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ROVIROSA,

HOMBRE Y PUEBLO

I

(1897-1934)

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XAVIER GARCIA SOLER

*

ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

*

I. LOS PRIMEROS TREINTA Y SEIS AÑOS (1897-1934)

* TRADUCCIÓN DE MARÍA MATAVERA

ESTUDIO INTRODUCTORIO, EDICIÓN Y NOTAS DE

JOSÉ ANDRÉS-GALLEGO Y DONATO BARBA PRIETO

*

2014

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© Herederos de Xavier Garcia Soler, 2014.

© María Matavera por la traducción, 2014.

© José Andrés-Gallego y Donato Barba Prieto por el estudio intro-ductorio y la edición crítica, 2014.

© Ediciones HOAC, 2014.

*

ISBN Depósito legal M-

* Diseño de cubierta: Miren Edurne A. Urtasun

Este libro se enmarca en el Proyecto de Investigación HAR2010-17955/HIST, desarrollado dentro del Plan Nacional de Investigación, Ministerio español de Economía y Competi-tividad, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

LA HISTORIA DE ESTE LIBRO1

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1 En las notas emplearemos las siglas

ACDHOACValencia ( = Archivo de la Comisión Diocesana de Valencia),

ACPHOAC ( = Archivo de la Comisión Permanente de la HOAC, Madrid;

FARC = Fondo Ángel Ruiz Camps;

FTMA = Fondo Tomás Malagón Almodóvar;

FTPR = Fondo Teófilo Pérez Rey;

FXG = Fondo Xavier Garcia),

ACValencia_FMO ( = Archivo Catedralicio de Valencia, Fondo Marcelino Olaechea),

ADBarc_ACO ( = Archivo Diocesano de Barcelona, Fondo de la Acció Catòlica Obrera),

AGA ( = Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares);

AGUN ( = Archivo General de la Universidad de Navarra, Pamplona),

AGF ( = Archivo Giménez Fernández),

AMCC ( = Archivo del Movimiento Cultural Cristiano; FDC = Fondo Domingo Canamasas);

BC ( = Biblioteca de Catalunya, Barcelona, M_FJM = Manuscritos, Fondo Joan Misser).

También se ha hecho uso de la colección de Juventud Obrera que se conserva en el Archivo de la JOC.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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I. PRIMEROS PASOS DE LA ELABORACIÓN DE ESTA BIOGRAFÍA

Primero de todo: fue un libro que nació catalán, como lo era Ro-virosa

El propósito de escribir la biografía de Rovirosa cuajó inmediata-mente después de su muerte, ocurrida el 27 de febrero de 1964. Once días después, mosén Domènec Canamasas1 –consiliario de la HOAC- escribía a mosén Asens –ambos muy cercanos a Rovirosa- que ya se hablaba de consagrar un Boletín de la HOAC a la figura del líder fallecido y de preparar, para más adelante, un libro de homenaje con colabora-ciones de diversos “intelectuales”2.

Debieron comentarlo con otros rovirosianos y algunos de ellos se decidieron a dirigirse a Xavier Garcia –también hoacista, muy próximo asimismo a Rovirosa y paisano suyo (de Villanueva y Geltrú)- para co-mentárselo3 y pedirle que colaborase con Canamasas. Sabían que Xavier tenía buena pluma; había hecho sus primeras armas periodísticas en el Diari de Catalunya, antes de la guerra, y había reanudado después la acti-vidad literaria, al tiempo en que se ganaba la vida y militaba en una actividad plural, que podemos adjetivar como catalanista, hoacista y cristiana4. “En cuanto a elaborar un trabajo, un libro sobre Rovirosa –le comenta en concreto Lluís Badia (responsable de la Escuela Diocesana de Formación Profesional de Navás, en la provincia de Barcelona, an-taño colaborador de Rovirosa en la redacción de un boletín para obre-ros del campo5)-,

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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M[osén] Canamasses [sic] me dice que le han encargado a él de redactar una biografía (aparte del extraordinario del Bole-tín, que deberá salir enseguida) y me pide colaboración. Creo que tú le has de ofrecer la tuya (espero que te la pida; pero, si no lo hiciese, ofrécete tú, sin «manías») y hemos de hacer una obra bien hecha. Yo puedo ayudar. Esa biografía es cosa aparte también del libro de homenaje que escribirán los «inte-lectuales», según tengo entendido”6.

No dice quiénes son los “intelectuales”. Pero, posiblemente, es un uso extensivo de una expresión que se había puesto de moda en Francia a finales del siglo XIX, a raíz del escándalo producido por el affaire Drey-fus –la acusación de espionaje contra un oficial judío del ejército francés y el descubrimiento del amaño del juicio al que fue sometido para ase-gurar la condena-; el escritor Émile Zola había denunciado públicamen-te esas maniobras en un artículo que se hizo famoso, “¡Yo acuso…!” (“J’accuse…!”), publicado en el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898, y no tardó en convertirse en clarín de combate para que arremetieran contra el antisemitismo nacionalista y autoritario.

Canamasas se había formado en gran medida en relación con Rovi-rosa y era un activo consiliario de la HOAC… a quien cesaban, justo por esos días7. “En Madrid quieren que me encargue de escribir su biografía –dice a Xavier Garcia a finales de abril de 1964, una vez que éste, ciertamente, le ha ofrecido su ayuda-.

¡Pero cómo decir no sólo lo que hizo, sino lo que fue y lo que representaba su persona y su vida para todos los que le co-nocían, le admiraban y, sobre todo, le querían de corazón! Espero que todos me ayuden. Y te agradezco muchísimo tu sincero ofrecimiento. En Madrid, hablé con sus sobrinos. Uno de ellos –supongo que le debes conocer- vive entre Villanueva y El Vendrell. Le prometí visitarle a fin de recoger todo lo po-sible de cara a la biografía. De momento, no me es posible. Tu tarea podría ser ésa, tratar de escribir todo lo referente a los primeros años de su vida. Supongo que se deben conser-var aún la partida de Bautismo y el acta de nacimiento. Con-vendría hacer referencia al ambiente familiar de su infancia, etc., etc. ¿Podrías encargarte de esa tarea? Pienso que no se puede dejar que pase el tiempo, pero que tampoco hay que tener prisa. Creo que es preferible hacer una cosa bien hecha que hacer una cosa de prisa y de cualquier manera. Más ade-

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lante, podríamos vernos un día o unos días y hablar de to-do”8.

Xavier ya se había adelantado a pedir a aquellos de sus corresponsa-les que habían conocido a Guillem que pusieran por escrito sus recuer-dos y se los enviaran9. La iniciativa, sin embargo, no tardó en reducirse a los buenos deseos del sacerdote y del paisano. Había respuestas sufi-cientemente emotivas, desde luego. Pero pocas y no siempre fructíferas. Al abad Escarré -que lo era de Monserrat-, se había dirigido con espe-cial -y más que razonable- interés: “Durante estos siete años”, le decía Xavier Garcia-

“he sido testigo presencial del afecto entrañable que vuestra persona, el padre Abad coadjutor y toda la comunidad han sentido, de manera práctica y viviente, hacia nuestro herma-no, Rovirosa.

“Ahora que él ya no está entre nosotros, porque el buen Dios seguramente ha tenido prisa por llevárselo para así premiarle el sinfín de calvarios y de situaciones dolorosas que vivió, con aquella calma, humildad y donación total, sin una palabra de queja, no quiero que falte mi humilde voz de agradecimiento, que estoy seguro es eco de la de todos los hoacistas de España que quisieron al gran apóstol y la acción de Montserrat.

“Él, desde el cielo, ahora y siempre, estoy convencido que continuará rezando por sus grandes amores, que fueron los pobres y Monserrat.

“Para mí Monserrat además de ser el corazón de Cataluña será siempre el lugar donde él encontraba un cobijo de amor”10.

El abad reconocía, en efecto, lo que Rovirosa había supuesto en el monasterio. Pero no se veía con fuerzas. “Recibí oportunamente su carta,” le decía,

“pero, debido a mi salud, no he podido corresponder antes a su atención, tal como habría sido mi deseo.

“Para Monserrat, ha sido una gracia y un honor tener en-tre nosotros a nuestro hermano, bien podemos decirlo, Rovi-rosa. Se hizo estimar tanto por su honradez, por su bondad,

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por su gran virtud, que su recuerdo será siempre para todos una bendición.

“Le agradezco muy cordialmente todo el afecto que usted, como Rovirosa, siente por Monserrat. Que la Madre de Dios le bendiga, junto con todos los suyos, y le haga sentir con abundancia su consuelo y su bendición”11.

Mediado julio de 1964, cinco meses después del fallecimiento, Ca-namasas no tenía noticia de que hubiese aparecido el prometido Boletín extraordinario de la HOAC donde iba a hablarse de Guillem y le parecía que, en Madrid -se supone que en la Comisión Nacional, que era donde se elaboraba el Boletín-, no tenían ninguna prisa. Así que el sacerdote se había decidido a preparar un libro con colaboraciones de distintas per-sonas que habían conocido a Rovirosa, incluidos ellos dos mismos, y editarlo como homenaje. Canamasas había escrito a diez o doce.

“Pienso que puede quedar una cosa bien hecha. Lo im-portante es que no se pierda la memoria y las lecciones que nos dio nuestro santo”.

Y añade esta post data:

“El libro irá, naturalmente, en catalán, como catalanes serán todos los que escriban en él”12.

Cierta o no, la aparente renuencia de los dirigentes centrales de la HOAC sacaba a la luz, una vez más –en la pequeña y en la gran histo-ria-, la decisión del correspondiente catalán a replegarse a sus cuarteles, donde se sentía capaz de conseguir lo que deseaba y para lo que no encontraba el respaldo (eficaz) necesario… en “Madrid”.

Entrecomillamos “Madrid” porque era, en esa perspectiva, bastante más (y menos) que un espacio urbano. En 1963, tres personas muy próximas a Guillermo, Josep Alzina y Gebelli, de la ciudad de Reus, Xavier Garcia precisamente, de Villanueva y Geltrú, militantes ambos en la HOAC desde 1951 y 1948 respectivamente, y mosén Josep Asens y Huguet, consiliario desde 1947, habían redactado un largo escrito, dirigido al vocal de zona en la Comisión Nacional de la Hermandad, al presidente y Comisiones Diocesanas de toda España para pedirle que, en la HOAC catalana, se usara el catalán13; de manera que ya se ve que

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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el asunto estaba candente y que la decisión de Canamasas tenía mayor trasfondo que el que cabía pensar en un principio.

A decir verdad, el asunto estaba candente desde hacía trescientos años largos, cuando los Austrias pretendieron que los habitantes de todos sus reinos contribuyeran equitativamente en dos aspectos capita-les, entre otros: los soldados de los Reales Ejércitos y la no menos Real Hacienda. No lo lograron, pero el resquemor quedó vivo y, en los tres siglos que siguieron, ocurrieron más cosas. Finalmente, al acabar el siglo XIX, había cuajado una actitud que recibía el nombre de “catalanismo”, al que –como se verá en este libro- no había sido ajeno el propio Gui-llem en los que él mismo había llamado sus “segundos dieciocho años” (1915-1933)14. Y, desde la posguerra (1939), en Cataluña se había des-envuelto una reflexión colectiva –claro es que circunscrita a medios especialmente cultos, pero con especial presencia de los cristianos más comprometidos y, en concreto, de los eclesiásticos- sobre lo sucedido en la propia guerra civil de 1936-1939. En ella, la persecución religiosa había sido en Cataluña tan virulenta como en el resto de España y fue-ron sinnúmero los catalanes que pasaron a la zona “nacional” para lu-char junto a Franco y, luego, los que colaboraron con el Régimen (y contribuyeron con ello a que la política económica del dictador en rela-ción con Cataluña fuese tan beneficiosa para muchos catalanes como perniciosa para el sentimiento “diferencial” catalán). Pero la desatentada política franquista, en este último orden de cosas, ayudó a que se toma-ra conciencia de la situación paradójica en que se hallaban: los catalanis-tas “nacionales” que no habían seguido la carrera política se habían convertido en gente rechazada por el Régimen si no cedían en su cata-lanismo y, por eso y por mera honradez, se habían planteado si la per-secución religiosa en la guerra civil no había servido –de hecho- como cortina de humo para ocultar la gravedad de que los propios catalanes se enfrentaran entre sí y perdiesen el vigor desplegado antaño para de-fender las reivindicaciones de Cataluña. La reflexión había tenido hitos tan significativos como la prohibición, en la censura del Régimen, de la Historia espiritual de las Españas, del canónigo Carles Cardó, que hubo de publicarla en francés –y en Francia- en 194615. Cardó, en realidad, no había hecho sino plantear el dilema que acabamos de resumir.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Las razones de los hoacistas catalanes y las penurias de los hoacis-tas de Madrid

Que, en 1963-1964, entre los hoacistas catalanes, surgiera la deman-da de hablar en catalán en Cataluña resulta sorprendente. Rovirosa siempre había hablado públicamente en catalán o en castellano según lo que a él mismo le pareciese oportuno. Llegó a decir que, si alguna vez le prohibían hablar en castellano en reuniones de la Hermandad, la aban-donaría. ¿Quiere eso decir que, tras su apartamiento de la HOAC (1957), se dio un paso atrás en ese orden de cosas? Es posible que hubiera otros catalanes que no expresaran el mismo celo. Y no es posi-ble, sino seguro, que quienes le sustituyeron en cada caso y no eran catalanófonos, hablaron en castellano y eso pudo hacer que se percibie-ra un cambio añadido al del propio cese.

Por otro lado –y quizá sea más importante aún- la inmigración de trabajadores castellanófonos en Cataluña era un fenómeno comenzado en el siglo XIX y acentuado en el XX. Pero se había acelerado más aún con el desarrollo económico que comenzó con la década de los sesenta y estaba, por lo tanto, en pleno aumento cuando se escribió el docu-mento de que hablamos. Los recién llegados no hablaban catalán y es verosímil que se notara también en las reuniones de la HOAC.

En realidad, el texto en cuestión lleva fecha de 8 de diciembre de 1963; pero no debió de enviarse entonces. Es posible que se cruzara en su camino precisamente el fallecimiento de Rovirosa. El caso es que retrasaron el escrito a la pascua de Pentecostés del año siguiente, que debió caer el 17 de mayo, cuando Guillem ya había muerto, y, esta vez, lo escribieron en castellano y no lo suscribió mosén Asens, sino Xavier Garcia y Josep Alzina más Teresa Martra Tous y José Taverna Vilella, que militaban en la HOAC desde 1951.

No sólo la problemática de que hablamos, sino el hecho de que fir-mase el documento el que empezaba a ser biógrafo de Guillem Roviro-sa da al contenido un interés mayor, también para comprender la bio-grafía de Rovirosa. Es un escrito denso, muy elaborado, en el que ex-ponen de una manera descarnada la raíz de los desencuentros entre la dirección central de la HOAC y los dirigentes catalanes. Critica a aqué-llos –los de Madrid- por no entender que el apostolado obrero en Cata-

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luña pasa por adecuarse a la cultura catalana, incluida la lengua, y no por el seguidismo de las consignas de “Madrid”:

“O somos de la Hoac y vivimos inmergidos [sic] en pro-blemas que afectan vitalmente a nuestra conciencia de cata-lanes o se nos viola y se nos obliga a marchar del Movimiento obrero jerárquico”.

Les parecía que, por una solidaridad malentendida con los que llega-ban de fuera –las personas del resto de España que inmigraban en Cata-luña-, se reducían la lengua y la cultura catalanas al mínimo, hasta el punto de retorcer lo que debía ser el fluir normal de la convivencia, que se debía basar en la aceptación de la cultura catalana por parte de todos:

“Hoy en Cataluña, hay una mezcla de ciudadanos de otras regiones españolas que se ganan el pan entre nosotros, pero es evidente que se debe producir una asimilación. Y esta asimilación sólo se puede producir en un sentido concreto: hacia la catalanización. Pensarlo o proponérselo de otro mo-do es ir contra el derecho natural, contra el espíritu de igle-sia, contra el espíritu universal.

“La Hoac, en Cataluña, ha de tener criterios firmes en este sentido”.

Su sentimiento catalán, al cabo –el de los firmantes-, germinaba pre-cisamente en su pertenencia a la Iglesia y en la fidelidad al movimiento obrero, en actitud de coherencia que, al parecer, no se entendía en “Madrid”:

“La Hoac proclama muy alto que el militante obrero cris-tiano debe fidelidad a dos exigencias: a la Iglesia y a la clase obrera […] Nosotros, militantes obreros cristianos adultos ca-talanes, proclamamos muy alto que debemos fidelidad a otra exigencia: a nuestra tierra. Mal podrá ser fiel a la Iglesia aquel catalán que no vea claro que, siguiendo el pensamiento de la Iglesia, no se puede ir a la universalidad si no es pa-sando por la particularidad. Pretender ser católico y vivir de espaldas a las realidades de la tierra es como una blasfemia, una herejía. Mal podrá ser fiel a la clase obrera aquel obrero catalán que se desentienda del grito de su patria, la cual, como la clase obrera, está clamando por la justicia”.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Al final, la petición parecía un grito que les salía del alma: que no se les encorsetara; que se diese una solución acorde a sus circunstancias:

“Esperamos que se nos dará […] una respuesta concreta a esta angustiosa expresión de un problema que, de no resol-verse, pronto, y como es menester, puede contribuir a la es-terilización definitiva de la Hoac en Cataluña”16.

No era, por tanto, el problema de la biografía de Rovirosa; era mu-cho más lo que expresaba aquella desconfianza hacia “Madrid” que hemos hallado en Canamasas.

Quizás, en este caso –el de rendirle el homenaje merecido-, se habí-an precipitado. En los mismos días en que se enviaba ese escrito, los números del Boletín de la HOAC correspondientes a finales de mayo y primeros de junio de 1964 constituyeron un número extraordinario consagrado a Guillem, con colaboraciones de Tomás Malagón (consilia-rio nacional de la HOAC y, en cierto modo, alter ego de Guillem en los ámbitos eclesiásticos y en perspectivas filosóficas), Rafael Gallegos (un militante obrero de Acción Católica en la primera hora), sus amigos y colaboradores –y, hasta cierto punto, discípulos- Julián Gómez del Castillo, Jacinto Martín y Teófilo Pérez Rey, el religioso asuncionista Luis Madina y el maestro José Ripoll Campí17 (con quienes Rovirosa había trabajado asiduamente antes de consagrarse a la HOAC, en los primeros años cuarenta, en Vallecas), el ahora consiliario nacional de la Hermandad Juan José Rodríguez Ugarte, Miguel Fernández Saá (otro rovirosiano dedicado a la difusión de las publicaciones hoacistas), la ensayista y deportista Lilí Álvarez (buena amiga de Rovirosa), su íntimo amigo y ahora notable químico Gregorio Ramón18 el hoacista cántabro Jesús Arcos Morán, miembro de la Comisión Nacional... 19, personas todas que aparecerán en la historia de este libro o en la propia biografía. Si acaso llama la atención, precisamente, la ausencia de firmas catalanas.

En la Comisión Nacional se luchaba contra un problema casi endé-mico de la HOAC y de casi todas las asociaciones obreras, religiosas o no, sindicales, políticas o de cualquier género de las que habían funcio-nado en España en el último siglo: no había dinero. En mayo de 1964, en la Comisión Nacional, se decidió editar un recordatorio de la muerte de Rovirosa –conforme a la costumbre española (y de tantos otros países)-; tiraron cinco mil ejemplares, enviaron seis a cada Comisión

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Diocesana y a cada Centro… y pidieron que, si podían, les ayudasen a pagarlo.

“Se ha procurado editar cuidando su presentación, dentro de lo deseable y posible, lo que ha elevado notablemente su costo.

“Esta C[omisión] Nacional, a pesar de ello, no se atreve a mencionar el tal precio ni siquiera a exigir el correspondiente abono. Sólo hace la sugerencia de que agradecería la remi-sión de algún fondo para su abono, en cantidad que se deja al libre criterio de cada uno. Parece, por tratarse del asunto que es, un tanto como de «mal gusto» el poner precio…”20.

Y es que el problema no se circunscribía a sufragar los gastos que exigiera honrar a Rovirosa, sino que se trataba del conjunto de las fi-nanzas. En la Diócesis de Valencia, por ejemplo, sólo en cuatro de los centros con que contaba la Hermandad se había celebrado el “Día na-cional de la HOAC” correspondiente a 1961 –en el que, entre otras muchas cosas, se hacía una colecta especial- y el responsable diocesano de Organización de la propia Hermandad –por más que hablase de dudar- no dudaba en rigor al dictaminarlo: “nuestros centros están apagados”.

¿De quién era la culpa?, se preguntaba enseguida.

“No es difícil adivinarlo si meditamos un poco en los acon-tecimientos que recientemente se han venido sucediendo. Creo que se ven defraudados. No se vive la mística hoacista, tal como nos enseñaron en Cursillos. Vosotros creo que tam-bién podréis observarlo. ¿Qué pasa con el Centro de Madrid, mejor dicho con la Comisión Diocesana de Madrid, que según tengo entendido y observado no se la ve en casi ningún acto nacional?”21.

Las cuentas lo mostraban con toda claridad y, de ese modo, la laxi-tud se transmitía a la penuria financiera. Para el sostenimiento de la organización, se había aprobado –en pleno de la Nacional, con asisten-cia de presidentes y consiliarios de las Comisiones Diocesanas- que cada hoacista contribuyera con un jornal –o sea lo que ganaba en un día y quisiera o pudiera declarar “según su conciencia y sus ingresos”-; que la contribución se hiciera el Día Nacional de la HOAC –que solía coin-

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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cidir con el 1 de mayo- y que, en cada Consejo Diocesano, se recaudara y enviase –parte- a la Comisión Nacional.

Pues bien, en el balance correspondiente a 1963, quedaba claro lo que el responsable nacional de Organización consignaba en la circular del 16 de abril del año siguiente:

“- Que no todos los hoacistas aportan un día de haber a la Obra,

“- Que hay quienes no aportan nada,

“- Que no se hace recaudación de estas aportaciones en todos los Centros, en todas las Diócesis,

“- Que las recaudaciones que se hacen no siempre son enviadas por los Centros a las C[omisiones] Diocesanas y, en algunos casos, por éstas a la C[omisión] Nacional (en su par-te correspondiente),

“- Que, por falta de no organizar determinados actos en tal ocasión, o que por no asistencia a ellos de los hoacistas, se supedita a tales criterios la aportación de cada hoacista; condicionamiento ilógico, pues son cuestiones diferentes”.

Cifras cantaban: el jornal de un peón se podía calcular en sesenta pesetas, de las cuales tres cuartas partes eran lo que correspondía a la Comisión Nacional, a la cual no llegaban –de toda España-, sin embar-go, sino entre treinta mil y cuarenta mil (en las que, además, se incluían las aportaciones que hacían algunos simpatizantes). Según eso, los hoa-cistas españoles no llegaban ni siquiera al millar. Y no era así.

“Y no es –como sabemos de algunas C[omisiones] D[iocesanas]- cuestión de «remitir a la C[omisión] Nacional una aportación más o menos fija» que sabemos de casos en que incluso es a base de fuerte sacrificio de la Tesorería res-pectiva diocesana, sin el respaldo de la aportación de todos los hoacistas de la diócesis. Creemos que hemos de reflexio-nar más aún sobre aquello del «óbolo de la viuda», sobre aquello que se nos explica en los Cursillos de 2º Grado HOAC de nuestra entrega a la Obra, que comienza en parte por nuestro bolsillo”22.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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La situación real HOAC en 1964, en perspectiva financiera y en su pormenor geográfico

A falta de otras estadísticas, bueno será reproducir el número de suscripciones al Boletín que se decidió hacer público en la Comisión Nacional, entre los militantes, en julio de 1964, a fin de que tomasen conciencia de que había que hacer mayor esfuerzo y difundirlo más: superaban las veintiuna mil y resultaba llamativa la coherencia con que la mayor cantidad se apiñaba en la cornisa cantábrica, desde Asturias hasta Guipúzcoa y Navarra y, en la fachada mediterránea desde Catalu-ña hasta Murcia, incluido el antiguo reino de Valencia. La presencia era más débil en Castilla la Vieja y, sobre todo, en la Nueva, Andalucía y los archipiélagos. Ceuta y Melilla contrastaban por el monto de suscripcio-nes en términos relativos. El resultado era éste23:

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Ya se ve que el Boletín se había diversificado en tres colores (rojo, verde y amarillo) que tenían otros tantos tipos de suscriptores.

No se hacía constar la difusión fuera de España (que debía ser, cier-tamente, pequeña, pero que no faltaba). No hay que olvidar que corrían los tiempos en que los trabajadores españoles eran protagonistas de una de las mayores migraciones que ha conocido nuestra historia. España había entrado en los días del “desarrollo” y había comenzado a tener lugar un enorme trasvase de gentes del campo a las ciudades, incluidos especialmente los principales focos industriales de la propia península y del centro de Europa. Y la HOAC no era ajena a ese gigantesco trasie-go. En 1960, ya se habían comenzado a hacer gestiones para organizarla en Suiza y, fruto de ello, había sido acordar con los dirigentes de la JOC que fuese un mismo militante quien ostentara allí la representación de ambas24. Luego, según un testimonio oral de 197525, se había organiza-do en Alemania –con trabajadores españoles- en 1961 y, en 1963, en la propia Suiza.

En Alemania, los contactos con emigrantes habían cobrado fuerza en 1962, gracias al empeño del sacerdote Antonio Martín, antiguo con-siliario diocesano de la HOAC, quien hizo una petición formal de ayuda a la comisión nacional de la Hermandad para construir una residencia y estar en condiciones de formar los primeros grupos. En ese mismo año, y con la ayuda del hoacista Miguel Fernández, se dieron ya cursillos en la Baja Sajonia.

Por otra parte, la invitación a Teófilo Pérez Rey para participar en las Jornadas Católicas Alemanas, permitió el contacto con la KAB (Kat-holische Arbeiter Bewegung, “Movimiento obrero católico”), organización alemana entre cuyos objetivos estaba hacer a los obreros apóstoles de los propios obreros y que, entre otras cosas, se hizo cargo de la libera-ción económica de otro sacerdote, Liberto Balaguer, hoacista de Alcoy, cuya actividad fue decisiva para extender el movimiento en Alemania26.

Era tarea difícil, desde luego. El propio Balaguer, que atendía en aquellos meses la Capellanía Española, lo expresaba de manera cabal en una carta de 1964:

“Estos días pasados desarrollé un Cursillo de Iniciación a la Encuesta en la ciudad de Frankfurt. Es la primera vez que

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«aterrizo» por esta ciudad y quedé sorprendido de la actividad que se despliega en ella por parte de diversos y variados ele-mentos. Principalmente los socialistas desarrollan una acti-vidad desbordante, disponiendo de abundantes medios. Lo malo es que nadie se da cuenta de lo que hay en juego aquí y de lo mucho que se puede hacer. Personalmente puedo afir-mar que estamos demostrando prácticamente la efectividad de nuestra mística frente a cualquier organización de signo materialista. A pesar de todo, esto sigue adelante y ya no hay quien lo pare”27.

“Últimamente –añadiría casi un año después- celebramos un Cursillo Apostólico en la ciudad de Nürnberg [sic]. Creo que también por allá se pueden hacer grandes cosas. Si con-táramos con suficientes medios esto crecería a marchas for-zadas, pues el terreno está la mar de preparado para funcio-nar. En realidad, yo no debería de pasar ni un domingo en casa, pues necesitamos mucho trabajar en la formación de nuevos Vocales de Estudios si no queremos ser desbordados. Sin embargo, la mayor parte de la semana me las paso aquí [sic], sin hacer nada de cara a los hombres de la Obra, por falta de medios económicos”.

“[...] la verdad –le había dicho (a Teófilo Pérez Rey, el presidente de la HOAC, que es a quien escribía)- es que ya no puedo más con los gastos de viajes y la situación de mi propia familia”. Había acudido a la KAB, de Colonia, “con el fin de recibir alguna ayuda”. Pero no tenía aún respuesta.

Se percibía, sí, la solidaridad que era ya añeja en la Hermandad. “Muchos de los militantes de Dortmund, Kassel y otras ciudades, ente-rados de mi situación aquí, me aconsejan que me traslade a una de estas ciudades y envíe a hacer «puñetas» a los cuatro o cinco, entre curas y seglares, de aquí”. Pero seguía a la espera.

Claro que eso revela que tampoco faltaban las rencillas de siempre, que surgían ahora en Alemania y en el seno de las “capellanías de emi-grantes” y de los militantes de la HOAC como habían surgido en tantas ocasiones y lugares en la inmensa mayoría de las comunidades huma-nas. “La idea es organizar la HOAC a su manera, en aquellas demarca-ciones donde lo permitan los Capellanes” –aseguraba el propio Liberto en febrero de 1965-.

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“En el fondo de la cuestión, lo único que existe es una lu-cha entre los diversos grupos de Capellanes, por sus ideas, tendencias e intereses. Durante estos meses pasados, se ha podido advertir una tendencia acentuada hacia la conquista del cargo de Consiliario Nacional de la HOAC, en Alemania. [...] Incluso hicieron venir a D[o]n Tomás [Malagón?], con el fin de conseguir algo de prestigio de cara a algunos otros Ca-pellanes de Emigrantes28. También a mí han tratado de «ma-nejarme» unos y otros de acuerdo a sus deseos particulares. No me gustan los «chismorreos», pero tampoco puedo callar estas cosas tan sucias y asquerosas”.

Y más adelante:

“Teófilo, palabra que lamento el tener que comunicarte todas estas cosas tan poco gratas. Me gustaría incluso poder contarte algún chiste de esos que salen en la «fiesta del aire» de los Cursillos, pero creo que Alemania me ha rebajado en mucho el sentido del humor, ¿o será que los «viejos» ya no es-tamos para estas cosas?”

Para rectificar inmediatamente el sentido final de la explicación:

“Pero eso sí, Teófilo, la «cosa» sigue adelante a pesar de todo. No quiero decir que esté satisfecho, ni29 mucho menos, pero sí que vamos descubriendo una serie de valores entre los emigrantes, verdaderamente extraordinarios. Me gustaría que hicieras un viaje por aquí para presentarte a unos cuan-tos tipos «de bandera». Viejos militantes obreros con un Cris-tianismo de una pieza y con una experiencia que tumba de espaldas a cualquier «comunistoide» de estos que tanto abundan por aquí. Es la confianza que tengo puesta en el «JEFE» [sic] y la confianza de los amigos de España y los de aquí, lo que me ha sostenido estos años”30.

Claro que les había llegado la noticia de que Rovirosa había falleci-do:

“Teófilo, en nombre de todos nosotros, debo de comunicar el profundo dolor que sentimos por la muerte de Guillermo Rovirosa31, el hombre que supo entregarse por entero a la causa de Cristo y de los obreros y que desde este momento guiará nuestros pasos desde lo alto. Uno más que sigue los pasos de D[o]n Eugenio32, de Castañón33, de Quintanilla34,

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etc[étera], y que desde estos momentos debe ser ejemplo de nuestro caminar por la tierra llevando adelante la Obra que tanto amaron y por la que tanto hicieron. Nuestras oraciones se unen a las vuestras pidiendo por Rovirosa”35.

Debieron hacerle caso en las alturas porque, en 1967, Alemania con-taba con trece centros de la HOAC, dependientes de una Comisión Nacional-Diocesana: los había concretamente en Barsinghausen-Bad, Godesberg, Bielefeld, Menden, Düsseldorf, Francfort, Gelsenkirchen, Rescheid, Lennep, Berlín, Hannover, Nuremberg y Kassel36.

La situación en Suiza era más compleja, debido a su estructura can-tonal. En los cantones de lengua alemana, la influencia de la KAB era notable, al igual que la de las ACLI en los cantones de lengua italiana y la de ACO en los de lengua francesa. También aquí se estructuró la HOAC como una diócesis con su Comisión Nacional Diocesana, que se encargaba de asegurar la coordinación entre los distintos cantones, así como de cultivar las relaciones con las organizaciones apostólicas allí existentes. Aquí fue decisiva la figura de Juan Fernández Poncini37, que era consiliario de la HOAC y de la JOC simultáneamente.

El caso francés fue distinto, pues, entre los obispos franceses, no predominaba el criterio de favorecer organizaciones dependientes de comisiones extranjeras, por lo que la posibilidad que se les abrió a los militantes de la HOAC fue la de integrarse -bajo la supervisión de las autoridades francesas correspondientes- como sección en la ACO, una suerte de HOAC francesa cuya extensión española (iniciada en 1953) sólo había cuajado realmente en parte de Cataluña (sobre todo, la pro-vincia de Barcelona) y muy poco más (Mallorca, Madrid, Córdoba)38.

Los comienzos del distanciamiento de algunos obispos: en el fondo, el “compromiso temporal”

Había, ciertamente, más problemas (que, en puridad, venían a ser de crecimiento, pero no dejaban de señalar al año del cese de Rovirosa, 1957, como separación entre antes y después). Sobre todo desde los conflictos mineros asturianos de 1957 –los de la mina La Camocha39-, los líderes obreros que despuntaban en cada caso habían comenzado a constituirse en “comisión obrera” dispuesta a negociar con los dirigen-tes empresariales. La iniciativa era plural: había algún que otro comunis-

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ta, no faltaba algún falangista desengañado y, tal cual vez, aparecía algún jocista o algún miembro de la HOAC. Y no había llegado a constituir un movimiento articulado; eran tan sólo –y no era poco- un recurso que comenzaba a difundirse con muy notable –e inevitable- lentitud. Pero, probablemente, los dirigentes comunistas habían comprendido que era el modo de aprovechar la fuerza de los movimientos católicos.

El principal estorbo había sido el propio Rovirosa, que fundaba ex-plícitamente su anticapitalismo en su anticomunismo, y eso hasta 1957 precisamente, cuando los obispos responsables de Acción Católica Española lo habían quitado del medio. Procedía ahora conseguir la captación de otros hoacistas y algo se había logrado en las huelgas de 1961-1964. En 1961, en efecto, los paros comenzaban a cundir por Vizcaya y Guipúzcoa. En 1962, ya habían prendido nuevamente en Asturias cuando se preparaba la celebración, en Oviedo, de la XVII Semana Nacional de la HOAC40. Se había comprendido que el peligro de la coincidencia era notable y, con acuerdo del arzobispo de la dióce-sis asturiana –Francisco Javier Lauzurica y Torralba41- se optó por pos-ponerla hasta 1963 y, aun así, se encomendó al obispo Laureano Castán Lacoma –auxiliar del de Tarragona– que asistiera a ella y cuidara de que no se hiciese mención a esos conflictos.

Aragonés de Fonz, Castán había hecho la guerra como capellán en el regimiento “nacional” de Oviedo número 8 y, obispo auxiliar desde 1954, había sido -entre otras cosas que no nos interesan para compren-der el episodio de 1963-, consiliario nacional de la Asociación Católica de Propagandistas desde 1955 –por nombramiento del cardenal Pla y Deniel, primado de Toledo- y, desde siete años después, miembro de la Comisión Episcopal del Apostolado Social, vicesecretario general de la Acción Católica y obispo consiliario de sus movimientos sociales (que eran, en esos días, la JOC y la HOAC, masculinas y femeninas)42.

La presencia de Castán en todos los actos de la Semana de la HOAC (que se celebró entre el 2 y el 8 de septiembre de 1963) fue sumamente amigable para ambas partes, por más que los dirigentes de la Herman-dad la recordaran más tarde como una forma de “inspección”; Castán asistió a todas las sesiones y dio fe –en el informe que elevó después a la Comisión Episcopal43- del “gran espíritu de trabajo y piedad” que se respiró en ellas. Se había dado el caso de un minero asturiano que se le

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acercó para pedirle que le administrara el sacramento de la confirma-ción y, como se corrió la iniciativa, fueron doce o trece hoacistas, entre mujeres y varones, los que lo recibieron en el acto religioso de clausura. Pero advirtió también Castán que las reuniones generales habían resul-tado “sumamente tensas y a veces duras”; la huelga minera asturiana estaba en el cénit en esos mismos días y Castán tuvo que escuchar in-terpelaciones, dirigidas a la jerarquía eclesiástica española, hechas “con la ruda y acre sinceridad del lenguaje obrero”.

Destacó sobre todo, como “lo más lamentable”, “las desafortunadas intervenciones de algunos Consiliarios” que no dudaron en quejarse de que hubiera asistentes eclesiásticos en la Organización Sindical del Mo-vimiento y obispos que aceptaban el cargo de procuradores en Cortes o consejeros de Estado, como en efecto disponían –y, por lo tanto, per-mitían- las leyes respectivas. El asunto se había planteado en esos días con ocasión del Concilio Vaticano II, que se celebraba en Roma: con fecha 27 de abril de 1963, había circulado un Primer informe a los Padres Conciliares sobre la situación en España por un grupo de católicos españoles, sin firmas, donde se afirmaba que la situación política española provocaba “graves problemas de conciencia a muchos católicos” y se sacaba a luz el asunto de que varios obispos fuesen procuradores; la gente, explica-ban, puede llevar a ver en ellos “altos funcionarios del Estado” más que “pastores de almas”.

En esa situación, ciertamente, se encontraban entonces Leopoldo Eijo Garay (obispo de Madrid-Alcalá), Gregorio Modrego Casaús (de Barcelona), Marcelino Olaechea de Loizaga (arzobispo de Valencia), Luis Almarcha Hernández (de Burgos) y Luciano Pérez Platero (de Burgos también)44.

Y eso, sin duda, tenía consecuencias. En el mismo mes de septiem-bre de 1963, hubo un grave incidente entre la JOC y las autoridades de los Ministerios de la Gobernación –del que era titular el general Camilo Alonso Vega- e Información y Turismo –comandado ya por Manuel Fraga Iribarne-; habían decidido que el periódico Juventud Obrera fuera sometido en adelante a censura estatal; los obispos consiguieron que los dos ministros dichos renunciaran a ello y mantuvieran el respeto a lo que se consideraba, jurídicamente, prensa precisamente episcopal y, como tal, necesaria para el ejercicio del gobierno eclesiástico. Hacía ya

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tiempo que, para acabar con los problemas, se había decidido que los periódicos de las asociaciones de Acción Católica –incluidos Juventud Obrera y el Boletín de la HOAC- pasaran por la censura eclesiástica, con-cretamente la del Obispado de Madrid. Y eso, desde el punto de vista de los hombres del Régimen, debía bastar (por más que supieran –acaso- que los responsables de esas revistas no siempre obedecían; a veces, publicaban escritos que no habían sido enviados a los censores y, en ocasiones, incluían párrafos o artículos enteros que habían sido ve-tados).

Y eso ocurrió con el número de septiembre de 1963 de Juventud Obrera, que, al cabo, fue secuestrado por la policía en la imprenta donde se iba a tirar. Dada la gravedad del momento, el obispo consiliario había insistido a los responsables que no publicaran nada que hiciese referen-cia a lo politicolaboral y se había encontrado con que las dos primeras páginas se consagraban a la huelga de Asturias –“la cual claramente favorecían”- y con que “el resto era totalmente de temas político-laborales, sin que hubiera ni un solo artículo de contenido directamente religioso o apostólico”.

Lo primero –lo de la huelga- era cierto; lo segundo admitía discre-pancias; bastaba fijarse en el discurso de Pablo VI a los jocistas reuni-dos en Estrasburgo en esos días para poner en duda que, al tratar de la justicia distributiva y proyectar esa doctrina sobre realidades concretas, se hablara de lo directamente religioso o apostólico45.

Pero el asunto venía de antes –como se puede deducir de todo lo expuesto-; durante todo el año 1963, hasta agosto (Juventud obrera se publicaba mensualmente), no sólo habían abundado las críticas a la situación laboral española, al capitalismo en general y a una pequeña multitud de hechos concretos que revelaban injusticias, sino que se había dado pábulo a un asunto frontalmente implicado en la política del Régimen. En la onda de huelgas que había tomado fuerza en 1961 y seguía desde entonces, las autoridades civiles se habían encontrado con que abundaban los enlaces sindicales y los jurados de empresa –elegidos como tales en las elecciones convocadas por el propio Gobierno- que defendían las reivindicaciones laborales incluso a despecho de las con-signas que les dieran en la Organización Sindical del Régimen y, como consecuencia de ello, hubo bastantes jurados y enlaces detenidos en

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unos casos por fuerzas de orden público y despedidos de sus respecti-vas empresas; situación esta última que, en 1963, seguía sin resolverse y en cuya incoherencia –e injusticia- se insistía en el periódico de la JOC.

Pero es que sus redactores –en especial, José María Alzola- lo enca-denaban, además, con las próximas elecciones sindicales e insistían en su importancia, en la necesidad de que los obreros participasen real-mente y, cuando llegó el momento preciso, en denunciar las triquiñue-las legales que se preparaban desde el Gobierno para impedir que fue-sen elegidos candidatos ajenos al Sindicato Único.

Fue en ese clima en el que sucedió el secuestro del número de sep-tiembre. El roce se arregló sin dificultad entre ministros y prelados (aunque el periódico no apareció en octubre ni en noviembre; hubo de esperar a diciembre. Pero algunos de los segundos comenzaban a incli-narse hacia la posición de los primeros. A los hombres del Régimen, no les podía convencer, obviamente, un movimiento apostólico que actua-ba así. Veían, en el compromiso sindical y político de los seglares, un peligro real para un régimen confesional supuestamente modélico en su afán de proteger a la Iglesia de los peligros del mundo moderno.

Y no les parecía que publicar artículos como aquéllos dejara a la JOC y a la HOAC al margen de la lucha sindical propiamente dicha. Les bastaba, además, leer el editorial que apareció en el mismo periódi-co de la JOC, al retornar en diciembre de 1963: consideraban que la suya era una “doble misión”, “servir a la clase obrera y [...] servir a la Iglesia”;

“nuestro lenguaje es a veces duro, porque dura es nuestra vida: no podemos asistir tranquilos al atropello de la digni-dad, a la explotación de que son objeto muchos obreros46.

“Como Iglesia, porque seguimos caminando al lado de aquellos que sufren; porque el ser cristiano nos obliga a to-mar postura ante la vida, y la vida es lucha, por eso levanta-mos la voz para solidarizarnos con el que sufre y para ale-grarnos con los que se alegran. [...]

“Al igual que nuestro gran Papa Juan, aspiramos a vivir en una sociedad fundada en la VERDAD, [...] construida en la JUSTICIA, pero una justicia de hechos, no de palabras; [...] y

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realizada en la LIBERTAD, libertad que es patrimonio de todo hombre y que nadie le puede quitar en nombre de nada.

“[...] durante los meses que hemos estado sin ver la luz, de muchas cosas se nos ha acusado: comunistas, demagogos y algunos que otras cosas más. Son los de siempre, aquellos que les molesta nuestra verdad, aquellos que tienen intereses que defender y que no les interesa que la verdad se airee, porque puede comprometer su situación de privilegio”47.

En septiembre y octubre, en efecto, en diversos periódicos españo-les, se les había acusado de dar cabida, en la JOC, a las “infiltraciones marxistas” y, entre los acusadores, no faltaban los propios eclesiásti-cos48. No es extraño, por tanto, que el asunto inquietase a los obispos.

Sólo que su respuesta no fue, precisamente, favorable a la JOC. En el mismo año 1963, Laureano Castán había hecho una encuesta detalla-da entre todos los obispos españoles y le habían respondido cuarenta y cuatro –dos tercios, aproximadamente-, de los que sólo dos mostraron entusiasmo por lo que hacían los obreros de Acción Católica; los demás señalaron reservas que se convirtieron en verdaderas quejas en veinti-siete de los cuarenta y cuatro. La principal se refería al llamado “com-promiso temporal”49.

Era un concepto añejo, presente en los escritos de la HOAC desde fecha temprana y objeto, además, de elaboración del propio Rovirosa, que había redactado y difundido un folleto con ese título, El compromiso temporal, en 1963, poco antes de morir50. Y no había perdido importan-cia –al revés- con el paso del tiempo. En un pleno de presidentes de Comisiones Diocesanas de la Hermandad celebrado meses después de que Castán diera a conocer sus conclusiones, se había abordado la rede-finición del concepto y había quedado así:

“Compromiso Temporal es la actividad de carácter técnico realizada por seglares unidos y organizados, de modo perma-nente, con testimonio público cristiano, con el fin de ajustar las instituciones –sindicales, políticas y económicas- del país en que viven a las exigencias de un orden verdaderamente humano y evangélico”51.

No había nada que decir desde el punto de vista religioso. Podía ser incluso una exigencia de la fe cristiana. Pero los católicos que nutrían el

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Régimen partían de la base de que era esa justamente –lo adecuado a la fe cristiana- la razón de ser de su obra política y que pretendían minarla justo esos militantes cristianos de los movimientos obreros. Y, a los obispos, les pillaba –en principio- en el medio, como árbitros de un debate que, en realidad, no tenía ni solución ni aun cauce. O negaban a una de las dos partes el carácter de católica o se lo reconocían a las dos y, en este caso, resultaba que unos tenían el poder y otros no y que los “suyos” –los militantes de la Acción Católica como el instrumento que pretendía ser de los obispos- eran los que no lo tenían.

El relevo de Tomás Malagón

La tensión entre personas de ambos grupos –obispos y seglares de los llamados “movimientos apostólicos”- era ya perceptible en 1964 y, en ese mismo año, bajo la dirección de Castán mismo, se trabajaba ya en lo que debía llegar a ser una reorganización (y reorientación) de los apostolados obreros, que pasaría por la formación de una Junta Nacio-nal de Apostolado Social, dependiente de la Comisión Episcopal y for-mada por los consiliarios nacionales de los diversos movimientos, los presidentes nacionales también –incluido el de Acción Social Patro-nal52- y un secretario.

Al final del texto que se hizo público, alguien con letra parecida a la de Malagón –si es que no él mismo- anotó lo siguiente:

“Todo el plan me parece muy teórico y difícil de llevar a la práctica.

“Creo además que tal como va enfocado robará personali-dad a los Movimientos.

“La participación de los seglares, la veo un poco como me-ros instrumentos de trabajo, no de dirección y gobierno. Se da a los sacerdotes muchísima más importancia que a los se-glares, cuando la experiencia del trabajo en los campos don-de se ha de apostolar [sic] la tienen los militantes.

“Se da una descentralización de los Movimientos, pasando el plano diocesano a depender de las formas que allí se indi-quen con perjuicio de los mismos Movimientos en su tarea nacional”53.

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Precisamente meses antes, en noviembre de 1963, en Junta de Me-tropolitanos, se había tomado la decisión de relevar a Malagón como consiliario nacional de la HOAC; cosa que se hizo efectiva en 1964. Vino a sustituirle el sacerdote Juan José Rodríguez Ugarte, que dirigía el Secretariado Social de la diócesis de Bilbao54 y, en principio, no se vio en él ningún obstáculo para cambiar lo que hiciese falta. Era un hombre joven; no había cumplido aún los cuarenta años –había nacido en 1925- y se había incorporado al Secretariado nada más terminar los estudios en el Instituto León XIII, que tenía la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid55.

No puede decirse, por tanto, que hubiese nada parecido a un en-frentamiento. Las formas no podían cuidarse más. Y algo más que las formas. En 1964, entre el 24 y el 30 de agosto, por ejemplo, se celebró en Barcelona la XVIII Semana Nacional de la HOAC y VIII de la HOACF (la rama femenina56) y, en el acto de apertura, el arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego, se limitó a exhortarles a que el coloquio que emprendían en esa ocasión tuviese “claridad, luz, inteligencia” y les recordó que “la amabilidad es fundamental”; “que tengáis ideas claras y conciencia de que estáis en la verdad”. En la clausura, Cecilio Fernán-dez Bustos –“un trabajador de Aranjuez”, según un documento de la época, y presidente nacional ahora de la Vanguardia Obrera Juvenil que se había creado en círculos jesuíticos en 1954, no dudó en afirmar:

“Sois el gran orgullo del Movimiento Obrero Cristiano en España y el orgullo de la Iglesia. Os lo reconocemos. Nos de-jamos llevar de vuestra mano”57.

Pero las disensiones existían y Malagón dejó su cargo con esa pre-ocupación. En el acto de despedida, el 21 de enero de 1964, “visible-mente emocionado” llegó a decir que “las líneas esenciales de la HOAC estaban ya trazadas por don Eugenio Merino y la labor de un grupo de militantes que ha[bía]n sufrido mucho por la HOAC” y que, al recordar a Guillermo Rovirosa, “con el que he trabajado –dijo- en la línea de la HOAC”, añadió:

“Su despojamiento ha representado, y sigue representan-do, una herida en la Obra”58.

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1 La grafía de este apellido varía notablemente de unos documentos a

otros, de los que conocemos, y aún ha variado más posteriormente, en publi-caciones donde se cita a mosén Domènec y su apellido se presenta como “Ca-namasses”. Optamos por su propia manera de escribirlo, especialmente clara en la carta que dirige a Xavier Garcia desde Santa Eulalia de Riuprimer el 6 de octubre de 1966 (doc. 19661006ACPHOAC_FXG_503_103): “Canamasas”. La razón es que se trata de un documento especialmente nítido desde el punto de vista gráfico, frente a otros del propio mosén Domènec. Explica en él, por otra parte, la enfermedad que comenzó a padecer entonces y se acentuó paso a paso hasta casi anularlo desde el punto de vista de la acción pastoral que era habitual en los sacerdotes diocesanos de la época.

2 Se trata del doc. 19640309ACPHOAC_FXG_503_103.

3 Vid. Miquel Estradé a Xavier Garcia, Monserrat, 17 de marzo de 1964, 19640317ACPHOAC_FXG_101.

4 Vid. Xavier Garcia i Soler, Memòria i confessió, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1992, 218 págs.

5 Vid. Emili Ferrando: Cristians i rebels: Història de l’HOAC a Catalunya duran-te el franquisme (1946-1975), Barcelona, Ed. Mediterranea, 2000 (hay ed. caste-llana).

6 Original en catalán, doc. 19640321ACPHOAC_FXG_101.

7 Se lo dice a Xavier Garcia en la carta de 28 de abril de 1964 que citaremos enseguida.

8 Doc. Original en catalán 19640428ACPHOAC_FXG_101.

9 El benedictino Miquel Estradé hablaba ya de ello a Xavier Garcia, Mon-serrat, 17 de abril de 1964, doc. 19640417ACPHOAC_FXG_101.

10 Doc. 19640300ACPHOAC_FXG_503_103. No lleva fecha; pero ha de ser anterior, es obvio, a la respuesta del abad, fecha 16 de julio. Está escrita en catalán.

11 Doc. 19640716ACPHOAC_FXG_503_103. En catalán también.

12 A Xavier Garcia Soler, Santa Eulalia de Riuprimer, 16 de julio de 1964, doc. 19640716ACPHOAC_FXG_101. Original en catalán.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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13 Copia mecanografiada, en 19631208ACPHOAC_FXG_504.

14 En la breve autobiografía que trazó en “El primer traidor cristiano, Judas de Keriot, el Apóstol”, en Obras completas, t. I, Madrid, Ediciones HOAC, 1995, 548 págs. Sobre el catalanismo, la bibliografía es simplemente oceánica. Remi-timos sólo a la obra fundamental de Enric Ucelay-Da Cal, El imperialismo cata-lán: Prat de la Riba, Cambó, D'Ors y la conquista moral de España, Barcelona, Ed-hasa, 2003, 1097 págs.

15 Histoire spirituelle des Espagnes: Étude historico-psychologique du peuple espagnol, París, Éd. des Portes de France, 1946, 349 págs. Sobre la virulencia de la perse-cución religiosa en Cataluña, César Alcalá, Checas de Barcelona: El terror y la repre-sión estalinista en Cataluña durante la guerra civil al descubierto, Barcelona, Belacqua, 2005, 254 págs.; Julio de la Cueva Merino, Guerra y violencia anticlerical en Catalu-ña: Un ensayo de interpretación, Madrid, Instituto Universitario Ortega y Gasset, 2001, 26 págs. Sobre la política catalana del Régimen, El franquisme a Catalunya (1939-1977), dir. por Josep Maria Solé Sabaté, Barcelona, Edicions 62, 2005-2007, 4 volúmenes, el tercero de los cuales se centra en la época que estudia-mos en esta introducción: La inmigració, el desarrollismo i la resistència cultural (1959-1968). Sobre el colaboracionismo, Martí Marín i Corbera, Els ajuntaments franquistes a Catalunya: Politica i administració municipal, 1938-1979, Lérida, Pagés editórs, 2000, 549 págs.; Ignasi Riera, Los catalanes de Franco (La historia de quienes durante cuarenta años constituyeron un firme puntal del general Franco en Cataluña), Barcelona, Plaza & Janés, 1998, 468 págs.

16 Copia mecanografiada, doc. 19640517ACPHOAC_FXG_504.

17 Aparte de la petición habitual de recuerdos de Guillem para la biografía que está escribiendo, Xavier García solicita a Ripoll la dirección del padre Madina, pues hace ya tres meses que ha escrito y no ha obtenido respuesta, por lo que deduce que no deben ser correctos los datos que tiene… Vid. doc. 19660211ACPHOAC_FXG_503_103.

18 Precisamente Gregorio Ramón anima a Xavier Garcia a escribir la bio-grafía de Rovirosa, encaminándole a Domingo Canamases y el padre Miguel, de Montserrat, como amigos íntimos que le podrían orientar. Vid. la carta en doc. 19650410CPHOAC_FXG_503_103.

19 Reseña de ese número, en la hoja correspondiente al 28 de mayo del Al-manaque Rovirosa, inédito, que se conserva en AGUN_FTPR. La identificación de Jesús Arcos Morán –fuera de la documentación de la HOAC-, en ABC, 22 de junio de 1958, pág. 97, “Constitución del Hogar Montañés de Madrid”.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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20 Circular 15/44, de 18 de mayo de 1964, ACDHOACValencia, f. 633.

21 José Gimeno a Jesús Arcos Morán, Valencia, 25 de abril de 1964, ACHOACValencia, f. 819.

22 Todo esto, lo firma Jesús Arcos Morán, ACDHOACValencia, f. 610-611.

23 Lo que se reproduce es la hoja correspondiente al 18 de julio del Alma-naque de Rovirosa, inédito, cuyo original clasificamos como 19640718AGUN_FTPR.

24 Según la hoja correspondiente al 20 de agosto del Almanaque Rovirosa cit. supra, AGUN_FTPR.

25 En la conversación transcrita a mano por Basilisa López García en cuyo encabezamiento se lee “Tema: Historia de la HOAC = 2-III-75”, ACP-HOAC_203_4.

26 Todo esto, según Basilisa López García, Aproximación a la Historia de la HOAC (1946-1981), Madrid, Ediciones HOAC, 1995, 173.

27 Liberto Balaguer a Teófilo Pérez Rey, Hannover, 4 de marzo de 1964 (doc. 19640304ACPHOAC_306_6).

28 Se refiere quizás a los que se enviaron desde el Sindicato Único. Vid. Antonio Muñoz Sánchez, “El sindicato vertical «al servicio del emigrante»: La Agregaduría Laboral de la Embajada Española en Bonn durante los años se-senta”: Historia, trabajo y sociedad, núm. 3 (2012), 115-136.

29 Dice “no”. No señalamos en cambio los lugares en que pone “n” por “ñ”. Entendemos que, en Hannover, tenía que escribir con una máquina ale-mana, que carecía de esta última letra.

30 Hannover, 20 de febrero de 1965, ACPHOAC_306_7.

31 Todo el nombre en mayúsculas, en el original, como las otras dos pala-bras que preferimos transcribir en bastardilla.

32 Eugenio Merino, primer consiliario nacional de la HOAC hasta su falle-cimiento, en 1953.

33 Manuel Castañón, que había sido presidente de la HOAC entre 1949 y 1959.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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34 Ramón Quintanilla, obrero hoacista de gran empuje y predicamento en la Hermandad y muy cercano a Rovirosa.

35 Liberto Balaguer a Teófilo Pérez Rey, Hannover, 4 de marzo de 1964 (doc. 19640304ACPHOAC_306_6).

36 La enumeración se desprende de la hoja correspondiente al 18 de junio del Almanaque Rovirosa, cit. supra, AGUN_FTPR, donde se da noticia de la renovación de la Comisión Nacional de la HOAC en Alemania. Sobre sus centros y lo que sigue sobre Suiza y Francia, López García, Aproximación..., 173-174.

37 Los problemas que planteaba a los capellanes la emigración en Suiza no eran muy distintos de los de otros lugares. Poncini lo exponía de la siguiente manera: “No faltarán al sacerdote misionero de emigrantes, personas que vengan todos los días [...], buscando la solución de algún problema: un piso, una colocación, un contrato, una guardería para sus hijos, un lío con la policía o el patrón, etc., y meted aquí toda la gama de los problemas de asistencia social. Otros vendrán con problemas más específicos del sacerdote: unos espo-sos que están desavenidos, un hijo que se ha marchado de casa, la joven que se encuentra en grave apuro, etc. Pero qué pocos, sin embargo, los que buscan al sacerdote para colaborar con él en la formación de la Comunidad cristiana litúrgica y apostólica, los que buscan su preparación o ingreso en los cuadros militantes de la parroquia!”; la cita está tomada de “La inmigración: un nuevo reto para la Iglesia católica española”, Paola García, Universidad París XII-Instituto Ortega y Gasset, disponible en la siguiente dirección de internet: http://www.red-redial.net/revista/anuario-americanista-europeo/article/viewFile/105/90.

Vuelto a España, se significó en los movimientos de oposición al régimen de Franco –que continuó por un tiempo una vez muerto-; vid., por ejemplo, ABC, 29 de abril de 1976, pág. 9, que recoge su detención y el encierro de cien vecinos en la parroquia Nuestra Señora de la Montaña, de la que era coadjutor, -el párroco era el padre Gafo-; también estuvo presente en las luchas por trans-formar algunas cuestiones eclesiales, como por ejemplo el celibato, formando parte del MOCEOP (Movimiento Pro-Celibato Opcional) y alguna de sus opiniones se pueden leer en El País, de 16 de julio de 1977, en concreto sobre los cambios de sacerdotes en las parroquias dne Moratalaz, tras la dimisión del padre Gafo.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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38 Vid. Joan Bada y Oleguer Bellavista, ACO: 50 anys de militància obrera i cris-

tiana, Barcelona, Edit. Mediterrània, 2003, 261 págs.

39 Vid. el obituario de Casimiro Bayón publicado en el diario El Mundo, de 24 de julio de 2009, con texto de Agustín Yanel, y también el artículo editado en la Agrupación de Profesionales del Partido Comunista de Madrid, donde se recoge un artículo sobre la mina de La Camocha con motivo de haberse cum-plido 50 años de aquel grave conflicto, reproducido el 25 de febrero de 2007 en http://www.profesionalespcm.org. De todas formas, el nacimiento de Comisiones Obreras es un asunto oscuro y –quizás- imposible de aclarar, des-de el momento en que lo que nació fueron “comisiones obreras” o “de obre-ros” que no obedecían a ningún plan de desarrollo sindical propiamente dicho y que, por otra parte, no hacían sino acudir a un tipo de organización desde abajo que ya se había ensayado en otros tiempos, el último durante la guerra civil de 1936-1939. Omitimos de propio intento cualquier referencia a la bi-bliografía de tipo general sobre los primeros años de la sindical justamente por eso, por evitarnos la necesidad de presentar algunas de las principales publica-ciones como verdaderas tergiversaciones de su historia, probablemente elabo-radas por historiadores que aceptaron en su momento la versión oficial sin entrar en la necesaria comprobación de los hechos.

40 Vid. Jorge Martínez Reverte, La furia y el silencio: Asturias, primavera de 1962, Madrid, Espasa Calpe, 2008, 282 págs.; Rubén Vega García, Las huelgas de 1962 en España y su repercusión internacional: El camino que marcaba Asturias, Gijón, Trea Oviedo y Fundación Juan Muñiz Zapico, 2002, 540 págs.

41 Fue obispo de Oviedo desde 1949 hasta 1964 –desde 1954 arzobispo- y le sustituyó Tarancón, que lo fue hasta 1969.

42 Más datos biográficos, en www.diariodelaltoaragon.com/NoticiasImprimir.aspx?Id=549949. A su pre-sencia en la Semana Nacional de la HOAC (1963), se alude en la conversación transcrita a mano por Basilisa López García en cuyo encabezamiento se lee “Tema: Historia de la HOAC = 2-III-75”, ACPHOAC_203_4.

43 De donde proceden las palabras que entrecomillamos a continuación. Se trata del Informe a los Rvdmos. Prelados sobre los movimientos sociales de la Acción Cató-lica Española: por el Obispo Consiliario: Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Laureano Castán, Obispo Auxiliar de Tarragona, 1 de enero de 1964, 11 ff. (doc. 19640101ACPHOAC_9_2). Más sobre lo ocurrido en aquellos meses, en doc. 19620619ACPHOAC_24_1; 19630000ACPHOAC_10_3; 19630902ACPHOAC_24_2 y 3; 19630600ACPHOAC_9_2.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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44 Archivo Giménez Fernández, B.XIV, a-b-e/33 (9 folios).

45 Falta ese número en la colección de Juventud Obrera que se conserva en el Archivo de la JOC.

46 Punto y seguido en el original.

47 “De nuevo en la brecha”: Juventud obrera, núm. 77 (diciembre de 1963), 1-2.

48 Vid. “Campaña de calumnias”: Juventud obrera, núm. 77 (diciembre de 1963), 3.

49 Vid. el resumen de la encuesta en “Secretariado del Episcopado español = Madrid, junio, 1963 = Informe sobre los movimientos sociales de la Acción Católica Española” (doc. 19630600ACPHOAC_9_2).

50 Vid. Ángel Ruiz Camps, “Presentación general” de Guillermo Rovirosa, Obras completas, t. I, Madrid, Ediciones HOAC, 1995, págs. 28 y 31. Se recoge íntegro en el t. II de esas mismas obras, págs. 127-175.

51 Apud hoja correspondiente al 9 de enero del Almanaque Rovirosa, inédito, cit. supra, AGUN_FTPR.

52 Sobre sus relaciones previas con la HOAC, “Orden del día de la reunión conjunta de los Movimientos Especializados de Obreros y Empresarios de las ramas masculinas de Acción Católica”, Madrid, 30 de mayo de 1962, e “Infor-me de la Comisión Nacional de Acción Social Patronal sobre los actuales con-flictos laborales”, Madrid, mayo de 1962, ACPHOAC_40bis_2.

53 Apud “Proyecto de plan de apostolado social”, Roma, noviembre de 1964, f. 9, ACPHOAC_40_13.

54 Vid. certificado del nombramiento de Ugarte, Secretaría General, Direc-ción Central de la Acción Católica Española, Madrid, 11 de julio de 1967, ACPHOAC_132_9. El nombramiento no se recoge en las Actas de las Conferen-cias de Metropolitanos Españoles (1921-1965), ed. por Vicente Cárcel Ortí, Madrid, BAC, 1994, 622-636.

55 En el Almanaque Rovirosa cit. supra AGUN_FTPR, hoja correspondiente al 23 de agosto, se sitúa el relevo en 1966 y no en 1963. (Es el doc. 19660823AGUN_FTPR). Se trata desde luego de un error. Y, por tanto, no se puede dar por bueno sin más –como propio de 1963- el resto de la glosa. Se lee en ella que, en la HOAC, tenían mal recuerdo de algunos consiliarios, espe-

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cialmente entre los de la HOACF, a quienes acusaban de “acción obstaculi-zadora” y de haber retrasado “el avance de la Obra en momentos claves para la misma”. Pero la preocupación era general en la Acción Católica, de manera que algunos de sus dirigentes –incluido probablemente Teófilo Pérez Rey- se habían puesto de acuerdo en 1963 para hacer llegar su opinión a los obispos. El consiliario debía merecer una doble confianza: la del episcopado y la de los militantes del organismo respectivo y, para eso, les parecía bien que el nom-bramiento siguiera dependiendo solamente de los obispos con tal que se escu-chara –incluso de manera preceptiva- a los representantes de los diversos or-ganismos (quienes, a su vez, se cuidarían de recabar la opinión de las bases). Al presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar –Casimiro Morci-llo-, le pareció que la demanda –no exenta de polémica en esos días- podía ser atendida y, en el caso de la HOAC, pidió (según la hoja que citamos, en 1963) al consiliario nacional –aún Tomás Malagón- que elevara una terna; Malagón consultó a los consiliarios diocesanos, y, sin obviar las opiniones de los militan-tes que le llegaron, elaboró una terna, que ponía en primer lugar a a Juan José Rodríguez Ugarte, en segundo a Florián Larios, de Madrid, y él mismo en tercer lugar. Aparte, una propuesta semejante –la de una terna- se pidió a los correspondientes consiliarios diocesanos desde el Consejo Nacional de los Hombres de Acción Católica, y al consiliario nacional de la HOACF. Todo esto, como decimos, ha de tomarse como un error que no permite distinguir lo que corresponde a 1966 realmente de lo propio de 1963.

56 Sobre su situación en esos días (1964-1965), ACPHOAC_150_8.

57 Cit. en la hoja correspondiente al 24 de agosto del Almanaque Rovirosa, inédito, cit. supra, AGUN_FTPR. Dice Cecilio Rodríguez en vez de Cecilio Fernández, suponemos que por error. Lo que decimos de él aparece en un documento de las autoridades civiles del Régimen, donde se habla de la exis-tencia en Sevilla de un “Hogar del Trabajo”, creado por la organización Van-guardia Obrera y presidido por “un trabajador de Aranjuez, Cecilio Fernández Bustos”. Vid. Julio Ponce Alberca, La UGT de Sevilla: de activistas subversivos a sindicato legal, Sevilla, Fundación para el desarrollo de los pueblos de Andalucía, 2009, 123 págs. Vid. ACPHOAC_321_3. Sobre las VOJ, Izumir Kanzaki, "Vanguardia Obrera: Un movimiento apostólico obrero durante el franquis-mo": Sociedad y utopía, núm. 4 (1994), 47-58. Es el resumen de una tesis doc-toral sobre La Vanguardia Obrera. Movimiento obrero cristiano durante el franquismo, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1993, inédita –que sepamos- cuando escribimos estas líneas.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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58 Cit. hoja del Almanaque Rovirosa, inédito, cit. supra, AGUN_FTPR, co-rrespondiente al 21 de enero.

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II. XAVIER GARCIA, EL ARTÍFICE

Primeros pasos en la elaboración de la biografía de Rovirosa

En ese clima comenzaba a cuajar la idea de elaborar la biografía de Rovirosa. Y no puede decirse, ciertamente, que no apoyaran el proyecto quienes componían entonces la Comisión Nacional de la HOAC. Pro-bablemente había sido a finales del año 1964 cuando Xavier Garcia envió a la propia Comisión, para que publicasen en el Boletín de la Her-mandad, lo que debía ser –la noticia es demasiado imprecisa- una carta que había dirigido Rovirosa a su hijo cuando era niño, y un miembro de la Comisión Nacional le respondió no sólo agradeciéndolo, sino con el añadido de comentar que eso le daba a él ocasión para hacer, como hace tiempo venía con intención, algún pequeño artículo de recordatorio de su aniversario (se entiende, el de la muerte de Rovirosa el 27 de febrero anterior).

“Me alegro mucho [de] saber –continuaba- que tienes la labor de hacer esa «historia» de él. Desde luego no me extraña nada lo que dices del tiempo que calculas te llevará. Para mí tengo por satisfacción la seguridad de que el hacerla tú dará fidelidad a lo que de él se diga y hasta, si cabe decirlo así, aquí la también seguridad de que será dicho además con «elegancia», no con «rememoraciones ñoñas, cursis». ¡Adelan-te, Xavier! No dejes de la mano esa labor. Y sabes que, si en algo para ello te puedo ayudar…, cuenta con mi ayuda, que gustoso por él y por ti la prestaré.

“Por cierto: ¿entendí mal, tiempo atrás, cuando me pare-ció oír que D[o]n Domingo [Canamasas] iba a hacer alguna labor así? No recuerdo cómo ni cuándo lo oí decir esto. Claro

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que, si él hace una cosa y tú otra, ninguna de las dos «sobra-rán»”1.

Todo induce a pensar que Canamasas había comenzado a trabajar, efectivamente, en la biografía de Guillem y se había dirigido a varios hoacistas y otros conocidos de Rovirosa para pedirles colaboración para el volumen de homenaje que proyectaban2. Pero era ya Xavier Garcia quien llevaba la iniciativa. Mosén Canamasas no se encontraba en con-diciones de salud para acometer esa empresa; Malagón ya le decía a Xavier antes de que acabase agosto de 1964 que pocos como él podían escribir la biografía de Rovirosa, que ya sabía había comenzado a elabo-rar. Debía saberlo por el propio Xavier, quien, a lo que parece, le había comentado -ya en fechas tan tempranas- la dificultad que encontraba para que le aportaran datos quienes habían conocido de cerca a Gui-llem. “No desanimes”, le decía sobre eso don Tomás, “La gente no tiene mala voluntad, pero sí desidia y despreocupación. Cuenta con que todo ha de ser, sobre todo, obra tuya”3.

En noviembre de 1964, ya podía hablarse del “librico” (llibret, en ca-talán) que había escrito Xavier García4.

En rigor, sólo había empezado. Al menos, faltaba asegurar y com-pletar –con documentos- todo lo que sabían y querían decir. A comien-zos de 1966, Lluís Badía –aquel antiguo colaborador de Rovirosa en la redacción de un boletín para gente del campo- no sólo continuaba en relación con Xavier Garcia, sino que hacía lo poco –según él- que podía hacer con el fin de lograr aclaraciones. Entre otras cosas, se había diri-gido a la Escola Industrial, en Barcelona, a fin de conseguir el expediente de los estudios de Guillem en la Escuela de directores de industrias eléctricas y mecánicas, desarrollados entre 1917 y 19215 y él fue, en efecto, quien dio con la documentación de la que, luego, haría uso Xavier6.

El problema estribaba en que Xavier Garcia no era rico y la elabora-ción de la biografía le exigía efectuar desplazamientos, hacer fotografías, comprar sellos para las cartas… y eso, para él, comenzaba a ser mucho.

De facto, hubo un momento en que hizo cuentas (y, gracias a ello, lo sabemos y hasta podemos rehacer la parte geográfica del itinerario que siguió en aquellos primeros meses para reunir testimonios y buscar documentos):

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18 de febre-ro de 1965:

Viaje a Montserrat7.

12 de mayo: Viaje al Vendrell para entrevistarse con una sobrina de Rovirosa y hacer copia fotográfica –quizá- de dos fotos anteriores que conservaba la familia de Pepet Rovirosa, hermano de Guillem.

22 de mayo: Viaje a Montserrat, más el importe de 26 fotografías y cien sellos de correos que compra en esos días.

28 de agos-to:

Viaje a Barcelona para entrevistarse con Josefa Munta-nyà Riera, sobrina de Caterina, la esposa de Guillem, y quien quizá le permitió hacer copia fotográfica de otras seis fotos familiares, aparte de comprar, por esos días, un centenar de sobres para cartas.

16 de sep-tiembre:

Viaje a Barcelona para hablar con Rifá, hijo del empresa-rio para quien trabajó Rovirosa en Madrid antes de la guerra.

2 de octubre: Viaje a Barcelona para entrevistarse con Esteve Bus-quets, periodista y hoacista muy cercano a Guillem, di-rector, en su día, del periódico ¡Tú!

9 de octubre: Viaje a Cornellà, para hablar con mosén Joan Bonet i Baltà –dirigente de la Acción Católica Española en los días de Rovirosa- y a Alella para verse con Comermena, compañero de trabajo de Guillem en la casa Rifá, en Madrid.

16 de octu-bre:

Viaje a Barcelona, para entrevistarse nuevamente con Busquets.

23 de octu-bre:

Viaje a Barcelona, para ver nuevamente a Josefa Munta-nyà.

30 de octu-bre:

Viaje a Montserrat.

7 de no-viembre:

Viaje a Barcelona, para hablar otra vez con Josefa Mun-tanyà.

11 de di-ciembre:

Viaje a Mataró para entrevistarse con la familia Parellada, parientes de Caterina.

18 de di-ciembre:

Viaje a Barcelona para hablar nuevamente con el hijo de Rifá.

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21 de di-ciembre:

Ha de adquirir otros cincuenta sellos de correos. Lleva, por tanto, escritas unas ciento cincuenta cartas.

15 de enero de 1966:

Viaje a Barcelona para entrevista de nuevo con Rifá.

21-26 de enero:

Viaje a Madrid.

Y sólo había comenzado. En febrero de 1966, calculaba que llevaba escrita la mitad8. Más adelante hablaría de unas doscientas cincuenta páginas.

En cuanto a las respuestas que había comenzado a recibir, de esos días data su correspondencia con el jesuita Manuel Marina –que había confesado a Rovirosa durante la guerra y dio a Xavier Garcia datos importantes acerca de esos años9-; algunos, como Ramón Griful, cape-llán de Viladomiu Nou, en la provincia de Barcelona, incluso al expli-carle que no tenía recuerdos especiales ni mucho menos documentos, le dio un notable testimonio sobre la personalidad de Guillem…10.

Algunas de las demás cartas de esos días muestran, por otra parte, que la propia fijación de la biografía por escrito le iba poniendo de relieve importantes lagunas, excesiva imprecisión en bastantes datos, contradicciones en algunos y, en último término, un sinfín de dudas a las que había que dar respuesta. Sus cartas se convertían con frecuencia en verdaderos interrogatorios11, que no siempre recibían respuesta y le obligaban, por lo tanto, a buscarlas por otra vía, que bien podía aconse-jar una entrevista y una conversación directa.

Conversaciones que, a su vez, daban más pistas y exigían otras acla-raciones y, con ello, escribir a personas a quienes ya había escrito o entrevistarse nuevamente con quienes ya se había entrevistado. La repe-tición de los viajes a Barcelona para hablar con Josefa Muntanyà debie-ron referirse, sin duda, a los problemas que encontraba para rehacer la vida de Caterina, la esposa de Guillem. Los de Rifá tenían que ver –seguro- con uno de los episodios más graves de la vida de Rovirosa, que fue –como para otros muchos españoles (muchísimos)- la guerra civil. Por su parte, Busquets era miembro del Consejo Nacional de la HOAC cuando estaba en él Rovirosa y eran justamente ellos dos quie-nes llevaban la edición de las publicaciones periódicas, Busquets la de

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¡Tú! y Rovirosa el Boletín. Puede afirmarse que habían trabajado codo a codo y se conocían muy bien.

Pero, con todo eso, ya se había gastado –Xavier Garcia- más de dos mil pesetas. Y, si es que las tenía, no es porque le sobraran.

Xavier Garcia Soler y la tentativa de ZYX

No hablamos, en efecto, de un hombre rico12. Xavier había cumpli-do o cumpliría en 1966 cuarenta y siete años; había nacido en Villanue-va y Geltrú en 1919, en una familia que él mismo situaría entre los po-brets i alegrets que vivían de su trabajo y dejaban la puerta de casa abierta de forma permanente, hasta de noche, como solía hacerse en gran parte de España en aquellos años13. Su padre era albañil y consiguió darle estudios de comercio en los escolapios (los mismos que habían intenta-do educar a Rovirosa en el bachillerato) y aprendió idiomas por su cuenta; de manera que, a los veinte años largos, estuvo en condiciones de trabajar en el despacho de Josep Maria Foradada, que era procurador de tribunales de justicia. Luego se incorporó a la sucursal que la casa Pirelli tenía en Villanueva y Geltrú y allí cumplió todo su ciclo laboral, hasta jubilarse.

En los días en que conoció a Rovirosa –justo cuando iba a mediar el siglo XX, en marzo de 1949- daba clases de idiomas además en la Aca-demia Soler, en la villa natal de ambos, y ya desarrollaba una actividad literaria y de fomento del folklore y la cultura catalana que le creaba serios problemas con las autoridades locales. Y ésa era su situación –y ésas las fuentes únicas con que se mantenía la familia- en 196614.

En algún momento, un consiliario de la HOAC -cercanísimo a Ro-virosa según veremos–, mosén Asens, de Reus, tendría que poner el dinero de su bolsillo para que la biografía pudiera salir. Y lo puso15.

Por su parte, Xavier se presentó en Madrid, ante la Comisión Na-cional de la HOAC, en enero de 1966, y sabemos que hablaron del Almanaque Rovirosa. Es de suponer que también lo hicieran de la biogra-fía.

En mayo de 1965, el responsable nacional de Organización de la Hermandad había escrito a todos los que desempeñaban ese mismo

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cargo en los Consejos Diocesanos y en todos los Centros de la HOAC para hacerles saber, en nombre de la Comisión Nacional, “que se está trabajando activamente para escribir la historia de nuestro entrañable hermano Rovirosa” y que solicitaban de todos quienes le habían cono-cido que pusieran por escrito sus recuerdos y se los hicieran llegar a mosén Canamasas o a Xavier Garcia, cuyas direcciones se incluyeron en la circular. Y, para hacer más fácil el trabajo, proponían esta guía temá-tica:

“-Explica qué es lo que más te había llamado la atención y más te había impresionado de su persona, vida, manera de comportarse, pobreza, sencill[ez] en trato, etc.

“-Explica algún defecto suyo, si lo habías observado.

“-Explica alguna idea suya sobre un tema importante.

“-Cita alguna anécdota o chiste explicado por él.

“-Cita alguna anécdota o hecho importante de su vida.

“-Cita alguna frase suya característica o sobre un tema determinado.

“-¿Tienes alguna fotografía donde aparezca él?

“-¿Tienes algún apunte tomado por ti de alguna charla o cursillo dado por él?

“-¿Tienes alguna carta suya, dirigida a ti?

“(Tanto por lo que se refiere a los apuntes como a las car-tas, te rogamos nos envíes una copia. O bien, si así lo prefie-res, nos lo podrías enviar, nosotros lo copiaríamos y te lo de-volveríamos inmediatamente. Nos podrías dar también una copia de la fotografía).

“-Cita nombres y domicilio de personas que le habían co-nocido y tratado.

“-Explica cualquier otro dato que tenga relación con él”16.

En 1966, desde el Consejo Nacional, no sólo se insistiría en invitar a todos los hoacistas a enviar recuerdos y testimonios que pudieran -con ocasión del anuncio de la misa de aniversario que iba a celebrarse por Rovirosa en la capilla del cementerio madrileño de La Almudena para después acudir a rezar a su tumba, el 27 de febrero17-, sino que llegaría a

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arcordarse subvencionar la tarea de Xavier con tres mil pesetas, que consumió el autor -con creces- en los desplazamientos que hubo de hacer hasta el verano:

5 de fe-brero de 1966:

Viaje a Barcelona, al piso que los monjes de Montserrat tenían en República Argentina, adonde se había acogido Rovirosa en más de una ocasión.

23 de abril:

Viaje a Mataró.

25 de junio:

Viaje a Montserrat.

1 de julio: 150 pesetas por el franqueo de cartas dirigidas al extranjero.2 de julio: Viaje a Barcelona para hablar con Baldiri Cruells, el abogado

de los Rifá, que había defendido a Rovirosa en la ocasión que veremos de 1939.

La frecuencia con que Xavier acudía a Montserrat da idea de que, en el monasterio, sí encontraba respuesta a sus demandas de información y asesoramiento. Seguía pendiente, pese a ello, la colaboración del abad Aureli Maria Escarré. En marzo de 1965, había tenido que abandonar Montserrat como consecuencia de la presión a que fue sometido desde el Régimen como consecuencia de unas declaraciones que efectuó en Le Monde, en noviembre de 1963; se había instalado en el monasterio tam-bién benedictino de Viboldone, al sur de Milán, y no le resultaba fácil mantener la comunicación ni recabar la información que le haría falta. “Acuso recibo de sus cartas, que no he contestado antes porque ignoro su dirección. Ahora lo hago a través del padre Miquel” (seguramente Estradé), explica el abad a Xavier en agosto de 1966.

“Me es casi imposible hacer lo que me pide. Piense que aquí no tengo el material que necesitaría para recordar una serie de cosas. Además estoy en un ambiente tan distinto [...].

“He de encontrar unos momentos para concentrarme y entonces poder acceder a lo que me pide. desearía contribuir a dar relieve a la persona tan añorada de Rovirosa”18.

* * *

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Acabamos de decir que, en febrero de 1966, tenía escrita la mitad de la biografía. Eso no significa, claro está, que no la tuviera íntegra en la cabeza, incluso antes de que empezaran a llegarle los testimonios que pedía a todos cuantos conocían a Rovirosa. Debió ser antes de esa fe-cha cuando otro rovirosiano relevante, Julián Gómez del Castillo, el hoacista que dirigía entonces la Editorial ZYX, invitó a Xavier Garcia a escribir una biografía de Guillem de unas cincuenta páginas con la fina-lidad de publicar un libro que contuviera las de Pablo Iglesias, Salvador Seguí y Rovirosa19. Se titularía Tres líderes obreros. Del prólogo se encar-garía otro hoacista “histórico” –Teófilo Pérez Rey-; de las dos primeras biografías, el también hoacista Jacinto Martín; de la tercera, Xavier Gar-cia mismo.

ZYX había nacido en 1963 por iniciativa de un grupo de consiliarios y obreros de la HOAC, “al margen por entero de dicha organización apostólica”, según explicaría más tarde uno de ellos, Malagón20. Las intervenciones de autoridades eclesiásticas para apartar de la Herman-dad o, al menos, de los cargos directivos a las personas que considera-ban comprometedoras -por decirlo de la manera más descriptiva posi-ble, sin entrar en valoraciones- no se habían reducido a la de Rovirosa, sino que habían continuado. “Había peligro –añadía el ex consiliario nacional- de que, apartados los hombres más representativos, la HOAC misma como organización quedase desvirtuada” y se pensó en la con-veniencia de organizar una empresa privada que permitiese continuar la labor de “promoción del pueblo” tal como se pretendía en la Herman-dad, pero fuera de ella.

Le dieron el nombre de “ZYX” sin otra intención, al parecer, que la de situarse en las antípodas del “ABC”, forma común –en el romance castellano- de referirse al saber elemental –“el abecé”- y, al tiempo, nombre de uno de los diarios españoles de mayor tirada en aquellos días y de orientación conservadora monárquica.

Todavía en 1963, habían nombrado presidente a Rovirosa, que mu-rió, sin embargo, en febrero siguiente, antes de que la empresa se cons-tituyese jurídicamente, entre otras cosas porque, con este último fin, hubo que conseguir un capital, como exigían las leyes, y se acudió, para ello, a varios cientos de personas relacionadas con la HOAC hasta con-seguir las aportaciones imprescindibles. Modestas todas, las suscribie-

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ron unos setecientos obreros en forma de acciones de cincuenta pese-tas.

En su perfil definitivo –unido lo jurídico con lo fáctico-, ZYX que-dó constituida como “sociedad anónima editora de libros y publicacio-nes, cuyos accionistas constituyen, al mismo tiempo, su red de distribu-ción y celebran sus reuniones de estudio en orden a los fines de la mis-ma entidad”, según la definiría pocos años después Malagón mismo. De esa manera, se evitaba la dependencia de la Acción Católica y de la je-rarquía eclesiástica y se podía actuar con mayor libertad, claro está que entendida –según advertiría luego el sacerdote manchego- como la propia de “la necesidad de una formación y de una acción cada vez más comprometida”, incluida la posibilidad de acercarse “a otros obreros y a otros conjuntos humanos, para trabajar, a ser posible, con una mayor unión o coordinación entre todos”.

Esos “otros conjuntos humanos” no excluían, es obvio, los grupos clandestinos de oposición al Régimen, y eso bastaba para que la iniciati-va de crear una empresa al margen de la HOAC, por más que fuese obra de hoacistas, no respondiera realmente al deseo de eludir la obe-diencia debida a los obispos, sino a evitar los problemas que, desde hacía años, suscitaban precisamente a los obispos las actividades sindi-cales e incluso políticas que desarrollaban algunos militantes de la Her-mandad en cuanto personas, lisa y llanamente, libres.

No hay que olvidar que algunos de los sindicatos clandestinos que trabajaban ya en España –concretamente, FST, USO y AST- habían sido formados a raíz de iniciativas en las que tuvieron fuerte protago-nismo militantes hoacistas y jocistas.

Al frente de la ZYX había quedado –y seguía en 1966- Julián Gó-mez del Castillo, y eso por la sencilla razón de que se había formado con Rovirosa, era trabajador que procedía del mundo de la imprenta, especialmente preparado por ello para orientar una empresa editorial precisamente, y conocido ya en la HOAC por su capacidad propiamen-te cultural. En 1963, estaba al frente de una de las tres líneas de investi-gación en las que trabajaban los GOES (Grupos Obreros de Estudios Sociales, que se habían comenzado a formar en 1948 a instancias de Guillermo Rovirosa en el seno de la HOAC21) bajo la supervisión de la Comisión Nacional de la Hermandad, concretamente en la línea centra-

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da en “Las comunidades públicas intermedias” y hay que decir que así seguía en 1966, junto a Jacinto Martín, a Telmo García y a Jaime Pe-rramón, cada uno al frente de una línea de reflexión distinta22.

Julián se había formado junto a Guillermo, desde 1949-1950, y había sido un pilar decisivo en el desarrollo de la Hermandad en Cantabria. Se recordaba años después la promesa que había hecho, en la Asamblea Nacional celebrada en Ávila en 1949, de dedicar a la HOAC todo el tiempo de su vida. Para ello, se había trasladado a Madrid en 1963 y había conseguido organizar con especial acierto un grupo de trabajado-res del entorno del barrio del Pilar, al norte de la villa. El obispo de la diócesis -Eijo Garay- no había favorecido –ni favorecía- la implantación de la Hermandad; había preferido que se desenvolvieran las Hermanda-des del Trabajo, que no había creado pero que sí impulsó el sacerdote Abundio García desde los mismos días (1946-1947) en que se empeza-ba a organizar la HOAC23. Y Julián Gómez del Castillo había contri-buido a que cambiase el panorama, por lo menos en una buena parte de Madrid.

Una primera versión, por encargo de ZYX: Rovirosa, un hombre como todos los demás (1966)

Él fue, por tanto, quien se dirigió a Xavier Garcia para proponerle la redacción de una biografía corta de Rovirosa, a publicar con las de Sal-vador Seguí y Pablo Iglesias:

“Te uno copia de la carta de Jacinto –escribe Julián a Xavier en algún momento (presumimos) de 1965-. Creo que te sirva de orientación. Dame tu opinión con urgencia, ya que, como se desprende de ella, la necesitan Jacinto y Teófilo para tenerlo en cuenta y trabajar sobre ello”.

“Sigo creyendo que el tamaño debía ser unos 50 folios a doble espacio. Por favor trabaja con la mayor rapidez posible porque hay buena oportunidad de c[ensura?].

“Un fuerte abrazo ¡Hasta mañana!

Julián”.

En la suya a Xavier Garcia, Jacinto Martín habla de redactar un libro “con mucho mordiente”.

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“Y el mordiente está, creo yo, en presentar a esos tres lí-deres como representativos, cada uno de ellos, de unas de-terminadas virtudes del pueblo. No hay que esforzarse mu-cho para ver que:

“- P[ablo] Iglesias es LO HUMANO [sic] (el dolor.- la angus-tia.- el equilibrio)

“- Seguí es representativo de lo popular24 (la energía.- el dolor.- la amistad)

“- Rovirosa representa LO PROFUNDO (la pobreza.- la humil-dad.- el sacrificio)

“Si acertamos a tratar en su biografía de descubrir y po-ner de manifiesto esas facetas, habremos hecho el estudio del líder obrero ideal. Los tres se completan, son las tres dimen-siones del líder obrero.

“Pero para lograr esto veo que nos hemos de enfrentar con ellos, no para enjuiciarlos, sino para comprenderlos. Luego ha de ser una biografía parcial, justamente parcial, llendo [sic] al descubrimiento de las virtudes citadas y no parando la aten-ción en los defectos. Es la parte de virtud la que interesa, porque esas biografías hemos de hacerlas con amor, con pa-sión amorosa por ellos; no deben ser hechas con rigor cientí-fico, con exactitud fría”.

Xavier Garcia debió mostrarse renuente a redactar esa suerte de avance y propuso a Julián Gómez del Castillo –quizás- esperar a que apareciese la biografía que él iba elaborando, en catalán, y publicar des-pués una versión resumida en castellano. “Ayer fue considerada por el Consejo -seguramente el de Editorial ZYX, le responde Julián, proba-blemente en diciembre de 1965-,

en el que estaban Teófilo, don Tomás, etc., tu carta y llega-mos a las conclusiones siguientes:

“- Se trata de hacer una semblanza25 biográfica. Es decir, de poner primordialmente de relieve las virtudes que caracte-rizaron su vida y cómo las vivió en concreto. Esto es lo mismo que te propone Jacinto en la carta que te envié. Unos 50 fo-lios a doble espacio.

“- Entendemos que esto no sólo no perjudica la edición de la biografía, sino que la favorece. Debemos tener en cuenta

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que las tres semblanzas biográficas juntas pondrían en cono-cimiento de muchas personas las características y entrega de los otros. Es decir, abre nuevos lectores para la biografía de Rovirosa.

“Estos dos fueron los acuerdos unánimes del Consejo.

“Ahora te rogamos que, como tú tienes muy adelantado el trabajo, procures hacerlo cuanto antes. Si pudieras aligerar los dos o tres meses que me dices, nos iría muy bien. Te su-plico me cuentes a vuelta de correo diciéndome las fechas aproximadas en que nos enviarás el trabajo con objeto de programarlo.

“Permíteme que te insista: para todos ha sido claro que una semblanza junto a las de los otros abre un gran camino a la biografía”.

Y una post data:

“Nota: De lo que nos dices de editar dentro de un año la biografía popular de Rovirosa, te decimos: Hace tiempo te propusimos en firme editarla nosotros. Seguimos estimando lo mismo. No podemos olvidar dos cosas: Rovirosa fue un mi-litante de primerísima valía y el primer presidente de ZYX, que manifestó su deseo de publicar todas sus cosas en esta Editorial”.

Unos días antes, ya en diciembre de 1965, el propio Julián le había dicho:

“Veo tus razones sobre «Tres líderes obreros» –le escribe sin embargo Julián en otra carta, que podría ser de diciem-bre de 1965-. En 50 folios a doble espacio, trata de hacer una semblanza biográfica que se una a la de Iglesias y Seguí. Esto va a hacer que llegue la de Rovirosa a una serie de personas, muy considerable, que de otra forma no llegaría. Tanto Teófi-lo como Jacinto y los demás estamos entusiasmados con la idea. Teófilo piensa ya el prólogo que, como puedes deducir, tendría también mucha «garra».

“Sigo creyendo que debes hacerla. La difusión puede ser excepcional”.

Y claro está que Xavier cedió y que el texto bien puede ser el que se halla entre sus papeles mecanografiado en castellano, en cincuenta fo-

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lios exacta y precisamente, y lleva manuscrita la fecha del 26 de marzo de 1966. Se titula Rovirosa, un hombre como todos los demás.

1 Doc. 19650105ACPHOAC_FXG_503_103. La firma es ilegible.

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2 En ACPHOAC_FXG_503_103, hay –al menos- nueve cartas, mecano-

grafiadas en folios iguales y parece que con la misma máquina de escribir. Están entre documentos de septiembre y octubre de 1964; pero las pocas que llevan fecha datan de agosto. Por otra parte, un hoacista escribía a Xavier Gar-cia el 2 de septiembre que, en efecto, Canamasas le había pedido una pequeña colaboración para el volumen y le había respondido que la escribiría: doc. 19640902ACPHOAC_FXG_503_103.

3 Añadía que hacía mucho que no sabía nada de Canamases: doc. 19650828ACPHOAC_FXG_503_103.

4 La expresión y la noticia, en carta de Josep Taverna Vidiella, Josep Alzina Gebellí, Xavier Garcia Soler y Josep Asens, presbítero, al abad de Monserrat, Aureli Escarré, Reus, 15 de noviembre de 1964, doc. 19641115ACPHOAC_FXG_101.

5 Vid. doc. 19660310ACPHOAC_FXG_503_103.

6 Vid. Lluís Badía a Xavier Garcia, Navás, 12 de marzo de 1967 (doc. 19670312ACPHOAC_FXG_503_103).

7 En uno de estos viajes a Monserrat debió mantener Xavier Garcia la con-versación con el benedictino Pius M. Tragán, a que éste se refiere en carta a aquél desde Jerusalén, 9 de mayo de 1965, doc. 19650509ACPHOAC_FXG_503_103.

8 Vid. su carta a Carlos Santamaría, Villanueva y Geltrú, 17 de febrero de 1966, doc. 19660217ACPHOAC_FXG_503_103.

9 Vid. la petición de aclaraciones de Xavier Garcia a Manuel Marina, Villa-nueva y Geltrú, 5 de marzo de 1966, doc. 19660305ACPHOAC_FXG_503_103.

10 Vid. Ramón Griful a Xavier Garcia, Viladomiu Nou, 7 de marzo de 1966, doc. 19660307ACPHOAC_FXG_503_103.

11 Vid., por ejemplo, la de Xavier Garcia a Miguel, esposo de Ascensión, Villanueva, 2 de marzo de 1966, doc. 19660302ACPHOAC_FXG_503_103.

12 Sobre la semblanza que sigue, vid. los datos reunidos por Xavier García i Pujades, Retrat N. 5: Xavier García i Soler, medalla de la ciutat de Vilanova i la Geltrú 1996, www.vilanova.cat/doc/doc_71583555_1.pdf.

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13 Vid. el empeño del gobernador civil en acabar con esa costumbre en la

ciudad de Pamplona, antes de la guerra civil de 1936: José Andrés-Gallego, Navarra, cien años de historia: Siglo XX, Pamplona, Diario de Navarra, 2003, 624 págs.

14 Vid. de nuevo su Memòria i confessió, cit. supra.

15 Este dato y los que acabamos de anotar en la enumeración anterior de viajes, y añadiremos en la relación siguiente, en “Despeses Biografia Rovirosa”, nota mecanografiada sin fecha, doc. 19670624ACPHOAC_FXG_503_103.

16 Circular 18/65, Madrid 5 de mayo de 1965, doc. 19650505ACPHOAC_FXG_504_039.

17 Vid. circular de Jesús Arcos como Responsable de Organización de la Comisión Nacional de la HOAC, doc. 19660207CPHOAC_FXG_503_103.

18 Doc. 19660804ACPHOAC_FXG_503_103.

19 La invitación y el anejo de Jacinto Martín, doc. 19650000ACPHOAC_FXG_503_103.

20 “¿Qué es ZYX?”, artículo redactado en 1969 y publicado en la sección de “Diálogo” de una revista que no hemos podido identificar. El ejemplar que citamos es una copia mecanográfica conservada en ACPHOAC_FTMA_1969. Bastantes más detalles sobre los orígenes de la editorial y acerca de su singladu-ra posterior, hasta 1970, en doc. 19700200ACPHOAC_FTMA_1970. Las citas textuales que siguen en nuestra presentación de ZYX proceden también del artículo de Malagón si no decimos lo contrario.

21 Se pusieron en marcha en 1948, después de la III Semana Nacional. De-bían servir para concretar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, permanente anhelo de Guillermo. Vid., por ejemplo, Carlos Ruiz de Cascos, La espiritualidad trinitaria de Guillermo Rovirosa, Madrid, Ed. Voz de los sin Voz, 2004, 370.

22 Vid. referencias a los cuatro en notas de remisión de documentos por Jordá en 1965-1966, ACPHOAC_77_3.

23 Vid. Alberto Linès, Abundio García Román, una vida para el mundo del trabajo, 2ª ed., Madrid, Fundación Abundio García Román, 1999, 283 págs.

24 Subrayado en el original, como las demás palabras que ponemos en bas-tardilla en esta misma cita.

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25 Subrayado en el texto.

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III. EL LIBRO, EN LA CRISIS DE LA ACCIÓN CA-TÓLICA Y DE LA HOAC

Mientras tanto, el proyecto de reformar la HOAC

El clima –propiamente hoacista también- que rodeaba esa primera elaboración de la biografía de Rovirosa- se enrarecía, con todo, por momentos. Las tensiones en el seno de la Hermandad y con algunos obispos no habían cesado, sino que habían enlazado con el replantea-miento de la doctrina común de la Iglesia sobre el papel de los laicos que tenía lugar en esos mismos días en Roma, tras la apertura del Con-cilio Vaticano II. Y eso afectaba ya a la Acción Católica Española en todas sus ramas e instituciones.

Al terminar la Reunión Nacional de Estudio del verano de 1965, en el acto de clausura, el arzobispo de Madrid-Alcalá –presidente, a la vez, de la Comisión Episcopal española de Apostolado Seglar (CEAS)-, Casimiro Morcillo, había pronunciado unas palabras sumamente elogio-sas sobre la HOAC y sobre lo que podían esperar de los obispos:

“os he visto trabajar tan bien, con tal espíritu de dedicación y caridad, con un tal sentido sobrenatural y con un amor tan concreto, tan profundo a la clase trabajadora y a la Iglesia, que es lo primero que pensaba deciros en esta sesión de clausura. Que esa alegría me la habéis infundido a mí y que esa alegría quiero yo también que la participen los otros Obispos de España. Son muchos, os lo aseguro, que partici-pan de ella, que os conocen, que os estiman, y que os esti-

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man mucho más de lo que vosotros, quizás [sic], podáis ima-ginaros”1.

Pero, en menos de un año, la actitud había girado en redondo. De-bió ser en los meses siguientes (nos falta documentación suficientemen-te precisa en lo que concierne a las fechas) cuando cuajaron –o dieron, por lo menos, un paso adelante- los proyectos que se iban pergeñando para reorientar la HOAC de manera que dependiera más –quiere decir-se: de una manera más palmaria y eficaz- de la jerarquía eclesiástica –en puridad, de la Conferencia Episcopal Española- y de la propia Acción Católica.

Es obvio que dependía ya de los obispos y que formaba parte de Acción Católica Española. Pero, en ambas esferas, se veía excesiva su autonomía, y ello, principalmente, porque la mentalidad imperante era ésa –la consideración de los seglares como longa manus de los obispos- y porque les parecían demasiados –o que demasiado se hacían notar- los militantes de la Hermandad que actuaban en sindicatos y partidos polí-ticos o movimientos similares, en todo caso clandestinos, y eso les creaba problemas con el Régimen –y no sólo a esos mismos militantes, sino a los propios obispos y a los dirigentes de Acción Católica más cercanos a las esferas del poder civil-; eso aparte de que el radicalismo verbal de las publicaciones hoacistas chocaba con la manera de expresar la fe cristiana (y sus consecuencias) en ambientes católicos muy diversos y –es obvio- netamente distintos.

La iniciativa, sin embargo, fue rechazada en la Comisión Nacional de la HOAC. No estaba arraigada en la base de la Hermandad, según dirían más tarde Pérez Rey y Miquel Jordá; “era –concluirían ellos mis-mos al recordarlo- hacer triunfar la idea de la Jerarquía, o sea que la HOAC fuera la base obrera de la D[emocracia] C[ristiana]”.

Porque ése era el fondo de la cuestión, al menos a su juicio. En rea-lidad, es más que dudoso que los obispos implicados –cualquiera que fuese su satisfacción o insatisfacción con el Régimen (el de Franco)- tuvieran, de la “democracia cristiana”, la idea de un partido político que implicase un régimen de elecciones por sufragio universal para designar a los miembros de las Cortes españolas (y hay que entender que los de las Diputaciones y los Ayuntamientos). Es posible que algunos pensa-ran así. Pero la expresión “democracia cristiana” se prestaba también al

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significado de “gobierno del pueblo cristiano” por medio de las exigen-cias políticas legítimas que hiciesen los obispos, como autoridades de ese Pueblo de Dios. De ese modo –como auspicios del “pueblo” (de Dios)-, se llamarían “demócratas” y “cristianos”. No equivalía necesa-riamente, en otras palabras, a exigir un cambio de régimen político; bastaba que las autoridades eclesiásticas tuviesen el respaldo de su mili-cia organizada para hacer valer los derechos que hiciera falta.

No es una suposición que careciera de base. No hay que olvidar que ningún papa había rectificado el criterio exigido por León XIII en la encíclica Graves de communi, publicada el 18 de enero de 1901, en la que afirmaba, precisamente, que el término “democracia cristiana” no tenía o no debía tener connotación política alguna:

“aunque democracia, según su significación y uso de los filó-sofos, denota régimen popular, sin embargo en la presente materia debe entenderse de modo que, dejado de todo con-cepto político, únicamente signifique la misma acción benéfi-ca cristiana en favor del pueblo”.

Esto es: se trataba de llamar “democracia cristiana” a la “acción so-cial católica”, excluida expresamente la política. Pero, más de sesenta años después, esas denominaciones ya se entendían de otra forma, al menos en la HOAC (y en muchos otros ámbitos; probablemente, en la mayoría de los casos en que se usaban esos términos).

Con ese objetivo –según afirmaciones de Teófilo Pérez Rey, presi-dente de la Comisión Nacional de la Hermandad hasta septiembre de 1966-, desde la jerarquía eclesiástica le llegaron presiones para que dimi-tiese, y eso con el deseo de sustituirlo por Francisco Jiménez, de la HOAC de Valencia, donde ya había colaboración entre ésta y las Her-mandades del Trabajo.

En realidad, Teófilo tenía que cesar al acabar el año; porque había sido elegido en 1959 por cuatro (1960-1963) y reelegido por tres (1964-1967). Pero cundía ya la idea de que continuase en el cargo. Al comen-zar el año 1966, se preveía plantear el asunto en el Pleno Nacional con-junto de presidentes diocesanos de la HOAC masculina y femenina que se celebraría el 19 y 20 de marzo2 y es muy significativo –a nuestro juicio- que ya se hablara en algunas Comisiones Diocesanas –

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concretamente en las de Valladolid, Santander, Palencia y Burgos por lo pronto- no sólo de la continuación de Teófilo Pérez Rey, sino de que nombraran consiliario nacional, de nuevo, a Tomás Malagón.

Pero se percibía un cierto aire de confrontación en el seno de la Hermandad y se preveía que aflorase en ese mismo Pleno, por lo me-nos en uno de los aspectos concretos de la confrontación, que era la falta de inteligencia entre las dirigentes de la HOAC femenina y los de la masculina, a quienes aquéllas miraban –según éstos- con recelo.

Los rifirrafes habían comenzado antes de que muriese Rovirosa, al principio por el deseo de las mujeres de que los dirigentes de la Her-mandad masculina contasen con ellas para organizar cualquier acto conjunto y no se lo ofrecieran como hecho consumado, con el progra-ma, los asuntos, el lugar y la fecha decididos3, pero, también, porque el estilo era distinto en demasía. En puridad, los recelos se remontaban a 19594. El 14 de febrero de 1964 –trece días antes de la muerte de Gui-llem-, ya le decía Teófilo Pérez Rey a la presidente de la HOACF –María Dolores Sabaté- que rezaban para “que la HOAC con F y sin F vivan en perfecta unidad”5. En los meses siguientes, los dirigentes de ambas organizaciones, con los de la JOC y la JOCF, elaboraron un cuestionario que enviaron a todos los centros a fin de que opinaran sobre lo que los separaba y debía unirlos. Pero los que debieron ser realmente borrascosos fueron los plenos conjuntos de las Comisiones Nacionales de ambas ramas de la Hermandad que se celebraron el 16 y el 20 de diciembre de 1965; porque, en el Pleno siguiente, al mediar enero de 1966, se concluyó que era preciso rehacer las actas de ambos (lo cual quiere decir que fue borrascoso asimismo, por ese motivo, el de mediados de enero); se habían reclamado mutuamente –ellas y ellos- documentos sobre los “hechos concretos demostrativos de las afirma-ciones expresadas en aquellas sesiones”6.

Uno de los asuntos debatidos en ellas había sido el Boletín, cuyo con-tenido parecía, en la Comisión Nacional de la HOACF, sencillamente impropio de una organización católica; razón por la cual se había pedi-do que se diera cabida a artículos propuestos por ellas y habían men-cionado, en concreto, la posibilidad de pedir colaboración a María Luisa Bouvard, periodista valenciana que debía tener entonces treinta y cuatro años y que era persona ciertamente comprometida con la causa obrera7.

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A lo que, en la Comisión Nacional de la HOAC, se había replicado que no pertenecía a la HOACF y que esto último –la militancia del autor o autora- era requisito para admitir cualquier aportación que llevara firma.

Pero había bastante más. Precisamente en aquella reunión de los re-presentantes de la Tercera Zona de la Hermandad –formada por las cuatro diócesis indicadas (Santander, Palencia, Burgos y Valladolid)-, el 16 de enero de 1966, en esta última ciudad –allí donde se propuso la reelección de Teófilo y el regreso de Malagón-, se acordó proponer asimismo que se hablara explícitamente en el Pleno conjunto de las Comisiones Nacionales de la HOAC masculina y femenina previsto para marzo “de la situación en que se encuentran las relaciones HOACF[-HOAC] en las diferentes diócesis” y “exigir un informe con-creto y detallado de las experiencias negativas”.

Además, habría que “examinar las razones que hay de desacuerdo en algunas C[omisiones] D[iocesanas] y C[omisiones] N[acionales], habiendo, en casi [su] totalidad, un pleno acuerdo en la base”.

Por fin, era preciso

“d) Que se manifieste abiertamente la C[omisión] N[acional] de la HOACF sobre el fundamento de ciertos rumo-res, que partieron de ella, sobre la existencia de infiltraciones comunistas en la HOAC”8.

La iniciativa de la unión sindical... a partir del Movimiento Na-cional y la CNT

Este último hecho era especialmente delicado, por lo que sucedía en esos días, y era que, desde meses atrás, se sabía –en la Comisión Nacio-nal de la HOAC- que habían comenzado las gestiones de dirigentes de la CNT (la Confederación Nacional del Trabajo, de orientación anarco-sindicalista en principio) con portavoces de la Organización Sindical del Movimiento –o sea la del Régimen- con vistas a un entendimiento que llegara a una verdadera unidad sindical.

Los cenetistas preferían hablar –como es lógico- de camino hacia la “democracia sindical y la convivencia” y habían convocado a los diri-gentes de la UGT (la sindical socialista) y a “los demócratas cristianos”,

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quienes habían rechazado la invitación. La noticia de las gestiones se había dado en la Hoja informativa para militantes de la HOAC del 27 de diciembre de 1965, donde llegaba a asegurarse que, según personas bien informadas, los cenetistas habrían recibido cuarenta millones de pesetas del Gobierno de Franco para “creación de cuadros”.

Teófilo Pérez Rey recibió el desmentido, por escrito y sin firma, del Comité Nacional Interior de la CNT, en un tono bastante fuerte y, en parte, ofensivo, y respondió el 30 de marzo de 1966. Insistía, entre otras cosas, en que la información que había llegado a la Comisión Nacional de la HOAC venía de “personas dignas de todo crédito e incluidas en el cuadro de las que intervenían en las deliberaciones”9.

Se comprende con todo eso que, cuando llegaron las presiones mencionadas a Teófilo para que se adelantara a renunciar a la presiden-cia –si es que no le habían llegado ya-, se decidiera él mismo a poner la condición de que el relevo se llevara a cabo previa consulta a los mili-tantes de la Hermandad.

Y fue probablemente ése el clima que percibió Xavier Garcia al via-jar a Madrid y permanecer en la villa y corte entre el 21 y el 26 de enero. Debió hablar con la gente de ZYX y el proyecto que vimos de biografía breve de Guillem; es probable que planteara, en la Comisión Nacional de la HOAC, el problema económico que ya le suponía seguir con la tarea de redactar la biografía, digamos, larga y –lo que cabe asegurar- es que habló en ella –en la Comisión- sobre el Almanaque. El 28 de enero de 1966, en reunión de la Comisión Nacional, se comentó la necesidad de tratarlo despacio “a la vista de las conversaciones últimas con X[avier] Garcia Soler, miembro de ese Equipo responsable” del Alma-naque que era el de los hoacistas de Manresa10. Al día siguiente, iban a reunirse con la Comisión Nacional de la HOACF para volver a hablar de las relaciones entre ambas Hermandades y sobre la conveniencia o inconveniencia de unirse y era ése el asunto que más les preocupaba en aquellos momentos. Habían optado por consultar a las “bases” respec-tivas y ni siquiera llegaban a un acuerdo sobre las preguntas a hacerles11.

En realidad, eran días de ebullición particular entre los católicos de toda clase, condición y orientación, y unos reivindicaban unas cosas y otros otras. En 1965 el enfrentamiento entre ellos mismos había co-menzado a cuajar en formas violentas; pequeños grupos de “ultras” de

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derecha actuaban como reventadores de conferencias y actos públicos relacionados con el aggiornamento y la renovación conciliar. Entre el 9 y el 11 de marzo de 1966 se había desarrollado la capuchinada: la policía había puesto sitio al convento de capuchinos de Sarriá, en Barcelona, donde el 9 de marzo se habían reunido unas cuatrocientas cincuenta personas, muchas de ellas representantes elegidas por los estudiantes de todas las facultades y escuelas universitarias de la ciudad, además de profesores y de una treintena de intelectuales a los que se había invita-do. Allí estaban Salvador Espriu, Ernest Lluch, Oriol Bohigas, Antoni Tàpies, Jordi Solé Tura, Raimon Obiols, Josep Maria Benet i Jornet, Montserrat Roig i Fransitorra, Ricard Salvat, Joan Oliver, José Agustín Goytisolo, Albert Ràfols-Casamada, Manuel Sacristán, Josep Maria Trias de Bes i Serra, Mercè Sala...

En realidad, se trataba de la que iba a ser Asamblea Constituyente del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barce-lona (SDEUB). Se aprobaron, por tanto, unos estatutos y tuvo particu-lar resonancia el manifiesto Por una universidad democrática, cuyo principal redactor fue Manuel Sacristán, profesor de filosofía en la facultad de Económicas, expulsado de la universidad al finalizar el anterior curso académico debido a sus ideas comunistas. En el manifiesto se vinculaba la democracia en la universidad a la democratización del país y se reco-nocía, tal vez por primera vez en los documentos universitarios de la época, la necesidad de respetar, en esta democratización, las diferencias culturales y lingüísticas existentes en España. En principio, la reunión podría haber acabado el mismo día 9. Pero los asistentes se encontraron en estado de sitio y respondieron en consecuencia, como verdaderos defensores de aquella plaza en la que se había convertido el convento. Al cabo, el día 11 el comisario de policía Vicente Juan Creix, de acuerdo con el ministro de Gobernación –el general Camilo Alonso Vega-, or-denó el asalto a la “plaza” y el bloqueo acabó con no pocas detencio-nes12.

Pero es que, unos días antes, en febrero, se había hecho público el nombramiento, como arzobispo coadjutor de Barcelona con derecho a sucesión, del prelado de Astorga, Marcelo González Martín, un caste-llano -joven y entonces conocido por su talante abierto a las novedades- en medio del volem bisbes catalans que había llegado a convertirse en un lema constante en las manifestaciones catalanistas. Las muestras de

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aceptación y de rechazo al nuevo obispo estallaron enseguida y pú-blicamente, en la prensa, en nuevas manifestaciones de grupos de ecle-siásticos catalanes en pro o en contra de aceptarlo y en los propios actos de la toma de posesión. Hubo quien, como el prestigioso compo-sitor de música religiosa Josep Armengou i Feliu, escribió al obispo Tarancón y al nuncio Dadaglio para exponer sus argumentos. Armen-gou era vicario y maestro de capilla de Berga, donde desarrollaba una actividad cultural de todo orden que le había llevado al compromiso propiamente político con la independencia de Cataluña13.

La campaña había sido promovida por Jordi Pujol y Josep Benet. El arzobispo de Barcelona –el aragonés Gregorio Modrego Casaus- había nacido en 1890 y cumplido los setenta y cinco años, por tanto, en 1965. Permanecía en Barcelona, donde moriría en 1972.

En mayo de 1966, se manifestaron –contra el Régimen, contra el nombramiento de don Marcelo y también contra el asalto del día 11 al convento de capuchinos de Sarriá- unos ciento treinta eclesiásticos, cuya concentración fue disuelta con violencia por las fuerzas de orden público ante el estupor de quienes presenciaron los hechos.

“El sábado –escribe un matrimonio catalán a mosén Ca-namasas al acabar el mes- nos visitaron tres seminaristas que tenemos en Barcelona. Uno de ellos había ido a la mani-festación de curas [capellans, en el original catalán]. Nos dijo que lo hicieron muy pacíficamente y que incluso estaban to-dos [tan] espantados que parecían pinturas del Greco. Los policías los abordaron y dijo que se veía bien claro que iban únicamente a pegar. A él, lo fueron empujando hasta la P[laza] de Cataluña. Los polis de la secreta [Els polis secreta] les ponían la zancadilla para hacerlos caer y, así, los otros podían pegarles más. La gente de la calle, dice que mantenía un silencio imponente y decía que todos estaban espantados. Que en Barcelona los curas están pasando un momento muy grave. En cuanto al nuevo Obispo, lamentaba que, en este momento precisamente, se haya vuelto a Astorga. A mí, en principio, no me gustó que hicieran eso; pero, según voy co-nociendo mejor la cosa, mejor me parece”14.

Al apelar al obispo Modrego –a la sazón arzobispo de Barcelona- y recordar la existencia del canon 2.343, que contemplaba la excomunión ante agresiones de ese género perpetradas contra eclesiásticos, y la in-

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compatibilidad del Régimen con determinados aspectos de la doctrina conciliar, el prelado redactó una homilía, de obligada lectura en todas las iglesias en las misas dominicales inmediatas, donde advertía que nadie puede reivindicar la autoridad de la Iglesia en defensa exclusiva de sus ideas y posturas. Y claro es que se interpretó como una in-tervención contraria a los eclesiásticos agredidos.

No mucho después, todavía en 1966, los religiosos de Montserrat recibirían con frialdad a Franco y, como en el interior del templo un grupo de fieles franquistas lo acogió sin embargo con expresiones es-tentóreas de adhesión, la comunidad benedictina se retiró sin despedir-se15.

La HOAC, en la crisis de Acción Católica Española

Cabe la posibilidad de que Teófilo Pérez Rey contara con todo esto y con su repercusión en el conjunto de la Acción Católica Española (donde, por lo demás, se tenía noticia fresca de lo que sucedía en los organismos seglares semejantes –o incluso homónimos- de otros países de Europa y América). En el Concilio Vaticano II, el papel asignado a los laicos en la vida de la Iglesia ya no se reducía al de una simple (e importante, es cierto) longa manus de la jerarquía eclesiástica, que podía llegar así, por medio de los laicos, empleados como instrumentos (en el mejor sentido de la palabra) a donde los obispos y sus curas no conse-guían llegar personalmente. El planteamiento conciliar era muy distinto: la cristianización de las realidades temporales era un quehacer que con-cernía directamente a todo cristiano, laico, eclesiástico o religioso. Y eso obligaba a reconsiderar –por lo menos- cómo debía orientarse, en ade-lante, un organismo como la Acción Católica, concebido por los pro-pios pontífices anteriores (y, en especial, por Pío XII) como instrumen-to diocesano dirigido –personalmente- por el obispo respectivo.

En España, el problema afloró con fuerza en junio de 1966, en el Valle de los Caídos, donde se celebraron las VII Jornadas Nacionales de Acción Católica, con representantes de todas las ramas y con el objeto de revisar su orientación a la luz del Concilio16. De hecho, ése era el leitmotiv de las Jornadas. Pero el “Resumen” aprobado al final, el 12 de junio, no pudo ser más ajeno a lo que deseaba la mayoría de los obis-pos. De manera muy ponderada, se señalaban en él las carencias de la

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estructura eclesiástica para una verdadera participación de los laicos; la ausencia de una pastoral inspirada en la experiencia y en una “teología de las realidades profanas”; la falta de libertad de las estructuras sociales cara a considerar a la persona concreta como hijo de Dios –en términos tan claros como prudentes, de manera que no se mencionara el Régi-men y, sin embargo, todos pudieran comprender que se hablaba de ello-; la falta –por lo mismo- del reconocimiento del pluralismo político que se daba de hecho en España, y la designación de los obispos por medio del derecho de presentación del jefe del estado como cosa ajena al Concilio Vaticano II, como era ciertamente.

Insistían, además –y con particular detalle-, en que los cargos direc-tivos de Acción Católica tenían que ser representativos, por más que no llegaran a plantear la reivindicación de que no interviniesen los obispos en la designación17. Sin que lo arguyeran así, podía deducirse que pro-ponían combinar la plena representatividad con la presencia de los ele-gidos en los correspondientes Consejos Pastorales, lo que aseguraría –deducimos- tanto la representatividad como la libertad de cada obispo para actuar libremente, después –eso sí- de recibir “consejo del Conse-jo” (Pastoral), gente de la Acción Católica incluida en él.

Al anunciar el acuerdo adoptado en la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal reunida el 20 de junio de 196618, el prelado pre-sidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, Morcillo, prohibió la difusión de ese texto conclusivo y acusó a los dirigentes de la Acción Católica de ir contra la jerarquía, de adoptar una postura tem-poralista y de querer desvincularse de la vida parroquial. La noticia de la suspensión se hizo pública en los diarios del día 23 de junio de 1966. En realidad, en su carta a los dirigentes de las diversas organizaciones de Acción Católica, lo que Morcillo les decía es que se iban a publicar unas “instrucciones”; que esperaba se hiciera en el término de un mes aproximadamente y que, hasta tanto, quedaban suspendida todas las reuniones (jornadas, asambleas, consejos y demás) de carácter nacional que se hubieran convocado o se pensara convocar, “cualquiera que sea la clase o finalidad de estas reuniones nacionales”19.

La suspensión dio lugar a que se formara un comité con algunos miembros de los organismos nacionales de Acción Católica, que se consagraron en los últimos días de junio y la primera decena de julio de

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1966 a explicar su postura a los militantes de las diversas organizaciones del movimiento y en los organismos diocesanos, nacionales e incluso internacionales, además de entrevistarse personalmente con los obispos con quienes fue posible. Sabían que, entre estos últimos, se acusaba a la Acción Católica Española de “temporalismo”, de despreocuparse de la vida parroquial, de ser “antijerárquica” y de invadir “los planos diocesa-nos”20.

El malestar producido por estas decisiones llegó hasta Roma y causó una honda preocupación. Desde la CEAS, se hicieron llegar al Vaticano varias cartas y documentos para explicar pormenorizadamente cómo habían sucedido los hechos y cuáles eran las decisiones tomadas en el seno de la recién creada Conferencia Episcopal Española; decisiones –se advirtió- que habían sido aprobadas por unanimidad21.

Pero se sabía también que la Asamblea Plenaria del Episcopado se celebraría el 10 de julio y que en ella se aprobarían las nuevas normas anunciadas para las reuniones nacionales que se convocasen en adelan-te, como ocurrió en efecto. En adelante, para cualquier reunión, se pediría licencia en la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, con tres meses de antelación al menos, y en escrito que incluyera la enume-ración completa de temas, conferencias, ponencias, encuestas, confe-renciantes y ponentes; todos los asistentes deberían presentar una cre-dencial de pertenencia a la organización correspondiente firmada con el visto bueno del obispo respectivo; todas las reuniones las presidiría un prelado, a designar en aquella Comisión Episcopal, y se considerarían invitados y, por tanto, con derecho a asistir todos los demás. La vota-ción de las conclusiones sería siempre secreta; requeriría dos tercios de los votos válidos y no podrían publicarse sin la aprobación escrita de la Comisión de Apostolado Seglar22. Se añadiría unos días después que, al anunciar la reunión de que se tratara, habría que advertir la forma en que se llevarían a cabo las votaciones: si un voto (o dos o tres) por dió-cesis, o si los votos serían proporcionales al número de militantes de cada diócesis23.

Antes de la reunión del 10 de julio, el 29 de junio de 1966, en la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, se había aprobado una instrucción donde se recordaba que la Acción Católica, como orga-nismo dependiente de los obispos, debía abstenerse de cualquier actua-

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ción política; actuación que correspondía a los ciudadanos como tales, no como miembros de aquella organización, y que, en todo caso, tenía que pasar por el tamiz de la caridad24.

Según la información que llegó al consiliario nacional de la HOAC, en la Asamblea Plenaria del 10 de julio hubo veinte obispos que salie-ron en defensa de la Acción Católica y consiguieron que se aplazara hasta septiembre “cualquier conclusión sobre el Apostolado Seglar”25.

1 Doc. 19650804_049-3_5.

2 No se debe confundir con el Pleno de las Comisiones Nacionales de la HOAC y la HOACF que se preveía para el 29 y 30 de enero de 1966 y en el que, entre otras cosas, se iba a trabajar en la preparación del Pleno también conjunto, pero de Comisiones Diocesanas –mucho más amplio por tanto- previsto para marzo. Vid. la distinción, por ejemplo, en el acta de la Comisión Nacional de la HOAC de 21 de enero de 1966, ACPHOAC_69d_1.

3 Vid. por ejemplo María Dolores Sabaté a Teófilo Pérez Rey, Madrid, 10 de febrero de 1964, 19640210ACPHOAC_150_1. Sabaté era presidente desde mayo de 1963, en que sustituyó a Juliana Gómez, como comunica en doc. 19630508ACPHOAC_150_2.

4 Vid. la reseña histórica que se hace en 19671214ACPHOAC_43_12.

5 Copia de respuesta de 14 de febrero de 1964 a 19640210ACPHOAC_150_1. Las normas para la celebración de reuniones conjuntas, de fecha 9 de octubre de 1961, en ACPHOAC_150_3. Sin fecha, sobre la creación de un secretariado HOAC-HOACF, en el doc. que fechamos provisionalmente 19650000ACPHOAC_155_13.

6 Acta de la Comisión Nacional de la HOAC de 21 de enero de 1966, ACPHOAC_69d_1, de donde procede también lo que sigue sobre Bouvard. Más documentación sobre estos días, en ACPHOAC_150_5, entre ello las hojas de la copia mecanografiada correspondiente a las actas de un pleno con-junto de las dos Comisiones Nacionales que pudo celebrarse el 29 y 30 de enero de 1966 y empieza por el apartado “II-B)”. Nos basamos únicamente en que habla del domingo día 30 –como el día en que se celebra-, que menciona algo a llevar a cabo en marzo o en la VIII Reunión Nacional de Estudios (que fue la de 1966) y en que, antes de marzo, el domingo más próximo que cayó en día 30 fue el de enero de 1966.

7 Vivió entre 1931 y 1991.

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8 Acta de la reunión, ACPHOAC_69d_1.

9 Copia mecanografiada, ACPHOAC_69d_1. Doc. sobre este asunto, en ACPHOAC_144_2 y 3. Ibidem, carp. 4, periódicos cenetistas de 1971 en los que se afirma su oposión a la Organización Sindical. Ib., carp. 6, una guía de la historia de la CNT. La posición del PSOE y la UGT ante todo esto y en rela-ción con la HOAC, ibidem, cajas 7-13.

10 Acta de 28 de enero de 1966, ACPHOAC_69d_1.

11 Documentación sobre ello, en ACPHOAC_150_5 y 255_1. Además, “Cuestionario elaborado por la Comisión nombrada en el Pleno de las Comi-siones Nacionales masculina y femenina celebrada el día 29-30-I-1966”, ACP-HOAC_155_16.

12 Vid. el relato de uno de los participantes en la capuchinada, Francisco Fernández Buey, “Memoria personal de la fundación del SDEUB (1965-1966)”: Hispania Nova: Revista de Historia Contemporánea, nº 6 (2006), http://hispanianova.rediris.es.

13 Vid. http://webs.racocatala.cat/cat1714/armengou.htm y Xavier Pedrals Costa, “Josep Armengou: Una veu de reacció al franquisme”: Afers, núm. 75 (2013), 487-503.

14 Josep y Angeleta a Canamasas, 30 de mayo de 1966, AMCC_FDC. So-bre el episodio, Joan Crexell: La “manifestació” de capellans de 1966, Monserrat, Publicacions de l’Abadia, 1992, 295 págs.

15 Parafraseamos a José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos, La Iglesia en la España contemporánea, t. I, Madrid, Ediciones Encuentro, 1999, cap. “La primera intervención de Montini y la radicalizacion del catalanismo”. La versión de ABC (Sevilla), 6 de julio de 1966, págs. 27-28, no alude a ello.

16 Sobre las decisiones precedentes adoptadas en Junta Nacional de Acción Católica Española, vid. reseña de los “Acuerdos de la Junta Suprema y Direc-ción Central” adoptados entre el 25 de octubre de 1965 y abril de 1966, doc. Vid. 19660423ACPHOAC_43_11.

17 Cfr. VII Jornadas Nacionales de la ACE = “Resumen”, 12 de junio de 1966, ACPHOAC_38_8.

18 Según Gabriel Alférez Callejón, “La crisis de la Acción Católica Españo-la y otros organismos de apostolado seglar...”: Verbo, núm. 303-304 (1992), 430.

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19 Texto de la carta, apud hoja correspondiente al 23 de junio del Almanaque

Rovirosa, inédito, cit. supra, AGUN_FTPR.

20 Todo esto, según la reseña de la información que dio el consiliario de la HOAC, Juan José Rodríguez Ugarte, en la VIII Reunión Nacional de Estudios, agosto de 1966, tomado de la hoja correspondiente al 20 de agosto del propio Almanaque Rovirosa cit. supra, AGUN_FTPR.

21 Vid. Crisis y Conflicto en la Acción Católica Española y otros órganos nacionales de apostolado seglar desde 1964: Documentos revisados y presentados por José Guerra Campos. Madrid, Ed. Adue, 1989, 318-324.

22 Cfr. circular sobre “Reuniones nacionales de Acción Católica”, Madrid, 16 de julio de 1966, ACPHOAC_40_13. Se recoge además en la hoja corres-pondiente al 16 de julio del propio Almanaque Rovirosa cit. supra, AGUN_FTPR.

