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Preocuparse demasiado por los demás: la maldición de las clases trabajadoras ¿Por qué la lógica de la austeridad ha sido aceptada por todo el mundo? Porque la solidaridad ha llegado a verse como una lacra. Un artículo de David Graeber . “Lo que no puedo entender es por qué la gente no está agitando las calles”. De vez en cuando escucho decir esto a personas de entornos sociales ricos y poderosos. Existe una especie de incredulidad. “Al fin y al cabo”, parece leerse entre líneas, “gritamos indignados cuando alguien osa amenazar nuestras exenciones fiscales; si alguien me impidiera obtener comida o un techo, seguro que estaría quemando bancos y asaltando el Parlamento. ¿Qué le pasa a esta gente?” Es una buena pregunta. Cabría esperar que un gobierno que ha infligido un sufrimiento tal sobre aquellos que menos recursos tienen para resistir, sin ni siquiera haber mejorado la economía, se encontrase en riesgo de suicidio político. Y, sin embargo, la lógica de la austeridad ha sido aceptada por casi todo el mundo. ¿Por qué? ¿Por qué los políticos que auguran un continuo sufrimiento logran el consentimiento general de la clase trabajadora, e incluso su apoyo? Creo que la propia incredulidad que he mencionado al inicio nos ofrece una respuesta parcial. La gente de clase trabajadora puede ser, como tanto insisten en recordarnos, menos meticulosa con los asuntos de leyes y de propiedad privada que sus “superiores”, pero también son mucho menos egocéntricos. Se preocupan más por sus amigos, sus familiares y su comunidad. En su conjunto, al menos, son esencialmente más amables. En cierta medida, esto parece reflejar una ley sociológica universal. Las feministas llevan mucho tiempo señalando que los que están en el nivel inferior de cualquier acuerdo social no igualitario tienden a pensar más en los que están arriba –y por lo tanto a preocuparse más por ellos– de lo que los de arriba piensan o se preocupan por los de abajo. Las mujeres de cualquier procedencia tienden a pensar más en las vidas de los hombres, y a saber más de ellas, que los hombres respecto a las mujeres. De igual manera, los negros saben más sobre los blancos, los empleados sobre los jefes y los pobres sobre los ricos. Al ser criaturas empáticas, los humanos traducen el conocimiento en compasión. Los ricos y poderosos, mientras tanto, pueden permanecer ajenos e indiferentes, porque ellos se lo pueden permitir. Numerosos estudios psicológicos recientes lo han confirmado. Los nacidos en familias de clase trabajadora siempre puntúan mucho mejor en las pruebas de estimación de los sentimientos ajenos que los vástagos de las clases adineradas o profesionales. En cierto modo, no es nada sorprendente. A fin de cuentas, esto es lo que, en gran medida, significa ser “poderoso”: no tener que prestar mucha atención a lo que piensan y sienten quienes les rodean. Los poderosos emplean a otros para que lo hagan por ellos. ¿Y a quién emplean? Principalmente, a los hijos de las clases trabajadoras. Aquí creo que tendemos a estar tan cegados por una obsesión (una idealización romántica, me atrevería a decir) con el trabajo de fábrica como paradigma de “trabajo real”, que hemos olvidado a qué se dedica la mayor parte de la mano de obra en realidad.

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Preocuparse demasiado por los dems: la maldicin de las clases trabajadorasPor qu la lgica de la austeridad ha sido aceptada por todo el mundo? Porque la solidaridad ha llegado a verse como una lacra. Un artculo deDavid Graeber.Lo que no puedo entender es por qu la gente no est agitando las calles. De vez en cuando escucho decir esto a personas de entornos sociales ricos y poderosos. Existe una especie de incredulidad. Al fin y al cabo, parece leerse entre lneas, gritamos indignados cuando alguien osa amenazar nuestras exenciones fiscales; si alguien me impidiera obtener comida o un techo, seguro que estara quemando bancos y asaltando el Parlamento. Qu le pasa a esta gente?Es una buena pregunta. Cabra esperar que un gobierno que ha infligido un sufrimiento tal sobre aquellos que menos recursos tienen para resistir, sin ni siquiera haber mejorado la economa, se encontrase en riesgo de suicidio poltico. Y, sin embargo, la lgica de la austeridad ha sido aceptada por casi todo el mundo. Por qu? Por qu los polticos que auguran un continuo sufrimiento logran el consentimiento general de la clase trabajadora, e incluso su apoyo?Creo que la propia incredulidad que he mencionado al inicio nos ofrece una respuesta parcial. La gente de clase trabajadora puede ser, como tanto insisten en recordarnos, menos meticulosa con los asuntos de leyes y de propiedad privada que sus superiores, pero tambin son mucho menos egocntricos. Se preocupan ms por sus amigos, sus familiares y su comunidad. En su conjunto, al menos, son esencialmente ms amables.En cierta medida, esto parece reflejar una ley sociolgica universal. Las feministas llevan mucho tiempo sealando que los que estn en el nivel inferior de cualquier acuerdo social no igualitario tienden a pensar ms en los que estn arriba y por lo tanto a preocuparse ms por ellos de lo que los de arriba piensan o se preocupan por los de abajo. Las mujeres de cualquier procedencia tienden a pensar ms en las vidas de los hombres, y a saber ms de ellas, que los hombres respecto a las mujeres. De igual manera, los negros saben ms sobre los blancos, los empleados sobre los jefes y los pobres sobre los ricos.Al ser criaturas empticas, los humanos traducen el conocimiento en compasin. Los ricos y poderosos, mientras tanto, pueden permanecer ajenos e indiferentes, porque ellos se lo pueden permitir. Numerosos estudios psicolgicos recientes lo han confirmado. Los nacidos en familias de clase trabajadora siempre puntan mucho mejor en las pruebas de estimacin de los sentimientos ajenos que los vstagos de las clases adineradas o profesionales. En cierto modo, no es nada sorprendente. A fin de cuentas, esto es lo que, en gran medida, significa ser poderoso: no tener que prestar mucha atencin a lo que piensan y sienten quienes les rodean. Los poderosos emplean a otros para que lo hagan por ellos.Y a quin emplean? Principalmente, a los hijos de las clases trabajadoras. Aqu creo que tendemos a estar tan cegados por una obsesin (una idealizacin romntica, me atrevera a decir) con el trabajo de fbrica como paradigma de trabajo real, que hemos olvidado a qu se dedica la mayor parte de la mano de obra en realidad.Al ser criaturas empticas, los humanos traducen el conocimiento en compasin. Los ricos y poderosos, mientras tanto, pueden permanecer ajenos e indiferentes, porque ellos se lo pueden permitir. Numerosos estudios psicolgicos recientes lo han confirmado.Incluso en los tiempos de Karl Marx o de Charles Dickens, los barrios obreros albergaban muchas ms criadas, limpiabotas, basureros, cocineros, enfermeras, conductores, profesores de escuela, prostitutas y vendedores ambulantes que obreros en las minas de carbn, en las plantas textiles o en las fundiciones de hierro. Y esa diferencia es an mayor hoy en da. Lo que consideramos como trabajo arquetpicamente femenino cuidar de personas, velar por sus deseos y necesidades, explicar, reconfortar, anticipar lo que el jefe quiere o est pensando, por no mencionar el cuidado, la supervisin y el mantenimiento de plantas, animales, mquinas y otros objetos representa una proporcin mucho mayor del trabajo realizado por las personas de clase obrera que martillear, tallar, cargar o cultivar.Esto es as no solo porque la mayora de las personas de clase trabajadora son mujeres (ya que las mujeres son mayora en el conjunto de la poblacin), sino porque tenemos una visin distorsionada incluso de lo que hacen los hombres. Tal y como los huelguistas del metro han tenido que explicar recientemente a los usuarios indignados, los revisores no solo se dedican a comprobar billetes: de hecho, pasan la mayor parte de su tiempo explicando cosas, arreglando problemas, buscando a nios perdidos y cuidando de ancianos, enfermos y desorientados.Pensndolo bien, acaso no es ese el sentido fundamental de la vida? Los seres humanos son proyectos de creacin mutua. La mayora del trabajo que realizamos, lo hacemos los unos para los otros; solo que las clases trabajadoras hacen una parte desproporcionada. Son las clases compasivas, y siempre lo han sido. Pero la incesante demonizacin dirigida a los pobres por aquellos que se benefician de ese trabajo compasivo dificulta reconocerlo en un foro pblico como ste.Como hijo de una familia de clase trabajadora, puedo dar fe de que esto es lo que, de hecho, nos enorgulleca. Se nos deca constantemente que el trabajo es una virtud en s misma forma el carcter o algo as pero nadie se lo crea. A muchos de nosotros nos pareca que el trabajo deba evitarse ms bien, a menos que beneficiara a los dems. Del trabajo que s lo haca, ya fuera construir puentes o vaciar orinales, podas estar merecidamente orgulloso. Y haba algo ms de lo que estbamos sin duda orgullosos: ramos de esa clase de personas que cuidan las unas de las otras. Eso era lo que nos diferenciaba de los ricos, quienes, segn percibamos la mayora, apenas se molestaban en cuidar de sus propios hijos muchas veces.Existe una razn por la cual la mayor virtud burguesa es el ahorro y la mayor virtud de la clase trabajadora es la solidaridad. Sin embargo, sta es precisamente la soga de la cual est suspendida esa clase en la actualidad. Hubo un tiempo en el que preocuparse por la comunidad propia significaba luchar por la clase trabajadora en su conjunto. En aquellos aos, solamos hablar de progreso social. Hoy, estamos viendo los efectos de una guerra implacable contra la idea misma de la poltica obrera o de la comunidad obrera. Esto ha dejado a la mayora de los trabajadores con pocos medios para expresar esa preocupacin por los dems, salvo dirigirla hacia alguna abstraccin artificial: nuestros nietos o la nacin, ya sea a travs del patrioterismo o de llamamientos al sacrificio colectivo.Como resultado, todo se ha vuelto del revs. Generaciones de manipulacin poltica han convertido finalmente ese sentido de solidaridad en una lacra. Nuestra compasin por los dems ha sido utilizada como arma contra nosotros. Y probablemente seguir siendo as hasta que la izquierda, que dice hablar en nombre de los trabajadores, empiece a pensar seria y estratgicamente en qu constituye, en realidad, la mayor parte de la actividad laboral y qu virtudes ven en ese trabajo aquellos que lo realizan.

