Hacia El Nuevo Estado

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EL NUEVO ESTADO MEXICANO Luis Medina Peña Desde la Independencia, el Estado en México ha representado un papel de enorme importancia. En el libro se analiza el periodo de desempeño de lo que el autor llama “el segundo Estado” (de 1920 a 1994), que sería también el periodo de transición hacia el “tercer Estado” dentro de una etapa de reacomodo de la economía internacional y de las relaciones de poder también internacionales. 1

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EL NUEVO ESTADO MEXICANOLuis Medina Peña

Desde la Independencia, el Estado en México ha representado un papel de enorme importancia. En el libro se analiza el periodo de desempeño de lo que el autor llama “el segundo Estado” (de 1920 a 1994), que sería también el periodo de transición hacia el “tercer Estado” dentro de una etapa de reacomodo de la economía internacional y de las relaciones de poder también internacionales.

El autor, historiador y ensayista político, ha escrito acerca de la vida política durante los periodos presidenciales de Manuel Avila Camacho y Miguel Alemán, destacadamente.

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Una vez de lleno en la etapa independiente, y superados tanto la Intervención como el Imperio, se forma en nuestro país el primer Estado viable, plasmado y definido en la Constitución de 1857.

Pero el Estado mínimo de corte liberal no fue suficiente para conseguir la democracia y la felicidad social. De ello se deriva una primera lección, según la cual para modernizar una sociedad atrasada no bastan las leyes por sí solas, sino que se hace necesaria también una mano fuerte. Esta sería provista por el Porfiriato, que consolidaría precisamente al primer Estado mexicano.

Pero, aunque modernizador en lo económico, este régimen se reveló insensible e inflexible para intuir y resolver las demandas de los grupos sociales no privilegiados. De esta realidad se desprende una segunda lección: un Estado autoritario y caciquil es insuficiente para modernizar a la sociedad, justamente por carecer de aquella flexibilidad necesaria para la incorporación de las distintas fuerzas sociales del país.

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A partir del triunfo de la revolución maderista se abre el punto de transición entre el primer Estado y el segundo, definido –como aquél en la de 1857– en la Constitución de 1917.

La vida de este Estado alcanzó casi los setenta años, y en ese lapso convulso y prolongado logró resolver el dilema histórico entre estabilidad política y transmisión pacífica del poder.

Entre 1938 y 1988, el segundo Estado mexicano logró establecerse como una estructura estatal eficaz y con capacidad para resolver casi todos los conflictos provocados por el empeño de modernización del país, así como para mantener la estabilidad de la sociedad y el equilibrio entre los distintos actores políticos, alcanzando con ello la continuidad de un crecimiento económico durante un lapso tan prolongado de cincuenta años.

Un factor fundamental para el éxito de esta labor estatal lo fue el contar con un partido que pretendía representar a toda la sociedad. El PNR-PRM-PRI

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alentó –incluso a veces artificialmente– el pluralismo, y nunca, en toda su época, se ha conocido la suspensión o aplazamiento de una sola elección nacional o local.

Sin embargo, como resultado y secuelas de las crisis económicas, a partir sobre todo de 1987-88, se han configurado dos fuertes formaciones políticas partidistas en los flancos del partido en el gobierno.

De tal modo, entre 1946 y 1987, los cambios en el país fueron otorgados desde arriba, y los espacios para la oposición se abrían desde el poder. Pero después de las controvertidas elecciones de 1988, las reformas electorales se realizan por medio de pactos entre las fuerzas políticas para equilibrar su situación en el terreno electoral y el Senado se abre a la representación proporcional, entre otros fenómenos de cambio.

Puede decirse entonces que hoy, también, el país vive un segundo periodo de transición; esta vez entre el agotamiento del segundo Estado

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posrevolucionario consolidado en los años cuarenta, y el surgimiento del tercer Estado.

Este se encuentra en formación y desarrollo, implícito en un proceso que abarca: a) la redefinición de sus relaciones con la sociedad en su conjunto, con los otros poderes (los gobiernos de oposición) y con los distintos estados de la República, b) el reconocimiento de nuevos actores políticos (ciudadanos y movimientos), y c) la completa aceptación de las tendencias mundiales de la globalización económica, encarnadas para el país en la apertura comercial, la competencia y la productividad.

Se ha llegado, en fin, a un nuevo momento de modernización política cuyas exigencias no son ya solamente electorales. Se requiere ahora un Estado neutral en lo político, que no sea botín de ningún partido, grupo o facción y que impida los excesos de poder y garantice la equidad en la competencia electoral de los partidos.

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Son de particular interés los capítulos II, V, VII y VIII, referentes a la formación de las estructuras del partido hegemónico, el equilibrio entre la estabilidad política y la represión, y el desenvolvimiento y aplicación de las políticas económica y social del Estado en las etapas más recientes.

Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994, FCE, México, 1995, 362 págs.

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