HAROLD BLOOM ,.' DIALÉCTICA DE LA TRADICIÚNPOÉTICA · ción, su relación con la creación...

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·¡..., HAROLD BLOOM DIALÉCTICA DE LA TRADICIÚN POÉTICA ,.' mejor critica contemporénea prefería a CampbeJI, antes que a John Keats . Y cómo decirles a los estu- : diantes que a quien tengo por el mejor crítico del si- XIX, consideraba que Aurora Leigh, de la señora Brow::' era el mejorpoema largo de ese siglo. Los grandes crí- ucos dan.su asennrmento, y ya generaciones enteras se equi- al Juzgar sus propias realizaciones. Sin lo que Shelley definió como un gran baño en la sangre del Gran Redentor el la tradición se muestra incapaz de propias selecciones. Pero si la tradición no puede establecer s,u centralidad, se transfomia en algo diferente de.la liberación del caos del tiempo que implícitamente se propo;' ne ser. Como toda convención, se mueve desde una función idealizada hacia una tendencia asfixiante y Me propongo aquí rebatir a Emerson (aunque le profeso veneración) y reivindicar para la tradición literaria su{un; . ción actualmente pragmática, en oposición a su fundón" idealizada: ahora es valiosa precisamente porque en p arte bloquea, asfixia lo débil; porque reprime incluso lo fuerte: Estudiar la tradición literaria hoyes conseguir realizar,un acto mental, peligroso pero capacitador, que funciona coñ': Ira toda facilidad en la "creación" fresca. Kierkegaard pudo permitirse creer que había llegado a ser grande en propor- ción con una grandeza agónica, pero nosotros venimos des" pués. Nietzsche insistió en que nada es más pernicioso que la sensación de ser un rezagado, pero yo quiero insistir en lo contrario: nada es más saludable que tal sensación. Sin ella no podemos distinguir entre la energía de la realización hu': manlstica y la meramente orgánica, que no necesita nunca librarse de sí misma. Recuerdo que, dejovetl, cuando me preparaba para ser profesor universitario, me afligía un sentimiento de inutili- dad, el temor, precisamente no vitalizador ,de que la profe- sión que había elegido se reducía a una mezcla incoherente de oficio de anticuario y comercio cultural. Me-acuerdo tam- bién de que me consolaba pensando que mientras un profe- sor de literatura no podía hacer nada bueno, al menos no po- día hacer nada malo a otros, aunque se lo pudiera hacer a sí mismo . Pero eso fue a comienzos de la década del 50, y años después he llegado a .comprender que infravaloré nu profesión tanto en su capaCIdad para hacer mal como su potencialidad para hacer bien, ?uestras las traiciones a nuestros principios so.n traiciones a algo más que a los intelectuales, Ydanan más a los estudiantes con que estamos en contacto, nuestros hiJOS díni Nuestra profesión no está emparentada ya con la e IpICOS. . I bi de los historiadores o los filósofos. Sin desear e cam 10, nuestros críticos teóricos se han en teólogos ne ativos, a nuestros críticos prácticos les falta poco para ser agádicos , y todos nuestros profesores, de cual- 29 Emers r'ó "Self ;tn lie Igl .. tres le ma s pa ra su e nsayo más influyente I ' s4 ' e lance ("Confia nza en sí mismo "). El primero l,:,as de Persio:" o le b usq ues a ti mismo fuera de ti mismo . El segundo, de Be.. u mo m y Fletcher: hombre es su proph tre lla : y el alma que puede a un homb re hon to y perfecto EXIge la luz , tod o 1influjo, lod o el d tino; Nada le s uce de d m i. do temp rano a dema i do tarde... tercero , de los v r os n6mi dl propio Emenon, anti. cipé gran p art e del hamani mo onle mpor' neo : Lanza al niño sob re la roe. s, Que sea a ma ma nt do por 1 lb, Que pase el invi rno con 1g vil4n y el zorro, Que la fu e rza yl v loc id d n 1 .. ma nos y lo pi el . Como el ferozyr p ódi o n yo l que preceden, el to están d!ri gido il lo jóven americanos de 1840, que necesitaban vivam nl que l dijera qu e no hablan llega. do .tarde. Pero no o tro . en re lidad , somo uno rezapdos (como lo eran ell >, y Cll l unos n mejor po i ción para saber. I? de una forma co n i ni .' l men a hora . El Lloica propó- sito de Emerson e ra de perr ar en sus oyentes el sentido de su propia capa cidad po ten i a 1d (rt(u ;6" . Para ser fiel el ahora a la tradición de Emerson, n cesha mos recomen da r una (o pa. cidad de conse ruacién. "Lo que insinú a lo dial é rico es m" valioso que lo díaléc- tico mismo ". obs ervó Emerson en alguna oca sión, pero me propongo rebatirlo t amb ién en esto y esbozar algunos aspec- tos de la tradición literaria. El M OtÚmism en literatura no ha pasado; más bien se ha revel ado que no hubo tal. El parloteo madura y se transforma en mito ; el mito madura todavfa más y se transforma en dogma . Wyndham Lewis, Eliot y Pound charlaban entre ellos ; la Nueva Critica (Ntw eril;- cism) los convirtió en el mito del MOtÚmism ; ahora el anticua- rio Hugh Kenner ha dogmatizado este mito como la Era de Pound un canon de titanes reconocidos. A los aspirantes a la diviriiclad Kenner los redu ce brutalmente a la mortalidad. El gran triunfo de Kenner es su afirmación de que Wallace Stevens representó la culminación de la poética de Edward . Con todo , ya es dogma consolidado que el Posl-MoámIism tiene sus cánones y sus canonizadorcs ; y me veo rodeado de clásicos todavía vivos , poetas muertos recientemente de gran ambición e intensidad histérica, y no-novelistas híperacti- vos, que son , supongo, los verdaderos profetas de sus no- estudiantes estudiantes. y llego a pensar que actualmente no es conveniente recordarles a los estudiantes de que Cowley, Cleveland , Denham y Waller durante generaciones fueron considerados grandes poetas ,o que gran parte de la . Traducción deJosé Ca _rl _os_G_u_e_rra ••••