El dinero que la banca crea de la nada

La banca privada puede crear dinero de la nada. En esencia, ese es el mensaje de unas declaracionesrecientes del Banco de Inglaterra quetiran por los suelos los fundamentos tericos de la austeridad. An as, y,como explica Susana Belmonte en suwebno estamos ante nada nuevo. Numerosos pensadores independientes como la recin fallecida Margrit Kennedy, Bernard Lietaer, Ellen Brown oThomas Grecollevan dcadas denuncindolo. En el siguiente artculo, firmado porDavid Graebery originalmentepublicado en The Guardian, Graeber hace un anlisis tan breve como impactante sobre el significado de esta admisin.

Entender esto es lo que nos permite seguir hablando sobre el dinero como si fuera un recurso limitado como la bauxita o el petrleo; nos permite decir que no hay suficiente dinero para invertir en programas sociales, nos permite hablar de la inmortalidad de la deuda pblica o decir que el gasto pblico desplaza al sector privado. Lo que ha admitido el Banco de Inglaterra esta semana es que nada de esto es cierto.Se dice que ya en los aos 30 Henry Ford coment que era bueno que la mayora de los americanos no supiesen cmo funcionan realmente los bancos porque de saberlo estallara una revolucin antes de maana por la maana.La semana pasada ocurri algo excepcional. El Banco de Inglaterra destap la liebre. En un artculo llamado La creacin de moneda en la economa moderna tres economistas de la Direccin de Anlisis Monetario del Banco Central declararon abiertamente que las suposiciones ms comunes sobre cmo funcionan los bancos son sencillamente falsas. Y que las posturas heterodoxas y un tanto populistas como las asociadas por lo general a grupos como Occupy Wall Street estn en lo cierto. De esta forma, tiraron por tierra todos los fundamentos tericos en los que se basa la austeridad.Para hacernos una idea de lo radical que es la nueva postura del Banco, tengamos en cuenta la visin comn que contina sirviendo de base a todo debate respetable sobre polticas pblicas. La gente mete su dinero en bancos y los bancos prestan dicho dinero con intereses (tanto a clientes como a empresarios que quieran invertirlo en un negocio rentable). Es cierto que el sistema de reserva fraccionaria permite a los bancos prestar considerablemente ms de lo que poseen como tambin es cierto que si los ahorros no son suficientes, los bancos privados pueden pedir ms prstamos al Banco Central.El Banco Central puede emitir tanta moneda como desee aunque se cuide de no hacerlo demasiado. De hecho, se nos suele decir que este es el motivo principal por el que los bancos centrales existen. Si los mismos gobiernos pudieran imprimir moneda, seguramente emitiran demasiada, lo que podra desembocar en una inflacin que llevara la economa al caos. Instituciones como el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal de Estados Unidos se crearon para regular con cuidado la masa monetaria y evitar la inflacin. Esta es la razn por la que tienen prohibido financiar directamente a los gobiernos, por ejemplo, comprando letras del tesoro, y sin embargo s pueden financiar la actividad econmica privada en la que el gobierno apenas aplica impuestos.Entender esto es lo que nos permite seguir hablando sobre el dinero como si fuera un recurso limitado como la bauxita o el petrleo; nos permite decir que no hay suficiente dinero para invertir en programas sociales, nos permite hablar de la inmortalidad de la deuda pblica o decir que el gasto pblico desplaza al sector privado. Lo que ha admitido el Banco de Inglaterra esta semana es que nada de esto es cierto. Por citar el resumen preliminar: Ms que recibir los depsitos que las familias ahorran y volver a prestarlos, los prstamos bancarios crean depsitosNormalmente el Banco Central ni fija la cantidad de dinero que debe circular, ni su dinero se multiplica para crear ms crditos o depsitos.En otras palabras, lo que sabemos no solo es falso sino precisamente todo lo contrario. Cuando los bancos prestan crditos estn creando dinero. Esto es porque el dinero es simplemente un pagar. El papel del Banco Central es presidir un orden legal que garantiza de forma efectiva que los bancos tengan la exclusividad a la hora de emitir pagars de determinado tipo. Dichos pagars son los que el gobierno reconoce como oferta legal y acepta de buen gusto recibirlos de vuelta en forma de impuestos. En realidad, no hay ningn lmite a la cantidad que un banco podra emitir mientras siga encontrando a alguien a quien darle un prstamo. Nunca se van a quedar cortos de dinero por la simple razn de que, por lo general, los prestatarios no cogen dicho dinero y lo meten debajo del colchn. En ltima instancia todo el dinero que un banco presta acabar de nuevo en otro banco. Por tanto, para el conjunto del sistema bancario, cada prstamo se convierte en otro depsito. Y lo que es ms, en cuanto un banco necesita adquirir fondos del Banco Central, puede pedir prestados todos los que quiera ya que este ltimo, en definitiva, no determina la cantidad de dinero sino el inters, el precio del dinero. Desde comienzos de la recesin, los bancos centrales de Estados Unidos e Inglaterra han reducido el coste a prcticamente cero. De hecho, con la facilitacin cuantitativa lo que han estado haciendo es inyectar todo el dinero posible en los bancos sin producir efecto inflacionario alguno.Lo que esto significa es que el lmite real de moneda en circulacin no est determinado por cunto quiera prestar el Banco Central sino por cunto quieran tomar prestado gobierno, empresas y ciudadanos de a pie. La clave de todo esto est en el gasto pblico (el artculo admite, si se lee atentamente, que el Banco Central financia al gobierno). Por tanto, no cabe lugar para decir que la inversin pblica desplaza a la inversin privada. De hecho, es justamente al revs.Por qu el Banco de Inglaterra ha admitido todo esto de pronto? Una razn es que se trata de una verdad muy obvia. El trabajo del Banco es precisamente el de dirigir este sistema y ltimamente no ha funcionado demasiado bien. Es posible que el Banco haya decidido que seguir manteniendo la versin de cuento de hadas de la economa, que ha resultado muy conveniente para los ricos, se haya convertido en un lujo que ya no se puede permitir.Sin embargo, esto supone un gran riesgo en trminos polticos. Pensemos en qu pasara si los titulares de hipotecas se dieran cuenta de que el dinero que el banco les ha prestado no es aquello que un pensionista ahorrador ha juntado durante toda su vida, sino algo que el banco invent por arte de magia gracias al dinero que nosotros le entregamos.Histricamente el Banco de Inglaterra ha tendido a ser lder en la apuesta de posturas, aparentemente radicales, que a la larga se convierten en las nuevas doctrinas. Si esto es lo que est pasando ahora, es posible que pronto sepamos si Henry Ford estaba en lo cierto o no.

Occupy, la deuda y los lmites histricos del capitalismoArthur de GraveyBenjamin Tincqentrevistan aDavid Graeber Traducido por Stacco Troncoso, editado por Susa Oate Guerrilla Translation! ImagendeSwitch On Lemon Artculo originalpublicado enOuishare.netEs ineludible pagar las deudas contradas no es as? David Graeber, antroplogo y figura destacada dentro del movimiento Occupy, cree que es hora de cuestionar la validez de este planteamiento moral. Graeber propone una nueva perspectiva sobre la deuda y recupera el concepto del jubileo de la deuda.Conocido a su pesar como antroplogo anarquista, David Graeber fue uno de los primeros partcipes de Occupy Wall Street, donde cre el proyecto deStrike Debt(Tacha la Deuda), descrito por la revistaShareablecomo el primer rescate financiero P2P. Desde entonces se ha unido a la facultad de antropologa de la London School of Economics. Has odo hablar de los curros intiles? Graeber acu el trmino enun artculoque se ha vuelto viral en las ltimas semanas, y que se ha traducido a ms de 14 idiomas.En su libro En deuda: Una historia alternativa de la economa, Graeber analiza los fundamentos bsicos del sistema econmico actual, basado en la deuda y el crdito, y presenta un anlisis tan perturbador como influyente en la red. Al igual queCharles Eisenstein, Graeber est redefiniendo nuestras nociones sobre el capitalismo, la deuda y el dinero, y proponiendo alternativas para un sistema mejor.La mayora de los economistas creen que los sistemas econmicos de la antigedad se basaban en el trueque. T, sin embargo, argumentas lo contrario.Exactamente! Todo el mundo conoce el relato del trueque primitivo. La primera persona en divulgarlo fue Adam Smith. Tampoco le podemos echar la culpa, dado que por aquella poca no contaba con ningn tipo de informacin etnogrfica fiable sobre las dinmicas sociales y monetarias de estas sociedades. Sus teoras sobre el trueque y el intercambio directo estaban basadas en sus propias deducciones: la gente llamaba la puerta del vecino y deca: Te voy a dar veinte gallinas a cambio de esa vaca, diez cabezas de flecha por ese arado. Evidentemente, en una economa como la que describe Smith, no tardaras en toparte con un gran problema: qu pasa si nadie quiere tus gallinas? As, transaccin tras transaccin, el dinero emergi gradualmente para resolver ese problema de falta de liquidez.Es un cuento muy bonito pero tiene un problema: es totalmente falso! Asume que las comunidades tienden a comerciar con lo que los economistas han dado en llamar transacciones inmediatas y entre desconocidos. No hay ningn tipo de crdito. Al examinarlo detenidamente veremos que es absurdo: digamos que tu vecino tiene una vaca que necesitas para un festn mientras que t no tienes nada que ofrecerle en ese momento. Pero bueno, dado que es tu vecino, lo ms lgico es que tarde o temprano tengas algo que le sea de utilidad. Ahora todos sabemos que le debes algo, y puede que regrese un ao ms tarde para reclamarte una vaca, o incluso pedirte que tu hija se case con su hijo. De hecho, te podra pedir cualquier cosa y existen muchos motivos por los que al vecino le conviene que ests endeudado con l. Lo que encontramos en estas comunidades pequeas son series de deudas informales. Distintos tipos de deuda y jerarquas de favores. Lo nico que no vas a encontrar es un equivalente matemtico exacto y esto ltimo es lo que caracteriza al dinero.El trueque normalmente surge cuando se agota el dinero en comunidades acostumbradas a utilizar dinero en metlico.

