Heisenberg,fisica y filosofia

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Werner Heisenberg FÍSICA Y FILOSOFÍA Título de la obra en inglés: PHYSICS AND PHILOSOPHY Traducción de: FAUSTO DE TEZANOS PINTO Tapa y diagramación de: H. B. LAGUN EDICIONES LA ISLA / BUENOS AIRES L i b e r a l o s L i b r o s

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Werner Heisenberg

FÍSICA Y FILOSOFÍATítulo de la obra en inglés: PHYSICS AND PHILOSOPHY

Traducción de: FAUSTO DE TEZANOS PINTOTapa y diagramación de: H. B. LAGUN

EDICIONES LA ISLA / BUENOS AIRES

L i b e r a l o s L i b r o s

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COLECCIÓN PERSPECTIVAS DEL MUNDO

Este libro fué editado originalmente en la colección WORLDPERSPECTIVES (Harper and Brothers Publishers, N. York),planeada y dirigida por RUTH NANDA ANSHEN.

Consejo Directivo de WORLD PERSPECTIVES

NIELS BOHR RICHARD COURANTHU SHIHERNEST JACKHROBERT M. MACIVERJACQUES MARITAINJ. ROBERT OPPENHEIMERI. I. RABÍSARPEVALLI RADHAKRISHNANALEXANDER SACHS

Queda hecho el depósito que previene la ley número 11.723. ©EDITORIAL LA ISLA, S. R. L. — Buenos Aires, 1959.

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ÍNDICE

Perspectivas del mundo .............................................. 7

1. Tradición antigua y tradición moderna .... 152. La historia de la teoría cuántica.......................... 173. La interpretación de Copenhague de la teoría

cuántica ............................................................. 304. La teoría cuántica y las raíces de la ciencia ató

mica ................................................................. 425. Desarrollo de las ideas filosóficas a partir de

Descartes, y su comparación con la actual situación de la teoría cuántica ............................... 57

6. La relación de la teoría cuántica con otras partesde la ciencia natural ........................................... 72

7. La teoría de la relatividad................................... 888. Crítica y contraproposiciones a la interpretación

dada en Copenhague a la teoría cuántica .... 1059. La teoría cuántica y la estructura de la materia 122

10. Lenguaje y realidad en la física moderna .... 14011. El papel de la física moderna en el actual des

arrollo del pensamiento humano ....................... 158

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CONTRATAPA

ES bien conocido el hecho de que la Física ha abiertonuevos y vastos horizontes. Ello no ha sido posible, comolo muestra esta obra, sin modificar fundamentales con-ceptos científicos y filosóficos — pilares de la cultura y dela civilización.

Mucho se ha escrito acerca del significado político de lainvestigación nuclear. Pero poco se ha dicho, hasta ahora,sobre las consecuencias de los descubrimientos que hanconducido al Homo Sapiens a una situación tan remota delpasado inmediato como de los tiempos clásicos ymedievales.

Nadie más calificado para debatir este tema para unpúblico de no especializados que el profesor WernerHeisenberg. En colaboración con Niels Bohr ha desarrolladonuevos principios en la teoría cuántica, y se lo tiene por unode tos científicos atómicos de avanzada. Actualmente esdirector del Instituto Max Planck de Física Atómica(Gotinga) y consultor científico en materia de ciencia ató-mica de Alemania Occidental. Ha dictado conferencias enEstados Unidos y sus libros han sido traducidos ainnumerables idiomas.

Es bien conocido el hecho de que la Física ha abiertonuevos y vastos horizontes. Ello no ha sido posible,como lo muestra esta obra, sin modificar fundamentalesconceptos científicos y filosóficos — pilares de lacultura y de la civilización.

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PERSPECTIVAS DEL MUNDO

Sostiene la tesis de esta colección que el hombre, a pesar desu aparente cautiverio moral y espiritual, se halla encamino de desarrollar una nueva conciencia de sí mismo, lacual puede elevar, finalmente, a la raza humana por encimay más allá del miedo, la ignorancia y la soledad que laacosan en nuestros días. A esta naciente conciencia, a esteconcepto del hombre nacido de un universo percibido através de una novísima visión de la realidad, se halladedicada PERSPECTIVAS DEL MUNDO.

Únicamente aquellos conductores espirituales e intelec-tuales de nuestra época que poseen una capacidad creadoraen esta dilatación de los horizontes del hombre han sidoinvitados a participar en esta Serie: son aquéllos queabrigan la certeza de que más allá de las divisiones que se-paran a los hombres existe una primordial fuerza unitiva,puesto que todos estamos unidos por una común concienciade lo humano, más fundamental que cualquier unidad dedogma; son aquéllos que reconocen que la fuerza centrifugaque ha dispersado y atomizado a la humanidad debe serreemplazada por una estructura integral y un sistemacapaces de conferir sentido y finalidad a la existencia;aquellos pensadores, en fin, que comprenden que la cienciamisma, cuando no se halla

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inhibida por las limitaciones de su propia metodología,cuando es pura y humilde, concede al hombre una ilimi-tada jerarquía de todavía no soñadas consecuencias quepueden derivar de la misma.

Esta, colección aspira a señalar una realidad de cuyateoría científica sólo se ha revelado un aspecto. Es lasujeción a esta realidad la que presta proyección universala los más originales y aislados pensamientos de loshombres de ciencia. Reconociendo paladinamente esteconcepto, reintegraremos la ciencia a la gran familia de lasaspiraciones humanas mediantes las cuales los hombresesperan realizarse, por sí mismos, en la comunidaduniversal como seres pensantes y conscientes. Porquenuestro problema consiste en descubrir un principio dediferenciación y a la vez de cohesión, lo suficientementelúcido como para justificar y purificar el conocimientocientífico, filosófico y aun cualquier otro, tanto discursivocomo intuitivo, aceptando su interdependencia. Esta es lacrisis de la comprensión consciente que se ha idoarticulando a través de la crisis de la ciencia. Este es elnuevo despertar.

Cada volumen presenta el pensamiento y las creencias desu autor, y señala el rumbo en el cual la religión, lafilosofía, el arte, la ciencia, la economía, la política y lahistoria pueden constituir esa forma de actividad humanaque toma en cuenta las más completas y más precisasvariedades, posibilidades, complejidades y dificultades. Deeste modo, PERSPECTIVAS DEL MUNDO se esfuerza por definirel poder ecuménico de la inteligencia y del corazón, quecapacita al hombre, a través de su misteriosa grandeza,para volver a crear su vida.

Se propone esta Serie reexaminar todos aquellos aspec-tos del esfuerzo humano de los cuales el especialista habíaaprendido a pensar que podía prescindir impunemente.Interpreta acontecimientos actuales y pasados que incidensobre la vida humana en una época que, como la nuestra,tiende cada vez más a la universalidad, y encara lo que elhombre puede conseguir todavía, cuando un impulso inte-rior invencible lo alienta a la búsqueda de lo que hay en élde más alto. Su finalidad es ofrecer enfoques nuevos de

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la evolución del mundo y del hombre, pero negándosesiempre a traicionar la vinculación entrañable entre uni-versalidad e individualidad, entre energía y forma, entrelibertad y predestinación. Cada autor va realizando su obracon la creciente convicción de que espíritu y materia no sonelementos separados y aparte; que la intuición y la razóndeben recobrar su importancia como los medios de percibiry fundir lo que vive en nuestro interior con la realidadexterior.

PERSPECTIVAS DEL MUNDO intenta demostrar que laconcepción de totalidad, unidad, organismo es una más altay más concreta concepción que la de materia y energía. Deeste modo, nos empeñamos por dar en esta Serie un sentidoampliado de la vida, de la biología, no tal como ha sidorevelado en el tubo de ensayo del laboratorio, sino tal comose lo experimenta dentro del propio organismo de vida.Porque el principio de vida consiste en la tensión queconecta lo espiritual con el reino de la materia. El elementovital tiene caracteres dominantes en la íntima contextura dela naturaleza, por lo cual la vida, la biología, se vuelve unaciencia más allá de lo empírico. Las leyes de la vida tienensu origen más allá de sus simples manifestaciones físicas ynos compelen a considerar su fuente espiritual. En realidad,el ensanchamiento del marco conceptual no ha servido sola-mente para restaurar el orden en las respectivas ramas delconocimiento, sino que también ha revelado analogías en laposición del hombre respecto del análisis y la síntesis de laexperiencia en dominios aparentemente separados delintelecto, sugiriendo la posibilidad de una descripción delsignificado de la existencia de contornos todavía másdilatados.

El conocimiento, como se demuestra en estos libros, noconsiste ya en una mera manipulación del hombre y lanaturaleza como fuerzas antagónicas, ni en la reducción delos hechos a un mero orden estadístico, sino que es unmedio de liberar a la humanidad del poder destructor delmedio, señalando el camino hacia la rehabilitación de lavoluntad humana y el renacimiento de la fe y de laconfianza en la persona humana. Las obras pu-

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blicadas intentan mostrar, asimismo, que la demanda deesquemas, sistemas y autoridades se va haciendo menosinsistente a medida que aumenta en Oriente y Occidente elanhelo de recuperar la dignidad, la integridad y laautodeterminación: derechos inalienables del hombre, queahora podrá orientar el cambio mediante el designio cons-ciente, y a la luz de la experiencia racional.

Otras de las cuestiones vitales exploradas se refieren aproblemas de entendimiento internacional o de prejuiciosentre los pueblos, con las tensiones y los antagonismosconsiguientes. La visión y la responsabilidad crecientes denuestra época apuntan a la nueva realidad de que lapersona individual y la persona colectiva se integran ycomplementan entre sí; de modo que la esclavitud tota-litaria, tanto de derecha como de izquierda, ha sido sa-cudida por la aspiración universal de reconquistar la auto-ridad de la verdad y la unidad humana. La humanidadpuede por fin poner su esperanza, no ya en un autoritarismoproletario ni en un humanismo secularizado, que hantraicionado igualmente el derecho de propiedad espiritualde la historia, sino en una fraternidad sacramental y en launidad del conocimiento. Esta nueva conciencia haproducido un ensanchamiento de los horizontes humanosque trasciende todo sectarismo, y una revolución en elpensamiento humano, comparable a la premisa básica, de lasoberanía de la razón entre los antiguos griegos; similar ala gran irradiación de la conciencia moral articulada porlos projetas hebreos; análoga a los enunciadosfundamentales del cristianismo; o a la alborada de unanueva era científica, la era de la ciencia de la dinámica,cuyos fundamentos experimentales formuló Galileo en elRenacimiento.

Uno de los esfuerzos importantes de esta Serie consisteen reconsiderar las acepciones y aplicaciones con-tradictorias que se dan hoy a términos tales como demo-cracia, libertad, justicia, amor, paz, fraternidad y Dios. Yestas investigaciones responden al propósito de despejar elcamino para la fundación de una auténtica historiauniversal no ya en términos de nación, de raza o de cultura,sino en los términos del hombre en sus relaciones con

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Dios, consigo mismo, con sus semejantes y con el univer-so, más allá de todo interés inmediato y egoísta. Porqueel sentido de esta Edad Mundial consiste en el respeto delas esperanzas y los sueños del hombre; respeto que con-duce a una comprensión más profunda de los valoresfundamentales de todos los pueblos.

PERSPECTIVAS DEL MUNDO es una colección que inten-ta penetrar en el sentido verdadero del hombre, sentidono sólo determinado por la historia, sino que a su vez ladetermina. Y la historia, según aquí se la concibe, no seocupa sólo de la vida del hombre sobre nuestro planeta,sino también de las influencias cósmicas que actúan ennuestro mundo humano.

Nuestra generación está descubriendo que la historiano se somete al optimismo social de la moderna civili-zación; y que la organización de las comunidades huma-nas y el establecimiento de la libertad y la paz no sonsolamente realizaciones intelectuales sino realizacionesde orden espiritual y moral, que exigen el cultivointegral de la personalidad humana, la "inmediataintegridad de sentimiento y pensamiento" y acucianinterminablemente al hombre para hacerlo salir delabismo de su insensatez y de sus padecimientos a fin deque se renueve y se reconstruya en la plenitud de su vida.

La justicia misma, que ha padecido un "estado de pe-regrinación y de crucifixión", y ahora está siendo libe-rada poco a poco de las garras de la demonología socialy política, en el Este como en el Oeste, empieza a sentarsus propias premisas. Los modernos movimientos revolu-cionarios que han desafiado a las sagradas institucionesde la sociedad, protegiendo a la injusticia social en nom-bre de la justicia social, son examinados y revaluados.

A la luz de este punto de vista, no tenemos otra alter-nativa que admitir que la servidumbre, con la cual lalibertad es medida, debe ser mantenida con ella, esdecir, que el aspecto de la verdad juera del cual pareceemerger la noche, la oscuridad de nuestro tiempo, es tanpoco renunciable como el progreso subjetivo delhombre. De este modo, las dos fuentes de la concienciadel hombre son inseparables, no como un aspecto inertesino como

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un aspecto viviente y complementario, un aspecto de aquelprincipio de complementaridad mediante el cual Niels Bohrha buscado unir el cuanto y la onda, que constituyen laverdadera fábrica de radiante energía vital.

Existe hoy en la humanidad una fuerza contraria a laesterilidad y al peligro de la cultura cuantitativa y anónimade la masa; un sentido espiritual nuevo, aunque a vecesimperceptible, de convergencia hacia la unidad del mundo,basada en el carácter sagrado de cada persona humana yen el respeto por la pluralidad de las culturas. Hay unaconciencia, creciente de que la igualdad y la justicia nopueden evaluarse en simples términos numéricos, ya queson en su realidad proporcionales y analógicas. Porquecuando la igualdad es equiparada con lo intercambiable, laindividualidad es negada y la personalidad humanaaniquilada.

Estamos en el umbral de una era del mundo en la cual lavida humana se empeña en realizar formas nuevas.Reconocida la falsedad de la división entre hombres ynaturaleza, tiempo y espacio, libertad y seguridad, nosenfrentamos con una imagen nueva del hombre en suunidad orgánica, y una visión nueva de la historia que leatribuye una riqueza y variedad de contenido, y unamagnitud de alcances sin precedentes hasta ahora. Alvincular la sabiduría acumulada por el espíritu del hombre,a la realidad de la Edad Mundial, articulando supensamiento con sus creencias, PERSPECTIVAS DEL MUNDOtrata de estimular un renacimiento de esperanza en lasociedad, y de altivez en la decisión del hombre paradeterminar su destino.

PERSPECTIVAS DEL MUNDO abriga, la convicción de quetodos los grandes cambios son precedidos por una vigorosareorganización y revaluación intelectual. Nuestros autoresestán informados de que el pecado de hybris puede serevitado demostrando que el proceso creador mismo no estma libre actividad si por libre actividad entendemosactividad arbitraria, o no relacionada con las leyescósmicas. Porque el proceso creador en la mente humana,el proceso evolucionista en la naturaleza orgánica y lasleyes básicas del reino inorgánico no pueden

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ser sino variadas expresiones de un proceso formativouniversal. De este modo, PERSPECTIVAS DEL MUNDO es-pera demostrar que aunque el presente período apoca-líptico es de excepcional tensión, hay también en acciónun excepcional movimiento hacia una unidad compen-sadora que rehusa violar el poder fundamental que rigeen el universo, el verdadero poder del cual todo esfuerzohumano debe depender finalmente. De esta manerapodemos llegar a comprender que existe una inde-pendencia esencial del desarrollo espiritual y mentalque, aunque está condicionado por circunstancias, jamáses determinado por las circunstancias. Así, la granplétora de conocimientos humanos puede estarcorrelacionada con un discernimiento en la índole de lanaturaleza humana armonizándose con el dilatado yprofundo campo de actividad del pensamiento humano yde la humana experiencia.

A despecho de la infinita obligación del hombre y desu poder finito; a despecho de la intransigencia de losnacionalismos; del desvalimiento espiritual y de la pro-fanación moral; por debajo del aparente torbellino y elcaos del presente y extrayendo de las trasformaciones deeste dinámico período la revelación de una concienciade unidad universal, el propósito de PERSPECTIVAS DELMUNDO es contribuir a reanimar "el corazón inmóvil dela verdad perfecta" e interpretar los elementos signifi-cativos de esta Edad Mundial que se está configurandoactualmente en la continuidad ininterrumpida del proce-so creador que reintegra el hombre a la humanidad,ahondando y fortaleciendo su comunión con el universo.

RUTH NANDA ANSHENNueva York, 1958.

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I. TRADICIÓN ANTIGUA Y TRADICIÓNMODERNA

Cuando se habla hoy de física moderna, en lo primeroque se piensa es en las armas atómicas. Todos com-prenden la enorme influencia de estas armas en la es-tructura política de nuestro mundo actual, y no resultadifícil admitir que la influencia de la física sobre la si-tuación general es más grande que la que en cualquierotra época ha tenido. Pero, ¿es realmente el aspecto po-lítico el más importante de la física moderna? Cuando elmundo haya ajustado su estructura política a las nuevasposibilidades técnicas ¿qué quedará, entonces, de la in-fluencia de la física moderna?

Para contestar estas preguntas, debe tenerse presenteque toda herramienta lleva consigo el espíritu con que hasido creada. Puesto que todas las naciones y todos losgrupos políticos habrán de estar interesados en las nuevasarmas, independientemente del lugar y de las tradicionesculturales, el espíritu de la física moderna penetrará enlas mentes de mucha gente, y se relacionará de diferentesmaneras, con tradiciones más antiguas. ¿Cuál será elresultado de este impacto de una rama especial de laciencia sobre antiguas y poderosas tradiciones? Enaquellas partes del mundo en las que se ha desarrollado

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la ciencia moderna, el interés principal se ha centrado,desde hace mucho tiempo, en actividades prácticas, in-dustria e ingeniería, combinadas con el análisis racionalde las condiciones externas e internas de esas activida-des. A la gente de esos países le será relativamente fácilhacer frente a las nuevas ideas, puesto que han tenidotiempo de adaptarse lenta y gradualmente a los métodoscientíficos del pensamiento moderno. En otras partes delmundo, estas ideas habrán de confrontarse con losfundamentos religiosos y filosóficos de la cultura local.Ya que los resultados de la física moderna afectan con-ceptos fundamentales, como los de realidad, espacio ytiempo, la confrontación puede conducir a desarrollosenteramente nuevos que no pueden preverse. Un rasgocaracterístico de este encuentro entre la ciencia modernay sistemas de pensamiento, más antiguos, será su in-ternacionalismo. En este intercambio de ideas, una de laspartes, la vieja tradición, será diferente en cada región delmundo, pero la otra será la misma en todas partes, y porlo tanto los resultados de este intercambio se des-parramarán sobre todas las áreas en que tengan lugarestas discusiones.

Por tal razón, puede no ser una tarea insignificantetratar de discutir estas ideas de la física moderna en unlenguaje no demasiado técnico, estudiar sus consecuen-cias filosóficas, y compararlas con algunas de las tradi-ciones antiguas.

La mejor manera de enfrentar los problemas de la fí-sica moderna quizá sea mediante una descripción his-tórica del desarrollo de la teoría cuántica. Es verdad quela teoría de los quanta o cuantos es sólo un pequeño sec-tor de la física atómica, y ésta a su vez es sólo una pe-queña parte de la ciencia moderna. Sin embargo, es en lateoría del cuanto donde se han producido los cambiosmás fundamentales con respecto al concepto de realidad,y es en la forma final de esta teoría cuántica donde lasnuevas ideas de la física moderna se han concentrado ycristalizado.

El equipo experimental necesario para la investigaciónen el campo de la física nuclear, enorme y extremada-

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mente complicado, representa otro de los aspectos impre-sionantes de esta parte de la ciencia moderna. Pero conrespecto a la técnica experimental, la física nuclear re-presenta la extensión de un método de investigación queha determinado el crecimiento de la ciencia modernadesde Huyghens o Volta o Faraday. De manera similar,la desalentadora complicación matemática de algunaspartes de la teoría cuántica, puede considerarse lasúltimas consecuencias de los métodos de Newton oGauss o Maxwell. Pero el cambio en el concepto derealidad que se manifiesta en la teoría de los quanta noes una simple continuación del pasado; parece ser unaverdadera ruptura en la estructura de la ciencia moderna.Por lo tanto, el primero de los capítulos siguientes, serádedicado al estudio del desarrollo histórico de la teoríadel cuanto.

2. LA HISTORIA DE LA TEORÍA CUÁNTICA

El origen de la teoría cuántica está vinculado con unfenómeno bien conocido que no pertenece a la parteesencial de la física atómica. Cuando se calienta un trozode materia, éste comienza a tornarse candente, y llega alrojo blanco a altas temperaturas. El color no dependemucho de la superficie del material, y para un cuerponegro depende sólo de la temperatura. Por lo tanto, laradiación emitida por tal cuerpo a altas temperaturas esun tema adecuado para la investigación física: es unfenómeno simple que debería explicarse en base a lasleyes conocidas de la radiación y el calor. Sin embargo,los intentos efectuados a fines del siglo diecinueve porJeans y Lord Rayleigh fallaron, y pusieron de manifiestoserias dificultades. No sería posible describir aquí estasdificultades en palabras sencillas. Baste saber que laaplicación de las leyes conocidas no conducía aresultados razonables. Cuando en 1895, Planck comenzóa trabajar en este tema, trató de trasformar el problema dela radiación en el problema del átomo radiante. Estatrasformación no eliminaba ninguna de las dificultadesfundamentales, pero simplificaba la interpretación de losdatos empíricos. En

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esa misma época, durante el verano de 1900, Curlbaum yRubens hicieron en Berlín nuevas mediciones muy exactasdel espectro de la radiación térmica. Cuando Planck conocióesos resultados, trató de representarlos mediante fórmulasmatemáticas sencillas que resultaran compatibles con susinvestigaciones acerca de la relación entre calor y radiación.Un día, Rubens fue a tomar el té a casa de Planck, y amboscompararon las últimas conclusiones de aquél con la nuevafórmula sugerida por Planck. Este fue el descubrimiento dela ley de Planck de radiación calórica.

Al mismo tiempo, éste fue, para Planck el comienzo de unintenso trabajo de investigación teórica. ¿Cuál era la correctainterpretación física de la nueva fórmula? Puesto que a partirde sus primeros trabajos Planck pudo traducir fácilmente sufórmula en una afirmación acerca del átomo radiante(llamado el oscilador), pronto debió haber encontrado quesu fórmula parecía indicar que el oscilador sólo podía poseercantidades 1 discretas de energía. Este resultado era tandiferente de todo lo que se conocía en física clásica, queseguramente él debió haberse rehusado a aceptarlo en unprincipio. Pero en momentos del trabajo más intenso,durante el mismo verano de 1900, se convenció finalmentede que no había forma de escapar a esta conclusión. Cuentael hijo de Planck, que en un largo paseo por el Grunewald,parque de las afueras de Berlín, su padre le habló de susnuevas ideas. Durante el paseo, le explicó que pensaba haberhecho un descubrimiento de gran importancia, comparable,quizá, con los descubrimientos de Newton. De modo quePlanck debió haber comprendido, ya en esa época, que sufórmula afectaba los fundamentos de nuestra descripción dela naturaleza, y que estos fundamentos habrían de comenzar,algún día, a moverse de su actual situación tradicional haciauna nueva posición, aún desconocida, de estabilidad. APlanck, que tenía todo el aspecto de un conservador, no legustaban nada estas consecuencias; pero publicó su hipótesisdel cuanto en diciembre de 1900.

1 En latín quanta, plural de quantum, y en castellano cuantos.

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La idea de que la energía sólo podía ser emitida oabsorbida en cuantos discretos de energía era tan nueva queno se la podía incorporar a la estructura tradicional de lafísica. Un intento de Planck de conciliar su hipótesis con lasantiguas leyes de radiación, falló en sus puntos másimportantes. El próximo paso en la nueva dirección tardócinco años en darse.

Esta vez fue el joven Albert Einstein, un genio revo-lucionario, el que no temió avanzar apartándose de losviejos conceptos. Había dos problemas en los cuales pudohacer uso de las nuevas ideas. Uno era el llamado efectofotoeléctrico: la emisión de electrones por los metales bajola influencia de la luz. Las experiencias, especialmente lasde Lenard, mostraban que la energía de los electronesemitidos no dependía de la intensidad de la luz, sinosolamente de su color, o con más precisión, de sufrecuencia. Esto no se podía entender sobre la base de lateoría tradicional de la radiación. Einstein pudo explicar lasobservaciones interpretando que la hipótesis de Planckasevera que la luz consiste en cuantos de energía queatraviesan el espacio. La energía de un cuanto de luz debíaser, de acuerdo con las suposiciones de Planck, igual a lafrecuencia de la luz multiplicada por la constante de Planck.

El otro problema era el del calor específico de loscuerpos sólidos. La teoría tradicional conducía a valores delcalor específico que se ajustaban a las observaciones a altastemperaturas, pero que no se ajustaban a las observaciones atemperaturas bajas. Nuevamente, Einstein pudo demostrarque se podía comprender este comportamiento aplicando lahipótesis cuántica a las vibraciones elásticas del átomo delcuerpo sólido. Estos dos resultados significaron un notableavance, puesto que revelaron la existencia del cuanto deacción de Planck —como acostumbran los físicos a llamarsu constante— en varios fenómenos que no se relacionabandirectamente con la radiación de calor. Revelaban, al mismotiempo, el carácter profundamente revolucionario de lasnuevas hipótesis, ya que la primera de ellas conducía a unadescripción de la luz completamente diferente de la imagenon-

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dulatoria tradicional. Podía interpretarse que la luz con-sistía, bien en ondas electromagnéticas, según la teoría deMaxwell, bien en cuantos de luz, paquetes de energía queatraviesan el espacio con la velocidad de aquélla. ¿Peropodía consistir en ambas cosas? Einstein sabía, natural-mente, que los fenómenos bien conocidos de difracción einterferencia sólo podían explicarse sobre la base de laimagen ondulatoria. No podía refutar la contradicciónque existía entre esta imagen ondulatoria y la idea decuantos de luz; y no intentó siquiera eliminar la inconsis-tencia de su interpretación. Tomó, simplemente, la con-tradicción como algo que quizá habría de entenderse sólomucho más tarde.

Mientras tanto, los experimentos de Becquerel, Curie yRutherford habían clarificado, en cierta medida, el co-nocimiento de la estructura del átomo. En 1911, las ob-servaciones de Rutherford sobre la interacción de losrayos alfa al pasar a través de la materia lo condujeron asu famoso modelo de átomo: un núcleo, cargado posi-tivamente, y que contiene casi toda la masa del átomo, yelectrones, que giran alrededor del núcleo como planetasalrededor del sol. El vínculo químico entre átomos deelementos diferentes se explica por la interacción de elec-trones exteriores de átomos vecinos; nada tiene que vercon los núcleos. El núcleo determina el comportamientoquímico del átomo por su carga, la que, a su vez, fija elnúmero de electrones del átomo neutro. Inicialmente,este modelo de átomo no conseguía explicar la caracterís-tica más notable del átomo: su enorme estabilidad. Nin-gún sistema planetario que siguiera las leyes de la me-cánica de Newton volvería jamás a su configuracióninicial después de una colisión con un sistema semejante,pero un átomo de carbón, por ejemplo, seguirá siendo unátomo de carbón aun después de cualquier colisión ointeracción por vinculación química.

La explicación de esta extraña estabilidad la dio Bohren 1913, con la aplicación de la hipótesis del cuanto, dePlanck. Si el átomo sólo puede cambiar su energía encuantos discretos, esto debe significar que el átomo sólopuede existir en estados estacionarios discretos, el más

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bajo de los cuales es su estado normal. Por lo tanto, des-pués de una interacción cualquiera, el átomo volverá fi-nalmente, siempre, a su estado normal.

Con esta aplicación de la teoría cuántica al modelo deátomo, Bohr pudo no solamente explicar la estabilidaddel átomo, sino también, en algunos casos simples, daruna interpretación teórica de las líneas de los espectrosemitidos por los átomos excitados por descargaseléctricas o calor. Su teoría se apoyaba en unacombinación de mecánica clásica para el movimiento delos electrones con condiciones cuánticas impuestas paradefinir los estados estacionarios del sistema. Sommerfelddio, más tarde, una formulación matemática consistentede estas condiciones. Bohr sabía bien que las condicionescuánticas estropeaban en cierto modo la consistencia dela mecánica de Newton. En el caso sencillo del átomo dehidrógeno se pudieron calcular, con la hipótesis de Bohr,las frecuencias de la luz emitida por el átomo, y lacoincidencia con las observaciones fue perfecta. Sinembargo, estas frecuencias eran diferentes de lasfrecuencias de rotación del electrón en su órbitaalrededor del núcleo y de sus armónicas, y este hechomostraba que la teoría estaba aún llena decontradicciones. Pero contenía una parte esencial de ver-dad. Explicaba cualitativamente el comportamiento quí-mico de los átomos y sus espectros lineales; la existenciade estados estacionarios discretos fue verificada por lasexperiencias de Franck y Hertz, Stern y Gerlach.

La teoría de Bohr había abierto una nueva ruta deinvestigación. La gran cantidad de material experimentalrecogido durante varias décadas estaba ahora disponiblecomo información acerca de las extrañas leyes cuánticasque gobiernan el movimiento de los electrones en el áto-mo. Muchos experimentos químicos podían usarse con elmismo propósito. Desde esta época, los físicos apren-dieron a formularse las preguntas correctas; y hacer lapregunta adecuada es frecuentemente más de medio ca-mino hacia la solución del problema.

¿Cuáles eran esas preguntas? Prácticamente todas es-taban relacionadas con las extrañas contradiciones apa-rentes entre resultados de diferentes experimentos.¿Cómo

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puede ser que la misma radiación que produce interferencia,y que por lo tanto debe consistir en ondas, produzca tambiénel efecto fotoeléctrico, y en consecuencia deba consistir enpartículas móviles ? ¿Cómo es posible que la frecuencia delmovimiento planetario del electrón en el átomo no se pongade manifiesto en la frecuencia de la radiación emitida?¿Significa esto que no existe tal movimiento planetario?Pero si la idea de ese tipo de movimiento es incorrecta, ¿quéles sucede a los electrones dentro del átomo? Se puede verel movimiento de los electrones en una cámara de niebla, y,a veces, cómo se produce una colisión con un átomo; ¿porqué no se habrían de mover también dentro del átomo? Esverdad que podrían estar en reposo en el estado normal delátomo, el estado de mínima energía. Pero hay muchosestados de mayor energía, en los que la corteza de electronestiene cierta cantidad de movimiento angular. Por lo tanto, elelectrón no puede estar en reposo. Se pueden agregarmuchos ejemplos similares. Una y otra vez nos encontramoscon que el intento de describir los acontecimientos atómicosen los términos tradicionales de la física, nos conduce acontradicciones.

Gradualmente, en los años que siguieron a 1920, losfísicos se fueron acostumbrando a estas dificultades; ad-quirieron un vago sentido de dónde se habrían de producirlas dificultades, y aprendieron a evitar las contradicciones.Sabían qué descripción de un acontecimiento atómico habríade ser la correcta para la experiencia especial en discusión.Esto no era suficiente para presentar un cuadro de conjuntoconsistente de lo que sucede en un proceso cuántico, perohizo cambiar de criterio a los físicos de modo de hacerlesaceptar, en cierta manera, el espíritu de la teoría cuántica.Por lo tanto, aun algún tiempo antes de formularse demanera coherente la teoría cuántica, se sabía más o menoscuál habría de ser el resultado de cualquier experimento.

Se discutía frecuentemente lo que se llaman experi-mentos ideales. Tales experimentos tenían por objeto con-testar preguntas críticas independientemente de la posi-bilidad de llevarlos a cabo. Por supuesto, era importante

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que, en principio, fuera posible realizar el experimento, perola técnica podía ser extremadamente complicada. Estosexperimentos ideales podían ser muy útiles para aclararalgunos problemas. Si no había acuerdo entre los físicosacerca del resultado de tales experimentos ideales, eraposible, frecuentemente, encontrar un experimento similarpero, más simple, que pudiera llevarse a cabo, de maneraque la respuesta experimental contribuyera a la aclaraciónde la teoría cuántica.

La más extraña de las experiencias de aquellos años fueque las paradojas de la teoría cuántica no desaparecíandurante el proceso de clarificación; al contrario, se tornabanaún más agudas y más excitantes. Estaba, por ejemplo, elexperimento de Compton sobre la dispersión de rayos X.Desde los primeros experimentos sobre interferencia pordispersión de la luz, no se pudo dudar que la dispersión seproducía, esencialmente, de la siguiente manera: la onda deluz incidente hace vibrar a un electrón que encuentra el rayo,con la frecuencia de la onda; el electrón oscilante emite,entonces, ondas esféricas con la misma frecuencia, yproduce, por tanto, la dispersión de la luz. Sin embargo,Compton encontró en 1923 que la frecuencia de los rayos Xde dispersión, era distinta de la del rayo incidente. Podíaentenderse formalmente este cambio de frecuenciasuponiendo que la dispersión consistía en la colisión de uncuanto de luz con un electrón. La energía del cuanto de luzse modifica durante el choque; y como la frecuenciamultiplicada por la constante de Planck es la energía delcuanto de luz, la frecuencia también debía modificarse.Pero, ¿qué sucede en esta interpretación con la ondaluminosa? Las dos experiencias, una la de interferencia pordispersión y la otra sobre el cambio de frecuencia, parecíancontradecirse mutuamente sin ninguna posibilidad deacuerdo.

En esta época, muchos físicos se habían convencido deque estas contradicciones aparentes pertenecían a la estruc-tura intrínseca de la física atómica. Por lo tanto, en 1924, deBroglie intentó, en Francia, extender el dualismo entreondas y partículas, a las partículas elementales de ma-teria,especialmente al electrón. Demostró que a un elec-

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trón en movimiento, le correspondía cierta onda demateria, del mismo modo que una onda de luzcorresponde a un cuanto de luz en movimiento. No eraclaro, en ese tiempo, el significado de la palabracorresponder, en esa relación. Pero de Broglie sugirióque la condición cuántica en la teoría de Bohr debiera serinterpretada como una afirmación acerca de ondas demateria. Una onda alrededor de un núcleo sólo puede ser,por razones geométricas, una onda estacionaria; y elperímetro de la órbita debe ser un múltiplo entero de lalongitud de la onda. De esta manera, la idea de deBroglie relacionaba la condición cuántica, que siemprehabía sido un elemento formal en la mecánica delelectrón, con el dualismo entre ondas y partículas.

En la teoría de Bohr, la discrepancia entre la fre-cuencia orbital del electrón calculada, y la frecuencia dela radiación emitida, debía ser interpretada como unalimitación del concepto de órbita electrónica. Este con-cepto había sido algo dudoso desde el comienzo. En lasórbitas más altas, sin embargo, los electrones debían mo-verse a gran distancia del núcleo, del mismo modo quese los ve mover en una cámara de niebla. Allí se podríahablar de órbita electrónica. Era, por lo tanto, muy satis-factorio, que en esas órbitas las frecuencias de la radia-ción emitida se aproximaran a la frecuencia orbital y asus armónicas más elevadas. También había sugerido yaBohr, en sus primeros artículos, que las intensidades delas líneas espectrales emitidas se aproximaban a lasintensidades de las correspondientes armónicas. Esteprincipio de correspondencia había demostrado ser muyútil para el cálculo aproximado de la intensidad de laslíneas espectrales. De esta manera, podía tenerse laimpresión de que la teoría de Bohr proporcionaba unadescripción cualitativa, y no cuantitativa, de lo quesucede dentro del átomo; que algún nuevo aspecto delcomportamiento de la materia se expresabacualitativamente con las condiciones cuánticas, el cual, asu vez, se relacionaría con el dualismo entre ondas ypartículas.

La formulación matemática precisa de la teoría cuán-tica emergió, finalmente, de dos desarrollos diferentes.

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Uno, partió del principio de correspondencia, de Bohr.Había que abandonar el concepto de órbita del electrón,pero se lo debía mantener, no obstante, en el límite de losgrandes números cuánticos (órbitas grandes). En estoscasos, la radiación emitida, por medio de sus frecuencias eintensidades, da una imagen de la órbita del electrón;representa lo que los matemáticos llaman un desarrollo deFourier de la órbita. Era como si se debiese escribir las leyesmecánicas, no con ecuaciones entre las velocidades yposiciones del electrón, sino entre las frecuencias yamplitudes de su desarrollo en series de Fourier. Partiendode tales ecuaciones, y con muy poco cambio, podíaesperarse llegar a relaciones entre esas cantidades quecorrespondieran a frecuencias e intensidades de la radiaciónemitida, aun para órbitas pequeñas, y para el estado normaldel átomo. Este plan se llevó, efectivamente, a cabo. En elverano de 1925 condujo a un formalismo matemáticollamado mecánica de las matrices o, más genéricamente,mecánica cuántica. Las ecuaciones del movimiento de lamecánica de Newton fueron reemplazadas por ecuacionessimilares entre matrices. Fue una experiencia extraña vercómo muchos de los resultados de la antigua mecánica,como conservación de la energía, etcétera, podíanencontrarse también en el nuevo esquema. Más tarde, lasinvestigaciones de Born, Jordan y Dirac demostraron quelas matrices que representan la posición y la cantidad demovimiento del electrón, no pueden intercambiarse. Esteúltimo hecho demuestra claramente la esencial diferenciaentre mecánica cuántica y mecánica clásica.

El otro desarrollo siguió la idea de de Broglie acerca deondas de materia. Schrödinger trató de establecer unaecuación ondulatoria para las ondas estacionarias de deBroglie, alrededor del núcleo. Primeramente, en 1926,acertó a deducir los valores de la energía de los estadosestacionarios del átomo de hidrógeno, como valores propiosde su ecuación ondulatoria, y pudo dar una norma másgeneral para trasformar un sistema de ecuaciones clásicas demovimiento en una ecuación ondulatoria correspondiente,en un espacio de muchas dimensiones.

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Después, él mismo demostró que este formalismo de lamecánica ondulatoria era matemáticamente equivalenteal de la ya conocida mecánica cuántica.

De manera que ya se disponía de un formalismo ma-temático coherente, al que se podía llegar por dos ca-minos diferentes, partiendo, bien de relaciones entrematrices, bien de ecuaciones ondulatorias. Este formalis-mo dio los valores exactos de la energía del átomo dehidrógeno; y en menos de un año se vio que tambiénservía para el átomo de helio y los problemas tanto máscomplicados de los átomos más pesados. Pero ¿en quésentido describía al átomo el nuevo formalismo? Lasparadojas del dualismo entre la imagen ondulatoria y laimagen corpuscular no había sido resuelta; quedaban unpoco escondidas en el esquema matemático.

Un primer paso, muy interesante, hacia el enten-dimiento total de la teoría cuántica fue dado en 1924 porBohr, Kramers y Slater. Estos autores trataron de resol-ver la aparente contradicción entre la imagen ondulatoriay la corpuscular, mediante el concepto de onda deprobabilidad. Las ondas electromagnéticas se interpre-taban no como ondas reales sino como ondas de proba-bilidad, cuya intensidad determina, en cada punto, laprobabilidad de absorción (o emisión inducida) de uncuanto de luz por parte de un átomo en ese punto. Estaidea condujo a la conclusión de que las leyes de conser-vación de la energía y de la cantidad de movimiento nonecesitaban ser ciertas para un acontecimiento aislado,sino que son sólo leyes estadísticas, solamente exactas enun promedio estadístico. Esta conclusión no era correcta,sin embargo, y la relación entre el aspecto ondulatorio yel corpuscular resultaba aun más complicada.

Pero el artículo de Bohr, Kramers y Slater puso enevidencia un rasgo esencial de la interpretación correctade la teoría cuántica. Este concepto de onda de probabi-lidad era algo enteramente nuevo en la física teórica des-de Newton. Probabilidad, en matemáticas o en mecánicaestadística, significa una afirmación acerca de nuestrogrado de conocimiento de la situación real. Al arrojar losdados, no conocemos los detalles del movimiento de

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las manos que determinan la caída de aquéllos, y deci-mos, por lo tanto, que la probabilidad de obtener unnúmero determinado es de uno en seis. La onda de pro-babilidad de Bohr, Kramers y Slater, sin embargo, sig-nificaba más que esto; significaba una tendencia haciaalgo. Era una versión cuantitativa del viejo concepto depotentia de la filosofía de Aristóteles. Introducía algosituado a mitad de camino entre la idea de un aconte-cimiento y el acontecimiento real, una rara clase de reali-dad física a igual distancia de la posibilidad y la realidad.

Más tarde, cuando quedó fijada la estructura matemá-tica de la teoría cuántica, Bohr retomó esta idea deprobabilidad, y dio una clara definición de la cantidadmatemática que, en el formalismo, debía ser interpretadacomo onda de probabilidad. No era una onda tri-dimensional como las electromagnéticas, o las elásticas,sino una onda en un espacio de configuración multidi-mensional, una cantidad matemática más bien abstracta,pues.

Aun en esta época, el verano de 1926, no era claro encada caso, cómo debía usarse el formalismo matemáticopara describir una situación experimental dada. Se sabíadescribir los estados estacionarios del átomo, pero no unacontecimiento mucho más simple, como por ejemplo elmovimiento del electrón en una cámara de niebla.

Cuando en aquel verano Schrödinger demostró que suformalismo de la mecánica ondulatoria era equivalente ala mecánica cuántica, trató, durante algún tiempo, deabandonar la idea de cuantos y de saltos cuantifi-cados yde reemplazar los electrones del átomo por su onda demateria tridimensional. Lo alentaba a intentarlo elresultado encontrado por él: que los niveles de energíadel átomo de hidrógeno parecían ser, con su teoría,simplemente las frecuencias propias de las ondas esta-cionarias de materia. Pensó, por lo tanto, que era un errorllamarlas energía: eran simplemente frecuencias. Pero, enlas discusiones que tuvieron lugar en Copenhague, en elotoño de 1926, entre Bohr y Schrödinger y el grupo defísicos de Copenhague, pronto resultó evi-

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dente que aquella interpretación no era suficiente ni siquierapara explicar la fórmula de radiación térmica, de Planck.

