Gorostiza, Muerte Sin Fin

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José Gorostiza MUERTE SIN FIN Conmigo está el consejo y el ser; yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza. Proverbios, 8,14 Con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Proverbios, 8,30 Mas el que peca contra mí defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte. Proverbios, 8,36

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Versión de Arturo Cantú

Transcript of Gorostiza, Muerte Sin Fin

  • Jos Gorostiza

    MUERTE SIN FIN

    Conmigo est el consejo y el ser; yo soy

    la inteligencia; ma es la fortaleza.

    Proverbios, 8,14

    Con l estaba yo ordenndolo todo; y fui

    su delicia todos los das, teniendo solaz

    delante de l en todo tiempo.

    Proverbios, 8,30

    Mas el que peca contra m defrauda su

    alma; todos los que me aborrecen aman

    la muerte.

    Proverbios, 8,36

  • LLENO de m, sitiado en mi epidermis

    por un dios inasible que me ahoga,

    mentido acaso

    por su radiante atmsfera de luces

    que oculta mi conciencia derramada, 5

    mis alas rotas en esquirlas de aire,

    mi torpe andar a tientas por el lodo;

    lleno de m ahto me descubro

    en la imagen atnita del agua,

    que tan slo es un tumbo inmarcesible, 10

    un desplome de ngeles cados

    a la delicia intacta de su peso,

    que nada tiene

    sino la cara en blanco

    hundida a medias, ya, como una risa agnica, 15

    en las tenues holandas de la nube

    y en los funestos cnticos del mar

    ms resabio de sal o albor de cmulo

    que sola prisa de acosada espuma.

    No obstante oh paradoja constreida 20

    por el rigor del vaso que la aclara,

    el agua toma forma.

    En l se asienta, ahonda y edifica,

    cumple una edad amarga de silencios

    y un reposo gentil de muerte nia, 25

    sonriente, que desflora

    un ms all de pjaros

    en desbandada.

    En la red de cristal que la estrangula,

    all, como en el agua de un espejo, 30

    se reconoce;

  • atada all, gota con gota,

    marchito el tropo de espuma en la garganta

    qu desnudez de agua tan intensa,

    qu agua tan agua, 35

    est en su orbe tornasol soando,

    cantando ya una sed de hielo justo!

    Mas qu vaso tambin ms providente

    ste que as se hinche

    como una estrella en grano, 40

    que as, en heroica promisin, se enciende

    como un seno habitado por la dicha,

    y rinde as, puntual,

    una rotunda flor

    de transparencia al agua, 45

    un ojo proyectil que cobra alturas

    y una ventana a gritos luminosos

    sobre esa libertad enardecida

    que se agobia de cndidas prisiones!

  • MS qu vaso tambin ms providente! 50

    Tal vez esta oquedad que nos estrecha

    en islas de monlogos sin eco,

    aunque se llama Dios,

    no sea sino un vaso

    que nos amolda el alma perdidiza, 55

    pero que acaso el alma slo advierte

    en una transparencia acumulada

    que tie la nocin de l, de azul.

    El mismo Dios,

    en sus presencias tmidas, 60

    ha de gastar la tez azul

    y una clara inocencia imponderable,

    oculta al ojo, pero fresca al tacto,

    como este mar fantasma en que respiran

    peces del aire altsimo 65

    los hombres.

    S, es azul! Tiene que ser azul!

    Un coagulado azul de lontananza,

    un circundante amor de la criatura,

    en donde el ojo de agua de su cuerpo 70

    que mana en lentas ondas de estatura

    entre fiebres y llagas;

    en donde el ro hostil de su conciencia

    agua fofa, mordiente, que se tira,

    ay, incapaz de cohesin al suelo! 75

    en donde el brusco andar de la criatura

    amortigua su enojo,

    se redondea

    como una cifra generosa,

    se pone en pie, veraz, como una estatua. 80

  • Qu puede ser si no si un vaso no?

    Un minuto quiz que se enardece

    hasta la incandescencia,

    que alarga el arrebato de su brasa,

    ay, tanto ms hacia lo eterno mnimo 85

    cuanto es ms hondo el tiempo que lo colma.

    Un cncavo minuto del espritu

    que una noche impensada,

    al azar

    y en cualquier escenario irrelevante 90

    en el terco repaso de la acera,

    en el bar, entre dos amargas copas

    o en las cumbres peladas del insomnio

    ocurre, nada ms, madura, cae

    sencillamente, 95

    como la edad, el fruto y la catstrofe.

