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    Hable con ellasTesina de la Lic. en Comunicacin Social

    Solana Pozzi

    Tutor: Roberto Retamoso

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    Escribir para m, es hacer el esfuerzo de soar,

    una tentativa de romper barreras

    y sucede que a veces, escribiendo,

    algunas ventanas se entreabren.

    Julio Cortzar

    La letra de Cortzar se filtra en mi escritura. No trato de socavarla ni tamizarla. La dejo

    permanecer all, como vrtice de mi propia y genuina bsqueda, como brjula en el

    atisbado camino de la escritura.

    Ojal la frase depare un contundente presagio, me contentara con or el inequvoco chirrido

    de alguna ventana.

    Mujeres escritoras recluidas, tal es el tema que me ha elegido para acompaarme en el

    ltimo tramo de mi vida como estudiante universitaria.

    Debo confesar, ahora lo advierto, que ellas se han apoderado de m y desde hace tiempo

    pugnan por desplegarse en las letras.

    Virginia Woolf, Emily Dickinson y George Sand han sido el eje de mi anlisis,

    investigacin que excede sus propias individualidades pero que por razones logsticas y

    formales he debido recortar eligiendo como seno de mi estudio estas tres escritoras.

    La reclusin como patologa es la hiptesis que surca mi trabajo. Reclusin entendida bajo

    diferentes acepciones aunque derivadas todas de un mismo y cclico origen: la

    somatizacin.

    El sntoma que adopta las formas de la reclusin no es ms que el producto social de lacoercin a la que se encuentran sometidas las escritoras mujeres, quienes se auto-afirman

    en la tensin de enfrentarse con una sociedad que espera verlas convertidas en madres y

    esposas.

    El contexto histrico en el que se desenvuelven estas mujeres abarca el S. XIX y principios

    del S. XX, aunque la presencia del sojuzgamiento admonitorio data desde siglos anteriores.

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    La conciencia del lugar que ocupan, de la desigualdad y marginacin social a las que

    resultan expuestas por el simple hecho de haber nacido mujeres en sociedades

    desmedidamente patriarcales, engendra en el seno de la tensin, la reclusin.

    Emily Dickinson se inscribe sigilosamente dentro de la acepcin comnmente utilizada al

    referirse a la reclusin, se trata de una reclusin fsica.

    Virginia Woolf abre y explora las posibilidades de la reclusin desde la locura.

    George Sand se recluye, replegndose a partir de su propia identidad.

    La trama que urde la historia de estas mujeres y la va catrtica hacia la que confluyen ser

    objeto de diversos estudios. Desde el campo de la comunicacin, quizs sea posible

    avizorar un espculo que nos provisione una visin profunda acerca de las estrategias que

    debieron poner en funcionamiento estas mujeres, estrategias que no dejan de ser

    comunicacionales si entendemos que la esfera de la escritura y el mbito de lacomunicacin jams pueden encontrarse escindidos.

    Escribir implica un acto comunicacional, escribir sumido y fustigado por la reclusin, es un

    acto de comunicacin que merece un detenimiento parcial y un anlisis pormenorizado.

    A travs de las diversas corrientes de pensamiento y las heterogneas disciplinas que he

    podido recoger durante das y noches sumidas en los claustros y que la biblioteca ha ido

    archivando prolijamente, propongo dejar correr de vuelta las pginas, releerlas desde esta

    problemtica y quizs poder dar una vuelta de tuerca y en un guio cmplice devolverle las

    alas a estas prodigiosas mujeres.

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    La invlida Lady de Bloombsbury

    La imagino en una actitud de contemplacin, como

    una pescadora, sentada a orillas de un lago con su caa

    de pescar sostenida sobre el agua. S, sa es la forma enque la veo. No est pensando; no est razonando; no

    est construyendo un argumento, sino permitiendo a su

    imaginacin penetrar en las profundidades de su

    conciencia mientras se sienta ms arriba, sostenida por

    un fino pero necesario hilo de razn.

    Virginia Woolf

    Este fragmento, mediante el cual Virginia Woolf intenta recrear la imagen de una escritora

    encuentra anclaje en el deliberado estilo literario que la autora patent como sesgo de su

    obra: el stream of consciousness o el fluir de la conciencia. Este libre fluir de la mente

    podra parangonarse con las experiencias surrealistas y, en lo que concierne a lo literario, al

    consabido cadver exquisito que adquirira la forma de la escritura automtica, confiando a

    la mano la tarea de escribir/ capturar lo que pasara por la mente de la manera ms rpida

    posible. No obstante, el surrealismo sienta sus bases sobre el inconsciente, en el estilo

    narrativo propugnado por la escritora inglesa, se advierte un punto de fuga en ese fluir de la

    conciencia que los vincula.La actitud de contemplacin que envuelve a la escritora resultara una suerte de inmersin

    en las profundidades del inconsciente, ya que al activar el libre fluir de la mente, se auto-

    cancelaran las censuras y se abrira as camino hacia esa otra sub- realidad.

    La escritura, tamizada por la mirada dominante, puede resultar fuertemente subversiva.

    Rosario Ferr asiente que la imaginacin implica juego, irreverencia hacia lo establecido,

    el atreverse a inventar un orden posible, superior al existente, y sin este juego la literatura

    no existe 1. Es por esto que la imaginacin (como la obra literaria) es siempre subversiva.

    En los regmenes totalitarios el primer genocidio es, de hecho, cultural.

    La hereja acometida por Virginia Woolf a partir de sus incansables esfuerzos subversivos,

    le valieron el apodo de la invlida Lady de Bloombsbury, as la referirn los crticos

    literarios y bigrafos de su poca en el bautismo de su escritura.

    1 Gonzlez Patricia, Ortega Eliana, La sartn por el mango, Puerto Rico, Huracn, 1985, p.151.

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    25 de enero de 1882.

    Podra haber sido una de esas maanas a las que la historia, despus de ajarse con el

    repiquetear polvoriento del transcurso de los aos, hubiera perdido en algn viejo andn de

    la memoria. Sin embargo, no fue as. En el N 22 de Hayde Park Gate, una comitiva de

    mdicos y enfermeras corromperan el deambular habitual de la familia Stephen, los nios

    permaneceran en los cuartos, las criadas aguardaran en la cocina, hasta que el silencio del

    corredor que comunicaba las habitaciones de la casa, fuese azotado por el ltimo grito de la

    madre que dejara or en adelante un llanto desgarrador, aqul que con la misma furia

    signara su propio destino: haba nacido Virginia Woolf, sobrara tiempo para que la

    historia supiese de ella.

    Virginia fue creciendo en el seno de una familia de clase media alta. Su padre, Leslie

    Stephen, formaba parte del crculo intelectual de la poca abocndose al periodismo

    literario, a la filosofa y a la biografa. Su madre, Julia Duckworth, eriga el pilar sobre el

    que se cimentaba una familia victoriana de base matriarcal.

    El contexto histrico, que enmarca la vida de la escritora, y sus consecuentes derivaciones,

    contribuy desde el primer momento a estimular su incipiente reclusin.

    La omnipresencia de la moral burguesa dominante, la ausencia de una formacin

    acadmica y el peso de las obligaciones sociales (quedarse en la casa, cuidar al padre y a

    los hermanos, recibir y agasajar a las visitas) incubaron el germen de la rebelin en la vida

    de Virginia.

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    La bella de Amherst

    La belleza es an ms difcil

    de explicar que la felicidad

    Simone de Beauvoir

    Emily siempre lo supo. Quizs ste haya sido su ntimo secreto, aqul del cual slo dejara

    un rastro velado en la misma incandescencia de sus poemas.

    El 10 de diciembre de 1830 nace en Amherst (Massachussets) Emily Elizabeth Dickinson.

    El tiempo no tardara en juzgar, de manera crtica y de erigir sobre el nombre de Emily

    diversos mitos. La monja de Amherst, La loca de Amherst, La poeta reclusa eran los

    disfraces que pretendan inadvertidos nominar a una presencia que slo se desvaneca con

    cada intento.

    Su padre, Edward Dickinson, era un prestigioso abogado y la personalidad pblica ms

    importante de Amherst. Fue diputado en la Cmara de Representantes de Washington y

    tesorero del Amherts College (institucin fundada por su padre).

    Su madre, Emily Norcross, era una mujer absolutamente discreta y de bajo perfil, que vivi

    sometida a la voluntad de su marido.

    Emily Dickinson nace en el momento en que la ortodoxia puritana llegaba a su fin y el

    trascendentalismo de Emerson surga con mpetu a la vez que infunda nuevo vigor a las

    corrientes de pensamiento de la poca.

    Helen Mc Neil, en su libro Emily Dickinson, alude a la poeta de Amherst de la siguiente

    manera, ...no era profesional, no era normal, nunca se cas 2. Esta descripcin revela, a las

    claras, los prejuicios y los obstculos contra los que debi luchar Emily Dickinson quien

    eligir como respuesta a la marginacin, la auto- marginacin.

    2 Cita extrada de la revista Debate feminista, Ao 8, Vol.7, abril de 1997, p.43, 44.

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    La leona del Berry

    As la llamaba Balzac.

    Don Hidalgo Quijote de la Mancha seguramente se hubiera enamorado de ella, amante

    ferviente de las luchas contra los gigantes molinos de viento.

    Librrima hasta el hartazgo, Aurore Dupin, George Sand, la Magdalena, seales todas de

    una misma, irrevocable e inextinguible presencia.

    Aurore Lucile Dupin nace el 5 de julio de 1804 en Francia. Su propia concepcin resulta un

    presagio en tanto revela una primognita transgresin, la unin de sus dos padres y con

    ellos la fusin de dismiles estratos sociales.

