Historia de la lexicografía española-José Manuel Blecua

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ESCUELA DE LEXICOGRAFÍA HISPÁNICA

MAESTRÍA EN LEXICOGRAFÍA HISPÁNICA

ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA

Historia de la Lexicografía española

Sistema de marcaciónEn la lexicografía española

Hecsil Coello

(Venezuela)

Profesor José Manuel BlecuaReal Academia de la Lengua

El siguiente trabajo tiene como objetivo hacer una breve justificación del sistema de marcas presente en los diccionarios. Para ello, se hará un recorrido histórico desde los primeros glosarios hasta la publicación del Diccionario usual en 1780, a fin de entender el origen de las marcas ―gramaticales, diatópicas, diacrónicas, diatécnicas y diafásicas― que se encuentran tradicionalmente en el primer enunciado del artículo de un diccionario y concluir acerca de su utilidad y sentido. Como antecedentes se tomarán los glosarios medievales y diccionarios de Nebrija, haciendo una breve revisión para enfatizar que en estos trabajos lexicográficos ―aunque no sean monolingües― ya incluyen una suerte de abreviaturas que devienen posteriormente en marcas en los siglos siguientes. Se hará especialmente énfasis en los siglos XV al XVIII, por ocurrir en el XV la aparición del primer diccionario monolingüe del español, en el XVI la fundación de la Real Academia de la lengua y la aparición del Diccionario de Autoridades y en el XVIII La publicación del Diccionario usual. Se proporciona una breve muestra de entradas de cada diccionario y se comenta la evolución del sistema de marcación que será cada vez más sistemático.

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IntroducciónEl trabajo lexicográfico podría ubicarse en la didáctica de la

literatura clásica y en la interpretación de sus textos, escritos en latín y griego. Durante la Edad Media la enseñanza de la lengua pasaba por el estudio de la gramática e interpretación de los textos clásicos fundamentales. Para comprender el léxico y las estructuras gramaticales de estos textos, se hacían glosas, anotaciones que explicaban las palabras y los fragmentos contenidos en ellos ―en principio en latín y posteriormente en romance―, para facilitar su comprensión. En un principio estas explicaciones se añadían a los márgenes del texto, pero con el paso del tiempo las glosas pasaron a conformar listas independientes, dando paso así al nacimiento de un género: los glosarios, importantes fuentes de consulta durante toda la Edad Media.

Los glosarios no versaron únicamente sobre palabras encontradas en los textos literarios clásicos, sino en todo tipo de textos y de a poco estos materiales didácticos pasaron a escribirse en lenguas vernáculas. Durante el siglo XIII el castellano se convierte en la lengua oficial de las actividades públicas y culturales, siendo la lengua usada por la Cancillería y también en la producción de textos literarios, tómese por ejemplo los textos épicos como el cantar de Mio Cid. Es este contexto lingüístico fundamental para los orígenes de la lexicografía española puesto que al tomar el castellano tal lugar, da paso a actividades culturales que afianzarán aún más la lengua en el territorio ibérico y con ello su interpretación. Durante este siglo la actividad traductora es de gran importancia para la lengua española, en Toledo se instaura la Escuela de Traductores, para interpretar textos de diversa índole y contenido, escritos en latín y en árabe. Las traducciones se hacían del árabe al romance y de éste al latín, en ese proceso la necesidad de claridad expositiva y total comprensión de los términos especializados contenidos en las obras, engrosa la importancia de los glosarios, haciéndose habitual la elaboración independiente de compilaciones de voces técnicas y científicas monolingües, vinculadas a un determinado texto vernáculo de léxico muy especializado.

Llegado el Renacimiento y el Humanismo, los glosarios fueron suplantados por los diccionarios obras más globales cuyo objetivo sería divulgar el saber, libros que también contenían un listado de palabras pero que, a diferencia de sus antecesores, estaban escritos en lenguas vernáculas y además contenían explicaciones y citas acerca de aquellas palabras que se querían divulgar. El lazo que une a ambos tipos de libros es didáctico, son obras fundamentales en la interpretación de textos, cuya utilidad reside en decodificar un significado desconocido. El cambio de glosarios a diccionarios se entiende en el contexto histórico del humanismo, época en que la aparición de la imprenta, el afán de conocimiento y el interés por un mundo vinculado al desarrollo de las lenguas nacionales y a la inquietud por su origen y estabilidad, se conjugan con el desarrollo de las ciencias y la preocupación por las innovaciones técnicas.

