Hombre Interior Pistas Para Crecer

7/23/2019 Hombre Interior Pistas Para Crecer

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HOMBRE INTERIOR

PISTAS PARA CRECER



PEDRO BARRANCO

HOMBRE INTERIORPISTAS PARA CRECER

DESCLÉE DE BROUWERBILBAO - 2005



Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier for-

ma de reproducción, distribución, comunicación pública y trans-formación de esta obra sin contar con la autorización de los titula-res de propiedad intelectual. La infracción de los derechos men-cionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad inte-lectual (arts. 270 y sgts. del Código Penal). El Centro Español deDerechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto delos citados derechos.

© Pedro Barranco, 2005

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2005Henao, 6 - 48009 [email protected]

Diseño de portada: Luis Alonso

Impreso en España - Printed in Spain

ISBN: 84-330-1928-7Depósito Legal: BI-2949/04Impresión: RGM, S.A. - Bilbao



A todos los que han hecho posible que yo existacomo proyecto, sobre todo a mis padres.

También a mi esposa Eli, que tantome ha enseñado a amar en total generosidad.

A mi comunidad, que cimienta mi fe.

A todos aquellos que hacéis de este mundoun lugar mucho mejor.



ÍNDICE

PRESENTACIÓN por Pedro Casadáliga y José Chamizo 11

PREÁMBULO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

P RIMERA P ISTA:QUERER CAMINAR

1. SOBRE LA FE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

2. APERTURA A DIOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

3. PAPÁ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

4. ORACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

SEGUNDA P ISTA:LA META

1. RESPONDER DESDE NUESTRA DEBILIDAD . . . . . . . . 47

2. SIGNO DE CONTRADICCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533. “SOY YO, NO TEMÁIS” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

4. RIESGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65



TERCERA P ISTA:EL CAMINO

1. VENGA A NOSOTROS TU REINO . . . . . . . . . . . . . . . . 732. LA CRUZ Y LA VIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

3. LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO . . . . . . . . . . . . . . . . 81

4. SOLIDARIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87

5. ANDARIEGOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

CUARTA P ISTA:LA BRÚJULA

1. LA ESPERANZA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

2. DE LA HUMILDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

3. SOBRE LA MUERTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

4. LA INTRANSIGENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

5. NO-VIOLENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119

6. DEL RUIDO Y DEL SILENCIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

7. NO COLABORAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

8. HÁGASE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

9. LA COHERENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

10. LA DULZURA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

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P R E S E N T A C I Ó N

El libro viene, de la fe cristiana, de la solidaria locura,como la de aquel “loco de Granada” que fue San Juan deDios. (Precisamente yo hace poco leí, medité, el libro deMontero sobre el Juan de esa caridad inebrida).

No son un movimiento ni una organización, estosmuchachos; son vida cristiana, libre y consecuente, entre la

espiritualidad y el servicio, que es una sola cosa a la verdad.El subtítulo reza: “Pistas para crecer”. Para crecer enprofundidad, se entiende. Crecer en ese “proyecto” quecada uno es, sueño de Dios, además, y engancharse, “librespara amar” y a plena Esperanza, con “todos aquellos quehacen de este mundo un lugar mucho mejor”: la casa gran-de de la total familia humana.

El proyecto, el servicio, en cristiano, se llama el Reino,esa obsesión de Jesús de Nazaret, por la cual vivió y dio vida en la cruz y para la cual el Padre lo resucitó para siempre.

Afortunadamente hoy la “Espiritualidad” vuelve a seruna posibilidad, por lo menos respetada. Es ya, para muchos y muchas, ganas del Espíritu, voluntad sincera de

darle a la vida peso específico. Y en medio de tantas espiri-tualidades y efervescencias religiosas que hoy se dan –y queen principio merecen nuestro respeto, aún cuando debamosreconocer que no todo es Espíritu y ¡muchas veces no sesabe “de que e(E)spíritu se es ...!– la Espiritualidad cristiana,estrictamente tal, rebrota, se derrama como un óleo y se

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sale de las estrecheces a que las dicotomías eclesiásticas la habían empujado. Ser cristiano/cristiana: esa es la espiritua-lidad cristiana. Vivir el evangelio de Jesús. Seguirle a Él y

proseguir su Causa.Este libro puede ayudar a hacer de la Espiritualidad

existencia en acto, acción de amor, servicio concreto: dia-konía del Reino siempre.

Pedro, gracias por tu confianza en pedirme esta pre-sentación –que no hacía ninguna falta– y gracias por elcariño solidario que le dais a este viejo. Pero gracias sobre-todo porque intentáis vivir en profundidad nuestra fe, la vida cristiana, el Evangelio del Reino.

¡Qué hermoso es ver que todavía hay gente que pierdela cabeza –la demasiada sensatez, quiero decir–, y parecer-se a ese “loco de Granada”, a la saga de Jesús!

Pedro Casaldáliga

* * * Acostumbro a confesar que siento un especial pudor

para prologar un libro ante la presencia intelectual de suautor en las páginas que siguen. Reconocerá el lector queno resulta fácil ofrecer a la audiencia las claves de una obra

ante la mirada expectante y celosa de quien ha urdido pre-cisamente los mensajes de este libro.Pido disculpas por adelantado a Pedro y tan sólo les

quiero expresar no tanto las pistas de este mensaje escrito,sino las sensaciones que ha provocado en mí su lectura.

Creo que estas páginas encierran lo más difícil que bus-ca ofrecer un autor; y es la expresión abierta y sincera de

sus profundas creencias. Hay que realizar un gran esfuerzo—y tener buen oficio— para volcar al público anónimo yvariado las experiencias vitales de un ser humano. Porque,ante todo, este libro es el relato intimista de las dudas, lasesperanzas y también las firmes convicciones de PedroBarranco.

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Aunque matizo: de Pedro y de muchos otros. Son lasbases de unas creencias que, si son fuertes, se debe funda-mentalmente a que están compartidas con muchos más.

