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UNIVERSIDAD DE MEXICO HISTORIA Y F ELIZMENTE ha sido siempre adverti- da por los hombres de letras, los filósofos, los historiadores, y en cierto modo también por los eientíficos. la gran influencia que ha ejercido la obra de Feijóo en los países de habla española y aun en los de lengua lusitana. Y cierta- mente sus ideas, más todavía que las oe Tosca, Zapata, Martínez, Mayans, Pi- quer, Cadalso, están estrechamente liga- das a la historia de una época en que el tradicionalismo fue sacudido por las di- versas manifestaciones de la modernidad. Como consecuencia de esta lucha surgie- ron las actitudes y los principios que ha- bían de ser la tónica fundamental de los pensadores hispanoamericanos, desde el. lejano siglo XVIII hasta nuestros días. FEIJOO ES YA UN FILOSOFO ILUSTRADO El pensamiento de Feijóo no es ex- traño a la suerte del pensamiento hispano- americano, porque los pueblos de habla española, y los lusitanos, tuvieron en el Teatro crítico y en las Cartas, igualmente críticas, una filosofía de la ilustración propia, coetánea de la europea. Nadie co- mo el fraile benedictino predicó en todos los tonos y por todos los lugares que la grandeza patria o el fin de la decadencia dependía de lo que ahora llamamos mo- dernidad. Según él, España, y con ella América, ocuparía el puesto a que estll- ba destinada entre las naciones cultas del orbe, cuando todos los habitantes, el bor- lado y el campesino, el docto y el rústico, fuesen hombres de luces, inteligencias de buen gusto, amantes de la verdad, des- confiados, críticos, racionalistas, esto es, cuando fuesen filósofos a la manera ilus- trada. Es la primera vez en la historia hispanoamericana que un filósofo intenta de una manera expresa, consciente, salvar un pueblo salvándolo para la filosofía por medio de una razón que, también por pri- mera vez en la cultura de los pueblos de habla es libre de saberes y mé- todos ajenos a ella. Con ella no sólo hace la crisis de la conciencia antigua, sino que levanta el plano de un mundo nuevo. T.Jn mundo nuevo que se forma sobre un es- cepticismo, un individualismo, un dualis- mo de y fe, una razón experimen- tal, que, por ser todos ellos peculiares, constItuyen la segunda gran contribución hispánica (la primera aconteció en el Re- nacimiento) a la cultura universal. Si Fei- jóo con su nombre' un siglo, nada menos que el siglo de las luces, se debió a que su obra es creadora de tradición hispanoamericana en igual o mayor por- ción que Bello, Montalvo, Hostos, Martí, Rodó, Ortega, Clavijero, Alzate, Barta- lache, Hidalgo, acampo, Juárez, Sierra, LA HISTORIA LO DOMINA TODO Cabe señalar ante todo que la historia no es accidental, como es perceptible a cualquiera que lea un discurso o una car- ta. Los errores en lógica, medicina, física, matemáticas; las credulidades del vulgo, las deficiencias teológicas, la negación del pasado, por una parte; la autonomía de la razón, los frutos de la ciencia, la verdad en todas las actividades del espíritu, por otra, son conocidas de los lectores por medio de una exposición histórica. Pero, FILOSOFIA EN FEIJOO Por Rafael MORENO M. con todo y que esta importancia es de- cisiva para destruir un pasado decadente y levantar un futuro de grandeíla, la his- toria no es un puro instrumento en la con- figuración del mundo nuevo. No sólo des- cubre ella el tema filosófico, sino que lo envuelve todo, y tanto se hunde en la misma obra crítica que se puede afirmar con razón que la nueva filosofía, y en consecuencia el destino de la obra de Fei- jóo, depende fundamentalmente de la his- to!ia, en el sentido y con el alcance que indicaremos a continuación. EL HOMBRE COMO TEMA Feijóo es, al igual que los ilustrados, de tendencias moralistas en la historia. Tal vez la -protesta frente a la herencia Feijóo - "la gran influencia de su obra" política del siglo anterior, que caracteriza a los ilustrados, y la dolorosa experiencia de las guerras de sucesión en el propio país, hicieron que Feijóo, bastantes años antes de Voltaire, mostrara un marcado desprecio por los héroes, los grandes con- quistadores, las guerras, la fuerza, la po- lítica de rapiña, los nobles que solamen- te viven, segün gusta recalcar, de las ac- ciones de los antepasados sin concurrir al bien de los ciudadanos. Así la historia se desplaza de los grandes hechos políticos, como la vida de los reyes, las batallas, la prosperidad y decadencia de los reinos, ' y considera principalmente "los sucesos humanos", el genio o carácter de los hom- bres. En lugar de conocimientos genera- les, se busca el conocimiento de la feli- cidad, del cultivo de las artes, de los be- neficios de la ciencia, de los recursos de los campos, de la comodidad. No se trata de la historia humana en el sentido de Bacon o de Vives, pues ellos identifican palabra humano con la palabra civil sl.no. de la.historia que comprende el VI mIento mtegro del espíritu e interesa a un nuevo tipo de hombre para el cual los valores fundamentales, como elocuen- temente enseña .el fraile antes de que lo Voltalre, son lo útil y el buen gusto. TIene ya la historia otro signifi- en na.da diferente de aquel que ten- dna dos SIglos después. Su objeto es el hombre, mas no el hombre en general, si- no el .hom?re considerado como parte de una sltuaclOn concreta en el caso de un país llamado España, 'con errores' que 10 encadenan al pasado, lo sumen en la de- cadenciél; y le 'impiden participar en la cul- tura ulllversal. El conocimiento histórico deja de. ser general y se vuelve' concreto, necesano para la subsistencia del indivi- duo y de la nación. Educa, salva al hom- bre presentándole conocimientos acerca de todo género de materias. . El concepto de la historia en Feijóo es un,a .historia del saber que, enclcIopedlco y erudito, no consiste en' amontonar por medio de la memoria datos innumerables, sino en indicar detalles del espíritu humano o en tapar los resquicios por donde los hombres puedan llegar a creer o a afianzarse en el pasado o los errores. En esto también se adelantó al consejo, que Voltaire daba a su disCÍ- pulo D'Alambert, de estudiar la ciencia como una historia del saber y no como una acumulación de nuevos conocimien- tos. Tal es el sentido profundo que ver- tebra los discursos y las cartas, aparente- mente disparatados, que el benedictino es- cribe con mano rápida de enciclopedista. Cualquier escrito suyo puede servir de prueba. ' ' CRITICA Y RAZON Esta idea ilustrada de la historia como ciencia del saber requiere la existencia de una razón que muestre cuáles son los su- cesos humanos o cuál es la verdad que conviene al hombre y cuál es el error del que debe apartarse. De hecho Feijóo pronuncia, desde el principio, incansable enemigo de la ignorancia, de las tinieblas y el error, con lo que también se adelan- ta al intento volteriano de hacer triunfar la razón sobre la sin razón. En el Teatro y las Cartas la historia lleva a cabo el tiempo de la razón, al realizar lo' que para el benedictino es su doble fin fun- damental: uno, la relación de los errores y las verdades; otro, proporcionar los datos que sirvan de fundamento a la ra- zón para distinguir o discernir las tinie- blas de las luces. Esto quiere decir que la historia es una disciplina esencialmen- te crítica, como ya lo indican los títulos reveladores del Teatro y las Cartas. No solamente proporciona datos, ella misma es crítica. Ahora bien, el concepto ante- rior, que es central en' toda la filosofía del Siglo de las Luces, hace ver a la historia y la filosofía como dos mundos coexistentes. Uno está dentro del otro y se condicionan mutuamente. Todavía más. La historia es en definitiva la que defi- ne la verdad o el error filosófico. Lo his- tórico y lo crítico resultan ser por igual manifestaciones primeras de la razón. No solamente se conoce ésta en la histo- ria, sino que la misma razón no es po- sible sin ella, de modo que donde se e.n- cuentra la razón ahí se encuentra la hIS- toria. Por eso el fraile prefiere la argu-