    Tambin mejor que un lecho para el agua

    no es un vaso el minuto incandescente

    de su maduracin?

    Es el tiempo de Dios que aflora un da, 100

    que cae, nada ms, madura, ocurre,

    para tornar maana por sorpresa

    es un estril repetirse indito,

    como el de esas elctricas palabras

    nunca aprehendidas, 105

    siempre nuestras

    que eluden el amor de la memoria,

    pero que a cada instante nos sonren

    desde sus claros huecos

    en nuestras propias frases despobladas. 110

    Es un vaso de tiempo que nos iza

  • en sus azules botareles de aire

    y nos pone su mscara grandiosa,

    ay, tan perfecta,

    que no difiere un rasgo de nosotros. 115

    Pero en las zonas nfimas del ojo,

    en su nimio saber,

    no ocurre nada, no, slo esta luz,

    esta febril diafanidad tirante,

    hecha toda de pura exaltacin, 120

    que a travs de su ntida substancia

    nos permite mirar,

    sin verlo a l, a Dios,

    lo que detrs de l anda escondido:

    el tintero, la silla, el calendario 125

    todo a voces azules el secreto

    de su infantil mecnica!

    en el instante mismo que se empean

    en el tortuoso afn del universo.

  • PERO en las zonas nfimas del ojo 130

    no ocurre nada, no, slo esta luz

    ay, hermano Francisco,

    esta alegra,

    nica, riente claridad del alma.

    Un disfrutar en corro de presencias, 135

    de todos los pronombres antes turbios

    por la gruesa efusin de su egosmo

    de m y de l y de nosotros tres

    siempre tres!

    mientras nos recreamos hondamente 140

    en este buen candor que todo ignora,

    en esta aguda ingenuidad del nimo

    que se pone a soar a pleno sol

    y suea los pretritos de moho,

    la antigua rosa ausente 145

    y el prometido fruto de maana,

    como un espejo del revs, opaco,

    que al consultar la hondura de la imagen

    le arrancara otro espejo por respuesta.

    Mirad con qu pueril austeridad graciosa 150

    distribuye los mundos en el caos,

    los echa a andar acordes como autmatas;

    al impulso didctico del ndice

    oscuramente

    hop! 155

    la apostrofa

    y saca de ellos cintas de sorpresas

    que en un juego sinfnico articula,

    mezclando en la insistencia de los ritmos

    planta-semilla-planta! 160

  • planta-semilla-planta!

    su tierna brisa, sus follajes tiernos,

    su luna azul, descalza, entre la nieve,

    sus mares plcidos de cobre

    y mil y un encantadores gorgoritos. 165

    Despus, en un crescendo insostenible,

    mirad cmo dispara cielo arriba,

    desde el mar,

    el tiro prodigioso de la carne

    que an a la alta nube menoscaba 170

    con el vuelo del pjaro,

    estalla en l como un cohete herido

    y en sonoras estrellas precipita

    su desbandada plvora de plumas.

    MAS en la mdula de esta alegra, 175

    no ocurre nada, no;

    slo un cndido sueo que recorre

    las estaciones todas de su ruta

    tan amorosamente

    que no elude seguirla a sus infiernos, 180

    ay, y con qu miradas de atropina,

    tumefactas e inmviles, escruta

    el curso de la luz, su instante flgido,

    en la piel de una gota de roco;

    concibe el ojo 185

    y el intangible aceite

    que nutre de esbeltez a la mirada;

  • gobierna el crecimiento de las uas

    y en la raz de la palabra esconde

    el frondoso discurso de ancha copa 190

    y el poema de difanas espigas.

    Pero an ms porque en su cielo impo

    nada es tan cruel como este puro goce

    somete sus imgenes al fuego

    de especiosas torturas que imagina 195

    las infla de pasin,

    en el prisma del llanto las deshace,

    las ciega con el lustre de un barniz,

    las satura de odios purulentos,

    rencores znganos 200

    como una mala costra,

    angustias secas como la sed del yeso.

    Pero an ms porque, inmune a la mcula,

    tan perfecta crueldad no cede a lmites

    perfora la sustancia de su gozo 205

    con rudos alfileres;

    piensa el tumor, la lcera y el chancro

    que habrn de festonar la tez pulida,

    toma en su mano etrea a la criatura

    y la enjuta, la hincha o la demacra, 210

    como a un copo de cera sudorosa,

    y en un ilustre hallazgo de irona

    la estrecha enternecido

    con los brazos glaciales de la fiebre.

