Gozalbes (2009) Circulacion y Uso de Los Denarios Ibericos

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26 i 27 novembre 2009 Ús i circulació de la moneda a la Hispània Citerior Ús i circulació de la moneda a la Hispània Citerior XIII Curs d’història monetària d’Hispània

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26 i 27 novembre 2009

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Introducción

No constituye ninguna novedad señalar la relación existente entre los denarios ibéricos y la admi-nistración romana. Este vínculo se puso de manifiesto ya en el siglo XIX, incluyendo opiniones defiguras de la talla de Mommsen, Lenormant, Hübner o Zóbel, seguidos en el siglo XX por Vives,Sutherland o Gómez-Moreno (Knapp 1979, p. 465-466). Pero el primer trabajo monográfico sobrela cuestión fue realizado por Crawford en 1969 con una visión que alcanzó su madurez en las pági-nas que el investigador inglés volvió a dedicar al asunto en 1985. Su planteamiento se mantieneplenamente vigente, si bien admite una incorporación de datos de los estudios que se han publi-cado durante los últimos 25 años. No obstante, todavía resulta complicado delimitar el papel de laspoblaciones locales y de la administración romana en cuestiones como el grado de autonomía delos talleres, el origen de la plata acuñada, su relación con cuestiones militares o fiscales, el grado deimplicación de los romanos en el proceso o la cronología de las producciones.

Más de un centenar de cecas de la Citerior acuñaron moneda antes de la llegada de Augusto, sinembargo sólo 21 de ellas acuñaron plata (fig. 1). Sus diseños y leyendas les proporcionan una apa-riencia marcadamente indígena, pero su aparición y desarrollo se asocia a la presencia romana; cir-cunstancias, si cabe, particularmente evidentes en el caso de las emisiones de plata. La mayor parte delos talleres que acuñaron plata todavía no cuentan con estudios monográficos, imprescindibles para

Resumen/Abstract

Este trabajo analiza las grandes cuestiones de fondo relacionadas con los denarios ibéricos: su cro-nología, función, uso, metrología, tipología y circulación. Se repasan todos estos aspectos a partirde los estudios monográficos de cecas publicados durante los últimos 25 años y se incorporan susdatos a las principales propuestas teóricas que han tratado de explicar la acuñación de denarios en21 cecas de la Hispania Citerior.

Palabras claveDenario ibérico; cronología; función; uso; circulación.

This work focuses its interest on the major matters related to Iberian denarii: their chronology,function, use, metrology, typology and circulation. All of them are revised taking into considerationthe monographic studies of mints published over the last 25 years, incorporating their data to themain theoretical proposals that have tried to explain the coinage of denarii in 21 mints of HispaniaCiterior.

KeywordsIberian denarius; chronology; function; use; circulations.

CIRCULACIÓN Y USO DE LOS DENARIOS IBÉRICOS

Manuel Gozalbes

Museu de Prehistòria de València

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localizar, ordenar, cuantificar y contextualizar sus producciones. La expresión denario ibérico se usa enel presente trabajo por el peso de la tradición, pero debe considerarse referida a las emisiones de platade diferentes etnias que emplearon el alfabeto ibérico en sus leyendas. Aunque las primeras emisio-nes fueron obra de pueblos ibéricos, la mayor parte de las mismas fue responsabilidad de celtíberosy vascones, cuestión que no puede ser obviada ya que la expresión genérica no les hace justicia.

Circulación y uso son los dos aspectos de estas producciones que pueden abordarse con mayorobjetividad y por ello han sido destacados en el título. Por un lado, los hallazgos desvelan el ámbi-to territorial en el que «circularon» los denarios, evidencia incontestable y que resulta fundamentalpara su comprensión. Sobre su «uso» poco y mucho se puede decir considerando que fueron prác-ticamente las únicas monedas de plata que se pudieron conseguir en la Meseta norte durante cercade un siglo. Los denarios ibéricos desempeñaron quizá un papel similar al asumido por las drac-mas de Emporion durante la Segunda Guerra Púnica (Villaronga 1987) o por los talleres de Apo-lonia y Dyrrachium en Illyria (Giovannini 1982, p. 168). Antes de entrar propiamente en materia,resulta procedente realizar una introducción al panorama monetario previo que, de algún modo,prefigura el desarrollo posterior de las emisiones.

La Segunda Guerra Púnica como precedente

La Segunda Guerra Púnica desencadenó una repentina introducción de la economía monetal en elmundo indígena, llevándola hasta nuevos territorios y aumentando de forma muy notable la masamonetaria peninsular. Durante la misma se sentó un precedente especialmente importante cuando

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Figura 1. Las 21 cecas que acuñaron denarios. Se diferencian entre interrogantes y con un círculo blanco aquellas cuya ubi-cación resulta más incierta. Los cuatro talleres que acuñaron quinarios aparecen subrayados.

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los romanos establecieron un modelo de acuñación y puesta en circulación de moneda que posi-blemente se reproduciría durante su conquista de Hispania en décadas subsiguientes. Mientras quelos cartagineses realizaron emisiones en Iberia ajustadas a sus patrones y modelos monetarios, losromanos experimentaron las ventajas de emplear la producción del taller griego de Emporion paracubrir parte de sus necesidades (Villaronga 1987), empleando así una moneda ajena junto a la pro-pia. La ceca de Emporion se utilizó para financiar la causa romana (Marchetti 1978, p. 382), anun-ciando un modus operandi en el que la coyuntura local les servía para obtener numerario, actuaciónque pudo reproducirse más tarde a través de los denarios ibéricos. No obstante, las preguntas clavesiguen sin encontrar respuesta; ¿de dónde salía la plata para acuñar dracmas en Emporion? y ¿cómopasaba a manos romanas?

Una vez en circulación, cartagineses, romanos y población local negociaron con las diferentes mone-das por su valor metálico, posiblemente sin apreciar su autoridad emisora más allá de los aspectospuramente formales, otra evidencia a considerar para una adecuada valoración de los denarios ibé-ricos. Indudablemente, una vez finalizado el conflicto, la mezcla de monedas cartaginesas, romanas,ibéricas, púnicas, griegas y galas, incluyendo numerosas denominaciones y referencias a sistemasmetrológicos variados (Ripollès 1994, p. 123-127), suponía un grave inconveniente con vistas a unainstauración eficaz de la moneda de cuenta romana, así como de cara a una regularización y forma-lización de los precios de bienes y servicios en los que debía participar la población local. En esteproceso es posible que mecanismos como la adaeratio obligasen a las poblaciones indígenas a usarla moneda de cuenta romana (Aguilar & Ñaco 1997, p. 83).

Entre los asuntos monetarios hispanos mencionados por las fuentes romanas, los que han generadomayor cantidad de literatura han sido los traslados a Roma de grandes sumas de oro, plata y monedas,recogidos en la obra de Livio. Un total de 17 referencias en diez de sus libros registran ingresos en elaerarium entre el 210 a.C. y el 168 a.C. procedentes de Hispania (García Riaza 1999). Cuatro de estostextos, referidos a los años 195-194 a.C. y 180 a.C, han sido reiteradamente comentados al incluir men-ciones de oscensis argenti y signati oscensis nummum (Livio 34, 10, 4 y 7; 34, 46, 2; 40, 43, 6), citas queposiblemente constituyen la única referencia expresa de las fuentes a la moneda indígena. Los textossirvieron durante cierto tiempo para defender una cronología alta de los denarios ibéricos, tratando derelacionar esta expresión con las emisiones de bolskan o los denarios ibéricos (Knapp 1977, p. 2). Sinembargo pronto se optó por relacionar el argentum oscense con el monedaje hispano anterior al año170 a.C. referido al conjunto de dracmas emporitanas y a sus imitaciones (Amorós 1957, p. 62) o a lasemisiones emporitanas y cartaginesas (Campo 1998, p. 40; Ripollès 2000, p. 334). Una objeción a quefueran las dracmas emporitanas se basa en que una de las aportaciones fue realizada por M. Helviocomo pretor de la Ulterior, territorio donde no circularon estas monedas (García Riaza 2002, p. 18-19).Y un problema adicional que impide valorar adecuadamente la expresión «argentum oscense» es des-conocer si continuaba empleándose a mediados del siglo II a.C, dada la fragmentaria conservación dela obra de Livio, que no cubre estas décadas (García Riaza 2002, p. 18). En cualquier caso, el términoresulta anacrónico, ya que los denarios de bolskan no tienen una cronología tan elevada, aunque tam-bién podría referirse al pueblo itálico de los oscos, hipótesis anticipada por Delgado (1876, p. 326) yrazonada por Villaronga a partir de una sugerencia de Romagosa (1977, p. 14-17). Un papel singularen la historia monetaria de los pueblos ibéricos fue ocupado por las dracmas de imitación, una pro-ducción de auténtica envergadura que sirvió para pagar sus tropas, pero que también acabaría en manosromanas a través indemnizaciones o botines y que sería empleada para el pago de legionarios (Campo1998, p. 39 y 41). Pero la consecuencia directa de todas estas retiradas de dinero fue la desmonetiza-ción de unas sociedades ya introducidas en el mundo de la moneda, situación que con el tiempo obli-gará a los romanos a proporcionar nuevas monedas para cubrir el vacío creado.