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·¡...,

HAROLD BLOOM

DIALÉCTICA DE LATRADICIÚN POÉTICA

,.'

mejor critica contemporénea prefería a CampbeJI, Mo~re"y~ogers antes que a John Keats . Y cómo decirles a losestu- :diantes que R~skin, a quien tengo por el mejor crítico del si­g~o XIX, consideraba que Aurora Leigh, de la señora Brow::'~mg, era el mejorpoema largo de ese siglo. Los grandes crí­ucos dan.su asennrmento, y ya generaciones enteras se equi­voca~ al Juzgar sus propias realizaciones. Sin lo que Shelleydefiniócomo un gran baño en la sangre del Gran Redentorel Ti~mpo, la tradición se muestra incapaz de justificar s'u~propias selecciones. Pero si la tradición no puede establecers,u pro~ia centralidad, se transfomia en algo diferente de.laliberación del caos del tiempo que implícitamente se propo;'ne ser. Como toda convención, se mueve desde una funciónidealizada hacia una tendencia asfixiante y bloqueadora, , " ~:

Me propongo aquí rebatir a Emerson (aunque le profesoveneración) y reivindicar para la tradición literaria su {un; .ción actualmente pragmática, en oposición a su fundón"idealizada : ahora es valiosa precisamente porque en partebloquea, asfixia lo débil ; porque reprime incluso lo fuerte:Estudiar la tradición literaria hoyes conseguir realizar,unacto mental, peligroso pero capacitador, que funciona coñ':Ira toda facilidad en la "creación" fresca. Kierkegaard pudopermitirse creer que había llegado a ser grande en propor-ción con una grandeza agónica, pero nosotros venimos des"pués. Nietzsche insistió en que nada es más pernicioso que lasensación de ser un rezagado, pero yo quiero insistir en locontrario: nada es más saludable que tal sensación. Sin ellano podemos distinguir entre la energía de la realización hu':manlstica y la meramente orgánica, que no necesita nuncalibrarse de sí misma.