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UNIVERSIDAD DE MEXICO

HISTORIA Y

FELIZMENTE ha sido siempre adverti­da por los hombres de letras, losfilósofos, los historiadores, y en

cierto modo también por los eientíficos.la gran influencia que ha ejercido la obrade Feijóo en los países de habla españolay aun en los de lengua lusitana. Y cierta­mente sus ideas, más todavía que las oeTosca, Zapata, Martínez, Mayans, Pi­quer, Cadalso, están estrechamente liga­das a la historia de una época en que eltradicionalismo fue sacudido por las di­versas manifestaciones de la modernidad.Como consecuencia de esta lucha surgie­ron las actitudes y los principios que ha­bían de ser la tónica fundamental de lospensadores hispanoamericanos, desde el.lejano siglo XVIII hasta nuestros días.

FEIJOO ES YA UN FILOSOFO ILUSTRADO

El pensamiento de Feijóo no es ex­traño a la suerte del pensamiento hispano­americano, porque los pueblos de hablaespañola, y los lusitanos, tuvieron en elTeatro crítico y en las Cartas, igualmentecríticas, una filosofía de la ilustraciónpropia, coetánea de la europea. Nadie co­mo el fraile benedictino predicó en todoslos tonos y por todos los lugares que lagrandeza patria o el fin de la decadenciadependía de lo que ahora llamamos mo­dernidad. Según él, España, y con ellaAmérica, ocuparía el puesto a que estll­ba destinada entre las naciones cultas delorbe, cuando todos los habitantes, el bor­lado y el campesino, el docto y el rústico,fuesen hombres de luces, inteligencias debuen gusto, amantes de la verdad, des­confiados, críticos, racionalistas, esto es,cuando fuesen filósofos a la manera ilus­trada. Es la primera vez en la historiahispanoamericana que un filósofo intentade una manera expresa, consciente, salvarun pueblo salvándolo para la filosofía pormedio de una razón que, también por pri­mera vez en la cultura de los pueblos dehabla e~pañola, es libre de saberes y mé­todos ajenos a ella. Con ella no sólo hacela crisis de la conciencia antigua, sino quelevanta el plano de un mundo nuevo. T.Jnmundo nuevo que se forma sobre un es­cepticismo, un individualismo, un dualis­mo de r~zón y fe, una razón experimen­tal, que, por ser todos ellos peculiares,constItuyen la segunda gran contribuciónhispánica (la primera aconteció en el Re­nacimiento) a la cultura universal. Si Fei­jóo lle~ó con su nombre' un siglo, nadamenos que el siglo de las luces, se debióa que su obra es creadora de tradiciónhispanoamericana en igual o mayor por­ción que Bello, Montalvo, Hostos, Martí,Rodó, Ortega, Clavijero, Alzate, Barta­lache, Hidalgo, acampo, Juárez, Sierra,

LA HISTORIA LO DOMINA TODO

Cabe señalar ante todo que la historiano es accidental, como es perceptible acualquiera que lea un discurso o una car­ta. Los errores en lógica, medicina, física,matemáticas; las credulidades del vulgo,las deficiencias teológicas, la negación delpasado, por una parte; la autonomía de larazón, los frutos de la ciencia, la verdaden todas las actividades del espíritu, porotra, son conocidas de los lectores pormedio de una exposición histórica. Pero,

FILOSOFIAEN

FEIJOOPor Rafael MORENO M.

con todo y que esta importancia es de­cisiva para destruir un pasado decadentey levantar un futuro de grandeíla, la his­toria no es un puro instrumento en la con­figuración del mundo nuevo. No sólo des­cubre ella el tema filosófico, sino que loenvuelve todo, y tanto se hunde en lamisma obra crítica que se puede afirmarcon razón que la nueva filosofía, y enconsecuencia el destino de la obra de Fei­jóo, depende fundamentalmente de la his­to!ia, en el sentido y con el alcance queindicaremos a continuación.

EL HOMBRE COMO TEMA

Feijóo es, al igual que los ilustrados,de tendencias moralistas en la historia.Tal vez la -protesta frente a la herencia

Feijóo - "la gran influencia de su obra"

política del siglo anterior, que caracterizaa los ilustrados, y la dolorosa experienciade las guerras de sucesión en el propiopaís, hicieron que Feijóo, bastantes añosantes de Voltaire, mostrara un marcadodesprecio por los héroes, los grandes con­quistadores, las guerras, la fuerza, la po­lítica de rapiña, los nobles que solamen­te viven, segün gusta recalcar, de las ac­ciones de los antepasados sin concurrir albien de los ciudadanos. Así la historia sedesplaza de los grandes hechos políticos,como la vida de los reyes, las batallas, laprosperidad y decadencia de los reinos, 'y considera principalmente "los sucesoshumanos", el genio o carácter de los hom­bres. En lugar de conocimientos genera­les, se busca el conocimiento de la feli­cidad, del cultivo de las artes, de los be­neficios de la ciencia, de los recursos delos campos, de la comodidad. No se tratade la historia humana en el sentido deBacon o de Vives, pues ellos identifican

l~ palabra humano con la palabra civilsl.no. de la.historia que comprende el mo~VImIento mtegro del espíritu e interesaa un nuevo tipo de hombre para el cuallos valores fundamentales, como elocuen­temente enseña .el fraile antes de que loexpresar~ Voltalre, son lo útil y el buengusto. TIene ya la historia otro signifi­ca~o en na.da diferente de aquel que ten­dna dos SIglos después. Su objeto es elhombre, mas no el hombre en general, si­no el .hom?re considerado como parte deuna sltuaclOn concreta en el caso de unpaís llamado España, 'con errores' que 10encadenan al pasado, lo sumen en la de­cadenciél; y le 'impiden participar en la cul­tura ulllversal. El conocimiento históricodeja de. ser general y se vuelve' concreto,necesano para la subsistencia del indivi­duo y de la nación. Educa, salva al hom­bre presentándole conocimientos acercade todo género de materias. .

