Historia del Poeta Romántico - fernandobaeza.es · 5 El Autor Fernando Baeza C. nació el 09 de...
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Historia del Poeta Romántico que enamoró a la Princesa Risueña.
por Fernando Baeza C.
(Tres Capítulos)
Palma de Mallorca, 2012
Registro general de propiedad intelectual: PM – 067 - 2012
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El Autor
Fernando Baeza C. nació el 09 de Mayo de 1964 en la ciudad de
San Fernando, Chile, de donde es originaria su familia. Al llegar a
España descubre su fuerte ascendencia española, de raíces andaluza
y mallorquina respectivamente, por parte de sus bisabuelos paternos.
La totalidad de sus estudios profesionales, es titulado en Contabilidad
General, los realizó en su ciudad natal y sus estudios teológicos durante
cuatro años en Rancagua, ciudad cercana a Santiago de Chile, donde
obtiene un Diplomado en Teología, en el Instituto Bíblico Pentecostal
del teólogo Pablo Hoff. Posteriormente revalidaría sus estudios
profesionales en Barcelona, España.
A los 16 años abrazó la fe cristiana y desde aquel momento se dedicó
por completo, en su tiempo libre, a las actividades propias de esta
creencia. Su pasión principal era crear panfletos propagandísticos, en
los cuales volcaba su estado de ánimo altruista, imaginación y temprana
creatividad literaria.
En el año 1995, junto a Cecilia Jara J., una reconocida artista de su
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ciudad, crean y graban un cuento de navidad titulado “Más que una
estrella, la historia más bella”, que ha sido representado en obras
de teatro en diversos países con éxito y excelentes críticas de parte
del público asistente. También ejerció como editor y redactor en la
revista del Centro de Estudios y Reflexión Cristiana de su iglesia y cuya
publicación trascendió más allá de las fronteras de su país.
Desde aquel momento como editor se interesa por el campo misionero,
llegando a visitar varios países en misiones a corto plazo, tales como
Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay, Cuba, Colombia, Alemania y
durante estos últimos ocho años en la isla de Mallorca, España.
Actualmente vive en Mallorca y es soltero. Desde el año 2011
es miembro de ADECE (Alianza de Escritores y Comunicadores
Evangélicos de España).
A su llegada a España en el año 2004, también comienza a interesarse
por escribir novelas largas y de contenido más profundo, lo que supone
todo un reto para él ya que hasta ese momento sólo había realizado
pequeños cuentos y escritos de no más de cinco páginas normales.
Hasta el momento no se había decidido a publicar, sólo dedicándose a
escribir y desarrollar ideas. Actualmente, aparte de los seis libros que
aparecen publicados en esta página Web, está escribiendo otros cuatro
más y en un horizonte más a mediano plazo tiene más de quince títulos
que esperan ser desarrollados y publicados…
La temática de sus novelas gira en torno a diversos aspectos del espectro
literario: Acción, epistolares, drama, novela negra, terror, existenciales,
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épicas, históricas, juveniles y más adelante explorará en novelas con
contenido exclusivo para niños.
Pronto comenzará a estudiar ruso en la Academia de Idiomas de
Mallorca y posteriormente Guión para Cine y Televisión. Su siguiente
paso será estudiar Dirección de Cine y Televisión para llevar, algún
día, sus novelas a la pantalla grande.
Actualmente se congrega en la Iglesia Cristiana Evangélica de Palma e
integra el cuerpo de maestros y predicadores de dicha iglesia. Además
como integrante de Manos con Propósito (ministerio de Misiones)
se dedica a preparar personas de diferentes edades para Misiones
Transculturales hacia Europa.
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Títulos del autor
Algo extraño en el aireMijail es un nexo entre dos potencias nu-cleares que han firmado un pacto secreto.Pero ignora que sobre él pesa una antigua maldición familiar.Poderosas e inexplicables fuerzas malignas serán liberadas y nadie podrá detenerlas. Sólo un poder superior al destino podrá sal-varle...
Los alemanes también saben llorar¿Es posible aprender a amar y entender a una raza que desde pequeños nos han ense-ñado a excluir y culpar?Porque Alemania sigue siendo un pueblo asesino ante los ojos de la mayoría de la hu-manidad...
