Héctor de Mauleón. Misterios de La Catedral

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Misterios de la Catedral Héctor de Mauleón El Universal, 2 de septiembre de 2013 A Manuel Tolsá le llevó 20 años concluir la Catedral Metropolitana: recibió la obra en 1793 y la terminó en 1813. Para entonces, las vidas de 20 arquitectos se habían consumido entre los planos, las piedras, los andamios, las inacabables torres del edificio. La Catedral es la obra mayor del virreinato porque comenzó a ser construida bajo las órdenes de Hernán Cortés y no fue terminada hasta que la guerra de Independencia estaba en plena marcha, casi tres siglos más tarde. En su interior se encuentra —da vértigo pensarlo— el virreinato entero. Aunque al hablar de ella vienen a la mente bóvedas, columnas, pilastras, altares, capillas y retablos bañados de oro, ahora que se celebran 200 años de su culminación valdría la pena intentar un recuento de los objetos más misteriosos y extraños que conforman su tesoro. Destaco sólo algunos. —En la Capilla de las Reliquias (la más antigua: fue construida en 1615) se encuentran, por ejemplo, según un inventario realizado por Manuel Touissant, dos cráneos de las “once mil vírgenes”, varios huesos de San Vito y San Gelasio, y los cuerpos completos de San Primitivo y Santa Hilaria, santos martirizados por los romanos durante las persecuciones de Dioclesiano. En esa capilla se encuentra también un trozo del Lingnum Crucis, el madero de la Cruz, que algún Papa donó a la Nueva España en el lejano 1573. Aunque no existen datos sobre la ceremonia de su llegada, es fácil imaginar el revuelo que la aparición de aquellas astillas debió desatar en el mundo colonial. Una suntuosa procesión debió desfilar por la ciudad, acompañándolas al sitio en donde hoy se encuentran. Esas y otra reliquias se hallaban guardadas dentro de los espléndidos relicarios, en unos nichos provistos de puertas, que habían sido practicados en el retablo principal. En tiempos de la Reforma, los relicarios fueron vendidos. Las reliquias misteriosas, sin embargo, aún se conservan en la capilla —En 1660, la llamada Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe fue entregada a la archicofradía del Santísimo Sacramento, una de las instituciones religiosas privadas más ricas e importantes de la época colonial. La archicofradía añadió a la capilla algunas salas interiores, a las que ocultaba un postigo: una puerta falsa. En ese sitio, los cófrades celebraban sus juntas. Cuando la archicofradía fue disuelta en tiempos de la Reforma, las salas que servían para las reuniones se convirtieron en bodegas. En 1973, Manuel Tossaint afirmó que a ese sitio había ido a parar una verdadera

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Un recuento de las reliquias que guarda la Catedral de México.

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Misterios de la Catedral

Héctor de Mauleón

El Universal, 2 de septiembre de 2013

A Manuel Tolsá le llevó 20 años concluir la Catedral Metropolitana: recibió la obra en

1793 y la terminó en 1813. Para entonces, las vidas de 20 arquitectos se habían

consumido entre los planos, las piedras, los andamios, las inacabables torres del

edificio.

La Catedral es la obra mayor del virreinato porque comenzó a ser construida bajo las

órdenes de Hernán Cortés y no fue terminada hasta que la guerra de Independencia

estaba en plena marcha, casi tres siglos más tarde. En su interior se encuentra —da

vértigo pensarlo— el virreinato entero.

Aunque al hablar de ella vienen a la mente bóvedas, columnas, pilastras, altares,

capillas y retablos bañados de oro, ahora que se celebran 200 años de su culminación

valdría la pena intentar un recuento de los objetos más misteriosos y extraños que

conforman su tesoro. Destaco sólo algunos.

—En la Capilla de las Reliquias (la más antigua: fue construida en 1615) se

encuentran, por ejemplo, según un inventario realizado por Manuel Touissant, dos

cráneos de las “once mil vírgenes”, varios huesos de San Vito y San Gelasio, y los

cuerpos completos de San Primitivo y Santa Hilaria, santos martirizados por los

romanos durante las persecuciones de Dioclesiano.

En esa capilla se encuentra también un trozo del Lingnum Crucis, el madero de la

Cruz, que algún Papa donó a la Nueva España en el lejano 1573. Aunque no existen

datos sobre la ceremonia de su llegada, es fácil imaginar el revuelo que la aparición

de aquellas astillas debió desatar en el mundo colonial. Una suntuosa procesión

debió desfilar por la ciudad, acompañándolas al sitio en donde hoy se encuentran.

Esas y otra reliquias se hallaban guardadas dentro de los espléndidos relicarios, en

unos nichos provistos de puertas, que habían sido practicados en el retablo principal.

En tiempos de la Reforma, los relicarios fueron vendidos. Las reliquias misteriosas,

sin embargo, aún se conservan en la capilla

—En 1660, la llamada Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe fue entregada a la

archicofradía del Santísimo Sacramento, una de las instituciones religiosas privadas

más ricas e importantes de la época colonial. La archicofradía añadió a la capilla

algunas salas interiores, a las que ocultaba un postigo: una puerta falsa. En ese sitio,

los cófrades celebraban sus juntas. Cuando la archicofradía fue disuelta en tiempos

de la Reforma, las salas que servían para las reuniones se convirtieron en bodegas.

En 1973, Manuel Tossaint afirmó que a ese sitio había ido a parar una verdadera

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pinacoteca oculta: las pinturas que la archicofradía había reunido a lo largo de los

siglos. “La lista de las pinturas que se guardan ahí sería interminable”, escribió. La

idea estremece, porque entraña la noción de que la Catedral no es sólo lo que

vemos: en ella se resguardan más de dos mil reliquias, pinturas y ornamentos,

muchos de los cuales permanecen ocultos.

En aquellas bodegas, escribió Tousssaint, se hallaba, entre otras cosas, “una galería

de retratos de cuerpo entero de los señores arzobispos de México”.

—José Damián Ortiz de Castro diseñó la fachada de la Catedral y en 1791 fue el

arquitecto encargado de terminar las torres y colocar, mediante un ingenioso

artefacto, las pesadas campanas. Su deseo de ser enterrado en el templo no se

cumplió. En la Capilla de San Miguel hay un sepulcro vacío dedicado a él.

—En la Capilla de Nuestra Señora de las Angustias de Granada se encuentra un bulto

de San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano, quien murió martirizado en

Nagasaki en 1597. La leyenda asegura que el bulto fue donado a la Catedral… nada

menos que por la madre del santo.

—En la Capilla de Nuestra Señora de la Antigua se encuentra una escultura de

madera conocida como El Santo Niño Cautivo. En 1620, el dueño de la figura,

Francisco Sandoval de Zapata, cayó en poder de los piratas berberiscos, quienes a

cambio de su libertad pidieron un rescate de dos mil pesos. El rescate tardó siete

años en llegar. Para entonces, Sandoval de Zapata había muerto. Los piratas

devolvieron, sin embargo, la escultura del Niño Dios, que fue llevada a la Catedral,

convertida desde entonces en protectora de los cautivos. La figura funge ahora como

santo patrono de los secuestrados. Aunque el Niño Cautivo convive en la capilla con

varias vírgenes y diversos santos, ha despertado en los últimos años el culto más

solicitado de cuantos existen en Nuestra Señora de la Antigua.