HEGEL Y EL JOVEN MARX: El hombre como ser natural humano

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Diálogos, 85 (2005) 1 pp. 7-27 HEGEL Y EL JOVEN MARX: "El hombre como ser natural humano" GEORG H . FROMM Uno de los aspectos más notables de la obra juvenil - fragmentaria e inédita -- de Marx, los Manuscritos de París (1844), 1 es la caracterización del ser humano que nos ofrece, particularmente en el tercer manuscrito de la mi sma . 2 Apropiá ndose -tan preco z como críticamente -del rico legado filosófico alemán, particularmente el hege li ano, el joven Marx ela- bora una concepción materialista sui generis de la naturaleza humana que, en sus líneas esenciales, constituye un l ogro pe rman ente, definiti v o, de su p ensamien to. Cabe destacar que lo distintivo y peculiar del materialismo de la an- tropolo gía filosófica que nos adelanta nuestro autor radica precisamente en la crítica -superación ("Aufhebung"), en el sentido téc- nico 3-- de elementos decisivos del pensamiento de Hegel, no obstante 1 Ka.rl Maxx:, Manuscritos de economía y filosofía, ed . por Francisco Rubio Lloren te. Madrid, Alianza Editorial, 2001; MEGA 2 , I, 2 U as siglas se refieren a Marx- Ettgels Gesa!lllausgabe, secc ión I, vol. 2, Berlín, 1982]. 2 Op. cit., págs. 192-4, así como passim; MEGA 2 , l, 2, págs. 294-7 [406-9]. La edi- ción MEGA 2 presenta a los Manuscritos de 1844 en dos versiones diferentes, a sa- ber, tal como aparece el texto en el manuscrito original y tal como se puede reorde - nar el material de acuerdo a las indicaciones del autor en el propio manuscrito: los números entre corchetes correspo nden a la paginación de la segunda versión. 3 En el sent ido de negación y, al tiempo, cottsen;aciótz transfigurada de lo nega- do: véase, al respecto, la propia carac terización de Hegel en la Lógica de su Enciclopedia de las ciencias filo sófi ca s 96 Z): " ... debemos recor dar el doble sig- nificado de la expres ión alemana "aujheben". Por una parte, la enten demos como significando "suprimir" o "anular" y, en este sentido, decimos gue una ley, una dis- posici ón, etc., han sido abolidas o anuladas (" aufgehoben"). Pero por otra parte, el vocablo significa también tanto como "conservar", por lo guc decimos, en este sen- 7

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Diálogos, 85 (2005) 1 pp. 7-27

HEGEL Y EL JOVEN MARX: "El hombre como ser natural humano"

GEORG H . FROMM

Uno de los aspectos más notables de la obra juvenil - fragmentaria e inédita-- de Marx, los Manuscritos de París (1844), 1 es la caracterización del ser humano que nos ofrece, particularmente en el tercer manuscrito de la mi sma.2 Apropiándose -tan precoz como críticamente-del rico legado filosófico alemán, particularmente el hegeliano, el joven Marx ela­bora una concepción materialista sui generis de la naturaleza humana que, en sus líneas esenciales, constituye un logro permanente, definitivo, de su pensamiento.

Cabe destacar que lo distintivo y peculiar del materialismo de la an­tropología filosófica que nos adelanta nuestro autor radica precisamente en la apro~iación crítica -superación ("Aufhebung"), en el sentido téc­nico3-- de elementos decisivos del pensamiento de Hegel, no obstante

1 Ka.rl Maxx:, Manuscritos de economía y filosofía, ed. por Francisco Rubio Lloren te. Madrid, Alianza Editorial, 2001; MEGA 2, I, 2 Uas siglas se refieren a Marx­Ettgels Gesa!lllausgabe, sección I, vol. 2, Berlín, 1982].

2 Op. cit., págs. 192-4, así como passim; MEGA2, l, 2, págs. 294-7 [406-9]. La edi­

ción MEGA2 presenta a los Manuscritos de 1844 en dos versiones diferentes, a sa­ber, tal como aparece el texto en el manuscrito original y tal como se puede reorde­nar el material de acuerdo a las indicaciones del autor en el propio manuscrito: los números entre corchetes corresponden a la paginación de la segunda versión.

3 En el sentido de negación y, al tiempo, cottsen;aciótz transfigurada de lo nega­do: véase, al respecto, la propia caracterización de Hegel en la Lógica de su Enciclopedia de las ciencias filo sóficas (§ 96 Z): " ... debemos recordar el doble sig­nificado de la expresión alemana "aujheben". Por una parte, la entendemos como significando "suprimir" o "anular" y, en este sentido, decimos gue una ley, una dis ­posición, etc., han sido abolidas o anuladas (" aufgehoben"). Pero por otra parte, el vocablo significa también tanto como "conservar", por lo guc decimos, en este sen-

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su idealismo decidido y hasta desenfrenado. En efecto, ¡nada menos que la superación del concepto central, archi-idealista, de Geist ("espíritu") juega un papel crucial en la elaboración de la concepción del joven Marx!

El proyecto de nuestro autor queda formulado sumariamente en el si-. .

gUlente pasa¡e:

Vemos aqui como el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue tanto del idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unifi­

cadora de ambos. 4

Nótese la voluntad del joven Marx de diferenciar inequívocamente su po­sición particular de las concepciones materialistas tradicionales, al punto de que prefiere usar los términos "naturalismo realizado" o "humanismo realizado" para referirse a ella: aunque claramente entroncada con la tra­dición materialista, constituye no obstante una tercera posición respec­to a la usual oposición materialismo/idealismo.

Un ser inmediatamente natural

Por ello, Marx no escatima esfuerzos por establecer, en primer lugar y ante todo, que "el hombre es inmediatamente un ser natural",5 es decir, integral v exclusivamente natural: el ser humano es de p· ies a cabeza

' ' ' parte de la naturaleza sin ningún asomo de algún elemento o ingrediente extra- o sobrenatural. Y como ser natural, se confronta con objetos ex­ternos, independientes de él, y de los cuales depende esencialmente. Frente a las concepciones idealistas, Marx no se cansa de reiterar, con los materialistas, las implicaciones de la insoslayable "naturalidad" de lo hu­

mano:

... como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo, [el hombre] es, como el animal y la planta, un ser paciente, condicionado y limitado; esto es, los objeto.r de sus impulsos existen fuera de él, en cuanto objeto.r independientes de él, pero estos objetos son o!jetos de su necesidad, indispensables y esenciales para el ejercicio y afirmación de sus fuerzas esenciales. El que el hombre sea un

tido, de que algo está bien cuidado ("woh! aufgehoben") . No debe verse en este doble significado de nuestro uso lingüístico algo .accidental ni, menos aún, servir de motivo para reprocharle al lenguaje el dar pie a la confusión; al contrario, debe re­conocerse en ello el espíritu especulativo de nuestro idioma, que trasciende el exclu­yente " ... o ... o ... " (" entwede r -o d er") del mero entendimiento." (Hegel, S a m tlic he Werke, ed. Glockner. Stuttgart, 1955, pág. 229). ·

4 !bid., pág. 192; MEGA 2, I, 2, pág. 295-6 [408).

s !bid., pág. 192; MEGA2, I, 2, pág. 296 [408].