  • MAS nada ocurre, no, slo este sueo 215

    desorbitado

    que se mira a s mismo en plena marcha;

    presume, pues, su trmino inminente

    y adereza en el acto

    el plan de su fatiga, 220

    su justa vacacin,

    su domingo de gracia all en el campo,

    al fresco albor de las camisas flojas.

    Qu trebolar mullido, qu parasol de niebla,

    se regala en el nimo 225

    para gustar la miel de sus vigilias!

    Pero el ritmo es su norma, el solo paso,

    la sola marcha en crculo, sin ojos;

    as, aun de su cansancio, extrae

    hop! 230

    largas cintas de cintas de sorpresas

    que en un constante perecer enrgico,

    en un morir absorto,

    arrasan sin cesar su bella fbrica

    hasta que hijo de su misma muerte, 235

    gestado en la aridez de sus escombros

    siente que su fatiga se fatiga,

    se erige a descansar de su descanso

    y suea que su sueo se repite,

    irresponsable, eterno, 240

    muerte sin fin de una obstinada muerte,

    sueo de garza anochecido a plomo

    que cambia s de pie, mas no de sueo,

    que cambia s la imagen,

    mas no la doncellez de su osada 245

  • oh inteligencia, soledad en llamas!

    que lo consume todo hasta el silencio,

    s, como una semilla enamorada

    que pudiera soarse germinando,

    probar en el rencor de la molcula 250

    el salto de las ramas que aprisiona

    y el gusto de su fruta prohibida,

    ay, sin hollar, semilla casta,

    sus propios impasibles tegumentos.

  • OH inteligencia, soledad en llamas, 255

    que todo lo concibe sin crearlo!

    Finge el calor del lodo,

    su emocin de substancia adolorida,

    el iracundo amor que lo embellece

    y lo encumbra ms all de las alas 260

    a donde slo el ritmo

    de los luceros llora,

    mas no le infunde el soplo que lo pone en pie

    y permanece recrendose en s misma,

    nica en l, inmaculada, sola en l, 265

    reticencia indecible,

    amoroso temor de la materia,

    anglico egosmo que se escapa

    como un grito de jbilo sobre la muerte

    oh inteligencia, pramo de espejos! 270

    helada emanacin de rosas ptreas

    en la cumbre de un tiempo paraltico;

    pulso sellado;

    como una red de arterias temblorosas,

    hermtico sistema de eslabones 275

    que apenas se apresura o se retarda

    segn la intensidad de su deleite;

    abstinencia angustiosa

    que presume el dolor y no lo crea,

    que escucha ya en la estepa de sus tmpanos 280

    retumbar el gemido del lenguaje

    y no lo emite;

    que nada ms absorbe las esencias

    y se mantiene as, rencor saudo,

    una, exquisita, con su dios estril, 285

  • sin alzar entre ambos

    la sorda pesadumbre de la carne,

    sin admitir en su unidad perfecta

    el escarnio brutal de esa discordia

    que nutren vida y muerte inconciliables, 290

    siguindose una a otra

    como el da y la noche,

    una y otra acampadas en la clula

    como en un tardo tiempo de crepsculo,

    ay, una nada ms, estril, agria, 295

    con l, conmigo, con nosotros tres;

    como el vaso y el agua, slo una

    que reconcentra su silencio blanco

    en la orilla letal de la palabra

    y en la inminencia misma de la sangre. 300

    ALELUYA, ALELUYA!

  • IZA la flor su ensea,

    agua, en el prado.

    Oh, qu mercadera

    de olor alado! 305

    Oh, que mercadera

    de tenue olor!

    cmo inflama los aires

    con su rubor!

    Qu anegado de gritos 310

    est el jardn!

    Yo, el heliotropo, yo!

    Yo? El jazmn.

    Ay, pero el agua,

    ay, si no huele a nada. 315

    Tiene la noche un rbol

    con frutos de mbar;

    tiene una tez la tierra,

    ay, de esmeraldas.

    El tesn de la sangre 320

    anda de rojo;

    anda de ail el sueo;

    la dicha, de oro.