El concepto de la historia en Feijóo espue~, un,a .historia del saber que, aunqu~enclcIopedlco y erudito, no consiste en'amontonar por medio de la memoria datosinnumerables, sino en indicar detalles delespíritu humano o en tapar los resquiciospor donde los hombres puedan llegar acreer o a afianzarse en el pasado o t~n

los errores. En esto también se adelantóal consejo, que Voltaire daba a su disCÍ­pulo D'Alambert, de estudiar la cienciacomo una historia del saber y no comouna acumulación de nuevos conocimien­tos. Tal es el sentido profundo que ver­tebra los discursos y las cartas, aparente­mente disparatados, que el benedictino es­cribe con mano rápida de enciclopedista.Cualquier escrito suyo puede servir deprueba. ' '

CRITICA Y RAZON

Esta idea ilustrada de la historia comociencia del saber requiere la existencia deuna razón que muestre cuáles son los su­cesos humanos o cuál es la verdad queconviene al hombre y cuál es el error delque debe apartarse. De hecho Feijóo ~e

pronuncia, desde el principio, incansableenemigo de la ignorancia, de las tinieblasy el error, con lo que también se adelan­ta al intento volteriano de hacer triunfarla razón sobre la sin razón. En el Teatroy las Cartas la historia lleva a cabo eltiempo de la razón, al realizar lo' quepara el benedictino es su doble fin fun­damental: uno, la relación de los erroresy las verdades; otro, proporcionar losdatos que sirvan de fundamento a la ra­zón para distinguir o discernir las tinie­blas de las luces. Esto quiere decir quela historia es una disciplina esencialmen­te crítica, como ya lo indican los títulosreveladores del Teatro y las Cartas. Nosolamente proporciona datos, ella mismaes crítica. Ahora bien, el concepto ante­rior, que es central en' toda la filosofíadel Siglo de las Luces, hace ver a lahistoria y la filosofía como dos mundoscoexistentes. Uno está dentro del otro yse condicionan mutuamente. Todavía más.La historia es en definitiva la que defi­ne la verdad o el error filosófico. Lo his­tórico y lo crítico resultan ser por igualmanifestaciones primeras de la razón.No solamente se conoce ésta en la histo­ria, sino que la misma razón no es po­sible sin ella, de modo que donde se e.n­cuentra la razón ahí se encuentra la hIS­toria. Por eso el fraile prefiere la argu-

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JUAN L U 1 S V 1 V E S,(1492-1540). Se doc­toró en la SorbOlla.Fue p re c le p t o r delpríncipe Guillermo deCroy, y más ta:de lec­tor de C a tal I n a deAragóll. Dictó cátedraen la Universidad deLovaina, y luego enOxford. Hizo frecuen-'

: tes viajes de estudio.::4. Obras: De las wusas

. . de la corrupción delarte; Del alma y de la vida; Introd~cc-ión.a lasabidur·ía; De censura veri; D.e DlsputatlOne;De Civitate Dei; De Subvenh.one pa.upemm;De Tradentis discip'linis; E-rerCltatlO ltngua la­tinae; De Ratione studii puerilis, etc.

mentación salida de la historia a la quese basa en una sutil metafísica.

Las ideas anteriores dan pie para afir­mar que la crítica universal del Tea.tr.oy las Cartas es el res,u!tado de la .actI~l­

dad de una razón cntIca de la hlstona,que, por causas compr;nsi?le:, .no pudoser la crítica de la razon hlstonca; peroque es filosofía tanto o en la misma me­dida que la filosofía estrict<lfIlente ha­blando, según parecen entenderse hoy lascosas.

LA VERDAD CIENTIFICA .'

La verdad que señala al hombre unahistoria crítica así concebida se caracteri­za por ser objetiva, La crítica en Feijóonace como una necesidad, la misma porotra parte del mundo moderno, de ad­quirir principios claros y evidente~, deadquirir un método seguro, semejanteal método de las matemáticas, para al­c;mzar la verdad y hacer a un lado elerror. Frente a la actit\ld cartesiana se­gún la cual la historia carece de ideasclaras y distintas, Feijóo exalta la con­fianza en el conocimiento histórico: élsí entrega las cosas tales cuales son.

Como hombre del XVIII busca un sa­ber que se apoye en documentos y testi­monios depurados, y 10 hace con tal in­sistencia que podemos decir, al igual q1.lede voltaire, que todos sus razona~ientos

sobre la historia son crítico-objetIvos, ala manera de los razonamientos de lasciencias de la naturaleza. En efecto, lacrítica supone la capacidad de la inteli­gencia para señalar lo probable como pro­bable, 10 cierto como cierto, lo dudosocomo dudoso, 10 falso como falso. Loque no es posible sin una firme convic­ción acerca de la existencia de una ver­dad obj-etiva, independiente de los ca­prichos de los hombres. El móvil mani­fiesto a través de su obra es conocer lossucesos humanos tales cuales son, se~'

guir el hilo de los errores, juzgar conimparcialidad los datos ofrecidos por losautores o los testigos. No hay medio en­tre la verdad y la mentira. La experien­cia y la razón, 'dice, militan contra elapotegma vulgar según el cual el errorsiempre tiene algo de verdadero.

En el fondo de las convicciones feijo­nianas se advierte la tradición realistaque recibe al mismo tiempo de la escolás­tica y de la ciencia del XVIII fundada enla ,experiencia, pero sobre todo se ad-

1 vierte la firme persuasión de que el obje­to del conocimiento es una !1aturaleza queprocede de una manera uniforme, porqueacata leyes que no pueden ser violadas.De aquí la confianza en el conocimientode una verdad objetiva y necesidad de

acabar con las dudas, los errores, las ig­norancias de los hombres. Estamos fren­te al fruto máximo del racionalismo me­canicista característico de la primera eta­pa de la ilustración, miope a todo lo .queno sea ciencia y conocimiento de vahdezuniversal objetiva. Consecuente a él, afir­ma que los poetas no. tienel: voto. ;uandose trata de la verdad, aÍlrmaclOn querecogen los pensadores hispanoamerica­nos del' siglo XVIII.

