Historia y Utopía

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H ISTORIA Y U TOPÍA . Estudios y reflexiones

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José luis Hernández Huertalaura sánchez Blanco

francisco J. rebordinos Hernandoalexia Cachazo Vasallo

(Editores)

Historia y UtopíaEstUdios y rEflExionEs

Colección Temas y perspectivas de la Historia, núm. 1

Editores: Dr. José Luis Hernández Huerta, Laura Sánchez Blanco, Francisco J. RebordinosHernando, Alexia Cachazo Vasallo.

Comité editorial: Iván Pérez Miranda, Álvaro Carvajal Castro, Amaia Goñi Zabalegui,Clara Hernando Álvarez, Enrique Hernández Prieto, Francisco José Vicente Santos, IsaacMartín Nieto, Javier González-Tablas Nieto, José Manuel Aldea Celada, María de los ReyesSoto García, Paula Ortega Martínez.

Entidades, instituciones y agrupaciones científicas colaboradoras: Universidad de Sa-lamanca, Fundación Salamanca Ciudad de Saberes, Asociación de Jóvenes Investigadoresde Teoría e Historia de la Educación (AJITHE), Asociación de Jóvenes Historiadores(AJHIS).

I.S.B.N.: 978-84-939482-1-4Depósito legal: S. 1400-2011Diseño y composición: José Luis Hernández HuertaEdita: Hergar ediciones Antema.Realiza: Gráficas Lope

C/ Laguna Grande, 2 (Pol. Ind. El Montalvo II)Telfs: 923 19 41 31 - 923 19 39 7737008 Salamancawww.graficaslope.com

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pue-den reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación deinformación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico,fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquierotro, sin permiso previo por escrito de los titulares del Copyright.

© Los autores© AJHIS© De la presente edición: Los editores

Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones

sUmario

De la promesa de lo imposible y la posibilidad de lo inverosímil:Historia y Utopía 7

La democracia en la España del siglo XX: de la intransigencia al plu-ralismoManuel Álvarez Tardío 11

Utopías de ayer y de hoy. Posthumanismo y animalismo, ¿nuevos ho-rizontes utópicos de la humanidad?Francisco T. Baciero Ruiz 27

El trabajo femenino: utopía y realidad socialSilvia Medina Quintana 45

En torno a los orígenes empíricos de la utopía del mundo al revés. Seguidode un apéndice sobre la etimología del témino CocaingneTeodoro Crespo Mas 63

El papel del artista africano actual en la construcción del discursoutópicoBeatriz Leal Riesco 83

Historiadores al rescateMercedes Rosúa 103

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DE la pRomESa DE lo ImpoSIBlE y la poSIBIlIDaD DElo INvERoSímIl:

HIStoRIa y Utopía

Posiblemente sea uno de los rasgos definitorios de nuestro tiempo, losalbores del siglo XXI, la progresiva degradación, cuando no absoluto extra-ñamiento, de la imaginación. El Hombre ya no se siente capaz de proponerun mundo mejor, más libre, más justo y más solidario, que trascienda los lí-mites de los horizontes inmediatos. Las comodidades y seguridades ofrecidaspor el Estado del Bienestar, al menos en Occidente, han mermado la capa-cidad de previsión, acción y reacción de los individuos ante los retos que laexistencia lanza. El concepto de progreso, al saberse que no es ni exponencialni gratuito, muy al contrario, ha mutado, pasando a designar lo obvio u otracosa sustancialmente distinta a la originaria: en una de sus vertientes, suelehacer referencia a un portentoso avance científico o un notable refinamientode la tecnología, y, en otra de ellas, a un totum revolutum donde reina el relati-vismo de todo género, el cajón de sastre en el que incluir lo último, lo más in,sin más criterios para su selección que los impuestos por lo que se ha venidoa denominar politically correct. Los constantes mensajes que auguran un inmi-nente fin del mundo que nunca llega empobrecen, empequeñecen y arrugana la Humanidad, que olvida las generaciones venideras y, sobre todo, las aúnno anunciadas. El aquí y ahora marcan el ritmo vital de individuos, organi-zaciones y sociedades por entero. Y así, el futuro, paulatinamente, se va des-dibujando y la historia, ahora mutable y al servicio del presente, cede ante lamemoria.

Son, ciertamente, tiempos de tribulación para utopías, al menos paraesas que se distinguen por su nobleza, envergadura, robustez, profundidad yamplitud de miras. No así para sus contrarias, que tienden a proliferar en unclima tal, aprovechando el generalizado letargo –inducido o voluntario- delas células grises del ciudadano medio, cada vez menos exigente consigo mismoy con los demás, tendente a no considerar un futuro allende su existencia,ansioso de certezas y seguridades, habituado a inhibirse en el uso y disfrutede su libertad, renuente, por imposibilidad o cobardía, a proyectarse más alládel tiempo y del espacio.

No obstante lo cual, existen individuos, siempre lo han hecho y lo se-guirán haciendo, que, enérgica e infatigablemente, bregan para que utopíasde nobles ideales y escrupulosas formas se hagan realidad, que buscan, en-cuentran y propagan esa chispa adecuada que templa la razón e inflama elvalor del Hombre e invita a éste a aventurarse en parajes ignotos, sólo ima-ginados, tras la promesa de lo imposible y la posibilidad de lo inverosímil.

Este libro, que lleva por título Historia y Utopía. Estudios y reflexiones,compuesto por seis trabajos de investigación, tiene la finalidad de arrojar re-novada luz sobre ideas, personas y hechos que han propiciado, progresiva-mente, con periodos de apertura y de cierre, no sin notables riesgos, esfuerzosy sacrificios, la libertad y el progreso de la Humanidad en todos los órdenesde la vida, cuáles han sido las encrucijadas y las trayectorias posibles, quéutopías se han realizado y qué realidades han desvelado utopías miserables,esto es, a fin de cuentas, ahondar en lo que el Hombre, en su infinito afán deser y de ser más y mejor, ha hecho de sí mismo y de la realidad circundantea través del tiempo y el espacio. Es, asimismo, una apuesta por otra Historia,adaptada a las exigencias de nuestro tiempo, nueva en formas, contenidos yestilos, sencilla y viva, más rica en reflexiones, alejada del «metodismo» aca-démico, pero igual de erudita y rigurosa, respetuosa con los principios de re-alidad y causalidad, generosa en perspectivas, orientada por la razón y elsentido común y, sobre todo, desvinculada de ideologías, políticas y justicias.

«La democracia en la España del siglo XX: de la intransigencia al plu-ralismo». Así se titula el primero de los estudios compendiados, debido a Ma-nuel Álvarez Tardío, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).Aquél versa acerca del largo y difícil camino recorrido por España duranteel siglo XX para lograr, finalmente, en diciembre de 1978, el imperio de laley, de las libertades públicas y privadas, de los deberes de los ciudadanospara con la res-publica y de las garantías sociales mínimas, materializado todoello en un sistema democrático de corte liberal, suficientemente amplio comopara que todos los actores de la vida pública encuentren y dispongan de suespacio. Para lo cual el autor se ha detenido en dos momentos de inflexiónde la historia reciente de España, la II República y la Transición, echandopor tierra buena parte de los mitos que, interesadamente, han ido surgiendoen torno a tales períodos.

A continuación, se presenta el estudio del profesor de la Universidadde Salamanca Francisco T. Baciero Ruiz, titulado «Utopías de ayer y de hoy.Posthumanismo y animalismo. ¿Nuevos horizontes utópicos de la Humanidad?».En éste, entre otras cosas, se ha puesto de manifiesto la radical necesidadque el Hombre tiene de trascender lo circunstancial, de pensar-se más alláde tiempos y espacios, es decir, la natural propensión utópica del ser humano.Así, partiendo de la noción moderna de utopía, fuente de inspiración paratodas las que llegaron durante la época contemporánea, ha analizado, de

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forma crítica, dos de las propuestas utópicas actuales, el animalismo y el pos-thumanismo, que anuncian, en buena medida, el fin del Hombre, ya como es-pecie diferenciada y superior al resto de los animales, ya como forma de vidasupeditada a las leyes de la biología; es decir, que el ser humano deja de serlopara convertirse en otra cosa, en apariencia semejante, pero sustancialmentedistinta, pasando a gozar de otra condición, situación y papel en el cosmos.

La tercera de las investigaciones, «El trabajo femenino: utopía y reali-dad social», es de Silvia Medina Quintana, historiadora de la Universidad deOviedo. En aquélla se ha bosquejado las trayectorias seguidas por la mujerencaminadas hacia la conquista, a través del trabajo, de la emancipación socialy económica, de lo que es, en buena medida, la colonización de más y mejoresparcelas de libertad en la vida pública y privada. Para lo cual la autora, sir-viéndose de textos y otras fuentes de primera mano, ha trazado un recorridohistórico de amplio espectro, iniciándolo en la Antigüedad, haciendo hincapiéen la Roma clásica y finalizándolo al filo del siglo XXI, desvelando a su pasolas transformaciones estructurales y antropológicas que han propiciado, altérmino del camino, la progresiva y, en cierto modo, conflictiva incorporaciónde la mujer al mundo profesional y laboral en condiciones semejantes a lasdel hombre o, al menos, no tan distantes.

Luego, se presenta el estudio que lleva por título «En torno a los orí-genes empíricos de la utopía como mundo al revés. Seguido de un apéndice sobrela etimología del término Cocainge», debido a la pluma del investigador de laUniversidad Carlos III (Madrid, España) Teodoro Crespo Mas. El autor, po-niendo de relieve la dimensión mítico-ritual de las utopías y fiestas de inver-sión antiguas y populares modernas, casi siempre vinculadas a las regionesdonde los muertos habitan, ha ahondado en los orígenes primigenios de lasutopías, cuyo común denominador fue la consideración de la existencia deotras realidades, de un más allá posible, de mundos al revés donde la felicidadcampa por sus respetos, principalmente en forma de abundancia y ausenciade penurias y calamidades. Asimismo, como colofón, se ha lanzado una ra-zonable, sugerente y novedosa hipótesis acerca de la etimología del términoCocaingne, haciéndola derivar de la raíz coq (gallo).

En quinto lugar, el estudio Beatriz Leal Riesco, investigadora quedesarrolla su actividad a caballo entre Salamanca (España) y New York(EEUU), titulado «El papel del artista africano actual en la construcción deldiscurso utópico». En éste se hace un repaso de las principales aportacionesdel séptimo arte a la emancipación social, política y cultural de África desdelos procesos de descolonización hasta la actualidad. Se indaga en la necesidadde construir una nueva idea del continente, en los actuales discursos, ricosen ideas y variados en contenidos, medios y fines, acerca de aquél que se di-funde a través de la gran pantalla, una de las principales vías, a día de hoy,dada la pandemia de analfabetismo que sufre el continente, para la extensión

DE LA PROMESA DE LO IMPOSIBLE Y LA POSIBILIDAD DE LO INVEROSíMIL: HISTORIA Y UTOPíA

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e incremento del acervo cultural autóctono y foráneo. En definitiva, se pre-senta a los cineastas africanos como una de las principales y más eficaces co-rreas de distribución de las nuevas tendencias del pensamiento encaminadasa la liberación, dignificación y promoción social, cultural y política de las dis-tintas naciones que conforman África.

El último de trabajos compendiados es obra de la escritora y pensadoraMercedes Rosúa. Este ensayo lleva por título «Historiadores al rescate». Par-tiendo de la teoría general de las clientelas de la utopía, formulada in extenso porla autora en 2006, ha desvelado parte de la tupida red de clientelismos histó-ricos y de la Historia que, poco a poco, con pasmosa meticulosidad y sin pudoralguno, se ha ido tejiendo en Occidente durante las últimas décadas. Dichofenómeno, novedoso por sus proporciones, ha derivado en la proliferación,cual plaga de hongos, especialmente en España, de las clases parásitas, esas que,aun sin oficio, mérito, riesgo y capacidad, obtienen pingües privilegios socialesy beneficios económicos, siempre a costa de terceros y a cuenta de los dinerospúblicos, y que, además, se apropian de sociedad, cultura, educación, verdad,tiempo, espacio, ética y estética, proscribiendo o liquidando a su paso cuales-quiera trazas de lo bueno y lo bello construido por el Hombre. Todo lo cualacompañado de un amplio y ambicioso plan de acción para los historiadores,principalmente para los noveles, a través del cual Historia y Utopía serán res-catadas y Futuro, Justicia y Libertad volverán a ser los combustibles que ali-menten el motor de la Humanidad: «La utopía –dice Rosúa- será el último,necesario reducto de valores universales, incómodos, no rentables, a la vezimprescindibles e imposibles por su propia naturaleza. Y, como las guerrasjustas y perdidas, la utopía y su rescate, valdrán, una vez más, la pena».

Dr. José luis Hernández Huertalaura Sánchez Blanco

Francisco José Rebordinos Hernandoalexia Cachazo vasallo

(Coordinadores de la publicación)

Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones 11

La democracia en La españa deL sigLo XX: de La intransigencia aL pLuraLismo

dr. manuel Álvarez tardío

Universidad Rey Juan Carlos. MadridE-mail: [email protected]

«Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería necesario imponer con-troles internos ni externos sobre el gobierno. La gran dificultad al configurar un go-bierno administrado por hombres y para los hombres es ésta: en primer lugar se hade posibilitar que el gobierno controle a los gobernados; y a continuación, se le hade obligar a controlarse a sí mismo. La dependencia del pueblo es, sin duda, la prin-cipal contención del gobierno; pero la experiencia ha enseñado a la humanidad queson necesarias precauciones auxiliares». James Madison, 6 de febrero de 1788.

En 2011 se han cumplido ochenta años de la proclamación de la Se-gunda República en España, y setenta cinco del comienzo, en el mes de juliode 1936, de una terrible guerra civil. Ya está próximo el siglo de historia desdeque aquellos acontecimientos tuvieron lugar, tanto como la posibilidad deque la democracia española actual logre batir el record que sigue teniendo laMonarquía de la Restauración (1876-1923) como el período más largo de es-tabilidad constitucional –casi cincuenta años– en la historia contemporáneade España.

No parece, sin embargo, que esa lejanía en el tiempo esté sirviendopara que el pasado español, en lo concerniente al período de entreguerras,sea sólo una preocupación de los historiadores. De hecho, no es difícil cons-tatar que desde mediados de los años noventa, el pasado ha vuelto a planearsobre la vida pública española. Y lo ha hecho de un modo que casi nadiepronosticó. En el debate parlamentario, y de forma mucho más clara en laopinión publicada en la prensa, se ha puesto de manifiesto que una parte dela sociedad española estaba ansiosa por encontrar el momento político ade-cuado para incorporar el pasado a la confrontación ideológica actual. No setrata, por supuesto, de un debate entre historiadores, aunque también estospuedan aparecer en la tribuna pública como creadores de opinión. Es algobien distinto. Su finalidad no es mejorar el conocimiento científico de nuestro

pasado más reciente y contrastar investigaciones rigurosas sobre el mismo,sino conformar las diferentes perspectivas sobre el pasado que se utilizan enel ámbito de la pugna ideológica.

Puede parecer, por lo que a veces se publica en la prensa, que todoesto se explica como parte de la reparación simbólica o material de las vícti-mas de la dictadura franquista. Sin embargo, lo que subyace a esa reimplan-tación del pasado en la lucha política tiene que ver con un problema de mayorenjundia y que los historiadores llevan décadas debatiendo, sin duda con am-plio provecho para sus lectores: por qué no fue posible la consolidación deuna democracia en la España anterior al estallido de la guerra civil.

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En muchos estudios y en una versión que podríamos calificar de bas-tante divulgada, se ha sostenido que la falta de democracia en la España delsiglo XX se debió a problemas de orden estructural, es decir, al peso de su-puestos que durante mucho tiempo se han considerado indiscutibles: una in-dustrialización fallida y un campo atrasado, con terratenientes egoístas ycientos de miles de jornaleros explotados o desempleados. a esto suele aña-dirse la consideración de que España era un país de analfabetos y que, porusar una expresión bastante conocida, la España oficial no estaba a la alturapara emprender una profunda modernización y europeización.

Puede haber algo de verdad en todo esto, aunque ya hace tiempo quediversos estudios han matizado, si no desmontado, este tipo de argumenta-ciones. Lo económico puede ser relevante, pero no determinante. Basta ob-servar el caso alemán para caer en la cuenta de que el país más industrializadoy competitivo de la Europa de 1914 no sólo fue responsable de la I GuerraMundial sino también el padre de uno de los totalitarismos más abominablesde la historia de Europa. Por lo demás, y sin entrar en consideraciones másextensas, ni España fue ese país atrasado, analfabeto y corrupto que tantasveces se ha descrito, ni hay pruebas concluyentes de que aspectos como eldesempleo, la crisis económica o la estructura de la propiedad agraria fueranlos verdaderamente relevantes para explicar la diferencia entre la Finlandia yla España de los años treinta. Los estudios dirigidos por Juan José Linz y al-fred Stepan demostraron ya a finales de los años setenta del siglo veinte, quepara explicar la quiebra de las democracias en la Europa de entreguerras nobastaba con acudir a la ecuación crisis económica-desempleo-dictaduras.

Si con algo tiene que ver el problema experimentado por los españolespara consolidar una democracia, esto es la difícil relación que se ha dado a lolargo del siglo XX entre libertad, pluralismo y competencia por el voto. aligual que en otros países de nuestro entorno, la democratización no se ago-taba en el simple hecho de reconocer el derecho al voto de todos los ciuda-

MaNUEL ÁLvaREz TaRDío

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danos mayores de edad. Era un proceso complejo que iba desde el diseñode unas reglas del juego compartidas por todos los que iban a verse implica-dos en la disputa electoral, hasta la difícil aceptación de la derrota, si esta lle-gaba a producirse. Dicho de otro modo, la democratización era un largocamino de compromiso con el pluralismo ideológico y de respeto por las re-glas del juego que hacían posible la alternancia pacífica en el poder. Pero notodos lo vieron y pensaron así; no todos, por supuesto, estaban dispuestos aasumir que la democracia no era una panacea que resolvería de la noche a lamañana el conflicto entre los ciudadanos de un mismo Estado, asegurandola uniformidad de opiniones y permitiendo trasladar un único programa po-lítico a la Constitución. En esa disputa reside, a mi modo de ver, uno de loslaberintos inextricables del debate político de la España del novecientos; porotro lado, nada diferente a lo ocurrido en Italia, austria, alemania, Grecia,Portugal y tantos otros países vecinos de la Europa occidental.

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«No hay ninguna palabra que haya recibido significaciones más dife-rentes y que haya impresionado los ánimos de maneras tan dispares como lapalabra libertad. Unos la han considerado como la facultad de deponer aquien habían dado un poder tiránico; otros, como la facultad de elegir a quiendeben obedecer; otros, como el derecho de ir armados y poder ejercer la vio-lencia; y otros, por fin, como el privilegio de no ser gobernados más que porun hombre de su nación o por sus propias leyes».1 Esta frase fue escrita porMontesquieu, pero bien podría haberla firmado algún analista de la políticaeuropea del período de entreguerras. En verdad, las dos décadas que trans-currieron entre la primera y la segunda guerra mundiales fueron uno de losmomentos de mayor efervescencia política de la era contemporánea. Y comotal, muchos de los significados habituales hasta entonces en el lenguaje polí-tico experimentaron importantes transformaciones, o simplemente surgierono se consolidaron otros nuevos. Esa mudanza en el lenguaje fue reflejo deuna transformación vertiginosa de la vida política, de creciente descrédito dela práctica parlamentaria, así como de una crisis intelectual que venía del cam-bio de siglo y de los efectos morales de la Gran Guerra, cuando «una gene-ración entera de jóvenes quedó amargada y embrutecida por la experiencia»2.

Si en 1919 la Europa de posguerra afrontaba su futuro con la inaugu-ración de nuevos países tras la desaparición de los últimos imperios y la de-mocracia se extendía con relativo éxito, a mediados de la década de los treintala radiografía de la política europea era sustancialmente diferente: el régimen

La DEMoCRaCIa EN La ESPaña DEL SIGLo XX: DE La INTRaNSIGENCIa aL PLURaLISMo

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1 Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Tecnos, Madrid, p. 106.2 Comillas, en Richard overy, El camino hacia la guerra, Espasa Calpe, Madrid, 2009,

p. 21. La crisis intelectual, en R.N. Stromberg, Historia intelectual europea desde 1789, Debate,

fascista se había consolidado en Italia; la República de Weimar había sucum-bido y dado paso a la dictadura nacional-socialista; Portugal, austria y otrostantos países de la Europa del Este y de los Balcanes estaban regidos por sis-temas autoritarios de diverso cuño; y la dictadura comunista en la Unión So-viética gozaba de una buena salud que pocos hubieran pronosticado al finalde la Gran Guerra3.

De este modo, si la política europea posterior a 1919, con alguna ex-cepción como la de Rusia, parecía estar caracterizada por la expansión de laparticipación democrática, la conquista de nuevos derechos sociales y el au-mento del presupuesto y la actividad de los Estados, en apenas dos décadasuna buena parte de las sociedades europeas habían perdido toda esperanzade consolidar una democracia y estaban inmersas en experimentos de diversotipo caracterizados por la desconfianza en los grandes principios liberalesque habían regido el constitucionalismo y el parlamentarismo durante déca-das. El corporativismo autoritario en las derechas y el lenguaje de la revolu-ción en las izquierdas obreras campaban por sus respetos. «Credosantiliberales y antidemocráticos» que habían ganado terreno desde finales delsiglo XIX se expandieron rápidamente tras la Gran Guerra «a través de unevangelio de violencia»4.

Esas dos décadas fueron un laboratorio para las ideas políticas y la in-geniería social. Y como tal, el lenguaje se modificó de forma sustancial. al-gunos términos asociados a prácticas políticas consolidadas y respetadas hastaentonces fueron discutidos y en no pocos casos impugnados. Palabras comoparlamento, representación, libertad o igualdad estuvieron en boca de todoslos protagonistas; unos asumían que su significado había cambiado; otros lasdespreciaban para atacar lo que aquellos términos habían representado entiempos de la segunda revolución industrial; pocos seguían usándolas comohasta entonces; y muchos las daban por caducadas y procedían a sustituirlaso adjetivarlas para nombrar las nuevas realidades de la política dual de entre-guerras: revolución o contrarrevolución. Se generalizó la conclusión de queel liberalismo era responsable de los graves problemas políticos y sociales del

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Madrid, 1990, pp. 259-209. véase también George L. Mosse, La cultura europea del siglo XX,ariel, Barcelona, 1997, espec. caps. 1 y 5; Stephen Holmes, Anatomía del antiliberalismo,alianza, Madrid, 1999. pp. 61-89.

3 Un buen estudio en J. Borejsza, La escalada del odio: Movimientos y sistemas autoritariosy fascistas en Europa, 1919-1945, Siglo XXI, Madrid, 2002. Sobre fascismos y regímenes dic-tatoriales, los análisis de Stanley G. Payne, Historia del fascismo, Planeta, Barcelona, 1995; yJuan José Linz, «El fascismo, la quiebra de las democracias y los regímenes autoritarios y to-talitarios. Coincidencias y diferencias», en Obras escogidas, vol. I: Fascismo. Perspectivas históricas ycomparadas, CEPC, Madrid, 2008, pp. 175ss. Más reciente el también general de Richard o.Paxton, Anatomía del fascismo, Península, Barcelona, 2005.

4 Mark Mazower, La Europa negra, Sinequa Non, Barcelona, 2001, p. 37.

período, cómplice de un capitalismo salvaje y un individualismo egoísta. alliberalismo se le echaba en cara no ofrecer más que contemporización y de-bate parlamentario ante los nuevos desafíos, bloqueando una política audazque sirviera para atajar los problemas sociales y la crisis económica. En Fran-cia, pero podría decirse para otros tantos lugares, «izquierda y derecha porigual», ha escrito Tony Judt, «sentían un profundo desagrado por toda tibieza,y les fascinaba del mismo modo la idea de un virulento alivio de la mediocri-dad reinante»5.

La política de entreguerras se asemeja al producto de un laboratorioen el que buena parte de las convenciones hasta entonces existentes hubieransido cuestionadas y las sociedades, con sus individuos, se hubieran convertidoen bancos de pruebas. Todo aquello identificado con los usos y costumbresdel parlamentarismo liberal quedó desacreditado ante esa pasión por las ide-ologías que proponían cambios drásticos y que atraían a sus audiencias conpropuestas rompedoras, nada que ver con la política liberal de la transaccióny el pacto.

Pero, como ha escrito Todorov, ahora sabemos que en el período deentreguerras empezó a escribirse una historia de ida y vuelta. En muchas so-ciedades europeas empezó a probarse «un remedio», para advertir luego que«era peor que el mal» y acabar rechazándolo antes o después6. Desde esepunto de vista, la historia política de entreguerras puede ser consideradacomo un paréntesis, que si bien se cerró para la Europa occidental en 1945,quedó abierto para otros muchos europeos hasta finales del siglo. Un parén-tesis en el que algunos supuestos básicos de la política del parlamentarismoliberal fueron enviados al baúl de los recuerdos, especialmente esa descon-fianza ante todo lo que sonara a concentración y reforzamiento del poder,incluso si ese proceso se justificaba como una medida emancipadora.

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La política española de los años treinta, y en particular la que se refiereal quinquenio de vida de la Segunda República, presenta una complejidad di-fícil de aprehender. aunque no siempre, la historiografía ha captado y expli-cado buena parte de esa realidad, mostrando, entre otros factores, el altogrado de fragmentación ideológica, la complejidad de las alianzas electoraleso las divisiones internas dentro de una misma familia ideológica7. Tambiénsabemos que conceptos tan importantes para la política del siglo XX como

La DEMoCRaCIa EN La ESPaña DEL SIGLo XX: DE La INTRaNSIGENCIa aL PLURaLISMo

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5 Tony Judt, Sobre el olvidado siglo XX, Taurus, Madrid, p. 32.6 Tzvetan Todorov, Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX, Bar-

celona, 2002, p. 18.7 La bibliografía al respecto es muy amplia. No obstante, algunas obras esenciales

para el análisis de la vida política son: Santiago varela, Partidos y Parlamento en la Segunda Re-

libertad, democracia o derechos, no tenían un significado unívoco, de tal ma-nera que según en boca de quien estuvieran podían apelar a realidades sus-tancialmente diferentes. De hecho, como en otras partes de Europa, desdela segunda década del siglo estaba en marcha un auténtico asalto a las certi-dumbres del constitucionalismo liberal y la tradición parlamentaria que habíadominado gran parte de la política entre 1870 y 1914. En España, aunquealgunos cambios venían de antes, la ruptura del orden constitucional en 1923y la dictadura de Primo de Rivera habían contribuido a esa demolición de lascertidumbres liberales8. así, cuando empezó la campaña para las eleccioneslocales de abril de 1931, la que precedió al derrumbe de la Monarquía y lainesperada marcha de alfonso XIII, los recursos retóricos y los argumentosde unos y otros pusieron de relieve esa ruptura y anunciaron una política de-mocrática, la de la Segunda República, radicalmente diferente en muchos as-pectos, no sólo por el brusco aumento de la competencia y la movilización,sino también por las culturas políticas presentes.

Entre otros muchos problemas derivados de la situación de la econo-mía y la sociedad española de entreguerras, lo cierto es que el fracaso de lademocratización en la España de los años treinta tuvo mucho que ver condos tipos de factores: la cultura política y las reglas del juego.

En cuanto al primero, pocos aceptaban en los años treinta la regla deoro de una democracia pluralista: las elecciones arbitran una alternancia pa-cífica en el poder, lo que implica no sólo aceptar sus resultados sino admitirla legitimidad del adversario para practicar una política diferente a la propia,siempre que tanto vencedor como vencido se muevan dentro de principiosbásicos comunes. Esto significa, lógicamente, que ni la revolución ni la purareacción a cualquier reforma son admisibles dentro del juego democrático,en la medida en que ambas actitudes exigen que se anatematice al adversarioy se impida por todos los medios su llegada al poder. Como en muchas otrasregiones de la convulsa Europa de entreguerras, en España resultó casi im-posible consensuar esos principios básicos sobre los que debía canalizarse lamovilización de masas propia de la democracia. varios modelos de sociedad

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pública, ariel y Fundación Juan March, Barcelona, 1978; Santos Juliá (ed.), «Política en la Se-gunda República», Ayer, n. 20, 1995; Javier Tusell, Las elecciones del Frente Popular, Edicusa,Madrid, 2 vols., 1971; Stanley G. Payne, La primera democracia española. La Segunda República,1931-1936, Paidós, Barcelona, 1995; Roberto villa García, La República en las Urnas. El des-pertar de la democracia en España, Marcial Pons, Madrid, 2011; Fernando del Rey Reguillo (dir.),Palabras como puños, Tecnos, Madrid, 2011; y Manuel Álvarez Tardío y Roberto villa García,El precio de la exclusión. La política durante la Segunda República, Encuentro, Madrid, 2010.

8 Fernando del Rey Reguillo: «antiliberalismo y democracia en la España de entre-guerras», en Marcela García Sebastián y Fernando del Rey Reguillo, Los desafíos de la libertad:transformación y crisis del liberalismo en Europa y América Latina, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008,pp. 221-244.

estaban rivalizando entre sí, de tal forma que al competir por el voto no sólose estaba prometiendo una gestión política concreta para el día después delas elecciones, sino un programa para construir una sociedad distinta, en laque, por lo normal, no se reservaba espacio para el adversario.

En cuanto al segundo factor citado, las reglas del juego, el problemavino de la elaboración de una Constitución que no recogía adecuadamentelas garantías para que los poderes públicos respetaran el pluralismo ideológicoy de valores de la sociedad española, es decir, para evitar que la victoria enlas urnas de unos se tradujera en un vía crucis para los otros. La mayoría delparlamento constituyente elegido en junio de 1931, en el que las derechashabían obtenido muy pocos escaños, adoptó decisiones que hicieron de lasreglas del juego un reflejo de sus propios programas de partido. Ellos, socia-listas e izquierdas republicanas, consideraban la República como la oportu-nidad esperada durante tanto tiempo para modernizar radicalmente el país,por lo que no creyeron necesario transigir con aquellos que defendían pos-turas intermedias, y menos con los sectores políticos y sociales conservado-res, que identificaban con el antiguo régimen.

Por supuesto, no consideraron necesario flexibilizar la implantaciónde los ideales del republicanismo para permitir la integración en el nuevo sis-tema político de quienes habían acabado hartos de dictadura pero no rene-gaban de ser monárquicos. El nuevo republicanismo de izquierdas lideradopor los Radical-socialistas y el grupo de Manuel azaña no tenía en menteuna estrategia de integración, algo que permitiera alcanzar, como en la fun-dación de la III República francesa, una convergencia entre los moderados,aislando a los extremos y proporcionando estabilidad a medio y largo plazoa la República. Todo lo contrario. Su visión del pasado español imprimía asu ideología republicana un sello de intransigencia doctrinal. Para ellos, sialgo distinguía la historia de España desde 1808 hasta ese momento era lafalta de verdadera voluntad revolucionaria en sus elites liberales. Salvo epi-sodios concretos y momentos gloriosos en la lucha por la libertad, la políticaespañola contemporánea se había caracterizado, según ellos, por un excesode pacto. así, para que la República proporcionase al país lo que este nece-sitaba: una transformación profunda que hiciera posible una nueva ciudada-nía y unos nuevos patrones culturales sobre los que fundar la nación, lapolítica tendría que ser consecuente con los principios de la revolución.Desde ese punto de vista, el Estado era un instrumento de acción indispen-sable para la transformación social; y la democracia, es decir, la participaciónelectoral, una forma de corroborar la voluntad popular indiscutible a favorde la revolución republicana.

Siguiendo esa lógica, el nuevo régimen tendría unas señas de identidadque no podrían derivarse de un pacto constituyente que se ampliase al má-ximo hacia la derecha. Debería ser el resultado del ideal republicano y de los

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contenidos que los republicanos considerasen esenciales en su revolución.Quienes aceptaran y respetaran ese propósito, de acuerdo con la voluntadnacional, podrían competir en el sistema. El resto serían, en palabras del re-publicano Marcelino Domingo, los «sometidos»; y estos tendrían que esperar.así, para la nueva izquierda republicana, la consolidación del régimen habríade ser proporcional no a la amplitud de los apoyos iniciales que recogierasino al grado de determinación con que se aplicaran los principios de la re-volución. Por eso azaña se mostró firme en su determinación de no dar im-portancia a la oposición que levantó la política constituyente. «Yo estoyencantado de que la República tenga enemigos», dijo a mediados de septiem-bre de 1931 en la clausura de la II asamblea Nacional de su partido. «La exis-tencia de los enemigos de la República –reconoció azaña– es una señal desalud, una señal de robustez, una señal de que la República existe y labora enrepublicano»9.

De este modo, hubo algunos problemas graves que impidieron la con-solidación de la democracia republicana y generaron una dinámica perversade radicalización. Uno de ellos, probablemente el principal, fue la presenciaasfixiante en aquellos años de una actitud política proclive a justificar la ex-clusión total del adversario. Sin unos principios básicos comunes sobre losque elaborar una Constitución pactada, la democracia republicana nació yafrontó la prueba de la alternancia con un importante problema de origen:las reglas del juego quedaron identificadas con una parte de la sociedad y delos grupos políticos. Es verdad que esa parte había sido mayoritaria en lasurnas en 1931 y que contaba con un porcentaje muy elevado del voto popu-lar; pero no lo es menos que desde finales de aquel mismo año se fue movi-lizando y organizando una alternativa conservadora que tenía entre susprioridades modificar significativamente la Constitución, cuando no dejarpaso a un sistema político diferente. además, tanto la derecha como el centrorepublicanos, que no eran sospechosos de deslealtad alguna, pronto empe-zaron a pedir un cambio sustancial en la forma de aplicar la Constitución afin de no enajenar a la República el apoyo de las clases medias católicas. asílas cosas, las elecciones generales de 1933 y 1936 no fueron simples compe-ticiones para alcanzar la mayoría parlamentaria y gobernar. Tuvieron un ciertocarácter de referendos constitucionales, e incluso de luchas de suma cero enlas que el perdedor podía interpretar su derrota como el inicio de una etapaen la que pasaría a ser el excluido.

Difícilmente podía funcionar una democracia sin que los moderadosconvergieran en un espacio común que sirviera como núcleo indestructiblesobre el que edificar una Constitución duradera y mantener a raya a los ex-

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9 azaña, en Juan avilés, La izquierda burguesa y la tragedia de la II República, Madrid, Co-munidad de Madrid, 2006, p. 136. Domingo, en El Liberal, 22-XII-1933.

tremos. Esto es fundamental. Y esto no fue posible en 1931, pues el centrorepublicano y la derecha republicana no sumaban la fuerza parlamentaria niel valor suficiente para contrarrestar el jacobinismo de la izquierda republi-cana y el exclusivismo postulado por los socialistas. Una alianza entre el cen-tro-derecha republicano, la derecha católica posibilista y los pequeños gruposliberal-conservadores de las Cortes elegidas a finales de 1933, podía haberservido de base para prescindir y aislar a las derechas autoritarias, impulsandouna política diferente a la de las izquierdas y promoviendo una reforma par-cial de la Constitución. Por diferentes razones tampoco fue posible esa op-ción, que la izquierda republicana no respaldó y a la que los socialistas, cadavez más radicalizados, respondieron con la violencia en octubre de 1934.Tras las elecciones generales de febrero de 1936 los comportamientos exclu-yentes, la violencia y los discursos intransigentes camparon por sus respetos,especialmente entre las izquierdas obreras, acorralando a los partidarios dela moderación, contribuyendo a desacreditar a la derecha posibilista y ali-mentando la reacción autoritaria.

Es indiscutible que la guerra civil empezó en julio de 1936 porque hubouna sublevación militar que fracasó en el control total de los principales cen-tros de poder del país y no fue respaldado de forma unánime ni por los pro-pios militares ni por las fuerzas de policía y guardia civil.

Sin duda, la acción de los militares fue la causa inmediata de la guerra.No hubo ninguna fuerza impersonal que impidiera a los españoles consolidarun sistema democrático y evitar un conflicto civil. Sin embargo, sabemostambién que antes de que los militares entraran en escena, las institucionesde la República atravesaban por una situación muy difícil y la violencia políticahabía alcanzado cotas intolerables en un sistema democrático. En aquel mo-mento crítico de la primavera de 1936 predominaron los que no estabancomprometidos con los medios pacíficos, los mismos que disculpaban lastécnicas de los violentos y justificaban los discursos intransigentes. Pero nosólo en las derechas golpistas. Las dificultades que experimentó la vida polí-tica republicana en aquellos meses tuvieron que ver con la sensación, com-partida por buena parte de los derrotados en las urnas e incluso por sectoresde la izquierda republicana, de que la victoria del Frente Popular había dadopaso a una situación en la que predominaban los extremistas y en la que laexclusión del adversario acabaría siendo algo más que simbólica. algunosautores han sostenido que esto fue un mito, el del miedo a la revolución,construido por las derechas para justificar la rebelión militar. Pero lo ciertoes que ni siquiera se pudo concluir la consulta electoral con normalidad, aldimitir el gobierno de forma precipitada cuando ni siquiera se conocían losresultados oficiales, al no garantizarse los derechos fundamentales durantela segunda vuelta –y otras elecciones complementarias-, y al permitirse quecientos, sino miles, de cargos públicos de ayuntamientos, diputaciones y go-

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biernos civiles fueran cambiados sin ningún respeto por los procedimientoslegales10.

La Segunda República, por tanto, no pudo ser un régimen estable yapoyado por una mayoría amplia de españoles. No se crearon las condicionesinstitucionales adecuadas para consolidar el moderado, pero significativo,progreso alcanzado en las décadas anteriores.

En la España de aquella época la irrupción de la política de masas in-troducía un factor de riesgo en la vida política: campañas electorales tensasy reñidas, grandes mítines y, sobre todo, la posibilidad siempre abierta de laalternancia. Era necesario que la competición democrática se canalizara enun marco institucional que la mayor parte de los candidatos respetaran. Delo contrario, la política democrática podía ser simplemente sinónimo de in-estabilidad, o de polarización entre proyectos, no de gobierno, sino de so-ciedad.

Ciertamente, esta no era una cuestión fácil de resolver. De hecho, es-tuvo en la base de los problemas que experimentó el proceso de democrati-zación en muchos países europeos entre 1919 y 1939. Es significativo que laenorme expansión de la democracia tras el final de la Primera Guerra Mun-dial terminara, en pocos años, en un fracaso tan importante que las dictadurasde diverso signo fueron extendiéndose por el viejo continente como si deuna epidemia se tratase. Precisamente sólo los países con instituciones libe-rales sólidas, previas a la irrupción de la política de masas, fueron capaces deresistir, como es el caso de Gran Bretaña.

iV

La guerra civil fue para España lo que la Primera Guerra Mundial habíasido para muchos países de la Europa continental, esto es, un punto de noretorno en la destrucción del orden constitucional liberal que había iniciadoel golpe de Primo de Rivera en 1923, y que la República no supo reconducir.La dictadura del general Francisco Franco vino, así, a culminar un procesoen el que muy pocos habían defendido abiertamente el pluralismo político yla necesidad de contar con un sistema que hiciera posible una alternancia pa-cífica mediante el respeto escrupuloso de las normas y de los resultados elec-torales. Si nada más empezar la guerra, la legalidad republicana se vino abajo

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10 Para una comprensión de la complejidad de la vida social y política en la primaverade 1936, véase José Manuel Macarro, Socialismo, República y Revolución en Andalucía (1931-1936),Universidad de Sevilla, 2000, pp. 401ss.; Fernando del Rey Reguillo, Paisanos en lucha…, cap.7; Manuel Álvarez Tardío y Roberto villa García, El precio de la exclusión…, cap. 8; José an-tonio Parejo Fernández, Las piezas perdidas de la Falange: el sur de España, Universidad de Sevilla,2008, pp. 40-48.

y dio paso a una revolución que cada cual trató de gestionar en su propiobeneficio, siendo improbable que los republicanos recuperaran el control delrégimen, en el bando franquista el alzamiento fue interpretado como unacontrarrevolución, entendida en términos suficientemente amplios comopara no destruir una coalición heterogénea de militares, monárquicos, cató-licos y falangistas. La nueva dictadura de Franco, además de violar el derechoa la vida de miles de españoles y despreciar el pluralismo, arrojó al cubo dela basura más de cien años de una intensa experiencia parlamentaria y liberal;una experiencia que, con sus virtudes y defectos, no fue tan diferente a la vi-vida por los países del mismo entorno cultural y geográfico.

Hubo que esperar más de 35 años para que se presentara una nuevaoportunidad de demostrar si era posible inaugurar un régimen representativoen el que predominaran las culturas políticas proclives a conciliar la idea dedemocracia con la de libertad, una libertad que pudieran disfrutar todos, sinexcepción.