    Su madre, Antoinette- Sophie- Victoire Delaborde era una bailarina parisina hija de unmaestro pajarero, hirientemente plebeya para la mirada aristocrtica de la suegra. El padre,

    Maurice Dupin era oficial del ejrcito de la Repblica. La familia Dupin era una familia

    eminentemente aristocrtica. El bisabuelo de Aurore, el mariscal Mauricio de Sajonia, era

    hijo de Federico Augusto de Sajonia, el rey de Polonia.

    Aurore Dupin vivi durante el romanticismo. Su vida provoc escndalo y rechazo por

    parte de la sociedad. Su literatura la convirti de inmediato en una celebridad para los

    romnticos y en una vergenza para los conservadores: un escndalo.

    Aurore encontrar su identidad librndose durante el transcurso de su vida de la tensin de

    vivir en los lmites que slo una ferviente romntica har renacer y corromper una y otra

    vez en la medida que se derramar hilo a hilo en la defensa de sus ideales con una briosa

    pasin humana.

    Vctor Hugo, al morir George Sand, le escribi un epitafio: Lloro a una muerta y saludo a

    una inmortal 3.

    La mquina de hacer niebla

    3 Maurois Andr, Llia o la vida de George Sand, Buenos Aires, Emec, julio de 1955.

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    A dos centmetros de mi odo

    sus labios casi gritan

    le hacs dao a la gente.

    La luz estroboscpica revela

    en acelerados intervalos

    la esencia tribal del baile.

    Las paredes vibran

    y desde un extremo del bar

    vemos pelculas de Tura Satana

    sin poder escuchar los dilogos.

    Una mquina hace niebla

    mientras busco mi defensa

    y ella se inclina hacia donde estoy,

    esperando ese argumento.

    Pero todo est claro.

    El volumen ensordecedor es lo nico

    que nos obliga a acercarnos.

    Luis Chaves

    Falshes dis- funcionales productos de la vertiginosa era de la comunicacin que subvierte

    paroxsticamente los efectos en la medida que por exceso, deviene en una sobredosis

    narcotizante. De este modo se actualiza la metfora de Lucien Sfez, su tautismo,

    contraccin de tautologa y autismo. En un universo donde todo comunica, sin que se pueda

    determinar el origen de la emisin; el baile, las pelculas de Tura Satana, la msica

    ensordecedora que narra su propia historia; la comunicacin muere por exceso de

    comunicacin.

    La distancia de los cuerpos se actualiza en el acercamiento que torna irreductiblemente

    obscena la escena en primer plano.

    Los cuerpos escriben, en forma contestataria, un repudio frente a los inapelables excesos

    de la incomunicacin. No obstante la mquina de hacer niebla se erige como lenguaje en

    tanto es dispersin sin centro, fuga de trozos, estallido de algo que nunca fue ni presencia

    total ni algo; los juegos del lenguaje nos llevan a esta concepcin flotante, no sustancial del

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    lenguaje; no una cadena de significantes... De all que la realidad sea fuga, una permanente

    promesa que excluye como tal toda realizacin 4.

    El lenguaje, por esencia, se encuentra abierto a la dispersin. La escritura, en tanto tcnica

    auxiliar del lenguaje, parece exceder y desbordar su propia extensin. De esta manera, no

    se puede hablar de la univocidad del sentido, en tanto existe una cabal diseminacin.

    El lenguaje deviene en una mquina de hacer niebla en la medida que, mediante la

    escritura, libera la pluralidad del sentido a las continuas actualizaciones que los lectores

    producen y re- producen en sintona con los textos. Asimismo el lenguaje configura aquello

    que entendemos como real y ordena nuestra experiencia.

    La mquina de hacer niebla es tan inherentemente irrefutable como la idiosincrasia de los

    escritos. El carcter concluso al que se refiere Walter Ong resulta intachable, de all la

    amenaza de la escritura.Jacques Derrida sostiene que si los hombres escriben es porque tienen algo que

    comunicar. El pensamiento representativo procede y rige la comunicacin que transporta

    la idea, el contenido significado, porque los hombres se encuentran ya en situacin de

    comunicar y de comunicarse su pensamiento cuando inventan, de manera continua, este

    medio de comunicacin que es la escritura 5.

    Entender la escritura como un medio de comunicacin supone comprender la escritura

    como un lugar de poder. No resulta extrao entonces que la censura resulte la contra cara

    de esta dialctica.

    Virginia Woolf, Emily Dickinson y George Sand asumirn el lapidario ejercicio de la

    escritura concibiendo que ser escritor es una manera de estar en el mundo, an cuando esa

    manera las llevara a transitar los diversos vaivenes de la reclusin. La reclusin aparece

    como sntoma frente a la creciente coercin social que censura y denigra el ejercicio de la

    escritura femenina.

    La escritura pone en juego una herencia cultural que se inscribe bajo diferentes valores en

    las esferas pblicas y polticas, a la vez que imprime diferentes modos de mirar el mundo.

    4 Cardozo Cristian, Breves consideraciones acerca del concepto de escritura en la propuesta post-estructuralista de Jacques Derrida, Astrolabio, Revista virtual del Centro de Estudios Avanzados de laUniversidad Nacional de Crdoba, Edic. n1, 6/10/04.5 Ibid.

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    La pluma ser el bastin de estas escritoras mujeres que darn rienda suelta a sus letras

    que pulularn ante la escrutadora mirada dominante reinterpretando la insignia

    McLuhaniana que advierte que el medio es el mensaje.

    En esta pugna poltica entre la sociedad patriarcal y la escritura femenina se advierte la

    politizacin de la escritura, en tan sta pone en juego un sistema de valores sociales y

    culturales que jams pueden encontrarse escindidos de la historia poltica y social.

    La escritura, en tanto medio de comunicacin, no se encuentra exenta de la faz potencial

    de los medios advertida por Hans Magnus Enzersberger referente al poder movilizador de

    los medios de comunicacin. Este concepto supone que depende del uso y el manejo que

    los medios sean rganos de control social o medios movilizadores, de all el peligro que

    encierra la escritura y de liberar a la aleatoriedad la impresin de las voces, sobre todo si se

    tratan de voces femeninas.La escritura conlleva una operacin solipsista, produce un distanciamiento que posibilita

    una introspeccin, tal como sugiere Walter Ong, que abre la psique tanto frente al mundo

    objetivo externo como al yo interior (el cual se contrapone al mundo objetivo). De esta

    manera vigoriza a la conciencia. La lectura, por su parte, tambin encierra una actividad

    solitaria, ambas son generadoras de mundos privados.

    Roland Barthes postula que cada texto est formado por escrituras mltiples, procedentes

    de diversas culturas y que, unas con otras, establecen un dilogo, una contestacin, pero

    existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad y ste no es el autor, sino el

    lector. El texto adquiere significado en el momento que es ledo por alguien; de este modo

    el lector debe decodificar el texto para producir sentido y significacin. La lectura, de esta

    forma, activa procesos individuales y sociales.

    Marcel Proust pensaba que la lectura consista en una intervencin fornea, que permite a

    determinados espritus la posibilidad de descubrir sus propios tesoros, pensar por s mismos

    y desarrollar su capacidad de creacin. En sintona con Proust, Virginia Woolf, Emily

    Dickinson y George Sand han dejado generosamente a los lectores un exquisito legado para

    degustar en el placer implcito de la lectura y alentar el clmax de sus propias y sutiles

    creaciones.

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    De esto s se habla

    Valientes y herejes. As fueron muchas mujeres de los siglos pasados. Algunas tambin

    annimas. Precisamente, segn las ltimas teoras acadmicas, quizs los textos annimos

    de la historia de la literatura hayan tenido como autores a mujeres.

    La conciencia de la exclusin y marginacin que fustigaba la escritura de las mujeres, en

    sociedades cimentadas sobre cnones patriarcales y con una moral del deber y la

    desigualdad que asediaba a las mujeres cuya nica aspiracin tena que ser convertirse en

    madres y esposas, engendraron en algunas innatas e inamovibles escritoras, una lucha

    social que adquiri el sesgo de la reclusin.

    En un recorrido por la historia de la literatura femenina aparecen diversas figuras que

    debieron cincelar las mujeres para poder acometer el propsito de la escritura. No escurioso encontrar, por lo tanto, que una cantidad conspicua de obras literarias aparezcan

    publicadas bajo el nombre de los maridos, padres o hermanos de las escritoras. Tal fue el

    caso de la escritora Mara Martnez Sierra (1874- 1974), socialista, dramaturga y diputada

    de la Segunda Repblica, cuya obra fue publicada bajo el nombre de Gregorio, su marido.

    Dicen las malas lenguas que parte de la obra del reconocido escritor, premio Nobel de

    literatura, T.S.Eliot, fue escrita por su mujer, Vivian Haigh- Wood. Resulta curioso la

    imposibilidad que arroja la bsqueda de datos sobre la esposa del clebre escritor. Slo se

    sabe que, a su temprana edad, fue recluida por Eliot en un hospital psiquitrico y que muri

    sola y anciana.

    Camille Claudel, en su doble destino de mujer y amante, parece haber corrido una suerte

    anloga. Dicen, que muchas de las esculturas de Rodin fueron, en realidad, realizadas por

    Camillle a quien slo le quedara figurar en un rincn polvoriento del diccionario como

    amante de Rodin. La denigracin de la vida y la obra de la escultora francesa la arrojaran,

    ya sin fuerzas, a un hospital psiquitrico y, al igual que Viv, la muerte la encontrara all,

    triste, solitaria y final.

    Otra de las argucias instauradas por las escritoras mujeres para llevar a cabo su propsito

    era emplear el uso de seudnimos masculinos, de esta forma se inscribieron en la historia

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    de la literatura mujeres de la talla de George Eliot, Vctor Catal, Fernn Caballero y

    George Sand.

    La religin aparece como otro recurso pausible para alcanzar un desarrollo intelectual y

    artstico que de otra manera no hubiera sido posible. Santa Teresa y Sor Juana Ins de la

    Cruz dan cuenta de ello. De manera anloga, aunque a la inversa, tambin hubo mujeres

    que eligieron el camino del saber y la intelectualidad convirtindose en cortesanas, desde

    las cultas hetairas griegas hasta la Montespn o la Pompadour.