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Los denarios de la Hispania Citerior

Todas las cecas de la Citerior que acuñaron plata llevaron a cabo también emisiones en bronce,poniendo de manifiesto que las primeras fueron una opción, a diferencia de las segundas que fueroninvariablemente desarrolladas en todos los talleres que se abrieron. No todas las cecas que emitierondenarios lo hicieron al comienzo de su producción (Gomis 2001, p. 113-115; Otero 2002, p. 149-151), indicio que parece descartar la hipótesis de que todos estos talleres fuesen creados con la inten-ción de acuñar plata desde un comienzo. Su distribución sugiere una jerarquía territorial que pareceresponder a algún tipo de planificación (Burillo 1998, p. 318-320) y un reparto equitativo del terri-torio (Burillo 2002, p. 216-217). Estas evidencias podrían constituir la mejor demostración de la exis-tencia de una planificación romana en el surgimiento de estas producciones (Burillo 2006, p. 44).Algunas objeciones a estos planteamientos se basan en que las emisiones deberían haber sido coetá-neas, algo que no sucedió (Villaronga 1995a, p. 79). Tampoco se percibe una relación clara que vin-cule las ciudades importantes con la emisión de plata (Beltrán 1998, p. 114). Sin considerar la enver-gadura de los centros que acuñaron hay que tener presente la importancia de estas monedascomo símbolo de las respectivas ciudades emisoras (Otero 1998, p. 125).

Las 21 cecas que acuñaron denarios corresponden a diferentes etnias (Domínguez 1998, p. 129-155),pudiendo adscribirse en los siguientes términos: kesetanos (kese), ilergetes (iltirta), ausetanos (ausesken),suessetanos (sesars, bolskan, sekia), belos (belikiom, sekaisa), lusones (turiazu), arévacos (sekobirikes), cel-tíberos (arekorata, oilaunikos, kolounioku, sekotias), sedetanos (kelse), vascones (baskunes, arsaos, arsakos,bentian), carpetanos (karbika) y, finalmente, a un grupo incierto el taller de ikalesken. Un grave proble-ma para la adecuada valoración de todas estas producciones surge al constatar que muchas de las cecasque emitieron plata permanecen sin localizarse con garantías, fundamentalmente aquellas responsablesde las emisiones más cuantiosas. Otro aspecto que pone de manifiesto la complejidad de estas produc-ciones de plata es su variedad flexiva a la hora de indicar su origen, expresándolo en nominativo sin-gular (arekorata, karbika, sekaisa, turiazu), ablativo singular (arekoratas, sekotias, sekobirikes, barskunes) ocomo un adjetivo étnico en nominativo-acusativo de singular (belikio) (Villar 1995, p. 342). El empleode un sistema de escritura local no sirve tampoco como indicativo fiable de origen y autoridad de lasemisiones desde el momento en que, bajo una situación similar, las cecas griegas siguieron empleandobajo dominio romano el alfabeto griego para los nombres de sus ciudades y magistrados.

La expresión «origen del denario ibérico» puede entenderse como una indicación cronológica, aun-que parece más apropiado realizar una distinción para entenderla como una referencia a la base legalde estas emisiones, incluyendo los procesos y autoridades involucrados en el proceso. La gestación delmismo es una incógnita y, aunque pudo desarrollarse por diferentes cauces según los casos, aconteci-mientos políticos como la llegada de una comisión senatorial de diez miembros tras la conquista deNumancia (Ap. Iber, 98-99) pudieron tener consecuencias en el ámbito monetario, a pesar de ser bas-tante posterior al inicio de las emisiones (Ñaco & Prieto 1999, p. 220-224). Parece una misión impo-sible identificar las autoridades de las ciudades indígenas que estuvieron implicadas en los asuntosmonetarios (Ripollès 2005, p. 82-83), sin embargo en el caso de los romanos parece probable que man-dos militares y, más concretamente, los cuestores fueran piezas clave en la gestión directa del proceso.

Trabajos monográficos de kese, sekaisa, konterbia karbika, belikiom, turiazu o ikalesken han comenzadoa despejar incógnitas al identificar y estimar los cuños de sus respectivas producciones (fig. 2). Estosdatos se pueden confrontar con las estimaciones que realizó Villaronga de todas las emisiones dedenarios ibéricos (fig. 3). Sus cálculos permitieron tomar perspectiva sobre la dimensión de las pro-ducciones de estos 21 talleres en el contexto de la Hispania republicana (Villaronga 1995a; Villaron-

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ga 1995b). El panorama cuantitativo no parece que pueda deparar grandes sorpresas en los talleresque quedan por estudiar monográficamente, de modo que, con los datos disponibles, resulta cohe-rente establecer tres grupos de cecas según la cantidad de moneda que emitieron.

Cuños anverso Cuños reversoCeca Conocidos Estimados Conocidos Estimados Fuente

kese 31 31-34 - - Villaronga 1983, p. 97iltirta 56 60-68 - - Villaronga 1983, p. 97ausesken 3 3 - - Villaronga 1983, p. 97sekaiza 17 20-22 22 - Gomis 2001, p. 98konterbia karbika 18 18 18 18 Abascal & Ripollès 2000, p. 30belikiom 36 37-38 40 - Collado 2000, p. 104turiazu 360 378-401 416 447-478 Gozalbes 2009, p. 161ikalesken 47 47-60 60 60-67 Villaronga 1988, p. 63

Figura 2. Estimaciones de la producción de diferentes cecas a partir de estudios monográficos con identificaciones de cuños.

Siglo II Siglo ICeca Principios Mediados Segunda mitad Primer tercio Totaleskelse 1 1kolounioku 2 2ausesken 4 4sekotias 4 4arsakoson 5 5oilaunikos 10,4 10,4sekaiza 1 12,8 13,8bentian 18 18kese 31,6 1 32,6konterbia 32,7 32,7sekia 33,5 33,5belikio 33,6 15,8 49,4ikalesken 6,2 15,8 10 20,6 52,6iltirta 67,3 1 68,3arsaos 90 90sekobirikez 136,6 136,6sesars 145 145turiazu 41,4 116,9 158,3baskunes 222,2 222,2arekorata 2 265,4 267,4bolskan 3 420,1 127,6 550,7

Figura 3. Estimaciones de la producción de diferentes cecas realizada por Villaronga, ordenadas de menor a mayor volumende emisión (1995, p. 75-76).

I. Producción modesta: ausesken, kelse, kolounioku, sekotias y arsakos tuvieron una producción anecdóticao muy modesta. No se puede ni siquiera descartar que en algún caso se trate de pruebas o emisionesque se toparon con algún problema o sufrieron alguna limitación, ya que la reducida cantidad de mone-das conocidas debe ser representativa de su producción original. El número de cuños de estas emisio-nes se situaría posiblemente entre 1 y 5 cuños, dando lugar a trabajos muy breves en estos talleres.

