Hastings, Max, La Guerra de Churchill

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Transcript of Hastings, Max, La Guerra de Churchill

  • fLA GUERRA DE CHURCHILL

    MEMORIA CRTICA

    MAX HASTINGS

  • LA GUERRA DE CHURCHILL

    La historia ignorada de la segunda guerra mundial

    Traduccin castellana de Juan Rabasseda Gascn

    y

    Tefilo de Lozoya

    CRTICA

    BARCELONA

    Primera edicin en tapa dura: octubre 2010 Primera edicin en rstica: febrero de 2012

    ''No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, n su incorporacin a un sistemainformtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio, sea ste electrnico,mecnico, por fotocopia, por grabacin u otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.La infraccin de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedadintelectual (Art. 270 y siguientes del Cdigo Penal) Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de DerechosReprogrficos) si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra. Puede contactar conCEDRO a travs de la web www.conlicencia. corn o por telfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Ttulo original: The FmestYears Diseo de la cubierta: Jaime Fernndez Ilustracin de la cubierta: Corbis/iStock

    Fotocomposicin: Papyro

    2009, Max Hastings

    2010, de la traduccin Juan Rabasseda Gascn y Tefilo de Lozoya 2012 de la presente edicinpara Espaa y Amrica:

    CRTICA, S.L., Diagonal 662-664, 08034 Barcelona

    [email protected]

    www.ed-critica.es

    www.espacioculturalyacademico.com

    ISBN: 978-84-9892-325-4 Depsito legal: B. 847 - 2012

    2ivK\ Impreso y encuadernado en Espaa por Liberdplex

    En memoria de Royjenkins, nuestra amistad de un verano en la India

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  • Es muy probable que los captulos ms gloriosos de nuestra historia no hayan sido escritos todava. Enefecto, los numerosos problemas y peligros de los que nosotros y nuestro pas estamos rodeados debenhacer que los ingleses y las inglesas de esta generacin se llenen de satisfaccin por estar aqu en unmomento como ste. Debemos regocijarnos ante las responsabilidades con las que el destino nos hahonrado, y sentirnos orgullosos de ser los guardianes de nuestro pas en una poca en la que estenjuego su supervivencia.

    WSC, abril de 1933

    La historia, a la luz temblorosa de su farol, camina dando tumbos por la senda del pasado, intentandoreconstruir sus escenas, revivir sus ecos y suscitar con plidos destellos la pasin de otros tiempos.

    WSC, noviembre de 1940

    Introduccin

    Winston Churchill fue el ingls ms grande y de hecho uno de los hombres ms grandes del siglo xx,por no decir de todos los tiempos. Pero ms all de esa mera afirmacin hay infinitos matices a la horade considerar su gestin de la guerra en Gran Bretaa entre 1940 y 1945, que es el tema del presentelibro. Los orgenes del mismo se remontan nueve aos atrs, cuando Royjenkins estaba escribiendo subiografa de Churchill. Roy me halag enormemente solicitando mis comentarios al borradormanuscrito, captulo por captulo. Algunas de mis sugerencias las acept, y muchas otras tuvo el buenacuerdo de ignorarlas por completo. Cuando llegamos a la segunda guerra mundial, su paciencia seagot. Exasperado por la profusin de mis reparos, dijo: Lo que intentas es obligarme a hacer algoque deberas escribir t mismo, si quieres. Por entonces su salud empezaba a flaquear. Estabaimpaciente por acabar su libro, que alcanz un xito clamoroso.

    Durante los aos siguientes pens mucho en Churchill y en la guerra, recordando ciertas palabras deBoswell acerca de Samuel Johnson: Concibi en un momento dado la idea de escribir la vida deOliver Cromwell... Finalmente abandon el proyecto, al descubrir que todo lo que poda decirse de lya haba sido publicado; y que era imposible encontrar informacin autntica aparte de la que ya seposee.1 Entre la vasta bibliografa churchilliana, a m me daba miedo aventurarme a seguir lashuellas del libro extraordinariamente original y perspicaz de David Reynolds In Command of History(2004).

    El autor diseccionaba en l los sucesivos borradores de las memorias de guerra de Churchill,exponiendo los contrastes entre los juicios acerca de personas y acontecimientos que el ancianoestadista se haba propuesto hacer en un principio, y los que finalmente consider oportuno publicar,Andrew Roberts ha pintado en Masters and Com-manders (2008) un curioso retrato de las relacionesangloamericanas durante la guerra y especialmente durante las grandes reuniones en la cumbre.2 Sehan dicho ms cosas sobre Winston Churchill que sobre cualquier otro ser humano. Decenas demillares de personas de numerosos pases han recordado hasta los ms triviales encuentros con l,anotando cualquier palabra que le oyeran pronunciar. El recuerdo ms vivo que tenemos es el de unsoldado del VIII Ejrcito britnico y corresponde a un da de 1942 en que se encontr al primerministro de vecino en una letrina en el desierto del norte de Africa. * Los discursos y los escritos deChurchill ocupan numerosos volmenes.

  • Sin embargo, hay muchas cosas que siguen estando oscuras, porque l as lo quiso. Consciente en todomomento de su papel como actor estelar en el escenario de la historia, lleg a serlo y de maneraextraordinaria a partir del 10 de mayo de 1940. No llevaba diario, observ, porque hacerlo habrasupuesto exponer sus locuras y sus incoherencias ante la posteridad. Al cabo de unos meses de suascensin al cargo de primer ministro, sin embargo, dijo al personal a sus rdenes que ya habaplaneado los captulos del libro que pensaba escribir en cuanto acabara la guerra.4 El resultado fue unaobra despiadadamente parcial en seis volmenes que como historia es bastante mala, aunque su prosaa veces sea incomparable. Nunca sabremos con absoluta seguridad lo que pensaba de muchaspersonalidades por ejemplo, de Roosevelt, de Eisenhower, de Alanbrooke, del rey Jorge VI, o de suscolegas de gabinete porque tuvo mucho cuidado de no decrnoslo.

    La relacin de Churchill con el pueblo britnico durante la guerra fue mucho ms compleja de lo que amenudo se admite. Pocos se opusieron a sus pretensiones de ocupar el puesto de primer ministro. Peroentre el fin de la batalla de Inglaterra en 1940 y la segunda batalla de El Alamein en noviembre de1942, no slo muchos ciudadanos corrientes, sino tambin alguno de sus colegas ms prximos,quisieron que le quitaran el control operativo de la maquinaria de guerra, y que fuera nombradocualquier otro personaje para su puesto de ministro de Defensa. Cuesta trabajo disimular el bochorno eincluso la vergenza del pueblo britnico al comprobar que los rusos estaban desempeando un papelheroico en la lucha contra el nazismo, mientras que su ejrcito pareca incapaz de ganar una solabatalla. Para entender la experiencia de Gran Bretaa durante la guerra parece esencial reconocer, cosaque no hacen muchos libros, la sensacin de humillacin que se abati sobre Gran Bretaa al ver losfracasos de sus soldados, comparados aunque a menudo a partir de unas informacionesdescaradamente falsas con los logros de los de Stalin.

    Churchill se sinti decepcionado constantemente por la actuacin del ejrcito britnico, inclusocuando empezaron a llegar las victorias a finales de 1942. El era un hroe y esperaba que los dems semostraran tambin como hroes. En 1940, el pueblo de Gran Bretaa, junto con su marina y su fuerzaarea satisficieron a la perfeccin sus esperanzas. Luego, sin embargo, la historia del papel de GranBretaa en la guerra es, a mi juicio, la de un primer ministro que pretenda de su nacin y de suscombatientes ms de lo que la mayora poda dar de s. La incapacidad del ejrcito de responder a lasaspiraciones del primer ministro es uno de los temas centrales del presente libro.

    Gran parte de los estudios acerca del esfuerzo blico de Gran Bretaa durante la segunda guerramundial se centra en la relacin de Churchill con sus generales. En mi opinin, ese inters esexagerado. La dificultad de luchar contra los alemanes y los japoneses iba mucho ms all de lo quehubiera podido solucionar un cambio de altos mandos. Los britnicos fueron derrotados una y otra vezentre 1940 y 1942, y despus continuaron teniendo dificultades en el campo de batalla, comoconsecuencia de las deficiencias de su tctica, su armamento, su equipamiento y su cultura, mssignificativas que la falta de efectivos humanos o de una autoridad inspirada. El abismo existenteentre las aspiraciones de Churchill y la realidad afectaba tambin a los pueblos de la Europa ocupada,de ah su fe en poner a Europa en llamas a travs de las actividades de la Direccin de OperacionesEspeciales (SOE por sus siglas en ingls), que tuvieron unas desgraciadas consecuencias que no supoanticipar. La SOE arm a los habitantes de muchos pases ocupados para que lucharan unos con otrosen 1944-1945 con ms saa de la que haban empleado antes contra los alemanes.

    Es un error habitual suponer que los que dominaron la escena durante aquellos momentostranscendentales eran gigantes, personalidades absolutamente fuera de lo que es habitual en nuestra

  • sociedad vulgar. En otros libros anteriores ya he sostenido que deberamos considerar los aos 1939-1945 ms bien como un perodo cuyos hombres y mujeres, no demasiado distintos de nosotros, seesforzaron por abordar unas tensiones y unas responsabilidades que pusieron a prueba sus capacidadeshasta el lmite. Churchill fue uno ms del pequesimo nmero de actores que se mostraron dignos delpapel que el destino les asign. Los que trabajaron para el primer ministro, es decir, el pueblobritnico en guerra, fueron personajes secundarios, que intentaron desempear su papel de manerahonrosa, aunque a veces inadecuada, siguiendo las huellas de un titn.

    Sir Edward Bridges, por entonces secretario del gabinete, escribi acerca de Churchill entre 1940 y1942 en los siguientes trminos: Todo dependa de l y slo de l. Slo l tena la energa necesariapara hacer creer a la nacin que podramos vencer.5 Esa sigue siendo la opinin de la mayor parte delmundo, casi setenta aos despus. Pero tampoco han faltado iconoclastas. En una biografa reciente, elprofesor de Cambridge Nigel Knight dice en tono despectivo de Churchill: No estaba loco ni era unmentecato; sus decisiones equivocadas fueron fruto de su personalidad, una mezcla de arrogancia,emotividad, autocomplacencia, testarudez y una fe ciega en sus propias capacidades.6 Otro bigrafomoderno, Chris Wrigley, sugiere que el tributo que rinde sir Edward Bridges a Churchill quizexagere su condicin de hombre indispensable.7

    Todas esas reservas nos parecen ociosas a los que estamos convencidos de que, sin l, Gran Bretaahabra llegado a un pacto con Hitler despus de lo de Dunkerque. Adems, al margen de su gesta en elmbito nacional como lder guerrero, desempe un papel diplomtico del que slo l era capaz: el depretendiente de Estados Unidos en nombre de la nacin britnica. Para llevarlo a cabo, se vio

    obligado a superar unos prejuicios muy arraigados a uno y otro lado del Atlntico. Tan extravagantefue durante la guerra la retrica de Churchill y de Roosevelt acerca de la alianza angloamericana,que a menudo incluso hoy da se resta excesiva importancia a la profundidad de la suspicacia, por nodecir aversin mutua existente entre ambos pueblos. La clase dirigente britnica, en particular, trat alos americanos con una condescendencia asombrosa.