Tantos que hace bien el autor en hablar de Comunidad. Essu libro pero es también el acervo de vida y de experien-cias de su gente.

Decía que es un relato intimista; es verdad. Pero no esun texto encerrado y hermético, sino más bien estamosante la aportación de una persona que se siente miembrode una Comunidad hacia otras muchas personas, ofrecido

con generosidad y con libertad.Esta idea rezuma de manera evidente en su reflexión de

la no-violencia en la que advierte de la importancia desuperar la visión ajena y distante de los enemigos y con-templarles como lo que son: seres humanos con sus mise-rias y sus cualidades perdidas pero tremendamente seme- jantes a nosotros y capaces, por tanto, de recuperar lomejor de sí mismos.

En fragmentos como éste, descubro otra bondad de la obra. Y es que sus argumentos son ante todo propuestas,señales en el camino de la reflexión de cada cual. No apa-recen dictados, sino ideas a fin de compartir, debatir, inclu-so para rebatir.

Esa invitación sincera a la sana práctica de pensar anteuno mismo se aprecia en la propia estructura de los capí-tulos que se desglosan en tres sugerencias inteligentes:Para reflexionar; para contemplar; para orar

La estrategia es brillante. Pedro nos lanza una idea esencial para la vida en comunidad cristiana. Luego nosofrece pautas de reflexión. Añade un apoyo doctrinal cla-

ro y directo. Y finaliza con la expresión más generosa delcristiano que es hablar orando.

Cada cual se sentirá más reconfortado con una de esasguías. Mientras unos se detienen en la meditación, otrospreferirán la lectura directa de las fuentes y no faltaránquienes se reconforten con la misma oración.

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Pero todos con un sentido colectivo de compartir y devolcar su fe en la creación del auténtico “Reino”, el espa-cio en el que sepamos construir la realidad de un mensaje

cristiano.En mi papel de prologuista expreso públicamente lo que

en un ámbito más reservado acostumbramos a preguntar-nos unos a otros ante un nuevo libro: —¿Qué te ha parecido?

Pues lo resumo: sincero, hondo, generoso y provoca-dor. Además, como no desperdiciamos oportunidad para desprender una crítica, también la quiero ofrecer en estas

líneas sobre el libro Hombre Interior . Y es que el título sequeda corto: interior sí, pero para brindarse al mundo conla generosidad del cristiano convencido y valiente. Pensarparar hacer; comprender para ayudar; razonar para actuar.

Gracias Pedro por tu esfuerzo.

José Chamizo de la Rubia

(Defensor del Pueblo Andaluz)

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P R E Á M B U L O

Hombre interior es un trabajo pensado para el creci-miento bien personal, bien de grupo.

Como puede observarse en una lectura rápida, no tienegrandes pretensiones teológicas. Hay numerosos escritosde este carácter y de autores de peso que aportarían, a buen seguro, reflexiones más atinadas que las mías. Mi

intención es la de ayudar a encontrarse en el interior decada uno con claves que ayuden a descubrirse e ir hacién-dose como persona, y persona creyente.

Creo que hoy hay que volver decididamente la vista alconjunto de los cristianos y proponerle la inquietud y la sana insatisfacción de ir superándose hacia cotas más altasde perfección en el seguimiento de Jesús. Y esto para todos. La espiritualidad no es exclusiva ni de religiosos nide movimientos. Hacer crecer el espíritu es uno de losgrandes trabajos pendientes siempre en todas las épocas,en especial en la nuestra. A nadie se le oculta que la pro-puesta de felicidad de hoy corre pareja al pragmatismo y a la satisfacción inmediata. Por eso es bueno aportar otros

estilos de situarse frente a la vida y de buscar la totalidaden la humanidad.El libro está pensado para que se puedan utilizar bien

todos los materiales, bien alguno o algunos de ellos. La razón es bien simple, nos permite reflexionar personal-mente, o utilizar los materiales como subsidios de forma-

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ción de grupos que ya llevan un proceso y a los que le inte-resa profundizar en algún aspecto específico de los quepropongo. He dividido el libro, además, en varios grupos

que se relacionan en función de un camino, de una marcha hacia el interior. Por eso hay cuatro bloques que reúnentemas que pueden servir como pautas:

• La primera pista se titula “Querer caminar”. Quierehablar sobre Dios, fundamento de nuestra experien-cia capital. Dios es quien nos mueve y hacia quien

nos movemos.• La segunda tiene por titulo “la Meta”: Es la invita-ción a plantearnos seriamente las razones que orde-nan nuestra vida, en el fondo de las opciones no pue-de estar más que Jesús.

• “El camino” es la tercera pista. Y habla de la pers-pectiva que propone Jesús de un nuevo orden de

cosas. Estamos profundizando en el Reino.• Por último, la cuarta pista: “La brújula”. Conjunto de

elementos para ir cambiando de actitud ante el ca-mino.

Cada Pista está dividida en temas, que se organizan entorno a una idea central a partir del cual propongo una

reflexión (para reflexionar), unos textos sacados de la Palabra (para contemplar) y otros que pueden usarse para la oración personal o compartida (para orar). Además hequerido eliminar del texto todo el posible aparato críticopara hacer más asequible la lectura.

Deseo que te sirva a ti, que lo vas a leer, para poderacercarte más al hombre crístico y total. No puedo ponti-

ficar sobre nada, la única y auténtica maestra es la vida. Elhombre que se sienta a reflexionar sobre ella puede llegara descubrir cómo plenificarse, cómo ser sabio. Todos tene-mos esa posibilidad, aunque también la de estancarnos.Deseo que no suceda esto último. Por eso mi reflexiónexpresada en público de estos temas.

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También quiero animar a la colaboración desinteresada en todas las organizaciones o instituciones dedicadas altrabajo con la cantidad ingente de hombres y mujeres

rotos de nuestro tiempo. Todos los brazos dispuestos a darrespuesta a tanto sufrimiento harían bien en disponerse a engrosar la fila del ejército de personas generosas que ya loestán haciendo.

