Guattari Cartografias Esquizoanaliticas

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  • 8/12/2019 Guattari Cartografias Esquizoanaliticas

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    Flix Guattari. Cartografas Esquizoanalticas, Buenos Aires, Manantial,

    2000 [1989]

    LIMINAR

    El pensamiento clsico mantena el alma alejada de la materia y la esencia del

    sujeto a distancia de los engranajes corporales. Por su parte, los marxistas

    oponan las superestructuras subjetivas a las relaciones de produccin

    infraestructurales. Cmo podemos hablar hoy de produccin de subjetividad?

    Una primera constatacin nos conduce a reconocer que los contenidos de la

    subjetividad dependen cada vez ms de una multitud de sistemas maqunicos.

    Ya ningn dominio de opinin, de pensamiento, de imagen, de afectos, de

    narratividad, puede pretender escapar a la influencia invasora de la "asistencia

    por computadora" de los bancos de datos, de la telemtica, etc. As pues,

    llegamos a preguntarnos incluso si la propia esencia del sujeto -esa famosa

    esencia, detrs de la cual corre la filosofa occidental desde hace siglos no se

    encuentra amenazada por esta nueva "maquino-dependencia" de la subjetividad.

    Conocemos la curiosa mezcla de enriquecimiento y de empobrecimiento que

    produjo todo esto: una aparente democratizacin del acceso a los datos, a los

    saberes, asociada a un nuevo cierre segregativo de sus instancias de

    elaboracin; una multiplicacin de los ngulos de enfoque antropolgicos, una

    mezcla planetaria de las culturas, paradjicamente contempornea de un

    crecimiento de los particularismos y de los racismos; una inmensa extensin de

    los campos de investigacin tcnico-cientficos y estticos que se despliegan en

    un contexto moral de tristeza y desencanto. Pero en lugar de asociarnos con las

    cruzadas de moda contra los perjuicios del modernismo, de predicar la

    rehabilitacin de los valores trascendentales en retirada, o de abandonarse a las

    delicias desengaadas del posmodernismo, podemos intentar recusar el dilema

    del rechazo crispado o de la aceptacin cnica de la situacin.

    Que las mquinas estn en condiciones de articular enunciados y grabar

    estados de hechos al ritmo del nano-segundo y, maana tal vez, del pico-se-

    gundo, [1] no significa que sean potencias diablicas que podran dominar al

    hombre. De hecho, se justifica menos que ste se aleje de aqullas en la medida

    que slo son, despus de todo, formas hiperdesarrolladas e hiperconcentradas

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    de ciertos aspectos de su propia subjetividad y de ningn modo, subraymoslo,

    aspectos que lo polarizan en las relaciones de dominacin y de poder.

    Habremos tendido un puente doble desde el hombre hacia la mquina y de la

    mquina hacia el hombre, y, a travs de ste, las nuevas y confiantes alianzas

    entre ellos se dejarn augurar cuando hayamos establecido:

    1. que las actuales mquinas informticas y comunicativas no se contentan con

    transportar contenidos representativos sino que contribuyen igualmente a la

    confeccin de nuevas Disposiciones de enunciacin (individuales y/o

    colectivas);

    2. que todos los sistemas maqunicos, sin importar el dominio al cual pertenecen

    -tcnico, biolgico, semitico, lgico, abstracto- son por s mismos el soporte

    de procesos proto-subjetivos, que yo calificara de subjetividad modular.

    Slo evocar en esta oportunidad el primer aspecto de estas cuestiones y me

    reservar el tratamiento del segundo, que gira en torno a los problemas de auto-

    referencia, de auto-trascendencia, etc., para otras circunstancias.

    Antes de continuar, deberamos preguntarnos si esta entrada en mquina de la

    subjetividad -como se deca en otros tiempos entrar en religin- es, en verdad,

    absolutamente nueva. Las subjetividades "precapitalistas" o "arcaicas" no eran

    engendradas tambin por diversas mquinas iniciticas, sociales, retricas,

    encajadas en instituciones clnicas, religiosas, militares, corporativas, etc., que

    yo reagrupara aqu bajo la denominacin general de Equipamientos colectivos

    de subjetivacin? Es lo que suceda con las mquinas monacales, que trajeron

    hasta nosotros las memorias de la Antigedad, fecundando al pasar nuestra

    modernidad. Y qu eran sino programas, "macro-procesadores" del medioevo?

    Los neoplatnicos fueron, a su manera, los primeros conceptores de una

    procesualidad capaz de atravesar el tiempo y los stasis. Y la Corte de Versalles,

    qu era sino una mquina concebida deliberadamente para secretar -con su

    gestin minuciosa de los flujos de poder, de dinero, de prestigio, de competencia

    y sus etiquetas de alta precisin- una subjetividad aristocrtica de recambio,

    mucho ms sometida a la realeza estatal de lo que lo estaban los seoros de

    tradicin feudal y esbozando otras relaciones de sumisin a los valores y a las

    costumbres de las burguesas en ascenso?

