Historia de ciudades

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HISTORIA DE CIUDADES Un viajero caminaba en búsqueda de una nueva ciudad en que habitar y al aproximarse a una gran ciudad le preguntó a una mujer que se encontraba a un lado del camino: - ¿Cómo es la gente de esta ciudad? - ¿Cómo era la gente del lugar de donde vienes? - le inquirió ella, a su vez - Terrible - respondió el viajero. - Mezquina. No se puede confiar en ella. Detestable en todos los sentidos. - ¡Ah! -exclamó la mujer. -Encontrarás lo mismo en la ciudad a donde te diriges. Otro viajero se acercó a las murallas de la ciudad y antes de entrar se encontró con la misma mujer. - Y los vecinos de esta comarca, ¿cómo son? La mujer respondió con la misma pregunta. Y el caminante respondió: - Extraños. La gente del lugar de dónde vengo eran indiferentes y extraños, por eso voy en búsqueda de una nueva ciudad. - Entonces – dijo la mujer – no esperes milagros porque nada cambiará: los habitantes de esta ciudad también son indiferentes y extraños, y seguramente no podrás entablar amistades con ellos. Apenas había partido el segundo viajero cuando otro se detuvo y también preguntó acerca de la gente que habitaba en la ciudad cercana. De nuevo la mujer le preguntó al viajero por la gente de la ciudad de donde provenía. - Era gente maravillosa; honesta, trabajadora y extremadamente generosa. Lamento haber tenido que partir -declaró el tercer viajero. La sabia mujer le respondió: - Lo mismo hallarás en la ciudad adonde te diriges. Tú eres el que pones en las ciudades y en la gente lo que quieres encontrar y encuentras en ella lo que tratas de descubrir.

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HISTORIA DE CIUDADES

Un viajero caminaba en búsqueda de una nueva ciudad en que habitar y al aproximarse a una gran ciudad le preguntó a una mujer que se encontraba a un lado del camino:

- ¿Cómo es la gente de esta ciudad?

- ¿Cómo era la gente del lugar de donde vienes? - le inquirió ella, a su vez

- Terrible - respondió el viajero. - Mezquina. No se puede confiar en ella. Detestable en todos los sentidos.

- ¡Ah! -exclamó la mujer. -Encontrarás lo mismo en la ciudad a donde te diriges.

Otro viajero se acercó a las murallas de la ciudad y antes de entrar se encontró con la misma mujer.

- Y los vecinos de esta comarca, ¿cómo son?

La mujer respondió con la misma pregunta. Y el caminante respondió:

- Extraños. La gente del lugar de dónde vengo eran indiferentes y extraños, por eso voy en búsqueda de una nueva ciudad.

- Entonces – dijo la mujer – no esperes milagros porque nada cambiará: los habitantes de esta ciudad también son indiferentes y extraños, y seguramente no podrás entablar amistades con ellos.

Apenas había partido el segundo viajero cuando otro se detuvo y también preguntó acerca de la gente que habitaba en la ciudad cercana. De nuevo la mujer le preguntó al viajero por la gente de la ciudad de donde provenía.

- Era gente maravillosa; honesta, trabajadora y extremadamente generosa. Lamento haber tenido que partir -declaró el tercer viajero.

La sabia mujer le respondió:

- Lo mismo hallarás en la ciudad adonde te diriges. Tú eres el que pones en las ciudades y en la gente lo que quieres encontrar y encuentras en ella lo que tratas de descubrir.