23 En este sentido, aclaración de 21 de julio de 1966 de Santiago Corral, como presidente de la Junta Nacional de Acción Católica, dirigida a todas las Comisiones Nacionales de los organismos de Acción Católica Española, apud hoja correspondiente al 22 de julio del mismo Almanaque Rovirosa cit. supra, AGUN_FTPR.

24 Cfr. Alférez Callejón, “La crisis de la Acción Católica...”, cit. supra, 430.

25 Hoja correspondiente al 20 de agosto del Almanaque Rovirosa cit. supra, AGUN_FTPR.

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IV. LA PRIMERA TERMINACIÓN DE ESTE LIBRO

La paradójica libertad de la ley de prensa de 1966 y las primeras consecuencias que tuvo para la biografía de Rovirosa

Si es que no había ocurrido antes, en agosto de 1966 se consumó la renuncia de mosén Canamasas a tomar parte directa en la redacción de la biografía proyectada al principio, en 1964. Fue en esa fecha cuando, enfermo, hubo de recluirse en un sanatorio, del que salió dos meses después. En febrero, en la Comisión Nacional de la HOAC, se le había propuesto como consiliario de la “Zona catalana”1 (una de las que, a efectos operativos, se había dividido la Hermandad) y, en la Conferen-cia Episcopal Española, se había procedido, ciertamente, a nombrarlo. Pero la enfermedad se había cruzado en el camino.

A primeros de octubre, ya de regreso a casa, en Santa Eulalia de Riuprimer, escribía a Xavier que lo había pasado muy mal; que el inter-namiento no le había servido de gran cosa y que tenía la impresión de que habría de renunciar a ser consiliario de zona en la HOAC.

“Es el humor de Dios, que diría Rovirosa -explica a su amigo, en catalán, con la conciencia clara de que se trata de una enfermedad de gravedad notoria-. Quizás ha llegado el momento de que mi contribución al apostolado obrero sea el sufrimiento y la oración. Me he puesto totalmente en las ma-nos del Padre y estoy dispuesto a decir «hágase vuestra vo-luntad» pase lo que pase. Siempre he creído que, a la HOAC, se le puede servir de muchas maneras y desde cualquier lu-gar. La HOAC necesita, tanto o más que militantes de brega o

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directores de cursillos, de enfermos que ofrezcan con gozo su dolor de cada día y contemplativos que recen, brazos en cruz, en el silencio y la soledad del claustro o del desierto. Para la HOAC, no hay nadie inútil. Equipos de dolor, equipos de ora-ción y equipos de acción, todos necesarios, todos indispensa-bles, aunque todos, como dice el Señor en el Evangelio, «sier-vos inútiles»”.

Y la confesión de su inutilidad para el trabajo de redacción:

“¿Cómo llevas la biografía de Rovirosa? Yo, pobre de mí, de momento no tengo la cabeza para pensar nada ni para trabajar seriamente en nada. De los 7 días de la semana, 6 soy un hombre casi totalmente inútil para trabajar. ¡Alabado sea el Buen Dios! Ciertamente, me gustaría tener una buena encerrona contigo, pero no me veo con fuerza para hacer un viaje a Villanueva. Si tú tienes algún día libre, ya sabes que, en casa, siempre tienes un plato en la mesa y serás bienveni-do”2.

En mayo de 1966, la biografía reducida –la encargada por Julián Gómez del Castillo- no sólo estaba escrita, sino enviada a ZYX. El 30 de de mayo de 1966, Julián Gómez del Castillo comenta a Xavier:

“Hemos leído tu trabajo sobre Rovirosa las siguientes per-sonas: D. Tomás3, D. Domingo4, Teófilo5, Jacinto6, D. Luis7, Gregorio8 y el que suscribe.

“1º. Nos ha parecido que necesita una colaboración de al-guien que lo ponga en castellano más adecuado; 2º, creemos que necesita ponerse de manifiesto la militancia obrera de Guillermo.

“Si tú no tienes inconveniente, y como va a salir con las semblanzas de P[ablo] Iglesias y Seguí, que, como sabes, hace Jacinto, el mismo Jacinto podría colaborar [en] la semblanza que haces tú, en el sentido que dejo señalado en los dos pun-tos anteriores.

“Esperando tu respuesta con urgencia, te abraza ¡Hasta mañana!

Julián”9.

Que sepamos, no se llegó a publicar ese texto. Es posible que lo im-pidiera o desaconsejara la aplicación que comenzaba a hacerse de la

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nueva ley de prensa promulgada en marzo anterior, en el mismo año 196610.

La nueva ley había sustituido la que estaba en vigor nada menos que desde 1938, o sea desde los días de la guerra, por obra del cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer11. La creación del Ministerio de Infor-mación y Turismo en 1951, la asignación de esa cartera en 1962 a un estadista del Movimiento Nacional sumamente inteligente y autoritario –Manuel Fraga Iribarne12- y las disposiciones de la nueva ley que el propio Fraga consiguió sacar adelante, cambiaron bruscamente las re-glas de juego. Desde ese momento, no ya las publicaciones episcopales, sino todas las que correspondieran a la iniciativa de cualquier español quedaron exentas de la obligación de pasar previamente por la censura. Los directores tenían plena libertad para publicar lo que considerasen oportuno; plena libertad y total responsabilidad. Esto es: la censura sólo se haría previamente si los propios interesados lo pedían. Si no, cual-quier impreso sería revisado –en la censura estatal de siempre- a poste-riori y, en función de lo que dijera, actuaría la autoridad civil competen-te.

Claro es que los obispos podían rechazar la obligación de someter a censura sus escritos. En realidad, nunca los habían sometido. Pero los publicaban libremente para que se leyeran y cumplieran. Por tanto, no podían negarse a enviar lo ya impreso al organismo estatal correspon-diente. Si no lo hacían, no podían exigir el cumplimiento de sus disposi-ciones. Entre otras cosas, se trataba de conseguir que, de esa forma, hubiera –en la Hemeroteca y la Biblioteca Nacional por lo pronto- un ejemplar –al menos- de todo impreso hecho en España. Que, además, las autoridades civiles hicieran llegar a la censura una copia de esos impresos –que fue lo que ocurrió desde 1966 (cuando la autoridad civil lo creía oportuno)-, no se podía evitar.

Y fue por este último camino –el de censurar lo ya publicado- por el que comenzaron a intervenir los censores y los gobernantes del Régi-men en lo que, hasta entonces, les estaba vedado al acogerse a la inmu-nidad episcopal. Habían conseguido que toda publicación oficial de la Acción Católica se considerase instrumento de gobierno de los obispos y, por tanto, exento de censura. Tenían, eso sí, que someterse a ella cuando intentaban publicar como libro aparte artículos aparecidos en

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esos medios. Así, las conclusiones del trabajo de los GOES en los años 1963-1965 habían cuajado, entre otras muchas cosas, en unos docu-mentos cuyo título resultaba revelador: El sindicato, instrumento de conquis-ta; se plantearon la conveniencia de publicarlas separadamente; se so-metió a censura en febrero de 1966 –antes de que se promulgase la nueva ley de prensa-, y la autoridad competente –el director general de Información- respondió en sentido afirmativo con tal que suprimieran varias frases que los censores habían señalado13. Como parte del Boletín, no se les había objetado nada; como tirada aparte, en una unidad im-presa distinta –un libro o un folleto-, tenían que cumplir como los de-más españoles.

Por su parte, la nueva ley no hizo excepción alguna, tampoco en cuanto a los periódicos y en relación con la censura a posteriori; pero, en la disposición final segunda, se decía que, para resolver las cuestio-nes que pudiera suscitar su aplicación en las publicaciones de la Iglesia católica dependientes de la jerarquía eclesiástica, el Gobierno y la Comi-sión Episcopal de Medios de Comunicación Social adoptarían los acuerdos procedentes14. La negociación había empezado, en realidad, antes de promulgar la ley, al menos en enero de 1966, con un encuentro en Zaragoza entre Pedro Cantero –arzobispo de esta diócesis y presi-dente de aquella Comisión- y el ministro Fraga; había dificultades para entenderse. Pero la postura de las autoridades civiles quedó patente nada más entrar en vigor la ley, en abril mismo, al secuestrar el número de Juventud Obrera –el periódico de la JOC- correspondiente al Primero de Mayo por atacar gravemente al Ejército15. Y, en junio, se planteó lo mismo en relación con un artículo del sacerdote Víctor Manuel Arbe-loa, “Progresismo e Iglesia viva”, aparecido en Signo.

Ya en el verano, en julio, Cantero le envió un anteproyecto, cuyo texto definitivo se aprobó en Consejo de ministros del 22 y se publicó como decreto (el 2246/66, de 23 de julio) el 10 de septiembre. En él, se circunscribía el privilegio a las “publicaciones dependientes directa e inmediatamente de la Jerarquía”, y éstas, a las publicaciones oficiales de la Conferencia Episcopal Española, los boletines oficiales diocesanos, los de las órdenes, congregaciones e institutos religiosos –con tal que esos periódicos no sólo fueran oficiales, sino que dependieran directa-mente del superior general o provincial respectivo- y –aquí lo que atañía a la HOAC-

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“aquellas otras publicaciones de carácter diocesano respecto de las cuales el Ordinario del Lugar asume expresamente la responsabilidad de considerarlas instrumento de su magiste-rio y gobierno pastoral”,

claro es que comunicándolo expresamente al Ministerio de Información y Turismo por medio de la Comisión Episcopal de Medios de Comuni-cación Social16.

Seguramente no es casual que, en septiembre de 1966, se anunciara el cese de Rafael González Rodríguez como director de Signo, el sema-nario de la Juventud de Acción Católica17, del que era director desde 1963, y que el presuntamente cesado se negara a dar explicación pública alguna18. En el número del 10 de septiembre de 1966, se había publica-do un artículo de Luis Espina sobre “El futuro político de España se-gún la prensa extranjera”, que el propio Fraga consideró explosivo19.

La explicación la darían los obispos de la Comisión de Apostolado Seglar ya en marzo de 1967, al hacer público su cese y el de todo el Consejo de Redacción y notificarles una

“Admonición grave y última, por la línea ideológica del sema-nario y por el editorial aparecido en el último número bajo el título «Respuesta a don Santiago Carrillo»20.

Carrillo había dicho a un entrevistador del diario italiano L’Unità que las relaciones entre comunistas y católicos españoles eran excelen-tes, claro está que en la oposición a Franco. La respuesta se dio en un editorial de la revista Signo, del 4 de marzo de 1967, que fue considerado como doctrinalmente confuso, al interpretar en esa clave expresiones del tenor “al campo de la lucha obrera o estudiantil”, los católicos des-cendían “desnudos de prejuicios y liberándonos de todas nuestras ten-taciones proselitistas” y que no veían “por qué tener ningún freno en su inserción en movimientos auténticamente liberadores e, incluso, en una marcha directa hacia el socialismo”. Invitaban, no obstante, “a nuestros hermanos comunistas a que reflexionen sobre algo que constituye el nervio del profetismo de Marx: la unidad de la clase obrera”.

A eso y a recordar

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“lo que de profundamente humano y universal tiene el viejo movimiento de promoción humana del mundo obrero, inicia-do por el genio de Carlos Marx”21.

Tras la admonición, aún se publicó un nuevo editorial en la revista el 25 de marzo para reafirmar la postura del director cesado, mencionar en su apoyo textos de Juan XXIII y de Pablo VI y afirmar que Signo seguiría viviendo.

En realidad, desde octubre de 1966, habían comenzado a ser algu-nos de los propios obispos quienes pidieran la intervención de Fraga. En la revista Aún, editada desde 1959 en el Hogar del Empleado, se había publicado un número extraordinario bajo el título global “Bus-cando la Iglesia del Concilio” y el propio arzobispo de Madrid –Casimiro Morcillo- había pedido que fuese secuestrada22 y no sólo lo fue, sino que, con fecha 19 de noviembre de 1966, en el Ministerio de Información y Turismo, se tomó la decisión de suspender el permiso para continuar publicándola. Las razones que se alegaron fueron que habían transcurrido más de tres meses desde que apareciera el último número; que habían modificado el número de páginas y la imprenta –sin la preceptiva autorización- y que, sin ella, admitían suscriptores disimulados bajo el título de “cuota de socios protectores”23.

El futuro del Boletín de la HOAC, entre la censura estatal y la censura eclesiástica

En abril de 1967, le llegó el turno al Boletín de la HOAC por un artí-culo titulado “La representatividad laboral está siendo demolida”, don-de se denunciaba que los obreros ajenos a la Organización Sindical que habían sido elegidos como representantes por los propios obreros esta-ban siendo cesados uno a uno, cuando no despedidos, procesados y encarcelados: veinticinco mil pesetas de multa24.

Pero, además, las autoridades comprobaron que no estaba incluido entre las excepciones propuestas desde la Comisión Episcopal y, en consecuencia, tenía que haberse inscrito la propia HOAC en el Registro de Empresas Periodísticas y los responsables del Boletín no lo habían hecho. Así que, en junio de 1967, se encontraron con el secuestro del ejemplar del Boletín que habían publicado poco ha y la exigencia de

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cumplir con ese precepto como empresa editora del mismo25. Hasta entonces, la exigencia se había eludido por la vía de presentar cada ejemplar en el Ministerio de Información y Turismo con una carta de la Junta Central de Acción Católica donde se declaraba que era publica-ción, precisamente, de Acción Católica Española. Pero había plena conciencia de que era ése –en palabras del propio Miquel Jordá- “un procedimiento de favor”26. Se pensaba que el Boletín de la HOAC –el denominado “Verde” por el color de la portada, que era el que se dirigía a todo el mundo (y no sólo a los militantes) y que pasaría a llamarse Tú, como el de antaño-, Signo –el semanario del que acabamos de hablar- y Juventud obrera –el de la JOC- podían constituirse en empresa periodísti-ca con todas las de la ley, con el consiliario de la HOAC como censor eclesiástico. Pero eso era tan beneficioso como arriesgado: se abaratarí-an los costes; pero se acumularían, previsiblemente, las multas contra unas y contra otras –de aquellas tres publicaciones-, que ya eran unas cuantas al acabar el año 1966, y, de ese modo, podían desaparecer las tres de un solo golpe.

Es obvio que todos o casi todos deseaban seguir gozando de la exención de la censura, de que se había disfrutado hasta entonces; pero eso dependía de que los obispos estuvieran dispuestos a respaldar el Boletín sin injerirse en lo que los dirigentes de la HOAC llamaban “la ideología”.

Pero es que si los obispos no aceptaban, eso suponía asumir –por fuerza- la censura estatal, para evitar la episcopal. Lo ideal era lograr ese respaldo –el de la jerarquía- y que se les dejase

“- enjuiciar hechos concretos temporales

“- que la censura quedase solamente bajo el consiliario

“- constituir empresa independiente y autorizada por la Jerarquía, siendo la Obra única responsable ante Informa-ción y T[urismo], y no la Jerarquía”.

Para la HOAC, en suma, la ley de prensa de 1966 iba a empezar a convertirse en una verdadera sangría. Sus finanzas nunca habían sido sobrantes; era raro el año que cubría los gastos con los ingresos de las cuotas y demás actividades de la propia Hermandad. Frecuentemente tenían que pedir –y conseguían- una subvención de la Junta Nacional

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de Acción Católica, del Consejo Nacional de Hombres de la misma organización o del cardenal Pla y Deniel27. El presupuesto para 1966 se desglosaba de esta forma (que pone de relieve, por lo que ahora vere-mos, el peso que tenían los ingresos por las ventas de las publicaciones, incluido el Boletín, pero también y sobre todo el enorme peso del déficit, que requería subvenciones por la tercera parte –larga- de lo presupues-tado):

Concepto Ingresos Gastos

Aportaciones diocesanas 300.000 Secretariado de Cursillos 18.000 Reuniones nacionales 467.000 480.000 Publicaciones 240.000 125.000 Boletín 72.000 GOES 30.000 30.000 Hoja informativa 40.000 Personal 787.500 Difusión de la Obra 120.000 Gastos generales 113.000 Biblioteca 5.300 Relaciones internacionales 135.000 Subvenciones 628.800 Total 1.795.800 1.795.800

El problema no se circunscribía, por tanto, al Boletín, sino que abar-caba también los libros que publicaban en Ediciones HOAC. La distri-bución había sido confiada a Fernández Sáa, hoacista que regía una pequeña empresa de distribución, Safermi –nombre compuesto con la primera sílaba de sus apellidos y nombre de pila, ordenados en sentido inverso-, con el correspondiente contrato por medio. Pero no parece que fuese plenamente satisfactoria. De las recopilaciones de artículos de Rovirosa y Malagón que se habían publicado con el título de Somos y Militantes obreros, se habían tirado 3.500 ejemplares y aún quedaba un millar.

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En algunas Comisiones Diocesanas, se consideraba, además, que era tarea propia del responsable de Difusión. Pero a eso oponían los de la Comisión Nacional que, a mediados de diciembre de 1966, había doce diócesis que debían cincuenta mil pesetas de libros y no pagaban.

Al final, en enero de 1967, en la Comisión Nacional se optaría por constituir la Editorial HOAC, con un director y un consejo de dirección al frente, subordinados ambos a la propia Comisión Nacional, pero con administración económica independiente, que le permitiera abordar proyectos editoriales a largo plazo. Sugerían, de entrada, que se abrieran tres colecciones: “Documentación obrera”, donde se incluiría todo lo que pudiera ser útil para los militantes; “Antena”, de carácter predomi-nantemente informativo, y “Estrella”, con finalidad formativa y orien-tadora. Y así se hizo saber a las Comisiones Diocesanas de la Herman-dad para que diesen su opinión28.

Podía entenderse, es cierto, como una huida hacia adelante. La Hoja informativa que se editaba –en teoría- mensualmente para los militantes perdía fuerza y no salía con la periodicidad deseada, “debido a que las noticias no se facilitan de las diócesis con regularidad y suponemos [que también] debido a que la prensa publica hoy casos que antes se ignora-ban”, se anotó en el pleno de presidentes de diciembre de 196629.

El Almanaque Rovirosa, en fin, también perdía adeptos. Se vendieron menos ejemplares del correspondiente a 1966 que los vendidos del que correspondía a 1965. Así que el editado para 1967 ya aconsejó reducir la tirada30. Ahí mediaba otro hecho, claro es: del mismo modo que la Hoja informativa perdía sentido –en términos relativos- en la medida en que la ley de prensa de 1966 permitía –a pesar de todo- que se dieran noticias en la prensa comercial que antes no solían aparecer, también cambiaban los hábitos en punto a calendarios y se iba abandonando el de “taco”, con una hoja para cada día, que es como era el Almanaque Rovirosa.

La situación económica, en suma, dejaba mucho que desear. Se había desarrollado el proceso de renovación de los cargos de la Comi-sión Nacional; alguno de los nombrados –por lo pronto Esteban Caa-maño, de El Puerto de Santa María- había renunciado; se llevaban a cabo, en cambio, gestiones para que Francisco Mera Bermejo, presiden-te de la Comisión Diocesana de Gerona se incorporase a la Nacional; pero “hasta después de febrero –se lee en el acta del pleno de diciembre

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de 1966- las circunstancias económicas no permiten aumentar la Comi-sión a pesar de ser totalmente necesario”31.

Y todo eso no dejaba de afectar al proyecto de biografía de Rovirosa con que seguía adelante Xavier Garcia. La elaboración parecía haber llegado a su fin. De ello le habla Malagón a Xavier Garcia en carta de 27 de febrero de 196732. Unos días antes, Xavier había recogido y pagado la encuadernación de tres ejemplares, uno de los cuales debió enviar seguidamente al consiliario de la HOAC. Aparece en la continuación de la cuenta de gastos que dejamos en el verano de 1966 y que seguía en-grosándose33:

7 de septiem-bre

de 1966:

Envía sellos de correos por valor de quince pesetas a Víctor Vizuete, hoacista muy unido a Rovirosa que residía en Portugalete, en Vizcaya34.

9 de septiem-bre:

Viaje a Barcelona.

21 de septiem-bre:

Envío de carta al padre Luis Madina, asuncionista famoso y también rovirosiano, que le remitiría sus propios recuerdos.

23 de octubre: Viaje a Barcelona. 12 de noviem-bre:

Adquisición de 1.500 folios: hay que pasar a limpio el texto de la biografía.

8 de enero de 1967:

Viaje a Barcelona para ver al psicólogo Muñoz Espi-nalt, que estudiará grafológicamente a Rovirosa, según hemos de ver.

29 de enero: Viaje a Barcelona con el mismo fin. 12 de febrero: Nuevo viaje a Barcelona con el mismo fin. 18 de febrero: Viaje a Montserrat. 19 de febrero: Encuadernación de tres ejemplares de la biografía.

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Los primeros intentos de traducir la biografía de Rovirosa al cas-tellano y la imposibilidad de que lo hiciera Ruiz Camps ante el acoso de la censura del Régimen

En esa carta de 27 de febrero de 1967, Malagón decía a Xavier que la había leído y le había gustado, pero que dudaba de que dejasen publi-carla –las autoridades civiles, se supone-, dadas las cosas que recordaba:

“Muy estimado amigo: He recibido y leído la biografía de Rovirosa. Es un buen trabajo el que has hecho. Me gusta, porque están muy bien recogidos todos los datos de su vida. Ahora veremos lo que podemos hacer para que pueda salir. Necesitará, quizás, que en ciertos puntos no sea tan explícita. Si saliese así, es seguro que la edición se agotaría al momen-to; pero se armará una buena gresca”.

Pero añade a renglón seguido unas palabras que nos llaman la aten-ción:

“No sé si yo tendré hecho el trabajo que tú deseas para la Semana Santa. No me atrevo a darte mi palabra, ya que ten-go bastantes salidas por ahí. Quizás más cerca de esas fe-chas te lo podré decir.

“Por hoy recibe estas mis primeras impresiones después de la lectura de tu trabajo y un fuerte abrazo de tu aff[ectísi]mo en X[ris]to. Hasta mañana en el altar,

Tomás Malagón”.

La petición que le había hecho Xavier Garcia podía ser, precisamen-te, la redacción de sus propios recuerdos, los de Tomás Malagón, y, si fuera así, sería –la que se comenta en la carta- una primera versión pro-visional de la biografía. Lo sorprendente es que Malagón volviera a escribir a Xavier dos meses después como si no le hubiese escrito en febrero. La nueva carta lleva fecha de 3 de abril de 1967:

“Mi estimado Xavier: He recibido y leído la biografía que has escrito sobre Rovirosa. Es un valioso trabajo el que has hecho.

“Yo he pensado lo siguiente: si a ti te parece bien, yo hablaré con Ángel Ruiz Camps, para que la traduzca, y, es-tando los dos juntos, ir, al propio tiempo, poniéndola en for-

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ma para la publicación. Hay cosas que se podrán decir como tú las dices dentro de unos años; pero hoy, todavía, viviendo las personas, y sin haber cedido en sus ideas, ocasionarían dificultades. Habrá que omitir algunos nombres propios. Otras cosas sobre la mentalidad de Rovirosa tienen fácil arreglo. Ángel no podría ponerse hasta el mes de Junio; pero lo haría con mucho interés. Tú dirás.

“Un abrazo y ¡hasta mañana en el altar!

“Tomás Malagón”35.

Ángel Ruiz Camps había formado parte de la redacción de ¡Tú!, en los últimos años cuarenta; era un hombre, por tanto, cercano a Roviro-sa; se había hecho cargo después de la dirección del Boletín de la HOAC y trabajaba en la Agencia Efe. Dirigiría Noticias obreras cuando recibiese este nombre el Boletín, ya a partir de 1981. Tenía cuarenta y cinco años en 196736.

En octubre, con todo, la gestión no había dado el fruto deseado. Ruiz Camps aseguraba que lo traduciría; pero, de hecho, no se ponía a ello. A Malagón le parecía que las obligaciones familiares le forzaban a ganar más dinero y que no podía hacer otra cosa. Habría, si acaso, que pensar en pagarle.

“He estado con Ángel Ruiz Camps. Una vez más. Se dis-culpa con la enfermedad de su esposa y el trabajo que se le ha juntado. Yo creo (por mi parte) que le fuerzan a ganar di-nero, y por eso le queda poco tiempo. Haré lo que me digas. Él promete hacerlo ahora, pero ¿lo hará? Lo primero que yo necesito es una buena traducción. Sin ella no puedo traba-jar, ya que para mí lo importante, más que el qué se dice, es el cómo se dice, para que pueda ser acogido. Mi interés por Ángel es que él haría una buena traducción, y que al mismo tiempo ayudaría en la redacción de los puntos vidriosos (siempre, contando contigo y con nosotros). Esto es lo que hay. Mi opinión es esperar unos pocos días, para ver si de verdad se mete con la traducción. En ZYX37 hemos pensado pagarle, si es preciso, para obligarle. Tú dirás qué te parece. Él no sabe nada de esto”38.

Xavier Garcia optó por tomar la iniciativa y obligar a Ángel a res-ponder a sus instancias, por la vía de remitirle un original para el Boletín de la HOAC, “Meditación a media voz”. Y el amigo, en efecto, respon-

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dió. Pero las razones que alegaba para explicar el retraso no eran las que creía don Tomás. Tenían que ver más bien con la situación por la que atravesaba la HOAC:

“Temo que en mi última carta no me expresé bien. No he terminado aún mi parte en la traducción de tu libro. No sé qué pude decir que se diera esa impresión. Por desgracia los últimos días han sido para mí de gran agitación (juicio y con-dena de nuestro redactor jefe, tercer expediente sancionador contra mí) y tengo todos mis asuntos atrasados, tanto los particulares como los apostólicos. Si esto sigue así habré de dedicar todo mi tiempo a defenderme y a defender el Boletín del ataque sostenido y encarnizado de que somos víctimas. Cuando vaya acabando el trabajo de traducción lo enviaré a don Tomás y te lo haré saber”39.

Tenía razón; al día siguiente de escribir esas líneas, el 26 de enero de 1968, se veía obligado a presentar, al juez instructor correspondiente, una solicitud para que sobreseyera la causa administrativa que se le había abierto, como director del Boletín de la HOAC, por presunta vul-neración de las normas vigentes en materia de prensa, concretamente al publicar un artículo titulado “El año político y social de los trabajadores españoles” -que no aparece en las colecciones que se conservan en el Archivo General de la HOAC, claramente diezmadas por los secuestros de diversos ejemplares- y resultaba –alegaba en la solicitud- que, “en la formulación de las conclusiones definitivas, tendría intervención decisi-va precisamente ese aparato sindical que se trata de modificar radical-mente y que tanta habilidad ha desplegado hasta ahora para desvirtuar los deseos de la base representativa”40.

Llovía sobre mojado. Ya vimos que, en la HOAC, no se había cum-plido con los requisitos impuestos en el decreto de 23 de julio de 1966 donde se exigía que los editores de las publicaciones directamente de-pendientes de la jerarquía eclesiástica católica se inscribieran como tales en el registro estatal correspondiente y, en concreto, los de periódicos, en el de Empresas Periodísticas. En junio de 1967 –dijimos- se encon-traron con el secuestro del ejemplar del Boletín que habían publicado poco ha y la exigencia de cumplir con aquel precepto como empresa editora. Como presidente de la Hermandad, Jordá recurrió de inmedia-to, el día 5 de junio. Pero se le contestó oficialmente que, para acogerse

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incluso así al régimen especial de la Iglesia, era en la Comisión Episco-pal de Medios de Comunicación Social donde correspondía tomar la iniciativa de elevar al Ministerio un informe y propuesta.

En todo caso, para continuar con la edición del Boletín -en régimen especial o en régimen común-, tenían que presentar certificación de la personalidad jurídica de la Hermandad como organismo autónomo de Acción Católica, los estatutos por los que se regían, relación con los nombres, nacionalidad y domicilios del fundador o fundadores y de las personas que ocupaban los cargos directivos en aquellos momentos, descripción del patrimonio de la Hermandad y copia del contrato civil de prestación de servicios suscrito con el director del periódico –en su caso, Ruiz Camps- o solicitud de exención de tal requisito41.

La crítica del padre Ignasi Maria Cura a la redacción (que se creía) final de esta biografía

Que se trataba ya –en las cartas de 1967 que vimos- de la primera redacción de la biografía extensa de Rovirosa, la escrita en catalán –o sea de la primera redacción de este libro, cuya gestación explicamos con estas páginas-, no cabe duda alguna. Xavier también se la había manda-do (o llevado, concretamente el primero de mayo42) al padre Ignasi Maria Cura, de Montserrat, para que la leyese, y el benedictino lo había acabado ya el 22 de septiembre de 1967, que fue cuando fechó una postal de la Virgen morena, con unas notas de lectura mecanografiadas, en catalán también:

“Supongo en sus manos aquel librazo. Quedo muy agra-decido a la verdadera amistad que me ha demostrado [con] esta confianza”.

Se refiere, sin duda, al hecho de que le hubiese pedido que lo leyera.

“Sólo que después de haberlo tenido tan repocos días… Me he quedado con las ganas de disfrutarlo mejor. Pero la palabra era la palabra y mi primo ha sido el buen recadero de confianza.

“Tengo absoluta necesidad de hablarle de viva voz de mu-chas cosicas que tengo anotadas y no quiero decir por escri-to. Lo he leído todo.

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“En conjunto, le diré:

“Creo que es necesario comenzar simplemente por el folio 47. Ya comprendo que se han metido muchas horas de tra-bajo investigador en las hojas ancestrales; pero se pueden salvar poniendo su contenido con letra bien menuda y en apéndice.

“Suprimiría los folios 70, 71, 72 y comienzo del 73.

“[En] el folio 179 podría ir una ampliación buena-buena añadida.

“¿Por qué, en el folio 190, no se cita el nombre del padre Leandre Mestre, monserratí que fue confesor de la s[eño]ra Rovirosa? Esa página y otras parecen absolutamente tenden-ciosas en la redacción.

“Rechazo en el folio 388 eso de «noble dinastía pagesa», que se presta a forzadas interpretaciones.

“Desde el folio 406 al 416, sobran muchas muchas cosas, muchos, demasiados detalles. Una figura como la de Roviro-sa, que tiene cien mil detalles, queda absolutamente empe-queñecida con los muchos, demasiados detalles de Montse-rrat, que no prestan ninguna faceta interesante a un lector ajeno al monasterio43.

“Me parece que, en cambio, habría de alargarse mucho la noticia detallada del biscúter y de las bien jugosas peripecias de su glorioso primero y último viaje a Barcelona.

“Y, para acabar estas paginaciones, diré que no me gusta que se pongan los nombres de los que fueron ordenados en órdenes menores, ni tanto «Bardina»...”

Debía referirse, probablemente, a Manuel Bardina, uno de los traba-jadores de Montserrat, al servicio del monasterio, con quienes solía tratar Rovirosa cuando se refugiara en Montserrat. En la biografía edi-tada finalmente, sólo se le menciona en una ocasión. Es probable que, en el primer original, se hablara de él más veces y –aunque es una posi-bilidad más remota (en puridad, una mera conjetura)-, cabe también que lo relacionase con Joan Bardina i Castarà, un pedagogo nacido en Sant Baudili de Llobregat en 1877, empresario y escritor y militante carlista que había evolucionado hasta abrazar los ideales catalanistas y federalis-tas como asunto prioritario y, cuando murió (en Valparaíso, Chile,

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1950), era ya una persona de prestigio reconocido en los ambientes académicos de Suramérica –Bolivia y Chile sobre todo- y en los círculos catalanistas de la península44 afines a la forma de ser y de pensar de hombres como Xavier Garcia.

“El prólogo, creo que habría de refundirse totalmente”, sigue, en su crítica del texto el padre Ignasi Maria Cura,

“enriquecido de nervio, abreviado y, sobre todo, más ágil. Ha de ser la última cosa que se escriba o redacte.

“Me olvidaba decir que, de aquel estruendo que conmovió a todos en los últimos días de vida, de Rovirosa, sería mejor dejar a un lado algunas insistencias en personas que se mencionan y, en cambio, incluir una descripción más com-pleta de quienes se adhirieron a «él», estuviesen de paso o fi-jos junto a su lecho de agonía, enviaron notas (cartas y tele-gramas), lo mencionaron en cartas a amigos o de tipo fami-liar. Me parece que eso sería una corona mortuoria formida-ble en torno al hermano mayor que nos dejaba.

“Finalmente, he de decir que me duele el gesto de quien creyó oportuno que no fuese recitada una verdadera y formal absolución sobe Rovirosa cuando estaba ya en coma o semi-agónico. Me gustaría que ese disparate no constase; que se vería que tuvimos ese fallo; porque todos los hombres (hasta los más santos) tienen necesidad de ser absueltos en esa hora, necesidad que diría «teológica» por el solo hecho de ser hijos de Adán, redimidos sin ningún mérito nuestro, también en esa hora «convertidos», que diría «él».

“Me gustaría volver a hojear el librazo que he leído a todo gas. (No me creo menos «suyo» [de Xavier Garcia] que quienes lo incubaron días y días). Podría hacer de enlace el primo, que va a volver; dígame si eso puede serme concedido: inter-calaría unas hojas redactadas claramente e incluiría también otros «recuerdos».

“Escriba a este amigo que dice: hasta mañana en el altar!

“[manuscrito, probablemente por Xavier Garcia:] Ignasi Mª Cura, o[rden de] s[an] b[enito]45.

Y unos meses después, casi en vísperas de Nadal:

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“Espero que a mediados de febrero podamos tener una buena entrevista referente a su biografía de Rovirosa. Si se diera el caso de que, en esa ocasión, estuviese ausente de Montserrat, ya se lo haría saber anticipadamente y nos ve-ríamos donde fuese”46.

No es posible identificar las páginas de una primera redacción que no nos ha llegado y que, probablemente, debieron ser cambiadas en mayor o menor medida por Xavier Garcia, al recibir la crítica. No po-demos asegurarlo porque la primera versión con que contamos –de su biografía de Rovirosa-, después de aquel avance de 1964, no sólo está reelaborada –quizá- con las indicaciones del amigo benedictino, sino con las de otras muy diversas personas, según vamos a ver. A lo sumo, podemos deducir –con relativa verosimilitud- a cuáles corresponden, en la edición definitiva, algunas de las indicaciones que hacía el padre Cura.

Porque no cabe asegurar, además, que Xavier atendiera enteramente las sugerencias del benedictino; en julio del año siguiente, el padre Cura le respondía con franqueza –tamizada con metáforas metalúrgicas- ante la decisión de aquél de presentar la biografía a un concurso literario, del que ahora hablaremos:

“La decisión que la carta me comunica de que quiere pre-sentar este año su Rovirosa no me sorprende, ya que me había dado a entender suficientemente el espíritu de prisas que bullía dentro de usted. Lo deploro tan sólo por[que sería aconsejable darle] un pulido, fácil de hacer con más días de plazo: podría ser un libro de plata y, ahora, sólo es cagafierro.

“Si no se lo premian, pensaremos que vale la pena una gran refundición; lo refundiremos –si quiere- y saldrá exce-lente: Rovirosa y su causa valen una pieza buena y de impac-to. ¿No?”47.

Rebelión y desaparición de la revista Signo

En el fondo, en la correspondencia se percibe que –afortunadamente- todo lo que había ocurrido durante el año 1967 en la HOAC y fuera de ella –también en torno a Montserrat- no había des-animado a quienes se empeñaban, principalmente, en sacar adelante de una vez la biografía de Guillermo.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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En la IV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal -que tuvo lugar al día siguiente de aquella reunión de la Comisión Nacional de la HOAC con los vocales de las diversas zonas de España cuya crítica de la situación transcribíamos-, entre el 27 de febrero y el 4 de marzo de ese año (1967), se había examinado, por fin, la situación del “apostola-do de los seglares” –según el comunicado que los obispos dieron a la prensa-, especialmente de la Acción Católica, y se llegó a la conclusión de que procedía recordar su dependencia de la jerarquía eclesiástica. Dejaban expresamente a salvo la “facultad de obrar con iniciativa” que tenían los laicos en la Iglesia. Pero insistían en que también competía a los obispos “asociar más estrechamente a su propia misión alguna obra o asociación de apostolado” y que ése era el caso de la Acción Católica. Confiaban en que todos sus miembros “supieran interpretar justamente su propia condición. Sin mengua de las atribuciones que, al igual que los demás seglares, tienen como fieles y ciudadanos, se adscriben libre-mente a una asociación con la Jerarquía, por la que se comprometen a ejercer sus iniciativas y la propia labor de dirección bajo la dirección superior de la misma Jerarquía”.

En todo caso, se reformarían los estatutos del organismo a fin de adecuarlos a los tiempos y nuevas circunstancias48.

En la sesión de apertura, habían estado presentes varios dirigentes de Acción Católica Española con quienes los obispos –sobre todo, Casimiro Morcillo, Benavent, González Moralejo y Fernández Conde- mantuvieron conversaciones en distintos momentos: el presidente de la Junta Nacional –el ingeniero Santiago Corral Pérez–, el presidente na-cional de la rama de Hombres -Juan Bonelli-, la de las Mujeres -la eco-nomista Carmen Victory49-, la de las Jóvenes -Francisca Majo– y el de los Jóvenes –José Quevedo, más Román Romo Larequi, en nombre de las Congregaciones Marianas50. A algunas de las conversaciones debió asistir también el propagandista Salvador Sánchez-Terán.

Pero la tensión no cedió. Pocos días después, se hacía público el ce-se del director, y de todo el Consejo de Redacción de Signo, la revista de la Juventud de Acción Católica, cuyo último número se publicaría con fecha 6 de mayo51. Formaba el Consejo hasta ese momento un puñado de jóvenes periodistas: el director, Rafael González Rodríguez-Rojas tenía treinta y cinco años y procedía de Juventud Obrera; tras el cese de

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Signo, sería contratado por el Correo de Andalucía, diario del arzobispado hispalense52. La redacción la compartían el también periodista Pedro Altares –muy próximo a Ruiz Giménez, de treinta y dos años, que ya se había incorporado al consejo de redacción de la revista Cuadernos para el Diálogo, de la que sería más tarde director, y colaboraba también en otra de las revistas católicas que desaparecieron en los días de los que hablamos, Aún, del Hogar del Empleado53-; poco más de treinta conta-ba el sacerdote e historiador Víctor Manuel Arbeloa –a quien encontra-remos de nuevo-; veintisiete, Julio Alonso Cardenete -que trabajaba ya en El Alcázar y cofundaría en 1976 El País 54–; veinticinco José Oneto Revuelta -que ya formaba parte de la redacción del diario Madrid, fun-dado en 1966 por Rafael Calvo Serer y Antonio Fontán- y veinticinco también Ginés Rosa López -consagrado más tarde a la política activa55. El más joven era Francisco Javier Carrillo Montesinos –veintitrés años-, que acababa de ingresar en la Escuela de Periodismo y se especializaría más tarde en relaciones internacionales con los países árabes como embajador de la UNESCO. Estaba además José Quevedo, a quien ya conocemos como presidente nacional de la Juventud de Acción Católi-ca Española56.

Oneto, Carrillo, Alonso, Ginés Rosa y, además, Miguel Bayón y Gregorio Lázaro no tardarían en enviar una carta de despedida a los suscriptores del diario –y a todos los lectores- donde denunciaban al episcopado por formar “un sistema personal y privado de libertad”57. Los responsables de la suspensión alegaron que muchos artículos eran de inspiración marxista y que se valían de mil y un subterfugios para burlar la censura eclesiástica58.

Por contra, hubo otros españoles que apoyaron a los obispos e in-cluso elevaron una consulta a la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre si era admisible un régimen comunista en un país católi-co. Pero la verdad es que sólo les respaldaron –si es que intentaron lograr más- dieciséis obispos y que el asunto se dilató como era de espe-rar. No hubo respuesta de la Congregación, sino una consulta que se haría desde ella –ya en febrero de 1968- a todos los prelados españoles, de los que respondieron cuarenta y dos. Y claro es que recordaron que el asunto ya se había resuelto por decretos condenatorios –vaticanos- de primero de julio de 1949 y 4 de abril de 1959.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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1 Vid. acta de la Comisión Nacional Permanente, 4 y 5 de febrero de 1966,

ACPHOAC_69d_1.

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2 Doc. 19661006ACPHOAC_FXG_503_103. El archivo personal de mo-sén Canamasas se conserva en el del Movimiento Cultural Cristiano y es un valioso testimonio de su vida y de la del grupo de personas que le acompaña-ron hasta el final, además de abundar en alusiones a Rovirosa, que fue, para él, una referencia constante durante el resto de su vida.

3 Malagón Almodóvar.

4 Canamasas.

5 Pérez Rey.

6 Martín.

7 Capilla (sacerdote que compartió tareas apostólicas con Guillermo en HOAC y ZYX).

8 Ramón.

9 Doc. 19660530ACPHOAC_FXG_503_103.

10 Sobre lo que sigue, Carlos Barrera, “Revistas católicas y conflictos con el poder político en el tardofranquismo”: Anuario de historia de la Iglesia, x (2010), 101-142.

11 Sobre su gestación y aplicación a la prensa católica, José Andrés-Gallego, ¿Fascismo o Estado católico? Ideología, religión y censura en la España de Franco, 1937-1941, Madrid, Ediciones Encuentro, 1997, 283 págs.

12 Vid. las necrológicas publicadas a raíz de su muerte en El País, 15 de enero de 2012.

13 Oficio del director general, Madrid, 7 de abril de 1966, en ACP-HOAC_132_9. Copia del original probablemente presentado, ibidem, doc. 19660200ACPHOAC_132_9.

14 Ley 14/1966, de 18 de marzo, de prensa e imprenta, apud noti-cias.juridicas.com/base_datos/Admin/l14-1966.html. Lo que sigue sobre la negociación en Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, cit. supra, 109-110.

15 Según el propio Fraga: cfr. Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, cit. supra, 118. Ibidem, lo que sigue sobre Signo y el artículo de Arbeloa.

16 Apud www.boe.es/boe/dias/1966/09/10/pdfs/A11682-11682.pdf.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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17 Fue fundado por Manuel Aparici Navarro, periodista y después sacerdo-

te –del que se abrió proceso de canonización en 1994-, el 6 de junio de 1936, apenas un mes antes de que estallara la guerra. Empezó como diario –con el paréntesis de los cinco primeros meses de la guerra-, para pasar a semanario a partir de 1940 y se mantenía aún vivo cuando escribimos estas páginas. Vid. www.peregrinosdeliglesia.org/periodista.htm.

18 Vid. ABC, 29 de septiembre de 1966, pág. 77.

19 Según se desprende de Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, cit. su-pra, 119.

20 Apud ABC, 10 de marzo de 1967, pág. 53.

21 “En respuesta a Santiago Carrillo”: Signo, 4 de marzo de 1967, pág. 3, cit. Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, 121, y Alférez Callejón, “La crisis de la Acción Católica...”, cit. supra, 423. Doc. sobre el acercamiento del PCE desde 1960 a los días de los que hablamos, en ACPHOAC_144_14 y siguien-tes.

22 Según Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, cit. supra, 119.

23 Todo ello, según circular del director de la revista, Juan A. Cajigal Barral, Madrid, 21 de febrero de 1968, ACPHOAC_187_1.

24 Cfr. Barrera, “Revistas católicas y conflictos...”, cit. supra, 135.

25 Vid. oficio del director general (suponemos que de Información o de Prensa) a Jordá, Madrid, 4 de julio de 1967, ACPHOAC_132_9.

26 “Acta del pleno nacional de la HOAC celebrado los días 17 y 18 de di-ciembre de 1966 en la Casa de la Iglesia, Alfonso XI 4, de Madrid, con asisten-cia de las Diócesis que al final se relacionan”, 19661217ACPHOAC_69d_1, acta de la que procede también lo que sigue acerca del futuro del Boletín, en relación con Signo y Juventud obrera.

27 Según se lee en la hoja correspondiente al 3 de marzo de 1966, Almana-que Rovirosa, inédito, cit. supra, AGUN_FTPR, de donde tomamos también el presupuesto.

28 Cfr. hoja informativa correspondiente al 12 de enero del Almanaque Rovi-rosa cit. supra, AGUN_FTPR.

29 “Acta del pleno nacional de la HOAC celebrado los días 17 y 18 de di-ciembre de 1966...” cit. supra, 19661217ACPHOAC_69d_1.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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30 En este sentido, hoja correspondiente al 2 de octubre del Almanaque Ro-

virosa cit. supra, AGUN_FTPR. Antes, en 1964, Félix Gassiot, de Gerona, escri-be a Xavier Garci, acerca de la muerte ejemplar de un miembro de la HOAC, Narciso, en la que le pide que le mande 150 calendarios en catalán y 350 en castellano: cfr. doc. 19641017CPHOAC_FXG_503_103. Hay que tener en cuenta que el calendario no era el Almanaque Rovirosa, si bien más adelante hay propuestas de que el Almanaque se convierta en calendario de taco, con una hoja para cada día o de hojas mensuales.

En la misma línea, se sitúan las peticiones de Pablo de Albizuas a Isidro Bosch hechas desde Amurrio de un ejemplar del Almanaque HOAC de 1965 (doc. 19641214CPHOAC_FXG_503_103) y de Juan Guillén Gómez al mismo Isidro Bosch, esta vez desde Puertollano, que pide a su vez cinco ejemplares del mismo Almanaque. Isidro le envió esas peticiones a Xavier Garcia para que las encauzase e hiciese llegar los ejemplares (doc. 19641223ACPHOAC_FXG_503_103).

31 “Acta del pleno nacional de la HOAC celebrado los días 17 y 18 de di-ciembre de 1966...” cit. supra, 19661217ACPHOAC_69d_1.

32 Vid. doc. 19670227ACPHOAC_FXG_503_103.

33 La siguiente enumeración de viajes y gastos, de nuevo en doc. 19670624ACPHOAC_FXG_503_103.

34 De fechas inmediatamente anteriores, conocemos tres cartas de Víctor Vizuete a Xavier Garcia, que corresponden a los doc. 19660621ACPHOAC_FXG_503_103, 19660700ACPHOAC_FXG_503_103b y 19660830ACPHOAC_FXG_503_103. Pero no acertamos a relacionarlas con el envío de esos sellos.

35 Doc. 19670403ACPHOAC_FXG_503_103.

36 Vid. la necrológica redactada por Rafael Díaz-Salazar: “Ángel Ruiz Camps, director de ‘Noticias Obreras’”: El País, 4 de abril de 2001, y la refe-rencia en “Nombres propios”, Alfa y Omega, núm. 255 (12 de abril de 2001).

37 Todo en mayúsculas en el original.

38 Tomás Malagón a Xavier Garcia, Madrid, 27 de octubre de 1967, doc. 19671027ACPHOAC_FXG_104.

39 Madrid, 25 de enero de 1968, doc. 19680125ACPHOAC_FXG_104.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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40 Copia de la solicitud, en 19680126ACPHOAC_FTPR. Dice que se pu-

blicó en el Boletín de la HOAC, núm. 484-486, pero pudo ser en el 485, que es el que falta –entre los que se citan- en la colección conservada en ACPHOAC.

41 Oficio del Ministerio de Información a Miguel Jordá, Madrid, 4 de julio de 1967, ACPHOAC_132_9.

42 La constancia de este viaje a Monserrat, en doc. 19670624ACPHOAC_FXG_503_103.

43 Literalmente, sería “no-monasteriado”.

44 De orígenes humildes, su facilidad para el estudio, la precaria economía familiar y el acentuado espíritu religioso de su madre lo habían llevado al Se-minario de Barcelona, en el que ingresó con diez años, y abandonó con dieci-nueve, después de haber llegado a situaciones de tensión con sus superiores, sobre todo con ocasión de un viaje a México que hizo junto a otros seminaris-tas. Estudió y prestó atención a toda la pedagogía de fuera de España, aunque tuvo algunos contactos y afinidad con algunas escuelas de rasgos modernos de España, como la Institución Libre de Enseñanza. Defendió siempre la neutra-lidad religiosa y la coeducación. A los 35 años, frustrados sus ideales educati-vos, viajó becado a Francia con varios de sus alumnos, observando que la pedagogía francesa no distaba mucho de la española. Regresó a Barcelona, pero en seguida quiso marchar a Colombia, puesto que “permanecer en Barce-lona seria matarme”. Trabajó en la Universidad de la Paz (Bolivia), donde revolucionó con sus ideas a los estudiantes, forzando a dimitir al ministro de Educación y teniendo finalmente que abandonar el país por peligrar su vida. Instalado definitivamente en Valparaíso, Chile, mantuvo contacto con la colo-nia española y con el mundo académico catalán. Vid. la tesis de Anna Forès i Miravalles, defendida en la Universitat de Barcelona. Departament de Teoria i Història de l´Educaciò, Joan Bardina Castarà: Educador catalán y sus proyecciones pedagógicas en Chile, Barcelona, Universitat de Barcelona, íntegra en http://hdl.handle.net/10803/2928.

45 Doc. 19670922ACPHOAC_FXG_503_103.

46 Ignasi M. Cura a Xavier Garcia, Monserrat, 22 de diciembre de 1967, doc. 19671222ACPHOAC_FXG_104. El original está en catalán y, antes y después del texto que traducimos arriba, dice así:

“Querido amigo:

“He pasado unos largos días de ausencia de Monserrat.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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“Ahora, con gran ilusión fraterna, le envío mis mejores augurios de Navi-dad y de Año Nuevo”.

Sigue el párrafo transcrito arriba y, a continuación:

“Que Nuestro Señor bendiga todas sus actividades y anhelos; Él, que es el Maestro de la pobreza, nos haga cada día más enamorados y más entusiastas.

“En verdadera comunión con el Niño de Belén y su Madre

“[Manuscrito:] Hasta mañana en el altar, el eterno Portal

“P. Ignasi Mª Cura, OSB

“22-XII-67”.

47 Doc. 19680717ACPHOAC_FXG_104.

48 Comunicado de la IV Asamblea Plenaria del Episcopado español (1967), en Estatutos de la Acción Católica Española, Madrid, Acción Católica Española, 1968, 58-69.

49 Mª del Carmen Victory nació en 1928 en el seno de una familia menor-quina. Estudió Economía en el Madrid de la posguerra y, enseguida, se incor-poró a las filas de la Acción Católica, de la que en estas fechas era presidenta del Consejo Nacional de Mujeres. Formó parte de la delegación española que asistió al Congreso Mundial de Apostolado Seglar, del 11 al 18 de noviembre de ese mismo año 1967. Posteriormente trabajaría en el Vaticano, en el Comité Pontificio para la Familia, donde conocería a Pablo VI, estando siempre traba-jando por la defensa de los derechos humanos. Vid. la entrevista realizada por Octavio Colis, publicada en Crónica Popular el 7 de febrero de 2012, recogida en http://www.cronicapopular.es/2012/02/maria-del-carmen-victory-los-derechos-humanos-y-los-deberes-divinos/

50 Cfr. La Vanguardia del día 28 de febrero, pág. 7, donde no se menciona a Sánchez-Terán. Sí, en cambio, en la reseña de la reunión del 1 de marzo de 1967, en ABC, 2 de marzo de 1967, pág. 43.

51 Vid. Revistas católicas y conflictos con el poder político en el tardofranquismo, con-sultado en dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/251677.pdf

52 Pasaría al Correo de Andalucía y luego a dirigir El Ideal Gallego y Ya, de la Asociación Católica de Propagandistas.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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53 Vid. la necrológica de el diario El País, de 6 de diciembre de 2009 y Alfé-

rez Callejón, “La crisis de la Acción Católica...”, cit. supra, 424. Cuadernos había nacido en 1963 y Pedro Altares llegaría a ser su director entre los años 1976 y 1978.

54 Vid. las necrológicas del diario El País, de 13 y 15 de marzo de 2009.

55 Fue más tarde director general de Turismo de la Comunidad Autónoma de Murcia.

56 Apud ABC, 10 de marzo de 1967, pág. 53.

57 Cit. Alférez Callejón, “La crisis de la Acción Católica...”, cit. supra, 423-424.

58 Así lo señala en un Informe Confidencial de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar para la Secretaría de Estado, fechado en septiembre de 1966, su presidente Casimiro Morcillo; en ese mismo informe apuntaba también a Juventud Obrera. Vid. Crisis y conflicto en la Acción Católica Española..., recop. por Guerra Campos, cit. supra, 321-324.

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V. EL TRIUNFO (PARADÓJICO) DE ESTE LIBRO EN LA NIT DE SANTA LLUCIA DE 1968

Hacia el Premio Aedos de Biografía Catalana

Mientras tanto, los viajes de Xavier Garcia continuaban (ahora –seguramente- para gestiones relativas a la edición del libro y para su mejora en todos los órdenes, además de la propia noticia de que lo había terminado e interesaba preparar la promoción, cara a lograr que se difundiera cuanto fuese posible1):

1 de mayo de 1967: Viaje a Montserrat. 4-7 de mayo: Viaje a Madrid. 26 de mayo: Adquisición de cien sellos. 23 de octubre: Viaje a Barcelona. 24 de junio: Viaje a Montserrat.

“¿Cuándo saldrá la vida de Rovirosa? ¿Cuánto nos hará esperar?” – Hasta mañana en el altar”, se lee en una carta que le dirige el sacerdote Sebastián Añó desde Alcalá de Chivert a finales de octubre de 19672.

Sólo que, a esas alturas, se había comido ya –la biografía- no sólo las dos mil pesetas de mosén Asens y aquellas tres mil de la Comisión Na-cional de la HOAC, sino las 2.940 que aportaría Rosell (seguramente, el maestro nacional que había colaborado con Rovirosa antes incluso de que surgiera la HOAC, cuando trabajó con el asuncionista Luis Madina

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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en la parroquia vallecana –obrera como tal- del Dulce Nombre de Ma-ría, en Madrid, en los años 1944-1945). El viaje de Xavier a Montserrat del 24 de junio de 1967 tuvo ya que correr a cargo de su propio bolsillo.

Tenía, sin embargo, una esperanza, doblemente interesante –por cubrir gastos y por la difusión que implicaría-: presentarlo al Premio Aedos de Biografía Catalana.

Luego veremos otra iniciativa “casera” para lograr lo mismo. Es po-sible que tuviera que ver con la Fraternidad Obrera Rovirosa que habí-an constituido los rovirosianos catalanes del entorno de Xavier. Hay noticia de ella en una carta de diciembre de 1967, precisamente de un hoacista, pero de Rentería, en Guipúzcoa:

“En tus cartas me dices que tenéis establecida una Socie-dad: Fraternidad Obrera Rovirosa; la cual veo que es una co-sa parecida a la de ahorro y crédito a la nuestra; por lo me-nos así empezamos y con los mismos fines. Ahora bien, la nuestra ha evolucionado tanto debido al aumento de Socios debido al problema de la vivienda que tantos aspiran a tener-la.- Referente a la biografía de Rovirosa, ya me tendrás al tanto de cuándo se hará la tirada de la Edición, por si estoy en condiciones de conseguir una”3.

En cuanto al Premio Aedos, era una idea vieja. En febrero de 1966, se lo había anunciado al obispo de Vic, Ramon Masnou, hombre muy vinculado a la HOAC y buen conocedor de Rovirosa:

“Hace más de un año que estoy trabajando con la biogra-fía de Rovirosa. Tengo 250 folios escritos y creo que todavía estoy a mitad camino. Si Dios quiere, creo que para el año próximo lo tendré todo acabado.

“Aparte de la edición castellana que pueda venir, tengo la idea de presentarlo a ediciones AEDOS, dedicadas a biografías catalanas. Pienso que la biografía de Rovirosa tiene que dejar su figura, en todos los aspectos, en el lugar justo”4.

Lo presentó, con todo, ya a la convocatoria de 1968. Se lo recordó don Tomás (Malagón) en marzo, al mismo tiempo en que insistía en la necesidad de urgir a Ángel Ruiz Camps para que tradujera el texto al castellano:

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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“Querido Xavier: ¿Qué tal la biografía? A Ruiz Camps, cuando lo veo, lo llamo, siempre lo animo para el trabajo que le tenemos encomendado. Escríbele tú con frecuencia tam-bién para que no se duerma. Además, es que tiene mucho trabajo. ¿La has presentado, por fin, a la Editorial AEDOS [sic]? Ahora, ¡4º Aniversario!...5”.

De la muerte de Rovirosa, se entiende.

Ya hemos visto que también lo sabía el benedictino y amigo Ignasi Maria Cura.

El de la editorial Aedos, era un premio literario especialmente pres-tigioso, que lo era, además, en toda España porque reunía, en verdad, galardones diversos, según el género y la lengua en que los textos se hubieran escrito. La convocatoria había comenzado en 1951 y el Premi a la biografía catalana tenía una dotación que era notable en aquel tiempo: quince mil pesetas para la mejor de las que se presentaran escritas en catalán.

Algunos de los galardonados habían sido figuras relevantes de la propia cultura catalana –como la escritora exiliada Mercè Rodoreda o el historiador Joan Reglà-, además de escritores en castellano como el también historiador y jurista –y hombre del Régimen- Diego Sevilla Andrés o el prestigioso historiador y crítico de arte andaluz Antonio Gallego Morell (que optaron, claro es, al Premio Aedos para obras en castellano). Y la dotación económica había ascendido –en la convocato-ria de 1968- a cincuenta mil pesetas, una cantidad muy respetable en aquellos días6.

En la edición de 1968 correspondiente a las biografías redactadas en catalán, quedaron finalistas la de Enric Jardí sobre El doctor Robert i el seu temps (“El doctor Robert y su tiempo”), la de Xavier Garcia Soler sobre Rovirosa, un home com un altre (“Rovirosa, un hombre como cualquier otro”), la de Josep Serra Pàmies sobre El doctor Antolí López Peláez, català de cor i de paraula (“El doctor Antolín López Peláez, catalán de corazón y de palabra”) y la de Esteve Albert sobre Josep Sebastià Pons7. El fallo estaba previsto para el día de santa Lucía –el 13 de diciembre- y forma-ban el jurado cinco personas sumamente prestigiosas en la vida cultural catalana: Millàs8, Soldevila9, el historiador Joan Reglà, el jurista y escri-tor Joaquim de Camps i Arboix, y Maria Borràs de Quadras, viuda del

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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editor Josep Maria Cruzet, creador de la Editorial Selecta, que había sido la primera en publicar libros en catalán tras la guerra civil, y de los propios premios de Santa Lucía (otorgados desde 1951 el día consagrado a esta santa en la liturgia católica); premios en que encajaban los de Ae-dos, por empeño del propio Cruzet. Había muerto en 1962; pero su esposa había decidido proseguir su obra10.

Frustración e ilusión en la Nit de santa Llucia de 1968

El premio de biografía catalana de 1968 fue otorgado a la obra sobre el doctor Robert por cuatro de los cinco votos del jurado. No se hizo público el título al que correspondió el quinto voto11; pero se supo que había ido a parar a la biografía de Rovirosa12. “Algún miembro del pro-pio Jurado –afirmaría más tarde Xavier- me dijo después que merecía el primer lugar”13.

Sin que se pueda obviar por principio otro tipo de influencias, el fa-llo no era ilógico sin embargo; la reciente ley de prensa auspiciada por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, también había sustituido la censura previa por la censura a posteriori en el caso de los libros. Podían presentarse de antemano si el editor lo deseaba y tomaba la iniciativa. Generalmente consistía en enviar las galeradas. Pero podía arriesgarse a no enviarlas y someter más tarde el libro im-preso (varios ejemplares del cual habían de presentarse, en todo caso, en las dependencias oficiales correspondientes).

Eso no terminaba con la presión de antaño; pero era diferente. Aho-ra se presentaba como riesgo. En definitiva, eso era lo que daba alas a ZYX en aquellos años. Y uno de los ámbitos donde el cambió se perci-bió más claramente fue Cataluña, tanto en el uso de la lengua como en la orientación política de las obras.

Que, en la edición de los premios de Aedos correspondiente a 1968, se premiara la biografía del doctor Robert, escrita en catalán por Enric Jardí, se entiende, en primer lugar, por el buen hacer del escritor –que tenía una larga trayectoria-, y, tanto o más, por la personalidad del bio-grafiado. El Doctor Robert –como solía llamársele-, Bartomeu Robert i Yarzábal en la pila bautismal, había estudiado en la Facultad de Medici-na y Cirugía de la Universidad de Barcelona, en la que obtuvo los pre-

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mios ordinario y extraordinario de licenciatura y, en 1867, se doctoró en la Universidad Central de Madrid (que, por ley, era, entonces, la única donde podía obtenerse el grado de doctor). Desde los inicios de su carrera, y tanto por sus aptitudes profesionales como por su talante personal, fue un médico querido y respetado; la estima de que era obje-to llegó a ser legendaria, como manifestó en repetidas ocasiones su amigo y poeta Joan Maragall. Además, se implicó directamente en los nuevos ideales regeneracionistas de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, que, en Cataluña, adoptaron el matiz peculiar del cata-lanismo. Se había adherido a él con todas sus fuerzas y llegó a ser alcal-de de Barcelona. Había sido uno de los fundadores de la Lliga (1901), el principal –y más conservador- de los partidos catalanistas. Su muerte (1902) provocó una gran conmoción en toda Cataluña y, más de medio siglo después, se había convertido en un símbolo que parecía imperece-dero.

Muy conocido había sido también el obispo Antolín López Peláez, leonés de Manzanal del Puerto (1866), obispo de Jaca desde 1905, se-nador del reino por la provincia eclesiástica aragonesa y arzobispo de Tarragona desde 1913; había muerto en Madrid en 1918; pero se había hecho entender y querer por muchos catalanes, por sus puntos de vista pastorales en relación con gente que hablaba en una lengua distinta de la suya. Y eso fue, al cabo, lo que resaltó Serra Pàmies en su biografía14.

Por fin, Josep Sebastià Pons, nacido en Illa, en el Rosellón, en 1886 y fallecido en 1962, había sido una de las figuras más destacadas de la literatura catalana septentrional del siglo XX. Poeta, narrador y autor dramático, se doctoró con una tesis sobre la literatura catalana en el Rosellón en los siglos XVII y XVIII (1929) y se le consideraba maestro en la poesía rosellonesa, que había tenido gran influjo en Cataluña15. También era poeta y autor teatral su biógrafo, Esteve Albert i Corp.

Rovirosa, por el contrario, no había disfrutado jamás de renombre nacional, ni en España ni en Cataluña, por más que fuese conocido por mucha gente (que era, no obstante, un tipo de gente que, con frecuen-cia, nada tenía que ver con las altas esferas).

Se lo diría francamente a Xavier Garcia uno de los amigos que le es-cribieron en los días siguientes, como vamos a ver, para felicitarle a pesar de todo:

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“No fue premiada tu biografía de Rovirosa…; qué le vamos a hacer; en parte, me lo temía: a juicio de los sabios de turno, la personalidad de Rovirosa no debe tener la suficiente tras-cendencia política, literaria, artística o social para merecer el alto interés del público y el honor de figurar en la Colección… Comercialmente, también debe ser empresa arriesgada, prin-cipalmente la edición en catalán. Los de Nueva Terra ¿no se animarían? ¿Y Pinyol [sic], de Estela? Se podría publicar en rústica y con una presentación muy sobria. ¿Y los de ZYX16? ¿Por qué no se podría editar por suscripción previa, al estilo del homenaje a Carles Cardó y de «Mis confesiones» del Dr. Manyà?”17.

Las confesiones de este último –canónigo y filósofo muy notable- se habían editado de esa forma en Tortosa en 196518.

En cuanto al también canónigo y escritor Carles Cardó, era hombre muy conocido por su catalanismo y su crítica del orden social y político imperante en Cataluña (hasta su muerte en 1958). De su extensa biblio-grafía, llamaban la atención las implicaciones políticas de algunas de sus obras, muy anteriores a la época de que hablamos: así su visión de la condena de la Acción francesa en 192619 o la discusión que sostuvo en 1929 con el historiador Ferrán Soldevila sobre la religiosidad catalana20. Los censores del Régimen habían prohibido su Historia espiritual de las Españas, que apareció en París –y en francés- en 194621 y eso había aumentado aún más el predicamento de que gozaba.

Tampoco hay que subestimar la relevancia de Enric Jardí, el biógra-fo de Robert. Era un abogado prestigioso, que había fundado la Socie-dad Catalana de Estudios Jurídicos, Económicos y Sociales en 1951 y encauzaba su afición y sus dotes de historiador por el campo de la bio-grafía. Además de sus escritos jurídicos, ya había publicado varios libros de cierta resonancia en Cataluña: Nonell i altres assaigs (1958), Els catalans de les Corts de Cadis (1963) y, sobre todo, La ciutat de les bombes: El terroris-mo anarquista a Catalunya (1964) y Eugeni d’Ors: Obra i vida (1967). Luego vendrían muchas más, hasta completar medio centenar. Tenía en 1968 cuarenta años y era ya conocido en los medios culturales y políticos catalanes, además de los periodísticos.

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No podía compararse con él –en cuanto se refiere al renombre- Xavier Garcia Soler, cuya incipiente fama de escritor apenas desborda-ba, en esos días, el marco local y lo relacionado directamente con él.

Beneficio de la derrota: llegan más testimonios

Xavier no iba a desanimarse por ello, naturalmente; en esos mismos días del otoño de 1968, seguía con las conversaciones y las cartas en torno a Rovirosa22; en el verano, había recibido, además, unas notas recordatorias de Jean Delfosse, director de la Revue Nouvelle belga, muy amigo de Guillem. Había tardado tanto –le explicó- porque se había dado cuenta de que los recuerdos que deseaba poner por escrito no podrían publicarse en España, dadas las ideas que había oído a Rovirosa sobre la situación española, suponemos que en relación con la política general y la social y económica. “Me he inhibido por no poder decir todo lo que pensaba nuestro amigo sobre los problemas de su país”; “no tengo el talento necesario para hablar entre líneas, como sería nece-sario”23.

Es posible que el mero hecho de haber quedado finalista del Premio Aedos y haber aparecido la noticia, con ello, en los principales diarios le hubiera satisfecho a Xavier Garcia. Al menos, así lo veían algunos ami-gos cuando se lo expresaron: “Yo también te felicito en estas fiestas y año 1969 –le escribe Malagón al día siguiente de Navidad, aún en 1968- y por tu éxito literario, que en realidad lo es. Que la paz navideña fruto de la pobreza de Belén nos inunde; que la humildad del pesebre nos dé buen humor, y el sacrificio de Jesús nos dé santidad y gracia. Por algo se escribe con las mismas iniciales”24.

Quizás es eso lo que evocaba el sacerdote Emiliano Camacho al feli-citarle también desde la abulense Horcajada a comienzos de enero de 1969:

“Mi querido Xavier: Me has dado una gran alegría al co-municarme tu gozo, que, por ti, lo es de todos, y tanto más, que produce dos buenos frutos: extender la memoria de Rovi-rosa y despertar al mundo de los obreros y de los pobres.

“Esperamos con ansia saques la biografía de nuestro pro-feta”25.

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Y el hijo de Rifá Anglada, empresario para quien trabajaba Rovirosa antes de la guerra y ahora heredero de la firma, consagrada a construir frigoríficos industriales:

“En el transcurso de las votaciones de los Premios de la noche de Santa Lucía, seguí con emoción las votaciones. ¡Cómo me habría gustado su triunfo!

“Le felicito ahora, deseando fuertemente que la edición del libro de Rovirosa sea una realidad enseguida”26.

Dos años después, aún le comentaría:

“No recuerdo si fue el año pasado o hace dos años, seguí las votaciones de Santa Lucía con inquietud de ver cómo se mantenía su libro y casi ganaba. Lo sentí casi como si fuese el autor”27.

El propio obispo de Segorbe, Pont y Gol, expresaba en aquellos días –los primeros de 1969- la alegría de los demás:

“Buena noticia la de «finalista» de su Biografía de Roviro-sa. Le felicito y me felicito, y tanto más cuanto, con la publi-cación, se puede hacer muy presente a Rovirosa en estos tiempos, que él habría disfrutado, de vivir, y de los cuales fue precursor e iniciador”28.

También Bruno Aloy Flo, uno de los compañeros de Guillermo en los días de estudiante, en la Barcelona de 1917-1921, le felicita y mani-fiesta la esperanza de que el libro aparezca pronto y haga todo el bien que espera el autor29. Le había escrito ya en junio de 1968 para facilitar-le datos sobre las amistades de Rovirosa en aquellos días. “He encon-trado, en mis apuntes de 1919 –añade ahora-, algunos datos del querido compañero desaparecido y no hace falta que le diga que los pongo a su disposición por si le interesan para cuando sea el momento de editar la susodicha biografía”30. En efecto, Xavier los añadió; se verá cuando se hable –en su texto- del diario de 1918-1919 de Aloy Flo. Bruno David Aloy se había convertido en un hombre bien situado y con una trayec-toria profesional más que notable. Había escrito varios libros de difu-sión de las técnicas de iluminación eléctrica, aprendidas junto a Guillem en la Escola Industrial. Su traducción –ampliada- de la Técnica de la ilumina-ción eléctrica del alemán Alfred Richter31, que publicó en 1927, había

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alcanzado la cuarta edición en 195832, fecha para la cual ya había pro-puesto su propia forma de ver esas tareas en el Manual de luminotecnia, que correría con fortuna por todo el mundo hispano33. En 1929, había traducido del inglés la obra de Henry W. Tufford sobre Neumáticos y vulcanización34; en 1930, dio a luz sus propios dos volúmenes de Aplica-ciones domésticas de la electricidad35; en 1931, Baterías de pilas y acumuladores36, que se reeditó aumentado en 194437.

De su traducción de la obra colectiva inglesa Equipo eléctrico del auto-móvil (195138), correría aún la tercera edición, y aumentada asimismo, en 197039, y en 1952 ya había añadido la Iluminación por tubos, de Henry A. Miller40. Era colaborador, además, de las revistas Metalurgia y electricidad41 y Acero y energía42. En 1953, publicó un opúsculo sobre Los deportes y la luz artificial43.

En 1955, aún había traducido Refrigeración práctica, de Harold Phillips Manly44 –que alcanzaría la cuarta edición en 197445-, y, del mismo autor y por los mismos años, un Manual del plomero fontanero (1959) que tam-bién haría fortuna...46. Reflejaba muy bien el tipo de especialista que había sido el propio Rovirosa y que se había formado conforme al pro-yecto de Esteve Terradas, el creador de la Escuela de Directores de Industrias Eléctricas y Mecánicas, que fue donde estudiaron.

Si no en Aedos, ¿en Estela?

La noticia de que Xavier Garcia había quedado finalista, a todo esto, también había cruzado el mar y seguía corriendo47. Y, en abril de 1969, ya se atrevía a anunciar que la biografía se publicaría seguramente en la Editorial Estela y que sería un libro de unas 450 páginas. Se ve que había recogido la sugerencia de aquel amigo de Manresa que se lo había sugerido, el hoacista Ramón Estrada. Es posible que le animara el be-nedictino Evangelista Vilanova, buen amigo de Rovirosa y bien relacio-nado con esa misma editorial, donde dirigiría varias colecciones48.

Lo cierto es que, el primero del mes de abril, la directora de Estela –María Martinell- le había hecho saber que ya habían leído la biografía y que tenían que hablar49.

Ahora decía Xavier que estaba “prácticamente acabada”, como si no lo estuviera del todo. En realidad, sabemos que el texto que habían

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leído en Estela era el mismo que había presentado al premio Aedos50. Pero hay que tener en cuenta que había recibido más noticias –como las de Delfosse- después de terminar la redacción que había presentado al certamen y que, además, decía eso –que estaba casi terminada- al diri-girse al cardenal Vicente Enrique y Tarancón, para pedirle que le envia-se un folio con sus recuerdos de Rovirosa51.

Le repite lo mismo al abad Gabriel Maria Brasó, tal vez ya a co-mienzos de mayo de 1969, pero con más seguridad: “Ahora, si Dios quiere, lo editará Estela52. Saldrá a la calle allá por octubre. No sé qué dirán los lectores y la crítica. Pero, yo, con toda humildad, creo que queda digno y que hará que Rovirosa sea conocido y querido”53.

“Estoy muy contento de que Estela se haga cargo del libro”, le res-ponde el benedictino Miquel Estradé aún en mayo.

“El Padre Abad y los monjes también están contentos. A to-dos los que vea a quienes pueda interesar, se lo diré. Me acuerdo mucho de vosotros”54.

Estela había abierto en 1958; era una editorial de inspiración neta-mente católica y se había reorientado claramente a raíz del Concilio Vaticano II hacia la renovación del catolicismo. Inspiraban su línea editorial el activista –obrero y pacifista a una vez- Joan Misser, el canó-nigo Vicenç Nolla –que había traducido al catalán la encíclica Mater et magistra en 1961-, Maria Martinell, Josep Maria Piñol, Alfons Carles Comín, Josep Verdura…

No eran sino una muestra de la vitalidad que había comenzado a mostrar el catolicismo catalán en aquellos días. Misser conocía a Rovi-rosa55. En los años cincuenta, se había vinculado a la oposición al Ré-gimen; había colaborado en la introducción del movimiento de resis-tencia pacifista Pax Christi en Cataluña, junto a Víctor Seix y Frederic Roda. Pax Christi había nacido en Francia, en 1945, como un movi-miento de oración por la paz y la recuperación de Alemania, a iniciativa de la profesora Marthe Dortel-Claudot y el obispo de Montauban -Pierre-Marie Théas-, público defensor de los judíos en la Francia de Vichy (1942), y había llegado a convertirse en una verdadera organiza-ción internacional de carácter ecuménico y orientación radicalmente pacifista y, al tiempo, reivindicativa en relación con la justicia y la liber-

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tad56. De eso y de entonces –ya los años cincuenta- databa su relación con Rovirosa, a quien, al menos, había escrito para animarle a incorpo-rarse a sus iniciativas57.

También había tomado parte Misser en la creación del Front Obrer de Catalunya (1961) –alianza que agrupó desde reformistas como Mi-quel Roca i Junyent a socialdemócratas como Pasqual Maragall y Narcís Serra y comunistas católicos como Alfons-Carles Comín- y, en 1969, cumplidos los cuarenta años (había nacido en 1921), ya era bien cono-cido Misser en las esferas de la oposición catalana católica58.

Por su parte, Víctor Seix había nacido en 1923 y refundó la empresa Seix Barral en los mismos años cincuenta con Carlos Barral (la editorial había sido creada en 1911). Murió trágicamente, atropellado por un tranvía en 1967. Ironías de la vida, el conductor se llamaba Adolf Hitler. A su muerte, Frederic Roda creó el Instituto Víctor Seix de Polemolo-gía, con el fin de investigar y divulgar temas relacionados con los con-flictos y las condiciones necesarias para la paz.

Roda tenía un año menos que Seix. Fue vicepresidente de Pax Christi y, en 1953, fundó con Jordi Pujol y otros, el grupo nacionalista católico CC –“Crist y Catalunya”-, para el que –parece- intentaron contar con Rovirosa, a fin de que organizase la rama sindical59. “Todo empezó cuando alguien […] habló de la conveniencia de poner en contacto a los grupos de pensamiento confesional, catalanista y antifranquista que en aquel momento se movían por el país –contaría el entonces joven médico Jordi Pujol, que contaba poco más de veinte años-.

Se celebraron unas reuniones a las que asistieron la OCDP –Orientación Católica Profesional del Dependiente-, la Acade-mia de la Llengua Catalana, Acción Católica, la Lliga Espiri-tual de la Mare de Dèu de Montserrat, los escultistas confe-sionales, Pax Christi… y naturalmente, Virtèlia. La persona que aglutinó a toda aquella gente llegada de sectores diversos fue Raimon Galí, que provenía de movimientos escultistas… El nombre de CC lo puso Frederic Roda, que venía de Pax Christi y tenía aficiones artísticas y culturales… Fue CC como podía haber sido RR. Pero aunque fuera por azar el nombre fue muy adecuado porque respondía al espíritu del movi-miento: un grupo de personas con dos ideas centrales, el cristianismo y el catalanismo. Cristo y Cataluña. CC. Mi pos-

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tura era que el CC tenía que aglutinar a gente no necesaria-mente confesional. En realidad, el CC nunca fue un movi-miento de Iglesia. Los curas no tuvieron en él ningún papel. Fue un movimiento patriótico que, esto es fundamental, con-sideraba esenciales los valores cristianos [...].

“Íbamos por los pueblos y las ciudades a hablar de Cata-luña. Era condición necesaria que hubiera gente dispuesta a escucharnos, de modo que teníamos que buscar un pretexto para iniciar las disertaciones. Elaborábamos unos estudios, unas encuestas, sobre la inmigración, sobre el campesinado, sobre la economía, sobre el movimiento cooperativo. Unos es-tudios sencillos, elementales, nada del otro mundo. Después buscábamos complicidades: quién de aquel pueblo o ciudad era de confianza y podía reunir a un grupo de conocidos que fueran a escucharnos. Siempre había alguien, dentro del CC, con un amigo en Manresa, en Tarragona, en Girona, en Sants o en Sant Andreu, y ese amigo siempre conducía a otro.

“Las conferencias se celebraban en domicilios particulares o en un local cedido por una institución religiosa o una enti-dad recreativa o cultural. Eran, naturalmente, encuentros clandestinos. Empezaban con una exposición del estudio o de la encuesta y a continuación derivaban en un coloquio so-bre el país y la necesaria reconstrucción nacional. En algu-nos lugares, donde la capa de ceniza era más gruesa y costa-ba más encontrar brasas, las conferencias se reducían a una conversación dirigida a una sola persona, un tú a tú. El país, insisto, había quedado muy destruido”60.

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1 Sin la glosa que podamos añadir a algún item de la enumeración, los datos

proceden del doc. 19670624ACPHOAC_FXG_503_103 (gastos de la elabora-ción de la biografía).

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2 Doc. 19671024ACPHOAC_FXG_104.

3 Pablo, sin constancia del apellido, a Xavier Garcia, Rentería, 14 de di-ciembre de 1967.

4 Villanueva y Geltrú, 8 de febrero de 1966 (doc. 19660208ACPHOAC_FXG_503_103). La respuesta es, seguramente, la carta de Masnou a Garcia que fechamos en 11 de abril de 1966 provisionalmente (doc. 19660411ACPHOAC_FXG_503_103). Xavier Garcia dice lo mismo a mosén Fernando González el 7 de febrero de 1966 (doc. 19660207ACPHOAC_FXG_503_103).

5 Tomás Malagón a Xavier García, Madrid, 4 de marzo de 1968 (doc. 19680304ACPHOAC_FXG_104).

6 Vid. ABC, 6 de julio de 1968.

7 Vid. J.V., “Libro catalán”: La Vanguardia, 14 de noviembre de 1968, pág. 61 (doc. 19681114ACPHOAC_FXG_503_103).

8 Probablemente, el prestigioso hebraísta catalán Josep Maria Millàs Valli-crosa.

9 Probablemente, el historiador Ferran Soldevila. Su hermano Carles –escritor prestigioso también- había fallecido en 1967.

10 Vid. lletra.uoc.edu/ca/autor/josep-m-cruzet2/detall y Josep Faulí, Mig segle de la nit de Santa Llúcia: La festa de les lletres catalanes, Barcelona, Òmnium Cultural, 2000, 220 págs.

11 Vid. La Vanguardia, 14 de diciembre de 1968, pág. 33.

12 Así consta –con los nombres de los miembros del jurado- en un recorte de periódico, impreso en catalán, sin título ni fecha del mismo, que se conserva en ACPHOAC_FXG_104, a continuación del doc. 19680717ACPHOAC_FXG_104.

13 A Josep Pont i Gol, arzobispo de Tarragona, Villanueva y Geltrú, 24 de noviembre de 1971 (doc. 19711124ACPHOAC_FXG_503_103).

14 Serra Pàmies es también autor de Fou una guerra contra tots (1936-1939). Ed. Pòrtic, Barcelona 1980, y de Records i siluetes, 1901-1930, Reus, L´Associació d´Estudis Reusencs, 1969. Su hermano Miquel, al que estuvo muy unido, se incorporó al PSUC en 1936, fue conseller de la Generalitat al año siguiente, se

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exilió a Méjico y fue uno de los fundadores del Movimiento Social de Inde-pendencia de Cataluña.

15 Vid. “La recepciò a Barcelona de l´obra de Josep Sebastià Pons (1910-1936)” en Actas du Colloque Internacional Josep Sebastià Pons, Toulouse, 1987, pgs. 113-126. Tomamos la cita de Albert Manent, Del Noucentisme a l´exili sobre cultu-ra catalana del noucents, 9-24.

16 Todo en mayúsculas en el original.

17 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 12 de enero de 1969, doc. 19690112ACPHOAC_FXG_104.

18 Joan B. Manyà, Les meves confessions, Tortosa, Algueró i Baiges, 1965, 233 págs. Se hizo 2ª ed. aum., Barcelona, Abadia de Montserrat, 1983, 214 págs., que sería reeditada a su vez en 2007.

19 Carles Cardó: “L’Esglesia i l’Action française’”: La paraula cristiana, núm. 24 (1926), 484-509.

20 Vid. Ferran Soldevila y Carles Cardó, Polèmica sobre la religiositat a Catalun-ya: 1929 Barcelona, Barcelonesa d'Edicions, 1995, 115 págs.

21 Histoire spirituelle des Espagnes: Étude historico-psychologique du peuple espagnol, París, Éd. des Portes de France, 1946, 349 págs. No hemos hallado, sin embar-go, el homenaje a que se refería Ramón Estrada.

22 Vid., por ejemplo, la de Jesús Mairal Piedrafita a Xavier Garcia, Monzón, 30 de noviembre de 1968 (doc. 19681130ACPHOAC_FXG_104), que aclara la de Rovirosa a Mairal de 23 de octubre de 1957 y supone una petición previa de Xavier Garcia para que le aclarase esta carta. Debe referirse a ella Miguel Fernández Saá en la suya al propio Xavier, Madrid, 8 de enero de 1969, doc. 19690108ACPHOAC_FXG_106.

23 Delfosse a Xavier Garcia, Lamormenil, 10 de agosto de 1968 (doc. 19680708ACPHOAC_FXG_104). El original está en francés. Parece ser del propio Delfosse otra carta dirigida a Xavier Garcia con membrete de Bruselas el 19 de febrero de 1968 (ibidem), en la que le emplaza para más adelante por la imposibilidad de extenderse más en ese momento. No queda claro a qué se refiere ni si guarda alguna relación con lo que le dice luego, en la carta del 10 de agosto.

24 Doc. 19691226ACPHOAC_FXG_104.

25 Doc. 19690107ACPHOAC_FXG_104.

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26 Luis Maria Rifá a Xavier Garcia, Barcelona, 7 de enero de 1969 (doc. 19690107ACPHOAC_FXG_104c), en catalán en el original.

27 Lluís Maria Rifá a Xavier Garcia, Barcelona, 23 de diciembre de 1970 (doc. 19701223ACPHOAC_FXG_106). Original en catalán.

28 Segorbe, 11 de enero de 1969, doc. 19690111ACPHOAC_FXG_104. Añade (todo ello en catalán): “Por lo que se refiere a mí, sólo siento que mi aportación haya sido mínima.- Saludos y bendiciones afectuosas y hasta maña-na en el altar.- + Josep Pont [Rubricado]”.

También le felicita, escuetamente, el escritor Josep Miracle, sin fecha, doc. 19690111ACPHOAC_FXG_104.

29 Vid. su carta en Barcelona, 19 de junio de 1968, ACPHOAC_FXG_505, f. 112.

30 Doc. 19690108ACPHOAC_FXG_104. El original, en catalán.

31 Barcelona, Labor, vii + 324 págs.

32 Barcelona, Labor, 393 págs. En 1961, traduciría una obra homónima del norteamericano Warren Benefield Boast, Técnica de la iluminación eléctrica, Barce-lona, Labor. De ella, hay varias reimpresiones, al menos hasta 1973, ibidem, xv + 331 págs.

33 2ª ed., Barcelona, Labor, 1943, xvi + 512 págs.

34 Barcelona, Feliu y Susanna, 1929, 399 págs.

35 Barcelona, Feliu y Susanna.

36 Madrid, Edit. Labor, 1931, 179 págs.

37 2ª ed. aum., Barcelona, Labor, 1944, 226 págs.

38 Barcelona, José Monteso, 1951, x + 244 págs. Era traducción de la 10ª ed. inglesa de una obra redactada por el cuerpo de redactores técnicos de la revista The motors.

39 3ª ed. aum., Barcelona, José Monteso, 1970, 200 págs. La 2ª ed., ampliada y puesta al día, ibidem, 1961, 200 págs.

40 Madrid, A. Candiani, 1952, 256 págs.

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41 Vid. “Células fotoeléctricas y sus principales aplicaciones”, Metalurgia y

electricidad, núm. 101 (1946), 62-67. Ya como Bruno David Aloy Flo, “Las luces de Barcelona a través de los tiempos”, ibidem, núm. 251 (1958), 102-109.

42 “Progresos realizados en los focos de luz eléctrica en los últimos diez años”, Acero y energía (1949), 364-368.

43 Barcelon, I.G. Seix y Barral hermanos, 1954, 52 págs.

44 Refrigeración práctica: Funcionamiento y reparación de neveras, heladeras y refrigera-dores domésticos e industriales, Barcelona, José Monteso ed., 1955, 344 págs.

45 La descripción bibliográfica es la misma que la que corresponde a la pri-mera edición, también en el número de págs.

46 1ª ed., Barcelona, José Montesó, 1959, 262 págs. 2ª ed., 1969, 262 págs. también.

47 Da noticia de ello Daniel Ribé a Xavier Garcia, Tortosa, 7 de abril de 1969 (doc. 19690407ACPHOAC_FXG_104), a quien hace saber, además, que ha escrito diciéndoselo también a mosén Joan Antoni Martínez, a Chile. Cons-tancia de la noticia, también, en carta de mosén Josep Asens al mismo Xavier Garcia, Tarragona, 5 de marzo de 1969 (doc. 19690305ACPHOAC_FXG_104).

48 Cfr. necrológica en La Vanguardia, 31 de mayo de 2006.

49 Cfr. María Martinell a Xavier Garcia, Barcelona, 1 de abril de 1969 (doc. 19690401ACPHOAC_FXG_104).

50 Según afirma el propio Xavier Garcia a Josep Maria Piñol, Villanueva y Geltrú, 11 de enero de 1970, ACPHOAC_FXG_106, núm. 52.

51 Cfr. Xavier Garcia a Vicente Enrique Tarancón, 24 de abril de 1969, ACPHOAC_FXG_503_103. No encontramos la respuesta entre los papeles de Xavier Garcia.

52 Todo el nombre en redonda y mayúsculas en el original, que traducimos del catalán.

53 Doc. 19690500ACPHOAC_FXG_503_103.

54 Monserrat, 28 de mayo de 1969 (doc. 19690528ACPHOAC_FXG_104).

55 Sobre lo que sigue, la entrevista a Joan Misser publicada en Foc Nou, oc-tubre de 2004, y reproducida parcialmente en

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www.capgros.com/noticies/detall.asp?id_noticia_portal=3224&sec=27 (18 de noviembre de 2004). Había nacido en Arenys de Mar en 1921 y pasó la infan-cia en Mataró, para trasladarse en 1935 a Barcelona, donde le sorprendió la guerra civil al año siguiente. Contaría los avatares de la familia Misser en esa circunstancia en Records i lliçons d’una revolució traïda, s.l., El autor, 1995, 138 págs., y, sobre lo mismo en los años siguientes, en Esperant contra esperança, ibidem, ibidem, 1995, 162 págs.; Responent a l’exigència de pau i justícia, ib., ib., post 1995, 65 págs.

56 Sobre la historia de los movimientos pacifistas catalanes, Enric Prat Car-vajal, Moviéndose por la paz: De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra, s.l., Ed. Hacer, 2006, 329 págs. También, En legítima desobediencia: Tres décadas de objeción, insumisión y antimilitarismo, Madrid, Movimiento de Objeción de Con-ciencia y Traficantes de Sueños, 2002, 403 págs.

57 Vid. la respuesta que transcribe el propio Joan Misser, Esperant contra espe-rança, f. 55, inédito, BC_M_FJM.

58 Vid. El Front Obrer de Catalunya: VI Jornades Història del Socialismo, Barcelo-na, 3 y 4 noviembre de 1994, www.fcampalans.cat/arxiu/uploads/publica-cions/pdf/elfrontobrerdecatalunya.pdf.

59 El recuerdo se mantiene vivo en la HOAC y en el Movimiento Cultural Cristiano. Pero, en conversación personal con Jordi Pujol, nos lo negó, si bien conocía bien y apreciaba mucho a Rovirosa.

60 Historia de una convicción: Memorias (1930-1980), Barcelona, Ed. Destino, 2008, 83-86.

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VI. LA BIOGRAFÍA DE ROVIROSA, EN EL REVI-VAL DE LA CULTURA CATÓLICA CATALANA

DE LOS AÑOS SESENTA

Un cristianismo en plena ebullición

Eran momentos, ciertamente, de gran ebullición, en particular en los medios católicos y más, si cabe, en Cataluña que en cualquier otra zona de España. Hay un curioso testimonio de esos días en la carta que diri-gió a Xavier Garcia, desde Badalona, el 5 de julio de 1970, mosén Rovi-ra Tenes, que había sido párroco de San Vicenç del Castellet y buen conocedor de Rovirosa. Era aún un hombre joven; había nacido en Vic en 1915 y estaba, por lo tanto, en los cincuenta; se había ordenado sa-cerdote durante la guerra, en 1938 y, al acabar la lucha, comenzó a or-ganizar grupos de scout como una forma, ciertamente, de lograr plena independencia respecto de las estructuras del Régimen, que habían situado el encuadramiento de la juventud española –que quisiera encua-drarse- en el marco del Movimiento Nacional. Al final, en 1967, renun-ció a la parroquia de San Vicenç y se trasladó a Barcelona, donde traba-jó en la elaboración de la Gran Enciclopedia Catalana:

“Amigo Garcia –dice a Xavier el 5 de julio de 1970-:

“Soy mosén Rovira Tenas. ¿Cómo andan aquellos escritos de y sobre Rovirosa? Me gustaría que hablásemos de ello. Es-toy jubilado1 (padezco náuseas, fatiga y vergüenza…!) Vivo en Seu d'Urgell, 29, Badalona, tel[éfono] 280-11-82. ¡Qué falta nos hace Rovirosa! Tuyo en Cristo,

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Rovira Tenes2”.

Y ocho días después, sin duda a raíz de una respuesta de Xavier en la que –acaso- le hablaba del interés de hablar de eso y de mucho más:

“Amigo:

“Te puedo contestar de una manera muy agradable: El encuentro podría celebrarse en Villanueva. Y puede ser un encuentro «on the rocks». En Villanueva se encontrará Jaume Lorés3.

Vil-la Gemma

C/ Ribas Roges, S/N.

Casa Sr. Maragall

“Ya conoces a Lorés. Él conoció y trató a Rovirosa”.

Era, en efecto, un sacerdote –ahora secularizado- y profesor de en-señanza media cercano a Guillem.

“Se trata de organizar un «symposium» para tratar de la situación actual de la Iglesia posconciliar en todo el mundo y también en nuestra casa. ¿A quién más podríamos convidar? (Oh, si tuviésemos a Rovirosa!) Tú estarás en el campo, pero ese día tendrás que ir a Villanueva.

“Esta reunión podría celebrarse a la tarde, más bien tarde o a la noche. ¿Te encargas de organizarla? Sería necesario disponer de un magnetofón.

“Estoy pensando en alguno de los hermanos Gomis. ¿Y en Comín?

“Quedamos el 10 de agosto, lunes? (Escribo improvisan-do!) ¿Y si convidamos al Padre Evangelista Vilanova –si no es-tá fuera? Yo le llevaría… Rovira Belloso (si no está fuera!).

“¿Quien sabe si hay alguien provechoso entre los que pa-san el verano en Villanueva? ¿Sabes de alguno?

“……….. [sic]

“Espero respuesta.

“Con todo el afecto,

Rovira Tenas4 P[resbítero?]

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“Badalona

“13 julio 1970”5.

El elenco no podía ser más ambicioso ni significativo de la vitalidad de la que hablábamos. El padre Joan Evangelista Vilanova i Bosch había profesado en Montserrat cuando tenía diecisiete años, en 1944, y allí convivió íntimamente con Rovirosa, según veremos en la biografía de Xavier Garcia. Doctor en teología, había fundado en 1958 la revista Qüestions de Vida Cristiana, que dirigió hasta 1996. Además ejercía como profesor en la Facultad de Teología de Cataluña, escribía la voluminosa Historia de la Teología Cristiana, dirigía en Editorial Estela las colecciones Ecclesia, Theologia y Documentos del Vaticano II y formaba parte del comité de redacción de una de las más prestigiosas revistas de teología que se editaban en Europa, Concilium, donde supervisaba especialmente los estudios relativos a la liturgia6.

Con el padre Evangelista, en Qüestions de Vida Cristiana, colaboraba Jaume Lorés, siete años más joven que el benedictino7. Posiblemente, había conocido a Rovirosa cuando estudiaba en el seminario de Solso-na, adonde Guillem solía ir para animar a los futuros clérigos. Lorés había publicado páginas tan expresivas de su sintonía con él como las consagradas a “La conversió dels homes d’avui al pobre i a la pobresa”, publicadas en la misma revista en 19618; se le consideraba escritor y teólogo y, a raíz del Concilio Vaticano II, había dado a luz una serie de obras que comenzaban a ser importantes en el primer desarrollo del espíritu conciliar que había fraguado en esos días9: Problemas del nostre cristianisme (196610); Les nostres monges (196711); Ensayos de subteología secular (196912)...

También Josep Maria Rovira Belloso era buen amigo del benedicti-no montserratí; tenía un año más que el padre Evangelista y era, como él, profesor de la Facultad de Teología de Barcelona13.

Y aún tenía dos años más Lorenzo Gomis Sanahuja (Barcelona, 1924), que era catedrático de literatura y poeta y, con su hermano Joan –dos años menor que él- y otros amigos, había fundado la revista El Ciervo, que dirigía desde 1951, el mismo año en que ganó el premio Adonáis de poesía, cuyos triunfadores publicaba Rialp. En 1967 se había incorporado a La Vanguardia, de la que llegaría a ser subdirector.

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El Ciervo había sido (y era) una revista pionera en la renovación del catolicismo español que –después- encontró apoyo en el Concilio Vati-cano II14. Desde 1952, tenía junto a él, como subdirector a su hermano Joan. Lo fue hasta 197915.

Xavier Garcia, en todo ello

Como se ve, la mayoría de las personas con quienes se relacionaba Xavier Garcia en los días en que intentaba publicar la biografía de Rovi-rosa, coincidían en tres notas en la mayoría de los casos –que no en todos-: en su cristianismo católico, en lo que podemos llamar su progre-sismo y su catalanismo. Sin duda, todos y cada uno de esos rasgos, habría que matizarlos. Y, al hacerlo, se entendería por qué, al final de esa combinación, los resultados eran tan distintos: desde los de Comín –que, a más de ser aragonés (por más que comprensivo de la peculiari-dad cultural catalana hasta el extremo de hacer suya la reivindicación del derecho de esa cultura a subsistir y desarrollarse, iba camino de profesar el comunismo, en el orden político- hasta el elenco de eclesiásticos para quienes lo prioritario era lo que acababa de nacer del Concilio Vaticano II, en aquellos años sesenta.

Esa combinación ya existía en los tiempos de Rovirosa. Pero, en 1964, cuando Guillem murió, era una realidad numéricamente pequeña –en realidad, muy pequeña-, y en la que el propio Guillem y Xavier Garcia podían considerarse inmersos con tal que se admitiera que el peso de los factores era muy diferente al que tendería a prevalecer en torno a 1970. Y es que, en medio, no sólo se había desarrollado el Con-cilio Vaticano II, que, en último término, había venido a respaldar, digamos, el “talante” de personas como Guillem y el propio Xavier y su apuesta por un comportamiento cotidiano y una opción de la vida ente-ra más coherente con el mensaje de Jesucristo y con su misma persona –la del hijo de Dios-; también había estallado recién la revolución cultu-ral de 1968, una de cuyas características principales era la conversión de la “identidad” respectiva en valor absoluto, en teoría para unos y, de hecho, para todos (todos, claro es, quienes se hallaban en esa onda).

Habría que explicar lo que acabamos de decir y eso nos llevaría a una digresión excesiva. En último término, la nueva primacía de la “identidad”, por encima de lo “común” –lo “universal”- radicaba en la

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nueva valoración de la subjetividad creadora, y eso –en su origen (y aunque no lo supieran quienes tomaban parte en ello)- no tenía que ver con postura cristiana alguna –ni progresista ni tradicionalista-, sino con todo lo contrario a ambas, o sea al propio cristianismo, que era, en último término, el nihilismo; un nihilismo de raíz nieztschiana pasado por el tamiz del freudomarxismo de Marcuse y del existencialismo de Sartre (y Gramsci y Mao y un sinfín de añadidos y matices)16.

Ahora bien, precisamente porque ese impulso se había convertido en verdadero “movimiento” y había acabado por desbordar y ganar la calle y, con ello, se habían difuminado los orígenes, podían sentirse cómodos en él –en aquellos primeros meses que siguieron al Mayo francés (el de 1968, que fue, en realidad, italiano y alemán primero de todo)- personas tan ajenas a ello como los católicos progresistas más ajenos al nihilismo y, en concreto, Xavier Garcia, cuyo progresismo, además, como el de Rovirosa, no tenía tanto que ver con la renovación –evidente en aquellos momentos- de la teología, como con la más añeja pero también más radical reivindicación de la justicia en todos los órde-nes.

Dicho aún de otra manera: en 1970, sus posturas podían ser y eran las de 1964, pero la forma de expresarlas para que se entendieran en ese nuevo clima cultural había cambiado al acabar la década. A Guillem, fallecido en aquel año, no le afectó, obviamente; Xavier, en cambio, estaba inmerso en ese cambio y –a nuestro juicio- su gran mérito estuvo en mantener sus convicciones contra viento y marea, incluso en un contexto como aquél.

Llegaría un momento (llegó, de hecho) en que salieran a la luz las di-ferencias radicales que parecían –y estaban realmente- aglutinadas en un solo frente en 1970. Pero eso tardaría aún muchos años, en concreto en Xavier Garcia. Tendríamos que esperar –o que saltar ahora- a 1997, cuando se juzgó obligado a rebatir la interpretación de la guerra civil de otro meritísimo católico catalán, Raimon Galí, y recordar que, en Cata-luña, también había sido enorme –incluso dantesca- la persecución de que fueron víctimas los católicos. Es revelador –por todo lo que mues-tra (incluida la magnanimidad de nuestro autor)- que ambos catalanistas –Raimon Galí y Xavier Garcia- hubieran luchado en el ejército de la República entre 1936 y 193917.

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En 1970, Xavier Garcia era un hoacista de corazón y –también- un catalanista convencido que había comenzado a llamar la atención en los medios culturales catalanes y catalanistas como una pluma a tener en cuenta. Había contribuido a ello, sin duda, el hecho de que la vida de Guillem quedase finalista en el prestigioso Premio Aedos de Biografía Catalana, pero también que Xavier comenzara a publicar sus propias memorias de la tragedia española que se había desencadenado en 1936 y afectaba de forma tan profunda a Cataluña –entre otras cosas- divi-diéndola; en 1969, corría ya un escrito suyo -Vida, amors i emocions de la meva guerra- que llamaba la atención de algunos lectores18.

En 1970, en los mismos días en que hacía gestiones para publicar la biografía, entraba en relación con el Omnium Cultural, que había nacido en Barcelona en 1961 con el propósito de promocionar al máximo la cultura catalana como forma de reforzar la propia identidad sobre la base de que, tarde o temprano, eso había de cristalizar de forma propia y netamente política19. La oferta de Xavier consistía, en definitiva, en crear una asociación de Foment Cultural del Penedés que, con centro en Villanueva y Geltrú, fuera una suerte de delegación comarcal del Om-nium y que tuviese como fin estatutario “difundir la cultura catalana en el ámbito de nuestra comarca, haciendo posible una toma de conciencia de catalanidad” (catalanitat, en el original catalán)20.

No es raro, por lo tanto, que, el 6 de mayo de 1970, el padre Evan-gelista Vilanova –de quien acabamos de hablar- escribiera a Xavier desde Montserrat para invitarle a colaborar en el número de la revista Qüestions de Vida Cristiana que iban a dedicar “al cristiano en la sociedad de consumo”; se trataba de que varias personas representativas de di-versos espacios expresaran su opinión en una cuartilla, primero sobre el propio concepto de “sociedad de consumo” y, segundo, sobre el juicio moral que les merecía y la posibilidad de reformarla o la necesidad de sustituirla por otra forma de convivencia21.

Era, en realidad, toda una España nueva

La generación que se había formado con Rovirosa, además, comen-zaba a “amortizarse” y cundía, en suma, el desánimo.

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Entre quienes felicitaron a Xavier Garcia por quedar finalista en el Premio Aedos en 1968, figuraba Vizuete, un hoacista de la vizcaína Portugalete que se había formado junto a Guillem, y su mensaje expresa muchas cosas, no tan sólo sobre la HOAC y la política del Régimen, sino acerca del aire nuevo –y peligroso para los obreros, a su modo de ver- que entraba con los avances tecnológicos y ponía en cuestión el trabajo de mucha gente.

“Querido hermano en Jesucristo: A su tiempo recibí tu afectuosa carta del 5-1-69 que me llenó de alegría al saber que diste cima a tu propósito de escribir una biografía de nuestro hermano Rovirosa (q[ue] e[n] g[loria] e[sté]), y que ésa tu obra ha quedado en segundo lugar en la opción a un im-portante premio catalán, lo cual facilitará grandemente su edición y con ello, que la clarividente obra de nuestro herma-no sea conocida y valorada no solo por sus amigos, sino tam-bién por sus adversarios de dentro y fuera de la Iglesia para que todos caigan en la cuenta de que, solamente practicando la justicia social, será posible que los hombres nos herma-nemos en Cristo. Sin ella, cada vez será mayor la incompren-sión y recelo que separa a los hombres de la Iglesia y a la Iglesia de los hombres.

“Nosotros los OAC somos los llamados a dar los pasos ne-cesarios para estructurar e impulsar esa justicia social, que nuestro hermano Rovirosa nos dejó abocetada.

“En la Semana Nacional celebrada en Salamanca en 1955, a la que asistió Rovirosa, se aprobó como una posible solu-ción cristiana al problema económico social, «La Reforma de la Empresa22» que los hermanos Martín Molina practican en Granada.

“No creo que la HOAC lo haya olvidado, pero lo cierto es que nuestra acción no se ve por parte alguna respecto al fu-turo del mundo del trabajo23”.

Y claro es que una situación como aquélla no podía dejar de reper-cutir en todos los ámbitos, incluidos los aparentemente más modestos.

Lo refleja con claridad el retroceso de la difusión del Almanaque Ro-virosa, a la que nos referíamos antes, como algo constatado por el grupo de hoacistas de Manresa que se hacía cargo de ello. Para dar salida a los correspondientes a 1968, hubo que enviarlos directamente, contra re-

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embolso o de una forma parecida –que indujera a pagarlo, en último término-, a todos los amigos y conocidos, y eso incluso a finales del año, cuando ya no tenía sentido comprar un almanaque que era, en realidad, un calendario de “taco” (con una hoja para cada día) para doce meses que ya habían pasado en gran medida. Los que figuraban en la lista de personas a quienes se enviaba en años anteriores no habían respondido como era de esperar y las pérdidas de esa edición (la de 1968) se calculaban en quince mil pesetas24.

“Bien: peticiones, no ha habido menos que el año pasado –escribía a Xavier García uno de los miembros del grupo-.

Bosch, a pesar de su proverbial optimismo, calcula que el almanaque 1969 producirá unas veinticinco mil pesetas de pérdida, a las cuales hará falta añadir las quince mil del de 1968. ¿Cómo podremos enjugar esa deuda?

“Bosch sugiere: dejar de hacer el almanaque catalán 1970 y, en su lugar, un calendario con hojas mensuales, con buen margen de beneficio que permitiese absorber los déficits an-teriores. Por otro lado, cree conveniente que el castellano se haga de hoja diaria.

“Personalmente, renunciar a la publicación del catalán me duele en el alma y, sobre todo, de cara a los demás, me pare-ce contraproducente (pensando en la Obra, esta claro); apar-te de otras razones, está la del prestigio; también, el único papel nuestro que habla en catalán.

“La razón de prescindir del catalán sería para poder aba-ratar el castellano. Es obvio que quizá lo que no es justo es que el uno haya de soportar el sobreprecio, mejor dicho, el sobrecoste del otro; tal vez haría falta aumentar el precio del catalán; el de Maragall no es gran cosa y vale cuarenta y ocho pesetas.

“Después, dice Bosch, está la cuestión de si la Comisión Nacional se hará cargo o no de la edición; ¿hay algo claro so-bre eso? Debe ser difícil, con tantos otros quebraderos de ca-beza que deben tener.

“Bien: volviendo a lo nuestro, es evidente que, al equipo del almanaque, le falta gente, sobre todo para la difusión; prácticamente, Bosch se ha quedado solo; Bach no ha sido sustituido y, sin resolver ese obstáculo, todo se resiente. Fal-

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ta gente con iniciativa; los pocos que hay están acaparados por la Junta del Centro y por la Comisión Diocesana. Yo sigo sin tino, sin tiempo; lo que es peor aún, sin ideas ni la ener-gía necesaria para realizar las de los demás.

“Para liquidar esas cantidades perdidas, ¿no podríamos lanzar un grito a todos los presuntos amigos del almanaque, pidiéndoles (pidiéndonos) una aportación extraordinaria? A mí, particularmente, me parecería mejor y más adecuado eso, que no recurrir a rifas y otros subterfugios25.

Bosch, en efecto, era más optimista. Acabaron por reunirse en Man-resa unos días después y decidieron dejar de publicar el almanaque tal como lo llevaban a cabo hasta entonces, como taco de hojas diarias y una versión en castellano y otra en catalán; había que encontrar una fórmula nueva que lo hiciera viable (y que enjugara el déficit). Pero, empezado mayo, Bosch volvía a la carga, parece que sobre la base de editarlo tan sólo en castellano. Había en Vic un impresor dispuesto a hacer el de 1970 por cien mil pesetas y, si lo vendían a veinticinco y lograban colocar siete mil, el asunto estaba arreglado. Lo que podían hacer era redactar y enviar una o dos circulares y darse un mes de plazo para ver las respuestas; tiempo en el cual, no obstante, no permanecerí-an cruzados de brazos, sino que enviarían el original a Vic para que lo examinaran los censores eclesiásticos diocesanos y, a comienzos de junio, decidirían si se imprimía o no. “[…] esperamos vuestra opinión –terminaba Ramón Estrada en carta a Xavier-, pero, de momento, el original a Vic”26.

“Lo referente al almanaque no me extraña demasiado –corrobora mosén Asens, desde Tarragona, semanas después-,

ya que lo que ponga en crisis la HOAC también ha de afectar forzosamente a la cosa del almanaque. Bien, como dices, ya hablaremos de ello en la reunión que convocarás en Manre-sa. Si es que quedan muchos de los castellanos por vender, quizá vendría bien un SOS a la Comisión Nacional. Nosotros apretamos a los adormilados de Tarragona y, ahora, ya bien entrado el año, nos vendieron 22 que nos quedaban de los castellanos”.

Y una expresión de amigo a amigo que podría parecer atrevida:

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“Que San Guillem Rovirosa nos ayude cerca de Dios, para que sea siempre su Espíritu el que nos ilumine y nos guíe. Sobre todo, no te desesperes y confía y lucha. A veces, cuan-do parece que Dios se nos eclipsa, es cuando más cerca lo tenemos y cuando más nos purifica por dentro”27.

Tampoco Estela

Mientras tanto, la biografía de Rovirosa seguía pendiente. En Estela, habían retrasado su aparición a la Navidad de 1969. Lo que ahora pen-saban publicar en octubre –que era cuando se había previsto editar la biografía de Guillem- era el libro de mosén Ramon Muntanyola Vidal i Barraquer, cardenal de la pau. Luego, tuvieron que retrasar la aparición de éste para la Navidad –que fue cuando, en efecto, se editó- y, por tanto, retrasar asimismo la publicación de la biografía de Rovirosa para abril de 1970, con ocasión de la Fiesta del Libro. El equipo de la HOAC que respaldaba a Xavier Garcia –entre Manresa y Tarragona principalmente- se había comprometido a aportar previamente entre ochocientas y mil suscripciones. Y la tirada total sería “mínima” –según los guarismos de entonces-: para empezar, 1.500 ejemplares. A los suscriptores, se les vendería por 250 pesetas y a los demás, por 300.

Xavier Garcia comprendía de sobra que el libro interesaba, ante to-do, a sacerdotes, militantes de la Hermandad, gente que había tomado parte en los cursillos de la HOAC y poco más. De momento, se publi-caría en catalán, en formato ordinario. Quedaba para más adelante la decisión de publicarla en edición de bolsillo –en catalán también- y, de otra parte, en castellano28.

Para esto último, Xavier Garcia había terminado por desistir de animar a Ruiz Camps para que la tradujera; no había manera de lograr-lo, y había pensado en el historiador navarro Víctor Manuel Arbeloa, que preparaba a la sazón, precisamente para Estela, la edición castellana del libro de Muntanyola sobre Vidal i Barraquer29).

Naturalmente, las sucesivas dilaciones de la edición tenían en un puño a quienes la esperaban con mayor entusiasmo. “¿Cómo tienes la Vida de Rovirosa?”, le pregunta el benedictino Miquel Estradé a co-mienzos de diciembre de 196930.

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“No nos hablas del libro… -le había comentado Ramón Estrada (uno de los hoacistas dispuestos a lograr las suscripciones necesarias) desde Manresa, en noviembre-,

eso hace suponer que las cosas no van por buen camino; se-ría grave que después de tanto esfuerzo y sacrificios de todo orden, aún tuvieses que afrontar ahora las dificultades de la edición; por otra parte, cuanto más tarde en salir, más difícil será –me parece- colocarlo”31.

“No sabía –añade un mes después-

que Estela hubiera cambiado de dirección. A ver si resucita y podemos ver editada tu Rovirosa. La 62, tengo entendido que ha tenido suerte con la Banca Catalana, tanto por el apoyo económico como por la dirección administrativa”32.

La editorial Estela, ciertamente, no andaba bien y hubo un relevo en la gerencia. Relevo que, en diciembre de 1969, se concretó no obstante, para Xavier Garcia, en el rechazo de la publicación de la biografía de Rovirosa:

“Comprendo tu enojo ante la decisión de Estela –le comenta Ra-món, desde Manresa una vez más, en enero de 1970-,

que me duele por varios motivos, sobre todo porque se ha perdido una oportunidad –de las pocas, poquísimas, que me parece que hay- para dar a conocer a Rovirosa y por la de-cepción que has sufrido. Te has entregado de tal forma a ese libro, que todos los encontronazos que surgen de ello, los de-bes sentir como si se frustrase alguna cosa importante de un hijo tuyo. Personalmente, creo, sin embargo, que en la deci-sión del gerente no ha influido otra cosa que el miedo a per-der dinero, y no es raro que, si debido a la política de la ge-rencia anterior, la editorial iba de mal en peor, el actual se desentienda de todo aquello que –a su entender- no la había dejado florecer33. Ahora bien, que esa forma de proceder su-ponga una falta de elegancia espiritual, ¡tanto que sí! A ver cómo prosperará en relación con Jordi Pujol; yo lo veo bas-tante difícil; necesariamente, ha de resultar un libro de pre-cio; en un año, en ese sector, los costos han subido quién sabe cuánto34, y siguen subiendo; ojalá me equivoque”35.

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Es posible que la referencia a Pujol, el joven político catalanista, apuntara precisamente al pensamiento de gestionar la publicación de la biografía de Rovirosa en Edicions 62, con la financiación de Banca Catalana. La editorial había sido fundada un año antes en Barcelona y la apoyaba, ciertamente, Jordi Pujol, quien, no obstante, había sido encar-celado en 1960 y no pasaba, por lo tanto, por los momentos adecuados para abordar esa tarea36.

Sea como fuere, de lo único que tenemos constancia es de la indig-nación de Xavier Garcia, que, dos años después de haber quedado fina-lista del premio Aedos, no veía manera de publicar un libro al que se había dedicado en cuerpo y alma desde 1964 y la gestión de cuya edi-ción había abandonado totalmente, confiado en las seguridades de los responsables de Estela. La expresión de su enfado es larga pero hace falta conocerla para comprender la historia del libro, y no sólo por lo que había ocurrido hasta entonces:

“¡Otra vez37! Escrita la anterior, me llega la del Gerente [de Editorial Estela]. Aprovecho para comentarte alguna de las suyas. Ni él ni nadie me hará callar. Tengo toda la razón. E iría hasta donde hiciese falta. No ves que, durante muchos años, «hombres cargados de razón» hemos tenido que callar, ¡ante los atropellos! Pero, te lo repito, no tengo ganas de pen-sar más en ello porque me haría vomitar.

“El Gerente se apoya, una vez más, en la mentira: «para no hacerle esperar más una gestión que la anterior gerencia tenía pendiente de decidir hace ya demasiado tiempo»38. ¡Ya ves si seremos burros la Gerencia anterior y yo! Este señor se inventa todo lo que le sale al paso. Con un hombre así, Estela ganará pelas39. El 22 de Diciembre [de 1969] decía que no sabía quién era Rovirosa, no sabía que el libro estuviese en Estela, no sabía nada de nada. ¡Mira si sabe de ello ahora! ¡De qué va a servir todo lo que diga! Porque sordo no me pa-reció que fuese, y tonto, tampoco. Por tanto, ¿quién me con-vencerá de que no estaba decidido todo anticipadamente?

“La negativa a publicar, por tanto, que cita él en la carta, se fundamenta sobre falsedad. Y en eso se reitera.

“En cuanto a mi forma de reaccionar, le diré a ese señor que, en mi vida, he tratado muchos problemas con innume-rables personas y todas le dirían que mi forma de reaccionar

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siempre es la de la concordia y la de la avenencia y la de la paz, lejos de todo tipo de altercado, pero jamás me había en-contrado con la mentira, la trapacería y el cinismo bien com-binados. ¿Qué quiere? ¿Que le ofrezca un «triduo de desagra-vios»? En cuanto a lo que me dice de que hago demagogia, es la eterna canción (ya lo vimos antes del 36) de todos los ul-traderechistas aferrados a los privilegios que se escandalizan de que los de abajo canten las verdades con palabras gruesas a los que, desde lo alto, hacen trapacerías con toda «polites-se».

“Dile también (ya se lo diré yo primero) que, junto al dis-gusto que todo eso me ha ocasionado, mi satisfacción es enorme. Porque jamás he ido del brazo de acciones sucias.

“Mi hijo fue a Estela a buscar la copia y no se la han dado porque estaba en otro lugar. ¡Es extraño! ¿Por qué estaba en otro lugar si el Gerente no sabía que estuviese en la Edito-rial?40”.

Se expresaba así en carta a un amigo, es obvio. Pero mandó copia de ella a Josep Maria Piñol, uno de los principales responsables de Edito-rial Estela, y éste le respondió, probablemente a primeros de enero de 1970, aduciendo las “cosas internas de Estela” que explicaban lo suce-dido.

Pero la indignación de Xavier no había amainado (por más que, desde marzo de 1969, cuando llegó al primer acuerdo con Estela, hubiera seguido trabajando en el libro y, en enero del año siguiente, pudiese asegurar a Piñol que la versión de ahora era “una obra prácti-camente nueva, completamente mejorada, según mi criterio”). El mal estaba hecho. Habían tenido empantanado el libro durante casi un año y, al final, el gerente le había mandado “a freír espárragos”.

“Si después de eso, crees que voy a suplicar y hacer gestiones bajo mano, estás equivocado –le dice a Piñol en enero de 1970-.

Suplicar y hacer gestiones... ¿ante quién? Quien no tiene dignidad para cumplir la palabra ni maneras para ver cómo solucionar un problema al cual está obligado41 no puede es-perar que «el otro» sea tan servil que vuelva a la carga pidien-do limosna.

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“Cuando los enemigos cometen un desliz, nos escandali-zamos de ello y lo propagamos como un sacrilegio; cuando un amigo ha hecho una fechoría, lo excusamos y lo justifi-camos con aquello de las buenas intenciones. Siempre la misma táctica, venga de donde venga. Siempre los mismos perros aunque se vistan de otra manera. Estela podrá no hacer proselitismo capitalista, pero una «faenica»42 de tantas que hace el espíritu capitalista que nos encontramos cada día al levantarnos, sí que la ha hecho. Pero, está claro, yo no soy ninguna vaca sagrada para que se me deba tener consi-deración alguna ni practicar conmigo el diálogo ni las posibi-lidades de solución. Para otros, por mucho menos, sería ésta una buena ocasión para armar un escándalo, a través de las consabidas «cartas al Director». Yo creo, sin embargo, que la acción inmoral ya impone suficiente castigo con el oprobio que dicta la propia conciencia.

“Y aún te diré que el mío no es un libro religioso43. Está bien lejos (y no es un enemigo de ello) del espíritu-«religioso»-exclusivamente-«religioso» que ha dominado la mayoría de los libros de estos años, por muy avanzados que se dijeran. Es, en su género, un libro único, en España. Tal como suena. Es una biografía seria del único personaje ibérico que puede ser biografiable en grande44, por cristiano y por revolucionario, de estos 50 años últimos. Pero, está claro, como no formaba parte de ninguna «camarilla» redentora... ni era lacayo de tanta oligarquía como hay siempre camuflada por todas par-tes... Si hubiéramos estado en otros tiempos, se lo habría da-do a la CNT para que lo publicase”.

Hasta aquí, a máquina. A mano, el final:

“No tengo ganas de pensar más en ello.

“Adiós. Sabes que tienes en mí un hermano pequeño, aunque ahora me haya enfadado.

“Con el afecto de siempre,”

Xavier Garcia45.

Nuevos intentos y fracasos y, al fin, Teide

“Siento la jugada hecha en Estela –añade, ya en octubre de 1970, Víctor Manuel Arbeloa-,

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pero piensa que nos [la] han hecho a varios, si es que te sirve de «consuelo»: a mí me devolvieron todo el material de un li-bro que estaba ya rodando y que me había costado días y dí-as. Por eso en el caso de la traducción de la biografía les pedí dinero por adelantado; ya no se puede uno fiar de quienes preparan de estas maneras la revolución!46”.

Ya había, sin embargo, alternativa para la edición castellana: se harí-an cargo de ella en Lavinia. Por medio de Ramón Muntanyola, Xavier Garcia había localizado nuevamente a Arbeloa, que estaba ahora en Amsterdam, en septiembre de 197047. El navarro había preparado o preparaba la versión y adaptación al castellano de la biografía de aquél mosén Muntanyola -sobre Vidal i Barraquer-, de la que ya hemos habla-do (y que se editaría –esta vez sí- en Estela, tal como estaba previsto, pero ya en 197148).

En octubre de 1970, Arbeloa respondía a Xavier Garcia, precisa-mente desde Amsterdam, que iba ya camino de Roma, y le anunciaba que volvería por Navidad. “¿Podría dedicarme esos días a hacer la tra-ducción? Tendrías entonces que mandarme el texto a Pamplona (Dor-mitalería, 5, 4º) o a Roma, dirección del P. Batllori”, el humanista jesuita con quien Víctor Manuel preparaba a la sazón el primer volumen del Archivo Vidal i Barraquer49, el cardenal catalán que no había suscrito la carta colectiva que redactó Gomá y suscribieron casi todos los demás obispos españoles durante la guerra civil.

“Claro que sería mejor que hablásemos antes”, continuaba Arbeloa en la carta del día 9 de octubre;

“pero no sé cuándo […]. Escríbele a Malagón. Yo le telefonea-ré ahora a mi paso por Madrid”.

Y una duda:

“No creo que la traducción ofrezca dificultad alguna. Pero ¿pasará por la censura, doble censura?”

La civil y la eclesiástica, se comprende.

“Si la editorial Lavinia no tirase la castellana, ¿no podría intentarse con Nova Terra? De todos modos –vamos a seguir siendo francos- yo te agradecería que fuera una editorial que

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pudiera adelantarme algún dinero a medida que voy hacien-do cosas: yo no cobro nada de nada, y llevo dos años con to-dos los libros «secuestrados» hasta ahora. Fixi’s! [sic]” 50.

Pues bien, ni saldría adelante la edición castellana de Lavinia ni hay noticia de que lo intentara Xavier con la catalana en Nova Terra, otra editorial de orientación semejante a Estela, fundada en 1957 por gente de la JOC y de la que el mismo Xavier era accionista… y tenía motivos para saber –como sabía en efecto- que pasaba por momentos difíciles, en buena parte por las divisiones que habían surgido en su seno, y no podían, de hecho, devolver siquiera el dinero que aquél había invertido (en treinta acciones de mil pesetas cada una). Nadie las quería com-prar51.

Es posible que intentase que aceptaran el libro, en esos mismos me-ses de 1970, en la Gran Enciclopedia Catalana, que había nacido dos años antes, en 1968, en el seno de Edicions 62, y se había convertido en edito-rial independiente. Pero, si hubo gestión, no prosperó52.

Xavier y los hoacistas más cercanos a él –los del entorno de Manre-sa y Tarragona (por marcar los extremos geográficos principales de un amplio haz de tierras catalanas, que es donde radicaban la mayoría de ellos)- ya estaban hechos a la idea de que había que sufragar la edición. De hecho, así lo habían convenido con los de Estela según hemos vis-to, al comprometerse a aportar un mínimo de ochocientas suscripcio-nes. Por tanto, podían reanudar las gestiones sobre esa base. La necesa-ria responsabilidad jurídica (porque habría que firmar un contrato), la asumirían dos sacerdotes que habían sido amigos de Guillem Rovirosa y que lo eran de Xavier: mosén Joan Masip Franc y mosén Josep Asens Huguet, que trabajaban a la sazón, respectivamente, en la pastoral de La Torre del Español y en Reus.

Y así fraguó la nueva solución, que les brindaron, en concreto, en otra editorial catalana: Teide.

El director gerente de Editorial Teide era Frederic Rahola d’Espona. Exiliado con la guerra civil, había regresado enseguida, en 1942, y, en ese mismo año, había creado Teide con el historiador Jaume Vicens Vives –su cuñado, esposo de su hermana Roser-; se dedicaban, sobre todo, a la publicación de libros de texto y, en medida menor, a las pu-blicaciones infantiles y juveniles. Teide carecía, por tanto, de orienta-

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ción propiamente partidista; Vicens se había dejado deslumbrar por la idea de una “España imperial” gobernada por catalanes, en tanto que Rahola se inclinaba por el catalanismo de izquierda53.

En octubre de 1970, Ramón Estrada ya sabía que había buenas perspectivas: “Nos ha gustado mucho saber que, ¡por fin!, la publica-ción del libro va camino de verse realizada. Precisamente Bosch –uno de los hoacistas de su grupo, en Manresa-

hacía días que me instaba a que te escribiese y te preguntara qué se sabía; pero no sabía bien cómo hacerlo; temía que lo tuvieses encallado, sin salida previsible; veo que andaba equivocado y no hace falta decir cómo lo celebro”54.

Aparte, Xavier logró que revisara la redacción –probablemente, la gramática- el benedictino Justí Bruguera, de Montserrat, que ya gozaba de notable predicamento en calidad de traductor al catalán55. En 1970, aparecería la llamada Biblia de Montserrat, traducida por un grupo de monjes del que el padre Justí formaba parte, y, desde 1963, se reeditaría varias veces su traducción de la encíclica de Juan XXIII Pacem in terris56. Era, pues, una persona de garantía desde todos los puntos de vista.

Y seguía adelante el propósito de publicar la biografía de Rovirosa en castellano, en la versión que prepararía Víctor Manuel Arbeloa. El historiador navarro pensaba que podría ponerse a ello en el verano de 197157.

Constituidos Masip y Asens, con el autor, en coeditores, en no-viembre de 1970 andaba ya Xavier Garcia en tratos con Rahola, quien, en diciembre, le mandó el contrato oportuno: la solución ya no era la de Estela (conseguir previamente suscriptores), sino que los tres coeditores –Xavier y los dos sacerdotes- se comprometerían a adelantar cien mil pesetas a la firma del contrato, otras setenta y cinco mil cuando la edi-ción se hallara “a la mitad” y, el resto, a los tres meses de que la recibie-ran impresa.

Era una coedición, en consecuencia, en la que Teide –en su nombre, Rahola- era solamente “impresor”. No se contemplaba la distribución, que se deduce quedaría a cargo de quienes, en realidad, pagaban ente-ramente la edición. Y el coste total de ésta tampoco se fijaba: los res-ponsables de Teide entregarían a los coeditores “un presupuesto lo más

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aproximado al costo de la obra” y, por lo tanto, “el resto” sería “el sal-do del importe del costo exacto a que haya salido la elaboración”, claro es que descontadas las 175.000 pesetas de los dos primeros plazos58.

Los cuatro ejemplares del contrato debieron llegar firmados por Ra-hola, los suscribió Xavier…, pero –a lo que parece- nadie más59. Es posible que la gestión se hubiera hecho al tiempo en que se buscaba el dinero para pagar el adelanto –las cien mil pesetas- y no se hubiera conseguido. Es posible también que lo firmaran y que los contratos que hemos tenido en nuestras manos, sin otra firma que la de Xavier Gar-cia, no fueran los definitivos. Y, en tal caso, se explicaría que, en abril de 1971, el director técnico de Teide –Jordi Rubió i Lois- enviase a Xavier Garcia sesenta y ocho galeradas del libro para que las corrigiera y anunciase el pronto envío del resto60.

