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    HERMANO

    Febrero Marzo 2007

    C E R D O

    12-13

    JHUMPALAHIRICIELOINFIERNO

    SILVIANOSANTIAGOVIVOOMUERTOGABRIELTIBATODINEROFCIL

    Confesiones de un becario del FONCAHABEDERO

    LAMALDICINDEDEMCRITO

    PRIMER ANIVERSARIO

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    HERMANOC E R D O

    DMauricio SalvadorDaniel Espartaco Snchez

    E Javier G. Cozzolino, Javier Moreno, Ed-gardo Dieleke, Jos Luis Justes Amador,Ral Anbal Snchez, Pablo Muoz.

    C HCurly, Larry y Moe

    CSilviano Santiago (Brasil)Garth Risk Hallberg (USA)

    Abril Olmos Loya (Mxico)

    Ismael Llins (Colombia)Eduardo Varas (Ecuador)J. S. de Montfort (Espaa)Diana Ospina (Colombia)

    Agente Artehormiga (Mxico)Kim CheSan (Corea del Norte)

    Ana Laura Magis (Mxico)Gabriel ibato (Mxico)Everardo Denisse (Mxico)

    D

    Mauricio SalvadorCKarina [email protected]

    Hes una publicacin cua-simensual sin fines de lucro y editada enMxico, DF. Las opiniones vertidas encada texto son responsabilidad de sus au-tores; al mismo tiempo, nada de lo dichoen el editorial tiene necesariamente que

    ver con los autores. Las suscripciones sonal correo [email protected] Paradescargar los nmeros anteriores visita lapgina beta de Hhttp://hermanocerdo.googlepages.com

    EC H,

    Las cartas que llegan a nuestro buzn, 5

    F

    S SVIVOOMUERTO, 6J CIELO-INFIERNO, 11Ana Laura Magis

    Dos palabras sobre Jhumpa Lahiri,21

    J. S. MRAQUELSIEMPRELLEGATARDE, 22D O

    DOSCUENTOS, 25M S

    LAINMORTAL, 27

    H:LAMALDICINDEDEMCRITO, 38

    C

    G TDINEROFCIL,Confesiones de un becario del FONCA, 49

    12-13

    Febrero Marzo 2007

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    3 FM H

    U

    E D, 57

    C

    G R HELMUNDODEMAANA, HOY, 58Un intento de resea: Against the Day, de Tho-mas Pynchon

    J G CTRESANOTACIONESENLOSMRGENESDEMIEDI-CINDECRASH, 62Crash, de J.G. Ballard

    C

    K C-SNUESTROHOMBREENPYONGYANG, 67

    HERMANOC E R D O

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    EditorialNmero 12, febrero, 2007

    HC cumple un ao. Y s, coin-cide con el Ao del Cerdo en el horscopo

    chino. Cumplimos un ao pero no pensamoscelebrar. Hay que confesar que febrero nostom un poco por sorpresa, ya que 28 das nobastan para armar un nmero cerdo. Oh, sihubiera sido un ao bisiesto, tal vez! ambin

    haba que sortear la escabrosa cuestin del n-mero trece, y todo pese a que somos raciona-listas del sigloXVIIIy usamos pelucas con talcoy zapatos con hebilla.

    Nos han llegado algunas cartas de prospec-tos colaboradores. As que para dejar de ladocualquier duda, hemos escrito una serie de ti-tubeantes requisitos sobre nuestra titubeantelnea editorial. Esta ser una presentacin cortay como ven no hemos incluido ningn tipode teorizacin sobre cmo es posible que una

    revista electrnica underdog haya podido du-rar un ao. HermanoCerdo les desea un felizAo del Cerdo. Oink! Oink!

    1HC acepta colaboraciones decuentos, reseas, ensayos, crnicas, cartas y

    textos miscelneos. La longitud de las colaboracio-nes no es problema siempre y cuando no maten

    de aburrimiento al lector. Una buena manera dedescubrir si tu colaboracin es aburrida es hacerselas siguientes preguntas: Hay alguien en el mun-do a quien le interese lo que digo? Me interesa loque digo? Me interesa colaborar y as formar partede la comunidad cerda? Lo hago slo porque lasotras revistas me han rechazado?

    2P que no vamos a explicar, no pu-blicamos ninguna variedad de la lrica contem-

    pornea. Se har una excepcin cuando los poemaso prosas poticas canten las experiencias de la vidahumana que hasta ahora la poesa ha dejado de

    lado, como las persecuciones en lancha, las acro-bacias automovilsticas o las peleas callejeras.

    3HC es una revista de carcterhispanoamericano por lo que las reseas de

    libros, discos, eventos, pelculas, etctera debenser en realidad ensayos, siempre ms amplios de loque exige el tema y de inters para aquellos lectoresque no tienen oportunidad de acercarse al objetode la resea. Las reseas de carcter local son ple-namente aceptadas porque es una manera vital de

    conocernos de un extremo a otro, de la patagoniaa las aleutianas.

    4S colaboraciones para el suplemen-to trimestral Golpes y Patadas, tumor de Her-

    manoCerdo. Las colaboraciones pueden ser lassiguientes: guas ilustradas de artes marciales y/odefensa personal, tips, artculos de fondo, calen-darios de eventos y torneos, poemas (siempre ajus-tndose al tema).

    5L deben ser enviados en archivosde word u oppen office, sin formato excepto

    por cursivas y notas, al correo [email protected]

    6L sern contactados respecto deediciones significativas a sus colaboraciones y

    tendrn la oportunidad de leer las pruebas para

    sealar errores tipogrficos.7

    las colaboraciones deben ir acompaa-das de una breve nota biogrfica de no ms de

    cuatro lneas.

    8Por el momento HermanoCerdo no paga lascolaboraciones. Tampoco se compromete a pu-

    blicar materiales no solicitados por la redaccin.

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    CartasLas cartas que llegan a nuestro buzn

    ADVERTENCIA: En esta seccin publicaremos los mensajes que nos enven los lectores que

    deseen comunicarse con los editores de la revista, o vincularse, con propsito honorable y

    claramente definido, con personas de otra ciudad o pas. En todos los casos, la publicacin

    de los mensajes queda librada al juicio de la direccin. La Direccin no se considera obligada

    en ningn caso a dar cuenta o a aceptar responsabilidades por la no publicacin de mensajes,

    sea esto debido a razones especiales o a posibles extravos.

    D ,Please accept my apologies for writingto you in English rather than Spanish,which I read but do not write. Wouldyou be so kind as to send me copies ofyour two most recent issues? I see thatyou have translated two articles fromTe New Republic, one written by me

    and another by Joseph Frank.I dont mean to frighten you away fromtranslating our reviews, because obvio-usly we share your goals of broade-ning the literary dialogue (perhaps yousaw the article I wrote last year for Le-tras Libres). But I ask at least, if youhavent done so already, that you willacknowledge in your publication thatthe material was originally publishedin NR. Best wishes, Ruth Franklin

    **A :Quiero saber si se puede colaborar enla revista, si es posible, si no es un gru-po cerrado y si puedo mandar algo yque haya alguna opcin de verlo in-cluido en ella. Y quiero saber ms co-sas, pero no vienen al caso. Javier

    R HC:

    Estimado Javier, en este nmero he-mos puesto las condiciones para el en-vo de colaboraciones. No, no somosun grupo cerrado y la mejor pruebaes que HermanoCerdo ha publica-do autores muy diversos entre s yde diferentes nacionalidades. No ledamos prioridad a nuestros amigos(aunque se dio el caso una o dosveces, y los editores no cuentan) nipublicamos por compromiso. Norogamos por colaboraciones ni que-

    remos hacernos amigos de nadie (aun-que puede darse el caso). Si quieressaber ms sobre la revista por favorescrbenos otra vez.

    HermanoCerdo

    **Q ,

    Parece un poco difcil explicar esto,pero me encuentro en Miami en unatumbona y tomando el sol con unacubeta de Coronaa mi lado, aunqueustedes ya saben que mi cerveza favo-rita es Len(pero parece que en estehotel ptrido de mierda Gran Turismono tienen de esa marca). Fue idea deCatalina, mi novia, escapar un rato delestrs que a ella le produce su trabajode funcionaria cultural, como ella dice,whatever that means. Sobre mi promi-

    nente vientre se encuentra la porttilde Catalina con sus pequeas teclas.Catalina lleva un traje de bao ama-rillo, de una sola pieza, y bebe un dai-kir: bebida extraa para m, hijo de lailustracin, que reverencia la sencillezy la razn, y la razn es la cerveza apesar de su carga ctnica. Los anti-guos germanos tomaban cerveza, -cito los alab por eso, entre otras cosas,y ahora lo siguen haciendo, a pesar deque segn vi en un documental de la

    Deuchte Welle, el vino del Rihn cadada suena ms. La cerveza es la bebidadel hombre comn, del patriota y delestoico; de una generacin que luch

    y muri por las cosas sencillas y lm-pidas, como una maana de marzo.Catalina y yo hemos hecho el amoren una pretenciosa suite y, a instiga-cin ms de ella que de m -aunquesoy hijo de la ilustracin-, en la playaal amanecer gracias a los laboratoriosPfizer y en general a toda la indus-

    tria farmacutica alemana que segnla Deuchte Welle -tienen un canal enespaol- creci un 20 por ciento el l-timo trimestre del ao. Y todo gracias alos hombres como yo que gustan de lasplayas y de las cuarentonas sexys comomi Catalina. Bueno, aprovecho paracontarles que estoy enamorado y queHabi cuando se enamora no escribe.Me encuentro un poco bajo los efectosdel sol y del sidenafil que inhibe losefectos de la fosfodiesterasa 5, enzi-

    ma maldita, de todos tan odiada. Longstory short: les escribo para decirles queeste mes no habr columna por partede este viejo indecente y feliz, que amay es amado por una mujer que cadamaana, religiosamente -un buen ad-verbio la verdad-, practica una hora depilates y me honra con sus largos be-sos y adyacente cuerpo. Por lo que lesdebo la columna de este mes, para lacual necesito acumular toda la tensinposible y deshacerme de todo el cido

    rico entre las vrtebras. Suyo: Miguel [email protected]

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    raduccin de Edgardo Dieleke

    E ingls, las tres palabras me

    atrajeron. Ocupaban la parte superiordel cartel pegado en el cuadro de avisosdel Shopping Plaza, que quedaba en unsuburbio de la ciudad de Buffalo. Ahhaba sido alquilado un departamentopara m. En l estaba viviendo desde

    septiembre del ao anterior. Estbamos en pleno ve-rano. Dead or alive.Cerr los ojos. Me remont endevaneos al Oeste norteamericano del siglo XIX y alChicago de los aos 1930. La balacera que recibe alos intrpidos asaltantes de diligencias en los films de

    John Ford y el oportunismo silencioso e intenso del

    robo al banco, cuadriculado en fotogramas por losmaestros del gnero en el cine. Vivo o muerto. Billythe Kid y Al Capone, hroes de nuestra infancia. Paratristeza de los espectadores infantiles, el sheriff PatGarrett mat a uno y el impuesto sobre la renta, alotro. Cuando reabr los ojos y volv a las tres palabrasen blanco y negro, ms me alucinaron y horrorizaron.Originalmente localizado en el centro del cuadro deavisos, el cartel creca, se agigantaba y tomaba el for-mato de espejo rectangular. Ah estaba reflejada micara en foto 4x7 en colores, circundada por otrosdiecinueve rostros masculinos y femeninos. La foto

    no poda haber sido reproducida del pasaporte (elautntico estaba conmigo, guardado en el apartamen-to; apenas el nombre del titular era falso). Slo podaser reproduccin de la duplicacin de la foto que elservicio consular exigi en el momento en que com-plet la ficha de solicitud de visa de entrada a estepas. Las veinte personas retratadas tenamos en co-mn los cabellos oscuros, largos, desgreados. Ajenosal peluquero, al cepillo y hasta al peine. Si fusemostodos imberbes, no habra diferencia de gnero sexualen la galera. Parecamos botellas apiladas de CocaCola. ramos tan semejantes unos a los otros como

    lo fueron los cowboys gringos (cabellos rubios y ojosazules) y los gngsters italianos (cabellos negros y pielquemada por el sol mediterrneo). Cerr de nuevolos ojos. Intent y no consegu recordar alguna mujer

    cowboy o mujer gngster. Nuestro bando era moder-no y cinematogrfico. Compuesto de hombres y demujeres. Nada que ver con el club del gordito oby

    1.