    No puedo trazar aqu, en tan poco espacio, la historia de esos Equipamientos

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    colectivos de subjetivacin. Por otra parte, ni la historia ni la sociologa seran

    verdaderamente capaces, a mi entender, de librarnos las claves analtico-

    polticas de los procesos en juego. Slo querra recordar algunas vas-voces

    fundamentales -aqu el francs permite anudar por homofona el camino y la

    enunciacin-* que estos equipamientos han producido y cuyo entrelazamiento

    sigue siendo la base de procesos de subjetivacin de las sociedades

    occidentales contemporneas. Entre ellas, distinguir tres series:

    1. Las voces depoder, que circunscriben y le ponen un lmite, desde el exterior,

    a los conjuntos humanos, sea por coercin directa e influencia panptica

    sobre los cuerpos, sea por la captura imaginaria de las almas;

    2. las voces de saber, que se articulan desde el interior de la subjetividad con

    pragmticas tcnico-cientficas y econmicas;

    3. las voces de la autorreferencia, que desarrollan una subjetividad procesual

    autofundadora de sus propias coordenadas, auto-consistencial (que yo haba

    relacionado, hace tiempo, con la categora de "grupo-sujeto"), lo que no le

    impide instaurarse transversalmente con respecto a las estratificaciones

    sociales y mentales.

    Poderes sobre las territorialidades exteriores, saberes desterritorializados sobre

    las actividades humanas y las mquinas y, finalmente, creatividad caracterstica

    de las mutaciones subjetivas: estas tres voces, aunque inscriptas en el corazn

    de la diacrona histrica y duramente encarnadas en las separaciones y

    segregaciones sociolgicas, no cesan entonces de entremezclarse en extraos

    ballets, que alternan luchas a muerte y promocin de nuevas figuras.

    Sealemos de paso que en nuestra perspectiva esquizo-anaitica de elucidacin

    de los hechos de subjetivacin, no haremos sino un uso muy discreto de los

    abordajes dialcticos, estructuralistas, sistmicos e incluso genealgicos en el

    sentido de Michel Foucault. Sucede que, a mi entender, en cierto modo, todos

    los sistemas de modelizacin se equivalen, todos son aceptables, pero slo en

    la medida en que sus principios de inteligibilidad renuncien a cualquier

    pretensin universalista y admitan que su nica misin es contribuir a la

    cartografa de Territorios existenciales -que implican Universos sensibles,

    cognitivos, afectivos, estticos, etc.- y esto, en reas y por perodos de tiempo

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    bien delimitados. Por otra parte, este relativismo no es en modo alguno

    infamante desde un punto de vista epistemolgico; se basa en que las

    regularidades, las configuraciones ms o menos estables, que las ocurrencias

    subjetivas dan a descifrar, conciernen precisamente, y antes que nada, sistemas

    de auto-modelizacin evocados ms arriba en la tercera voz de la

    autorreferencia. Aqu los eslabones discursivos -tanto de expresin como de

    contenido- ya no responden sino de tanto en tanto, o a contrapelo, o por

    desfiguracin, a las lgicas ordinarias de los conjuntos discursivos. Es decir, que

    en este nivel, todo vale!, todas las ideologas, todos los cultos, incluso los ms

    arcaicos pueden resolver la cuestin. Puesto que ya no se trata sino de utilizarlos

    a ttulo de materiales existenciales. La finalidad primordial de sus cadenas

    expresivas ya no es denotar estados de hechos o servir en ejes significacionales

    estados de sentido, sino, lo repito, poner en acto cristalizaciones existenciales

    que se instauran, de algn modo, ms ac de los principios fundamentales de

    la razn clsica: los de identidad, Tercero excluido, causalidad, razn suficiente,

    continuidad... Lo ms difcil de destacar aqu, es que los propios materiales, a

    partir de los cuales se pueden enganchar los procesos de autorreferencia

    subjetiva, sean extrados de elementos radicalmente heterogneos, por no decir

    heterclitos: ritmos de tiempos vividos, ritornelos obsesivos, emblemas

    identificatorios, objetos transicionales, fetiches de todo tipo... Lo que se afirma con

    esta travesa de las regiones del ser y de los modos de semiotizacin son unos

    rasgos de singularizacin -especies de sellados existenciales- que fechan,

    acontecimientalizan, contingentean los estados de hecho, sus correlatos

    referenciales y las correspondientes Disposiciones de enunciacin. Esta doble

    capacidad de los rasgos intensivos para singularizar y transversalizar la

    existencia, para conferirle, por un lado, una persistencia local y, por el otro, una

    consistencia transversaIista -una transistencia- no puede ser plenamente captada

    por los modos racionales de conocimiento discursivo: no se da sino a travs de

    una aprehensin del orden del afecto, una captura transferencial global. Lo ms

    universal se encuentra all unido a la facticidad ms contingente; la amarra

    ordinaria de sentido ms desatada se encuentra anclada en la finitud del ser-ah.

