Grimson descentramientos-teoricos

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    c 9ooao .1

    ntropologa ahora ebates sobre la alteridadlejandro Grimson, Silvina Merenson,abriel Noel compi ladores

    Otvio Velho, Mary Louse Pratt,Renato Rosaldo, Gustavo Lins R ibeiro,Alcida Rita Ramos, Claudio LomnitzLuis Roberto Cardoso de Oliveira

    La antropologa naci como una disciplina abocadaa comprender a los otros. Al acuar el conceptode etnocentrismo , revel y cuestion, en ungesto fundante, la percepcin de la diferenciacomo exotismo incomprensible e irracional.Los contextos actuales caracterizados por losdesplazamientos y la hiperconexin parecenexigir el replanteo acerca de quines son esosotros y quines somos, tambin, nosotros.Las voces reunidas en este libro dan cuentade la preocupacin de los ms eminentesantroplogos de la regin sobre cmo abordar hoyla comprensin de la alteridad, en trminos tericospero tambin polticos, recogiendo los debatescruciales con los que la antropologa refuerzasu compromiso de desprenderse de todos loscentramientos: de raza, de gnero,de clase, de poca. As, ntropo loga ahora

    propone una lectura crtica del discursoeurocntrico que molde las reflexiones sobreel desarrollo del capitalismo, del empleomonoplico de categoras y de las operacionesepistmicas por las que Occidente se afirmacomo fuente nica de modelos generalizables,del papel histricamente hegemnico de lasantropologas metropolitanas y el subordinado delas perifricas, del reconocimiento dispar que hanrecibido las actividades intelectuales indgenas,por un lado, y las acadmicas, por el otro.Los textos reunidos por Grimson, Noel y Merensonconstituyen una seleccin de las conferenciasdictadas en la Reunin de Antropologa delMercosur celebrada en Buenos Aires en 2009 yson una contribucin concreta a la expansin, msall de las fronteras nacionales o disciplinarias, delas resonancias de la antropologa contempornea.Son tambin un registro patente de la miradaantropolgica, que nos ensea que la alteridadnos constituye como seres humanos a la vez quedesafa inevitablemente nuestra imaginacin social. NTROPOLGI S

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    NTROPOLOGHORdebates sobre la alteridad

    alejandro grimsonsilvina merensongabriel noelcompiladores

    xci siglo veintiunoe d i t o r e s

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    zi g r upo e d i to r i a lsiglo veintiunosiglo xxi editores, s. a. de c. v.C E R R O D E L A G U A 248 R O M E R O D E T E R R E R O S04310 M b I G O D Fsalto de pgina, s. I.ALMAGRO 38 28010M A D R I D E S P A A

    ndiceiglo xxi editores, s. a.G U A T E M A L A 4824 C 1425 B U PR U E D O S A I R E S A R G E N T I N Abiblioteca nueva, s. I.A L M A G R O 38 28010M A D R I D E S P A A

    Alejandro Grimson (comp.)Antropologa ahora - ed. - Buenos Aires: Siglo VeintiunoEditores, 2011.176 p.; 21x14 cm. - (Antropolgicas // dirigida por AlejandroGrimson)ISBN 978-987-629-186-6L Antropologa. 1. Ttulo.CDD 306

    2011, Siglo Veintiuno Editores S.A.Diseo de cubierta: Juan Pablo CambariereCorreccin: Teresa ArijnISBN 978-987-629-186-6Impreso en Artes Grficas Delsur // Almirante Solier 2450, Avellanedaen el mes de septiembre de 2011Hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina / / Made in A rgentina

    Descentramientos tericos. IntroduccinA lejandro Grimson, S ilvina Merenson y Gabriel Noe lLo que nos une3O t v io V e lhoLa antropologa y la desmonopolizacindel pensamiento social9

    Mary Louise PrattLa narrativa en la etnografa: el imaginarioasimtrico, el punto de vista y la desigualdad1Ren a to R o sa ld oLa antropologa como cosmopoltica: globalizarla antropologa hoygGustavo Lins RibeiroPor una antropologa ecumnica7A l c ida R i ta R am osConcepciones de igualdad y (des)igualdadesen Brasil: una propuesta de investigacin25Luis R oberto Cardoso de OliveiraLos orgenes de nuestra supuesta homogeneidad:breve arqueologa de la unidad nacional en Mxico41Cla ud io L o m n i t zSobre los autores73

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    DESCENTRAMIENTOS TERICOS 110 ANTROPOLOGA AHORAespecializado en esos debates sobre el desce ntramiento y la alte-ridad. Es decir, sobre ciertas tensiones decisivas de la prod uccindel conocimiento social .Como forma general del autocentramiento, el etnocentrismoconsiste "en el hecho de elevar, indebidamente, a la categorade universales los valores de la sociedad a la que yo pertenezco(Todorov, 1991: 21). Es decir, considerar que los valores, lascreencias y las prcticas de otra comunidad o cultura pueden(o incluso deben) ser evaluados adecuadamente a partir de losde la propia. As, de su primera versin, simple y extendida, sesigue la cotidiana percepcin de la diferencia como un exotis-mo incomprensible e irracional. Desde comer con las manoso alimentarse con hormigas, hasta el uso del velo femenino olo que algunos designan como "infanticidio", son considera-das prcticas extraas, ilgicas, atrasadas, que inmediatamentedefinen como tales a las personas que las llevan a cabo o quecreen en ellas. Sin embargo, ciertos actos polticos y protestassociales de nuestra sociedad suelen ser tambin objeto de estaincomprensin.Sobre estas imputaciones se construye la respuesta ms con-tundente y conocida de la antropologa; ninguna prctica ocreencia puede comprenderse extirpada del contexto espec-fico en el cual ha sido creada y donde adquiere sentido. Cla-ro que comprender no necesariamente significa concordar yexplicar no es justificar. Como lo seala de manera magistralNorbert Elias: "Aun cuando uno est completamente orienta-do hacia la condenacin, se debe, no obstante, procurar unaexplicacin, y la tentativa de explicar no es, necesariamente,una tentativa de disculpar" (Elias, 1997: 271). Por ello, msall de nuestros propios juicios ticos, metodolgicamente seimpone una perspectiva relativista que permita reconstruir lospuntos de vista de los actores sociales. No puede haber cien-cias sociales no etnocntricas sin una "rotacin de perspectiva" F ernandes, 1975), sin salir de nuestros sentidos comunes parac omprender los sentidos comunes de los otros: sus lenguajes,historias, formas del sentir y clasificar el mundo.

