Historia de Un Asesino

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HISTORIA DE UN ASESINO CAPÍTULO 1: Jade LaRosa , un asesino a sueldo.. - Feliz cumpleaños, Jade – Dijo con sarcasmo un chico joven, de cabellos azabaches y ojos negros. Mientras lo decía, levantó un vaso con licor, a modo de brindis, y se lo llevó a los labios, dando un trago. Hoy era su cumpleaños número 18, así que era “legal” que bebiera. Aunque no es que le importara, llevaba bebiendo desde los 14 años - - ¡Hola, Zanahoria! – dijo una voz - ¡Feliz cumpleaños! - Jade LaRosa chasqueó la lengua con fastidio. El que le hablaba era ni más ni menos que Sergio, alguien como él. Un asesino. Aunque no podían ser más diferentes entre ellos. - Ya son 18 si no me equivoco con los números, ¿no? ¿Nos vamos tú y yo a celebrarlo por ahí con unas chicas? - - Se lo que tú entiendes por “diversión con chicas”. No me metas en tu basura - Le recrimino el chico, con asco - Para toda la organización era conocida la afición de Sergio por las chicas. El ir a lugares bastante inapropiados y charlar con mujeres “no del todo dignas”, además, Jade detestaba cualquier contacto físico, lo aborrecía… cual quiera que se atreviera tocarlo… estaba muerto. Apuró lo que quedaba de licor en el vaso de un trago, cuando oyó un pitido en su bolsillo. Era su celular. Al parecer, tenía trabajo. ------------------------------------ Llegados a este punto, quizás sería bueno repasar algunos puntos. El chico que acaba de cumplir la mayoría de edad de llama LaRosa. Jade LaRosa. Y es lo que la gente llama un asesino a sueldo, o como ellos prefieren ser llamados, alguien que soluciona los problemas por la vía rápida. Qué movió a alguien tan joven a entrar en ese mundo sin otra esperanza que la muerte, es algo que no sé, y quizás se los cuente alguien que conozca la historia completa. Jade ha estado trabajando para una organización llamada

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HISTORIA DE UN ASESINO

CAPÍTULO 1: Jade LaRosa , un asesino a sueldo..

- Feliz cumpleaños, Jade – Dijo con sarcasmo un chico joven, de cabellos azabaches y ojos negros. Mientras lo decía, levantó un vaso con licor, a modo de brindis, y se lo llevó a los labios, dando un trago. Hoy era su cumpleaños número 18, así que era “legal” que bebiera. Aunque no es que le importara, llevaba bebiendo desde los 14 años -

- ¡Hola, Zanahoria! – dijo una voz - ¡Feliz cumpleaños! -

Jade LaRosa chasqueó la lengua con fastidio. El que le hablaba era ni más ni menos que Sergio, alguien como él. Un asesino. Aunque no podían ser más diferentes entre ellos.

- Ya son 18 si no me equivoco con los números, ¿no? ¿Nos vamos tú y yo a celebrarlo por ahí con unas chicas? -- Se lo que tú entiendes por “diversión con chicas”. No me metas en tu basura - Le recrimino el chico, con asco -

Para toda la organización era conocida la afición de Sergio por las chicas. El ir a lugares bastante inapropiados y charlar con mujeres “no del todo dignas”, además, Jade detestaba cualquier contacto físico, lo aborrecía… cual quiera que se atreviera tocarlo… estaba muerto. Apuró lo que quedaba de licor en el vaso de un trago, cuando oyó un pitido en su bolsillo. Era su celular. Al parecer, tenía trabajo.

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Llegados a este punto, quizás sería bueno repasar algunos puntos. El chico que acaba de cumplir la mayoría de edad de llama LaRosa. Jade LaRosa. Y es lo que la gente llama un asesino a sueldo, o como ellos prefieren ser llamados, alguien que soluciona los problemas por la vía rápida. Qué movió a alguien tan joven a entrar en ese mundo sin otra esperanza que la muerte, es algo que no sé, y quizás se los cuente alguien que conozca la historia completa. Jade ha estado trabajando para una organización llamada Touch, especializada en los asesinatos y la intimidación. Para el mundo en general, Jade es ese joven de metro setenta que no tiene emociones ni pasado. Nadie sabe cómo llego a la organización, excepto “Padre” y Shizuka, que, además, son las únicas personas del planeta que pueden presumir de conocer su historia y pueden afirmar que Jade LaRosa es un ser humano, no una especie de robot experimental del gobierno (como cabría pensar viendo sus ojos vacíos e inexpresivos, y su fría eficacia ejecutando sus trabajos). Lo cierto era que era respetado. Y temido. Muy temido. Era temido porqué jamás se enfurecía. No sentía ira, ni miedo, ni tristeza, ni alegría, ni nostalgia, ni cariño. Nada. Algo había borrado y tapado su capacidad para sentir, mucho tiempo atrás.

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Jade entró en la oficina dónde Shizuka le esperaba sentada en el escritorio. Sacudió unos papeles con la mano.

- Tengo un encargo para ti.. – Murmuro la chica de cabellos negros, mientras veía al joven con media sonrisa en el rostro -- ¿No me puedes dejar en paz ni el día de mi cumpleaños? –dijo Jade. Normalmente, una respuesta tan irrespetuosa era digna de un balazo entre los ojos, cortesía de la joven que estaba frente a él, con una pistola escondida en el cajón. Pero Shizuka era blanda con Jade y éste lo sabía. -- Muy gracioso, Zanahoria. Si pensara que fueras a hacer algo especial, se lo hubiera dado a otro. Pero sólo irás a tu casa, te calentarás tu comida pre-cocida en el microondas, te pondrás un DVD y te beberás un whisky con hielo. Como cada día.

Jade soltó una carcajada seca.

- Me tienes harto Shizuka ... – Mustio el chico entre dientes, mientras veía a la joven frente a el con cierta presunción -- Te conozco como si fuera tu hermana, Jae... - Shizuka se arrepintió de aquellas palabras nada más pronunciarlas, pues el rostro de Jade se volvió aun más pétreo, si eso era posible - B-bueno.. Esta es la información del objetivo.. -

Jade tomo los papeles.

-Justino Bieber… - murmuró Jade para si, leyendo el papel - 221 años... bla, bla, bla.. soltero, bla, bla… cantante, bla, bla, bla… impulsivo, bla, bla, bla… drogas, bla, bla… bebedor. Resumiendo. Este amigo debe una millonada, y sus acreedores se han cansado de esperar ¿no?, Así que me toca hacerle pagar con su vida – Comento, como si el tema no le interesara en lo más mínimo -- Exacto – Contesto la joven, mientras una sonrisa aparecía en su rostro -- Parece fácil – comentó Jade, mientras entregaba los papeles nuevamente a la joven frente a él -- La verdad es que sí. Pero han pagado una fortuna, de modo que, para quedar bien, enviamos al mejor – Dijo la chica, mientras se cruzaba de piernas -- Los mejores son los Siete Pecados, Shizu.. lo sabes – Mustio el chico, mientras clava su gélida mirada en la chica de ojos pardos -- Sabes que ni siquiera yo tengo autoridad sobre ellos. Sólo Padre les asigna trabajos – Murmuro, mientras tocaba suavemente los pétalos de una rosa roja sobre su escritorio -- Lo sé.. – dijo Jade, sin rastro de emoción en el rostro. Salió del despacho, dispuesto a prepararse. Shizuka suspiró. Parece mentira que palabras tan simples como “padre”, “familia”, “madre” o “Hermana” pudieran despertar tanto odio. Pero no le culpaba. Con su pasado, ella se sentiría igual.

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Jade se puso la ropa que siempre usaba en sus trabajos. Camiseta negra de manga corta, pantalones negros y una chaqueta de cuero negra. Todo negro,

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por si era necesario salir corriendo en la oscuridad. También cogió una gorra, aunque no se la puso, pues era solo por si tenía que huir. Sabía por amarga experiencia que no es fácil escapar en la oscuridad teniendo el pelo de color Naranja brillante. Finalmente, tomo su pistola del cajón, y le puso el silenciador, para luego guardársela en el sobaqueras, quedando oculta tras la chaqueta. Salió de su piso tranquilamente, y subió en su coche. No tenía permiso, pero le daba lo mismo. Si lo atrapaba la policía, una multa por conducir sin permiso era lo que menos le preocupaba. Tras unos veinte minutos de conducir por las calles de Ditroid, llegó a un bloque de pisos, ni muy rico, ni muy pobre. Detuvo el coche un par de calles más lejos, y se bajó. Andando como el que no quiere la cosa, llegó hasta el edificio, para descubrir que la suerte le favorecía. Su objetivo había salido a tirar la basura, de modo que no tendría que reventar ninguna cerradura. Salió de entre las sombras, para encarar a un hombre de poca edad, con barba mal rasurada y cabello algo extraño.

- Hace calor esta noche, ¿eh, amigo? – dijo el pelinaranja, mientras observaba al hombre con desprecio.Este le sonrió.- La verdad es que sí – era cierto. Estaban a mediados de septiembre. Era extraño, pero hacía calor y aquel hombre se quejaba de eso, pero llevaba una chaqueta puesta. Como leyendo su mente, Jade se la desabrochó. Puso su mano dentro, como buscando algo -- ¿Cómo se llama amigo? – dijo Jade con una sonrisa, mientras revisaba la chaqueta de arriba a abajo -- Bieber – contestó el otro - Justino Bieber... -- ¿En serio? Yo conozco a un hombre que se llama igual – Dijo, mientras lanzaba la campera a un lado -- ¿De verdad? – preguntó Smith, intentando hacerse el simpático. No le acababa de agradar aquel tipo Pelinaranja -- Sí.. ¿Y sabe qué? Debe un montón de dinero a gente que no tiene paciencia. – Dijo, mientras comenzaba a acercarse al hombre de forma amenazante -

La sangre de Justino se congeló en sus venas.

- Y esa gente que no tiene paciencia, ha contratado a un asesino para cobrar la deuda. En sangre. – Dijo, mientras posaba su mano sobre el sobaqueras, donde se encontraba el arma de fuego -- O-o-o-oye… - tartamudeó el hombre - D-di-di-di-diles q-q-que pronto t-tendré el d-d-d-d-dinero.. – Dijo, mientras comenzaba a alejarse del chico -Jade sacó finalmente la pistola, con lentitud morbosa. Justino cayó al suelo, quedando sentado, blanco de terror -- Me encantaría. De veras. Pero no me han contratado para eso... – Murmuro, mientras apuntaba el arma a la cabeza de hombre - - P-p-p-p-p-por favor.. -dijo el hombre, mientras se arrastraba por el suelo, intentando alejarse -- No has vivido como un hombre. Al menos, muere como tal. Encárame – Dijo Jade, acercándose y apuntándolo con la pistola. Parecía estar disfrutando tal escena -- P-p-p-por favor… - sollozó el hombre. Jade suspiró con exasperación. -

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- Esto es lo que más odio de mi trabajo. Los lloriqueos.. – Jade le dirigió al hombre que gimoteaba a sus pies una mirada fría - ¿Últimas palabras?- P-p-por favor.. N-n-n-n-no me mates.. - lloriqueó el otro, mientras suplicaba de rodillas -- Esperaba algo más digno, pero bueno.. – comentó Jade. Dicho esto, apretó el gatillo. La detonación fue amortecida por el silenciador, mientras el cuerpo de Justino Bieber caía inerte al suelo, con un chorro de sangre volando de su frente. Jade se guardó la pistola y estaba por marcharse, cuando oyó un gemido apagado. Rápido como una serpiente, el pelinaranja corrió hacia el origen de aquel ruido. Atrapó a una mancha que había estado escondida antes de que pudiera huir y, con toda la fuerza que pudo reunir, la estrelló de espaldas contra la pared. Era una chica. Una chica castaña de ojos azules, que tendría su edad. No le importaba. Ya había matado a mujeres antes. Aunque nunca había matado a alguien tan joven. Bueno, hay una primera vez para todo. Con rapidez profesional, cogió de nuevo su arma, mientras que con la otra mano inmovilizaba a la joven. Algo húmedo tocó la mano con la que amordazaba a la chica. Lágrimas. No importaba. Era un testigo. Regla nº 3: Jamás, bajo ninguna circunstancia, deben haber testigos. Si los hay, deben ser eliminados de inmediato. Jade había regido su vida de acuerdo con las Cinco Reglas, que todo asesino a sueldo conoce y respeta. No las quebrantaría ahora. Miró a la chica a los ojos, dispuesto a disparar. Pero antes de hacerlo, fue golpeado por un rayo. Un recuerdo fugaz. - Basta… - murmuró Jade. La chica no le hizo caso y siguió llorando. Sollozos. Lágrimas. Llantos... - ¡HERMANA! - ¡¡BASTA!! – bramó el pelinaranja, cayendo de rodillas y agarrandose la cabeza con ambas manos, dejando caer la pistola al suelo - ¡¡CÁLLATE!! ¡¡¡CÁLLATE!!! – La chica lloró más fuerte, aterrada por el comportamiento de su asaltante -- ¡¡DEJA DE LLORAR!! – aulló Jade - ¡¡CÁLLATE!! ¡¡BASTA!! – Jade tomo su rostro con ambas manos -- ¡¡LO INTENTÉ, MARIAN!! – gritó el pelinaranja, enloquecido y con las manos en la cabeza - ¡¡INTENTÉ DETENERLE!! ¡¡HICE LO QUE PUDE!! -

Dicho esto, se dejó caer al suelo. Se levantó al cabo de unos segundos, con la misma expresión fría y muerta que antes, solo que se veían en sus mejillas los surcos de lágrimas desesperadas. Recogió su pistola, apuntando con ella a la chica.- En pie.. – ordeno. La castaña lo hizo, temblorosa. El asesino le hizo un gesto - Sígueme.. -Aterrada e incapaz de negarse, la chica le siguió. Jade la condujo hasta un coche que había un par de calles más arriba.- Sube.. – Le ordeno, sin dejar de apuntarla con el arma -La chica obedeció. Jade subió también, sentándose en el asiento del piloto.- ¿Dónde vives? – preguntó bruscamente.- E-en la c-c-calle Diamond.. – Contesto la chica, mientras se abrazaba a si misma -

El chico la conocía, así que se puso a conducir, como si nada estuviera pasando, como si no hubiera matado a un hombre y secuestrado a una chica. Se detuvo en la calle, frente a un edificio que le indicó la chica.

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- Vete.. – dijo Jade. La chica le miró, extrañada. ¿La dejaría marcharse de verdad?. El chico insistió - Vete. No le digas nada a la policía, o tendré que matarte. Ahora, vete.. – la castaña obedeció. El asesino la llamó de nuevo - ¿Cómo te llamas? -- Am… Amy… Amy Benss... - ¿Por qué le estaba diciendo su nombre a ese asesino?. En ese momento, se lo atrubuia al miedo -- Bien. Yo me llamo Jade LaRosa. Será mejor que lo recuerdes bien.. -Tras estas palabras, el chico pisó el acelerador y se perdió en la oscuridad de la noche.

CAPÍTULO 2: ¡Tiene que ser una broma!

Amy Benss se levantó de la cama y se fue, tambaleante, al baño. No había pegado ojo. Los surcos de las lágrimas que había derramado la noche anterior le demostraban que todo había sido real, no una horrible pesadilla, como ella había querido creer. Había sido testigo de un asesinato y luego llevada a su casa por el autor de aquel crimen. La última frase que el chico había dicho antes de perderse de vista, la llevaba aterrando toda la noche: “Yo me llamo Jade LaRosa. Será mejor que lo recuerdes bien…”. Eso le helaba la sangre. ¿Recordarlo? Lo único que quería era olvidar ese día. Aunque sospechaba que no sería tan fácil. Se metió en la ducha, intentando despejarse. No podía estar dormida. Ese día comenzaba la universidad y quería estar atenta y presentable. Salió de la ducha y se secó. Se arregló el pelo y se vistió, antes de prepararse algo de desayuno. Observo la puerta de su casa aterrada, tener que salir… definitivamente no le parecía una buena idea, pero todo sea por la universidad y el futuro. Conocía a un par de personas que iban a estudiar al mismo instituto que ella tal vez podría juntarse con ellos luego.

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Amy bajó del autobús. “Tengo que plantearme seriamente sacarme el permiso de conducir” pensó “A esta hora, esto está lleno de gente”. Tomo su cartera y se dirigió hacia la facultad de medicina. Sus padres habían sido médicos antes de morir en un accidente de coche, y siempre le había gustado la medicina. Entró en la clase. Ya había un montón de gente. Renegó en voz baja. Andrea ya estaba rodeada, así que no podía sentarse al lado de la única persona que conocía en la habitación. Se sentó en el primer asiento, en la penúltima fila, y empezó a sacar las cosas de la cartera. Hojas, libros..

