GUILLERMO CAREY - Teach Kids | Free Bible lessons and ... · trabajo que debían hacer y tenían...

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Guillermo Carey 1 GUILLERMO CAREY Ilustrador: Adrián Beerhorst Escrito: James S. y Velma B. Kiefer Traducción al castellano: Carmen Cortés Publicado por: LA ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO C/ Lluís Sagnier, 57 Local D 08032 BARCELONA, España. Tel: 934 366 837 [email protected] www.apeen.com www.picayjuega.com El zapatero que llevó la Biblia a la India Copyright © 1990 Child Evangelism Fellowship® of Europe. Todos los derechos reservados. Utilizado por el permiso. Se puede reproducir solo para uso personal y no lucrativo. Visita www.teachkids.eu/es para ver detalles del permiso. ¡POR FAVOR NOTAR! Las ayudas visuales para esta se pueden comprar en la mayoría de las oficinas de APEEN y tiendas en línea. Para tener una lista de las oficinas de APEEN y tiendas online en Europa, visita www.teachkids.eu/es y pica en "Direcciones”.

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Guillermo Carey

1

GUILLERMOCAREY

Ilustrador: Adrián Beerhorst

Escrito: James S. y Velma B. Kiefer

Traducción al castellano: Carmen Cortés

Publicado por:

LA ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO

ALIANZA PRO-EDUCACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑOC/ Lluís Sagnier, 57 Local D

08032 BARCELONA, España.Tel: 934 366 837

[email protected]

www.picayjuega.com

El zapatero que llevó la Biblia a la India

Copyright © 1990 Child Evangelism Fellowship® of Europe.

Todos los derechos reservados. Utilizado por el permiso.

Se puede reproducir solo para uso personal y no lucrativo.

Visita www.teachkids.eu/es para ver detalles del permiso.

¡POR FAVOR NOTAR!

Las ayudas visuales para esta se pueden comprar en la mayoría de las oficinas de APEEN

y tiendas en línea. Para tener una lista de las oficinas de APEEN y tiendas online en Europa,

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Guillermo Carey

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CONTENIDOLección Página

Introducción para el maestro 3

Resumen de unos pasos básicos para aconsejar al niño que tiene 4 inquietudes de conocer a Cristo como su Salvador personal.

Lección 1 La conversión del zapatero 5 Lección 2 La carga del predicador 9 Lección 3 La visión del misionero 13 Lección 4 La meta del traductor 17 Lección 5 La tarea del maestro 21

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INTRODUCCIÓN PARA EL MAESTROEsta biografía de Guillermo Carey ha sido preparada con un doble propósito: 1. Intentar despertar en el cora-zón de los niños un interés profundo y permanente por las misiones, y 2. Buscar personas que quieran dedicar su vida a esta causa.

Estas historias se escribieron teniendo en mente al alumno de nueve a once años. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que las historias misioneras interesan a todas las edades: niños, jóvenes y adultos. Esperamos que esto sea cierto, en forma especial, con esta fascinante historia del devoto misionero Guillermo Carey.

Ha sido nuestra intención darles material auténtico, tanto en el texto como en las ilustraciones. La base biográ-fica está fundada principalmente en la obra de Guillermo Carey escrita por S. Pearce Carey en 1923. El material visual tuvo que ser reconstruido por el artista. Sin embargo, el parecido físico de Carey, Thomas y Marshman, por nombrar sólo a los principales, está basado en retratos y dibujos dignos de crédito de la obra biográfica ya mencionada.

Creemos que más importante aún que la autenticidad, se encuentra la pasión de la dedicación misionera de Carey. Él mismo se estimaba como un hombre ordinario, poco brillante y sin ningún don. Sencillamente decía de sí mismo: “Puedo trabajar”. Esta es, sin duda, una actitud demasiado modesta de su parte, sin embargo, el tema dominante es su negativa a dejarse vencer por los obstáculos o desviarse de aquello que él comprendía como la voluntad de Dios para su vida. Él nunca se dio por vencido, y como resultado logró cosas que pare-cían imposibles, realizó traducciones parciales o totales de la Biblia en treinta y cuatro idiomas de las diversas regiones de la India.

Es nuestro deseo sincero que nuestros niños sean cautivados por esta vida dedicada completamente a Cristo. La obra misionera actual tiene una gran necesidad de obreros, obreros de profunda e inalterable lealtad al Sal-vador, hombres con la capacidad para trabajar para la gloria de Dios.

Debido a que los niños son especialmente receptivos al llamado de dedicarse al servicio de Dios, extendemos este llamado con fe sencilla al mayor número posible de niños. El Espíritu se encargará de llamar al servicio o al ministerio a aquellos que están en su voluntad. Es nuestra oración ferviente que estas historias reten e inspiren a muchos a responder al llamado de Cristo por obreros.

La vida de Guillermo Carey con ilustraciones ha sido preparada con el propósito de darle una excelente ayuda visual para impartir a los niños conocimientos acerca de la obra misionera. Es frecuente la tentación de depen-der demasiado del material visual, una tentación que se debe resistir.

Basta con tener en mente que una ayuda visual es eso, sólo una ayuda; por esta razón es muy importante la preparación de la historia y del narrador de la misma.

Esta historia se ha dividido en cinco capítulos de modo que se pueda presentar en cinco sesiones sucesivas. Sería conveniente que empezara su preparación leyendo la historia en su totalidad, ya que así tendrá una idea general sobre la vida de este devoto pionero de las misiones.

Después, vuelva a leer el capítulo uno cuidadosamente. No es demasiado largo y posiblemente quiera leerlo varias veces para retener en su memoria los detalles y eventos. No trate de relatar la historia exactamente como está escrita, adáptela a las necesidades y situaciones de los niños a quienes está enseñando, y dígala en sus pro-pias palabras.

Asegúrese de utilizar un vocabulario apropiado para la edad del grupo. Los capítulos siguientes deberán tener la misma cuidadosa preparación.

Por último, sobre el uso de las láminas, practique la forma en que va a contar la historia en su clase para que lo pueda hacer sin errores o incertidumbres. Evite mostrar las láminas antes del momento apropiado y practique la forma de dar la vuelta a la hoja. Si se encuentra bien preparado, disfrutará enseñando estas interesantes his-torias, y los niños estarán atentos e interesados. La efectividad de la presentación estará determinada en gran parte por la dedicación y preparación del maestro.

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RESUMEN DE UNOS PASOS BÁSICOS PARA ACONSEJAR AL NIÑO QUE TIENE INQUIETUDES DE CONOCER A CRISTO COMO SU SALVADOR PERSONAL.

Asegúrate de que el niño comprenda las siguientes verdades:

Dios: ¿Quién es Dios?

Dios nos hizo. Nos habla por medio de la Biblia.

Dios es Santo y Puro. Nos ama.

El pecado: ¿Qué es el pecado?

El pecado es desobedecer los mandamientos de Dios. Es estar contra Dios.

Da ejemplos de pecados concretos.

El niño es pecador por naturaleza y práctica.

El pecado merece castigo.

El Salvador: ¿Quién es el único que puede quitarte el pecado?

¿Por qué puede sólo Él quitar tu pecado?

Dios el Hijo murió en la cruz por los pecadores.

El Señor Jesucristo resucitó de los muertos. Es el Señor.

Explica cómo ser salvo.

Explica lo que Señor quiere que haga el niño, y lo que hará Cristo.

1. Usa un versículo bíblico (Juan 1:12, 3:16, Hechos 16:31, Romanos 6:23, 10:13).

2. ¿Qué quiere el Señor que tú hagas?

3. Que hará el Señor?

Avisa en cuanto a dificultades en la vida como creyente.

Pregunta: ¿Quieres confiar en Cristo ahora, o prefieres pensar mas en esto?

Anima al niño a orar en voz alta (si está preparado) pidiendo al Señor que le salve.

Háblale de la seguridad de la salvación.

1. Vuelve al versículo bíblico que utilizaste antes.

2. Explica al niño que su vida ha de cambiar.

3. Explícale algunas de las grandes verdades que se aplican a la vida de un creyente: es hijo de Dios, ha sido perdonado, Dios es su Padre, va al cielo.

Mas tarde, da unos consejos en cuanto a la vida espiritual.

Lee y obedece la Biblia. Habla con Dios, tu Padre celestial. Cuenta a otros lo que el Señor ha hecho por ti. Pide al Señor que te perdone cuando peques. Reúnete con otros creyentes. Recuerda lo que Cristo promete: “No te dejaré”.

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LECCIÓN 1La conversión del zapateroGuillermo Carey y sus dos hermanas estaban muy emocionados debido a que su padre había conseguido un nuevo trabajo y ahora iban a tener que cambiar de casa. De la pequeña casa del tejedor que estaba en las afue-ras de la villa inglesa, iban a cambiarse a la escuela de la colina; donde su padre iba a ser el nuevo maestro y en aquellos tiempos, hace casi 200 años, los maestros generalmente vivían en el mismo lugar de la escuela.