Lluís Maria Rifá, presidente de la sociedad anónima Rifá Anglada, heredera de la empresa donde había trabajado Rovirosa antes y durante la guerra civil, se había ofrecido incluso –elegantemente- a contribuir cuando hiciera falta:

“Descuide que, cuando se publique, aparte de comprarlo y recomendarlo, haré todo cuanto pueda para propagarlo”61.

Pero nunca más se supo de la iniciativa de Teide.

En los meses siguientes, las gestiones siguieron y Xavier Garcia lo-gró, finalmente, que lo aceptaran en Editorial Pòrtic.

Iba a ser la solución definitiva, ahora veremos cómo.

Elenco (incompleto) de las personas que informaron sobre la per-sonalidad de Rovirosa para elaborar esta biografía

El libro ya no era el de 1968. En los tres años que habían transcurri-do, habían llegado a Xavier Garcia más testimonios de personas que habían conocido a Rovirosa, y la biografía había seguido un crecimiento notable en cantidad y en calidad. En ese momento (1971), la relación de aquellos con quienes había hablado Xavier Garcia o mantenido corres-pondencia desde 1964, y con ese fin, constituía ya un elenco ciertamen-te notable; más claramente aún, si cabe, para quienes tenían constancia

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del alcance de las respuestas que le habían dado y que le habían permi-tido culminar la biografía con toda su riqueza.

Esto último es capital a nuestro juicio. Quien lea hoy la biografía que Xavier Garcia trazó de Guillem Rovirosa puede llegar a concluir que está ante una modélica expresión de admiración y de amistad. Cuando, además, ha leído el conjunto de cartas de donde Xavier Garcia tomó datos y giros, la cosa cambia por completo: la biografía se presen-ta como la obra de una verdadera colmena de admiradores y de amigos y, por lo mismo, la relevancia del propio Rovirosa es otra; se acerca más –seguramente- a la que tuvo en el momento de la muerte, cuando jus-tamente esas gentes se dieron cuenta del amigo que habían perdido (claro es que en apariencia; exactamente en la apariencia de pérdida que es la muerte).

Nos parece que vale la pena incluir aquí esa relación. Tomamos co-mo base precisamente la relación de Persones entrevistes o consultades en ocasió de la biografia sobre Guillem Rovirosa, que hallamos entre los papeles de Xavier62, y añadimos los nombres que echamos en falta, además de aclarar con epígrafes la clasificación que él mismo llevó a cabo. No es, por tanto, una trascripción literal, sino enriquecida en cuanto hemos podido:

Hoacistas y personas relacionadas con la Acción Católica Espa-ñola:

Tomás Malagón Colonia del Patriarca – Federico Mayo, 1 – Madrid

Teófilo Pérez Rey Presidente de la Hoac

Santiago Corral Núñez de Balboa, 41 – Madrid

Manuel Alonso Catedrático de Derecho Laboral – Barcelona

Miguel Fernández Felipe Castro, 29 – Madrid

Ángel Ruiz Camps Director del Boletín de la Hoac

Josep Sarto Redactor de ¡Tú!

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Antonio Torres Colonia Manzanares – Amaro García, 14 – Madrid

Rafael Gallegos Buen Suceso, 18 – Madrid

Lilí Álvarez Alberto Bosch, 3 – Madrid

Instituto Superior de Cultura Religiosa Cuesta de Santo Domingo, 5 – Madrid

José Ripoll Campí Dulce Nombre de María, 5 – Madrid

Jacinto Martín La Coruxera – Asturias

Juliana Gómez Don Ramón de la Cruz, 12 – Madrid

Josefa Aguilar López Gras, 32 – Barriada de Santa Ana – Va-llecas

Gregorio Ramón Cea Bermúdez, 13 – Madrid

Jaume Guitart Mahón

Víctor Vizuete Villa-Nueva, 37 – Portugalete Vizcaya

Gerardo Capellán Diócesis de Ngosi - Burundi (Afrique Centra-le)

Emiliano Camacho Parroquia de la Asunción – La Horcajada (Á-vila)

Fernando González Colegio Mayor Séneca – Alfonso XIII, 4 – Córdoba

Rafael Escuder Palacio Episcopal – Oviedo

Josep Rovira Tenes63, Sant Vicenç de Castellet

Josep Perarnau Castellón de la Plana

Mateu Vila Solsona

Josep Armengou Berga

Josep Ricart Molas, 31 – Barcelona

Josep Ballarín Queralt

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Josep Dalmau Gallifa

Ramon Gríful Viladomiu Nou – Llobregat

Jesús Carreras Prats de Lluçanés

Ramón Muntanyola, Salou

Joan Cortines El Bon Pastor – Barcelona

Vicenç Ruiz Marchalenes – Valencia

Ramon Bielsa Mayor de Gracia, 21 – Barcelona

Jesús Mairal Calvario, 3 – Monzón

Teólogos y otros hombres de letras de fuera de España:

Jean Guitton

Yves-Marie Congar, Convento de los Padres Dominicos - Boule-vard de la Victoire – Estrasburgo, 67 – Francia

Urs Von Balthasar

Georges Michonneau, 15, rue Lassus (Parroquia de San Juan Bautis-ta) París (19)

René Voillaume Petits Frères de Jésus – 22, rue Tapis-Vert – Marsella

Josep Cardijn Bruselas

Alfred Ancel Obispo auxiliar de Lyon

Dr. Philips Schramm, Catedrático de la Universidad – Maguncia

Prof. Eugenio Minoli, via Garibaldi, 53 – Turín

Enrico di Rovasenda OP, Convento de Santa Maria di Castello – Génova

Mr. Beales 8 Carlton Drive – Londres SW15

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Jean Delfosse, 5 Square de la Résidence – Bruselas “La Revue Nouvelle” – 44 avenue de Roodebeck – Bruselas (4)

P. Dominique Dubarle Convento de Saint Jacques – 35 rue de la Glacière – París

A. de Soras SJ La Baume Sainte Marie – Aix-en-Provence

P. Emile Gabel 43, rue Saint Augustin – París (2)

P. Henry “La Vie Spirituelle” – 29, rue Latour Mau-bourg – París

Obispos españoles:

José Bueno Monreal, Cardenal [de] Sevilla

Vicente Enrique Tarancón, Arzobispo [de] Oviedo

Antonio Pildáin Obispo [de] Canarias

Josep Pont Gol Obispo de Segorbe-Castellón

Ramón Masnou Obispo de Vic

Otros eclesiásticos españoles:

Manuel Marina, S.J. López Allué, 2 – Huesca

Luis Madina, AA Ciudad del Niño – Apartado 53 - Panamá

Albert Bonet Cornellá

Emili Sauras OP Padres Dominicos – Valencia

Ignacio Zulueta Rector del Colegio Mayor “El Salvador” – Sa-lamanca

Luis Jesús Luna Guerrero Parroquia de Santa Engracia – Zara-goza

Francisco Sanmartín, calle Manco de Lepanto, 2 - Madrid 18

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Parientes de Caterina Canals y Guillem Rovirosa:

Josefa Muntanyà Riera, Muntaner, 442 – Barcelona

Margarida Parellada Riera, Ronda de Carlos III s/n – Mataró

Joan Boixeda Solsona (marido [de Margarida Parellada pro-bablemente])

Concepció Milà El Vendrell

Maria Rovirosa Milà, calle de Sant Ildefons, 1, 3º - Tortosa

Josep Rovirosa Milà, El Vendrell

Joan Rovirosa Milà, Barcelona – calle Sant Eusebi, nº 55 (Pl. Moli-na)

Eulalia Milà

Josep Maria Rovirosa Ribot, El Vendrell

Amigos y otros conocidos de Rovirosa:

Bruno David Aloy Flo, Travesera de Gracia, 97

Pedro Iturrioz Grupo Rafael Barco, 5 – Sestao – Vizcaya

Carles Muñoz Espinalt, Via Laietana, 184, 4º

Josep Serrachach Julià, Castillejos, 239

Esteve Busquets Rierola, El Correo Catalán

Lluís Maria Rifá Rierola, Lauria, 57 – Barcelona

Pere Pruna Plaza Real

Carlos Santamaría Buen Pastor, 13 (Ap. 66) – San Sebastián

Josep María Piñol Rambla de Catalunya, 112 – Barcelona

Montserrat Farré República Argentina, 2 – Barcelona

Josep Ferrer Jansana, Círculo Catalán – Marqués de Riscal, 11 – Madrid

Juan Comermena Sant Ignasi, 4 – Alella

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Baldiri Cruells (abogado), Bailén, 11, 5º - Barcelona

Llorenç Gomis Muntaner, 584, 7º, 3ª – Barcelona

Juli Ramon , Crener Baleares 20 – Hospitalet de Llobregat (taller mecánico)

Abades de Montserrat:

Aureli Maria Escarré

Gabriel Brasó Via S. Oudrogio, 3 – 00186

Monjes de Montserrat:

Miquel Estradé

Reinald Bozzo

Ignasi Cura

Hilari Raguer

Maur Boix

Plàcid Vila-Abadal

Agustì Vila-Abadal

Hermanos de Montserrat:

Esteve Palenzuela

Isidor

Lluís

Monje de El Miracle:

Antoni Figueres

Monjes de El Paular:

Odiló Conill

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Benet Martínez

Monjes de Medellín:

Emilià Riu

Llorenç Ferrer

Martí Canyís

Pere Busquets

Tomás Puig

Hugó Fillol

El elenco es impresionante. Junto a obreros que se habían formado con Rovirosa y habían sido amigos suyos, figuraban algunas de las per-sonalidades más notorias de la cultura occidental de aquellos días: entre ellas, dos cumbres de la teología del siglo XX, Von Balthasar y el domi-nico Yves-Marie Congar, cuyo “progresismo” teológico de los años cuarenta le había abocado a un verdadero exilio en 1954, en Jerusalén, donde pasó algo más de un año, y a una marginación a la que había puesto fin Juan XXIII, sobre todo con el encargo de que colaborase en la preparación de los textos que iban a discutirse en el concilio64.

Ya veremos después –en las notas de esta edición de la biografía- si la presencia de todas estas gentes en la obra escrita por Xavier Garcia fue poco más que protocolaria o si, por el contrario, dieron un testimo-nio capital, cada uno el suyo.

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1 Doblemente subrayado en el texto, que traducimos del catalán. Se trata del doc. 1970705ACPHOAC_FXG_106.

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2 La grafía “Tenas”/“Tenes” fluctúa en la propia carta del sacerdote y por eso la respetamos.

3 Subrayado en el texto –que traducimos del catalán- del mismo modo que las demás palabras que escribimos en bastardilla.

4 Respetamos la forma “Tenas”, en vez de “Tenes”, porque es él mismo quien la emplea.

5 Doc. 1970713ACPHOAC_FXG_106. Original en catalán.

6 Cfr. necrológica en La Vanguardia, 31 de mayo de 2006.

7 Así, “Tensions i notes de l’Esglesia”, Qüestions de Vida Cristiana, núm. 15 (1963), 6-71.

8 Núm. 7 (1961), 7-32.

9 Militaría luego en el PSC y sería consejero de Trabajo y de Cultura de la Generalitat. Vid la necrológica de El País, 5 de diciembre de 2002, y Homenatge a Jaume Lorés, 1935-2002, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2005, 113 págs. De la fase de militancia socialista, Catalunya, política i socialisme, Barcelona, Edi-cions 62, 1984, 105 págs.

10 Barcelona, Edicions 62, 1966, 347 págs.

11 Barcelona, Editorial Franciscana, 1967, 158 págs.

12 Barcelona, Península, 1969, 221 págs.

13 Luego, en 1999, recibió la creu de Sant Jordi. Vid. algunas de sus opiniones en El País, 2 de abril de 1984, con motivo de la muerte de Karl Rahner, y 23 de julio de 1990, al recordar a Alfonso Carlos Comín, en el décimo aniversario de su muerte.

14 Lorenzo recibió también la creu de sant Jordi y en la entrega se le presentó como “referente del progresismo católico moderado”: La Vanguardia, 15 de diciembre de 2004, pág. 25. Una necrológica, en El País, 2 de enero de 2006.

15 Cfr. En 1976 asumiría la presidencia de Justicia y Paz en Barcelona, pues-to que ostentó hasta su muerte en 2001. Cfr la necrológica de Lorenzo en El País, 2 de enero de 2006.

16 Lo ha intentado explicar José Andrés-Gallego en Relativismo y convivencia, paradigma cultural de nuestro tiempo, Murcia, Fundación Cultural San Antonio, 2005, 587 págs., con la colaboración de Pilar Ferrer, Urbano Ferrer, Eudaldo

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Forment, Javier García Cañete, Abelardo Lobato, Alfonso López Quintás, Higinio Marín, María Ángeles Martín, Pablo Martínez de Anguita, Luis Núñez Ladevéze, María del Rocío Oviedo, Alfonso Pérez de Laborda, Aquilino Polai-no-Lorente, Ramón Rodríguez Pons, Antonio Ruiz Retegui, Manuel de Santia-go, Armando Segura y María Dolores Velarde.

17 Vid. “Raimon Galí, una vida al servei de Catalunya”, Catalunya cristiana, xviii, núm. 926 (19 de junio de 1997), 1 y 5-7 (www.catalunyacristiana.cat); la réplica anónima conservada en ACPHOAC_FXG_503_103 y la de Francesc A. Picas, “El poble de Catalunya, fidel a l’Església, i a la memòria, es retroba a Montserrat. 1947-1997”, ibidem, dedicada esta última por el autor “A l’amic Xavier Garcia”.

18 Vid. Félix Cucurull a Xavier Garcia, Arenys de Mar, 4 de junio de 1969, ACPHOAC_FXG_104, núm. 78. No hemos conseguido hallar ningún ejem-plar de ese impreso. Podría ser un adelanto de su libro La meva guerra (1936-1939) (1974).

19 Vid. Jaume Planas i Pahissa a Xavier Garcia, Barcelona, 4 de noviembre de 1970, ACPHOAC_FXG_106, pág. 26, donde dice que le escribe por encar-go de Pau Riera i Sala y en atención a la propuesta que les había hecho Xavier el 29 de octubre inmediatamente anterior.

20 “Reglament del Foment Cultural del Penedès”, Canyelles, 29 de octubre de 1970, ACPHOAC_FXG_106, núm. 27, y copia de carta de Xavier Garcia a Pau Riera y Sala, presidente del Omnium Cultural, sin fecha, a la que iba anejo el reglamento (ibidem, núm. 44). correspondencia posterior ibidem, 107, núm. 8. Pau Riera fue el segundo presidente y sucedió a Félix Millet.

21 ACPHOAC_FXG_106, núm. 47-48.

22 Subrayado en el original.

23 Doc. 19690129ACPHOAC_FXG_104.

24 En ese sentido, Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 12 de enero de 1969 (doc. 19690112ACPHOAC_FXG_104). Firma sólo “Ramón”. La prueba definitiva de que es Ramón Estrada está en la carta que le escribe el 28 de febrero de 1973, donde figura el apellido y está redactada con la misma máquina, estilo y letra manuscrita (ACPHOAC_FXG_107, núm. 30). En ade-lante, atribuiremos a Ramón Estrada Carbonell todas las cartas que lleven esa misma firma, “Ramón”, con la misma letra, fácilmente reconocible.

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25 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 12 de enero de 1969 (doc. 1969012ACPHOAC_FXG_104). El original, en catalán. Nuevamente sobre ello, del mismo al mismo, Manresa, 7 de febrero de 1969 (doc. 19690207ACPHOAC_FXG_104).

26 Bosch a Xavier Garcia, Manresa, 1 de mayo de 1969 (doc. 19690501ACPHOAC_FXG_104). Se desprende que, en efecto, el intento salió adelante, de una carta de Ángel Servet a Xavier Garcia, Manresa, 28 de agosto de 1969 (doc. 19690828ACPHOAC_FXG_104). Hay más documentación sobre la publicación del almanaque en 1968 y 1969 y los donativos que se reunieron para pagar el déficit existente, en ACPHOAC_FXG_105. Se des-prende de ella que fue éste el último año en que se publicó.

27 Josep Asens a Xavier Garcia, Tarragona, 5 de marzo de 1969 (doc. 19690305ACPHOAC_FXG_104).

28 Todo esto, según Xavier Garcia a Josep Maria Piñol, Villanueva y Geltrú, 11 de enero de 1970, ACPHOAC_FXG_106, núm. 52.

29 Vid. Víctor Manuel Arbeloa a Xavier Garcia, Amsterdam, 9 de octubre (probablemente de 1970, a juzgar por el lugar en que se haya, en la carpeta del archivo, y por el propio contenido de la carta, que es el doc. 19701009ACPHOAC_FXG_106).

30 A Xavier Garcia, Monserrat, 2 de diciembre de 1969, ACP-HOAC_FXG_503_103.

31 Manresa, 9 de noviembre de 1969 (doc. 19691109ACPHOAC_FXG_105). Traducimos del catalán original.

32 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 19 de diciembre de 1969 (doc. 19691219ACPHOAC_FXG_105). El original está en catalán.

33 Traducimos así la expresión catalana “havia privat de reixir”, que es la que aparece en el original.

34 En el original catalán, “quisaplo”, abreviatura coloquial, probablemente, de “qui sap lo que”.

35 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 9 de enero de 1970, ACP-HOAC_FXG_106, núm. 50.

36 En “Historia de la fundación de una editorial que permitirá ampliar la lectura en lengua catalana al ensayo y la ficción”, La Vanguardia, suplemento de

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Cultura/S, 25 de enero de 2012, se dice que la fundó Josep Maria Benet i Mo-rell (1920-2008), quien, en 1947 había fundado el Front Universitari de Catalunya –donde coincidió con Enric Jardí, del que hemos hablado como ganador del premio Aedos en competencia con Xavier Garcia en 1968- y estuvo en muchas de las iniciativas catalanistas y antifranquistas de las tres décadas siguientes. Escribía en el boletín informativo del monasterio de Montserrat, Germinàbit, hasta que el abad Escarré encargó a Max Cahner y al propio Benet la transfor-mación de esa publicación en una revista cultural, que sería Serra d'Or. Vid. la entrevista realizada en la revista Barcelona, metrópolis mediterrània, nº 62, verano-otoño de 2002, que puede consultarse en http://www.bcn.es/publicacions/b_mm/ebmm62/index.htm. Sin embargo, en otros lugares se afirma que Edicions 62 fue fundada por Max Cahner y por Ramón Bastardes.

37 En el original catalán, “Tornem-hi”.

38 Subrayado en el original, como las demás palabras que ponemos a con-tinuación en bastardilla, en lo que transcribimos de este mismo documento.

39 Expresión coloquial, por “pesetas”, “dinero”.

40 Copia mecanografiada sin fecha ni remitente ni destinatario, ACP-HOAC_FXG_106, núm. 51, que traducimos del catalán. Sin duda, es una carta de Xavier Garcia dirigida a Ramón Estrada y tal vez anterior a la de éste del 9 de enero de 1970 que acabamos de citar, o inmediatamente posterior a ella.

41 Subrayado en el original, que traducimos del catalán.

42 En el original, faineta. Como en castellano, en catalán la palabra faena tie-ne la acepción de “trabajo”, y no sólo de “mala pasada”. Creemos, sin embar-go, que aquí procede esta última acepción.

43 Subrayado en el original.

44 En mayúsculas en el original.

45 Xavier Garcia a Josep Maria Piñol, Villanueva y Geltrú, 11 de enero de 1970, ACPHOAC_FXG_106, núm. 52-53.

46 A Xavier Garcia, 9 de octubre de 1970 (doc. 19701009ACPHOAC_FXG_106).

47 Vid. Ramón Muntanyola a Xavier Garcia, Salou, 8 de septiembre de 1970 (doc. 19700908ACPHOAC_FXG_106).

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48 Barcelona, 514 págs.

49 Sería Església i estat durante la segona República Espanyola, 1931-1936: Textos en la llengua original, ed. al cuidado de Miquel Batllori y Víctor Manuel Arbeloa, Monserrat, Monestir de Montserrat, 1971-1990, 4 tomos en 7 volúmenes.

50 Doc. 19701009ACPHOAC_FXG_106.

51 Vid. Antonio Munné a Xavier Garcia, Barcelona, 11 de septiembre de 1968 (doc. 19680911ACPHOAC_FXG_104). Lo de las dificultades, en Miquel Juncadella a Xavier Garcia, Barcelona, 6 de julio de 1969 (doc. 19690706ACPHOAC_FXG_104, núm. 82-83). Cerca –físicamente- de esa carta, hay otra de Casimir Martí al propio Xavier Garcia, sin fecha, donde le habla de lo mismo y en relación con Juncadella (doc. 196807115ACPHOAC_FXG_104, núm. 87). Lo mismo, como respuesta a la petición de Xavier de que le reembolsaran las treinta mil pesetas que tenía en acciones de Nova Terra, en carta de Anton Cañellas al propio Xavier Garcia, Barcelona, 12 de mayo de 1972, ibidem, 107, núm. 5, y Munné a Xavier Garcia, Barcelona, 12 de febrero de 1973, ibidem, 107, núm. 23. Del mismo al mismo, 18 de enero de 1974, ibidem, 108, núm. 18, le dice que le envía otro giro postal y que, aunque las cosas siguen mal, no quedan por pagar más que cinco mil pe-setas.

52 Hay una carta de Joan Garcia Grau a Xavier Garcia, Barcelona 8 de junio de 1970 (doc. 19700608ACPHOAC_FXG_106), donde le dice aquél que ha pasado al editor los datos técnicos de su libro (no dice cuál y veremos que había otros por entonces), para que haga el estudio del presupuesto; pero que necesitaría para ello el original.

53 Militó en Esquerra Republicana de Cataluña y era hombre de confianza de Josep Tarradellas, quien le nombró en 1977 Conseller de Governació de la Ge-neralitat Provisional, cargo del que dimitió al año siguiente por divergencias con la gestión presidencial.

54 A Xavier Garcia, Manresa, 13 de octubre de 1970 (doc. 19701013ACPHOAC_FXG_106). En catalán en el original.

55 Vid. Justí Bruguera a Xavier Garcia, Santuario del Miracle, 28 de octubre de 1970 (doc. 19701028ACPHOAC_FXG_106).

56 Barcelona, Nova Terra y Estela, 1963, 119 págs. Anteriores son sus “Principis morals i opinió pública: Birth control i regulació dels naixements”: Questions de vida cristiana, núm. 2 (1958), 45-79.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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57 Vid. Víctor Manuel Arbeloa a Xavier Garcia, Roma, 5 de noviembre de

1970 (doc. 19701105ACPHOAC_FXG_106).

58 Vid. Rahola a Xavier Garcia, Barcelona, 5 de diciembre de 1970, con el contrato que adjunta, fechado el día 4 (doc. 19701205ACPHOAC_FXG_503_103).

59 Los cuatro ejemplares, doc. 19701204ACPHOAC_FXG_503_103.

60 Barcelona, 23 de abril de 1971 (doc. 19710423ACPHOAC_FXG_106).

61 A Xavier Garcia, Barcelona, 23 de diciembre de 1970 (doc. 19701223ACPHOAC_FXG_106). El original, en catalán.

62 Doc. 19710000ACPHOAC_FXG_503_103.

63 En la época de que hablábamos, aparece su apellido en la forma “Te-nas”, lo que puede inducir a error al referirse a él, como habremos de hacer al hablar de su testimonio sobre Rovirosa. Lo unificamos, por ello, en la forma “Tenes”, salvo cuando se trata de una cita textual. Ya lo hemos advertido en nota anterior.

64 Juan Pablo II lo nombraría cardenal en 1994, un año antes de su muerte.

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VII. LA CENSURA

Por fin hay editor definitivo: Pòrtic... salvo que lo impidiera la Censura

En la primavera de 1971 se comenzó, por fin, en Pòrtic, a componer el texto de la biografía1. Xavier Garcia no sólo respiraba, por fin, con alivio, sino que contagiaba la ilusión a los amigos de siempre. “Nos alegramos de que la biografía vaya por buen camino, está claro –le es-cribe desde Manresa, el 16 de junio, Ramón Estrada-, y deseamos que no haya más obstáculos que retrasen su aparición en público”. Bosch –otro de los hoacistas del grupo de Manresa, según sabemos- “cree que sería interesante hablar de ello el domingo próximo a los jornadistas”; habla, sin duda, de una reunión de la HOAC a celebrar unos días des-pués;

“de Manresa, asistirán, entre otros, Perramón y él. Creo que también estará Esteve Barberà, de Gerona, que precisamente me escribió comunicándome la muerte de su madre, una muerte ejemplar, rodeada de todos los hijos, a los cuales po-co antes había dado, bien serena, los últimos consejos, re-zando todos el Rosario. También cuenta que ha sido reelegido enlace sindical con una mayoría de votos extraordinaria en relación con el candidato inmediato; es un chicote formida-ble, buena persona y consecuente.

“[…]

“Para la nueva reunión del libro, me parece que sería inte-resante que avisaras, al mismo tiempo que a Badia y a mosén

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Canamasas, a Margenat, Regordosa y Magem. También sería bueno que asistiese mosén Asens; pero, ahora, siendo vicario de mosén Muntanyola en Salou, no le debe ser nada fácil au-sentarse en domingo. A Bach, ¿le escribes de tanto en tan-to?”2.

Tenían una duda (o, por lo menos, la habían tenido): a comienzos de año, en enero de 1971 –no sabemos, por tanto, si en relación con el intento frustrado de editarlo en Teide o ya en manos de Pòrtic-, mosén Asens le había escrito a Xavier Garcia estas líneas:

“Sobre lo que te decía del libro que tenemos entre manos, de pasar o no pasar por la censura previa, yo veo lo siguien-te:

“Si pasa por la censura previa, podemos quedar condicio-nados, si mandan retocar algo. Quiero decir que, así, te en-cuentras más obligado. Claro que, en la cosa económica, se va más a lo seguro.

“En cambio, si no pasamos por la censura previa, siempre cuesta más que lo castiguen con un secuestro y, en caso de que lo hicieran, sería una magnífica propaganda posterior del mismo libro. En cuanto al dinero que yo pueda aportar, no me importa que vaya a fondo perdido si las cosas fueran mal. Ahora, lo que te digo respecto de mí, no te lo puedo decir res-pecto de M[osé]n Joan [Masip?], porque no le he visto para hablar de ese punto. Cuando haga falta, dímelo.

“En todo caso, asesoraos por la editorial y haced lo que os parezca mejor. Lo que hace falta es que no se retrase más, sino que salga, cuanto antes mejor”3.

Se refería, claro, a la posibilidad que hemos visto se daba en la ley de prensa vigente –aquella de 1966-: igual que los periódicos, se podían publicar libros previo paso y aprobación en la censura del Régimen o podía uno aventurarse a publicarlo sin censura, a sabiendas de que la pasaría después, cuando enviase al Ministerio los ejemplares que exigía la propia normativa. Y en efecto, el 9 de agosto de 1971, el libro Roviro-sa, home i poble, fue presentado a la censura estatal por José Fornas Mar-tínez en nombre de Pòrtic y por iniciativa del propio editor. Quería asegurarse de que no habría trabas.

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Fornas era ya entonces conocido en los medios principales de la cul-tura catalana; militaba en la Unió Democrática de Catalunya, el partido catalanista de orientación socialcristiana; tenía cuarenta y siete años y gobernaba la asesoría fiscal –Organización Fornas- que había abierto su padre en Barcelona en 1942. Eso le daba para vivir holgadamente y –también- para lanzarse a aventuras propias de su manera política –y cristiana- de concebir la vida; entre ellas, la dirección de la editorial Pòrtic desde 19634.

De la biografía de Rovirosa iban a hacer una tirada de dos mil ejem-plares y calculaban que saldría un volumen de unas seiscientas páginas. Ya se ve que había engordado de manera notable. El problema podía ser que el precio de venta también tenía que aumentar: se estimaba en quinientas pesetas por copia. No era precisamente un libro barato para los tiempos que corrían5.

La censura correspondía a la Sección de Ordenación Editorial, Di-rección General de Cultura Popular, del Ministerio español de Informa-ción y Turismo6, cuyo titular era entonces Alfredo Sánchez Bella, miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Pre-sentado el 9, al día siguiente, 10 de agosto de 1971, el jefe del negociado de Lectorado lo remitió al “lector” correspondiente, sin dejar constan-cia del nombre de la persona que iba a censurarlo.

En dos días, la lectura estaba hecha y redactado el informe:

“Biografía de Guillermo Rovirosa, fundador de la HOAC: Pueblo natal, genealogía, infancia, juventud, bohemia y ate-ísmo, tuberculosis, boda, estancia de 4 años en París, su conversión, estancia definitiva en Madrid, cárcel, fundación de la HOAC, y más de 200 p[á]g[ina]s sobre su ideología cris-tiana y social.

“Se presenta a Rovirosa como a un hombre inteligente y sincero, cristiano hasta la heroicidad, inconformista y tempe-ramental, siempre sumiso a la Jerarquía Eclesiástica. So-cialmente fue furibundamente anticapitalista, pero nunca comunista. Tiene juicios muy personales, pero son sobre ma-terias opinables. La selección de textos está bien cuidada: no se reproducen los que motivaron suspensión de publicacio-nes”.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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(Se refiere, es obvio, a la actuación de la censura en otras ocasiones, que se verán en su momento, en la propia biografía de Xavier Garcia). Continúa a renglón seguido:

“Tiene más mala baba el biógrafo que el giografiado [sic]: resultan ridículas sus frecuentes alusiones a Cataluña y «sus cosas», habida cuenta que Rovirosa realizó toda su obra des-de Madrid y a escala nacional, a la par que se sintió siempre ecuménico, nunca regionalista. Aconsejo tachaduras en las p[á]g[ina]s 3, 24, 28, 36, 67, 68, 102, 121, 123-4, 125, 126, 127, 173, 220-1, 222, 224, 259, 304, 327, 346, 347, 354, 355, 356, 358, 359, 360, 361, 363, 364.

“Nota: Desde la p[ágina] 206 a la 217 hay muchos párra-fos en francés”.

Y la propuesta final del censor:

“AUTORIZABLE con tachaduras”.

Quince días después, el 27 de agosto, el jefe de la Sección corres-pondiente proponía sin más:

“Denegado”7.

¿Qué había sucedido en esos quince días?

En 1971, eran varios los libros presentados por Fornas a la censura cuya publicación había sido denegada: “continúo metido en berenjena-les –escribe el 17 de septiembre a su amigo Bernardo Crespo-, pero no tengo más remedio que hacerlo porque me gusta y creo que alguien lo ha de hacer”8.

No había aceptado, en efecto, la denegación sin más; entre otras co-sas, porque no se le había dado razón alguna.

Fornas debió pedir una segunda lectura de la biografía de Rovirosa; pero no tenemos noticia de que lo consiguiera9. Al tiempo, Xavier Gar-cia le sugirió pedir la mediación de Cassià M. Just –abad de Montserrat desde 1966-, Josep Pont i Gol –ya arzobispo de Tarragona y seguidor de Rovirosa- o Narcìs Jubany i Arnau, obispo entonces de Gerona (desde 1964) y nombrado arzobispo de Barcelona el 3 de diciembre del mismo año 1971.

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Esta última opción era muy oportuna porque se cerraba en esos momentos la campaña del volem bisbes catalans, de la que ya hemos hablado. El arzobispo que la había sufrido -Marcelo González- había sido trasladado a la primada de Toledo. Pero es que, sobre todo, Jubany era hombre muy cercano a la HOAC. Como obispo de Gerona desde 1966 –en su propia tierra; porque había nacido cincuenta y tres años antes en Santa Coloma de Farnés-, había favorecido la presencia de miembros de la Hermandad en el seminario, sabedor de la amistad que unía a su rector -el Dr. Estela- con el entonces presidente de la HOAC, Francisco Mera, quien, recordémoslo, procedía precisamente de la HOAC de Gerona10.

Lo único que sabemos sin embargo es que, en 1971, Fornas se en-trevistó con el segundo de los que había sugerido Xavier Garcia, el arzobispo tarraconense Pont i Gol, a quien se dirigió además por carta el propio Xavier, cuando terminaba noviembre:

“En momentos como los nuestros en que las librerías pú-blicas y quioscos están llenos de obras de Marx, Mao, Lenin, etc., y cuando la pornografía aumenta descaradamente, es todo un «poema» que no pueda salir a la calle la vida del ma-yor santo seglar, catalán y español, de este siglo”11.

Reacciones de amigos

No faltaban los ánimos. La noticia de la prohibición había comen-zado a correr en septiembre de 1971, entre otras cosas porque el propio Xavier comenzó a hacerlo saber a sus amigos y corresponsales. “El sábado, Rebolleda me dijo que había recibido una carta tuya en la cual le decías que el Gobierno se había cargado el libro sobre Rovirosa –le escribe, desde Manresa, Ramón Estrada-

y que, si bien era cierto que se hacían gestiones para conse-guir que cambiase de signo la decisión, no confiabas dema-siado en ello. Me resultó muy nuevo que, a estas alturas, aún estuviésemos así; algún retoque, para que no se dijera que no lo miraban detenidamente, lo habría encontrado más natu-ral, pero esta salida no me la esperaba. Se lo dije a Servet y también se quedó parado.

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“Pensé enseguida –y continúo pensando- en el disgusto que te habrá supuesto, después de las impresiones confiadas de tu última carta. Si de alguna manera no pudiese prospe-rar la edición catalana -ni la castellana, está claro-, ¿no sería posible comenzar por la francesa? Digo eso porque, si no re-cuerdo mal, tenías alguna oferta en ese sentido.

“Pienso también en el grueso de los gastos de los trabajos hechos, toda vez que deben estar ahí todos los moldes, la co-rrección, planificación, etc[étera], que, en conjunto, debe su-bir a un montón de miles de pesetas; en el caso de que la edición quedara encallada durante un período indefinido, ¿cómo habría que liquidarlo?

“El domingo escribiré a Badia, de Navars, y a Esteve Bar-berà, de Gerona; también hablaré de ello con Ginestà y Bas-compte; de los demás debía ocuparse el propio Rebolleda; quedamos en que, a Mosén Canamasas, quizá sería más prudente que le escriba Bosch, ya que le conoce más y cono-cerá mejor la manera de decírselo afectándole lo mínimo”12.

Desde Monserrat, el padre Estradé también decía a Xavier –como harían luego otros- que su carta era de condolencia y que lo veía venir; el problema, a su juicio, no estaba en Rovirosa tanto como en las per-sonalidades que aparecían en el libro, implicadas en su calvario. “Con todo, no hay mal que cien años dure… y ya han pasado más de treinta!” Dicho en 1971, ó sea con referencia a 1941 si se descuentan treinta, parece verosímil que se refiriera a la dictadura de Franco.

“Recuerdos del P[adre] Abad, que está en Jerusalén, y del P[adre] Maur13. Recuerdos a todos”14.

Y otro más:

“12-XII-71

“Queridos Teresa y Xavier:

“Me conduelo de la pena de que no se pueda poner a la venta la biografía de Rovirosa. ¡Ya es cosa fuerte que, muerto y todo, le hagan la guerra!... Me duele por el enorme bien que habría hecho, por los afanes de quienes llevaban a cabo el trabajo de la publicación y por la pérdida económica. ¿Qué pensáis hacer? ¿Los venderéis clandestinamente? ¿En qué se os puede ayudar?

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“Siento que ese hecho os entristezca un poco la Navidad. ¿Qué diría de esto el interesado?

“Muy afectuosamente,

“M. Sobregrau”15

Xavier también había escrito a la Comisión Nacional de la HOAC, al parecer con el deseo de que hiciesen una gestión concreta, no sabe-mos cuál ni ante quién. La propia naturaleza de la HOAC, como orga-nización de Acción Católica, de un lado, y el carácter obrero de su gen-te inducen a pensar en que debió tratarse de algo relacionado con el mundo eclesial madrileño que pudiera dejar que se sintiese todo su peso ante las autoridades civiles de quienes dependía la censura. Acabamos de decir que el ministro del ramo era el propagandista Alfredo Sánchez Bella, y la sede arzobispal de Madrid se hallaba vacante. El penúltimo día de mayo de 1971 había muerto el arzobispo Casimiro Morcillo, que presidía además la Conferencia Episcopal Española, y, a las veinticuatro horas, el día 31, había recibido el nombramiento pontificio de adminis-trador apostólico de la diócesis el primado de Toledo, que era hombre muy conocido en los ámbitos de la HOAC, Vicente Enrique y Taran-cón, de quien había dependido durante años la propia Hermandad, como secretario que era de los “apostolados sociales” que dependían de la antigua Conferencia de Metropolitanos.

Uno de los obispos auxiliares de Morcillo a quien ya conocemos, Jo-sé Guerra Campos, estaba ahora al frente de la Secretaría de la Confe-rencia Episcopal y era consiliario nacional de la Acción Católica. Pero la presencia de Tarancón cambiaba las cosas, máxime en la perspectiva de que fuese preconizado arzobispo de Madrid sin tardar demasiado, co-mo ocurrió, en efecto, el 4 de diciembre del mismo año 1971. Guerra Campos había protagonizado los intentos de control de la Hermandad en los años sesenta. Pero Tarancón había intervenido –como veremos- en el cese de Guillermo Rovirosa en la codirección de la HOAC en 1957.

A partir de esos datos, todo lo que dijéramos sobre lo que quería Xavier Garcia y no vieron posible los de la Comisión Nacional de la HOAC no pasaría de ser una simple conjetura.

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No lo es, en cambio, la respuesta de los dirigentes de la Hermandad: “Querido Xavier en Cristo Obrero y Pobre”, le dice el presidente, Francisco Mera Bermejo, el 23 de noviembre:

“Contesto la tuya; aunque con cierto retraso, ya que, en pri-mer lugar, teníamos una serie de cosas que hacer y, por otro lado, [es obvio] que tenia que conocerla también el Consiliario Naciona1, tal y como tú me indicas, [y], una vez que tanto el uno como el otro la hemos leído y comentado, voy a pasar a contestar la tuya.

“[…]

“Me alegra mucho lo que me dices sobre la biografía de Rovirosa, yo había oído algo sobre el particular, pero, since-ramente, no sabíamos si eso iba adelante ni cómo estaba la cosa, digo no sabíamos ya que Antonio Martín y yo nos en-contramos en este aspecto en la misma situación”.

Recuérdese que Antonio era entonces el consiliario.

“Una cosa sí me sorprende (te repito que no tenía una idea exacta sobre el asunto), y es que, habiendo sido el bueno de Rovirosa lo que fue para la HOAC y también lo que la HOAC fue para Rovirosa, que no hayas mirado de que se pu-blicara a través de la Sección de Publicaciones o Editorial de la HOAC, al objeto de haberle dado toda la amplitud difusiva necesaria, entre los muchos que conocieron personalmente a Rovirosa y entre aquellos que han llegado a saber de él a tra-vés de lo que hemos ido publicando, o bien de los muchos testimonios que en Cursillos, Convivencia[s] etc. presentamos muchas veces en relación con la figura y personalidad del que fue alma de la HOAC.

“No me extraña que, si la biografía está escrita con la au-tenticidad que me dices, la cosa no pase, y nosotros aquí es-tamos seguros que no pasará ni de una manera ni de otra, por razones que fácilmente te puedes imaginar.

“No obstante, Antonio y yo hemos hablado sobre el parti-cular y las gestiones que nos propones podían hacerse, y me decía Antonio que sería necesario conocer el libro, sobre todo para ver si entre todos encontraríamos alguna posibilidad de salida, ya que la que nos propones, no creemos sea la más adecuada en este momento, por una serie de razones de mu-

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cho peso que nosotros conocemos y que es difícil esplicar [sic] si no es a través de una conversación privada.

“En otras circunstancias, no excluimos que hubiera podi-do tocarse ese resorte del que me hablas, pero, en la actuali-dad, ni creo fuera eficaz y mucho menos conveniente, [y] por otro lado hay que tener también en cuenta ciertos aspectos que para nosotros, desde nuestra per[s]pectiva, cuentan bas-tante y que te repito tendríamos que tratarlos verbalmente.

“Si tienes que venir por aquí, podríamos hablar sobre el particular y entonces quizás tendrías una visión más exacta de la situación y de nuestras posibilidades.

“Ten la seguridad de que sentimos que no pueda encon-trarse una salida para ese asunto.

“[…]

“Por hoy nada más, repetirte nos gustaría conocer el libro y también el que pudieras venir por aquí y charlar sobre ese problema, [y] así te podrías situar tú también”.

Es verdad que no eran los mejores momentos en la historia de la Hermandad. Mera sabía bien –claro está- del hundimiento de buena parte de la HOAC, si cabe, especialmente en tierras catalanas,

“en las que todavía estoy seguro que la HOAC tiene mucho que decir y hacer, a pesar de que otros piensen de otra for-ma, pero me lo tendrían que demostrar.

“Yo aún no me resisto a creer que, en esa tierra, no existe posibilidad para el apostolado obrero organizado tal y como nosotros lo entendimos y seguimos ent[end]iendo.

“Te aseguro que me duele mucho todo lo que ocurre por ahí, y sobre todo lo que muchos buenos amigos piensan no ya solo de la HOAC, sino del mismo Rovirosa, pero, en fin, es-to es mejor tratarlo en todo caso con más intimidad”16.

El artículo –crítico con la HOAC- publicado en el número de julio-agosto de 1971 de la revista catalana Correspondencia i dialeg sacerdotal no sólo había inducido a responder públicamente desde la Comisión Na-cional, sino a recordar a los autores y a todos los demás –incluidos los militantes de la HOAC- cuál era su historia17 y, por tanto, la biografía

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de Rovirosa que redactaba –además- un catalán y catalanista como Xavier resultaba especialmente oportuna.

A la búsqueda de influencias que censurasen la Censura

La decisión de Fornas de publicar el libro no había prescrito, en tan-to. Xavier Garcia seguía en relaciones con él y, de hecho, en 1972, apa-reció editado en Pòrtic un grueso libro de Xavier sobre Vilanova i la Geltrú i el seu gran carnaval18, cuya venta –todo hay que decirlo- se intentó asegurar por la vía de remitirlo contra reembolso a cuantos supusiera el autor que podían interesarse o, sencillamente, aceptarlo.

“A ver cómo irá el de Rovirosa”, le escribe Ramón Estrada desde Manresa el 4 de junio.

“Mejor que acabe bien, aunque veo una montaña –no te ex-trañes, es mi manera de ser, debido, en parte, a lo desvalido que me encuentro- en la distribución. Habrá que ir pensando en un equipo que, además de entusiasta, sea enérgico, acti-vo, que no conozca el cansancio y que tenga los pies sobre la tierra; pienso en Ginestà, que es un chicote que trabaja mu-cho y limpiamente, como un posible cabecilla de ese equipo. El ideal sería Bach, si no estuviera tan absorbido.

“Esta mañana, con Perramón y Brugué, nos hemos llega-do a Fonollosa a la reunión mensual –la última fue el 5 de marzo…- con mosén Canamasas, que hoy presentaba bas-tante buen aspecto y hasta se le veía más propenso a sonreir. También ha venido Bach. Les he explicado lo que me habías dicho sobre el libro de Rovirosa y los demás en tu carta ante-rior y, como es natural, también les ha hecho gracia”19.

Quizá se refería a aquellos comentarios de Xavier sobre la paradoja de que las librerías y quioscos estuvieran llenos de obras de Marx, Mao y Lenin y se prohibiera, en cambio, que saliera a la calle “la vida del mayor santo seglar, catalán y español, de este siglo”.

Pero el tiempo corría sin detenerse. “Dos nuevas gestiones en Pòrtic esta semana –dice a Xavier Garcia el abogado Juan Enrique Roig Santa-cana, buen amigo de Vilanova y bibliófilo conocido en los medios cul-tos de Cataluña, entrado enero de 1973-.

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“Fornas (con quien no he podido hablar personalmente, pero lo sé por Miquel Josep) debe ir a Madrid y quiere que las gestiones de censura se hagan globalmente, o sea para todas las obras que tiene detenidas allí, entre las cuales se cuenta tu «Guillem Rovirosa».- Por tanto, él mismo lo hará según di-ce, y no ha lugar la intervención amical que yo ofrecí, en atención a ti.- No hace falta que acuses recibo de esta carta. Trabaja en los libros”20.

“¿No se puede hacer nada, por alguna parte, para hacer posible la salida del libro de Rovirosa –le pregunta Lluís Badia, desde el Casal de Jesús Obrer, de Navàs, a comienzos de enero de 1973-?

“¿Ni por medio de la comisión Nacional de la HoAc [sic], ni del Cardenal de Madrid? Supongo que ya habrás apurado to-dos los recursos, pero, por si, en algún viaje mío a Madrid (antes de Pascua, seguro que volveré a ir), quieres que intente alguna cosa, espero que me lo digas”21.

Y, en marzo, una animosa hoacista, madre de familia:

“Siempre rezo por tus intenciones y ahora, desde que he re-cibido tu carta, lo hago con más intensidad. Principalmente, ofrezco, por el dichoso libro tuyo de nuestro querido Roviro-sa, el dolor de cabeza tan grande que tengo, hace ya tanto tiempo que hasta he perdido la cuenta. […]

“Ayer fui a ver al Hermano [sic] Jesús Moreno, de Cristo Trabajador, que te conoce y que también rezará por tu inten-ción en cuanto al libro. […]

“No te impacientes; piensa que lo que cuesta vale y, para Jesús, no hay nada imposible. Verás que, si conviene que te lo aprueben y salga a la venta, todo se te hará fácil. […]

“Ya no te escribo más porque me duele mucho la cabeza y ya son las nueve y media de la noche. Escríbeme enseguida y dime si vendrás. Espero que, cuando salga tu deseado libro, me envíes un ejemplar.

“Recuerdos a los tuyos, y la comunión del Domingo que viene será por ti y por tu libro”22.

En su afán de romper la cárcel de papel, Xavier Garcia no dudó en acudir a los adictos al Régimen que podían comprenderle, entre ellos –no sabemos en qué términos le hablaría- al poeta –futurista de la prime-

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ra hora, catalán, catalanista en la preguerra, franquista ahora- Sebastián Sánchez Juan, que –también con los versos (sobre todo, los de su poe-mario Régimen, 1940)- se había decantado por la situación política surgi-da de la guerra y era precisamente, a la sazón, funcionario del Ministerio de Información y Turismo en la ciudad condal: “He pensado en usted desde que tuve el gusto de conocerle, antes, por tanto, de recibir su carta, ¡tan amable!”, le responde a Xavier a comienzos de julio de 1973, con un razonamiento que no podía ser más significativo (ni elocuente, por aquellas calendas), sobre todo por lo que cabe interpretar acerca del papel de lo “eclesiástico” en la censura de la biografía de Rovirosa:

“Usted ya debe conocer los motivos (no las razones) por los que no hizo gracia el manuscrito que ya tenía picado23 y que solicita de mi izquierda -¡pobre!- que le ayude a endere-zarlo. En este sentido, creo que, además de ciertas sugeren-cias de detalle que yo le pueda hacer, la actuación decisiva habría de provenir de la curia eclesiástica”24.

Unos días antes, en junio, Malagón le había insistido en ello:

“Sobre la biografía de Guillermo, yo he pensado muchas veces que, si queremos que salga, no habrá más remedio, por ahora25, que omitir los nombres de ciertos personajes (obis-pos, etc.) y cargos que permitan ser reconocidos. Si estuviera en castellano, yo podría haberte ayudado en la búsqueda del modo. No obstante, hay una forma fácil de hacerlo: poner en vez de nombres X.X., o N.N. De momento no habrá ninguno entre los obispos que refrende algo así, en que quedan mal otros. Mi opinión es que, por ahora, debería salir26, aunque sea sin ciertos nombres propios, y, si es preciso, limando al-gunas frases, sin mentir, por supuesto. Yo no hice esto por creer que no nos iba a fallar Ruiz Camps. Pienso que tú lo puedes hacer. Si es necesario, un cambio de impresiones so-bre puntos concretos27 con Canamasas podría orientarte. Habría que corregir también algunas inexactitudes de menor importancia que yo advertí al leer el original y que, como te digo antes, dejé, creyendo que después las subsanaría sobre el trabajo hecho por Ruiz Camps (que no lo hizo). Si hacemos esto (principalmente lo primero) la biografía saldrá. Sin eso, es difícil. Recuerda que Tarancón es hoy el núm[ero] 1 de la Iglesia Española y que él no queda muy bien parado”28.

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Unos días después, en la carta que ya hemos mencionado, el poeta Sánchez Juan aún añadía lo que Xavier Garcia menos podía desear: que atendiese la indicación de cambiar el título:

“De momento, me atrevo a insinuarle que la portada de su libro sea sobria. Se me había ocurrido «Garrigosa, simplemen-te» [sic29]. Pero eso no quiere decir que haya de ser el título definitivo. Una síntesis de fe viva y aplicación de esta misma fe al trabajo por el bien común no puede molestar a nadie. Pero intentemos despojar esos conceptos de nomenclaturas que pudieran prestarse a confusión”.

Es posible que se refiriese a la mención del “pueblo” que iba en el título original: en castellano, Rovirosa, hombre y pueblo. ¿Podía interpretar-se como alusión a Cataluña (que es lo que era, probablemente) y recha-zarse como señal del fantasma separatista?

Está claro, por lo demás, que Sánchez Juan escribía de oídas el ape-llido de Guillem.

Y seguía con una frase que hace pensar en que, efectivamente, había hecho gestiones en la censura de Madrid, por lo menos para saber qué sucedía:

“(Las descripciones que usted me señaló, por lo que se ve, son consideradas innocuas). Es cuestión de adivinar el pen-samiento”30.

Debe ser de esos días otra carta del amigo Lluís Badia, escrita en el Talgo –el tren en el que, acaso, regresaba de un viaje a Madrid- en la que le decía que “desearía poder hablar con el Sr. Cardenal de Madrid (aunque fuese por carta y quizá de palabra y todo) del libro de Rovirosa pero me tendrías que dar datos del expediente, fecha de presentación, organismo, etc.”. Y añadía: “Piensa que ha habido cambio de Ministro y tal vez hayan cambiado un poco las cosas. Esperémoslo. Dime algo”31.

El 11 de junio de 1973, Alfredo Sánchez Bella –que era el titular de Información y Turismo en los días de la prohibición del libro- había sido sustituido por Fernando de Liñán y Zofio, un notable matemático y economista que había ingresado en la Administración en 1959, de la mano de los llamados “tecnócratas”, y acababa de llegar al Ministerio con el nombramiento del almirante Carrero Blanco como presidente

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del Gobierno español. Duraría en el puesto, por ello, muy poco más de lo que le restaba de vida al almirante, que murió asesinado por etarras el 20 de diciembre inmediato32.

“También pienso que habías de hablar de ello al Arzobispo de Tarragona, Dr. Pont –añadía Lluís Badia en su carta-.

“Al menos esta gente nos comprende y nos quiere”33.

En realidad, ya sabemos que la gestión ante Pont y Gol había sido una de las primeras que se hicieron.

El recuerdo de Rovirosa... en Francia

Y comenzaban a percibirse otros síntomas. En el décimo aniversario de la muerte de Rovirosa (febrero de 1974), uno de sus sobrinos mar-chó a Madrid, simplemente a rezar ante la tumba de Guillem. Y se la encontró abandonada por completo. Hablaron todos ellos –los sobri-nos- y expusieron a Xavier Garcia el parecer que Xavier transmitió a la Comisión Nacional de la HOAC en carta de 25 de marzo que dirigió al aún consiliario nacional –Antonio Martín, predecesor de José Domín-guez- y a Juan Fernández, presidente ahora de la Hermandad-:

“Estimados Don Antonio y Fernández: Carta un poco eno-josa ésta que os hago. Se trata de Rovirosa. Hace 10 años de su muerte. Han venido, hace un par de días, a verme los so-brinos de Rovirosa, dolidos y muy tristes. Uno de ellos ha es-tado la semana pasada en el cementerio de la Almudena a vi-sitar la tumba de su tío y se ha encontrado con el lamentable espectáculo de abandono y dejadez en que se encuentra, con latas de sardina esparcidas, varios desechos y mucha hierba.

“Rovirosa está en lo más hondo de toda la sepultura sub-terránea. Sobre de él tiene cuatro cadáveres más, pero se ve que algunos de los últimos enterrados ya han sido traslada-dos a sepultura definitiva. Su inhumación se hizo con carác-ter temporal.

“Allí mismo, en la oficina, el sobrino inquirió a un em-pleado, y la respuesta fue que si por todo septiembre próximo no se hace traslado a dicha sepultura definitiva, los restos pasarán a la fosa común. Y le dijo que las diligencias había que hacerlas en la oficina de la Plaza de la Villa nº 4.

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“Ellos lamentan en gran manera el estado de abandono, por una parte, y no consienten, como es naturalísimo, que los restos pasen a la fosa común. Ante el hecho de que la Hoac haya permitido este abandono, yo le he hecho ver los quebraderos de cabeza de todo orden a los cuales la Comi-sión Nacional ha debido hacer frente, pero les he dado toda la razón ante el hecho en sí, y me pongo, como no pudiera ser de otra manera, de su parte.

“Rovirosa manifestó repetidamente en sus últimos tiem-pos su deseo de ser enterrado en Montserrat, al lado de los monjes. La casualidad quiso que falleciera en Madrid. Y en Madrid se quedó. Yo hice34 una carta a Teófilo, al poco tiem-po de la muerte, sobre este particular. Sin respuesta. Al cabo de un tiempo –un año o dos después de la muerte- se dijo que el Nuncio del Santo Padre había dado permiso para que fuera trasladado a un templo madrileño, donde podría ser dignamente sepultado y recibir la oración de los militantes que pasaran por Madrid en diversas reuniones nacionales. Yo siempre fui contrario a esa idea. Es ridícula. Entre otras co-sas porque entiendo que una vez más se perpetúa el centra-lismo que todos decimos censurar.

“Ahora se han reunido los sobrinos. Y han venido a verme con ganas de hacer las cosas bien. Ellos no quieren que la cosa continúe así. Y están dispuestos a hacer lo que sea con-veniente y a pagar lo que cueste para hacer las diligencias necesarias para que Rovirosa sea trasladado a Montserrat, donde recibiría sepultura en la cripta (que es visitada por mi-llares de gentes cada año y donde oran y se celebra misa ca-da día) al lado de los monjes mártires de 1936, al lado del Cardenal Albareda, de los Abades Suñol y Escarré y del Obispo Urbs, exiliado, donde habría una lápida que dijera: “Guillermo Rovirosa (1897-1964), fundador de la Hoac, el gran apóstol de la clase obrera española”.

“Yo os pido de corazón que deliberéis sobre este caso. Aparte del hecho (que continúo viéndolo clarísimo) que Rovi-rosa, enterrado en un templo de Madrid, sería al cabo del tiempo un extraño, que pasaría a ser recordado por nadie, para lo cual, por lo que dictan los hechos, no debe haber es-peranza alguna, hay el hecho de la voluntad manifestada por él –de la cual doy fe- de ser enterrado en Montserrat, hay el deseo de ahora de los sobrinos y hay, sobre todo, el hecho

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triste (que sería imperdonable) de que pudieran ir sus restos a la fosa común.

“Me parece que no es menester decir nada más. Podría suceder que vosotros, en las disquisiciones larguísimas en que os podéis ver envueltos (como tantas he presenciado y vivido en mis años de Comisión Nacional), deis largas al asunto. Creo, francamente, que sería lastimoso. Ellos desean una respuesta rápida, para dar solución al asunto con tiem-po hábil, porque, de lo contrario, el tiempo se echará encima. Y han quedado que dentro de tres semanas volverán a verme para saber la respuesta de la Comisión Nacional. Ellos siem-pre han manifestado una deferencia hacia la Hoac, pero aho-ra ven que el esperar más podría convertirse en un reproche hacia su conciencia. Y están dispuestos a venir a Madrid a li-quidar el asunto y a llevarse los restos.

“Espero, pues, carta vuestra. Ya veis la necesidad de todo ello”35.

La queja de Xavier Garcia ante la Comisión Nacional de la HOAC surtió efecto. En realidad, no había habido abandono, por lo menos en la medida en que pareció aquella vez: “tengo que decir –le informa el responsable de Organización de la Hermandad, José A. Garvayo, el 28 de marzo- que a lo largo de todo este tiempo varios militantes han cui-dado siempre de mantenerla limpia y cuidada; habrá coincidido esa visita de sus sobrinos con algún olvido reciente”. Por otra parte, no tenían constancia de que Rovirosa quisiera que se le enterrara en Mon-serrat y creían que era mejor que sus restos siguiesen en un templo de Madrid. Ya habían comenzado las gestiones36, que acabarían, en efecto, en la iglesia madrileña de la Medalla Milagrosa.

Ciertamente, no se le había olvidado ni se le recordaba solamente en las comarcas catalanas donde había estado presente con frecuencia mayor, además de Madrid. Tampoco le olvidaban los viejos amigos del mundo francófono. Incluido Jean Delfosse, a quien ya conocimos co-mo director de la Revue Nouvelle, de Bruselas. Había hecho amistad tam-bién con Joan Misser, el introductor de Pax Christi en Cataluña, que seguía viviendo en Armentières, cerca de Lille y la frontera francobelga, y éste sabía bien que Delfosse era “ferviente amigo también y admira-dor del inolvidable Rovirosa”; le había comentado los recuerdos que, en su día, envió a Xavier Garcia y que suponía recogidos en el volumen y

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se preguntaba si se habría editado el libro. Querían adquirirlo los dos, pero, además, traducirlo al francés. “Se lo agradecería muchísimo –terminaba Misser- si me pudiese responder sobre ese punto”37.

La carta de Misser lleva fecha de febrero de 1974 y, el 10 de marzo, ya había recibido respuesta de Xavier, que le recordaba perfectamente y seguía considerándolo amigo. “Tu carta –dice Joan a Xavier el 10 de marzo- me ha traído una sarta de alegrías. La primera al ver hasta qué punto el recuerdo de mi amistad te había quedado fielmente. Cree que me ha emocionado. No merecía tanto”. De la segunda alegría, se sigue que Xavier le había dicho que la biografía de Rovirosa era “ya casi un hecho”, y eso a pesar de que, quizá, le había comentado también algo de la dificultad que hallaba en la censura.

Y Misser no sólo quería que le tuviese al tanto de la publicación, si-no que adelantaba que, cuando le llegara el volumen, vería si se encon-traba “con fuerzas para traducirlo al francés directamente”… y que conocía al que era ahora, en España, director general de Cultura Popu-lar de quien dependía el asunto38.

Fernando de Liñán había cesado como ministro de Información y Turismo en enero de 1974 y le había sustituido Pío Cabanillas, un saga-císimo gallego, doctor en derecho, notario, registrador de la propiedad y letrado del estado, que había hecho carrera política en la Organización Sindical y, luego, en las Cortes del Régimen, había sido subsecretario de Información y Turismo con Manuel Fraga y era ahora titular del Minis-terio, con Ricardo de la Cierva como director de Cultura Popular.

La Cierva –de la familia del famoso inventor del autogiro- era doc-tor en física, de sólida formación humanística, que había trabajado tam-bién con Manuel Fraga en Información y Turismo y, desde el propio Ministerio, había comenzado a escribir la historia del Régimen con un sentido crítico que ponía de manifiesto las disensiones interiores que muchos conocían pero de las que nadie podía hablar. Quedaba indem-ne, eso sí, la figura de Franco. Ya lo había dejado ver en la Historia de la Guerra civil española (196939); pero lo afrontaría sobre todo en la biografía del propio Francisco Franco: Un siglo de España (197340), publicado en la Editora Nacional, que dependía del propio Ministerio de Información.

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En el seno de éste, se había creado –puede decirse que para él- un Gabinete de Estudios sobre Historia, de cuya jefatura se encargó hasta que fue nombrado director general de Cultura Popular y presidente del Instituto Nacional del Libro, precisamente en ese año (1973). En los días en que Misser hablaba de él a Xavier Garcia, se publicaba su Histo-ria básica de la España actual (1800-197441) –que iba ya por la novena edición tres años más tarde- y trabajaba en una Historia del franquismo entre 1939 y 1945 que aparecería al año siguiente de aquélla (1975), cuando ganó la agregación de Historia Contemporánea de la Universi-dad Complutense, que le daría acceso enseguida a la condición de cate-drático.

“Delfosse –escribía Misser a Xavier Garcia en aquella carta de mar-zo de 1974-

nos ha hecho reencontrarnos sin saber que nos conocíamos: tú me hablas de Josep Benet, de Fornas, e incluso un nom-bre que sale de soslayo es otra persona a quien, más o me-nos, también he conocido: Ricardo de la Cierva, pues él es, según tengo entendido, el que está actualmente al frente de la Cultura Popular. El afecto me dice42 que, si coge la tijera, será más por las circunstancias que le envuelven que por cri-terio propio. Es hombre inteligente, tratable y abierto como historiador, pero equilibrista y astuto como funcionario. Des-graciadamente, el hecho de tener dos naturalezas es el terre-no donde nuestro Maestro Jesucristo ha encontrado más fie-les seguidores…”

Misser esperaba pasar en Barcelona buena parte de la última semana de marzo y contaba con que se verían y hablarían. No le decía –quizá no lo había previsto- que, desde Barcelona, pasaría a Madrid, donde, el 29 de marzo de 1974, intentó ver al propio La Cierva en el Ministerio de “desinformación y turismo” (sic43); pero no estaba y le habían dicho que no era previsible que fuese ese día. Lo que sí vio Misser fue “la importancia que se está dando a sus servicios, pues se le ha adaptado toda la séptima planta”.

“En consecuencia, hablé con un amigo de la línea del «Opus» que conozco mucho y que está en la Oficina de Prensa exterior, Nieto Aguilera, quien me prometió que hablaría del asunto a La Cierva. Claro que, perteneciendo a un negociado

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diferente, la cosa no puede tener otro carácter que estricta-mente privado, pero ya sabemos que, a veces, las cosas fun-cionan mejor por esos caminos que por los cauces oficiales: tal vez sea el «todo o nada»44. Veremos lo que ocurre. Siento no haber podido hacer más que eso, pero la verdad es que no podía quedarme en Madrid hasta el lunes y, menos, sin tener seguridad de que podría ver personalmente a La Cierva”.

Tampoco logró nada. El 22 de agosto, Xavier mostraba al editor –a Fornas- su estado de ánimo: “Teníamos que vernos antes del 18 de julio y aún no ha sido posible. Te pido, por ello, que me telefonees. Tan pronto como sea posible, para indicarme la tarde en que quieras que vaya. Comprende que tanto tiempo de espera me hace sentir ansioso”45.

Cierto que tenían más cosas entre manos. Sus escritos de prensa y las memorias de la guerra que publicó precisamente en 1974 y en Pòrtic -La meva guerra (1936-1939)46- comenzaban a lograr que Xavier fuera un escritor conocido y bien valorado en Cataluña.

El intento de Gregorio Ramón y José Luis Almunia

Pero la biografía de Rovirosa no salía adelante. En noviembre de 1974, Xavier Garcia mismo intentó implicar a Gregorio Ramón, el ami-go y colaborador de Guillem, que era ya doctor en Farmacia y en Quí-mica y comenzaba a ser un prestigioso investigador. Y Gregorio –emocionado por el recuerdo de Rovirosa- le remitió al escritor y poeta José Luis Almunia, quien, ciertamente, se brindó a ayudar a Xavier. “Querido amigo –comenzaba Gregorio-:

“Recibí tu carta y con ella una gran alegría ya que me re-cuerdas al íntimo amigo Rovirosa con quien pasé los ratos más gratos de mi vida. Rovirosa fue para mí unas veces el maestro, otras el compañero, siempre el amigo al que con ca-riño hubiese unido en estas últimas y recientes investigacio-nes que estoy realizando47.

“Su claro juicio, sus meditaciones profundas, su saber enciclopédico me hubieran sido muy útiles en estos momen-tos; y sobre todo el gozo de trabajar con quien te sientes identificado y a su vez admiras.

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“Con relación a lo que me pides, si puedo hacer algo por que salga autorizada la biografía de Rovirosa, yo, personal-mente no creo poder hacer nada, pero un amigo escritor y poeta que sé que sabe moverse por estos vericuetos te hará y aconsejará lo más conveniente: se llama José Luis Almunia; vive en Raimundo Lulio 4 – 2º iz[quier]da y su teléfono es 448-50-74. Aduciendo tú nuestra antigua amistad, hará todo cuanto esté de su parte. No repares en molestarle, que cuan-to pueda hacer lo hará con gusto”48.

La gestión fue, en efecto, tan eficaz como anunciaba Gregorio. Al-munia recibió la correspondiente carta de Xavier Garcia el 18 de di-ciembre de 1974 y, el 20, respondía. “No soy cristiano, ni siquiera cre-yente”, le explicaba.

“No tengo nada en contra de la pornografía ni el marxismo; pienso que cada uno haga lo que le dé la gana y ejercite su libertad sin cortapisas. Personalmente, no soy ni pornógrafo ni marxista, pero el que quiera serlo, allá él. La HOAC es uno de los movimientos que más respeto en España. Algún día, personalmente, te contaré mis contactos con ella y podré ex-presarte mejor mi admiración y mi agradecimiento. […] tengo 34 años y un historial muy complejo”.

Recibida la carta de Xavier el 18 por la tarde, el 19 por la mañana se había presentado en el Ministerio de Información y Turismo, en Ma-drid, y, a las once y cuarto, le recibía Joaquín de Entrambasaguas Gó-mez, “hijo de quien tú dices –explicaba a Xavier Garcia en la carta del 20-, quien también fue catedrático mío y que además de gastrónomo, en mi opinión, es tonto de remate”. Se refería al padre, Joaquín de Em-trambasaguas Peña, que tenía entonces setenta años y llevaba fama, en verdad, de hombre sumamente singular: lector empedernido, bibliófilo que contaba los libros por millares, un tanto huraño, prolífico escritor, estudioso de la literatura española del Siglo de Oro, y de Lope princi-palmente. Conocido de Pedro Sainz Rodríguez, estudioso también del Siglo de Oro y ministro de Educación Nacional del primer Gobierno de Franco (1938), le había llamado aquél para que se encargara de las Rela-ciones Culturales del Ministerio y, de esa forma, había comenzado una carrera politicoacadémica -e incluso diplomática- que, de rechazo, lleva-ría a su hijo al Ministerio de Información y Turismo, años después. En

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1974, sólo faltaban unos meses para que se jubilase Entrambasaguas Peña como catedrático de universidad (1975).

Almunia explicaba con gracejo a Xavier Garcia lo que había ocurri-do con Joaquín de Entrambasaguas hijo cuando le mencionó –ya en su despacho- a Rovirosa.

“Primero dieron un respingo fenomenal en el asiento. Luego hicieron fuuu como el gato. Después casi pretendieron per-signarse, cosa que delante mía [sic] no llegaron a ejecutar por aquello del pudor. Y finalmente me miraron dudando entre echarme a patadas del Ministerio o llamar a los Guardias pa-ra no ensuciarse los zapatos en mi trasero.

“En fin, comenzaron los tiras y afloja. Los pros y los con-tras y todas esas lindezas. Que si las conveniencias del Esta-do, que si la libertad de expresión, que si el aperturismo, que si Rovirosa había sido así o había sido asao. Pero no en va-no, Xavier, llevo muchos años en Madrid y conozco muchas cosas. Total, que a los diez minutos, comenzábamos a pactar. Te exonero de conocer los detalles de las negociaciones. Sólo quiero confesarte que me arrogué una representatividad tu-ya, debida a la necesidad de improvisar sobre la marcha. Es-taba seguro que si hubiera salido de aquel despacho sin algo en el bolsillo, difícilmente me abrirían las puertas de nuevo.

“Lo que me traje en el bolsillo, resultado de las negocia-ciones, es lo que sigue:

“lº) Que se prepare la versión castellana del libro "Roviro-sa, Home i Pob1e”, y, a ser posible, se cambie el título, evi-tando en él el nombre Rovirosa.

“2º) El Ministerio me da un voto de confianza (¡qué honor, chico!) para revisar el original y hacer las modificaciones que yo crea convenientes. (Por supuesto que no haría ninguna sin tu consentimiento y previa discusión del tema entre los dos.)

“3º) Que una editorial de Madrid (no de Cataluyna [sic]) presente la obra a Consulta Previa y, casi con toda seguridad, se autorizaría.

“4º) Una vez realizada la edición castellana, la Adminis-tración no podría prohibir la versión catalana.

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“5º) A todos los efectos prácticos, la Editorial Maves, S.L. (mi editorial) estaría dispuesta a editar la obra, corriendo por su cuenta los gastos y pagando al autor sus derechos (el 10% del precio de venta al público del libro). La tirada y el precio de venta se establecería a la vista del original.

“No sé si he conseguido algo o esto te parece una victoria pírrica. Pero no creo que podamos conseguir más por el mo-mento. El libro en catalán, de primer intento, no están dis-puestos a autorizarlo. Pero una vez en la calle la versión cas-tellana, no podrían negar su «traducción» al catalán. Yo hablo mal la lengua de Verdaguer y Fabra. Tal vez tú mismo podrí-as hacer una versión castellana, que yo podría revisar. De to-das formas, me agradaría leer el original catalán mientras tanto. Si me lo mandaras, recordaría con gozo mis tiempos en que leía a Pi y Margall en catalán. En fin, ahora eres tú quien tiene49 la palabra. Espero impaciente50 tus noticias.

“Nada más Xavier. Haré todo lo que pueda para que la biografía de Rovirosa vea la luz. Mientras recibo tus noticias, recibe mi paz, ancha y profunda.

“Un fuerte abrazo”51.

La propuesta sorprendió a Xavier Garcia por diversas razones (que eran, por otra parte, contradictorias, fruto de la perplejidad de lo que pedían aquéllos y de lo que ofrecía el poeta). Probablemente, no había oído hablar de la Editorial Maves, de la que corría en aquellos meses una traducción de Jack London: La aventura del gran norte, de Piero Peroni (1973), y los poemas del propio José Luis, Paisajes de mi mundo (1974, reedición de la de 1940), y se preparaba para editar más de una veintena de cuentos infantiles que aparecerían al año siguiente, en 1975: desde Un sastrecillo valiente hasta Robinson Crusoe, claro está que adaptado52.

También prosperaría con la edición de recortables para los niños y las niñas.

Entre los aficionados al fútbol, se conocían las Confesiones de un presi-dente (que Almunia había arrancado a Vicente Calderón –el empresario que presidía el Club Atlético de Madrid desde 1964- y que había publi-cado en 197153) y, sobre todo, por su biografía de Alfredo di Stefano, el gran delantero argentino del Real Madrid, editada ese mismo año54.

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Algo había en él, no obstante, que le inducía a embarcarse en una empresa que, como vimos, otros no se atrevían a afrontar, precisamente por el dinero que exigía.

Xavier Garcia tardó en responderle; lo consultó primero con Tomás Malagón o, mejor, le anunció que le llamaría Almunia y le pidió que le atendiera y le prestase su colaboración y su consejo, y le habló nueva-mente de la traducción al castellano, de la que podía hacerse cargo Víc-tor Manuel Arbeloa, como habían hablado un par de años atrás55. Y, al propio, Almunia, le contestó Xavier con la misma franqueza pero sin decidirse definitivamente:

“El recibir tu carta constituyó casi un susto agradabilísi-mo56 para mí. Yo, antes de recibida57, pensaba: «Este señor, aunque sea amigo de Gregorio58, me contestará dentro de unas semanas, diciéndome que mirará de hacer lo que pue-da, etc.» Y la respuesta fue en el término de unas horas.

“Te has abierto totalmente. Y esto es un don que estimo que hoy no se da a menudo. Me felicité por ello y te lo agra-decí en mi interior, vivamente. ¡Cuesta tanto59 ayudar…! Re-cibí tu carta la tarde de la víspera de Navidad. De manera que, dentro de la alegría íntima hogareña de aquél día, yo iba pensando en tantas cosas que me decías.

“Me ha alegrado mucho que seas un «señor» de 34 años. A esa edad yo empecé a formar parte de la Comisión Nacional de la Hoac, al lado de Rovirosa, Don Tomás Malagón, Casta-ñón y otros. Ahora tengo 55. Me alegra enormemente, por tanto, que ese «señor» a quien me incitó Gregorio, conozca la Hoac y la admire. En cuanto a tu incredulidad… cada uno es lo que es. Motivo mayor, para mí, de agradecimiento en tus gestiones. Delante de Jesús valdrán más los hechos por amor al hombre y a la bondad que no mucho rito y «cumplido» reli-gioso que no lleva nada de profundo ni hacia lo divino ni hacia lo humano. Yo tengo algunos buenos amigos que no creen a quienes quiero entrañablemente y con quienes traba-jo con la mayor ilusión.

“Supongo el espectáculo oficialesco ante tu mención del nombre de Rovirosa. Hiciste bien cuanto hiciste. De palabra, un día y otro, hablaremos con total libertad de todas estas cosas. Como sea, pero60, que tu gestión ha llevado la cosa hacia caminos en los que yo no pensaba, tengo que ponerte61

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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unos problemas. Yo pensaba (años atrás) que con la publica-ción del libro en catalán se podría pasar mejor a la traduc-ción al castellano.

“Tú hablas de la traducción. Tiempo atrás hablé con Víc-tor Manuel Arbeloa, sacerdote, de largo historial, navarro, para hacer la traducción al castellano. Supongo que el nom-bre te sonará. Fue el traductor de la biografía célebre, escrita por M[osé]n Ramón Muntanyola, sobre el Cardenal Vidal y Barraquer, con el título de «Vidal y Barraquer, Cardenal de la Paz». Me extraña mucho que este libro, uno de los más pelia-gudos que hayan podido escribirse en estos tiempos, pudiera salir en catalán y después ser traducido al castellano, y en cambio, con el [de] Rovirosa, no lo autoricen. Contéstame tu parecer. ¿O bien tú encontrarías otro traductor? Porque, cla-ro, tiene que ser un traductor que, a la vez, sea un autocen-sor, sabiendo todos los antecedentes que hay en este asunto.

“A más de las galeradas que hay depositadas en el Minis-terio, yo tengo un juego, el único que existe. Si tengo que en-viarlo al traductor, no puedo enviártelo para que lo leas.

“Me gustaría que hablaras de todo eso con Don Tomás Malagón, que vive en Colonia del Patriarca –calle Federico Mayo, nº 1, 1º (no sé su teléfono). Yo, por mi parte, también le escribiré. Le debo, por “devoción”, esa deferencia. Él, junto con el Dr. Gregorio, fue quien vio más vivamente a Rovirosa.

“Ya comprendes que hay muchos cabos que ligar y suje-tar.

“Cuando hablas de Editorial Maves y dices «mi editorial» ¿quieres decir que es de tu propiedad o que es la Editorial que edita tus libros?

“Yo creo que, en su momento, habrá necesidad de que nos veamos en Madrid, o en otra parte, y charlemos, después de una buena comida, con café, copa y puro, ofrecido por un descendiente de aquellos catalanes avaros, como decía Dan-te.

“¿No crees que es absurdo que «exijan» que no figure el nombre de Rovirosa en la cubierta del libro? ¿No es ridículo eso? ¿Se ha visto nunca en la historia? ¿Cómo se puede compaginar?

“¿Quieres decir que, con ese «voto de confianza» a ti, esos señores ya van a dar la autorización?

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“¿Crees tú que ese Estrambasaguas no es un funcionario de tercera y que quizás habría posibilidad, por parte tuya o de otro, de acudir a otro superior suyo?

“Suponiendo que el traductor Arbeloa no pudiera hacerlo (porque debería hacerse la traducción en un plazo reducido) ¿no habría nadie de tu confianza que pudiera encargarse de ello?62

“Todas esas son cosas que me va sugiriendo la lectura de tu carta. Contéstamelas, por favor, para mayor tranquilidad mía y para saber mejor a qué atenerme. Y entonces empezaré a poner las cosas en marcha.

“Ya ves, pues, que, aunque sea entre nosotros, la cosa ya marcha. Gracias a ti. No haré nada de cuanto te digo hasta recibir tu respuesta. Si te parece, busca antes qué opinan Gregorio y Don Tomás63.

“Un abrazo, hermano”64.

1 Según afirma Xavier Garcia a Josep Pont i Gol, arzobispo de Tarragona,

Villanueva y Geltrú, 24 de noviembre de 1971 (doc. 19711124ACPHOAC_FXG_503_103).

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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2 Doc. 19710616ACPHOAC_FXG_106. En catalán en el original.

3 Reus, 9 de enero de 1971 (doc. 19710109ACPHOAC_FXG_106). Origi-nal en catalán.

4 Cfr. Mireia Sopena, Editar la memòria: L’etapa resistent de Pòrtic (1963-1976), Barcelona, Abadia de Montserrat, cap. 2 “Josep Fornas, un actiu de la resistèn-cia antifranquista” (págs. 20-36).

5 No hay que olvidar que lo que presentaron a los censores fueron las gale-radas –como era habitual- y que iban impresas en 378 tiras de papel que, luego, habría que acoplar al tamaño de las definitivas páginas. Se trataba de un texto que se aproximaba a los dos millones de caracteres, espacios incluidos, según nuestros cálculos, hechos sobre las propias galeradas.

6 Que se conserva en el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares, España; en adelante AGA), (3)50,73/1088.

7 Como la del jefe de Sección, la firma es ilegible. El oficio recibido por Xavier Garcia, Madrid, 27 de agosto de 1971, doc. 19710827ACPHOAC_FXG_503_103.

8 Cit. ibidem, 35. Original en catalán.

9 No se halla, desde luego, en el expediente del AGA que citamos en estas notas, ni hay ningún otro que concierna a la misma obra. La noticia de esa petición y la sugerencia de Xavier Garcia de que se habla a continuación, arri-ba, en Sopena, Editar la memòria…, 79.

10 Vid. necrológicas de Jubany en El País y ABC, 27 de dicembre de 1996.

11 A Josep Pont i Gol, arzobispo de Tarragona, Villanueva y Geltrú, 24 de noviembre de 1971 (doc. 19711124ACPHOAC_FXG_503_103). Original en catalán.

12 Manresa, 30 de septiembre de 1971 (doc. 19710930ACPHOAC_FXG_106). En catalán en el original.

13 Maur Boix, sin duda.

14 Miquel Estradé a Xavier Garcia, Monserrat, 13 de octubre de 1971 (doc. 19711013ACPHOAC_FXG_106). Lo traducimos del catalán del original. Del día 7 inmediatamente anterior, hay una carta mecanografiada, en catalán, de

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“Daniel” a Xavier Garcia, que expresa con suma viveza las inquietudes del momento (doc. 19711007ACPHOAC_FXG_106).

15 Doc. 19711212ACPHOAC_FXG_106. Traducimos del original, que es-tá en catalán.

16 Doc. 19711123ACPHOAC_FXG_107.

17 En ese sentido, “Acta de la reunión del pleno de la Comisión Nacional de la HOAC (Octubre – Día 2 y 3)”, 19711002ACPHOAC_69_5.

18 Barcelona, 463 págs.

19 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 4 de junio de 1972, ACP-HOAC_FXG_107, núm. 10-11. Ibidem, 107, núm. 6-7, hay otra del mismo al mismo sobre los mismos asuntos, y varios ejemplares de la circular que remi-tieron a los amigos y conocidos para difundir el libro sobre Villanueva y Gel-trú, en doc. 19720000ACPHOAC_FXG_503_103. Más, de Ramón a Xavier, Manresa, 3 de julio, 22 de septiembre y 22 de diciembre de 1972, ibidem, 107, núm. 13, 14 y 16. Originales en catalán.

20 Barcelona, 11 de enero de 1973, ACPHOAC_FXG_107, núm. 21. Tra-ducimos del original catalán.

21 Carta de 9 de enero de 1973, en catalán en el original (ACP-HOAC_FXG_107, núm. 39-41).

22 Francesca (sin apellido) a Xavier Garcia, Barcelona, 19 de marzo de 1973 (doc. 19730319ACPHOAC_FXG_107).

23 En el original catalán, picat, forma coloquial de decir que un texto estaba ya mecanografiado o compuesto en la imprenta.

24 Barcelona, 7 de julio de 1973 (doc. ACPHOAC_FXG_107, núm. 42).

25 Subrayado en el original.

26 Subrayado en el original.

27 También subrayado en el original.

28 Madrid, 13 de junio de 1973 (doc. ACPHOAC_FXG_107, núm. 44).

29 Claro es que en catalán en el original, pero con mayúsculas: “GARRI-GOSA, SIMPLEMENT”.

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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30 Doc. ACPHOAC_FXG_107, núm. 42.

31 Navàs, sin fecha, ACPHOAC_FXG_107, núm. 49. Original en catalán.

32 Vid. necrológica en ABC, 28 de abril de 2011, pág. 74.

33 Navàs, sin fecha, ACPHOAC_FXG_107, núm. 49. Original en catalán.

34 Catalanismo, por “escribí”.

35 Doc. 19740325ACPHOAC_155_13. La copia, en 19740325ACPHOAC_FXG_503_103. La nota identificativa de la tumba, doc. 19640229ACPHOAC_FXG_503_103.

36 Doc. 19740328ACPHOAC_FXG_503_103, del que hay copia mecano-grafiada 19740328 ACPHOAC_155_13.

37 Misser a Xavier Garcia, Armentières, 18 de febrero de 1974 (doc. 19740218ACPHOAC_FXG_108). Traducimos del original catalán.

38 Doc. 19740310ACPHOAC_FXG_108. Original catalán también.

39 Madrid, Librería San Martín, 2 volúmenes.

40 Madrid, 2 volúmenes.

41 Barcelona, Planeta, 572 págs.

42 En el original, em fa l’afecte. Es el cit. doc. 19740310ACPHOAC_FXG_108.

43 En castellano y entre comillas en el original, que está escrito en catalán. Se trata, por tanto, de otra carta de Misser a Xavier Garcia, Armentières, 5 de abril de 1974 (doc. 19740405ACPHOAC_FXG_108).

44 En el original, entrecomillado, tot o res. Es una consigna maximalista que se atribuía en el siglo XIX a los carlistas catalanes y que luego se adjudicó a los catalanistas también y dio lugar al sustantivo “totorreísmo”, con que se deno-minaba la actitud de aquellos que no querían transigir en ninguna de sus de-mandas políticas. Eran aún expresiones vivas cuando escribíamos estas pági-nas. En un foro “internáutico”, un anónimo que firmaba “Dabú” decía el 9 de marzo de 2011 que los nacionalistas catalanes “blandos” estaban cambiando. “Muchos ya piensan en términos de ‘todo o nada’”. Y otro le replicaba que “eso durante la II república se llamó totorreísmo”

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(www.vozbcn.com/2011/03/09/61946/dominguez-no-independencia-independentismo).

45 El texto catalán original, en Sopena, Editar la memòria…, 58. La cursiva, en el texto citado. Probablemente equivale a subrayado en la carta original.

46 Barcelona, 214 págs.

47 Se refiere, probablemente, a las descritas en el impreso anejo.

48 Madrid, noviembre de 1974, doc. 19741100ACPHOAC_FXG_503_103_1974.

49 Dice “tienes”.

50 Dice “impacientes”.

51 Doc. 19741220ACPHOAC_FXG_503_103_1974.

52 Hemos localizado veinticuatro títulos de 1975, a los que hay que añadir la reedición de dos obras de Adolfo Lafarga Lozano sobre los conciertos eco-nómicos vascongados y la nobleza vizcaína.

53 Madrid, Aler, 179 págs.

54 Alfredo di Stefano: Biografía de un maestro del fútbol, Madrid, Aler, 164 págs.

55 En ese sentido, Xavier Garcia a Tomás Malagón, 7 de enero de 1975, doc. 19750107ACPHOAC_FTM_1975.

56 Palabra manuscrita puesta arriba como inciso.

57 “Antes de recibida” es un inciso manuscrito sobre la línea.

58 Gregorio Ramón.

59 Dice "cuesta tanto de ayudar”.

60 Es un catalanismo, por “Como sea, sin embargo, que tu gestión”…

61 Aunque es gramaticalmente correcto, no suele usarse ese verbo “poner” en esa acepción. Valdría “plantear”.

62 Todo este párrafo está tachado a mano, con un aspa, en el original (que suponemos es, en realidad, un borrador).

63 Esta última oración, desde “Si te parece”, manuscrita.

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64 Doc. 19750200ACPHOAC_FXG_503_103.

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VIII. AÑOS PARA LOGRAR LA CENSURA DE LA CENSURA

1975: interviene el ministro de Información, León Herrera...

No sabemos más de aquella gestión. La carta de Xavier da idea, sin embargo, de la renuencia del autor a cambiar lo que se le pedía y deja adivinar las objeciones que pudo ponerle el consiliario a quien lo con-fió.

Es posible también que Fornas le insistiera en la intención de publi-carlo en catalán -y en Pòrtic- contra viento y marea y que le recordase (con razón) que el libro estaba ya en galeradas y eso había supuesto un gasto…

Llama la atención el hecho de que, al paso, se planteara en la HOAC la conveniencia de elaborar la historia de la Hermandad, empezando –claro es- por los días de Rovirosa, aunque se tratara de dar tan sólo un primer paso, reunir testimonios –entre ellos el de Xavier Garcia- y or-ganizar un cursillo sobre ello1. Da la impresión de que el ahora presi-dente –Juan Fernández- veía en ello un instrumento necesario para revitalizar la Hermandad. Acabaría por intentar que la HOAC pasara a ser una asociación jurídicamente independiente, relacionada desde lue-go con los obispos –de quienes sería “colaboradora”- sin conexión jurídica alguna, no obstante, ni con la Acción Católica ni dependencia estricta de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, con la que se negociarían, en su caso, los nombramientos. Le apoyaron –y llegaron a firmar con él el anteproyecto de estatutos el consiliario nacional –José Domínguez- y Alcalde2.

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También es singular que la sensación de que estaba al caer el cambio político –por la enfermedad y vejez de Franco- llamase la atención de otro rovirosiano –Julián Gómez del Castillo- para proponer al mismo Xavier que participase en la formación de un frente sindical, estricta-mente obrero y partidario del socialismo autogestionario, y que, tam-bién al paso, le comentara en mayo de 1975 que el nuevo ministro de Información y Turismo, León Herrera y Esteban, había sido amigo de Rovirosa y que quizás era ésa la oportunidad esperada para que saliera adelante la biografía. Conocía a amigos comunes que podían llevar a cabo la gestión; sólo necesitaba que Xavier le enviara un par de copias del libro3.

León Herrera había sido nombrado el 11 de marzo inmediatamente anterior y hay que decir que la actitud en relación con la Hermandad Obrera de Acción Católica no se dejaba ver en sus subordinados. Sin ir más lejos, el 22 de mayo, dos funcionarios del Ministerio hicieron efec-tiva la orden de secuestro de los 26.000 ejemplares que se habían im-preso del Boletín de la HOAC (ya Noticias obreras como subtítulo) número 664, correspondiente a la segunda quincena de ese mes4.

Pero no dejaba de ser verdad que el nuevo ministro había tratado a Rovirosa, concretamente hacia 1942-1946, o sea cuando Herrera conta-ba entre veinte y veinticuatro años (había nacido en Jaén en 1922) y acababa de licenciarse en derecho por la universidad de Granada (1942). Poco después, en 1943, ingresaría en el cuerpo jurídico del ejér-cito del Aire. Debieron coincidir en el Consejo Diocesano madrileño de Acción Católica y en alguna o algunas asambleas de la propia A. C. Pero, el mismo año en que Rovirosa recibió el encargo de organizar la HOAC (1946), ganó aquél, por oposición, la condición de fiscal y su vida se encarriló definitivamente por senderos de alta política. General de División Consejero Togado, fue sucesivamente director general de Empresas y Actividades Turísticas, también de Correos y Telecomuni-caciones, subsecretario de Gobernación y, al cabo, ministro de Infor-mación y Turismo, esto último entre el 11 de marzo y el 12 de diciem-bre de 19755.

No sabemos si habló Xavier con Julián ni si medió entre ambos conversación alguna. Lo que sabemos es que, el 11 de julio de 1975 –con la prudencia de poner “Javier García” al pie de la firma manuscrita,

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en la que era visible la “X” mayúscula de “Xavier”-, era el propio autor quien escribía al nuevo ministro de Información y Turismo. Se presen-taba a sí mismo (“me llamo Javier García, tengo 55 años, resido en Villanueva y Geltrú [Barcelona], domiciliado en la calle del Agua nº 50”); le hacía saber lo que sabemos: que, hacía cuatro años, se le había denegado a los editores de Pòrtic la autorización para publicar el libro; que todos los esfuerzos que siguieron habían sido inútiles y que las gestiones que hicieron los propios editores “para ver de hacer factible la aparición de dicho libro” habían sido infructuosas, “con mucha extra-ñeza por parte tanto del Editor como mía”.

Si se animaba ahora a dirigirse a León Herrera era porque se había enterado –Xavier- que el entonces ministro “había sido amigo de Gui-llermo Rovirosa por haber trabajado juntos dentro del Consejo Dioce-sano de la Acción Católica por allá en los años cuarenta”. Y seguía:

“Ante ello, me he decidido a escribirle, convencido de que Vd. no se tomará a mal mi atrevimiento y que tomará un interés especial en este asunto. Vd. conoce, pues, sobradamente, la excepcional importancia de la categoría humana y apostólica de un hombre de la talla de Rovirosa. Yo le conocí íntima-mente durante los últimos años de su vida y ello fue lo que me indujo a escribir sobre su vida, convencido como estoy que es uno de los hombres más importantes que ha tenido la Iglesia en España en estos últimos siglos, de similar altura a los más preclaros de ella.

“Digo que no acabo de comprender el hecho de que por parte de la citada Dirección General [de Cultura Popular] se hubiese manifestado la no conformidad a la publicación del libro cuando él no es otra cosa sino una exaltación del valor profundamente evangélico y de sumisión total a la Iglesia, al Papa, a los Obispos, de un hombre que de agnóstico y des-hecho pasó a la cumbre de los grandes convertidos y de los apóstoles más íntegros que han pisado el suelo hispano.

“Al saber la amistad de Vd. con él me he apresurado a po-nérselo en su conocimiento. Pienso, con ansia, que Vd. toma-rá todo su interés en esta cuestión. Así lo estoy pidiendo a Jesús desde entonces.

“Yo no sé si la negativa de cuatro años atrás a la autoriza-ción fue debida a una determinada visión de las personas

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que ejercían la función de examinadores. Por otra parte, des-de entonces he visto en los escaparates multitud de libros de todo tema, de dudosa honradez en cuanto a buscar el bien de la gente, algunos de ellos biografías de personajes que distan muchísimo de la limpieza de un hombre como Rovirosa del cual se ha hablado incluso de una posible incoación del pro-ceso de beatificación.

“Por mi parte me permito decirle que afirmo que el libro no es otra cosa sino una gran demostración del profundo amor de Rovirosa a los pobres y a la Iglesia. Y si algún defec-to, en algún aspecto, hubiere, debido a mí, inadecuado, con mucho gusto yo comprendería que fuere suprimido o enmen-dado. Lo que no puedo comprender es que sea desestimado y rechazado, en bloque, un libro sobre un santo.

“Excúseme Vd. el atrevimiento que he tenido de molestar-le. Ante la grata noticia de su amistad con Rovirosa, el hom-bre a quien más quiero en la vida, me he decidido a ello.

“Si fuese necesaria mi presencia en Madrid para examinar algún problema, yo estaría dispuesto a desplazarme acto se-guido. Sepa Vd. que no me movió a escribir dicho libro otro móvil que el de ayudar a mucha gente, principalmente dentro de la Iglesia, a encontrar los caminos de fidelidad, siguiendo los dictados de la mayor sensatez.

“Lo dejo en las manos de Vd. Que Jesús le asista siempre, en todos sus cometidos”6.

León Herrera no comentó su relación con Rovirosa al responder a Xavier Garcia. Pero lo cierto es que lo hizo en persona, por carta el 29 de julio, en la que anunciaba a Xavier –“Mi querido amigo”, le llamaba- que trasladaba su escrito al director general de Cultura Popular, “quien se pondrá en contacto con usted”, añadía, “para tratar de resolver rápi-damente el problema planteado”7.

En realidad, había sido el jefe de la Secretaría particular del ministro quien enviara el 15 de julio de 1975, al director general mencionado, la carta de Xavier, y el proceso de revisión se había puesto en marcha de inmediato: del director general había pasado al subdirector general de Promoción y Ordenación Editorial –Joaquín de Entrambasaguas, a quien ya conocemos- y éste se la había remitido el día 24 al jefe del

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Servicio de Régimen Editorial con el ruego de que le informase sobre el asunto.

El director general era entonces Miguel Cruz Hernández, discípulo de Ortega y Zubiri, filósofo prestigioso –especializado, además, en el pensamiento filosófico árabe-, catedrático de universidad sucesivamente en Granada, Salamanca y la Autónoma de Madrid, al socaire de los cargos políticos de alcalde de la propia Salamanca (1958-1962), gober-nador civil de Albacete (1962-1968) y, en aquellos momentos, desde 1974, presidente del Instituto Nacional del Libro Español, además de director general de Cultura Popular8.

De lo que sigue –y de unas notas manuscritas que se conservan gra-padas con ese último documento del expediente de censura-, podría deducirse que el jefe del Servicio se limitó –quizás- a revisar las páginas donde el censor de 1971 había propuesto tachaduras y que las redujo a la 28 (que fue una de las dos que rodeó con un círculo, detrás del cual anotó las palabras del original que presentaban Cataluña como una “nación libre”), la 68, la 102, de la 220 a la 222, la 347, la 354 (que era la otra señalada con un círculo, sin duda porque, en ella, se hablaba de la “patria catalana” y el censor de ahora proponía cambiar esa expresión por “Cataluña”), 355, 356, 358, 359, 360 y 361.

Debajo de esas notas, hay una minuta manuscrita –como todo lo demás- que parece decir “Supresiones señaladas por la Superioridad”; aunque esta última palabra no es del todo legible. En otra octavilla, grapada también con la anterior y lo demás, otra minuta manuscrita parece que se expresa en estos términos:

“El ejemplar [está] en poder [del] S[ubdirector?] G[eneral?]. Se resolverá en S[e]ptiembre”.

Es posible que la respuesta de León Herrera a Xavier Garcia –aquella del día 29 de julio de 1975- fuera redactada por el mismo direc-tor general –Miguel Cruz Hernández-, primero porque hay copia meca-nografiada de esa respuesta del ministro en el mismo expediente de censura donde se halla también la que envió a Xavier el propio Cruz Hernández y, segundo, porque se dan las circunstancias de que lleva la misma fecha (29 de julio de 1975) y parece haber sido escrita con la

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misma máquina y por persona que componía de un mismo modo ese tipo de escritos desde el punto de vista gráfico.

Sea como fuere, el director general le explicaba que, “dadas las fe-chas”, le era difícil adoptar una solución inmediata. Dicho de otra ma-nera, el primero de agosto se iba de vacaciones casi todo el mundo; así que sugería que, en el mes de septiembre inmediato, se pusiera en con-tacto con el propio Entrambasaguas, cuyo teléfono oficial le anotaba (455 53 83) y él resolvería el problema.

“Puedo adelantarle –anunciaba Miguel Cruz Hernández- que se ha revisado ya el expediente para la edición de su obra, aunque tal vez sea conveniente, como usted mismo su-giere, alguna ligera supresión”9.

Así que, el 8 de septiembre, sin ocultar –al poner la fecha en la carta- que era la fiesta de la “Natividad de la Virgen”-, Xavier Garcia escribió a Entrambasaguas para acusar recibo de todo lo anterior y rogarle que le comunicase “lo que estim[as]e conveniente para llegar a la solución deseada, puesto que desconozco”, añadía, “lo pertinente en casos como el actual”. Sí creía, no obstante, que, “para lograrlo”, era “mejor camino el contacto personal, extremo que también comparto”, explicaba Xavier, “le manifiesto que yo podría venir a Madrid dentro de unos días”.

Claro es que “venir a Madrid” era un giro lingüístico del castellano usual en Cataluña y que Xavier Garcia escribía la carta en Villanueva10.

Entrambasaguas le respondió el día 11 de septiembre que era, en efecto, lo mejor; que le agradaría mucho “cambiar impresiones” con el autor; que fuese a la villa y corte cuando pudiera y que le avisara al telé-fono que le había dado el ministro para concertar la entrevista11.

La alegría (compartida) ante la esperada autorización: hacia la edición castellana

Todo estaba, por fin, en vías de arreglo. En la segunda quincena de septiembre de 1975, Xavier Garcia estaba en Madrid y en el Ministerio de Información y Turismo, donde se entrevistó –es de suponer- con Entrambasaguas y de donde salió, en todo caso, convencido de que el

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asunto se había arreglado finalmente. Y cantó victoria: fue directamente a la Comisión Nacional de la HOAC para dar la noticia: “El Gobierno ya ha dado el permiso sobre el libro Rovirosa [sic]”. Así que había que pensar en la traducción, sin más:

“Al final de enero saldrá la edición catalana. Pero ya tenemos que pensar en la edición castellana, para dentro de la prima-vera. Ahora escribo a D. Víctor Manuel Arbeloa para la tra-ducción”.

Sólo pedía, a los de la Comisión Nacional, que se lo tomasen en serio. “Caso contrario o que, por los motivos que fuere, no pudiese la C.N. proceder a la edición, ruego que tenga la bondad de comunicármelo lo más pronto posible”. Se dirige a un corresponsal (“D. José”) que bien podría ser el entonces consiliario nacional de la HOAC, José Domín-guez. (Lo fue entre 1974 y 1978).

De esa carta mandó copia a Malagón el 24 de septiembre12, cuando ya había comenzado a correr la noticia y había escrito, en efecto, a Ar-beloa para que se pusiera a trabajar13.

Es probable que redactase entonces una presentación de la biografía donde aparece el título alargado y se habla de la preparación de las edi-ciones en castellano y en francés: Rovirosa: home i poble, veu i senyera (“Ro-virosa: Hombre y pueblo, voz y bandera”14).

Es probable asimismo que, además, pidiese la colaboración de los amigos y correligionarios de la HOAC para que el libro se vendiera15. Desde Manresa, Ramón Estrada, aquel administrativo que se había formado con Rovirosa, le escribía a finales de septiembre que “había llegado a pensar mal hasta del editor; su actitud con Montserrat, tanto por el libro panfletario que admitió editar como por la manera descon-siderada con que reaccionó cuando, desde la Abadía, se le hizo notar la inconveniencia de la publicación”. (Se refería acaso a Laus petandi: Elogi del pet [o sea “Elogio del cuesco”], de Ortuinus Gratius, prologado por el licenciado Petau, que se atribuía a un monje que había dejado Mont-serrat y que Fornas había reeditado en 197016).

No era eso, claro, lo que preocupa ahora a Estrada, sino la posibili-dad de que el libro requiriese revisarlo “de arriba abajo”. En los cuatro años que habían pasado desde 1971 –cuando el libro fue a la censura-,

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la mentalidad había cambiado, incluso en profundidad, y no quedaban demasiados –a su juicio- que intentaran mantenerse fieles a los recuer-dos y a los principios que habían aprendido de Rovirosa; “es necesario ponerse en el lugar del posible lector; es a él a quien hay que complacer e interesar principalmente”.

Y una cosa más –que recordamos ya señalaba Malagón hacía unos años, concretamente en 1967, según vimos-:

“No sé si, teniendo en cuenta las circunstancias actuales y los sucesos que van precipitándose, no sería aconsejable también poner al día prudentemente su publicación. Si es que realmente hay alguna persona interesada en que no sal-ga, hay que pensar que, [ante] el primer ejemplar que vea, in-ventará cualquier pretexto para fundir la edición”.

No se fiaba, en suma, de que el asunto estuviese resuelto. Y no pa-rece atrevido suponer que a quien temía era al cardenal Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid desde 1971 y presidente de la Confe-rencia Episcopal Española desde ese mismo año. Recordemos que se le atribuía la responsabilidad –compartida con otros- en el cese de Roviro-sa en 1957.

“Pero no hagas demasiado caso de estas impresiones –añadía Ra-mon Estrada-.

Ya sabes que me decanto fácilmente al pesimismo. De mo-mento, me haré con tres ejemplares. ¿Has hablado de ello a mosén Asens? Supongo que sí, claro. A ver qué sale de la reunión que propones; deberían asistir, como mínimo todos los de la reunión de San Vicente.

“Comprendo tu ilusión y la comparto; ten la seguridad de que todos los demás obstáculos se podrán superar si anda-mos listos. A ver si el panorama se aclara de una vez, porque el que hay ahora es abrumador, y tantas víctimas, Se-ñor…”17.

Su corresponsal se había reunido el viernes anterior con el equipo de la HOAC a que pertenecía. Y, de lo que se dijo allí, tuvo otra informa-ción Xavier Garcia, por uno más de los asistentes. Dos de ellos –Perramón y precisamente Estrada- habían arrugado la nariz al oír la noticia de la publicación de la biografía; “Estrada, principalmente, por

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las dudas que tiene sobre la objetividad del texto y el «desfase» que pueda haber en él después del tiempo que ha pasado; en cuanto a Pe-rramón…, pues más o menos, valora más las dificultades que ve para colocarlo”.

También este otro corresponsal advertía “cierta «resaca»” hacía tiempo.

Pero no se trataba de ceder ante aquellas u otras dificultades18.

Al menos, Fornas –el editor- no cedía. Al comenzar noviembre de 1975, en la imprenta que se encargó de la impresión de la biografía, ya habían empezado a corregir las galeradas19.

Dios dispuso, no obstante, que Franco se agravara y que todos los españoles –mucho más los políticos (y no digamos los que eran respon-sables del Ministerio de Información)- pasaran a ocuparse de manera distinta pero, en todo caso, absorbente, de las vicisitudes de la salud del jefe del estado, y eso hasta el 20 de noviembre, que fue cuando murió. Todavía el 19 de octubre de 1975, otro rovirosiano catalán, Ramón Bielsa, respondía a Xavier García entusiasmado con la noticia de la edición del libro. “Al fin, el buen Dios nos ha concedido la gracia de que el libro sobre nuestro querido y recordado Rovirosa20 (acs21) salga a la luz. Cristo nos dijo «pedid y se os dará»… Realmente, con fe y pa-ciencia, todo se consigue…”.

Aunque se refería a la colaboración que Xavier le había pedido para difundirlo, Bielsa consideraba que la tenacidad era cosa muy española, por más que le pareciese, a veces, excesiva: “No sé si resultará un poco caro cada ejemplar; pero, con todo, cuando queremos hacer algo, los españoles somos únicos. Tenemos el caso de los jugadores de fútbol, [a los] que llegamos a pagar cifras astronómicas cuando se trata de jugado-res extranjeros que interesan…”22. Ya había echado a andar el “capita-lismo futbolístico” que caracterizaría a España en adelante...

Se interpone la Parca

El 27 de octubre de 1975, es de Armentières, donde vivía Joan Mis-ser, de donde le llegan las mejores noticias. El fundador del Front Obrer de Catalunya y de Pax Christi en los años cincuenta23 acababa de

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ir a Bruselas para hablar con Jean Delfosse sobre la posibilidad de tra-ducir la biografía de Rovirosa (y Subjecte, del religioso escolapio Lluis Maria Xirinacs24) al francés. Barcelonés de 1932, Xirinacs era el hombre del día en Cataluña y en la prensa de toda España; se había ordenado sacerdote en 1955 y no tardó en mostrar una actitud tajante frente al Régimen; ya había ido a la cárcel por ello en 1972 y en 1974 y se le había propuesto para el premio Nobel de la Paz en el mismo año 1975.

“Por lo que se refiere al [libro] de Rovirosa –le comenta Misser a Xavier Garcia, en catalán, en la carta del 27 de octubre de este año-, me dijo Delfosse que, desgraciadamente, la cosa se había retrasado dema-siado, pues actualmente, con la gran crisis del libro religioso, no ve posibilidad de conseguir que lo acepten en el consejo de publicaciones de Casterman, pues la primera y definitiva razón es siempre de tipo financiero”. Casterman hubiese sido, es obvio, una opción ambiciosa. Era una de las editoriales francesas más prestigiosas. En ella publicaba Georges Remi, más conocido por su pseudónimo, Hergé, desde 1934, las aventuras de Tintín –que aparecían hasta entonces en tiras sueltas en un periódico-, uno de los fenómenos editoriales más importantes de la época.

Pero Delfosse pensaba que podría conseguir fácilmente que lo pu-blicasen en las Éditions ouvrières, de París, o en La Vie Ouvrière, de Bruse-las, “una y otra, antiguas editoriales de la JOC”. Hacía falta, sin embar-go, que enviase “los originales” franceses y preparar seguidamente la traducción de los catalanes y demás. Misser creía que el libro de Xavier era una mera recopilación de los testimonios que le habían llegado:

“haría falta tener, cuanto antes mejor, los originales. Digo bien los originales, o sea que, sin duda, los que serán decisi-vos son los originales franceses, comenzando por el de Del-fosse mismo. Eso es decisivo, y cuanto antes, mejor. Por otra parte, en cuanto a los otros, también harían falta los origina-les, pues alguien habrá aquí que pueda leerlos. Quedan los catalanes, sobre los cuales nos dan total confianza, si los demás les gustan.

“Te ruego, pues, que envíes esos originales tan rápida-mente como puedas. En cuanto a los catalanes, podrías en-viar un ejemplar de las galeradas [de la edición de Pòrtic], por

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ejemplo. Seguidamente, mi hijo Francesc comenzaría la tra-ducción, asesorándole yo mismo si fuese conveniente.

“Caso de que no puedas enviarlo enseguida, con tal de ganar tiempo, podrías enviarnos un índice de cada escrito con los títulos y el nombre del autor. Y mejor si, con ello, fue-ra alguno de los artículos franceses. Cuanto más envíes, me-jor; pero, en todo caso, no esperes a tenerlo todo: envía lo que tengas a mano”.

Y una acotación singular:

“¿Has pensado incluir algo sobre las cooperativas de Mondragón, como resultado aplicado de las ideas de Roviro-sa? Creo que sería una gran cosa, que podría inclinar favora-blemente la balanza. En caso necesario, quizá podrías encar-garlo, aunque no estuviese en la edición original. ¿Qué te pa-rece?25”.

De la acotación, podía deducirse que el grupo que formaban las co-operativas de Mondragón –que ya eran famosas en medio mundo- había surgido de la iniciativa de Rovirosa. La verdad es que no tenemos noticia de que ocurriera así26.

En realidad, fue más grave lo que Xavier Garcia leyó en la carta que le escribió Tomás Malagón cuando recibió la suya, donde le anunciaba la publicación de la biografía, y otra más que le mandó el 10 de octubre para insistirle en que esperaba la respuesta de la Comisión Nacional de la HOAC sobre la edición castellana; quería saber si tenía que hacer gestiones en otro lugar para publicarla27:

“Ahora que ya va a ser un hecho la edición del libro”, le dice Mala-gón,

“yo desearía decirte sobre él lo siguiente, que ya de palabra te dije en su día: cuando tuve en mi poder el texto catalán de la obra, vi que había cosas que deberían ser redactadas de mo-do más exacto y constructivo para la marcha de la HOAC a la que tanto amor tuvo Rovirosa. Yo estuve deseoso de hacer ese trabajo de colaboración, de acuerdo contigo. Pero nunca tuve la traducción castellana que yo necesitaba para ello. Es-peré como tú, inútilmente, que Ruiz Campos la hiciese; pero no la hizo. Después surgieron las dificultades de publicación. En consecuencia, yo no he podido ofrecerte mi colaboración,

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que juzgo necesaria en este caso. Pienso que sin este trabajo no deberá salir la obra a la luz pública. No es largo; pero son cosas importantes. Estoy a tu disposición. Podrá hacerse en unos pocos días. Pero yo no puedo hacerlo sino contigo al la-do o con la versión castellana. Te ruego que pienses lo más conveniente”.

Habían hablado de ello en la Comisión Nacional y la impresión era la misma: “si se hace este trabajo de colaboración, asumirá con entu-siasmo la tarea de la edición castellana. De otro modo, no estoy seguro de que sea posible. […] Te debes decidir, creo yo, a que esto se haga. Si se hubiera hecho antes, muchos disgustos y malentendidos no existirí-an. Pero así la Comisión Nacional tiene sus temores”.

Le escribía desde Granada, el 29 de octubre. Pero esperaba perma-necer en Madrid todo el mes de noviembre y eso permitiría abordar la tarea en cuestión, si Xavier estaba dispuesto28.

Y estaba dispuesto, claro es. “Quisiera complacerle en lo que dice. Nunca –a pesar de la soledad horrible- me ha movido otro afán y otro amor que el de la Hoac. Y nunca, fuera de sus ambientes habituales, la Hoac ha sido glorificada como en el libro”. El problema era que, en la imprenta, ya estaban corrigiendo galeradas y lo más que cabía hacer era introducir las correcciones pertinentes en “las dos docenas de páginas más delicadas”, que eran –le comentó Xavier por carta de 8 de noviem-bre- las que preocupaban a Malagón. Se refería al capítulo “La trayecto-ria y la línea”. Estaba dispuesto a ir él mismo a Madrid del 6 al 8 de diciembre. “Pero la «broma» me cuesta unas 7.000 pesetas entre avión y estancia. [...] Llego29 ya a la raya de 200.000 p[ese]tas gastadas. Y supon-go que saldré muy mal de todo eso”.

Pero, si hacía falta, iría30.

El 20 de noviembre de 1975, moría Francisco Franco y se abría un período de enorme expectación política en toda España. Es importante señalarlo porque, si se trataba de revisar la biografía para evitar proble-mas, el elenco de los que podían suscitarse se hizo mucho mayor, y las incógnitas, también.

Debió ser tranquilizadora, sin duda, la aclaración que le hizo Mala-gón en una nueva carta, de 30 de noviembre, donde tomaba nota de la respuesta de Xavier y de su propósito de verse el 6 de diciembre en

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Madrid; pero le adelantaba que “al hablar del estudio común que los dos vamos a hacer de tu libro, […] se trata principalmente de mirar la redac-ción31 en lo que se refiere a algunas personas que a la HOAC no le inter-esa tenerlas en contra ahora, cuando tanto trabajo nos ha costado variar su actitud. Y ahora le manifiestan cariño; alguno de ellos se ha distin-guido después en actos a favor de Rovirosa. Me refiero a gentes de la Iglesia. Se trata de mirar cómo se dice la verdad sin ira y con la com-prensión a la que tienen derecho por lo que después han manifestado. Digo esto porque el título del capítulo que me indicas en tu carta no coincide con lo que yo recuerdo que hay que mirar. Esto va, más bien, en el capítulo en que tratas de las acusaciones contra Rovirosa y las dificultades que él y yo encontramos. Pero es bueno que traigas tam-bién lo que dices”.

Dos años aún, hasta la censura de la censura (1977)

Al parecer –quizá por lo inquietante de la propia situación política para los hombres del Régimen, con la muerte del dictador a la vista y la imprevisibilidad de lo que pudiese ocurrir-, Fornas había decidido arriesgarse a publicar la biografía. Pero, el 9 de diciembre de 1975 –diecinueve días después de que muriese el jefe del estado-, Xavier Gar-cia escribía al editor que detuviese la impresión porque Entrambasaguas y él habían acordado introducir “unos ligeros retoques en algunos pun-tos vidriosos”32.

Eso, el día 9. Tres días después, el 12 de diciembre de 1975, cesaba León Herrera como ministro de Información, le seguía Miguel Cruz Hernández como director general de Cultura Popular y, con ésas, la publicación del libro de Xavier quedó nuevamente en suspenso. El 5 de marzo de 1976, el consiliario nacional de la HOAC –José Domínguez- aún le escribía para manifestarle el interés de la Hermandad en publicar la biografía de Rovirosa en castellano, una vez que la hubieran leído.

Le pedía que encargase directamente la traducción o que, al menos, le enviase una fotocopia de la versión catalana, que pagarían ellos, o el original, que ellos fotocopiarían. Eran tiempos nuevos, también en lo tecnológico. “Añó puede sacar fotocopias en Barcelona. Nosotros tam-bién tenemos fotocopiadora aquí”.

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Y una acotación significativa sobre las razones por las que no podí-an darle nombres para facilitar la difusión del libro:

“Aquí no tenemos nombres ni dirección de los militantes de toda España. En 1962 fue necesario destruir los archivos por razones de seguridad y después los militantes se han ne-gado a que existan ficheros. Sólo tenemos algunas direccio-nes de Comisiones diocesanas. Pero la Asamblea General de militantes nos tiene prohibido enviar listas de direcciones por correo. Cuando vengas por aquí te las podemos facilitar a mano”33.

Mientras tanto, los amigos seguían pendientes de la publicación del libro, anunciada probablemente por Xavier Garcia para marzo o abril de 197634; incluso preparaban diversos actos de presentación en distin-tos puntos de Cataluña y gestionaban la posibilidad de que lo adquirie-ran en la Delegación de Barcelona de Bibliotecas Populares, que de-pendía del Gobierno. Se trataba, claro es, de que estuviese presente en todas las que hubiera en la región35.

El libro, sin embargo, no apareció tampoco en la fecha esperada ahora. “El día de san Jorge hablé unos momentos con Lluís Badia –le dice Ramón Estrada desde Manresa el 2 de mayo-. Se dolía de que no hubiera podido salir ese día tu libro sobre Rovirosa, tanto por la canti-dad que ya se habría vendido como por la exhibición que ofrecía la diada. Me preguntó si sabía algo; le dije que no, pero que suponía que debía estar al caer.

“Después me llegó una carta de la señorita Rosalia Perpi-nyà, dels Guiamets, en la que confía que el libro salga a últi-mos de mayo. Entre nosotros, será un acontecimiento y es de esperar que también lo sea para muchos otros. Aparte de la conveniencia de que se venda, será interesante seguir la re-acción que promueva y qué dice la crítica, tanto la profesio-nal como la real”.

Rosalia era una maestra muy apreciada en Els Guiamets, pequeña localidad del Priorato, en la provincia de Tarragona, y contaba entonces cincuenta y un años36.

En el Full diocesà de Vic, el mismo 2 de mayo, había aparecido una evocación de Rovirosa, firmada por “un tal Miquel” –añadía Ramón

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Estrada en la carta a Xavier Garcia-, de la que le enviaba un ejemplar, por si no la había visto; “me parece que te gustará”. “También encon-trarás en ella una columna del malogrado Mosén Armengou, que a mí me parece –y supongo que sólo a mí- formidable”. Ya hemos hablado de él al referirnos a la campaña volem bisbes catalans y recodar que había sido vicario y maestro de capilla de Berga, donde llevaba a cabo una importante labor de composición musical y una actividad cultural y política.

Y es que, en efecto, no cesaba la agitación. Unos días antes de que se publicara el Full diocesà vicense del día 2 de mayo de 1976, el viernes por la tarde, habían detenido en Manresa a varias personas relacionadas con un acto promovido desde el SOC para ese mismo día en la parro-quia de la Sagrada Familia. El SOC (Solidaritat d’Obrers Cristians de Cata-lunya), había sido promovido –como SOCC- en 1958 por Xavier Cas-sasses, militante de Acción Católica que había sido secretario general de la propia SOCC (únicamente SOC desde 1961, en que se prescindió de la primera C, la de Cristians). Entre los detenidos en Manresa a finales de abril de 1976, estaba él mismo, que era ahora presidente37, militantes del PSUC y de Comisiones Obreras y el secretario de las ACLI (Assozia-cioni Cattolici dei Lavoratori Italiani), venido expresamente para el acto. Claro que figuraban personas de Manresa, como el matrimonio forma-do por Josep Fargas y Montserrat Torra.

Al día siguiente, habían comenzado a soltar a los detenidos. Pero, desde el medio día del primero de mayo hasta que todos fueron libera-dos, hubo un grupo de personas que esperaron noticias en los locales de la parroquia de Cristo Rey38. Por la tarde y al anochecer, había fuer-tes contingentes de “grises” en el paseo “velando la paz muerta”, ironi-zaba Ramón Estrada39.

Por lo demás, la biografía de Rovirosa tampoco apareció a finales de mayo, como se esperaba. Es posible que Fornas –el editor de Pòrtic- pensara –no sin razón- que, cesado León Herrera- no eran buenos momentos para pedir que se revisara una causa que, al cabo, era políti-ca, aunque lo fuese en el sentido más noble de la palabra. Política y, además, actual, dado el hervor catalanista que cundía en esos momen-tos, al socaire de lo que se adivinaba como una “transición” a un régi-men político distinto.

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Por otro lado, en el mismo año 1976, Fornas publicó un libro de Xavier Garcia hijo, Homenets catalans. Era una colección de trece sem-blanzas de otros tantos catalanes. Es posible que Fornas no quisiera repetir con un mismo nombre –aunque fuese el hijo del autor principal- en el mismo año, cuando eran varios los que esperaban su ocasión en Pòrtic. De hecho, fueron bastantes más los libros que aparecieron en esa editorial durante el año 1976.

Pero el nuevo retraso de la biografía de Rovirosa tuvo una conse-cuencia enormemente positiva. El arzobispo de Tarragona, Josep Pont i Gol, que sabemos conocía y quería a Guillem, había aprovechado el verano de 1976 para redactar la introducción que tenía comprometida para la biografía de Eufemià Fort i Cogul sobre el sacerdote y poeta Ramon Muntanyola, que había muerto en 1973 y hemos visto era autor de Vidal i Barraquer, el cardenal de la pau (1970); biografía de Muntanyola que aparecería, en efecto, en 197740. Luego, se le había venido encima el sinfín de obligaciones que implicaba el Arzobispado y no había podido leer siquiera el libro de Xavier sobre Rovirosa. A finales de agosto, se lo confesaba al amigo y le pedía que le diera tiempo hasta Navidad; por-que quería, ciertamente, escribir el prólogo41.

Pero, en febrero de 1977, volvía a pedir árnica.

Xavier Garcia no sólo debió decirle que esperaba, sino anunciarle que el libro tardaría aún más y que contaba, por lo tanto, con más tiem-po; porque, cuando el arzobispo fechó el prólogo –que fue el 11 de marzo de 1977- Pont presumió de que lo había terminado antes del tiempo que le diera cuando le respondió a la nota de febrero que se acaba de transcribir.

El prólogo es magnífico y no hablamos de él, dado que, al cabo, van a hallarlo aquí los lectores, en cuanto terminemos con este estudio in-troductorio. Sí vale la pena transcribir lo que, ese mismo día, el 11 de marzo, al remitírselo, comentó el arzobispo a Xavier (a quien, en este nuevo escrito, no trataba de tú, sino de vos y, en castellano, parece de rigor traducir por usted, aunque, con ello, acentuemos el cambio de tono que eso supone en catalán, más dúctil que el castellano, por lo menos en punto a tratamiento):

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“No sé si será un prólogo propiamente dicho o qué. Pero he disfrutado estos días leyendo su texto y recordando a Roviro-sa.

“Que fructifique todo eso que siembra y Dios lo haga cre-cer”42.

Debía estar tan satisfecho –con razón- que no dudó en dar orden de que se incluyera en el número siguiente del Boletín oficial del Arzobispado. “Creemos –con el S[eño]r Arzobispo [explicó a Xavier Garcia el secre-tario de aquél, mosén Joaquín Clavé]- que, con la publicación de ese escrito, contribuimos a dar a conocer la inminente aparición de su obra”43.

Por fin, el libro

Pero no fue inminente. Josep Fornas no volvió a presentar el libro a la censura –a tenor de lo que se guarda y hemos encontrado en el archi-vo del Ministerio de Información y Turismo de aquellos días44- hasta el 22 de septiembre de 1977. Llevaba otro título: Rovirosa. Comunitarisme integral: la revolució cristiana dintre el poble. Se incluiría en la colección Nàrtex, se tirarían dos mil ejemplares de 703 páginas y se vendería a 750 pesetas (un precio alto en aquellos días45). El mismo día 22 fue pasado al “lector” (podría llamarse Jalón, a juzgar por la indicación manuscrita del jefe del Lectorado de la Dirección General mencionada) y, el 23, el dictamen estaba redactado:

“INFORME

“Biografía apasionada de la figura también apasionante de Guillermo Rovirosa, uno de los fundadores de la HOAC y fer-viente adherido a la Acción Católica, quien, tras su conver-sión oyendo un sermón del Cardenal Verdier en París, dedicó toda su vida y con el ejemplo de ella al apostolado y sobre to-do a la causa de los desamparados y débiles económicamente y en lucha contra el capitalismo económico al que considera-ba como un verdadero depredador de la propiedad privada, igual que el marxismo, y tan materialista como éste.

“La obra acrecienta su valor con la transcripción de mu-chos pensamientos del biografiado, que son los que en reali-dad enriquecen el contenido del libro, que por otra parte no

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contiene nada que implique una impugnación. El pie de im-prenta es correcto.

“Madrid a 23 de Septiembre de 1977”.

Es singular –y revelador de lo que había cambiado ya en España- que, el mismo día, seguramente otro censor dictaminara de este modo el libro Para una historia de la evangelización en América latina, de Enrique Dussel et alii46, el que empezaba a ser famoso historiador como teólogo de la liberación:

“Obra de tipo histórico que describe a grandes rasgos las características fundamentales de la evangelización de Améri-ca, realizada por españoles, portugueses y misioneros de otros países. En general, la obra tiene un claro signo de ecuanimidad y discernimiento, evaluando los aspectos nega-tivos –imputables a la época- y los positivos que hace notar. En la segunda parte hace lo propio con lo referente a la evan-gelización de tipo protestante.

“Creo que es una obra ecuánime, mérito notorio tratándo-se de escritores hispanoamericanos.

“Nada hay objetable.

“Pie de imprenta: completo

“Propuesta: no impugnable”.

También es revelador, sin embargo, que, veinticuatro horas antes, otro censor distinto de los dos anteriores rechazase el viejo Ensayo marxista de la historia de España, de Fedor Ganz, que había presentado –ya encuadernado incluso47- Francisco Alsinet Suriol en nombre de Edi-ciones Grijalbo: la obra –explicaba el censor- exaltaba la lucha de clases y presentaba la historia como un continuo proceso revolucionario. “Todos los tópicos y razonamientos demagógicos de la citada ideología [el marxismo] aparecen en la obra mientras va contando la sucesión de los acontecimientos”. Podían aducirse “abundantes reparos en cuanto a la interpretación de los hechos”. Pero lo principal, a su entender, era la “continua acusación a la institución monárquica, más o menos velada, responsabilizándola de todas las desgracias y desmanes, de todas las corrupciones y crueldades, de todos los aspectos negativos que, según el autor, caracteriza la historia de nuestro país”. Le parecía grave y que,

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“con arreglo a las disposiciones vigentes”, podía “hacer impugnable la obra”.

“Tampoco falta el ataque al Ejército”.

En conclusión paradójica,

“Ni por su inspiración marxista, ni por los ataques genéri-cos a la Monarquía absoluta ni al Ejército de aquel tiempo, encontramos motivo para justificar una comunicación judi-cial”.

Una clave importante de este último giro la expresaría un censor más el mismo 23 de septiembre de 1977 al declarar “no impugnable” el libro Escritos políticos de Rosa Luxemburgo -la famosa portavoz del co-munismo de izquierda en la Europa de la primera mitad del siglo XX-, editados asimismo en Grijalbo48:

“Este libro fue denegado en 1972, pero el criterio de esa fecha era muy diferente del actual. Hoy, legalizado el partido comunista y por tanto su propaganda, pensamos que no se pueden poner obstáculos a la difusión de unos textos comu-nistas escritos hace cincuenta años más o menos y que care-cen por tanto absolutamente de actualidad. Son ya más bien documentos para los estudiosos de la filosofía comunista que instrumentos de propaganda y, aunque lo fueran, hoy serían legales”.

1 Vid. José Domínguez Rodríguez a Xavier Garcia, Madrid, 30 de diciem-

bre de 1974 (doc. 19741230ACPHOAC_FXG_503_103).

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2 Vid. “Estatutos por los que se regirá la Hermandad Obrera de Acción Ca-

tólica (HOAC)”, sin fecha, 19750000ACPHOAC_336_1.

3 Doc. 19750405ACPHOAC_FXG_503_103.

4 El acta de la ejecución, en ACPHOAC_132_9.

5 Moriría en Madrid en 2003.

6 Fotocopia, AGA, (3)50,73/1088 y copia mecanografiada en doc. 19750711ACPHOAC_FXG_503_103.

7 Original, doc. 19750729ACPHOAC_FXG_503_103; copia, en AGA, (3)50,73/1088.

8 Sobre su pensamiento filosófico, Juan Antonio Mora Mérida, “Miguel Cruz Hernández”: Jábega, núm.11 (1975), www.cedma.com/archivo/jabega_pdf/jabega11_81-87.pdf.

9 Original, doc. 19750729ACPHOAC_FXG_503_103; copia, en AGA (3)50,73/1088.

10 El original, mecanografiado con una despedida manuscrita, en AGA (3)50,73/1088. Copia, doc. 19750908ACPHOAC_FXG_503_103.

11 El original, doc. 19750911ACPHOAC_FXG_503_103. Copia, en AGA (3)50,73/1088.

12 Es la que se conserva como doc. 19750924ACPHOAC_FTMA_1975.

13 Vid. la respuesta de Arbeloa a Xavier Garcia, Barañáin (Navarra), 4 de octubre de 1975 (doc. 19751004ACPHOAC_FXG_503_103).

14 Doc. 19750000ACPHOAC_FXG_503_103. No lleva fecha. Sólo a efec-tos de clasificación archivística, le damos la cifra correspondiente a 1975, sin día ni mes: doc. 19750000. De gestiones para la traducción al francés, habla Joan Misser a Xavier Catalá en carta de 27 de octubre de 1975 (doc. 19751027ACPHOAC_FXG_503_103). Es la única razón que tenemos para cifrarlo de ese modo, por mera aproximación, dado que, en la presentación que incluimos se alude a la próxima traducción al castellano y al francés. Por otra parte, en la misma presentación, se hablaba de que lo prologaría Mosén Jubany o Mosén Pont i Gol y, en carta de este último a Xavier Garcia, 25 de agosto de 1976, ya habla como persona comprometida a escribirlo.