II. Producción media: sekia, kese, iltirta, belikio, sekaisa, oilaunikos, konterbia karbika, bentian e ikaleskenrealizaron emisiones importantes que parecen escaladas conforme a la dimensión de sus respectivosnúcleos urbanos, en ocasiones de una envergadura respetable, como en el caso de kese o sekaisa. Noobstante, los diferentes tamaños de dichas ciudades y su ámbito de influencia impiden calibrar el ajus-te real de sus emisiones. En estos casos también resulta esencial concretar si se realizaron en una plazocorto de tiempo o si, por el contrario, se llevaron a cabo sin solución de continuidad, matiz que deter-mina notablemente su carácter. Cada uno de estos talleres podría haber empleado entre 10 y 70 cuñosde anverso, margen amplio que otorga una variabilidad importante a este grupo. Baste señalar comoreferencia que una ciudad de la tradición y envergadura de arse no superó los 40 cuños de anversoen sus emisiones de plata (Ripollès & Llorens 2003, p. 211).

III. Producción elevada: bolskan, sesars, arekorata, sekobirikes, baskunes, arsaos y turiazu emitieron dena-rios de forma desproporcionada para sus respectivos ámbitos, supuestamente ciudadanos. Aunque las

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diferencias son considerables entre estos talleres, todos ellos se encuentran a una distancia muyimportante del resto, superando con creces las necesidades de sus respectivos núcleos urbanos. Aun-que sólo se ha realizado el estudio monográfico de turiazu, se adivina que el resto de produccionesdebieron sobrepasar los 150 cuños de anverso. Las estimaciones de turiazu invitan a pensar que otrostalleres como bolskan pudieron situar su producción muy por encima de los 500 cuños. Son estas pro-ducciones las que delatan con mayor claridad una intervención romana en el proceso.

El panorama productivo ofrece por el momento una jerarquía segmentada en diferentes tramos, aun-que el límite entre los dos primeros grupos parece menos claro que el que media entre el segundo yel tercero. Tanto cuantificaciones como grupos deben asumirse como propuestas meramente orienta-tivas hasta que aparezcan trabajos monográficos que identifiquen los cuños de los talleres que que-dan por estudiar. También hay que tener en cuenta que el rendimiento de las cecas pudo ser diverso,lo que podría suponer tanto un acercamiento como un distanciamiento de producciones que, pornúmero de cuños, puedan parecer similares. Según los cálculos de Villaronga, las emisiones localesfueron insuficientes al principio de la conquista, durante la que habría sido necesaria la llegada demoneda de la metrópolis. Esta producción de denarios ibéricos habría alcanzado su apogeo durantela segunda mitad del siglo II a.C. y no en el siglo I a.C, como tradicionalmente se ha venido supo-niendo (Villaronga 1995a, p. 77).

Cronologías

Las cecas ibéricas no comenzaron a fabricar denarios simultáneamente, por lo que resulta más pro-cedente hablar de «cronologías» que de «cronología». Sus prolongadas emisiones incluyeron los tra-bajos de 21 ciudades que posiblemente comenzaron su producción de plata una vez formaron partedel territorio romano o estuvieron próximas al mismo y se habían ganado su fidelidad a éste. Aunqueel establecimiento de la primera emisión marcaría supuestamente un punto de inflexión importante,considerando que fueron una continuación de las dracmas emporitanas y que la creación de cecas fueprogresiva y afectó a un amplio territorio, la incógnita cronológica que supone la datación de la pri-mera serie no constituye realmente la esencia de la cuestión. En realidad de poco sirve hablar de lasfechas en que se acuñaron las primeras series de denarios si no se especifican los talleres responsa-bles, matiz no siempre aclarado por las diferentes propuestas. Incluso la supuesta novedad del fenó-meno es cuestionable, ya que estas producciones también pueden entenderse como las sucesoras delas dracmas de Emporion, que ya habían establecido un modelo productivo y financiero que vincula-ba una ceca local con los romanos (Villaronga 1987).

La expresión en singular «cronología del denario ibérico» sólo tiene sentido si trata de identificar laprimera de las emisiones, que podría corresponder a kese, hipótesis reforzada por la publicación deltesoro del Francolí, que podría llevar sus denarios al primer cuarto del siglo II a.C. (Villaronga 2002b,p. 38-39). En todo caso el taller introdujo el diseño del jinete con palma acompañado por un segun-do caballo, tema que no fue reproducido por ningún otro taller y que otorga una cierta singularidada su producción. Además la ceca quizá sólo funcionó a pleno rendimiento desde mediados del sigloII a.C. (Campo 2002, p. 83). La continuidad entre las dracmas de iltirkesalir y los denarios de iltirta-salirban también parece constituir una prueba de la continuidad del proceso dracma-denario y de laantigüedad de estos últimos (García-Bellido 1993, p. 115).

Los talleres fueron incorporándose a la producción progresivamente, desconociéndose si todos ellosfuncionaron bajo unas mismas directrices y con unos mismos objetivos. La investigación parece haber

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alcanzado un consenso relativo en cuanto a que las primeras emisiones de denarios no fueron ante-riores al 180 a.C. y que hacia el 150 a.C. ya se habrían acuñado en varias de ellas. Estrechar más estemargen parece complicado con los datos disponibles y por el momento no tiene que contribuir aresolver las grandes cuestiones de fondo. Los tesoros serían la única evidencia que aportaría certezasen este sentido, pero desafortunadamente no se conocen conjuntos con moneda romana ocultados enlas décadas clave del siglo II a.C. que sirvan para datar con mayor precisión las diferentes produccio-nes (Villaronga 1995a, p. 53-57). Los conjuntos mixtos son escasos y tardíos, ya que sólo cubren elfinal del siglo II a.C. (Blázquez Cerrato 1987-1988, p. 117-123), por lo que su valor como elementode datación es bastante limitado. El tesoro de Córdoba es quizá el conjunto más antiguo y con mayorrepresentación de talleres ibéricos por lo que el desgaste de sus piezas se utilizó como indicio paraestablecer la antigüedad relativa de las diferentes series (Jenkins 1958).

Crawford –quién más tarde rectificaría– y Knapp llevaron la «institución» del denario ibérico a fechaselevadas, el primero al 197 a.C, tras la creación de las dos provincias (Crawford 1969, p. 82), y elsegundo al período 200-180 a.C, incluyendo las producciones de kese, iltirta, bolskan y quizá la deausesken (Knapp 1977, p. 12). Todas las propuestas posteriores parecen coincidir en los márgenes del180-150 a.C. para situar las primeras emisiones de denarios ibéricos. Algunos defienden la primerade estas fechas (Beltrán 1986, p. 898; Beltrán 1998, p. 112; García-Bellido 1993, p. 115; García-Belli-do & Blázquez 2001, p. 74 y 129-130) o una próxima, como el 175 a.C, sugerida a partir del estudiodel tesoro de Córdoba (Jenkins 1958, p. 58). Hacia una fecha más reciente se decantan las propues-tas de Amorós, del 150 a.C. (1957, p. 62), y Crawford, que tras rectificar su opinión inicial propusolos años 155-154 a.C. (Crawford 1985, p. 95), datación compartida por Campo (2000, p. 62-63). Loacertado de este último planteamiento es considerar estas emisiones formando parte de un contextofinanciero más amplio que también incluye al ejército romano, que comenzó a cobrar indistintamenteen moneda de plata o de bronce a partir del 157 a.C. (Crawford 1985, p. 143-144). El contexto fiscaly militar de estas décadas no contribuye a estrechar los márgenes establecidos con criterios numis-máticos, ofreciendo una datación muy imprecisa entre el 180-133 a.C. (Ñaco & Prieto 1999, p. 197).

