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  • 5/27/2018 Heraldos 119

    1/52Salvadme Reina

    Nmero 119

    Junio 2013

    Elegidos para servir

    http://-/?-http://-/?-http://-/?-http://-/?-
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    S

    Dios se hizo nio por nosotros

    Gus

    tavo

    Kra

    lj

    San Antonio de Padua Iglesia de San Pedro Mrtir, Murano (Italia)

    i le haces dao a un nio, si le pro-

    vocas con un insulto, si le golpeas,

    pero despus le enseas una flor, una rosa

    o algo semejante y se la regalas, ya no seacuerda de la injuria recibida, se le pasa

    la ira y corre a abrazarte.

    Asimismo, si ofendes a Cristo con el

    pecado mortal y le haces cualquier otra

    injuria, pero despus le ofreces la flor de

    la contricin o la rosa de la confesin ba-

    ada en lgrimas las lgrimas son la

    sangre del alma l ya no se acordarde tu ofensa, perdonar tu culpa y corre-

    r a abrazarte y besarte.

    San Antonio de Padua,Sermn en la Natividad del Seor, 11

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    Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4

    Elegidos para servir (Editorial) . . . . . . . . . . .5

    La voz del Papa Anunciar,testimoniar, adorar

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6

    Comentario al Evangelio

    El impacto de las iniciativas

    del Redentor

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10

    Lucilia Ribeiro dos Santos

    Corra de Oliveira

    Perdn para quienes

    la trataron mal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

    Una invitacin a todos:

    sed msticos!

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20

    Heraldos en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

    San Marcelino

    Champagnat Modelo

    para padres y educador

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Mirad los pjaros

    del cielo...

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Los santos de cada da

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Historia para nios...

    Tu fe es de oro!

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Sucedi en la Iglesia

    y en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    La palabra de los Pasto

    La grandeza de la hum

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ao XI, nmero 119, Junio 2013

    Peridico de la Asociacin Cultural

    Salvadme Reina de Ftima

    SumariO

    Salvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin:Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, M. Mariana Morazzani, EP,Severiano Antonio de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 MadridR.N.A., N 164.671

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    [email protected]

    Con la Colaboracin de laAsociacin Internacional Privadade Fieles de Derecho Pontificio

    HERALDOSDELEVANGELIO

    www.heraldos.org

    Montaje:Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

    Los artculos de esta revista podrnser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin.El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

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    4/524 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    ESCRIBENLOSLECTORES

    SENCILLA, PROFUNDAYBIENPRESENTADA

    Recibo puntualmente la revistaHeraldos del Evangelio. Agradezcomucho la gentileza de hacrmela lle-gar y deseo expresarles que soy asi-duo lector de la misma.

    Quedo a sus amables rdenes, encomunin de oracin y con fe reno-vada en esta Pascua de Resurrec-cin. Agradezco este enorme y va-

    lioso esfuerzo que hacen por evan-gelizar a travs de una publicacinsencilla, profunda y muy bien pre-sentada e ilustrada. Que el Seor Je-ss siga bendiciendo a los Heraldosdel Evangelio y que podamos seguircontando con la amistad de tantosde ellos.

    Fray David A. Daz Corrales, OPVicario Episcopal para la Vida

    Consagrada de la ArchidicesisPrroco de La Candelaria

    Mxico DF

    NUEVOSVOLMENESDELOSCOMENTARIOSALEVANGELIO

    He adquirido dos libros con loscomentarios a los Evangelios domi-nicales de Mons. Joo Scognami-glio Cl Dias, en los volmenes V yVI, y me gustara saber cundo se-rn lanzados los volmenes I al IVy el VII. Y si ya fueron lanzados les

    pedira me informasen cmo conse-guirlos. Soy un fan de esos comenta-rios. Que Dios les bendiga!

    Rogerio Sulino Nascimento da SilvaItabora Brasil

    Nota: La redaccin del volumenVII, con comentarios a los Evange-lios de las solemnidades y fiestas, yaha sido concluida por Mons. Joo S.Cl; el libro impreso debe estar dis-ponible a finales del mes de julio.

    Est previsto el lanzamiento de losvolmenes I y II (domingos del cicloA) para finales de octubre, y de los

    volmenes III y IV (domingos delciblo B) para el transcurso del 2014.

    INVITAAAPRENDERAEVANGELIZAR

    Felicito a los que trabajan con de-dicacin y amor para difundir la Pa-labra de Dios por medio de la revis-taHeraldos del Evangelio. Es un ins-trumento para meditar y reflexionary no quedar quieto, sino aprender aevangelizar y dar a conocer a los de-ms lo grande y admirable que es el

    Seor. Gracias a todo el equipo deredaccin y difusin.

    Hna. Marta Gonzlez R.La Unin Chile

    ESUNADELICIALEERESTAREVISTA

    Me gusta todo de esta hermosa re-vista. El cuento o historia para niosy adultos es siempre aleccionador.El Evangelio comentado por Mons.Joo Sconamiglio Cl Dias es densoy muy claro. Las vidas de santos sonmodelos del camino a seguir. El san-toral del mes muestra a todos los quealaban a Dios cara a cara y son a losque, por una razn u otra, debo imi-tar. Las distintas fotografas de losHeraldos en distintos pases me ale-gran el corazn. Sucedi en la Igle-sia y en el mundo nos orienta sobrela universalidad de la Iglesia. En fin,es una delicia leer esta revista de los

    Heraldos del Evangelio.Enrique Sanz CarlnGijn Espaa

    REPLETADEENSEANZASDOCTRINARIASSLIDAS

    La revista, en su integridad, esactualsima y repleta de ensean-zas doctrinarias slidas. Sus conteni-dos llevan a una profundizacin enla doctrina de la Iglesia, lo que a su

    vez tiene consecuencias en nuestravida concreta, ya sea por medio denuestro comportamiento coherente

    con los principios de la fe o a travsdel apostolado verbal. Dice el Apstol que la fe viene por el odo, por loque comprendemos por el intelectoAs, a medida que conocemos msamamos ms a Dios. Ese es el donque la revista nos franquea.

    Thiago Marinho SantosFortaleza Brasi

    NUESTRAGRACIAMSGRANDE: LASALVACIN

    Acabo de recibir el primer ejemplar de la revistaHeraldos del Evan-gelio. Soy coordinador de un grupode oracin El rosario caminando con Mara, con el que tenemosel objetivo de evangelizar mostrando la importancia de la oracin paraconseguir nuestra gracia ms grande: la salvacin. Y con la revista vamos a aumentar nuestros conocimientos para compartirlos con nuestros hermanos.

    Roberval S. LeiteSalvador de Baha Brasi

    RIQUEZADECONTENIDO

    Con enorme alegra recibo todos los meses la revista Heraldos deEvangelio y me encanto con todaslas materias que contiene. Es casimposible especificar qu es lo quepodra destacar, debido a la gran ri-queza de su contenido. La verdad es

    que lo primero que hago cuando llega la revista es hojearla por completo, para leer a continuacin elEditorialy el Comentario al EvangeliodeMons. Joo S. Cl Dias, y despustodo lo dems. Que el Espritu Santo contine iluminando a monseory a todos los que estn comprometidos en esta gran obra.

    Jos Carlos Justino GomesContagem Brasi

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    SalvadmeReina

    Nmero119

    Junio2013

    Elegidosparas

    ervir

    E

    Junio 2013Heraldos del Evangelio 5

    Editorial

    Ceremonia de

    ordenacin presbi-teral en la Baslicade Nuestra Seoradel Rosario, enCaieiras

    (Foto: Sergio Miyazaki)

    ELEGIDOS

    PARASERVIR

    n todas las pocas, las sociedades humanas sintieron la necesidad de elegia algunos hombres y destacarlos para ser mediadores entre ellas y la divi

    nidad, real o ficticia, a la que consagraban su fe. Sentimiento y necesidadtan imperiosos que, por as decirlo, no encontramos en las pginas de la Historiaexcepciones a esa regla. Porque a la vez que nuestra naturaleza clama instintivamente por lo infinito, anhela establecer un puente que le ayude a trasponer el inconmensurable abismo que la separa de Dios y le propicie la condescendencia deese Ser omnipotente, cuya perfeccin y pureza absolutas nuestra inteligencia slo consigue vislumbrar.

    Ahora bien, cuanta ms alta sea la consideracin que la sociedad alimenta en relacin con el dios al que rinde culto y reverencia, mayor ser la perfeccin exigida a los hombres que aquella ha establecido como vnculo sagradode unin con l. As, en la Antigua Ley, a los sacerdotes del pueblo elegido seles impona esa perfeccin como precepto, exactamente porque ejercan la fun-cin de intermediarios con el Dios de Israel: Han de ser santos para su Dios yno profanarn el nombre de su Dios, pues son ellos los que ofrecen los alimen-tos que se han de quemar para el Seor, el alimento de su Dios. Deben ser santos (Lv 21, 6).

    La Encarnacin del Verbo elev a un nivel inaudito las relaciones entre Dios yla humanidad. Todos los atributos de esa relacin fueron sobrepasados por un fenmeno que era impensable: el puente sagrado que una el cielo y la tierra ya noestar constituido por simples hombres destacados por el pueblo, sino por el mismo Hijo de Dios humanado, Jesucristo, proclamado por Dios sumo sacerdote(Hb 5, 10).

    Por l, santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbra

    do sobre el cielo (Hb 7, 26), otros hombres sern en adelante sacerdotes hasta laconsumacin de los siglos y, a ejemplo del Apstol, podrn decir: es Cristo quienvive en m (Ga 2, 20). Porque al presbtero le ha sido conferida la insuperabledignidad de actuar in persona Christi: a travs de su ministerio, quien ensea, gobierna y santifica es el mismo Jess.

    A ese hombre elevado a tan sublime altura, el pueblo fiel le pide y exige hoyms que nunca no slo el brillo de la correccin y de la buena reputacin, sinoel esplendor de la verdadera santidad. El sacerdote de Jesucristo no ha sido elegido para ser servido, sino para servir. S, servir a los fieles y al mundo entero, exhibiendo su intachable pureza y su santidad. Brille as vuestra luz ante los hom-bres, para que den gloria a vuestro Padre que est en los Cielos (Mt 5, 16).

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    Anunciar,

    testimoniar, adorar

    E

    6 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    LAVOZDELPAPA

    Adorar es despojarse de nuestros dolos, tambin de esos ms recnditos,y escoger al Seor como centro, como va maestra de nuestra vida.

    n la primera Lectura lla-

    ma la atencin la fuerza dePedro y los dems Apsto-les. Al mandato de perma-

    necer en silencio, de no seguir ense-ando en el nombre de Jess, de noanunciar ms su mensaje, ellos res-ponden claramente: Hay que obede-cer a Dios antes que a los hombres.Y no los detiene ni siquiera el ser azo-tados, ultrajados y encarcelados. Pe-dro y los Apstoles anuncian con au-dacia, con parresia, aquello que hanrecibido, el Evangelio de Jess.

    Y nosotros, somos capaces dellevar la Palabra de Dios a nuestrosambientes de vida? Sabemos ha-blar de Cristo, de lo que represen-ta para nosotros, en familia, con losque forman parte de nuestra vidacotidiana? La fe nace de la escucha,y se refuerza con el anuncio.

    Anunciar el Evangelio conpalabras y ejemplos

    Pero demos un paso ms: el anun-cio de Pedro y de los Apstoles noconsiste slo en palabras, sino quela fidelidad a Cristo entra en su vida,que queda transformada, recibe unanueva direccin, y es precisamentecon su vida con la que dan testimoniode la fe y del anuncio de Cristo.