    Tiene el amor feroces

    galgos morados; 325

    pero tambin sus mieses,

  • tambin sus pjaros.

    Ay, pero el agua,

    ay, si no luce a nada.

    Sabe a luz, a luz fra, 330

    s, la manzana.

    Qu amanecida fruta

    tan de maana!

    Qu anochecido sabes,

    t, sinsabor! 335

    cmo pica en la entraa

    tu picaflor!

    Sabe la muerte a tierra,

    la angustia a hiel.

    Este morir a gotas 340

    me sabe a miel.

    Ay, pero el agua,

    ay, si no sabe a nada.

    [BAILE]

    Pobrecilla del agua,

    ay, que no tiene nada, 345

    ay, amor, que se ahoga,

    ay, en un vaso de agua.

  • EN el rigor del vaso que la aclara,

    el agua toma forma

    ciertamente. 350

    Trae una sed de siglos en los belfos,

    una sed fra, en punta, que ara cauces

    en el sueo moroso de la tierra,

    que perfora sus miembros florecidos,

    como una sangre custica, 355

    incendindolos, ay, abriendo en ellos

    desapacibles lceras de insomnio.

    Ms amor que sed; ms que amor, idolatra,

    dispersin de criatura estupefacta

    ante el fulgor que blande 360

    germen del trueno olmpico la forma

    en sus netos contornos fascinados.

    Idolatra, s, idolatra!

    Mas no le basta el ser un puro salmo,

    un ardoroso incienso de sonido; 365

    quiere, adems, orse.

    Ni le basta tener slo reflejos

    briznas de espuma

    para el ala de luz que en ella anida;

    quiere, adems, un tlamo de sombra, 370

    un ojo,

    para mirar el ojo que la mira.

    En el lago, en la charca, en el estanque,

    en la entumida cuenca de la mano,

    se consuma este rito de eslabones, 375

    este enlace diablico

    que encadena el amor a su pecado.

    En el ntido rostro sin facciones

  • el agua, poseda,

    siente cuajar la mscara de espejos 380

    que el dibujo del vaso le procura.

    Ha encontrado, por fin,

    en su correr sonmbulo,

    una bella, puntual fisonoma.

    Ya puede estar de pie frente a las cosas. 385

    Ya es, ella tambin, aunque por arte

    de estas limpias metforas cruzadas,

    un encendido vaso de figuras.

    El camino, la barda, los castaos,

    para durar el tiempo de una muerte 390

    gratuita y prematura, pero bella,

    ingresan por su impulso

    en el suplicio de la imagen propia

    y en medio del jardn, bajo las nubes,

    descarnada leccin de poesa, 395

    instalan un infierno alucinante.

  • PERO el vaso en s mismo no se cumple.

    Imagen de una desercin nefasta

    qu esconde en su rigor inhabitado,

    sino esta triste claridad a ciegas, 400

    sino esta tentaleante lucidez?

    Tenedlo ah, sobre la mesa, intil.

    Epigrama de espuma que se espiga

    ante un auditorio anestesiado,

    incisivo clamor que la sordera 405

    tenaz de los objetos amordaza,

    flor mineral que se abre para adentro

    hacia su propia luz,

    espejo eglatra

    que se absorbe a s mismo contemplndose. 410

    Hay algo en l; no obstante, acaso un alma,

    el instinto augural de las arenas,

    una llaga tal vez que debe al fuego,

    en donde le atosiga su vaco.

    Desde este erial aspira a ser colmado. 415

    En el agua, en el viento, en el aceite,

    articula el guin de su deseo;

    se ablanda, se adelgaza;

    ya su sobrio dibujo se le nubla,

    ya, embozado en el giro de un reflejo, 420

    en un llanto de luces se liquida.

  • MAS la forma en s misma no se cumple.

    Desde su insigne trono faranico,

    magnnima,

    defica, 425

    constelada de eptetos esdrjulos,

    rige con hosca mano de diamante.

    Est orgullosa de su orondo imperio.

    En las augustas pituitarias de nice

    no juega, acaso, el encendido aroma 430

    con que arde a sus pies la poesa?

    Ilusin, nada ms, gentil narctico

    que puebla de fantasmas los sentidos!

    Pues desde ah donde el olor emite

    oh turbio sol de pobre! 435

    el esmerado brillo que lo embosca,

    ay, desde ah, presume la materia

    que apenas cuaja su dibujo estricto

    y ya es un jardn de huellas fsiles,

    estruendoso fanal, 440

    rojo timbre de alarma en los cruceros

    que gobierna la ruta hacia otras formas.