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El cantico de Cygnus¡2.700 segundos de comunicación satelital que pueden transformar para siempre la historia del mundo!Una vieja nave espacial perdida en la in-mensidad del universo descubre un pertur-bador secreto que determinará el destino final de la humanidad...
Historia del poeta romántico que enamoró a la Princesa Risueña.Semana tras semana leía hermosas cartas en su dormitorio de prinicesa en la alta torre de marfil.Cartas que le hablaban de la profundidad de la vida y el amor... Sólo la fuente de pie-dra ubicada en medio del castillo conocía la identidad del desconocido y romántico poe-
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Conforme al corazón de DiosLas 70 características de la vida del rey Da-vid.El ejemplo ideal para un mundo en crisis que con urgencia busca modelos en los cua-
Un perro con papelesEl sueño americano pronto dejará de existir.Otro nuevo y diferente está resurgiendo ahora: el sueño europeo.Muchos anhelan ser protagonistas en pri-mera persona de esta nueva quimera. Esta podria ser la historia de cualquier inmigran-te. De cualquiera...
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ÍNDICE
Prólogo
Capítulo 1 ¡Que así sea!
Capítulo 2 Sólo es un trozo de madera.
Capítulo 3 ¡No! ¡No puede ser la última!
Capítulo 4 Despertando de un mal sueño.
Capítulo 5 Una extraña sombra sobre el reino.
Capítulo 6 Se fue a las montañas.
Capítulo 7 ¿Quién levantará la voz por esta gente...?.
Capítulo 8 Aprender a volar e ir más allá.
Capítulo 9 Cartas con olor a bosque y cielo.
Capítulo 10 ¡Este es el hombre!
Capítulo 11 ¿Quién dará a cada persona lo que se merece?
Capítulo 12 Más cerca de lo que imaginamos.
Capítulo 13 Esperando el golpe mortal.
Capítulo 14 ¡Si! ¡Yo soy!
Capítulo 15 La agraciada luna tiene identidad.
Capítulo 16 Mi nombre es Esperanza.
Capítulo 17 He preparado a mi hijo para el camino.
Capítulo 18 Cuatro cosas sencillas para el viaje de ida.
Capítulo 19 El símbolo de un linaje extinto.
Capítulo 20 Somos el resultado de nuestras decisiones interiores.
Capítulo 21 Epílogo. Cinco estrellas más en el firmamento.
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Prólogo
Semana tras semana leía en su dormitorio de princesa ubicado en la
alta torre de marfil del castillo, hermosas cartas que hablaban de
la profundidad de la vida y el amor, de las miserias humanas, de la
responsabilidad personal, del desengaño y la esperanza...
...Sólo el agua fresca y transparente que llegaba a la hermosa fuente
de piedra ubicada en medio del castillo, en el jardín del rey, conocía la
identidad del desconocido y romántico poeta...
...y su más fiel doncella su preciado secreto.
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Capítulo 1
...¡Yo te concedo los dones y virtudes que coronaron a tus antepasados
quienes gobernaron con justicia, equidad y valor, heredándonos días de
grandeza, respeto y gloria y por quienes los confines del reino fueron
fructíferos y grandes para bendición, prosperidad y seguridad de las
futuras generaciones!
¡Que así sea! La rotunda y sonora confirmación que precedió a las
sagradas y litúrgicas palabras pronunciadas por el pequeño y rechoncho
sacerdote resonaron por toda la altísima y espaciosa iglesia del castillo
azul enclavado cerca del manso y transparente río cantor. El gigantesco
castillo y la iglesia habían sido levantados antaño por los linajes de
antiguos reyes en las penumbras de los primeros días de la tierra; los
abuelos de la princesa que recién acababan de bautizar.
Los gritos de felicidad y el regocijo de los nobles invitados se mezclaron
con el llanto de la criatura que aunque nacida entre algodones y oro y
sostenida por los fuertes brazos de los reyes, llegaba a este mundo como
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todos los demás, aportando lo único que une a todo mortal y con el cual
se identificaba desde el principio con todos éllos hasta el fin. Su llanto.