Jenkins ya pudo comprobar que los denarios más gastados del tesoro de Córdoba eran induda-blemente los de iltirta y kese, seguidos por los de bolskan, con un desgaste superior al de las res-tantes cecas (Jenkins 1958, p. 59-61). En esta misma línea, los denarios de bolskan presentan undesgaste muy acusado en el tesoro sertoriano de Palenzuela, muy superior incluso al de las seriesantiguas de turiazu (Gozalbes 2009, p. 136 y fig. 95). Bajo todos estos supuestos algunos denariosde bolskan podrían ser anteriores al 150 a.C; quizá no sólo la variante que presenta leyenda curva-da (CNH, p. 211, nº 1). Los denarios de kese, iltirta y ausesken se han llevado a la primera mitad delsiglo II a.C. (Villaronga 1995a, p. 75) junto con los de ikalesken (Villaronga 1988, p. 70). Mediadala centuria pudieron comenzar a emitir talleres suessetanos como sesars o bolskan, seguidos porcecas como karbika, sekaiza, arsaos o turiazu, cuya producción de plata se ha llevado a principios dela segunda mitad del siglo II a.C. (Abascal & Ripollès 2000, p. 32; Gomis 2001, p. 116; FernándezGómez 2009, p. 454; Gozalbes 2009, p. 142 y 185).

La tesis más consistente para defender la antigüedad de algunos talleres se encuentra respaldadapor las monedas aparecidas en los campamentos numantinos (Haeberlin 1929). A pesar de que lamayor parte de los hallazgos está constituida por piezas republicanas, la presencia de moneda indí-gena de bronce es notable, con representación de algunos de los talleres que acuñaron denarioscomo sekaisa, kese, sesars, arsaos, bolskan, sekia, belikiom o baskunes. La distribución de estas piezasen diferentes campamentos anteriores al cerco de Escipión proporciona la referencia más valiosapara establecer un terminus ante quem de algunas emisiones (Jimeno & Martín 1995, 185-187). Adi-cionalmente, el hallazgo de un denario forrado de bolskan en el campamento de Escipión (Roma-

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gosa 1972, p. 93, nº 177) proporciona un indicio de antigüedad relativa, ya que parece gastado ysupuestamente reproduciría un tipo de moneda bien conocido y que gozaba de aceptación.

Pero no sólo el comienzo de las acuñaciones plantea problemas. El final de las mismas se ha rela-cionado con el conflicto sertoriano de forma prácticamente unánime, aunque quizás muchos talle-res ya no acuñaban en esa época, por lo que el planteamiento general resulta engañoso. Jenkinsadvirtió sobre la exageración que suponía defender que el apogeo de las emisiones de bolskancorrespondía a la época de Sertorio (1958, p. 62). No obstante, algunas cecas parecen mostrar indi-cios de un comienzo tardío de sus emisiones, como sucede con sekobirikes, cuyas piezas presentanun peso reducido y están ausentes de algunos tesoros de finales del siglo II a.C, como el de Cór-doba o el de Alagón. No resulta posible encontrar evidencias concluyentes que permitan proponeruna fecha para la última o las últimas emisiones, que posiblemente ya serían escasas en época deSertorio (Ripollès 2000, p. 342). Baste recordar el ejemplo de las emisiones provinciales, donde lostalleres cerraron con Calígula, salvo Ebusus que terminó con una rara emisión con Claudio (RPC482). El estudio de turiazu ha permitido comprobar cómo unas pocas piezas del último grupo dedenarios podrían corresponder a los últimos años del conflicto sertoriano o incluso ser posterioresal mismo, ya que se grabaron con un estilo completamente nuevo (Gozalbes 2009, cat. 633-654).Sin tener en cuenta el posible final de las emisiones, parece haber consenso en situar el apogeo dela producción de plata en la guerras sertorianas, en los años 80-72 a.C. (Burillo 1998, p. 318; Gar-cía-Bellido & Blázquez 2001, p. 130), hipótesis que habría que concretar taller por taller.

Funciones

En este punto tan debatido hay que tener presente que los razonamientos que siguen se refieren úni-camente al destino de la moneda recién acuñada. Por supuesto al hablar de «función» del denario ibé-rico sucede lo mismo que con la cronología, al poder cuestionarse la unicidad del fenómeno. ¿Se debehablar de «función» o de «funciones»? Vista la cantidad de cecas y de emisiones implicadas, con unrecorrido productivo de más de 80 años, ninguna certeza permite defender que su función fueseúnica. Aunque sus funciones pudieron ser muy variadas (Ripollès 1994, p. 133; Otero 1998; Ripollès2000, p. 337) hay que tener presente que, en sentido estricto, sólo el empleo «inicial» de estas mone-das debe entenderse como función, ya que una vez entraron en circulación fueron empleadas sucesi-vamente con múltiples fines o usos, incluyendo pagos estatales y privados. Knapp distinguió entre«use and purpose» (1977, p. 15), ya que, aunque la diferencia de conceptos resulta evidente una vezseñalada, resulta siempre peligroso confundir el propósito o función de una emisión con su uso.

En relación con los «usos» cualquier intento de enumeración corre el peligro de resultar incompleto,incluyendo contextos y destinos muy diversos, como el pago de transacciones importantes, los inter-cambios en mercados, centros mineros, puertos o campamentos, su utilidad para comerciantes ambu-lantes, la compra de botines o de esclavos o el pago de legionarios (Ñaco & Prieto 1999, p. 207).El desarrollo de estos complejos circuitos económicos sin duda se vio favorecido por la llegada decolonos, artesanos y negotiatores, que contribuyeron a la creación de una economía más integrada enHispania (Ripollès 2005, p. 81). Es lógico defender que numerosas transacciones podían efectuarsecon moneda, teniendo en cuenta que en buena parte de la Citerior los denarios ibéricos fueron lasúnicas piezas disponibles para afrontar pagos importantes. Los denarios que se acuñaron en Hispaniadurante cerca de un siglo debieron volver reiteradamente al erario público por vías diversas, de modoque los pagos estatales debieron mezclar con frecuencia los denarios recién acuñados con otros deemisiones previas. Finalmente cabe incluso considerar los usos no económicos de estas piezas, sus-ceptibles de ser empleadas con un fin ritual o religioso (Otero 1998, p. 133-134).

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La práctica totalidad de investigadores descarta que los denarios ibéricos se acuñasen para cumpliruna función comercial, entendiendo que su origen se relaciona con los ingresos y gastos estatales. Enel estado actual de la investigación las candidaturas firmes se reducen a dos, fiscalidad no regular ymantenimiento de los ejércitos. El primer trabajo monográfico dedicado a la cuestión relacionó la apa-rición de los denarios con pagos fiscales y en consecuencia con el pago del ejército, defendiendo tam-bién que las emisiones más recientes pertenecieron a Sertorio (Crawford 1969, p. 83-84). Knapp acer-tó al abordar las emisiones de plata celtibéricas como un fenómeno fronterizo, pero falló al otorgar-les un carácter nativo. No obstante, estableció un patrón útil que relacionaba la acuñación de platacon las regiones próximas a los escenarios bélicos y la desvinculaba de las zonas pacificadas (Beltrán1998, p. 114). Pudieron servir para satisfacer necesidades diversas de los pueblos indígenas como acu-mular riqueza o comprar lealtades entre tribus, al tiempo que fueron usadas para el pago de tropasauxiliares y de obligaciones a los romanos (Knapp 1979, p. 465 y 468). El planteamiento quizá másacertado se produjo cuando Crawford volvió sobre el tema y defendió que los denarios ibéricos habríansido acuñados a instancias de los romanos para convertir los ingresos de las dos provincias en emi-siones monetales que pudieran servir sin otra ayuda para el pago de las tropas romanas (1985, p. 94).El modelo fue compartido por Burnett que incluyó junto a los pagos de soldados romanos aquellosdestinados a los auxiliares (1987, p. 39). Algunos sostienen que los denarios ibéricos se pudieron usarpara pagar sueldos legionarios, aunque no fueron creados con ese objetivo (Ñaco & Prieto 1999,p. 213). De la misma opinión es García-Bellido cuando señala que los denarios ibéricos no se pudie-ron utilizar para pagar las tropas durante las guerras celtibéricas porque no aparecen en Numancia nien tesoros de ese horizonte (García-Bellido 1993, p. 108).

