Guerra es guerra
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GUERRA ES GUERRA
Aunque ciertos encopetados personajes lo nieguen, en Colombia existe un conflicto social
armado, entre quienes, se dicen del lado del Estado (incluidos los de la ilegalidad), o forman
parte de él, como los cuerpos armados y las personas que por algún motivo, se han ido al monte a
buscar otras vías de transformación social y política. Los dos bandos están en una contienda
frontal, en ocasiones tan ruda que no dudan en violar las reglas internacionales para matar a
discreción y con las armas que sean necesarias.
Pero hay otra guerra intensa, más
general y a veces más sutil, se trata de
aquella donde los poseedores del poder
económico arremeten contra los pobres del
país y del mundo para conservar el control
político y ampliar sus márgenes de
ganancia. Con la lógica de “guerra es
guerra” los ricos-ricos (con ayuda de los arribistas inescrupulosos) a lo largo de la historia han
aprendido a poner en marcha, cada vez que lo juzgan necesario, una amplia variedad de
estrategias: trazan alianzas matrimoniales, divulgan la palabra del “Dios verdadero”,
“democratizan” las empresas del Estado entre un puñado de fulanos, fundan sus medios de
comunicación para propiciar la “libertad de prensa”, asignan subsidios a los empresarios con
dineros públicos, reparten condecoraciones, planifican la “flexibilidad laboral”, y exportan o
enseñan al mundo (Irak o Afganistán) sus peculiares formas de democracia y de seguridad.
Así, durante muchos años los monopolios han estado felices con hombres como Bush,
quienes a su vez, ha vivido muy complacido con nuestra oligarquía, y ésta lo ha estado con sus
presidentes, porque cada que pueden, ellos va al imperio a expresar de rodillas los intereses y
deseos de los acaudalados de Colombia. A Nueva York no van nuestros mandatarios a exigir
independencia en política exterior, a luchar por salarios dignos, a buscar la viabilidad para los
planes nacionales de salud, educación y vivienda popular, por una razón sencilla, son financiados
por la Sac, la Andi, la Anif, las Camaras de Comercio, en fin por gente de buen nombre que
incluso llegan a ser “demócratas” de perfil parapolitico. (grupos armados que hacen el trabajo
sucio de eliminar luchadores populares e insurgentes. Mezcla de militares, narcotraficantes y
delincuentes comunes)
Por lo anterior es que no sorprende que los ricos del mundo se traten casi como
hermanos, aparecen en las revistas de farándula, son figuras de la televisión y viven
componiendo las mismas partituras que se tocan al unísono en Miami, Londres o Madrid. Desde
sus refugios inventan noticias infundadas contra los presidentes insumisos, acusan de terroristas
a sus enemigos, hablan de globalización económica, se sueñan con volver a los tiempos de la
guerra fría y pregonan que sus estilos de vida son el fruto de su “trabajar y trabajar” como
destacados ejecutivos de sangre azul. Con esa maquinaria de guerra legal, simbólica o discursiva,
las elites intentan siempre descalificar el universo de los pobres, lo hacen desde el Estado, con
sus partidos políticos, por medio de sus editorialistas de la prensa libre, ayudados por
predicadores, con la televisión y la radio. Ha sido una guerra donde no ha habido escrúpulos, sin
ley y sin moral, pero en todo caso muy exitosa porque les ha dejado a sus promotores enormes
dividendos. Si no me creen pregunten por la biografía de los multimillonarios de este país, por lo
que ellos han hecho con el poder político, lo que hacen frente a los desplazados, a los huelguistas
y frente a quienes intentan el ejercicio legal de la oposición.
UNA SEMANA EJEMPLAR.
Tras las ordenes del banquero Luís Carlos Sarmiento Angulo para que el gobierno
aplastara el paro de los trabajadores de la justicia con el decreto de Conmoción Interior,
volvimos a recordar aquellos oscuros tiempos del Estado de Sitio, cuando toda protesta social era
vista bajo la óptica de la amenaza del comunismo internacional; tiempos de torturas,
desapariciones y también de “falsos positivos” (asesinato por manos de agentes del Estado).