La Transición a la democracia en España (1975-1978) tuvo, básica-mente, dos etapas. Una primera consistió en un proceso de liberalización po-lítica que culminó con una convocatoria de elecciones libres (junio de 1977)en la que todos los españoles pudieron escoger a sus representantes en elprimer parlamento democrático de la nueva era. La segunda se prolongó du-rante año y medio más y consistió en la difícil tarea de elaborar una nuevaConstitución (diciembre de 1978).

a tenor de varias encuestas realizadas en las últimas tres décadas, mu-chos españoles identifican el éxito de aquel proceso con la victoria del pro-cedimiento de reforma sobre el de ruptura revolucionaria. Los especialistasen transiciones también han puesto de relieve ese aspecto como elementopositivo y particular del caso español.

Pero es importante advertir que tras la muerte de Franco, en noviembrede 1975, ese no era ni el único camino ni, muchos menos, el que buena partede la clase política deseaba. Había entonces, grosso modo, cuatro opciones:Primera, la continuidad de las instituciones, esto es, la dictadura sin Franco.Segunda, la reforma del régimen y la institucionalización de una monarquíamás tradicional que democrática, con elecciones y participación pero sin totalpluralismo de partidos y con ingredientes corporativos. Esta era la opciónpensada y querida por los antiguos tecnócratas del régimen, que habían pi-lotado en los años sesenta la llamada operación «salmón» para que el príncipeJuan Carlos fuera el heredero. Tercera, la ruptura con la dictadura mediantela formación de un gobierno provisional en el que estuvieran representadastodas las fuerzas de la oposición. Este gobierno dirigiría una transición quedesembocaría en nuevas elecciones y una cámara constituyente, en un caminomuy parecido al recorrido por España en la primavera y el verano de 1931,

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tras la marcha del rey alfonso XIII y la proclamación de la Segunda Repú-blica. Y cuarta, el cambio total de las instituciones políticas, inaugurando unnuevo sistema político, de monarquía parlamentaria, pero no mediante unabrusca alteración en el control de los mandos de la nave, sino pilotado porel rey y basado en la curiosa estrategia de utilizar los procedimientos legalesdel régimen para propiciar su radical mutación.

Este último camino no era, recién muerto Franco, el que podía resultarmás verosímil. Pocos, sobre todo entre los que estaban en la oposición, po-dían creer que quienes entonces se hacían con el control de la nave fueran aimponer un rumbo que la haría girar ciento ochenta grados y permitiría a losde fuera acabar influyendo en el mando de aquella. Implicaba elegir un ca-mino de reforma sustancial que permitiera convocar elecciones generales yelegir un parlamento representativo, pero sin convocar a las oposiciones aun gobierno provisional que marcara un nuevo punto cero en la historia deEspaña. La reforma se haría desde dentro, es decir, programada y dirigidapor un gobierno de la total confianza del rey que lograría el apoyo de las pro-pias Cortes franquistas y terminaría convocando elecciones, previa legaliza-ción de los partidos políticos y reconocimiento de los derechos y libertadesfundamentales.

al final, para sorpresa de muchos, ocurrió así. Y además esa estrategia,en la medida en que tuvo éxito y anuló a las demás, fue respaldada por la ma-yoría de los españoles en un referéndum celebrado un año después de muertoFranco, a finales de 1976. En la consulta se aprobó la conocida Ley para laReforma Política, cuyo diseño había sido ideado por Torcuato Fernández-Miranda, un profesor de derecho político que había desempeñado puestosde gran responsabilidad en los últimos años de la dictadura y que era, porencima de todo, leal a la Corona y partidario de controlar desde arriba el pro-ceso de apertura. La ley, como su nombre indica, no pretendía reformar ladictadura sino señalar el camino que habría de conducir a un régimen repre-sentativo sin que mediara una ruptura. Las reglas de lo que viniese despuésse tendrían que decidir más tarde en un parlamento que, aunque no se dijeraexplícitamente, muchos intuían ya que habría de ser constituyente.

Existía, por supuesto, la opción de partir nuevamente de cero. Pudohaber sido posible en el caso de que la oposición hubiera tenido la fuerza su-ficiente para imponer la formación de un gobierno provisional –bien por lavía de la protesta radical en las calles o bien por la de la presión sobre elnuevo jefe del Estado, el rey– y eso se hubiera combinado con una extremadebilidad de las instituciones vigentes. Pero esa opción tenía muchos incon-venientes; para empezar, la incógnita de cómo podían reaccionar los sectoresmás duros del franquismo, incluido un sector del alto mando militar. Perosignificaba, sobre todo, un salto en el vacío que introducía mucha incerti-dumbre. así lo percibían, de hecho, muchos españoles que no se identifica-ban con la dictadura y deseaban la libertad y la democracia. además, como

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22 Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones

había ocurrido en 1931, ese camino de ruptura exigía, por su propia lógica,la apertura de un proceso constituyente controlado por las oposiciones, queseguramente no habrían sentido necesidad alguna de contar con todos aque-llos que aun proclamándose reformistas hubieran colaborado antes con ladictadura, alcanzándose así una nueva Constitución de la que una parte delpaís podía sentirse ajeno. La ruptura podría haber sido más adecuada comoprocedimiento para fundar una democracia sobre la condena de la dictaduray la reparación de las tropelías cometidas por sus acólitos, pero tenía el in-conveniente de abrir un proceso constituyente que desembocara en unanueva Constitución de partido.

Sin embargo, escogiendo la otra vía, una reforma que abriera el caminohacia la participación y la reunión de un nuevo parlamento constituyente,podía conjurarse en mayor medida este último peligro. Podía hacerse siempreque quienes controlaban el cambio maniobraran de tal forma que las oposi-ciones tomaran conciencia de que el rey y su gobierno tenían una voluntadfirme de liberalización política, primero, y democratización, después. ayu-daría, además, que las urnas demostraran que la supuesta fuerza de las opo-siciones –plasmada en huelgas y manifestaciones varias- no era tanconsistente como para pensar que la inmensa mayoría de la población estu-viera deseando la ruptura. En resumen, la reforma dirigida por un gobiernode la Corona permitía llevar a cabo el cambio desde dentro del sistema, loque dejaba sitio en el nuevo mapa político para los reformistas de centro-derecha. a su vez, abría la puerta a la participación de las oposiciones, sinque éstas pudieran monopolizar de repente el poder e imponer un cambiobrusco, con la consiguiente superación radical del pasado y la celebración deun juicio de responsabilidades por los años de dictadura y represión.

V

De esta manera, la existencia de una ley para la reforma política hizo de laTransición española un proceso tan singular como irrepetible, alabado pormuchos y detestado por unos pocos. Esa norma estaba diseñada para hacerposible el camino de la ley a la ley, esto es, para impedir la ruptura unilateral ytodo lo que ésta podía conllevar, no ya en cuanto a la violencia, sino al hecho,si cabe más importante, de que todo proceso constituyente basado en esapremisa sería por definición excluyente con los que representaban a la opi-nión del antiguo régimen, fueran o no reformistas. La reforma, en tanto queno presuponía ajuste de cuentas, a priori no expulsaba a nadie de la tribunadesde la que se habría de dar la bienvenida a la nueva Constitución. Por lotanto, todo el que quisiera renunciar a reivindicar las posiciones maximalistasdel pasado, tanto del lado de la dictadura como del lado de los vencidos enla guerra, podía encontrar acomodo en la nueva casa. Bastaba –lo que ya eramucho- con que aceptara algunos principios básicos. Casi todos lo entendie-ron, incluidos los entonces importantísimos comunistas, aunque algunos ex-

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franquistas, unos muy pocos socialistas disgustados y una buena parte de losnacionalistas vascos no ocultaron su desagrado.

Dentro de esas coordenadas, sólo había una manera de gestionar elpasado para conseguir que la nueva democracia echara a andar con buen pie:empezar por considerar que el mismo no podía ser utilizado como arma arro-jadiza en el nuevo marco del combate político. El camino de la reforma y,más tarde, su continuación en una etapa de consenso constitucional muy am-plio, no exigía a los actores que olvidaran el pasado sino que renunciaran amentarlo para desacreditar al adversario. El pasado tenía que estar presentepara aleccionar sobre errores que debían evitarse, pero no para ser utilizadocomo una fuente de información que sirviera para distribuir credenciales debuenos y malos entre la ciudadanía. Era una manera de tener presente la his-toria que, quizás, no hiciera demasiada justicia para con algunas víctimas dela dictadura o incluso con las que sufrieron a manos del llamado bando re-publicano en la guerra; pero servía para no reabrir heridas que la moderni-zación económica y el cambio social habían ido cerrando desde finales delos cincuenta. Era una manera de no dar y quitar razones a unos y a otros;pues haber dado razones a unos, los vencidos, hubiera abierto la puerta a lasimple restauración de la República, y eso, como bien sabían incluso los queteóricamente seguían definiéndose como republicanos, no aseguraba la fun-dación de una democracia duradera.

La Transición no exigió a los españoles que fueran amnésicos, como aveces se dice sin fundamento alguno. Les exigió otra cosa, esto es, que hicie-ran un esfuerzo para impedir que su visión de los acontecimientos más trau-máticos del pasado no les impidiera competir en democracia con otros queno la compartían. Lo que primó en la Transición fue una voluntad firme,aunque no siempre explícita, de aprender dos o tres lecciones capitales delturbulento pasado español de entreguerras: Primero, que no podía triunfarla democracia si no era incluyente. Esto ya había quedado claro incluso en laalemania de posguerra, en un tenso y difícil contexto en el que había queconstruir la democracia después de una dictadura tan siniestra como la nazi.Segundo, que no podía fundarse un régimen nuevo sobre bases sólidas si apriori se fijaba una separación insalvable entre quienes se habían opuesto alanterior y quienes lo habían apoyado, negando a estos últimos cualquier po-sibilidad de influir en la configuración de las nuevas instituciones. Y tercero,que la nueva democracia no podía levantar sus cimientos sobre la recupera-ción parcial de las víctimas, es decir, que sólo una amplia y generosa amnistíapodía servir para fortalecer la concordia.

Esas lecciones aprendidas del pasado significaban una honesta revisióncrítica de los errores cometidos por muchos protagonistas de la historia re-ciente, en las izquierdas y en las derechas. Nadie de los que apoyaron el ca-mino a la democracia de los años setenta fue obligado a asumir y proclamarque todos los responsables de la desdichada historia española del siglo XX

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eran culpables en el mismo grado. Quienes respaldaron plenamente la am-nistía aprobada por el parlamento constituyente en el otoño de 1977 eranconscientes de ese aspecto y sabían, además, que la exigencia de la concordiadejaría a algunos verdugos sin un merecido castigo. Pero era un ejercicio deresponsabilidad para impedir que un ajuste público de cuentas por el pasadose trasladara irremediablemente al debate político e impidiera el consensoconstituyente. Como editorializó un importante periódico de la época, la«amplitud, la totalización de la amnistía» era la «única garantía» de que la gue-rra dejaría de tener efectos sobre la vida cotidiana: «Cancelar el tiempo ante-rior al 15 de junio es cancelar la lógica de los vencedores y vencidos»11.

Se trataba, entonces, de unir e integrar, no de juzgar responsabilidadeshistóricas y excluir a los adversarios, al modo cómo se había hecho en 1931.Porque lo que estaba en juego, en definitiva, era evitar el «trágala», es decir,que la Constitución fuera una vez más un texto de partido impuesto por unaparte de la sociedad a la otra. El rey, tal y como había dicho en varias ocasio-nes desde que se hiciera cargo del Estado tras la muerte de Franco, no queríaeso, no deseaba, como explicaría luego, que «los vencedores de la guerra civilfueran los vencidos de la democracia».

Vi

En las oposiciones, aunque se había mostrado debilidad por la ruptura,muchos también lo entendieron así. Buena parte de sus principales dirigenteshabían comprendido el fundamento del consenso europeo de posguerra yconsideraban necesario forjar una nueva actitud política a partir de una revi-sión crítica de la estrategia socialista anterior a la guerra. «Hay que enterrartodos los recuerdos y resentimientos del pasado y firmar, de una vez portodas, una paz civil que permita llegar a establecer un clima de convivenciaciudadana en una sociedad organizada en forma tal que nadie sufra discri-minación o quebranto debido a sus opiniones, creencias o adscripciones po-líticas y donde las discrepancias políticas se diriman mediante el recurso a lasurnas». Para eso, se añadía en este artículo de la revista Sistema, es «precisoaceptar que la futura Constitución» ya no podrá ser «una Constitución algusto de los socialistas» sino un texto «abierto y flexible que permita, sin ne-cesidad de rupturas constitucionales, el desarrollo de posibles futuros pro-gramas socialistas de transformaciones socioeconómicas, si esa fuese lavoluntad popular»12.

ahora, los socialistas ya no disparaban sus cañones contra la demo-cracia liberal de los burgueses, sino que reconocían en ella un fundamento sinel que no podía forjarse un sistema político duradero. En este sentido, las

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11 Diario 16, 5 de octubre de 1977.12 Sistema, nº 17-18, abril de 1977, p. 6 y 10. artículo de José Felix Tezanos.

palabras del representante socialista en la comisión constitucional, GregorioPeces-Barba, en el turno de rectificaciones durante el debate a la totalidaddel proyecto de Constitución, fueron muy elocuentes: «La sociedad demo-crática necesita de un acervo común de creencias mínimas en las que todosparticipen. La comprensión, la renuncia y el sentido del Estado de todosdeben contribuir a que ese acervo común se pueda crear». Y ese acervo de-biera incluir, en su opinión, la «aceptación de las reglas del juego mayorita-riamente establecidas», el «respeto a todos los demás derechosfundamentales», la «renuncia a la violencia como instrumento de acción po-lítica en la sociedad democrática» y el «respeto a las minorías»13.

Se había aprendido una lección histórica primordial sobre lo ocurridoen la Europa de entreguerras, incluida la España republicana de 1931: laConstitución no podía ser el instrumento para una política de partido, sinola llave que facilitara la política de cualquier gobierno que estuviera dispuestoa respetar las reglas de juego y el pluralismo. Esta era una condición sine quanon para que ningún sector importante de la opinión pública del país se sin-tiera excluido del nuevo marco de juego.

Pero todo eso exigía que se comprendiera bien un argumento primor-dial del liberalismo clásico, esto es, que la regla de las mayorías era una técnicapara la alternancia y no una excusa para coaccionar los derechos de las mi-norías. Resultaba «muy importante», como había escrito James Madison en1788, «no sólo proteger a la sociedad contra la opresión de sus gobernantes,sino también proteger a una parte de la sociedad contra la injusticia proce-dente de la otra parte». Es decir, había que aceptar con todas sus consecuen-cias algo que en los años treinta sólo habían tenido claro la derecharepublicana, una parte del centro republicano y algunos sectores del mundointelectual14: «Diferentes clases de ciudadanos forzosamente albergan dife-rentes intereses». Por eso es peligroso no establecer mecanismos para evitarque: «Si una mayoría se une en virtud de un interés común, peligrarán losderechos de la minoría»15.

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13 Constitución Española. Trabajos parlamentarios, 4 volúmenes, Congreso de los Diputa-dos, Madrid, 1989, 2ª edición, p. 721.

14 La derecha republicana fue el único grupo de las Constituyentes de 1931 que desdeuna lealtad indiscutible al nuevo régimen pidió una y otra vez que la Constitución no sirvierapara imponer a la sociedad española la ideología de la mayoría de la cámara. Su postura, mi-noritaria, resultó inaceptable para una mayoría radicalizada por la competencia izquierdistaentre socialistas y radical-socialistas, una mayoría que no dudó en respaldar el criterio de laComisión Constitucional expuesto por su presidente, el socialista Jiménez de asúa, consis-tente en la constitucionalización de la revolución. Un estudio detallado, en Manuel Álvarez Tar-dío, El camino a la democracia en España. 1931 y 1978, Gota a Gota, Madrid, pp. 340-377.

15 Artículos federalistas y antifederalistas. El debate sobre la Constitución americana, alianza,Madrid, pp. 151-152.

historia y utopía. Estudios y Reflexiones 27

Utopías de ayer y de hoy. PoSthumAnISmo y AnImALISmo,

¿nUevos horizontes Utópicos de la hUmanidad?

dr. Francisco t. Baciero ruizUniversidad de SalamancaE-mail: [email protected]

i. consideraciones históricas

El concepto y la palabra «utopía» disfrutan de una larga historia en elmarco de la cultura occidental, una historia que en el sentido literario máspreciso del término se remontaría a hace cinco siglos, cuando Tomás Moropublica en 1516 su celebérrimo De optimo Reipublicae Statu deque nova Insulautopia Libellus Vere Aureus1. Por mucho que el humanista francés GuillaumeBudé hubiese preferido designar la isla de su admirado Moro como «Ude-potía» o «País del jamás», el término «Utopía» acabaría imponiéndose, inau-gurando un género literario que conocería una enorme aceptación durantelos dos siglos siguientes2. En efecto, durante los siglos XVI y XVII toda obranarrativa enhebrada según el hilo argumental de la utopía moriana: un barcoeuropeo que naufraga o que conoce un desembarco fortuito en una isla decostumbres maravillosas y ejemplares, y el regreso final a Europa de losmiembros de la expedición para relatar las maravillas del nuevo mundo pasóa recibir el nombre de «utopía»3. A finales del XVI el adjetivo «utópico» comorasgo de la personalidad adquiere carta de naturaleza, designando la capacidad

1 Cfr. HÖLSCHER, L., art. «Utopie», en BRUNNER, O., CONZE, W., KOSEL-LECK, R., Geschichtliche Grundbegriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutsch-land, Stuttgart, Klett-Cotta, 1994, vol. 7, pp. 733-788.

2 Cfr. MANUEL, F.E., MANUEL, F.P., El pensamiento utópico en el mundo occidental, 3vols., Taurus, Madrid, 1981-1984, vol. I, Antecendentes y nacimiento de la utopía (hasta el sigloXVI), 1981, pp. 13-14; la mayor parte de las referencias históricas las tomamos de esta magnahistoria de la utopía en Occidente.

3 El pensamiento …, vol. I, p. 14. Semejante esquema argumental no era original deMoro, sino que él mismo lo tomó en préstamo de la tradición griega, en particular de Platón,Aristófanes y del escritor griego del siglo II Luciano de Samosata, cuyo diálogo El tiranicidaMoro había traducido previamente (cfr. ibid., p. 14, p. 148). Luciano, Aristófanes y Platón

exagerada de idealización de determinados individuos, adquiriendo ya en-tonces en ocasiones el matiz despectivo que desde entonces le acompañará4.Al lado de la utopía moriana, con sus elementos clásicos y cristianos, apare-cerán por la misma época otros dos géneros utópicos que conocieron unahistoria en cierto modo independiente, o muy vagamente conectada con lautopía moriana: el tipo italiano de los filósofos-arquitectos del siglo XV quebuscaba la construcción de la ciudad estética y urbanísticamente perfecta(città felice o città perfecta), y la utopía alemana o centro-europea que a partirdel imaginario cristiano intentaba la realización inmediata del reino de Diosen este mundo y cuyo ejemplo paradigmático es la utopía cristiano-revolu-cionaria de Thomas Münzer de la Christliche Verbündniss5.

En el siglo XVII el término «utopía» pasa a designar, además de un gé-nero narrativo, la descripción teórica de «los principios básicos de una sociedadóptima» con expectativas más o menos fundadas de poder llevarse un día a lapráctica, de modo que se inicia entonces una paulatina transición del géneroliterario al género de la utopía discursivo-argumentativa de signo filosófico6.

A finales del siglo XVIII el género discursivo-filosófico se encuentraya consolidado: surge así una nueva utopía que no limita su localización a unlugar ficticio determinado, aunque imaginario, sino que aspira a proponer unmodelo de sociedad válido para el mundo entero y que debería lograr unareforma de la especie humana en su totalidad: así los comunistas avant la lèttre

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28 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

fueron las fuentes utópicas más imitadas por los humanistas del norte de Europa: Moro,Erasmo y el mismo Melanchton (cfr. ibid., pp. 144-160).

4 John Donne en una carta de 1598 escribía: «Pienso que, si los hombres que vivenen estos lugares [de Italia] se atreviesen a buscarse a sí mismos y a restaurar sus propiasvidas, se saludarían como si fueran desconocidos, al ver que los jóvenes utópicos se han tor-nado viejos italianos» (DONNE, J., the Satires, Epigrams and Verse Letters, ed. W. Milgate, Ox-ford, Clarendon Press, 1967, p. 72, cit. en El pensamiento …, vol. 1, p. 15 y nota 3).

5 Cfr. ibid., pp. 161-3. Mientras que la utopía italiana de la ciudad perfecta inspiradaen Platón y Vitruvio (cfr. El pensamiento … , vol. I, pp. 219-257, entre las utopías urbanís-tico-filosóficas de la «ciudad-ideal» sobresalen las de L. Battista Alberti con su De re aedifca-toria, de 1485, a la que habría que añadir el Sforzinda de A. Averlindo, Filarete, y el trattato diArchitettura de Francesco di Giorgio Martini, cfr. ibid., p. 221), tuvo una influencia muy li-mitada (algunos papas y algún príncipe renacentista llevaron a cabo reformas urbanísticassiguiendo los modelos de sus arquitectos, cfr. p. 222), la utopía mesiánico-milenarista deMünzer conocería una amplia progenie durante todo el XVII (especialmente en la Inglaterrade Cromwell, en el interludio entre la ejecución de Carlos I y la restauración de la monarquíaen 1660, período de florecimiento de los hombres de la Quinta monarquía, ranters, diggers, levellersy demás movimientos milenaristas), mientras que Moro se habría convertido sobre todo enel «progenitor nominal» de una rico género literario (ibid., loc. cit.).

6 A este género pertenecerían A Voice in Rhama (1647), del inglés Peter Chamberleny John Milton con su Apology for Smectymnuus (1642) (ibid., p. 15).

Morelly7 y Restif de la Bretonne8, y Condorcet9. A esta categoría pertenecende pleno derecho todos los socialistas del XIX, tanto utópicos como «cien-tíficos»: Saint-Simon, Owen, Fourier y Marx10. Para este tipo de «utopías dis-cursivas universales» o «utopías predictivas», el problema de la realizaciónhistórica del mundo utópico se convertirá, además de en exigencia moral, enobjeto él mismo de reflexión, de modo que cuestiones como la posible re-volución y sus métodos, la utilidad y justificación o no del empleo de la vio-lencia en el proceso revolucionario, o la reflexión sobre las leyes de la historiay su carácter contingente o necesario (la elaboración de una filosofía de lahistoria), pasarán a ocupar un primer plano11.

ii. la «propensión» utópica como «dimensión natural» del hombre

El género utópico, inaugurado en su versión occidental moderna porla obra de Moro, es en realidad un género universal en cualquiera de sus mo-dalidades (como mito etiológico, creencias religiosas en estados paradisíacos,obra literaria o panfleto político), que tiene que ver a la postre con una «dis-posición utópica» coextensiva con el género humano12. Esta disposición na-tural universal surge de la experiencia del sufrimiento insoportable que lahumanidad ha padecido a lo largo de la historia en alguna de sus múltiplesvariantes, bajo la forma especialmente de privación material, privación aso-ciada la mayoría de las veces con abismales desigualdades sociales hasta épo-cas recientes. En efecto, hasta hace muy poco tiempo los hombres ha sufridocrisis alimentarias periódicas, han muerto por miles como consecuencia deenfermedades desconocidas y misteriosas (la mortalidad infantil perinatal enla Edad Media parece que alcanzaba el seiscientos por mil), han vivido encondiciones materiales infrahumanas: sin agua corriente, sistemas de elimi-nación de aguas residuales, asfaltado de las calles, en condiciones higiénicasdeplorables, conociendo jornadas inhumanas de trabajo, esclavizados legal-mente o de facto, de modo que hoy nos resulta verdaderamente difícil a partirde nuestra propia experiencia, llegar a sospechar en toda su crudeza todo elpeso de la privación material que padecían las sociedades preinsdutriales. La

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7 Autor del Code de la nature, ou le véritable esprit de ses lois (El pensamiento …, vol. III, p. 38).8 «No puede haber virtud sin igualdad física y moral» (RESTIF DE LA BRE-

TONNE, L’ Andrographe, París, 1782, p. 28, en ibid. loc. cit.).9 Quien ya propuso abiertamente la aplicación de las matemáticas y el cálculo de pro-

babilidades para el análisis de los fenómenos sociales, una mathémathique sociale, en «Tableaugeneral de la Science, qui a pour objet l’application du calcul aux sciences politiques et mo-rales», Journal d’instruction sociale, 22 de junio y 6 de julio de 1795, oeuvres, I, 558, por lo queinfluiría decisivamente en los también utópicos Saint-Simon y Comte (El pensamiento …, vol.II, pp. 429-430 y nota 55).

10 El pensamiento …, vol. I, p. 16.11 Cfr. ibid., pp. 16-17, p. 19.12 Ibid., p. 18.

utopía en cualquiera de sus formas ha surgido siempre de una distopía o anti-topía muy concreta y perfectamente localizable en el aquí y ahora del sufri-miento. El pensamiento utópico sería en buena medida, parafraseando al Marxcrítico de la religión, el suspiro de la criatura oprimida que se consuela con elsueño de un mundo fingido donde la abundancia, la supresión de la necesidady el reino de la libertad se han convertido en realidades inagotables. A ellohabría que añadir la esperanza entrevista o sospechada siempre de que lascosas podrían en realidad ser de otro modo, como quería Bloch13. Con la pro-gresiva secularización del mundo, el hombre europeo dejará de situar elmundo idílico soñado en un pasado mítico o en un más allá ultraterreno,para trasladarlo a un futuro terrenal previsible14.

Precisamente por ello no se puede reducir el pensamiento utópico ala categoría de meras ensoñaciones de visionarios sin contacto alguno con larealidad. Antes al contrario, la utopía, de forma sólo aparentemente paradó-jica, puede servir, y de hecho así ha sucedido, de motor impulsor de la historiaque a modo de causa final y ejemplar la arrastra hacia el cumplimiento deuna humanidad más plena. Lo que una vez fue «utopía», al cabo de no muchotiempo llega a ser real. Así el socialista francés L. Blanc podía decir en 1850,en el marco de un discurso en defensa del régimen republicano, lo siguiente:

«Como si, entre las ideas que hoy están en posesión del espíritu humano hayahabido una, una sola que no se haya contado entre el número de las utopías. Sócratesmuerto por haber proclamado la unidad de Dios. ¡Utopista! Galileo postrado de ro-dillas y retractándose del impío error del movimiento de la tierra. ¡Utopista! Fultonviene a someter a la consideración de los sabios de Francia la invención de los barcosde vapor: es recibido con explosiones de risa. ¡Utopista! y la víspera, sí, la vísperamisma de febrero, ¿no eran utopistas los republicanos?»15.

También había pretendido Moro en su utopía, como observaba un co-mentarista francés de finales del XVIII, la abolición de la pena de muerte

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30 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

13 «La esperanza, situada sobre el miedo, no es pasiva como éste, ni, menos aún, estáencerrada en un anonadamiento. El afecto de la esperanza sale de sí, da amplitud a los hom-bres en lugar de angostarlos,… No soporta una vida de perro, que sólo se siente pasivamentearrojada en el ente, … . … busca en el mundo mismo lo que sirve de ayuda al mundo: algoque es susceptible de ser encontrado» (BLOCH, E., El principio esperanza, Madrid, Agui-lar,1977, vol. I, p. XI).

14 «La imaginación de los poetas colocó la edad de oro en la cuna de la humanidad,en medio de la ignorancia y brutalidad de los tiempos primitivos. … . La edad de oro de laespecie humana no está detrás de nosotros, sino delante» (SAINT-SIMON, Henri de, De laréorganistation de la sociéte européene, oeuvres choisies, Bruselas, 1859, en El poensamiento … , vol.1, p. 111 y nota 13).

15 «Comme si, parmi les idées aujourd’hui en posessión de l´esprit des hommes, il enétait une, une seule, qui n´ait été rangée au nombre des utopies! Socrate meurt pour avoirproclamé l´unité de Dieu. Utopiste! Galilée tombe à genoux et désavoue l´erreur impie dumouvement de la terre. Utopiste! Fulton vient soumettre aux savants de France l´invention

para los ladrones, lo que en la Europa de entonces ya se había convertido enbuena medida en derecho penal positivo16. Los grandes utopistas de todoslos tiempos, además de su innegable y en ocasiones minuciosa capacidad defabulación, han dispuesto al mismo tiempo de un fino sentido de la realidad,fino sentido para captar precisamente aquella realidad inhumana que ellospretendían cuando menos denunciar17. La utopía tendría por ello mismo lavirtualidad de convertirse en «una idea militante», en «la verdad del mañana»18.El fin de las utopías no sería otro que el de superar las topías históricas dehecho existentes19. En este preciso sentido, la pérdida de referencias utópicas,con su «arsenal de poderosas imágenes de futuro»20, podría conducir a un pe-ligroso empobrecimiento de las perspectivas de la vida humana.

Los dos proveedores fundamentales de pensamiento utópico en elmundo occidental han sido el pensamiento griego, con sus mitos de la «edad

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des bateaux à vapeur: il est accueilli par des éclats de rire. Utopiste! Et la veille, oui, la veillemême de Février, est-ce que les Républicains n´étaient pas de utopistes?» (BLANC, L., Dela véritable théorie du progrès, 1850, Questions d’ aujourd’ hui et de demain, 5ª sér., Paris, 1884, 243,cit. en HÖLSCHER, p. 782 y nota 267, la traducción es nuestra).

16 «Voilà comme les rêves d’un homme de bien insensiblement adoptés par la posté-rité» (BRISSOT DE WARWILLE, J.-P., «Observations concernant l’ Utopie de ThomasMorus», Journal encyclopédique, t. 7/3 (1784), 490, en FUNKE, H.-G.-, «Utopierezeption undUtopiekritik in literarischen Zeitschriften der französischen Spätaufklärung (1750-1789)»,Romanistische Zeitschrift für Literaturgeschichte, 7 (1983), pp. 89 ss., p. 100, en HÖLSCHER, pp.781-2 y notas 58, 265). Vale la pena citar aquí el pasaje clásico de Moro: «esa pena, excesi-vamente severa y ajena a las costumbres públicas, es demasiado cruel para castigar los robos,pero no suficiente para reprimirlos, pues ni un simple hurto es tan gran crimen que debapagarse con la vida ni existe castigo bastante eficaz para apartar del latrocinio a los que notienen otro medio de procurarse el sustento» (utopías del Renacimiento. moro-Campanella-Bacon,Estudio preliminar de E. ímaz, FCE, México, 1982, p. 50).

17 «Aunque resulte paradójico, los grandes utopistas han sido también grandes rea-listas. … . Se caracterizan … por su propensión a centrar toda la atención sobre un aspectoconcreto del mundo, dejando muchas otras cosas en la penumbra. Pero, una vez que hanemprendido el estudio de una cara de la realidad, suelen comprender dicha cara con unaclarividencia poco común (El pensamiento …, vol. I, p. 50).

18 «Une utopie, c’est une idée militante, c’est bien souvent la vérité de demain, et parconséquent la vérité à l’état révolutionnaire» (BLANC, L., «Penser et agir, mais dire ce qu’onpense et savoir ce qu’on fair», Questions, 5e sér., 249, cit. en HÖLSCHER, p. 783 y nota 271).

19 «Las utopías trascienden también la situación social, puesto que orientan asimismola conducta hacia elementos que esa situación, en el grado en que ésta se realiza en el tiempo,no contiene. Pero no son ideologías en tanto y en la medida en que consiguen, por mediode una actividad de oposición, transformar la realidad histórica existente en otra más enconsonancia con sus propias concepciones» (MANNHEIM, K., Ideología y utopía. Introduccióna la sociología del conocimiento, Madrid, Aguilar, 19662,-traducc. de la edición inglesa de 1954-,pp. 264-5).

20 POLAK, F. LODEWIJK, the Image of the Future, Leyden y Nueva york, OceanaPublications, 1961 (cit. en El pensamiento …., vol. I, p. 28).

de oro» y de la ciudad ideal (con Platón como paradigma indiscutido)21, y eljudeo-cristiano, con su concepción de un estado de naturaleza íntegra para-disíaca antes de la introducción del mal y del sufrimiento en el mundo a raízde la caída por el pecado de Adán, y sobre todo, con la creencia en una re-dención al final de la historia que se hace efectiva paulatinamente en su de-curso temporal (el ya, pero todavía no del reino de Dios que se extiende comoun grano de mostaza), hasta llegar a su consumación escatológica al final delos tiempos. Una versión secularizada de esta escatología estaría representada,como se ha señalado repetidas veces, por los movimientos utópicos socialis-tas del XIX con su creencia en un estadio final definitivo de la historia sus-traído para siempre al reino de la necesidad22. Ambas corrientes griega yjudeo-cristiana nunca han sido ajenas entre sí, antes al contrario: si muchasde las utopías griegas fueron conocidas gracias a las paráfrasis que de ellashicieran los Padres de la Iglesia, la irrupción del género literario utópico apartir de la obra de Moro se sitúa en el contexto de la divulgación de los clá-sicos griegos en sus lenguas originales y en sus traducciones latinas y a laslenguas vernáculas europeas de la época a partir 145023.

iii. el «final de las utopías» en los años sesenta: marcuse y la denunciadel «fin de la utopía»

Las utopías de cualquier signo surgidas a lo largo de la historia hansido manifestación y denuncia de un profundo estado distópico real experi-mentado como inhumano, y que por ello debía ser superado (al menos en laimaginación), en un ensueño quizás narcotizante, pero en todo caso lenitivo,de un mundo mejor situado en un más allá24.

Sin embargo, es un hecho que en el mundo occidental primero (y enbuena medida, gracias al proceso de «globalización», cada vez más en el

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32 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

21 «Sin el legado griego sería prácticamente impensable la utopía del Renacimientopropiamente dicha» (El pensamiento … , vol. I, p. 99).

22«Hay que aceptar el paraíso en sus formas judeo-cristianas como el estrato arqueo-lógico más profundo de la utopía occidental» (ibid., p. 55, sobre la tradición utópica cristiana,cfr.: «El paraíso y el milenio», pp. 55-95). La evidente versión secularizada de motivos cris-tianos en las utopías socialistas se pone especialmente de relieve en el rechazo de la propiedadprivada (que para la mayoría de los Padres de la Iglesia era consecuencia del pecado original),presente en toda la tradición cristiana antigua, también en la utopía de Moro: «estoy absolu-tamente persuadido de que, si no se suprime la propiedad, no es posible distribuir las cosascon un criterio equitativo y justo, ni proceder acertadamente en las cosas humanas. Puesmientras exista, ha de perdurar entre la mayor y mejor parte de los hombres la angustia y lainevitable carga de la pobreza y las calamidades» (op. cit., p. 72).

23 El pensamiento … , vol. I, p. 99.24 Así el primer libro de la utopía de Moro lleva a cabo una cruel descripción de las

patologías sociales de la Inglaterra y Europa de su época (cfr. especialmente las pp. 50-72de la edición que manejamos).

mundo tout court), las metas de plenitud humana que los discursos «utopistas»consideraban en su día como inalcanzables, o a lo sumo, realizables en unfuturo tan lejano que prácticamente no existiría (u-tópico), han dejado de serloen el transcurso de los dos últimos siglos. La abolición de las hambrunas pe-riódicas es una realidad desde hace casi un siglo en el mundo occidental, elacceso universal a la cultura como medio de promoción humana y econó-mica, promovido ya por el doctrinario Guizot en la monarquía orleanista, eshoy una realidad en la mayor parte del mundo. Por último, el logro de unnivel de vida digno, por encima del mero nivel de subsistencia, para la in-mensa mayoría de la población, es también hoy una meta lograda, al menosen el mundo occidental, y de modo creciente y paulatino en el resto delmundo25. Lo mismo cabría decir de la libre participación ciudadana en la mar-cha de los asuntos públicos, la extensión de las libertades así llamadas «for-males» propias de una cultura democrática, etc.. De modo que a mediadosde los años cincuenta del siglo pasado, eminentes pensadores como HerbertMarcuse podían certificar «El final de la utopía», tal y como reza el título deuna famosa conferencia pronunciada por el autor en julio de 1967 en la Uni-versidad Libre de Berlín26. Al comienzo de su ponencia Marcuse constatabaprecisamente cómo la conquista de muchas de las antiguas aspiraciones «utó-picas», de las que precisamente había hecho bandera el movimiento socialista(y el marxismo en particular): el logro de un nivel de vida digno por partedel proletariado y su perfecta integración dentro el sistema, asumiendo ensu conjunto los discursos legitimadores del mismo, parecían presagiar un«final de la historia», pues la utopía se habría convertido en un tópos históricoreal27. Prolongando consideraciones previas expuestas en Eros y civilización yEl hombre unidimensional, Marcuse, sirviéndose de categorías marxianas y freu-dianas a un tiempo, mostraba la necesidad de «discutir una nueva definiciónde socialismo», toda vez que la clase obrera, la clase revolucionaria por exce-lencia, cuyo nivel creciente de explotación y pauperización en los países ca-pitalistas debía según Marx desembocar de forma natural y necesaria en unarevolución y toma del poder por parte del proletariado, precisamente en lospaíses capitalistas más desarrollados, se había integrado a la perfección en

UTOPíAS DE AyER y DE HOy. PoSthumAnISmo y AnImALISmo, ¿NUEVOS HORIZONTES UTóPICOS DE LA HUMANIDAD?

33historia y utopía. Estudios y Reflexiones

25 Dicho sea todo ello con todos las justas matizaciones que se quieran objetar, perosin duda que en su conjunto la humanidad (desde luego la occidental) nunca ha vivido ma-terialmente tan bien como en los últimos cincuenta años.

26 Recogida en MARCUSE, H., El final de la utopía, Ariel, 19812, pp. 7-18.27 «He de empezar con una perogrullada: que hoy día toda forma del mundo vivo,

toda transformación del entorno técnico y natural es una posibilidad real; y que su tópos eshistórico. Hoy día podemos convertir el mundo en un infierno; … . También podemostransformarlo en todo lo contrario. Este final de la utopía –esto es, la refutación [se entiende,práctica, por la fuerza de los hechos históricos] de las ideas y las teorías que han utilizado lautopía como denuncia de posibilidades histórico-sociales se puede entender ahora, en unsentido muy preciso, como final de la historia» (El final …, p. 7).

sus mecanismos productivos e ideologías legitimadoras. Por ello, la «teoríamarxiana del socialismo» representaría «un estadio ya superado del desarrollode las fuerzas productivas»28. El nuevo horizonte utópico revolucionario de-bería situarse, dadas las circunstancias, en un nuevo modelo de sociedad enla que no sólo el hombre se habría sustraído al reino de la necesidad y podríallevar una vida plenamente humana gracias al fruto de su trabajo y a la supe-ración de los antagonismos de clase, sino en la que de algún modo el trabajomismo dejara de serlo, en la que se lograse una perfecta conjunción entre eltrabajo y las aspiraciones lúdico-sensibles del sujeto, un trabajo impregnado,por decirlo con Marcuse, de «cualidades estético-eróticas» que haría posible«una convergencia de técnica y arte y una convergencia de trabajo y juego»29,mixtura feliz que habría sido anticipada en la obra de Fourier30.

A pesar de los ecos que la postrera propuesta marcusiana tuvo sin dudaun año más tarde en el famoso «Mayo del 68», entre cuyos coreados eslóganespodían escucharse aquellos tan eróticos y ciertamente lúdicos como: «Haced elamor, no la guerra. Una revolución que exige el sacrificio por el sacrificio esuna revolución à la papa. Inventad ahora la perversión sexual, La perspectivade un placer futuro no me consuela del aburrimiento de ahora»31, la realidades que la última mitad del siglo XX se caracterizó por un declinar del pensa-miento utópico (del pensamiento eutópico, en cualquier caso), declinar queotros etiquetaron con el rótulo de «fin de las ideologías», es decir, el fin delas ideologías políticas como consecuencia de la aparición de un nuevo indi-viduo materialmente satisfecho, con todas sus necesidades cubiertas en elseno de una sociedad opulenta, cuyo héroe clásico innombrado sería más bienel Narciso que se contempla a sí mismo que el Prometeo que lucha contralos dioses para aliviar las necesidades de los hombres, declinar de las utopíasque en ese preciso sentido perduraría hasta hoy mismo32.

iv. posthumanismo y animalismo, ¿fin de las utopías o fin del hombre?