Durante los meses que siguieron a estas discusiones, unestudio intenso de todas las cuestiones concernientes a lainterpretación de la teoría cuántica, realizado enCopenhague, condujo finalmente a una clarificación com-pleta, y satisfactoria para muchos físicos, de la situación.Pero no fue una solución que pudiera aceptarse fácilmente.Recuerdo algunas discusiones con Bohr, que proseguíandurante horas, hasta muy avanzada la noche, y queterminaban casi en desesperación; y, cuando salía después acaminar por el parque vecino, me repetía una y otra vez estapregunta: "¿Es posible que la naturaleza sea tan absurdacomo se nos aparece a nosotros en estos experimentosatómicos ?''

Se llegó a la solución final por dos caminos distintos.Uno de ellos fue invertir los términos de la pregunta. Enlugar de interrogarnos: "¿Cómo puede expresarse unasituación experimental dada con el esquema matemáticoconocido?", debíamos formularnos esta pregunta: "¿Escierto, quizá, que sólo pueden presentarse aquellassituaciones experimentales que pueden expresarse con elformalismo matemático?" La suposición de que esto fueraefectivamente cierto conducía a limitaciones en el uso de losconceptos que habían constituido la base de la física clásicadesde Newton. Podía hablarse de la posición y de lavelocidad de un electrón, como en la mecánica de Newton,y podían observarse y medirse estas cantidades. Pero nopodían fijarse ambas cantidades simultáneamente, con unaexactitud arbitrariamente elevada. En realidad, el productode estas dos inexactitudes resultó ser no menor que laconstante de Planck dividida por la masa de la partícula.Relaciones similares podían formularse para otrassituaciones experimentales. Usual-mente se las llamarelaciones de incertidumbre o principio de indeterminación.1 Aprendimos, pues, que los

1 Este principio fue establecido por el mismo Heisenberg.(N. del T.)

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viejos conceptos se ajustaban a la naturaleza sólo inco-rrectamente.

El otro camino de acceso fue el concepto de comple-mentaridad, de Bohr. Schrödinger había descripto el áto-mo como un sistema formado no por un núcleo y elec-trones, sino por el núcleo y ondas de materia. Estaimagen de ondas de materia contenía también, por cierto,algún elemento de verdad. Bohr consideraba que las dosimágenes —ondulatoria y corpuscular— eran dosdescripciones complementarias de la misma realidad.Cualquiera de esas descripciones sólo podía serparcialmente verdad; debía haber limitaciones en elempleo del concepto de partícula, tanto como en el delconcepto de onda; de otro modo era imposible evitarcontradicciones. Tomando en cuenta estas limitacionesque pueden expresarse con las relaciones deincertidumbre, las contradicciones desaparecen.

De esta manera, desde la primavera de 1927 tenemosuna interpretación coherente de la teoría cuántica, quesuele designarse frecuentemente "interpretación de Co-penhague". Esta interpretación recibió su prueba crucialen el otoño de 1927, en la conferencia de Solvay, enBruselas. Una y otra vez, aquellos experimentos quesiempre habían conducido a las peores paradojas eranexaminados cuidadosamente, especialmente por Einstein.Se idearon nuevos experimentos ideales para descubrircualquier posible incoherencia de la teoría, pero ésta eraconsistente y se ajustaba a los experimentos, según lo quese podía ver.

Los detalles de esta interpretación de Copenhague se-rán tratados en el capítulo siguiente. Debe hacerse notar,en este punto, que había pasado un cuarto de siglo desdela primera idea de la existencia del cuanto de energía,hasta lograrse un verdadero entendimiento de las leyesde la teoría cuántica. Esto indica el gran cambio quedebía introducirse en los conceptos fundamentales con-cernientes a la realidad antes de que pudiera compren-derse la nueva situación.

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3. LA INTERPRETACIÓN DE COPENHAGUE DELA TEORÍA CUÁNTICA

La interpretación de Copenhague parte de una para-doja. Todo experimento de física, refiérase a fenómenosde la vida diaria o a acontecimientos atómicos, debe serdescripto en términos de la física clásica, con los cualesse forma el lenguaje usado para describir la organizaciónde nuestras experiencias y para expresar sus resultados.No podemos, ni debemos reemplazar estos conceptos porotros. Sin embargo, su aplicación está restringida por lasrelaciones de incertidumbre. Debemos tener siemprepresente esta limitación de los conceptos clásicosmientras los usamos, pero no podemos ni debemos tratarde mejorarlos.

Para comprender mejor esta paradoja, es convenientecomparar los procedimientos de interpretación teóricade una experiencia de física clásica y de otro de teoríacuántica. En la mecánica newtoniana, por ejemplo,podemos comenzar el estudio del movimiento de unplaneta midiendo su velocidad y posición. Se traducenlos resultados de la observación al lenguaje matemático,deduciendo números para las coordenadas y lascantidades de movimiento del planeta, a partir de losdatos observados. Se emplean, entonces, las ecuacionesdel movimiento, para deducir de aquellos valores de lascoordenadas y cantidades de movimientocorrespondientes a un instante dado, los valores de lascoordenadas o cualquier otra propiedad del sistema enun momento posterior. De esta manera, el astrónomopuede pronosticar las propiedades del sistemacorrespondientes a cualquier instante futuro, porejemplo, la hora exacta de un eclipse de luna.

En la teoría cuántica el procedimiento es ligeramentedistinto. Podemos interesarnos, por ejemplo, en el movi-miento de un electrón en una cámara de niebla y pode-rnos determinar, mediante algún tipo de observación, laposición y velocidad iniciales del electrón. Pero esta de-terminación no habrá de ser precisa; contendrá, por lomenos, las inexactitudes derivadas de las relaciones de

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incertidumbre, y probablemente otros errores mayoresdebidos a dificultades propias del experimento. Son lasprimeras inexactitudes las que nos permiten traducir losresultados de la observación al lenguaje matemático de lateoría cuántica. Se escribe una función de probabilidadque representa la situación experimental en el momentode la medición, incluyendo también los probables erroresde medida.

Esta función de probabilidad representa una mezcla dedos cosas: en parte, un hecho, y en parte, nuestroconocimiento de un hecho. Representa un hecho en lamedida en que asigna a la situación inicial la probabili-dad uno (es decir, certidumbre completa) en el momentoinicial: el electrón que se mueve con la velocidad ob-servada, en la posición observada; "observada" significaobservada dentro de la precisión del experimento. Re-presenta nuestro conocimiento de un hecho, en la medidaen que otro observador podría quizá conocer la posicióndel electrón con más exactitud. El error de la experienciano representa, por lo menos hasta cierto punto, unapropiedad del electrón sino una deficiencia, en nuestroconocimiento del electrón. Esta deficiencia deconocimiento también está contenida en la función deprobabilidad.

En una investigación cuidadosa de física clásica, tam-bién deben considerarse los errores de observación.Como resultado, se obtendrá una distribuciónprobabilística de los valores iniciales de las coordenadasy velocidades, de manera similar a la función deprobabilidad de la teoría cuántica. Sólo que en físicaclásica faltará la incertidumbre necesaria, debida alprincipio de indeterminación.

Cuando se ha determinado, en física cuántica, la fun-ción de probabilidad, mediante la observación en el mo-mento inicial, puede calcularse según las leyes de lateoría cuántica la función de probabilidad para uninstante posterior, y puede determinarse, por lo tanto, laprobabilidad de que una cantidad medida arroje unresultado establecido. Podemos pronosticar, por ejemplo,la probabilidad de encontrar el electrón en un instantedado

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en un determinado punto de la cámara de niebla. Debehacerse notar, sin embargo, que la función de probabi-lidad no representa por sí misma una serie de aconte-cimientos en el trascurso del tiempo. Representa una ten-dencia hacia acontecimientos, y nuestro conocimiento deellos. La probabilidad puede relacionarse con la realidadsólo si se cumple con una condición esencial: siempreque se efectúe una nueva medición para determinar unadeterminada propiedad del sistema. Sólo entonces la fun-ción de probabilidad nos permite calcular el probableresultado de la nueva medida. El resultado de lamedición será establecido, otra vez, en términos de lafísica clásica.

Por lo tanto, la interpretación teórica de un experi-mento requiere tres etapas distintas: 1) la traducción de lasituación experimental inicial en una función deprobabilidad; 2) seguir esta función en el curso del tiem-po; 3) el establecimiento de una nueva medición quehabrá de hacerse, cuyo resultado puede ser calculadomediante aquella función. Para el primer paso, es con-dición necesaria el cumplimiento de las relaciones deincertidumbre. El segundo paso no puede ser descriptomediante conceptos clásicos; no existe descripción de loque le sucede al sistema entre la observación inicial y lamedición siguiente. Sólo en el tercer paso volvemos de loque está "en potencia" a lo que está "en acto".

Ilustraremos estas tres etapas con un experimentoideal. Se ha dicho que el átomo consiste en un núcleo yelectrones que giran en torno de él; también se ha mani-festado que el concepto de órbita electrónica es dudoso.Podría argüirse que, al menos en principio, debiera serposible ver al electrón moviéndose en su órbita. No se al-canzará semejante poder de definición con un microsco-pio común, ya que la inexactitud de la medida de la posi-ción jamás podría ser menor que la longitud de onda de laluz. Pero un microscopio de rayos gama, los cuales tienenuna longitud de onda menor que el tamaño del electrón,podría lograrlo. Tal microscopio no ha sido construidoaún, pero esto no nos impide imaginar un experimentoideal.

¿Es posible la primera etapa, esto es, la traducción de

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la observación en una función de probabilidad? Es po-sible únicamente si se cumple la relación de incertidum-bre después de la observación. La posición del electrónserá conocida con una exactitud dada por la longitud deonda del rayo gama. El electrón podía haber estado prác-ticamente en reposo antes de la observación. Pero en elacto de la observación, por lo menos un cuanto de luz delos rayos gama debe haber pasado, habiendo sido des-viado antes por el electrón. Por lo tanto, el electrón hasido empujado por el cuanto de luz, y ha cambiado sucantidad de movimiento. Se puede demostrar que la in-determinación de este cambio es exactamente lonecesario para garantizar la validez de las relaciones deincertidumbre. No hay, pues, dificultad con la primeraetapa.

Al mismo tiempo, puede verse fácilmente que no haymanera de observar la órbita del electrón alrededor delnúcleo. La segunda etapa muestra un paquete de ondasmoviéndose, no alrededor del núcleo, sino alejándose delátomo, por haber chocado el primer cuanto de luz con elelectrón. La cantidad de movimiento del cuanto de luzdel rayo gama es mucho más grande que la cantidadinicial del electrón, si la longitud de onda del rayo esmucho menor que la dimensión del átomo. Por lo tanto,el primer cuanto de luz es suficiente para expulsar alelectrón del átomo, y jamás podrá observarse más que unpunto en la órbita del electrón; no hay, pues, órbita en elsentido corriente.

La observación siguiente —la tercera etapa— mostraráal electrón en su trayectoria alejándose del átomo. Nohay manera de describir lo que ocurre entre dos obser-vaciones consecutivas. Naturalmente, es tentador decirque el electrón debe de haber estado en algún lado entrelas dos observaciones, y que, por lo tanto, debe de haberdescripto algún tipo de trayectoria u órbita, aun en elcaso en que resulte imposible llegar a conocerlas. Estesería un argumento razonable, en física clásica. Pero enla teoría cuántica, éste sería un abuso de lenguaje que,como veremos más adelante, no está justificado. Dejare-mos en suspenso, por el momento, el establecer si estaadvertencia se refiere a la manera en que se debe hablar

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acerca de acontecimientos atómicos, o si alude a los mis-mos hechos, es decir, si se refiere a la epistemología o ala ontología. De cualquier manera, debemos ser muycautelosos acerca de los términos en que hablemos delcomportamiento de las partículas atómicas.

En realidad, no necesitamos hablar de partículas. Paramuchas experiencias es más conveniente hablar de ondasde materia, por ejemplo de ondas estacionarias alrededordel núcleo atómico. Tal descripción sería una contradic-ción directa de la otra descripción, si no se prestaraatención a las limitaciones dadas por las relaciones deincertidumbre. Mediante las limitaciones se evita la con-tradicción. El uso de "ondas de materia" es conveniente,por ejemplo, al tratar de la radiación emitida por el áto-mo. Por medio de sus frecuencias e intensidades, la ra-diación proporciona información acerca de la distribuciónde la carga oscilante en el átomo, y entonces la imagenondulatoria se acerca mucho más a la verdad que la ima-gen corpuscular. Por ello, Bohr recomendaba el uso deambas imágenes, que él llama mutuamente "complemen-tarias". Las dos imágenes se excluyen mutuamente, yaque una determinada cosa no puede ser al mismo tiempouna partícula (es decir, sustancia confinada en unvolumen restringido) y una onda (es decir, un campo quese extiende sobre un gran espacio), pero ambas secomplementan entre sí. Bohr emplea el concepto de"complementaridad" en varias partes de la interpretaciónde la teoría cuántica. El conocimiento de la posición deuna partícula es complementario del conocimiento de suvelocidad o cantidad de movimiento. Si conocemos unade ellas con gran precisión, no podemos conocer la otramuy exactamente; y sin embargo debemos conocer ambaspara definir el comportamiento del sistema. La descrip-ción en el espacio-tiempo de un acontecimiento atómico,es complementaria de su descripción determinista. Lafunción de probabilidad obedece a una ecuación de movi-miento, como las coordenadas en la mecánica de Newton;su cambio en el curso del tiempo está completamentedeterminado por la ecuación de mecánica cuántica, perono permite una descripción en el espacio-tiempo. La ob-

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servación, por el otro lado, hace valer la descripción enel espacio y el tiempo, pero interrumpe la continuidaddeterminista de la función de probabilidad alterandonuestro conocimiento del sistema.

Generalmente, el dualismo entre dos descripciones di-ferentes de la misma realidad no es más una dificultad,ya que sabemos, por la formulación matemática de lateoría, que no pueden surgir contradicciones. El dualismoentre dos imágenes complementarias —ondas y partícu-las— también es puesto de manifiesto en la flexibilidaddel esquema matemático. Normalmente, el formalismo seasemeja al de la mecánica newtoniana, con ecuaciones demovimiento para las coordenadas y las cantidades demovimiento de las partículas. Pero, mediante una simpletrasformación, se lo puede presentar de manera que seasemeje a una ecuación de onda de materia, tridimensio-nal. Por lo tanto, esta posibilidad de emplear diferentesimágenes complementarias tiene su analogía en las dife-rentes trasformaciones del esquema matemático; no con-duce a dificultades, según la interpretación de Copenha-gue respecto de la teoría cuántica.

Una verdadera dificultad en la comprensión de esta in-terpretación se presenta cuando se formula la famosapregunta: ¿Pero qué ocurre realmente en un aconteci-miento atómico? Ya se ha dicho que el mecanismo y elresultado de una observación puede siempre ser expresa-do en términos de la física clásica. Pero lo que se deducede una observación es una función de probabilidad, unaexpresión matemática que combina afirmaciones acercade posibilidades o tendencias con afirmaciones sobrenuestro conocimiento de los hechos. De modo que nopodemos objetivar completamente el resultado de unaobservación; no podemos describir lo que sucede entreesta observación y la siguiente. Esto suena como sihubiéramos introducido un elemento de subjetivismo enla teoría, como si dijéramos: lo que sucede depende delmodo en que observemos, o del hecho mismo de quehagamos la observación. Antes de discutir este problemade subjetivismo, es necesario explicar con toda claridadpor qué nos encontraríamos con dificultades insalvablessi trata-

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semos de explicar lo que sucede entre dos observacionesconsecutivas.

Con este objeto, es conveniente analizar el siguienteexperimento ideal: supongamos que una pequeña fuentede luz monocromática envía un rayo de luz hacia unapantalla negra con dos agujeros. El diámetro de losagujeros puede no ser mucho mayor que la longitud deonda de la luz, pero la distancia entre ambos sí será mu-cho más grande. A cierta distancia, del otro lado de lapantalla, una placa fotográfica registra la luz incidente. Sise describe esta experiencia en términos de la imagenondulatoria, puede decirse que la onda primaria penetrapor los dos agujeros; habrá ondas esféricas secundariasque se interferirán entre sí, y la interferencia producirá unespectro de intensidad variable sobre la placa fotográfica.

El oscurecimiento de la placa es un proceso cuántico,una reacción química producida por cuantos de luz aisla-dos. Por lo tanto, debe ser posible describir el experimen-to en términos corpusculares. Si fuera lícito decir lo quele sucede al cuanto de luz entre su emisión de la fuenteluminosa y su absorción por la placa fotográfica, podríarazonarse de esta manera: El cuanto de luz aislado puedellegar pasando por el primer agujero o por el segundo. Sipasa por el primero y es dispersado allí, la probabilidadde que llegue a ser absorbido en determinado punto de laplaca no depende de que el otro agujero esté abierto ocerrado. La distribución de probabilidad sobre la placaserá la misma que si el primero fuese el único agujeroabierto. Si se repite el experimento muchas veces y sesuperponen todos los casos en los que el cuanto de luz hapasado por el primer agujero, el oscurecimiento de laplaca debido a estos casos corresponderá a la distribuciónde probabilidad. Si se consideran sólo los cuantos quellegan a través del segundo agujero, el oscurecimientocorresponderá a la distribución de probabilidad deducidade la suposición de que sólo este segundo agujero estéabierto. El oscurecimiento total, por lo tanto, serásimplemente la suma de ambos oscurecimientos par-ciales; en otras palabras, no debiera haber espectro de in-

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terferencia. Pero sabemos que esto no es correcto, y queel experimento mostrará que este espectro existe. Por lotanto, la afirmación de que un cuanto de luz debe pasarbien por un agujero, bien por el otro es problemática yconduce a contradicciones. Este ejemplo muestra clara-mente que el concepto de función de probabilidad nopermite una descripción de lo que sucede entre dos ob-servaciones. Todo intento de encontrar tal descripciónconducirá a contradicciones; esto demuestra que el tér-mino sucede debe limitarse a la observación.

Ahora bien, este resultado es bien extraño, ya que pa-rece sugerir que la observación desempeña un papel de-cisivo en el suceso y que la realidad varía, según laobservemos o no. Para aclarar este punto debemos anali-zar más de cerca el proceso de observación.

Para comenzar, es importante que recordemos que enlas ciencias naturales no nos interesa el universo en con-junto, incluidos nosotros mismos, sino que dirigimosnuestra atención hacia alguna parte del cosmos al cualhacemos objeto de nuestros estudios. En física atómica,esta parte suele ser un objeto pequeñísimo, una partículaatómica, o un grupo de tales partículas, a veces muchomás grande; el tamaño no es importante, lo que interesaes que una gran parte del universo, incluidos nosotrosmismos, no pertenece al objeto.

Ahora bien, la interpretación teórica de un experi-mento parte de las dos etapas que han sido analizadas. Enla primera debemos describir la organización del ex-perimento, y eventualmente una primera observación, entérminos de la física clásica, y traducirlos en una funciónde probabilidad. Esta función de probabilidad seguirá lasleyes de la teoría cuántica, y sus trasformacio-nes en elcurso del tiempo, que es continuo, pueden calcularse apartir de las condiciones iniciales; ésta es la segundaetapa. La función de probabilidad combina elementosobjetivos y subjetivos. Contiene afirmaciones acerca deposibilidades, o mejor dicho tendencias (la potencia en lafilosofía de Aristóteles), y estas afirmaciones soncompletamente objetivas, no dependen de ningúnobservador; y contienen afirmaciones acerca de núes-

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tro conocimiento del sistema, las que, naturalmente, sonsubjetivas en la medida en que difieren según el observa-dor. En casos ideales, el elemento subjetivo de la funciónde probabilidad puede llegar a ser prácticamente insigni-ficante en comparación con el elemento objetivo. Elfísico habla, entonces, de un "caso puro".

Cuando llegamos a la observación siguiente, cuyo re-sultado podrá ser pronosticado por la teoría, es muy im-portante comprender que nuestro objeto habrá de ponerseen contacto con el resto del mundo (el instrumental demedición, etc.) antes de la observación, o por lo menosen el mismo instante. Esto significa que la ecuación demovimiento para la función de probabilidad contieneahora la influencia de la interacción con el aparato demedida. Esta influencia introduce un nuevo elemento deincertidumbre, ya que el aparato de medida debe sernecesariamente descripto en términos de la física clásica;tal descripción contiene todas las incertidumbres propiasde la estructura microscópica del instrumento, queconocemos por la termodinámica; y puesto que elinstrumento está conectado con el resto del mundo, con-tiene, de hecho, las incertidumbres de la estructura mi-croscópica del mundo entero. Estas incertidumbrespueden ser llamadas objetivas en tanto que seansimplemente una consecuencia de la descripción entérmino clásicos, y no dependan del observador. Puedenser llamadas subjetivas en la medida en que se refieren anuestro incompleto conocimiento del mundo.

Después de esta interacción, la función de probabilidadcontiene el elemento objetivo correspondiente a la "ten-dencia", y el subjetivo del conocimiento incompleto, aunen el caso de que haya sido hasta entonces un "casopuro". Por esta razón, el resultado de la observación nopuede, generalmente, ser pronosticado con certeza; loque se puede predecir es la probabilidad de obtener ciertoresultado de la observación, y esta afirmación acerca dela probabilidad puede ser verificada repitiendo laexperiencia muchas veces. A diferencia de lo que ocurreen mecánica newtoniana, la función de probabilidad nodes-

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cribe un acontecimiento determinado, sino un conjuntode posibles sucesos.

La misma observación introduce en la función de pro-babilidad un cambio discontinuo; selecciona, de entre to-dos los acontecimientos posibles, el que efectivamente hatenido lugar. Dado que nuestro conocimiento del sistemaha cambiado discontinuamente, por la observación, surepresentación matemática también sufrirá un cambiodiscontinuo, y hablamos entonces de un "salto cuántico".Cuando el viejo adagio Natura non facit saltus se empleacomo crítica de la teoría cuántica, podemos responderque nuestro conocimiento puede cambiar repentina-mente, por cierto; y esto es lo que justifica el uso deltérmino "salto cuántico".

Por consiguiente, la transición de lo "posible", a lo queestá "en acto", se produce en el momento de la ob-servación. Si queremos describir lo que sucede en unacontecimiento atómico, debemos comprender que el tér-mino "sucede" sólo puede aplicarse a la observación, noal estado de cosas entre dos observaciones. Se aplica alacto físico (no al psíquico) de la observación, y podemosdecir que la transición entre la "potencia" y el "acto"tiene lugar tan pronto como se produce la interacciónentre el objeto y el instrumento de medida, y, con ello, elresto del mundo; no se relaciona con el acto de registrarel resultado en la mente del observador. El cambiodiscontinuo en la función de probabilidad se produce, sinembargo, con el acto de este registrarse en la mente,porque es el cambio discontinuo de nuestro conocimientoel que tiene su imagen en el cambio discontinuo de lafunción de probabilidad.

¿Hasta qué punto, pues, hemos llegado, finalmente, auna descripción objetiva del mundo, especialmente delmundo atómico? En física clásica, la ciencia partía de lacreencia (¿o debiéramos decir la ilusión?) de que po-díamos describir el mundo, o al menos partes del mundo,sin referencia alguna a nosotros mismos. Esto es efecti-vamente posible en gran medida. Sabemos que la ciudadde Londres existe, veámosla o no. Puede decirse que lafísica clásica no es más que esa idealización en la cualpo-

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demos hablar acerca de partes del mundo sin referenciaalguna a nosotros mismos. Su éxito ha conducido al idealgeneral de una descripción objetiva del mundo. La ob-jetividad se ha convertido en el criterio decisivo parajuzgar todo resultado científico. ¿Cumple la interpreta-ción de Copenhague con este ideal? Quizá se pueda decirque la teoría cuántica corresponde a este ideal tantocomo es posible. La verdad es que la teoría cuántica nocontiene rasgos genuinamente subjetivos; no introduce lamente del físico como una parte del acontecimientoatómico. Pero arranca de la división del mundo en el"objeto", por un lado, y el resto del mundo por otro, y delhecho de que, al menos para describir el resto del mundo,usamos los conceptos clásicos. Esta división es arbitraria,y surge históricamente como una consecuencia directa denuestro método científico; el empleo de los conceptosclásicos es, en última instancia, una consecuencia delmodo humano de pensar. Pero esto es ya una referencia anosotros mismos, y en este sentido nuestra descripciónno es completamente objetiva.

Se ha afirmado, al comenzar, que la interpretación deCopenhague parte de una paradoja: describimos nuestrasexperiencias en los términos de la física clásica y almismo tiempo sabemos, desde el principio, que estosconceptos no se ajustan con precisión a la naturaleza. Latensión entre estos dos puntos de partida es la raíz delcarácter estadístico de la teoría cuántica. Se ha sugeridoalguna vez, por lo tanto, que debiéramos dejar totalmentede lado los conceptos clásicos, y que un cambio radicalen los términos e ideas usados para describir losexperimentos podría conducirnos nuevamente a una des-cripción completamente objetiva de la naturaleza.

No obstante, esta sugestión se apoya en un mal enten-dido. Los conceptos de la física clásica son simplementeun refinamiento de los términos de la vida diaria, y cons-tituyen una parte esencial del lenguaje en que se apoyatoda la ciencia natural. Nuestra situación actual, en cien-cia, es tal que empleamos los conceptos clásicos para ladescripción de los experimentos, y el problema de la fí-sica cuántica era el de encontrar una interpretación teóri-

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ca de sus resultados sobre esta base. Es inútil discutir quépodríamos hacer si fuéramos seres distintos. A esta alturadebemos comprender, como lo ha expresado Weizsäcker,que "la Naturaleza es anterior al hombre, pero el hombrees anterior a la ciencia natural". La primera parte de lasentencia justifica a la física clásica, con su ideal decompleta objetividad. La segunda, nos dice por qué nopodemos escapar a la paradoja de la teoría cuántica, o seasu necesidad de usar conceptos clásicos.

Debemos agregar algunos comentarios al modo en quela teoría cuántica interpreta los acontecimientosatómicos. Se ha dicho que partimos siempre de unadivisión del mundo en dos partes, el objeto que vamos aestudiar, y el resto del mundo; y que esta división es,hasta cierto punto, arbitraria. No habría ningunadiferencia en el resultado final si considerásemosincluido en el objeto a una parte del instrumento demedida (o todo), y si aplicásemos a este objeto máscomplicado las leyes de la teoría cuántica. Se puededemostrar que tal alteración del tratamiento teórico noalteraría las predicciones sobre un experimentodeterminado. Esta es una consecuencia matemática delhecho de que las leyes de la teoría cuántica son, paraaquellos fenómenos para los que la constante de Planckpuede considerarse una cantidad muy pequeña, idénticasa las leyes clásicas. Pero sería un error creer que estaaplicación de las leyes de la teoría cuántica al ins-trumento de medida pudiera ayudarnos a evitar la para-doja fundamental de esta teoría.

Un instrumento de medida merece este nombre sólo siestá en íntimo contacto con el resto del mundo, si existeuna acción mutua entre el aparato y el observador. Por lotanto, la incertidumbre con respecto al comportamientomicroscópico del mundo entrará en el sistema de la teoríacuántica tanto en esta interpretación como en la otra. Sise aislara al instrumento del resto del mundo, ni sería unaparato de medida, ni se lo podría describir en lostérminos de la física clásica.

Con respecto a esta situación, Bohr ha insistido en quees más realista decir que la división entre el objeto y elresto del mundo no es arbitraria. La situación actual en

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los trabajos de investigación de física atómica es ésta:deseamos comprender un fenómeno determinado, desea-mos saber cómo se deriva este fenómeno de las leyes ge-nerales de la naturaleza. Por lo tanto, la parte de materiao radiación que forma parte del fenómeno es el "objeto"natural en el tratamiento teórico, y debe separarse, eneste aspecto, de los instrumentos utilizados para estu-diarlo. Esto introduce nuevamente un elemento subjetivoen la descripción de los acontecimientos atómicos, yaque el instrumento de medición ha sido construido por elobservador; y debemos recordar que lo que observamosno es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza pre-sentada a nuestro método de investigación. Nuestro tra-bajo científico en física consiste en hacer preguntasacerca de la naturaleza con el lenguaje que tenemos, y entratar de obtener respuestas de la experimentación, conlos métodos que están a nuestra disposición. De estemodo, la teoría cuántica nos recuerda, como dice Bohr, lavieja sabiduría que aconseja no olvidar, al buscar laarmonía de la vida, que en el drama de la existenciasomos al mismo tiempo actores y espectadores. Es com-prensible que en nuestra relación científica con la natu-raleza nuestra propia actividad se torne muy importantecuando debemos tratar con porciones del mundo en lascuales sólo podemos penetrar por medio de los más ela-borados instrumentos.

4. LA TEORÍA CUÁNTICA Y LAS RAÍCESDE LA CIENCIA ATÓMICA

El concepto de átomo se remonta hacia mucho másallá del comienzo de la ciencia moderna, en el siglo die-cisiete; tiene su origen en la filosofía de la antigua Gre-cia, y fue, en aquella temprana época, el núcleo del ma-terialismo enseñado por Leucipo y Demócrito. Por otraparte, la moderna interpretación de los acontecimientosatómicos se parece muy poco a la genuina filosofía ma-terialista; de hecho, se puede decir que la física atómicaha desviado a la ciencia de la tendencia materialista que

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tenía en el siglo diecinueve. Es, por lo tanto, interesante,comparar el desarrollo de la filosofía griega, hacia elconcepto del átomo, con la posición actual de este con-cepto en la física moderna.

La idea de una última porción de materia, pequeñísimae indivisible, se presentó por primera vez en relación conel desenvolvimiento de los conceptos de materia, ser ydevenir que caracterizó a la primera época de la filosofíagriega. Este período parte del siglo vi antes de Cristo, conTales, el fundador de la escuela de Mileto, a quienAristóteles atribuye la afirmación de que "el agua" es lacausa material de todas las cosas". Esta afirmación, porextraña que pueda parecemos, expresa, como lo haseñalado Nietzsche, tres ideas fundamentales de la filo-sofía: primero, la pregunta sobre la causa material detodas las cosas; segundo, la exigencia de que esta pre-gunta sea contestada de conformidad con la razón, sinrecurrir a mitos ni al misticismo; tercero, el postulado deque debe ser posible reducir todo a un último principio.La afirmación de Tales fue la primera expresión de laidea de una sustancia fundamental, de la cual todas lasotras cosas fueran formas transitorias. La palabra "sus-tancia" no era interpretada en aquella época, por cierto,con el sentido puramente material que actualmente acos-tumbramos a darle. La vida se relacionaba con esta "sus-tancia", o era inherente a ella, y Aristóteles también atri-buye a Tales la afirmación de que "todas las cosas estánllenas de dioses". Sin embargo, la cuestión se planteabaen el sentido de la causa material de todas las cosas, y noes difícil imaginar que Tales tomó su primera idea deconsideraciones meteorológicas. De entre todas las cosas,sabemos que el agua puede tomar las más variadasformas: en el invierno puede adoptar el aspecto de nieve yhielo; puede trasformarse en vapor, y puede formar lasnubes. Puede retornar a la tierra, donde los ríos formansus deltas, y puede brotar del suelo. El agua es la con-dición para la vida. Por tanto, si tal sustancia fundamentalexistía, era natural pensar primero en el agua.

La idea de la sustancia fundamental fue llevada enton-ces más adelante por Anaximandro, discípulo de Tales

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que vivía en la misma ciudad. Anaximandro negó que lasustancia fundamental fuera el agua, o cualquiera otra delas sustancias conocidas. Enseñaba que la sustanciaprimera era infinita, eterna y sin edad, y que abarcabatodo el universo. Esta sustancia primera se trasforma enlas varias sustancias que nos son familiares. Teofrasto citade Anaximandro: "En aquello de que se originan lascosas, vuelven ellas a trasformarse otra vez, como estáordenado, porque ellas se dan mutuamente reparación ysatisfacción de sus mutuas injusticias, de acuerdo al ordende los tiempos." En esta filosofía, desempeña un papelfundamental la antítesis entre el Ser y el Devenir. Lasustancia primera, infinita y sin edad, el Serindiferenciado, degenera en las varias formas queconducen a luchas interminables. El proceso del Devenires considerado como una degradación del Ser infinito, unadesintegración en la lucha, expiada últimamente medianteun retorno a aquello que carece de forma y de carácter. Lalucha que aquí se menciona es la oposición entre calientey frío, fuego y agua, húmedo y seco, etcétera. La victoriatemporaria de uno sobre el otro es la injusticia que debenreparar finalmente en la ordenación de los tiempos. Deacuerdo con Anaximandro, existe un "movimientoeterno", la creación y desaparición de mundos, por todala eternidad. Es interesante hacer notar, a este respecto,que el problema —si la sustancia primera habrá de seralguna de las conocidas, o si deberá ser algoesencialmente diferente— surge en forma ligeramentedistinta en la parte-más moderna de la física atómica. Elfísico trata actualmente de encontrar una ley fundamentaldel movimiento de la materia, de la cual puedan derivarsematemáticamente todas las partículas elementales y suspropiedades. Esta ecuación fundamental del movimientopuede referirse, bien a ondas de un tipo conocido (ondasdel protón y el mesón), o a ondas de un carácteresencialmente diferente que no tengan nada que ver conninguna de las ondas conocidas ni con las partículaselementales. En el primer caso ello significaría que todaslas otras partículas elementales podrían ser reducidas, dealgún modo, a algunos pocos tipos de partículaselementales

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"fundamentales"; de hecho, la física teórica ha seguidoesta línea de investigación, principalmente, durante losúltimos veinte años. En el segundo caso, todas las dife-rentes partículas elementales podrían ser reducidas a al-guna sustancia universal a la cual podríamos llamar ma-teria o energía, pero ninguna de las diferentes partículaspodría ser preferida a las otras por ser más fundamental.Este último punto de vista corresponde a la doctrina deAnaximandro, y yo estoy convencido de que, en físicamoderna, es el correcto. Pero volvamos a la filosofíagriega.

El tercero de los filósofos de Mileto, Anaxímenes,compañero de Anaximandro, enseñaba que la sustanciaprimera era el aire. "Así como el alma, que es aire, nosmantiene unidos, el aliento y el aire circundan todo eluniverso." Anaxímenes introduce en la filosofía de Mi-leto la idea de que el proceso de condensación o rarefac-ción provoca la trasformación de la sustancia primera enotras sustancias. La condensación del vapor de agua enforma de nubes era un ejemplo obvio, y, por supuesto, nose conocía la diferencia entre vapor de agua y aire.

En la filosofía de Heráclito de Éfeso, el concepto deDevenir ocupa el lugar de privilegio. Él considera aque-llo que se mueve, el fuego, como elemento básico. Re-suelve la dificultad de conciliar la idea de un principiofundamental con la infinita variedad de fenómenos, ad-mitiendo que la lucha entre opuestos es, en realidad, unaespecie de armonía. Para Heráclito, el mundo es, a la vez,uno y muchos; es simplemente la "opuesta tensión" delos opuestos lo que constituye la unidad de lo Uno. Dice:"debemos saber que la guerra es común a todo, y que lalucha es justicia, y que todas las cosas reciben el ser ydesaparecen mediante la lucha".

Mirando hacia atrás el desarrollo de la filosofía griegahasta ese momento, se comprende que nació desde elprincipio hasta esa etapa, por la tensión entre lo Uno y loMucho. Para nuestros sentidos, el mundo consiste en unainfinita variedad de cosas y sucesos, colores y sonidos.Pero para entenderlo, debemos introducir alguna clase deorden, y orden significa reconocer lo que es

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igual, e implica algún tipo de unidad. De aquí surge lacreencia de que existe un principio fundamental y, almismo tiempo, la dificultad de deducir de él la infinitavariedad de las cosas. Puesto que el mundo se componíade materia, era natural tomar como punto de partida laidea de que debiera existir una causa material para todaslas cosas. Pero cuando se llevaba la idea de unidad fun-damental hasta sus últimas consecuencias se llegaba alSer infinito, eterno e indiferenciado, el cual, fuese o nomaterial, no podía explicar por sí mismo la variedad delas cosas. Esto conduce a la antítesis de Ser y Devenir y,finalmente, a la solución de Heráclito: que el cambiomismo es el principio fundamental; "el cambio impe-recedero, que renueva el mundo" como lo han llamadolos poetas. Pero el cambio en sí mismo no es una causamaterial y es representado, por lo tanto, en la filosofía deHeráclito, por el fuego como el elemento básico que es,al mismo tiempo, materia y fuerza móvil.

Podemos hacer notar, en este punto, que la física mo-derna está, en cierto modo, extremadamente cerca de ladoctrina de Heráclito. Si reemplazamos la palabra fuegopor energía, podemos casi repetir sus afirmaciones pala-bra por palabra, desde nuestro punto de vista moderno.La energía, en efecto, es la sustancia de que están hechastodas las partículas elementales, todos los átomos y, porlo tanto, todas las cosas, y la energía es aquello que semueve. La energía es una sustancia, ya que su suma totalno varía, y las partículas elementales pueden en realidadhacerse de esta sustancia, como se ve en muchas expe-riencias de creación de partículas elementales. La energíapuede trasformarse en movimiento, en calor, en luz y entensión. La energía puede llamarse la causa fundamentalde todos los cambios del mundo. Pero esta comparaciónentre la filosofía Griega y las ideas de la física modernaserá analizada más adelante.

Con Parménides de Elea, la filosofía griega volvió poralgún tiempo al concepto de lo Uno. Su mayor contri-bución al pensamiento griego fue, quizá, el haber intro-ducido en la metafísica un argumento puramente lógico."No puede conocerse lo que no es —ello es imposible—

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ni proferirlo; porque es la misma cosa poder ser pensadoy poder ser." Por lo tanto, sólo el Uno es, y no hay de-venir o desaparición. Parménides negó la existencia delespacio vacío, por razones lógicas. Ya que todo cambiorequiere espacio vacío, según 61 suponía, afirmó que elcambio es una ilusión.

Pero la filosofía no pudo permanecer mucho tiempoapoyándose en esta paradoja. Empédocles, en la costa surde Sicilia, abandonó por primera vez el monismo a favorde una especie de pluralismo. Para evitar la dificultad deque una sustancia primera no pueda explicar la variedadde cosas y acontecimientos, supuso cuatro elementosbásicos: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Estoselementos se mezclaban y separaban por la acción delAmor y la Lucha. Por lo tanto, estos dos últimos, a losque de varias maneras se los trata como si fueran corpó-reos, son responsables del cambio imperecedero. Empé-docles explica la formación del mundo de esta manera:Primero, existe la infinita esfera del Uno, como en lafilosofía de Parménides. Pero en la sustancia primera, lascuatro "raíces" están mezcladas con el Amor. Entonces,cuando el Amor está desapareciendo y llega la Lucha, loselementos son parcialmente separados y parcialmentecombinados. Después, los elementos se separancompletamente y el Amor está fuera del mundo. Final-mente, el Amor junta nuevamente los elementos, la Lu-cha desaparece, y se vuelve así a la esfera originaria.

Esta doctrina de Empédocles representa una vueltabien definida hacia puntos de vista materialistas. Loscuatro elementos son, más que principios fundamentales,verdaderas sustancias materiales. Aquí se expresa porprimera vez la idea de que la mezcla y separación deunas pocas sustancias, fundamentalmente diferentes,explican la infinita variedad de cosas y acontecimientos.El pluralismo no atrae jamás a quienes están habituados apensar en principios fundamentales. Pero es una clase decompromiso razonable, que evita la dificultad delmonismo y permite el establecimiento de algún orden.

El paso siguiente hacia el concepto de átomo fue dadopor Anaxágoras, contemporáneo de Empédocles. Duran-

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te unos treinta años vivió en Atenas, probablemente en laprimera mitad del siglo v antes de Cristo. Anaxágorasinsiste en la idea de mezcla, en la suposición de que todocambio es causado por mezcla y separación. Supone unainfinita variedad de infinitamente pequeñas "simientes"de que se componen todas las cosas, y que en variedadinfinita no se relacionan con los cuatro elementos deEmpédocles. Pero las simientes se mezclan y se separannuevamente, y de este modo se produce todo cambio. Ladoctrina de Anaxágoras admite, por primera vez, unainterpretación geométrica del término "mezcla": Ya quehabla de semillas infinitamente pequeñas, su mezclapuede ser imaginada como la mezcla de dos clases deavena de diferentes colores. Las simientes pueden cam-biar en número y en posición relativa. Anaxágorassupone que todas las simientes están en todo, sólo que suproporción varía de una cosa a otra. Dice: "Todo está entodo; y no es posible para ellas apartarse, sino que todaslas cosas tienen una porción de todo." El universo deAnaxágoras se pone en movimiento, no por el Amor y laLucha, como el de Empédocles, sino por "Nous", quepuede ser traducido como "Mente".

De esta filosofía al concepto del átomo sólo faltaba unpaso, que fue dado por Leucipo y Demócrito de Abdera.La antítesis de Ser y No-ser de la filosofía de Parménidesse seculariza aquí en la antítesis de lo "lleno" y lo"vacío". El ser es no sólo Uno, sino que puede repetirseun número infinito de veces. Este es el átomo, la máspequeña unidad indivisible de materia. El átomo eseterno e indestructible, pero tiene un tamaño finito. Elmovimiento es posible gracias al espacio vacío que existeentre los átomos. Así, por primera vez en la historia, fuemencionada la existencia de las más pequeñas partículasprimarias —podríamos decir de partículas elementales—sillares fundamentales de la materia.

De acuerdo con este nuevo concepto del átomo, lamateria no consta sólo de lo "lleno", sino también de lo"vacío", del espacio vacío en que se mueven los átomos.La objeción lógica de Parménides al "vacío": que el no-ser no puede existir, fue sencillamente ignorada, paraestar

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de acuerdo con la experiencia. Desde nuestro punto de vistamoderno, podríamos decir que el espacio vacío entreátomos, de la filosofía de Demócrito, no era la nada; era elsoporte de la geometría y la cinemática, el que hacía posiblelas distintas disposiciones y los diferentes movimientos delos átomos. Pero la posibilidad del espacio vacío ha sidosiempre un tema filosófico controvertido. En la teoría de larelatividad generalizada, la respuesta es que la geometría esproducida por la materia, o la materia por la geometría. Estarespuesta corresponde más bien a los filósofos que sostienenel punto de vista de que el espacio está definido por laextensión de la materia. Pero Demócrito se apartaclaramente de esta manera de pensar, para hacer posible elmovimiento y el cambio.