    Pero las diversas tradiciones de lo que podemos llamar un racionalismo limita-

    do siguen manteniendo un desconocimiento sistemtico, casi militante, de todo

    lo que, en el seno de las meta-modelizaciones, puede referirse a Universos

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    virtuales e incorporales, a todos los mundos vagos de la incertidumbre, de lo

    aleatorio, de lo probable... Este racionalismo limitado persigui durante mucho

    tiempo, en el seno de la antropologa, los modos de categorizacin que calificaba

    de pre-lgicos, cuando no eran, en realidad, sino meta-lgicos, para-lgicos,

    puesto que sus objetivos eran esencialmente los de dar consistencia a

    Disposiciones de subjetividad individuales y/o colectivas. Pero habra que llegar a

    pensar aqu un continuo que ira desde los juegos de nios, las ritualizaciones

    con cualquier cosa, en el caso de las tentativas de recomposiciones

    psicopatolgicas de mundos esquizados, hasta las cartografas complejas de

    los mitos y las artes, para llegar, por fin, a los suntuosos edificios especulativos

    de las teologas y las filosofas que trataron de aprehender estas mismas

    dimensiones de creatividad existencial. (Bastara aqu con evocar las "almas

    olvidadizas" de Plotino o el "motor inmvil" que, segn Leibniz, preexiste a

    cualquier disipacin de potencia.)

    Pero volvamos a nuestras tres voces primordiales. Nuestro problema consiste

    ahora en posicionar convenientemente la tercera, la de la autorreferencia, en

    relacin con las de los poderes y los saberes. La defin como la ms singular, la

    ms contingente, la que ancla las realidades humanas en la finitud, pero tambin

    la ms universal, la que opera las travesas ms fulgurantes entre dominios

    heterogneos. Habra que decir de otro modo: no es universal en sentido

    estricto, es la ms rica en Universos de virtualidad, la mejor munida en lneas

    de procesualidad. Y les ruego, en este punto de mi exposicin, que no me

    reprochen la pltora de calificativos, el desbordamiento de sentido de ciertas

    expresiones y, sin duda, cierta vaguedad de su captura cognitiva: no hay, aqu,

    otros recorridos posibles!

    Las voces de poder y de saber se inscriben en coordenadas de exo-referencia

    que garantizan un uso extensivo y una circunscripcin precisa de sentido. La

    Tierra era el referente de base de los poderes sobre los cuerpos y las

    poblaciones, mientras que el Capital era el referente de los saberes econmicos y

    del dominio de los medios de produccin. El Cuerpo sin rgano, sin figura ni

    fondo, de la autorreferencia, nos abre, por su parte, el horizonte completamente

    diferente de una procesualidad considerada como punto de emergencia continuo

    de cualquier forma de creatividad.

    Es importante sealar que esta trada: Poder territorializado, Capital de saber

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    desterritorializado y Autorreferencia procesual, no tiene ms ambicin que aclarar

    ciertos problemas como, por ejemplo, el actual ascenso de las ideologas neo-

    liberales u otros arcasmos an ms perniciosos. Sin embargo, no es desde

    luego a partir de un modelo tan sumario que podramos pretender abordar las

    cartografas de procesos concretos de subjetivacin. Digamos que slo se trata

    de instrumentos de una cartografa especulativa sin ninguna pretensin con

    respecto a una fundacin estructural universal ni a una eficiencia de terreno. Lo

    que no es sino otra manera de recordar que estas voces no existieron siempre y

    que sin duda no existirn siempre, por lo menos bajo una forma idntica. En este

    aspecto, tal vez no carezca de pertinencia el intento de localizar su emergencia

    histrica y los traspasos de umbrales de consistencia que deban permitirles

    ubicarse de manera durable en la rbita de nuestra modernidad.

    Podemos esperar que semejante toma de consistencia se apoye en sistemas

    colectivos de "memorizacin" de los datos y los saberes, pero tambin en

    dispositivos materiales de orden tcnico, cientfico y esttico. Podemos entonces

    tratar de fechar estas mutaciones subjetivas fundamentales, por un lado, en

    funcin del nacimiento de grandes Equipamientos colectivos religiosos y

    culturales, y, por el otro, de la invencin de nuevos materiales, nuevas energas,

    nuevas mquinas para cristalizar el tiempo y, por fin, nuevas tecnologas

    biolgicas. No digo que se trate de infraestructuras materiales que condicionen

    directamente la subjetividad colectiva, sino slo de componentes esenciales para

    su toma de consistencia en el espacio y el tiempo en funcin de

    transformaciones tcnicas, cientficas y artsticas.

    Estas consideraciones me llevan entonces a distinguir tres zonas de fracturas

    histricas a partir de las cuales, en el curso del ltimo milenio, nacieron los tres

    componentes capitalsticos fundamentales:

    - la edad de la cristiandad europea, marcada por una nueva concepcin de las

    relaciones entre la Tierra y el Poder;

    - la edad de la desterritorializacin capitalstica de los saberes y las tcnicas,

    fundada en principios de equivalencia generalizada;

    - la edad de la informatizacin planetaria, que abre la posibilidad de que una

    procesualidad creadora y singularizante se convierta en la nueva referencia de

    base.