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I N T R O D U C C I Ó N

Es difícil establecer las relaciones que existen entre elProyecto de Jesús y lo que, hoy por hoy, significa la Iglesia.Entre todos hemos pervertido tanto el Mensaje, que resul-ta casi imposible reconocerlo entre el fárrago de creencia social, montaje eclesiástico y adhesión vital al Reino.

Por eso es necesaria una vuelta al cristal limpio de las

Bienaventuranzas para leer a través de ellas no sólo la acti-tud personal, sino también ser capaces de analizar a su luzla situación estructural que tiene hoy la Iglesia.

Entre la comunidad de los reunidos por el Señor, sehace difícil creer y reconocer el Mensaje del Evangelio. Yno ya sólo por el pecado personal, sino también porque la presión colectiva es tan grande que huimos de desembara-zarnos de los apegos del sistema (aquello que San Juan lla-ma el mundo). En el fondo nos resistimos todos a cambiaren la raíz, radicalmente. O de otra forma: nos da pereza convertirnos.

Es más fácil y sencillo nadar en corriente, aún cuandono nos pertenezca este orden impuesto ni seamos de sus

filas. Por eso debemos renunciar a hacerle el juego a la sociedad y hacer de nuevo el Proyecto de Jesús hoy, y deuna forma efectiva. Sabemos que parte del problema radi-ca donde siempre: en el interior del hombre de hoy, que escomo el de ayer aunque puede que un poco más sofistica-do, y en las estructuras que manan de él. Pero también es

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cierto que Jesús no sólo libera de las ataduras y males per-sonales, sino que se rebela contra aquello que oprime yencadena al hombre convirtiéndose en estructural.

Si queremos volver a las fuentes es necesario que trans-formemos nuestro interior y nuestro exterior. Y yo sé quepodemos porque Cristo ha resucitado.

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Primera Pista

Q U E R E R C A M I N A R



1

S O B R E L A F E

PARA REFLEXIONAR

La fe es un aspecto necesario y fundamental en elseguimiento de Jesús. Y es que lo que sucede entre noso-tros y Él es un encuentro que se da en nuestro interior.Ocurre, por eso, que lo que nosotros revisamos constante-mente es nuestra actitud ante la fe, ante ese acto fundante.Nos preguntamos hasta dónde llega nuestra fe (1). Pero deuna forma real y vital. Y probablemente, esta cuestiónresulta ser algo que nos desvela, que nos preocupa y sobrelo que estamos constantemente a vueltas. Aunque sobreesto ya se han dicho tantas cosas y se ha escrito todo lohabido y por haber, quiero abordar este tema desde una

perspectiva relacional.Durante mucho tiempo se ha considerado la fe comoun puro acto de inteligencia: era una afirmación de unconjunto de verdades o dogmas a los que nuestra mente seadhería. Podíamos decir “creo”, pero nuestra vida no que-daba informada por esto. Por eso, sin miedo a equivocar-nos, podemos decir que era más importante tener claro lo

que se afirmaba, que vivir lo que se decía creer. Puede quese intentara mantener sumisa la inteligencia, puede quehubiera miedo a lo que el Espíritu podía suscitar, no sé...Pero es que incluso muchas personas, hoy, afirman creer yviven de espaldas a todo el universo de la fe. No se llamana sí mismos ateos, pero en la práctica, ¿dónde está Dios?

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En el fondo de todo lo anterior latía una concepcióndeterminada del hombre: como una especie de enano conuna gigantesca cabeza y un cuerpo diminuto. Tal podría

ser su caricatura. Pero a todo esto le falta algo, le falta elelemento raíz. La fe es una respuesta personal a una inter-pelación personal. Y esta interpelación significa que mehabla directamente a mí para pedirme algo. Quiere mos-trarme algo y me llama en lo más hondo de mí y en lo másíntimo de mí.

La fe podría ser el encuentro con una persona, en

nuestro caso es el Padre. Este encuentro sucede precisa-mente porque nos hemos fijado en su rostro que es Jesús.Vemos a Jesús y lo reconocemos a Él (2). La fe es, mirán-dolo desde el punto de vista antropológico, una adhesiónvital y personal a alguien. Es vital porque abarca toda la vida, y es personal porque se hace desde lo más profun-do de nosotros mismos, donde reside el núcleo de nues-tro ser.

Y vamos a pararnos bien en esto, porque lo que conesto decimos es que la fe es una búsqueda intensa, ena-morada, de Dios. Estamos diciendo que la aceptación desu realidad, que el reconocimiento de su Palabra, significa para nosotros la vida, y que el sentido de esa vida es Dios.

Dios llama a que todas las cosas sean. Es el sustento, la raíz. Un poco es aquella mano que nos estrecha, que nossostiene, es el cimiento y el principio de todo lo real. Poreso podemos oírlo en el fondo de nosotros. También poreso lo escuchamos desde el exterior en su constante mos-trarse en medio de la realidad. Pero por eso también logustamos en el regalo de su Palabra. Este Dios descubier-

to por medio de la fe es una interpelación que se nos diri-ge desde una persona. Y quizás en esto reside una de lassingularidades propias del cristianismo. Dios es un ser vivoe histórico como nosotros, es Jesús. Dios nos ama tantoque él mismo se ha hecho uno de nosotros. Se dirige a todos los hombres. Este Dios nos llama, este Jesús te llama

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a ti en concreto, no es una abstracción. Pero, ¿cuál es la res-puesta del hombre? Esa respuesta a la llamada es la fe.

Todas estas cosas nos podrían orientar acerca de ese

acto fundamental. ¿Está nuestra vida atravesada por elacto de la fe? Si esto fuera así, ese impulso abrasivo deamor cambiaría nuestra vida y si no es distinta, es que lefalta. Si hoy nos encontráramos con una cojera, con una ceguera, con una lepra, como en aquellos tiempos seencontraron los contemporáneos de Jesús, al ver pasar alMaestro ¿le pediríamos que nos sanara con la convicciónabsoluta de que él nos puede salvar? Hoy también cono-cemos esas limitaciones más o menos graves, ¿creemosque las puede sanar? Si la montaña no cambia de sitio, talvez no sea por falta de ruedas, sino porque en nosotros nose da ese asentimiento capaz de vencer, incluso, esa enor-me dificultad (3).