    Sor Juana plantea que saber y decir constituyen campos enfrentados para una mujer y que

    toda simultaneidad de esas dos acciones genera resistencia y castigo. Es por esta razn que

    su primer encuentro con la escritura se condensa en la biografa, precisamente en no decir

    que sabe.

    El silencio aparece como un lugar de resistencia ante el poder de los otros. Sor Juana cubrede silencio el espacio del saber, sosegado silencio de mis libros dir en algn momento.

    Josefina Ludmer, en su artculo Tretas del dbil plantea el tema y en consecuencia dir

    Esta treta del dbil, que aqu separa el campo del decir (la ley del otro) del campo del

    saber (mi ley) combina, como todas las tcticas de resistencia, sumisin y aceptacin del

    lugar asignado por el otro, con antagonismo y enfrentamiento, retiro de colaboracin 6.

    Como plantea en su artculo, Sor Juana acepta la esfera privada como el campo propio de la

    palabra de la mujer. La treta resultara cambiar, desde el lugar asignado y aceptado, el

    sentido de ese lugar y el sentido de lo que se instaura en l.

    Podra pensarse que Virginia Woolf inscribe stas tretas del dbil en la medida que una de

    sus (pre)ocupaciones temticas es el proceso psicolgico de una mujer inmersa en las

    actividades banales y aburridas de la vida cotidiana. De esta forma, al colocar a la vida

    cotidiana como eje temtico del discurso, redime el lugar canonizado de la mujer ya que, en

    cuanto objeto, pierde su carcter sacro.

    La subversin de la escritura femenina reside en su carcter retrico, inherente al discurso,

    en la medida que el texto pone en funcionamiento una tensin/ presin retrica, podra

    debilitar la autoridad patriarcal, ya que la retrica resulta intrnseca al discurso y su

    finalidad es, a las claras, persuasiva.

    6 Gonzlez Patricia Elena, Ortega Eliana, La sartn por el mango, Puerto Rico, Huracn, 1985, p.52.

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    Los ensayos de Virginia Woolf, en particular Un cuarto propio y Tres guineas,

    destinados a contribuir a la lucha feminista, poseen una alta carga retrica, propia del

    gnero elegido, jams librado a las casualidades por la escritora. La carga de persuasin que

    se instaura como punto de partida y arribo del discurso, resultara subversiva a los cnones

    de la poca, de all el peligro de la escritura.

    Resulta significativo advertir que la huella de estas infatigables escritoras permanezca an

    en los confines de la reclusin. En el inicio del proceso de investigacin del presente

    estudio la dificultad de encontrar informacin sobre la vida y obra de estas mujeres adquiri

    un temeroso protagonismo. Resulta triste y no menos srdido, sealar que la biblioteca de

    la Facultad de Humanidades y Letras y, ms temerario an, la biblioteca de Letras de la

    UNR, no tienen en sus aejos y elitistas estantes libros sobre Emily Dickinson y George

    Sand. Virginia Woolf no ha de saberse menos humillada ya que su vasta obra fue depurada para contar con slo tres ejemplares polvorientos. Asimismo, la travesa por la Biblioteca

    Argentina arroj una suerte anloga. Los pasos de Emily Dickinson han sido silenciados, de

    la misma manera espectral en la que los estudiantes se sumergen en los libros, en los

    corredores de la magnnima biblioteca.

    El binomio saber- poder dibuja, de manera impresionista, una aguafuerte, en donde se pone

    en evidencia que el saber es uno de los vrtices del poder, de all el celo en su cuidado y su

    inextinguible peligro. Las bibliotecas representan instituciones sociales del saber,

    polticamente establecidas para determinados usos y fines. Subyace, en su prctica, una

    falsa conciencia, al poner en funcionamiento su mecanismo de libre eleccin, en la medida

    que obedece a una lgica del poder pre- determinada y en la que las opciones jams

    resultan arbitrarias ni deliberadas.

    En las libreras, la lgica del consumo, que no es otra que la lgica del poder, hace mella en

    la carencia de rastros de estas indecorosas mujeres. Slo algunas veces, despus de caminar

    subrepticia, sigilosa y furtivamente por las calles de la ciudad, alguna librera encenda una

    ntima y pequea ilusin y se rompa el silencio. Exultante, con el libro prieto y tembloroso

    entre mis manos, volva por las oscuras calles adoquinadas a la apacibilidad de mi hogar,

    no todo estaba perdido.

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    Mujeres de ojos grandes

    La sutil diferencia entre el ver y el mirar, tal como el or y escuchar ha abierto una grieta en

    las historias de Virginia, Emily y George. Esa delicada visagra sobre la que han decidido

    abrirse paso y transitar estoicamente es la que ha despertado la furia ajena: aquellos que

    slo han visto y escuchado.

    La ignominia acometida por la daga de las escritoras ha generado diversas formas

    colectivas de rechazo y denigracin.

    Joanna Russ, en su libro How to supress womens writing, analiza los diferentes tipos de

    rechazos y censuras que los hombres han ejercido, a lo largo de la historia, sobre la

    escritura femenina. La pregunta que recorrer el libro ser: qu hacer cuando una mujer ha

    escrito algo? La primera frase de boicot ser negar que ella lo haya escrito. A partir de laanulacin de las posibilidades de los escritos femeninos, se supone que un hombre debe

    haberlo escrito. No obstante esta negacin inicial, existen otras alternativas para negar la

    pluma femenina. She didnt write it; he did 7 o It wrote itself 8.

    Percy Edwin Whipple, revisando Jane Eyre en The North American Review de 1848,

    supuso que dos personas haban escrito el libro, se tratara de un hermano y una hermana,

    ya que en el relato haba delicadezas del pensamiento que suelen resultar ajenas a la mente

    femenina.

    Desde que la crtica instaur el It wrote itself, segn refiere la autora, para introducir la

    coautora del libro, entre la escritora y el propio libro, lo cual engendra la autonoma del

    libro frente al autor; algunos crticos dejaron entrever otra sutil versin donde insisten en

    que He had to write it 9, es decir The man inside her wrote it 10. Esta hiptesis supone la

    coexistencia en los seres humanos de dos caractersticas, una femenina y otra masculina. En

    Les Plaisirs, Colette profiere que la mujer estpida que escribe lo hace utilizando su

    inteligencia masculina. Rousseau insiste en que la mujer intelectual est siempre tratando

    de convertirse en un hombre ella misma.

    7 Russ Joanna, How to supress Womens writing, Austin, University of Texas, 1983, p.21. La traduccin alcastellano del ttulo del libro sera Cmo suprimir la escritura de las mujeres. La frase se traduce como Ellano lo escribi, l lo hizo.8 Ibid, p.21. Se escribi a s mismo.9 Ibid, p.22. El debe haberlo escrito.10 Ibid, p.22. El hombre que hay adentro de ella lo escribi.

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    Otra alternativa promulgada en el rechazo de la escritura femenina es corromper la imagen

    de la escritora mediante la aceptacin subnormal de su obra: She wrote it, but she shouldn

    t have 11 . La historia revela que sobre la novela Jane Eyre, muchos crticos admitieron que

    hubieran pensado que el libro era una obra maestra de no haber sido escrito por una mujer,

    de esta manera resulta indecente y desagradable.

    La presencia de los prejuicios, as como la moral dominante, excluyente y escrutadora de la

    poca, provoc la rebelin de algunas escritoras mujeres que debieron adoptar seudnimos

    masculinos para poder dedicarse al oficio de la escritura, tal es el caso de George Sand.

    She couldnt have written it. She did writ it, but look how inmodest it makes her, how

    ridiculous, how unlovable, how abnormal! 12. Los crticos y bigrafos literarios coetneos a

    Virginia Woolf, la referirn como la invlida Lady de Bloombsbury. La asercin del

    adjetivo calificativo resulta una suerte de denigracin a la vez que deslegitima la yainnegable existencia de su escritura.

    She did, but look what she wrote about 13. Frente a esta treta de denigracin, Virginia

    Woolf postula que se trata de una diferencia de valores, ya que son siempre los valores

    masculinos los que prevalecen; de esta manera mientras que el ftbol y el deporte resultan

    importantes, comprar ropa es absolutamente trivial. Estos valores, de forma invariable, se

    trasladan de la vida real a la ficcin.

    She wrote it but look what she wrote about significa She wrote it, but its unintelligible/

    badly constructed/ thin/ spasmodic/ uninteresting 14. Detrs de la sentencia She wrote itself,

    but its unintelligible permanece la premisa: What I dont understand doesnt exist 15. De

    esta manera se realiza un ltimo intento de anular la escritura femenina.

    Alicia Borinski, en su artculo La crtica literaria feminista y la escritora en Amrica

    Latina postula que la literatura femenina no puede ser explicada en relacin a su opresin,

    ya que esto supone mantener el sistema de interlocucin que la oprime. Sin dudas, estas

    aserciones maniquestas que intentan deslegitimar la letra femenina, reproducen en sus

    aseveraciones el sistema de su opresin.

    11 Ibid, p.25. Ella lo escribi, pero no debera haberlo hecho.12 Ibid, p.36. Ella no podra haberlo escrito. Ella lo escribi, pero mira qu inmodesto es lo que hizo, quridculo, qu poco valorable, qu anormal!.13 Ibid, p.37. Ella lo hizo, pero mira sobre lo que escribi.14 Ibid, p.48. Ella lo hizo, pero es ininteligible, mal construido, espasmdico, nada interesante.15 Ibid, p.48. Lo que no entiendo, no existe.

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    She wrote it, but there are very few of her 16, parece ser la ltima confirmacin de la

    hegemona patriarcal. Frente a sta, Virginia Woolf, Emily Dickinson y George Sand

    abrirn un frente de batalla en el que, de manera astuta, se valen de las debilidades del

    sistema hegemnico y patriarcal que las combate.