David GraeberEn conclusin, el problema no tiene que ver con que el dinero proceda del trueque, dado que el trueque normalmente tiene lugar entre personas que jams volvern a verse. El quid de la cuestin es: por qu tipo de proceso se empiezan a cuantificar estas series de deudas informales? En qu contexto empiezan las personas a realizar clculos matemticos para obtener equivalencias perfectas? En situaciones potencialmente violentas. Imagnate una pelea de bar donde le cortan la oreja a alguien. Los cdigos de conducta de las sociedades pre-estatales a menudo contaban con plazos y condiciones muy detalladas para el pago de multas por haber roto una nariz, cortado una oreja, herido una pierna, etc. En estos casos las multas impiden que se cometan otros actos violentos. Es un contexto en el que la gente exige exactamente lo que se le debe. Si alguien mata a tu hermano y no tienes muchas ganas de perdonarle, el cdigo legal dice que te debe veinticinco vacas, pero puede darse el caso de que no tenga suficientes vacas para pagarte. Llegados aqu, vas a exigir un equivalente exacto con el que empezar a hacer clculos.Histricamente hablando, as es como creemos que emergi el dinero. El mito tradicional es falso: de hecho, en los primeros recuentos histricos sobre sistemas monetarios complejos de la antigua Mesopotamia, lo que hallamos es un sistema de crdito. Los sumerios no tenan balanzas lo suficientemente precisas como para pesar pequeas cantidades de dinero; nadie llegaba al mercado con pepitas de metal. El crdito era lo ms habitual dentro de las transacciones normales. El trueque normalmente surge cuando se agota el dinero en comunidades acostumbradas a utilizar dinero en metlico. La Rusia de los aos noventa es buen ejemplo de ello.En tu libro tambin dices que todas las revoluciones y movimientos sociales de la historia surgen a raz de la deuda. Lo primero que hacan era destruir cualquier registro sobre la deuda. Crees que estamos en una situacin similar ahora mismo?La verdad es que s. Moses Finley dice que, desde la antigedad, hay una demanda revolucionaria que es constante: cancelar la deuda y redistribuir las tierras. La pgina deWe are the 99%llev a cabo un estudio y esas eran las demandas ms generalizadas. Ya no se trata tanto de exigencias radicales de autogestin o dignidad laboral, sino de la cancelacin de las deudas y la devolucin de los mecanismos bsicos de sustento. Es como si la deuda hiciera las veces de foco moral para una rebelin, un foco con implicaciones radicales y capaz de movilizar coaliciones que no existiran en otras circunstancias.Por un lado, la ideologa de la deuda es una de las herramientas ms poderosas jams creadas para justificar situaciones de desigualdad exorbitante y, no slo se les da un tamiz moralmente aceptable, sino que adems hacen creer que la vctima tiene la culpa. Pero cuando todo estalle, estallar a lo grande. Ha ocurrido una y otra vez en la historia de la humanidad, y creo que este es uno de los aspectos ms extraordinarios de Occupy Wall Street.Por un lado, la ideologa de la deuda es una de las herramientas ms poderosas jams creadas para justificar situaciones de desigualdad exorbitante y, no slo se les da un tamiz moralmente aceptable, sino que adems hacen creer que la vctima tiene la culpa.Los estudiantes son uno de los colectivos ms grandes dentro del movimiento y lo que vienen a decir es: somos los nios buenos, pedimos un prstamo y estudiamos mucho para entrar en la universidad. Hemos seguido las reglas. Y aqu estamos. Pero a nosotros no nos han rescatado. Por el contrario, los banqueros los que nos han traicionado y mentido, adems de destruir la economa mundial se han beneficiado de un rescate gubernamental, mientras que nosotros vamos a pasar el resto nuestras vidas escuchando que somos una banda de vagos irresponsables porque les debemos dinero. Eso no tiene ningn sentido!Ms interesante an es que hace 40 aos ni un obrero ni un funcionario del transporte pblico se hubiesen hecho eco de los problemas de un estudiante universitario endeudado. Pero hace dos aos comprobamos que la clase obrera apoy a Occupy de forma masiva. Eso slo se puede comprender entendiendo el poder que ejerce la deuda y el tipo de indignacin que es capaz de suscitar. Facilita alianzas de clase que no habran existido de otra manera. Tras el 2008, los ciudadanos estadounidenses se esforzaron al mximo por dejar atrs la deuda, pero hay dos categoras de deudas inextricables: los prstamos estudiantiles y las hipotecas basura. Tanto los estudiantes como los pobres de la clase obrera se encontraron en una situacin relativamente parecida, y por eso formaron estos lazos de unin dentro del movimiento. As de poderosa es la deuda!En la antigedad, si no podas devolver una deuda podan forzarte a vender a tus hijos e hijas como esclavos. Est esto relacionado con tu artculo sobre los curros intiles?Si alguien te contratara para lanzar una piedra por encima de un muro para, acto seguido, ir al lado contrario para tirarla de vuelta, y as durante todo el da, nos parecera absurdo. Pues resulta que casi todos nuestros trabajos son igual de intiles. Cuando escrib elartculo sobre los curros intilesestaba hablando hipotticamente. Yo no trabajo en el sector corporativo pero cuando hablo con gente de ese sector les veo muy agobiados y de forma muy especfica. Pregntale a cualquier abogado corporativo sobre su contribucin a la sociedad! Parece que hay un tipo de trauma moral muy especfico como consecuencia de tener un empleo que, en el fondo, sabes que ni siquiera debera existir. Hay millones y millones de personas atrapadas en esta situacin. Curiosamente, me recuerda un poco al tipo de trabajos obligatorios e intiles que se inventaban en la Unin Sovitica justo lo que, en teora, jams debera ocurrir en el capitalismo. Pero, aun as, se han inventado todos esos trabajos que ni siquiera deberan existir y la gente que los desempea es plenamente consciente de ello.EnThe Economistse ha criticado tu hiptesis. Segn ellos, estos trabajos slo existen para gestionar la creciente complejidad de la economa global. Cmo respondes a eso?Mi respuesta es muy sencilla. Hay un ejemplo perfecto para contradecir su argumento: las universidades. Estn aadiendo cada vez ms cargos administrativos. Ms decanos asistentes, ms asesores de publicidad, etctera. Si lo comparamos con cmo estaban las cosas hace 40 aos, ahora tenemos cuatro veces esa cantidad de puestos administrativos. Acaso la enseanza es cuatro veces ms complicada que antes? La produccin no se ha vuelto ms complicada, solamente hemos aadido ms capas para repartir el botn. Estos trabajos intiles son, en esencia, un tipo de renta: distribuimos parte de los beneficios de la extraccin financiera a un grupo social que recibe un salario a cambio de aparentar que anda muy ocupado.Una de las soluciones que propones es la organizacin de un jubileo de la deuda. Cmo lograrlo en trminos prcticos? Cmo construir un nuevo sistema sin caer en los mismos errores? Cuando hablo de un jubileo de la deuda, lo veo ms bien como una limpieza conceptual, no una solucin prctica. Si nos damos cuenta de que el dinero no es ms que un acuerdo social, podemos hacerlo desaparecer o volver a crearlo, hacer lo que nos d la gana con l. Evidentemente, nadie elimina completamente todas las deudas. Siempre hay mecanismos que deben permanecer activos. Pero no me cabe la menor duda de que hay economistas profesionales capaces de proponer estrategias factibles: gente como Michael Hudson y Steve Keen ya han propuesto modelos concretos.Evidentemente, tendramos que mantener las pensiones. Uno de los aspectos ms prfidos del eoliberalismo