Los átomos de Demócrito eran todos de la misma sus-tancia, que tenía la propiedad del ser, pero presentabanformas y tamaños diferentes. Eran divisibles, por lo tanto,en un sentido matemático, pero no físico. Los átomospodían moverse y ocupar diferentes posiciones en el espa-cio. Pero no tenían ninguna otra propiedad física. Carecíande color, de olor y de gusto. Se suponía que las propiedadesde la materia que percibimos con los sentidos eranproducidas por los movimientos y posiciones de los átomosen el espacio. Así como se pueden escribir tragedias ycomedias con las mismas letras del alfabeto, la enormevariedad de acontecimientos del universo pueden producirsecon los mismos átomos, mediante sus diferentesdisposiciones y movimientos. La geometría y la cinemática,posibles gracias al espacio vacío, resultaban en cierto modomás importantes que el ser puro. Se cita de Demócrito: "lascosas simplemente aparentan tener color, ser dulces oamargas. Sólo los átomos y el espacio vacío tienenexistencia real".

Los átomos de la filosofía de Leucipo no se muevensimplemente al azar. Parece que Leucipo creía en un de-terminismo absoluto, pues se sabe que ha dicho: "nadasucede por nada, sino que todo ocurre por una causa y pornecesidad". Los atomistas no dieron ninguna razón quejustificara el movimiento inicial de los átomos, lo que

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demuestra que ellos simplemente pensaban en una des-cripción causal del movimiento atómico; la causalidadsólo puede explicar sucesos posteriores por sucesos ante-riores, pero nunca puede dar razón del comienzo.

Las ideas básicas de la teoría atómica fueron tomadas,y modificadas parcialmente, por filósofos griegosposteriores. A fin de compararla con la física atómicamoderna, es importante mencionar la explicación de lamateria dada por Platón en su diálogo del Timeo. Platónno era atomista; al contrario, Diógenes Laercio cuentaque a Platón le disgustaba tanto Demócrito, que queríahacer quemar todos sus libros. Pero Platón combinabaideas que estaban próximas al atomismo con doctrinaspitagóricas y enseñanzas de Empédocles.

La escuela pitagórica era una rama del orfismo, que asu vez procedía de los cultos a Dionisio. En ella seestableció la relación entre religión y matemáticas quetanta influencia ha tenido, desde entonces, en el pensa-miento humano. Los pitagóricos parecen haber sido losprimeros en comprender la fuerza creadora que poseenlas formulaciones matemáticas. Su descubrimiento deque dos cuerdas suenan en armonía si sus longitudesestán en proporción simple demuestra cuánto significanlas matemáticas en la comprensión de los fenómenosnaturales. Para los pitagóricos no era tanto cuestión decomprensión: la simple proporción matemática creaba laarmonía de sonidos. Había también mucho misticismo enlas doctrinas de la escuela pitagórica, que nos resultadifícil de comprender. Pero al hacer de las matemáticasuna parte de su religión tocaron un punto esencial en eldesarrollo del pensamiento humano. Cito a BertrandRussell sobre Pitágoras: "No sé de otro hombre que hayasido tan influyente como él en la esfera del pensamiento."

Platón conocía el descubrimiento de los sólidos re-gulares hecho por los pitagóricos, y la posibilidad decombinarlos con los elementos de Empédocles. Comparólas partes más pequeñas del elemento tierra con el cubo,del aire con el octaedro, del fuego con el tetraedro y delagua con el icosaedro. No hay elemento que correspondaal dodecaedro; Platón decía sólo que "había aún una

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quinta combinación usada por Dios en la delineación delUniverso".

Si de alguna manera los sólidos regulares que repre-sentan los cuatro elementos pueden ser comparados conlos átomos, Platón deja bien establecido que no son in-divisibles. Los construye a partir de dos triángulos bá-sicos, el equilátero y el isósceles, que colocados juntosforman la superficie de los sólidos. Por lo tanto, los ele-mentos pueden (al menos parcialmente) ser trasformadosunos en otros. Los sólidos regulares puedendescomponerse en sus triángulos y formar nuevos sólidosregulares con ellos. Por ejemplo, un tetraedro y dosoctaedros pueden dividirse en veinte triángulosequiláteros que pueden volverse a combinar en unicosaedro. Es decir: un átomo de fuego y dos de airepueden combinarse para formar un átomo de agua. Perolos triángulos fundamentales no pueden ser consideradosmateria ya que carecen de extensión en el espacio.Solamente cuando se unen los triángulos para formar unsólido regular se crea una unidad de materia. Las partesmás pequeñas de materia no son entes fundamentales,como en la filosofía de Demócrito, sino que son formasmatemáticas. Acá es bien evidente que la forma es másimportante que la sustancia de la cual es forma.

Luego de este breve examen de filosofía griega hastala formación del concepto de átomo, podemos volver a lafísica moderna y preguntarnos qué relación hay entre loya visto y nuestros modernos puntos de vista sobre elátomo y la teoría cuántica. Históricamente, la palabra"átomo" fue erróneamente utilizada en física y químicamoderna durante el renacimiento de la ciencia en el sigloxvii, ya que las partículas más pequeñas de los llamadoselementos químicos, son complicados sistemas departículas más pequeñas. Hoy en día, se las llama par-tículas elementales, y si hay algo en la física modernaque pueda ser comparado con los átomos de Demócritoserían las partículas elementales, como el protón, el neu-trón, el electrón, el mesón.

Demócrito consideraba acertadamente que si los áto-mos debían, por su movimiento y distribución, explicar

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las propiedades de la materia (color, olor, gusto) nopodían ellos mismos tener esas propiedades. Por consi-guiente, privó al átomo de esas cualidades, convirtiéndoloasí en una porción de materia bastante abstracta. PeroDemócrito dejó al átomo la cualidad de "ser", de ex-tensión en el espacio, de forma y de movimiento. Lesdejó estas cualidades porque habría resultado difícilllegar a hablar del átomo si no hubiera tenido algunacualidad. Esto implica, por otra parte, que su conceptodel átomo no puede explicar la geometría, la extensión enel espacio o la existencia, porque no puede reducirlas aalgo más fundamental. El concepto moderno sobre laspartículas elementales en relación con este punto parecemás consistente y radical. Examinemos la cuestión: ¿Quées una partícula elemental? Decimos, por ejemplo,simplemente, "un neutrón", pero no podemos dar unaimagen precisa de lo que significamos con la palabra.Podemos usar diversas imágenes y describirlo,alternativamente, como una partícula, una onda o unpaquete de ondas. Pero sabemos que ninguna de esasdefiniciones es precisa. Por cierto, el neutrón carece decolor, de olor y de tacto. En este sentido se asemeja alátomo de la filosofía griega. Pero aun se le han quitadolas otras cualidades, por lo menos en cierto sentido: losconceptos de geometría y cinemática, como forma omovimiento en el espacio, no pueden aplicárseleconsistentemente. Si uno desea dar una descripción pre-cisa de la partícula elemental —y el énfasis está en lapalabra "precisa"— lo único que puede darse como des-cripción es una función de probabilidad. Pero entoncesuno ve que ni la cualidad de ser (si esto puede llamarseuna "cualidad") pertenece a lo descripto. Es una posi-bilidad de ser o una tendencia a ser. Por lo tanto, lapartícula elemental de la física moderna es mucho másabstracta que el átomo de los griegos y, precisamente poresta misma propiedad, es más consistente como clavepara explicar el comportamiento de la materia.

En la filosofía de Demócrito todos los átomos estánformados por la misma sustancia, si la palabra "sustan-cia" puede ser aplicada aquí. Las partículas elementales

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en la física moderna llevan una masa en el mismo sentidolimitado en que tienen otras propiedades. Dado que masay energía son, de acuerdo con la teoría de la relatividad,esencialmente el mismo concepto, podemos decir quetodas las partículas elementales consisten en energía.Podría interpretarse que esto define la energía comosustancia primaria del mundo. Tiene, en realidad, la pro-piedad esencial que corresponde al término "sustancia":lo que se conserva. Hemos dicho antes que el punto devista en este respecto está muy cerca del de Heráclito, sisu elemento fuego se considera con el significado deenergía. En realidad, energía es lo que mueve; puedellamársela la causa primera de todo movimiento, y laenergía puede trasformarse en materia, calor o luz. Lalucha entre opuestos en la filosofía de Heráclito puedeencontrarse en la lucha entre dos formas diferentes deenergía.

En la filosofía de Demócrito los átomos son unidadesde materia eternas e indestructibles y nunca pueden sertrasformados unos en otros. En este asunto, la físicamoderna toma partido contra el materialismo de Demó-crito y a favor de Platón y los pitagóricos. Las partículaselementales no son, por cierto, unidades de materia eter-nas e indestructibles, por el contrario pueden trasformarseen otras. En realidad, si dos de tales partículas,moviéndose en el espacio a una alta energía cinética, cho-can, de la energía disponible pueden crearse muchasnuevas partículas elementales y las antiguas partículaspueden desaparecer en la colisión. Estos hechos han sidoobservados frecuentemente y ofrecen prueba fehacientede que todas las partículas están hechas de la mismasustancia: energía. Pero el parecido entre los conceptosde la física moderna y los de Platón y los pitagóricospuede llevarse más lejos. Las partículas elementales, enel Timeo de Platón, no son en definitiva sustancia sinoformas matemáticas. "Todas las cosas son números", esuna frase atribuida a Pitágoras. Las únicas formasmatemáticas conocidas en esa época eran los sólidos re-gulares o los triángulos que forman su superficie. Nopuede dudarse que en la moderna teoría cuántica las

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partículas elementales serán también finalmente formasmatemáticas pero de naturaleza mucho más complicada.Los filósofos griegos pensaban en formas estáticas y lashallaban en los sólidos regulares. En cambio la cienciamoderna, desde sus principios en el siglo xvi y xvii hapartido del problema dinámico. El elemento constante enla física, a partir de Newton, no es una configuración ouna forma geométrica sino una ley dinámica. La ecuaciónde movimiento se cumple en todo momento, es en estesentido eterna; en tanto que las formas geométricas, comolas órbitas, están cambiando. Por consiguiente, las formasmatemáticas que representan a las partículas elementalesserán soluciones de alguna eterna ley del movimientopara la materia. Hay en realidad un problema aún noresuelto: no se conoce todavía esta ley fundamental y noes por lo tanto posible derivar matemáticamente laspropiedades de las partículas elementales de tal ley.Parece, sin embargo, que la física teórica actual no estámuy lejos de dicha meta, y al menos podemos decir quéclase de ley esperamos. La ecuación final del movimientopara la materia será probablemente una ecuación cuánticano lineal de onda para un campo ondulatorio deoperadores que representen simplemente la materia y noun tipo específico de ondas o partículas. Esta ecuación deonda será equivalente a sistemas bastante complicados deecuaciones integrales, que tendrán "valores propios" y"soluciones propias", como los llaman los físicos. Estassoluciones "propias" representarán finalmente a laspartículas elementales: son las formas matemáticas quereemplazarán los sólidos regulares de los pitagóricos.Podríamos mencionar aquí, que estas "solucionespropias" surgirán de la ecuación fundamental para lamateria por un proceso matemático muy parecido al quededuce las vibraciones armónicas de la cuerda pitagóricade la ecuación diferencial de la cuerda. Pero como yahemos dicho, estos problemas no han sido resueltos aún.1

Si seguimos la línea pitagórica de pensamiento pode-

1 Después de aparecida esta obra, Heisenberg ha condensa-do enuna breve fórmula lo que parece ser la explicación de toda lanaturaleza inorgánica. (N. del E.).

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mos esperar que la ley fundamental del movimiento re-sulte ser una ley matemática simple, aun cuando su eva-luación con respecto a los estados "propios" sea muycomplicada. Es difícil dar un buen argumento que jus-tifique esta esperanza de simplicidad, fuera del hecho deque siempre, hasta ahora, ha sido posible escribir lasecuaciones fundamentales de la física con fórmulas ma-temáticas muy simples. Este hecho se ajusta a la religiónpitagórica, y muchos físicos comparten esta creencia,pero no se ha dado todavía ningún argumentoconvincente.

Podemos agregar, en este punto, otro argumento con-cerniente a una pregunta frecuentemente formulada porlos legos, sobre el concepto de la partícula elemental enla física moderna. ¿Por qué sostienen los físicos que laspartículas elementales no pueden dividirse en partes me-nores? La respuesta demuestra cuánto más abstracta es laciencia moderna comparada con la filosofía griega. Elargumento es así: ¿Cómo podría dividirse una partículaelemental? Por cierto que sólo usando fuerzas extremas oherramientas muy poderosas. Las únicas herramientasdisponibles son otras partículas elementales. Porconsiguiente, el choque entre dos partículas elementalesde extremadamente alta energía sería el único procesoque podría dividirlas. De hecho pueden dividirse en talproceso, a veces en muchos fragmentos, pero estosfragmentos son otra vez partículas elementales y no tro-zos más pequeños de ellas, y el aumento de masa serealiza a expensas de la altísima energía de las dos par-tículas que chocan. En otras palabras, la transmutación deenergía en materia hace posible que los fragmentos seanotra vez partículas elementales enteras.

Después de esta comparación de los modernos puntosde vista en física atómica con la filosofía griega, debe-mos agregar una advertencia, para que esta comparaciónno se interprete mal. Podría parecer, a primera vista, quelos filósofos griegos hubieran llegado, mediante algunaforma de ingeniosa intuición, a las mismas conclusionesa que hemos llegado en los tiempos actuales, después desiglos de trabajo intenso con experiencias y conmatemáticas. Esta manera de interpretar nuestra compa-

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ración sería totalmente errónea. Existe una diferenciaenorme entre la ciencia moderna y la filosofía griega: y ellaes justamente la actitud empírica de la ciencia moderna.Desde los tiempos de Galileo y Newton, la ciencia se habasado en el estudio detallado de la naturaleza y en elpostulado de que sólo se puede afirmar lo que ha sidoverificado (o, al menos, puede ser verificado)experimentalmente. La idea de que puedan aislarse algunosacontecimientos de la naturaleza, mediante un experimento,a fin de estudiar sus detalles y descubrir las leyes inmutablesque rigen los cambios ininterrumpidos, no se le ocurrió a losfilósofos griegos. Cuando Platón dice, por ejemplo, que lasmás pequeñas partículas de fuego son tetraedros, no se vefácilmente qué es lo que quería decir exactamente. ¿Seatribuye simbólicamente esa forma al elemento fuego, oactúan mecánicamente las partículas más pequeñas delfuego como tetraedros rígidos, o elásticos, y mediante quéfuerza podrían ellos ser descompuestos en triángulosequiláteros, etcétera? La ciencia moderna habría preguntado,finalmente: ¿Cómo puede decidirse, experimentalmente, quelos átomos de fuego son tetraedros, y no cubos, porejemplo? Por lo tanto, cuando la ciencia moderna afirmaque el protón es una cierta solución de una ecuación fun-damental de la materia, lo que quiere decir es que podemosdeducir matemáticamente, a partir de esa solución, todas laspropiedades del protón, y verificar la exactitud de lasolución en cada uno de sus detalles, mediante experiencias.Esta posibilidad de verificar experimentalmente la validezde una afirmación, con altísima precisión y con todos losdetalles que se desee, le da un peso que no puede atribuirsea las afirmaciones de la primitiva filosofía griega.

Y a pesar de todo, algunas afirmaciones de la viejafilosofía griega están bastante cerca de las de la cienciaactual. Esto muestra simplemente cuán lejos puede llegarsecombinando la experiencia que ordinariamente tenemos dela naturaleza sin necesidad de experimentos, con el esfuerzoinfatigable en busca de un orden lógico

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que nos permita comprender esa experiencia a partir deprincipios generales.

5. DESARROLLO DE LAS IDEAS FILOSÓFICAS APARTIR DE DESCARTES, Y SUCOMPARACIÓN CON LA ACTUAL SITUACIÓNDE LA TEORÍA CUÁNTICA

Durante los dos mil años que siguieron a la culmina-ción de la ciencia y la cultura griega, en los siglos v y IVantes de Cristo, la mente humana estuvo ocupada, engran parte, con problemas de un tipo diferente de los delperiodo primitivo. En los primeros siglos de la culturagriega, el impulso más fuerte venía de la realidad inme-diata del mundo en que vivimos y que percibimos con lossentidos. Esta realidad estaba llena de vida, y no habíaninguna razón para hacer hincapié en la distinción entremateria y mente o entre cuerpo y alma. Pero en la filoso-fía de Platón ya se ve otra realidad que comienza a hacer-se más fuerte. En el famoso símil de la cueva, Platóncompara a los hombres con prisioneros atados en una ca-verna que sólo pueden mirar en una dirección, y sólo vensus sombras y las de los objetos que los rodean, proyec-tadas sobre el muro por un fuego que arde detrás de ellos.Dado que no ven más que las sombras, las consideranreales; y no advierten la existencia de los objetos que lasproyectan. Finalmente, uno de los prisioneros se escapade la cueva hacia la luz del sol. Por primera vez ve cosasreales, y comprende que ha sido engañado, hasta enton-ces, por las sombras. Por primera vez conoce la verdad, ysólo siente tristeza por el largo tiempo pasado en lastinieblas. El verdadero filósofo es el prisionero que haescapado de la cueva hacia la luz de la verdad; él es elúnico que posee la verdadera sabiduría. Esta relación in-mediata con la verdad, o con Dios, podríamos decir en unsentido cristiano, es la nueva realidad que ha comenzadoa hacerse más poderosa que la realidad del mundo talcomo la perciben nuestros sentidos. La relación inme-diata con Dios sucede dentro del alma humana, no en el

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mundo, y éste fue el problema que ocupó el pensamientohumano más que ningún otro, durante los dos mil añosque siguieron a Platón. En este período, los ojos de losfilósofos se dirigieron hacia el alma humana y sus re-laciones con Dios, a problemas de ética, y a la interpre-tación de la revelación, pero no hacia el mundo exterior.Sólo en la época del Renacimiento comenzó a verse uncambio en la mente humana, que terminó en un resur-gimiento del interés por la naturaleza.

El gran desarrollo de las ciencias naturales desde lossiglos dieciséis y diecisiete fue precedido y acompañadopor ideas filosóficas estrechamente relacionadas con losconceptos fundamentales de la ciencia. Puede resultarinstructivo, por lo tanto, comentar estas ideas desde laposición que finalmente ha alcanzado la ciencia con-temporánea.

El primer gran filósofo de este nuevo período de laciencia fue Renato Descartes, que vivió en la primeramitad del siglo xvii. Aquellas de sus ideas que resultaronmás importantes para el desarrollo del pensamientocientífico están contenidas en el Discurso del Método,Sobre la base de la duda, y del razonamiento lógico, tratade encontrar un fundamento completamente nuevo y,según él cree, sólido para todo sistema filosófico. Noacepta la revelación como tal fundamento, ni quiere ad-mitir sin crítica lo que se percibe con los sentidos. Así,parte, en su método, de la duda. Proyecta sus dudas sobretodo aquello que nos dicen los sentidos acerca delresultado de nuestros razonamientos, y finalmente llega asu famosa frase: "cogito ergo sum". No puedo dudar demi existencia, ya que se sigue del hecho de estarpensando. Después de establecer así la existencia del Yo,procede a probar la existencia de Dios, esencialmentesobre las líneas de la filosofía escolástica. Finalmente, laexistencia del mundo se deduce del hecho de habermedado Dios una fuerte tendencia a creer en la existencia delmundo; y es simplemente imposible que Dios hayaquerido engañarme.

Esta base de la filosofía cartesiana es radicalmentediferente de la de los antiguos filósofos griegos. Aquí,

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el punto de partida no es un principio fundamental osustancia, sino el intento de lograr un conocimiento fun-damental. Y Descartes se da cuenta de que tenemos máscerteza en lo que sabemos acerca de nuestra mente queen lo que conocemos del mundo exterior. Pero ya supunto de partida con el "triángulo" Dios-Mundo-Yo,simplifica de una manera peligrosa el fundamento paraulteriores razonamientos. La división entre materia y es-píritu o entre cuerpo y alma, iniciada con la filosofía dePlatón, es ahora completa. Se separa a Dios del mundo ydel Yo. De hecho se aleja a Dios tanto del mundo y delos hombres que se termina por relegarlo a un punto dereferencia común para establecer la relación entre el Yoy el Mundo.

Mientras que la antigua filosofía griega había tratadode descubrir un orden en la infinita variedad de cosas yacontecimientos buscando algún principio fundamentalunificador, Descartes trata de establecer el ordenmediante alguna división fundamental. Pero las trespartes que resultan de la división pierden algo de suesencia cuando se considera a cualquiera de ellasseparadas de las otras dos partes. Si se quiere usar,realmente, los conceptos fundamentales de Descartes, esesencial que Dios esté, de alguna manera, en el mundo yen el Yo, y que el Yo no esté totalmente separado delmundo. Descartes conocía, desde luego, la necesidad deesta relación, pero la filosofía y la ciencia natural sedesarrollaron, en lo sucesivo, sobre la base de unapolaridad entre la "res cogitans" y la "res extensa", y laciencia natural concentró su interés en la "res extensa".La influencia que la división cartesiana tuvo en elpensamiento humano de las centurias que siguierondifícilmente podrá ser sobreestimada; pero es justamenteesta división la que tendremos que criticar más adelante,desde el punto de vista de la física contemporánea.

Por supuesto, sería erróneo afirmar que Descartes dioun nuevo rumbo al pensamiento humano con su nuevométodo filosófico. Lo que realmente hizo fue formularpor primera vez una tendencia en el pensamiento humanoque ya se vislumbraba durante el Renacimiento y

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la Reforma: un renovado interés por las matemáticasjunto con una creciente influencia platónica en la filo-sofía, y la insistencia en una religión personal. El interéscreciente por las matemáticas favoreció un sistema filo-sófico que partió del razonamiento lógico y procuró pormedio de este método llegar a alguna verdad tan ciertacomo una conclusión matemática. La insistencia en unareligión personal separó del mundo al Yo y a sus rela-ciones con Dios. El interés en combinar el conocimientoempírico con las matemáticas, como lo hizo Galileo, sedebió quizá al intento de obtener, de esta manera, algunaforma de conocimiento que pudiera mantenersecompletamente apartada de las disputas teológicas quelevantó la Reforma. Este saber empírico podría formu-larse sin hablar de Dios o de nosotros, y favorecía laseparación de los tres conceptos fundamentales: Dios-Mundo-Yo, o de la "res cogitans" de la "res extensa".Hubo en este período, en algunos casos, un acuerdo ex-plícito entre los pioneros de la ciencia empírica en elsentido de que en sus discusiones no debía mencionarseel nombre de Dios o de alguna causa fundamental.

Por otra parte, las dificultades que originaba la sepa-ración podían verse desde un principio. Al distinguir la"res cogitans" de la "res extensa", por ejemplo, Descartesse vio forzado a poner los animales enteramente del ladode la "res extensa". Los animales y las plantas no eran,por lo tanto, esencialmente diferentes de las máquinas, ysu comportamiento estaba completamente determinadopor causas materiales. Pero siempre ha sido difícil negarcompletamente la existencia de algún tipo de alma en losanimales, y nos parece que el concepto más antiguo dealma, como el de la filosofía de Santo Tomás de Aquino,por ejemplo, era más natural y menos forzado que elconcepto cartesiano de "res cogitans", aun si estamosconvencidos de que las leyes de la física y la química sonestrictamente válidas en los organismos vivientes. Otrade las consecuencias posteriores de este punto de vista deDescartes fue que, si se consideraba a los animales comosimples máquinas, era difícil no pensar lo mismo de loshombres. Puesto que la "res

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cogitans" y la "res extensa" eran consideradas como com-pletamente diferentes en su esencia, no parecía posible queuna de ellas pudiera actuar sobre la otra. Por lo tanto, paramantener un paralelismo completo entre las experiencias dela mente y las del cuerpo, la mente también debía quedarcompletamente determinada, en sus actividades, por leyesque se correspondieran con las de la física y la química.Surgió así la cuestión de la posibilidad del "libre albedrío".Evidentemente, toda esta manera de describir las cosas esalgo artificial, y muestra los graves defectos de la particiónCartesiana.

En cambio, en las ciencias naturales esta partición re-sultó, durante siglos, extremadamente exitosa. La mecánicade Newton y todas las otras partes de la física clásicaconstruidas según su modelo, partían de la suposición deque se puede describir el mundo sin hablar de Dios ni denosotros. Esta posibilidad pareció pronto casi una condiciónnecesaria para las ciencias naturales en general.

Pero en este punto la situación cambia, en cierto modo, alllegar a la teoría cuántica y podemos, por lo tanto, intentaruna comparación del sistema filosófico de Descartes con lasituación actual en la física moderna. Se ha señalado ya queen la interpretación de Copenhague podemos proceder sinmencionarnos a nosotros como individuos, pero no podemosolvidar el hecho de que las ciencias naturales han sidoformadas por el hombre. Las ciencias naturales no describeny explican a la naturaleza simplemente; forman parte de lainteracción entre la naturaleza y nosotros mismos; describenla naturaleza tal como se revela a nuestro modo deinterrogarla. Esta es una posibilidad en la que Descartes nopudo haber pensado; pero hace que la separación neta entreel mundo y el Yo resulte imposible.

Si se analiza la gran dificultad que aun físicos eminentescomo Einstein tuvieron en entender y aceptar lainterpretación de Copenhague, se ve que la raíz de lasdificultades está en la partición de Descartes. Esta particiónha penetrado profundamente, durante tres siglos, en lamente humana, y tardará mucho en ser reempla-

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zada por una actitud realmente distinta frente al problemade la realidad.

La posición a la cual nos ha conducido la particiónCartesiana con respecto a la "res extensa" es la que po-dríamos denominar realismo metafísico. El mundo, esdecir, las cosas extensas, existen. Éste debe ser distin-guido del realismo práctico, y las diferentes formas derealismo pueden describirse así: "Objetivamos" un juiciosi aceptamos que su contenido no depende de las con-diciones bajo las cuales puede ser verificado. El realismopráctico da por sentado que hay juicios que pueden serobjetivados y que en realidad la mayor parte de nuestraexperiencia de la vida diaria consiste en tales juicios. Elrealismo dogmático sostiene que no hay juicios con-cernientes al mundo material que no puedan ser objeti-vados. El realismo práctico siempre ha sido y será unaparte fundamental de la ciencia natural. Sin embargo, elrealismo dogmático no es, según vemos, una condiciónnecesaria de la ciencia natural. No obstante, en el pasadoha desempeñado un papel muy importante en el des-arrollo de la ciencia; en realidad, la posición de la físicaclásica es la del realismo dogmático. Cuando Einsteincriticó la teoría cuántica lo hizo desde el punto de vistadel realismo dogmático. Ésta es una actitud muy natural.Todo científico que realiza un trabajo de investigaciónsiente que está buscando algo que sea objetivamenteverdadero. Sus juicios no han de estar sujetos a lascondiciones bajo las cuales pueden ser verificados.Especialmente en la física, el hecho de que podamosexplicar la naturaleza mediante simples leyes matemáti-cas nos dice que hemos encontrado una imagen auténticade la realidad y no algo inventado por nosotros mismos.Ésta es la posición en que se colocó Einstein cuandoadoptó el realismo dogmático como base de la ciencianatural. Pero la teoría cuántica es por sí misma unejemplo de la posibilidad de explicar la naturaleza pormedio de simples leyes matemáticas, sin esa base. Tal vezestas leyes no parezcan muy simples cuando se lascompara con la mecánica de Newton. Pero teniendo encuenta la enorme complejidad de los fenómenos que

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deben ser explicados (el espectro lineal de los compli-cados átomos, por ejemplo), el esquema matemático dela teoría cuántica es comparativamente simple. La cien-cia natural es realmente posible sin la base del realismodogmático.

El realismo metafísico va un paso más allá que elrealismo dogmático al decir que "las cosas existen real-mente". Esto es, en realidad, lo que quiso probar Des-cartes con el argumento de que "Dios no puede habernosengañado". La afirmación de que las cosas existenrealmente difiere de la del realismo dogmático al apa-recer aquí la palabra "existen", lo cual también estáimplícito en la otra afirmación "cogito ergo sum"..."Pienso, luego soy." Pero es difícil ver qué es lo que aquíse quiere decir que no esté ya contenido en la tesis delrealismo dogmático; y esto nos conduce a un análisisgeneral de la afirmación "cogito, ergo sum", queDescartes consideró como la base sólida sobre la cualpodía construir su sistema. Es indudable que esta afir-mación tiene la seguridad de una demostración mate-mática si las palabras "cogito" y "sum" se ajustan a sudefinición habitual o, para decirlo con mayor prudencia yespíritu crítico, si las palabras se definen de modo que sesiga la consecuencia. Pero esto no nos muestra hastadónde podemos emplear los conceptos de "pensar" y"ser" para lograr nuestro propósito. Finalmente, en unsentido muy general, la medida en que pueden aplicarsenuestros conceptos es siempre una cuestión empírica.

La dificultad del realismo metafísico se sintió muypronto después de Descartes y se convirtió en el punto departida de la filosofía empírica, del sensualismo y elpositivismo.

Los tres filósofos que pueden considerarse representa-tivos de los comienzos de la filosofía empírica sonLocke, Berkeley y Hume. Contrariamente a Descartes,Locke sostiene que todo conocimiento se fundaúltimamente en la experiencia. Esta experiencia puedeser sensación o percepción de la operación de nuestrainteligencia. El conocimiento, afirma Locke, es lapercepción del acuerdo o desacuerdo existente entre dosideas. El paso si-

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guíente fue dado por Berkeley. Si nuestro conocimientoprocede realmente de la percepción, la afirmación de que lascosas existen realmente carece de sentido, porque si lapercepción se produce no es posible establecer ningunadiferencia sobre si las cosas existen o no existen. Porconsiguiente, el hecho de ser percibido se identifica con laexistencia. Esta línea argumental fue llevada entonces a unescepticismo extremo por Hume, quien rechazó la induccióny la causalidad y de ese modo llegó a una conclusión que, deser tomada en serio, destruiría la base de toda cienciaempírica.

La crítica del realismo metafísico formulada por lafilosofía empírica está ciertamente justificada en cuantopone en guardia contra el empleo ingenuo del término"existencia". Los juicios positivos de esta filosofía puedenser criticados de manera similar. Nuestras percepciones noson originariamente conjuntos de colores o sonidos; lo quepercibimos ya es percibido como alguna cosa —correspondiendo aquí destacar la palabra "cosa"— y, enconsecuencia, es dudoso que podamos ganar algo tomandolas percepciones, en vez de las cosas, como elementosúltimos de la realidad.

La dificultad fundamental ha sido claramente reconocidapor el moderno positivismo. Esta manera de pensar previenecontra el empleo candoroso de términos tales como "cosa","percepción", "existencia", con el postulado general de quesi una determinada afirmación tiene verdaderamente algúnsentido debe ser analizada íntegramente y con espíritucrítico. Este postulado y su actitud fundamental provienende la lógica matemática. El procedimiento de la ciencianatural se muestra como una adhesión de símbolos a losfenómenos. Los símbolos pueden, como en las matemáticas,combinarse de acuerdo con ciertas reglas, y de esta maneralos juicios sobre los fenómenos pueden ser representadospor combinaciones de símbolos. Sin embargo, una combina-ción de símbolos que no se ajusta a las reglas no es in-correcta, pero no tiene sentido.

En este razonamiento la dificultad obvia reside en la faltade un criterio general con respecto a cuando puede

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una afirmación ser considerada como carente de signifi-cación. Una decisión definida sólo es posible cuando laafirmación pertenece a un rigoroso sistema de conceptosy de axiomas el cual, en la evolución de la ciencia natu-ral, será más bien la excepción que la regla. En algunoscasos, la conjetura de que una cierta afirmación carecíade sentido ha llevado históricamente a realizar impor-tantes progresos porque abrió la vía hacia el descubri-miento de nuevas relaciones que habrían sido imposiblessi la afirmación hubiera tenido sentido. Un ejemplotomado de la teoría cuántica, que ya hemos tratado, es lasiguiente frase: "¿En qué órbita se mueven los electronesalrededor del núcleo?" Pero, por lo general, el esquemapositivista tomado de la lógica matemática es demasiadoestrecho para una descripción de la naturaleza queinevitablemente emplea palabras y conceptos que estánsólo vagamente definidos.

La tesis filosófica de que todo conocimiento se fundaúltimamente en la experiencia ha terminado postulando laexplicación lógica de cualquier afirmación relativa a lanaturaleza. Tal postulado puede haber parecido justifi-cado en él período de la física clásica, pero con la teoríacuántica hemos aprendido que no se puede cumplir. Laspalabras "posición" y "velocidad" de un electrón, porejemplo, parecían perfectamente definidas en cuanto a susentido y sus posibles relaciones, y en realidad eranconceptos claramente definidos dentro del marco mate-mático de la mecánica de Newton. Pero no estaban ver-daderamente bien definidos, como se ve por las rela-ciones de incertidumbre. Podría decirse que estaban biendefinidos de acuerdo con su posición dentro de la me-cánica de Newton, pero que no lo estaban en relación conla naturaleza. Esto nos muestra que nunca podemos saberpor anticipado cuáles limitaciones se presentarán para laaplicación de ciertos conceptos por la extensión denuestro conocimiento de las remotas partes de la natu-raleza en las que sólo podemos penetrar con lasherramientas más perfeccionadas. Por consiguiente, en elproceso de penetración nos vemos a veces obligados aemplear nuestros conceptos en una forma que no estájustificada y

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que no tiene sentido. La insistencia en el postulado de lacompleta clarificación lógica haría la ciencia imposible.La física moderna nos recuerda aquí la antigua sabiduríade que quién insiste en jamás divulgar un error debequedarse callado.

Una combinación de estas dos maneras de pensar, quecomenzaron con Descartes por una parte, y con Locke yBerkeley por otra, fue intentada en la filosofía de Kant,que fundó el idealismo germano. La parte de su trabajoque tiene importancia en comparación con los resultadosde la física moderna está contenida en la Critica de laRazón Pura. Allí aborda el problema de si el co-nocimiento se funda únicamente en la experiencia o sipuede provenir de otras fuentes, y llega a la conclusiónde que nuestro conocimiento es en parte "a priori" y noinferido inductivamente de la experiencia. Establece, porconsiguiente, una diferencia entre el conocimiento "em-pírico' 'y el conocimiento "a priori". Al mismo tiempoplantea la distinción entre proposiciones "analíticas" y"sintéticas". Las proposiciones analíticas se deducen sim-plemente por lógica y su negación llevaría a la propiacontradicción. A las proposiciones que no son "analíti-cas" las llama "sintéticas".

¿Cuál es, según Kant, el criterio para el conocimiento"a priori"? Kant acepta que todo conocimiento comienzacon la experiencia, pero agrega que no siempre deriva dela experiencia. Es verdad que la experiencia nos enseñaque una determinada cosa posee tales o cuales pro-piedades, pero no nos enseña que no pueda ser diferente.Por consiguiente, si una proposición es pensadajuntamente con su necesidad tiene que ser "a priori". Laexperiencia nunca generaliza sus juicios por completo.Por ejemplo, la frase "El sol se eleva todas las mañanas"significa que sabemos que esta regla no tuvo excepciónen el pasado y que esperamos que no la tenga en elfuturo. Pero sí podemos imaginarnos excepciones a laregla. Si un juicio se expresa en forma completamentegeneral y, por consiguiente, es imposible imaginar unaexcepción cualquiera, tiene que ser "a priori". Un juicioanalítico siempre es "a priori". Hasta cuando

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un niño aprende aritmética jugando con bolitas no ne-cesita después rehacer el experimento para saber que"dos y dos son cuatro". El conocimiento empírico, porotra parte, es sintético.

¿Pero es posible un juicio sintético a priori? Kant tratade demostrarlo con ejemplos en los cuales parececumplirse el criterio anterior. El espacio y el tiempo,dice, son formas a priori de la intuición pura. Para elcaso del espacio ofrece los siguientes argumentos meta-físicos:

1. El espacio no es un concepto empírico, abstraído deotras experiencias, porque se presupone que el espacio serefiere a sensaciones de algo exterior, y la experiencia delo exterior sólo es posible mediante la representación delespacio.

2. El espacio es una representación necesariamente apriori que sirve de fundamento a todas las percepcionesexternas; porque no podemos imaginar una ausencia deespacio aunque podemos imaginar que puede no habernada en el espacio.

3. El espacio no es un concepto general o discursivo delas relaciones de las cosas en general, porque solamentehay un espacio, del cual lo que llamamos "espacios" sonpartes, no casos particulares.

4. El espacio se presenta como una magnitud infinitaque encierra en sí misma todas las partes del espacio; estarelación es diferente de la que existe entre un concepto ysus casos particulares y por lo tanto el espacio no es unconcepto sino una forma de intuición.

No vamos a discutir aquí estos argumentos. Sólo losmencionamos como ejemplos de las pruebas que Kanttiene presentes para su teoría de los juicios sintéticos apriori.

Con respecto a la física, Kant la considera como apriori, junto con el espacio y el tiempo, la ley de la cau-salidad y el concepto de sustancia. En una etapa posteriorde su obra trató de incluir la ley de conservación de lamateria, la igualdad de "actio y reactio" y hasta la ley dela gravitación. Ningún físico estaría ahora dis-

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puesto a seguir a Kant si el término "a priori" se em-pleara en el sentido absoluto que él le dio. En mate-máticas, Kant considera la geometría euclidiana como "apriori".

Antes de comparar estas doctrinas de Kant con losresultados de la física moderna,- debemos hacer menciónde otra parte de su obra a la cual habremos de referirnosmás adelante. La desagradable cuestión de si "las cosasexisten realmente", que ha dado origen a la filosofíaempírica, también se presentó en el sistema de Kant. PeroKant no siguió la línea de Berkeley ni de Hume, aunqueello hubiera tenido consistencia lógica. Kant conservó lanoción de la "cosa en sí" como algo distinto de loperceptible, y de esta manera guardó alguna conexióncon el realismo.Si ahora entramos a comparar las doctrinas de Kant con lafísica moderna se tiene la impresión, en el primermomento, de que su concepto fundamental de los "juiciossintéticos a priori" hubiera sido completamente destruidopor los descubrimientos de nuestro siglo. La teoría de larelatividad ha hecho cambiar nuestras ideas sobre elespacio y el tiempo; en realidad nos ha mostradoimágenes totalmente nuevas del espacio y del tiempo delas cuales nada se ve en las formas a priori de la intuiciónpura de Kant. La ley de la causalidad ya no se aplica en lateoría cuántica y la ley de conservación de la materia hadejado de ser verdad para las partículas elementales. Esobvio que Kant no pudo prever los nuevosdescubrimientos, pero puesto que estaba convencido deque sus conceptos serían "la base de cualquier metafísicafutura que pueda llamarse ciencia", es interesanteaveriguar dónde estaba el error de sus argumentos.Tomemos como ejemplo la ley de causalidad. Kant diceque cuando observamos un acontecimiento aceptamos laexistencia de un acontecimiento anterior al cual el otroacontecimiento debe suceder de acuerdo con alguna regla.Ésta es, según Kant sostiene, la base de todo trabajocientífico. En este punto no tiene importancia quesiempre encontremos o no encontremos el acontecimientoprecedente al cual el otro siguió. En realidad,

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podemos encontrarlo en muchos casos. Pero aun cuandono podamos encontrarlo, nada puede impedirnos pre-guntar cuál ha sido ese acontecimiento precedente y bus-carlo. Por consiguiente, la ley de causalidad se reduce almétodo de la investigación científica; es la condición quehace posible la ciencia. Como en realidad aplicamos estemétodo, la ley de causalidad es "a priori" y no derivadade la experiencia.

¿Es esto verdad en la física atómica? Consideremos unátomo de radio, que puede emitir una partícula alfa. Eltiempo de emisión de la partícula alfa no puede serpredicho. Lo único que podemos decir es que, por tér-mino medio, la emisión tendrá lugar en unos dos milaños. Por consiguiente, cuando observamos una emisiónno buscamos el acontecimiento anterior que debió pre-cederla de acuerdo con determinada regla. Lógicamente,sería muy posible buscar ese acontecimiento anterior yno debe desanimarnos el hecho de que no haya sidoencontrado hasta ahora. ¿Pero por qué ha cambiado real-mente el método científico en este aspecto tan funda-mental de la cuestión desde la época de Kant?

Para esto hay dos respuestas posibles. Una es que laexperiencia nos ha convencido de que las leyes de la teo-ría cuántica son correctas y, si lo son, sabemos que nopuede hallarse un acontecimiento anterior que pueda to-rnarse como causa de la emisión. La otra respuesta es queconocemos el acontecimiento anterior pero no con todaexactitud. Sabemos cuáles fuerzas del núcleo atómico sonlas responsables de la emisión de una partícula alfa. Peroeste conocimiento lleva en sí la incertidumbreintroducida por la interacción entre el núcleo y el restodel mundo. Si quisiéramos saber por qué la partícula alfafue emitida en ese preciso momento tendríamos queconocer la estructura microscópica del mundo entero, in-cluyéndonos nosotros mismos, y ello es imposible. Porconsiguiente, los argumentos de Kant en favor del ca-rácter a priori de la ley de causalidad ya no se aplican.

De modo similar podría discutirse el carácter a prioridel espacio y del tiempo como formas de intuición. Elresultado sería el mismo. Los conceptos a priori, que

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Kant consideraba como una verdad indiscutible, han de-jado de pertenecer al sistema científico de la física mo-derna.