A pesar de lo anterior, cabe señalar el surgimiento en los últimos veinteaños del siglo XX y en los inicios del presente, de dos nuevas interpretacionesdel hombre que exhiben en cierto modo rasgos utópicos, y que parecerían

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28 Ibid., p. 8.29 Ibid., p. 17.30 Loc. cit..31 BESANÇON, J., Les murs ont la parole: Journal mural, mai 68, Paris, 1968, pp. 14, 15,

25, 54 y 174 (El pensamiento …, vol. III, p. 370, y nota 6).32 Sobre el fin de las «idelogías» y la nivelación a derecha e izquierda de los discursos

políticos cabe mencionar el en su día controvertido libro de FERNÁNDEZ DE LA MORA,G., El crepúsculo de las ideologías, Madrid, Rialp, 1965, y el conocido ensayo de 1968 de Haber-mas «Ciencia y técnica como ideología» (en HABERMAS, J., Ciencia y técnica como ideología,Madrid, Tecnos, 19922, pp. 53-112), que insiste en buena medida en las tesis de Marcuse

cuestionar el mentado «fin de las utopías». Me refiero al movimiento defensorde los así llamados «derechos de los animales», que llamaremos «animalismo»,y al más reciente todavía que pretendería lograr, gracias al avance crecientede la biotecnología, un hombre nuevo «posthumano», cuyas capacidades na-turales excederían las del hombre «tradicional» hasta tal punto que, para losmás optimistas de estos autores, sería posible lograr la inmortalidad biológicadel hombre. A pesar de los rasgos aparentemente utópicos que prima facie se-mejantes concepciones podrían reclamar para sí, ambas tienen que ver pro-bablemente mucho más con una concepción distorsionada del ser humano,y distópica a la postre, que con genuinas propuestas verdaderamente poten-ciadoras de una humanidad lograda.

A) Animalismo

Comenzaremos analizando la ideología de los derechos de los animaleso «animalismo», término que nos permitimos emplear toda vez que muchosde los defensores de esta corriente así la denominan.

Hablar de la ideología o doctrina de los derechos de los animales sig-nifica hablar de Peter Singer, cuya obra ha se ha convertido por derecho pro-pio en el repertorio doctrinal más completo sobre la materia. El australianoPeter Singer, profesor actualmente en Princeton, formado en Oxford en elutilitarismo ético de la mano del filósofo analítico R. Hare, se dio a conocera través de su libro-programa Liberación animal (Animal Liberation), de 1975,en el que esbozaba los puntos principales de un programa de «liberación ani-mal», en buena parte conocidos hoy gracias a la difusión social creciente delos movimientos en defensa de los «derechos de los animales», que han asu-mido su programa33. El libro comienza con una solemne declaración de prin-cipios que es a su vez un programa reivindicativo: «Este libro trata de la tiraníade los humanos sobre los no humanos, tiranía que ha causado, y sigue cau-sando, un dolor y un sufrimiento sólo comparables a los que provocaron si-glos de dominio de los hombres blancos sobre los negros. La lucha contraella es tan importante como cualquiera de las batallas morales y sociales quese han librado en años recientes»34. Los principios morales que sustentan elprograma reivindicativo animalista se fundarían en las siguientes premisaséticas: no existe diferencia moral esencial entre hombres y animales (al menoslos superiores), en la medida en que ambos son seres sintientes, siendo estafacultad (la capacidad de sentir) la que determinaría el estatus moral de un ser

UTOPíAS DE AyER y DE HOy. PoSthumAnISmo y AnImALISmo, ¿NUEVOS HORIZONTES UTóPICOS DE LA HUMANIDAD?

35historia y utopía. Estudios y Reflexiones

(cfr. esp. las pp. 92-95 sobre la desaparición o «latencia» de los conflictos de clase en las so-ciedades capitalistas avanzadas, y en pp. 108-112 su interpretación en clave marcusiana delmayo del 68).

33 Existe traducción española de la segunda edición de 1990: Liberación animal, Trotta, Ma-drid, 1999. Una excelente exposición crítica de conjunto sobre Singer puede verse en PRIETOLóPEZ, L., El hombre y el animal, nuevas fronteras de la antropología, Madrid, 2008, pp. 41-115.

34 Liberación animal, «Prólogo», p. 19.

vivo35. Por consiguiente, conceder al hombre un estatuto moral por encimade los animales sería un crimen de leso especismo: es decir, considerarse per-tenecientes a una especie moralmente privilegiada por razón de nuestra do-tación biológica, lo que para Singer es moralmente tan rechazable como elracismo entre los seres humanos o el sexismo tradicionales36. Por ello mismo,coincidiendo en su carácter sensible la naturaleza humana y la animal (de losanimales al menos vertebrados que disponen de cerebro, muy especialmentelos grandes simios), los individuos pertenecientes a ambas categorías perte-necerían a una misma «comunidad de iguales», tal y como recoge la así lla-mada «Declaración de los grandes simios»:

«Exigimos que la comunidad de los iguales se haga extensiva a todos losgrandes simios: los seres humanos, los chimpancés, los gorilas y los orangu-tanes»37. Semejante «comunidad» moral de «iguales» implicaría una correlativaigualdad de derechos, especialmente de aquellos derechos fundamentalescomo el derecho a la vida, la libertad y la prohibición de la tortura, que lasmencionadas cuatro especies compartirían38. Como consecuencia de ello el«vegetarianismo» sería la única postura ética compatible con el respeto debidoa los animales, así como la prohibición de la experimentación con animalescon fines médicos, a no ser en su propio beneficio39.

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36 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

35 De acuerdo con un famoso texto del utilitarista Bentham que Singer trae a colación,tomado de su Introduction to the Principles of morals and Legislation, de 1789: «Puede llegar eldía en que el resto de la creación animal adquiera esos derechos que nunca se le podríanhaber negado de no ser por la acción de la tiranía. … . Puede que llegue un día en que el nú-mero de piernas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum sean razones igual-mente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino. ¿Qué otra cosa es laque podría trazar la línea infranqueable? ¿Es la facultad de la razón, o acaso la facultad deldiscurso? Un caballo o un perro adulto es sin comparación un animal más racional, y tambiénmás sociable, que una criatura humana de un día, una semana o incluso un mes. Pero, aunsuponiendo que no fuera así, ¿qué nos esclarecería? No debemos preguntarnos: ¿puedenrazonar?, ni tampoco: ¿pueden hablar?, sino: ¿pueden sufrir?» (ibid., p. 43).

36 Cfr. ibid., p. 45. 37 SINGER, P., CAVALIERI, P. (eds.), «Declaración sobre los grandes simios», en

El proyecto gran simio, Madrid, Trotta, 1998, p. 12.38 «La «comunidad de los iguales» es una comunidad moral dentro de la cual acepta-

mos que determinados principios o derechos morales fundamentales, que se pueden hacer valerante la ley, rigen nuestras relaciones mutuas. Entre estos principios o derechos figuran lossiguientes: 1) El derecho a la vida. Debe protegerse la vida de los miembros de la comunidadde los iguales. No puede darse muerte a los miembros de la comunidad de los iguales, ex-cepto … en defensa propia 2) La protección de la libertad individual. No puede privarse arbitra-riamente de su libertad a los miembros de la comunidad de los iguales. Si se les aprisionasin que medie un proceso legal, tienen el derecho a ser liberados de manera inmediata. 3)La prohibición de la tortura. Se considera tortura, y por tanto es moralmente condenable, infligirdolor grave, de manera deliberada, a un miembro de la comunidad de los iguales, ya sea sinningún motivo o en supuesto beneficio de otros» (ibid., loc. cit.).

39 Liberación animal, p. 203.

Paradójicamente, al tiempo que Singer eleva el estatus moral de los ani-males a categorías hasta hace poco tiempo reservadas a los seres humanos,degrada la condición del hombre, o de determinados grupos de seres huma-nos, al nivel hasta hace poco reservado a los animales e incluso a uno inferior.Asumiendo el concepto tradicional boeciano de «persona» (por mediaciónde la definición lockeana de la misma en el Ensayo sobre el entendimiento humano),Singer la caracteriza por los dos rasgos principales de ser un «ser racional yautoconsciente»40. Ahora bien, dando por supuesta la irrelevancia ontológicade la diferencia categorial clásica aristotélica entre ser en acto y ser en potencia,Singer disocia el concepto de pertenencia biológica a la especie humana delconcepto de persona, como ha sido habitual hasta hoy, de modo que aquellosseres humanos que no sean en acto racionales y autoconscientes (por ejem-plo: los recién nacidos, los deficientes psíquicos), no serían personas, altiempo que de un modo harto discutible, atribuye esas capacidades a ciertosanimales (delfines, orangutanes, chimpancés, etc.), por lo que concluye queexisten seres humanos que no son personas y animales no humanos que sí lo se-rían41. Como consecuencia de lo anterior, Singer aboga abiertamente por lalicitud moral del infanticidio, supuesta la previa licitud del aborto, en términosextraordinariamente denigrantes para la dignidad del niño: «He defendido laposición de que la vida de un feto no tiene mayor valor que la vida de unanimal no humano que se halle en un nivel similar de racionalidad, autocon-ciencia, percatación, capacidad de sentir, etc., y que -puesto que ningún fetoes persona- ninguno tiene el mismo derecho a la vida que una persona. Ahorabien, se ha de admitir que estos argumentos son tan válidos para el reciénnacido como para el feto. Un bebé de una semana no es un ser racional y au-toconsciente, y hay muchos animales no humanos cuya racionalidad, auto-conciencia, percatación, capacidad de sentir y cosas semejantes, exceden a lade un bebé humano de una semana, un mes y hasta quizá de un año. Si elfeto no tiene el mismo derecho a la vida que una persona, parece que el reciénnacido no lo tiene tampoco, y que la vida de un recién nacido tiene menosvalor que la de un cerdo, un perro o un chimpancé»42. A favor de su defensade la moralidad del infanticidio aduce Singer precisamente el hecho de quehaya sido practicado en muchas culturas no occidentales, entre ellas las muy

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37historia y utopía. Estudios y Reflexiones

40 Ética práctica, 2ª ed. de 1993 (cit. en SINGER, P., una vida ética. Escritos, Madrid,Taurus, 2002, p. 160).

41 «podría haber una persona que no es miembro de nuestra especie. Podría tambiénhaber miembros de nuestra especie que no son personas» (Ética práctica, Ariel, Barcelona,1995 -traducc. de la 2ª ed. de 1993- «¿Qué hay de malo en matar?», en una vida ética, p. 160).

42 Ética práctica, Barcelona, Ariel, 1984, p. 156. En la segunda edición de PracticalEthics de 1993 suaviza un tanto la redacción por medio de un circunloquio que modifica elsentido: «Si el feto no cuenta con el mismo derecho a la vida que una persona, parece queel bebé recién nacido tampoco, y la vida de éste es de menor valor para él que la vida de uncerdo, un perro o un chimpancé lo es para el animal no humano» (una vida ética, p. 194).

cultas griega y romana43, por mucho que, para consuelo de quienes todavíase escandalicen por el infanticidio, no debería ser admitido indiscriminada-mente, manteniéndose en cualquier caso su licitud moral44.

Singer abogar abiertamente por una total inversión (una «revolucióncopernicana moral»), de la moral europea tradicional basada en el caráctersagrado de la vida humana, de origen claramente cristiano, que debería sersustituida por la suya propia de carácter relativista-utilitarista, y que coincideen muy buena medida (en sus valoraciones morales de problemas relaciona-dos con el valor de la vida humana), con los juicios morales hoy ampliamentedifundidos sobre dichas cuestiones45. Singer, que se considera un pensadorde izquierdas, cree que, una vez caído el muro de Berlín y cuestionada porlos hechos la utopía marxista clásica, la izquierda debería incorporar un pro-grama político más realista, un «nuevo paradigma» ético-político a partir deuna consideración más adecuada de la naturaleza humana, programa que de-bería incluir la información sobre el hombre proporcionada por la biologíadarwinista (desde el enfoque de la «sociobiología» que Singer asume, espe-cialmente según la versión de R. Dawkins en El gen egoísta. Las bases biológicasde nuestra conducta), que trabajase a su vez «en pos de un estatuto moral mayorpara los animales no humanos»46.

B) Posthumanismo

En cuanto al «transhumanismo» o «posthumanismo», se trata de unanovísima interpretación del hombre (que podría considerarse utópica encuanto propone un modelo de hombre «nuevo» que debería aparecer en unfuturo no muy lejano), que se gestó a finales de los años ochenta del siglo

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38 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

43 Lo que efectivamente es el caso, baste recordar el texto de la Política de Aristótelesaducido por el propio Singer: «Sobre el abandono y la crianza de los hijos, una ley debe pro-hibir que se críe a ninguno que esté lisiado» (ARISTóTELES, Política, 1335b, traducc. de C.García Gual y A. Pérez Jiménez, Madrid, Alianza, 1986, p. 282), o el de Platón en La Repú-blica, Libro V, 460d, que habla de «mantener ocultos en un lugar secreto y desconocido» alos niños hijos de «los peores» o que nazcan lisiados.

44 Cfr. una vida ética, p. 197.45 Así en Rethinking life and death, de 1994 (Repensar la vida y la muerte: El colapso de nuestra

ética tradicional, Paidós, 1997), donde pretende «reescribir» los cinco mandamientos funda-mentales de la moral cristiana relativos al respeto y la transmisión de la vida humana porsus propias alternativas utilitaristas: «Trata toda vida humana como de igual valor»/«Reco-noce que el valor de la vida humana es variable», «Nunca mates intencionadamente una vidahumana inocente»/«Ten responsabilidad por las consecuencias de tus decisiones», «Nuncate quites la vida, e intenta siempre evitar que los demás se quiten la suya»/ «Respeta los de-seos de una persona de vivir o morir», «Creced y multiplicaos»/«Trae niños al mundo sólosi son deseados», «Trata toda vida humana como siempre más valiosa que cualquier vida nohumana»/«No discrimines sobre la base de la especie»(en una vida ética, pp. 247-261).

46 «Darwin para la izquierda», 1998, en una vida ética, pp. 315-325, p. 324. DAWKINS,R., El gen egoísta, Barcelona, Labor, 1979 (existe una edición más reciente en Salvat, 2000).

XX47. Se encuentra representanda hoy sobre todo por el sueco Nick Boström,director del Future of humanity Institute de la universidad de Oxford, y cofun-dador de la World transhumanist Association en 1990, y por el médico-filósoforumano Julian Savulescu, director del the oxford uehiro Centre for PracticalEthics de la misma universidad48. Brevemente, el ideario de los posthumanistassería el siguiente, en palabras de Boström: «un movimiento cultural, intelec-tual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicasy cognitivas de la especie humana y de aplicar las nuevas tecnologías al hom-bre, a fin de que se puedan eliminar aspectos no deseados y no necesariosde la condición humana como el sufrimiento, la enfermedad, el envejeci-miento y, por último, el ser mortal»49. Para alcanzar estos objetivos, la huma-nidad habría de pasar por un estado de transición transhumano entre el hombreactual y el posthumano, hombre posthumano que sería capaz de alcanzar las si-guientes «sobrehumanas» capacidades: expectativas de vida superiores a losquinientos años, capacidad cognitiva dos veces superior al máximo posiblepara el hombre actual, control de los inputs sensoriales evitando cualquiertipo de sufrimiento psicológico, amén de un control emocional total. Ademásel posthumano, que se podría lograr en un plazo de sólo «cien años», podríahacer copias de sí mismo50. Entre los precursores reconocidos del movi-miento Boström contaría a Hume, Newton, Hobbes y F. Bacon, que habrían

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39historia y utopía. Estudios y Reflexiones

47 La primera vez que se empleó el término transhumanismo parece haber sido en 1957por el biólogo J. Huxley en su artículo new Bottles for new Wine, en el que habría escrito:«The human species can, if it wishes, transcend itself –not just sporadically, an individualhere in one way, an individual there in another way, but in its entirety, as humanity. We needa name for this new belief. Perhaps transhumanism will serve: man remaining man, buttrascending himself, by realizing new possibilities of and for his human nature» (HUXLEy,J., new Bottles for new Wine, London, Chatto & Windus, 1957, pp. 13-17, en www.transhu-manism.org, órgano virtual de la World transhumanist Association for the ethical use of technologyto extend human capabilities, consulta: 20/05/2011).

48 Entre las obras más representativas hasta la fecha habría que destacar las de:BOSTRÖM, N., Anthropic Bias: observation Selection Effects in Science and Philosophy, Routledge,New york & London, 2002, BOSTRÖM, N., SAVULESCU, J. (eds.), human enhancement,Oxford University Press, 2008, BOSTRÖM, N., SANDBERG, A., the Wisdom of nature:An Evolutionary heuristic of human Enhancement, 2007 (cfr. www.nickbostrom.com, consultade 20/05/2011).

49 BOSTRÖM, N., Intensive Seminar on transhumanism, yale University, 26 junio 2003,cit. en el art. de POSTIGO SOLANA, E., «Transumanesimo e postumano: principi teoricie implicazione bioetiche», medicina e morale. Revista internazionale bimestrale di Bioetica, (2009),2, pp. 271-287, p. 271, artículo que seguiremos en lo fundamental.

50 POSTIGO SOLANA, p. 272, que lo toma de BOSTRÖM, N., ROACHE, R., Eth-ical Issues in human Enhancement, en RyBERG, J., PETERSEN, T.S., WOLF, C, et al. (ed.),new Waves in Applied Ethics, Palgrave: MacMillan, 2007, p. 280. Sobre la historia del transhu-manismo, se pueden consultar las referencias en su propia página web: en 1972 R. ETTIN-GER escribió man into Superman, que contribuyó ampliamente al surgimiento delpensamiento transhumanista. Los grupos transhumanistas comenzaron a reunirse a princi-

sentado las bases del racionalismo científico, y en cuanto a sus premisas éticas,se declara deudor (como Singer) del utilitarismo de Bentham y Mill, y delpragmatismo de Peirce y James51.

El «posthumanismo» guarda relación en algunos puntos con el anima-lismo, en la medida en que, además de su común matriz ética utilitarista, Bos-tröm pretende, por ejemplo, que los supuestos beneficios que labiotecnología aportará a los seres humanos, deberían ser extensibles a «todoslos seres sintientes»52.

En cierto modo el posthumanismo sería la utopía «total» o «perfecta», enla medida en que, de cumplirse sus aspiraciones, puesto que lograría abolircompletamente la enfermedad, el envejecimiento, el dolor físico y psíquico,y a la postre, la muerte, lograría de una vez por todas la instauración de unaedad dorada, del paraíso en la tierra53. ya no haría falta esperar a otro mundopara lograr la redención completa, pues ya en éste sería posible.

v. conclusiones

¿Son animalismo y posthumanismo las últimas manifestaciones de la tra-dición utópica occidental inaugurada con la utopía de Moro en su versión mo-derna?, ¿o más bien habría que incluir sus rasgos aparentemente utópicos entrelas antitopías más famosas de la primera mitad del siglo XX, las de de un Huxleyo un Orwell? A nuestro entender lo segundo se acercaría más a la verdad.

En cuanto al animalismo de Peter Singer, especialmente en lo que con-cierne a sus valoraciones morales sobre el respeto a la vida humana en estadoprecario, parece evidente su carácter de utopía involutiva, en la medida en queexpresamente pretende poner en valor juicios morales reconocidamente an-tiguos, más aún, literalmente «primitivos» (previos en cualquier caso a la apa-

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40 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

pios de la década de 1980 en la Universidad de California, la artista futurista Natasha Vita-More escribió en 1982 una aplicación estética en transhumanist Arts Statement. En 1990 losfilósofos Nick Bostrom y David Pearce fundaron la World transhumanist Association (WtA).Otros pensadores «transhumanistas» serían R. Kurzweil, H. Moravec o K. Warwick.

51 POSTIGO SOLANA, pp. 374-5, que lo toma de BOSTRÖM, N., A history oftranshumanist thought, Journal of Evolution and Technology, 2005; 14 (1): 1-25.

52 «El transhumanismo es favorecedor del bienestar para todos los seres sintientes(ya sean éstos humanos, inteligencias artificiales, animales o extraterrestres potenciales) eincluye muchos principios del humanismo moderno» (www.transhumanism.org, consultade 20.04.2009, en POSTIGO SOLANA, p. 374). Por lo demás, queda claro por este textoque la fantasía cyborg no sólo es moneda corriente para estos autores, sino que tampoco pa-recen tener en absoluto claros los límites entre hombre y máquina, límites que por lo demástiende de forma simplista a borrar.

53 La superación de la muerte, «el más duro rechazo de la utopía, y por ello, su inol-vidada provocadora» (BLOCH, El principio esperanza, pp. xxv-xxvi), constituye el núcleo prin-cipal de muchas utopías, si no todas.

rición histórica del cristianismo, como Singer subraya). En efecto, no sólogriegos y romanos disponían de un derecho cuasi omnímodo sobre la vidade sus infantes, especialmente los deficientes, sino que la práctica del infan-ticidio parece una costumbre extendida en la mayoría de sociedades primiti-vas. Según M. Harris, el infanticidio de los niños habría sido tan habitualentre los pueblos paleolíticos, que del 25 al 50 por ciento de los niños no fa-llecidos por causas naturales morirían como consecuencia directa del mismoo de algún tipo de negligencia peri-natal54. Muchos estudios antropológicosabundan en el mismo sentido55. Más aún, la práctica del infanticidio nos em-parentaría directamente con muchas especies animales, y con los primatesen particular56. En este sentido, las propuestas de Singer son muestras de unfranco «primitivismo», de una vuelta a estados pasados de la humanidad quepercibimos intuitivamente como indeseables por violar una dignidad y unosderechos humanos que juzgábamos hasta ahora como imprescriptibles.

Respecto al posthumanismo, independientemente de su más que discutibleviabilidad biológica efectiva, del problema demográfico verdaderamente inso-luble que supondría la inmortalidad terrenal de los seres humanos, o de lasamenazadoras consecuencias éticas que implicaría para la autocomprensióndel ser humano la eugenesia obligatoria que propone, borrando las diferenciasentre «lo crecido» y «lo hecho», entre quien tiene un código genético naturalindisponible (determinado sólo por la naturaleza), y aquellos otros que dispon-drían de un código genético fabricado por otros seres humanos, que serían portanto un «producto» de sus creadores y no sus «hijos»57, no parece que la pers-pectiva de una vida eterna mundana, incluso en el que caso de que fuera bio-lógicamente posible, sea especialmente deseable, dados los incontablesconflictos éticos que generaría: ¿cuántos hombres inmortales podrían vivir en

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41historia y utopía. Estudios y Reflexiones

54 Cfr. HARRIS, M., Introducción a la antropología general, Madrid, Alianza Editorial,1986, pp. 217-18.

55 Cfr. el art. de BLAFFER HRDy, S. «Infanticide», en LEVINSON, D., EMBER,M. (eds.) Encyclopedia of Cultural Anthropology, New york, Henry Holt and Company, 1996, 4vols., vol. 2, pp. 644-648. Según el estudio de DALy, M. y WILSON, M. «A Sociobiologicalanalysis of Human Infanticide», HAUSFATER, G., BLAFFER HRDy, S. (eds.), Infanticide:Comparative and Evolutionary Perspectives, New york, york, Aldine/de Gruyter, 1984, realizadosobre 60 sociedades incluidas en los «Human Relations Area Files» de la Universidad deyale, en 39 de ellas se tendría noticia del infanticidio, de las que en 35 las circunstanciasserían «bien conocidas» («well-known»).

56 Entre los primates son conocidos los casos de machos que matan a las crías deuna hembra para aparearse con ella (según BARTLETT, THAD, SUSSMAN, R.W., y CHE-VERUD, M., «Infant Killing in Primates: A review of Observed Cases with Specific Refe-rence to the Sexual Selection Hypothesis», American Anthropologist, 95 (4), 1994, pp. 958-990,cit. en BLAFFER HRDy, «Infanticide», p. 647, col. izda.).

57 Cfr. HABERMAS, J., El futuro de la naturaleza humana. ¿hacia una eugenesia liberal?,Paidós, 2004, pp. 64 ss. y passim.

la tierra?, ¿cómo serían fecundados, o en su caso hechos?, ¿por quién?, ¿quétipo de relación mantendrían con sus progenitores-productores?, ¿quién deci-diría cuántos descendientes se podrían procrear y con qué rasgos?, ¿cuál seríael límite de la eugenesia perfeccionadora de las capacidades naturales?, ¿se po-drían crear cyborgs esclavos?, etc., cuestiones para las que los posthumanistascarecen de respuesta y que en general ni siquiera se plantean. El posthuma-nismo muestra por tanto más bien la faz de una inquietante distopía futurista,que haría verdad las pesadillas de cierto género de literatura de ciencia-ficción,que una verdadera aspiración de la mayoría de los seres humanos58.

Tanto el animalismo de P. Singer como el posthumanismo de Boströmpodrían incluirse a nuestro entender por derecho propio en la tradición de la«muerte del hombre» inaugurada por el estructuralismo de Lévi-Strauss enlos años sesenta. Para el estructuralismo el hombre estaba muerto como sujetoagente, no era más que una «cosa entre las cosas», chose parmi les choses59, unapieza dentro de un sistema lingüístico o social cuyas reglas determinaban ne-cesariamente todas las posibilidades de acción e interacción dentro del mismo.Pero para el estructuralismo la definición del hombre permanecía indiscutida,al menos en cuanto individuo biológico. Los límites del hombre que se queríamuerto como sujeto estaban en todo caso definidos: se trataba a la postre delhombre «de siempre», el perteneciente a la especie biológica homo sapiens, ne-tamente separada de todas las demás. Para el animalismo y el posthumanismosin embargo, ni siquiera la definición biológica del hombre disminuido del es-tructuralismo sería aceptable, y sus límites podrían rebasarse tanto por debajo(animalismo) como por arriba (posthumanismo), de modo que ya no seríaposible ni deseable llegar a un acuerdo sobre los límites definitorios de lo hu-mano frente al reino meramente animal y frente al mundo de la cibernética,tal y como pretende la ciberfeminista D. Haraway: «Un mundo cyborg podríatratar de realidades sociales y corporales vividas en las que la gente no tienemiedo de su parentesco con animales y máquinas ni de identidades perma-nentemente parciales ni de puntos de vista contradictorios»60.

Las a nuestro juicio distopías del animalismo y posthumanismo parecenen realidad el último síntoma de lo que ya apuntaba Max Scheler en 1928 ensu escrito programático El puesto del hombre en el cosmos, a saber, que el hombreoccidental cada vez sabe menos quién es, dividido entre antropologías en-frentadas y aparentemente incompatibles entre sí:

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42 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

58 Así para F. Fukuyama el tranhumanismo se ha convertido en «una de las ideas máspeligrosas del mundo» (FUKUyAMA, F., our Posthuman Future: Consequences of the BiotehcnologyRevolution, New york, Farrar, Strauss and Giroux, 2002, en POSTIGO SOLANA, p. 280).

59 LÉVI-STRAUS, C., mitológicas I. Lo crudo y lo cocido, México, FCE, pp. 18-19, 1968(orig. francés de 1964).

60 HARAWAy, D., Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, Madrid, Cáte-dra, 1995, p. 263, cit. en CALONGE, F., «Post-humanismo y ética: reflexiones para la re-

«Poseemos, pues, una antropología científica, otra filosófica y otra teológica,que no se preocupan una de otra. Pero no poseemos una idea unitaria del hombre. Por otraparte, la multitud siempre creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre,ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan, por valiosas que sean. Sise considera, además, que los tres citados círculos de ideas tradicionales están hoyfuertemente quebrantados, … , cabe decir que en ninguna época de la historia ha re-sultado el hombre tan problemático para sí mismo como en la actualidad»61.

Ahora bien, de las tres antropologías enfrentadas que Scheler contra-distinguía en 1928 (la científico-biológica de corte darwinista, la filosófica deorigen griego y la teológica de matriz judeo-cristiana, a las quizás pudiéramosañadir hoy la «cibernética»), sin duda que es la científico-tecnológica la queha logrado una hegemonía indiscutida (al paso del debilitamiento progresivode sus dos antagonistas), quedando relegadas la visión griega y judeo-cristianacada vez más a un baúl de los recuerdos que ya nadie revuelve, cuando no amaterial de desecho y derribo.

Ahora bien, como ya observó H. Plessner, paradójicamente, cuantomás el hombre occidental ha pretendido librarse de su suelo nutricio greco-judeo-cristiano, en un proceso de autoexaltación iniciado en el Renacimientoy que continúa hasta hoy, que pretendería prescindir de toda norma más alláde su pura voluntad (de Dios primero, de cualquier autoridad, de la «esencia»humana como último criterio normativo por encima del deseo omnímododel Único, como pretendía Max Stirner), tanto más acaba degradándose ensu autocomprensión teórica:

«Causa sorpresa comprobar, … , que la confianza ilimitada puesta sobre elhombre desde el Renacimiento en adelante corre pareja a un progresivo abajamientode su posición peculiar en la naturaleza. Cuanto más se ha exaltado al hombre enabstracto, tanto más ha sido rebajado el aprecio a su ser en concreto; y, sobre todo,tanto más se han ido confundiendo las fronteras del mundo humano con el animal.La emancipación del hombre, signo característico de los tiempos nuevos … resultóposible únicamente … con … el olvido de la imagen con la que el mundo griego, eljudaísmo y el cristianismo habían caracterizado al hombre. Pero en la medida en quenos alejamos de esta imagen clásica … del hombre, la posición del hombre en elmundo se vuelve cada vez más problemática»62.

Sin duda que el animalismo y el posthumanismo tienen poco que vercon una continuación del humanismo moderno, como pretende Boström,

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43historia y utopía. Estudios y Reflexiones

construcción de solidaridades en la sociedad moderna avanzada», Foro Interno, 5 (2005), 59-83, p. 77, nota 53 (hasta el sacrosanto principio metafísico de no-contradicción pareceríallevarse por delante el posthumanismo a lo que parece, con su capacidad de hacer «compa-tibles puntos de vista contradictorios»).

61 SCHELER, M., El puesto del hombre en el cosmos, Losada, Buenos Aires, 19687, p. 24.62 PLESSNER, H., mensch und tier, en Conditio humana, 1964, Plessner Gesammelte Schriften,

VIII, 1983, 52-65, p. 52s. (el artículo original es en realidad de 1938, cfr. PRIETO, L., El hombre y elanimal. nuevas fronteras de la antropología, BAC, Madrid, 2008, pp. 220-1, y p. 220, nota 3).

sino más bien con su contrario: con la pérdida del genuino humanismo de latradición europea, humanismo que una Europa «cansada de sí misma» hacetiempo que olvidó en los polvorientos anaqueles de las antiguas bibliotecas,y que sumido en el olvido apenas tiene ya algo que decir:

«Unos objetos postales que ya no se reparten dejan de ser envíos a amigosposibles: se transforman en objetos archivados. También esto, es decir, que los libroscanónicos de antaño poco a poco hayan ido dejando de ser cartas a los amigos y queya no reposen en las mesillas de noche, ni en las de día, de sus lectores, sino que sehayan sumido en la atemporalidad de los archivos, esto también le ha quitado al mo-vimiento humanista la mayor parte del empuje que tuvo una vez. Los archiverosbajan cada vez con menos frecuencia a las profundidades que albergan esas antigüe-dades textuales, para consultar opiniones anteriores sobre temas modernos. Quizásocurra de cuando en cuando que, mientras están metidos en tales indagaciones porlos sótanos muertos de la cultura, esos papeles largo tiempo no leídos empiecen acentellear, como si lejanos rayos se precipitaran sobre ellos»63.

Si fuera cierto que el pensamiento clásico y la Biblia fueron los dosgrandes proveedores del pensamiento utópico en Occidente, como quería elmatrimonio Manuel, sería lógico esperar que el olvido de sus arquetipos fun-dacionales no pueda conducir a las mentes occidentales de hoy sino a las pe-sadillas distópicas más dispares, que no sueños, que exhiben los másinquietantes perfiles.

FRANCISCO T. BACIERO RUIZ

44 historia y utopía. Estudios y Reflexiones

63 SLOTERDIJK, P., normas para el parque humano, Siruela, Madrid, 2006, pp. 84-85.

Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones 45

El trabajo fEmEnino: utopía y rEalidad social

silvia medina QuintanaGrupo Deméter. Historia, Mujeres y Género. Universidad de Oviedo

E-mail: [email protected]

Es evidente que el trabajo de las mujeres se configura como una reali-dad social durante toda la Historia. En muchas culturas, el modelo de femi-nidad estaba vinculado a lo doméstico, pero esa imagen teórica no fuepensada para las mujeres de las clases populares quienes, lejos de permanecerencerradas en sus hogares, tuvieron una presencia activa en la vida económicade todas las sociedades históricas.

Con el concepto de trabajo femenino se aborda, en este artículo, tantoel remunerado como el que queda invisibilizado tras las labores propias delsexo femenino»; por tanto, se analizará la participación de las mujeres en laesfera económica a través de esa doble vertiente: por una parte, diferentesoficios remunerados que ejercieron (aunque en ciertos casos, como el de lasesclavas, no sean ellas quienes reciban la retribución económica) y, por otraparte, las actividades domésticas, que no son remuneradas.

Este texto presenta un recorrido histórico lineal, respetando las gran-des divisiones de la Historia, aunque teniendo en cuenta que esos límites cro-nológicos pueden resultar artificiales en muchas ocasiones. Concretamente,se hace especial atención al trabajo de las mujeres en la sociedad romana puesexiste una considerable información al respecto y no se puede obviar que enlas culturas clásicas se configuran unos modelos y unas realidades que estánen la base de nuestra sociedad actual; de ahí que el análisis de este períodosea más extenso y se haya privilegiado frente a otras épocas.

También conviene señalar que dicho recorrido histórico se centra enEuropa y, conscientemente, se han dejado fuera otras realidades en las queel trabajo de las mujeres fue, y continúa siendo, el pilar del desarrollo econó-mico. Sin embargo, no se pretende hacer de la historia de las mujeres en Eu-ropa el único modelo válido para realizar ese balance del trabajo femenino.

i. desarrollo histórico del trabajo femenino

Por establecer unas líneas generales, ya que esta contribución no pre-tende hacer un análisis exhaustivo, comenzaremos en la Prehistoria este re-corrido histórico para rastrear el trabajo de las mujeres.

no sabemos con claridad cómo era el reparto de tareas entre hombresy mujeres en las etapas prehistóricas. Se puede hablar de espacios diferencia-dos, atendiendo al uso que se les daba, por ejemplo, lugares para la transfor-mación de alimentos, elaboración de útiles y otras tareas, zonas de descanso,y el campo abierto, pero no parece que estas áreas estuvieran asociadas a unou otro género. A la luz de las investigaciones arqueológicas y los materialeshallados relativos a este período, se puede afirmar que, en ocasiones, se haproyectado al paleolítico la división social de épocas posteriores e ideas ac-tuales; es cierto que los materiales para investigar las etapas prehistóricas sonescasos pero no por ello podemos trasladar esquemas posteriores a etapasdonde no se puede afirmar con seguridad que funcionaban del mismo modo1.

A finales del neolítico asistimos ya a una clara división social, con lapresencia de jerarquías, diferencias de género y de clase que se reflejan en losajuares domésticos y fúnebres, y en la distribución del poblado, donde apareceuna clara división de espacios vinculada a la realización de distintas actividades.Esta diferenciación evidente no se aprecia de un modo claro durante el perí-odo paleolítico, pero tampoco podemos caer en el poco riguroso recurso depresentar una imagen idealizada de las primeras culturas humanas2.

Desconocemos aún muchas cosas sobre la organización social de estosgrupos nómadas, cuya economía se basaba en la caza y la recolección; preci-samente, el tema de la caza fue uno de los más abordados por la historiografíatradicional, que solía presentar el modelo del hombre cazador y proveedorde alimento, frente a la mujer que esperaba pasivamente en el ámbito do-méstico, dedicada a labores textiles y a la preparación de comida, mientras elgrupo de hombres jóvenes cazaba grandes piezas3. Una imagen caricaturescaque aún se mantuvo mucho tiempo en estudios científicos y rigurosos.

Sin embargo, parece que la economía de estos grupos dependía fun-damentalmente de la caza de pequeños animales, la recolección, la pesca y elcarroñeo, y sólo en momentos puntuales se podrían proveer de grandes pie-

SIlVIA MEDInA QUInTAnA

46 Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones

1 Trinidad Escoriza Mateu, 2006: 5-10; Almudena Hernando Gonzalo, 2007: 167;Trinidad Escoriza Mateu y Pedro V. Castro Martínez, 2009: 207.

2 Es frecuente presentar de una manera romántica estas etapas como un períodoigualitario, previo a la civilización y donde no hay conflictos sociales. Otro ejemplo lo en-contramos en la manera en que parte de la historiografía presentaba a ciertos pueblos pre-rromanos de la Península Ibérica, con una imagen de grupos igualitarios, frente a lo quesucederá tras la conquista romana.

3 Mª Ángeles Querol, 2005-06: 47-70.

zas. En cualquier caso, la participación de las mujeres se supone fundamentalpara la supervivencia del grupo, en variadas actividades y desarrollando todotipo de labores. Una muestra de la visión androcéntrica de los estudios his-tóricos tradicionales es que siempre se presenta a los hombres como los ar-tífices del arte prehistórico, pero no hay razón para no pensar también enmujeres artistas.

Siguiendo a Almudena Hernando, se pueden rastrear las primeras di-visiones de género y de clase claramente diferenciadas durante la Edad delBronce en Europa, algo que, evidentemente, arranca en la etapa neolíticaaunque esas diferencias no eran todavía tan marcadas; según esta autora, lasedentarización y el desarrollo de la agricultura y la ganadería no explican ladiversificación de funciones en base al género, y las diferencias sociales.

la aparición de jerarquías masculinas y, por tanto, de una diferenciaciónsocial evidente –hecho registrado en varias necrópolis europeas al final delneolítico y, especialmente, durante el calcolítico y la edad del Bronce4-, sedebe a la denominada revolución de los productos secundarios», que traecomo consecuencia la división sexual del trabajo. A cada género le corres-ponden diferentes actividades, enmarcadas en espacios contrapuestos y, a lavez, complementarios, quedando establecido lo doméstico para las mujeresy lo público para los varones5. En el primer caso, las actividades domésticas,también denominadas reproductivas por oposición a las productivas», inclu-yen una innumerable serie de trabajos que se entienden naturales» en las mu-jeres: crianza de la descendencia, cuidado de personas enfermas y ancianas,preparación de alimentos y tratamiento para su conservación, aprovisiona-miento de agua, elaboración de productos cerámicos, confección del vestido,atención de la huerta y animales domésticos… Mientras que los varones mo-nopolizan las tareas que más prestigio social tienen: la defensa del territoriocon las armas y el control ritual6.

Siguiendo el recorrido cronológico, encontramos en las sociedades dela Antigüedad las primeras justificaciones, de carácter religioso, biológico,moral y jurídico, para ese orden que establecía tareas y espacios diferentespara cada sexo. De esta forma, el griego jenofonte recuerda en su obra Eco-nómico, que hombres y mujeres tenían capacidades diferentes en función desu biología, lo que les dirigía hacia distintas tareas, división que, además, es-taba sancionada por las divinidades y por las leyes.

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4 Almudena Hernando Gonzalo, 2005-06: 95-109.5 En relación a estas primeras diferencias de género, Simone de Beauvoir escribió en

El Segundo Sexo: la peor maldición que pesa sobre la mujer es estar excluida de estas expe-diciones guerreras; si el hombre se eleva por encima del animal no es dando la vida, sinoarriesgándola; por esta razón, en la humanidad la superioridad no la tiene el sexo que en-gendra, sino el que mata» (2005: 128).

6 Agradezco a Mónica González Santana sus oportunas valoraciones y sus consejospara la realización de este apartado.

Este ordenamiento hace referencia también al concepto de ocio, otrode los elementos que definían a los individuos libres y que los distinguía delas personas de estatuto servil7. la literatura, tanto griega como latina, ensalzael modelo virtuoso de una mujer diligente, que permanece siempre en con-tinua actividad, pues en las mujeres el tiempo libre no se asimila al ocio sinoa la holgazanería. Autores como Hesíodo, jenofonte y Aristóteles para la so-ciedad griega, defienden la importancia del trabajo agrícola y los negociospero siempre que sea combinado con tiempo de descanso, pues es lo quedistingue al esclavo del hombre libre.

En el mundo romano, del mismo modo, hay un tipo de trabajo que seentiende como algo honroso, el agrícola, pero los trabajos relacionados conla artesanía y el comercio no gozan de buena reputación, se consideran in-dignos. Así, Catón, Varrón y Columela alaban en sus obras de agronomía elmodelo del campesino libre independiente que no trabaja por una merces, unaretribución, paga o salario, sino para sí mismo. También hay que señalar queesta imagen peyorativa la ofrecen principalmente las fuentes literarias porque,según la información epigráfica, algunos artesanos firmaron sus obras, loque indica su orgullo, e incluso encontramos ejemplos, tanto de hombrescomo de mujeres, que quisieron reflejar en sus epitafios el oficio al que sededicaron en vida8. Es complejo rastrear el trabajo femenino en la literaturaromana, pues los autores no estaban interesados en ese tema, y mucho menosen la participación de las mujeres en él; sin embargo, a pesar de las dificulta-des, tanto en los textos literarios como en la epigrafía se puede rastrear in-formación sobre las actividades económicas realizadas por las mujeres.