Los músicos reales ubicados en las escalinatas que descendían de la
iglesia, pomposamente adornados para la ocasión con plumas de pavo
real en sus sombreros y trajes de vivos colores, hicieron sonar con todas
las alegres fuerzas de su corazón sus relucientes trompetas de plata que
comunicaban con estridencia a los cuatro costados del reino que la
princesa se convertía en cristiana y en digna heredera del reino de las
altas montañas y los valles profundos, de los amaneceres limpios y las
tardes de ensueño, de las noches silenciosas y de la serenidad del mar.
Las palomas, dueñas y señoras de las torres de la iglesia volaron en todas
las direcciones posibles creando figuras en el aire, haciéndose parte de
la celebración como incógnitas invitadas y el pueblo estalló en vivas
y elogios cuando la procesión real precedida por todos los nobles e
importantes personajes del reino y de otros reinos pasó por delante de
éllos.
¡Al fin el buen rey tenía una descendiente que le sucediera en el trono!.
Hasta la primavera, que hacía rato había dejado sentir su invisible
presencia por todos lados, aportaba a la fiesta con su carnaval de
múltiples colores y sensaciones de perfumes nuevos en el aire.
Todos se hacían partícipes de aquel magno evento que sucedía dentro
de las paredes del castillo pero que rebosaba más allá de sus altas torres
y almenas reforzadas. Los caballeros de regias armaduras plateadas,
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los campesinos del valle y los leñadores del bosque, los pescadores,
artesanos, tenderos, alfareros, pintores, las aves venidas del sur, los
animales que cruzaban el reino en todas las direcciones, los extranjeros
y los que venían por primera vez a estas tierras. Todos eran alcanzados
por ese instante mágico en que un acontecimiento lograba hacer que las
personas se olvidarán de sus diferencias y se fundieran en una celebración
que ahora pertenecía a todos.
Hasta las estatuas de los primeros reyes brillaban bajo el claro sol como
el primer día cuando habían sido sacadas del horno candente de la
fundición.
¿Cómo se llama? – preguntó la esposa del panadero, una delgada mujer
de cara tiznada que se apoyó en la punta de sus zapatos para empinarse
un poco más sobre el resto y no perderse detalle del fastuoso desfile que
en esos momentos pasaba por delante de élla.
¡Dicen que el rey la ha llamado Princesa Risueña! – contestó la esposa del
carnicero quien infructuosamente también intentaba mirar por encima
de un encopetado sombrero de una regordeta señora de sociedad que
abanico en mano hacía esfuerzos para aspirar un poco de aire fresco
en medio del sofocante y maloliente ambiente de su alrededor. En ese
momento se apretujaban y empujaban unos contra otros porque la
expectación era grande.
De pronto dejaron de sonar las trompetas y cesaron las preguntas. La
algarabía del pueblo y los nobles dio paso a una extraña sensación de
silencio e inquietud. El rey levantó su mano en medio de quienes le
rodeaban y después de agradecer a todos que compartieran con él su
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alegría ordenó que la fiesta comenzara. De nuevo el ambiente se recargó
de gritos, música y baile. Un exquisito y apetecible aroma se esparció
por el lugar que hasta los gatos y perros saltaron de alegría. Las mesas
se llenaron de comensales y de carne, pescado, vinos, cerveza y pan.
Unos bufones comenzaron a hacer acrobacias y trucos de magia para
entretener a la gente. Y los buenos deseos del pueblo se fundieron en
una algarabía de brindis, risas, canciones y congratulaciones para el rey
y su familia.
Las horas pasaron en rápida procesión unas tras otras.
Encadenadas y danzando al tic tac de la corriente de un invisible reloj de
agua que bajaba desde las montañas y se depositaba en la fuente ubicada
en el centro del pueblo.
En lo alto del cielo azul la luna también se hizo presente vestida con todo
su esplendor mágico y plateado envuelta en un manto de estrellas, como
si también estuviese invitada para la fiesta.
Entonces los muros del castillo se adornaron por los cuatro costados con
enormes antorchas que se veían desde lejos, desde más allá de los límites
donde las montañas perdían su verde color y se mudaban por un blanco
vestido que cambiaba muy poco cada estación del año.