- Hola.. – Dijo una voz educada a su espalda. Era un chico - ¿Te importa si me siento aquí? Es que todo está lleno.. – Murmuro, mientras apoyaba su bolso sobre la mesa -- Claro.. – Dijo Amy, sin mirarle. Quizás haría un amigo y todo. Lo bueno del primer día es que no hay prejuicios, eres nuevo y puedes dar una buena impresión desde un principio. ¿Dónde demonios había puesto el maldito portaminas? Se giró hacia el chico con el que compartía banco, que acababa de sacar un paquete de hojas cuadriculadas y lo estaba abriendo y poniendo en una carpeta que tenía una etiqueta en la que se leía, sobre fondo negro, unas letras blancas “Born to Kill” (Traducido: Nacido para matar). La chica le miró, mientras el muchacho se giraba y le dedicaba una sonrisa amable.- N-no… Tiene que ser una pesadilla… Un espejismo… - murmuró la chica,

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mientras una expresión de pánico aparecía en su rostro. El joven que estaba sentado a su lado estaba vestido con unos jeans oscuros, remera negra y zapatillas blancas, además de un par de ojos verdes verdaderamente hermosos -- Me llamo Jade LaRosa… Dime Jade – Dijo el chico, aún sonriendo y tendiéndole una mano - ¿Cómo te llamas? -- ¡¡¡TÚ!!! – Gritó la chica, aterrorizada, mientras se levantaba de su asiento en forma precipitada - ¡¡¿¿QUÉ HACES AQUÍ??!! – media clase se giró, extrañada por los gritos. -- ¿Perdón? – Dijo el chico educadamente - Creo que me confundes con otro. Es la primera vez que te veo.. – Le seguía tendiendo la mano. Entonces, Amy se fijó que tenía algo escrito en la palma: “No montes una escena”. El chico la miró fijamente a los ojos, y la chica se asustó. Era la misma mirada de la Muerte, una que solo estaba esperando un pequeño descuido.. para terminar su trabajo.- P-perdona… - Dijo la chica, verdaderamente aterrorizada, mientras volvía a tomar asiento y las miradas poco a poco se iban desviando - Te confundí con un delincuente con el que me encontré ayer por la noche.. – Murmuro, con una mezcla de molestia y pánico -- Qué mal.. – comentó Jade, sin perder la calma - Tranquila. No pasa nada. ¿Cómo te llamas? – Pregunto, como si verdaderamente no supiera de lo que Amy hablaba -- Amy Benss... - Dijo la chica con voz débil, estaba pálida -- Encantado.. – Contesto el chico, con una sonrisa -

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Unas horas más tarde, los dos jóvenes estaban en un pasillo desierto, uno frente a otro.. solos.

- ¡¡¿¿QUÉ HACES AQUÍ??!! – bramó Amy. Ya no tenía miedo. Estaba furiosa.. verdaderamente furiosa.. ese tipo pensaba seguirla hasta que estuviera muerta.. -- Lo mismo que los otros.. – dijo Jade, sin rastro de emoción ni en sus facciones ni en su voz - Escucho al profesor, tomo apuntes..- ¡¡NO ME REFIERO A ESO!! – Grito la chica, mientras observaba al chico con profundo odio -- ¿Entonces..? – Preguntó el pelinaranja tranquilamente. Amy bajó la voz, adoptando un tomo más desesperado.. no podía creer lo que estaba sucediendo. -- ¿Por qué estás aquí? – Pregunto, mientras intentaba que su voz no se quebrara. -- No puedo dejarte ir así, nada más. Viste lo que hice. Técnicamente, tendría que haberte matado. Pero no lo hice. Así que tengo que asegurarme de que no le dirás ni a la policía ni a mis superiores. Tengo mucho tiempo libre.. puedo malgastarlo en LO QUE QUIERA.. – Murmuro, con una arrogante sonrisa -- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó Amy, desafiante creía saber a lo que el chico frente a ella se refería, pero rogaba a Dios estar equivocada -- Quiero decir.. – Jade inclinó la cabeza, hasta quedar a escasos centímetros de la cara de Amy. La chica vio de nuevo esa mirada, fría y vacía. Parecía mentira

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que unos ojos verdes tan hermosos pudieran estar tan muertos - Quiero decir que a partir de ahora, soy tu sombra. Iré a dónde tú vayas, comeré lo que tú comas, dormiré dónde tú duermas, estudiaré lo que tú estudies, estaré dónde tú estés. Te acompañaré a casa, al dormitorio, al baño. Y cómo te pongas tonta, entraré cuando te duches, cuando te cambies o cuando estes en medio de una cita.. no importa. Seré tu sombra, porqué así yo estaré a salvo. Y tú lo aceptarás, porqué así TÚ también estarás a salvo. ¿Lo captas? Pues genial. Ahora, vamos a clase. Llegaremos tarde a matemáticas. – Le aclaro, mientras comenzaba a caminar -- P-pero… – La chica se quedo boquiabierta, si era lo que pensaba el chico iba a seguirla a todos lados.. hasta que la muerte los encontrara a ambos o hasta que el asunto que Jade tenia con “sus supeiores” quedara arreglado.. cualquiera de las dos ideas eran horribles -

Jade ya se había ido.

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Amy había abierto el grifo del baño. Estaba llorando. Jamás había tenido tanto miedo. Ese asesino se lo había tomado al pie de la letra. Estaba en su casa durmiendo en el sofá cama. Tenía miedo. Mucho miedo. Siguió llorando unos minutos, con el agua del grifo corriendo. No quería que ese animal la oyera derrumbarse. Era una cuestión de orgullo. Ese asesino estaba en el comedor. No podía demostrar debilidad. No debía mostrar debilidad. Finalmente, se secó las lágrimas y se enjuagó la cara. Tenía los ojos enrojecidos, pero podría disimular. Inspiró hondo y salió del baño.

- No tienes porqué tenerme miedo.. – Dijo una voz - No voy a hacerte daño.. -

La chica se sobresaltó.

- No te tengo miedo LaRosa... – Contesto la chica, sin mirar al joven asesino a la cara -- Claro… – suspiró el otro - Ya te dije que puedes llamarme Jade. Y me tienes miedo. Es innecesario.. – Adivino el chico, haciendo que la castaña se sorprendiera -

Entonces, la ojiazul se fijó en que el chico tenía delante una botella de whisky, que parecía medio vacía. “Uh, oh” pensó la chica “Está borracho”.

- No estoy borracho.. – dijo Jade, adivinando nuevamente los pensamientos de Amy.. gracias a la expresión de su rostro -- “¿Ahora me lee la mente?” - Pensó la chica, mientras veía al pelinaranja completamente sorprendida. Sacudió levemente la cabeza y se dijo a si misma que esa era una idea estúpida -- Tampoco te leo la mente. Es sólo que eres demasiado obvia. Tu cara se puede leer como un libro. – Le contesto, mientras sacudía levemente la botella de whisky que tenia frente a Él, y clavaba sus moribundos y pétreos ojos en la joven castaña --¿Por qué? – Preguntó Amy, incrédula, mientras levantaba una ceja - ¿Por qué

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estás aquí? -- Porqué tendrías que estar muerta. Dejémoslo así.. – Murmuro, cortante -- ¿Me estás protegiendo? – Un sepulcral silencio invadió aquel estrecho pasillo - ¿Estás vigilando que nadie venga a matarme? – Más silencio - ¡Contesta! - Amy, enfadada por alguna razón, se colocó frente a él, tomándolo por los hombros y obligándole a mirarla a los ojos. La castaña se fijó en esos ojos verdes, tan muertos y faltos de brillo. Por primera vez, se preguntó QUÉ había tras esos ojos. Tras esa indiferencia absoluta. Tras esos silencios obstinados. Tras esa tristeza desesperada que podía entrever al fondo de sus pupilas.- Jade… – susurró, preocupada - ¿Por qué no me mataste? -- Porqué tus ojos me recuerdan a los suyos… – Amy supo que era inútil preguntar de qué demonios hablaba -- ¿Por qué me proteges? – Volvió a preguntar la chica, sin cambiar su suave tono de voz -- Porqué hace tiempo, no pude protegerla a ella... – Murmuro, sin mirarla a la cara -- Jade… ¿Proteger a quién? – Como si hubiera despertado de un sueño, el chico se levantó de golpe -- Esta conversación ha terminado. – Dijo, antes de encerrarse en el mutismo. Por más que lo intentó, Amy no pudo sacarle nada más. –

CAPÍTULO 3: Podría ser yo…

El niño pelinaranja mira el infinito. La lluvia que cae con fuerza escurre la sangre que le mancha la cara y las ropas. Está sentado en el umbral de su casa, indiferente. El cuchillo ensangrentado que tiene en la mano va perdiendo el color carmesí que le dio la sangre. La sangre de su propio padre.

- He visto lo que has hecho, chico – dice una voz. El niño levantó la vista, indiferente. -- Me gustan tus ojos tan Fríos y plagados de odio… – siguió el hombre. Era muy raro que alguien dijera que le gustaban esos ojos tan… muertos. El hombre levanto en brazos a una niña de la misma edad que el pequeño - ¿Cuántos años tienes?- Diez. – Contesto el pequeño pelinaranja, con absoluta indiferencia -

El hombre asiente e intenta mirar el interior de la casa, a través de una ventana de planta baja

- Garganta, corazón.. Corte limpio y perfecto.. – murmura para si, mientras jugaba con su pequeña hija - ¿Seguro que tienes diez años? – El chico asiente, sin mirar al hombre a los ojos - Parece que tienes mucho talento, chico.. Ven conmigo.. – El hombre bajo a su pequeña hija, la cuál le extendió una mano al joven pelinaranja -

El chico tomo la mano de la pequeña pelinegra con delicadeza y se levanto. No sabia quién era ese hombre ni quien era la pequeña niña que lo acompaña, qué quiere de él, ni qué talento tiene, pero le da igual. Nada importa ya. No sin Marian.

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- Jade… - Empezó Amy - Respecto a lo de anoche.. – Intento la joven, quería saber más sobre Jade, pero sabia que la tarea no iba a ser fácil -- Te dije que la conversación había terminado. Había bebido y hablé de más. No te incumbe ni te importa. – Le dijo, sin mirarla a la cara -- Pero.. – La joven quiso replicar, pero fue interrumpida -- Nada de “pero..”. Olvídalo. No te lo contaré, y tú no volverás a preguntármelo. – Dijo de manera cortante, mientras daba la conversación por terminada -

Amy suspiró. Era inútil. Ya que tenía que vivir con un asesino, al menos podría ser más amable. Cuando iban a salir del piso, del bolsillo de Jade salió un zumbido. El chico cogió lo que parecía un telefono y lo miró.

- Vete.. – Le dijo a la chica - Yo llegaré tarde a clase.. -

Sin decir nada más se marchó. Amy le miró marcharse, y tuvo un escalofrío al darse cuenta que ese mismo día, alguien iba a morir.

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- ¿Qué tienes para mí, Preciosa? –preguntó Jade, nada más entrar al despacho. -- Vasco.. – Dijo sencillamente Shizuka. Jade lo entendió al instante. Debía eliminar a Jean Vasco. Era raro. Vasco era uno de los hombres de la organización. Eficiente y leal.- ¿Puedo preguntar por qué? – Intento el pelinaranja, con media sonrisa en el rostro -- ¿Es un apuro de conciencia? – Contesto la ojipardo, con otra pregunta -- No. Simple curiosidad.. – Era cierto. No le importaba tener que matar a Vasco. Habían hablado varias veces, y le había parecido un buen hombre, pero eso era todo. Si le decían que lo matara, el lo mataría. Regla nº 2: El asesino a sueldo obedece ciegamente las órdenes que recibe, sin emitir juicios personales. Shizuka suspiró. -- Bien. Vasco recibió un encargo hace varios días. Era sencillo, eliminar a un corredor de apuestas que había estafado una elevada suma a la mafia. Por desgracia, un testigo se había cruzado por allí. Las normas eran claras. El testigo debía morir. En vez de eso, Vasco le perdonó la vida, y le estuvo escondiendo durante unos días. Pero claro. En este negocio, todo se acaba sabiendo. Lo confirmamos hace unas horas. Aquí tienes la dirección – Shizuka le dio al joven una tarjeta - Ve y mátales a los dos. -- Bien... – Contesto con frialdad, sin inmutarse siquiera por lo parecida que era aquella situación con la suya -- Otra cosa, Jade... – Dijo Shizuka, de la nada - He oído un par de cosas.. Se dice que te has matriculado en la universidad.. -- Es cierto. Tenía curiosidad. ¿Hay algún problema con ello? – Pregunto, mientras volteaba a ver a la joven pelinegra -- Técnicamente no. Eres libre de hacer lo que quieras en tu tiempo libre. Por mí has relojes de cuco. Pero hay algo que me preocupa. Dicen que te has hecho

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amigo de una chica llamada Amy Benss. Y también dicen que estás viviendo con ella.. – Dijo, mientras media sonrisa se dibujaba en su rostro -- Es cierto, aunque yo no diría que nos hemos hecho “amigos”. No me interesa ni su amistad ni su cuerpo. Muchos universitarios comparten piso. ¿Acaso te parece raro que intente camuflarme? – Pregunto, incrédulo - ¿Estas celosa mi pequeña? – Pregunto, con picardía -- Bobo.. No.. pero me preocupa otra cosa.. – Shizuka suspiró - Malas lenguas dicen que es una testigo de uno de tus trabajos. Dicen que estás viviendo con ella porqué las estás protegiendo y vigilando.- Menuda estupidez.. – soltó Jade, seguido de una carcajada seca - Te daré unos segundos para que recuerdes a quién le estás diciendo esto, Shizuka.- Claro que sé con quién hablo. Eres una zanahoria... pero el mejor hombre de la organización, exceptuando a los Siete Pecados de Padre – Dijo, con tono burlón -- No era lo que esperaba pero… se acerca bastante.. – Dijo, mientras sonreía – Entonces.. ¿Crees que sería lo bastante estúpido como para perdonar a una testigo e irme a vigilarla? Sé lo que eso acarrea, Shizu. - Le dijo, intentando dar a entender que el no era "exactamente" igual a Jean -- Vasco también lo sabía. Aún así, lo hizo, y ahora vas a matarle. Odiaría tener que matarte, Jade... eres mi familia... te quiero… -- No me tomes por estúpido... y... yo también te quiero.. – replicó Jade. Tomo la tarjeta con la dirección y salió del despacho. Shizuka suspiró. “Espero que los rumores sean falsos” pensó “Perderíamos a un montón de gente antes de conseguir matarle”.

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Jade miró el bloque de pisos en el se escondían Vasco y su testigo. Entró y se puso en el ascensor. Mientras subía al piso que era, comprobó que la pistola estuviera en orden. No quería fallos de última hora. Salió del ascensor tranquilamente y su fue a la puerta del piso. Llamó a la puerta de forma muy cortez. Un hombre de mediana edad asomó por el resquicio de la puerta.

- ¿Qué desea? – Pregunto, mientras entornaba levemente la puerta para poder comprobar de quien se trataba -- Busco a Jean Vasco.. – Mustio el pelinaranja, sin rodeos -El rostro del hombre se tensó.- N-n-no está en casa.. – Contesto, dispuesto a cerrar la puerta -- Claro. Mejor. Así es más sencillo.. – Tras decir eso, levantó el arma, apuntando con ella por la rejilla, directa al ojo del que estaba al otro lado de la puerta, y disparó. El hombre salió despedido hacia atrás, cayendo al suelo en una cascada de sangre. Jade abrió la puerta tranquilamente y, sin molestarse en retirar el cadáver, entró en la casa. Tras repasarla toda, parecía que Vasco no estaba realmente, así que el asesino se sentó en una silla a esperar a que regresara. Mientras esperaba, se puso a pensar. Él había hecho exactamente lo mismo que Vasco. Los rumores sobre eso ya habían llegado a oídos de Shizuka y, por tanto, de Padre. Si esos rumores se confirmaban, tendría problemas. Por un estúpido momento de debilidad, se había metido en un buen Lío. Pero no había podido disparar. Esos ojos le recordaban demasiado a los de Marian. No tenía agallas suficientes como para cerrarlos para siempre. Tras cerca de

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media hora, oyó cómo la puerta se abría de nuevo. A los pocos instantes, oyó un suspiro. Después oyó el sonido de un mechero y como se colocaba algo de metal al fuego. Amartilló su arma. Alguien saltó desde el recibidor, rodando por el suelo. Jade disparó una vez, pero la bala se estrelló contra la pared. Con una maldición, el pelinaranja dio un salto, tirando una mesa al suelo y poniéndose tras ella. Un disparo la atravesó unos centímetros sobre su cabeza. Jade salió rodando de detrás, localizando a Vasco, que había tomado también una pistola. Levantó de nuevo el arma, efectuando tres disparos esta vez. Uno se perdió en el vacío, pues el otro estaba en movimiento, mientras que otra le dio en la pierna y la tercera en el estómago. Vasco se tambaleó y cayó al suelo. Jade se acercó con cautela, y de una patada apartó la pistola del otro. Le apuntó con la suya propia entre los ojos.

- ¿Alguna última voluntad, Vasco? – Pregunto Jade, con repugnancia -- Bueno, Jade, en realidad... sí – Dijo el otro - ¿Te importa que me fume un último cigarro? – Pregunto, mientras intentaba mantener sus ojos abiertos -- El tabaco te va a matar… – Dijo Jade con acidez, mientras lo miraba con asco -- No me jodas, Jade. Ya que vas a matarme, déjame darme un último gusto.. – Murmuro, mientras cerraba sus ojos -

Jade le hizo caso y, sin dejar de apuntarle con el arma, se agacho, tomo el pequeño cigarro y se lo puso en una de sus manos. Éste dio una profunda calada, quemando casi todo el cigarrillo con ella. Soltó el humo lentamente.

- Gracias, hermano.. – Suspiro Vasco, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro – No eres tan malo.. -

Como toda respuesta, Drew disparó.

La bala fue a parar entre los ojos de Vasco, que calló al suelo al instante.Su cuerpo, inerte y sin vida, con las pupilas dilatadas a más no poder, parecía estar observando a Drew.. como si aquel ser muerto todavía fuera capas de juzgar. Aquella habitación apestaba a sangre.. el aire era terriblemente moribundo. En aquel pequeño lugar, solo quedaban dos cadáveres y un joven de apariencia completamente hostil, que miraba a ambos hombres muertos como si la situación le fuera completamente ajena.Tomo su arma, y solo para asegurarse de que ninguno de los dos volviera a molestar, le pego un balazo en el pecho al testigo de Vasco. Jean tenia tres disparos ya.. por lo que no creyó necesario desperdiciar una bala en Él.La sangre voló por doquier, manchando la cara del joven peliverde, que solo hizo una mueca de repulsión.