HISTORIA PRAGM ATICA

En el Teatro y las Cartas la historiaentendida" como verdad objetiva está re­ciamente ligada a la idea de utilidad. Fei­jóo, y todo el siglo de las luces, da elcalificativo de verdadero sólo a lo quees útil. ¿ Util para qué? ¿ Cómo puedeser útil la historia? La historia es el útilpor excelencia para librar a la mentedel error y. para establecer las verdades,los hábitos, las costumbres, con que seformará el moderno pueblo español. Deesta manera Feijóo se anticipa algunos

. años al Ensayo sO.bre las costumbres,aparecido en 1740, en donde Voltaire po­ne a la historia como base de la reformade una nación. En efecto, 10 que al frai­le le interesa es la historia como apoyoe instrumento de una reforma general dela inteligencia y la vida española, comouna salida airosa de la decadencia que ensu sentir oprimía a la nación. La historiaes considerada, pues, útil porque signifi­ca ilustración y porque mediante esa ilus­tración España logrará su grandeza allado de las otras naciones.

Esta concepción pragmática de la his­toria, de la que Feijóo es consciente, tie­ne poco que ver con el pensamiento cIá­.sico que expresa. la frase de Cicerón.Ciertamente la historia es todavía maes­tra de la vida en cuanto enseña en elpasado decadente todo 10 que no debe seren lo futuro. Pero también muestra losfrutos de la razón' actual, la novísima,con que España alcanzará la grandeza,de la que carece debido a su propio pa­sado. Así la historia se convierte en ros­tro de dos miradas: una al pasado queno debe ser, otra al futuro que sí debeser. y 10 e}):traordinario de la posición deFeijóo consiste erI que la historia quita laratón al pasado y da la razón al futuro.Función en verdad ajena a la tradiciónhistórica.

Por 10 anterior se puede decir con jus­ticia que Feijóo hace con el Teatro crí­t-ico y las Cartas una filosofía de la his­toria, aunque el fraile no haya dado asus ideas el nombre con que Voltaire ca­lificó a las suyas. Lo cierto es que unoy otro, el español y el francés, con dife­rencia de años, manejaron ideas sobre lahistoria muy similares, pues concibieronesta disciplina a la manera de una ver­dad salvadora de sus pueblos.

CRITICA E IN MANENCIA

La concepción jusnaturalista de la his­toria aparta a Feijóo del mundo tradicio­nal al que pertenece por su educación ysu religión. Todavía en el siglo XVII Pas­cal sostiene que en la teología es válidoel respeto a la antigüedad, debido a queesta· ciencia no depende exclusivamentedel razonamiento. Mas según el fraile, larazón crítica se ejerce por igual en la

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historia, en la lógica, que en la teología.De aquí que lo. tr~dicÍ<:)11~1 ~o pueda acep­tarse como cnteno hlstonco. Y en ver­dad así como la física descansa única­mel~te sobre una nueva razón dotada deexperiencia, así la hi;toria descansa ,~ni­

camente sobre la razon en cuanto cnbca.y así como la físira se explica dentrode la inmanencia en cuanto ésta significauna despreocupación radical por los p~o­

blemas del más allá, y en cuanto encIe­rra a la ciencia dentro de los límites dela tierra no menos que en cuanto niegatoda pretensión metaf.ísica, así .Ia historiaestá condenada a la mmanencla.

Este nuevo saber, que según Feijóointeresa al nuevo tipo ele hombre, no estátodavía acuñado y expuesto en sistemasrígidos. Es parecido a las cosas del Siglode las Luces: preciso en sus finalidades,activo y ya convertido en realidad, ~ero

indefinible. N o está hecho, se va haCIen­do. Por de pronto es un espíritu, el espí­ritu de crítica. Nada en aquel siglo seaceptó de buena fe, todo se criticab~: Laobra de Feijóo representa en Espana elespíritu crítico universal; es el ejemplodel último grado a que pudo llegar unreligioso en la avidez de críti~a que en~­

pieza a privar en Europa a fmes del SI­

0'10 XVII con un Leibniz o con un Bayle,b • ••

y que no era otra cosa que e! pr!?ClplOdel largo proceso de la seculanzaclOn delsaber. Para San Agustín o para Bossuetlo importante históricamente es todo .10que tiene relación con Cristo y la Iglesl~.

Para Feijóo, al igual que un poco despuespara la Enciclopedia, 10 histórico es todo~quello en donde se puede ejercitar lé¡.. in­teligencia crítica. Rechaza por eso la Ideacorriente en aquellos días, por lo menosen España, de que la historia verdaderadescansaba en los hombros del pueblojudío y de que se había corrompido enlos demás. Para él todos los pueblos hanhecho la historia, porque todos han te­nido razón y porque ésta no deja de serrazón antes bien tiene muchas veces' unclesar~ollo más amplio, en los gentileso en los herejes.

De tal manera la historia es un come­tido meramente humanó. El Teatro y lasCartas dan la convicción a quien los le­yere que Feijóo aparta de la historia lamano de Dios para poderla dejar a laresponsabilidad ele los hombres. El cris­tianismo, desde San Agustín, ha afirma­do que Dios convierte el mal en instru­mento de los designios divinos. Feijóo, alcontrario, insiste, clavadas sus ideas enel conocimiento de España y los -españo­les, en que la decadencia, el mal máximodel hombre, no se debe a Dios, sino a lospropios españoles, reacios a la cultura ya la filosofía modernas.

CARLOS DE SECONDANT,

barón de Montesquieu,(1689-1755) . Notablepublicista francés. Di­mitió al cargo de ma­gistrado para dedicar­se a las letras. Des­pués de viajar y estu­diar publicó: Cartaspersas, libro extraor­dinario; Consideracio­nes sobre las causasdel engrandecimiento

¡le los ,romanos y su decadencia, el más popularc.:,~ sus escritos; Espíritu de las leyes, su obranaestra, donde examina las diferent7s formasde gobierno; publicó además otros hbros, mo­delos de polémica y buen gusto.

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UNIVERSIDAD DE MEXICO17

F R A N C r S e o MARÍAAROUET DE vOLTArR~:,

(1694-1778). Las nu­merosísimas obras deVoltaire se han reim­preso varias veces, yno pocas se han reuni­do en ediciones com­pletas. Obras: Edl:po; ,Artemisa; Mariamne;Bntfo; Te 111 pi o delp I a e e 'r; Historia deCarlos XII; Cartasfilosóficas; Elementosde la f i los o f ·í a de

Newton; Discursos sobre el hombre; Ensayo so­bre las costumbres; Orestes; Roma libertada;Nanina; Historia de Rusia; Tancredo; Filoso­fía de la historia; La Biblia comentada; Diccio­¡~ario filosófico; Historia del Parlamento dePcurís, etc.