¡Vaya! Veo que el rey ha bautizado a su hija – dijo el hombre mientras
con lentos pasos daba vueltas en amplios círculos en medio de la cabaña
con su hijo en brazos, intentando hacer que éste se durmiera. Arriba,
muy arriba en la montaña, el leñador vivía sólo con su hijo desde que su
esposa muriera un frío invierno cuando le daba a luz. De esto hacía ya
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tres años. Y la herida de su corazón aun estaba abierta. Y dolía mucho,
aun más cuando todo el paisaje que tenía ante sus ojos se teñía de blanco.
Dolía como cuando el viento de la tormenta de nieve golpea la cara con
fríos y afilados cuchillos de hielo, cortando la piel y quemándola.
Hasta allí llegaba la luminosidad del castillo, pero no los aromas, cánticos
ni risas de las gentes que celebraban.
¡Dios salve a la princesa! – dijo, con un dejo de desconsuelo y tristeza
antes de depositar en medio de los calientes trozos de pieles que cubrían
la cama a su hijo único que ya dormía profundamente. Miró en derredor
antes de sacarse sus deslustradas y viejas botas. Una tosca mesa de
veteado alerce, un par de sillas de pino, una aherrumbrada chimenea
que también servía de cocina, dos ollas de arcilla y un cubo de madera
para acarrear agua. Eso era todo lo que dejaría a su hijo como herencia.
¡Ah! sin olvidar la desarrapada cama y el hacha de filo desdentado que
descansaba detrás de la puerta y que era tan vieja como el leal perro que
dormía a pierna suelta cerca del rescoldo de las tibias cenizas que aun no
terminaban de enfriarse.
¡Y también al rey! – dijo una vez más antes de volverse hacia su hijo
y acurrucarlo contra sí. Y sus sueños volverían a repetirse. Rumiaría
viejos y agradables recuerdos de tres o más años atrás. Eran los que más
deseaba degustar en su cansada mente.
Porque desde hacía tres años una parte de él había muerto y otra, un
pequeño aliento de vida quizás, vivía sólo para su hijo... Hasta que fuese
mayor.
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Capítulo 2
Desde aquel importantísimo acontecimiento los días se acumularon
en la memoria de los habitantes del reino, como las hojas amarillentas
debajo de un frondoso árbol en otoño.
Y aunque habían sufrido unas cuantas crisis provocadas por éllos
mismos, sin embargo año tras año el cielo les demostraba que no estaba
en problemas y les enviaba a tiempo la estación adecuada para que la
tierra se recuperara, los hombres sembraran, los frutos se recogieran,
los niños y los animales se multiplicaran, los ríos volvieran a su cauce
normal y todo volviera al ciclo perenne de la vida.
Y otra vez la primavera llegaba pintando la tierra con su pincel multicolor
llenando el aire de olores especiales guardados en sus verdes y turgentes
alforjas invisibles. Había venido muchas veces desde aquella primera vez
en que asistió como anónima invitada al bautismo de la princesa Risueña.
Y la había visto crecer hasta convertirse en una hermosa doncella.
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De año en año cubría la campiña de una hermosa alfombra verde
tapizada de fragantes y vivaces flores que se abrían al paso del suave
galope del brioso caballo de la princesa. Cuando su ruta de amazona
la dirigía por en medio del bosque, los árboles, animales y pájaros
formaban un corro de susurros de admiración y creaban un entorno de
júbilo ante la agraciada heredera del castillo azul. Hasta la cristalina y
monótona melodía del arroyo que serpenteaba por en medio de rocas,
olmos, zarzamoras y cipreses cambiaba el tono de su canción cuando la
princesa tocaba el agua con sus delicadas manos para refrescarse.
Pero el tiempo de sus correrías de adolescente sin responsabilidad pronto
terminaría ya que el rey estaba demasiado viejo y élla debería hacerse
cargo del reino y sus importantes asuntos.
Aunque de tarde en tarde, desde su silla de princesa ubicada al lado de
la de su padre en el salón real, había escuchado y aprendido las más
selectas enseñanzas de los aristocráticos nobles, los viejos consejeros y los
fornidos generales del reino. Ya conocía de memoria las leyes antiguas
escritas por sus antepasados, los tratados de paz con los demás reinos, las
alianzas que debía respetar y las riquezas que heredaba.