- Que asco.. – Exclamo el chico, mientras que con una de sus manos limpiaba su rostro -

Tras guardarse el arma, Drew le dirigió un último vistazo a los dos cadáveres, y se preguntó si pocas semanas después, serían el suyo y el de May. Se encogió de hombros. Tampoco era tan importante. Sólo otra muerte, de las cientos que habían cada día. El mundo seguiría rodando. Además, él no se dejaría matar

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tan fácilmente como Vasco. Aunque tampoco era Dios. Acabaría muriendo. Se encogió de nuevo de hombros. ¿Qué más daba?

CAPÍTULO 4: Estallido de Furia..

May dejó los apuntes que había estado repasando, y suspiró. Eso era más duro de lo que había pensado. Pero tenía que trabajar. Ya se relajaría esa noche en la fiesta de principio de curso. Aunque.. Abrió un y tomo una foto de su interior. Se veía a ella misma, con una feliz sonrisa en el rostro. Estaba abrazada a un chico Peliblanco alto, de ojos Rojos.

- Brendan.. - Murmuró. ¿Por qué había tenido que acabar así? Creyó que Brendan era diferente. -- ¿Quién es ese? – Pregunto una voz neutra a la altura de su hombro. May se sobresaltó y escondió la fotografía. ¿Cómo se lo hacía ese tipo para ser tan podridamente sigiloso? -- ¡No es asunto tuyo! – le espetó la chica, mientras observaba al chico con cierto odio -- ¿Un ex-novio? – insistió Drew, sabiendo que había dado en el blanco -- ¡¡Ya basta!! – estalló May - ¡No te metas dónde no te llaman engreído! -

Drew se encogió de hombros.

- Es sólo que me suena su cara. Creo que está en nuestra clase. Breda.. se llama, o algo así.. – Atino a decir el chico, mientras ponía un dedo en su mentón -- Brendan.. – Corrigió la joven, molesta -- Pues eso.. – Contesto, para luego salir de la habitación, cerrando la puerta tras de si. A través de la pared, pudo oír el sonido de sollozos apagados. Drew se llevó la mano al pecho. Creyó haber sentido como un pinchazo momentáneo cuando escucho aquellos gemidos de dolor, que se disipó al instante. Se encogió de hombros de nuevo y dejó de darle vueltas.

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May estaba furiosa. Furiosa con ese estúpido de LaRousse. ¿Qué sabía un asesino como él? Él no era capaz de entender. No podía saber lo mal que lo había pasado. Sus padres habían fallecido en un accidente de auto, cuando ella tenía seis años. Había vivido con sus abuelos desde ese día, y sólo la relación con Brendan le había permitido sentirse alguien querido y necesitado. Y las palabras con las que la despidió para siempre aquel chico aún resonaban en sus oídos: “No eres nada para mi.. nunca lo fuiste.. aléjate..”. ¿Cómo podía haberle dicho aquello? Con lo que ella dio por aquella relación, para que funcionara. Tras decir eso, había desaparecido de su vida, hasta que le vio de nuevo en la facultad. Claro que entonces tenía un problema más grave en mente. Un problema de ojos verdes que iba con pistola hasta al baño. Pero ahora era distinto. A pesar de que se odiaba por ello, la monotonía había aparecido en su vida de nuevo. Drew LaRousse demostró ser un compañero de piso excepcional, a pesar de ser un frío asesino. Hacía la comida, fregaba los platos, sacaba la basura, no hacía ruido.. Y con esa monotonía, llegaron los

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recuerdos. Recuerdos desagradables. May se secó las lágrimas con el dorso del brazo. Ya habían pasado dos años. No podía seguir llorando por algo que había terminado hacía tanto tiempo. Saldría al mundo, y le demostraría a ese imbécil peliblanco que sabía cuidarse sola. Aunque aún no tenía claro a CUÁL de los dos imbéciles se lo quería demostrar.

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Drew miró por la ventana. Anochecía. Se levantó tranquilamente, y fue al armario. Tenía que cambiarse para la fiesta de principio de curso. Según May, tenía que aprender a convivir con el resto de alumnos. Sólo esperaba que no durara mucho. Se puso, contra su costumbre, una camiseta blanca y téjanos azules. Normalmente iba siempre con ropa negra, y la mitad tenían impreso en blanco una frase bastante irónica: “Born to kill”. Tomo, eso sí, su inseparable chaqueta de cuero. También tomo dos cascos. Para intentar camuflarse con los demás alumnos, había dejado de conducir el coche, e iba a todas partes en una motocicleta. Salió de su cuarto, dispuesto a esperar a su compañera de piso. Pasaron varios minutos y Drew, cansado de esperar, golpeó la puerta de su cuarto.

- ¿Piensas salir hoy? – preguntó con ironía, mientras una pequeña mueca de molestia se dibujaba en su rostro - Te recuerdo que esto a sido idea tuya.. -

Dentro del cuarto, May se puso la chaqueta y suspiró. “Allá vamos”. Salió, encarando a uno de los dos estúpidos que conocía.

- ¿Estoy bien? – preguntó, esperando expectante una respuesta por parte del peliverde. Tenia puesto una falda color negra, bastante sencilla, una camisa de color blanca con bordados y el cabello atado en una coleta. En los pies, llevaba unas zapatillas bastante cómodas, color blancas con negro -- No sé.. – contestó Drew, arrojándole uno de los cascos - Supongo.. – Finalizo, con indiferencia -

May hizo una mueca. Tampoco costaba tanto ser un poco simpático. Podía decir: “Oh, sí. Ese atuendo te queda genial”. Pero no. Tenía que ser antipático de manera permanente.

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Tal y como había predicho, estaba harto de estar allí, quería que Shizuka apareciera de la nada y le dijera que tenia trabajo. No había más que compañeros de facultad borrachos, diciendo incoherencias. Drew LaRousse no era alguien al que le entusiasmaran las fiestas. Más bien lo contrario. No le gustaba estar con la gente. El ser humano es una criatura despreciable. Llevaban allí cerca de un par de horas, y May había desaparecido hacía rato. Drew chasqueó la lengua, fastidiado. Salió un momento del lugar, para tomar un poco de aire, cuando oyó ruidos, quejidos y sollozos. Abrió los ojos en sobremanera, aunque ya no veía nada. Su mente estaba en otra parte. Cómo un autómata, prácticamente salió corriendo hacia un callejón que había al lado del local.

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May estaba cerca de la barra, cuando oyó una voz conocida a su espalda.

- Cuánto tiempo, May – la castaña se giró de golpe, sorprendida. - Brendan.. – murmuró, mientras palidecía. -- ¿Cómo estás? – preguntó el chico. Por cómo se movía y cómo hablaba, May deducía fácilmente que estaba ebrio. Mucho. -- Bien, bien.. - Contestó la chica, buscando una salida con la mirada. No estaba nada cómoda. -- Me alegro.. – contestó el otro, ofreciéndole una sonrisa alcohólica - ¿Vamos a charlar a algún lado? Aquí hay demasiada gente.. -

La chica tragó saliva. No era estúpida, ni tampoco había nacido ayer. No le gustó nada el tono del otro. No le gustó ni un poco.

- L-lo siento. Drew me debe estar buscando y.. - Apenas dijo eso, supo que había sido un error. Brendan siempre había sido alguien muy celoso y posesivo. Y aunque habían pasado ya dos años, seguía considerando a May “algo” de su propiedad.- ¿Drew? ¿Qué Drew? ¿Ese enano Peliverde? ¿Es él? ¡¿Eh?! ¡¿EH?! – El chico la tomo del brazo, apretando fuerte y zarandeándola - ¡¿Qué tiene él que no tenga yo, eh?! -- N-no… Brendan, me haces daño.. – Se quejo la chica, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas -

El otro la ignoró, y tiró de ella hacia la salida. El barullo del local y el estado de embriaguez de la mayoría de la gente hicieron que nadie se diera cuenta. May, forcejeó, pero el otro era más fuerte. La arrastró hasta fuera, y la hizo chocar contra la pared de un callejón. Le inmovilizó los brazos con una mano.

- ¡Suéltame Brendan! – Suplicó. El otro la ignoró, y continuo observándola con presunción -- ¡Basta, por favor! – Sollozó la chica, mientras intentaba soltarse del agarre. -

May le pego una patada en la entrepierna, para safarse del desquiciado de su ex-novio, pero este se recupero antes de que la chica pudiera escapar.

- ¡ZORRA! – Bramó, fuera de si. Después, le dio un fuerte puñetazo en la cara, que tiró a la chica al suelo - He intentado ser considerado y amable, May. Pero no me dejas otra opción.. -

Brendan levanto a la joven del suelo, dispuesto a “hacer con ella lo que se le plazca” aunque la joven no quisiera, pero, como si el Cielo hubiera escuchado sus plegarias, el joven peliblanco salió disparado.

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May abrió los ojos, aún llorando. Y de pronto, tuvo aún más miedo que antes.

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Drew la había salvado, pero su cara era aún peor que el día en que se habían conocido. Normalmente, su cara era una máscara indiferente. El día que se conocieron, Drew sufrió una especie de brote sicótico, como de desesperación y tristeza totales. Hoy era distinto. Su cara era una máscara de absoluto odio e ira. Y los ojos. Eran una llama de odio y deseó de muerte. Cuando el chico habló, lo hizo con la voz tranquila e indiferente de siempre.

- Voy a matarte. De manera lenta y dolorosa.. – May no tuvo duda alguna de que lo haría. Mientras, Brendan ya se había recuperado. Tenía una mano en la cara, intentando detener un torrente de sangre que le caía de una nariz rota. -- Desgraciado.. - Masculló con rencor. Se levantó y, con un grito furioso, intentó darle un puñetazo a Drew. El asesino lo esquivó moviendo la cabeza a un lado, casi con pereza, y, en el mismo movimiento, le dio al otro un golpe en el hígado. Brendan soltó un grito de dolor, doblándose sobre si mismo. Como si estuviera paseando por el parque, Drew dio un paso al frente, poniéndose espalda con espalda y le estrelló al otro el codo en los riñones. El chico gimió de nuevo, mientras Drew lo tomo del cabello, tirandole la cabeza hacia atrás, y le dio un golpe con el dorso de la mano en la garganta. Brendan cayó plano al suelo, boqueando en busca de aire. Drew, tranquilamente, le pisó con el talón en la rodilla, que hizo un crujido muy desagradable. Brendan no pudo gritar, pues estaba sin aliento, pero la expresión de su cara lo decía todo. Una vez lo tuvo tumbado y se había asegurado de que no iría a ninguna parte, Drew se sentó tranquilamente sobre su pecho y, con toda la calma del mundo, se dedicó a romperle la cara a golpes. Golpeó una y otra vez, sin descanso y sin piedad.

- ¡¿Qué te parece esto, eh?! – Exclamó, entre puñetazo y puñetazo - !!Se lo que ibas a hacerle¡¡ ¡¡Claro que a ti te daba igual el daño que eso le podría haber hecho!! ¡¡Por supuesto que te daba igual!! ¡¡Las escorias como tú son todos iguales!! ¡¡No les importa lo que sufran los demás!! ... Soy un asesino... ¡¡¡Pero tú eres aún peor que yo!!! – Le gritaba, mientras golpeaba a Brendan una y otra ves, sin piedad alguna -

May miró horrorizada como la antiguamente atractiva cara de Brendan había desaparecido.. casi no lo reconocía: tenía la nariz rota y los labios partidos. Completaba el cuadro unos ojos que empezaban a ponerse morados y a enrojeserse y las cejas hinchadas. Drew, al parecer, no había acabado. De un diminuto compartimiento del cinturón, sacó un pequeño cuchillo. Se lo mostró al otro, poniéndoselo delante de los ojos.

- ¿Ves esto? – Dijo otra vez con voz calmada - Pues con él, voy a descuartizarte miembro por miembro ¿Qué te parece eso, chico duro? –

CAPÍTULO 5: ENVIDIA

- ¡Basta Drew!.. Detente por favor.. - Grito May, mientras se dejaba caer al suelo, completamenmte debastada -

El grito de May atravesó la noche. Drew la ignoró, levantando el arma.

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- Voy a matarte – Dijo, mientras jugaba con su cuchillo, a manera de burla - Te mataré. Por culpa de gente como Tú, Marian ya no está aquí. Te mataré.. Hare que te arrepientas.. -- ¡¡Drew, basta por Dios, basta!! - Grito la joven castaña, mientras levantaba la vista hacia el joven peliverde, completamente aterrorizada -

Drew, ignorando los gritos de la chica y los gimoteos patéticos del hombre que estaba debajo de él, puso la hoja del cuchillo a la altura de la ceja de Brendan y comenzó a bajarla, cortando la piel y la carne con lentitud casi morbosa. Brendan comenzó a aullar de dolor.

- ¡¡Drew!! - Grito May, mientras su llanto se hacia cada ves más agudo, angustioso -

La mano del joven asesino, se detuvo, temblorosa.

- Suéltame, May. Voy a matarlo de manera dolorosa y desagradable. Créeme, no quieres verlo.. - Murmuro el chico, mientras volteaba a ver a la joven -

May había corrido por detrás, abrazando a Drew por la espalda, sujetando su zarpa armada con la mano, intentando detener el avance. La castaña negó con la cabeza.

- N-no.. - Sollozó la chica, mientras apoyaba su rostro en el hueco del hombro del asesino - No lo hagas.. Te lo suplico.. -

Drew soltó un bufido incrédulo.

- No puedes hablar en serio. Iba a violarte.. - Murmuro el chico, asqueado -- P-pero no lo hiso.. - Siguió sollozando May, sin soltar la mano armada del peliverde - Por favor, Drew.. -

Drew, en silencio, se zafó con delicadeza del abrazo de la chica y, ante el estupor de ella y Brendan, se levantó, y luego se encogió de hombros con suma indiferencia.

- Como quieras. Si tú no quieres matarlo, no seré yo quien lo haga.. - Murmuro, mientras soltaba un suspiro de fatiga -

Se dio la vuelta, pero no se movió. May se levantó también y lo miró fijamente. Parecía estar pensando en algo. Entonces pareció decidirse y, girándose de golpe, le dio a Brendan una patada bestial en la entrepierna. Después se giró de nuevo y empezó a marcharse. Se freno unos instantes al lado de la chica, y le dio su ticket del guardaropas.

- Voy a por la moto.. - Dijo, sin aminorar la marcha - Ve a buscarme la chaqueta y los cascos.. -

La chica asintió, aún con surcos de lágrimas y salió corriendo hacia el local. Cuando estuvo solo, Drew miró el bulto sangrante y quejumbroso que había en

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el suelo. Suspiró y tomó su celular.

- ¿Urgencias? Hay un chico tirado en la esquina entre la calle Street y Bancee. Parece que le han dado una paliza.. - Murmuro, mientras se apoyaba de espaldas contra la pared del ruinoso callejón -

Al finalizar la llamada, se guardó el celular. Se quedó un rato parado y en silencio, mirando el infinito. "Esta chica es una mala influencia" - pensó - "Me estoy ablandando".

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Habían pasado varias semanas desde aquel incidente. Brendan pidió el traslado a otra facultad, pero al parecer tenía demasiado miedo como para denunciar a Drew a la policía. May tenía la sospecha de que cierta visita que el peliverde había hecho al hospital tenía algo que ver. Lo más extraño para la chica era que, desde esa noche, la actitud de Drew hacia ella había cambiado. La trataba de manera más agradable, pero al mismo tiempo intentaba evitarla todo lo posible. Como si le tuviera miedo. May sabía que algo atormentaba esa cabeza Peliverde, pero Drew no soltaba palabra al respecto. A todo eso tenía que añadir que, muy a su pesar, empezaba a pensar que Drew quizás no estaba tan mal. Eso la hizo decidirse. En unos días serían las vacaciones de Navidad. Sabía que Drew no tenía adónde ir.

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Drew entró en un callejón y se apoyó en la pared.

- Sal de una maldita vez.. - Dijo con voz tranquila - Llevas días siguiéndome.. -

Se oyó una risa, y de detrás de una esquina salió un hombre vestido de negro. Llevaba un cabello de color verde oscuro, cortado muy prolijamente.

- Muy buena, LaRousse - Dijo el hombre, mientras aplaudia - ¿Cuánto hace que sabes que te sigo? -- Desde hace una semana. No te dije nada antes porqué quería asegurarme de que, afirmativamente, estaba en lo correcto.. - Respondió Drew, sin inmutarse. -

El hombre le lanzó una mirada peligrosa.

- ¿Es eso? – preguntó - ¿O acaso no querías preocupar a esa chica, May Balance? Drew observó largamente al hombre, sin demostrar emoción alguna. - ¿Quién eres? - preguntó al final, mientras le dirijia al hombre de traje una mirada de cuidado - - Claro, claro - Dijo el otro, mientras movia sus manos - Qué modales los míos. Puedes llamarme Envidia. -- Eres uno de los Siete Pecados de Padre, ¿no? - Pregunto Drew, sin apartar ni un segundo la vista del hombre -

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Envidia asintió.

- Supongo que te preguntas qué hago siguiéndote, ¿verdad, LaRousse? - Drew no dijo nada, solo se quedo allí, parado, esperando a que el hombre frente al conteste -- La respuesta es simple, LaRousse. Padre está preocupado. Circulan rumores, LaRousse. Rumores no muy favorables para ti.. - Murmuro, desprocupado - - Lo que Tú dices: Rumores.. - Dijo, de manera cortante -- Ya. Rumores - Accedió Envidia - Pero yo iría con cuidado, LaRousse - Envidia sonrió con superioridad - Estos rumores son los que hacen que acabes con un balazo entre los ojos.. - Murmuro el hombre de pelo verde oscuro, a modo de advertencia - - Lo sé.. - Contestó Drew, mientras cerraba sus ojos unos instantes -

Envidia se giró, haciendo un gesto vago con la mano.

- Dejaré de seguirte, por el momento. Hay cosas más urgentes que requieren mi atención. Feliz Navidad, LaRousse.. nos vemos pronto.. -

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Unas horas más tarde, Envidia entró en un elegante despacho, dónde había un hombre mayor, sentado en un elegante sillón.