En el mundo rural el trabajo llevado a cabo por las mujeres era funda-mental para el desarrollo de las unidades domésticas9. Columela, Catón y Va-rrón hablan del trabajo en el campo y parten del modelo del vilicus –el capataz,encargado de dirigir la hacienda- y de la vilica –esposa del vilicus y responsabletambién de una parte importante del buen funcionamiento de la hacienda-.En las grandes propiedades trabajaría un buen número de esclavos y esclavasbajo la supervisión del vilicus y la vilica que, normalmente, eran también decondición servil, mientras que en fincas más pequeñas el trabajo productivorecaería en personas libres que, en algunos casos, y dependiendo de la capa-cidad económica de la familia, podrían disponer de algún esclavo o esclava.

En cualquier caso, parece que las labores agrícolas y domésticas de lasmujeres, fuesen libres o esclavas, eran similares. Trabajaban sobre todo en el

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7 la literatura griega enaltece la figura de la mujer hacendosa, frente al ciudadanoque goza del ocio, Mª. Dolores Mirón Pérez, 2001: 7-16.

8 juan francisco rodríguez neila, 1999: 13-14. 9 Para un buen análisis de las actividades de las mujeres en las unidades domésticas campesinas,

vid. Cándida Martínez lópez y Mª Dolores Mirón Pérez, 2000, y Cándida Martínez lópez, 2002.

interior de la casa, realizando diferentes actividades, aunque también partici-parían en las tareas del exterior, como la recolección, la vendimia, la recogidade la aceituna, el cuidado del ganado… Estas labores femeninas extradomés-ticas no aparecen claramente señaladas en las obras literarias, aunque se hacealguna mención a ellas, pues los agrónomos pretenden fijar ese modelo dedomesticidad e insisten en la actividad del interior; sin embargo, en otrasfuentes, como el Digesto, sí hay evidencias de trabajo femenino en el exteriorde la casa, lo que demuestra que ese modelo de mujer encerrada en el hogarestá alejado de la realidad social, especialmente cuando se trata de mujeresde condición humilde10.

En estos tratados de agronomía, se insiste en que las mujeres se en-cargaban de las labores vinculadas a la esfera doméstica, y aunque se men-cionan diferentes actividades a cumplir por la administradora, que no debeestar nunca ociosa, se puede considerar que todas ellas se enmarcan en ungenérico trabajo femenino»; en el caso de los varones aparece una larga listade términos concretos y específicos de las distintas actividades desarrolladas,pero no sucede lo mismo con el trabajo de las mujeres11. Éste incluye la pre-paración de la comida diaria, la limpieza y mantenimiento del orden en elhogar, acudir a por agua, lavar y recoger, cuidar de las personas enfermas, larealización del pan, confección de ropas y el trabajo de la lana (que incluyeel lavado, cardado, hilado y tejido), preparación de alimentos y transforma-ción para su conservación (salazones, confituras)12… En definitiva, todo loque implica administrar eficientemente la hacienda.

En el mundo urbano se pueden rastrear diferentes tipos de oficios,fundamentalmente a través de la epigrafía y la iconografía13, ejercidos en sumayoría por esclavas y libertas, aunque también se conoce algún caso demujer libre14.

Uno de los sectores más importantes de participación laboral femeninaes el trabajo textil, pues se consideraba una labor característica de las mujeres.

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10 Cándida Martínez lópez y Mª Dolores Mirón Pérez, 2000: 34-37.11 Quiero agradecer sinceramente a Carla rubiera Cancelas su ayuda y comentarios

respecto al trabajo femenino en las explotaciones agrarias romanas, tema de su tesina demáster (sin publicar), así como haberme facilitado su lectura.

12 Cándida Martínez lópez, 2002: 74-85.13 Hay una abundante bibliografía que recoge esta información epigráfica; obras ya

clásicas son las de joël le Gall, 1969 y Susan Treggiari, 1975, 1976 y 1979. En cuanto a ico-nografía sobre trabajo femenino, una obra de referencia indiscutible es la de natalie Kampen,1981. Para el análisis de distintos trabajos ejercidos por mujeres y que aparecen en la epigra-fía, vid. Alfredo Buonopane y francesca Cenerini, 2003.

14 El listado de oficios que se menciona a continuación parte de las obras de joel leGall, 1969; Arcadio del Castillo, 1974; Susan Treggiari, 1975, 1976 y 1979; natalie Kampen,1981; jane f. Gardner, 1990: 233-255 y josé Pérez negre, 1998.

El trabajo de la lana (lanificium) está vinculado a la honra de las matronas, queaparecen reflejadas en la literatura y en la epigrafía como virtuosas lanificae.Encontramos términos muy especializados para diferentes labores relacio-nadas con la lana: hilanderas (quasillariae, staminariae), tejedoras (textrices), ven-dedoras de lana (lanipendae). De igual forma, hay constancia de mujeresdedicadas al comercio del lino (linteariae) y tintoreras (purpurariae); parece queel término purpuraria no sólo serviría para designar a las tintoreras sino tam-bién a las responsables de la comercialización de la púrpura, un sector muyimportante en la roma antigua15. Otros oficios relacionados con el mundotextil y en el que aparecen mujeres, aunque no eran actividades exclusiva-mente femeninas –pues se registran igualmente nombres masculinos-, seríanmodistas o costureras (vestificae), zurcidoras (sarcinatrices), encargadas de lasprendas de vestir (vestiplicae), y en un comercio de productos de lujo aparecenoficios como las bordadoras en oro o especialistas en vestidos bordados enoro (auri vestrices).

Otro sector fundamental en el que se empleaban mujeres era comovendedoras en el mercado de diferentes productos; se puede suponer que,como sucede en épocas posteriores, algunas de estas mujeres serían agricul-toras de las zonas rurales próximas a la ciudad que acudían a la urbe paravender sus propios productos. Entre los términos que aparecen en la epigra-fía encontramos vendedoras de trigo y legumbres (negotiatrices frumentaria et le-guminariae), habas (fabariae), semillas (seminariae) o sazonadores (conditariae), depescado (piscatrices), panaderas (furnariae), pasteleras (halicariae), así como re-lieves que representan a vendedoras de aves, carnes, verduras y hortalizas.Además, se constatan diferentes oficios artesanales, muchas veces ejercidospor libertas en negocios familiares donde trabajan junto su marido; podíanparticipar en la producción y, especialmente, en la venta de los artículos: za-patos (sutrices), clavos (clavariae), plomo (plumbeariae), botellas (lagunariae), resina(resinariae), incienso (thurariae)… y no sólo en artículos de uso cotidiano sinotambién para joyas y productos de lujo: perfumes (unguentariae), láminas deoro para la confección de piezas (brattearia), trabajo y venta de piedras pre-ciosas (gemmariae).

relacionados con la maternidad y la educación aparecen oficios comolas comadronas (obstetrices), nodrizas y niñeras (nutrices), damas de compañía(pedisequae) y maestras (magistrae, paedagogae, lectrices). y con el cuidado y aten-ción del cuerpo: médicas (medicae), masajistas (unctrices), peluqueras de mujeres(ornatrices) y también para hombres (barberas: tonstrices).

finalmente, se pueden apuntar otros oficios que tenían peor conside-ración: el registro iconográfico muestra ejemplos de bailarinas y músicas, yla epigrafía informa de taberneras y propietarias de posadas (cauponae, hospitae,popinariae), actrices (mimae), prostitutas (meretrices).

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15 Sobre este tema, un estudio completo es el de Pilar fernández Uriel, 2010.

Para realizar este texto me he centrado en las mujeres romanas traba-jadoras, aquellas que ejercieron un oficio, pues he querido analizar el trabajode mujeres humildes que realizaban distintas funciones por un salario; si eranlibres o libertas se quedaban con él, pero en el caso de las esclavas, pasaría amanos de su amo o ama. Cabe señalar que otro grupo de mujeres tuvieronuna gran importancia en el desarrollo económico romano, aunque su con-tribución no ha sido tratada aquí; me refiero a mujeres de la elite que poseíanterrenos y diferentes negocios (ladrillos, cal, aceite, vino, navieras) y que, endefinitiva, eran empresarias, aunque sus negocios fueran llevados a cabo porlibertos o esclavos, como solía suceder también en el caso de los varones16.

Continuando en el tiempo, en los siglos medievales se mantiene la con-tradicción entre un discurso que obliga a las mujeres a mantenerse en la do-mesticidad y una realidad que muestra a mujeres trabajando para sacaradelante a sus familias, tanto solteras y viudas, como casadas17. Cristina Segurapropone distinguir entre actividades remuneradas y no remuneradas de lasmujeres, más que entre rurales y urbanas, pues el trabajo que desarrollaronmuchas mujeres en los negocios y talleres familiares, y que no se remuneraba,quedaría invisibilizado al no encajar en la división rural/urbano18.

Se mantienen muchos oficios femeninos que vimos en la Antigüedady aparecen otros como consecuencia del desarrollo artesanal urbano. no sepueden olvidar, además de estos oficios, las tareas que las mujeres desarro-llaban en sus hogares, al servicio de sus familias, como ya se ha señalado parala época clásica. Preparación de alimentos, ir por agua, elaboración del ves-tido, entre otras muchas, y, por supuesto, las denominadas actividades de re-producción social que incluyen no sólo el alumbramiento, sino también lacrianza y educación de la descendencia y la atención a personas enfermas ymayores.

Entre las actividades económicas desarrolladas por las mujeres en laEdad Media, destaca la labor de las criadas, las relacionadas con el trabajotextil y el mercadeo de productos de uso cotidiano: hortelanas, panaderas,sardineras, alfayatas, tejedoras, fruteras, amas, criadas, nodrizas, lavanderas19.Según los fueros las mujeres no tenían permitido el ejercicio de un trabajo,pues para eso era necesario pertenecer a un gremio, algo imposible para lasmujeres ya que no podían acceder a la categoría de vecino, requisito indis-

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16 Hay una considerable bibliografía sobre estas mujeres propietarias y con negocios;vid., entre otros, Deborah Hobson, 1983; Suzanne Dixon, 1985; Henar Gallego franco,1991: 98-106 y Päivi Setälä, 2002.

17 Una obra pionera al respecto, donde se recogen diferentes estudios sobre el trabajofemenino en la Edad Media, es la de Ángela Muñoz fernández y Cristina Segura Graiño,1988.

18 Cristina Segura Graiño, 2004: 234-235.19 Cristina Segura Graiño, 2001: 113-116; 2005-06: 524-536.

pensable para ser sujeto laboral y sujeto político, y, por tanto, para ingresaren un gremio. Sin embargo, las ordenanzas municipales sí recogen, en oca-siones, referencias a una actividad laboral ejercida por mujeres; les preocu-paba regular el orden y evitar posibles problemas, pero que aparezca estainformación no implica que tuvieran reconocido el estatus de trabajadorasoficialmente. Otra muestra de trabajo femenino es que muchas viudas dirigíanlos negocios de sus maridos artesanos cuando estos fallecían, y hasta que suprimogénito pudiera hacerse cargo del negocio. Queda de manifiesto así quetenían la capacidad y el conocimiento suficientes para trabajar en ese campocon diligencia, pero ante la legislación gremial este hecho era una excepción,no reconocida legalmente en las disposiciones20.

En la Edad Moderna se produce el nacimiento y desarrollo de la in-dustrialización, que tendrá importantes consecuencias en el mundo del tra-bajo. Vemos, sin embargo, que las divisiones tradicionales de la historia noafectan del mismo modo a la historia de las mujeres, pues el renacimientono supuso grandes cambios respecto a la situación anterior, en lo que a acti-vidades femeninas se refiere.

Como en épocas precedentes, las mujeres siguieron desarrollando esaslabores domésticas, esas tareas de reproducción que quedaban oficialmenteal margen de la economía productiva; el modelo ideal siguió siendo el de ladomesticidad, algo que se refleja en diferentes obras literarias y en tratadosy ensayos, como La perfecta casada21. no obstante, y como se ha señalado an-teriormente, las mujeres de clases humildes quebraron esas barreras moralesy espaciales, pues su situación no permitía el encierro casero22.

Uno de los trabajos ejercidos por muchas mujeres es el servicio do-méstico, donde se remuneran, en mayor o menor medida, esas actividadesque, en caso de ser realizadas por las mujeres en el seno familiar, no son re-tribuidas; de ahí que la consideración económica de estas tareas no esté en elpropio trabajo sino en quién lo realiza23. De igual forma sucedía en la anti-güedad, mayoritariamente con las esclavas que trabajaban en las grandesdomus, y en el medievo con las criadas y amas, modelo que se extiende hastala época contemporánea.

Pero, además, aparecen trabajadoras en las incipientes fábricas o ma-nufacturas que están en la base del posterior desarrollo industrial, sin olvidar

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20 Cristina Segura Graiño, 2001: 111-113, 117; 2005-06: 540-543.21 Así tituló fray luis de león a su obra, publicada por primera vez en 1583, y dirigida

a su sobrina María Varela Osorio como regalo de bodas.22 En España, cabe destacar como pionera la obra de Margarita Ortega y Mª jesús

Mantilla, 1996, pues recoge las contribuciones a uno de los primeros encuentros para analizarel trabajo femenino en época moderna y contemporánea, en 1987.

23 Cristina Segura Graiño, 2001: 110.

la importancia del trabajo a domicilio. Se acepta el trabajo femenino en de-terminados sectores, al no considerarse una amenaza para los varones, peroen otros hay una férrea oposición24; frente al modelo de la domesticidad, in-viable para muchas mujeres, se extiende la idea de un trabajo adecuado alsexo femenino. De todas formas, como ocurría anteriormente y como suce-derá con posterioridad, se consideraba que la aportación económica principalera la del marido, y la esposa contribuía» o ayudaba» en momentos puntuales,pues debía estar dedicada principalmente a las tareas domésticas25.

En la época contemporánea, con una sociedad mayoritariamente in-dustrializada, el modelo de la domesticidad se concreta en el ángel delhogar»26. Aunque, teóricamente, este ideal estaba pensado para las mujeresburguesas, se consideraba deseable también para las obreras, quienes se veíanen la necesidad de trabajar por un salario27.

Como en épocas anteriores, pervive la división sexual del trabajo. Así,se mantiene el trabajo a domicilio y se incrementa la mano de obra femeninaen las fábricas (textiles, químicas, de alimentación, madereras…), aunque lossalarios siguen siendo inferiores a los de sus compañeros. Perviven determi-nados oficios, como los relacionados con la producción de alimentos y ventade productos de uso cotidiano, además de en el mercado, ahora con depen-dientas y empleadas de comercio. A finales del siglo XIX y, especialmente,en el XX, se desarrollan nuevos oficios entre la clase media, algunos de ellosejercidos casi en exclusiva por mujeres; por ejemplo, enfermeras (cuyo pres-tigio social va paralelo al declive del de las comadronas), oficinistas, meca-nógrafas, telefonistas, secretarias y bibliotecarias28. Sin embargo, a pesar delincremento de mujeres trabajadoras, la realidad doméstica seguía siendo úni-camente femenina, y la mayoría de ellas padecen una agotadora doble jor-nada, obligadas a conciliar las demandas laborales y las exigencias del trabajodoméstico.

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24 En palabras de laura nuño Gómez: las ausencias del espacio doméstico promo-vieron una dura reacción contra el trabajo extradoméstico de las mujeres, pero las presenciasvisibilizaron el trabajo de las mujeres y su contribución económica al mantenimiento delhogar» (2010: 58).

25 Montserrat Carbonell, 2006: 251-255.26 Mary nash, 2004: 39-45; Sonia García Galán, 2009: 89-105. la denominación del

modelo doméstico para las mujeres de la burguesía está tomada del poema de Coventry Pat-more, The angel in the house», escrito en 1854. Agradezco a la doctora Socorro Suárez la-fuente su desinteresada ayuda y la información proporcionada sobre este modelo dedomesticidad.

27 Una obra de referencia sobre el trabajo femenino y la importancia de la familia enel desarrollo económico es la de louise A. Tilly y joan W. Scott, 1987, publicada por primeravez en 1978.

28 Mary nash, 2010: 100-105.

ii. El trabajo femenino como utopía

El hecho de que muchas mujeres desarrollaran un trabajo extradomés-tico generó una considerable oposición al trabajo femenino, tanto en los dis-cursos como en la práctica. frente a esta tendencia generalizada, algunasvoces o grupos se erigen en defensores del derecho femenino al trabajo; así,encontramos diversas manifestaciones que reivindican el salario como laforma de asegurar la independencia femenina.

En 1872 se celebró en Zaragoza el Congreso de la federación regionalEspañola de la AIT, donde se proclamó: Si relegamos exclusivamente a lamujer a las funciones domésticas, es someterla, como hasta aquí, a la depen-dencia del hombre y, por lo tanto, quitarle su libertad. ¿Qué medio hay paraponer a la mujer en condiciones de libertad? no hay otro más que el trabajo»29.

Sin embargo, a pesar de esta declaración temprana de la AIT, hay cons-tancia del malestar de los obreros, llegando incluso a manifestarse en contrade la presencia femenina en las fábricas, y de la nula implicación de los sin-dicatos y partidos de izquierdas en reivindicar mejoras laborales para las mu-jeres. En general, el movimiento obrero rechazó las ideas feministas porconsiderar que los problemas de la mujer» se resolverían con la propia luchaproletaria. Así opinaban también Clara Zetkin y Alexandra Kollontai, quieneseran conscientes de que las obreras sufrían una doble opresión, como traba-jadoras y como mujeres, pero consideraban que no era necesaria una luchaespecífica, la feminista, sino que debía enmarcarse en la lucha de clases30.

Por su parte, los moralistas advertían del peligro que suponía para lafamilia y para el propio género femenino el hecho de que las mujeres aban-donaran, o rechazaran, su sagrada misión de esposas y madres para acudir altrabajo; en la España de los años 30 del siglo XX, Gregorio Marañón yramón y Cajal insistían en la necesidad de que las mujeres se dedicaran enexclusividad a ser madres y olvidaran el trabajo extradoméstico, una idea quepervivió con la moral franquista, empeñada en presentar al hombre como elcabeza de familia.

A pesar de que cada vez más mujeres desarrollaban un trabajo extra-doméstico y de la aparición de nuevos arquetipos como el de la nueva MujerModerna», el discurso de la domesticidad hacía que la maternidad y el hogarfueran entendidos como el único destino femenino, y no sólo desde una pers-pectiva burguesa sino, como ya se dijo, entre los propios obreros, que veíanen sus compañeras a rivales que hacían peligrar su rol como sustento econó-mico de la familia. Alexandra Kollontai consideraba que el matrimonio nopodía ser una misión exclusiva en la vida de las mujeres y que debían des-

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29 Citado en Mary nash, 1993: 591.30 Mary nash, 2004: 89-94.

arrollar otras inquietudes: Esta finalidad de su vida es, en general, para lamujer moderna algo mucho más importante: un ideal social, el estudio de laciencia, una vocación o el trabajo creador»31.

y en la misma línea se habían posicionado Stuart y Taylor Mill al con-siderar que: no existe una razón o necesidad inherentes para que todas lasmujeres elijan dedicar sus vidas a una función animal y sus consecuencias. nu-merosas mujeres son esposas y madres sólo porque no les queda otra trayec-toria abierta, ninguna otra ocupación para sus sentimientos o actividades»32.

las feministas entendían el trabajo como una herramienta para atajarla inferioridad femenina respecto a los varones, pero reconociendo tambiénla doble carga laboral que sufrían las obreras. Clara Zetkin, aunque rechazarael feminismo por considerarlo burgués, explicaba en 1889, en el CongresoObrero Internacional, la necesidad de que las mujeres tuvieran acceso a unempleo: cita modificada Quienes han escrito en su bandera la liberación detodo aquello que lleva el rostro humano, no pueden condenar a una mitadde la humanidad a la esclavitud política y social a través de la dependenciaeconómica. Como el capitalista sojuzga al obrero, así sojuzga el hombre a lamujer y ella quedará sojuzgada mientras no sea económicamente indepen-diente. la condición imprescindible de esta independencia económica es eltrabajo»33.

En España la organización anarquista Mujeres libres también presen-taba el trabajo femenino como una necesidad para la emancipación: las mu-jeres deben ser económicamente libres. Sólo la libertad económica hace quetodas las demás libertades sean posibles, tanto para los individuos como paralos países»34. Esta agrupación consideraba que el acceso de las mujeres a laesfera laboral debía ser permanente, y no fruto de una coyuntura económicaconcreta.

Posteriormente, en 1949, Simone de Beauvoir insiste en esta idea alafirmar que: Sólo un trabajo autónomo puede aportar a la mujer una verda-dera autonomía»35. y considera que: Si la mujer ha franqueado en gran me-

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31 Alexandra Kollontai, 1977: 72. Kollontai también propuso la socialización del tra-bajo doméstico y del cuidado de la descendencia, una idea esta última que, con matices, yahabían planteado en Inglaterra socialistas utópicas, como frances Wrigth y Emma Martin(Mary nash, 2004: 86).

32 Cita tomada de Mary nash, 2004: 51.33 referencia de la obra Clara Zetkin, su vida y su lucha, recogida del texto de Sara Be-

atriz Guardia publicado en la página web del CEMHAl y consultado el 28-03-2011:http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:0EzzaVSrPnkj:webserver.rcp.net.pe/cemhal/revista1.html+discurso+clara+zetkin+socialistas+dependencia+econ%C3%B3mica&hl=es&gl=es&strip=0

34 Citado en Mary nash, 2010: 115.35 Simone de Beauvoir, 2005: 620.

dida la distancia que la separaba del varón, ha sido gracias al trabajo; el trabajoes lo único que puede garantizarle una libertad concreta. En cuanto deja deser un parásito, el sistema basado en su dependencia se desmorona; entreella y el universo ya no es necesario un mediador masculino»36.

Se puede señalar que tras esta idea de ver al ama de casa como un pa-rásito» está el prejuicio de considerar el trabajo doméstico como algo secun-dario e improductivo. Una estimación que, como vimos, nace en etapasprehistóricas y se puede rastrear hasta la actualidad en todos los períodoshistóricos; sin embargo, esta percepción de las tareas domésticas no es unhecho universal y en la actualidad se intenta valorar el trabajo domésticodesde otra perspectiva.

iii. Hacia una nueva valoración de las tareas domésticas

Parece fuera de duda que históricamente las mujeres han ejercido di-ferentes trabajos, casi siempre con restricciones y vinculados a determinadossectores, mientras los modelos teóricos se empeñaban en proclamar lo idó-neo de la domesticidad, a pesar de que la mayoría de las mujeres no podíancumplirlos37. ya se señaló anteriormente el esquema que diferencia entretiempo de trabajo y tiempo de ocio, presente en las sociedades clásicas peroque se mantiene, en líneas generales, durante otros períodos históricos. Eseparadigma, sin embargo, no es aplicable a las mujeres, una de cuyas virtudesresidía, como se dijo, en ser hacendosa; así, el modelo de domesticidad delángel del hogar no diferencia entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, algoabsolutamente normal en el caso de los varones. Tampoco sucede entre lasobreras, cuyos compañeros podían gozar de tiempo libre a la salida de las fá-bricas mientras que ellas no finalizaban su jornada laboral sino en sus casas,realizando solas, o con ayuda de otras mujeres, todo el trabajo doméstico.

Por otra parte, se entienden las actividades domésticas de las mujeresno propiamente como trabajo, sino como algo natural en ellas, para lo queestán biológicamente dotadas, así como los varones lo están para la políticao los asuntos públicos38. Trinidad Escoriza señala que se valoran las activida-des masculinas como las de mayor peso económico y valor social, mientrasque las femeninas pasan desapercibidas; no se reconoce que las tareas do-mésticas son también actividades productivas, por eso las denomina produc-ción de mantenimiento», para superar la tradicional división entreproductivas/no productivas o productivas/reproductivas39.

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36 Simone de Beauvoir, 2005: 851.37 laura nuño Gómez, 2010: 63-64.38 Cándida Martínez lópez, 2002.39 Trinidad Escoriza Mateu, 2006: 6.

Como señala Cristina Carrasco, sorprende que para la economía, la so-ciología y la historia, la actividad femenina, tanto doméstica como extrado-méstica, no haya sido tenida en cuenta hasta fechas muy recientes40. Así, enestas disciplinas se ha abierto una importante investigación en las últimas dé-cadas sobre el trabajo doméstico y la división sexual del trabajo, poniendode manifiesto la importante producción económica que suponen las activi-dades domésticas desarrolladas en el hogar41. lo que proponen, entre otrascosas, son nuevas maneras de concebir la productividad económica puessiempre se deja al margen este tipo de actividades cuando son enormementeproductivas. la forma de definir lo que es productivo y lo que no, en base almercado, arranca de un esquema interpretativo que parte de Adam Smith yse consolida a medida que se desarrolla el capitalismo, pero también las teo-rías marxistas negaron la categoría productiva a las actividades domésticas42.

Para calcular el PIB (Producto Interior Bruto) o en la EPA (Encuestade Población Activa)43 no se tiene en cuenta la dedicación a las actividadesdomésticas; en las cifras oficiales no se refleja todo lo que las amas de casaproducen y su trabajo entra dentro de lo no productivo, pues no se enmarcaen el mundo del mercado. Por eso, la incorporación del género a los estudiosy análisis económicos proponen una nueva manera de reflejar la realidad, vi-sibilizando el trabajo doméstico, tanto para aquellas personas que se dedicanen exclusiva a él como para quienes tienen que compatibilizarlo con un em-pleo extradoméstico. Esta producción no reconocida ni cuantificada es loque se denomina Cuentas Satélite» o Contabilidad de actividades económicasno incluidas en la Contabilidad nacional»44. Su incorporación a la economíareal» es uno de los asuntos pendientes, o de las posibles utopías actuales,como veremos a continuación.

iV. las utopías actuales respecto al trabajo de las mujeres

Para finalizar, podemos cerrar el balance sobre el trabajo femeninoconsiderando que, a día de hoy, en la sociedad occidental, aún existen utopíasrespecto al mundo laboral de las mujeres. Dejando al margen las reivindica-ciones que afectan a ambos géneros, queda pendiente solucionar muchas des-igualdades que afectan a las mujeres en el ámbito del trabajo.

ya se mencionó la necesidad de incluir la actividad doméstica en lasestadísticas oficiales, una producción que pasa desapercibida. Además, aún

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40 Cristina Carrasco, 1991: 17.41 Varios de esos análisis pioneros en el tratamiento del trabajo doméstico aparecen

recogidos en Cristina Borderías, Cristina Carrasco y Carmen Almany, 1994.42 jean Gardiner, 1999: 85-86.43 Cristina Carrasco, Anna Alabart, Màrius Dominguez y Maribel Mayordomo, 2001.44 laura nuño Gómez, 2010: 179.

la responsabilidad de las tareas domésticas sigue recayendo mayoritariamenteen las mujeres45.

Por otra parte, también se reivindica la igualdad salarial entre hombresy mujeres (segregación laboral horizontal), el acceso a puestos de responsa-bilidad, monopolizados por varones (segregación laboral vertical), y la nor-malización de la presencia femenina en determinados oficios o sectoreslaborales.

Hoy en día ya no es válido el modelo del ángel del hogar y los modelosde familia han cambiado; aunque existen muchos estereotipos y pervivenciertos roles de género, la mayoría de las mujeres jóvenes piensan, más tardeo más temprano, en ejercer un trabajo. Quizá en muchos casos, más de loque imaginamos, se mantiene el estereotipo del varón como sustentador ocabeza de familia, pero lo cierto es que la sociedad actual no imagina comoideal una madre abnegada y esposa sumisa dedicada en exclusiva a las tareasdel hogar. Aún así, la igualdad entre hombres y mujeres en el mundo laboralestá lejos de conseguirse.

las feministas consideraron el trabajo femenino como una utopía, noporque parecía irrealizable, sino como una motivación por la que luchar ycon la convicción de que se lograría cambiar la sociedad; en ese sentido, sípodemos considerar utopías las luchas pendientes.

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45 la obra de laura nuño, en su capítulo Conciliar lo no conciliable: el doble rol pú-blico-privado de las mujeres» incluye un pormenorizado estudio, con gráficos y datos esta-dísticos al respecto (2010: 196-231).

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Historia y Utopía. estudios y Reflexiones 63

En torno a los orígEnEs emPíRIcos dE la utopíacomo mUNDo aL ReVés.

sEguido dE un apéndicE sobrE la Etimología dEl términococaINgNe

dr. teodoro crespo masInstituto de Historiografía Julio Caro Baroja. Universidad Carlos III de Madrid

E-mail: [email protected]

i. utopías e inversión

Adentrarse en el mundo de las utopías de forma general es siempreuna tarea compleja. En primer lugar, porque antes de empezar hay que tenercuenta las muchas dimensiones e interrelaciones, tanto históricas como so-ciales, que han condicionado su formación, y en segundo lugar porque hayque ser conscientes de las distintas formas y significados que han adquiridoen sus respectivos contextos históricos1. Hacer un análisis o una valoracióngeneral de las utopías, por lo tanto, corre siempre el riesgo de simplificar ybanalizar el argumento, por lo que para lanzarnos a este terreno se deberíapartir de un elemento que les sea común, al menos a grandes rasgos. El ob-jetivo de este artículo tiene este carácter generalizador. Nuestra intención esestablecer los orígenes, ir a las raíces históricas y «empíricas», de uno de losaspectos que es consustancial, estructural incluso, a todas las utopías: el con-cepto de «mundo al revés». Teniendo como hilo conductor este argumento,indagaremos por qué las utopías se han configurado, desde sus inicios (y enúltima instancia), sobre la base de ese concepto de inversión que las define yse encuentra en sus fundamentos2.

1 Sobre el tema de las utopías la bibliografía es extensísima; véanse entre otros Trous-son, R., 1975: Voyage au Pays de Nulle-Part. Histoire littéraire de la pensée utopique, Université deBruxelles, Bruxelles; Id., 1998: D’utopie et d’utopistes, L’Harmattan, Paris; Ruyer, R., 1950: L’utopieet les utopies, Paris; Servier, J., 1991: Histoire de l’Utopie, Gallimard, Paris; Manuel, F.E. & F.P.,1979: Utopian Thought in the Western World, The Belknap Press of Harvard University Press,Cambridge. Remitimos a Demerson, G., 1981: «Cocagne, utopie populaire?», Revue belge dephilologie et d’histoire, 59.3: 532-533, y Jouanno, C., 2008: «L’immaginaire utopique dans le mondegrec», Kentros 24: 13-22 para una síntesis general (con relación al País de Cucaña y a las utopíasgriegas respectivamente) de las distintas posturas generales ante dicho fenómeno.

2 Nuestro interés por el mundo de las utopías, y más concretamente por la dimensión

Antes de empezar, es necesario hacer una distinción metodológica in-eludible, puesto que concierne al material que utilizaremos en este artículo.Nuestro estudio no partirá del análisis de las utopías modernas que nacencon la obra de Tomás Moro, sino de las «utopías» presentes en la antigüedady en la cultura popular moderna, que relacionaremos asimismo con las lla-madas «fiestas de inversión» de tipo carnavalesco (con las que mantienenlazos estrechos). La razón de esta elección deriva del problema que noshemos propuesto resolver: para adentrarnos en los orígenes históricos delconcepto de inversión tendremos que acudir a la dimensión mítico-ritual delas utopías, y esta dimensión sólo se encuentra en las «utopías» antiguas, ensus ramificaciones «populares» y en las fiestas de inversión social. Esto nosignifica, no obstante, que no exista una unidad sustancial y unos lazos ge-néticos entre las utopías antiguas y modernas: los encontramos justamenteen ese tema de la inversión, que las utopías modernas recogen de las anti-guas3. Lo que las distinguiría, en todo caso, es el concepto que las articularía,

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mítico-ritual de las «utopías» antiguas y populares y por el concepto de mundo invertidoque les es consustancial, surgió en un seminario que se celebró en el Instituto de Historio-grafía Julio Caro Baroja (Universidad Carlos III de Madrid) el 14 de enero de 2010, titulado«La utopía, motor de la historia» e impartido por el Prof. J.J. Tamayo-Acosta. Allí se nosplantearon una serie de cuestiones que, desde entonces, hemos venido profundizando pau-latinamente. En este artículo, fruto de una investigación aún en curso, exponemos las pri-meras hipótesis de partida y los resultados provisionales con los que estamos trabajando.

3 Con todo hay que tener presente que uno los grandes problemas que continúa te-niendo la investigación es detectar cómo las utopías antiguas o «populares» fueron «trans-vasadas» a o interactuaron con las modernas. La cuestión de las relaciones, influencias ytransferencias entre unas y otras no es ni mucho menos una cuestión resuelta, ni que sepreste a simplificaciones, y desde este punto de vista obras como las de M. Bakthine (1970:L’oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au moyen-age et à la Renaissance, Paris; sobreesta obra véase Berrong, R. M., 1986: Rabelais and Bakhtin: Popular culture in gargantua andPantagruel, University of Nebraska Press, Lincoln, NE) o C. Ginzburg (1976: el queso y losgusanos. el cosmos según un molinero del siglo XVI, Muchnik Editores, Barcelona) ya pusieron elacento en la necesidad de indagar en la relación entre la cultura de las elites y la cultura delas clases subalternas, que no era ni simple ni unidireccional, y que había que analizar desdela circularidad de la cultura. Una circularidad cultural que iría, por otra parte, más allá de lasimple división entre cultura letrada y cultura popular: como ha escrito Delpech, «représen-tations «savantes» et «populaires», mythiques, religieuses et profanes, spirituelles et matéria-listes y sont inextricablement mêlées. Les conceptions du temps, du bonheur, du paradis,de l’au-delà et de la résorption finale du multiple dans l’un, de la fin dans le commencement,donc de tous les aspects de l’inversion qui nous intéressent dépassent le cadre simplificateurd’une distinctions entre la culture savante et culture populaire» (Delpech, F., 1979: «Aspectsdes Pays de Cocagne», en Lafond J. & Redondo, A. (eds.), L’image du monde renversé et ses re-présentations littéraires et paralittéraires de la fin du XVIè siecle au milieu du XVIIè, 39, Vrin, Paris).A todo esto habría que sumar, por otra parte, movimientos históricos como las tendenciasreformistas modernas, el descubrimiento de un Nuevo Mundo, etc., lo que contribuye cier-tamente a presentar un panorama mucho más complejo.

y en este sentido la investigación ya ha diferenciado entre dos «tipos» de uto-pías4. Las pertenecientes a la antigüedad y a la literatura «popular» moderna(que harían referencia a paisajes míticos, islas divinas, paraísos o edades deoro de los orígenes y que serían identificables, como veremos, con el mo-derno País de Cucaña) estarían proyectadas hacia un pasado ideal, y se pre-sentarían como un tiempo dorado que ya no volverá y cuyo abandonopermite explicar la «degeneración» progresiva de la sociedad humana. Se tratade un mundo que, en todo caso, podría «restaurarse», pero siempre desde unpunto de vista «conservador» y sin pretender una ruptura «revolucionaria»del orden social (pensemos en la aurea aetas que «restableció» Augusto). Lasutopías literarias modernas, si por un lado presentan también un mundo quefunciona al revés de la realidad cotidiana, fueron diseñadas a diferencia delas «utopías» antiguas como un modelo de proyecto social a imitar, que en-cerraba una crítica a las sociedades contemporáneas y cuya proyección, enconsecuencia, se hacía hacia el futuro, con una voluntad transformadora. Porotra parte, mientras en las utopías del mundo antiguo los hombres viven fe-lizmente con los dioses en una tierra de abundancia, en las utopías modernases el ser humano quien construía una sociedad ideal. Estamos ante dos vi-siones, pues, del mismo tema de la sociedad invertida: una mira a un pasadoperfecto e ideal con nostalgia, lamentando su pérdida (la «expulsión del pa-raíso»), y otra mira al futuro proyectando, a través tal vez del concepto deextrañamiento5 que representa la utopía, una sociedad perfecta que sirve almismo tiempo de crítica a la propia realidad y de proyecto social de futuro.No es el lugar para desarrollar esta idea, pero nos preguntamos si esta censurahistórica no estará en íntima relación con el cambio de episteme que M. Fou-cault observó en época moderna6; en efecto, las nuevas utopías, a diferenciade las antiguas, surgirían con un deseo de racionalizar al máximo las relacio-nes sociales, de «ordenarlas» y «clasificarlas» en base a criterios racionales,algo que chocaría frontalmente con las edades de oro antiguas y países deCucaña que mostraban un mundo en el que ya estaba todo hecho.

Más allá de diferencias de sentido, con todo, el tema de la inversión esel elemento vertebrador de los dos «tipos» de utopía, y es esta cuestión laque abordaremos en este artículo. Partiendo del análisis de la dimensión mí-tico-ritual y su vinculación con el «más allá» de las utopías antiguas y «popu-

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4 R. Trousson ha desarrollado esta división en dos «bloques» de utopías (Trousson,R., 1975: Voyage au Pays..., op. cit, 24; Id., 1998: D’utopie..., op. cit., 23-24). Una síntesis en Jo-uanno, C., 2008: «L’immaginaire...», op. cit., 17.

5 Sobre este concepto remitimos a Ginzburg, C., 2000: «Extrañamiento. Prehistoriade un procedimiento literario», en Id.: ojazos de madera. Nueve reflexiones sobre la distancia, 15-39, Barcelona.

6 Foucault, M., 1966: Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines, Gallimard,Paris; Id., 1969: L’archéologie du savoir, Gallimard, Paris.

lares» y las fiestas de inversión (tanto antiguas como modernas) intentaremospenetrar hasta las raíces remotas, y «empíricas», del concepto de mundo in-vertido.

ii. Fiestas de inversión y edades de oro antiguas: dimensión y raícesmítico-rituales

La Antigüedad conoce una gran cantidad de «utopías»7 (más bien pa-raísos míticos o edades de oro) que se definen como un reverso del mundoen que se vive. Por una parte, están los paraísos originales en los que loshombres y los dioses vivían juntos y tenían cubiertas todas sus necesidades,una época feliz que se truncó por culpa (casi siempre) de los seres humanos.Paisajes míticos como el Edén bíblico, la edad dorada de Saturno en Roma,la de Cronos en Atenas o la situación de los griegos antes de Prometeo yPandora son un buen ejemplo de ello8. Por otra parte, y tal vez como unaelaboración literaria de este tipo mitos de los orígenes, tenemos en las fuentestoda una serie de sociedades ideales o utópicas como los Campos Elíseos, laIsla de los Afortunados que reporta Píndaro, la Heliópolis de Yambulo, laMerópide de Teopompo, o la Isla Hiperbórea de Hecateo de Abdera, queestán a medio camino entre el mundo de los dioses y el de los humanos yque en cualquier caso reproducen muchos de los temas comunes presentesen las edades doradas. Existen, asimismo, una serie de fragmentos en la Co-media Ática que han sido puestos en relación con una «utopía» popular mo-derna como el País de Cucaña, lo que nos hablaría sin duda de las estrechasrelaciones entre las «utopías» antiguas y las utopías populares modernas9.

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8 Para el análisis del mito de Prometeo, que presenta muchas similitudes con el mitode la expulsión del Edén bíblico, remitimos al ya clásico artículo de Vernant, J.-P., 2004: «Lemythe prométhéen chez Hésiode», en Id., mythe et société en grèce ancienne, 177-194, Paris.

9 La relación del tema de Cucaña con las «utopías» antiguas, especialmente con lostextos de la comedia ática, ha sido señalada por muchos autores: Bonner, C. 1910: «Dionysiac

Justamente a propósito de un análisis del País de Cucaña, F. Delpechponía de relieve el sustrato mítico común de todas estas imágenes10. La es-tructura mítica del tema (tanto de Cucaña como de las utopías antiguas, po-dríamos afirmar) presentaba, en su opinión, la existencia de muchoselementos esenciales relacionados con el material y el escenario simbólico dela iniciación de mitos, cuentos y romances11. Así, estaba presente el viaje almás allá, que suele ser lejano y ultramarino; había una estrecha relación entreuna estructura mítico-ritual de carácter iniciático y una imagen alimentariadel más allá como reino de la abundancia; símbolos como el árbol de regalos,ríos de miel, mesas puestas solas, fuentes de la juventud, instrumentos que

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10 Delpech, F., 1979: «Aspects...», op. cit. Se trata, en nuestra opinión, de uno de losartículos más penetrantes sobre el análisis de los orígenes y composición del país de Cucaña(que veremos después), cuyas hipótesis de trabajo compartimos absolutamente.