Recuerdo que , de jovetl, cuando me preparaba para serprofesor universitario, me afligía un sentimiento de inutili­dad, el temor, precisamente no vitalizador,de que la profe­sión que había elegido se reducía a una mezcla incoherentede oficio de anticuario y comercio cultural. Me-acuerdo tam­bién de que me consolaba pensando que mientras un profe­sor de literatura no podía hacer nada bueno, al menos no po­día hacer nada malo a otros, aunque se lo pudiera hacer a símismo. Pero eso fue a comienzos de la década del 50,y veint~años después he llegado a .comprender que infravaloré nuprofesión tanto en su capaCIdad para hacer mal como e~ supotencialidad para hacer bien, Inclus~ ?uestras pe~~dlas,las traiciones a nuestros principios im~hcltos, so.n traicionesa algo más que a los intelectuales, Ydanan más dlrectame.~tea los estudiantes con que estamos en contacto, nuestros hiJOSdíni Nuestra profesión no está emparentada ya con lae IpICOS. . I bi

de los historiadores o los filósofos. Sin desear e cam 10,

nuestros críticos teóricos se han ~ransfor~ado en teólogosne ativos, a nuestros críticos prácticos les falta poco para serco~entaristas agádicos, y todos nuestros profesores, de cual-

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Emers r'ó"Self ;tnlie Igl .. tres lemas para su ensayo más influyenteI 's4 'e lance ("Confia nza en sí mismo"). El primero ~~ l,:,as de Persio : " o le b usques a ti mismo fuera de ti

mismo . El segundo, de Be.. umom y Fletcher:

~I hombre es su prop h tre lla : y el alma que puedeo~vera un homb re hon to y perfecto

EXIge la luz, todo 1influjo, lodo el d tino ;Nada le sucede d m i. do temprano a dema i do tarde...

~I tercero, de los v r os n6mi d l propio Emenon, anti.cipé gran parte del hamani mo onlempor'neo :

Lanza al niño sobre la roe. s,Que sea a mamant do por 1 l b ,Que pase el invi rno con 1g vil4n y el zorro,Que la fu e rza y l v loc id d n 1.. manos y lo piel.

Como el feroz y r p ódi o n yo l q ue preceden, eltolema~ están d!rigido il lo jóven a mericanos de 1840, quenecesitaban vivam nl que l dijera que no hablan llega.do .ta rde. Pero no otro . en re lidad , somo uno rezapdos(como lo eran ell >, y Cll l unos n mejor po ición para saber.I? de una forma con i ni .' l men ahora . El Lloica propó­sito de Emerson e ra de perrar en sus oyentes el sen tido de supropia capacidad po ten ia1d (rt(u ;6" . Para ser fielel ahora ala tradición de Emerson, n cesha mos recomendar una (opa.cidad de conseruacién.

"Lo que insinúa lo dial é rico es m" valioso que lo díaléc­tico mismo " . observó Emerson en a lguna ocasión, pero mepropongo rebatirlo tambi én en es to y esbozar algunos aspec­tos de la tradición lit er a ria . E l M OtÚmism en literatura no hapasado; más bien se ha revel ado que no hubo tal. El parloteomadura y se transforma en mito; el mito madura todavfamás y se transforma en dogma. Wyndham Lewis, Eliot yPound charlaban entre ellos ; la Nueva Critica (Ntw eril;­cism) los convirtió en el mito del MOtÚmism; ahora el anticua­rio Hugh Kenner ha dogmatizado este mito como la Era dePound un canon de titanes reconocidos. A los aspirantes ala diviriiclad Kenner los reduce brutalmente a la mortalidad.El gran triunfo de Kenner es su afirmación de que WallaceStevens representó la culminación de la poética de Edward

~~ .Con todo, ya es dogma consolidado que el Posl-MoámIism

tiene sus cánones y sus canonizadorcs; y me veo rodeado declásicos todavía vivos , poetas muertos recientemente de granambición e intensidad histérica, y no-novelistas h íperacti­vos, que son, supongo, los verdaderos profetas de sus no­estudiantes estudiantes. y llego a pensar que actualmenteno es conveniente recordarles a los estudiantes de Let~ queCowley, Cleveland, Denham y Waller durante generacionesfueron considerados grandes poetas, o que gran parte de la

. Traducción deJosé Ca_rl_os_G_u_e_rra ••••

~"""""""'.............................._-"""""""'''''"''''''''''----- ---- - -----quier generación, enseñan cómo vivir, qué hacer, para evitarla condenación de la muerte en vida, No cr eo que esté ha­blando de una ideología, ni acepto ninguna de las cr íticasmarxistas de nuestra profesión. Cualquiera que sea la natu­raleza de la profesión académica de Letras en Eu rop a (¿po­dríamos hablar de una antropología, mitad marxista , mitadbudista ?)-o en Gran Bretaña (¿podríamos habla r de am a­teurismo de clase media desplazando a un a rnate urismoaristocrático?), actualmente es en Estados U nidos un fenó­meno totalmente emersoniano. Emerson abandonó su igle­sia para convertirse en orador secular, cre yendo con razónque la lección magistral, más que el sermón, er a la melod íaapropiada e iluminadora para los americanos. H emos inst i­tucionalizado los procedimientos de Emerson, a la vez qu eabandonamos (comprensiblemente) sus fines , pues el pesode su profecía lo cargan ya nuestros oyentes,