    Esto, que as formulado parece simple, est lejos de serlo. Lacomprensin intercultural puede concebirse apenas como un ho-rizonte que gua nuestro trabajo, ms que como un lugar de lle-gada definitivo. Pero sin ese horizonte no slo ser difcil para lasciencias sociales comprender los sentidos que las acciones t ienenpara las personas y los grupos, sino que tambin estarn conde-nadas a reproducir el sentido comn hegemnico en su propiasociedad.Un captulo decisivo de la historia cultural de la humanidades el que implica la propia creacin de formas para conocer aotros seres humanos. "Conocimiento para qu?", pueden pre-guntarse los ms inquietos. Conocimiento para dominar, ex-plotar, colonizar, evangelizar, liberar, revolucionar, intervenir,o para satisfacer la enorme curiosidad que tenemos algunosseres humanos. Los viajes, las crnicas y otros relatos anlogoshan sido un instrumento poderossimo para conocer al otro ycontinan sindolo hasta la actualidad, muchas veces inclusoen su versin tristemente degradada de los estereotipos tele-visivos. Pero hay que admitir que, cuando desde lugares fuer-temente contrastantes, tanto la literatura como la televisinresquebrajan estereotipos y se dejan llevar por las lgicas dequienes retratan, pueden constituir herramientas cruciales enel conocimiento de otras sociedades. En un mundo en el cuallas narraciones simplistas sobre otros mundos se multiplican,la antropologa es cada vez ms necesaria como disciplina ri-gurosa para el conocimiento colectivo de "los otros", que, con-viene explicitarlo, a veces somos nosotros en tanto ciudadanosdel tercer mundo, o por razones tnicas, polticas, de clase ocualquier otro criterio.Por ello, nos/otros es un lugar construido para pensar. Com-prender al otro, se reconocera despus, es una condicinnecesaria para entendernos a nosotros mismos. Bronislaw Ma-linowski mostr que la pregunta acerca de por qu, en un pu-ado de archipilagos de Melanesia, la gente le otorga tantaimportancia a lo que para los europeos no son ms que simplescollares y brazaletes hechos por ellos mismos es anloga a lade por qu, para sus lectores, son tan importantes, valiosas y

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    12 ANTROPOLOGA AHORApotentes las joyas de la Corona britnica. Pocos aos despus,Marcel Mauss introdujo, a partir de una sistematizacin de es-tudios etnogrficos, la conceptualizacin del acto de donar, yde las obligaciones de recibir y retribuir que ese acto implica.Sobre la base de rituales tan poco inteligibles para los occiden-tales como el kula o el potlatch, Mauss pudo interpretar las im-plicancias en nuestras sociedades de las reformas sociales quegeneraban lazos slidos.El debate del que participan los textos reunidos en este libroda cuenta de la preocupacin de los antroplogos y sus interlo-cutores acerca de cmo puede abordarse hoy la comprensinde la alteridad. Sobre todo, cuando sabemos que el conoci-miento es poder, que tambin es performativo, que es utilizadopor m ltiples actores con o bjetivos dismiles. En ese sentido, aun-que los autores reunidos en el l ibro ofrezcan dist intas respuestas,todos ellos parten de ciertas nociones e intenciones compartidasque quisiramos sealar brevemente en esta introduccin. Se tra-ta de un debate antiguo pero profundamente renovado. Por unlado, prolonga ese intento antropolgico de conmover el auto-centramiento. Por otro, desplaza la frontera del cuestionamien-to a otras formas de autocentramiento que pasaban inadvertidaspoco t iempo atrs.Ritualmente, hay que sealar que el relativismo metodolgicono implica ni un relativismo mo ral ni un nihilismo epistemolgi-co. No resulta tan evidente que, detrs de la exigencia de aclararesta diferencia una y otra vez, se esconde agazapada una profun-da resistencia a cualquier bsqueda seria de comprensin de ladiferencia. Como mostr Geertz (1996) en un ensayo clsico, elanti-relativismo no es sino un regocijo en supuestas verdades ca-seras, ciegas a las alteridades. Al obturar al otro como parte deun dilogo po sible, se nos cierra la posibilidad de averiguar a qupodra aludir cualquiera de las categoras de nosotros occiden-tales, latinoamericanos, argentinos, que a veces c onsideramostan evidentes.

