatismo
religioso, aparecan como ciudadanas con derechos, libres de ataduras
oscurantistas; personas en una palabra. Sin contradecir del todo la
emptica visin de Guardia van ms all, los investigadores franceses Joel
Delhom e Isabelle Tauzin-Castellanos. Si bien sostiene Prada que
solamente por la accin enrgica del hombre lograra emanciparse la
mujer catlica, sera inexacto inferirseala Delhomque se trata de una
visin machista que reduce la mujer a la pasividad, como su vigorosa
defensa en pro de la emancipacin femenina habra de demostrarlo. Y, sin
embargo, no puede dejar de sorprendercomplementa Delhomsu
3 Adriana de Gonzlez Prada, Mi Manuel (Lima: Editorial CulturaAntrtica, 1947).
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completa omisin de Flora Tristn, un modelo de mujer emancipada
estrechamente vinculada al Per. A juicio de Tauzin-Castellanos,
asimismo, Prada habra evolucionado de la problemtica de la educacin
femenina al debate sobre el feminismo, adelantndose en varios aos a
las reivindicaciones de la vanguardia femenina peruana. Insospechadosintercambios entre la esfera pblica y la privada resultan, no obstante, del
cotejo de sus ensayos con las memorias de su viuda, en tanto que, liberada
de la mirada crtica de su consorte, aporta elementos cruciales para
matizar sus juicios terminantes sobre el tema femenino. A la misma
fuente recurrir Ana Peluffo para proponer una lectura del llamado
pradiano a la secularizacin femenina como deseo tal vez inconsciente
de exorcizar ciertas conductas antinormativas y antidomsticas de las
mujeres que ponan en peligro la supremaca del sujeto masculino. De ahque, a fin de cuentas, en la visin masculinizante de la nacin del apstol
radical, la entrada a la modernidad de la mujer descatolizada deba
producirse de la mano de un ilustrado protector.
III
La imagen del gonzalespradismo como un modelo para armar
emerge de este ejercicio de relectura colectiva editado por Thomas Ward.
As fue siempre con el legendario Don Manuel. En vida se le endios tantocomo se le demoniz. No cesaba su figura de tener un efecto polarizador.
Momento hubo en que entre palmistas (por Ricardo Palma) y
gonzalespradistas se divida la ciudad letrada peruana. Tendieron a
reconocerlo relativamente tras su muerte los sectores que le haban
combatido antes. Eventualmente, Maritegui llamara a impedir que se le
convirtiese en una figura oficial, acadmica tras lo cual perciba el intento
de desvalorizar su rebelda. 4 Y los mariateguistas, posteriormente,
objetaran el intento aprista de aduearse de su legado. Como un apstata
enfrascado en la negacin de su antigua fe lo vera en 1931 Jorge Basadre.5
4 Jos Carlos Maritegui, Siete Ensayos de Interpretacin de la RealidadPeruana enMaritegui Total, tomo I (Lima: Empresa Editora Amauta, 1994), 115.
5 Jorge Basadre, Per: Problema y Posibilidad, 4ta edicin (Lima:Fundacin M.J. Bustamante de la Fuente, 1994), 163.
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Siempre dar la riqueza de su obra para encontrar nuevos y
fascinantes resquicios, para intentar novedosas y ms sofisticadas lecturas.
Muy certero, en ese sentido, es el llamado de Sara Castro-Klarn a realizar
una edicin genealgica de su obra que permitira una mucha ms precisa
historizacin de su pensamiento. Acaso en el estudio de la recepcin de suobrael anlisis vale decir de sus desmesuradas sentencias, sus juicios
lapidarios y sus crticas furibundasreside el ngulo ms prometedor de
los estudios gonzalespradistas. Reinsertarlo, vale decir, en el proceso de
elaboracin de una tradicin radical quepara bien o para mal
proyectara su sombra a lo largo del siglo XX peruano y acaso ms all.