    En el Evangelio, Jess pide a Pe-dro por tres veces que apaciente su

    grey, y que la apaciente con su amor,

    y le anuncia: Cuando seas viejo, ex-tenders las manos, otro te ceir yte llevar adonde no quieras (Jn 21,18). Esta es una palabra dirigida anosotros, los Pastores: no se puedeapacentar el rebao de Dios si no seacepta ser llevados por la voluntadde Dios incluso donde no queremos,si no hay disponibilidad para dar tes-timonio de Cristo con la entrega denosotros mismos, sin reservas, sinclculos, a veces a costa incluso denuestra vida. Pero esto vale para to-dos: el Evangelio ha de ser anuncia-do y testimoniado. Cada uno debe-ra preguntarse: Cmo doy yo tes-timonio de Cristo con mi fe? Tengoel valor de Pedro y los otros Aps-toles de pensar, decidir y vivir comocristiano, obedeciendo a Dios? [...]

    Quien nos escucha y nos ve, de-be poder leer en nuestros actos esomismo que oye en nuestros labios,

    y dar gloria a Dios. Me viene aho-ra a la memoria un consejo que SanFrancisco de Ass daba a sus herma-nos: predicad el Evangelio y, si fue-se necesario, tambin con las pala-bras. Predicar con la vida: el testi-monio. La incoherencia de los fielesy los Pastores entre lo que dicen y loque hacen, entre la palabra y el mo-do de vivir, mina la credibilidad dela Iglesia.

    Qu quiere decir adorar a Dios?

    Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es l quien nos ha llamado, nosha invitado a recorrer su caminonos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible nicamente si estamos junto a l, justamente como Pedro, Juan y los otros discpulos estaban en torno a Jess resucitado, como dice el pasaje del Evangelio dehoy; hay una cercana cotidiana conl, y ellos saben muy bien quin eslo conocen.

    El evangelista subraya que ninguno de los discpulos se atre-va a preguntarle quin era, porque saban bien que era el Seor(Jn 21, 12). Y esto es un punto im-portante para nosotros: vivir una re-lacin intensa con Jess, una intimidad de dilogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como eSeor. Adorarlo!

    El pasaje del Apocalipsis que he-mos escuchado nos habla de la adoracin: miradas de ngeles, todaslas creaturas, los vivientes, los ancianos, se postran en adoracin anteel Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debealabanza, honor y gloria (cf. Ap 511-14). Quisiera que nos hiciramostodos una pregunta: T, yo, adora-mos al Seor? Acudimos a Dios s

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    7/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 7

    lo para pedir, para agradecer, o nosdirigimos a l tambin para adorar-lo?

    Pero, entonces, qu quiere de-cir adorar a Dios? Significa apren-der a estar con l, a pararse a dialo-gar con l, sintiendo que su presen-cia es la ms verdadera, la ms bue-na, la ms importante de todas. Ca-da uno de nosotros, en la propia vi-da, de manera consciente y tal vez aveces sin darse cuenta, tiene un or-den muy preciso de las cosas consi-

    deradas ms o menos importantes.Adorar al Seor quiere decir dar-le a l el lugar que le corresponde;adorar al Seor quiere decir afir-mar, creer pero no simplemen-te de palabra que nicamente lgua verdaderamente nuestra vida;adorar al Seor quiere decir que es-tamos convencidos ante l de que esel nico Dios, el Dios de nuestra vi-da, el Dios de nuestra historia.

    Despojarnos de los dolos enlos cuales nos refugiamos

    Esto tiene una consecuencia ennuestra vida: despojarnos de tantosdolos, pequeos o grandes, que te-nemos, y en los cuales nos refugia-mos, en los cuales buscamos y tantasveces ponemos nuestra seguridad.Son dolos que a menudo mante-nemos bien escondidos; pueden serla ambicin, el carrerismo, el gustodel xito, el poner en el centro a unomismo, la tendencia a estar por enci-

    ma de los otros, la pretensin de serlos nicos amos de nuestra vida, al-gn pecado al que estamos apega-dos, y muchos otros.

    Esta tarde quisiera que resona-se una pregunta en el corazn de ca-da uno, y que respondiramos a ellacon sinceridad: He pensado en qudolo oculto tengo en mi vida queme impide adorar al Seor? Ado-rar es despojarse de nuestros dolos,

    tambin de esos ms recnditos, yescoger al Seor como centro, comova maestra de nuestra vida.

    Queridos hermanos y hermanas,el Seor nos llama cada da a se-guirlo con valenta y fidelidad; nosha concedido el gran don de elegir-nos como discpulos suyos; nos invi-ta a proclamarlo con gozo como elResucitado, pero nos pide que lo ha-gamos con la palabra y el testimoniode nuestra vida en lo cotidiano.

    El Seor es el nico, el ni-

    co Dios de nuestra vida, y nos invi-ta a despojarnos de tantos dolos ya adorarle slo a l. Anunciar, dartestimonio, adorar. Que la Santsi-ma Virgen Mara y el Apstol Pablonos ayuden en este camino, e inter-cedan por nosotros.

    Fragmentos de la homila enla Baslica Papal de San Pablo

    Extramuros, 14/4/2013

    Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestroslabios, y dar gloria a Dios

    El Papa Francisco durante la homila en la Baslica de San Pablo Extramuros el pasado 14 de abril

    LOsserva

    tore

    Romano

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    Santa Madre Iglesia, jerrquica y catlica

    L

    8 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Pero la identidad cristiana no es un carnet de identidad. La identidad cristiana

    es una pertenencia a la Iglesia, porque todos ellos pertenecan a la Iglesia.

    a primera Lectura de hoyme hace pensar que, preci-samente en el momento en

    que se desencadena la persecucin,prorrumpe la pujanza misionera de laIglesia. Y estos cristianos haban lle-gado hasta Fenicia, Chipre y Antio-qua, y proclamaban la Palabra (cf.Hch 11, 19). Tenan este fervor apos-

    tlico en sus adentros, y la fe se trans-mite as. Algunos, de Chipre y de Ci-rene no stos, sino otros que se ha-ban hecho cristianos, una vez llega-dos a Antioqua, comenzaron a hablartambin a los griegos (cf. Hch 11, 20).

    No es posible encontrar aJess fuera de la Iglesia

    Es un paso ms. Y la Iglesia sigueadelante as. De quin es esta ini-ciativa de hablar a los griegos, algoque no se entenda, porque se predi-caba slo a los judos? Es del Espri-tu Santo, Aquel que empujaba ms yms, siempre ms.

    Pero en Jerusaln, al or esto, al-guno se puso un poco nervioso y en-viaron una Visita Apostlica, envia-ron a Bernab (cf. Hch 11, 22). Talvez podemos decir, con un poco desentido del humor, que esto es el co-mienzo teolgico de la Congrega-

    cin para la Doctrina de la Fe: es-ta Visita Apostlica de Bernab. lobserv y vio que las cosas iban bien(cf. Hch 11, 23).

    Y as la Iglesia es ms Madre,Madre de ms hijos, de muchos hi-jos: se convierte en Madre, Madre,cada vez ms Madre, Madre que nosda la fe, la Madre que nos da unaidentidad. Pero la identidad cristia-na no es un carnet de identidad. La

    identidad cristiana es una pertenen-cia a la Iglesia, porque todos ellospertenecan a la Iglesia, a la IglesiaMadre, porque no es posible encon-trar a Jess fuera de la Iglesia.

    El gran Pablo VI deca: Es una di-cotoma absurda querer vivir con Je-ss sin la Iglesia, seguir a Jess fuerade la Iglesia, amar a Jess sin la Igle-

    sia (cf.Evangelii nuntiandi, n. 16). Yesa Iglesia Madre que nos da a Jessnos da la identidad, que no es slo unsello: es una pertenencia. Identidadsignifica pertenencia. La pertenenciaa la Iglesia: qu bello es esto!

    La dulce y consoladoraalegra de evangelizar

    La tercera idea que me viene ala mente la primera: prorrumpila pujanza misionera; la segunda: laIglesia Madre es que cuando Ber-nab vio aquella multitud el textodice: Y una multitud considerablese adhiri al Seor (Hch 11,24),cuando vio aquella multitud, se ale-gr. Al llegar y ver la accin de lagracia de Dios, se alegr (Hch 11,23). Es la alegra propia del evan-gelizador. Es, como deca Pablo VI,la dulce y consoladora alegra deevangelizar (cf.Evangelii nuntiandi,

    n. 80). Y esta alegra comienza conuna persecucin, con una gran tris-teza, y termina con alegra.

    Y as, la Iglesia va adelante, co-mo dice un santo, entre las perse-cuciones del mundo y los consuelosdel Seor (cf. San Agustn, De civi-tate Dei, 18, 51, 2: PL 41, 614). As esla vida de la Iglesia. Si queremos irpor la senda de la mundanidad, ne-gociando con el mundo como se

    quiso hacer con los Macabeos, tentados en aquel tiempo, nunca ten-dremos el consuelo del Seor.

    Y si buscamos nicamente el consuelo, ser un consuelo superficialno el del Seor, ser un consuelohumano. La Iglesia est siempre entre la Cruz y la Resurreccin, entrelas persecuciones y los consuelos de

    Seor. Y este es el camino: quien vapor l no se equivoca.

    Pidamos al Seor esa parresia

    Pensemos hoy en la pujanza misionera de la Iglesia: en estos discpulosque salieron de s mismos para ponerse en camino, y tambin en los que tuvieron la valenta de anunciar a Jessa los griegos, algo casi escandalosopor entonces (cf. Hch 11, 19-20). Pensemos en la Iglesia Madre que creceque crece con nuevos hijos, a los queda la identidad de la fe, porque no sepuede creer en Jess sin la Iglesia. Lodice el mismo Jess en el EvangelioPero vosotros no creis, porque nosois de mis ovejas (cf. Jn 10, 26).

    Si no somos ovejas de Jess, lafe no llega; es una fe de agua de ro-sas, una fe sin sustancia. Y pensemos en la consolacin que tuvo Ber-nab, que es precisamente la dul

    ce y consoladora alegra de evangelizar. Y pidamos al Seor esa pa-rresia, ese fervor apostlico que nosimpulse a seguir adelante, comohermanos, todos nosotros: adelante! Adelante, llevando el nombre deJess en el seno de la Santa MadreIglesia, como deca San Ignacio, jerrquica y catlica.

    Homila, 23/4/2013

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    Sagrada Escritura y Tradicin

    O

    Junio 2013Heraldos del Evangelio 9

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana.

    La versin ntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

    La interpretacin de las Sagradas Escrituras debe ser siempre

    confrontada, integrada y autenticada por la tradicin viva de la Iglesia.

    s habis reunido nueva-mente para profundizar untema muy importante: la

    inspiracin y la verdad de la Biblia.Se trata de un tema que concierneno slo a cada creyente, sino a todala Iglesia, porque la vida y la misinde la Iglesia se fundan en la Palabrade Dios, la cual es alma de la teolo-

    ga y, a la vez, inspiradora de toda laexistencia cristiana.

    Unidad entre SagradaEscritura y Tradicin

    Las Sagradas Escrituras, comosabemos, son el testimonio escritode la Palabra divina, el memorialcannico que atestigua el aconteci-miento de la Revelacin. La Pala-bra de Dios, por lo tanto, precede yexcede a la Biblia. Es por ello quenuestra fe no tiene en el centro s-lo un libro, sino una historia de sal-vacin y sobre todo a una Persona,Jesucristo, Palabra de Dios hechacarne. Precisamente porque el ho-rizonte de la Palabra divina abra-za y se extiende ms all de la Es-critura, para comprenderla ade-cuadamente es necesaria la cons-tante presencia del Espritu San-to que guiar hasta la verdad ple-

    na (Jn 16, 13). Es preciso situarseen la corriente de la gran Tradicinque, bajo la asistencia del EsprituSanto y la gua del Magisterio, re-conoci los escritos cannicos co-mo Palabra dirigida por Dios a su

    pueblo y nunca dej de meditarlosy descubrir en ellos las riquezas in-agotables.