Junto a estas aportaciones se abrió el debate a nivel nacional profundizando en las diferentes pers-pectivas ya planteadas. Tarradell abordó las acuñaciones ibéricas en general como una concesión roma-na dentro de los mecanismos de su política colonial (1986, p. 917). Beltrán estableció cuatro premisasen relación con los denarios ibéricos: no sirvieron para pagos regulares, no se debieron a razonescomerciales, fueron una moneda de frontera y no pudieron ser creados para sufragar la resistencia con-tra Roma (Beltrán 1986, p. 901-902). De acuerdo con Crawford, defendió para el período 195-72 a.C.que su creación se relacionaba con el pago de tropas y de impuestos especiales (Beltrán 1986, p. 906;Beltrán 1998, p. 108-109). A partir de los trabajos de Ñaco, Prieto y Aguilar se cerraron las puertas acualquier intento de relacionar dichas emisiones con una fiscalidad regular que no habría existido conanterioridad al año 133 a.C. (Ñaco & Prieto 1999, p. 235), sin descartar que alguna emisión se desti-nase a pagos extraordinarios o que desempeñase esta función en fechas posteriores (Ñaco 2003, p. 215-221). Las emisiones de plata no tuvieron continuidad ni fueron masivas, lo que sugiere que debieronser impuestas por Roma, aunque podrían haberse originado en pagos puntuales tipo indemnizacionesde guerra, como demostraría la corta emisión de ausesken (Aguilar & Ñaco 1997, p. 84-85). Impuestosy ejército son también asumidos como funciones del denario ibérico en otros trabajos más generales(Domínguez 1998, p. 190; García-Bellido & Blázquez 2001, p. 28). Las exigencias de los pretorespudieron ser determinantes en estas emisiones intermitentes de denarios ibéricos que los conquista-dores demandarían con un peso ajustado al teórico romano (García-Bellido 1993, p. 110).

La participación de auxiliares en el proceso de avance romano durante los siglos II-I a.C. pudo tam-bién hacer necesaria la fabricación de moneda para su financiación. García-Bellido planteó en sumomento que la escasez de fuentes al respecto en los siglos II-I a.C. fue una consecuencia directa delmenor grado de implicación de los pueblos hispanos mientras estuvieron sometidos a Roma (Garcíay Bellido 1963, p. 213-214). El reclutamiento de contingentes auxiliares se realizó a la fuerza, crean-do una obligación que debieron asumir los propios pueblos sometidos que los aportaban, aunque elpanorama pudo no ser tan sencillo como se pretende. Plutarco refiere que cuando en el año 195 a.C.

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Catón se encontraba buscando mercenarios entre los celtíberos, éstos le solicitaron 200 talentos acambio de sus servicios como auxiliares, importe reconocido como elevado, pero según Catón lamejor solución, porque lo acabarían pagando los enemigos o nadie (Cat. 10). En esta noticia llamanpoderosamente la atención dos hechos; que los romanos aceptasen la solicitud de pago de los celtí-beros y la formidable cifra que demandaron.

La función de los denarios de kese se ha relacionado con la financiación de la conquista de Hispaniacomo taller sucesor de Emporion, aunque posiblemente el volumen de emisión no cubriría las nece-sidades del ejército más de un par de años (Villaronga 1983, p. 123). Recientemente se ha defendi-do que la plata de kese no pareció destinarse ni a impuestos ni a grandes empresas bélicas, sino a pagospuntuales que podrían incluir financiación del desarrollo urbano, tropas, vías de comunicación o reor-ganización del territorio (Campo 2002, p. 84). En cualquier caso, los denarios acuñados por cecas delnoreste parecen estar en todos los casos destinados a pagos de carácter puntual (Campo 2000, p. 70).Los denarios de la tercera emisión de sekaisa habrían podido servir para cubrir tributos o para el pagode los auxilia belos que participaron en Numancia (Gomis 2001, p. 106). En el caso de turiazu laenvergadura de la producción fue tan inmensa que resulta obligado vincularla con la administraciónromana y quizá con el mantenimiento de su ejército desde la posición estratégica que ocupaba el taller(Gozalbes 2009, p. 172-173). Si bien las emisiones más modestas pueden relacionarse con indemni-zaciones o pagos puntuales, parece que para las de mayor envergadura únicamente cabe un destinode mayor calado y regular que sólo puede buscarse en el mantenimiento del ejército. Es difícil rela-cionar su extensa producción de denarios con el pago de indemnizaciones, ya que los importes sontan colosales que no parece razonable relacionarlos con deudas de ciudades. Por otra parte, las emi-siones importantes se concentran en unos pocos talleres no mencionados por las fuentes (salvo en elcaso de bolskan, para una época posterior a su apogeo como taller y sin incluir cita alguna relativa asu inmensa producción monetal). Aunque los talleres no se encuentren citados, sorprende tambiénque las fuentes no mencionen ingresos de estas cantidades colosales, cuando otros importes de cuan-tía muy inferior sí se hicieron constar.

Finalmente cabe adoptar una perspectiva teórica e integradora en la que la función pública de lamoneda y su posterior transferencia al ámbito privado se suceden y complementan, formando partede un proceso unitario. En el caso de los denarios ibéricos, cualquier emisión de las ciudades o de lasetnias locales destinada al pago de indemnizaciones al estado romano constituiría una transferenciapública entre estados, de escasa utilidad real hasta que el estado romano no llevase a cabo los perti-nentes pagos en efectivo con dichos denarios. Desde esta perspectiva, el pago de impuestos extraor-dinarios y el mantenimiento de los ejércitos formarían parte del mismo proceso. En relación con lafunción de los denarios resulta de capital importancia considerar los gastos del ejército desde unaperspectiva amplia en la que se valoren no sólo los sueldos legionarios sino todo aquello relacionadocon su mantenimiento. Todo el capítulo de abastecimientos supuso para el estado romano un gastosustancial que, si bien durante la Segunda Guerra Púnica pudo ser costeado desde Roma, a partir delsiglo II a.C. pudo pasar a gestionarse de forma local (Muñiz 1978, p. 246-247).

Una economía de guerra

El descontento de la guarnición de Sucro en la Segunda Guerra Púnica por un retraso en el pago (sti-pendium non datum ad diem), demostraría la existencia de cobros en efectivo en campaña desde el ini-cio de la conquista (Liv. 28, 25, 6). Mucho más tarde Escipión recompensó con siete denarios a cada

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soldado tras la toma de Numancia, según refiere la obra de Plinio (NH 33, 141). ¿Pagó con piezasromanas, ibéricas, o de ambos tipos? Los hallazgos de los campamentos numantinos no permitendefender la abundancia de unas ni de otras ya que, sin considerar los hallazgos de victoriatos, el únicoindicio de la presencia de plata son tres denarios romanos (Haeberlin 1929, nº 1-2 y 194). No apa-reció plata ibérica, pero sí un núcleo de un denario forrado de bolskan en el campamento de Escipióndel 134-133 a.C. (Haeberlin 1929, nº 177). El hecho de que la mayor parte de los hallazgos numan-tinos corresponda a piezas de bronce no cuestiona posibles pagos con plata, ya que la pérdida de estaspiezas resulta menos frecuente. Cuestión diferente es admitir que durante la primera mitad del sigloII a.C. los soldados cobraran en bronce (Crawford 1985, p. 95) y defender que dicha tradición se man-tuvo hasta la llegada de Nobilior en el 153 a.C, ya que para fechas posteriores no supondría un pro-blema admitir la existencia de pagos en plata. En relación con este cambio resulta interesante el frag-mento de Plinio que recuerda que en la paga militar siempre se dio un denario por diez ases (NH 33,45). Desde luego, cobrar en bronce debió suponer un problema de transporte, almacenamiento yseguridad (Wolters 2000-2001, p. 581).

En un contexto de economía de guerra los principales mecanismos de obtención de recursos fiscalesserían las exacciones puntuales, las cláusulas establecidas en los tratados de deditio (Ñaco 2006,p. 104) o los botines que podrían destinarse al pago del ejército (Otero 1998, p. 121). En el año180 a.C. un legado de Fulvio Flaco defendió ante el senado que, debido a los ingresos obtenidos, noera necesario el envío del stipendium desde Roma (Liv. 40, 35, 4), avalando la posibilidad de que enlas primeras décadas de esta centuria se enviase el dinero desde allí (Crawford 1985, p. 95). Este argu-mento no es aceptable en opinión de Ferrer, ya que entraría en contradicción con los datos transmi-tidos por Livio de continuas aportaciones de los pretores (1999, p. 244). Mommsen, en una línea pare-cida, sostuvo que los sueldos militares jamás se extrajeron directamente del tesoro (1894, p. 254). Encualquier caso, los envíos de moneda desde Roma pueden entenderse como una cierta complicaciónque, con el tiempo, pudo hacer deseable la búsqueda de alternativas. Si en Hispania la plata era abun-dante y en Roma se fabricaban denarios, parece más lógico realizar una conversión plata-moneda insitu que complicar el proceso con envíos en ambas direcciones.