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15 Además de lo recién cit. y lo que se cita a continuación, otra muestra de

esa difusión de la noticia, en la carta del capuchino Matias Boada a Xavier Garcia, 10 de octubre de 1975 (doc. 19751010ACPHOAC_FXG_503_103); Miquel Casals Palet al mismo, Vic, 12 de octubre de 1975 (doc. 19751012ACPHOAC_FXG_503_103).

16 En ese sentido, Sopena, Editar la memòria…, 142.

17 Manresa, 29 de septiembre de 1975 (doc. 19750929ACPHOAC_FXG_503_103).

18 A Xavier Garcia, Manresa, 30 de septiembre de 1975 (doc. 19750930ACPHOAC_FXG_503_103).

19 Según Xavier Garcia a Malagón, 8 de noviembre de 1975, doc. 19751108ACPHOAC_FTM_1975.

20 En el original, toda la palabra en mayúsculas.

21 Equivalente catalán al “q.e.p.d.” castellano (esto es: “que en paz descan-se”).

22 Doc. 19751019ACHOAC_FXG_503_103. El original, en catalán.

23 Alcanzaría el cénit al organizar, en 1976, la Marxa de la llibertat, la princi-pal manifestación de reivindicación política pacífica que se organizó en aque-llos años. La encabezarían Àngel Colom y Arcadi Oliveras. Luego publicó L’hora de Catalunya, prologado por Manuel Ortínez, Barcelona, Pòrtic, 1979, 144 págs.

24 Luego sería senador independiente por Barcelona en la primera legislatu-ra de la democracia, en 1977-78. En 1980 encabezó la candidatura al Parlament de Cataluña por el Bloque d´Alliberament Nacional. Murió en el año 2007. Vid. necrológica, El País, 12 de agosto de 2007.

25 Doc. 19751027ACPHOAC_FXG_503_103.

26 Misser insiste en esa suposición –y en la de que se trata de un conjunto de artículos de diversos autores- en una nueva carta a Xavier García, también desde Armentières, el 9 de noviembre de 1975 (doc. 19751109ACPHOAC_FXG_503_103).

27 Vid. Xavier Garcia a Tomás Malagón, Villanueva y Geltrú, 10 de octubre de 1975 (doc. 19751010ACPHOAC_FTMA_1975), con minuta manuscrita de

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la respuesta de Malagón, sin fecha, que debe corresponder a la carta que trans-cribimos a continuación, fecha 29 de octubre.

28 Doc. 19751029ACPHOAC_FXG_503_103.

29 Dice “Llevo”.

30 Doc. 19751108ACPHOAC_FTM_1975, salvo el detalle de concretarlo en el capítulo “La trayectoria y la línea”, que lo indica en una carta posterior del mismo al mismo, doc. 19751112ACPHOAC_FTMA_1975. En otra de 19 de noviembre, le confirma que saldrá de Villanueva el 6 de diciembre por la mañana o al mediodía y estará en Madrid hasta el 8 por la tarde (doc. 19751119ACPHOAC_FTMA_1975). De esos mismos días, hay otra de Ger-mán (de apellido ilegible) a Xavier Garcia, Barcelona, 2 de noviembre de 1975 (doc. 19751102ACPHOAC_FXG_503_103), que atestigua que continuaba el segundo recibiendo respuestas a su anuncio de la inminente publicación de la biografía.

31 Las palabras en bastardilla, subrayadas en el original. Se trata del doc. 19751130ACPHOAC_FXG_503_103.

32 “[…] un lleugers retocs a alguns punts vidriosos”: cit. Sopena, Editar la memò-ria…, 79-80. De la comparación entre las galeradas conservadas en AGA (3)50,73/1088 y el libro finalmente impreso, se deduce que los cambios intro-ducidos fueron bastantes más que los dos que se mencionan ibidem, 80.

33 Doc. 19760305ACPHOAC_FXG_503_103.

34 Vid. doc. 19760324ACPHOAC_FXG_503_103, cuyo remitente le habla de la reorganización de Unió Democrática de Catalunya y los recuerdos que le traía de la preguerra y la posguerra.

35 Detalles de esas gestiones en carta de Ramón Estrada Carbonell a Xavier Garcia, Manresa, 6 de abril de 1976 (19760406 ACPHOAC_FXG_503_103).

36 Una semblanza de su vida y del ambiente de esos años, en la entrevista que le hizo Miquel María Ferré en 2007, recogida en: http://www.cepriorat.cat/pdf/rperpinya.pdf.

37 Lo sería hasta la desaparición del SOC en 1983. Del catalanismo, Cassas-ses había pasado al independentismo, como militante de Esquerra Republicana de Cataluña, de la que intentó ser secretario general, según se lee en La Van-guardia, 26 de enero de 1987, pág. 13.

38 Vid. La Vanguardia, 4 de mayo de 1976, pág. 44.

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39 Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 2 de mayo de 1976, ACP-

HOAC_FXG_109, núm. 3, que traducimos del original catalán.

40 El libro de Eufemià Fort i Cogul, Ramon Muntanyola, testimonio de reconcici-liació, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1977, 328 págs.

41 Vid. Josep Pont i Gol a Xavier Garcia, Tarragona, 25 de agosto de 1976 (doc. 19760825ACPHOAC_FXG_503_103).

42 Doc. 19770311ACPHOAC_FXG_503_103. La traducción completa de la carta, escrita en catalán, es ésta:

“Amigo Garcia: Gracias a Dios, he acabado antes del día que me indicó en su última carta. Le envío, pues, el original. No sé si será un prólogo propia-mente dicho o qué. Pero he disfrutado estos días leyendo su texto y recordan-do a Rovirosa.

“Que fructifique todo eso que siembra y Dios lo haga crecer.

“Me sabe siempre suyo, que le bendice en Cristo

“[Firmado y rubricado:] Josep Pont

“Tarragona, 11 de marzo de 1977”.

43 Doc. 19770329ACPHOAC_FXG_503_103. La traducción completa del original catalán dice así:

“Tarragona

“29.3.1977

“Querido amigo:

“Me complace comunicarle que, en el próximo número del Boletín Oficial de nuestro Arzobispado, aparecerá el prólogo que el Dr. Pont le escribió para su libro sobre Rovirosa. Creemos –con el Sr. Arzobispo- que con la publica-ción de este escrito contribuimos a dar a conocer la inminente aparición de su obra.

“No sé si ya ha presentado al impresor el prólogo citado. En todo caso, al repasar las pruebas de imprenta de nuestro Boletín, me ha parecido que, si aún fuese posible, habría que introducir algunas correcciones (ortográficas, no de contenido). Me ha parecido que lo más práctico podía ser enviarle fotocopia del texto a punto de imprimir en nuestro Boletín.

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“Perdone la molestia. Le saluda muy cordialmente,

“Joaquín Clavé

“secretario del Sr. Arzobispo.

“En caso de que haya cambiado el título del libro, le ruego que me lo haga saber”.

44 Concretamente, AGA, 3(50) 73/06292, que es de donde proceden los datos administrativos siguientes.

45 Las medidas, 13 x 20.

46 Barcelona, Nova Terra, 328 págs., con una tirada oficial declarada de tres mil ejemplares, según el expediente que se conserva en AGA, 3(50) 73/06292, de donde procede el dictamen que transcribimos a continuación.

47 Barcelona, 164 págs., tirada declarada de cuatro mil ejemplares, a vender a 125 pesetas, según el exp. que se conserva en AGA, 3(50) 73/06292. Se había publicado ya con el subtítulo De la Inquisición a la Republica de Trabajadores, Ma-drid, Editorial Cenit, 1934, 94 págs.

48 612 págs. y 4.000 ejemplares, según el expediente que corresponde, tam-bién en AGA, 3(50) 73/06292. En la ficha catalográfica de la publicación que se llevó a efecto, 610 págs. El nombre del autor que figura en el libro es, ade-más, el de “Rosa Luxemburg”. Iba (y va) precedido de una introducción de Gustau Muñoz, que fue quien lo tradujo del alemán.

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IX. LA DIFUSIÓN Y LA TRADUCCIÓN

La difusión real de la biografía: 1978

Con fecha de 1977, fue ya en 1978 cuando el libro estuvo en la calle1 y los amigos se aprestaron a difundirlo. Debió ser lento; a finales de 1978, seguían empeñados en ello2. Habría testimonios tan rotundos como el que suscribió J.M. Via en La Vanguardia ya en 1979. Dos años antes, Lilí Álvarez había publicado Mar adentro en Ediciones Paulinas y se lo había dedicado a Rovirosa. Via comparaba ambos libros, el de Xavier García y el de la ensayista y tenista famosa y concluía que, “no en vano, 'lo que tiene que decir’ L[lilí] Álvarez –título de la colección en la que ha aparecido su testimonio- va dedicado en primer lugar “a la entrañable y santa memoria de Guillermo Rovirosa, hombre de Dios y hombre de los hombres, cristiano plenario si alguno lo fue”3.

Por su parte, Malagón buscó inmediatamente quien se lo tradujera –o se le ofreció, sin más, alguien dispuesto a hacerlo, sin comentárselo a Xavier Garcia, a manera –tal vez- de ensayo. Fue Jaime Guitart Royo, un agente comercial menorquín relacionado con Rovirosa y con el pro-pio Xavier y también con Lilí Álvarez y Jacinto Martín.

Jaime eligió el sistema de grabar en voz alta la traducción, en magne-tofón, con idea de que la pasara a máquina una “estenotipista”, como se hacía, explicó, en el Congreso de los Diputados. De esa manera, pudo calcular que le iban a hacer falta unas doscientas horas. Pero, cuando envió la primera cinta, le respondieron que corría demasiado y optó por mecanografiarlo él mismo. Eso iba a triplicar con creces el tiempo (cla-

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ro es que según sus propios cálculos): en dos horas, había dictado siete páginas; mecanografiarlas, le suponía una hora por página.

La tarea era enorme. Pero, en agosto de 1978, ya había comenzado a hacerlo así.

“En cuanto a la «propiedad» de la traducción, no se pre-ocupe. Obre usted como considere oportuno. Yo no le he di-cho nada todavía a Javier y, en realidad, más que de una traducción creo que se trata de una especie de copia para uso particular. No me atrevería a presentarlo como una tra-ducción publicable pues me ciño al máximo al sentido literal. [...] Su buen criterio ya le permitirá ponerlo como resulte más inteligible y más elegante. [...].

“Me parece excelente su idea de hacer una biografía más «ligera» y más «universal». Verdaderamente era un gran cata-lán pero a la vez un gran cristiano (un santo). Yo diría que Javier no se da cuenta de que recarga algo exageradamente la tinta del catalanismo. El momento es propicio para ello y es casi imposible sustraerse al ambiente”4.

Quizá los primeros cuadernillos traducidos que recibió le confirma-ron a Malagón que la persona adecuada para aquella tarea –cara a la publicación del libro- no era Guitart. En noviembre, insistía a Xavier Garcia en que había que publicarlo en castellano y no le hablaba de esa traducción, que estaba en marcha: “En catalán es casi imposible difun-dirla fuera de Cataluña. De la edición ya nos encargaríamos en ZYX5 o en Ediciones Encuentro, si es que en Barcelona no puede hacerse sin gravamen tuyo”. Y en un párrafo anterior: “pienso que es más fácil encontrar ahí que aquí uno que sepa catalán y castellano. ¿No estaría dispuesto a hacer ese homenaje a Rovirosa alguien como Perramón, u otro así?”.

Perramón era –ya sabemos- uno de los miembros del equipo de la HOAC que se reunía en Manresa.

“Mientras tanto, yo estoy tratando de que otros amigos redacten una semblanza de Rovirosa como militante obrero cristiano, que, sin ser una biografía extensa, le dé a conocer en sus rasgos más importantes. Pero eso hace más necesaria

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una biografía. Espero que de todo esto me digas qué piensas. La Comisión Nacional de la HOAC en esto no interviene para nada”6.

La alusión de Tomás Malagón no sólo a Ediciones Encuentro, sino a ZYX –de la que se había apartado años atrás-, no debe confundirnos. Esta última editorial había pasado por momentos de aguda crisis, debi-da, en parte, a la radicalización de las posturas de unos frente a las de otros, que, no por eso, eran menos coherentes a la hora de reclamar un orden más justo. En el fondo, lo que los distinguía era la dependencia ideológica del marxismo –que muy pocos de ellos, sin embargo, consi-deraban rechazable sin más- y la aproximación de cada cual a considerar o no la violencia –en la revolución (que propugnaban unos y otros)- como algo necesario, llegado el caso.

Luego se alzaban, claro, los afanes de cada cual, si los tenía.

Lo cierto es que un grupo disidente, con José Miguel Oriol a la ca-beza, había creado Ediciones Encuentro, en el mismo año 1978 en que Malagón proponía a Xavier la posibilidad de que se hicieran cargo de editar la traducción castellana7.

El grupo disidente se había reorientado hacia Comunión y liberación –el movimiento inspirado por el sacerdote y teólogo italiano Luigi Giussa-ni8 y, aunque don Tomás colaboraba en algunas de sus iniciativas, él mismo había comenzado a madurar en 1976, con Jacinto Martín, Luis Capilla, Julián Gómez del Castillo y Teófilo Pérez Ruiz, la posibilidad de organizar algo nuevo y habían llegado a celebrar varias reuniones para ver la manera de darle forma9. A raíz de la que tuvieron el 12 de diciembre de ese año, Jacinto había pergeñado una propuesta de Nuevo núcleo apostólico que envió a don Tomás el 3 de enero de 1977, con copia a los otros tres: “He vuelto, con gran alegría, a sentirme animado para el trabajo, por el cual no iba sintiendo atracción ni gusto, mala cosa para mi edad -decía el viejo militante asturiano al ex consiliario nacional-; pero otra vez me siento con talante juvenil, gracias a Dios”.

Contaba con el apoyo de su esposa, cosa siempre fundamental: “Quien se ha animado mucho es Flora, a quien había dolido mucho nuestra marginación; está más alegre viéndome activo y ocupado y todo marcha mejor”. No estaba dispuesto a que nutrieran ese nuevo movi-miento personas provenientes del ámbito universitario, tanto estudian-

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tes como docentes, que, salvo contadas excepciones, manifestaban, según Jacinto, su incapacidad para comprender la exigencia del aposto-lado obrero (y no digamos nada –venía a añadir- si se trataba de los reclutados en los que denominaba “ambientes curioso-progresista-clericales”).

Factor fundamental de división en ZYX –continuaba-, fue el religio-so:

“Por haber relegado la formación y la práctica religiosas «al interior de la conciencia» quedó nuestra acción apostólica sin nutrimento [sic] primero (así se dijo más de una vez); después expuesta a una indiferencia religiosa creciente, te-rreno propicio ante la seducción de ideologías muy agresi-vas…”.

Por eso, añadía,

“es imprescindible para que el apostolado tenga fuerza (la única fuerza viene del espíritu)… que se apoye en las virtudes necesarias en la lucha obrera, las cuales únicamente tendrán consistencia y permanecerán si son vivificadas por la Fe [sic]”.

El nuevo “núcleo apostólico” ha de tener carácter militante, no sólo de “compromiso”, con una fuerte presencia en el mundo obrero y con una finalidad de promoción social, cuyo fundamento debe ser la forma-ción. Y ésta debe basarse en los cuatro aspectos que recoge la encíclica Pacem in terris: verdad, justicia, libertad y amor,

“que no por casualidad coinciden exactamente con los acep-tados por los obreros de la Internacional –verdad, justicia, li-bertad, solidaridad- [...].

“El núcleo realizará su apostolado desde dos plataformas:

“Una de difusión de su ideario10 en los medios obreros (¿revista, folletos?)

“Otra de formación de militantes (muy seleccionados, muy auténticamente obreros, muy interconectados).

“Esta doble plataforma es la que se adoptó en la ZYX, pero adaptada a las presentes circunstancias de mayor libertad y utilizada teniendo en cuenta la experiencia adquirida”11.

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Y, ahora, hacia la edición castellana

Mientras tanto, Jaime Guitart seguía adelante. El 30 de noviembre de 1978, le envió otros dos cuadernillos traducidos. “Ahora tengo un diccionario catalán a mi disposición para consultar las palabras más difíciles a las que –por lo visto- es aficionado Javier”. En efecto, el cata-lán de la biografía estaba tan lleno de enjundia como de palabras –y no precisamente cultismos- que superaban ampliamente el catalán colo-quial y de uso ordinario. “Como los textos quedan igualmente claros a pesar de que falta alguna palabra –añadía Guitart- no he dudado en remitírselos para ganar tiempo. De todos modos, ahora le enviaré la traducción de cuantas palabras hayan quedado pendientes”12.

En una fecha que no podemos precisar, a partir de 1976 seguramen-te, también había hecho gestiones en la editorial Propaganda Popular Católica (PPC), y debió acudir desde Elche para ello, a Villanueva y Geltrú, la periodista María Luisa Bouvard, que había sido secretaria de redacción del semanario Vida nueva y, probablemente en 1976, había regresado a vivir con su familia, en la ciudad ilicitana, aquejada de una enfermedad degenerativa que la impedía continuar el trabajo en Ma-drid13.

Pero no hubo edición castellana de PPC. “Por lo que me dices, va para largo la edición castellana del Rovirosa –escribe el sobrino de éste, Josep Rovirosa i Milà, hijo del Pepet, a Xavier Garcia, ya en 1980-. Y es de lamentar. No se puede esperar que “lluevan muebles” (un giro idio-mático catalán), “pero quién sabe, Madre de Dios, dónde podría surgir la oportunidad. Lo importante es tenerlo todo a punto, bien preparado, como nos dices que has hecho. Sería cuestión de no dejarlo pasar. Re-zaré para que salga. Si quieres, no me hace demasiada gracia que, en Madrid, no tuvieran ninguna reserva de las publicaciones, ni para su coste. ¿Y qué?, ¿sabes alguna cosa de D. Tomás Malagón, completa-mente eclipsado ya de Consiliario? ¿Y del amigo Gregorio Ramón? A raíz de la muerte de Comín (que en paz descanse) y de un artículo del P[adre] De Llanos” (sin duda, el jesuita José María de Llanos), “en el que se declaraba comunista de pago, he pensado en la mentalidad de la idea del tío” –Guillem Rovirosa, es obvio- “cuando preveía y separaba completamente, con razón, el cristiano del marxista, viendo ante todo el peligro de confusionismo que era preciso remarcar y destacar. Alguno

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debe haber caído en ello y conviene hacerlo ver. ¡Que Dios nos ilumine el entendimiento y fortalezca la voluntad!”.

Sigue una larga y bellísima reflexión sobre la relectura que llevaba a cabo, tal cual vez, de algún capítulo de la biografía de su tío carnal escri-ta por Xavier y, en especial, la anécdota que relataba Xavier en la página 206, cuando Guillem comentó a don Eugenio Merino (que, por fortuna para él, como consiliario de la HOAC, había pasado a encargarse tam-bién de la “censura” del Boletín, cuya redacción corría a cargo de Rovi-rosa. Habían intercambiado estas frases:

“-¿Verdad que usted, como censor, tampoco hubiera deja-do pasar el «Ave María»?

“-No, ciertamente. Y ningún censor eclesiástico a concien-cia lo hubiera permitido”.

Al sobrino le daba pie para confesar a Xavier Garcia que él mismo se había ahormado el Avemaría a su estilo y lo decía así:

“El ángel del Señor anunció la maternidad virginal a la Santísima Virgen María, la de Nazaret, que se convirtió en la Madre, en la tierra, de Dios Nuestro Señor Jesucristo, verda-dero Dios y verdadero hombre,

“y también nuestra madre adoptiva, de todo el género humano, y, en consecuencia, de cada uno de nosotros,

“y, además, la medianera universal de toda gracia, según doctrina de la Santa Iglesia,

“y todo eso, significado en las palabras del Ángel, enton-ces dichas así:

“Dios Nuestro Señor os saluda, María, llena de toda gra-cia, y el Señor se complace en que sea así;

“y Vos, respetuosamente y fidelísima, le respondisteis:

“He aquí la más humilde criatura del Señor; que se haga en mí según Vuestra Divina Palabra;

“y, después de tan libérrima y voluntaria aceptación, que realzaba la divina voluntad de respeto,

“El Verbo se hizo carne.

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“Y, con santa Isabel, podemos decir nosotros:

“Bendita vos entre todas las mujeres y bendito es el fruto de vuestro vientre, Jesús.-

“Santa María…

“Y, después –añadía Josep, el sobrino-, dejo desgranar las nueve [avemarías] restantes, para la decena. Y quedo más conforme. Pregunto: ¿se avendría [esto] con el pensamiento del tío?”.

Las dificultades, ahora en términos castellanos (y también catala-nes)

En noviembre de 1981, según las cuentas de Xavier Garcia, queda-ban por vender unos cuatrocientos ejemplares del libro y podía vana-gloriarse de su eficacia:

“Gracias al libro, más de 2000 personas, la mayor parte sacerdotes, intelectuales y trabajadores, incluso agnósticos, conocen de la HOAC y de Rovirosa, de quienes no sabían na-da, casi nada o ni siquiera que existieran. Puedo asegurar que para bastantes fue una revelación y un deslumbramien-to. Hay conventos de monjes y monjas para los cuales el libro ha servido de lectura, durante meses, a la hora del refecto-rio”.

Pero se quejaba: en la Comisión Nacional de la Hermandad, nadie mostraba ya interés por editar la biografía de Rovirosa. Y eso no era, en el fondo, sino una manifestación del abandono en que –a su juicio- habían dejado el capital humano –católico- que recibieron en su día. El alegato no puede ser más duro en una persona que, en realidad, se duele de que las cosas sean como las ve:

“Siempre, hace ya muchos, muchísimos años, pensé que los dirigentes de la HOAC, debido a su falta de visión, de ca-pacidad, o a lo que sea, despreciaban ese potencial de tantos centenares de hombres y mujeres a los cuales la HOAC había repartido el don de la fe y de la disponibilidad. Lo que han hecho los dirigentes de la HOAC es inconcebible. A mí me do-lió siempre, en lo más hondo. Estoy casi seguro que ninguna otra organización humana en España puede pretender tener

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un tan amplio conjunto de personas diseminadas, muy pre-paradas, bajo diversos aspectos, a las cuales, inexplicable-mente, se han tenido olvidadas, como si nunca hubieran existido. Eso, humanamente, es impensable, organizativa-mente es estúpido y apostólicamente es toda una gran nega-ción. La HOAC ha asesinado a la HOAC. Probablemente ello también fue debido a sinrazones pretendidamente intelectua-les, la principal motivación de las cuales era la admiración hacia todo lo que iba apareciendo y el rechazo hacia todo cuanto había constituido los cimientos hoacistas.

“Por lo que personalmente a mí afecta, todo eso me ha re-percutido moralmente, como digo, pero no apostólicamente. Durante todos los años que la HOAC ha dejado de tener pre-sencia en los hombres y mujeres de los primeros años, he lle-vado a la práctica, minuto a minuto, la misión de militancia, escribiendo libros y centenares de artículos y actuando en instituciones. Innumerables veces, en escrito y de palabra, he dado a conocer la mística de la HOAC y la personalidad de Rovirosa, entre otros. Hace pocos días aún escribí sobre la HOAC en el diario «AVUI» [sic].

“Al día siguiente de la muerte de Rovirosa me puse a es-cribir su biografía. Fue una tarea de ocho años muy apreta-dos, que comportó mucho ajetreo y mucho dispendio. Me en-contré terriblemente solo”.

Recordaba la final del premio Aedos y la actuación de la censura. “Finalmente”, añadía, con un dato que nos sorprende,

“salió, bajo mi total responsabilidad económica. [...] La res-puesta, en cambio, que dieron los dirigentes de la HOAC fue el silencio y el menosprecio. Ni una nota de comentario en el Boletín. Como si fuera la obra enemiga de un enemigo. La Comisión General (u otra institución, a través de ella) podía emprender la publicación en castellano, como era su mínimo deber, una vez la obra fuera convenientemente adaptada, y la respuesta también fue el silencio y el menosprecio. A mí aún me [es]cuece pero me sabe más mal [sic14] porque era un ins-trumento para muchísimas personas de habla castellana y el bien no se ha producido.

“Podría seguir diciendo algunas otras cosas, pero podría aparecer como un memorándum de agravios. No me interesa.

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Pero, repito, la misma HOAC, y no solamente sus detractores, ha hecho lo que ha podido para dañarse y anularse.

“Creo, honradamente, que esas palabras mías pueden ser una colaboración a vuestra reunión. Si así las estimáis”.

Todo esto, mecanografiado. Debajo, a mano,

“Un abrazo. Hasta mañana, y siempre, en el altar, y en medio de la vida, donde haya un bien a hacer a los huma-nos”15.

Que se trataba de una impresión extendida –esa de que la HOAC se había venido abajo-, se lo expresó al propio Xavier un militante de la renovada Uniò Democràtica de Catalunya (UDC, el antiguo partido demo-cratacristiano, que había renacido en la Transición y se había legalizado en 1976, en virtud del decreto que, el día 16 de septiembre de ese año, creó el nuevo Registro de Asociaciones Políticas); lo que ahora resulta-ba revelador –de que había pasado el tiempo y, con el tiempo, la memo-ria- es que ese militante –Xavier Llobet Furró (cabeza de lista en la candidatura al Congreso de los Diputados por la Democracia Social Cristiana de Catalunya en las elecciones de 1979, antes de que ese grupo se integrara en la UDC16)- propusiera a Xavier Garcia la recuperación de los restos de la HOAC catalana para convertirlos en el núcleo obrero de UDC, o sea exactamente lo que, treinta años atrás, había rechazado Rovirosa como una forma completamente ajena a lo que pretendía que los obreros consiguieran por sí mismos. Había leído ya la biografía publicada en Pòrtic; casi la había terminado y se admiraba de la perso-nalidad de Guillem:

“Realmente era una persona extraordinaria Rovirosa y só-lo se puede comprender por sus virtudes heroicas, que sólo puede realizar un santo o un abandonado a la gracia como era él”.

Pero la lectura le había suscitado una pregunta:

“qué se ha hecho de la HOAC. ¿Continúa aún? ¿Se ha extin-guido? ¿Es verdad que, de la HOAC, han surgido las C[omisiones] O[breras]? ¿Dónde militan los antiguos afiliados a la HOAC de Cataluña? ¿No sería posible conectarlos a fin

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de que reforzaran, en realidad constituyesen, el núcleo obre-ro de UDC? ¿Lo crees posible?”.

Él mismo –Xavier Llobet- había militado en la Federaciò de Joves Cristians creada por el sacerdote Albert Bonet antes de la guerra civil y quería que el espíritu “fejocista” se comunicara a la UDC “con otro estilo y forma”17.

Llobet, en realidad, ponía el dedo en la llaga: asimilaba realidades tan distintas –por compatibles que fueran, cada una en su camino- como la HOAC de Rovirosa y la de Albert Bonet, que había sido pieza clave en el cese de Guillem en 1957, y, además, lo había impulsado justo porque deseaba que la HOAC fuera algo parecido a lo que Llobet planteaba ahora. En esta clave podía entender la respuesta que había dado a Xavier Garcia en 1965, cuando éste le pidió que le enviara sus recuer-dos acerca de Rovirosa. Le había respondido que quedaba invitado a ir a su casa a hablar cuando quisisera, pero que no creía que pudise ayu-darle, dado que no era hombre -aseguraba de sí mismo- de apuntes ni “diarios”18.

Habían pasado los años, no obstante, y la confusión podía ganar a todos, incluidas las gentes de mejor voluntad. “Hace tiempo que me hago una pregunta”, escribe a Xavier Garcia otro amigo catalán, res-ponsable de la Farmacia del Puente del Dr. Argany, desde Santa Cruz de la Palma, en las Canarias: “cómo es que los hombres de la Unió Democrática no agotaron el libro de Rovirosa rápidamente. ¡Ay!, Ay los políticos. Son un mal menor, pero un mal”19.

Atinaba el antiguo “copinista” –seguidor y corresponsal del Copin y las Noticias de Rovirosa- Joan Margenat Romá, cuando, desde San Lo-renzo Savall, proponía reanudar la elaboración de esa reflexión colecti-va. Sin éxito, obviamente20. Los tiempos eran otros y las personas, tam-bién.

Quedaban sólo quienes le habían sobrevivido: “Rovirosa ha sido y es para nosotros el recuerdo y el amigo siempre presente, como si estu-viésemos conversando con él, siempre querido al igual que cuando vivía”, evoca el aragonés Gregorio Ramón en abril de 1983, en carta al propio Xavier Garcia:

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“Ya ves, yo he investigado con éxito en muchas enferme-dades incurables; a mi edad no puede haber ni vanagloria ni orgullo al decirlo, pues la satisfacción más grande que yo he tenido en mi vida, a través de los años, es haber sido amigo íntimo de Rovirosa.

“Era una inmensa gozada, como ahora se dice, hablar con él, discurrir con él, oírle, un hombre lleno de Dios, con aque-lla inteligencia tan profunda, tan clara y a su vez tan vasta.

“Nunca olvidaré aquella alegría de su rostro, aquella sere-nidad tan suya, aquel equilibrio de su mente, como si fuese una constante, ante tanta incomprensión y envidia de tanta gente que tú y yo hemos conocido: serán cosas del humor de Dios, como él gustaba decir, ante un alma que solo para El vivía.

“Le oí muchas veces que le pedía a Dios una muerte «¿do-lorosa?: no le importaba, para sentir a Cristo en el Calvario» no molesta para sus amigos, que afortunadamente los tenía; y así murió como él quería, con dolores de cabeza terribles, pero de prisa.

“Recuerdos a tu familia y para ti un abrazo”21.

Pero, a pesar de todo, hacia la versión castellana, en la HOAC

En realidad, la idea de publicar el libro en castellano seguía sucum-biendo y resucitando, apareciendo y desapareciendo como una suerte de Guadiana. Hacía falta traducirlo. Y a conseguirlo se aprestaba, en 1982, Antonio Torres Hurán, uno de los primeros hoacistas, buen ami-go de Rovirosa, a quien tenía por hombre santo. “Cada día estoy mas convencido que la solución de los problemas que el mundo tiene tienen que resolverlos los santos y [en] particular los santos obreros”, que era como consideraba a Guillem22.

Esta vez, la respuesta de Xavier fue ofrecerse a sí mismo a llevarlo a cabo. Lo único que quería, eso sí, era el compromiso solemne de los responsables de la HOAC a publicar el libro. Y así se lo transmitió a éstos Antonio Torres. “Estoy convencido”, responde directamente a Xavier el presidente de la ahora llamada Comisión General de la HOAC,

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“que [de] lo que tú has hecho personalmente tendría que haberse hecho responsable la HOAC como colectivo, en grati-tud a su fundador y como fidelidad a sus orígenes y a su his-toria. Desgraciadamente no pudo23 ser en el origen de tu pro-yecto por razones que desconozco, tanto yo, como mis com-pañeros de la Comisión General y que, hoy por hoy, ya no vienen al caso.

“Enterado de tu carta por Antonio Torres, la Comisión General está de acuerdo en que hagas la traducción al caste-llano del libro. Una vez hecha, concertaríamos una reunión para cambiar impresiones y ultimar los detalles del trabajo para su posterior edicción [sic], tal como indicas en tu carta.

“El compromiso solemne que nos pides, por nuestra parte está hecho”24.

A finales de año, la noticia corría ya entre los viejos militantes: “Al-guien dijo que preparabas una versión castellana extractada de tu bio-grafía, un estudio exhaustivo, de Rovirosa”, le comenta a Xavier, desde Manresa, Ramón Estrada. “Habrá seguramente mucha gente que te lo agradecerá, especialmente si son de nuestra edad. Para los que no han vivido aquella época, tal vez se les hará difícil cualificar la importancia excepcional de aquel hombre singular y de su obra; teniendo en cuenta los cambios25 que ha habido, fuera de su contexto, no ha de ser fácil, por parte del lector novel, valorarlo debidamente. Con todo, me parece que vale la pena y que no es una aventura desdeñable”.

Xavier Garcia estaba en ello, ciertamente. Al comenzar la primavera de 1983, ya había puesto manos a la obra él mismo y escribió a la ahora llamada Comisión General de la HOAC para que lo tuvieran en cuenta y le dijesen si querían que les enviara lo que fuera acabando a fin de avanzar en la corrección de estilo que, sin duda, haría falta. “Nos parece acertado”, responde Rafael Serrano en abril. “Nosotros intentaremos hacer el esfuerzo necesario para que el libro pueda estar editado para la Asamblea General” que iban a celebrar en el inmediato verano; “pues nos agradaría que fuera presentado durante los días de su celebra-ción”26.

Pero el original que había enviado a Madrid, para que lo editase la propia HOAC, requería una corrección de estilo, a juicio de don Tomás Malagón, quien, además, consideraba que era demasiado largo. Quería

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escribir un prólogo él mismo y sugería como corrector a Jacinto Martín (“que dispone de todo su tiempo, que conocía y amaba entrañablemen-te a Rovirosa y que redacta muy bien en castellano”), decía don To-más27.

Y en lo mismo estaban también los demás miembros de la Comisión General: “estamos interesadísimos en que el libro pudiese estar ultima-do para la Asamblea General”, que se iba a celebrar en el verano de 1983; “pero somos conscientes de que esta urgencia no debe ir en de-trimento de una buena redacción y presentación. […] Después de una primera lectura en la Comisión vemos que, como tú bien dices, es nece-sario [sic] una revisión a fondo. Este trabajo se lo encomendamos en un primer momento a D. Tomás Malagón y a Rafael Díaz-Salazar. Este último se tiene que incorporar al servicio militar en Julio. Por esta razón dialogamos nuevamente en la Comisión y hemos visto la posibilidad de que lo haga[n] D. Tomás Malagón y Jacinto Martín, si a ti te parece bien”28.

La muerte de don Tomás el 24 de febrero de 1984 –el mismo día, veinte años después, que Rovirosa- no interrumpió el empeño, que ya estaba acabado en abril29 y, en junio, revisado además por Xavier Gar-cia. Malagón había propuesto, no obstante, un cambio en el original de Xavier que Jacinto Martín no se había atrevido a hacer, “tal como están las cosas obreras”, explicó al propio Xavier. “Se trataba de una compa-ración entre la militancia cristiana, tal como Guillermo la entendía, y la militancia marxista tal como nos la están refregando por los hocicos. Les envió [a los de la Comisión General de la HOAC] unos folios de tiempos pasados en los que yo me había explanado a gusto, tratando esa materia y advirtiéndoles que «suavizaran un poco». Les gustó, pero no sé aún cómo lo habrán hecho”30.

Lo que harían es sustituir esas páginas por la traducción directa y completa de “El pensamiento social de Rovirosa” en la versión catalana de Xavier Garcia publicada por Pòrtic en 1977.

Pero la aparición aún se retrasó algo más, y no precisamente por eso. En todo caso, esa solución se propuso como manera de resolver de una vez el asunto y no tardar aún más. “La mala situación económica por la que estamos pasado –explicaba Rafael Serrano a Xavier Garcia en diciembre de 1984- es lo que nos ha hecho muy a nuestro pesar el

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retardar la edición” del libro. Y, para no retrasarlo aún más, resolvían la cosa por medio de ese cambio31.

Pero “la mala situación económica” hizo aún imposible que apare-ciese en el aniversario de la muerte de Rovirosa y Malagón, en febrero de 1985, y hubo que esperar hasta junio. El 24, al fin, llegaba de la im-prenta a la Comisión General32. Aparecía como obra conjunta –de Ma-lagón, Xavier y Jacinto- y con el título Rovirosa, apóstol de la clase obrera: Biografía militante del promotor de la HOAC33.

Aparte, ese mismo año, en Villafranca del Panadés, se publicó un fo-lleto del propio Xavier Garcia, éste en catalán, Rovirosa, el pobret34, que haría las delicias del sobrino de Guillem –hijo de Pepet, el hermano in-mediatamente mayor (y menor, por tanto, que Jaume)-, Josep Maria Rovirosa i Milà, amigo y asiduo corresponsal, en esos años, de Xavier. Llevaba tiempo, explica, detrás de ese opúsculo y le había venido a las manos por medio de un socio del Institut d’Estudis Penedesencs. El sobrino se explayaba con el amigo de Guillem:

“A quien más vemos de la Iglesia –y quizá desde siempre- es a quien tiene en ella “cuento y tinglado”, fruto de la inter-vención y de la manipulación humana, totalmente aparte de la doctrina bien clara de Cristo, impulsado el hombre siem-pre por el egoísmo, bastante desatado y cada vez más desca-rado, siempre que queremos que se mueva así, totalmente apartado también de la diáfana doctrina de Cristo, pero muy bien avenido con la del Maligno, a pesar de que no queremos que se diga. Y qué mal uso sabemos hacer de la Divina liber-tad!

“Debías de ser muy amigo del tío Guillem para que le co-nozcas tan por dentro y sepas plasmar tan rebién lo que sientes y dices sin halago y con tanto acierto. El mal está en que nos encontramos tan bien... en la congregación del Amén, que haz y deja hacer con total independencia e incon-secuencia nuestra, y tranquilidad para las jerarquías y sus adláteres, que van haciendo la suya y dirigiendo la orquesta con plena satisfacción y conformismo de todo el rebaño. Y a vivir tranquilos que lo necesitamos! Y, mientras tanto, que reviente el mundo por los cuatro costados con tanta victoria del Anticristo, a gusto y paciencia del interesado: el HOMBRE! Parece mentira que podamos ser tan inconsecuentes!

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“[...35] Siempre llegamos al mismo lugar: el hombre, con Divina libertad de hacer buen o mal uso de ella. Esta es su responsabilidad, que la doctrina de Cristo ha venido a incul-car, si queremos”36.

Ahora sí, la plenitud literaria y cultural de Xavier

Al tiempo, había seguido in crescendo el prestigio de Xavier Garcia en los círculos catalanes más cultos. A La meva guerra (1936-1939), publica-do en 1974, y a la biografía de Rovirosa (1977), había seguido una por-ción de artículos y varios libros que tuvieron cierta repercusión más que local: primero La vida marinera a Vilanova i la Geltrú (1980), luego Ràdio Vilanova: Ressò del paìs, testimoni d’un temps (1982), que se consideró en seguida como una aportación a tener en cuenta en la historia de la ra-diodifusión en Cataluña. Luego siguieron la semblanza del bailarín y coreógrafo Joan Magrinyà (1983), al año siguiente (1984) la del poeta –también vilanoví- Albalate y, en 1985, la historia de aquellas actividades culturales en La Secció Folklòrica de Vilanova i la Geltrù: Una contribució al redreçament cultural del poble després de la desfeta. En 1996, el presidente de la Generalitat –reconstituida en la Transición-, Jordi Pujol, le impondría la Creu de Sant Jordi, principal distinción catalana37.

Pero no hubo traducción castellana (completa) de la biografía de Rovirosa. El libro de 1985 fue un breve resumen, quizá de un tercio –poco más- de la biografía escrita en catalán. Eso animaba más a leerla, es cierto. Pero la obra “magna” de Xavier seguía inédita (incluso en catalán, si tenemos en cuenta que la versión aparecida en 1977 estaba censurada).

1 Efectivamente, el libro estuvo en la calle a finales de 1977, pero fue al año siguiente cuando empezó a difundirse. A mediados de diciembre tuvo lugar una presentación en Barcelona, en el Instituto Católico de Estudios Sociales, cuya noticia recoge La Vanguardia: la obra, titulada ‘Rovirosa, comunitarisme integral, la revolució cristiana dintre el poble’, ha sido escrita por el vilanovense Xavier García y pretende ubicar el pensamiento y la figura de Rovirosa en el lugar histórico que le corresponde, así como su proyección en el presente. Se ha previsto que la presentación del libro se lleve a término a través de una mesa redonda en la que participarán además del autor las siguientes personas: Luis Badía, militante obrero; Miquel Coll Alentorn, historiador de Cataluña;

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Josep Dalmau, escritor; Casimir Martí, historiador del movimiento obrero; María Martinel, directora de ICESB; Josep Regordosa, militante obrero y el P. Antoni Serramona, consiliario europeo de los estudiantes católicos. Vid. La Vanguardia, 14 de diciembre de 1977, pág. 22.

2 Vid., por ejemplo, Ramón Estrada a Xavier Garcia, Manresa, 13 noviem-bre de 1978 (doc. 19781113ACPHOAC_FXG_503_103).

3 Vid. La Vanguardia, 23 de febrero de 1979, pág. 40.

4 Doc. 19780818ACPHOAC_FTMA_1978.

5 Todo en mayúsculas en el original.

6 A Xavier Garcia, Madrid, 13 de diciembre de 1978 (doc. 19781213ACPHOAC_FXG_503_103).

7 Vid. José Miguel Oriol, 30 años de Encuentro: Memorias de una experiencia edi-torial, Madrid, Ediciones Encuentro, 2008, 135 págs.

8 Vid. la necrológica escrita por el propio José Miguel Oriol al año siguiente de su muerte, el 22 de febrero de 2006, http:www.conoze.com/doc.php?doc=3876.

9 Eugenio A. Rodríguez, Guillermo Rovirosa Albet (1897-1964). Espiritualidad y ética del pensamiento social cristiano, Madrid, Ediciones Voz de los Sin Voz, 2000, pág. 662, recoge de una conversación con Julián Gómez del Castillo el testi-monio de que en la editorial ZYX pusieron en práctica el apostolado privado o apostolado bajo propia responsabilidad y –continuaba Julián- “es posible porque en ZYX ya no hay cristianismo tradicional. Están Malagón y Capilla, Jacinto, Rovirosa, Teófilo y yo”.

10 Subrayado en el texto, como la palabra que aparece enseguida en cursiva también.

11 Doc. 19770103ACPHOAC_FTMA_1977.

12 Doc. 19781130ACPHOAC_FTMA_1978.

13 Lo sabemos porque un “Luis Bouvard PPC” (probablemente mal trans-crito el nombre de la periodista) envió desde Elche un telegrama a Xavier Garcia para anunciarle su visita. No se distingue la fecha del sello. Es el doc. 19770000ACPHOAC_FXG_503_103.

14 Es un catalanismo.

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15 Al Pleno de la Reunión de antiguos militantes de la HOAC, Villanueva y Geltrú, 3 de noviembre de 1981, doc. 19811103ACPHOAC_FXG_504_041.

16 Vid. su esquela en La Vanguardia, el 12 de abril de 2012, y Xavier Llobet Furró, Criteris de Democrácia Social Cristiana de Catalunya, Barcelona, DSCC, 1979, 35 págs.

17 Barcelona, 16 de diciembre de 1981, doc. 19811216ACPHOAC_FXG_504_041. Original en catalán.

18 Vid. doc. 19650120CPHOAC_FXG_503_103.

19 Argany? a Xavier Garcia, Santa Cruz de la Palma, 10 de abril de 1983, en catalán, doc. 19830410ACPHOAC_FXG_504_042.

20 Vid. Joan Margenat Romá, Noticia 26, doc. 19830712ACPHOAC_FXG_504_042.

21 Es el doc. 19830400ACPHOAC_FXG_504_042.

22 Antonio Torres Hurán a Xavier Garcia, Madrid, 6 de diciembre de 1982, doc. 19821206ACPHOAC_FXG_504_042.

23 Dice “pude”.

24 Doc. 19830203ACPHOAC_FXG_504_042.

25 En el original catalán, capgirells. Es el doc. 19830923ACPHOAC_FXG_504_042.

26 Madrid, 18 de abril de 1983, doc. 19830418ACPHOAC_FXG_504_042.

27 Madrid, 17 de junio de 1983, doc. 19830617ACPHOAC_FXG_504_042.

28 Rafael Serrano a Xavier Garcia, Madrid, 16 de junio de 1983, doc. 19830616ACPHOAC_FXG_504_042.

29 Vid. Rafael Serrano a Xavier Garia, Madrid, 11 de abril de 1984, doc. 19840411ACPHOAC_FXG_504_043, donde menciona, por cierto, el artículo firmado por Tomas Malagón, “Un testigo de la fe”: Communio (1979). Sobre la personalidad de Malagón, Noticias obreras, núm. 886-887 (1984). Acerca de la gestación de este número, Ángel Ruiz Camps a Xavier Garcia, Madrid, 5 de abril de 1984, doc. 19840405ACPHOAC_FXG_504_043.

30 Jacinto Martín a Xavier Garcia, Laviana, 27 de junio de 1984, doc. 19840627ACHOAC_FXG_504_043. Vid. el testimonio sobre su persona de

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Josep Maria Rovirosa a Xavier Garcia, El Vendrell, 18 de octubre de 1984, doc. 19841018ACPHOAC_FXG_504_043.

31 Rafael Serrano Castro a Xavier Garcia, Madrid, 14 de diciembre de 1984, doc. 19841219ACPHOAC_FXG_504_043.

32 Vid. Rafael Serrano Castro a Xavier Garcia, Madrid, 27 de junio de 1985, doc. 19850627ACPHOAC_FXG_504_043.

33 Por Xavier Garcia, Jacinto Martín y Tomás Malagón, Madrid, HOAC, 1985, 320 págs.

34 Villafranca del Panadés, Institut d’Estudis Penedesencs, 1985, 36 págs.

35 Sólo por la longitud de texto, pasamos a nota el párrafo omitido arriba: “El obispo de Gerona, M[o]n[se]ñ[o]r Camprodón, amigo y admirador del tío, muy poco a poco, sin prisa pero sin pausa -quizá podemos decir-, va haciendo intervenir a los seglares en la vida íntima de la diócesis como es la vida econó-mica, con ganas de acercar al pobre feligrés a la vida del eclesiástico y vicever-sa, con toda la voluntad de mejorar la visión que tenemos los unos de los otros y así favorecer el verdadero cristianismo de todos, como parece que quiere des-prenderse de la noticia publicada en la última CC [sic] que dice: “Fondo común para el clero”, donde entre otras cosas se habla de una Junta de Economía presidida por un seglar, verdadera novedad (?) [sic] en el mundo eclesial, si bien hemos de tener en cuenta la evidencia de que todos los dineros salen, porque de ahí tienen que salir, del mundo seglar. Tan verdad [es que] lo económico debe ser buen calzador para hacer entrar [las cosas] correctamente dentro del cristianismo. Y no para favorecer el “cuento y el tinglado”. Sin negar que lo “sobrenatural” no se puede hacer con el dinero, sino contra el dinero, como tú dices en el opúsculo, hemos de convenir que el dinero, bien gestionado, es una criatura de Dios, y hasta un bien de Dios. No sé si el tío también lo decía así, pero es de absoluta e indispensable necesidad que esté bien gestionado, [cosa] un poco dificil para el hombre, no para el dinero en sí, totalmente apático como es”.

36 El Vendrell, 30 de abril de 1986, doc. 19860430ACPHOAC_FXG_504_045.

37 Un ejemplar de la invitación al acto, anunciado para el 11 de octubre, en ACPHOAC_FXG_504_042.

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ESDUDIO INTRODUCTORIO

ccxvii

EPÍLOGO SOBRE ESTA EDICIÓN

La traducción que sigue –de la que es autora María Matavera- no puede ser, por todo lo dicho, la del texto editado en 1977.

Tampoco desde luego aquella inicial de 1966, que era una larva al la-do de esta última.

En principio, tendría que ser la de 1971, que vetó la censura. Pero no podemos olvidar las reservas de Malagón y que el consiliario revisó ciertamente la cuarta versión que conocemos, que es la de 1985. Ver-sión que no podemos considerar tampoco definitiva porque no quería ser otra cosa que un buen resumen y, además, iba “censurada” también por el deseo de no poner en evidencia a las personas -eclesiásticos so-bre todo- que terciaron en el cese de Rovirosa como alma de la HOAC en 1957 y que, en 1984 –cuando murió don Tomás, acabada la revisión del texto de Xavier- ocupaban los primeros lugares de la jerarquía espa-ñola.

Hoy ya no los ocupan –han muerto- y no parece necesario mantener el silencio que quiso Malagón en esos días.

Por otro lado, la revisión pudo afectar también a los errores y lagu-nas que hemos hallado en las versiones de 1971 y 1977; de manera que, por pocos que sean, deben de remediarse si es que los salva o los corri-ge la de 1985.

Y todavía hay que añadir los hallazgos documentales posteriores que permiten completar o aclarar algunas de las cosas que Xavier Garcia no pudo saber.

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ccxviii

Además, hemos comprobado que, en más de una ocasión, la trans-cripción que hizo Xavier Garcia de los testimonios de otras personas no era literal, sino que la adaptaba a su propio estilo. Eso es legítimo, desde luego, y forma parte del aspecto creativo de una obra literaria. Pero, en historia, los textos que se citan como originales se han de re-producir tal como fueron. No modificaremos, por tanto, el de Xavier; pero lo completaremos cuando parezca necesario, de forma que quede claro, no obstante, que ese “complemento” es añadido nuestro.

Todo eso y lo demás que es preciso para que la que sigue sea una verdadera “edición crítica” de la obra se señalará, las más de las veces, entre corchetes, [así,] y se advertirá, en nota, qué es lo que cambia entre las redacciones de 1971 y 1977 o entre cualquiera de las dos y los origi-nales de los testimonios ajenos que se mencionen en ellas, más las acla-raciones o correcciones que obliguen a advertir las versiones de 1966 y 1985.

Por lo general, esas notas no deberían ocupar al lector, salvo que tenga el deseo de comprobar por qué se dice algo concreto. Nos atre-vemos incluso a aconsejar que no se lean –salvo en el caso dicho- por-que pueden entorpecer la comprensión de la propia biografía. Se trata únicamente de dar, a esta edición, el rigor que requiere. Así que opta-mos por ponerlas al final de cada capítulo.

Cuando pensemos que lo que hay que añadir sí debe ser leído por-que añade algo sustancial, la nota no irá –como las que se acaban de mencionar- al final del capítulo, sino que cortaremos el texto de Xavier y añadiremos la frase “Nota editorial” y, a continuación, nuestro propio texto, con una tipografía distinta y todo lo que haga falta para que el lector se dé cuenta de que no se trata de párrafos de Xavier Garcia, sino añadidos nuestros, que se explicarán por sí mismos.

Creemos que, con lo uno y lo otro, el resultado será enriquecedor para todos y para el mismo libro y su autor. Xavier Garcia lo merece. Era un hombre cabal. Lo expresa felizmente su Memòria i confessiò (1992), publicada seis años antes de la muerte (1998).

Léanla y

Laus Deo.

José Andrés-Gallego y Donato Barba Prieto

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ESDUDIO INTRODUCTORIO

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Xavier Garcia Soler

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XAVIER GARCIA SOLER

*

ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

I. LOS PRIMEROS TREINTA Y SEIS AÑOS (1897-1934)

* PRESENTACIÓN DE JOSEP PONT I GOL

* TRADUCCIÓN DE MARÍA MATAVERA

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Presentación

HE AQUÍ UN PROFETA

Es decir: un hombre trastornado por la Palabra candente de Dios. Como Jeremías, como Isaías, como Amós, como el Bautista. ¿Vale la comparación? Yo tomo el riesgo personal de hacerla.

Todos los profetas han sido hombres de la Palabra. La Palabra los ha arrancado de allí donde estuviesen, los ha trasformado sin contem-placiones y los ha convertido en la resonancia vibrante y fiel del Verbo poderoso salvador. Todos ellos, personas incómodas y signos de con-tradicción en la sociedad de su tiempo, han clamado, en nombre de Dios, contra los desvíos concretos de su momento, de sus hombres, de su pueblo. Han hecho la apreciación justa y, de cara al futuro, han abierto caminos nuevos, reventando los muros asfixiantes de posiciones tomadas y de poder establecido. Todos ellos han terminado rompién-dose gloriosamente el cuello, al lanzar su golpe de fuerza. Ha dado la impresión de que han acabado en fracaso, pero su voz –voz de Dios– continúa resonando como retumba el trueno. Es viva, angustiosa, y distingue a los que tienen oído de los que no lo tienen.

“¡Los pobres no son evangelizados!”1. “Cristo los quiere los prime-ros en su redil, y… ¡en la Iglesia no tienen lugar!” es el grito revulsivo de Rovirosa ante nuestra situación, la de ahora, en nuestra Iglesia. Es el grito que lanza él desde el fondo más sincero y más profundo de su

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PRESENTACIÓN

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vivencia personal. Es el clamor de Jesús, hecho vida, voz y fuerza en su profeta…

* * *

Rovirosa no fue profeta como Jeremías o como el Bautista, que fue-ron sellados por la palabra de Dios desde el seno de la madre. Él, como Amós, fue arrancado de allí de donde vivía, cuando menos lo pensaba. Más exactamente aún: como san Pablo, fue herido y trastornado de tal modo por la palabra, en un momento dado, que, de escéptico y enemi-go de los seguidores de Jesús, se trocó en apóstol y creador de nuevas comunidades de fe.

Con dieciocho años, había perdido la fe, aquella fe tradicional que había visto y vivido en el hogar, en la casa solariega de Rocacrespa, y que había recibido sobretodo de su madre, mujer de virtudes sinceras, sencilla y muy piadosa2.

Por temperamento y por la formación viril de su padre, que le había enseñado a andar siempre por el camino de la sinceridad y de la verdad y nunca por el de la simulación y la mentira, no aceptó, ya desde los inicios de su bachillerato en Villanueva, que le regalasen fórmulas y doctrinas prefabricadas. Apasionado por el estudio, quiso saber las razones y ser él quien encontrara la verdad. Eso, que es lo que haría con sus estudios en ciencias naturales y, con el tiempo, le llevaría a alcanzar una categoría profesional muy destacada en la búsqueda y en el hallazgo de múltiples soluciones técnicas, lo hizo también con la religión. Las explicaciones que se le daban en el colegio sobre la fe y sobre la vida cristiana, las encontró, desde el principio, oscuras y pobres, y se le hicie-ron cada día más difíciles de aceptar. Después, ya convertido, diría: “Nos hacían aprender al detalle todas las cosas de la religión, menos una: Jesús, desnudo y clavado en una cruz”3.

Al acabar el Bachillerato, se le hizo ya imposible creer. A continua-ción, fue a la Escuela de Ingenieros de Madrid y, en Barcelona, a la Universidad Industrial de la Mancomunidad de Cataluña; y, tras un proceso acelerado de incredulidad, fue descubriendo una Iglesia en la cual ya se daba todo por hecho, todo terminado y perfecto. Vio una Iglesia sin futuro, montada, para seguridad de burgueses, sobre la igno-rante credulidad de las clases populares. Se diría a sí mismo: “Todo

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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aquello no tenía nada que ver con la verdad, y mi deber era no solamen-te desentenderme de ello, sino combatir en nombre de la verdad”4.

Así pasó la etapa que él mismo llamó de sus “segundos dieciocho años5” y que, después, calificó como los años de error y de traición. Por un lado, llegó a ser una obsesión en él el espíritu sectario y antieclesiás-tico que manifestó en toda ocasión y con toda clase de medios, también la burla y el sarcasmo. Pero, por otro lado, él, hombre de la verdad, no podía vivir en el vacío y buscaba el camino, estuviera donde estuviese. De la apostasía, pasó al naturismo, al espiritismo, a la Sociedad Teosófi-ca, al psicoanálisis, al sincretismo religioso; estudió todas las religiones; inquieto, leyó todo tipo de libros, y, al final, llegó al escepticismo total. Los tres primeros años de estadía en París marcarían en él el punto más alto y también un hito principal en su camino.

Y…, cuando llegó el momento de Dios, cuando menos lo esperaba él mismo, cuando más progresaba en su materialismo y había llegado a la conclusión de que solamente podía creer en las máquinas, “porque las máquinas no traicionan nunca”, cayó sobre él la palabra de Yahvé, lo arrancó, en un momento, de aquella situación, lo trasformó sin con-templaciones y, como a san Pablo, “le reveló a su Hijo para que lo anunciara entre los paganos” (Gal 1,16), es decir: en el mundo obrero, el de los “paganos” ignorantes de Jesús.

La palabra le vino por boca del cardenal Verdier. Un día, a finales de 1932, Guillem6 Rovirosa, solamente por la curiosidad de conocer al cardenal, entró a un templo de París en el que había mucha gente por-que se hallaba aquél de visita pastoral. Entró en el preciso momento en que el cardenal predicaba. “Yo –escribiría Rovirosa- iba solamente para verlo, pero resultó que (sin yo desearlo) también le oí”. Lo oyó solamente dos o tres minutos y escuchó esto: “El cristiano es un especialista en Cris-to; el mejor cristiano es el que más sabe de teoría y de práctica de Je-sús”7.

Inmediatamente, sin saber cómo, se sintió impresionado. El evange-lio no había contado entre sus libros. Jesús, para él, era un desconocido en la teoría y en la práctica. Lo perseguía sin conocerle. Como san Pa-blo, debió escuchar: entonces “¿Si no me conoces, por qué me persi-gues?”.

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PRESENTACIÓN

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Avergonzado, compungido y vencido, salió del templo y, sin perder tiempo, emprendió la tarea de conocer a Jesús para responder la pre-gunta que le torturaba desde aquel instante: “Yo, realmente, ¿qué sé de Jesús?”. Como san Pablo en Damasco, no consultó a nadie y se retiró a la Arabia de su estudio y de su contemplación. Tenía que saber mucho de Jesús. Lecturas y más lecturas. La Biblia, la Vida de Jesús de Mauriac8, San Francisco de Sales, Charles de Foucauld, etcétera.

Solamente un año más tarde, de vuelta de París, encontró un maes-tro. Lo halló en El Escorial. Un fraile agustino, durante tres meses, lo llevó por el camino de Las confesiones, de san Agustín. Rovirosa dice que no pudo pasar del capítulo séptimo. La felicidad reencontrada le había rendido totalmente y se arrodilló a hacer confesión general de toda su vida. El día de Navidad de 1933, al amanecer, acompañado por su mu-jer, hacía lo que llamó la “segunda primera comunión”. Era ya un con-verso. Se habían terminado los “segundos dieciocho años”, los de la traición y el error.

Un paso más y el convertido llegaría a ser profeta. Luego pasarán casi unos “terceros dieciocho años” más y será la voz de Dios, evange-lizando a los pobres. De momento, ha encontrado en Jesús “al mismo Dios que se avino a hacer de hombre9” y que se pone a su lado para quererlo y que, en el espectáculo cruento de la crucifixión, da de ello el más indefinible testimonio. La cruz es “una austera y sangrante exigen-cia” de los seguidores de Jesús10. Es novela rosa creer que los buenos siempre ganan. Eso hace que, muchas veces, cueste ver en la Iglesia la comunidad que recuerda y hace actual el amor del Crucificado. Ahora entendía Rovirosa el capítulo inexistente en las clases de religión del bachillerato de sus primeros años. Lo viviría plenamente en adelante.

Para él, la conversión supuso austeridad y exigencia. Es el primer paso. Lo ratificaron su mujer y él con un pacto tripartito con Dios: ellos lo dejaban todo, la profesión, la vida matrimonial, el apostolado, y Dios se comprometía a cubrir sus necesidades y a dejarlos vivir pobres. Rovi-rosa ya solamente viviría para la misión apostólica. Ella renunciaría a todo lo que no tuviera esa finalidad y esgrimiría el arma silenciosa de la plegaria.

No podían sospechar a qué se habían comprometido. Dios había aceptado el contrato y sería fiel a él. Con voz potente y exigente, les

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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pondría en el corazón y en las manos el mundo de los obreros, huérfa-nos de evangelio. Habría que dárselo todo. También la vida. Por su parte, se cuidará Dios de su pobreza. Al Rovirosa convertido sucederá el Rovirosa profeta, y las circunstancias -voz de Dios- que lo harían realidad, serían, como siempre, excepcionales: iba a ser la guerra civil, comenzada dos años y medio después de la Navidad de la conversión.

En plena revolución, en la capilla clandestina que montó en el sub-terráneo de su empresa, Rovirosa pensó mucho y rezó mucho, mien-tras, afuera, la revolución y la guerra ahogaban Madrid en sangre de hermanos. Los obreros, compañeros suyos de trabajo, por unanimidad lo eligieron, a pesar a de ser directivo, presidente del Comité Obrero de Empresa. No pocos de ellos eran socialistas y nunca lo delataron como directivo, ni como hombre de misa y de capilla en casa. Los quería y se querían. Eran buenos compañeros, pero…, fuera, cogían el fusil para matar a los del otro lado, los que a iban a misa, los selectos, que por eso decían “de derechas”.

Nota editorial sobre la formación de Comités Obreros de Empre-sa en el Madrid de la Guerra civil:

Durante la guerra de 1936-1939 –que Rovirosa hubo de pasar en Madrid-, se introdujo la autogestión en muchas empresas; autogestión que consistía, de hecho, en confiar la dirección a comités de empresa formados por delegados elec-tos por los trabajadores reunidos en asamblea. En las em-presas que no llegaron a colectivizarse, solían formarse comi-tés de control, donde los representantes de los trabajadores compartían la dirección con los empresarios. El cargo de de-legado de los trabajadores era revocable en cualquier mo-mento11.

Eso hacia temblar el ánimo de Rovirosa. Pero ¿no son aquéllos, ellos, sus compañeros, los pobres y los oprimidos? ¿No son para ellos los primeros lugares del Reino? ¿Por qué están fuera de él? ¿Nadie los

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PRESENTACIÓN

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ha llamado? No con voz de evangelio; y ellos, los pobres, ¡no son evan-gelizados! El evangelio es traicionado. Jesús le clava este mensaje en las profundidades del alma. Le induce a comprometer la vida para hacerlo realidad y Rovirosa hace oblación de ella.Es el segundo paso. Lo llama la segunda conversión. La primera, comenzada en París y terminada un día de Navidad, lo había inducido a abrazar a Cristo. Había durado un año. Ésta, la segunda, comenzada y terminada con la revolución y la guerra civil, lo llevaría abrazar a Cristo en cada uno de los hombres, principalmente los pobres y los marginados. Rovirosa, trasformado por la Palabra, iba a ser el profeta del evangelio del amor, incomprendido por el mundo del trabajo.

Sería fiel a esa misión hasta la muerte.

* * *

Inmediatamente después de la guerra, activo en grupos de Acción Católica12, fue vocal social del Consejo Diocesano de Hombres, en Madrid, que enseguida trasformó en Secretariado Social13; trabajó en los suburbios, fue buscando y hallando el equipo de hombres adecuado, inició reuniones obreras, maduró sus proyectos y los dio a conocer a la jerarquía eclesiástica.

En el mes de mayo del 1946, en la Junta de Metropolitanos, se acor-dó la fundación de la HOAC, como movimiento especializado obrero para adultos. Los objetivos, los había fijado Rovirosa14. Era una inno-vación, que no sería bien vista por todos. La Acción Católica15, con esto, empezaba a perder unidad16. Los obreros, apóstoles de los obre-ros, tendrían su agrupación, separada de la de los patrones. El conteni-do de la nueva agrupación sería el amor en las personas y la justicia en las instituciones, como valores máximos, de manera que Cristo volviera a aquéllos como correspondía. Eso se traducía en un doble y alto ideal: conquista espiritual y conquista social. Era necesario abrir los caminos de Dios hacia los obreros y los de los obreros hacia Dios.

Rovirosa dejó el puesto de trabajo y cualquier otra preocupación. Se debía a aquella misión en virtud de aquel contrato tripartito con Dios. Él ya no contaba. La obra, de hecho, ya madura y comenzada antes de la declaración oficial17, se inició con pie firme y con una dirección con-creta.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Dios vela por su profeta y lo prepara. Mientras la simiente de la HOAC iba cayendo fecunda en el surco, le hizo conocer casualmente el padre Vallet, simiente ya alejada de la iglesia de Cataluña, a la que tanto había renovado con la obra de los ejercicios espirituales18. También, y de una forma no casual, sino excepcionalmente providencial, entra en contacto con Monserrat.

Con el primero, tuvo ocasión de profundizar espiritualmente, en di-ferentes turnos de ejercicios, el gran trabajo que se le venía encima. Con Monserrat, ya no perdería nunca el contacto. Allí hallará cobijo, oración y ayuda. Y permanecerá frecuentemente durante verdaderas tempora-das. Y la HOAC y la figura de Rovirosa se verán, desde el principio y para siempre, muy fuerte y saludablemente influidas y ayudadas por ello. Hay que decir, también, que el Monasterio recibiría de ello una saludable influencia.

Nota editorial sobre el padre Vallet:

Aunque volveremos sobre él en su momento, Francisco de Paula Vallet había nacido en Barcelona en 1883; estudiante de ingeniería, hizo los ejercicios espirituales ignacianos en la Santa Cueva de Manresa en 1907 y, unos meses después, entró en el noviciado jesuítico de Gandía. Ordenado sacerdo-te en 1920, comenzó a predicar ejercicios en 1923, en parro-quias de Cataluña principalmente, y acabó por dejar la Com-pañía de Jesús, en 1928, para fundar la congregación de co-operadores parroquiales, que acabaría llamándose Obra de cooperación parroquial de Cristo Rey. Consiguió la incardina-ción como sacerdote en la diócesis uruguaya de Salto en 1929 y allí empezó a desarrollar la obra, hasta 1932, en que regresó a España. Entre 1934 y 1945, permaneció sin em-bargo en Francia, donde fundó (en octubre de 1943) la rama femenina de la congregación: las cooperatrices parroquiales de Cristo Rey. De regreso en Madrid desde 1945, murió el 13 de agosto de 1947, mientras predicaba ejercicios a un grupo de escolapios. El encuentro con Rovirosa hubo de tener lu-gar, por lo tanto, entre estas dos últimas fechas.

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PRESENTACIÓN

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* * *

El profeta, impulsado por Dios, tenía prisa. Iba a cumplir los cin-cuenta años, hacía catorce que la Palabra de Dios le había arrancado y trasformado y había llegado la hora de que tuviera todo eso una reso-nancia poderosa y salvadora. Y la tuvo. Con la palabra viva, con la plu-ma y con los hechos.

Fueron las doce Semanas generales de la HOAC, repetidas anual-mente. Fue el periódico ¡Tú!, eco amplio y vibrante de la voz de Roviro-sa. Cuando la censura lo ahogó, en 195119, tiraba 43.000 ejemplares. Fue el Boletín para militantes, donde Rovirosa expresó lo bueno y lo me-jor de su mensaje. Fue el Plan Cíclico en tres cursos, verdadera y eficaz escuela humanística y cristocéntrica, que desembocó en la Revisión de vida20.

Fue sobretodo su palabra viva, regalada hasta el agotamiento, en do-cenas y docenas de cursillos, por toda la Península. Fue su pedagogía del método de encuesta, del ver, juzgar y actuar, aprendido de la JOC belga, que él reelaboró profundamente de cara a los adultos y que hoy todos conocen, gracias en gran parte a él mismo. Fue el proyecto de Grupos Obreros de Estudios Sociales (GOES) para investigar de cara a la actvidad en el campo sindical, cívico y político. Fue el proyecto de los “liberados” o “vinculados”, pequeños grupos de militantes obreros que, dejándolo todo, “sin parecer que dejaran nada” se “consagrarían” al apostolado obrero. El proyecto fue vetado.

Es su sueño por una Iglesia de “conversos”, es decir: de hombres li-bres y no de hombres infantiles, de hombres capaces de hacer “pactos con Dios” y de realizar el tipo de “hombre nuevo” del evangelio. Es su esfuerzo por que la Iglesia del mundo industrializado presente el rostro que conviene a la comunidad que rememora y reactualiza el amor del Hijo del carpintero, para lo cual tienen que hallar en ella el lugar ade-cuado y privilegiado los pobres del mundo obrero.

Hará falta, por tanto, que los obreros “conversos” conozcan bien la historia y la vida para impregnarla del evangelio, con una proyección normal y continua sobre todas las actividades humanas. Su Manifiesto comunitarista iría ya de cara a las realizaciones concretas. Fue un intento de solución, entre otras posibles, impregnada de trascendencia, fundada

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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en el Mandamiento Nuevo y, por tanto, en la antítesis de la escuela burguesa y de la escuela marxista. Fue, al mismo tiempo, una invitación a los cristianos para que buscasen continuamente ese tipo de soluciones sobre principios evangélicos.

Toda esa acción apostólica del profeta era avalada por su vida de pobreza, de humildad y de sacrificio. Sin dinero, sin comodidades, vi-viendo de lo poco que podía trabajar profesionalmente, vistiendo aque-lla sahariana y aquellos pantalones azules, contento de no tener nada. Es suya esta afirmación: “El hombre que quiere seguir a Cristo es tanto más feliz cuanto más va arrinconando las necesidades”21. Es fiel al pac-to tripartito. El recuerdo y el testimonio de los que lo trataron es el de una persona enviada por Dios y fiel a su palabra hasta la muerte. Me emociona pensar que yo también me puedo contar entre ellos.

* * *

El profeta ha dado su golpe de fuerza y, como todos, como ya he dicho anteriormente, termina por romperse gloriosamente el cuello. Como todos, es persona incómoda y signo de contradicción. También para él y para su obra, los muros asfixiantes de posiciones tomadas y de poder establecido son duros y cuesta romperlos para abrirnos caminos. En este libro, encontrareis bien señalado su camino al Calvario. El Bole-tín, el ¡Tú!, los “vinculados”, el Plan Cíclico, el Manifiesto comunitarista, los GOES, la misma concepción de la HOAC, todo era motivo de recelo en demasiados ambientes. La orientación crudamente obrera y cristiana que daba a la HOAC no convenía en aquellos momentos. Estábamos en los años cincuenta y cada tiempo da de sí lo que tiene. El profeta, sin embargo, ve más allá y, por eso, no hay lugar para él en la sociedad. El día 4 de mayo de 1957, después de unos incidentes ocurridos con oca-sión de la conmemoración del primero de mayo, era oficialmente sepa-rado de la dirección de la HOAC. “¡Es que… hacía política!”.

Él, fiel al “contrato con Dios”, lo acepta con cordial y sincera sumi-sión. Dios sabe lo que hace. Es el momento de referirse a sí mismo su propio dicho: “Dios no necesita colaboradores, sino seguidores”.

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PRESENTACIÓN

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Nota editorial sobre la diferencia entre colaborar y seguir a Dios, según Rovirosa:

Lo expresa de otro modo en un artículo del núm. 141 del Boletín del militante que titula Sacrificio: “Dios no necesita nuestras ideas geniales para hacer marchar bien al mundo, pues Él es la Sabiduría Infinita. Tampoco necesita nuestra actividad, pues es el Omnipotente. Lo que quiere es nuestro propio sacrificio. El sacrificio de nuestro plan, de nuestra idea, de nuestra idea genial, de nuestros esfuerzos. Nuestra cruz, en una palabra”22.

Pero aún habría más. El calvario hay que completarlo. Dios, que quiere a su fiel servidor, permitirá otra prueba. Al cabo de pocas sema-nas, el 22 de junio, al bajar de un tranvía, resbaló y una de las ruedas le aplastó el pie izquierdo23 y quedó, durante siete años, hasta la muerte, en situación de minusvalía y de enfermedad progresiva.

Más aún. No encontraría calor de familia para su consuelo y reme-dio: Caterina, su mujer, hacía ya tiempo, desde septiembre de 1947, que había desaparecido inexplicablemente del hogar. Ella, esposa de amor y de plegaria, le había llorado como Mónica en los años de su increduli-dad, había hecho jubilosa el contrato tripartito, vivía místicamente ilu-sionada por la alta misión de su marido, rezaba y velaba, le buscó, en el cobijo de Monserrat, el hogar que creyó apropiado, fue convenciéndose sin embargo del estorbo que suponían ella y el hogar familiar y desapa-reció, dejando escritas a su Guillem unas palabras de despedida. A pesar de las búsquedas que se hicieron, nunca más se sabría nada de ella. Es que el profeta había empezado ya su última etapa, enmarcada, como sucede a todos, por la incomprensión y por el sufrimiento.

Cuando podía, Rovirosa viajaba allí adonde los hoacistas y los obre-ros en general lo llamaban. El cobijo de Monserrat era, no obstante, su lugar para pensar, rezar y continuar proclamando, en la medida de sus fuerzas, el mensaje que se le había encomendado, ahora empapado con el testimonio de la cruz.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Cuando todo era incierto, su frase era: “Ara més que mai!”: “¡Ahora más que nunca!24”. Y, mientras pudo respirar, lo cumplió. Yahvé le había comprometido y él se había comprometido. Habla. Sobre todo, escribe. No se lo ahorra, ni en las horas fatigosas del lecho.

Sin duda, las palabras de esta etapa de sufrimiento son las más ma-duras de todo su largo magisterio. Fueron siete años en los que Monse-rrat fue cátedra y fuente de palabra profética. Reconsideró su Manifiesto comunitarista. Como resultado, publicó Cooperación integral. Lo llamaría, abreviadamente, “COPIN”, el más teológico de sus libros.

Quería hacer entender que la Palabra crea comunidad porque la co-munión es la “manera de hacer de Dios”25 y nosotros tenemos el deber de aproximarnos a ella. La Comunión trinitaria pasa a nosotros por la Comunión del Verbo y se extiende por el Mandamiento Nuevo y por los sacramentos. Esa cooperación, por lo tanto, es el gran valor cristia-no que ha de informar todas las zonas de la relación humana, purificán-dolas, también las sociales. Se trata, pues, de fomentar grupos y comu-nidades que vivan totalmente el compromiso de su bautismo.

Publica dos libros-sorpresa: Dimas, el primer santo y Judas, el primer traidor, de gran madurez, originalidad y concreción práctica de aspectos fundamentales de su mensaje. Envía periódicamente el folleto Noticias, contesta a todos, prepara estudios sobre la empresa, da aún algunos cursillos, hasta que no puede más y el Señor, que le ha enviado, le llama hacia Él, una tarde de febrero de 1964, desde un Hospital de Madrid.

* * *

¡Gracias, Rovirosa! Guardo celosamente el Judas y el Dimas que me envió26. También algunos números de sus “Noticias”. Guardo más celo-samente aún el recuerdo de nuestros encuentros personales. ¡Aquel cursillo de todo el mes de agosto de 1951 en el Seminario de Solsona! Dios hizo que fuese casi el primero en hacerme saber e hiciese mención delante de Dios de mi nombramiento episcopal. Sus palabras no se me han borrado de la cabeza, ni del corazón. Un día, tuvimos una larga sentada en su celda de Monserrat, mientras manejaba las herramientas que había inventado para encuadernar los envíos de “COPIN” o del Judas. Estuve con usted en una Asamblea de la HOAC en Igualada. El Señor hizo que le pudiese visitar en Madrid, cuado el tranvía le había

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PRESENTACIÓN

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malherido. Me habló del humor de Dios: “Ahora –me dijo- con una pata de madera, haré de pirata”27. ¡Lenguaje de santos!

Sin pensar, he hablado de mí. Pero, no. He hablado de él. Conviene que hablemos de él. También habla de él este libro y lo hace de manera exhaustiva. Xavier Garcia, amigo y discípulo de Rovirosa, nos dice todo lo que ha podido saber de él y todo lo que el corazón le ha dictado.

Quisiera creer que este libro de abundancia enciclopédica será ins-trumento muy válido para dar a conocer y hacer vivir hoy al profeta y su mensaje. Gracias, pues, amigo Xavier, por este trabajo, por su es-fuerzo y, sobre todo, por el amor y por el aprecio con que lo ha llevado a cabo.

Conviene volver a hablar de Rovirosa. Conviene que habemos de él. Ahora es el momento. A los trece años de su muerte, es decir hoy, es cuando el clamor de su voz, sembrado con dolor en la angustia y en la incomprensión de su tiempo, se hace imperante en nuestras iglesias. Conviene que llegue a ellas. Puede ser que esté llegando, impulsado por unas fuerzas nuevas y por unas situaciones diferentes, auguradas por el profeta. La fuerza del Espíritu va convirtiendo en viento de fuerza cre-ciente los aires conciliares del Vaticano II, aires que Rovirosa llegó justo a respirar, y la mano de Dios, que guía la historia, pone el mundo en tensión profunda y su Iglesia, en situación a punto de convertirse al Evangelio.

“¡Los pobres no son evangelizados28!”, es el clamor, el desafío y la urgencia de nuestro tiempo. Un profeta nos lo ha dicho en la cara.

Josep Pont i Gol

Arzobispo de Tarragona.

Presidente de la Conferencia Episcopal Catalana.

Tarragona, 11 de marzo de 1977.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Nota editorial: Pont i Gol:

Pont i Gol nació en Bellpuig d’Urgell en 1907; hizo la ca-rrera eclesiástica en Solsona, se ordenó el 22 de marzo de 1931 y se doctoró en teología en Roma. Profesor del semina-rio, canónigo doctoral de la catedral, secretario de Cámara del obispo Vicente Enrique y Tarancón, todo ello en Solsona.

Obispo de Segorbe-Castellón desde 1951, hizo una minu-ciosa visita pastoral, fundó el seminario mayor de Castellón de la Plana y la casa de espiritualidad de Betxí y se esforzó en ayudar a los marginados, además de defender el empleo de la lengua vernácula en la catequesis y en la liturgia (y en los demás aspectos de la vida29).

Intervino en el Concilio Vaticano II, sobre el que publicó La Iglesia ante el Concilio30. Fue secretario de la Comisión episcopal de Cáritas española. Apoyó la revista Ressò, publi-cada mensualmente en Santa Coloma de Farners desde 1968 con el subtítulo de “Revista rural d’acció católica”31.

Arzobispo de Tarragona desde 1970, fue el principal pro-pulsor de la Conferencia Episcopal Catalana como organismo diferente de la Conferencia Episcopal Española. Reorganizó profundamente la diócesis y gestionó el retorno de los restos del cardenal Vidal i Barraquer32.

Juan Pablo II aceptó su renuncia a la sede de Tarragona en 1983 y, después de unos meses de administrador apostó-lico de la diócesis, en espera de su sucesor, se retiró a Solso-na, donde falleció en 199533.

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PRESENTACIÓN

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1 La idea se reitera en los escritos de Rovirosa, ciertamente; pero no hemos

encontrado esta expresión literal. En adelante citaremos sus Obras completas, Madrid, Ediciones HOAC, 1995-2010, 6 volúmenes.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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2 Lo que sigue resume la autobiografía de Guillermo Rovirosa incluida en “El primer traidor cristiano Judas de Keriot, el apóstol”, ibidem, I.

3 Literalmente: “se nos hacía aprender con profusión y detalle todo lo refe-rente a la religión... menos una cosa: la principal. Que era (y que es) Jesús des-nudo, clavado en la madera”: ibídem, I, 545.

4 Literalmente: “No, aquello no tenía nada que ver con la verdad, y mi deber era desentenderme completamente de ello. Y sin necesidad de ninguna ‘decla-ración formal’ decidí, con plena conciencia, no sólo desentenderme, sino com-batir la religión católica (considerándola como farsa magna) en nombre de la verdad”: ibidem, 547.

5 Lo usó como subtítulo ibidem, I, 548, donde afirma también lo que sigue: “de perseverancia en el error y, por lo tanto, en la traición”.

6 Empleamos el nombre Guillem única y exclusivamente porque él mismo manifestó el deseo de que se le recordara así, si hacía al caso. Como veremos, en la propia familia, le llamaban Guillermo.

7 Optamos por traducir del catalán como figuran en el original castellano, ibidem, I, 550. Pero, en ambos casos, las frases originales son más largas; en ambas, median sendas oraciones subordinadas que suprimió el autor de esta presentación –el que era entonces arzobispo de Tarragona, Josep Pont i Gol-, sin duda para abreviar el texto y quizá para darle más fuerza. Como se trata de hechos sobre los que Xavier García volvió y detalló en este mismo libro y lo que anotamos aquí es tan sólo la introducción, dejamos para luego las notas que requiere, por ejemplo, la mención de Verdier como un hombre que llama-ba la atención en las postrimerías de 1932.

8 Dejamos también para más adelante la referencia a esta obra, de la que habla el propio Rovirosa en su autobiografía y no aparece, sin embargo, en la bibliografía de Mauriac que conocemos.

9 Literalmente (si lo tomó de aquí Pont i Gol), “Jesús, sin embargo, no fue un hombre puesto a hacer de Dios, sino que fue Dios puesto a hacer de hom-bre”, en Guillermo Rovirosa: “El primer santo: Dimas, el ladrón”, en Obras completas, I, 321.

10 No hallamos esa expresión en los escritos de Rovirosa que conocemos.

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PRESENTACIÓN

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11 Sobre todo ello, W.L. Bernecker, Colectividades y revolución social, Barcelo-na, Edit. Crítica, 1982, 524 págs.; F. Mintz, La autogestión en la España revoluciona-ria, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1977, 436 págs.

12 Pont i Gol escribe “A.C.” en éste y el caso que sigue (y que, igualmente, desarrollamos por razones de mero estilo literario y para hacer más fácil la comprensión del texto).

13 El protagonismo de Rovirosa en la creación del Secretariado Social de la diócesis de Madrid no aparece en las fuentes que conocemos, que son las del Archivo Histórico Diocesano de la propia villa.

14 Este hecho tampoco parece suficientemente documentado. Sí es cierto, no obstante, que hay un proyecto de Apostolado Obrero propuesto por Rovi-rosa a las autoridades de la Acción Católica Diocesana y fechado en 1943.

15 Como en el caso anterior, en el original, “A.C.”

16 Traducimos con especial libertad la expresión de Pont i Gol: “començava a no ésser massivament unificada”.

17 Este detalle –si hay que entenderlo como afirmación de que el apostola-do obrero de Rovirosa había comenzado antes de la creación canónica de la HOAC- requiere la explicación que dejamos para el lugar del libro donde se detalla su actividad de los primeros años cuarenta.

18 Pont i Gol dice únicamente “exercicis”.

19 En el original, dice “1952”, seguramente por error.

20 Del contenido de todas estas formas de actuación, nos ocuparemos más adelante.

21 No hemos hallado esa frase –que traducimos del catalán- en sus obras completas, publicadas en castellano.

22 Apud Obras completas, V, 492.

23 La noticia, en ABC, 23 de junio de 1957, pg. 85, recuadro titulado “Le-sionados en accidentes de circulación”.

24 En el texto de Pont i Gol, sólo aparece en catalán. Lo ponemos en am-bas lenguas porque, ciertamente, lo dijo en catalán con gran frecuencia y, sobre todo, llegó a convertirse –en catalán- en una frase paradigmática. La emplea por ejemplo en carta a Josep Ricart, Madrid, 15 de septiembre de 1952, apud

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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Obras completas, VI, 174: “Esto marcha, padre mío, esto marcha. Ahora más que nunca”. Más adelante, en carta a Jesús Mairal, Madrid, 23 de octubre de 1957, dice que está tan optimista “que he adoptado como lema el siguiente: ¡AHO-RA MÁS QUE NUNCA!” (sic): ibidem, 212. Y a Rafael Prats, Monserrat, 1 de enero de 1958: “¿sabes cuál es el lema que he escogido para esta etapa inválida de mi vida, después de cumplidos los 60 años? Es éste: AHORA MÁS QUE NUNCA” (en catalán, en el original): ibidem, 222. También a Xavier Garcia, Monserrat, 20 de marzo siguiente: “Un fuerte abrazo a todos, y un grito de guerra estentóreo de: ¡AHORA MÁS QUE NUNCA!”: ibidem, 227. Llegó a ser una frase proverbial entre sus allegados: “Todo en un conjunto tiene un epílo-go –era su Ahora más que nunca- en las últimas manifestaciones teológicas y filosóficas que hace desde Montserrat”: Xavier Garcia, “Persona y comunidad: Los dos grandes móviles de Rovirosa”, ibidem, II, 181. En la “Nota bibliográfi-ca” del primer tomo de las propias Obras completas, publicado en 1995, elabora-da probablemente por Ángel Ruiz Camps, se lee: “Mención muy relevante merece la labor que desarrolla la asociación de Amics d’en Rovirosa que en su circular mensual Ara més que mai! (“Ahora más que nunca”), de la que se han impreso hasta ahora 75 números, aborda con oportunidad y competencia aspectos significativos de la vida y la labor de Guillem”.

25 No encontramos esta expresión en los escritos de Rovirosa.

26 Desde aquí, el autor habla al propio Rovisora y le da –en catalán- el tra-tamiento de vos, que, en castellano de la época en que el libro se escribió, sólo cabría traducir por usted. Hay que dar ese sentido, por tanto, a todo lo que sigue en los párrafos inmediatos, aunque vaya en tercera persona.

27 Lo explicó en la Noticia 17, fechada en la “Semana Grande de Pascua de 1962”: “Hace menos de un mes que renuncié definitivamente a las piernas ortopédicas, que me exacerban la parte débil del muñón, y tomé la resolución de prepararme una pata de palo, estilo pirata” (sic): apud Obras completas, II, 457.

28 No aparece esa expresión en los escritos de Rovirosa que conocemos. Pero se adecúa plenamente a lo que pensaba y manifestó.

29 Sobre esto último, publicó La llengua de l’Església: Conferencia pronunciada el dia 17 de gener del 1975, al Centre de Lectura de Reus (Tarragona, Delegación Dio-cesana de Medios de Comunicación Social, 1975, 7 ff.).

30 Subtitulada Carta pastoral que el obispo de Segorbe-Castellón dirige a sus fieles en la S[an]ta Cuaresma del año 1962 (Segorbe, Obispado de Segorbe-Castellón,

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PRESENTACIÓN

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1962, 49 págs.), desarrollada enseguida en L’Església devant el Concill (Barcelona, Estela, 1962, 157 págs.).

31 Vid. su propia presentación de la revista en www.premsacomarcal.cat y, sobre su significación, Ramón Miró Baldrich, “Mossen Muntanyola i la revista Ressò”: Revista cultural de l’Urgell, núm. 20 (2007), 327-348.

32 Sobre ello, había publicado “El Cardenal Vidal i Barraquer: Sentit d’un retorn”: Documents d’església, núm. 237 (1977), 653-672.

También publicaría la recopilación de Converses radiofòniques del doctor Josep Pont i Gol, Arquebisbe de Tarragona, en el 50é aniversari de la seva ordenació sacerdotal, Roma, 1931-21 demarç Tarragona 1981 (Tarragona, Arquebisbat, 1981, 229 págs.).

33 Antes, publicó Presència i fidelitat, encara (Tarragona, Arquebisbat, 1987, 281 págs.). Nombrado hijo adoptivo de Tarragona, recibió la cruz de Sant Jordi en 1982. Cfr. la necrológica de la Revista Església de Tarragona, núm. 88 (noviembre de 1995), que intentamos completar, sobre todo con datos acerca de su bibliografía.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

DEDICATORIA

A todos los parias de la sociedad, a todos los que son menospreciados, a todos los que sufren en la carne o en el espíritu, a todos los que anhelan un mundo más justo y más fraternal. A todos aquellos a quienes, siendo ya cristianos, Rovirosa los sostuvo en la FE [sic] y les dio vigor para trabajar por

los hermanos: que en ello se mantengan y progresen. *

A todos aquellos a quienes, siendo hombres de corazón, Rovirosa les aportó la ESPERANZA [sic] y les hizo ver los resplando-

res de la Eternidad: que busquen a Dios y lo alcancen1.

* A todos aquellos, de ahora o de mañana, que, siendo cristianos, anhelan ser más humanos o, siendo hombres, están insatisfechos de sus horizontes, con el deseo de que Rovirosa los llene del AMOR [sic] y contemplen

la Verdad total.

1 En el original catalán, posseeixin.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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EL HOMBRE Y EL HECHO

Al iniciar esta biografía de Rovirosa, se nos plantea la duda del pun-to por el que hemos de comenzar. ¿Tenemos que mirarlo como perso-naje o como hombre?

Si lo mirásemos como personaje, bastaría aportar los datos funda-mentales, hablar de sus hechos destacados, de su procedencia familiar, de sus relaciones sociales. Rovirosa, no obstante, es una personaje, ahora para nosotros y, un día u otro, para la historia; pero, principal-mente, es un hombre, un gran hombre –y los hombres forman parte de comunidades de nacimiento, de vecindad, de amistad, de profesión, de ideas y, por tanto, nos interesa ver sus acciones y reacciones, su am-biente, su pensamiento, sus gozos, sus dolores, sus esperanzas, sus hundimientos y renacimientos– y nos conviene entrar dentro de él mismo, porque sólo así podremos comprenderlo, adentrándonos del todo en él.

El saber histórico de nuestros antepasados se ocupaba de los perso-najes que habían sobresalido en el terreno político, militar, eclesiástico, por lo que habían hecho o por aquello que habían provocado1. Pero el personaje quedaba solo en medio del cuadro, bien aureolado, como si mil focos se dirigiesen hacia él, como una estampa que nos presenta un santo completamente solitario, en un espacio del que no termina de verse a dónde pertenece, porque, de la tierra, faltan todos los rasgos, todo rastro, y, del cielo, lo que es esencial: la comunión de los santos en adoración a Dios.

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XAVIER GARCIA

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Rovirosa difícilmente podrá tener una biografía como personaje. Habría podido tenerla, pero los otros –y él mismo, a conciencia2- la hicieron imposible. Él, que es personaje a pesar de sí mismo, es el “an-ti” por antonomasia; es el hombre más antipersonaje que hemos cono-cido. El hecho que ha movido a algunos hombres a señalarlo como personaje es que viviera toda su vida con el anhelo único de hundir el arado en el surco húmedo de la buena tierra, para encontrarse cada día más como hombre y… para combatir, a muerte, al personaje, como síntesis del antihombre.

Actualmente, en muchos casos, el personaje lo es porque hay una si-tuación social que lo permite, lo autoriza, lo bendice. El personaje, si-guiendo con la imagen del cuadro aureolado, lo es a medida que los del pueblo no son del pueblo, han renunciado a ello y se avergüenzan de ello. Muchos personajes sólo lo son porque viven en medio de gente que permanece en la edad infantil.

A Rovirosa lo señalamos como personaje porque lo queremos como hombre, porque, siendo personalidad, quiso limitarse a vivir plenamen-te como hombre, al servicio de los hombres, de los hombres concretos y tangibles. Es más: para complacencia de Dios y fidelidad del amigo al Amado, esterilizó sus vivencias indiscutibles, que todos los hombres que lo son llevan en sí, para hundirse –para elevarse– en la intimidad3 de la vida sobrenatural, del vivir íntimo con Jesús. Y seguirlo, con todas las exigencias, fue su grito de hombre.

A medida que quiso más a Jesús, más se dio a los hombres, más se hizo hombre, más formó hombres. Vivió dentro de sí el misterio de la encarnación en los hombres, que sólo se consigue siendo uno de ellos, entre ellos, COMO [sic] uno de ellos, compartiendo el pensamiento de ellos, por encima de ellos a la vez, que así es la importancia del diálogo que los hombres importantes –y no los personajes- mantienen al servi-cio de los demás.

Para esos hombres –aquellos que más sufren porque tanto les cuesta (pues se lo impiden4) llegar a serlo plenamente-, escribimos, ilusiona-dos, esta biografía. No quisiéramos, de ninguna manera, que quedase arrinconada5 en los estantes de aquellos pocos que, espíritus selectos del manjar literario, pero no ligados al pueblo que hace realidad la vida, cuidan amorosamente sus volúmenes, puestos en fila y haciéndolos

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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lucir por el lomo. Quisiéramos, por el contrario, que muchos, pensado-res y actores, laicos o clérigos, encontrasen en estas páginas un don abundante que les llevase a enraizarse en la vida y a estar presentes en medio de la clase obrera para darle la mano en su tarea de promoción.

Tenemos el pensamiento puesto en la gente obrera de aquí [de Cata-luña6], que hace esfuerzos para indagar en su pensamiento y en su vi-vencia; en la gente de habla castellana que se impacienta igualmente por alcanzar esos mismos ideales y en la gente de aquí y de allá que, hijos abortados del desorden -de todo tipo- tan bien ordenado, no saben, no pueden tener el gozo de saborear el perfume de los hombres y de las cosas que son y han vivido a su lado, de cara a ellos, a su servicio.

La vida de Rovirosa, para que sea comprendida y querida, ha de en-focarse desde tres planos distintos, uniéndolos, bien fundidos: humani-dad, catolicidad, catalanidad. Los tres forman una suerte de trinidad que conduce a un fruto: plenitud. Sin estos tres planos no sería él; sería un retrato fragmentario, muy interesante, pero que no reflejaría esa pleni-tud.

Porque era así, fue desagradable para algunos. Porque era así, fue querido y venerado por muchos. Aquellos, no comprendiéndole, huían de la vida. De la vida que germina en la profundidad, en la robustez, en la expansión. Las vidas de hombres como éste llevan como una especie de castigo: pasar como extraños en medio de seres que no han penetra-do, que no se han hecho, que no han multiplicado los dones.

Aquí recae una de las principales dificultades del biógrafo, quien, creyendo comprender a “su” personaje y hombre, se encuentra con que esa vida suya es tan inusual, tan alejada de lo “normal” entre los hom-bres, que no sabe cómo arreglárselas para mostrar al hombre “pleno”; porque sobrepasa las limitaciones de la cronología, de los hechos, de la continuidad.

Junto con esta biografía, conviene ver la historia del “Hecho” Rovi-rosa. No son muchos los hombres que se encuentran en este caso. La mayoría de ellos, aun los destacados, mueren cuando dejan de respirar. En cambio, hay otros –pocos- que son ellos y las vidas de muchos otros anteriores y posteriores, porque sus vidas no fueron nada más que ir poniendo sobre la vida y el entendimiento de los otros aquello que no

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XAVIER GARCIA

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estaba en éstos o estaba difuso o escondido. Son hombres “con desti-no”, que decía Ortega. Rovirosa es de ésos. Hay muertos que dan más olor de humanidad desde sus despojos que muchos vivos, que nunca han respirado.

Lenin, por ejemplo, era él y unas realidades humanas arraigadas. El “Hecho” Rovirosa se ha producido porque, hijo del hecho histórico -peninsular y universal- de la carencia de vida sana, había unas posibili-dades de vida divina aquí, en los obreros, como personas y como clase, que no se terminaban de descubrir7.

Quisiéramos que esta biografía mostrara con la máxima exactitud al “hombre” y al “hecho”. Porque hay personas que son capaces de entrar en las ramificaciones del “hecho”, pero pueden quedarse sin entender al “hombre”, con sus vaivenes, como hay quienes llegan a querer al “hombre”, pero no entran en el porqué de aquello que tiene que ser removido, por no decir puesto patas arriba8.

Si nos acercamos al uno y al otro, estaremos contentos –no satisfe-chos-, esperando que venga alguien que, en otra ocasión, lo complete y amplíe. A nosotros nadie nos quitará el gozo de haber contribuido, sólo por el amor que tenemos a la clase obrera, a la Iglesia y a la tierra, a poner a Rovirosa en el lugar que le corresponde.

A la primera (clase y ciudadanía obrera9) porque, frente a la tomadu-ra de pelo que ha sufrido tanto por parte de los que la han hecho servir de escabel como de quienes han tergiversado los intereses y no han sabido aprovechar el alcance que brinda su aportación a la exigencia civilizadora de hacer un mundo normal10, Rovirosa representa la voz de la maestría y del cambio total de la ruta.

A la segunda (la Iglesia11, comunidad e institución) porque, alejado tanto de los inmovilistas como de los escandalosos, unos y otros estéri-les dentro del Cristo vivo en la historia, Rovirosa significa ayer y maña-na, tradición y revolución, a la misma altura de las mentes y de las posi-ciones más prestigiosas.

A la tercera (patria y pueblo) porque, catalán siempre, mediterráneo cien por cien, Rovirosa evidencia el concepto universal, democrático, de nuestra forma de ser y, sobre él, a la vez, recae el hecho habitual de

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dejar los grandes hombres nuestros al recambio, embelesados como estamos por las medianías que resoplan por todas partes.

X[avier] G[arcía]

1 En el original catalán, arrossegat amb ells.

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XAVIER GARCIA

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2 En el original catalán, ben volenterosament.

3 En el original catalán, en les pregoneses.

4 En el original catalán, puix que els en priven.

5 En el original catalán, que hagués de tenir el primesíssim fi de restar ben arracona-da.

6 Falta en el original, pero se desprende de lo que sigue.

7 En el original catalán, localitzar.

8 En el original catalán, capgirat.

9 Este adjetivo aclaratorio no está en el original.

10 En el original catalán, llucar l’abast que la seva aportació a l’exigència civilitzado-ra ha d’assolir per fer un món normal.

11 Falta en el original.

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AGRADECIMIENTO

Se acostumbra en las biografías manifestar en la primera página el agradecimiento hacia aquellas personas que, de una manera u otra, han colaborado, facilitando fechas, anécdotas, escritos, ayudando a profun-dizar en la visión del biografiado. Pero aquí nos vemos imposibilitados a ello, y no por falta de deseos. Los que lo han hecho son muchos y lo harían interminable. Y no podemos citar una docena de nombres ilus-tres dejando los hombres del pueblo en la calle. Unos y otros lo com-prenderán. Algunos, como testimonio de lo que decimos, aparecen a lo largo de la obra.

Parientes de Rovirosa y de su mujer, dirigentes de Acción Católica y de la HOAC, directores espirituales, patronos y compañeros de profe-sión, compañeros de estudios, de la infancia, la adolescencia y la juven-tud, monjes de Monserrat, del Paular y de Cuixá, sociólogos, teólogos, fundadores de obras apostólicas, de aquí y del extranjero, militantes, sacerdotes, abades, obispos y cardenales; todos ellos saben cómo les agradecemos la aportación valiosa que nos han prestado.

Hay otros, amigos entrañables, laicos y sacerdotes, que, en equipo, en comunidad de vida, de bienes y de acción, han hecho posible la edi-ción y difusión de la obra.

Otros, sin embargo, no han hecho nada que se vea para contribuir a ello: hombres y mujeres militantes, enfermos (supermilitantes) y sacer-dotes que durante la redacción de la obra se han sacrificado y han reza-do para que Dios hiciese fructificar el bien que unos hermanos podían conseguir leyendo estas páginas. Los llevamos en el corazón. Su aporta-ción tiene la primacía.

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XAVIER GARCIA

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Nota editorial: Primera diferencia sustancial con la versión cen-surada en 1971:

En la versión censurada en 1971, se añadían los párrafos siguientes, claro es que en catalán, como todos los que señalemos en adelante, traducidos al castellano:

“Es muy probable que algún detalle, creemos que insigni-ficante, se nos haya pasado desapercibido o no resulte exacto del todo. Pensamos que todo el mundo sabrá comprenderlo, dado que se trata de una vida muy extensa.

“Añadan, además, que la inmensa mayoría de los hechos y de las actuaciones de Rovirosa, las señalamos en virtud de nuestra propia autoridad, dado que, durante años, fuimos compañeros íntimamente relacionados y seguimos de cerca las vicisitudes, hasta las mínimas, de una buena parte de su vida.

“Que esas afirmaciones sirvan como una confirmación de la autenticidad en una biografía que contiene tantos detalles, que se comenzó y se escribió justo cuando el biografiado dejó de existir.

“En aquellos puntos que eran desconocidos de la gran mayoría, por lejanos o por muy personales o familiares,

hemos tenido el afán sostenido de confrontar los hechos, sea por correspondencia, sea por medio de numerosos viajes. Y, hasta que no hemos podido darlos por buenos, no los hemos trasladado al papel. De tal manera, que hemos asumido co-

mo un deber de justicia combinar la pasión que sentimos por la persona biografiada –en contra de quienes sostienen que el biógrafo ha de ser gélido- con el rigor más escrupuloso. Pa-sión, sí. Porque hay biografías y biografías. Las hay que se

pueden escribir con regla de cálculo, incluso siendo enemigo del biografiado. Aquí, sin embargo, del rigor científico, de la

erudición, no sacaríamos nada si faltara la pasión noble. También estamos convencidos de que serán muchos quienes,

con devoción, leerán esta vida de aquél a quien tanto han querido.

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* * *

“El biógrafo pide a cualquier lector que posea algo que haga referencia a Rovirosa, sea una carta, sea una fotografía, un texto, o bien recuerde algún hecho, que tenga la bondad de hacerlo llegar (se lo devolvería después de tomar nota) a su domicilio (calle Aigua, nº50, de Villanueva y Geltrú).

* * *

“Es tan fantástico –no fantasioso- lo que se ha de escribir sobre la vida y el pensamiento del biografiado que, quizás, a algún lector le entrarán deseos de pensar que hemos hecho, de un grano, una montaña. Dirá que “no es para tanto”, que somos extremistas o ilusos. O “No será tanto”, como el raba-dán de Sagarra, en el poema navideño. Eso sería posible, tal vez, si hubiéramos dejado pasar unos años. Pero, ahora, so-mos muchos los que damos fe de que fue así1.

“No tenemos ninguna culpa –y los colaboradores de esta obra también lo corroboran- si Dios nos ha permitido ser tes-tigos de una vida y de un pensamiento que calificaríamos de tan ilógicos, de tan anormales, siendo como son tan terrible-mente humanos.

“Invitamos a quienes piensen así que se pregunten si es que expresamos aquí “demasiada” humanidad o si es que no-sotros tenemos déficit de ella.

* * *

“El biógrafo sabe, lo mismo que otros que le conocieron, que Rovirosa fue –todo él- un “signo de contradicción”; pero tiene, además, la sensación de que, para muchos, la presen-tación que traza de su figura también lo será, porque es cosa que va con la condición humana pretender que las cosas sean como queremos, según la visión que nos hemos hecho, y no como realmente son.

“El biógrafo sabe que habrá quien opinará que la figura y la obra de Rovirosa interesa sólo a algunos, vinculados con él por coincidencias y afinidades; pero está firmemente conven-cido de que, como en tantos otros casos similares de perso-nalidades relevantes, la figura y la obra de Rovirosa pertene-cen al fondo común de la humanidad por la intensidad de los valores universales que comportan.

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* * *

“Las hojas que siguen, a pesar de tanta extensión, no pueden incluir todo el pensamiento, todos los hechos y toda la vida de Rovirosa. Los hechos y la vida, tal vez, con el tiem-po, podrán ser ampliados. Es necesario tener en cuenta que este trabajo se ha hecho sobre un asunto que aún sangra. La mayoría de las biografías se escriben cuando los personajes afectados ya quedan lejos. Ése no es nuestro caso, dado que algunas de las personas que intervinieron en la vida de Rovi-rosa aún viven. Eso nos constriñe a omitir algunas de ellas que conocemos con nombres y otros datos concretos. Por ese motivo, el lector se verá obligado a saber interpretar. No hay más remedio.

“El pensamiento, sólo lo esbozamos aquí. En eso sí que la belleza y la verdad que coincidieron en él exigen que surjan hombres que indaguen, convencidos de hallar minas profun-das sin explotar. Documentos sobre Rovirosa, hay suficientes para formar otro volumen como el presente. Éste, en reali-dad, no es otra cosa que un esquema, llevado a cabo con el deseo de que ya sean conocidos ahora los hechos y la vida. El estudio serio sobre su pensamiento habrá de ser tarea de hombres de diversas generaciones. El biógrafo está convenci-do de que, algún día, ese pensamiento se considerará una bella aportación a la humanidad.

* * *

“Es costumbre también que las biografías sean presenta-das por un nombre ilustre, autoridad en la materia o genero-so mecenas. Pero, en nuestro caso, como las personas de al-tura que podrían –sobradamente- prologar la obra –sería pa-ra nosotros una honra- conocen y estiman la vida y el pen-samiento del biografiado, por el hecho de haberse identificado con él, y eso podría hacer que pareciesen parte interesada, dejemos –por más que Rovirosa sea una vez más “signo de contradicción”- que sean los pobres, los pequeños, los que, por regla general, no podemos tener pretensiones de ser leí-dos ni escuchados fuera de nuestro ambiente, quienes glo-semos su aportación2. Estamos convencidos de que él, que seguía las costumbres de los demás sólo cuando las conside-raba racionales y no por ley de “consentimiento universal”, lo consideraría acertado y, al saberse querido de todos y al que-rer a todos, sentiría un gozo muy especial por verse presen-tado por sus amigos menos importantes3, hombres y mujeres

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militantes, sacerdotes y monjes, célula de la Iglesia, de pue-blo y de clase, en representación de aquellos a quienes se consagró”.

1 En el original, “ara en donem fe molts”.

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2 Es obvio que esta afirmación sólo tenía sentido en una edición –la prohi-bida- que no iba a contar con la presentación del arzobispo de Tarragona, como fue el caso de la publicada finalmente, según hemos visto.

3 En el original catalán, “seu amics de baix”.

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LA VOZ DEL PUEBLO

“Lo veo aún vivo (pocos días después del tránsito) y ya me enco-miendo a él”.

Miquel Estradé, monje de Montserrat.

“Desde que le oí, mi vida cambió por completo. Habló del sacrificio y de la pobreza; por culpa suya, dejé la vida muelle de empleado estatal y me vine a trabajar al campo.

“Yo no ignoraba la vida dura del campo, pero fue tanta la atención que despertó en mí este hombre, que no dudé, por amor a lo que dijo, en ganar el pan con el sudor de mi frente”1.

Juan B[autis]ta Capellán, militante, de Santo Domingo de la Calzada.

“Yo lo veneraba porque me sentía pequeño ante él, que transmitía por todas partes espíritu evangélico y me entusiasmaba cuando hablaba porque me hacía el efecto de que el Espíritu Santo se lo susurraba al oído. Me daba ejemplo su despego de las cosas del mundo, sobre todo su amor a la pobreza. Sabía que era pobre realmente y, para que no me rechazara la ayuda económica que podía darle, le amenacé diciéndole que quería todas sus publicaciones y que, enviándomelas contra reem-bolso, cobrase el doble de lo que costaban, pues, de otra forma, las rechazaría. Fue la única forma de conseguir que aceptara mi ayuda.

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“Sé de aquella carta en que me despedía2 de él, diciéndole: ‘Oremus y no lo perdamos’. Al final de su respuesta, me decía: ‘Oremus y no lo perdamos y, si nunca llegamos a perderlo, Oremus aún más para que lo volvamos a encontrar’”.

Ramón Gríful, sacerdote, de Viladomiu Nou.

“Me impresionó la firmeza de sus convicciones, su entrega a la clase obrera y su sincera adhesión al Evangelio, con un sello tan viril, que entonces resultaba incomprensible. Pero creo que lo más desconcertan-te de su santa vida fue la postura de humildad para aceptar a la Iglesia totalmente, pese al ‘tinglado’ que ahora el Concilio está poniendo al descubierto y que él conocía tan profundamente, No creo que, en su época, haya existido nadie en el mundo tan dispuesto a servir a los po-bres como él”3.

Manuel Baena, militante, de Puente Genil.

“Para mí Rovirosa era un amigo con quien procuraba pasar un rato cada día. Un rato en el que hablábamos de cosas más o menos impor-tantes. Lo importante era estar juntos4. Vivíamos juntos una profunda y auténtica amistad, muy humana y muy cristiana. Conversábamos cons-tantemente, estuviéramos o no de acuerdo en nuestras ideas”.

Agustì Vila-Abadal, monje, de Montserrat.

Nota editorial sobre la amistad entre el benedictino Vila Abadal y Guillem Rovirosa:

En el original del monje, el párrafo es más largo y rico en matices:“Para mí Rovirosa era un amigo. Un amigo de verdad, un amigo de peña como él decía. Un hombre verdadero, con quien procuraba pasar un rato cada día. Un rato en el que hablábamos de cosas más o menos importantes; lo importan-te era estar juntos. Y eso, que era tan importante para mi vi-da, que pesaba tanto en mi quehacer diario, y creo que tam-

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bién en el suyo, no sé qué valor podrá tener para una publi-cación. Lo importante era que vivíamos juntos una profunda y auténtica amistad, muy humana y muy cristiana. Este es mi conocimiento sobre Rovirosa. Un hombre con quien “con-versábamos” constantemente, estuviéramos o no de acuerdo en ciertas ideas. Y gracias a esa comunión influíamos mu-tuamente en nuestras ideas. En las ideas y visiones de cada día, a veces sin gran trascendencia, pero siempre con mucha intimidad y sinceridad”5.

“Asistí al Cursillo de Iniciación a la Encuesta dirigido por él. El día en que habló del Mandamiento Nuevo no pude dormir en toda la no-che y lloré al constatar que mi vida no había sido iluminada por aquella Religión de Amor.

“Después de escuchar su primera conferencia, me alargó la mano y me sentí como jamás me había sentido y como nunca he olvidado ni olvidaré. Toqué la mano de un Santo”.

Enric Elies, ex-anarquista, de Reus.

“Por complicada que pareciera una situación, él siempre [le] veía so-luciones […6]. Daba la impresión de ser de esos hombres tan compene-trados con el plan de Dios, que ven al instante el modo de realizarlo concretamente. Contagiaba el amor al bien y el odio al mal. [Cosas que, como él escribe, no pueden más que contagiarse. La primera vez que vino a Tortosa con don Tomás Malagón (había estado otra vez, pero yo estaba aún en el seminario menor)7] nos habló de las acciones a plazo corto y a plazo largo. No iba mal, por cierto. Un plazo largo, que a nosotros, impacientes, nos parece demasiado largo. Pero a él nunca se lo parecía […8]. [Nos habló de que Dios, cuando cierra una puerta, deja otra abierta. Y por ahí es por donde hemos de pasar9]. (Qué vista de lince)”10.

Santiago Añó, sacerdote, de Tortosa.

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“Más que rogar por él, hemos sentido que nos debíamos encomen-dar a él. Y sentimos que nos ayuda y nos anima a trabajar por Cristo, como él”11.

María Mayoral, militante, de Santa María de Berrocal.

“Con su muerte, he perdido al único hombre con quien podía hablar y con el que me gustaba hablar. Siempre he admirado en él al hombre cuyas virtudes todas pasaban por la cabeza. Era un hombre santo que pensaba y, si no pensaba con mucha disciplina mental, cultivaba el pen-samiento y lo amaba. De éstos hay muy pocos”.

Benet Martínez, monje, del Paular.

“No era perfecto; se perfeccionaba”12.

Josep Regordosa, militante, de Igualada.

“Comulgara o no con todas sus ideas, siempre tenía que reconocer que era genial en ellas y, cuando la idea era vulgar o común, era genial en saberla presentar de una manera nueva. Le admiré, le quise y le de-fendí13”.

Gerardo Capellán, misionero, en Burundi.

“Una de las cosas que más me llamaba la atención era su trato senci-llo y afable, sin acepción de personas. Sabía dar a cada uno, por insigni-ficante que pareciera, valor e importancia, y esa primera cualidad nos acercaba rápidamente a él y, poco después de conocerlo, le queríamos ya como un amigo de años.

“Hay tantos matices humanos y hermosos en su vida, que, por más libros que se escriban, siempre quedarán detalles escondidos”.

Josep Díaz, militante, de Igualada.

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“Si la palabra ‘santo’ no me diera un sabor repulsivo de tantas ridi-culeces de estampita, le diría que lo veía como un santo. Ni más ni me-nos. Diciéndolo con un lenguaje más actual, yo veía en él aquel cristia-no surgido directamente del molde del Evangelio, sin mistificaciones, sin dobleces y sin máscaras de época o acomodos sociales14.

“Rovirosa hubiera podido ser tanto lo que fue como podría haber sido un esclavo romano que muriese con el nombre de Cristo en sus labios y entre los dientes de los leones, o como un san Agustín, o como san Vicente de Paúl, o como un sacerdote obrero, o como un padre Damián. Era un espíritu que por su sinceridad y su valor en la búsqueda de la verdad y la justicia, tenía que acabar, sin duda, cristiano; pero no cristiano por evasión, sino por amor, por ganas de complicarse genero-samente la existencia por el bien de sus hermanos los hombres. Yo veía en él al cristiano real, hecho de carne y hueso. También veía al cristiano ideal, el que querríamos, el que hoy necesitamos. Lo veía como el cris-tiano que soñaba -y era- un amigo mío seminarista que murió fusilado en Santander, y el cristiano que también era –aunque, a diferencia de Rovirosa, no lo ha llegado a saber todavía- otro amigo mío, del Comité Antifascista de Berga, que aún vive en Francia…”.

Josep Armengou, sacerdote, de Berga15.

“Rovirosa ha sido una de las pocas personas que me ha ayudado a tomar una actitud concreta para afrontar la vida. Ha sido para mí un guía espiritual. Él ha sido la gota de agua que ha ido filtrándose y que, trabajando secretamente, misteriosamente, ha llegado a lo profundo. Para mí, una de las características de su misión es la fecundidad en lo oculto.

“Para mí, es la persona que se pone totalmente al servicio de los otros, confiando sólo en la Providencia. Cuando se escribe esta verdad, parece que uno hace literatura. Porque se estila mucho por quedar bien”.

Francesc Rogés, militante, de Mataró.

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“Cuando le conocí, me sorprendió que, bajo un aspecto tan dejado, se escondiese una personalidad tan destacada, mejor dicho, tan sobre-naturalizada, pues hablando, hablando, se difuminaba16, para mí, aquel hombre y me parecía que veía al Apóstol de las gentes. Este paralelismo con san Pablo fue la idea que de Rovirosa guardo y guardaré.

“Admiro en él la inteligencia preclara y la voluntad decidida que se adelantaba a la época que vivíamos y que parece que ahora el Concilio va despertando en la conciencia de todos”.

Rosalía Perpinyà, militante, dels Guiamets.

Nota editorial sobre los recuerdos de Rosalía Perpinyà:

En el original, aún es más explícita:

“Asistiendo bajo su dirección a un cursillo apostólico de Vich para mujeres catalanas, me sorprendió que bajo un as-pecto tan desarrapado (no conocía la HOAC) se escondiese una personalidad tan destacada, mejor dicho, tan sobrenatu-ralizada, ya que hablando, hablando, se evadía, para mí, aquel hombre y me parecía ver al apóstol de las gentes. Este paralelismo con San Pablo fue la idea que de Rovirosa guar-do y guardaré.

“Además, otro aspecto llamaba en mí la atención. Acabada su charla, llena de doctrina y de fraternidad, todas nos que-dábamos como deseosas de compartir con él, de hacer co-mentarios, y lo rodeábamos y buscábamos su compañía y, cosa extraña, que primero nos contradijo, pero que después nos hizo ver más su nobleza de alma, su rectitud y su altura de miras: se mostraba arisco, hasta un poco huraño. Parecía que indicara: escuchad mi doctrina, pero dejad mi perso-na”17.

“Estuve unos días en Madrid y fui una tarde a visitarle. A la hora de cenar me invitó a pasar a la cocina porque se iba a preparar la comida.

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Me quedé maravillado del orden en que estaba todo y de la limpieza. Pero lo que más me maravilló fue lo frugal de su comida, que él mismo se preparó y que consistía en unas pocas patatas cocidas con unas hojas de col, un poco de queso y pan. Lo que le sobró de la col, lo dejó para otro día. Me dijo que, si no estaba citado para cenar con algunos ami-gos, que me invitaba…”18.

Francisco Medina, militante, de Cádiz.

“Que yo sentía [a Rovirosa] lejos y cerca de mí, a la vez, [es verdad]. [Pero no vale aquí buscar sentidos extraños. Le sentía cerca porque me daba cuenta de que todo lo que solía decir (como crítica, como alaban-za, etc.) era tal como yo lo sentía19. Pero le veía] lejos, porque lo sentía de una personalidad tan fuerte y tan superior a la mía, que me infundía casi miedo. [Yo era entonces muy tímido y] no me sentía con la altura necesaria para poder conversar con él en el mismo plano. Eso, pese a que él se esforzaba por mostrarse sencillo y por prestarme servicios. Me había ayudado a misa en muchas ocasiones, cojeando y todo, pero con una ilusión de niño”20.

Antoni Figueres, monje, de Montserrat.

“Procedente del cursillo, llegué a casa. Lo primero que hice fue arrodillarme ante mi mujer y besarle los pies. Toda la noche la pasamos llorando, pidiéndole perdón por todo cuanto la había hecho sufrir. A partir de entonces, vino la paz a mi hogar.

“El nombre de Rovirosa se nombra en casa con veneración, toda vez que tanto mi esposa como yo reconocemos que fue el medio del que se valió el Señor para traer la paz que nunca conocimos”21.

Francisco Monreal, militante, de Alcázar de San Juan.

“Su muerte dejó un gran vacío en mi vida. Aún no he pasado un so-lo día sin llorarlo. Mi vida estaba ligada tan íntimamente a él que es como si yo me hubiera muerto un poco también. ¡Le debo tantas co-sas…!

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“Tengo el pleno convencimiento de que era un hombre de virtudes heroicas y con méritos suficientes para ser venerado en los altares. Con toda seguridad, podemos encomendarnos a su intercesión cerca del Padre.

“Su palabra de fuego y su lenguaje crudamente evangélico fueron como una piedra lanzada al lago de aguas adormecidas de nuestro cris-tianismo cómodo y mediocre”.

Domènec Canamases, consiliario, de Santa Eulàlia de Riuprimer.

Nota editorial: De mosén Canamases a mosén Asens, sobre Rovi-rosa:

Como ya hemos comentado, Xavier recogía lo que le parecía más significativo o más acorde con lo que intentaba transmitir, obviando párrafos que nosotros –los editores- consideramos merecen ser recogi-dos, en atención a conocer mejor la personalidad de Guillem, que es lo que, en el fondo, quiere ser esta edición crítica de la obra de Xavier García. Por eso, en este caso, traducimos entera la carta que mosén Canamases dirigió a mosén Asens, algunos de cuyos párrafos son los que recoge Xavier. No tiene, en realidad, desperdicio:

“Muy querido Mosén Asens en Cristo Obrero y Pobre: per-dona que no haya respondido antes a tu última carta. La muerte de nuestro querido Hermano mayor me ha afectado íntima y profundamente. Ya sé que todos le queríais de veras, como en la Hoac se sabe querer, pero a Rovirosa le debo el noventa por ciento de lo que soy. No creo haber conocido un hombre que haya dejado en mi espíritu una marca más im-borrable. Doy muchas gracias a Dios que, por una Providen-cia especial, haya podido convivir largas temporadas con él durante 12 años y que me permitiese estar a su lado los úl-timos días de su vida. Tengo el pleno convencimiento de que era un hombre de virtudes heroicas y con méritos suficientes para ser venerado en los altares, y que podemos, con toda seguridad, encomendarnos a su intercesión cerca del Padre. Creo además que ha llegado la hora de que todos los que so-

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mos testigos de sus virtudes y de su grandeza de espíritu nos propongamos reivindicar su vida y su obra. Dios no ha que-rido que triunfase socialmente en vida y que muriese un poco como el Maestro: discutido, incomprendido, calumniado y hasta apartado oficialmente de aquella Obra a la cual había consagrado (cumpliendo su contrato y compromiso con Dios) todas sus energías y su talento privilegiado, con una entrega total e incondicional. Loado sea Dios que, en la primera Hora de la Hoac, nos envió un líder y un santo de talla gigantesca como Rovirosa. Para la Hoac es, indiscutiblemente, su fun-dador: nuestro Padre fundador. Ante su cadáver, prometí nuevamente a Dios consagrar mi vida al apostolado obrero. Querría saber vivir y morir como él. El P. Miquel Estradé de Montserrat me dijo el día del entierro una frase que me que-

ma las entrañas: «Mosén Domènec: usted es el heredero de

Rovirosa». Todos los de la Hoac somos los herederos de su espíritu y de su ardor apostólico. Su palabra de fuego y su lenguaje crudamente evangélico fueron como una piedra lan-zada en el lago de aguas dormidas de nuestro cristianismo

cómodo y mediocre. «Fuego he venido a traer a la tierra…» Él ha cumplido su tarea. Ahora nos toca a nosotros. Él ya dis-fruta, todos estamos bien seguros, de la paz y del humor de Dios de que hablaba tan frecuentemente en estos últimos años.

““Unos cuantos amigos nos hemos propuesto reivindicar su figura y su obra. De momento, se publicará un número especial del Boletín dedicado a él. Más tarde, se piensa editar un libro de homenaje con la colaboración de algunos intelec-tuales de casa y de fuera. También corre el proyecto de un Colegio Mayor para chicos estudiantes-obreros, al estilo del Rivera, que lleve su nombre. Esa es una tarea que me han encomendado a mí. Espero que todos me ayudaréis.

“Me preguntabas en tu carta cómo han sido los últimos momentos de su vida. Cronológicamente, las cosas ocurrie-ron de la siguiente manera: el domingo día 23 a las 9 de la mañana asistió a mi misa y comulgó en la Capilla de las Hermanitas de la Cruz, cerca de su casa. Fue ya su última Misa y Comunión. Durante el día, recibió algunas visitas y conversamos largamente sobre multitud de cosas, especial-

mente en torno a las ideas de su último libro: «¿De quién es

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la empresa?» Al atardecer, nos dimos las buenas noches de costumbre. A la mañana siguiente, salí para ir a decir misa como siempre y, al volver a casa, ya un poco tarde, me extra-ñó que no me abriera la puerta después de llamar insisten-temente. Gregorio�, un gran amigos suyo que le visitaba di-ariamente, fue a pedir la llave del piso a Josefina Aguilar. Y, al entrar, lo encontramos caído en el suelo al pie de la cama con señales inequívocas de una trombosis cerebral. A la tar-de del mismo lunes, lo trasladamos al [Hospital] Clínico [de Madrid] a fin de que estuviese mejor atendido en todos los aspectos. A partir de ese momento (con la excepción de una pequeña mejora el miércoles) fue perdiendo fuerzas y vimos que se moría. Desde el primer instante, perdió casi totalmen-te la palabra. En algunos momentos, conocía visiblemente y reconocía a quien le hablaba al oído, pero no podía expresar-se más que con gestos de su mano derecha. Tuvo una gran alegría cuando llegó el P[adre] Miquel de Montserrat y le co-municó que, en aquellos momentos, los monjes estaban re-zando maitines y pedían por él. Cuando le administraron la extremaunción o le daban la absolución, se golpeaba el pecho de aquella manera tan característica suya. En un momento de nerviosismo y seguramente de mucho sufrimiento, cogió la mano a Teófilo [Pérez Rey], que estaba al pie de la cama, y se la acercó a la boca. Interpretando ese gesto, Teófilo le dio a besar el Santo Cristo. Inmediatamente, se serenó su rostro y manifestó una gran paz interior. El que tantas lecciones nos había dado de palabra y en estos últimos años la gran lección de su silencio, murió sin que pudiésemos saber cuáles serían sus últimas palabras. ¿Qué nos habría dicho en los últimos momentos de su vida si hubiese podido hablar? Las almas grandes crecen en silencio y en el silencio. Y así, en silencio y sin una sola queja a pesar de todos los sufrimientos, hacia la hora de nona (cerca de las 4 de la tarde) del jueves día 27 Cristo le llamó a su lado.

“Querido Mosén Asens, me es imposible seguir escribién-dole. No he pasado aún un solo día sin llorarlo. Loado sea Dios que nos ha permitido conocer a un santo. En momentos

difíciles, solía repetir: «Ahora más que nunca». Por tanto, ahora más que nunca, aunque se con lágrimas en los ojos.

“Un gran abrazo a todos los de la Hoac.

“¡Hasta mañana en el altar!

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“Afectuosamente en Cristo”22.

“Es un poco difícil para mí expresar lo que pienso de Rovirosa. ¡Si fuera corcho y bellotas! No hay duda que escribiría, así como sale23, si no fuera un alcornoque, o si el “pajarito” se pusiera en el hombro para dictarme, pero esto último no puede ser porque mis pecados ofician de espantapájaros y son más feos que esos mamarrachos que se suelen poner en las viñas24.

“Después de conocer a Rovirosa, ningún hombre merece las frases amables que me dices. Yo, menos25. En mí, podrías encontrar un buen soldado de filas, veterano en cien combates [eso sí26], pero nada más. Mi maestro, como socialista, fue Pablo Iglesias, aunque nunca le traté, y, en la HOAC, Rovirosa, que como hombre y jefe obrero nada tiene que envidiar a aquél y, como investigador de la verdad social, supera incluso a Carlos Marx27.

“¡Cuánto dolor, cuántas lágrimas y sangre de seres inocentes ha cos-tado y cuesta el error de aquél y la desidia y el individualismo espiritual de los católicos!28

“Rovirosa y yo estábamos muy compenetrados, a pesar de haber un abismo entre ambos. Él, sabio y santo. Yo, analfabeto, pecador empe-dernido e ignorante. A él se lo debo todo después de Dios”.

Víctor Vizuete, militante, de Portugalete.

“Tengo memoria de él como de mi propio padre”29.

Agapit Costa, militante, de Badalona.

“Después de tantos años, él aún me sostiene”.

Dolors Macià, paralítica, militante, de Villanueva i la Geltrú.

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“Impresionaban su presencia física de luchador obrero, las manifes-taciones de su personalidad, sea por su palabra profundamente medita-da, grave y justa, que caía en el auditorio como una sentencia de juez, pero siempre, al final, alentadora, sus gesticulaciones mitinescas capaces de despertar cualquier multitud por dormida que estuviese, su forma de escribir en parábolas, como en el Evangelio, de forma clara y cruda, comprensible para todos.

“Mientras vivió fue un símbolo, una garantía segura contra el des-ánimo, un motor con movimiento continuo, un verdadero padre para todos. Era la admiración de clérigos y laicos, el filósofo, el teólogo. Era prudente y disciplinado con la Jerarquía, ya que, si era muy humano, todavía era más católico”.

Josep Brugué, militante, de Manresa.