    En 1940-1941 Winston Churchill se dio cuenta con una claridad que no tuvieron muchos compatriotassuyos de que slo la beligerancia de los americanos podra abrir la senda de la victoria. Pearl Harbor,y no los poderes de seduccin del primer ministro, acab atrayendo hacia la guerra a la nacin deRoosevelt. Pero ningn otro poltico habra dirigido la poltica britnica hacia Estados Unidos con unahabilidad tan consumada, ni habra logrado una influencia personal tan grande sobre el puebloamericano. Sigui siendo as hasta 1944, cuando su reputacin en Estados Unidos empez a decaerestrepitosamente, para mejorar de nuevo cuando el desencadenamiento de la guerra fra hizo quemuchos americanos lo con-, sideraran un profeta. Su grandiosidad, que haba llegado a parecerexcesiva a su propio pas empobrecido, pas a ser percibida como un tesoro comn de losangloamericanos.

    A partir de junio de 1941, Churchill vio con mucha ms claridad que la mayora de los militares ypolticos britnicos que haba que acoger a Rusia como aliada. Pero convendra dejar a un lado lasleyendas en torno a la ayuda prestada a la Unin Sovitica, y lo pequea que fue sta durante elperodo transcendental de 1941-1942. El pas de Stalin se salv a s mismo con muy poca ayuda de losaliados occidentales. Slo a partir de 1943 las ayudas destinadas a Rusia alcanzaron grandesproporciones, y las operaciones terrestres angloamericanas absorbieron una parte significativa de laatencin de la Wehrmacht. La enorme popularidad de la Unin Sovitica en Gran Bretaa durante la

  • guerra fue motivo de consternacin, e incluso de exasperacin para el reducido grupo de personas delas esferas ms altas que conocan la verdad acerca de la barbarie del rgimen de Stalin, de suhostilidad hacia Occidente, y de sus intenciones imperialistas hacia la Europa del Este.

    La grieta que separaba los sentimientos del pueblo y los del primer ministro hacia la Unin Soviticase convirti en un abismo en mayo de 1945. Uno de los actos ms sorprendentes de Churchill durantesus ltimas semanas como primer ministro fue ordenar al Centro de Planificacin del Estado MayorConjunto la elaboracin del proyecto de una operacin denominada Unthinkable. El documentoresultante consideraba las posibilidades prcticas de lanzar una ofensiva angloamericana contra laUnin Sovitica, con cuarenta y siete divisiones reforzadas con lo que quedara de la Wehrmacht deHitler, con el fin de restaurar la libertad de Polonia. Aunque el propio Churchill reconoca que setrataba de una eventualidad muy remota, llama la atencin que hiciera que los jefes del Estado Mayorse la plantearan.

    Me sorprende que sean tan pocos los historiadores que, al parecer, se han dado cuenta de que muchasde las cosas que britnicos y americanos crean haber ocultado a los soviticos por ejemplo, eldesciframiento por parte de Bletchley Park de los cdigos secretos del Eje y las discusionesangloamericanas en torno al lanzamiento de un segundo frente eran bien conocidas por Stalin, atravs de los buenos oficios de los simpatizantes comunistas y de los traidores existentes en Whitehally en Washington. Los soviticos saban mucho ms acerca de los planes polticos secretos de susaliados que lo que saban americanos y britnicos acerca de los de Rusia.

    Resulta fascinante analizar los cambios de las corrientes de opinin publicados durante la guerra enlos peridicos ingleses, americanos y soviticos, y perceptibles en los diarios particulares de muchosciudadanos corrientes. A menudo stos nos proporcionan una imagen muy distinta de la que ofrecenlos historiadores, con su conocimiento privilegiado de cmo acabaron las cosas. En cuanto a lasopiniones existentes en las altas esferas, la aportacin de algunos individuos que como polticos oaltos mandos fueron intranscendentes, fue mucho mayor en su faceta de cronistas de la poca. Losdiarios de personajes como Hugh Dalton, Leo Amery o el teniente general Henry Pownall hacen quesus autores sean ms valiosos para nosotros como testigos oculares de lo que, al parecer, lo fueronpara sus contemporneos como actores del drama.

    El general de divisin John Kennedy, durante gran parte de la guerra jefe de Operaciones Militares delejrcito britnico, llev un diario que es considerado por muchos slo inferior al del general sir AlanBrooke por su conocimiento de las interioridades del alto mando militar de los ingleses. El 26 deenero de 1941, en los momentos ms oscuros del conflicto, Kennedy expresaba sus temores de que eluso selectivo de las actas de las reuniones de los lderes britnicos indujera a la posteridad a error:

    A travs de una seleccin engaosa o distorsionada de los testimonios, sera fcil dar la impresin, porejemplo, de que la poltica estratgica del primer ministro estuvo siempre equivocada y que slodebido a los terribles esfuerzos realizados se mantuvo en las lneas adecuadas; y cabra hacer lomismo con todos los jefes de Estado Mayor. El historiador que tenga que enfrentarse a la voluminosadocumentacin de esta guerra tendr ante s una tarea tremenda. Me temo que no ha habido ningunaguerra tan bien documentada. Pero los documentos a menudo no revelan las opiniones individuales.Tenemos esencialmente un gobierno de comisiones... Winston es, por supuesto, la personalidaddominante y en su entorno y entre sus asesores inmediatos no hay ninguna personalidad realmentefuerte. Sin embargo, las opiniones de Winston no siempre prevalecen si van en contra de la tendenciageneral del parecer de sus comisiones asesoras. La mecangrafa de Winston saca continuamente

  • informes sobre todo tipo de asuntos imaginables. Su imaginacin estratgica es inagotable y muchasde sus ideas son una locura, disparatadas e impracticables... pero al final son desechadas si no resultanaceptables.8

    Estas observaciones, realizadas en plena efervescencia de los acontecimientos, merecen el respeto decualquier historiador que estudie este perodo. Otra puntualizacin banal, pero al mismo tiempotranscendental, que debemos hacer es que las circunstancias y las actitudes variaron. El primerministro cambi a menudo de opinin, y por su predisposicin a hacerlo merece ms crdito del que aveces se le da. En cambio, las ideas de otros acerca de l oscilaron. Algunas personas, que adoraron aChurchill durante sus primeros meses en el cargo de primer ministro, se mostraron luego tristementeescpticas, y viceversa. Tras lo de Dunkerque, la clase media britnica mostr una firmezaconsiderablemente mayor que algunos miembros de su casta dirigente tradicional, en parte porquetenan un conocimiento menor de la horrorosa situacin del pas. La historia considera transcendentalel hecho de que Gran Bretaa lograra sobrevivir en 1940, de modo que a menudo son subestimados elcansancio y el cinismo que se aduearon del pas en 1942, en medio de las continuas derrotas. Elmalestar de la industria, manifestado a travs de las huelgas especialmente en las cuencas mineras, yen el sector de la construccin aeronutica y naval, puso de manifiesto unas fisuras existentes en eledificio de la unidad nacional que, por asombroso que parezca, son reconocidas muy pocas veces.

    El presente libro no pretende volver a contar toda la historia de Churchill durante la guerra, sino msbien ofrecer un retrato de su mandato desde el da en que fue nombrado primer ministro, el 10 demayo de 1940, situado en el contexto de la experiencia nacional britnica. Se da mayor peso a laprimera mitad del conflicto, en parte -porque la contribucin de Churchill fue en ese momento mayorde lo que lo sera luego, y en parte tambin porque he intentado poner de relieve temas yacontecimientos sobre los que aparentemente hay cosas nuevas que decir. En el libro se hablarelativamente poco de la ofensiva estratgica area. Este tema lo trat ya en mis libros BomberCommand y Armageddon. Aqu me he limitado a estudiar el papel personal del primer ministro en latoma de las decisiones ms transcendentales sobre la realizacin de bombardeos. No he descrito losdetalles de la campaa naval y terrestre, pero en cambio he analizado las culturas institucionales queinfluyeron en las actuaciones del ejrcito britnico, de la marina real y de las reales fuerzas areas, yen la relacin de estos tres cuerpos con el primer ministro.

    Para mantener la coherencia, es preciso abordar algunos temas y episodios que son bien conocidos,aunque algunos aspectos concretos merecen ser considerados de nuevo. Hubo, por ejemplo, lo que yohe llamado el segundo Dunkerque, no menos milagroso que el primero. El principal error de juicio deChurchill en 1940 fue la decisin de enviar ms tropas a Francia en junio tras el rescate de las FuerzasExpedicionarias Britnicas (BEF por sus siglas en ingls) en las playas de Francia. Slo la obstinadainsistencia de su comandante en jefe, el teniente general sir Alan Brooke, permiti superar losprecipitados impulsos del primer ministro y evacuar a casi doscientos mil hombres que, de locontrario, se habran perdido.

    El relato analiza algunos temas y sucesos secundarios en los que el papel del primer ministro fuetranscendental, como el de la contribucin estratgica de la SOE no el de las romnticas gestas desus agentes, la campaa del Dodecaneso y la aventura de Churchill en Atenas en diciembre de 1941.No he abordado una investigacin directa y exhaustiva de sus papeles, pero, en cambio, he estudiadobastante a fondo la impresin que caus en otros: generales, soldados, ciudadanos, americanos y rusos.El cierre a los investigadores extranjeros de la mayora de los archivos rusos ordenado por las

  • autoridades de Mosc ha puesto punto final a la maravillosa bonanza del perodo inmediatamenteposterior al trmino de la guerra fra. Pero antes de que Vladimir Putin nos diera con la puerta en lasnarices fueron publicados materiales muy importantes en algunas colecciones documentales rusas.

    Me parece que es un error abstenerse de citar a Alan Brooke, a John Colville y a Charles Wilson (lordMoran) slo porque sus notas son ya desde hace tiempo del dominio pblico. Las investigacionesefectuadas recientemente acerca de los manuscritos de lord Moran indican que, ms que ser unconjunto de documentos verdaderamente contemporneos de los hechos, fueron escritos en su mayoracon posterioridad. No obstante, casi todas sus ancdotas y observaciones parecen crebles. Los diariosdel jefe militar de Churchill, de su secretario particular y de su mdico, a pesar de las limitaciones quepueda tener cada uno de ellos, nos proporcionan el testimonio ms ntimo que podamos llegar a tenerde la vida del primer ministro durante la guerra.

