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Hollis, Martin Filosofía de las Ciencias Sociales Ariel Sociología 1998 Barcelona Descubrir la verdad: la vía racionalista Conclusión La «primera vía» de Bacon sigue siendo tan influyente como instructiva. Aún no ha desaparecido la idea que se tenía de la naturaleza en el siglo XVII de un sistema integrado, un completo orden causal, velado para los sentidos. Como tampoco la esperanza en un sistema unificado de conocimiento científico. No obstante, ambas se han hecho más remotas y especulativas con el avance de la ciencia, por razones que nos servirán para resumir el capítulo. La ontología racionalista de las «ruedas y los resortes», de las estructuras y las fuerzas que operan mediante la necesidad se ha hecho mucho más metafórica. El progreso pone de relieve tanto nuevas áreas de ignorancia como de conocimiento. Los científicos de hoy cuentan con inventarios diferentes, más especulativos acerca de la armazón que, en último término, conforma el universo. No es posible conducir, por ejemplo, la investigación sobre el genoma humano según las categorías del siglo XVII. Tampoco existe ya la antigua confianza en un completo determinismo causal que sostenga todo el integrado del orden natural. Por otro lado, puesto que Descartes hundió las raíces de ese árbol en la metafísica, y nosotros no estamos directamente interesados en la ontología de la ciencia natural, bastará con las metáforas. El punto relevante es que el racionalismo ha dado a la ciencia humana una clara invitación a la búsqueda de estructuras y fuerzas ocultas, y, ya sean éstas psicológicas o sociales, terminarán por ser los determinantes de la conducta humana. La aceptación de las metáforas de una filosofía que «hoy se ha convertido en algo muy mecánico», como dice la condesa, ejerce fuertes efectos sobre la idea de la explicación en la ciencia social, como veremos en el capítulo 5. DESCUBRIR LA VERDAD: LA VÍA RACIONALISTA La metodología racionalista estaba dispuesta a asimilar la «necesidad» con que una causa genera su efecto , con la «necesidad» por la que se distingue una ley causal de una correlación, y luego

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Hollis, MartinFilosofía de las Ciencias Sociales

Ariel Sociología1998

Barcelona

Descubrir la verdad: la vía racionalistaConclusión

La «primera vía» de Bacon sigue siendo tan influyente como instructiva. Aúnno ha desaparecido la idea que se tenía de la naturaleza en el siglo XVII deun sistema integrado, un completo orden causal, velado para los sentidos.Como tampoco la esperanza en un sistema unificado de conocimientocientífico. No obstante, ambas se han hecho más remotas y especulativascon el avance de la ciencia, por razones que nos servirán para resumir elcapítulo.

La ontología racionalista de las «ruedas y los resortes», de las estructurasy las fuerzas que operan mediante la necesidad se ha hecho mucho másmetafórica. El progreso pone de relieve tanto nuevas áreas deignorancia como de conocimiento. Los científicos de hoy cuentan coninventarios diferentes, más especulativos acerca de la armazón que, enúltimo término, conforma el universo. No es posible conducir, por ejemplo, lainvestigación sobre el genoma humano según las categorías del siglo XVII.Tampoco existe ya la antigua confianza en un completo determinismo causalque sostenga todo el integrado del orden natural. Por otro lado, puesto queDescartes hundió las raíces de ese árbol en la metafísica, y nosotros noestamos directamente interesados en la ontología de la ciencia natural,bastará con las metáforas. El punto relevante es que el racionalismo ha dadoa la ciencia humana una clara invitación a la búsqueda de estructuras yfuerzas ocultas, y, ya sean éstas psicológicas o sociales, terminarán por serlos determinantes de la conducta humana. La aceptación de las metáforasde una filosofía que «hoy se ha convertido en algo muy mecánico», como dicela condesa, ejerce fuertes efectos sobre la idea de la explicación en laciencia social, como veremos en el capítulo 5.