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ser c01póreo, con fuerzas naturales, vivo, real, sensible, objetivo, significa que tiene como objeto de su ser, de su exteriorización vital, o~jetos rettles, sensibles, o que sólo en objetos reales, sensibles, puede exteriorizttr su vida. Ser objetivo natural, sensible, es lo mismo que tener fuera de si objeto, naturaleza, senti­do ... Un ser que no tiene su naturaleza fuera de si no es un ser nttturctf, no par­ticipa del ser de la naturaleza. 6

El joven :Nfarx, irónicamente, se apropia incluso de una célebre formula­ción hegeliana (la naturaleza como "cuerpo inorgánico" del hombre) pa­ra el propósito contrario de reafirmar vehementemente su tesis mate­rialista:

La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que el hombre vive de la naturaleza quiere de­cir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre está ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.7

• •

Un ser natural humano

Una vez establecido este punto primordial en los términos más cate­góricos e inequívocos,8 nuestro autor procede a introducir una cualifica­ción crucial, decisiva: "El hombre no sólo es un ser natural, sino que es un ser natural humano. "9 Es decir, Marx reconoce a renglón seguido que hay una diferencia cualitativa, una especificidad irreductible de lo huma­no que lo distingue de los demás seres naturales. Dicha especificidad de lo propiamente humano radica en la capacidad para desarrollar "una acti­vidad vital consciente" (bewusste Lebenstdtigkeit), en la atinada formula­ción de Marx:10 es decir, en la capacidad para actuar no sólo instintiva o ciegamente, sino guiados y controlados por la conciencia de sí mismo y de las condiciones y objetivos de su comportamiento.

El planteamiento al respecto no puede ser más claro e inequívoco:

El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad

6 !bid., pág. 192; MEGA2, I, 2, pág. 296 [408].

7 Ibid., pág. 112; MEGA2, I, 2, pág. 240 [368-9].

8 !bid., págs. 192-3; MEGA2, I, 2, págs. 296-7 [408-9].

9 Ibid., pág. 193; MEGA2, I, 2, pág. 297 [409].

10 !bid., pág. 112; :MEGA2, I, 2, pág. 240 [369].

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y de su conciencia. No es una determinación con la que el hombre se funda

inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al

hombre de la actividad vital animaJ.11

A continuación, Marx deriva de esta especificidad distintiva de lo huma­

no una serie de consecuencias importantes, como, en primer lugar la Ji­bertad que caracteriza la conducta propiamente humana:

Sólo por ello es su actividad libre. . .. el producto del animal pertenece inme­

diatamente a su cuet-po físico, mientras que el hombre se enfrenta libremen­

te a su producto ... 12

Es necesario, claro está, precisar el alcance de los términos "libre" y "libremente" en esta caracterización de la actividad propiamente huma­

na. En modo alguno se pretende revocar -ni siquiera diluir-la tesis ori­ginal y primordial de la radical e inescapable dependencia de lo humano respecto a una naturaleza exterior e independiente de él. Pero en un sen­tido particular - figurado, pero no por ello arbitrario-se puede legíti­mamente hablar de una "libertad" de la actividad propiamente humana

respecto a los objetos o "productos" con los que se confronta: si bien no puede jamás trascender su dependencia, en última instancia, de ellos, puede sin embargo variar radical y cualitativamente la forma en que cumple o satisface esta dependencia, lo cual es de la mayor, decisiva, im­portancia, a la hora de distinguir la actividad meramente animal de la

propiamente humana.

Es cierto que también el animal produce. Se construye un nido, viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc. Pero produce únicamente lo

que necesita inmediatamente para sí o para su prole; produce unilateralmente,

mientras que el hombre produce universalmente ... el animal se produce sólo

a sí mismo, mientras que el hombre produce universalmente ... 13

Es por ello que Marx puede decir -metafóricamente, claro está-que el producto de la actividad animal "pertenece inmediatamente a su cuerpo físico": es decir, al estar condenado por su constitución biológica a una forma fija, unilateral, de actividad, el resultado de la misma puede verse

como una suerte de extensión de su propio cuerpo orgánico. Después de todo, no nos topamos en la naturaleza con panales de abejas góticos, estilo Bauhaus o, ¡peor aún!, ''posmoderno".

11 Loe. cit. •

12 Op. cit., pág. 113; MEGA2, I, 2, pág. 240 [369].

13 Loe. cit.

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Tan importante es esta característica distintiva de la actividad pro­

piamente humana, que el joven Marx no tiene reparos en expresar su posición en los siguientes términos:

... [el animal] produce únicamente por mandato de la necesidad física inme­

diata, mientras que el hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella ... 14

La frase que he destacado requiere, nuevamente, ser precisada: en efecto,

no se trata de que la actividad propiamente humana sea posible única­

mente liberada de la presión de las necesidades físicas o cosa por el esti­lo, como podría parecer a primera vista. D e modo alguno hay aquí una

recaída en una postura dualista, en la que lo natural se contrapone rígida y tajantemente a lo humano. El contexto general en el que ocurre esta for­mulación particular no deja lugar a dudas respecto a que el joven Marx no pretende afirmar -o siquiera sugerir-que lo segundo está "más allá" de lo

primero. Lo propiamente humano debe poder manifestarse y actuali­zarse en el ámbito de la satisfacción de las necesidades básicas que nos plantea nuestro organismo biológico: es decir, realiza~Ós cabalmente nuestro carácter distintivamente humano cuando comemos, bebemos, amamos, etc. , humanamente. Pero no estamos limitados a satisfacer estas urgencias tan fundamentales como inescapables en tanto seres naturales, sino que podemos también trascenderlas y desarrollar actividades

''emancipadas" de estar orientadas a, y regidas por, las estrictas necesida­des físicas (escribir un soneto o comentar un texto filosófico, por ejem­plo) y es en estas actividades "libres" que lo propiamente humano se pa­tentiza por excelencia.