    DESCENTRAMIENTOS TERICOS 13LOS ETNOCENTRISMOSConviene comprender que hay variantes especficas del etno-centrismo. Existe en primer lugar un etnocentrismo cientfico ,identificado clsicamente con el evolucionismo, que presuponeque toda sociedad ve reflejado su propio futuro en aquellas msavanzadas. No es casual que la economa poltica haya sido la dis-ciplina en la cu al esta visin ha estado, y an est, m s arraigada.Pero no slo en ella.Bajo este trmino se condensa una serie de imposibilidadesde descentramientro, una incapacidad para abordar seriamentela perspectiva del otro. Para los antropolgos, el "etno" de "et-nocentrismo" no significa, excluyentemente, tnico. Ms bien,lo "etno" aparece como metfora de todas las diferencias cul-turales, de todos los contrastes entre mundos simblicos, inclu-yendo por supuesto las discrepancias m ltiples que conviven enlas sociedades contemp orneas estrat ificadas. Sus variantes, quevan incrementando su complejidad relativa, son el sociocentris-mo, el androcentrismo, el cronocentrismo, el naciocentrismo.El sociocentrismo (Grignon y Passeron 1991: 26 y ss.) es, bsi-camente, un centramiento basado en la posicin de clase. Sufreo se enfurece, por ejemplo, por lo mal que hacen poltica lospobres. A su vez, ese juicio produce dolor o rencor en quienesse saben juzgados e incomprendidos por quienes ni siquieraimaginan sus vidas reales. Si el sociocen trismo especifica esa in-comprensin en relacin con los poderes relativos de las clases,el androcentrismo se vincula a lo instituido, de modo especial-mente potente en el lenguaje, en la relacin de sujecin de lofemenino a lo masculino.'

    1 A las crticas al androcentrismo se han agregado en los ltimos arioslas de una serie de autocentramientos relacionados con las cuestionesde gnero y de preferencia sexual, como el heterocentrismo ligado ala naturalizacin de la preferencia sexual heterosexual y la hetero-normatividad y el binarismo de gnero, ligados a la naturalizacinde las identidades de gnero en una oposicin taxativa y excluyenteentre lo masculino y lo fem enino.

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    El cronocentrismo, por su parte, alude a la creencia, amplia-mente difundida en nuestros das, de que estamos atravesandouna poca sin precedentes en la historia de la humanidad, carac-terizada por la globalizacin, el desarrollo y el alcance de diversastecnologas. Pero a su vez se relaciona con lo que los historiadoresllaman anacronismo , en el sentido de que los pasados, sus prc-ticas y valores, suelen ser analizados sin comprender los contextosespecficos de su despliegue. Al proyectar modos d e pensamientocontemporneos a pocas p asadas, tambin se extirpa de las redesde relaciones sociales y simblicas una prctica o una idea en lascuales produca sentido. Complementariamente, el "alocronis-mo (Fabian, 1983) consiste en proyectar hacia el pasado a buenaparte de la humanidad, quienes se transforman en primitivos yson reinterpretados como si fueran nuestros ancestros en lugarde nuestros contemporneos.Por su parte, el naciocentrismo refiere a la naturalizacin de laescala nacional a la hora de ob servar la produccin y legitimacinde categoras y conceptos ana lticos aplicados valorativamente acualquier espacio-tiempo. Elias (1989) demostr cmo el 'lacio-centrismo deline gran parte de la produccin de las cienciassociales. Conceptos como "civilizacin" y "cultura", que siglosatrs constituyeron formas de autopercepcin para algunos sec-tores sociales europeos en ascenso, fueron "estatizndose" parapasar a designar la distincin entre las denominadas sociedadessimples y el mundo occidental , conformado por los nacientesEstados-naciones.

    FBRICAS DE ALTERIDADA las variantes del etnocentrismo, podemos agregar el etnocentris-mo categorial , que consiste justamente en designar a las personas olos grupos en funcin de categoras identitarias creadas por los no-minadores. Ha habido grupos indgenas que se designaban a s m is-mos con un sinnimo de humanos , lo cual implicaba deshumani-zar a los otros. Tambin son conocidas las reiteradas designaciones

    de los extranjeros como brbaros , es decir, como seres despro-vistos del autntico lenguaje. Una diferencia debe establecersecuando esa categorizacin de los otros no slo existe en un grupo,sino que logra imponerse en el sentido comn de po blaciones muyamplias. El poder de la nominacin es una de las formas ms sedi-mentadas y ocultas de la imposibilidad del descentramiento. El tr-mino indios , que proviene de un error, de la equivocada creen-cia de un navegante europeo de haber arribado a la India, es unequvoco geopol t ico sedimentado durante ms d e cinco siglos endecenas de lenguajes. Los indios charcas , y as despus la ciudadde Charcas (tambin Chuquisaca, hoy Sucre), fueron designadosas porque una lluvia previa al encuentro con los europeos habadejado en el camino algunas charcas de agua. En un caso el destinodeseado pero infructuoso estableci la categora, mientras en elotro un rasgo del trayecto hacia la al teridad fue metonmicamentesealado como un rasgo de ella.Aunque hoy sorprende que esas nominaciones pudieran sedi-mentar, las disputas por la nominacin son realmente com plejas.Aquellos que luchan por la tierra: son "campesinos", "pueblosoriginarios , trabajadores rurales , desposedos , ciudadanosde un pas ? Qu son, para quin, para qu? Cierto: el anlisis dela estructura social puede definir una posicin objetiva en las re-laciones de produccin. Pero que alguien ocupe una posicin nopermite inferir que esa persona sea, esencialmente, esa po sicin.Por lo tanto, los datos estructurales no autorizan a definir obje-t ivamente quines son, qu son ni quines somos. Y el color depiel, el lugar de nacimiento, la identidad de los padres, la lenguaque hablan? C laro, todo ello ofrece indicios objetivos que invitana la lectura, y aun as la nominacin es bsicamente un acto depoder, de nombrarse, el poder de nombrar a otro, de designar atodos los habitantes de un territorio, de autorizar y prohibir ciertasidentidades o nombres.Una variacin de etnocentrismo poco analizada an es lo quepodemos llamar etnocentrismo de interlocucin . Los grupos ylas sociedades tienen sus propios rituales, pero tambin constru-yen discursos y prcticas, mensajes destinados a los otros. Puedenescenificarse con relacin a un dilogo, a un otro, a un poder.