Northrop Frye, que parece cada vez más el Proclo o el Y árn­.blico de nuestros días, ha platonizado la dialéctica de la tradi­ción, su relación con la creación fresca, en lo que llam a elMito de la Preocupación, que viene a ser una versión a nglica­na del mito anglo-católico de T. S. Eliot de la Tradi ción y elTalento Individual. En la reducción de Frye el estudiantedescubre que llega a ser algo, y así se revela o se desm it ificaa sí mismo, al estar persuadido en primer lugar de q ue la tra­didón es incluyente más que excluyente, y de es ta forma en­cuentra un lugar para sí mismo, El estudiante es un as imila­dor cultural que piensa porque ha ingresado en un cu rpomás grande de pensamiento. La libertad, pa ra Fry e comopara Eliot, es el cambio que cualquier genuina concienciaindividual trae consigo en el orden de la litera tu ra simple.mente por pasar a formar parte de la simultaneidad de talorden. Confieso que ya no entiendo esta simulta neidad sinocomo una ficción que Frye, al igual que Eliot , tra nsmite so­bre sí mismo. Esta ficción es una noble ideali zación, y comoengaño contra el tiempo seguirá ~I. ca~in? de tod a ideal iza ­ción noble. Tal pensamiento posinvo sirvi ó pa ra muchos fi·nes durante los años 60 cuando las continuidades de todotipo necesitaban ser convocadas desesp eradamente, a U~l

'cuando no acudieran a nuestra llamada. Sea cua l sea la di­rección que tomemos, nuestro des.a~rollo ~ialéc t ~ co .pareeapoyado en la interacción de repetición y discontinuidad, ynecesita un sentido muy diferente de lo que es nu estra con­cepción de la tradición literaria.

Ya nos han quitado la posibilidad de decir al~o ; piensoque éste es un hecho del que todos somos c?nsc~~nt e.s co~

mucha inquietud. Nos entristece que se nos pid a ( obli gue.sería más apropiado) pagar los descontentos no sólo de .la CI­

vilización que disfrutamos, sino de todas las g~~erac.lOnes

anteriores, de las que somos herederos. La tradici ón ht~ra­

ria , una vez proyectamos incluso entrar en sus acad emias.insiste ahora en ser nuestra " historia de familia " y nos llevaa introducirnos en el "romance de familia " con el desgracia­do papel prefigurado por el Childe Roland, de Browning, uncandidato al heroísmo que aspiró sólo a fracasar al menostan tristemente como fracasaron sus precursores . Ya no hayarquetipos que desplazar ; hemos sido expulsados del para í­so imperial de donde vinimos, y cualquier intento par~ en­contrar un sustituto no será un desplazamiento ben igno,sino solamente otra violación culpable, ni más ni men os cul­pable que cualquier retorno edípico a los ?~í?en~s . Pa.ra no-sotros la emulación creadora de la tradición literaria nos -""conduce a las imágenes de inversión, incesto, parodia sad o­masoquista que tienen como grandioso y gloriosamente au-

, P h G '[ 's Ra inboto (El • Ha\,' vervi ón l.l tella na , Edilon al Grij Iba. B red na. 19 . (N. dtl T .)toderrotado maestro a ync on, cuyo ravl y

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M.lvil..