El niño que amaba la naturaleza

Lámina 1-1

A Guillermo le gustaba mucho más la nueva casa que la anterior donde vi-vían, porque aquí tenía su propia habitación. En esta habitación él metía a sus insectos, pájaros, animales y flores. Le encantaba andar por los campos y bosques coleccionando tantas especies de flores y animalitos como podía.

Al poco tiempo su cuarto parecía más bien un pequeño jardín zoológico, supo más acerca de los pájaros, insectos, animales y plantas que cualquiera otra persona en la villa.

Siempre que alguien quería saber acerca de una planta especial o de algún animal, la gente decía: “Llévenselo a Guillermo Carey, él les dirá todo lo que quieran saber”. Guillermo siempre fue un muchacho al que le gustaba investigar y amante de la naturaleza.

Lámina 1-2

Además de investigador, Guillermo era muy decidido. Una vez vio un nido colgado en un árbol muy alto y difícil de subir a él, pero se decidió a subirlo y dijo: “Debo coger ese nido para mi colección, esperaré hasta que se vayan los pájaros”.

La primera vez que trató de cogerlo se cayó del árbol y se lastimó. Estuvo tan mal herido que tuvo que permanecer en cama por varios días, pero tan pron-to como se recuperó, volvió a trepar al árbol y cogió el nido.

Cuando se lo enseñó a su madre, ella se sorprendió mucho, pero sonriendo y sacudiendo la cabeza le dijo: “Guillermo, ¿no me digas que volviste a trepar a ese árbol?”. “No podía dejar de hacerlo, mamá, de veras que no podía, porque cuando empiezo a hacer una cosa debo terminarla”.

Esos fueron años muy felices para Guillermo. Sus pájaros le despertaban temprano por la mañana con sus cantos. Se levantaba, limpiaba sus jaulas, les daba agua fresca y luego iba a buscarles comida, les traía bayas, semillas o los gusanitos que más les gustaban.

Lámina 1-3

Cuando Guillermo llegó a los doce años de edad, hubo un cambio en su vida. En aquella época los muchachos de esa edad tenían que escoger ya la clase de trabajo que debían hacer y tenían que empezar a ganarse la vida y Guillermo sabía lo que deseaba hacer: ¡Sería un jardinero!

Él disfrutaba al sentir en sus manos la suave tierra y su deseo era cuidar de las plantas que crecerían allí. Tenía la seguridad de que la jardinería era el mejor empleo para él, pero no fue así. Hasta entonces él había estado asistiendo a la

escuela, estudiando sus lecciones y cuidando de animalitos y plantas.

Nunca había pasado largas horas al sol o con lluvia y viento. Para ser jardinero tenía que trabajar todo el día al aire libre día tras día. Por causa del sol le salió una erupción en la cara y en las manos que le dejó ampollas y granos muy dolorosos, le dolían tanto que no podía ni dormir.

Guillermo Carey

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Pero así como le sucedió con el nido del árbol alto, no se dio por vencido. Estaba decidido a ser jardinero y durante dos años lo estuvo haciendo, pero al final tuvo que dejarlo, no pudo continuar con la jardinería porque se puso enfermo. ¿Verdad que Guillermo fue valiente y decidido?

Perseveró con lo que había comenzado. ¿Habríais vosotros tenido tanta paciencia? Durante todo ese tiempo Dios estuvo observando a Guillermo. A Dios le agradaba ver que Guillermo no se desalentaba tan fácilmente ya que Él busca personas que no solamente comienzan a hacer algo, sino a los que trabajan duro para terminar lo que empiezan. Dios desea que haya personas como Guillermo para hacer su obra.

La jardinería fue el trabajo que Guillermo no pudo terminar, debido a que no podía trabajar al aire libre por causa del sol que le hacía tanto daño, a pesar de ser eso lo que más anhelaba hacer. Se decía: “¿Qué haré ahora? ¿De qué voy a vivir? ¿Me convertiré en un tejedor como fue mi padre antes de llegar a ser maestro de escuela?”.

Guillermo habló con su padre y juntos decidieron que tendría que ser zapatero. El oficio de zapatero era un negocio importante, así que su padre comenzó a buscarle un buen maestro. Cuando lo encontrara, Guillermo iría a vivir y trabajar con él. Así era como los muchachos de esa época aprendían sus oficios. El Sr. Carey buscó a un zapatero que sabía hacer muy buenos zapatos y sería un buen maestro para su hijo.

El aprendiz de zapatero

Lámina 1-4

Supieron de un zapatero llamado Clarke Nichols que vivía en un lugar cerca-no, ese sería el lugar adonde iría Guillermo a aprender su oficio.

Ahora ya tenía catorce años y tenía que prometer trabajar ¡durante siete años para el Sr.Nichols!. Al principio su padre tuvo que pagar para que le enseña-ra el oficio, pero más tarde, le tendría que pagar por su trabajo aunque no era mucho. Todos esos siete años le parecerían muy largos y el trabajo sería difícil, pero nada desanimó a Guillermo. Durante esos días Guillermo no

pensaba mucho acerca de Dios, su padre era cristiano, pero Guillermo no. Amaba todo lo que Dios hizo pero no pensaba en quién hizo las cosas que tanto amaba.

En el taller del zapatero, Guillermo trabajó con otro muchacho que se llamaba Juan Warr, que también estaba aprendiendo a hacer zapatos. En cierta manera ese muchacho era distinto de Guillermo. Juan sabía que necesi-taba al Señor Jesús como su Salvador y confiar en Él y con frecuencia hablaba a Guillermo acerca de la Palabra de Dios y del Salvador, el Señor Jesús, y tratando de mostrar a Guillermo que él también necesitaba confiar en Jesús.

Guillermo veía que Juan era feliz al confiar en Jesús, pero él pensaba que no necesitaba un Salvador. Poco tiempo más tarde sucedió algo que le enseñó que tenía un corazón pecaminoso y que sí necesitaba un Salvador.

Un día el Sr. Nichols le dio a Guillermo dinero para que hiciera un recado. Mientras se hallaba en la tienda se compró algunas cosas para él, pero lo que compró le costó un chelín más de lo que tenía así que cogió un chelín del dinero del Sr. Nichols. Al volver al taller se preguntaba qué hacer del dinero que había tomado ¿Qué diría que había pasado? Entonces recordó que tenía un chelín falso que parecía como uno verdadero, sin embargo era de cobre y no de plata. No valía nada, pero de todos modos lo puso en el dinero de su amo, esperando que no se diera cuenta del engaño.

Lámina 1-5

No contaba Guillermo con que el Sr. Nichols tenía muy buena vista, e inme-diatamente vio el chelín falso y le preguntó por qué estaba entre los verda-deros. Entonces Guillermo ¡contó una mentira! Dijo que no sabía por qué y afirmó falsamente que debió pertenecer al dinero del Sr. Nichols, pero el zapatero que era muy severo supo que Guillermo no estaba diciendo la verdad.

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Estaba muy disgustado y miró severamente al muchacho. Entonces Guillermo inclinó la cabeza lleno de ver-güenza, jamás se había sentido tan avergonzado. Comprendió qué malo había sido al tratar de engañar a su amo y mentirle y lo sentía muchísimo. Pensó: “Seguro que el Sr. Nichols me hará volver a mi casa; ya que no es posible que continúe teniendo a un chico que le ha robado y mentido ¡Cómo se enfadará mi padre y que triste se pondrá!”.

Pero el Sr. Nichols no lo hizo, sino que con toda amabilidad le perdonó y le permitió continuar con él; sin em-bargo, Guillermo estaba muy avergonzado y triste pensando en lo que había hecho. Por primera vez compren-dió qué pecador era ante un Dios que es tan santo y perfecto. Sentía como si todos los que vivían en esa ciudad supieran qué malo era, no deseaba que nadie le viera y tampoco quería ver a nadie.

El joven transformado

Lámina 1-6

Ahora Guillermo sabía que necesitaba al Señor Jesús como su Salvador. Ya estaba listo para creer en Él, pues solamente Dios podía perdonarle y cambiar su corazón pecador. Creyó que el Señor Jesús había dado su vida por él en la cruz del calvario y que Dios le perdonaría sus pecados por causa de Jesús. Oró y aceptó al Señor Jesús como su Salvador y desde aquel día su vida cam-bió totalmente.

Antes, solamente estaba interesado en conocer lo que Dios hizo, ahora su mayor deseo era conocer a Dios, porque ahora le amaba y también a su Hijo Jesús. Empezó a leer y estudiar su Biblia cada vez que tenía tiempo libre y decidió aprender los idiomas en los que había sido escrita al principio. Estudió griego, no lo encontró muy difícil porque ya había aprendido latín cuando apenas tenía 12 años.

Cuando no estaba haciendo zapatos o estudiando, le gustaba hablar a otros acerca del Señor Jesús. Sus dos her-manas fueron las primeras personas a quienes habló del Señor Jesús y qué feliz se sintió cuando ellas también le aceptaron como su Salvador.

No mucho tiempo después de esto, murió el Sr. Nichols y Guillermo tuvo que marcharse de allí, pero como aún tenía que aprender más acerca del oficio de zapatero se fue con otro amo.