es que coacciona a la gente a ser cmplice del sistema debido a la privatizacin de los fondos de pensiones. Tenemos que regresar al sistema de pensiones pblicas. Pero eso son detalles tcnicos que creo que podemos solventar si tenemos a la gente apropiada trabajando en ello. Los problemas econmicos no son tan difciles de resolver, aunque no se puede decir lo mismo de los polticos.Si hablas con gente sincera de la clase dominante, vers que saben perfectamente que tarde o temprano habr algn tipo de cancelacin de la deuda. No hay manera de evitarlo.Si hablas con gente sincera de la clase dominante, vers que saben perfectamente que tarde o temprano habr algn tipo de cancelacin de la deuda. No hay manera de evitarlo. La pregunta es: cmo se va a realizar? Ser de forma honesta, donde los gobernantes admiten que van a cancelar las deudas, o van a encontrar alguna forma de ingenirselas para volver a engaarnos? A lo largo de la historia hemos visto ejemplos de ambos. En la antigua Mesopotamia las cancelaciones de la deuda se empleaban a menudo para evitar estallidos sociales y preservar las estructuras bsicas de la autoridad. Pero no olvidemos que la democracia griega y la Repblica romana tambin fueron resultado de la quita de deudas. Es crucial que, en vez de discutir sobre si va a haber una cancelacin de la deuda o no, hablemos sobre cmo va a llevarse a cabo.En mi opinin, no hay manera de mantener el sistema financiero existente sin socavar los principios bsicos del capitalismo. Creo que el capitalismo ha llegado a los lmites de su potencial histrico. Lo nico que me preocupa es que el siguiente sistema sea an peor.Crees que la descentralizacin del proceso de creacin de dinero sera un buen punto de partida?Ya hay mucha gente experimentando con monedas sociales y complementarias y veo en ello mucho potencial. Est claro que no es la nica solucin, pero me parece un elemento esencial dentro de cualquier solucin. Antes de descartar el dinero por completo, creo que habra que experimentar con nuevos tipos de dinero. Jams nos libraremos de l por completo. Pero si el dinero, en esencia, no es ms que un cupn de racionamiento, creo que es preferible racionar lo menos posible y, como poco, eliminar el dinero en ciertos aspectos de la vida.Pero el dinero est tan enraizado en nuestros cerebrosLa gente adopta distintas formas de dinero cuando no les queda otra: si el sistema monetario existente colapsa, hay que hacer algo. En pocas de quiebra econmica puede pasar cualquier cosa.A todo esto, qu te parece la idea de una renta bsica universal e incondicional para toda la ciudadana?La idea esencial detrs de la renta bsica es que, dado que todos estamos produciendo valor constantemente, se vuelve necesario desligar el concepto de productividad del lugar de trabajo. Si proporcionas una renta bsica emites un mensaje muy poderoso: nadie se quiere quedar ah sentado sin dar palo al agua; confiamos en que busques una actividad provechosa. Este concepto del trabajo como algo moralmente intocable es una de las herramientas ms detestables que ostenta el poder, y no hace sino agravar el fenmeno de los curros intiles.La verdad, es que el capitalismo ya ni siquiera se justifica a s mismo. Se supone que es un sistema que mejora la calidad de vida de los pobres, haciendo que las desigualdades sean aceptables. Pero ya no es as. Se supone que produce ms seguridad. Pero tampoco es as. Se supone que fomenta la democracia. Pero esto ya no ocurre. Todas las justificaciones positivas clsicas ya no son pertinentes. Ya slo quedan los argumentos morales: que trabajar es bueno y que las deudas hay que pagarlas, no hay alternativa. Hemos llegado a un punto en el que estos argumentos slo conducen a la autodestruccin del sistema. El barco se est hundiendo por sobrecarga de trabajo y de deuda.Has estado muy activo en Occupy Wall Street desde sus principios. En su reciente libro Swarmwise,Rick Falkvingecompara el Partido Pirata [sueco] a Occupy. Una de las mayores diferencias que seala es que no tenis ni lderes ni demandas especficas. Cmo obtener resultados sustanciales con un liderazgo totalmente descentralizado?Pero si en Occupy tenamos muchsimos lderes: ms de 100.000! La verdad es que todo depende de la estrategia. Tenemos una estrategia a largo plazo: estamos intentando transformar la cultura poltica. Para lograrlo, hay que crear nuevas instituciones, nuevos hbitos y nuevas sensibilidades. Esto es un objetivo ya ambicioso de por s. Pero tambin supone dejar de centrarse en resultados concretos e inmediatos (aunque esto no excluye que no los alcancemos por el camino). De hecho, apostamos por una estrategia basada en deslegitimizar.Me gusta utilizar la analoga de Argentina: lo que acab con el reino del FMI en Latinoamrica fue el impago argentino. Antes de que el gobierno de Kirchner llegara al poder, se sucedieron tres gobiernos distintos, cada uno de ellos derrocados por levantamientos populares. El propio Kirchner tampoco era un radical, sino un socialdemcrata bastante apaciguado. Pero tuvo que hacer algo radical porque el movimiento social deslegitimiz por completo a toda la clase poltica. La gente empez a organizarse y a crear su propia economa alternativa. Es un ejemplo perfecto de no necesitar la clase poltica para nada pero, aun as, seguir obteniendo resultados polticos.Lleg un punto en el que los polticos eran tan odiados por todos que ni siquiera podan ir a un restaurante. Tenan que ir disfrazados o la gente les tiraba comida. Llegados aqu, la clase poltica no tuvo otra opcin sino enfrentarse a la mismsima idea de que las instituciones polticas ya no tenan relevancia alguna en la vida del pueblo. Tuvieron que tomar una decisin radical que no hubieran tomado bajo otras circunstancias. Esta es la estrategia bsica que estamos siguiendo con Occupy: en vez de impulsar candidatos y hacer reivindicaciones, estamos creando un sistema poltico propio capaz de funcionar sin polticos y que los polticos nos demuestren que an tienen algn tipo de utilidad.En vez de impulsar candidatos y hacer reivindicaciones, estamos creando un sistema poltico propio capaz de funcionar sin polticos y que los polticos nos demuestren que an tienen algn tipo de utilidadNorteamrica ha llegado a un punto de inflexin con Occupy. En Estados Unidos tenemos un largo historial de represin de movimientos sociales pero, histricamente, los movimientos que se han reprimido ms violentamente han sido los de la clase obrera o los de personas de color, no los de blancos de clase media O no sin provocar algn tipo de escndalo por parte de la izquierda moderada y la progresista (pensemos en la poca de McCarthy, las protestas estudiantiles de los 60 etc.). Est claro que Occupy fue un movimiento muy diverso, pero tambin haba muchos blancos de clase media y se llevaron sus palizas como todos los dems.Pero esta vez parece que no le importaba nadie: las alianzas regionales entre los liberales y los radicales estn rotas. Por otra parte, creo que hemos logrado ms en dos aos que cualquier otro movimiento social que se me ocurra en la misma cantidad de tiempo: la idea de clase social y del poder basado en clases ha vuelto a la agenda a esto se refiere el eslogan Somos el 99% y hemos denunciado la corrupcin inherente al sistema poltico estadounidense. Hemos cambiado el mbito poltico: recordemos que, al planear su campaa, Mitt Romney vea su trayectoria financiera de Wall Street como algo positivo En Nueva York ya estamos empezando a ver las consecuencias polticas: Bill de Blasio, quien tiene toda probabilidad de ser el prximo alcalde, apoya a Occupy. Parece que nuestra estrategia est funcionando despus de todo.