Pensé que ese gesto era una muestra suficiente de la guerra no declarada que los ricos le han
impuesto a los inconformes, pero me equivoqué porque la semana comprendida entre los días 20
y el 26 de octubre del 2008, este país le enseñó al mundo otra gran variedad de ejemplos de la
clase de “democracia” que tenemos y que ponen en ridículo a esos patrioteros que en el exterior
sacan pecho y ondean la banderita con los ojitos cerrados.
Pero veamos, cuáles fueron los
eventos de dicha semana “paradigmática”. El
día lunes 20 la emisora W radio empezó su
campaña para conseguir, con los almacenes
Carulla, que los uniformados lesionados en
combate pudieran tener una bonificación
adicional en navidad. Un detalle bondadoso
que claramente olvida a las otros cientos de victimas no oficiales de la guerra. Frente a la
agitación social creciente el 22 Caracol en su página Web decía: “La iglesia católica en Risaralda
se quejó del carácter inoportuno de la protesta social que se está viviendo en Colombia”. Es la
vieja táctica de los medios para acallar o demostrar a través de sus titulares o con ayuda de sus
“analistas” oficiales o de bolsillo, la inconveniencia de la protesta, como hicieron con las justas
demandas de los corteros de Caña. El 23 de octubre, se cumplió el paro nacional, una expresión
que obviamente fue fustigada previamente por el gobierno central, alegando que tenía tinte
“político”, como si eso fuese un pecado. Afortunadamente con la estrategia de divide y reinaras
lograron que la CGT se apartara de aquellos sindicatos consecuentes con las reivindicaciones
populares. El 24 fue la oportunidad para otro ejemplo de la guerra simbólica, fue galardonada
Ingrid Betancourt con el premio Príncipe de Asturias, mientras en las montañas estaba el
profesor Moncayo, el hombre que más kilómetros a recorrido la geografía nacional, luchando por
el intercambio humanitario. Pero claro ella representa a otros sectores sociales más distinguidos.
Pero en cuanto a la guerra directa que se ha implantado para estimular la “confianza
inversionista” tenemos que resaltar los efectos colaterales de la tan mentada seguridad
democrática, (Plan Colombia con 700 millones de dólares otorgados por los gringos) que aparte
de generar desplazamiento ha traído un aumento creciente de los asesinatos extrajudiciales y
desmanes por parte de la fuerza pública, tal y como esa semana mostró, ante la comunidad
internacional, la CNN con el video de la represión a tiros de fusil, del movimiento indígena. En
ese mismo sentido vimos que el gobierno nacional tubo que apartar del servicio a tres militares
de alto rango por estar envueltos en el creciente número de jóvenes acecinados por la fuerza
pública en los ya bien famosos “falsos positivos”. Y como si eso fuera poco el día 22 a la
directora del DAS (Órgano dependiente de la presidencia) le fue aceptada la renuncia por el
escándalo de la persecución a los miembros del partido Polo Democrático. Fue el Watergate
Criollo que seguramente pasará sin pena ni gloria, gracias a las fiscalías de bolsillo (y así pasó),
pero que recuerdan las listas negras que en el pasado se confeccionaron para eliminar a los
miembros de la oposición.
El último evento para recordar de esa semana de
democracia fallida fue el show mediático que el alto
gobierno montó con la ayuda de sus medios de
comunicación, en especial RCN y Caracol para
minimizar al máximo la marcha de los indígenas que
llegaron a Cali. En efecto la traída de Oscar Tulio
Lizcano resultó siendo una idea excelente que dejó
extenuados y con cierta sensación de derrota a los miles
de indígenas que vieron a la capital del Valle a reclamar
sus derechos. Fue bochornoso ver cómo el domingo 26
presidente estuvo al final de la tarde tratando de aparentar, desde un puente peatonal y con un
megáfono en mano, que es un hombre dispuesto al diálogo, transparente y leal a los intereses de
sus gobernados. Y eso después de que tildara a los indígenas, una y otra vez de estar aliados con
el terrorismo. Tal vez en este país haya quienes padecen una ceguera con el cuento de la
popularidad pero aquí como en el plano internacional hay gente pensante que no olvidará esa
semana ejemplar de la presidencia más corrupta que ha tenido Colombia.