    Pertenecamos a la generacin de Bonnie y Clyde.Nada de asalto a diligencia, a banco o a tren pagador.No tenamos renta propia, ramos (sin contrato detrabajo) asalariados. El FBI ni pens en amaestrar allen del impuesto sobre la renta para agarrarnos conlas manos en la masa. Tom un atajo. Comenz ainvestigar en las agencias bancarias el origen de losdepsitos cashen cuentas fantasmas. Y a distribuircarteles de Vivo o muertopor los shoppings, terminales

    de mnibus, aeropuertos y agencias de correo. La cazaal bandido se adecuaba a los das de hoy. Socavbamosla ley del imperio de manera indita y original. Unasbombitas caseras en las agencias bancarias suburbanas.Fuego en las casas comerciales de los patrioteros, quetraan fajas puestas en las fachadas donde se lea: Bet-ter dead than red. Pasbamos por encima de la filo-sofa de adaptacin a la american way of lifey de laambicin del self made man. odo sin apuntar al lu-cro. Era blanco, me qued con los universitarios blan-cos. Otros compaeros, negros, se quedaron con losBlack Panthers. Algunos ms, marrones, con los

    Young Lords puertorriqueos. Cada cual haca el malcon su bien. Mi funcin. Provocar a los universitariosen manifestaciones pblicas. anto mejor, si pudiesedar la palabra de orden para llevar a los jams ven-cidos estudiantes unidos de vuelta al campus, dedonde haban salido en marcha. Una bombarelojescondida con habilidad en el stano, y all ira porlos aires un bien equipado laboratorio de investiga-

    1. En la historieta de La pequea Lul(Little Lulu), el gorditooby (ubby en el original), crea un club en el que no se per-mite la entrada de las nias.

    Vivo o muertoSilviano Santiago

    Ficcin

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    cin de bioqumica, financiado por el Ejrcito o porla Marina. Prest la caja de fsforos para encender enla rectora la mecha nada explosiva del sit in de losprofesores. Sali en la revista Newsweek. El ttulo de

    la nota deca que en el campus de Buffalo haba co-menzado la primavera de la manifestacin pacfica delos maestros revolucionarios. Los 22 profesores paci-fistas fueron presos y vieron el sol nacer cuadrado enla comisara de polica. Por el s, por el no, di cober-tura logstica a las bocas de venta de droga. El profe-sor Fiedler fue agarrado en su casa por los de Narc-ticos. Narr los acontecimientos en un libro, Beingbusted, donde constan mi nombre en clave y presen-cia en aquellos rituales

    2. Pertenecamos los veinte re-

    tratados a una misma etnia revoltosa, con derecho ala diferencia entre los sexos. Maricas y tortilleras eran

    excluidas, a no ser que tuviesen el alma guardada enel closet. Ser por eso que en aquellos aos los jvenesse dejaban crecer la barba y el bigote? Hoy soy unsexagenario de orejas agujereadas y aros colgadoscomo asientos de columpio. El nirvana del unisexoes doloroso y cuesta barato, un par de aros. Es unahiptesis, que coloco al lado de otra. La gnesis delactualsimo aro masculino puede tener que ver conlo gitanos que nos volvimos todos despus que el via-

    je areo nos hizo la palabra se repite gitanos. Nome acuerdo de haber estado ms de un mes paradoen alguna ciudad. El aeropuerto quedaba a camino

    de casa. Entraba en el avin y saltaba de ciudad enciudad, como en el centro urbano el mnibus saltade parada en parada. La diferencia es que el transpor-te pblico hace el viaje de ida y vuelta. iene puntode partida y punto de llegada. No era mi caso. Fui unmono en la red area de Occidente. ena a mi dis-posicin (o a disposicin del dinero que me costeaba)los aviones de American, de Panam y de United. Vis-to de esa perspectiva, todas las mujeres retratadas yeran ocho se parecan a una mujer; todos los hom-bres y ramos doce, a un nico hombre. Mi caraslo se destac cuando el cartel tom las dimensiones

    del cuadro de aviso y me vi reflejado en el espejo. Poreso me tom tiempo reconocerla. A reconocerme enella. Era la segunda cara en la tercera columna hori-zontal. Por minutos dej los ojos posar de nuevo enlas tres palabras. Con los ojos cerrados, salt las carascoloridas e, impulsado por la enferma curiosidad,mir hacia para las inscripciones de la parte inferior

    2. N.T. En el original hay un sentido de difcil traduccin,que tiene que ver con los indgenas de Brasil, donde la figuradel paj, oficia de lder de un ritual con algn objetivo mgicoo de cura.

    del cartel. All se lea que nosotros estbamos siendobuscados por el FBI por ser ciudadanos extranjeros yespas a servicio del comunismo internacional. Infil-trados en las comunidades suburbanas, donde la pla-

    ta corra a chorros. ramos perdularios del malestarajeno. Aadan que, en el conflicto blico que se de-sarrollaba en Asia, estbamos a favor de la victoria delos vietnamitas. Mucho cuidado era poco cuidado.Los espas eran sutiles y seductores, usaban nombresen clave. Eran solitarios, nunca andaban en bandos.Eran traicioneros, capaces de pervertir en el silenciode la noche a jvenes sanos a la causa del Mal. El va-lor de la recompensa por la cabeza de cada uno de losespas vena en tipo itlico, como, adems, las trespalabras fatdicas: veinte mil dlares. Veinte multi-plicados por veinte. El FBI estaba dispuesto a desem-

    bolsar, en tiempos de Guerra Fra, cuatrocientos mildlares para atrapar las cabezas rojas de los sutiles,seductores, solitarios y traicioneros espas. Mi cuerpoestaba de remate en la plaza norteamericana. Valaveinte mil dlares. Quin da ms? Hagan sus ofertasseores! Mi nombre en clave estaba al descubierto:Santiago. Pap no creera que, un da, la oveja negraabjurara el nombre de la familia para tener la cabezavaluada en veinte mil dlares. Mis viejos amigos bra-sileos pensaran que, al recibir un segundo bautismoen el agua bendita de la Guerra Fra, estaba convir-tindome en personaje y tema para una pelcula de

    Hollywood. El boxeador Kirk Douglas o el SansnVictor Mature hara el papel que por tantos aos ha-ba sido ocupado por el petiso y pequeo Edward G.Robinson el de J. Edgard Hoover. Patrono de lospatronos. Yo no era baby face. ena algo de latin lo-ver. endran que importar un actor francs para in-terpretarme. JeanPaul Belmondo, por ejemplo. Conel alma lavada finalmente por tener nombre y nombreen clave finalmente registrados en los archivos delFBI. Fing que no me reconoca ms. El cartel mepersegua. El To Sam apuntaba el dedo slo para m.Del grupo de los veinte era el nico miembro desta-

    cado para la regin. No era mucha coincidencia ha-berme topado con el cartel all, al lado de casa? Jus-to en el shopping que vengo frecuentando desde queme mud para Buffalo? Mis vecinos de edificio mereconocern en la foto, si ya no me reconocieron. Medescontrol. Corr de vuelta al departamento quehaba sido alquilado para m. Abr la puerta y fui di-recto al bao. Me. El deseo de masturbarme eragrande. No me masturb. Cort a tijeretazos la barba.

    Agit la crema de afeitar Noxema. Me haca una pu-eta con el embalaje blanco. Presionado el botnsuperior, la espuma chorreaba abundante en la palma

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    de la mano derecha. La dispers por el rostro. Cortbarba y bigote. Ms espuma aplicada, me afeit todoel rostro. Cara lisita como colita de beb. Baby face.La imagen reflejada en el espejo oval no corresponda

    ms con el retrato reproducido en el cartel. Nuevodisfraz. Respir hondo y aliviado. Mir el telfono.Me haban dado un nmero especial de contacto. Encaso de urgencia urgentsima. Pens en discar. Alertara Russell. Accionar los dispositivos. No disqu. Enrespuesta a la indecisin, el telfono son. Dej quesonara. No atend. Continu sonando hasta cansarse.Bien afeitado, la piel roja arda (no tena locin paradespus de afeitar en casa). Camin despreocupadohasta el shopping para hacer lo que haba dejado dehacer. Las compras del supermercado. Evit pasar porel cuadro de avisos donde pegaron aqul y otros car-

    teles. No tom la escalera mecnica. Descend de es-caln en escaln hasta el subsuelo. Camin en direc-cin a la puerta corrediza del supermercado. om elcarrito de compras. Lo empuj. El control remotoenvi el mensaje, la puerta de blndex se abri y entr.El supermercado estaba lleno a esa hora y en aquelda. Fin de semana. anto mejor, pasara desaperci-bido sin barba y bigote. Despus de haber atravesadola lnea de frente de las cajas registradoras, di con laseccin de cosmticos. Un gran espejo redondo nos si para auxiliar a los guardias en la vigilancia de losshoplifters, o si para ayudar a las mujeres y a las ma-

    ricas en la eleccin del producto estaba colocado alfinal del estante principal. Medio sin querer, mir ala imagen reflejada que pasaba empujando un carritode compras. De abajo para arriba la cara enrojecidaen nada recordaba a la cara 4x7 colorida y barbudadel cartel. A no ser por el cabello. Visito maana alpeluquero. La piel delicada del rostro, liberada aprisade la barba y el bigote y afeitada sin habilidad, im-ploraba a las pequeitas venas rojas de sangre queexplotaran. Dos haban explotado en el cuello. Lasangre se haba coagulado. No lleg a manchar elcuello de la camisa. Precisaba cambiar el nombre en

    clave. Para cambiarlo, necesitaba antes cambiar eldocumento clsico de identidad en los Estados Uni-dos la licencia para conducir, con foto del portador.Decid. No iba a pagar las compras con un chequede la cuenta que me haban abierto en la agencia delcentro en el M& Bank. No me haba registrado enel supermercado y el cajero me exigira el documento.En el careo del modelo con la foto, cmo justificarel rostro afeitado? Cmo escabullirme sin ser visto?Qu hacer si fuese invitado (qu gentiles son!) apasar antes por la oficina del encargado? ena queactuar como buen ciudadano, cumplidor de sus de-

    beres. No levantar sospechas. El dinero que traa enel bolso era suficiente para pagar las compras en efec-tivo. No comprara lo que debera haber comprado.Comprara lo que poda comprar, dadas las circuns-

    tancias. Leche y margarina, salte el queso suizo enrodajas. Salame, salte las grandes fetas de jamn ytambin el pastrami. Pan integral y bizcochos creamcrackers, salte las tostadas de centeno importadas deDinamarca. No ahorr en las frutas: manzana, pera,uva, banana y el carsimo anan. Un paquete de papasera suficiente y permiti pasar por alto a la zanahoria,la berenjena y la calabaza. Arroz tena de sobra encasa. Feijo negro frijoles negros, como dicen los la-tinos de Nueva York; black free holes, me acord del

    juego de palabras entre gringos folladores comprabaen latitas, de la marca Goya. Tena stock para un mes.