Nota editorial con los recuerdos de Josep Brugué:

También en este caso nos parece que vale la pena traducir íntegra-mente el testimonio original:

“GRAN DIRIGENTE OBRERO.- No le consideraba político, sino sindical, de cara a los obreros. Su presencia física de lu-chador obrero, ya me impresionaba. Las manifestaciones de su personalidad, sea por su palabra profundamente medita-da, grave y justa, que caía como la sentencia de un juez, ante el auditorio, pero siempre, al final, animosa y alentadora [en-coratjadora]. Sus gestos mitinescos capaces de despertar cualquier masa por dormida que estuviera… tal como lo de-mostró en Manresa en el local de A[cción] C[atólica] del Pa-seo, ahora debe hacer unos 10 años, y que dio que hablar y crear esperanzas, hasta que ya no lo pudo hacer…

“Su manifestación escrita, por medio del TÚ [sic], Boleti-nes y tantas publicaciones. Su forma de escribir en parábolas como el Evangelio de forma clara y contundente [crua], com-prensible para todos. Era contrario a las críticas y me escri-bía que lo hiciese yo…, que lo haría mejor, con tal de darme un empujón, animarme y, si fuese posible, vincularme. Veía la gran tarea por hacer y los pocos operarios…

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“CUALIDADES HUMANAS.- Por eso, él, que, a su edad, tenía que multiplicarse, en su trabajo en Madrid, en la C[omisión] N[acional] y en Monserrat, añadía los cursillos, los viajes por España, llevando ánimo a todos.

“Velaba por su salud. Todos recordamos el negocio de la miel que nos propuso en la Seo [de Urgel?] y sus inventos cu-linarios, con el ajo, las aguas, etc[étera], que tanto hacían reír a Mosén Canamases. Velar por su salud era poder hacer más.

“La mano izquierda que tenía para tratar a los Consilia-rios, para que pasaran de ser un tanto indiferentes [frets] a ir enredándolos poco a poco en la Obra.

“La discreción que tenía y exigía a los militantes, para no comprometerse ni comprometer a nadie innecesariamente. No creía en los que hablaban demasiado y sí en los que ac-tuaban en cosas, aunque fuesen insignificantes.

“Su amor al prójimo era tan grande que disfrutaba haciéndole reír cuando salía del Monasterio [de Montserrat] con el biscúter, ya cojo y todo, y, si se le miraba, saludaba con la mano y reía porque quería hacer reír, alegrar a esta pobre humanidad, como un payaso, decía.

“¡Aquellos abrazos tan cordiales con los que recibía a to-dos!

“Mientras vivió, fue un símbolo, una garantía segura co-ntra el desánimo, un motor con movimiento continuo, un PADRE [sic] verdadero para todos, que nos sentíamos peque-ños a su lado. Era la admiración de sacerdotes y seglares, el filósofo, el teólogo, y admiraba su prudencia y principalmente su DISCIPLINA [sic] con la Jerarquía, ya que, si era muy humano, aún era más católico.

“La Hoac no puede desaparecer sin Rovirosa, porque, por poco que haga él desde el cielo, la velará aún más. Pero, si, como humanos, nos ha de afectar, animar y dirigir algún es-tímulo, para mí considero más dolorosa la muerte de Roviro-sa que la desaparición del TÚ [sic].

“Josep Brugué – Perito

“Manresa. 28 de agosto de 1964”30.

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“Había leído todas sus cosas escritas. Sin conocerlo, ya lo admiraba. Pero viéndolo, la admiración se convertía en respeto, no ausente de miedo. Aquella mirada suya clara y profunda parecía leer el interior de cada uno de nosotros y yo no estaba dispuesto a descubrir mis intimi-dades…

“Esta seriedad, hasta su sonrisa y todo, a primera vista me parecía de cara de pocos amigos. Eso no obstante, ya las primeras palabras basta-ban para comprender que estábamos ante un hombre excepcional y esos primeros sentimientos se iban transformando hasta llegar a la sim-patía y el amor más grande”.

Felip Serra, militante, de Ametlla de Merola.

“Cuando apareció se hizo un silencio tenso. Para los que no le habíamos visto nunca, su presencia imponía un desasosiego extraño: las sandalias, los pantalones sencillos, la humilde sahariana de un azul des-colorido encima de una mala camisa, la contenida energía interior que revelaba los rasgos característicos de su rostro, iluminado por un sonre-ír conmovido; todo eso y la confluencia de su pasado incierto, me lo hacían aparecer como la reencarnación de uno de aquellos cristianos de los primeros tiempos.

“‘¡Maldito el hombre que confía en el hombre…!’ Con este clamor bíblico inicial golpeó casi brutalmente nuestro silencio, en el que sus palabras rebotaban martilleándolo, sirviéndose de él para hacer resonar en las conciencias, tranquilas, ociosas, el acento desazonador del Evan-gelio.

“En un momento, trituró el conformismo de nuestras convicciones; azorados, nos percatábamos cómo, uno a uno, caían los soportes –simples muletas- sobre las que apoyábamos nuestra fe, nuestro misé-rrimo concepto de la Caridad, la inconsistencia de unos actos limitados a su única exterioridad.

“Primero sospechábamos de su ortodoxia, pero, ya mucho antes de terminar, nos dábamos cuenta –aireado el plumón que nos resguardaba- que la herejía estaba en nosotros…”.

Ramón Estrada, militante, de Manresa.

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“Lo vi vivo una sola vez en la vida. No lo olvidaré nunca. Pero lo que tampoco olvidaré nunca, mientras tenga un aliento de vida (y es lo que me sirve de aguijón para ser fiel a Cristo y a la clase obrera), es él extendido, sin vida, sobre el sencillo túmulo, en el Clínico de Madrid. Allí, arrodillado a sus pies, viendo su rostro sereno, contemplando aquella mortaja azul eléctrico, que fue el testimonio exterior de su obre-rismo práctico, le dije: ‘Hermano, ante tus restos, prometo ser fiel a la HOAC’”.

Carles Reñé, militante, de Lérida.

Nota editorial sobre la visión del Panadés y el Garraf con que comienzan las versiones de 1971 y 1977:

Tanto la versión de 1971 como la de 1977 comienzan con una larga introducción sobre la historia de las comarcas del Panadés y del Garraf y, concretamente, el origen histórico de Villanueva y Geltrú. La investigación histórica ha avanzado no poco en las décadas que han seguido y la visión de Xavier Garcia requiere una anotación erudita que puede hacerla ex-cesivamente enojosa.

Sin ella, uno de los primeros lectores del texto original –el benedictino montserratí Ignasi Maria Cura- ya aconsejó a Xavier Garcia que pusiera esas páginas en letra pequeña y en apéndice; porque, tal como estaba, se demoraba excesiva-mente la lectura. (Recogimos ya esa advertencia del benedic-tino en el estudio introductorio)

Como se debe respetar el contenido de la obra y, al tiem-po, darle el mayor rigor y toda la amenidad que sea posible, nos parece que lo mejor es reducirla a lo que la redujo el pro-pio Xavier Garcia en la versión de 1985 y atender la sugeren-cia del padre Cura; esto es: poner en apéndice (Anexo 1) la versión de 1971 debidamente anotada, por nuestra parte, a pie de página. Quien prefiera empezar por esa versión –la más extensa- debe, por tanto, ir al Anexo 1, leerlo y, al volver aquí, saltar el capítulo que sigue enteramente, hasta el subtí-tulo “Un milenio de historia”.

Mantenemos, sí, el título (Un puñado de tierra), que, en la

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versión de 1985, era el de La tierra y la familia y, en el lugar que indicaremos en el propio texto que sigue, contenía el subtítulo En primer lugar la tierra.

1 Los dos párrafos, en castellano en el original.

2 En el original catalán, m’acomiadava. Se trata de la carta de Ramón Griful a Xavier Garcia, Viladomiu Nou, 7 de marzo de 1966, doc. 19660307ACPHOAC_FXG_503_103, que reproducimos en el Anexo 3.

3 Todo en castellano, en el original.

4 Xavier Garcia cambia esto último por la expresión catalana equivalente a “pasar un rato juntos”. Traducimos, sin embargo, lo que aparece en la carta del benedictino a Xavier Garcia, 30 de noviembre de 1965, que es de donde pro-cede el párrafo.

5 Doc. 19651120ACPHOAC_FXG_503_103).

6 Suprimimos esta frase de la edición de 1977: “Porque decía que Dios, cuando cierra una puerta, siempre deja abierta otra y que es por ésa por la que debemos pasar”. La razón es que Xavier Garcia la cambió de lugar y retocó la redacción. Incluimos, por tanto, la traducción de la frase original, entre corche-tes (para que se comprenda que es un añadido a la transcripción de Xavier Garcia), al final de la cita, y ello porque se trata precisamente de una cita tex-tual.

7 En la edición de 1977 falta toda esta frase comprendida entre corchetes. En su lugar, introduce punto y aparte y empieza con estas palabras la frase que encabeza el nuevo párrafo: “Cuando yo estaba en el Seminario” y sigue “nos habló”… y lo demás que transcribe, hasta el corchete siguiente.

8 En el original: “Después le visité con mi hermano, en Argentina 3, Barce-lona, residencia de los bendictinos de Monstserrat [sic]. Nos habló de que Dios”… y sigue lo transcrito arriba.

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9 Ésta es la frase que Xavier Garcia cambió de lugar y subió al que indica-

mos en una nota precedente.

10 Santiago Añó a Javier García (sic), Tortosa (Seminario Diocesano de la Asunción), 8 de diciembre de 1965 (doc. 19651208ACPHOAC_FXG_503_103).

11 En castellano en el original.

12 El párrafo procede de los Datos sobre Rovirosa que José Regordosa Carre-ras envió a Xavier Garcia, quizás desde Igualada y a finales de 1965 (doc. 19661200ACPHOAC_FXG_503_103).

13 En castellano en el original. Es un párrafo de la carta que le dirigió a Xavier Garcia desde Rwisabi-Ngozi-Burundi, 7 de julio de 1966, doc. 19660707ACPHOAC_FXG_503_103c.

14 Punto y seguido en la carta original, redactada en catalán, que es la que citamos a continuación.

15 A Xavier Garcia, Berga, 7 de diciembre de 1965 (doc. 19651207ACPHOAC_FXG_503_103).

16 En el original catalán, s’evadia.

17 Doc. 19651114ACPHOAC_FXG_503_103.

18 En castellano en el original.

19 Xavier Garcia modifica estilísticamente esta frase del padre Antoni Fi-gueres, de manera que habría que traducirla así: “Cerca porque sentía como él en todo”.

20 Xavier Garcia no reproduce literalmente el párrafo del padre Antoni Fi-gueres, que toma de la carta que le dirigió desde Santa Maria del Miracle el 30 de noviembre de 1965 (doc. 19651130cACPHOAC_FXG_503_103), en la que le aclara datos que le había enviado con una carta anterior, el día 19 del mismo mes y año (doc. 19651119ACPHOAC_FXG_503_103). Restablecemos, pues, la literalidad de la cita y, a partir de esa versión –la original-, la traducimos. Sólo ponemos entre corchetes aquellas palabras de la versión original que faltan en la reelaboración que propone Xavier Garcia y modifican claramente el sentido, aunque sea tan sólo para resumirlo.

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En cuanto al remitente, se le llamaba entonces Antoni Figueras; pero el apellido aparece más tarde en versión catalana, Figueres, y optamos por respe-tar este cambio.

21 En castellano en el original.

22 Doc. 19651114ACPHOAC_FXG_503_103.

23 Subrayado en el original.

24 Todo este texto, en castellano en el original. Xavier Garcia compuso, al parecer, esta declaración de Víctor Vizuete con cartas distintas de este último. Este primer párrafo está tomado de la que le dirigió el propio Vizuete desde Portugalete el 31 de marzo de 1966, doc. 19660331ACPHOAC_FXG_503_103, y la transcripción que hace Xavier Garcia no es literal, por más que sólo haya diferencias estilísticas. En la carta, se lee esto: “Un poco difícil para mí es dar lo que pides. ¿Si fuera corcho y bellotas?... No hay duda que escribiría, así como sale, si no fuera un alcornoque, o si el “pajarito” se pusiera en el hombro para dictarme, pero esto último no puede ser porque mis pecados ofician de espantapájaros y son más feos que esos mamarrachos que se suelen poner en las viñas”.

25 Xavier Garcia hace un arreglo estilístico para aclarar el significado del texto. En el original se lee: “Después de Rovirosa ningún hombre merece esas frases amables, y yo menos”.

26 Suprimido por Xavier Garcia, así consta en el original.

27 Todo este segundo párrafo está tomado de la carta de Vizuete a Xavier Garcia fechada en Portugalete el 30 de agosto de 1966, 19660830ACPHOAC_FXG_503_103.

28 Este tercer párrafo procede de una carta de Vizuete a Garcia, sin fecha, que sigue temáticamente a la de 21 de junio de 1966 (doc. 19660621ACPHOAC_FXG_503_103) y que, por eso, hemos fechado en julio inmediato (doc. 19660700ACPHOAC_FXG_503_103), pero que pudo enviar-le junto con la del 30 de agosto de 1966 (doc. 19660830ACPHOAC_FXG_503_103), en donde trata de otros temas.

29 Este testimonio –el de Agapit Costa- y el de Dolors Macià, que sigue a continuación, faltan en la edición censurada en 1971.

30 Doc. 19640828ACPHOAC_FXG_503_103.

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UN PUÑADO DE TIERRA

El hombre nace en una tierra y es un eslabón generacional. En ese doble suelo nutricio hunde, quien es bien nacido, sus raíces.

La tierra proporciona plataforma estable a la generación: sucesión de hombres que la poseen, la trabajan con sus propias manos, la legan como herencia a sus hijos, la aman con amor ilimitado y terminan por descansar en paz en su seno.

Pero hay que mirar más allá. Este suelo nutricio es el que da vigor, seriedad y nobleza a las fuertes familias españolas, dedicadas con ardor al trabajo aprendido de sus ascendientes con afán honrado y entregadas a querer y educar a los suyos "sacándoles adelante" para que puedan hacer lo propio con quienes vendrán detrás.

De esta dignidad de vida familiar, "puesta tantas veces al tablero", en expresión de Jorge Manrique, es decir, como envite decisivo para ganar-se o perderse; puesta al tablero de las ilusiones y empresas de la juven-tud; vuelta a poner en los fecundos sudores de la madurez y coronada, al fin, "por méritos y ancianía bien gastada", le venía a Rovirosa, como se va a ver en seguida, su savia vital humana1.

"Rovirosa" significa en castellano "robledo", "tierra de robles". Es el nombre de una pequeña colina situada a poca distancia del minúsculo poblado de Rocacrespa (roca pelada), formado por tres casas solariegas agrupadas en torno a una ermita dedicada a San Gabriel. En la principal de ellas vino al mundo Guillermo Rovirosa.

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Nota editorial sobre el lugar de nacimiento de Rovirosa:

Esta afirmación es sorprendente. En las ediciones de 1971 y 1977, figura Villanueva y Geltrú como lugar de nacimiento de Rovirosa. Y el problema es que el acta de bautismo, que debería estar en la iglesia pa-rroquial de Villanueva (la de San Antonio Abad) se destruyó en la gue-rra de 1936-1939, con todo lo demás que había en el templo.

Sí se conserva, en cambio, el acta del registro civil y, en ella, se lee textualmente:

“En la villa de Villanueva y Geltrú a las diez de la mañana del día siete de Agosto de mil ochocientos noventa y siete an-te Don José Antonio Benach y Barceló, Abogado Juez muni-cipal y Don Baldomero Cardaldas Sendrau, Secretario, com-pareció Don José Rovirosa Cursellas, propietario natural de Corts de Sarriá vecino de esta villa domiciliado en la calle Jardín número veinte y tres de edad treinta y cuatro años manifestando, con objeto de que se inscriba en el Registro ci-vil el nacimiento de un niño y al efecto como padre del mismo declaró:

“Que dicho niño nació en la misma casa del declarante a las once de la noche del día cuatro del corriente.

“Que es hijo legítimo del declarante y de su esposa Maria-Ana Albet Almirall, mayor de edad, sin profesión, natural de esta villa y domiciliada en el del compareciente.“Que es nieto por línea paterna de Jaime Rovirosa Suriá, natural de Barce-lona y de Francisca Cursellas Serralta, natural de Santa Co-loma; y por la materna, de Pablo Albet Zotosans [?], natural de Cubellas, y de Maria-Rosa Almirall Robert natural de San Pedro de Ribas, todos difuntos.

“Y que al expresado niño se le han puesto los nombres de Guillermo Ignacio.

“Fueron testigos presenciales Don Juan Carbonell Saave-dra natural de Creisell domiciliado en la calle Rambla Vento-sa y Don Cristóbal Pascual Marrugat natural de esta villa domiciliado en la calle Ancha ambos mayores de edad.

“Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que

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deben suscribirla a que la leyeran por sí mismas si así lo creían conveniente, se estampó en ella el sello del Juzgado municipal y firma el Sr. Juez el declarante y los testigos de que certifico”.

Y siguen cinco firmas.

Es imposible salir de dudas, hoy por hoy. Guillem siempre se dijo natural de Villanueva y Geltrú. Pero es obvio que, si sabía que figuraba así en el Registro Civil, se cuidara de respetar la fórmula administrativa para evitar los problemas que eso podía suscitar al hacer cualesquiera gestiones. Al fin y al cabo, Rocacrespa pertenecía a Villanueva y Geltrú y, por lo tanto, era verdad que había nacido allí.

Y también lo era que había nacido “en el domicilio del declarante”. No se explicaba, claro, que tenía, de hecho, dos: la casa pairal de Roca-crespa y la del carrer del Jardí, número 23, en Villanueva.

No es extraño, por otra parte, que naciese en la casa pairal (que es lo que era la de Rocacrespa). Hay que tener en cuenta que, entonces, era habitual que los partos tuviesen lugar en el propio domicilio y que, en agosto (y durante todo el verano), la familia solía estar en Rocacrespa. Es, por lo tanto, incluso verosímil que naciera en el caserío. Lo que no podemos adivinar es la razón por la que el padre optó por evitar la aclaración.

En cuanto al hecho de que Xavier Garcia lo situara en la villa en 1971 y 1977, sólo cabe pensar que, en 1985, había averiguado –si es que no se lo dijo don Tomás Malagón- que no era así.

El lugar está enmarcado en la faja costera catalana cuyo centro es Vilanova i la Geltrú2. Tierra vieja y de vieja historia, dominada y defendi-da en tiempos antiguos por el castillo de Cubellas. Probablemente des-de él Jaime el Conquistador otorga en 1274 "carta puebla" a quienes se decidan a poblar la nueva villa -Vilanova-. En el siglo XVII Vilanova es un centro comercial considerable: el segundo puerto catalán por su volumen exportador de vinos y aguardientes, lo cual revela tener detrás un campo rico. En elIa reside un señorío campesinocomercial muy

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emprendedor, cuya importancia manifiesta el asentamiento en ella de representaciones consulares extranjeras.

En los primeros tiempos de nuestro movimiento industrial, del que Cataluña es pionera, Vilanova se muestra muy permeable a su influencia. En ella se monta la primera fábrica textil movida a vapor. Florece allí una acreditada industria litográfica; y uno de sus hijos insignes, Francis-co Gumá y Ferrán, construye en 1880, sin subvención ni ayuda del Es-tado, el ferrocarril Barcelona-Valls.

En otros sectores sociales despliegan también su actividad los vila-novenses: Víctor Balaguer construye allí y dona posteriormente a la ciudad su museo; José Tomás Ventosa funda la primera Escuela de Artes y Oficios de la península; Teodoro Creus promueve sindicatos agrícolas. Hijos ilustres de la villa son el músico Toldrà, discípulo de Felipe Pedrell; Francesc Macià, primer Presidente de la Generalitat, restaurada durante la segunda República; y un Rovirosa, famoso oftal-mólogo de quien es fama que practicó el primer trasplante de córnea.

1 A continuación, en la versión de 1985 (que es a la que pertenecen estos

párrafos), va el subtítulo que hemos indicado arriba: En primer lugar la tierra.

2 En redonda en el texto impreso en 1985, como en los demás lugares donde transcribimos Vilanova, pero lo ponemos en bastardilla, con el fin de subrayar que es la denominación catalana y evitar confusiones en relación con la castellana.

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UN MILENIO DE HISTORIA1

Rocacrespa es un pequeño poblado de tres casas solariegas y un par para colonos, con diversas construcciones anexas, con la ermita de San Gabriel en el centro. Se encuentra en un altozano, al lado de la riera del Foix. Al otro lado de la riera, está la carretera que va desde Villanueva al Arboç. De Rocacrespa a Villanueva hay seis kilómetros y, de Rocacres-pa a Arboç, trece. Entre Rocacrespa y Arboç está el santuario de Lour-des y el pantano de Foix.

El nombre de Rocacrespa expresa bien el tipo de montañas de su entorno, presididas por el cerro de la Talaia, medio llenas de pinos, pedregales y roquedos, que forman un pequeño valle en medio de ellas. A poca distancia, hay un pico conocido por “Rovirosa”, seguramente a causa de los primeros Rovirosa habitantes de esos caseríos, aunque parece más probable que se llame así porque está poblado de robles. Y es que “Rovirosa” quiere decir “tierra de robledos” (ròbore, robérea), por lo cual podemos pensar que los primeros pobladores de estos terrenos debieron darle el nombre de la planta.

La vida de Rocacrespa es paralela a la de Cubelles. En el Archivo de la Corona de Aragón, hay un documento que menciona por primera vez el nombre de Rocacrespa en el año 977; el 11 de junio de ese año, el conde Borrell III vendió a Wifredo el castillo de Sant Esteve de Caste-llet y señaló de esta manera los límites del término:

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i. Rocacrespa, por Josep Sugranyes (1860)

“et de altano aderet se in serra qui est super Crespa rocha et pervadit usque in ipsa serra que est inter predicto termine S. Stephani (Castellet) e termine Cubellas”.

El mismo conde, al cabo de veinte años, vendía a Gombáu de Beso-ra unas tierras del término por el precio de un buen macho de cinco onzas.

Mucho después, en abril del 1128, disponía en el testamento Ramón Mir: “Concessit filis de Bugarello, fratris sui, si reversi fuerint de capti-

vitate, ipsas tres partes de omni suo honore quem habeat in termini castri Olerdola, et se ipsis non reiteraverint habeant prescriptum honorem filii Petri Mironis de Rocacrespa”.

En 1250, era amo de Rocacrespa, Berenguer de Montserrat, señor también de los castillos de Collbató y de Piérola; en 1350, Ramón Dor-tol; al cabo de treinta años, un tal Guillem de Latona.

El pueblo y su nombre son de origen romano. Dentro del término hay un terreno, El Quintal, donde no hace muchos años se encontraron jarras y otros utensilios. Todas estas tierras, como las de Villanueva, con los restos de la población de Aderró y la necrópolis de la Masía Nova, en las afueras, están repletas de restos romanos.

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Las casas solariegas que actualmente existen son Can Rovirosa, Can Gibert y Can Gallart. Los primitivos propietarios de la segunda fueron los Rovirosa Ramona, una rama de los Rovirosa. Hay también una casa conocida como “Cal Frere”, por haber vivido en ella un Guillem Rovi-rosa, que fue llamado así, por pertenecer a otra rama.

La principal de ellas, de bella fisonomía y de tipo basilical, es Can Rovirosa. En el frontis de la puerta principal hay marcado un número: “1635”. Es el año en que Ramón Rovirosa dio por terminada la nueva casa, construida con los restos del Castillo que los Rovirosa acababan de adquirir, emplazado a pocos metros de distancia, después de derribar la casa que durante varias generaciones había servido de hogar a sus antecesores.

Can Rovirosa, pues, es uno de tantos centenares de casas solariegas que, de un lugar a otro de nuestra tierra, han contribuido poderosamen-te a la organización, en el fondo y en la forma, de nuestra manera de vivir y han ido amoldando nuestras estructuras rurales y ciudadanas. En ellas, se percibe la actividad humana durante generaciones, con las habi-taciones y las despensas y el hogar de fuego y la gran cocina, y las bode-gas, corrales y almacenes, y retratos y recuerdos y utensilios, y los culti-vos y el paisaje que la rodean. Con todo eso, comprendemos el estilo de vida que nos ha formado y la historia que hemos formado. Aquí, entre estas paredes, Cataluña se ha hecho “pueblo”. En estas casas hay raíces.

Dicho con palabras del gran jurisconsulto y agricultor Maspons i Anglasell2:

“El hogar de un fuego que no se apaga y de un calor que no se marchita es el templo de una vida más fuerte que la del hombre, porque es la de las generaciones de una familia que se renueva durante los siglos entre sus paredes; es un reino con atributos y prosperidades de la soberana independencia, la fuente de juventud que con tanto deseo recrea la humani-dad, y los campos que la envuelven son los manantiales de los que esta fuente brota”.

La casa está compuesta de un baluarte, que da acceso a una salida delantera, bajos y primer piso. Una gran escalera conduce, por la iz-quierda, a la habitación del hogar donde está el fuego y la cocina. A la derecha, el comedor. Al fondo hay una escalera que sube al piso. A

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media escalera, una puerta ocupada enteramente por la figura pintada de [un guardia civil3]. En el piso hay una gran sala, que era el comedor de los días de fiesta, con un reloj de pared, aún en funcionamiento, del cual se dice que es el más antiguo de los que funcionan en nuestra tie-rra. Una inscripción dice: “Catalunya – Arenys”.

Todas las paredes están pintadas con dibujos a la grisalla, que, en al-gunos sitios, se sobreponen, como resultado que son de diferentes épo-cas. Cuando se acaba de subir, nos encontramos con un escudo, pinta-do también en la pared, que es el emblema del Santo Oficio, o sea de la Inquisición, que comenzó a lucir un Rovirosa.

Alrededor del comedor hay diversas habitaciones, algunas actual-mente renovadas, aunque casi todas ellas conservan las pinturas. Tam-bién todas las camas que se conservan son de los siglos XVII y XVIII. Las pinturas hacen referencia a temas guerreros de tiempos de Napo-león y a temas marineros. Dentro del tema guerrero, hay varias de la campaña de Rusia y, en una, se ven las tropas francesas a las puertas del Kremlin. Con ocasión de la guerra de la Independencia, un oficial fran-cés de la marina, a las órdenes del conde Bernadotte, se refugió en Can Rovirosa mientras las tropas invasoras volvían a su país. Herido y en-fermo permaneció unos meses en Rocacrespa sin hacer nada. Después, deseoso de pagar de alguna manera lo que habían hecho por él, pintó todas las habitaciones.

* * *

Visitando la casa, uno descubre más detalles: entre ellos, libros y pis-tolas. Los Rovirosa, especialmente desde principios del Ochocientos, han sido gente culta. Han dado que hacer a la imprenta y las estanterías están llenas de libros y revistas, muy bien presentados y cuidados, casi todos ellos referidos a temas agrícolas. Aun hoy hemos podido encon-trar fragmentos del libro de fray Anselm Turmeda, Disputa de l’ase4.

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Nota editorial sobre Anselm Turmeda:

Turmeda pasa por ser apóstata que vivió entre 1352 y 1423. Había sido franciscano; pero se convirtió al Islam en Túnez, donde vivió hasta su muerte (1423). La disputa de l’ase, la escribió en 1417 y la versión presuntamente escrita en romance mallorquín se perdió. Se conoce a través de una traducción francesa. Había sido incluida en el Índice en 1853.

En cuanto a los documentos notariales y otros, hay que destacar con qué cuidado los conservaban en otro armario, con cajones, clasificados por materias. Los saqueadores de julio de 1936 hicieron tabla rasa, quemándolo todo, e imposibilitaron un estudio que hubiera sido intere-santísimo por el hecho de comprender varias generaciones.

De los libros de economía de la casa quedan sólo dos, que com-prenden todo el Setecientos. El primero comienza con estas palabras: “Libreta de cuentas de la Casa de Jaime Rovirosa de Roca Crespa com-prada en el año 1731 en Barcelona en la bajada de la Prisión en la casa de Antón Cassañes, librero”.

Anotaban los movimientos económicos. Por la libreta desfilan los ganados y los hatos de vacas, primales, zagales y borregos que vendían y dejaban ganancias. Tenían relaciones con todo el Panadés. También aparecen los entierros de familiares y amigos, la construcción de edifi-cios en Rocacrespa y en Cubelles. Primero hablan de doblones, libras, sueldos, y terminan con los duros de plata. Figuran los impuestos del catastro, las cuentas del farmacéutico y la compra de los útiles de traba-jo.

Entre las notas de 1768, llama ésta la atención: “Me so acondit ab lo Sr. D. en medicina Joseph Frexas de Villanueva i li dono de conduita per quiscun any 9 pesetas”. Al año siguiente cambian de médico, por cinco pesetas anua-les. Debía ser aquél un precio abusivo. También tenían concertado el cuidado del macho con el veterinario Joan Rosell.

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En otro armario, todo bien guardado, como la biblioteca, se conser-van diversos trabucos y escopetas y balines que los antecesores tenían cuidado de tener a punto, dado el aislamiento en que se encuentra Ro-cacrespa. Si el papel impreso los ayudaba a documentarse y estar al día en el cultivo, las armas los defendían de contrabandistas que metían las narices por aquellos parajes, con la pretensión de robar; bajaban de la montaña de Talaia, procedentes de Villanueva o de las costas del Ga-rraf, su guarida preferida.

Con Rocacrespa y el “Molí del Salze” que, geográficamente y en el terreno humano, tienen todas las características del ambiente que se respira en Terra Baixa, de Guimerà, se podría elaborar una larga historia o idear una leyenda, con tantas gentes como los han transitado, con tantos intereses y amores, vicios y virtudes. Allí, seguramente, más de un Rovirosa, como otro Reixac de nuestro Pous i Pagès5, debía ser, sin duda, “rey y señor”.

Nota editorial: Pous i Pagès y Ángel Guimerá:

Se refiere al escritor Josep Pous i Pagès (1873-1952), ca-talanista exiliado que había regresado a Barcelona en 1944.

El drama Terra Baixa, de Ángel Guimerá -el escritor cata-lán (nacido en Canarias), uno de los principales representan-tes de la Renaixença-, por su parte, se había estrenado en 1896 en Madrid, en castellano, en traducción del también dramaturgo José de Echegaray, y al año siguiente en Tortosa en catalán6.

Pero una de esas historias sería la del bandidaje, el bandolerismo que siempre, de una manera u otra, se ha ejercido, procedente de las sierras del entorno o de la mar. Rovirosa solía decir que los primeros Rovirosa instalados en Rocacrespa fueron piratas salidos de la mar y que se refu-giaron allí e iniciaron en la vida campesina.

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Por otra parte, sabemos que Rovirosa i Escofet, quien, como vere-mos a continuación, pertenecía a la Santa Inquisición, murió a conse-cuencia de los cuchillazos que le dieron unos ladrones, en la misma cama donde dormía, una noche que estaba solo en la masía. A su lado, en la cuna, se hallaba su hijo Josep, a quien no hicieron nada. Los la-drones quisieron hacerle confesar dónde guardaba el dinero y, como él se negó, lo acuchillaron. Al día siguiente, casi ya desangrado, al llegar su mujer, de Villanueva, tuvo el tiempo justo para decirle el sitio exacto donde estaban escondidas las onzas de oro.

Y ese mismo niño que estaba junto a él en la cuna, Rovirosa i Cas-tellví, bisabuelo de nuestro Guillem, que escapó de aquel peligro, repitió la experiencia. Ya viejo, el 17 de mayo de 1859, sábado, al atardecer, mientras pagaba los jornales de la semana, en la entrada, a los hombres y a las mujeres que habían trabajado las tierras, con todo el dinero en-cima de la mesa, una banda de once bandoleros, enmascarados, penetró en la casa. Dos se le lanzaron encima y le dieron una puñalada, que no fue mortal, pero que provocó el azoramiento de todos; cogieron el dinero y subieron al piso con la intención de saquearlo. Un cuñado intentó hacerles frente y recibió también una puñalada y, para huir de la furia de los asesinos, se lanzó por la ventana. Eso agravó la herida y murió.

Mientras todo eso sucedía, el hijo pequeño, de unos diez años, Ga-briel Rovirosa i Surià, en vez de asustarse, subió en busca de una esco-peta y, desde una ventana, disparó contra uno de aquellos facinerosos que estaba de centinela en el baluarte y que cayó herido. Aturdidos los asaltantes, pensando que había gente dispuesta a atacarles, huyeron en desbandada, llevándose a su herido. Su padre, como premio por haber salvado la situación, le asignó doble dote en el testamento. Al año si-guiente, el conocido pintor de Villanueva, Josep Sugranyes7, hacía un dibujo, en mina de plomo, a la masía, en cuyas ventanas ya se veían rejas, que se habían puesto a raíz del atraco.

En 1814 andaba por Rocacrespa un bandido llamado Joan Serra, conocido por el mote de La Pera; debía tener alguna razón para vengar-se de alguien. Esperó a esa persona durante tres días y, al cuarto, al ver a su hombre –que iba al campo a trabajar-, se plantó ante él, sacó un

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puñal y, amenazándole con él, le dijo: reza un Credo, porque quiero que mueras como un cristiano.

Aquella misma noche, a pesar de la distancia, se presentaba en Valls, a la puerta del templo del Carmen, donde rezó y puso unos cirios. No era la primera vez que lo hacía. El 4 de mayo del año siguiente moría en el suplicio, en la misma ciudad.

* * *

Los primeros documentos en que se nos habla de las familias que habitaban Rocacrespa datan del año 1500. En ellos vemos a los propie-tarios del castillo y tierras que la formaban, la familia Villanueva, quie-nes manifiestan que les pertenecían por diversos títulos y sucesiones. No es arriesgado pensar que llevan el apellido “Villanueva” porque los antepasados suyos que tomaron posesión de Rocacrespa procedían de la Villanueva acabada de nacer, que era la época en que los apellidos se empezaban a formar según el origen, la profesión, las características físicas u otros hechos.

El primer documento otorgado por un Rovirosa -que se llama Jau-me- data del 3 de setiembre de 1573; en él se lee que Gabriel Michel prestaba a Gabriel Villanueva cuarenta y seis libras con el fin de hacer un censo. En 1567, Gabriel había concertado el censo con Joan Squa-rrer (Escarrer), sobre doce jornales de tierra. Las condiciones eran: dos gallinas de entrada, pago anual de una cuarteta de cebada el día de “San Juan de junio” y, el día de Navidad, diez sueldos y dos gallinas. Y, al describir los lindes de la propiedad sobre la que grababa el censo, apa-recía el nombre de un Rovirosa: Jaume también.

En el testamento de Villanueva, se lee:

“Quiero y mando que la capilla que hoy tenemos y posee-mos en Rocacrespa, llamada de San Gabriel, que hicieron y fundaron nuestros antepasados, quiero que sea mantenida y constituida con más veneración y honra; que yo he obrado como debía obrar… y que la arreglen tan presto como puedan, cediendo fusta de la heredad, y, para que se pueda continuar celebrando la procesión que sale de la parroquia de Cubelles todos los años en la segunda fiesta de pascua de Resurrec-ción, dejo doce sueldos. Se dispongan las misas de aniversa-rio por todos los del presente castillo vilanovés y descendien-

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tes de aquellos y con que se diga una absolución general como la que se dice para los que son cofrades de Nuestra Señora del Rosario”.

Esta cofradía del Rosario había sido fundada el 8 de julio de 1590 en la parroquia de Cubelles. El año 1794, cuando, a consecuencia de uno de tantos giros políticos8, hicieron un nuevo altar del Rosario para susti-tuir el antiguo, que había sido destrozado, el rector [de la iglesia], des-pués de detallar las entradas y salidas, escribió:

“Anoto, para inteligencia de mis sucesores, que los menos acomodados y pobres han sido los más caritativos. Y, de los que pueden, los que han dejado de dar son: … Bartomeu Ro-virosa, Jaume Rovirosa de Rocacrespa…, Josep Rovirosa. Lo que anoto por si muero antes de dorarse el retablo. Para do-rarlo, no confíen mis sucesores en muchas caridades. Ita est”.

Los Villanueva y, después, los Rovirosa, por compra, adquirieron la propiedad de las tumbas que había ante el mencionado altar y todos ellos, por tradición familiar, serían enterrados allí.

En la relación de cumplimiento pascual correspondiente a los años 1590-1591, en la feligresía de Cubelles, aparecen los siguientes nombres de miembros de las de Rocacrespa:

“Mosén Gabriel Villanueva, su mujer Ángela, su hijo, su hija, su otra hija. – Don Galcerán Icart, su mujer Elionor, su madre. – Jaume Rovirosa, su mujer, su hijo, su nuera, su hijo Guillem. – El pastor. En el año 1591 en esta casa están: Guillem Rovirosa, su madre, su hermano, su otro hermano Pere. – Antoni Pedro, su mujer.- Enric Carbonell, su hijo adoptivo, el molinero del Salger”.

(El título de Mosén estaba reservado, como señal de distinción, a los hombres principales, propietarios o militares9).

El 29 de mayo de 1599, la familia Villanueva se encontraba en situa-ción de grave necesidad y vendió a la Pía Almonia10 de la Catedral de Barcelona la quadra y término de Rocacrespa, reservándose el castillo y algunos terrenos. Recibieron 2.800 libras barceloninas. Los limosneros, por medio de laudemio, satisficieron a la Hacienda 310 libras, 21 suel-dos y 12 dineros. Al año siguiente, murió Gabriel Villanueva, en cuyo

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testamento había instituido “herederos universales, señores y mayores, potentes y usufructuarios” de todos sus “bienes, derechos, títulos y acciones” a sus dos hermanos, Elionor, viuda de Icart, que entonces estaba al servicio del conde de Peralada, y Ángela, soltera. De fallecer ellas antes que él, quedaría como heredera universal su alma y, por ella, la parroquia de Cubelles. Facultaba, por tanto, al rector de la misma y al archidiácono mayor de la catedral de Barcelona y a los jurados de Cube-lles para que “funden y hagan misas de cantares o semaneras en la men-cionada iglesia como mejor quieran o puedan para los señores Villanue-va y sus descendientes”.

La herencia que dejaba era: el castillo, dos pajares, un corral para el ganado lanar y sus entornos, un huerto grande, un huerto pequeño para sembrar cáñamo; un terreno llamado “El Pedregal”, de cinco jornales de mula; un terreno sobre la acequia del molino, de unos cuatro jorna-les; una pieza de tierra llamada “Sobre el Rec”; una pieza de tierra la-brada, llamada “La Resclosa”, de dos jornales, una pieza llamada “El campo del albaricoque”, de tres jornales; una viña llamada “la Coma d’en Bertran”, de tres jornales; dos piezas nombradas “Lo Trader” y “Lo Gorbs”, de treinta jornales, con muchos olivos; una pieza dicha “la Coma del Mas Castellot”.

En 1637, después de una serie de pleitos familiares, el rector de Cu-belles, en representación de la parroquia, vendió el castillo, medio en ruinas, a Josep Rovirosa por 96 libras. Pero, el 29 de noviembre de 1667, el noble Carles de Llupià i d’Icart, descendiente de Galcerán d’Icart y de Elionor Rovirosa, carlán mayor del castillo y término de Cubelles y Villanueva y señor de los castillos y cuadras de Cunit, Gallifa y Segur, devolvió a los administradores de la Pía Almonia las 2.800 libras que había recibido Gabriel de Villanueva y le fue restituido el señorío sobre la cuadra de Rocacrespa, como sucesor de los Villanueva. A continuación, exigió el reconocimiento de dicho señorío a Jaume Rovirosa, de quien eran casi todas las tierras de Rocacrespa por haber-las adquirido de los Villanueva, y le exigió que no se llamara “señor de Rocacrespa”.

A pesar de ello, en una de las partidas anuales de censo que constan en el libro de la casa, que hemos citado, se lee: “Digo yo, el abajo fir-mante, que tengo recibidos de Ramón Rovirosa, S[eño]r de Rocacrespa,

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los censos que hace al Sr. Marqués de Lupiá; esto es: de trigo, una quar-tera, ocho cortans; de cebada, dos cortans; de aceite, dos quarteres o una libra y catorce huevos, hasta el año 1770 -dicho mil setecientos setenta- y se ve el 2 de agosto del año 1770.- Josep Banach”.

Eran los últimos estertores del feudalismo. El noble Llupià, que ya no tenía ninguna posesión en Rocacrespa, como descendiente de los Villanueva, quería mantener los títulos.

* * *

La realidad es que los Rovirosa ya eran virtualmente amos de Roca-crespa; porque, mientras otros optaron por procurarse títulos ostento-sos y afincarse en Barcelona, renunciando a aquel rincón del mundo, y vendieron sus terrenos en aras de esa vida ostentosa, ellos se fueron adueñando de la hacienda. Los Rovirosa se convirtieron en una de las casas fuertes de Villanueva, junto con los Junqué, Xicarró, Raldiris, Font, Cabanyes, Ricart, Ferrer-Vidal y otros.

Las diversas generaciones de Rovirosas que han habitado Rocacres-pa, que conocemos documentalmente son éstas:

Heredero, Jaume Rovirosa: Se casó con Isabel.– Hijos: Jaume, Pere, Guillem y diversas hijas. Hizo testamento el 14 de abril de 1570 y dejó veinticinco libras a cada hijo y cin-cuenta y cinco a cada hija.- Su hijo Jaume murió en Piérola el 1 de febrero de 1582, cuando fue allí para casarse.– Su hijo Pere murió el 7 de diciembre de 1582, a los veinte años.– Parece que [el padre y propietario, Jaume] murió entre 1585 y 1590.

Heredero, Guillem Rovirosa: se casó con Eulàlia. Hijos: Jaume y Victori. Tuvo un nieto: Guillem. Murió el 15 de abril de 1642.

………….

Guillem Rovirosa, “el frare”: Se casó, entre 1600 y 1610, con Caterina Ballester, de Villanueva.– Hijos: Guillem, Jau-me, Magdalena y Anna.– Caterina aportó al matrimonio el Molino del Salze. En testamento del 23 de noviembre de 1650, lo dejó a sus hijos.- El heredero, Guillem, compró su parte a los hermanos.

………..

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Heredero, Jaume Rovirosa: Hijo y heredero de Guillem y Eulalia.– Se casó por primera vez con Maria Anna Gili.– No tuvieron hijos.- Hizo testamento en Rocacrespa el 20 de mar-zo de 1621.- Maria Anna Gili murió. Se casó por segunda vez con Magdalena Ros, viuda.- No tuvieron hijos.- Magdalena Ros murió el 14 de septiembre de 1638.- Murió el 3 de enero de 1665.

Heredero, Guillem Rovirosa: Se casó con Anna.- Tuvieron tres hijos. Murieron de pequeños dos. Quedó el mayor, Jau-me, nacido el 25 de julio de 1640. Murió Guillerm el 28 de febrero de 1650.

Heredero, Jaume Rovirosa: La suya fue la época de mayor esplendor de los Rovirosa. Se casó por primera vez el 3 de febrero de 1658, a los diecisiete años, con Maria Vallès, de Lavern, en el convento de San Ramón de Peñafort (Panadés), regido entonces por frailes italianos. Al día siguiente, oyeron la misa de los desposorios en la capilla de Roca-crespa.– Tuvieron tres hijas, muertas al poco tiempo de nacer.- Maria Vallès murió el 15 de diciembre de 1662, a consecuencia del último parto.- Jaume se casó por segunda vez el 12 de febrero de 1664, en Rocacrespa, con Maria Ferrer, de Parellades (término de La Vit).- María Ferrer murió el 1 de marzo de 1665 a consecuencia del parto de dos gemelos.- Jaume se casó por tercera vez en Villafranca el 12 de diciem-bre de 1665 con Maria Cuscó, de La Granada. Al día siguiente, oyeron misa de boda en la capilla de Rocacrespa.- Tuvieron tres hijos.- 1º: An-na. En el acta del bautismo, el padre consta como familiar del Santo Oficio. 2º: Ramón. Sus padrinos fueron Ramón Vallès, carlán de La Granada, y Maria Cuscó, viuda, su abuela. 3º: María Magdalena.- Maria Cuscó murió en La Granada el 18 de junio de 1671. Jaume se casó por cuarta vez (a los treinta y un años) el 18 de febrero de 1672 con Maria Carbonell, de San Pere de Ribes.- Tuvieron nueve hijos. Todos, varo-nes, menos el primero y el último. El mayor fue Jaume, nacido el 29 de septiembre de 1677. El padre lo nombró heredero en 1699.– El propio padre, Jaume, murió en 1706 en Constante de un tiro de escopeta.

Ramón Rovirosa Cuscó11: se casó con Magdalena.- Casi no tenemos datos de él. Su padre no lo nombró heredero, pro-bablemente por presiones de su madrastra, Maria Carbonell.

Heredero, Jaume Rovirosa i Carbonell: se casó por primera vez el 24 de diciembre de 1698 con María Rosa Ferrer.- Tu-

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vieron una hija.- Maria Rosa Ferrer murió el 13 de noviembre de 1703.- Jaume se casó por segunda vez el 27 de junio de 1704 con Maria Ángela Rovirosa.- Tuvieron siete hijos y dos hijas.- El heredero fue Ramón. Nació el 27 de marzo de 1705.- Maria Ángela Rovirosa murió.- Jaume se casó por ter-cera vez en diciembre de 1721 con Maria Miret, viuda de Jaume Jorba.

Heredero, Ramón Rovirosa i Rovirosa: se casó con Maria Jorba, natural de Colomens, término de San Martí Sarroca.- Tal como hemos visto, Jaume Rovirosa i Carbonell (padre) y Ramon Rovirosa i Rovirosa (hijo y heredero) se casaron el mismo día, el primero con Maria Miret y el segundo con Ma-ria Jorba, que eran madre e hija.- Ramón Rovirosa y Maria Jorba tuvieron dos hijos y tres hijas. El heredero fue Ramón.

Heredero, Ramón Rovirosa i Jorba: se casó a los veintitrés años, el 21 de enero de 1749, con Teresa Escofet i Alegret, del Vendrell.- Tuvieron cinco hijos. Heredero: Jaume. Nacido el 6 de junio de 1750.- Teresa Escofet murió el 4 de octubre de 1757.

Heredero, Jaume Rovirosa i Escofet: Familiar del Santo Oficio. – Se casó con Josepa Castellví i Mayer, de L’Arboç.- Tuvieron varios hijos; uno de ellos, Josep.

Heredero, Josep Rovirosa i Castellví: se casó en Barcelona con Bonaventura Surià i Mestre.– Tuvieron varios hijos. Uno de ellos, Jaume, nació en Barcelona.- parece que alternaron estancias entre Barcelona y Rocacrespa.Heredero, Jaime Ro-virosa i Surià: dejó Rocacrespa, donde vivían sus padres y hermanos. Parece que lo desheredaron. Se quedó a vivir en Barcelona, donde se casó con Francesca Corcelles i Serralta.- Ejerció la profesión de ebanista.- Tuvieron un hijo: Josep.- Muerta su mujer, Rovirosa Suriá volvió con su hijo a Roca-crespa, donde le devolvieron la condición de heredero.- Se casó con una antigua criada de la casa, Clara Romeo i Avin-yó, de Cubelles.– No tuvieron hijos.

Heredero, Josep Rovirosa i Corcelles: se casó en Villanueva el 8 de diciembre de 1884, con Anna Albet i Almirall.- Tuvie-ron tres hijos: Jaume, Josep i Guillem.

Heredero, Jaime Rovirosa i Albet: se casó en Villanueva con Mercé Robot i Brunet.- Tuvieron tres hijos: Mercè, Cas-tor-Joan (murió pequeño) y Josep Maria.-

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El segundo hermano, Josep Rovirosa i Albet se casó con Josepa Milà. Vivieron en el Vendrell y tuvieron tres hijos: Josep, Maria i Joan.

El tercero, Guillem, contrajo matrimonio con Caterina Canals i Rie-ra. No tuvieron hijos.

Heredero, Josep M. Rovirosa i Robot: se casó en San Jaime del Domeñes con Concepció Jané i Ventura.- Tuvieron seis hijos: Jaume, Albert, Josep M., Gabriel-Xabier, Concepció y Mercè.

Futuro heredero Jaume Rovirosa i Jané: …12.

Los innumerables Rovirosa salidos de Rocacrespa constituyeron nuevas familias; las encontramos en Cunit, Calafell, el Vendrell, l’Arboç, Vilafranca, Villanueva, Barcelona y Torrotas. Hay algunos que han des-tacado. Entre ellos: Rovirosa i Virgili13, hijo de aquel Gabriel que, sien-do niño, salvó la situación ante los atracadores, fue un oftalmólogo famoso, el primero que practicó el trasplante de retina. Francesc Soler i Rovirosa fue un buen escenógrafo y profundo conocedor de las escue-las pictóricas14.

* * *

Verdaderamente, cuando contemplamos el transcurso de esas gene-raciones, con sus virtudes y defectos, que han ido cultivando el terreno material y espiritual de la patria, es cuando uno se reafirma en el valor de la tierra y en el del hombre en la tierra. Es cuando, como en el mun-do de las plantas, percibimos que lo principal, lo indispensable, es el enraizamiento y que prenda la simiente. Entonces el hombre se promo-ciona, se realiza plenamente, la tierra se hace espiritual. Y no sólo es explotada con la finalidad de conseguir el pan para vivir, sino que, po-seyéndola y triunfando sobre ella, es querida por aquél que la trabaja con sus propias manos, porque la tierra le habla y él le responde; se encuentra reflejado en ella. Ella ya tiene una cosa muy sustancial de él; porque, a lo largo de su vida y de los que le precedieron, ha quedado impresa la marca de su persona. Al haber hecho la tierra, la tierra lo ha hecho a él.

Ahora comprendemos las palabras del doctor Torras i Bages, el obispo de Cataluña que afirmaba que, ante familias así, hay que descu-

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brirse. Familias dedicadas con amor y devoción a una tarea seria, que han transmitido el afán del trabajo y el respeto a los que fueron, y saben que son un eslabón más de cara a los que vendrán. Esas familias están llenas de nobleza, mucho más que las que sólo poseen títulos caducos, y eso porque el honor lo ganaron aquéllos con sudor y éstos se han con-tentado con vivir rutinaria y parasitariamente de su recuerdo.

1 Desde aquí, volvemos a la versión de 1971, con las anotaciones a que

obligue la de 1977.

2 Se trata de Francesc Maspons (1872-1966); fue jurista especializado en derecho catalán, especialmente derecho de familias. Vid. Antonio Borrell y Macià, “Maspons i Angladell i dret civil català”: Revista jurídica de Cataluña, xliv, núm. 3 (1965), 753-776.

3 Xavier Garcia dice “un soldado de Napoleón” (pág. 44). Pero no es así; se trata de un guardia civil que viste el primer uniforme que tuvo ese cuerpo. Se puede comprobar –ya se ha comprobado- comparándolo con las ilustraciones de José María Bueno Carrera, La Guardia civil: Su historia, organización y sus uni-formes, 2ª ed., Madrid, Agualarga, 1997, 201 págs.

4 Hay varias ediciones. Va precedida de prólogo de Mikel de Epalza la de Palma de Mallorca, Moll, 1987, 208 págs.

5 Vid. M. Àngels Bosch, J. Pous i Pagès: Vida i obra, Figueras, Institut d’estudis empordanesos, 1997, 354 págs.

6 Hay diversas ediciones. Todo el Teatre de Angel Guimerà está reunido en un volumen de ese nombre del que corría ya la 8ª ed. en 1989, Barcelona, Edi-cions 62, 221 págs.

7 El pintor Josep Sugranyes Florit había nacido en Villanova y Geltrú. In-tervino en la restauración –al gusto romántico de la época- de los Gigantes

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grandes –gegants grossos- de Villanueva: “Hemos tenido ocasión de ver los figurines que, para la restauración de los gigantes ha dibujado el conocido pintor D. José Sugranyes, son de exquisito gusto y pertenecen al estilo románi-co que imperó durante los siglos XI y XII”. Diario de Villanueva, 5 de mayo de 1887, en balldelldexiquetsdevalls.wordpress.com/2011/05/12/la-restauracio-dels-gegants-grossos-de-vilanova-del-1887. También decoró, junto a su padre, el gran salón de fiestas del Centro Artesano, que era una de las tres sociedades de recreo de Villanueva: vid. Francesc X. Puig Rovira, Diccionario biográfico de Vilanova i la Geltrú. Mujeres y hombres que han hecho historia, Villanueva y Geltrú, Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú, 2003, 325-326.

8 La expresión no deja de ser curiosamente débil si se trata de la guerra co-ntra la Convención francesa, que dio lugar a la invasión de parte de Cataluña en 1794. Vid. el monográfico que se le dedicó en Studia historica: Historia moder-na, xii (1994), 261 págs.

9 En efecto, Mossèn es, en castellano, abreviación de “Mi señor” y, por tan-to, se podía emplear para referirse a laicos, por más que, con el tiempo, en la Corona de Aragón, quedase reservado como tratamiento propio de eclesiásti-cos, hasta hoy mismo.

10 “Limosna” en castellano. Era, en definitiva, desde el punto de vista jurí-dico –civil y canónico- una obra pía, de carácter caritativo.

11 En el original, hereu, sucesor de Jaume. Es lógico que lo fuera porque era el hijo varón vivo de mayor edad, habido en su tercer matrimonio. Pero, de lo que dice a continuación, se deduce que no fue heredero.

12 Xavier Garcia escribía esto en vida de Josep M. Rovirosa y Ribot y su-ponía, lógicamente, que el heredero sería Jaume, el primogénito. Josep M., sin embargo, falleció abintestato y, por tanto, heredaron todos los hijos.

13 Vid. ABC de 5 de febrero de 2006, donde se recoge una breve y curiosa semblanza del doctor José Rovirosa i Virgili, que, antes de serlo, fue novillero y se presentó en la plaza de Las Arenas de Barcelona el 9 de septiembre de 1900 y sólo una lesión le impidió dedicarse al toreo, para llegar a ser, como nos dice Xavier Garcia, un reputado oftalmólogo.

14 Vid. José Francés, Un maestro de la escenografía: Soler y Rovirosa, Barcelona, Imprenta de la Casa Provincial de Caridad, 1928, 70 págs. El archivo personal del propio Soler i Rovirosa está en la Biblioteca de Catalunya.

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NACIMIENTO E INFANCIA

Situemos, en primer lugar, a la “abuelastra” de Rovirosa. Clara Ro-meo, que, como hemos visto, de criada pasó a ser señora de la casa, claro testimonio del sentido democrático de nuestras viejas casas sola-riegas. Ella y otra hermana suya eran las muchachas de Can Rovirosa. Espabilada y desenvuelta, Rovirosa Surià, abuelo de Guillem, la escogió, una vez viudo, como mujer.

Clara tuvo conciencia de su nuevo papel. Al entrar en la masía, de vuelta de celebrar la boda en la ermita de San Gabriel, dijo a todos:

- Hasta ahora he sido la Clareta; desde ahora seré la señora Clareta.

Y, verdaderamente, consiguió que la casa y el patrimonio se robus-tecieran. Fue muy buena administradora. Era de maneras sencillas; pue-de ser que incluso un poco áspera. Iba al grano y no se andaba por las ramas.

Una demostración de su carácter indomable era su valentía. Tenía en la barbilla y en el bigote unas cuantas manchas de pelos. En lugar de buscar preparados para sacárselos, se limitaba a aplicarles, con una cu-chara, cola caliente y, con un trozo de tela, se lo pegaba a la cara y el bigote y, de un tirón, se lo arrancaba. A veces, cuando alguien iba a verla, la chiquillería, bromeando, decía: “La abuela lleva la pega y no puede salir”.

Era alta, más bien fea, casi monumental, con un pecho de aquellos que los antiguos llamaban “de jarra”. Pero la realidad es que fue querida

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por todos, aún ahora se acuerdan con gozo de “la abuela Clareta”. Para todos fue la abuela, aunque no lo fuese en realidad.

Era un roble. Los enterró a todos. A su marido y al hijo de éste y a su mujer, o sea a los padres del biografiado. Hasta que Jaume, Josep y Guillem, que eran como sus nietos, no estuvieron casados, no se murió.

Josep Rovirosa y Anna Albet, padres de Guillem, se conocieron el Viernes Santo en la parroquia de Sant Antoni Abat, de Villanueva, en el momento en que iban a besar, como es costumbre ese día, la imagen del Santo Cristo, que era la de la “Germandat” que por la noche salía en la procesión de penitentes. La misma Anna afirmaba que fue en el mo-mento en que él pasó delante de la imagen e hizo una inclinación seño-rial cuando se fijó en él. Y se debió enamorar, pues Rovirosa i Corcelles era un buen tipo, elegante, vestido con un estilo muy personal, como heredero de “buena casa” que era, de bello rostro, con barbilla y pati-llas. El enamoramiento debió de ser mutuo, pues al cabo de poco tiem-po la relación ya estaba formalizada.

Rovirosa i Corcelles fue un hombre bohemio en los negocios, de mucho empuje, renovador. Fue uno de los primeros agricultores que, después del desastre de la filoxera, que llegó al Panadés en 1887, plantó cepa americana, desconocida, resistente, a aquella enfermedad, siguien-do las directrices de la Estación Enológica de Villafranca1.

Anna Albet era hija de unos colonos de una masía que había entre Villanueva y Canyelles. Su padre tenía dos hermanas y tres hermanos y uno de éstos –Cristòfor- se fue a Cuba, en tanto que una de las herma-nas, Carme, se hizo monja y la otra, Teresa, se casó, en Barcelona, con un farmacéutico. Anna, de pequeña, se la quedó su tío Cristòfor cuando volvió de Cuba. Era la época buena de los indianos. En Villanueva eran muchos los jóvenes que, deseosos de prosperar económicamente, em-prendían un largo viaje y se instalaban en La Habana, en Matanzas o en Puerto Rico. A la edad madura o en la vejez, aquellos a quienes la suerte había sonreído volvían a la villa natal, algunos donaban alguna obra a la población como testimonio de su espíritu altruista y otros, a su vez, hacían fachenda, tirando el dinero a capazos –realmente era así- en las fiestas bullangueras del carnaval de Villanueva, uno de los más conoci-dos en toda España.

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ii. Josep Rovirosa y Anna Albet, padres de Guillem Rovirosa.

El tío Cristófor se había casado con una cubana y había acrecentado la fortuna de su mujer. Su hacienda principal estaba situada en “Vuelta Abajo”. Para expresar el poder económico de Cristófor, le llamaban “El buey de oro”.

Retornaron a una edad avanzada y se instalaron en Barcelona. No tenían hijos y fue entonces cuando le pidieron a su hermano que les dejaran uno para educarlo y sacarlo adelante. Y los padres les dejaron a la pequeña Anna. En su nueva familia, Anna recibió una educación esmerada y adquirió unas maneras refinadas. Era ya fina por sí misma. Pero, indudablemente, la convivencia con sus tíos le ayudó aún más.

La querían mucho. Porque se hacía querer. Era despabilada, alegre, de una naturaleza física altiva, señorial, pero sencilla, de corazón gene-roso. No se puede decir que fuera bella, pero sí que era de aquellos rostros que irradiaban simpatía y ternura. Era rubia de ojos azules.

Cuando se casó, la dotaron muy bien, con doce docenas de piezas de ropa. Por esos mismos días, el tío murió. El administrador general

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de sus bienes se vio atrapado por diversas estafas y no tuvo otra ocu-rrencia que estrangularlo. Y, al realizar la partición de bienes, a Anna le tocaron 80.000 duros.

La tía cubana, para resaltar su bondad y la confianza que les merecía, acostumbraba a decir: ¡Oro en polvo le podríamos dejar! 2.

Josep y Anna se casaron en Rocacrespa3. El tenía 21 años, ella 23. El vestido de novia fue de terciopelo negro, con cola. El forro de esa cola ahora es el manto de una Virgen que está en la casa de los herederos.

La dote de Anna vino muy bien para sanear el patrimonio de los Rovirosa, que había disminuido bastante. Pensemos lo que representa-ba en aquella época una cantidad como la que hemos dicho. Rovirosa i Corcelles tenía muchas acciones en el Ferrocarril de Barcelona a Villa-nueva y a Valls. Como pasa en esta clase de empresas donde los promo-tores se ven obligados a poner dinero y comidas, al paso de un tiempo vino un crac económico que dejó bastante malparadas diversas familias de Villanueva.

iii. Villanueva y Geltrú hacia 18974.

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La familia Rovirosa Albet se instaló en Villanueva. El hijo mayor nació en la calle de l’Aigua, en el año 1885; el mediano, en Sarriá, en 1893; el pequeño, en la calle del Jardí, nº 23, el día 4 de agosto de 18975.

iv. La casa que habitaban los Rovirosa-Albet en 1897, en Villanueva y Geltrú, 24 de febrero de 2009.

Alternaban la estancia entre Villanueva y Rocacrespa. En este último lugar, principalmente en los veranos, Anna actuaba como si se tratase de una precursora de la promoción laical y desarrollaba allí una verda-dera tarea apostólica. Los domingos, después de comer, tocaba la cam-pana de la ermita para llamar a los labradores y labradoras de aquel entorno y, una vez allí, les leía y les explicaba el catecismo. Eso le daba

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ocasión para hablar con todos, interesándose por los problemas de cada uno. Todo, su viveza, su naturalidad, aquel amor por los demás que tienen los apóstoles -que no hace falta que lo declaren, porque les trai-ciona el rostro aunque no quieran- hacían que los de la casa y la gente de las masías la llevaran en su corazón y la quisiesen como a una reina.

Verdaderamente, ¿no fue así una buena maestra para aquél que años después había de ser maestro y alma del apostolado entre la gente del pueblo?

* * *

Después de los dos primeros hijos, la madre tenía la ilusión de una niña. ¡Como todas las madres! Cuando llegó el momento de alumbrar al tercer hijo, le dijeron que era un niño y aún tuvo aliento para preguntar: “¿Le habéis mirado bien?”.

Le habían de poner de nombre Gabriel. En la familia Rovirosa, había habido varios, a lo largo de las diferentes generaciones, tal como hemos visto, enamorados como estaban de tener por patrón al arcángel en la ermita. Era una devoción enraizada en los vilanovinos. Pero el pequeño no se llamó así, porque así lo “decretó” la abuela Clareta. Y sus órdenes no podían ser desobedecidas… ¡A saber si quiso que hubiera un sucesor de aquel primitivo Guillem “el frare”!

Al poco tiempo de haber nacido, fueron a vivir a Rocacrespa. En-tonces la madre cayó enferma; deformación de la columna vertebral y, a continuación, parálisis total y deformación de manos y pies.

Los hermanos de Guillem iban a la escuela a Cubelles, a pie, a unos dos kilómetros. El hermano mayor, poco a poco, empezó a ayudar al padre en los trabajos de la hacienda familiar. Tenían unas cuantas cabe-zas de ganado, toros y cabras, y él, cada día, se iba con la tartana hasta Villanueva a llevar los cántaros de leche.

Guillem, en cambio, no pudo ir a estudiar porque era muy pequeño. Hasta los siete años, tiempo en que permaneció en Rocacrespa, no fue al colegio. Pero, sin que nadie lo esperara, un día se descolgó y se puso a leer. Tenía cuatro años. Su madre lo había guiado, naturalmente.

La parálisis total de la madre creaba una situación de tristeza que afectaba a toda la familia. Estaba casi siempre en una habitación de los

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bajos, la de la derecha de la entrada, a fin de permanecer más discreta y vigilar el movimiento de los pequeños.

v. Pila bautismal de la parroquia de Sant Antoni Abbat, Villanueva y Geltrú, 23 de febrero de 20096.

* * *

Tal como dejamos reseñado en la recensión de sus obras, Rovirosa, al final de su vida, escribió un libro que tituló El primer traidor cristiano, Judas de Keriot, el Apóstol; el capítulo V del mismo es autobiográfico. De ese capítulo extraeremos, a lo largo de la biografía, algunos fragmentos, con la finalidad de situar mejor al lector. Dejemos ya, por tanto, que sea el mismo Rovirosa quien nos hable7:

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“Mis primeros dieciocho años empezaron con un piísmo exagerado y terminaron con la apostasía.

“Tengo que hacer una referencia especial a mi padre, que murió cuando yo tenía once años8. Por lo que puedo recor-dar, no se distinguía particularmente en lo tocante a religión, al menos en lo que se refiere a la piedad externa, que es lo que se ve. Pero él empleó conmigo una pedagogía muy espe-cial, que es lo que quiero hacer resaltar.

“En los primeros cinco años yo era una criatura enclen-que que todos tenían por poco viable. Pero el criarme en el campo, entre labradores y ganado, en plena naturaleza, hizo lo que seguramente no hubieran podido hacer los potingues y tratamientos más acreditados: revitalizarme. ¡Y todavía dura!

“Quizá por esta misma revitalización, como una especie de reacción vital, de los cinco años hasta los nueve no solamen-te era más travieso que lo normal en los chiquillos, sino un auténtico «mala bestia»; esto que ahora llamamos un «gambe-rro» en miniatura. Buscando siempre la manera de organizar malas jugadas y gozando lo indecible cuando veía a «los ma-yores» furiosos contra mí, y yo fuera de su alcance. Esto quiere decir que estaba haciendo «oposiciones» a ganarme una paliza tras otra.

“Pues bien, mi padre no me pegó nunca. NUNCA9. Escribo esto con lágrimas en los ojos, con un reconocimiento inefable del bien que me hizo. ¡Que Dios se lo pague! Dios se lo está pagando un poco con estas lágrimas mías.

“La cosa iba así (¡bendita sea su memoria!): siempre espe-raba que hubiera pasado algún tiempo entre la fechoría y la (digamos) corrección. Aprovechaba algún momento en que yo estaba junto a él y me decía:

“—Ven, hijo, ven (y me sentaba sobre sus rodillas). Tú sa-bes que yo te quiero mucho, ¿verdad? Y tú también me quie-res mucho, ya lo sé. Sí, sí, ya lo sé que me quieres. Los dos nos queremos mucho. ¿Y sabes por qué te quiero? Pues te quiero porque siempre dices la verdad. Ya que lo más asque-roso de una persona es el mentir; el mentiroso es más repug-nante que los animales, que no mienten nunca.

“Y me hablaba de la verdad y de la mentira como habría podido hacerlo con un hombre de sus años. Y yo empezaba a temblar. Entonces me preguntaba:

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“— ¿Qué pasó ayer, a tal hora, en tal lugar, con tal perso-na? Dime la verdad porque yo ya sé que tú no puedes men-tirme…

«Y verdaderamente yo no podía mentirle. Me acariciaba y me iba diciendo:

“— ¿Te parece bien esto? ¿Te gustaría que te lo hicieran a ti? ¿Estás contento, ahora, de haberlo hecho? Yo ya sé que lo has hecho sin pensarlo. Yo también hacía cosas así cuando era como tú. ¿Otra vez lo pensarás más, verdad? Yo ya sé que me quieres y no deseas entristecerme, y yo te quiero porque siempre dices la verdad.

“Ordinariamente la cosa no iba tan lejos, porque yo me abrazaba a su cuello con fuerza y, llorando, sólo le pedía que se callara, que ya no lo haría más, pero que no siguiera hablando… Aquellas palabras me revolvían las entrañas.

“— Dame un beso. De dos «yemas»: uno en cada mejilla. Ya sabes que te quiero mucho. Y yo sé que tú siempre, siem-pre dices la verdad…

“Así iban las «palizas» de mi padre. Y puedo asegurar que hoy (y hace más de medio siglo) todavía me escuecen. ¡Dulce memoria de mi progenitor!

“Ahora (¡hasta ahora!) empiezo a darme cuenta de ciertas cosas. La primera, y seguramente la principal, es que mi pa-dre empleó conmigo el método cristiano, sin tener quizá de-masiada conciencia de ello10.

“Mi padre, ciertamente, empleó la mansedumbre en mi educación, y estoy seguro, segurísimo, de que este método es inmensamente superior al de los judíos y de los otros escla-vos. Si mi padre me hubiera golpeado, como veo que casi to-dos hacen, tengo la convicción de que mi vida ya habría aca-bado hace tiempo como la de Judas, ahorcándome yo mismo, o ahorcado por la justicia de los hombres.

“Por todo esto puede el lector darse cuenta de la gratitud y la ternura que siento al evocar al hombre que me engendró dos veces: dándome la vida física (vida de esclavo) y engen-drándome después, de manera perseverante, consciente y mansa, para la vida de hombre libre, haciéndome un «fanáti-co» de la verdad. La primera gestación duró nueve meses, y la segunda unos treinta años. Y me siento más hijo suyo y uni-do a él por la segunda vida que me dio que por la primera”.

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* * *

Hemos dicho que Anna era rubia y de ojos azules. Después de ella, los hijos, nietos y bisnietos serían también rubios y de ojos azules. Nunca habían sido así los Rovirosa. Pero, más que unas características físicas, el mejor legado a sus sucesores fue su bondad, de la cual estaban alegres y hablaban con embeleso. Anna era toda suavidad, paciencia y dulzura. Y no se quejaba nunca. De tal forma que los que iban a verla para hacerle compañía y consolarla salían edificados. Era ella la que alegraba aquellos ratos, con sus actitudes y anécdotas, de las que sabía un montón, y a su lado se pasaban las horas a gusto.

Y no era poca cosa lo que tenía encima. Dieciocho años sentada en una silla de ruedas, le debían de pesar, y siempre tenía la sonrisa en los labios, nunca una queja. Qué maestra también en eso para su hijo, cuando le habían de venir los años tormentosos de difamado, de lisiado, de inmovilizado. Era tanto, a veces, su sufrimiento, que el mejor reme-dio era que un par de hombres del lugar –porque los de la casa no se atrevían- la cogiesen por los brazos y la abrazasen con fuerza, la apretu-jasen, la pellizcasen y le clavasen las uñas, hasta que el dolor que le pro-dujeran fuese para ella un auténtico alivio del mal que llevaba dentro, y eso hasta el extremo de lanzar suspiros de bienestar, porque el daño que le hacían era un lenitivo para el mal que, momentáneamente, le paliaban.

Alguna vez, tal era la sacudida del dolor, que caminaba y todo unos pasos, ante el azoramiento de los demás.

Guillem hubo de empezar a caminar de las manos de la abuela Cla-reta y de las muchachas. Él, no obstante –como es natural-, se sintió atraído muy pronto hacia aquella mujer joven aún, siempre sentada. Quería subirse a su falda y se caía porque no tenía fuerza en las piernas. Pero insistía. ¿Quién es el niño pequeño –y mayor también- que no se ha colgado al cuello de la madre, sintiendo el calor de su cuerpo, pero sobre todo arrellanándose en la calidez de aquel amor que pensamos único en el mundo, recibiendo besos, aceptando los mimos? Rovirosa, eso no lo vivió. Cuando insistía, ella le tenía que decir, con una pena que sólo las madres pueden sentir: “¡Pero hijo mío, si no puede ser!”.

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La madre sentía una ternura, que podríamos decir especial, por Gui-llem. ¡Era el pequeño! Pero, para Anna, representaba algo más. Era el hijo al que no había podido vestir, pesar, pasear, arropar, mientras reza-ra con él las primeras oraciones y cantarle nanas mientras se iba dur-miendo: todo, en fin, lo que nos da el gozo de ser hijos de nuestra ma-dre.

La familia hizo todo lo que debía hacer para que Anna recobrara la salud, incluso la llevaron a Lourdes. Uno de los médicos que la visitó, en Barcelona, fue el doctor Robert. El ilustre médico y patriota11 estaba en la plenitud de su carrera y faltaba poco para su inesperada muerte12. Maragall señaló “la fuerza misteriosa de su simpatía”. No es raro que, al despedir a Anna, se dirigiera al marido y a los otros que la acompaña-ban, con estas palabras: “¡Quieran mucho a esta señora!; ¡quiéranla!”.

Equivalía a ratificar lo que les había dicho en la visita; la enfermedad era incurable e iba a sufrir mucho.

Anna era inteligente. Así, por ejemplo, el hijo mayor iba alguna vez a Villanueva, a ver zarzuela, que entonces era el espectáculo más cotiza-do, en el Teatro Apolo, al que llegaban compañías de Barcelona, que hacían “bolos”. Cuando volvía a Rocacrespa, explicaba el argumento a su madre y ella, al día siguiente, lo volvía a explicar a las visitas y lo hacía con una viveza y seguridad tales, que no se notaba que sólo se lo habían contado.

Muchas veces, según los períodos por los que pasaba, el hijo mayor, por la noche, tenía que velarla. Se quedaba acostado en el escaño, de-lante de la chimenea, encima de la tabla de madera, envuelto en una manta, mientras ella dormía, dispuesto a acudir si escuchaba algo anor-mal.

Pero, una vez que este hijo cayó enfermo de tifus, fue ella quien qui-so que le pusieran la cama al lado para velarlo. Aunque se encontraba enferma, era la madre y cumplía, como podía, su labor. ¡Mujeres admi-rables, las madres, que no necesitan de guerras ni momentos culminan-tes para ser heroicas!

Mientras tanto, Guillem se iba haciendo mayorcito. Pasó los prime-ros años de su vida jugando, en aquellas peñas, por aquellos bosques. Su diversión preferida era pescar en el torrente. Aún se conserva en la

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masía una caña que él mismo se hizo13. En ella se ve la ingenuidad del niño, pero también la destreza que poseería más tarde. Nunca le gustó jugar a ladrones y policías ni a cazar pájaros.

vi. La riera del Foix en los alrededores de Roca-crespa, 28 de febrero de 2009.

No decimos que fuese un santo de porcelana. Él mismo dejó claro que no. Era travieso14. Una de las habitaciones, la que da a la gran sala del piso, era conocida con el nombre del “cuarto del Cortés”. El Cortés, tío abuelo del biografiado, era empresario de obras que trabajaba para los Rovirosa. Como vivía en Villanueva, le tenían destinada aquella habitación para los días en que se veía obligado a dormir en Rocacres-pa. Todas las camas de la casa tenían los cabezales estilo Luis XV. La cama de la habitación del Cortés no lo tenía y, en su lugar, muy bien imitada, como si fuera madera, había una imagen de la Virgen, en el

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misterio de la Inmaculada Concepción15. Un día, a Guillem, como lo hubiera podido hacer cualquier otro niño, no se le ocurrió nada mejor que, con lápices de colores, dibujarle un monumental bigote. Como la casa estaba llena de imágenes de soldados franceses, firmes y bigotudos, debía representar para él una verdadera obsesión. Y… ¡manos a la obra! Su padre, como es natural, lo castigó. Durante todo un día permaneció encerrado allí mismo hasta que no desapareció su genialidad pictórica. Pero aún quedan rastros.

El hermano mayor, de cuando era pequeño, tenía un cajón lleno de cajas de cerillas que formaban una colección. Y la estimaba mucho. Guillem las cambió todas, una a una, con sus compañeros.

Una de las cosas con las que se entretenía era atormentar a los ani-males. Se divertía calzando los gatos, cosa bien difícil. Empezaban –él y sus compañeros- por vaciar dos nueces. A cada mitad le hacían cuatro agujeros y les ataban unos cordoncillos. Por la tarde, cuando encontra-ban un gato adormecido, lo cogían, lo sujetaban bien, con mucho cui-dado, y le ponían los cuatro zapatos. ¡Cómo se divertían cuando el ani-mal se escapaba y corría, por la casa, aterrorizado por el ruido de las nueces! Él mismo de mayor, decía que era algo apocalíptico.

Otra vez descubrió un nido de ratones recién nacidos. Les pinchaba la cola. Pataleaban de tal manera… Cuando callaban, los enterraba vi-vos16. Verdaderamente, este chiquillo no podía ser de la “Protectora”17. Id a saber si habría alguien que lo pudiese aprovechar más adelante para una imaginaria “Asociación Protectora de Hombres y Similares”.

En aquel tiempo, en Rocacrespa, en las diversas familias de propie-tarios y masoveros, dominaban plenamente los niños. Con unos y otros jugaba Guillem a los juegos habituales en su edad. Las niñas, principal-mente, con la ironía que saben tener, lo apodaron con el nombre de “Lluís Baba”, porque era belfo. Y él mismo, cuando las encontraba de sopetón, haciendo grandes gestos, como para asustarlas, y puede ser que como aprendizaje para tener el buen humor de saber reírse de sí mismo antes de que lo hagan los otros, les gritaba: “¡Ya viene Lluís Baba…!”.

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Nota editorial sobre Rovirosa y Alí Babá:

Rovirosa era belfo –tenía el labio inferior ligeramente más saliente que el superior- y eso debía darle, de niño, un aire agresivo que era el que le llevaba a presentarse como Lluís Baba. Es posible que se tratara de un nombre tomado –literalmente o no- de alguna de las versiones que corrían por esos días, traducidas al catalán y adaptadas como cuento in-fantil, con dibujos de los protagonistas, de Alí Babá y los cua-renta ladrones. Es posible también que aludiera a otro perso-naje mítico y del que también corrían cuentos y dibujos que lo retrataban como persona amenazadora: Barbarroja (en ca-talán, Baba Arudj), el famoso corsario turco del siglo XVI, que, en esos cuentos, se consideraba un pirata.

Las niñas, no obstante, siempre suelen ser más tranquilas que los ni-ños, y, de pequeñas, sus juegos ya tienen algo de iniciación maternal. Allí, en la habitación del hogar, en las largas veladas de invierno, que para el labrador siempre son más, en la claridad de las lámparas de acei-te, o de gas pobre que ellos mismos fabricaban, o en la habitación de al lado, haciendo compañía a la madre, las niñas aprendían a hacer boli-llos, con un bolillero apoyado en la pared, y disfrutaban con el tintinear constante y el ruido de los bolillos, guiadas por Anna, que era la maes-tra. Guillem, a los seis años, ya hacía puntillas con ellas, de tanta perfec-ción como lo podía hacer una encajera consumada.

Uno de aquellos encajes está, aún ahora, en una camisola de dormir que guarda una campesina de “El Molí del Salze”, masoveros de los Rovirosa18, como recuerdo del señor Guillermo, que lo hizo expresamente para su madre cuando preparaba el ajuar de boda.

1 Una noticia sucinta de la Estación, en Santiago Mínguez, “La investiga-

ción vitivinícola en Cataluña: Una herramienta de promoción y de valorización del territorio”, Ace: Revista de enología, accesible en Internet. A enmarcar todo

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ello en Albert Virella i Bloda, “De quan Vilanova i La Geltrú era un empori de vi”, Miscel·lània penedesenca (1978), 205-240, y en Vinyes i vins, mil anys d’història: Actes i comunicacions del III Col.loqui d’història agrària sobre mil anys de producció, comerç i consum de vins i begudes alcohòliques als Paîsos Catalans: Vilafranca del Penedès febrer del 1990, coord. por Emili Giralt, Barcelona, Universitat, 1993, 2 volúmenes.

2 En castellano en el original.

3 El 8 de diciembre de 1884, según se certifica en el doc. 18850111 (Acta de transcripción del registro civil correspondiente al matrimonio entre Mariana Albet Almirall y José Rovirosa Corsellas, Villanueva y Geltrú, 11 de enero de 1885, con inclusión del testimonio del cura que los casó por lo eclesiástico, Registro Civil de Villanueva y Geltrú, tomo correspondiente a 1885, f. 464-464v). Los registros del Archivo Parroquial que se mencionan en este docu-mento se destruyeron durante la guerra de 1936-1939.

4 Aunque ha sido retocada para esta edición y, por tanto, modificada, la versión informática se hallaba en 2009 en www.plusesmas.com/ocio_en_casa.

5 Así consta, en efecto, en el acta que se conserva en el Registro Civil de Villanueva y Geltrú, libro 50, f. 16, núm. 191 (doc. 18970807).

6 Todos los objetos que constituían lo que podemos denominar el equipa-miento litúrgico, las imágenes, la ornamentación y todo lo demás que podía verse en el interior de la Parroquia de Sant Antoni Abbat, de Villanueva y Geltrú, el 24 de febrero de 2009, era posterior a la destrucción del templo durante la guerra de 1936-1939, a excepción de la pila bautismal, junto a la cual había un rótulo que la databa en el siglo XIX. Pedimos información sobre ello y nos ratificaron que, en efecto, en la posguerra, entre los escombros de la iglesia destruida, se encontró la pila bautismal, que se restauró y es la que apa-rece en la fotografía. Es de suponer que fuese en ella donde fue bautizado Guillermo Rovirosa.

De su bautismo no existe acta. Se destruyó, como la mayor parte de la do-cumentación del Archivo Parroquial, en 1936-1939 (constancia de ello en doc. 20090606).

7 La cita que sigue está tomada, efectivamente, de Guillermo Rovirosa, “El primer traidor cristiano, Judas de Keriot, el Apóstol”, en Obras completas, I, 542-544.

8 Dice nueve años. Pero es un fallo de la memoria de Rovirosa, que Xavier Garcia hace suyo. Josep Rovirosa Corcelles murió el 10 de febrero de 1909 y

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Guillermo había nacido en 1897. Tenía, por tanto, once años cumplidos. Vid. la inscripción de la defunción y entierro católico en el libro de difuntos de la parroquia de San Antonio Abad, Villanueva y Geltrú, 11 de febrero de 1909, libro XXIV de Defunciones, f. 197v (doc. 20090606).

9 Respetaremos todas las mayúsculas que figuran en la edición original, aunque puedan resultar tipográficamente menos gratas.

10 A renglón seguido de este punto, Rovirosa desarrolla su experiencia en varios párrafos que omite Xavier Garcia en su obra: y pido permiso para una ligera digresión, que no se aleja del tema central de este libro.

“Hace un par de años (no más) que descubrí la mansedumbre. Cuando Je-sús se nos presenta como Maestro nos dice únicamente que de Él hemos de aprender dos cosas: la humildad y la mansedumbre de corazón. Ya dije antes que el descubrir la humildad de corazón de Jesús fue el elemento decisivo de mi conversión, cuando tenía treinta y seis años. Pero de la mansedumbre no tenía ni idea. Comprendía que debía ser una cosa importantísima en la vida cristiana, tanto por las palabras que acabo de citar como por la segunda Bienaventuran-za... y buscaba (sin encontrarla) alguna explicación en los libros que aclarara la nebulosa que había en mi mente.

“Lo que no encontré en los libros, me apareció de pronto, sin buscarlo, en El Libro. Releyendo el Sermón del Monte, fueron las palabras del mismo Jesús las que iluminaron mi oscuridad. Cuando nos dice: Habéis oído que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra; y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica déjale también el manto, y si alguno te requisa para una milla, vete con él dos. Da a quien te pida, y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado. Después San Pablo comple-tará todo esto con su famosa sentencia: El mal se vence con la abundancia del bien.

“¡Esto, esto es la mansedumbre! Esto es lo que distingue (habría de distin-guir) el trato de los bautizados.

“Otra contradicción, clarísima, entre la Ley Nueva del Amor y la Ley Vieja del Palo. Entre los libres y los esclavos.

“En la Ley Antigua (véanse los Libros Sapienciales) cuando se trata de los niños no hay más regla que el látigo para que suban derechos. Al que crea que exagero, le ruego que haga una excursión por estos Libros; a ver si no es así. Y así resulta que la inmensa mayoría de los métodos pedagógicos que se emplean entre cristianos no son para cristianos sino para judíos.

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“Se dirá, quizá, que aquellos proverbios estaban inspirados por el Espíritu Santo, y ¿quién podrá negarlo? Estaban espléndidamente inspirados por el Espíritu Santo, para el pueblo judío, que era (y es) un pueblo de esclavos. Pero para los cristianos tenemos las palabras de Jesús, que son para otra clase de «pueblo». Aquellas normas eran excelentes para esclavos, y el mismo Jesús las empleó con los mercaderes del templo, y en sus invectivas contra los escribas y fariseos hipócritas, que no quisieron abrir los ojos a la Luz que quería condu-cirles a la Libertad.

“Y así el cristianismo actual progresa tan poco (si es que progresa) porque casi todas las energías se aplican a poner resistencia al mal con métodos del Anti-guo Testamento, en vez de poner Amor por todas partes...”: loc. cit.

11 En la censura de 1971, las palabras “i patriota” están señaladas entre cor-chetes con lapiz rojo, sin duda para pedir su supresión. Pero, en la censura de 1975, no.

12 Robert murió en 1902. Hemos hablado de él en la introducción, al refe-rirnos al Premio Aedos de Biografía Catalana de 1968, al que Xavier Garcia presentó esta biografía de Rovirosa, pero que fue otorgado a una biografía del doctor Robert.

13 Xavier Garcia escribe entre 1964 y 1977.

14 En la versión de 1971, hay aquí una oración que debió suprimir Xavier Garcia en la de 1977 por razones meramente estilísticas y que, por lo mismo, no incluimos. Traducida, dice: “Aún ahora, en una de las habitaciones, hemos podido ver una muestra de ello”.

15 Quiere decir que, en la pared correspondiente al cabezal de la cama, se ve pintado, precisamente, un cabezal, en cuyo centro está la imagen de la Virgen. Hemos comprobado personalmente, in situ, la veracidad de la anécdota. Aún quedan rastros del añadido.

16 Punto y aparte en la edición de 1977. Las dos “anécdotas” que se acaban de referir constan en una entrevista hecha a Rovirosa que envió Jean Delfosse a Xavier Garcia desde Bruselas el 2 de julio de 1968 (doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103).

17 Se refiere a la Asociación Protectora de Animales. En Villanueva y Gel-trú y su comarca, hay una particular tradición de este tipo y varias asociaciones especializadas en ello.

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18 La del Salze es otra riera próxima a Rocacrespa, sobre la que aún está el

molino.

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GUILLERMO ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO

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ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

Dejemos que continúe hablando él mismo:

“Mi madre quedó paralítica total a los pocos meses de mi nacimiento y murió cuando yo tenía dieciocho años, sin que recuerde haberla visto andar nunca. Su piedad y sus senti-mientos religiosos eran extraordinarios. En su parálisis y complicaciones sufrió mucho, mucho; y jamás salió una que-ja de su boca. Cuando en páginas anteriores indiqué algo de la cruz gloriosa de los seguidores de Jesús, tenía ante mis ojos la imagen de mi madre. La expresión de su rostro era siempre la de una persona feliz. Yo entonces no podía enten-der nada de esto.

“Acabo de decir que era muy piadosa y por esto escribí al principio que mi vida empezó con un piísmo exagerado.

“Por aquello de que yo era el menor de los tres hermanos, y de que ella no podía prodigarme los cuidados y delicadezas con que las madres normales envuelven los primeros años de la vida de sus hijitos, ella sentía por mí una debilidad, mez-clada seguramente de compasión, que hacía decir a muchos que me malcriaba. Todo era rezar con ella, y hablar “cosas de Misa”, como se decía por allí, y que yo, por el amor que le te-nía, hacía con mucho gusto; hasta el punto de que cuando me preguntaban qué quería ser cuando fuese mayor, siempre contestaba que quería ser sacerdote.

“Perdí a mi padre, como ya he dicho, a los once años1, y por estar mi madre paralítica, me metieron interno en un co-legio de religiosos para que cursara el Bachillerato. Aquello representó un cambio completo para mi panorama vital.

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“Por una parte, yo llevaba mal mi enseñanza primaria (empecé a frecuentar la escuela después de los ocho años, por residir en el campo) y esto me ponía a la cola en todas las clases; lo cual me hacía sufrir enormemente, pues mi sober-bia no podía tolerar que nadie me pasara delante en nada, y… me pasaban todos en todo.

“Estudiaba con verdadera fiebre, sin otro estímulo que el de ser primero de todos, cosa que conseguí en el tercer año. Entonces me propuse dejarlos atrás, aprobando en dos años los tres últimos cursos. Ello me valió muchas felicitaciones; pero ahora veo que lo que se felicitaba era mi soberbia, que salió terriblemente fortalecida.

“En el aspecto religioso (como es natural en un soberbio refinado) hubo un gran descenso, a pesar de estar en colegio de religiosos, como ya he dicho. Pero me parece que no todo fue debido a razones internas (soberbia), sino que influyó el hecho (que recuerdo perfectamente) de que allí se nos expli-caba y se nos hacía aprender con profusión y detalle todo lo referente a la religión… menos una cosa: la principal. Que era (y que es) Jesús desnudo, clavado en la madera. Yo, como Judas, quería verlo claro todo aquello, y cada vez lo veía más oscuro”2.

* * *

Toda la familia se iba dando cuenta de las cualidades que el pequeño Guillem demostraba. Jaume, el hermano mayor, especialmente, sentía una especie de idolatría hacia él; observaba cosas insólitas en un niño de su edad.

Entonces decidieron trasladarse a Villanueva. Guillem empezó a ir al Colegio de San Agustín, dirigido por el señor Eudald Tenes. Estaba en la calle Recreo, dos calles más abajo de la del Jardí, donde vivían los Rovirosa, casi tocando a la Rambla Principal3. Tenía el nombre de Re-creo, porque unos cuarenta años antes, en el mismo local que ahora ocupaba la escuela, había una entidad con este nombre, que había cedi-do el lugar, después, a otra, “La Nova Cunya”, que fue una de las pri-meras sociedades recreativas de la población. Su objetivo, muy en con-sonancia con aquellos tiempos, era organizar saraos y practicar el humorismo y la sátira dentro de los límites que imponían las costum-

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bres y los hábitos locales y, también, los políticos. Una de sus salidas más sonadas era con ocasión del carnaval.

Aquí aprendió las primeras letras y los primeros conceptos, afir-mando lo poco que sabía, ya que, como él mismo dice, estaba muy retrasado a causa del par de años de escolaridad que había perdido por vivir en Rocacrespa. A ese centro fue sólo durante el curso 1904-1905. De esa época, aún hemos podido hablar con dos personas, que guardan el recuerdo de Guillem como un chiquillo que, a pesar de ser de “casa bien”, era sencillo, comunicativo y alegre.

vii. Parroquia de Sant Antoni Abbat, Villanueva y Geltrú, 23 de febrero de 20094.

Allí, con sus compañeros, también hacía de las suyas. En el tiempo del novenario de las almas, cuando iban a la iglesia de San Antonio Abad, la parroquia, extendían un pañuelo blanco a la entrada, que era más bien oscura; estaba atado por un extremo con un hilo que dirigían

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ellos mismos desde detrás de una columna5. Cuando alguna anciana veía el pañuelo y se agachaba para cogerlo, ellos, poco a poco, iban tirando del hilo, hasta que la mujer se enfadaba y ellos se mofaban imi-tando una voz plañidera como si saliese del purgatorioOtra de las diver-siones del grupo era espiar, desde una terraza baja que había al final de la salida de su casa, a las parejas de enamorados. Uno del grupo era Eduard Toldrà6, un par de años mayor, que vivía en una de las casas cercanas, con el que también se divertía atormentando a las ranas de una pecera que había en el jardín de la casa Rovirosa.

Al año siguiente, y durante dos cursos, empezó a ir a los Escolapios, a la sección de enseñanza primaria que tenían en la calle de Sant Gerva-si.

A los once años, comenzó el bachillerato en el Colegio Samà, de los padres escolapios. Hacía pocos años que se habían establecido en Villa-nueva, gracias al legado que el marqués de Marianao, Salvador Samà, había hecho para la construcción de un soberbio colegio7.

En ese primer curso murió el padre, a los cuarenta y seis años. Fue una muerte inesperada. La madre, igual que en Rocacrespa, estaba en la habitación de los bajos, sentada en el sofá o en un sillón durante el día y, por la noche, en una cama que allí mismo había, con la finalidad de que la abuela Clareta, que era la que llevaba la casa, la tuviera al alcance.

El padre dormía en el piso, en el dormitorio de matrimonio. Desde que Anna enfermó de parálisis, era imposible dormir a su lado; un leve movimiento en la cama suponía un gran tormento para ella. El día 10 de febrero de 1909, día de San Guillermo, viendo que el padre no baja-ba, fueron a llamarle, pensando que se había dormido, y se lo encontra-ron muerto, ya frío. Una angina de pecho. Hemos podido hablar con el señor Almirall, ingeniero agrónomo y ex alcalde de Sitges, amigo prefe-rido de aquellos años, que recuerda a Guillem con la bata del colegio completamente negra.

A raíz del fallecimiento, Anna, con el consentimiento de todos, pero por iniciativa de la abuela Clareta, decidió que Guillem celebrase su santo el 25 de junio, fiesta de otro san Guillermo, el ermitaño. Y así quedó para siempre.

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En casa quedaron la abuela, la madre y los dos hermanos. El mayor iba a Barcelona, donde estudiaba peritaje agrícola. Después hizo dos peritajes más. El mediano empezó a trabajar en una casa de vinos, de Barcelona, con el objetivo de aprender a elaborarlos. Después marchó al Vendrell, donde montó una destilería de espirituosos.

Comenzado el bachillerato en los Escolapios, Guillem quedó en ré-gimen de internado y pasaba el fin de semana, de sábado a lunes, con la familia. De esta forma, la abuela podía estar más pendiente de la casa8.

viii. Colegio Samá, de los escolapios de Villanueva y Geltrú, en un anuncio publicado en El Cala-sanzio el 27 de julio de 1908, y el 23 de febrero de 20099.

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Mientras hacía el bachillerato, empezó a manifestarse ya el Rovirosa que hemos conocido, el que no aceptaba que le regalasen fórmulas y doctrinas prefabricadas, que le hicieran pasar gato por liebre, que le impusieran situaciones preestablecidas por la rutina y la conveniencia. En clase, ya mareaba a los profesores con preguntas e incluso con la búsqueda de nuevos caminos. No veía claras muchas de las soluciones que le presentaban. Quería encontrar la verdad. No aceptaba obedecer y acatar como si fuera una persona sin criterio propio. Podía estar equi-vocado, pero quería ser él quien fuese descubriendo los horizontes. ¡Pobre Rovirosa! Se estaba labrando el calvario. No lo sabía. El calvario de la búsqueda de la verdad, el tormento de tener que enfrentarse con todos los cánones establecidos, petrificados, inamovibles, los dogmas caducos de los hombres. Veía claramente que estaba por encima de muchos de sus compañeros. Y también veía que algunos eran preferi-dos sólo por su empaque y por su “efectismo”. Años más tarde diría:

“Ninguno de ellos sabía entender las cosas ni captar la profundidad con tanta claridad como yo. Esto me creó una especie de satánico orgullo que aún me gobernaría ahora, si no me dominara, por su infinita misericordia, la gracia de Nuestro Señor”10.

Y lo mismo que hacía en las asignaturas de ciencias naturales, física y química, lo llevaba a cabo en la religión. Pensaba, deducía, sacaba con-secuencias. Recordemos que aún no había empezado la primera guerra mundial [191411]. Y todo lo encontraba oscuro, raquítico, mezquino, momificado. Veía que aquella religión que le hacían asimilar era la de los padres, la de los abuelos, la de los bisabuelos, la de los…, y se la metían en la boca para que la digiriera, tanto si le gustaba como si no. No era la religión de los hijos. Y aquel niño de los bolillos, que había aprendido a pensar en el valle de Rocacrespa, en medio de los bosques y pedregales, en la soledad y en la quietud de las casas de los labriegos, que había respirado el mismo aire de tantas generaciones campesinas, aferradas a la tierra; que distinguía el sonido de los truenos que anun-cian tempestades y sabía cuándo las más negras nubes pasan de largo, como amenazas inocentes que no tienen malicia; que conocía el olor de tantas brisas que fueron racimos jugosos, el aroma de tantas hierbas boscosas y el vaho cálido de los campos de trigo, aquel chiquillo de ahora que tenía todas las virtudes y todos los defectos de las generacio-

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nes campesinas, masoveras y propietarias de Rocacrespa, duras, afana-das, tozudas en el éxito, veía que a su alrededor, en el hogar, en la pa-rroquia, en el colegio, todos daban todo por hecho, como si estuviera acabado y fuese perfecto. ¡Era el paraíso! Como diría aquel campesino rico del Panadés: “Si en la otra vida lo podemos pasar tan bien como en ésta, a los pobres bien los habremos jodido”.

Acababa de morir Pío X [1914], quien, lentamente, había puesto en marcha la rueda de la recuperación eclesial. Aún había de venir Pío XI, que pondría a su vez en marcha la valoración del laicado en la misión de la Iglesia. Estúpido se debía ser –que eso quería decir conservador a ultranza- para estar conforme con aquel vivir tenebroso. Y los grandes políticos, los buenos políticos, son los que previenen las tempestades cuando el sol luminoso de una primavera irisada no se ha cubierto aún de ningún copo de algodón. Pero las gentes son hijas de los ambientes que le son dados, no de los criterios que se han de fabricar para sí mis-mos. Son, podríamos decir, anormalmente normales.

Allí, en los Escolapios, sin pensarlo, sin saber demasiado, Rovirosa inició, pequeño como un grano de guisante, el camino de la increduli-dad. Pero, está claro -¡como siempre!-, todo es culpa de la juventud descarriada, deseosa de innovaciones malsanas (¡!). En el colegio, la enseñanza no iba mal. Siempre guardó un buen recuerdo. Pero, en lo referente a la religión, todo era puro formulismo, y, por eso, él y otros compañeros no hacían otra cosa que burlarse de todo lo santo y lo sagrado que les ponían delante.

Llegados aquí, no podemos dejar de pensar en dos personajes fran-ceses que pasan, en esta edad adolescente de Guillem, por la misma situación ante el problema de la fe: Charles de Foucauld y Simone de Beauvoir. Charles se ve, como él, privado pronto de los padres y ha de ir a vivir con unos parientes. Tiene hambre de lectura y se introduce en los problemas filosóficos. Durante doce años permanece sin fe en Dios ni en nada, desesperado por la verdad. Simone, educada cuidadosamen-te en colegios religiosos, encuentra oscuro todo el panorama religioso. Foucauld, en este momento en que Rovirosa transita por la duda, ya ha iniciado el encuentro con Jesús. Beauvoir, para vergüenza –¡una ver-güenza más!- del catolicismo “practicado”, se abocará al ateísmo. ¿Qué hará el joven Rovirosa? A saber si algún día, ella -la verdad- inundará a

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este muchacho. A él que tanto la busca, le iría bien como castigo –como decía Rusinyol- que la encontrara.

Nota editorial: Charles de Foucauld:

Charles de Foucauld había nacido en Estrasburgo en 1858; perdió la fe a los dieciséis años; estudió en la academia militar de Saint-Cyr y, ya oficial del ejército francés, se tras-ladó a Argelia. De origen pudiente, dilapidó su fortuna en una vida que él mismo calificó de desenfreno, terminó por abandonar el ejército y se convirtió en explorador del territo-rio marroquí. De regreso en París, recuperó la fe con la ayuda del sacerdote Henri Huvelin –cuya posible influencia sobre Rovirosa veremos en su momento- y entró como monje en La Trapa; fue enviado a Siria y luego a Roma y, al cabo, a Arge-lia y al Sahara como misionero. Llamaba la atención por su actitud de adoración a la eucaristía y por su servicio y dedi-cación a los pobres, concretamente entre los tuareg. Murió en 1916 y fue beatificado en el año 200512. Se comprende que lo evocara Xavier Garcia, dada la semejanza de la trayectoria de Rovirosa, desde la pérdida de la fe a la conversión y una vida apasionada de amor a Cristo –especialmente en la eucaristía- y a los más desfavorecidos. Veremos que, además, los segui-dores de Foucauld se cruzarían en la propia vida de Rovirosa.

En cuanto a Simone de Beauvoir, había nacido en 1908 en París, donde moriría también, ya en 1986, en el seno de una familia burguesa y –más quizá que Rovirosa- había sido educada en un cristianismo fuertemente moralista, según los criterios que regían entonces. En sus años de juventud, le afectó reciamente –como le afectó a Rovirosa- descubrir el ocaso de la religión y el hecho de que se argumentara que de-jar de creer en Dios era liberarse de una esclavitud y sentirse libre y responsable de las acciones propias; argumentación que asimiló e hizo suya. Se unió a Jean Paul Sartre, con quien convivió en adelante, y se convirtió en una abanderada de las tesis feministas y existencialistas durante el resto de su vida mortal13.

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De aquel tiempo conservamos dos poesías, manuscritas, que recitó en el colegio. La primera, el 7 de marzo de 1911, en ocasión de la fiesta de Santo Tomás de Aquino. Se titula “La raza goda”, es grandilocuente y en ella aparecen la fe arriana, los campos de batalla y los árabes traido-res. En la parte inferior está la firma: Guillermo Rovirosa Albet. La caligrafía es la característica de la época. Firma “Guillermo” porque así le llamaban los familiares, como pasaba –y aún pasa bastante- en las casa ricas, aun cuando hablaran en catalán. Una vez más, como tantas otras, mientras el “pueblo bajo” estaba ocupado por aquellos años en el descubrimiento de la personalidad colectiva [catalana14], la gente adine-rada permanecía en la pasividad y en la decadencia. Precisamente, en 1897, año del nacimiento de Rovirosa, Prat de la Riba, en un artículo en “La Veu de Catalunya” titulado “La nobleza catalana”, atacaba a ese estamento porque ya no era noble ni catalán y sí un cadáver momifica-do, convertido en… “la turba conservadora”15.

Nota editorial: Traducción castellana del poema La rassa goda16:

La raza goda

Raza brava que del Norte bajaste para dominar los pueblos como gran conquistador [al?] tiempo que los imperios de Roma pisoteaste viniste cao [?] a España y, aquí, bastante bien [te] mos-

traste grandioso dominador y, siguiendo el camino de tu preciosa tarea, dividiste Europa con florecientes estados que, además de la cultura y perfección romanas, su ilustración potente les dabas a beber con gozo y bienestar.

Cuando ya profesaban todos la pura fe cristiana, abandonando para siempre la antigua religión y dudas que tenían siguiendo la fe arriana, os hicieron grandes y sabios cumpliendo lo que Dios

manda, adelantándose sin miedo.

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Por bravos y valerosos os distinguieron siempre ya en el campo de batalla, ya también en los torneos, por grandes corazones al rezar en el templo y grandes por todas partes.

Y, ya degenerada por las costumbres romanas, por la bondad del clima que hollaban tus pies, por el ocio y las delicias a que te dedicabas, permitiste, sin fuerzas, que se invadiera España por los vástagos de Ismael.

Cuando toda la península estuvo conquistada, el árabe vino del África salvaje y traidor, demuestras [?] otra vez que así no se te menosprecia y, en Covadonga, le vences llevado por la entereza de tu genial valor.

Y, con resolución firme, los vences otra vez y otra vez y otra y muchisimas más hasta que limpia de ellos la Iberia dejaste saciando tu venganza hasta que los atravesaste con tus puñales de acero.

Como descendientes –nosotros- de aquella raza santa que la historia me ha llenado con notas de sus hechos de valor y grandeza, hemos de tener, de ella, tanta que solo al recordar que somos brotes de esa planta hemos de estar satisfechos. He dicho.

La segunda, “Catalunya y Avant (Himno patriótico de la nación ca-talana17), es de Mariano Fortuny. Nos imaginamos al jovencito Roviro-sa, ardiente, recitando las glorias antiguas y las lejanas procedencias, haciendo salir a santa Eulalia, Otger, Felipe V, las barras de sangre, [la lengua proscrita...18].

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Nota editorial: Traducción castellana del poema Catalunya y Avant (Himne patriòtich de la nació catalana), de Maria-no Fortuny

Cataluña y adelante De las sierras del Afranc nuestros abuelos descendie-

ron y regaron con su sangre las tierras que conquistaron.Por Otjer acaudillados, [combatiendo?] por sierra y

llano, hicieron fuerte, en cien

combates, nuestra patria catalana. Cataluña, siempre adelante, sea nuestro grito de guerra; Cataluña, siempre adelante, aunque se hunda la tierra. Del yugo avaro [?] ya rotos los vergonzosos grilletes, fueron siempre respetados por todos nuestros pendo-

nes; nuestras armas ganadoras vencieron el muslim alfange y los griegos vieron triunfa-

doras las cuatro barras de sangre.

Cataluña…

El poema alude ante todo a cuatro grandes símbolos de la historia nacional catalana:

El martirio de santa Eulalia se sitúa en torno al año 300 en la Barcelona romana (Barcino). Es signo de la temprana cristianización de la costa mediterránea de la antigua Hispa-nia19.

La leyenda de Otger Cataló hablaba de una primerísima

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rebelión contra los sarracenos que habría tenido lugar en los Pirineos orientales inmediatamente después de que invadie-ran España (Otger habría muerto acaso en el 735), mucho antes que don Pelayo hiciera lo mismo en las montañas del entorno de Covadonga20.

Las barras de sangre sobre oro que son características de todos los antiguos territorios de la Corona de Aragón tendrí-an su origen, según la tradición catalana, en las barras que el rey Carlos trazó en el escudo de Wifredo el Velloso con la propia sangre del caudillo catalán, moribundo, en el 89721.

El cercenamiento de los fueros del principado de Cataluña por Felipe V tuvo lugar al comenzar el siglo XVIII y se justifi-có en la militancia de los catalanes a favor de Carlos de Aus-tria en la guerra de Sucesión22.

Se trata, en los tres primeros casos, de hechos documen-tados tardíamente –como los de tantos otros lugares de Eu-ropa- que, igual que en éstos, fueron considerados ciertos hasta el siglo XX y nutrieron la correspondiente formación de una historia idealizada pero asumida como veraz y como propia en los momentos en que se reforzaba el sentimiento nacional, en este caso, catalán.

[Acaba diciendo:

Sigamos, pues, el antiguo ejemplo siendo honrados con nuestros abuelos, hagamos, del taller, sagrado templo <y borremos los viejos agravios; torne a nacer nuestra gloria y, así, puédase un día escribir de nuestra patria la Historia. ¡Cataluña es nación libre! ‘Cataluña y siempre adelante’ sea nuestro grito de guerra; Cataluña y siempre adelante mal que se hunda la tierra23>].

* * *

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También conservamos un conjunto de dibujos y chistes hechos por él24.

Demostración de que, ya de chico, empezaba a evidenciar las dotes que tenía y que lo hacían apto para sobresalir, o al menos para salir airoso de todo lo que se proponía. Si se hubiera dedicado al dibujo, no hay duda de que habría destacado, especialmente en la sátira contra esta sociedad tan mal montada.

Con sus caricaturas, como han hecho todas las generaciones de alumnos, se burla de todos. De un compañero, muy coqueto, pertene-ciente a una familia de “postín”, al que califica de “El niño mimado”. De un profesor, al que denomina “La vaca marina”. A un padre escola-pio que tenía una gran cabellera, le pone unas tijeras.

La mayoría de los dibujos van con la firma de “Roseta –R. y R.”. Los compañeros lo llamaban “Roviroseta”. Las dos R son las letras de “RoviRosa”. Alguna vez firmaba “Guillaume”.

El dibujo caricaturesco nos muestra ya, aunque parezca inocente-mente, la profundidad de visión que tenía aquel muchacho de unos trece años. En uno que titula “Job en el estercolero”, hace apología del “derecho a la propiedad”. En su adolescencia ya veía claro lo que iba a ser el móvil de su vida cristiana adulta. Veía en Job, a una persona es-quelética, desnuda, que se rascaba la roña con una mano y, con la otra, cogía los boñigos de una cabra. A su lado hay una tortuga, una gallina y un conejo. También esqueléticos. Delante, una jaula, tan grande como el lugar que ocupa Job y sus “hermanos”, para tres pajarillos. En medio del dibujo, en la parte superior, un libro abierto, resplandeciente. A un lado se lee “Derecho” y, en el otro, hay una pera, como reproducción de un gesto de mala educación que, a veces, hacen los adolescentes. Es evidente la “mala fe” del dibujante. ¡Por “malos caminos” iba este mu-chacho!

Los chascarrillos también eran del mismo estilo, agudos y un poco picantes. Como pasa con la mayoría de muchachos de esta edad. Algu-nos de ellos:

- ¿Vive aquí la Encarnación? - No, señor; vive Paquita. Mas, si algo quiere, no quita.

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Ejerce igual profesión.

Yace aquí una bailarina Y allí un maestro docto. Éste enseñó la gramática Y aquélla lo enseñó todo.

Aquí yace un cortesano Que se quebró la cintura Un día de besamano.

Viendo [a] un niño pregunté: ¿Es de usted, señora Luisa?Y ella res-

pondió con prisa, Muy política: - Y de usted25.

En enero de 1912 escribió un “diminuto juguete cómico” de un acto y en verso, con canciones incluso, que tituló “¡La Grossa!”. Por esos días, a su hermano mayor le había tocado el Gordo (“La Grossa”) de Navidad26 y eso le dio pie para redactar esta obrita, cuyo principal per-sonaje, el que gana en la lotería, también se llama Jaume.

Todos quieren obtener un pellizco del premio: el criado, el amigo, los sobrinos, el suegro. Y también un pobre, con siete hijos, a quienes el propio padre pincha, de tanto en tanto, para que lloren:

Señor, usted ya puede ver la miseria en que estamos el hambre tan grande que pasamos y el alquiler de mucho tiempo debemos. Estos pobres niños lloran, y llorando piden pan y yo, que mucha hambre tengo, no tengo nada que darles. Dos días hace que no prueban nada más que hierbas y nabos (eructa) y para poder dárselos aún voy más atrasado; usted ya ve, gran señor, si me hace el bien en este mundo27 socorriendo tanta miseria (eructa nuevamente) y el hambre que traemos todos (con lástima) solamente veinticinco duros,

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que no son nada para usted, nos sacarán a todos de penas y recibirá la gracia del Cielo.

ix. Rovirosa, adolescente.

Al final compara al “granuja” clásico, con su “timo”28:

Yo zoy el Curro Gimenez y vengo de Badajó a proponerle un negozio de aqueyos que no ha mejó, fórmese usté er pensamiento

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de que osté va a Vinaró y que encuentra ayí unos campos con pastos a cual mejó y que ayí jamás ha estado una oveja por favory con 7 mil pesetas para pagar al paztó y comprá ganao de lana para hazerla producción (saca un sobre grande, como el de las esquelas) por ezto me comprometo a pagá ar portador ar cabo de un año justo 10 por 100 de su valor y si continuá oste quiere no hay maz que decirmeló.

Ha caído en la trampa. Queda desplumado. Es el final de las ilusio-nes.

Riéndose y haciendo reír y burlándose de cosas que la gente “viva” consideraba vitales, aquel muchacho de catorce años ya arremetía co-ntra antivalores de la sociedad como eran la mendicidad -de ricos y de pobres-, el egoísmo, la confianza en el progreso y la confianza deposi-tada en la lotería, la adulación hacia los poderosos. Etcétera.

En esos años de bachillerato, los veranos los pasaba en Rocacrespa. Sus estancias allí eran felices. Aun ahora29, la campesina del Molí del Salze, que guardaba la camisa de dormir de su madre -porque era de su madre y porque tenía las puntillas del “señor Guillermo”30-, se acuerda de las conversaciones que Guillem, hecho ya un hombrecito, tenía con ella y con otros niños del entorno, en las que les explicaba cosas intere-santes que ellos no comprendían.

* * *

En 1914, a los diecisiete años, terminó el bachillerato (cursos 1908-1914). El 26 de agosto de 1915 el Instituto General y Técnico, de Bar-celona, expide el certificado31.

El consejo de los padres escolapios al hermano mayor fue que le hiciesen estudiar una carrera, la que quisiera, la que fuese, porque tenía sobrada capacidad para cualquiera y se desenvolvería bien en todas. El hermano estaba de acuerdo. Además, lo quería, como hemos dicho,

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con delirio y sentía devoción por él. Creía que era un genio, tal como suena. Y estaba dispuesto a ayudarle hasta el final. No pensaba en ca-sarse con tal de poder ayudarle y apoyarle. Jaume tenía entonces veinti-nueve años y era el heredero, el tutor de Guillem y, además, su padri-no32.

Decidieron, pues, que estudiase para ingeniero de caminos, canales y puertos. Debía ir a Madrid. El hermano mayor le acompañó, lo matri-culó. Le buscó una pensión. En Rovirosa se confirma lo que escribió Vicens Vives: “La historia de Cataluña del XIX salió de las puertas de las masías, con el último adiós de los segundones a la casa solariega, para ir a la gran ciudad y plantar la bandera de su ‘estirpe montañesa de raza’”33.

Continúa Rovirosa:

“Terminado el bachillerato, y como era un muchacho tan listo y estudioso (decían), pensaron que podría ser… ingenie-ro de caminos. Y me “facturaron” a Madrid a prepararme.

“Otro cambio brusco en el panorama de mi vida. De un encierro hermético en un colegio religioso no lejos de mi ma-dre, a la que veía cada semana, pasé a una libertad total e incontrolada, en una ciudad lejana.

“Tuve suerte de apasionarme por las matemáticas (no es-tudiábamos otra cosa), que me parecieron como la expresión de la verdad; de aquella verdad exigente que era mi herencia paterna. Al mismo tiempo mis sentimientos religiosos se en-friaban cada vez más, persuadiéndome por momentos de que todo aquello era “cuento”. Pero para no disgustar a mi madre seguía frecuentando los actos mandados de piedad externa.

“Cuando mi “preparación” parecía que iba a llegar a buen término, murió mi santa madre, no pudiendo ni asistir a su sepelio34. Y otra vez mi vida quedó trastornada. Mis desave-nencias con el tutor me hicieron salir de Madrid y pasé a Barcelona, poniéndome a estudiar Electricidad en la Escuela Industrial de dicha ciudad, teniendo que dar clases particu-lares de Matemáticas, por ser insuficiente la pensión asigna-da por el tutor.

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x. Rovirosa: Autoretrato, sin fecha.

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Nota editorial sobre la situación económica de Rovirosa desde 1915:

En las notas autobiográficas del propio Rovirosa que envió años después a Jean Delfosse, concreta que recibía una pe-queña pensión que provenía del fruto de los bienes que le había dejado en herencia su madre35.

Se la pasaba su hermano Jaime, que era la persona a quien Rovirosa menciona como “el tutor”… Era su tutor por expresa disposición testamentaria de su madre. Según el tes-tamento materno, si Anna moría –como murió en efecto- cuando Jaime hubiese cumplido los veinticinco años, queda-ría éste como tutor de José y de Guillermo hasta que alcan-zaran esa misma edad y, como protutor, su cuñado Ignacio Padró y Pons36. Recuérdese que la mayoría de edad no se al-canzaba entonces hasta los veinticinco años, según el orde-namiento legal español. Como el que transcribe Xavier Garcia es un texto que iba a ser leído por muchos, por más que hubiesen corrido los años, es probable que Guillermo evitase nombrar directamente a su hermano –para no dar impresión de desavenencia con él- y aludiera tan sólo a su tutor por esa razón.

“El estudio siguió apasionándome (gracias a Dios), pero en el aspecto religioso el hundimiento fue total. La vida se hizo dura, y toda la poca ética religiosa que me quedaba se fue por los suelos, con la basura.

“Y ahora, con un poco de temor de hacerme pesado, voy a hacer otra digresión. Desde que supe leer fui un lector apa-sionado de lo que llaman la literatura infantil. La conclusión que se podía sacar de todo aquello era ésta: Los “buenos”, al final, siempre resultan premiados, y los “malos”, tarde o tem-prano, siempre son castigados… en este mundo. Y yo me lo creía a pies juntillas, como un tonto, pensando, incluso, que era la base moral de la religión cristiana. Ahora comprendo que esto era perfecto para la mentalidad de los judíos de an-tes de Jesús, pues éste era exactamente el trato que Yavé es-

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tableció con ellos; pero con Jesús todo cambió; sus fieles se-rán perseguidos, maltratados, difamados, todo les irá mal…, como a Él, y hasta los matarán como a Él.

“Pero esto entonces yo no lo había descubierto, ni nadie me lo había dicho, y pasaron muchos años antes de darme cuenta.

“El hecho es que las vicisitudes de la propia vida, y lo que veía a mi alrededor, me ponían en evidencia que la regla del juego era exactamente al revés de la que me habían hecho “tragar”; la verdad era que los “buenos” pierden siempre, y los “malos” ganan siempre. El recuerdo de mi madre, como encarnación de la bondad, fue el empujón decisivo para des-entenderme totalmente del “tinglado” católico, que se presen-taba ante mis ojos como un negocio muy bien montado para que unos cuantos “vivales” pudieran vivir burguesamente a espaldas de los infelices que se tragaban sus ruedas de moli-no. No, aquello no tenía nada que ver con la verdad, y mi de-ber era desentenderme completamente de ello. Y sin necesi-dad de ninguna “declaración formal”, decidí, con plena con-ciencia, no sólo desentenderme, sino combatir la religión ca-tólica (considerada como farsa magna) en nombre de la ver-dad”37.

* * *

Son dieciocho años38. Ténganse presentes las características de un Guillem inconformista, buscador. Está solo. De aquel vivir bajo la pro-tección y la vigilancia de la familia y el internado, ahora pasaba a una total libertad. Se descaminó. El hermano hubo de volver a Madrid y le buscó una nueva pensión porque él decía que allí no se encontraba bien. Que no le daban bastante “teca” [comida]. No dormía lo suficien-te. Llevaba una vida bohemia. [Se había lanzado, en cambio, a las ma-temáticas39]. Pero a las clases de las otras asignaturas ni comparecía, porque decía que era una enseñanza rutinaria y que no le aportaba nada nuevo.

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Nota editorial sobre lo ocurrido con los estudios de Rovirosa en Madrid:

Este párrafo de Xavier Garcia suscita algunas dudas. Por una parte, las afirmaciones –y la fidelidad del autor- son tan rotundas que es de suponer transcribiera lo que le dijeron las personas de quienes recabó información, a sumar –quizás- a la que le hubiese dado el propio Rovirosa. Pero, en el texto de éste que acabamos de leer, transcrito por el propio Xavier Garcia, Guillem no hablaba de que llevara una vida bohemia y, sobre todo, decía lo contrario en cuanto a los estudios. So-bre este último punto, es muy claro: “Tuve suerte de apasio-narme por las matemáticas (no estudiábamos otra cosa)”. En principio, no tiene explicación que no asistiera a las clases de las demás asignaturas, como dice Xavier Garcia, y eso, senci-llamente, porque el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos se basaba principal –si no exclusivamente- en un examen de conocimientos matemáticos. Estaba expresamen-te indicado así por el reglamento de la Escuela que se había aprobado por decreto de comienzos de enero de 1914, en cu-yo artículo 39 se decía explícitamente que los “ejercicios de oposición” para ingresar en el curso preparatorio –que era lo primero que había que hacer- versarían “sobre cuestiones de matemáticas, gramática y composición castellana, dibujo e idiomas”40.

No había más asignaturas que matemáticas, dibujo e idiomas, por tanto (y, a lo mejor, gramática y composición castellana, cosa que no parece verosímil que lo necesitaran bachilleres de aquéllos, que tenían que terminar la educación secundaria con un “examen de estado” que compendiaba to-do lo anterior). Los hechos inmediatos muestran, de otra par-te, que Guillem redactaba bien en castellano, que tenía bue-na mano para el dibujo –quizá muy buena incluso- y que sa-bía hablar y escribir correctamente en francés y que tenía pensado escribir el estudio de fin de carrera en inglés; así que algo sabría.

La única forma de conciliar esa noticia –el abandono de las demás asignaturas- con la realidad de lo que era la pre-paración del ingreso en la Escuela de Caminos es que había aspirantes que la efectuaban de un modo más pragmático –y barato, si es que no le añadían profesores particulares o aca-

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demias- y, sobre todo, más prudente. Se matriculaban en un curso de la carrera de Ciencias y, de esa forma, si tenían que desistir de ingresar en Caminos, podían continuar por esa vía. Pero, en el archivo donde de la antigua facultad de Cien-cias de la que Universidad Central, se conservan los expe-dientes de cuantos se matricularon en ella –sin duda, con las pérdidas que supone el paso del tiempo- y no figura Rovirosa. También lo hemos buscado.

El hermano, desde Villanueva, lo iba viendo todo y preveía el desas-tre. Y se desilusionó. Aquellas ilusiones de ayudarlo en todo y por to-do... Casi renegó de Guillem. Pasó a considerarlo la vergüenza de la familia. Se desentendió de él. Ve por los caminos que te plazcan, debió pensar. Surgió la indiferencia, incluso el resentimiento. Faltó poco para la aversión.

Quería ayudarle a subir, hacia arriba, hasta los lugares más altos, en las tareas y en los lugares científicos, de España y de donde fuera, quizá por medio de la creación de una gran empresa industrial, quizá por los caminos de la cátedra universitaria, tal vez como el motor intelectual para mejorar el patrimonio de Rocacrespa. Todo se fue por tierra. Y, además –pensó-, hecho una piltrafa, un abandonado, un don Juan, un perdido, un descastado.

Guillem se fue sintiendo peor cada día. La fuerza de la juventud le permitía aguantar. Pero la crisis llegó. Cayó enfermo.

Los árboles que crecen hijos de la miseria, muestran miseria y dan frutos de miseria. Siempre los vemos retorcidos, abollados, contrahe-chos, deformados. Viven porque no los dejan morir. Porque ya están muertos. Porque ya no estorban a los vivos. Los que, hijos de la salud de la progenie deseada, han aguantado añadas, pasan las heladas, y ve-mos que la hoja se quema y quedan rojizos, como si los hubiesen plan-tado sobre brasas. No sufráis, ¡vencerán! Podrán morir, porque el hielo se les mete dentro y les ahoga la respiración. Los años son los años. Pero ellos mantienen las raíces más largas y delgadas, las que más chu-pan la sazón de la tierra, la vida de la sabia robusta y emprendedora. No sufráis, ¡resistirán! Al cabo de dos cosechas, nacerá una pequeña rama.

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Y, con el tiempo, volverá a ser el árbol robusto, viril, bien plantado, de antes.

Lo mismo pasa con los pueblos.

Así ocurrió con Rovirosa, en aquel trance de su vida juvenil. “Cuan-do la raíz es sana el árbol crece lleno de ufanía incluso en medio de las piedras”, decía Juan XXIII en su Diario41. Él, a pesar del descarrío, no sólo es hijo de sus padres, sino de un conjunto de generaciones sobre las que, por encima de vaivenes, de dudas, de defectos, de desasosiegos malsanos, vaya donde vaya, haga lo que haga, triunfará la firmeza, la serenidad que da la tierra, el hecho de haber respirado el mismo aire, de haber recorrido los mismos caminos, de haber palpado las mismas pa-redes, de haber repetido los mismos gestos, de haber comido en la misma mesa y dormido en la misma cama.

Durante esta estancia en Madrid, el día 13 de febrero de 191642, mo-ría su madre, a los cincuenta y tres años. No pudo verla esa última vez. No dio tiempo a trasladarse a Villanueva. Debió sentir una conmoción. ¡La madre! Mientras ella está viva, seamos como seamos, siempre, sa-bemos de forma cierta que hay en este mundo un ser, un ángel, que nos quiere, que sufre por nosotros. Después, quedan las probabilidades, más o menos justificadas, más o menos ficticias. Sólo viendo el amor de que son capaces las madres hemos de creer en el Dador supremo del Amor. Habían sido dieciocho años de sufrimiento, los mismos que tenía Guillem, llevados con elegancia y unción sacerdotal… y haciendo felices a los que la rodeaban. ¡Cómo le habría conmovido sentir el golpe del martillo al romper los huesos rígidos de la madre!

Nota editorial sobre los sufrimientos finales de Anna Albet:

Es posible que Xavier Garcia rememore la situación a que había llegado Anna Albet, según recuerdos transmitidos de viva voz por descendientes de Jaume Rovirosa i Albet, en Ro-cacrespa, el 22 de febrero de 2009, biznietos, por tanto, de Anna Albet, quienes mantenían la idea de que esos últimos sufrimientos fueron los que decidieron a Guillem a rechazar a Dios: la parálisis le había afectado incluso a la garganta y no

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podía tragar ni mover la boca. Hubieron de romperle los dien-tes e introducirle una sonda para alimentarla.

Mientras ella estuvo en el mundo, él continuó practicando y yendo a misa los domingos. Hay testimonios. Lo hacía por fidelidad y respeto hacia ella. Desde ahora, lo dejará del todo.

Al final del curso siguiente [1916-191743], el hermano mayor lo sacó de Madrid44. Guillem también veía que allí no hacía nada y que no debía continuar.

Nota editorial: De nuevo sobre lo sucedido en Madrid:

Aquí es imprescindible apurar el análisis de la inadecua-ción que parece haber entre el relato de Xavier Garcia y el de Rovirosa. Recuerden que, en su propia autobiografía, Guillem dice que se había apasionado por las matemáticas y que sa-bemos que era eso, precisamente, lo que se exigía sobre todo a los aspirantes a ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos. Más adelante añade que, “cuando mi ‘preparación’ parecía que iba a llegar a buen término, murió mi santa ma-dre, no pudiendo asistir ni a su sepelio. Y otra vez mi vida quedó trastornada. Mis desavenencias con mi tutor me hicie-ron salir de Madrid y pasé a Barcelona, poniéndome a estu-diar Electricidad en la Escuela Industrial de dicha ciudad”.

Si todo iba bien, según él, y lo que falló fue el entendi-miento con su hermano y tutor, hay que preguntarse por qué dice Xavier Garcia que el propio Guillem vio que allí no hacía nada. Pudo ser una forma –que es ciertamente habitual en el habla coloquial española- de decir que ya no tenía sentido continuar, sin entrar en las razones por las que se había lle-gado a esa situación.

Por otro lado, recordemos que, ya instalado en Barcelona, tuvo que ponerse a dar clases particulares de matemáticas “por ser insuficiente la pensión asignada por el tutor”, según su propio testimonio, que hemos visto transcrito ya por Xavier Garcia. El tutor, ya sabemos, era su hermano Jaume. Pues bien, hay que advertir que la situación jurídica del pa-

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trimonio familiar había cambiado por completo con la muerte de Anna Albet. Hasta entonces, ella era usufructuaria de la herencia de su esposo, por más que el hereu fuese Jaume. Como usufructuaria, Anna pudo tomar la decisión de mante-ner a su costa a Guillem en Madrid. Y es verosímil que lo hiciese y, probablemente, con la total aquiescencia de Jaume. Recuérdense las esperanzas que este último había puesto en su hermano y el alcance del sacrificio que estaba dispuesto a hacer por él: ni más ni menos que lo que era contrario al comportamiento habitual entre los hereus, que incluía casar-se y tener hijos que asegurasen la sucesión y, también, la permanencia del patrimonio familiar.