El joven Marx culmina su celebración de la libertad que caracteriza potencialmente al comportamiento de los hombres frente a la naturale­za en los siguientes términos:

El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la especie a la

que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la medida de

cualquier especie y sabe en cualquier caso [überal~ imponer al objeto la medi­da que le es inherente ... 15

En virtud de su capacidad de actuar universalmente, de enfrentarse a los objetos en una multiplicidad (virtualmente ilimitada) de perspectivas y

contextos, sólo el hombre es capaz de confrontarse con los objetos en

14 Loe. cit. 15 Loe. cit.

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cuanto tales, es decir, como objetos cabales y plenos, de reconocer su naturaleza intrínseca y actuar conforme a ella Cimponerles las medidas que le son inherentes"). En cambio, la unilateralidad característica de la actividad animal hace que para ella los objetos se reduzcan a "aquello" que es capaz de satisfacer una determinada y restringida necesidad física.16

Cabe señalar que Marx destaca el íntimo vínculo que, de acuerdo a su peculiar visión antropológica, existe entre conciencia y libertad: la capa­cidad para desarrollar una actividad vital consciente es lo que le permite al hombre actuar libremente; esto se formula explícitamente en el si-

. gmente texto:

La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la acti­

vidad vital animal ... S ófo por elfo es su actividad libre.17

En efecto, Marx se inserta en la tradición baconiana,18 característica de la modernidad, e insiste que el conocimiento pertinente y a de e u a do es la condición indispensable y crucial para que el hombre pueda progresi­vamente "emanciparse" de la naturaleza a su derredor. Y ello le permite, a su vez, adecuar cada vez más los objetos con los que se confronta a fi­nes y exigencias propiamente humanas, a humanizarlos progresivamen­te, hasta el punto de que puede legítimamente decirse que se convierten en un mundo humano (al tiempo que el sujeto humano desarrolla, actuali­za, sus potencialidades esenciales):

Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en don­de el hombre se afu:ma .realmente ... Mediante ella aparece la naturaleza como su ob.ra y su realidad ... [el hombre] se desdobla no sólo intelectualmente, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado por él.19

Esta mediación de la actividad humana consciente es tan importante y decisiva que nuestro autor no tiene reparos en destacarla aprovechan do

16 Véase al respecto los lúcidos comentarios de Gyorgy Márkus en Über di e erkenntniJtheoretischen Ansichten des )ungen Marx (en Alfred Schmidt (ed.), Beitrage zur marxiztischen Erkenntnistheorie. Frankfurt, Suhrkamp, 1969, págs. 18-72) así como Marxismo y "antropología" (Barcelona, Grijalbo, 1974).

17 Man11scritos, págs. 112-3; MEGA2, I, 2, pág. 240 [369] (énfasis añadido).

l8 Recuérdese, al respecto, el célebre aforismo de Francis Bacon: "Human knowledge and human power meet in one, for where the cause is not k.nown the effect cannot be produced. Nature to be commanded must be obeyed ... " (The N e JP

Organo1z, Bk. I, aphorism 3: en Francis Bacon: A Selection of his Works. N. Y., Odyssey Press, 1965, pág. 331).

19 Manuscritos, págs. 113-4; MEGA2 I, 2, pág. 241 f370].

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expresiones típicas del idealismo hegeliano como "su obra" v "un mun-' J

do creado por [el hombre)" (utilizadas en sentido no-literal, figurado, cla-ro está).

En suma: se trata, pues, de un reconocimiento sustancial -y no meramente pro forma- del papel crucial de la autoconciencia, es decir, de los méritos de, o "verdad" relativa, contenidos en las concepciones elaboradas por la tradición filosófica idealista. Pero, por otra parte, la admisión de la especificidad irreductible -así como su papel decisivo -de la autoconciencia en modo alguno revoca, anula -o siquiera dilt~:ye-1 a tesis anterior de la naturalidad integral y exclusiva de lo humano. En otras palabras, este reconocimiento indispensable en modo alguno nos saca del ámbito de la única realidad, la realidad natural. En efecto, la autoconciencia, no obstante su especificidad y su autonomía relativa, no constituye una realidad independiente o sui generis, algo extra­material o inmaterial, sino que es una función determinad~ ·del organismo natural que es el hombre y que, como tal, depende de, y está inescapa­blemente determinada por él.

Un materialismo no-reduccionista

Ello requiere, claro está, enriquecer decisivamente nuestra concep­ción de lo flatural: no se trata de una realidad simple y mecánica de arri­ba abajo, como se planteaba en los siglos XVII y XVIII, sino ricamente diferenciada en toda una jerarquía de niveles de creciente complejidad de composición y estructuración; lo que hace posible que surjan ("emerjan") propiedades, comportamientos y leyes cualitativamente di­ferentes e irreductibles, propios de cada nivel, sin dejar por ello de estar causalmente determinados por los niveles inferiores. Hay, pues, que re ­conocer y hacerle justicia tanto a la especificidad como a la "naturalidad" de estas propiedades y formas de actuar: ni se trata de más de lo mismo, reductibles sin más a los términos o condiciones más elementales, ni tampoco de unas realidades independientes.

Es preciso subrayar, por otra parte, que lo que nos presenta el joven Marx no es un engendro híbrido, ecléctico, sino una posición unitaria, "monista", es decir, una concepción neta, integral y coherentemente ma­

terialista. No se trata, claro está, de cualquier clase de materialismo, sino de uno decisivamente enriquecido por elementos de fa posición e o 11-

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traria, del idealismo. Pero estos elementos han sido apropiados criti­

came n te, es decir, ajustados y transfigurados por las exigencias de una

concepción materialista: de otro modo, no sería una posición coherente. Por ello el orden de los planteamientos al respecto es crucial: se co­

mienza por afirmar categóricamente la tesis materialista fundamental (la realidad es una, y es material de arriba abajo) y, sólo después de afianzada esta tesis primordial lo más firme e inequívocamente posible, se proce­

de a reconocer y discutir las necesarias cualificaciones de la misma (el papel deciúvo de la conciencia que los idealistas destacan y exaltan). Por

otra parte, este orden de los planteamientos es irreversible: éste es el fondo de verdad relativa que se expresa en la dicotomía tradicional -en efecto, no es lo mismo ser idealista que ser materialista. Pero, por otro lado, se trata de una postura crucial y decisivamente cualificada por el re­

conocimiento del núcleo de verdad relativa que contiene (aunque en forma extrema, absolutizada) la postura contraria. Así, pues, Marx prime ­

ro plantea, "El hombre es inmediatamente un ser natural" para enton­ces añadir: "pero el hombre no es sólo un ser natural, sino que es un se.r natural humano". Alterar el orden de estos planteamientos es abandonar

el materialismo y adoptar alguna variante del idealismo (el hegeliano, por

ejemplo) .