    No descart la lechuga y el tomate, dej los brcolisamericanos. Compr aceite de cocina, despreci elaceite de oliva importado. Jabn en polvo, tena quecomprar. El suavizante de ropa qued en el estante.Las toallas felpudas sufriran. Jabn y pasta dentalsaltaron al carrito. Mir la seleccin de whiskies, gui-, casi caigo en dos botellas de vino tinto Galo (ve-

    jamen de los vejmenes!) y acab ofrecindome doscajas de cerveza en lata. Nada de Heineken. Budwei-ser, quin lo creera? Y por ah fui, hasta llegar alcajero con el carrito. Atin a tiempo. Escuch el con-sejo de la piel desollada del rostro: compre un nuevo

    aparato para barbear. Arranqu el estuche del mues-trario al lado de la caja registradora. Vena con doslminas. Arranqu un paquete con cuatro lminasms. Cambio de hbitos en el bao. El total de lascompras no lleg a cuarenta dlares. Hoy pagara eltriple o cinco veces ms. Y dicen que la inflacin escosa de pas subdesarrollado. odo cupo en dos bol-sas de papel pardo, uno de ellos reforzado por unasegunda bolsa debido a las cajas de cerveza. Una encada lado del cuerpo, llevaba las dos bolsas llenas parael departamento, cuando not al final del estaciona-miento, en la calzada, dos cabinas telefnicas sospe-

    chosas. Nadie en la de la izquierda. En la de la dere-cha, iluminada, haba un seor en sus cincuenta aos,de traje y corbata (a pesar del sbado y del calor delverano). Finga que hablaba por telfono. Estaba alla mi acecho. Tuve la certeza al mirar que los ojos ibancorrindose hacia la izquierda con el fin de seguir mirecorrido restante en el estacionamiento. Fue l quienme haba llamado al departamento? Si hubiese aten-dido? Si me abordase ahora, de sopetn? Ojo clni-co, para qu te quiero! Antes de cruzar la calle, busquuna manera de depositar las dos bolsas en el piso paraatarme los cordones de las zapatillas. Desde que lo

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    not espiando mis pasos, su cuerpo en la cabina habagirado noventa grados. Prcticamente le daba la es-palda al telfono. En realidad hablaba desde un tel-fono sin cable. No tuve dudas. Cruzada la calle, per-

    cib otro seor, en todo semejante al anterior, aunqueen mangas de camisa. Estaba parado en mi esquina.En el ngulo opuesto al que yo estaba. Se rascaba elbulto. Me exhibi su bulto en su pantaln hinchado.Estaba exhibindolo para m, estaba seguro. Estllamndome 24 maricn?

    3, pens para m que, a su

    vez, el maricnJ. Edgard Hoover estaba haciendoescuela en Washington. Camin hasta el edificio. Notena ascensor. Sub de a dos en dos las cuatro etapasde la escalera, hasta el apartamento alquilado. Distri-bu los vveres por la heladera y el armario que estabacolgado en la pared de azulejos blancos. Me di vuel-

    ta para abrir la heladera. Saqu una lata de Budweiserpor la abertura lateral del paquete, rasgando el cartnpor la parte de arriba. ir la argolla de la lata. Ps-chhht. Di un buen trago. Autoconfianza y naturali-dad, antes que nada. Instalaron cmaras y aparatosde escucha durante mi ausencia. Me arrepent de ha-berme afeitado la barba y el bigote de un momentoa otro. Mayor atencin, imposible. De nada servavalerme del kit de disfraz que haba recibido. Entremillares de tems intiles, constaban la barba y losbigotes postizos. Entregara de una vez el oro a losbandidos del FBI. Mejor idea. om del bao la bol-

    sa de ropa sucia y de la cocina la caja de jabn enpolvo. Como presum, la caja de suavizante estabavaca. ena monedas de 25 centavos, guardadas enel cajn de la mesa de luz. Eran suficientes para lasmquinas de lavar y de secar ropa. Baj hasta el sub-suelo. Una mesa, al lado de la puerta, serva de dep-sito de diarios y revistas viejos. La vecina de la derechalea un nmero antiguo de la revista New Yorker.Howdy?, le dije en el estilo cowboy. La viejita baj larevista y, por detrs de los anteojos oscuros, me pre-gunt si era tejano. Dije que no. Que tena un buenamigo que viva en la frontera, en El Paso. Con una

    sola piedra mataba tambin el legtimo acento mexi-cano que tena en ingls. Ni cowboy ni chicano. Mexi-cano. Ella me dijo: Mejor. Detesto a los cowboys deasfalto. Esos midnight cowboys, no complet lafrase. Percib de reojo: ninguna de las mquinas de laderecha, de lavar, ninguna de las mquinas de la iz-quierda, de secar, estaba en funcionamiento. Slo la

    3. N.. En el jogo do bicho, un tipo de lotera muy popularen el Brasil, el nmero 24 corresponde al venado, que en por-tugus se utiliza en el vocabulario coloquial para denominar alhomosexual pasivo, afeminado, quizs asimismo en alusin alciervo Bambi.

    ma comenz a girar, despus de que empuj el cabometlico y las monedas cayeron. La viejita continumirndome. Me gui el ojo, la zafada, y no despe-gaba los ojos del volumen de mi bulto. Quieres, pero

    no te lo doy, pens. Ella insista con los ojos. Implo-raba. No vengas que no tienes. Le pregunt si le mo-lestaba que prendiera el ventilador de techo. Estcaluroso, el da. No me respondi. Lo prend. Lasaspas comenzaron a girar. Ella dijo: Verano es vera-no, invierno es invierno. Los ojos no resistan al vo-lumen de mi bulto. Haba adivinado que estaba la-vando ropa sucia para despistar? Haba sidoplantada ah en la lavandera del edificio para vigilar-me? En eso entr el hombre que estaba parado en laesquina, ahora vestido con el traje del que estaba den-tro de la cabina telefnica. No entend el cambio.

    Entr y se sent al lado de ella. Tom un nmeroviejo de la revista Playboy. Fue directo a la pgina quebuscaba. Abri de par en par la foto central para quela viejita viera. Ella continuaba con anteojos oscuros.Se rean de la lingerieprovocadora de la conejita. P-caros los dos. A esa edad se masturbaban mentalmen-te. Ella le mostr un cartoonde la New Yorker. Sen-tado en un silln, un perro le preguntaba a unapareja de novios que en frente suyo se refregaba en elsof, si era para hoy o para maana. l no entendila broma. El espectculo, agreg ella. El hombre nose ri. La joda? retruc l, intentando adivinar el

    significado latente. Yo tena que llamar a Russell.Desde dnde? Desde el departamento? una teme-ridad. Desde la cabina telefnica? El seor de trajey corbata, ya en sus 50, estaba a mi espera. Desnudo,seguro, ya que le haba prestado el saco al otro. Habapinchado el telfono pblico, faltaba pincharme a m.El crculo se cerraba. No poda continuar sentadocomo un perro, a la espera de la ropa lavada para co-locarla en la mquina secadora. Russell me haba re-clutado en el restaurante Brasserie, de Nueva York,donde yo era bus boy, al lado de Neville y de Toninho,que ya eran mozos. Russell vena a almorzar en das

    alternados. Mientras pona en el recipiente de plsti-co platos, platillos, cucharas, vasos y cubiertos usados,y recoga las botellas vacas, mientras doblaba mal ypuercamente toalla y servilletas sucios, l siempre en-contraba una manera de iniciar una charla conmigo.El truco no pas desapercibido para los mozos. Laloca est en celo, dijo Neville al cruzarse conmigoen la cocina. Russell dio a entender que ya me habasacado la ficha. Sorprendente para alguien de su edady de su porte, dijo. Abri el juego. Te interesa?Casa, automvil, ropa lavada, dinero para los gastos.En particular, te explico el trabajo a hacer. Nada que

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    no hayas hecho, no sepas hacer o no quieras ms ha-cer, dijo. No me reunira con grupo alguno en am-biente sospechoso, sujeto a batidas policiales. Estarasolo y no estara. Sera telecomandado desde Califor-

    nia y teleprotegido por l desde Nueva York. Tecierra todo? Renunci al restaurante. Pasaron unosdas. El primero y definitivo llamado telefnico deRussell fue corto. Direccin en Nueva Jersey, en elsuburbio de Highland Park. Al sur quedaba NewBrunswick y la universidad de Rutgers. Ms al sur, laciudad y la universidad de Princeton. Ms al sur to-dava, Washington. Las llaves del departamento esta-ran con el super del edificio. om posesin del in-mueble alquilado. Por quin? Mentalmente fuicomponiendo una larga lista de palabras con final enado: departamento amueblado. Aire acondicionado.

    Telfono conectado. Supermercado al lado. Cuidado,maricn desviado! Me re de mi lista o de mi suerte?Fui extrado del sueo a golpes como, antes del des-cubrimiento de la anestesia, un diente era arrancadodel maxilar por la tenaza. Despert. El cuerpo estababaado en sudor y ola a pis y a heces. No tengo msveintisis aos.HC

    S S esescritor y crtico literario,y actualmente vive en Rio de Janeiro. Recibi tres

    veces en Brasil el Premio Jabuti en las categoras denovela y cuento. Entre sus libros se destacan KeithJarret no Blue Note(1996), Stella Manhattan(1985),En libertad(1981), entre otros. Estos dos ltimos seencuentran traducidos al espaol por la editorialargentina Corregidor. Vivo o muerto pertenecea Histrias mal contadas(2005), su ltimo libro decuentos, an sin traducir.

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    raduccin: Jos Luis Justes Amador

    T, Chakrabortyno era el hermano menor de mi padre.Era un connacional bengal que habaaparecido en las costas desiertas de lavida social de mis padres a principio delos setenta cuando vivan en un depar-tamento alquilado en Central Square y

    podan contar todas sus amistades con una sola mano.Pero yo no tena tos reales en Amrica y por eso se meense a llamarlo Pranab Kaku. Del mismo modo,l se diriga a mi padre como Shyamal Da, usandola forma educada, y llamaba a mi madre Boudi, quees como los bengales se supone que se dirigen a lamujer del hermano mayor, en lugar de usar su nom-bre de pila, Aparna. Despus de que Pranab Kaku sehiciera amigo de mis padres, confes que el da quelo conocimos por primera vez nos haba seguido ami madre y a m por las calles de Cambridge por lasque ella y yo solamos pasear al salir yo de la escuela.

    Nos sigui por la avenida Massachussets y nos vioentrar y salir de la cooperativa Harvard donde a mimadre le gustaba buscar en las tiendas de descuento.Pase sin rumbo con nosotras por el jardn Harvarden el que mi madre se sentaba en la hierba en los dasbuenos y observaba el flujo de los estudiantes y losmaestros que caminaban rpido y como en filas porlos senderos hasta que, al fin, cuando subamos losescalones de la biblioteca Widener para que yo fueseal bao, toc el hombro de mi madre y le pregunt,en ingls, si era bengal. La respuesta a tal preguntaera bastante obvia ya que mi madre llevaba las pulseras

    rojas y blancas caractersticas de las bengales casadasy un sari de los que se usan en la provincia de angaily se peinaba con una franja de polvo bermelln queparta su cabello a la mitad y tena la cara redonda ylos ojos oscuros y grandes que son tan tpicos de lasmujeres bengales. l probablemente se habra dadocuenta de los dos o tres imperdibles que ella llevabaprendidos a los brazaletes de oro que estaban tras losrojos y blancos y que usaba para cambiar un seguroperdido en una blusa o para zurcir la ropa interior alinstante, una prctica que l asociaba con su madre ysus hermanas y tas en Calcuta. Es ms, Pranab Kaku

    haba odo como mi madre se diriga a m en bengaldicindome que no poda comprar un ejemplar deArchieen la cooperativa. Pero en aquel entonces, con-fes tambin, era tan nuevo en Amrica que no dabanada por sentado y dudaba hasta de lo obvio.