Al morir Anna, como Jaume ya había cumplido los veinti-cinco años, pasó a administrar personalmente la herencia –que era suya-, conforme a las disposiciones testamentarias de su padre. De acuerdo con el derecho civil catalán, tenía obligación de mantener a sus hermanos hasta que tomaran estado y fue eso lo que replanteó la situación –porque, cier-tamente, era otra, al menos desde el punto de vista jurídico, en relación con la anterior a la muerte de Anna y con el usu-fructo de los bienes por esta última- y –acaso- fue eso mismo lo que hizo imposible que Guillem continuara preparando el ingreso en la Escuela.

Dicho de otra manera, Jaume pudo pensar que, aunque Guillermo dijera que iba bien en los estudios, las posibilida-des de que aprobase el ingreso eran pocas o no guardaban relación con el esfuerzo económico que suponían y, en con-creto, que ahora le suponían a él, como propietario del pa-trimonio paterno.

Pero también es cierto que, según los recuerdos de la fa-milia (y lo que dirá luego Xavier Garcia, como veremos), nun-ca se le quitó de la cabeza la idea de que su hermano no había respondido a los sacrificios que habían hecho por él. Es probable que hubiese dado por supuesto que aprobaría inmediatamente y ya hemos visto que, por lo menos, estaba ya en Madrid cuando murió Anna (febrero de 1916); es vero-símil que hubiese llegado, como muy tarde, en 1915 y segui-ría hasta la primavera –parece- de 1917. Por tanto, debió examinarse de ingreso al menos una vez y suspender. No ha sido posible comprobarlo porque sólo se levantaba acta de los admitidos después del examen y eso es lo que se conserva en el Archivo de la Escuela Superior de Ingenieros de Caminos,

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en Madrid, en el que hemos buscado.

Hay que tener en cuenta una circunstancia añadida, y es que, al morir su madre, no sólo había heredado Jaume, sino también sus dos hermanos, Josep y el propio Guillem. Cier-tamente, el de éstos era un patrimonio mucho menor. Pero Jaume se encontraba con dos obligaciones respecto a ellos: por un lado, había quedado como tutor y, en calidad de tal, tenía que administrar esa herencia que les correspondía a ellos y, al tiempo, como hereu del patrimonio de los Rovirosa, tenía obligación de mantenerlos hasta que tomaran estado. Es verosímil que razonase en función de esas dos perspecti-vas y obrase en consecuencia, claro es que conforme a su propio criterio. Para saber más, habría que tener acceso a los testimonios de la administración que hizo Jaume de su pa-trimonio personal y de la administración del de sus herma-nos.

Que los huérfanos tomaron conciencia de que la situación económica ya no era la misma es cosa lógica que, además, está documentada. En la escritura del testamento que había otorgado Anna Albet el 9 de marzo de 1909, al margen, hay una anotación en la que consta que se extendió una copia a petición de Jaime Rovirosa Albet pocas semanas después de que falleciese su madre45.

No podemos asegurar que tenga relación con el falleci-miento de su madre –febrero de 1916- la libreta de pensionis-ta que se abrió a nombre de Guillermo el 29 de abril de 1916 en la asociación L’Amic del Poble Català (“El Amigo del Pueblo Catalán”46). Se trataba de un sistema de cotización que ase-guraba una pensión al cabo de unos pocos años. Xavier Gar-cia (Rovirosa…, 104) dice que era una asociación mutual chatelusiana de previsión y socorro, cuyo lema era “Amor, Ahorro y Trabajo”; que la habían fundado en 1904; que el di-rector era Pere Coromines, el autor de “Las prisiones imagi-narias” y que, a Guillermo Rovirosa, lo había inscrito su pa-dre en 1906, cuando tenía ocho años. Pagaban la cuota men-sual de una peseta, y la pensión anual, pasados los diez pri-meros años, era de quince pesetas.

La llama “chatelusiana” porque era un tipo de seguro que había desarrollado Frèderic Chatelus (1849-1914) des-de1880. Era una forma de crear un fondo de renta vitalicia.

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Y se fue a la ciudad condal con ganas de rehacerse. ¡Pero no pense-mos que allí llegó como un barco a la deriva! Había ido madurando su vocación. Quería encaminarse decididamente hacia la electricidad.

Nota editorial sobre la relevancia de la electrotecnia en la España de 1915-1917:

En Madrid, en la Escuela de Caminos, acaso fue donde advirtió la importancia que se empezaba a dar a la electro-tecnia. En el mismo año 1917, por real decreto de enero, se había aprobado la creación de un laboratorio de electrotecnia en la Escuela y era, por tanto –con seguridad-, algo de lo que ya se hablaba entre los estudiantes. Se trataba de que los alumnos de Caminos pudieran ejercitarse en las tareas más estrictamente mecánicas de aplicación de la electricidad a los quehaceres propios de su ingeniería concreta47.

Pero eso sólo abría una nueva perspectiva. En lo que se refiere a su formación, el paso por Madrid y la preparación –fallida y todo- del ingreso en la Escuela de Caminos le deja-ron una renta intelectual valiosísima. Guillem se había su-mergido con entusiasmo en las matemáticas en unos días en que los matemáticos –como antes y después harían otros ma-temáticos- valoraban sobremanera –con razón- la eficacia formativa de ese saber; eficacia que trascendía por completo lo puramente numérico si se les obligaba –como se pretendía en la preparación para ingresar en Caminos- a relacionar el estudio abstracto con el experimento matemático.

“El que ha visto las fuerzas en acción –explicaba en 1914 uno de los ingenieros que enseñaban en la Escuela-, observando y midiendo las tensiones y compresiones de las diversas fuerzas en las pruebas de puentes metálicos [o de otra realidad concreta], y ha comparado los hechos observados con las previsiones teóricas que se deducen de aque-llas construcciones geométricas, posee un conocimiento mucho más perfecto y mucho más aproximado a la realidad”.

Y añadía una explicación que es básica –quizá- para com-

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prender la manera de razonar de Rovirosa en el futuro, y no tan sólo en matemáticas:

“[…] no puede menos de ser así, porque todo problema de aplica-ción consta de tres partes:

“1ª El paso de lo concreto a lo abstracto, que es la sustitución del objeto real por un esquema abstracto que lo representa, y al cual se aplican los procedimientos matemáticos.

“2ª La resolución del problema matemático aplicada a ese ser abs-tracto.

“3ª El regreso de lo abstracto a lo concreto, que consiste en la com-probación y discusión de los resultados en el objeto real, estudio esen-cialmente experimental, por consiguiente”48.

Quien decía esas cosas llevaba tiempo insistiendo en la necesidad de que las matemáticas se enseñaran –y no sólo en Caminos- conforme al método que había propuesto el inglés John Perry en seis lecciones de divulgación metodológica que había pronunciado en el Museum of Practical Geology en 1899 y tuvieron un notable predicamento en los años si-guientes en todo el mundo occidental. Perry veía en las ma-temáticas, si se enseñaban como proponía, una fuente de “las más elevadas emociones” y de placer mental, amén del desarrollo mental a que daban lugar y a su capacidad a la hora de “enseñar caminos lógicos para discurrir”. Si una per-sona aprendía las matemáticas así, tendría un instrumento que usaría como las piernas o los brazos y, al aplicarlo a su propia experiencia, le permitiría desarrollar su capacidad mental durante toda la vida y –lo que no era poco- “pensar las cosas por sí mismo, librándole –decía el ingeniero español como afirmado por Perry- del espantoso yugo de autoridad que hoy padece, y convenciéndole de que, ya mande a otros, ya obedezca, es uno de los seres más elevados”49.

Ahora –en el caso de Guillermo- se trataba de dar un paso más y de ceñirse al territorio de la electrotecnia. En el folleto con el que se procuró animar a la gente joven a matricularse en la nueva Escola de directors d’indùstries eléctriques en 1917, se daba escuetamente la razón, de la manera en que podían comprenderla muchos de los barceloneses de aquellos días50:

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“Desde la invención de la dinamo, puede decirse que la Electricidad, nueva forma de la Energía, se ha convertido en un elemento capital de la civilización. No tiene igual a la hora de transmitir la fuerza, es insusti-tuible para las comunicaciones de palabra, ha revolucionado la ilumina-ción y la industria química, está transformando la tracción mecánica; en su variadísima multiplicidad de manifestaciones, ofrece cada día nuevas sorpresas al ingeniero, al médico y al científico. Una fuerte corriente de popularización de los servicios eléctricos invade la vida moderna: el anuncio, las tareas domésticas, los talleres de pequeñas industrias son nuevos campos de aplicación que la Electricidad va invadiendo de día en día”.

Se instaló en casa de los tíos Ignaci51 y Teresa, hermana ésta de su madre. Él era farmacéutico. Vivían en Sant Martí de Provençals, en la calle Pere IV, nº 157, donde también se hallaba la farmacia.

Con el hermano, que le acompañó, las relaciones eran frías. Jaume no se creía que ahora quisiera Guillem aprovechar el tiempo. Había sufrido una gran decepción. Él, tal vez por su temperamento, se sentía labrador, tenía los pies en tierra y no entendía que Guillem tuviese tan-tas preocupaciones en la cabeza. Él, el heredero de Rocacrespa, era un hombre reposado, conservador. Otro, que no fuese tan bondadoso como él y estuviera en desacuerdo con el comportamiento de Guillem como él lo estaba, lo habría abandonado. ¡Se ve eso tantas veces entre hermanos!

Y se matriculó Guillem en la Universidad Industrial.

Nota editorial sobre la Universitat Industrial:

La verdad es que el complejo edificio educativo que venían articulando los promotores y gobernantes catalanes de aque-llos días y que había cristalizado –por decirlo así- en la Uni-versitat industrial no respondía a un proyecto previo que se hubiera diseñado hasta el punto de concretar todas y cada

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una de las carreras con todos y cada uno de los estudios que podrían cursarse. Sabían lo que querían, pero precisamente eso –lo que querían- era adecuarse con el mayor rigor e in-cluso pragmatismo a las necesidades reales y concretas de la economía catalana. Y la economía catalana de 1917 se apo-yaba principalmente en la industria textil y en todo lo que gi-raba en torno a ella. Si se optó en 1917 por crear la escuela de directores de industrias eléctricas fue porque, hacía años que había comenzado a aplicarse la electricidad en los más diversos procesos fabriles, incluido el textil, y, enseguida, a falta de minas de carbón, se había comenzado a aprovechar la fuerza hidráulica -sobre todo en los Pirineos- para producir electricidad y abastecer la propia industria catalana52.

La decisión por la Escola de directors d’indùstries eléctri-ques no dejaba de suponer, sin embargo, una apuesta por algo incierto o –para ser más exactos- por algo menos seguro que la omnipotente Escuela de Caminos, donde se aseguraba el futuro sin más (ni menos) que terminar la carrera. La Es-cola de directors no sólo se trataba de un centro de enseñan-za de nueva creación, sino que, además, no respondía a nin-guno de los tipos de centros educativos contemplados por la legislación española y, por tanto, no ofrecía otra cosa que unos sólidos conocimientos y un título que, en el mejor de los casos, podía considerarse avalado por la Mancomunitat de Cataluña, que formaban entonces las cuatro Diputaciones provinciales catalanas; Mancomunitat que, sin embargo, ca-recía de competencias educativas propiamente dichas, por lo menos para otorgar precisamente títulos que tuviesen valor oficial fuera de su propio ámbito de jurisdicción53.

Había, ciertamente, buenas razones para esperar que no fuera ése sino un inconveniente que, por paradójico que pa-rezca, era el ineludible coste que conllevaba la propia ambi-ción del proyecto. La Escola de directors era, en efecto, un ti-po de institución que apenas había apuntado hasta entonces en la organización educativa española. En España -como en muchos otros países del mundo (incluida, claro es, Europa) a las alturas de 1917-, se mantenía la herencia clasicista del antiguo bachillerato -con este nombre, además- y, aunque, en el siglo XVIII, había tomado cuerpo la preocupación por articular un sistema de enseñanza técnica, apenas había terminado de perfilarse durante el siglo XIX y habría que es-perar al inicio del XX para que se apuntaran soluciones como

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la de las Escoles de directors.

El problema de la definición del cursus a seguir por quie-nes quisieran y pudieran dedicarse a estudiar no tenía que ver con la enseñanza que conducía desde las primeras letras a la universidad: los contados varones -apenas mujeres- que pasaban de los estudios primarios a los secundarios obtení-an, al acabarlos, el título de bachiller y, con él, podían ingre-sar en la universidad y llegar a licenciarse o incluso a docto-rarse. Y todo ello dependía, en los días de Rovirosa –el entor-no de 1917- del Ministerio de Instrucción Pública. Pero las enseñanzas técnicas no encajaban en ese esquema. Incluso cabría dudar de que se considerasen, en el sentido más es-tricto, parte de la instrucción pública que se ofrecía desde el estado. Las técnicas continuaban considerándose como una necesidad vinculada directamente con las actividades que co-rrespondían a otro Ministerio –el de Agricultura, Comercio e Industria (todo en uno)-; se encontraban aún en proceso de definición y, en consecuencia, presentaban un cursus menos nítido que el de aquellos otros estudios –los que, en un senti-do muy amplio (y con tal que se incluyera la medicina), podí-an considerarse humanísticos-.

En 1857, en virtud de la llamada Ley Moyano (por el mi-nistro que la propuso), se desgajaron las facultades de Cien-cias de las de Filosofía y eso y las de Medicina es todo lo que había en 1917 –en el nivel educativo de las licenciaturas- que pudiera relacionarse con lo que, precisamente por eso, se había comenzado a llamar ciencias, en contraposición –puramente verbal- a las humanidades54. Contraposición que no dejaba de implicar, sin embargo, que se mantenía una ní-tida distinción entre la ciencia como saber que importa por sí mismo –sea latín o química- y la técnica, que es eminente-mente pragmática. Era ése justamente uno de los asuntos en los que se centraban las discusiones que se mantenían en torno a 1915 en los ambientes de “obras públicas” sobre la formación de los aspirantes a ingenieros.

En 1850, se habían sumado unas escuelas industriales de ampliación (en Barcelona, Sevilla y Vergara) y un Real Insti-tuto Industrial de Madrid, que, con otras instituciones pare-jas, pasaron a convertirse, nuevamente en virtud de la Ley Moyano (1857), en escuelas superiores y a ofrecer el título de ingeniero industrial, que, por lo general, sólo tenía en común con las licenciaturas universitarias la consideración de que

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todos eran estudios superiores. Pero el problema lo planteó justamente eso, el carácter "elitista" de que se revistieron muy pronto esas nuevas escuelas superiores; carácter que dificultaba la incorporación de los ingenieros a las empresas para el desempeño de cargos que no fueran directivos o de concepción general de la propia empresa. Y eso se había agudizado enormemente durante la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Ya hemos visto lo que venía suce-diendo hacia 1915 entre los ingenieros de caminos: que iban incorporándose a empresas privadas en vez de permanecer en activo en el cuerpo de ingenieros del estado. Había, pues, una demanda de técnicos que no correspondía, sin embargo, a los planes de estudio de las escuelas superiores. Hacía falta una preparación mucho más práctica, que no quedara sin embargo en la mera especialización de un oficio. No fue ajeno a ello el hecho de que, entre 1850 y 1867, desaparecieran to-das las instituciones técnicas dichas –incluso el Real Institu-to Industrial de Madrid- y no quedara en toda España más que la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona, don-de, al año siguiente –lo que también revela la dimensión del foso y la conciencia de que era eso lo que había- comenzaron a impartirse también clases nocturnas para trabajadores. Dos años después, en 1871, abriría sus puertas la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, nocturna y destinada a los obreros.

El foso no empezaría a rellenarse sino en 1895, que fue cuando se estableció por decreto un plan de estudios que habilitaba a la ahora llamada Escuela Superior de Artes e In-dustrias de Madrid –la de Artes y Oficios que se había creado en 1871- para dar el título de perito mecánico-electricista. Pero, aun así, o se estudiaba para ingeniero, o se conseguía llegar a obrero especializado. Ahora, los obreros más especia-lizados podían llamarse peritos.

Sería en Cataluña donde políticos y empresarios dieran el primer paso: en 1900, los directivos del Fomento del Trabajo Nacional elevaron al ministro de Instrucción Pública un Pro-yecto de escuelas industriales que no pudo tener mejor aco-gida55: en 1901, el ministro que lo era de ese ramo –el conde de Romanones- decretó la creación de Escuelas Superiores de Industrias en varios lugares de España, uno de ellos –precisamente- Villanueva y Geltrú. Pero el planteamiento no era realista. En las nuevas escuelas se podría obtener un cer-tificado que habilitaría para ejercer -oficialmente- lo que no

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requería reconocimiento legal como “título” para ejercer la profesión –los oficios de mecánico, electricista, metalúrgico, químico o aparejador- pero serviría también –nada menos que- para ingresar directamente en una Escuela Superior de Ingenieros Industriales.

Era lo más parecido a la “institucionalización” total del fo-so. Y los emprendedores catalanes optaron por arreglarlo a su modo56: obtuvieron en 1904 la creación, por real decreto, de una Escuela industrial de Barcelona en la que abordarían la resolución del problema en todos sus aspectos y niveles.

La iniciativa volvió a correr a cargo del Fomento del Tra-bajo Nacional, aliado con ese fin a la Diputación provincial y al Ayuntamiento de Barcelona, más la Escuela de Ingenieros industriales que había en la ciudad, como sabemos. El Fo-mento del Trabajo Nacional era (es) una asociación de empre-sarios que se había formado en 1889 sobre la base de una entidad que ya existía y cuyos orígenes podían remontarse a la creación de la Real Compañía de hilos y tejidos de algodón en 1771. El desenvolvimiento de la economía industrial cata-lana, durante el siglo XIX, había hecho que esa Real Compa-ñía se ampliara en distintos momentos y, al cabo, a que diera lugar a una sucesión de nuevas o reformadas entidades que agruparan a empresarios de los demás sectores que iban ad-quiriendo importancia. Podía decirse, en tal sentido, que el Fomento, en 1900, era continuación no sólo de esa Real Compañía y de la posterior Comisión de fábricas de hilos, te-jidos y estampados de Cataluña, sino de las sucesivas Junta de Fábricas de Cataluña, Instituto Industrial de Cataluña, del Fomento de la Producción Nacional y del Instituto de Fo-mento del Trabajo Nacional.

Lo que les preocupaba sobre todo era la formación del personal técnico que necesitaba el desarrollo catalán, sobre la base, desde luego, de que el desarrollo catalán era el desa-rrollo de España. El Fomento de la Producción Nacional –su penúltimo antecesor- había nacido precisamente para eso y a ello debía ese apellido –el de Nacional-: según se explicaba en los estatutos del propio Fomento del Trabajo Nacional en 1917, aquel primer Fomento nació para abarcar todos los elementos concurrentes de la producción española. Bien en-tendido que, en aquellos momentos –y en 1917-, eso se con-sideraba ligado inextricablemente al proteccionismo:

“El objeto de esta Asociación –se leía en el mismo artículo

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preliminar del título I- es promover y defender la producción nacional, bajo un régimen proteccionista, ya por medio de le-yes aduaneras que aseguren el mercado nacional a los pro-ductos españoles, ya por medio de leyes especiales que obli-guen en todos los servicios del Estado, Municipales y Provin-ciales, y en todos los públicos subvencionados por el Estado, Provincia o Municipio, al empleo de materias que se produz-can en el país”57.

Eran simplemente los vientos –huracanados por momen-tos- que soplaban entonces en Europa. Gran parte de su his-toria en los últimos siglos se había librado por el empeño de los gobernantes y los empresarios británicos por imponer el libre cambio y el de una buena parte de los europeos del con-tinente por defender la producción de su respectivo país fren-te a la pujanza británica. El librecambismo, por otro lado, se había considerado como el modo de relación económica ade-cuado al liberalismo, que se había acabado por imponer en casi todo Occidente, y eso había reforzado la orientación bri-tánica, también en España, donde la libertad de comercio tu-vo su auge como riguroso correlato de la revolución –política- de 1868. Eso fue, al cabo, lo que se había impuesto con el arancel de 1869.

Pero la crisis económica finisecular –aquella primera Gran depresión de que hablamos- indujo a la mayoría de los go-bernantes de Europa a abandonar ese ideal. Fue un factor importante para decidirles a ello las consecuencias del enca-denamiento de factores que supuso, primero, la imposición del barco de vapor sobre el de vela; tras ello, el abaratamien-to de los transportes transoceánicos y, con eso, la invasión del mercado europeo por productos agrarios americanos que resultaban bastante más baratos y que pusieron en muy se-ria dificultad la agricultura del viejo mundo. En algunos paí-ses, como España, la filoxera –de cuyos efectos en Cataluña hablamos ya- no fue sino la guinda en el más amargo de los dulces de aquella época. En 1890, Cánovas del Castillo optó por acabar con toda veleidad librecambista e incorporó el sis-tema arancelario español al cerco proteccionista que se iba levantando por doquier. Fue una decisión que resultaba en-tonces tan contraria al dogma liberal, que el mismo Cánovas se sintió obligado a dar cuenta puntual de las razones que le impulsaban a ello58. En verdad, era el mundo entero el que caminaba en ese sentido. En España, en 1906, aún se endu-recerían las exigencias para importar cualquier producto. Y,

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en ese clima, fue en el que se formó y actuó el Fomento del Trabajo Nacional59.

El giro proteccionista lo había provocado la crisis agrícola sobre todo; pero afectó a todos los órdenes del sistema eco-nómico; también, desde luego a la industria. Ahora bien, en Cataluña tuvieron siempre claro que asegurarse todo el mer-cado español por medio de aranceles que disuadieran a los importadores no se debía convertir en un motivo de disten-sión y de abandono de las preocupaciones por producir más y mejor y a mejores precios. Y, para eso, había que contar con un número suficiente de personas que tuvieran la prepa-ración necesaria para sostener esa línea de actuación en to-dos los ámbitos de la técnica. A eso, en definitiva, respondió la iniciativa de la Escuela Industrial.

* * * Creada como vimos en 1904, la Escuela industrial de

Barcelona se llamaría indistintamente así, o Centro general de enseñanza técnica o incluso Universitat industrial, esto último desde 1910 sobre todo.

No se trataba, por lo tanto, de una institución aislada, si-no de una verdadera universidad. Pero una universidad téc-nica, “politécnica si se quiere (aunque no se les ocurriera –que sepamos- llamarla así); universidad que, como tal, debía cubrir los más diversos ámbitos y niveles.

A priori, como hemos visto también, los niveles eran tres en todo el estado español (y en la mayoría de los estados oc-cidentales). Pero los promotores de la Universitat industrial pensaron en cuatro (o, mejor, pensaron las cosas de modo que resultaron cuatro):

Estudios de especialización en un oficio;

Estudios de peritaje;

Estudios de dirección de industrias;

Estudios de ingeniería superior.

La innovación estaba, ya se ve, en el tercero. Pero no se puede decir que respondiera su inclusión, precisamente, a la necesidad de un nivel más e intermedio. Es posible que pu-diera argüirse así. Pero la realidad era que se trataba de algo

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completamente nuevo: no tanto de un nivel, como de un tipo de enseñanza que implicaba los tres niveles establecidos, desde el aprendizaje del oficio hasta la ingeniería superior. Se trataba, en definitiva, de formar personas que fueran capaces de moverse con soltura en cualquier nivel y que –precisamente por eso- pudieran dirigir una empresa.

Pero no se puede decir que se tratara de formar empresa-rios, sin más, sino de formar un tipo de empresario adecuado a lo que requería la circunstancia concreta en que se inten-taba desenvolver la economía de Cataluña (y, en realidad, la de todo Occidente). Tiene que ver con ello lo que Guillermo Rovirosa recordaría después como un hito en la historia eco-nómica que había tenido lugar, precisamente, en los días de la primera guerra mundial, la de 1914.

“Hasta entonces [1914], y en términos generales, el empresario, además de ser el amo y señor de su empresa, era la mente ordenadora de la misma. Era el que determinaba los métodos de producción, la parte comercial en sus relaciones con clientes y suministradores, el jefe del personal, en una palabra: lo era todo. Algo así como un pequeño dios, ante cuya voluntad y decisión se plegaba todo y no había apelación posible.

“No cabe duda de que además de quedarse con toda la ganancia (y éste era un placer y una satisfacción nada despreciables) experimentaba el gran gozo de sentirse reverenciado, temido y envidiado por todos los que estaban a su alrededor.

“Esta segunda faceta de satisfacción empresarial fue atenuándose a medida que las comunicaciones por una parte y los avances técnicos por otra, así como la intervención del Estado, fueron imponiendo poco a poco modos y maneras que cada vez dificultaban más que el empresa-rio pudiera hacer lo que le daba la gana. Esto motivó, en gran parte, el auge de las sociedades, que constantemente ha ido en aumento”.

Se refería desde luego a las sociedades por acciones.

“Al preocuparse los capitalistas solamente por el lucro, la empresa se ha liberado de la fantasía de los antiguos empresarios, y ha debido organizarse según una técnica que cada día se perfecciona más, y se hace más uniforme en todas ellas. El gerente, que en muchos casos no

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es siquiera accionista, sabe por una parte que tiene que lograr el máxi-mo dividendo posible para los accionistas, pues para esto le han puesto, pero sabe por otra parte que esto lo conseguirá si la empresa sigue, no sus caprichos, sino las exigencias técnicas que vienen determinadas por la naturaleza de la empresa”60.

Aunque adelantemos algo que quizá no tenía in mente por los días de los que hablamos, cabe pensar no solo si tenía que ver -con la orientación formativa de la Escuela de Direc-tores de Industrias eléctricas- esa forma de ver la evolución de las empresas y la vinculación de la excelencia técnica a la gerencia y no a la propiedad –que es, en definitiva, lo que ve-nía a observar Rovirosa en estos párrafos-; cabe advertir que Guillermo aún daría otro paso, en función de ese mismo planteamiento, y fue el de preguntarse si no habría forma de superar esa mediación, que consistía en intercalar un gestor entre el trabajador y el propietario –que ya no era empresario en el sentido estricto de la palabra, sino accionista-, la me-diación, decimos, del gerente (que era lo que estaba llamado a ser un director de industria, en definitiva). Posibilidad –atención- que no podría consistir en suprimir la gerencia –o sea la dirección de la empresa-, sino en anular el abismo de desconexión que se iba abriendo entre propietarios (sobre to-do, cuando se trataba de sociedades anónimas) y trabajado-res. Su idea de la necesidad del gerente era nítida medio siglo después:

“Los dirigentes ya no son los mandatarios de los accionistas cuyos bienes administran, sino los gerentes del patrimonio común de la em-presa. Han de administrar dicho patrimonio según la racionalidad eco-nómica propia de la naturaleza de la empresa, pero teniendo en cuenta las aportaciones y los intereses de todos los miembros que la integran, tanto de los que aportan trabajo como de los que aportan capital”61.

El problema no estaba ahí, sino en la desvinculación entre dos partes cuya relación se reducía, precisamente, al gerente.

“Los ‘accionistas’ se reúnen en una asamblea general, en la que quien vota y manda no son las personas, sino las ‘acciones’, la cual de-signa el consejo de administración, del que se destaca el consejero dele-gado, que es quien tiene la ‘alta’ dirección, y el director o gerente, que es quien realmente dirige la empresa”62.

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La solución era obvia –al menos, a primera vista-: había que conseguir, por una parte, que el trabajador pudiera ser propietario63; por otra, que las funciones de gestión –dando un paso más: todo el sector terciario- se integrara en la solu-ción que se diere para salvar aquel abismo entre propietario y trabajador64.

* * *

No se puede decir que los mentores de la Escuela de di-rectores de Industrias eléctricas que se abrió en 1917 parti-ciparan exactamente de esa manera de pensar (que, por otra parte, es la que Guillermo manifestó muchos años después). Pero sí es cierto que el tipo de director –no de empresario, si-no de director- de empresa que se intentaba conseguir era una respuesta cumplida al cambio de criterios y de necesida-des que resumía Rovirosa de esa forma, casi medio siglo más tarde.

Pero la singularidad del proyecto catalán iba a resultar ex-tremadamente formativa para Guillermo Rovirosa: aquella ambición maximalista de adiestrar a todos y cada uno de los alumnos en las tareas propias de todos los niveles de la apli-cación de la electricidad, la asimilaría Guillermo como verda-dera actitud ante eso y todo lo demás: siempre tendería a ir más allá de lo que a los demás les parecía posible. Y más allá en la práctica, pero con el asiento de una construcción men-tal que, sin llegar a las mayores profundidades, constituyera desde luego un verdadero sistema que enlazaba los conoci-mientos más elevados con la práctica cotidiana.

Había, por otro lado, más: la preparación para dirigir a quienes desempeñaban tareas que el propio director sabía desempeñar, podía propiciar que se reflexionara sobre eso mismo –sobre lo que subyace en el desempeño de un oficio cualquiera-, y eso, en dos aspectos principales: uno, la pro-pia “racionalidad” del oficio y de su desempeño; el otro, lo que se podría llamar nada menos que la “epistemología” de cada oficio y, con ello, la vinculación entre trabajo práctico y saber (y, al cabo, ciencia, en el sentido más estricto de la pa-labra).

Lo primero se relaciona –al menos, en un mero orden lógi-co- con la tendencia de Guillermo –durante todo el resto de

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su vida- a reforzar todo el proceso previo –el de reflexión- que debe darse ante cualquier situación que requiere tomar deci-siones. Ye hemos visto que la preocupación por la práctica y el recelo ante la pura teoría predominaba por doquier entre los ingenieros de caminos que hablaban en voz alta o escribí-an sobre su profesión en torno a 1915-1917. En ese sentido, puede verse cierta continuidad entre la formación que debió de adquirir Rovirsa entonces y la que lograría en la Escola de directors. Pero, al cabo, lo que resultaría –quizá de ese proce-so, pero también de todas las demás cosas con que se hubo de enfrentar en la vida (y tendremos que ir viendo)- sería un paso delante de primera importancia en una persona afanada en la búsqueda de la verdad como era él y cuyo carácter pe-caba acaso de impetuoso, al menos en los tiempos en que su padre desarrollaba con él ese esfuerzo didáctico que hemos visto, ante la tendencia continua a la travesura. El factor nuevo a que nos referimos consistiría, sencillamente, en dar-se cuenta de que todo requiere reflexión. Eso, lo primero de todo. Lo segundo, que la reflexión tiene un método o, por lo menos, es preferible que lo tenga. Digámoslo con sus propias palabras, que son las que –muchos años después- remitían directamente a los conocimientos adquiridos en la Escuela de Barcelona:

“En mi profesión me encuentro constantemente con «pegas» que resolver. Y ello me parece tan natural que ya no hago ni caso. Y si bien lo considero, las pegas que yo resuelvo casi dormido son un obstáculo insuperable para mi aprendiz. Esta idea tan sencilla me da mucha luz.

“[…]

“Efectivamente: cada vez que en mi profesión se me presenta una «pega» o una avería, […] lo primero que hago es ver exactamente de qué se trata, para tener todos los cabos bien atados; en seguida juzgo cuál será el mejor remedio o la solución más oportuna, de acuerdo —no con la teoría— sino con las posibilidades y los elementos que tengo a mano. Y finalmente, ¡a actuar!

“¡Claro, claro! Y la diferencia que hay entre un oficial y un aprendiz estriba exactamente en que un aprendiz todavía no sabe hacer las en-cuestas del oficio”.

Porque, a eso (a ver exactamente de qué se trata lo con-

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creto que ocurre y plantea un problema y juzgar sobre el me-jor remedio que está a nuestro alcance) lo llamaría más tarde Rovirosa –ya llegaremos a ello, Dios mediante- la encuesta.

Ante las preguntas que se hace como profesional –lo que aquí denomina la encuesta-,

“[…] en seguida veo que no vale la pena buscar en libros la respues-ta a las preguntas que en ella se consignan. No. Las respuestas están en la vida, y vamos a buscarlas allá.

“Preguntaré a todos los que se me pongan a tiro, aunque me parezca que no lo saben. Estas cosas de la vida resulta que los que menos las conocen son los que andan exclusivamente entre libros; y los más ente-rados son los que viven con una lucha más intensa, aunque no tengan títulos académicos, y a veces ni las primeras letras”65.

Si el paso por la Escuela barcelonesa fue un hito en lo que llegaría a ser esa forma de reflexión y decisión (y esa manera de enseñar a otros a reflexionar para, después, decidirse por una u otra fórmula), hay que medirlo comparándolo con lo que, en definitiva, fue el plan de estudios que tuvo ante sí en 1917 (y eso porque, sin verlo, cabría pensar que fue esa “epistemología” en sí misma la que se le expuso en la Escue-la):

Preparación. — Libre, fuera de la Escuela. Para entrar se-rá preciso acreditarla con

Escritura al dictado.

Resolver un problema de regla de tres.

Dibujar y resolver una constucción geométrica sencilla.

Programa de enseñanzas

Primer año

Electricidad (Clase general de exposición compendiada de toda la electricidad). Clase diaria.

Ecuaciones de primero y segundo grado. Vectores, Coordenadas, Gráficos, Curvas, Tangentes, Velocidad, Aceleración, Potencia. Clase alterna.

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Medida de longitudes, ángulos, afees, volúmenes y velocidad. Apli-caciones trigonométricas y topográfias. Clase alterna.

Nociones de física experimental. Medidas de calor y de la luz. No-ciones de Química. Pilas y acumuladores. Clase alterna.

Dibujo lineal, elaboración de croquis y perspectiva. Clase diaria.

Francés. Clase alterna.

Montajes de baja tensión. Timbres, lámparas, teléfonos. Agrupa-mientos y entretenimiento de pilas y acumuladores. Clase diaria doble.

Segundo año

Material de construcción. Hierros, aceros, cobres, porcelanas, eboni-tas. Reconocimientos mecánicos. Clase diaria.

Medidas de potencias, resistencias, capacidades, aislamiento, etcéte-ra. Verificación de contadores. Clase diaria.

Industrias electroquímicas y análisis. Clase alterna.

Trabajo de torno y de fresa. Ajuste. Instalaciones completas de baja tensión. Clase doble.

Francés. Clase alterna.

Tercer año

Generadores eléctricos de corriente continua y motores. Clase dia-ria.

Fabricación de material eléctrico: lámparas, cables, contadores, etcé-tera. Instrumental de serie. Clase diaria.

Generación de fuerza de gas, agua y vapor. Clase diaria.

Teneduría de libros. Constitución de Sociedades. Estadística. Mer-cados. Precios. Organización del trabajo. Clase diaria.

Construcciones de mampostería, cemento armado y hierro. Cons-trucciones de líneas de alta tensión. Clase diaria.

Electrometalurgia. Clase alterna.

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Inglés o alemán. Clase alterna.

Cuarto año

Generadores y motores de corriente alterna. Transformadores. Clase diaria.

Distribuciones de energía (parte eléctrica), líneas y centrales, apara-tos de seguridad y control. Clase diaria.

Distribución de energía (parte mecánica). Aprovechamiento de fuer-zas naturales. Reservas. Clase alterna.

Ensayo de máquinas construidas. Clase diaria doble.

Tracción. Clase alterna.

Aplicaciones diversas de la Tecnología eléctrica: Letreros, calefac-ción, telegrafía sin hilos, etcétera. Clase alterna.

Los cuatro cursos precedentes aseguran a los discípulos las aptitudes y los conocimientos indispensables para ejercer la carrera de

Director de industrias eléctricas

de lo cual expedirá la Escuela los oportunos certificados66.

* * *

Acabamos de ver algo que llama la atención: el director (y diseñador) de la nueva Escola de directors había propuesto que ni siquiera se exigiera título previo alguno para ingresar en ella. Ni aun el de bachiller. Bastaba un examen de ingreso en el que el candidato probara que sabía escribir sin faltas de ortografía, al dictado; resolver un problema que exigiera la regla de tres y dibujar y resolver una construcción geométrica sencilla.

Y hemos podido comprobar también que la enseñanza iba a ser extremadamente práctica o, mejor, aplicada. No se en-señaría nada de matemáticas ni de física y química –se leía en el mismo folleto- que no tuviese un interés directo con la electricidad aplicada práctica. La Escuela –seguía- no pre-tendía formar teóricos. Otra cosa sería que, una vez termina-

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dos los estudios, brindara la posibilidad de que alumnos concretos se dedicaran a la investigación. Se trataba de con-seguir que en la Escola de directors d’Indústries elèctriques, sin necesidad de salir de ella y ampliar estudios, se prepara-se gente que cubriera todo el espectro de tareas que se pu-dieran desear en ese ámbito de la industria: siempre, las más concretas y propias de un taller de electricidad o de electro-mecánica. Pero no sólo las sabidas, sino también las que de-bían ser capaces de “inventar” los propios alumnos, siempre como aplicación de la electricidad a la mecánica. Y, además, lo que era estrictamente controlar una empresa desde el pun-to de vista financiero y administrativo.

Al decir que trataba de lograr que, entre la Escola de di-rectors y el Laboratori d’assaigs, se cubriera el abanico ente-ro de los conocimientos electrotécnicos prácticos, queremos decir que se pretendía dar todas las opciones a todos los alumnos (desde la de formarse como obrero especializado hasta la de convertirse en creador). Todos debían llegar a sa-ber de todo (claro es que cada uno en la medida de sus posi-bilidades): expresamente –se leía así en aquel folleto inicial-, se trataba de formar –a todos (no a cada uno en algo de lo que sigue)- de manera que todos y cada uno conocieran –prácticamente- el trabajo de montador y ajustador, el de con-tramaestre de fábrica, el de manipulador y montador de apa-ratos de medida y fuerza, la fabricación de materiales y la manera de obtener metales especiales, aislantes y cosas pa-recidas, pero además la forma de organizar los talleres, y no sólo eso sino también el modo de constituir sociedades mer-cantiles para la explotación de una industria, la teneduría de libros, las posibilidades de la publicidad de los productos, el conocimiento de los mercados y los propios estudios de mer-cado…67. De lo que se trataba era que todo alumno pudiera ser apto para todas las tareas que podía exigir ese abanico profesional entero. Que todos lo lograran o no –y que lo con-siguieran en una medida o en otra-, sería ya problema de ca-da uno de ellos: de su capacidad y de sus disposiciones y su trabajo.

No se trataba, sin embargo, de que fueran obreros espe-cializados en muchas cosas y nada más. El director y dise-ñador de la Escuela, Esteve Terradas, sabía bien que un nivel de conocimientos de la amplitud del que quería poner a dis-posición de los alumnos de la Escuela no dependía sólo de que contasen con las instituciones adecuadas -la propia es-

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cuela y el laboratorio del que ahora hablaremos-; sin duda, la experiencia propia y ajena le había enseñado que era preciso que, además, las clases ordinarias y toda forma de orienta-ción que los profesores dieran a los alumnos se ajustaran a aquella misma dinámica. Por tanto, no habría libros de tex-tos, sino una biblioteca suficientemente nutrida para que los profesores pudieran requerir de los alumnos que preparasen temas o resolvieran problemas que exigieran la consulta de un elenco bibliográfico asequible pero amplio.

Y, como no bastaría en todos los casos la bibliografía cien-tífica publicada en los países de habla hispana, habían de ser capaces de vencer el obstáculo del idioma. Tenían que saber, por lo pronto (estamos en el año 1917), francés y, además, inglés o alemán. Habría, por lo tanto, cursos de esos idiomas en el plan de estudios y, en la biblioteca, la bibliografía que hiciera falta, prescindiendo de la lengua en que estuviera es-crita.

Bastaba asomarse a la biblioteca personal del propio Te-rradas para comprobar hasta qué punto se mantenía él mis-mo al día, por medio de revistas especializadas internaciona-les y con el lento acopio de una bibliografía selecta, no menos internacional68.

Es probable que Rovirosa ya supiera francés cuando salió de los escolapios de Villanueva. Pero, además, hubo de estu-diarlo en la Escola de directors y acabaría por hablarlo y es-cribirlo con toda soltura.

Posiblemente tenía Rovirosa en la cabeza ese otro aspecto que esa experiencia pedagógica barcelonesa de combinar quehaceres –prácticos- tan distintos –y adquiridos de formas tan diversas-, de manera que fuese uno capaz de resolver lo inesperado, cuando advertía, años después, que

“Todos los descubrimientos (digo TODOS) se deben a la imagina-ción, aun aquéllos que parecen hijos del azar, como la famosa rana de Volta, por ejemplo. Si Volta no hubiera tenido imaginación y se hubiera limitado a hacer de profesor, repitiendo y enseñando a repetir lo que está escrito en ciertos libros, nada sabríamos de él; y los conocimientos y la utilización de la electricidad seguramente que se habrían retrasado unos cuantos años”69.

No podemos asegurar que, además, fuera precisamente

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esa experiencia la que creó en Guillermo el hábito que des-cribiría más tarde y ahora vamos a recordar. Pero es razona-ble pensar que, como poco, lo alimentó y acaso contribuyó a que se arraigara o incluso a que se formara, si es que ese modo de enseñar que quería Esteve Terradas –el director de la Escuela- también enlazó en él –en Guillermo- con su afán de verdad:

“Efectivamente; en el orden personal he sentido (más o menos) a lo largo de mi ya larga vida el deseo de realizar aquellas ‘perfecciones’ que sentía latentes en mí. Por ejemplo: siempre he sentido un gran deseo (que todavía siento) de cultivar rosales, y nunca he podido realizarlo. Dentro de mi profesión (electricista) el ver algo descrito o realizado que escapaba a mis conocimientos técnicos, me producía tal desazón que no paraba hasta ‘empaparme’ de aquello”70.

Hay que tener en cuenta que, para dar ese sesgo práctico desde el principio a los estudios de la Escola, se montó en el mismo año de 1917 un laboratorio de ensayos (en catalán, el Laboratori d’assaigs) donde se abarcara en la práctica lo que se acaba de decir: desde la invención a la construcción real de máquinas concretas y de cualquier otro elemento para el que hubiese demanda. Y, para que esto último no faltara, el propio Terradas comprometió el laboratorio a fabricar todo aquello que requiriesen los proyectos y las realidades técni-cas de la Mancomunitat de Catalunya, fuera una máquina o una pieza determinada. La Mancomunitat era el organismo que coordinaba las cuatro Diputaciones provinciales del anti-guo principado.

Con palabras de sus propios definidores, se trataba de

“[…] laboratorios de trabajo y de ensayo donde puedan nuestros técnicos, estudiando el país y sus problemas, mantener viva la actividad intelectual en los citados campos; donde dispongan los industriales de un laboratorio de ensayo de máquinas y materiales, tanto los que reci-ban como de los que ellos mismos fabriquen; de un instrumento serio de comprobación del propio progreso y de lo que de fuera nos envíen”.

* * *

Había que lograr que, “en una región de la significación industrial que tiene Cataluña, [no se] precise recurrir a me-

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nudo a laboratorios instalados en poblaciones distantes”71. Se referían al hecho de que, cuando se adquiría una máquina nueva, era necesario probarla y, con frecuencia, no había forma de lograrlo sin buscar los técnicos fuera. Los profeso-res tenían que esforzarse, por tanto, en que la propia Escola fuese un taller y, a la vez, un laboratorio, en el que, simultá-neamente, se formaran técnicos y se atendiera una demanda concreta, de suerte que esa misma atención de la demanda real fuera la que formase a aquellos jóvenes72.

¿Por qué la electricidad? En verdad, no se había empeza-do ni se terminaría por la electricidad. Desde 1908 ya funcio-naba, en la Escuela Industrial de Barcelona, un Laboratori general d’Investigacions i Assaigs y, desde 1910, un Laborari d’estudis superiors de Química, que se había trocado en Ins-titut de Química aplicada, posteriormente. En 1911, se habí-an abierto la Escola superior d’Agricultura y la Escola de di-rectors d’Indústries textiles; ya en 1916, la de Directors d’Indústries quìmiques (1916). Y ahora, en 1917, surgía el Institut d’Electricitat aplicada, formado por el Laboratori d’assaigs y por la Escola de directors d’Indústries elèctriques. Luego, en 1919, abriría las puertas la Escola de directors d’indùstries mecàniques, cuyo plan de estudios coincidía en parte con el anterior; de manera que, en esos casos, los alumnos se reunirían para seguir unas mismas clases y eco-nomizar los esfuerzos. Por la misma razón, se optó integrar las dos Escolas de directors –la de industrias eléctricas y la de industrias mecánicas- en una sola institución, el Institut d’Electricitat i Mecànica aplicades. Era un problema de eco-nomía y sistema.

El problema podía surgir –para Guillermo- de un par de extremos: uno, que aquello no respondía al orden de niveles de formación que vimos se reconocía oficialmente en el esta-do español. Era otra cosa. Antes hemos hablado, sí, de los cuatro niveles de especialización que se impartían en la Uni-versitat industrial y ahora podemos comprobar si era válido sin más que poner, a continuación de cada uno ellos, algu-nas de las instituciones a las que correspondió otorgar esos títulos, con la fecha de apertura de cada una de ellas, de forma que pueda verse hasta qué punto se trataba de un de-sarrollo que sólo adquiriría coherencia cuando se completa-sen los estudios y que, en rigor, iba definiéndose, como sis-tema propiamente dicho, al mismo tiempo en que se creaban las instituciones, que respondían, en la mayoría de los casos,

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a necesidades concretas:

Estudios de especialización en un oficio: Escola elemental del Tre-ball (1913);

Estudios de peritaje: Escola d’Indústries tèxtils (1909), Escola d’Adoberia (1913), Escola de Teneria (1913), Escola de Blanqueig, tin-toreria, estampació i aprest o acabats, 1913), Escola d’Indústries mecà-niques (1919);

Estudios de dirección de industrias y de investigación: Laboratori general d’Investigacions i Assaigs (1908), Laborari d’estudis superiors de Química (1910, luego Institut de Química aplicada), Escola superior d’Agricultura (1911), Escola de directors d’Indústries textiles (1911); Escola de directors d’Indústries quìmiques (1916), Institut d’Electricitat aplicada (formado en 1917 por el Laboratori d’assaigs y por la Escola de directors d’Indústries elèctriques y ampliado en 1919 a Institut d’Electricitat i de Mecànica aplicades); Laboratori general d’Assaigs i condicionament (1922);

Estudios de ingeniería superior.

Hemos de advertir que ni la relación de instituciones es exhaustiva, ni podemos asegurar que sea correcta la situa-ción de cada una en el nivel que le asignamos. No hubo, en sentido estricto, niveles, ni el que proponemos pasa de ser, por tanto, puramente tentativo ni otra cosa que una mera hipótesis de valor –hasta cierto punto- “historiográfico”. Eso además de que los propios creadores de esas instituciones y sus usuarios no terminaban de optar por llamar a ésta o aquélla –de las que se asumían o creaban en la Universitat industrial- con el nombre de escuela o laboratorio; unas ve-ces las llamaban de un modo y otras, de otro y, a partir de esa imprecisión, no podía ser mayor la que se diera a los títu-los que se podían conseguir.

Por otro lado, los dos primeros niveles y el cuarto respon-dían exactamente a las titulaciones oficiales contempladas en la legislación estatal. Pero el tercero –aquél por el que optó Guillermo Rovirosa- no, y eso por la sencilla razón de que no había estudios de ese género en lugar alguno de España ni se contemplaba su existencia en las leyes. La Escuela industrial o Universitat industrial la regía un patronato donde habría

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representantes de la Diputación y el Ayuntamiento, el Fo-mento del Trabajo Nacional, la Asociación de Ingenieros In-dustriales, la Cámara de Comercio, la Sociedad Económica de Amigos del País de Barcelona y el Sindicato de exportado-res de vinos. En ese patronato se discutió el asunto y se llegó a la conclusión de que no era satisfactorio llamar peritos a los directores de industria, por más que tampoco se les per-mitiera llamarlos ingenieros. Y optaron por llamarlos como correspondía -directores de industria- y confiar en que la ex-celencia de la enseñanza que se iba a impartir bastaría y so-braría para que se abrieran camino en la empresa privada y para que, a la postre, viniese el reconocimiento estatal, como era ciertamente de desear.

Posiblemente, algunos albergaban la esperanza de que, con ese reconocimiento, se permitiera ingresar en la Escuela Superior de Ingenieros a los directores de industria que lo desearan. Consta que, en algún momento, se comenzó a pen-sar, además, en darles el título de ingenieros técnicos, que quedaría, por lo tanto, entre el de ingeniero y el de perito y no como sinónimo de este último.

Sea como fuere, lo haría imposible un conflicto que estaba en plena efervescencia en 1917, cuando se creó la Escola de directors d’Indústries elèctriques y se incorporó Rovirosa a ella73. La Escuela Superior de Ingenieros de Barcelona perte-necía al estado pero corría a cargo del presupuesto de la Di-putación. Y los de la Diputación habían propuesto en 1915 que se integrara en la Universitat industrial. La gestión no se hizo, sin embargo, con la prudencia suficiente –acaso hay que decir la mano izquierda que se aconseja en esos casos- y, entre los profesores de la Escuela Superior, fueron mayoría quienes se opusieron a ello. En la Diputación, con el presti-gioso arquitecto Puig i Cadafalc a la cabeza, anunciaron que retiraban la subvención con la que mantenían la Escuela, y el Gobierno español zanjó el asunto en abril de 1917 por la vía de incorporar la Escuela Superior al estado e independi-zarla completamente de la Diputación y de cualquier asomo de convenio con la Universitat industrial.

Nos detenemos en todo eso para que ayude a situarse en el lugar en que Guillermo Rovirosa debió sentirse situado en 1917, cuando se consumó el abandono de los estudios que venía cursando para ingresar en la Escuela de Caminos. Te-nía veinte años y se abría ante él un panorama nuevo, del

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que sólo podía asegurar que no era, a priori, mejor. Era, eso sí, sumamente esperanzador y ya hemos visto hasta qué punto se adecuaba a sus aptitudes intelectuales. Pero, por lo pronto, en el orden administrativo, lo único que tenían segu-ro los jóvenes que se matricularon en la Escola de directors d’Indústries elèctriques en 1917 es que obtendrían, al final, un certificado de la propia Escuela; no un título oficial.

No sabemos en qué medida importaba eso a Rovirosa, si-quiera fuese como lo que, hasta unos meses antes, había da-do por supuesto lo que era realidad: que, cuando acabara los estudios –aquellos de ingeniero de caminos-, por el mero hecho de completarlos, no sólo lograría el prestigioso título de ingeniero, sino que quedaría incorporado –sin mediar examen alguno, ni oposiciones de ningún género- al cuerpo de inge-nieros del estado, que era, por su parte, uno de los de mayor consideración.

Añádase a ello otro hecho que hemos pasado por alto: el plan de estudios de la Escola era sumamente completo –en sus pretensiones- pero, para abordarlo, no exigía preparación alguna previa: saber las cuatro reglas y poco más. Era de prever, por lo tanto, que no pocos de los condiscípulos de Guillermo tuviesen una formación muy inferior a la suya, con todo lo que eso implica cara a la convivencia y cara –también- al nivel que los profesores podrían imponer realmente.

Y, a todo esto, aún se sumaba un hecho principal: los as-pirantes a ingresar en la Escola de directors tenían que haber cumplido catorce años. Rovirosa tenía veinte. Posiblemente se dio cuenta de que podía resultar una rara combinación de novicio para los profesores y veterano para sus compañeros. El peligro, obviamente, era que se sintiese desplazado y, en cierto modo y como consecuencia de ello, cohibido. A la hora de la verdad –y como Guillermo no era precisamente una persona que se amedrentara con facilidad, según lo que hemos visto hasta ahora-, tendría, por fuerza, que huir hacia delante y convertirse en líder de aquella pequeña comunidad, que era, por otra parte, lo que había ocurrido siempre con sus amigos.

Creada en 1904, la Escuela industrial de Barcelona se llamaría indistintamente así, o Centro general de enseñanza técnica o Universitat industrial, esto último desde 1910 sobre todo.

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Para alojar la Escola, se compraron en 1904 los edificios de la antigua fábrica Batlló, un emporio textil que había fun-cionado desde 1870 y cuyas instalaciones iban quedando embutidas por el Ensanche de Barcelona (una de las princi-pales obras de urbanización acometidas en el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX, y eso con la singularidad de que el ingeniero que lo diseñó –el catalán Ildefonso Cerdà- acuñó, según parece, la palabra “urbanización”, con la que dio título a su Tratado. De la lengua castellana, pasaría al re-sto de las lenguas del mundo.

* * *

El genio de Prat de la Riba, el eterno hurgador en todo aquello de lo que podría sacar beneficio para el país, desde la Presidencia de la Man-comunidad [de Diputaciones provinciales de Cataluña], el primer Go-bierno con rostro visible que tiene la Cataluña moderna, había visto que la industria carecía de hombres aptos para que diese fruto74. Y adquirió [los edificios de la antigua75] fábrica de Can Batlló [para cobijar la Uni-versidad Industrial]. En ese ramo [de la electrotecnia], sólo había enton-ces dos Escuelas en toda Cataluña -en Villanueva y en Tarrasa-, muy necesitadas, además, de medios. En el resto de España, no había nada parecido.

Y de la nada hizo surgir las Escuelas especializadas de directores de industrias químicas, electromecánicas y textiles, curtidos, agricultura, bellas artes, bibliotecarios, enfermeras, altos estudios mercantiles... Y tenía el proyecto de ampliarlo a la hidráulica, las obras, la óptica, los ferrocarriles, la telegrafía, las minas. La Universidad [Industrial] iba a ser uno de los más espléndidos frutos de aquella Mancomunidad que, prác-ticamente sin dinero, demostró al mundo cómo se puede llevar a cabo una obra creadora y un buen gobierno.

Las Cámaras de Comercio, de la Industria y la Mercantil, así como las asociaciones industriales electricistas, textiles y metalúrgicas, presta-ron su ayuda con la concesión de becas.

En 1917, que es cuando nos encontramos, a principios de noviem-bre, iniciaba su vida la Escuela de Directores de Industrias Eléctricas y de Mecánica Aplicada.

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xi. Plano alzado de la Universidad Industrial, donde Rovirosa estudió entre 1917 y 1921, pu-blicado en 1923.

Nota editorial sobre la apertura de la Escola de Directors d'Indús-tries Elèctriques:

No dio tiempo a empezar en octubre de 1917. El proyecto se aprobó en julio y no sólo hizo falta reclutar a los profeso-res –en plenas vacaciones de verano- y habilitar las aulas y los espacios indispensables con sus correspondientes dota-ciones: hubo, además, que hacer correr la voz de que se in-auguraba una Escuela tan singular como veremos y animar a la gente a matricularse en ella. Se redactó, para eso, el folleto Escola de Directors d’Indústries Elèctriques: Curs 1917-1918, Barcelona, Escola Industrial de Barcelona (Instituto d’Electricitat aplicada), Imp. Casa Caritat, 1917, y se procuró

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difundirlo y conseguir que se le hiciera eco en la prensa cata-lana. Aun así, en el propio folleto, se anunciaba que el plazo para presentar las solicitudes correspondientes se abriría el primero de octubre inmediato y se prolongaría hasta el 20, de manera que exactamente el día 25 se hicieran los –sencillísimos- exámenes de ingreso. Para dar mayor agilidad –y facilidades-, la Dirección se reservaba la atribución de eximir de examen de ingreso a quien presentara los docu-mentos o pruebas que acreditasen que tenía la suficiencia que se quería exigir. El curso comenzaría el primero de no-viembre y acabaría el último día de junio del año siguiente. Desde luego que se advertía expresamente que, en adelante, las clases comenzarían con el mes de octubre.

El deseo de exigencia a unos alumnos a quienes, en rigor, se les exigía muy poco (para que comenzaran) incluso rezu-maba en las advertencias que se hicieron públicas desde esos mismos días acerca del calendario escolar: no habría más va-cación que la de los domingos y días de precepto y, además, Navidad (desde el 21 de diciembre al 7 de enero), carnaval y Semana Santa –esta última, sólo desde el miércoles al lunes de pascua incluido (añadienza esta última, la del lunes de pascua, que era y es habitual en la antigua corona de Ara-gón)- y habría clase durante todo el día, según el horario que, claro es, se haría público en su momento76.

La dirigía Esteve Terradas, uno de nuestros sabios más grandes, más humildes y más ignorados. El propio Einstein lo elogió al comentar que era unos de los pocos científicos europeos con suficiente altura con los que había podido dialogar77. Le ayudaban en sus tareas docentes hom-bres de gran categoría, como los Planells, Serrat, Bergós, Lassaletta, Jardí, Lana, Massó, Torroja, Pomeral, García, Alexandre Galí.

En otras especialidades, estaban los Massó Llorens, Fransesc Galí, Campalans, Vidal, Róala, Fontserè, Tallada, Duran Reynals, Lasarte, Mercader, Pi Sunyer, Rosell, Matons, Pau Vila.

Con unas escuelas así y un cuadro de profesores como ésos, querían hacer de la Universidad el mejor centro industrial de Europa.

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Por eso, el conde de Romanones, cuando la visitó por primera vez, dijo a Prat de la Riba: “Claro; ya comprendo. Lo que ustedes quieren es que les dejen hacer”78.

Lo preveía. Si no hubiesen surgido después los entorpecimientos que surgieron por parte del Gobierno central, que habitualmente desba-rataba los mejores planes para formar una España mejor, ya haría años que la gran institución barcelonesa sería gemela de Oxford o Cambrid-ge79.

Los alumnos de aquel tiempo recuerdan con admiración y agrade-cimiento80 cómo ese elenco de profesores se “mataba” por hacer reali-dad efectiva la mejor enseñanza. Y ellos, por su parte, no hacían menos. Por Navidad, tenían vacaciones sólo los días justos. En el verano, los alumnos destacados tenían trabajo de sobra. Unos, por ejemplo, esbo-zaban la topografía de los ferrocarriles que la Mancomunidad tenía en proyecto. Otros iban a centrales eléctricas y a fábricas constructoras de maquinaria. A Rovirosa le tocó el estudio de la fabricación de cables eléctricos, en la Casa Pirelli, de Villanueva.

Entre unos y otros había un clima de euforia trepidante. Les impul-saba el ideal de construir una cosa grande. Eran conscientes de su pa-pel. Uno de los profesores había ejercido en Estados Unidos, donde había aprendido una nueva pedagogía que adelantaba en cincuenta años a la actual81 y que todos implantaron allí [en la Universidad Industrial]. Los alumnos eran miembros vivos de la comunidad. Tenían sus porta-voces y sus asambleas. Celebraban fiestas literarias, bailes de sardanas, competiciones deportivas. Hasta partidos de fútbol contra los profeso-res.

Unos y otros tenían gran celo por la que llamaban su “Universidad Nueva”. Los otros, los de la Universidad literaria, “la vieja”, también tenían celos, pero de los malos, los que nacen de la envidia. ¿Dónde se ha visto que surja una Universidad sin seguir los patrones y raíles mar-cados por el estado? ¡Es la eterna lección! A la “Nueva” venían estu-diantes castellanos y suramericanos. Y lo bueno era que la enseñanza se impartía en catalán y a todos les parecía bien. Y así lo atestiguaban. Y, cuando salían, los solicitaban de todos los lugares, desde aquí y desde el extranjero. Llevaban la marca. Una sola industria madrileña se llevó a

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todos los alumnos de una de las primeras promociones de estudiantes electricistas.

Aquí, en este ambiente, es donde se introdujo Rovirosa. ¡Era el lugar justo para él!

* * *

Nota editorial sobre la Barcelona de 1917 y los espacios cotidia-nos de la vida de Rovirosa en los años siguientes:

El problema de alojarse en Barcelona se resolvió sin difi-cultad. Sabemos que Anna Albet tenía una hermana –Teresa- que se había casado con un farmacéutico –Ignacio Padró y Pons- a quien aquélla había nombrado protutor de sus hijos. Vivían en San Martín de Provensals, en la calle Pere IV, nú-mero 157, donde también tenían la farmacia82. Allí fue a pa-rar Guillermo. De casa de sus tíos a la Universitat industrial había una buena tirada: unos cuatro kilómetros –según por dónde fuera-, lo que, a pie, suponía una hora para ir y otra para volver. Pero tenía veinte años. Ambos lugares se halla-ban en la enorme cuadrícula del Ensanche que había trazado el ingeniero Ildefonso Cerdá mediado el siglo XIX83, pero la casa hacia el norte de Barcelona y la Escuela hacia el suroes-te, en los locales de la antigua fábrica Batlló, un emporio tex-til que había funcionado desde 1870, cuyas instalaciones iban quedando embutidas por el propio Ensanche y las habí-an comprado los promotores de la Universitat Industrial en el mismo año de su creación, 190484.

Esa hora de camino, desde una altura ya notable de la ca-lle Pere IV hasta los edificios de la Universitat, había de sal-varlos Rovirosa en un continuo zigzag por la cuadrícula del damero que trazara Ildefonso Cerdá, entre edificios nuevos y solares medio vacíos o en construcción. Al delinear la Barce-lona nova, Cerdá había trazado una de las propuestas urba-nísticas de más envergadura en la Europa del siglo XIX. Hombre progresista y un punto utópico –acaso saludable-mente utópico-, le preocupaba la amplitud de las calles y el desahogo de las viviendas, pero, además, la igualdad de las “manzanas” de edificios e incluso su altura. No quería favore-cer las diferencias sociales. Y, en consecuencia, su plan

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había provocado una fortísima polémica. La alentaron princi-palmente quienes consideraban que implicaba un derroche de espacio. De hecho, en 1859, en el Ayuntamiento de Barce-lona se optó por abrir concurso y se aprobó otro plan, el del arquitecto Rovira i Trias, que sólo preveía doce metros de an-chura para las calles, frente a los veinte de Cerdá. Pero el Gobierno de Madrid reaccionó e impuso el plan Cerdá por de-creto en 1860. Cerdá lo retocó cuanto pudo para conformar a los que protestaban sin que cambiaran desde luego sus crite-rios fundamentales: la amplitud y (algo muy importante) una igualdad geométrica que reducía, de facto, las posibilidades de que se impusieran -físicamente- las inevitables diferencias sociales, por lo menos a la hora de que unos vivieran con más espacio que otros.

Se trataba, por tanto, de una urbanización –palabra que acuñó el propio Cerdá y que se difundió en los más diversos idiomas- que no era ajena a principios sociales ni tampoco morales. Él mismo intentaría explicarlo en la Teoría general de la urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona (186785), de la que había redactado una primera versión que titulara Teoría de la construcción de las ciudades86. Pero el hecho de que lo im-pusieran desde Madrid hizo que la disconformidad no termi-nase siquiera con el siglo.

Una de las singularidades del plan Cerdá era el trazado de unas pocas pero amplias y estratégicas calles que atravesa-ran la retícula en diagonal, de forma que pudiesen encauzar el tráfico que se orientara en esa otra dirección y permitieran evitar, de ese modo, un continuo zigzag para avanzar en ese sentido por la retícula. Algunas de esas vías diagonales se construirían ex novo y, en otros casos, se aprovecharía el tra-zado urbano de los pueblos que iban a incorporarse de hecho a Barcelona. Y eso dio pie no sólo a la incorporación de San Martín de Provensals, situado al nordeste de Barcelona, sino a que penetrara en él la calle Pere IV, desde la Barcelona ve-lla, precisamente en un sentido diagonal, que daría a esa vía, por tanto, especial relevancia. Allí vivían los Padró y, con ellos, Guillermo.

En los días de Rovirosa, la calle Pere IV era, con todo, una vía cuya finalidad no había terminado aún de hacerse plena realidad. San Martín de Provensals se había llenado de in-dustrias no pocas de las cuales requerían un espacio mayor

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que lo que permitían los 113,3 metros de lado que había pre-visto Cerdá para cada una de las manzanas, todas las cuales habían de ser rigurosamente iguales, sin excepciones. Y eso hizo, de una parte, que la construcción del Ensanche hacia esa zona –hasta el río Besós- fuera más lenta y que, a la postre, se hicieran más excepciones de las que el ingeniero hubiese deseado, sobre todo en cuanto al tamaño de los cua-drados del damero.

Rovirosa pasó a vivir, con ello, muy cerca del lindero que –ahora sí, social y mentalmente- separaba la Barcelona vella de las zonas obreras. Y eso no era cosa menor en aquellos dí-as. Hemos dicho que el curso no empezó hasta noviembre de 1917 y lo hemos relacionado con la rapidez con que hubo de organizarse la Escola de directors d’Indústries eléctriques. Ahora hay que señalar que hubo otra razón, bastante más compleja de explicar, que es la política, de la que Rovirosa debió tener plena conciencia no sólo porque le moviera -como, sin duda, le movía- la curiosidad, sino porque es muy probable que anduviera por Barcelona en los mismos días en que la ciudad hervía en algaradas y en todo tipo de manifes-taciones callejeras -alguna vez, sangrientas- de carácter polí-tico o laboral.

Desde su llegada a Barcelona parecía otro. A eso contribuían dos circunstancias: por una parte, se encontraba en casa, aprovechaba el tiempo, estudiaba con intensidad.

Por otra parte, comenzó a tomar parte activa en el intenso movi-miento catalanista que había en estos años en Barcelona. La Renaixença iba tomando forma. Y esas dos circunstancias concurrían en una: su juventud consciente, intrépida, batalladora.

A principios de 1918, murió el tío Ignaci. El hermano mayor y él se encontraron en el entierro. El hermano se enfadó; le dijo cuatro frescas.

Al cabo de pocas semanas, el 27 de marzo, Guillem le escribe:

“Querido hermano. En primer lugar te pido que no te to-mes esta carta como una de tantas, sino que pienses un poco

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en lo que te diré en ella, porque yo también la he meditado mucho antes de escribírtela.

“Todo el tiempo que me has apoyado, sea por dejadez, sea por mala suerte, o por falta de salud, que de todo ha habido, yo no he podido corresponder a los sacrificios que hacías por mí y al interés que por mí tomabas.

“Comprendiéndolo así, ante nuestro difunto tío Ignaci y, en unos momentos que eran más bien de pasión de ánimo, te dije, después de tus palabras, que, aunque me atrancases la puerta de tu casa, aunque renunciases a mí en todo y por todo, no olvidaría nunca lo que habías hecho por mí.

“Después, los hechos se han ido sucediendo y ha pasado lo que ya sabemos. De enfermo y desmedrado que llegué de Madrid, ahora estoy bien y robusto y, de fracasado que lle-gué, ahora estoy en pleno éxito, ya que soy indiscutiblemente el primero del curso; sé, seguro, que el próximo curso tendré matrícula gratuita y, probablemente, será para toda la carre-ra, y además gano 50 pts. [sic] al mes, haciendo de profesor auxiliar de mis compañeros. Por eso, ahora que ya voy por camino seguro de llegar a ser alguna cosa y me parece que el presente me puede vindicar de mis pasados fracasos, me diri-jo a ti para pedirte en primer lugar:

“‘Hermano perdón; de todo en lo que tú creas que te he podido ofender, de todo te pido perdón’87.

“Y después te digo:

“Hermano, seamos amigos”

“Piensa, pues, que el mejor regalo que me podrás hacer en Pascua, como mi padrino que eres, es decirme que me has perdonado y que me has devuelto tu amistad.

“Tu hermano que te quiere de corazón

“Guillem Rovirosa (“Albet” como firma)

Esta carta es todo un testimonio anticipado de lo que ya era, de to-dos los valores de nobleza, de lealtad, de humildad, de los que, años más tarde, haría donación integral a la clase obrera de España. Pense-mos que tiene veinte años. Nosotros, que tenemos el original delante88, podemos afirmar que su personalidad humana ya estaba hecha. Compa-

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rando sus trazos, el lenguaje que emplea, con la letra y la redacción de sus textos de los últimos tiempos, es idéntico.

Sólo la podía escribir un joven que ya había alcanzado la madurez. ¡Cuántos hombres, adultos físicamente, nunca llegan a poseer las carac-terísticas de un adolescente normal! Esa madurez suya nos hace temblar a los que hemos tenido la suerte de conocerlo personalmente durante largo tiempo, cuando nos adentramos en la profunda personalidad humana del Rovirosa joven.

Su hablar, el de un joven que se dirige a su hermano, que ya tiene treinta y dos años, es serenísimo y de plenitud. Cuando Jaume, en una situación envenenada, pasando por “momentos de gran pasión de áni-mo”, está enfadado, él, por toda respuesta, muestra un total reconoci-miento y agradecimiento por la labor del otro, algo tan poco corriente en los pleitos humanos. Hace una confesión de las realidades propias, como son la dejadez, la mala suerte o la falta de salud. Y, a la vez, dis-cretamente, casi de forma imperceptible, deja ver claramente que ahora va solo, mejor dicho, se siente solo, se sabe solo. El hermano y él están enfadados; mejor, el hermano está enfadado con él. La carta lo dice todo bien claro. Ése “¡Hermano, perdón. Hermano, seamos amigos…!” Y lo dice, ahora, al final del primer año de estudios, eufórico, triunfante. Es el “indiscutible” del primer curso. No hay nadie que se le ponga por delante.Esta carta es la primera, la más antigua, que conocemos escrita por él. Una cosa curiosa –y son poquísimos los que lo han adivinado- es que, como hará a lo largo de la vida, bajo la firma “Rovirosa” pone, cortando la rúbrica, unos palos o garabatos –que con el tiempo se harán ininteligibles- que no quieren decir otra cosa que “Albet”. Con eso quería expresar el recuerdo de su madre.

En la Universidad va bien. El director le quiere porque ve su entrega y capacidad. Lo nombran profesor auxiliar de matemáticas. En las au-sencias del profesor [titular89], que es el señor Bernat Lassaletta, direc-tor, a su vez, de la industria “Siemens”, hombre capacitadísimo, da las clases a los propios compañeros.

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Nota editorial: Bernat Lassaletta:

En 1897, el ingeniero Lluís Muntadas y Rovira había creado La Industria Eléctrica, que se dedicaba a fabricar mo-tores, transformadores, aparatos eléctricos y material de tracción, y, en 1910, habían dado entrada a capital de la ca-sa Siemens y, convertida en sociedad Siemens Schuckert-Industria Eléctrica S.A., tenía en Cornellá unos talleres que ocupaban veinticinco mil metros cuadrados y daban trabajo a seiscientas personas, bajo la dirección de Lassaletta. A los productos anteriores, habían añadido la fabricación de moto-res trifásicos y de corriente continua. Al menos en 1923, Las-saletta era además catedrático de electrotecnia de la Escuela de Ingenieros Industriales, en Barcelona90.

Recibía la asignación de cincuenta pesetas mensuales, que le iban muy bien, porque vivía en medio de estrecheces. No hacía un problema de esto y no se quejaba. Podía ir tirando. Además, daba clases particula-res, durante el curso y en verano, a muchachos suspendidos, de familias ricas. También sustituía en algunas ocasiones a otros profesores.

Cuando alguien hacía ver al hermano mayor que el dinero que le pa-saba a Guillem era insuficiente para sustentarse, él, delatando su menta-lidad y su posición, decía, por toda respuesta, encogiendo la espalda:

-¡Quien los tiene, los tiene!91

Quería decir que el que tiene el dinero puede hacer con él lo que quiera, repartirlo o no, magnánimamente o no. ¡Es elocuente! De aquí le venía a Rovirosa aquella sorna en contra de “el mayor”, a quien tam-bién denominaba, con sentido despectivo, el “heredero”92 y no con su nombre propio.

No veía entonces que la institución del heredero, con todos sus de-fectos, había sido el origen de la prosperidad del campo catalán. Es obvio que también ha habido, y muchos, herederos derrochadores, que lo han tirado todo por la borda.

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* * *

Llegados aquí, hemos de hacer referencia al testimonio de un com-pañero de estudios, el señor Aloy Flo, que, después de cincuenta años, conserva viva, por la imagen y por el diario estudiantil que redactaba en aquellos años, la presencia de su amigo “Rovi”93.

El señor Aloy está ahora jubilado de toda una vida profesional des-tacada en el ramo de la luminotecnia. Es autor de diversos libros y opúsculos sobre este ramo, especialista en la iluminación de campos deportivos94. Desde muy joven es amante de la naturaleza. Ahora que las tareas profesionales ya no le apremian, prepara una extensa mono-grafía sobre el Montseny, en todos los aspectos, humanos y geográfi-cos95.

A lo largo de los cuatro años de la carrera, las citas de los hechos donde intervino el biografiado son constantes, siempre elogiosas. Sigue pensando que no abundan los jóvenes de la capacidad de Rovirosa. Comenzaron la carrera treinta muchachos. Todos tuvieron a Guillem como el mejor compañero y como el mejor preparado. Los que más se relacionaron con él fueron Bru Aloy, Josep Alasà, Francesc Aguilera, Francesc Artigues, Josep Bigorra, Joan Castellví, Antoni Claramunt, Joaquim Labori, Ferran Maymo, Josep Piferrer, Jaime Puig-Juliachs, Josep Romero, Francesc Sintes, Alfred Ulldemolins y Josep Grau Casas. Éste fue el amigo íntimo. Terminaron la carrera Aloy, Labori, Romero y Sintes96.

Nota editorial: Los amigos barceloneses de Rovirosa:

Vale la pena considerar la singularidad del grupo de ami-gos que se formó en la Escola Industrial de Barcelona, con Rovirosa a la cabeza. Su mejor amigo de aquellos días, Josep Grau Casas debió nacer en 188997. Era hijo de los porteros de una casa de vecindad de Barcelona. Es casi seguro que carecía, por tanto, de estudios previos propiamente académi-cos. Pero había dado muestras muy pronto de una aptitud notable para las ciencias. Su nombre aparece en el diario La Vanguardia, de Barcelona, del viernes 23 de agosto de 1901, en la página consagrada a los pasatiempos, como una de las

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personas que habían conseguido resolver un problema arit-mético que había propuesto otro lector. Podía tener entonces doce años. Es posible que fuese el fogonero (fogonista se dijo en la prensa) que alimentaba la caldera del ferrocarril eco-nómico Reus-Salou cuando se cayó de la máquina, cerca de la casilla número 1, a mediados de agosto de 1904, y tuvo que ser recogido y conducido a su casa por haber sufrido va-rias contusiones y una conmoción cerebral98.

En 1910, ya era capaz, no obstante, de dar una conferen-cia sobre los rayos X en la asociación esperantista Paco kaj Amo, de Barcelona, y, como continuación de la misma, para el domingo 30 de enero por la mañana, encabezar una excur-sión a Mentora, en donde el propio Grau explicaría a sus acompañantes, de manera práctica, las teorías que había ex-puesto cuatro días atrás99. Es posible que Mentora fuese un elemento fundamental en su formación. En 1907, el técnico textil Ferrán Alsina había abierto un “gabinete de física expe-rimental” llamado así, Mentora, que consagró a la divulga-ción de los conocimientos científicos de manera que pudieran llegar a todos los públicos, cierto que sin reconocimiento académico. Mentora albergaba un conjunto de instrumentos científicos muy diversos, la mayoría de ellos en relación con la física experimental, y la actividad que, enseguida, se reveló como más eficaz y se hizo usual fue la organización de visitas en las que se enseñaba el funcionamiento de aquellos artifi-cios100.

Sus inquietudes habían llevado a Josep Grau, además, a entusiasmarse con el esperanto. Figura como uno de los ora-dores del mitin organizado por el grupo esperantista Frateco para el sábado 30 de noviembre de 1912 en el Ateneo Demo-crático Regionalista de Barcelona, donde hablarían sucesi-vamente Juan Capdelacreu, el pedagogo Delfín Dalmau, Jo-sep Grau, el escritor Frederic Pujulà i Vallès y Rómulo S. Ro-camora101.

Del Congreso Universal de Esperanto que se celebró en la propia Barcelona en 1909, había surgido la idea, además, de crear la Kataluna Esperantista Federacio, que, al año si-guiente, celebró su propio congreso, y el VI, en Villanueva y Geltrú, ya en 1915. Y, en este último, había tenido una pre-sencia destacada Josep Grau. Previamente, se había convo-cado un concurso de traducción al esperanto que tenía que consistir en verter a esta lengua el poema El rellotge de sol,

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de Magín Morera y Galicia, y la flor natural –que era el prin-cipal galardón- había correspondido a Josep. En consecuen-cia, una de las sesiones públicas del congreso vilanovino dio acogida a un recital del propio Grau, que declamó el poema de Morera y Galicia y otro –al menos- de Joan Maragall; to-dos, escritos originariamente en catalán y traducidos por él al esperanto102. Al año siguiente, en el VII (que fue el I de la Confederación Esperantista Española y que tuvo lugar en Reus) la flor natural correspondió al barcelonés Artur Domé-nech. Pero fueron también galardonados los hermanos Josep y Jaume Grau Casas, entre otros103. Debían contar veintisie-te y veintiún años respectivamente y ambos hermanos se habían convertido en fervorosos propagandistas de la nueva lengua internacional. El 27 de agosto de 1916, en Sabadell, se celebraría el Aplec Esperantista grupo del Vallés, cuyo programa incluía “un parlamento en elogio de la lengua in-ternacional del doctor Zamenhof” que pronunciaría “el pro-pagandista José Grau Casas, director ahora de la revista Ka-taluna Esperantista”104.

En el diario [de Bru Aloy] aparecen las aventuras de aquel grupo ju-venil en el que Rovirosa era el primer actor.

Así, nos enteramos de que el 2 de abril [de 1919105], Rovirosa, ju-gando a fútbol en el patio de la Escuela, se fracturó el tobillo. La anota-ción dice: “¡Nosotros, que habíamos quedado el sábado para ir de juer-ga!”. El 18 aparece de nuevo en clase, apoyado en un bastón. En el diario, se lee: “Por la tarde, vuelve a clase casi restablecido el gran Rovi-rosa, que es recibido entusiásticamente”.

En un campeonato estudiantil de pelota vasca, Maymó (el que había de ser el promotor de la “Escuela Radio”106) y Guillem, que jugaban en pareja, quedaron los segundos.

Una de las diversiones preferidas de la pandilla era el billar. Iban al “Café Español”, en el Paralelo, que estaba bien equipado para ese jue-go. Allí jugaban partidas emocionantes. Y casi siempre ganaba Roviro-sa.

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Nota editorial sobre el Paralelo barcelonés hacia 1919:

A finales del siglo XIX, El Paralelo se había convertido en lo que fue durante todo el primer tercio del XX: el lugar de moda para todo barcelonés –incluidos aquellos de clase me-dia y burguesía- a la hora del ocio y del disfrute de todo gé-nero de espectáculos de “atracción”. También los marineros que desembarcaban en el puerto barcelonés encontraban aquí diversión. El “Café Español”, por otra parte, era un co-nocido lugar de reunión de los anarquistas de la época.

Nos enteramos de que, un día, se le cayó la regla de cálculo en una fosa de ocho metros de profundidad y que, sin problemas, se metió en ella y subió ayudado de una cuerda.

Un día, por iniciativa suya, todos los compañeros del curso presen-taron una reclamación escrita al señor Terradas107. Les hacían “perder el tiempo” en el aprendizaje de cosas elementales de la instalación eléctri-ca. Y ellos no estaban de acuerdo porque estudiaban para técnicos, y obreros ya había suficientes. El director se presentó y les hizo ver que el que manda debe saber hacer todo lo que manda porque es la única forma de mandar bien. Todos lo aceptaron y Rovirosa le presentó dis-culpas.

Otras veces, iban a ver una “revista” o “vodevil”. Eran los años en que iniciaba la carrera Josep Sampere, aquel cómico inmenso. Una no-che, el compañero Aloy pidió permiso a sus padres para salir porque en el Palau de la Música Catalana actuaba el pianista Rubinstein; pero la realidad era que, con “Rovi”, se iban al “Español” a ver el vodevil “Buscando una peca o la banda de la careta verde” y el entremés “Su-pertango”, de Santiago Russinyol.

Alguna vez, a la salida de uno de esos espectáculos, acaso emboba-do, Rovirosa les decía a los compañeros: “¡Hoy, de buena gana me gastaría un duro!”, haciendo alusión a una determinada expansión car-nal; pero ellos sostienen que era solamente una expansión verbal108.

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Nota editorial sobre algunos aspectos del ocio barcelonés de 1917-1920:

La mención de Santiago Rusinyol (1861-1931) como autor teatral –y, además, de ese género de espectáculo- llamará la atención a quien lo conozca como notabilísimo pintor. Pero, en efecto, fue poeta y autor dramático y, sobre todo de obras costumbristas, alguna adaptada al teatro por el propio Rus-sinyol y escritas siempre en catalán.

Josep Sampere, por su parte, había sido el autor del vo-devil El primer resbalón, en catalán también, con que abrió sus puertas el Teatro Victoria justo en aquellos días. Era, además, actor destacado en ese mismo género.

Fue la época dorada de ese tipo de entretenimientos en la Barcelona de las primeras décadas del siglo, que junto a la apertura de cafés, teatros y cabarets, acabaron transforman-do el poco más de medio kilómetro que entonces ocupaba el Paralelo en lo que se conoció popularmente como la Avenida del Teatro o La Vía del Pecado. De entonces data la fama de los Teatros Victoria, Español, Apolo, Condal y El Molino.

El alcance de la preferencia de Rovirosa y sus amigos por esos ambientes en lugar de Rubinstein se entiende por la fa-ma de que gozaba ya el pianista polaco. Arthur Rubinstein había nacido en 1887 y deseó conocer desde muy joven Es-paña, por influencia de su profesor de piano, el mallorquín Miquel Capllonc. La primera vez que la visitó fue en 1915, para participar en los conciertos del Gran Casino de San Se-bastián; se presentó en Madrid al año siguiente y cosechó un gran éxito, lo que le llevó a recorrer prácticamente toda Es-paña a lo largo de 1916 y 1917, que es cuando debió de su-ceder lo que contaba Aloy en el diario. Después, Rubinstein volvería con frecuencia e interpretó por todo el mundo la mú-sica española de Falla, Granados, Albéniz o Mompou109.

De todas formas, el lector se situará mejor en el entorno en que ocurrían esas cosas –y ese tipo de diversiones- si tiene en cuenta lo que ocurrió con Barcelona durante la primera Guerra mundial (1914-1918). La Barcelona de 1917 no vivía de espaldas a la Europa en que se libraba la guerra más san-

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grienta que, hasta entonces, se había desarrollado en la his-toria. Es cierto que también tenía mucho de La ciudad alegre y confiada cuya parodia trazó Benavente en la obra que se estrenó ese mismo año. Pero era la suya una situación para-dójica: por una parte, los gobernantes españoles se habían inclinado a favor de la neutralidad y, como fruto de ello, la primera guerra mundial era, para los españoles, una guerra de taberna o café, por decirlo gráficamente. Unos se declara-ban germanófilos y otros aliadófilos. Había gentes y ocasiones en que los debates llegaban a una violencia inusitada, por más que no pasara, habitualmente, de las palabras o los gri-tos. Pero no dejaba de ser un asunto de gente, como poco, “instruida”.

[En 1918110], el 11 de noviembre, había terminado la Gran Guerra, que, con el triunfo de los aliados, pareció la victoria para las naciones oprimidas.

Rovirosa había seguido la Guerra, principalmente, a través de las vi-cisitudes del escritor Pujulà i Vallès, amigo suyo, que le había transmiti-do su “europeísmo”, embajador de tantos catalanes que morían en tierras francesas por la causa de la libertad111.

Nota editorial sobre la vitalidad del catalanismo durante la prime-ra Guerra mundial:

La mera perspectiva de que venciesen los aliados en la primera Guerra mundial había suscitado, en efecto, un fuerte movimiento de entusiasmo y esperanza en las corrientes na-cionalistas de todo el mundo, incluida –por ejemplo- la irlan-desa, y eso a pesar de que los irlandeses movilizados en la Guerra luchaban en uno de los ejércitos que serían vencedo-res, el del Reino Unido, cuyos gobernantes no pensaban favo-recer precisamente el independentismo irlandés. Esa parado-ja fue, en realidad, completamente lógica. Durante la Guerra, se derrumbaron los cuatro “imperios” que quedaban en Eu-ropa: el Alemán, el Austro-Húngaro, el Ruso y el Turco. Y los

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cuatro se caracterizaban por ser notablemente interétnicos. En el caso del Alemán, el principal país que no era germano pero estaba integrado en él era Polonia, donde se mantenía desde hacía siglos un empeño constante en mantener la in-dependencia o recuperarla cada vez que se había perdido. El Austro-Húngaro contaba asimismo con Hungría, pero, ade-más, con buena parte del mosaico de pueblos diferentes –y enfrentados en gran medida- que poblaban y pueblan los Balcanes; gran parte de los cuales –los que no pertenecían al Imperio Austro-Húngaro- estaban integrados a su vez en el Imperio Turco (cuya jurisdicción se extendía, además, por numerosos pueblos del Asia Menor). Por fin, el número de et-nias incorporadas al imperio de los zares era enorme.

Como, de esos imperios, alemanes, austriacos y turcos lu-charon contra Inglaterra y Francia (y su aliado norteameri-cano) y el ruso se derrumbó durante la propia contienda, de resultas de la revolución de 1917, los aliados tuvieron que preguntarse cómo resolverían esa situación al acabar la gue-rra, supuesto que vencieran. Y optaron por el “derecho de au-todeterminación de los pueblos”.

Era otra paradoja. El derecho había sido propuesto en la II Internacional socialista, para resolver la contradicción que veían entre el nacionalismo de los socialistas polacos y el in-ternacionalismo que era constitutivo de la propia Internacio-nal. Recuérdese que el ideario socialista –en casi todas sus versiones- ponía por delante la solidaridad de clase a la soli-daridad de nación, que se consideraba una reivindicación “burguesa”. Y, ante el problema que eso implicaba sobre todo en Polonia –donde había un fuerte movimiento socialista y, sin embargo, partidario de la independencia respecto del Im-perio Alemán-, se había resuelto en los años ochenta del siglo XIX con un cambio de expresión en el que se eludía la pala-bra “nación”: el derecho de autodeterminación de los pue-blos.

Que los gobernantes de países de predominio netamente antisocialista, como el Reino Unido o los Estados Unidos de América, aceptasen ese criterio lo explica –en parte- el origen “sudista” del presidente norteamericano Wilson, cuyos aseso-res –“sudistas” también- veían con simpatía los movimientos nacionalistas europeos. Veían en ellos la equivalencia al mo-vimiento defensor del carácter “confederal” y no “federal” de los Estados Unidos que había dado lugar y había sido derro-

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tado en la guerra norteamericana de Secesión, mediado el si-glo XIX. Y aconsejaron a Wilson que hiciera lo que hizo for-malmente –en un discurso que tuvo resonancia mundial- en 1918: anunciar que la inminente victoria sobre aquellos im-perios multiétnicos se resolvería con la fórmula del “derecho a la autodeterminación de los pueblos”112.

Uno de los muchos movimientos nacionalistas europeos que fueron atraídos por el precedente que todo eso implicaba fue el catalanismo.

La intervención catalana en la primera Guerra mundial –sobre todo como soldados integrados en el ejército francés- ha sido objeto de una completa revisión por parte de los his-toriadores, que no la consideran –en general- ni tan multitu-dinaria ni tan “catalanista” como se presentó enseguida113. Pero lo cierto es que se vio así y eso es lo que quedó y recoge Xavier Garcia.

Uno de esos soldados fue Frederic Pujulà i Vallès. Ya sa-bemos de la amistad de Rovirosa con Josep Grau Casas, un condiscípulo de la Escola Industrial, y que Josep sobresalía ya por su afición al esperanto (y más que afición114).

Pudo, por tanto, ser él quien pusiera a Guillermo en rela-ción con Frederic Pujulà i Vallès, el escritor republicano, ca-talanista y radical, que era pionero justamente del movimien-to esperantista catalán. Se trataba de un periodista y aboga-do bastante mayor que ambos; había nacido en 1877 y vivía en Francia desde el invierno de 1905-1906, cuando hubo de exiliarse a raíz de la represión que siguió al incidente del Cu-cut! (cuando un grupo de oficiales de guarnición en Barcelo-na asaltaron los locales de este periódico por sus continuas ironías sobre el ejército español). Pujulà había dado noticia de lo ocurrido en una revista esperantista que se publicaba en París y tenía notable audiencia, Tra la mondo, y un militar español –esperantista también- lo leyó y denunció115.

Nacionalizado francés, pudo regresar de ese modo a Es-paña en 1908 y se le acogió en Barcelona con un homenaje que dio idea puntual del renombre que había adquirido116. Con sus artículos en la prensa barcelonesa, se había conver-tido finalmente en una personalidad conocida en la vida, di-gamos, politicocultural. De esa fama y de su amistad con Grau, es revelador que ambos hablaran en el Ateneo Demo-crático Regionalista, de Barcelona, en el mitin organizado por

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el grupo esperantista Frateco para el sábado 30 de noviembre de 1912117.

Pero, como francés de nacionalidad, Pujulà fue llamado a filas en 1914, al estallar la guerra mundial, y, desde la trin-chera, dio en escribir a sus amigos catalanes las experiencias que iba teniendo, que se publicaron, al menos, desde 1915, y recopilaría después, ya en 1918, en un pequeño volumen, cuyo título, traducido, sería En el reposo de la trinchera: Car-tas del soldado al amigo118.

Uno de los ejemplares de ese opúsculo –el que se guarda en la Biblioteca de Catalunya-, se lo dedicó justamente “al amigo Grau”119. Rovirosa no hizo amistad con Grau, no obs-tante, hasta que se encontraron en la Universitat Industrial como condiscípulo, y Pujulà no pudo regresar a Barcelona antes de 1918. Debió ser al final de la guerra, por tanto, cuando se conocieron y trabaron la amistad de que habla Xavier Garcia, presentados posiblemente por Josep Grau.

xii. Pujulà, como soldado francés, en la portada del folleto De la trinxera estant, (ca. 1915).

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En diciembre volvieron a Barcelona los parlamentarios catalanes que habían abandonado su escaño en la Cámara de Diputados de Ma-drid. Desde hacía unos años las peticiones que se habían hecho para lograr la autonomía de Cataluña eran obstaculizadas por los centralistas. A la Mancomunidad le fueron regateados los mismos servicios que se le habían encargado. La situación llegó a un callejón sin salida. Después de haber enviado un mensaje al Gobierno, que ocasionó la caída del gabi-nete García Prieto, Cambó planteó el pleito catalán al nuevo Gobierno Romanones en pleno Congreso. Viendo que no había nada que hacer, el político de la Lliga y los representantes catalanes, de todas las tenden-cias, se retiraron.

Nota editorial sobre la retirada de los parlamentarios catalanes a finales de 1918:

La guerra mundial había terminado unos días antes, el 11 de noviembre de 1918, y la euforia nacionalista se había acentuado en todo el mundo, al celebrarse el hundimiento definitivo de los tres imperios y la independencia de los gru-pos étnicos integrados hasta esos años en el imperio de los zares, en el Austro-Húngaro y en el Turco; en España, el día 29, se encaminó a Madrid una delegación de la Mancomuni-tat con un mensaje y unas bases sobre las cuales había de elaborarse el oportuno anteproyecto de estatuto de autono-mía para Cataluña. Y, el enfrentamiento consiguiente con el Gobierno (en esos días, el que presidía Manuel García Prieto; desde el 3 de diciembre, el que acaudilló Romanones) y no sólo con el Gobierno, sino con los parlamentarios de otros grupos, llegó a inducir a los diputados catalanistas a aban-donar las Cortes y regresar a Cataluña. Fue entonces cuando los recibieron en Barcelona de forma apoteósica120.

El recibimiento en Barcelona fue apoteósico. El canto de “Els Sega-dors” llenaba el aire del Paseo de Gracia hasta la Plaza de Sant Jaime. Los estudiantes no faltaron. Acudieron con pancartas y banderas. [A los

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gritos de “¡Viva Catalunya!”, Rovirosa, inflamado, añadía los gritos de “¡Viva la República!” y “¡Viva la libertad!121”].

Ese mismo día, ondeaba encima de la chimenea de la Universidad Industrial nuestra bandera [catalana122]. Los estudiantes, para hacer frente a cualquier situación que pudiera darse, llenaron de piedras los torreones de la fachada de la Universidad. Rovirosa intervino activa-mente en ello, dipuesto a defenderse violentamente si hacía al caso.

Como, a los pocos días, era Navidad, el diario [de Aloy Flo123] con-firma que se impuso en el ambiente general “la tregua del roscón”, confirmación, en boca de un joven estudiante, de la mentalidad catala-na, de actuaciones cívicas a arrebatos.

[Rovirosa también llevaba siempre encima la bandera de su tierra. Impresa en un ángulo de su tarjeta personal. Alguna vez la mostraba a los compañeros, diciendo con ironía:

-Aquí procuro no exhibirla, no hay necesidad. Pero cuando estaba en Madrid, sí. La restregaba por las narices de todo el que podía124].

Un par de años más tarde, en octubre de 1920, sabemos de otra ac-tuación suya. Ante la indignación que conmovió toda Cataluña por la muerte del alcalde de Cork, a consecuencia de su huelga de hambre en defensa de la independencia irlandesa, Rovirosa tomó parte destacada en la llamada hecha por la Asociación de Estudiantes. Colocó carteles en las fachadas cercanas a la Universidad Industrial. Tomó parte en la organización de una manifestación ante el consulado inglés, en la calle de Balmes, donde lanzaron piedras contra el edificio.

Nota editorial: La muerte del alcalde de Cork:

Habla el autor de octubre de 1920, cuando se supo, por la prensa, la nueva de la muerte del alcalde –el lord mayor- del lugar irlandés de Cork, Terence MacSwiney, que había sido encarcelado bajo la acusación de retener documentación se-diciosa y condenado a dos años de cárcel en juicio sumarísi-mo. Se había declarado en huelga de hambre mediado agos-to.

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Antes, en febrero, se había promulgado el Home Rule Bill, aprobado previamente en la Cámara londinense de los Co-munes, en virtud del cual el Parlamento irlandés se desdo-blaba en dos: uno con sede en Dublín y 128 miembros y otro en Belfast con 52. Pero el enfrentamiento entre católicos y protestantes había llegado al cénit un mes después, en mar-zo, cuando un grupo de policías del Royal Irish Constabulary –la principal fuerza de choque con que contaban desde 1822 el Gobierno de Londres y sus delegados en Ireland- allanó la morada del lord mayor de Cork –Tomás MacCurtain- y lo asesinó. Las manifestaciones consiguientes reunieron a mi-llares de personas y fue entonces cuando sobrevino el arresto y la huelga de hambre del nuevo lord mayor, Terence MacS-winey.

El recurso a la huelga de hambre en la lucha irlandesa por la independencia había llegado a convertirse en un arma constante y fueron sesenta prisioneros –los más de ellos sin acusación ni juicio- los que la declararon en el verano de 1920, entre ellos el lord mayor. Y todo eso tuvo una enorme repercusión internacional, sobre todo en América y Europa. En la prensa española, se informaba a diario de las vicisitu-des de los huelguistas y, en particular, de la situación física de MacSwiney, cuya muerte se veía venir.

En previsión de la respuesta que pudiera haber en Irlan-da, fue trasladado a la prisión inglesa de Brixton, que fue donde murió. Pero eso no mermó la repercusión en el resto del mundo. En Cataluña, como en otros territorios de cultura predominantemente católica que, de otro lado, estuviera polí-ticamente englobada en un ámbito cultural mayor -como era el caso de España-, el asunto se siguió con especialísima atención; la defensa de su idiosincrasia nacional por parte de los católicos irlandeses se había convertido en ejemplo para-digmático y en vanguardia de lo que habían de hacer todos los demás pueblos que se vieran en esas circunstancias125.

Los aliados no cumplieron sus promesas con los pueblos deseosos de vida propia, ni en los suyos, como el irlandés, ni en otros, como Cataluña, que había ofrecido quince mil vidas por su triunfo126. Veinti-cinco años más tarde, pero como consecuencia de la segunda guerra mundial, los más lejanos, africanos y asiáticos, se independizaron sin pedirles permiso. Y tuvieron que poner buena cara.

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Entre los estudiantes, Rovirosa era el mejor compañero, acogedor, siempre lleno de alegría, propicio al entendimiento, dispuesto a la ayuda fraternal. A su pensión [aquí hay una contradicción, que se repetirá más adelante: Xavier nos ha dicho que al llegar a Barcelona se instaló en casa de sus tíos, como así fue, por lo que no encaja la referencia a la pensión; quizá se confunde con su estancia en Madrid, donde sí se alojó en una pensión] acudían todos para resolver los problemas. A pesar de que andaba tan corto de dinero, adquirió la colección completa de “Science et vie”, revista francesa de matemáticas y ciencias aplicadas, y la ponía a disposición de todos.

Nota editorial sobre la revista La Science:

Se publicaba desde 1913, primero con el título La science et la vie, y era una de las revistas de divulgación científica mejor informadas y más difundidas de Europa127.

A la pensión también acudía, un par de veces por semana, una young lady, que le enseñaba inglés, entrada en años, flaca, de nariz alar-gada, pecosa, con unas gafas ochocentistas, más fea que el pecado.

En la Escuela daba clase de francés el profesor Pastor. Un día, en-caminándose al Centro de estudios, cuando estaba ya cerca, hubo un atentado contra un patrón; fue uno de tantos que tenían la vida de Bar-celona agitada en aquellos meses128. El resultado fue: el patrón muerto y el profesor herido. Para sustituirlo, se llamó a Alfons Maseras, el dilecto novelista y traductor de Leopardi, tan olvidado, muerto después en el exilio129. Al cabo de un par de meses, restablecieron al titular y, como Maseras se había ganado el cariño de los muchachos porque sabía hacer las clases interesantes y llenas de bondad, Rovirosa, en nombre de los demás, lo despidió en clase con un discurso que emocionó a todos.

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Nota editorial sobre la “guerra social” de 1916-1923:

La referencia de Xavier Garcia al atentado sufrido por un profesor cerca de la Universidad Industrial tiene que ver con una situación que ayuda a comprender el ambiente que ro-deaba a Rovirosa130. Desde 1916, algunos sindicalistas re-medaban los gestos -y bastante más que los gestos- de los gangsters neoyorquinos de quienes ya se comenzaba a hablar en los periódicos con cierta insistencia. Y también aquéllos –los sindicalistas- resolvían sus problemas a tiros131. En unas ocasiones eran casos de extorsión, que acababan con la vida de algún empresario y, en otros, se trataba de imponer a los propios obreros de cada empresa concreta que se afiliaran al sindicato que fuese mayoritario en ella. La iniciativa la toma-ron gentes de la CNT. Pero, enseguida, encontraron la réplica de sindicalistas de la UGT y de otras organizaciones e incluso hubo obreros tradicionalistas –católicos por tanto- que llega-ron a formar –ya en 1919- un Sindicato Libre para defender-se con los mismos medios.

Posiblemente Rovirosa estaba en enero de 1918 a pocos metros del lugar inmediato a la Universitat Industrial donde fue asesinado de ese modo uno de los profesores, el que era, además, director de la Escuela del Trabajo de la propia Uni-versitat y gerente de la fábrica Industrias Metálicas, presi-dente de la asociación de patrones de ese sector y de la Unión Española de Transformadores Metálicos, Josep Albert Barret. El atentado se atribuyó enseguida a pistoleros sindicalistas; fue, quizás, una prueba del acierto brutal de quien dice que, a río de revuelto, ganancia de pescadores. La empresa que di-rigía Barret debía suministrar material a los aliados (aún no había terminado la primera Guerra mundial), y los responsa-bles alemanes del gobierno –y del espionaje- decidieron ma-tarlo. En enero de 1918, no fueron pocos los barceloneses “enterados” que estuvieron seguros de que, detrás del asesi-nato, estaba, en realidad, el barón de Rolland, un sirio que se hacía pasar por alemán y que dirigía, en efecto, la red de es-pionaje que tenían en Barcelona los gobernantes alemanes, sobre todo para controlar el tráfico de mercancías por el puerto de la ciudad condal. El cenetista Ángel Pestaña acu-saría de ello al comisario de policía Manuel Bravo Portillo, que habría actuado de acuerdo con Rolland y que fue, en

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efecto, expulsado del cuerpo (y asesinado a su vez en 1919132).

xiii. Mapa y gráfico publicados en 1922, por Farré Moregó, de los delitos sociales en España y su evolución anual en Barcelona, entre 1910 y 1921133.

En noviembre de 1918, el presidente de la Asociación de Ingenieros de Barcelona enviaría un telegrama al presidente del Gobierno español para recordarle que, en esos diez me-ses, desde el asesinato de Barret, se habían sucedido más de

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cuarenta atentados “sociales” y el saldo de víctimas ascendía a veintiuna134.

Otra cita del diario:

“Las risas clásicas de Rovirosa”- Otra de las cosas dignas de mención del I.E.M.A. (Instituto de Electricidad y Mecánica Aplicada) son las verdaderas risas castizas de Guillem Rovi –no su sonreir, tan frecuente-, es quizás el único ser humano que las posee”.

Y es que, ciertamente, tenía un estallido de risas triunfal, que invita-ba a la alegría. A su alrededor todos estaban contentos. Sus expresiones eran del mismo estilo. Según las circunstancias, decía a cualquier com-pañero: “Estás faraónico” o “Estás pantagruélico”. Cuando encontraba a una de esas muchachas que “están bien”, les comentaba: “Está babi-lónica”.

En cambio, así como –tan propio de estudiantes- los compañeros iban detrás de las chicas y, si podían, en la esquina o en el tranvía o en el baile, procuraban ganarse su atención135, a Rovirosa no le notaron nunca un afán mujeriego. No le gustaba flirtear o perder el tiempo con “conquistas” insustanciales.

En clase, sabía conjugar la seriedad con el jolgorio. Un día, mientras el profesor explicaba la lección, escribía este cantar a un compañero, con la tonadilla de La Serafina, cuplé cantado en el Paralelo por Carmen Flores, la cupletista de moda de aquel tiempo, última de la “belle èpo-que”136, con una nota marginal, tan estudiantil también, de “¡Que co-rra!”

El Bigorra tiene una bicicleta que trasnocha a la Marieta.

El Bigorra es el más lindo cuando sube en bicicleta

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y sube hacia aquella esquina.

El Bigorra, el otro día, quiso estrenar una gorra.

¡El Bigorra!

Y la Marieta, al verlo, ya siente cómo se le escurre.

¡Hay Bigorra!

Pero Bigorra, que está débil, me la ha enviado a la porra.

¡Oh Bigorra!

Al poco tiempo, moría este muchacho. Todos los de la clase fueron al entierro. Rovirosa, al acudir a casa del compañero, en una barriada extrema, y verla tan pobre, se conmovió. Y no dejaba de proclamar su disconformidad con aquel estado de cosas que permitían tanta miseria.

También, parodiando otro cuplé de la Flores, Soy cigarrera, le dedi-caba a un compañero:

Pregunten donde quieran, también a las monjitas como a los jesuitas o a las modistillas, quién es el niño majo que querría higos, y os dirán ahora: es el Artigues.Ay Artigues de mi hígado, dicen los electricistas, si me invitas a cinco duros, ya no tendrás horas tristes.

Otro día, ejerciendo de profesor de matemáticas, escribió en la piza-rra las letras “AR”.

- Vosotros, que sois tan avispados, a ver si sabéis que representan dentro de la ciencia.

¡Y no había manera…!

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- Sí, hombre, sí; es el principio de Arquímedes.

En la Universidad, dependiente de la Mancomunidad, se hacía fiesta grande el día de Sant Jordi. Cada año, la Asociación de Alumnos orga-nizaba diversos festejos. La del 23 de abril de 1920 consistió, entre otros, en una función teatral en el “Coliseum Pompeya” y una misa en la capilla del patrón de Cataluña en el mismo Palacio de la Generalitat. Eso indignó a Rovirosa, que decía que la Asociación no debía tener carácter religioso ni político. Y añadía:

-Si la Asociación hace celebrar una misa por sant Jordi, yo, con el mismo derecho, pido dar una conferencia en el local de la Asociación para demostrar la no existencia de Dios.

* * *

El día de san Juan de 1918, el hermano mayor se casó.

Nota editorial: El matrimonio de Jaume Rovirosa i Albet, noticia de interés general:

Entre las “noticias de interés” que procedían de Villanueva y Geltrú y se recogían en el diario barcelonés La Vanguardia, figura el 16 de noviembre de 1917 la petición de mano de Jaume Rovirosa, anunciada con estas palabras:

“Ha sido pedida la mano de la distinguida señorita Mercedes Ribot Brunet para el opulento propietario de esta localidad don Jaime Roviro-sa Albet.

“Parece que se ha fijado la boda para la próxima primavera. Nuestra enhorabuena”137.

Guillem no fue a la boda. Se ve que costaba romper el hielo de esos últimos años, a pesar de que su vida se había convertido en ejemplar. Jaume no había hecho caso de aquella carta.

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Como tampoco haría caso cuando se fue [Guillem138] al servicio mi-litar. Aquél no quiso darle los doscientos duros que eran indispensables para ser soldado “de cuota” y fue un cuñado, hermano de la esposa [de Jaume], quien se los dio. Así, pues, conoció poco la vida militar, sólo lo imprescindible para la instrucción.

Nota editorial sobre las posibilidades legales de disminuir el ser-vicio obligatorio en el ejército desde 1912:

En 1912, se había abolido la llamada redención a metáli-co, que era la posibilidad de eludir el servicio militar –obligatorio para todos los varones desde que el antiguo Ejér-cito Real dio paso al Ejército Nacional, antes de que mediase el siglo XIX-; el procedimiento consistía, sencillamente, en pagar una cantidad de dinero, que redimía enteramente del servicio... y reducía la tropa a gente sin medios para lograrlo (y a gente pobre, por lo tanto, también a los efectos mortífe-ros que pudieran tener las guerras). El sistema se había abo-lido en 1912, después de que se multiplicaran las protestas -sobre todo, con el Desastre (la derrota de 1898 ante la mari-na de los Estados Unidos de América) y los conflictos mogre-bíes (incluida la Semana Trágica de Barcelona de 1909); pero se había mantenido la posibilidad de reducir el servicio a cin-co meses (tres en el primer año y dos en el segundo) si se pa-gaban dos mil pesetas, y a diez (en tres años, con cuatro, tres y otros tres meses en cada uno de ellos) si se pagaban mil. Ése era el sistema de cuotas del que consiguió disfrutar Rovi-rosa139.

Al cabo de pocos meses, le tocó el turno al otro hermano, Josep, Pepet, como le llamaban. Se casó con una muchacha del “Mas Contal”, hacienda de los alrededores de Sant Cugat de Sesgarrigues. Al revés que los padres [de Jaume, Josep y Guillem Rovirosa], que se conocieron, como hemos dicho, por Semana Santa, esta pareja lo hizo también en Villanueva durante el carnaval. Villanueva, de siempre, pero sobre todo con el espíritu fachendón y frívolo de tantos emigrantes que volvían

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enriquecidos de Cuba, se tomó con seriedad hasta principios del siglo XX140 tanto las fiestas de la Pasión del Señor como las de la bullanga carnavalesca. ¿No estamos aquí ante uno de los puntos más visibles, por cercanos, que hicieron desistir a Rovirosa de seguir “practicando”, ante un ambiente para el que valía tanto la resurrección del carnaval como la del hijo del carpintero?Con Josep, Guillem siempre se había entendido a la perfección. El carácter de aquél era alegre, templado, de estar por casa. No era hombre de complicaciones. Podríamos decir que representaba –además de que era el mediano- una posición intermedia entre el hermano mayor, más bien cerrado, de ideas petrificadas, y el pequeño, con cuarenta mil cosas llenándole la cabeza. Era serio en el trabajo, en la familia, en la vida, pero de temperamento festivo y popu-lar. Además, los dos se querían porque, en la medida de lo posible, convivieron. Como el hermano mayor, Josep valoraba la gran capacidad de Guillem. Solía decir que tenía una cabeza como una tartana.

Pepet ejerció, sin duda, desde los primeros años, influencia impor-tante sobre el hermano menor. Era hombre liberal y anticlerical, que no profundizó nunca en el problema religioso. Decía que el de cura era un oficio como otro cualquiera y que se dedicaban a engatusar a la gente. En algunos casos, ciertamente no andaba descaminado. Nunca, no obstante, impidió que su mujer y sus hijos acudieran a misa y fueran buenos católicos.

¡Cuántas consideraciones podríamos hacer aquí sobre estos tres hermanos, hijos de una familia hacendada, rural, el primero de los cua-les, cerrado, era de derechas (por aquello de los intereses a defender, del catolicismo desconocía cosas elementales y cumplía lo mínimo) y los otros, abiertos, eran agnósticos!

En el tiempo del noviazgo de Josep y después, casado, durante años, Rovirosa iba, de tanto en tanto, solo o acompañado de algún amigo, a la masía. En Barcelona se sentía solo y, allí, recobraba un poco el calor familiar que le faltaba. La cuñada era para él un ángel, por las atenciones que le prestaba.

Junto a los jóvenes que había en la masía, él era quien sabía mejor organizar la juerga y animar los buenos momentos de las fiestas familia-res. Entre las sobrinas de la cuñada, había dos, Eulalia y Montserrat, hijas de un hermano. A pesar de que las dos eran hermosas, las prefe-

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rencias de Guillem se dirigían a la primera, de dieciséis años. Era de una belleza clásica, señorial y campesina a la vez, atractiva, inteligente, avis-pada. No lo pensó demasiado. Se enamoró plácida y locamente a la vez. La muchacha iba a estudiar a Villafranca a un colegio de monjas y Rovi-rosa le mandaba allí sus cartas amorosas, llenas de ternura y del fuego de sus veintiún años. Entre los obsequios que hizo a las dos hermanas, hay un álbum entero de fotografías, hechas por él (desde joven tuvo pasión por la fotografía), algunas, de sí mismo, y otras, de excursiones que había hecho a Granada, a Sant Miquel del Fai, a Montserrat… El obsequio estaba dirigido a Laieta141.

Ella también se sentía atraída por las dotes del joven Rovirosa, atrac-tivo, bien plantado, impecablemente vestido, despierto, alegre, de talen-to inusual en los muchachos de su edad, pero… había un detalle que le desagradaba y que la hizo reflexionar y desistir: su espíritu sectario y “comecuras”.

Y es que Rovirosa, junto a su temperamento juvenil festivo, tenía obsesión contra todo aquello que oliera a cera. Era todo él un estruen-do, tan lleno de la alegría expansiva que desbordaba como de la obse-sión antieclesiástica que le arrastraba. Estaba en la plenitud. Aprove-chaba cualquier ocasión para reírse de los curas y de las monjas, que vivían de espaldas, predicando lo que no sentían, panzudos; que hacían comedia. Imitaba los gestos “litúrgicos” para ridiculizarlos. Explicaba con gracia chascarrillos que llegaban a la obscenidad. Se cebaba en ello. Se cobraba –ahora que no dependía de nadie, porque le habían dejado solo- de todo cuanto había fingido, obligado desde los catorce hasta los dieciocho años. No había nada en él por donde se le pudiera agarrar para hacer que reflexionara. Era una rabia que podía más que él mismo.

En el otoño de 1920, durante unos meses, sin abandonar los estu-dios, hizo el servicio que le correspondía como soldado de cupo. Al final de octubre, con un amigo que había iniciado recientemente la carrera de farmacia, de Villanueva, en las antípodas de su modo de ser, reservado, cumplidor, de hablar lento y voz baja, emparentado también con el Mas Contal, fue Guillem a Sant Cugat a pasar unos días.

El día de Difuntos, fueron todos los jóvenes a buscar setas por los bosques del entorno. Y eso le vino estupendamente para mofarse de todo el aparato macabro que, en aquel tiempo, se estilaba en los tem-

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plos para conmemorar esa fiesta litúrgica, con toda la pompa funeraria, con decorados de cartón en el altar mayor donde se veían hombres y mujeres púdicamente desnudos que se quemaban en el Purgatorio en medio de las llamas, vigilados por ángeles de espadas rutilantes con indumentaria romana.

Guillem entonó la cantinela que cantaban los sacerdotes en los fune-rales, haciendo de chantre, con una letra que le puso él mismo. Decía:

Arroz con sepia, venga el duro, hoy uno y mañana otro; igual me fastidia si son como si no son. Las puertas del infierno están abiertas para poner a los curas…

Coros angelorum, que se muera otro, otro, otro, y cobraremos un duro más.

Las puertas del infierno están rotas en tro-zos.

Que si somos, que no somos.

Juguémonos una pela a que somos, juguémosla.

Debía continuar largo y picante. Pero nadie se acuerda de nada más.

De momento, todos se reían, pero después, especialmente Laieta, le hacían ver su desagrado. Entonces, todos –y él también- se quedaban un poco chafados. Y, mostrando ya el temperamento que tanto lo había de distinguir, añadía:

-Bueno, no os enfadéis. Ya sabéis que os quiero a todos… pero os pido que no me habléis de curas y monjas.

¡Se ve que le mareaba aquel asunto!

¿Qué cambio habría habido en su juventud, qué perspectivas se habrían abierto a su vida, si aquella muchacha le hubiera correspondi-do?

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Ese mismo día, se hicieron unas fotos en el jardín de la casa. Él iba con un jersey blanco de cuello alto, como el que usaba el portero Za-mora142, y con bandas de soldado. Le hizo una a Laieta. A los pocos días se la dedicaba:

“A la que es todo gentileza, Eulàlia Milà, le dedica esta fotografía, hija de su figura, como recuerdo de unos días inolvidables, su buen amigo

G. Rovirosa”

Le hizo una a ella y otra a su hermana. La de Laieta, se la quedó él mismo. A la de la hermana le puso esta dedicatoria:

Las flores, con tal de ser bellas tuercen el cuello al compararse contigo.

Las mismas estrellas relumbrarían me-nos, ciertamente,

si te viesen entre ellas en la noche serena, en el ancho azur.

Tus ojos exhalan poesía…

Con los años, ha quedado descabezada; porque, como en todas las casas, las fotografías sirven para entretener a los pequeños cuando tie-nen sarampión o cualquier otra enfermedad.

1 Dice nueve años. Pero ya hemos indicado –y documentado- que fue a los once, en 1909.

2 El texto completo, en “El primer traidor...”, cit. supra, 544-545.

3 Hemos comprobado de visu que no existe ya ese colegio, al menos en el lugar citado.

4 Se trata de la que era fachada principal en los días del nacimiento y bauti-zo de Rovirosa. La iglesia fue destruida después, durante la guerra de 1936-1939, y reconstruida y, en la reconstrucción, se optó por reorientar completa-mente el templo, de manera que esta fachada quedó convertida en cierre de la cabecera de la iglesia, donde se alza el altar.

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5 Se trata seguramente de una de las grandes columnas que hoy cierran la

iglesia por detrás de la plaza que se abre ante ella. Destruida durante la guerra de 1936-1939, quizá criterios urbanísticos indujeron a reconstruirla reorientan-do el templo ciento ochenta grados y la antigua entrada fue tapiada, de manera que las columnas de acceso están embutidas en el muro.

La anécdota, en las notas autobiográficas del propio Rovirosa que envió Jean Delfosse a Xavier Garcia el 2 de julio de 1968 desde Bruselas (doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103).

6 Eduard Toldrà i Soler, más tarde importante músico y compositor (Villa-nueva y Geltrú, 1895-Barcelona, 1962), que vivió en Villanueva y Geltrú preci-samente hasta 1905, año en el que se trasladó a Barcelona, aunque mantuvo la vinculación con su tierra natal, como lo ponen de manifiesto los numerosos conciertos que en ella dio. “La famìlia Toldrà del carrer del Caputxins s´havia traslladat a viure al carrer del Jardí, núm 15. Al mateix carrer hi vivia la familia Rovirosa-Albet, el fill de la qual, Guillem, dos anys menor que Toldrà fou company de jocs i entremaliadures. Amb el pas del temps, els dos foren dues grans personalitats representatives de la Catalunya del segle XX. Eduard Toldrà en el món de la música i Guillem Rovirosa en el món de la tècnica i de postulat sociològic en defensa de las classes obreres” (Retrato nº 2, publicado por el ayuntamiento de Villanueva y Geltrú en 1999 y firmado por Joan Ale-many i Moyà, pág. 3).

7 Se refiere a Salvador Samà y Martí, marqués de Marianao, fallecido en 1866; al ser soltero y no tener descendencia, al menos reconocida, su notabilí-sima fortuna pasó a su sobrino nieto Salvador Samà Torrents, segundo mar-qués, al que se le concedió el título de Grande de España en 1893, que era el que vivía en los años de la infancia de Rovirosa, pues murió en 1933. No obs-tante, dejó también donaciones monetarias y otros bienes a todos los miem-bros de la familia y dispuso en el testamento dinero para diversas obras de caridad y para que se construyera un colegio en Villanueva y Geltrú.

8 Desde aquí, cambiamos el orden de las frases de la manera que va arriba. Incluimos a continuación la traducción de acuerdo con el original catalán y la interrumpimos con aclaraciones, entre corchetes, de los errores que explican la reordenación que proponemos:

“En ese primer curso murió el padre, a los cuarenta y seis años. [Xavier Garcia se refiere al primer curso de Guillem en la sección de enseñanza prima-ria que los escolapios tenían en la calle Sant Gervasi. Por tanto, el padre de éste habría muerto durante el curso 1905-1906. Sabemos sin embargo que falleció

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el 10 de febrero de 1909: vid. el acta de defunción y la inscripción del entierro católico, respectivamente en el Registro Civil de Villanueva y Geltrú (doc. 19090210) y en el Arxiù Parroquial de San Antoni Abbat (Villanueva y Geltrú, España), libro XXIV de Defunciones, f.197v, núm. 23 (1909) (doc. 20090606). Sí es cierto, en cambio, que tenía cuarenta y seis años, según consta en esa misma documentación. El error de Xavier Garcia se debe, obviamente, a que hace suya la afirmación de Rovirosa de que su padre falleció cuando él tenía nueve años, siendo así que tenía once, según vimos en su momento]. Fue una muerte inesperada. La madre, igual que en Rocacrespa, estaba en la habitación de los bajos, sentada durante el día en el sofá o en un sillón y, por la noche, en una cama que allí mismo había, con la finalidad de que la abuela Clareta, que era la que llevaba la casa, la tuviera al alcance.

“El padre dormía en el piso, en el dormitorio de matrimonio. Desde que Anna enfermó de parálisis, era imposible dormir a su lado, ya que un leve movimiento en la cama suponía un gran tormento para ella.

“El día 10 de febrero de 1907 [en realidad, 1909], día de San Guillermo, viendo que el padre no bajaba, fueron a llamarle, pensando que se había dor-mido, y se lo encontraron muerto, ya frío. Una angina de pecho. Hemos podi-do hablar con el señor Almirall, ingeniero agrónomo y ex alcalde de Sitges, amigo preferido de aquellos años, que recuerda a Guillem con la bata del cole-gio completamente negra.

“A raíz del fallecimiento, Anna, con el consentimiento de todos, pero por iniciativa de la abuela Clareta, decidió que Guillem celebrase su santo el 25 de junio, fiesta de otro san Guillermo, el ermitaño. Y así quedó para siempre.

“A los once años [por tanto, en 1908, cuando aún vivía su padre], comenzó el bachillerato en el Colegio Samà, de los padres escolapios. Hacía pocos años que se habían establecido en Villanueva, gracias al legado que el marqués de Marianao, Salvador Samà, había hecho para la construcción de un soberbio colegio. [La documentación del Colegio Samà se perdió durante la guerra de 1936-1939, según nos indican en el mismo y en el Archivo de la Provincia Escolapia de Cataluña. El colegio subsiste, en los edificios de que habla Xavier Garcia].

“En casa quedaron la abuela, la madre y los dos hermanos. El mayor iba a Barcelona, donde estudiaba peritaje agrícola. Después hizo dos peritajes más. El mediano empezó a trabajar en una casa de vinos, de Barcelona, con el obje-tivo de aprender a elaborarlos. Después marchó al Vendrell, donde montó una destilería de espirituosos.

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“Guillem empezó entonces el bachillerato en los Escolapios, en régimen de internado [Para evitar el error recurrente, traducimos libremente esa frase por “Comenzado el bachillerato en los Escolapios, Guillem quedó en régimen de internado”] y pasaba el fin de semana, de sábado a lunes, con la familia. De esta forma, la abuela podía estar más pendiente de la casa”.

9 Como se indica en el lugar correspondiente de este corpus documental, según la información recibida de los responsables del Archivo de la Provincia Catalana de las Escuelas Pías, no conservan documentación de este colegio anterior a 1936.

10 No encontramos este texto en las Obras completas ni demás documen-tos que conocemos.

11 Añadido nuestro.

12 Noticia de la beatificación, en ABC, 14 noviembre de 2005. La biblio-grafía que ha generado es enorme. Entre las biografías traducidas al castellano, recordamos la de Jean-François Six, Vida de Charles de Foucauld, Madrid, Taurus, 1966, 332 págs.

13 Sigue en pie, también en lo que atañe a Simone de Beauvoir, el clásico de Charles Moeller, Literatura del siglo XX y cristianismo, t. V: Amores humanos: Françoise Sagan, Bertolt Brecht, Saint-Exupéry, Simone de Beauvoir, Paul Valéry, Saint-John Perse, 1ª reimpr. de la 2ª ed., Madrid, Gredos, 1978, 467 págs.

14 Añadimos esta aclaración.

15 La Veu de Catalunya, 6 de junio de 1897: “ja no és noblesa ni catalana. És una mena de mòmia, com les d’Egipte. Abans era un cos viu, fort i musculós: varen treure-li s’ésperit […]. Va deixar de ser catalana i ja no és res”: cit. Enric Jardí, Les doctrines jurídiques, polítiques i socials d’Enric Prat de la Riba: Borsa d’estudi Prat de la Riba, Barcelona, Institut d’estudis catalans, 1974, 56.

16 El original, en efecto, está en catalán y se conserva copia mecanografiada en el Archivo de la Comisión Permanente de la HOAC, Fondo Xavier Garcia (doc. 19120000).

17 Todo este subtítulo que va entre paréntesis, fue señalado por el censor de 1971 para que fuese suprimido; no así por el de 1975.

18 Este inciso aparece en la versión de 1971 pero no lo señaló el censor. No sabemos si lo quitó el propio Xavier Garcia cara a la edición de 1977, dado que

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los gobernantes de la Transición no sólo permitían el uso –que nunca había cesado-, sino la enseñanza oficial del catalán. Lo singular –y lo que hace difícil establecer un texto definitivo, es lo que sigue. Se comprenderá, simplemente, transcribiendo lo que aparece en la versión de 1971 y no en la de 1977 y, de aquello, poniendo entres los signos < y > lo que señaló el censor de 1971 como algo que procedía quitar:

“la llengua proscrita… Acaba dient: Seguim donchs l’antich exemple sent honrats com nostres avis, fem del taller sagrat temple <y esborrem los vells agravis torni a naixer nostre gloria y aixís puga un jorn escriurer de nostre patria, l’Historia ¡Catalunya es nació lliure! Catalunya y sempre avant sia nostre crit de guerra; Catalunya y sempre avant mal que s’enfonze la terra>”.

Arriba, en el texto, nos ha parecido mejor añadir “la lengua proscrita” (por si fue censurada, aunque no conste así en las pruebas de imprenta de 1971) pero, antes de continuar con lo que aparece en esa versión (que es lo que co-mienza en “Acaba diciendo”, vamos a insertar la traducción castellana del poema que hemos hallado y que, sin embargo, no contiene lo que Xavier Gar-cia transcribió como terminación).

19 Las primeras narraciones del martirio de santa Eulalia han sido recopila-das por Roger Berger y Annette Brasseur, Les séquences de sainte Eulalie, Ginebra, Droz, 2004, 207 págs.

20 La primera narración escrita de la que tenemos noticia, relativa a Otger Cataló, está inserta en las Histories e conquestes dels reys de Aragó e comtes de Barcelo-na, de Pere Tomic (1438), reed. varias veces (así en Valencia, Anubar, 1970, 180 págs., que es facsímil de la ed. de 1534), y sigue siendo de interés el trabajo de Miquel Coll Alentorn, La llegenda d’Otger Cataló i els nou barons, Barcelona, Institut d’estudis catalans, 1947-1948, 47 págs.

21 El mismo Coll Alentorn dedicó un buen estudio a Guifré el Pelós en la his-toriografia i en la llegenda, Barcelona, Institut d’estudis catalans, 1990, 140 págs.

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22 Una visión reciente de la repercusión –entre otras cosas- de los decretos de Nueva Planta, en Rosa María Alabrús, Felip i l’opinió dels catalans, Lérida, Pagès, 2001, 463 págs., sin olvidar la reed. de la obra clásica de Salvador Sanpe-re i Miquel, Fin de la nación catalana, con estudio introductorio de Joaquim Alba-reda i Salvadó, Barcelona, Base, 2001, 2 volúmenes. Sobre la situación previa de Cataluña (y los demás territorios afectados), José María Iñurritegui, Gobernar la ocasión: Preludio político de la Nueva Planta de 1707, Madrid, Centro de estudios políticos y constitucionales, 2008, 205 págs.

23 Lo que va entre corchetes ([…]) no se incluyó en la edición final de 1976. Pero lo señalado por la censura de 1971 como algo que había que quitar es lo comprendido entre estos otros signos: < >.