11 El autor partía, en este punto, de las teorías de V. Propp para poner en relacióntodo este mundo de las utopías con mitos antiguos y cuentos populares, un territorio queen nuestra opinión se presenta extraordinariamente fecundo. Sobre este tema, y sobre lospaisajes y elementos del más allá presentes en cuentos populares y mitos antiguos ligados alas iniciaciones, véase Propp, V., 2001: morfología del cuento, Ed. Fundamentos, Madrid; Id.,1998: Las raíces históricas del cuento, Ed. Fundamentos, Madrid; Saintyves, P., 1987: Les contes dePerrault et les récits parallèles, Laffont, Coll. Bouquins, Paris. o Moreau, A., 1994: «Les élémentsfolkloriques dans les mythes grecs», en Cazier, P. (Ed.), mythe et création (Arras, 1992), PressesUniversitaires Lille, pp. 81-101, Lille; Id., 1992: «Initiation en Grèce antique», Dialogues d’his-toire ancienne 18.1, pp. 191-244, e Id., 2004: mythes grecs II. L’initiation, Montpellier: Publicationsde l’Université Paul Valéry – Montpellier III (Moreau es quizás el autor que con más éxitoha aplicado las teorías de Propp a los mitos antiguos, especialmente griegos); Ginzburg, C.,1989: storia notturna. Una decifrazione del sabba, Torino; Jeanmaire, H., 1939: couroi et couretes.essai sur l’éducation spartiate et les rites d’adolescence dans l’antiquité hellénique, Lille; Brelich, A.,1981: Paides et parthenoi, Roma; Id., 2009: Le iniziazioni, Editori Riuniti Univ. Press; Vernant,J. P. & Vidal-Naquet, P., 2009: La grèce ancienne. 3. Rites de passage et transgressions, Ed. Points,Paris; Eliade, M., 2001: Nacimiento y renacimiento. el significado de la iniciación en la cultura humana,Barcelona; Moreau, A. (Ed.), 1992: L’initiation. Tome I: Les rites d’adolescence et les mystères. Actesdu colloque international de Montpellier 11-14 avril 1991 organisé par le SEMA, Montpellier:Publications de l’Université Paul Valéry - Montpellier III; Id. (éd.), 1992: L’initiation. TomeII: L’acquisition d’un savoir ou d’un pouvoir. Le lieu initiatique. Parodies et perspectives. Actes du col-loque international de Montpellier 11-14 avril organisé par le SEMA, Montpellier: Publica-tions de l’Université Paul Valéry - Montpellier III y Sergent, B., 1996: Homosexualité et initiationchez les peuples indo-européens, Payot & Rivages, Paris.

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Por otra parte, al lado de estos paraísos míticos vinculados a la idea demás allá, y en ocasiones estrechamente asociados con ellos, tenemos en la an-tigüedad fiestas en las que se teatralizaba un mundo invertido, que constituiríanla contrapartida «ritual», si podemos decirlo así, de esos mitos de la edad deoro. Se trata de las denominadas fiestas de inversión. Así por ejemplo las Sa-turnalia en Roma, las Kronia en Atenas y en cierto modo las Antesterias de-dicadas a Dionisos en Grecia (que aunque sin hacer referencia a una edadmítica, presenta también los elementos de inversión equiparables a este tipode celebraciones)12. H.S. Versnel ha resumido bien las dos principales carac-terísticas de este tipo de celebraciones: como en el Carnaval o la «fête desfous» medievales y modernas, «two aspects are combined here: on the one re-versal of roles, and on the other, the elation caused by collective abundanceof hand, the food and drink»13. Eran festividades anuales, por lo tanto, en lasque se alteraban los roles sociales y entraban en escena los elementos de abun-dancia, caos y licencia que contribuían a crear un mundo al revés del cotidiano,que intentaba reproducir en principio la edad de oro de los orígenes.

Celebraciones que rememoran las épocas doradas de los orígenes, yque ponen en escena un mundo al revés. Se trata, en realidad, del mismo tipode fiestas de inversión que encontramos en el período del Carnaval14, con la

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12 Sobre las Saturnalia y las Kronia, especialmente por las relaciones que se establecenentre mito y rito, véase Versnel, H.S., 1993: Inconsistencies in greek and Roman Religion II. Tran-sition and Reversal in myth and Ritual, 90-135 (para las Kronia) y 136-189 (para las Saturnalia),Brill, Leiden-New York-Köln. Para las Antesterias como «fiesta de los muertos», remitimosal clásico trabajo de Jeanmaire, H., 1951: Dionysos, Payot, Paris, y es interesante asimismoDawkins, R.M., 1906: «Modern Carnival in Thrace and the Cult of Dyonisus», Journal of He-llenic studies XXVI: 191-206. Por otra parte, sobre las relaciones de los «países de Cucaña»de la antigüedad con la mitología que envuelve la figura de Dionisos, véase Bonner, C., 1910:«Dionysiac Magic...», op. cit.

13 Versnel, H.S. 1993: Inconsistencies..., op. cit., 115.14 Sobre el Carnaval y fiestas análogas véase Caro Baroja, J., 1979: el carnaval: análisis

histórico-cultural, Taurus, Madrid; Gaignebet, C. & Florentin, M.C., 1974: Le carnavale: essais demythologie populaire, Payot, Paris; Gaignebet, C. 1972: «Le combat de Carnaval et Carême», an-nales e.s.c. 27 anée, n. 2: 313-345; Gaignebet, C. & Lajoux, J.D., 1985: art profane et religionpopulaire au moyen-age, PUF, Paris, y más recientemente Lombard-Jourdan, A. (2005), auxorigines de carnaval, Paris. Sobre una interesante interpretación etimológica del término «Car-naval», véase Pauvert, D., 2007: «Sa majesté des cornes», BsFm 229: 52-66, que puede com-plementarse con el estudio de Moya Maleno, P.R., 2007: «Ritos de paso y fratrías en la Hispania

diferencia de que cada una de ellas ha adoptado una fisionomía particularsegún sus vicisitudes históricas y sus raíces culturales. El Carnaval, y otrasfiestas estructuralmente análogas como Halloween, el período del 25 de di-ciembre hasta la Epifanía dominado por grupos de «locos», las fiestas de SanBlas o de la Candelaria (con sus típicas Fiestas del oso en el Rosellón francés,Trangas de Bielsa, Endiabladas de Almonacid del Marquesado, Zampanzarde Ituren en la península Ibérica etc.), pueden considerarse pues como lacontinuación de ese tipo de ritos antiguos, presentes en todas las sociedadeseuropeas antiguas, que han sobrevivido hasta nuestros días despojados desus raíces mítico-rituales originales y a menudo como puro folklore (aunquemanteniendo muchos elementos estructuralmente significativos).

El significado de estas fiestas de tipo carnavalesco ha sido interpretadode muy distintas formas15. H.S. Versnel ha resumido, en una visión integra-dora, muchas de las teorías formuladas sobre el fenómeno:

«reversal rituals are found predominantly in the ceremonies accompanying acritical passage in the agricultural or social year, moments of stagnation or ruptureat which chaos threatens, such as initiation, festivals of the dead, and in particularthe opening, eating/drinking or offering of the first fruits of the harvest or the firstwine as recurrent, or the accessions of new rulers as incidental incisions in the pro-gress of time. […] This primeval chaos manifest itself as a temporary eliminationof all contours, a return to a state undefined by bounds and moral standards, ex-pressing itself in the creation of monsters and monstrosities; a period of total free-dom manifesting itself in both total lawlessness and total abundance. This lends tothe festival an atmosphere of complete ambivalence: sadness, anxiety, despair becauseof the catastrophe of the disrupted order; elation, joy and hope because of the li-beration from chafing bonds, and the pleasant experience of temporary abundance.Thus the reversed world of society in crisis mirrors the cosmic chaos of mythicaltimes. […] Both myth and rite ‘say’ the same thing: the Utopian cannot, the reverseutopian must not exist in reality»16.

Como vemos, la dimensión económica, social o iniciática de estas fies-tas (y de los mitos asociados que las explican) explica su importancia para

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Céltica a través de la Etnología y de la Arqueología», en R. Sainero (coord.): Pasado y Presentede los estudios celtas, Fundación ortegalia-Instituto de Estudios Celtas, pp. 169-242, A Coruña(en internet: http://www.arqueologopedrormoya.es/fratrias.php; consultado en 2008).

15 Han sido vistas como una práctica ritual de magia simpática para propiciar el re-nacimiento de la naturaleza (Frazer), como una inversión periódica, tiempo fuera del tiempo,una recreación recreativa, una suspensión de la monótona cotidianeidad por el retorno pa-roxístico del caos primitivo (escuela fenomenológica de otto, Van der Leeuw, Caillois), comobandas de guerreros salvajes, iniciáticos y disfrazados de animales, que durante unos días defin de año hacen reinar un desorden regenerador (Dumézil), como períodos de agresión einversión que neutralizarían los peligros de una revolución real (Nilsson, Bömer), etc. (véaseal respecto Gaignebet, C. & Florentin, M.C., 1974: Le carnaval, op. cit., 153-154 y Versnel,H.S. 1993: Inconsistencies..., op. cit., 115).

16 Versnel, H.S. 1993: Inconsistencies..., op. cit., 119, 121, 135.

las sociedades que las practican. Más allá, con todo, de estas explicacionesfuncionales, lo que nos interesa subrayar aquí de nuevo, para el problemaque estamos tratando, es el simbolismo relacionado con el más allá que suelenpresentan estas festividades, y su vinculación directa ya sea con una edad deoro de los orígenes ya sea con el mundo de los muertos, una relación quehan puesto de relieve muchos autores17. Estos períodos críticos son momen-tos en los que el Más Allá se apodera del Más Acá, son fiestas o ritos en losque los «muertos» (a identificar especialmente con fratrias iniciáticas; recor-demos que los iniciados, como seres muertos y resucitados simbólicamente,son jóvenes que pertenecen al mundo del más allá) asaltan el mundo si-guiendo a su «rey», invirtiendo su orden e implantando el caos. Estas cele-braciones, naturalmente, se presentan bajo formas distintas en cada época ysociedad, y según la articulación y complejidad social de cada una (no pre-senta las mismas características evidentemente la celebración de la Roma im-perial que la de las tribus germanas). En todas ellas, no obstante, «el mundoinvertido de la sociedad en crisis se refleja en el caos cósmico de los tiemposmíticos», como decía Versnel. Comprender la dimensión de «más allá» pre-sente en estos complejos mítico-rituales es esencial para el desarrollo de nues-tro argumento. Esta premisa, como veremos a continuación, nos da la clavepara acceder a los orígenes del concepto de inversión.

iii. Experiencia y conceptualización del «más allá»: la creación de unmundo invertido

Es a partir de esta vinculación de las utopías antiguas a los paisajes delmás allá desde donde podemos rastrear los orígenes «empíricos» del conceptode inversión. En este sentido, la literatura antropológica ya ha señalado hacetiempo que el mundo de los muertos constituye el reverso exacto del mundode los vivos. Lévy-Brhul, en su conocida obra el alma primitiva, escribía lo si-guiente a propósito de la configuración del mundo de los muertos en distintassociedades:

«Un trait néanmoins est assez constant: le monde des morts est le contre-pied exact de celui des vivants. Tout y est à l’envers. «Dans le monde d’en-bas, lesconditions sont à tous les points de vue à l’opposé de elles de ce monde-ci. Là, parexemple, le soleil et la lune voyagent de l’ouest à l’est, bien que ce soient les mêmesastres qui éclairent notre monde» [S.A. Barret, The Capaya Indians of Ecuador, II,p. 352]. Tout s’y fait à rebours. «Quand les morts descendent l’escalier, ils vont latête la première... Ils se rendent au marché, mais la nuit: leurs assemblées, et d’unefaçon générale, toute leur activité sont nocturnes. Le jour, ils dorment, la nuit ils cou-

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17 Ginzburg, C., 1989: storia notturna, op. cit., y Moya Maleno, P.R., 2007: «Ritos depaso y fratrías...», op. cit. Por otra parte, sobre la estrecha correlación temporal y simbólicaentre los ciclos iniciáticos y socioeconómicos en el marco ritual de calendario, remitimos alilustrativo Barley, N., 1995, el antropólogo inocente, Barcelona.

rent de côté et d’autre, de préférence pendant les premières phases de la lune» [J.Warneck, Die Religion der Batak, p. 74]. Dans l’île d’Aua (Pacifique) «les canots dumonde des morts (spirit world) flottent au-dessus des villages des morts, et l’équipageest assis la tête en bas dans les canots» [G.L.F. Pitt-Rivers, Aua island. Ethnographicaland sociological features of a South Sea pagan society, JAI XLV (1925), p. 434]. «Ilsparlent la même langue que les vivants, mais les mots ont le sens opposé: blanc veutdire noir, noir blanc, etc.» [W.C. Schadee, «Het familienleben en familienrecht derDajaks van Landak en Tajan», Bijdragen tot de taal-, land- en volkenkunde van Ne-derlandsch-Indië, 1910, p. 413] – «Dans le pays des âmes, elles parlent la même langueque sur la terre, seulement chaque mot a juste le sens contraire à celui qu’il avait; parexemple, doux veut dire amer, et amer veut dire doux. Être debout veut dire couché,etc.» [A. C. Kruyt, Het animisme in den indischen Archipel, p. 380]. Cette croyancen’est pas moins répandue dans le reste du monde qu’en Indonésie. Elle explique,pour une part, pourquoi les primitifs, presque partout, ont si peur de se trouver de-hors quand il fait nuit noire. Ils ne consentent guère alors à sortir qu’à plusieurs, eten portant du feu. Ils ne craignent pas tant les bêtes féroces qui pourraient les atta-quer, que les morts qu’ils sont exposées à rencontrer. Car, pour les morts, notre nuitest le jour. Dès que l’aube paraît, le danger est passé. Les morts à leur tour sont allésdormir»18.

El mundo de los muertos sería, por lo tanto, un mundo al revés, y esesa realidad invertida la que intenta gobernar el mundo durante cada inviernoo cada período liminal del calendario. Es el mundo de los dioses, y asimismoel de los orígenes. Cuando llega la estación de la muerte se abren las puertasdel más allá, y los grupos (iniciáticos) de trangas, de endiablados y botargas,de niños disfrazados de fantasmas en Halloween, de locos de los carnavales,inundan el mundo dándole la vuelta. Los esclavos se convierten en amos ylos amos en esclavos. Es el reinado de Carnestolendas, de Saturno, de Cronoso Dionisos, que representan a los seres venidos del más allá que irrumpenen el mundo para imponer su reino sobre la sociedad de los vivos, y lo haceninvirtiendo el orden existente, creando el caos y la confusión, y poniendo enescena un mundo de abundancia y ausencia de normas.

El concepto de inversión presente en las utopías antiguas puede rela-cionarse por lo tanto, con ese mundo al revés representado por el mundo delos muertos. Es en este terreno mítico-ritual, que hunde sus raíces en la pre-historia, donde habría en consecuencia que buscar los cimientos de las uto-pías modernas. La pregunta que habría que hacerse ahora, por lo tanto, esde dónde surgió esta idea de un más allá como un mundo al revés. Es decir:¿de qué experiencia primigenia pudo surgir este concepto? ¿Cómo se creó

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18 Lévy-Bruhl, L., 1963: L’âme primitive, Quadrige-PUF, 385-386, Paris. Citado (enla traducción castellana) en González Terriza, A.A., 2001/02-2003/04: «Verónica, la virgendel espejo y las tijeras. Leyendas etiológicas y rituales de evocación (I y II)», Estudos de Li-teratura oral 7-8: 131-160 y 9-10: 129-154 (artículo disponible en internet:perso.wanadoo.es/al.59/Veronica.doc. Consultado el 12/7/2010).

un más allá, y a partir de qué elementos se lo definió como un mundo inver-tido? Veamos una hipótesis.

No hay duda de que para las poblaciones prehistóricas las vivenciasdel mundo onírico, y asimismo de los estados alterados de conciencia pro-vocados por la ingestión de sustancias alucinógenas o por bailes frenéticos,debió de jugar un papel muy importante en la percepción de «otra realidad»diferente a la normal. No obstante, estos procedimientos no asegurarían, porvía de principio, el «acceso» a una realidad invertida. Habría que buscar, porlo tanto, en otro sitio, y en este sentido la experiencia cotidiana de interaccióncon el mundo que les rodeaba debió constituir un terreno muy fecundo paraespecular sobre otras realidades. Es muy ilustrativo, desde este punto de vista,acudir (de nuevo) a esos mitos y cuentos de trasfondo iniciático (cuyos orí-genes más remotos podemos situar en la prehistoria, a partir de los trabajosde autores como P. Sayntives o V. Propp), ya que en ellos se nos muestranlos paisajes del más allá y, sobre todo, los accesos al mundo de los muertos,lo que nos da una serie de claves para entender cómo se pudo configurar laexperiencia de un mundo aparte. En estos relatos el acceso o el contacto almás allá se hace muy a menudo a través de lagos (pensemos en la LagunaEstigia, o la laguna en la que Gilgamesh encuentra la flor de la inmortalidad),de ríos que separan este mundo del más allá (como los que «delimitan» elJardín del Edén), de mares (como los que tuvieron que travesar Teseo parair al laberinto del Minotauro o Jasón para recuperar el vellocino de oro),pozos (como al que baja en algunas versiones Juan del oso para enfrentarsea unos monstruos y rescatar una princesa), o bien intervienen espejos19 (el«espejito espejito mágico», del cuento de la Bella durmiente) o piedras cris-talinas, que aparecen en numerosos rituales de iniciación chamánicos y queencontramos en la cabeza de serpientes o de heroínas que van al más allá enmuchos cuentos populares20.

Estamos, pues, ante superficies que muestran reflejos del mundo real,ante materiales que actúan como espejos mostrando otra realidad dentro dela realidad. La experiencia cotidiana de las poblaciones prehistóricas, en efecto,estaría repleta de lugares en los que el mundo se presentaría duplicado: el agua,principalmente, pero también diversos tipos de minerales reflejantes comocuarzos, cristales, etc. Ahora bien, cuando nos preguntamos sobre cómo sedebió configurar inicialmente ese más allá, hemos de pensar que la reacción

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19 Sobre la cuestión, véase González Terriza, A.A., 2001/02-2003/04: «Verónica, lavirgen del espejo...», op. cit.

20 Los cristales de roca, que el chamán se incrustaba en el cuerpo, le otorgaban la fa-culta de ascender al cielo, o de volar. El espejo, asimismo, ayuda al chamán a ver el mundo,a situar los espíritus (Eliade, M., 1976: el chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, 125, 136,F.C.E., México). En Egli, H., 1993: Il simbolo del serpente, Genova, por otra parte, se puedenencontrar ejemplos de estas «serpientes» con diamantes en la cabeza.

inmediata a esta realidad mostrada por la experiencia cotidiana, la racionali-zación de esta constatación empírica prehistórica, debió de ser tajante: en au-sencia de un conocimiento científico sobre el comportamiento de la luz antecierto tipo de materiales, lo que allí se estaba mostrando a los sentidos era,sin duda, la existencia de una realidad dentro del mundo de los vivos. Era unarealidad, no obstante, diferente en muchos sentidos a la propia, ya que era in-material, evanescente, poblada por apariencias o reflejos incorpóreos, y quepresentaba sobre todo una característica que no debió pasar inadvertida yadesde el primer momento: que se trataba de un mundo que se mostraba alrevés, es decir, un reflejo invertido de la realidad. La conceptualización origi-naria del mundo de los muertos como un mundo invertido debió de tenermuy en cuenta, sin duda, estas primeras observaciones «empíricas» de esa re-alidad aparte que aparecía por doquier en superficies reflectantes. Una imagenasociada al más allá cuya fuerza, reelaborada a través de los siglos bajo múlti-ples formas y sentidos, se mantendría inalterada hasta desembocar, en su úl-tima metamorfosis, en la invención de mundos al revés que actuarían, a partirde ese momento, como «motores» de la historia: las utopías modernas.

El complejo mítico-ritual de las utopías antiguas presenta con el mundoposterior de las utopías modernas una similitud fundamental, que permite re-lacionarlas de forma estructural e incluso establecer lazos genéticos: su con-figuración como mundo al revés. En este ensayo hemos querido proponer,seleccionando un elemento «estructural» de las utopías y haciendo un análisisde (muy) larga duración, una explicación de uno de sus elementos esencialesy en muchos aspectos definitorio. Las conclusiones a las que hemos llegadoavalan, pensamos, la elección del método utilizado: la estructura de las utopíascomo realidad invertida tendría sus orígenes, en última instancia, en la configu-ración del concepto de más allá durante la prehistoria de la humanidad.

iV. apéndice: una propuesta etimológica para el término coca ingne

«Et quatre Pasques a en l’an, […][…] quatre Noex, […]

Et quatre quaresmiaux-prenanz,Et un quaresme a en vint anz»

Li Fabliaus di Coquaigne21

«Carnestoltes moltes voltes, Quaresma no tornes més,Pasqua totes les setmanes

i Nadal de mes a mes»

(Refrán popular catalán)

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21 Citamos de Martin Méon, D., 1808: Fabliaux et contes des poètes françois des XI, XII, XII,XIVe et XVe siècles, t. IV, 178, B. Warée oncle, Paris.

Paralelamente al desarrollo del argumento anterior, a lo largo de la in-vestigación que hemos llevado a cabo hemos ido profundizando, de formatangencial, en una hipótesis sobre la etimología de uno de esos paisajes utó-picos que dominó el mundo simbólico de la Europa moderna: el País de Cu-caña22. Esta isla «mítica», cuya primera composición está documentada en

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22 cocaingne o cocagne en francés, cuccagna en italiano, cockaigne en inglés y cocanha enportugués; en alemán se suele identificar con el schlaraffenlande. El tema del país de Cucañaha dado pie a una cantidad innumerable de estudios. Los que (hasta el momento) hemospodido recoger dan buena muestra del interés que ha suscitado la cuestión: Poeschel, F.J.,1878: Das märchen vom schlaraffenlande, Halle a.s.; Rossi, V., 1888: «Il Paese di Cuccagna nellaletteratura italiana», apéndice a Le lettere di messer andrea calmo, 398-410, Torino; Ackermann,E.M., «Das schlaraffenland» in german Literature and Folksongs. social aspects of an earthly Paradise,with an Inquiry into its History in european Literature, PhD Diss., University of Chicago, 1944;Väänänen, V., 1947: «Li «fabliau» de Cocagne», Neuphilologische mitteilungen 8: 3-36; Lebeer,L., 1955: «Le Pays de Cocagne (Het Luilekkerland)», en miscellanea erwin Panofsky, 199-214,Brussels, Musées Royaux des Beaux-Arts; Cocchiara G., 1956: Il paese di cuccagna, Torino;Tassy, F., 1959: «Il Paese di Cuccagna. Contributo alla letteratura universale della tematica»,acta literaria academiae scientiarum Hungaricae 2: 369-381; Sluys, F. & Cl., 1961: «Le Pays deCocagne,» Problèmes 77, 8-35; Graus, F., 1967: «Social Utopias in the Middle Ages», Past andPresent 38: 2-39; Cioranescu, A., 1971: «Utopie: Cocagne et âge d’or», Diogène 75: 86-123;Delumeau, J. (éd.), 1976: La mort des pays de cocagne. comportements collectifs de la Renaissance àl’âge classique, Paris, Publications de la Sorbonne (études, 12); Camporesi P., 1978: « Scienzadel ventre. Declino e morte di Cuccagna», en Id., Il paese della fame, 77-125, Bologna; Delpech,F., 1979: «Aspects...», op. cit.; Demerson, G., 1980: «L’utopie populaire...», op. cit., 75-83 (ver-sión ampliada en Demerson, G., 1981: «Cocagne...», op. cit., 529-553); Richter, D., 1984: schla-raffenland. geschichte einer populären Phantasie, Eugen Diederichs, Cologne; Payen, J. C., 1984:«Fabliaux et Cocagne», en Bianciotto, G. & Salvat, M. (éds): épopée, fable, fabliau. actes du IVe

colloque de la société internationale renardienne, évreux, 7-11 septembre 1981, Cahiers d’études mé-diévales 2/3, Publications de l’Université de Rouen 83, 435-448, Paris; Le Goff, J., 1989:«L’utopie médiévale: le Pays de Cocagne», cahiers Vilfredo Pareto. Revue europeénne des sciencessociales 27: 271-286; Graf, A., 1993: «Il paese di Cuccagna e i paradisi artificiali», en Id., miti,leggende e superstizioni del medio evo, 194-202, Ed. Studio Tesi srl, Pordenone; Scafoglio, D.,1994: La maschera della cuccagna: spreco, rivolta, sacrificio nel carnevale napoletano del 1764, GuidaEditori, Napoli; De Carli, N., 1996: «Il paese di Cuccagna. Mito o parodia?», Quaderni di storiadi semantica 17.1: 101-130; Franco Júnior, H., 1998a: cocanha. a história de um país imaginário,Companhia das Letras, Sāo Paulo (resumido en Id., 1998b: cocanha: várias faces de uma utopia,Ateliê, São Paulo); Pleij, H., 2001: Dreaming of cockaigne: medieval Fantasies of the Perfect Life,Columbia University Press, New York; Aubert, E.H., 2003: «Entre Cocuce e Cocanha: per-curso de um diálogo», Revista de história, 148: 47-102; Silantieva, o., 2006: Le Pays de cocagneet le schlaraffenland dans la littérature française et allemande aux XVIII-XIX siècles (Résume de la thèsede doctorat), moscou, Paris (C:\Users\teo\Desktop\SilantievaResumeFrancais; consultado el10/05/2011); Boiteux, M., 2007: «L’immaginario dell’abbondanza alimentare. Il paese diCuccagna nel Rinascimento», en Di Renzo, E. (a cura di), atti del X congresso NazionaleaIsea «cibo e alimentazione. Tradizione, simboli, saperi (Roma 5, 6, 7 luglio 2007), Etnoantropologiaonline 2: 36-45 (http://digidownload.libero.it/aisea/atti_2006/ATTI%20X%20CoN-GRESSo%20AISEA.pdf; consultado el 30/03/2011). Sobre el país de Cucaña en la pinturade P. Bruegel, véase Frank, R. H., 1991: «An Interpretation of Land of cockaigne (1567) byPieter Bruegel the Elder», sixteenth century Journal XXII.2: 299-329.

un manuscrito del s. XIII en el norte de Francia (Li Fabliaus de cocaigne), puededefinirse, en sus rasgos principales, como un paraíso alimentario, una isla deabundancia en la que las casas están hechas de salchichas y de peces, las ocasse cocinan a sí mismas por las calles, hay mesas con comida y bebida portodos sitios y se come sin pagar. Hay un rio medio de vino tinto y blanco, di-nero por los suelos, no hace falta trabajar, se satisfacen todos los deseos se-xuales y una fuente de la juventud impide envejecer a sus habitantes. Enresumen, como dice el poema, «Li païs a à non Cocaingne, qui plus i dort,plus i gaaigne»; «si puet-l’en et boivre et mangier, tuit cel qui vuelent sanzdangier».

Sobre la etimología de Cucaña no hay acuerdo entre los investigadores.Ya en el s. XVIII P.J.-B. Legrand d’Aussy se burlaba de este hecho cuandodecía «c’est une chose risible de voir dans les dictionnaires toute la peine quese sont donnée les étymologistes pour en chercher l’origine. La clef étoit per-due, et chacun est venu apporter la sienne»23. No obstante, y aunque se tiendea aceptar que la etimología es de origen incierto, hay cierto consenso en re-conocer que en el origen del término estaría en relación con cocca o couque, elnombre de una torta propia de ciertas regiones francesas, lo que en principiosería lógico para definir un país de la abundancia alimentaria. El Littré fran-cés (1872), por ejemplo, afirmaba que «d’après Diez il vient de coquere, cuire,à l’aide des mots suivants: catalan coca; pays de Coire, cocca; languedocien,coco; picard, couque, qui tous signifient cuisine; c’est là la vraie étymologie»24.El Vocabulario etimologico italiano de Pianigiani, por su parte, seguía el mismorazonamiento y traducía cuccagna como il paese della buona cucina, a significarun país de abundancia alimentaria25. Esta sería, por lo tanto, la etimologíamás extendida y aceptada, aunque habría otras propuestas que la pondríanen relación con lugares físicos como un castillo documentado en Treviso quese llamaría Cuccagna, o con un tal Warnerius de Cuccagna que aparece enuna carta de 118826.

Nuestra hipótesis, abordando el tema desde otro ángulo, pasa por in-terpretar el término cocaingne a partir de la raiz coq (gallo en francés)27. Esta

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23 Legrand d’Aussy, P.J.-B. 1829: Fabliaux ou contes, fables et romans du XIIe et du XIIIesiècle, 303, Paris (3ª ed).

24 Citamos de la versión del diccionario en internet:http://francois.gannaz.free.fr/Littre/xmlittre.php?rand=&requete=cocagne (consultado el14/04/11).

25 Pianigiani, o., 1907: Vocabolario etimologico della lingua italiana, vol. I, 876, Albrighi,Segati e C., Roma.

26 Graf, A., 1993: «Il paese di Cuccagna...», op. cit., 196 (que recoge los ejemplos apor-tados por Poeschel, F.J., 1878: Das märchen...», op. cit., obra que no hemos podido consultar).

27 Queremos remarcar nuevamente el hecho de que en este artículo se exponen unashipótesis de trabajo de una investigación en curso. Para el caso concreto que nos ocupa, se

propuesta ha sido formulada, hasta donde sabemos, por dos autores. Unode ellos, H. Pleij, ha planteado recientemente una derivación etimológica quenos parece muy acertada, pero el razonamiento histórico con la que lo justi-fica no es en absoluto convincente28. Para este autor cockainge procedería dela suma de la raíz coq (gallo) más el sufijo –agne, que sería utilizado en Franciapara construir el nombre de un país (como allemagne o espagne), por lo quese podría traducir como «País del Gallo». Hasta aquí estamos totalmente deacuerdo con el autor. Ahora bien, la relación que Pleij parece establecer entreel gallo y el país de Cucaña es que el gallo sería el guardián del paraíso islá-mico, y en consecuencia esta asociación entre gallo y paraíso habría dadolugar al país de Cucaña. Esta justificación de la etimología propuesta, comodecíamos, no tendría mucho sentido, ya que no parece tener cabida en el con-texto de la aparición de las primeras referencias de cocaingne, en pleno cora-zón de la Europa medieval cristiana. Para aceptarla habría que explicar, entreotras cosas, por qué un país de Cucaña de raíz islámica apareció en la Europacristiana, y asimismo por qué el tema no se desarrolló, paradójicamente, enel mundo islámico. Nuestra propuesta etimológica, aceptando la derivaciónhecha por H. Pleijn, parte en cambio de la posibilidad de situar, de formaprecisa, un «Reino del Gallo» en la Europa medieval y moderna, y en un con-texto asimismo de abundancia alimentaria y de inversión social: el Carnaval.

Para desarrollar este argumento debemos empezar trayendo a colación,en primer lugar, el otro autor que señalo una etimología de cocaingne a partirde la raíz coq. En la primera acepción del término cocagne del diccionario de

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trata de una idea en pleno proceso de desarrollo, cuyas primeras líneas de trabajo e impre-siones queremos apuntar aquí y cuyas primeras conclusiones son, necesariamente, provisio-nales. Por otra parte, si hemos decidido exponerla, aun cuando no hemos podido consultarde forma exhaustiva toda la bibliografía existente sobre el tema, es porque nos ha sorpren-dido que, de las obras que hemos leído hasta el momento, algunas muy recientes y bien do-cumentadas (Camporesi P., 1978: «Scienza del ventre...», op. cit.; Delpech, F., 1979:«Aspects...», op. cit.; Demerson, G., 1980: «L’utopie...», op. cit.; Demerson, G., 1981: «Co-cagne...», op. cit.; Graf, A., 1993: «Il paese di Cuccagna...», op. cit.; Scafoglio, D., 1994: La mas-chera..., op. cit.; Franco Júnior, H., 1998b: cocanha: várias faces..., op. cit.; Silantieva, o., 2006: LePays de cocagne..., op. cit., y Boiteux, M., 2007: «L’immaginario...», op. cit.), no aparezca ni unasola mención a la hipótesis que estábamos desarrollando (excepto en una obra que comen-taremos a continuación pero que, por su planteamiento y su razonamiento, está muy lejosde equipararse a nuestra tesis).

28 Pleij, H., 2001: Dreaming of cockaigne..., op.cit. No hemos podido consultar la obra,pero conocemos el argumento, en términos generales, a través de la cita que del mismo sehace en Pina e Cunha, M., Cabral-Cardoso, C. & Clegg, S.R., 2008: «Manna from Heaven:The Esuberance os Food as a Topic for Research in Management and organization», HumanRelations 61.7: 935-963 (http://fesrvsd.fe.unl.pt/WPFEUNL/WP2007/wp515.pdf; consul-tado el 02/05/11). La explicación del argumento, por lo tanto, se ha hecho en función delresumen que aparece en este artículo.

émile Littré encontramos la siguiente afirmación (que el autor hacía despuésde decantarse por la «vraie étymologie» coquere):

«on trouve, dans l’ancien français, cocaingne en un autre sens: Le traversiersjura seur saintes evangiles, que il n’arrestera ne fera arrester malicieusement le ditnavel ou naviaux de l’Esglise dou Gart, pour cause de cocaingne, ne pour fere ennuine domage à esciant (DU CANGE cocagium, en 1314). ce cocaingne-là vient decoq; c’est le combat de deux coqs»29.

«Ce cocaingne-là», por lo tanto, podría significar, y derivar de, «combatde deux coqs»30; en cualquier caso, lo seguro sería su relación directa con laraíz coq. Así pues, tenemos un término cocaingne que se asociaría posiblementea un enfrentamiento, una riña, y cuya raíz habría que ponerla en relación conlos gallos. Ahora bien, ¿cómo podría esto vincularse al Carnaval?

La primera vez que pensamos en una posible relación entre cocaingney la raíz coq (gallo) fue desde otras latitudes muy distintas. Fue con ocasiónde trabajar un cuento popular muy extendido en Francia y en España, cono-cido como Demicoq, moitié de coq, moitié de poulet, o el cuento del Medio pollito(tipo ATU31 715), cuando se nos ocurrió la posible vinculación32. Las razonesde partida de esta asociación, muy generales, eran las siguientes: moitié de coqes un cuento que se puede leer según la estructura del cuento definida porPropp, y en el cual se observa en consecuencia un trasfondo iniciático claro

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29 Citamos de la versión del diccionario en internet:http://francois.gannaz.free.fr/Littre/xmlittre.php?rand=&requete=cocagne (consultado el14/04/11). La negrita es nuestra.

30 El autor sacaba esta conclusión de las propuestas de traducción que hacía DuCange et al., 1883-1887: glossarium mediae  et  infimae  latinitatis, ed. augm., t. 2, col. 382c.,L. Favre, Niort (versión en internet: http://ducange.enc.sorbonne.fr/CoCAGIUM; con-sultado el 14/04/11), que traducía el término como «contentio» o «controversia» («contestation» o«querelle» en Du Cagne, Ch. Du F., 1879: glossaire françois: faisant suite au «Glossarium mediaeet infimae latinitatis», t. 1, 167, L. Favre, Niort). Littré, aparentemente, relacionaría esta tra-ducción con el término «cocagium», de donde concluiría, al parecer, «combat de deux coqs».

31 Uther, H.-J., 2004: The Types of International Folktales. a classification and Bibliography.Parts I-III, Helsinki.

32 El cuento narra la historia de un medio-pollo (un pollo cortado literalmente porla mitad) que se encuentra una gran cantidad de dinero, que alguien le roba o le pide prestaday después no le devuelve. Medio pollo iniciará un viaje (iniciático) para reclamarle ese dinero,y con el auxilio de unos ayudantes mágicos a los que ha socorrido durante el trayecto, podráconseguir recuperar al final su dinero. De este cuento hay documentadas hasta 82 versionesen Francia (Delarue, P. & Teneze, M.-L., 1997: Le conte populaire français, t. II, 672-688, Mai-sonneuve et Larose, Paris). Sobre el tema véase en general el trabajo que le dedicó Boggs,R.S., 1933: The Halfchick Tale in spain and France, Helsinki y para los casos españoles remitimosa Beltran, R. & Rico, A., 2003: «Notas para un catálogo tipológico de los cuentos tradicio-nales valencianos, VI: cuentos de la Serrania», Revista de Folklore 269, t. 23a, 149-154.

(y por tanto una vinculación con un más allá)33. Por otra parte, el país de Cu-caña, como el resto de utopías que hemos visto, presenta muchas relacionescon el más allá que encontramos en mitos antiguos y cuentos de trasfondoiniciático, algo que ya han señalado autores F. Delpech34 o M. Boiteaux35. Laasociación iniciado/muerto y Cucaña/más allá nos llevó en un primer mo-mento, pues, a imaginar una posible etimología derivada de coq, entendiendoCucaña como el país en el que reinara un gallo mítico como animal «toté-mico» de jóvenes iniciados. Partíamos también, en este sentido, de una hipó-tesis sugerente que había traducido el término «Carnaval» como «Príncipede los Cuernos» (a partir del galo cern + valos)36, que era relacionado con unafigura como la del dios celta cernunnos y con todas las fiestas de cornudosque se documentan en la geografía europea vinculados de una forma u otraal contexto del Carnaval. Así pues, si el Príncipe de los Cuernos podía ser elrey de un mundo al revés como Carnaval y le daba nombre, ¿por qué no otropersonaje mítico como un posible «rey-gallo» podía ser el gobernante de otropaís al revés como Cucaña y darle asimismo nombre? A todo esto, añadíamosla simbología histórica del gallo como un animal liminal, a medio caminoentre dos mundos (la noche y el día), y vinculado en la antigüedad a diosescomo Mercurio, dios psicopompo por excelencia encargado de llevar lasalmas al más allá.

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33 Sobre las figuras de los seres «demediados», de los que creemos haber podido de-mostrar su dimensión iniciática en algunos relatos, remitimos a un artículo nuestro: CrespoMas, T., 2009: «Silai (ce qui n’a qu’un côté): à propos d’un type déterminé de moitiés d’-homme», Quaderns-e de l’Ica 13, s/p, revista on-line: http://www.antropologia.cat/qua-derns-e-134.

34 Delpech, F., 1979: «Aspects...», op. cit., 39-44. Para este autor, por otra parte, Cucañasería un pseudomito, fabricado artificialmente con elementos tomados de diversos estratosculturales de la antigüedad y a los que el mundo medieval habría puesto nombre y tonos deparodia anticlerical.

35 Boiteux, M., 2007: «L’immaginario...», op. cit., 40: «La presentazione dell’aldilà, nel mondoantico o nel medioevo, è sempre fatta all’occasione di una relazione di viaggio e il sogno della cuccagnaassume l’eredità della tradizione. […] Questo viaggio potrebbe ricordare anche altre spedizioni notturne:come il sabba che, oltre l’ingresso, rivela numerose identità col paese di cuccagna».

36 Pauvert, D., 2007: «Sa majesté...», op. cit. otra hipótesis sobre la etimología de co-caingne, que dejamos apuntada aquí, podría ser la que lo hiciera derivar de «cocu», nombre quereciben los cornudos («hombres salvajes») de muchas fiestas de Carnaval en Francia. Estoentroncaría con la idea de un Carnaval como «Príncipe de los cornudos». Cucaña, un mundode roles invertidos y de abundancia alimentaria igual que lo es el mundo del Carnaval, seríadesde este punto de vista el país del Príncipe cornudo, o de los cornudos. Sobre los cocusvéase Gaignebet, C. & Florentin, M.C., 1974: Le carnavale, op. cit., 135-138, 158-170; Gaigne-bet, C. & Lajoux, J.D., 1985: art profane..., op. cit., Pauvert, D., 2007: «Sa majesté...», op. cit., ypara ejemplos de la Península Ibérica véase Moya Maleno, P.R., 2007: «Ritos de paso y fra-trías...», op. cit.

Con todo, la pista que nos permitió continuar con este argumento laencontramos en una obra de E. Le Roy Ladurie, carnaval en Romans. En esteestudio el autor, después de haber relacionado el Carnaval con otro mundomítico invertido presente en la época como lo era el País de Cucaña, afirmaba(aunque sin relacionarlo directamente con el término cocagne):

«Le royaume de Jacquemart, au départ, était celui d’un coq. Animal massacrédans le combat mutuel (avec un autre coq), ou décapité par les jeunes dans unconcours d’habileté, on tué à coups de fronde ou de cailloux par les écoliers, le coqest l’une des bêtes de Carnaval les plus répandues dans toute l’Europe (Dauphinébien sûr, mais aussi Italie, Espagne, France du Sud et du Nord, Allemagne, Angle-terre, écosse). Il est au Carnaval ce que le taureau est à la culture espagnole. Gorgéde significations jusqu’à la crête, le coq proclame la virilité, le courage, la sexualitémâle. Ce coq veut couvrir sa poulette»37.