Los denarios del siglo II a.C. se acuñaron en la ceca de Roma, salvo alguna notable excepción, como laemisión de Narbo (RRC 282 del 118 a.C.), lo que significa que entre la Segunda Guerra Púnica y elconflicto sertoriano no se realizaron emisiones en ninguno de los territorios conflictivos, aplicando solu-ciones diversas en cada una de las regiones incorporadas (Beltrán 1998). La descentralización de emi-siones durante la Segunda Guerra Púnica o en época de Sila se realizó presumiblemente con la únicaintención de prevenir los peligros derivados del transporte y la oportunidad de hacer el mejor uso posi-ble de los recursos. Una dificultad crucial en este proceso de gestión de caudales fue la incapacidadlegal de los comandantes romanos para acuñar moneda en campaña, algo que debió llevarles a buscarsoluciones no conflictivas. Las emisiones militares de la República plantean problemas de autoridad yaque, en opinión de Crawford, todos los comandantes que acuñaron lo hicieron como respuesta alos deseos del Senado y ni siquiera la Segunda Guerra Púnica proporciona ninguna prueba que per-mita defender que los comandantes tuvieron el derecho de acuñar (Crawford 1974, p. 604). Sin embar-go, el general tenía el derecho y la obligación, por el interés de la misión, de disponer de todos los recur-sos a su alcance (Marquardt 1888, p. 360), como hizo Escipión tras la toma de Carthago Nova cuandopuso a disposición del cuestor el tesoro de guerra para financiar empresas posteriores (Pol. 10, 16-19).

El botín tuvo una importancia de primer orden en la financiación del ejército republicano (Gabba1977, p. 20) e Hispania no fue una excepción a esta regla (González Román 1980). El botín de cam-paña era propiedad exclusiva del Estado y cualquier desvío de estos objetos era considerado un cri-men de peculado (Dig. 48, 13, 15). Una vez repartido, los soldados podían venderlo a los especula-

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dores que acompañaban al ejército, transacción que en el contexto hispano de la Meseta norte debiócobrarse mayoritariamente en denarios ibéricos. El botín debió ser transformado regularmente enplata y, posiblemente, en moneda por los cuestores, entre otras cuestiones, con el objeto de poder lle-var a cabo un reparto equitativo del mismo (Marquardt 1888, p. 359). Existe incluso el término manu-biae, específico para designar el producto de la venta del botín, partida que no habría estado nuncasujeta a un control estatal (Marquardt 1888, p. 362) y quizá una de las operaciones más frecuentesen la rutina hispana del siglo II a.C. Según Aulo Gelio la praeda hacía referencia a los objetos del botín,mientras que manubiae designaba el dinero recogido por el cuestor por la venta del botín (Aulo Gelio13, 25, 26). Aunque Daremberg y Saglio ya plantearon en su momento problemas en relación con elsignificado exacto del término, lo cierto es que la importancia de la venta de los botines pudo ser unasunto de capital importancia en relación con la financiación de las legiones. El hecho de que las cecasno se encuentren en las proximidades de los campamentos de invierno también cuestionaría su posi-ble finalidad para pagos al ejército, que pudieron financiarse inicialmente con los botines de guerra(Ñaco & Prieto 1999, p. 213-214). Precisamente uno de los símbolos que representaba a los cuesto-res era un saco o una caja (Mommsen 1894, p. 230), elemento que fue incluido en algunos diseñosmonetales como la emisión de Aesillas en Macedonia hacia el año 70 a.C.

No obstante los pagos no siempre se podrían efectuar en moneda, por lo que hay que tener presen-te la existencia de otras formas de dinero (Otero 1998, p. 129). Existe una cierta polémica en tornoa si los legionarios recibían parte de su paga en campaña, ya que, por ejemplo, los auxiliares itálicosrecibieron frumentum y stipendium de sus propias ciudades (Ñaco & Prieto 1999, p. 212). Habría inclu-so que considerar la importancia del hospitium militare para mantener la tropa (Ñaco & Prieto 1999,p. 216), como revela el texto de Plutarco donde se señala que en Asia alojaban y pagaban cuatro tetra-dracmas al día a los soldados (Plut., Sull. 25, 2). Apiano aporta un dato muy revelador en relación conuna posible caja de guerra al señalar que los romanos guardaban su dinero en Ocilis (Iber. 47). El textoprecisa que los romanos perdieron su dinero ( ) cuando la ciudad se pasó a los celtíberos,dando a entender que la custodia del mismo estaba en manos de los habitantes de Ocilis.

Metrología y plata

Los tesoros de la Segunda Guerra Púnica permiten comprobar cómo monedas de variados orígenesse mezclaron fácilmente con recortes de plata en bruto y trabajada, siendo valoradas por su conteni-do metálico y cuestionando la utilidad de los diferentes patrones metrológicos de origen, integradosen un circulante carente por completo de homogeneidad. Los romanos disponían de moneda de cuen-ta, pero incluso para ellos la abundancia de plata era una novedad y el material en circulación debióser susceptible de valoraciones diversas. Es de suponer que la plata debió convertirse para todos enun referente, aunque desde luego es completamente desconocida la forma en que la contabilizabanlos pueblos ibéricos. La verdadera formalización de los circuitos monetarios sólo pudo producirsedécadas más tarde cuando todas estas piezas habían desaparecido de la circulación.

Crawford expresó con claridad el contexto en torno al cual fue instituido el denario ibérico, «the asso-ciation of Roman and Emporitan coinage during the Second Punic War clearly underlay the form inwhich the Iberian denarius coinage was created» (1985, p. 97). La metrología adoptada para las emi-siones de plata fue sin duda parte esencial de un proceso en el que las interacciones fueron múltiples.El hecho más determinante a la hora de llamar denarios a estas emisiones locales fue precisamente suajuste al peso teórico del denario romano que, a pesar de comenzar su andadura con una talla teóri-

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ca de 84 piezas por libra (4,5 g), fue rápidamente rebajado a un patrón de 72 piezas hacia el 211 a.C,equivalente a 3,86 g (Crawford 1974, p. 594-595). Pronto fue fácil comprobar que la gran mayoría depiezas ibéricas ofrecían un ajuste más que razonable a este patrón. No obstante, la metrología de losdenarios locales no siempre fue la misma. Algunas emisiones ofrecen unos promedios ligeramentesuperiores a la media, mientras que otras se encuentran algo por debajo de esa referencia teórica.Desde esta perspectiva, la metrología de los denarios ibéricos se ha utilizado como un indicador fia-ble de su antigüedad relativa (Villaronga 1995a, p. 35-38), circunstancia verificada en el taller deturiazu, cuya primera serie ofrece un promedio de 4,06 g a partir de los dos únicos ejemplares conpeso conocido (Gozalbes 2009, p. 185). Pero también el promedio de este taller descendió al final desu producción hasta los 3,32 g (64 ejemplares), posiblemente el peso más bajo de todas las series dedenarios ibéricos. La rebaja debe obedecer a una escasez de plata o a una necesidad de aumentar elrendimiento en su producción. En este punto es necesario defender que estas piezas, posiblementerelacionadas con el conflicto sertoriano, no podían ser normalmente intercambiadas por otras que, encondiciones normales, pesaban medio gramo más. Algún trabajo ha sugerido un patrón metrológicolocal para el denario (nummus) que continuaría la tradición de las dracmas locales, ya que su peso nocoincidiría con aquel de los denarios romanos (García-Bellido & Blázquez 2001, p. 97-99).