Y aquella tarde, cuando el anaranjado sol se escondía detrás de las
cuajadas colinas vestido aureoladamente por los últimos rayos de sol,
recibió la última lección que la calificaba para ser proclamada reina
del castillo y de las tierras que como ovejas apacentadas por un cayado
imperceptible se expandían por las riberas del manso río cantor.
En aquel momento preciso la princesa Risueña sintió sobre sus espaldas
el peso de la gran responsabilidad que ahora de forma inminente se
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avecinaba, asemejando a una fría tenaza de hierro impalpable que palmo
a palmo se cerraba sobre su corazón.
Recibió las empalagosas venias y parabienes de sus tutores y el viejo rey,
que no lograba ocultar su satisfacción como padre, firmó los decretos
que confirmaban la pronta sucesión en el trono, pues dentro de pocas
semanas su amada hija se convertiría en la nueva soberana.
Pero también debían encontrar un marido que la acompañara en aquella
difícil y nada despreciable tarea de gobernar sobre su inmenso reino. De
esto no se preocupaba la joven princesa, ya que un par de indiscretas
miradas en las fastuosas fiestas de palacio le habían bastado para darse
cuenta que entre todos aquellos jóvenes nobles podría existir alguno
con cualidades suficientes que se encargaría de ocupar para siempre su
solitario corazón.
– ¡Hija! ¿No nos acompañas a cenar? – dijo el viejo monarca, mientras
una precipitada comitiva de nobles se encaminaban veloces hacia el
comedor real guiados por su fino olfato, conocedor habitual del aroma
que se extendía como una mano neblinosa por el salón y atrapaba
sus entrañas sin que éllos opusieran la más mínima resistencia hasta
arrastrarles de forma inmisericorde hasta una bandeja repleta de comida
jugosa y recién preparada.
– ¡No, Padre. Perdóname! ¡Esta vez no! – respondió élla al tiempo que
se inclinó con suavidad haciendo una delicada y reverencial genuflexión
ante su padre y rey.
– Saldré a caminar un rato por el jardín, si me lo permites – volvió a
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decir mientras cruzaba a la altura de su hermosa carita sus frágiles dedos
enfundados en blancos guantes de seda perfumada. El viejo rey se acercó
a élla y puso en su juvenil frente un beso de ternura y cariño – eres tan
hermosa como la luna en una noche transparente – dijo y dio media
vuelta intentando alcanzar a la comitiva que impaciente esperaba para
cenar opíparamente a costa de su soberano.
Risueña se encaminó en forma lenta y sin mayor prisa por el ancho
pasillo que cruzaba por las habitaciones reales y que desembocaba en
el amplio parque del rey, adornado de numerosos árboles y diferentes
tipos de flores que florecían durante todo el año, cada especie en su
estación. Allí los pájaros tenían sus nidos y los pequeños animalillos se
movían a sus anchas como si vivieran en el virgen y poderoso bosque
que miraba un poco más allá de las riberas del cristalino río. Suspiró
y dejó que todo el aire posible inundara sus pulmones hasta hartarse.
Después exhaló y volvió a repetir el mismo ejercicio durante un par
de veces. Giró en derredor y observó las anchas murallas del castillo
que en tiempos antiguos habían servido de defensa para repeler los
ataques de enemigos e invasores. Ahora eran coronadas por guardias de
resplandecientes armaduras que se paseaban señoriales y majestuosos
por sus muros, atentos a cualquier peligro que se levantase de improviso,
como un impertinente aguacero de primavera.
La bella princesa se dirigió hacia el centro del parque que coronado por
una redonda fuente labrada en roca rosada, era alimentada por agua
cantarina, clara y refrescante proveniente desde las altas montañas del
norte. En el centro de la fuente se levantaba la figura tallada en piedra
de una muchacha, una princesa de antaño quizás, que sujeto sobre sus
hombros sostenía un ladeado cántaro del cual caía lentamente un hilillo
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de agua y con la otra mano levantaba un poco su vestido de piedra para
que el agua no lo mojase.
