Hispania durante el Alto Imperio. Los cambios económicos · 9.1. ¿Cómo estudiar este tema? Para...
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Módulo I
Historia Antigua de Hispania
Hispania durante el Alto Imperio. Los cambios
económicos
[9.1] ¿Cómo estudiar este tema?
[9.2] Las estructuras económicas
[9.3] Las comunicaciones
[9.4] La agricultura y la economía de la villa
[9.5] Desarrollo de actividades económicas secundarias
9
TE
MA
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – Esquema
Esquema
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – Ideas clave
Ideas clave
9.1. ¿Cómo estudiar este tema?
Para estudiar este tema lee los capítulos 5,6, 7 y 8 (pp. 391-411) del manual de
referencia de la asignatura Hispania Antigua de Domingo Plácido.
No olvides leer las ideas clave del tema ya que en ellas se amplía información que
no encontrarás en el manual de la asignatura.
No olvides que para la correcta comprensión del capítulo es de interés consultar
algunos gráficos ubicados en las páginas 724-730 y 737. Asimismo, pueden ser
de gran ayuda los mapas recogidos al final del manual: páginas 710 y 713.
Por último, debes leer los textos “Riqueza minera de la Bética” (manual pp.
777-778) y “Plinio elogia Hispania” (manual pp. 780-781).
9.2. Las estructuras económicas
Aunque la romanización supuso el desarrollo de otras fuentes de riqueza, la
agricultura y la ganadería continuaron siendo las principales actividades de la
Península Ibérica durante toda la Antigüedad. La actividad en el campo era
considerada como la más honorable, sin embargo, se conoce con menor detalle otras
actividades de carácter industrial, que eran importantes fuentes de ingresos y riqueza.
Al margen de los beneficios que los particulares pudieran obtener de sus explotaciones
agrícolas, el estado romano se garantizaba la obtención de réditos considerables gracias
a los impuestos indirectos que gravaban las exportaciones agrícolas, como el
portorium, que reportaba al estado un 2% sobre los productos exportados. El cobro
de dichas tasas está documentado en el curso bajo del Guadalquivir, sin duda, una de
las principales vías de transporte de mercancías fuera de Hispania.
Además de la agricultura, otro de los grandes recursos naturales de Hispania en la
Antigüedad eran las explotaciones mineras. El interés de todas las potencias
mediterráneas por las minas hispanas había sido siempre muy elevado, y Roma sabía
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TEMA 9 – Ideas clave
que no contaba con demasiados yacimientos metalíferos en el resto del Imperio, salvo
en regiones inexploradas o poco romanizadas como Britania, Nórico y Dalmacia. Como
se ha señalado en varias ocasiones, las minas comenzaron a explotarse de forma
intensiva ya en época republicana, pero los trabajos se vieron dificultados por las
Guerras Civiles del siglo I a.C., y no se reanudaron hasta la época augústea.
Entre los metales que se extraían de estas minas destacan el oro y la plata,
imprescindibles para el sistema monetario romano, y los no menos valiosos por su
escasez: mercurio, plomo o estaño...
Las minas eran normalmente de propiedad pública y estaban a cargo de libertos del
emperador llamados procuratores. Pero su explotación también podía adjudicarse a
sociedades privadas, que obtenían el derecho a trabajar en la mina mediante un
sistema de pujas y concesiones y tenían que pagar por adelantado según los beneficios
previstos. Sólo excepcionalmente, algunas ciudades y ciertos particulares muy
adinerados podían ser dueños de minas. Con frecuencia se ha relacionado también al
ejército con la explotación de las minas hispanas.
Disponemos de un documento epigráfico de enorme valor, las Leyes de Vipasca
(Aljustrel, Portugal), en el que se recogen las disposiciones altoimperiales que
regulaban las explotaciones mineras. Esta recopilación detallaba la
composición y constitución de las organizaciones de particulares que explotaban las
minas, el modo en el que extraían el mineral, cómo elaborar los túneles y los castigos
que tenían que aplicarse a los trabajadores que se atrevieran a robar parte de los
metales.
Además de desarrollar una legislación muy detallada para regular las explotaciones, los
romanos consiguieron incrementar de forma espectacular el rendimiento de la
mayoría de las minas aplicando técnicas de extracción muy avanzadas.
Normalmente se explotaban las vetas que afloraban en superficie, pero cuando se hacía
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necesario excavar en el terreno para seguir la veta de metal, los romanos contaban con
técnicas muy eficaces para evacuar el agua que solía invadir las galerías, bien mediante
una noria, bien haciendo galerías inclinadas que pudieran evacuar el líquido al exterior.