    El Concilio Vaticano II lo ratificcon gran claridad en la ConstitucindogmticaDei Verbum: Todo lo di-cho sobre la interpretacin de la Es-critura queda sometido al juicio de-finitivo de la Iglesia, que recibi de

    Dios el encargo y el oficio de conser-var e interpretar la Palabra de Dios(n.12).

    Como se recuerda tambin en lamencionada constitucin conciliar,existe una unidad inseparable entreSagrada Escritura y Tradicin, por-que ambas provienen de una mismafuente: La Tradicin y la Escrituraestn estrechamente unidas y com-penetradas; manan de la mismafuente, se unen en un mismo cau-dal, corren hacia el mismo fin. LaSagrada Escritura es la Palabra deDios, en cuanto escrita por inspira-cin del Espritu Santo. La Tradi-cin recibe la Palabra de Dios, en-comendada por Cristo y el Espri-tu Santo a los Apstoles, y la trans-mite ntegra a los sucesores; paraque ellos, iluminados por el Espri-tu de la verdad, la conserven, la ex-pongan y la difundan fielmente en

    su predicacin. Por eso la Iglesia nosaca exclusivamente de la Escriturala certeza de todo lo revelado. Y asse han de recibir y respetar con elmismo espritu de devocin (ibd.,n. 9).

    Insuficiencia de todainterpretacin subjetiva

    Por lo tanto, se deduce que elexegeta debe estar atento a percibirla Palabra de Dios presente en lostextos bblicos situndolos en el se-no de la fe misma de la Iglesia. Lainterpretacin de las Sagradas Es-crituras no puede ser slo un esfuer-

    zo cientfico individual, sino que de-be ser siempre confrontada, integra-da y autenticada por la tradicin vi-va de la Iglesia. Esta norma es deci-siva para precisar la relacin correc-ta y recproca entre la exgesis y elMagisterio de la Iglesia. Los textosinspirados por Dios fueron confia-dos a la comunidad de los creyentes,a la Iglesia de Cristo, para alimen-tar la fe y guiar la vida de caridad. Elrespeto de esta naturaleza profundade las Escrituras condiciona la pro-pia validez y eficacia de la herme-nutica bblica.

    Esto comporta la insuficienciade toda interpretacin subjetiva osimplemente limitada a un anli-sis incapaz de acoger en s el sen-tido global que a lo largo de los si-glos ha constituido la Tradicin detodo el Pueblo de Dios, que in cre-dendo falli nequit (Lumen gentium,

    n. 12).

    Fragmento del discurso enla audiencia a los miembros dela Pontificia Comisin Bblica,

    12/4/2013

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    10/5210 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Jess resucita al hijo de laviuda de Nan - Catedral deMonreale, (Italia)

    a EVANGELIOAEn aquel tiempo, Jess 11 iba camino de una

    ciudad llamada Nan, y caminaban con l susdiscpulos y mucho gento.12Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad,result que sacaban a enterrar a un muerto, hi-jo nico de su madre, que era viuda; y un gen-to considerable de la ciudad la acompaaba. 13

    Al verla el Seor, se compadeci de ella y le di-jo: No llores. 14Y acercndose al atad, lo to-

    c (los que lo llevaban se pararon) y dijo: Mu-

    chacho, a ti te lo digo, levntate!.15

    El muer-to se incorpor y empez a hablar, y se lo entre-g a su madre. 16Todos, sobrecogidos de temordaban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profe-ta ha surgido entre nosotros y Dios ha visita-do a su pueblo.17La noticia se divulg por toda Judea y por to-da la comarca circundante (Lc 7, 11-17).

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    11/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 11

    Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

    El impactode las iniciativas

    del Redentor

    El ardor deun apstol sve obstacu-

    lizado por lnegativa dequien es objto de su cel

    COMENTARIOALEVANGELIO X DOMINGODELTIEMPOORDINARIO

    Para realizar milagros, Jess sola exigir al favorecido unaprueba de fe. A veces, empero, l se adelantaba a la peticiny distribua sus divinos beneficios. Esta manera de actuarencierra un profundo significado.

    I ELCHOQUEDELASGRANDESCONVERSIONES

    En la Historia de la Iglesia nos encontramosfrecuentemente con situaciones en las que unapstol, inspirado por Dios, desea la conversinde algn alma alejada de la religin. Sin embar-go, su ardor se ve obstaculizado a menudo porla negativa de quien es objeto de su celo. Todoslos esfuerzos demuestran ser intiles, porque laargumentacin no logra doblegar una voluntadobstinada.

    Alfonso Ratisbonne, por ejemplo, era un ju-do de raza y de religin, profundamente arrai-gado en sus tradiciones. Un amigo suyo, el ba-rn de Bussires, tocado por una mocin inte-rior de la gracia, emple los recursos ms con-vincentes de la apologtica para intentar con-vertirlo a la Iglesia Catlica, pero sin xito. Afe-rrado a sus convicciones y ms preocupado conel disfrute de los placeres de la vida que el fu-turo le prometa, Alfonso slo acept llevar alcuello una medalla de Nuestra Seora de las

    Gracias, con la promesa, a regaadientes, de re-zar todos los das elAcordaosla conocida ora-cin de San Bernardo. Yo no me daba cuentanarrara ms tarde el barn de Bussires dela fuerza interior que me impela, la cual, a pe-sar de todos los obstculos y de la obstinada in-diferencia con que l se opona a mis esfuerzos,me daba una ntima conviccin, inexplicable, deque, tarde o temprano, Dios le abrira los ojos.1

    Unos das despus, los dos entraron en laiglesia de SantAndrea delle Fratte, en Roma.

    El barn fue a la sacrista a tratar unos asuntosy mientras tanto el joven Alfonso se qued en eltemplo viendo las obras de arte que haba porall. De repente, en un altar lateral, se le apa-reci la Santsima Virgen, tal y como estaba enla medalla, y sin decir nada oper instantnea-mente su conversin radical: Ella no me ha-bl, pero lo comprend todo!,2exclamara mstarde, con verdaderos transportes de entusias-mo. En efecto, la fe catlica le haba sido im-plantada en su corazn de modo inexplicable; el

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    12/5212 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    La fe catlicale haba sidoimplantada

    en su coraznde modoinexplicable;el joven judoempez a

    hablar de losmisterios y

    de los dogmasde la religincomo si losconociese yamase desde

    siempre

    joven judo empez a hablar de los misterios yde los dogmas de la religin como si los cono-ciese y amase desde siempre. Una mirada deMara haba bastado para transformar su alma!

    La accin de la gracia eficaz

    Por lo tanto, cuando constatamos la con-versin de un alma, no nos engaemos pen-sando que eso se debi a la argumentacin ra-cional elaborada por quien quera atraerla o auna exposicin teolgica que, intercalada conejemplos adecuados y desarrollados de for-ma brillante, arrebat al oyente, movindolo aun cambio de vida. Si la iniciativa de concederuna gracia eficaz es decir, la que siempre, demanera infalible, produce efecto no viene deDios, aunque se apliquen todos los recursos dela inteligencia humana, las demostraciones ms

    convincentes o los silogismos ms irrefutables,no lograremos empujar al alma ni un solo pasoen direccin al bien. El eminente telogo domi-nico Royo Marn explica que sin la gracia ac-tual o auxilio sobrenatural de Dios, el alma engracia (y con mayor razn an el pobre peca-dor) no puede hacer absolutamente nada en elorden sobrenatural. El pecador no puede arre-pentirse de manera suficiente para recuperar lagracia si Dios no le concede previamente la gra-cia actual del arrepentimiento.3

    De hecho, la accin de Dios sobre las al-mas es muy variada. No depende de la lucidez,de la lgica o de la capacidad de oratoria delapstol, no depende de los mritos de ste, nidel que la recibe, ni siquiera depende, comocondicin absoluta, de las plegarias que los de-ms hacen en beneficio de ellas, aunque la ora-cin por el prjimo posea gran audiencia de-lante de Dios. La conversin, por lo tanto, obe-dece a una iniciativa de Dios, conforme enseaSanto Toms: Por eso, que el hombre se con-vierta a Dios no puede ocurrir sino bajo el im-

    pulso del mismo Dios que lo convierte. [...] Laconversin del hombre a Dios es, ciertamente,obra del libre albedro. Por eso precisamentese le manda que se convierta. Pero el libre al-bedro no puede volverse a Dios, si Dios mis-mo no lo convierte a s.4

    Tal impulso divino, que con frecuencia re-cae no slo [sobre los] que carecen totalmen-te de buenos mritos, sino [sobre aquellos] quesus mritos malos van delante,5nos es ilustra-do de forma contundente en el Evangelio pro-

    puesto en la Liturgia del dcimo domingo deTiempo Ordinario.

    II LACOMPASIVAINICIATIVADELSEOR

    En aquel tiempo, Jess 11iba camino deuna ciudad llamada Nan, y caminabancon l sus discpulos y mucho gento.

    Nan era una pequea poblacin de Gali-

    lea, situada sobre una elevacin, en la ladera deHermn, a 12 kilmetros de distancia de Nazaret y a 38 kilmetros de Cafarnan. Su nombreque significa deleitoso proceda del hermoso panorama que se apreciaba desde su altura: la frtil llanura del Esdreln, las montaasde Nazaret y el imponente monte Tabor. Tenacomo la mayora de las ciudades de la Palestina de aquella poca, murallas que la defendande saqueos e invasiones. Para acceder a las casas se suba por un camino, probablemente es-

    Conversin de Alfonso RatisbonneBaslica de SantAndrea delle Fratte, Roma

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    13/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 13

    Jess se llende dolor ycompasin

    por la pobremujer y,dirigindosen primer

    lugar aella, le dijoNo llores

    trecho, que llegaba hasta la puerta de la ciudad,lo que dificultara la entrada y salida en el casode grandes aglomeraciones.6

    El providencial encuentro de dos multitudes

    12 Cuando se acercaba a la puerta de la

    ciudad, result que sacaban a enterrar aun muerto, hijo nico de su madre, queera viuda; y un gento considerable de laciudad la acompaaba.

    Podemos imaginarnos, ante ese cuadro, elimpacto que caus la llegada de Jess, que su-ba seguido de una multitud, al encontrarse conla numerosa comitiva que bajaba por el caminopara enterrar al hijo nico de una viuda. Segnla costumbre judaica, si alguien se cruzaba conun cortejo fnebre deba pararse y acompaar-

    lo.8 Jess, amante y cumplidor de las leyes, sedetuvo ante el difunto y quiz, a causa de la es-trechez del camino, se apartase a un lado parapermitir el paso del fretro.

    En esos tiempos, para una viuda la muertede su nico hijo supona la desaparicin de suamparo. A partir de entonces, ella y sus posiblespropiedades estaban a merced de la rapia ge-neral abuso denunciado por Jess ms ade-lante, cuando censura a los escribas (cf. Lc 20,47; Mc 12, 40). En efecto, no faltaban los quese regocijaban en tales circunstancias, porquepodan arrebatarles a las viudas todo lo que po-sean sin que nadie se opusiese a ello, como se-ala San Juan Crisstomo: Y lo malo era queno llenaban sus vientres de los bienes de los ri-cos, sino de la miseria de las viudas, agravandouna pobreza que debieran haber socorrido.9El mismo Cristo nos muestra una situacin si-milar en la parbola del juez injusto (cf. Lc 18,1-8), cuando revela ese crimen, nada extrao enla poca.