    La rosa edad que esmalta su epidermis

    senil recin nacida

    envejece por dentro a grandes siglos. 445

    Trajo puesta la proa a lo amarillo.

    El aire se coagula entre sus poros

    como un sudor profuso

    que se anticipa a destilar en ellos

    una esencia de rosas subterrneas. 450

    Los crudos garfios de su muerte suben,

    como musgo, por grietas inasibles,

  • ay, la hostigan con tenues mordeduras

    y abren hueco por fin a aquel minuto

    miradlo en la lenteja del reloj, 455

    neto, puntual, exacto,

    correrse un eslabn cada minuto!

    cuando al soplo infantil de un parpadeo,

    la egregia masa de ademn ilustre

    podr caer de golpe hecha cenizas. 460

    NO obstante por qu no? tambin en ella

    tiene un rincn el sueo,

    rido paraso sin manzana

    donde suele escaparse de su rostro,

    por el rostro marchito del espectro 465

    que engendra, aletargada, su costilla.

    El vaso de agua es el momento justo.

    En su audaz evasin se transfigura,

    tuerce la rbita de su destino

    y se arrastra en secreto hacia lo informe. 470

    La rapia del tacto no se ceba

    aqu, en el sueo inhspito

    sobre el templado ncar de su vientre,

    ni la flauta Don Juan que la requiebra

    musita su cachonda serenata. 475

    El sueo es cruel,

    ay, punza, roe, quema, sangra, duele.

    Tanto ignora infusiones como ungentos.

    En los sordos martillos que la afligen,

  • la forma da en el gozo de la llaga 480

    y el oscuro deleite del colapso.

    Temprana madre de esa muerte nia

    que nutre en sus escombros paulatinos,

    anhela que se hundan sus cimientos

    bajo sus plantas, ay, entorpecidas 485

    por una espesa lentitud de lodo;

    oye nacer el trueno del derrumbe;

    siente que su materia se derrama

    en un prurito de cidas hormigas;

    que, ya sin peso, flota 490

    y en un claro silencio se desle.

    Por un aire de espejos inminentes

    oh impalpables derrotas del lirio!

    cruza entonces, a velas desgarradas,

    la airosa teora de una nube. 495

  • EN la red de cristal que la estrangula,

    el agua toma forma,

    la bebe, s, en el mdulo del vaso,

    para que ste tambin se transfigure

    con el temblor del agua estrangulada 500

    que sigue all, sin voz, marcando el pulso

    glacial de la corriente.

    Pero el vaso

    a su vez

    cede a la informe condicin del agua 505

    a fin de que a su vez la forma misma,

    la forma en s, que est en el duro vaso

    sosteniendo el rencor de su dureza

    y est en el agua de aguijada espuma

    como presagio cierto de reposo, 510

    se pueda sustraer al vaso de agua;

    un instante, no ms,

    no ms que el mnimo

    perpetuo instante del quebranto,

    cuando la forma en s, la pura forma, 515

    se abandona al designio de su muerte

    y se deja arrastrar, nubes arriba,

    por ese atormentado remolino

    en que los seres todos se repliegan

    hacia el sopor primero, 520

    a construir el escenario de la nada.

    Las estrellas entonces ennegrecen.

    Han vuelto el dardo insomne

    a la noche perfecta de su aljaba.

  • PORQUE en el lento instante del quebranto, 525

    cuando los seres todos se repliegan

    hacia el sopor primero

    y en la pira arrogante de la forma

    se abrasan, consumidos por su muerte

    ay, ojos, dedos, labios, 530

    etreas llamas del atroz incendio!

    el hombre ahoga con sus manos mismas,

    en un negro sabor de tierra amarga,

    los himnos claros y los roncos trenos

    con que cantaba la belleza, 535

    entre tambores de gangoso idioma

    y esbeltos cmbalos que dan al aire

    sus golondrinas de latn agudo;

    ay, los trenos e himnos que loaban

    la rosa marinera 540

    que consuma el periplo del jardn

    con sus velas henchidas de fragancia;

    y el malsano crepsculo de herrumbre,

    amapola del aire lacerado

    que se pincha en las pas de un gorjeo; 545

    y la febril estrella, lis de calosfro,

    punto sobre las es

    de la tinieblas;

    y el rojo cliz del pezn macizo,

    sola flor de granado 550

    en la cima angustiosa del deseo,

    y la mandrgora del sueo amigo

    que crece en los escombros cotidianos

  • ay, todo el esplendor de la belleza

    y el bello amor que la concierta toda 555

    en un orbe de imanes arrobados.