    Naturalmente l es el que domina el relato con todo su risueo esplendor. Incluso en sus momentosms negros, cuando sus nimos flaquearon, se le escaparon destellos de exuberancia que alegraron asus colegas y contemporneos, pero que hicieron tambin que algunos se apartaran de l. Lesconsternaba, les repugnaba incluso el hecho de que estuviera tan contento a todas luces por el papelque estaba desempeando en el conflicto ms grave de la historia de la humanidad. Por qumiramos la historia como si fuera cosa del pasado y nos olvidamos de que estamos hacindola?,exclam lleno de jbilo ante el primer ministro australiano, Robert Menzies, en 1941. Era esa alegralo que hizo que un hombre como el esteta y diarista James Lees-Milne escribiera en tono de disgustouna vez que hubo acabado todo: Churchill se lo pas a todas luces tan bien en la guerra que nuncalleg a resultarme agradable. Simplemente reconozco que, como Gengis Khan, fue grande.9

    Lees-Milne y otros crticos con mentalidad parecida a la suya no supieron ver un aspecto importantede la actitud de Churchill ante el conflicto en general, y ante la segunda guerra mundial en particular.Le encantaba el rugido de los caones y le diverta tenerlos cerca. Pero ni por un momento perdinunca los sentimientos de consternacin por la muerte y la destruccin que la guerra caus entre losinocentes. Ah, guerra horrible, asombrosa mezcolanza de 4o glorioso y lo srdido, de lo lastimoso ylo sublime!, escribi cuando era corresponsal en Surfrica en enero de 1900. Si los hombres ilustresy con poder vieran de cerca tu rostro, la gente sencilla no la vera nunca. Hitler era indiferente a lossufrimientos que su poltica causaba a la humanidad. Churchill no se arredr nunca ante la necesidadde pagar con sangre por la derrota de la tirana nazi. Pero su nico propsito fue hacer callar a loscaones, y que las personas de todo el mundo recuperaran su vida pacfica.

    Sus ganas de pelea fueron una de las credenciales ms convincentes de Churchill para alzarse con elliderazgo de la nacin en mayo de 1940. Neville Chamberlain tuvo muchos defectos como primerministro, pero entre ellos destaca sobre todo su repugnancia por un conflicto en el que su pas se habavisto comprometido, compartida por muchos miembros de su gabinete. Uno de ellos, Rob Bernays,dijo: Ojal tuviera veinte aos! No puedo soportar esta responsabilidad.10 Una nacin que sehallaba comprometida con una lucha a vida o muerte contra una de las tiranas ms despiadadas de lahistoria fue sin duda lo bastante sabia para confiar su liderazgo a un hombre deseoso de asumir elpapel, y no a uno que se encoga ante l. El presente libro estudia las locuras y los errores de juicio deChurchill, que fueron muchos y variados. Pero son corno simples granitos de arena en la inmensamole de su hazaa. Se ha dicho a veces que el pueblo britnico y el pueblo americano estn hoytodava, en pleno siglo xxi, indecorosamente obsesionados con la segunda guerra mundial. No hacefalta ir muy lejos para encontrar el motivo. Sabemos que fue algo que nuestros padres y nuestros

  • abuelos hicieron bien, una causa noble que ser identificada siempre con la figura de WinstonChurchill, lder guerrero extraordinario.

    Max Hastings Chilton Foliat, Berkshire, mayo de 2009

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    La batalla de Francia

    Durante los siete meses siguientes al estallido de la segunda guerra mundial en septiembre de 1939,muchos britnicos quisieron engaarse pensando que las cosas probablemente se calmaran antes deque llegara a producirse un bao de sangre en Europa occidental. El 5 de abril de 1940, mientrassegua en pie en la frontera franco-alemana el enfrentamiento armado, aunque pasivo, que se habamantenido desde la cada de Polonia, el primer ministro Neville Chamberlain dijo en una reunin delPartido Conservador: Hitler ha perdido el tren. Sin embargo, apenas cinco semanas ms tarde, el 7de mayo, tuvo que dirigirse a la Cmara de los Comunes para explicar el resultado funesto de lacampaa britnica emprendida para frustrar la ocupacin alemana de Noruega. Tras empezar sudiscurso con un homenaje a las tropas britnicas que haban llevado a cabo su misin con magnficagallarda, adopt un tono ms vacilante y aadi:

    Espero que no hayamos exagerado el alcance o la importancia del revs que hemos sufrido. La retiradadel sur de Noruega no es comparable con la retirada de Gallpoli ... No particip un gran contingente.Apenas una divisin... No obstante, soy bastante consciente ... de que entre nuestros amigos ha crecidouna sensacin de desnimo, y de que nuestros enemigos estn exultantes ... Quisiera pedir a loshonorables miembros de esta cmara que no se formen una opinin precipitada acerca del resultado dela campaa de Noruega hasta ahora ... De un ministro que se muestra seguro se dice siempre que estsatisfecho de

    s mismo. Y si no lo hace, se le tacha de derrotista. Por mi parte intentar mantenerme en una lneaintermedia [interrupcin]-, ni levantando expectativas indebidas [diputados: Hitler ha perdido eltren], que difcilmente puedan hacerse realidad, ni ponindole a nadie la carne de gallina conimgenes absolutamente tenebrosas. En muchsimas ocasiones algunos honorables diputados hanrepetido la frase Hitler ha perdido el tren [diputados: Usted la dijo]... Aunque mantenga miabsoluta confianza en nuestra victoria final, no creo que las gentes de este pas se hayan dado cuentaan del alcance o la inminencia de la amenaza que se nos viene encima [un diputado: Eso lo dijimoshace cinco aos].

    Cuando el debate finaliz al da siguiente por la noche, treinta y tres tories votaron contra su propiopartido en la mocin de aplazamiento, y otros sesenta se abstuvieron. Aunque Chamberlain mantuvola mayora parlamentaria, era evidente que su gobierno conservador haba perdido la confianza de lanacin. No era simplemente la consecuencia del fracaso de la expedicin britnica a No-' ruega, sinoque se deba al hecho de que durante ocho torpes meses haba demostrado su falta de agallas paraenfrentarse a una guerra. Era imprescindible que se creara una coalicin de todos los partidos. Loslaboristas no iban a estar dispuestos a ponerse al servicio de Chamberlain. La tarde del 9 de mayo de1940 Winston Churchill se convirti en primer ministro de Gran Bretaa tras una reunin a la queasistieron Chamberlain, lord Halifax, secretario de Asuntos Exteriores, David Margesson, chief whip1

  • de los tories, y l mismo, en la que Halifax reconoci no ser la persona indicada para ocupar el cargoque en aquellos momentos ocupaba, pues como miembro de la Cmara de los Lores se vera en laobligacin de delegar la gestin de la guerra en Churchill en la Cmara de los Comunes. A decirverdad, habra podido encontrarse algn expediente que permitiera al secretario de Exteriores regresara la Cmara de los Comunes. Pero Halifax se conoca demasiado bien a s mismo para saber que notena ms madera de lder de guerra que Neville Chamberlain.

    Aunque buena parte de la clase dirigente no lo vea con buenos ojos y desconfiaba de l, el nuevoprimer ministro era el que quera una abrumadora mayora del pueblo britnico. Con un instintoextraordinariamente seguro, los britnicos se dieron cuenta de que si tenan que ir a la guerra eranecesario el liderazgo de todo un guerrero. David Reynolds ha sealado que tras el fracaso de lacampaa de Gallpoli en 1915, mucha gente quiso echarle las culpas a Churchill por aquel entoncesprimer lord del Almirantazgo como en 1940, mientras que despus del revs sufrido en Norueganadie intent responsabilizarle de lo ocurrido. Fue maravilloso, escribi Churchill en un borradorindito de sus memorias, realmente no s cmo sobreviv y conserv mi posicin y el afecto delpueblo mientras todas las culpas iban a parar al pobre seor Chamberlain.1 Es probable que tambinpercibiera la suerte que haba tenido por no haber ocupado el puesto de mxima responsabilidad delpas en aos anteriores, o incluso en los primeros meses de la guerra. De haber sido as, es muyposible que en marzo de 1940 la gente se hubiera ya hartado de los excesos que sin duda habracometido al verse impotente como Chamberlain de frenar la funesta amenaza que se cerna sobre elcontinente. All por 1935, Stanley Baldwin haba explicado su reticencia a que Churchill formaraparte de su gobierno: Si va a haber un conflicto blico y quin dice que no vaya a haberlo,debemos conservar su vigor para que pueda ser nuestro primer ministro en la guerra.2 Baldwin lodijo en tono jocoso y de superioridad, pero al final resultara que en sus palabras haba algo de verdad.

    En mayo de 1940 solamente los generales y los almirantes saban hasta qu punto Churchill eraresponsable del desafortunado despliegue britnico en Escandinavia. No obstante, la opinin habitualde que l fue el nico arquitecto del desastre, parece exagerada. De haber estado mejor entrenadas,motivadas y dirigidas, las tropas britnicas habran tenido una actuacin ms brillante contra lasfuerzas de Hitler, que una y otra vez demostraron su superioridad en Noruega, siendo en muchos casosinferiores en nmero. El fracaso del ejrcito britnico reflejaba dcadas de negligencia, as como unadebilidad institucional que tendra sus repercusiones en la suerte de las armas britnicas durante losaos siguientes. Todo esto fue atestiguado simblicamente por un coronel que observ entre elequipaje de los oficiales desembarcados en Namsos, en la costa central de Noruega, varias caas depescar y muchas armas deportivas.3 A ningn oficial alemn se le habra ocurrido ir a una guerra conunos pertrechos tan frvolos.

    Por aquel entonces Halifax escribi con gran desdn estas palabras en una carta dirigida a un amigo:No creo, sin embargo, que WSC [Winston S. Churchill] vaya a ser un muy buen PM [primerministro] ... el pas pensar que servir de estmulo.4 El secretario de Exteriores hizo el siguientecomentario a su subsecretario R. A. Butler en el curso de una conversacin acerca de su negativa apresentarse para ocupar el puesto de primer ministro: Todo esto es muy penoso. Conoces misrazones, es intil hablar de ello, pero lo cierto es que en poco tiempo los gngsteres van a tener elcontrol absoluto.5 La gente sencilla tena otra visin. Nella Last, un ama de casa de Lancashire,escribi el 11 de mayo en su diario que si tuviera que pasar toda mi vida al lado de un hombre,elegira a Chamberlain, pero creo que no tardara en cambiarlo por Churchill si se desatara unatormenta y estuviera a punto de naufragar. Tiene una cara divertida, como la de un bulldog que vive en

  • nuestra calle y que ha hecho ms por echar a los perros y gatos descamados ... que todas las quejas yprotestas de los vecinos.6 Mollie Panter-Downes, corresponsal en Londres, deca a sus lectores deNew Yorker. Las cosas se suceden con tanta rapidez que Inglaterra tiene ya un nuevo primer ministroprcticamente sin haberse dado cuenta ... Es paradjico, pero cierto, que los britnicos, pese a susospechoso desagrado por todo lo que brilla, estn empezando a creer que estaran ms seguros con unpoco de dinamita alrededor.' El diputado laborista Harold Nicolson, poco distinguido como poltico,pero notable como periodista y lcido redactor de su diario, escribi en Spectatorlo siguiente apropsito de Churchill: Su entusiasmo isabelino por la vida ... su ingenio ... se eleva hacia el cielocon el mpetu de un potente surtidor, extendindose con los rayos del sol y renovndose con rfagas ychorros cada vez ms constantes de imgenes y asociaciones.8

    Aunque, en lugar de ser elegido en un proceso electoral, Chur-chill fue nombrado primer ministro porel rey, siguiendo el consejo

    de Chamberlain, lo cierto es que fue la aclamacin popular la que lo llev al alto cargo, as como adesempear tambin las funciones de ministro de Defensa, cargo del que se apropi. Entre los quemostraban su escepticismo respecto a la capacidad de Churchill de desempear tantas funcionesfiguraba el diputado tory Leo Ameiy: Cmo piensa Winston que ser capaz de ejercer a la vez deprimer ministro, de coordinador de la defensa y de lder de la Cmara es una verdadera incgnita, yconfirma mi creencia de que en realidad pretende que esta situacin actual sea temporal. Es evidenteque nadie puede coordinar adecuadamente una defensa si no est preparado para dirigir de maneraactiva a los tres jefes de Estado Mayor y, de hecho, ser directamente responsable de la planificacin.9Las voces crticas seguiran manifestando su preocupacin por el hecho de que Churchill todavadesempeara las funciones de lder de la nacin y ministro de Defensa tres aos despus. Pero estasituacin no era fruto de su arrogancia personal, sino de la desesperacin por la pasmosa falta decoordinacin entre las distintas fuerzas armadas que caracteriz la campaa militar en Noruega. Y laposteridad percibe, como ' percibi el propio Churchill en aquellos momentos, que, por encima de suafn por controlar la maquinaria blica de Gran Bretaa, est el hecho de que no haba otro poltico omilitar ms indicado en el que delegar tanto poder.