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    16 ANTROPOLOGA AHORA DESCENTRAMIENTOS TERICOS 17El etnocentrismo de interlocucin es aquel que toma esos m ismosmensajes, much as veces sin reconocerlos como tales, y los inter-preta de un modo completamente autocentrado. Una ofrenda,un si lencio, un ri tual , muchas veces se p restan a malentendidos, acomprensiones sesgadas. Entre los participantes del potla tch , por elcontrario, hay tensin, competencia, pero se trata de una tensino una disputa en el interior de un acuerdo, un sobreentendido,respecto de por qu se com pite y por qu tiene sentido competir.Cuando deseamos comprender cmo se han instituido imagina-riamente los grandes contrastes y clasificaciones de reas cu ltura-les del mundo contemporneo, nos enfrentamos a com binatoriasde diversos t ipos de etnocen trismos. Evidentemente, la dicotomaOriente versus Occidente, las implicancias naturalizadas en lasreferencias a Amrica Latina, a frica (o a veces slo al fricasubsahariana), sintetizan algunas de las sim plificaciones ms ex-t raordinarias en trminos de conocimiento, en las cuales estamosinmersos y que rigen, hasta la actualidad, dimensiones clave de lageopoltica.Un punto de inflexin en esta direccin fue la obra de EdwardSaid. Influenciado por la lectura foucaultiana de las relacionesentre saber y poder, entre conocimiento y dominacin, la publi-cacin de Orientalismo introdujo una perspectiva fundamentalpara observar el modo en que, tras la Ilustracin, Occidente harepresentado a sus otros. Una de sus principales contribucionesfue mostrar que Oriente no es una realidad dada y natural, quesimplemente est all , sino que se trata de una entidad tanto geo-grfica como cultural e histrica. Debe entenderse, ante todo,como una invencin que permite construir, en el contraste, laimagen, personalidad y experiencia de Europa, y el orientalismo,como un discurso que habilita una disciplina sistemtica a travs dela cual la cultura europea ha sido capaz de manipular e incluso dedirigir a Oriente desde un punto de vista poltico, militar, sociolgi-co, ideolgico, cientfico e imagina rio (Said, 1990: 21).Si uno compara el anlisis de Said con dos libros fundamenta-les como La conquista de Amrica de Tzvetan Todorov (1986), yOjos im periales , de Mary Louise Pratt (2010), se puede comprender

    mejor el lugar que Amrica Latina ocup y ocupa en la imagina-cin colonial y poscolonial. Oriente era un otro irreductible, enel sentido de que su conquista , incluyendo la conquista cultural,no era u n plan viable. En ese sentido, la percepcin de esa distan-cia cultural se vinculaba a una mayor simetra, en el sentido deque Ch ina tambin era considerada una civilizacin. Amrica eralo opuesto: era el espacio que perm ita preguntarse si acaso eranrealmente seres hum anos aquellos que habitaban las islas; era elterritorio de la naturaleza esplendorosa, de las tierras vrgenes,que aguardaban la llegada de la civilizacin y el desarrollo. Era unespacio ocupable, evangelizable, un continente cuyas elites pudie-ron creer muchas veces (incluso hoy) que formaban parte deOccidente aunque sus contrapartes europeas no siempre estuvierande acuerdo con ello.Hay u na relacin entre estos l ibros que quiz pued a sintetizar-se en el hecho de que analizan parafraseando a Austin (2008)cmo Occ idente haca Otros con palabras, y especialmente en ell ibro de Pratt , pero no slo al l el lugar crucial de la mirada, delos ojos poderosos, en esa hechura de la alteridad. Esa relacinentre saber y poder, la mirada y las palabras, nos confront conlos alcances y las traducciones del imperialismo poltico en las ins-tituciones acadmicas y el campo intelectual. Las afirmaciones deSaid nos interpelan por el lugar que ocupa la antropologa en la(re)produccin de esta y otras formas histricas de las relacionesasimtricas y las desigualdades. Dicho de otro modo: es la antro-pologa una ciencia de la dominacin? Si lo fue, es o puede seralguna otra cosa?Una respuesta que haga justicia a esta pregunta debe consi-derar, al menos, tres puntos. Primero, hay que comprender quehubo importantes trabajos antropolgicos que se han hecho y sehacen directamente al servicio del imperio. Esto no es slo el pa-sado, sigue ocurriendo en Afganistn y en mltiples escenariossimilares. Hasta donde sabemos, no se trata de una peculiaridadde la antropologa, porque tambin hay trabajos fsicos, qumi-cos, sociolgicos e histricos al servicio del imperio. Segu ndo, lapeculiaridad es que para dominar al otro es necesario conocerloy comprende rlo, y la antropologa es el disciplinamiento en el