Se sentó en uno de sus bordes y comenzó a juguetear con el agua,
tomando en su mano pequeñas porciones y lanzándola hacia el centro
de la fuente. Si alguien hubiese mirado aquella escena desde lejos no
habría sabido distinguir quién se miraba en quién. Si la princesa en las
aguas o las aguas de la fuente en los tiernos ojos de Risueña.
De pronto su mirada se fijó en un objeto cilíndrico semejante al cetro
de su padre de no más de dos palmos de largo que flotaba cerca de élla.
Lo cogió en sus manos y se dio cuenta que era de madera labrada con
un suave color canela. Parecía estar cortado toscamente por sus bordes
y pegado con resina de pino. Lo miró por todos lados y por la humedad
impregnada en él parecía no llevar más de un día allí.
– ¿Qué has encontrado? – una dulce y firme voz a sus espaldas le
sobresaltó y sin volverse para responder continuó con su diligente
curiosidad por aquel extraño objeto. Sabía que aquella voz era la de
su madre.
– ¡Nada! Sólo es un trozo de madera – La reina sin prestar mayor
atención a lo que su hija contestara le replicó con preocupación y
ternura...
– ¡Hija! El tiempo ya está refrescando. Ven pronto a descansar –
La princesa tomó un par de segundos más para mirar su casual
descubrimiento y cogió del brazo a su madre para caminar junto a élla
hacia los aposentos reales.
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Sostenido con firmeza en la otra mano el objeto color canela se balanceó
al compás de los dóciles pasos de Risueña.
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Capítulo 3
Preciosa Luna: ¡No sé cómo empezar ni cómo escribir esta carta ya que el
sólo hecho de pensar en ti me abruma hasta perder el aliento y las ganas
de vivir!
Desde la distancia te ves tan hermosa que el conjunto de las cosas que te
rodean sólo sirven para realzar aun más tu encanto.
El primer día que te descubrí, después que las nubes grises se retiraron
de este lugar y el cielo se hizo limpio, me dí cuenta que existía alguien
más bello que la vida. ¡Y ésa eras Tú!
Con el esplendor de tu belleza señoreas en todo lugar y nada ni nadie se
escapan de tu presencia.
Nobles y plebeyos, poetas y juglares, ricos y pobres se inclinan ante ti
para saludarte.
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Me gusta cuando vistes con aquel hermoso manto azul adornado con
perlas brillantes de oro que te envuelven en toda tu plenitud y destacan la
hermosura inigualable y única que desprendes con tu luminosa sonrisa.
Cada vez que te inclinas a mirarte en el agua siento celos de élla y del
reflejo que te devuelve, del camino que serenamente y en silencio
recorres y de la blanca almohada semejante a un delicado velo de nubes
que de cuando en cuando cruza por tu rostro.
A partir de este momento, cada letra y cada una de las tildes que broten
de mi pluma estarán dedicadas sólo a ti.
Yo escribo estas letras pero tú las inspiras.
Preciosa ¡Brilla siempre para mí! ¡Nunca salgas de mi cielo!
Sentada en su cama y rodeada de albos almohadones rellenos de finas
plumas de cisne, los inmensos y bellos ojos de Risueña quedaron
petrificados sobre las líneas de aquella inexplicable carta y un nudo de
asombro y emoción bloqueó su garganta.
Aquellas misteriosas notas escritas venían dentro del objeto cilíndrico
el cual después de no poco trabajo la princesa había logrado abrir con
esfuerzo por sus bordes.
Miró hacia todos los lados posibles, recelosa, temiendo que alguien
estuviese espiando sus movimientos y adivinando sus pensamientos.
¿Quién sería el anónimo enamorado que escribía tan románticas
palabras? – pensó para sí Risueña.
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¿Cómo se llamaría o dónde vivía?
¿Acaso algún pretendiente le espiaba desde algún lugar secreto y
escondido?
¿Cómo serían sus ojos y sus manos?
¿ ...Quizás alguno de los valientes, galantes y apuestos caballeros de la
corte?
¿Algún atrevido enamorado que intentaba adelantarse al momento en
que escogiera un esposo para que gobernara juntamente con élla?