    Cmo habitar la reclusin?

    El trnsito de las escritoras mujeres por la reclusin no resulta extrao ni ajeno si se

    considera que socialmente, las mujeres siempre estuvieron forzadas a la reclusin; reclusin

    de sus vidas al mbito domstico, al cuidado de los hombres y a la crianza de los hijos.La transgresin de estas mujeres, por lo tanto, reproduce el seno de sus ataques, en cuanto

    encuentran como salida a su opresin, otra forma de reclusin. La marginalidad opresiva

    que rega su vida es utilizada para instaurar otra forma de reclusin, que de manera

    encubierta, no deja de trascender la reclusin inicial. Esta dialctica de la opresin

    posibilita e instaura un nuevo rgimen en la escritura. La reclusin como lugar de

    resistencia se fagocitar, en cada caso, desarrollando diversas escamas de una misma e

    irrevocable somatizacin.

    La suerte dada en juego a estas mujeres escritoras las encontr sumidas y cautivas en una

    prisin de gnero. La experiencia de la prisin femenina, podra parangonarse con el

    Panptico de Bentham. El panoptismo es el principio general de una anatoma poltica cuyo

    objeto y fin son las relaciones de disciplina.

    El panptico, de la misma manera que la prisin de gnero a la que fueron sometidas las

    mujeres, fue construido a los fines de controlar y vigilar los movimientos de las personas

    cuyo lugar de desenvolvimiento era la estructura impuesta para alcanzar estos propsitos.

    El panptico asegura al aislamiento de las personas lo que permite el orden, a la vez que

    evita el peligro de la coalicin. La masa, de esta manera, se anula dando lugar al

    crecimiento de individualidades separadas. Qu han sido estas escritoras sino

    16 Ibid, p.49. Ella lo escribi, pero hay muy pocas como ella.

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    individualidades aisladas que, en la escisin de su propio gnero, han sabido forjar y

    redimir su propia voz?

    El efecto mayor del panptico es inducir en el detenido un estado conciente y permanente

    de visibilidad que garantiza el funcionamiento automtico del poder. Podra pensarse que la

    mujer, en sintona con esta lgica del control y del poder, terminara convirtindose en su

    propio guardin. No obstante Virginia Woolf, Emily Dickinson y George Sand,

    trascendern ese estado de autoflagelacin va la reclusin que adoptarn en su propio

    carcter de prisioneras.

    La reclusin se instaura como el anverso y el reverso de la alienacin; es el sntoma que,

    como tal, revela la existencia de una enfermedad, aqulla auspiciada por un sistema de

    poder que escinde al hombre de sus propias y naturales peculiaridades, dando asnacimiento a la alienacin que, en su carcter de fenmeno social, enajenar la vida del

    hombre.

    La alienacin aparece as como una salida individual frente a la creciente enajenacin

    colectiva, es el sntoma consecuente de los mrgenes impuestos por la alineacin

    dominante.

    En esta cruenta batalla, Emily Dickinson catapultar a la alienacin subvirtiendo los

    rdenes establecidos, es as como podr pensar al cautiverio como un estado de plena

    conciencia de s. Cautividad es conciencia y tambin libertad 17, dir Emily Dickinson,

    despus de haber escrito 383 poemas desde este mismo, sigiloso y desafiante estado de

    inmersin.

    17 Cita extrada de la Revista Debate feminista, Ao8, Vol.5, Abril de1997, p.50.

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    Sparroy

    No se precisa mucha habilidad psicolgica para saber que

    una muchacha de altos dones que hubiera intentado

    aplicarlos a la poesa, hubiera

    sido tan frustrada e impedida por el prjimo, tan torturada y

    desgarrada por sus propios instintos contradictorios, que

    deba perder su salud y su cordura.

    Virginia Woolf

    Virginia nunca pudo admitir su locura. Quizs no sea tan extrao si consideramos que la

    locura siempre transcurre y se revela a los otros, aquellos que con una mirada (a)crtica,

    toman las riendas del poder y establecen los juicios.

    El mundo exterior es la amenaza que, externalizada en sntoma, adquiere el halo de la

    locura, va catalizadora de la reclusin.

    Sparroy era el sobrenombre que la escritora de Bloombsbury utilizaba para auto- referirse.

    No obstante, su origen resulta desconocido, sugiere un pjaro o un animal maltrecho que

    requiere cuidados. Resulta curioso advertir que el sobrenombre mediante el cual la escritora

    se referencia a s misma, se asocia a uno de los animales librrimos por excelencia y que

    esa congnita libertad se encuentre herida y exija reparos. La escritura, podra asociarse

    simblicamente al vuelo de un pjaro y la enfermedad, inducida por el mundo exterior,

    intentara reparar las abulias ocasionadas por el deseo.

    El vuelo de la escritura se revela concomitante con el discurrir de la enfermedad, ambos se

    fagocitarn en un crculo simbitico en el cual la causa y el efecto se alternarn

    recprocamente desdibujando as los lmites entre el sntoma y la enfermedad. De esta

    forma, el signo que surge como tal, sera el producto de una frmula donde el significado yel significante combaten de manera ambigua y contradictoria en su carcter de

    representaciones.

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    Off her head

    Lejos de su cabeza. Tal era la forma mediante la que Virginia aluda a su enfermedad, tal

    era la construccin que haca de esos perodos.

    La descripcin de la locura esbozada por Virginia Woolf revela, a las claras, una lgica del

    poder que, mediante sus diversas representaciones y mecanismos coercitivos, penetra

    mediante los cdigos y normas estatuidas en la conciencia del ser y del deber, frente a la

    cual, la locura aparece como un mecanismo consecuente a la vez que como un arma de

    combate. No resulta casual, que todas las novelas de la escritora de Bloombsbury, fuesen

    una causa de ansiedad y depresin que conclua, de forma invariable, con la erupcin de los

    sntomas.

    La locura, aparece entonces como una estratagema que, en los mecanismos de su juegodialctico surge como un arma de combate.

    En el seno del antagonismo que subyace en la enfermedad, aparece sta como herramienta

    de deslegimitizacin para la sociedad de su poca, mientras que para la propia escritora es

    el eje que permite vincularla ntimamente con su ser, aqul que la sociedad quera moldear

    segn sus propios patrones. La subversin reside as en el desdoblamiento de los sentidos.

    Mi depresin es un sentirme acosada 18 escribe Virginia Woolf en su diario, el cual en el

    doble carcter de ntimo y privado, funciona tambin como un lugar de reclusin. La

    enfermedad se vincula, sin ambages, a la presin dominante ejercida por la sociedad

    victoriana y sus consecuentes implicancias. Aos ms tarde insistir, Trat de analizar mi

    depresin: cmo mi cerebro se agota en su conflicto interno entre dos tipos de pensamiento,

    el crtico, el creador; cmo me acosa la lucha, la discordia y la incertidumbre de fuera 19.

    El carcter impo de la subversin se revela tambin en tanto aparece operado por la

    sociedad en su carcter legitimante. La reclusin era adems impuesta por la sociedad,

    mediante la figura del mdico, representantes de una de las instituciones reguladoras por

    excelencia, quien le prohiba trabajar, lase leer y escribir, lo cual era acompaado de un

    reposo (casi) absoluto. Asimismo, otras de las curas prescriptas por el Dr. Savage a

    Virginia, era recluirla en Jean Thomas Twickenham a nursing home (hogar para

    ancianos).

    18 Woolf Virginia, Diario de una escritora, Buenos Aires, Sur; octubre de 1954, p.87.19 Ibid. p. 166.

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    La reclusin aparece, de esta manera, como un antdoto frente al virus de la locura que,

    para la escritora, no es sino el hlito de su propia reclusin; de all la transgresin.

    La locura, tal como esgrime Michel Foucault, est restituida en una especie de soledad que

    separa al individuo de la comunidad cerrndolo en una zona neutra y vaca.

    El internamiento, del cual Virginia Woolf fue objeto, es la solucin frente a individuos

    enajenados, cuyo nivel de alineacin les imposibilita conducirse en el mundo. Su libertad

    resulta nociva para la sociedad, de all que, en su carcter de guardianes del orden social, se

    establezcan internados, es decir, instituciones sociales idneas para tal fin.

    Encerrar a los locos, en palabras de Foucault, implica defender a la sociedad contra el

    peligro que stos representan. El encierro aparece, por lo tanto, como la solucin frente a la

    enajenacin del otro, el cual es objetivado como loco, enfermo, peligroso.

    Gnesis de la locura

    La primera crisis de Virginia Woolf se produce en el verano de 1895, contando ella con

    slo 13 aos, inmediatamente despus de la muerte de su madre, Julia Stephen. Los

    sntomas que anunciaron la profunda depresin por entonces fueron la presencia de un

    pulso y una excitacin desmedida seguida de un fuerte retraimiento ante la idea de tener

    que enfrentarse con la gente.

    Este primer episodio marca un hito fundamental que luego encontrar correlacin en las

    causas de los diferentes ataques de Virginia Woolf.

    La enfermedad aparece anexada al mundo exterior, ya que ste funciona como una suerte

    de constatacin innegable de la realidad del ser. La muerte transcurre en los otros que la

    auto- afirman con su presencia, la cual torna irreductible las posibilidades del mundo

    imaginario. De esta forma, la mirada del otro no es ms que la confirmacin fctica de la

    existencia misma.

    La escritura de Virginia re- conocer ms tarde la misma experiencia.

    La hostilidad del mundo exterior es la que produce como contracara, un incesante stress y

    manas de depresin en la vida de Virginia.

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    Emily Dickinson, por su parte, optar por evitar la auto- afirmacin de su carcter de poeta,

    eligiendo (si esto resulta posible, ya que hablamos en trminos opresores, dado que la

    crtica slo fomenta la subversin de la escritura femenina) no editar su obra durante el

    transcurso de su vida.