    Mis padres y yo llevbamos viviendo en CentralSquare tres aos. Antes, habamos vivido en Berlndonde yo nac y donde mi padre haba terminado susestudios en microbiologa antes de aceptar un pues-

    to en el hospital general de Massachussets y antes dehacerlo en Berln mi padre y mi madre haban vividoen la India en donde haban sido desconocidos el unopara el otro y se haba arreglado su matrimonio. Cen-tral Square es el primer lugar en el que me acuerdohaber vivido y en los recuerdos que tengo de nuestrodepartamento, una casa marrn oscuro en AshburtonPlace, Pranab Kaku siempre est presente. Segn unahistoria que le gustaba recordar con frecuencia a mimadre, lo invit a acompaarnos a nuestro depar-tamento esa misma tarde y prepar te para los dos.Despus, al saber que no haba comido nada bengal

    en tres meses le sirvi el pescado al curry y el arrozque habamos cenado nosotros la noche anterior. Sequed toda la tarde, hasta la cena, hora en la que mipadre lleg a casa y despus se apareca a cenar casicada noche ocupando en la cocina la cuarta silla denuestra mesa cuadrada y se convirti en parte de nues-tra familia en la prctica y de nombre.

    Vena de una familia acomodada de Calcuta ynunca haba hecho mayor esfuerzo que servirse unvaso de agua antes de venir a Amrica para estudiaringeniera en el M.I.. La vida como estudiante enBoston result ser un impacto bastante cruel y du-

    rante su primer mes perdi casi quince kilos. Haballegado en enero, a mitad de una tormenta de nieve,y, al terminar esa semana haba vuelto a empacar suscosas y se haba marchado a Logan preparado paratirar por la borda la oportunidad para la que haba tra-bajado toda su vida slo para cambiar de opinin enel ltimo momento. Estaba viviendo en rowbridgeStreet en casa de una divorciada que tena dos niospequeos que siempre estaban llorando y gritando.

    Alquilaba un tico y se le permita usar la cocina sloa horas determinadas del da y siempre tena que lim-piarla con Windex y una esponja. Mis padres estaban

    Cielo-InfiernoJhumpa Lahiri

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    de acuerdo en que era una situacin psima y le de-can que si hubieran tenido un dormitorio ms se lohubieran ofrecido. A cambio, siempre lo reciban ennuestras comidas y tena la casa abierta a cualquier

    hora y pronto vena entre clases y en sus das libressiempre dejando detrs de l un vestigio: una cajeti-lla casi terminada de cigarrillos, un peridico, correoque no se haba molestado ni en abrir, un suter quese haba quitado y olvidado.

    Recuerdo con claridad el sonido de su risa exube-rante y la visin de su cuerpo en el aburrido y cati-co mobiliario que haba llegado con el apartamento.Tena un rostro extrao, una frente ancha, bigotepoblado y crecido y un pelo rebelde que mi madredeca que le haca parecer unos de esos hippies quepululaban por Amrica por aquellos das. Sus pier-

    nas largas se movan arriba y abajo dondequiera quese sentara y sus elegantes manos temblaban cuandoagarraba un cigarrillo entre sus dedos y depositabalas cenizas en un platillo de te que mi madre habaapartado con ese propsito exclusivo. Aunque eracientfico de formacin, no haba en l nada rgidoni predecible u ordenado. Siempre pareca estar mu-rindose de hambre, cuando atravesaba la puerta yanunciaba que no haba almorzado y despus comacon ansiedad colocndose detrs de mi madre, mien-tras cocinaba, para robarle bocaditos antes de que ellapudiera siquiera ponerlos en un plato con ensalada

    de cebolla roja. En privado, mis padres decan queera un estudiante brillante, una estrella en Jadavpurque haba llegado al M.I.. para ser profesor asisten-te, pero Pranab Kaku era muy poco cuidadoso consus clases, y se las saltaba a menudo. Estos america-nos estn aprendiendo ecuaciones que yo ya saba ala edad de Usha, se quejaba. Estaba asombrado deque mi maestro de segundo no me pusiera tarea yque a los siete aos an no hubiera aprendido racescuadradas o el concepto de pi.

    Apareca sin avisar, nunca llamaba antes sino quesimplemente llamaba a la puerta como la gente lo

    haca en Calcuta y gritaba Boudi! mientras espe-raba a que mi madre le dejara entrar. Antes de que loconociramos, yo regresaba a casa y encontraba a mimadre con el bolso en su regazo y el abrigo puesto,desesperada por escapar del departamento en el quepasaba sus das sola. Pero entonces la encontraba enla cocina, preparando la masa para los luchis que,normalmente, slo preparaba para mi padre y param los domingos, o colocando unas cortinas nuevasque haba comprado en Woolworth. Yo no saba en-tonces que las visitas de Pranab Kaku era lo que mimadre esperaba todo el da, que se cambiaba de sari

    y se peinaba anticipando su llegada y que planeaba,con das de anticipacin, lo que le servira de comi-da. Que viva para el momento en que le escuchabagritar Boudi! desde el porche y que se pona de mal

    humor los das que l no apareca.A ella deba alegrarle tambin que yo tambinesperara sus visitas. Me enseaba trucos de cartas yuna ilusin ptica en la que pareca cortarse su pro-pio pulgar y las tablas de multiplicar antes de quelas aprendiera en la escuela. Su pasatiempo era la fo-tografa. ena una cmara cara que requera pensarantes de apretar el disparador y, rpidamente, meconvert en su modelo favorito, con cara redonda,con dientes cados, con unas trenzas que necesita-ban un buen peinado. Son las fotografas mas quems me gustan porque muestran la confianza infantil

    que ya no tengo, especialmente frente a una cmara.Recuerdo correr por el jardn Harvard mientras lestaba ah parado con la cmara intentando captu-rarme en movimiento o posando en los peldaos delos edificios universitarios y en las calles o apoyada enlos troncos de los rboles. Slo hay una fotografa enla que aparece mi madre. Me abraza mientras yo mesiento en su regazo como en una silla de montar, consu cabeza inclinada hacia m, con sus manos tapandomis orejas como intentando evitar que escuchara algo.En esa fotografa, la sombra de Pranab Kaku, con losbrazos en ngulo para mantener la cmara pegada a

    su rostro, aparece en la esquina de la toma, con susilueta oscura y sin facciones sobreimpuesta al cuer-po de mi madre. Siempre ramos los tres. Yo siempreestaba ah cuando l nos visitaba. Hubiera resultadoinapropiado que mi madre le recibiera a solas en eldepartamento. Era algo que se cumpla aunque nadielo hubiera dicho.

    enan en comn todas las cosas que ella y mipadre no tenan: amor por la msica, por las pelculas,por la poltica de izquierda, por la poesa. Provenandel mismo vecindario en Calcuta, sus hogares estaban

    muy cerca y les eran conocidas las mismas fachadascuando hablaban de los sitios. Conocan las mismastiendas, las mismas rutas de autobs y de tranva, lasmismas tienditas para comprar los mejoresjelabisymoghlai parathas. Mi padre, por otro lado, provenade un barrio que estaba a las afueras de Calcuta, unsitio que mi madre consideraba salvaje e, incluso enlas horas ms desoladas de la nostalgia, le estaba agra-decida de que le hubiese ahorrado una vida en casade sus parientes polticos donde hubiera tenido quellevar la cabeza cubierta por el sari a todas horas y usarun bao en el exterior de la casa que no era ms que

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    una plataforma elevada con un agujero y que, en lashabitaciones, no tena ni un solo cuadro. A las pocassemanas, Pranab Kaku trajo su aparato de msica decintas a nuestro departamento y le pona mi madre

    cancin tras cancin de pelculas indias de su juven-tud. Eran alegres canciones de cortejo que trasfor-maban la quietud de nuestro hogar y trasportaban ami madre de vuelta al mundo que haba dejado trasella para casarse con mi padre. Ella y Pranab Kakuintentaban recordar en qu escena de qu pelculaapareca la cancin, quienes eran los actores y qullevaban puesto. Mi madre describa a Raj Kapoor ya Nargis cantando bajo paraguas en la lluvia o a Dev

    Anand rasgueando una guitarra en la playa en Goa.Ella y Pranab Kaku discutan con pasin sobre esostemas, levantaban las voces en un combate juguetn,

    se confrontaban de una manera en que ella y mi padrenunca lo haban hecho.Porque jugaba el papel de un hermano menor,

    ella se senta libre de llamarlo Pranab mientras queella nunca llamaba a mi padre por su nombre de pila.Mi padre tena treinta y siete aos, siete ms que mimadre. Pranab Kaku tena veinticinco. Mi padre eramonacal por naturaleza, un amante del silencio y lasoledad. Se haba casado con mi madre para aplacar asus padres. Estaban dispuestos a aceptar la desercinmientras tuviera una esposa. Estaba casado con sutrabajo, con su investigacin, y exista en una concha

    que ni mi madre ni yo podamos penetrar. La con-versacin era una tarea pesada para l. Requera unesfuerzo que l prefera gastar en el laboratorio. Nole gustaba el exceso en nada, no verbalizaba ningnanhelo o necesidad fuera de los frugales elementos desu rutina diaria: te y cereal en las maanas, una tazade te al llegar a casa y dos verduras diferentes cadanoche en la cena. No coma con el apetito insaciablede Pranab Kaku. Mi padre tena una mentalidad desuperviviente. De vez en cuando, le gustaba sealar,cuando haba gente y sin nada que motivara el co-mentario, los rusos que pasaban hambre bajo Stalin

    haban llegado a alimentarse con el pegamento quesostena el papel de las paredes. Podra pensarse queestaba un poco celoso, o al menos que sospechaba,de la regularidad de las visitas de Pranab Kaku y delefecto que tenan sobre la conducta y el estado denimo de mi madre. Pero creo que mi padre le esta-ba agradecido a Pranab Kaku por la compaa quele daba a mi madre, librndolo de la responsabilidadque l deba sentir por hacerla abandonar la India yaliviado, quiz, por verla finalmente feliz.

    Aquel verano, Pranab Kaku compr un vochoazul oscuro y comenz a llevarnos a mi madre y a m

    de viaje por Boston y Cambridge y, al poco tiempo,volando, en viajes fuera de la ciudad, por la autopis-ta. Nos llevaba a India ea & Spices en Watertowny una vez condujo hasta New Hampshire para que

    viramos las montaas. Conforme haca ms calor,bamos, una o dos veces a la semana, al lago Wal-den. Mi madre siempre preparaba una merienda desndwiches de huevo duro y pepinillos y hablaba conorgullo de los picnics de invierno en su juventud, ex-pediciones enormes con cincuenta parientes, todosen el tren al campo del sur de Bengala. Pranab Kakuescuchaba estas historias con inters absorbiendo losdetalles fugitivos de su pasado. l no se haca el sor-do a la nostalgia de ella, como hacia mi padre, o laescuchaba sin comprender nada, como yo. En el lago

    Walden, Pranab Kaku guiaba a mi madre por entre

    el bosque y la conduca, por la empinada pendientehasta el filo del agua. Ella desempacaba las cosas delpicnic y se sentaba y nos vea mientras nadbamos.Su pecho estaba repleto de un vello grueso y oscurohasta la cintura. Era una visin extraa, con sus pier-nas delgadas como alambres y un estmago pequeoy flcido como si fuera el de una mujer esbelta que hatenido un beb y no se ha preocupado de tonificar suabdomen. Me ests poniendo gordo, Boudi se que-jaba despus de alabar la cocina de mi madre. Nadabacon ruido, descuidadamente, con su cabeza siemprepor encima del agua. No saba como hacer burbujas

    ni mantener la respiracin como haba aprendido yoen clase de natacin. Dondequiera que furamos,cualquier extrao hubiera asumido que Pranab Kakuera mi padre, que mi madre era su esposa.