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    DESCENTRAMIENTOS TERICOS 1918 ANTROPOLOGA AHORAsentido de rigor metodolgico, pero tambin de saber en tantopoder de los modos de conocimiento de ese otro. Tercero, laantropologa puede ser, y de hecho es, muchas otras cosas que noingresan en una ciencia de la dominacin. Como se ver en estevolumen, hay antropologas mltiples en diferentes lugares delplaneta y en diversos posicionamientos sociales, culturales y po l-t icos. Tambin los saberes de sectores sub alternos o en los pasesms perifricos pueden ser fuente de construccin de poderes.Esto implica, bsicamente, que no puede comprenderse abso-lutamente nada sin un relativismo metodolgico y un combatecontra todas las formas de etnocentrismo. El antroplogo, si biensabe que una completa difuminacin del etnocentrismo es invia-ble porque es propio de la condicin humana, es, no obstante,alguien que se ha formado para buscar todos los modos en queeste se hace presente en su trabajo, sus relaciones, sus interpreta-ciones, para intentar, hasta donde sea posible, mantenerlo con-trolado. Dominarlo, para no ser dominado por l, mediante unaactitud y un procedimiento permanentem ente reflexivos.

    ETNOCENTRISMO TERICOA la luz de este contexto, este libro aborda desde m ltiples enfo-ques uno de los grandes dilemas de las ciencias sociales contem-porneas: hasta qu punto son universales o contextuales las ca-tegoras tericas y las pol t icas? Esta pregunta ha sido respondidadesde tres posiciones.

    La primera, caracterstica del Iluminismo y de la ciencia mo-derna, afirma que todas las sociedades pueden ser comprendidasy explicadas a partir de una serie de teoras y mtodos preesta-blecidos. Nociones como m odo de produccin, Estado, clase, co-munidad y o tras tantas pretenden ser universalmente aplicables apriori. Los cuestionamientos empricos a esta pretensin de uni-versalidad suelen encontrar la siguiente respuesta estereotipada:si no hemos logrado an la comprensin definitiva, esto no sedebe a determinadas caractersticas de lo social, irreductibles a

    esas frm ulas, sino a debilidades o insuficiencias del propio tra-bajo sociolgico o antropolgico. Pero algn da habremos delograr definiciones definitivas sobre sociedad, cultura, polticao comunidades establecidas partiendo de estas categoras "uni-versales". Cabe sealar que estas pretensiones de universalidadhan emergido sobre todo de Europa y m s tarde de otros centrosmetropolitanos que han reco gido su legado. Paradjicamente, laglobalidad del pensamiento aparece profundamente localizada.Ya volveremos sobre esto.La segunda respuesta a la pregunta por la universalidad esel nativismo o el nacionalismo. Orgulloso de su carcter parro-quia , este demanda que aquellas categoras del pensamientoque no hayan surgido en la propia parroquia no invadan ni in-gresen en el dilogo sobre la propia sociedad. Comenzando porun legt imo rechazo al pensamiento colonial , acaba por refugiar-se en un pro vincialismo que d egrada el potencial de su proyecto.Afirma que todo lo producido en un contexto slo sirve para e s econtexto, y encuentra su nico sentido en esa afirmacin. Exi-ge un monopolio provincial de conocimiento legtimo sobre supropio rincn del mundo social . Rechaza, por definicin, las vo-ces forneas". As, los productos en contextos imperiales sernsiempre imperiales y no hay usos e n otros contextos que puedanarrancarlos de esa marca originaria. In l imine , esta posicin deberenunciar a las clases y a las culturas, pero sobre todo a proyec-tos como la antropologa y la sociologa. Su contextualismo a lahora de entender el origen de las categoras postula que dichosorgenes definen esencias inalterables. En ltimo trm ino, impli-ca renunciar a la posibilidad misma del dilogo tericamenteinformado o no entre grupos humanos, incluso ante evidenciaen contrario.La tercera respuesta es la co ntextualidad radical (Grossberg, 2009;Restrepo, 2010). Es crucial comprender que todas las categorastericas, muchas de las cuales hemos pasado mucho tiempo in-tentando aplicar a nuestras sociedades, han sido formuladas encontextos tericos e h istricos especficos. Su pretensin de uni-versalidad muchas veces se deriva de ese mismo contexto. Pero loscontextos perifricos, coloniales o poscoloniales, estn constituidos

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    DESCENTRAMIENTOS TERICOS 2120 ANTROPOLOGA AHORAellos mismos por la actividad de los poderes externos, actividadque ha dejado sedimentos profundos en las estructuras socia-les, las clasificaciones y los modos de imaginacin poltica. Nopuede afirmarse que el lema "libertad, igualdad, fraternidad",por haber nacido en Francia, nada tenga que ver con nuestroscontextos. Lo que resulta imprescindible no slo es comprenderqu significan o pueden significar estos trminos en nuestrassociedades, sino tambin qu han significado en la Francia defines de siglo XVIII.De all que el proyecto postulado por Chakrabarty (2008) de provinci liz r Europa , es decir de evidenciar que el pensamien-to y la experiencia del autodenominado Viejo Continente son ala vez fundam entales e inadecuados para pensar espacios e histo-rias que escapan a sus lmites (territoriales, polticos, culturalesy simblicos), resulta central. La cuestin , afirma el autor, noes rechazar las categoras de las ciencias sociales, sino introducirdentro del espacio ocupado por las historias europeas particula-res sedimentadas en esas categoras otro pensamiento terico ynormativo consagrado en otras prcticas de vida existentes (Cha-crabarty, 2008: 50). Algo anlogo sucede hoy con Estados Uni-dos (vase Lins Ribeiro en este volumen). Provincializar la pro-duccin de conocimiento implica cuestionar profundamente losjuicios etnocntricos que hicieron que la teora social moderna/occidental apareciera como la nica gran narracin posible, y supasado, como clsicos , es decir, interlocutores de validez peren-ne, y otras narrativas como simples datos arqueolgicos , captu-los superados o callejones sin salida de una historia del pensa-miento . Esto no significa negar el potencial que esas categoras,teoras y mtodos pueden adquirir en otros contextos histricos,pero parte del supuesto de que el descentramiento, la reposicinde la contingencia y la contextualizacin son condiciones nece-sarias para que alguna pretensin de validez pueda proyectarse.La validez no surge d e un pronu nciamiento apriorst ico, sino quedebe ser resultado de un proceso de indagacin atento a los con-textos histricos y culturales.Aqu es donde el etnocentrismo clsico encuentra su imagenespecular en un etnocentrismo invert ido . Si en el etnocentrismo