Lámina 1-7

Si pensáis que Guillermo estaba ocupado haciendo zapatos y estudiando la Palabra de Dios, ¡habéis acertado! Pero muy pronto tuvo que trabajar aún más duro ya que se casó y necesitaba ganar más dinero para mantener a dos personas.

Después, su segundo amo también murió y no había ninguno para cuidar a la esposa del zapatero y a sus cuatro hijos. ¿Podéis imaginar quién los ayudó? Guillermo no era egoísta, pero sí muy amable y se quedó para atender el ta-

ller de su amo y para ayudar a su viuda y huérfanos.

Trabajaba muchísimo pero no podía ganar suficiente dinero haciendo zapatos. ¿Qué más podría hacer? Le vino una idea. Podía abrir una escuela nocturna en el pueblo, ya que allí había muchas personas adultas que no habían tenido la oportunidad de ir a la escuela en su niñez, pero que seguro que tendrían deseos de aprender, y que con mucho gusto pagarían para que se les enseñara, de manera que abrió su escuela nocturna.

Ahora estaba más ocupado que nunca. Hacía zapatos todo el día, enseñaba en su escuela durante las noches y todavía tenía tiempo para estudiar la Palabra de Dios. Se levantaba muy temprano en la mañana y se iba a dormir tarde por las noches.

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Lámina 1-8

Un día, alguien le prestó un libro que quería leer titulado: “Los Viajes del Ca-pitán Cook”. Era un libro de historias acerca de las visitas que hizo el Capitán Cook, a unas extrañas islas muy lejanas y países igualmente lejanos y extraños. A Guillermo le encantaba la geografía, de hecho cuando era niño su materia favorita en la escuela fue ésa; a sus compañeros les gustaba hacerle bromas lla-mándole “Colón”. Muchas veces estuvo leyendo hasta muy altas horas de la no-che acerca de los sitios tan emocionantes que había visitado el Capitán Cook.

Mientras Guillermo leía, su corazón se llenaba de una gran tristeza, porque podía conocer acerca de muchas tribus y naciones llenas de personas que no habían oído nada acerca del Salvador, y se preguntaba: “¿Por qué esos pueblos no pueden saber acerca del Señor Jesús también? ¿Por qué no hay alguien que vaya a darles las buenas nuevas acerca de Jesús?”

Esa pobre gente estaba perdida y el Capitán Cook escribió que nadie jamás había ido a esas tierras lejanas para predicar el evangelio. Decía en su libro que tal vez algunos quisieran ir a esas tierras tan lejanas, pero solamente para buscar riquezas y algunos otros para hacerse famosos, pero tenía la seguridad que nadie se atrevería a ir para hablarles del Señor Jesús. Esto entristecía en sobremanera a Guillermo cuando estaba trabajando.

¿Tendría razón el capitán? No, naturalmente que no. Hay muchos misioneros que han ido a lugares muy leja-nos para hablar de Jesús, pero en esa época había muy pocos misioneros. Guillermo pensó mucho acerca de la gente que tanto necesitaba saber que sus pecados podían ser perdonados. Pensaba mucho sobre eso y deseaba con todo el corazón que pudieran escuchar el evangelio. Pero Guillermo sabía que él no podía ir.

Todo lo que podía hacer en ese momento era pensar, leer y orar acerca de esa necesidad. Diariamente oraba por la gente que jamás había sabido acerca del Salvador. Pero el muchacho que un día amó tanto la naturaleza y estaba decidido a terminar lo que había comenzado, ahora era un hombre que pertenecía a Dios. ¿Qué plan suponen que Dios tenía para Guillermo Carey?

En los próximos capítulos conoceremos algunas de las sorpresas que ocurrieron en la vida de este hombre cuyo deseo fue que otros conocieran al Señor Jesús para que les salvara de sus pecados.

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LECCIÓN 2La carga del predicadorPermitidme que os haga algunas preguntas para que las contestéis en vuestro corazón. ¿Creéis en el Señor Je-sús como vuestro Salvador personal? ¿Creéis que Él es el único que puede salvar a la gente de su pecado? ¿Os preocupáis porque muchos niños, hombres y mujeres no conocen aún al Señor Jesús? Ellos aún están perdidos en el pecado. No conocen el camino para ir al cielo. ¿Os gustaría tomar parte en la preciosa obra de hablar a otros de Jesús?

El zapatero ocupado

En la lección anterior aprendimos como un pobre muchacho zapatero, escuchó el llamado del Señor Jesús y tuvo el deseo de hablar a otros acerca de Él. Guillermo se convirtió en un hombre ocupadísimo y feliz. Tuvo que hacer zapatos durante el día y dar clases por la noche para ganar su sustento. Parecía que ya tenía el día bastante ocupado, pero cada minuto de los que tuvo desocupados los dedicó a estudiar. Su mente y corazón tenían hambre de aprender más. En su lugar de trabajo siempre había un libro para estudiar; estudió la Biblia, griego, hebreo, latín y geografía, además de todo lo que pudo encontrar. Estaba ansioso de saber más con el fin de poder estar capacitado para servir mejor a su Salvador.

La gente del pueblo donde vivía fue testigo de como su zapatero y maestro siempre estaba ocupado y amaba la Palabra de Dios. Algunos de ellos le pedían que fuera a enseñarles el domingo en la iglesia y muy pronto la gente de pueblos cercanos que supieron lo que hacía, también le pidieron que les predicara. Guillermo, lleno de gozo, caminaba muchos kilómetros para llegar a las pequeñas congregaciones y durante el verano e invier-no, bajo la lluvia o la nieve, siempre salió a predicar. Nada le daba más alegría que enseñar la Palabra de Dios y hablar a otros de Jesús.

Lámina 2-1

A pesar de todo lo que hacía, muchas veces se entristecía. Al estudiar geogra-fía se le ocurrió hacer un globo terráqueo usando trozos de varios colores de piel. También pegó varias hojas de papel, uniéndolas, y dibujó un mapa de los países del mundo y luego colgó su mapa en la pared cerca de su lugar de trabajo. Sobre de ese mapa tenía escrito cuántas personas vivían en cada país, qué idioma hablaban y a qué dioses adoraban.

Cada vez que el joven zapatero veía su mapa o su globo, sentía mucha triste-za, porque en noventa y nueve países del mundo adoraban ídolos extraños en vez de adorar al Dios verdadero. En cincuenta y tres países la gente era musulmana y tampoco conocían ni creían en Jesús. Cuando Guillermo pensaba en los millones de personas que estaban perdidas en sus pecados, sus ojos se llenaban de lágrimas.

Muchas veces al contemplar su mapa, las lágrimas le corrían por las mejillas. Le dolía el corazón y compartía el amor de Dios por los perdidos de todo el mundo, pero ¿qué podía hacer un pobre zapatero como él? Solamente podía orar por ellos diariamente.

Guillermo continuó haciendo zapatos, enseñando, predicando, estudiando y orando. Su mayor deseo era em-plear todo su tiempo estudiando y predicando, pero tenía que hacer zapatos para ganarse la vida. En cierta ocasión un hombre pensó que era absurdo que estuviera deseando predicar y le dijo: “Lo que tú debes hacer es dedicarte más a tu negocio”. Guillermo le contestó: “Mi negocio es trabajar para Dios. Yo solamente remiendo y hago zapatos para pagar mis gastos”.

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Lámina 2-2

Hubo otro hombre para quien Guillermo hacía zapatos que era muy sabio y amable. Un día al entregarle Guillermo una bolsa con zapatos, ese hombre le preguntó: “¿Cuánto ganas semanalmente haciendo y arreglando zapatos?” “Como unos nueve o diez chelines, señor”, le contestó.

Los ojos del hombre le brillaron con una feliz idea. “Bien, mira, tengo algo que decirte. No necesitas hacer más zapatos para mí”. Guillermo pestañeó sor-

prendido. El hombre sonrió y dijo: “Mira, tú sigue adelante, estudia y predica, te daré un sueldo de diez chelines semanales, ¿de acuerdo?”.

El joven predicador

Cuando Guillermo predicaba no podía olvidar a tanta gente de otros países que no tenían ni misioneros ni igle-sias y pensaba: “Ah, si yo pudiera ayudarles”. A sus amigos predicadores les habló acerca de esa gente y les decía: “Tenemos que hacer algo por los perdidos”, pero esos predicadores que eran mayores que Guillermo pensaron que ese deseo era solamente debido a su juventud entusiasta y llena de grandes ideas. No prestaron mucha atención a lo que decía, pero a pesar de ello, Guillermo no se dio por vencido; siempre que tenía oportunidad decía: “Tenemos que mandar misioneros a los países que no tienen la Palabra de Dios”. Un día, en una reunión de ministros, el presidente de la reunión preguntó: “¿Hay algo más que debamos discutir?”.

Lámina 2-3

Guillermo entonces se puso de pie y dijo algo así: “Jesús dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Hablemos entonces de esas palabras que pronunció. ¿Piensan que Él estaba diciendo a sus discípulos y a nosotros también que predicáramos el evangelio en cada país?”. Guillermo te-nía la esperanza que los ministros comprendieran lo que Jesús quiso decirnos a todos, que debíamos hablar a todas las naciones acerca de Él.