    Ahora me queda claro que mi madre estaba ena-morada de l. La alababa como ningn otro hombrehaba hecho, con el afecto inocente de un hermanopoltico. En mi mente, l era sin ms un miembro dela familia, un cruce entre un to y un hermano bas-tante mayor porque en ciertos aspectos mis padres loacogan y lo cuidaban del mismo modo que hacanconmigo. l se mostraba respetuoso con mi padre y

    siempre le peda consejo sobre la vida en occidente,sobre cmo abrir una cuenta en el banco y conseguirun trabajo y era deferente con sus opiniones sobreKissinger y el Watergate. A veces mi madre lo moles-taba, preguntndole por las jvenes estudiantes indiasdel M.I.. o mostrndole fotografas de sus primas

    jvenes en la India. Qu te parece? le preguntaba.No es hermosa?. Ella saba que nunca tendra aPranab Kaku para ella y supongo que era un intentode tenerlo en la familia. Pero, lo ms importante, alprincipio l era totalmente dependiente de ella, lanecesit esos meses de un modo que mi padre nunca

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    la haba necesitado en toda la historia de su matrimo-nio. l trajo a mi madre la primera y, sospecho, nicaalegra pura de toda su vida. No creo que ni siquierami nacimiento la hiciera tan feliz. Yo era la evidencia

    de su matrimonio con mi padre, una consecuenciaasumida de la vida que se haba visto obligada a lle-var. Pero Pranab Kaku era diferente. l fue el nicoplacer totalmente inesperado de su vida.

    En el otoo de 1974, Pranab Kaku conoci auna estudiante en Radcliffe que se llamaba Deborah,americana, y que comenz a acompaarlo a nues-tra casa. Llamaba a Deborah por su nombre de pila,como hacan mis padres, pero Pranab Kaku le ensea llamar a mi padre Shyamal Da y a mi madre Boudi,algo que Deborah cumpli con alegra. Antes de que

    vinieran a cenar por primera vez, le pregunt a mimadre, mientras arreglaba la sala, si deba dirigirmea ella como Deborah Kakima, haciendo de ella unata como haba hecho de Pranab un to. Para qu?dijo mi madre mirndome fijamente a los ojos y eno-

    jada. En unas cuantas semanas se pasar la alegra yella lo dejar. Y an as, Deborah permaneca a sulado, viniendo a las fiestas de fin de semana en las quePranab Kaku y mis padres se estaban involucrandocada vez ms, reuniones que eran exclusivamente debengales con ella como excepcin. Deborah era alta,ms alta que mis padres y casi tan alta como Pranab

    Kaku. Llevaba su pelo castao claro partido, como mimadre, pero se lo recoga en una trenza en lugar deen una coleta o dejaba que se enredara caticamentesobre sus hombros y sobre su espalda de un modoque mi madre consideraba indecente. Llevaba unoslentes pequeos de varilla plateada y no se maquilla-ba y estudiaba filosofa. Yo la encontraba hermosa,pero, segn mi madre, tena espinillas y sus caderaseran muy pequeas.

    Por un tiempo, Pranab Kaku sigui apareciendosolo una vez a la semana para cenar, principalmentepara preguntarle a mi madre qu pensaba de Deborah.

    l buscaba su aprobacin, dicindole que Deborahera hija de maestros en el Boston Collage, que su pa-dre publicaba poesa y que los dos tenan doctorados.Cuando l no estaba cerca, mi madre se quejaba delas visitas de Deborah, de que tena que ponerle me-nos especias a la comida aunque Deborah deca quele gustaba la comida bien condimentada y de que sesenta conflictuada por poner en el plato una cabezafrita de pescado. Pranab Kaku le enseaba a Deboraha decir khub bhaloy aachay a tomar la comida conlos dedos en lugar de con el tenedor. A veces, termi-naban alimentndose el uno al otro, permitiendo que

    sus dedos se apoyaran en la boca del otro, haciendoque mis padres miraran hacia otro lado y esperaran aque pasara tal momento. En las reuniones grandes, sebesaban y se agarraban de la mano enfrente de todos y

    cuando estaban fuera del alcance de su voz mi madrehablaba con las otras bengales. l era tan diferente.No entiendo cmo alguien puede cambiar tan rpido.Es como cieloinfierno, una diferencia total, deca,usando el ingls para su propia metfora oculta.

    Cuanto ms odiaba mi madre las visitas de De-borah, ms las esperaba yo. Me enamor de Deborahcomo las jvenes se enamoran de mujeres que no sonsus madres. Amaba sus serenos ojos grises, los pon-chos y las amplias faldas de mezclilla y las sandaliasque llevaba, el pelo lacio que me dejaba peinar comoquisiera. Anhelaba su apariencia casual. Mi madre

    insista en que cada vez que hubiera una reunin yollevara uno de esos vestidos victorianos, largo hastael tobillo, a los que llamaba maxis, y que llevara ca-bello de fiesta lo que quera decir que me lo recogieraen un moo. En las fiestas, Deborah, a veces, des-apareca, para alegra de las bengales con las que sesupona que conversara y se pona a jugar conmigo.

    Yo era ms grande que los hijos de los amigos de mispadres pero en Deborah tena una compaera. Ellasaba todo sobre los libros que yo haba ledo, sobrePipi Calzaslargasy sobreAna de las ejas Verdes. Medaba todos esos regalos que mis padres no tenan ni

    el dinero ni la inspiracin para darme: un libro enor-me de los cuentos de los Grimm con ilustracionesde acuarela en pginas delgadsimas, como de seda,marionetas de madera con pelo de cuerda. Ella mecontaba cosas de su familia, de sus tres hermanasmayores y dos hermanos, el ms joven de los cualesestaba ms cerca de su edad que de la ma. Una vez,despus de una visita a sus padres, trajo tres NancyDrews con su nombre escrito en la primera pginacon letra infantil, y un viejo juguete, un pequeo tea-trito de papel con fondos intercambiables, el exteriorde un castillo y una saln de baile y un campo abierto.

    Deborah y yo hablbamos con libertad en ingls, unidioma en el que, por aquellos aos, me expresabamucho mejor que en el bengal que me obligaban ahablar en casa. A veces, me preguntaba cmo deciresto o aquello en bengal. Una vez, me pregunt ququera decir asobbho. Dud y despus le dije que eralo que mi madre me llamaba cuando yo haba hechoalgo especialmente malo y el rostro de Deborah seensombreci. Yo era su protectora, consciente de queno la queran, de que estaba consciente de las cosashorribles que decan de ella.

    Las salidas en el Volkswagen ahora nos involu-

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    craban a los cuatro, Deborah de copiloto, con sumano sobre la de Pranab Kaku mientras descansabaen la palanca de cambios, mi madre y yo en el asien-to trasero. Pronto, mi madre comenz a excusarse

    con dolores de cabeza y principios de resfriado y yome convert en parte de un nuevo tringulo. Para misorpresa, mi madre me permiti ir con ellos, al mu-seo y a los jardines y al acuario. Ella esperaba que lahistoria terminara, que Deborah le rompiera el co-razn a Pranab Kaku y que regresara a nosotros, concicatrices y arrepentido. No vi ningn signo de quesu relacin declinara. Su amor abierto, su amistadtan fcilmente expresada, era algo nuevo y romnticopara m. enerme en el asiento trasero les permita,a Pranab Kaku y a Deborah, que practicaran para elfuturo, que probaran la idea de una familia propia.

    engo muchas fotografas mas y de Deborah, con-migo sentada en el regazo de Deborah, sostenindo-le la mano, besndola en la mejilla. Intercambiamoslo que creamos que eran sonrisas secretas y, en esosmomentos, yo senta que ella me entenda mejor quenadie en el mundo. Cualquiera poda haber dicho queDeborah sera una madre excelente algn da. Peromi madre se negaba a reconocerlo. Yo no saba que,por aquella poca, mi madre me deja salir con PranabKaku y con Deborah porque estaba embarazada porquinta vez desde mi nacimiento y estaba tan enfer-ma y cansada y temerosa de perder otro nio que se

    pasaba la mayor parte del da durmiendo. A las diezsemanas, perdi al beb otra vez y los doctores le di-jeron que dejara de intentar tener nios.

    Para el verano ya haba un diamante en la manoderecha de Deborah, algo que nunca le haban dadoa mi madre. Ya que su familia viva tan lejos, PranabKaku vino solo a la casa un da para pedirle a mis pa-dres que le dieran la bendicin antes de darle el anillo.l nos ense la caja, la abri y sac el diamante queestaba dentro. Quiero ver cmo se ve en alguien,dijo urgiendo a mi madre a que se lo probara pero ellase neg. Yo fui la que extendi la mano sintiendo el

    peso del anillo en la base de mi dedo. Despus pidiuna segunda cosa: quera que mis padres escribieran asus padres dicindoles que ellos conocan a Deborah yque tenan una buena impresin de ella. Estaba, conrazn, nervioso por el hecho de tener que decirle asu familia que quera casarse con una americana. Lehaba contado a sus padres todo sobre nosotros y, enuna ocasin, mis padres haban recibido una cartade los suyos diciendo que estaban agradecidos porque cuidramos a su hijo y por darle un hogar de-cente en Amrica. No necesita ser muy larga, dijoPranab Kaku. Apenas unas lneas. Lo aceptarn ms

    fcilmente si viene de ustedes. Mi padre no pensa-ba ni bien ni mal de Deborah, nunca comentaba nicriticaba como s lo haca mi madre, pero le asegura Pranab Kaku que antes de que terminara la sema-

    na una carta como la que peda estara camino deCalcuta. Mi madre asinti con la cabeza aunque alda siguiente vi la taza que Pranab Kaku haba usadocomo cenicero en la basura de la cocina, rota, y trescuritas en la mano de mi madre.

    Los padres de Pranab Kaku estaban horrorizadosslo con pensar que su hijo nico se casara con unaestadounidense y unas semanas despus el telfonoson a mitad de la noche. Era el seor Chakrabortydicindole a mi padre que no podan otorgar la ben-dicin a un matrimonio semejante. Que no era dis-cutible, que si Pranab Kaku se atreva a casarse con

    Deborah ya no lo reconoceran como hijo. Despusla esposa se puso al telfono, pidiendo hablar con mimadre, y atacndola como si fueran ntimas amigas,acusando a mi madre de haber sido la culpable de queesa historia comenzara. Dijo que ya le haban elegidouna esposa en Calcuta, que l se haba ido a Amricacon el sobreentendido de que volvera al terminar losestudios y se casara con esa chica. Haban compra-do un departamento en su edificio para Pranab y suprometida y estaba vaco esperando a que regresara.Pensbamos que podamos confiar en ustedes y resul-ta que nos han traicionado, dijo su madre, liberando

    la rabia como no poda hacerlo con su hijo. Eso eslo que le pasa a la gente en Amrica?. Para alegrade Pranab Kaku, mi madre defendi el compromi-so, dicindole a su madre que Deborah era una chicaeducada de una familia decente. Los padres de PranabKaku rogaron a los mos que intentaran disuadirlo,pero mi padre se neg decidiendo que no era asuntosuyo involucrarse en un asunto que no tena nadaque ver con ellos. No somos sus padres, le dijo ami madre. No podemos decirle nada salvo que nolo aprobamos. Y, por eso, mis padres no le dijeronnada a Pranab Kaku sobre cmo sus padres les ha-

    ban gritado y culpado y amenazado con desheredara Pranab Kaku. Slo le dijeron que se haban negadoa darle la bendicin. Ante la negativa, Pranab Kakuse encogi de hombros. No me importa. No todospueden ser tan abiertos de mente como ustedes, lesdijo a mis padres. Su bendicin es suficiente.