Pero, creo que es bueno continuar en el intento de que Jesús aparezca en nosotros ocupando los rincones de nues-tro ser y si no fuera así, sería necesario pedírselo, porque élpuede darnos aquello que es lo más sustantivo del hombre:saciar el hambre de ser en Él.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 17, 5-10(2) Jn 11(3) Lc 8, 40-56

PARA ORAR

Buscarte, Señor,es querer capturar tu ser en los olores de las cosas,robar en los pasos del hombre su sentido,raptar de los aires su norte,encontrar el eje en el que gira el universo.

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Hallarte, Señor,es vivir prendido en la esencia de la historia,saltar jubiloso en el estanque de la vida,

mirar sereno, querer seguro,estar cosido al secreto íntimo del cosmos.

Amarte, Señor,es romper para siempre, siempre, siempre,el maleficio que nos hace infeliceses sentirte como sangre ¡y no nos faltes!

colgarse de Ti, fundirse en Ti,es conocer los trucos del tahúr de los planetasy saber entre sus manos el día primero.

No quiero que me olvidesy me separes de Ti ni un solo rato,que temo perderte y no encontrarte.

Ámame tanto, y te lo pido,que no olvide de Ti tu cercanía,ámame, aunque descosa mi existencia del único suspiro que me tiene.Tenme para siempre, Amor, a ti prendido.

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ii

A P E R T U R A A D I O S

PARA REFLEXIONAR

Todos nos podemos sentir alguna vez inquietos al pre-guntarnos cómo estar más abiertos en nuestra relación conDios (1) para que Él actúe en nuestro interior. La acciónde Dios para con el hombre va a depender siempre denuestra postura ante Él y de cómo nos dejamos impregnar

de su acción. Y el hombre siempre quiere dominar esto,siempre quiere tener las riendas de lo que está sucediendo;si es una sorpresa, que pueda ser controlada.

Sin embargo, podemos decir que Dios se presenta alhombre más allá y con más fuerza de lo que el mismohombre puede esperar. Dios es un plus, un más aún... Está más allá de la realidad del hombre, la cual abarca y con-

tiene totalmente. El hombre tiende a esperar de forma limitada; el hombre espera y cree que lo que puede espe-rar cabe en sus proyectos, en sus planteamientos, en susdecisiones. Pero Dios se manifiesta siempre mucho másallá sus propias expectativas, que son de tejas para abajo.

Tenemos el ejemplo más vivo y claro de ello en la his-toria del pueblo de Israel. Muy resumido lo podríamosesquematizar de la siguiente forma:

a) Promesa: “Yo haré de ti mi pueblo, vosotros seréismi pueblo, yo seré vuestro Dios” (Gn 12, 1-3)

b) Desobediencia del pueblo: “En el desierto constru-yen al Baal y lo adoran” (Ex 32)

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c) Castigo al pueblo e inmediatamente la misericor-dia de Yavé, que supera con creces el castigo: “y siencuentro en el pueblo diez justos...” (Gn 18, 16-33).

Una de las categorías de Dios que aparece en el An-tiguo Testamento es la misericordia, en hebreo es la Emet Yavé . Dios derrama su amor sobre el hombre, se da total-mente a través de su relación en clave de misericordia. Poreso, los planes de Dios no son nuestros planes. En la medi-da en que nosotros tenemos nuestros pequeños apaños

nos cerramos a los grandes planes de Dios. Dios puedequerer entrar en una relación amorosa con nosotros, perono lo entendemos, no lo encontramos, no lo sentimos cer-ca porque estamos cerrados en nosotros mismos y no pue-de existir diálogo íntimo y profundo. Puede estar hablán-donos concretamente pero nuestros ruidos interiores nosimpiden llegar a conocer los planes del gran Arquitecto. A

veces somos como aquellos pequeños albañiles que nosempecinamos en hacer pequeñas obritas, y cuando llega un arquitecto importante y nos presenta la posibilidad deconstruir algo más grande y mejor no lo admitimos por-que nos da miedo, o no llegamos a comprender la magni-tud del proyecto o, simplemente, estamos tan enfrascadosen lo nuestro que nos resulta imposible oír lo que nos pro-

ponen otros. Ni siquiera escuchamos.Otra realidad son los ruidos que nos ocultan las voces.Pensamos que Dios no nos habla porque no lo hace en for-ma de ruido o voz humana. Pero Dios se está manifestan-do constantemente en toda la realidad, sólo hay que parar-se. Sentarse a interpretar todo lo real para verlo a Él en elfondo de esa realidad. Se manifiesta en el silencio y en el

diálogo, pero sobre todo en el fondo de la conciencia quemedita todas las cosas para ser capaz de ver la luz dentrode todo lo que es. Dios habla donde todo calla.

Debemos decir, no obstante, que en los planes de Diosno hay caminos trazados, son todos una autentica aventu-ra. Es el “sal de tu tierra” (3) dicho a Abrahán que se repi-

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te constantemente en todo hombre. Escucharle significa salir de nuestras casillas, estar dispuestos a coger el aradoy no mirar hacia el pasado, hacia lo que dejamos. Estar en

constante apertura al Espíritu es dejarnos inundar por loabsoluto y constatar lo relativo que se hace todo a una ini-ciativa mayor.

La apertura a Dios condiciona, entonces, nuestra vida porque ya no vivimos asegurando nada. Estamos seguros,esa es nuestra carta: saber de quién nos hemos fiado. Ya sehacen innecesarios todos los esquemas que nos buscamos

para justificar nuestras instalaciones. Dios es el valedor, esoes suficiente. Dios se convierte así en acompañante perpe-tuo en este desierto sin caminos que nos lleva directamen-te a la nueva tierra prometida, el Reino construido para la felicidad del hombre.