Lámina 2-4

Al presidente de la reunión no le agradó lo que oyó y de forma contundente le dijo: “Siéntese joven, siéntese, si Dios quiere que se conviertan los paganos, Él lo hará sin nuestra ayuda”.

Guillermo se sentó muy triste y se dijo: “Lo que sucede es que los predicadores no lo entienden, Dios quiere que todos los habitantes del mundo sepan que el Señor Jesús, su Hijo, es el único Salvador. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree,

no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). ¿Cómo pueden entonces creer si no tienen Biblias y nadie que les enseñe?”.

“¿Qué puedo hacer?” Era lo que Guillermo quería saber... “¿Cómo puedo ayudar a los cristianos para que com-prendan que tienen que enviar misioneros a otros países?”. Pensó y oró mucho sobre esto y predicó acerca de esa necesidad y habló de ella a todo aquel que estaba dispuesto a escucharle.

Finalmente un día un hombre a quien conocía le dijo: “Bueno. ¿Por qué no escribes un mensaje para mostrar que debemos enviar nuestros misioneros a esos lugares lejanos? Imprímelo y entrégalo a los miembros de las iglesias para que lo lean”.

“Me encantaría hacerlo”, respondió Guillermo, “pero pienso que no sabría escribirlo suficientemente bien y además no tengo los medios para pagar la impresión”.

“Tú escríbelo”, le dijo el hombre, “yo te daré el dinero necesario para la impresión”. Entonces fue cuando Gui-llermo entendió que Dios quería que escribiera el mensaje porque le había enviado otro amigo para que le ayudara.

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Lámina 2-5

Guillermo pensó muy bien lo que iba a hacer, se preparó y oró mucho, luego comenzó a escribir acerca de todos los países e islas que había en el mundo y de los millones de pueblos que no tenían a nadie que les hablara de Jesús.

Por fin terminó el mensaje, lo mandó a imprimir y lo entregó a las iglesias, mientras tanto pensaba: “¿Lo leerán y se darán cuenta de lo que Dios quiere que hagan?” Guillermo oraba intensamente para que así sucediera y muchos de los que lo leyeron lo hicieron. Empezaron a preocuparse por las muchas

personas que jamás habían escuchado del único camino de salvación.

El principio de la misión

Por ese tiempo los pastores invitaron a Guillermo para que hablara en una de sus reuniones, y entonces él se preparó debidamente estudiando su Biblia y rogando a Dios que le mostrara lo que debía decir.

Lámina 2-6

Se levantó de su asiento y delante de los ministros predicó con todo su cora-zón. Les dijo que Dios quería que llevaran las nuevas del amor del Señor Jesús a los pueblos de todo el mundo. “Dios es fiel”, continuó diciendo, “Él nos ayu-dará para que hagamos su obra. Debemos esperar grandes cosas de Dios y por nuestra parte emprender grandes cosas para Dios”.

En el salón donde estaban reunidos había mucha calma. Los ministros es-cucharon atentamente, estaban profundamente conmovidos. Entonces Gui-

llermo pensó: “Indudablemente que ahora harán algo para llevar la Palabra de Dios a todos aquellos que la necesitan”; pero no fue así, no creían que un “puñado de predicadores provincianos” pudieran hacer alguna cosa por los perdidos en otros países y empezaron a conversar acerca de otras cosas y se prepararon para volver a sus hogares.

Lámina 2-7

El desengaño de Guillermo fue tan grande que pensó que no podría soportar-lo. Tomó fuertemente el brazo de su amigo Andrés Fuller, se lamentó y tem-blando dijo: “Señor, ¿no hay nada que pueda hacerse?” ¡Y sucedió! Repentina-mente el Sr. Fuller comprendió también que Dios quería que hicieran alguna cosa. Se levantó juntamente con Guillermo y suplicó a los otros hombres que pensaran en lo que Dios quería que hicieran para ayudar a los perdidos. Al fin, los ministros decidieron formar una sociedad misionera y dijeron que sus

congregaciones enviarían misioneros. La tristeza de Guillermo desapareció como por encanto y dio lugar a la alegría ya que Dios había contestado sus oraciones.

Ahora surgió la pregunta: ¿quién estaría dispuesto a ser el primer misionero? ¿A qué país debían enviarle? Entonces los predicadores oyeron de un doctor cristiano llamado Juan Thomas que había estado en la India.

Le invitaron a que viniera y que pudiera explicarles todo lo referente a ese país. El aceptó con mucho gusto la invitación y les habló de la inmensa necesidad de los millones de hombres, mujeres y niños que nunca en la vida habían sabido de Jesús en aquel lugar. “Más que nada en la vida, mi deseo es regresar a la India”, dijo: “pero es necesario que venga conmigo un misionero”.

Guillermo permanecía sentado en la orilla de su asiento. Le dolía el corazón al comprender la necesidad de ese pueblo. Sus ojos se llenaban de lágrimas y pensaba: “¡Cuánto me gustaría ir a mí!” Y le parecía como si Dios le dijera: “Eso es precisamente lo que quiero que hagas”.

Su rostro le brillaba de alegría y levantándose de su asiento, en medio de la reunión dijo: “Estoy dispuesto a ir con el doctor Thomas”. Al escuchar esto, el doctor se sintió tan emocionado que casi saltó de su asiento y le dio

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un fuerte abrazo al sorprendido Guillermo y todos los ministros también se alegraron; estaban seguros de que la voluntad de Dios para Guillermo era que fuera su misionero.

Lámina 2-8

Fijaron una fecha para tener una reunión especial y, en este encuentro, los ministros pusieron sus manos sobre la cabeza de Guillermo y oraron por él. Le prometieron que nunca dejarían de orar por él y de ayudarle toda su vida.

Así que Guillermo Carey, quien había sido un humilde zapatero provinciano, fue escogido para ser el primer misionero que Inglaterra envió a la India.

Ahora imagino que querréis saber más acerca del viaje tan peligroso que em-prendió y de todas las situaciones raras y extrañas que vio en ese país misterioso.

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LECCIÓN 3La visión del misionero¿Por qué corrían lágrimas en las mejillas de Guillermo Carey cuando miró el mapa del mundo? ¿Os habéis sentido tristes alguna vez al saber que millones de niños, mujeres y hombres no conocen a Cristo como su Sal-vador personal? Suponiendo que Dios os pidiera cuando seáis mayores, que trabajéis para Él en otro país, ¿qué le responderíais? ¿Cómo os sentiríais?

Guillermo Carey estaba lleno de gozo y se maravillaba al ver la bondad que Dios le mostraba. ¡Pensar que al fin podría ir a la India como misionero! Eso le parecía demasiado bueno para ser cierto y pensó que jamás había sido tan feliz.

No vayáis a creer que todos estaban tan contentos como él. Su padre creyó que estaba medio loco, su esposa le dijo que ella no le acompañaría y los miembros de sus iglesias le amaban tanto que no estaban dispuestos a que los abandonara. Así que estos obstáculos le inquietaban mucho pero con firmeza se dijo: “Esta es la voluntad de Dios, no voy a desobedecerle. Debo ir”.

Los peligros del viaje

Lámina 3-1

Pocos meses más tarde Guillermo subía al barco que le conduciría a la India. Su corazón rebosaba de gozo y gratitud a Dios porque no estaba solo, al final su esposa, sus hijos y el doctor Thomas le acompañaban. Dios había dado a su esposa el deseo de ir con él y había obrado en el corazón de los miembros de su iglesia, para que se sintieran felices de que su pastor fuera a predicar a los que nunca habían sabido de Jesús.

Muchos oraron por él, niños, mujeres y hombres ahorraron cada centavo que pudieron, para pagar el precio del viaje tan largo que tenía que emprender y otras congregaciones también colaboraron con el coste del viaje.

Al fin llegó el día de salir para la India, Guillermo estaba muy nervioso y emocionado y no se hacía a la idea de que de verdad iba a salir.

Lámina 3-2

Lentamente la pequeña embarcación se fue alejando de las costas de Inglate-rra, internándose en el océano, comenzando así la larga travesía. Día tras día, semana tras semana, el barco navegaba. (Señale la ruta que tomaron rodeando África y que se encuentra en el mapa de la última lámina). A veces el océano se veía de un azul brillante y calmado y entonces el barco navegaba quietamente sobre las aguas; pero también otras veces, terribles tormentas se levantaron en medio del océano y éste se veía gris y encrespado.

En cierta ocasión una ola enorme golpeó al barco y lo dañó seriamente, tanto que los marineros necesitaron once días para arreglarlo de nuevo. A veces los vientos y corrientes eran tan fuertes, que hicieron que el barco no pudiera avanzar y pasó un mes sin que fueran a ninguna parte.