    El Seor toma la iniciativasin solicitud previa

    13Al verla el Seor, se compadeci deella y le dijo: No llores.

    En la mayor parte de los milagros realizadospor el divino Maestro como el del siervo delcenturin, por ejemplo, contemplado en la Li-turgia del domingo anterior , la iniciativa pro-ceda del necesitado que peda auxilio con mu-cha fe.

    En el caso que nos ocupa sucedi algo dife-rente: el mismo Jess es quien toma la delan-tera. Haba considerado, en cuanto Dios, a esafamilia desde toda la eternidad y, a travs delconocimiento de su alma humana en la visinbeatfica, tambin la conoca perfectamente, as

    como la difcil coyuntura en que se encontraba.Sin embargo, slo entonces sus ojos materialesy su ciencia experimental la constataron.

    La escena de una madre desconsolada,afectada por la prdida de quien era su apo-yo y sustento, que se quedaba sola en el mun-do, era sobremanera conmovedora. Sobreaquella cabeza querida, haba reunido ella to-dos los afectos y todas las esperanzas de su co-razn. Ella lo educaba como una viuda sabeeducar a un hijo nico. Podemos afirmar: sualma y su vida giraban alrededor de esa exis-

    tencia. He aqu que, de repente, se rompe elhilo del cual estaba suspendida la nica felici-dad que ella poda experimentar sobre la tie-rra, la muerte arranca a los brazos desespera-dos de su madre el nio ya crecido, en el mo-mento en que l se constitua como una fuer-za, como una proteccin.10

    Por eso, Jess se llen de dolor y compasinpor la pobre mujer y, dirigindose en primer lu-gar a ella, le dijo: No llores. Sin duda que es-tas palabras debieron tranquilizar su afligido es-pritu, porque el divino Maestro las acompaa-ra de especiales gracias de consolacin. A talpropsito, comenta Maldonado: De muy dis-tinta manera hemos de creer que dira Cris-to esta palabra de consuelo de como se la ha-ban repetido tantos otros. Pues no hay dudaque iguales o semejantes palabras le diran to-dos. Quin hay que no diga no llores al que selamenta? Mas los otros lo diran al modo huma-no y con razones humanas [...]. Cristo, en cam-bio, la consuela de modo que, o con otras pala-bras que omite el evangelista, o con el tono de

    voz con que dijo estas mismas palabras, le dejaentrever de alguna manera, la esperanza de quesu hijo resucitara.11Ya slo esa actitud inicialdel Seor debi causar asombro entre los pre-sentes, pues manifestaba una conmiseracin co-mo nadie tena en esa poca.

    Contrariando a Ley de Moiss

    14aY acercndose al atad, lo toc (losque lo llevaban se pararon)...

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    14/5214 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Acto seguido, toc el fretro. Los que esta-ban llevando al difunto se detuvieron sorpren-didos, al percibir que algo inusitado iba a su-ceder, ya que slo a ellos les estaba permitidotocarlo, pues se reputaba inmundicia en loshombres cuanto estaba corrompido o expues-

    to a corrupcin. Y como la muerte es corrup-cin, el cadver se consideraba como inmun-do.12 La ley prescriba expresamente ciertasabluciones y purificaciones para todo el quetuviese contacto con un muerto (cf. Nm 9, 6-7;19, 11-13). Tanto ms que, segn la costumbre,el atad no estaba cerrado y el cuerpo, embal-samado y envuelto en una sbana, era trasla-dado a la vista de todos, con la cabeza cubiertapor un sudario, que de vez en cuando levanta-ban para ver el rostro.13De manera que ponerla mano sobre el fretro significaba hacerlo ca-

    si en el cadver. Sin embargo, el Seor y es-to es fundamental no tuvo ni repugnancia nirecelo de tocarlo.

    Un milagro que superaba atodos los anteriores

    14b... y dijo: Muchacho, a ti te lo digo,levntate!.

    El Maestro ya haca tiempo que haba co-menzado su predicacin, haba hecho mila-gros, impresionando a las multitudes, y su

    fama se haba propagado por toda la regin(cf. Lc 4, 37; 5, 15). Ahora, no obstante, harun prodigio que superar en majestad y podera todos los realizados anteriormente. Hubierabastado un simple acto de su voluntad divinapara que el alma del joven regresase al cuer

    po. Pero para que no quedara duda de que mismo era el autor de esa resurreccin, convoz imperiosa orden al muerto que se levan-tase. A ti te lo digo!, era una frmula quenunca haba sido usada por ningn taumaturgo de la Historia, ni por Elas, a quien la pri-mera Lectura de este domingo lo presenta resucitando al hijo de la viuda de Sarepta despus de grandes splicas y de un prolonga-do ceremonial (cf. 1 Re 17, 17-22); incluso nipor Eliseo, al devolverle a la sunamita el hi-jo que haba perdido (cf. 2 Re 4, 32-35); ni si

    quiera por Moiss o Josu, al abrir las aguasdel mar Rojo o del ro Jordn (cf. Ex 14, 21Jos 3, 15-17). El A ti te lo digo!, nicamen-te Dios, dominador absoluto de toda la Crea-cin, Seor de la vida y de la muerte, podadecirlo. Muestra Cristo con estas palabrasque lo resucita por propia autoridad y manda-to y no con poderes ajenos. Habla al que estaba muerto, porque es Dios, cuya sola voz puede hacerse or de los mismos muertos.14Esto era suficiente para que todos los presentescreyesen en su divinidad.

    Resurreccin del hijo de la viuda de Nan, por Matthias GerungMiniatura de la Biblia de Ottheinrich, Biblioteca Estatal de Baviera, Mnich (Alemania)

    A ti te lodigo!, erauna frmulaque nunca

    haba sidousada porningn

    taumaturgode la Historia,ni por Elas

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    15/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 15

    Un gesto de divina delicadeza15 El muerto se incorpor y empez a ha-blar, y [Jess] se lo entreg a su madre.

    El evangelista no narra las circunstancias dela muerte del joven ni el momento en que sta

    haba ocurrido; sin embargo, podemos afirmarcon certeza que tanto la multitud de Nan co-mo tambin los que acompaaban al Seor, ha-ban constatado su fallecimiento, debido a la in-movilidad y a la rigidez del cuerpo. Sbitamen-te, el cadver recobra vida, se sienta en el ataden el que estaba siendo transportado y empiezaa hablar. Imaginemos el impacto de tal escena yel estremecimiento de espanto [que] invadi elnimo de todos ante aquella manifestacin dela divinidad en Cristo.15

    Una vez hecho el milagro, Jess bien po-

    da haberse retirado, pero, en un gesto de divi-na delicadeza, entreg el resucitado a su madre,como si le dijese en un tono lleno de bondad:No te he dicho que no llorases? Aqu est tuhijo. Podemos imaginarnos la alegra de esamadre: la tristeza de haber asistido a la muertede su hijo y de verlo camino de la tumba fue, sinduda, ampliamente superada por el gozo expe-rimentado en aquel instante. Ni siquiera la feli-cidad del da en que recibi al nio en sus bra-zos, nada ms nacer, se igualaba a la de ese mo-mento, en el cual su hijo le era restituido por lasmanos del mismo Dios.

    Pensemos tambin en el jbilo del joven quedespus de haber atravesado el umbral de lamuerte resucita con ms vigor que el que habatenido en toda su existencia anterior, pues aun-que el Evangelio no afirma nada al respecto he-mos de destacar, totalmente convencidos, quela salud que el Seor le dio no pudo ser iguala la que su madre le haba transmitido al con-cebirlo, dada la diferencia infinita entre el po-der de la madre y el de Jesucristo, Dios y Hom-

    bre verdadero. A partir de ese momento, el jo-ven tendra ms vitalidad, trabajara con redo-blada energa y sera para su madre un consueloextraordinario. Ciertamente, asistira entre l-grimas a la muerte de ella, pensando en el que,aos antes, lo haba resucitado.

    El efecto causado en la multitud

    16 Todos, sobrecogidos de temor, dabangloria a Dios, diciendo: Un gran Profe-

    ta ha surgido entre nosotros y Dios havisitado a su pueblo.

    Ante prodigio tan grande, la estupefaccin yel miedo se apoderaron de todos. Haban com-probado en el Maestro la presencia de una vir-

    tud absoluta y totalmente sobrehumana, pruebairrefutable de que l era profeta. En efecto, eracostumbre que el profeta demostrase, por me-dio de algn signo, la autenticidad de su misin(cf. 1 S 2, 34; 2 Re 19, 29; 20, 8-9; Ez 24, 24). Eneste caso, el Seor no recibi el ttulo de pro-feta, sino el de gran Profeta, porque, como he-mos visto, revel tener poder sobre la vida y lamuerte. Esta estupefaccin respetuosa co-menta Lagrange no es sino el preludio de lasalabanzas dadas a Dios. Las multitudes llamana Jess profeta, y no hijo de Dios como los de-

    monios (Lc 4, 41), pues estos penetran el mun-do invisible, mientras que los hombres buscananalogas en el pasado, donde algunos profetashaban resucitado a muertos. Ninguno de ellos,sin embargo, lo haba hecho con una palabra;por eso consideran a Jess como un gran profe-ta, el esperado para el tiempo de la salvacin.16Ahora bien, la funcin fundamental del profetano es la de prever el futuro, sino la de ser guadel pueblo e indicarle la direccin del recorrido.Por lo tanto, en ese episodio de la vida pbli-ca del Hombre Dios, lo vemos manifestarse encuanto camino y vida, como ms tarde l mismoafirmar: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vi-da (Jn 14, 6).

    Por qu sintieron miedo?

    Los que estaban all, al tomar contacto conlo sobrenatural y concluir que, efectivamente,Dios haba visitado a su pueblo, tambin fue-ron dominados por el miedo. Porque, a pesarde conocer la existencia de Dios por la Reve-lacin, muchos vivan sumergidos en el ates-

    mo prctico, lejos de sus pensamientos y obras.Eran capaces de hablar de l, pero conforma-ban su vida como si no creyesen en l. Aunqueen ese momento, al sentir su cercana, es muyprobable que la conciencia se hubiera desper-tado en el interior de cada uno, sealndolessus miserias y censurndoles las faltas cometi-das en el pasado.

    Aqu podramos preguntarnos: y nosotros, ennuestra vida concreta, creemos en Dios? Ohemos adoptado un modo de vida materialista,

    A partir deese momentel joventendra msvitalidad,trabajaracon redobla

    energa y separa su maun consueloextraordina

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    16/52

    Lo indito sobre los Evangelios

    Los Evangelios de todos los domingos y solemnidades del ao

    litrgico comentados por Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP.

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    16 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Cmo resuci-tar a alguienespiritual-mente des-

    pus de habercruzado el

    umbral de lamuerte delpecado grave?

    por el cual creemos slo tericamente y, en laprctica, vivimos como si l no existiera?