La importancia del gallo en las fiestas de Carnaval, desde esta nuevaperspectiva, permitía ir más allá y encuadrar perfectamente el País de Cucañaen este contexto festivo, en este mundo al revés con el que tantos elementoscompartía. Es más, un repaso a la literatura concerniente a las fiestas de Car-naval nos ha permitido comprobar que las celebraciones carnavalescas en lasque el gallo era el protagonista presentaban una elaboración mucho mayor:en muchas zonas de Francia y España era tradición, en época moderna, elegirentre los niños a un «Rey de gallos», generalmente el Jueves Lardero de Car-naval38. En esta fiesta tenían lugar, entre otras cosas, corridas y peleas de ga-llos (cocaingne!), y el propietario del gallo vencedor era nombrado «rey de losgallos». A éste lo engalanaban y salía a la cabeza de los demás montado a ca-ballo, y entre las pruebas que tenía que cumplir estaban, por ejemplo, la dedecapitar, con una espada y cabalgando, un gallo colgado de las patas. Hoyen día estas fiestas han derivado en juegos de niños como la Cucaña (una pi-ñata llena de dulces colgada en el aire que hay que romper), o el collin-maillarden Francia (la gallinita ciega). Encontramos aquí, por lo tanto, un rey de losgallos en pleno contexto del Carnaval. o yendo incluso más allá: «C’était unroi de Carnaval qui s’identifiait au coq lui-même», como ha afirmado C. Gai-gnebet39. Se trata, podríamos decir, de uno de los tantos «reyes» que pudieron

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37 Le Roy Ladurie, E., 1979: Le carnaval de Romans. De la chandeleur au mercredi des cen-dres (1579-1580, 358, Gallimard, Paris.

38 Sobre las celebraciones del «Rey de los gallos» en el Carnaval, véase Caro Baroja,J., 1989: el carnaval, op. cit., 75-80 (que documenta las noticias que aparecen en la literaturadel siglo XVII en el Quijote de Avellaneda, el Guzmán de Alfarache o La vida del buscóndon Pablo); Gaignebet, C., 1968: «Jeudi Jeudio. étude du Roi des enfants des écoles dansles textes, du XIIIe au XXe siècle», Bulletin folklorique d’Ile de France; Gaignebet, C. & Florentin,M.C., 1974: Le carnaval, op. cit., 133-135; Gaignebet, C. & Lajoux, J.D., 1985: art profane..., op.cit., 170-174, PUF, Paris; Pauvert, D., 2007: «Sa majesté...», op. cit. Sobre el «Rey de los gallos»(o de los niños) en la pintura de Bruegel, Gaignebet, C. 1972: «Le combat de Carnaval...»,op. cit., 329, 342.

39 Gaignebet, C. & Florentin, M.C., 1974: Le carnaval, op. cit., 134.

existir en el Carnaval, y que se solían asociar a las distintas cofradías existentesrepresentadas por diversos animales: osos, cornudos, gallos... El carnaval deRomans que estudió E. Le Roy Ladurie, en este sentido, nos ofrece una buenamuestra de la complejidad de estas celebraciones.

Una fiesta de un Rey de los gallos en pleno Carnaval, donde los pro-tagonistas son niños («demicoqs», pues), que hacen justamente los gallitos, esdecir, comportarse como hombres mayores, y lo hacen en un contexto deinversión como el que supone el período carnavalesco. Un contexto, además,de peleas de gallos, que sería un posible significado del término cocaingne. Eneste marco, la interpretación de cocaingne como «País del Gallo» o «País delRey de los gallos» surgido del contexto del Carnaval no es inverosímil: comopaís de la abundancia, de la ausencia de reglas, y repleto de motivos míticosque lo hacen aparecer con un más allá, Cucaña pudo haber nacido perfecta-mente de toda la simbología y los atributos licenciosos asociados al mundocarnavalesco. Un más allá que tendría en origen como protagonistas, en cua-lidad de gallos (lo que vendría a resaltar su carácter viril), a los iniciados, seresa mitad camino entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, jó-venes (o demicoqs) prestos a convertirse en guerreros («gallos de pelea») quetomarían el mundo y, siguiendo a su «rey», lo pondrían patas arriba, instau-rando así el reino de Cucaña. Todos estos elementos, como vemos, conver-gerían hacia un sistema de significados coherente, y permiten considerar acocaingne, cual paraíso de la abundancia, de los placeres y de la inmortalidad,como un mito de referencia, casi etiológico, para el «rito» del Carnaval; delmismo modo que como la edad dorada de Saturno lo era, en este sentido,para las saturnalia40.

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40 Cabría además la posibilidad, para cerrar un poco más el argumento, de contex-tualizar más precisamente el personaje Demicoq en la época del Carnaval. En muchas de lasversiones del cuento, cada vez que Demicoq ayuda a cada uno de los seres que después seconvertirán en sus ayudantes mágicos, se los lleva consigo metiéndolos en un lugar en prin-cipio extraño: el ano (en otras versiones los mete en el pico). De ahí los sacará cuando lesean necesarios para enfrentar los peligros que le acechan. Ahora bien, más allá de ser unpuro elemento folclórico, este hecho podría encajar perfectamente con lo que C. Gaignebetha denominado, en el contexto del Carnaval, «la circulation des souffles», y más concretamentecon la figura de los soufflaculs: cofradías carnavalescas de jóvenes fous disfrazados en ocasionesde gallo, que llevaban un sombrero llamado «coqueluchon» (un sombrero-capucha coronadocon una cabeza de gallo que tendría connotaciones fálicas, y que con el tiempo se convertiríaen una cresta roja de gallo), y que iban en fila con sus silbatos soplando el trasero de los dedelante. Esta práctica ha sido relacionada por Gaignebet (con una argumentación complejaque intentaremos resumir) con un rito antiguo tendente a crear un equilibrio de los «vien-tos-almas» de los muertos (tema relacionado con el «soplo del vida») que vagarían por la tie-rra durante el período del Carnaval. En este marco, el gallo, como animal protector de lavoz y sanador de la tos (una función relacionada con la potencia de su garganta a la hora decantar), simbolizaría en las cofradías de soufflaculs el control de los «vientos-almas» que ha-

* * *

Diversos estudiosos han observado que, con el paso del tiempo, eltema del País de Cucaña y el del Carnaval se fueron confundiendo progresi-vamente, hasta llegar en cierto modo a «fusionarse» en el momento en queCarnaval viajó a Cucaña para convertirse en su rey41. Las profundas similitu-des entre estos dos mundos fantásticos no han pasado nunca, en efecto, des-apercibidas, y el destino final convergente que tuvieron ya en época modernalo demuestra claramente. Estas semejanzas también han sido destacadas enla moderna literatura científica. G. Demerson observaba, por ejemplo, queel mito de Cucaña era la imagen de la realización plena de los ritos festivosexuberantes que tenían lugar en tiempo de Carnaval, y que Carnaval y Cucañaintercambiaban sin problemas elementos como el calendario («Toz jors festes& diemenches... Et .iiij. pasques a en l’an...»)42. Escribía también F. Delpechque las inversiones de Carnaval y de la fiesta de los locos no serían más queespecificaciones calendáricas, lúdicas y rituales, de un vasto complejo mito-lógico del cual el paraíso alimentario representado por Cucaña era la mani-festación más coherente y estable43. P. Camporesi44, explicándolo como elreflejo de una Italia hambrienta que aspiraba sólo a la supervivencia, consta-taba también, en el contexto de Contrarreforma y de crítica a los vicios, lareducción de Cucaña a un puro y simple hecho gastronómico y su progresivaasimilación a la fiesta del Carnaval. Finalmente, M. Boiteaux ha concluidoque «come genere, Cuccagna e Carnevale sono vicini. E quando Carnevaleentra vincitore nel Paese di Cuccagna questa faccenda dimostra come il temadi Carnevale sia più complesso e tenda a contaminare e ad integrare l’altro.Carnevale, mitico eroe, è anche lui un viaggiatore. Però, trasporta con lui il

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brían sido creados en sus barrigas por la ingestión de alimentos flatulentos típicos del Car-naval. Así, sanando la tos se controlarían, por una parte, los «vientos» que pudieran salir dela garganta, y con la práctica de los soufflaculs los que salieran del ano (Gaignebet, C. & Flo-rentin, M.-C., 1974: «La circulation des souffles», en Id., Le carnaval, op. cit., 9-16, 117-130,133-135; Gaignebet, C. & Lajoux, J.D., 1985: art profane..., op. cit., 210-219, que aportan ico-nografía de estos soufflaculs y coqueluchons; Pauvert, D., 2007: «Sa majesté...», op. cit.). En estapráctica ritual el cuento de Demicoq encontraría tal vez un contexto perfecto porque, ¿qué eslo que hacía al fin y al cabo Demicoq sino mantener en su barriga las «almas» de sus ayudantesmágicos, y expulsarlos por el ano cuando le eran necesarios? Por otra parte, y en relacióncon el término «cocu», D. Pauvert ha establecido interesantes relaciones entre los «cornudos»del carnaval y los soufflaculs (Pauvert, D., 2007: «Sa majesté...», op. cit., 52-53).

41 El motivo lo encontramos en Nelli, N., 1564: Il trionfo del carnevale nel Paese di cuc-cagna, B.N. Est; Bertelli, F. (1562), Trionfo di carnevale nel paese di cuccagna; La partenza di car-nevale in cuccagna (Ronciglione, 1615); citados en Demerson, G., 1980: «L’utopie populaire...»,op. cit., y Boiteux, M., 2007: «L’immaginario...», op. cit., 37-39, 45.

42 Demerson, G., 1980: «L’utopie populaire...», op. cit., 78.43 Delpech, F., 1979: «Aspects...», op. cit., 40-41. 44 Camporesi P., 1978: «Scienza del ventre...», op. cit., 102.

suo potere e stabilisce, dove si trova, il suo regno di cui si puo parlare anchein termini di Cuccagna»45.

Visto desde esta perspectiva, un extraño «País de Cucaña», surgido enépoca medieval de origen desconocido y con muchas similitudes con mundocarnavalesco, habría ido paulatinamente convergiendo con la fiesta del Car-naval a lo largo de cinco siglos, hasta acabar fundiéndose. De la etimologíadel término cocaingne que hemos propuesto aquí, en cambio, se desprendeotra cosa: que con esta unión final no se estaba procediendo a la confluencia(y confusión) de dos «utopías» en origen diferentes, sino que, por el contrario,lo que en realidad estaba teniendo lugar era el reencuentro, la re-unión entredos mundos que habían visto bifurcada, accidentalmente, su trayectoria con-junta. La disociación que había tenido lugar en época medieval entre la fiestadel Carnaval y el paraíso de Cucaña se reparaba, la traumática separación eraahora restaurada. El mito satírico y la fiesta irreverente volvían a ser uno sólo,y Carnaval se reencontraba, en el país de la abundancia, con su homónimoel Rey de los Gallos46.

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82 Historia y Utopía. estudios y Reflexiones

45 Boiteux, M., 2007: «L’immaginario...», op. cit., 40.46 Al momento de entregar este artículo para su publicación cae en nuestras manos

una obra que vendría a confirmar, en principio, la relación «directa» del cuento de Demicoqcon el país de Cucaña (podría hacernos suponer, incluso, que muchos aspectos del mismoderivaran del cuento). Se trata de la obra de Rétif de la Bretonne, N.-E., 1779: Le nouvel abei-lard ou Lettres de deux amans qui ne se sont jamais vous, t. II, Libraires Associés, Suisse, en la quese recoge una versión extendida (completa, más bien) del cuento «suite du Demi poulet» (pp.262-357), y en la que encontramos gran cantidad de elementos significativos que podríanvincularse a Cucaña. Desarrollaremos el tema en otro artículo, pero entre los motivos inte-resantes que aparecen podemos destacar los siguientes: Demi poulet encuentra monedas deoro picando en la tierra; a Demi poulet le enseña a comprender el lenguaje humano un alqui-mista llamado soufflisoufflinsoufflot (hecho que lo relacionaría con el Carnaval y los soufflaculs);el protagonista del cuento llega a un castillo (rodeado por un mar) al que puede entrar des-pués de haber dormido una noche; en él hay gran cantidad de gente asando corderos, ovejas,cabras, pollos, etc... muy baratos y comiendo en abundancia; el rey del castillo, Lustrucru-cro-quetout, es «conde de LaFricassé, marqués del Asado, vizconde de los Menudos de cerdo,barón de Lengua rellena, señor de Jamón, Mollejas, Lengua de Vaca, civet, Paté, cervelets,Estofado de buey, Habichuelas, olla podrida y otros lugares» (¿quién a parte de éste podríaser rey de Cucaña?), y sobre todo, cuando Demi poulet encuentra al zorro que le ayudará ensus aventuras, lo saluda diciendo: «Bel enfant d’amour, / cher renard, bon jour /Pour toi cette cam-pagne /est pays de cocagne». ¿Habría que pensar en una elaboración literaria posterior, o for-maría parte de la versión original del cuento...?

Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones 83

EL PAPEL DEL ARTISTA AFRICANO ACTUAL EN LACONSTRUCCIÓN DEL DISCURSO UTÓPICO

Dra. Beatriz Leal Riesco Universidad de Salamanca

Email: [email protected]

I. La necesidad de pensar Áfri ca

«¿Qué hacer? Propongo que en cada país africano se proceda inmediatamentea una recolección tan minuciosa como posible de las estatuas y monumentos colo-niales. Que se reúnan en un único parque, que servirá al mismo tiempo de museopara las generaciones futuras. Este parque-museo panafricano se usará como sepulturasimbólica al colonialismo de este continente. Una vez realizado el entierro, que nuncamás nos sea permitido utilizar la colonización como pretexto para justificar nuestrasactuales desgracias. Asimismo, prometamos igualmente dejar de erigir estatuas, sea aquien sea. Y que, al contrario, florezcan por todos lados bibliotecas, teatros, talleresculturales, en definitiva, todo lo que alimentará la creatividad cultural del mañana»1.

La tarea de «pensar África»2 en profundidad y de manera rigurosa re-sulta un compromiso pendiente en la actualidad. El que este continente per-manezca desconocido para la mayoría de los habitantes de Occidente essíntoma ineludible de una ausencia lacerante en el discurso geopolítico globaly del persistente silenciamiento al que se le ha sometido durante siglos. Lanecesidad de recuperar una historia de África y desde África, de hacer visiblesunas imágenes y unas voces ocultadas sistemáticamente, de dejar salir a laluz unas narrativas y unas reflexiones propias se empezó a realizar sistemá-ticamente con los movimientos de independencia de los años 50 y 60 delsiglo pasado, en un acompasado baile conjunto con el Black Power emergenteen aquel momento en los Estados Unidos. En esta lucha comunitaria por la

1 Achille Mbembe, «Por un entierro simbólico del colonialismo Imaginario y espaciopúblico en África»..Le Messager (Duala, Camerún): 2008. Traducción: oozebap.org. Recogidoen Africaneando, revista de actualidad y experiencias. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://www.oozebap.org/text/colonialismo_mbembe.htm [Traducción de la autora].

2 Uno de los últimos números de la revista Africultures se titula precisamente así Penserl’Afrique: des objets de pensée aux sujets pensants. Africultures nº 82, L’Harmattan, París, septiem-bre 2010.

liberación y autodeterminación de pueblos y culturas fueron determinantesideólogos, activistas, políticos, artistas, filósofos e intelectuales, responsablesen la creación de un mapa de identidades difusas y permeables, en buenaparte debido al espíritu optimista de la época y a la menor compartimentaciónde profesiones en un continente donde, a menudo, se ha de saber de todopara conseguir algo. Es éste el caso de buena parte de los cineastas que con-figuran la historia del cine africano, es decir, de aquel cine realizado por afri-canos desde África, en la diáspora o desde el extranjero, pero que compartenentre sí el hacer películas ligadas a su continente, su historia, sus conflictos,sus realidades y sus gentes de una manera clara. Estos «artistas totales» puesson a la vez escritores, productores, pintores, fotógrafos, músicos, historia-dores, pensadores, coreógrafos, etc., se encuentran en una posición de ne-gociación constante. Teniendo en mente la noción de Homi K. Bhabha deque «apropiación es negociación, y negociación es de lo que realmente tratala política»3, los artistas audiovisuales, debido a la naturaleza del medio y alas peculiaridades de la industria del cine africano, se ven embarcados en pro-cesos de negociación complejos desde las primeras etapas de producción deuna película. A lo largo de todo el proceso de realización de un filme se hande rendir cuentas, firmar pactos y capitulaciones a diferentes instancias (ide-ológica, productiva, poética, política, histórica, humana…) en mayor medidaque en otras latitudes. Sólo así será posible ver terminada una obra, aunquea veces la hazaña se convierta en una odisea de años4. La capacidad de adap-tación sin recapitular en los principios, repensándolos y actualizándolos, ex-tendiéndolos e incorporando nuevas ideas y espacios, da como fruto unanómina de películas de singular valor, síntomas y fuentes privilegiadas paraentender realidades presentes y asomarse con lucidez al futuro.

II. Visiones actuales sobre África

La imagen de África creada por Occidente ha venido construyén-dose desde la Ilustración, asentándose y afianzándose en la época de los gran-

BEATRIz LEAL RIESCO

84 Historia y Utopía. Estudios y Reflexiones

3 Citado por N. Frank Ukadike, «Video booms and the manifestation of «first» ci-nema in anglophone Africa», en Anthony Guneratne R. & Wimal Dissanayake (eds.), Re-thinking Third Cinema. Routledge. Nueva York y Londres: 2003. P. 127. [Traducción de laautora].

4 Éste es el caso del director etíope residente hace años en los USA Haile Gerimaquien, para poder tener completo dominio de todas las etapas para realizar su último filmeTeza (2008), ha visto como pasaban 10 años desde su planteamiento inicial. Durante éstosha reunido el dinero necesario de variados inversores independientes al que ha sumado suspropios ahorros, lo que le ha permitido no sucumbir a las exigencias de la industria con suscensuras y limitaciones. La película resultante, una obra maestra sobre la historia etíope con-temporánea y el mundo actual, ha sido premiada en una miríada de Festivales, entre ellosFESPACO en su 21ª edición (2009) y FCAT 2010.

des imperios coloniales para convertirse hoy en día en un lugar común parateóricos, periodistas y comunicadores generalistas. El discurso compartidode nuestro mundo globalizado se sustenta en dos tendencias principales,complementarias en su paradójica oposición, al ser fruto de ideologías y plan-teamientos teórico-analíticos comunes:

* Las narrativas distópicas que transmiten los Medios de Comuni-cación generalistas, donde el hambre, las guerras étnicas, el SIDA y los regí-menes políticos inestables proliferan. En esta línea afirma director malienseAberrahmane Sissako: «Nous sommes nombreuses de Moussa Touré es una pe-lícula extraordinaria porque hay horror y también humanidad. GeneralmenteÁfrica se reduce al horror»5.

En oposición a esta brutalidad e indiferencia contemporáneas se en-cuentra un África atemporal pre-moderna y nativista. Esta idea resultante escomúnmente compartida y, en muchas ocasiones, la única en el imaginariooccidental. En esta línea de aproximación a la realidad africana, instrumentosde análisis como el exotismo y la alteridad son frecuentes, no sólo en la teoríasino en la praxis. Ejemplo de las contradicciones y problemas que planteanen la actualidad ciertas ideas compartidas sobre lo que sea África y su críticadesde Occidente es la película del alemán Ulrich Köhler Schlafkrankheit (Sle-eping Sickness, 2011) ganadora del Oso de Plata a la mejor dirección en la úl-tima edición de la Berlinale. Este filme trata de «un doctor alemán enCamerún y un doctor francés de ascendencia africana enviado desde Paríspara evaluarlo. Mr. Köhler, hijo de padres que habían trabajado como coo-perantes en zaire, ahora República Democrática del Congo, intenta captarlos enredados sentimientos de alienación y pertenencia de sus protagonistas,así como algo mucho más elusivo: la idea de África de la imaginación euro-pea»6. A pesar de las buenas intenciones, los leitmotivs ineludibles desde elpunto de vista occidental (la enfermedad endémica, la asistencia –caridad- al3º Mundo, el contacto con el otro,…) se convierten en constantes limitadorasen la visión de África para el público que, desgraciadamente, verá con másfacilidad esta coproducción europea (Alemania, Francia, Holanda) que im-portantes películas nativas con precaria o imposible distribución más allá delcircuito de festivales o pequeños espacios de mal llamada «multiculturalidad».

* Las narraciones utópicas o posibilistas: producidas por aquellosque se acercan al continente con entusiasmo por su cultura, tratando de ofre-

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5 Declaraciones de Abderrahmane Sissako recogidas por Olivier Barlet en Ouaga-dougou, febrero de 2003; «La leçon de Cinéma d´Abderrahmane Sissako». En Africultures.Última consulta: 20/04/2011. En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=arti-cle&no=2796 [Traducción de la autora].

6 Dennis Lim, «Somber Themes Dominate Berlinale», New York Times, 16/02/2011.Última consulta: 20/04/2011. En http://www.nytimes.com/2011/02/17/arts/17iht-ber-fest17.html [Traducción de la autora].

cer una versión positiva esperanzadora opuesta a la anterior. La visión resul-tante es una pre-modernidad de resistencia de África, su gente y su cultura,contrapuesta a la manida y mal entendida Modernidad de Occidente. En estatendencia se encuentran las películas denominadas «Return to the Source»que vieron la luz desde África en los años 80-90, en una ola de recuperaciónde la identidad perdida en la etapa colonial aunque, paradójicamente, ofre-ciendo una imagen idealizada y atemporal pre-histórica del gusto del espec-tador occidental especializado, asiduo a cine-club y festivales y que sólobuscaba una reafirmación de su conocimiento idealizado previo. De nuevo,la dificultad de trascender este planteamiento a primera vista dicotómico li-mita su operatividad.

Ambas visiones comparten problemas decisivos al desligarse de cues-tiones económicas e históricas concretas, apartando a África del movimientoglobalizador general en el que los demás participantes estamos inmersos.Como herramienta de análisis las narrativas distópicas no ofrecen más queposibilidades de examen negativo; bien cerrándose sobre sí mismas, bienproduciendo un discurso improductivo de oposición basado en dicotomíasestériles. La segunda propuesta, aunque positiva en su entusiasmo, recurre aconceptos esencialistas de carácter abstracto desligados del presente y so-bredimensionando lo cultural en su análisis. Para los teóricos de esta tenden-cia, las relaciones transnacionales básicas del mundo contemporáneo se alejande lo económico, anclándose en la (supuesta) asepsia de lo cultural que, in-justificadamente7, tiene su centro neurálgico en la población en la Diáspora.Común a las dos visiones de África es la afirmación de universalizaciones,ejercicio con consecuencias restrictivas por ocultar dinámicas de poder po-lítico-económicas, impedir forjar una imagen correcta de las realidades delcontinente y limitar la posibilidad de formular alternativas. Por último, paraambas perspectivas la mirada exógena tiene un peso excesivo, relegando larealidad continental a un segundo plano.

* Existen, por supuesto, las visiones a partir del continente. Nacidascomo revulsivo frente al discurso occidental y con ansias revolucionarias,«durante casi un siglo el discurso africano ha estado dominado por tres pa-radigmas político-intelectuales (…) no excluyentes»8. Parafraseando a AchilleMbembe, se trata de: variantes de nacionalismo anticolonial, relecturas delmarxismo (que han producido el «socialismo africano») y, finalmente, un pa-

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7 Aunque comprensible por ser una teoría fundamentalmente norteamericana, nacidaen los años 60 con la afirmación paralela del Black Power y fuertemente vitalista, en la quesus ideólogos estaban sufriendo en carne propia la realidad de la Diáspora.

8 Achille Mbembe, «Afropolitanism», en el número 66 de Africultures, 1º semestre2006, publicado previamente online en diciembre de 2005. Última consulta: 20/04/2011.En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=4248&texte_recher-che=4248 [Traducción de la autora].

nafricanismo basado en dos tipos de solidaridad: racial y transnacional, e in-ternacionalista y anti-imperialista. Corrientes de pensamiento oriundas deÁfrica y su población diaspórica, si algo aúna a estas tres tendencias es sucomponente crítico-negativo, que a la postre ha sido incapaz de ofrecer pro-puestas positivas de reforma. En efecto, no hacen sino bloquear e impedir lacreatividad vital, artística y filosófica así como el cambio social, sostenidaspor unas instituciones incapaces de entender los profundos cambios en elcontinente. Nos estamos refiriendo al panafricanismo de Frantz Fanon (Mar-tinica), Patrice Lumumba (Rep. Dem. Del Congo) y Cheick Anta Diop (Se-negal)9, entre otros, que siguen dando coletazos con nuevos enunciados ytendencias. Grandes transformaciones hasta llegar a su casi total desapariciónha sufrido también el movimiento racial utópico de la negritude que enarbo-laron desde los años 30 intelectuales francófonos con Leopold Sédar Senghor(Presidente de Senegal), Aimée Cesaire (Martinica) y el guineano León Damasa la cabeza. La búsqueda del hecho diferencial a través del color de la piel,característica hermanadora universal, se ha probado ineficaz en su esencia-lismo. Todos ellos literatos, políticos y activistas, postulaban un paradigmapoético utópico que, a la postre, se ha mostrado insuficiente. Las posturasque las han reemplazado se muestran más calibradas en sus afirmaciones, so-metiéndose a una reformulación endógena profunda en marcha desde losaños 70, momento en el que las tendencias anteriores empiezan a ser cues-tionadas, analizadas, criticadas y replanteadas para adaptarse a la diversificadarealidad contemporánea. Pensadores, filósofos, antropólogos, sociólogos ypolitólogos africanos han tenido un papel determinante en esta tarea. En-contramos entre ellos de manera destacada al filósofo beninés Paulin J. Houn-tondji; al antropólogo, filósofo y especialista en literatura comparada delCongo M. V. Mudimbe y al semiólogo y teórico del discurso anglo-ganésKwame Anthony Appiah10. Cada uno desde sus respectivas especialidades,han venido cuestionando sistemáticamente los paradigmas compartidossobre el pensamiento africano de raigambre eurocéntrica y con origen en laetnofilosofía de raíces hegelianas, dando el paso a ser considerados por de-recho propio sujetos y no, como venía sucediendo por siglos, objetos del dis-curso. Un paso más allá se está dando en los últimos años, siendo elcamerunés Achille Mbembe su principal exponente, quien ha venido reali-zado una dura crítica al pensamiento africano, que él postula todavía postco-

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9 Este pensador lo denominaría «afrocentrité», como alternativa y reafirmación frenteal «eurocentrismo».

10 Paulin J. Hountondji, African Philolophy. Myth and Reality. Indiana University Press.Bloomington e Indianápolis: 1976; V. Y. Mudimbe, The Invention of Africa. Gnosis, Philosophy,and the Order of Knowledge. Indiana University Press. Bloomington e Indianápolis: 1988; V.Y.Mudimbe, The Idea of Africa. Indiana University Press. Bloomington e Indianápolis: 1994;Kwame Anthony Appiah, In My Father’s House. Africa in the Philosophy of Culture. Oxford Uni-versity Press. Londres: 1992.

lonial y dependiente de Occidente y sus miserias. Este filósofo, politólogo ypensador residente en Sudáfrica resulta hoy día referencia obligada por suclarividencia, comprensión y rigor en la exposición de unas ideas histórico-políticas precisas sobre la situación de África en el movimiento geopolíticoglobal11. Desafiando la conmiseración e indulgencia propias a la que tantosafricanos recurren para no ofrecer alternativas culpabilizando a los fantasmasdel colonialismo, Mbembe promulga como corriente de pensamiento y ac-tuación contemporánea el «afropolitanismo», definido como «una estilística,una estética y una cierta poética del mundo»12. Se trataría de una modernidadactualizada desde África y la cultura transnacional que la conforma, con ca-racterísticas propias y distintivas y en la que artistas e intelectuales tienen unrol destacado. En línea con lo expuesto por Achille Mbembe en su últimolibro Sortir de la grande Nuit. Essai pur l’Afrique décolonisée (2010); es necesariauna mezcla de utopía y pragmatismo en las nuevas propuestas, guiadas porlos creadores y a través de una nueva sociedad civil. En el dominio del arte,tres son los puntos interrelacionados entre sí, sobre los que se ha de ponerel acento: en primer lugar, tanto en el contenido como en la forma, las ma-nifestaciones artísticas han de basarse en el movimiento. El cine, la música,la literatura, las artes plásticas… todas ellas se caracterizan por su compo-nente nómada, itinerante, caravanero. Este movimiento engendra, en su di-námica cuestionadora, un lenguaje artístico imaginativo, fecundador depotencialidades emergentes, aún no definidas pero ya posibles. Nos encon-tramos en el dominio de la utopía real, y será a través de este acento en ellenguaje artístico y la imaginación de sus creadores que se plantea un futuroen el que África será uno de los protagonistas, reconstituyéndose comofuerza en sí misma. El «afropolitanismo» del que habla Achillle Mbembe13,es una modernidad desconocida, fruto de una realidad contemporánea afri-cana que, anteriormente en Dakar, Abidjan y Nairobi, y ahora en Johannes-burgo, «se nutre en la base de múltiples herencias raciales, de una economíavibrante, de una democracia liberal, de una cultura de la consumación queparticipa directamente de los flujos de la globalización. Aquí estamos en elproceso de crear una ética de la tolerancia susceptible de reanimar la creati-vidad estética y cultural africana».

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11 Achille Mbembe, De la poscolonie: essai sur l’imagination politique dans l’Afrique contem-poraine. Karthala. París: 2000. Sortir de la grande nuit: essai sur l’Afrique décolonisée. Editions LaDécouverte. París: 2010.

12 Achille Mbembe, «Afropolitanism», en el número 66 de Africultures, 1º semestre2006, publicado previamente online en diciembre de 2005. Última consulta: 20/04/2011.En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=4248&texte_recher-che=4248 [Traducción de la autora].

13 Achille Mbembe, «Afropolitanism», en el número 66 de Africultures, 1º semestre2006, publicado previamente online en diciembre de 2005. Última consulta: 20/04/2011.En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=4248&texte_recher-che=4248 [Traducción de la autora].

Los dualismos y negaciones anteriores se están actualmente cuestio-nando y analizando por artistas africanos contemporáneos. Una creatividadestética tolerante es capaz de convocar a las potencialidades emergentes entránsito que suponen los creadores africanos allí de donde provengan, inde-pendientemente de donde residan y gracias a su capacidad de adaptación,negociación y cambio. A través de sus obras se reafirma la ciudad como cen-tro neurálgico frente al nativismo de la aldea; el encuentro y el viaje en opo-sición a la autenticidad inmutable de la tradición; y el flujo de personas y deherencias culturales rivalizan con el estático confinamiento de ideas, propues-tas políticas y ayudas económicas ajenas carentes de imaginación. Temáticas,poéticas y estéticas mestizas y bastardas de los creadores africanos contem-poráneos en su tarea de reconfiguración de un imaginario y una nueva so-ciedad civil, en su empeño en la transmisión de un África real y futura, ligadaa personas, espacios y encuentros.

Son los directores de cine contemporáneos los que se encuentran, gra-cias al medio con el que trabajan, en el epicentro de esta misión. Actores ex-cepcionales en la vida cultural y en la creatividad estética y política,determinados cineastas se han consagrado a este encargo, vital en el procesode construcción de un África donde la ética de la tolerancia va de la manode la creación estética.

III. Tomando el relevo a la literatura: el cine como medio y lenguajeutópico

«Éste es el papel que se atribuye el cineasta; despertar las conciencias sin darlecciones. Se trata de recurrir a la moral más que a modelos de conducta, a costa deprivilegiar al individuo frente al colectivo: la responsabilidad es la de cada uno mien-tras que los deberes son los del grupo»14.

En un continente con altísimas tasas de analfabetismo, el reto ante elque se encontraron los primeros directores de cine africano, escritores en susinicios, fue el de dar el paso a servirse del lenguaje y el medio cinematográ-ficos frente al literario. La constatación de la imposibilidad de hacer llegar sumensaje e historias a una masa sin preparación ni recursos les llevaría a con-siderar el medio cinematográfico como idóneo hacer escuchar su voz a unaaudiencia mayor. Tras siglos de explotación, negación y aculturación de losafricanos por parte de Occidente, los cineastas se convirtieron en los griotsmodernos de sus pueblos, culturas y tradiciones, encargados de salvaguardaresta triple tarea que viene caracterizándolos desde su origen épico en la epo-peya fundacional de la cultura Mandika: preservar la tradición, honrar el pre-

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14 Oliver Barlet, «France, je t’aime; France, je te hais: les cinémas d’Afrique Dans letrouble de la coopération». En VVAA, Indépendances africaines: chroniques d’une relation. Afri-cultures nº83, L’Harmattan. París: junio 2010. P. 60.

sente y velar por el futuro. Desde diferentes disciplinas y afirmado por losreconocidos pioneros Ousmane Sembene y Djibril Diop Mambety, el artistaafricano contemporáneo se convierte en un «griot moderno», que adopta ca-maleónicamente y a su mejor conveniencia alguna de las múltiples funcionesdel griot tradicional15.

En esta línea se encuentra Jean-Marie Teno (Chad, 1954), uno de losdocumentalistas más importantes en la actualidad, cuando habla de la labordel director africano como griot, ligándolo a diversas tradiciones narrativasoriginarias de las que el griot era su protagonista y difusor, situándose a la vezen relación directa con los fundadores apuntados16.

Se trata, pues, de servirse de la privilegiada voz de los directores decine a través de obras y práctica diaria, para ofrecer una imagen diferente yopuesta a la del discurso generalista, caritativo, miserabilista o apocalípticoque inunda los medios. Tras sufrir un continuado silenciamiento y acultura-ción, ha llegado el momento en el que desde África se ofrezcan posibilidadespara el presente y el futuro, porque, como apunta Myriam Montrat: «La visiónde África en la mente estadounidense está formada por las películas, la mú-sica, el arte, el entretenimiento y las noticias de los medios de comunicación… [pero] no sólo éstos tienen la misión de informar. En lo que atañe a África,los medios de comunicación fracasan en la misión»17. Si queremos acceder auna imagen real de África que se oponga a la malograda empresa de los me-dios generalistas, hemos de recurrir a los directores de cine, acompañados

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15 Pueden ser denominados bardos, historiadores, músicos, narradores de genealogías,músicos, cantantes y coreógrafos, mediadores, negociadores… La capacidad de adaptacióndel concepto de griot a la teoría es enorme y su éxito imperecedero. Sin embargo, si una cua-lidad es reseñable por encima de otras para este estudio es el de ser los portadores de la pa-labra y transmisores de una historia que dibuja un futuro posible y utópico en su esperanzade progreso. Una ctualización matizada sería el concepto de «griauteurs» que mantiene DavidMurphy y Patrick William en su libro: Postcolonial African Cinema. Ten directors. ManchesterUniversity Press. Manchester y Nueva York: 2007.

16 En una entrevista con motivo de Lieux Saints en el AFF, en Nueva York en 2009,cita las declaraciones de ambos directores: «Sembene : «Le cinéaste africain est comme legriot, qui ressemble au troubadour du Moyen Âge, un homme de savoir et de bon sens quiest l’historien, le raconteur, la mémoire vivante et la conscience de son peuple». Et ces motsde Mambéty : «Griot est le mot qui convient à ce que je fais, et aux rôles que le cinéastejoue dans la société. Plus qu’un conteur, le griot est un messager de son temps, un visionnaireet le créateur du futur». «Entrevista de Christine Sitchet con Jean-Marie Teno, a propósitode Lieux Saints. «On risque d’avoir une génération de jeunes qui vont grandir san savoir vude Films africains. Africultures, Nueva York, 2009. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://www.africultures.com/php/?nav=article&no=8968 [Traducción de la autora].

17 Myriam Montrat, From the Heart of an African (1988). Citado en el prefacio deAya, Marguerite Abouet y Clement Oubrier. Helge Dascher, tr. Montreal. Drawn & Quar-terly (Farrar, Straus & Giroux, distr.). Montreal: 2007.

por historiadores y críticos. Su labor resulta incuestionable en el seguimientode aquellos cineastas al rellenar vacíos, construir estructuras, recuperar y ex-plicar historias desconocidas y ofrecer así el complemento necesario a susmiradas, ampliándolas y contextualizándolas convenientemente para un pú-blico ignorante de su desconocimiento. Como medio poderosos que son, losfilmes «pueden tener un papel único en familiarizar a los occidentales conÁfrica, en entender el continente y a su gente, y en comprometerse con lasexperiencias africanas»18. Las películas, oportunamente situadas en un espacioy un tiempo históricos reales, se nos ofrecen en su complejidad como lasfuentes historiográficas privilegiadas que son desde el nacimiento del mediocinematográfico hace más de un siglo ya.

Si bien desde otras latitudes el cine se ha visto relegado a mero entre-tenimiento, la conciencia de la necesidad de cambio y progreso en sus paísesde origen, obliga a la mayoría de los cineastas africanos a adoptar una posturade compromiso con su gente y con el contexto histórico en el que viven.Nos encontramos ante un cine de intereses político-sociales, en su objetivode cambio y apertura, de visibilización y denuncia, de posicionamiento ylucha pero también profundamente autoral. Resulta ineludible afirmar unconcepto de autor apartado del de la «Politique des auteurs» de la NouvelleVague que fue acuñado por los crítico-directores de la revista parisina Cahiers,artífices de una versión del cineasta-genio, en el que primaba su subjetividadpor encima de todo. Siguiendo a Olivier Barlet19, los directores de cine afri-cano siempre han privilegiado una faceta documental frente a la individual-subjetiva y egocéntrica occidental. Acercarse a éstos y a sus obras empleandodualismos de estirpe cartesiana es erróneo. Al tratarse de cineastas inmersosen un proceso de legitimación de una identidad, de una historia, de una cul-tura y de una realidad silenciada constantemente, sus voces se alzan para dara conocer la autenticidad de su realidad. Si, tal y como veremos, a esta tarease han encomendado desde los inicios de este cine sus protagonistas másdestacados, en la actualidad las estrategias de los «autores» contemporáneoses menos didáctica y panfletaria y más abierta, indirecta y respetuosa con lapropia capacidad de análisis y evocación del espectador, dotado ya de la po-sibilidad de recurrir a unas fuentes cinematográficas notables con más de unsiglo de antigüedad. El documentalista Jean-Marie Teno (Camerún, 1954), elúltimo africano premiado en Cannes Mahamat-Saleh Haroun (Chad, 1961),el internacional Abderrahmane Sissko (Mauritania, 1961) y tantos otros, sehan embarcado en una tarea de dar a conocer la voz propia, enriquecida y

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18 Josef Gugler, «Fiction, Fact, and the Critic’s Responsability». En Focus on African Film.Françoise Pfaff (ed.), Indiana University Press. Bloomington e Indianápolis: 2004. P. 69.

19 Oliver Barlet, «France, je t’aime; France, je te hais: les cinémas d’Afrique Dans letrouble de la coopération». En VVAA, Indépendances africaines: chroniques d’une relation. Afri-cultures nº83, L’Harmattan. París: junio 2010. Pp. 59-60.

cuestionada por las duras realidades de las que forman parte. Tal y comoafirma Teno al hablar de la tradición documental africana y su película LieuxSaints20, el cineasta debe de mantenerse independiente de los medios de fi-nanciación, hacer películas que hablen sobre y para sus comunidades, y ser-virse de las nuevas tecnologías a fin de ampliar su alcance a un públicotransnacional. Obligado es conversar sobre el pasado, sobre la historia, sobrela necesidad de conocer a los predecesores para entender el presente. Comotestigos privilegiados, estos directores se convierten en transmisores de supropia historia. Es ilustrativa la siguiente declaración de Moustapha Alassane(Níger, 1942), realizador caracterizado por su constancia en la renovación einvestigación estética y formal del lenguaje cinematográfico, aspectos a losque se une el ser portador de un fuerte compromiso político-social visibleen sus obras:

«Para mí, el cine puede y debe servir para modificar la mentalidad de la masa.Cada uno de mis filmes toca la política, aunque sólo sea porque suscita un interés cer-cano a la masa y es susceptible de hacerla tomar conciencia de su cultura. Pienso que,por el momento, el cine no ha demostrado suficientemente al mundo que África tieneuna cultura propia. Debe poder despertar las conciencias del espectador sobre losproblemas específicamente africanos y guiar a África en la dirección más viable»21.

Es ésta es una declaración, entre tantas otras que pueblan ya la litera-tura y la crítica del cine africano, a favor del cine como medio de cambio so-cial y promoción de la imagen real de África fuera de sus fronteras, sinclientelismos, independiente y orgullosa. El cine se relaciona directamentecon la masa y sitúa al espectador como agente activo de la historia guiadopor los creadores cinematográficos, liberados ya de las ansias didácticas desus predecesores.