¿Qué haría Guillermo durante todas esas semanas y meses a bordo del barco? ¿Pensáis que solamente estaría sobre cubierta descansando? Eso no era para Guillermo, él durante muchas horas estudiaba bengalí, uno de los idiomas de la India, y comenzó a trabajar intensamente con el Dr. Thomas para comenzar a traducir la Biblia en ese idioma, ya que los habitantes de la India necesitaban la Palabra de Dios en su propio idioma.

Guillermo Carey

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Lámina 3-3

Cuando Guillermo no se encontraba estudiando o ayudando a traducir, ense-ñaba clases de Biblia a las otras personas que se hallaban en el barco.

Los domingos tuvo reuniones de adoración para ellos, en los que gozaba mu-cho, ya que podía contar a otros acerca de Jesús. Guillermo no solamente era misionero en su hogar, sino en el océano y dondequiera que se encontraba.

Ojalá que nosotros, como Guillermo, podamos ser misioneros en cualquier lugar en que nos encontremos.

La llegada a la India

Por fin, después de cinco meses de navegación, el barco llegó a su destino en un puerto de la India. Todos los que estaban a bordo se pusieron en la barandilla del barco para poder ver. Los niños saltaban de alegría, los adultos sonreían y gritaban contentos y aplaudían, mientras Guillermo daba gracias a Dios por haberles traído a salvo en ese viaje tan largo de 15.000 millas desde Inglaterra.

Mientras Guillermo y su familia abandonaban el barco, miró a su alrededor a toda aquella gente de piel more-na vestida de blanco, y le embargó un cálido amor por ellos. Casi no podía esperar a que llegara el día cuando pudiera hablarles de Jesús, pero lo primero que tuvo que hacer en esa tierra fue buscar casa para su familia.

¿Dónde podría encontrar una? No sabía dónde buscar y de pronto todo pareció marchar mal. La señora Carey y uno de sus hijos enfermaron. El alimento y las provisiones eran muy caros y antes de que se diera cuenta se les había acabado el dinero; y cuando estaban listos para cambiarse a la casa que les habían dicho, otras personas estaban viviendo en ella. ¿Qué podrían hacer?

Se hallaban en tierra extraña sin hogar, sin alimentos y sin un centavo. ¿Qué habríais hecho si os hubierais encontrado en una situación como esa? Pues Guillermo solamente oró y confió en que Dios cuidaría de ellos.

Lámina 3-4

Justamente cuando ellos no sabían qué hacer, Dios envió a alguien para que les ayudara. Un amable inglés que llevaba una escopeta y pasaba por allí, con su perro, se sorprendió al ver a otros ingleses en esa parte de la India. Se detuvo para hablarles y los invitó a su casa. “Vengan conmigo”, dijo, “ustedes necesitan un sitio donde estar y yo tengo una casa grande con mucho espacio, y sería un placer para mí tenerlos como huéspedes todo el tiempo que quieran”.

Permanecieron en el hogar del inglés hasta que la señora Carey y el niño se recuperaron de su enfermedad y pudieron tener lugar donde vivir y también dinero. Guillermo una vez más dio gracias al Señor por su cuidado.

Las primeras impresiones

Pronto Guillermo estuvo muy ocupado con su trabajo y descubriendo como era la India. Le parecía que allí donde miraba había gente, nunca antes había visto tanta, este país era como un hormiguero de personas. Mu-chos de ellos eran muy pobres, hambrientos y hasta se morían de hambre, muchos estaban enfermos, lisiados o ciegos y otros eran pordioseros vestidos con harapos y lo peor de todo era que no conocían el camino de salvación. El gran deseo de Guillermo era mostrarles el camino al cielo.

Lámina 3-5

Allí donde iba, Guillermo no solamente veía gente, sino ídolos horrorosos que tenían en las casa, por el camino, en los templos y en urnas. Con mucha tristeza veía a la gente inclinarse hasta el suelo y adorarlos y también los vio orar a esas figuras extrañas hechas de madera y piedra. Pensaba que para po-der hablarles del único Dios verdadero tenía que aprender el difícil idioma de ellos tan pronto como pudiera, así que se puso a estudiar con más intensidad.

Guillermo Carey

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Lámina 3-6 (Omite esta escena si tienes niños pequeños)

Guillermo también pudo ver otras escenas horribles que le hicieron sufrir aún más. Un día vio a un hombre que tenía unos ganchos de hierro que le atrave-saban la espalda y unas cuerdas sujetaban estos ganchos.

El hombre estaba atado a la cuerda que a su vez estaba amarrada a un poste y él se mecía dando vueltas en un gran círculo. Ese pobre hombre pensó que de esa manera agradaba a sus dioses lastimando su cuerpo y creyó que así le tratarían con benevolencia.

No sabía que el Hijo del Dios verdadero y amante había sido herido por nuestros pecados y que no había nece-sidad de que él tuviera que sufrir por ellos.

Lámina 3-7

En otra ocasión Guillermo vio algo espantoso que nunca olvidaría. Vio allí lo que sus moradores llaman “satí” o sea cremación. Cuando una persona moría en ese país llevaban el cuerpo fuera y lo quemaban. La gente creía que si moría el esposo, la esposa debía ser quemada viva juntamente con el esposo muerto, porque creían que ella debía ir con él a la otra vida y así muchas mujeres fueron quemadas de esa manera.

Cuando Guillermo vio un grupo de individuos preparándose para quemar a una mujer viva con el cuerpo del esposo, se decidió a detenerlos. Les habló y les suplicó que no lo hicieran, pero ninguno de ellos le hizo caso, continuaron con lo que hacían porque creían que era su deber hacerlo; entonces le entró mucha tristeza, no miró más y se alejó del lugar. Le era imposible ver que quemaran a esa mujer viva y pensó: “¡Ay! Si tan solo pudieran conocer al Único que puede perdonar sus pecados y darles vida eterna... Haría cualquier cosa para ayudarles a conocer y confiar en Jesús. Haré todo lo que esté en mi mano para evitar que sigan quemando a las pobres esposas”.

Comienza la obra

Tan pronto como Guillermo pudo hablar bastante bengalí para conversar con los habitantes de la India empezó a hablarles del Salvador que dio su vida para salvar a los pecadores. Por esa época la gente ya conocía que el misionero les amaba porque era bueno con ellos, les proporcionaba medicinas y les ayudaba cuando estaban enfermos, incluso compartía sus alimentos con los que no tenían y pasaban hambre.

Estableció una escuela para sus hijos y no los engañaba, como hacían ellos y sus amos unos con otros. Muy con-tentos, los niños, las mujeres y los hombres se agolpaban a su alrededor y le escuchaban muy atentos cuando les hablaba del único Dios y de su Hijo Jesús. Guillermo estaba encantado y plenamente convencido de que pronto muchos de ellos creerían en Jesús, pero no sucedió así, ¡ni siquiera uno creyó! Parecía que no podían compren-der, o es posible que tuvieran miedo de lo que sus vecinos pudieran pensar si se convertían al cristianismo, les gustaba saber de este nuevo camino pero continuaban en sus hábitos pecaminosos.

Lámina 3-8

A pesar de todo lo que pasaba, Guillermo continuaba dando largos paseos por los estrechos senderos rodeados de palmeras, entre los arrozales, yendo de pueblo en pueblo, cubriendo muchos kilómetros y hablando de la Palabra de Dios, pero por dondequiera que iba siempre sucedía lo mismo. La gente estaba dispuesta a escuchar acerca del Señor Jesús, pero no a creer en Él. A veces Guillermo volvía a su casa muy cansado y desalentado, y lo que hacía cuando llegaba, era arrodillarse y orar por esa gente cuyos corazones estaban

tan manchados por el pecado.

Guillermo Carey

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A veces trabajaba un poquito en el huerto que había plantado. Era un sitio muy tranquilo y hermoso lleno de una variedad de lindas y fragantes flores, plantas y árboles que había recogido por donde pasaba. El trabajar bajo el verdor y la frescura de sus plantas y árboles le daba el descanso que tanto necesitaba.

Largas horas trabajaba en su cuarto traduciendo la Biblia al bengalí y lo hacía con la luz vacilante de una vela hasta altas horas de la noche. Se dio perfecta cuenta de que nunca habría suficientes misioneros para que dieran a los habitantes de la India las buenas nuevas del Señor Jesús; pero si la Palabra de Dios se pudiera traducir al idioma que ellos hablaban y entendían, entonces se podrían imprimir millones de ella y muchos serían los que podrían leerla por ellos mismos.

Pacientemente estuvo trabajando, orando, predicando y traduciendo.

Habían pasado cinco años desde su llegada y aún ninguna persona, ni siquiera una, dio señales de confiar real-mente en el Señor Jesús para ser salvo. ¡Qué cuadro más desalentador! ¿Qué haríais en el lugar de Guillermo? ¿Qué pensáis que hizo? ¿Creéis que estaba dispuesto a dejarlo todo?

Imposible, Guillermo no, por el contrario dijo: “Es para mí un gran honor trabajar para Dios, no abandonaré su obra por nada del mundo, porque Dios es fiel y todopoderoso. Lo que Él comienza no lo deja sin terminar”. Guillermo sabía perfectamente bien que la voluntad de Dios era que los nativos escucharan el evangelio y se convirtieran en sus hijos, aunque a veces le parecía que ninguna de esas personas llegaría a creer, sin embargo continuó confiando en Dios y Él no lo defraudó.