    Fulgurante proyeccin de la figura del Seor

    17 La noticia se divulg por toda Judea ypor toda la comarca circundante.

    En aquellos remotos tiempos, al no existir losactuales medios de comunicacin radio, te-lfono, televisin, internet, ni siquiera peridi-co, las noticias se transmitan oralmente. Lasnovedades se propagaban de una manera msnatural y ms autntica, al contrario de lo quesucede en nuestros das en que poco a poco, de-bido a la velocidad de los nuevos inventos, vanperdiendo la penetracin en las mentes, tal esel exceso de informacin. De esa forma, el rela-to de ese extraordinario milagro se difundi por

    toda Judea, y es muy probable que por toda Pa-lestina, transponiendo incluso los lmites de laregin. El nombre del gran Taumaturgo de Gali-lea adquira, as, una fama creciente.17

    III - ELSIGNIFICADOMSTICODELMILAGRO

    El episodio de la resurreccin del hijo de laviuda de Nan encierra un profundo significadomstico. Despus de la cada del hombre en el

    Paraso, el pecado se transmiti a toda su posteridad de padres a hijos. Manchada por la culpaoriginal, la humanidad yaca como muerta, merecedora de la eterna condenacin, y las puertasdel Cielo se les haban cerrado. Los descendientes de Adn y Eva slo podan alcanzar la justi

    ficacin por medio de la fe (cf. Rm 4, 9; Hb 117); pero si llegasen a caer en alguna falta graveperdiendo la gracia por debilidad humana, nicamente les sera posible restaurarla a travs degrandes y prolongadas penitencias. Aun as, nada, ni siquiera la prctica de la ley, les garantizaba la reconciliacin con Dios y la recuperacinde la vida sobrenatural. En efecto, San Pablo, ensu carta a los Glatas, escribe: El hombre no esjustificado por las obras de la ley (Ga 2, 16). Yel Doctor Anglico nos explica que el fin de laantigua ley era la justificacin de los hombres

    lo cual la ley no poda llevar a cabo, y slo la re-presentaba con ciertas ceremonias, y con pala-bras la prometa.18Entonces, cmo resucitara alguien espiritualmente despus de haber cruzado el umbral de la muerte del pecado grave?Eso sera imposible si no hubiera un Redentor.

    Jesucristo, la segunda Persona de la Santsima Trinidad, se compadeci de los que permanecan envueltos en las tinieblas y en la sombrade la muerte (cf. Lc 1, 79) y tom la iniciativa deencarnarse, sufrir la Pasin y la muerte de Cruz

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    17/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 17

    En Jess, lcapacidad dcompadecer

    de las misery de lasnecesidadeslos dems einsuperableinefablee inclusoinimaginab

    por cualquimente

    humana

    para triunfar en la Resurreccin a fin de resuci-tar el cuerpo inerte de la humanidad pecadora.l, el Verbo Eterno, trae la vida de la gracia, quees infundida en los corazones de los fieles, co-mo l mismo dir: Yo he venido para que ten-gan vida y la tengan abundante (Jn 10, 10). Alasumir la naturaleza humana y hacerse nuestrohermano, Jess nos pone en una condicin su-perior a la de nuestros primeros padres, porqueen el Paraso, antes del pecado, no tenan al Sal-vador, que nos proporciona torrentes de graciasactuales, se queda entre nosotros como alimen-to y nos lega el precioso don de los sacramentospara mantener la vida sobrenatural instauradapor l. O Felix Culpa, qu talem ac tantum me-ruit habere Redemptorem (Oh feliz culpa, quemereci tal y tan grande Redentor!).19

    El Seor toma la iniciativade nuestra conversin

    Sin embargo, al considerar este pasaje delEvangelio, el punto que ms debe atraer nuestraatencin es el hecho de que el mismo Cristo to-mase la iniciativa de operar esa resurreccin, sinque la viuda se lo pidiera o alguien intercediese ensu favor. Adems, todo indica que era la prime-ra vez que Jess visitaba la ciudad de Nan y, porlo tanto, tal vez los habitantes ni siquiera lo cono-ciesen todava, de modo que no les iba a exigir unacto de fe ni a la mujer ni a los que la acompaa-

    ban. Por consiguiente, en este caso quiso realizarun milagro estupendo, pasando por encima de to-das las reglas, por haber sentido compasin.

    En Jess, la capacidad de compadecerse delas miserias y de las necesidades de los dems esinsuperable, inefable e incluso inimaginable porcualquier mente humana, porque es infinita yproviene de un Corazn arrebatado de amor ha-cia el Padre y, por lo tanto, de amor a los hom-bres, en Dios. Ese Corazn, por ser humano,tambin es sensible. Ama la frgil naturaleza desus criaturas, que l mismo asumi al venir almundo, y quiere colmarla de bienes para hacer-la reinar con l en la eternidad. Habiendo subi-do a los Cielos, la caridad de su Sagrado Cora-zn permanece siempre con nosotros. As pues,mantengamos firme la confesin de fe. No te-nemos un sumo sacerdote incapaz de compa-decerse de nuestras debilidades (Hb 4, 14-15).

    Por el contrario, si a lo largo de su vida terrenaatendi a todos los que se acercaban a l y tu-vo piedad de una pobre viuda que se cruz ensu camino, por qu no tendr pena de nosotroscuando nos encontremos en una situacin denecesidad? Cuntas veces l mismo es quienda el primer paso para ir a nuestro encuentro,tomando la iniciativa de salvarnos de algn peli-gro, sin ni siquiera haberle dirigido una splica,en una maravillosa actitud que revela la ternurade su amor por cada uno de nosotros!

    Jess resucita el hijo de la viuda de Nan, por Mario Minniti - Museo Regional de Messina (Italia)

    Franc

    isco

    Lecaros

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    18/5218 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Habiendosubido a losCielos, lacaridad de

    su SagradoCorazn

    permanecesiempre connosotros

    Nada debemos temer

    Por eso merece la pena vivir segn la Pala-bra que nos ha resucitado para la vida eternay nos da el nimo necesario para seguir ade-lante, enfrentando todos los obstculos y con-siderndolos slo como elementos permitidos

    por Dios para aumentar nuestros mritos. Ysi tuvisemos la desgracia de caer en pecado,no pensemos que nos va a rechazar. Tampocolos muertos, segn la legislacin judaica, po-dan ser tocados. Sin embargo, el Evangelio deeste domingo nos muestra a Jess acercndo-se al fretro para tocarlo y resucitar a aquel jo-ven fallecido.

    Por consiguiente, no nos alarmemos con lasposibles tragedias que puedan sobrevenirnos.En las circunstancias ms difciles, cuando elsufrimiento nos asalte y caiga su negra sombra

    sobre nuestra vida, acordmonos de que nun-ca padecemos solos, pues hay alguien que pa-sa a nuestro lado y nos acompaa con su mira-da, porque nos ama con un Corazn de Padrecompasivo y desea nuestra salvacin eterna. Y,siendo Seor de todo, tiene poder para librar-nos siempre de todos los peligros y penas quenos puedan amenazar. Eso debe ser motivo deconsuelo y de alegra para nosotros.

    1

    BUSSIRES, Le Baron Th. Con-version de M. Marie-Alphon-se Ratisbonne. Rlation authenti-que. 2. ed. Pars: Ambroise Bray,1859, p. 19.

    2dem, p. 29.3ROYO MARN, OP, Antonio. So-

    mos hijos de Dios. Madrid: BAC,1977, p. 60.

    4SANTO TOMS DE AQUINO.Suma Teolgica. I-II, q. 109, a. 6,ad 1.

    5SAN AGUSTN. De gratia et li-

    bero arbitrio. L. XIV, n. 30.In:Obras. 3. ed. Madrid: BAC,1971, v.VI, pp. 248-249.

    6Cf. FERNNDEZ TRUYOLS, SJ,Andrs. Vida de Nuestro Seor Je-sucristo. 2. ed. Madrid: BAC,1954, p. 276; GOM Y TOMS,Isidro.El Evangelio explicado.Aos primero y segundo de la vidapblica de Jess. Barcelona: Ra-fael Casulleras, 1930, v. II, p. 219.

    7Cf. GOM Y TOMS, Isidro.ElEvangelio explicado. Introduccin,

    Infancia y vida oculta de Jess.Preparacin de su ministerio pbli-co. Barcelona: Rafael Casulleras,1930, v. I, p. 147.

    8Cf. GOM Y TOMS,El Evan-gelio explicado. Aos primero y se-gundo de la vida pblica de Jess,op. cit., p. 219.

    9SAN JUAN CRISSTOMO. Ser-mo in Ev. Math. LXXIII, n.1. In:Obras. Madrid: BAC, 1956, v.II,p.463.

    10BADET, Jean-Franois.Jsus et lesfemmes dans lvangile. 6. ed. Pa-rs: Gabriel Beauchesne, 1908,pp. 223-224.

    11MALDONADO, SJ, Juan de. Co-mentarios a los Cuatro Evangelios.Evangelios de San Marcos y SanLucas. Madrid: BAC, 1951, v. II,pp. 489-490.

    12SANTO TOMS DE AQUINO,op. cit., q. 102, a. 5, ad 4.

    13Cf. GOM Y TOMS,El Evange-lio explicado. Introduccin, Infan-cia y vida oculta de Jess. Prepara-

    cin de su ministerio pblico, op.cit., pp. 146-147.14MALDONADO, op. cit., p. 490.15dem, p. 491.16LAGRANGE, OP, Marie-Joseph.

    vangile selon Saint Luc. 4. ed.Pars: J. Gabalda, 1927, p. 211.

    17Cf. GOM Y TOMS,El Evan-gelio explicado. Aos primero y se-gundo de la vida pblica de Jess,op. cit., p. 220.

    18SANTO TOMS DE AQUINO,op. cit., q. 107, a. 2.

    19VIGILIA PASCHALIS IN NOC-TE SANCTA. Prconium Pas-chale. In: MISSALE ROMA-NUM. Ex decreto Sacrosanc-ti cumenici Consilii Vaticani IIinstauratum auctoritate Pauli PPVI promulgatum Ioannis Pau-li PP. II cura recognitum. Iuxtatypicam tertiam. Belgium: Mid-west Theological Forum, 2007,p. 284.

    Sagrado Corazn de Jess - Parroquia de Loreto, Lis

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    19/52

    Perdn para quienes

    la trataron mal

    D

    Junio 2013Heraldos del Evangelio 19

    LUCILIARIBEIRODOSSANTOSCORRADEOLIVEIRA

    Es imposible que no encontremos en ciertas actitudes dedoa Lucilia rasgos de un heroico acto de virtud.

    urante la convalecenciadespus de una inter-vencin quirrgica, a do-

    a Lucilia slo le estabapermitido tomar alimentos lquidos.Una de las primeras comidas, que sela ofreci una enfermera con airesdictatoriales, fue una sopa de sesos.Ahora bien, doa Lucilia se pona in-dispuesta cuando se vea obligada acomer ese plato, aunque fuera unacantidad muy pequea. Con su inva-riable suavidad y elevadas maneras,le pregunt de qu era la sopa. Laenfermera, al ver que tena delante auna paciente muy delicada y que porla inflexin de su voz perciba la in-compatibilidad con el alimento, evitdecirle la verdad y afirm que slo setrataba de una comida recomendadapor el mdico, el Dr. Bier.

    No satisfecha con la respuesta,volvi a insistir:

    Mire usted, los sesos me produ-cen malestar. No ser de eso la sopa?

    Y la enfermera, mirndole fija-

    mente a los ojos, le dijo bruscamente: Exacto, es sopa de sesos. Pe-ro el Dr. Bier dej orden expresa deque se la sirvisemos.

    Doa Lucilia renov varias vecessu rechazo a tomarla, pero sin conse-guir convencer a la implacable enfer-mera. Poco despus de haberla inge-rido empez a sentir intensas nuseas,lo que provoc un repentino empeo-ramiento de su estado de salud.

    No tard mucho para que la ti-rana se transformase en desespera-cin. La pobre enfermera, al ver las

    dramticas consecuencias de su ac-tuacin, se fue a buscar inmedia-tamente al mdico de guardia, pe-ro constat que se haba escapado auna fiesta, dejando abandonados porcompleto a sus pacientes. Sin saberbien qu hacer, recurri a un mdi-co de otro sector para que atendiesea doa Lucilia.