¿ LA VERDAD ES OBJETIVA?

El hecho de que la obra de Feijóo des­canse en la crítica y precisamente en unacrítica aplicada dentro de la inmanencia,implica una desconfianza, no en la capa­cidad de la razón o en el triunfo de susideales, sino en el objeto que la define,el saber humano y, en definitiva, en elhombre mismo. Pues bien, esta tesis per­mite a Feijóo establecer al mismo tiempolas condiciones de una verdad objetiva yescapar, por así detir, del racionalismomecanicista. Conviene detenerse a pro­bar lo anterior, pues de ser cierto, Espa­TIa no sólo tuvo desde los primeros tiem­pos una filosofía de la historia, sino unaconcepción de la historia más modernaque la 'ilustrada.

En primer lugar, tanto el Teatro comolas Cartas, son un monumento a la obje~

tividad histórica. En todos lados se que­ja el fraile de la facilidad con que se in­troducen o toman vuelo tantas fábulas enel mundo, debido a que la mayoría de loshumanos tiene una fe casi ciega en losautores. No se ex;aminan las fuentes dedonde se derivan las noticias. No se usala crítica para discernir 10 posible de loimposible, 10 verosímil de 10 inverosímil,y muy pocos tienen los principios paraeste discernimiento. N o se advierte quelos demás clásicos autores usaron de in­formes ajenos, sin exceptuar de esta re­gla aun a los coetáneos a los sucesos.

Esta' convicción sobre la credulidad delos hombres es probada satisfactoriamentepor Feijóo con la misma fuerza con queBay1e lo había hecho años atrás en elDiccionario crítico e histórico. Por unaparte crea la duda sobre las verdades delos antepasados. Por otra vuelve nece­saria la existencia de leyes críticas quedescubran las fábulas, las supersticiones,las falsas tradiciones, los milagros supues­tos las narraciones maravillosas. Así seentrega, ya en el primer discurso del Tea­tro, a mostrar cómo funcionan las leyesde la crítica. Según la formulación teó­rica son tres. La primera regla, 'funda­mental para los' milagros y las aparicio­nes, enseña que no deben admitirse comoverdaderas ni como falsas todas las na­rraciones. La segunda, que la historia sealeja de 'lo inverosímil. La tercera, queel asenso o disenso a los hechos históri­cos se ha de reglar por el número y gra­vedad de los testimonios que los califi­can, debiendo ser éstos mayores cuantolos hechos fueren más extraordinarios.Trata extensamente de las tradiciones po­pulares, de la veracidad heroica que serequiere en las narraciones portentosas,de la calidad de los testigos, de la crítica

textual, del conocImIento directo de lasobras, de la necesidad de ir hasta las pri­meras fuentes. Es un apotegma para élque no basta la lectura de los autores mo­~ernos ni la de los antiguos, y que la rec­tItud del juicio histórico exige que todossean oídos y se pronuncie la sentenciaror la calidad de las pruebas.

En segundo lugar, al lado de estas nor­mas objetivas, señala la dificultad deljuicio histórico por el hecho de que sonho~bres quienes narran los sucesos yqUIen trata de ordenarlos. Por eso le in­teresa mucho que se "conozca la índoledel autor", su país, su religión. La fide­dignidad de un' autor no es sufícientepara aceptar el hecho por él narrado. Sepuede y aun se debe dudar si tenía lals.agacídad y aplicación necesarias paradiscurrir entre la realidad y el embuste.

. ¿ o LA VERDAD ES HIsroRIcA?

A todas las indicaciones anteriores ne­cesarias para la buena historia, el lrailelas l1ama reglas matemáticas de la ver­dad humana. Señalar las normas de lacrítica histórica no es otra cosa que "re­glar matemáticamente la fe humana". Yen verdad sus ideas son un claro índicede una historia tan racionalista como ladel setecientos. La razón parece dominara, lo histórico y sólo falta que las leyescríticas sean concebidas a la manera de

SAN AGUSTÍN, (354­430). Nació en Ta­gaste, Africa, cercade Hipona, don d emurió. Combatió con'seVleridad a los ma­niqueos, a los dona­tistas ya' los {Je1a­gios. Sus doctrinascontribuyeron al des­arrollo de la, vid:!contemplativa, y a lafundación de los mo­

n~sterios. Sus ideas sobre la gracia divina ej er­Cleron una gran influencia en la Edad Media.Su vasto g¡enio abrazó muchas disciplinas: me­tafísica, historia, antigüedades, ciencias y cos­tumbres. Sus obras más notables son: Ciudad deDios; Confesiones; Tratados acerca de laGracia.

las matemáticas y que la certeza históricahaya de tener la misma naturaleza de lamatemática. Sin embargo, Feijóo, sin de­jar de ser ilustrado, salva la singularidadde lo histórico. Pese a sus pretensionesde encontrar una verdad objetiva y a quela inercia de su naturalismo 10 lleva ahablar de la regla matemática, sabe, 10mismo que después Voltaire, que la his­toria, precisamente por considerar los he­chos humanos, tiene escaso número deencadenamientos auténticos con que igua­lar la certeza de las matemáticas y queen consecuencia nunca será posible cerrarla puerta al error. Muchos, se queja,sólo aceptan la verdad y las objecionesdotadas de evidencia, mas en materia decrítica no caben verdaderas demostracio­nes. Fuera de la ciencia matemática, di­ce, "es preciso contentarse con la verosi­militud, la cual cuando llegue al más altogrado de perfección dentro de su línea,no puede pasar de constituir certeza na­tural". Con esto y el cuidado por consi­derar la subjetividad del historiador, su­ministra las ideas básicas para superar laconcepción mecanicista de la filosofía ilus­trada. Cuando no se advierte el sentidoprofundo que sustenta a las normas crí­ticas, es común pensar que sus ideas his-

tóric~s siguen el cauce normal del jusna­turahsmo pragmático. Cuando, en cambios~, cae en esa cuenta, produce satisfac~clOn _saber que un pensador de lenguaespanala se adelanta a las orientacionesque acabarán por sobreponerse al Siglode las Luces.. Si las leyes de la crítica, según Feijóo,

tIenen como fin principal salvar a la his­toria de l~s !ntereses humanos por mediode conOCImIentos objetivos, no puedenmenos que indicar la dificultad de labuena historia. La historia no es una dis­ciplin~ ~imple. Lo subjetivo irrumpe enlo obJetIVO y lo objetivo es siempre cap­tado por un hombre de carne y hueso.De esta doble convicción resulta el dobleplano dentro del cual se mueve toda .laobra de Feijóo. En ocasiones parece im­ponerse la historia concebida a la manerade la ciencia. En ocasiones surge el hom­bre con una naturaleza irreductible a le­ye~ ev!d~ntes. La ~istoria, lejos de ser lamas fac~l. de l~s CIencias como pensabanlos tradICIonalIstas, es la más difícil nosólo porque un historiador debe tener 'am­plias noticias sobre todas las facultadessin? ~o:que. interfiere la subjetividad ;la mdlvld~altdad. Son muchos los poetasque se dIcen perfectos, pero no existeun solo historiador perfecto. Aun los mássobresalientes tienen graves defectos. Así,en opinión de Feijóo, la naturaleza delhombre no hace más que poner tropiezosa la verdad de la historia, de manera queni siquiera como ciencia de lo más vero­símil es posible. Dejando a un lado lasgrandes dificultades por concepto del es-