El patrón emporitano muestra una evolución acorde a la que sufrieron los denarios romanos. Tambiénlas dracmas de imitación reprodujeron la metrología de su prototipo, ofreciendo un promedio de4,56 g que se ajusta tanto al peso de las dracmas con Pegaso de 4,67 g como a las de cabeza modifica-da de 4,62 g (Villaronga 1998, p. 56). Pero las dracmas emporitanas del siglo II a.C. redujeron su pesohasta los 4,14 g, cambio que permite relacionarlas con los denarios romanos (Villaronga 2002a, p. 108).Desde esta perspectiva de contagios metrológicos algunos denarios ibéricos revelan continuidad res-pecto a este último patrón emporitano, tal y como demuestran turiazu con los 4,06 g de sus primerosdenarios, bolskan con 3,98 g (CNH 1), arekorata con 4,01 g (Otero 2002, p. 161) o karbika con 3,98 g(Abascal & Ripollès 2000, p. 28). La secuencia dracmas pesadas - dracmas ligeras - denarios pesados -denarios ligeros parece ofrecer una cierta solución de continuidad, aproximando los valores de piezasque en la práctica se mezclaron en tesoros de finales del siglo II a.C. Todo apunta a hacer equiparable elvalor de estas emisiones en plata, hecho trascendente que otorga a los denarios ibéricos una labor decontinuidad respecto al papel jugado por las dracmas emporitanas durante los siglos III-II a.C. Crawfordya planteó la posibilidad de que el peso elevado de algunos denarios pudiera deberse a que copiabanpiezas pesadas que quedaban en circulación tras la guerra (Crawford 1985, p. 93). Es difícil saber comoresponderían los usuarios ante estas diferencias de peso, que pudieron llegar a ser menores entre algu-nas dracmas y denarios que entre denarios de un mismo taller como turiazu, que presenta una reduc-ción de peso muy acusada al final de su producción. El proceso se revela como integrador al englobarpiezas romanas, emporitanas e ibéricas, al tiempo que complejo, prolongado y con desviaciones puntua-les del supuesto patrón, así como sujeto a las matizaciones subjetivas por parte de los usuarios de todasaquellas piezas.

Resta por valorar la incidencia de la composición metálica de los denarios en su valoración, y aquí,posiblemente, las piezas ibéricas ofrecían una ventaja añadida a la administración romana. Los aná-lisis publicados ofrecen unos resultados muy erráticos, como ya se pudo comprobar en la síntesisde Serafin (1988). Otros trabajos más recientes han confirmado porcentajes de plata que oscilanen torno al 87-97% en bolskan (Domínguez 2003, p. 62) y al 85-95% en turiazu (Gozalbes 2009,p. 127), mientras talleres como sekobirikes o baskunes, con un menor número de análisis, ofrecen unaimpresión similar (Hollstein 2000, p. 166). Algunos ejemplares que fueron objeto de análisis en dospuntos diferentes ofrecen porcentajes dispares en ambas muestras, posible evidencia de una alea-ción irregularmente preparada. De estos resultados tan variables se deduce que los talleres pudie-

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ron recurrir a plata de orígenes variados, poniendo el punto de mira en la posibilidad de que partede los botines, donde se mezclaría plata de diversos orígenes y calidades, se emplease en últimainstancia para acuñar moneda. En las primeras fases de este proceso es imposible encontrar reacu-ñaciones que confirmen reutilizaciones del botín porque posiblemente la mayor parte de las piezasretiradas no resultaban adecuadas como cospeles para los nuevos denarios. Sin embargo, más ade-lante, esta práctica de las reacuñaciones pudo llevarse a cabo puntualmente (Gozalbes 2009, fig. 101),ya que la masa monetaria era mucho más homogénea, permitiendo estos reaprovechamientos.En relación con el aprovisionamiento de metal resulta también de capital importancia tener pre-sente que el propio territorio celtibérico pudo proporcionar desde sus explotaciones mineras unacantidad respetable de plata que pudo alcanzar las 4.000 toneladas (Sanz 2003, p. 43), permitien-do asumir holgadamente producciones como la de turiazu, estimada en algo más de 40 toneladas(Gozalbes 2009, p. 163), o la de cualquiera de los restantes talleres que acuñaron denarios.

La cuestión de fondo en este asunto es que la calidad metálica de estas piezas locales resultaba infe-rior a la de las piezas romanas, reportando un beneficio objetivo a la administración romana, quepodía pagar lo mismo con menos plata. De forma similar, la naturaleza de los victoriatos continúa sien-do incierta, planteando dudas en cuanto al origen de su plata y su aleación que, según publicaciones,ha oscilado entre un 65 y un 80% (Burnett 2000, p. 108-111). De lo que no cabe duda es que losdenarios romanos muestran una gran uniformidad durante unas décadas en la que la producción fuemasiva, con un promedio de plata situado en el 97% para los denarios anteriores al conflicto serto-riano (Walker 1980, p. 160-165; Hollstein 2000, p. 115). La inferior calidad de los denarios ibéricosquizás también contribuya a explicar por qué nunca se extrajeron de Hispania.

La acuñación de quinarios es un fenómeno que también reviste considerable interés en relación contodo ello. Sólo kese, iltirta, sesars y turiazu acuñaron esta denominación, y todas ellas afrontaron suproducción con un planteamiento próximo, al realizar emisiones con 1 ó 2 cuños posiblemente paraacuñar una cantidad de plata preestablecida siempre en términos muy similares. Es cierto que turia-zu fue más prolífica que el resto en cuanto a emisiones, pero también internamente todas ellas man-tuvieron un volumen de emisión parecido. Parece razonable defender que producciones tan cortasobedecieron a una necesidad más que a una oportunidad, pudiendo resultar útiles al aportar mayorflexibilidad en los pagos y adicionalmente facilitar el transporte y el almacenamiento.

La tipología como evidencia complementaria

La tipología juega un papel complementario en la caracterización de los denarios ibéricos. Sus diseñosincluyeron siempre una cabeza masculina en el anverso y diferentes variantes en el reverso de un jine-te con palma, espada, hoz de guerra o, en la mayor parte de los casos, lanza. A ellos hay que añadir lasingularidad de kese y de ikalesken, que emplearon para sus reversos diferentes jinetes acompañadospor un segundo caballo. Tipológicamente los denarios ibéricos no guardan parecido con sus semejan-tes romanos salvo por cuestiones de detalle, aunque incluso el diseño de jinete lancero podría enten-derse como un tema provincial romano (Paz & Ortiz 2007). Otros vínculos serían la posible conexiónentre el diseño de los Dioscuros y las emisiones del jinete con palma, teoría que ya no cuenta con segui-dores. Los quinarios de turiazu son reveladores al contribuir con dos tipos originales que remiten a lacultura romana, pero que al tiempo conservan un aire indígena. Una emisión copió el retrato de Marteempleado en una emisión de denarios del 103 a.C. (CNH 16) y otra representó un jinete con coronaconduciendo un segundo caballo (CNH 19). El primero de estos tipos bastaría por sí sólo para demos-trar que la ceca funcionaba bajo control romano. El hecho de elegir este valor inferior y realizar una

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emisión modesta podría demostrar la sutileza romana al integrar elementos de ambas culturas, perorelegando los propios a un segundo plano. El segundo tipo, sin ser particularmente llamativo, albergala particularidad de presentar un jinete con corona, elemento de raigambre clásica con una fuerte con-notación simbólica, que los romanos convirtieron en un distintivo de su producción en Grecia, quizácomo símbolo del sistema monetario al que pertenecían las emisiones (Giovannini 1982, p. 177).