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    Precisemos de entrada, en lo que concierne a este ltimo punto, que pocos

    elementos objetivos nos permiten an descontar un tal viraje de la modernidad

    mass-meditica opresiva hacia una era post-meditica que desplegara todas

    sus capacidades en las Disposiciones de autorreferencia subjetiva. Me parece,

    sin embargo, que no es sino en el contexto de los nuevos "datos" de produccin

    de subjetividad informtica y telemtica que esta voz de la autorreferencia llegar

    a conquistar su pleno rgimen. Evidentemente, nada se consigue por

    adelantado! Nada, en este dominio, podra suplir las prcticas sociales

    innovadoras. No se trata aqu de constatar que, a diferencia de otras

    revoluciones de emancipacin subjetiva -Espartaco, la Revolucin Francesa, la

    Comuna de Pars, las prcticas individuales y sociales de autovalorizacin y

    auto-organizacin de la subjetividad, hoy por hoy al alcance de nuestras manos,

    sean capaces, tal vez por primera vez en la historia, de desembocar en algo ms

    duradero que locas y efmeras efervescencas espontneas, a saber: en un

    reposicionamiento fundamental del hombre en relacin con su entorno maqunico

    y su entorno natural. (Que por otra parte tienden a coincidir.)

    La edad de la cristiandad europea

    Sobre las ruinas del Bajo Imperio y del Imperio carolingio se erigi, en Europa

    occidental, una nueva figura de subjetividad, caracterizada tal vez por una doble

    articulacin:

    1. con entidades territoriales de base relativamente autnomas, de carcter

    tnico, nacional, religioso, que deban, al principio, constituir la texturade la

    segmentaridad feudal pero que fueron obligadas a mantenerse, con otras

    formas, hasta nuestros das;

    2. con la entidad desterritorializada de poder subjetivo aportada por la Iglesia

    catlica y estructurada como Equipamiento colectivo a escala europea.

    A diferencia de las frmulas anteriores de poder imperial, la figura central del

    poder ya no est aqu en conexin directa, totalitaria-totalizante, con los territorios

    de base del socius y de la subjetividad. La cristiandad, de manera mucho ms

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    precoz que el Islam, habr debido renunciar a constituir una unidad orgnica. Pero

    la desaparicin de un Csar de carne y hueso y la promocin, que nos atrevemos

    a llamar sustitutiva, de un Cristo desterritorializado, lejos de debilitar los procesos

    de integracin de la subjetividad, los habrn, por el contrario, reforzado. Y me

    parece que de la conjuncin entre la autonoma parcial de las esferas poltica y

    econmica propia de la segmentaridad feudal y de este carcter hiper-fusional

    de la subjetividad cristiana (manifiesta con las cruzadas o la adopcin de

    cdigos aristocrticos como los de "La Paz de Dios" descripta por George Duby)

    se deriv una suerte de falla, de equilibrio meta-estable, favorable a la

    proliferacin de otros procesos igualmente parciales de autonoma, que

    encontraremos en:

    - la vitalidad cismtica de la sensibilidad y la reflexin religiosa, caracterstica

    de este perodo;

    - la explosin de creatividad esttica, de hecho ininterrumpida, desde en-

    tonces;

    - el primer gran "redespegue" de las tecnologas y los intercambios comerciales,

    calificados por los historiadores de "revolucin industrial del siglo XI" y que fue

    correlativo a la aparicin de nuevas figuras de organizacin urbana.

    Qu es lo que habr dado a esta frmula ambigua, inestable, torturada, el

    incremento de consistencia que deba permitirle sobrevivir a las terribles

    pruebas histricas que le esperaban: las invasiones brbaras, las epidemias, las

    guerras permanentes? Esquemticamente, seis series de factores:

    1. La promocin de un monotesmo que deba revelarse, en el uso,

    bastante flexible, evolutivo, relativamente capaz de adaptarse a las

    posiciones subjetivas particulares de los brbaros, los esclavos, etc. El

    hecho de que la flexibilidad de un sistema de referencia ideolgica se

    vuelva un triunfo fundamental para permitirle perdurar constituir un dato de

    base que volveremos a encontrar en todas las encrucijadas importantes de

    la historia de la subjetividad capitalstica. (Pensemos, por ejemplo, en la

    sorprendente capacidad de adaptacin del capitalismo contemporneo que

    le permite fagocitar, literalmente, las economas llamadas socialistas.) La

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    consolidacin de los nuevos patterns tico-religiosos del Occidente

    cristiano terminarn en la constitucin de un doble mercado paralelo de

    subjetivacin: uno, de refundacin permanente, sin importar sus

    decepciones, de territorialidades de base, y de redefinicin de las

    filiaciones y las redes de seoro; el otro, de predisposicin a una libre

    circulacin de los flujos de saber, los signos monetarios, las figuras

    estticas, las tecnologas, los bienes, las personas, etc.. abriendo la

    asuncin de la segunda voz capitalstica desterritorializada;

    2. el establecimiento de una divisin de zonas culturales de las poblaciones

    cristianas por un nuevo tipo de mquina religiosa, que se basa, en parti-

    cular, en las escuelas parroquiales creadas por Carlomagno y que sobre-

    vivieron a la desaparicin de su Imperio;

    3. la instauracin, a largo plazo, de cuerpos de oficios, guildas, monaste-

    rios, rdenes religiosas... como otros tantos "bancos de datos" de los sa-

    beres y de las tcnicas de la poca;

    4. la generalizacin del uso del hierro y de los molinos de energa natural: el

    desarrollo de mentalidades artesanales y urbanas. Pero esta primera ex-

    pansin del maquinismo, hay que subrayarlo, no se implanta sino de mo-

    do, diramos, parasitario, "enquistada" en el seno de las grandes Disposi-

    ciones humanas en las cuales sigue basndose lo esencial de los

    grandes sistemas de produccin. En otros trminos, aqu no se sale

    todava de una relacin fundamental hombre/til;

    5. la aparicin de las primeras mquinas que operan una integracin subje-

    tiva mucho ms extendida:

    - los relojes que marcan, en toda la cristiandad, las mismas horas can-

    nicas;

    - la invencin, por etapas, de msicas religiosas dominadas por un so-

    porte escritural;

    6. las selecciones de especies animales y vegetales, que se hallarn en la

    base de la expansin cuantitativa de los parmetros demogrficos y

    econmicos y, por consiguiente, del redimensionamiento de las

    Disposiciones en cuestin.