dición es una vasta transmi ión y renov ci6n ". Pero incl usoCurtius, q ue pod ía acept ar su propio a bid urla, no previnode que esa trad i i ón literaria oc 'id nu I pu de er entendidac1arament "sólo " en los v inri inco i lo qu e van de Ho­mero a 00 th ; e n los do s siglos post rior a Goeth no po­demos sab r todavía lo que r s .an óni o o no. u últi ma Ilu s­tración, el R oma nt icismo, el A!od" nú"" I Post-Modernism,por co ns igu i ntc , 1:llIlsli lu)'e n un ~ n6m no del q ue a ún nosabemos co n precisión si po s ontinuidad má bien qu ediscontinuidad en relaci ón .on la tr. d i i6n qu e va de Ho­mero a Goethc , T ampoco ha y mu a ni ninfa que sepan, oestén todavía d isp uestas a d irno I creta de la continui­dad, pues la nin fas cierra m nte nos es tá n aba ndona ndo.Preveo, no obsta nt e. qu e la prim ra ruptu ra verdade ra conla continuidad litera ria tend r á lugar con (as gene raci onesvenideras si la rel igi ón nacien te de la mujer liberada se pro­paga desde sus gru pos de entu las ta y domina el O cciden­te . Homero deja rá de ser el inevitab le precursor, y la ret óri­ca y las for mas de nues tra literatu ra podrán a l fin rompercon nuestra tradición.

No es a rbitrario, ni accide nta l siquiera, decir que cual­quiera que a hora lec o escribe en O ccidente, no importa cuálsea su raza , su sexo o su ideo log ía, sigue siendo un hijo deHomero. C omo profesor de literatura qu e prefiere la morali­dád de la Bib lia heb rea a la de Homero, que prefiere es tét i­camente la Bibl ia a Hom er o, no estoy más contento que na­die sobre esta oscura verda d , si se coincide con Blake cuandoproclama que son H om ero y Virgilio, los clás icos , y no los

godos o los vánda los , los qu e han llenado Europa de guerras.d . ?

Pero, ¿cómo esta verdad, oscu ra o no, se nos pu ~ Imponer .Todas las continuidades presentan la paradoja de ser ab­

solutamente a rbitra r ias en sus orígenes y ab solutamente ine­ludibles en su s teleologías. Todos sabemos esto tan bien porlo que llamamos en .oxlm? ron nue~tras vidas amorosas, ~uesus contrapartidas literarias necesitan escasa demostración,Aunque cada ge neración de crít icos reafirma con razó~ lasupremacía estética de Home~o, él es en tan gran medida

rte de la es téti ca que les ha SIdo entregada a ellos (ya noso-

tpa

) que la realirmación es una redundancia. Lo que lia­ros ,

mamos " literatura" está ineludiblemente conectado a laeducación por una continuidad de dos mil quinientos años.una continuidad que comenzó en el siglo VI a . C. j cuandoHomero se convirtió para los griegos en un texto escolar. ocomo dice Curtius de forma sencilla y definitiva : "Homero.para ellos , fue la 'tradición ' " . Cuando Homero se transíor­mó en un texto escolar, la literatura comenzó a ser una asig:natura de forma bastante permanente. De nuevo Curtiushace la formulación central : " La educación pasa a ser elme­d io de la tradición literaria : un hecho que es característico deEuropa, pero que no tiene por qué ser necesariamente as í".

Esta formulación merece una investigación dialéctica con­siderable, particularmente en una época como la nuestra.que recien temente ha sido tan confusa en la educación.Nada del mundo liter~rio me parece tan estúpido como lasdeclaraciones apasionadas sobre que la poesla debe liberar­se de la academia, declaraciones absurdas en cualquier mo­mento, pero especialmente absurdas dos mil quinientos añosdespués de que Homero y la academia por primera vez se hi­cieron indistinguibles. Pues la respuesta a la pregunta ¿Quées la litera tura? debe empezar con la palabra " literat ura",basada en la palabra litteratura, con la que Quintiliano tra­dujo la gr iega grammatiké, el arte de leer y escr ibir concebidocomo una actividad doble . La literat ura, y el estudio de la li­tera tura, fueron en su origen un solo concepto unificado.Cuando Hesíodo y Píndaro invocan a las musas, lo hacen(amoestudiantes, de tal forma que los capacitaran paraenseñar asu lectores. Cuando los primeros estudiosos de la literatura to­talmente diferenciados de los poetas crearon su filología enAleja ndría, empezaron clasificando y luego seleccionando 'a utores, canonizando según principios seculares claramenteances trales en relación con los nuestros . La cuestión quecontinuamos planteándonos hoy - ¿Qué es un clásico?- ellosnos la contesta ron por primera vez reduciendo a los autorestrágicos a cinco, y posteriormente a tres. Curtius señala queel nombre classicus aparece por vez primera muy tardíamentebajo los emperadores Antoninos, significando ciudadanos li­terarios de primera clase , pero el concepto de clasificaciónfue en si mismo alejandrino. Nosotros s?mos alejandrinos to­davía, y podemos estar orgullosos de serlo, pues es esencial anuestra profesión. Incluso Modernism, una divisa que muchosde nosotros pensamos que la hemos podido inventar, es ne­cesa riamente también una herencia alejandrina. El estudio­so Aristarco, trabajando en el Museion de Alejandría, en­frentó por primera vez a los neoteroio " modernos"con Home­ro en defensa de un poeta tardío como Calímaco. Modemus,basado en la palabra modo, " ahora " se empezó a usar en el si­glo VI d. C ., y vale la pena recordar que Modemism sigue sig­nificando " pa rti dario del ahora ".