Es cierto que la copia de tipos o la integración de elementos ajenos no tienen por qué constituir unaprueba del control romano, como señaló Knapp en referencia a la posible copia del modelo de losDioscuros, pudiendo haber funcionado el modelo de copia a partir de un prototipo que pudo ser bols-kan (Knapp 1979, p. 467). La difusión de una tipología adaptada a los gustos locales pudo formarparte de una estrategia establecida por Roma de lograr una amplia aceptación del circulante en laszonas más conflictivas. Sin entrar en la elección de motivos, la homogeneidad de los diseños tambiénse ha explicado como una evidencia de la intervención romana (Burnett 1987, p. 39). Y aunque noson objeto de este trabajo, los símbolos de algunas emisiones de bronce hacen referencia a unambiente romano que puede entenderse como una evidencia de su participación en el proceso emi-sor. No obstante en cuestiones de diseños los romanos parece que tuvieron pocos prejuicios, tal ycomo demostraron durante la Segunda Guerra Púnica. La inclusión en talleres como kese de marcasde valor al modo romano, utilizando puntos o símbolos de emisión de su repertorio (Campo 2002,p. 79), permite establecer un vínculo con los conquistadores que, con mayor motivo si cabe, debiótambién afectar a producciones de plata.

El valor de los hallazgos monetarios

La evidencia más concluyente de los contextos arqueológicos de la Meseta Norte es la escasez demoneda republicana. Ases y denarios llegaron con facilidad a la costa mediterránea y Andalucía, peroestán ausentes en tierras interiores, especialmente en aquellas relacionadas con los conflictos del sigloII a.C. y la primera mitad del siglo I a.C. En la primera mitad del siglo II a.C. el circulante estaba bási-camente formado por bronces (Burnett 1987, p. 39) y los hallazgos de los campamentos numantinosno contradicen esta teoría, con presencia de muchos bronces romanos y algunas emisiones localesque, al fin y al cabo, fueron la moneda que manejaron las legiones antes del 133 a.C. El repaso de loshallazgos numismáticos de la circunvalación de Numancia (Jimeno & Martín 1995, p. 185-187) ponede manifiesto el destacado papel que jugaban las monedas ibéricas en unas fechas en las que todavíano habían comenzado la mayor parte de las emisiones. Si en este contexto ya eran comunes las emi-siones ibéricas, cuando posteriormente se acuñaron en grandes cantidades su protagonismo debióaumentar significativamente. Los campamentos numantinos demostrarían la existencia de envíos pun-tuales o concentrados de numerario en una época en la que quizá la moneda ibérica no era abun-dante, demostrando que el ejército romano cobraba en moneda de bronce propia, nutriéndose de unaprovisionamiento puntual (García-Bellido & Blázquez 2001, p. 130).

Las fronteras de la Citerior no fueron estáticas. Los romanos avanzaron progresivamente desde la costamediterránea hacia el interior y es un hecho incontestable que sus denarios fueron prácticamente ine-xistentes en la Meseta Norte, territorio reservado para la circulación de los denarios ibéricos. Knapp yapercibió que en la Celtiberia no aparecían denarios romanos, a pesar de que sólo lo constató para losmomentos iniciales de la conquista, cuando las evidencias de moneda en circulación son prácticamen-te inexistentes (1977, p. 7-8). Esta inexistencia de hallazgos hasta finales del siglo II a.C. llevó a Craw-ford a señalar que era improbable que las tropas romanas sirviendo en Hispania fueran pagadas con

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denarios, porque no se puede defender que, estando en circulación, ni se atesorasen ni se perdiesen(Crawford 1985, p. 91). Villaronga también constató que en Celtiberia y Aragón solo circularon dena-rios ibéricos y que por Cataluña no circuló el denario ibérico no catalán (Villaronga 1995a, p. 48 y 80).

Una recopilación de todos los tesoros de la Meseta Norte formados por denarios ibéricos, junto conaquellos con denarios romanos que sugieren fechas de cierre entre el 133 a.C. y el 44 a.C, no deja lugara dudas sobre el panorama monetario de la conquista; las cantidades de denarios romanos en estosconjuntos son irrisorias y la realidad es que tampoco se conoce en la zona ningún tesoro formadoexclusivamente por denarios romanos, resultando incluso difícil hablar de tesoros mixtos con propie-dad (fig. 4). El panorama prueba que los denarios republicanos no alcanzaron el interior de la MesetaNorte, es decir, que la moneda de los conquistadores no los acompañó en sus numerosas campañas delinterior. El tesoro de Palenzuela constituye un excelente ejemplo de la realidad de los denarios roma-nos en estos territorios; es necesario un conjunto como éste, con más de 2.400 piezas, para que apa-rezca una cierta cantidad de piezas importadas de Roma, aunque las 16 piezas de este conjunto tan sólorepresentan un 0,6% del total. Parece existir una frontera natural formada por los cauces de los ríosGállego y Jalón que los denarios romanos no traspasaron. Sin embargo se ha constatado que desde lasegunda mitad del siglo II a.C. llegaban con normalidad a la península Ibérica, ya que circularon y seatesoraron en zonas como las costas catalana o valenciana (Ripollès 1984) y el valle del Guadalquivir(Chaves 1996, p. 574). Estos últimos hallazgos podrían explicarse por su llegada en un contexto pri-vado (Crawford 1985, p. 97) o como consecuencia de haber acompañado a licenciamientos, coloniza-ciones o asentamientos de veteranos (Chaves 1996, p. 573). Lo cierto es que moneda ibérica/celtibé-rica y romana únicamente se mezclaron en alguna medida en el bajo Ebro y una parte de la Ulterior.

Resulta extraño que sólo se conozca un tesoro de los años centrales del siglo II a.C. y que además seade victoriatos (Haeberlin 1929, 237-238), aunque este conjunto debió llegar a Hispania ya formado.No se explica bien que en un contexto de enfrentamientos continuos no aparezca algún tesoro aisla-do más, circunstancia que daría a entender que no se atesoraba moneda, a pesar de los que aboganpor relacionar con luchas previas a Sertorio algunos de los conjuntos de denarios ibéricos en funciónde su composición (Jenkins 1958, p. 62). En la Meseta Norte no se documentan tesoros formadosexclusivamente por moneda romana correspondientes al conflicto sertoriano (Marcos 1999, p. 103,fig. 2). Si los denarios ibéricos que venían circulando desde finales del siglo II a.C. dejaron de acu-ñarse tras el conflicto, debemos suponer que durante el mismo ya se habían fabricado en cantidadessuficientes como para conformar la más amplia masa monetaria de este tipo de moneda. La cantidadde denarios en circulación en el período 80-72 a.C. debía ser suficientemente amplia como para pagartropas sin necesidad de acuñar moneda, aunque en la práctica se realizasen algunas emisiones. Otroproblema que afecta a estos años es que las zonas implicadas en el conflicto no siempre ofrecen unregistro monetal que respalde los movimientos de tropas; ni las legiones que lucharon en la MesetaNorte durante el siglo II a.C, ni las tropas sertorianas en la costa mediterránea han dejado huella sig-nificativa de los denarios romanos e ibéricos que, respectivamente, se supone percibieron por sus ser-vicios. En el caso de Sertorio se puede objetar que su presencia fue breve, pero no fue así en el pro-ceso de conquista de los pueblos del interior.

En relación con la circulación y los hallazgos, existe un importante problema para las emisionesde plata, ¿desde qué lugar se distribuyeron las piezas? De haber mediado un transporte o entre-ga importante tras su acuñación, como el que podría producirse al pagar una indemnización alos romanos, se pondría en cuestión la utilidad de los mapas de dispersión de denarios para lalocalización de talleres. Sin considerar esta posible distorsión, se aprecian algunas diferenciasen los patrones de dispersión de los denarios, aunque la tendencia más clara de circulación es

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Figura 4. Tesoros del período 133-44 a.C. Las cantidades de denarios romanos e ibéricos se presentan por separado, indi-cándose en cursiva cuando son aproximadas, mientras que las cruces hacen referencia al desconocimiento del tamaño dealgunos conjuntos.

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hacia el interior de la Península. Mientras los denarios de turiazu se dirigieron preferentemen-te hacia el oeste del taller, los de bolskan parecen ofrecer el patrón opuesto, con una clara ten-dencia a desplazarse hacia el este (Domínguez 1991, p. 203), territorio casi completamente iné-dito para las piezas de turiazu (Gozalbes 2009, fig. 71). En el caso de los talleres de arsaos ysekobirikes se aprecia un comportamiento similar al de turiazu con la limitación que supone eldesconocimiento de su localización precisa (Fernández Gómez 2009, p. 479, fig. 4 y 5; García-Bellido 1994, p. 250, fig. 8).

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