    A pesar, o a causa, de las colosales presiones -de represin territorial pero tambin

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    de aculturaciones enriquecedoras- ejercidas, por un lado, por el Imperio bizantino

    sustituido por el imperialismo rabe y, por el otro, por las potencias brbaras y

    nmades portadoras, en particular de innovaciones metalrgicas, el caldo de

    cultivo de la cristiandad proto-capitalstica llegar a una estabulacin relativa

    (pero a largo plazo) de sus tres polos fundamentales de subjetivacin,

    aristocrtico, religioso y campesino, que rigen las relaciones de poder y de

    saber. As, los "empujes maqunicos" ligados al desarrollo urbano y a la

    expansin de las tecnologas civiles y militares se vern a su vez alentados y

    encauzados. Esta especie de estado de naturaleza de las relaciones entre el

    hombre y el til seguir asediando hasta nuestros das los paradigmas de

    reterritorializacn del tipo "Trabajo, Familia, Patria".

    La edad de la desterritorializacin capitalstica de los saberes y las

    tcnicas

    Este segundo componente de la subjetividad capitalstica se afirmar

    principalmente a partir del siglo XVIII. Estar marcado por un desequilibrio

    creciente de las relaciones hombre/mquina. El hombre perder aqu territo-

    rialidades sociales que eran, para l, inamovibles hasta entonces. Sus puntos de

    referencia de corporalidad fsica y social se vern profundamente trastocados. El

    universo de referencia del nuevo intercambismo generalizado ya no ser una

    territorialidad segmentaria sino el Capital como modo de reterritorializacin

    semitico de las actividades humanas y de las estructuras trastocadas por los

    procesos maqunicos. Antes de esto, exista el Dspota real, o el Dios

    imaginario, que serva de clave de bveda operacional para la recomposicin

    local de Territorios existenciales. A partir de ahora, en cambio, habr una

    capitalizacin simblica de valores abstractos de poder, relacionados con

    saberes econmicos y tecnolgicos, articulados en dos clases sociales

    desterritorializadas y que conducen a una equivalencia generalizada entre todos

    los modos de valorizacin de los bienes y de las actividades humanas.

    Semejante sistema slo lograr conservar una consistencia histrica en la

    medida en que permanezca ligado a una suerte de perpetua carrera hacia

    adelante y gracias a un relanzamiento constante de sus posturas. La nueva

    "pasin capitalstica" barrer todo a su paso: en particular las culturas y las

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    territorialidades que haban logrado, mal o bien, escaparse a los rollos

    compresores del cristianismo. Los principales factores de consistencia de este

    componente son:

    1. una penetracin general del texto impreso en el conjunto de los engranajes de

    la vida social y cultural, correlativa a cierto hundimiento de los rendimientos

    de comunicacin oral directos, pero que, como contrapartida, permitir una

    capacidad mucho ms grande de acumulacin y de tratamiento de los

    saberes;

    2. el primado del acero y de las mquinas a vapor que multiplicarn la potencia

    de penetracin de los vectores maqunicos, tanto en la tierra, el mar, el aire,

    como en el conjunto de los espacios tecnolgicos, econmicos y

    urbansticos;

    3. una manipulacin del tiempo que se encontrar literalmente vaciado de sus

    ritmos naturales por:

    - mquinas cronomtricas que conducirn a la divisin tayloriana de la fuerza

    de trabajo;

    - tcnicas de semiotizacin econmica, por ejemplo a travs de los medios de

    monedas de crdito, que implican una virtualizacin general de las

    capacidades de iniciativa humana y un clculo previsional relacionado con los

    dominios de innovacin -especies de tratados extrados del futuro- que

    permiten ensanchar indefinidamente el imperio de las economas de

    mercado;

    4. las revoluciones biolgicas, a partir de los descubrimientos pausteurianos,

    que ligarn cada vez ms el futuro de las especies vivas al desarrollo de las

    industrias bioqumicas.

    En este aspecto, el hombre se encuentra en una posicin de adyacencia casi

    parasitaria con respecto a los Phylurn maqunicos. Cada uno de sus rganos,

    sus relaciones sociales, se ver, en suma, recortado para ser afectado,

    sobrecodificado, en funcin de las exigencias globales del sistema. (Se en-

    contrar en las obras de Leonardo da Vinci, de Brueguel y sobre todo de

    Archimboldo las representaciones ms sorprendentes y premonitorias de estas

    transformaciones corporales.)