    PORQUE el tambor rotundo

    y las ricas bengalas que los cmbalos

    tremolan en la altura de los cantos,

    se anegan, ay, en un sabor de tierra amarga, 560

    cuando el hombre descubre en sus silencios

    que su hermoso lenguaje se le agosta,

    se le quema confuso en la garganta,

    exhausto de sentido;

    ay, su areo lenguaje de colores, 565

    que as se jacta del matiz estricto

    en el humo aterrado de sus sienas

    o en el sol de sus tibios bermellones;

    l, que discurre en la ansiedad del labio

    como una lenta rosa enamorada; 570

    l, que cincela sus celos de paloma

    y modula sus ltigos feroces;

    que salta en sus cadas

    con un ruidoso sncope de espumas;

    que prolonga el insomnio de su brasa 575

    en las mustias cenizas del odo;

    que oscuramente repta

    e hinca enfurecido la palabra

    de hiel, la tuerta frase de ponzoa;

    l, que labra el amor del sacrificio 580

  • en columnas de ritmos espirales,

    s, todo l, lenguaje audaz del hombre,

    se le ahoga confuso en la garganta

    y de su gracia original no queda

    sino el horror de un pozo desecado 585

    que sostiene su mueca de agona.

    PORQUE el hombre descubre en sus silencios

    que su hermoso lenguaje se le agosta

    en el minuto mismo del quebranto,

    cuando los peces todos 590

    que en cautelosas rbitas discurren

    como estrella de escamas, diminutas,

    por la entumida noche submarina,

    cuando los peces todos

    y el ulises salmn de los regresos 595

    y el delfn apolneo, pez de dioses,

    deshacen su camino hacia las algas;

    cuando el tigre que huella

    la castidad del musgo

    con secretas pisadas de resorte 600

    y el breas de los ciervos presurosos

    y el cordero Luis XV, gemebundo,

    y el len babilnico

    que aora el alabastro de los frisos

    flores de sangre, eternas, 605

    en el racimo inmemorial de las especies!

    cuando todos inician el regreso

  • a sus mudos letargos vegetales;

    cuando la aguda alondra se desle

    en el agua del alba, 610

    mientras las aves todas

    y el solitario bho que medita

    con su antifaz de fsforo en la sombra,

    la golondrina escritura hebrea

    y el pequeo gorrin, hambre en la nieve, 615

    mientras todas las aves se disipan

    en la noche enroscada del reptil;

    cuando todo por fin lo que anda o repta

    y todo lo que vuela o nada, todo,

    se encoge en un crujir de mariposas, 620

    regresa a sus orgenes

    y al origen fatal de sus orgenes,

    hasta que su eco mismo se reinstala

    en el primer silencio tenebroso.

    PORQUE los bellos seres que transitan 625

    por el sopor aoso de la tierra

    trasgos de sangre, libres,

    en la pantalla de su sueo impuro!

    todos se dan a un frenes de muerte,

    ay, cuando el sauce 630

    acumula su llanto

    para urdir la sustancia de un delirio

    en que t! yo! nosotros! de repente,

    a fuerza de atar nombres destemplados,

  • ay, no le queda sino el tronco prieto, 635

    desnudo de oracin ante su estrella;

    cuando con l, desnudos, se sonrojan

    el lamo tembln de encanecida barba

    y el eucalipto rumoroso,

    tmpano de follaje 640

    y tornillo sin fin de la estatura

    que se pierde en las nubes, persiguindose;

    y tambin el cerezo y el durazno

    en su loca efusin de adolescentes

    y la angustia espantosa de la ceiba 645

    y todo cuanto nace de races,

    desde el heroico roble

    hasta la impbera

    menta de boca helada;

    cuando las plantas de sumisas plantas 650

    retiran el ramaje presuntuoso,

    se esconden en sus speras races

    y en la acerba raz de sus races

    y presas de un absurdo crecimiento

    se desarrollan hacia la semilla, 655

    hasta quedar inmviles

    oh cementerios de talladas rosas!

    en los duros jardines de las piedra.