    Por la maana, en la visita que so-la hacer a los enfermos, el Dr. Bierverific que las condiciones en quese encontraba eran bastante ma-las, y entonces quiso saber, con ger-mnica exactitud, qu es lo que ha-ba pasado. Sin dejar de decir la ver-dad en ningn momento, evit acu-sar a la enfermera, librndola de unjusto castigo. La tirana, detrs delmdico, se puso en actitud de spli-ca con las manos juntas implorn-dole a doa Lucilia que no le hicie-ra perder el empleo. Tan pronto co-

    mo se vio salvada, se deshizo en ma-nifestaciones de gratitud por el no-ble gesto del que haba sido objeto.Sin embargo, el Dr. Bier, de un esp-ritu muy indagador, no se qued sa-tisfecho y desconfiaba de que hubie-ra habido algn fallo en la asistencia,y entonces llam al mdico respon-sable para que aclarara la situacin.

    Este hecho, una vez ms, llev adoa Lucilia a la insigne prctica de

    la virtud de la caridad con el prji-mo. Por lo general, incluso las perso-nas bien educadas se sentiran pro-

    pensas a manifestar su inconformi-dad, sea por el mal trato recibido dela enfermera o bien por la grave ne-gligencia del mdico de guardia. Me-recan, ciertamente, un castigo ejem-plar que redundase quiz en la expul-sin de ambos de ese hospital, msan tratndose de una de las mejo-res instituciones europeas en su g-nero. Sus carreras se veran perjudi-cadas de alguna manera si constabaesa falta en la hoja de servicios. Tantoal mdico como a la enfermera no leshubiera quedado otra salida que la detrabajar en alguna de las numerosascolonias del imperio alemn, ya fue-se frica del Sudoeste Alemana, yafrica Oriental Alemana o cualquierisla perdida en mitad del Pacfico.

    Con el candor que la caracteriza-ba, doa Lucilia se dirigi a su famo-so cirujano y, sin especificar quinera el que le haba atendido, le dijo:

    El mdico estuvo aqu.Y de esta manera, en contra desu propio derecho, salv la situacinde los que le deberan haber dado laasistencia que su estado de salud re-quera.

    (Extrado de CL DIAS, EP,Joo Scognamiglio.Dona Lucilia.

    Ciudad del Vaticano: LibreriaEditrice Vaticana, pp. 130-131)

    Doa Lucilia en 1912, en Pars

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    20/52

    Una invitacin

    a todos: sedmsticos!

    E

    20 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    D. Ignacio Montojo Magro, EP

    Consiste la mstica slo en grandesfenmenos sobrenaturales reservadosa un reducido nmero de almas

    privilegiadas? O est al alcancede todos los fieles?

    s posible que el ttulode este artculo le depa-re una sorpresa al lector.No es la mstica nica-

    mente el premio que reciben en estatierra las almas muy virtuosas? Porqu hacer esa invitacin extensiva atodos?

    La pregunta est motivada poruna concepcin errnea sobre loqu es la mstica, bastante difundi-da en nuestros das. Y el perjuicioespiritual provocado por esa equivo-cacin es mucho mayor de lo que sepuede pensar a primera vista.

    Algunos conceptos errneos

    Para la gran mayora de las per-sonas, la palabra mstica suena va-gamente a una accin misteriosa defuerzas superiores, ajenas a las dela experiencia racional comn. Paraotros, se identifica con ciertos arro-bos del alma como sera el impulsosimblico originado por un garbosohimno o una hermosa bandera.

    Desde una perspectiva cristianase la suele identificar con fenme-nos sobrenaturales extraordinarios,como apariciones, revelaciones, es-tigmas, xtasis, levitaciones, etcte-ra, es decir, con esas inefables ex-periencias divinas reservadas a al-mas que, adelantadsimas en el ar-duo camino de la santidad, son ob-jeto de una especial predileccinde Dios. Por consiguiente, sera in-alcanzable para la gran mayora delos fieles.

    Dejando aparte los dos prime-ros conceptos enunciados que aun

    ajenos a la teologa, son tiles y, encierto sentido, vlidos pasemos aanalizar el tercero, por ser de msinters desde el punto de vista pas-toral. Pues como veremos a lo largode este artculo, el catlico que noha entrado en el camino de la ms-tica aunque sea un anciano, unapersona consagrada a Dios, de in-tenso celo apostlico o un sabio deamplia cultura teolgica no ha de-

    jado su estado infantil en la vida es-piritual.

    La mstica es algo mucho ms ac-cesible de lo que generalmente sepiensa. La cuestin es saber qu esrealmente y entonces ir a conquistar-la cranlo sin mucho esfuerzo.

    Qu es, pues, la mstica?

    Los fenmenos extraordinariosque nos impresionan en la vida dealgunos santos forman parte de lamstica, pero no constituyen unapieza esencial ni siquiera necesariade ella. Por cierto, nos hemos refe

    rido de propsito a algunos santos, porque para alcanzar el Cielono les hacen falta apariciones, reve-laciones o estigmas, ni tampoco haber sido objeto de tales fenmenosextraordinarios, para que la Iglesialos proponga como modelo de vida.

    Entonces, cmo definir la mstica?

    Segn el telogo dominico frayAntonio Royo Marn, consiste en

    San Antn Abad, por Antonio BreaPalazzo Bianco, Gnova (Italia)

    Franc

    isco

    Lecaros

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    21/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 21

    A la izquierda: San Francisco de Ass recibe los estigmas - Museo de Bellas Artes de Crdoba (Espaa);a la derecha: Matrimonio mstico de Santa Catalina de Siena - Santuario de Santa Catalina, Siena (Italia)

    la actuacin de los dones del Espri-tu Santo al modo divino o sobrehu-mano, que produce ordinariamenteuna experiencia pasiva de Dios o desu accin divina en el alma.1En es-te enunciado, que ser desarrollado

    en este artculo, hay dos elementosprincipales: el obrar de los dones delEspritu Santo y la experiencia pasi-va de Dios. Analicemos el primeropara poder entender mejor el segun-do y, finalmente, sabremos por qula mstica est al alcance de todos.

    Diferencia entre virtudes y dones

    Para comprender cmo se producela accin de los dones en el alma nosreferiremos a un artculo de Mons.

    Joo Scognamiglio Cl Dias publica-do en el nmero anterior de esta re-vista.2En l encontraremos una bell-sima sntesis de lo que ocurre en nues-tro interior despus de haber recibidola vida sobrenatural por el Bautismo yuna detallada y clara explicacin delfuncionamiento de los dones.

    Ese sacramento infunde en noso-tros, junto con la gracia que nos ha-ce verdaderos hijos de Dios, las virtu-des y los dones que vuelven dinmiconuestro organismo sobrenatural, dn-

    donos la capacidad de hacer el bieny evitar el mal de forma meritoria alos ojos de Dios. Sin embargo, las di-ferencias entre ambos son grandes. Ypara que se vean claramente, el fun-dador de los Heraldos del Evangelio

    pone ejemplos muy elocuentes.Para que entendamos mejor c-mo actan las virtudes en el alma,recordemos la clsica figura del ni-o que camina de la mano de su ma-dre: no hay duda de que quien avan-za es el nio, sujeto a la inexperienciade su tierna edad y sustentado por elamparo materno. Sera muy diferen-te si la madre recelosa de los pe-ligros a los que se expondra su fr-

    gil hijo si anduviera por s mismolo llevase en brazos. El esfuerzo deldesplazamiento dependera nica-mente de la voluntad de ella y no yade las piernas poco giles del peque-o. Esta segunda situacin es una p-

    lida imagen de la accin benfica delos dones. El Espritu Santo nos lle-va en brazos, sublimando median-te sus iluminaciones y sus mocionesespecialsimas nuestra propia mane-ra de pensar, de querer y de obrar,y nos protege de todas las amenazasque nos rodean durante la vida.3

    Es decir, cuando practicamos unavirtud, somos nosotros los que actua-mos y, por tanto, lo hacemos de modosiempre imperfecto. Al igual que si

    nos pidieran que ejecutsemos en unvioln Stradivarius, nico en el mun-do, una bonita partitura. Slo des-pus de ensayar mucho bajo la orien-tacin de un profesor experimentadoseramos capaces de hacerlo con cier-ta pericia. De lo contrario, al frotarcon el arco las cuerdas de ese valios-simo instrumento solamente produci-ramos sonidos cacofnicos.

    Pero y si un ngel cogiera nues-tras manos? La situacin sera muydiferente, porque el violn emitira

    Fo

    tos:

    Franc

    isco

    Lecaros

    La mstica suele seridentificada con fen-menos sobrenaturalesextraordinarios, comoapariciones, reve-laciones, estigmas,

    xtasis, levitaciones

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    22/5222 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    los sonidos ms hermosos y armonio-sos, sin mrito de nuestra parte, salvoel de no ofrecer resistencia. Eso es loque ocurre con los dones. A travs destos el Espritu Santo toca las cuer-das de nuestra alma y opera en noso-

    tros, perfeccionando de modo divi-no esos actos que, por el mero ejer-cicio de las virtudes, eran irremedia-blemente defectuosos.

    La experiencia de lodivino en el alma

    He aqu la esencia de la mstica:la accin de los dones. Cuando ac-tan, opera en nuestro interior unfactor incomparablemente superiora nosotros... y cmo! Esto nos lleva

    a comprender el segundo elemen-to de la definicin enunciada: la ex-periencia inefable que constituye elprivilegio de lo mstico.

    En esos momentos no siem-pre, pero normalmente percibi-mos claramente en nuestro interiorese algo completamente superiory transcendente a nuestra natura-leza, cuya accin es patente que noha sido producida por nosotros, pe-ro que est dentro de nosotros: es elEspritu Santo mismo que inhabitanuestra alma y en ella acta, hacin-donos sentir, como dice Santa Tere-sa, su divina compaa.4

    Es la patiens divinaexperienciapersonal de lo divino de la que yahablaba Pseudo Dionisio.5Al alma lecorresponder nicamente consentircon su voluntad, sin poner obstcu-los a esa accin, dejndose llevar porel Espritu Santo como en el ejem-

    plo mencionado antes del nio quees llevado en los brazos de su madre.

    Los momentos de aridez

    Conviene insistir que no siemprela experiencia sensible acompaara los actos msticos, como ocurre du-rante las arideces en nuestra vida es-piritual, en las cuales, aunque este-mos actuando del mejor modo po-sible, nuestra sensibilidad pasa por

    un completo apagamiento. Son lasnoches oscuras de las que nos ha-bla San Juan de la Cruz, l mismoun gran mstico. No significa que enesas circunstancias los dones no ac-ten en nuestro interior. Al contra-

    rio, perfeccionan de una manera es-pecial las virtudes, llevndolas, en elcaso de los santos que correspondena su accin, incluso al herosmo.

    Dios retira la sensibilidad tan s-lo para aumentar el mrito del hom-bre. En realidad, l es quien eleva alalma hasta ese grado de fidelidad. Eslo que le sucedi a Santa Teresa delNio Jess que pas los ltimos aosde su vida en la aridez ms comple-ta. No obstante lo cual, fue una gran

    mstica, como nos lo demuestra laelevacin de sus escritos, ricos de unadoctrina inconcebible, humanamentehablando, en una jovencsima monja.

    Se puede separar laasctica de la mstica?

    Entonces, cul es el origen dela nocin de mstica indicada en lasprimeras lneas de este artculo, quela reduce a los fenmenos sobrena-turales extraordinarios?