- ¿Y bien? - Pregunto el hombre, impaciente - - He entrado en contacto con él, Padre. Parece que aun no sabe nada.. - Explicó el Pecado, mientras hacia una reverencia - - Eso es bueno. No conviene que Shizuka se haga con su fidelidad.. - Dijo Padre, ahora algo preocupado - - Con el debido respeto, Padre. No entiendo a qué viene tanta preocupación. No parece gran cosa.. - Murmuro Envidia, sin entender la importancia de aquella situación -

Padre soltó una carcajada seca, que se convirtió en una tos convulsa.

- No sabes lo que dices Envidia - Dijo el mafioso cuando se recuperó - Ni siquiera Gula, Avaricia o Lujuria podrían vencerlo.. - Murmuro el hombre, con expresión seria -

Envidia soltó un silbido impresionado.

- Entonces es mejor de lo que creía. ¿Quiere que me encargue de él? - Pregunto el muchacho, dispuesto a acabar con la vida del nominado sin importar que -

Padre negó con la cabeza.

- Déjalo, por el momento. Quizás podamos ponerlo de nuestro lado. Si

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podemos, Shizuka está acabada.. - Murmuro el hombre, mientras esbosaba una sonrisa siniestra –

CAPÍTULO 6: SER UN HUMANO

- ¡Vamos, Drew! - Dijo May, mientras hacia puchero, para convencer al chico - En el fondo lo estás deseando.. se que quieres acompañarme.. -

- Ni hablar.. - Replicó el peliverde, cruzandose de brazos y mirando hacia la dirección contraria a donde se encontraba la castaña - Ya te he dicho mil veces que no. Ni siquiera entiendo por qué demonios me preguntas eso, si sabes perfectamente que voy a negarme.. -

- Porqué se que te pasarás la Navidad solo y aburrido.. - Explicó la chica, mientras se cruzaba de brazos también - En el fondo te mueres de ganas. Sólo estás haciéndote el duro.. - Murmuro, mientras su voz se hacia dulce nuevamente -

- Mira, niña.. - Empezó Drew, pero un grito de May le estalló en los oídos, interrumpiendo su respuesta a tanta replica -

- ¡¡NO ME LLAMES NIÑA!! - aulló la chica, colérica, mientras apretaba sus puños con Fuerza - ¡¡TENGO LA MISMA EDAD QUE TÚ!! -

Drew suspiró con fastidio. Desde que May le había perdido el miedo, se podria decir que permantentemente le tomaba el pelo: le gritaba, le bufaba y le pegaba. Era inconcebible. ¡Él era Drew LaRousse, por el amor de Dios! No podía entender como una Niñita de su edad no le tenía miedo. ¡La mera mención de su nombre hacía temblar a Tipos de dos metros! Maldita enana. Era todo culpa suya. Por su culpa, Envidia lo había estado siguiendo. Por su culpa, había perdonado la vida de ese Brendan. Por su culpa, empezaba a sentir "emociones". ¡Imposible! ¿Él, emociones? Si eso lo hubieran dicho hace tres meses, le habría contestado que había bebido más de la cuenta. Y ahora sólo faltaba eso. Navidades. Que fuera con ELLA, a su CASA, con su ABUELA, a pasar las estúpidas NAVIDADES. Tenía que ser una maldita broma. Por supuesto, se negó.

- ¿Qué te has creído, niña? - Dijo el peliverde, mientras arqueaba una ceja, sin inmutarse ante el gríto que, segundos antes, May habia dado - No me malinterpretes. No tengo ninguna intención de establecer ninguna relación amistosa y/o afectiva contigo. Sólo estoy esperando a que se calmen los ánimos.. - Murmuro, mientras cerraba sus ojos, dubitativo -

- Claro, claro - Dijo la castaña, que no le estaba prestando ni un mínimo de atención - ¿Qué prefieres? ¿El bus o el metro? -

Drew suspiró, cansado. No sabía porqué, pero sabía que acabaría cediendo.

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Shizuka Mitsune dejó escapar un suspiro de agotamiento. Empezaba a entender lo que pasaba. En las últimas semanas, demasiados hombres de la organización habían muerto. Todos eran hombres a los que apreciaba. La cosa estaba clara. Padre, por el motivo que fuera, la quería muerta. No solo eso, quería que cualquier persona que tuviera relación con ella acabara también muerta. Una verdadera Locura.. una estúpida hazaña por hacerse con un poder que se estaba cobrando más vidas de las necesarias para conseguirlo.

- Heartnett - Llamó. El castaño a su Lado se acerco casi al instante, y observo a la pelinegra con interes - Haz venir a los colegas que siguen vivos.. no son más de cuatro.. Tendremos una pequeña charla.. - Murmuro, mientras ordenaba unos papeles -

El muchacho asintió, aunque no de muy buena gana. El brillo en los ojos que ahora mismo tenía Shizuka solo podía significar una cosa: problemas.. y de esos que son grandes y dificiles de resolver.

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Drew bajó del autobús de línea, con un suspiro agotado. Llevaba en la mano una maleta con ropa para tres semanas. Lo sabía. Al final, había cedido. Siguió a May por un camino de tierra. Ella no le había dicho que su abuela vivía en las afueras de la ciudad. Era una casa bastante grande a simple vista, y daba la impresión de se acojedora. No habia más casas cerca, solo algúnas pequeñas moradas a lo lejos, que se perdían en el horizonte.

- ¡Drew! - Lo llamó May, poniéndose a su lado - ¿Qué miras? – La chica siguió los ojos del peliverde - ¿Las casas? - Pregunto, sin entender - No vive mucha gente cerca.. la casa más cercana debe estar como a Cinco Kilometros.. - Murmuro, mientras señalaba una de las Tantas que podian apreciarse desde aquel lugar -

Drew hiso una mueca. Esto cada vez le gustaba menos. Se maldijo mentalmente por su estupidez. Esa niña no era buena influencia. Lo sabía. Estaba viviendolo en Carne propia. Drew iba tan ensimismado en sus pensamientos que no advirtió que ya habían llegado a la casa. En la puerta, ya esperándolos, había una anciana bajita, de cabellos blancos y apariencia gentíl. May soltó una exclamación de alegría al verla.

- ¡Abuela! - La castaña hizo el resto del trayecto que le quedaba corriendo, mientras Drew la seguía tranquilamente. No hacía falta que fingiera que estaba entusiasmado, iba a notarse a leguas que era mentira si que.. ¿Para que esforzarse?, May ya ponía suficiente entusiasmo por los dos. Llegó tranquilamente hasta las dos mujeres, dónde una llorosa May abrazaba y besaba a la pobre anciana.

- ¡Drew! - Exclamó, mientras esbosaba una sonrisa y le hacia señas al nominado - ¡Ven aquí! - Pidio, mientras observaba a su abuela contenta -

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La chica le presentó a su abuela como Misa. La anciana mujer le tendió la mano y, mientras la estrechaba, no dejó de mirarlo como si pudiera ver a través de él. Como si con solo posar sus marchitos ojos sobre los verdes del asesino, pudiera saber todo de este sin necesidad de preguntar nada.

- Drew LaRousse, ¿no? - Murmuró, casi para si, mientras esbosaba una sonrisa - LaRousse.. -

Drew llegó a la conclusión que no le gustaba nada esa mujer.

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Anochecía, pero Drew LaRousse no estaba para nada cansado. Se había pasado la tarde dándole la razón a May con las cosas que le contaba a su abuela. Ahora, el asesino estaba apoyado en el marco de una ventana, observando la noche. No sabía por qué, pero sus instintos le decían que habría problemas. Pronto. Un sonido a su espalda le llamó la atención.

- May se ha ido a la cama, Drew – Oyó el sonido de alguien abriendo la Puerta con lentitud - Le gustas mucho, ¿sabes? Pero yo no creo que seas adecuado para ella.. - Murmuro la anciana, mientras esbosaba una sonrisa suspicas -

Drew no contestó. La anciana se acarició los cabellos, y la mandíbula del peliverde se crispó, mientras todos los músculos de su cuerpo se tensaban.

- Está pisando terreno peligroso, señora Balance.. - Murmuro el muchacho, sin dirijirle la mirada -

La anciana soltó una risita cansada.

- Estoy convencida. No sería la primera, ¿verdad? - Los ojos de Misa brillaron con inteligencia - Aquellos que han causado muerte tienen un brillo diferente en los ojos.. -

- ¿De verdad? ¿Y que brillo es ese? - Pregunto, casi con sarcasmo -

- Lo cierto es que tú tienes un brillo único.. - Contestó la anciana - He vivido mucho, Drew LaRousse. Y he visto casi de todo. -

Drew seguía con la mirada perdida. Parecía ver cosas muy lejanas en el tiempo. No apartaba los ojos de aquellas casas. Misa siguió su vista.

- ¿Por que te desviaste de esa manera Drew? - Pregunto, mientras se sentaba en una silla cerca del muchacho -

- ¿Por qué se empeña en recordarme mis motivos? - Inquirió Drew, mientras le clavaba la mirada por primera vez -

Misa se encogió de hombros.

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- Ya te lo he dicho. Mi nieta te aprecia. Creo que sabe lo que has hecho, pero considera que aun tienes remedio. Ella es muy optimista - Comentó con una sonrisa, mientras jugaba con su delantal - Ella tiene derecho a saber la verdad.. -

- ¿De verdad piensa que ella quiere saberlo? No es una historia bonita, no tiene un final feliz y, desde luego, no me gustaría tener que contarla. Usted dice que su nieta me aprecia. Yo digo que su nieta era lo peor que me podría haber pasado. Antes de conocerla era distinto. Hacia mi trabajo perfectamente, pero la más importante, no me custionaba ningún por qué. Nada me importaba. Pero ella tuvo que venir a estropearlo todo.

Misa dejó escapar una risita.

- ¿Y eso es malo? Los recuerdos y sentimientos son lo que nos hace humanos - Le dijo la anciana, mientras una sonrisa reaparecia en su rostro -

- Mi padre era humano, señora Balance. Si ser humano significa ser como él, prefiero pegarme un tiro - Replicó Drew. Dicho esto, se marchó. Antes de que desapareciera, Misa lo llamó -

- ¿Se lo vas a contar? - Pregunto la Mujer, mientras se ponia de pie -

Drew se encogió de hombros.

- Quizás.. - Murmuro el chico, mientras desaparecia de la vista de la anciana –

CAPÍTULO 7: HISTORIA DE UN ASESINO

Hasta donde Drew recordaba, su Padre no habia sido más que un desgraciado. Según Misa Balance, ningún ser humano es un caso completamente perdido, pero Él pensaba completamente diferente. Habia vivido con Él, y podia confirmar que el hombre estaba loco, completamente loco.

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Hasta dónde su memoria podía alcanzar, su padre nunca fue un hombre cariñoso. Era arisco y de mal carácter. Les gritaba a su mujer y a sus hijos, que apenas contaban cinco años Marian y cuatro el pequeño Drew. A pesar de ello, aguantaron más o menos hasta que Drew cumplió los ocho años. Fue entonces cuando la situación se volvió imposible de sostener. Derek fue despedido de su empleo debido a una reducción de plantilla. Desde ese día, el hombre empezó a beber y a ir con mujeres de vida fácil. A veces llegaba a desaparecer durante días, antes de que su familia le viera de nuevo. Cuando volvía, apestaba a alcohol y colonia barata. En esos momentos era cuando gritaba más, y más fuerte. Drew, con su mente despierta y evidente inteligencia, empezaba a comprender el horrible significado de algunas palabras con las que su progenitor obsequiaba a su madre. A pesar de ello, Drew no tenía ni un solo recuerdo de su madre triste o enfadada. Su cara tenía siempre una expresión amable y tierna, aunque ciertamente triste. Sus amigos y conocidos la instaban

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a pedir el divorcio, a lo que ella se negaba con una sonrisa. Al fin y al cabo, sólo era una mala racha. Pronto pasaría.

A pesar de la buena voluntad de Rosaline LaRousse, la familia se iba al infierno sin remedio. Derek LaRousse bebía cada vez más, y Rosaline cada vez tenía peor salud. En medio de ese naufragio, Drew y Marian intentaron buscar refugio el uno en el otro, intentando, en el proceso, salvar también a su madre. Ambos, con el paso de las semanas y los meses, desarrollaron una especie de burbuja que los aislaba del desastre exterior, un lazo más fuerte que el de cualquier otra pareja de hermanos, hasta que fueron incapaces de vivir el uno sin en el otro. Finalmente, un día, Derek LaRousse llegó a su casa con una gran borrachera. Como era su costumbre, empezó a aullar cosas horribles a toda su familia. En ese momento, cuando Derek soltó una serie de improperios horrorosos a su hija Mayor, algo en el interior de Drew LaRousse estalló. Dio un empujón a su padre, mientras gritaba como un demonio, soltando todos los improperios que había aprendido de su propio Padre.

- ¡¡Déjala, Maldito!! ¡¡Estoy harto de que nos trates como Basura!! ¡¡No eres más que un..!! - El Chico comenzó a acercarse nuevamente al hombre, estaba furioso, no queria callar más, pero Derek no se lo hiba a permitir -

Su bravata se vio cortada por un tremendo bofetón de su padre. El niño de ocho años cayó al suelo, escupiendo un poco de sangre. El golpe le había partido el labio.

- Maldito mocoso desgraciado - Masculló el hombre, con la voz pastosa por el alcohol. Después, comenzó a patearle las costillas, mientras Drew se revolvía en el suelo, llorando de dolor y humillación -- ¡Basta Derek! - gritó Rosaline LaRousse - ¡Puedo aceptar que me grites y me humilles, pero ni se te ocurra ponerle la mano encima a mis hijos! - La mujer se interpuso entre su hijo y el hombre alcoholisado - Vuelves a Tocarlo y Hare que te arrepientas -

Derek soltó un escupitajo justo encima de su hijo menor.

- Estúpida zorra - Murmuró a su mujer, la cuál comenzó a alejarse de su esposo con terror en su mirada -

Con los ojos nublados, caminó hacia Rosaline tambaleándose y, de una bofetada, la estrelló contra la mesa. La mujer cayó al suelo con un gemido, la frente sangrándole por una brecha debido al golpe contra el mueble. Comenzó a burlarse de ella con arrogancia, a insultarla y desmerecerla, y ella solo escuchaba, no intentaba detener las agreciones tanto físicas como verbales de su esposo.Eso es algo que Drew jamás logró entender, Por que se dejaba maltratar por el Infeliz de su Padre de esa manera.Luego de creer que habia insultado y golpeado a Rosaline lo suficiente, la embistió contra la pared y la dejó caer. Por fin, Derek Tomó su saco y salió de la casa sin más, dejando a Drew y Marian llorando aterrados, mientras Rosaline parecía ausente. Tras varios minutos, la mujer se levantó, como ida y se fue a

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su cuarto. Salió cerca de un cuarto de hora después, con una sonrisa. No importaba lo que su Padre le Hiciera, ella siempre sonreia. Lo que Drew y Marian no sabían, es que esa, hiba a ser la última ves que observaran a su Madre sonreir.

La noche del Tres de Octubre, su Padre habia venido alcoholizado, como de costumbre.Se acerco a su esposa y comenzó a insultarla, y esta, no hacia más que escucharlo con la mirada gacha.Drew estaba cansado, no queria que ese desgraciado siguiera metiendose con su Madre, por lo que decidió encararlo, De nuevo. Grave error. El muchacho de cabellos verde se acerco al hombre con enojo contenido, y comenzo a insultarlo y golpearlo. Derek, víctima de la locura y del alcohol, golpeó a su hijo con violencia, y este calló de rodillas al suelo, al lado de Marian.

- ¡Dejalo en paz Derek, hasme a mi lo que quieras pero no los toques! - Gritó Rosaline, mientras le propinaba un feroz golpe a su esposo en una de sus mejillas -- Espera arriba Marian - Pidió Drew, mientras se ponia nuevamente de pie - ¡Vete! - Gritó, mientras veia como su hermana corria escaleras arriba -- No eres más que un problema mujer - Murmuro Derek, mientras golpeaba a su esposa y la metia en la cocina -- No le hagas nada - Suplicó Drew, mientras seguia a su padre de cerca -- Largo de aqui mocoso, o Tú también vas a terminar como ella - Murmuro, mientras aplastaba a su esposa contra la mesa -- ¡No me voy a ningún lado hasta que no sueltes a mamá! - Gritó Drew, con todas sus fuerzas -- ¡Obedece! - Girtó Derek, mientras le daba al pequeño un severo golpe, que lo dejó semi-inconciente -- Ya basta - Pidió Rosaline, mientras sollozaba sobre la mesa -- Me tienes cansado, no eres más que un estorbo - Murmuro el hombre, mientras tomaba una de las cuchillas de cocina que se hallaban a su alcance - Te voy a matar, asi nunca volveras a fastidiarme - - No voy a dejar que toques a mis hijos Derek - Murmuro la mujer, firme, mientras inteba contener las lágrimas -- No tendras que volver a preocuparte por eso - Murmuro el hombre. Luego, comenzó a clavar la cuchilla en el cuerpo de su mujer, una y otra ves, hasta que Rosaline se vió incapaz de seguir respirando -- Ma.. mamá -- ¿Marian? - Preguntó el hombre, mientras volteaba rápidamente. La chica de cabellos verde oscuro estaba trás la puerta. Habia observado absolutamente todo -- ¿Que le hiciste a mamá? - Preguntó la niña, mientras retrocedia unos pasos hacia atrás -- Querida.. - Murmuro el hombre, mientras se acercaba lentamente hacia su hija -- Alejate de mi.. - Murmuro la chica, mientras daba otro paso hacia atrás, pero tropezó, y calló de espaldas al suelo -- No puedo permitirme tener testigos Marian.. - Derek tomó a la aludida del brazo y comenzo a sacudirla con violencia, mientras la pequeña soltaba

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algunos gritos de dolor - Sabras perdonarme.. - Murmuro al oído de su hija, luego, clavó el puñal que tenia en la mano en el estómago de la pequeña niña, tantas veces como fueron necesarias. Hasta que Marian, su propia hija, cayó muerta a sus pies -- Ma.. Marian.. - Murmuro Drew, mientras que, tirado en el suelo y con un inmenso dolor, estiraba su mano hacia su única hermana, incapaz de alcanzarla. En ese momento, algo en su interior se quebró -

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El resto es historia. Drew se tambaleó hacia la cocina, tomó un cuchillo y mató a su padre de sorpresa, mientras este se regocijaba en la miseria de su Madre y su hermana. A pesar de tener la garganta cortada, Derek fue capaz de obsequiar a su hijo menor con unas últimas palabras. Algo que perseguiría en sueños al joven Drew durante toda su vida:

- Si hubieras hecho esto antes, Marian no habria muerto -

Después de eso, salió de su casa y se sentó en el umbral. Llovía. Drew fue encontrado por un hombre, que lo acogió junto a su hija, Shizuka. Este lo educó, convirtiéndolo finalmente en un joven de dieciocho años de gran cultura e inteligencia, con una eficacia fría y calculadora para el asesinato. Una máquina perfecta, que no dudaba ni emitía juicios. Hasta que una jodida mocosa tuvo que interferir.