Relación con el humanismo naturalista de Feuerbach

El carácter distintivo, sui generis, del materialismo que nos propone el joven Marx se destaca si lo contrastamos con la correspondiente con­cepción de "humanismo naturalista" elaborada poco antes por Feuerbach. A primera vista, llaman la atención las semejanzas entre am­bas concepciones. En efecto, también Feuerbach insiste, ante todo, en la exclusiva e integral naturalidad del ser humano,ZO para entonces proce­

der a destacar su especificidad, su diferencia específica frente al resto de los entes naturales,Z1 diferencia que, no obstante, no lo sustrae en modo alguno de su pertenencia a la realidad exclusivamente natural:

20 Esto lo hace Feuerbach particularmente en el curso de su extensa polémica con el idealismo hegeliano desarrollada en sus Tesis provisionales para la re f o r n; a de la filosofía (1842) y Principios de la filosofía del futuro (1843): Ludwig Feuerbach, Philosophische Kritiken und Gmndsatze (1839-1846). Werner Schuffenhauer ( ed.). Leipzig, Reclam, 1969.

21 lbid., Gnmdsatze, § 54 [53].

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El hombre no se distingue de ningtín modo del animal únicamente por el pensar. Antes bien, su ser total se distingue del animal. Desde luego, quien no piensa no es hom­bre, pero no porque el pensar sea la causa del ser humano sino únicamente porque el pensar es una consecuencia y una propiedad necesaria del ser humano. Por eso, aquí tampoco necesitamos sobrepasar el dominio de la. sensibilidad para reconocer al hombre como un ser que está por encima de los anima­les.22

Esta especificidad de lo propiamente humano es caracterizada por

Feuerbach en términos de las capacidades de atltoconciencia, libertad y universalidad:

[El hombre] no es un ser particular como el animal sino es un ser universal y por eso no es un ser limitado y no-libre, sino ilimitado y libre, pues univer­salidad, estar ilimitado y libertad son inseparables. Y esta libertad no existe digamos en una facultad especial, en la voluntad, ni tampoco esta universalidad existe en una facultad especial de la facultad de pensar, sino que esta libertad y esta universalidad se extienden a su ser totaf.23

A renglón seguido, Feuerbach procede a contrastar en esros términos la sensibilidad humana y la meramente animal.24

Estas conspicuas semejanzas, no obstante, no deben obnubilarnos e impedirnos reconocer al mismo tiempo las profundas, y noveles, dife­rencias de la visión de lo humano que nos propone el joven Marx frente

a la concepción feuerbachiana, diferencias que la distinguen cualitativa­

mente de ésta. Pues lo distintivo de la nueva concepción radica en su ca­rácter netamente dialéctico e histórico. En efecto, para Marx el hombre no está ya dado, sino que se hace a sí mismo lidiando con la naturaleza externa e independiente de él: transformando los objetos

para adecuarlos a fmes humanos (es decir, trabajando), se transforma también a sí mismo, desarrollando sus necesidades y capacidades pro-

, píamente humanas.25 Este es el punto en que la apropiación crítica de la herencia hegeliana le permite a nuestro joven pensador trascender deci­sivamente, superar la posición naturalista feuerbachiana. Y Marx

está plenamente condente de ello, como se transparenta en el siguiente texto clave de su obra:

22 Loe. cit. 23 Loe. cit. 24 Loe. cit. 25 V éansc los pasajes al respecto citados antenormcnte: Sttpra, págs. 3-5.

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Lo grandioso de la Fenomenología hegeliana y de su resultado fmal (la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) es, pues, en primer lu­gar, que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso, como enajenación y como supresión [Atifhebung¡ de esta enajenación; que capta la esencia del trabajo y concibe el hombre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo. 26

Pero no sólo el contenido, sino también la forma (estructura) del

concepto archi-idealista de Geist juega un papel crucial en la elaboración

de la concepción propia del joven Marx sobre la naturaleza de lo huma­

no. Ello es, precisamente, lo que le permite anticipar precozmente el

materiaüsmo emergentista, no-reduccionista desarrollado por la filoso­

fía de la ciencia posterior, en el curso de los siglos XIX y XXP

En efecto, ya Hegel plantea una concepción que, aunque idealista, se

distingue por ser claramente no -reduccionista. Así, pues, la naturaleza,

aunque no constituye una realidad independiente, autosuficiente, tam p o­co se disuelve, sin más, en espíritu. Al contrario, nuestro filósofo reco ­

noce cabalmente la especificidad de la naturaleza dentro de la realidad

global y única del espíritu: cabe recordar que la segunda de las tres gran­

des divisiones del sistema hegeliano está dedicada íntegramente a pre­

sentarnos una "Filosofía de la Naturaleza".28 Revelador de ello es la forma

que Hegel utiliza para precisar la relación entre la naturaleza y el espíritu

en el siguiente texto característico:

Se ha planteado correctamente la diferencia entre la naturaleza y el espíritu en términos de que la primera tiene en la «realidad" su determinación fun­damental, así como el segundo lo tiene en la "idealidad". La naturaleza, sin embargo, no es meramente algo fijo y terminado, que por tanto podría sub­sistir [bestehen] aún sin el espíritu, sino que sólo en él alcanza su meta [Zie~ y verdad. Por ello mismo, el espíritu no es meramente algo abstracto más allá de la naturaleza, sino que sólo es verdaderamente, y se conf1rma como tal, en tanto y en cuanto en sí mismo la contiene superada [atgÍehobm].29

'

26 Mammritos, pág. 187; MEGA2, I, 2, pág. 292 [404-5).

27 Véase, por ej., la lúcida discusión de este tipo de materialismo en las obras de Mario Bunge, especialmente: Causaliry in lv[odern Science. N.Y., Dover, 1979 [1aed.: 1959); Epistemología . Barcelona, Ariel, 1980; Ciencia y materialismo. Barcelona, Ariel, 1981.

28 Véase Hegel, Siimtliche Werke, ed. G lockner, Band IX. Stuttgart, F. Frommanns Verlag, 1955.

29 !bid., Band VIII, §96 Z, pág. 228. Véase también, ibid., vol. X,§§ 381 y 388-9, págs. 19-30 y 52-60.

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Formado en la escuela hegeliana, el joven Marx construye su peculiar

concepción materialista de lo humano, como ya pudimos ver,30 con una

estructura similar: el hombre es, ciertamente y ante todo, un ser natural,

pero un ser que, no obstante, se distingue específicamente de los demás

seres naturales, es un ser natural humano.