    Virginia Woolf, reconociendo el vnculo entre la enfermedad y el mundo exterior dir Y

    para cambiar ahora, limpia y sanamente, quiero despojarme de estos flojos azares de la

    vida: gente; reseas; fama; todas las relumbrantes escamas; y mantenerme retrada y

    concentrada 20. La salud aparece asociada a una conciencia del ser que excluye, en un

    movimiento contradictorio, la presencia del mundo exterior que la enferma.

    En 1897, dos aos despus de la muerte de su madre, Stella, la media hermana de Virginia,

    se casa, queda embarazada y muere por una peritonitis. Virginia sufre de hormigueos,

    trmino que la familia utiliza para aludir a cualquier desorden mental del grupo familiar.Resulta curioso advertir que las alteraciones mentales se refieran mediante palabras

    relacionadas con el mundo animal: sparroy, hormigas, cabra (era el sobrenombre con el que

    se referan a Virginia en su casa), como si la raza humana estuviera exenta y al margen de

    cualquier tipo de alteracin y stas slo pudieran existir en ese otro mundo/ realidad.

    Estas alteraciones resultan, por ende, una suerte de degeneracin del ser humano. Esta

    suerte de degeneracin azotara a Virginia a lo largo de su historia. No menos srdidas e

    inflexibles resultan las acusaciones de la sociedad respecto de las repercusiones de la nueva

    era georgiana que, despus de la muerte de Eduardo VII en 1913, gener enormes efectos

    en el clima cultural de la poca. En esa coyuntura, que involucraba fuertemente a la

    escritora de Bloombsbury, prevaleca la opinin pblica de que todos los artistas y los

    crticos que los apoyaban estaban totalmente locos. El seno de los ataques se diriga en

    particular a las mujeres artistas por el hecho de que actuaban al margen de las funciones

    domsticas que les eran asignadas, frente a lo cual surga un estado de alerta, en la medida

    que su degeneracin proyectaba una amenaza sobre la salud de las futuras generaciones.

    Virginia asocia la enfermedad a la presencia de un hbitat acutico, al que a su vez asocia

    con la imaginacin, recordemos sino la descripcin que realiza, a modo de estereotipo, de

    una escritora, la cual adquiere en el ejercicio de su oficio los dotes de una pescadora.

    20 Ibid. p. 170.

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    Jaquecas anfibias ser una de las tantas expresiones que utilizar al momento de escribir

    sobre la enfermedad a la cual vuelve a vincular al mundo exterior. La presin de la

    sociedad en 1900, casi ahogaba mis naturales sentimientos 21, dir en algn momento. El

    destino guardara irnicamente analogas que slo se avizoraran en el continuo fluir del

    agua.

    La idea de sumergirse aparece vinculada de manera dicotmica tanto a la intimidad como a

    la depresin, antagonismo que si embargo comparte una caracterstica eminentemente

    introspectiva. De cualquier manera es el final de seis aos de incertidumbre y lucha, con

    sus agonas y su poco de tasis: para acumular The years y Three guineas en un solo libro-

    como lo que son. Y ahora puedo evadirme, como de verdad anso hacerlo. Estar en la

    intimidad, sola, sumergida 22. Dos meses antes de su muerte escribir en su diario: Juro

    que esta oleada de depresin no terminar por sumergirme. Grande es la soledad 23.Tiempo ms tarde insistir, Dios sabe bien que he cumplido con mi deber, con la pluma y

    la tinta, ante la raza humana. Los jvenes escritores pueden arreglrselas sin m. S,

    merezco una primavera. No debo nada a nadie y ahora, ahogada bajo la marea de las aguas

    libres, voy a leer a Wymper hasta la hora de almorzar 24.

    El agua aparece asociada a la libertad, conjuga libertad. Subyace la idea de adentrarse en la

    marea para ser libre, como si la libertad no pudiera asirse en el mundo exterior. De la

    misma manera, leer puede comprenderse como un acto interno desde el momento que

    requiere de la soledad del lector, a la vez que despierta diferentes fantasas con las que ste

    va urdiendo la trama del libro. El ahogo podra pensarse como el peso de la conciencia

    social dominante que socava la libertad inherente a la escritura.

    Si como planteaba Karl Marx, la contradiccin es el motor de la historia y, por ende, de la

    vida, no resultara extrao la ambigua vinculacin que establece Virginia Woolf en relacin

    a este mundo acutico. Si la profundidad aparece asociada a la imaginacin y, por lo tanto,

    a la caracterstica intrnseca de la literatura, actividad que slo puede desarrollarse en la

    intimidad (este ha sido otros de los problemas que boicotearon la escritura femenina) no

    parece demasiado ilgico encontrar en la misma raz el germen de la depresin.

    21 Woolf Virginia, Momentos de vida, Lumen, 1980, p. 196.22 Woolf Virginia, Diario de una escritora, Buenos Aires, Sur; octubre de 1954, p.262.23 Ibid. p. 322.24 Forrester Viviana, Virginia Woolf: El vicio absurdo, Espaa; Ultramar, octubre 1988, p. 141.

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    Si finalmente la contradiccin es el motor de la historia y, por lo tanto, el motor de la vida,

    podra pensarse que Virginia Woolf, fiel a sus pulsiones contradictorias (que nos son ms

    que el producto social de su poca), liber la lucha en el seno mismo de la contradiccin,

    abrindose paso entre las aguas al momento de sumergirse en las profundidades del viejo

    ro de Bloombsbury.

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    La poeta reclusa

    Prisionera, slo poda encontrar

    su libertad eligiendo su prisin

    Simone de Beauvoir

    Tal parece haber sido el vaticinio que trazara de manera inobjetable la vida y la obra de la

    poeta de Amherst.

    Emily Dickinson responder a la marginacin mediante la auto- marginacin; sta ser la

    estrategia mediante la cual sabotear la prisin inicial.

    El hogar, originariamente y a lo largo de la historia, siempre fue concebido como el seno

    dentro del cual la mujer actuaba y discurra. Mientras que la caza, la pesca, la guerra y las

    dems funciones materiales eran dominios del hombre, la casa resultaba competencia de la

    mujer.

    En la Inglaterra victoriana, la mujer permaneca an recluida en el hogar. Jane Austen se

    ocultaba en la cocina para escribir, de manera anloga Emily Dickinson escriba en los

    mrgenes de la reclusin. La transgresin se ejerce, de manera velada aunque no menos

    sobresaliente, desde los confines mismos de la reclusin inducida por la sociedad, de esta

    manera trascienden los lmites estatuidos a la vez que dotan de nuevos sentidos lo lugares

    canonizados socialmente en funcin de otros dismiles fines.

    Esta escritura en penumbras, obedece a una lgica del poder que tambin se impone desde

    la construccin de los espacios fsicos. La mujer carece de un cuarto propio, en palabras de

    Simone de Beauvoir, no gozaban de esa independencia material que es una de las

    condiciones necesarias de la libertad interior 25. Anlogamente, Virginia Woolf dir que la

    mujer necesita para poder escribir, dinero y un cuarto propio.

    Esta construccin fsica del poder podra parangonarse a la escisin de las esferas pblica y

    privada. Hannah Arendt analiza la problemtica y vislumbra la divisin en trminos polticos. La esfera pblica pertenece al campo de accin de lo poltico, corresponde a todo

    aquello que puede ser visto y escuchado por todo el mundo. La apariencia, en este sentido,

    ser aquello que los dems ven y oyen de la misma manera que nosotros y, por lo tanto,

    sta resulta constitutiva de la realidad.

    25 De Beauvoir Simone, El segundo sexo, Psique, Vol. 1, 1955, p.171.

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    Las escritoras mujeres, inmersas en la prisin de gnero que las confinaba a actuar en los

    marcos de la esfera privada, se encontraban, a las claras, aisladas sistemticamente de la

    sociedad.

    En la medida que la escritura femenina se encuentra imposibilitada de encontrar ecos en la

    sociedad, dado que sus lmites son aquellos que determinan a la esfera privada, podra

    pensarse que de alguna manera pierden su carcter de reales, en cuanto la realidad se

    encuentra determinada por la experiencia de la esfera pblica y por el feed- back que se

    produce en razn de su intercambio.

    Emily Dickinson patenta, de manera ms conspicua, los efectos productos de la escisin del

    binomio pblico- privado, ya que al desenvolverse exclusivamente dentro de la esfera

    privada, carecer, como advertira Hannah Arendt en su estudio, de relaciones objetivas con

    otras personas, lo cual la sublimar a un estado espectral en la medida que las acciones ylos hechos cobran significado en tanto son reconocidos por los otros. El trnsito por la

    esfera privada aumenta la individualidad y luego deviene en el fenmeno de la soledad.

    I cannot live with you 26, escribir Emily en uno de sus poemas, y de esta forma patentar

    la imposibilidad de la relacin yo- t. Luego redondear la implacabilidad de la letra

    escribiendo So we must meet apart- You there- I here 27. La simultaneidad del

    pensamiento y la palabra pareciera ser la nica coexistencia posible en la vida y los

    mrgenes de la poeta de Amherst.

    La exclusin de la esfera pblica en la vida de Emily Dickinson encontrar la trama en la

    ferviente hostilidad con la que percibe el mundo exterior; en carta a Thomas Wentworth

    Higginson, crtico y publicista con el cual mantendra un contacto intelectual a lo largo de

    su vida, Emily esgrime, Una casa de fieras para m es como mi vecino 28. En la medida

    que el mundo exterior es vivenciado como una amenaza, la casa se erige como el lugar de

    contencin por excelencia. De pequea siempre corra a casa por temor a que algo me

    sucediera 29, revelar en otra carta a Higginson. La reclusin resultar, consecuentemente,

    una respuesta a la invasin turbadora externa.

