Hay conciencia después de la muerte

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LLUÍS AMIGUET

“Hay concienciadespués de la muerte”

Tenía 42 años y sufrió un infartoen el autobús. Llegó a mi hospi-tal en coma, ya azul, sin pulso nirespiración. Lo intubamos. Laenfermera tuvo que quitarle la

prótesis dental para conectarle el tubo...–¿Y murió?–Clínicamente estaba muerto. Pero al ca-

bo de hora y media su corazón volvió a latirdébilmente. Después de una semana abriólos ojos y la primera persona que vio fueaquella enfermera que le había intubadocuando él estaba en coma...–¿Y...?–Fue la enfermera la que casi sufre un ata-

que entonces, porque el paciente que ella ha-bía visto muerto la saludó y le dio las graciaspor haberle intubado conmimo.Y le pregun-tó dónde había puesto su prótesis dental...–No es la primera vez que se explican estas

experiencias: túneles, luces, cosas así...–Es la primera vez que la prestigiosa “The

Lancet” publica un estudio como elmío, quedesafía nuestro concepto de conciencia.–Cuénteme.–Es el primer estudio prospectivo, no re-

trospectivo; es decir, no explicamos experien-cias después de la muerte (EDM), ya sufi-cientemente documentadas, sinoque apunta-mos las causas que las producen.–Pues explique, explique.–Estudiamos 344 casos de pacientes que

habían sufrido un ataque cardiaco y estabanclínicamente muertos. Sólo 62 de ellos (el 18por ciento) había experimentado una EDM.–No son muchos.–Precisamente por eso, no aceptamos la

explicación meramente fisiológica de esasEDM.Como sabe, hay tres explicacionesmé-dicas hoy aceptadas para justificar las EDM.–No lo sabía, pero me estoy enterando.–Pues sí. La primera es fisiológica: la

anoxia (falta de oxígeno) en el cerebro daríalugar a alucinaciones, luces blancas y demás.

–Resplandor blanco al final del túnel...–Sí. Luego hay otra teoría, la psicológica,

que sostiene que esas EDMson fruto delmie-do a la muerte. Y luego una tercera teoríaafirma que las EDM son consecuencia de lamezcla de anoxia y el miedo a la muerte.–¿Y usted qué cree?–Yo he demostrado que no puede ser la

anoxia, pues todos los pacientes la padeceny, por tanto, todos tendrían también que ex-perimentar una EDM. En cambio, sólo el 18por ciento tiene una EDM. Tampoco aceptola teoría psicológica, porque los 344 pacien-tes que entrevisté no tienen conciencia de ha-ber sufrido ese miedo a la muerte.–¿Y son sinceros siempre?–Sus recuerdos son precisos, claros y mu-

chas veces comprobables, comoel de la próte-sis que le explicaba antes. Vamos, hombre:no cuestionemi estudio. ¿Por qué no cuestio-na conmigo nuestra idea de conciencia?–Estoy dispuesto.–Muchos médicos, cuando oyen estas his-

torias de sus pacientes, prefieren atribuirlasa alucinaciones, al trauma, a lo que sea, por-que esas experiencias cuestionan su concep-to de conciencia y de muerte.–¿Y usted?–Yo ya no puedo aceptarlo tras mis 31

años de cardiólogo y haber vistomorir a cien-tos de pacientes y “resucitar” a decenas deellos. La medicina oficial considera que laconciencia es un producto del cerebro y porlo tanto desaparece cuando desaparecen lasfunciones cerebrales.–Eso tiene su lógica...–¡Pero la realidad y mi experiencia lo des-

mienten! Estos enfermos con sus EDM de-muestran que hay conciencia después de lamuerte y la tenían cuando ya estaban clínica-mente muertos y sus funciones cerebraleseran inexistentes. Su percepción estaba enci-ma de su cuerpo y fuera de él. ¡Y tuvieronexperiencias ultrasensoriales comprobadas!

–¿Y usted qué piensa?–Me interesa el concepto de conciencia co-

mo retransmisor de ondas, una especie de te-levisión que repite ondas que llegan de otrositio. Así que, aunque el cerebro deje de fun-cionar, la conciencia sigue retransmitiendo.–Interesante.–Y me intriga ver cómo las experiencias

después de la muerte cambian la vida demispacientes. ¿Sabe que el 70 por ciento de losregresados se divorciaron poco después?–¿Por qué?–Porque eran otras personas y su nueva

personalidad no casaba con su antigua pare-ja. Cuando regresan de lamuerte, los pacien-tes con una EDM ya son otras personas.–¿Por qué?–Han perdido el miedo a la muerte, pues

han estado allí y saben que no pasa nada, quede algúnmodo siguen estando en alguna par-te.Y eso les cambia su manera de vivir.–Pero no son ellos ya...–¡Por ahí va ustedbien!Ahora siga pensan-

do conmigo...–Lo intentaré.–¿Cómo es posible que cambiemos nues-

tro cuerpo hasta la última célula unas 50 ve-ces en 80 años –si es que llegamos a vivirlos–y sigamos siendo nosotros?–¿Somos nosotros?–Siga haciéndose preguntas. ¿Está la con-

ciencia ligada a nuestro yo o puede ir másallá? Está claro que puede ir más allá de lamuerte. Lo hemos demostrado.–Pero los que vuelven no son ellos...–Siga pensando.–Doctor, no sé si yo quiero ir más allá.–Ese es el problema de muchos humanos

y, no crea, también de muchos médicos.–¿Y usted?–Amí, trabajar en este estudiome ha cam-

biado la vida porque, si no temes la muerte,cambias tu vida.

M Á S A L L Á“Si estoy yo, no está la muerte;

si está la muerte, no estoy yo.

¿Por qué, pues, preocuparnos de

ella?” Lo decía Epicuro y para

mí era suficiente hasta ahora,

pero el doctor Van Lommel me

lo deja inservible: si está la

muerte, seguimos estando

nosotros. La pregunta es:

¿seguimos siendo nosotros? Y si

no somos nosotros ya, ¿quiénes

somos? Como todos los grandes

avances, el de Lommel, avalado

por (gracias, doctor JMR)

“The Lancet” (“Near death

experience in survivors of

cardiac arrest: a prospective

study in the Netherlands”,

diciembre de 2001), más que

responder, plantea un montón

de preguntas nuevas. Yo les

llevo ventaja: he hablado con

Lommel y me ha transmitido la

tranquilidad de un hombre feliz

porque se ha asomado al más

allá y le ha gustado

BERT BEELEN

D O C T O R P I M V A N L O M M E LCARDIÓLOGO; INVESTIGA REGRESOS DE LA MUERTE

Tengo 58 años. Soy cardiólogo desde hace 31 y profesor de

Cardiología del hospital Rijnstate de Arnheim (Holanda). He visto

morir a cientos de pacientes y resucitar a algunos: mi vida cambió

cuando empecé a averiguar qué había al otro lado. Mi estudio en “The

Lancet” desafía el concepto de conciencia de la medicina oficial

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