¿Os preguntáis cómo contestaría Dios las oraciones de Guillermo y recompensaría su fe? En la próxima lección sabremos las emocionantes cosas que sucedieron en la India.

Guillermo Carey

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LECCIÓN 4La meta del traductor¿Creéis que Guillermo Carey debería haber dejado de predicar al ver que los habitantes de la India no deseaban creer en Jesús? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Por qué debemos continuar trabajando cuando la obra del Señor es difícil? ¿Qué dijo Guillermo que era un gran honor?

La primera traducción

Vamos a suponer que tuvierais que comenzar a copiar toda la Biblia a mano, ¿cuánto tiempo creéis que tarda-ríais para hacerlo? Ahora supongamos que tenéis que traducir las palabras en otro idioma y luego escribirlas. Eso fue precisamente lo que hizo Guillermo. Cuando no estaba ocupado predicando o trabajando en la planta-ción donde vivía, su tiempo lo ocupó para traducir la Biblia. Este fue un trabajo lento y muy difícil.

Lámina 4-1

Durante largas horas Guillermo Carey y su “pundit” (o sea un erudito en el idioma de su país) se sentaron tratando de pensar en las palabras que pudie-ran expresar exactamente lo que dice la Palabra de Dios. Guillermo escribía por ejemplo un versículo o toda una página en bengalí; después el experto en bengalí lo leía para sí y si no se entendía bien, Guillermo tenía que volverlo a escribirlo.

Transcurrieron los días, semanas, meses y hasta años en esta labor, y Guillermo continuaba escribiendo página tras página del bengalí.

Las páginas traducidas se fueron amontonando hasta que hubo miles de ellas y todas estaban perfectamente limpias, escritas a mano. ¡Cinco años y medio necesitó Guillermo para traducir la mayor parte de la Biblia en bengalí! ¿Creéis que podríais ser capaces de trabajar tan duro todo ese tiempo para poder dar a otros la Pala-bra de Dios? Carey lo hizo con mucho gusto. Se sintió muy feliz al ver que su primera traducción estaba casi terminada, pero aún le estaba reservada otra tarea para hacer; la impresión de ella. ¿Cómo y cuándo podría tenerla impresa?

En toda la India había solamente unos cuantos impresores y prensas para imprimir. Entonces oró a Dios con-fiando que le ayudaría y mostraría qué debía hacer. Como Dios ama tanto a sus hijos y desea contestar sus oraciones, concedió a Guillermo lo que le pedía de una forma especial.

Hacía poco tiempo que habían traído a la India una prensa de madera que procedía de Inglaterra y estaba en venta. “¡Esto es precisamente lo que necesito!” Pensó emocionadísimo. Él no lo sabía pero Dios ya había puesto en el corazón de un amigo suyo, otro inglés como él, que la comprara y se la regalara. Carey estaba muy agra-decido y emocionado con el regalo. Una vez más Dios había proporcionado lo que le era necesario.

Lámina 4-2

Luego Guillermo y otro hombre comenzaron a preparar la prensa para impri-mir. La gente tenía mucha curiosidad, nunca había visto una máquina como ésa antes, la miraban y se preguntaban qué sería eso. Luego, al ver lo contento que estaba Guillermo con ella dijeron: “Vean qué feliz está el Sahib, éste debe ser su ídolo”.

Carey sonreía y les explicaba que la prensa iba a ayudar a todos para que su-pieran que era malo adorar a los ídolos; esa prensa imprimiría las palabras

dichas por el Dios verdadero para que la gente le conociera.

Guillermo Carey

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Los nuevos ayudantes

¿Quién manejaría la imprenta? ¿Sería posible que Dios proporcionara una imprenta y se olvidara del impresor? Guillermo no lo creyó así; él confiaba en que Dios enviaría también un impresor y casi tan pronto como entre-garon la imprenta a Carey, un impresor inglés que vivía en Inglaterra le escribió una carta que decía: “Estimado señor Carey... Cuando llegue la primavera espero salir para la India. Mi deseo es ayudarle en la obra del Señor. Él ha puesto en mi corazón el deseo de ir a vivir, trabajar y morir con usted... Oro para que el Señor me guarde fiel, paciente y valiente además de estar preparado para esta tarea”. Firmaba Guillermo Ward.

¡Qué noticias más alentadoras! Pero aún había más, otras tres familias misioneras iban a llegar en el mismo barco con el impresor. Guillermo no pudo más que dar gracias a su Padre celestial por haberle esforzado en hacer la traducción, proporcionado la imprenta, el impresor y sus ayudantes.

Lámina 4-3

¡Imaginad el gozo que sintió cuando fue a dar la bienvenida al impresor y a los nuevos misioneros! Dios les había enviado a trabajar con él en la India, y soñaba con todo lo que podrían ser capaces de hacer juntos.

Lo primero que hicieron él y los misioneros fue buscar un lugar donde pudie-ran vivir y trabajar juntos. Pronto encontraron una casa grande que estaba por el río en la bulliciosa ciudad de Serampore. Allí establecieron el taller donde imprimirían la Palabra de Dios no solamente en bengalí sino también en otros

dialectos e idiomas. También establecieron una escuela mixta para niños y niñas y fueron a predicar el evange-lio en la ciudad y en muchos pueblos. Esos fueron días felices y muy ocupados para Guillermo.

Después algo más maravilloso sucedió. Un gurú indio, maestro de religión llamado Krishna Pal, creyó en el Señor Jesús y lo bautizaron. Después de siete años un habitante de la India había aceptado a Cristo y poco tiempo después hubo más. Krishna Pal habló del Señor Jesús a su esposa, a su hermana y a uno de sus amigos y ellos creyeron en Él y fueron bautizados. Los misioneros estaban que no cabían de gozo al ver lo que sucedía.

Lámina 4-4

No todo fue gozo y alegría para Krishna Pal, pues otros de los vecinos y fami-liares de él se enfadaron tanto al ver que había aceptado a Cristo, que grupos de personas lo rodearon en la calle y le insultaron. Lo sacaron de su casa, lo golpearon y se atrevieron incluso a secuestrar a una de sus hijas y no confor-mes con eso, planearon asesinarle. Pero cuando el gobernador se enteró de su malvado plan, envió guardias para que le protegieran a él y también a su familia.

Los vecinos de Krishna Pal se quedaron admirados al ver que nada de lo que le hicieron pudo cambiar su nueva manera de ser. Comprendieron que el Señor Jesús a quien amaba y en quien había puesto toda su confianza, le había transformado en amable, feliz y valiente. Fue entonces cuando comenzaron a escuchar de buena gana lo que les contaba acerca de Jesús y algunos de ellos también se convirtieron en cristianos.

Para que el gozo de Guillermo fuera completo, pocos meses después de que Krishna Pal aceptó a Cristo como su Salvador, se terminó de imprimir el primer Nuevo Testamento en bengalí. Con gratitud lo llevó a su peque-ña iglesia, y los misioneros y nuevos creyentes se arrodillaron para agradecer al Señor por habérselo dado, y le pidieron también que bendijera los Nuevos Testamentos que se estaban imprimiendo y oraron por aquellos que iban a recibir la Palabra de Dios para que la entendieran y pronto creyeran en ella.

Guillermo Carey

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Lámina 4-5

Por dondequiera que fueron Guillermo, Krishna Pal y los misioneros, comen-zaron a dar los libros preciosos. No daban Nuevos Testamentos a todo el mun-do porque mucha gente no sabía leer, pero antes de darles un libro les pregun-taban: “¿Sabe usted leer?”. Si la persona respondía: “No, Sahib”, le hacían otra pregunta: “¿Hay alguien en el pueblo que sepa hacerlo?”. Si respondían que sí entonces le decían: “Lleve este libro a la persona que sepa leer, y pídale que por favor se lo lea y también a sus amigos. Este libro les dirá cómo pueden ser

perdonados de sus pecados y cómo pueden ser felices tanto en la vida como en la muerte”.

Las personas se sorprendieron mucho y se preguntaban qué clase de libro sería ese que les enseñaría algo tan importante. Con todo cuidado llevaron el Nuevo Testamento a la persona que sabía leer. Él se lo leía no sola-mente a los que le trajeron el libro sino también a sus vecinos, de esta manera, por primera vez muchas perso-nas de las aldeas de Bengala oyeron las nuevas acerca de Jesús y algunos creyeron en Él.

Lámina 4-6

A un hombre que se llamaba Krishna Das le dieron un Nuevo Testamento para que lo leyera a los de su aldea y diariamente, durante tres años consecu-tivos, vinieron los vecinos a oír cuando leía. Se gozaba mucho al leerles y ellos nunca se cansaban de escucharle.