¿Y cómo llegó la carta hasta la fuente del rey sin que ningún guardia ni
criada se diera cuenta?.
Volvió a leer una y otra vez y descubrió detalles que agregaron más
misterio a aquella enigmática carta. Estaba redactada en exquisitas letras
dignas de un consumado artista y el papel sobre el cual se había escrito
no era como los que usaban en el reino, toscos y opacos. ¡No!. Este papel
era delicado y frágil, como si se tratase de las fibras de una inmensa hoja
de roble pegadas una al lado de la otra. Y la tinta despedía un profundo
aroma a bosque y frutos.
Extasiada, la princesa miró por enésima vez a través de la ventana más
cercana, como si desease que el desconocido galán de la carta saltase por
allí y la tomase en sus fuertes brazos para huir con élla hacia un castillo
oculto en lejanas y misteriosas tierras.
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La noche ya se había encargado de cubrir la tierra bajo su oscuro
manto dejando deslizar por en medio de las amplias cortinas de seda
que colgaban de las ventanas un suave y cálido hálito que impregnó el
dormitorio de la futura reina.
¿Quién se escondía detrás de aquella romántica carta? – la princesa se
quedó dormida haciéndose una y otra vez a sí misma esta acuciante
pregunta. La única y última que le quedaba después que todas las otras
no tuvieron respuesta alguna. Por el momento.
Y la noche giró sobre sus siete cambios, mostrando en un ciclo lo que
podía realizar durante todas las estaciones del año.
Despertó sobresaltada al estridente sonido de una trompeta de mensajero
que sonó no muy lejos de allí. El sol hacia rato había introducido con
desenfado su ardiente aliento por en medio de las cortinas que danzaban
al compás de los invisibles dedos del genio de la brisa, quien tomaba el
pliegue de sus delicados vestidos y los hacía bailar con gracia y armonía.
Aún sostenía con fuerza la carta en sus manos. Risueña volvió a leerla
palabra por palabra, renglón tras renglón tratando de descubrir alguna
nueva pista que le hablara de su anónimo enamorado.
Se acercó a la ventana y apoyada en la balaustrada aspiró el aire puro
de la mañana mientras el genio juguetón de la brisa acariciaba su dulce
carita de adolescente con dóciles ráfagas como dedos invisibles.
Aquel era otro hermoso día pletórico de vida bullente y matizada de
miles de colores y formas que el cielo les regalaba gratuitamente.
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Cerca de la gran puerta del castillo vió a su padre que despedía a los
veloces mensajeros de palacio quienes al golpe y sin perder tiempo
recorrerían los lejanos confines del reino para invitar a todos los nobles a
la celebración del gran baile que la corte dispensaba y que de paso serviría
para elegir esposo a la princesa. Además era en el día de su cumpleaños.
Este gran acontecimiento se realizaría en siete semanas más. Sintió como
si una mano invisible apretara su corazón y un escalofrío que le hizo
temblar recorrió por su espalda. Lo que en muchas ocasiones había
escuchado como algo lejano y distante, como un sueño real pintado de
fe, palabras y buenas intenciones, ahora se estaba materializando ante
sus propios ojos.
Mientras que por los cuatro costados del reino la gran noticia se esparcía
como el dulce aroma de un buen perfume, para Risueña los días
transcurrieron sin mayor novedad atendiendo a los pormenores de su
alta investidura, cuchicheando de un sin fin de cosas sin importancia con
las otras damas y jovencitas de la nobleza y probándose unos cuantos
vestidos que las costureras del reino le confeccionaban para los magnos
eventos que se aproximaban. De cuando en cuando iba élla o enviaba a
su doncella a la fuente del rey, por si acaso hubiera otra carta flotando en
el agua, escondida en un trozo de madera tallada en forma de cetro real.
La primera carta la había leído hasta la saciedad que hasta la podía
recitar de memoria de adelante hacia atrás y viceversa. Y en su corazón
presentía que no era la última. ¡No! No podía ser la última.
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FIN de los primeros tres capitulos.
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Apreciado lector,
si esta interesado en conseguir la totalidad del libro
o conocer algunos de mis otras publicaciones,
puede contactar conmigo en el siguiente email.
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