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    Lo que es paradjico, con este funcionalismo de los rganos y facultades

    humanas y su rgimen de equivalencia generalizada de los sistemas de valo-

    rizacin, es que, al tiempo que se refiere obstinadamente a perspectivas

    universalizantes, nunca pudo desembocar, histricamente, en otra cosa que no

    sea repliegues sobre s mismo, reterritorializaciones de orden nacionalista,

    clasista, corporativista, racista, paternalista... que lo devuelven inexorablemente

    y, a veces, de manera caricaturesca, a las vas de poder ms conservadoras. El

    "Espritu de las Luces", que marc el advenimiento de esta segunda figura de la

    subjetividad capitalstica, deba, de hecho, permanecer duplicado por un

    inevitable fetichismo del beneficio -frmula Iibidinal de poder especficamente

    burguesa que, para desmarcarse de los antiguos sistemas emblemticos de

    control de los territorios, las personas y los bienes a travs del recurso a

    mediaciones ms desterritorializadas, no por eso dej de secretar el trasfondo

    subjetivo ms obtuso, ms asocial y ms infantilizante. Cualquiera sea entonces

    la apariencia de libertad de pensamiento con la cual el nuevo monotesmo

    capitalstico ha sabido vestirse, siempre presupuso una influencia arcaizante e

    irracional sobre la subjetividad inconsciente, sobre todo por el lado de

    dispositivos de responsabilizacin y de cuipabilizacin hiper-individualizados

    que, llevados a su paroxismo, conducen a compulsiones autopunitivas y a los

    cultos mrbidos de la culpa, perfectamente repertoriados en el universo

    kafkiano.

    La edad de la informtica planetaria

    Aqu los pseudo-equilibrios precedentes se vern rotos en un sentido

    completamente distinto. Ahora, es la mquina quien va a pasar bajo el control de

    la subjetividad, no de una subjetividad humana reterritorializada, sino de una

    subjetividad maqunica de un nuevo gnero. Algunas caractersticas de la toma

    de consistencia de esta nueva edad:

    1. Los medios y las telecomunicaciones tienden a "duplicar" all las antiguas

    relaciones orales y escriturales. Se ha de notar que la polifona resultante ya

    no asociar solamente voces humanas sino tambin voces maqunicas,

    con los bancos de datos, la inteligencia artificial, etc. La opinin y el gusto

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    colectivo, por su parte, se vern trabajados por dispositivos estadsticos y de

    modelizacin como los producidos por la publicidad y la industria

    cinematogrfica.

    2. Las materias primas naturales se borran poco apoco ante una multitud de

    nuevos materiales que la qumica fabrica por encargo (materias plsticas,

    nuevas aleaciones, semi-conductores, etc.). La expansin de la fisin nuclear

    y, maana, de la fusin, permite augurar un ensanchamiento considerable de

    los recursos energticos, a menos que conduzca a desastres irreversibles a

    causa de la contaminacin! En esto, como en otros aspectos, todo depender

    de las capacidades de reapropiacin colectiva de las nuevas Disposiciones

    sociales.

    3. Con la temporalidad puesta en prctica por los micro-procesadores, can-

    tidades enormes de datos y problemas pueden tratarse en lapsos de tiempo

    minsculos, de manera que las nuevas subjetividades maqunicas no cesan

    de sacar ventaja con respecto a los desafos y las apuestas con las cuales

    se ven confrontadas.

    4. La ingeniera biolgica, por su parte, abre la va hacia una remodelacin

    indefinida de las formas vivas, que puede igualmente conducir a modificar

    radicalmente las condiciones de vida en el planeta y, por consiguiente, todas

    las referencias etolgicas e imaginarias correspondientes.

    La cuestin que vuelve aqu de manera obsesiva, consiste en saber por qu las

    inmensas potencialidades procesuales aportadas por todas las revoluciones,

    informtica, telemtica, robtica, burocrtca, biotecnolgica slo

    desembocaron hasta ahora en un refuerzo de los anteriores sistemas de alie-

    nacin, en una mass-mediatizacin opresiva, en polticas consensales

    infantilizantes. Qu es lo que permitir que desemboquen por fin en una era

    post-meditica, despejndolas de los valores capitalsticos segregativos y

    dando su plena expansin a los inicios actuales de revolucin de la inteligencia, la

    sensibilidad y la creacin? Diversas variedades de dogmatismo pretenden

    encontrar una salida a estos problemas afirmando violentamente, en detrimento

    de las otras dos, alguna de las tres voces capitalstcas. Hay quienes suean, en

    materia de poder, con volver a las legitimidades de antao, a las

    circunscripciones bien delimitadas de pueblo, raza, religin, casta, sexo...

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    Paradjicamente, los neo-estalinistas y los social-demcratas, que slo pueden

    pensar el socius en el marco de una insercin rgida en el seno de las es-

    tructuras y las funciones estatales, deben ser clasificados en esta categora. La

    fe en el capitalismo conduce a algunos a justificar todos los estragos de la

    modernidad -sobre el hombre, la cultura, el medio ambiente...- porque estiman

    que en ltima instancia nos traern beneficios y progresos. Hay quienes,

    finalmente, terminarn siendo relegados en una marginalidad crnica. en un

    mundo de apariencias, por sus fantasmas de liberacin radical, o que volvern

    a buscar refugio en un socialismo de fachada.