Así que el Nuevo Testamento trajo la felicidad a Krishna Das y los moradores de su aldea. Cuando su vecino, Jagannath Das, supo lo que decía el libro, des-truyó los ídolos que antes acostumbraba adorar. Otro hombre, Sebak Rarn,

que era escandaloso y grosero dejó de cantar las canciones indecentes que acostumbraba entonar; y Gabard-han, el pescador que mentía y engañaba a cuantos podía, dejó de hacerlo. La aldea se convirtió en algo muy distinto después que escucharon la Palabra de Dios y creyeron en su Hijo.

Un día los habitantes de la aldea dijeron: “Debemos encontrar al hombre que nos dio este libro tan maravilloso; le daremos las gracias por su regalo tan bueno”. “Pero no sé el nombre de ese hombre, ni tampoco su dirección”, dijo Krishna Das, “sólo dice que el libro fue impreso en Serampore”.

Lámina 4-7

Los habitantes de la aldea dijeron: “Enviaremos a Jagannath Das, a Sebak Ram y a Gabardhan a Serampore, seguro que ellos pueden tratar de encontrar al hombre y darle las gracias en nuestro lugar”.

Así que los tres salieron para Serampore y encontraron a Guillermo Carey quien había traducido el libro, y a Guillermo Ward que lo había impreso y regalado a Krishna Das. Los tres les dieron las gracias a Carey y a Ward repeti-das veces, diciendo: “Confiamos en Jesús, sabemos que es el Salvador que vino

a dar su vida por nuestros pecados, hemos destruido todos nuestros ídolos, los tiramos y ahora le adoramos solamente a Él”.

Se ensancha el plan

Con estas nuevas noticias los ojos de los misioneros brillaron de alegría y Guillermo decía: “Si pudiéramos dar la Palabra de Dios a toda persona que vive en la India y que sabe leer, muchos hombres, mujeres y niños oirían acerca de Jesús, pero para llegar a eso debemos continuar traduciendo e imprimiendo”.

Con mucha sinceridad, Guillermo Carey oraba y planeaba, diciendo: “Si Dios nos da quince años más, espera-mos traducir la Biblia en todos los idiomas de la India y esa es la meta que nos hemos propuesto”.

Guillermo Carey

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Los años pasados en la India no habían sido fáciles. El doctor Thomas ya había muerto y la esposa de Guillermo, que había estado enferma durante mucho tiempo, también había muerto. Pero Guillermo, sus hijos, los otros misioneros y los ayudantes nativos estaban de acuerdo en trabajar mucho más que antes, cada uno haciendo su parte para ayudar a traducir la Palabra de Dios en todos los idiomas diferentes que se hablaban en la India.

Pero ninguno trabajó más que Guillermo. Uno de los maestros del pueblo jamás en su vida había visto a alguien que trabajara como Guillermo Carey. Estaba desconcertado y preguntó al Sr. Ward: “¿Qué clase de cuerpo tiene Carey? Parece que nunca tiene hambre o siente cansancio y nunca deja algo pendiente hasta que lo termina”.

Cada vez que se terminaba una nueva traducción, el Sr. Ward y sus ayudantes ponían cuidadosamente todas las palabras en el tipo y luego lo imprimían tan rápido como era posible. Todavía había millones de seres que nunca habían visto ni oído la Palabra de Dios.

¿Cómo podía el Sr. Ward imprimirla en tantos idiomas? Ahora ya no tenía solamente la pequeña prensa de madera. Tenía cinco prensas que siempre estaban ocupadas y cincuenta personas que ayudaban para hacer papel, para manejar las máquinas y tener las traducciones listas para la prensa. La obra del Señor en la India crecía y Guillermo se regocijaba.

Lámina 4-8

Cuando todo parecía ir viento en popa, algo desastroso sucedió. Nadie supo cómo fue, pero una noche la imprenta se incendió. Las grandes llamas destru-yeron toneladas de papel junto con muchos libros y millones de las páginas de las inestimables traducciones. Con los ojos inundados de lágrimas Carey con-templaba las ruinas humeantes y dijo: “En sólo una noche se ha ido el trabajo de tantos años”.

Poco tiempo antes del desastre, la imprenta había sido un lugar de mucho trabajo. La Palabra de Dios se estaba imprimiendo en los idiomas del pueblo y ahora era solamente un montón de basura. ¿Qué iban a hacer los misioneros? ¿Era este el final de su obra de traducción e impresión?

Guillermo Carey

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LECCIÓN 5La tarea del maestro¿Qué sucedió para que Guillermo Carey ya no pudiera continuar con su obra de imprimir la Biblia? ¿Permite Dios que sus hijos sufran aflicciones?

Cuando nos vienen las pruebas, ¿qué debemos hacer? ¿Pensáis que Dios permitió que el incendio del taller se convirtiera en algo bueno para Guillermo? ¿Qué nos dice Romanos 8:28?

El desastre se vuelve en bendición

¿Qué haría Guillermo Carey al ver que los años de su obra se habían transformado en humo? ¿Estaría que-jándose y lamentándose? No, simplemente dijo: “¡Qué misteriosos son los caminos del Señor! Apenas había terminado algunas de mis traducciones lo más perfectas que pude hacerlas y vean lo sucedido. Quizá estaba un poco orgulloso de nuestra misión y el Señor permitió que pasara esto para que yo confíe más en Él”.

Carey no había pensado en abandonar la obra, volvió con más fuerza a trabajar con las traducciones y decidió hacerlas aún mejor que las anteriores. El Sr. Ward también hizo planes para volver a imprimir. Estaba muy satisfecho al ver que ninguna de las prensas se había destruido. Habían podido salvar del edificio en llamas las cinco que tenían, pero lo que no tenían era el tipo para trabajar, ya que el fuego derritió los tipos de plomo y los convirtió en trozos deformes.

Lámina 5-1

Mientras estaba buscando entre las ruinas calcinadas, de pronto dio un grito de alegría. Sepultadas entre las cenizas había pedazos de acero que podía usar para hacer un tipo nuevo. ¡Todas las piezas de acero para catorce idiomas que-daron a salvo! Habían necesitado diez años para hacerlas y fue un verdadero milagro que no se hubieran dañado. “Con estas piezas rápidamente podemos hacer un nuevo tipo y comenzar a imprimir” dijo muy optimista. Carey y Ward dieron muchas gracias a Dios de que los sacabocados de acero no sufrieron

daño alguno.

No muy lejos de la vieja imprenta había una bodega muy grande. Solamente cuatro días antes del incendio, una compañía que tenía allí su negocio se había cambiado a otro lugar, y aquella bodega vacía era justamente el lugar que necesitaban para su imprenta y por eso también dieron gracias al Señor.

El Sr. Ward y sus ayudantes se pusieron a trabajar como hormigas, y solamente necesitaron un mes para volver a imprimir. En cinco meses las prensas estaban imprimiendo la Palabra de Dios en más idiomas que antes y en vez de las cinco prensas que habían tenido, pronto tuvieron diez.

Mientras tanto llegaron a Inglaterra y a los Estados Unidos las noticias del incendio del taller. Por todos los lu-gares los cristianos hacían comentarios del desastre y debido a eso, muchas más personas supieron del trabajo misionero que tan asombrosamente se hacia en la India.

Muchos fueron los que estuvieron orando y dando donativos para ayudar. El incendio no detuvo el trabajo de traducción ni tampoco el que se continuara imprimiendo la Palabra de Dios; más bien ayudó a los misioneros para hacer más. Dios habla transformado lo que a primera vista parecía una calamidad para Guillermo y su misión, en una bendición.

Guillermo Carey

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El profesor de universidad

¡Qué hombre más ocupado era Guillermo con su trabajo de traducir y predicar! Pero eso no fue todo lo que hizo. Durante esa época hizo otro trabajo también muy importante. Once años antes del incendio, el gobierno inglés había establecido una universidad en Calcuta con el objetivo de enseñar a jóvenes ingleses para que lle-garan a ser gobernadores, jueces y oficiales en la India.

Por ese motivo el gobierno necesitaba un profesor que enseñara a esos jóvenes los idiomas y dialectos de la India. Los altos oficiales se pusieron de acuerdo en que el mejor hombre para esa materia sería el misionero Guillermo Carey. Dijeron: “Él domina completamente esos idiomas, ¿por qué no solicitamos su ayuda?”.

Inmediatamente le enviaron una carta con un mensajero que tuvo que ir al otro lado del río para llegar al hogar de Guillermo. Sorprendido, el misionero abrió la carta y leyó: “Señor, ¿quiere usted tomar en consideración la invitación que le hacemos, para tomar el puesto de profesor de lenguajes de la India en la universidad del gobierno?”. Guillermo se preguntaba: “¿Quiere el Señor que enseñe en la universidad?”.

Luego llamó a sus amigos Ward y Marshman para saber qué les parecía la proposición y los tres se pusieron a considerar lo que decía la carta. Rogaron al Señor que les ayudara a saber qué debería hacer Guillermo y des-pués de haber orado les pareció que debía ser la voluntad de Dios que él aceptara ese honor.

Lámina 5-2

Cada martes por la noche Guillermo navegaba por el ancho y serpenteante río Hugli para ir a la escuela que estaba en Calcuta. Allá estaba los miérco-les, jueves y viernes; durante el día enseñaba y hablaba con sus estudiantes y trabajaba con las traducciones y por las noches predicaba en una iglesia que estableció en la ciudad.