Alejandr ia, que fundó así nuestros estudios, fijó la tradi­ción literaria escolar, e introdujo la noción secularizada decanon, aunque el término actual canon como "catálogo" deautores no se usó hasta el siglo XVIII. Curtius, en sus inves­tigaciones asombrosamente extensas, atribuye la formaci6ndel pr imer canon en una literatura vernácula secular moder­na a los ital ianos del siglo XVI. Los franceses los siguieronen el X VII , esta bleciendo su visión pe rmanente del clas icis­mo, una versión que los ingleses de la Edad Augusta, esfor­zada pero inútilmente, intenta ron emular antes de qu e fue­sen barr idos por aquel renacimiento inglés del Renacimientoinglés que llamamos la Edad de la Sensibilidad o de lo Subli ­me, y que data muy probablemente de mediados de la déca­da de 1740. Este rena cimiento del Renacimiento era y es elRomanticismo , que es sin duda la tradición de los últimos

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dos siglos. La formac ión de cánones para nosotros es unaparte de la tradición romántica, y nuestra actual crisis edu­cativa en Occidente es de forma bastante patente sólo otroepiciclo romántico, parte de la continuación de la conmo- .ción que comenzó con la revolución en América , se propagóa Francia y a través de ella a Europa, y de ahí a Rusia, Asia yÁfrica en nuestra época. Del mismo modo que el Romanti­cismo y la Revolución llegaron a ser una forma compuesta,lo dialéctico de la nueva formación de cánones uniéndose auna gradual inversión ideológica se prolonga hasta nuestradécada.

Pero la tradición romántica difiere vitalmente de formasanteriores de tradición, y pienso que esta diferencia puedereducirse a una fórmula útil. La tradición romántica es cons­cientemente tardía y la psicología literaria romántica en conse­cuencia una psicología de lo tardío. La fascinación de lo prohi­bido, de la violación deuna zona sagrada o demoníaca, esuna forma esencial en la literatura moderna desde Coleridgey Wordsworth hasta hoy. Whitman siguió a Emerson alinsistir en que él lucha por un nuevo mundo, aunque elsentimiento de culpa de ser un rezagado lo obsesiona comoa todos sus descendientes literarios americanos. Yeats fuepronto llevado a evasiones gnósticas de la naturaleza por unsentimiento semejante de culpa, e incluso el apocallpticoLawrence es más persuasivo cuando sigue sus propios análi­sis de Melville y Whitman para anunciar el -final de lo quellama nuestra raza blanca con la aversión odiosa tardía de

. ésta hacia lo que curiosamente insistió en llamar concienci ade la sangre. El Romanticismo, más que cualquier otra tra­dición, está aterrado por sus propias y conocidas continui­dades, y vana aunque constantemente inventa algún final alas repeticiones.

Esta psicología romántica de lo tardío, de la que E~erson

intentó inútilmente liberarnos a nosotros, sus descendientesamericanos , es la causa, a mi juicio, de los sentidos de la tra­dición excesivamente volátiles que han hecho de la forma­ción de cánones un proceso tan incierto durante los dos últi­mos siglos, y particularmente durante los últimos veinteaños. Consideremos algunos ejemplos contemporáne~s .