    Nos corresponde, por el contrario, intentar repensar estas tres voces en su

    necesaria imbricacin. No se puede mantener ningn compromiso en los

    Phylum creadores de la tercera voz sin que se creen, conjuntamente, nuevas

    territorialidades existenciales que, aunque ya no conciernen el ethos post-

    carolingio, no dejan de invocar disposiciones protectoras en lo que se refiere a la

    persona, lo imaginario y la constitucin de un entorno de dulzura y devocin. En

    cuanto a las mega-empresas de la segunda voz, las grandes aventuras

    colectivas industriales y cientficas, la gestin de grandes mercados de saber,

    tambin conservan, evidentemente, toda su legitimidad. Pero a condicin, no

    obstante, de que sus finalidades sean redefinidas, las cuales permanecen hoy

    desesperadamente sordas y ciegas a las verdades humanas. Basta an con

    pretender que se trata solamente del beneficio? Sea como sea, la finalidad de la

    divisin del trabajo, como la de las prcticas sociales emancipadoras, deber

    terminar por recentrarse en un derecho fundamental a la singularidad, en una

    tica de la finitud, tanto ms exigente con respecto a los individuos y las

    entidades sociales cuanto que resulta menos capaz de fundar sus imperativos

    en principios trascendentes. Vemos aqu que los Universos de referencia tico-

    polticos deben instaurarse en la prolongacin de los universos estticos, sin que

    alguien se vea por esta razn autorizado a hablar de perversin o de

    sublimacin. Se notar que los operadores existenciales que se relacionan con

    estas materias tico-polticas, al igual que los operadores estticos, implican

    inevitables pasajes por puntos de ruptura de sentido, compromisos procesuales

    irreversibles, cuyos actantes suelen ser incapaces de rendir cuentas a alguien, ni

    siquiera a s mismos, lo que los expone, entre otras cosas, a riesgos de locura.

    Slo una toma de consistencia de la tercera voz, en el sentido de la

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    autorreferencia el pasaje de la era consensual meditica a una era disensual

    post-meditica- le permitir a cada uno asumir plenamente sus potencialidades

    procesuales y tal vez transformar este planeta, vivido hoy como un infierno por

    los cuatro quintos de la poblacin, en un universo de encantamientos

    creadores.

    Me imagino que este lenguaje le sonar hueco a muchos odos hastiados, y que

    los menos malintencionados calificarn mis posiciones de utpicas. S, la utopa

    hoy no tiene buena prensa, aun cuando adquiere una carga de realismo y

    eficiencia, como las que le confieren los Grnen en Alemania.** Pero no nos

    engaemos, estas cuestiones de produccin de subjetividad ya slo conciernen

    a un puado de iluminados. Miren bien Japn, el modelo de los modelos de las

    nuevas subjetividades capitalsticas! No hemos sealado suficientemente que uno

    de los ingredientes esenciales del cocktail milagro que se presenta all a los

    visitantes consiste en el hecho de que la subjetividad colectiva, producida

    masivamente, asocia los componentes ms "high tech" con arcasmos

    heredados de tiempos inmemoriales. Tambin en este aspecto encontramos la

    funcin reterritorializante de un monotesmo ambiguo -el sinto-budismo, mezcla

    de animismo y de potencias universales- que colabora con el establecimiento de

    una frmula flexible de subjetivacin, la cual, es verdad, nos hace salir bien lejos

    del diseo tridico de las vas cristianas capitalsticas. Habr que profundizar

    esto!

    Pero consideremos ms bien, en el otro extremo, el caso de Brasil. Se trata de un

    pas en que los fenmenos de reconversin de las subjetividades arcaicas han

    tomado un cariz diferente. Sabemos que una parte considerable de la poblacin

    vegeta all en una miseria tal que escapa, de hecho, a la economa monetaria, lo

    que no impide que su industria se ubique en el sexto lugar entre las potencias

    occidentales. En esta sociedad, dual como pocas, se asiste a un doble barrido

    de la subjetividad: por un lado, por una ola yankee pasablemente racista -mal

    que le pese a algunos- que transmite una de las redes televisuales ms

    poderosas del mundo y, por otro lado, por una ola de carcter animista, con

    religiones sincrticas como el candombl, ms o menos heredadas del sustrato

    cultural africano, y que tienden a salir de su acantonamiento originario del seno

    de las poblaciones negras para contaminar el conjunto de la sociedad, incluidos

    los medios ms encopetados de Ro y de San Pablo. Es impresionante ver

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    cmo, en este contexto, la impregnacin mass-meditica precede la

    aculturacin capitalstica. Y saben ustedes lo que pas cuando el presidente

    Sarney quiso derrotar de una vez por todas la inflacin que haba alcanzado hasta

    el 400% anual? Fue a la televisin; enarbol un papel ante las cmaras y declar

    que a partir del instante en que firmara el decreto-ley que tena en la mano, cada

    uno de los que lo miraba se convertira en su representante personal y tendra el

    derecho de arrestar a los comerciantes que no respetaran las tarifas oficiales.

    Parece que fue, por un tiempo, temiblemente eficaz. Pero al precio de qu

    regresin en materia de derecho!