CAPÍTULO 8: IRA

En el mismo momento en el que Drew puso un pie fuera del autobús, supo que algo no iba bien. O al menos, que las cosas no iban igual que cuando se había ido. Se paró en seco y movió la cabeza a ambos lados, como buscando algo. Definitivamente, algo no estaba igual que antes. Podía olerlo. Maldijo mentalmente aquel Lugar. Era un pueblo demasiado apartado. Incluso en la era de la comunicación, apenas llegaban noticias del mundo exterior. May le dio una ligera palmada en el hombro.

- Drew, estás en las nubes. ¿Se puede saber qué te pasa? – Preguntó, Mientras Pasaba su Maleta de Mano y Posaba la Que Tenia Libre Sobre la Cabeza del Chico -

Drew soltó un gruñido. Estúpida cría y su estúpida confianza. Y el más estúpido de todos era él mismo. ¿Se puede saber qué demonios le pasaba? ¿Cómo permitía que alguien como ella le cogiera tanta confianza? Ignorando las palabras de May, Drew revisó las caras de la muchedumbre. Todos los adultos tenía cara de preocupación. Además, no se veían niños solos por la calle, y la gente parecía ir en grupillos. Drew frunció el ceño. Padre no había sido capaz ¿no?. Haciendo caso omiso de May, Drew se dirigió al quiosco más cercano y compró el primer periódico que encontró. En la primera página, encontró lo que buscaba. Con una foto muy profesional y dramática, había un enorme titular: “LA OLEADA DE CRÍMENES EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD CONTINÚA”. La noticia seguía así: “La oleada de crímenes que asola las afueras de Ciudad

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Verde sigue imparable. Ayer fueron encontradas muertas dos personas más, por herida de bala. Con estas, ya son diez las víctimas en los últimos quince días. Las fuerzas de seguridad niegan la participación de bla, bla, bla…”. Drew dejó escapar una sonrisa extraña. Padre lo había hecho. Y todo para matar a Shizuka. Había convertido la ciudad en un campo de batalla. Se mordió el labio. Si eso era así, no era prudente que se quedara demasiado tiempo en la calle. Volvió con May, quién comenzó a echarle la bronca sobre salir corriendo y abandonar a una Mujer o algo así, Puras Estúpideces para el asesino.

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Shizuka, por su parte, alucinaba en colores. Todavía. Veinte días antes, exactamente, Padre había ordenado eliminarle. A ella, y todo el que tuviera relación con ella. No tenía sentido. Sólo tenía que decir que Mitsune no sería su sucesor, y no habría problemas. Toda la organización sabía que la palabra de Padre era absoluta. Si hubiera muerto sin nombrar un sucesor, una guerra por el poder tendría sentido. Pero, ¿una guerra por el poder cuando aún podía elegir un sucesor? Eso era estúpido. Padre tenía que tener un buen motivo para organizar todo este follón y le usaba a ella como excusa para montarlo.

Su situación actual era, básicamente, una porqueria. Hacía una semana que no salía de su casa, durmiendo con una pistola bajo la almohada. El hecho de que todos aquellos a los que consideraba amigos estuvieran igual no le consolaba un carajo. Maldiciendo entre dientes, se dirigió a la nevera, sólo para descubrir que sólo contenía un cartón de leche casi vacío y restos de comido de hacía una semana. "No es Posible" pensó Mitsune. Definitivamente, estaba en una mala racha. Con un suspiro, fue al armario y se puso una Camisa. Heartnett le había dicho que no era prudente salir a la calle, pero si no compraba comida, se moriría de hambre. Además, estaba harta de estar encerrada en casa. Un poco de aire le sentaría bien. Nada más abrió la puerta, supo que había cometido un error. Ante ella, un hombre de unos cincuenta años le apuntaba con un arma. Era un hombre corpulento, con bigote. Lo que más llamaba la atención, era un parche que cubría su ojo izquierdo. Por la mente de Shizuka pasaron dos palabras: una fue “¡Ira!” y la otra no puedo ponerla porqué según las leyes americanas, tendría que censurarla. Saltó hacia atrás, entrando en la casa de nuevo, mientras giraba sobre si misma en el proceso. El ruido de una detonación, amortizada por el silenciador, se oyó en el recibidor.

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May suspiró. Drew hacia cerca de media hora que se había encerrado en su cuarto. May se preguntó qué estaba haciendo. Desde que había llegado a la ciudad estaba muy extraño. No paraba de mirar a lado y lado de la calle, como esperando algo, y no separaba la mano del interior de su chaqueta (dónde la Castaña sabía positivamente que tenía una pistola). La puerta de la habitación de Drew se abrió de golpe, mostrando al peliverde cargado con la misma bolsa con la que había aparecido varios meses antes.

-¿Drew? –murmuró la chica. El joven asesino la miró -

- Me marcho - Dijo, Sin Más -

May le miró, sin comprender. Drew levantó una ceja.

- Ha sido divertido. Pero estas cosas acaban. Me marcho - Murmuro el Peliverde Nuevamente, Solo por si la Joven Frente a El no lo Habia Entendido a la Primera Ves -

- ¿De qué hablas? ¿Dónde vas? - Preguntó la Castaña. Parecia no Gustarle en Nada la Idea -

- Ya te lo he dicho – Respondió Drew - Me marcho. Ya está. Podrás volver a tu vida normal, si quieres. Olvida todo lo relacionado conmigo y todo lo que ha pasado estos meses - Contestó, Mientras acomodaba su bolsa al Hombro -

- Pero.. - La Joven Fue Interrumpida por el asesino -

- Nada de pero.. - La cortó Drew con expresión inescrutable. El estampido resonó por toda la casa. Drew tenía la cabeza ladeada, y su mejilla empezaba a enrojecerse. Se llevo la mano a la mejilla, perplejo - ¿Me has dado una..? – Su pregunta retórica fue cortada por un nuevo golpe -

- ¡¡Eres un imbécil!! – Le gritó May. Tenía la cara enrojecida, y miraba al Peliverde con los ojos brillantes -

- ¿Perdón? - Preguntó el Muchacho, Mientras posaba una Mano en la Mejilla Golpeada -

- ¡¡Digo que eres un imbécil!! – Siguió chillando la chica - ¡¡Deja de poner esa actitud arrogante!! - Gritó, Intentando Contener las Lágrimas -

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Shizuka Mitsune se arrastro hacia atrás como pudo, intentando detener la hemorragia que le manaba de un costado. Gracias a su rápida reacción, logró evitar que el disparo le alcanzara un punto vital, pero la herida seguía allí, al igual que el hombre que se la había causado. Ira le miró un momento, interesado.

- Tienes buenos reflejos. Muy buenos – Dijo. Su Voz era Extraña, Daba asco - Pero te falta inteligencia. No deberías haber salido de casa, y lo sabes - Murmuro, Mientras Sonreia de Manera Enferma -

Mitsune se mordió el labio. Ese viejo tenía razón, aunque ella nunca lo admitiría. Heartnett le pegaría una buena bronca. Si salía viva de esta, claro. Apoyándose en el mueble que tenía más cerca, Shizuka se puso de pie con dificultad. Respirando pesadamente y ahogando gemidos de dolor, mientras su herida seguía sangrando, encaró al ojo frío de Ira con los ojos nublados de sufrimiento. Ira le dirigió una mueca amable y simpática.

- Bastante impresionante – Dijo. Shizuka le mostró una sonrisita de superioridad -

- No pienso morir tirado en el suelo como una maldita perra - Murmuro, Mientras se Tocaba levemente le Costado Herido -

Ira asintió, admirado, y se acercó lentamente a Shizuka, poniéndole la pistola en la frente.

- ¿Últimas palabras? – Preguntó, Mientras esa Sonrisa Insufrible Volvia a aparecer en su Macabro Rostro -

- Sí – Dijo Mitsune, con la misma sonrisa de superioridad - No soy el único idiota aquí. Deberías vigilar un poco más a tus presas, Ira. Creo que estás viejo para este trabajo -

Dicho esto, en el tiempo de un parpadeo, Shizuka hizo un movimiento, clavando en el brazo de Ira el abrecartas que había cogido de encima del mueble en el que se había apoyado para ponerse de pie, y que había mantenido oculto bajo la manga. Ira soltó un grito de dolor y sorpresa, soltando la pistola. Shizuka, ignorando el dolor atroz que le sacudió el costado, desclavó el abrecartas y, en un movimiento veloz que le envió una nueva descarga eléctrica de dolor, lo clavó en el cuello del otro hombre con fuerza. Ira abrió mucho la boca. Shizuka sacó el abrecartas, de modo que la sangre de Ira salió a chorro de la herida del cuello. El asesino se desplomó en el suelo, convulsionándose. Mientras, Shizuka se tambaleó como pudo hasta el teléfono, y marcó el número de emergencias. No logró articular palabra, pero esperaba que enviaran una ambulancia a tiempo. A tiempo para ella, claro. Ira ya estaba muerto. Apretando con fuerza la herida, Shizuka se deslizó por la pared hasta el suelo. Mientras su vista se nublaba, le pareció oír sonidos de sirenas. Claro

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que quizás era una alucinación al borde de la muerte. Shizuka soltó una risita. De modo que era mentira. No veía ningún maldito túnel con una luz al final.

CAPÍTULO 9: SENTIMIENTOS

- ¡¡Deja de poner esa actitud tan arrogante!! - Espetó May, mientras apretaba los puños con fuerza - ¡¡Te portas como un maldito imbécil!! -

Drew se sujetaba ambas mejillas, que empezaban a ponerse coloradas.

- ¡¿Se puede saber qué mierda te pasa?! - Estalló el joven asesino. ¿Como se atrevia esa mocosa a siquiera ponerle una dedo ensima? - ¡¿A qué viene eso?! -

May intentó darle otra bofetada, pero esta vez Drew bloqueó su brazo sin problemas.

- Para ya.. - Dijo Drew, con voz calmada. Eso pareció hacer enfurecer aún más a la airada May -- ¡¡Deja de decirme lo que tengo que hacer!! - Bramó la castaña, mientras se limpiaba algunas lágrimas que habian osado comenzar a recorrer sus mejillas - ¡¡Estoy harta de que siempre tomes todas la decisiones por mí!! ¡¡Sé decidir por mi misma!! -

Drew notaba como la sangre le hervía. En verdad que esa chica era exasperante.

- ¡¿Acaso eres idiota?! - Chilló a su vez, mientras se agarraba la cabeza unos segundos intentando tranquilizarse - ¡¡Es lo mejor para Tí!! -- ¡¡Tú eres el idiota!! - Le contestó May, mientras levantaba las manos en señal de exasperación - ¡¡No entiendes nada!! -

Finalmente, agotada su paciencia del todo, Drew tomó a May por los hombros y la inmobilizó contra la pared del pasillo.

- Tú eres la que no entiende nada, estúpida mocosa - Dijo, casi en un susurro - No entendías antes, y sigues sin entenderlo -- ¿Drew? - Le llamó May. Ya no parecía enfadada, sino curiosa. Le extrañó en sobremanera el brillo en los ojos de aquel hombre que había puesto su vida patas arriba. Cálido. Vivo. Humano. Pudo apreciar sin problemas que aquella era la primera vez que Drew LaRousse parecía de verdad una persona -- No pienso perderte. No de nuevo. - Susurró el asesino. May arqueó las cejas extrañada. ¿De que estaba hablando?. Tenia que admitir que el chico tenia parte de la razón. Dificilmente lograba decifrar de que hablaba. Siempre tenia la maldita necesidad de que el joven frente a ella le explicara absolutamente todo -- ¿De qué hablas? - Tanteó a preguntar la castaña, temerosa -

Drew arqueó la boca, en una sonrisa de sarcástica superioridad.

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- ¿Ves como no entiendes nada? - Dijo, vacilón. Esa actitud le chocaba a May terriblemente -- Bueno, si me explicaras algo, quizás lo entendería – Replicó May, desafiante. Drew suspiró, cansado -- ¿Recuerdas la noche en que nos conocimos? - Preguntó mientras revoleaba levemente los ojos. May tuvo un escalofrío. Demonios, aún tenía pesadillas recordando ese día - - Creo que no lo olvidaré fácilmente - Contesto, mientras observaba al joven con una mezcla de reproche y sarcásmo -

Drew asintió.

- Bien. Quiero que pienses en ese día - Dijo, para luego respirar profundamente y añadir - Ahora, mírame. Hora del examen, May. ¿Qué ha cambiado? -

La chica le miró a la cara, y sonrió. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que había cambiado. Si no lo hubiera sabido de antes, habría jurado que, a pesar de tener la misma cara, eran dos personas diferentes. Y eso le gustaba. Ya hacía semanas que había dejado de engañarse. Le gustaba Drew. Mucho. Odiaba verlo sufrir, y hubiera dado cualquier cosa por saber qué le atormentaba por las noches, cuando los gemidos lastimeros que soltaba inconscientemente en sueños llegaban a sus oídos. Y, sobretodo, hubiera dado el mundo por saber quien era Marian, fantasma que parecía aparecérsele continuamente, pero cuyo nombre era el único que Drew pronunciaba con cierto tono de cariño. May, por supuesto, sabía que aquello estaba mal. El día que conoció a Drew, éste había matado a una persona. Más adelante, cuando ya había ocupado su casa, asesinó a otra. Más tarde, le dio tal paliza a Brendan que casi lo mata. Sabía que no debía sentir esas cosas por Drew. Era un asesino, que sólo Dios sabía a cuánta gente había matado con el paso de los años. Pero al mismo tiempo, era aquel hombre que decidió dejarla con vida, sabiendo que eso pondría en peligro su propia vida. También era el hombre que había evitado que Brendan la violara. Y, ahora, ese hombre estaba de pie frente a ella, atrapándola contra la pared con un agarre firme pero, a la vez, exento de toda violencia o agresividad, mirándola con esos ojos que, con el paso de los meses, se habían vuelto más humanos a cada día que pasaba. Y May supo que no tenía ni el valor ni la voluntad para enfrentarse a ese hombre, que la miraba como si se tratara de un bote salvavidas del que no estaba dispuesto a bajar.

- No puedo quedarme, May - Dijo Drew en voz queda. El echo parecia dolerle - Ahora mismo, la mitad de los asesinos de esta ciudad me está buscando. No puedo garantizar que pueda seguir protegiéndote. No quiero que te pase nada. No quiero perderte. No puedo perderte. Estaba muerto, May. Yo estaba muerto. He estado muerto durante ocho años. Tú me has devuelto la vida. Me has enseñado a sentir. Por eso, si te pasa algo.. -

May no pudo evitarlo. Con un sonrojo bestial, dejó escapar la risita más estúpida de toda su vida. Evidentemente, se odió por ello nada más hacerlo. Era humillante.

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- No le veo la gracia, la verdad - Dijo Drew, escueto. May enrojeció aun más, si es que eso era posible -- No es eso - Dijo, mientras intentaba, en vano, ocultar su rostro - Es que se me hace raro que precisamente Tú, de toda la gente, diga algo como eso. Suena como una confesión -

Aquellos ojos Verdes la atravesaron sin piedad.

- ¿Y si lo fuera? – Preguntó Drew -

Sin darse cuenta, Drew LaRousse atravesó la invisible barrera de la paciencia que la muchacha tenía. Esa pregunta repelente fue más de lo que pudo soportar y, con una velocidad que sorprendió incluso a Drew, se libró de su agarre y atrapó los labios del chico con los suyos. El joven asesino abrió mucho los ojos, mientras su cerebro lanzaba órdenes contradictorias, que su cuerpo no queria cumplir. Finalmente, cerró lentamente los ojos, atrapó la cintura de May entre sus brazos, y decidió disfrutar de aquella sensación cálida y húmeda, aunque agradable. Tras un tiempo que no fue capaz de calcular, May se separó de él, aunque permaneció a pocos centímetros, ambas frentes tocándose. La chica miraba al suelo, con la cara de un color rojo intenso.

- ¿Ha sido tu primer beso? - Preguntó la joven, mientras intentaba ocultar su sonrojo. Drew se sintió extrañamente avergonzado. Dios santo. A cada segundo que pasaba, menos se reconocía a si mismo. ¿Qué demonios le había hecho esa mocosa? Sus ojos se movieron solos, hasta posarse en aquellos labios que había besado. Maldita sea. Maldita sea mil millones de veces. Dominado por un impulso que fue incapaz de controlar, se abalanzó de nuevo sobre aquellos labios que parecían tan endemoniadamente apetitosos. May reaccionó con sorpresa al principio, pero no tardó en corresponderle. Tras lo que pareció una eternidad, se separaron de nuevo. May le miraba a los ojos, con la respiración entrecortada.