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Aunque el primer diccionario escrito en español es publicado en 1611, hay antecedentes que sirvieron de base tanto al desarrollo de la lexicografía moderna española como a la elaboración de obras de mayor envergadura. Entre estos antecedentes y quizá de los más notables cuentan las obras escritas por Elio Antonio de Nebrija, estudioso de las lenguas clásicas y profesor de humanidades, quien tuvo gran interés en mejorar la enseñanza del latín y para ello escribió en 1492 el Lexicon hoc est Dictionaium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino-español y el Dictionarium hispanumlatinum o Vacabulario español-latino, publicado aproximadamente en 1495. Ambas obras se toman como antecedentes de los diccionarios modernos ―aunque estén más cerca de la tradición medieval y sean monolingües en latín―, porque sus entradas incluyen explicaciones sobre el uso normativo de esas unidades léxicas que recoge, además distingue Nebrija cinco tipos de vocablos, que anteceden magníficamente el sistema de marcación de los diccionarios modernos, para Nebrija los vocablos pueden ser: oscos, antiguos, nuevos (los peregrinos) y bárbaros (los extranjerimos), y estas obras describen el léxico según estos tipos de vocablos. Esta breve clasificación de palabras responde a un criterio didáctico, se trata de clasificarlas para describir su correcto uso, a fin de poder decodificarlas de manera eficiente en el texto.

No es sino hasta un siglo más tarde cuando se inicia en España la lexicografía moderna, con la elaboración de materiales diccionariológicos, destinados a describir el léxico propio de una lengua ya establecida. Sebastián de Covarrubias publica en 1611 el Tesoro de la lengua castellana o española, obra considerada como el primer diccionario monolingüe general de la lengua española. Su visión es abarcadora, encontrándose en sus definiciones explicaciones verdaderamente enciclopédicas. Como elemento característico de este diccionario, y de los que le continuarán, está el dar cuenta de la etimología de cada unidad léxica «el Tesoro surge con la finalidad erudita de construir un repertorio alfabético de las etimologías del español, en emulación de lo que para la lengua latina había hecho San Isidoro» (Medina Guerra Antonia: 221) He aquí otro elementos que se sumará en adelante a la descripción del signo lingüístico que se quiere describir; no obstante este elemento no será analizado en el siguiente trabajo puesto que si bien pertenece a la información del primer término de la definición, no forma propiamente parte del sistema de marcación que aparece en el primer enunciado de la definición de una unidad léxica.

Un siglo más tarde, en 1713, se funda la Real Academia de la Lengua con el objetivo de elaborar el Diccionario de la Lengua Española. La academia asume como filosofía el cuidado del idioma, a fin de estabilizar la lengua española por medio del registro de sus voces en el diccionario, para así perpetuarla e institucionalizarla de manera definitiva. La idea del marqués de Villena, fundador de la institución, es que la lengua española logre la plenitud y para ello considera necesario

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que sea «limpia», quede «fijada» y continúe con el «esplendor» alcanzado. Bajo esta filosofía en 1729 se publica el primer tomo del Diccionario de Autoridades, primer diccionario de la lengua española, elaborado con los elementos de la tradición clásica, la tradición del humanismo y la innovación del siglo XVIII, con esta fundamental obra se inicia la tradición o el intento de que los diccionarios sean meramente lingüísticos.

Para 1780 la Academia decide hacer un diccionario en un tomo, para lo que se toma el contenido del diccionario de autoridades y le son eliminadas las citas. Como aspecto fundamental para el tema aquí tratado está el que en este diccionario se incluyan abreviaturas que venían a resumir de manera sistemática información contenida en Autoridades, la cual debía resumirse para ahorrar espacio y lograr el objetivo, publicar un diccionario en un tomo. Estas abreviaturas vinieron a sistematizar la información del signo palabra contenida en el primer enunciado de la definición. Ya Autoridades contenía abreviaturas, aunque sumaban someramente la veintena y el diccionario usual introduce una centena, comenzando a tomar así esta obra las características que hoy día tiene el Drae.

De estos antecedentes se entiende que la información gramatical, diactécnica, diastrática, diacrónica, diatópica ―debido a la multiplicidad de territorios del reino de Castilla―, etimológica y el carácter normativo sea información inherente a un diccionario y que esta información se convierta en un aspecto fundamental de los diccionarios de lengua.

Sistema de marcación en los diccionarios, el inicio de una tradición

Se observa entonces que el estudio del léxico en los diccionarios está relacionado con el estudio de las áreas de conocimiento albergadas en los libros, por ello la lexicografía moderna está al servicio de la interpretación de los textos que contienen ese conocimiento y se debe a la reconstrucción de los significados y voces desconocidas. La elaboración de diccionarios a partir de esta época no podrá entenderse fuera del comentario de texto y del estudio de la retórica, puesto que son elaborados y usados tanto para decodificar textos como para producirlos. Por ello se marcan las voces, para clasificar el ámbito al que pertenecen y la pertinencia que tienen en un discurso.