    clsico la sociedad propia es idealizada para despreciar a los otros,en el etnocentrismo invertido una sociedad otra es fabricadacomo ideal para despreciar a la propia. Ejemplo de este lt imo esuna Europa qu e no existe ni siquiera en Europa y que se insti tuyecomo horizonte. Hasta la actualidad una parte nada desdeablede los debates po l ticos y de las pol t icas pblicas del mundo l la-mado en desarrollo o subdesarrollado emanan de esa mismadefinicin. Qu hacer para alcanzar el mod elo europeo o estado-unidense? Ese evolucionismo se encuentra profundam ente arrai-gado en la imaginacin social y es la base sobre la cual persistenclasificaciones de pases, de tipos de personas, o se entab lan juiciossobre polticas econmicas o sociales.Lo mismo sucede en el plano de la produccin terica. El et-nocentrismo terico invert ido asume desde la periferia el pensa-miento europeo o estadounidense como universalista. Adems,presume que las innovaciones tericas slo pueden provenir des-de la avanzada del pensamiento global. Este libro se inscribe enuna vasta produccin que m uestra que la avanzada del descentra-miento terico puede localizarse en la India, en Am rica Latina oen otras partes. Y que muchas de las categoras pensadas desde losestudios subalternos, el pensamiento poscolonial o simplementearraigadas en contextos locales sumamente particulares puedentener y tienen un impacto decisivo para cualquier bsqueda decomprensin de los seres humanos.No es novedoso que exista un pensamiento central en la peri-feria. Existen dos fo rmaciones intelectuales com plementarias queLins Ribeiro llama provincialismo metrop olitano y cosmo poli-tismo provincial . La primera nocin enfatiza la trampa narcisistadel centro , que entiende como globales acontecimientos que sonlocales e interpreta la periferia aun cuando desconoce g ran partede su produccin. La segunda, en tanto, alude al consumo de laliteratura producida en distintas partes del mapa antropolgicomundial , proveyendo las bases para nuevos modos de intercambioacadmico. En ese sentido, con frecuencia la periferia ha sido mscosmopolita que los centros. El parroquianismo de la metrpoliha sido m uchas veces n acional o lingstico en el sentido de queno slo se ignoraba a la periferia, sino que h aba un escaso dilogo

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    22 ANTROPOLOGA AHORA DESCENTRAMIENTOS TERICOS 23entre las diferentes tradiciones nacionales. En cambio, desde lasperiferias deba intentar leerse a las diferentes metrpolis. Y seencontraban en una tensin sin solucin que puede verse aquen el anlisis de Velho: desarrollar un pensamiento adecuado alcontexto en el sentido de Dipesh C hakrabarty, pero que no fueraintraducible a las metrpolis para que no fuera fcilmente provin-cializado. El eurocentrismo as parece habitar todos los caminosdel jardn de los senderos que se bifurcan. Slo que en algunoscasos es el lugar de partida y de llegada, mientras en otros, unpunto de pasaje.Esto se conecta con la hiptesis de Renato Rosaldo de que lossubalternos imaginan la vida de los sectores dominantes mejorque como estos imaginan la de aquellos. La existencia de este t ipode imaginarios asimtricos (vase Rosaldo, en este volume n) tie-ne una explicacin: la subalternidad necesita comprender algode la hegemona, apropiarse de aquello que pueda resultarle tilpara socavar su propia situacin. No se trata de generar, en nin-gn caso, una imagen idlica de nada. Pero no parece casual quepalestinos com o Said, indios como Chakrabarty, lat inoamericanoscomo Anbal Quijano, adems de todos los autores incluidos eneste volumen y muchos otros, estn trabajando en la desestabiliza-cin del etnocentrismo terico y sean referen cia internacional deese descentramiento.De hech o, hay una historia, ya que ese cosmopo lit ismo provin-cial redund en el siglo XX en innumerables innovaciones teri-cas propuestas desde las provincias . En contra de la nocin de`aculturacin , que afirmaba que en los procesos de colonizacinlas culturas locales perdan sus rasgos tradicionales, F ernando O r-tiz postul en 1940 la idea de "transculturacin", para enfatizarque, en todo contacto cultural, tanto los dominantes como losdominados eran transformados, y de manera activa. Cuando dosdcadas despus Roberto Cardoso de Oliveira, con amplia forma-cin filosfica y marxista, desarroll su trabajo de campo en laAmaz onia, encontr una disputa entre los avances de los agentesde la sociedad nacional y los p ueblos que habitaban histricamen-te la regin, una disputa vinculada a los recursos, a procesos pro-ductivos y a procesos identitarios. No aplic a la Amazonia la