Sin duda, el ejemplo más espectacular de
las nuevas técnicas de explotación
mineras lo constituían Las Médulas en
el Bierzo (León), una gigantesca
explotación minera al aire libre que
probablemente era de titularidad pública
y estaba gestionada por funcionarios
imperiales.
Plinio el Joven nos describe la técnica empleada por los ingenieros romanos,
denominada “ruina montium”:
Consiste en la excavación de largas galerías en el corazón de la montaña, que luego
son destruidas prendiendo fuego a las vigas que las sostienen. Sobre este derrumbe
se aplican fuertes corrientes de agua procedentes de ríos desviados, provocando
no sólo el arrastre de toda la tierra y la roca que se había venido abajo al prender
fuego a las galerías, sino también la decantación de las partículas de oro. Se trataba
de una técnica que necesitaba de una gran pericia técnica y de mano de obra
abundante, pero que proporcionaba enormes beneficios en muy poco tiempo.
En las minas trabajaban normalmente esclavos y trabajadores forzosos, pero
también hombres libres, sobre todo en los trabajos más especializados. Como
ocurriría en el siglo XIX, también podía emplearse a niños de corta edad, cuya baja
estatura los hacía idóneos para penetrar en galerías cada vez más angostas.
9.3. Las comunicaciones
Toda esta revolución en la producción y la explotación de las riquezas naturales de
Hispania llevaba aparejado el desarrollo del comercio y de las rutas
comerciales. La construcción de calzadas, puentes, puertos fluviales y marítimos,
faros, posadas, etc. era una condición indispensable para dar salida a la enorme
producción minera, agrícola, ganadera y preindustrial de la Península Ibérica.
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En contra de lo que pueda parecer, la principal vía de transporte de mercancías
fueron los ríos y canales artificiales. Los ríos han sido llamados, con razón, las
autopistas de la Antigüedad, y el tráfico que surcaba sus aguas era muy superior al que
podía verse en las calzadas.
Además, algunas ciudades, especialmente las costeras, se dotaron de enormes puertos
que constituían importantes puntos de exportación de productos a todos los rincones
del Imperio. Las rutas navegables recorrían todo el Mediterráneo en dirección a las
costas de la Península Ibérica, pero también remontaban el Atlántico hasta la Galia, e
incluso Britania y Germania, donde se adentraban siguiendo el curso del Rin.
La navegación marítima era de cabotaje
y procuraban no perder nunca de vista la
costa, por lo que eran extremadamente
importantes los faros. En Hispania se
conserva desde la Antigüedad la Torre
de Hércules (La Coruña) cuya
construcción original imitaba al faro de
Alejandría.
Las calzadas son el símbolo más importante de la extensión de la romanidad por un
territorio. Sin embargo, la construcción de una red de calzadas respondía sobre todo a
necesidades militares y de control por parte de la administración. Las
calzadas permitían recorrer largas distancias con cierta rapidez a las tropas legionarias
y a los jinetes del cursus publicus, el correo imperial. En cambio, como rutas de
comercio, eran demasiado lentas y caras, y no podían competir con el transporte fluvial
o marítimo. Además, la clave del éxito del transporte en barco estaba en su
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rentabilidad. Los barcos ofrecían la posibilidad de transportar enormes cantidades de
mercancías de forma bastante rápida y poco costosa en mano de obra.
La mayor parte de los productos que recorrían ríos y calzadas y se embarcaban en los
puertos rumbo al Mediterráneo y a Europa eran de origen agrícola, especialmente
cereales, vino y aceite, pero también tenían un fuerte protagonismo otros productos
ya mencionados como los metales, salazones, garum y cerámica. Por otro lado, a
partir del siglo I d.C. las minas y las factorías de pescado y salazones empezaron a
producir de forma masiva y a exportar sus productos a todos los rincones del Imperio.
9.4. La agricultura y la economía de la villa
Hasta la extensión de la romanización, y salvo en algunas zonas de la cornisa
mediterránea y el Valle del Guadalquivir, la agricultura indígena era muy simple. En
la mayor parte de los casos las pequeñas cosechas no bastarían para garantizar el
sustento y se completaban con la recolección de frutos del bosque. Los cultivos eran
sobre todo de cereal, trigo y cebada. El trigo se empleaba para hacer pan y la cebada
completaba la dieta de sus cultivadores, servía para alimentar a las bestias y con ella
elaboraban cerveza, la bebida más habitual entre los pueblos bárbaros.