Las marcas como se advierte en la introducción han sido heredadas de esa tradición retórica medieval de producir un discurso. Tómese en cuenta que la definición de una pieza léxica es un discurso, metalingüístico pero discurso, y se emparenta con la retórica porque ese discurso de divide en partes así como ocurre en la dispositio, hay una parte relacionada con el signo en cuanto a significado (la definición) y una parte relacionada con el signo en cuanto a signo lingüístico (las marcas), en ese primer enunciado de la definición se encuentran los contenidos de ese discurso: unidad léxica, esto es, las áreas de

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conocimiento lingüístico y técnico que dan cuenta de esa unidad y porque ese discurso es expresado verbalmente y por escrito, el elocutio contenido en ese primer enunciado da cuanta de las cualidades de ese discurso, por ello se informa sobre la corrección gramatical de esa pieza léxica, sobre su puritas y se distingue si una palabra tiene sentido figurado, para identificar el ornatus de esa voz.

En los inicios de la lexicografía esta información aparecía con abreviaturas o a manera explicativa y luego pasan a sistematizarse en marcas, informando al usuario sobre la categoría gramatical, la diacronía, el uso diatópico, ―esta información cobra importancia en la lexicografía española puesto que ya para la publicación del Dictionarium hispanumlatinum o Vacabulario español-latino de Nebrija América formaba parte del reino español, pasando de a poco el léxico americano a formar parte de las voces patrimoniales de esta lengua―, el estilo o registro con que es usada una palabra y el ámbito al que pertenece.

Una de las marcas más tradicionales ha sido la gramatical, colocándose la categoría a la que pertenece la palabra mediante abreviaturas. Si nos detenemos a reflexionar sobre el porqué de esta marca en la historia de la lexicografía, hallaríamos la respuesta en la ars grammatica cultivada durante la Edad Media, los estudios de gramática se basaban en el ars minor, el estudio de las ocho partes del discurso, precisamente las ocho partes, luego nueve, de la oración, clasificación gramatical que aún encontramos en los diccionarios.

Con la llegada del Humanismo y la creación de la imprenta se difunde la publicación de libros y se multiplican las áreas de conocimiento, de las ciencias liberales y mecánicas, a la enseñanza además de la Gramática, la Retórica y la Poética se suma el estudio de la Historia y la Filosofía moral, las marcas diatécnicas o de especialización cumplen con la función de explicar el ámbito al que pertenece la voz, permitiendo al usuario de la obra usarla en su contexto o desviar su significado para emplear el uso figurado de la voz.

Por otra parte, debido a que el uso de las palabras no es uniforme, los lexicógrafos modernos creen necesario informar sobre el uso de las voces, añadiéndose marcas de tipo cronológico y estilístico, así como otros rasgos de las palabras que darán paso a las marcas diastráticas. Se marca si la palabra es arcaica, obsolescente, poética, rústica, elevada y debido a la incorporación de América a la realidad española hay marcas que informan sobre la variación léxica o diatópica, marcas por cierto que también involucran a España, al marcarse la zona dialectal española a la que pertenece la voz.

A continuación se disponen algunos artículos contenidos en el Tesoro de Covarrubias, Autoridades y el Diccionario usual a fin de comentar la información del primer término de la definición que aparece

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en ellos, se hará énfasis especialmente en la evolución de la disposición de la información.

BESTIA. es nombre genérico, q comprehende todos los animales irracionales, del nombre Latino Bestia. (…)ELEGANCIA, Latine elegancia, mundicia, lautitia, cultus,

ornatus. Vale atavío, gala, pulicía, adorno. (…)IVDIO. Es la palabra Hebrea tenemos dicho que forma aquel pueblo que Dios escogió para si, se llamaró Hebreos, y después Israeliras, y finalmente Iudios (…)

En estos artículos Covarrubias aún no incluye un sistema de marcación para el signo palabra, no obstante puede observarse que hay información que pertenece al primer enunciado de la definición: ‘es nombre genérico’, por ejemplo parece dar cuenta del ámbito gramatical de la unidad léxica, información que aparece mezclada todavía con la definición de tipo enciclopédica. El resto de la información es etimológica, esto se debe, como fue explicado, al espíritu de la obra de Covarrubias. Se verá en los siguientes diccionarios cómo esa información va ubicándose en ese primer término de la definición, posteriormente muy bien delimitado por la lexicografía del siglo XX.