Una manera rápida de empezar una discusión c~n c~~lqulergrupo de críticos actuales sería expresarles rru opini ón deque Robert Lowell no es sino un poeta perm~nente, que hasido fundamentalmente un constructor de piezas de épocadesde sus orígenes hasta hoy. Igualmente se desatarla unadiscusión violenta si expreso mi opinión de que Norman

.Mailer es un escritor tan defectuoso, que su ubicación actualentre los académicos es la más clara señal de nuestro sentidoactual de lo tardío. Lowell y Mailer, independientemente decomo yo los considere, son al menos energías li.terar.iasc?ns­picuas. Se desataría algo más fuerte que una dISCUSIón SI ex­presara mi juicio sobre la "poesía negra " (blac~ poe~ry) o la"literatura de la liberación de la mujer ". Pero dISCUSIones, oincluso improperios es todo a lo que tales obiter dictapod~íanllevar, pues nuestro mutuo sentido de los patron~s ~anónlcosha sufrido un debilitamiento notable y un surgimiento gra­dual en la luz de una vistosidad común. El revisionismo, quetambién es un dinamizador romántico, ha llegado a ser e~tan gran medida una norma, que incluso los patrone~ retór:a-

fi . L di . 1terariacos parecen haber perdido su e reacia . a tra tcron I .. 1 .., pIensoha pasado a ser la cautiva del impu so revisiorusta, y

que debemos alejar todo temor si tenemos que entender estefenómeno absolutamente ineludible : la subsunción de la tra-dición por lo tardío.

El impulso revisionista, en la escritura y en la lectura, tie-

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fi~ro cuando digo " nosotros" : ¿a los profesores?, ¿a los estu­diantes P, ¿a los escritores ?, ¿a los lectores ?

No creo que éstas sean categorías separadas, ni tampococreo que el sexo, la raza o la clase social puedan restringireste "nosotros". Si somos humanos dependemos de una Es- 'cena de la Instru cción, que es necesariamente también unaescena de la autoridad y de la prioridad. Si uno no quiere te­ner un instructor , entonces, j ustamente por rechazar a todoslos instructores, uno se condenará a la primera Escena de laInstrucción que se le impuso. La analogía más clara es nece­sariamenre edíp ica ; rechaza a tus padres con bastante vehe­mencia, y llegarás a ser una versión tardía de ellos, aunqueformado con la realidad de ellos, y podrás liberarte en parte.El Satanás de Milton fracasó especialmente como poeta,después de tener un comienzo distinguidísimo, porque setransformó sólo en una parodia de los aspectos más débilesdel Dios de Milron. Prefiero mucho más a Pynchon que aMailer, porque una parodia voluntaria es mucho más impre­sionante que una involuntari a, pero me pregunto si nuestrasposibilidades necesitan reducirse ahora a tal elección . ¿Noscondena la dial éct ica d la trad ición literaria en esta época,bien a una afirmación d lo tardío, a tra vés de la inversióncaballstica , bien a una m ntir imuladamente vitalista con­tra el tiemp o, a 1ra vé d un éof i en uno mismo como rea­lizador?

No puedo contc t. r é diñ il pregunta, porque mesiento a disgusto con l. • h rn tiv ctu le a las vías dePynchon y de ~I a i l r,. 1m n n pro novelística o cuasi­novelística. Sau l Bellow, n tod u xcelencias literariasmuestra clararucntc l. ou mi nto ori inario de ser un re­zagado con mucha m difi ult d n u vía que Pynchon yMailer en la suya . ' in r. m nt • B Ilow no me gusta más, eincluso si me guslar a dud o qu n ontr r algo universal ental gusto. La pocsia m ri • m ontemporánea me parecemás saludable y propor ion. ltern tiv a las parodias vo­luntarias que Lowell n h d do, O a l parodias involunta­rias en qu e Ginsberg ha d t. arlo t nto. Incluso los poetasque más admiro. j ohn A hb ry Y A. R. Ammons , se hanvuelto algo problcm ári o por un. ituacién cultural tan tar­dia que la misma sup rviv n ia cultural parece bastantecuestionable. Como dic Pynchon en las páginas finales desu extraño libro :" Has envejecido mucho. .. Lospadres son losportadores del virus de la Mu rte, y lo hijos están contagia­dos . .. " y añade poco después en su evangelio de sado­anarquismo que esta vez " llegaremos, Dios mio, demasiadotarde " .