    Se remonta al siglo XVIII, cuan-do autores como el padre Giovanni

    Battista Scaramelli decidieron cambiar la orientacin del estudio de lasvas de perfeccin cristiana, aconsejando la separacin entre la ascticaes decir, la parte del progreso es-piritual que corresponde al esfuerzo

    del fiel y la mstica.6En la opinin de esos estudiososexplica el telogo dominico ReginaldGarrigou-Lagrange, la asctica trata de los ejercicios que conducen a laperfeccin por la va ordinaria, mientras que la mstica tiene por objeto lava extraordinaria, a la cual pertenecera la contemplacin infusa de losmisterios de la fe. [...] Para estos autores, la asctica no slo es distintade la mstica, sino que es algo separa

    do de ella; la primera no est ordenada a la segunda; porque la mstica notrata sino de las gracias extraordinarias que no son necesarias a la plenaperfeccin de la vida cristiana.7

    Separados, pues, en el campo dela teora el papel de las virtudes y losdones, el esfuerzo del hombre y laaccin de Dios en el alma, se pas aconsiderar el camino asctico comola va comn para la santidad, desvinculada de la mstica, dando a entender que el Espritu Santo actanicamente en las almas por medio

    Buque escuela Esperanza,de la Armada rusa

    eg

    larz

    Los dones perma-necen en nuestrointerior y, por asdecirlo, estn ansio-

    sos por actuar; seles comparan conlas velas desplega-das que permiten al

    barco desplazarse

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    23/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 23

    de sus dones despus que ellas lo-grasen escalar, mediante la prcticade la virtud, las elevadas laderas ac-cesibles slo a las almas de lite.

    No obstante, sin la accin de losdones, el alma se ve privada de un au-xilio imprescindible para la conquistade la santidad. Se desanima con fa-cilidad y su vida espiritual se reduce,por falta de estmulo, a la mediocri-dad de un eterno principiante.

    En realidad, no existe separacinentre asctica y mstica, salvo a efec-tos didcticos y, aun as, con muchasreservas. Ambas se interpenetranconstantemente, porque nunca pode-mos separar el esfuerzo personal delauxilio divino. Por lo tanto, no exis-te ni el asceta puro ni el mstico pu-ro, y si se habla alguna vez de eso espara sealar el predominio de uno uotro estado en el individuo. El que vi-

    ve frecuentemente sumergido en lamstica, se puede decir de l que es unmstico, pero podemos estar segurosde que ese estado no es permanente.

    Del mismo modo, por mucho quealguien, como un asceta del desiertode la Tebaida en los primeros siglosde la Iglesia, pueda parecer estoi-camente esforzado en el camino dela virtud, no tengamos duda de quesi alcanz alguna perfeccin lo hizo

    con el auxilio de los dones del Esp-ritu Santo, incluso sin darse cuenta.8

    La mstica se nos dadesde el principio

    La puerta de la mstica, por con-

    siguiente, est abierta a todos, y pa-ra cruzar su umbral no es necesarioun arduo noviciado, como algunospodran ser llevados a pensar.

    La mstica, afirma el P. Royo Ma-rn, est tan lejos de ser una gra-cia anormal o extraordinaria co-mo las gracias gratis dadas, quecomienza, por el contrario, en plenoestado asctico, y todos los cristia-nos participan ms o menos de ella

    aun cuando se encuentren en los al-bores mismos de la vida espiritual.9

    De hecho, en esta fase Dios sueledescubrirle al hombre el vasto pano-rama de la santidad, dndole ya enesta vida un anticipo de lo que ven-dr al final, cuando crucemos el um-bral de la eternidad. Esta experien-cia nos da fuerzas para que ms ade-lante enfrentemos las dificultadesque la vida presentar.

    El que ha sentido la consolacinque invade el alma despus de unabuena confesin, la alegra de la Pri-mera Comunin o, en el caso deuna conversin, la bondad de Diosabriendo los brazos para acoger yperdonar como el padre de la par-bola del hijo prdigo, no puede re-cordar sin aoranza esos momentosen los que entendi los conceptos deperdn o bondad con ms claridad

    que si los hubiera estudiado en elmejor manual de teologa. Esa com-prensin que saboreamos es todaella sobrenatural y se nos da por laaccin de los dones en nuestra alma.

    A ese respecto aade el P. RoyoMarn: Esta doctrina, llena de luz yde armona, devuelve a la vida cristia-na toda la grandeza y sublimidad queadmiramos en la poca de la Iglesiaprimitiva, donde el espritu cristia-

    A la izquierda: Santa Mara Magdalena, penitente - Parroquia de Santa Mara Magdalena, Mlaga (Espaa);a la derecha: Penitencia de San Jernimo, por Sano di Pietro, Museo del Louvre, Pars

    Fo

    tos:

    Serg

    ioHo

    llmann

    Por mucho quealguien pueda pare-cer estoicamenteesforzado en el cami-no de la virtud, sialcanz alguna per-

    feccin lo hizo con elauxilio de los dones

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    25/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 25

    supuesto. Sin embargo, no le damos

    la suficiente atencin porque ense-guida somos absorbidos por la soli-citud de las cosas terrenas. Desviadanuestra atencin con un programaftil de televisin, una conversacinbanal o un objeto material, la impre-sin y los efectos de esa gracia que-darn asfixiados, cuando ella basta-ra para llenarnos el alma y ocuparnuestros pensamientos durante al-gunas horas.

    Esa imperfecta correspondencia,muy frecuente, nos va volviendo ca-da vez ms insensibles e impide queesos favores sobrenaturales se multi-pliquen hasta el punto de convertir-se en habituales. Nuestra actitud de-bera ser otra, porque, como expli-ca el Prof. Plinio Correa de Oliveira,el que procede bien ante una graciamstica invita a Dios a que le d otra

    ms grande an. Y as, de gracia en

    correspondencia, de corresponden-cia en gracia, el individuo sube has-ta el pice de la mstica, donde Diosle espera. En ese sentido, aunque lasustancia de la santificacin no seala mstica, sino el amor a Dios, lamstica es una potentsima auxiliarde la santificacin.11

    Si queremos ser santos,seamos msticos

    Incluso ante el panorama abiertopor la doctrina contenida en este ar-tculo, podemos desanimarnos antelas circunstancias de nuestros das,tan adversas a todo lo que es sobre-natural. Pero quiz eso mismo sea lacontribucin ms decisiva para ali-mentar nuestra esperanza.

    Cuando el factor humano entraen quiebra, es el momento de recu-

    rrir con ms ahnco a lo sobrenatu-

    ral: Porque cuando soy dbil, en-tonces soy fuerte (2 Co 12, 10), di-ce el Apstol, confortando a todoslos que sienten la propia contingen-cia en la hora de recorrer el caminode la virtud.

    Es el estado ideal para que Diosejerza su accin sin impedimentos.De lo contrario, el orgullo huma-no, engaado con su supuesta auto-suficiencia, no reconoce el papel deDios en la santificacin y pone obs-tculos insuperables. Estemos com-pletamente seguros de que si Diosnos llama a todos a la santidad, nosdar los medios para alcanzar esameta. Y entre ellos, una profusinde gracias msticas nos acompaa-r a lo largo del camino. Abrmos-les el alma completamente y l ha-r el resto.

    1ROYO MARN, OP, Anto-

    nio. Teologa de la Perfec-cin Cristiana. 9. ed. Ma-drid: BAC, 2001, p. 241.

    2CL DIAS, Joo Scogna-miglio, EP. Guiados por elfuego del Espritu divino.In:Heraldos del Evangelio.Madrid. Ao XI. N. 118(Mayo, 2013); pp. 10-18.

    3dem, p. 15.4SANTA TERESA DE JE-

    SS. Sptimas moradas,

    c. I, n. 7. In: Obras de San-

    ta Teresa de Jess. Burgos:Monte Carmelo, 1917, t. IV,p. 183.

    5PSEUDO DIONISIOAREOPAGITA. Los nom-bres de Dios, II, 9. In:Obras completas. Madrid:BAC, 1995, p. 288.

    6Principalmente a partir dedos obras del P. Scaramelli:Direttorio asceticoyDiretto-rio mistico.

    7GARRIGOU-LAGRANGE,

    OP, Rginald.Les trois gesde la vie intrieure: prlu-de de celle du ciel. Pars: DuCerf, 1939, t. I, p. 20.

    8Cf. GONZLEZ ARINTE-RO, OP, Juan. Caractersti-ca del estado mstico (Cues-tiones msticas, 6, a. 3. In:Revista La Ciencia Tomis-ta. Madrid. Ano VII. T. 13(Mar.-Ago., 1916); p. 207.

    9ROYO MARN, op. cit.,

    p. 255.10dem, ibdem.11CORRA DE OLIVEIRA,

    Plinio. O progresso na vi-da espiritual atravs da fi-delidade s graasmsticas.Conferencia. So Paulo,2/11/1989.

    El Prof. Plinio Corra de Oliveira asistiendoa Misa en la iglesia del Sagrado Corazn de

    Jess, So Paulo, en 1989

    Mrio

    Shino

    da

    Y as, de gracia encorrespondencia, decorrespondencia en

    gracia, el individuo

    sube hasta el picede la mstica, dondeDios le espera

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    26/52

    Nuevos siervos para la mies

    U

    26 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    na de las realidades ms lacerantes de nuestrosdas es, sin duda, la orfandad espiritual en la quese hallan millones y millones de personas. En to-

    dos los pases abundan almas que noencuentran sentido a sus vidas, alivio asus dolores o apoyo en sus perplejida-des, por falta del amparo inquebranta-ble que supone una fe viva en Jess.

    As, en pocas pocas de la Historia hahabido tanta necesidad de obreros parala mies del Seor y tanto se ha espera-do igualmente de los que son llamadosal ministerio sacerdotal. Ms que nun-

    ca, les corresponde ser celosos pastores,siempre dispuestos a servir al pueblo deDios segn el ejemplo sublime del nicoMaestro, de cuya misin participan.

    En esa perspectiva se han desarro-llado las ordenaciones de 11 dico-nos y 11 sacerdotes de los Heraldosdel Evangelio, realizadas el 21 y 22 deabril, en la baslica de Nuestra Seora del Rosario, enCaieiras, Brasil. Entre los ordenados haba representan-tes de India, Mozambique, Brasil, Venezuela, Colom-

    bia, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay y Espaa. Esta variedad de naciones le confiri a las ceremonias unaacentuada nota de universalidad de la fe catlica.

    Mirar hacia los queson ms dbiles

    La ordenacin diaconal del da 21realizada en un ambiente de expectante alegra, fue presidida por Mons. Sergio Aparecido Colombo, Obispo deBragana Paulista, dicesis donde seencuentra el seminario de los Heraldosdel Evangelio.

    En la homila, Mons. Colombo exhort a los nuevos clrigos a ejercercon valor las tres diaconas: la de la Palabra, prestando cuidadosa atencina la catequesis de los fieles en las diversas etapas de la existencia cristianade forma a ayudarlos a conocer la feen Cristo, reforzarla con la recepcin

    de los sacramentos y expresarla en su vida personal, fa-miliar, profesional y social, la de la Liturgia, teniendosiempre viva conciencia de que toda celebracin litrgi

    ORDENACIONESPRESBITERALESYDIACONALES

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    27/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 27

    ca es accin sagrada por excelencia; y la de la caridad,mostrndose siempre misericordiosos, activos, progre-sando en la verdad del Seor, el cual se hizo siervo detodos.