    26 Revista Debate feminista, Ao 8, Vol. 5, Abril 1997. No puedo vivir sin ti.27 Ibid. Entonces debemos encontrarnos aparte, tu all, yo aqu.28 Ardanoz Margarita, Emily Dickinson. Cartas poticas e ntimas (1859- 1886), Barcelona, GrijalboMondadori, 20 de enero de 1996, p. 79.29 Ibid. p. 80.

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    Esta anatoma poltica del poder tambin patentar al mundo exterior como amenaza en la

    vida de Virginia Woolf, frente a la cual, la locura aparecer como va catrtica que utilizar

    tanto para escindirse del mbito de lo privado como para sumergirse en su propia intimidad.

    La enfermedad tambin parece azotar la vida y la escritura de Emily Dickinson quien

    padecer diversas crisis de desesperacin e, irnicamente, de un problema en su visin que

    la har viajar en distintas oportunidades a Boston para tratarse. La experiencia de la

    enfermedad tambin acarrear la reclusin. He estado enferma desde septiembre, y desde

    abril, en Boston, para que me tratase un mdico- El no me deja que salga, aunque yo trabajo

    en mi prisin y hago amigos a solas 30, le escribir Emily Dickinson a Higginson en una

    carta fechada en 1864.

    Ms tarde volver a escribir, He estado muy enferma, Querido amigo, desde noviembre,

    despojada de libro y pensamiento por represin del mdico; pero ahora vuelvo a deambular por mi cuarto 31. La restitucin de la normalidad del cuarto se opera en Emily Dickinson

    como el anverso de la reclusin presuntamente inducida por el dictamen clnico de la

    sociedad; ese volver a deambular por el cuarto parece devolverle as su congnita libertad.

    En enero de 1852, Charlotte Bront sufri una de sus grandes depresiones. Su mdico, por

    entonces, le prohibi escribir en la medida que se consideraba que el trabajo intelectual era

    anormal en las mujeres y que, por lo tanto, era generador de crisis nerviosas. La anomala

    ser, por ende, un rasgo distintivo de las escritoras de estos perodos que la sociedad, en su

    carcter de omnipresente y reguladora del orden social, intentar regenerar una y otra vez

    frente a la erosin de cada caso.

    La escritura de Emily Dickinson encierra un mundo potico hermtico y peculiar en la

    medida que se sita en una lnea paralela debido a su profunda desconexin con las

    corrientes y movimientos literarios de la poca. En esta escisin de los cnones dominantes,

    Emily traslada a la escritura su propia reclusin, en tanto escribe en los confines de la

    misma.

    Los poemas de la poeta de Amherst resultan conversaciones con ella misma , en este

    sentido, quizs sera posible parangonar la experiencia que genera Virginia Woolf en su

    30 Ibid. p. 56.31 Ibid. p. 137.

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    escritura en tanto activa discursos mediante la lgica del monlogo interior; de esta forma

    se abre salida al inconsciente mediante el cual navegarn las letras de las escritoras.

    Emily Disckinson realiza una suerte de voto eclesistico que consiste en vestir nicamente

    de blanco. Mi blanca eleccin dir en alusin a dicho pacto. Si bien el blanco se conjuga

    habitualmente como sinnimo de la pureza y la castidad, alude tambin a un despojo

    absoluto que acenta la candidez y la pureza. De esta misma manera, Emily se recortar del

    tiempo y el espacio.

    Podra pensarse que esta escisin espacio- temporal responde a la prerrogativa dominante

    que parece esgrimir un rgimen de actividades que excluyen cabalmente a las mujeres de la

    poca. La escritura resulta as un ejercicio vedado para las mujeres y su ejercicio penado

    mediante diferentes figuras del castigo que se alternarn entre la indiferencia, la apata, la pblica denigracin de sus obras y, en consecuencia, de sus autoras. En todos los casos se

    patenta el camino de la reclusin como va catrtica.

    As como el espacio y el tiempo no resultan los apropiados para la concrecin legtima de la

    escritura femenina, Emily parece abstraerse de los cnones vigentes recluyndose, inclusive

    del propio tiempo y espacio. De hecho, resulta notable resaltar que ninguno de sus 1775

    poemas estn fechados.

    En la redaccin de sus cartas es frecuente encontrar la presencia de dudas e interrogaciones

    acerca de la fecha. Mayo de 1862? 32 en carta a su prima Frances Norcross. Asimismo es

    usual su preferencia por omitir la fecha, mediante la exclusin de das, meses e inclusive

    aos en los encabezados.

    En carta a su prima Louise, que extraamente fecha 31 de diciembre de 1861, refiere No

    me acuerdo de mayo Es el que va despus de abril? Y es se el mes de las clavellinas? 33.

    En 1869, el germen de la reclusin empezara a invadir la vida de la poeta norteamericana,

    en carta a Higginson, en respuesta a su peticin de viajar a Boston para encontrarse, dir ...

    no traspaso el suelo de mi padre para ir a ninguna casa o ciudad 34. Adems del carcter de

    reclusin de la carta se erige una suerte de arqueologa del poder en funcin del padre, en

    32 Ibid. p. 157.33 Ibid. p. 156.34 Ibid. p. 62.

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    cuanto Emily declara no traspasar el suelo de su progenitor, puede leerse la fuerte autoridad

    patriarcal que no poda ser desobedecida ni transgredida, lo cual implica sumisin y

    aceptacin del territorio del padre en trminos polticos.

    En 1870, Emily haba decidido no trasponer los lmites de su jardn, que luego seran los de

    su casa y, finalmente, los de su cuarto. Este trnsito por los mrgenes esgrime, sin dudas,

    un estilo peculiar en su literatura.

    A partir de que Emily Dickinson se sumerge en las profundidades de la reclusin, la

    relacin que empieza a mantener con las personas cuya existencia prevaleca por fuera de

    los lmites de su casa, y tiempo despus de su propio cuarto, se convierte exclusivamente en

    una relacin epistolar, adjuntando a sus cartas obsequios florales o comestibles.

    Un detalle curioso resulta el hecho de que Emily Disckinson pide a su hermana Lavinia que

    escriba en los sobres el nombre y la direccin de los respectivos destinatarios. La reclusinni siquiera roza, ni se esboza en el ms mnimo contacto con el mundo exterior. La

    agarofobia encuentra as su apoteosis con la misma debilidad con que los indgenas teman

    ser fotografiados frente al peligro de perder sus almas.

    Virginia Woolf, si bien tuvo una importante vida social, en los perodos en los que padeca

    sus crisis, se reclua y se mantena al margen de las reuniones sociales; razn por la cual

    profundiz los vnculos con sus amistades por va de la escritura, a travs de contactos

    epistolares.

    Emily Dickinson se vinculaba con el mundo exterior a travs de su hermana Lavinia, su

    amiga Sue y sus sobrinos. De manera anloga, Virginia Woolf se conecta con el mundo

    exterior a partir de dos fuertes lazos, su marido Leonard Woolf y su hermana Vanesa Bell,

    con la cual mantena desde pequea una relacin simbitica. La simbiosis haba sido el

    producto de la hostilidad reflejada por la sociedad que pretenda coercitivamente

    exorcizarlas de sus propios y peculiares patrones de vida y enraizarlas en los cnones de la

    vieja moral victoriana. Tal como recuerda la escritora de Bloombsbury: Presidir un

    reducido grupo social cuyo ncleo est constituido por una misma y por la propia hermana

    equivala a crear una seguridad mxima, a eliminar el recndito temor a verse rechazadas y

    alienadas 35. Esta segregacin experimentada por las hermanas Stephen resulta producto de

    la coercin ejercida por uno de sus hermanos, George, quien funcionaba como la voz de la

    35 Dunn Jane, Vanessa Bell, Virginia Woolf, Circe Bolsillo, 1996, p. 80.

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    moral victoriana y mediante una relacin de poder vertical intentaba modelar la vida de sus

    adolescentes hermanas.

    Emily Dickinson, luego de varias crisis nerviosas y postraciones, muere el 15 de mayo de

    1886 en Amherst a los 56 aos. La muerte no la encontrara desprevenida ni dilapidara los

    esfuerzos de la reclusin. Emily haba puntado una serie de indicaciones. Nadie poda ver

    su cuerpo sin haberlo visto antes, es decir, slo podan verla aquellos que la conocan desde

    antes (ningn extrao). Asimismo, orden que retiraran el cuerpo por la puerta trasera de la

    casa, sin grandes ceremonias, para evitar alterar la vida cotidiana de la calle.

    La muerte deba transitar de la misma manera solapada, al margen, al otro lado del camino.

    Desde esa huida silenciosa se inscribira en la historia la letra de Emily Dickinson, en el

    momento que su hermana Lavinia descubre los 1775 poemas que Emily haba escondido encajas, al reparo de la mirada de los otros, en diferentes rincones de la casa.

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    La ley del deseo

    Para que pueda ser he de ser otro, salir de m,

    buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no

    existo, los otros que me dan plena existencia.

    Octavio Paz

    Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, asalta a la historia, es all cuando nos recuerda

    que fueron los hombres quienes siempre han posedo todos lo poderes concretos, desde los

    comienzos del patriarcado mantuvieron a la mujer en un lugar de dependencia y

    establecieron sus cdigos en contra de ella, de este modo se constituy en el Otro.

    La presencia de la mujer, objetivada en el Otro, se configura como ser en funcin de querepresenta un objeto para un sujeto, lase el hombre. Es a travs de la mujer que el hombre

    espera realizarse, de aqu que sea definida a partir de su relacin con el sexo opuesto. La

    mujer objetivada en el Otro no implica nicamente un anhelo de posesin, sino tambin la

    posibilidad concreta de la confirmacin fctica del hombre.

    Aurore Dupin responder a la objetivacin que la colocar como objeto mediante una

    inversin de valores que se enraizan en carcter del Otro. De esta forma se investir de una

    identidad masculina que le permitir redimir su cuerpo de ese otro que en su carcter de

    femeneidad se correspondera con el tamiz de objeto. La transgresin revelar la mutacin

    inscribindola en la historia bajo la investidura de George Sand.