    El atolladero subjetivo del capitalismo de la crisis permanente (el Capitalismo

    Mundial Integrado) parece total. Sabe que las voces de la autorreferencia son

    indispensables para su expansin y, por consiguiente, para su supervivencia;

    pero todo lo lleva sin embargo a trabar su proliferacin. Una suerte de Supery

    -la gran voz carolingia- slo suea con aplastar estas voces, reterritorializndolas

    en sus imgenes arcaicas. Pero, para tratar de salir de este crculo vicioso,

    intentemos, ahora, volver a situar nuestras tres voces capitalsticas en relacin

    con las coordenadas geopolticas vigentes para jerarquizar los grandes

    conjuntos subjetivos en primero, segundo y tercer mundo. Para la subjetividad

    del Occidente cristiano, todo era (e, inconscientemente, sigue siendo) simple: no

    sufre ningn encuadre ni de latitud, ni de longitud. Es el centro trascendente en

    tomo al cual todo debe girar. Por su parte, la voz del Capital no ha cesado de

    correr hacia adelante, primero hacia el Oeste, hacia inaprehensibles nuevas

    fronteras", y, ms recientemente, hacia el Este, a la conquista de todo eso en

    lo que se convirtieron los antiguos imperios asiticos -incluida Rusia. Esta

    carrera loca slo termina en California, por un lado, y en Japn, por el otro. La

    segunda va del Capital est cerrada, el mundo se ha encerrado y el sistema

    est saturado. (La ltima potencia que se dar cuenta de esto, ser sin duda

    Francia, encaramada en su atoln de Mururoa!) As pues, tal vez sea sobre el eje

    Norte-Sur que se juegue la suerte de la tercera va [o voz] de la autorreferencia.

    Es lo que me gustara llamar: el compromiso brbaro. El antiguo limes de

    delimitacin de la. barbarie se ha dividido irremediablemente en capas,

    desterritorializado. Los ltimos pastores del monotesmo han perdido sus

    rebaos, porque la nueva subjetividad ya no es de una naturaleza capaz de ser

    reunida. Y luego, el Capital comienza ahora a estallar en una polivocidad animista

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    y maqunica. No sera un vuelco fabuloso que las viejas subjetividades

    africanas, precolombinas, aborgenes... se conviertan en el ltimo recurso de la

    reapropiacin subjetiva de la autorreferencia maqunica? Estos mismos negros,

    estos mismos indios, estos mismos ocenicos cuyos ancestros eligieron

    muchas veces la muerte antes que la sumisin a los ideales de poder,

    esclavismo y finalmente intercambismo, de la cristiandad y el capitalismo?

    Y, para terminar, deseo que no se me objete tampoco el carcter demasiado

    extico de mis dos ltimos ejemplos. Incluso en un pas del Viejo Continente,

    como Italia, se constata que, desde hace algunos aos, en el seno de un

    tringulo Norte-Este-Centro, una multitud de pequeas empresas familiares se

    han puesto a vivir en simbiosis con las filiales industriales de punta de la

    electrnica y la telemtica. Hasta tal punto es as, que si un Silicon Valley a la

    italiana surgiera, sera gracias a la reconversin de arcasmos subjetivos que

    tienen su origen en las antiguas estructuras patriarcales de este pas. Y a lo

    mejor ustedes no ignoran que ciertos prospectivistas, de ningn modo delirantes,

    pretenden que ciertos pases mediterrneos, como Italia o Espaa, podran

    superar, en algunas dcadas, los grandes polos econmicos de Europa

    septentrional. Entonces, se dan cuenta?, en materia de sueo y utopa el futuro

    sigue estando ampliamente abierto! Mi deseo es que todos los que siguen

    apegados a la idea de progreso social -para quien lo social no se convirti en un

    seuelo, una "apariencia"- se consagren seriamente a estas cuestiones de

    produccin de subjetividad. La subjetividad de poder no cae del cielo; no est

    inscripta en Ios cromosomas que las divisiones del saber y el trabajo deban

    necesariamente desembocar en las atroces segregaciones que conoce hoy la

    humanidad. Las figuras inconscientes del poder y el saber no son universales.

    Estn ligadas a mitos de referencia profundamente anclados en la psiquis, pero

    que tambin podemos desviar hacia caminos liberadores. La subjetividad sigue

    estando hoy masivamente controlada por dispositivos de poder y saber que

    ponen las innovaciones tcnicas, cientficas y artsticas al servicio de las

    figuras ms retrgradas de la socialidad. Y, sin embargo, otras modalidades de

    produccin subjetiva -procesuales y singularizantes esta vez- pueden

    concebirse. Estas formas alternativas de reapropiacin existencial y de

    autovalorizacin pueden convertirse maana en la razn de vida de las

    colectividades humanas y los individuos que rehusan abandonarse a la

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    entropa mortfera caracterstica del perodo que atravesamos.

    [1] Nano-segundo: 10-9segundo; pico-segundo: 10-12segundo. Acerca de todos estos temasprospectivos evocados aqu, ver: "Rapport sur l'tat de la technique" C.P.E., nmero

    especial de Science et technique,dirigido por Thierry Gaudin.

    * Guattari escribe voi(x) (es) para condensar los trminos voix y voies, homfonos enfrancs [n. del t.].

    ** Guattari se refiere a los ecologistas alemanes [n. del t.].