El fenmeno de los curros intilesseptiembre 24, 20131 comentarioDavid GraeberTraducido por Stacco Troncoso, editado por Arianne SvedEn el ao 1930, John Maynard Keynes pronostic que, llegados a fin de siglo, la tecnologa habra avanzado lo suficiente para que pases como Gran Bretaa o Estados Unidos pudieran implementar una semana laboral de 15 horas. No faltan motivos para creer que tena razn, dado que nuestra tecnologa actual nos lo permitira. Y sin embargo, no ha ocurrido. De hecho, la tecnologa se ha encauzado, en todo caso, para inventar formas de que todos trabajemos ms. Para lograrlo se han creado trabajos que, en efecto, no tienen ningn sentido. Enormes cantidades de personas, especialmente en Europa y Estados Unidos, se pasan la totalidad de su vida laboral realizando tareas que, en el fondo, consideran totalmente innecesarias. Es una situacin que provoca una herida moral y espiritual muy profunda. Es una cicatriz que marca nuestra alma colectiva. Pero casi nadie habla de ello.Por qu no se ha materializado nunca la utopa prometida por Keynes una utopa que se segua anhelando en los sesenta? La explicacin ms extendida hoy en da es que no supo predecir el aumento masivo del consumismo. Ante la disyuntiva de menos horas o ms juguetes y placeres, hemos elegido colectivamente lo segundo. Nos presentan una fbula muy bonita pero, con slo reflexionar un momento, veremos que no puede ser cierto. Indudablemente, hemos presenciado la creacin de un sinfn de nuevos trabajos e industrias desde los aos 20, pero muy pocas de ellas tienen que ver con la produccin y distribucin de sushi, de iPhones o de calzado deportivo de moda.Entonces, cules son exactamente estos nuevos trabajos? Un informe en el que se compara el desempleo de EE.UU. entre 1910 y el 2000 nos da una imagen muy clara (que, recalco, se ve prcticamente reflejada con exactitud en el Reino Unido). Durante el ltimo siglo, ha disminuido drsticamente la cantidad de trabajadores empleados en el servicio domstico, la industria y el sector agrario. Simultneamente, los puestos profesionales, directivos, administrativos, en ventas y en el sector de servicios se han triplicado, creciendo de una cuarta parte a tres cuartas partes de la totalidad de la fuerza laboral. Es decir, tal y como estaba previsto, muchos trabajos productivos se han automatizado (aunque se tome en cuenta la totalidad de trabajadores industriales del mundo, incluyendo la gran masa de trabajadores explotados de India y China, estos trabajadores ya no representan un porcentaje de la poblacin mundial tan elevado como antao).Pero en vez de permitir una reduccin masiva del horario laboral de modo que todo el mundo tenga tiempo libre para centrarse en sus propios proyectos, placeres, visiones e ideas, hemos presenciado una dilatacin, no tanto del sector de servicios como del sector administrativo. Esto incluye la creacin de nuevas industrias, como son los servicios financieros o el telemarketing, y la expansin de sectores como el derecho corporativo, la administracin de la enseanza y de la sanidad, los recursos humanos y las relaciones pblicas. Estas cifras ni siquiera reflejan a toda las personas que se dedican a proveer apoyo administrativo, tcnico o de seguridad para esas industrias, por no mencionar toda la gama de sectores secundarios (cuidadores de perros, repartidores de pizza nocturnos) que tan solo deben su existencia a que el resto de la poblacin pase tantsimo tiempo trabajando en otros sectores.Estos trabajos son lo que propongo denominar curros intiles.Es como si alguien estuviera inventando trabajos sin sentido solo para tenernos a todos ocupados. Y aqu precisamente es donde reside el misterio. Esto es exactamente lo que no debera ocurrir en el capitalismo. Es cierto que en los antiguos e ineficientes estados socialistas como la Unin Sovitica, donde el empleo era considerado tanto un derecho como una obligacin sagrada, el sistema creaba todos los empleos que hicieran falta (ste es el motivo por el que en las tiendas soviticas se necesitaban tres tenderos para vender un solo filete). Pero claro, se supone que este tipo de problemas se arregla con la competitividad de los mercados. Segn la teora econmica dominante, derrochar dinero en puestos de trabajo innecesarios es lo que menos interesa a una compaa con nimo de lucro. Y an as, no se sabe muy bien por qu, pero ocurre.Aunque muchas empresas se dediquen a recortar sus plantillas despiadadamente, estos despidos, y el correspondiente aumento de responsabilidades para los que permanecen, invariablemente recaen sobre quienes se dedican a fabricar, transportar, reparar y mantener las cosas. Debido a una extraa metamorfosis que nadie es capaz de explicar, la cantidad de administrativos asalariados parece seguir en expansin. El resultado, y esto ocurra tambin con los trabajadores soviticos, es que cada vez hay ms empleados que tericamente trabajan 40 o 50 horas semanales pero que, en la prctica, solo trabajan esas 15 horas que predijo Keynes porque pasan el resto de su jornada organizando o atendiendo talleres motivacionales, actualizando sus perfiles de Facebook o descargndose temporadas completas de series de televisin.Evidentemente, la respuesta no es econmica sino moral y poltica. La clase dirigente se ha dado cuenta de que una poblacin productiva, feliz y con abundante tiempo libre representa un peligro mortal (recordemos lo que empez a pasar la primera vez que hubo siquiera una aproximacin a algo as, en los aos sesenta). Por otra parte, la nocin de que el trabajo es una virtud moral en s mismo y que todo aquel que no est dispuesto a someterse a una disciplina laboral intensa durante la mayor parte de su vida no merece nada, les resulta de lo ms conveniente.En cierta ocasin, al observar el aumento aparentemente ilimitado de las responsabilidades administrativas en las instituciones acadmicas britnicas, me imagin una posible visin del infierno. El infierno es un grupo de individuos que pasan la mayor parte de su tiempo desempeando tareas que ni les gustan, ni se les dan especialmente bien. Imaginemos que se contrata a unos ebanistas altamente cualificados y que stos, de repente, descubren que su trabajo consistir en pasarse gran parte de la jornada friendo pescado. Es ms, se trata de un trabajo innecesario solo hay una cantidad muy limitada de pescados que frer. Aun as, todos se vuelven tan obsesivamente resentidos ante la sospecha de que algunos de sus compaeros pasan ms tiempo tallando madera que cumpliendo con sus responsabilidades como freidores de pescado, que pronto nos encontramos con montaas de pescado mal cocinado desperdigado por todo el taller, y acaban dedicndose a eso exclusivamente.Creo que es una descripcin bastante acertada de la dinmica moral de nuestra propia economa.Soy consciente de que argumentos como ste se toparn con objeciones inmediatas: Quin eres t para determinar qu trabajos son necesarios? Qu es necesario, a todo esto? Eres profesor de antropologa, explcame qu necesidad hay de eso. (De hecho, muchos lectores de prensa-basura valoraran mi trabajo como la definicin por excelencia de una inversin social desperdiciada.) Y, en cierto sentido, esto es indudablemente cierto. No hay forma objetiva de medir el valor social.No me atrevera a decirle a una persona que est convencida de aportar algo importante a la humanidad que, en realidad, est equivocada. Pero, qu pasa con quienes tienen la certeza de que sus trabajos no sirven de nada? Hace poco retom el contacto con un amigo de la escuela que no vea desde que tenamos 12 aos. Me qued atnito al descubrir que, primero, se haba hecho poeta y, ms adelante, fue el vocalista de un grupo de rock indie. Incluso haba escuchado algunos de sus temas en la radio sin tener ni idea de que el cantante era mi amigo de la infancia. No cabe duda de que era una persona innovadora y genial, y que su trabajo haba mejorado y alegrado la vida de muchas personas alrededor del planeta. Pero, tras un par de discos fracasados, perdi su contrato discogrfico y, con la presin aadida de numerosas deudas y una hija recin nacida, acab, tal y como l lo describi, eligiendo la opcin que, por defecto, eligen muchas personas sin rumbo: matricularse en derecho. Ahora es abogado mercantil para un prestigioso bufete neoyorquino. Mi amigo no titube en admitir que su trabajo careca de valor alguno, que no contribua nada al mundo y que, segn su criterio, ni siquiera tendra que existir.Llegados aqu, podemos plantearnos una serie de preguntas. La primera sera: qu dice esto de nuestra sociedad, que parece generar una demanda extremadamente reducida de poetas y msicos talentosos, pero una demanda aparentemente infinita de especialistas en derecho empresarial? (Respuesta: si un 1% de la poblacin controla el grueso de las rentas disponibles, el denominado mercado reflejar lo que ellos, y nadie ms que ellos, perciben como til o importante). Es ms, esto demuestra que la gran mayora de estos empleados son conscientes de ello en realidad. De hecho, creo que jams he conocido a un abogado mercantil que no pensara que su trabajo era una sandez. Podramos decir lo mismo de casi todos los sectores nuevos mencionados anteriormente. Existe toda una clase de profesionales asalariados que, al toparte con ellos en una fiesta y confesarles que te dedicas a algo que podra considerarse interesante (como, por ejemplo, la antropologa) evitan hablar de su profesin a toda costa. Pero despus de unas cuantas copas, te sueltan toda una diatriba sobre la inutilidad y estupidez de su trabajo.Aqu contemplamos una profunda violencia psicolgica. Cmo vamos a plantearnos una discusin seria sobre la dignidad laboral cuando hay tanta gente que, en el fondo, cree que su trabajo ni siquiera debera existir? Inevitablemente, esto da lugar al resentimiento y a una rabia muy profunda. El peculiar ingenio de esta sociedad reside en el hecho de que nuestros dirigentes han hallado la manera como en el ejemplo de los freidores de pescado de que esa rabia se dirija precisamente en contra de quienes desempean tareas provechosas. Por ejemplo, parece que existe una regla general que dictamina que, cuanto ms claramente beneficioso para los dems es un trabajo, peor se remunera. De nuevo, es muy difcil dar con una evaluacin objetiva, pero una forma fcil de hacernos una idea sera preguntando: qu pasara si todos estos sectores laborales desaparecieran sin ms? Se diga lo que se diga de las enfermeras, los basureros o los mecnicos, es evidente que si se esfumaran en una nube de humo, los resultados seran inmediatos y catastrficos. Un mundo sin profesores o trabajadores portuarios no tardara en encontrarse en apuros, e incluso un mundo sin escritores de ciencia ficcin o msicos de Ska sera, sin duda, un mundo peor. No est del todo claro cunto sufrira la humanidad si todos los inversores de capital privado, grupos de presin parlamentaria, investigadores de relaciones pblicas, actuarios, vendedores telefnicos, alguaciles o asesores legales se esfumaran de golpe. (Hay quien sospecha que todo mejorara notablemente). No obstante, exceptuando algunos ejemplos bastante manidos, como el de los mdicos, dicha regla se cumple con sorprendente frecuencia.An ms perversa es la nocin generalizada de que as es como deben ser las cosas. Este es uno de los secretos del xito del populismo de derecha. Podemos comprobarlo cuando la prensa sensacionalista suscita el recelo contra los trabajadores del metro londinense por paralizar el servicio durante una disputa contractual. El solo hecho de que los trabajadores de metro pueden paralizar todo Londres demuestra la necesidad de la labor que desempean, pero es precisamente esto lo que parece incordiar tanto a la gente. En Estados Unidos van an ms lejos; los Republicanos han tenido mucho xito propagando el resentimiento hacia los profesores o los obreros del sector automovilstico al llamar la atencin sobre sus salarios y prestaciones sociales supuestamente excesivos(y no hacia los administradores de las escuelas o los directivos de la industria automovilstica, que son quienes causan los problemas, lo cual es significativo). Es como si les estuvieran diciendo Pero si tenis la suerte de ensear a nios! O de fabricar coches! Hacis trabajos de verdad! Y, por si fuera poco, tenis la desfachatez de reclamar pensiones y atencin sanitaria equivalentes a las de la clase media!.Si alguien hubiera diseado un rgimen laboral con el fin exclusivo de mantener los privilegios del mundo de las finanzas, difcilmente podra haberlo hecho mejor. Los verdaderos trabajadores productivos sufren una explotacin y una precariedad constantes. El resto se reparte entre el estrato aterrorizado y universalmente denigrado de los desempleados y esa otra capa ms grande que bsicamente recibe un salario a cambio de no hacer nada en puestos diseados para que se identifiquen con la sensibilidad y la perspectiva de la clase dirigente (directivos, administradores, etc.) y en particular, de sus avatares financieros pero que, a la vez, fomentan el creciente resentimiento hacia cualquiera que desempee un trabajo de indiscutible valor social. Evidentemente, este sistema no es fruto de un plan intencionado sino que emergi como resultado de casi un siglo de ensayo y error. Pero es la nica explicacin posible de por qu, a pesar de nuestra capacidad tecnolgica, no se ha implantado la jornada laboral de tres o cuatro horas.