DESCUBRIR LA VERDAD: LA VÍA RACIONALISTA

La metodología racionalista estaba dispuesta a asimilar la«necesidad» con que una causa genera su efecto, con la «necesidad»por la que se distingue una ley causal de una correlación, y luego

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asimilar ambas a la «necesidad» propia de las verdades de la lógica yde las matemáticas. Esto simplemente plantea más interrogantes de losque intenta responder. He aquí dos que es preciso abordar si queremoslograr una visión coherente de la tarea que resulta adecuada para la teoríaen la ciencia social. El primero: las teorías incluyen largas cadenas derazonamientos perfectamente fáciles y simples» como aquellos «por mediode los cuales los geómetras suelen realizar las más difíciles de susdemostraciones>> Entonces, ¿es una de sus tareas el establecer lasverdades teóricas que son necesariamente ciertas respecto a un ámbitodefinido por los «axiomas medios»? Si no lo es, ¿cuál es el propósito al quelegítimamente sirven las abstracciones teóricas? Segundo: si existen,<necesidades naturales» y éstas son de re, en vez de dicto, ¿qué noción dela causación deberíamos preferir?

Las ambiciones racionalistas se vieron muy apoyadas por la distinción entreapariencia y realidad, que relegaba la experiencia de los sentidos aun efecto de causas externas. Ello permitió que, en la búsqueda del ordende la naturaleza, la teoría, certificada por la «intuición», superara a laobservación. Aun tomando con cautela dicha distinción, no podemos eludirlos interrogantes que plantea en la relación entre teoría y experiencia.Una respuesta decorosa sería decir que, en efecto, la observación siemprerebasa a la teoría, pero, como se pondrá de manifiesto en los dos capítulossiguientes, la verdad no es tan decorosa.

Epistemológicamente, se ha planteado un manifiesto problema delconocimiento. ¿En verdad poseemos la facultad de una razónreflexiva que nos permite conocer aquello que jamáspodríamos conocer a través de los sentidos? Si no la poseemos,necesitaremos otra vía para justificar algunas de las pretensiones deconocimiento que se extienden más allá del alcance inmediato de lossentidos hacia aquello que no ha sido observado, y quizás hacia aquello quees inobservable. Un problema epistemológico todavía más serio se plantea sirechazamos también el supuesto racionalista de que la ciencia arroja la luzde la razón sobre un mundo que existe independientemente de laexploración humana. La imagen resulta difícil de resistir, y no sólo porquehace del mundo exterior la prueba para saber si contamos con losconceptos, teorías o hipótesis correctas. Pero ello presupone asumir elpunto de vista del ingeniero (pp.43) entre bastidores a quien le es posible«divisar el escenario como realmente es». Lo que seguiría, si tal punto devista fuera insostenible, se considerará en el capítulo 4.

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Por último, merece la pena resaltar algunos indicios de que una filosofía dela ciencia engranada con la ciencia natural podría causar un peculiarproblema a la ciencia social. Una advertencia fue ya dada por la afirmaciónde Descartes de que la libertad humana no está sujeta a las leyes de lanaturaleza . Pero, en ese caso, la psicología y otras ciencias humanasparecerían de partida imposibles, o seguras de destruir cualquier ilusión quealbergáramos sobre el libre albedrío y la responsabilidad. Si nosdescolgamos de este dilema, aún hay que reconsiderar la insistencia deDescartes sobre aquello de que «no existe nada más fácil para mí queconocer m¡ propia mente» (párrafo con que concluye la Segunda meditación).Una de las implicaciones de su cogito es que el conocimiento de sí mismo esel fundamento seguro para cualquier otro conocimiento. Si aceptamos por elmomento que en realidad existe o puede existir un fundamento seguro, laciencia social podría verse especialmente tentada a un conocimiento de símisma que desde dentro arrojase luz sobre la acción. Pero no podríapermitir que todos los actores fueran siempre la mayor autoridad sobre símismos y sus acciones. Sin embargo, al considerar la diferenciaentre la comprensión y la explicación, se impondrá unobstinado elemento de autorreflexión.

Pero aún no estamos listos para cuestionar la afirmación del naturalismosegún la cual «la naturaleza sólo ha utilizado una y la misma masa» y bastaun único método científico. Para comenzar a adentrarnos en la segunda víade Bacon, traigo aquí una cuestión pertinente a toda la ciencia. Procede deA Systeme of Logic, de J. S. Mill, y parecería una cuestión hartoracionalista si no fuera por que sus «uniformidades» no indican necesidadesocultas:

¿Cuáles son los mínimos y los más simples presupuestos que, en caso deestar avalados, de ellos resultara el completo orden existente de lanaturaleza?. ¿Cuáles son las mínimas proposiciones generales a partir de lascuales puedan inferirse definitivamente todas las uniformidades existentesen el universo?

En busca de una respuesta, volvámonos hacia los sentidos y los particulares.(pp.44)