- Eres un maldito asesino.. - Susurró la Joven. Drew la besó de nuevo -- Sí - Contestó, mientras lentamente soltaba a May para luego levantarla en sus brazos -- Eres un maldito delincuente sin ningún tipo de moral - Insistió la chica, mientras abrazaba a Drew y este la llevaba hasta su dormitorio -- Es cierto - Concedió Drew, sin dejar de besarla -- Apareciste sin pedir permiso y destrozaste mi vida - Continuó May, el chico esbosó una sonrisa socorrona por aquel comentario -- También soy culpable de eso - Contestó Drew, mientras abría la puerta del cuarto de una patada. Dejó caer a May sobre la cama y se colocó sobre ella, sosteniéndose con los brazos, que mantenía a los lados de la cabeza de la chica. Al verla allí tumbada, Con los labios rojizos, mirándole sonrojada; no pudo evitar un escalofrío -

May soltó una risotada, que hiso que Drew abriera los ojos de par en par. Con un hábil movimiento, se dejó caer al lado de la chica.

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- ¿¡Que demonios hiciste conmigo!? - Pregunto el joven, mientras que con las manos se tapaba la cara. La joven no pudo evitar reir unos momentos -- Realmente te causa gracia mi situación - Murmuro el chico, mientras la observaba de costado, con reproche -- No es eso - Contesto la chica, parecia un dejavú - Acabas de demostrarme que realmente tienes sentir humano, que confias en mi.. Estoy feliz - Murmuro la joven, Drew arqueó una ceja - ¿Que sucede? -- Tu ganas - Murmuro el chico, con un evidente sonrojo -- ¿Eh? -- Tu ganas May Balance - Murmuro, mientras suspiraba para quitar ese molesto color rosado de sus mejillas - Voy a quedarme –

CAPÍTULO 10: AVARICIA

Cuando Drew LaRousse despertó, su primer pensamiento fue: “Joder..”. Se Incorporó. Solo recordaba haber discutido fuertemente con May para exactamente 20 minutos después terminar a los besos con ella. ¿Que le habia pesado? ¿No era el un asesino sin sentir alguno?. Un suave suspiro a su lado lo sacó de sus pensamientos. May estaba durmiendo a su lado, vestida con la misma ropa que los habia visto pelear ayer.

- Repito ¿Que demonios hiciste conmigo? - Murmuro a la adormilada Castaña. Su pequeño y delirante diálogo fue cortado por el sonido de su teléfono móvil, indicando que había recibido un mensaje. Se puso de pie y comenzó a revisar los bolsillos de sus pantalones. Nada. ¿Donde demonios habia dejado su celular?. Caminó hacia la chaqueta de cuero que se encontraba colgada en el armario de May. Encontró el móvil en el bolsillo derecho de la oscura prenda -

“Anoche atacaron a Shizuka. Aún viva. Hospital XXX”

Drew chasqueó la lengua, suponiendo que el mensaje era de Heartnett. Estúpida Shizuka. Mira que estaba sobre aviso. Drew salió del cuarto, para ver la bolsa con sus pertenencias aun en el pasillo. Y descubrió que ya no tenía ninguna maldita gana de irse.

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Padre hablaba por teléfono y, a cada segundo que pasaba, peor cara ponía.

- ¿Estas seguro? - preguntó -

- Seguro, Padre. Y si me permite mi opinión, Drew es bastante bueno - Contestó la voz al otro lado del celular -

- No me importa tu maldita opinión. No pienso dejar que un plan de diecinueve años se vaya a la mierda por culpa de una mocosa. En cuanto Drew salga por la puerta ¡Mátala! - Ordeno Padre. Esta realmente molesto. Odiaba que las

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cosas no salieran como queria -

- ¿Puedo divertirme antes un rato con ella? - Preguntó socorrona la persona con la que Padre hablaba -

- Haz lo que te plazca - Dijo Padre, antes de colgar bruscamente -

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- May, voy a salir un momento - Dijo Drew, Mientras se ponia la chaqueta de cuero al hombro - Volveré en nada -

May murmuró algo como: “Mmm”. Drew suspiró. No conseguiría despertarla ni con un cañonazo. Decidió irse, aunque May le echara luego la bronca por “Salir sin habisar”. Ja. Drew chasqueó la lengua, resignado. Comprobó si lo llevaba todo. Móvil, cartera, llaves, pistola.. Si. Lo llevaba todo. Salió por la puerta tranquilamente.

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Cuando Drew salió del edifício, el hombre que les había estado observando salió de entre las sombras. El pelo corto y puntiagudo y el tatuaje en su brazo le hacían parecer alguien intimidante. Tenía órdenes de eliminar a May, por el bien del Plan. Pero a él, el Plan le daba lo mismo. Antes de matarla, haría suya a esa muchacha. Después, él mismo se encargaría de Drew, y Padre tendría que darle el control sobre la Organización. Ese sería el inicio de su propio imperio. Porqué él no se conformaría con eso. Ni hablar. Su ambición iba mucho más allá. El lo quería todo. Cualquier cosa en este mundo debía pertenecerle a él. Porqué él era así. Pura Avaricia.

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Cuando Drew llegó al hospital, preguntó por la habitación de Shizuka. Tras seguir las indicaciones de la enfermera, llegó al cuarto y abrió la puerta. Supo que algo no iba bien en el momento de ver las caras de sorpresa de Shizuka y Heartnett. Como si no le esperaran allí.

- ¿Qué haces aquí, Drew? - Preguntó Shizuka. Drew señaló al Muchacho que la

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acompañaba con un pulgar -

- El me envió un mensaje - Contestó. Shizuka miró interrogativamente a su mano derecha, que negó con la cabeza. Y la verdad le golpeó como un mazo. Drew LaRousse jamás había perdido los nervios, bajo ninguna circunstancia. Fue por eso que, cuando el chico soltó una blasfemia que de seguro le condenaría al infierno y salió corriendo pasillo abajo, Shizuka no pudo sino sorprenderse en sobremanera.

- Oye - Dijo Shizuka a Heartnett - Drew ha estado aquí, ¿no? -

- Eso creo - Contestó su compañero igual o aún más confundido que ella -

- Vale. Sólo quería asegurarme de que no estaba Loca -

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May despertó notando un peso sobre ella.

- Drew - Murmuro adormilada - Quitate que estas pesado -

- No soy Drew, preciosa. Pero puedes llamarme así si te hace feliz - Contestó una voz, más grave que la de LaRousse. May abrió los ojos, para ver a un desconocido de malas pintas tumbado sobre ella.

- Hola preciosa - Saludó el degenerado que se habia colado a su cuarto -

May chilló con fuerza, dándole al hombre una patada bestial en la entrepierna. Avaricia soltó un gruñido ahogado, y May aprovechó para salir de debajo de él, acurrucándose en un rincón. Avaricia bajó de la cama, con una mueca dolorida, y sacó un cuchillo de un palmo de largo de una funda en los riñones. Se lo mostró a May.

- Hacen menos ruido que las pistolas, y van de sobra para presas como Tú - Dijo con una sonrisa, acercándose a la chica - ¿No me dejarás jugar contigo un poco? Haría que vivieras más. ¿Qué me dices? -

- ¡¡No Quiero Nada Con alguien Como Tú, Bastardo!! - Le espetó May. Avaricia levantó una ceja y la cogió de un brazo -

- Pues es un desperdicio - Comentó Mientras alzaba el arma -

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Drew corría como un maníaco por las calles de la Ciudad. Dudaba que nunca hubiera corrido tan deprisa. Torció una esquina y vio el edificio de dónde había salido unas horas antes. Entró como una exhalación, subiendo los escalones de cuatro en cuatro y llegó al piso. Dio una patada a la puerta con tanta fuerza que la arranco de cuajo de las bisagras, mientras empuñaba la pistola. Atravesó el piso en pocos segundos, haciendo caer muebles y destrozó también la puerta de la habitación de May, levantando la pistola con ambas manos. Cuando enfocó los ojos, descubrió su peor pesadilla: May a manos de un psicópata desquiciado. Avaricia había colocado a May de escudo humano, poniéndole el cuchillo al cuello.

- Suéltala Desgraciado - Escupió entre dientes -

- Ni hablar - Dijo Avaricia con una sonrisa - Es mi pasaporte para salir de esta con vida - Murmuro. Tenia razón. Drew no le pondria a May un dedo ensima, aunque eso signifique dejar a Avarica escapar -

Drew bufó, molesto. Fulminó a May con la mirada.

- ¿Y se puede saber qué demonios pasa contigo? - Espetó Furioso - ¿Qué eres, un maldito imán para violadores en potencia? ¡Te doy la espalda cinco minutos y acabas así! -

- ¡Bueno, perdón! - Le gritó May a su vez - ¡No es como si lo hiciera a conciencia! -

- ¡Pues lo parece! - Rebatió el peliverde -

- ¡Callense los dos! - Intervino Avaricia - Drew, tira esa pistola -

- Si Como no - Pronunció sarcástico -

- Me cargaré a la chica - Amenazó el pelinegro - Lo sabes, ¿verdad? -

- Adelante, hazlo. En cuanto la mates, dejarás de tener escudo – Dijo Drew - Además, ¿qué me impide coserla a ella a tiros, y luego a ti? -

- Nada, supongo - Concedió Avaricia - Hazlo -

Drew escupió al suelo, molesto. Tampoco era que esperara que un farol así funcionara. Cerró los ojos y respiró profundamente.

- May - Dijo, abriendo solo un ojo. Movía cuidadosamente la pistola, sólo un ojo abierto, cada uno de los músculos de su cuerpo en completa tensión - ¿Confías en mi? -

La chica se mantuvo inmóvil unos segundos, antes de asentir de manera casi

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imperceptible. Drew LaRousse inspiró aire con fuerza y lo expulsó lentamente. Luego, una sola detonación retumbó por todo el edificio.

CAPÍTULO 11: POR QUIÉN SUENAN LAS CAMPANAS

Avaricia se desplomó hacia atrás, mientras la vida se le escapaba por un agujero de bala entre los ojos. May abrió los ojos, que había cerrado cuando oyó la detonación, y se apartó con un chillido del cadáver. Drew, por su parte, se guardó la pistola, con el cañón aun caliente, y miró con desprecio al hombre tirado en el suelo.

- Estúpido infeliz - Escupió al suelo completamente irritado - No eres capaz ni siquiera de esconderte bien detrás de un rehén -

Para ser justos con avaricia, debo decir que las posibilidades de que ese tiro fuera bien era de una entre un millón: Drew apuntó, y disparó justo tres dedos a la derecha de la cabeza de May, dando al sicario justo entre los ojos. Un tiro imposible. A no ser, claro, que el que disparara fuera Drew LaRousse. En tal caso, el tiro no solo era posible, sino incluso sencillo. Drew se mordió los labios, mientras May corrió hacia él, abrazándole. Maldita sea. Mierda. Mierda. Mierda mierda mierda mierda mierda. Y más mierda. Drew estaba furioso, frustrado e impotente. Y eso era malo para el resto del mundo.

- May - Dijo, con falsa calma. Era obvio que habia perdido los estribos en aquella absurda situación - Tenemos que ir a un sitio -

May asintió, para luego mirar el cuerpo del hombre muerto que había en el suelo. Con un escalofrío, salió del cuarto rumbo al baño.

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- Drew, no corras tanto, maldita sea - Se quejó May. Saliendo del edificio, Drew había empezado a andar cada vez más deprisa, algo que denotaba la impaciencia que tenía por llegar a dónde fuera que quería ir. Al oír la queja de May, bajó el ritmo, soltando un suspiro. Definitivamente, no parecía él mismo, dejándose llevar por algo como el nerviosismo. Cogió aire lentamente y lo expulsó. Cálmate, se dijo. Cálmate.

- ¿Dónde vamos? - Preguntó la castaña mientras veia curiosa el perfíl del peliverde -- Al hospital - Respondió Drew sin aflojar el paso - Un conocido mío está allí -

May supo que había algo más, pero, como de costumbre, prefirió no preguntar. Mientras, Drew cavilaba sobre lo que iba a hacer. No es que tuviera dudas, o que creyera que era imposible (que lo era), sino que repasaba todos los puntos, pensando estrategias que podría utilizar. Así, cada uno con sus propios pensamientos, hicieron el camino hasta el hospital. Al llegar, Drew guió a May hasta la habitación de Shizuka, dónde esta les recibió con una sonrisa socarrona.

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- Mira a quien tenemos aquí. Parece que cuando saliste corriendo tenías un buen motivo, Drew - Dijo Shizuka, señalando a May con la cabeza - Así que esta es la señorita Balance. Debo decir que me sorprendió mucho averiguar que Drew te perdonó la vida, y te ha estado protegiendo durante este tiempo.. - La pelinegra le sonrió a la chica - Soy Shizuka. Mi familia fue quién se oscupó de gran parte de la educación de Drew. Supongo que te ha hablado mucho de mí -

May hizo una mueca. Estúpido Drew.

- Lo cierto es que esta es la primera vez que oigo su nombre, señorita Shizuka - Contestó May intentando ser amable -

Shizuka soltó una carcajada.

- Por supuesto. Drew no es muy dado a hablar de su vida, ¿me equivoco? - Preguntó a la castaña, sabiendo por demás la respuesta -

May negó con la cabeza.

- Suficiente - Dijo Drew - No he venido aquí para esto. Shizuka, ¿podemos hablar un momento a solas? -

Como convocado por arte de mágia, Heartnett abrió en ese momento la puerta y, con mucha cortesía y palabras amables, sacó a May afuera con Él. Los dos jovenes se quedaron solos. Antes de que Drew abriera la boca, Shizuka habló por él.

- Es una locura. No saldrás de esta con vida. - Murmuro la muchacha. Drew arqueó una ceja -- No me interesa tu opinión en el asunto - Respondió Drew, irritado - Sólo he venido a pedirte un favor. Eres la única de la que puedo fiarme -

Shizuka suspiró.

- Dispara -- Es simple - Dijo Drew, con la seriedad que lo caracterizaba - Quiero que durante esta noche, tengas a May vigilada. Y si me pasara algo, encárgate de que no le hagan nada -

Shizuka suspiró de nuevo, agachando la cabeza.

- Está bien - Luego, la muchacha de cabellos negros desvió la mirada hacia la ventana - ¿Sabes, Drew? En cierto modo, estoy celosa de esa chica. En pocos meses ha conseguido lo que yo no logré en ocho años. Es frustrante -

Drew no dijo nada, invitando a Shizuka a continuar. Pero la muchacha siguió en silencio. Tras unos momentos, Drew miró también por la ventana.

- Empieza a atardecer - Dijo el muchacho de cabellos de verdes - Voy a

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prepararme -

Tras decir eso, el chico se dirigió hacia la puerta.

- Oye, Drew - Le llamó Shizuka. Drew se giró, levantando una ceja. Era la primera vez en toda su vida que Shizuka le llamaba así. Con cierta dulzura en su voz - Ten cuidado, ¿si? -

Drew hizo un gesto vago con la mano, antes de cruzar la puerta. Sonrió levemente. Shizuka nunca hiba a saber cuanto él le apreciaba. Cuando salió se cruzó con May y Heartnett, que parecían estar esperando a que él saliera. Drew le dedicó una sonrisa a la chica.

- Tengo un par de asuntos que atender, May - Dijo sin escrúpulos - Quédate con ellos un rato, por favor -

May asintió.

- No hagas ningúna locura - Dijo la chica, notoriamente preocupada -- Es un poco tarde para eso - Dijo Drew, mientras sonreia de lado - Desde el día que nos conocimos, sólo he hecho una locura detrás de otra -

Dicho esto, el joven asesino desapareció pasillo abajo. May suspiró, entrando en la habitación de Shizuka, para encontrársela pensativa, mirando por la ventana.

- Dime, May - Dijo de pronto, sin apartar la vista de la ventana - ¿Quieres a Drew?

La chica se sonrojó, apartando la mirada al suelo. Aun así, le sorprendió en sobremanera la frialdad con la que Shizuka dijo sus siguientes palabras.

- Contesta a la pregunta -

May se estremeció y, sin despegar la vista del suelo, asintió levemente.

- ¿Me prometes que no le harás daño? ¿Qué, te diga lo que te diga, no le abandonarás a su suerte? - Insistió Shizuka -

May levantó la vista, extrañada. Cuando vio la cara de Shizuka, supo que hablaba totalmente en serio. Asintió de nuevo. Shizuka sonrió, satisfecha.

- Bien. Es lo que quería oír. Por favor, no le digas a Drew que te he contado esto. Él tiene el derecho a hacerlo, cuando esté preparado -

May no dijo nada, atenta a las palabras de Shizuka. Finalmente, la mujer sonrió.

- Voy a contarte una historia - Dijo - La historia de un niño y su familia. No es una historia divertida, ni agradable, y creo que me ahorrare los detalles, pero

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es para hacerte a la idea -

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Drew anduvo sin prisas hasta su antiguo piso, aquel en el que vivía antes de acosar a May. Sonrió. Había hecho bien en no venderlo ni alquilarlo. Subió las escaleras tranquilamente, y entró en la casa tras buscar las llaves durante un rato. Cuando entró, el olor a cerrado le dio la bienvenida, pero aparte de eso, el piso seguía intacto. Atravesó el piso, con paso seguro y firme, hasta ponerse en frente de un armario metálico con candado. Tras rebuscar en su llavero, cogió una pequeña llave y abrió el armario. Si alguien que no fuera él hubiera abierto el armario, hubiera huido despavorido del piso, pero Drew se limitó a revisar el enorme arsenal que tenía allí guardado: pistolas, escopetas, fusiles y chalecos colgaban frente a él, un bosque metálico perfectamente ordenado. Tras varios minutos de minuciosa observación, Drew descolgó dos pistolas, con sus respectivos silenciadores y dos cargadores extra para cada una. Después, descolgó un cuchillo militar de casi un palmo de hoja. Se colocó una pistola debajo del sobaco y otra en los riñones, mientras se colgaba el cuchillo en una funda especial en el hombro. Se cambió la ropa, por unos pantalones y una camiseta totalmente negras, y cubrió su cabello Verde con un gorro de lana. Luego, se colocó la chaqueta encima, cubriendo las armas. Tras esto, se sentó en un sillón, a esperar pacientemente a que se hiciera de noche. Con el lento paso de los minutos, el sol empezó a esconderse, sumiendo el piso lentamente en la oscuridad, pero Drew no encendió las luces. Cuando todo estuvo a oscuras, el joven asesino se levantó. Era hora de terminar con aquello. Lo de Avaricia había sido la gota que había colmado el vaso. Ese iba a ser su último trabajo. Tras esto, sólo le esperaba la paz o la muerte. O ambas. De algo estaba seguro, pensó, mientras cerraba la puerta de aquel piso para siempre. Aquella noche iba a ser recordada durante décadas en el mundo del hampa.