    Octavio Paz infiere poticamente que la identidad se define a partir de una dialctica del

    otro. Uno es en funcin de ese otro y viceversa. Esta relacin siamesa, sanguneamente

    constituida, dota de rasgos especficos a las distintas individualidades, que pugnan

    recprocamente en su anhelo de ser.

    Hegel tambin define la identidad a partir de la dialctica del otro, en la medida que el

    hombre, en tanto sujeto se afirma como lo esencial, convirtiendo al otro en inesencial, en

    objeto.

    La adopcin del sobrenombre masculino fue un recurso habitual entre las escritoras del S.

    XIX. A travs de ste, se intentaba proteger el prestigio social de las autoras ya que nunca

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    las mujeres sabias fueron bien vistas. Otro de los motivos de la necesidad de un

    sobrenombre masculino se encuentra en la idea de conseguir del pblico una lectura carente

    de prejuicios, en tanto los libros de seoritas eran considerados una literatura menor.

    La adopcin por parte de las escritoras mujeres de sobrenombres masculinos revela, a las

    claras, una suerte de muerte del autor, aunque e trminos que se distancian de la teora

    Barthiana.

    La lectura del libro se ejerce desde el ndice del padre, recurdese la presin y el dominio

    de la sociedad patriarcal. No obstante, el lector puede mediante una dialctica

    proporcionada por el propio sistema, relegar al escritor- padre de la trama del libro, de esta

    manera el lector- hijo leer aprehensivamente la obra reconociendo aunque veladamente las

    huellas del padre e hilando, a la vez, sus propias huellas. El autor se desdibuja en la lectura

    de la misma manera que el padre en la vida adulta del hijo, si bien el padre marcarideolgicamente sus propios trazos, de all el peligro que la escritura nazca de la pluma

    femenina.

    El binomio padre- hijo, autor- lector se enraiza en la emergencia de otro binomio que lo

    precede y sustenta, se trata de la relacin saber- poder. El poder aparece de manera

    concomitante con el saber que lo engendra; de all el peligro que incuba la sabidura

    femenina.

    George Sand invertir el orden de los factores alterando sorpresivamente el orden de los

    productos. De esta manera advierte que la subversin de la escritura femenina podra

    resultar de su desvanecimiento en la escritura. En el momento en que el autor queda

    relegado de la trama del libro, se desdibuja el binomio femenino- masculino. La lectura se

    ejerce entonces desde los mismos cnones impuestos por el dominio patriarcal. El prejuicio

    de la lectura se instaura en cuanto se torna visible la identidad del autor, en tanto la lectura

    socava dicha crtica parcial.

    Iain Chambers advierte que la identidad se constituye en el movimiento, en el punto

    inestable donde la subjetividad se cruza con la historia y la cultura. En ese movimiento y a

    travs del sentido de pertenencia que all construimos nuestras historias individuales,

    nuestros impulsos y deseos inconscientes asumen una forma contingente que carece de

    meta y final.

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    En 1830, Aurore Dupin se encontraba junto a su amante Jules Sandaeu en Pars. La nueva

    vida parisina generaba muchos gastos y eran tiempos en los que escaseaba el dinero.

    Aurore y Jules necesitaban ganar dinero con su escritura. Con la necesidad y el deseo como

    bandera, Aurore Dupin fue a hablar con un autor de novelas que gozaba de buena

    reputacin por aquel entonces. Apenas Aurore ingres en el estudio, l replic: una mujer

    no debe escribir, crame no haga libros, haga hijos 36.

    Esta ancdota revela, a las claras, los prejuicios y las vicisitudes con las que debi luchar

    Aurore que, en su anhelo de ser, y como consecuencia de la opresiva situacin social, se

    convertira en un movimiento sin retorno en George Sand.

    36 Vallejos Soledad, George Sand, la escritora indomable, Buenos Aires; Longseller, 2001; p.72.

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    Escribir el cuerpo

    La angustia de ser mujer, en gran parte,

    es lo que roe el cuerpo femenino

    Simone de Beauvoir

    El cuerpo femenino es el lugar tomado por la reclusin. Virginia Woolf y Hlene Cixous

    proclaman escribir el cuerpo en un intento de vindicacin del cuerpo profanado.

    El cuerpo se erigir como epicentro de las manifestaciones femeninas y de la insoslayable

    lucha de estas escritoras mujeres.

    Judith Butler define al gnero como un estilo activo de vivir el cuerpo en el mundo 37. El

    carcter activo que socava al gnero asumir diversas corporalidades en la batalla que darn

    las escritoras encubiertas bajo el manto de la reclusin.

    El cuerpo marca los confines de la reclusin, que exceden el espacio fsico. Emily

    Dickinson deambular por la casa asegurndose de que su trnsito sea percibido, no

    obstante la mirada del cuerpo se encuentra velada a los otros.

    Judith Butler escribe que el lenguaje construye la materialidad de los cuerpos, lo cual no

    significa que los origine o cause, sino que no puede haber referencia a un cuerpo puro que

    no implique una construccin lingstica de ese cuerpo. Emily Dickinson transita su cuerpoa partir de las construcciones lingsticas que, en su literatura, dota de vida a aqul.

    La reclusin, asimismo, toma el cuerpo de Virginia Woolf que, mediante la locura intentar

    ordenar el desequilibrio del cuerpo, producto del pensamiento. Mara Martoccia y Javiera

    Gutirrez analizan la problemtica frente a la cual arguyen: La literatura es fuente de

    placer y de satisfaccin y, cuando faltan las palabras, surge la enfermedad. El placer y el

    dolor se alimentan alternativamente en las esferas de lo espiritual. Sufre el paso del tiempo

    y la vana ilusin de una bsqueda imposible, cae en la cama dolorida, logra escribir y ese

    mundo que ordena restaura las imperfecciones de un cuerpo. A la inversa. Comienza un

    malestar fsico, cae en la cama dolorida, escribe y ordena el malestar, aunque sea slo

    momentneamente 38.

    37 Femenas Mara Luisa, Sobre sujeto y gnero, Buenos Aires; Catlogos, 2000.38 Martoccia Mara, Gutirrez Javiera, Cuerpos frgiles, mujeres prodigiosas, Buenos Aires; Sudamericana,enero de2002, p. 67.

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    La escritura ser en la vida de Virginia Woolf un alivio que experimentar de modo fsico,

    de esta manera escribir: Oh, poder escribir, una vez ms, libremente todas las maanas,

    hilando de nuevo mis propias palabras, qu regalo, qu alivio fsico... 39

    La escritura restituye la salud en la vida de la escritora de Bloombsbury, la enfermedad

    aparecer va la mordaza del pensamiento en sintona con el peso de la conciencia social

    dominante; la locura ser un antdoto frente al pensamiento que la cercena.

    Sin embargo la nica vida excitante es la imaginaria 40 escribir Virginia Woolf, aos ms

    tarde de padecer heterodoxos abusos sexuales de uno de sus hermanastros quien, a travs de

    esas experiencias forzadas, alimentara el nacimiento de la frigidez en la escritora inglesa.

    La literatura ser fuente de placer en oposicin a la frigidez forjada por los abusos

    impuestos a travs de las silenciadas relaciones de poder dominantes que, en el seno de laimpunidad, se inscriben con la ley del ms fuerte.

    Virginia Woolf encontrar as el placer del texto al que alude Roland Barthes en una de

    sus teoras. Rosario Ferr, en su artculo La cocina de la escritura, advierte que el

    secreto del conocimiento corporal del texto se encuentra, en fin, en la voluntad de gozo...

    El segundo conocimiento que implica para m la inmediatez al cuerpo del texto es un

    conocimiento intelectual, resultado directo de esa incandescencia a la que me precipita el

    deseo del texto. En todo escritor o escritora, en todo artista, existe un sexto sentido que le

    indica cundo ha alcanzado su meta, cundo ese cuerpo que ha venido trabajando ha

    adquirido ya la forma definitiva que debera tener. Alcanzado ese punto, una sla palabra

    de ms (una sla nota, una sla lnea), causar que esa chispa o estado de gracia,

    consecuencia entre la amorosa lucha entre l y su obra, se extinga irremediablemente 41.

    Virginia Woolf define ese instante como el momento en el que siente la sangre fluir de

    punta a punta por el cuerpo de su texto.

    La escritura asume, en la vida de Virginia Woolf, un carcter fetichista que corrobora la

    escisin con el mundo exterior que la escritora patentar mediante el estado de inmersin

    producto de la reclusin.

    39 Ibid.40 Ibid.41 Gonzlez Patricia Elena, Ortega Eliana, La sartn por el mango, Puerto Rico, Huracn, 1985, p. 149.

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    Uno de los sntomas que adoptar la locura, ser la presencia de un fuerte rechazo a la

    comida. La escritura aparece, por lo tanto, como alimento, como fuerte diaria de energa en

    contraposicin con el rechazo fsico a la comida. De esta manera, en varias de sus crisis,

    castigaba a su cuerpo en la medida que lo someta a una privacin de sus necesidades

    bsicas: la anorexia apresaba as al cuerpo.

    La comida aparece como un factor externo, perteneciente al mundo exterior. Vanessa,

    Leonard, el Dr. Savage, de alguna manera las autoridades del mundo exterior, coercionan a

    Virginia para que ingiera alimentos. La escritura, adquiere caractersticas fetichistas, en

    tanto surge como sustituto de la comida. Virginia se nutre de su escritura, a la vez que

    vomita los cnones impuestos por la sociedad de su poca.