    Al final de la ceremonia, las palabrasdel dicono mozambiqueo Aro Otlio

    Gabriel Mazive expresaron el profundoefecto producido por la exhortacin deMons. Colombo en el alma de los recinordenados: Quiero hacer mas las pa-labras pronunciadas en su valioso ser-mn, segn las cuales es deber del di-cono mirar hacia los que son ms dbi-les, los necesitados, los pobres, los en-fermos. Tocaron profundamente nues-tros corazones y van a resonar en el in-terior de todos nosotros, diconos, co-mo venidas del mismo Jesucristo.

    El Buen Pastor da lavida por sus ovejas

    Al da siguiente, tuvo lugar la ceremonia de orde-nacin presbiteral, presidida por Mons. Benedito Benidos Santos, Obispo de Lorena, So Paulo. Su homila,

    Celosos obreros Al ejercer el ministerio para el cual han sido llamados, diconos y sacerdotesdeben procurar actuar como celosos obreros en la mies del Seor. En esta pgina, algunos aspectos

    de la ordenacin presbiteral; en la pgina de la izquierda, fotos de la ordenacin diaconal.

    de gran densidad doctrinaria, ser reproducida ntegra-mente en el prximo nmero de la revistaLumen Verita-tis, publicada por el Instituto Filosfico Aristotlico To-

    mista y por el Instituto Teolgico SantoToms de Aquino. En ella, Mons. Benidos Santos discurri sobre la figura del

    Buen Pastor que conoce a sus ovejas yest dispuesto a dar la vida por ellas.Por el sacramento del Orden, expli-

    c el prelado, cada candidato se con-vierte en maestro de la Palabra, minis-tro de los sacramentos y pastor de la co-munidad cristiana. Como maestro dela Palabra, la eficacia de sus actividadesevangelizadoras depender de la cohe-rencia de su vida con su enseanza. Co-mo ministro de los sacramentos, espe-cialmente el de la Penitencia, el sacer-

    dote ha de tener conocimiento del al-ma humana, espiritualidad, vida de ora-cin y sobre todo sentimiento moral, su-

    frir con el pecado del mundo. El sacerdote, deca, nopuede dejar un solo da de celebrar la Eucarista; la Eu-carista deber ser el centro de su vida. Por fin, como pas-

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    28/5228 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    tor, debe cuidar con humildad de su rebao, socorrer a lospobres, visitar a los enfermos. El sacerdote es pastor sobretodo cuando va en busca de la oveja perdida, aadi.

    Ilustre testigo de esta ceremonia fue el arzobispo Jean-Louis Brugus, OP, archivero y bibliotecario de la SantaRomana Iglesia, que concelebr la Eucarista y asisti a la

    ordenacin de los nuevos presbteros. Reconocido espe-cialista en Teologa Moral, se encontraba de paso por Bra-sil para impartir un curso extracurricular tituladoPequeateologa de la imagen de Diosy quiso prestigiar el acto consu presencia.

    Al servicio de la Iglesia

    En seal de gratitud, despus de haber sido ordena-dos, diconos y presbteros se dirigieron a monseorJoo Scognamiglio Cl Dias para manifestarle su recono-cimiento por la formacin, el ejemplo y el estmulo a laprctica de la virtud que siempre recibieron de l. Forma-

    cin, ejemplo y virtud que a partir de ese da ponen total-mente al servicio de la Iglesia en el seno de la SociedadClerical de Vida Apostlica de Derecho Pontificio Vir-go Flos Carmeli, la rama sacerdotal de los Heraldos delEvangelio.

    Elegidos para servir En unin con sus hermanos clrigos de los Heraldos del Evangelio, y con todos lospresbteros de las dicesis en donde actan, los nuevos sacerdotes y diconos se ponen al servicio de la Iglesia y

    del prjimo, dispuestos a ejercer su ministerio donde la obediencia les mande.

    Agradecimiento al fundador Despus de habersido ordenados diconos y sacerdotes se acercan alfundador para agradecerle la formacin, el ejemploy el estmulo a la prctica de la virtud. En la foto, elDic. David Werner Ventura, EP, de Lages (Brasil).

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    29/52Junio 2013Heraldos del Evangelio 29

    Alegra fraterna En el Cuerpo Mstico de Cristo, la alegra de uno se transmite a los dems.En las fotos, D. Pablo Beorlegui Vicente, EP, de Chile (foto de la izquierda), y D. Csar Javier Dez

    Jurez, EP (foto de la derecha), de Espaa, son saludados por sus hermanos de hbito.

    De cuatro continentes Entre los 11 diconos ordenados el da 21, haba representantes de Asia, frica,Amrica y Europa. En las fotos: Kirthan Blasius Carlo, EP, de India; Aro Otlio Gabriel Mazive, EP, de Mozambique;

    y Antonio Jakos Ilija, EP, de Eslovenia.

    Celebrantes Las ordenaciones diaconales fueron presididas por Mons. Sergio Aparecido Colombo, Obispo diocesano deBragana Paulista (foto de la izquierda), y las sacerdotales por Mons. Benedito Beni dos Santos, Obispo diocesano de Lorena

    acompaado por Mons. Jean-Louis Brugus, OP, archivero y bibliotecario de la Santa Romana Iglesia (foto de la derecha).

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    Espaa Del 7 al 14 de abril, la parroquia de SantoDomingo, en la localidad madrilea de Pinto, recibi a

    imagen peregrina del Inmaculado Corazn de Mara.

    Canad El 7 de abril, cooperadorespromovieron una concurrida procesin en laparroquia de San Jos Obrero, en Toronto.

    Guatemala 1.300 personas, entre ellos numerosos nios, que se preparan para laPrimera Comunin, participaron en la Misa y en la meditacin del Primer Sbado de mayo

    en la casa de los Heraldos del Evangelio en San Jos Pinula.

    Colombia Entre las actividades ms recientes realizadas por los coordinadores del Oratorio Mara Reina de losCorazones, de Bogot, destacan la consagracin de las familias promovida en la parroquia del Beato Chaminade,

    el 14 de abril (foto de la izquierda), y la entrega de nuevos oratorios en la parroquia de Santa Cruz (foto de la derecha

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    Misin Mariana en San Agapito

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    el 2 al 5 de mayo, la imagen peregrina del Inmacula-do Corazn de Mara visit a los habitantes de San

    Agapito, pintoresco municipio de la provincia de Iserniacompuesto por diversos ncleos de poblacin. Tras ser ca-lurosamente recibida por el prroco, el P. Luigi Russo, fuellevada en procesin (foto 2) hasta la capilla de Scalo Fe-

    rroviario, donde hubo una Celebracin Eucarstica (fo-to 1). En esos das la imagen visit el asilo de ancianos Li-liana (foto 3) y las residencias de numerosos enfermos (fo-to 4). El sbado se realiz una procesin de antorchas enTemennotte (foto 5) y el domingo la Misa de despedida,en la que estuvo presente el alcalde del municipio (foto 6).

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    Misin Mariana

    en Valdemoro

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    finales de abril, y durante una semana, la imagenperegrina del Inmaculado Corazn de Mara visi-

    taba la parroquia de San Vicente de Pal de la localidadmadrilea de Valdemoro.

    Fue acogida en un centenar de domicilios particu-lares, en algunos comercios, en la Residencia Munici-pal Nuestra Seora del Rosario donde el vicario pa-rroquial, D. Daniel Miranda Antn, celebr la Eucaris-ta, y en el Colegio Nuestra Seora, de las Hijas de

    Mara Nuestra Seora, donde las alumnas rezaron unRosario ante la imagen de la Virgen.

    Adems, momentos muy emotivos como la imposicin de cerca de 200 escapularios o la procesin de an-torchas marcaron muy especialmente la Misin Maria-na, que se clausur con una solemne Misa presidida porel prroco, D. Alberto Iigo Ruano, para la cual la iglesia se llen completamente. Nunca hemos visto cosaigual era el comentario generalizado al salir de templo

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    Modelo para padresy educadores

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    Junio 2013Heraldos del Evangelio 33

    SANMARCELINOCHAMPAGNAT

    En la preciosa herencia dejada por San Marcelino a susdiscpulos, destacan su sapiencial mtodo de enseanzay la devocin a Mara, fundamento y quintaesenciade la pedagoga marista.

    onocidos son los aprietospor los que pas el jovencampesino Juan Bautis-ta Mara Vianney cuando

    tuvo que afrontar los estudios en elseminario. Al futuro Santo Cura deArs le iba tan mal en los exmenes, apesar de esforzarse mucho, que fuecasi un milagro el haber sido apro-bado. Su piedad, no obstante, supe-raba con creces la rudeza de su inte-ligencia y la gracia supla con libera-

    lidad lo que la naturaleza no le ha-ba concedido. Ordenado sacerdote,atrajo multitudes a la pequea Arsy su nombre se hizo famoso en todaFrancia, tanto por su sabidura en eltrato con las almas como por su co-nocimiento de las cosas de Dios.

    Curiosamente, entre los com-paeros de seminario del Cura deArs se encontraba un personaje,por aquellos primeros das del siglo

    XIX, que pas igualmente por seriasdificultades en el aprendizaje: Mar-celino Champagnat, fundador de laCongregacin de los Hermanos Ma-ristas de la Enseanza.

    Tambin autntico hombre decampo, de fsico robusto y espri-tu tenaz, que ingres en el seminariotan decidido a ser sacerdote como aser santo. Aunque haba sido forma-do desde la cuna en los slidos prin-cipios de la religin, careca de los

    conocimientos, pero no de la fe. Poreso, cuando sus superiores quisierondespedirlo, alegando su ineptitud pa-ra concluir exitosamente los largos es-tudios eclesisticos, no dud en ape-lar a su gran protectora, la Madre deDios. Confi su vocacin a su cuida-do, suplicndole que le ayudase en laacritud estudiantil. Y consigui mu-cho ms de lo que haba pedido. A talpunto que la Iglesia, gran maestra de

    la vida, el da de su canonizacin co-ron sus mritos llamndole mode-lo para los padres y los educadores.1

    Un muchacho de buen natural,dotado de alma buena

    Era yo un muchacho de buen na-tural, me toc en suerte un alma bue-na (Sb 8, 19). Ninguna expresin pa-rece tan adecuada para describir la in-fancia de nuestro santo como ese elo-gio que el Sabio hace de s mismo. Na-

    cido el 20 de mayo de 1789, pocas se-manas antes de que estallara la Revo-lucin Francesa, Marcelino Jos Be-nito Champagnat fue el penltimo dediez hermanos, y vino al mundo en laaldea de Rosey, situada en la reginmontaosa de Loira. Un nio salu-dable, de temperamento alegre y ex-pansivo, que enseguida asimil la de-vocin a la Virgen que su madre des-de muy temprano procur inculcarle.

    Hna. Isabel Cristina Lins Brando Veas, EP

    Retrato de San Marcelino pintado despusde su muerte por Jos Ravery

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    34/5234 Heraldos del EvangelioJunio 2013

    Por una especial proteccin deMara, ciertamente, los vientos dela irreligin que devastaron Fran-cia durante la infancia de San Mar-celino no entraron en el hogar delos Champagnat. Y como el peque-o haba demostrado marcado inte-rs por todos los asuntos relaciona-dos con la religin, decidieron anti-cipar su Primera Comunin a los 11aos, dos menos que la edad pres-crita por la Iglesia en aquella poca.Por entonces la vida religiosa empe-zaba a volver a la normalidad y Mar-celino pudo inscribirse en el primergrupo de neo comulgantes de 1800,en la parroquia de Marlhes, a la queperteneca la aldea de Rosey.

    Primeros contactos con elmundo de la enseanza

    Ya en el curso preparatorio pa-ra el momento solemne de la Euca-rista, San Marcelino empez a ob-servar, con singular perspic