. tilo y del método, aun suponiendo queexistan sujetos en quienes concurran co­nocimientos excepcionales sobre los auto­res, la religión, las leyes, las costumbresde las naciones, la mentalidad de los "i­glos en que se desarrollan los sucesos;es casi moralmente imposible, según Fei­jóo, que también estén adornados con ungrán amor a la verdad, con un espÍl'itucomprensivo de tanta multitud de noti­cias y, sobre todo, con un ingenio tanpenetrante, que disciernan las legítimasseñas de la verdad entre tantas aparien­cias encontradas.

VERDAD, VEROSIMILITUD- y DUDA

Para Feijóo la dificultad inherente ala historia adquiere mayores proporcio­nes, cuando se -advierte que los autoresque refieren los sucesos pueden ser 111;1­merosos y que cada uno de ellos se depllevar inconscientemente por el amor asu país, por la pasión religiosa, por elhalago del lector, en pocas palabras, porsu propio temperamento. Poco se puedecreer a un autor contemporáneo que na­rra sucesos oculares y mucho menos alque se apoya en personas fidedignas, pues

" R A N C I S C o BACON,

(1560-1622). Bar ó nde Varulam y conde deSan Albano. Obras:Instaura.t-io magna; Deaugmentis sci e n t i a­"~tm; N ovum organumscientiarum; Vida del:nrique VII; Colec­ción de los actos y he­chos acaecidos en elParlamento de Ingla­terra en el reinado deJsabel, etc.

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entonces debe ser veraz el historiador yel que dio la noticia. Cuando existen mu­chos conductos' desde el hecho hasta elhistoriador, parece difícil que alguno nodeje de corromperlo. Ya Séneca sabía quela verdad de .la historia es obstruida porla credulidad, la negligencia y la mendi­cidad de los historiadores. ¿ Cómo sabercuál es la verdad si entran de alguna ma­nera en el hecho histórico elementos in­dividuales subjetivos? Según Feijóo ladificultad de la historia consiste en que elhombre hace imposible la aplicación pelas leyes críticas. "De modo, dice, que laverdad navega en el mar de la historiasiempre entre dos escollos, la ignoranciay la pasión." El miedo, la esperanza, elamor, el odio, "son cuatro vientos fuer-

; tes que no dejan parar en el punto de laverdad la pluma".

Verdaderamente no podía darnos elfraile español del siglo XVIII imagen me­jor para indicar las luces y las sombrasde la historia, la inclinación a la objeti­vidad y el imperio del individuo, un in­dividuo recalcitrante, a las leyes origina­das en el naturalismo iluptrado. De lamisma manera que exalta a las leyes crí­ticas, así exalta al individuo. Por ejem­plo, la dificultad que en la historia im­plica el estilo, depende de que cada clasede asuntos tiene sus. locuciones corres­pondientes y cada individuo tiene sus pro­pias expresiones. Igualmente, el métododepende de la comprensión, de la perspi­cacia, del genio del autor, pues sólo élpuede saber cómo escribir cada cosa y'dónde colocarla. "Son tantos los motivosparticulares que pueden movernos al en­gaño, dice, que aun respecto de los he-.chos que son indiferentes al partido, lareligión y el estado, rara vez podemostener seguridad alguna. ¿ Quién puedecomprender todos los afectos que hay enel corazón de un escritor que no conoceni ha tratado? ¿ Quién puede determinara cuántos objetos se extiende su amor osu odio? Aun en los hechos que pare~enmás remotos, o de su afecto o de su inte­rés, puede tener parte o su conve'nienciao su inclinación. Mienten a veces los his­toriadores, quedando incomprensibles losmotivos."

Pero el afán crítico llevado a sus úl­timos ~xtremos I?or Feijóo no sólo pro­duce fIsuras de Importancia en la razónmecanicista del siglo. También terminaen u~ cierto escepticismo al que por des­gracia ahora tenemos que soslayar. Enefecto, se sabe ya que en ~a historiacuenta mucho el individuo, pues graciasa su presencia,ya en la trasmisión de losdatos, ya en la interpretación de ellos, sedes~ubre algo que no. es comprensibleracIOnalmente. Por eso el individuo elsujeto que hace la historia, pone límit~s auna razón, cuya grandeza consistió enquerer conocer todo. De lo anterior cabed~stacar. que, como Feijóo lo repite endIscursos y cartas, las dificultades queimpiden comprender la verdad fundanla incertidumbre, la duda, en la historia.Las contradicciones de los autores produ­cen dudas sobre la existencia de ·los he­chos a que se refieren. "Por donde seconocerá, concluimos con el benedictinocuán difícil sea no sólo apurar lo cierto'mas' aun señalar lo más verosímil en l~historia." Sin embargo, hijo del Siglo delas Luces, no se atreve a llevar hasta elfin ~u. individ~alismo y su incipiente es­cepticIsmo, sahendo de la duda o por la

verdad o por la senda de la verosimilitud.Por una parte insiste en las grandes difi­cultades de la historia y afirma expre­samente que un historiador es moralmen­te imposible; pero, por otra, siempre en­cuentra la verdad enmedio de los errores,las fábulas y las supersticiones. Todoacaba cuando se entrega, confiado, a larazón.