Sin embargo, constituyen una parte esencial de estesistema en un sentido algo diferente. Al discutirse enCopenhague la interpretación de la teoría cuántica, se hahecho notar que empleamos los conceptos clásicos parareferirnos a nuestros medios de experimentación y, de unmodo más general, para referirnos a esa parte del mundoque no pertenece al objeto del experimento. El empleo deestos conceptos, incluyendo los de espacio, tiempo ycausalidad, es, de hecho, la condición para la observaciónde los acontecimientos atómicos y es, en este sentido dela palabra, "a priori". Lo que Kant no ha previsto es queestos conceptos a priori pueden ser las condiciones de laciencia y, al mismo tiempo, tener sólo un limitado radiode aplicación. Cuando realizamos un experimento,tenemos que aceptar una cadena causal deacontecimientos que, mediante el instrumento apropiado,comienza en el acontecimiento atómico y termina en elojo del investigador. Si no se aceptara esta cadena causal,nada se podría saber del acontecimiento atómico. Noobstante, debemos tener presente que la física clásica y lacausalidad sólo tienen un radio limitado de aplicación. Laparadoja fundamental de la teoría cuántica fue que nopudo ser prevista por Kant. La física moderna hatrasladado la afirmación de Kant sobre la posibilidad delos juicios sintéticos a priori del campo metafísico alpráctico. De este modo los juicios sintéticos a priori tie-nen el carácter de una verdad relativa.

Si se reinterpreta de este modo el apriorismo kantiano,no hay razón para considerar las percepciones más quelas cosas como dadas. Como en la física clásica, pode-mos hablar de esos acontecimientos que no se observantal como lo hacemos de aquellos que se observan. Con-siderando la "cosa en sí", Kant señala que no podemosllegar a ninguna conclusión con la percepción de la "cosaen sí". Como lo ha advertido Weizsacker, esta afirma-ción tiene su analogía formal en el hecho de que, no obs-tante el empleo de los conceptos clásicos, en todos los

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experimentos es posible un comportamiento no-clásicode los objetos atómicos. En último término, la "cosa ensí" es para el físico atómico, si es que llega a empleareste concepto, una estructura matemática; pero esta es-tructura, a pesar de Kant, se deduce indirectamente de laexperiencia.

En esta reinterpretación, el apriorismo kantiano estáindirectamente relacionado con la experiencia, en la me-•dida en que se ha formado a través de la evolución de lainteligencia humana en un pasado muy distante. Si-guiendo esta argumentación, el biólogo Lorentz ha com-parado una vez los conceptos "a priori" con formas decomportamiento que en los animales se llaman "hereda-dos o esquemas innatos". Es en realidad muy probableque para ciertos animales primitivos el espacio y el tiem-po sean algo distinto de lo que Kant llama nuestra "in-tuición pura" del espacio y el tiempo. Esto último puedecorresponder a la especie "hombre", pero no al mundoconsiderado como independiente de los hombres. Pero talvez, siguiendo este comentario biológico sobre los "apriori", nos estamos empeñando en una discusión de-masiado hipotética. Los hemos mencionado tan sólo comoun ejemplo de cómo los términos "verdad relativa" pue-den ser interpretados en relación con los "a priori" deKant.

Hasta aquí hemos mencionado a la física modernacomo un ejemplo o, si se quiere, como un patrón paracomprobar los resultados de algunos sistemas filosóficosdel pasado que, por supuesto, eran considerados válidospara un campo mucho más extenso. Lo que hemossacado particularmente en limpio del análisis de lasfilosofías de Descartes y de Kant puede expresarse de lasiguiente manera:

Cualesquiera sean los conceptos o palabras que se hanformado en el pasado en razón del intercambio entre elmundo y nosotros mismos, la verdad es que no estánestrictamente definidos con respecto a su significado; esdecir, que no sabemos hasta dónde pueden ayudarnos aencontrar nuestro camino en el mundo. Frecuentementesabemos que podemos aplicarlos a un extenso orden de

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experiencias internas y externas, pero nunca sabemoscon exactitud cuáles son los límites precisos de su aplica-bilidad. Esto es verdad hasta para los conceptos mássimples y generales, como "existencia" y "espacio ytiempo". En consecuencia, con la razón pura nunca seráposible arribar a una verdad absoluta.

Los conceptos pueden, sin embargo, ser exactamentedefinidos con respecto a sus relaciones. Tal es,realmente, el caso cuando los conceptos se convierten enuna parte de un sistema de axiomas y definiciones quepueden expresarse consistentemente mediante unesquema matemático. Ese grupo de conceptosrelacionados entre sí puede ser aplicable a un extensocampo de la experiencia y ayudarnos a descubrir nuestrocamino en ese campo. Pero los límites de aplicabilidadno serán, por lo general, conocidos, o, por lo menos, nolo serán completamente.

Aun si comprobamos que el sentido de un conceptonunca está definido con precisión absoluta, algunos con-ceptos constituyen una parte integral de los métodoscientíficos, puesto que representan, por lo pronto, elresultado final de la evolución del pensamiento humanodel pasado, aun del pasado más remoto. Hasta pueden serheredados, y, en cualquier caso, constituyen lasherramientas indispensables para la labor científica denuestro tiempo. En este sentido pueden ser prácticamentea priori. Naturalmente, es posible que en el futuro puedanencontrarse nuevas limitaciones a su aplicabilidad.

6. LA RELACIÓN DE LA TEORÍA CUÁNTICACON OTRAS PARTES DE LA CIENCIANATURAL

Ya hemos dicho que los conceptos de las ciencias na-turales a veces pueden ser exactamente definidos conrespecto a sus relaciones. Esta posibilidad se comprobópor primera vez en los Principia de Newton, y esa esprecisamente la razón por la cual las obras de Newtonhan ejercido una influencia tan enorme en todo el des-arrollo de la ciencia natural durante los siglos siguientes.

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Newton comienza sus Principia con una serie de defini-ciones y axiomas que se hallan interrelacionados de talmanera que constituyen lo que podemos llamar un "sistemacerrado". Cada concepto puede representarse mediante unsímbolo matemático, y las relaciones entre los diferentesconceptos se representan con ecuaciones matemáticas que seexpresan por medio de los símbolos. La imagen matemáticadel sistema asegura que en él no puede habercontradicciones. De esta manera, los posibles movimientosde los cuerpos bajo la influencia de las fuerzas actuantesestán representados por las posibles soluciones de lasecuaciones. El sistema de definiciones y axiomas que puedeescribirse con una serie de ecuaciones matemáticas esconsiderado como una descripción de una estructura eternade la naturaleza, con independencia de un determinadoespacio o de un determinado tiempo.

La relación entre los diferentes conceptos del sistema estan íntima que, por lo general, no sería posible cambiar unosolo de los conceptos sin destruir todo el sistema.

Es por esta razón que durante largo tiempo el sistema deNewton fue considerado como definitivo, y parecía que latarea que tenían ante sí los científicos del período siguientese reducía a extender la mecánica de Newton en másamplios campos de experimentación. En realidad, la físicase desarrolló sobre esas bases durante unos dos siglos.

De la teoría del movimiento de las masas podía pasarse ala mecánica de los cuerpos sólidos, a los movimientosrotatorios, a los movimientos continuos de un fluido o a losmovimientos vibratorios de un cuerpo elástico. Todos estosaspectos de la mecánica o la dinámica se desarrollarongradualmente en estrecha relación con la evolución de lasmatemáticas, especialmente con la del cálculo diferencial, ylos resultados fueron comprobados mediante experimentos.La acústica y la hidrodinámica pasaron a ser una parte de lamecánica. Otra ciencia, para la cual era obvia la aplicaciónde la mecánica de Newton, fue la astronomía. Losperfeccionamientos de los métodos matemáticos llevarongradualmente a determinar

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con exactitud cada vez mayor los movimientos de losplanetas y de sus mutuas interacciones. Cuando se descu-brieron los fenómenos de la electricidad y del magne-tismo, las fuerzas eléctricas o magnéticas se compararoncon las fuerzas gravitacionales, y sus efectos sobre el mo-vimiento de los cuerpos pudieron ser estudiados deacuerdo con los principios de la mecánica de Newton.Finalmente, en el siglo diecinueve, hasta la teoría delcalor pudo reducirse a un aspecto de la mecánicamediante la aceptación de que el calor consiste, enrealidad, en un complicado movimiento estadístico de lasmás diminutas partes de la materia. Combinando losconceptos de la teoría matemática de probabilidad conlos conceptos de la mecánica de Newton, Clausius, Gibbsy Boltzmann pudieron mostrar que las leyesfundamentales de la teoría del calor podían interpretarsecomo leyes estadísticas de acuerdo con la mecánica deNewton aplicada a sistemas mecánicos muycomplicados.

Hasta aquí, el planteo propuesto por la mecánica deNewton fue celosamente observado y condujo al cono-cimiento de un vasto campo de experiencia. La primeradificultad se presentó en los estudios sobre el campoelectromagnético de Faraday y Maxwell. En la mecánicade Newton la fuerza gravitacional se había consideradocomo dada y no como un objeto de posteriores estudiosteoréticos. En el trabajo de Faraday y Maxwell, el campode fuerza en sí se convirtió en objeto de investigación; losfísicos deseaban saber cómo variaba este campo defuerza en función del espacio y del tiempo. En conse-cuencia, trataron de hallar ecuaciones de movimientopara los campos y no fundamentalmente para los cuerpossobre los cuales los campos actúan. Este cambio llevónuevamente al punto de vista que había sido sostenidopor muchos científicos antes de Newton. Según parecía,una acción podía ser trasferida de un cuerpo a otrosolamente cuando los dos cuerpos se tocaban; porejemplo, en una colisión o por medio de la fricción.Newton había introducido una novísima y curiosahipótesis aceptando la existencia de una fuerza queactuaba a larga distancia. Ahora bien, en la teoría de loscampos de fuerza se podía volver

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a la antigua concepción de que la acción se trasfiere deun punto a otro punto vecino, solamente si el compor-tamiento de los campos se describía en términos de ecua-ciones diferenciales. Probóse que eso era realmente po-sible y, por consiguiente, la descripción de los camposmagnéticos tal como los dan las ecuaciones de Maxwellparecieron una solución satisfactoria para el problema dela fuerza. Aquí se había cambiado realmente el planteopropuesto por la mecánica de Newton. Los axiomas ydefiniciones de Newton se habían referido a los cuerposy su movimiento; pero con Maxwell los campos de fuer-za parecieron adquirir el mismo grado de realidad que loscuerpos en la teoría de Newton. Naturalmente, esta inter-pretación no fue fácilmente aceptada; y para evitar se-mejante cambio en el concepto de realidad pareció acep-table comparar los campos electromagnéticos con loscampos de deformación o tensión elástica, las ondas lu-minosas de la teoría de Maxwell con las ondas sonorasde los cuerpos elásticos. En consecuencia, muchosfísicos creyeron que las ecuaciones de Maxwell sereferían en realidad a las deformaciones de un medioelástico al que denominaron éter; y este nombre se diosimplemente para explicar que el medio era tan ligero yfino que podía penetrar en el interior de otra materia sinpoder ser visto ni percibido. Sin embargo, estaexplicación no fue muy satisfactoria puesto que no podíaexplicar la completa ausencia de cualquier ondalongitudinal de luz.

Finalmente, la teoría de la relatividad, que será anali-zada en el próximo capítulo, mostraba de manera ter-minante que el concepto de éter como sustancia, al quese referían las ecuaciones de Maxwell, debía ser abando-nado. Los argumentos no pueden ser discutidos en estemomento; pero el resultado fue que los campos debíanser considerados como una realidad independiente.

Un resultado posterior y aún más sorprendente de lateoría de la relatividad especial fue el descubrimiento denuevas propiedades del espacio y el tiempo, en realidad,de una relación entre espacio y tiempo que no fue antesconocida y que no existió en la mecánica de Newton.

Bajo la impresión de esta situación completamentenue-

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va muchos físicos llegaron a la siguiente conclusión, untanto temeraria: la mecánica de Newton había quedadodesautorizada. La realidad primaria es el campo y no elcuerpo, y la estructura del espacio y el tiempo está correc-tamente descrita en las fórmulas de Lorentz y Einstein y noen los axiomas de Newton. En muchos casos la mecánica deNewton constituyó una buena aproximación, pero tenía queser perfeccionada para ofrecer una descripción más rigurosade la naturaleza.

Desde el punto de vista al que finalmente hemos llegadocon la teoría cuántica, semejante afirmación se presentaríacomo una descripción muy pobre de la situación real. Enprimer lugar, olvida el hecho de que la mayor parte de losexperimentos con los cuales se miden los campos se basanen la mecánica de Newton y, en segundo lugar, que lamecánica de Newton no puede ser perfeccionada; sólopuede ser reemplazada por algo fundamentalmente distinto.

El desarrollo de la teoría cuántica nos ha enseñado quedebemos más bien describir la situación en los siguientestérminos: allí donde los conceptos de la mecánica deNewton pueden emplearse para describir losacontecimientos de la naturaleza, las leyes formuladas porNewton son estrictamente correctas y no pueden ser per-feccionadas. Pero los fenómenos electromagnéticos nopueden ser adecuadamente descriptos mediante los con-ceptos de la mecánica de Newton. Por consiguiente, losexperimentos con los campos electromagnéticos y las ondasluminosas, juntamente con sus análisis teoréticos deMaxwell, Lorentz y Einstein, han conducido a un nuevosistema riguroso de definiciones y axiomas y de conceptosque pueden ser representados por símbolos matemáticos, locual es coherente en el mismo sentido que el sistema de lamecánica de Newton, pero es fundamentalmente diferente.

Por consiguiente, hasta las esperanzas que acompañarona los científicos a partir de Newton tuvieron que tomar otradirección. Aparentemente, no siempre podía lograrse elprogreso de la ciencia empleando las leyes conocidas de lanaturaleza para explicar los nuevos fenó-

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menos. En algunos casos, los nuevos fenómenos que seobservaron 'sólo podían comprenderse mediante nuevosconceptos que se adaptaron a los nuevos fenómenos delmismo modo que los conceptos de Newton se adaptaron alos acontecimientos mecánicos. A su vez, estos nuevosconceptos podían combinarse en un riguroso sistema y serrepresentados por símbolos matemáticos. Pero si la física o,en un plano más general, la ciencia natural procedía de talmodo se presentaba la siguiente interrogación: ¿Cuál es larelación entre los diferentes planteos conceptuales? Si, porejemplo, los mismos conceptos o palabras se presentan endos fórmulas diferentes y están diferentemente definidoscon respecto a sus relaciones y su representaciónmatemática, ¿en qué sentido representan los conceptos a larealidad ?

Este problema se presentó tan pronto como se descubrióla teoría de la relatividad especial. Los conceptos de espacioy tiempo pertenecían a la vez a la mecánica de Newton y ala teoría de la relatividad. Pero en la mecánica de Newton,espacio y tiempo eran independientes; en la teoría de larelatividad estaban relacionados por la trasformación deLorentz. En este caso especial podía mostrarse que lasafirmaciones de la teoría de la relatividad se aproximan a lasde la mecánica de Newton dentro del límite en el que todaslas velocidades del sistema son muy reducidas comparadascon la velocidad de la luz. De aquí se podía deducir que losconceptos de la mecánica de Newton no podían seraplicados a casos en los cuales ocurrían velocidadescomparables a la de la luz. Así se encontró finalmente unalimitación fundamental a la mecánica de Newton que nopudo ser advertida desde la serie coherente de conceptos nimediante la simple observación de los sistemas mecánicos.

Por consiguiente, la relación entre dos diferentes seriescoherentes de conceptos exige siempre una investigaciónmuy cuidadosa. Antes de entrar en una discusión generalsobre la estructura de cualquier;', de esos grupos rigurosos ycoherentes de conceptos y de sus posibles relacionesdaremos una descripción de aquéllos que hasta aquí han

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sido definidos en física. Pueden distinguirse cuatro sis-temas que ya han alcanzado su forma final.

El primero, la mecánica de Newton, ya ha sido ana-lizado. Es adecuado para la descripción de todos los sis-temas mecánicos, el movimiento de los fluidos y la vi-bración elástica de los cuerpos. Comprende la acústica, laestática y la aerodinámica.

El segundo sistema riguroso de conceptos se formó enel curso del siglo diecinueve en relación con la teoría delcalor. Aunque la teoría del calor pudo finalmente servinculada con la mecánica mediante el desarrollo de lamecánica estadística, no sería práctico considerarla comouna parte de la mecánica. En realidad, la teoría fenome-nológica del calor emplea una cantidad de conceptos queno tienen su equivalente en otras ramas de la física como:calor, calor específico, entropía, energía libre, etc. Si deesta descripción fenomenológica se pasa a una in-terpretación estadística, considerando el calor como ener-gía, distribuido estadísticamente entre los muchísimosgrados de libertad debidos a la estructura atómica de lamateria, entonces el calor no tiene más relación con lamecánica que con la electrodinámica u otras partes de lafísica. El concepto fundamental de esta interpretación esel concepto de probabilidad, estrechamente relacionadocon el concepto de entropía en la teoría fenomenológica.Al lado de este concepto, la teoría estadística del calornecesita el concepto de energía. Pero, en física, cualquiersistema coherente de axiomas y conceptos habrá de con-tener necesariamente los conceptos de energía, cantidadde movimiento y cantidad de movimiento angular, y laley de estas cantidades tiene que conservarse bajo ciertascondiciones. Así ha de ser si el sistema coherente pre-tende describir ciertas imágenes de la naturaleza, exactasen todo momento y en todas partes; en otras palabras,imágenes que no dependen del espacio y del tiempo o,como dicen los matemáticos, que no varían por trasla-ciones arbitrarias en el espacio y el tiempo, las rotacionesen el espacio y la trasformación de Galileo o Lorentz. Porconsiguiente, la teoría del calor puede combinarse

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con cualquiera de los otros rigurosos sistemas de con-ceptos.

El tercer sistema riguroso de conceptos y axiomastiene su origen en los fenómenos de la electricidad y elmagnetismo y ha alcanzado su forma última en laprimera década del siglo veinte mediante la labor deLorentz, Einstein y Minkowski. Comprende laelectrodinámica, la relatividad especial, la óptica, elmagnetismo, y puede incluirse la teoría de de Broglie deondas de materia de todas las diferentes clases departículas elementales, pero no la teoría ondulatoria deSchródinger.

Finalmente, el cuarto sistema coherente es esencial-mente el de la teoría cuántica según ha sido expuesto enlos dos primeros capítulos. Su concepto central es lafunción de probabilidad, o "matriz estadística" como lallaman los matemáticos. Comprende el cuanto y la me-cánica ondulatoria, la teoría del espectro atómico, la quí-mica y la teoría de otras propiedades de la materia comoconductividad eléctrica, ferromagnetismo, etcétera.

Las relaciones entre estos cuatro sistemas de conceptospuede expresarse de la siguiente manera: El primersistema está contenido en el tercero como caso límite enel que la velocidad de la luz puede considerarse comoinfinitamente grande, y está contenido en el cuarto comocaso límite en el que la constante de acción de Planckpuede considerarse como infinitamente pequeña. El pri-mero y parcialmente el tercero pertenecen al cuarto comoa priori para la descripción de los experimentos. El se-gundo puede combinarse sin dificultad con cualquiera delos otros tres y es especialmente importante por susrelaciones con el cuarto. La existencia independiente deltercero y cuarto sugiere la existencia de un quinto siste-ma del cual uno, tres y cuatro son casos límites. Estequinto sistema se encontrará probablemente algún día enrelación con la teoría de las partículas elementales.

De esta enumeración hemos omitido el sistema deconceptos relacionado con la teoría de la relatividadgeneral ya que este sistema quizá no ha alcanzado aún suforma definitiva. Pero debe hacerse notar que éste escompletamente distinto de los otros cuatro sistemas.

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Después de este breve examen, podemos volver a lacuestión más general de lo que se debe considerar comoformas características de un riguroso sistema de axiomasy definiciones. Tal vez la forma más importante sea laposibilidad de encontrarle una representación matemáticacoherente. Esta representación debe asegurar que elsistema no contiene contradicciones. Por lo tanto, el sis-tema debe ser adecuado para describir un vasto campo deexperiencia. La gran variedad de los fenómenos en elcampo debe corresponder al gran número de solucionesde las ecuaciones de la representación matemática. Laslimitaciones del campo pueden, por lo general, no derivarde los conceptos. Los conceptos no están exactamentedefinidos en su relación con la naturaleza a pesar de laexacta definición de sus relaciones posibles. Porconsiguiente, las limitaciones estarán señaladas por laexperiencia, por el hecho de que los conceptos no per-miten una completa descripción de los fenómenos ob-servados. Después de este breve análisis de la estructura de la físicade hoy podemos analizar las relaciones de la física con lasotras ramas de la ciencia natural. El vecino más próximode la física es la química. En realidad, en virtud de lateoría cuántica estas dos ciencias han llegado a unacompleta unión. Pero cien años atrás se hallaban amplia-mente separadas, sus métodos de investigación eran com-pletamente diferentes, y los conceptos de la química notenían sus equivalentes en la física. Conceptos tales comovalencia, actividad, solubilidad y volatilidad tenían uncarácter más cualitativo, y apenas si la química pertenecíaa las ciencias exactas. Cuando a mediados del siglopasado se desarrolló la teoría del calor, los científicoscomenzaron a aplicarla a los procesos químicos, y desdeentonces el trabajo científico en este campo se ha orien-tado con la esperanza de reducir las leyes de la química ala mecánica de los átomos. Debe destacarse, sin embargo,que esto no era posible dentro del marco de la mecánicade Newton. Para dar una descripción cualitativa de lasleyes de la química había que formular un más ampliosistema de conceptos para la física atómica.

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Esto se logró finalmente con la teoría cuántica, que tienesus raíces tanto en la química como en la física atómica.Entonces fue fácil ver que las leyes de la química nopodían reducirse a la mecánica de las partículas atómicasde Newton, puesto que los elementos químicos mos-traban en su comportamiento un grado de estabilidad quefaltaba por completo en los sistemas mecánicos. Peroesto no se comprendió claramente hasta que no se for-muló la teoría del átomo de Bohr, en 1913. Puede decirseque el resultado final fue que los conceptos de la químicason en parte complementarios de los conceptos me-cánicos. Si sabemos que un átomo determina sus propie-dades químicas en su más bajo estado estacionario, nopodemos hablar al mismo tiempo del movimiento de loselectrones en el átomo.

La relación actual entre la biología, por un lado, y lafísica y la química por otro, puede ser muy similar a laque existía entre la química y la física hace cien años.Los métodos de la biología son diferentes de los de lafísica y la química, y los conceptos biológicos típicos sonde un carácter más cualitativo que los de las cienciasexactas. Conceptos tales como vida, órgano, célula, fun-ción de un órgano, percepción, no tienen equivalentes enla física o la química. Además, la mayor parte de losprogresos realizados en la biología durante los últimoscien años se han obtenido mediante la aplicación de laquímica y la física a los organismos vivientes y, en laactualidad, la biología tiende a explicar los fenómenosbiológicos sobre la base del conocimiento de las leyesfísicas y químicas. La cuestión está en saber si esta ten-dencia está o no justificada.

Lo mismo que en el caso de la química, la simple ex-periencia biológica enseña que los organismos vivos os-tentan un grado de estabilidad que complicadas estruc-turas generales, consistentes en varios tipos diferentes demoléculas, no podrían tener solamente en base a las leyesfísicas y químicas. Por consiguiente, algo hay queagregar a las leyes de la física y la química antes de quelos fenómenos biológicos puedan ser íntegramenteinterpretados.

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A este respecto dos distintos puntos de vista se handiscutido con frecuencia en la literatura biológica. Uno serefiere a la teoría de la evolución, de Darwin, en susrelaciones con la genética moderna. De acuerdo con estateoría, el único concepto que hay que agregar a los de lafísica y la química para comprender la vida es el con-cepto de historia. El enorme intervalo de tiempo de por lomenos cuatro mil millones de años que han trascurridodesde la formación de la tierra ha proporcionado a la na-turaleza la posibilidad de ensayar una variedad ilimitadade estructuras de grupos de moléculas. Entre estasestructuras se han producido finalmente algunas que hanpodido reduplicarse aprovechando los más pequeños gru-pos de materia circundante y, por consiguiente, talesestructuras han podido crearse en gran cantidad. Loscambios accidentales de las estructuras han producidouna variedad aún más amplia de las estructuras yaexistentes. Las distintas estructuras tuvieron quedisputarse los materiales extraídos de la materiacircundante y de este modo, a través de la "supervivenciade los más aptos", tuvo lugar finalmente la evolución delos organismos vivos. No puede dudarse de que estateoría contiene una gran parte de verdad, y muchosbiólogos sostienen que el agregado de los conceptos dehistoria y evolución a la coherente formulación de losconceptos de física y química será más que bastante paraexplicar todos los fenómenos biológicos. Uno de losargumentos a los que constantemente se recurre en favorde esta teoría destaca que siempre que las leyes de lafísica y la química han sido puestas a prueba en losorganismos vivientes han resultado ser correctas; pareceasí definitivo que no hay lugar para admitir una "fuerzavital" distinta de las fuerzas físicas.

Por otra parte, es precisamente este argumento el queha perdido mucho peso con la teoría cuántica. Puesto quelos conceptos de física y química forman un sistemariguroso y coherente, especialmente el de la teoría cuán-tica, es indispensable que cuando estos conceptos hayande ser empleados para la descripción de los fenómenostambién sean válidas las leyes relacionadas con los con-

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ceptos. Por consiguiente, cuando se trata a los organismosvivos como sistemas fisicoquímicos es necesario que actúencomo tales. Lo único que puede enseñarnos algo sobre lasuficiencia de este primer examen es si los conceptosfisicoquímicos permiten una descripción completa de losorganismos. Los biólogos, que responden a esto por lanegativa, sostienen el segundo punto de vista que ahoraexplicaremos.

Este segundo punto de vista quizá pueda exponerse de lasiguiente manera: es muy difícil ver cómo conceptos talescomo percepción, función de un órgano, afección, puedenconstituir una parte de la coherente formulación de losconceptos de la teoría cuántica combinada con el conceptode historia. Por otra parte, estos conceptos son necesariospara una descripción completa de la vida hasta si por elmomento excluimos al género humano como presentandonuevos problemas más allá de la biología. En consecuencia,para una comprensión de la vida, será probablementeindispensable ir más allá de la teoría cuántica y construir unnuevo sistema coherente de conceptos al cual la física y laquímica puedan pertenecer como "casos límites". La historiapuede ser una de sus partes esenciales, y conceptos talescomo percepción, adaptación, afección, corresponderántambién al sistema. Si este punto de vista es correcto, lacombinación de la teoría de Darwin con la física y laquímica no sería bastante a explicar la vida orgánica; peroaun así sería cierto que los organismos vivos pueden ser engran parte considerados como sistemas fisicoquímicos —como máquinas, según señalaron Descartes y Laplace— y,tratados como tales, reaccionarían como tales. Al mismotiempo podría aceptarse, como lo ha sugerido Bohr, quenuestro conocimiento de una célula viva puede sercomplementario del total conocimiento de su estructuramolecular. Como un conocimiento completo de estaestructura sólo sería posible mediante operaciones quedestruyen la vida de la célula, es lógicamente posible que lavida impida una completa determinación de su estructurafisicoquímica básica. Aun sosteniendo este segundo punto devista sería probablemente recomendable, para lainvestigación bioló-

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gica, no emplear otro método que el que se ha seguidodurante las últimas décadas: tratar de explicar cuanto seaposible sobre la base de las leyes fisicoquímicasconocidas, y describir el comportamiento de los or-ganismos celosamente y sin prejuicios teoréticos.

El primero de estos dos puntos de vista es más comúnque el segundo entre los biólogos modernos, pero laexperiencia actualmente disponible no es suficiente paradecidir entre ambos. La preferencia concedida pormuchos biólogos al primer punto de vista puede deberse ala partición cartesiana, que tan profundamente ha pe-netrado en la mente humana durante los pasados siglos.Dado que la "res cogitans" estaba limitada a los hombres,al "Yo", los animales no podían tener alma y pertenecíanexclusivamente a la "res extensa". En consecuencia, losanimales pueden ser comprendidos, según se arguye, enlos mismos términos que la materia en general, y las leyesde la física y la química conjuntamente con el conceptode historia deben ser suficientes para explicar sucomportamiento. Es sólo cuando aparece la "res cogitans"cuando se presenta una situación nueva que requeriráconceptos completamente nuevos. Pero la particicióncartesiana es una supersimplificación peligrosa y, porconsiguiente, es muy posible que el segundo punto devista sea el correcto.

Al margen de este asunto, que todavía no puede serresuelto, es indudable que nos hallamos aún muy lejos desemejante sistema coherente y riguroso de conceptospara la descripción de los fenómenos biológicos. Enbiología, las complicaciones son tan desalentadoras queaún no es posible imaginar ningún sistema de conceptosen el que las relaciones puedan definirse tan exactamentecomo para que sea posible una representaciónmatemática.

Si vamos más allá de la biología e incluimos en la dis-cusión a la psicología, entonces apenas puede dudarse deque los conceptos de la física, la química y la evoluciónjuntos no serán suficientes para describir los hechos. Eneste punto, la existencia de la teoría cuántica ha hechovariar nuestra actitud con respecto a lo que se creía en elsiglo diecinueve. En ese período, algunos científicos se

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sentían inclinados a pensar que los fenómenos psicológi-cos podían explicarse, en último término, sobre la basede la física y de la química del cerebro. Desde el puntode vista de la teoría cuántica no existe ninguna razónpara semejante suposición. No obstante el hecho de quelas manifestaciones físicas del cerebro pertenezcan a losfenómenos psíquicos, no podríamos esperar que éstosbastaran a explicarlos. Jamás dudaríamos de que elcerebro actúa como un mecanismo fisicoquímico si loconsideráramos como tal; pero, para una comprensión delos fenómenos psíquicos tendríamos que partir del hechode que la mente humana es objeto y sujeto del procesocientífico de la psicología.

Revisando los diferentes sistemas de conceptos que sehan construido en el pasado, y que posiblemente podránconstruirse en el futuro en el intento de abrirnos caminoen el mundo mediante la ciencia, vemos que se presentanordenándose de acuerdo con la parte cada vez mayor queen el sistema le corresponde al elemento subjetivo. Lafísica clásica puede considerarse como esa idealizaciónen la que hablamos del mundo como algo completamenteaparte de nosotros mismos. Los tres primeros sistemascorresponden a esta idealización. Sólo el primer sistemase acomoda totalmente al "a priori" de la filosofía deKant. En el cuarto sistema, el de la teoría cuántica, elhombre, como sujeto de conocimiento científico, aparecemediante las preguntas que se le formulan a la naturalezaen los términos apriorísticos de la ciencia humana. Lateoría cuántica no admite una descripción exclusivamenteobjetiva de la naturaleza. En biología puede serimportante, para un conocimiento completo, que losproblemas se planteen con respecto a la especie humana,que pertenece al género de los organismos vivos; en otraspalabras, que sepamos lo que es la vida aun antes dehaberla definido en forma científica. Pero no se debería,quizá, entrar en especulaciones sobre la posible es-tructura de sistemas de conceptos que aún no han sidoformulados.

Cuando se compara este orden con las antiguas clasifi-caciones pertenecientes a las primeras etapas de la cien-

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cía natural, se advierte que ahora el mundo ha sido di-vidido no en diferentes grupos de objetos sino en dife-rentes grupos de relaciones. En una etapa primitiva laciencia distinguía, por ejemplo, como grupos diferentes alos minerales, las plantas, los animales, los hombres. Deacuerdo con su grupo, éstos objetos eran consideradoscomo de naturalezas diferentes, constituidos por dife-rentes materiales, y con un comportamiento determinadopor diferentes fuerzas. Ahora sabemos que siempre setrata de la misma materia; que la misma variedad decompuestos químicos puede pertenecer a cualquier obje-to, a los minerales lo mismo que a los animales o lasplantas; además, hasta las fuerzas que actúan entre las di-ferentes partes de la materia son, en último término, lasmismas en toda clase de objetos. Lo que puede dis-tinguirse es la clase de relación esencialmente importanteen un determinado fenómeno. Por ejemplo, cuando ha-blamos de la acción de las fuerzas químicas nos referimosa una clase de relaciones que es más complicada o, encualquier caso, distinta de la que se expresa en la me-cánica de Newton. El mundo se nos aparece así como uncomplicado tejido de acontecimientos en los que lasrelaciones de diferente clase alternan, o se superponen, ose combinan y determinan así la contextura del todo.

Cuando nos representamos un grupo de relaciones me-diante un riguroso y coherente sistema de conceptos,axiomas, definiciones y leyes, que a su vez estárepresentado por un esquema matemático, lo que enrealidad hacemos es aislar e idealizar este grupo derelaciones con un propósito de clarificación. Pero, auncuando por tal modo se logre una completa claridad, nose sabe en qué exacta medida el sistema de conceptosdescribe la realidad.

Estas idealizaciones pueden considerarse como partedel lenguaje humano formado por el intercambio entre elmundo y nosotros, una respuesta humana al desafío de lanaturaleza. En este sentido, pueden compararse con losdiferentes estilos artísticos, como los de la arquitectura ola música. Un estilo artístico puede también definirsecomo un sistema de reglas formales que se aplican almaterial de un determinado arte. En un sentido estríe-

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to, tal vez estas reglas no puedan representarse medianteun sistema de conceptos y ecuaciones matemáticas, perosus elementos fundamentales son muy similares a loselementos esenciales de las matemáticas. Igualdad y des-igualdad, repetición y simetría: ciertas estructuras desem-peñan un papel fundamental tanto en el arte como en lasmatemáticas. Generalmente se necesita el trabajo devarias generaciones para desarrollar —desde sus simplescomienzos hasta las elaboradas formas que caracterizansu plenitud— ese sistema formal que luego se llamará elestilo del arte. El interés del artista está concentrado eneste proceso de cristalización en el cual la materia delarte toma, mediante su labor, las distintas formas inspi-radas por los primeros conceptos formales de esc estilo.Alcanzada la plenitud, el interés vuelve a desvanecerseporque la palabra "interés" significa: estar con algo, to-mar parte en un proceso de vida; pero este proceso ya hallegado a su fin. Aquí vemos otra vez cuán lejos están lasreglas formales del estilo de representar esa realidad dela vida a que el arte alude. El arte es siempreidealización; el ideal es algo distinto de la realidad —porlo menos de la realidad de las sombras, como diría Pla-tón-—, pero la idealización es necesaria para la com-prensión.

Esta comparación entre los diferentes sistemas de con-ceptos de la ciencia natural y los diferentes estilos delarte puede parecer caprichosa para quienes prefierencreer que los diferentes estilos artísticos son productosarbitrarios de la inteligencia humana. Quienes así opinen,argumentarán que en la ciencia natural estos diferentessistemas de conceptos representan una realidad objetiva;que nos han sido revelados por la naturaleza; que, porconsiguiente, no son de ninguna manera arbitrarios; yque son la consecuencia necesaria de nuestro crecienteconocimiento experimental de la naturaleza. Acerca deeste punto, muchos científicos estarán de acuerdo; ¿peroson los diferentes estilos artísticos un producto arbitrariode la inteligencia humana? En esto tampoco debemosdejarnos engañar por la partición cartesiana. El estilo seproduce por el intercambio entre el mundo

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y nosotros mismos, o, más específicamente, entre el es-píritu de la época y el artista. El espíritu de una época esprobablemente un hecho tan objetivo como cualquierhecho de la ciencia natural, y este espíritu da nacimientoa ciertas imágenes del mundo que hasta son indepen-dientes de la época, y en este sentido eternas. Mediante sutrabajo, el artista busca que esas imágenes sean com-prensibles, y este intento lo lleva a las formas de estilo enque se expresa.

Por consiguiente, los dos procesos, el de la ciencia y eldel arte, no son muy distintos. En el curso de los siglos,ambos, la ciencia y el arte, forman un lenguaje humanomediante el cual podemos referirnos a las más remotaspartes de la realidad; y los sistemas conceptualescoherentes, tanto como los diferentes estilos del arte, sondiferentes palabras o grupos de palabras de dicholenguaje.

7. LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

En el campo de la física moderna, la teoría de larelatividad ha representado siempre un papel muy im-portante. Gracias a esta teoría se reconoció por primeravez la necesidad de un cambio en los principiosfundamentales de la física. Por consiguiente, el examende los problemas que se han planteado y que en parte sehan resuelto mediante la teoría de la relatividad co-rresponde, fundamentalmente, a nuestro enfoque de lasimplicaciones filosóficas de la física moderna. En ciertosentido puede decirse que —a la inversa de la teoríacuántica— el desarrollo de la teoría de la relatividad, apartir del reconocimiento final de las dificultades para susolución, ha necesitado muy poco tiempo. La repeticióndel experimento de Michelson, realizada por Mor-ley yMiller en 1904, constituyó la primera evidencia definitivade la imposibilidad de detectar el movimiento detraslación de la tierra mediante métodos ópticos; y elinforme decisivo de Einstein se dio a conocer menos dedos años más tarde. Por otra parte, el experimento de

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Morley y de Miller y las afirmaciones de Einstein nofueron más que la última etapa de un desarrollo quehabía comenzado mucho antes y que puede sintetizarsebajo el título de "electrodinámica de los cuerpos mó-viles".

Evidentemente, la electrodinámica de los cuerpos mó-viles constituyó un importante campo de la física y de laingeniería desde que se construyeron motores eléctricos.En esta materia, sin embargo, el descubrimiento porMaxwell de la naturaleza electromagnética de las ondasluminosas introdujo una seria dificultad. Estas ondas di-fieren de las demás, por ejemplo de las ondas sonoras, enuna propiedad esencial: pueden propagarse en lo queparece ser el espacio vacío. Cuando una campana suenaen un recipiente al vacío, el sonido no sale hacia afuera;pero la luz penetra fácilmente a través del volumen va-cío. Se aceptó, en consecuencia, que las ondas luminosaspodían ser consideradas como ondas elásticas de unasustancia muy liviana, llamada éter, que no podía servista ni percibida pero que llenaba el espacio vacío tantocomo el espacio en que existía otra materia, como aire ovidrio. La idea de que las ondas electromagnéticas podíanser en sí mismas una realidad, con independencia decualquier otro cuerpo, no se les ocurrió, por entonces, alos físicos. Puesto que esta sustancia hipotética —éter—parecía penetrar a través de otra materia, se planteabaesta interrogación: ¿Qué sucede si la materia es puesta enmovimiento? ¿Participa el éter en este movimiento y, sies así, cómo se propaga una onda luminosa en el éter enmovimiento?

Los experimentos que pueden aplicarse para ofreceruna respuesta son difíciles por la siguiente razón: lasvelocidades de los cuerpos móviles son por lo generalmuy pequeñas comparadas con la velocidad de la luz.Por consiguiente, el movimiento de estos cuerpos sólopuede producir muy reducidos efectos, que son propor-cionales a la relación entre la velocidad del cuerpo y lavelocidad de la luz, o a una potencia mayor de esarelación. Numerosos experimentos efectuados por Wil-son, Rowland, Roentgen y Eichenwald, y Fizeau permi-

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tieron obtener la medida de tales efectos con una exactitudcorrespondiente a la primera potencia de este coeficiente. Lateoría de los electrones desarrollada en 1895 por Lorentzpermitió describir estos efectos en forma completamentesatisfactoria. Pero entonces el experimento de Michelson,Morley y Miller provocó una nueva situación.

Este experimento será analizado con cierto detenimiento.Para obtener mayores efectos y resultados consecuentementemás exactos, se creyó que lo mejor era experimentar concuerpos de muy alta velocidad. La tierra se mueve alrededordel sol con una velocidad calculada en unos 32 kilómetrospor segundo. Si el éter estuviera quieto con respecto al sol yno se moviera con la tierra, entonces este rápido movimientodel éter con respecto a la tierra tendría que ponerse demanifiesto en un cambio de la velocidad de la luz. Estavelocidad sería diferente según que la luz se propagara enuna dirección paralela o perpendicular a la dirección delmovimiento del éter. Aun cuando el éter se movieraparcialmente con la tierra, tendría que producirse algúnefecto debido a lo que podemos llamar viento del éter, yentonces dicho efecto probablemente dependería de la altitudsobre el nivel del mar en la cual se realizara el experimento.Un cálculo del efecto esperado mostró que sería muyreducido, puesto que es proporcional al cuadrado de larelación entre la velocidad de la tierra y la de la luz, y que,por consiguiente, habría que efectuar experimentos muy de-licados sobre la interferencia de dos rayos de luz tras-ladándose paralela o perpcndicularmente al movimiento dela tierra. El primer experimento de esta naturaleza, llevado acabo por Michelson en 1881, no resultó suficientementeexacto. Pero las posteriores repeticiones del experimentotampoco acusaron los más mínimos signos del efectoesperado. Sobre todo, los experimentos de Morley y Miller,de 1904, pudieron considerarse como una prueba definitivade que un efecto del esperado orden de magnitud no existe.

Este extraño resultado presentaba otro aspecto quehabía sido discutido por los físicos algún tiempo antes.

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En la mecánica de Newton figura un cierto "principio derelatividad" que puede describrise como sigue: Si en undeterminado sistema de referencia el movimiento mecánicode los cuerpos cumple las leyes de la mecánica de Newton,entonces eso también es cierto para cualquier otro sistemade referencia que se encuentre en movimiento uniforme norotativo con respecto al primer sistema. O, en otras palabras,un movimiento de traslación uniforme de un sistema noproduce ninguna clase de efectos mecánicos y, enconsecuencia, no puede ser observado mediante talesefectos.

Semejante principio de relatividad —así les parecía a losfísicos— no podía ser cierto en óptica ni en electro-dinámica. Si el primer sistema está quieto con respecto aléter, los demás sistemas no lo están y, por consiguiente, sumovimiento con respecto al éter tendría que comprobarsecon efectos de la naturaleza del considerado por Michelson.El resultado negativo del experimento de Morley y Miller,de 1904, resucitó la idea de que tal principio de relatividadpodía ser cierto en electrodinámica tanto como la mecánicade Newton.

Por otra parte, existía un viejo experimento realizado porFizeau en 1851 que parecía contradecir definitivamente elprincipio de relatividad. Fizeau había medido la velocidadde la luz en un líquido en movimiento. Si el principio derelatividad era correcto, la velocidad total de la luz en ellíquido en movimiento tendría que ser la suma de lavelocidad del líquido y la velocidad de la luz en el líquidoen reposo. Pero no era así; el experimento de Fizeau mostróque la velocidad total era algo menor.