    Tras el compromiso, Pranab Kaku y Deborah co-menzaron a desaparecer de nuestras vidas. Se muda-ron a un departamento en Boston, en el South End,una parte de la ciudad que mis padres considerabaninsegura. Nosotros tambin nos mudamos, a una casa

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    en Natick. Aunque mis padres haban comprado lacasa la ocupaban como si fueran inquilinos, retocan-do los araazos de las paredes con sobras de pinturay no se atrevan a agujerear las palabras y cada tarde,

    cuando el sol entraba por las ventanas mi madre ce-rraba las persianas para que los muebles nuevos no sedestieran. Unas semanas antes de la boda, mis padresinvitaron a Pranab Kaku solo a la casa y mi madreprepar una comida especial para marcar el fin de susoltera. Eso sera lo nico bengal de la boda, el res-to sera exclusivamente estadounidense, con pastel,ministro y Deborah con un vestido largo y blanco yun velo. Hay una fotografa de la cena, tomada pormi padre la nica fotografa, que yo sepa, en que mimadre y Pranab Kaku aparecen juntos. Est un pocoborrosa. Recuerdo a Pranab Kaku explicndole a mi

    padre como usar la mquina y por eso aparece mi-rando a la cmara con la boca abierta, con su largobrazo extendido y su dedo apuntando, explicndolea mi padre como leer el fotmetro o algo as. Mi ma-dre est parada detrs de l, con una mano sobre sucabeza como en un gesto de bendicin, la primera yla ltima vez que la vi tocarlo. Ella lo abandonar,le deca despus mi madre a sus amigas. Est tirandosu vida por la borda.

    La boda se celebr en una iglesia en Ipswich y larecepcin en un club de campo. Iba a ser una cere-monia ntima. Mis padres entendan por ntima cien

    o doscientas personas en lugar de trescientas o cua-trocientas. Mi madre se sorprendi de que menos detreinta personas hubieran sido invitadas y se quedms perpleja que halagada al descubrir que de todoslos bengales que Pranab Kaku conoca nosotros ra-mos los nicos invitados. En la boda, nos sentamos,como los otros invitados, primero en unos bancos demadera en la iglesia, despus en una mesa larga quese haba colocado para la comida. Aunque ramoslo ms cercano a una familia que Pranab Kaku tenaese da no se nos incluy en las fotografas de grupoque tomaron en la recepcin, que s incluyeron a los

    padres y los abuelos y a los hermanos de Deborah,y ni mi padre ni mi madre hicieron un brindis. Mimadre no agradeci el hecho de que a mis padres, queno coman carne, se les sirviera pescado en lugar delfilete mignon que todos estaban comiendo. No parde hablar en bengal, quejndose de las formalidadesy del hecho de que Pranab Kaku, en smoking, apenasnos dirigi la palabra, ocupado como estaba hablan-do con su nueva familia poltica mientras daba unavuelta por la mesa. Como siempre, mi padre no dijonada para responder a los comentarios de mi madre,comiendo callado y mecnicamente, con su tenedor y

    su cuchillo haciendo ruido, de vez en cuando, contrala porcelana, ya que estaba acostumbrado a comer conlas manos. Limpi su plato y despus el de mi madreya que sta haba dicho que la comida le pareca inco-

    mible y, despus, dijo que haba comido demasiado yque tena dolor de barriga. La nica ocasin en que mimadre forz una sonrisa fue cuando Deborah se pardetrs de su silla, la bes en la mejilla y le preguntsi estbamos disfrutando. Cuando comenz el bailemis padres siguieron sentados, bebiendo te, y despusde dos o tres canciones decidieron que era hora deregresar a casa con la mirada de mi madre cruzandoel saln hasta donde yo estaba bailando en una ruedacon Pranab Kaku y Deborah y los otros nios de larecepcin. Yo quera quedarme y cuando, con des-gana, me dirig a donde estaban mis padres Deborah

    vino detrs de m. Boudi, deja que se quede Usha.Se lo est pasando bien, le dijo a mi madre. Muchagente regresa por su casa. Alguien la puede llevar.Pero mi madre dijo que no, que ya me haba divertidobastante y me oblig a ponerme mi abrigo sobre elvestido de mangas almidonadas. Cuando volvamos acasa de la boda le dije a mi madre, por primera perono por ltima vez en mi vida, que la odiaba.

    Al ao siguiente recibimos una postal anunciandoun nacimiento en la familia Chakraborty, una foto-grafa de gemelas que mi madre no peg en el lbum

    de fotos ni en la puerta del refrigerador. Las nias sellamaban Srabani y Sabitri pero las llamaban Bonnyy Sara. Adems de una tarjeta de agradecimiento pornuestro regalo de bodas esa fue toda la comunicacinque tuvimos. No nos invitaron a su nueva casa enMarblehead que compraron despus de que PranabKaku consiguiera un trabajo bastante bien pagado enStone & Webster. Durante un tiempo mis padres ysus amigos continuaron invitando a los Chakrabortysa las reuniones, pero ya fuera porque nunca venan oporque apenas se quedaban una hora, las invitacio-nes cesaron. Sus ausencias eran atribuidas, por mis

    padres y su crculo, a Deborah y todos estaban deacuerdo en que haba despojado a Pranab Kaku noslo de sus orgines sino de su independencia. Ella erael enemigo, l era su presa y su matrimonio se usa-ba como advertencia, y como reivindicacin, de quelos matrimonios mixtos eran una empresa destinadaal fracaso. De vez en cuando, sorprendan a todosapareciendo en lapujaunas cuantas horas con susnias, idnticas, que apenas parecan bengales y queslo hablaban ingls como si hubieran sido criadas demodo diferente a m y a los otros nios. No las lleva-ban a Calcuta cada verano, no tenan padres que les

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    hablaran de otra forma de vida y que los exhortarana llevarla. Por Deborah estaban exentas de eso y esaera la razn de que yo las envidiara. Usha, mrate,ya tan alta y tan guapa, deca Deborah cuando me

    vea, volviendo a unir, aunque fuese por un minu-to, el lazo que nos haba unido aos antes. Se habacortado el pelo. e apuesto a que pronto ya podrshacer de niera, deca. e llamar. A las nias lesencantars. Pero nunca lo hizo.

    Sal de la infancia, entr a la secundaria y me em-pec a enamorar de los chicos americanos de mi clase.Los enamoramientos terminaron en nada. A pesar delas alabanzas de Deborah, nadie se fijaba en m. Peromi madre deba haberse olido algo porque me prohi-ba ir a los bailes de los ltimos viernes de cada mesen la cafetera de la escuela y haba una ley no escrita

    que me prohiba tambin las citas. Ni creas que tecasars con un americano como hizo Pranab Kaku,me deca de vez en cuando. Yo tena trece aos y pen-sar en el matrimonio era algo totalmente irrelevantepara m. An as sus palabras me entristecan y sentaque su garra se apretaba. Se volvi loca cuando le dijeque quera ponerme un sujetador o que quera ir aHarvard Square con un amigo. A mitad de nuestrasdiscusiones conjuraba a Deborah como su anttesis,el tipo de mujer que ella se negaba a ser. Si ella fue-ra tu madre te dejara hacer lo que quisieras porqueno le importara. Eso es lo que quieres, Usha, una

    madre a la que no le importes? cuando comenc amenstruar, el verano antes de que comenzara noveno,mi madre me lanz un discurso, dicindome que nodeba dejar que me tocara ningn chico y despusme pregunt si saba como se quedan embarazadaslas mujeres. Le dije que me haban ensaado en clasede ciencias naturales eso de que el esperma fertilizael huevo y despus me pregunt si saba exactamentecomo ocurra eso. Vi el terror en sus ojos y por eso,aunque conoca perfectamente todos los aspectos dela procreacin, le ment y le dije que no nos lo ha-ban explicado.

    Comenc a guardarme secretos evadindola conayuda de mis amigas. Le deca que me iba a quedara dormir en casa de una amiga cuando en realidadme iba a fiestas, beba cerveza y dejaba que los chicosme besaran y acariciaran mis senos y que restregaransus erecciones contra mi cintura mientras estbamostirados en un sof o en el asiento trasero de un co-che. Mi madre comenz a darme pena. Cuanto msenvejeca, ms me daba cuenta yo de la vida solitariaque haba llevado. Nunca haba trabajado y duranteel da vea telenovelas para matar el tiempo. Su nicotrabajo, todos los das, era limpiar y cocinar para mi

    padre y para m. Pocas veces bamos a restaurantes ymi padre siempre sealaba, incluso en los ms baratos,que eran demasiado caros comparados con comer encasa. Cuando mi madre se quej de cunto odiaba

    la vida en los suburbios y lo sola que se senta, l nodeca nada que la calmara. Si tan infeliz eres, vulvetea Calcuta, le ofreci, dejando claro que su separa-cin no le afectaba. Comenc a aprender de mi padrecmo tratarla, aislndola por partida doble. Cuandome gritaba porque me estaba tardando demasiado enel telfono, o porque estaba demasiado tiempo en mihabitacin, aprend a contestarle gritando, a decirleque era pattica, que no saba nada de m y que paralas dos estaba claro que yo ya no la necesitaba, defi-nitiva y abruptamente, como Pranab Kaku.

    Despus, el ao antes de ir a la universidad, mis

    padres y yo fuimos invitados a la casa de los Chakra-bortys para el da de accin de gracias. ramos los ni-cos invitados de los antiguos amigos de Cambridge.Result ser una reunin que Pranab Kaku y Deborahhaban organizado para todos aquellos que habansido amables con ellos en el pasado. Normalmentemis padres no celebraban el da de accin de gracias.El ritual de una cena larga y lo que se supone quees costumbre comer no eran para ellos. La tratabancomo si fuera el da de los veteranos, una festividadms del calendario americano. Pero fuimos en cochehasta Marblehead, hasta una casa impresionante con

    fachada de piedra y una rotonda de grava repleta decarros. La casa estaba cerca del ocano. En el caminohabamos pasado junto al muelle que daba al fro ybrillante Atlntico y cuando salimos del coche nosrecibi el sonido de las gaviotas y las olas. La mayorade los muebles haban sido llevados al stano y habanpuesto mesas para formar una u gigante. Estaban cu-biertas con manteles, con platos blancos y la mejorcubertera y tenan centros de mesas. Me asombraronlos juguetes y las muecas que haba por todos lados,perros que dejaban sus hebras de pelo amarillo portodas partes, fotografas de Bonny y Sara y Deborah

    decorando las paredes, en la puerta del refrigerador.La comida se estaba preparando cuando llegamos,algo que a mi madre siempre le haca fruncir el en-trecejo. La cocina era un caos de gente, de olores yenormes ensaladeras sucias.