DIOS Y LA HISTORIA

Por todas estas razones el fraile bene­dictino está a la altura del espíritu ana­lítico propio de la segunda mitad del Si­glo de las Luces. Historiza en cierto mo­do la razón universal que le sirve de sos­tén. La importancia que concede al indi­viduo pesa con todas sus consecuencias.Si para Voltaire y después para Montes­quieu la naturaleza humana se ve indivi­dualizada por la costumbre, el clima y el .suelo, para Feijóo se ve individualizadapor las circunstancias del propio indivi­duo. Descubre que lo histórico, la ver­dad histórica y el historiador son indivi­duales. Sabe por otra parte que del indi­viduo no existe ciencia. En estas ideasFeijóo fundamenta la incomprensión dela historia y la falta de crítica para dis­cernir la verdad del error. Cualquier hom-

BENITO JuÁREz, (1809­1872). Presidente dela República de Méxi­co. De humilde origen,merced a sus esfuer­zos llegó a recibirse dedoctor en derecho. De­cretó la institución delcasamÍJento civil, y laconfiscación del o sbienes del clero. Com­batió a los francesesque habían impues~o

a Maximiliano comoEmperador de México.C u a n d o el ejércitofrancés se retiró, Juá­

rez derrotó a los conservadores, y logró resta­blecer el orden interior y las relaciones amis­tosas con casi todas las potencias extranjeras.

bre puede saber las reglas críticas, peroel cómo y el cuándo deben aplicarse de­pende de la. luz natural de la inteligenciaque cada uno tiene como gratia gratisdata.. La crítica buena, justa y acertada,ni la dan los libros ni los títulos. "SóloDios la da, porque sólo Dios da el claroentendimiento, el ingenio perspicaz, eljuicio exacto; que en esto y nada másconsiste la buena crítica." Ni siquiera elestudio de la propia crítica hace buenoscríticos. La misma comprensión de lasreglas pide un juicio crítico. De todo estose deduce que la facultad crítica es indi­vidual y que existirán en consecu;nciatantas historias como individuos que lashagan. Un relativismo histórico y no otracosa enseña el fraile cuando escribe quecada uno explica y entiende las' reglascríticas a su manera. "Sobre todo en or­den a la inverosimilitud de un hecho, esmuchas veces' absolutamente imposibleconvencer al que lo afirma; porque el dis··cernimiento de lo verosímil e inverosí:ni¡a, veces pende ~uramente de cierta saga.cldad, pulso otmo mental, que no puedeexplicarse en silogismos." Palabras degraves consecuencias si las hubiera des­arrollado de modo sistemático o si al me­nos las hubiera referido a la verd'l.d engeneral. Pero así como termina por con­fiar en la razón cuando la duda y los

elementos subjetivos lo conducen al"es­cepticismo, así escapa al relativismo atri­buyendo el don de la crítica, de la buenainteligencia o de la buena razón, a Dios.Sin duda, Feijóo; por su circunstanciaespañola, por las inconsecuencias mismas'del siglo, ni pudo hacer una historia com­pletamente humana, ni concibió al indi­viduo con una razón que no fuera la me·canicista de la época, y aun ésta con re­sabios de una mala escolástica. Hay quereconocer, con todo, que la dualidadapuntada hace original a su obra y lepermite solucionar la antinomia razón­historia, aun cuando el resultado no fue­ra tan satisfactorio como el del siglo XIX.

EL PASADO Y EL FUTURO

Hasta qué punto se imponga en la his­toria lo individual, una vez descubierto, ­nos lo van a mostrar los dos límites den­tro de los cuales se mueve todo el pensa­miento histórico de Feijóo: el pasádo yel futuro. En efecto, los discursos y 1<1scartas son una pintura magistral del pa­sado concebido como error y del futuroconcebido como verdad. Uno ha produ­cido la decadencia a los españoles, el otroles traerá necesariamente la grandeza.Uno significa el atraso, la ignorancia, lastinieblas. El otro auncia el progreso, elsaber, las luces. Se trata, I,mes, de dos·mundos que se excluyen mutuamente, demanera que no pueden darse al mismotiempo. ¿ Quiere decir que Feijóo alcan-zó a formular la doctrina del progreso oque tuvo ya una idea de las formacioneshistóricas? Vayamos con tiento. El pro­greso es el sustrato del Siglo de las Luces,algo así como el aire que respiraban losilustrados con una naturalidad que nodespertaba ninguna sospecha. Ni siquieraera necesario explicar o <;iefinir lo quefuera el progreso. Sólo supo aquel sigloque tenía su principio en el pasado y quesu meta era el mismo progreso. Fue estemodo de ver las cosas la consecuencia deldescubrimiento de la riqueza humana ymaterial del universo. El hombre se diocuenta de que gracias al su laboriosidadera cada vez más el propio autor de símismo, el saber de su historia.

Todas estas ideas existen a montonesen Feijóo. No gusta, como no gustó nin­gún pensador ilustrado, de elaborarlas teó­ricamente. Las vive, las comunica de lamisma manera que se vive y se comunicaun hecho. Así nada tiene el extraño que lahistoria sea la mojonera que señala el ca- ..mino que 4a de recorrer el hombre de Es­paña en particular y la humanipad en ge­neral. Todas las cosas, la realidad, las ins­tituciones, las costumbres, caminan haciaun desarrollo y progreso, indefinidos, me­nos la razón Y' sus postulados. Aquí está elsecreto. La fe en el conocimiento de la na­turaleza y la razón universal del sigloconstituyen la base de las conviccionesde Feijóo y por eso permaneció ligado ala ilustración, pese a que en puntos tras­cendentales vislumbró y hasta aplicó lassoluciones que habían de generalizarse enla segunda mitad del dieciocho o a prin­cipios del diecinueve. Si exaltó la impor­tancia negativa que lo individual tienepara el conocimiento histórico, no pudodestacar su descubrimiento de que lo in­dividual es el objeto de la historia. Ha­bría hecho teoría y se habría salido de su"circunstancia". El progreso,esa idea que

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¿ ES FEIJóo UN ADIVINO o UN GENIO?

OTHON

No puede encontrarse en el Ttatro críticoo en las Cartas eruditas, es cierto, unafilosofía sistemática en las formas y enI~s te~as. Pero, ¿no es precisamente lahlstona, que para el siglo de las luces,el siglo por antonomasia de la filosofía,era filosofía también, la que vuelve hu­mano el pensamiento filosófico y le mues­tra como objeto ineludible el saber cir­cunstancial, propio para unos hombres vuna época? Sin duda el fraile es filósof~

como han sido filósofos los grandes pen­sa~ores. de habla española, en quienes elestIlo sIempre es bello y la pluma está alservicio de las causas sociales. O, paradecir verdad, en Feijóo es donde crista­lizan por primera vez las propiedades delpensamiento hispanoamericano.

"Otilón, el 'seco, el desgarrado"

¿ Qué nos dice Othón? La pregunta pa­rece superflua de$pués de que ya el pro­pio Othón ha dicho su palabra poética ydespués de que la crítica ha sido tan verazcomo generosa con su obra. Sin embargono creo que la pregunta sea exactamentesuperflua. Tengo para mí que la expre­siónpoética está en razón inve~sa a la ex­presión lógica. Si la segunda procede me­diante la identidad, la primera procedemediante semejanzas decisivamente alte­ré'.J3s por la diJerencia. Lo cual quierec~ecir que cada quien percibe en la mismaobra de un mismo autor -identificaciónbásica sin la cual la comunicación seríaiíllposible- puntos de vista, perspectivaspersonales. Lo que dice el poeta es, porun ladq', 10 mismo para todos; por otro,lo que despierta en cada uno de sus lec­tor.es. Y es en este sentido precíso en elque la poesía es comunicación. Toca 10más hondo de nuestra íntima subjetividad.