No obstante, los resultados negativos de todos los ex-perimentos más recientes para reconocer el movimiento"con respecto al éter" indujeron a los físicos y matemáticosteóricos de entonces a buscar interpretaciones matemáticasque conciliaran la ecuación de onda para la propagación dela luz con el principio de relatividad. En 1904, Lorentzsugirió una trasformación matemática que llenaba talesexigencias. Tuvo que introducir la hipótesis de que loscuerpos móviles se contraen en la dirección del movimientocon un coeficiente dependiente

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de la velocidad del cuerpo, y que en diferentes sistemasde referencia existen diferentes tiempos "aparentes" queen muchos aspectos remplazan al tiempo "real". De estamanera pudo representar algo parecido al principio derelatividad: la velocidad "aparente" de la luz era la mismaen todo sistema de referencia. Ideas similares fuerondiscutidas por Poincaré, Fitzgerald y otros físicos.

Sin embargo, el paso decisivo fue dado por el estudiode Einstein, en 1905, estableciendo que el tiempo "apa-rente" de la trasformación de Lorentz era el tiempo "real"y aboliendo lo que Lorentz había denominado tiempo"real". Esto significaba un cambio en las bases mismas dela física; un cambio inesperado y radical que requeríatodo el coraje de un genio joven y revolucionario. Paradar este paso sólo se necesitaba la aplicación sistemáticade la trasformación de Lorentz a la representaciónmatemática de la naturaleza. Pero con esa nuevainterpretación cambiaba la estructura del espacio y deltiempo y muchos problemas de la física aparecían anteuna nueva luz. La sustancia éter, por ejemplo, tambiénpodía ser abolida. Puesto que todos los sistemas de refe-rencia que existen para un movimiento uniforme de tras-lación se equivalen unos a otros en la descripción de lanaturaleza, carece de sentido la afirmación de que existeuna sustancia, el éter, que se halla en reposo en sólo unode esos sistemas. Esa sustancia no es, en realidad,indispensable, y es mucho más sencillo decir que lasondas luminosas se propagan a través del espacio vacío yque los campos electromagnéticos constituyen una rea-lidad por sí mismos y pueden existir en el espacio vacío.

Pero el cambio decisivo se producía en la estructuradel espacio y el tiempo. Es muy difícil describir estecambio con las palabras del lenguaje habitual, sin recurriral empleo de las matemáticas, puesto que los términoshabituales, "espacio" y "tiempo", se refieren a unaestructura del espacio y del tiempo que es, en realidad,una idealización y una supersimplificación de laestructura real. Pero aun así tenemos que tratar de des-cribir la nueva estructura y quizá podamos hacerlo delsiguiente modo:

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Cuando empleamos la palabra "pasado', nos referimosa todos aquellos acontecimientos que podríamos conocer,por lo menos en principio, de los cuales podríamos haberoído hablar por lo menos en principio. De manerasimilar, en el término "futuro" comprendemos todosaquellos acontecimientos en que podríamos influir almenos en principio, que podríamos tratar de cambiar oprevenir por lo menos en principio. Para quien no sea unfísico no es fácil ver por qué esta definición de lostérminos "pasado" y "futuro" puede ser la más con-veniente. Pero puede observarse fácilmente que corres-ponde muy exactamente a nuestro empleo habitual de lostérminos. Si empleamos los términos de esta manera seadvierte, como un resultado de numerosas experiencias,que el contenido de "pasado" y "futuro" no depende delestado de movimiento o de otras propiedades delobservador. Podemos decir que la definición no varía conel movimiento de aquél. Esto es verdad tanto en lamecánica de Newton como en la teoría de la relatividadde Einstein.

Pero la diferencia es ésta: en la teoría clásica acep-tamos que pasado y futuro se hallan separados por unintervalo de tiempo infinitamente corto al que podemosllamar momento presente. En la teoría de la relatividadhemos aprendido que la situación es distinta: futuro ypasado se hallan separados por un intervalo de tiempofinito cuya longitud depende de la distancia a que seencuentra el observador. Cualquier acto sólo puedepropagarse con una velocidad menor o igual a la velo-cidad de la luz. Por consiguiente, un observador no puedeen un determinado instante conocer ningún aconte-cimiento, ni influir en él, a una distancia que tenga lugarentre dos tiempos característicos. Un tiempo correspondeal instante en que debe darse la señal luminosa desde elpunto del acontecimiento para que llegue al observadoren el instante de la observación. El otro tiempo corres-ponde al instante en el que una señal luminosa producidapor el observador en el instante de la observación, llegaal punto del acontecimiento. Todo el intervalo de tiempofinito entre esos dos instantes puede decirse que

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pertenece al "tiempo presente" para el observador en elinstante de la observación. Cualquier acontecimiento quetenga lugar entre los dos tiempos característicos puedellamarse "simultáneo" con el acto de observación.

El uso de la frase "puede llamarse" señala una am-bigüedad de la palabra "simultáneo", ambigüedad debidaal hecho de que esta palabra se ha formado con laexperiencia de la vida diaria, en la cual la velocidad de laluz siempre puede considerarse como infinitamenteelevada. En realidad, este término también puede definir-se en física de manera ligeramente distinta y Einstein haempleado esta segunda definición en sus escritos. Cuandodos acontecimientos suceden simultáneamente en el mis-mo punto del espacio decimos que coinciden; ésta es unapalabra completamente ambigua. Imaginémonos ahoratres puntos en el espacio, colocados en línea recta, demodo que el punto del medio se encuentre a la mismadistancia de cada uno de los otros dos puntos extremos. Sidos acontecimientos suceden en los dos puntos extremosen tiempos que hagan que las señales luminosasoriginadas por los acontecimientos coincidan al llegar alpunto situado en el medio, podemos definir los dos acon-tecimientos como simultáneos. Esta definición es másexacta que la primera. Una de sus consecuencias másimportantes es que cuando dos acontecimientos son si-multáneos para un observador pueden no ser simultáneospara otro observador, si éste se encuentra en movimientocon relación al primer observador. La relación entre lasdos definiciones puede establecerse afirmando que cuan-do dos acontecimientos son simultáneos en el primersentido del término, siempre puede encontrarse un sis-tema de referencia en el que también son simultáneos enel segundo sentido.

La primera definición del término "simultáneo" parececorresponder más aproximadamente al empleo que deltérmino hacemos en la vida diaria, ya que la cuestión desi dos acontecimientos son simultáneos no depende, en lavida diaria, del sistema de referencia. Pero en las dosdefiniciones relativistas, el término ha adquirido unaprecisión de que carece en el lenguaje de la

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vida cotidiana. En la teoría cuántica los físicos tenían queaprender prontamente que los términos de la física clásicasólo describen la naturaleza en forma imprecisa, que suaplicación está limitada por las leyes cuánticas y, porconsiguiente, que hay que emplearlos con suma prudencia.En la teoría de la relatividad los físicos han tratado decambiar el significado de las palabras de la física clásica,para dar a los términos una precisión mayor de modo que seamolden a la nueva situación de la naturaleza.

La estructura del espacio y del tiempo descubierta por lateoría de la relatividad tiene muchas consecuencias endiferentes aspectos de la física. La electrodinámica de loscuerpos en movimiento puede derivarse inmediatamente delprincipio de relatividad. Este mismo principio puede serformulado como una ley completamente general de lanaturaleza, perteneciendo no solamente a la electrodinámicao la mecánica sino a cualquier grupo de leyes: las leyestoman la misma forma en todos los sistemas de referenciaque sólo difieran entre sí por un movimiento uniforme detraslación; no varían con la trasformación de Lorentz.

Quizá la consecuencia más importante del principio derelatividad sea la inercia de la energía, o de la equivalenciade masa y energía. Dado que la velocidad de la luz es lavelocidad limitativa que nunca puede ser alcanzada porningún cuerpo material, es fácil advertir que es más difícilacelerar un cuerpo que ya está moviéndose muyrápidamente que un cuerpo en reposo. La inercia haaumentado con la energía cinética. Pero, en formacompletamente general, cualquier clase de energía, deacuerdo con la teoría de la relatividad, contribuirá a lainercia, es decir a la masa, y la masa perteneciente a unadeterminada cantidad de energía es precisamente esta ener-gía dividida por el cuadrado de la velocidad de la luz. Porconsiguiente, toda energía lleva masa consigo; pero hastauna energía más bien grande sólo lleva una masa muypequeña, y esta es la razón por la cual la relación entre masay energía no fue observada con anterioridad. Las dos leyesde la conservación de la masa y la conserva-

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ción de la carga pierden su validez respectiva y se com-binan en una sola ley que puede llamarse ley de con-servación de la energía o masa. Hace cincuenta años,cuando se formuló la teoría de la relatividad, esta hipó-tesis de la equivalencia de masa y energía se presentócomo una profunda revolución en la física, y sin embargohabía muy poca evidencia experimental al respectotodavía. En la actualidad muchos experimentos nos mues-tran cómo pueden crearse partículas elementales a partirde la energía cinética, y como esas partículas se aniquilanpara convertirse en radiación; por consiguiente, la tras-formación de la energía en masa y viceversa nada tiene deextraordinario. La enorme liberación de energía de unaexplosión atómica es otra prueba, todavía más es-pectacular, de la validez de la ecuación de Einstein. Peroaquí podemos agregar una observación histórica y crítica.Alguna vez se ha afirmado que la enorme energía de lasexplosiones atómicas se debe a una trasmutación directade masa en energía, y que solamente sobre la base de lateoría de la relatividad ha sido posible predecir esaenergía. Esto es, sin embargo, una equivocación. Laenorme cantidad de energía disponible en el núcleo ató-mico fue conocida desde los experimentos de Becquerel,Curie y Rutherford sobre la desintegración radiactiva.Cualquier cuerpo que se desintegra, como el radio, pro-duce una cantidad de calor de más o menos un millón deveces mayor que el calor liberado mediante un procesoquímico en una cantidad similar de material. La fuente deenergía en el proceso de fisión del uranio es exactamentela misma que en la desintegración alfa del radio, sobretodo la repulsión electrostática de las dos partes en que elnúcleo se divide. Por consiguiente, la energía de unaexplosión atómica procede directamente de esta fuente yno se deriva de una trasmutación de masa en energía. Elnúmero de partículas elementales con masa finita nodisminuye durante la explosión. Pero también es ciertoque en un núcleo atómico las energías de las partículas semanifiestan en sus masas y, en consecuencia, laliberación de energía está relacionada, en esta formaindirecta, con los cambios de las

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masas de los núcleos. La equivalencia de masa y energía—además de su gran importancia en la física— tambiénplantea problemas concernientes a muy antiguos debatesfilosóficos. Varios sistemas filosóficos del pasado hansostenido la tesis de que la sustancia o materia no puedeser destruida. Sin embargo, muchos experimentos de lafísica moderna han demostrado que las partículaselementales, como los positrones y los electrones,pueden ser aniquiladas y trasformadas en radiación.¿Significa esto que esos viejos sistemas filosóficos hansido desautorizados por la experimentación actual y quelos argumentos por ellos sostenidos han sido erróneos ?

Esta sería, sin duda, una conclusión precipitada e in-justificada puesto que en la filosofía antigua o medievallos términos "sustancia" y "materia" no pueden ser sim-plemente identificados con el término "masa" de la físicamoderna. Si se quisiera expresar nuestra experienciamoderna en el lenguaje de las filosofías antiguas, habríaque considerar masa y energía como dos formas diferen-tes de la misma "sustancia" y, en consecuencia, conser-var la idea de sustancia como indestructible.

Por otra parte, apenas puede decirse que es mucho loque se gana expresando el conocimiento actual en unlenguaje antiguo. Los sistemas filosóficos del pasado seformaron con el conjunto de conocimientos aprovecha-bles de su tiempo y siguiendo la línea de pensamientoque dichos conocimientos sugerían. No podía, cierta-mente, esperarse que los filósofos de hace varios cientosde años pudieran prever el desarrollo de la física mo-derna o la teoría de la relatividad. Por consiguiente, losconceptos hacia los cuales eran atraídos los filósofos enel proceso de clarificación intelectual hace tanto tiempono pueden de ninguna manera adaptarse a los fenómenosque sólo pueden observarse mediante las complicadasherramientas técnicas de nuestra época.

Pero antes de entrar a examinar las implicaciones fi-losóficas de la teoría de la relatividad hay que describirsu posterior evolución.

La hipotética sustancia "éter", que ha representado un

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papel tan importante en las primeras discusiones sobrelas teorías de Maxwell, en el siglo diecinueve, ha sidoabolida —como antes se ha dicho— por la teoría de larelatividad. Esto se expresa a veces diciendo que la ideadel espacio absoluto ha sido abandonada. Pero semejantejuicio debe aceptarse con mucha precaución. Es verdadque no es posible señalar un sistema de referencia en elque la sustancia éter se encuentre en reposo y que puedaconsiguientemente merecer el nombre de "espacioabsoluto". Pero sería errado decir que el espacio ha per-dido ahora todas sus propiedades físicas. Las ecuacionesde movimiento para los cuerpos materiales o campos,aún toman una forma diferente en un sistema "normal"de referencia, y en otro que gira o se halla en un mo-vimiento no uniforme con respecto al "normal". La exis-tencia de las fuerzas centrífugas en un sistema rotatorioprueba —hasta donde a la teoría de la relatividad de 1905y 1906 concierne— la existencia de propiedades físicasdel espacio que permiten distinguir entre un sistemarotatorio y otro que no lo es.

Esto puede no parecer satisfactorio desde un punto devista filosófico, desde el cual podría preferirse atribuirpropiedades físicas solamente a las entidades físicascomo cuerpos materiales o campos y no al espacio vacío.Pero en lo que concierne a la teoría de los procesoselectromagnéticos o a los movimientos mecánicos, estaexistencia de propiedades físicas del espacio vacío essimplemente una descripción de hechos que no puedediscutirse.

Unos diez años más tarde, en 1916, un cuidadoso aná-lisis de esta situación llevó a Einstein, a una importan-tísima extensión de la teoría de la relatividad, que escomúnmente llamada teoría de la "relatividad general".Antes de comenzar una descripción de las principalesideas de esta teoría, puede ser útil decir unas palabrassobre el grado de certeza que podemos atribuir a estasdos partes de la teoría de la relatividad. La teoría de 1905y 1906 se basa en un gran número de hechos bien es-tablecidos: en los experimentos de Michelson y Morley ymuchos otros similares, sobre la equivalencia de masa y

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energía en innumerables procesos radiactivos; en la de-pendencia de la vida de los cuerpos radiactivos con res-pecto a sus velocidades, etcétera. En consecuencia, estateoría pertenece a los firmes fundamentos de la físicamoderna y, en nuestra presente situación, no puede dis-cutirse.

Con respecto a la teoría de la relatividad general, laevidencia experimental es mucho menos convincentedado que el material experimental es muy escaso. Sólose cuenta con unas pocas observaciones astronómicasque permiten controlar la exactitud de las suposiciones.Por consiguiente, toda esta teoría es mucho máshipotética que la primera.

La piedra angular de la teoría de la relatividad generales la relación entre la inercia y la gravedad. Medicionesmuy cuidadosas han mostrado que la masa de un cuerpocomo fuente de gravedad es exactamente proporcional ala masa como medida de la inercia del cuerpo. Ni lasmediciones más exactas han mostrado jamás unadesviación de esta ley. Si la ley es en general verdadera,las fuerzas gravitacionales pueden ser colocadas en elmismo nivel que las fuerzas centrífugas u otras fuerzasque aparecen como reacción de la inercia. Dado que lasfuerzas centrífugas han de ser consideradas comodebidas a las propiedades físicas del espacio vacío, segúnantes se ha expresado, Einstein se inclinó hacia lahipótesis de que las fuerzas gravitacionales también sedeben a las propiedades del espacio vacío. Este era unpaso muy importante que requería inmediatamente unsegundo paso de igual importancia. Sabemos que lasfuerzas de la gravedad son producidas por las masas. Si,consiguientemente, la gravitación se relaciona con laspropiedades del espacio, estas propiedades del espaciodeben ser originadas por las masas o influidas por ellas.En un sistema rotatorio, las fuerzas centrífugas deben serproducidas por la rotación (relativa al sistema) de masasposiblemente muy distantes.

Para llevar adelante el programa esbozado en estaspocas frases, Einstein tuvo que relacionar las ideas fun-damentales de la física con el esquema matemático de la

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geometría general que había desarrollado Riemann.Puesto que las propiedades del espacio parecían cambiaren forma continua con los campos gravitacionales, sugeometría tenía que ser comparada con la geometría delas superficies curvas donde la línea recta de la geometríaeucli-diana debía ser reemplazada por la línea geodésica,la línea de la distancia más corta, y donde la curvaturacambia constantemente. Como resultado final, Einstein sehalló en condiciones de proponer una formulaciónmatemática de la relación entre la distribución de lasmasas y los determinantes parámetros de la geometría.Esta teoría representó los hechos comunes de la gravi-tación. Era aproximadamente idéntica a la teoría con-vencional de la gravitación y predecía, además, unoscuantos efectos interesantes que se encontraban en ellímite de lo mensurable. Figuraba, por ejemplo, la acciónde la gravedad sobre la luz. Cuando una luz mo-nocromática es emitida desde una estrella pesada, elcuanto de luz pierde energía al moverse a través delcampo gravitacional de la estrella; a ello sigue unavariante roja de la línea espectral emitida. Aún no existeuna evidencia experimental de esta variante roja, como loha demostrado claramente el análisis de los experimentosde Freundlich. Pero sería también prematuro concluir quelos experimentos contradicen la predicción de la teoría deEinstein. Un rayo de luz que pasara cerca del sol seríadesviado por su campo gravitacional. La desviación hasido hallada experimentalmente por Freundlich en elverdadero orden de magnitud; pero aún no se ha esta-blecido si la desviación se acuerda cuantitativamente conel valor predicho por la teoría de Einstein. La mejorevidencia para la validez de la teoría de la relatividadgeneral parece ser la precesión en el movimiento orbitaldel planeta Mercurio que, aparentemente, coincide muybien con el valor predicho por la teoría.

Aunque la base experimental de la relatividad generales aún más bien débil, la teoría contiene ideas de lamayor importancia. Durante todo el período trascurridodesde los matemáticos de la antigua Grecia hasta el siglodiecinueve, la geometría euclidiana ha sido con-

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siderada como evidente; los axiomas de Euclides fueronestimados como el fundamento de cualquier geometríamatemática, un fundamento que no podía discutirse. Lue-go, en el siglo diecinueve, los matemáticos Bolyai y Lo-bachevsky, Gauss y Riemann encontraron que podíaninventarse otras geometrías susceptibles de serdesarrolladas con la misma precisión matemática que lade Euclides, y, en consecuencia, la cuestión de cuálgeometría era la correcta pasó a ser una cuestiónexperimental. Pero sólo fue mediante el trabajo deEinstein cómo el problema pudo ser encarado por losfísicos. La geometría en la teoría de la relatividad generalno se relacionaba solamente con el espaciotridimensional sino con un complejo cuatridimensionalformado por espacio y tiempo. La teoría establecía unarelación entre la geometría de estas concepciones y ladistribución de las masas en el mundo. Por consiguiente,esta teoría planteó en una forma enteramente nueva lavieja cuestión del comportamiento del espacio y eltiempo en las máximas dimensiones; podía sugerirdiferentes respuestas susceptibles de ser verificadas porla observación.

En consecuencia, se encararon muy antiguosproblemas filosóficos que habían atraído la atención delhombre desde los comienzos de la filosofía y de laciencia. ¿Es el espacio finito o infinito? ¿Qué había antesdel comienzo del tiempo? ¿Qué pasará al término deltiempo? ¿O es que no hay ni comienzo ni fin? Estas pre-guntas tuvieron diferentes respuestas en las diversas fi-losofías y religiones. En la filosofía de Aristóteles, porejemplo, el espacio total del universo era finito (aunqueera infinitamente divisible). El espacio se debía a la ex-tensión de los cuerpos; donde no había cuerpos no habíaespacio. El universo estaba constituido por la tierra, el soly las estrellas: un número finito de cuerpos. Más allá dela esfera de las estrellas el espacio no existía; enconsecuencia, el espacio del universo era finito.

En la filosofía de Kant este problema pertenecía a loque él llamaba "antinomias" —preguntas que no puedencontestarse dado que dos argumentos distintos conducena opuestos resultados. El espacio no puede ser

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finito ya que no nos es posible imaginar que pueda existirun límite para el espacio; en cualquier punto del espacioen que nos encontremos podemos imaginar que siemprees posible ir más allá. Al mismo tiempo, el espacio nopuede ser infinito porque el espacio es algo que podemosimaginarnos (de lo contrario la palabra "espacio" noexistiría) y no podemos imaginar un espacio infinito. Porlo que hace a esta segunda tesis el argumento de Kant noha sido verbalmente reproducido. La afirmación "elespacio es infinito" significa para nosotros algo negativo;no podemos llegar a un final del espacio. Para Kant esosignifica que la infinitud del espacio es realmente dada,que "existe" en un sentido que difícilmente podemosreproducir. La conclusión de Kant es que a la pregunta desi el espacio es finito o infinito no se le puede dar unarespuesta razonable porque la totalidad del universo nopuede ser objeto de nuestra experiencia.

Una situación similar se presenta con respecto al pro-blema de la infinitud del tiempo. En las Confesiones deSan Agustín, por ejemplo, la pregunta se formula di-ciendo: ¿qué hacía Dios antes de que creara el mundo?Agustín no se satisface con el chiste que dice que "Diosestaba ocupado preparando el Infierno para los que hacenpreguntas disparatadas". Esto, dice, sería una respuestamuy cómoda, y trata de hacer un análisis racional delproblema. El tiempo sólo pasa para nosotros; loesperamos como futuro; pasa como momento presente ylo recordamos como pasado. Pero Dios no está en eltiempo; para Él mil años son como un día, y un día comomil años. El tiempo ha sido creado juntamente con elmundo, pertenece al mundo, por consiguiente, el tiempono existía antes de que existiera el universo. Para Diostodo el curso del universo se da de una vez. El tiempo noexistía antes de que Él creara el mundo. Es obvio que entales afirmaciones la palabra "creara" planteainstantáneamente las principales dificultades. Esta pa-labra, tal como generalmente se la entiende, significa quealgo que antes no existía ha cobrado existencia y, en estesentido, presupone el concepto de tiempo. Por con-

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siguiente, es imposible definir en términos racionales loque pudo significarse con la frase "el tiempo ha sidocreado". Este hecho vuelve a recordarnos la lección fre-cuentemente enseñada por la física moderna: que todapalabra o concepto, por claro que parezca, sólo tiene unlimitado radio de aplicación.

En la teoría de la relatividad general, estas preguntassobre la infinitud del espacio y el tiempo pueden serformuladas y en parte contestadas sobre una base em-pírica. Si la relación entre la geometría cuatridimensio-nal del espacio y el tiempo y la distribución de las masasen el universo ha sido correctamente establecida por lateoría, entonces las observaciones astronómicas sobre ladistribución de las galaxias en el espacio nos procurandatos sobre la geometría del universo como un todo. Esposible, por lo menos, construir "modelos" del universo,imágenes cosmológicas, cuyas consecuencias pueden sercomparadas con los hechos empíricos.

Con los conocimientos astronómicos actuales no esposible distinguir definidamente entre los varios modelosposibles. Puede ser que el espacio ocupado por el uni-verso sea finito. Esto no querría decir que en alguna parteexiste un fin del universo. Sólo significaría queavanzando cada vez más y más lejos en una mismadirección del universo se podría, en último término, re-gresar al punto de partida. Esta situación sería similar a lade la geometría bidimensional sobre la superficie de latierra donde, partiendo de un punto en una dirección este,acabamos regresando al mismo punto por el oeste.

Con respecto al tiempo parece existir algo así como uncomienzo. Muchas observaciones aluden a un origen deluniverso que habría tenido lugar hace unos cuatro milmillones de años; por lo menos parecen indicar que haciaaquel tiempo toda la materia del universo se hallabaconcentrada en un espacio mucho más reducido queahora y que desde ese reducido espacio ha ido ex-tendiéndose constantemente con diferentes velocidades.El mismo tiempo de cuatro mil millones de años se en-cuentra en muchas observaciones diferentes (por ejem-plo, con respecto a la edad de los meteoritos, o de los

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minerales en la tierra, etcétera), y sería por consiguientedifícil encontrar una interpretación fundamentalmentedistinta de esta idea de un origen. Si ésta es la correcta,ello significaría que más allá de ese tiempo el conceptode tiempo debería sufrir cambios fundamentales. En elestado actual de las observaciones astronómicas, las pre-guntas sobre la geometría espacio-tiempo no pueden aúnser contestadas con ningún grado de certidumbre. Pero esmuy interesante observar que estas preguntas quizápuedan ser eventualmente contestadas con un sólido fun-damento empírico. Por el momento, hasta la teoría de larelatividad general descansa sobre una base experimentalmuy escasa y debe ser considerada como mucho menoscierta que la así llamada teoría de la relatividad especialexpresada por la trasformación de Lorentz.

Aun dejando de lado la más amplia discusión de estaúltima teoría, no hay duda de que la teoría de la rela-tividad ha hecho cambiar profundamente nuestras ideassobre la estructura del espacio y el tiempo. El aspectomás incitante de estos cambios no reside quizás en loespecial de su naturaleza sino en el hecho de que hayansido posibles. La estructura del espacio y del tiempo, queha sido definida por Newton como base de su descripciónmatemática de la naturaleza, era sencilla y coherente y seajustaba estrechamente al empleo de los conceptos deespacio y tiempo de la vida cotidiana. Estacorrespondencia era efectivamente tan estrecha, que lasdefiniciones de Newton podían considerarse como laexacta formulación matemática de estos conceptoscomunes. Antes de la teoría de la relatividad parecíacompletamente obvio que los acontecimientos podíanordenarse en el tiempo independientemente de suubicación en el espacio. Ahora sabemos que estaimpresión se produce en la vida cotidiana por el hecho deque la velocidad de la luz es mucho mayor que la decualquiera otra velocidad registrada en la experienciapráctica; pero esta restricción, claro está, no erareconocida en aquel tiempo. Y aun cuando ahoraconocemos esta restricción, apenas nos es posibleimaginar que el orden temporal de los acontecimientospueda depender de su localización.

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Posteriormente la filosofía de Kant llamó la atenciónsobre el hecho de que los conceptos de espacio y tiempocorresponden a nuestra relación con la naturaleza, y no ala naturaleza misma; y que no podríamos describir lanaturaleza sin emplear esos conceptos. En consecuencia,estos conceptos son, en cierto sentido, "a priori"; son lacondición para, y no primariamente el resultado de laexperiencia, y era creencia general que no podían serafectados por una nueva experiencia. Por consiguiente,la necesidad del cambio se presentaba como una ver-dadera sorpresa. Era la primera vez que los científicoscomprendían hasta qué punto debían ser precavidos en laaplicación de los conceptos de la vida diaria a la refinadaexperiencia de la moderna ciencia experimental. Hasta laformulación precisa y consistente de estos conceptos enel lenguaje matemático de la mecánica de Newton o sucuidadoso análisis en la filosofía de Kant carecía deprotección contra el posible análisis crítico de lasmediciones extremadamente exactas. Posteriormenteesta advertencia demostró ser verdaderamente útil parael desarrollo de la física moderna, y seguramente habríasido todavía más difícil comprender la teoria cuántica siel éxito de la teoría de la relatividad no hubiera pre-venido a los físicos contra un exagerado empleo de losconceptos tomados de la vida diaria o de la física clásica.

8. CRÍTICA Y CONTRAPROPOSICIONES A LAINTERPRETACIÓN DADA ENCOPENHAGUE A LA TEORÍA CUÁNTICA

La interpretación de la teoría cuántica, de Copenha-gue, alejó muchísimo a los físicos de las concepcionessimplemente materialistas que prevalecieron en la cien-cia natural del siglo diecinueve. Como estas concepcio-nes no sólo estuvieron intrínsecamente relacionadas conla ciencia natural de ese período sino que también con-taron con el análisis metódico de algún sistema filosóficoy penetraron profundamente en la mentalidad general,hasta en la del hombre de la calle, puede com-

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prenderse que se efectuaran diversas tentativas para cri-ticar la interpretación de Copenhague y reemplazarla porotra más de acuerdo con las ideas de la física clásica o dela filosofía materialista.

Estas tentativas pueden dividirse en tres grupos dife-rentes. El primer grupo no quiere cambiar la interpre-tación de Copenhague en lo que concierne a las predic-ciones de los resultados experimentales; pero aspira acambiar el lenguaje de esta interpretación para hacerlamás semejante a la física clásica. En otras palabras, tratade cambiar la filosofía sin cambiar la física. Algunosinformes de este primer grupo limitan su acuerdo con laspredicciones experimentales de la interpretación deCopenhague a todos aquellos experimentos hasta enton-ces efectuados o que pertenecían a la física electrónicanormal.

El segundo grupo encuentra que la interpretación deCopenhague es la única adecuada, si los resultados expe-rimentales están en un todo de acuerdo con las predic-ciones de esta interpretación. Por consiguiente, los estu-dios de este grupo tratan de cambiar en cierta medidaalgunos puntos críticos de la teoría cuántica.

Finalmente, el tercer grupo más bien expresa su gene-ral disconformidad con los resultados de la interpretaciónde Copenhague y especialmente con sus conclusiones fi-losóficas, sin formular contraproposiciones definidas.Los trabajos de Einstein, von Laue y Schrödingerpertenecen a este tercer grupo que ha sido,históricamente, el primero de los tres.

Sin embargo, todos los adversarios de la interpretaciónde Copenhague están de acuerdo en un punto. Seríadeseable, en su opinión, volver al concepto de realidad dela física clásica o, para emplear un término filosófico másgeneral, a la ontología del materialismo. Preferiríanregresar a la idea de un mundo real objetivo, cuyas partesmás pequeñas existen objetivamente del mismo modoque existen las piedras o los árboles, independientementede si nosotros las observamos o no.

Esto, sin embargo, es imposible, o por lo menos no escompletamente posible por la naturaleza de los fenó-

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menos atómicos, según se ha analizado en algunos ca-pítulos anteriores. A nosotros no nos corresponde decircómo desearíamos que fueran los fenómenos atómicossino solamente comprenderlos.

Cuando se analizan los estudios del primer grupo, esimportante advertir desde el principio que sus interpre-taciones no pueden ser refutadas por la experiencia yaque sólo repiten la interpretación de Copenhague en unlenguaje distinto. Desde un punto de vista estrictamentepositivista, hasta podemos decir que aquí no nos encon-tramos con contraproposiciones a la interpretación deCopenhague sino con su exacta repetición en un lenguajediferente. Por consiguiente, lo único que puede discutirsees la adecuación de ese lenguaje. Un grupo de con-traproposiciones desarrolla la idea de los "parámetrosocultos". Puesto que las leyes teoréticas cuánticas deter-minan, en general, los resultados de un experimento sóloestadísticamente, habría que inclinarse a pensar, desde elpunto de vista clásico, que existen algunos parámetrosocultos que escapan a la observación de cualquierexperimento ordinario pero que determinan el resultadodel experimento en la forma causal normal. Por consi-guiente, en algunos estudios se intenta introducir talesparámetros dentro del sistema de la mecánica cuántica.

Así, por ejemplo, de acuerdo con esta regla, Bohm haformulado una contraproposición a la interpretación deCopenhague que recientemente ha sido también recogi-da, hasta cierto punto, por de Broglie. La interpretaciónde Bohm ha sido elaborada en detalle. Por consiguiente,aquí puede servir como una base para las discusiones.Bohm considera las partículas como estructuras "objeti-vamente reales", como los puntos de masas en la mecá-nica de Newton. En su interpretación, las ondas en elespacio de configuración también son "objetivamentereales", como los campos eléctricos. Espacio de configu-ración es un espacio de muchas dimensiones que serefiere a las diferentes coordenadas de todas las par-tículas pertenecientes al sistema. Aquí nos encontramoscon una primera dificultad: ¿qué significa llamar "reales"a las ondas de este espacio? Este es un espacio muy

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abstracto. La palabra "real" se relaciona con la palabralatina "res", que significa "cosa"; pero las cosas están enel ordinario espacio tridimensional, no en un abstractoespacio de configuración. A las ondas del espacio deconfiguración se las puede llamar "objetivas" cuando sedesea expresar que esas ondas no dependen de ningúnobservador; pero difícilmente se las puede llamar"reales" a menos que se quiera cambiar el significado dela palabra. Bohm prosigue definiendo las líneasperpendiculares a las superficies de fases de ondasconstantes como las posibles órbitas de las partículas.Cuál de estas líneas sea la órbita "real" depende, segúnél, de la historia del sistema y de los aparatos demedición, y no puede ser decidida sin un mayorconocimiento del sistema y de los equipos de mediciónque realmente pueden ser conocidos. Esta historiacontiene, de hecho, los parámetros ocultos, la "órbitaactual" antes del comienzo del experimento.

Una consecuencia de esta interpretación es, tal comolo ha señalado Pauli, que los electrones, en el estado bá-sico de muchos átomos, tendrían que encontrarse enreposo y no cumpliendo ningún movimiento orbital alre-dedor del núcleo atómico. Esto aparece como una con-tradicción de los experimentos, puesto que la medida dela velocidad de los electrones en el estado básico (porejemplo, mediante el efecto de Compton) revela siempreuna distribución de la velocidad en el estado fundamen-tal, que —conforme a las reglas de la mecánicacuántica— está dada por el cuadrado de la función deonda en el espacio de velocidad, o de cantidad demovimiento. Pero aquí Bohm puede argüir que lasmediciones ya no pueden ser evaluadas por las leyesordinarias. Acepta que la evaluación normal de lamedición conduciría realmente a una distribución de lavelocidad; pero cuando se toma en cuenta la teoríacuántica para el equipo de medición —sobre todoalgunos extraños potenciales cuánticos introducidos adhoc por Bohm— entonces ya es admisible la afirmaciónde que los electrones están siempre "realmente" enreposo. En las mediciones de la posición de la partícula,Bohm adopta la ordinaria interpretación del experimentocomo correcto; en las mediciones de velocidad larechaza.

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A este precio Bohm se considera a sí mismo en condi-ciones de poder asegurar: "No necesitamos abandonar ladescripción precisa, racional y objetiva de los sistemasindividuales en el reino de la teoría cuántica." Sinembargo, esta descripción objetiva se muestra a sí mismacomo una especie de "superestructura ideológica" quetiene poco que hacer con la realidad física inmediata; encuanto a los parámetros ocultos de la interpretación deBohm, son de tal naturaleza que pueden no presentarsenunca en la descripción de los procesos reales, si la teoríacuántica permanece invariable.

Para eludir esta dificultad, Bohm expresa, en realidad,la esperanza de que en futuros experimentos en el campode las partículas elementales, los parámetros ocultospuedan tener todavía una participación física, y quepueda así probarse la falsedad de la teoría cuántica.Cuando se expresaban tan curiosas esperanzas, Bohmacostumbraba decir que eran de estructura similar a laafirmación: "Podemos esperar que algún día resulte que2X2 = 5, porque esto sería de gran beneficio paranuestras finanzas." En realidad, el cumplimiento de lasesperanzas de Bohm dejaría sin fundamentos no sólo a lateoría cuántica sino también a la interpretación de Bohm.Naturalmente, debe destacarse al mismo tiempo que laanalogía mencionada, aunque completa, no representa uncompulsivo argumento lógico contra una posiblealteración futura de la teoría cuántica en la formasugerida por Bohm. Porque no sería fundamentalmenteinimaginable, por ejemplo, que una futura extensión de lalógica matemática pudiera dar un cierto significado a laafirmación de que en casos excepcionales 2 X 2 = 5, yhasta puede ser posible que esa extensión de lasmatemáticas fuera útil para los cálculos en los planos dela economía. A pesar de todo, estamos realmenteconvencidos, hasta sin poderosos fundamentos lógicos,de que en las matemáticas tales cambios no servirían paraayudarnos financieramente. Por consiguiente, es muydifícil comprender cómo las proposiciones matemáticasseñaladas en el trabajo de Bohm como una posiblerealización de sus esperanzas

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puedan emplearse para la descripción de los fenómenosfísicos.

Si nos desentendemos de esta posible alteración de lateoría cuántica, entonces el lenguaje de Bohm, según yalo hicimos notar, nada dice de la física que sea distinto delo dicho por la interpretación de Copenhague. Allí sóloqueda pues, la cuestión de la propiedad de este lenguaje.Además de la objeción ya formulada de que al hablar deórbitas de partículas nos estamos refiriendo a una"superestructura ideológica" superflua, cabe aquímencionar particularmente que el lenguaje de Bohm des-truye la simetría entre posición y velocidad que está im-plícita en la teoría cuántica; para las mediciones de po-sición, Bohm acepta la interpretación usual; para lasmediciones de velocidad o cantidad de movimiento lasrecha2a. Dado que las propiedades de simetría siempreconstituyen la imagen fundamental de una teoría, resultadifícil ver qué se habría ganado omitiéndolas en el len-guaje correspondiente. En consecuencia, no es posibleconsiderar las contraproposiciones de Bohm a la teoríade Copenhague como un adelanto.

Una objeción similar puede formularse de modo algodistinto contra las interpretaciones estadísticas sostenidaspor Bopp y (con leve diferencia) por Fenyes. Bopp con-sidera la creación o la aniquilación de una partícula comoel proceso fundamental de la teoría cuántica; la partículaes "real" 'en el sentido clásico de la palabra, en el sentidode la ontología materialista, y las leyes de la teoría cuán-tica son consideradas como un caso especial de correla-ciones estadísticas para tales acontecimientos de creacióny aniquilación. Esta interpretación, que contiene muchoscomentarios interesantes sobre las leyes matemáticas dela teoría cuántica, puede desarrollarse de tal manera queconduzca, con respecto a las consecuencias físicas, aexactamente las mismas conclusiones que lainterpretación de Copenhague. Hasta allí es, en unsentido positivista, tan isomorfa como la de Bohm. Peroen su lenguaje se destruye la simetría entre partículas yondas que de otro modo es rasgo característico delesquema matemático de la teoría cuántica. Ya en 1928,Jordán, Klein y Wigner,

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mostraron que el esquema matemático puedeinterpretarse no sólo como una cuantización delmovimiento de partículas sino también como unacuantización de ondas de materia tridimensional; porconsiguiente no hay razón para considerar estas ondas demateria como menos reales que las partículas. Lasimetría entre ondas y partículas podría asegurarse en lainterpretación de Bopp solamente si la correspondientecorrelación estadística se desarrollara para las ondas demateria en espacio y tiempo, y se dejara pendiente lacuestión de si partículas u ondas han de ser consideradascomo la realidad "verdadera".

La suposición de que las partículas son reales en elsentido de la ontología materialista siempre hará caer enla tentación de considerar las desviaciones del principiode incertidumbre como "básicamente" posibles. Fenyes,por ejemplo, dice que "la existencia del principio de in-certidumbre (que combina con algunas relaciones esta-dísticas) de ningún modo hace imposibles las medicionessimultáneas, con arbitraria exactitud, de posición y velo-cidad". No obstante, Fenyes no expone cómo esas me-diciones serán llevadas a la práctica, y, por consiguiente,sus reflexiones parecen reducirse a abstracciones mate-máticas.

Weizel, cuyas contraproposiciones a la interpretaciónde Copenhague son similares a las de Bohm y Fenyes,relaciona los "parámetros ocultos" con una nueva clasede partícula introducida ad hoc, el "zerón", que, por otraparte, no es observable. Sin embargo, tal concepto hacecorrer el riesgo de que la interacción entre las partículasreales y los zerones disipe la energía entre los muchosgrados de libertad del campo del zerón, de modo quetoda la termodinámica se convierta en un caos. Weizel noha explicado cómo espera evitar ese peligro.

El punto de vista de todas las publicaciones menciona-das puede definirse mejor, quizá, recordando un examensimilar de la teoría de la relatividad especial. Quienquie-ra estuviere disconforme con las negaciones del éter, delespacio absoluto y del tiempo absoluto, expresadas porEinstein, podría argumentar como sigue: La no existenciadel espacio absoluto y del tiempo absoluto no está

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probada de ningún modo por la teoría de la relatividadespecial. Solamente se ha demostrado que el espacio ver-dadero y el tiempo verdadero no actúan realmente enningún experimento ordinario; pero si este aspecto de lasleyes de la naturaleza ha sido debidamente tomado encuenta, y de ese modo los tiempos "aparentes" correctoshan sido introducidos para sistemas coordenados mo-vibles, no habría argumentos contra la aceptación de unespacio absoluto. Hasta sería probable aceptar que elcentro de gravedad de nuestra galaxia está (al menosaproximadamente) en reposo en el espacio absoluto. Estacrítica de la teoría de la relatividad especial puede añadirque podemos esperar que futuras mediciones permitiránuna clara definición del espacio absoluto (es decir, de los"parámetros ocultos" de la teoría de la relatividad) y quela teoría de la relatividad será así refutada.

Se ve en seguida que este argumento no puede ser re-futado por vía experimental, puesto que no contiene afir-maciones que difieran de las de la teoría de la relatividadespecial. Pero semejante interpretación destruiría, en ellenguaje empleado, la decisiva simetría propia de lateoría, principalmente la invariabilidad de Lorentz, y, porconsiguiente, debe considerarse inapropiada.

La analogía con la teoría cuántica es obvia. Las leyesde la teoría cuántica son tales que los "parámetros ocul-tos", inventados ad hoc, nunca pueden ser observados.Las decisivas propiedades de la simetría resultan así des-truidas si introducimos los parámetros ocultos como unaentidad ficticia en la interpretación de la teoría.

El trabajo de Blochinzev y Alexandrov es, en su plan-teo del problema, completamente diferente de los ana-lizados anteriormente. Desde el comienzo, estos autoreslimitan expresamente sus objeciones contra la interpreta-ción de Copenhague al aspecto filosófico de la cuestión.Lo físico de esta interpretación es aceptado sin reservas.