    idea de lucha de clases , sino que seal que en esas si tuacionesde frontera se planteaba un escenario de "friccin intertnica".Cuestiones com o los conflictos de intereses y su relacin con lasorganizaciones sociales y la etnicidad comenzab an a sealarse enun trabajo de campo y un trabajo terico contemporneo al c-lebre texto de Barth (1976) sobre los grupos tnicos y sus fronte-ras. El mismo problema fue pensado simu ltneamente por antro-plogos nacidos en diferentes regiones del mundo, que hacansus estudios en zonas muy distintas. Como sealan en este libroOtvio Velho y Alcida Rita Ramos, la innovacin de Cardo so deOliveira, que encontr en el trabajo de Barth una legitimacininesperada para una sensibilidad terica siempre abierta a Eu-ropa, configur un programa de investigacin con impacto enBrasil y en Am rica Latina. Programa que le dio un carcter dis-tintivo a buena parte de la investigacin antropolgica realizadaen esos lugares.Son notables los casos de contemporaneidad del pensamientosocial intercontinental. Alguna v ez habr que hacer estudios acer-ca de G ramsci y M aritegui, sobre las fabricaciones de al teridad,sobre el trabajo colaborativo entre antroplogos y nativos, sobreel rol de los sujetos sociales en la significacin de los mensajes delos medios, sobre los procesos de hibridacin cultural, y tantosotros. Un segundo estudio debera preguntarse tambin cmo sejerarquiz despus la legit imidad relat iva de los apo rtes metropo-l i tanos y perifricos, porque el resultado parece haber sido siem-pre el mismo.Nuevamente, como propone Chakrabarty: no deseamos y nopodemos pensar sin Europa, pero no deseamos ni podemos pen-sar eurocntricamente.Alcida Rita Ramos va ms all cuando retorna los dilemas delos dilogos entre los antroplogos y los nativos. Postula que haymltiples teoras antropolgicas que fueron extradas del pensa-miento nativo y que las teoras nativas nunca se elevaron a unestatus equivalente a las epistemologas occidentales. Sobre esaafirmacin, quisiramos alertar al lector, se despliega una comple-ja e intrincada polmica. En ese sentido, A ntropologa ahora incluyealgunos postulados que son cruciales en el debate contemporneo

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    como en la deconstruccin de los parroquialismos. Se trata deun descentramiento en busca de un reconocimiento de diversasheterogeneidades. Entender la gran narrativa marxista sobre losmodos de produccin como parte del eurocentrismo, tal comopropone aqu O tvio Velho, no significa desconocer el potencialde categoras marxistas, y menos an el poder performativo delos grandes relatos occidentales, sino interrogarlos y cuestionaruna adop cin acr t ica e irreflexiva para sostener con ellos una re-lacin mucho ms autno ma y produ ctiva. Significa, en otras pa-labras, desmon opolizar el pensamiento social como respuesta a las principales operaciones epistmicas por las cuales Occidentese afirma, y se autoconstruye, como la fuente nica de los mo delosculturales generalizables (vase Pratt , en este volumen). El pun-to de llegada en ambos casos es similar y consiste en reconocerdist intos grados y t ipos de asimetra. Ante el los es que los autoresnos invitan a desarraigarse, a no considerar inevitables las matri-ces y perceptivas tericas con las que pensamos y actuamos en elmundo. Si el occidentalismo puede ser un corral, el desafo de laantropologa consiste en ser un agente de la desmonopolizacindel espac io intelectual (d.).Reclamar hoy una "antropologa ecumnica" (vase Ramos,en este volumen), es decir un trabajo colaborativo y equitativono slo entre los centros acadmicos sino tambin respecto denuestros interlocutores en el trabajo de campo, refleja una grantransformacin: "La teora antropolgica ya no poda (o no de-ba) defender un conocimiento que se sustentase en una relacinsujeto/objeto, en la que los parmetros del conocimiento sobreel otro [eran] la esttica y la tica de una clase dominante quese travesta en investigador (Borges, 2009: 35). En este sentido,tal vez como nunca antes, los escritos antropolgicos producidosen los mrgenes del centro se constituyeron en una voz de enun-ciacin clara y contundente a la hora de sostener y responder lamirada de Occidente. Ms all de que el lector podr percibirnfasis distintos y ricos en las propuestas de cosmopolticas, lostextos reunidos aqu adoptan este posicionamiento.La antropologa naci en las metrpolis como estudio de las so-ciedades no occidentales, pero hoy hay antroplogos en todo el