Ya en 1910 decía Reyes: "Si hay librosque producen la impresión de cosa unifi­cada, orgánica, éste es uno de ellos" (op.cit., 183). Y si esto podía afirmarse de

JOS EMANUEL

ca, unido a una extraordinaria percep­ción de los temas y actitudes que andabanen el ambiente en espera de alguien quelos expresara, 10 lleva a superar signifi­cativamente el mundo de la Ilustración.¿ Cómo podremos negarle el título de fi­lósofo a Feijóo, si expresa con claridad,de una manera consciente, las mismasideas que después se considerarán carac­terísticas de Voltaire, el pensador quemás empuja hacia adelante la Ilustraciónuniversal? ¿ Cómo nos atreveremos a des­preciar, nosotros que formamos parte delos pueblos de habla española, la filosofíaque Feijóo descubre por la historia y conla cual él ha participado en la formaciónde la conciencia hispanoamericana, y, através de ella. en la cultura universal?

(APUNTE CONMEMORATIVO)

Por Ramón XIRAU

AL ANÁLI!\IS que Alfonso Reyes de­dica a los Poemas rústicos en 1910debemos una idea ya: indispensable

y reconocida por todos. Othón no es unpoeta bucólico en el sentido tradicional dela palabra sí por bucolismo entendemos"lo que tiene por principal y único fin lanarración de la vida de los pastores, y notanto de los pastores reales cuanto de losde aquella fingida Arcadia ..." (Obrascmnpletas, 1, 185.) Sólo podría llamarsea Othón poeta bucólico si se entendiesep~r poesía bucólica "la qu~ gusta de de~­cribir el campo y toma pIe en el senti­miento del paisaje natural para llegar porallí a la expresión de todo sentimiento"(op. cit., 185). También a Alfonso Reyesse debe la idea de que Othón no ha~e sólopoesía descriptiva -forma objetiva delpaisaje-, sino que revela en su obra unmundo "transcendental" y. más específi­camente, cristiano, católico. El Padre Val­dés hace observar con atingencia que.entreMonseñor Pagaza y Othón "vendría más

. a propósito hablar de ~p?sic¡ón que d:paralelo" (Poesía neoclastca, XL). Y. SIbien Manuel Calvillo afirma que la m­fluencia de Pagaza existe--especialmenteen Sonetos paganos- no deja de aclararque se trata de influencia y no de "para­lelo" (Paisaje, XXII). Por 10 menos dosde estos autores- Calvillo y Paz- coin­ciden en ver a Othón como poeta "cre­puscular": "hay un constante gusto porel tema del crepúsculo, en el que nos dafrecuentemente tantos de sus más afortu­nados hallazgos" (C a Ivi 11 o, op. cit.,XXVIII); "Othón, el seco, el desgarradoOthón, si posee la lucidez, la angustia, elresplandor herido del sol en el crepúscu- \lo" (Octavio Paz. Emula de la llama, enLas peras del olmo, 54). Pero Paz vecon agudeza que en Othón "no hay me­dias tintas"... "¿ Será porque el cre­púsculo del norte es más violento. másvital y neto, menos complaciente, que eldel Valle de México?" (op. cit., 54).Dejando a un lado cuestiones de influen­cias y de escuelas obtenemos tres elemen­tos medulares en la obra de Othón: elpaisajismo (desde Reyes, en Valdés, enCalvilla ), la religiosidad (en Reyes, Val­dés, Calvillo), el tono crepuscular (enCalvil10 y en Paz) .

mueve todas las ambiciones en la Epoc;¡de las Luces, no reconoce el valor de loindividual, ha~ta cien años después.

Esto explica por qué para Feijóo· el fu-'turo no puede tener ni ha tenido su ori­gen o causa en el pasado. El pasado noes el antecedente, sino 10 que no debía sery no será por el sencillo motivo de queno le asiste razón alguna. Hay ciertamen­te historia del pasado, pero en cuantohistoria del error y la ignorancia. Má~

bien la historia es la mojonera que des­linda la decadencia y la grandeza y se­fiala el camino hacia el futuro. Hay his­toria, pues, hacia adelante. Según la feilustrada de Feijóo, el hombre se perfec­cionará mediante las luces hasta llegar almomento en que domine totalmente larazón. Pero, otra vez la agudeza -¿ aestas alturas ya la podemos llamar ge­nial?- del fraile, descubre que el mundono puede ser tan simple. El error, queimpide el advenimiento del futuro, anidaen -la inteligencia de cada uno. Así cadauno, el individuo, tiene que conv«rtirseen crítico para desterrar el error. Ha dereconocerse, por eso, que al lado de larazón universal existe un nuevo tipo derazón, una razón' que es individual. Elbuen benedictino deja maltrecho lo uni­versal de la vieja razón, pues la persecu­ción de los errores y las fábulas a travésde la historia, hasta encontrar su origen,sólo es posible con una razón individua­lizada.

BLAS PASCAL, (1623­1662). Desde muy jo­ven manifestó un grantalento para la geo­metría, la física y lasmatemáticas. Su T,'a­toda de los cónicoscausó la admiracióndel mismo Descartes.También hizo expe­riencias sobre el equi­librio de los líquidosy la pesantez del ai re.Se ocupó luego en ha­cer una apología de la

religión cristiana, que no pudo terminar; se pn­blicó despnés de sn mnerte con el títnlo dePenso·l1Iientos.

Feijóo ocupará un puesto de primerorden en la historia y en la historia de lafilosofía si son ciertas o al menos funda­bIes las ideas anteriores sobre la historia.Para nosotros el monje, que no conociómás mundo que las cuatro paredes de sucelda, es un verdadero ciudadano en larepública de las letras, como gustaba élmismo llamarse. En verdad participa ac­tivamente de la cultura peculiar del sigloen que le toca vivir y, sobre todo, sabepensar con originalidad, repiensa los pro­blemas modernos y su fino sentido críti-

ANDRÉS BELLO, (li81­1865). Eminente lite­rato y gramático ve­nezolano, de instruc­ción y de talento no­torios. Escribió sobrederecho, gramática \'literatura, y una co'­I,ección de poesias. Fueel fundador de la Uni­versidad de Santiago'de Chile. Sus obr~:

la Gramática de laleng11a castellan.a, anotada por R. J. Cuervo, si­gue siendo fundamental para nuestros estudiosgramaticales; además escribió el Análisis ideo­lógico de los tiempos de la conjugación castella­na; O/'tologia y métrica, etc.