La romanización, que se extendió por toda la Península Ibérica a partir del siglo I
a.C., cambió completamente este panorama:
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Esta introducción de nuevas técnicas y nuevos cultivos permitió superar la agricultura
de subsistencia y pasar a una agricultura de producción en la que el fruto del
cultivo de los campos se destinaba a la comercialización. Los campos hispanos
abastecían a Roma y la Península Itálica de todo tipo de cereales, hasta el punto de
que gran parte del trigo consumido en Roma provenía de Egipto, Sicilia y la Bética.
A esto contribuían además los nuevos cultivos de la vid y el olivo, que eran mucho
más rentables que los de cereal. El clima de Hispania era óptimo para los dos tipos de
cultivo y pronto la Península Ibérica empezó a producir vino y aceite en grandes
cantidades. Durante los siglos I y II a.C. constatamos que aquellos que residían en
Hispania y que eran lo suficientemente ricos como para permitírselo, importaban vino
itálico. Sin embargo, a partir de la época imperial esta tendencia comenzó a invertirse,
los productores de Hispania mejoraron sus técnicas y pronto estuvieron en condiciones
de exportar vinos capaces de competir con los itálicos y parece que los mejores
caldos se producían en la zona de la actual Cataluña. A finales del siglo I d.C. el
emperador Domiciano, preocupado por la masiva llegada de vinos importados de las
provincias, ordenó arrancar la mitad de las cepas provinciales.
A finales del siglo I d.C. el emperador Domiciano, preocupado por la masiva llegada de
vinos importados de las provincias, ordenó arrancar la mitad de las cepas provinciales.
Ignoramos si la medida no estaba destinada a aplicarse en Hispania o si su aplicación
fue interrumpida por la muerte del emperador en 96 d.C., pero parece que el hecho no
afectó a la producción de vino de la Península, que continuó aumentando hasta el siglo
III d.C., y generó una enorme riqueza en el territorio.
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Otro tanto ocurre con el aceite. Aunque la Bética era la provincia donde más se
cultivaba aceite, el olivo se extendió por toda la cornisa mediterránea, llegando hasta la
Meseta y el valle del Ebro. De los puertos hispanos salían decenas de miles de ánforas
cargadas de aceite con destino a Roma y la frontera del Rin. Como se ha señalado, el
aceite hispano era el que daba de comer a la mayoría de las legiones romanas
destinadas en Germania, donde llegaba a través del valle del Ródano o desde los
puertos mediterráneos de la Península Itálica, como Ostia o Neapolis.
Estos cambios en los cultivos y en las técnicas y aperos de labranza coincidieron con
una profunda transformación en el modo de cultivar y distribuir la tierra:
Por lo que respecta a la ganadería, Hispania exportaba caballos, lana y productos
elaborados en una incipiente industria textil. Los mantos (sagum) con los que pagaban
su stipendium los pueblos sometidos del interior de la Península durante la conquista
habían ido dejando paso a otras producciones textiles mucho más delicadas, elaboradas
con lana y lino. También eran célebres los productos cárnicos, entre los que destacaban
los jamones que producían los cerretanos en el Pirineo.
En este punto es necesario hacer un pequeño excursus sobre la importancia que
para los romanos tenía el cultivo de la tierra y la ganadería. Para la
mentalidad romana ésta era la actividad más honorable, la que debían practicar
los romanos que siguieran las costumbres de los antepasados. Las actividades
comerciales y la pequeña industria que existían en ese momento eran percibidas como
actividades indignas, propias de personajes de baja condición, pero que en teoría
estaban prohibidas a senadores y caballeros.
En la práctica no ocurría así y muchos senadores y notables locales procuraban
disponer de grandes extensiones de tierra en las que construían hermosas villas de
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recreo. Este gusto se trasladó rápidamente a la Península Ibérica. Lo habitual era que el
aristócrata residiera en alguna de las ciudades cercanas y, con frecuencia,
acostumbraba a retirarse a su mansión campestre, donde podía disfrutar de la tranquila
vida del campo, alejado de los problemas de la política.
Normalmente las villas contaban con una zona residencial, pars urbana, donde
residía el dueño de la explotación, que recibía el nombre de dominus. Lo habitual era
que los dueños de las villas sólo las visitaran en circunstancias especiales como la
cosecha, pero aún así, la vivienda del dominus estaba dotada de todas las comodidades
de una residencia urbana. Los siervos que se encargaban de realizar las labores del
campo tenían su propia residencia en la denominada pars rustica, mientras que a los
silos, establos y almacenes para los aperos de labranza se les daba el nombre de pars
frumentaria.