CAPÍTULO 12: SÓLO PUEDE QUEDAR UNO

Drew levantó la vista, mirado el cielo. Era una noche perfecta para lo que iba a hacer. El tiempo amenazaba lluvia, y tanto la luna como las estrellas se encontraban ocultas detrás de las nubes, mientras Drew continuaba su camino, un camino que podría recorrer con los ojos cerrados, por haberlo hecho mil y una veces anteriormente, cuando aún no tenía sentimientos. O quizás los tenía, pero estaban ocultos. Drew sonrió. En otros tiempos, ni siquiera se lo hubiera preguntado. Andando por las calles oscuras, iluminadas pobremente por las farolas, Drew acabó por llegar a su destino: el edifico principal de la agencia de asesinos. El centro neurálgico de la organización, allí dónde Padre había establecido su residencia, y un edificio mejor vigilado que la casa del presidente. Vigilando la puerta, fumando, había dos hombres, que ni siquiera repararon en Drew hasta que éste llegó dónde las luces del edificio iluminaban el paseo. Los dos hombres se giraron en cuanto le vieron, pero antes de poder ni siquiera abrir la boca, dos disparos, amortiguados por el silenciador, les arrebataron la vida. Drew pasó al lado de los matones, sin dignarse a dedicarles una simple mirada. Por supuesto, aquello no era necesario. Con sólo

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identificarse como Drew LaRousse y decir que quería hablar con Padre, esos dos hombres le hubieran dejado entrar (después de chequearlo, por supuesto). Pero eso hubiera tirado por la borda todo el objetivo de la operación. Pues Drew LaRousse había venido con una única intención. Borrar aquella agencia de asesinos del mapa. Y para eso, él tenía que ser la última persona con vida en ese edificio. Muertos los guardias, Drew corrió por la planta baja hasta encerrarse en un baño. Afortunadamente, nadie lo había visto. Aún. En el baño, se quitó la chaqueta y la tiró a una papelera. Le molestó mucho. Le encantaba esa chaqueta. Pero para una misión de ese tipo, lo mejor era ir sin prendas holgadas que dificultaran el movimiento rápido y sigiloso. Una vez lo hubo hecho, se sentó en una taza, y empezó a repasar lo que sabía: por la noche, y estando en estado de guerra, habría allí todos los hombres de la agencia fieles a Padre. Afortunadamente, sólo la mitad estarían despiertos. No era algo muy honorable degollar a hombres durmiendo, pero, joder, era mucho más fácil. Contando despiertos y dormidos, habría allí cerca de cincuenta personas, más los pecados de Padre que aun quedaran con vida, que era, si no le fallaban las cuentas Envidia, Pereza, Lujuria y Gula. A Avariacia lo había matado él, Shizuka había matado a Ira, y Orgullo había sido apresado unos días antes tras un trabajo, para aparecer “misteriosamente” ahorcado en su celda, con una cuerda que nadie sabía de dónde había sacado. Drew se puso unos guantes negros que llevaba en el bolsillo, por aquello de no dejar huellas, y salió del cubículo. Según su propia experiencia, en la planta baja no habría nadie, a excepción de los dos guardias a los que ya había despachado. Así pues, salió del baño, pistola en mano, y corrió hacia una pared concreta, la única en la planta baja que tenía conducto de ventilación. Era hora de empezar a causar un poco de pánico.

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Padre levantó una copa de buen vino, dando un pequeño sorbo. Era la hora del último examen de su experimento. Lo cierto era que las cosas se habían precipitado un poco, por culpa de esa chiquilla, May. No esperaba tener que hacer este tipo de prueba tan pronto y, por supuesto, no le gustaba la idea de que su propia vida estuviera en juego. Pero, al fin, el plan de casi veinte años había madurado del todo. Había valido la pena la espera. Drew no lo conseguiría, pero dudaba mucho que muriera. Le capturarían y le reeducarían. Ya tenía él maneras de hacer que el joven LaRousse se olvidara de esa mocosa. Lo importante era lo que habían conseguido. Con su edad, y ese cáncer comiéndole los pulmones, no viviría lo suficiente para empezar otra vez de cero. Afortunadamente, él siempre estaba dos pasos por delante. Brindó por su éxito, una vez más.

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- Hey, Jason. Voy unos momentos al baño - Dijo un hombre moreno, alejándose de su compañero, con su arma automática colgada en el hombro. El tal Jason hizo un gesto vago con la mano, como indicando que no le interesaba. El hombre entró en el baño, que estaba a pocos metros de su puesto de guardia, sólo para encontrarse con la rejilla del conducto de ventilación en el suelo y un cuchillo de un palmo en el pecho. Drew le tapó la boca con la mano, para evitar

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ruidos de dolor o alarma y apretó más el puñal, hasta que el otro cayó al suelo como un peso muerto. Drew lo dejó en el suelo, limpió la sangre del cuchillo en la ropa del muerto. Cogió la pistola y salió de golpe, pillando al otro por sorpresa, y le disparó antes de que este pudiera reaccionar. Drew avanzó agachado, para ofrecer un objetivo pequeño. Ya estaba en el tercer piso y esa era la cuarta pareja de guardias a la que eliminaba. Ya se hubiera ido, si no fuera que ese piso tenía dos cosas importantes para su plan: el sistema eléctrico central y la oficina de megafonía. Si se cargaba el sistema eléctrico, todo el edifico, a excepción de la última planta, se quedaría sin luz durante cerca de veinte minutos, lo que tardaba en activarse el sistema auxiliar. Pero a él le interesaba más el sistema de megafonía. Entró en la habitación dónde se encontraban ambos y activó el micro. Era hora de causar un poco de daño psicológico. Se sacó un papel del bolsillo y leyó por megafonía el contenido.

- Mensaje para Padre, mensaje para Padre - Dijo, con media sonrisa en el rostro. Luego empezó a recitar:

Sabe quién era, no quién soy

Por eso está en líos hoy.

Drew se fue, murió sin más

Y yo su sitio vine a ocupar.

El juego avanza y sigue avanzando,

y Drew cree que lo está ganando.

¿Está aquí, está allí? Vete a saber.

En cualquier sitio quiere aparecer.

Ahora sólo queda ver a favor de quien está la suerte

Porqué hasta los malos poetas aman la muerte. ;)

Cuando terminó de recitar, Drew disparó contra el panel principal de control de la electricidad del edificio, sumiéndolo en la oscuridad.

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En su oficina, Padre rió entre dientes. Muy buena. Los monitores que le informaban de la situación del edificio, le mostraba que éste había quedado totalmente a oscuras. Eso sin contar el golpe psicológico del poema, sin tener en cuenta que Drew no tenía sentido de la poesía. El mensaje era claro: estoy aquí, mato a quien quiero y cuando quiero, me da tiempo a recitar poemas de mierda y ustedes no pueden hacer nada para evitarlo. Y además he dejado el edificio a oscuras, para matarlos más a gusto.

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Harry y Michael rondaban por su zona, iluminando el pasillo con las luces temblorosas de sus linternas. A pocos metros de ellos, un par de grupos más hacían lo mismo. Después de lo del poemita, habían despertado a todo cristo, poniendo la situación en alerta roja. Pero claro. Con el edificio a oscuras, vete tú a saber dónde mierda estaba el intruso. Eso, y que no dejaban de perder contacto con una unidad detrás de otra, pues los tenían un poco arrinconados. Michael se giró de golpe, apuntando con la linterna a lo largo del pasillo.

- ¿Qué haces? - Le preguntó su compañero. Estaba molesto. La guardia ya era bastante jodida como para ensima tener falsas alarmas cada 30 segundos - No me pegues estos sustos, idiota -- Es que me pareció oír algo - Contestó el otro, tembloroso -- No me jodas, Bastante cagado estoy ya - Murmuro, irritado -

Ambos hombres se giraron, para ver que los cuatro hombres de delante de ellos ya no estaban. No se veían las luces de sus linternas, ni nada.

- Oye, ¿dónde..? - Empezó Harry, pero antes de acabar, un ruido sordo (un disparo con silenciador) le hizo quedarse en silencio para siempre. Michael, aterrado empezó a disparar hacia el pasillo a oscuras, hasta que notó un frío mortal en una pierna. Cayó al suelo, y notó el filo de un cuchillo en su cuello -- C-c-cómo.. - tartamudeó. Temer. Eso era todo lo que podia hacer -- No necesito luz – Le contestó un susurró entre las sombras - Mientras ustedes lleven linterna, puedo ir cazandolos uno a uno - Finalizó con una lentitud morbosa -

Tras esto, lo único que notó Michael fue como el cuchillo le cortaba la garganta.

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Pocos minutos después, Envidia le gritaba al walkie talkie.

- ¡¿Qué mierda está pasando?! - bramaba. Estaba completamente fuera de sus cabales - ¡¡Sólo es un puto hombre!! ¡¡Uno!! ¡¡Y ya hemos perdido contacto con todos los pisos, excepto el séptimo y éste, carajo!! -- Pero, señor.. - Dijo el que estaba al otro lado del walkie - E-es como una sombra.. Aparece de pronto, y cuando le disparamos, ya no está allí -- ¡¿Qué me estás diciendo?! ¡¿Qué es un puto Ninja o algo así?! ¡¡Maten a ese pendejo de una puta vez!! -

Tras esto, Envidia desconectó el transmisor.

- No te lo tomes así - Dijo la mujer que estaba a su lado - Es normal que estén asustados - Al lado de ella, un hombre gordo con aspecto de estúpido asintió -- Asustados.. - Repitió, como si aquel sentimiento le fuera desconocido - ¡No me jodas, Lujuria! - Les increpó Envidia - Es sólo un pendejito. No entiendo como mierda ha llegado hasta tan arriba. Sólo deben quedar cinco o seis de los

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nuestros y nosotros -- Entonces Gula y yo saldremos y lo mataremos en cuanto ponga un pie en esta planta. Sólo hace falta que le esperemos a la puerta del ascensor. Para llegar aquí, no hay ni conductos ni escalera. No importa lo bueno que sea, atrapado en un ascensor, solo tenemos que coserlo a balazos en cuanto se abra la puerta -

Envidia asintió de mala gana.

- Hazlo. Sólo de pensar en la cantidad de trabajo que tendremos para arreglar este desastre, ya me canso - Murmuro, completamente fastidiado -

Lujuria asintió. Tras cerca de media hora, los Pecados perdieron el contacto con la última unidad de hombres, y entonces Lujuria salió con Gula. A través de los monitores, Envidia vio como amartillaban sus pistolas apuntando con ellas al ascensor. Tras cerca de un cuarto de hora, vio como las luces del ascensor indicaban que empezaba a subir. Era extraño. Ya hacía casi tres cuartos de hora que habían perdido contacto con la última unidad. ¿Por qué Drew había tardado tanto? No se tardaba un cuarto de hora en encontrar el maldito ascensor. Envidia paseó los ojos por el resto de monitores, pero no divisó nada raro. Hasta que llegó al monitor de la cámara de la habitación de Dante. Como miembro importante de la organización, el dinamitero tenía una habitación propia, monitorizada las 24 horas del día. Al fijarse más, vio que la habitación estaba patas arriba. Era raro. Nadie había entrado allí desde que Dante fue mandado al hospital. Entonces vio que faltaba algo. Una caja grande, de 30x30x50, que Dante siempre tenía a los pies de la cama. Era su orgullo. Una bomba incendiaria que..

- ¡¡Lujuria, Gula!! - Bramó Envidia por el micrófono - ¡¡Salgan de ahí!! -

Su aviso llegó un poco tarde. En ese momento, la puerta del ascensor se abrió y, dos segundos después, explotó, convirtiendo toda la sala en un mar de llamas.

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Envida saltó hacia atrás, agradeciendo a los dioses que Padre fuera un paranóico. Tanto las paredes la sala de monitores en la que estaba Envidia, como las de la habitación de Padre estaban fuertemente blindadas. Ni un misil podía entrar allí. Envidia miró por la ventana, enojado. Ahora sólo quedaban él, Padre y Pereza. Pereza era una inútil, no podría con Drew ni en sus fantasías más salvajes. De pronto, vio como en la ventana, Drew le saludaba con una sonrisa y una pistola. Envidia se tiró al suelo, justó para sentir como la bala le pasaba a pocos centímetros de la cabeza. Se ocultó tras el mostrador, cogiendo su arma. Mierda. Ese era un fallo de seguridad muy grave. Las paredes estaban blindadas, pero los cristales no. Tendría que encargarse de eso en el futuro. Mientras, Drew entró por la ventana hecha añicos, rodando por el suelo hasta ponerse también tras el mostrador, pero en el lado contrario

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a Envidia.

- Muy buena, Drew - Dijo Envidia, intentando recuperar el aliento tras el susto - ¿Cómo has subido? -- Con una cuerda y un gancho que mangué de la habitación de Dante. Ese tipo es idiota, hablarle a todo el mundo de su fantástica bomba.. -contestó Drew - Pero debo darle las gracias. Sino hubiera sido por eso, no podría haber llegado hasta aquí arriba. Detrás de la puerta que hay tras el mostrador está Padre, ¿verdad? -- Si – Replicó Envidia, franco - ¿Vas a decirme que si te dejo pasar me perdonarás la vida? -- No. He venido a matar a todo aquel que está en el edificio - Dijo con media sonrisa burlona, que claro, Envidia no pudo ver -

Tras decir esto, Drew disparó a través del mostrador, pero, por no saber dónde estaba Envidia, falló. Éste soltó una risita.

- ¿Ya me estás disparando? ¿No me darás tiempo a decirte algo como “No te dejaré pasar”? - Murmuro de forma burlona el muchacho de cabellos verde oscuro -- No tengo tiempo para eso - Replicó Drew -- Lástima. Tienes prisa -- Sí - Contestó Drew, antes de apartarse un poco del mostrador, guardarse el arma y sacar el cuchillo, y saltar por encima. Quedó justo delante de Envidia, a medio metro. El sicario levantó su arma y disparó, pero Drew pudo apartar su brazo, de modo que la bala sólo le rozó una sien. Con el mismo movimiento, intentó apuñalarlo con el cuchillo, pero Envidia pudo hacerse a un lado, haciendo que el arma se clavará en el mostrador. Envidia liberó su mano, mientras Drew, al mismo tiempo, desenfundaba una de sus pistolas. En una fracción de segundo, ambos tenían un arma apuntando justo entre los ojos -- ¿Y ahora qué? - Dijo Envidia, sonriendo de lado - Estamos iguales -- No - Dijo Drew - Tú has perdido -

Envidia iba a decir algo más, pero una detonación amortiguada se lo evitó. Con la otra pistola, Drew le había disparado en el estómago. Envidia soltó un grito de dolor y rabia, e intentó apuntar a Drew de nuevo, pero el joven se hizo a un lado, disparando de nuevo el arma con la que le había herido, y Envidia cayó al suelo, inerte. Drew miró la pistola con la que había apuntado a Envidia entre los ojos.

- Hablas demasiado. Si te hubieras callado y hubieras disparado, habrías ganado - Tras esto, Drew tiró la pistola al suelo. Estaba descargada -

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Cuando Drew abrió la puerta, se esperaba a un ejército apuntándole, pero quedó decepcionado. Sólo estaba Padre, un viejo decrépito, que lo miraba, con una sonrisa orgullosa en el rostro.

- Buenas noches, Drew - Dijo - Lo has hecho muy bien. Mejor de lo que

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esperaba -- Buenas noches, Padre - Dijo Drew, apuntándole con el arma - ¿Te mato ahora, o espero un rato? -

Padre siguió sonriéndole.

- Supongo que tendrías derecho a disparar, en ciertos ámbitos - Contestó con una leve sonrisa - Pero qué te parece si antes charlamos un rato. Ya no hay prisa -- ¿Y de qué quieres hablar? - Preguntó Drew - Encuentro patética tu manera de aferrarte a la vida de cualquier manera. Eres lamentable -- Pero no somos tan distintos - Replicó Padre - Tú también te aferraste a la vida cuando nadie te quería o necesitaba. Pero creo que quieres oír lo que quiero decirte. La verdad de tu vida -- ¿Qué quieres decir? - Preguntó Drew. Contra su voluntad, toda esa palabrería empezaba a parecerle interesante. Y siniestra -- ¿No te parece raro? - Preguntó Padre, con una sonrisa - ¿Qué todas esas cosas horribles te pasaran a ti? Tu padre era un borracho violento y mujeriego. Tu madre murió. Tu hermana mayor, la única persona en el mundo a la que querías y apreciabas, fue muerta por la misma persona que le arrebató la vida a tu madre. Y cuando te quedaste solo y desamparado, sólo un viejo asesino se apiadó de ti. ¿No te parece raro? Todas esas cosas malas, todas para ti. Nadie intentó averiguar de ti. Nadie se preocupó de un pendejo de diez años abandonado. Qué casualidad que el padres de Shizuka pasara por allí en ese momento ¿no? -

Drew se mordió el labio. Le empezaban a temblar las manos, y se dio cuenta que estaba empapado en sudor. Todo eso. Decirlo de aquella forma, sólo quería decir una cosa. Y no le gustaba nada.