    En uno de los pasajes ms clebres y conmovedores de sus memorias, Churchill cuenta que el 10 demayo fue consciente de tener una profunda sensacin de alivio. Por fin tuve la autoridad de impartirlas rdenes pertinentes en todos los mbitos. Sent que caminaba con el destino y que toda mi vidapasada no haba sido ms que una preparacin para ese momento y esa prueba.10 Senta elestremecimiento que le provocaba su ascenso a lder de Gran Bretaa. Tal vez se permitiera unpequeo gesto espontneo de satisfaccin al pensar que en los consejos de ministros por fin habrapodido fumar con impunidad sus puros, costumbre que haba disgustado a sus predecesores. Sinembargo, si pensaba que iba a estar en sus manos la creacin de las estrategias, los acontecimientos notardaran en desengaarlo.

    A primera hora de la maana del 10 de mayo, poco antes de que Churchill fuera convocado al palaciode Buckingham, los ejrcitos de

    Hitler cruzaban la frontera de tres pases neutrales, Holanda, Blgica y Luxemburgo. El capitn DavidStrangeways, que prestaba sus servicios en la Fuerza Expedicionaria Britnica (BEF por sus siglas eningls) destacada cerca de Lille, en el lado francs de la frontera, se sinti ofendido por el descaro deun oficinista que irrumpi en el barracn en el que descansaba gritando, David, seor, David!.11

  • Luego el oficial reaccion y se dio cuenta de que el oficinista transmita la orden para poner enmarcha la operacin David, el avance de la fuerza expedicionaria britnica desde la lneafortificada que haba venido defendiendo desde el otoo del ao anterior en direccin a Blgica paradetener a los alemanes. Aunque los belgas se haban declarado neutrales en 1936, en su planificacinde la guerra los aliados se sintieron obligados a anticiparse a la necesidad imperativa de prestarlesayuda en el caso de que los alemanes violaran su territorio.

    David cumplira a la perfeccin las expectativas y los deseos de Hitler. El 10 de mayo losbritnicos, conjuntamente con el I y el VII Ejrcito francs, se apresuraban a abandonar unasposiciones defensivas que haban sido preparadas con mucha fatiga. Montados en sus camiones y susvehculos blindados, partieron formando largas columnas hacia el este, directos al capote del torero,en palabras de Liddell Hart, para entrar al trapo que les tendan los alemanes desde Blgica. Ms alsur, en el bosque de las Ardenas, unas columnas de carros blindados alemanes avanzaban para llevar acabo lo que sera una de las grandes sorpresas de la guerra, asestar una estocada en el corazn delfrente aliado, que haba quedado en una situacin inexcusablemente precaria debido a los desplieguesordenados por el comandante supremo aliado, el general francs Maurice Gamelin. Los tanques deGuderian y Reinhardt, en rpido avance hacia el Alosa, rechazaron sin mayores problemas los ataquesde la caballera francesa que encontraron en su camino. Los paracaidistas de la Luftwaffc y las fuerzasaerotransportadas alemanas cayeron sobre las fortalezas fronterizas de holandeses y belgas. Stukas yMesserschmitts lanzaron bombas y abrieron fuego contra las desconcertadas formaciones de cuatroejrcitos.

    El primer ministro no se dio cuenta de la velocidad con que se avecinaba la catstrofe antes que supropia nacin. Los lderes aliados crean encontrarse al inicio de una larga campaa. Ya se haban

  • Despliegues de mayo de 1940

    cumplido ocho meses de guerra, pero hasta entonces ni uno ni otro bando haba demostradoimpaciencia por llegar a un enfrentamiento decisivo. La incursin alemana sobre Escandinavia era elprembulo del verdadero espectculo. El ataque de Hitler contra Francia pareca brindar laoportunidad de que britnicos y franceses midieran la potencia de sus legiones con las alemanas de ta t, o al menos esto es lo que pensaban los aliados. Sobre el papel, las fuerzas de los dos bandos en eloeste eran similares: unas ciento cuarenta divisiones cada uno, de las que slo nueve eran britnicas.Las autoridades y los comandantes aliados pensaban que pasaran semanas, si no meses, antes de quese produjera el choque decisivo. Churchill se acost la noche del 10 de mayo sabiendo que la apuradasituacin estratgica de los aliados era realmente grave, pero en su cabeza bullan muchas ideas yplanes, y crea que tena tiempo para ponerlos en marcha.

    Los acontecimientos que destacan en nuestra percepcin posterior tuvieron que competir por aquelentonces con otros asuntos balades que pretendan robarles atencin. El locutor radiofnico de laBBC que comunic a la nacin la invasin de Blgica y Holanda por parte de los alemanes, siguiinformando diciendo que las tropas britnicas han desembarcado en Islandia,12 como si esta

  • segunda noticia compensara la primera. El 11 de mayo de 1940, The Times hablaba del caso de unautor teatral, un tal Walter Hackett, contra quien el tribunal de quiebras de Brighton haba dictado unaorden de prisin, y del que se deca que haba huido a Amrica. Tambin se contaba el juicio, por partede un tribunal militar, de un coronel acusado de familiaridad indebida con un sargento de su unidadde reflectores antiareos. Qu iban a pensar los soldados, deca la acusacin, al or a un comandantedirigirse a un sargento diciendo, Eric?. Los anuncios de los cigarrillos Player incitaban a losfumadores: Cuando est en peligro su buen humor, encindase un Player... Unas cuantas caladaspondrn los problemas en su sitio. La Sociedad de Turismo de Irlanda prometa que Irlanda teespera. En primera pgina apareca un anuncio en el que se venda un gato persa azul por dos libras ydiez chelines: no ensucia, est enseado; nieto de Ch. Laughton Laurel; siete semanas de edad.Bachelor, Orove Place, Aldenham. Entre las ofertas de empleo poda leerse el anuncio de uncaballero con amplia experiencia desea participar en un negocio en marcha, ciudad o campo, sedispone de capital. Una noticia sobre golf en la pgina deportiva llevaba el siguiente ttulo: Lo queel pblico desea. Haba un poema de Walter de la Mare: Oh, hermosa Inglaterra, cuya paz ancestral/ los tristes peligos de la guerra violentan e inquietan!. Por supuesto, donde dice peligos debahaber dicho peligros.

    La campaa de los alemanes apareca en las noticias de cabecera a doble columna: Hitler ataca losPases Bajos. Diversos comentarios hacan afirmaciones como las siguientes: Los belgas estnseguros de su victoria; son diez veces ms fuertes que en 1914, Los aspectos de la vida econmicade Holanda que ms interesan a Hitler son, sin duda, su agricultura y sus actividades con los aliadoso La opinin de los militares: Esta vez no ha habido sorpresas. En su editorial The Times declarabaque puede tenerse la seguridad de que todo est estratgicamente preparado para responder deinmediato ... Con gran firmeza se est organizando la Gran Alianza de nuestros tiempos que destruira las fuerzas de la traicin y la opresin.

    En la pgina 6, una columna que apareca a la derecha de las noticias principales proclamaba:Tenemos nuevo primer ministro. El seor Churchill ha aceptado. En la seccin de cartas delperidico dominaba la discusin acerca del debate sobre lo sucedido en Noruega, que haba tenidolugar en el Parlamento tres das antes y que haba precipitado la cada de Chamberlain. GeoffreyVickers insista en que lord Halifax era, con mucho, el ministro mejor cualificado para dirigir elgobierno de la nacin, con la colaboracin de un lder laborista de los Comunes. Quintin Hogg,diputado tory por Oxford, sealaba que muchos de los que haban votado contra el gobierno eranoficiales en activo. Henry Morris-Jones, diputado liberal por Denbigh, deploraba la votacin que habatenido lugar, indicando con orgullo que l se haba abstenido. La importancia de las noticias deFrancia se vio empequeecida por un hermoso da primaveral en el que reinaban las campanillas y lasprmulas en flor.

    El millonario Chips Channon, diputado de los tories y un imbcil consumado, nos ha legado sudiario en el que el 10 de mayo escribi las siguientes lneas: Tal vez el da ms tenebroso de lahistoria de Inglaterra ... Todos estbamos tristes, enfadados; nos sentamos estafados y burlados.13Su consternacin se deba a la cada de Chamberlain, no al ataque lanzado contra Francia. El propioChurchill saba mejor que nadie que le haban ofrecido la direccin del gobierno a regaadientes, y eraperfectamente consciente de que su autoridad penda de un hilo. La mayora de los conservadores loodiaban, sobre todo porque a lo largo de su vida haba desertado en dos ocasiones, haba cambiadode bando en la Cmara de los Comunes. Era recordado como el arquitecto de la desastrosa campaa deGallpoli en 1915, como el promotor de la guerra contra los bolcheviques de Rusia en 1919, como el

  • gran opositor al autogobierno de la India en 1933-1934, como el defensor del rey Eduardo VIIIdurante la crisis de la abdicacin en 1936 y como el crtico ms furibundo desde los escaos tanto deBaldwin como de Chamberlain, primeros ministros durante sus aos salvajes.