24 Que tampoco hemos hallado entre los papeles de Xavier Garcia.

25 Estas cuatro poesías, en castellano en el original.

26 El premio mayor de la lotería española.

27 En el original catalán, dice “mont”, probablemente por “mond”.

28 La poesía que sigue, en “castellano” en el original.

29 Cuando Xavier Garcia escribió el libro, entre 1964 y 1977.

30 En castellano en el original.

31 Como colegio privado, el Samà de Villanueva y Geltrú dependía de un Instituto estatal, que era el General y Técnico de Barcelona y que, cuando acudimos a él, se denominaba Jaume Balmes. A falta del expediente de los escolapios, perdido en la guerra de 1936-1939, el de Rovirosa se encuentra en el archivo de este Instituto. El dato que da Xavier Garcia sobre el certificado de 26 de agosto de 1915 no sólo es fidedigno, sino que hace pensar que Garcia vio ese expediente o, quizás, el título (o un certificado del mismo). La razón por la que lo aseguramos es que, en el diario barcelonés La Vanguardia, 28 de agosto de 1915, pág. 2, se da la noticia de que el rector de la universidad de Barcelona acababa de firmar, en efecto, los últimos títulos de bachillerato que se le habían puesto a la firma; se enumera a continuación a los titulares y, entre ellos, a Guillermo Rovirosa.

32 Sería más riguroso decir que había sido nombrado tutor de Guillem por su madre, Anna, para cuando ella falleciese; cosa que aún no había sucedido cuando Guillem fue con su hermano a Madrid.

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33 El texto, en Jaume Vicens Vives y Montserrat Llorens, Industrials i politics

al segle XIX, Barcelona, Teide, 1958, pág. 111. También lo cita, en parte, Ale-jandro Sánchez Suárez: “La burguesía catalana en la obra de Jaume Vicens Vives”: Manuscrits, núm. 3 (1986), 55.

34 Murió el 13 de febrero de 1916 y el sepelio tuvo lugar, a lo que parece –y como era habitual-, al día siguiente: vid. el acta de defunción de María-Ana Albet Almirall, Registro Civil de Villanueva y Geltrú, 13 de febrero de 1916 (doc. 19160213), y la inscripción de la defunción y entierro católico de María-Ana Albet Almirall en el libro de difuntos de la parroquia de San Antonio Abad de Villanueva y Geltrú, 14 de febrero de 1916 (doc. 20090606).

35 Traducimos casi literalmente lo que dice al respecto en el doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103.

36 Vid. testamento de Ana Albet y Almirall, Villanueva y Geltrú, 9 de mar-zo de 1909, Arxiù Comarcal del Garraf (Villanueva y Geltrú, España), Fons notarials, Notario Pedro Vidal y Bertrán, f. 202-205v.

37 Es, en efecto, un texto de Rovirosa, “El primer traidor cristiano…”, loc. cit. supra, 546-547.

38 Esta afirmación de Xavier Garcia supone que habla del curso 1915-1916, que fue cuando, en efecto, falleció la madre de Rovirosa. El dato pone de relieve una laguna: Guillermo había acabado el bachillerato en 1914 y debía estar en Madrid en 1915. Pero no sabemos desde cuándo, si ya desde el otoño de 1914 o después. Recuérdese que el título de bachiller no le fue expedido hasta agosto de 1915, según documentábamos en una nota anterior. Pero no era imprescindible tenerlo para preparar el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos, que es lo que hizo en Madrid. Por otro lado, según el vigente “Reglamento para la Escuela especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos”, 2 de enero de 1914 (apud Gaceta de Madrid, 3 de enero de 1914, págs. 35-40), art. 38, para tomar parte en los “ejercicios de oposición” que había que hacer para ser admitido en el curso preparatorio de la Escuela, había que solici-tarlo del director de la misma en el mes de junio. Es difícil, por tanto, que lo hiciera en el de 1914, si fue en esos mismos días cuando se examinaba de los finales de bachillerato. Además, para preparar esos “ejercicios de oposición” en que consistía el examen de ingreso, había un programa estricto, que se publi-caba con un año de antelación al menos (art. 38 también), por lo que es de suponer que requiriese un cierto tiempo de preparación. El programa vigente en junio de 1914 era el que se había publicado en la Gaceta de Madrid el 27 de

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septiembre de 1913 (vid. la propia Gaceta, 8 de febrero de 1914, pág. 346). Para esa preparación había en Madrid academias especializadas en ello y profesores particulares –muy caros, por cierto-; es de suponer que Rovirosa empezó, por tanto, por ahí. Pero no hemos logrado dato alguno sobre ello, ni en ese sentido ni en ningún otro. Recordamos, por otra parte, que la Gaceta de Madrid puede consultarse directamente en Internet.

39 Esta frase no aparece en la versión de 1971; pero probablemente fue añadida por Xavier Garcia para aclarar la que sigue. Lo respetamos por ello.

40 “Reglamento para la Escuela especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos”, 2 de enero de 1914, cit. supra. En el archivo de la Secretaría de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, hoy incorporada a la Universidad Politécnica de Madrid, no se conservan registros de los alumnos que hacían las pruebas de ingreso o los exámenes de los demás cursos; sólo los nombres de los aprobados en aquél y en éstos se consignaban puntualmente en los libros de actas de la Junta de la Escuela celebradas entre 1914 y 1917, libros de actas que se conservan y hemos consultado en la secretaría de la propia Escuela.

También hemos barajado la posibilidad de que estuviera en vigor lo que se había impuesto por real decreto en 1900: que, en el examen de ingreso en la Escuela, los aspirantes sólo tuvieran que demostrar conocimientos de cálculo infinitesimal y de geografía descriptiva, previa demostración de que habían aprobado dos cursos de análisis matemático y los de geometría y geometría analítica en alguna Facultad de Ciencias de España. Vid. Inchaurrandieta, “Condiciones para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos…”, loc. cit., 188-189, e Instrucciones y programas para los exámenes de ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos aprobados por Real orden de 4 de Abril de 1902 con las modificaciones introducidas por reformas del Reglamento, aprobadas por Reales decretos de 4 de Marzo de 1904 y 17 de dicho mes de 1905, Madrid, Suceso-ra de M. Minuesa de los Ríos, 1905, 32 págs. El real decreto de 4 de abril de 1902 se había publicado en la Gaceta de Madrid, núm. 114 (24 de abril de 1902), pág. 372scan12131.pdf. Sin embargo, no aparece esa opción en el reglamento vigente desde el 3 de enero de 1914, que hemos citado supra, ni consta el nombre de Guillermo Rovirosa en los libros de registro de alumnos matricula-dos en la Facultad de Ciencias correspondientes a los años 1914-1919 –ni entre los oficiales ni entre los denominados “no oficiales”-, que se conservan en el Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid, que también hemos consultado.

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41 Se refiere probablemente a Juan XXIII, Diario del alma y otros escritos piado-

sos, Madrid, Cristiandad, 1964, 582 págs. Hay una reed. española del Diario de un alma aparecida en el año 2000 (Madrid, San Pablo), que, obviamente, no pudo ser la que leyó Xavier Garcia.

42 En el original, dice 1915. Es un error, acaso tipográfico. El acta de de-función, que se conserva en el Registro Civil de Villanueva y Geltrú, lleva fecha de 13 de febrero de 1916 (doc. 19160213); la del entierro católico, la del día 14 inmediato, siempre en 1916 (Archivo de la Parroquia de San Antonio Abad, Villanueva y Geltrú, doc. 20090606).

43 Introducimos esta aclaración, que no figura en el original, porque, en los párrafos que siguen, no queda claro de cuándo se habla. La aclaración se basa únicamente en la frase que emplea Xavier Garcia en el original: “el curso si-guiente” al 13 de febrero de 1916 fue el que comenzó en octubre de ese mismo año.

44 El final del curso siguiente (que hubo de ser el de 1916-1917) debió ser la primavera de 1917, supuesto que Xavier Garcia no lo entendería en un sentido estricto (que el curso acababa en septiembre, después de las vacaciones de verano), sino en el que es habitual aún hoy en España: se entiende que el curso acaba en junio, con la convocatoria ordinaria de exámenes finales. La de sep-tiembre era convocatoria administrativamente “extraordinaria”.

45 Vid. Arxiù Comarcal del Garraf, Villanueva y Geltrú, Fons notarials, Notario Pedro Vidal y Bertrán, f.202-205v, doc. 19090309.

46 Doc. 19060000APHOAC_FXG.

47 Vid. “Nuevo laboratorio de electro-mecánica en la Escuela de Ingenie-ros de Caminos”, Revista de obras públicas, núm. 2.135 (1916), 433-434.

48 Luis Gaztelu: “Las matemáticas del ingeniero y su enseñanza”, Revista de obras públicas, lxii, núm. 2004 (1914), 96.

49 Luis Gaztelu: “Matemáticas prácticas de John Perry”, Revista de obras pú-blicas, lxii, núm. 2062 (1914), 164. Aunque las páginas de Gaztelu (que se suce-dieron en varios números de la revista), se presentaban expresamente como una traducción anotada de la obra de Perry, basta leerlos para comprender que se trata de un resumen muy personal. Suponemos, por otra parte, que el origi-nal es Practical mathematics: Summary of six lectures delivered to working men by Professor John Perry… at the Museum of Practical Geology, Jermyn street, February and March,

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1899, with certain exercises supposed to be worked after every lecture, Londres, H.M. Stationery off. by Wyman and sons, limited, 1899, 127 págs.

50 El texto que sigue, en Escola de Directors d’Indústries Elèctriques: Curs 1917-1918, Barcelona, Escola Industrial de Barcelona (Instituto d’Electricitat apli-cada), Imp. Casa Caritat, 1917, scan11795.pdf, pág. 3, en catalán en el original impreso.

51 Ignacio Padró y Pons, casado con Teresa Albet y Almirall y farmacéutico avecindado en Barcelona, que aparece como protutor de sus sobrinos –los Rovirosa Albet- en el testamento de Anna Albet, mencionado supra.

52 Vid. Joan Carles Alayo i Manubens, L’electricitat a Catalunya, de 1875 a 1935, Lérida, Pagès, 2007, 943 págs. También, Jordi Maluquer de Motes, “L’électricité, facteur de développement économique en Espagne”, en 1880-1980: Un siècle d’electricité dans le monde, París, Presses universitaires de France, 1987, 57-67; Carles Sudriá, “La electricidad en España antes de la Guerra civil: Una réplica”, Revista de historia económica, viii, núm. 3 (1990), 651-660, sobre el alcance real de la electrificación, en debate con otros historiadores.

53 Vid. Albert Balcells et al., La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia, Bar-celona, Institut d’estudis catalans, 1996.

54 Vid. Moderantismo y educación en España: Estudios en torno a la Ley Moyano, coord. por Leoncio Vega Gil, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Flo-rián de Ocampo, 1995, 178 págs.

55 “Fomento de Trabajo Nacional: Proyecto de escuelas industriales eleva-do al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes”, publicado en la propia revista del Fomento, El trabajo nacional, y reproducido en la de Indus-trias e invenciones, xxxiv (1900), 47-48, 57-59, 73-74, 81-82, 89-90, 97-98, 107-108 y 115-116. Debemos la localización de esta otra versión a Antoni Roca Rosell, “El Laboratori general de Ensayos de Barcelona (1922): La técnica y la ciudad”, Scripta nova, núm. 69 (2000), en www.ub.es/geocrit/sn-69-3.htm.

56 Lo que sigue –y bastante de lo que precede-, lo deducimos sobre todo de L’obra realitzada: Anys 1914-1923, Barcelona, Mancomunitat de Catalunya, 1923, 3 volúmenes; especialmente vol. subtitulado I. Organització i administra-ció general de la Mancomunitat, II. Cultura e instrucció, III. Agricultura, págs. 267-411, pero, además, de las elaboraciones propiamente historiográficas de Antoni Roca Rosell, “Ciencia y sociedad en la época de la Mancomunitat de Calalunya”, en Ciencia y sociedad en España, ed. por José Manuel Sánchez Ron, Madrid, Ediciones El Arquero y Consejo Superior de Investigaciones Científi-

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cas, 1988, pásg. 223-252, y la parte correspondiente de la obra monumental de Alexandre Galí, Història de les institucions del moviment cultural a Catalunya, t. IV, Barcelona, Fundació Galí, 1981. Sobre la gestación de esta obra y el propio protagonismo de Alexandre Galí en su articulación y desarrollo, Jordi Galí Herrera, “Alexandre Galí (1886-1969): Política i pedagogia”, Educació i història: Revista d’història de l’educació, núm. 7 (2004), 382-396, en http://publicacions.iec.cat/repository/pdf/00000031/00000065.pdf.

57 Apud Estatutos del Fomento del Trabajo Nacional, Barcelona, Impr. Hijos de Domingo Casasnovas, 1917, 332 págs. Sobre su situación en los días de los que hablamos, Magda Sellés i Quintana, El Foment del Treball Nacional, 1914-1923, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2000, 418 págs. Por la significación política y religiosa del autor, llama la atención la presencia en él, en 1892, de Ramón Nocedal, “Discurso pronunciado en el Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona la noche del sábado 19 de noviembre de 1892”, en Obras, t. VIII: Discursos IV: Cataluña y el Fomento del Trabajo Nacional, Cortes de 1901-1902, Madrid, Impr. de Fortanet, 1914, págs. 1-37.

58 Vid. Antonio Cánovas del Castillo, De cómo he venido a ser doctrinalmente proteccionista, Madrid, Impr. de Fortanet, 1891, 69 págs.

59 El giro proteccionista internacional del último cuarto del siglo XIX es un tema extremadamente conocido de los historiadores, que cuenta, por eso, con una bibliografía muy amplia. Remitimos a la revisión de Leonard Gomes, The economics and ideology of free trade: A historical review, Cheltenham, Edward Elgar, 2003, x + 350 págs. Más reciente y en una perspectiva aún más amplia, Johan F.M. Swinnen, Agricultural protection growth in Europe, 1870-1969, Lovaina, University of Leuven, 2009, 26 págs. (www.worldbank.org/argdistortions y http://purl.umn.edu/50296). Sobre el giro español de 1890, Marcela Sabaté Sort, El proteccionismo legitimado: Política arancelaria española a comienzos de siglo, Madrid y Zaragoza, Civitas y Prensas Universitarias de Zaragoza, 1996, 326 págs., que cubren, en realidad, el período 1890-1914.

60 Guillermo Rovirosa, “¿De quién es la empresa?” (1963), en Obras comple-tas, II, 319-320.

61 Ibidem, Guillermo Rovirosa, “¿De quién es la empresa?” (1963), en Obras completas, II, 282.

62 Guillermo Rovirosa: “La sociedad anónima: ¿Qué es eso?”, ¡Tú!, núm. 79 (1949), y Obras completas, III, 179.

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63 En ese sentido, Guillermo Rovirosa, “La reforma de la sociedad anóni-ma” (1949), en Obras completas, III, 234.

64 En este sentido, Guillermo Rovirosa, “Terciarios” (1963), en Obras com-pletas, III, 294.

65 “Libro del cursillista” (1950), en Obras completas, IV, 83-84.

66 Traducimos literalmente el plan de estudios que se publicó en Escola de Directors d’Indústries Elèctriques…, cit. supra, págs. 6-7. Hay otra enumera-ción de las materias en Joan Carles Alayo, “Desenvolupament de la tecnologia elèctrica a Catalunya, 1875-1935”, en Centenari de l’electricitat a Figueres: Actes del I Simposi electrotécnic català: Figueres, 9 i 10 d’octubre de 1997, Barcelona, Marcombo (Boixareu editores), 1999, pág. 62.

67 Ibidem, 4-5.

68 Vid. Rosa Soler i Mòdena, Catàleg del fons bibliogràfic Esteve Terradas, Barce-lona, Institut d’estudis catalans, 1994.

69 “El primer santo: Dimas el ladrón” (1958), en Obras completas, I, 355.

70 “La virtud de escuchar” (1962), en Obras completas, II, 80.

71 Cit. Roca Rosell, “El Laboratori general…”, cit. supra, de un folleto de la Escuela publicado en 1920. Se trata sin duda del Instituto de Electricidad y Mecánica aplicadas, Barcelona, Escuela Industrial de Barcelona, 1920, 87 págs.

72 Casi literalmente, en Escola de Directors d’Indústries Elèctriques…, cit. supra, pág. 5.

73 Sobre lo que sigue, Guillermo Lusa Monforte, “El conflicto con la Di-putación (1917): La plena incorporación de la Escuela al Estado” y “La Escue-la de Ingenieros en el recinto de la Universidad Industrial (1927)”, Documentos de la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona, núm. 13 (2003), 3-50, y núm. 14 (2004), 3-54, disponibles en https://upcommons.upc.edu/revistes/. También, Balcells et al., La Mancomunitat…, 472-474.

74 Sobre lo que fue la Mancomunitat catalana y su obra, Albert Balcells et al., La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia, Barcelona, Institut d’estudis cata-lans, 1996. El abogado Prat de la Riba presidió la Mancomunitat hasta el mis-mo año 1917, en que murió. Fue un prestigioso político de acendradas creen-cias católicas. Fue, sin duda, decisivo para la Universitat Industrial. Pero no se puede decir que fuera iniciativa suya, al menos a priori.

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75 Cfr. Balcells et al., La Mancomunitat…, 469.

76 Hay que advertir, con todo, que no era mucho menor la exigencia del calendario en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid: no había clase “los domingos, días de fiesta o luto nacional, […] los tres de Carnaval y Miér-coles de Ceniza, los de la Semana Santa, los once últimos del mes de Diciem-bre y seis primeros de Enero y los días y cumpleaños de SS.MM. los Reyes reinantes y de S.A.R. el Príncipe de Asturias” (art. 58, “Reglamento…”, 2 de enero de 1914, cit. supra).

77 Vid. Antoni Roca Rosell y José Manuel Sánchez Ron, Esteban Terradas (1883-1950): Ciencia y técnica en la España contemporánea, Barcelona, El Serbal, 1990, 358 págs.; también, la semblanza del propio Antoni Roca Rosell, Esteban Terradas, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1991, 352 págs.; del mismo autor, Esteve Terradas i Illa: Semblança biográfica: Conferència pronunciada davant el Plé per… el dia 20 d’octubre de 1997, Barcelona, Institut d’estudis catalans, 2000, 18 págs., y la coordinación del catálogo de la exposición Esteve Terradas (1883-1950): Enginyeria, arquitectura i ciència al segle XX, Barcelona, Universidad Ramón Llull, 2004, 212 págs. Además, la colección de estudios del Grup de treball d’història de la ciència (IEC): Cinquanta anys de ciència i tècnica a Catalunya: Entorn l’activitat d’E. Terradas (1883-1950) (27 i 28 de setembre de 1984), Barcelona, Institut d’estudis catalans, 1987, 258 págs. Sobre las relaciones entre Terradas y Eins-tein, Emma Sallent Del Colombo y Antoni Roca Rosell, “La cena ‘relativista’ de Barcelona (1923)”: Quark, núm. 36 (2005), 72-84.

78 En castellano en el original.

79 Con la Mancomunitat y con la Universitat Industrial, acabó, ciertamente, el general Primo de Rivera, dictador entre 1923 y 1930. Como por lo demás es previsible, lo primero se hizo por la vía de la mera supresión; lo segundo, en cambio, por la vía de legislar sobre los estudios técnicos para toda España y obligar a que se adecuaran a esa organización las instituciones de la Universitat Industrial que pudieran hacerlo.

80 Entre 1964 y 1977, cuando escribía Xavier Garcia.

81 Habla, claro es, de 1971; aunque no podemos asegurar que su visión de la que ahora es “actual” fuese distinta.

82 Según Garcia, Rovirosa…, 73.

83 Sobre lo que sigue, Albert Serratosa Palet (comisario): Cerdà: Ciudad y te-rritorio: Una visión de futuro: Exposición, Barcelona, septiembre 1994-febrero 1995,

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Barcelona, Fundació Catalana de Recerca y Electa, 1994, 381 págs.; Ildefonso Cerdá (1815-1876): Catálogo de la exposición conmemorativa del centenario de su muerte, Barcelona, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1976, 191 págs.; V. Martorell et al., Historia del urbanismo en Barcelona: Del plan Cerdá al área metropolitana, Barcelona, Ed. Labor, 1970, 153 págs.; Oriol Bohigas, Barcelona entre el pla Cerdà i el barraquisme, Barcelona, Edicions 62, 1963, 160 págs.

84 Cfr. Balcells et al., La Mancomunitat…, 469.

85 Madrid, s.i., 1867, 2 volúmenes. Hay facsímil con introd. de Antonio Ba-rrera de Irimo y Selección del anexo documental y bibliografía de Fabián Esta-pé, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1968, 3 volúmenes. Cerdá ya se había ocupado de la Reforma de la viabilidad urbana de Madrid; de una parte de esta obra hay también facsímil ed. en Madrid, Instituto Nacional de Adminis-tración Pública y Ayuntamiento, 1991, 362 págs.

86 Teoría de la construcción de las ciudades aplicada al proyecto de reforma y ensanche de Barcelona (1959), ed. facsimilar del manuscrito, Madrid, Instituto Nacional de Administración Pública y Ayuntamiento, 1991, 692 págs. Es de especial interés la glosa de Arturo Soria y Puig, Hacia una teoría general de la urbanización: Introduc-ción a la obra teórica de Ildefonso Cerdá (1815-1876), Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y Ed. Turner, 1979, 227 págs.

87 Posiblemente subrayado en el original, que no conocemos.

88 No lo hemos hallado, sin embargo, entre los papeles de Xavier Garcia que conservan sus herederos.

89 Aclaración editorial.

90 Vid. www.swe.siemens.com/SPAIN/INTERNET/GRUPO/HISTORIA/Pa-ges/fabrica_cornella.aspx y Antoni Roca Rosell, “Einstein en Barcelona”: Quark, núm. 16 (2005), 31. Aparece indistintamente escrito Lassaleta.

91 En el original catalán, “Qui els té, els té!”

92 Hereu, en catalán.

93 Deben ser los “apuntes de 1919” que dice haber encontrado en carta a Xavier Garcia, Barcelona, 8 de enero de 1969, y que pone a su disposición (doc. 19690108ACPHOAC_FXG_104).

94 Los hemos enumerado en el estudio introductorio.

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95 La bibliografía de David Aloy que conocemos sobre deportes de invier-

no en Cataluña es claramente posterior y puede deberse a una persona de su familia.

96 Todos estos datos sobre los compañeros y sus relaciones con Rovirosa, en carta de David Bru Aloy Flo a Xavier Garcia, Barcelona, 19 de junio de 1968, ACPHOAC_FXG_505, f. 112-114.

97 Según los recuerdos de su sobrino Jordi Grau, con quien hablamos en Valencia el 18 de junio de 2009.

98 Vid. La Vanguardia, 10 de agosto de 1904, pág. 3.

99 Vid. Diario de Villanueva y Geltrú, 19 de febrero de 1910. Ésta y las refe-rencias que sigan al Diario de Villanueva y Geltrú nos han sido generosamente facilitadas por don Joan Inglada, 5 de julio de 2009.

100 Vid. Índice de los aparatos y demás elementos de estudio expuestos en la Mentora, Barcelona, Henrich y Cª, 1907, 55 págs.

101 Vid. La Vanguardia, 30 de noviembre de 1912, pág. 3. Sobre Dalmau, Jordi Solé i Camardons, Delfí Dalmau: Katalunismo, liberanismo kaj esperantismo, Sabadell, Associació Catalana d’Esperanto, 1998, 18 págs. En la revista Katalu-na esperantisto, ii (1911), 331 y otros lugares del mismo volumen, aparace el Sr. J. Grau como miembro del grupo esperantista Barcelona Stelo. A finales de 1916, ibidem, vii, núm. 6-7 (correspondiente a noviembre-diciembre de 1916), hay referencias a traducciones de Josep Grau Casas y se incluye íntegra una traducción suya de un poema de M. Costa Llovera leído en los VIªj Internaciaj Floraj Ludoj, págs. 91-92.

102 Vid. Albert Virella, “Pretèrit imperfecte: 1915, el VI Congrés Esperan-tista”, L’hora del Garraf, 4 de mayo de 2001, pág. 62, y Diario de Villanueva y Geltrú, 14 de octubre de 1915.

103 Vid. La Vanguardia, 12 de junio de 1916, pág. 9.

104 La Vanguardia, 25 de agosto de 1916, pág. 11.

105 Suponemos el año únicamente porque, en la carta que hemos citado en una nota anterior (doc. 19690108ACPHOAC_FXG_104), Bruno David Aloy Flo (es el mismo David Bru o David Aloy al que nos hemos referido en notas anteriores) dice explícitamente a Xavier Garcia que ha encontrado datos de

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Rovirosa en sus “apuntes de 1919”. Veremos, sin embargo, que Xavier Garcia habla seguidamente del armisticio con que terminó la guerra mundial en 1918.

106 La Escuela Radio Maymo, fundada en 1931, fue uno de los primeros centros de enseñanza de las técnicas de la radiofonía en España. De sus ma-nuales, el más antiguo que conocemos es del propio Fernando Maymó Gomis, Curso de radio, Barcelona, Ediciones Maymó, 1948, 3 tomos en 4 volúmenes, y su Diccionario enciclopédico de radio-electricidad, con la colaboración de Enrique Villamor Salazar, Barcelona, Maymó, 1948, 352 págs.

107 Esteve Terradas, el director de la Escuela.

108 Sobre el nivel que había alcanzado la prostitución en la Barcelona de aquellos años, vale la pena leer, por los datos que aporta, el estudio de Juan Carlos Usó, “Del uso al abuso: La primera Guerra mundial y la creación de un ‘problema de drogas’ en el estado español”, en Globalización y drogas: Políticas sobre drogas, derechos humanos y reducción de riesgos, coord. por Xabier Arana, Dou-glas Husak y Sebastián Scheerer, Madrid, Dykinson, 2003, n. 7 y 16 (accesible en http://perso.wanadoo.es/jcuso/autor/IGM.htm). Son particularmente expresivos los recuerdos de Josep María de Sagarra, Memorias, Barcelona, Ana-grama, 1998, págs. 697-702, 704-705, 728 y 746-747.

109 Vid. “Exposición sobre Rubinstein en España con motivo del centena-rio de su nacimiento”, El País, 13 de mayo de 1987.

110 En el original, se lee –traducido al castellano- “En ese mismo año”. Pe-ro, en nota anterior, hemos advertido que los apuntes de Aloy Flo parecen ser de 1919. Por lo demás, la alteración que introducimos no afecta al sentido del texto y nos asegura en la precisión de las fechas.

111 La personalidad de Frederic Pujulà i Vallès es probablemente funda-mental para comprender la orientación de Guillermo Rovirosa en esta fase de su vida.

112 Sobre la delicadísima y compleja situación que todo eso creó, Aviel Roshwald, Ethnic Nationalism and the Fall of Empires: Central Europe, Russia and the Middle East, 1914-1923, Nueva York, Routledge, 2001, x + 273 págs.

113 Vid. David Martínez Fiol, Els “voluntaris catalans” a la Gran Guerra, 1914-1918, prólogo de Enric Ucelay Da Cal, Barcelona, Publicacions de la Abadia de Montserrat, 1991, 231 págs. También, la revisión de Antoni Rigol y Jordi Se-bastián, “Cataluña y la primera Guerra mundial: La verdad sobre el caso Savol-

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ta”: Film-Historia, iv, núm. 2 (1994), 153-164, y http://www.publicacions.ub.es/bibliotecaDigital/cinema/filmhistoria/CasoSavolta.pdf.

114 En la revista Kataluna esperantisto, ii (1911), 331 y otros lugares del mis-mo año, aparace el Sr. J. Grau como miembro del grupo esperantista Barcelo-na Stelo. A finales de 1916, ibidem, vii, núm. 6-7 (correspondiente a noviem-bre-diciembre de 1916), hay referencias a traducciones de Josep Grau Casas y se incluye íntegra una traducción suya de un poema de M. Costa Llovera leído en los VIªj Internaciaj Floraj Ludoj, 91-92.

115 Cfr. Francesc Poblet i Feijoo, Els inicis del moviment esperantista a Catalun-ya: La komenca esperanto-movado en Katalunio, Sabadell, Associació Catalana d’Esperanto y O Limco Edizions, 2004, 28.

116 Vid. la fotografía de l’apat de la festa en honor de Pujulà i Vallès del 28 de maig de 1908 a l’hotel Mungial Palace, tomada de la revista Tutmonda Espero (junio de 1908), en Poblet, Els inicis del moviment esperantista a Catalunya…, 54.

117 Vid. La Vanguardia, 30 de noviembre de 1912, pág. 3scan12133p.pdf.

118 En el repòs de la trinxera: Cartes del soldat al amic, Barcelona, Antoni López, 1918, 185 págs. Hay reed. hecha en Barcelona, Edicions de 1984, 2006, 186 págsscan12133q.pdf.

119 Podría ser el ejemplar que conservaba en su biblioteca personal el pro-pio Pujulà, cuyo archivo está depositado en la propia Biblioteca de Catalunya.

120 Más detalles sobre esa coyuntura política, en varias de las obras que se mencionan en otras notas y en Josep Poblet, El moviment autonomista a Catalunya dels anys 1918-1919, Barcelona, Pòrtic, 1970, 127 págs.

121 Este párrafo que ponemos entre corchetes fue señalado por el censor de 1971 como algo a quitar, pero no por el de 1975.

122 Aclaración editorial.

123 Aclaración editorial.

124 Como en el que se acaba de señalar, estos dos párrafos que ponemos entre corchetes aparecen censurados en 1971, pero no lo fueron en 1975.

125 Vid. Francis J. Costello, Enduring the most: The life and death of Terence McSwiney, Dingle, Brandon Books, 1996, 253 págs.

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126 Vid. David Martínez Fiol, Els “voluntaris catalans” a la Gran Guerra: 1914-

1918, prólogo de Enric Ucelay Da Cal, Barcelona, Publicacions de la Abadia de Montserrat, 1991, 231 págs.

127 Actualmente se puede consultar en Internet.

128 Para apreciar mejor la envergadura del problema, José Mª Farré Moregó, Los atentados sociales en España: Estudio sociológico-jurídico, Estadística de los cometidos desde 1º de enero de 1917 hasta 1º de enero de 1922, Especial de los cometidos en Barcelona desde 1º de enero de 1910 hasta 1º de enero de 1922, prólogo de Quintiliano Saldaña, Madrid, Casa Faure, 1922, 276 págs. y varios cuadros.

129 Maseras moriría, en efecto, en el exilio, en Toulouse, en 1940. Vid. Montserrat Corretger, Alfons Maseras, intel.lectual d'acció i literat: Biografia, obra periodística, traduccions, Barcelona, Curial y Abadia de Montserrat, 1995, 249 págs.

130 Lo que sigue, en la obra de Francisco J. Romero Salvadó, Spain 1914-1918: Between war and revolution, Londres, Routledge, 1999, xi + 237 págs.

131 Sobre lo que sigue, las memorias de Joan Manent, Records d’un sindicalista llibertari català, París, Edicions Catalanes de Paris, 1976, 403 págs.; Ángel Pesta-ña, Lo que aprendí en la vida, Bilbao, Zero, 1972, 2 volúmenes; Albert Pérez Baró, Els “feliços” anys vint: Memòries d’un militant obrer 1918-1926, Palma de Ma-llorca, Moll, 1974, 203 págs.; la biografía de Manuel Cruells, Salvador Seguí, el Noi del Sucre, Esplugas de Llobregat, Ariel, 1974, 234 págs.; las visiones de conjunto de P. Foix, Los archivos del terrorismo blanco: El fichero Lasarte 1910-1934, Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1978, 124 págs.; Juan Peirats, La CNT en la revolución española, París, Ruedo Ibérico, 1971, 3 volúmenes.

132 Una sucinta pero suficiente referencia al hecho, en Lusa Monforte, “La Escuela de Ingenieros en el recinto de la Universidad Industrial (1927)”, cit. supra, 7-8, donde, sin embargo, no se dan los detalles que hacemos constar arriba. Sí se hallan, en cambio, en la bibliografía que cita Lusa Monforte, a la que nos remitimos.

133 José Mª Farré Moregó, Los atentados sociales en España: Estudio sociológico-jurídico, Estadística de los cometidos desde 1º de enero de 1917 hasta 1º de enero de 1922, Especial de los cometidos en Barcelona desde 1º de enero de 1910 hasta 1º de enero de 1922, prólogo de Quintiliano Saldaña, Madrid, Casa Faure, 1922, apéndice de “Grá-ficos”, s.f.

134 Cfr. Balcells et al., La Mancomunitat…, 107.

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135 La traducción literal sería “hacían ‘un amor’”. Se trata de un modismo

catalán cuya correspondencia castellana no se usa. Coloquialmente, pero más tarde, se diría “ligar” (con esas chicas).

136 Su verdadero nombre era Carmen Pereira Barreira, de origen extremeño (1899-1969); destacaba ya por aquellos años en los ambientes de vodevil barce-loneses. Uno de sus estrenos más sonados fue el de La violetera. Vid. Aposta: Revista de Ciencias Sociales, núm. 46 (2010), 6, en apostadigital.com.

137 En los años siguientes, lo encontramos como presidente del Consejo Comarcal Costa de Poniente, de la Unión de Viticultores de Cataluña (vid. La Vanguardia, 23 de febrero de 1923, pág. 3. Le veremos después como vicepre-sidente del Sindicato Agrícola Comarcal de Villanueva y Geltrú (vid. ibidem, 5 de abril de 1923, pág. 17). En el Butlletí de la Generalitat de Cataluña del 5 de junio de 1936, menos de mes y medio antes de que estallase la guerra civil, aparece entre los nombrados para formar las juntas arbitrales que debían apli-car la llamada ley de cultivos. Concretamente, figura allí como uno de los tres vocales propietarios efectivos que formaban la junta de Villanueva y Geltrú con dos vocales cultivadores y el secretario (que era el del juzgado de primera instancia de la misma Villanueva: cfr. La Vanguardia, 6 de junio de 1936, pág. 4). Sabemos, por sus nietos, que, durante la guerra, estuvo a punto de morir por su condición de propietario de derechas. La llei de conreus, promulgada en la Generalitat en 1934, tenía como fin asegurar los intereses de los renteros y había suscitado una viva polémica y verdaderos enfrentamientos. El texto puede verse en el Butlletí oficial de la Generalitat de Catalunya, 12 de abril de 1934 (accesible en www.gencat.cat).

138 Esta aclaración y la que sigue, ambas entre corchetes, son añadidos de los editores.

139 Vid. José F. García Moreno, Servicio militar en España (1913-1935), Ma-drid, Servicio de Publicaciones del Estado Mayor del Ejército, 1966, 283 págs.

140 Dice “actual”; porque fue en el siglo XX cuando se escribió este libro.

141 No hemos encontrado ese álbum.

142 Se refiere a Ricardo Zamora Martínez, el mítico portero del fútbol espa-ñol, nacido en Barcelona en 1901 y muerto en la misma ciudad en 1978. En 1916 había fichado por el Real Club Deportivo Español, de su ciudad, incor-porándose en 1919 al Barcelona. En muchas de las fotografías de la época, se ve a Zamora con la indumentaria con la que le describe Xavier Garcia.

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“ENCATERINAMIENTOS”

Dejemos que Guillem recobre el discurso. Es otro fragmento del Ju-das1:

“Los segundos dieciocho años2 fueron de perseverancia en el error, y, por tanto, en la traición. Su punto de partida fue la apostasía decidida, y terminaron en un escepticismo total, existencialista. Aquí me detendré menos que en la etapa an-terior, ya que aquélla fue punto de partida, y ésta solamente continuación.

“Diré solamente que a los veintitrés años, cuando estaba a punto de terminar mis estudios de electricidad, caí enfermo tuberculoso, con abundantes hemoptisis; y ya no terminé mis estudios, quedando mis perspectivas completamente trastocadas después de mi convalecencia.

“Los constantes fracasos en querer hacer andar derechos a los demás, que no querían aprovechar la ‘ganga’ de dejarse guiar por un tío tan genial como yo, me llevaron necesaria-mente a tenerles a todos por despreciables, desde la altura de mi Olimpo.

“Me casé con una mujer que no me merecía, y que fue el ángel bueno de mi vida, aguantando mi soberbia con una humildad admirable. No tuve hijos, afortunadamente para ellos. Tiemblo al pensar en los ejemplos y la educación que les habría dado. La muerte rápida de mi cuñado en plena ju-ventud y fuerza física (tenía veintiséis años) me hizo caer im-bécilmente en el espiritismo, que de momento me deslumbró,

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durando este deslumbramiento unos dos años. Pero yo (¡bendita herencia paterna!) buscaba la verdad del espiritis-mo, y, naturalmente, no la encontré. Y por aquel camino fui a parar a la Teosofía.

“Aquí el deslumbramiento fue mayor y duró más tiempo. Empezó ganándome la voluntad el lema de la Sociedad Teo-sófica, que reza así: No hay ninguna religión que esté por en-cima de la verdad. Profesan una especie de sincretismo, afir-mando que todas las religiones que existen o han existido contienen parte de la verdad, pero que no hay ninguna que la contenga toda. El progreso religioso, por tanto, consiste en ir separando el grano de la paja en todas las religiones, para ir construyendo la gran religión sintética en la que todo sea ver-dad.

“Esto me entusiasmó. Y me puse a estudiar tanto como podía todas las religiones… menos la de Cristo. De ésta, pen-saba yo, ya estoy de vuelta… Cada descubrimiento era un nuevo placer. Mis preferencias fueron pronto hacia la religión de los antiguos parsis, fundamentada en la sabiduría de Hermes; hacia el budismo, tan poético; y sobre toda hacia el hinduismo, que tiene a los Vedas como Libros Sagrados. La sabiduría de Confucio, que no fundó ninguna religión, sino una especie de filosofía vital, también la encontré admirable.

“Después de enterarme (más o menos) inicié mi trabajo de investigación de la verdad, y aquí empezó la incomodidad. Ya que el fondo de todas estas religiones es el panteísmo, y esto no lo veía claro. La cosa fue bastante larga. Me encontré con un átomo de Brama (el que cuando entra en expansión en-gendra el Universo) que me estorbaba por todas partes.

“Y llegué a la conclusión de que la verdad que yo buscaba no estaba en ninguna de estas religiones, ni en todas juntas. Así llegué al escepticismo total: todo era mentira. En mi hogar y en mi trabajo encontraba (afortunadamente) la ale-gría de vivir; y esto es lo único que me salvó del naufragio. No tenía, no deseaba, amistades; sólo el trato indispensable, huyendo de ‘relaciones humanas’ hasta la grosería. La técni-ca de mi oficio me daba suficiente satisfacción, y me encan-taba el trato con las máquinas. Las máquinas, decía, no trai-cionan nunca.

“Por entonces murió mi suegra. Poco después liquidamos lo poco que teníamos y con mi esposa me trasladé a París.

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Otro cambio radical en mi zarandeada existencia, sobre todo por el hecho nuevo de ser extranjero. Mi escepticismo religio-so continuó igual durante tres de los cuatro años que per-manecí en Francia. Pero del cambio ya hablaré en la etapa siguiente.

“El espíritu de Judas siguió presidiendo todos mis pasos en este segundo periodo de mi vida. Yo buscaba un Redentor a mi gusto, y allí donde decían que había uno, allí iba yo. Después lo dejaba con la convicción de que me habían tima-do. No digo que esto fuese perjudicial para mí, todo lo contra-rio, ya que por haber dejado a los falsos Redentores pude en-contrar el verdadero. Lo que quiero decir es que buscaba un dios a mi medida.

[“Y el final (aunque de otro orden) fue el mismo que el de Judas. Él renunció a vivir físicamente, y yo renuncié a vivir espiritualmente. La diferencia fue que su gesto era irrevoca-ble, y el mío no; pero tan repugnante el uno como el otro. ¡Ah, si Judas hubiera aplazado una semana su decisión…!”3].

“No puedo seguir adelante sin arrodillarme ante la infini-ta misericordia de Dios y bendecirla, por haber resistido años y años (sin fulminarme) mi asquerosa soberbia y mis cons-tantes traiciones que le tenían bien clavado. Y desde allí (ma-ravilla del Amor Divino) me esperaba con los brazos abiertos para abrazarme, a sabiendas de que mis traiciones no termi-narían nunca, en este mundo”.

A los veintitrés años, pues, en la primavera de 1921, como resultado de aquel vivir intenso, se le manifestó la tuberculosis4. Nunca había tenido una salud demasiado fuerte. ¡No seremos tan ingenuos de pensar que fue a raíz de las calabazas de su Laieta!

La enfermedad fue, ciertamente, una sacudida, sobre todo por la so-ledad en que se encontraba. Pero no se hundió, ni tampoco vio claro. No se había hundido ante los dolores de su santa madre; pero tampoco había visto la luz ni había de verla ahora. Era demasiado soberbio y rebelde. No podía comprender la sublimidad cristiana de la madre su-friente. El crudo contacto con la vida le había ayudado a perder el baga-je religioso de su infancia.

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La enfermedad obligó a Rrosa aabandonar los estudios cuando ya veía el final. En esa época vivía en la calle de las Cortes Catalanas, nú-mero 576. La tía Teresa, viuda ya, había dejado Barcelona.

Alguna vez, el hermano mayor y su mujer iban a verle. Pero fue Jo-sep el que se apresuró a prestarle ayuda. Se lo llevó a Sant Miquel del Fai [en la Montaña catalana, no lejos del Montseny], donde hizo una buena cura de reposo, en medio de aquellos bosques y con aquellas saludables aguas. Estaba en el hostal, donde lo trataban muy bien, co-mo si fuera de casa. Además, aprovechó aquellos días para encauzar un par de libros que tenía encargados por el profesor Terradas [su maestro en la Escuela Industrial], fruto de las investigaciones que había hecho en los veranos.

Veamos la carta que le dirige al compañero Aloy, el 21 de octubre de 1921:

“Querido compañero:

“Ayer esta carta falló, pero hoy no falla. Comenzaré por decirte algo respecto de lo de la ‘Calpe’5, suponiendo que ya hayas ido a buscar el original. En la forma en que te expre-sabas en tu carta, me hace creer que Labori te envío la que yo le escribí y, siendo así, poca cosa queda por decirte. Insis-to sobre lo de los interruptores rotativos de mercurio, que no sé si me decís nada de ello, en cuyo caso podrías ir a casa de Grau (felicitándole al mismo tiempo por ser padre de otra hija) y pedirle que te dé algunos textos de catálogo y las ex-plicaciones necesarias para que tú puedas traer unos apun-tes sobre ello y, si puede ser, también alguna cosa sobre in-terruptores de alta. También le podrías pedir algunas consi-deraciones de orden práctico que podrías añadir a algunos capítulos. Creo que incluso no estaría mal que incluyeses aquellos casos prácticos que lleva la Standard…6.

“De Labori no sabía absolutamente nada desde que hizo de héroe incipiente7. ¡Ya le han chafado bien la guitarra, ya! Y tú ya debes prepararte, porque parece que os quieren en-viar pronto a Marruecos para poder licenciar a los de mi quinta, que, el año que viene, ya pasamos a la reserva. Ya querría yo estar allí.

“Da afectuosos recuerdos a Sintes. Decidme qué hace Romaní.

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“Te envío mi hilera eclesiástica multiplicada. Ve con cui-dado al enseñarla a según quien, porque pienso que esto está prohibido por ley.

“A ver si os animáis a venir a hacerme una visita, en cuyo caso me escribís y os contestaré indicándoos cómo realizar el viaje bien, de la forma mejor y más barata.

“Recibe un fuerte apretón de manos de tu buen amigo

Gra”

Labori es el compañero en cuya colaboración debía publicar el libro. Romaní era un compañero de carrera, nacido en Costa Rica, que se llamaba Romero y al que él, bromista, le catalanizaba el apellido. Fue el que dibujó el escudo de la Asociación de Estudiantes. El insigne Adrià Gual dibujó el cabezal del portavoz.

La “hilera eclesiástica” que menciona consistía en tres fotografías donde aparecía vestido con los ornamentos de decir misa, en actitud de mofa y desprecio. Continuaba con su manía contra todo lo religioso.

* * *En el hostal también está un muchacho de Barcelona, de la buena sociedad, que está allí para practicar la caza, Josep Canals i Riera, un par de años más joven que él, con quien se compenetra totalmente desde el principio y con el que llega a entablar una profunda amistad.

Canals era la simpatía personificada, siempre alegre, pero serio. A su lado todo el mundo estaba contento. Era delicadísimo, noble, generoso, atento, si bien un poco presumido, lo propio de un joven al que todo va bien, mientras que Rovirosa, en cambio, se había vuelto apesadumbra-do, meditativo. Estaba preocupado, tanto por la escasez de dinero co-mo por su salud y la soledad. Seguramente que en esta diferenciación estaba el complemento.

Alguna vez, Canals fue acompañado por una hermana suya, Cateri-na, una muchacha muy buena, recogida y mística, cosa que no le impe-día, no obstante, ser muy graciosa, muy de “su casa”8. Tal vez el her-mano le comunicó el encuentro con aquel muchacho tan interesante, pensador y concienzudo, y, con la finalidad de que lo conociera, se la había llevado a cazar. Y, verdaderamente, cazó. El hermano, no lo sa-bemos, pero ella sí.

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Empezaron, entonces, a conocerse. Enseguida se compenetraron. Rovirosa también la encuentra interesante. Él se encuentra bien a su lado porque se entienden, hablan de los problemas que valen la pena. Cada día hay una fusión más honda entre ambos. Se va “encaterinan-do” por momentos.

Los dos hermanos, Josep y Caterina, forman parte de una familia barcelonesa distinguida. Su padre, muerto hacía poco, era Josep Ca-nals9. Hijo pequeño de una familia paupérrima de pescadores, de Tossa, con una retahíla de hermanos. Como era bastante habitual en aquellos tiempos, los padres se desprendieron de él, para que se ganara el pan por su cuenta, a los diez años, y le pusieron, como polizón, en un barco que iba a Cuba. El niño, estando en la cubierta, porque estaba asustado, se lanzó al agua, pero no le sirvió de nada. Allí debió pasar hambre y todas las calamidades que podemos suponer. La realidad, no obstante, fue que, con los años, hizo fortuna, se casó, enviudó y, ya un hombre maduro, volvió a casa, a finales de siglo, hecho todo un “americano”.

En Cuba se relacionó con un joven barcelonés con el que continuó la amistad también de vuelta en Barcelona. En su casa conoció a la hermana pequeña, ya un poco granada, Ramona Riera i Freginals. Sim-patizaron y se casaron. El matrimonio era toda una potencia económi-ca. Hay que decir que el señor Canals recibía de La Habana, como renta de sus plantaciones y otras posesiones, la suma de cien mil pesetas anuales. ¡Estamos en 1.920!Ramona había nacido en Caldetes. Su padre, Francesc, era constructor. Había sido varias veces alcalde. Hay una calle que lleva su nombre. Su madre tenía, además, la fonda “Can Borràs”. Los hermanos de ésta fueron hosteleros, como veremos después. Por la familia de la madre, procedente de Sant Vicenç de Montal, era familiar del Cardenal Vives i Tutó10, y por la del padre de los Marqueses de la Casa Riera11, abuelos de la que había de ser la reina Fabiola.

Entre otras cosas, por herencia de los padres, poseía una casa en Barcelona, en la calle Girona, y una torre en Caldes d’Estrac. En aquella época, tener una torre en Caldetes quería decir alguna cosa. En esta población, de tanta categoría en la costa12, pasaban la temporada de verano gente de alta categoría del mundo político e intelectual de nues-tra tierra, como los Cambó, Ferrer-Vidal y Maragall.

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Ramona fue una mujer muy buena, generosa, con un concepto claro de los deberes con los demás, pero también especial, caprichosa, pro-ducto auténtico de esas familias que nadan en la abundancia, cuya fun-ción principal es “deseducar” a los hijos. No sabía nada de administra-ción, precisamente porque tenía demasiado para administrar. El marido era el que debía marcar las reglas.

Pero vinieron los reveses. Llegó un momento en que ya no recibie-ron el dinero de ultramar. Un administrador de las fincas se había to-mado la justicia por su parte y los había estafado. Todo el trabajo de tantos años del indiano terminó de esta triste forma.

Cada vez la cosa iba peor. Viuda ya, empezaron las hipotecas. La mayoría de estas familias cuya fortuna procedía de ultramar terminaron así. En Villanueva hay un dicho que lo refleja muy bien. “El padre pas-tor, el hijo señor; el nieto a mendigar”.

Los dos hijos del matrimonio vivirán, hasta la adolescencia, rodea-dos de gustos y refinamientos. Él no tuvo nunca ganas de estudiar. Ella fue a los mejores colegios. Conocía el francés, practicaba la equitación y nadaba como un pez. Pero de la casa sabía hacer bien poco. Acostum-brada a los mayordomos, tatas, sirvientes y cocheros no sabía cómo se llevaba una casa. En cambio sabía hacer un café exquisito. Aunque estaban bien con la madre y vivían unidos, los temperamentos eran diferentes.

* * *

Rovirosa, terminada su corta estancia en el Montseny, volvió a Bar-celona, a la pensión. Allí, ella, que también estaba en la ciudad por sus estudios de inglés, en la Academia de Monsier Popé, en la calle Mallor-ca, y para practicar equitación en Ca l’Asensio, está a su lado en todo y para todo. Vive para él. A pasos agigantados ha nacido el amor entre ellos. Vive de él. Solo ve por sus ojos. Estaba enamorada de sus ojos. Decía a sus primas: “¿No veis cómo le brillan?”. Y él comprobó que además de inteligente era sacrificada. Verdaderamente, la estima y la quiere.

Entonces, porque a ella le parece bien y el hermano le presiona, se va a vivir una temporada a Caldetes. Así podrá estar mejor cuidado. Conoce a la madre. Entre las solicitudes de unos y otros, el tratamiento

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y el descanso, va superando los restos de la enfermedad y se rehace. Esta estancia sirvió, además, para fortalecer los lazos con el hermano de ella. Llegan a tenerse un afecto verdaderamente fraternal. Se formalizan las relaciones amorosas. Ya tenemos compromiso.

* * *

El resultado es que deja colgados los estudios de ingeniero eléctrico. La enfermedad y el hecho de entregarse a la ciencia mecánica aplicada, que es lo que de un tiempo a esta parte le subyuga, lo motivan. Se quie-re lanzar. Es un nuevo hecho bohemio de su vida.

Haciendo un repaso a la Carpeta nº 9, existente en la Escuela de Di-rectores de Industrias Eléctricas, a su nombre, iniciada el 13 de octubre de 1917, cuando empieza la carrera13, encontramos las siguientes notas:

Primer Curso (17-18): Física y Química 8’4.- Matemáticas 8’4.- Electricidad general 8’4.- Prácticas de instalaciones, Aprobado.- Francés, Aprobado.- Dibujo 10.

Segundo Curso (18-19): maquinaria eléctrica 9.- Medidas eléctricas 9.- Mecánica y resistencias materiales 9.- Inglés 5.- Dibujo Aprobado.- Prácticas de taller, Aprobado.- Electro-química 10.

Tercer Curso (19-20): Construcciones generales y motores de corriente continua 9.- Materiales hidráulicos de gas y de vapor. Bombas 7.- Fabricación material eléctrico y aplicacio-nes diversas de electricidad 9.- Organización de la produc-ción y del cambio 9.- Construcciones industriales 6.- Prácti-cas de taller, Aprobado.

Cuarto Curso (20-21): Distribución energía.- Tracción y transporte.- Materiales de ensayo.- Prácticas de taller.

Pero en el mes de mayo, unos días antes del examen final de carrera, se le declara la tuberculosis y eso le impide hacerlo.

En setiembre, desde Sant Miquel del Fai, dirige al Director esta ins-tancia:

“El que suscribe, Guillem Rovirosa Albet, alumno de la Escuela de Directores de Industrias Eléctricas, aneja al Insti-tuto de Electricidad y Mecánica Aplicadas, tiene el honor de exponerle lo que sigue:

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“Que, habiendo obtenido del Patronato de su digna presi-dencia, durante los años segundo, tercero y cuarto de la ca-rrera, matrícula gratuita subvencionada por el Patronato, y habiéndole sido imposible examinarse de las asignaturas co-rrespondientes al cuarto curso debido a haber caído enfermo de una congestión pulmonar durante el mes de mayo del ac-tual año, y de cuya enfermedad se encuentra actualmente en convalecencia, le ruega se sirva concederle nuevamente ma-trícula franca para el año académico de 1921-1922.

“Merced que no duda en alcanzar de usted, cuya vida conserve Dios muchos años para la prosperidad de Catalu-ña.- G. Rovirosa”.

El 7 de octubre le es concedida la continuación de la matrícula gra-tuita. Pero ni el curso 21-22, ni el 22-23 se encuentra en condiciones para retomar los estudios. A pesar de que en el expediente conste el enunciado de que había de presentar la Reválida de carrera, en atención a sus antecedentes, sin necesidad de examinarse del último curso, no la presenta.

Ya tenía pensado el estudio que presentaría a la reválida: “L’electrificació del vuit català” [“La electrificación del ocho catalán”14]. Hasta cuarenta años después no se llevaría a término15. Y quería hacerlo en inglés.

* * *

Vuelve a hacer vida normal en Barcelona y se pone a trabajar fuer-temente en sus “manías”. Una prueba es el librito, editado en 1922 por la Editorial Calpe, sobre “Fabricación de condensadores y carretes”16, escrito, como hemos visto en la carta dirigida desde Sant Miquel de Fai, en colaboración con el compañero de estudios Joaquim Labori.

Poco a poco se va manifestando en él la manera propia de ser que le había de caracterizar. Él mismo alguna vez decía que los Rovirosa habrían debido tener por sobrenombre “Els Feréstecs” (salvajes, fieros, cerriles). Ellos y él eran más bien misántropos por naturaleza. Se lamen-taba. Son gente que se quieren, pero que no lo demuestran ni lo ex-hiben. Lo bueno del caso, no obstante, es la manera como Rovirosa, con el paso del tiempo, había de vencer esta forma de comportarse, hasta devenir en un hombre afable, o sea el reverso de la medalla.

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Va huyendo de las relaciones. Mejor dicho, va dejando de cultivar las amistades de la infancia y de la juventud. Para eso ayuda la herencia familiar “feréstega”, sí, pero, en el fondo, la realidad es qué él tiene mucho trabajo en el que pensar, ha de leer. Está constantemente en elaboración mental sobre los problemas que le afectan, que son los metafísicos y los de orden profesional y científico. Y la conversación con la mayoría de la gente, incluso con jóvenes universitarios, casi to-dos de buena familia, de su Villanueva o de Barcelona, la encuentra sin sustancia.

Hemos podido hablar con el señor Julià, aquel joven farmacéutico que encontramos en Sant Cugat Sesgarrigues, que, desde poco tiempo después, había perdido toda pista de él, hasta el extremo de que ignora-ba que había muerto ya. Se acordaba sólo de aquel Guillem en plena ebullición, lleno de ideas que le movían, y el retrato que ha hecho coin-cide exactamente con el del Rovirosa de la madurez que hemos conoci-do: concienzudo, reflexivo, apasionado, escrutador, inconformista17.

Recuerda aquellas conversaciones interesantes que no terminaban nunca, dando vueltas y vueltas por el Eixample de Barcelona hasta las tantas de la noche. Rovirosa llevaba la voz cantante y se mostraba triste, caviloso, siempre rumiando. No era para menos con una juventud co-mo la suya, sin familia donde reposar, habiendo pasado una enfermedad y con tantos enigmas de orden espiritual y tanto desasosiego de investi-gador. Cuando el farmacéutico le sacaba el tema religioso, Rovirosa se limitaba a decir:

- Todo eso es muy oscuro. Se ha de pensar muy bien.

En ese tiempo, cuando alguien, herido de apologética –tan banal, por otra parte, para quienes no tienen la luz de la fe-, le quería argu-mentar para demostrarle… cosas que Rovirosa sabía mejor que él, le replicaba, cortándolo:

- ¿Me quieres decir cuáles son los nombres de los Apóstoles?

Y no encontró nunca a alguien que los supiera. Y, con su aire carac-terístico de enojo, cuando veía que la presunción no cuadraba con el contenido, exclamaba:

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- ¿Cómo pretendes propagar la doctrina de Cristo, si ni conoces los que fueron sus primeros discípulos, los que empezaron la historia cris-tiana?

Él, entonces, ya tenía la idea, producto de sus conocimientos y afa-nes técnicos, de crear juguetes mecánicos. Y fue detrás de esto, hasta que lo consiguió. Nadie pensaba en eso.

En el año 1925 se casó, en Caldetes18. Tiene veintiocho años. Es una ceremonia íntima, de pocos aspavientos. Asisten la madre y el hermano de ella, y, por su parte, el hermano mediano, Josep, con su hijo mayor de seis años.

Se quedan a vivir en la torre, junto a la madre y el hermano de ella. Se siente feliz. Tiene la mujer, se quieren, se sabe querido, se encuentra rodeado de otros que también le quieren. Se ha terminado -¡por ahora!- la trágica soledad de aquel muchacho estudiante que sabe que nadie sufre por él, que nadie le pregunta dónde va, qué hace, qué come.

Además, tiene el gozo de formar equipo con su cuñado. La realidad es que, justo a la salida del marasmo anterior, ahora que puede, ya tra-baja por promover a los de su lado. Una de las cosas que ha estudiado a fondo y en la que se ha especializado es la cuestión vinícola relacionada con la electricidad. Pero él no se dedicará a esto. En cambio, como su cuñado, dado a la buena vida, no tiene ni oficio ni beneficio, le adiestra en la compostura de vinos y lo hace desplazarse a diferentes lugares. Uno de los proyectos que tenían era irse un tiempo a África del Sur, a trabajar en sus cosas.

Por fin lleva a término aquello que hace unos cuantos años le obse-siona: fabricar juguetes mecánicos19. Es una demostración de su roman-ticismo, de su concepto bohemio de la vida, él que no ha pensado nun-ca por un momento en hacer dinero, que es el leitmotiv de muchos estu-diantes. Dice que niños siempre habrá y que, por lo tanto, no se morirá de hambre. Y siempre habrá necesidad de crear nuevos modelos.

Se entrega, ayudado por su mujer. Crea muñecas, ratas, conejos y ga-tos. Disfruta. En uno de los viajes que hace por tierras valencianas, para la cuestión de los vinos, el cuñado conoce una Colonia de Vegetarianos que hay en Alcoi y se lo comunica. El naturismo no es sólo el plantea-miento de un problema alimentario, de regeneración física. Es toda una

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filosofía y manera de entender la vida que comporta unas predisposi-ciones que conducen a la acracia, la no violencia, el desprecio del con-vencionalismo. Alcoi tiene una historia exuberante en este campo. Ro-virosa quiere hacer el experimento y se va con la mujer a vivirlo en plan comunitario. El naturismo, más en aquellos momentos de iniciación, tiene mucho predicamento. Están en Alcoi un par de meses.

Pero, mientras tanto, precisamente durante este viaje sobreviene la desgracia del cuñado. En Valencia encuentra una mujer rusa, mayor que él, exiliada, que por provocar lástima o por hacerse la interesante, o porque es verdad, se dice hija de un general zarista y lo enamora. A Rovirosa le parece muy mal.

La realidad es que el cuñado moriría en Valencia mismo al cabo de poco tiempo20. Esta muerte le abatirá, tanto por la persona de su

hermano político como por la frustración de las ilusiones que se habían hecho.

De tal forma queda abatido, que se entrega a estudiar y practicar el espiritismo. Quería descubrir los misterios del más allá. Quería recobrar el muchacho que además de pariente había sido un auténtico amigo. La suegra, que es espiritualista, del grupo que hay más, se ríe, cuando lo ve entregado a aquellas patrañas y experimentos. Esto le durará un par de años. Hasta que vio que, verdaderamente, eran patrañas. Entonces se entrega un tiempo a la teosofía.

Nota editorial sobre la Sociedad Teosófica:

En el original, se añade a renglón seguido: “Ocupó el car-go de Secretario de la Sociedad Teosófica de Barcelona”. Pero, en puridad, no existe ni ha existido nunca –a lo que parece- la Sociedad Teosófica de Barcelona. Por su misma orienta-ción, los teósofos tendían y tienden a concepciones universa-les. Existía y existe, por eso, la Sociedad Teosófica Españo-la21. La Sociedad Teosófica que podemos considerar universal había sido fundada en Nueva York en 1975 y fue articulán-dose en secciones nacionales. La Sociedad Española no es, por lo tanto, sino una sección de la única Sociedad Teosófica universal. La solicitud de constituir un “grupo especial de la

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Sociedad Teosófica” en España se hizo en 1889. En 1893, se separaron las ramas de Madrid y Barcelona y, en fechas su-cesivas, fueron apareciendo otras ramas. Pero nunca perdie-ron –que sepamos- la unidad22.

Por lo demás, la teosofía pasó por una época de plenitud en todo el mundo hispánico precisamente en los años veinte, cuando se relacionó Rovirosa con ella. Era una doctrina ba-sada en la afirmación de que ninguna religión agota la verdad y que, por tanto, no hay razón para seguir ninguna concreta, sino todas o, mejor, aquello en lo que todas coinciden y –además- parece mejor a quien opta por ello23.

También se interesa por el psicoanálisis, pero se desentiende ense-guida, porque ve en él una actitud antihumana, que pretende considerar al hombre como un ser aislado, destinado sólo al polvo.

Con la suegra se porta bien y se quieren. Pero eso no obsta para que, ante el simplismo administrativo de ella, finalmente le cante las cuaren-ta. Pero ya no hay nada que hacer, es demasiado tarde.

La mujer, por su parte, a veces se muestra extraña, retirada. Hasta se impone penitencias corporales. Parece que no hace caso de los consejos de él. Pero cuando la madre, delante de los parientes, critique la actitud de Caterina, él la defenderá, comprendiéndola, valorándola, a pesar de que en estos tiempos esté lejos de apreciaciones de orden sobrenatural. A todo lo que ve de ella le encuentra atenuantes y explicaciones.

Al cabo de un año de casados, comprende que para su profesión-negocio le conviene estar en Barcelona. Podrá estar en mayor contacto con sus clientes. Pasan a vivir en el entresuelo del nº 60 de la calle Tra-falgar. Monta un taller en la calle Monach, nº 10. En el taller tiene ocho o nueve jóvenes que le ayudan. La marca que tiene registrada es: Jugue-tes TIP-TOP24.

Llega la Exposición Internacional de 1929 y participa en ella mon-tando un stand, en el Palacio de Artes Industriales y Aplicadas25. La mujer, como una ambulante más, vende juguetes por las calles que con-ducen al Palacio Nacional.

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En el transcurso de la Exposición, en compañía de su mujer, vio a Romero (El “Romaní” de los años de estudiante) convertido ya en cónsul de su país en Barcelona. Pero pasó de largo porque le pareció que a Rovirosa no le gustaría ser visto por un compañero en esas cir-cunstancias. ¡Le conocía poco aún!

Hemos tenido la ocasión de hablar con el señor Juli Ramon, actual-mente industrial, entonces aprendiz de catorce años en el taller del se-ñor Doménech Parés, en la calle Fernández Duro, nº 10, de Sants, donde hicieron a Rovirosa un aparato-plataforma que giraba, de diver-sos pisos, para exhibir los juguetes en el stand26.

El señor Ramon ha guardado siempre el recuerdo porque su madre, que era modista en Villanueva, le explicaba que Rovirosa, con la familia del cual estaba en relación, alguna vez, por Carnaval, cuando tenía una veintena de años (el tiempo en que estaba solo en Barcelona), había ido a su casa para disfrazarse. Eran los años en los que había una gran frial-dad entre el hermano mayor y él. Y, además, conservaba el recuerdo porque tenía muy presente su aire distinguido y, sobretodo, las atencio-nes que tenía hacia él, un simple jovencito aprendiz. Alguna vez –también recuerda- iba acompañado de su mujer, que iba ataviada con un abrigo de piel.

Después de la Exposición exhibe sus artículos en diversos estable-cimientos dedicados al ramo. En los Almacenes “El Siglo”, de la Ram-bla de Canaletes, expuso una tortuga que fue la admiración de la ciudad. Otra vez sacó una mona, de medio metro de altura. Vistió de grumete a un muchacho del taller y le hizo pasear al “animal” con una cuerda por el Paseo de Gracia.

Encuentra un local en la calle del Conde del Asalto y se traslada. Podrá tener allí vivienda y taller.

A finales de año muere la suegra27. Entonces, ya sin ningún lazo que los retenga, deciden marchar a París. Ya hacía tiempo que lo tenía en la cabeza. Indudablemente pensaba en la capital francesa, como lo habían hecho artistas y pensadores, como el lugar donde poder avanzar en el campo de las investigaciones. Sabe que aquí le será cerrado el paso. Es la eterna historia.

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Él y sus hermanos han hecho partición de los bienes paternos. Jai-me, como el heredero, se queda con Rocacrespa, Josep tiene la fábrica de espiritosos del Vendrell, y a él le toca la “Sínia del Planter”, dos casas en la calle de la Economía y un terreno muy bueno cercano a Rocacres-pa.

Así como puede lo vende todo porque no tiene interés en mantener unas propiedades en Villanueva. La “Sínia”, la vendió por diecisiete mil pesetas. Se venden también los bienes que le quedaban a su mujer28.

Y el 13 de mayo de 1930, a los treinta y dos años, hacen las maletas para emprender el vuelo hacia la “cité lumière”. Sí, aquel París, abarro-tado de santos y vagamundos, de estudiosos y de aventureros, fue para Rovirosa el inicio de la luz. ¡Y qué luz!

Nota editorial sobre la consideración que merecía la familia Ca-nals i Riera años después:

Es posible que Xavier Garcia acentuara los defectos de la familia de Caterina y es de justicia transcribir lo que Margari-ta –probablemente Parellada, prima de la esposa de Guillem-, escribió a aquél, junto a su esposo Juan, en diciembre de 1966, seguramente porque Xavier les pidió datos y les dio a entender lo que suponía, sea lo que fuere:

“Fueron buenos y sencillos, de corazón noble, limpio y honrado, no hicieron nunca ningún daño a nadie, dieron todo lo que tenían ayudan-do siempre al necesitado, tal como lo predicó Jesucristo cuando pasó por la tierra. No se puede menospreciar a unos seres así después de su muerte.

“La fortuna que hizo mi tío en sus largos años de permanencia en Cuba fue con un gran esfuerzo y duro trabajo y no en modo alguno en concepto de negrero. Mi tía Ramona, después de las muchas penalida-des y desdichas que pasó durante su vida, murió víctima de una cruel, larga y temida enfermedad que la sufrió sin queja alguna y con la resig-nación propia de una Santa. Mi primo Pepe, que el Señor lo llamó en su plena juventud, también conoció la amargura y desengaños de este mundo. Si algún día tiene ocasión de ir a Caldetes podría ver en una

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calle una placa con el nombre del abuelo de Catalina y por lo tanto mío, por parte de madre, llamado pasaje de Francisco Riera, erigida a su memoria por la actuación sobresaliente que en vida tuvo en las repeti-das veces que fue elegido alcalde por votación del pueblo. Fue un gran hombre y muy bueno.

“[...]

“Referente a Catalina no estaría bien decir nada en contra de ella. Se sacrificó siempre para los demás, de sus labios no salió nunca una men-tira ni una critica, ni una queja ni nada que pudiera perjudicar a nadie, era demasiado buena (si esto es un defecto, lo tenía)”29.

Es obvio que no sabemos lo que Xavier Garcia había escri-to ni falta que hace. Sencillamente, entendió la petición y de-bió atenderla, si es que vio algo que lo requiriese. En cual-quier caso, la discreción que exigieron a Xavier venía aconse-jada también por los rumores que les habían llegado de que algunas personas pensaban visitarles para que les contaran aspectos de la vida de Rovirosa y, por ende, de la de Caterina. Estas mismas ideas se repiten en una nueva carta, escrita al año siguiente y firmada de nuevo por Margarita (Parellada) y Juan (Boixeda), aunque hablan en singular, como si sólo lo hiciera uno de ellos:

“Es preciso que ahora le explique, ya que ésta será la última, lo que en realidad fueron durante toda su vida esta desgraciada familia Canals...

Y vuelve a repetir que

“[...] eran buenos, sinceros, de noble corazón, defensores siempre de la verdad y de la justicia…

“[…]

“Su principal virtud fue la caridad. Dieron todo lo que tenían. Su lema fue ser leales con la amistad y eran capaces de todos los sacrificios. Recuerdo que de pequeños, tanto a Pepito como a Catalina si se les acusaba de alguna falta que ellos no habían cometido, cumplían el casti-go que les imponían sin descubrir nunca al culpable y así siguieron toda su vida obrando con bondad, amor y caridad.

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“[…]

“Podría decirle muchas cosas más en su favor, pero no terminaría nunca.

“Creemos que si en algo se les menciona, bien se merecen que sea en el sentido de que se les tenga en un buen recuerdo”30.

1 Loc. cit., I, 548-549.

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2 En el original, es un subtítulo al que sigue lo demás como párrafo aparte.

3 En la edición de 1977 no aparece este párrafo; en la versión de 1971, apa-rece sin embargo trastocado, al comienzo de la transcripción de la carta que dirigió a Aloy Flo el 21 de octubre de 1921, según veremos más adelante. Se trata, sin duda, de un error mecanográfico o de un error tipográfico que Xavier Garcia debió advertir al corregir finalmente las pruebas para la ed. de 1977; de modo que –quizá para evitar trabajo al impresor- optó por suprimirlo de esa ed. de 1977 sin más. Lo ponemos donde está en el original que se cita, que es el libro de Rovirosa sobre Judas.

4 No hemos hallado documentación sobre ello.

5 Se refiere a la editorial Calpe, cuya Biblioteca del electricista dirigía el profesor Esteban Terradas, que les había encargado varios libros, para editarlos en ella, a Grau, Labori, Sintes, Romaní, Aloy y el propio Rovirosa, entre otros de quienes fueron compañeros en la primera promoción de la Escuela de Directo-res de Industrias eléctricas. En relación con ese encargo, Rovirosa menciona en esta carta a casi todos ellos.

6 Es la última vez que hallamos a Grau en la documentación de Rovirosa, a pesar de la íntima amistad que los unía. Grau siguió abriéndose camino en el ámbito de los rayos X principalmente. En 1926, era director-gerente de Ildea, en Barcelona, y publicó Los rayos X y sus principales aplicaciones, según nos comu-nica don Jordi Grau i Gatella (21 de junio de 2009), como libro que obra en su poder. No hemos hallado, sin embargo, ningún ejemplar en ninguna de las bibliotecas universitarias españolas, ni en la Nacional de Madrid ni en la de Ca-talunya. Las referencias a conferencias suyas son muy frecuentes desde 1927: vid. La Vanguardia, 18 de mayo a 9 de junio de 1927, nueve conferencias en el Colegio de Médicos, de Barcelona, a partir del día 20, sobre «Diatermia. Sus bases físicas y electrotécnicas»; ibidem, 9 de agosto de 1928, pág. 8, mención de que ha asistido al II Congreso Internacional de Radiología, en Estocolmo, con el doctor Luis Carrasco, del Instituto de Diagnóstico y Terapéutica Físicos, dirigido por el Dr. Canilla, que llevaba además la representación del Instituto Médico Farmacéutico y de los Anales del Hospital de Santa Cruz y San Pablo; ibidem, 16 de marzo de 1929, pág. 30, referencia a su visita al gobernador civil como director gerente de la sociedad «Idea»; ibidem, 20 de abril a 31 de mayo de 1930, pág. 10, en la Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas de Cataluña, anuncio del ciclo de doce conferencias sobre las «Bases físicas del radio-diagnóstico», de José Grau Casas; ibidem, 15 de marzo de 1931, en el Instituto Médico Farmacéutico, sesión científica extraordinaria el día 16 con la diserta-

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ción de Grau sobre «Evolución de la técnica y el instrumental de radiodiagnós-tico en los últimos diez años»; tema sobre el que continuaría hablando hasta finales de ese mismo mes (vid. ibidem, 29 de marzo de 1931, pág. 8), para pre-sentar después, en la misma entidad (cfr. ibidem, 18 y 25 de octubre y 1 de no-viembre de 1931), una –como se ve- extensa comunicación sobre «Perfeccio-namientos en los aparatos Roentgen expuestos en París con ocasión del Con-greso Internacional de Radiología», en cuya discusión intervinieron los docto-res Luis Carrasco y Juan Santiñá.

7 Posiblemente se refiere a que fue movilizado para el ejército.

8 El acta de su nacimiento, en el Registro Civil de Caldes d’Estrac, t. 8, núm. 88 (22 de julio de 1901), doc. 19010722.

9 No hemos podido dar con la fecha.

10 José de Calasanz Vives y Tutó (1854-1913), nació en una familia humil-de, estudió en los Escolapios de Mataró, donde intentó ingresar en la orden, pero no fue aceptado. Después conoció a un capuchino e ingresó en esta or-den con el paso del tiempo. El papa León XIII le nombró consultor de varias congregaciones. A la vez, fue visitador general de los capuchinos españoles, defendiéndolos, junto a otras órdenes religiosas, de las acciones del gobierno. Dio una serie de disposiciones que permitían el uso del catalán en la enseñanza y se manifestó contrario a la supresión de las diócesis de Solsona, Tortosa, Urgell y Vic, tal como se había acordado en 1851. En 1899, con tan solo cua-renta y cinco años de edad, fue nombrado cardenal y una vez elegido papa Pío X, le nombró primer Prefecto de la Congregación de Religiosos en 1908.

11 El primer marqués de Casa Riera fue Tomás Felipe Riera y Roses, a quien se le concedió el título en 1834. Fabiola fue la cuarta hija –tuvieron siete hijos- de Gonzalo de Mora y Fernández (1887-1957) y Blanca de Aragón y Carrillo de Albornoz (1892-1981) y sus abuelos fueron Gonzalo Mora y Riera (1836-1887) y María de la Concepción Fernández y del Olmo (1854-1930).

12 En la versión de 1971, dice “la que había de ser Costa Brava”. La modi-ficación parece ser, por tanto, una corrección del autor, que respetamos.

13 En el estudio introductorio vimos cómo Xavier Garcia consiguió ver esos documentos por medio de un hoacista que se desplazó para ello a Barce-lona y no parece que encontrara dificultad. Sin embargo, nosotros no sólo no hemos dado con ella, sino que, en los Archivos públicos barceloneses, no hemos hallado la documentación de la Escuela de Directores de Industrias

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Eléctricas, de la que Xavier Garcia habla como de una institución, si no exis-tente como tal, sí presente de alguna forma, digamos, física.

14 Todavía hoy, sobre el mapa, se ve cómo la red principal de los ferrocarri-les catalanes forma la figura de un “ocho”.

15 Muy pocos años menos: la electrificación del llamado vuit català, no ten-dría lugar hasta 1956. La denominación procede, al parecer, de que los tendi-dos ferroviarios habían ido dibujando un ocho, sobre el mapa de Cataluña, con Barcelona como centro.

16 No se editó en 1922, sino en 1921: Guillermo Rovirosa y Joaquín Labori, Fabricación de condensadores y carretes, Barcelona, Calpe (Biblioteca del electricista práctico, serie segunda, núm. 33), 1921, 131 págs. Luego publicaría Rovirosa solo Fabricación de cables eléctricos, Barcelona, Calpe (Biblioteca del electricista práctico, serie segunda, núm. 34), 136 págs., en una colección dirigida por Esteve Terrades. Bajo el nombre del autor, dice: “Del Instituto de Electricidad y Mecánica Aplicadas, de Barcelona”.

17 No hemos conseguido identificarlo siquiera.

18 La fecha está equivocada. Se casaron en 1922 y, por tanto, tenía Guiller-mo veinticuatro años, no veintiocho. Le faltaban siete días para cumplir los veinticinco. Vid. el acta de matrimonio, 1 de agosto de 1922, Archivo de la Parroquia de Santa María de Pueblo Nuevo, doc. 19220801.

19 Es posible que esa “obsesión” tuviese que ver con un evento ciertamente atractivo que, por lo menos, tuvo que presenciar en sus días de estudiante casi inevitablemente, dado que se inauguró unos días antes de que acabase el curso y en los mismos locales donde se desarrollaban las clases: vid. Catálogo de la V Exposición-Feria en Barcelona de juguetes y artículos de bazar, organizada por la Agrupa-ción de Juegos y Juguetes de España y patrocinada por las corporaciones oficiales Mancomu-nidad Catalana, Diputación Provincial y Ayuntamiento Constitucional de Barcelona, del 16 de junio al 21 de julio de 1918, instalada en la Universidad Industrial, calle de Urgel, 187, Barcelona, Seix & Barral hnos., 1918, 127 págs. (digitalizado en http://inf23.boumort.cesca.es/). Entre los vocales del Comité ejecutivo figura Federico Barceló (ibidem, pág. 12).

20 Falleció el 11 de febrero de 1924, con veintiséis años cumplidos, en el chalet San Sebastián, en Benimaclet, en la provincia de Valencia, no en la ciudad de Valencia; lugar –el de Benimaclet- donde se celebraron el sepelio y los fune-rales en los dos días siguientes, sin dar tiempo siquiera para que acompañase

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nadie –a no ser los más íntimos- a la familia: vid. la esquela que se publicó en La Vanguardia, 21 de febrero de 1924, pág. 2.

21 Tiene página web con la información imprescindible: www.sociedadteosofica.es.

22 Prohibida desde la guerra de 1936-1939, la Sociedad Teosófica Española fue legalizada de nuevo en enero de 1977. Con la guerra civil, desaparecieron sus archivos. Hemos mantenido conversaciones, sin embargo, con miembros actuales y nos aseguran que, entre los datos que han conseguido recuperar, no aparece el nombre de Guillermo Rovirosa. En lo que, desde 2007, recibe el nombre de Centro Documental de la Memoria Histórica (www.mcu.es/archivos/MC/AGC/index.html), ubicado en Salamanca, Espa-ña, se conservan los fondos de los Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno correspondientes a 1937-1977 y, en la Sección especial, hay una Serie T que corresponde a Teosofía, además de expedientes personales. Puestos en relación con los responsables del Centro, nos comunican, sin embargo, que no hay nada que no sea el expediente del que hablaremos más adelante, del Tribunal de Represión del Comunismo y la Masonería (referencia archivística de nuestra consulta, CAS-57811-LZHP8T).

23 Vid., por ejemplo, Marta Elena Casaús Arzú, “El vitalismo teosófico como discurso alternativo de las elites intelectuales centroamericanas en las décadas de 1920 y 1930: Principales difusores: Porfirio Barba Jacob, Carlos Wyld Ospina y Alberto Masferrer”, Revista de estudios de la masonería latinoamerica-na y caribeña, iii, núm. 1 (2011), 82-120 (http://rehmlac.com/recursos/vols/v3/n1/rehmlac.vol3.n1-mcasaus.pdf).

24 No aparece en el Registro de la Propiedad de Barcelona.

25 Se trata de uno de los principales hitos de la historia de Barcelona (y de la historia económica de España) en el siglo XX. Vid. Barcelona 1929: L’Exposició Internacional, Barcelona, Centre de Cultura contemporània, 1995, videocasette; M. Carmen Grandas, L’Exposició Internacional de Barcelona de 1929, San Cugat del Vallés, Els Llibres de Frontera, 1988, 210 págs.

26 No tiene por qué guardar relación; pero, en esos momentos, en la calle Fernández Duro, núm. 10, de Sans, estaba el Centro Católico: vid. La Vanguar-dia, 31 de octubre de 1928, pág. 10. De todas formas, la relación está ratificada por carta de Julio Ramon Borros a Xavier Garcia, Hospitalet de Llobregat, 3 de febrero de 1968 (doc. 19680203ACPHOAC_FXG_503_103).

27 No hemos logrado verificar la fecha.

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28 Hemos intentado documentar, sin éxito, estas compraventas. Lo que se

describe como propio de Guillermo Rovirosa se corresponde, obviamente, con lo que figura en el testamento de Anna Albet, mencionado ya; pero es posible que le correspondiera algo también por el de su padre, José Rovirosa, que había testado antes de que él naciera pero había previsto la existencia de más hijos, de los dos que tenía entonces. El problema, una vez más, es la destruc-ción del Registro de la Propiedad de Villanueva y Geltrú en 1936-1939. Sólo nos aseguran que no hay ninguna finca donde figure el nombre de Guillermo Rovirosa. Pensamos, sin embargo, que la forma de asegurarse podría ser la identificación de la mencionada casa de la calle de La Economía. No lo hemos logrado, sin embargo. Por otro lado, eso nos permitiría, en el mejor de los casos, saber qué notario y en qué fecha extendió los protocolos de compraven-ta. Pero la consulta de protocolos notariales, según la legislación española, sólo puede llevarse a cabo a los cien años.

29 Doc. 19661212ACPHOAC_FXG_505, págs. 115-119.

30 Doc. 19670909ACPHOAC_FXG_503_103.

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LUZ: PRIMERA CONVERSIÓN

La primera pega con la que tropiezan es que… no encuentran alo-jamiento. En primer lugar, se han presentado sin aviso previo, dispues-tos a todo; en segundo lugar, los pisos son carísimos. Pasan los prime-ros días en una fonda de tercera categoría, mientras lo rebuscan todo. Han de ser prudentes porque, de lo contrario, se quedarán sin dinero.

Al cabo de ocho días encuentran una habitación amueblada, con co-cina, en un Hotel, en la calle Piat, nº 51, bis, distrito XX, en pleno ba-rrio obrero, que les cuesta la broma mensual de cuatrocientos francos. Y no será porque allí se encuentren a sus anchas. Cabe justo una cama y tiene un espacio disponible de un par de metros cuadrados. En la coci-na sólo puede maniobrar una persona. La escalera de la casa es oscura, estrecha y sucia. Él necesita un local para trabajar, pero no se puede ni pensar, porque están muy solicitados y se pagan grandes traspasos. Se debe contentar con lo que tiene.

Pero en una carta que dirige a Margarida Parellada, de Granollers, prima de su mujer, confiesa: “Pero, vaya, el optimismo no falta”.

Caterina tiene diversos primos, hijos de hermanos de su madre. En-tre ellos están Josefa Muntanyà y Margarida Parellada, que son con las que ha tenido, desde la infancia, más intimidad, por el hecho de haber convivido largas temporadas juntas. ¡La de veces que habían nadado en aquellas playas de Caldetes! Los padres de Margarida son los dueños del Hotel Europa de Granollers.

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Rovirosa, que en pocos días ha tenido tiempo suficiente para hacer una encuesta y la revisión de la vida parisina, lo concreta aún más:

“Hay cosas que son muy baratas y otras muy caras. Entre las más baratas está la cerveza, que vale un franco el litro. No hay que decir que no bebemos otra cosa, ya que el vino es muy caro, flojo y malo. También son baratos los huevos y la leche. Los huevos a 0´40 fr[ancos] cada uno y la leche a 1’20 fr. el litro. El metro también resulta muy barato, ya que so-lamente pagas 0’70 fr. por entrar y, una vez dentro, puedes ir por donde quieras y pasar por todas la líneas, estando todo el día, si quieres, mientras no salgas a la calle, ya que entonces se te han terminado los 70 céntimos. También son baratos los taxis, a 1’25 fr. por Km. En cambio, los tranvías y auto-buses resultan carísimos. La carne también es barata. El pescado, no lo sabemos, y seguramente no lo sabremos aun-que vivamos años en París; con el olor ya tenemos bastante. También son muy caras las verduras y los cines. Quitando tres o cuatro cines aristocráticos que hacen sesión continua, los otros sólo hacen una sesión por la noche, y en la tarde de jueves y domingos.

“Una cosa curiosa, y es que durante todos estos días que hemos estado rodando para buscar casa e información, no hemos visto gente que se divierta o haga jolgorio, y en cambio se ve una fiebre de trabajo y de movimiento que impresiona.

“Nuestros asuntos, parece que se presentan bien. En otra carta espero poder darte más precisiones”.

El día 15 de agosto, nueva carta. Vale la pena que la transcribamos:

“Querida prima: ¿Por qué he tardado tanto en escribirte? Ten en cuenta que desde que estamos en París hemos visto el sol durante unas cuatro o cinco veces durante más de una hora seguida. Y yo le dije a Caterina: “El día que haga buen tiempo escribiré a Margarida y, así, si no le puedo dar buenas noti-cias del pasado, le podré dar una impresión optimista de lo que sucede”. Pero ya hace demasiado tiempo, y no tengo más remedio que escribirte sin gota de optimismo. El mal tiempo nos tiene abrumados. Piensa que durante el día no podemos abrir ni un momento la ventana, y eso que está orientada al mediodía, y durante la noche hemos de tener dos cubreca-mas y mucha ropa en los pies. Ya no nos queda otro consue-

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lo que el dicho de mi madre: No hay mal que cien años dure, ni persona que lo resista.

“¿Cómo van nuestros negocios? Lo del cine lo tengo para-lizado, ya que en París, durante esta época, todos los jefes es-tán fuera, aparte de que tengo mucho miedo de que me enre-den, y no quiero dar ningún paso en falso. Mientras tanto con las ranitas vamos tirando, y si no fuera por el mal tiempo que durante muchos días no nos ha permitido hacer nada, podríamos tirar holgadamente incluso. Caterina es la que hace de corredor, y ahora ya conoce París mejor que cual-quier “Gardien de la Paix”.

Nota editorial sobre los “guardianes de paz” que encontró Rovi-rosa en París:

Rovirosa emplea esta denominación francesa, posiblemen-te, porque le sonaba inusual que llamaran “Guardián de la Paz” a quien, en España, era sencillamente un “agente de po-licía”, o un “policía” sin más.

“Y ahora quiero explicarte cuáles son las cosas que más me han llamado la atención de esta Babilonia… que marea.

“Esta gente son espléndidamente Brutos [sic], con una «B» tan mayúscula como puedas imaginar. Lo son mucho más que los valencianos, ya que aquí son brutos de mezquindad y brutos de sicalípticos. Has de tener en cuenta que aquello que se ve cuando terminan las películas de dos enamorados que se besan de una manera que no se termina nunca, aquí es moneda corriente a toda hora y en todo lugar, y nadie hace caso, y eso que a veces ves una pareja que interrumpe la circulación plantados en la calle más de 10 minutos en esa posición. Al principio Caterina se ponía colorada cada vez que lo veía, y no sabía qué hacer, pero uno acaba por acos-tumbrarse. De la suciedad de otra clase, te dará una idea el hecho de que solamente hay mercados cubiertos para la ven-ta al por mayor. La venta de víveres al por menor se hace en carretones a un lado de la calle y en los establecimientos. Pe-

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ro toda la mercancía se expone en la calle, de manera que el que compra a mediodía puede estar seguro que, además del bistec, se lleva una buena dosis de esencia de calle, ya que, además de la suciedad del sistema, los vendedores están aún más sucios. Y con todo eso la cosa que comemos con más gusto es la cosa más sucia del mercado, que son las patas de cerdo; pero cuenta que un pie vale 2 fr. (60 céntimos españo-les) y a nosotros nos gustan muchísimo; así que ¡no te digo nada! Y es que aquí tienen las patas de cerdo por una cosa poco fina, y en cambio se comen los riñones de caballo como brescas”.

Nota editorial sobre el humor de Rovirosa:

Hemos respetado la unidad del párrafo para explicar por qué decía Rovirosa, en sus primeras impresiones de la forma de ser de la gente de París, que le parecían “brutos de [tan] sicalípticos” como eran. La “sicalipsis” se define como “mali-cia sexual, picardía erótica”, y “sicalípticos”, como pertene-cientes o relativos a la sicalipsis. El juicio de Guillem puede parecer excesivamente duro, además de prematuro. Recuér-dese que llamaba ya la atención de sus amigos porque era ése justamente uno de los recursos que empleaba para rego-cijo de los demás: el uso de expresiones exageradas, como “pantagruélico” o “faraónico” para referirse a algún compor-tamiento de sus compañeros de diversión o “babilónica” como manera de adjetivar la belleza de una mujer.

No debe dársele, por tanto, otro alcance a nuestro enten-der. Si acaso, llama la atención la riqueza de vocabulario que implica. Más tarde expresaría claramente su admiración por lo francés.

“Eso de sacar la mercancía a la calle lo hacen todos, hasta los grandes almacenes. Todo París parece un encante.

“Otra cosa: En los restaurantes populares los manteles son de papel y, si por casualidad eres tan limpio que quieres una servilleta, debes pagarla aparte.

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“Otra cosa: Los rótulos de los establecimientos. Algunos hacen reír.

“Un anticuario se llama: Comme chez grand-mère [Como en casa de la abuela].

“Una charcutería: L’escargot amoureux [El caracol amoro-so].

“Unos grandes almacenes de confección: Au Pauvre Jac-ques [El pobre Santiago].

“Una tocinería: Au Porc de St. Antoine [El puerco de san Antonio].

“Una farmacia: Au Gagne Petit [Empleaducho de poca monta] y venden artículos en réclame [en oferta]. ¡El «colmo»!

“Hoy hemos estado con Caterina a ver la silla donde se sentó la Virgen cuando se apareció a la monja de la Medalla Milagrosa, que en estos días hace cien años. (No la monja, la aparición…)”.

Se puede ver la ironía de Rovirosa. Haciendo mención a la visita a la silla de la Virgen. Él estaba sumido totalmente en el agnosticismo, pero el respeto a los otros hizo nacer en él el respeto a sus ideas. Es un deta-lle.

El día 2 de noviembre vuelve a escribir a la prima Margarida:

“Querida prima: a su tiempo recibimos tu querida carta, que no hemos contestado antes porque estos días hemos cambiado de casa y nos ha impuesto el consiguiente trasla-do. Estamos en la misma calle Piat, en el nº 30.

“Nos ha dado mucha alegría la noticia de tu compromiso, y no hay que decir de qué manera deseamos que tu elección sea acertada y en la medida en que tú mereces. Por lo pronto, a quien hay que felicitar es a tu prometido. La experiencia nos ha demostrado que dentro del matrimonio la felicidad viene fundamentalmente del cariño y de la comprensión de las cualidades y de los defectos, que hace que los defectos se disimulen y las cualidades se enaltezcan. Los elementos ex-ternos, como dinero, hermosura, etc. pueden contribuir a un aumento del bienestar, pero nunca serán por sí una fuente de felicidad. Nosotros hemos pasado por todos y podemos de-cir que sabemos el pan que se come en todos los sitios; por

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eso, dudo que haya gente más unida, más compenetrada y más feliz que nosotros, y es que las causas de nuestra felici-dad residen en nosotros mismos, y por eso las circunstancias exteriores no pueden nada contra ello…

“Por lo que dices de la fonda, se ve que las cosas del Sin-dicato vuelven a ser fuertes. Nosotros de vez en cuando com-pramos La Publicitat, pero no suponíamos que eso estuviera así.

Nota editorial sobre la percepción de la situación política españo-la de 1930 desde París:

Guillem se refiere, probablemente, a la reanudación de la lucha social y de las extorsiones que había conocido hasta 1923, cuando el dictador acabó con ello, y que recomenzaron en 1930, al dimitir Primo de Rivera, restablecerse plenamente las garantías constitucionales y la legislación común, inclui-da la ley vigente de asociaciones, que permitía la existencia legal de las anarcosindicalistas y comunistas, perseguidas en los años siguientes por el dictador.

Por otra parte, el hecho de que comprasen La Publicitat –probablemente cuando querían saber cómo iban las cosas en su tierra- nos sitúa –quizás- en las preferencias políticas de Rovirosa en aquellos días. Fue un periódico editado en cata-lán, en Barcelona, donde vio la luz el 1 de octubre de 1922 y se apagó el 23 de enero de 1939, coincidiendo con la entrada de las tropas franquistas en la ciudad condal. Su origen está en la compra de La Publicidad, periódico redactado en caste-llano, or parte de los responsables de Acció Catalana –una escisión, producida en 1922, de la Lliga Regionalista-, con lo que se convirtió en el principal órgano de expresión de un ca-talanismo que podemos calificar de “intelectual”, en el senti-do que entonces se daba a este término, y situado en el cen-tro más moderado del abanico político.

En él colaboraron algunos de los más preclaros escritores en catalán de la época, como Carles Soldevila, Antoni Rovira i Virgili, Pompeu Fabra, Josep Vicenç Foix, y, entre sus co-rresponsales contaba con Josep Maria de Sagarra, Josep Carner y Josep Pla. Su primer director fue Lluís Nicolau i

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d´Olwer1, hasta que, en 1924, hubo de exiliarse, forzado por la dictadura de Primo de Rivera.

“Yo he pasado un verano bastante malo, pero ahora pare-ce que me apaño. Con bastantes trabajos salimos de casa, ya que estamos abrumados de trabajo haciendo ranitas. Nos han pedido muchas más de las que podemos hacer, y eso que aún no hemos presentado ningún otro modelo de juguete. Nuestro plan es trabajar intensamente hasta mediados de di-ciembre, para ahorrar unos cuantos francos (ya tenemos 1.500 fr[ancos] ahorrados) y entonces dedicarme de lleno a lo del cine, cosa que no he podido hacer aún por no haber po-dido sacar la patente.

“Cuando nos contestes, esperamos que nos digas si habéis podido vender aquel motor eléctrico, y si el tío ha hecho alguna gestión para aquello del «Amigo del Pueblo Ca-talán».

Nota editorial sobre la falta de recursos de los Rovirosa-Canals en París:

Ya hemos visto antes que, el 29 de abril de 1916, supo-nemos que su hermano mayor –en calidad de tutor-, Jaume, había abierto a Guillem una libreta de pensionista en la aso-ciación L’Amic del Poble Català (“El Amigo del Pueblo Cata-lán”) y que se trataba de un sistema de cotización que asegu-raba una pensión al cabo de unos pocos años. Probablemen-te, la necesidad de dinero le había inducido a Guillem a ver el modo de obtener de ahí algún recurso.

“Tenemos ganas de conocer a tu prometido –ya nos dirás cómo se llama-, aunque seguramente no será antes de que vengáis a hacer el viaje de novios a París. Espero que seamos muy amigos, mayormente siendo electricista como yo…”.

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Ya tiene un pisito. Ya están –un poco- en su casa. Aquí pueden tra-bajar con más amplitud en su producción de juguetes. Se han hecho un sello, con tampón, que dice: “JOUETS G. ROVIROSA. 30 Rue Piat – París (XX)”. Trabaja por su cuenta y para la casa Gilaz2, de Compiègne, del ramo. Vemos a su Caterina cómo le ayuda, con tal de ganar el pan y ser también una buena compañía en las ilusiones de su marido. Y ve-mos cómo trabajan los dos, no con el afán de hacer dinero por hacer dinero, sino con el fin de dedicarse “a eso del cine”. Sueña con ello. ¡No esperábamos ésta! De hecho, el motivo de ir a París es ése.

También sabemos cómo se entera, por medio del diario catalanista de “Acció Catalana”, de la situación social de nuestra tierra, principal-mente de la sindical, que por aquellos días era tan agitada.

Pero lo trascendental que encontramos es cuando habla del matri-monio, de su matrimonio “natural”, no del sacramental, que para él no cuenta. No tiene en cuenta la vida sobrenatural de la unión conyugal, la incorporación, como pequeña célula, al gran Cuerpo Místico de la Igle-sia Universal; él no ve la unión entre los esposos como la de Jesús con la Comunidad que deja aquí hasta la hora final, porque no cree en todo eso, no entra; pero, qué absurdo..., qué belleza, que haya de ser un hombre así, que pasa por la larga pasarela del agnosticismo profundo que le tortura, el que nos haga descubrir, vindicar los valores humanos, que, por ser profundos, auténticos, ya son divinos, ya pertenecen al depósito de Dios. ¡Pobre Rovirosa! Él no está dentro del Catolicismo, no se siente formando parte del redil universal, y, en cambio, lo vive y es sin saberlo. Este hombre, por sarcasmo, queda sumido en plena vida interior. Porque él mismo, sin proponérselo – y no pensando nunca que aquella carta iba a ser conocida; ¿por qué los apuros de un matrimonio aventurero debían pasar a ser nunca de dominio público?-, ya nos dice que la vida exterior no es nunca fuente de felicidad. Y nos lo dice en primera persona del plural del presente de indicativo. Ellos no son de aquellas familias que se “aguantan” porque el dinero los ampara y los protege y no les deja hundir, porque “cuando vives bien…”, no; ellos han pasado “por todas”, saben el pan que se come en todas partes. Recordemos: “La experiencia nos ha demostrado...”. ¿Es que la docena de líneas que se inician con estas palabras no son ya un guión de todo un Cursillo de mística conyugal?

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xiv. Rue Piat 30, París 20e, 13 de diciembre de 20093.

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Unos años más tarde dirá:“Desde que me casé, mi mujer ha sido siempre «mi prójimo», todo mi prójimo, como Dios quiere. Y, exactamente igual, yo he sido «el prójimo» para ella. Todos han estado lejos, comparativamente, en el «plano» de ella. No ha entrado nunca nadie en mi vida, en mis sentimientos de caridad y amor”4.

¡Qué gozo haber podido conservar esta carta! Ella nos dice, una vez más, que Rovirosa se había ido [de la Iglesia] sólo por la apariencia, forzado, porque lo han puesto fuera; pero es más digno, más de Cristo, que muchos de los que están dentro.

Llegado el tiempo navideño, vuelve a escribir. Entre otras cosas di-ce:

“Y ya es hora de que cada uno manifieste sus sentimien-tos, dejad que os deseemos a todos buena salud; que hayáis ganado el gordo de Madrid, que paséis una Navidad bien exuberante y sin ninguna indigestión; que el año nuevo sea para todos un depósito de bienaventuranzas. Particularmente esto último se refiere a ti y a Ventura, ya que para los dos se-guramente 1931 marcará un hito glorioso, por servir de sepa-ración entre dos fases de vuestra existencia, perfectamente destacadas. No hace falta que te diga que deseamos también que 1931 marque para nosotros un hito glorioso, etc., etc.

“¡Ah! No olvidéis que estamos preparando los itinerarios y demás, para cuando vengáis a París en viaje de novios...”.

Esta carta tiene más malicia de lo que parece a primera vista: tenga-mos en cuenta, que, por lo que diremos, lo habían pasado mal durante una temporada y se ven la tormenta encima. Como siempre, cuando conviene, mezcla la seriedad con el humor. Los que sufren y saben el gusto que da, son los más aptos para hacerlo, son los que saben sacar jugo de las propias desgracias. Es como una salida. Si no, reventarían. Por eso, normalmente, los excesivamente cebados son incapaces de humor fino, vital. No saben reírse de sí mismos. Y aunque, al despedir-se, se ha descuidado y ha puesto su nombre delante del de su mujer, para arreglarlo, dibuja la cabeza de un burro y, abajo, como explicación: “delante”.

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Como preveía, por Santa Lucía empieza la calma de las ranitas. Ha llegado el momento de “desempolvar” los francos que ha arrinconado, para dedicarse plenamente al invento sobre el cine. A principios del año nuevo, gestiona la patente. Después de haberse puesto en relación con diversas casas inútilmente, entra en tratos con “Debrie”, constructora de material de cinematografía, que parece que está interesadísima en todo este asunto. La casa tiene la intención de adquirir en propiedad la patente para Francia. Él quedaría con libertad para su difusión por otros países.

Bajo su dirección se construye el aparato, que era una auténtica re-volución. Años después, cuando apareció la televisión, decía:“Es curio-so que la parte externa del aparato que yo construí era extremadamente parecida a las actuales televisiones”5.

El invento, en palabras profanas, consistía en hacer pasar el film del cinema no a trompicones, como se ha hecho siempre, sino por medio de un movimiento regular y continuo que permitía hacer la cinta incluso de papel.

Pero la realidad es que los francos se espabilaron muy pronto, y la familia pasa estrechez. Si, por otro lado, se dedica al invento, pero han de continuar comiendo, por el otro, ya no tienen el ingreso de los ju-guetes, que era el pan de cada día. No tocarán ni un céntimo más de la patente hasta que no lleguen los resultados definitivos. Están franca-mente preocupados. Sí lo deben estar, se ve obligado a desprenderse de dos motores y una máquina de coser, que había dejado en casa, de la que estaba muy orgulloso, conocedor como era de la maquinaria, y encarga a la prima Margarida que se preocupe de venderlo a través de alguien conocido. Por el motor grande, de un caballo, comprado en la Exposición de Barcelona, le dieron veinticuatro duros. El pequeño muy querido por él, y, al revés del otro, se vendió por más dinero. Deshacer-se de ellos le costó esfuerzo porque los había comprado semanas antes de la muerte del cuñado con el intento de hacer con él unas pruebas. Pero, así y todo, aún confiaba en poderlo realizar un día u otro. Pedía veinticinco o treinta duros.

La máquina de coser, que calificaba de maravilla, confía que la pon-drán vender por unos sesenta duros, teniendo en cuenta que en aque-llos momentos la moneda ha bajado bastante.

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xv. Dibujo del procedimiento y los dispositivos para fotografías y proyección de imágenes in-ventados por Rovirosa e incluidos en la paten-te oficial (París, 12 de diciembre de 1930).

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Ya hemos visto que él menciona el “Amic del Poble Català”. Ahora, estando fuera, mira si puede sacar alguna cosa. ¡Se ha de aprovechar de todo! Formaba parte de esta Asociación mutual chatelusiana de previ-sión y socorro (El lema de la misma era “Amor, Ahorro y Trabajo”), fundada en 1904; el director era Pere Coromines, el autor de “Les pre-sons imaginàries [Las prisiones imaginarias]”. Le había inscrito su padre, en 1906, cuando tenía 8 años. Pagaban la cuota mensual de una peseta, y la pensión anual, pasados los diez primeros años, era de quince pese-tas.

El final del invento fue que la casa constructora le compró la paten-te y le abonó unas dos mil pesetas, pero lo escondió en el cajón. Y nun-ca más se habló. La humanidad siempre ha crucificado a los inventores. Esto le disgustó muchísimo, pues comprendió que había sido objeto de un chantaje, con el fin de evitar la agitación que parece que el invento comportaría a la técnica del ramo.

Nota editorial sobre la casa Debrie:

Los Établissements Debrie habían sido creados en 1898 por Joseph Jules Debrie en París y, en 1913, habían comen-zado a fabricar y vender la cámara cinematográfica Parvo, a la que seguiría la Super Parvo, que alcanzaría gran fama. En 1918, se había hecho cargo de la firma André, hijo de Joseph Jules.

Hay que advertir que la Super Parvo había comenzado a venderse en 1921 y, para entonces, su antecesora, la Parvo, ya se había convertido en la cámara más usada en el mundo. Seguiría siendo uno de los modelos preferidos -incluso entre figuras principales de la cinematografía- muy avanzada la década de los años treinta y -la Super Parvo (claro es que en un modelo perfeccionado)- aún se empleaba en la propia Barcelona en los años cincuenta6. Es posible que los Debrie optaran por apurar el negocio que ya llevaban entre manos y, a lo sumo, adaptar el invento de Rovirosa a ese producto; aunque no podemos asegurarlo7.

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Él mismo ya lo había presentido, tal como dice en la segunda carta transcrita: “Tengo mucho miedo de que me enreden y no quiero dar ningún paso en falso”. ¡Y lo dio!“Nunca más venderé una patente a

nadie y no haré inventos para los… judíos”.

Nota editorial: Rovirosa y los judíos:

La frase procede de las notas autobiográficas del propio Rovirosa que Jean Delfosse envió a Xavier Garcia el 2 de julio de 1968 desde Bruselas para que pudiera servirse de ellas al elaborar esta biografía8. Las menciones que se hacen a los judíos en los escritos de Rovirosa no son muchas y pueden agruparse de este modo: unas son las que se encuentran en los propios evangelios y en la Historia de los judíos de Flavio Josefo (aquí, todo lo incluido en la primera parte de El primer santo: Dimas el ladrón9); no hay, en ello, ningún aspecto que podamos considerar valorativo por parte de Rovirosa; en todo caso, no lo hay que sea negativo. Tampoco en las menciones sucesivas que hay en la misma obra y en El primer traidor cristiano: Judas de Keriot, el apóstol10. En El primer santo…, sí dice expresamente que, para él, tiene un valor indicativo muy grande el hecho de que “el primer santo no fuera ningún judío, sino un ‘gentil’. Y un gentil de los averiados”. Cosa que pone en contraste con el hecho de que “el Verbo se hizo hom-bre-judío” y “toda su predicación se dirigía a los hijos de Is-rael, diciendo que el ‘manjar’ que Él traía era para los hijos, y no para los ‘perros’” y “los apóstoles y los discípulos los esco-gió exclusivamente entre los circuncidados”.

“¿Tiene esto algo que ver –sigue- con que Dimas fuese, o no fuese, judío? Yo creo que sí: como símbolo.

“La línea pro-judaica que constantemente siguió Jesús a lo largo de su vida, se quebró en la Cruz, para hacerse pro-humana, abriendo los brazos a todos, sin distinción de pueblos, de razas, de lenguas, ni de nada”11).

Sobre la crucifixión:

“Comprendo perfectamente la actitud de los judíos ante el Mesías de verdad. Cada uno esperaba un mesías a su medida y a su gusto; y el Me-

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sías no podía ser a la medida de ningún hombre, sino a la medida de Dios”12.

Un segundo grupo incluye valoraciones que podemos con-siderar de carácter tópico y presuntamente histórico: por ejemplo, que el capitalismo “fue y es un producto típicamente protestante y judío en sus inicios y en su desarrollo”: Mani-fiesto comunitarista13).

Las frases en las que aparece lo hebreo (con esta raíz léxi-ca) no implican “toma de postura ante ellos”: “con Herodes el Grande –escribió, por ejemplo, en El primer santo: Dimas el ladrón14- las cosas tomaron otro cariz, ya que los ‘peces gor-dos’ no eran hebreos, sino forasteros, despreciados desde siempre por los escogidos”. “Para el pueblo hebreo, pueblo teocrático, cuya ley civil coincidía exactamente con la ley reli-giosa, las maldades eran tanto más abominables cuanto más baja era la numeración del Mandamiento de Moisés que in-fringían”15.

Volvamos a lo fundamental. A pesar de lo que acabamos de decir de su vida matrimonial ejemplar –y confirmándolo-, aquel tiempo de es-tancia en París se caracteriza por el escepticismo más aplomado. Él, que se ha hartado de leer, de rebuscar en todo la verdad, y no encuentra, y cuando encuentra miga, la ve raquítica y la tira, termina por tirárselo todo a la espalda. Puede ser que incluso se haya enterado, por el perió-dico, de la Quadragesimo Anno, de Pío XI. ¿Pero qué? ¿Lo puede tomar seriamente cuando los católicos no le han dado ninguna respuesta? Vive muerto a todo afán sobrenatural o espiritual. Está agotado de tanto girarse en todas las esquinas. Por todos los caminos, en la lejanía de todos los horizontes, no encuentra más que poca sustancia, ganas de enredar la madeja, afán de embaucar al hombre. En todo encuentra afirmaciones que igual pueden decirlo todo como no decir nada. Estu-diará todas la religiones habidas y por haber. Se remojará en los desva-ríos de un Allan Kardec.

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Nota editorial sobre los estudios espiritistas de Rovirosa:

Se refiere al pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, que popularizó el espiritismo, sobre todo con El libro de los espíritus (1857), El Génesis y El evangelio según el es-piritismo, entre otras obras. Firmaba con el pseudónimo Allan Kardec, convencido, al parecer, de que se había llamado así en otra vida. La primera traducción al castellano que cono-cemos es la de El cielo y el infierno o La justicia divina, según el espiritismo, Madrid y Barcelona, Carlos Bailly-Bailliere y Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiritismo, 1871, viii + 527 págs. Luego, siguieron bastantes más16. De manera que, en los días de Rovirosa, había muchas páginas suyas a las que acudir.

No ve lugar para la divinidad ni tampoco para la humanidad. Ni un auténtico espiritualismo que le satisfaga, que le prenda, que le guíe, que le levante, ni un humanismo que le dignifique, que le adentre en las raíces de la vida. Aquél es demasiado alto; el segundo, demasiado mez-quino. Ve a Dios muy lejano, nada interesado por los problemas de sus hijos. Ve a los hombres muy preocupados por las nimiedades de vege-tar. Falta altura y densidad. Hay demasiado polvo. Cuesta respirar.

Y se deja ir. Vivirá sin ilusión. Que es lo peor que puede pasar a los hombres que son alguna cosa, que llevan los valores que pesan. Vive vida de extranjero prácticamente sin relaciones. Le aguanta la propiedad pregonada humana que significa el valor profesional o la vocación pro-fesional17 que lleva fecundísima en su interior. Vive. Pero él sabe bien que no es suficiente. El hombre es completo. No hay nada que lo sea todo. El todo del conjunto hace a todo el hombre. Él mismo dice que el hogar y el trabajo fueron las únicas cosas que lo salvaron del naufra-gio.

* * *

Dejemos, como otras veces, que continúe hablándonos en las pocas hojas autobiográficas que nos ha dejado:

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“Los terceros dieciocho años.- Mi (digamos) primera con-versión tuvo como partida el siguiente hecho:

“Era a finales de 1932 y yo iba distraídamente por las ca-lles de París, cuando me llamó la atención el ver una gran muchedumbre ante la iglesia de San José. Por una pura cu-riosidad, pregunté qué pasaba. Me dijeron que el cardenal Verdier hacía la visita pastoral, y que en aquellos momentos estaba predicando”.

Nota editorial: Jean Verdier:

Jean Verdier (nacido en 1864 y religioso sulpiciano) había sido elegido superior general de la congregación de San Sul-picio en 1929, poco antes de que Pío XII lo nombrase vicario general de París, protonotario apostólico y, todavía en 1929, arzobispo de París y cardenal. Desde 1930, fue legado del papa en varias ocasiones18.

En las elecciones generales de 1932, había triunfado la iz-quierda y se temía que rebrotase la política anticlerical de otras épocas19. Los efectos de la Gran Depresión seguían in crescendo y el cardenal no sólo creó un Comité de secours diocésain, sino que planeó, anunció y puso en marcha un programa de construcción de más de cien iglesias en los su-burbios de París, con el propósito explícito de contribuir, de ese modo, a crear puestos de trabajo; cosa que tuvo una re-sonancia notable y fue seguida de iniciativas semejantes en otras diócesis francesas20.

Además, no dudó en encargar del diseño a uno de los ar-quitectos más famosos de la época, el suizo –nacionalizado francés- Le Corbusier, y sus atrevidos diseños de las nuevas parroquias –alguno de los cuales pasaría a la “gran historia” de la arquitectura- suscitaron muy serios reparos –y aplau-sos- entre quienes seguían la iniciativa, incluido Rovirosa, según vamos a ver.

Aparte, el 15 de octubre de 1932, Verdier fechó una pas-toral donde examinaba los problemas internacionales de aquellos días y la insuficiencia de las medidas que se adop-taban21. Y, en diciembre, tendría que habérselas con el gene-ral De Castelnau, inspirador del periódico Action catholique

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de France y considerado hasta unos meses antes como el guía, por excelencia, del laicado católico francés; Pío XI había optado por apoyar la creación de ramas especializadas en la Acción Católica y el general lo criticó en una carta abierta a la que respondió Verdier, también públicamente. El cardenal llegó a decir que había demasiada diferencia entre la doctrina social del papa y la que predominaba entre los católicos ga-los22.

No es que nacieran entonces las ramas especializadas, si-no que habían ido apareciendo como organismos autónomos, que no eran propiamente la manera de articular la Acción Católica, sino añadidos a ella: así la JOC en 1926, la JAC en 1929, la JEC en 1930, precisamente en 1932 la JMC, que reunía a los marinos. Más tarde, en 1936, la JIC. Se trataba ahora de articularlos como movimientos ciertamente especia-lizados, pero ramas del tronco común de la Acción Católica23.

“Entonces había en París mucha «controversia» a propósi-to de las parroquias de estilo futurista que el cardenal man-daba construir en los suburbios, dirigidas por el «revolucio-nario» Le Corbusier, y ello hacía que se hablara mucho del cardenal en los diarios24. Empujado por la curiosidad entré, como pude, para ver al hombre de moda.

“Yo iba solamente para verlo, y ya me habría dado por sa-tisfecho, pero resultó que (sin yo desearlo) también le oí. Los orientales dicen que el oído es el principal de los sentidos, pues es el que conecta con los dioses. Sea como sea, el hecho es que yo entré para ver, y estoy seguro de que el ver sólo me habría dejado tal como estaba; la desazón me entró por el oí-do.

“El oírle fue cosa de dos o tres minutos, y lo único que “pesqué” fue este concepto: oculista es el que más sabe de la teoría y práctica de ojos, así el mejor cristiano es el que más sabe de teoría y de práctica de Jesús”.

“Esta fue la semilla de Vida que la providencia amorosa dejó caer en mi estiércol, valiéndose de las palabras de su servidor, el arzobispo de París, que nunca supo ni pudo sos-pechar que iban a cambiar toda mi vida.

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“Con lo que me habían “inculcado” de pequeño, yo creía que ya lo sabía todo del cristianismo teórico, y la práctica ya la había descubierto después por mi cuenta cuando me aper-cibí del “timo”; ésta era mi convicción. Pero entonces me di cuenta de que de Jesús no sabía casi nada, ni de teoría ni de práctica. Y me entraron ganas de saber algo.

“Lecturas y más lecturas. [...]”

Nota editorial sobre la lectura de Mauriac por Guillem Rovirosa:

El texto que suprimimos en el párrafo (para incluirlo y glosarlo aquí) es éste:

“Me impresionó una Vida de Jesús, de Mauriac, escrita poco tiempo después de su conversión”.

François Mauriac publicó la Vie de Jésus en 193625. Por tanto, o se trata de un adelanto del que no tenemos noticia, o es un error de Rovirosa –un fallo de memoria-, en el que, por lo demás, insistiría en el otro relato autobiográfico, más bre-ve, que redactó en 1956: “Unos días después –dice en él, refi-riéndose al día en que oyó predicar a Verdier en Saint-Joseph-, compraba la Vida de Jesús, de Mauriac, que me gustó mucho, pero que no cambió mi escepticismo”26. “Lectu-ras y más lecturas –añadiría en 1959-1960 que fue su res-puesta al escuchar al cardenal y darse cuenta de que sabía todo acerca del cristianismo, pero muy poco acerca de Jesu-cristo-. Me impresionó una vida de Jesús de Mauriac, escrita poco tiempo después de su conversión”27.

Lo que ya circulaba, de Mauriac, era Le Jeudi-Saint (193128) y Souffrances et bonheur du chrétien (1931 tam-bién29), que es lo que Rovirosa pudo leer en 1932-1933. Es probable que, aparte y después, leyese la Vie de Jésus; aun-que –que lo hiciese en 1936, antes del estallido de la guerra- tampoco es verosímil, a no ser que alguien se lo hiciera llegar a España desde Francia. En la edición original francesa, la obra llevaba imprimatur de 12 de febrero; la guerra española estalló el 18 de julio y el prólogo a la reedición de la Vie de Jésus que se hizo semanas después, lo fecha Mauriac de 6 de agosto de 193630. La primera traducción española que cono-

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cemos de esa obra de Mauriac es de 1937, pero es mejica-na31; la primera impresa en España data de 195032.

Por otro lado, hablar de una conversión de Mauriac quizá resulte excesivo. Mauriac, como Rovirosa, se había formado en una familia católica en la que las devociones y referencias a Dios eran frecuentes y, en algunas ocasiones, fuertes, se-gún se desprende de sus propios escritos. Persona muy sen-sible, Mauriac no había tardado en comprobar la dificultad de vivir conforme a aquello que se le inculcaba, además de iniciar una búsqueda de una manera de entender las creen-cias cristianas adecuada a su propio modo de ser. No hubo, en otras palabras, una época de su vida –que sepamos- en la que militase contra la Iglesia y los católicos, como ocurrió con Rovirosa.

“Ya he dicho antes que Jesús, como figura histórica, ganó pronto todo mi interés y todas mis simpatías. Lo que no po-día aceptar de ninguna manera era que un hombre fuese Dios. Lo mismo que Judas.

“Yo quería que esto se me demostrara a la manera de las Matemáticas, sin tener en cuenta que la Fe es don de Dios. Las demostraciones “clásicas” no me producían la menor convicción; las encontraba interesantes como elaboración dis-cursiva, pero no daban mi asentimiento. Ahora pienso que debía ocurrir algo así como si un ciego de nacimiento quisie-ra que le demostrasen la luz a base de razones. No hay más demostración auténtica que la de abrirle los ojos a la visión. Y entonces sobran todas las demostraciones.

“Como he dicho antes, fue san Agustín el que abrió mis ojos a la Luz de la Verdad. Esto ocurrió en El Escorial a fina-les de 1933, y es menester que, por deber de gratitud, re-cuerde la entrañable figura del padre José Fariña, religioso agustino, asesinado tres años más tarde en Paracuellos. En la Navidad de aquel año hice mi segunda Primera Comu-nión”.

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Nota editorial sobre el padre José Agustín Fariña:

El padre José Agustín Fariña había nacido en Valladolid en 1879; fue enviado a Chile en 1896 y permaneció allí hasta 1917, en que fue enviado a Roma, donde ejerció de vicepos-tulador de las causas de beatificación y canonización de la orden agustina. De regreso a España, pasó la última parte de su vida (1927-1936) en San Lorenzo del Escorial. Era director espiritual de la hermana Cristina, carmelita, con quien los Rovirosa harían buena amistad, aunque viviesen lejos. Se abriría más tarde el proceso de canonización de los tres (Fa-riña, sor Cristina y Rovirosa33).

“Y ya no volvimos a Francia, pasando en Madrid todo el resto de esta etapa de mi vida. Hasta julio de 1936 fueron tiempos de euforia, como cuando de un profundo y oscuro valle donde se ha permanecido siempre, se sube a las altas montañas, y el horizonte se ensancha y las maravillas se su-ceden unas a otras.

“La guerra española fue una sacudida que me hizo des-cender de las cumbres y me enterró en las catacumbas. Aquello fue todavía más maravilloso; y algunos de los que es-tábamos en Madrid pudimos revivir los esplendores de los primeros cristianos en Roma. Nunca daré bastantes gracias a Dios por aquellas experiencias inefables de cristianismo. Pe-ro, ¡cuidado!, yo no digo que aquella situación de Madrid du-rante la guerra fuese aceptable ni deseable. ¡Dios me libre! Aquello era la abyección más abyecta. Pero, individualmente fue maravilloso; fue una purificación de la que tengo que acusarme de haber sacado muy poco partido.

“Terminada la guerra, y después de algunas peripecias, ordené mi vivir religioso según los «cánones». Ingresé en la Acción Católica34 y seguí los Cursos del Instituto Central de Cultura Religiosa Superior, en su primera promoción35. Tam-bién intervine activamente en la preparación y la organiza-ción del Apostolado obrero en la A[cción] C[atólica]”.

* * *

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Es curioso que el Cardenal Verdier, predicando ahora en una parro-quia, haya devuelto la fe a Rovirosa, como antes lo había hecho ya con Paul Claudel, desde el pulpito de Nôtre-Dame. Con la diferencia que de Claudel todos hablan por ser un poeta universalmente conocido, y el nombre y la vida de Rovirosa no están cotizados en el mercado de los astros por el hecho de haber tenido la “mala suerte” de dedicarse a los pobres y porque, como él dice, el púlpito fue “sólo” la semilla”, “el punto de partida”.

[Es curioso, sí, sintomático, a la vez. Claudel se convierte, en la ca-tedral parisina, oyendo el canto virginal del Magnificat, la tarde de Na-vidad de 1886, recostado en una de las columnas cercanas al altar ma-yor. Hay una inscripción que lo conmemora. Rovirosa inicia el camino de reencuentro, oyendo, de paso, hablar del Hijo, en el templo parro-quial de Saint-Joseph (en la calle de Vaugirard, al lado mismo del Insti-tuto Católico de París, cercano al Parque de Luxemburgo), donde vivió y predicó el padre Lacordaire y donde está la tumba de Ozanam, el gran precursor del catolicismo social36].

Nota editorial sobre el lugar en que Rovirosa escuchó a Verdier:

Hemos hecho lo posible para comprobar el dato y, sobre todo, fecharlo, para lo cual contamos con la ayuda, realmente decisiva, del padre José Luis González Miranda S.I37. Si no hubo ninguna otra visita que se nos haya escapado a una iglesia dedicada a Saint-Joseph y si los datos de Xavier Gar-cia son exactos –que fue “en el templo parroquial de Saint-Joseph (en la calle de Vaugirard, al lado mismo del Instituto Católico de París, cercano al Parque de Luxemburgo)”-, debió tratarse de la visita del 3 de noviembre de 1932. Es de supo-ner que, en esa ocasión –la de la misa del Espíritu Santo-, Verdier hablase de la “tercera” persona de la Santísima Trini-dad y es verosímil que se refiriese, por la misma razón, a Dios Hijo. En el Instituto Católico de París, nos dicen que el texto que pronunció el cardenal en esa ocasión no se conserva.

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Escuchar al Cardenal “fue cosa de dos o tres minutos”. Y es que iba siempre a las esencias, tenía poder de asimilación, captaba, intuía al instante. Iniciar un nuevo camino, a los hombres, nos cansa. No tene-mos ilusión por conocer los rincones desconocidos que encontraremos detrás de un recodo o bajo la umbría. Por eso somos tan “listos”. Él tuvo bastante. “Eso” le despertó la gana y ya no paró.

Aquella semilla y aquel punto de partida habían de conducir a su “primera Conversión”. A veces se reía, cuando leía en la prensa que un pueblo entero de Misiones se había convertido. ¡Si la conversión es el acto supremo de la libertad y es un trato, un pacto, especial, íntimo, entre el hombre y Dios, entre Dios que incita, que pone su acción dela-tora, y el hombre que tiene gana, que tiene ganas! ¿Cómo puede ser que un conjunto humano se adhiera tan alegremente, tan frívolamente, al Amor redentor, si los hombres nos hemos de salvar o condenar indivi-dualmente?

La comunidad, las diversas comunidades de las que forman parte los hombres, han de ayudar a los hombres a conseguir la plenitud aquí, para llegar, de uno en uno, según bondades y maldades, a la meta pro-puesta, a fin de volver allí a formar la otra comunidad triunfadora. Nos imaginamos la humanidad como una gran criba. El peón tira arena a capazos, y a capazos la recogerá de la tierra, pero cada granito pasará individualmente por medio de los filtros.Se convirtió “por primera vez”. Otro “trabajo” de los del estilo de Rovirosa. ¡Cuántas veces, hablando de esto con gente “entendida”, “muy de misa”, no ha habido forma de que lo entendieran! ¡Si ellos –si es que nunca se han llegado a convertir- con una vez ya han tenido bastante! Una vez en posesión del diploma de ser del grupo “de los buenos” ya han quedado tranquilos y satisfechos. ¿Cuantas conversiones hay?

Ellos no se han debido de convertir nunca. Los bautizaron, de pe-queños, por rutina. Y el expediente, listo. Se han limitado a seguir la religión de sus padres. Todo se lo han encontrado hecho. No se han tomado la molestia de investigar nada, de adherirse a nada. Todo lo han dado por bueno. No se han querido preocupar, porque nunca han me-tido ni la cabeza ni el cuello. ¿Que les daban gato por liebre? ¡Es igual! También sacaban partido. Rovirosa se ha convertido “por primera vez”. Quiere decir que antes, de nacimiento, de bautizado, de niño, de

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adolescente, cuando rezaba, cuando consentía, lo hacía –como muchos- a tientas. Se limitaba a inclinar la cabeza. La fe ha pasado a ser patrimo-nio de los niños y de los moribundos. El infantilismo, el angelismo, es la nota dominante en los medios cristianos. Y él decía que la religión es para los adultos, para los hombres. Y en este concepto incluía a las mujeres virilmente femeninas. Éstos son los que pueden responder. Quiere decir, por tanto, que después vendrán “las otras conversiones”, no tan solemnes, o más, no tan eficaces, o más, porque ahora estaréis solos Dios y tú que tendréis el gozo y el tormento de saber que después de haber caído, después de haberte desnudado, de haberte alejado, en la mente, en el corazón, en el hacer, en el pensar, en el omitir, vuelves a encaminarte hacia Dios, vuelves a convertirte a Él. Nos creemos que la conversión es una instancia para una buena colocación, un decidir de una vez para siempre una determinada posición, tanto si estamos lim-pios como sucios, sentados o levantados, hambrientos o cebados, cuando es, de verdad, una auténtica toma de conciencia que nos hace dar el “sí” a Dios y a Sus Cosas, que es cuando renunciamos al diablo y a sus pompas, cuando, a pesar de la fascinación que “el mundo, el de-monio y la carne” ejercen sobre nosotros, sabemos encontrar el gozo en el seguimiento descarado, consentidor, de Jesús. Nos convertimos cada vez que preferimos el tormento de ver que Él no es nunca bastan-te querido y de saber que no le queremos más que a la parranda que el vivir sin Él nos da, aunque hipócritamente lo “sintamos” con decora-dos y palabras baratas. Nos convertimos cada vez que pasamos del egoísmo individualista del hombre viejo al new look cristiano del hombre nuevo.

Rovirosa, que pensaba, que vivía, sabía que convertirse es ir hacia Dios, es abrazarse a su pecho buscando el calor que nada ni nadie pue-de dar ni transmitir, pero sabía también que, fruto de las concupiscen-cias que nos rodean y nos comen, el hombre es un balancín, que quiere y sufre, que gusta y repugna, adelante y atrás, que es atraído por la be-lleza de las cosas más nobles, pero que queda embobado por los espe-jos que le envenenan y seducen.

Sabía que la conversión –las conversiones- es un tira y afloja, es un avanzar y retroceder, como cuando subimos un roquedal, que por cada dos pasos que hacemos perdemos uno, con mucha suerte.

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¡Conversión! ¡Cuánta gente se convierte por puro (¡por impuro!) sentimentalismo, si no es que hay otros motivos! La conversión es un deseo de amor, de darse, en un momento de luz, de limpieza, pero des-pués viene la hora baja de cada día y es entonces cuando el hombre ha de calibrar, vencer, sobrepujar, atormentado, angustiado, entre mil du-das, convertirse cada día un poco más, como el hombre que, en verano, cada día toma el sol para broncearse.