- Pero yo no puedo contar la historia - Dijo Padre - Al menos, no entera. Para eso, necesitamos a alguien que me ayude. Ven Pereza -

Tras decir eso, Pereza hizo su aparición, saliendo de un cuarto que había allí, como si hubiera estado esperando todo el rato. Pereza era una mujer, ya en sus cuarenta tardíos, pero que aún conservaba parte de su atractivo, con el pelo castaño ondulado y la figura estilizada.

- Drew - Dijo con una sonrisa afectuosa - Cuánto has crecido.. -

Finalmente, Drew se derrumbó. El arma le cayó de las manos, pero ni siquiera pareció darse cuenta. Como si alguien hubiera abierto una puerta en la que Drew nunca hubiera querido mirar.

- ¿M-mamá..? –

CAPÍTULO 13: EL PROYECTO “WITHOUT FEELINGS”

Ajeno a la turbación que aquella aparición inesperada había causado en Drew, Padre comenzó a hablar de nuevo.

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- Con Rosaline aquí, podemos empezar a hablar - Padre se dirigió a su mesa, sentándose en el sillón que había detrás - Perdóname que no me quede de pie, Drew. Pero ya no tengo las fuerzas suficientes para aguantar parado una historia tan larga - Le hizo un gesto a Drew, señalándole una de las sillas que había delante del escritorio - Siéntate, por favor, será un relato largo, y no tenemos prisa -

Finalmente, Drew pareció despertar, pues se agachó rápidamente, recogiendo la pistola del suelo, y apuntó con ella alternativamente hacia Rosaline y Padre, como no estando muy seguro de a quién disparar primero.

- Puedes guardar el arma, Drew, cariño - Dijo Rosaline con suavidad - Sólo queremos hablar - Finalizó. Luego esbosó una sonrisa maternal -- ¿Y debo fiarme de la zorra que me abandonó en manos de un padre alcohólico y violento? - Le replicó Drew - Por que es obvio que esa noche no te fuiste al infierno - Dijo, apuntándola con el cañón de la pistola - Dame una razón por la que no debería matarlos a los dos, mamá -- Vamos, Drew, vamos - Medió Padre - Sólo queremos charlar un rato. No hay que cometer ninguna locura - Dijo sin perder la tranquilidad -- Tú cállate, viejo estúpido - Dijo Drew, tajante - Si querías hablar, lo habieras pensado antes de intentar matar a May. Y de paso, a mí -- No te lo tomes así - Se defendió el anciano - Fue una decisión precipitada. Vi peligrar un plan que había estado madurando durante diecinueve años -- ¿Qué plan? - Preguntó Drew un tanto intrigado -- Tú, por supuesto - Respondió Padre, ante la mirada sorprendida del muchacho de cabellos verde - Pero para explicar bien esta historia, tenemos que viajar hasta hace veinte años. En esos tiempos, fue cuando me diagnosticaron mi cáncer. No estaba muy avanzado, pero por aquel entonces, apenas si había tratamiento para intentar frenarlo. Además, el mundo empezaba a afrontar cambios. En su día, podías dispararle a alguien en medio de la calle, que si era un “encargo” nadie te molestaba. Pero las cosas han cambiado. Vivimos en la era de la información. Ningún político ni ningún policía está dispuesto a jugarse su trabajo y su reputación. Cada vez es más difícil hacer nuestro trabajo. Debido a esto, los novatos son blandos, inexpertos y se dejan cazar con facilidad. Además de que no son demasiado buenos. De modo, que se me plantearon dos cuestiones: la primera, qué pasaría con mi organización el día de mi muerte y, segundo, qué hacer con estos cambios en la sociedad. Finalmente, un día que estaba leyendo un artículo en el periódico que hablaba de psicología, me vino a la mente. El artículo decía que, psicológicamente, nuestro comportamiento y moral vienen determinados por el entorno en el que nos criamos. Y pensé “¿Qué pasaría si hubiera un niño que ha crecido en el peor de los ambientes posibles?”. Si ese artículo estaba en lo correcto, daría lugar al asesino perfecto: alguien incapaz de sentir remordimiento alguno, que pensara que la vida no tenía valor alguno, que no le importara su propia muerte, que no temiera a nada ni a nadie. Con esa idea en mente, inicié el proyecto “Without Feelings”. Es en este momento en el que entran Rosaline y Tu Padre. Ambos formaban parte de mi organización, y eran perfectos para mi plan: Rosaline, una mujer ambiciosa e inteligente, y fiel. Y tu padre, un borracho inepto con tendencias violentas, pero con un físico envidiable. Les

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“pedí” que entraran en el proyecto, cosa que hicieron con gran entusiasmo. Rosaline, por el conocimiento de que aquello le reportaría beneficios a largo plazo. Y tu padre, atraído por la promesa de dinero. El resultado, como bien sabes, fuiste tú. Seguí tu caso de cerca, y no podía más que dar saltos de alegría. Eras el sujeto perfecto. Tenías una inteligencia sobresaliente, y si bien no eras especialmente grande, tu físico era envidiable. Habías heredado las mejores cualidades de ambos progenitores. Eras el mejor del proyecto, sin duda. Además, estaba el lazo que había desarrollado con la pequeña Marian, que no hacía sino hacer aun más fácil el futuro que tenía preparado para ti. Por su parte, Rosaline se portó mejor de lo que hubiera soñado. Aguantó todas las idioteces de tu padre, inclusó le ganó a la muerte. Y el resto ya lo conoces, claro. Lo cierto es que lo de Marian no fue planeado, pero me vino como anillo al dedo.. -

Por culpa de esa historia, a Drew le empezaba a doler la cabeza. Todo lo que había oído atentaba contra la lógica humana. Incluso su antiguo yo lo hubiera encontrado repugnante.

- ¿De cuántas “muestras” constaba el proyecto, Padre? - Preguntó Drew. El anciano contó con los dedos -- Nueve sin contarte a ti - Contestó, como si fuera cosa de nada -- ¿Qué pasó con ellos? - Volvió a preguntar Drew, sin bajar la guardia -

Padre se encogió de hombros, como si no importara demasiado.

- Tres murieron. Eligieron el mismo camino que Marian. Otros tres huyeron de casa, y no he sabido nada más de ellos. Uno se volvió loco y creo que aun está internado. Dos pudieron seguir una vida más o menos normal. Y uno fue como tú, pero murió en su primer trabajo - Contestó Padre. La calma con la que hablaba era repugnante -- De modo que me estás diciendo que destrozaste la vida de diez niños en total.. ¿Sólo para saber si un puto artículo de periódico era cierto? - Preguntó. Le hervía la sangre en las venas. Cocerlo a tiros en ese momento hubiera sido un castigo leve, ser piadoso con esa basura -- No - Respondió Padre - Lo hice para crearte a ti. Eres el arma definitiva Drew. Uno de diez no está mal. ¿Eres consciente de lo que los gobiernos darían por un solo grupo de operaciones especiales (unos siete hombres) formado por gente como tú? Expertos en todo tipo de combate y armas, sin ningún tipo de moral y sin temor a la cárcel, la tortura o la muerte. Gente sin pasado ni futuro, que no tienen a nadie importante en su vida, de modo que no se les puede coaccionar -- De modo que, básicamente, me estás diciendo que mi vida fue una farsa - Mustió, escupiendo al suelo -- Algo así - Contestó relajado -- Que esa mujer de ahí no me ve como a un hijo, sino como a un arma viviente - Siguió -- Esa es tu función - Admitió Padre. Drew sonrió, divertido. Para empezar a reír bajito. Sin dejar de reír, se levantó de la silla, mientras negaba con la cabeza - Lo siento mucho, Padre - Dijo Drew, sonriendo de lado - Pero me temo que el proyecto “Without Feelings” ha.. fracasado. Ya no cumplo ninguna de las

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condiciones que el resultado del proyecto debería presentar. Tu mordisco fue demasiado ambicioso. Por cierto - Añadió Drew, mientras se miraba el reloj - Antes de entrar aquí, llamé a la policía con un aviso de bomba. Supongo que llegarán en pocos minutos. Yo puedo huir, pero dudo que tú también. Espero que tengas una buena excusa por la que tienes medio centenar de cadáveres repartidos por el edificio -- No seas idiota - Dijo Padre - Sólo tengo que enseñarles los archivos de las cámaras de vigilancia. No puedes estar en todo y yo sabía que vendrías. Las puse en un circuito cerrado, de modo que tu cortocircuito no las ha afectado -- ¿Archivos de las cámaras? ¿Te refieres a estos archivos? - Dijo Drew, sacándose un pen del bolsillo - Dudo que se los puedas enseñar a nadie. Además, les mandé ciertos documentos. Supongo que conoces la afición de Shizuka a hacernos escribir informes de nuestros trabajos, ¿no? Tomé unos cuantos y, con un par de retoques, te has convertido en el asesino de una docena de personas. Qué mal, ¿no? - Drew seguía sonriendo, mientras Padre palidecía - Pero, afortunadamente para ti, no soy una persona cruél. Voy a darles una salida - Mientras decía eso, sacó la pistola y le quitó el silenciador. Después, con gesto condescendiente, la dejó sobre la mesa - Ya nos veremos en el infierno, basuras -

Tras decir esas palabras, Drew LaRousse abandonó la habitación. No pasó mucho rato antes de oír una detonación, seguida de otra a los pocos segundos. Drew soltó una carcajada.

- Menudo par de idiotas - Dijo para si mismo. Entonces se fijó en que aún tenía el pen en la mano. Pen que contenía un trabajo de anatomía para la facultad. Se lo guardó, mientras salía a la calle. Calle por la que no pasó ni un solo coche de policía en toda la noche -

Todas las personas que conocían y conocieron alguna vez a Drew LaRousse coincidían en una cosa: era un gran jugador de póker. Eso era debido, principalmente, a que era un maestro echando mentiras y engatusando a la gente.

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Drew anduvo por las calles de la ciudad, bajo el cielo nocturno. En cierto modo, se sentía renacido. Se llevó la mano a los riñones y tomó el cuchillo. Era el último arma que le quedaba de la carnicería de esa noche. Con una sonrisa extraña, lo tiró a una papelera. Había decidido que ya no lo necesitaba. Finalmente, tras vagabundear varias horas, llegó a la calle Kemstris, número doce. El número dos del tercer piso tenía las luces abiertas. De modo que Heartnett la había llevado de vuelta. De verdad que Shizuka no se merecía a alguien tan podridamente eficiente. Drew atravesó la calle y entró en el edificio. Subió al tercer piso, y se paró frente al número dos. Puso la mano sobre el pomo de la puerta, pero no la abrió. Podría marcharse. Ya no le quedaban asuntos en esa ciudad. Podía desaparecer, cambiarse el nombre, empezar una nueva vida desde cero, olvidando quién era. Pero antes de que su cerebro llegara a formular este pensamiento, antes de que pudiera decidir si quería seguir con esa vida, sus manos abrieron la puerta, sus pies le

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condujeron a través del umbral, y su boca pronunció unas palabras que jamás creyó posibles.

- Estoy en casa -

FIN~

EPÍLOGO

El doctor Raimond le pasó una carpeta a Drew.

- Éste es el historial del tipo que te dije - Dijo, con una sonrisa culpable -

Drew tomó la carpeta, dedicándole al hombre mayor una sonrisa amable.

- Déjalo en mis manos - Le respondió - Yo lo visitaré. No todos los días cumple uno veinticinco años de casado. Diviértete - Le dijo sereno -

El doctor Raimond rió, dándole una palmada en el hombro a Drew.

- Tú también llegarás, Drew. Que, hablando de eso, May ya debe tener una buena panza, ¿no? - Preguntó sonriente mientras tomaba su abrigó que estaba sobre su escritorio -

Drew sonrió.

- Ya va por el octavo mes. Y me hace dormir en el sofá la mitad de las noches - Murmuro cansado, mientras se agarraba la cabeza con una mano -

Raimond rió con ganas.

- Eso es amor, Drew. Salúdala de mi parte. No he hablado con ella desde que se tomó la baja médica -

Drew le hizo un gesto con la mano, mientras se dirigía a su consulta. Esquivó hábilmente a varios hipocondríacos y a algunos colegas con los que no tenía ganas de hablar y entró. Se sentó en su silla y estiró las piernas sobre la mesa, la bata blanca abierta. Sus superiores ya le habían dicho alguna vez que esa no era manera de recibir a los pacientes. Tsk. Qué sabrían ellos. Con un suspiro de resignación, Drew abrió el expediente del paciente que había tomado de Raimond. Antes de leerlo, se dedicó un rato a pensar sobre su vida. Ya hacía diez años que había acabado con la organización de asesinos. La policía nunca lo molestó al respecto, cosa de la que Drew se sentía interiormente satisfecho. De verdad que había sido el mejor. Después, siguió viviendo con May, hasta que ambos terminaron la carrera. Nunca le dijo lo de su pasado, pero sospechaba que ella ya lo sabía. Shizuka, “of course”. Por azares del destino,

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los dos consiguieron trabajo en el mismo hospital, él como cirujano y ella como experta en diagnósticos. De allí, empezó una meteórica carrera. Por todas las convenciones y hospitales se oían rumores del doctor LaRousse, que realizaba operaciones que parecían sencillamente milagrosas. Su nombre era reconocido y respetado por toda la comunidad médica, como en su día lo fue por los barrios bajos. Por todas partes le llovían ofertas: más dinero, más reputación, mejor posición. Y él las rechazaba todas. No necesitaba más dinero. Y la fama siempre se la había traído floja. Si había solicitado plaza en el hospital de la misma ciudad donde "trabajó" toda su vida, si seguía allí a pesar de ofertas más suculentas en lugares con más reputación, era por una sola razón: la redención. El hospital de aquella ciudad recibía más enfermos y heridos que ningún otro hospital del país. Y muchos de ellos no tenían esperanza. Y eso era lo que él necesitaba. Necesitaba encontrar a esos desdichados y convertirse en su esperanza, conseguir que volvieran a la vida. En cierto modo, sentía que aquello compensaba todo el daño que había hecho en el pasado. Pero tenía que reconocer algo: salvar una vida era mil veces más difícil que acabar con ella. Y diez millones de veces más gratificante.Finalmente, decidió mirar el historial. Levantó una ceja al leer el nombre. "Brendan". Demonios, había oído ese nombre antes. ¿Dónde había sido? Mientras lo pensaba, siguió leyendo. Al parecer, había pasado una pequeña bronquitis una semana antes, y venía para el chequeo. Nada raro. Su historial tampoco reflejaba nada raro. Se detuvo de pronto en su lectura. Al parecer, el tal Brendan había estado hospitalizado diez años antes, a causa de una brutal paliza. La nariz, la mandíbula y una pierna rotas, le rompieron varios dientes, hematomas por todo el cuerpo y un tajo en la cara. Mierda. Ese caso le resultaba más y más familiar, pero los hechos, los nombres y las fechas se le mezclaban sin parar. Tendría que haberse tomado un café. En esos pensamientos estaba cuando oyó que llamaban a la puerta.

- Adelante - Dijo, asumiendo que se trataba del tal Brendan. La puerta se abrió, mostrando a un hombre alto, de cabellos blanco y de ojos rojos. Y Drew lo recordó. Era ese que había intentado violar a May hacia tiempo. El mundo es un puto pañuelo, pensó Drew. Al parecer, el otro hombre lo reconoció también. Cuando los ojos de ambos se cruzaron, Brendan dio un salto hacia atrás -- Buenas tardes - Lo saludó Drew educadamente. Como respuesta, Brendan soltó un alarido y salió corriendo de la consulta, pegando gritos. Drew se quedó unos segundos mirando la puerta para estallar en carcajadas. Es lo que hay. Uno no puede huir de su pasado - Supongo que con esto termina mi jornada - Se dijo el ex asesino, saliendo de la consulta. Paseando con calma, se dirigió al garaje y entró en su coche. Le esperaba un viaje de cerca de veinte minutos hasta su casa. Tras ese tiempo, llegó al bloque de pisos dónde vivía. Subió las escaleras silbando la última canción que había oído en la radio, un hábito que había agarrado en los dos últimos años. Puso la llave en la cerradura, sabiendo que dentro estaría la única mujer a la que había querido nunca. Su ángel particular que le recibiría con las alas desplegadas...

- Llegas tarde - Acusó la castaña con el ceño fruncido -- Lo siento, cariño - Dijo Drew, notando como se le aceleraba el pulso - Pero Raimond me pidió que me encargara de un paciente y.. -- Y claro, el trabajo es más importante que tu mujer embarazada de ocho

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meses, ¿no? - Le replicó May, con fuego en los ojos. Drew notó como la tierra se abría bajo sus pies. Tenía que encontrar una salida y tenía que hacerlo rápido -- Sabes que eso no es verdad, May - Contestó, sereno -- ¡Claro que lo es! - Le chilló la mujer, con los ojos llorosos - ¡Cómo ahora estoy gorda y fea ya no me quieres! ¡Eres despreciable y te odio! -

Dicho esto, May salió corriendo tan rápido como su avanzado estado de gestación se lo permitió, y se encerró en la habitación de la pareja dando un portazo. Drew suspiró. Ahí estaban otra vez. Maldita sea. Cada vez era más difícil tratar con su esposa, y le entraban sudores fríos sólo de pensar en el momento del parto. Hoy le tocaría dormir en el sofá, otra vez. Y mañana le dolería la espalda. Y discutiría con May por cualquier tontería y seguramente volvería a dormir en el sofá. Y así hasta el momento del parto, que seguro que sería tan doloroso para él como para ella.

Y Drew no podía ser más feliz.

Final de los Finales~