    En mayo de 1940, aunque pocos personajes influyentes ponan en tela de juicio la capacidad o lasdotes oratorias de Churchill, perciban su carrera como un cmulo de despropsitos.14 Robert Rhodes-James subtitul la biografa de Churchill antes de ser nombrado primer ministro, publicada en 1970, AStudy in Failure. Ya en 1914, el historiador A. G. Gardiner hizo una valoracin extraordinariamenteperspicaz y admirable de Churchill, que, sin embargo, finalizaba con una conclusin errnea: Noperdamos de vista a Churchill debera ser la contrasea hoy da. No nos olvidemos de que en primerlugar es un soldado, y lo ser en ltimo lugar y siempre. Escribir su nombre en la posteridad conmaysculas. Vigilemos que no lo haga con sangre.15

    En aquellos momentos, en medio de la crisis que se haba precipitado por el ataque de Hitler, la gentede la poca de Churchill no poda olvidar que ste se haba equivocado en muchas cosas, incluso en unpasado reciente, e incluso en asuntos de mbito militar en el que se supona que era un experto.Durante los aos previos a la guerra, calific la presencia de la aviacin en el campo de batalla de puracomplicacin adicional.16 Declar que las armas antitanque modernas neutralizaban la potencia delos pobres tanques,17 y que los submarinos se vern metidos en un puo... Se sufrirn prdidas,pero nada que vaya a afectar la magnitud de los acontecimientos.18 El da de Navidad de 1939escribi a sir Dudiey Pound, primer lord del Mar, dicindole: Creo que, en comparacin con 1914,podramos calificar nuestra posicin actual de muy favorable.19 Haba puesto en duda que losalemanes fueran a invadir Escandinavia. Cuando lo hicieron, Churchill se dirigi a los miembros de laCmara de los Comunes el 11 de abril en los siguientes trminos: En m opinin, que comparten misconsejeros cualificados, Herr Hitler ha cometido un grave error de estrategia al llevar la guerra tanlejos hacia el norte... Tomaremos ahora lo que se nos antoje de la costa de Noruega, lo que facilitaran ms nuestro bloqueo, que ver aumentado su eficacia. Aunque la opinin pblica no tuvieraconocimiento de algunas de ellas, lo cierto es que los ministros y comandantes estaban perfectamenteal corriente de todas las falsas profecas y las equivocadas manifestaciones de absoluta seguridadexpresadas por Churchill, Su reivindicacin del liderazgo de la nacin no se basaba en su contribucina la guerra desde septiembre de 1939, que era bastante equvoca, sino en su temperamento y en suhistorial como voz crtica con la poltica de apaciguamiento. Era un guerrero desde lo ms profundode su alma, un hombre que se senta realizado en el campo de batalla. Era uno de los pocos primerosministros britnicos que haba matado hombres con su propia mano, en Omdurman en 1898. Enaquellos momentos, aunque ya no fuera fsicamente, empuaba la espada de manera simblica, enmedio de un estado Britnico dominado por hombres de papel, por criaturas de comits y salas deconferencias. Es muy probable, haba dicho pletrico de entusiasmo seis aos antes de la guerra,que los captulos ms gloriosos de nuestra historia no hayan sido escritos todava. En efecto, losnumerosos problemas y peligros de los que nosotros y nuestro pas estamos rodeados deben hacer quelos ingleses y las inglesas de esta generacin se llenen de satisfaccin por estar aqu en un momentocomo ste. Debemos regocijarnos ante las responsabilidades con las que el destino nos ha honrado, ysentirnos orgullosos de ser los guardianes de nuestro pas en una poca en la que est en juego susupervivencia.20 Leo Amery escribi el siguiente comentario en marzo de 1940: Empiezo aconsiderar que Winston, con todos sus defectos, es el nico hombre con un verdadero sentido de laguerra y amor por la batalla.21 Y lo era, desde luego. Pero muchos seguan temiendo que aquel genioerrtico poda abocar precipitadamente a Gran Bretaa a un verdadero desastre militar.

  • De los ministros a los que invit a formar parte de su gobierno de coalicin de todos los partidos,pocos estaban a la altura de la magnitud de su misin. Aunque este hecho se d en todos los gobiernosde todas las pocas, en aquellos momentos fue una verdadera desgracia. Veintiuno de los treinta y seisaltos cargos eran, al igual que Halifax, David Margesson, Kingsley Wood y el propio Chamberlain,veteranos del anterior gobierno, que haba acabado tan desacreditado. Winston no ha demostradotener agallas suficientes a la hora de realizar sus cambios, tiene demasiado miedo del Partido[Conservador], escribi Amery, que haba encabezado la oposicin a Chamberlain en la Cmara delos Comunes.22

    De los laboristas, entre los que cabe destacar a Clement Attlee, A. V. Alexander, Hugh Dalton, ArthurGreenwood y Ernest Bevin, slo este ltimo era una figura de primera fila, aunque Attlee supondra unslido baluarte como viceprimer ministro. Sir Archibald Sinclair, el lder liberal que en 1916 habaprestado servicios como oficial a las rdenes de Churchill en Francia y que acababa de ser nombradosecretario del Aire, era calificado por los que sentan desprecio por su servilismo hacia el nuevoprimer ministro de el esclavo del director de escuela. Los partidarios de Churchill que recibieroncargos o ascensos, principalmente Anthony Edn, lord Beaverbrook, Brendan Bracken y Leo Amery,no estaban muy bien vistos no slo por los fieles a Chamberlain, sino tambin por mucha gentesensata y enterada que deseaba brindar su apoyo al nuevo primer ministro, pero era escptica respectoa sus colaboradores ms estrechos.

    Casi toda la clase poltica pensaba que el gobierno de Churchill iba a tener una vida muy corta. Aspues, ese hombre ha conseguido por fin lo que ms ambicionaba, coment amargamente un ancianodiputado tory, Cuthbert Headlam.23 Nunca imagin que lo lograra. Bueno, esperemos que lo hagabien. Jams he credo en l. Mi nica esperanza es que mi juicio... se revele equivocado. El famosoespecialista en historia militar, el capitn Basil Liddell Hart, escribi con pesimismo el 11 de mayoque el nuevo gabinete de guerra parece un grupo dedicado a la victoria sin tener en cuenta suposibilidad en la prctica.24 Lord Hankey, vieja eminencia gris de Whitehall y miembro del nuevogobierno, pensaba que era un gobierno perfectamente intil para la guerra y que Churchill no erams que un elefante avispado.25

    Mientras las columnas de tanques alemanas se dirigan hacia Sedn y se adentraban en Holanda yBlgica, Churchill estaba realizando nombramientos para puestos gubernamentales intermedios,entrevistas con ministros nuevos y reuniones con oficiales. La tarde del 10 de mayo, sir EdwardBridges, el tmido y austero secretario del gobierno, fue convocado a Admiralty House, dondeChurchill segua ocupando el despacho desde el que haba ejercido sus funciones de primer lord.Bridges consider que sera impropio de un oficial pblico que hasta aquella misma tarde haba estadoal servicio de un primer ministro depuesto dar la bienvenida al nuevo demostrando un exceso deadhesin. Se limit a decir con la mxima cautela: Puedo desearle toda la suerte posible?.26Churchill hizo un pequeo gruido, mir con determinacin fijamente a Bridges durante un instante yluego exclam: Uf! Toda la suerte posible! Me gusta eso! Los dems no han parado defelicitarme. Toda la suerte posible!.

    El 11 de mayo, durante su primera entrevista en calidad de primer ministro con los jefes de EstadoMayor, Churchill hizo dos intervenciones, ambas poco significativas: pregunt si la polica deba irarmada cuando fuera a detener a extranjeros enemigos, y baraj la posibilidad de que Suecia se unieraa la guerra en el bando aliado. Ni siquiera l, el ms belicoso de los hombres, intent de inmediatoabordar resueltamente los problemas de movimiento del ejrcito britnico en el continente. Cuando

  • Edn, nuevo secretario de Guerra, visit aquel mismo da al primer ministro, lo encontr bastantesatisfecho con el desarrollo de los acontecimientos, segn anotara ms tarde en su diario.27 Aunqueestas palabras reflejaran la incapacidad de su autor de percibir las dudas ms profundas del primerministro, ni que decir tiene que ste tampoco perciba la inminencia del desastre.

    Churchill tena mucha fe en la grandeza de Francia, en el podero de sus fuerzas armadas; una fe queresultaba sumamente sorprendente en un estadista de la nacin que tradicionalmente se habamostrado siempre precavida con su vecino galo. A ojos de Winston, escribira ms tarde su mdico,Francia es civilizacin.2^ Incluso tras ser testigo de la conquista de Polonia y Escandinavia porparte de los alemanes, Churchill no saba apreciar la disparidad existente entre el poder de combate dela Wehrmacht y la Lutwaffe de Hitler y el de los ejrcitos y las fuerzas areas de franceses ybritnicos. Al igual que a la mayora de sus asesores, le pareca inconcebible que los alemaneslograran abrir una brecha en la lnea Maginot de los franceses y en el frente formado por lacombinacin de fuerzas francesas, britnicas, holandesas y belgas.

    En los das siguientes a su establecimiento el 10 de mayo en Downing Street, Churchill se propusoestimular al gobierno y la maquinaria blica britnicos con el fin de prepararlos para un largo camino.Como lder de guerra, esperaba dirigir la parcela de Gran Bretaa en un enfrentamiento masivo yprolongado en el continente. Su gran esperanza era que esta confrontacin no supusiera una carniceraparecida a la vivida en la guerra de 1914-1918. Aunque no crea en una rpida victoria, no tena lamenor duda de que iba a infringirse una derrota decisiva. El 13 de mayo los titulares de The Timesaseveraban pletricos de confianza: LAS FUERZAS BRITNICAS AVANZAN POR BLGICA -LOS CPIOQUES CON EL ENEMIGO SE HAN SALDADO CON NUESTRA VICTORIA - LA RAFGOLPEA DE NUEVO.

    En el discurso que pronunci ese mismo da en la Cmara de los Comunes, el primer ministro sedisculp por su parquedad: Espero que ... mis amigos ... se harn cargo, se harn plenamente cargo dela falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar ... Tenemos ante nosotros una pruebadursima, una prueba sumamente penosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos largos meses decombate y sufrimiento. Pero asumo mi misin lleno de confianza y esperanza. Estoy convencido deque no se permitir que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este momento mesiento autorizado a reclamar la ayuda de todos, y digo: Venid, pues. Avancemos juntos con nuestrasfuerzas unidas.

    Los discursos de guerra pronunciados por Churchill suelen aparecer citados de manera aislada. Estehecho oscurece el anticlmax que supusieron los comentarios realizados desde el estrado por losdiputados a continuacin de los del primer ministro. El 13 de mayo el comandante sir Philip Colfox,de West Dorset, dijo que, a pesar de que el pas deba buscar en aquellos momentos la unidadnacional, l personalmente lamentaba muchsimo que Neville Chamberlain se hubiera visto obligado adejar su cargo de primer ministro. Sir Ir-ving Albery, de Gravesend, record la declaracin del nuevoprimer ministro: Mi poltica es una poltica de guerra. Tambin dijo que le pareca justo elogiar elcompromiso de su predecesor con la causa de la paz. El coronel John Gretton, de Burton, inyect unaextraa dosis de realismo en la Cmara al instar a sus colegas a no perderse en palabras cuando elenemigo est a punto de abatir nuestras puertas. La seal ms desoladora del estado de nimo quereinaba entre los miembros del Partido Conservador la encontramos en el hecho de que la llegada deNeville a la Cmara se produjo en medio del entusiasmo de los asistentes, mientras que la aparicin deChurchill fue acogida con el silencio del resentimiento por parte de los tories.

  • En aquella su primera declaracin importante, Churchill recibi ms aplausos del extranjero que dealgunos diputados britnicos. El Philadelphia Inquirer dijo en su editorial: En este breve discurso hademostrado que no teme afrontar la verdad y exponerla. Ha demostrado ser un hombre honesto y unhombre de accin. Gran Bretaa tiene razones para sentirse exultante por la parquedad, la franqueza yla valenta de este hombree.29 La revista Time public lo siguiente: Ese hombrecillo regordete,inteligente y duro, el primer ministro Winston Churchill, sabe cmo enfrentarse a los hechos... Elviejo e infatigable agitador de Gran Bretaa ha adoptado ahora el papel de belicista aliado.30

    Ese da, el 13 de mayo, la amenaza de un ataque areo alemn contra Gran Bretaa llev a Churchill atomar su primera decisin militar importante: se opuso al envo a Francia de ms escuadrones decazas como refuerzo de los diez ya presentes en la nacin vecina. Sin embargo, aunque las noticias delcontinente eran por supuesto demoledoras, declar que no estaba en absoluto seguro de que la granbatalla sea inminente. Todava abrigaba la esperanza de que la suerte cambiara en Noruega, y el 14de mayo hizo la siguiente observacin al almirante conde de Cork y Orrery: Espero que despeje elpuerto de Narvik lo antes posible, y que luego se dirija al sur con paso firme.