    planeta (vase Lins Ribeiro, en este volumen). As como hace algu-nas dcadas estos comenzaron a estudiar a las elites (ingenieros nu-cleares, empresarios, polticos, cientficos), algunos antroplogosde pases del tercer mundo estn haciendo etnografa de las so-ciedades metropolitanas. Brasil ha sido un caso peculiar en ese sen-t ido, ya que desde Gilberto F reyre, quien estudi con F ranz Boas,ha habido una bsqueda d e comprensin de la sociedad nacionala part ir de comparaciones con E stados Unidos. Esa tradicin se h amantenido a travs de Roberto DaM atta (2002) y muchos otros au-tores. En este libro, Luis R. Cardoso de Oliveira retorna esa tradi-cin a part ir de sus estudios en Estados Unidos, Canad y F rancia.A este respecto, quizs convenga, para el lector no especializa-do, reponer una historia. Entre las categoras tericas que la an-tropologa utiliz para comparar sociedades y sus configuracionesculturales result central la oposicin entre sociedades igualita-rias y jerrquicas. Louis Dum ont (1966, 1977) realiz una compa-racin sistemtica de las caractersticas de las ideologas predomi-nantes en la India y en la sociedad mod erna de Occidente. De esecontraste surgen claramente dos grandes perspectivas o conjuntosde ideas y valores diferenciados: el holismo y el individualismo.El holismo abarca a la mayor parte de las sociedades la India esuna de ellas que valorizan el orden, "la conformidad de cadaelemento a su papel en el conjunto", la sociedad como un todo.El individualismo, por su parte, es propio d e las sociedades occi-dentales que valorizan en primer lugar al ser humano individual,como encarnacin de la Humanidad igual a cualquier otro hom-bre y, por lo tanto, l ibre. En la obra de Dum ont, la sociedad de laIndia y la sociedad m oderna se presentan en contraste sistemticodesde el punto de vista de los valores. Si el valor supremo de lasociedad de castas es la jerarqua, en el polo opuesto se encuentrael iguali tarismo de Occidente.Roberto DaM atta (2002) incluy a Brasil (y metonmicamente aAmrica Latina) en dicha tensin al postular que se trata de socie-dades que tienen enredados componentes igualitarios y jerrqui-cos. DaM atta sostuvo que mientras en el plano de la ley las socieda-des lat inoamericanas t ienden a un iguali tarismo impersonal, en elplano de la cultura poltica se encuentra muy arraigada una perso-

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    DESCENTRAMIENTOS TERICOS 2928 ANTROPOLOGA AHORAnalizacin de las relaciones que ob struye una y otra vez los inten-tos modernizadores . As, las frmulas a los enemigos la ley, a losamigos todo o el estudio de la forma de la jerarquizacin cotidianaen Brasil expresada en el vot sabe com quem est falando? darancuenta de esa tensin. Ca rdoso de Oliveira retorna aqu ese proble-ma analizando formas de lo personal y lo impersonal, lo jerrquicoy lo igualitario, rastreando enunciaciones jurdicas en distintos pa-ses. Por su parte, Lomnitz retorna la cuestin de la racializacin delas identidades nacionales para mostrar sus am bivalencias, comodimensiones defensivas, frente a las pretensiones imperiales, y suscoacciones ante otros modo s, menos sujetados, de identificacin.Ciertamente, la cuestin de la raza aparece como una problemticacrucial y muy v ariable en Amrica Latina, donde tambin la pervi-vencia de clasificaciones implcitas sobre las personas y los grupos,en funcin de caractersticas fenotpicas, extendi, much o m s allde la colonia, sociedades de castas que an perviven en formas deimaginacin y accin que socavan intentos de democratizacin(Segato, 2007a, 2007b).De esta y otras formas de la asimetra en la periferia derivaronnuevas agendas de investigacin, teoras y categoras analticas.Entre estas ltimas, "colonialismo", "colonialidad del poder" y colonialismo interno aluden a un proyecto tanto poltico comointelectual. Mientras colonialismo refiere al proceso histricode dominio y explotacin en beneficio del colonizador, colonia-lidad del poder" indica, como seal Quijano (2000), un patrno matriz que organiza y jerarquiza a los seres humanos a part ir desu racializacin. La colonialidad, entonces, es un tipo de vnculoespecfico, supone una serie de problem ticas entre las cuales sedestacan sus efectos "internos". Entre ellos la "formacin de laraza como signo, es decir como huella en el cuerpo del paso deuna historia que construy 'raza' para construir 'Europa' comoidea epistmica, econmica, tecnolgica y jurdico-moral que dis-tribuye valor y significado en nuestro mundo (Segato, 2007a: 23).As planteada, la invencin de la raza es incomp rensible por fue-ra del sistema-mundo colonial/moderno. Esto es lo que muestraLomnitz al analizar el lugar de la racializacin en la formacin delnacionalismo mexicano hacia fines del siglo XIX como efecto de

    la lgica fronteriza entre Mx ico y los Estados Unidos . Es decircomo parte de la estrategia de integracin a un mercado laboraltnicamente segmentado (que predomin en el caso de Texas)y de marginacin poltica (de especial relevancia en el caso delterritorio de Nuevo Mxico) (vase Lomnitz, en este volumen).En esas persistencias de formas de la desigualdad social y cultu-ral es donde sedimentan de un m odo difcil de erosionar algunasde las principales consecuencias de los dist intos etnocentrismos.Una de las mayores paradojas contemp orneas consiste en cmodesarmar las jerarquas implicadas en dichas racializaciones sinpor el lo reproducir los p aradigmas pol t icos diseados para socie-dades como la estadounidense. Las tensiones entre etnocentris-mos de la prctica y etnocentrismos tericos no podrn resolversede mo do simplista, excepto que las sociedades y sus antroplogosse resignen a la aceptacin acr t ica de uno de ellos.Sealemos, para finalizar esta introduccin, que el origen delos textos aqu reunidos fueron algunas de las conferencias dic-tadas en la Reunin de Antropologa del Mercosur, que se lleva cabo en Buenos A ires en 2009. Esas exposiciones fueron poste-riormente revisadas por los autores para darles su forma actual.Aquella reunin fue el mayor evento antropolgico realizado enel pas hasta ese momento, pero fue, sobre todo, un espacio dealta intensidad en los debates y en la construccin de agenda. A lreunir algunos de los trabajos en este volumen, hemos queridocontribuir a expandir, ms all de las fronteras nacionales o d isci-plinarias, las resonancias de la antropologa contem pornea.

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