HABLAR DE ESO LLAMADO AMOR
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HABLAR DE ESO LLAMADO AMOR
Me gusta hablar del amor. No porque sea experimentado conocedor del tema sino porque a
pesar de que nunca estemos de acuerdo en las definiciones aportadas por humanistas,
psicólogos, científicos y alguno que otro loco, el amor siempre está allí. A nadie es ajeno este
sentimiento tan noble que se manifiesta de mil maneras, algunas similares entre los humanos,
otras no tanto.
Los científicos, específicamente los genetistas, neurólogos y biólogos atribuyen todo a
las reacciones químicas cerebrales. Aseguran que el amor dura tan solo tres años. Fría
definición para algunos, verdad irrefutable para otros no obstante imposible dejar de
considerarla. En cambio los poetas se alimentan del amor, lo hacen suyo a través de
metáforas. Desmerecen la vida cuando tienen ausencia de él. No obstante, aman más allá que
hablan de viajes y lugares, de días y animales, de cosas y sueños incapaces. Nada saben de
corporeidad ni de datos de laboratorio solo interesa la creación artística de un sentir. Los
amantes tendrán otra definición. Ellos buscan incansablemente la satisfacción nunca
conseguida en los cuerpos de otros seres. Insatisfacción delimitada a la materia de otra
persona. Sin dejar de contemplar esto como una incongruencia de amor, entendamos que para
el amante llanamente el sentimiento existe en la eterna búsqueda. En la perenne necesidad del
amado.
En el caso de los padres, aman a sus hijos a través de las esperanzas puestas en ellos.
Callan en ocasiones sus sueños depositados en la genética de sus descendientes para no
intervenir en el libre albedrío de sus pequeños. Tan sólo por amor oscurecen la nueva
posibilidad de llegar a hacer algo que no pudieron ellos. ¡Pero qué más da si los niños, sus
niños, son felices siendo tan lejanos a la personalidad o interés de sus padres! Ser feliz es la
consigna, enseñada con dedicación amorosa.
Y qué decir del amor de hijos a padres, la libertad de los hijos manifestada en la
obtención de pequeños triunfos es tributo a la dedicación de los padres en su educación.
Enseñar a pensar, a ser libres, a valerse por sí mismo aun cuando sea doloroso mantenerse al
margen del ser indefenso que tanto se ama, merece aplaudirlo y ser reconocido. No hay
demostración más grande de un hijo para un padre que mostrar su felicidad en las decisiones
con libertad. La personalidad del niño es sana cuando posee los valores necesarios para bajar
a los infiernos y regresar al paraíso incólume y fortalecido. Aquí no hay palabras para
agradecer. Los hijos aman a sus padres porque les enseñaron a ser libres.
En otra clase de amor, el dado entre los esposos es un compendio de virtudes y
defectos. Amalgaman las almas y crean lo que llamaran amor cuando pudiera ser un
reconocimiento y perfección de un nuevo ser incorpóreo, inmaterial, pero indudable es la
creación de algo distinto que une a dos personas. Se consolida con los años, se fortalece en la
flaqueza de uno de los miembros para no dejarlo claudicar. En los esposos no hay un
miembro más fuerte que el otro, hay tenacidad y entereza en momentos cuando el otro lo
necesita, cuando sus sueños y deseos tambalean.
En ocasiones el amor también genera otras maravillosas sensaciones. El amor es un
vertedero de emociones de donde traspira la amistad, la lealtad y el respeto, por decir algunos.
Digamos entonces que la amistad es tan necesaria que nos vemos envueltos siempre en
contacto con seres tan distintos a nosotros pero que compaginamos en algún punto. Somos
partícipes de una sociedad donde si no podemos amar eróticamente a todos, si podemos amar
amistosamente a nuestros congéneres. La amistad es un puente de comunicación donde se
exponen temas diversos. Mis amigos me hablan de literatura, y en ocasiones no comprendo la
profundidad de sus palabras, hasta que las medito y entonces surge la gratitud por la intención
benigna para mis proyectos. Solo me queda responder con otras palabras sinceras para el
crecimiento mutuo en una retroalimentación constante. Otros me hablan de la condición
humana y las trivialidades de los días, a veces escucho o bien soy escuchado. La
comunicación entre los amigos nos mantiene alejados de la animalidad interna. Nos recuerda
que hay cosas por hacer para vivir en armonía. También en el amar de los amigos hallamos
huellas de esperanza y confort. A pesar de la soledad ocasional porque estar solo y alejado de
los amigos no es más que una ausencia de espacio y tiempo pero nunca de espiritualidad. La
amistad perdura a pesar de la distancia y los años de vacío.
Me gusta hablar del amor porque no sé a dónde lleguen mis palabras. No sé a quién le
interese saber que las escuetas definiciones expresadas son tan sólo producto de la experiencia
sensible. Seguramente habrá cientos de acepciones rondando en las almas de cada individuo.
Habrá comedia, devoción, pasión; incluso puntos negativos de tristeza, arrepentimiento y
melancolía. Porque le amor es tan grande que abarca la plenitud de las esferas emocionales,
tan contrastantes entre sí.
Aun así les invitó a hablar de amor porque de que otra manera podemos amar si no
debatimos sobre lo qué es eso.
Enzo la Loba