Los directores cinematográficos contemporáneos, diseminados, viaje-ros, diaspóricos y endogámicos, son testigos privilegiados de la realidad afri-cana por su emplazamiento a caballo entre dos mundos. Si algo caracterizaa la historia cultural del continente es que «no se comprende sin el paradigmacultural de la itinerancia, de la movilidad y del desplazamiento»22. El recursode directores de recurrir al topos del viaje (a Occidente o a otros países del

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20 Jean-Marie Teno, «Writing on Walls Documentary, the future of African cinema?», en Africultures,Marzo 2010. Última consulta: 20/04/2011. En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=ar-ticle&no=10003

21 Declaración recogida en la Biografía de Moustapha Alassane por Olivier Barlet en Afri-cultures. Última consulta: 20/04/2011. En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=per-sonne&no=3565 [Traducción de la autora].

22 Achille Mbembe, «Afropolitanism», en el número 66 de Africultures, 1º semestre2006, publicado previamente online en diciembre de 2005. Última consulta: 20/04/2011.En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=4248&texte_recher-che=4248 [Traducción de la autora].

continente) resulta una actualización de este paradigma en el cine. El viajeserá, por tanto, el concepto central que guiará mi análisis en su capacidad dedescubrir fructíferas vías de reflexión. Los contemporáneos africanos en ladiáspora son receptores de una narrativa común a intelectuales y compatrio-tas donde la travesía a Occidente con su retorno son temas centrales, ademásde ser depositaria de una mitología de lugares comunes. Estos artistas reeva-lúan el encuentro a través del acto de transitar espacios diversos ofreciendorespuestas múltiples y críticas a los discursos de la negritud, el pan-africa-nismo o el neocolonialismo; teorías que han jalonado la reflexión sobreÁfrica hasta la actualidad. El viaje funciona, por tanto, como catalizador deun obligado cuestionamiento de valores, experiencias y actitudes causadospor el choque con Occidente, la necesidad de emigrar o el encuentro conotras culturas en el continente por motivaciones diversas (guerras, cambioclimático, reagrupación familiar…). El topos de la odisea transoceánica o con-tinental, compartida por tantísimos africanos residentes o no en el extranjeroha sido instaurado, mantenido y también discutido por las narrativas indivi-duales de artífices de variados ámbitos, sirviendo como engranaje analíticocentral de la situación africana para escritores, músicos, cineastas, historia-dores, teóricos de la cultura… desde que comenzase la formulación del dis-curso anticolonial un siglo atrás. Se trata de analizar, a través de las películasy sus autores (de sus textos y protagonistas) esa manera peculiar y diferentede «ser mundo, de habitar en el mundo», como dice Mbembe23. El papel de losdirectores de cine en este discurso colectivo ha resultado crucial en todo elsiglo XX hasta la actualidad. Centrándome en determinados autores y obrascomo fuentes principales y tomando el concepto del viaje como eje organi-zador, es posible trazar un mapa de la evolución de las narrativas utópicasdesde los primeros momentos de las independencias hasta llegar a nuestrosdías. Los guías en este recorrido serán un grupo de directores comprometi-dos, autores de películas que analizan y proponen, tanto en lo ético como enlo estético, unos discursos de posibilidad ligados a la utopía y con una basehistórica real y crítica. De este modo, autores y narrativas se enmarcan obje-tivamente y en plano de igualdad con el resto de actores, dentro del movi-miento globalizador contemporáneo afirmándose como sujetos pensantes yno como objetos del discurso. Concluiremos cómo han ido a veces a la parde los planteamientos ideológico-filosóficos, en otras ocasiones adelantán-dose a ellos o proponiendo nuevos paradigmas, hasta nuestros días, momentoen el que un nuevo cine independiente económica, industrial, simbólica ycreativamente se está estableciendo gracias a las nuevas tecnologías y a unacomprensión de las necesidades reales de un público en aumento con acceso

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23 Ibid, continúa: «tout cela s’est toujours effectué sous le signe sinon du métissageculturel, du moins de l’imbrication des mondes, dans une lente et parfois incohérente danseavec des signes que nous n’avons guère eu le loisir de choisir librement, mais que nous som-mes parvenus, tant bien que mal, à domestiquer et à mettre à notre service».

a teléfonos móviles e Internet. En esta línea, el pensador ineludible de cineafricano Manthia Diawara y Lydie Diakhaté, afirman:

«Los cines africanos contemporáneos asumen actualmente el papel que la li-teratura africana tenía en los años sesenta. Hoy están emergiendo en África nuevosposicionamientos críticos y nuevos lenguajes cinematográficos, muchas veces encompetición o incluso en conflicto unos con otros, cuya visibilidad ha sido puestaen duda por la visión monolítica y políticamente correcta de la definición de cineafricano vehiculada por las casas de cultura y por los festivales de Occidente. Lo quees fascinante en este nuevo cine de África es la capacidad de sus cineastas de dar voza los africanos, de manera que son capaces de comunicar sus mensajes más allá desus fronteras y con públicos de otras esferas»24.

Apartándose de la servidumbre impuesta por el neocolonialismo y dela que Francia con sus excolonias es todavía buen ejemplo a través de políticasde cooperación, coproducción y de instituciones potentes como los Festiva-les, Nigeria (Nollywood) y Ghana con su sorprendente producción de vídeoo la pujante y original cinematografía genérica de Sudáfrica, resultan expo-nentes de un cine hecho desde, por y para la audiencia del continente. ElÁfrica resultante de este proyecto histórico y artístico es dinámica y vital,fruto de una historia humana, política y económica y se enfrenta valiente alos desafíos y posibilidades de retos futuros.

IV. Viajando en secuencias: la necesidad de una utopía en tránsito

La aparición del cine africano como tal (realizado desde África por ypara africanos) se desarrolla a la par que las recién creadas naciones. Los es-pecialistas aceptaban como obra inaugural de esta cinematografía el corto de1963 Borom Sarret del senegalés «padre del cine africano» Osumane Sembene;un retrato de la sociedad post-colonial de Dakar a través del viaje de un ca-rretero desde su barrio periférico al centro aristocrático de la capital, excusapara mostrar las contradicciones, diferencias y problemas de aquella África.En la actualidad se está revisando una historia de fechas simbólicas, aunqueel valor de Sembene es incuestionable. A este iniciático descenso a los infier-nos de la desigualdad social le seguirá, apenas tres años después, el conside-rado primer largo de ficción del África subsahariana La noir de…; la historiade una mujer africana que va a Francia a trabajar para la pareja francesa quela contrata en Dakar. Pronto verá la cara más dura de la emigración y expe-rimentará el racismo, el aislamiento y la dificultad de entendimiento entreOccidente y África en su propia carne, suicidándose al final de la cinta. Estaadaptación de un relato homónimo del propio autor, se encarga de dar el

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24 Manthia Diawara y Lydie Diakhaté; «Um arquipélago crioulo: Novos Cinemas deÁfrica». En BUALA, revista contemporânea africana (Trilíngüe: Pt/En/Fr). Última con-sulta: 20/04/2011. En http://www.buala.org/pt/afroscreen/um-arquipelago-crioulo-novos-cinemas-de-africa [Traducción de la autora].

verdadero pistoletazo de salida a una historia conjunta que irá creándoseentre los cineastas africanos y el sueño de construcción de un África postco-lonial y crítica, que quiere desembarazarse de su conexión con Occidente ycon los directores como destacados voceros de tal realidad. No en vano Sem-bene, como tantos otros después, sintió la obligación de dar el salto de la es-critura al cine para lograr una mayor difusión de sus mensajes,posicionándose en su tarea de artista responsable en la construcción de losnuevos estados y la educación de su gente25.

Durante estos primeros años tras la oleada de independencias, el cinefue de la mano de los procesos de construcción nacional26, proponiendo unaimagen utópica de las posibilidades futuras ligadas a una herencia cultural ehistórica propia. Temas como la injusticia social, la corrupción o la opresiónretratados con un toque social-realista caracterizaron estas películas de losaños 60, configurando una «escuela sembeniana» que sigue dando sus frutoshoy en día. Al final de la década y en la siguiente, comenzaron a darse nuevosestilos y tendencias, entre ellos la experimentalidad abiertamente política deMed Hondo (Mauritania, 1936), el surrealismo rupturista de Djibril DiopMambety (Senegal 1945-1998), el retrato de tradiciones y culturas pre-colo-niales o, en fin, el recurso al humor y la sátira como herramienta estilística ydiscursiva (Cheick Oumar Sissoko –Mali, 1945-, Adama Drabo –Mali, 1948-2009-, Fanta Regina Nacro –Burkina Fasso, 1963-…). A partir de los 80 ladiversificación va en aumento, «sirviendo las películas para interrogarse sobreel pasado de África, de manera que éste informe y haga reflexionar sobre elpresente y el futuro».27 Estamos ante un presente y un futuro africanos sin-gularizados a través de la mezcla de tradiciones culturales diversas con elmedio cinematográfico y que dará lugar a un conjunto de películas denomi-nadas de «regreso a las fuentes», en la línea de visibilización o rescate de unpasado silenciado, pero ahora con una aproximación menos didáctica y másalegórica, ofreciendo análisis más complejos de las cambiantes realidades afri-canas. Si es posible encontrar una característica en años 90 es la imposibilidadde marcar como preponderantes determinadas tendencias, estilos o temáticas.El África contemporánea es urbana, veloz, híbrida y bastarda; un magma de

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25 Esta responsabilidad del artista aparecía claramente definida en los Acuerdos deArgel y Niamey en 1975 y 1982, respectivamente. Similares afirmaciones son propias deotros movimientos fílmico-sociales como el Cinema Novo de Brasil contemporáneo, el pre-vio neo-realismo italiano o el realismo social de la URSS, que claramente influenciaron aestos pioneros africanos.

26 También la música, presente en festivales, encuentros y celebraciones de toda ín-dole y compañera insaciable de mítines políticos, hasta el punto de que muchos cantantes ymúsicos ocuparían las filas de los partidos del gobierno.

27 Melissa Thackway, África Shoots Back. Alternative Perspectives in Sub-Saharan FrancophoneAfrican Film. Indiana University Press., James Currey y David Philip. Bloomington, Oxfordy Ciudad del Cabo: 2003. P. 10. [Traducción de la autora].

identidades, tradiciones, culturas, influencias endógenas y exógenas; un es-pacio de encuentros e hibridaciones. Como dirá uno de sus más originales ycríticos exponentes, el director camerunés Jean-Pierre Bekolo (1966): «Laidea de compararme con otros directores africanos es inapropiada. Si dos ci-neastas provienen del mismo continente, ¿significa esto que sus películas tie-nen que ser parecidas? Nadie debería sorprenderse de que son diferentes»28.En efecto, la nomádica e itinerante África está compuesta de una miríada devoces, ideas, realidades y producciones fílmicas, por lo que no interesa ocu-parse de temáticas, géneros o tendencias dominantes. Las tradicionales cla-sificaciones de teoría y crítica favorecían un determinado consumo occidentalde connaisseurs y facilitaban la asimilación de las obras, pero resultan reducto-ras, limitadoras e inapropiadas para el rico mosaico que es la producción ci-nematográfica africana actual. Las películas contemporáneas son obrasmestizas, amalgama de tendencias, identidades y poéticas, superposición deexperiencias y realidades; producciones híbridas fruto de una inmersión enla endogamia; sugerentes e indescriptibles bastardos culturales… Se muestraimproductivo, por tanto, realizar un análisis exhaustivo de autores y obras,aunque el topos recurrente del viaje resuena por su utilidad para apuntar ten-dencias, opciones y posibilidades.

A raíz de las celebraciones de los 50 años de independencias que sevienen produciendo desde el año 2010, el cine se sitúa en el centro de unpalpitante proceso crítico de lectura y reflexión de intelectuales y artistas afri-canos acerca de las cinco décadas pasadas. El simbolismo de la fecha invitaal análisis ponderado sobre el proceso posterior al colonialismo, en el quelas actuaciones propias relevan a las actitudes de oposición crítica sobre laconflictiva posición de las antiguas metrópolis europeas con respecto a susexcolonias. Sólo así es posible enfrentarse al reto de un presente y un futurocambiantes. Comenta la periodista y cineasta egipcia Jihan El Tahri sobre suúltimo trabajo hasta la fecha Behind the Rainbow (2008), documental con elque, a través de las historias del presidente de Sudáfrica y el vicepresidente(Jacob zuma y Thabo Mbeki) «trato de mirar/observar las ideas, los princi-pios y los sueños de los movimientos de liberación y qué es lo que pasacuando se transforman en el partido de poder. Aunque se desarrolla sobretodo en Sudáfrica, en realidad es una historia que concierne a todos los con-tinentes porque, todos los países del continente han pasado por ese momentode transformación, de soñar la liberación hasta llegar a nuestros días»29. A

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28 Entrevista a Jean-Pierre Bekolo. En Through African Eyes. Dialogues with the Directors.VVAA. African Film Festival. Nueva York: 2003. P. 82.

29 Entrevista a Jihan El Tahri por la Radio Nacional de Guinea Ecuatorial durantesu participación en el Foro «Independencias. Utopía y realidad», con motivo del II FCAT-Guinea Ecuatorial ; 11/02/2011. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://vimeo.com/19968507 [Traducción de la autora].

este ejercicio de autoanálisis crítico le precedió Cuba, una odisea africana (2007),cuyo tema principal era la recuperación de una historia común afro-americanaen el proceso de lucha por las independencias, hasta ahora silenciada por eldiscurso occidental. Otro aspecto determinante, efecto de una población afri-cana en continuo tránsito, es la construcción de la identidad africana desdela diáspora. Este reflejo constante e ineludible de ida y vuelta lo encontramostambién, desde otra perspectiva, en las películas del cineasta etíope, residenteen los EEUU, Haile Gerima. En todas sus obras y, en especial, en Sankofa(1993), el pasado esclavista hace las cuentas con el presente diaspórico e im-perialista, en una negociación de límites e identidades perpetua. El viaje, laesperanza del cambio y la decepción del regreso, es la línea argumental se-guida en la epopeya de la historia de Etiopía a lo largo del siglo pasado quees Teza (2009), filme de una fuerza e intensidad arrolladoras.

No sólo a través de formatos establecidos como el documental y laficción los cineastas contemporáneos se encargan de la reevaluación críticade sus propias actuaciones e historias post-independencia, analizando conlucidez espacios hasta ahora no explorados. Están aflorando con vigor gé-neros mal llamados «menores», entre ellos: los melodramas con su enormecapacidad de llegar al gran público al retratar la vida urbana diaria, con susconflictos de religión, sexo, paro, corrupción… y, en especial, en la produc-ción de vídeo nigeriana; la ciencia ficción en pleno con el corto Pumzi (2009)de la keniata Wanuri Kahui y su mensaje de alerta sobre la posibilidad de unadistopía futurista ecológica, o el uso radical y renovador del género que resultael inclasificable largometraje de Jean-Pierre Bekolo Les Saignantes (2005); lacolaboración mestiza entre cómic, telenovelas y música popular ha llevado aproducir el soberbio experimento que es el largo de animación AYA, basadoen la novela gráfica homónima de la escritora de Costa de Marfil MargueriteAbouet y Clement Oubrier, parte de una corriente de afirmación de una iden-tidad africana en tránsito que encontramos asimismo en el cómic Malamine,un africain à Paris, del tándem camerunés Christophe N. Edimo y Simon-PierreMbumbo, y a los que hay que añadir el gabonés Pahé y sus viñetas de aguzadacrítica político-social.

En estas obras contemporáneas difíciles de clasificar en lo formal (do-cuficción, ficción documental, ensayo fílmico, diario filmado…), ejemplosde un rico mestizaje de temas y poéticas y resultado de una colaboración ba-sada en el encuentro y la negociación, las mujeres están adquiriendo granprotagonismo. Estas propuestas se están pudiendo realizar sin duda animadaspor el impresionante fenómeno cinematográfico autosuficiente e indígenaque es, desde hace una década, la industria del vídeo en Nigeria o «Nolly-wood»; término acuñado en 2002 por el periodista del New York Times MattSteinglass en clara referencia a los dos únicas industrias mundiales cinema-tográficas mayores que aquella: Hollywood y Bollywood. Resultado de diver-

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sos factores en colisión, esta industria produce más de 1000 películas anual-mente rodadas en diversas lenguas nativas, convirtiéndose en un espacio dedebate de los problemas corrientes de un público que ya ha trascendido lasfronteras nacionales, rodadas gracias a las nuevas tecnologías, creadoras deun Star System local que marca los ritmos de la moda de la población urbanay que, como colofón, ha permitido instaurar desde 2005 el African MovieAcademy Award, los «oscars africanos», promovidos por la gran productoranigeriana Peace Anyiam-Osigwe30.

Dentro de este maremoto que es el cine contemporáneo africano:¿dónde ha quedado y qué función tiene el movimiento autoral, hasta hacenada el único visible desde/para Occidente y sus críticos? Sin duda, autoresde la talla de Jean-Marie Teno, Mahamat Saleh-Haroun y AbderrahameneSissako, entre otros, tienen un espacio en nuestro mundo globalizado parasituar unas propuestas graves y necesarias, complicadas todas ellas de clasi-ficar formal y temáticamente, y experimentales dentro de su respetuosa com-prensión de los seres humanos individuales de África, sus problemas, suhistoria y sus anhelos. El mediometraje de Sissako Rostov-Luanda (1997), pe-regrinación autobiográfica del director en búsqueda de su amigo de juventudangolano, lo lleva de su ciudad natal en Mauritania a Berlín, (re)conociendoen el camino personas, espacios y tiempos de una Angola que ha sufrido unacruenta guerra civil de más de una década desde su independencia y, al mismotiempo, obligando al cineasta y a sus compañeros a preguntarse sobre lossueños truncados de la historia postcolonial. Viajes de discernimiento y tomade conciencia a través de un flujo de espacios de la memoria y el presenteson asimismo las obras que seguirán: al pueblo paterno en La vie sur Terre(1998), al hogar materno en Heremakono (2023) y a la terrible realidad africanaque hace cuentas con Occidente desde un patio urbano en Bamako (2006).El encuentro desde la posición privilegiada de testigo y vocero del cineastase da en todos los documentales de Jean-Marie Teno, desde sus primerasproducciones en los 80 hasta el reciente Lieux Saints (2009), película dondese duplica su voz en el propietario de un cineclub en Burkina Faso, idealistaempeñado en proyectar películas nacionales en lucha con los musicales indios.Finalmente y dejándome a tantos por el camino, merece la pena detenerseen el filme de Haroun, Premio Especial del Jurado en Cannes’2010, Un hommequi crie. No estamos ante héroes ni figuras a imitar, simplemente ante un padrey un hijo con dilemas personales, acaso una metáfora carnal de la historia delcontinente hecha de luchas, desgarros e historias profundamente humanas…Esta obra resulta paradigmática del cambio producido desde el pistoletazode salida del cine africano; ya no se trata de afirmar la identidad del cineasta,

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30 Para una aproximación detallada a la realidad de Nollywood en castellano, acudiral artículo de Fernando González García «Nollywood Boulevard». En Cahiers du Cinema Es-paña. Nº 28, noviembre 2009. Pp. 48-50.

recuperar unas voces oprimidas y educar a una audiencia analfabeta, sino dedejar espacio y espacio al espectador, capaz de navegar entre un sinfín demensajes que le llegan desde el terminal de Internet, la televisión o su telé-fono móvil. Ha llegado el momento, como dice Olivier Barlet, de «despertarconciencias, pero no de dar lecciones». Junto a otros actores sociales y sir-viéndose del lenguaje cinematográfico, ésta es la labor que le quedará siemprereservada al cineasta…

V. A modo de epílogo y recopilación

Siguiendo a Achille Mbembe, la tarea pendiente para los africanos dehoy en día es la de crear una metáfora viva idónea para transmitir una nuevademocracia, válida y autónoma para el África del presente. Habiendo que-dado relegada Europa a ser un museo en el futuro, sólo cabrá recurrir a éstacomo lugar de visita pero no de residencia, espacio frente al que el nuevoimaginario de poder se ha de establecer oponiéndose al actual en la políticaafricana, heredero del colonialismo y basado en la guerra civil y la brujería.Los bidonvilles («musseques» en Angola…), centros de enfrentamiento social,espacios donde la lucha de clases, etnias, razas, credos religiosos y creenciassupersticiosas, muestran síntomas de la reconfiguración social en marcha yhacen visibles las luchas informales e improvisadas impidiendo la posibilidadde alianzas. La debilidad de estas posiciones es conocida, siendo necesarioun cambio a través, en gran parte, de los artistas e intelectuales, que ayudarána crear una nueva sociedad civil e imaginar un futuro.

Desde las películas, los directores y directoras contemporáneos aboganpor ese «afropolitanismo» de Mbembe, que él entiende como:

«La consciencia de esta imbricación entre el aquí y el allá, la presencia delallá en el aquí y viceversa; esta relativización de raíces y de pertenencias primarias yesta manera de abrazar, con todo conocimiento de causa, lo extraño, lo extranjero ylo lejano; esta capacidad de reconocer el rostro propio en la cara del extranjero y devalorar los rastros de lo lejano en lo próximo; de domesticar lo no familiar, de trabajarcon aquello que tiene toda la apariencia de lo opuesto; ésta es la sensibilidad cultural,histórica y estética a la que alude el término «afropolitanismo»31.

Cada uno con un estilo y poética propia, se embarca en el objetivo deacabar con un pasado inmovilizador y carente de propuestas para así, a travésde la cultura y el arte resultantes del ajuste de cuentas con el presente y el fu-turo inminente, construir una nueva África y ver realizada la utopía…

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31 Achille Mbembe, «Afropolitanism», en el número 66 de Africultures, 1º semestre2006, publicado previamente online en diciembre de 2005. Última consulta: 20/04/2011.En http://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=4248&texte_recher-che=4248

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Entrevista a Jihan EL TAHRI por la Radio Nacional de Guinea Ecuatorialen el Foro «Independencias. Utopía y realidad», II FCAT-Guinea Ecua-torial, 11/02/2011. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://vimeo.com/19968507

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Achille MBEMBE, «Por un entierro simbólico del colonialismo Imaginarioy espacio público en África»..En Africaneando, revista de actualidad y expe-riencias. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://www.oozebap.org/text/colonialismo_mbembe.htm

Entrevista de Christine Sitchet con Jean-Marie TENO, a propósito de LieuxSaints. «On risque d’avoir une génération de jeunes qui vont grandirsan savoir vu de Films africains. Africultures, NY, 2009. Última consulta:20/04/2011. Enhttp://www.africultures.com/php/?nav=article&no=8968

«Writing on Walls Documentary, the future of African cinema?», Jean-MarieTENO, en Africultures, Marzo 2010. Última consulta: 20/04/2011. Enhttp://www.africultures.com/php/index.php?nav=article&no=10003

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«La leçon de Cinéma d´Abderrahmane Sissako». Declaraciones de Abderrah-mane SISSAKO a Olivier Barlet, Ouagadougou, febrero de 2003. EnAfricultures. Última consulta: 20/04/2011. En http://www.africultu-res.com/php/index.php?nav=article&no=2796

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HISTORIADORES AL RESCATE

Dra. Mercedes RosúaEscritora. Madrid

www.elrincondecasandra.es

Si no fuera por el desastre, educativo y mucho más, que ha marcadolas últimas décadas y de no ser por las bajas en forma de generaciones roba-das de su herencia cultural, de ignorantes, de dependientes profundos creadosa efectos de coreografía y voto, de aspirantes, frustrados, a la independencialaboral y económica, de víctimas físicas y no físicas utilizadas para, subido aellas, tocar poder, de no ser por esto, cumpliría felicitar a cuantos investiga-dores se sientan a la mesa de trabajo, cara al futuro, con los materiales delpresente y del pasado sobre ella.

Porque éste es tiempo de historiadores, que, como el biólogo que des-cubre especies nuevas, tienen ante sí fenómenos que no por formados, comoel universo, con materias antiguas dejan de ser una excitante novedad. Lesesperan batallas difíciles y peligrosas dada la trama de intereses que se nutredel ocultamiento de los hechos, pero es lucha necesaria. Los aplazamientos,como el miedo, se han ido agotando; los sucedáneos y rodeos tienen sabora marchito y a cansino; el ataque a la prolífica especie parásita que vive en elecosistema de los tópicos ofrece pocas recompensas y muchos riesgos.

Pero es la lucha por la verdad y la libertad.

I. La visión de lo obvio

Los historiadores se enfrentan, aquí y ahora, a un enemigo que no pue-den percibir como tal porque la mayoría viven inmersos en el espacio comu-nicativo en buena parte por él determinado y carecen de vivencias que lespermitan la comparación cronológica. Son espectadores de un durable yvasto rapto de cuantos valores y sectores enriquecen, en todos los sentidos,a un país; asisten al expolio y empobrecimiento acelerados de la sociedad enla que viven y tienen asumido, por la fuerza de las reiteraciones, que tribali-zación equivale a democracia. Incluso podría subyacer, en el inconsciente

formado por capas de mensajes efímeros, una neoutopía de redes de socia-lismos comunitarios, con todas las bondades y ninguno de los males de lossistemas conocidos. En la práctica, ésta se plasma en el establecimiento du-rable de redes parásitas sostenidas por la demagogia asamblearia al compásdel dominio de gran número de los medios de comunicación.

Pero tanto los historiadores como buena parte de la opinión públicason incapaces de reaccionar, denunciar y ni siquiera de percibir y de dar unnombre al enemigo porque están maniatados por el chantaje verbal y mediá-tico. El enemigo son las clientelas de la Utopía, fenómeno de connotacionesantiguas pero novísimo en sí y digno de estudio por lo original, nocivo y porel silencio que lo recubre.

II. El rescate del verbo

Y no se trata del divino (aunque está cerca en la medida en que el des-pegue de la pura animalidad pasa por la rampa del lenguaje). Izquierdas, dere-chas, progresistas, reaccionarios, fascistas, proletarios, patronos, obreros, Caín, Abel, lasdos Españas, capitalistas, trabajadores, revolucionarios, burgueses, pueblo, patronos, so-cialistas, liberales, elitistas, demócratas, pacifistas, violentos, imperialistas, tolerantes: Muymás allá de su puntual referencia sociológica, todos estos vocablos son ele-mentos con los que se ha edificado, y mantiene, una cárcel verbal cuyo presomás antiguo es sin duda el pensamiento, pero que nada tiene, en la práctica,de abstracta y metafísica. Por el contrario, sirve eficazmente a los interesesde un sector concreto, ruinoso, improductivo y fruto, como la especie nuevaque es, de la época. Tales términos, solidificados y en apariencia legitimadospor la reiteración y la asociación a referentes-icono presentados como posi-tivos al efecto, se utilizan en dualidades igualmente falsas que fuerzan a laadopción de una visión maniquea de la realidad y que se cargan de un enormepoder de identificación tribal y sociológica.

amén de que las dualidades pertenecen al mundo de la acción en cadacaso, se ha creado, a efectos de posterior uso, una división malos/buenosque iría, a efecto retroactivo, hasta el alba de los tiempos, tomaría cuerpodoctrinal en el XIX, con anteriores referencias a la distribución parlamentariadurante la revolución Francesa, y asentaría in perpétuum la necesidad de ads-cripción dual con la Lucha de clases, de manera que los hechos e individuosen sí, la responsabilidad de cada uno de éstos en cada acción concreta, des-aparecerían del reino de la conciencia, se hurtarían al análisis y juicios devalor, para integrarse en primer lugar en un colectivo del que recibirían elmarchamo de aceptable o no aceptable. Es decir, la censura previa configu-raría el pensamiento, la expresión verbal de éste, los mensajes multiplicadospor cuantos medios de comunicación existen en la vida social e incluso en lasoledad del despacho del investigador, que se siente forzado a pagar peaje al

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dios bueno de la dualidad maniquea para hacerse oír, publicar sus libros, darclase o encontrar un empleo.

La dualidad izquierdas/derechas es, junto con progresista/reaccionario, pro-bablemente el arma más falaz, la trampa más usada y el recurso de facilidadmás socorrido de cuantos permiten encarcelar al pensamiento, raptar al legí-timo sujeto ético e impedir el análisis de las realidades. Hasta tal punto queaquéllos que, con no poco valor y mérito, han denunciado al clan que vivede esos términos han recurrido sin embargo a su utilización para identificarsea sí mismos, de manera que a la Izquierda correspondería como elemento an-tagónico la Derecha, en un mundo bipolar que es precisamente el que resultaimprescindible combatir.

Porque sólo deberían emplearse estos términos en contextos históricosy coyunturales precisos, en citas concretas y por exigencias de su valor expli-cativo sociológico. de lo contrario se perpetúa el rapto espurio del lenguajey, por simple recurso de facilidad, se bloquean los debidos análisis y descrip-ciones y las muy reales responsabilidades de los individuos.

Medida inicial y profiláctica sería vetarse a sí mismo el empleode izquierdas, der echas y descalificar de entrada a cuantos recurren aesta taxonomía como argumento de autoridad y de descalificación deloponente. El tratamiento de desintoxicación sería, al principio, duro por lafuerza del automatismo y por el sentimiento de soledad y carencia que el des-gajamiento del grupo de los Buenos supone. Navegar ajeno, e incluso confranco rechazo, al mapa bipolar reprobable/Encomiable significa hacerlocorriente arriba, trillando y juzgando a cada paso múltiples datos, implicán-dose en juicios personales, aceptando con frecuencia un horizonte ético devalores universales que entra en confrontación con la objetividad que el his-toriador juzga su mejor instrumento de trabajo. El rescate del lenguajeexige, además, la renuncia a las gratificaciones reflejas que brinda la automá-tica inclusión en el clan Positivo.

III. Almenas lejanas

deshacer los interesados entuertos que acompañan al rapto y tergiver-sación de las palabras supone batirse en varios frentes, atacar círculos suce-sivos de castillos cuyos señores participan de los beneficios de la cautividadde las palabras. El estudioso tiene ante sí una labor de zoom que se extiendedesde España hacia Europa, Estados Unidos y luego el resto del mundo, oa la inversa. Siempre habían existido justificaciones políticas, religiosas, ide-ológicas para despojo, robo, asesinato, pero nunca antes se había instaladouna enorme maquinaria dual de alcance temporal y físico ilimitado en la quebastaba con introducir fenómenos y seres para que éstos salieran clasificadosy provistos de etiquetas tan binarias como el código de base de los ordena-

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dores. Paralelamente, tampoco había existido jamás una plaga tan extendidade ceguera voluntaria como la que marca el siglo XX y llega, pese atodas las evidencias, hasta el XXI.

La Era de cegueras Voluntarias se asienta sobre la monopolización delsujeto ético por los términos de socialismo, comunismo, progresismo e izquierdas.El relato histórico y la conciencia popular se impregnan, con la tenacidad dela lluvia fina, en la creencia, con frecuencia inconsciente, de que cuanto ycuantos se reclamen de esos referentes disfrutan de una licencia que envi-diaría el 007. La intención solidaria y la recta filiación les redimen de susfallos. La razón les asiste por principio porque son de los nuestros, a diferenciade las derechas, un conglomerado difuso de capitalistas, burgueses, y dictaduras conribetes de fascismos y nazismos, que pertenecen por siempre y por derecho pro-pio al exclusivo terreno de la maldad.

En este mundo dual del pensamiento totalitario, que persiste y que so-brevive a los sistemas que oficialmente lo practicaron, los hechos desapare-cen, dependen, para salir a la luz de su etiqueta. de ahí la importancia dehistoriadores y de luchadores empeñados en la dura guerra del rescatede las palabras. Yacen todavía en la sombra demasiados millones de vícti-mas, apenas se ha comenzado a levantar la esquina de la alfombra bajo la quese esconden los muertos, represaliados, desaparecidos en el silencio de cam-pos de concentración, exterminios en masa, hambrunas forzadas, cárcelesde dimensiones infinitas ajustadas a cada minuto de la vida cotidiana, ruina,atraso, control, grisura. Es aún una sorpresa para la mayor parte del públicooccidental, un dato prácticamente ausente de los libros de historia: el hechode que el totalitarismo de corte marxista haya sido mucho más letal que elafortunadamente breve y localizado del régimen nazi.

Gozan todavía de más discreción, si cabe, los miniestados totalitarios,en forma de bandas cuyos actos, en sí criminales, crueles, fanáticos y repul-sivos, pasan a ser simplemente violentos y sus proyectos, que en nada envidiana los de Pol Pot, Lenin, Stalin, Hitler o Mao excepto en el formato, se acogenal sagrado del idealismo y la reivindicación, envuelto el conjunto en la lógicade la guerra inmemorial y, con extrema frecuencia, alimentado por las dona-ciones y ventajas del sistema objeto de escarnio.

Y esto es a nivel mundial, aunque una fina línea delimita en el mapaaquellos territorios de países que, sea porque sí han vivido en sus carnes sis-temas totalitarios y ruinosos, sea por la dureza de la supervivencia, se atienena su trabajo y a la memoria nefasta de pasadas experiencias. Sin embargo lasombra del chantaje ideológico dual, de la verbología totalitaria, se hace másespesa según se aproxima el observador a los países desarrollados, porque laimpunidad de la pertenencia a los buenos y la tergiversación de los términospermiten seguir funcionando a pleno rendimiento una multinacional espe-

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cializada en el ordeño de los individuos productores y en la exigencia de re-sarcimiento de un inagotable cúmulo de deudas atrasadas.

de ahí que las tareas de rescate de los historiadores estén lejos delimitarse a la clarificación del pasado. Atañen profundamente al pre-sente y de ellas depende el futuro. Porque la escisión entre realidades ycomportamientos, entre universo comunicativo y dinámica socioeconómica,entre valores universales que osan decir su nombre e iconos al uso es brutal.Y está sirviendo para que se desvíen cada día generosidad, trabajo, fuerza,fondos, iniciativa, arte hacia un sumidero de inutilidad interesada cuya es-tructura no tiene, si la despojamos del ropaje terminológico, otro fin que me-drar sin mérito, enriquecerse mientras hay de qué y luego, al menos,mantenerse a sí misma.

IV. El más cercano de los muros

Todo lo expuesto es infinitamente más cotidiano, manido y tierra a tie-rra de lo que parece. Hasta el punto de que en la familiaridad y costumbrede sus manifestaciones reside una de las grandes armas del totalitarismo co-tidiano, de ese archipiélago orwell multiforme, cambiante y adaptable quesustenta la neolengua y cubre, con significantes vaciados y rellenados segúnexigencias del guión, la mayor parte del espacio perceptivo. Estamos en elreino de los Ministerios de la Paz, el Amor, la Igualdad, el Clima Planetario, lasCulturas Protegidas y las Especies Sagradas. Vivimos una censura, caciquismo yrepentes de ordenancismo cuartelero, un derecho de pernada respecto a laexpresión personal y la vida privada como no soñó ni por asomo la dictadurafranquista. Se viene aceptando con total mansedumbre un rosario de false-dades históricas engarzadas en la más completa ignorancia orgullosa de serlo.Hace muchos lustros que los asesinos son luchadores a lo sumo equivocados,que los robos son transferencias de propiedad, los expolios rescates, los chan-tajes indemnizaciones a cuenta de la interminable guerra poderosos/oprimi-dos, los terroristas héroes, los muertos por tiro o bomba el lamentable saldode un accidente, los atracos impuestos revolucionarios, los caníbales y los la-pidadores de mujeres respetables representantes de culturas seculares, losgorrones exponenciales receptores de los diezmos que la sociedad debe alque concentra su energía en reclamación, queja, apropiación y/o destrozode lo que por sí no ha producido.

El último término empleado, y creado en este mismo instante, exigeglosa: El Gorrón Exponencial es una categoría sociológica de peculiar y actualcuño. La especie del gorrón común siempre ha existido, pero su proliferación yocupación de variados nichos ecológicos es fenómeno propio de esta época.No se habían avistado anteriormente bandadas tan numerosas de seres im-productivos, ávidos de la cosecha ajena y, simultáneamente, blindados por la

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capa de justificación verbo-ideológica que segregan. Tampoco se había ob-servado con anterioridad el fenómeno paralelo por el que la sociedad, enprincipio sana, pierde sus reflejos de defensa y queda inerme y amedrentadaante la amenaza de improperios como derechas, fascista, reaccionario o la exhibi-ción de pendones que remiten a los iconos socialista, sindical de clase, progresista,nacionalista, izquierda.

de haber oposición institucional al expolio, normalmente en el enfren-tamiento se produce un acuerdo pactado, que en el caso que nos ocupa tieneun carácter muy especial: Se da por bueno de manera implícita y sine die unestado de rendición permanente en el que toda la victoria moral correspondeal adversario, el cual, graciosamente, acepta que los enemigos se ocupen delas tareas propias del general mantenimiento a cambio de tributos, confisca-ciones e indiscutibles derechos del gorrón exponencial a la totalidad. Talesderechos son efectivamente reclamados a un ritmo cíclico, que permita laacumulación de bienes por parte del vencido de forma semejante a los lapsosde descanso de la tierra, meses en que se deja crecer la lana de las ovejas otemporada de veda de la caza en época de cría.

En las zonas orientales, asiáticas, africanas, este proceso tiene pocopredicamento. Es también el caso de países del este de Europa que ya handegustado opciones políticas que imponían la instalación del paraíso en laTierra. asia ha vivido infiernos, trabaja con intensidad y no admite otras ci-garras que las justas, como es evidente, por ejemplo, en la ausencia de men-digos y vagabundos chinos en colonias de inmigración. En África el nuevoarchipiélago totalitario se vive en un plan más bien rústico, a base de machetestribales, bombardeos del dictador que se propone salvar el mundo y al quehasta ayer occidente distinguía con sus mimos y sus ventas de armas, y per-sonas abandonadas a su suerte entre la Edad Media más oscura, la civiliza-ción, modernización y progreso que un día entrevieron y el desdén del quese sienten objeto. También ahí la Historia espera a historiadores queosen tener valores y criterio, desbrocen el camino de las falsas pala-bras, distingan los hechos que marcan mejoras y no se sometan de en-trada a la censura y el temor de ser tachados de imperialistas,eurocentristas y parciales. Hace falta gente que se atreva a alzar la vista,que no tema al horizonte, que considere la amplitud y unidad del planeta yla generalidad de unas aspiraciones a la libertad, la justicia y la dicha que nopor enturbiadas, traicionadas y revueltas son menos dignas de rescate.

V. Volver a Alejandría

Si la desaparecida biblioteca de alejandría pudiera hablar reclamaríade inmediato el regreso de los escritores de la historia, señalaría los huecosque deberían ocupar volúmenes que nunca o apenas se escribieron, supliría

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con la simple visión de personas y hechos los largos silencios, componendasy medrosidades que velan, como un confuso palimpsesto, la percepción deÁfrica del Norte. El rescate significa aquí vanguardia. No todo va a ser des-alojar al enemigo; también habrá que ir por delante, apresurar el paso, esperara pie firme el futuro. El estallido en cadena de oriente Medio no resultaríatan sorprendente si le hubiera precedido una adecuada labor investigadora,descriptiva e informativa. occidente ha preferido, por una parte, la suavetrampa de la irracionalidad ofrecida por el enemigo, la Umma, la Gran MadreIslámica, la unidad ideal y futurible de un imperio árabe unificado por la re-ligión que es fuerza política, marco social y ley civil. Mientras, por otra parte,los negocios se trataban con el jeque visible.

Por cómoda que la visión resulte, es y siempre fue perfectamente falsay esconde, además, una gran traición: El área nominalmente islámica encierraun maremágnum de personas de adscripciones, origen, intereses y rasgosmuy diferentes, marcadas en sus variadas regiones por la onda expansiva detribus guerreras de corte clánico, premedieval, con cuyos jefes procedentesde arabia interesó identificarse en gentilicio, usos, ritos y nombre. El sigloXIX, el siglo XX y el alborear del actual han visto en esos lugares, aparente-mente estancados en un callejón sin salida hacia el progreso, la formaciónde la clave de la modernización y el cambio: Un tejido de clase media, de as-piraciones a la laicidad, la separación de poderes, la liberación femenina (casode segregación infinitamente superior a apartheid racial alguno que haya vistoel planeta), la conciencia de la libertad y el derecho individual. Todo esto, queera visible hace tres o cuatro décadas en tales lugares, hoy se ignora, y se pre-fiere creer en el eterno peso secular de las inmutables tradiciones. Poca his-toria se ha escrito sobre la fenomenal regresión de los países llamadosabusivamente árabes. a esa ola de modernización, a esas gentes genuina-mente progresistas las vendieron, por contratos, facilidades y petróleo, lo hi-cieron desde Estados Unidos y sobre todo en Europa. Y les dieron un golpede muerte con multiculturalismos y alianzas de las civilizaciones, una formaparticularmente viscosa y dañina del racismo inmisericorde. Naturalmente aesto le acompañó el indispensable rapto del lenguaje, que eliminaba, no labarbarie, sino la palabra que la expresa y, por ende, la posibilidad mentalmisma del manejo del concepto y la expresión de la denuncia.