La administración cotidiana de la villa corría a cargo de un capataz, que recibía el
nombre de villicus. Este personaje tenía a su cargo todas las actividades de la villa y
supervisaba el trabajo de todos los trabajadores. Respondía sólo ante el dominus que lo
había elegido para el puesto. Por eso, se trataba de una ocupación muy apetecida, que
proporcionaba un considerable prestigio al que lo desempeñaba.
La mayor parte de las tareas de la explotación recaían sobre esclavos, pero
también había muchas actividades que estaban a cargo de los trabajadores libres.
Los señores de las villas o el villicus podían consultar a una larga lista de tratadistas
latinos: como el gaditano Columela, que daban infinidad de recomendaciones sobre
cómo debía acometerse el trabajo en el campo para aumentar su rentabilidad.
En algunas regiones del Imperio el territorio controlado por estas villas era tan extenso,
que el latifundio podía ser muy superior al territorium de varias ciudades. Estas
gigantescas explotaciones pertenecían a destacados senadores o al propio
emperador, y suponían un grave problema para las ciudades cercanas. El
mercado que se celebraba en las villas podía llegar a eclipsar al de las ciudades y los
dueños de las explotaciones contaban con sus propios puertos e instalaciones que
acaparaban gran parte del comercio y el transporte de mercancías. Estos grandes
señores podían llegar además a desplazar el cauce de los ríos o a cambiar el rumbo de
los caminos, y cuando las ciudades protestaban por sus abusos debían enfrentarse a las
redes de contactos e influencias con las que contaba normalmente un senador rico y
poderoso.
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Sin embargo, en lo que respecta a Hispania, aunque se documentan grandes y
espléndidas villas, parece que no se extendió demasiado el latifundio, y no se
observan las enormes concentraciones de tierras que se han encontrado, en el norte
de África. Los mayores propietarios de tierras en la Península podían tener
posesiones que superaran a sus homólogos norteafricanos, pero normalmente se
trataba de varias explotaciones más pequeñas repartidas por el territorium de
distintas ciudades.
9.5. Desarrollo de actividades económicas secundarias
Todos los aspectos de la economía peninsular se beneficiaron de las enormes
transformaciones que trajo consigo la romanización del territorio. Muchos de sus
recursos venían explotándose tradicionalmente desde época tartésica, pero el
desarrollo de las infraestructuras permitió intensificar su rendimiento y aumentar de
forma espectacular los beneficios.
Además de todos los recursos mencionados como las minas, la ganadería o la
agricultura, Hispania era famosa en la Antigüedad por la riqueza pesquera de sus
costas. Ya desde época tartésica se documenta la presencia de factorías fenicio-púnicas
destinadas a la elaboración del pescado y sus derivados. Por motivos evidentes de
conservación el pescado debía consumirse en poco tiempo, y en lugares cercanos al de
la pesca, pero se fue desarrollando la industria de la salazón, que permitía
conservar el pescado mucho tiempo sin perder sabor o propiedades alimenticias.
Eso requería de una cierta infraestructura, y sobre todo acceso a grandes cantidades de
sal. Ésta era uno de los bienes más preciados de la Antigüedad, no sólo porque servía
evidentemente para dar sabor a los alimentos, sino sobre todo porque permitía
conservarlos.
A partir del reinado de Augusto comenzamos a constatar una impresionante red de
factorías de salazones en toda la costa sur de la Península Ibérica, desde Alicante
hasta el sur de Portugal, que vivieron una época de gran esplendor hasta el siglo III d.C.
El producto más importante fabricado en estas factorías es el garum, una salsa
picante fabricada con las vísceras de atún y caballa (aunque podía hacerse también con
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otros peces). Era una salsa que se producía sobre todo en Hispania, y que era
tremendamente apreciada en la mesa romana. De hecho el garum de mejor calidad
podía venderse a precios muy, muy altos en el mercado romano y estaba al alcance de
unos pocos. La de la salazón se trataba por tanto de una industria muy rentable,
que movía a su alrededor una gran cantidad de dinero.
Tanto la fabricación del garum como la salazón de pescado necesitaban grandes
cantidades de sal, que debían transportarse hasta la industria, para lo que era necesario
construir acueductos y canalizaciones. Aparejados al desarrollo de las factorías de
salazones se encontraban numerosas salinas para obtener la sal, y alfares donde
fabricar los recipientes cerámicos en los que se transportaba la producción.