Soy consciente de que esto debe parecer un evangelio delpesimismo, y a nadie se le deberla pedir que diera la bienve­nida a un kakan gelista, a un portador de malas noticias.Pero no puedo comprender que las evasiones de la necesidadbeneficien a nad ie, y menos desde el punto de pista educati­vo. El profesor de litera tura ahora en América, mucho másque el profesor de historia, filosofIa o religión, está condena­do a enseñar la presencia del pasado , porque la historia, lafilosofía y la religión han dejado de ser agentes en la Escenade la Instrucción, dejando al desconcertado profesor de lite­ratura solo ant e el alta r preguntándose aterrorizado si él va aser la víctim a o el ofi ciante. Si elude esa carga intentando en- .señar sólo la supu esta presencia del presente , se encontraráenseñando sólo una reducción simplista y parcial que borratotalmente el presente en nombre de esta o aquella fórmulahistoricista , o de una injusticia pasada, o de una fe muerta,sea secular o no. Pero, ¿cómo va a enseñar una tradición queha llegado a ser tan rica y tan densa , que acomodarla exige

más fuerza o más valor que e! que puede proporcionar cual­quier simple conciencia, falta del paródico cabalismo de unPynchon?

Toda la tradición literaria ha sido necesariamente elitista,en todas las épocas, aunque sólo sea porque la Escena de laInstrucción siempre depende de un originario elegir y serelegido, que es lo que significa "élite", La enseñanza, comosabía Platón, es necesariamente una rama de la erótica, en elsentido lato de desear lo que no tenemos, de reparar nuestrapobreza, de pactar con nuestras fantasías . Ningún profesor,por muy imparcial que intente ser, puede evitar elegir entrelos estudiantes o ser elegido por ellos, pues ésta es la verda­dera naturaleza de la enseñanza. La docencia literaria esjustamente como la misma literatura; ningún escritor fuertepuede elegir a sus precursores antes de ser elegido por ellos,y ningún estudiante fuerte puede dejar de ser elegido porsus profesores. Los estudiantes fuertes, como los escritoresfuertes, encontrarán el sustento que deben tener. Y los estu­diantes fuertes, como los escritores fuertes , se levantarán enlas épocas y en los lugares más inesperados, para combatirla violencia interna ejercida sobre ellos por sus profesoresy precursores.

No obstante, mi preocupación inmediata, tal como lo veo,no es con los fuertes, sino con las masas ; pues la democraciaemersoniana pretende hacer sus promesas menos engañosasde lo que han sido. ¿No nos proporciona la tradición literarianinguna sabiduría que pueda ayudarnos a enfrentarnos conla carga final de! rezagado que es la extensión del sufragioli­terario? ¿Cuál es la necesidad particular de la tradición lite­raria para el profesor que tiene que ir a encontrarse a si mis­mo como una vozen el desierto? ¿Tiene que enseñar El paraí­soperdido con preferencia al Imamu Amiri Baraka?

Pienso que estas cuestiones se contestan, o se contestarán,a sí mismas , con el paso de unos pocos años . Pues e! profe­sor de literatura, más que nunca, se encontrará con que estáenseñando El paraíso perdido, y los otros clásicos centrales dela tradición literaria occidental, esté enseñándolos abierta­mente o no. La psicología de lo tardio es implacable, y laEscena de la Instrucción se hace aún más originaria cuandonuestra sociedad se desbarata en torno a nosotros. La ins­trucción en nuestra fase tardía, se convierte en un procesoantitético casi a su pesar, y para una docencia antitética serequieren textos antitéticos, es decir, textos antitéticos connuestros estudiantes al igual que con nosotros mismos y conotros textos. El Satanás de Milton puede pasar como repre­sentante de todo el canon cuando nos desafía a desafiar alcielo con él, y habrá de proporcionar el manual más verda­dero a aquellos que, cualquiera que sea su origen, como di­ce, "con una muerte ambiciosa / Codiciarán más ". Cual­quier profesor de los desposeídos , de los que afirman queellos son los ofendidos e injuriados, servirá a los fines másprofu?dos de I~ tradición literaria y habrá que satisfacer lasnecesidades mas profundas de sus estudiantes cuando lesentregue el gran comienzo de Satanás en el Debate en el In­fierno, que cito ahora para cerrar este capítulo sobre la dia­léctica de la tradición literaria:

Contando, pues, con esta ventajaDe la unión , la fidelidad constante y la concordia constanteComo no puede haber en el cielo, venimosA reclamar la justa-herencia que antes poseíamos,Más seguros de prosperar que si la misma prosperidadNos lo asegurara. Ahora bien, ¿qué camino es el mejor?Esto es lo que hemos de discutir. Que habla el que pueda

aconsejar.

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