Él mismo, en conversaciones, cuando decía cosas, casi impercepti-bles, como aquél que no dice nada, porque el pudor le impedía hablar en primera persona, había dicho que la conversión, la primera, le había costado tormentos porque cuando creía tener todos los cabos atados, cuando creía tener todos los obstáculos vencidos, se le ponía delante una roca que le impedía continuar hacia adelante. Y fue a base de humildad, de serenidad, pero sobre todo de amor, como fue avanzan-do.

Años han de venir en los que, en otras páginas, hasta ahora inéditas, dirá38:

“Desde que Nuestro Señor Jesucristo nos redimió, su Igle-sia ofrece a todos los hombres (y a cada hombre) sin distin-ción de razas ni de pueblos “la Redención”, que consiste en limpiarle de su pecado de origen y en elevarlo hasta la Vida divina, haciéndole en VERDAD hijo de Dios Padre y hermano de Dios Hijo. Para ello, como es lógico, impone unas condi-ciones, que el mismo Señor indicó cuando dijo que para ser de los “suyos” había de negarse a sí mismo, aceptar la propia cruz y seguirle a Él. Esto no es solamente una frase, sin otra trascendencia que la articulación de unos sonidos, sino un CAMBIO DE VIDA TOTAL. La “conversión” consiste, pues:

“1º-. En un trabajo mental mediante el cual el hombre se percata de manera suficiente del sentido y de la trascenden-cia de aquellas palabras, y de lo que representa en la vida del que se adhiere a ellas.

“2º-. En una decisión libre, firme, decidida y total de su voluntad, de abandonar la vida y los criterios puramente “na-turales” que hasta entonces había seguido (hombre viejo, de san Pablo) para entrar de lleno en la vida y en los criterios “sobrenaturales” (hombre nuevo), que se resumen maravillo-samente en las Bienaventuranzas.

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“3º-. En la seguridad de que si su voluntad, su deseo, su afán se mantienen en el Amor Trinitario y en el Amor Frater-no (que no son dos cosas diferentes) todas sus flaquezas, de-bilidades y pecados propios de su naturaleza “natural” (que arrastrará con él hasta la muerte) no solamente no le aparta-rán del Redentor, sino que podrán acercarle más a Él, al hacerle más humilde y al hacer más firme su decisión de ne-garse a sí mismo.

“Este PLAN DE VIDA, que afecta todo el entendimiento y toda la voluntad, es lo que el hombre ofrece al Señor para poder entrar en su Iglesia mediante el Bautismo. Así ya se com-prende que la Iglesia fuese una cosa seria (lo más serio del mundo) para los cristianos de los tres primeros siglos”.

Él se había podido convertir porque todo este “fatídico” programa lo había llevado a cabo, con un trabajo intelectual agotador, con deci-sión de hombre libre, pero sobretodo, con el amor que le premiaba, le seducía y le subyugaba.

Por eso, las grandes conversiones sólo pueden hacérselas los hombres de gran talento, de gran estima a la propia dignidad, muy santos, muy libres. La libertad, dirá Rovirosa, sólo puede ser cedida a cambio de libertad.

Sólo los hombres de talento buscan y rebuscan, precisamente por-que no están contentos de sus caminos. Es señal que presentan una certeza y como son libres pueden dirigirse, a través de dolores, y entonces, con más clamor que nadie, saben encontrar la transcendencia que ya llevan dentro y que los conduce. La libertad los conduce a Dios. Los ídolos exigen esclavos. Los esclavos ya tienen bastante con los ídolos; en cambio, la santidad los trabaja –a los hombres libres- y los vuelve humildes. Y los humildes son veraces. Cristo ya está dentro de ellos y es Él quien los convierte. Y no se dan cuenta de una cosa ni de otra. Sólo convierte el contacto con Cristo. No hay ningún espectáculo que puedan dar los hombres que sea capaz de convertir un solo hombre. Cuando un hom-bre duda años y busca es que siente el olor. Y no falla, porque es caza-dor. Cuando encuentra el objeto, la razón experimental hace salir al hombre de la angustia y entra en el terreno de la seguridad.

En nuestra humana chismorrería, cómo nos gusta conocer el grito de pánico –como cuando, en momentos supremos, lloramos intensa-

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mente de gozo- proferido por Rovirosa al encontrarse cara a cara con Jesús, sin ningún tronco en medio del camino, apto para el abrazo. ¡Y cómo nos espeluznaría al contemplar la faz del Jesús de las parábolas de la oveja perdida, del samaritano, del hijo pródigo! ¡Peces como éste no caen cada día en las redes del pescador! “¡Habrá más alegría en el cie-lo…!”.

Más aún, si pues la oveja se perdió porque, despistada, no sabe en-contrar el camino JUSTO por donde iban las compañeras; pero Roviro-sa, personalmente, como la clase obrera, colectivamente, no se ha per-dido porque se haya extraviado, sino porque le han forzado, le han echado fuera, a golpes, porque piensa que en el Cristianismo que se “vive” en los medios practicantes –las excepciones son las excepciones- no se puede reconocer la Comunidad que rememora y actualiza el Amor del hijo del carpintero. En la iglesia, los hay que marchan porque les da miedo la propia conciencia, y hay quienes huyen por el vaho y el tufo que les asfixia.

Éste es el caso de Rovirosa, ya desde tiempos juveniles.Muchos se quedan, pululando, abandonándose pronto a la Cofradía de los “bien vivientes”, de los “salva almas”, en el mejor de los casos, de los “ente-rradores”, o apropiándose de la situación, buscando gangas e impidien-do que los que están fuera puedan entrar.

La semilla que le dejó plantada el Cardenal, él la regó con esta pre-gunta inicial:

- Yo, realmente, ¿qué sé de Jesús?

Era el inicio de la ascensión. Cuando un excursionista tiene ánimo, viendo la cima, para iniciar la ascensión, la batalla ya está ganada.

Él, hijo de casa buena, alumno de colegio religioso, descubre que lo tuvieron en total ignorancia. Como a tantos y tantos. Le enseñaron los dogmas y las leyes, las circunstancias y las prohibiciones. Pero no la Ley y el motor. Le hablaban de la manzana podrida y de los múltiples me-dios verbales para asegurar la salvación. Todo carcasa; todo impedimen-to para poder ver, transparente, irreductible, al Cristo, y su esencia y su Palabra. Aquel Cristo era el avalador de los “buenos”, era la religión del parvulario. “Pórtate bien y encontrarás el premio”. Y veía los dolores

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de su madre. Y veía como se lo pasaban bien los sátrapas. Todo era falso. Las prédicas de aquella religión se contradecían con los hechos.

En su adolescencia se había tragado toda la producción literaria ju-venil de buena clase, “moral” y “edificante”, que él calificaba de nefasta. Principalmente, como buena parte de los jovencitos, las obras del gran novelista Josep Maria Folch i Torres. Por eso había dicho alguna vez:

- Folch i Torres me hizo mucho daño, y como a mí a mu-chos. Me presentó un mundo completamente falso, donde los buenos ganaban, los malos perdían; los pastores se casaban con princesas y todo terminaba bien. Todo era puro judaís-mo. La regla de la vida es otra. Y es más “natural”. Son los malos los que aquí triunfan. Los buenos han de perder la tie-rra para ganar la gloria del cielo39.

Nota editorial sobre Folch i Torres:

Josep Maria Folch i Torres (Barcelona, 1880-1950) escri-bió muchísimas obras infantiles y juveniles. Desde 1909, di-rigió el semanario En Patufet, donde publicó hasta 1938 sus “Pàgines viscudes” (en castellano, Páginas vividas). Además, desde 1910 en que apareció Aventures extraordinàries d’en Massagran (Aventuras extraordinarias de Massagran [= De-masiado grande]), escribió dos o tres novelas al año para la “Biblioteca Patufet”. Alcanzó una popularidad enorme, sobre todo con el éxito de la obra de teatro Els pastorets (“Los pas-torcicos”, 1916), que se ha considerado la obra catalana de teatro más representada en todos los tiempos40.

Eran los suyos relatos de estilo dulzón en los que los con-flictos siempre se resolvían humanamente bien. Pueden leer-se algunos de sus relatos en www.fundaciofolchitorres.org.

¿Exageraciones? No. Aquel Folch i Torres que fue toda una institu-ción, fundador de “Els Pomells de Joventut”, alma de “En Patufet”, que conoció la pobreza, la persecución, el exilio y la muerte en el ano-

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nimato, que permaneció fiel al lado del pueblo en todo y por todo, humilde como pocos, que hizo de su acción y de su literatura toda una cruzada de la bondad, educando diversas generaciones, no tenía una visión social profunda como la que surgía de la mente de Rovirosa. Por eso éste se resentía. La de aquél era una labor preparatoria, que, cierta-mente, predispuso a las gentes a iniciar unos caminos populares des-pués de los siglos negros de la historia española, que después la misma historia se encargó de interceptar; pero Rovirosa, ahora, adulto, pasados veinte años, que habían resultado contundentes, profundizaba en las raíces.Toda esta bella agitación, este desvelamiento, este deseo, llegaba al final de 1932. Hará los pasos trascendentes en su vida. Lee, piensa, compara, decide.

Tal como él dice, le impresionó la “Vida de Jesús” del escritor fran-cés François Mauriac, recientemente convertido. ¡Cómo no le había de impresionar! Por primera vez encuentra un Cristo verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Eso es lo que comprenden y no siguen muchos cristianos. Un hombre COMO otro, bien definido, palpable, nada artificial ni manipulado. Frente a Diógenes, que buscaba uno, Rovirosa encuentra al hombre (Ecce) en éste, que no lo parece, piltrafa, desnudo, sangrante, el único, el que presenta al pueblo un mediocre gobernador civil del mayor imperio del mundo. Lo encuentra actual, palpitante, lo siente respirar. Y, a la vez, Dios. Ve que sus palabras son categóricas: “Soy el Cristo”, “Soy yo el que os ha escogido”, “No ten-gáis miedo”, “Mis palabras no pasarán”. La humanidad de aquel chico de treinta años le ha revelado la filiación divina. Cada vez verá más claro que Jesús no fue un hombre que se puso a hacer de Dios, sino el mismo Dios que se avino a hacer de hombre. Es cuando descubre que el hombre, a través de todas las religiones por él fabricadas, ha pretendido crear Dioses a su imagen y semejanza, para que le sirvan, mientras que con la llegada de Cristo es el mismo Dios el que se pone a su lado, para amarlo. Pero también descubre, que los cristianos (excepto los santos) pretenden hacerlo funcionar como aquéllos.

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Nota editorial: Sobre Mauriac y Rovirosa nuevamente:

Respetamos la redacción de Xavier Garcia sin insistir –si no es aquí, en nota- en las advertencias que hemos hecho anteriormente sobre el año de edición de la obra de Mauriac, cuya lectura por Rovirosa tuvo que ser posterior a 1932. Pero el efecto que Xavier atribuye a ese libro pudo hacérselo igualmente, a Guillem, cualquier otro de los que ya había publicado Mauriac en esta última fecha y en relación con la vida de Jesucristo, por ejemplo el relativo al Jueves Santo.

Diversas veces a lo largo de su vida dirá: Si Cristo no fuese Dios, se-ría el hombre más canalla de la historia de la humanidad, porque es espeluznante la sangre que ha sido vertida por su causa. Y reconocerá que “esta terrible y grandiosa lucha entre la cabeza y el corazón (llega a ver claro que Jesús es Dios y hombre) hay quien la ha llevado dentro de sí semanas, meses y hasta años, como el que escribe estas líneas”, con la victoria simultánea de los dos (Jesús y él), porque en este combate no puede haber vencidos. Pero ha de ser Dios, porque ningún dominador ha señoreado tanto tiempo sobre tanta gente, contando con una sola arma: el Amor.

Mauriac dice que la Vida de Jesús se habría de escribir arrodillado. Rovirosa le lee. Y se enrojece “de haber tenido la osadía de acabarla”. El relámpago le ha dado de lleno.

Lo que le “derrotó” fue el “espectáculo” del Jesús crucificado. Cru-cificado por el más grande amor. Crucifixión-Amor = Amor-Crucifixión. Aquí (delante de donde los cristianos pasan indiferentes), fijando los ojos en la cruz, penetrándola con sus ojos de la faz tan hon-dos y con los del entendimiento, más hondos aún, todo se le aclaró y le cayeron las primeras legañas, las más gordas.¡La Cruz! Al contrario de tantos cristianos que se apuntan a su “Cofradía de la mandanga” que ven el Cristo de mejillas rosadas sentado en el trono del triunfo, él se conmueve por la capacidad de amor de este Hombre-Dios-Dios-Hombre.

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Sí; la iglesia siempre se ve sacudida por corrientes de la “anticruz”, que le hacen más daño que todas las persecuciones de fuera. Antes, en la época de Rovirosa, hasta hace poco tiempo, se manifestaba en endul-zamiento con el que se pretendía inundar el Evangelio. Avales divinos, certificados de pertenencia al “Partido” divino, seguro de la salvación a través de devociones, palabras, gestos, inhibiciones. ¡FACILIDADES! Ahora, para muchos, se manifiesta el deseo de liberarse de caminos, recortándolo todo, dictadores que increpan la dictadura, que anulan páginas enteras de la Palabra, que lo impregnan todo de subjetivismo, para que así, proclamando la libertad, se puedan quedar, aparentemente leales e inocentes, con la deserción. ¡FACILIDADES, TAMBIÉN! Unos y otros, hembras encubiertas, débiles de fortaleza humana, enterrados de conciencia moral.

Rovirosa se ha enamorado de la austera, sangrante exigencia de la Cruz. ¡Que da la verdadera felicidad!

Ella ha vencido al mundo aunque éste no se dé cuenta. Y porque el convertido ha mirado la cruz y se identifica con ella y en ella encuentra todo lo que buscaba, se da cuenta que al lado de Cristo está el ladrón, el malhechor, el esclavo, el que en un gesto de serenidad y de amor en-cuentra el cielo, y se pone bajo su protección, porque éste, más que nadie de cuantos conoce, le puede comprender por afinidad, puede guiarle por la técnica y, con él, en pocas palabras, se podrá entender.

Estos días lee un tratado: Formation à l’Humilité. Et par elle á l’ensemble des autres vertus, escrito en 1897, año de su nacimiento, en el que (puede ser también por humildad) no consta el autor, de corte moderno, de conceptos teológicos y ascéticos aptos para el hombre actual. Tiene todos los rasgos de ser un discípulo de san Francisco de Sales. Lo devo-ra. Podemos decir que le afirma y, a la vez, lo trastorna. Porque -otro de sus absurdos-, hombre orgulloso de su valía profesional, vivía la humil-dad de manera que vivía apartado, introvertido, en la pobreza de su trabajo, en el deseo de no figurar.

Con el libro practica una especie de Ejercicios Espirituales privados, durante un mes, a base de dos meditaciones diarias, con la consecuente dosis de resolución práctica. Se baña en el aprendizaje de la virtud por excelencia, maestra y guardiana de todas, disipadora de ilusiones, prin-cipio de todas las grandezas. Aprendiendo a hacerse el más pequeño de

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todos, despreciando el orgullo y la falsa humildad, forjadora de sober-bia, haciendo pasar a todos delante, descubriendo al “otro”, compro-bando la necesidad de la gracia actual, aniquilándose, antes que nadie, ante Dios.

Nota editorial sobre la obra de Léopold Beaudenom:

Xavier Garcia debió tener un ejemplar de ese libro en las manos, a juzgar por algunos detalles de la ortografía que em-plea en el título y porque afirma que, quizá por humildad, el autor no había puesto su nombre. Sabemos que se trataba del sacerdote francés Léopold Beaudenom (1840-1916), que había repetido enseguida el éxito con la Pratique progressive de la confesión (1899) y una importante serie de obras del mismo tipo, alguna de las cuales –la Formació moral i religio-sa de les noies- se publicó precisamente en catalán en 1933, cuando hacía casi veinte años que se había traducido, al ca-talán también, el libro que Rovirosa debió leer en francés (en catalán, La humilitat educadora de les virtuts, publicado en 1914 y reeditado en 192741).

Beaudenom, hombre de salud delicada, había intentado profesar en distintas congregaciones y había acabado por re-tirarse y ejercer de director de almas, confesor y capellán du-rante veinte años, que fueron los que vieron surgir su impor-tante obra. No lo era por su altura doctrinal o teológica, sino por su profundo sentido ascético y su carácter sumamente práctico42.

Que se valiera de ellas para hacer una especie de ejerci-cios espirituales no es nada raro, dado que, justamente, era ésa la estructura del libro: se componía de cinco partes, cada una de las cuales correspondía a una semana (denominada así, en el título del capítulo y numeradas del 1 al 5) y, en ca-da semana, incluía siete “meditaciones”, o sea una para cada día43.

El biógrafo está firmemente convencido de que este libro es para Rovirosa el segundo Evangelio, que le abrió totalmente la luz que lo

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lanzó hacia el primero. Este libro, ahora que justamente inicia el cami-no, será la clave para la vida de santidad que ha de venir, y el alimento que repartirá magnánimo y fecundo a todos los hombres que encontra-rá a lo largo de su vida.

Todo parece indicar que también lee las obras de los padres Huvelin y Peyriguère, dos de los discípulos de Charles de Foucauld que en estos tiempos están de moda en tierras francesas, en el campo apostólico y de la exigencia de la formación interior. Rovirosa, uno de los primeros frutos del misionero solitario del desierto, años más tarde dirá que el desierto le seduce.

Nota editorial sobre Huvelin, Peyriguère y Foucauld:

Huvelin y Peyriguère fueron dos personalidades unidas por la personalidad de Foucauld. El abbé Henri Huvelin había llegado a tener gran predicamento en París a finales del siglo XIX y principios del XX (había muerto en 1910) por su amplia labor en la dirección de almas y por la heterogeneidad de las personas entre las que se hacía oír.

Uno de ellos había sido Charles de Foucauld, entonces oficial de caballería, a quien dio la primera comunión en el invierno de 1886-1887 en la iglesia de San Agustín de París, donde Huvelin ejercía de párroco. Foucauld mismo contaría después que, de regreso del Mogreb, se había inclinado hacia la reja de un confesonario en el que había un cura –Huvelin- a quien le dijo, escuetamente, que no tenía fe y que rogaba que le instruyera, a lo que Huvelin le respondió que se arro-dillara y se confesara ante Dios y creería. “Yo no he venido a eso”, le contestó Foucauld, y Huvelin se limitó a replicar: “Confiésese”.

Fue Huvelin quien transmitió a Foucauld y a los Petits frères y soeurs (“pequeños hermanos y hermanas”) que si-guieron (entre ellos, Albert Peyriguère) una espiritualidad ba-sada en el corazón de Jesucristo como matriz de la oración y como aliento para que el corazón propio –el de cada uno- viva con el amor de Jesucristo entre los pobres, los enfermos y los marginados. En el planteamiento de Foucauld, el carácter central del corazón de Jesucristo se concreta en la eucaristía

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y, por tanto, en la adoración de la Sagrada Hostia expuesta día y noche, con la seguridad de que eso y su silencio será suficientemente elocuente como para convertir a un infiel con mayor eficacia que todas las palabras del mundo. La figura evangélica más claramente relacionada con ella era la de la mujer que se curó sin más que tocar la túnica del Señor.

Se entiende, así, que el Sáhara se presentara, para Fou-cauld, como un ámbito de adoración y –de ese modo- aposto-lado tan fecundo como pudiera ser una ciudad.

En 1909, Foucauld visitó Francia por última vez, pocos meses antes de que muriese Huvelin con esta frase en los la-bios: Nun quam satis amabo (“Nunca te amaré bastante”44).

Es difícil saber qué pudo leer Rovirosa en 1932-1933 (si lo hizo entonces) de lo que había publicado Huvelin. Sabemos que corría su traducción de la Légende des trois compagnons (1891), las semblanzas de Quelques directeurs d’âmes au XVIIe siècle sobre san Francisco de Sales, san Vicente de Paul y el abbé De Rancé (1911), su estudio sobre Bossuet, Fénelon, le quiétisme (1912), las notas de sus prédicas que había recogido Gibert Lafon (1916)… La mayoría de sus escri-tos se editaría, sin embargo, bastante después, en buena parte cuando Rovirosa ya había muerto (1964).

Y eso mismo hace menos verosímil que hubiera leído a Peyriguère en 1932. Casi todas sus obras se editaron a título póstumo y, hacia 1932-1933, lo publicado casi se reducía a artículos en diversas revistas y periódicos45.

Que la espiritualidad de Foucauld influyó, sin embargo, en Rovirosa es cosa cierta. Consta que –muchos años des-pués- mantenía relación personal con varios de los seguido-res de aquél46. Que, en Rovirosa, prendiera ya la admiración por Foucauld en aquellos meses de 1932-1933, en Francia, eso sí es posible e incluso verosímil..

Él, como Chesterton, pero por motivos más profundos, podría haber dicho que se había convertido por aquellos motivos por los que no se había de convertir47. Ante un concepto NATURAL de un Dios Omnipotente, personificador de la fuerza, sabiduría e infinitud (los

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atributos de los que nos hablan los filósofos) ejercidos a través de la LEY, que comporta simultáneamente milagros y castigos, él ve en la irrupción del NUEVO TESTAMENTO (“Amaos COMO...”) una RUPTURA radical con el VIEJO. No es una conchabanza ni un acuerdo. El Antiguo Testamento ha sido necesario y querido para demostrar CÓMO NO ES ÉL. El Antiguo es un estadio provisional apto para un pueblo que está aprendiendo a caminar, exigido por la pedagogía de Dios, con la que educaba al pueblo judío “por eliminación”. Los dejaba hacer y los deja-ba fracasar. Con el Nuevo nos demuestra CÓMO ES: AMOR.

¡Rovirosa quería al pueblo judío!

Decía:

- Asusta ver el heroísmo de los mártires de este Pueblo de Dios. Eso quiere decir que Él quiere la verdad.

Precisamente por eso estaba convencido que mostrar a la iglesia, como se acostumbra a hacer, como una “continuidad” del Testamento ANTIGUO, era un planteamiento que inducía a recorrer terreno falso, puesto que, no siéndolo, ni mucho menos, porque las realidades religio-sas de los judíos no se compaginan con las nuestras, estorbaba la con-versión del pueblo judío al cristianismo.

Concluía:

- La religión judaica no tiene nada que ver con el orden salvífico nuestro, con la economía actual de Dios hacia su pueblo cristiano.

Los judíos aún ahora dicen que Cristo introdujo “el gran cisma” y están intentando la elaboración de una “Teología”...

Él encuentra a Dios-en-Jesucristo (Dios vivo) no en el poder de los prodigios (Tabor), sino en la Capacidad de abyección (Calvario), y los judí-os, precisamente desde el Calvario, se erigen en jueces de Dios y ponen límites a su poder, porque no han entendido nada.

Él piensa:

- Cristo es un hombre. Al principio debía ser “un hombre COMO otro”. Pero acepta y asume tal cantidad de autonega-

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ción y de abajamiento, que es imposible que un hombre lo pueda hacer. Entonces, ha de ser Dios.

Dios en la Cruz: no podía ser entendido por un judío. Ellos no cap-taron la lección: el Dios Omnipotente, volviéndose un hombre como ellos. Y Rovirosa añadía:

- Lo que es peor es que tampoco puede entrar en la cabe-za de muchos cristianos. Quedan muchos vestigios aún de la mentalidad judía dentro de la Iglesia.

Después de eso, ya no le cuesta, penetrando en el Evangelio, admitir que Cristo continua en su iglesia y dentro de cada hombre, cuanto más pequeño (abyecto) mejor. Por Jesús, conducido por el Espíritu, llega al Padre. Su conversión no corresponde a un Dios “razonable”. La repre-sentación del Dios autoritario, ceremonioso, misterioso (visión prima-ria, elemental, que es la que induce a la mayoría de las conversiones), no lo vence. No la gloria, sino el aniquilamiento, ciencia de Dios y al revés, es lo que le ha sacudido.

¿No está aquí una causa del ateísmo actual, que no puede entender el dogma alegre y triunfal, con pruebas que prueban? Los motivos que han llevado a Rovirosa a la conversión, ¿no deben ser una alerta para que nos demos cuenta que puede ser que hayamos abollado la idea de Dios en el corazón del pueblo?

Seguramente que ahora salen de sus labios, aguas de su corazón, las plegarias que se habían ido muriendo años atrás, en plena adolescencia, enseñadas por la madre; ahora debe nacer, por primera vez, la oración, que es la comunicación, ofrenda y adoración íntima, aquella oración que tantos y tantos cristianos no saben hacer nunca a lo largo de su vida espiritual rutinaria, vegetativa.

A mediados de 1933, marido y mujer deciden dejar París volviendo a España. Para bastantes, ir a París representaba la apostasía. Para él, la fe. Pero la fe de aquéllos era tibia, rancia. Y Dios vomita a los tibios. De ahora en adelante sentirá un gran afecto por Francia, porque ella, que le ha dado la visión ancha, universal, le ha devuelto la fe; y también sentirá un gran afecto por los católicos franceses, porque se movían y hacían, aunque alguna vez se atranquen, cosa no tan cómoda como no hacer nada o copiar, prerrogativa del catolicismo español.

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¡Dieciocho años! Ha vivido dieciocho años (de los dieciocho a los treinta y seis) pudriéndose. Igual que Jesús (de los doce a los treinta) permaneció entre los suyos, silente, vigilante, pudriéndose también, esperando la señal del cronómetro del Padre.

1 Posteriormente (1931), Nicolau i d´Olwer formó parte del primer gobier-no de la II República como ministro de Economía, exiliándose tras la guerra a Francia y después a México, donde murió en 1961. Vid. http://es.Wikipedia.org/wiki/La_Publicitat.

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2 A. Gilaz et Cie., según las notas autobiográficas del propio Rovirosa que

envió Jean Delfosse a Xavier Garcia el 2 de julio de 1968 desde Bruselas (doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103). Dice que trabajó para ellos como “modéliste”.

3 Fotografías realizadas por el padre José Luis González Miranda el 13 de diciembre de 2009.

4 No hemos hallado este texto en las Obras completas de Rovirosa.

5 No encontramos este texto en sus Obras completas ni en los demás docu-mentos que conocemos.

6 Se deduce de la Arquelogia de la Comunicaciò, Barcelona, Assocciació d’Enginyers Industrials de Catalunya, 2001, pág. 182.

7 Nos dirigimos en su momento, por escrito, a los actuales responsables de la casa Debrie, en demanda de información; pero no obtuvimos respuesta.

8 Se trata del doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103.

9 Apud Obras completas, I, 282-319.

10 Vid., respectivamente, ibidem, I, 325, 329, 333, 348, 360, 367, 381-382, y I, 413-426, 443.

11 Ibidem, I, 326-327.

12 Ib., 394.

13 Ib., I, 67.

14 Ib., I, 329.

15 Ibidem, 333. Más frases, I, 363, 382.

16 Enseguida, se publicaron las Obras póstumas de Allan Kardec: intere-santes estudios en los cuales se desarrollan diferentes puntos de vista de la doctrina espiritista, dados a luz después de la muerte de su autor, en la Revue Spirite de París, San Martín de Provensals, Impr. de Juan Torrents y Comp., 1873, 123 págs.; El Génesis, los milagros y las predicciones según el espiritis-mo, ibídem, ibídem, 1974, 129 págs.; ¿Qué es el espiritismo? Introducción al conocimiento del mundo invisible por las manifestaciones de los espíritus, ib., ib., 1888, 65 págs.; Espiritismo experimental, o El libro de los médiums: Guía de los médiums y de los evocadores: Contiene la enseñanza especial de los

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espíritus sobre la teoría de todos los géneros de manifestación…: Continua-ción de El libro de los espíritus, ibídem, Establ. Tip. de Juan Torrents y Coral, 1896, 177 págs.; La moral espiritista, o El evangelio según el espiritismo: Con-tiene la explicación de las máximas morales de Cristo, su concordancia con el espiritismo y su aplicación a las diversas posiciones de la vida, ib., ib., 1896, 131 págs.; Filosofía espiritista, o El libro de los espíritus…, recopilada y puesta en orden por Allan Kardec, ib., ib., 1901, 154 págs. Sobre su difusión en Cataluña, Gerard Horta, De la mística a les barricadas: Introducció a l’espiritisme català del XIX dins el context ocultista europeu, Barcelona, Proa, 2001, 224 págs., y, del mismo, Cos i revolución: L’espiritisme català o les paradoxes de la modernitat, Barcelona, Edicions de 1984, 2004, 329 págs. Sobre el conjunto de España, Pedro Álvarez Lázaro, Masonería y librepensamiento en la España de la Restauración (Aproximación histórica), Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 1985, xxxi + 412 págs., y ed. por él mismo, Librepensamiento y secularización en la Europa contemporánea, Madrid, Uni-versidad Pontificia Comillas, 1996, 405 págs.

17 En la versión de 1971, se lee: “significa valor profesional y la vocación profesional”. Se trata, probablemente, de una corrección estilística del autor.

18 Vid. la nota necrológica de Yves de la Breière, “Le cardinal Verdier: Son rôle en France et hors de France”: Études, ccxliii (1940), 199-213.

19 Vid. sobre ello Harry W. Paul, The second ralliement: The rapprochement be-tween Church and state in France…, Washington, Catholic University of America, 1967, 178.

20 Cfr. Matt Perry, Prisoners of want: The experience and protest of the unemployed in France, Aldershot y Burlington, Ashgate, 2007, 28. Joseph Pichard, Modern church architecture, Nueva York, Orion Press, 1960, 34, sólo cifra, no obstante, en unas veinte iglesias las construidas, aunque subraya la gran envergadura de algunas de ellas, que daban cabida a bastante más de mil personas.

21 Vid. The Dublin review núm. 1 (1933), 170.

22 Vid. Catherine Mason, Le cardinal Liénart, évéque de Lille, 1928-1968, París, Éd. du Cerf, 2001, págs. 165-167; Denise Fauvel-Rouif et al., Mouvements ouvriers et depresión économique de 1929 à 1939, t. III, Assen, International Committee of Historical Sciences, 1966, pág. 157; Tom Buchanan y Martin Conway (ed.), Political Catholicism in Europe, 1918-1965, Nueva York, Clarendon Press, 1996, pág. 42. Sobre lo mismo, Archivum historiae pontificiae (1978), 581; René Ré-mond, con la colab. de Aline Coutrot, Les catholiques, le communisme et les crises, 1929-1939, París, Armand Colin, 1960, págs. 52 y 72.

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23 Vid. Bernard Comte, L’honneur et la conscience: Catholics français en resístanse (1940-1944), París, Éd. de l’Atélier, 1998, 28.

24 Vid. “Partie non officielle: L’Oeuvre des nouvelles paroisses de la Ré-gion parisiense”, en La Semaine religieuse de Paris, clvii [1932-I], 449-452 (doc. 19321103). Consideraba Verdier que era necesario construir sesenta parro-quias.

25 París, Flammarion, 317 págs.

26 Rasgos autobiográficos (1956), cit. supra.

27 “El primer traidor cristiano…”, cit. supra, I, 550. Sobre ese aspecto de la vida del escritor francés, Le chrétien François Mauriac, París, Desclée de Brouwer, 1971, 190 págs. Es una selección de textos suyos. También, Georges Hourdin, Mauriac, romancier chrétien, 2ª ed., París, Edit. du Temps présent, 1945, 140 págs.

28 También en París, Flammarion.

29 París, Grasset.

30 Ambos datos, en François Mauriac, Oeuvres complètes, t. VII, París, Art-héme Fayard, s.d., págs. 2 y 10 respectivamente.

31 Méjico, Botas.

32 Barcelona, José Janés, 254 págs. + xv láminas (del Giotto).

33 Miguel Campo Rodríguez, defensor del vínculo en el tribunal interdioce-sano de Santiago de Chile en el momento de la beatificación, lo trató entonces y recordaba en 2007 que, en esas fechas, era “postulador en España de la causa de beatificación de una religiosa de Granada, la madre Cristina; con frecuencia le ayudé a preparar el material de difusión de esta causa: www.zenit.org/article-25286?l=spanish. O se trata de dos religiosas con el mismo nombre o el padre Campo confunde la causa de la carmelita María Cristina de Jesús Sacramentado –en el siglo, María Cristina de los Reyes Olivera- con la dirección espiritual de la misma por parte del padre Fariña. La madre Cristina sobrevivió a la guerra y fundó el Carmelo de la isla de San Fernando en 1946; Carmelo en cuya instala-ción colaboró Caterina, la esposa de Rovirosa. La colaboración debió tener lugar entre el entorno del 16 de mayo (fecha de firma de la compraventa del edificio que iba a alojarlas) y el 15 de octubre, fiesta de santa Teresa de Jesús, en que tuvo lugar la fundación efectiva, según Jesús Jaén Serrano, Las carmelitas descalzas, www.islabahia.com/arenaycal/2000/02febrero/Jesus.htm. En otros

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lugares, se da, no obstante, la fecha del 30 de abril de 1946. Del propio Miguel Campo Martínez, “Beato José Agustín Fariña (1879-1936), primer beato de la provincia agustina de Chile”: Revista católica, cvii, núm. 1.155 (2007), 230-234.

34 Adelantamos que fue en 1940 cuando ingresó como socio de Acción Católica en su parroquia, San Marcos, pagando como cuota un duro. Se dedi-có, en un primer momento, a la Juventud Femenina, pasando después a ser el vocal social en el Consejo Diocesano de los Hombres de Acción Católica.

35 Entre 1942 y 1944.

36 Todo este párrafo falta en la versión de 1971.

37 El primer paso que dio fue ir al Archivo Diocesano de París a fin de buscar la documentación que procediera sobre la visita en cuestión. Pero le explicaron en el Archivo, de palabra, que, ante la aproximación del ejército nazi, en la segunda Guerra mundial, el cardenal Verdier decidió destruir todos los documentos que pudieran servirles para desarrollar una política contraria a la Iglesia. Le indicaron, sin embargo, que las visitas pastorales solían recogerse en un semanario diocesano, La Semaine religieuse de Paris, del que hay colección en el mismo Archivo.

38 El texto que sigue no aparece, en efecto, en las Obras completas de Roviro-sa. En el original de Xavier Garcia, va en castellano.

39 Sin citar a Folch i Torres, es eso lo que dice en las notas biográficas que envió a Jean Delfosse (doc. 19680702ACPHOAC_FXG_503_103). En cam-bio, citando expresamente a Folch i Torres, pero sin la referencia al judaísmo, parece tomado de los recuerdos de Esteve Busquets Moles, sin fecha (doc. 19690000ACPHOAC_FXG_503_103).

40 Vid. Eulàlia Pérez Vallverdú, La literatura infantil i juvenil de Josep Maria Folch i Torres, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat,

41 Barcelona, Eugeni Subirana, 1914, vii + 399 págs., y Barcelona, Foment de Pietat Catalana, 1927, 405 págs.

42 Sobre la persona y la obra, A. Boucher, “Beaudenom…”, en Dictionnaire de spiritualité, ascètique et mystique, doctrine et histoire, dir. por Marcel Viller, con la colab. de F. Cavallera y J. de Guibert, t. I, París, Gabriel de Beauchesne et ses fils, 1932, col. 1.315-1.319.

43 Felizmente, no sólo el índice, sino el libro entero, en francés, puede hallarse –cuando escribimos estas líneas- en www.archive.org.

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44 Vid. Th. Louis Lefebvre, Abbé Huvelin, apostle of Paris, 1839-1910, Dublín y Londres, Clonmore % Reynolds y Burns & Oates, 1968, 237 págs. Sobre la relación entre ambos y la espiritualidad de Foucauld en una perspectiva más amplia, Aidan Nichols, Christendom awake, cap. xiv (www.christendom-awake.org). El libro de Nichols fue publicado originariamente en Edimburgo, T&T Clark.

45 Vid. Michel Lafon, Bibliographie d’Albert Peyriguère, s.l., Language Arts & Disciplines, 1986, 74 págs.

46 Lo que sabemos es esto: el padre Jean-François, seguidor de Foucauld, afirmaría que conoció a Rovirosa en 1952. De los seguidores de Foucauld –en relación con los sacerdotes obreros-, se habló en Documentos, núm. 15 (1953?), 65 y 84, la revista de las Conversaciones Internacionales Católicas de San Se-bastián, a las que Rovirosa solía acudir. En el Boletín de militantes de la HOAC del 1 de enero de 1954, págs. 4-9 (posiblemente publicado poco después de ese número de Documentos), se incluye un artículo sobre “Las Hermandades del padre Foucauld”. De Voillaume, habla el propio Rovirosa en el Boletín, núm. 138, y en “Noticias 1”, septiembre de 1959?, en Obras completas, cit. supra, II, 349. Consta, al menos, que había recibido la visita de Voillaume en octubre de 1957: vid. Rovirosa a Cura, Madrid, 25 de octubre de 1957, ibidem, VI, 214.

47 Casi la misma frase, con la cita textual de Chesterton, en el doc. 19710202ACPHOAC_FXG_503_103, que es un artículo de mosén Rovira Tenes, párroco de Sant Vicent de Castellet, titulado “Evocaciò d’en Rovirosa” y escrito para la revista Presbyterium: Quaderns de pastoral. Según Josep Massot i Muntaner (Aproximació a la història religiosa de la Catalunya contemporània, Barcelo-na, Abadia de Montserrat, 1973, pág. 176), el primer número de la revista apa-reció en junio de 1969. (Dice por error 1968.) La editaba mosén Joan Carrera Planas, responsable de la editorial Nova Terra, y la dirigía Josep Junyent. Tenía una finalidad eminentemente pastoral. De hecho, fue ganando peso el subtítu-lo Quaderns de pastoral, que terminó por imponerse –desapareciendo casi por completo la palabra Presbyterium- en 1973. Tuvo mucha influencia en el clero del Mediterráneo español.

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CONTRATO TRIPARTITO

Y llegan a Madrid. Él se va unos meses al monasterio del Escorial. Allí practica intensos Ejercicios Espirituales. No hacía las cosas por encima. Ni su potencia intelectiva ni la seriedad de haber recobrado la fe le permiten hacerlo así.

Nota editorial sobre el regreso del matrimonio Rovirosa-Canals a España en 1933:

En otra breve autobiografía –de 1956-, explica por qué de-cidieron volver a España1:

“Después de varios meses, no se veía el sol en Compiègne; se hacían incluso rogativas por la detención de la lluvia. Para un español eso tiene una cierta importancia. Entonces yo escupía un poco de sangre a con-secuencia de una irritación en los bronquios y, como tenía algunas eco-nomías, pedí unas vacaciones de dos o tres meses, para ir a España. Todo esto ocurría a principio de noviembre de 1933”.

¿Por qué al Escorial precisamente? No lo sabemos. Cabe la posibilidad de que, en algún momento de su vida -no sa-bemos cuál-, Caterina hubiese conocido al padre Fariña. Es posible –pero una mera hipótesis- que acudiese a él cuando murió su madre y volvió a practicar la fe católica y que, desde París, cuando Rovirosa le habló de su propósito de conocer mejor a Jesucristo (en 1932-1933), escribiera ella al agusti-

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no, averiguase que estaba en El Escorial y volviesen por eso a España y fuesen precisamente al monasterio que ocupaban los agustinos desde hacía medio siglo (concretamente, desde 1885).

En puridad, no sabemos si ocurrió así. Lo que se acaba de decir supondría la existencia de una correspondencia entre el padre Fariña y Caterina, de la que nada conocemos (ni es ve-rosímil que se llegue a conocer, teniendo en cuenta que la mayor parte de los papeles del agustino fueron destruidos en 1936).

Cabe apurar la hipótesis hasta el punto de que el padre Fariña hablase a Caterina de la madre Cristina –carmelita a quien se abriría después el proceso de canonización- y que mantuviesen también correspondencia con ella en aquellos meses, que explicaría lo que vamos a ver ahora.

Ya hemos dicho que José Agustín Fariña Castro había na-cido en Madrid en 1879 e ingresó en 1894 en el noviciado ca-talán de Calella, de donde pidió en 1896 que lo enviasen a Chile. Y en Chile fue ordenado y allí permaneció –sobre todo, en Talca y Santiago- hasta 1917, en que regresó a Europa y, ya en 1918, fue llamado a Roma para actuar como vicepostu-lador de las causas de beatificación y canonización de la or-den. En Chile había sido maestro de novicios durante once años y eso le dio, sin duda, una experiencia extraordinaria para la dirección espiritual.

Si fue así, es difícil que Rovirosa le conociera en París, donde vivió con su esposa en 1930-1933. Cuando el padre Fariña regresó de Chile y desembarcó en Barcelona, camino de Roma, ya en 1918, siguió el viaje por tierra y fue detenido y encarcelado ciertamente en Francia, acusado de espionaje; pero, cuando lo libraron, no le dejaron continuar; hubo de regresar a España y vivió en Huelva y Calahorra, de nuevo como maestro de novicios entre 1920 y 19282, y no hay noti-cia de que volviera al país vecino.

A pesar de las fechas que acabamos de reproducir, tam-bién se ha asegurado que, en 1926, estaba en Calella, donde consta –como dato que ayuda a asegurarlo- que pasaron a verlo varios de sus discípulos, que habían acabado los estu-dios en Roma3. Calella no está lejos de Caldetes –donde viví-an entonces los Rovirosa-, de manera que hubo ahí una pri-mera proximidad física entre el agustino y el matrimonio.

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Cuando se diera, la relación debió iniciarla el religioso con Caterina, según daría a entender, más tarde, Rovirosa (como vamos a ver).

Es posible que la estadía de 1926 en Calella fuese pasaje-ra. En otro lugar leemos que, en 1927 (no en 1928, por tan-to), el padre Fariña pasó al Escorial, donde se hallaba, en to-do caso, en esta última fecha. Solía decir misa en una capilla que hay a la entrada de la basílica, a la derecha, donde tam-bién tenía el confesonario, muy concurrido habitualmente. Ocupaba una celda que daba al jardín del monasterio4.

Escribía sobre espiritualidad (además de pintar muy bien).

Ahora damos la voz al propio Rovirosa, tal como recorda-ba el encuentro un cuarto de siglo después, en un texto que se nos ofrece como traducción del francés, pero cuyo original no hemos hallado. Eso tiene importancia porque no podemos asegurar la fidelidad de la traducción, especialmente en el tercer verbo que aparece en la frase que sigue (“conoció”). La gramática francesa puede dar lugar fácilmente a un error de traducción que, en este caso, sería decisivo, según cuál fuera la frase original francesa: “ma femme a connu”, “ma femme avait connu”, “ma femme connaisait”... Se trata, en último término, de la posibilidad de que Rovirosa no dijera que su mujer conoció (entonces) al padre Fariña, sino que lo conocía ya y por eso fueron a verle:

“Fuimos a el Escorial cerca de Madrid, donde se hallaba el célebre monasterio. Allí mi mujer conoció a un agustino del monasterio, el padre Agustín Fariña (OSA), que quiso concederme algunas entrevistas. […] He guardado de él un recuerdo muy tierno y agradecido, porque, en el orden sobrenatural, siguió un método muy parecido a aquél que siguió mi padre en el orden moral. Evitó desde un principio en nuestras conversaciones el tema religioso, y nuestras entrevistas trataban de asuntos que nos interesaban a los dos. Me regaló Las Confesiones, de San Agustín, y me propuso no hablar de religión hasta después que las hubiera leído metódicamente.

“Aquí debo hacer una digresión para decir que, desde mi juventud, cuando tomo un libro, lo hago, no con un prejuicio favorable hacia él, sino como un enemigo con el que voy a batirme lealmente, si él lo con-siente. Muchas veces, para mí en cada libro cerrado, hay una carga de

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ideas que se oponen a las que yo he aceptado y que forman parte ya de mí mismo. El autor intentará hacerlas valer ante mí, y yo voy a defen-derme valientemente hasta la última trinchera. Si soy vencido, siempre he considerado un honor el declararlo noblemente. Soy, creo yo, un lector muy exigente, tanto para mí, por lealtad, como para el autor por honestidad.

“Con esta disposición, tomé «Las Confesiones» de San Agustín y lu-ché encarnizadamente con él”.

En los recuerdos del padre Miguel Campo Rodríguez sobre el padre Fariña, hay un detalle que podría ser un error y te-ner relación con lo que escribe Xavier Garcia, allí donde afir-ma que quienes convirtieron a Rovirosa fueron Caterina y una monja carmelita de Granada que tenía fama de santidad y con quien el matrimonio hizo gran amistad espiritual. En particular, Guillem tenía veneración por ella. Lo que dice el padre Campo, por el contrario, es que, durante aquellos años (por el contexto, 1930-1933; en el más amplio de los supues-tos, 1927-1936), el padre Fariña era postulador de la causa de beatificación de una religiosa de Granada, la madre Cris-tina, y añade: “con frecuencia le ayudé a preparar el material de difusión de esta causa”. Por fuerza, confunde la de la ma-dre Cristina –que seguía viva en aquellos años- con los de otra persona5.

El padre Fariña es el que le atiende, le encamina, le aclara la vista, le sacude la paja. Rovirosa –el que había de sostener que la luz no viene de la discusión sino de la colaboración- pretendía discutirle las cosas que no acababa de entender, pero éste le indicaba que había de buscar la ayuda de Dios, meditando y rezando.

Con el monje, un poco mayor que él, de unos 45 años, también afi-cionado a la fotografía, y hasta el capítulo VII de “Las Confesiones”, iban entablando la batalla como quien tiene unas “vistas” delante; pero, llegado aquí, Rovirosa se rinde totalmente, “por su gran felicidad”, e hizo la confesión general de toda su vida. El otro, en el otoño de 1936, junto con toda la Comunidad, también hacía confesión general, puesto

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que el mártir –cuando es mártir y basta- es, más que nadie, el que pro-clama la soberanía de Dios por encima de él y dentro de él.

El santo de Hipona es el que más se le parece en las horas turbias y en las luminosas que van a venir. ¡Entre él y Rovirosa hay un entendi-miento total! Como en el obispo africano, su amor por Jesús y por la Iglesia se había de manifestar apasionadamente, de una forma acapara-dora, sin términos medios. Como en el obispo africano, ahora su cora-zón está sosegado porque reposa en Dios. Como en el obispo africano, ahora, por primera vez, es libre porque ha puesto libremente su libertad (no hay liberación sin libertad) a los pies del crucificado.

Verdaderamente, san Agustín será, de cara a él, para él, su prototipo, con el que más encaja. San Agustín ha sido el intercesor. Como san Pablo será su modelo de cara a su entrega a los otros, como después descubrirá en san Ignacio la fuerza combativa para los militantes cris-tianos.

Una de las cosas que lo cautivaron de san Agustín es que sus textos son aplicables ahora, parece que hayan estado escritos de cara a los problemas de hoy, excepción hecha, decía él, de la queja que hace de la no asistencia de las mujeres al culto. Ya sabemos que el judaísmo tenía muy poco aprecio por las mujeres. Como el catolicismo que se ha ex-hibido hasta ahora, pero al revés, que no deja lugar para los HOMBRES.

Nota editorial: El capítulo VII de las Confesiones de san Agustín:

No fue seguramente casual que la conversión se iniciase con la lectura del capítulo VII de las Confesiones, de san Agustín, el santo obispo de Hipona del siglo IV. Xavier Garcia dice que Rovirosa discutía al padre Fariña todo aquello que no acababa de entender y que el padre Fariña le respondía que tenía que pedir la ayuda de Dios, meditando y rezando. No sabemos cómo se compagina esa afirmación con el relato del propio Rovirosa, según el cual, como acabamos de ver, el agustino le regaló Las Confesiones, de san Agustín y le propu-so no hablar de religión hasta después que las hubiera leído metódicamente. Comenzó a leerlas y, como vimos también, la

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lectura se trocó en una lucha encarnizada con él.

“Entonces –sigue él mismo en el relato que debió escribir en 1956- toda la dificultad, para mí, estaba en aceptar a Jesús como verdadero hombre. La lucha duró hasta el capítulo VII, al fin del cual tuve la dicha de rendirme con armas y bagajes. Fue el descubrimiento de la humildad, la pobreza y el sacrificio encarnados en la vida de Jesucristo y funda-mento de su mensaje de Amor, lo que me hizo ver la originalidad del cristianismo con relación a las otras religiones. Comprendí entonces que ese mensaje no podía ser «pensado» ni dado por un hombre, ni siquiera por un hombre (ni un ángel) enviado por Dios, pues hubiera adolecido de falta de fuerza moral, y con toda razón yo hubiera podido burlarme de él. Ese mensaje no podía partir más que de Dios. Y no hubiera tenido valor para los hombres, si no lo hubiera puesto en un Dios Encarnado. Verdaderamente los profetas hablan de estas cosas, pero nadie les hizo caso; incluso después de Jesucristo casi nadie hace caso, solamente los santos han sido «sensibles». Todas estas cosas so-brepasan la naturaleza humana. La mayor parte de los llamados cristia-nos dejan estas cosas de lado, y engrandecen los alrededores. Entonces comprendí mi apostasía a los 18 años: yo no había dejado a Cristo ni al cristianismo, sino un erzatz, que se me había querido hacer aceptar como mercancía «de marca». Pero «la marca» yo no la conocí a los 18 años, la conocí a los 36”.

La verdad es que resulta más difícil de lo que parece reco-nocer el lugar de las Confesiones que resultó central, entre otras cosas porque la numeración y –lo que importa más- el nombre que se da a los diversos apartados del libro no es el mismo en todas las traducciones. Sin embargo, por el comen-tario de Rovirosa que acabamos de exponer, la parte de la obra que resultó decisiva –como punto final- fue el Libro VII, y eso podría explicarse muy bien porque, en él, el santo cuenta cómo su búsqueda de la verdad había errado entre la filosofía de Platón y la astrología y, al final, le había convencido la Encarnación. Recordemos que Rovirosa, ya que no en la as-trología, había buceado en el espiritismo y la teosofía. Muy bien puede pensarse, por tanto, que se vio retratado en el re-lato de ese capítulo.

En cuanto a la versión de las Confesiones que pudo leer, es verosímil que fuese la del agustino Ángel Vega; aunque, en

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1933, circulaban al menos tres traducciones españolas de la obra publicadas en los últimos años:

1932: Nueva versión española literal y con anotación abundantísima por el P. Ángel Vega, Madrid, Impr. L. Rubio, 2 volúmenes.

1929: Nueva traducción por el P. F. Mier, Madrid y Burgos, Aldecoa, 784 págs.

1929: Prólogo de Luis Morales Oliver, Madrid, Librería Fernando Fe, 2 volúmenes.

La versión española inmediatamente anterior de que te-nemos noticia data ya de 1868, Traducidas por el R.P. Fr. Eu-genio Cevallos, Barcelona, Herederos de Pablo Riera, 2 volú-menes (de la que había ediciones, al menos, de 1781, 1793, 1824 [corregida y aumentada], 1849 y 1859, y se reeditaría, sin embargo, después de 1933).

En su breve autobiografía de 1956, Rovirosa contaba así lo que hizo una vez convencido de que Jesucristo es Dios y hombre verdadero, al leer el Libro VII de las Confesiones:

“No tuve ninguna necesidad de discutir con el padre Fariña; aquella tarde, cuando llegué a su celda, no le dije más que esto: le pido que me confiese. ¿Cuánto tiempo duró la confesión? No lo sé. Lo que sí sé es que en mi corazón no había gran espacio para la atrición y el dolor; tanta era la alegría que lo invadía. Lloré largamente; fui dichoso, plena-mente dichoso, y aquellas lágrimas las considero como mi bautismo de fuego.

“El día de Navidad de 1933, a las 6 de la mañana, yo hice mi verda-dera Primera Comunión, y cada día desde entonces miro mi comunión diaria como la continuación de aquélla que fue mis primicias de Comu-nión Eterna”.

Más adelante, dice que la recibió en la capilla del sacra-mento. No sabemos si se refiere a que era donde lo recibió (el Sacramento por antonomasia) o si es que el padre Fariña dijo misa para ellos (y otros feligreses) en el altar central, que era el consagrado al Sacramento, también desde el punto de vis-ta iconográfico.

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Sabemos que justo de esos años (concretamente, del en-torno de 1932), el padre Miguel Campo recordaba que el pa-dre Fariña solía decir misa en una capilla que hay a la entra-da de la basílica, a la derecha, donde también tenía el confe-sonario6. Se trataría, en ese caso, del altar que lleva el núme-ro 36 en el plano de Juan de Herrera que reproducimos.

Hay que advertir, no obstante, una tercera posibilidad, y es que, antes de llegar a ese altar, en el centro de la entrada a la Basílica, bajo el coro, hay un espacio cuadrado que el padre José de Sigüenza llamó el templo pequeño y que se so-lía destinar precisamente como iglesia para los fieles que no formaban parte de la comunidad que habitaba el monasterio.

Y otra cosa más y muy verosímil a nuestro juicio: proba-blemente fue unos meses antes cuando el padre Fariña dio la primera comunión a una hermana del futuro padre Miguel Campo y no lo hizo en esa capilla, sino en el altar de la Sa-grada Forma que había y hay en la sacristía7. Sobre el altar, como retablo, se alza el cuadro de Claudio Coello titulado precisamente así, La sagrada Forma, y, en el propio altar, se representa ésta en bajorrelieve. Esa iconografía evoca la pro-fanación de una Hostia Sagrada por unos mercenarios pro-testantes del príncipe de Orange, seguidores de Zwinglio (los llamados guex de la mer), en la catedral holandesa de Gor-kum, en 1572, y la recuperación de la misma Sagrada Forma por el emperador Rodolfo II, que se la ofreció en 1594 a su tío carnal Felipe -el II de las Españas-, con quien se había for-mado en Madrid. Según el relato que corrió de inmediato, los dichos mercenarios protestantes habían invadido y saqueado Gorkum y, en la catedral, destrozaron el tabernáculo y tira-ron al suelo la Hostia Sacra; uno de ellos la pisó y, por los agujeros que le hizo, manó la sangre del Señor. Uno de los saqueadores, sorprendido (y arrepentido) se lo dijo a un ca-nónigo, que consiguió ponerla a salvo.

El camarín donde se conserva la Sagrada Forma está de-trás del cuadro, en una hornacina; de manera que el lienzo de Claudio Coello sirve como velo que lo oculta y puede hacerse descender por medio de unos rieles, como, en efecto, se hace en ocasiones extraordinarias; por lo menos los días 29 de septiembre y 28 de octubre de cada año, en que se lle-va en procesión.

El cuadro, en realidad, fue pintado ya en 1685 para con-memorar el acto de arrepentimiento que llevaron a cabo Car-

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los II de España y sus asesores más cercanos un año antes, en 1684, ante la propia Forma Sacra.

No sería extraño que el padre Fariña hiciera también ex-cepción con Rovirosa y le diera la comunión en ese altar, en vez de hacerlo en aquel donde solía decir misa a diario. Pero no pasa de ser una hipótesis.

Y en aquella Navidad… en la intimidad, de madrugada: su “segunda Primera Comunión”. La mujer y él se fueron a El Escorial pisando una fuerte nevada, con mucho frío. Esta circunstancia le hará recordar más el día. Estaba contento porque era un signo del sacrificio que estaba dispuesto a seguir en el abrazo perpetuo a Cristo.

Su Caterina no cabe de satisfacción. Ella, como otra Mónica, ha sa-bido esperar, siempre rezando, siempre ofreciendo por el endereza-miento, por la paz interior, por el reencuentro de su Guillem. Sí; ella ha sido una pieza importantísima en la conversión. Mientras él quería verlo todo claro con los ojos de la cara, con la luz que le daban las matemáti-cas, que eran la expresión de la verdad, ignorante entonces –él, tan inteligente- que la fe se asienta sólo sobre el Amor y no sobre intelec-tualismos caducos, su mujer había seguido sosegadamente el camino penoso del amor. ¡Lo ha convertido ella!

Ella, sí, y también una monja carmelita de Granada, con fama de santidad, con la que el matrimonio Rovirosa-Canals tenía una gran amistad espiritual. Él, particularmente, le tenía veneración.

Y no nos olvidemos de los dolores de su madre. Porque, si ver la enfermedad de la madre fue –tal como él mismo dice claramente- uno de los ingredientes fuertes para apostatar a los dieciocho años, no po-demos dudar que sus dolores, con la plenitud de la gracia que manaba, fueron también elementos principales del reencuentro, al cabo de die-ciocho años más. Con aquellos largos años de sufrimiento ella le había reengendrado al amor de Cristo. Una vez más encontramos en la vida de Rovirosa un hecho que a corto término tiene un espejismo, y a largo término, una realización muy contundente. Por eso hablaba de ello con tanta vehemencia.

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Estas mujeres –madre, mujer y monja- fueron las que le acompaña-ron, de lejos, por la oración y el sacrificio, hacia la reconquista. Son dos años y medio de euforia y de gozo que pasarán hasta el estallido de la guerra civil. Se sabe todo otro. Ha encontrado la paz porque se ha fu-sionado con Dios. ¡SE HA CONVERTIDO! Para muchos, poner en prác-tica este verbo –aunque se disimule con la vestimenta devota- comporta un clima de desenfreno, que es hundimiento en el egoísmo personal, desinterés por los otros, apariencias de persona formal, cultivo de amis-tades selectas, suscripción de póliza de seguro. Para él, la conversión comporta la austeridad y la exigencia, que siempre ha vivido, pero ahora sobrenaturalizadas. Se le ha terminado la tortura de querer encontrar “su verdad”, de renegar interiormente en contra de la imbecilidad de los otros. Ahora empieza la tortura, feliz, a punto de reventar, sí, pero tor-tura, porque tortura es vivir por amor. Todo eso que ha recibido gratui-tamente, lo ha de pagar, de restituir, de repartir. No sabe el qué, el có-mo, ni el dónde, pero debe prever los dorados campos de trigo… y ¡el Calvario! ¿Será la paga de su atrevimiento de pasar de apóstata a após-tol?

Es ahora cuando marido y mujer, como “acción de gracias”, por el gran don de la fe, realizan su “contrato con Dios”. Es la demostración práctica del agradecimiento. ¡Parémonos! Leamos poco a poco. Él acos-tumbraba a decir que la mejor manera de leer era releer. Mucha lectura no hace provecho porque es precipitada, superficial. Conocedor de la psicología humana, decía que un papel de propaganda se había de en-viar, como mínimo, tres veces para que fuera captado. La primera: a la papelera. La segunda: una mirada rápida. La tercera. Lectura detenida.

Ojalá que el leer ahora, “con cuidado”, lleve a algunos matrimonios a consecuencias desagradables.

Sabe la forma en que ha hecho “el bestia”, sabe cómo Dios le ha aguantado la soberbia, sin fulminarlo, cómo ha resistido en las traicio-nes. Estamos convencidos que a lo largo de la vida, Dios le deja hacer, gasta con él un humor muy especial, particularísimo. Le va dando cuer-da. Cómo no se la iba a dar, si el alejamiento era sólo “formal”, si el alejamiento se había producido, por absurdo que pueda parecer, por Amor, por fidelidad, porque él, que llevaba la bondad y la belleza im-presas en su interior, no había querido claudicar ante aquella caricatura

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burlesca, deformada, que le habían presentado. “Aquello” no era digno de ser querido.

Nos imaginamos que Jesús le debía seguir de cerca los pasos. ¡Qué paciencia! “¿Ahora vas por aquí? Bien, pruébalo. Ya te desengañarás. ¿Ahora quieres saciarte de esto? ¡Tira, adelante! Ve avanzando. No te impacientes. ¿Ahora permaneces quieto, desatinado? ¡Como quieras! Reposa”. Sí, Jesús lo mira, amoroso, con aquella misma sonrisa de complacencia bajo los labios que Rovirosa después había de mostrar cuando se encontraba ante un hombre o una mujer que entendía que ardía de amor.

Es más, estamos convencidos que el hecho de poder escuchar las palabras del Cardenal (con las que encontraba salida a su humanismo deficiente) fue una fineza del amor de Jesús, compadecido de su desear, con ganas de que no tuviera que continuar cogiendo trágicamente el pico y la pala como hasta entonces para entrar en las intimidades del mensaje que Él le dirigía. A corto o largo plazo debería terminar abra-zando el Mensaje. Porque era adulto. Porque no había tomado partido por los modus vivendi imperantes.

Y cuando se encontraron, ya para siempre, manos a la obra, porque no hay tiempo que perder. Venga el contrato. Y un contrato “de pala-bra”, de tú a tú, dándose simplemente las manos, como se hacía antes, cuando los hombres con su palabra tenían suficiente. ¡La palabra sagra-da! ¡Un trato es un trato! Siempre hacía notar la diferencia entre “dar la palabra” y “dar palabras”.

Y lo suscriben marido y mujer. ¡Si son un solo corazón, un solo cuerpo y una sola alma! ¡Cuántos y cuántas sólo se desazonan por el matrimonio carnal, pero “viven” desentendidos, fastidiados por el ma-trimonio de dos voluntades fundidas! ¡Qué decisión, la de él, pero qué renuncia, qué valor, el de ella!

El contrato consistía en dos artículos:

PRIMERO. El matrimonio se comprometía a ponerse totalmente al servicio del apostolado. Él, entregando la vida, el tiempo, la profesión, el descanso del hogar. Ella, renunciando a todo aquello que no fuera destinado a este fin y rezando por el trabajo del marido.

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SEGUNDO: Dios se comprometía a cubrir las necesidades materiales del matrimonio, con la condición de vivir pobremente.

Nota editorial sobre la presencia de Rovirosa y Caterina en El Escorial:

Este capítulo tiene un párrafo más, que omitimos por la razón que ahora daremos. Va inmediatamente a continuación del que acabamos de traducir. Dice así:

“Para terminar de redondear el contrato, se dice que él y la mujer hicieron votos de castidad ante el obispo de Madrid doctor José María Otero.”

Xavier Garcia pone buen cuidado en advertir que “se dice” esto último, ya veremos por qué. Primero acudamos de nuevo a los recuerdos que el propio Rovirosa puso por escrito en 1956:

“Cada mañana, antes de las 6, en plena noche, encontraba ante mi puerta un mantel blanco que limpiaba juntamente con mi mujer para ir a la misa del padre Fariña a las 6 en el altar del sacramento. Casi siem-pre estábamos solos en esa misa; tras ella se extinguían los pocos cirios de la inmensa Basílica (réplica de la de San Pedro de Roma) y entraba en un silencio total hasta las 7, y en la oscuridad, atravesada solamente por la pequeña llama del sagrario, permanecíamos muy cerca de Él. Aquellas mañanas, antes de apuntar el día, yo las miro hoy como los mejores recuerdos de mi vida.

“Fue un deslumbramiento. Había encontrado la clave. Con las ideas de pobreza, humildad y sacrificio, yo me embriagaba del Nuevo Testa-mento. Todo era maravilloso, radiante, inmenso, era una verdadera apoteosis”.

Digamos ahora que la afirmación de Xavier Garcia sobre el voto de castidad del matrimonio no está avalada por nin-gún otro testimonio ni documento. Los hemos buscado, sin éxito, al socaire de la identificación del sacerdote que se menciona. Y es que el problema radica justo en esa mención.

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El Obispo de Madrid era entonces Leopoldo Eijo Garay, pre-conizado en 1922, quien tenía como obispo auxiliar a don José Solé y Mercadé, preconizado a su vez en 19268, y no hemos hallado ningún eclesiástico que respondiese al nom-bre de José María Otero en esa época y que perteneciera al clero de la diócesis madrileña (ni en el Archivo Histórico Dio-cesano ni en el Archivo de la Curia, que es el que cabe llamar vivo).

Tampoco en la orden de San Agustín, en el entorno de San Lorenzo del Escorial, en este caso, según informe perso-nal de quien era provincial de la misma en octubre de 2010, padre Miguel Ángel Orcasitas.

En el resumen de la biografía escrita por Xavier Garcia, revisada por Tomás Malagón y publicada en 1985, ese dato se omite por completo. Y eso también nos parece significati-vo, habida cuenta de que esa versión fue revisada por el pro-pio Malagón y otras personas que habían convivido con Rovi-rosa. En ella, se dice esto sobre la situación de la que habla-mos:

“La conversión supuso el cambio radical de su vida, caracterizada en adelante por la austeridad, la exigencia de perfección y la entrega apos-tólica. Todo esto quedó ratificado en aquel pacto con Dios que un día hicieron él y su piadosísima esposa después de comulgar.

“Ellos, que no tenían hijos, se comprometían a dedicar al trabajo apostólico todo su tiempo, su profesión y su vida matrimonial; y a Dios le pedían que dispusiera las cosas de modo que ellos cubrieran sus ne-cesidades viviendo pobremente.

“Dios aceptó el compromiso y cuidó hasta el fin de su pobreza. Ro-virosa viviría ya sólo para la misión apostólica y su esposa sería la com-pañera que le sostendría con su plegaria permanente ante el Señor”9.

No podemos añadir nada más, sino dar nuevamente la pa-labra a Xavier:

Es el quijotismo de los santos. No hacían falta cláusulas y resolucio-nes en asambleas y congresos. La vida cristiana nace de los afectos y del

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razonamiento más íntimo de cada persona. El obispo Torras afirmaba que se vivía más vida cristiana en alguno de los pueblos campesinos de su obispado, anónimamente practicada, que la que se desprendía de tantas reuniones internacionales donde se toman acuerdos “de gran trascendencia”. El matrimonio se lanzaba a la aventura de Dios, con-fiando en su misericordia y su providencia. ¡Qué poco creemos!

Él se había convertido porque creía en su Dios. Y el que cree está se-guro de su intervención en la historia del mundo y de los hombres. Y ellos están convencidos que Él está de su parte y se van a buscar la tierra prometida.

La mujer, entonces, insiste más aún en su vida de oración, y en ella añade ayunos y penitencias.

El segundo paso del contrato, implícito, para llevarlo a la práctica, es marchar a las Misiones. ¡Como siempre: un precursor! Nadie pensaba en aquel tiempo en el hecho de que los seglares y los matrimonios fue-sen a tierras lejanas, como miembros de la Iglesia, a colaborar, a partici-par en la tarea evangelizadora. Ellos creyeron que éste era el mejor ser-vicio.

Nota editorial: Más sobre El Escorial y Rovirosa:

En el resumen de 1985, Xavier Garcia dice que pasaron en El Escorial tres meses hasta la Navidad de 193310. Pero el pro-pio Rovirosa recordaba que la decisión de viajar a España, la tomaron a comienzos de noviembre. Combinando ambas fe-chas, habrían llegado al Escorial comenzado noviembre de 1933 y habrían estado hasta finales de enero o comienzos de febrero de 1934 (bien entendido que no deja de ser un modo de forzar lo que se presta, en realidad, a fallos de memoria de mínima importancia).

Dejamos, pues, este relato en las primeras semanas de 1934, cuando regresaron a Madrid.

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1 Guillem Rovirosa: “Rasgos autobiográficos”: Imágenes de la fe, núm. 242 (1990), traducción al castellano inserta en www.guillermorovirosa.com /noticias98.htm. El artículo se presenta como traducción del publicado en francés en Témoignage chrétien. Pero no hemos conseguido comprobarlo (ni lo han conseguido en la sede de la propia revista, a la que hemos acudido).

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2 Según La Brújula: La guía de Calahorra, xviii, núm. 901 (13 de junio de 2008), 15 (http://www.labrujulacalahorra.com/archivo/901.pdf).

3El dato en http://www.agustinoschile.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=60&Itemid=70.

4 Todo esto, según los recuerdos del padre Miguel Campo Rodríguez, re-cogidos en Zenit, 30 de octubre de 2007, www.zenit.org/article-25286?l=spanish.

5 Sobre la relación de Rovirosa con ella, el testimonio dirigido por el padre Gassó a Xavier Garcia, sin fecha, quizá mediado ya 1968, doc. 19690000ACPHOAC_FXG_503_103, pág. 6.

6 Cfr. Miguel Campo Rodríguez, recogidos en Zenit, 30 de octubre de 2007, www.zenit.org/article-25286?l=spanish.

7 Sobre lo que sigue, Eustasio P. Esteban, La Sagrada Forma de El Escorial, El Escorial, Real Monasterio de San Lorenzo, 1911, 128 págs., y A. Álvarez Cabanas, La Santa Forma: Cuadro de Claudio Coello existente en El Escorial, Madrid, Impr. Helénica, 1935, 16 págs.

8 Cfr. P. Álvarez, “Madrid”, en Diccionario de historia eclesiástica de España, dir. por Quintín Aldea et al., t. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1972, pág. 1.388.

9 Xavier Garcia, Jacinto Martín y Tomás Malagón, Rovirosa, apóstol de la clase obrera: Biografía militante del promotor de la HOAC, Madrid, Ediciones HOAC, 1985, pág. 20-21.

10 Xavier Garcia, Jacinto Martín y Tomás Malagón, Rovirosa, apóstol de la cla-se obrera: Biografía militante del promotor de la HOAC, Madrid, Ediciones HOAC, 1985, pág. 20.

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APÉNDICE:

UN PUÑADO DE TIERRA: VERSIÓN DE 1971

Creemos que hay que considerar unos antecedentes y dibujar un paisaje. Es indispensable conocer la personalidad de los pueblos que enmarcan a Rovirosa, como son Cubelles, la Geltrú y Villanueva y la aldea de Rocacrespa, pararnos un rato a la sombra del tronco ubérrimo del árbol casi milenario de sus familiares. Las historias locales (la de Cubelles, de mosén Aviñó1, y la de Villanueva, de fray Garí2) nos han ayudado mucho en esta tarea.

Es indispensable, porque las grandes personalidades necesitan una fotografía grande. Las “de carnet” no sirven.

*

A la aldea de Cubelles, tocando al mar, entre Villanueva y Cunit, le pasa lo mismo que a tantas madres: dar la vida significa la muerte o, en otros casos, como mínimo, una mengua de vida.

Cubelles, existente con anterioridad al año 1000, como confirma Ba-lari i Jovany en los Orígenes históricos de Cataluña3, daba origen a un nú-cleo. Jaime I, conociendo los peligros que le podían venir de los nume-rosos barones feudales que tenían casi toda Cataluña bajo su poder, convocó Cortes en Villafranca del Panadés el año 1218, en las que, de

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facto, se inició el reconocimiento del derecho de representación del pueblo, derecho que, al poco tiempo, iba a significar la creación de los municipios4.

En 1232, en el real privilegio –el más antiguo que conocemos- con-cedido al Castillo de Cubelles, el Conquistador ya citaba el nombre de “Vilanova” como un barrio perteneciente al término del citado castillo.

El 27 de julio de 1274, Jaime I redactó la carta de población por la que eximía de algunos tributos a los que fueran a poblar la Vila nueva del término de Cubelles.

Esas “cartas de población” tenían el objetivo de fomentar la riqueza de la nueva población, que era lo mismo que habían procurado los condes que gobernaban el territorio catalán antes de que se uniera a la corona de Aragón, cuando disputaban nuestro territorio, palmo a pal-mo, a las fuerzas sarracenas: promovían cultivos y construcciones por donde, hacía poco, había pasado la guerra. Con las “cartas de pobla-ción”, sin embargo, los reyes ya lograban algo más, que era contrarres-tar la tiranía, la indisciplina, las arbitrariedades que cometía la nobleza desde sus castillos y territorios. Los nobles dependían, nominalmente, del monarca. Pero, de hecho, actuaban con gran independencia, cuando no en contra de los intereses de la nación catalana5.

En estas “cartas” se concedían exenciones y privilegios importantes a la gente que poblaba un lugar, quienes administraban sus intereses de forma independiente, completamente descentralizada de la Corona, con lo cual la gente sabía que luchaba por su propio interés y los reyes en-tendían que, así, les eran más adictos y, por tanto, el poder feudal que-daba mermado. La gente que gozaba de protección real pagaba a la Corona, como compensación, los derechos reales de coronatge, maridatge, cena, alberg, quint, modenatge, bovatge etcétera6.

A mediados del siglo XIII, mucha gente de la aldea de La Geltrú, dominada por los señores feudales, que, desde su castillo, imponían los usos, costumbres y servidumbres a que todos habían de someterse, cansada como estaba, quería gozar de los derechos políticos y sociales que los reyes catalanes7 concedían a sus vasallos y, para ello, se acogía al beneficio de las franquicias municipales de que gozaban las villas y los pueblos de realengo: sencillamente, se instalaban en la otra orilla del

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO: APÉNDICE

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torrente, que era la frontera o el límite donde comenzaba a regir el al-calde de Cubelles. Los “caballeros” que, durante varias centurias, domi-naron La Geltrú llevaban fama por las vejaciones que imponían y por las arbitrariedades que cometían con sus súbditos. Algunas de ellas nos han llegado en forma de leyenda, como la de “la cambra del mal ús” [“la habitación del mal uso”8], que, si no siempre era cierta, algunas veces dejaba de ser mentira.

La leyenda nos cuenta que llegó el caso de un muchacho que no quiso pasar por tal situación y, de acuerdo con su novia, se construyó su casa nueva en la otra orilla del torrente, que, por tanto, ya no pertenecía a la jurisdicción del feudal.

Esta toma de conciencia se manifiesta hasta en nuestros bailes más antiguos –la Gala de Campdevànol, el Ballet de Sant Julià de Vilatorta, el Ballet de Muntanyà- cuando, al final, después de que el galer o paborde (personificador de los privilegios feudales) ha paseado y bailado con todas las mujeres de sus súbditos, el pueblo las alza, como un deseo de liberación.

Cuenta algún viejo vilanovés que el nombre que lleva un terreno cercano al núcleo urbano, “Los siete pecados mortales”, proviene de los siete primeros hombres que se rebelaron contra el señor feudal de La Geltrú, a causa del “dret de cuixa” [“derecho de pernada”]. La existen-cia de Villanueva, pues, es consecuencia del mal gobierno feudal.

En 1275, [al año9] de que el Conquistador promulgase la carta de población, Ferrer de Manresa, señor de La Geltrú, alarmado, ya denun-ciaba ante el rey la huida colectiva de geltrudenses hacia la Villa nueva, como consecuencia de la disposición regia. Y el rey se puso de parte del feudal, mandando al alcalde de Cubelles que impidiera que hombre alguno de La Geltrú estableciese su residencia en Cubelles o en la “Vila nova” que se estaba edificando.

En 1355 el rey Alfonso III creó una especie de “comunicipalidad” de Cubelles, en virtud de la cual, los vilanovinos podían elegir a sus concejales y consejeros10.

En 1358 el rey Pedro III el Ceremonioso concedió a Vilanueva el privilegio de celebrar mercado semanal, los miércoles, diciendo que daría protección y salvoconducto a todo el que fuera a él (excepto trai-

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dores, falsificadores de moneda, salteadores de caminos, ladrones, cri-minales de lesa majestad, sodomitas y otros malhechores).

En 1363, una antigua ermita dedicada a San Antonio Abad se con-virtió en parroquia. En esos momentos Villanueva estaba formada por tres calles y se autorizó la construcción de murallas.

En 1368, el Ceremonioso, viendo la enemistad existente entre el feudal de La Geltrú, entonces Berenguer de Sanahuja, y sus vasallos, ordenó que La Geltrú pasara a formar parte del municipio de Villanue-va. Esta disposición provocó, como es natural, la protesta del señor. El rey, no obstante, no cedió. A los pocos años, había desaparecido el poder feudal.

En esa época, llegó a ser alcalde de Villanueva de Cubelles un vila-noví. Los cubellenses protestaron de ello, al verse obligados a trasladar-se a Villanueva para cualquier asunto. El rey ordenó al alcalde que, una o dos veces por semana, se trasladase a Cubelles. Una de sus concesio-nes a la universidad de Cubelles fue la construcción de un puerto11.

En 1379, el rey se casó con Sibila de Fortià, viuda, hija del Ampur-dán, quien se enemistó con sus hijastros, los infantes Juan y Martín. El monarca había cedido a su cuñado, Bernardo de Fortià, el señorío sobre diversos castillos, entre ellos el de Cubelles, haciendo caso omiso de las concesiones y prerrogativas hechas por los reyes anteriores. A la muerte del Ceremonioso, su hijo, Juan I, casado con Violante de Bar, tomó todos los bienes de su madrastra y se los regaló a su mujer; de manera que pasó a ser señora de Cubelles y de Villanueva. El rey, no obstante, prometió respetar todas las libertades de los vecinos del municipio.

Muerto Juan I, y después Martín el Humano, Violante –la reina viu-da del primero de esos monarcas- permutó con Grau Alemany de Cer-velló, gobernador general de Cataluña, los castillos de Cubelles y de La Geltrú por el castillo y la villa de Cocentaina, con lo cual Cubelles y La Geltrú quedaron separados de la Corona de Aragón12. Violante orgenó a los vilanovinos que rindieran juramento inmediatamente al goberna-dor. Los prohombres de Villanueva acudieron a Valencia a entrevistarse con el rey, que era entonces Fernando de Antequera, elegido en Caspe, para manifestarle que no estaban dispuestos a acatar el mandato de la reina viuda. Fernando anuló la orden y actuó enérgicamente. Muchos

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vilanovinos preferían emigrar antes que prestar homenaje al goberna-dor.

Aún así, en 1415, Grau Alemany tomaba posesión de Villanueva y su término, en una ceremonia pública, en la que le rindieron homenaje algunos hombres principales de la localidad, “tomándolo con la mano derecha y entregándole dinero, un puñado de tierra y un puchero de trigo”.

Pasado un año, los vilanovinos acudieron de nuevo al rey, que se encontraba en Perpiñán, diciéndole que, si el de Cervelló no cesaba en la usurpación, harían uso de las armas. Al cabo de unos meses, muerto ya el de Antequera, su hijo, Alfonso IV el Magnánimo, se pronunció a favor de Villanueva. Finalmente, en medio de una gran agitación, se llegó a una concordia en virtud de la cual los vilanovinos pagaron 20.000 florines por los términos de Villanueva, de La Geltrú y de Cube-lles, como precio de rescate. En el documento que se formalizó se de-clara que

“A fin de frenar la audacia y malicia de aquellos que insa-ciablemente procuren ocupar y apropiarse del real patrimo-nio, se les declara ya desde este momento traidores, cual-quiera que sea su dignidad, ley, estamento o condición”.

Al final, el rey declaró que los castillos y las villas de Cubelles, Villa-nueva y La Geltrú, con sus cuadras, términos y territorios, serían consi-derados en adelante como “miembro especial y calle de Barcelona”, y sus habitantes, vecinos de dicha ciudad, que gozarían, por tanto, de todos los privilegios de los vecinos de la ciudad condal.

El sucesor de Alfonso, su hermano Juan II, se casó con doña Blanca de Navarra, con la que tuvo un hijo, Carlos de Viana. Muerta la madre, el rey se casó nuevamente con doña Juana Enríquez, que fue una autén-tica madrastra para el primogénito, tan querido por su carácter y su cultura. Al año siguiente, 1459, el rey escribía a las universidades de Villanueva y de Cubelles porque, con la excusa de las incursiones de sarracenos y piratas, que rondaban por el Mediterráneo, mucha gente se alejaba de la comarca, tomaba parte “en los bandolerías y disputas de la clase militar” e imponía fuertes castigos. El motivo, sin embargo, no era otro que el despecho que sentía él por el hecho de que los vilanovinos

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estuviesen a favor del príncipe de Viana, en contra de su propio absolu-tismo y de la tiranía de su mujer. Muerto Juan II y después de las gue-rras que tuvieron lugar para defender la integridad de las libertades de Cataluña y de la guerra de los payeses de remensa, Villanueva quedó en la miseria, con pocos habitantes, múltiples destrucciones, muchos fugiti-vos, muchos presos y muchos muertos13.

Fernando el Católico confirmó los privilegios que tenían nuestras poblaciones, comprendido todo el término, que eran Cunit, Calafell, Ribes, Rocacrespa, Canyelles etcétera. Villanueva se rehizo. Pero co-menzaron entonces las luchas entre Cubelles y Villanueva. Los de la primera se sentían demasiado orgullosos de su antigüedad y del papel que había tenido la población. La situación llegó a hacerse insostenible y, el 26 de junio de 1610, se declaró la separación en dos municipios.

Los de La Geltrú, que siempre habían estado bajo el poder feudal, quisieron obtener asimismo la autonomía municipal. Y lo consiguieron. En algunas ocasiones, por celos, habían hecho causa común con los cubellenses. Pero ellos mismos, en 1647, pidieron formar un solo cuer-po con Villanueva.

Hasta 1764, sin embargo, tras un pleito muy largo, no se fijaron los términos de los municipios de Villanueva y de Cubelles. Villanueva llegaba hasta las puertas de misma Cubelles, al contrario que antes, en que Cubelles tocaba casi las casas de La Geltrú, cuando Villanueva aún no existía. Eso ocasionó una gran disputa entre los cubellenses. En una ocasión, una mujer salió a la calle con un estandarte, los hombres se amotinaron, destruyeron el mojón que marcaba el límite del municipio y lo lanzaron al río Foix. Ante la intervención de la fuerza pública, se escondieron y huyeron a la montaña mientras las mujeres eran condu-cidas en carros a Villanueva y encerradas en el castillo de La Geltrú.

A medida que fueron pasando los años, Villanueva fue cogiendo po-tencia. Cubelles, en cambio, se mantenía igual, dedicada exclusivamente al campo, siempre de espaldas a la mar. Así es como Villanueva, surgida de La Geltrú y puesta bajo la potestad de Cubelles, se hizo señora de sus propios destinos. Villanueva de Cubelles pasó a ser Villanueva y Geltrú.

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En los tiempos primitivos, el término de Cubelles estaba formado por las cuadras [quadres] de Villanueva, Rocacrespa, Segur, Cunit y los lugares de Enveja y Aderró. Igual que pasó con Villanueva, con el tiem-po se independizaron Segur y Cunit. Enveja y Aderró, por estar empla-zadas en la afueras de Villanueva, quedaron, consecuentemente, dentro del término municipal de ésta. Cubelles, así, acabaría por quedarse con el caserío de Rocacrespa como única entidad humana y geográfica de-pendiente de ella.

* * *

Una vez que hemos visto cómo los hombres, con las herramientas más elementales, abrieron el surco para poner los cimientos de Villa-nueva, que nació y se extendió, y plantaron aquí los primeros pilares indispensables para la vida, que son los de la existencia física y espiritual y que dieron pie a ilusiones de progreso y libertad, intentaremos ver cómo lo han ido haciendo realidad, cómo se han desarrollado institu-ciones y personas. Siempre, para adquirir experiencia, hemos de dirigir la mirada hacia atrás. El pasado, si sabemos observarlo con plenitud de hombre actual, no defrauda nunca. Pecan de igual modo los hombres que fantasean sobre el futuro, fiados en esencias inmutables, como los que miran el pasado el pasado y le dan valor a manifestaciones que fueron sólo para estar por casa, despreocupándose de aquello que, en el mañana, será historia vital.

Quien conoce el pensamiento de unas gentes conoce ese pueblo. Así se comprenden los acontecimientos de cada momento, en los hom-bres.

* * *

Villanueva y Geltrú, de cara al “Mare Nostrum”, en exploración permanente del mundo de la belleza, del arte y de la cultura que desde él se vislumbra –“tierra de sinigual belleza”, la califica Pitarra14-, contri-buye desde tiempos lejanos a la riqueza espiritual de la patria con un bagaje ufano. Ha dado a la gloria común de Cataluña poetas y prosistas, músicos y danzarines, comediógrafos y eruditos, pintores y dibujantes, todo aquel que ha escuchado el latido de la ilusión y la superación.

Nuestros ascendientes fueron atraídos por los más bellos sentimien-tos, legado y compendio de los valores catalanes, que han hecho, del

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amor y del trabajo, devotos del corazón y trabajadores del cerebro y de las manos. Los pueblos no se nutren únicamente de poesía. Ellos, sien-do la síntesis de uno y otro espíritu, son como un compendio de los valores catalanes, que, del amor y el trabajo, han hecho la sustancia preciada de su vivir.

Las palabras de Carles Pi i Sunyer, referentes a la Barcelona del siglo XVIII, enmarcan perfectamente la manera de ser de Villanueva, cuando dice:

“la del comercio y la de la industria, la de las algarabías y las barricadas, amante del progreso y deseosa de bienestar, la inquieta y la señalada, la del trabajo fecundo y las sana ale-gría, el hogar del espíritu nacional, la que vive horas de entu-siasmo, de pasividad y de reconstrucción, la que en algunos momentos puede parecer abatida y vencida, pero que, cuan-do se restablece, tensa de voluntad y consciente de su fuerza, es siempre finalmente la triunfadora”15.

“Villanueva tiene una larga tradición señorial. Los anti-guos próceres de Villanueva sabían vivir como grandes seño-res. Muchas casas suntuosas han decaído con los años. Mu-chas riquezas han pasado de unas manos a otras. No obstan-te, en las casas de Villanueva, las generaciones han guarda-do fiel, e incluso heroicamente, como preciadas reliquias, to-dos aquellos muebles y todas aquellas cosas nobles que les habían legado sus antepasados”16.

Desde 1600, Villanueva tiene un movimiento comercial considerable a través de la mar, al servicio de las colonias y de otros países. Años después, se le cita como segundo puerto catalán exportador de vinos y aguardientes. Tenían aquí representantes diversos países europeos, Rusia entre ellos, en calidad de vicecónsules, para velar por sus inter-eses. De este comercio en gran escala, Villanueva vive, en el recuerdo, aún hoy. Rondando por sus lares, cualquiera puede percibir el gran número de utensilios, alhajas y telas que los adornan y que no son fruto del azar; nuestros bergantines y paquebotes, al volver de sus expedicio-nes, traían muebles de caoba, de laca, de xicaranda, cornucopias, luces, pinturas antiguas, azulejos, mantones de Manila, porcelanas, sedas etcé-tera. Por eso, el maestro Joan Llongueres decía, en una ocasión, en La Veu de Catalunya:

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Por eso, la Villanueva ochocentista, próspera, trabajadora y audaz, era llamada la “Habana Chica”.

* * *

Sí, la mar, que da eterno anhelo de libertad, como decía Maragall17, es uno de los elementos principales del bullir de los vilanovinos. Por ella, principalmente, surgió el movimiento industrial algodonero, cuyo principal iniciador fue Ferrer i Vidal18. Después, aquí se construiría la primera fábrica de la península movida por vapor. Sería la tercera po-blación catalana que empleara el gas para el alumbrado público. Y aquí se construirá la primera fábrica de merinos que hubo en España. Aquí funcionaría la primera conservera de fruta.

Otra muestra de la pujanza local fue la industria litográfica. Cuando todos se veían obligados a ir al extranjero, en Villanueva se tenía expe-riencia en los trabajos más rigurosos. Por eso, el escritor Miquel i Planes pudo decir: “Imprentas de arte, establecimientos-templos, que sólo se dan en circunstancias excepcionales en una Villanueva lejana como un castillo de sueños”19.

El exponente máximo de este ramo fueron el padre y los hijos Oli-va. El nombre de “Oliva de Vilanova” se hizo muy famoso, hasta me-recer que Pin i Soler afirmara que eran “una de las manifestaciones más hermosas de la cultura catalana”. El lema de la Casa era Travalla ab pul-critud y en l’art confia [“Trabaja con pulcritud y confía en el arte”]. Una revista madrileña, por el trabajo de los Oliva, calificaba a Villanueva de “Atenea catalana”. Una revista de ex-libris alemanes, comentando la pulcritud de la Revista Ibérica, que era del mismo ramo, decía que estaba editada y tipografiada “cual no se practica en España y sólo por excep-ción se ve allí donde la cultura tiene hondas raíces y ancho campo. Na-die sospechará, que no esté iniciado, que está impreso en una población secundaria”20.

También podríamos hablar de la mano maestra que tenían nuestros antecesores en materia de orfebrería. La artesanía, en mueble, hiero y cobre, vajilla, techos entablados, se practicaba con devoción y depura-das artes.

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Los hombres fueron los elementos esenciales de esta riqueza mate-rial y cultural. Por eso, el historiador Coroleu dice:

“Estudiando la historia de Villanueva se conoce y se quie-re, en su verdadero valor, el carácter de las modernas pobla-ciones de la tierra catalana, que, a iniciativa de sus habitan-tes y por la ilustración de sus municipios, han conseguido el esplendor que otros obtuvieron a causa de especiales y, mu-chas veces, injustificados privilegios”21.

El abastecimiento de aguas, la construcción del templo arciprestal, de la “Casa d’Empar”, del “Colegio Samá” son signos de ese espíritu. Gracias al genio de Francesc Gumà i Ferran, se construyó el ferrocarril de Barcelona a Villanueva y a Valls, autorizado por Alfonso XII, pero “sin subvención y auxilio del Estado”22. El solo hecho de haber exca-vado los quince túneles de las Costas del Garraf ya sitúa la empresa en su justo lugar. El día 11 de setiembre de 1880 se abrió el último tramo y una orquesta y un coro interpretaron diversas piezas, que expresaban la alegría del triunfo. El director del Ferrocarril de Barcelona a Francia, en tono de mofa, dijo que el tren de Villanueva iría con ruedas de papel. Como complemento de los festejos que hubo para celebrar la inaugura-ción, se celebró la “Primera Exposición Regional” (1882), que fue el preludio de la Universal de Barcelona, celebrada seis años después, y que dio lugar a una gran vibración cultural, que situó Villanueva entre las primeras poblaciones catalanas.

La Biblioteca–Museo Balaguer fue constituida y donada por Víctor Balaguer, que, si bien no era de Villanueva, se sentía como tal. Para hacerla posible, se desprendió de casi la totalidad de sus bienes. En el friso del pórtico, hay una inscripción evangélica, Surge et ambula. Contie-ne auténticos tesoros. El más destacado, el cuadro de “La Anuncia-ción”, del Greco. El patriota Eduard Toda lo engrosó con todo lo que fue adquiriendo a lo largo de su vida de diplomático23.

Josep Tomàs Ventosa donó La “Escola d’Arts i Oficis”, la primera de la Península. En la Habana ya había construido un colegio excelente para la enseñanza gratuita24.

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Al lado de estos nombres, que se concretan en obras materiales que perduran, hay otros que pasan, pero que hacen hombres. Arnau de Vilanova, visionario capuchino y hereje, de quien no se sabe dónde nació, pero a quien Víctor Balaguer consideró hijo de Villanueva; Fran-cesc Armanyà i Font, fraile agustino, obispo de Lugo y arzobispo de Tarragona, defensor del pobre, pedagogo del catecismo catalán, predi-cador y apóstol insobornable, reformador, tildado de jansenista, sorda-mente perseguido, intelectual de primera fila; Joseph Güell i Rossell, de la orden del Císter, abad de Poblet; Bernat Garrich i Freixes, monje de Monserrat y abad mitrado del monasterio de Sant Benet de Bagès; Jo-seph Romeu i Puig, franciscano, vicario general para la provincia hispa-nade su orden, predicador en la Capilla Sixtina del Vaticano; Magí Pers i Ramona, sastre, famoso en Cuba, autodidacta, autor de diversos libros sobre sastrería y poesía, y también sobre lengua y literatura catalana, cuyo último libro fue el Instructor de las clases jornaleras y cuyo interés abarcó las ciencias ocultas y le llegó a compartir las doctrinas frenológi-cas de Marian Cubí, de las que fue propulsor; Manuel Pers i Fontanals, persona de renombre en la carrera de Derecho, autor de diversos libros sobre moral en los tiempos antiguos y en las culturas orientales; Joan Antoni Nin i Serra, sacerdote, compositor y musicólogo notable, reno-vador del estilo anacrónico de la música de su época, maestro, entre otros, de Felip Pedrell; Manuel Cabanyes i Ballester, poeta horaciano, prerrenacentista, Leopardi catalán, “Píndaro de Cataluña”, según Costa i Llobera, “purísimo genio que Roma y Atenas hubiesen adoptado por hijo suyo”, según Menéndez y Pelayo… En la Oda que le dedicó, pudo decir de él el ilustre santanderino:

“Feliz quien nunca en la inviolada lira, al poder tributó venal incienso, ni elevó al solio de opresores viles su profundo canto”25.

Y aún más: Josep Antoní Garí i Siumell, mercedario, autor de la primera historia de la población, miembro de la Academia de Buenas Letras de Barcelona; Josep Ferrer i Vidal, tonelero en la juventud, jefe de grupo después -en las finanzas-, impulsor de la industria textil, presi-dente del Ateneo Barcelonés, condecorado por la Santa Sede; Francesc Vidal i Torrents, cofundador del “Teatre català”, junto a Pitarra, Vidal Valenciano y Pelagi Briz; Teodoro Creus i Coromines, quien, si no

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nació en Villanueva, se lo ganó por la labor que desarrolló a largo de su fecundísima vida: juriscunsulto y poeta, autor de escritos sobre arte, historia, arqueología, agricultura…, promotor de los Sindicatos Agríco-las, miembro de las Academias de Historia, Bellas Artes y Buenas Letras de Barcelona y a quien León XIII envío una bendición apostólica en el lecho de muerte y a quien el abad de Montserrat asistió en la agonía; Rosalía Serra i Miró, poetisa; Josep Pers i Ricart, fundador, a los diecio-cho años, del Diario [de Villanueva y Geltrú26], subdecano de la prensa catalana; Francecs Gumà i Ferran, naviero, minero, economista, filán-tropo, que personifica las ideas, la acción y las virtudes cívicas de nues-tros antepasados y en quien, por delante de todos, se hacen verdad aquellas palabras de Coroleu: “Los de Villanueva, por su laboriosidad infatigable y dignidad intransigente, han dado a su carácter el temple vigoroso que ha constituido la base de su prosperidad”. Después de veinte años de ausencia, en La Habana, impulsó la construcción del ferrocarril de Villanueva y la de la primera línea de tranvías de Barcelo-na, la creación del “Banco de Villanueva” y un largo etcétera de iniciati-vas ciudadanas; Josep Verdú i Feliù, destinado a realizar un gran papel, como escritor, en la “Renaixença”, si no hubiera muerto, como murió, tan joven; Miquel Guansé i Puig, librepensador, dedicado a las activida-des políticas durante la I República, en las que supo despertar el afán de superación en los medios populares; Joseph Font i Gumà, arquitecto, discípulo de Domènech i Montaner, cabeza del movimiento popularis-ta; arqueólogo especializado en cerámica, restaurador del castillo de la Geltrú; Francecs Macià i Llussà, primer presidente de la Generalitat res-taurada; Demetri Galceràn i Cuscó, farmacéutico, hombre modesto, cuyo nombre no destacó, pero era trabajador infatigable, de quien decía Balaguer que era uno de los espíritus más selectos de su tiempo; Antoni Urgellès Granell y Magí Sans Bartolomeu, compositores con quienes Juli Garreta hizo los primeros estudios de solfeo; Joan Llaverías, pintor y dibujante, autor de la colección “Cataluña griega”; Cristòfor Juandó, primer propulsor de la aviación en España e inventor del aparato “Aveaci” y de quien se decía en la Gaceta de Cataluña en 1881: “Fáltanos decir que el Sr. Juandó nació en Villanueva, circunstancia que empieza ya a constituir recomendación, pues Villanueva es una de las poblacio-nes de Cataluña que más hombres útiles ha dado a su Patria”27; Fran-cesc Soler i Rovirosa, uno de los mejores escenógrafos que ha habido; Joan Ferrer i Mirò, fundador de la primera Academia local de Bellas

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Artes; Gaspar Miró i Lleó, discípulo del anterior, que trabajó mucho en el extranjero; Iu Pascual, cabeza de la escuela pictórica olotina; Francesc Montserrat Ayarbe, músico; Rafael Sala i Josep Sugranyes, pintores; Eduard Toldrà i Carbonell, director de la Orquesta Municipal de Barce-lona, compositor de sinfonías, óperas y sardanas; Enric Ricart Nin, boixista mundialmente querido28; Josep F. Ràfols i Vidal, arquitecto, tratadista del modernismo; Martí Torrents, acuarelista; Avelí Artís, hombre de teatro; Amadeu Hurtado, jurisconsulto; Florenci Cornet, dramaturgo; Joan Magriñà, bailarín.

No nacieron, pero pasaron aquí toda la vida, el marinista Alexandre de Cabanyes y el impresionista Joaquim Mir.

Pocas poblaciones pueden mostrar un conjunto de tanta categoría. Pues de esta clase de linaje procede y forma parte nuestro Guillermo Rovirosa.

1 Se refiere probablemente a Joan Avinyó, História de Cubelles, Cubelles, s.i.,

1960, 142 págs.

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2 Probablemente, la primera edición del libro de José Antonio Garí y Siu-

mell, Descripción e historia de Villanueva y Geltrú desde su fundación hasta nuestros días, Villanueva y Geltrú, El cep i la nansa y Ajuntament de Villanueva i la Geltrú, 1996, 282 págs.

3 Puede referirse a la ed. de San Cugat del Vallés, Institut de Cultura Romànica, 1964, 2 volúmenes.

4 Naturalmente, no entramos en la valoración de aspectos del libro de Xavier Garcia que no afectan a la biografía de Rovirosa. El concepto de repre-sentación y el de pueblo, empleados para unas Cortes de 1218, y la afirmación de que eso llevaría a la creación de los municipios lo requerirían en otro caso. Lo que sí es relevante es que fuera ésa la idea en que se formó Rovirosa y, por tanto, su propia conciencia personal como miembro de una comunidad con-creta, en este caso Cataluña. En realidad, lo que hubo en Vilafranca en 1218 fue una reunión de las llamadas entonces “paces y treguas” (más que “de paz y tregua”, como prefieren traducir algunos historiadores, que hablan, en conse-cuencia, de “asambleas de paz y tregua”). El término “Cortes” vendría des-pués, por más que, al cabo, no haría sino cambiar la denominación de las reu-niones que ya se celebraban.

En cuanto a su carácter representativo y popular, no hay que olvidar que se trataba de reuniones de personalidades del alto clero y de la nobleza titulada, que eran convocados precisamente por su condición de tales y, en consecuen-cia, ni formaban “pueblo” ni “representaban” a nadie que no fuesen ellos mismos. A veces, se les unían “hombres de ciudades y villas” (homines civitatum et villarum, según la redacción –muy posterior, de Jaime Callís). Pero unas veces iban los de unas ciudades y villas y otras las de otras distintas. Con el tiempo, en las Cortes propiamente dichas, sí quedaría fijado qué ciudades y villas tenían derecho a asiento. Pero los “hombres” que acudían en nombre de esas villas y ciudades sólo representaban a aquellas de las que procedían; todas las demás poblaciones de Cataluña (como sucedía prácticamente en toda Europa con las asambleas de ese tipo) carecían de representación alguna en esas “paces y tre-guas” y, luego, en las Cortes, cuando optaran por denominarse así.

Más aún: esos “hombres” de esas ciudades y villas concretas no eran nom-brados por el conjunto de los vecinos, sino –generalmente- por el cabildo o ayuntamiento, cuyos miembros tampoco eran designados siempre por elección que hoy diríamos “popular”. Y, cuando lo eran, se planteaba el problema de quiénes –sólo entre los varones, por lo pronto; excluidas todas las mujeres- tenían derecho a voto.

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Por fin, hay que añadir que se duda de que, a las “paces y treguas” de Vila-franca de 1218, acudieran representantes de ciudades y villas, como afirma Callís. Vid., sobre todo ello, José María Font Ríus, Estudies sobre els drets iinstitu-cions locals en la Catalunya medieval, pág. 412-413.

En cuanto a que pudiesen originarse en aquella ocasión de 1218 los muni-cipios catalanes, no parece siquiera verosímil. Ibidem, 281 y siguientes, hay un estudio del propio Font Rius sobre los “Orígenes del régimen municipal de Cataluña” donde explica la gran dificultad que tiene la fijación de esos orígenes precisamente. El municipium era un concepto muy claro en el derecho romano, del que procedía, y la tipología de la administración local de la Cataluña del siglo XIII era mucho más amplia y heterogénea. Eso, de una parte. De otra, ya desde la segunda mitad del siglo XII, habían aparecido formas organizativas suficientemente complejas como para denominarlas “municipio”, aunque no se optara por ese término (vid. ibidem, 402) Era más frecuente que se hablara de consilium, al cabo “concejo” (vid., por ejemplo, ibidem, 493). Es significativo que, en el sinfín de documentos mencionados por Font Rius en la obra que cita-mos, sólo aparezca una vez la expresión municipium (pág. 409).

5 El término nación catalana, que es el que emplea el autor, no era ningún anacronismo en el siglo XIII, que es la época de la que habla. La palabra nación, entonces, se entendía, en España e Italia –entre otros países-, como “comuni-dad formada por parentesco” (por naci-miento) y, por tanto, se reconocía la existencia de grados de parentesco y, en consecuencia, también de grados de nacionalidad (palabra que, por el contrario, no se empleaba aún). Decimos que se empleaba así no sólo en España, sino también en Italia, entre otros países, porque, justamente en Italia, se daba, en aquellos días, un ejemplo idóneo de las consecuencias de esa manera de entender la nación: en la universidad de Bolonia, los profesores que procedían de España recibían el nombre –y lo aceptaban- de natio hispanica (“nación española”, en latín), dentro de la cual se distinguían igualmente varias “naciones”, entre ellas la natio aragonensia (“nación aragonesa”) y, dentro aún de ésta, la natio Cathelanorum (“nación de los catala-nes”). Los miembros de cada una de ellas optaban por una u otra denomina-ción según aconsejaba la ocasión. Todo ello, en Pascual Tamburri, Natio hispa-nica: Juristas y estudiantes españoles en Bolonia antes de la fundación del Colegio de Espa-ña, Zaragoza, Cometa y Real Colegio de España en Bolonia, 1999, 293 págs.

6 No traducimos estos términos por ser palabras antiguas, probablemente tomadas de las cartas que se mencionan.

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La afirmación de Xavier Garcia es correcta, a falta, sin embargo, de los ma-tices que consideran imprescindibles quienes han estudiado el régimen de gobierno que describe. Concretamente, no se debe entender que, en conse-cuencia, todas las personas que habitaban un lugar privilegiado por los reyes con una carta de población tuviesen la misma condición jurídica. Dentro de cada una de esas poblaciones –y, con frecuencia, estipulado en la “carta” res-pectiva, se contemplaban situaciones jurídicas muy distintas, que hacían que los intereses de todos no fuesen los mismos y que, por tanto, no todos se conside-rasen tan satisfechos como indica Xavier Garcia.

En cuanto a su alusión al poder feudal, recuérdese que Cataluña era uno de los pocos territorios de España donde, en efecto, se había introducido el sis-tema feudal. En la mayor parte de España, no lo hubo, y sí, en cambio, sistema señorial, que era jurídicamente distinto. Es posible, no obstante, que Xavier Garcia no emplease esa denominación –la de “poder feudal”- con ese criterio, sino que considerase que “feudal” y “señorial” son sinónimos; cosa frecuente entre los historiadores de su tiempo. Vid. Luis G. de Valdeavellano: “Sobre la cuestión del feudalismo hispánico”, en Homenaje a Julio Caro Baroja, reunido por Antonio Carreira et al., Madrid, Centro de Investigaciones sociológicas, 1978, pág. 1001-1030.

7 Traducimos literalmente las palabras de Xavier Garcia, reis catalans, que, sin embargo, se han de entender referida a los reyes de Aragón, de cuya corona formaba parte Cataluña y quienes, en realidad, no sólo seguían esa política en Cataluña, sino en todos los territorios de la Corona, como, por lo demás, hací-an muchos otros reyes europeos de su época en sus respectivos territorios. No era una política peculiar ni de Cataluña ni de la Corona de Aragón. Esto último –el carácter general de la política que describe Xavier Garcia- es un lugar común en la historiografía. La denominación de reis catalans tiene que ver, en cambio, con un problema distinto, del que forma parte el debate posterior sobre la procedencia de dar el nombre de “casal de Catalunya” o “casal de Barcelona” al que, en los documentos antiguos, aparece –siempre- como “casal de Aragón”. Aquéllas fueron denominaciones acuñadas en el siglo XIX, en tanto que ésta era la habitual en el siglo XV, cuando Fernando de Aragón contrajo matrimonio con Isabel de Castilla. De la invención de aquellos térmi-nos, se pasaría francamente, en el siglo XX, a decir que los condes de Barcelo-na se titularon luego reyes, frente a quienes insistían en que lo que hicieron fue entroncar con la casa o casal de Aragón, que ya existía y, sólo en virtud de ese entronque, pasaron a ser reyes, pero de Aragón, al tiempo en que seguían con el título de condes de Barcelona (jamás el de “conde-rey” o “rey-conde”). Vid.

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sobre ello –por ejemplo- Luis Suárez, Fernando el Católico, Barcelona, Ariel, 2004, 475 págs. Por el contrario, el artículo “Casal de Barcelona” de l’Enciclopèdia (www.enciclopedia.cat), o el de Armand de Fluvià i Escorsa, “Tí-tulos creados por los monarcas catalanes de la dinastía bellónida (1148-1410): Hidalguía, xliii (1995), 161-167, y la réplica de Alberto Montaner Frutos, El señal del rey de Aragón: Historia y significado, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1995, 188 págs. En la historiografía catalana anterior a la unidad dinástica española del siglo XV, se habla de los reyes de Aragón y condes de Barcelona como de Casa d’Aragó y Casal d’Aragó, sin excepción conocida. Vid., en particular –por su relevancia-, Ramon Muntaner, Chrónica, de Descripcio dels fets, e hazanyes del Inclyt Rey Don Javme Primer Rey Daragó, de Mallorques, e de Valen-cia, Compte de Barcelona, e de Muntpellier… (redactada en el siglo XIII y de la que hay varias ediciones). Nos interesa todo esto, claro es, sólo para ver el trasfon-do de una forma de expresar la propia historia de cuyo alcance quizá no era consciente el propio Xavier Garcia.

8 En el original, sólo aparece la expresión catalana, como sucede, algo más adelante, con el dret de cuixa.

9 En la versión de 1971, “a l’any” (pág. 32); en la de 1977, “al cap d'un any” (tira 9).

10 Xavier Garcia lo afirma sin los matices que introducimos: “El 1355 el rei Alfons III crea la comunicipalitat de Cubelles”. Pero esa denominación no es históri-ca. Por otra parte, en la elección de los regidores, no tomaban parte todos los varones vilanovinos ni mujer alguna de la villa, como, por lo demás, sucedía también en la mayoría de las villas europeas de la época. Tanto el derecho a votar como el de ser elegido –que eran distintos- constituían otros tantos privi-legios, que unos tenían y otros no.

11 La palabra universidad (en catalán, universitat) es hoy equívoca cuando se hagla del siglo XIV. Se empleaba entonces (y se empleó hasta el siglo XIX), en el sentido latino originario (universitas): “totalidad”, “conjunto” (en este caso, conjunto de lugares habitados que formaban el municipio de Cubelles).

12 Eso es lo que afirma Xavier Garcia; pero no se entiende por qué, si Cata-luña formaba parte de la Corona de Aragón, la incorporación de la jurisdicción del gobernador general de Cataluña tuvo que suponer que Cubelles y La Geltrú quedasen separadas de la Corona.

13 Los payeses llamados de remensa estaban sometidos a un tipo de servi-dumbre; situación con la que acabó Fernando el Católico. Fue objeto de la tesis doctoral de Elías Serra Ràfols, Fernando el Católico y los payeses de remensa: La

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XAVIER GARCIA

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solución del pleito agrario en Cataluña, Lérida, Tip. Mariana, 1925, 99 págs., y del estudio clásico de Jaime Vicens Vives, El sindicato remensa, 1488-1508: La última etapa del problema agrario catalán durante el reinado de Fernando el Católico, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954, 263 págs.

14 Sin duda, Frederic Soler y Hubefrt, alias Serafí Pitarra, escritor y empre-sario teatral que vivió entre 1839 y 1895. Vid. Carme Morell i Montadi, El teatre de Serafí Pitarra, entre el mite i la realitat (1860-1875), Barcelona, PublicacionsAba-dia de Montserrat, 1995, 347 págs.

15 Como Carles Pi Sunyer (1888-1971), fue autor de una amplia bibliografía, referida, en parte, al desarrollo económico de Cataluña, aunque sea seguramen-te más amplia su obra de memorias de la guerra de 1936 y el exilio y no carezca de importancia su creación poética. Vid. Maria Campillo: Carles Pi i Sunyer, conseller de Cultura en temps de guerra, Barcelona, Fundació Pi i Sunyer, 2007, 106 págs.

16 Se trata posiblemente del músico Joan Llongueres i Badia (1880-1953), que solía escribir la crítica musical de La Veu de Catalunya. Puede verse una breve nota necrológica en La Vanguardia española, 14 de octubre de 1953, pág. 14.

17 El poeta Joan Maragall.

18 Entendemos que se refiere a Josep Ferrer y Vidal, nacido en Villanueva y Geltrú en 1817 y muerto en Barcelona en 1893, después de haber sido un activo empresario y político conservador. Vid. César Rodríguez i Solà, El pen-sament econòmic d’un vilanoví, Villafranca del Panadés, El autor, 1983, 67 págs. Puede consultarse, al menos, en la Biblioteca de Catalunya, Barcelona. Tam-bién, Arístides Artijano: Tributo a la buena memoria del Excmo. Sr. D. José Ferrer y Vidal, leído en la solemne velada necrológica celebrada por el Fomento del Trabajo Nacio-nal…, Barcelona, Impr. de Henrich y Cía., 1895, 19 págs.

19 Ramón Miquel y Planas (1874-1950) fue, precisamente, un experto en esa materia. Vid. su El arte en la encuadernación, Barcelona, Cámara Oficial del Libro de Barcelona, 1933, 16 págs.

20 En castellano en el original. Es significativo, seguramente, que el propio Josep Pin y Soler (1842-1927) publicase sus Sonets d’uns y altres en Villanueva y Geltrú, Estampa de Joan Oliva y Milá, 1904, xi + 144 págs. De la Revista ibérica de ex libris, 1903-1906, hay reproducción digital en http://biblioteca.universia.net/.

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO: APÉNDICE

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21 Tomado seguramente de José Coroleu (1839-1895), Historia de Villanueva

y Geltrú, Prólogo de Víctor Balaguer, Villanueva y Geltrú, J. Milá, 1878, xv + 418 págs.

22 En castellano en el original.

23 Vivió entre 1855 y 1941y fue cónsul de España en distintos lugares de Extemo Oriente y en Egipto, donde desarrolló sus conocimientos de egiptolo-gía de manera notable. Vid. Jaume Massó i Carballido, Antonio Gaudí i Eduard Toda, Reus, Centre de Lecture, 2003, 25 págs. El político Víctor Balaguer, por su parte, había sido representante de Villanueva en las Cortes españolas duran-te la segunda mitad del siglo XIX; puede decirse que, en aquel sistema electo-ral, Villanueva era su “feudo”. Vid. las actas del congreso Víctor Balaguer i el seu temps, prologadas por Sixte Moral y presentadas por Montserrat Comas i Güell, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2004, 196 págs.

24 Lo había hecho ya en Matanzas, en efecto, de donde fue alcalde entre 1847 y 1852. Era un rico comerciante vilanonoví. Vid. Miquel Altadill i Giner, Vilanova i la Geltrú a Cuba, Villanueva y Geltrú, El autor, 2006, 84 págs.

25 En castellano, en el original.

26 Así figura en las pruebas de 1971. En la ed. final, “Diario local”.

27 En castellano en el original.

28 La palabra boixista no tiene traducción castellana, que sepamos. Viene de boix, que es el arbusto que, en castellano, se llama “boj”. Sería cacofónico traducirla por “bojista”. Ricart fue pintor y grabador reconocido, uno de los más importantes artistas que trabajaron con madera de boj, cuya dureza la hace muy apropiada para el grabado. Se considera a Ricart como uno de los más destacados representantes del florecimiento de la xilografía catalana en el pri-mer tercio del siglo XX. Vid. Francesc Fontbona, La xilografia a Catalunya entre 1800 i 1923, Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 1992. Hay traducción castella-na en Madrid, Universidad Complutense, 1994, 1.454 págs. Vid. especialmente el capítulo “La Renaixença del grabat al boix”, pág. 269-322.

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ÍNDICE

ESTUDIO INTRODUCTORIO LA HISTORIA DE ESTE LIBRO .................................................VII I. PRIMEROS PASOS DE LA ELABORACIÓN DE ESTA

BIOGRAFÍA PRIMERO DE TODO: FUE UN LIBRO QUE NACIÓ CATALÁN, COMO LO ERA

ROVIROSA ............................................................................................................IX LAS RAZONES DE LOS HOACISTAS CATALANES Y LAS PENURIAS DE LOS

HOACISTAS DE MADRID.................................................................................. XIV LA SITUACIÓN REAL HOAC EN 1964, EN PERSPECTIVA FINANCIERA Y

EN SU PORMENOR GEOGRÁFICO ...................................................................XIX LOS COMIENZOS DEL DISTANCIAMIENTO DE ALGUNOS OBISPOS: EN EL

FONDO, EL “COMPROMISO TEMPORAL”.................................................... XXIII EL RELEVO DE TOMÁS MALAGÓN...................................................... XXIX

II. XAVIER GARCIA, EL ARTÍFICE PRIMEROS PASOS EN LA ELABORACIÓN DE LA BIOGRAFÍA DE

ROVIROSA ....................................................................................................XXXIX XAVIER GARCIA SOLER Y LA TENTATIVA DE ZYX...........................XLIII UNA PRIMERA VERSIÓN, POR ENCARGO DE ZYX: ROVIROSA, UN

HOMBRE COMO TODOS LOS DEMÁS (1966) ............................................. XLVIII

III. EL LIBRO, EN LA CRISIS DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DE LA HOAC

MIENTRAS TANTO, EL PROYECTO DE REFORMAR LA HOAC ..............LV LA INICIATIVA DE LA UNIÓN SINDICAL... A PARTIR DEL MOVIMIENTO

NACIONAL Y LA CNT ..................................................................................... LIX

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XAVIER GARCIA

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LA HOAC, EN LA CRISIS DE ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA...........LXIII IV. LA PRIMERA TERMINACIÓN DE ESTE LIBRO

LA PARADÓJICA LIBERTAD DE LA LEY DE PRENSA DE 1966 Y LAS

PRIMERAS CONSECUENCIAS QUE TUVO PARA LA BIOGRAFÍA DE ROVIROSA..........................................................................................................................LXIX

EL FUTURO DEL BOLETÍN DE LA HOAC, ENTRE LA CENSURA ESTATAL Y LA CENSURA ECLESIÁSTICA .................................................................... LXXIV

LOS PRIMEROS INTENTOS DE TRADUCIR LA BIOGRAFÍA DE ROVIROSA AL CASTELLANO Y LA IMPOSIBILIDAD DE QUE LO HICIERA RUIZ CAMPS ANTE EL ACOSO DE LA CENSURA DEL RÉGIMEN................................... LXXIX

LA CRÍTICA DEL PADRE IGNASI MARIA CURA A LA REDACCIÓN (QUE SE CREÍA) FINAL DE ESTA BIOGRAFÍA.......................................................... LXXXII

REBELIÓN Y DESAPARICIÓN DE LA REVISTA SIGNO ..................... LXXXV V. EL TRIUNFO (PARADÓJICO) DE ESTE LIBRO EN LA

NIT DE SANTA LLUCIA DE 1968 HACIA EL PREMIO AEDOS DE BIOGRAFÍA CATALANA...................... XCV FRUSTRACIÓN E ILUSIÓN EN LA NIT DE SANTA LLUCIA DE 1968 XCVIII BENEFICIO DE LA DERROTA: LLEGAN MÁS TESTIMONIOS ....................CI SI NO EN AEDOS, ¿EN ESTELA? .............................................................. CIII

VI. LA BIOGRAFÍA DE ROVIROSA, EN EL REVIVAL DE LA CULTURA CATÓLICA CATALANA DE LOS AÑOS SESENTA

UN CRISTIANISMO EN PLENA EBULLICIÓN .........................................CXIII XAVIER GARCIA, EN TODO ELLO .........................................................CXVI ERA, EN REALIDAD, TODA UNA ESPAÑA NUEVA............................ CXVIII TAMPOCO ESTELA ................................................................................ CXXII NUEVOS INTENTOS Y FRACASOS Y, AL FIN, TEIDE ......................... CXXVI ELENCO (INCOMPLETO) DE LAS PERSONAS QUE INFORMARON SOBRE

LA PERSONALIDAD DE ROVIROSA PARA ELABORAR ESTA BIOGRAFÍA CXXX VII. LA CENSURA

POR FIN HAY EDITOR DEFINITIVO: PÒRTIC... SALVO QUE LO IMPIDIERA LA CENSURA ..................................................................................................CXLV

REACCIONES DE AMIGOS.....................................................................CXLIX A LA BÚSQUEDA DE INFLUENCIAS QUE CENSURASEN LA CENSURACLIV EL RECUERDO DE ROVIROSA... EN FRANCIA....................................CLVIII EL INTENTO DE GREGORIO RAMÓN Y JOSÉ LUIS ALMUNIA ........CLXIII

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO: APÉNDICE

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VIII. AÑOS PARA LOGRAR LA CENSURA DE LA CENSURA 1975: INTERVIENE EL MINISTRO DE INFORMACIÓN, LEÓN HERRERA...

...................................................................................................................... CLXXV LA ALEGRÍA (COMPARTIDA) ANTE LA ESPERADA AUTORIZACIÓN: HACIA

LA EDICIÓN CASTELLANA......................................................................... CLXXX SE INTERPONE LA PARCA .............................................................. CLXXXIII DOS AÑOS AÚN, HASTA LA CENSURA DE LA CENSURA (1977) . CLXXXVII POR FIN, EL LIBRO...................................................................................CXCI

IX. LA DIFUSIÓN Y LA TRADUCCIÓN LA DIFUSIÓN REAL DE LA BIOGRAFÍA: 1978 .................................... CXCIX Y, AHORA, HACIA LA EDICIÓN CASTELLANA ......................................CCIII LAS DIFICULTADES, AHORA EN TÉRMINOS CASTELLANOS (Y TAMBIÉN

CATALANES)..................................................................................................... CCV PERO, A PESAR DE TODO, HACIA LA VERSIÓN CASTELLANA, EN LA

HOAC .............................................................................................................CCIX AHORA SÍ, LA PLENITUD LITERARIA Y CULTURAL DE XAVIER...... CCXIII

EPÍLOGO SOBRE ESTA EDICIÓN

ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO PRESENTACIÓN: HE AQUÍ UN PROFETA.................................3

Nota editorial sobre la formación de Comités Obreros de Empresa en el Madrid de la Guerra civil: ..................................................................................................7

Nota editorial sobre el padre Vallet: ................................................................9 Nota editorial sobre la diferencia entre colaborar y seguir a Dios, según Rovirosa:

............................................................................................................................12 Nota editorial: Pont i Gol: ............................................................................15

DEDICATORIA................................................................................ 21 EL HOMBRE Y EL HECHO..........................................................23 AGRADECIMIENTO ......................................................................29

Nota editorial: Primera diferencia sustancial con la versión censurada en 1971:............................................................................................................................30

LA VOZ DEL PUEBLO ...................................................................35 Nota editorial sobre la amistad entre el benedictino Vila Abadal y Guillem

Rovirosa: .............................................................................................................36

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Nota editorial sobre los recuerdos de Rosalía Perpinyà:...................................40 Nota editorial: De mosén Canamases a mosén Asens, sobre Rovirosa: ...........42 Nota editorial con los recuerdos de Josep Brugué: ............................................46 Nota editorial sobre la visión del Panadés y el Garraf con que comienzan las

versiones de 1971 y 1977: ...................................................................................49 UN PUÑADO DE TIERRA.............................................................53

Nota editorial sobre el lugar de nacimiento de Rovirosa: .................................54 UN MILENIO DE HISTORIA .......................................................57

i. Rocacrespa, por Josep Sugranyes (1860)...............................................58 Nota editorial sobre Anselm Turmeda:..........................................................61 Nota editorial: Pous i Pagès y Ángel Guimerá:..............................................62

NACIMIENTO E INFANCIA.........................................................73 ii. Josep Rovirosa y Anna Albet, padres Rovirosa. ...................................75 iii. Villanueva y Geltrú hacia 1897. ........................................................76 iv. La casa que habitaban los Rovirosa-Albet en 1897, en Villanueva y

Geltrú, 24 de febrero de 2009..............................................................................77 v. Pila bautismal de la parroquia de Sant Antoni Abbat, Villanueva y

Geltrú, 23 de febrero de 2009..............................................................................79 vi. La riera del Foix en los alrededores de Rocacrespa, 28 de febrero de

2009. 84 Nota editorial sobre Rovirosa y Alí Babá: .....................................................86

ADOLESCENCIA Y JUVENTUD................................................... 91 vii. Parroquia de Sant Antoni Abbat, Villanueva y Geltrú, 23 de febrero

de 2009. 93 viii. Colegio Samá, de los escolapios de Villanueva y Geltrú, en un anuncio

publicado en El Calasanzio el 27 de julio de 1908, y el 23 de febrero de 2009. ...95 Nota editorial: Charles de Foucauld: .............................................................98 Nota editorial: Traducción castellana del poema La rassa goda: .....................99 La raza goda ................................................................................................99 Nota editorial: Traducción castellana del poema Catalunya y Avant (Himne

patriòtich de la nació catalana), de Mariano Fortuny..........................................101 ix. Rovirosa, adolescente. .........................................................................105 x. Rovirosa: Autoretrato, sin fecha.........................................................108 Nota editorial sobre la situación económica de Rovirosa desde 1915: ............109 Nota editorial sobre lo ocurrido con los estudios de Rovirosa en Madrid: .......111 Nota editorial sobre los sufrimientos finales de Anna Albet: ........................113 Nota editorial: De nuevo sobre lo sucedido en Madrid: .................................114

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ROVIROSA, HOMBRE Y PUEBLO: APÉNDICE

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Nota editorial sobre la relevancia de la electrotecnia en la España de 1915-1917: ................................................................................................................117

Nota editorial sobre la Universitat Industrial:..............................................119 xi. Plano alzado de la Universidad Industrial, donde Rovirosa estudió entre

1917 y 1921, publicado en 1923. .....................................................................141 Nota editorial sobre la apertura de la Escola de Directors d'Indústries

Elèctriques:........................................................................................................141 Nota editorial sobre la Barcelona de 1917 y los espacios cotidianos de la vida de

Rovirosa en los años siguientes: ...........................................................................144 Nota editorial: Bernat Lassaletta: ...............................................................149 Nota editorial: Los amigos barceloneses de Rovirosa: ....................................150 Nota editorial sobre el Paralelo barcelonés hacia 1919: ................................153 Nota editorial sobre algunos aspectos del ocio barcelonés de 1917-1920: .......154 Nota editorial sobre la vitalidad del catalanismo durante la primera Guerra

mundial: ............................................................................................................155 xii. Frederic Pujulà, con uniforme de soldado francés, en la portada del

folleto De la trinxera estant, (ca. 1915). ............................................................158 Nota editorial sobre la retirada de los parlamentarios catalanes a finales de

1918: ................................................................................................................159 Nota editorial: La muerte del alcalde de Cork: ............................................160 Nota editorial sobre la revista La Science:....................................................162 Nota editorial sobre la “guerra social” de 1916-1923:.................................163 xiii. Mapa y gráfico publicados en 1922, por Farré Moregó, de los delitos

sociales en España y su evolución anual en Barcelona, entre 1910 y 1921, en los años en que vivió aquí Rovirosa y hubo de presenciar directamente las consecuencias de esa situación. .................................................................................................164

Nota editorial: El matrimonio de Jaume Rovirosa i Albet, noticia de interés general: ..............................................................................................................167

Nota editorial sobre las posibilidades legales de disminuir el servicio obligatorio en el ejército desde 1912: ....................................................................................168

“ENCATERINAMIENTOS”..........................................................191 Nota editorial sobre la Sociedad Teosófica: ...................................................202 Nota editorial sobre la consideración que merecía la familia Canals i Riera años

después:..............................................................................................................205 LUZ: PRIMERA CONVERSIÓN .................................................. 213

Nota editorial sobre los “guardianes de paz” que encontró Rovirosa en París:..........................................................................................................................215

Nota editorial sobre el humor de Rovirosa: ...................................................216 Nota editorial sobre la percepción de la situación política española de 1930 desde

París:.................................................................................................................218

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XAVIER GARCIA

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Nota editorial sobre la falta de recursos de los Rovirosa-Canals en París: .....219 xiv. Rue Piat 30, París 20e, 13 de diciembre de 2009........................221 xv. Dibujo del procedimiento y los dispositivos para fotografías y proyección

de imágenes inventados por Rovirosa e incluidos en la patente oficial (París, 12 de diciembre de 1930). ...........................................................................................224

Nota editorial sobre la casa Debrie: .............................................................225 Nota editorial: Rovirosa y los judíos:............................................................226 Nota editorial sobre los estudios espiritistas de Rovirosa: ..............................228 Nota editorial: Jean Verdier:.......................................................................229 Nota editorial sobre la lectura de Mauriac por Guillem Rovirosa: ................231 Nota editorial sobre el padre José Agustín Fariña:.......................................233 Nota editorial sobre el lugar en que Rovirosa escuchó a Verdier:...................234 Nota editorial sobre Folch i Torres: .............................................................240 Nota editorial: Sobre Mauriac y Rovirosa nuevamente: ................................242 Nota editorial sobre la obra de Léopold Beaudenom: ....................................244 Nota editorial sobre Huvelin, Peyriguère y Foucauld: ...................................245

CONTRATO TRIPARTITO.......................................................... 255 Nota editorial sobre el regreso del matrimonio Rovirosa-Canals a España en

1933: ................................................................................................................255 Nota editorial: El capítulo VII de las Confesiones de san Agustín: .............259 Nota editorial sobre la presencia de Rovirosa y Caterina en El Escorial: ......266 Nota editorial: Más sobre El Escorial y Rovirosa:.......................................268

APÉNDICE: UN PUÑADO DE TIERRA: VERSIÓN DE 1971 ......................... 271 ÍNDICE........................................................................................... 291