PARA CONTEMPLAR

(1) Mc 10, 17-22(2) Lc 12, 54-56(3) Gn 12, 1-4

PARA ORAR

María: signo de la luz sencilla Hubo un tiempo en que el universo comenzó en un

estallido de luz. Toda la energía era no más que eso, clari-dad donde la nada era oscuridad.

Hubo un tiempo en que la humanidad vivía pendientede un nuevo estallido de luz, una esperanza irreductible del

pueblo que esperaba romper las tinieblas en las que vivía oprimida por la ley-muerte.Hubo un tiempo en que aque-lla referencia primera, el resplandor, rompedor de todas lasnoches, se hizo como uno solo y el presagio de la alegría del sentido del hombre fue contenido en un vientre demujer.

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Y las dos génesis sucedieron en el silencio, como pi-diendo permiso para ser.

Aquel vientre de mujer era signo de nada, nada signifi-

caba en ese principio para la humanidad. Saldría poco a la calle, como todas las mujeres de su tiempo. ¿Sabría desci-frar la Escritura que presagiaba aquel portentoso aconteci-miento?

Sin embargo, aquella mujer que conocía la presencia deYavé en medio del pueblo por la referencia de los otros, fuela portadora del Verbo de la Luz. Fue signo porque indicó

que los pobres serían signo. Ella era pobre.La luz escogió un asiento sencillo. Tomó carne en la

naturaleza oscura de una mujer ignorada. Entonó el him-no más radical que conocerse pueda con un sólo: “sí, mefío”. Allí se convirtió en señal señera.

El cristiano debería ser un asiento de luz que dé vida a la Palabra donde la palabra mata al hombre. Proclamarque va a ser ensalzado para siempre el hombre que nada vale, y que quien no tiene voz en la sociedad ha sido rega-lado con la Palabra para que se le devuelva la dignidaddivina de ser un ser, alguien con rostro.

María se convirtió en el comienzo de una nueva raza dehombres de luz. Decir: “sí, me fío”, es enaltecer a los

humildes, derribar al poderoso de su trono, dar al ham-briento, auxiliar con misericordia, despedir a los ricos conlas manos vacías. ¿Hay algo más fuerte que esto?

María nos hizo a todos hijos de la luz, hijos de Dios.Nosotros somos, también, María.

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iii

P A P Á

PARA REFLEXIONAR

En aquella ocasión me encontraba sentado en un ban-co, en la puerta de la Parroquia. Era un día de otoño, demañana. Vino entonces a mí Paquito. Era hijo de padre ymadre sordomudos. Me sorprendió apoyando su cabeza en mi regazo. Era el saludo. Acostumbrado a un mundo

sin palabras, usaba gestos.Así quisiera sentirme en el regazo del Dios que noso-tros llamamos Padre y poder decir, en sintonía con la ora-ción más universal:

“Padre nuestro, que estás en el cielo: ¡santificado sea tunombre!”.

El sentido de la frase ni es enigmático, ni oscuro, ni difí-

cil de entender. La oración central de los cristianos abre la plegaria llamando a Dios Padre (1). Y en verdad puede noser algo original llamarlo así. Pero la originalidad de Jesúsconsiste no en que lo llama con un atributo antropomórfi-co (“padre”). Jesús se acerca al Misterio para establecer una relación noble con Él y le llama algo más. Por eso le dicePapá (2).

Cuando nuestros niños aprenden a hablar usan losfonemas más sencillos: vocales abiertas y sonidos bilabia-les. Sucede lo mismo con los hebreos. Abba es lo que usanpara referirse a su padre. El comienzo de lenguaje, que noes más que una forma de acerarnos al mundo, nombra loque más queremos: las relaciones de amor que llenan nues-

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tros corazones y nuestro universo. Toda nuestra vida seresume en un nudo de afectos y en unas paredes estrechasentre las que nos sentimos queridos, nos sentimos seguros.

La paternidad, si es equilibrada, nos ayuda a afirmarnos a nosotros mismos para lanzarnos al mundo y conquistarlopara que podamos vivir en él.

Pudo sentir algo parecido Jesús cuando expresó susafectos para con Dios utilizando esa palabra, ya de por sí sagrada, para hablar de lo más sagrado. No quería presen-tarlo al modo de otras formas empleadas en la Biblia para

designar a DiosNo era el innombrable, o el Señor de los ejércitos celes-

tiales. Tampoco quería referirse a Dios como Juez. La rela-ción con el hombre es la de una paternidad cercana, la deun cuido cariñoso que vela por la maduración del hombredesde la aceptación de lo que es.

Nos hemos acostumbrado a utilizar de forma mecánica esta bella oración sin caer en la cuenta de la profundidadque entraña el llamar a Dios de esa forma. No es gratuitolo que Jesús nos cuenta de Él. Ese padre que perdona y quesale al encuentro cada mañana a ver si vuelve el hijo per-dido. (3)

Dios es el Padre volcado hacia fuera. Nada de aquel que

se contempla en su magnificencia y se goza de su poder.Dios tiene corazón de madre. Su esencia es algo tan segu-ro como el amor, del que dependemos más que de la comida para poder vivir. Los atributos con el que los filó-sofos nombran al Ser divino son perfección, omnipotencia,belleza, eternidad... se olvidaron de lo que más nos llega,de lo que más nos acerca a la divinidad: la capacidad de

donación, en definitiva, el amor; del cariño, que nos com-pleta y equilibra; o el afecto que nos pone frente al mundoreconciliándonos con él; también de la caricia que nosacerca a los otros, confiados, y nos da autoestima; del cui-do que nos hace seguros y nos ayuda a querernos y sen-tirnos únicos entre los otros tan diversos...

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Demasiadas veces hemos volcado en Dios ansias devenganza (4).

A veces necesitamos proyectar nuestras miserias para

tranquilizar la conciencia. Pero esta visión de Dios tropie-za de bruces con un Aquel que se asoma al universo huma-no con la cercanía de quien comprende y ama. Dios ha sido, en otras ocasiones, la excusa para dominar, para jus-tificar el poder del más fuerte. En Jesús, Dios se hace frá-gil. Desde la perspectiva novedosa del hijo Dios se com-porta como un ser entrañable. Inaugura un Reino deMisericordia (5).