La relación entre el hombre y la mujer

El carácter distintivo de esta concepción materialista se patentiza en

otro punto del Tercer Manuscrito, a saber, el planteamiento respecto a la

relación entre el hombre y la mujer. Al repudiar el ideal de una comuni­

dad indiscriminada de mujeres característico de algunas versiones del

"comunismo tosco, burdo", en la caracterización despectiva de Marx,

nos plantea en cambio:

En la relación con la ml!}er, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa la infinita degradación en la que el hombre existe para sí mismo, pues el secreto de esta relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifies-. ' ta, revelada, en la relación del hombre con la !tltfJ'er y en la forma de concebir la inmediata y natural relación genérica. La relación inmediata, natural y necesa­ria del hombre con el hombre, es la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de los géneros, la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su propia de­terminación naturaf.31

El texto del joven :Marx continúa subrayando tanto el carácter natural como propiamente humano de esta relación:

En esta relación se evidencia, pues, de manera sensible, reducida a un hecho visible, en qué medida la esencia humana se ha convertido para el hombre en natura­leza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana del hombre. Con esta relación se puede juzgar el grado de cultura del hombre en su totalidad. Del carácter de esta relación se deduce la medida en que el hombre se ha convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del hombre con la mujer es la relación más natural del hombre con el hombre. En ella se muestra en qué medida la conducta natural del hombre se ha hecho humana o en qué medida su naturaleza humana se ha hecho para él naturaleza. 32

30 Véase mpra, págs. 2-6.

3l Manuscritos, págs. 137-8; MEGA2, I, 2,

32 !bid., pág. 138; MEGA2, I, 2,

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La apropiación por parte de Marx del rico legado hegeliano resulta evi­dente. En efecto, nuestro autor hace suya la tesis central del Maestro en el sentido de que el sujeto humano sólo puede desarrollarse plena y cabal­mente en relación dialéctica con los otros hombres;33 en el texto que comentamos, Marx formula esta condición esencial de la siguiente forma:

Se muestra también en esta relación [del hombre con la mujer] la exten­sión en que la necesidad del hombre se ha hecho necesidad humana, en qué extensión el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido para él en necesidad; en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser co­lectivo.34

Pero en el texto de nuestro joven autor se manifiesta también con igual nitidez el proceso de superación (Aufhebttng) del legado hegeliano que realizó Marx para plasmar su posición particular. En efec­to, repudia resueltamente el presupuesto idealista clave, fundamental -­de que lo natural, aunque irreductible, está, a fm de cuentas, supeditado a lo espiritual-que permea todo el tratamiento hegeliano de la relación entre el hombre y la mujer. Así, pues, si bien Hegel plantea la esencia de la relación conyugal en términos del reconocimiento mutuo,

La relación del marido y la esposa es el inmediato conocerse de una concien­cia en la otra y el conocer del mutuo ser conocido.35

añade a renglón seguido una salvedad reveladora:

33 Véase, por ejemplo, la tan nca como célebre discusión del desarrollo de 1 a

autoconciencia en el capítulo IV de la Fenomenología del espíritu, obra tan admira­da por el joven Marx.

34 Manmcritos, pág. 138; MEGA, I, 2, pág. 262 [388). Marx expresa el mismo pen­samiento, en otro contexto, más adelante en los Man11scritos: "Se ve cómo en lugar

de la riqtteza y la 111iseria de la Economía Política aparece el ho111bre rico y la rica necesidad hu111ana. El hombre rico es, al mismo tiempo, el hombre necesitado de una totalidad de exteriorización vital humana. El hombre en el que su propia reali-7-ación existe como necesidad interna, como urgencia. No sólo la riqueza, también la.

pobreza del hombre, recibe igualmente en una perspectiva socialista un significado httmano y, por eso, social. La pobreza es el vínculo pasivo que hace sentir al hom­bre como necesidad la mayor riqueza, el otro hombre." (op. cit., págs. 149-50; MEGA 2, I, 2, pág. 273 [396 7]).

35 Hegel, Phanotllenologie des Geistes, ed. Hoffmeister. Hamburg, Feli:x Meiner, 1952, pág. 325. Véase también los comentarios al respecto que hace Hegel en las §§ 161 y sigs. de su Filosofía del derecho: Grtmdlinien der Philosophie des Rechts. Frankfurt, Suhrkamp, 1976, págs. 309 y sigs.

(2005) HEGEL Y EL JOVEN IvlARx: "EL HOMBRE COMO SER NATURAL HUMAl\!0"

Como es el reconocerse naturalmente, y no éticamente, es tan sólo la representa­ción (Vorstelluni) y la imagen (Bild) del espíritu, no el espíritu mismo... La piedad mutua entre marido y esposa se halla mezclada, pues, con una relación natu­ral y con la sensibilidad, y su relación no encuentra en ella misma su retorno

a sí.36

19

Por estar fatalmente contaminados por presupuestos insalvablemen­te idealistas, el joven Marx deja de lado total y decididamente las restan­tes consideraciones que hace Hegel en su extensa discusión al respecto en la Fe nomenología,37 las cuales culminan privilegiando la relación entre hermano y hermana como manifestación paradigmática de la relación entre el hombre y la mujer: en la ausencia de un elemento o interés car­nal radica precisamente, para Hegel, la superioridad de la relación -no incestuosa, claro está-entre hermanos como forma superior de la rela­

ción entre el hombre y la mujer.

La relación pura, sin mezcla, se da, sin embargo, entre el hermano y la her­mana ... Pero el hermano es para la hermana el ser tranquilo e igual en general, y su reconocimiento en él es puro y no está mezclado con una relación natura/38

El distinguido comentarista de la Fenomen ología, Ramón Valls Plana, re­calca atinadamente este aspecto del planteamiento hegeliano:

Las posibilidades son fundamentalmente tres: marido-mujer; padres­lújos; hermano-hermano. Hegel privilegia esta última porque es la relación

11 l l d 1 1 . , al 39 ética más pura. Las otras evan e astrc e a re ac1on natur .

Para Marx, .en cambio, lo propiamente humano debe encarnarse, es de ­cir, realizarse en y por medio de lo natural; no hay, en este caso particu­lar, asomo alguno de menosprecio o subvaloración (o de la correspon­diente "idealización") de lo erótico o carnal en la relación entre los sexos. Una vez más: el hombre es, en la formulación del joven Ivfarx, "un ser

natural humano".