Gua prctico-utpica del inminente colapsoabril 22, 20131 comentario

David GraeberTraducido por Stacco Troncoso, editado porArianne SvedEn qu consiste una revolucin? Siempre habamos entendido la revolucin como la toma de poder por parte de fuerzas populares con el objetivo de transformar la propia naturaleza del sistema poltico, social y econmico del pas donde tuviera lugar, normalmente impulsadas por un sueo visionario de una sociedad justa. Hoy en da, vivimos en una poca en la que, si un ejrcito rebelde entra arrasando una ciudad o un levantamiento masivo derroca a un dictador, es bastante improbable que esos ideales se vean realizados. Cuando ocurre una transformacin social profunda como, por ejemplo, el auge del feminismo, es ms probable que sta se manifieste de manera totamente distinta. No es que haya escasez de sueos revolucionarios, pero los revolucionarios contemporneos rara vez creen que el camino para alcanzarlos sea un equivalente moderno de la toma de la bastilla.En momentos como ste, generalmente conviene volver a la historia que ya conocemos y preguntarnos: Nuestro concepto de la revolucin ha sido fiel a la realidad alguna vez? La persona que mejor ha sabido formular esta pregunta, para m, es el gran historiador mundial Immanuel Wallerstein. Wallerstein argumenta que durante el ltimo cuarto de milenio ms o menos las revoluciones han consistido, por encima de todo, en transformaciones mundiales del sentido comn poltico.Wallerstein observa que en la poca de la Revolucin Francesa ya teniamos un mercado nico mundial y un creciente sistema poltico nico global, dominado por los enormes imperios coloniales. Como consecuencia, la toma de la bastilla en Pars pudo acabar teniendo repercusiones en Dinamarca, o incluso en Egipto, tan profundas como en Francia, y en algunos casos incluso ms. Por este motivo habla de la Revolucin Mundial de 1789, seguida de la Revolucin Mundial de 1848, durante la cual estallaron revueltas casi simultneamente en 50 pases, desde Valaquia a Brasil. Los revolucionarios no tomaron el poder en ninguna de ellas pero, ms adelante, las instituciones inspiradas por la Revolucin Francesa en especial los sistemas universales de educacin primaria fueron adoptadas en casi todo el mundo. De igual modo, la Revolucin Rusa de 1917 fue una revolucin mundial y en ltima instancia tan responsable del New Deal estadounidense y de los estados de bienestar europeos como del comunismo sovitico. El ltimo episodio de esta serie fue protagonizado por la revolucin mundial de 1968, que de similar manera a la de 1848, irrumpi prcticamente a nivel mundial, desde China hasta Mxico y, aunque no se hizo con el poder en ningn lugar, cambi mucho las cosas. sta era una revolucin en contra de las burocracias estatales y a favor de la inseparabilidad de la liberacin poltica y personal, cuyo legado ms duradero probablemente fue el nacimiento del feminismo moderno.Las revoluciones son, por tanto, fenmenos planetarios. Pero an hay ms. Lo que consiguen, en realidad, es transformar supuestos muy extendidos sobre el sentido fundamental de la poltica.Tras una revolucin, ideas que antes hubieran sido consideradas descabelladamente radicales se convierten enseguida en un asunto de debate aceptable. Antes de la Revolucin Francesa, conceptos tales como que el cambio es bueno, que la poltica del gobierno es la mejor manera de llevarlo a cabo o que los gobiernos derivan su autoridad de una entidad llamada el pueblo se vean como temtica propia de chalados y demagogos o, en el mejor de los casos, de un puado de intelectuales librepensadores que se pasaban el da debatiendo en cafs. Una generacin ms tarde, hasta el ms rancio de los magistrados, sacerdotes, o directores de escuela se vea obligado a defender, de boquilla, estas ideas. No mucho ms tarde, llegamos a la situacin en la que nos encontramos hoy en da: hay que exponer cules son los trminos para que uno pueda siquiera percatarse de que estn ah. Se han convertido en sentido comn, en la mismsima base del dilogo poltico.La mayora de las revoluciones previas a la de 1968 slo introdujeron refinamientos prcticos, tales como la ampliacin del derecho al voto, la educacin primaria universal y el Estado de Bienestar. Por contraste, la revolucin mundial de1968, ya fuera en su vertiente china, una revuelta de estudiantes y otros grupos de jvenes apoyando el llamamiento de Mao a una revolucin cultural; o en Berkley y Nueva York, marcada por una alianza entre estudiantes, bohemios y rebeldes culturales; o incluso en Pars, donde se form una coalicin de estudiantes y trabajadores, fue una rebelin contra la burocracia, la conformidad y cualquier idea capaz de encorsetar la imaginacin humana, un proyecto con nimo de revolucionar no slo la vida econmica o poltica sino cada aspecto de la existencia humana. Por ello, en la mayora de los casos, los rebeldes ni siquiera intentaron tomar el mando del aparato estatal dado que vean el aparato en s como la raz del problema.Hoy en da est de moda evaluar los movimientos sociales de finales de los 60 como un fracaso bochornoso. Es un argumento convincente. No cabe duda de que, en la esfera poltica, la derecha ha sido la principal beneficiaria de la extendida transformacin del sentido comn poltico, donde se da prioridad a los ideales de libertad, imaginacin y deseo del individuo, se desprecia absolutamente la burocracia y se sospecha de la gestin gubernamental. Ante todo, los movimientos de los aos 60 permitieron el resurgimiento masivo de las doctrinas de libre mercado, que se haban visto prcticamente abandonadas desde el siglo XIX. No es casualidad que la generacin de adolescentes que impuls la revolucin cultural china fuera la misma que, dos dcadas ms tarde, presidiera la introduccin del capitalismo. Desde los aos 80, libertad se ha convertido en sinnimo de mercado y mercado ha asumido un significado idntico al de capitalismo incluso, curiosamente, en lugares como China, donde se haban desarrollado sistemas de mercado muy sofisticados durante miles aos que, sin embargo, guardaban escasa relacin con el capitalismo.Las paradojas no tienen lmite. Aunque esta nueva ideologa de mercado libre se ha presentado, sobre todo, como un rechazo a la burocracia, en la prctica ha sido directamente responsable del primer sistema de administracin que opera a escala global, con sus interminables estratos de rganos burocrticos pblicos y privados: el FMI, el Banco Mundial, la OMC, organizaciones de comercio, instituciones financieras, corporaciones transnacionales y ONGs. ste es precisamente el sistema que ha impuesto la ortodoxia del libre mercado y abierto las puertas a un pillaje financiero a nivel global, todo bajo la atenta tutela del aparato militar estadounidense. No es de extraar que el primer intento de recrear un movimiento revolucionario mundial, el Movimiento de Justicia Global, que vivi su punto lgido entre 1993 y el 2003, fuera, en efecto, una rebelin contra la hegemona de ese mismo sistema de burocracia global.Detener el futuroNo obstante, cuando los historiadores del futuro miren atrs, creo que llegarn a la conclusin de que el legado de las revoluciones de finales de los sesenta ha sido bastante ms profundo de lo que imaginbamos y que el triunfo de los mercados capitalistas con todo su despliegue mundial de administradores y sicarios, que tan trascendental y definitivo pareca tras el colapso de la Unin Sovitica en 1991, ha sido mucho ms superficial de lo que creamos.Por poner un ejemplo obvio, a menudo escuchamos que las protestas antiblicas de finales de los sesenta y principios de los setenta resultaron ser un fracaso debido a su incapacidad de acelerar apreciablemente la retirada estadounidense de Indochina. Pero a partir de entonces, los organismos que controlaban la poltica exterior estadounidense, aterrorizados ante la perspectiva de toparse con un rechazo popular parecido o peor an, un rechazo en el seno del propio aparato militar, que sufri un verdadero desmoronamiento a principios de los setenta, se negaron a enviar fuerzas de tierra estadounidenses a cualquier conflicto a gran escala durante casi treinta aos. Se necesit el 11-S, un ataque con miles de vctimas civiles en territorio estadounidense, para superar por completo el notorio sndrome de Vietnam y aun as, los impulsores de la guerra acometieron un esfuerzo casi obsesivo por asegurar que estas guerras fueran a prueba de protestas. Hubo una propaganda incesante, a la que se sumaron los medios de comunicacin, mientras que grupos de expertos facilitaban previsiones exactas sobre el nmero de bajas militares (es decir, sobre cuntas muertes de soldados estadounidenses seran necesarias para precipitar la oposicin de las masas) y las normas de combate fueron cuidadosamente diseadas para no superar esta cifra.El problema fue que esas normas de combate, cuyo fin era minimizar el nmero de muertos y heridos entre los efectivos estadounidenses, conllevaron inevitablemente que miles de mujeres, nios y ancianos acabaran siendo daos colaterales, lo cual provoc el odio intenso hacia las fuerzas ocupantes tanto en Iraq como en Afganistn y, por consiguiente, impidi que los Estados Unidos pudieran cumplir sus