    PORQUE desde el anciano roble heroico

    hasta la impbera 660

    mente de boca helada,

  • ay, todo cuanto nace de races

    establece sus tallos paralticos

    en los duros jardines de la piedra,

    cuando el rub de anglicos melindres 665

    y el diamante iracundo

    que fulmina a la luz con un reflejo,

    ms el ario zafir de ojos azules

    y la gergica esmeralda que se anega

    en el abril de su robusta clorofila, 670

    una a una, las piedras delirantes,

    con sus lindas hermanas cenicientas,

    turquesa, lapislzuli, alabastro,

    pero tambin el oro prisionero

    y la plata de lengua fidedigna, 675

    ingenuo ruiseor de los metales

    que se ahoga en el agua de su canto;

    cuando las piedras finas

    y los metales exquisitos, todos,

    regresan a sus nidos subterrneos 680

    por las rutas candentes de la llama,

    ay, ciegos de su lustre,

    ay, ciegos de su ojo,

    que el ojo mismo,

    como un siniestro pjaro de humo, 685

    en su aterida combustin se arranca.

    PORQUE raro metal o piedra rara,

    as como la roca escueta, lisa,

  • que figura castillos

    con slo naipes de aridez y escarcha, 690

    y as la arena de arrugados pechos

    y el humus maternal de entraa tibia,

    ay, todo se consume

    con un mohno crepitar de gozo,

    cuando la forma en s, la forma pura, 695

    se entrega a la delicia de su muerte

    y en su sed de agotarla a grandes luces

    apura en una llama

    el aceite ritual de los sentidos,

    que sin labios, sin dedos, sin retinas, 700

    s, paso a paso, muerte a muerte, locos,

    se acogen a sus tmidas matrices,

    mientras unos a otros se devoran

    al animal, la planta

    a la planta, la piedra 705

    a la piedra, el fuego

    al fuego, el mar

    al mar, la nube

    a la nube, el sol

    hasta que todo este fecundo ro 710

    de enamorado semen que conjuga,

    inaccesible al tedio,

    el suntuoso caudal de su apetito,

    no desembocan en sus entraas mismas,

    en el acre silencio de sus fuentes, 715

    entre un fulgor de soles emboscados,

    en donde nada es ni nada est,

    donde el sueo no duele,

    donde nada ni nadie, nunca, est muriendo

  • y solo ya, sobre las grandes aguas, 720

    flota el Espritu de Dios que gime

    con un llanto ms llanto an que el llanto,

    como si herido ay, l tambin! por un cabello,

    por el ojo en almendra de esa muerte

    que emana de su boca, 725

    hubiese al fin ahogado su palabra sangrienta.

    ALELUYA, ALELUYA!

  • TAN-tan! Quin es? Es el Diablo,

    es una espesa fatiga,

    un ansia de trasponer 730

    estas lindes enemigas,

    este morir incesante,

    tenaz, esta muerte viva,

    oh Dios! que te est matando

    en tus hechuras estrictas, 735

    en las rosas y en las piedras,

    en las estrellas ariscas

    y en la carne que se gasta

    como una hoguera encendida,

    por el canto, por el sueo, 740

    por el color de la vista.

    Tan-tan! Quin es? Es el Diablo,

    ay, una ciega alegra,

    un hambre de consumir

    el aire que se respira, 745

    la boca, el ojo, la mano;

    estas pungentes cosquillas

    de disfrutarnos enteros

    en un solo golpe de risa,

    ay, esta muerte insultante, 750

    procaz, que nos asesina

    a distancia, desde el gusto

    que tomamos en morirla,

    por una taza de t,

    por una apenas caricia. 755

    Tan-tan! Quin es? Es el Diablo,

  • es una muerte de hormigas

    incansables, que pululan

    oh Dios! sobre tus astillas;

    que acaso te han muerto all, 760

    siglos de edades arriba,

    sin advertirlo nosotros,

    migajas, borra, cenizas

    de ti, que sigues presente

    como una estrella mentida 765

    por su sola luz, por una

    luz sin estrella, vaca,

    que llega al mundo escondiendo

    su catstrofe infinita.

    [BAILE]

    Desde mis ojos insomnes 770

    mi muerte me est acechando,

    me acecha, s, me enamora

    con su ojo lnguido.

    Anda, putilla del rubor helado,

    anda, vmonos al diablo! 775