En suma: todo ello evidencia la naturaleza distintiva de la posición ca­racterizada en el célebre pasaje programático del tercer Manuscrito:

36 Loe. cit. ~7 o . , -' 'P· ctt., pags. 38 o . , 'P· czt., pags.

39 Ramón Valls

220-1.

325-7.

325-6 (énfasis añadido).

Plana, Del yo al nosotros. Barcelona, Editorial Estela, 1971, págs.

20 GEORG H. FRO:tv1M D85

Vemos aquí cómo el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue

tanto del idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad

unificadora de ambos.40

Por último, cabe reiterar la salvedad de que no se trata de una posi­

ción ecléctica, fruto de una combinación mecánica de elementos hete­

rogéneos sacados de las tradiciones idealista y materialista (60% de mate­rialismo + 40% de idealismo), sino de una posición genuinamente unita­ria y coherente. Por ello es preciso ins1st1r, una vez más, que el orden de

los planteamientos en los que se formula la concepción del autor no es accidental sino esenciaf.41

Destino ulterior de la concepción juvenil

Esta concepción tnaterialista peculiar sobre la naturaleza del ser hu­mano -un materialismo decisivamente enriquecido por la apropiación crítica de elementos cruciales tanto del contenido como de la es tru e tura del concepto hegeliano de Geist- que el joven Marx trabajosamente ar­

ticula en los Manuscritos de París (1844) constituye a mi juicio (tal como lo afirmé al comienzo de este ensayo) un logro permanente, definitivo, en el desarrollo de su pensamiento. Contrario a lo que sostienen algunos estudiosos (los althusserianos, por ejemplo )42 las obras posteriores nos presentarán tan sólo formulaciones más depuradas de la posición central

que Marx ya alcanzó en 1844 y que, en sus líneas fundamentales, perma­nece constante.

Las célebres Tesis sobre F euerbach - reflexiones sucintas que Marx

redactó, para consumo propio, en un cuaderno de apuntes, al año si­guiente de la redacción trunca de los Manuscritos de París- apuntan hacia esta continuidad en la posición de fondo elaborada por primera vez en 1844. En efecto, la primera de dichas Tesis no puede ser más cla­

ra e inequívoca al respecto:

40 Manuscritos, pág. 192; MEGA2, I, 2, págs. 295-6 [408].

41 Cabe señalar que el joven Marx no siempre logra, como en este caso particu­lar, superar efectivamente su herencia filosófica: véase, al respecto, el notable caso en sentido contrario c¡ue discuto en mi ensayo "Hegel y el joven Marx: Análisis del trabajo enajenado", Diálogos, 84 (2004), págs. ·133-155.

' 42 Véase, por ej., Louis Althusser, Pour Marx. París, Mas pero, 1965, págs. 23-83,

155-60, 227-38 y pauim.

(2005) HEGEL Y EL JOVEN MARX: "EL HOMBRE COMO SER NATURAL HU1\1AJ\TO" 21

La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el

de Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa (Gegenstand), la realidad, lo sen­

sible, bajo la forma del o~jeto (Objekt) o de la contemplación (Anschauung), no como

actividad humana sensoria~ como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí (1ue

el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al

materialismo por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad

real, sensorial, en cuanto tal. Feuerbach aspira a objetos sensibles, realmente

distintos de los objetos conceptuales, pero no concibe la activ-idad humana

misma como una actividad ol?Jetiva (gegenstdndliche). 43

La sa Tesis, aunque de forma más comprimida, rettera esta preocupación ' . cnttca:

Feuerbach no se da por satisfecho con el pensamiento abstracto y recurre a la

contemplación (Anschauung); pero no concibe lo sensorial como actividad senso­rial-humana práctica. 44

A la hora de hacer un balance de la herencia filosófica alemana (tanto he­geliana como feuerbachiana), Marx considera indispensable precisar que la suya es una tercera posición, distinta tanto del materialis.mo como del

idealismo tradicionales, los cuales supera (aufheb t) en el sentido técnico estricto, de negación y conservación - transfigurado- de lo negado.

El caso peculiar de La ideología alemana

El abultado manuscrito - también inconcluso e inédito- que Marx re­

dactó con sy amigo Engels en 1845-46 parece contradecir la continuidad en la concepción de fondo que he estado destacando. En efecto, dicho texto presenta - a primera vista- un notable contraste con los textos in­mediatamente anteriores que parece justificar hablar de un cambio radi­cal de perspectiva en el joven Marx, una "ruptura epistemológica'', e o m o sostienen los althusserianos.45

Pero se trata tan sólo de una primera impresión, resultado de una lec­tura superficial de dicho texto, la cual ignora su idiosincrasia como bo-

43 Marx, Tesis sobre Feuerbacf.l, en Marx/Engels, La ideología

W. Roces. Montevideo, Pueblos Unidos, 1968, pág. 665; JviEW 3, pág. rresponden a Marx/ E ngels Werke, vol. 3. Berlín, Dietz Verlag, 1969).

44 Op. cit:1 pág. 667; MEW, 3, pág. 6. 45 Véase la referencia bibliográfica al respecto en supra, nota 42.

a 1 emana, trad. 5 [las siglas e o-

22 GEORG H. FROMM D85

rrador inédito, sin revisar, y, sobre todo, eminentemente poiémico.46 Si se hace una lectura crítica, atenta a estas peculiaridades del texto, se puede constatar que la posición de fondo a partir de la cual Marx y Engels desa­rrollan su feroz polémica contra sus antiguos compañeros de lucha, los "jóvenes hegelianos" (Bruno Bauer y colegas), es cónsona con la posición articulada en los escritos anteriores, especialmente los Manusscritos de París (1844) y las Tesis sobre Feuerbach.