Aguaitar. v. a. Acechar, observar, con cuidado y cautela los movimientos y passos de otro (…) Es palabra de antigua, que ya no tiene uso, según dice Covarr. en su Thesoro en esta voz. Lat. Insidiari, captare.Género.Género judicial. term. de la Rhetórica. Es aquella parte, que

entiende en justificar los inocentes, y argüir los reos. Lat. Genus judiciale.Judicialmente. adv. de modo. En juicio ó por sentencia. Lat. Iuridice. (…)Judio. Voz de desprecio y injuriosa, que se usa en casos de enojo o ira (…) Lat. Iudeus.

En estos artículos incluidos en el Diccionario de autoridades se observa una real disposición del primer término de la definición, nótese cómo hay información diatécnica ‘term. de la Rhetórica’ e información gramatical ‘adv. de modo’, además de información que aún está solapada dentro de la definición, no quedando del todo esclarecido que se trata de una marca ‘v. a. (…) Es palabra de antigua, que ya no tiene uso, según dice Covarr. en su Thesoro en esta voz’ y que posteriormente pasará a ser información diacrónica, ubicándose únicamente en el primer término de la definición. Finalmente, en esta breve muestra hay información relacionada con el uso de la unidad léxica, se encuentra aún a manera de descripción de la unidad. Posteriormente, la lexicografía marcará esta información como diastrática ‘Voz de desprecio y injuriosa, que se usa en casos de enojo o ira’ y más contemporáneamente como pragmática.

ASTRÓLOGO. s. m. El que profesa la astrología.

ASTRÓLOGO. adj. p. us. Lo mismo que ASTROLÓGICO.

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CABESTRERO, RA. adj. p. And. que se aplica á las caballerías que empiezan á dexarse llevar del cabestro; y así se dice: potro CABESTRERO, mula CABESTRERA.

MÁQUINA. met. La fantasía, ó traza que uno idea, ó imagina para forjar alguna cosa.

En estos artículos incluidos en el Diccionario usual de la Academia se observa una mayor conciencia en la disposición de las marcas, este hecho se origina, como fue explicado, al incremento en el número de abreviaturas en la obra. Como aspecto muy positivo en el tema que aquí se trata, se observa que la disposición de estas abreviaturas es un claro paso a la sistematización de marcas que darán información sobre el primer término de la definición en la lexicografía más contemporánea. Hay en ellas gran claridad, orden y rigurosidad, nótese la información gramatical: ‘s. m.’; diacrónica: ‘adj. p. us.’; diatópica: ‘adj. p. And.’ y diafásica ‘met’. Es interesante recalcar que en esta obra el listado de abreviatura se incrementa considerablemente con respecto a Autoridades además por la ampliación de áreas especializadas del conocimiento.Conclusiones

Existe pues en la tradición medieval y renacentista, en la tradición retórica el germen del sistema de marcación de los diccionarios. El interés de los lexicógrafos en introducir información acerca del signo palabra, primero como parte de la descripción lexicográfica y posteriormente en un sistema de abreviaturas, reside en la posibilidad de conocer y dar a conocer el léxico y su historia, al transmitir información detallada sobre la situación lingüística del momento en que es elaborada la obra.

El diccionario refleja la realidad del mundo, pero del mundo reflejado en los textos y no en el mundo de los lectores, por ello el diccionario está tan emparentado con la retórica porque se ha hecho para interpretar este mundo escrito y en los diccionarios aún pervive esa tradición humanista, esa necesidad de explicar los textos. Estando la descripción del léxico integrada a la comprensión del mundo cultural. Es por esta razón que el diccionario es una pieza cultural y un espacio para acceder a la cultura de otras épocas.

BibliografíaAZORÍN FERNÁNDEZ, Dolores, (2004) Los diccionarios del español en su perspectiva histórica, Universidad de Alicante, Alicante.CANO AGUILAR, Rafael, (2005) El español a través de los tiempos, Arco/Libro, Madrid.CARRIAZO, José Ramón y MANCHO DUQUE, Ma Jesús, (2003) «Los comienzos de la lexicografía monolingüe» en: Medina Guerra, Antonia, (Coord.) Editorial Ariel, Barcelona.GARRIGA ESCRIBANO, Cecilio, (2003) «La microestructura del diccionario: las informaciones lexicográficas» en: Medina Guerra, Antonia, (Coord.) Editorial Ariel, Barcelona.REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española, en línea: http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle, (consulta agosto 2008).SECO, Manuel, (2003) Estudios de lexicografía española, Gredos, Madrid.

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VON GEMMINGEN FREIFRAU, Bárbara, (2003) «Los inicios de la lexicografía española» en: Medina Guerra, Antonia, (Coord.) Editorial Ariel, Barcelona.