    Pero los alemanes ya estaban tendiendo puentes sobre el Mosa a su paso por Sedn y Dinant, al sur deBruselas, para sus columnas de blindados que iban cruzando el bosque de las Ardenas. Comenzaba aabrirse una gran brecha entre el IX Ejrcito francs, que estaba derrumbndose, y el II Ejrcito situadoa su izquierda. Aunque la BEF en Blgica no se vea todava seriamente comprometida, sucomandante en jefe, lord Gort, pidi refuerzos areos. Gort inspiraba una confianza limitada. Al igualque todos los generales britnicos, careca de la preparacin y el instinto necesarios para controlar uncontingente considerable de hombres. Uno de los oficiales de Estado Mayor ms inteligentes, elcoronel Ian Jacob de la secretara del gabinete de guerra, escribi: Durante veinte aos hemosprestado muy poca importancia a cmo coronar con xito grandes empresas militares por tierra;hemos permanecido inmersos en nuestras actividades polticas cotidianas como imperio.31

    Este problema, la falta de comandantes con credibilidad para librar grandes batallas, perseguira alas armas britnicas durante toda la guerra. Gort era un valiente oficial, famoso por haberse ganado laCruz Victoria en la primera guerra mundial, y segua conservando su entusiasmo de juventud. Elcomandante John Kennedy, que al poco tiempo se convertira en director de Operaciones Militares delDepartamento de Guerra, describi al comandante en jefe de la BEF como un buen soldado en elcombate, lo que sin duda constituye una recomendacin muy til para un comandante de seccin.Para ser ms francos, al general le faltaba cerebro, como suele faltarle a la mayora de hombres quetienen la temeridad necesaria para ganarse la Cruz Victoria o una Medalla de Honor. Un perspicazamericano dijo de Gort y del jefe del Estado Mayor General del Imperio Britnico, sir EdmundIronside, que eran unos meros soldados, en el sentido estricto de la palabra, que no tenan cabida enpuestos de tan alta responsabilidad.32 Sin embargo, ni sir Alan Brooke ni sir Bernard Montgomeryhabran sido ms capaces de prevenir el desastre de 1940 con las poqusimas fuerzas de las quedispona la BEF. A diferencia de la mayora de los pases del continente, Gran Bretaa no tuvo entiempos de paz el servicio militar obligatorio hasta 1939, y de ah que fueran escasas sus reservaspotenciales en caso de movilizacin. El ejrcito a las rdenes de Gort constitua, en espritu, el cuerpopolicial del imperio de los aos de entreguerras, privado de recursos durante una generacin.

    El 14 de mayo Churchill atisbo por primera vez la inmensidad del peligro que amenazaba a losaliados. Paul Reynaud, primer ministro de Francia, telefone desde Pars para informar del avancealemn y solicitar el envo inmediato de otros diez escuadrones de cazas de la RAF. El comit de jefes

  • de Estado Mayor y el gabinete de guerra, que se reunieron sucesivamente a las seis y a las siete,acordaron que las defensas nacionales de Gran Bretaa no podan verse debilitadas de aquella manera.A las siete de la maana del da siguiente, el 15 de mayo, Reynaud telefone personalmente aChurchill. Cargado de emocin, dijo en ingls: La batalla se ha perdido. Churchill lo inst a noperder la moral, sealando que slo se vea comprometida una pequea parte del ejrcito francs,mientras que las tropas de vanguardia alemanas se encontraban en aquellos momentos msdesplegadas, lo que las haca vulnerables a un ataque por los flancos.

    Cuando Churchill inform a sus jefes militares y polticos sobre la conversacin que acababa demantener, volvi a ponerse sobre la mesa la cuestin de enviar o no ms refuerzos areos. Por unmomento Churchill estuvo a punto de acceder a los ruegos de Reynaud. Pero Chamberlain se puso departe del jefe del Estado Mayor del Aire, el mariscal sir Hugh Dowding, comandante en jefe delMando de Caza de la RAF, que con gran visceralidad se neg a ello. No fueron enviados ms cazas.Ese mismo da, Jock Colville, el joven secretario privado de veinticinco aos de Churchill y aspirantea convertirse en todo un Pepys, anot en su diario las preocupaciones que angustiaban al general dedivisin Hastings Pug Ismay, jefe de Estado Mayor de Churchill en su calidad de titular de defensa.Ismay no estaba demasiado satisfecho con la situacin militar. Dice que los franceses no combatenbien: son seala una raza voltil, y es probable que tarden algn tiempo en adoptar una actitudpropiamente blica.33

    La lentitud de reflejos no haca ms que ocultar la terrible realidad. Churchill mand un cablegrama alpresidente estadounidense Franklin Roosevelt, diciendo: Creo personalmente que la batalla en tierraacaba simplemente de comenzar, y me gustara ver que las masas participan. Hasta la fecha, Hitleropera con unidades especializadas de tanques y areas.34 Rogaba la ayuda de Estados Unidos, y porprimera vez peda cincuenta viejos destructores en prstamo. Washington ya haba vetado la solicitudde que un portaaviones britnico pudiera atracar en un puerto americano para proceder al embarque decazas, listos para entrar en combate. El presidente estadounidense aleg que este acto supondra unaviolacin de la Ley de Neutralidad aprobada por su pas. AI igual que lo hara, en su opinin, el envode destructores.

    El da 15, en Francia, los ya obsoletos bombarderos Battle y Blenheim de la RAF sufrieron unasprdidas devastadoras cuando intentaron destruir los puentes de pontones que haban tendido losalemanes sobre el Mosa. Un oficial del cuerpo de blindados alemn que estuvo presente escribi: Elpaisaje estival con las aguas del ro discurriendo silenciosamente, el verde claro de los pradosbordeados a lo lejos por las cumbres ms oscuras de los montes, enmarcadas por un cielo azulbrillante, retumba con el estrpito de la guerra... Una y otra vez, un avin enemigo cae derribado desdeel cielo, dejando tras de s una negra estela de humo... De vez en cuando, de los aparatos derribadossalen uno o dos blancos paracadas que descienden despacio hasta llegar a tierra.3 En cualquier caso,el sacrificio de la RAF lleg demasiado tarde. El grueso de las fuerzas acorazadas alemanas ya habacruzado el Mosa y avanzaba rpidamente hacia el oeste.

    La maana del da 16 Londres tuvo conocimiento de que los alemanes haban abierto una brecha en lalnea Maginot. El gabinete de guerra acord el envo de otros cuatro escuadrones de cazas al escenariode los combates. A las tres de la tarde de ese mismo da, el primer ministro vol a Pars, acompaadode Ismay y el general sir John Dill, vicejefe del Estado Mayor General del Imperio Britnico a lasrdenes de Ironside. Tras aterrizar en Le Bourget, todos ellos pudieron percibir por primera vez ladesesperacin de su aliado. Los generales v polticos de Francia esperaban la derrota. Mientras los

  • lderes de las dos naciones se entrevistaban en el Quai dOrsay, en el jardn unos oficiales quemabanmontones de documentos. Cuando Churchill pregunt por las reservas francesas para emprender unacontraofensiva, le comunicaron que, poco a poco, ya haban sido utilizadas todas las disponibles. Loscolaboradores de Reynaud no ocultaron su rencor por la negativa de Gran Bretaa al envo de mscazas. Durante toda la reunin los franceses no dejaban de encoger los hombros. Aquella noche, desdela embajada britnica, Churchill envi un cablegrama al gabinete de guerra instando al envo de otrosseis escuadrones de cazas. Hago hincapi en la gravedad mortal de la situacin, dijo. El jefe delEstado Mayor del Aire, sir Cyril Newall, propuso una solucin intermedia: otros seis escuadronesintervendran en Francia desde sus aerdromos britnicos. A las dos de la madrugada Churchill sedirigi en automvil a la residencia de Reynaud para comunicarle la noticia. Despus el primerministro regres a la embajada, durmi profundamente a pesar del ruido ocasional producido por losdisparos de lejanos caones y luego vol de vuelta a Inglaterra, aterrizando en el aerdromo deHendon a las 9 de la maana del da 17.

    Lleg con una sonrisa dibujada en los labios, pero sin tener ya la menor duda de la magnitud de lacatstrofe que se cerna sobre los aliados. Se dio cuenta de que era imprescindible que la BEF seretirara de sus posiciones en Blgica, pues haban sido rebasadas por el enemigo. Ya en su despachode Downing Street, tras informar al gabinete de guerra, se puso a preparar ms nombramientos depuestos auxiliares de su gobierno y, pegado al telfono, habl con los posibles candidatos, ese da doceen total. Harold Nicolson recogera una de esas conversaciones tpicas:

    Harold, creo que sera una buena idea que te unieras al gobierno y ayudaras a Duff [Cooper] en elMinisterio de Informacin.

    Nada me gustara ms.

    Bien, pues maana a formar. La lista estar preparada esta misma noche. De acuerdo?

    Totalmente de acuerdo.

    Perfecto.36

    Sir Edward Bridges y otros oficiales de Whitehall quedaron impresionados por la magnficaconfianza de Churchill, la calma parsimoniosa con la que se puso a formar su gobierno.37 Alprincipio, esa actitud no fue ms que un reflejo del no saber percibir la inmediatez del desastre. Alcabo de unos das, sin embargo, cambi por la majestuosa determinacin de que su propia conductadeba considerarse que encajaba con la magnitud del desafo al que se enfrentaban l y su nacin.Desde el momento en que fue nombrado primer ministro, Churchill demostr una disciplina de la queclaramente haba adolecido a lo largo de casi toda su carrera. Con pequeos detalles como con grandesdecisiones, se gan el corazn de los que estuvieron ms cerca de l en Downing Street. Quhermosa caligrafa!, exclam cuando su secretario privado, Jock Colville, le mostr un telegrama queacababa de dictarle. Pero, hijo mo, cuando diga stop debes escribir stop en vez de dibujarsimplemente un garabato.38 Consider a los miembros de su personal una extensin de su familia, ynunca se le ocurri recordarles que no deban hablar de sus temas confidenciales o de su intimidad.39Daba por hecho que no lo haran, y no le fallaron.

    El 17 de marzo Churchill tuvo un almuerzo en la embajada japonesa. Incluso en circunstancias comoaqullas pudieron ms los imperativos diplomticos. El expansionismo de los nipones era evidente y

  • manifiesto. Deba hacerse todo lo humanamente posible por lograr que Japn permaneciera tranquilo.Aquella tarde envi al exilio al antiguo secretario de Asuntos Exteriores, sir Samuel Hoare, el msdetestado de todos los viejos partidarios de la poltica de apaciguamiento, nombrndolo embajador enEspaa. Tambin cre los comits econmicos para dirigir el comercio, los alimentos y lostransportes. Una serie de telegramas llegaron de Francia informando del avance alemn. Churchillpidi a Chamberlain, como lord presidente, que valorara las implicaciones que supondran la cada dePars, as como una posible retirada de la BEF del continente por los puertos del canal de la Mancha.Su jornada, iniciada en Pars, acab con una cena en Admiralty House en compaa de lordBeaverbrook y de Brendan Brackcn.