Habla de perdón donde se enciende la pasión del odio,o donde desearíamos para los otros la condenación. EsteDios en zapatillas no nos sirve de refugio para adorarlocon joyas y dinero, o haciéndolo amante de riquezas. Seacerca al pobre para amarlo y levantarlo de su miseria. Lo

hace ser. Lo hacer ser hombre. Es un Dios solidario. La cercanía es otro de sus atributos.

Sentirlo así es una de las grandes reservas que aún tene-mos. ¡Nos han enseñado tantas cosas! Pero parece quenadie nos enseñó a orar, a amar intensamente a quien nosllama a la vida. O que nadie nos dijo que el hombre quecontempla su interior se encuentra con Dios, porque loespera en cada recodo de su corazón maravillado. ¿Nadienos dijo que su presencia segura se da en los hermanos, enlos otros? El camino de la Omnipotencia divina es la fragi-lidad.

¡Cuánto nos cuesta reposar en Él! La secreta concien-cia de estar en su regazo; la percepción de su sencilla gran-

deza en la generosidad de los dones recibidos; la facultadque nos hace ser similares a Él en el gesto de darse... Toda esa realidad nos habla de que no es inaccesible, sino justa-mente lo contrario: está allí donde el hombre quiera encontrar el secreto de su alma: estamos hechos para eseencuentro.

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PARA CONTEMPLAR

(1) Mt 6, 9-14

(2) Mc 14, 36(3) Lc 15, 11-32(4) Job 16(5) Mt 25, 3-46

PARA ORAR

Poetas de Dios, ensayistas del hombre.Cubrir miles de millas de discordia con una sola pala-bra: Padre.

Puentes donde desencuentros trazados por infantilespercepciones de una verdad que no se esconde.

Religiones confundidas por sutilezas teológicas quenada aportan a Dios,

pero enfrentan a los hombres en guerras inútiles y san-grientas.Y sin embargo, aprender a decir Padre como sortilegio

en contra un maleficio urdido por el mismo diablo,postergar las discusiones al ámbito intelectual, para

poder aclarar desde nuestra mente, pero como intenciónde construir;

y no permitir que la vida se invada de un yermo quemate la esencia: esa relación establecida, como noble, porun Ser que se acerca y que ama.

No es que renunciemos a buscar, ni que la mente secalle, es saber poner cada cosa en su sitio:

aprender sobre el ser amado nos sitúa en la humildad

de todo lo que de Él desconocemos;buscarlo con la razón nos abre a la perspectiva de lo

eterno donde las palabras son pocas y los conceptos ine-xactos;

nos ayuda a sentirnos balbucientes ante la insondableverdad que está siempre más allá.

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El Misterio se revela en la incapacidad de expresarlo, enel ansia de buscarlo, en la plenitud que comunica, en la intimidad que abre dentro de nosotros, en la proyección

de futuro.Pero hay un resorte que ha saltado, una clave revelada,

una pauta descubierta por un Hombre que se acercó tan-to a Dios que se quemó, y tanto a los hombres que temie-ron su sinceridad.

Y esa clave es haber puesto de manifiesto que es Dios

quien nos sostiene, quien nos acerca a nuestra esencia, elque nos unifica y hermana a todos los seres.Y esa pasión tiene nombre de cercanía, y su nombre es

Padre. O más allá: Papá.Si los hombres se dejaran sorprender por el Abismo de

Amor Donado podríanacercarse unos a otros en la seguridad de un destino

común,dibujarían horizontes de libertad donde la diferencia

significa respeto y la unidad parte de lo común que es serhombres;

no temerían perderse: la búsqueda los hace más huma-nos;

vivirían en el gozo de una intersección que recoge

todas las diferencias y las pone en el sitio justo: querer la cercanía de un Dios que mira con ojos de misericordia,

aquel a quien nosotros nos acercamos para llamarlePadre.

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1v

O R A C I Ó N

PARA REFLEXIONAR

El esfuerzo cotidiano que supone para los cristianos yla dificultad que entraña la oración, hace que ésta haya sido objeto de estudios, tratados, charlas y un largo etcéte-ra.

A los cristianos de hoy no nos han enseñado a orar, porlo cual no entramos normalmente en este mundo comple- jo y apasionante de la oración. Es el encuentro con la par-te más sustanciosa de la relación hombre-Dios; es tambiénla parte de la mística que se ha pretendido vedada sólopara unos pocos. Sin embargo esto es manifiestamente fal-so. Voy a intentar desentrañar lo que digo en lo que sigue,

sabiendo de antemano que probablemente me voy a que-dar sólo en los umbrales del problema.A nadie se le oculta que la oración es un tema difícil.

Esto es así porque exige una constancia y un tesón gran-des, más que algunos elementos también importantes de la fe. La oración es una actividad que parte del interior delhombre y por ello está sujeta a todos los avatares propios

que nos suceden “dentro”: la distorsión, la distensión, la poca capacidad de recogimiento, el ruido externo e inter-no, el estado de ánimo... Parte de nosotros, nadie nos obli-ga más que nuestra conciencia, pero al ser un tema árido,nos buscamos excusas mil para no habituarnos al contac-to íntimo con Dios.

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Y es que todos los llamados grandes hombres de la ora-ción nos hablan de la dificultad de ésta. Esta dificultad noproviene, repito, más que de la necesidad de trabajar

mucho sobre ella. Y nosotros no podemos ser más queéstos que crecieron en ella. Tendremos que echarle tiem-po, mucho tiempo. Si no estamos convencidos de esto, esmejor no empezar porque sería como querer y no poder.Es como aquel que quería entablar una amistad dedicán-dole 15 minutos a la semana, mejor que lo deje. El inter-cambio entre dos personas requiere sosiego y tiempo, las

relaciones con los otros requieren espacios y momentosconstantes. El primer esfuerzo debe hacerse desde la ora-ción personal; también desde los tiempos que nos puedeestablecer nuestro grupo o comunidad, desde aquellos quela Iglesia pone en marcha a lo largo del año. Tiempo, loque se requiere es tiempo. Y un compromiso fuerte.