    La familia de Deborah, a la que apenas record-bamos de la boda, estaba ah, sus padres y hermanosy hermanas y sus maridos y esposas y novios y bebs.Sus hermanas andaran por los treinta pero, comoDeborah, hubieran pasado por estudiantes universi-tarias, con jeans y suteres de marinero, y su hermanoMatty, con el que yo haba bailado en la rueda de la

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    boda, era ahora estudiante en Amherst con unos ojosverdes y grandes y un pelo encrespado castao y unacomplexin que se enrojeca fcilmente. an prontocomo vi a las hijas de Deborah, rindose mientras

    cortaban y trituraban cosas en la cocina, me enfureccon mi madre que me haba montado una escenitaantes de salir de la casa y me haba obligado a po-nerme un shalwar kameez. Saba que asuman, pormi forma de vestir, que tena ms en comn con losotros bengales que con ellas. Pero Deborah insisti enincluirme, ponindome a pelar manzanas con Mattyy, sin que mis padres lo vieran, me ofrecieron cervezapara beber. Cuando la comida estuvo lista se nos pidique nos sentramos en una formacin hombremu-

    jer que hizo que los bengales se sintieran a disgusto.Se pusieron las botellas de vino sobre la mesa. raje-

    ron dos pavos, uno relleno de salchicha y el otro sinrelleno. Me puse a salivar con la visin de la comidapero supe, despus, volviendo a casa, que mi madrela haba encontrado sosa y blanda. Imposible, sen-tenciaba mi madre agitando su mano sobre el vasocuando alguien intentaba servirle un poco de vino.

    El padre de Deborah, Gene, se levant para dargracias y le pidi a todos los que estaban en la mesaque juntaran sus manos. Baj la cabeza y cerr susojos. Seor, te damos gracias por la comida que va-mos a recibir, comenz a decir. Mis padres estabansentados uno junto al otro y me sorprendi descubrir

    que obedecan, que los dedos marrones de mi padreaferraban los plidos de mi madre. Me di cuenta deque Matty, sentado al otro extremo de la habitacin,me lanzaba miradas furtivas mientras estaba hablandosu padre. Tras el coro de amenes, Gene levant su vasoy dijo Perdnenme pero nunca pens que tendra laoportunidad de decirlo. Aqu estamos celebrando elda de accin de gracias con los indios. Slo unoscuantos se rieron del chiste.

    Despus Pranab Kaku se levant y agradeci a to-dos por venir. Estaba relajado por el alcohol. Comen-z a hablar, con bastante sentimiento, de los viejos

    das de Cambridge y, de repente, cont la historia decmo haba conocido a mi madre por primera vez, di-cindole a los invitados que nos haba seguido aquellatarde. La gente que no nos conoca se ri, asombra-dos por la naturaleza del encuentro y por la desespe-racin de Pranab Kaku. Cruz la habitacin hasta ellugar donde estaba mi madre y pasndole un brazopor encima del hombro, la oblig, por un instante,a ponerse de pie. Esta mujer, declar, ponindola

    junto a l, esta mujer fue la anfitriona de mi primerda verdadero de accin de gracias en Amrica. Puedeque fuera una tarde de mayo pero esa primera comida

    en la mesa de Boudi fue de accin de gracias para m.Si no hubiera sido por esa comida hubiera vuelto aCalcuta. Mi madre, avergonzada, apart la mirada.Tena treinta y ocho, ya estaba encaneciendo y pareca

    tener ms la edad de mi padre que la de Pranab Kakuque, a pesar de la cintura ya crecida, retena algo desu hermosa figura. Pranab Kaku regres a su lugar enla cabecera de la mesa, junto a Deborah, y concluy,y si eso hubiera pasado nunca te hubiera conocido,amor y la bes en la boca frente a todos que aplau-dieron como si fuese otra vez el da de su boda.

    Despus del pavo, repartieron tenedores y lashermanas de Deborah, como si fueran camareras,anotaron en pequeos papelitos las rdenes para lostres tipos diferentes de pastel. Despus del postre, losperros necesitaban que alguien los sacara a pasear y

    Pranab Kaku se ofreci como voluntario. Y si damosun paseo por la playa? sugiri y el lado de la familiade Deborah estuvo de acuerdo en que era una buenaidea. Ninguno de los bengalas quera ir porque pre-feran quedarse con su te, todos arracimados en unaesquina de la habitacin hablando libremente despusde la conversacin intrascendente de los americanosen la comida. Matty se acerc y se sent en la silla

    junto a la ma, que ahora estaba desocupada, y meanim para que me uniera al paseo. Cuando dud,sealando los zapatos y ropas que llevaba, totalmen-te inapropiados pero tambin consciente de la furia

    silente de mi madre al vernos juntos, me dijo estoyseguro de que Deb podr prestarte algo. Por eso sublas escaleras donde Deborah me dio unos pantalonesde mezclilla y un suter grueso y unas zapatillas y aca-be parecindome a ella y a sus hermanas.

    Se sent en el borde de su cama, viendo como mecambiaba, como si furamos amigas y me pregunt sitena novio. Cuando le dije que no, me dijo Mattypiensa que eres guapa.

    Eso te dijo?.No, pero lo puedo deducir.Mientras bajaba las escaleras, orgullosa de la in-

    formacin, en los pantalones a los que haba que te-nido que subirles la parte de abajo y en los que mesenta por fin yo misma, me di cuenta de que mi ma-dre levantaba sus ojos de la taza de te y me mirabafijamente pero no dijo nada y yo sal con Pranab Kakuy sus perros y sus parientes polticos por la carretera ydespus, bajando unos escalones de madera hacia laplaya una de sus hermanas se qued detrs para co-menzar la limpieza y encargarse de las necesidades delos que se haban quedado atrs. Inicialmente todoscaminbamos juntos en una fila por la arena pero medi cuenta de que Matty se estaba quedando retrasado

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    y yo me retras y nos quedamos atrs aumentandocada vez ms la distancia entre nosotros y los dems.Comenzamos a flirtear, hablando de cosas que yani recuerdo, y nos dirigimos a unas rocas y Matty

    sac un cigarrillo de marihuana. Nos colocamos deespaldas al viento y nos lo fumamos, con nuestrosdedos tocndose en el proceso, con nuestros labios

    juntndose en la misma parte mojada del papel defumar. Al principio yo no senta nada pero despus,escuchndole contarme cosas del grupo de rock en elque estaba, me di cuenta de que su voz sonaba comosi estuviera lejsimos y tena ganas de rerme aunquelo que deca no era divertido. Me pareca que haba-mos estado alejados del grupo ya por muchas horaspero cuando volvimos a la arena todava lo veamos ynos subimos a un promontorio para ver el atardecer.

    Ya estaba oscuro cuando regresamos a la casa y tuvemiedo de enfrentarme a mis padres estando todavacolocada. Pero cuando llegamos Deborah me dijo quemis padres, sintindose cansados, se haban ido y queestaban de acuerdo en que alguien me llevara en co-che. Haban prendido una fogata y me dijeron que merelajara y que tomara ms pastel mientras recogan loque haba sobrado y, poco a poco, la sala recuperabasu orden habitual. Por supuesto fue Matty el que mellev a casa y sentados en la calle donde vivan mispadres lo bes, gozosa y aterrorizada de que mi madresaliera al jardn en camisn y nos descubriera. Le di a

    Matty mi nmero de telfono y estuve unas cuantassemanas pensando en l a todas horas y esperando,intilmente, que me llamara.

    Al final, mi madre tuvo razn, y catorce aosdespus de aquel da de accin de gracias, despus deveintitrs aos de matrimonio, Pranab Kaku y De-borah se divorciaron. l fue el que lo estrope todo,enamorndose de una bengal casada, destrozando enel proceso dos familias. La otra mujer era alguien aquien mis padres conocan aunque no eran ntimos.Deborah tena cuarenta y algo, Bonny y Sara estaban

    en la universidad. Para su sorpresa, fue a mi madrea quien Deborah llam para llorarle al telfono. Encierto modo, a lo largo de los aos, nos haba consi-derado casi como su familia poltica, enviando florescuando murieron mis abuelos y dndome una edicinen un solo tomo del Oxford English Dictionarycomoregalo por mi graduacin. T lo conoces. Cmopudo hacer algo as?, le preguntaba Deborah a mimadre. Y despus Sabas algo de lo que estaba pa-sando? Mi madre, sinceramente, le contest que no.

    A ambas les haba roto el corazn el mismo hombrecon la diferencia de que el de mi madre haca tiempo

    que se haba compuesto y, extraamente, mientras sehacan ancianos mis padres se haban encariado eluno del otro aunque slo fuese por hbito. Creo quemi ausencia de la casa, cuando fui a la universidad,

    tena que ver con eso porque con los aos, cuando losvisitaba, me daba cuenta de una calidez entre ellos queno haba estado antes, una convivencia tranquila, unasolidaridad, una preocupacin cuando uno de los doscaa enfermo. Mi madre y yo tambin habamos he-cho las paces. Haba aceptado el hecho de que no sloera su hija sino tambin hija de Amrica. Lentamenteacept que saliera con un americano y despus conotro, que durmiera con ellos y que viviera con unode ellos aunque no estuvisemos casados. Reciba amis novios en casa y cuando las cosas no funcionabanme deca que encontrara a alguien mejor. ras aos

    sin estar haciendo nada, decidi, al cumplir los cin-cuenta, matricularse para conseguir una licenciaturaen biblioteconoma en una universidad cercana.

    En el telfono, Deborah admiti algo que sor-prendi a mi madre: que todos estos aos haba sen-tido que durante todos esos aos haba una parte dela vida de Pranab Kaku que estaba cerrada. Yo esta-ba tan celosa de ti por aquellos das, por conocerlo,por entenderlo de un modo que nunca pude hacerlo.Le volvi la espalda a la familia, a todos vosotros, enrealidad, pero yo an me senta amenazada. Nuncapude con eso. Le dijo a mi madre que haba inten-

    tado, durante aos, que Pranab Kaku se reconciliaracon sus padres y que tambin le haba animado a quemantuviera los lazos con los otros bengales pero quel se haba resistido. Haba sido idea de Deborah invi-tarnos a su da de accin de gracias. Irnicamente, laotra mujer tambin haba estado all. Espero que nome culpes por haberlo apartado de sus vidas. Siempretena miedo que me culparas por eso.

    Mi madre le aseguro a Deborah que no la cul-paba por nada. No le confes a Deborah los celos deunas dcadas antes, slo le dijo que estaba triste porlo que haba pasado, que era algo triste y terrible para

    la familia. No le dijo a Deborah que unas semanasantes de la boda de Pranab Kaku, mientras yo esta-ba en una reunin de las girl scouts y mi padre en eltrabajo, que haba recorrido la casa buscando segurospor los cajones y las estanteras y los haba aadidoa los que haba en sus brazaletes. Cuando tuvo bas-tantes los puso en su sari, uno a uno, cosindolo conlo que llevaba debajo de tal modo que nadie pudiesequitarle la ropa. Despus agarr una lata de materialinflamable y una caja de cerillas de cocina y sali anuestro helado jardn trasero que estaba lleno de hojasque necesitaban recogerse. Sobre el sari llevaba una

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    gabardina larga y lila y a cualquier vecino le hubieraparecido que simplemente haba salido a tomar el aire.Se abri el abrigo y quit la tapa de la lata del lqui-do y se roci. Despus se aboton el abrigo y cerr

    el cinturn. Camin hasta la basura del jardn y tirla lata. Despus volvi al centro del jardn con la cajade cerillas en el bolsillo del abrigo. Durante una horaestuvo as parada, mirando nuestra casa, intentandoreunir el coraje suficiente para prender una cerilla.No fui yo quien la salv, ni mi padre, sino la vecina,la seora Holcomb con la que mi madre nunca ha-ba especialmente amistosa. Ella que haba salido arecoger las hojas de su jardn, llam a mi madre y lecoment lo hermoso que estaba el atardecer. Me hefijado que lleva un buen rato admirndolo, dijo. Mimadre estuvo de acuerdo y volvi a entrar a la casa.