Esto ya lo sugieren algunos pasajes que parecen hacerse eco de for-mulaciones anteriores, particularmente de las Tesis:

Esta concepción revela que la historia no termina disolviéndose en la

"autoconciencia", como el "espíritu del espíritu", sino que en cada una de

sus fases se encuentra un resultado material, una suma de fuerzas de produc­ción, una relación históricamente creada con la naturaleza y entre unos y otros individuos, que cada generación transfiere a la que le sigue, un masa de

fuerzas productivas, capitales y circunstancias, que, aunque de una parte sean

modificados por la nueva generación, dictan a ésta, de otra parte, sus propias

condiciones de vida y le imponen un determinado desarrollo, un carácter

especial; de que, por tanto, las circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que éste hace a las circunstancias.47

Pero ello se evidencia particularmente en los pocos --y, lamentable­mente, fragmentarios-pasajes dedicados a crltlcar la concepción feuerbachiana; no obstante las burlas, ironías y demás fuegos artificiales polémicos del presen~e texto,48 el meollo de la crítica que se le hace rei-

46 Discutiré esto extensamente en un próximo ensayo, "Para leer La id e o lo g í a alemana".

47 Marx/Engels, La ideología alemana (trad. Wenceslao Roces). Montevideo, Pueblos Unidos, 1968, págs. 40-1; MEW, 3, 38.

48 Cabe destacar que, si bien el "Prólogo" y las páginas iniciales de la primera sección tienden a sugerir que Feuerbach "ha caído en desgracia" y es ahora conside­rado como otro infeliz epígono hegeliano, en el curso del texto los autores hacen un esfuerz.o sistemático por distinguir a Feuerbach vi!-d-vis los demás neohegelianos de izquierda. Ello ya se evidencia por el hecho de que no es sometido a burlas despia­dadas: no se le tilda de "San Ludwig", ni se le equipara a Sancho Panza y otras linde­zas por el estilo. Por otra parte, nuestros autores no pierden las oportunidades que se le presentan para destacar sus méritos -relativos, claro está. Así, por ejemplo: "Toda la deducción de Feuerbach en lo tocante a las relaciones entre los hombres tiende simplemente a demostrar que los hombres se necesitan los unos a los otros y si e 111-

pre se han necesitado. De lo que se trata es ~e establecer la conciencia en torno a este hecho; Feuerbach aspira pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe. Reconocemos plenamente, por lo demás, que

(2005) H EGEL Y EL JOVEN MARX: "EL HOMBRE COMO SER NATURAL HUMANO" 23

tera esencialmente la visión que Marx había trabajosamente articulado al respecto en sus textos anteriores. Así, por ejemplo, nuestros autores destacan como la deficiencia fundamental del materialismo de Feuerbach el que ignora el carácter dialütz"co e histórico de la realidad humana:

[Feuerbach] no ve que el mundo sensible que le rodea no es algo directa­

mente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo, si­

no el producto de la industria y del estado social, en el sentido de que es un

producto histórico, el resultado de la actividad de toda una serie de genera­

ciones, cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior,

sigue desarrollando su industria y su intercambio y modifica su organización

social con arreglo a las nuevas necesidades. Hasta los objetos de la "certeza

sensorial" más simple le vienen dados solamente por el desarrollo social, la

industria y el intercambio comercial. Así, es sabido que el cerezo, como casi

todos los árboles frutales, fue transplantado a nuestra zona hace pocos siglos por obra del comercio y, tan sólo por 111edio de esta acción de una determinada

sociedad y de una determinada época, fue entregado a la "certeza sensorial" de Feuerbach.49

o •

No cuesta trabajo ver cómo, igual que en los textos anteriores, aquí hay una apropiación crítica del legado filosófico hegeliano, lo cual permite superar (aufheben) las limitaciones del materialismo feuerbachiano. Ello se reafirma inequívocamente poco más adelante:

Es cierto que Feuerbach le lleva a los materialistas "puros" la gran ventaja

de que ve cómo también el hombre es un "objeto sensible"; pero, aun aparte

de que s§lo lo ve como "objeto sensible" y no como "actividad sensible", manteniéndose también en esto dentro de la teoría, sin concebir los hom­

bres dentro de su trabazón social dada, bajo las condiciones de vida existen­

tes que han hecho de ellos lo que son, no llega nunca, por ello mismo, hasta

el hombre realmente existente, hasta el hombre activo, sino que se detiene en

el concepto abstracto "el hombre" ... No consigue nunca, por tanto, concebir

Feuerbach, al esforzarse por crear precisamente conciencia de est'e hecho, llega rodo lo lejos a que puede llegar un teórico sin dejar de ser un teórico y un filósofo. " (Ideología ale111ana, pág. 45; MEW, 3, pág. 42.) A renglón seguido, nuestros autores arremeten contra las pretensiones seudo-radicales de Bruno Bauer y Max Stirner. Otro tanto ocurre mucho más adelante en el texto (en el curso del extenso anti­Stirner -"San Max"-- que constituye la tercera sección del manuscrito), donde Marx y Engels distinguen tajantemente la crítica feuerbachiana a la religión (destacando tanto sus méritos como sus limitaciones fundamentales) de las patéticas concepcio­nes rivales de Bauer y Stirner (véase ibid., págs. 270-3; MEW, 3, págs. 215-9.)

49 Marx/Engels, La ideología alemana, pág. 47; MEW, 3, pág. 43.

24 GEORG H. FROMM D8S

el mundo sensible como la actú;idad sensible y viva total de los individuos que lo forman ... 50

Cabe reconocer -y destacar- que en estos pasajes críticos nuestros auto­res no sólo reiteran su posición anterior vis-a-vis Feuerbach, sino que

también la desarrollan (enriquecen) significativamente. Ello se transpa­renta, por ejemplo, en el siguiente comentario que formulan en el curso

de su crítica:

[Feuerbach] sólo consigue reconocer en la sensación el "hombre real, indi­vidual, corpóreo"; es decir, no conoce más "relaciones humanas" "entre el hombre y el hombre" que las del amor y la amistad, y además idealizadas.51

Contrario al entusiasmo indiscriminado que el joven Marx profesaba por la filosofía "social" feuerbachiana en los lvf.anuscritos de París (1844), al

punto de afirmar rotundamente:

La gran hazaña de Feuerbach es... (2) La fundamentación del verdadero materia­lismo y de la ciencia real en cuanto que Feuerbach hace igualmente de la rela­ción social «del hombre al hombre» el principio fundamental de la teor.ía ... 52

ahora se critica por simplista esta concepción de lo social como reduc­

tible a meras relaciones interpersonales.

Cabe señalar al respecto, no obstante, que la apropiación crítica del

legado filosófico hegeliano -particularmente su filosofía social-- jugó en este caso, nuevamente, un papel decisivo en este desarrollo de la con­cepción de nuestros autores. Por otra parte, este desarrollo ulterior no revoca ni anula la posición de fondo alcanzada en las obras anteriores, ., sino que más bien la enriquece decisivamente.

La obra madura de Marx

La antropología filosófica juvenil persiste también, en sus líneas gene­rales, como concepción de fondo en las obras maduras de Marx. Así, por ejemplo, la célebre Introducción general de 1857 critica acerba­

mente las concepciones iusnaturalistas y de la Economía Política clásica por presuponer un sujeto humano aislado, totalmente asocial y ahistó.ri­co:

so Ibid.1 págs. 48-9; MEW, 3, pág. 44-5.

51 !bid., pág. 49; MEW, 3, págs. 44. 52 Manuscritos:pag: 181; MEGA2

, I, 2, pág. 276 (400].