No obstante, la forma externa de la polémica es muchomás aguda: "Entre las diferentes tendencias idealistas dela física contemporánea, la llamada escuela deCopenhague es la más reaccionaria. El presente informeestá dedicado a desenmascarar las especulacionesidealis-

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tas y agnósticas de esta escuela sobre los problemas bá-sicos de la física cuántica", escribe Blochinzev en suintroducción. La acritud de la polémica muestra que aquíno sólo tenemos que vérnosla con la ciencia sino tambiéncon una declaración de fe, con la adhesión a determinadocredo. El propósito perseguido está expresado al final, enuna cita de la obra de Lenin: "Por maravillosa que puedaser, para la inteligencia común, la trasformación delimponderable éter en materia pesada; por extraña queparezca la falta en los electrones de cualquier masaexcepto la electromagnética, por rara que parezca lalimitación de las leyes mecánicas del movimiento parasólo un ámbito de los fenómenos naturales y su su-bordinación a las leyes más profundas de los fenómenoselectromagnéticos; y así sucesivamente, todo esto no esmás que otra confirmación de la dialéctica materialista."Esta última afirmación parece reducir el interés delanálisis de Blochinzev sobre la relación de la teoríacuántica con la filosofía del materialismo dialéctico porcuanto parece limitarlo al juicio de un tribunal cuyasentencia se conoce antes de la iniciación del juicio. Noobstante, es interesante ver con toda claridad losargumentos sostenidos por Blochinzev y Alexandrov.

Aquí, donde la tarea consiste en conservar la ontologíamaterialista, el ataque se dirige principalmente a la in-troducción del observador en la interpretación de la teo-ría cuántica. Alexandrov escribe: "Debemos por lo tantoentender como resultado de la medición de la teoríacuántica solamente el efecto objetivo de la interaccióndel electrón con un objeto apropiado. La mención delobservador debe ser evitada, y debemos ocuparnos en lascondiciones objetivas y en los efectos objetivos. Unacantidad física es una característica objetiva delfenómeno pero no el resultado de una observación."Según Alexandrov, la función de onda en el espacio deconfiguración caracteriza el estado objetivo del electrón.

En su presentación, Alexandrov descuida el hecho deque el formalismo de la teoría cuántica no permite elmismo grado de objetivación de la física clásica. Porejemplo, si la interacción de un sistema con el aparato

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de medición se considera como un todo, de acuerdo conla mecánica cuántica, y si ambos son considerados comoalgo separado del resto del mundo, entonces el forma-lismo de la teoría cuántica no conduce, por lo general, aun resultado definitivo; no llevará, por ejemplo, alennegrecimiento de la placa fotográfica en un puntodeterminado. Si se quiere mantener el "efecto objetivo"de Alexandrov, diciendo que "en realidad" la placa seennegrece en un determinado punto después de la inter-acción, la contrarréplica es que el tratamiento cuántico delsistema consistente en el electrón, él aparato de medicióny la placa, ha dejado de aplicarse. Es el carácter "fáctico"de un acontecimiento expresable con los términos propiosde los conceptos de la vida diaria, lo que no estácontenido sin ulteriores comentarios en el formalismomatemático de la teoría cuántica, y lo que aparece en lainterpretación de Copenhague con la introducción delobservador. Naturalmente, no debe creerse que laintroducción del observador implique la aparición de unaimagen subjetiva en la descripción de la naturaleza. Alobservador sólo le corresponde, más bien, la función deregistrar decisiones, es decir, procesos en el espacio y eltiempo, y no tiene importancia el hecho de que elobservador pueda ser un aparato o un ser humano; pero elregistro, es decir, la transición de lo "posible" a lo "real",es aquí absolutamente necesaria y no puede ser omitidaen la interpretación de la teoría cuántica. En este punto lateoría cuántica se halla intrínsecamente relacionada con latermodinámica en cuanto todo acto de observación es, porpropia naturaleza, un proceso irreversible; sólo mediantetales procesos irreversibles es como el formalismo de lateoría cuántica puede relacionarse consistentemente conlos acontecimientos reales del espacio y el tiempo. Lairreversibilidad vuelve a ser —cuando se proyecta en larepresentación matemática del fenómeno— unaconsecuencia del conocimiento incompleto que elobservador tiene del sistema y deja de ser completamente"objetiva".

El planteo de Blochinzev difiere ligeramente del deAlexandrov: "En la mecánica cuántica no describimos

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un estado de la partícula en sí sino el hecho de que lapartícula pertenece a este o aquel grupo estadístico. Estapertenencia es completamente objetiva y no depende delas condiciones establecidas por el observador." Talesdeclaraciones nos llevan muy lejos —probablemente de-masiado lejos— del materialismo ontológico. Para aclarareste punto es útil recordar cómo esta dependencia de ungrupo estadístico se utiliza para la interpretación de latermodinámica clásica. Si un observador ha determinadola temperatura de un sistema y desea extraer de susresultados las conclusiones sobre los movimientosmoleculares del sistema, puede decir que el sistema esnada más que una muestra de un conjunto canónico y porlo tanto puede considerar que posee quizá diferentes ener-gías. "En realidad" —así podríamos concluir en físicaclásica— el sistema sólo tiene una energía definida en undeterminado tiempo, y ninguna de las otras es com-probada. El observador ha quedado decepcionado si enese momento consideró como posible una energía dife-rente. El conjunto canónico no sólo contiene conclusionessobre el sistema mismo sino también sobre el incompletoconocimiento que del sistema tiene el observador. Si en lateoría cuántica Blochinzev intenta reunir las pertenenciasde un sistema en un grupo "completamente objetivo",emplea la palabra "objetivo" en un sentido distinto del dela física clásica. Para la física clásica estas pertenenciassignifican, como se ha dicho, no sólo conclusiones sobreel sistema sino también sobre el grado de conocimientoque el observador tiene del sistema. En la teoría cuánticapuede hacerse una excepción a lo afirmado. Si en la teoríacuántica el conjunto está caracterizado por sólo unafunción de onda en el espacio de configuración (y no,como de costumbre, por una matriz estadística), nosencontramos con una situación especial (el llamado "casopuro") en el que la descripción puede llamarse objetiva encierto sentido y en el cual el elemento del conocimientoincompleto no se muestra inmediatamente. Pero dado quetoda medición (de acuerdo con sus imágenesirreversibles) reintroduci-

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ría el elemento del conocimiento incompleto, la situaciónno sería fundamentalmente diferente.

Sobre todo, estas formulaciones nos permiten advertirlo difícil que es el intento de introducir ideas nuevas enun antiguo sistema de conceptos perteneciente a una fi-losofía anterior —o, para emplear una vieja metáfora,cuando intentamos poner vino nuevo en odres viejos.Tales tentativas son siempre desalentadoras porque nosconfundimos al preocuparnos permanentemente con lasfisuras de los odres en lugar de regocijarnos por el vinonuevo. No nos es posible suponer que aquellos pen-sadores que hace un siglo introdujeron el materialismodialéctico hubieran podido prever el desarrollo de lateoría cuántica. Sus ideas sobre la materia y la realidadno podían adaptarse a los resultados de la refinadatécnica experimental de nuestros días.

Tal vez aquí podríamos agregar algunas observacionesgenerales sobre la actitud de los científicos con respectode un credo especial, que puede ser un credo religioso opolítico. La diferencia fundamental entre un credo re-ligioso y un credo político —el último se refiere a lainmediata realidad material del mundo que nos rodea,mientras que el primero tiene como objeto otra realidadmás allá del mundo material— no tiene importancia paraesta cuestión particular; lo que hay que analizar es elproblema del credo en sí. Por lo dicho, nos sentiríamosinclinados a exigir que el científico nunca se apoye endoctrinas especiales, ni limite sus métodos depensamiento a los de una filosofía particular. Debe estarsiempre dispuesto a reconocer que las bases de suconocimiento varían con una nueva experiencia. Peroesta exigencia significaría, a la vez, unasupersimplificación de nuestra situación en la vida; pordos razones: la primera es que la estructura de nuestropensamiento se determina en nuestra juventud con ideasque ya encontramos en esa época o poniéndonos encontacto con personalidades destacadas de las cualesaprendemos. Esta estructura formará una parte integrantede toda nuestra labor futura y bien puede hacer que nossea posteriormente difícil adaptarnos a ideascompletamente diferentes. La segunda razón finca

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en el hecho de que pertenecemos a una comunidad o so-ciedad. Esta comunidad se mantiene unida por ideas co-munes, por una escala común de valores éticos, o por unlenguaje común en el que uno se expresa sobre losproblemas de la vida. Las ideas comunes pueden ser sus-tentadas por la autoridad de una Iglesia, de un partido odel Estado y, aun si no es ese el caso, puede ser difícilindependizarse de las ideas comunes sin entrar en con-flicto con la comunidad. Sin embargo, los resultados delpensamiento científico pueden contradecir algunas de lasideas comunes. No sería juicioso, por cierto, pretenderque un científico no sea por lo general un miembro lealde su comunidad, que se le prive de la felicidad quepuede co-rresponderle al pertenecer a una comunidad, ytampoco sería juicioso querer que las ideas comunes dela sociedad, que desde el punto de vista científicosiempre son simplificaciones, puedan cambiarinstantáneamente con el progreso del conocimientocientífico, que puedan ser tan variables comonecesariamente tienen que ser las teorías científicas. Conesto volvemos, aun en nuestro tiempo, al viejo problemade las "dos caras de la verdad" que ha llenado la historiadel cristianismo a lo largo de las postrimerías de la EdadMedia. Existe la doctrina, muy discutible, de que una"religión positiva —cualquiera sea su forma— constituyeuna indispensable necesidad para la masa del pueblo,mientras que el hombre de ciencia busca la verdad real almargen de la religión y solamente allí". "La ciencia esesotérica", según se dice, "es solamente para los menos".Si en nuestro tiempo, las doctrinas políticas y lasactividades sociales substituyen, en algunos países, a lareligión positiva, el problema continúa siendofundamentalmente el mismo. La primera aspiración delcientífico siempre será la honestidad intelectual, mientrasque la comunidad le pedirá frecuentemente que —envista de la variabilidad de la ciencia— espere por lomenos algunas décadas antes de manifestar en públicosus opiniones disidentes. Es probable que no exista unasolución fácil para este problema si la tolerancia no bastapor sí sola; pero puede significar algún consuelo el hecho

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de que indudablemente se trata de un antiguo problema dela vida humana.Volviendo ahora a las contraproposiciones de la in-terpretación de la teoría cuántica de Copenhague, debe-mos examinar el segundo grupo de proposiciones, el cualprocura cambiar la teoría cuántica para llegar a una in-terpretación filosófica diferente. En este sentido, la ten-tativa más eficaz ha sido la de Janossy, quien ha obser-vado que la rigurosa validez de la mecánica cuántica noscompele a apartarnos del concepto de realidad de la físicaclásica. En consecuencia, trata de alterar la mecánicacuántica de tal modo que, aun cuando muchos de losresultados sigan siendo verdaderos, su estructura seaproxime a la de la física clásica. Su punto de ataque es loque se ha llamado "la reducción de paquetes de ondas", esdecir, el hecho de que la función de onda o, de maneramás general, la probabilidad de la función cambiediscontinuamente cuando el observador conozca unresultado de medición. Janossy advierte que esta re-ducción no puede ser deducida de las ecuaciones diferen-ciales del formalismo matemático y cree que de estopuede inferir que hay inconsistencia en la interpretaciónhabitual. Es bien sabido que la "reducción de paquetes deondas" siempre aparece en la interpretación de Copenha-gue cuando se completa la transición de lo posible a loreal. La función de probabilidad, que abarcaba un ampliomargen de posibilidades, es repentinamente reducida a unmargen mucho más estrecho por el hecho de que elexperimento ha llevado a un resultado definitivo, porquerealmente ha ocurrido cierto acontecimiento. En el for-malismo, esta reducción requiere que la llamada inter-ferencia de posibilidades, que es el fenómeno más ca-racterístico de la teoría cuántica, sea destruida por lasinteracciones parcialmente indefinibles e irreversibles delsistema, con los aparatos de medición y el resto del mun-do. Janossy trata ahora de alterar la mecánica cuántica in-troduciendo en las ecuaciones los llamados términos deamortiguamiento, de tal modo que los términos de inter-ferencia desaparecen por sí mismos después de un tiempofinito. Aun si esto correspondiese a la realidad —y no

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hay razón para suponerlo de acuerdo con los experimen-tos efectuados— todavía quedaría una cantidad de con-secuencias alarmantes de tal interpretación, tal comoJanossy mismo lo indica (por ejemplo, ondas que sepropagan más rápidamente que la velocidad de la luz,intercambio de la secuencia de tiempo de causa y efecto,etcétera). Por consiguiente, difícilmente nos decidiríamosa sacrificar la simplicidad de la teoría cuántica por estemodo de ver mientras no fuéramos obligados a ello porlos experimentos.

Entre los restantes adversarios de lo que a veces sedesigna interpretación "ortodoxa" de la teoría cuántica,Schrodinger ha logrado una posición excepcional entanto atribuye la "realidad objetiva" no a las partículassino a las ondas y no se propone interpretar las ondascomo "solamente ondas de probabilidad". En su trabajotitulado "¿Hay saltos cuánticos?" intenta negar laexistencia de los saltos cuánticos (puede discutirse loapropiado del término "salto cuántico" en este lugar ysustituirlo por el término menos provocativo de"discontinuidad"). Pero, ante todo, el trabajo deSchrodinger contiene algunas incomprensiones de lainterpretación habitual. Desdeña el hecho de que sólo lasondas del espacio de configuración (o las "matrices detrasformación") son ondas de probabilidad en lainterpretación habitual, mientras que las ondas de materiatridimensionales u ondas de radiación no lo son. Lasúltimas tienen tanta y tan poca "realidad" como laspartículas; carecen de relación directa con las ondas deprobabilidad, pero poseen una continua densidad deenergía y cantidad de movimiento, lo mismo que uncampo electromagnético en la teoría de Maxwell. Porconsiguiente, Schrodinger afirma que, en cuanto a esto,los procesos pueden concebirse como menos continuosde lo que realmente son. Pero esta interpretación nopuede eliminar el elemento de disconformidad que seencuentra por todas partes en la física atómica; cualquierpantalla centelleante o contador de Geiger demuestra laexistencia de este elemento inmediatamente. En lainterpretación habitual de la teoría cuántica estácontenido en la transición de lo posible a

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lo real. El mismo Schrödinger no formula una contra-proposición acerca de como entiende introducir el ele-mento de discontinuidad, observable en todas partes, deun modo distinto al de la interpretación habitual.

Finalmente, la crítica que Einstein, Laue y otros hanformulado en varios trabajos, enfoca la cuestión de si lainterpretación de Copenhague permite una descripciónúnica, objetiva, de los hechos físicos. Sus argumentosesenciales pueden expresarse como sigue: El esquemamatemático de la teoría cuántica parece ser unadescripción perfectamente adecuada de las estadísticas delos fenómenos atómicos. Pero aun si sus afirmacionessobre la probabilidad de los acontecimientos atómicosson completamente correctas, esta interpretación nodescribe lo que realmente pasa independientemente de lasobservaciones o entre ellas. Mas algo debe suceder; nopodemos dudarlo; este algo no precisa ser descripto entérminos de electrones u ondas o cuantos de luz, pero amenos que se lo describa de algún modo la tarea de lafísica no es completa. No puede admitirse que se refieraúnicamente al acto de observación. El físico debepostular en su ciencia que está estudiando un mundo queél no ha construido, y que estaría presente, sin cambioalguno, si él no estuviera allí. Por consiguiente, lainterpretación de Copenhague no ofrece una comprensiónreal de los fenómenos atómicos.

Fácilmente se advierte que lo que estas críticas recla-man es la antigua ontología materialista. ¿Pero cuálpuede ser la respuesta desde el punto de vista de lainterpretación de Copenhague?

Podemos decir que la física es una parte de la ciencia yque, como tal, persigue una descripción y una com-prensión de la naturaleza. Cualquier clase de compren-sión, sea o no científica, depende de nuestro lenguaje, dela comunicación de las ideas. Toda descripción de losfenómenos, de los experimentos y sus resultados, descan-sa sobre el lenguaje como único medio de comunicación.Las palabras de este lenguaje representan los conceptosde la vida diaria, lo que en el lenguaje científico de lafísica puede purificarse en los conceptos de la física cía-

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sica. Estos conceptos son las únicas herramientas parauna clara comunicación sobre los acontecimientos, sobrela preparación de los experimentos y sobre susresultados. Si, por consiguiente, al físico atómico se lepide una descripción de lo que realmente sucede en susexperimentos, las palabras "descripción" 'y "realmente" y"sucede" sólo pueden referirse a los conceptos de la vidadiaria o de la física clásica. Tan pronto como el físicorenuncia a estas bases pierde los medios de unacomunicación clara y no puede continuar en su ciencia.En consecuencia, cualquier afirmación sobre lo que ha"sucedido realmente" es una afirmación que se hace enlos términos de los conceptos clásicos y —a causa de latermodinámica y las relaciones de incertidumbre—, porsu propia naturaleza, incompleta con respecto a losdetalles de los hechos atómicos involucrados. Laaspiración a "describir lo que sucede" en el procesoteorético cuántico entre dos observaciones sucesivas esuna contradicción in adjecto puesto que la palabra"describir" se refiere al empleo de los conceptos clásicos,mientras que estos conceptos no pueden aplicarse en elespacio comprendido entre observaciones; sólo puedenaplicarse los puntos de observación.

Aquí debe advertirse que la interpretación de Co-penhague de la teoría cuántica no es de ningún modo po-sitivista. Pues, mientras el positivismo se funda en laspercepciones sensuales del observador como elementosde la realidad, la interpretación de Copenhague consideralas cosas y los procesos que pueden ser descriptos en tér-minos de conceptos clásicos, es decir, lo real como fun-damento de cualquier interpretación física.

Al mismo tiempo vemos que la naturaleza estadísticade las leyes de la física microscópica no puede ser evi-tada, puesto que cualquier conocimiento de lo "real" es—a causa de las leyes teoréticas cuánticas— por su pro-pia naturaleza, un conocimiento incompleto.

La ontología del materialismo descansa sobre lailusión de que el género de existencia, la directa"realidad" del mundo que nos rodea, puede serextrapolada dentro del ámbito atómico. Estaextrapolación es, sin embargo, imposible.

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Pueden agregarse unas cuantas observaciones acercade la estructura formal de todas las contraproposicioneshechas hasta aquí contra la interpretación de Copenhaguede la teoría cuántica. Todas estas proposiciones se hanvisto obligadas por sí mismas a sacrificar las fundamen-tales propiedades de simetría de la teoría cuántica (porejemplo, la simetría entre ondas y partículas o entre po-sición y velocidad).

Por consiguiente, bien podemos suponer que la inter-pretación de Copenhague no puede ser eludida si estaspropiedades de simetría —como la invariancia de Lo-rentz en la teoría de la relatividad— resultan constituiruna genuina imagen de la naturaleza; y todos los experi-mentos realizados sostienen este punto de vista.

9. LA TEORÍA CUÁNTICA Y LA ESTRUCTURADE LA MATERIA

El concepto de materia ha sufrido un gran número decambios en la historia del pensamiento humano. Se handado distintas interpretaciones en diferentes sistemas fi-losóficos. Todos estos diferentes significados de la pa-labra se hallan aún presentes, en mayor o menor grado,en lo que nosotros, en nuestro tiempo, concebimos me-diante la palabra "materia".

La primitiva filosofía griega, desde Tales hasta losatomistas, al buscar el principio unificador en la muta-bilidad universal de todas las cosas, había formado elconcepto de materia cósmica, una sustancia del mundoque experimenta todas estas trasformaciones de la queproceden todas las cosas individuales y en la que todasvuelven a trasformarse. Esta materia fue parcialmenteidentificada con cierta materia específica como el agua,el aire o el fuego; sólo parcialmente, porque no poseíaotro atributo que el de ser el material del cual estánhechas todas las cosas.

Más tarde, en la filosofía de Aristóteles, la materia fuereferida a la relación entre forma y materia. Todo cuantopercibimos en el mundo de los fenómenos, en

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torno nuestro, es materia formada. La materia no es en símisma una realidad sino solamente una posibilidad, una"potencia"; sólo existe mediante la forma. En el procesonatural, la "esencia", como Aristóteles la llama, deja deser mera posibilidad mediante la forma para ser realidad.La materia de Aristóteles no es, por cierto, una materiaespecífica como el agua o el aire, ni es simplemente es-pacio vacío; es una especie de substrato corpóreo inde-finido, que posee la posibilidad de llegar a ser realidadmediante la forma. Los ejemplos típicos de esta relaciónentre materia y forma, en la filosofía de Aristóteles, sonlos procesos biológicos en los que la materia es formadapara convertirse en el organismo vivo, y la actividadcreadora del hombre. La estatua está potencialmente enel mármol antes de que éste sea trabajado por el escultor.

Después, mucho más tarde, a partir de la filosofía deDescartes, la materia fue primariamente concebida comoopuesta al alma. Existían dos aspectos complementariosdel mundo, la "materia" y el "alma" o, como lo expresóDescartes, la "res extensa" y la "res cogitans". Desde quelos nuevos principios metódicos de la ciencia natural,particularmente los de la mecánica, rechazaron todovestigio de fuerzas espirituales en los fenómenos corpó-reos, la materia pudo ser considerada como una realidaden sí, independiente del alma y de todo poder sobrenatu-ral. La "materia" de este período es "materia formada",siendo el proceso de formación interpretado como unacadena causal de interacciones mecánicas; ha perdido surelación con el alma vegetativa de la filosofía aristotélicay, por consiguiente, el dualismo entre materia y formadejó de ser aplicable. Es esta concepción de la materia laque constituye, con mucho, el ingrediente más poderosode nuestro actual empleo de la palabra "materia".

Finalmente, en la ciencia natural del siglo diecinuevehay otro dualismo que ha representado cierto papel, eldualismo entre materia y fuerza. La materia es aquellosobre lo cual pueden actuar las fuerzas; o la materiapuede producir fuerzas. La materia, por ejemplo, producela fuerza de la gravedad, y esta fuerza actúa sobre la

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materia. Materia y fuerza son dos aspectos bien diferen-ciados del mundo corpóreo. En la medida en que lasfuerzas pueden ser fuerzas formativas, esta distinción seaproxima a la distinción aristotélica de materia y forma.Por otra parte, en la manifestación más reciente de lafísica moderna esta distinción entre materia y fuerza hadesaparecido completamente, puesto que todo campo defuerza contiene energía y por tanto constituye materia. Acada campo de fuerza corresponde una clase específicade partículas elementales que poseen fundamentalmentelas mismas propiedades que todas las demás unidadesatómicas de materia.

Cuando la ciencia natural investiga el problema de lamateria, sólo puede hacerlo mediante el estudio de lasformas de la materia. La infinita variedad y mutabilidadde las formas de la materia deben constituir el objetoinmediato de Ja investigación, y los esfuerzos debenorientarse hacia la búsqueda de algunas leyes naturales,de algunos principios unificadores que puedan servir deguía a través de este inmenso campo. Por consiguiente, laciencia natural —y especialmente la física— ha con-centrado su interés, durante largo tiempo, en un análisisde la estructura de la materia y de las fuerzas responsa-bles de esta estructura.

Desde los tiempos de Galileo, el método fundamentalde la ciencia natural ha sido el experimental. Este métodohizo que fuera posible pasar de la experiencia general a laexperiencia específica, y aislar hechos característicos dela naturaleza mediante los cuales se pudieron estudiar sus"leyes" en forma más directa que mediante la experienciageneral. Si se quería estudiar la estructura de la materiahabía que hacer experimentos con la materia. Había queexponer la materia a condiciones extremas para estudiarallí sus trasmutaciones, con la esperanza de encontrar losaspectos fundamentales de la materia, los cuales persistenbajo todos los cambios aparentes.

En los primeros días de la moderna ciencia natural,éste fue el objeto de la química, y tal empeño condujobastante pronto a la idea del elemento químico. Unasustancia que ya no podía disolverse o desintegrarse por

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ninguno de los medios a disposición del químico —her-vor, calentamiento, disolución, mezcla con otras sustan-cias, etcétera— se designó con el nombre de elemento.La introducción de este concepto fue un primer paso im-portantísimo hacia una interpretación de la estructura dela materia. La enorme variedad de sustancias fue por lomenos reducida a un número relativamente pequeño desustancias más elementales, los "elementos", y así fueposible establecer cierto orden entre los distintos fenó-menos químicos. Como consecuencia, la palabra "átomo"se empleó para designar la más pequeña unidad de ma-teria de un elemento químico, y la partícula más pequeñade un compuesto químico pudo concebirse como un pe-queño grupo de átomos diferentes. La partícula más pe-queña del elemento hierro, por ejemplo, fue un átomo dehierro, y la partícula más pequeña del agua, consistió enun átomo de oxígeno y dos átomos de hidrógeno.

El paso siguiente, y casi tan importante como aquél,fue el descubrimiento de la conservación de la masa en elproceso químico. Por ejemplo, cuando la combustión delelemento carbono lo trasforma en dióxido de carbono, lamasa del dióxido de carbono es igual a la suma de lasmasas del carbono y del oxígeno anterior al proceso. Fueeste descubrimiento el que dio una significación cuan-titativa al concepto de materia: independientemente desus propiedades químicas la materia podía ser medidapor su masa.

Durante el período siguiente, particularmente en el si-glo diecinueve, se descubrió una cantidad de nuevos ele-mentos químicos; esa cantidad ha llegado actualmente alcentenar. Este desarrollo mostró claramente que el con-cepto del elemento químico aún no había alcanzado elpunto en el que fuera posible interpretar la unidad de lamateria. La creencia de que hay muchísimas clases demateria, cualitativamente diferentes y sin ninguna rela-ción entre unas y otras, no podía satisfacer.

A comienzos del siglo diecinueve se encontraron algu-nas pruebas de la relación entre los diferentes elementosen el hecho de que los pesos atómicos de los diferenteselementos parecían ser múltiplos enteros de la unidad

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más pequeña próxima al peso atómico del hidrógeno. Lasimilaridad del comportamiento químico de algunoselementos fue otra manifestación que llevaba en la mismadirección. Pero solamente el descubrimiento de fuerzasmucho más poderosas que las aplicadas en los procesosquímicos podía establecer realmente la relación entre losdiferentes elementos y, consecuentemente, conducir auna precisa unificación de la materia.

En realidad, estas fuerzas se encontraron en el procesoradiactivo descubierto por Becquerel en 1896. Las inves-tigaciones sucesivas de Curie, Rutherford y otros, revela-ron la trasmutación de los elementos en el proceso radiac-tivo. En esos procesos, las partículas alfa eran emitidascomo fragmentos de los átomos con una energía de más omenos un millón de veces mayor que la energía de unasola partícula atómica en un proceso químico. Porconsiguiente, estas partículas podían utilizarse como he-rramientas para la investigación de la estructura íntimadel átomo. El resultado de los experimentos de Ruther-ford sobre la dispersión de los rayos alfa fue el modelonuclear del átomo de 1911. La imagen más importante deese tan conocido modelo fue la separación del átomo endos partes bien diferenciadas, el núcleo atómico y loshaces electrónicos de su contorno. En el medio del áto-mo, el núcleo sólo ocupa una fracción extremadamentereducida del espacio ocupado por el átomo (su radio esunas mil veces más pequeño que el del átomo), perocontiene casi toda su masa. Su carga eléctrica positiva,que es un múltiplo entero de la llamada carga elemental,determina el número de los electrones del contorno —elátomo, como un todo, debe ser eléctricamente neutro— ylas formas de sus órbitas.

La distinción entre el núcleo atómico y los haces elec-trónicos proporcionó al mismo tiempo una explicaciónapropiada del hecho de que para la química los elementosquímicos son las últimas unidades de materia y que serequieren fuerzas mucho más poderosas para que loselementos se trasformen unos en otros. El enlace químicoentre los átomos vecinos se debe a una interacción de loshaces electrónicos, y las energías de esta interacción

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son relativamente pequeñas. Un electrón acelerado en untubo de descarga por un potencial de sólo varios voltiostiene energía suficiente para inducir a los haces deelectrones a la emisión de radiación, o para destruir elenlace químico en una molécula. Pero el comportamientoquímico del átomo, aunque consiste en el comportamien-to de sus haces electrónicos, está determinado por la car-ga del núcleo. Si se desea cambiar las propiedades quí-micas hay que cambiar el núcleo, y esto exige energíasque pueden calcularse un millón de veces más grandes.

Sin embargo, el modelo nuclear del átomo, si se loconcibe como un sistema obediente a la mecánica deNewton, no podía explicar la estabilidad del átomo.Como ya se ha dicho en un capítulo anterior, solamentela aplicación de la teoría cuántica a este modelo, median-te el trabajo de Bohr, podía ser válida para el hecho deque, por ejemplo, un átomo de carbono, después de ha-berse hallado en interacción con otros átomos o despuésde haber emitido radiación continuara finalmente siendoun átomo de carbono con los mismos haces electrónicosque antes. La estabilidad podía explicarse simplementepor esos esquemas de la teoría cuántica que evitan unasimple descripción objetiva en el espacio y el tiempo, dela estructura del átomo.

De esta manera pudo finalmente obtenerse una basepara la interpretación de la materia. Las propiedades quí-micas y otras de los átomos podían explicarse con laaplicación del esquema matemático de la teoría cuánticaa los haces electrónicos. Partiendo de esta base eraposible extender el análisis de la estructura de la materiaen dos opuestas direcciones. Se podía estudiar la inter-acción de los átomos, su relación con unidades más gran-des, como las moléculas, los cristales o los objetos bioló-gicos; o se podía, mediante la investigación del núcleoatómico y sus componentes, tratar de penetrar la unidadfinal de la materia. Se han efectuado trabajos en ambasdirecciones durante las décadas pasadas, y en laspróximas páginas nos referiremos al papel de la teoríacuántica en estos dos campos.

Las fuerzas existentes entre los átomos vecinos son

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primariamente fuerzas eléctricas, las de la atracción delas cargas opuestas y las de repulsión de las cargas igua-les; los electrones son atraídos por los núcleos y se re-pelen entre sí. Pero estas fuerzas no actúan de acuerdocon las leyes de la mecánica de Newton sino según las dela mecánica cuántica.

Esto conduce a dos diferentes tipos de relaciones entrelos átomos. En uno de ellos el electrón de un átomo setraslada al otro, por ejemplo, para llenar un hueco en sucorteza electrónica casi completa. En este caso, ambosátomos están finalmente cargados y forman lo que losfísicos denominan iones, y, puesto que sus cargas sonopuestas, se atraen mutuamente.

En el segundo tipo, un electrón pertenece, de un modopropio de la teoría cuántica, a ambos átomos. Usando laimagen de la órbita electrónica, puede decirse que elelectrón gira en torno de ambos núcleos empleando unaparecida cantidad de tiempo tanto en uno como en otroátomo. Este segundo tipo de relación corresponde a loque los químicos llaman enlace de valencia.

Estos dos tipos de fuerzas, que pueden presentarse encualquier mezcla, provocan la formación de varios gru-pos de átomos y parecen ser finalmente responsables detodas las complicadas estructuras de la materia macros-cópica, que se estudian en la física y la química. La for-mación de los compuestos químicos tiene lugar mediantela formación de pequeños grupos cerrados de átomosdiferentes, constituyendo cada grupo una molécula delcompuesto. La formación de los cristales es debida al or-denamiento de los átomos en enrejados regulares. Losmetales se forman cuando los átomos están tan apretada-mente compactos que sus electrones exteriores puedenabandonar su corteza y errar por todo el cristal. El mag-netismo se debe al movimiento centrífugo de los electro-nes, y así sucesivamente.

En todos estos casos, el dualismo entre materia yfuerza puede aún ser retenido puesto que los núcleos ylos electrones pueden ser considerados como fragmentosde la materia que se mantienen unidos en virtud de fuer-zas electromagnéticas.

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Mientras que de este modo la física y la química hanllegado a una unión casi completa en sus relaciones con laestructura de la materia, la biología tiene que habérselas conestructuras de un tipo más complicado y algo diferente. Esverdad que no obstante la integridad del organismo vivienteno puede en realidad hacerse una distinción terminante entrela materia animada y la inanimada. El desarrollo de labiología nos ha proporcionado un gran número de ejemplosen los que puede verse que las funciones biológicasespecíficas son efectuadas por moléculas especialmentegrandes, o por grupos o cadenas de tales moléculas; y en lamoderna biología se ha registrado una creciente tendencia aexplicar los procesos biológicos como consecuencias de lasleyes de la física y la química. Pero la clase de estabilidadque muestran los organismos vivos es de naturaleza un tantodiferente de la estabilidad de los átomos o los cristales. Esuna estabilidad de proceso o de función más bien que unaestabilidad de forma. No puede dudarse de que las leyes dela teoría cuántica representan un papel muy importante enlos fenómenos biológicos. Por ejemplo, esas fuerzasespecíficas de la teorética cuántica que sólo puedendescribirse imprecisamente mediante el concepto de lavalencia química son esenciales para la comprensión de lasgrandes moléculas orgánicas y sus distintos moldesgeométricos; los experimentos de mutaciones biológicas porradiación muestran al mismo tiempo la aplicabilidad de lasleyes estadísticas de la teorética cuántica y la existencia demecanismos amplificadores. La estrecha analogía entre eltrabajo de nuestro sistema nervioso y el funcionamiento delas modernas calculadoras electrónicas destacan una vezmás la importancia de los simples procesos elementales enel organismo vivo. Sin embargo, todo esto no prueba que lafísica y la química, juntamente con el concepto deevolución, hayan de ofrecer alguna vez una descripcióncompleta del organismo vivo. Los procesos biológicosdeben ser tratados con una experimentación científicamucho más cautelosa que los procesos de la física y laquímica. Tal como lo ha advertido Bohr, puede ocurrir queno sea posible darse una

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descripción del organismo vivo que pueda considerarsecompleta desde el punto de vista del físico ya que ellorequeriría experimentos que interfieren demasiado en lasfunciones biológicas. Bohr ha descripto esta situación di-ciendo que en biología nos enfrentamos con manifesta-ciones de las posibilidades de esa naturaleza a la cualpertenecemos más bien que con los resultados de losexperimentos que podemos efectuar. La situación decom-plementariedad a que esta formulación alude está re-presentada como una tendencia de los métodos de lamoderna investigación biológica que, por una parte, haceun uso completo de todos los métodos y resultados de lafísica y la química y, por otra parte, se funda en losconceptos que se refieren a los aspectos de la naturalezaorgánica que no están contenidos en la física o laquímica, como el concepto de la vida misma.

Hasta aquí hemos seguido el análisis de la estructurade la materia en una dirección: desde el átomo hasta lasestructuras más complicadas consistentes en muchos áto-mos; desde la física atómica hasta la física de los cuerpossólidos, la química y la biología. Ahora tenemos queemprender el camino inverso, y seguir la línea de inves-tigación desde las parte's exteriores del átomo hacia lasinteriores y desde el núcleo hasta las partículas elemen-tales. Es esta dirección la que posiblemente ha de con-ducirnos a una comprensión de la unidad de la materia; yaquí no tenemos por qué asustarnos si destruimos lasestructuras características con nuestros experimentos. Alponer en marcha la tarea de probar la unidad última de lamateria, podemos exponer la materia a las mayoresfuerzas posibles y a las condiciones más extremas paraver si una materia cualquiera puede ser finalmente tras-mutada en cualquier otra materia.

El primer paso en esta dirección fue el análisis expe-rimental del núcleo atómico. En el período inicial deestos estudios, que ocuparon casi las tres primeras déca-das de nuestro siglo, las únicas herramientas aprovecha-bles para los experimentos fueron las partículas alfa emi-tidas por los cuerpos radiactivos. Con la ayuda de estaspartículas, Rutherford consiguió, en 1919, la trasmuta-

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ción de los núcleos de los elementos livianos; pudo, porejemplo, trasmutar un núcleo de nitrógeno en un núcleode oxígeno agregando la partícula alfa al núcleo de ni-trógeno y expulsando al mismo tiempo un protón. Estefue el primer ejemplo de procesos en escala nuclear querecordaron los procesos químicos, pero que condujeron ala trasmutación artificial de los elementos. El siguienteprogreso sustancial fue, como bien se sabe, la aceleraciónartificial de los protones con equipos de alta tensión queles imprimían energías suficientes para provocar la tras-mutación nuclear. Para esto se requieren voltajes de cercade un millón de voltios, y Cockcroft y Walton lograron,en sus primeros experimentos decisivos, trasmutar losnúcleos del elemento litio en los del helio. Este descu-brimiento inició una rama de investigación completa-mente nueva, que puede llamarse apropiadamente físicanuclear, y que muy pronto condujo a una comprensióncualitativa de la estructura del núcleo atómico.

La estructura del núcleo era verdaderamente muy sim-ple. El núcleo atómico sólo consiste en dos clases departículas elementales. Una es el protón, que es al mismotiempo, simplemente, el núcleo del hidrógeno; la otra sellama neutrón, una partícula que tiene casi la masa delprotón pero que es eléctricamente neutra. Cada núcleopuede ser individualizado por el número de protones yneutrones que lo integran. El núcleo de carbono normal,por ejemplo, consiste en 6 protones y 6 neutrones. Hayotros núcleos de carbono (a los primeros de los cuales selos llama isótopos), que consisten en 6 protones y 7neutrones, etcétera. Así se ha obtenido finalmente unadescripción de la materia en la cual, en vez de los nu-merosos elementos químicos, sólo se presentan tres uni-dades fundamentales: el protón, el neutrón y los electro-nes. Toda materia consiste en átomos y, por consiguiente,está construida con esas tres piedras básicas. Esto no eraaún la unidad de la materia pero sí un gran paso hacia launificación, y quizá hacia algo todavía más importante: lasimplificación. Quedaba todavía por recorrer un largotrecho desde el conocimiento de las dos piedras básicasdel núcleo hasta la completa comprensión de su

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estructura. El problema era aquí algo distinto del co-rrespondiente a las envolturas atómicas exteriores quehabía sido solucionado a mediados de la segunda década.En los haces electrónicos, las fuerzas existentes entre laspartículas se conocían con gran exactitud, pero había queencontrar las leyes dinámicas, y éstas se hallaron en lamecánica cuántica. Bien pudo suponerse que para el nú-cleo las leyes dinámicas fueran precisamente las de lamecánica cuántica, pero las fuerzas existentes entre laspartículas no se conocían por anticipado; tenían quederivar de las propiedades experimentales de los núcleos.Este problema aún no ha sido solucionado por completo.Probablemente las fuerzas no tengan una forma tan sim-ple como las de las fuerzas electrostáticas de los haceselectrónicos y, en consecuencia, la dificultad matemáticade computar las propiedades de esas fuerzas complicadasy la imprecisión de los experimentos obstaculizó el pro-greso. Pero se había logrado una definitiva comprensióncualitativa de la estructura del núcleo.

Quedaba entonces el problema final, el de la unidad dela materia. ¿Son estas piedras básicas —protón, neutróny electrón— unidades en última término indestructiblesde la materia, átomos en el sentido de Demócrito, sinninguna relación como no sea con las fuerzas que actúanentre ellas, o sólo son formas diferentes de la mismaclase de materia? ¿Pueden a su vez trasmutarse unas enotras, y posiblemente también en otras formas demateria? Un experimento con este problema exigefuerzas y energías concentradas sobre las partículas ató-micas mayores que las que fueron necesarias para la in-vestigación del núcleo atómico. Puesto que las energíasalmacenadas en los núcleos atómicos no son suficiente-mente grandes como para proporcionarnos una herra-mienta para tales experimentos, los físicos tienen queconfiar ya sea en las fuerzas de dimensiones cósmicas oen el ingenio y la habilidad de los ingenieros.

En realidad, el progreso se ha manifestado en ambasdirecciones. En el primer caso, los físicos apelaron a lallamada radiación cósmica. Los campos electromagnéti-cos de la superficie de las estrellas que se extienden so-

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bre vastos espacios pueden, en determinadas circunstan-cias, acelerar partículas atómicas cargadas, electrones ynúcleos. Los núcleos, debido a su mayor inercia, parecentener una mayor posibilidad de permanecer en los cam-pos de aceleración a larga distancia, y finalmente, cuandoabandonan la superficie de la estrella, cayendo en el es-pacio vacío, ya han viajado a través de potenciales devarios miles de millones de voltios. También puedehaber una posterior aceleración en los camposmagnéticos entre las estrellas; de todos modos, losnúcleos parecen ser conservados dentro del espacio de lagalaxia durante mucho tiempo cambiando de camposmagnéticos, y por último ocupan ese espacio con lo quese llama radiación cósmica. Esta radiación alcanza latierra desde el exterior y consiste en núcleos de todaclase, hidrógeno y helio y muchos elementos pesados,con energías de cerca de cien o mil millones de electrónvoltios y, en algunos casos excepcionales, de un millónde veces esa cantidad. Cuando las partículas de estaradiación cósmica penetran dentro de la atmósfera de latierra, golpean a los átomos de nitrógeno o de oxígeno dela atmósfera o pueden golpear los átomos de cualquierequipo experimental expuesto a la radiación.

La otra dirección seguida por la investigación fue laconstrucción de grandes máquinas aceleradoras cuyoprototipo era el ciclotrón construido por Lawrence, enCalifornia, a principios de la tercera década. La idea fun-damental de estas máquinas es la de hacer que, mediantecírculos magnéticos, las partículas cargadas giren encírculos un gran número de veces de modo que seanimpelidas una y otra vez por los campos magnéticosmientras giran. En Gran Bretaña se emplean máquinasque desarrollan energías de varios cientos de millones deelectrón voltios, y mediante la cooperación de docepaíses europeos actualmente se construye en Ginebra unaenorme máquina de este tipo que esperamos puedaalcanzar energías de 25.000 millones de electrón voltios.Los experimentos realizados mediante la radiacióncósmica o con los grandes aceleradores han reveladonuevos aspectos interesantes de la materia. Además delas tres piedras

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básicas de la materia —electrón, protón y neutrón—, sehan encontrado nuevas partículas elementales quepueden ser creadas en esos procesos de altísimas energíaspara volver a desaparecer tras corto tiempo. Las nuevaspartículas poseen propiedades similares a las de lasantiguas, excepto en lo que hace a su inestabilidad. Hastalas más estables tienen una vida de casi sólo unmillonésimo de segundo, y la vida de las otras es hastamil veces más reducida. Actualmente se conocenalrededor de veinticinco diferentes partículas elementalesnuevas; la más reciente es el protón negativo.