    Poco debe la posteridad al hijo de Churchill, el rebelde Ran-dolph, aunque s hay que agradecerle elrelato acerca de la visita que realiz a Admiralty House la maana del 18 de mayo:

    Sub a la alcoba de mi padre. Lo encontr de pie frente al lavabo, afeitndose con su anticuadamaquinilla Valet...

    Sintate, hijo, y lee el peridico mientras termino de afeitarme.

    Hice lo que me dijo. Al cabo de dos o tres minutos, despus de unas cuantas enrgicas pasadas decuchilla, se volvi hacia m.

    Creo que ya veo cmo salir de sta exclam, y continu afeitndose.

    Qued estupefacto.

    Quieres decir que podemos evitar la derrota? cosa que pareca posible, o quieres decir quevamos a darles una buena zurra a esos bastardos? cosa que pareca imposible.

    Ech su maquinilla de afeitar Valet en la pila del lavabo, la agit y dijo:

    Por supuesto que quiero decir que podemos darles una buena zurrra.

    Bien, es lo que ms me gustara, pero no veo cmo puedes lograrlo.

    Ya se haba enjuagado y secado la cara cuando, volvindose, me dijo con gran convencimiento:

    Har entrar a la fuerza a Estados Unidos/0

    He aqu una muestra de los golpes de clarividencia caractersticos de Churchill. La perspectiva de queEstados Unidos entrara en guerra era ms que remota. Durante aos, Neville Chamberlain haba estadodando la espalda repetidas veces, de hecho con suma descortesa, a los intentos de acercamiento deRoosevelt. Pero el nuevo primer ministro ya se daba cuenta de que slo la ayuda americana podra darla victoria a los aliados. Aquel da Edn escribi: Esta maana las noticias no han sido peores, perome parece que es demasiado pronto para decir que han sido mejores. El primer ministro y el jefe delEstado Mayor General del Imperio han presentado, sin embargo, un anlisis optimista de la situacinante el gabinete de gobierno.41 Independientemente de lo que Churchill dijera a sus colegas, lo ciertoes que en aquellos momentos se vea obligado a admitir la posibilidad aunque, a diferencia de losgenerales franceses, se negara a rendirse a lo que pareca inevitable de una victoria alemana en el

  • continente. Los informes que llegaban del campo de batalla eran cada vez ms graves. Churchill insta los jefes de Estado Mayor a que consideraran el envo de fuerzas de refuerzo desde la India yPalestina, as como la retencin de algunas unidades de carros de combate que en aquellos momentosse dirigan desde Gran Bretaa al continente para apoyar a la BEF. La amenaza de una incursinrepentina de los alemanes sobre Inglaterra, iniciada por paracaidistas, comenzaba a obsesionarlo, porirreal que pareciera.

    En un informe de los servicios de inteligencia nacionales se advirti al gobierno de que la moral de lanacin estaba por los suelos: Hay que recordar que la defensa de los Pases Bajos ha sidoampliamente difundida por la prensa... Ni una persona entre mil poda imaginarse a los alemanesavanzando y entrando en Francia... El nombramiento del seor Churchill como primer ministro supusoun alivio y llev a la gente a creer que un cambio de lder resolvera los problemas derivados de lapoltica del seor Chamberlain. Los informes llegados ayer y esta maana ponen de manifiesto quevuelven a reinar la inquietud y el miedo.42

    Aquella tarde del 18 de mayo el gabinete de guerra acord que Churchill deba dirigirse a la nacin yexponer la gravedad de la situacin. Se comunic a los ministros que Mussolini se haba negado aproclamar la neutralidad de Italia propuesta por los britnicos. Esta noticia hizo que el ministro de laMarina A. V. Alexander requiriera la ocupacin inmediata de Creta como centro de operaciones contraItalia en el Mediterrneo. Churchill descart directamente esta idea, alegando que Gran Bretaa yatena demasiados frentes abiertos como para embarcarse en aventuras innecesarias.

    En la maana del domingo 19 de mayo se supo que la BEF haba evacuado Arras, lo que aumentaba elpeligro de que quedara aislada del grueso de las tropas francesas. Tras abandonar una reunin,Ironside le dijo a Edn que esto es el fin del imperio britnico. El secretario de Guerra hara lasiguiente observacin: Desde el punto de vista militar, lo que dijo era innegable./+J Sin embargo,cuando un lder sabe mantener su buen criterio, es difcil que sus colegas sucumban a ladesesperacin. Aquel mismo amargo domingo, el primer ministro coment con Edn: Ya va siendohora de que salga el 17, no le parece?.44 En 1938, en la ruleta del casino de Cannes, los dos habanapostado por ese nmero y haban ganado dos veces.

    A medioda, cruzando el condado de Kent, Churchill se traslad a Chartwell, su amada residenciafamiliar que permanecera cerrada durante la guerra. Buscaba un remanso de paz en el que preparar sudiscurso a la nacin. Pero no llevaba ms que unos pocos minutos dando de comer a sus peces decolores cuando una llamada telefnica lo interrumpi. Desde Francia, Gort peda autorizacin paraemprender una retirada por mar en Dunkerque si la situacin empeoraba. Sin embargo, al comandanteen jefe se le indic que intentara restablecer contacto con las tropas francesas que se encontraban a suderecha, de las que lo separaban las avanzadillas alemanas. A los franceses se les pedira, a su vez, quecontraatacaran para acercarse hacia l. Los belgas solicitaron que la BEF situara su frente avanzadoms al norte, junto a sus tropas. No obstante, el gabinete de guerra decidi que lo prioritario era elrestablecimiento de un frente comn con el grueso del ejrcito francs. Los belgas tenan que serabandonados a su suerte, y las fuerzas britnicas deban reorganizarse para dirigirse hacia el suroeste,en direccin a Arras y Amiens.

    Aquella noche, en su discurso radiofnico al pueblo britnico, Churchill mostr una seguridad yconfianza que no senta, diciendo que el frente de Francia iba a afianzarse, pero advirtiendo tambindel peligro que amenazaba a la nacin. Este es uno de los perodos ms estremecedores de la larga

  • historia de Francia y Gran Bretaa. Sin duda, tambin es el ms sublime. Siglos atrs se escribieronunas palabras para que fueran un llamamiento y estmulo de los leales servidores de la Verdad y laJusticia: Armaos y sed hombres de coraje... pues es preferible perecer en el campo de batalla que sertestigos del ultraje de nuestra nacin y de nuestro altar. Pues la voluntad de Dios se hace en el Cielo,aun as dejemos que se cumpla.

    Este fue el primer gran llamamiento que dirigi a la nacin. No puede exagerarse el impacto que tuvoen el pueblo britnico y, de hecho, en la audiencia del resto del mundo. Defendi su determinacin, ylos oyentes reaccionaron. Aquella noche envi un mensaje a Ismay, reafirmndose en su negativa atrasladar ms escuadrones de la RAF a Francia. Era imprescindible disponer de todos y cada uno delos cazas, en el caso de que sea necesario evacuar a la BEF. Evidentemente, esta decisin no iba aser muy bien recibida por los franceses, y no todos los subordinados de Churchill estaban de acuerdocon ella. Su asesor cientfico y financiero personal, Frederick Linde-mann el Profe redact unanota de protesta.

    Las fuerzas britnicas podan influir nicamente de manera marginal en el resultado de la batalla porFrancia. Incluso en el supuesto de que se hubieran enviado todos los aparatos areos de la RAF alcontinente, semejante empresa no habra bastado para evitar la derrota aliada. Simplemente habracomportado el sacrificio de los escuadrones que ms tarde obtendran la victoria en la batalla deInglaterra. En mayo de 1940, sin embargo, las cosas no parecan tan sencillas como podemos verlasahora. Francia estaba al borde del colapso, con cinco millones de fugitivos aterrorizados queinundaban las carreteras en su xodo enfebrecido hacia el sur, y la desolacin de sus polticos ygenerales se transform en clera contra un aliado que combinaba una retrica extravagante con sunegativa a suministrar la nica ayuda importante que tena en sus manos. Es cierto que los lderes deFrancia respondieron con muy poca determinacin al ataque relmpago de Hitler. Pero su rencor haciaGran Bretaa es comprensible. La percepcin de Churchill de los intereses britnicos ha sidoampliamente reivindicada por la historia, pero no puede decirse que mereciera la gratitud de losfranceses.

    Churchill envi un mensaje descaradamente desesperado a Roosevelt, lamentando la negativa deEstados Unidos a prestar sus destructores. An ms, le advirti de que, aunque su gobierno no serendira nunca, tal vez una administracin posterior acabara parlamentando con Alemania, utilizandoa la marina real como su nica baza en la mesa de negociaciones ... Si este pas fuera abandonado asu suerte por Estados Unidos, nadie tendra el derecho de responsabilizar a esos hombres, si al finalllegan al mejor acuerdo posible para la poblacin sobreviviente. Perdneme, seor presidente, si leexpongo esta pesadilla de una manera tan franca.45 En manos de Hitler, la flota de Gran Bretaahabra supuesto una grave amenaza para Estados Unidos.

    Aunque parezca brutal, esa perspectiva que puso ante Roosevelt no tena nada de farol. En aquellosmomentos Churchill no poda saber que el Parlamento y el pueblo britnico permaneceran fieles a lhasta el final. Chamberlain segua siendo el lder del Partido Conservador. Antes incluso de la crisisde Francia, una parte significativa de la clase dirigente de Gran Bretaa no era contraria a llegar a unapaz de compromiso. Si se produca una catstrofe militar, era muy posible que cayera el gobierno deChurchill, del mismo modo que anteriormente haba cado el de Chamberlain, y que fuera sustituidopor una administracin que intentara alcanzar un acuerdo con Hitler. Solamente en los mesessiguientes el mundo y el propio Churchill se daran cuenta paulatinamente de que el pueblo britnicoestaba dispuesto a arriesgar el todo por el todo al lado de su lder.

  • El da 20 dijo a los jefes de Estado Mayor que haba llegado la hora de considerar si era convenientemantener operaciones aisladas en los alrededores de Narvik, en Noruega, cuando era necesaria laintervencin de tropas y barcos en otros lugares. En el continente los alemanes avanzaban hacia el sury el oeste con tanta celeridad que pareca muy dudoso que la BEF pudiera volver a contactar con losprincipales ejrcitos franceses. Gort persista en su intento denodado de retirar las fuerzas del roEscalda. Aquella noche diversas unidades alemanas cruzaron Amiens por la polvorienta y ridacarretera de Abbeville, aislando a la BEF de sus centros de suministro. Sin embargo, Churchill noquiso desesperarse. Ms tarde, el 21 por la maana, comunic al gabinete de guerra que la situacinera ms favorable de lo que a primera vista parecan revelar algunos de los indicios mssintomticos. En el norte, los britnicos seguan teniendo superioridad numrica. Los temoresrecaan en la pusilanimidad que se perciba entre los franceses, tanto en sus polticos como en sussoldados. Aquel da, un ataque de blindados britnicos al sur de Arras no consigui su objetivo. LaBEF estaba aislada junto con elementos del I Ejrcito francs. Calais y Boulogne seguan en manos delos britnicos, pero eran inaccesibles por tierra.