objetivos militares. Y lo sorprendente es que los planificadores de la guerra parecan ser plenamente conscientes de ello. Pero daba igual. Prevenir cualquier oposicin eficaz en territorio nacional era, para ellos, mucho ms importante que ganar la propia guerra. Es como si las fuerzas norteamericanas en Iraq hubieran resultado finalmente vencidas por el fantasma de Abbie Hoffman.Es evidente que, si el movimiento antiblico de los aos 60 sigue teniendo maniatados a los planificadores militares estadounidenses de 2012, difcilmente podramos considerarlo un fracaso. Pero de ello surge una interrogante: Qu pasa cuando crear esa sensacin de fracaso, de la inutilidad absoluta de cualquier accin poltica en contra del sistema, se convierte en el objetivo principal de quienes ostentan el poder?Se me ocurri por primera vez participando en las protestas contra el FMI en Washington D.C. en el 2002. El 11 de Septiembre estaba todava muy reciente y ramos relativamente pocos e ineficaces frente a una presencia policial abrumadora. No tenamos la sensacin de ser capaces de sabotear los encuentros. La mayora nos fuimos de all algo deprimidos. Pero unos das ms tarde, hablando con alguien que conoca a algunos de los participantes de la cumbre, me enter de que habamos conseguido obstruirla. Y es que la polica haba impuesto unas medidas de seguridad tan restrictivas que tuvieron que anular la mitad de los actos, y la mayor parte de los que s se celebraron se hicieron a travs de Internet. Es decir, el gobierno decidi que mandar a unos manifestantes a casa con sensacin de derrota era ms importante que poder llevar a cabo una cumbre del FMI. Si lo pensamos, es evidente que otorgaron un extraordinario protagonismo a los manifestantes.Cabe la posibilidad de que esta actitud preventiva ante los movimientos sociales, la planificacin de guerras y cumbres comerciales en las que se concede ms prioridad a desmantelar cualquier oposicin eficaz que a ganar la guerra o celebrar la cumbre, sea sintomtica de un principio ms generalizado? Ser que los actuales dirigentes del sistema, muchos de los cuales eran jvenes impresionables cuando presenciaron la agitacin de finales de los sesenta, estn obsesionados, consciente o inconscientemente (y sospecho que se trata de lo primero), con la posibilidad de que los movimientos sociales revolucionarios vuelvan a poner en entredicho el sentido comn prevalente?Eso explicara muchas cosas. Los ltimos 30 aos se han dado a conocer en todo el planeta como la edad del neoliberalismo, una poca caracterizada por la reintroduccin de una creencia abandonada desde el siglo XIX, en la que los conceptos de mercado libre y libertad humana vienen a ser prcticamente intercambiables. El neoliberalismo siempre ha adolecido de una contradiccin interna. Por un lado, declara que los imperativos econmicos han de tener prioridad sobre cualquier otra consideracin. La poltica slo sirve para crear condiciones favorables alcrecimiento econmico, permitiendo que la mano invisible de los mercados haga su magia. Cualquier otro sueo o ideal de igualdad o de seguridad se ver sacrificado ante el objetivo primordial: la productividad econmica. Sin embargo, el rendimiento econmico mundial de los ltimos treinta aos ha sido, sin duda, mediocre. Con la excepcin de unos pocos pases, en especial China (que, significativamente, ha ignorado la mayora de los dictmenes neoliberales), los ndices de crecimiento han quedado muy por debajo de los niveles vistos en el capitalismo clsico de los aos cincuenta, sesenta o incluso setenta, con su mayor gestin gubernamental y su Estado de Bienestar. Se puede decir, por tanto, que el proyecto neoliberal ya era un fracaso colosal segn sus propios criterios incluso antes del colapso de 2008.Pero si hacemos odos sordos al discurso de los lderes mundiales y observamos el neoliberalismo como proyecto poltico, de repente, parece haber sido de lo ms eficaz. Puede que los polticos, directivos, burcratas y dems personas que se renen con regularidad en las cumbres de Davos o el G20 hayan fracasado estrepitosamente en crear una economa capitalista mundial capaz de atender a las necesidades de la mayora de los habitantes del mundo (y ya no hablemos de dar esperanza, felicidad, seguridad o sentido a su vida) pero han sido tremendamente habilidosos en convencer al mundo de que el capitalismo sobre todo el capitalismo financiero semifeudal de hoy en da es el nico sistema econmico viable. Visto desde este prisma, se trata de un logro impresionante.Cmo lo han conseguido? Su actitud preventiva hacia los movimientos sociales ha jugado un papel evidente en todo ello; no se puede permitir bajo ninguna condicin que las alternativas, ni aqullos que las proponen, sean percibidas como exitosas. Tal actitud explicara las cantidades casi inimaginables que se han invertido en sistemas de seguridad de algn tipo u otro. De hecho, Estados Unidos, desprovisto ahora de grandes rivales, tiene un mayor gasto militar y de inteligencia del que tuvo durante la Guerra Fra. A esto hay que aadir la escalofriante acumulacin de agencias privadas de seguridad y de inteligencia, as como la militarizacin de la polica, guardias y mercenarios. Por ltimo, no hay que olvidar el enaltecimiento de la polcia por parte de los rganos de propaganda, includo un enorme conglomerado meditico que ni siquiera exista antes de los sesenta. En general, estos sistemas, ms que dedicarse a atacar directamente a disidentes, contribuyen a crear una sensacin omnipresente de miedo, conformismo patriotero, inseguridad vital y pura desesperanza, que reduce cualquier nocin de cambiar el mundo a una aparente fantasa intil. Pero estos sistemas de seguridad son tambin extremadamente caros. Algunos economistas estiman que un 25% de la poblacin norteamericana se dedica hoy en da a labores de vigilancia tales como defender propiedad, supervisar trabajo u otros tipos de actividades con el fin de mantener a raya a sus compatriotas. La mayor parte de este aparato de seguridad es, en definitiva, un lastre econmico.De hecho, muchas de las innovaciones econmicas de los ltimos treinta aos han tenido ms sentido poltica que econmicamente. La sustitucin del empleo vitalicio garantizado por un modelo de contratacin precaria no ha creado una fuerza laboral ms eficiente, pero ha sido extraordinariamente eficaz en destruir sindicatos o despolitizar el movimiento obrero en general. Se puede decir lo mismo del aumento exponencial de la jornada laboral. A nadie que tenga que trabajar sesenta horas a la semana le queda tiempo para la actividad poltica.A menudo parece que, puestos a elegir entre aceptar el capitalismo como el nico sistema econmico posible o convertir el capitalismo en un sistema econmico ms viable, el neoliberalismo siempre se decanta por la primera opcin. El resultado final se manifiesta en una campaa implacable contra la imaginacin humana. O para ser ms preciso, la imaginacin, el deseo, la creatividad individual y todo aquello que se pretenda liberar en la ltima gran revolucin mundial sera confinado estrictamente a los parmetros del consumismo o, como mucho, a las realidades virtuales de Internet, quedando totalmente desterrado de cualquier otro mbito. Estamos hablando del asesinato de los sueos, de la imposicin de mecanismos de desesperacin, diseados para pisotear cualquier esperanza de un futuro alternativo. Pero como consecuencia de poner prcticamente todos sus esfuerzos en la misma cesta poltica, nos han llevado a la extraa situacin de presenciar cmo el sistema capitalista se derrumba ante nuestros propios ojos, justo en el momento en el que se haba concluido que no haba alternativa posible.Replantear, ralentizarNormalmente, cuando se cuestiona la creencia generalizada de que el sistema econmico y poltico actual es el nico viable, la primera reaccin suele ser exigir un minucioso anteproyecto arquitectnico sobre el funcionamiento del sistema alternativo con todo lujo de detalles sobre la naturaleza de sus instrumentos financieros, fuentes de energa y polticas de mantenimiento de alcantarillado. Despus, probablemente pedirn un programa detallado que describa cmo llevar dicho sistema a la prctica. Desde una perspectiva histrica, esto es ridculo. Cundo se ha producido un cambio social siguiendo un diseo predeterminado? Es como si creyramos que, en la Florencia renacentista, un pequeo crculo de visionarios concibi algo llamado capitalismo y plane al detalle el funcionamiento del mercado burstil y las fbricas para, a continuacin, elaborar un programa con el que hacer de esta visin una realidad. De hecho, la idea es tan absurda que podramos preguntarnos cmo hemos llegado a la conclusin imaginaria de que todo cambio empieza de esta manera.Esto no quiere decir que las visiones utpicas, ni los anteproyectos, sean algo malo, slo que deben mantenerse en su lugar. El terico Michael Albert ha propuesto un plan detallado sobre cmo funcionara una economa moderna sin dinero, partiendo de una base democrtica y participativa. Me parece un logro importante, no porque crea que este modelo exacto vaya a instituirse tal y cmo lo describe, sino porque hace imposible decir que un proyecto as resulta inconcebible. En cualquier