A primera vista estos resultados parecen sugerir elabandono de la idea de la unidad de la materia, puestoque el número de unidades fundamentales parece habervuelto a aumentar hasta valores comparables con lacantidad de diferentes elementos químicos. Pero esta nosería una interpretación apropiada. Al mismo tiempo, losexperimentos han mostrado que las partículas puedencrearse a partir de otras partículas o simplemente de laenergía cinética de tales partículas, y pueden volver adesintegrarse en otras partículas. En realidad, losexperimentos han demostrado la completa mutabilidad dela materia. Todas las partículas elementales pueden,sometidas a energías suficientemente elevadas, ser tras-mutadas en otras partículas o pueden ser simplementecreadas de la energía cinética y desaparecer en energía,por ejemplo, en radiación. Por consiguiente, con estotenemos, en realidad, la prueba final de la unidad de lamateria. Todas las partículas elementales están hechas dela misma sustancia, que podemos llamar energía omateria universal; ellas no son más que las diferentesformas en que puede presentarse la materia.

Si comparamos esta situación con los conceptos aris-totélicos de materia y forma, podemos decir que la ma-teria de Aristóteles, que es mera "potencia", tendría quecompararse con nuestro concepto de la energía, la cualaccede a la "realidad" por medio de la forma, cuando escreada la partícula elemental.

La física moderna, por supuesto, no se satisface conuna descripción solamente cualitativa de la estructura

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fundamental de la materia; tiene que buscar, sobre lasbases de una celosa investigación experimental, una for-mulación matemática de aquellas leyes naturales que de-terminan las "formas" de la materia, las partículas ele-mentales y sus fuerzas. En esta parte de la física ya no sepuede establecer una distinción entre materia y fuerzapuesto que cada partícula elemental no solamente pro-duce algunas fuerzas y actúa mediante fuerzas, sino queestá representando, al mismo tiempo, un cierto campo defuerza. El dualismo teorético cuántico de las ondas y laspartículas hace que la misma entidad aparezca a la vezcomo materia y fuerza.

Todas las tentativas para encontrar una descripciónmatemática de las leyes concernientes a las partículaselementales han arrancado hasta aquí de la teoría cuán-tica de los campos de ondas. El trabajo teorético sobreteorías de este tipo comenzó a comienzos de la terceradécada. Pero la primerísima investigación efectuada eneste sentido reveló serias dificultades cuyas raices se en-cuentran en la combinación de la teoría cuántica y lateoría de la relatividad especial. A primera vista pareceríaque las dos teorías, la teoría cuántica y la teoría de larelatividad, se refieren a aspectos de la naturaleza tandistintos que prácticamente nada tiene que hacer una conotra, y que sería fácil llenar los requisitos de ambasteorías con el mismo formalismo. Sin embargo, obser-vando más de cerca se advierte que las dos teorías inter-fieren en un punto, y que es a partir de ese punto desdedonde se presentan todas las dificultades.

La teoría de la relatividad especial ha revelado unaestructura del espacio y del tiempo un tanto diferente dela estructura generalmente aceptada a partir de la me-cánica de Newton. El rasgo más característico de estaestructura recientemente descubierta es la existencia deuna velocidad máxima que no puede ser superada porningún cuerpo móvil o señal viajera: la velocidad de laluz. Como consecuencia de esto, dos acontecimientos quese produzcan en puntos distantes no pueden tener nin-guna relación causal inmediata si tienen lugar en tiempostales que una señal luminosa, partiendo en el instante

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del acontecimiento en un punto, llega al otro después que elsegundo acontecimiento se haya producido allí; y viceversa.En este caso los dos acontecimientos pueden denominarsesimultáneos. Como ninguna clase de acción puede llegar atiempo desde un acontecimiento en un punto hasta el otro,los dos acontecimientos no se hallan relacionados porninguna acción causal.

Por esta razón ninguna acción a distancia, digamos, deltipo de las fuerzas gravitacionales de la mecánica de Newtonera compatible con la teoría de la relatividad especial. Lateoría tenía que reemplazar esa acción por acciones de puntoa punto, desde un punto solamente a los puntos de unavecindad infinitesimal. Las expresiones matemáticas másnaturales para acciones de este tipo eran las ecuacionesdiferenciales de las ondas o campos que eran invariantespara la trasformación de Lorentz. Tales ecuacionesdiferenciales excluyen cualquier acción directa entreacontecimientos "simultáneos".

Por consiguiente, la estructura del espacio y del tiempoexpresada en la teoría de la relatividad especial implicaba unlímite infinitamente marcado entre la región de lasimultaneidad, en la que ninguna acción podía sertrasmitida, y las oirás regiones, en las que podía tener lugaruna acción directa de un acontecimiento sobre otro.

Por otra parte, en la teoría cuántica las relaciones deincertidumbre ponen un límite definido a la precisión conque posiciones y momentos, o tiempo y energía, pueden sermedidos simultáneamente. Dado que un límite infinitamentepreciso significa una infinita precisión con respecto a laposición en el espacio y el tiempo, las cantidades demovimiento o energías deben estar completamenteindeterminadas o de hecho, arbitrariamente, las altascantidades de movimiento y energías deben presentarse conincontenible probabilidad. En consecuencia, cualquier teoríaque trate de satisfacer las exigencias tanto de la relatividadespecial como de la teoría cuántica conducirá ainconsistencias matemáticas, a divergencias en la región delas altas energías y cantidades de movimiento. Estasecuencia de conclusiones quizá no parezca estrictamentecoherente puesto que cualquier formalismo

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del tipo en consideración es muy complicado y podría talvez ofrecer algunas posibilidades matemáticas para evitar laruptura entre la teoría cuántica y la relatividad. Pero hastaahora todos los esquemas matemáticos que se han ensayadohan conducido de hecho a divergencias, es decir acontradicciones matemáticas, o no han llenado los requisitosde las dos teorías. Y es fácil ver que las dificultadesproceden realmente del punto que se ha examinado.

Muy interesante fue por sí misma la manera como losesquemas matemáticos convergentes no llenan los requisitosde la relatividad o de la teoría cuántica. Por ejemplo, unesquema, cuando es interpretado en términos deacontecimientos reales en el espacio y el tiempo, lleva a unaespecie de reversión del tiempo; predeciría procesos en losque repentinamente se crean partículas en algún punto delespacio, cuya energía es luego provista por algún otroproceso de colisión entre partículas elementales en algúnotro punto. Los físicos se han convencido gracias a susexperimentos de que en la naturaleza no ocurren procesos deeste tipo, al menos si los dos procesos se hallan separadospor distancias mensurables en espacio y tiempo. Otroesquema matemático intentó evitar las divergenciasmediante un proceso llamado de renormalización; parecíaposible colocar los infinitos en un lugar del formalismodesde donde no pudieran interferir con el establecimiento delas relaciones bien definidas entre aquellas cantidades quepueden ser observadas directamente. En realidad, esteesquema ha conducido a un progreso muy sustancial en laelectrodinámica cuántica, por cuanto considera algunosdetalles interesantes del espectro del hidrógeno que antes nohabía sido comprendido. Un análisis más riguroso de esteesquema matemático ha hecho probable, sin embargo, queaquellas cantidades que en la teoría cuántica normal han deinterpretarse como probabilidades puedan, bajodeterminadas circunstancias, tornarse negativas en el for-malismo de renormalización. Esto impediría el empleoconstante del formalismo en la descripción de la naturaleza.

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La solución final de estas dificultades todavía no hasido encontrada. Algún día surgirá del conjunto del ma-terial experimental cada vez más exacto sobre las dife-rentes partículas elementales, su creación y aniquilación,y las fuerzas entre ellas existentes. Al buscar posiblessoluciones para las dificultades habría que recordar, talvez, que esos procesos con reversión del tiempo que hansido antes analizados no pueden ser experimentalmenteexcluidos si sólo tienen lugar dentro de las regionesextremadamente pequeñas del espacio y el tiempo, fueradel marco de nuestro presente equipo experimental.Naturalmente, uno se resistiría a aceptar tales procesoscon reversión del tiempo si en una etapa posterior de lafísica pudiera existir la posibilidad de seguir experi-mentalmente tales acontecimientos en el mismo sentidoque se siguen los acontecimientos atómicos comunes.Pero aquí el análisis de la teoría cuántica y el de larelatividad pueden volver a ayudarnos para considerar elproblema bajo una nueva luz.

La teoría de la relatividad se relaciona con una cons-tante universal de la naturaleza, la velocidad de la luz.Esta constante determina la relación entre el espacio y eltiempo y por consiguiente se halla implícitamente con-tenida en cualquier ley natural que cumpla con los re-quisitos de la invariabilidad de Lorentz. Nuestro lenguajenatural y los conceptos de la física clásica pueden apli-carse solamente a los fenómenos para los cuales la velo-cidad de la luz pueda ser considerada como práctica-mente infinita.

Cuando en nuestros experimentos nos acercamos a lavelocidad de la luz, debemos estar preparados para resul-tados que no pueden interpretarse con estos conceptos.

La teoría cuántica se relaciona con otra constante uni-versal de la naturaleza, el cuanto de acción de Planck.Una descripción objetiva de los acontecimientos del es-pacio y el tiempo sólo es posible cuando operamos conobjetos o procesos en una escala comparativamente am-plia. Cuando nuestros experimentos se acercan a la re-gión en la que el cuanto de acción se hace fundamentalnos encontramos con todas esas dificultades de los con-

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ceptos comunes que han sido examinados en anteriorescapítulos de este libro.

Debe existir una tercera constante universal en la na-turaleza. Esto es obvio por razones exclusivamentedimensionales. Las constantes universales determinan laescala de la naturaleza, las cantidades características queno pueden ser reducidas a otras cantidades. Se necesitanpor lo menos tres unidades fundamentales para unsistema completo de unidades. Esto se advierte másfácilmente mediante convencionalismos tales como elempleo del sistema c-g-s (centímetro, gramo, segundo)de los físicos. Una unidad de longitud, una de tiempo yuna de masa bastan para formar un sistema completo;pero hay que tener por lo menos tres unidades. Tambiénse las podría sustituir por unidades de longitud, velocidady masa; o por unidades de longitud, velocidad y energía,etcétera. Pero son imprescindibles por lo menos tres uni-dades fundamentales. Ahora bien, la velocidad de la luz yla constante de acción de Planck sólo nos proporcionandos de estas unidades. Tiene que haber una tercera, y sólouna teoría que contenga esta tercera unidad podrá sercapaz de determinar las masas y demás propiedades delas partículas elementales. A juzgar por nuestro actualconocimiento de estas partículas, el modo más apropiadopara introducir esta tercer constante universal sería me-diante la aceptación de una longitud universal cuyo valorsería de unos 10-13 cm., o sea algo más pequeña que losradios de los núcleos atómicos livianos. Cuando a partirde estas tres unidades se obtiene una fórmula cuyadimensión corresponde a la masa, su valor tiene el ordende magnitud de las masas de las partículas elementales.

Si aceptáramos que las leyes de la naturalezacontienen una tercer constante universal de la dimensiónde una longitud y del orden de 10-13 cm., entoncesvolveríamos a esperar que nuestros conceptos habitualesse apliquen a regiones de espacio y tiempo que songrandes comparadas con la constante universal.Tendríamos que prepararnos otra vez para fenómenos deun nuevo carácter cualitativo cuando en nuestrosexperimentos nos aproximamos a regiones del espacio yel tiempo más pequeñas

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que los radios nucleares. El fenómeno de reversión deltiempo, que ha sido analizado y que sólo ha resultadocomo una posibilidad matemática de consideracionesteoréticas, puede consecuentemente pertenecer a estaspequeñas regiones. Si fuera así, no se lo podría observarde manera que permitiera una descripción en los térmi-nos de los conceptos clásicos. En la medida en quepueden ser observados y descriptos en términos clásicos,tales procesos obedecerían al acostumbrado orden deltiempo.

Pero todos estos problemas serán motivo de futurasinvestigaciones en la física atómica. Es de esperar que elesfuerzo combinado de los experimentos en la región dela alta energía y del análisis matemático conduciráalguna vez a una inteligencia completa de la unidad de lamateria. El término "inteligencia completa" significaríaque las formas de la materia, en el sentido de la filosofíaaristotélica, aparecería como el resultado, como lassoluciones de un acabado esquema matemático re-presentativo de las leyes naturales de la materia.

10. LENGUAJE Y REALIDAD EN LA FÍSICAMODERNA

A lo largo de la historia de la ciencia, los nuevosdescubrimientos y las ideas nuevas siempre han provo-cado discusiones y han llevado a publicacionespolémicas de crítica de las ideas nuevas, y tales críticassiempre han sido provechosas para su desarrollo; peroestas controversias jamás han alcanzado el grado deviolencia a que han llegado después del descubrimientode la teoría de la relatividad y, en menor grado, despuésde la teoría cuántica. En ambos casos los problemascientíficos han terminado conectándose con tendenciaspolíticas, y algunos científicos han recurrido a métodospolíticos para sostener sus puntos de vista. Esta violentareacción en el reciente desarrollo de la física moderna,sólo puede entenderse cuando se advierte que losfundamentos de la física han comenzado a vacilar; y estavacilación ha provocado el temor de que la ciencia puedaquedarse sin

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cimientos. Es probable que, a la vez, eso signifique queaún no se ha encontrado un lenguaje correcto para hablarde la nueva situación y que las expresiones incorrectaspublicadas aquí y allá en el entusiasmo de los nuevosdescubrimientos hayan causado toda clase deconfusiones. Este es un problema verdaderamentefundamental. El progreso de la técnica experimental denuestro tiempo aporta al ámbito de la ciencia nuevosaspectos de la naturaleza que no pueden ser descriptoscon los términos de los conceptos comunes. ¿Pero en quélenguaje tienen, entonces, que ser descriptos? El primerlenguaje que emerge del proceso de clarificacióncientífica es por lo general, en la física teorética, unlenguaje matemático, el esquema matemático, quepermite predecir los resultados de los experimentos. Elfísico puede sentirse satisfecho cuando tiene el esquemamatemático y sabe cómo usarlo para la interpretación delos experimentos. Pero también tiene que comunicar susresultados a los que no son físicos, quienes no se sentiránsatisfechos a menos que les sea dada alguna explicaciónen un lenguaje claro, comprensible para todo el mundo.Hasta para el mismo físico la descripción en un lenguajeclaro será, un criterio del grado de comprensión que se haobtenido. ¿En qué medida es posible una descripciónsemejante? ¿Es posible hablar del átomo mismo? Éste esun problema de lenguaje tanto como de física y, porconsiguiente, se necesitan algunas observacionesreferentes al lenguaje en general y al lenguaje científicoen particular. El lenguaje se ha formado durante la edadprehistórica en la raza humana, como un medio decomunicación y como una base para el pensamiento.Poco sabemos de las múltiples etapas de su formación;pero ahora el lenguaje contiene un gran número deconceptos que constituyen útiles herramientas para unacomunicación más o menos ambigua de losacontecimientos de la vida diaria. Estos conceptos seadquieren gradualmente mediante el empleo del lenguaje,sin análisis crítico, y luego de haber empleado unapalabra con suficiente frecuencia, pensamos que sabemosmás o menos lo que significa. Es, por supuesto, un hechobien conocido que las palabras

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no están tan claramente definidas como lo parecen aprimera vista y que sólo poseen un limitado radio deaplicación. Podemos hablar, por ejemplo, de un pedazode hierro o de un pedazo de madera, pero no podemoshablar de un pedazo de agua. La palabra "pedazo" no seaplica a las sustancias líquidas. O, para citar otroejemplo: Al discutir sobre la limitación de los conceptos,Bohr gusta relatar la siguiente anécdota: "Un niño entraen una confitería llevando en la mano un penique, ypregunta: '¿Puede darme un penique de caramelosmezclados?' El confitero saca dos caramelos y se losentrega al niño diciéndole: 'Aquí tienes dos caramelos.Puedes mezclarlos tú mismo." " Un ejemplo más serio dela problemática relación entre palabras y conceptos seadvierte en el hecho de que las palabras "rojo" y "verde"son empleadas hasta por personas incapacitadas paradistinguir los colores, aun cuando la aplicabilidad detales términos tiene que ser muy diferente para ellos ypara el resto de la gente.

La incertidumbre intrínseca del significado de las pa-labras se reconoció, naturalmente, muy pronto y ha au-mentado la necesidad de las definiciones, o —como lapalabra "definición" dice— para el establecimiento delímites que determinen dónde ha de emplearse la palabray dónde no. Pero las definiciones sólo pueden darse conla ayuda de otros conceptos, y así habrá que apoyarsefinalmente en algunos conceptos que deben tomarsecomo son, indefinidos y sin analizarlos.

El problema de los conceptos del lenguaje ha consti-tuido uno de los temas principales de la filosofía griegadesde los tiempos de Sócrates cuya vida fue —si hemosde aceptar la artística representación que de sus diálogoshace Platón— una continua discusión sobre el contenidode los conceptos en el lenguaje y sobre las limitacionesde los modos de expresión. Con el fin de obtener unabase sólida para el pensamiento científico, Aristótelescomenzó, en su lógica, por el análisis del lenguaje, laestructura formal de las conclusiones y las deduccionesindependientemente de sus contenidos. De esta maneralogró un grado de abstracción y precisión

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que hasta ese tiempo fue desconocido en la filosofíagriega, y con ello contribuyó inmensamente a la clarifi-cación y al establecimiento de un orden en nuestros mé-todos de pensamiento. Él fue quien, en realidad, echó lasbases del lenguaje científico.

Por otra parte, este análisis lógico del lenguaje tambiénentraña el peligro de una supersimplificación. En lalógica, la atracción se orienta hacia las estructuras muyparticularizadas, las relaciones sin ninguna ambigüedadentre premisas y deducciones, los moldes sencillos delrazonamiento; y todas las demás estructuras del lenguajeson descuidadas. Estas estructuras restantes pueden pre-sentarse mediante asociaciones entre ciertos significadosde las palabras; por ejemplo, el significado secundario deuna palabra que atraviese sólo vagamente por la mentecuando la palabra es escuchada puede contribuir funda-mentalmente al contenido de la frase. El hecho de quecada palabra pueda provocar en nuestra mente sólo mo-vimientos semiconscientes puede emplearse para repre-sentar alguna parte de la realidad en el lenguaje muchomás claramente que con el empleo de los moldes lógicos.En consecuencia, los poetas han objetado frecuentementeese énfasis del lenguaje y del pensamiento en los moldeslógicos, los cuales —si interpreto correctamente susopiniones— pueden hacer que el lenguaje sea menosapropiado a sus propósitos. Podemos recordar, porejemplo, las palabras de Goethe en Fausto, con las queMefistófeles se dirige al joven estudiante:

Aprovecha tu tiempo, que rápido se va.Sé metódico, y eso te enseñará a ganarlo.Por eso, amigo mío, te aconsejo empezarPoniendo entre tus manos un buen texto de lógica.Con esas apretadas botas españolasFormarás bien tu mente, y así también sabrásAvanzar con prudencia, pensando lo debido,Y no a la manera de cualquier fuego fatuo,Por entre los senderos donde el error te acecha.También te enseñará, a lo largo del día,Que para eso que haces de manera espontánea

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Como comer y beber hay también un proceso—Uno, dos, tres— indispensable.La red del pensamiento se parece al oficioDel tejedor que mueve un pedal y millaresDe hilos invisibles se combinan. EntoncesLlega el filósofo y te prueba que asíTiene que ser. Que lo primero es estoY estotro lo segundo, y pues que ello es asíLo tercero y lo cuarto es sólo consecuencia;Pues que si no hubiera primero ni segundoLo tercero y lo cuarto tampoco existiría.Todos los estudiantes saben que esto es asíY no obstante ninguno se ha vuelto tejedor.Quién busca conocer lo que es el ser humanoPor arrancarle el alma empieza, pero entoncesNo tiene entre las manos más que fragmentos muertosPues se le ha escapado el alma que unifica.

Este pasaje contiene una admirable descripción de laestructura del lenguaje y de la estrechez de los simples moldeslógicos.

Por otra parte, la ciencia tiene que basarse en el lenguajecomo único medio de comunicación y allí, donde elproblema de la ambigüedad es de la mayor importancia, losmoldes lógicos deben cumplir su función. En este panto, ladificultad característica puede describirse como sigue. En laciencia natural tratamos de deducir lo particular de logeneral, para interpretar el fenómeno particular comoconsecuencia de las simples leyes generales. Al serformuladas en el lenguaje, las leyes naturales sólo puedenencerrar unos cuantos conceptos simples; de otro modo laley no sería simple y general. De estos conceptos se derivauna infinita variedad de fenómenos posibles, no sólocualitativamente sino también con completa precisión conrespecto a todos los detalles. Es obvio que los conceptos dellenguaje ordinario, imprecisos y sólo vagamente definidoscomo son, nunca pueden permitir tales derivaciones.Cuando de determinadas premisas se sigue una cadena deconclusiones, el número de posibles eslabones de la cadenadepende de la pre-

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cisión de las premisas. Por consiguiente, en la ciencianatural los conceptos de las leyes generales deben serdefinidos con absoluta precisión, y esto sólo puede lo-grarse mediante la abstracción matemática.

En las otras ciencias la situación puede ser algo similarmientras se requieren definiciones más bien precisas; porejemplo, en derecho. Pero aquí el número de eslabonesde la cadena de conclusiones no necesita ser muy grande,no se necesita una precisión absoluta, y más bien bastanlas definiciones precisas en términos del lenguajehabitual.

En la física teorética tratamos de interpretar grupos defenómenos mediante la introducción de símbolos ma-temáticos que pueden correlacionarse con los hechos,principalmente con los resultados de las mediciones. Alos símbolos les asignamos nombres que representan sucorrelación con las mediciones. Los símbolos quedan asívinculados al lenguaje. Entonces los símbolos serelacionan recíprocamente en un riguroso sistema dedefiniciones y axiomas, y finalmente las leyes naturalesse expresan como ecuaciones entre los símbolos. Lainfinita variedad de soluciones de estas ecuacionescorresponden, pues, a la infinita variedad de fenómenosparticulares posibles en esta parte de la naturaleza. Deeste modo el esquema matemático representa el grupo defenómenos mientras se mantiene la correlación entre lossímbolos y las mediciones. Es esta correlación la quepermite la expresión de las leyes naturales en términosdel lenguaje común, puesto que nuestros experimentos,que consisten en hechos y observaciones, pueden siempreser descriptos con el lenguaje común.

Sin embargo, en el proceso de expansión del conoci-miento científico, el lenguaje también se expande; apa-recen nuevos términos y los viejos se aplican a un campomás amplio o diferentemente del lenguaje común. Tér-minos tales como "energía", "electricidad", "entropía",constituyen ejemplos corrientes. De esta manera desarro-llamos un lenguaje científico que puede llamarse unaextensión natural del lenguaje común adaptado a losnuevos campos del conocimiento científico.

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En el pasado siglo, han sido introducidos en la físicauna cantidad de conceptos nuevos, y en algunos casos hatrascurrido bastante tiempo antes que los científicos seacostumbraran a su empleo. El término "campo electro-magnético", por ejemplo, que en cierta medida estaba yapresente en los trabajos de Faraday y que constituyóluego la base de la teoría de Maxwell, no fue fácilmenteaceptado por los físicos quienes dirigían principalmentesu atención hacia el movimiento mecánico de la materia.La introducción del concepto implicaba realmente uncambio en las ideas científicas, y tales cambios no secumplen muy fácilmente.

No obstante, todos los conceptos introducidos hasta elfinal del siglo pasado formaron un perfecto sistema con-sistente, aplicable a un ancho campo de la experiencia, y,juntamente con los conceptos anteriores, formaron unlenguaje que no sólo los científicos sino también lostécnicos y los ingenieros pudieron utilizar con éxito parasus trabajos. En la base de las ideas fundamentales deeste lenguaje estaba la aceptación de que el orden de losacontecimientos en el tiempo es completamente indepen-diente de su orden en el espacio, que la geometría deEuclides es válida en el espacio real, y que los aconte-cimientos "suceden" en el espacio y el tiempo indepen-dientemente del hecho de si son observados o no. No senegaba que toda observación tiene cierta influencia sobreel fenómeno observado, pero se aceptaba, generalmente,que realizando cuidadosamente los experimentos, estainfluencia podía ser discrecionalmente reducida. Dehecho, esto parecía una condición necesaria para el idealde objetividad que era considerado como la base de todaciencia natural.

En medio de esta que diríamos pacífica situación de lafísica irrumpió la teoría cuántica y la teoría de la re-latividad especial, lentamente al principio y creciendoluego gradualmente, como una repentina novedad paralas bases de la ciencia natural. La primera discusión vio-lenta se desarrolló en torno a los problemas del espacio yel tiempo planteados por la teoría de la relatividad.¿Cómo podía hablarse sobre la nueva situación? ¿Habría

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que considerar la contracción de los cuerpos móviles deLorentz como una contracción real o sólo como una con-tracción aparente? ¿Habría que reconocer que las estruc-turas del espacio y del tiempo eran efectivamente distin-tas de lo que se había creído o solamente se diría que losresultados experimentales podían relacionarse mate-máticamente de un modo que correspondiera a estas nue-vas estructuras, mientras que el espacio y el tiempo,constituyendo los modos necesarios y universales por loscuales se nos presentan las cosas, continuaban siendo loque siempre habían sido? En el fondo de estas contro-versias, el verdadero problema era el hecho de que noexistía un lenguaje con el cual se pudiera hablar consis-tentemente sobre la nueva situación. El lenguaje habitualse fundaba en los antiguos conceptos del espacio y eltiempo y este lenguaje solamente ofrecía un medio pre-ciso de comunicación sobre los planteos y los resultadosde las mediciones. Sin embargo, los experimentos mos-traron que los antiguos conceptos no eran aplicables entodas partes.

El punto de partida indudable para la interpretación dela teoría de la relatividad era el hecho de que en lacondición límite de las pequeñas velocidades (pequeñasen comparación con la velocidad de la luz), la teoríanueva era prácticamente idéntica a la antigua. Por con-siguiente, en este aspecto de la teoría era evidente laforma en que los símbolos matemáticos tenían que co-rrelacionarse con las mediciones y con los términos dellenguaje habitual; en realidad, sólo por esta correlaciónse encontró la trasformación de Lorentz. En esta zona noexistían dudas acerca del significado de las palabras y delos símbolos. Esta correlación era ya de hecho suficientepara la aplicación de la teoría a todo el campo de lainvestigación experimental relacionado con el problemade la relatividad. Por consiguiente, las cuestiones que sediscutían sobre lo "real" o lo "aparente" de la contracciónde Lorentz, o sobre la definición de la palabra"simultáneo", etcétera, no se referían tanto a los hechoscomo al lenguaje.

Con respecto al lenguaje, por otra parte, se ha reco-

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nocido, gradualmente, que quizá no debiera insistirsedemasiado sobre ciertos principios. Siempre es difícil en-contrar un criterio general convincente sobre cuáles tér-minos han de emplearse y cómo han de emplearse en ellenguaje. Sólo había que esperar el desarrollo del len-guaje el cual, al cabo de algún tiempo, se ajusta a lanueva situación. En realidad, en la teoría de la relatividadespecial este ajuste se ha producido en gran parte durantelos últimos cincuenta años. La distinción entre lacontracción "real" y la "aparente", por ejemplo, hadesaparecido. La palabra "simultáneo" se emplea deacuerdo con la definición dada por Einstein, mientras quepara la más amplia definición analizada en un capítuloanterior, el término "a una distancia de tipo espacial", escomúnmente empleado.

En la teoría de la relatividad general, la idea de unageometría no euclidiana del espacio real ha sido violen-tamente discutida por algunos filósofos, quienes señala-ron que todo nuestro método de plantear los experimen-tos ya presuponían la geometría euclidiana.

En realidad, si un mecánico trata de preparar unasuperficie perfectamente plana, puede hacerlo de la si-guiente manera. Prepara primeramente tres superficies demás o menos el mismo tamaño y de aspecto plano.Luego trata de poner en contacto dos de esas tres super-ficies colocándolas una con otra en distintas posicionesrelativas. El grado en el cual ese contacto sea posible enla superficie total es una medida del grado de exactitudpor la cual las superficies pueden llamarse "planas".Quedará satisfecho con sus tres superficies solamente siel contacto entre dos cualesquiera de ellas es completo entodas partes. Si esto es así, puede probarse matemáti-camente que la geometría euclidiana rige en las tres su-perficies. De esta manera, se argumentó, la geometríaeuclidiana resulta correcta por nuestras propias medidas.

Desde el punto de vista de la relatividad general, porsupuesto, puede replicarse que este argumento prueba lavalidez de la geometría euclidiana solamente en pe-queñas dimensiones, en las dimensiones de nuestroequipo experimental. La exactitud con que en esta zonase con-

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serva es tan grande, que el procedimiento arriba indicadopara obtener las superficies planas puede realizarsesiempre. Las desviaciones extremadamente ligeras conrespecto a la geometría euclidiana que aún existen en estazona no se pondrán de manifiesto puesto que las superfi-cies están hechas de un material que no es estrictamenterígido, pero permite algunas pequeñas deformaciones ypuesto que el concepto de "contacto" no puede definirsecon absoluta precisión. El procedimiento que ha sido des-cripto no serviría para superficies en una escala cósmica;pero ese no es un problema de la física experimental.

Una vez más es indudable que el punto de partida parala interpretación física del esquema matemático en larelatividad, general es el hecho de que la geometría esmuy aproximadamente euclidiana en las pequeñas dimen-siones; la teoría se aproxima, en esta región, a la teoríaclásica. Por lo tanto, la correlación entre los símbolosmatemáticos y las mediciones y los conceptos del len-guaje común es aquí evidente. Sin embargo, se puedehablar de una geometría no euclidiana en las grandesdimensiones. En realidad, mucho tiempo antes de que lateoría de la relatividad general hubiera sido desarrollada,la posibilidad de una geometría no euclidiana del espacioreal parece haber sido considerada por los matemáticos,especialmente por Gauss, en Gotinga. Cuando efectuómediciones geodésicas muy exactas en un triánguloformado por tres montañas —la Brocken en las montañasde Harz, la Inselberg en Turingia, y la Hohenhagen cercade Gotinga— se dice que observó muy cuidadosamente sila suma de los tres ángulos era realmente igual a 180grados; y que buscó una diferencia que probaría laposibilidad de algunas desviaciones de la geometríaeuclidiana. De hecho, no encontró desviaciones dentro dela exactitud de sus mediciones.

En la teoría de la relatividad general, el lenguaje me-diante el cual describimos las leyes generales se acuerdarealmente con el lenguaje científico de los matemáticos,y para la descripción de los experimentos mismospodemos emplear los conceptos comunes, puesto

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que la geometría euclidiana es válida con suficiente exac-titud en las pequeñas dimensiones.

Sin embargo, el problema más difícil, con relación alempleo del lenguaje, se plantea en la teoría cuántica. Aquícarecemos, en principio, de una guía sencilla paracorrelacionar los símbolos matemáticos con los conceptosdel lenguaje común; y lo único que sabemos desde elcomienzo, es el hecho de que nuestros conceptos comunesno pueden ser aplicados a la estructura de los átomos.Aquí también el punto de partida indudable para la in-terpretación física del formalismo parece ser el hecho deque el esquema matemático de la mecánica cuántica seaproxima al de la mecánica clásica en dimensiones queresultan grandes comparadas con el tamaño de los átomos.Pero aun esta misma observación debe ser formulada conalgunas reservas. Hasta en las dimensiones grandes haymuchas soluciones de las ecuaciones teoréticas cuánticaspara las cuales no pueden encontrarse soluciones análogasen la física clásica. En estas soluciones el fenómeno de la"interferencia de probabilidades" se haría presente, comose ha visto en anteriores capítulos; en la física clásica noexiste. Por consiguiente, hasta en el límite de las grandesdimensiones, la correlación entre los símbolosmatemáticos, las mediciones y los conceptos comunes notiene nada de trivial. Para llegar a una correlación tanevidente hay que tomar en cuenta otra imagen delproblema. Debe observarse que el sistema tratado con losmétodos de la mecánica cuántica es, en realidad, una partede un sistema mucho más grande (eventual-mente elmundo entero); y hay interacción con este sistema másgrande; y debemos añadir que las propiedades mi-croscópicas del sistema más grande son (al menos en granparte) desconocidas. Esta afirmación constituye, in-dudablemente, una descripción correcta de la situaciónactual. Dado que el sistema podía no ser el objeto de lasmediciones y de las investigaciones teoréticas, no per-tenecería, en realidad, al mundo de los fenómenos sicareciera de interacciones con un sistema más grande delcual el observador es una parte. La interacción con elsistema más grande y sus indefinidas propiedades

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microscópicas introduce, entonces, un nuevo elementoestadístico —la teorética cuántica y la clásica— en ladescripción del sistema que se considera. En la condiciónlímite de las grandes dimensiones, este elementoestadístico destruye los efectos de la "interferencia deprobabilidades" de tal modo que entonces el esquema dela mecánica cuántica se aproxima realmente, en el límite,al de la clásica. Por consiguiente, en este punto lacorrelación entre los símbolos matemáticos de la teoríacuántica y los conceptos del lenguaje común es evidente,y esta correlación basta para la interpretación de losexperimentos. Los problemas restantes vuelven areferirse al lenguaje más bien que a los hechos, puestoque pertenecen al concepto "hecho", que puede serdescripto en el lenguaje común.

Pero los problemas del lenguaje son aquí verdade-ramente serios. Deseamos hablar de algún modo de laestructura de los átomos y no solamente de los "hechos" -—estos últimos pueden ser, por ejemplo, las manchas deuna placa fotográfica o las gotas de agua en una cámarade niebla, pero no podemos hablar de los átomos con ellenguaje habitual.

El análisis puede proseguir ahora en dos sentidos com-pletamente diferentes. Podemos preguntar qué lenguajereferente a los átomos se ha desarrollado realmente entrelos físicos en los treinta años que han trascurrido desde laformulación de la mecánica cuántica; o podemosdescribir las tentativas efectuadas para definir unlenguaje científico preciso que corresponda al esquemamatemático.

En respuesta a la primera pregunta, puede decirse queel concepto de complementariedad, introducido por Bohren la interpretación de la teoría cuántica, ha incitado a losfísicos a emplear un lenguaje ambiguo más bien que unlenguaje preciso; a emplear los conceptos clásicos de unamanera algo vaga, de conformidad con el principio deincertidumbre; a usar alternativamente conceptos clásicosque, empleados simultáneamente, conducirían acontradicciones. De este modo se habla de órbitaselectrónicas, de ondas de materia y densidad de

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carga, de energía y cantidad de movimiento, etc., te-niendo siempre conciencia de que estos conceptos soloposeen un radio de aplicabilidad muy limitado. Cuandoeste vago y desordenado empleo del lenguaje produce di-ficultades, el físico tiene que conformarse con el esquemamatemático y su evidente correlación con los hechosexperimentales.

Este empleo del lenguaje es, en muchos sentidos, muysatisfactorio puesto que nos recuerda el empleo similardel lenguaje en la vida diaria o en la poesía. Com-probamos que la situación de complementariedad no estáconfinada solamente al mundo atómico; lo descubrimoscuando reflexionamos sobre una decisión y los motivosde nuestra decisión o cuando tenemos que elegir entre elgoce de la música o el análisis de su estructura. Por otraparte, cuando los conceptos clásicos son empleados así,siempre conservan una cierta vaguedad; sólo adquierenen su relación con la "realidad" la misma significaciónestadística que los conceptos de la termodinámica clásicaen su interpretación estadística. Por consiguiente, unbreve análisis de estos conceptos estadísticos de latermodinámica puede ser de utilidad.

El concepto "temperatura" parece describir en la ter-modinámica una imagen objetiva de la realidad, unapropiedad objetiva de la materia. En la vida diaria esto esmuy fácil de definir con el auxilio de un termómetro, loque aceptamos diciendo que un pedazo de materia poseeuna cierta temperatura. Pero cuando intentamos definir loque puede significar la temperatura de un átomo nosencontramos, hasta en la física clásica, en una posiciónmucho más difícil. En realidad, no podemoscorrelacionar este concepto "temperatura del átomo" conuna propiedad bien definida del átomo sino que tenemosque relacionarlo, al menos parcialmente, con nuestroinsuficiente conocimiento del mismo. Podemos corre-lacionar el valor de la temperatura con ciertas suposicio-nes estadísticas sobre las propiedades del átomo, peroparece muy dudoso que una suposición pueda llamarseobjetiva. El concepto "temperatura del átomo" no está

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mejor definido que el concepto "mezcla" en la broma delniño que compró caramelos mezclados.

De una manera similar, en la teoría cuántica todos losconceptos clásicos, cuando se aplican al átomo, están tanbien y tan poco definidos como el de "temperatura delátomo"; están correlacionados por suposiciones esta-dísticas; sólo en raros casos la suposición puede con-vertirse en un equivalente de la certidumbre. Aquí tam-bién, como en la termodinámica clásica, es difícil llamarobjetiva a la suposición. Podría, quizá, dársele el nombrede tendencia objetiva o de posibilidad, una poten-tía en elsentido de la filosofía aristotélica. En realidad, creo queel lenguaje actualmente empleado por los físicos cuandohablan sobre los acontecimientos atómicos produce ensus mentes nociones similares a la del concepto"potentia". De este modo los físicos se han ido poco apoco acostumbrando a considerar las órbitas electrónicas,etcétera, no como realidad sino más bien como unaespecie de "potentia". El lenguaje ha terminadoacomodándose, al menos hasta cierto punto, a estasituación real. Pero no es un lenguaje preciso con el quese pudieran emplear los moldes lógicos normales; es unlenguaje que produce imágenes en nuestra mente, perojuntamente con ellas la noción de que las imágenes sólotienen una vaga relación con la realidad, que representansolamente una tendencia hacia la realidad.

La vaguedad de este lenguaje en uso entre los físicosha conducido, por consiguiente, a tentativas de definir unlenguaje preciso, de acuerdo con moldes lógicosdefinidos, en plena conformidad con el esquema ma-temático de la teoría cuántica. El resultado de estas ten-tativas llevadas a cabo por Birkhoff y Neumann, y másrecientemente por Weizsäcker, puede establecerse dicien-do que el esquema matemático de la teoría cuánticapuede ser interpretado como una extensión omodificación de la lógica clásica. Es especialmente unprincipio fundamental de la lógica clásica el que parecerequerir una modificación. En la lógica clásica estáaceptado que si una afirmación tiene algún sentido, o laafirmación o la

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negación de la afirmación tiene que ser correcta. En"aquí hay una mesa" o "aquí no hay una mesa", o laprimera o la segunda afirmación tiene que ser correcta.Tertium non datur, una tercera posibilidad no existe.Pudiera ser que ignoráramos si la afirmación o su ne-gación es la correcta; pero en "realidad" una de las dos escorrecta.

En la teoría cuántica esta ley: tertium non datur tieneque ser modificada. Claro está que contra cualquiermodificación de este principio fundamental puede ar-güirse que el principio está aceptado en el lenguajecomún y que por lo menos tenemos que hablar de unamodificación eventual de la lógica en el lenguaje natural.Por consiguiente, sería contradictorio describir enlenguaje natural un esquema lógico que no se aplica allenguaje natural. Aquí Weizsacker advierte, sin embargo,que pueden distinguirse varios niveles de lenguaje.

Un nivel se refiere a los objetos; por ejemplo, a losátomos o los electrones. Un segundo nivel se refiere a lasafirmaciones sobre los objetos. Un tercer nivel puedereferirse a las afirmaciones sobre las afirmaciones hechassobre los objetos, etcétera. Así sería posible poseer en-tonces, diversos moldes lógicos a diferentes niveles. Esindudable, por último, que tenemos que volver al len-guaje natural, por consiguiente, a los moldes lógicosclásicos. Pero Weizsacker sugiere que la lógica clásicapuede existir a priori con respecto a la lógica cuántica demanera similar a como lo está la física clásica con res-pecto a la teoría cuántica. La lógica clásica estaría en-tonces contenida como una especie de condición límiteen la lógica cuántica, pero esto constituiría un moldelógico más general.

La posible modificación del molde lógico clásico sereferirá, entonces, en primer término, al nivel concer-niente a los objetos. Consideremos un átomo moviéndoseen una caja cerrada, dividida por una pared en dos partesiguales. La pared puede tener un agujero pequeñísimopara que el átomo pueda atravesarla. Entonces el átomo,según la lógica clásica, puede hallarse en la mitadizquierda o en la mitad derecha de la caja. Una

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tercera posibilidad no existe: tertium non datur. En lateoría cuántica, sin embargo, tenemos que admitir —encaso de emplear las palabras "átomo" y "caja"— queexisten otras posibilidades que son, por modo extraño,combinaciones de las dos posibilidades anteriores. Estoes indispensable para explicar los resultados de nuestrosexperimentos. Podríamos, por ejemplo, observar la luzque ha sido dispersada por el átomo. Podríamos efectuartres experimentos: primero, el átomo se encuentra(cerrando, por ejemplo, el agujero de la pared) confinadoen la mitad izquierda de la caja, y la intensidad de ladistribución de la luz dispersa es medida; luego se hallaconfinado en la mitad derecha y la luz dispersa vuelve aser medida; y, finalmente, el átomo puede moverselibremente en toda la caja y la intensidad de distribuciónde la luz dispersa vuelve a ser medida. Si el átomohubiera de encontrarse siempre en la mitad izquierda o enla mitad derecha de la caja, la intensidad final de ladistribución sería (según la fracción de tiempo que elátomo se hallara en cada una de las dos partes) unamezcla de las dos anteriores intensidades de distribución.Pero, en general, esto no es experimentalmente cierto. Laintensidad de distribución real está modificada por la"interferencia de probabilidades", ya expuestaanteriormente.