    Cuando llegamos yo y mi padre en la tarde, ella es-taba en la cocina preparando arroz como si fuera unda cualquiera.

    Mi madre no le cont nada a Deborah. Fue a ma quien se lo confes cuando un hombre con el queesperaba casarme me rompi el corazn.HC

    Dos palabras sobre Jhumpa Lahiri Ana Laura Magis

    [] so that [our son] can eat rice with us with hishands, and speak in Bengali, things we sometimes worry

    he will no longer do after we die.

    L sabemos de Jhumpa Lahiri esque no sabemos pronunciar su nombre. Y sileemos cualquiera de sus dos libros, la segunda

    reaccin es sentir que conocemos su vida y que laconocemos ntimamente.Lahiri, nacida en Londres en 1967 y criada en RhodeIsland, comparte con la mayora de sus personajesla misma historia: padres bengals e infancia norte-americana; padres acadmicos y vida en Nueva In-glaterra; celebraciones depujasy vacaciones visitandoparientes en la India.

    Jhumpa Lahiri es monotemtica. Se repiten dosgrandes elementos en su obra: los personajes benga-ls y el movimiento, el traslado, la migracin. Dosconceptos enfrentados, completamente opuestos;cuyo choque genera la paradoja que Lahiri persi-

    gue: qu resulta si se enfrenta a la supervivencia ya la identidad?

    Y lo que persigue a Lahiri es el pavor de quedesaparezca alguno de los dos. odos sus personajesquieren pertenecer a un mundo ajeno, y ese mundosiempre les exige un cambio. Sin embargo, en esascosas que cambian reside su identidad, su cultura, ysu historia. La moraleja, siempre, es que uno puedeceder en todo, y sin embargo la cultura-identidad nolo deja. Pero al mismo tiempo, los daos son irre-

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    parables. La prdida del idioma, de las tradiciones,de las creencias, que despus de dos generacionesterminan por separar a los hijos de los abuelos. Son

    personajes que pierden su nombre en el correo, y queson completamente estadounidenses pero se quedansin historia. Las explicaciones de la cultura hind, delo que es una puja y de la fiesta de la primera comi-da del beb parecen al mismo tiempo aclaracionespara el lector desinformado, y recordatorio para suspersonajes en evolucin.

    Sus personajes se mueven, pero no huyen. Enla mayora de los casos, son inmigrantes bengalsque han llegado a una ciudad de Estados Unidos.Llegan como acadmicos o maestros o estudiantes yse mueven con su pareja resignados a quedarse ah

    para siempre. Se mueven, y ante el aislamiento conel que tropiezan, encuentran su identidad inscritaen la nacionalidad. Y es este mismo movimiento elque los obliga a cederla poco a poco. Qu tanto sepuede ceder las costumbres para romper la barreracultural? Qu tanto se debe hacer?

    Y son, siempre, personajes muy solos. Aisladosdel mundo por la barrera del idioma, por la novedad

    de la comida que no saben comer, aceptando a cual-quier bengal recin conocido como amigo ntimo.Pero ms all de lo extraordinario de ser diferente,

    son personajes que estn completamente solos, a pe-sar de estar inmersos en mundos colectivos. La sole-dad, por ejemplo, de un matrimonio arreglado dondela pareja se conoce el da de su boda. Abismos de co-municacin que no estn dispuestos a franquear, sloa acostumbrarse. Son parejas que sobreviven por lacostumbre o sobreviven sin acercarse, o terminan casisin violencia, ms bien con inevitabilidad. Y siempreque nos acercamos a Jhumpa Lahiri, sabemos quenos va a acostumbrar a su prosa, nos va a hacer sen-tir muy cmodos, para soltar, de la misma maneracon que describe una cocina, un detalle doloroso y

    extraordinario, pero sorprendentemente universal:el final de cualquiera de sus cuentos, cosas que yasabamos sin saber cmo.HC

    A L M Wnaci en MxicoDF en 1988. En el nmero de julio de 2006 tradujo-junto con Jos Luis Justes Amador- el cuento Unasunto temporal, tambin de Jhumpa Lahiri. Es-

    tudia la preparatoria y actualmente se desempeacomo presidenta del Club de Fans de David Bisbal, aquien conoci personalmente en febrero pasado.

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    Raquel siempre llega tardeJ. S. de Montfort

    E de viernes Raquel tampocoha venido a su hora.Es cierto que suele retrasarse, que siem-pre llega mnimo quince o veinte minu-tos tarde. Pero esta maana resulta queno ha venido, ni a su hora, ni despuso sea tarde, ni ya, sospecho o mejor,

    temo, vendr nunca, nunca ms.

    rabajamos en un call center. Raquel y yo. Y losotros.odos los veinteaeros postuniversitarios (licen-

    ciados o no, eso es de la menor importancia) acaba-mostrabajando en uno de estossitios.

    En este trabajo en el que, sin ningn motivo, sigotrabajando o debera decir aguardando? desde hacemeses y meses...

    Y ahora que no est Raquel noto cmo la triste-za (seguro que es tristeza y no hasto?) avisa que vaa presentarse

    son los picores ah justo en el estmago, el

    tembleque del tobillo y el empeine, el incesante ras-carme el cabello sin motivo, y todo lo dems: es de-cir, morderse las uas, tomar ms caf de la cuenta,empalmar un cigarrillo con otro

    As que me asomo por la ventana de nuestra ofi-cina, que es un sptimo piso, por buscar algo que medistraiga, pero slo se divisa paciente el smog cubrien-do las montaas de Montjuic.

    En estos trabajos la gente suele despedirse con lamayor facilidad. Eso me aterra, ciertamente, pues esimposible establecer continuidades en las relaciones.

    Y ahora que empezaba la ma con Raquel y que

    me ilusionaba tanto.De todos modos, no es que sienta que estoy triste(o no especialmente), ni que desarrollo mi trabajo condesgana. La verdad, no pienso en ella durante las pri-meras horas, pero s pronto a mitad de la maana.

    Tambin es cierto que conservo una fuerte resaca(que parece estar volvindose crnica) y que concen-trarme en el propio dolor de cabeza me evita funestospensamientos.

    Y entonces me vuelvo ocioso, y no, no hago nada.Es decir, observo a mis compaeros, que contestanllamadas, gestionan emails, envan faxes.

    Me quedo repantigado en la silla. Hago como sihablara con alguien, muevo la boca, pero en realidadme he desconectado del telfono, en realidad es im-posible que me entre una sola llamada. Y se suponeque me pagan por eso, por contestarlas.

    Ocupo el fin de semana en beber Moritzs, es-cuchar msica y evitar a mis compaeros de piso(orstten, el alemn, y Lzaro, el de Valladolid, con

    los que no hablo ms que para acordar el pago de lasfacturas).Ninguna de las tres cosas me consuela. S, es cier-

    to que me masturbo, pero no, eso tampoco me con-suela. Es decir, que me pone triste. Y lo repito confuerza durante unas cuantas veces a lo largo de los dosdas. Y s, como ya sabrn, es peor, muchsimo peor,indeciblementepeor.

    El lunes va igual que hasta ahora: sin Raquel.Cuelgo las llamadas como si se tratase de una

    equivocacin (es imposible que sepan que hago esto),muevo la boca y simulo hablar. Y cuando puedo

    cuando mi jefa no se da cuenta que lo hago les des-vo las llamadas a mis compaeros.Pienso en qu me gusta de Raquel, la catalana,

    y quiz sea esa forma de mirar sin mirar, como conuna cortesa displicente, con esos ojos turbios, igualque si una batidora les hubiera removido el iris. Ojosde puro hipntico

    Mientras me quito los zapatos (ya en casa, enmi habitacin; la puerta cerrada con llave) veo en elsuelo la maleta roja abierta. Creo que me he quedadodormido a media tarde, en tanto que lea o fumaba o

    beba o pensaba en Raquel. Y ahora lo descubro: hede irme. Ahora mismo. Hay que marcharse. Esto esdemasiado. Sin Raquel

    As que preparo la maleta. Nunca he sabido hacerbien las maletas, les envidio eso a las mujeres; no, en-vidio eso a las madres. Envidio mil doscientas quincecosas prcticas que todos saben sobrellevar menos yo;el amor, por ejemplo, ese inocente dolor del deseo,que percute y percute, y no tiene fin. Y sigue percu-tiendo, joder!

    Acabo las moritzs calientes de la despensa mien-tras enrollados meto nikis, pantalones y zapatos. El

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    gran bulto rojo, en desorden, no se deja cerrar: hayque sacar cosas, tomar decisiones. Me siento abru-mado, as que creo o decido, o simplemente suce-de dormir.

    Mi biorritmo se ha acostumbrado a las 05:55. Elmartes me despierto como siempre: igual que un bu-canero al asalto. Buscar ropa que ponerse, acordarsede salir de casa con los zapatos en los pies, prepararcaf, rezar para que los bollos con crema no se hayanacabado. Puerta. Ascensor. Calle.

    Camino entre las sombras, por la avenida Madrid,haciendo sonar con fuerza los tacones de los zapatos,por pura provocacin, soando con que alguien de-see pegarme; pero nada. Detrs ma queda el CampNou, ostentoso y desierto e infame.

    Pero en mi trayecto est la misma farola fundida,

    el mismo semforo con el mismo ritmo truculento,el fro y el idntico repartidor de peridicos gratui-tos con su bufanda gris y su cazadora roja y su scoo-ter ruidoso de mierda. Y al fondo, las montaas deMontjuic, la Diagonal del otro lado: dormida, prfidadescansando como una enorme serpiente gorda quedivide la ciudad, y all en la lejana el sueo infantildel ibidabo y el parque Gell.

    odo descansa como mi sangre calmada: negra,biliosa.

    Camino deprisa, fumando. Un ligero temblorme sucede cuando se abren las puertas acristaladas de

    mi oficina de la calle Guitard. No es nada, me digo,acaso una breve punzada del fro del invierno. Nadams. Echa a correr, me digo, sintate en tu ordenadory todo se pasar. Ya vers.

    Lo hago: me conecto al telfono.Pero de inmediato s que algo no va bien.Intento hablar: mi voz vibra, mis manos tiem-

    blan. Hay algo en el pecho, en mi pecho. Me voy aloffice por un caf.

    Me han contado que por las noches, en el suelode estamoqueta de mi oficina, con la complicidad dela noche. Hay sexo.

    Como aun es de noche (son las seis y cuarentaam), me aparecen estas ideas. Me turban, de hecho.Y me imagino a Raquel estirada desnuda sobre lamoqueta gris con su cuerpo flaco, largo y formida-ble y alguno de los cientos de hombres que trabajanen estas oficinas hacindole y tambin mujeres ymi jefa, los alemanes de la tercera planta, las inglesasde la segunda No puedo soportarlo.

    Ahora s comienzo a temblar, mi voz vibra cuandopor distraer mi pena contesto una llamada. Ni si-quiera soy capaz de reconocer si me hablan en cataln,castellano, ingls, francs. Esbozo monoslabos, inter-

    jecciones, conjeturas. Mis manos tambin tiemblan.Cuelgo la llamada: se me cae el caf, el tazn entero:mojo todas las malditas copias de las facturas, cartas,documentos. Negros, se quedan todos negros. Y una

    mancha, redonda y perfecta, de caf con una pizcade leche, queda sobre la moqueta.Me mancho las manos, adems el sweater, los

    jeans. Hasta los malditos zapatos. Me siento tan tanavergonzado que se me desliza una lgrima obscenapor la mejilla. Y me gustara