(200 S) HEGEL Y EL JOVEN M ARX: "EL HOMBRE COMO SER NATURAL HU11JA.L'\JO" 2 S

A los profetas del siglo XVIII, sobre cuyos hombros aún se apoyan totalmen­te Smith y Ricardo, este individuo del siglo XVIII -que es el producto, por un lado, de la disolución de las formas de sociedad feudales, y por otro lado, de las nuevas fuerzas productivas desarrolladas a partir del siglo XVI- se les aparece como un ideal cuya existencia habría pertenecido al pasado. No como un resultado histórico) sino como punto de partida ele la historia. Según la concepción que tenían de la naturaleza humana, el individuo aparecía como conforme a la naturaleza eh tanto puesto por la naturaleza y no en tanto que producto de la historia. 53

Si, por último, pasamos a la obra maestra -también inconclusa-de Marx, El capital, se confirma. la persistencia, en sus líneas fundamentales, de la concepción filosófica elaborada en sus obras juveniles. En efecto, el importante quinto capítulo del primer tomo,S4 dedicado al análisis crítico

del trabajo bajo las condiciones específicas del capitalismo, comienza con una "embocadura" en la que Marx reflexiona sobre la naturaleza del

trabajo humano en general:

.. . debemos comenzar analizando el proceso de trabajo, sin fijarnos ·eh la forma so­cial concreta que revista ... El proceso de trabajo, tal y como lo hemos estudiado, es decir, fijándonos solamente en sus elementos simples y abstractos, es ... la con­dición general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre, la condición nattual eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las formas y modalidades de esta vida y común a todas las formas sociales por igual. Por eso, para exponerla, no hemos tenido necesidad de presentar al trabajador en relación con otros. Nos bastaba con presentar al hombre y su trabajo de una parte, y de otra la naturaleza y sus materias.55

Se trata, pues, de una discusión de naturaleza semejante a la desarrollada por el joven Marx en los Manuscritos de París (1844), lo cual propicia la

confrontación y comparación entre sí.

En la versión "madura" de E/ t·apital Marx comienza también por

afirmar enfática, categóricamente, la esencial naturalidad de lo humano:

53 Marx, Grundrisse der Kritik der politiJChen Okonomie: RohentJJJJtrf (1857-58). Frankfurt, Europaische Verlagsanstalt, págs. 5-6; Introduccz'ón general a la críti ­ca de la econon;íapolítica/1857, José Aricó y J. Tula, t.tads. México, Eds. Pasa.do y Presente (Siglo XXI), 1982 (15• ed.), pásgs. 33-4. (énfasis añadido).

54 El cual, dicho sea de paso, Marx logró publicar y re-editar, contrario a lo ocu­rrido con los restantes volúmenes, los cuales tuvieron que ser completados y publi­cados póstumamente (por Engels y Kautsky).

55 Marx, E l capital (trad. W Roces). La Habana, Editorial Nacional, 1962: Tomo l, págs. 139 y 146; MEW, 23, págs. 192 y 198-9.

26 GEORG H. FROMM D85

El trabajo es, en pr:imer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla su intercambio de materias (Stoffwechse~ con la naturaleza. En este proceso, el hott~bre se enfrenta como ttn poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y las manos, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las ma­terias que la naturaleza le brinda. 56

Una vez establecida esta tesis prioritaria fundamental, se procede enton­

ces a destacar la especificidad de la actividad laboral propiamente hu­

mana; y se hace, precisamente, contrastando la actividad meramente i n.r ­tintiva de los animales con la actividad consciente que son capaces de

realizar los hombres:

AqLú, no vamos a ocuparnos, pues no nos interesan, de las primeras formas de trabajo, formas instintivas y de tipo animal... Aquí, partimos del supuesto del trabajo plasmado ya bajo una forma en la que pertenece exclusivamente al hombre. 57

Y este contraste se desarrolla ilustrándolo con un ejemplo que recuerda

al utilizado para el mismo propósito en el texto juvenil:

Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la consuucción de los panales de las abejas podrían avergonzar, por su per­fección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes del proceso existía ya en la mente del obrero; es decit, un resultado que ya tenía existencia ideaL El obrero no se limita a ha­cer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mis­mo tiempo, realiza en ella su fin, fm que él sabe que rige como una ley las moda­lidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su volun­tad.58

La versión posterior de El capital no deja de destacar, también, la rela­

ción dialéctica que, por medio del trabajo, se establece y desarrolla en­

tre el hombre y la naturaleza, en la cual, a medida que el hombre humani­za progresivamente a la naturaleza, se va también humanizando él mis­

mo, actualizando sus potencialidades distintivamente humanas:

56 !bid., pág. 139; MEW, 23, pág. 192 (énfasis añadido).

57 Ibid., págs. 139-40; MEW, 23, págs. 192-3 (énfasis en el original). 58 Ibid., pág. 140; MEW, 23, pág. 193 (énfasis en el original).

(2005) HEGEL Y EL JOVEN MARX: "EL HOMBRE COMO SER NATURAL HUMANO" 27

... a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la trans­forma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dor­mitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina. 59

Vemos, pues, que si bien la versión ''madura" es una versión más de-

purada (emancipada, sobre todo, del lastre de la terminología y las for­

mulaciones típicas de la tradición filosófica alemana), reafuma en 1 o esencial la antropología filosófica elaborada anteriormente. La ventaja de

la versión más tosca que nos ofrece al respecto el texto juvenil de los

Manuscritos estriba --lo cual es nada despreciable, en vista de las inter­

pretaciones despistadas que han proliferado posteriormente-en que

patentiza el arduo proceso intelectual de superación (AufhebHng) de la

rica herencia filosófica alemana Oa hegeliana, en particular) que está de ­

trás de las límpidas y "clásicas" formulaciones de El capital.

Para concluir

T enemos aquí un caso dramático en que la apropiacióf} . crítica o su­peración (Aujhebung) de la rica herencia filosófica hegeliana jugó~- un pa­

pel eminentemente positivo y hasta crucial en la formación del pensa­

miento del joven Marx.60 Pero cabe recalcar, nuevamente, que fue sólo

porque nuestro autor no se limitó meramente a aprovechar mecánica­

mente dicho legado intelectual, que éste pudo servir para enriquecer de­

cisivamente la concepción materialista distintiva que nuestro autor estaba

-trabajosamente-elaborando. ~

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedra.r

59 !bid., pág. 139; MEW, 23, pág. 192.

60 Contrario a lo que sucedió en otros casos no menos notables: véase, supra, nota 41.