caso, estos modelos son tan slo experimentos intelectuales. En realidad, no podemos concebir los problemas que surgirn al comenzar a construir una sociedad libre. Puede que los obstculos que ahora nos parecen ms insorteables se queden en nada, mientras que otros que jams se nos hubieran ocurrido podran suponer un problema endemoniado. La cantidad de factores imprevisibles es innumerable.El ms evidente es la tecnologa. ste es el motivo por el que es tan absurdo imaginarse a un grupo de activistas en la Italia del Renacimiento diseando un modelo de mercado burstil o un entramado industrial. Lo que acab ocurriendo estuvo basado en una serie de tecnologas que jams podran haber anticipado pero que, en parte, slo emergieron porque la sociedad comenz a moverse en una direccin determinada. Quizs por ello, muchas de las visiones ms convincentes de una sociedad anarquista han sido plasmadas por escritores de ciencia ficcin, entre ellos, Ursula K. Le Guin, Starhawk, Kim Stanley Robinson. En un mundo ficticio por lo menos se admite que el aspecto tecnolgico es pura especulacin.Personalmente, estoy menos interesado en determinar el tipo de sistema econmico ideal para una sociedad libre que en crear los medios necesarios para que las personas puedan tomar esas decisiones por s mismas. Cmo se manifestara exactamente una revolucin del sentido comn? No lo s, pero se me ocurren varias ideas convencionales que, sin duda, necesitaran reevaluarse si realmente pretendemos crear algn tipo de sociedad libre viable. Una de ellas es la naturaleza del dinero y la deuda, que ya he analizado en detalle en un libro reciente. He llegado incluso a proponer un jubileo de la deuda, una cancelacin general, en parte para ilustrar que el dinero no es nada ms que un producto humano, una serie de promesas que, dada su naturaleza, siempre puede ser renegociada.Igualmente, creo que el concepto de trabajo tambin tendra que ser reevaluado. Someterse a la disciplina laboral la supervisin, el control, e incluso el autocontrol del trabajador autnomo con ambiciones no nos hace mejor persona. De hecho, es probable que nos haga peor persona en los aspectos realmente importantes. Verse sometido a ello es una mala suerte que, en el mejor de los casos, resulta ocasionalmente necesaria. Pero slo cuando rechacemos la idea de que el trabajo es una virtud en s, podremos empezar a preguntarnos qu virtudes tiene. La respuesta es evidente: el trabajo es virtuoso cuando sirve para ayudar al prjimo. Replantearnos la definicin de la productividad hara ms fcil redefinir el concepto mismo del trabajo dado que, entre otras cosas, el desarrollo tecnolgico ya no estara dirigido slo a la creacin de ms productos de consumo o a una mano de obra cada vez ms disciplinada, sino a eliminar tales formas de trabajo por completo.Lo que nos quedara seran trabajos que slo pueden ser realizados por seres humanos, esas labores de asistencia y cuidado especialmente afectadas por la crisis y que originaron el movimiento Occupy Wall Street. Qu ocurrira si dejramos de comportarnos como si el modelo primordial del trabajo fuera laborar en una fbrica, un campo de trigo, una fundicin de hierro o incluso en un cubculo en una oficina y, en su lugar, partiramos del modelo de una madre, una profesora o una enfermera? Puede que nos obligue a concluir que el autntico propsito de la vida humana no es contribuir a algo llamado la economa (un concepto que ni siquiera exista hace trescientos aos), sino el hecho de que todos somos, y siempre hemos sido, proyectos de creacin mutua.De momento, la necesidad ms urgente sera, probablemente, ralentizar la maquinaria productiva. Puede que suene extrao dado que nuestra reaccin automtica a una crisis es suponer que la solucin radica en que todos trabajemos ms, aunque por supuesto, ste es precisamente el tipo de reaccin que provoca el problema. Pero considerando cmo est el mundo, la conclusin es obvia. Parece que nos enfrentamos a dos problemas insolubles. Por una parte, hemos sido testigos de una serie interminable de crisis de deuda global, cuya severidad ha ido en aumento desde los setenta y que ha llevado a que la cantidad acumulada de deuda, ya sea soberana, municipal, corporativa o personal, resulte evidentemente insostenible. Por otra, estamos sumidos en una crisis ecolgica, un proceso implacable de cambio climtico que amenaza al planeta con inundaciones, sequas, caos, hambruna y guerra. En principio, puede parecer que las dos partes no estn relacionadas pero, en el fondo, son lo mismo. Qu es la deuda sino la promesa de una productividad futura? Cuando decimos que el nivel de deuda global va en aumento, estamos diciendo que, como colectivo, los seres humanos prometemos producir una cantidad an mayor de bienes y servicios en el futuro de la que producimos hoy en da. Pero incluso los niveles actuales son claramente insostenibles. Eso es precisamente lo que est destruyendo el planeta a velocidad cada vez ms mayor.Hasta los mismos lderes mundiales empiezan a concluir de manera reacia que algn tipo de cancelacin masiva de la deuda, algn tipo de jubileo, es inevitable. El autntico conflicto poltico se desarrollar en torno a cmo se har. No es ms lgico resolver ambos problemas a la vez? Por qu no realizar una quita de la deuda mundial tan amplia como sea prcticamente posible, seguida de una reduccin masiva del horario laboral a, por ejemplo, una jornada de cuatro horas o unas vacaciones garantizadas de cinco meses? Dado que la poblacin no pasara todas sus nuevas horas libres de brazos cruzados, una medida as no slo salvara al planeta sino que quizs empezara a cambiar nuestras concepciones bsicas sobre qu significa un trabajo que crea valor.Occupy hizo bien en no realizar demandas concretas, pero si yo tuviera que formular una, sera sa. A fin de cuentas, supondra un ataque a los preceptos ms arraigados de la ideologa dominante. La moralidad de la deuda y la moralidad del trabajo son las dos armas ideolgicas ms poderosas que manejan los dirigentes del sistema actual. Por eso se aferran a ellas incluso al tiempo que destruyen todo lo dems.Tambin es el motivo por el que la cancelacin de la deuda sera la demanda revolucionaria perfecta.Puede que todo esto parezca muy distante. En estos momentos, da la impresin de que a nuestro planeta le aguarda una serie de catstrofes sin precedente y no el tipo de transformaciones morales y polticas que abriran el camino hacia un mundo distinto. Pero la nica posibilidad que nos queda para evitar tales catstrofes es cambiar nuestra manera acostumbrada de pensar. Si algo han evidenciado los eventos del 2011, es que la era de las revoluciones no ha acabado ni mucho menos. La imaginacin humana se niega obstinadamente a morir. Y la historia nos demuestra que, cuando una cantidad significantiva de personas se libera simultneamente de las ataduras impuestas sobre su imaginacin colectiva, hasta nuestros supuestos ms inculcados sobre qu es y qu no es polticamente posible pueden derrumbarse de la noche a la maana.

David Graeber

David Graeber (Nueva York, 1961) es un antroplogo y activista anarquista estadounidense.Hijo de intelectuales judos de clase obrera, Graeber creci en Nueva York en una cooperativa de vivienda y se declar anarquista a los 16 aos. Se gradu de la Academia Phillis, Andover, en 1978 y recibi su ttulo de la Universidad Estatal de Nueva York en 1984. Adicionalmente, tiene un doctorado de la Universidad de Chicago, donde obtuvo una beca Fullbright y present su tesis sobre magia, esclavitud y poltica en Madagascar.Como acadmico, Graeber fue profesor adjunto en la Universidad de Yale desde 1998 hasta mayo de 2005, cuando el departamento de antropologa decidi no renovarle el contrato. Dado el prestigio acadmico de Graeber como antroplogo, sus seguidores denunciaron el carcter poltico del despido. En diciembre de 2005, Graeber acord dejar la universidad despus de un ao sabtico remunerado.Como autor, sus obras incluyen Fragments of an Anarchist Anthropology (Traducido al espaol como Fragmentos de antropologa anarquista) y The False Coin of Our Own Dreams. Debt: The First 5000 Years (publicado en Espaa como En deuda: Una historia alternativa de la economa) es un monogrfico que pone en entredicho la teora acadmica de que el dinero fue creado para dar solucin a la complejidad creciente de los sistemas de trueque. Graeber demuestra que se trata de una versin de la historia sin fundamento antropolgico para, a continuacin, realizar un anlisis minucioso de los ltimos 5000 aos de historia econmica.Como activista, Graeber fue partcipe de las protestas antiglobalizacin en contra del Foro Econmico Mundial en Nueva York en 2002 y fue uno de los primeros organizadores de Occupy Wall Street en 2011.Su ltima obra, The Democracy Project: A History, a Crisis, a Movement, analiza el significado de la palabra democracia y los eventos histricos asociados con la misma, desde el nacimiento de la Democracia Ateniense hasta la gestacin de Occupy, y propone un modelo renovado de democracia, basado en el consenso, la igualdad y la participacin.En la actualidad, David Graeber reside en Londres, donde es doctor en Antropologa y profesor del Goldsmiths College.