    El 20 de mayo la Cmara de los Lores, con esa especie de inspirada locura que contribuy a crear laleyenda de 1940, debati un proyecto de ley de asistencia a las colonias. Muchos britnicos no lie-gaban a percibir todo el horror de la difcil situacin en que se encontraban los pases aliados. Loslectores de los peridicos seguan recibiendo mensajes esperanzadores. El Evening News proclamabaen sus titulares del 17 de mayo: XITO DE LAS TROPAS BRITNICAS. El 19, el SundayDispatch declaraba en su titular: BAJA EL MPETU DE LOS ATAQUES. Incluso dos das despus,el Evening News deca en su primera pgina: RECHAZADOS LOS ATAQUES ENEMIGOS. Uneditorial del New Statesman instaba al gobierno a resolver de una vez por todas el problemasecundario, pero no por ello menos importante, que plantean las relaciones entre Gran Bretaa yMxico.46

    El 20 de mayo, el jefe del Estado Mayor de Gort, el teniente general Henry Pownall, se quejamargamente de la falta de instrucciones claras por parte de Londres: A nadie le asusta tener quecombatir, pero los numerosos y largos das de indigencia y, ltimamente, la ausencia absoluta derdenes superiores... han provocado graves estragos en el nimo de todos nosotros.47 Pero cuandollegaron al cabo de tres das las rdenes del primer ministro para que toda la BEF lanzara unacontraofensiva hacia el sureste, Pownall se puso todava ms furioso: Es que no hay nadie quepueda impedir que trate de dirigir personalmente las operaciones como si fuera un su-percomandanteen jefe? Cmo piensa que vamos a reunir ocho divisiones para atacar segn nos indica? Es que notenemos un frente que defender? No tiene ni idea de nuestra situacin ni de las condiciones en las quenos encontramos ... Est loco.48

    Slo el puerto de Dunkerque segua ofreciendo una va de escape para salir del continente, un escapeque en aquellos momentos pareca ser para la BEF lo ms conveniente, y su mxima aspiracin. Losdas 22 y 23 los britnicos esperaban noticias acerca de la prometida contraofensiva de los francesespara avanzar hacia el noreste, hacia Gort. El general Mxime Weygand, que haba sustituido aldefenes-trado Gamelin como comandante supremo de los aliados, comunic que la iniciativa estaba enmarcha. Debido a la ausencia de movimientos visibles, Churchill segua escptico. Si el contraataquede Weygand fracasaba, a los britnicos no les quedara ms remedio que proceder a la evacuacin. Yde eso fue de lo que inform Churchill al

  • El avance alemn

    rey la noche del 23 de mayo, mientras se llevaba a cabo la evacuacin de Boulogne. Al da siguiente,por la noche, en conversacin con Ismay, ech pestes de Gort por no haber conseguido que una partede sus fuerzas avanzara hacia Calais para unirse a su guarnicin, preguntndose de qu manera habaque utilizar a los hombres y los caones para alcanzar los resultados esperados. Y termin diciendo loque seran las primeras palabras claramente amargas e histrinicas utilizadas contra soldadosbritnicos desde que iniciara la campaa: Ni que decir tiene que si un bando pelea y el otro no, esmuy probable que la guerra acabe siendo desigual. Ironside, el jefe del Estado Mayor General delImperio Britnico, dijo aquella tarde ante el Comit de Defensa que si la BEF terminaba siendoevacuada de Francia por mar, se corra el riesgo de perder a muchos de sus hombres.

    En aquellos momentos tres cuestiones preocupaban a Churchill: el rescate de los hombres de Gort en

  • Dunkerque, el envo de otras unidades del ejrcito britnico para proseguir con la batalla en Franciatras la retirada de la BEF y la defensa de las islas britnicas de cualquier intento de invasin. El da 24Reynaud envi a Londres un mensaje lleno de resentimiento, en el que denunciaba la retirada de losbritnicos hacia el mar, echndole la culpa al fracaso de la contraofensiva de Weygand, la cual, enrealidad, nunca se produjo. Todo es un caos absoluto, escriba el da 25 en su diario sir AlexanderCado-gan, subsecretario permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores, no se reciben noticias, ynadie sabe lo que ocurre, excepto que la situacin est ms negra que nunca.49

    Churchill envi un cablegrama a los primeros ministros de los antiguos dominios del imperiobritnico advirtindoles de la probable inminencia de una invasin de Gran Bretaa. Se congratulabade la llegada de refuerzos del imperio y manifestaba su confianza en que la marina real y la RAFseran capaces de frustrar un ataque, tras el cual la defensa de nuestro pas se encargar de dar elmerecido castigo a las fuerzas transportadas por mar que sobrevivan a los duros enfrentamientos.Rechazaba la idea de hacer un llamamiento pblico a Estados Unidos. Tema, seguramente con razn,que un mensaje semejante tendra muy poco eco en una nacin predispuesta ya a descartar el envo deayudas a Gran Bretaa por considerarlo una prdida de tiempo y de energas. En este sentido, como ensu plan de cambiar la postura de los americanos en los meses siguientes, demostr una granperspicacia. Una encuesta Gallup revelaba que la inmensa mayora de los estadounidenses, en unaproporcin de trece a uno, se oponan a la participacin de su pas en el conflicto blico europeo.50

    El 25 de mayo Churchill envi un mensaje personal a Claude Nicholson, el general de brigada queestaba al mando de las fuerzas britnicas en Calais, ordenndole que sus hombres lucharan hasta elfinal. Los belgas estaban vinindose abajo. Gort anul el ltimo contraataque que haba planeado paraavanzar hacia el sur, y envi al norte las dos divisiones destinadas a esa empresa para tapar el agujeroque separaba a las fuerzas britnicas de las belgas. A ltima hora de aquella tarde, en una reunin delComit de Defensa, Churchill acept la conclusin a la que haba llegado Gort, que en aquellosmomentos no poda comunicarse con Londres, y empez a actuar en consecuencia. La BEF debaretirarse hacia la costa para comenzar a evacuar la zona. La orden del comandante en jefe, emitida conanterioridad a la aprobacin de Gran Bretaa, supuso su aportacin ms notable a la campaa, y no fueen absoluto balad. El primer ministro orden que seis divisiones, cuyas dotaciones eran por entoncesextremadamente elementales, fueran preparadas con la mxima urgencia para el servicio activo, perolos medios para ello eran ms que escasos. Faltaban equipos de artillera, armamento antitanque,medios de transporte e incluso armas pequeas. Churchill estaba dndose cuenta de que lasautoridades francesas, resignadas a la derrota, probablemente depusieran a Reynaud para entablarnegociaciones con Hitler. A partir de este momento, el futuro de la flota francesa sera como unaespecie de obsesin. En manos de los alemanes, los barcos de guerra de Francia podran influirdrsticamente en el desarrollo de los acontecimientos, favoreciendo una posible invasin de GranBretaa. Aquella noche, Ironside dimiti como jefe del Estado Mayor General del Imperio Britnicopara asumir la direccin de las Fuerzas de Defensa de la nacin. El general nunca haba gozado de laconfianza de Churchill, mientras que sir John Dill, su segundo, s. Al da siguiente Dill, un hombreinteligente y responsable de cincuenta

    y nueve aos, aunque con una salud algo precaria, pas a ser el jefe del ejrcito de Gran Bretaa.

    A las 9 de la maana del da 26, Churchill inform al gabinete de guerra de que caba la posibilidad delograr la evacuacin de una parte considerable de la Fuerza Expedicionaria Britnica [BEF]. PaulReynaud lleg a Londres. Durante el almuerzo, advirti al primer ministro de que era muy probable

  • que, si Alemania ocupaba una gran extensin de territorio francs, el viejo hroe de la nacin, elmariscal Philippe Ptain, firmara un armisticio. Reynaud descart la idea, tan temida por losbritnicos, de que los alemanes se inclinaran por una invasin inmediata de Inglaterra. Hitler ir a porPars, afirm, y es evidente que no se equivoc. Churchill dijo a Reynaud que, ocurriera lo queocurriese, Gran Bretaa combatira hasta el final. Tras una interrupcin de la entrevista, durante lacual el primer ministro se reuni con su gabinete de guerra, los dos lderes reanudaron suconversacin. Churchill insisti en que Weygand emitiera la orden de que la BEF deba emprenderuna retirada hacia la costa. Con * ello pretenda que no pudiera acusarse a los britnicos de traicin.Reynaud solicit efectivamente que se transmitiera dicho mensaje, como ratificacin de lo que yaestaba ocurriendo en realidad.

    Tras la marcha de Reynaud, y en el curso de una reunin de cuatro horas que mantuvo aquella mismatarde el gabinete de gobierno, se habl de las ventajas de llegar a un acuerdo con Hitler. Churchillesperaba que Francia alcanzara un pacto que excluyera su ocupacin por parte de los alemanes.Halifax, secretario de Exteriores, expres su deseo de buscar la mediacin de Italia con Hitler, con elfin de garantizar unas condiciones favorables para Gran Bretaa. Ya haba mantenido diversasconversaciones preliminares en este sentido con el embajador de Mussolini en Londres. Churchillmostr su escepticismo al respecto, alegando que ello supondra la devolucin a Alemania de susantiguas colonias y numerosas concesiones en la zona del Mediterrneo. Esta opcin era inviablepara nosotros, comentara el primer ministro.

    Sir Alexander Cadogan, que se sum a la reunin media hora ms tarde, vio a Churchillexcesivamente inconexo y romntico, sentimental y temperamental.51 Es una observacin bastantecruel.

    El primer ministro tena encima muchas responsabilidades. Le tocaba a l mostrarse circunspecto alabordar cualquier cuestin con los antiguos partidarios de la poltica de apaciguamiento que habaentre sus colegas. Haba individuos en Whitehall que, en vez de sentirse estimulados por losllamamientos de Churchill a reconocer el gran momento histrico que les tocaba vivir, hacan muecasde desprecio. A las vibrantes palabras de una de las misivas del primer ministro, Arthur Rucker,secretario privado de Chamberlain, reaccion desdeosamente diciendo: Parece que siga pensando ensus libros. Eric Seal, el nico secretario privado de Churchill que no mantuvo una relacin estrechacon l,2 las tach de maldita retrica.52

    Desde septiembre de 1939, un sector importante de la clase dirigente britnica, formado por diputadosy pares indistintamente, no crea en la posibilidad de alcanzar una victoria militar. A pesar de sucondicin de aristcrata, Churchill no gozaba de la confianza de los de su clase. Despus de larevolucin rusa de 1917, muchos nobles britnicos, desde importantes duques, como el deWestminster, el de We-llington y el de Buccleuch, hasta otros blasonados de menos rango, como lordPhillimore, haban mostrado mayor hostilidad hacia el comunismo sovitico que hacia el fascismoeuropeo. Su patriotismo era incuestionable. Sin embargo, no poda decirse lo mismo de su entusiasmopor un enfrentamiento a muerte con Hitler, que teman que acabara en desastre. A comienzos de mayo,antes de pronunciar un discurso en la Cmara de los Lores, lord Hankey coment sarcsticamente queestaba a punto de dirigirse a la mayora de los miembros de la Quinta Columna.53

    Poco antes de convertirse en