Lo segundo que quiero indicar sobre este tema es quela oración, como todo ejercicio, consigue un primer creci-miento rápido. Esto es, con respecto al mundo interior y a nuestra experiencia orante, conseguimos sentirnos confor-tados, animados por la calidad que observamos en esta comunicación con Dios. Es un primer paso alentador. Una vez llegados a este punto llegamos a una zona meseta. Es

una situación árida y difícil porque lo conseguido ya nonos alimenta. Queremos tener las mismas sensaciones, la misma vivencia, pero ésta no aparece. Bien al contrario,nos sentimos profundamente insatisfechos. Habiendo gus-tado de una situación, nos vemos estancados. Esta situa-ción se parece a la del pueblo hebreo en el desierto, cuan-do se quejan a Moisés de lo que comían, son las cebollas

de Egipto. El crecimiento se dará de nuevo, pero a travésde cortos intervalos y llegando de nuevo a estas zonas. Nodebemos olvidar que la oración es un ejercicio y, como talse sujeta a estos mismos ritmos. El atleta que quiere con-seguir récords lo hará después de vencer las pequeñascotas que le separan de las milésimas de segundo o de los

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centímetros que le faltan a costa de grandes esfuerzos, detesón. Pues igual. A más experiencia interior, a más ymejor ritmo de oración, nos vamos a llenar de más insatis-

facción y más desánimo. Pero no podemos olvidar queesto es un espejismo. Si miramos hacia abajo, hacia elpasado, nos daremos cuenta de lo conseguido. Pero esta-mos en una situación tal que ya no nos satisface lo quetenemos, queremos más. Con respecto a esto ya podemosdecir que hay miles de formas, recetas, métodos que nospueden servir para crecer en la oración. Nosotros pode-

mos llamarlos “grados”. Vamos a bosquejarlos.El grado máximo de oración personal lo constituiría la

contemplación perfecta, o el éxtasis, o el nirvana... cada religión lo nombra de alguna forma. Pero lo que sí es cier-to es que se llega a un grado de unión íntima con Dios.Realmente ese hombre está unido a Dios, lo experimenta como una unidad con la que se identifica y de la que gus-ta (1). ¿Crees acaso que eso no está hecho para todos loshombres? Debo decirte que te equivocas. Es bien ciertoque Dios nos llama a cada uno a unirnos con Él según una forma y manera personales, porque somos seres irrepeti-bles y únicos. Pero lo es también que Dios nos llama a unirnos totalmente a Él, sin resquicios ni zonas negras. Ese

grado de unidad personal, con un camino que debemosinventar cada uno, es un reto para todos los hombres. Peroa esto se llega.

Una posible vía o grado lo constituye la oración vocal,que también puede ser repetitiva (2). Entre ellas nosencontramos bien el rezo de la Liturgia de las Horas, bienel rosario... Ambos modelos de oración son populares. La

Liturgia de las Horas, o rezo del Salterio, se da sobre todoentre los religiosos y los presbíteros, pero cada vez lohacen más los seglares, ya que no es exclusivo de aquellossino que está “definido” como la oración de la Iglesia; encuanto al rezo del rosario, que tiene tantos detractorescomo defensores, podemos decir que es la oración de la

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gente sencilla, ellos han popularizado los mantras, tan demoda ahora. Pero hay otras más: la oración de Jesús u ora-ción del corazón, consistente en repetir una frase constan-

temente hasta hacerla parte nuestra, casi como nuestra res-piración (3). También el repetir palabras (“Padre, Señormío y Dios mío” de Francisco de Asís) a modo de mantrasorientales, etc.

Otra posibilidad es la práctica de los tres tipos de ora-ción que son también como tres grados:

1) oración de petición2) oración de acción de gracias3) oración de alabanza

1) Podemos decir que el primero es el grito del alma que se siente desvalida, que se dirige a Dios porque nece-sita de su presencia en signos concretos. Es una oración que

nos sale porque nos sentimos dejados de la mano, despro-tegidos (4). Surge espontáneamente. Pero no por ello essimple. A veces se le pide a Dios que nos solucione la vida,le pedimos cosas que creemos que nos convienen, le pedi-mos lo que nosotros no queremos dar, pero esta no sería propiamente una oración de petición. Supongo que debe-mos aprender a purificar esta oración de todos los apósitosinútiles.

No debemos emplearla para hacer de Dios alguien dequien nos servimos para que nos solucione aquellos pro-blemas que son típicamente humanos y que nos toca a nosotros resolver, tampoco usarla como a un cajero auto-mático que debe dar respuesta a todas las cosas que enten-

demos como necesidades.2) De la segunda quizás no hace falta hablar. Reconocerque toda la realidad es un regalo (5), que todo lo que nossucede puede serlo para nuestro bien, sea lo que sea. Viviren Dios y caer en la cuenta de su inmensa bondad que noshizo ser para la felicidad total.

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3) Por último, la alabanza (6). Creo yo que es la oraciónmás pura porque en sí mismo no busca nada. Sucede, sale.El amado que encuentra en la amada lo más bello, lo

mejor y suspira por eso. Es el piropo. “Te amo” le dice elesposo a la esposa. Uno de los más bellos poemas de amorescritos en lengua castellana, como es el Cántico espiritual,nos habla de esto.