Durante la época Republicana, con la
cerámica ocurría algo parecido a lo
que pasaba con el vino. Aquellos que
podían permitírselo importaban las
piezas de Italia por gusto y moda. Es
célebre la cerámica Campaniense, una
producción de lujo de Campania (cerca
de Nápoles) que se caracterizaba por su
barniz de color negro.
A partir del siglo I a.C. comenzó a popularizarse otro tipo de cerámica, que se
caracterizaba por su brillante barniz de color rojo. Es la célebre terra sigillata, que
primero se importaba desde la Península Itálica (sigillata aretina), pero que muy
pronto comenzó a fabricarse en provincias. Estas producciones cerámicas, que podían
realizarse a torno o mediante el uso de un molde, recibían el nombre de sigillata
porque las cerámicas solían llevar un sello (sigillum) que identificaba al taller en el que
se habían producido, normalmente con las iniciales de su propietario.
El nuevo gusto por la terra sigillata producida en la Península Ibérica supuso también
transformaciones en la escala de la producción. Mientras algunos talleres
conservaron un carácter familiar, otros crecieron hasta convertirse en verdaderas
factorías. Los dos puntos más importantes de producción de sigillata
hispánica localizados hasta el momento son Tritium Magallum (Tricio, en La
Rioja), e Isturgi (Los Villares de Andújar, en Jaén).
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Junto a estos alfares que producían cerámica de mesa, aparecieron una enorme
cantidad de hornos dedicados a la fabricación de ánforas para el transporte de
aceite, vino, garum y cereales (dolia). A partir de la época imperial se comienza a
producir un tipo de ánfora típicamente hispano, la denominada Dressel 20.
Normalmente el aceite y el vino se transportaban por mar en grandes ánforas. Al llegar
a Roma, estos grandes envases se destruían y el líquido se trasladaba a otros
contenedores más pequeños y manejables. Los restos de las ánforas rotas se arrojaban a
un vertedero, que con el paso de las centurias llegó a convertirse en una elevación de
considerables proporciones situada en las inmediaciones del puerto romano de Ostia: el
monte Testaccio.
También, como ocurría en el resto de los campos, en la producción de objetos de mesa
se introdujeron nuevas técnicas llegadas de la Península Itálica, como la del vidrio
soplado. A partir de este momento comenzamos a encontrar en Hispania no sólo
objetos de lujo de producción local fabricados en vidrio, sino incluso grandes
ventanales, que se convirtieron en una manifestación de la riqueza de los propietarios
que podían permitirse cubrir con vidrio los vanos de sus casas en ciudades y villas.
Toda esta prosperidad económica estaba relacionada con el desarrollo de las
ciudades, que actuaban como centros de distribución de productos y de riqueza.
Muchos de los productos que se producían en las villas rústicas podían intercambiarse
en los mercados que se celebraban periódicamente en las ciudades hispanas y que
constituían una fuente de riqueza extremadamente importante para la localidad.
Por último, los ricos dueños de las villas solían hacer carrera política desempeñando
cargos públicos en las ciudades vecinas. En el mundo romano, la actividad política
llevaba aparejada el ejercicio de actividades evergéticas destinadas a aumentar la
popularidad del notable entre sus conciudadanos. Los candidatos a alguno de los
puestos ejecutivos, como el de IIvir, solían agasajar a los habitantes de la ciudad con la
celebración de banquetes públicos y espectáculos, entradas gratuitas a las termas o la
construcción de edificios públicos. De este modo, una parte de las enormes riquezas
generadas en las villas y las explotaciones preindustriales regresaban a la ciudad y
contribuían a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
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Historia de la Hacienda Española (épocas antigua y medieval). Instituto de Estudios
Fiscales. Madrid. 1982. pp. 67-125.
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a.C. Más adelante sigue con una radiografía por la Época Imperial y concluye con los
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TEMA 9 – + Información
+ Información
A fondo
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REMESAL RODRÍGUEZ, J. Hispania Romana: desde tierra de conquista a
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Este artículo elabora una radiografía descriptiva del Monte Testaccio Se trata de un
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Columela, De re rustica VIII, 16-17: una fuente para el conocimiento de la
piscicultura en la Baetica
Salsas y Salazones de Pescado en Occidente durante la Antigüedad. Actas del
Congreso Internacional (Cádiz, 7-9 de noviembre de 2005). BAR International Series.
2007. pp. 109-115.