    Curiosamente, Emily Dickinson, dota a su escritura de cierta corporalidad. En la primera

    carta a Higginson, le pregunta si su verso est vivo, si respira. La escritura, de estemodo, asume caractersticas fetichistas en este desplazamiento del objeto (literario) al

    sujeto. Emily Dickinson parece haber odo la exclamacin ardorosa de Virginia Woolf y

    Hlene Cixous cuando pedan impamente escribir el cuerpo. Mientras mi pensamiento

    est denudo 42 dir en su segunda carta a Higginson. El cuerpo se erige en la escritura en su

    carcter de fetiche, la enfermedad roe al cuerpo en el desplazamiento de la escritura. Esta

    es mi carta- una cosa enferma y malhumorada, pero cuando se me pongan bien los ojos, te

    enviar pensamientos como margaritas y frases que podran retener a las abejas... 43

    escribir Emily Dickinson a su prima Louise y, en este movimiento, la escritura se ver

    atravesada por el cuerpo enfermo que, a travs de un mecanismo fetichista, se trasladar a

    la escritura. La literatura redimir la afeccin del cuerpo, el cual trasuntar los mrgenes de

    la vitalidad. Resulta notable advertir la ausencia de retratos de la poeta de Amherst; esta

    carencia de huellas fsicas conllevan la evaporacin del cuerpo con el transcurso de los

    aos.

    El nico cuerpo legible es el cuerpo de la escritura que se ofrece, veladamente, para el

    deleite de la lectura.

    Virginia Woolf mantendr, de manera anloga a Emily Dickinson, aunque bajo otras

    investiduras, una relacin hostil con su propio cuerpo que se evidenciara en su calidad de

    42 Ardanoz Margarita, Emily Dickinson. Cartas poticas e ntimas (1859- 1886), Barcelona, GrijalboMondadori, 20 de enero de 1996, p. 42.43 Ibid. p. 174, 175.

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    anorxica. Virginia rechazaba su propio cuerpo, detestaba comprar ropa, particularmente

    ropa interior y detestaba que la observasen. El cuerpo del deseo que haba sido objeto de

    abusos sexuales por parte de su hermanastro, mediante el ejercicio de una clara relacin de

    poder abalada por la estructura patriarcal y los cnones dominantes, estimul la frigidez y

    el desplazamiento del deseo hacia el cuerpo de la literatura, nico cuerpo que saciar el

    ultraje inicial.

    George Sand se investir de una identidad masculina, recluyendo su cuerpo femenino a

    travs de un seudnimo y la adopcin de la vestimenta masculina. El sexo aparece as

    mutilado mediante el ejercicio de la escritura. Se opera, de esta manera, una suerte de

    castracin que redime la identidad femenina exorcizndola en el ejercicio de la escritura-

    lectura. De esta ecuacin, el punto G de la lectura parece sublimarse a la castracin inicial.

    Michel Foucault, denuncia la existencia de una anatoma poltica encargada de discernir

    sobre las acciones de los cuerpos ajenos. El cuerpo se debate, en el seno de las sociedades,

    en el interior de poderes que le imponen coacciones, obligaciones. En el S. XVIII emergen

    los cuerpos dciles, aqullos que posibilitan el sometimiento, la transformacin y el anhelo

    de perfeccionamiento.

    Las disciplinas generan cuerpos dciles en tanto se ocupan de disociar el poder del cuerpo,

    generando una determinada aptitud del cuerpo que luego se traduce en una disminucin de

    su capacidad poltica.

    Las experiencias de Virginia Woolf y George Sand revelan, a las claras, el trnsito por la

    autoridad reflejada mediante el mecanismo coercitivo de la disciplina, en cuanto se vieron

    reducidas a cuerpos dciles.

    La escritora de Bloombsbury estuvo internada, durante diferentes perodos, en hospitales

    psiquitricos, en un intento de corregir aquello que, ante la mirada atenta de la sociedad,

    estaba maltrecho.

    George Sand, a los trece aos, fue encerrada por mandato de su abuela en un convento

    parisino, con el fin de que la disciplina reformara a la pequea que creca evidenciando un

    carcter rebelde e inestable.

    La disciplina, distribuye a los individuos en el espacio; para alcanzar tal propsito emplea

    diversas tcnicas. Algunas veces exige la clausura, es decir, la especificacin de un lugar

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    heterogneo a todos los dems y cerrado sobre s mismo. En este sentido, el internado

    aparece como el modelo perfecto. El convento tambin se impone como otro modelo

    posible.

    El principio de clausura no resulta suficiente en los aparatos disciplinarios, los cuales

    emplean otras tcnicas que resultan efectivas para trabajar y modelar el espacio. El

    principio de localizacin o de la divisin en zonas resulta fecundo en la tarea de controlar el

    espacio mediante la segmentacin del mismo estableciendo tantas parcelas como cuerpos.

    De esta manera, la disciplina organiza un espacio analtico en tanto vigila la conducta de

    cada individuo para apreciarla o sancionarla.

    El convento de las Monjas Agustinas Inglesas en el que fue encerrada George Sand, en un

    intento (fallido) de salvacin de la contumacia que se apoderaba de su alma, refleja la

    presencia del espacio analtico instaurado por la disciplina. El convento era opresivo ylaberntico; los claustros estaban pavimentados por losas funerarias debajo de las cuales

    estaban enterrados algunos catlicos ingleses muertos en el exilio. La segmentacin del

    espacio se extenda an hasta el locutorio, espacio mediante el cual las internas reciban a

    las visitas. El locutorio, a travs de los barrotes, aislaba a las internas impidindoles as el

    contacto fsico con las personas que provenan del mundo exterior; ste a su vez estaba

    cercenado desde la estructura del espacio fsico ya que las zonas del convento que daban a

    la calle estaban enrejadas y obstruidas por pesadas telas.

    El poder disciplinario tiene como funcin principal enderezar conductas; con tal fin

    emplear tres tcnicas: la inspeccin jerrquica, la sancin normalizadora y el examen.

    La inspeccin jerrquica supone un aparato en el que las tcnicas que permiten ver inducen

    efectos de poder. La arquitectura del lugar debe garantizar un control interior. El Jean

    Thomas Twickenham, el lugar donde recluyeron a Virginia Woolf durante el estallido de

    sus diversas crisis y el Convento de las Monjas Agustinas Inglesas, resultan estructuras que,

    en su carcter de disciplinarias, permiten un control interior que garantiza el ejercicio del

    poder.

    La sancin normalizadora que deriva de la disciplina califica y reprime las conductas

    mediante un mecanismo penal que instaura la figura del castigo.

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    El castigo disciplinario intenta reducir las desviaciones de aquellos que no obedecen las

    reglas, por eso debe ser correctivo; no tiende a reprimir, sino a normalizar.

    La educacin derivada del ejercicio de la disciplina que George Sand vio ejercer en el

    convento, induca la premisa de una serie de normas estrictas que deban ser acatadas y

    cuyo incumplimiento devena en la imparticin del castigo. Gozaba castigando y en su

    boca amonestar era insultar o ultrajar 44, recuerda George Sand de aquella experiencia al

    evocar las sanciones que imparta la Seorita D. El castigo implicaba una humillacin

    planificada y lo suficientemente visible como para reprender a la rebelde y alertar a sus

    compaeras. La sancin, producto de la disciplina, permita as el ejercicio del poder

    normalizador.

    Tal como esgrime Michel Foucault, el asilo psiquitrico, los hospitales, los

    establecimientos de educacin vigilada (que, en nuestro caso se parangona al convento enel que fue encerrada George Sand), y todas las instancias de control individual funcionan de

    doble manera, por un lado a travs de la divisin binaria y la marcacin (loco- no loco;

    normal- anormal) y, por el otro, mediante la asignacin coercitiva de la distribucin

    diferencial (quin es, dnde debe estar, cmo reconocerlo).

    Las intervenciones que derivaron a Virginia Woolf y a George Sand a instituciones

    reguladoras del orden social, se engendraron en el seno de relaciones de poder

    desigualitarias que intentan restablecer el equilibrio y mediante el (ab)uso del poder

    intentan imponer disciplinariamente la moral dominante.

    Los encauzadores de la buena moral hicieron sus partidas, slo les falt advertir que el

    poder genera dialcticamente el germen de la resistencia. Ni Virginia Woolf ni George

    Sand perdonaran el olvido.

    Letras prohibidasLas palabras hacen estragos

    cuando encuentran un nombre

    para lo que hasta entonces

    ha vivido innominado

    44 Vallejos Soledad, George Sand, la escritora indomable, Buenos Aires, Longseller, 2001, p. 41.

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    Jean Paul Sartre

    Emborronar cuartillas bajo la mano temblorosa del deseo parece ser la insignia de la

    literatura. Susurrarle al odo palabras al lenguaje, despertar la furia del pulso, extasiar al perro hambriento del deseo, corroer su lengua, lamer sus espinas.

    Centinelas del deseo. Virginia Woolf, Emily Dickinson y George Sand lograron

    emborronar fulgurantes cuartillas y desatar la furia de la mirada ajena. Transitaron el

    crispado camino de la escritura replegndose para poder ser.

    La reclusin como sntoma, reflejo inevitable de la purga inducida por la coercin social

    que intentaba mantener los mrgenes de la sociedad patriarcal.

    Emily en su cuarto tejiendo madejas de palabras, hilvanando pedacitos de su vida,

    urdiendo su propia trama en descoloridos papeles.

    Virginia en la vieja casona de Bloombsbury, delineando seales para soslayar el vrtigo de

    la locura, serpenteando la doctrina apcrifa del devenir de los das. Como una pescadora,

    jalaba incansablemente reses, ultrajaba los desechos y mascullaba la belleza.

    George, habitante de una fortaleza ancestral, se derramaba a cuenta gotas en el ejercicio

    del deseo, empuaba la lengua en el hilvn de la contienda.

    Mujeres prodigiosas, ellas, que han sabido entretejer la memoria con el tamiz del deseo yque, cuando todos las creen dormidas, siguen despertando gigantes molinos de vientos,

    reavivando fuegos que no dejan de arder an en la ms pauprrima oscuridad.

    Bibliografa

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    Aires; Sudamericana; enero de 2002.

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