Otras veces anduvo ayudando a los pobres enfermos y también estuvo hablan-do con los que venían a preguntarle por cosas que deseaban saber. Los viernes

volvía de nuevo a su casa.

Durante treinta años estuvo Guillermo enseñando idiomas en la universidad del gobierno. Fue un profesor muy amable y bueno, un amigo que siempre estuvo dispuesto para ayudar y un misionero afectuoso. Por su conducta, muchos de los estudiantes llegaron a conocer y confiar en el Señor Jesús como su Salvador.

Por su trabajo de enseñanza recibió un sueldo alto, pero se quedó solamente una pequeña parte de él para comprar aquello que le era necesario. El resto lo dio lleno de gozo para ayudar a los pastores nacionales, para ayudar a construir iglesias o para alguna otra obra misionera.

En la universidad de Calcuta, Guillermo ayudó a preparar jóvenes ingleses para trabajar en el gobierno, pero él soñaba y oraba por tener otra clase de universidad, una en la que se instruyeran jóvenes nacionales para que hicieran la obra del Señor. “Bien saben ustedes”, dijo a Ward y Marshman, “que creo firmemente que Dios quie-re que comencemos una universidad para los nativos. Nunca habrá suficientes misioneros para que hablen de Jesús a los millones de personas que hay en la India y si abrimos una universidad cristiana podremos adiestrar a centenares de jóvenes para que sean maestros y predicadores en su propia nación”.

Ward y Marshman recibieron el plan con mucho entusiasmo y se emocionaron mucho con la idea que Dios les había inspirado. “Entonces vamos a ahorrar todo el dinero que podamos para establecer esa universidad”, se dijeron, “y es indudable que Dios nos ayudará”.

Guillermo Carey

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La universidad Serampore

Lámina 5-3

Guillermo, Ward y Marshman estuvieron orando durante siete años y a la vez ahorrando dinero y planeando hasta que ese sueño se convirtiera en realidad. ¡Con cuánta impaciencia observaban cuando el primer edificio se levantó! ¡Cuán sinceramente oraban a Dios para que los estudiantes que Él enviara pudieran llegar a ser predicadores y maestros de su Palabra!

Muy pronto el primer grupo de diligentes jóvenes estuvieron estudiando con entusiasmo en la nueva universidad. Guillermo se mantenía ocupadísimo

como de costumbre o quizá aún más, porque ahora además de ser predicador y traductor estaba enseñando en dos universidades. Noche tras noche, la lámpara que ardía en su cuarto le alumbraba mientras estudiaba, mucho después de que todos ya estuvieran dormidos.

Los años pasaron rápidamente, el cabello de Guillermo encaneció por completo. Su paso ligero se hizo más lento y un día al terminar de corregir una traducción de la Biblia sobre la que había trabajado durante mucho tiempo, sonrió dulcemente y al ponerla a un lado dijo: “Mi obra ha terminado”, y así fue.

Su fuerza comenzó a faltarle. Se hallaba débil y cansado. Estaba listo para abandonar la India e ir a su hogar en el cielo.

Lámina 5-4

Ya no pudo ir Guillermo a predicar ni a enseñar más, pero le encantaba sen-tarse en su lindo huerto y allí orar y leer. Sus amigos venían a visitarle con fre-cuencia. Su jardín amurallado era un sitio encantador, tenía allí un estanque de aguas tranquilas y limpias. Por los senderos había sembrados centenares de plantas exóticas y lindas flores, lo mismo que arbustos y árboles majestuosos.

Los había reunido allí y plantado él mismo, sabía perfectamente el nombre de cada uno de ellos y cómo hacer que siguieran creciendo. A través de los años,

Guillermo tuvo por costumbre levantarse temprano por la mañana y pasear en el jardín, cuando andaba entre sus plantas hablaba con Dios acerca de su obra.

También había enseñado con mucha paciencia a sus amigos cómo hacer de jardineros. Antes de eso, ellos tenían unos huertecitos muy raquíticos, pero Guillermo les enseñó cómo cultivar vegetales, granos y árboles, haciendo mejor uso de la tierra que Dios les había dado.

Los años de satisfacción

Lámina 5-5

Cuando Carey se sentaba en su huerto, con mucha frecuencia echaba miradas retrospectivas a la época cuando vino por vez primera a la India.

Entonces tuvo que trabajar más de cinco años para traducir el Nuevo Testa-mento en un idioma: el bengalí; en cambio, ¡ahora la Palabra de Dios se había traducido a treinta y cuatro idiomas! Los que hablaban esas lenguas podían leer el mensaje de salvación de Dios por sí mismos o por lo menos tenían al-guien que se los leyera.

Guillermo Carey

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Lámina 5-6

Al principio tuvo que predicar durante siete años antes de que un solo hombre llegara a ser cristiano; ahora había veintiséis iglesias. Centenares de personas eran creyentes en el Señor Jesús y hasta se habían bautizado y muchos más asistían a las iglesias para escuchar acerca del amoroso Salvador que vino a salvar a los pecadores.

Cincuenta predicadores estaban enseñando fielmente las buenas nuevas del amor de Jesús en las ciudades y en las aldeas y los tres hijos de Carey eran

misioneros dedicados a la obra de llevar el mensaje de Dios a los lugares más apartados del país.

Además de las iglesias establecidas, había ciento veintiséis escuelas mixtas que Guillermo y sus amigos habían fundado. Millares de niños de piel morena y ojos brillantes estaban orgullosos de aprender a leer y escribir; pero lo mejor de todo era que habían aprendido acerca de Jesús, el Salvador.

Eso no es todo, Carey recordaba vivamente qué horrible había sido para él ver que con mucha frecuencia las viudas que habían sido incineradas juntamente con los cadáveres de sus esposos. ¡Él había decidido que eso terminara y qué difícil había sido terminarlo! Año tras año había estado presionando al gobernador para que hiciera una ley en contra de esa horrenda costumbre; al fin lo consiguió. Ya estaba decretada y millares de mu-jeres se habían salvado de morir quemadas.

El corazón de Guillermo estaba lleno de gratitud al Padre celestial por todo lo que había hecho, y decía: “Miren lo que Dios ha hecho... No ha dejado ninguno de mis deseos insatisfechos”.

Lámina 5-7

Poco tiempo antes que Guillermo fuera a vivir con el Señor, un joven misio-nero, que se llamaba Alejandro Duff, le visitó. Ambos pasaron un rato muy agradable conversando acerca de como solía ser la India y de cómo Guillermo había predicado, enseñado y traducido.

Al ver Duff que Guillermo ya estaba sintiéndose cansado, le dijo adiós y ya iba a salir, pero al hacerlo oyó la voz de Guillermo que le decía débilmente: “Señor Duff ”, y enseguida volvió para saber qué deseaba, “usted ha estado hablando

acerca del Sr. Carey, pero cuando yo no esté ya aquí, no quiero que se hable del Sr. Carey, sino solamente del Salvador del Sr. Carey!”.

Lámina 5-8

Carey era una persona humilde y no le gustaba que la gente hablara de él sino de su maravilloso Salvador. El Señor Jesús fue quien había llenado su corazón de amor por todos los perdidos. Sí, el Señor Jesús es quien nos llama para que le amemos también, y nos mandó que vayamos por todo el mundo y predi-quemos el evangelio a todo mundo. Esa fue la razón que tuvo Guillermo para ir a la India.

Por causa de Jesús creyó que debía “esperar grandes cosas de Dios y empren-der grandes cosas para Dios”. Él había esperado grandes cosas de Dios y no había quedado desilusionado. Ha-bía emprendido grandes cosas para Dios y había hecho mucho.

No tuvo mucha educación y sin embargo llegó a ser profesor y fundó una universidad. Era pobre y sin embar-go hizo ricos a muchos porque les dio la Palabra de Dios. Había sido solamente un pobre zapatero de pueblo que oraba y lloraba por los perdidos y aún así ayudó a formar una sociedad misionera y él mismo fue un gran misionero.

También llegó a ser una persona muy conocida y los habitantes de Inglaterra, de los Estados Unidos y de otros países supieron de la obra misionera que estaba haciendo en la India, y muchos de ellos siguieron su ejemplo.

Guillermo Carey

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Fundaron sociedades misioneras y enviaron misioneros a muchas partes. En una palabra, el zapatero que llevó la Biblia a la India llegó a ser el “Padre de las Misiones Modernas”.

Niños, quizá algunos de vosotros que habéis escuchado la historia de Guillermo Carey, habéis dicho en vues-tro corazón: “Señor Jesús, cómo desearía ayudar para que los millones de personas que están perdidas en sus pecados te conozcan. Ayúdame desde ahora a ser un misionero precisamente aquí donde estoy. Úsame Señor, úsame aunque aún soy muy joven. Si tú quieres que sea misionero en otro país, iré con mucho gusto. Permíte-me también como Guillermo Carey esperar grandes cosas de Ti y emprender grandes cosas para Ti”.