Para hacer frente a esta situación, Weizsäcker haintroducido el concepto de "grado de verdad". Para laalternativa de cualquier simple afirmación como "El áto-mo está en la mitad izquierda (o en la mitad derecha) dela caja" hay un número complejo que define la medida desu "grado de verdad". Si el número es I, quiere decir quela afirmación es verdadera; si el número es o, quiere decirque es falsa. Pero existen otros valores posibles. Elcuadrado absoluto del número complejo proporciona laprobabilidad de que la afirmación sea cierta; la suma delas dos probabilidades que se refieren a las dos partes dela alternativa (o izquierda o derecha, en nuestro caso)debe ser una unidad. Pero cada par de números complejosque se refieren a. las dos partes de la alternativarepresenta, según la de-

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finición de Weizsäcker, una "afirmación" que es cier-tamente verdadera si los números tienen precisamenteestos valores; los dos números, por ejemplo, son sufi-cientes para determinar la intensidad de distribución de laluz dispersa en nuestro experimento. Si se admite de estemodo el empleo del término "afirmación", puedeintroducirse el término "complementariedad" con lasiguiente definición: toda afirmación que no sea idénticaa una de las dos afirmaciones alternativas —en nuestrocaso a las afirmaciones: "el átomo está en la mitadizquierda" o "el átomo está en la mitad derecha de lacaja"— se denomina complementaria de estas afir-maciones. En cada afirmación complementaria, la cues-tión de si el átomo se halla en la izquierda o en la derechano está decidida. Pero, de todos modos, decir "no estádecidida" equivale a decir "no conocido". "No conocido"significaría que el átomo está "realmente" a la izquierda oa la derecha, pero que nosotros no sabemos dónde está.No obstante, "no decidida" indica una situación diferenteque sólo puede expresarse mediante afirmacionescomplementarias.

Este molde lógico general, cuyos detalles no puedenser aquí descriptos, corresponde precisamente al forma-lismo matemático de la teoría cuántica. Constituye labase de un lenguaje preciso que puede emplearse paradescribir la estructura del átomo. Pero la aplicación desemejante lenguaje presenta un número de problemas di-fíciles de los cuales aquí analizaremos sólo dos: la re-kción entre los diferentes "niveles" de lenguaje y lasconsecuencias para la ontología fundamental.

En la lógica clásica la relación entre los diferentesniveles de lenguaje se halla en una relación biunívoca.Las dos afirmaciones, "El átomo está en la mitad iz-quierda" y "Es verdad que el átomo está en la mitadizquierda", pertenecen, lógicamente, a diferentes niveles.En la lógica clásica estas afirmaciones soncompletamente equivalentes, es decir, o las dos son cier-tas o las dos son falsas. No es posible que una seaverdadera y falsa la otra. Pero en el molde lógico decomplementariedad esta relación es más complicada. La

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exactitud o la inexactitud de la primera afirmación to-davía implica la exactitud o la inexactitud de la segundaafirmación. Pero la inexactitud de la segunda afirmaciónno implica la inexactitud de la primera afirmación. Si lasegunda afirmación es incorrecta, puede estar sin de-cidirse si el átomo está en la mitad izquierda; el átomo notiene necesariamente por qué estar en la mitad derecha.Hay aún una equivalencia completa entre los dos nivelesde lenguaje con respecto a la exactitud de una afirmación,pero no con respecto a la inexactitud. Esta relaciónpermite comprender la persistencia de las leyes clásicasen la teoría cuántica: cuando de un determinadoexperimento puede obtenerse un resultado definidomediante la aplicación de las leyes clásicas, el resultadotambién habrá de seguirse con la teoría cuántica, y seconfirmará experimentalmente.

El propósito final perseguido por Weizsäcker es laaplicación de los moldes lógicos modificados en los másaltos niveles de lenguaje, pero esto no puede discutirseaquí.

El otro problema se refiere a la ontología que fun-damenta los moldes lógicos modificados. Si el par denúmeros complejos representa una "afirmación" en elsentido que acaba de señalarse, debería existir un "es-tado" o "situación" de una naturaleza en la que la afir-mación es correcta. En esta acepción emplearemos la pa-labra "estado". Los "estados" correspondientes a lasafirmaciones complementarias son entonces llamados"estados coexistentes" por Weizsäcker. Este término "co-existente" describe correctamente la situación; seríarealmente difícil llamarlos "estados diferentes", puestoque, en cierta medida, cada estado también contiene otros"estados coexistentes". Este concepto de "estado"constituiría entonces una primera definición relativa a laontología de la teoría cuántica. Inmediatamente seadvierte que este empleo de la palabra "estado", espe-cialmente la frase "estado coexistente", es tan distinto dela ontología materialista habitual que cabe dudar de si seestá empleando una terminología conveniente. Por otraparte, si se considera la palabra "estado" como des-

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cribiendo alguna potencialidad más bien que una realidad—se puede simplemente substituir la palabra "estado"por la palabra "potencialidad"— entonces el concepto de"potencialidades coexistentes" es muy aceptable puestoque una potencialidad puede incluir o cubrir otraspotencialidades.

Todas estas complicadas definiciones ydiferenciaciones pueden evitarse si se limita el lenguaje ala descripción de los hechos, es decir, de los resultadosexperimentales. Sin embargo, si se desea hablar de laspartículas atómicas mismas hay que emplear o elesquema matemático como único suplemento para ellenguaje natural o combinarlo con el lenguaje que empleauna lógica modificada o una lógica de ningún modocompletamente definida. En los experimentos sobre losacontecimientos atómicos, tenemos que vérnoslas concosas y con hechos, con fenómenos que son tanperfectamente reales como los de la vida cotidiana. Perolos átomos o las mismas partículas elementales no sontan reales; constituyen un mundo de potencialidades oposibilidades más bien que uno de cosas o de hechos.

II. EL PAPEL DE LA FÍSICA MODERNA EN ELACTUAL DESARROLLO DELPENSAMIENTO HUMANO

Las implicaciones filosóficas de la física moderna hansido analizadas en los capítulos anteriores para mostrarque esta modernísima parte de la ciencia se relaciona, enmuchos aspectos, con muy antiguas direcciones delpensamiento, y que aborda algunos de los antiguos pro-blemas desde una nueva dirección. Es probablementecierto, de un modo general, que en la historia del pensa-miento humano los progresos más fructíferos tienen fre-cuentemente lugar en aquellos puntos donde convergendos líneas diferentes del pensamiento. Estas líneas pue-den tener sus raíces en muy distintas zonas de la cultura,en diferentes épocas o diferentes ambientes culturales odiferentes tradiciones religiosas; de aquí que, si realmente

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se encuentran, es decir, si realmente se relacionan unascon otras de manera que pueda producirse una efectivaacción recíproca, entonces es dable esperar que seproduzcan nuevos e interesantes progresos. La físicaatómica, como parte de la ciencia moderna, penetraverdaderamente, en nuestro tiempo, en muy diferentestradiciones culturales. Se la enseña no solamente enEuropa y los países occidentales, en los que pertenece a laactividad tradicional de las ciencias naturales, sino quetambién se la estudia en el Lejano Oriente, en paísescomo el Japón, la China y la India, con sus diferentesfondos culturales, y en Rusia, donde se ha impuesto, ennuestros días, una nueva manera de pensar; una nuevamanera que se relaciona con los progresos científicosespecíficos de la Europa del siglo diecinueve y con otrastradiciones completamente diferentes de la misma Rusia.Demás está decir que no será propósito de las páginassiguientes hacer predicciones sobre los probables resul-tados del encuentro de las ideas de la física moderna conlas antiguas tradiciones, pero quizá sea posible señalar lospuntos en los cuales puede comenzar a producirse lainteracción de las diferentes ideas.

Al considerar este proceso de expansión de la físicamoderna, no sería ciertamente posible separarlo de la ex-pansión general de la ciencia natural, de la industria y laingeniería, de la medicina, etcétera, o sea de lo queconstituye la moderna civilización en todas partes delmundo. La física moderna no es más que un eslabón deuna larga cadena de acontecimientos que empezó con lasobras de Bacon, Galileo y Kepler, y la aplicación prácticade la ciencia natural en los siglos diecisiete y dieciocho. Larelación entre la ciencia natural y la ciencia técnica hasido, desde el principio, de ayuda mutua. El progreso de laciencia técnica, el perfeccionamiento del instrumental, lainvención de nuevos recursos" técnicos han proporcionadolas bases para un conocimiento empírico de la naturalezacada vez más y más exacto y el progreso realizado en lainterpretación de la natu-raleza, y finalmente laformulación matemática de las leyes naturales, han abiertoel camino para nuevas apli-

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caciones de este conocimiento en la ciencia técnica. La.invención del telescopio, por ejemplo, capacitó a losastrónomos para medir el movimiento de las estrellas conmayor exactitud que antes; con ello fue posible unprogreso considerable en la astronomía y la mecánica. Porotra parte, el conocimiento preciso de las leyes mecánicasfue de la mayor importancia para el perfeccionamiento delos instrumentos mecánicos, para la construcción de lasmáquinas, etcétera. La gran expansión de estacombinación de la ciencia natural con la ciencia técnicacomenzó cuando se logró poner a disposición del hombrealgunas de las fuerzas de la naturaleza. La energíaalmacenada en el carbón, por ejemplo, pudo entoncesrealizar algunos de los trabajos que antes tenían que serrealizados por el hombre mismo. Las industrias . quesurgieron de esas nuevas posibilidades pudieron serconsideradas, al principio, como una continuación y ex-pansión natural del antiguo comercio. En muchos aspec-tos, el trabajo de las máquinas continuaba pareciéndose ala antigua artesanía, y el de las fábricas químicas podíacontemplarse como una continuación del de las tintoreríasy las farmacias de épocas anteriores. Pero luegoaparecieron nuevas ramas industriales sin equivalencia enel antiguo comercio; por ejemplo, la ingeniería eléctrica.La penetración de la ciencia en las partes más remotas dela naturaleza capacitó a los ingenieros para emplear lasfuerzas naturales que en otros tiempos fueron escasamenteconocidas; y el exacto conocimiento de estas fuerzas entérminos de formulación matemática de las leyes que lasgobiernan constituyó una base sólida para la construcciónde toda clase de máquinas.

El éxito enorme de esta combinación de la ciencianatural con la técnica otorgó una extraordinaria prepon-derancia a las naciones o estados o comunidades en losque floreció este género de actividad humana y, comoconsecuencia lógica, este género de actividad tuvo queser adoptado hasta por aquellas naciones que, por propiatradición, no se hubieran sentido inclinadas hacia lasciencias naturales y técnicas. Por último, los modernosmedios de comunicación y de tráfico completaron

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este proceso de expansión de k civilización técnica. In-dudablemente, este proceso ha trasformado fundamen-talmente las condiciones de vida sobre la tierra; y se estéo no de acuerdo, se lo llame progreso o peligro, loevidente es que ha ido más allá de todo posible gobiernode las fuerzas humanas. Se lo puede más bien considerarcomo un proceso biológico en la más am-pjia escala,mediante el cual las estructuras activas del organismohumano dominan la mayor parte de la materia y latrasforman de manera conveniente para el crecimiento dela población humana.

La física moderna pertenece al aspecto más reciente deeste progreso, y su resultado más desgraciadamentevisible, la invención de las armas nucleares, ha mostradola esencia de este progreso en la más impresionante de lasformas posibles. Ha demostrado, claramente, por unaparte, que los cambios producidos por la combinación delas ciencias naturales y técnicas no pueden ser úni-camente considerados desde un punto de vista optimista;en parte, al menos, ha justificado la opinión de quienessiempre previnieron contra los riesgos de tales trasfor-maciones radicales de nuestras condiciones de vida habi-tuales. Por otra parte, ha compelido aun a las naciones oindividuos que se esforzaron por mantenerse al margende estos peligros a prestar la máxima atención a las nue-vas realizaciones, puesto que es obvio que el poderío po-lítico, en el sentido de poderío militar, descansa sobre laposesión de las armas atómicas. La finalidad de este librono puede ser, por cierto, el análisis extensivo de lasimplicaciones políticas de la física nuclear. Pero diremospor lo menos algunas palabras sobre estos problemas porcuanto son los primeros que acucien a la imaginación dela gente tan pronto se menciona la física atómica.

Es evidente que la invención de las nuevas armas, es-pecialmente la de las armas termonucleares, ha cambiadofundamentalmente la estructura política del mundo. Nosólo ha sufrido un cambio decisivo el concepto de na-ciones o estados independientes, puesto que cualquiernación que no se halle en posesión de tales armas tiene

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que depender de alguna manera de las pocas que lasproducen en grandes cantidades; sino que también cual-quier intento bélico en gran escala con semejantes armassignifica, prácticamente, una absurda forma de suicidio.A esto se debe que frecuentemente se oiga decir que laguerra se ha hecho imposible y que ya no volverá aexistir. Este punto de vista es, por desdicha, unaexagerada simpleza, demasiado optimista. Por el con-trario, el absurdo de una guerra con armas termonuclearespuede, en principio, actuar como un incentivo para unaguerra en pequeña escala. Cualquier nación o con-glomerado político convencido de sus derechos históricoso morales para intentar un cambio de la presentesituación pensará que el empleo de las armas conven-cionales para tal propósito no involucrará grandes ries-gos; creerá que la otra parte no habrá de recurrir al em-pleo de las armas nucleares puesto que, careciendo derazones históricas y morales, no se arriesgará a una gue-rra en gran escala. Esta situación induciría, en cambio, alas otras naciones a establecer que en caso de pequeñasguerras provocadas por agresores recurrirían realmente alempleo de armas nucleares, y de ese modo el peligropersistiría. Puede también suceder que de aquí a veinte otreinta años el mundo haya sufrido cambios tan grandesque el peligro de guerra en gran escala, de la aplicaciónde todos los recursos técnicos para la destrucción delenemigo, haya disminuido sensiblemente o hayadesaparecido. Pero el camino hacia ese nuevo estado decosas estará lleno de los mayores peligros. Debemoscomprender, como en todos los tiempos pasados, que loque parece histórica o espiritualmente justo para unospuede parecer lo contrario para otros. La continuación delstatus que puede no ser siempre la mejor solución; por elcontrario, puede ser más importante encontrar mediospacíficos de conformidad con las nuevas situaciones, y enmuchos casos extremadamente difícil encontrar unadecisión justa. En consecuencia, no ha de ser pro-bablemente demasiado pesimista decir que la gran guerrapuede ser evitada solamente si todos los diferen-

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tes grupos políticos están dispuestos a renunciar a al-gunos de sus derechos aparentemente más evidentes, envista de que la cuestión de lo justo o lo injusto puedeparecer fundamentalmente diferente para cada lado. Ésteno es, por supuesto, un punto de vista original; sólo es,en realidad, una aplicación de esa actitud humana que hasido enseñada, a lo largo de muchos siglos, por alguna delas grandes religiones.

La invención de las armas nucleares también hapresentado problemas completamente nuevos para laciencia y los científicos. La influencia política de laciencia se ha hecho mucho más poderosa de lo que eraantes de la Segunda Guerra Mundial, y este hecho hasignificado para los científicos, y particularmente para elfísico atómico, una doble responsabilidad. Puede,efectivamente, tomar una parte activa en laadministración del país en relación con la importancia dela ciencia para la comunidad; entonces tendráeventualmente que encarar la responsabilidad dedecisiones de un peso enorme y que van mucho más alládel reducido círculo de la investigación y la laboruniversitaria a la cual se dedicó. O puede sustraersevoluntariamente a toda participación en las decisionespolíticas; en ese caso también será responsable de lasdecisiones equivocadas que pudo impedir si no hubierapreferido la tranquila vida del científico. Evidentemente,los hombres de ciencia están en el deber de informardetalladamente a sus gobiernos sobre la destrucción sinprecedente que significaría una guerra con armastermonucleares. Fuera de esto, los científicos sonfrecuentemente invitados a participar en solemnesdeclaraciones en favor de la paz mundial, pero deboconfesar que nunca he podido descubrir nada endeclaraciones de esta especie. Tales declaraciones puedenparecer una grata demostración de buena voluntad; perocualquiera que hable en favor de la paz, sin establecer conprecisión las condiciones de esa paz, debe ser inme-diatamente sospechoso de estar hablando solamente deuna clase de paz que favorece a él y a su grupo, lo cual,por supuesto, será absolutamente indigno. Cualquierhonesta declaración de paz debe contener una enu-

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meración de los sacrificios que se está dispuesto a hacerpara preservarla. Pero, por lo general, los hombres deciencia carecen de autoridad para formular afirmacionesde esa naturaleza.

El científico puede, al mismo tiempo, hacer cuanto estéa su alcance para promover la cooperación internacionalen el campo que le es propio. La enorme importancia quemuchos gobiernos atribuyen actualmente a lasinvestigaciones de la física nuclear y el hecho de que elnivel de la labor científica sea todavía muy diferente enlos distintos países favorece la cooperación internacionalen esta materia. Científicos jóvenes de muchos y di-ferentes países pueden reunirse en los institutos de inves-tigación que desarrollan una intensa actividad en el cam-po de la física moderna, y el esfuerzo común ante losdifíciles problemas científicos ha de favorecer la mutuacomprensión. En el caso de la organización de Ginebraha sido posible lograr un acuerdo entre una cantidad denaciones diferentes para construir un laboratorio común yobtener, mediante el esfuerzo combinado, el costosoequipo experimental que se requiere para las investiga-ciones de la física nuclear. Esta forma de cooperación hade contribuir seguramente a crear una actitud común antelos problemas de la ciencia —común hasta más allá delos problemas puramente científicos— entre los cien-tíficos de la joven generación. Naturalmente, no puedesaberse por anticipado lo que ha de crecer de las semillasasí sembradas cuando los científicos vuelvan a encon-trarse en su antiguo medio y participen nuevamente ensus propias tradiciones culturales. Pero difícilmente pue-de dudarse de que el intercambio de ideas entre loscientíficos jóvenes de los diferentes países y entre lasdiferentes generaciones en todos los países ha de ayudar aalcanzar sin demasiada tensión un nuevo estado de cosasen el cual se logre el equilibrio entre las antiguas fuerzasde la tradición y las necesidades inevitables de la vidamoderna. Es principalmente una característica de laciencia lo que la hace más a propósito que cualquier otracosa para crear el primer vínculo firme entre lasdiferentes tradiciones culturales. Es el he-

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cho de que las últimas decisiones sobre el valor de undeterminado trabajo científico, sobre lo que en el mismoestá bien y lo que no lo está, no depende de ningunaautoridad humana. A veces pueden pasar muchos añosantes de que se conozca la solución de un problema,antes de que sea posible distinguir entre la verdad y elerror; pero, en último término, los problemas seránresueltos, y las soluciones no serán dadas por ningúngrupo de científicos sino por la naturaleza misma. Porconsiguiente, las ideas científicas se difunden entre quie-nes están interesados por la ciencia de un modo com-pletamente diferente del de la difusión de las ideas po-líticas.

Mientras las ideas políticas pueden alcanzar una in-fluencia convincente entre las grandes masas popularesprecisamente porque corresponden o parecen correspon-der a los intereses del pueblo, las ideas científicas sedifundirán únicamente porque son verdaderas. Existencriterios objetivos y últimos que aseguran la exactitud delas afirmaciones científicas.

Naturalmente, todo cuanto aquí se ha dicho sobrecooperación internacional e intercambio de ideas ha deser igualmente cierto para cualquier sector de la cienciamoderna; lo dicho no se limita a la física atómica. Eneste aspecto, la física moderna sólo es una de las muchasramas de la ciencia, y aun cuando sus aplicaciones téc-nicas —las armas y el uso pacífico de la energía ató-mica— conceden una importancia especial a esta rama,no hay razón para considerar que la cooperación inter-nacional en este campo sea mucho más importante queen otro cualquiera. Pero ahora tenemos que rever aque-llas concepciones de la física moderna que son funda-mentalmente distintas del desarrollo previo de la ciencianatural, y para esto tenemos que retroceder a la historiaeuropea de este desarrollo producido por la combinaciónde las ciencias naturales y técnicas.

Los historiadores han discutido frecuentemente sobresi el progreso de la ciencia natural después del siglodieciséis fue de algún modo la consecuencia de las an-teriores tendencias del pensamiento humano. Puede ar-

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gumentarse que algunas tendencias de la filosofía cris-tiana condujeron a una idea de Dios demasiado abstracta,que colocaron a Dios tan por encima del mundo que secomenzó a considerar el mundo sin ver al mismo tiempoa Dios en él. La partición cartesiana puede serconsiderada como un paso final en esta evolución. Opuede decirse que todas las controversias teológicas delsiglo dieciséis produjeron un descontento general entorno a los problemas que no pudieron plantearse real-mente mediante la razón y fueron expuestos a las luchaspolíticas de la época; que este descontento favoreció elinterés por problemas que estaban completamente almargen de las disputas teológicas. O bien, puede aludirsesimplemente a la enorme actividad, al nuevo espíritu delas sociedades europeas del Renacimiento. De todosmodos, en este período apareció una nueva autoridadcompletamente independiente de la religión cristiana, dela filosofía o de la Iglesia, la autoridad de la experiencia,la autoridad del hecho empírico. A esta autoridad puedehallársele una vinculación con ciertas tendenciasfilosóficas más antiguas como, por ejemplo, con la filo-sofía de Occam y de Duns Escoto, pero sólo se convirtióen una fuerza vital de la actividad humana desde el siglodieciséis en adelante. Galileo no solamente pensó acercade los movimientos mecánicos, el del péndulo y el de lapiedra que cae; experimentó cualitativamente cómo seproducían esos movimientos. Al principio esta nuevaactividad no significó ciertamente una desviación de latradicional religión cristiana. Al contrario, se habló dedos formas de revelación de Dios. Una estaba escrita enla Biblia, la otra había de ser encontrada en el libro de lanaturaleza. La Sagrada Escritura había sido escrita por elhombre y su interpretación, por consiguiente, estabasujeta a error, en tanto que la naturaleza era la expresióndirecta de las intenciones de Dios.

Sin embargo, el énfasis puesto sobre la naturaleza serelacionó con un cambio lento y gradual del aspecto de larealidad. Mientras en la Edad Media lo que ahorallamamos el significado simbólico de una cosa fue encierto modo su realidad primaria, el aspecto de la rea-

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lidad cambió hacia lo que podemos percibir con nuestrossentidos. Se hizo primariamente real aquello que pode-mos ver y tocar. Y esta nueva concepción de la realidadpudo relacionarse con una nueva actividad: podemosexperimentar y ver como las cosas realmente son. Erafácil advertir que esta novedosa actitud significaba elpunto de partida de la inteligencia hacia un inmensocampo de posibilidades nuevas, y es bien comprensibleque, en este nuevo movimiento, la Iglesia viera los peli-gros más que las esperanzas. El famoso juicio de Galileopor sus opiniones sobre el sistema coperniquiano marcóel comienzo de una lucha que se prolongó durante másde un siglo. En esta controversia, los representantes de laciencia natural pudieron argumentar que la experienciaofrece una verdad indiscutible, que no es posible dejarabandonada al criterio de ninguna humana autoridad ladecisión sobre lo que realmente sucede en la naturaleza,y que tal decisión está tomada por la naturaleza o, en estesentido, por Dios. Los representantes de la religióntradicional, por su parte, pudieron argüir queconcediendo demasiada atención al mundo material, a loque percibimos mediante nuestros sentidos, perdemoscontacto con los valores esenciales de la vida humana,precisamente con esa parte de la realidad que está másallá del mundo material. Estos dos argumentos nollegaron a conciliarse y, en consecuencia, el problema nopudo solucionarse por ninguna clase de acuerdo odecisión.

Mientras tanto, la ciencia natural seguía obteniendouna imagen más clara y amplia del mundo material. En lafísica, esta imagen tuvo que ser dcscripta medianteaquellos conceptos que ahora llamamos conceptos de lafísica clásica. El mundo consistía en cosas en el espacioy en el tiempo, las cosas consistían en materia, y la ma-teria puede producir fuerzas y puede ser sometida afuerzas. Los acontecimientos se producen por la interac-ción entre la materia y las fuerzas; todo acontecimientoes el resultado y la causa de otros acontecimientos. Almismo tiempo, la actitud del hombre hacia la naturalezadejó de ser contemplativa para tornarse pragmá-

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tica. No se estaba tan interesado por la naturaleza talcomo es sino que se prefería saber qué podía hacerse conella. La consecuencia fue que la ciencia natural se con-virtió en una ciencia técnica; cada progreso del conoci-miento se vinculó a la cuestión del empleo práctico quedel mismo podía obtenerse. Esto fue así no solamente enla física; la actitud fue fundamentalmente la misma conrespecto a la química y la biología, y el éxito de losnuevos métodos en la agricultura o la medicina contri-buyó esencialmente a la propagación de las nuevas ten-dencias.

De este modo, el siglo diecinueve desarrolló final-mente un sistema extremadamente rígido para la ciencianatural, el cual no sólo inspiró a la ciencia sino tambiénla opinión general de las grandes masas populares. Estesistema estuvo sostenido por los conceptos básicos de lafísica clásica: espacio, tiempo, materia y causalidad; porla concepción de la realidad aplicada a las cosas o losacontecimientos que podíamos percibir con nuestros sen-tidos o que podían ser observados mediante los delicadosinstrumentos que la ciencia técnica había proporcionado.La materia fue la realidad primera. El progreso de laciencia se concibió como una cruzada para la conquistadel mundo material. Utilidad era el santo y seña de laépoca.

Por otra parte, ese sistema era tan estrecho y tan rígidoque resultaba difícil encontrar en él un lugar para muchosconceptos de nuestro lenguaje que siempre habíanpertenecido a su misma sustancia, por ejemplo, losconceptos de inteligencia, de alma humana o de vida. Lainteligencia sólo podía ser introducida dentro de esecuadro general como una especie de espejo del mundomaterial; y cuando se estudiaban las propiedades de esteespejo en la ciencia de la psicología, los científicos esta-ban siempre tentados —si puedo llevar más lejos lacomparación— a prestar mayor atención a su mecanismoque a sus propiedades ópticas. Aun allí se intentabaaplicar los conceptos de la física clásica, en primer tér-mino el de causalidad. Del mismo modo, la vida teníaque ser explicada como procesos físicos y químicos, go-

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bernados por leyes naturales, totalmente determinadospor la causalidad. Darwin, con su concepción de la evo-lución, dio amplias pruebas para esta interpretación.Dentro de este sistema era particularmente difícil en-contrar un lugar para aquellas partes de la realidad quehabían sido el objeto de la religión tradicional y que sepresentaban ahora como más o menos imaginarias. Porconsiguiente, en aquellos países europeos en los cualeshabía que seguir las ideas hasta sus últimasconsecuencias, se desarrolló una abierta hostilidad de laciencia contra la religión, y hasta en los demás paíseshubo una creciente tendencia hacia la indiferencia paratales asuntos; de esta presión sólo quedaron exceptuadoslos valores éticos de la religión cristiana, al menosmomentáneamente. La confianza en el método científicoy en el pensamiento racionalista reemplazó a todas lasdemás defensas de la inteligencia humana.

Volviendo ahora a las contribuciones de la física mo-derna, puede decirse que el cambio más importante pro-ducido por sus resultados consiste en la disolución deeste rígido sistema de conceptos del siglo diecinueve.Muchas tentativas se hicieron antes, naturalmente, a finde salir de este marco rígido que parecía evidentementedemasiado estrecho para una comprensión de las partesfundamentales de la realidad. Pero no se veía qué habríade erróneo en conceptos tales como materia, espacio,tiempo y causalidad, que tan grandes éxitos obtuvieronen la historia de la ciencia. Sólo la investigaciónexperimental misma, llevada a cabo con todo el refinadoequipo que la ciencia técnica pudo ofrecer, y suinterpretación matemática, proporcionaron las bases paraun análisis crítico —o, podría decirse, obligaron alanálisis crítico— de estos conceptos, y terminaron final-mente con la disolución del sistema rígido.

La disolución se llevó a cabo en dos etapas distintas.La primera fue el descubrimiento, mediante la teoría dela relatividad, de que hasta los conceptos fundamentalestales como los de espacio y tiempo podían sercambiados, y que de hecho debían ser cambiados, deacuerdo con la nueva experiencia. Este cambio noconcernía a los con-

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ceptos más bien vagos de espacio y tiempo del lenguajeordinario, pero sí a su precisa formulación en el lenguajecientífico de la mecánica de Newton, que fue equi-vocadamente aceptada como definitiva. La segunda etapafue el análisis del concepto de la materia impuesto porlos resultados experimentales concernientes a la estruc-tura atómica. Es probable que la idea de la realidad de lamateria haya sido la parte más firme de ese rígido marcode conceptos del siglo diecinueve, y esta idea tenía por lomenos que ser modificada en relación con la nuevaexperiencia. Una vez más los conceptos, en tantopertenecían al lenguaje ordinario, permanecían intactos.No hubo dificultad para hablar de la materia, o de loshechos, o de la realidad, cuando había que describir losexperimentos atómicos y sus resultados. Pero laextrapolación científica de estos conceptos dentro de laspartes más pequeñas de la materia no podía hacerse de lasencilla manera sugerida por la física clásica, aun cuandohabía determinado equivocadamente la perspectivageneral sobre el problema de la materia.

Estos nuevos resultados tuvieron que ser considerados,antes que nada, como una seria advertencia contra laaplicación en cierto modo forzada de los conceptoscientíficos en dominios a los cuales no pertenecían. Laaplicación de los conceptos de la física clásica, por ejem-plo en la química, había sido una equivocación. Ahora,por consiguiente, debemos estar menos inclinados aaceptar que los conceptos de la física, aun los de la teoríacuántica, puedan aplicarse por doquiera en la biología oen las otras ciencias. Tendremos, por el contrario, quemantener las puertas abiertas para la entrada de los nue-vos conceptos aun en aquellas partes de la ciencia dondelos conceptos antiguos han sido muy útiles para la com-prensión de los fenómenos. Trataremos, sobre todo, deevitar cualquier conclusión temeraria, principalmente enaquellos puntos en los que la aplicación de los antiguosconceptos parece un tanto forzada o no completamenteadecuada al problema.

Además, uno de los aspectos más importantes del des-arrollo y el análisis de la física moderna es la experien-

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cia de que los conceptos del lenguaje ordinario,vagamen-te definidos como están, parezcan ser másestables en la expansión del conocimiento que lostérminos precisos del lenguaje científico, derivado comouna idealización de grupos solamente limitados defenómenos. Esto no es, en realidad, sorprendente puestoque los conceptos del lenguaje ordinario están formadospor la relación inmediata con la realidad; representan larealidad. Es verdad que no están muy bien definidos yque, por consiguiente, pueden sufrir cambios en el cursode los siglos, tanto como los sufrió la realidad misma,pero nunca pierden su relación inmediata con la realidad.Por otra parte, los conceptos científicos sonidealizaciones; se derivan de la experiencia obtenidamediante delicados instrumentos ex-perimentales, y estánprecisamente definidos mediante axiomas y definiciones.Sólo mediante estas definiciones precisas es posiblerelacionar los conceptos con un esquema matemático ydeducir matemáticamente la infinita variedad defenómenos posibles en este campo. Pero con este procesode idealización y con la definición precisa se pierde larelación inmediata con la realidad. Los conceptos todavíacorresponden muy aproximadamente a la realidad enaquella parte de la naturaleza que ha sido el objeto de lainvestigación. Pero la correspondencia puede perderse enotras partes que contienen otros grupos de fenómenos.

Teniendo presente la estabilidad intrínseca de los con-ceptos del lenguaje ordinario en el proceso del desarrollocientífico se ve que —después de la experiencia de la fí-sica moderna— nuestra actitud hacia conceptos talescomo los de inteligencia, alma humana, o vida, o Diosserán diferentes de los del siglo diecinueve, porque estosconceptos pertenecen al lenguaje ordinario y, porconsiguiente, tienen una relación inmediata con larealidad. Verdad es que también comprobamos que estosconceptos no están bien definidos en el sentido científicoy que su aplicación puede conducir a muchascontradicciones; mientras tanto, tenemos que tomar losconceptos como están, sin analizar; pero sabemos, sinembargo, que tienen contacto con la realidad. A esterespecto puede ser útil recordar

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que hasta en las partes más exactas de la ciencia, en lasmatemáticas, no podemos evitar el empleo de conceptosque involucran contradicciones. Es bien sabido, porejemplo, que el concepto de infinitud lleva acontradicciones que han sido analizadas, pero seríaprácticamente imposible construir las partes principalesde la matemática sin este concepto.

La orientación general del pensamiento humano, du-rante el siglo diecinueve, se inclinó hacia una crecienteconfianza en el método científico y los términos racio-nales precisos, y condujo a un escepticismo general conrespecto a aquellos conceptos del lenguaje ordinario queno se ajustan al cerrado marco del pensamiento científi-co, por ejemplo, los de la religión. En muchos aspectos,la física moderna ha intensificado este escepticismo;pero, al mismo tiempo, lo ha dirigido contra unaestimación exagerada de los conceptos científicosprecisos, contra una concepción demasiado optimista delprogreso en general y, finalmente, contra el mismoescepticismo. El escepticismo respecto de los conceptoscientíficos precisos no significa que deba existir unalimitación definida para la aplicación del pensamientoracional. Por el contrario, puede decirse que la capacidadhumana para comprender puede ser en cierto sentidoilimitada. Pero los conceptos científicos existentessiempre abarcan sólo una parte limitada de la realidad, yla otra parte que aún no ha sido comprendida es infinita.Siempre que vamos de lo conocido a lo desconocidopodemos alentar la esperanza de comprender, pero almismo tiempo tenemos que aprender un nuevosignificado de la palabra "comprensión". Sabemos quecualquier comprensión tiene que basarse, en últimotérmino, en el lenguaje ordinario porque sólo allí esdonde podemos estar seguros de tomar contacto con larealidad, y, por consiguiente, debemos ser escépticos conrespecto a todo escepticismo que se refiera a estelenguaje ordinario y sus conceptos fundamentales.Debemos, en consecuencia, emplear estos conceptos talcomo han sido empleados en todos los tiempos. Quizá deesta manera la física moderna haya abierto la

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puerta a una perspectiva más amplia de las relacionesentre la inteligencia humana y la realidad.

En nuestros días esta ciencia moderna penetra, pues,en otras partes del mundo donde la tradición cultural hasido completamente distinta de la civilización europea.El impacto de esta nueva actividad de la ciencia natural yla ciencia técnica debe hacerse sentir allí más fuertemen-te que en Europa puesto que los cambios de las condi-ciones de vida que en Europa se han producido en dos otres siglos tendrán allí lugar dentro de unas pocas dé-cadas. Podría suponerse que en muchos lugares estanueva actividad pudiera aparecer como una declinaciónde la cultura más antigua, como una actitud bárbara ydespiadada que altera la sensible balanza sobre la cualdescansa toda humana felicidad. Tales consecuencias soninevitables y deben aceptarse como una de lascaracterísticas de nuestro tiempo. Pero aun allí lafranqueza de la física moderna puede contribuir en ciertamedida a reconciliar las tradiciones más antiguas con lasnuevas orientaciones del pensamiento. Por ejemplo, lagran contribución científica a la física teorética que llegadel Japón desde la última guerra puede ser la señal deuna cierta relación entre las ideas filosóficas tradicionalesdel Lejano Oriente y la sustancia filosófica de la teoríacuántica. Tal vez sea más fácil adaptarse al conceptoteorético cuántico de la realidad cuando no se ha tenidoque transitar por la ingenua ruta del pensamientomaterialista que aún prevalecía en Europa en las primerasdécadas de este siglo.

Naturalmente, estas observaciones no deben ser erró-neamente interpretadas como una subestimación de lasviejas tradiciones culturales que han sufrido el impactodel progreso técnico. Pero puesto que todo el progreso haexcedido desde hace mucho tiempo todo dominio de lasfuerzas humanas, tenemos que aceptar esto como una delas concepciones fundamentales de nuestro tiempo ytratar de relacionarlo, en cuanto sea posible, con losvalores humanos que han constituido la finalidad de lasantiguas tradiciones culturales y religiosas. Aquí puedepermitírsenos recordar una anécdota de la religiónhasídica: Había un anciano rabí, sacer-

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dote famoso por su sabiduría a quien todo el mundo iba apedir consejo. Un día recibió la visita de un hombredesesperado por todos los cambios que se producían a sualrededor y que se quejaba de todo el mal producido porel llamado progreso. "Si se consideran los auténticosvalores de la vida —exclamó—, ¿no resulta completa-mente inútil toda esta preocupación por la técnica?" "Talvez sea así— replicó el rabí—, pero si uno es como debeser se puede aprender de todo." "No —contestó el visi-tante—, de tonterías tales como el ferrocarril, el teléfonoo el telégrafo, no es posible aprender nada." Pero el rabíinsistió: "Se equivoca. El ferrocarril puede enseñarle quepor llegar un minuto tarde puede perderlo todo. El telé-grafo puede enseñarle que todas las palabras tienen valor.Y el teléfono puede enseñarle que lo que decimos aquípuede ser oído más allá." El visitante comprendió lo queel rabí quería decirle y se fue.

Finalmente, la ciencia moderna penetra en esas gran-des áreas de nuestro mundo actual donde las nuevas doc-trinas se instalaron hace apenas unas décadas como lasbases de nuevas y poderosas sociedades. La ciencia mo-derna se encuentra tanto ante el contenido de las doctri-nas que se vinculan a las ideas filosóficas de la Europadel siglo diecinueve (Hegel y Marx), como ante la cre-dulidad sin compromisos. Dado que la física modernatiene que representar un gran papel en estos países de-bido a su aplicación práctica, difícilmente puede evitarseque la estrechez de las doctrinas sea sentida por quienesrealmente han comprendido la física moderna y su sig-nificación filosófica. Por consiguiente, en este puntodebe producirse una interacción entre la ciencia y ladirección general del pensamiento. La influencia de laciencia no debe ser, naturalmente, sobreestimada; pero esposible que la franqueza de la ciencia moderna puedahacer que sea aún más fácil, hasta para los grandesconglomerados humanos, ver que algunas doctrinas noson posiblemente tan importantes para la sociedad comoantes se había creído. En esta forma, la influencia de laciencia moderna puede favorecer una actitud detolerancia y mostrarse así valiosa.

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Por otra parte, el fenómeno de la credulidad sin com-promiso lleva consigo un peso mucho mayor que algunasnociones filosóficas del siglo diecinueve. No podemoscerrar los ojos ante el hecho de que la gran mayoría de lagente difícilmente puede tener un juicio bien fundadosobre la exactitud de ciertas doctrinas o ideas generales.En consecuencia, la palabra "creencia" puede nosignificar para esta mayoría la "percepción de la verdadde algo" sino que sólo puede interpretarse como"tomando esto como base de la vida". Fácilmente puedeadvertirse que esta segunda forma de creencia es másfirme, es mucho más estable que la primera, que puedepersistir aun a pesar de las contradicciones inmediatas dela experiencia y que, por consiguiente, puede no ser sacu-dida por el mayor conocimiento científico. La historia delas últimas dos décadas ha mostrado muchos ejemplos deque esta segunda clase de creencia puede a veces llegar aextremos en que parece completamente absurda, y queentonces sólo termina con la muerte del creyente. Laciencia y la historia pueden enseñarnos que esta clase decreencia puede convertirse en un gran peligro para quie-nes la comparten. Pero ese conocimiento es inútil porqueno puede verse cómo podría ser evitado y, en consecuen-cia, dicha creencia siempre ha pertenecido a las grandesfuerzas de la historia humana. Naturalmente, de acuerdocon la tradición científica del siglo diecinueve uno sesentiría inclinado a esperar que toda creencia tuviera porbase el análisis racional de cada argumento; y que estaotra dase de creencia, en la que cierta verdad real oaparente es simplemente tomada como base de la vida,no debería existir. Es cierto que una reflexión prudentefundada en argumentos exclusivamente racionales puedeevitar muchos errores y peligros, dado que ello permiteadaptarse a nuevas situaciones, y esto puede ser una con-dición necesaria para la vida. Pero recordando nuestraexperiencia de la física moderna es fácil ver que siempredebe existir una complementariedad fundamental entre lareflexión y la decisión. En las decisiones prácticas de lavida difícilmente será posible agotar todos los argu-mentos en favor o en contra de una decisión, y por con-

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siguiente siempre habrá que actuar con una prueba insu-ficiente. La decisión se adopta, en último término,apurando todos los argumentos —tanto los que han sidocomprendidos como los que pueden presentarse a unareflexión posterior— y poniendo punto final a la medi-tación. La decisión puede ser el resultado de la reflexión,pero al mismo tiempo es complementaria de la reflexión;excluye la reflexión. En la vida, hasta las decisiones másimportantes deben siempre contener este inevitableelemento de irracionalidad. La decisión es en sí mismanecesaria, puesto que debe haber algo en qué apoyarse,algún principio que guíe nuestros actos. Sin ese firmesostén nuestras acciones perderían su fuerza. Por con-siguiente, no puede impedirse que alguna verdad real oaparente constituya la base de la vida, y este hecho tieneque ser aceptado con respecto a los grupos humanoscuyas bases son distintas de las nuestras.

Para concluir con todo lo que se ha dicho sobre laciencia moderna, puede tal vez afirmarse que la físicamoderna es sólo una parte, pero muy característica, delproceso histórico general que tiende hacia la unificacióny la ampliación del mundo actual. Este proceso habrá dellevar por sí mismo a una disminución de las tensionespolíticas y culturales que crean el gran peligro denuestros días. Pero se acompaña de otro proceso queactúa en dirección opuesta. El hecho de que grandes ma-sas humanas tengan conciencia de este proceso de uni-ficación conduce a incitar a todas las fuerzas existentesen las comunidades cultas a que traten de imponer con lamayor amplitud sus valores tradicionales en la etapa finalde la unificación. Por consiguiente, las tensiones seintensifican y los dos opuestos procesos están tanestrechamente vinculados el uno con el otro que todaintensificación del proceso de unificación —mediante elprogreso técnico, por ejemplo— intensifica también lalucha por la influencia en la etapa final y, enconsecuencia, aumenta la inestabilidad de la etapatransitoria. En este peligroso proceso de unificación, lafísica moderna sólo juega un papel quizá muy reducido.Pero contribuye en dos formas decisivas a conducir elprogreso hacia una forma de evo-

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lución más tranquila. En primer término, demuestra queel empleo de armas nucleares en el proceso seríadesastroso y, en segundo lugar, por el modo como sehalla abierta a toda clase de concepciones ofrece laesperanza de que en la etapa final de unificación muchasdiversas tradiciones culturales puedan vivir juntas ycombinar los diferentes esfuerzos humanos en una nuevaforma de equilibrio entre el pensamiento y el hecho,entre la actividad y la meditación.