El artículo aborda la importancia que tenían las actividades pesquero-conserveras en la
economía del litoral meridional de Hispania durante la Antigüedad.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://ceipac.gh.ub.es/biblio/Data/A/0513.pdf
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – + Información
Webgrafía
Centro Estudio de la Interdependencia Provincial en la Antigüedad Clásica
La Universidad de Barcelona y el grupo CEIPAC son responsables de gran parte de las
excavaciones en Testaccio y son especialistas en investigaciones de comercio
internacional y en las exportaciones de productos hispanos.
http://ceipac.gh.ub.es/
Seminario Agustín de Horozco de estudios económicos de Historia Antigua
y Medieval de la Universidad de Cádiz
El seminario Agustín de Horozco de la Universidad de Cádiz, cuenta con un reputado
equipo de investigación dedicado a las actividades económicas de la Península Ibérica
en las épocas Antigua y Medieval.
http://agustindehorozco.uca.es/index.php?option=com_docman&task=cat_view&gid
=16&Itemid=40
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – + Información
Bibliografía
BLÁZQUEZ MARTÍNEZ., J. Mª. Economía de la Hispania Romana. Nájera. Madrid.
1978.
REMESAL, J. La annona militaris y la exportación de aceite bético a Germania.
Universidad Complutense. Madrid. 1986.
RODRÍGUEZ NEILA, J.F. El trabajo en la Hispania romana. Sílex. Madrid. 1999.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – Test
Test
1. En la Antigüedad, la principal vía de de transporte de mercancías pesadas eran:
A. Las calzadas, en carros tirados por bueyes.
B. Las calzadas, en carros tirados por recuas de mulas, más rápidas que los
bueyes.
C. Los cauces fluviales y el mar, en barcos de diverso calado.
D. Canales artificiales excavados por los ingenieros romanos.
2. El sistema de explotación de minas denominado ruina montium aparece descrito en:
A. La obra de Plinio el Joven.
B. La obra de Plinio el Viejo.
C. La obra del naturalista gaditano Columela.
D. La obra de Catón el censor.
3. El encargado de gestionar una villa en ausencia del dominus recibía el nombre de:
A. Praefectus villae.
B. Procurator villae.
C. Curator.
D. Villicus.
4. El garum era:
A. Un ungüento perfumado elaborado con grasa animal.
B. Un tipo de pescado seco que se conservaba en sal.
C. Una prenda de vestir producida en los talleres textiles peninsulares.
D. Una salsa picante muy apreciada elaborada con tripas de pescado.
5. El aceite bético se transportaba hasta la frontera Germana:
A. En carros de bueyes que atravesaban la Galia.
B. En barcos que remontaban el Ródano o el Rin.
C. En recuas de mulas desde el monte Testaccio Roma.
D. Aprovechando los desplazamientos de tropas, en la impedimenta militar.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 9 – Test
6. Los dueños de las villas rústicas normalmente:
A. Residían en la ciudad, dedicados a la política, y visitaban la villa para la
cosecha.
B. Residían en otras villas exclusivamente de recreo, lejos de las ciudades.
C. Residían siempre en sus villas rústicas, atentos a la marcha de la explotación.
D. Residían en la ciudad, y nunca visitaban sus villas, administradas por
procuradores.
7. La terra sigillata recibía ese nombre:
A. Por el color terroso de su pasta.
B. Por el sello, sigillum, que hacían grabar sus dueños cuando las compraban.
C. Porque provenían de alfares especializados, llamados sigillae.
D. Por el sello, sigillum, que estampaban los dueños del alfar que las fabricaba.
8. Para favorecer la producción de vino en la Península Itálica, Domiciano ordenó:
A. Gravar con impuestos la importación de vino a Italia.
B. Arrancar un porcentaje de todas las cepas provinciales.
C. Plantar vides en las propiedades imperiales de la Península Itálica.
D. Arrancar las vides de las propiedades imperiales en provincias.
9. El portorium era:
A. Un impuesto que gravaba las importaciones de cereales a la Península Itálica.
B. Un impuesto que gravaba las exportaciones de Hispania.
C. Un impuesto que gravaba la fabricación de terra sigillata.
D. El pago adelantado que debían hacer los arrendatarios de minas estatales.
10. El desarrollo de la red de calzadas servía sobre todo para el:
A. Control administrativo y militar del territorio.
B. Transporte de bienes comerciales entre las ciudades y las villas.
C. Transporte de bienes comerciales entre las ciudades y los puertos para su
exportación.
D. Tránsito de ciudadanos particulares.