Hoy hierve en África y Eurasia una demografía cuya extrema abun-dancia en juventud puede prometer todos los bienes y todos los males. Tam-poco ellos recuerdan que hubo una regresión, otras expectativas y horizonte,hace más de tres décadas. Por entonces se sellaron las grandes traiciones, seexpulsó a un emperador para imponer la dictadura teocrática de un imániraní mimado por la gauche divine francesa y sus homólogos. También se fa-voreció, en los vaivenes de la Guerra Fría, a patanes del peor cuño. Porquelos tiranos dejaban de serlo al convertirse en aliados. Tampoco aquí había

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crímenes, torturas, fanatismo, matanzas, robos. Sólo usos y costumbres deculturas respetables por lo distintas.

obligados a veces a manifestar cierto reproche, los medios occidenta-les expresaban su desagrado por los lamentables, pero comprensibles, actosde barbarie a los que se veían abocados sujetos empujados por la opresión –preferentemente ancestral- , el marco social o la pobreza. Por poner un ejem-plo, la abolición en la India por parte de los británicos, del satee, la muerte delas viudas en la pira funeraria de su marido, sería hoy un claro ejemplo de in-trusismo cultural, una interferencia foránea en el desarrollo milenario de esarama zoológica de la especie.

Y sin embargo hubo, siempre ha habido a lo largo de esos años, otroshechos y otra gente, que no hacía ruido, ni se atrevía a oponerse a la fuerzabruta de la policía, los vecinos del barrio liderados por los imanes, los maridosy padres. Su historia simplemente no existe, o espera, en el limbo delos justos, ser escrita y difundida. Ha sido, hasta ahora, laminada porla utilísima censura, por la vasta y perdurable campaña de terror inte-lectual para no ser tachado de imperialista y enemigo de la paz y latolerancia. Es tan sumamente cómodo, y, a la vez, práctico, abandonar todaidea de valores universales, de criterio y jerarquía entre civilización y barbarie,y promocionar, con el nombre de democracia como icono útil, las preferenciasmayoritarias puntuales, ya sean a favor de la lapidación o del sátrapa. Se ob-tiene, desde el exterior, un enorme beneficio: grandes cantidades de soma ide-ológico para embriaguez de buena conciencia gratuita por parte de la opiniónpública occidental y grandes negocios, sin trabas, para las tribus de nuevosricos europeos (y ahora transatlánticos) del régimen adeptos a la vasta IglesiaNew age del Pluralismo cultural.

No por casualidad, surgen en este momento, 2011, en países comoGran Bretaña denuncias, análisis y proyectos de Ley encaminados a rectificarel gran error del multiculturalismo, que ha sembrado de ghettos las ciudadesde Europa, alfombrado el camino a los propagandistas de la discriminación,el fundamentalismo y la violencia y ofrecido escuelas, pagadas por el ciuda-dano contribuyente, donde lo que se enseña está en contradicción con losvalores básicos del país de acogida y alimenta la hostilidad y el fanatismo delalumnado1. conviene subrayar que esos jóvenes ilustrados en el odio a oc-cidente gracias al Estado de Bienestar occidental no proceden con frecuenciade medios pobres y marginados sino de acomodadas clases medias. comosucedió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, como ha ocurrido en Es-paña con ETa y con el silencio acomodaticio respecto al 11 M, la indignidad,la cobardía disfrazada de tolerancia no sirven para obtener la paz sino el des-honor y las diversas formas de la guerra. El Gobierno de Londres ha cons-

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1 «Bagehot: Muscle v multiculturalism». The Economist. Feb. 12th-2011.

tatado que el aparente liberalismo del apoyo económico a la proliferación deescuelas de confesión religiosa ha servido para que éstas dediquen la mitaddel horario a teología y estudios coránicos y eludan las materias humanísticas.El proyecto actual propugna la general defensa de valores que no son nego-ciables ni deben estar sometidos, en nombre del relativismo (por no hablarde la Alianza de Civilizaciones) a abandono oportunista alguno. Se trata, entreotros, de la libertad de expresión, la libertad de cultos, la separación de po-deres, el Estado de derecho, la igualdad sin discriminación de raza o sexo.

La Enseñanza se muestra, de nuevo, como el buque insignia del bueno mal gobierno de los países. La política educativa de las clientelas españolaslleva muchos años utilizando, además del folklore maoísta, una especie defotocopias borrosas y desfasadas de las directivas británicas, a manera dehojas de parra con las que ocultar el crudo reparto de las seis o siete horasdiarias del horario escolar entre sus clanes a golpe de batido igualitario. deahí la importación de términos –como destrezas, habilidades- que son puroscalcos del inglés y cuadran más con el mundo circense que con la adquisiciónde conocimientos. Esto cuando la experiencia británica de las comprehensiveschools se había reconocido allí como un error manifiesto. Siguiendo su tradi-ción de importar alimentos caducos, existe ahora en España el claro riesgode que se caiga en la constelación de escuelitas alimentadas con cheques es-colares y ajenas tanto al cuerpo general de asignaturas de base, a la enverga-dura real de las materias, como a los valores universales, el sustrato decivilización y los derechos humanos.

¿Está la esperanza, o, al menos, una parte de ella, en el trabajode los historiadores? Tienen ante sí la recuperación, para la concienciapropia y ajena, de la ribera sur mediterránea, de lo que fue el otro ba-tiente de la puerta del mundo grecorromano, de la Tingitana, la cirenaica,del esplendor de alejandría. Y, con ellas, no de un imposible y muy lejanopasado, sino de una corriente que dejó semillas y que anegaron invasionestribales. Harán falta cronistas del final auténtico del Imperio otomano, delleve, pero quizás premonitorio, rompimiento de nubes que marque la apari-ción de Estados, en contraposición al ficticio, y letal, mito totalitario-teológicode la Umma. ocultas por su opacidad y su peso, silenciadas por el ruido y lafuria, hubo, hay en los llamados países árabes personas a las que se les debenla palabra y la luz de la superficie. Son, además, necesarias para sus vecinosdel norte, pertenecen a la borda meridional del común barco mediterráneoy a la nave mayor en la que la generalidad de los humanos es cada vez másconsciente de moverse. En un rincón de África está apuntando una naciónnueva, la más joven, no definida por la pertenencia religiosa, que podría lla-marse Sudán del Sur o Nubia. Hay mucho por describir y por escribir. a piede Historia.

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VI. De la utopía y sus dividendos

En abierta oposición a la facilidad del tópico y a la dificultad de distin-guir la estructura del presente, conviene decir que la Historia no se repitejamás, que se asemejan trazos de su superficie, momentos, intervencionesde sus actores. Y ahí acaban los parecidos.

como una caterva de dioses malos, se han instalado en la edad con-temporánea sectas de extraordinaria rapacidad y avidez que corren paralelasa lo improductivo de su substancia. al carecer de valores propios, de aportereal a la civilización, la sociedad y el bienestar de sus paisanos, se definen porla apropiación del sujeto ético y por la invasión y ocupación agresiva del es-pacio mediático. No hubieran podido existir en épocas anteriores. aunque,por supuesto, tienen rasgos comunes y familiares con hechos tan habitualesy antiguos como la corrupción, la explotación de la credulidad para lucro delgurú o el clero, el fraude y las diversas artimañas de la vida política, se tratade un fenómeno nuevo y, como tal, merecedor de estudio. Su nicho ecológicoes el de las sociedades protegidas, las ventajas del estado de bienestar, quepretende ofrecer a su público el apetecible lujo de la superioridad moral y, altiempo, la gratuidad de cuanto se disfruta, en un clima de compra de votorápido y lluvia de sensaciones, fatiga perceptiva y ausencia de espacio crítico.

Neolengua y cegueras voluntarias, hábito del mínimo esfuerzo, chan-taje, distorsión selectiva y planificado olvido histórico, todo confluye en lacreación y alimentación de la nueva especie. La utopía ha podido, anterior-mente, ser letal, y también la palanca que ha movido el fondo más generosode las personas hacia la mejora de la existencia. Pero, en cualquier caso, susseguidores tomaban iniciativas, renunciaban a otras opciones, luchaban, co-rrían riesgos. Por primera vez, en el siglo XX y en lo que va del actual, surgela utopía subvencionada, que, en la práctica, consiste en un tejido, similaral de las sectas, nutrido con la regularidad de los fondos oficiales. El anterioredificio se invierte: no hay en primer lugar ideales que amalgaman luego alos interesados en trabajar para lograrlos. Las consignas, aunque se vistan deviejos tópicos, sirven desde su gestación misma para garantizar la colocación,lucro, perdurabilidad y crecimiento de cuantos se apiñan en la pirámide querecibe, con garantizada regularidad, los favores de un poder al que, a su vez,éstos, sea legitiman directamente haciéndose caja de resonancia de sus direc-tivas, sea amenazan –con la inestimable ayuda del chantaje lingüístico dual,la agitación y la propaganda- con hacerle perder votantes de no comprarsesu silencio.

El fenómeno va mucho más allá de la dolencia que aqueja a las socie-dades modernas: la creación de castas burocráticas que se constituyen en finen sí mismas. cuando las condiciones son especialmente propicias, y éste esel caso español, las clientelas extienden una red parásita que se rige por el con-

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trol ciudadano y la persecución de la excelencia, hasta llevar al país a las pe-ores cotas de ruina material e intelectual. Hay un común denominador ensus miembros: El ingreso y permanencia en situaciones de privilegio, no pormérito personal alguno, sino por identificación genérica, gregaria, social. Semultiplica, incrustada al cuerpo productivo, la red de nódulos que viven, pros-peran y votan según consigna, fidelidad al pagador y ruido mediático queson capaces de generar. Las utopías son icono y compañero de viaje de be-neficiarios sin otra labor, producto, envergadura ni currículum que la ads-cripción sexual, de clase, de etnia, de clan local, acompañada de la devocióna iconos siempre vagos y preferentemente lejanos para evitar las consecuen-cias reales de su puesta en práctica: mitos obreristas y guerracivilistas, bue-nismo primitivo, tribus de inocencia primigenia, edenes ecológicos, pazuniversal y amor planetario. En el área inmediata de acción de las clientelas,se impone el canon del listón más bajo, con exhibición de una auténtica ani-mosidad contra grandeza y excelencia, y difusión, en defensa propia, de unadoctrina de la mediocridad preceptiva y del feísmo como normas.

VII. Las Clientelas de la Utopía

Las clientelas de la Utopía son, pues, un fenómeno nuevo, extraordi-nariamente peligroso, que aparece y prospera en el siglo XX y principios delXXI. Esta red de núcleos parásitos se hace mantener, acapara bienes y se im-pone a costa de la extorsión oficializada. El método se basa, sea en subven-ciones y transferencias de fondos directas, sea en la implantación, ocupacióny gestión de organismos de control cuya función es que los individuos válidosy productivos se vean obligados a pagar peaje y someterse.

Nacen con el Estado de Bienestar y son su contrapartida cancerígena.Su primera táctica es crear dualidades falsas Buenos/Malos en la opinión pú-blica por medio del recurso totalitario de la neolengua, adaptada a los sistemasdemocráticos gracias al control mayoritario de los medios de comunicación,de la Educación y de la cultura.

Las clientelas viven de los fondos que absorben de los ciudadanos víaEstado complaciente y sumiso, y hacen depender a aquéllos y a éste de ellasde dos formas: Por el miedo si el Gobierno no les es afín o integrándosecomo propagandistas y correos de transmisión del Partido en el poder. Ésteúltimo es particularmente el caso, interesante para el historiador porlo descarnado y nítido, de la España actual y reciente. Las clientelas sediferencian radicalmente de anteriores grupos en apariencia similares: Soninstitucionales; no corren riesgos ni se lanzan, en pro de un mejor futuro, ainciertas empresas. La causa, la adhesión al ideal, no precede al efecto. Suproceso clientelar es inverso al de los utópicos tradicionales: Las normas,disposiciones, leyes, entidades, organismos se crean porque sirven al grupo

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de presión, cuya voracidad y tendencia expansiva son proporcionales a sunecesidad de cubrir el vacío con el ruido. La utopía invocada (Igualdad, Paz,Pueblo, Progreso) es puro revestimiento. El combustible psicosocial del que sevalen consiste en cualquiera de las formas de anular al individuo como sujetoresponsable, ya que los elementos que forman su ecosistema funcionan entanto que unidades gregarias alimentadas en buena parte de victimismo y depremisas antagónicas respecto a los demás, de forma que el parásito quededefinido, y justificado, por su pertenencia al grupo del Bien.

En términos más pedestres, y apegados al terruño, pululan los comu-neros de la vida natural y la energía alternativa subvencionada siempre ycuando el dentista (que no el brujo de la tribu), el tratamiento hospitalario yel todo terreno para desplazarse hasta el refugio campestre estén a su dispo-sición. Son legión las arriesgadas amazonas del feminismo igualitario y losvalentísimos luchadores sexuales contra la Iglesia y el sistema que viven enla guardería indefinida que les procura el Gobierno y se entretienen con laguerrilla gratis total en términos de esfuerzo y coste. Proliferan los amantesde la Tierra (que nunca tuvo tantos amigos como desde que se los pagan),los adeptos a la irracionalidad total, parcial o ecolátrica confortablementeaferrados a la ubre de las catástrofes. Por no hablar de los defensores a ul-tranza, y a toque de manifestación y de consigna, de la paz y del amor mien-tras con ello puedan atacar a las encarnaciones cercanas de su dios del Mal yla oportuna ceguera les permita obviar, como si no existieran, criminales, dic-tadores e injusticias manifiestos.

Pero los ruidosos defensores de la utopía todo a cien y el socialismocon facturas a cargo del capitalismo odioso y de la abominable burguesía demercado no pasan de ser la espuma folklórica, los coros esporádicamenteconvocados ad maiorem gloriam del distribuidor de mercedes. La fiel infanteríade las clientelas, el grueso de la tropa, consiste en un híbrido de clonación yholograma que extiende su red por toda la administración y organismos delEstado, vigila, exige, consume y vive para mantenerse a sí y a los suyos. Elfenómeno sobrepasa con mucho cualquier tipo de corrupción clásica, es es-tructural, se multiplica en sucesivas metástasis por todo el cuerpo burocráticoy por los puntos de contacto de los sectores socio-laborales y se envuelve enbanderas de falsa libertad. La masa parásita no se conforma con ser pagada:no perdona la superioridad ajena. a la clientela puramente gástrica se super-pone y mezcla la psicológica, que recibe de la Iglesia-Secta sociopolítica sureconfortante cupo cotidiano de identidad y seguridad. Los fieles repiten losmantras de rigor, participan en liturgia y exorcismos y, en el mejor estilo delas sesiones orwellianas de odio, sostienen al Gran Economato (que sustituyecon ventaja al Gran Hermano) con el mantenimiento, para ellos vital, de unMega Enemigo reaccionario.

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Estas huestes de nómina y prebenda vienen recibiendo en España su-cesivas hornadas de tropas de refresco salidas del horno de un guerracivi-lismo y guerracristianismo montados y mimados para mantenerindefinidamente la gallina oficial de los huevos de oro, a cuya puesta se deben,por ejemplo, las películas más aburridas y reiterativas de la historia del cineespañol, las agresiones más cobardes a gente indefensa y la estupidez másimpresionante, extensa, abrumadora y cerril en el campo de la Enseñanza.Estamos, en lo que respecta a las clientelas actuales, no ya a años luz, sino enel extremo opuesto del universo de los defensores de utopías. Ninguna rela-ción, excepto la perversión antinómica, con los que abandonaron todo parafundar, en territorios ingratos y durísimas circunstancias, comunas; nada quever con las feministas de pro y de nobleza; ni asomo de semejanza con loslíderes sindicales sostenidos por su honestidad y sus afiliados; distancia astralen cuanto a los solitarios luchadores en defensa de la verdad, el bien, los va-lores humanos universales, la libertad, la belleza. Los miembros de sectas,clanes, tribus y coros oficiosos que guían sus actos por la envidia, el odio ala excelencia ajena y el deseo de adueñarse de lo que no se han ganado nimerecen difícilmente pueden comprender la mera existencia de una calidady unos seres que pagaban sus ideales con sus actos.

Las clientelas de la Utopía no pueden asimilarse a los grupos mafiososaunque se valgan del miedo, de la violencia (véanse sindicatos del partido enel poder) o, continuamente, del chantaje mediático. Son oficiales, perfecta-mente legales e incluso, como viene siendo el caso de España, instrumentosdel Gobierno. En términos generales, ofrecen seguridad a cambio de la im-posición del mínimo común denominador personal, ético, profesional e in-telectual. Su arma más poderosa es la exclusión, para lo que se adueñan delos sectores productivos, especialmente de Enseñanza y cultura, generandoe implantando controles (cursillos de capacitación, certificados de formación,etc.) que impiden y anulan el paso directo al mundo laboral por conocimien-tos, diplomas, oposiciones y selecciones objetivamente comprobables. Estose efectúa en un ambiente de indefensión ciudadana generalizada, que difu-mina las fronteras de lo público y lo privado, crea inseguridad, culpabiliza lalibre expresión y actuación individuales y monopoliza por parte del Estadoel sujeto ético, debilitando y desprestigiando, de forma simultánea, a todoslos posibles competidores (círculos amistosos, familiares, cuerpos profesio-nales, entidades religiosas). Paralelamente, la libertad crítica es sustituida porsu simulacro en forma de zafiedad impositiva, con el fin de asimilar demo-cracia a la adopción de las formas más bajas, fáciles y míseras de moral, pen-samiento, artes plásticas y conducta. Las clientelas incrustan así en lasociedad una red de candados, un sistema que irremisiblemente causa el em-pobrecimiento del país y la degradación de ciudadanos e instituciones. Mien-tras, se produce paralelamente el engorde del cuerpo parasitario, en unadinámica normalmente periódica, al ritmo de los nutrientes acumulados por

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la víctima-huésped, sin que, a falta de una toma de conciencia cívica, el ciclopueda romperse si no es por la completa bancarrota.

VIII. La incultura como poder

El desastre programado de la Enseñanza española es un ejemplo per-fecto de la actuación de las clientelas. La Ley –LoGSE, LoE y sus secue-las-eliminó los conocimientos y el valor mismo del hecho de adquirirlos,junto con el mérito del estudio, la valía intelectual y el esfuerzo. Se trató deun vasto golpe de Estado, que perdura, contra la jerarquía de los saberes, losderechos y valores individuales, la civilización, el Humanismo y la inteligencia.La imposición de una bolsa global de Trabajadores de la Enseñanza, altiempo que infantilizó y mezcló todo tipo de asignaturas, alumnos, edades yniveles, permitió la sustitución de los cuerpos Profesionales, la titulación ylos méritos objetivos por una red de comisariados pedagógicos, apoyados enlos sectores de Maestros de Enseñanza Primaria y Formación Profesional, alos que ofrecieron promociones vertiginosas dando clase a alumnos de cual-quier edad de cualquier materia. de no servir a la clientela de los dos sindi-catos del partido del Gobierno, comisiones obreras y UGT, al PSoE y alas tribus autonómicas que lo sostenían en el poder, la LoGSE no se hubierapromulgado jamás. El maoísmo revenido de su fachada no fue sino decora-tivo aditamento.

IX. Un país en la UVI

En términos más amplios, España es el hombre enfermo de Europapor el largo chantaje dual del que las clientelas de una supuesta e intermina-ble batalla antifranquista vienen haciendo objeto a todos los sectores valiososy válidos del país. La tergiversación y el secuestro continuo de la Historia, lamanipulación comunicativa, la cultura impuesta como única y la omertá coti-diana son proporcionales a la ruina, desguace, saqueo y endeudamiento dela nación. Lógica y paralelamente, feísmo, relativismo, zafiedad e inculturason recompensados e impuestos en todas sus formas. Porque cualquier su-perioridad individual es el enemigo a abatir en un sistema que se quiere inpéctore de partido único mantenido en o por el poder.

Para aquéllos a los que es difícil ver lo obvio, los que desconocen elpasado próximo y son incapaces de llamar a las cosas por sus nombres (robo,mentira, extorsión, barbarie, estulticia), que sepan que las cosas no fueronasí siempre, que tampoco son como se las imponen los dogmas de obligato-rio asentimiento, y que podrían ser de otra manera. Los comisariados de ca-pacitación, accesos, cursitos y cursillos y sus correspondientes liberadossindicales instalados en la prebenda de impartirlos así como el enjambre tribalde promotores de la diferencia lingüística podrían suprimirse. El nivel de in-teligencia, formación, productividad comenzaría a elevarse instantáneamente.

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La salud del hombre enfermo de Europa pasa por la liberación de ese entra-mado de cadenas que está asfixiando a su sociedad.

X. La fabricación del olvido

Irremisiblemente, se extiende ante los historiadores una nuevatarea, impuesta por la sociedad de la comunicación, los mensajes nu-merosos, la información volátil y la formación paupérrima. Ademásde la incidencia telemática en el curso de la historia, habrán de estu-diar dos técnicas inseparables del fenómeno mismo comunicativo: lafabricación del silencio y la fabricación del olvido.

afirma el ex Secretario de Estado estadounidense, dr. Henry Kissin-ger, en sus memorias y consideraciones sobre la época actual, que los políti-cos son hoy mucho peores, menos fiables y de escasa envergaduraprecisamente por su dependencia del mundo instantáneo de los mensajes,que les hace tener menor rigor intelectual y solidez de criterio. Precisamentepor la inmensa cantidad de palabras que circulan, nunca antes fue tan im-portante el papel del silencio. Lo omitido, lo minimizado, las noticias que sedeslizan hacia las últimas columnas y páginas de un periódico, la envergadurade personajes y hechos medida en telediarios, la nada de la pantalla y de lasondas rápidamente ocupada por referentes que no añaden, sino que borranlo anterior y lo reducen en breve a la absoluta inexistencia, todo ello funcionacon mecanismos que configuran, de forma tan eficaz y sólida como el burilde un escultor, la masa de realidad perceptible. En el archipiélago totalitariode los Economatos, la represión y la censura son tareas prescindibles. Parala aniquilación del adversario, el tiro en la nuca y el cadáver en la cuneta sontosquedades de mal gusto. Basta con la adecuada dosificación televisiva, conla vacuna repetida y oportunamente aplicada de imágenes y mensajes desti-nados a ocupar lo que podría haber sido el espacio mental y receptivo de larealidad indeseable. Por ello, se hará mal en desdeñar las anécdotas. En lahistoria del olvido no puede faltar, como botón de muestra, alguna tan re-ciente -2010, 2011- como el veto en todas las salas de cine y en todas las te-levisiones de la última película de un director que, casualmente, rechaza lassubvenciones y es ajeno a las clientelas fidelísimas al régimen2. raya en elmisterio la animosidad mostrada por algunos comentaristas, que incluso pro-hiben al espectador verla; sin duda para salvaguardar el alto nivel de exigenciaestética del público español.

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2 Se trata de La sombra prohibida, segunda parte de La herencia Valdemar, de José Luisalemán. Sea cual fuere su calidad, el fenómeno de su completa desaparición, simultánea alestreno, de todo medio visual es en España insólito. El autor es objeto de un asombrosobloqueo incluso en la web. El tema de sus películas es terror basado en los ritos y mitos de-moniacos de cthulhu, de Lovecraft. El caso Valdemar era atractiva y desde luego superior agran cantidad de bodrios hispánicos exhibidos en cine y televisión.

España se ofrece de nuevo como perfecto espécimen de muestra.Sólo los pacientes investigadores podrían saber, de lo hecho público desdehace, el mes en que esto se escribe, siete años, que hubo manifestacionesgrandes, pequeñas, medianas pidiendo que se supiera la verdad de la matanzadel 11 M, que existieron concentraciones de las que apenas dan fe otros quelos que las vivieron y un puñado escaso de medios de comunicación, y queesas manifestaciones tuvieron un carácter extremadamente irreal, el de unamultitud que desfilaba en el orden de la dignidad y la tristeza, con cartelesimprovisados, por un centro urbano casi vacío, entre balcones y ventanalesque se entreabrían en ocasiones para dejar paso a un rostro curioso. Las te-levisiones los ignoraban, las cámaras y las torres de transmisión estaban au-sentes. Los participantes podían ser miles pero todo se producía en elambiente onírico de las realidades paralelas, en el silencio que sólo se da enlas ciudades de los sueños.

Una y otra vez, uno y otro año, la pila de muertos del 11 M ha yacidoahí, en el centro mismo de la sociedad, del país, de su historia, de las con-ciencias, y un día y otro se barría con silencio, con la distancia de lo incómodoy lo zanjado, y se esparcía, para anular el olor de un cadáver que no ha cesadode aflorar, el ambientador de la vileza generalizada y asumida. Los jóveneshistoriadores comprenderán difícilmente que hubo un tiempo en el que seacusó de asesino, no a los asesinos que volaron trenes en Madrid, sino al en-tonces Presidente legítimo de la nación, un tiempo en que se derramó y en-cauzó sabiamente sobre la sociedad, tres días antes de las elecciones generales,un baño de bien dirigido odio. Y no entenderán en absoluto cómo desapa-reció, casi en horas veinticuatro, el vasto escenario de metales retorcidos.Igualmente se fue esfumando un hecho turbio y enorme, del que pronto sóloasomaban puntos testimoniales, sin gran transcendencia pero bañados porlos focos que les conferían la importancia de lo únicamente existente.

El historiador avezado en la paciencia y en la exploración del aparentevacío descubrirá que muy pronto nada pareció haber sucedido, y se extrañarádel empeño con el que políticos, en y sin el poder, borraron las imágenes,pasaron fugazmente, cuando pasaron, por las conmemoraciones y ritos derigor, y el investigador observará cómo se despliegan ante él lentamente loshilos finísimos de la retícula que envolvió a la mayor parte del cuerpo socialhaciéndole participar, de manera activa o pasiva, en la comunión con la acti-tud oficial respecto a los hechos. La fabricación del olvido corre pareja a lade la impunidad y ambas confluyen en el trazado de un pavimento por elque avanza el usuario sin reparar en que únicamente se le han proporcionadofragmentos del suelo. Ha transcurrido más de medio siglo desde que en 1946el disidente arthur Koestler vendió en Francia cuatrocientos mil ejemplaresde El cero y el infinito, y conviene recordar que por entonces el Partido comu-nista Francés adquirió partidas del libro para destruirlas y amenazó a los edi-

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tores. Mientras, en la universidad, un conocido intelectual aseguraba que todacrítica contra la UrSS era un acto de guerra. Los métodos han cambiadomenos de lo que pudiera parecer; son menos rústicos, de coacción y agresiónfísicas maquilladas; están inmersos en la revolución telemática. Pero las horasdel día y la capacidad de percepción y de atención del ser humano continúansiendo limitadas. El estado bélico potencial y perpetuo frente al EnemigoMalo es, ayer y hoy, instrumento indispensable para el sistema de clientelasy clanes y suele ir asociado a la defensa angélica y abstracta de la paz universal.

El mundo ya sabía de cegueras selectivas, pero el ejemplo de Es-paña es extremo. No hay en Europa nación tan avergonzada e insegura, delibros de texto cortados al servicio de tribus y caciques, no hay país en el quese prohíba la enseñanza y la expresión en la propia lengua como ocurre engrandes regiones españolas con el español. durante décadas se ha cultivadoun relato del pasado hemipléjico, un guerracivilismo de supervivencia, porordeno y mando de la clientela. Los sucesos de 2004, la matanza de la esta-ción de atocha y su utilización deliberada para cambiar el Gobierno, el brutalgiro político, la ocupación, apropiación en beneficio de los innegables clanesdel cui prodest y las irremisibles ruina y endeudamiento del país, en el sentidomás amplio, han marcado una inflexión que carece de parangones. Al histo-riador le tocará investigar el más difícil de los documentos: el de laspáginas cortadas y el silencio.

XI. El rescate del tiempo

No se trata de un relato de ficción. de los libros de texto, y no de texto,se ha eliminado la sucesión lineal. Sus páginas son un puñado de hechos es-cogidos al albur de los intereses de la clientela en plaza y mando. Paralela-mente, el espacio geográfico está sujeto a la misma metodología, y en amboscasos el interés esencial es reducir lo percibido a un maremágnum arbitrariocuya clave e hilo conductor proporciona el comisario que en cada caso co-rresponde. No hay jerarquías: El descubrimiento de américa, si se cita, notiene mayor rango que las expediciones comerciales del gremio de tenderoslocal desde su pueblo a la costa; la cerda trasladada por dos vagabundos sus-tituye, con ventaja, a Babieca y a Bucéfalo; las últimas pateras arribadas a ca-narias desbancan a La Pinta, La Niña y la Santa María. En esa bruma confusaen la que han desaparecido o se confunden personas, fechas y cosas es ex-traordinariamente fácil seleccionar, moldear y falsear la Historia, empobrecerlahasta los insospechados límites que permiten la mediocridad normativa, la tri-balización acelerada y la infantilización simplista de los planes de estudio.

Sin cronología lineal ni localizaciones espaciales no hay tampoco po-sibilidad de juicio ético alguno porque, al eliminar el tiempo, desaparecen lasrelaciones causa-efecto, la responsabilidad moral y el perfil existencial de cada

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individuo. Éste sobrenada, fugazmente, en un mar de sensaciones digitales alas que responde con actos prácticamente reflejos y originados por las subs-tancias que, como también ocurre con sus congéneres, discurren por su per-sona. a partir de ahí el mecanismo de vileza asumida, que convierte encómplices de las acciones del Gobierno, por muy canallas que éstas sean, alos ciudadanos, tiene paso franco, como lo tiene la división de la sociedaden, por una parte, la grey de clientelas-víctimas y, por otra, los trabajadoresexpoliados para cebar a los primeros con el producto de su esfuerzo.

La memoria está, lógicamente, proscrita. La habitación mental de losconocimientos personales, de esa sabiduría intransferible que cristaliza desdeedades tempranas de la vida y constituye a partir de ahí el seguro alimentode la existencia, se encuentra desvencijada y casi vacía. Por su puerta abiertaentran y salen las corrientes de mensajes demasiado numerosos, breves y pre-parados para el inmediato consumo como para ser transformados en sabi-duría. Ninguno de esos retazos de sapiencia tiene el marchamo del esfuerzopropio, de la lentitud laboriosa y la gratificación final del hallazgo, de la plas-ticidad y ambición sin límites de la primera juventud y de la infancia. Hayuna habitación vacía en quienes tienen derecho a saber. Y espera a loshistoriadores que recuperen las eras, los siglos, las épocas, los grandessucesos, las figuras señeras, los hitos que marcaron la singladura demillones de vidas, el mal y el bien que no llovieron de los modelos pla-tónicos sino de seres con apellidos y nombres. como los de los que arre-bataron la enseñanza, la cultura, el saber, la excelencia, hasta el día de hoy.

Quizás éstos nunca contaron conque los historiadores acabarían vi-niendo al rescate.

XII. Rescate de presos

derribado el castillo del lenguaje, totalitario por parcelas y al hispánicomodo, abiertas las mazmorras, el rescate de presos deberá complemen-tarse con una larga recuperación. Ha sido muy larga la imposición dual,la ficción maniquea. En principio existirá el instintivo miedo a la herejía anteafirmaciones como que nunca hubo dos Españas, que jamás existieron dosbloques monolíticos, caínes y abeles, república idílica y fascismo malvado;que lo que vale en poesía o como expresión coyuntural sociológica no es derecibo en análisis dignos de ese nombre. Será difícil la renuncia al automa-tismo derechas, izquierdas. Y no sólo en el caso de los que así se consideran,sin mayor trabajo intelectual ni moral, incluidos en el grupo de izquierdas, ergo,de los buenos, sino también entre los que, por reacción a la manipulaciónneototalitaria de los términos y a la ruinosa opresión de las clientelas, hanadoptado verbología y formas del adversario, se confiesan orgullosamentede derechas y, con la alegría del converso, se dejan llevar por el entusiasmo más

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allá de la lucidez, claman por la privatización de absolutamente hasta el últimoservicio y resumen la solidaridad al ejercicio de la caridad en casos extremos.En este sentido, una notable y no poco irónica distopía sería la justificaciónde agresiones de todo tipo a países y gentes sin sistemas democráticos ennombre de la democracia. La utopía seguirá mereciendo la pena, y tambiénhabrá que salvarla, no sólo de los que han vivido oficialmente a su costa, sinotambién de la lógica reacción contra ellos.

XIII. Utopías segunda fase

Tímidamente, a través de la espesa capa de desilusión que cubre lo quefueron proyectos, esperanzas, ideales, emergen análisis nuevos en los que lacrisis económica actúa a la vez como enterrador de confortables credos pla-tónicos y como partera de un porvenir y una toma de conciencia apegadosa la tierra. como observan algunas publicaciones3, los europeos gritan, gimeny se indignan ante la idea, probada por los hechos, de que el sistema de bien-estar gratuito para todos, la seguridad de la cuna a la tumba y el progresocontinuo tan fiable como la aparición del Sol y de la Luna sólo fueron her-mosas quimeras ajenas a los imperativos de la realidad. Fue bello, mientrasduró, apurar sorbitos de utopía con las espaldas bien cubiertas y las fronteras,en caso de auténtica necesidad, defendidas por los soldados y el dinero deotros. de repente la necesidad de trabajar y producir más y mejor, de vivircon menos, de sentirse seguro y de buscarse las formas de mejorar la propiaexistencia ha sacudido y hecho caer un edificio fragilísimo porque carecía delcemento y del cimiento de la clara conciencia del esfuerzo y de los precios:Ha volado de un soplo la casita de paja de la felicidad progresiva y por de-creto, en la que, una vez todas las necesidades básicas ampliamente garanti-zadas, se podía incluso jugar a la angustia de buen tono y a la manifestaciónantisistema semanal.

La desaparecida felicidad de renta fija no deja como panorama el vacío,sino algo mucho más peligroso: la rapiña inmisericorde de las hordas quehan vivido, y aún viven, del moribundo mito del Seguro Progreso y que tie-nen larga práctica en picotear víctimas y en arrebatar despojos. Porque la re-gresión puede ser durísima y llevarse por delante logros, en derechoshumanos y laborales, en equidad legal y en protección de los más débiles,que en Europa constituyen la médula de su idea de civilización. Ésta puedeser salvada, pero no sin la eliminación del cáncer tribal de cuantos aspiran avivir de las indefinidas rentas del chantaje en nombre de las profesiones defe angélicas y gracias a los dividendos de la partitocracia. cuanto más subeel petróleo y cuanto más inseguras e imprevisibles se hacen las fuentes deaprovisionamiento y la situación mundial, más se desmorona la fachada de

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3 «charlemagne: calling time on progress». The Economist. July. 17th-2010.

hipocresía que ha permitido, a gobiernos de corto plazo electoral y muchasganas de reparto del pastel estatal, prometer el trabajo, estudio, vida laboraly productividad mínimos y el bienestar máximo. Por supuesto, es perfecta-mente posible retirarse a una comuna rupestre, trabajar dos horas al día, en-marcar diplomas de estudios sin el menor rigor ni relevancia, desplazarse singastar energía externa alguna, jubilarse a los cincuenta años. Pero esto no secompadece con moderna atención hospitalaria, calor en invierno, tres co-midas al día, posibilidad de largos desplazamientos, envejecimiento soporta-ble y larga esperanza de vida. Por no hablar del panorama que hallarían losamigos del todo el mundo es bueno en un simple periplo por África, en cuyasprofundidades podrían, por ejemplo, disfrutar el espectáculo de la esposa ala que, tras cortarle la pierna en un rapto de mal humor, el marido ha dejadotranquilamente desangrarse y que las fieras se encarguen de la limpieza derestos. Un evento más entre los masai, esos chicos tan fotogénicos, a cuyasmujeres no hay feminista que les escriba. Porque hay otro fenómeno perfec-tamente nuevo en espera de cronistas: coexisten por primera vez en el Pla-neta todas las eras de la especie humana, de la espacial a la de piedra, de lamagia y los ritos tribales como únicas leyes al código de derecho internacio-nal. No hay mito del Progreso que valga sin que los individuos lo vayan cons-truyendo con la adaptación y cambio de sus formas de vida y con la lucidezrespecto a los precios y las consecuencias que tienen todos y cada uno de losbienes y de los actos. En este sentido, con un poco de suerte, podríamosestar asistiendo, no al final de las utopías, sino al de sus clientelas.

El desolador panorama de las clientelas de la Utopía tiene como víc-tima principal cuanto de positivo las utopías representaron y representan. Elsistema de clientelas no es un error, ni un desvío en la aspiración a mundosmejores. Es exactamente su perversión, su opuesto. Las clientelas se nutrenextrayendo la sustancia misma de lo que fueron nobles ideales, generosossentimientos, y dejan la cáscara gris, el señuelo de lo que fue solidaridad, des-prendimiento, audacia. El rescate es posible, pero sólo si se extiende la claraconciencia de que quienes viven –y son multitud- de esta trama no abando-narán sin áspera lucha la piel y venas de su huésped, el rosario de feudos, tri-bus localistas, comisariados sociales, políticos, sexuales, pedagógicos, lascélulas de vigilantes para la igualdad y la fraternidad, las agrupaciones proreparto de ayudas para películas edificantes basadas en el catecismo de laiglesia política oficial, la nómina, casi infinita del victimario que, además, enEspaña se nutre del cuerpo de una nación débil, desmembrada, acomplejaday acéfala en la que, durante décadas, ha bastado con la amenaza ¡Que te digofranquista, que te digo facha! para silenciar al oponente y cometer, con patentede corso, las peores tropelías. El vasto sector de los utópicos subvencionadostiene a su favor un arma primordial: la falta de escrúpulos soldada a la impo-sibilidad de vivir de otra manera, puesto que no les asisten valía, trabajo, obrani mérito. Es un formidable blindaje.

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Y sin embargo la aspiración a lo mejor, a la humanización de lo hu-mano, posee una fuerza irrenunciable que impulsa hacia arriba cuando setoca el fondo, que perdura como el sabor de la verdadera libertad. Hará faltauna larga tarea de limpieza y rescate, será difícil renunciar a los cómodos au-tomatismos duales, a la aparente bondad garantizada por simple imposiciónde lo mediocre. A España le espera la tarea de su verdadera transición,la más difícil, sin tribus y contra las tribus, con Educación, conocimientos,sabiduría, Humanismo, Historia. Sólo con un mosaico de libertades e indi-viduos puede hacerse. Vivimos en un movible, cambiante archipiélago deparcelas totalitarias. Y, asimismo, el idealismo utópico configura de continuosus propios archipiélagos, que pueden ser benéficos

Las utopías han servido, y continuarán aún sirviendo, a fines tan es-purios que éstas pueden parecer irrecuperables, patologías de edades pasadasafines al fanatismo. Han tenido, con los totalitarismos, los más letales y des-pués, con las clientelas, los más viles compañeros de viaje. Pero, de perderselas utopías de manera absoluta, las iglesias del clero estatal podrían instalarsecomo sujeto histórico que miraría con el mayor desdén, desde su trono papal,cuanto no fuera ellas mismas, englobado en el calificativo de superstición eidealismo improductivo. El objeto sería reemplazado por la cantidad y rapidezde su elaboración, por la accesibilidad inmediata, como la copia en tres di-mensiones que está anunciando la posibilidad de inundar el mercado de au-ténticos Stradivarius4, perfectos y perfectamente ajenos al desarrollo individual,a lo irrepetible del factor humano.

La utopía será el último, necesario reducto de valores universales, in-cómodos, no rentables, a la vez imprescindibles e imposibles por su propianaturaleza.

Y, como las guerras justas y perdidas, la utopía y su rescate, valdrán,una vez más, la pena.

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4 «Print me a Stradivarius». The Economist. Feb. 12th-2011.

Learning to Fly

Into the distance, a ribbon of blackStretched to the point of no turning back

a flight of fancy on a windswept fieldStanding alone my senses reeled

a fatal attraction is holding me fast,How can I escape this irresistible grasp?

can't keep my eyes from the circling skiesTongue-tied and twisted, just an earth-bound misfit, I

Ice is forming on the tips of my wingsUnheeded warnings, I thought, I thought of everything

No navigator to find my way homeUnladened, empty and turned to stonea soul in tension -- that's learning to fly

condition grounded but determined to try

can't keep my eyes from the circling skiesTongue-tied and twisted just an earth-bound misfit, I

above the planet on a wing and a prayer,My grubby halo, a vapour trail in the empty air,

across the clouds I see my shadow flyout of the corner of my watering eye

a dream unthreatened by the morning lightcould blow this soul right through the roof of the night

There's no sensation to compare with thisSuspended animation, a state of bliss

can't keep my mind from the circling skiesTongue-tied and twisted just an earth-bound misfit, I

(Pink Floyd. A Momentary Lapse of Reason. 1987)

Nota editorial

Este libro constituye el primer número de la colección Temas y perspectivasde la Historia, editada por la asociación de Jóvenes Historiadores - Estudios

Interdisciplinares (aJHIS).

Iván Pérez Miranda y Javier González-Tablas Nieto(coordinadores de la comisión editorial de aJHIS)

Salamanca, septiembre de 2011

Más información sobre aJHIS en:http://sites.google.com/site/ajhisei

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