Todo esto que hemos dicho nos puede servir de pistas.Pero, para no quedarme en teorías, quiero bajar a la prácti-

ca habitual donde nos encontramos las dificultades y apun-tar algunas ideas. Puede que todo esto nos quede lejos.Al leer esto o al escucharlo se puede llegar a la conclusiónde que es muy difícil. Bueno, pues por lo menos hay que“estar”. Poco es tan sencillo como esto. Sí, estar frente alamado. Permanecer allí donde escogimos rezar y ofrecerlenuestra pobreza. Decirle que no damos más de nosotros

que lo que somos y que estamos frente a Él. Repetir: “hemeaquí”, una y otra vez, “aquí estoy”. También pudiera sucederque nos quedemos dormidos, o que nos distraigamos contodo lo que nos sucede. Bien, pues no debemos agobiarnosy, cuando nos demos cuenta de esto, retomar la oracióndonde la dejamos y decirle: “aquí estoy”. O comenzar con

una oración vocal. Permanecer en la oración no es poco, yeso ya es oración, aunque esta nos parezca vacía.Cuando nos demos cuenta de que estamos construyen-

do un hombre interior falso, podemos usar de las armas dela oración. Porque nosotros tenemos que ofrecerle a loshombres lo más genuino: el contacto con Dios. El hombrede oración transmite por todos los poros de su piel a Dios

como una presencia cálida, por esto, llega a ser profunda-mente humano y, además, preocupado por los otros hasta la heroicidad de lo cotidiano. Podemos hacer muchascosas, pero si no es desde esa realidad de unidad con Dios,es como si desbaratáramos. Sé que esto es un poco fuerte,pero hablo desde el hecho de lo que hemos descubierto,

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no desde una realidad profana. Para el hombre de fe todose convierte en experiencia de lo transcendente, de lo divi-no y como tal debe vivir su realidad. Y esta relación que

establecemos con Él termina haciéndonos de Él.

PARA CONTEMPLAR

(1) Sal 42(2) Sal 34(3) Lc 21, 36

(4) 1 Jn 5, 14-15(5) Sal 92, 1-6; Sal 100(6) Sal 150

PARA ORAR

Señor, mi Señor,quiero pasear contigo en la tarde,ser Adán y, en diálogo de íntimos,abrirme a tu presencia y hacerme tuyo,descubrir el amanecer primeroy aún antes, esa explosión de gloria en que pusisteel universo en marcha hacia la aurora.

Señor, mi Señor,mirarte sorprendido en la zarza,auscultar tu figura y, no viéndote,saber que estas ahí y en sagrado sentirme,acompañarte detrás de la nube,embobado en tu grandeza y mi miseria.

Señor, mi Señor,soñarte esposa, saberte higuera,ser pámpano,quemarme la boca y soportar tu beso clemente,ser niño, recostarme en tu regazo,mamar leche y miel en tu Palabra.

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Señor, mi Señor,entrar a tu vera en la roca,abrir el vientre de tierra,

inaugurar otra vez el día primero,explotar de nuevo el universoy estar para siempre, allí sentadosdonde el orbe y tu serenidad se confunden.

Señor, mi Señor.

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Segunda Pista

L A M E T A



1

R E S P O N D E R D E S D EN U E S T R A D E B I L I D A D

PARA REFLEXIONAR

Fácilmente el hombre que se propone como meta la unidad con Dios, esto es, ser de Dios, cae en desánimo yen tristeza interior porque se da cuenta de la tremenda car-ga que nosotros arrastramos a la hora de seguir el caminoy los criterios de Jesús. Lo que llamamos respuesta no es

más que la asunción de nuestra humanidad con todo loque de positivo y negativo tiene.Si Dios nos llama —y llama a todos los hombres y no

sólo a unos cuantos—, si Dios nos ha escogido —y nos ha escogido a todos y no sólo a unos cuantos— para que setrace su plan sobre la humanidad y nosotros seamos otrosCristos, lo hace siempre desde nosotros mismos. Parece

una verdad tan simple que da un poco de reparo decirla:es evidente que nos llama desde el sitio en el que estamosahora y desde lo que nosotros somos ahora. Si ignoramosesto podemos estar falseando el seguimiento.

Querer ignorar nuestra propia realidad es, en el fondo,una forma encubierta de ponernos cortapisas en el segui-miento. No queremos, y por eso buscamos excusas. Y es

que nuestra realidad es y no podemos negarla, existen esascegueras, lepras, miserias. Si no nos hacemos conscientes deellas ni podremos seguirle ni consentiremos que nos trans-forme. ¡Qué lejos, entonces, de aquellos sencillos que seacercaban a Jesús conscientes de su realidad y le pedían quelos curara con la naturalidad de su naturaleza herida! (1)

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En cada hombre se da lo positivo al lado de lo negativo.A veces claro, a veces confuso. Es curioso cómo algunasreligiones hablan de esto. Se han acercado a la esencia pro-

funda del hombre desde otra vertiente, pero acertando depleno. Por ejemplo, en la filosofía china, el Yin y el Yang. Elhombre perfecto sería aquel que integra lo positivo y lonegativo. Pero en el cristianismo el hombre perfecto es elque asume su humanidad (2). Jesús es quien nosotros lla-mamos hombre perfecto porque asume la humanidad.Podría haberse quedado como Dios, pero no se quiere que-

dar. Él escoge ser humanidad y desde ahí salvar al hombre.Pues bien, si Dios actúa así, nosotros no podemos ignoraresto o actuar de otra forma. Por eso no podemos pormenos que asumir lo que somos, que forma parte de lo quenos hace ser, no para resignarnos, sino para reconocernos.

Un texto de la carta de Pablo a los Gálatas dice “... quela noche no os sorprenda en vuestro enojo, no le deis lugaral diablo...” (3) identifica aquí enfado y diablo, negatividady presencia maligna. Quiere decir que en todo hombre seda también la presencia de lo negativo. San Ignacio deLoyola concibe la proclamación del evangelio como una lucha constante entre el bien y el mal, pero también el cre-cimiento interior formaba parte de esa lucha. Esta es la que

existe dentro de nosotros, a nadie se le oculta. Estamos enuna perenne pelea entre nuestros lados oscuros y nuestrasclaridades. Pero es cierto que debemos tener esa experien-cia de lo negativo para saber reconocernos. Pero no sólopor ello, es que si no tampoco podríamos experimentar la enorme misericordia maternal que Dios derrama sobrenosotros, ni esa otra fundamental de la liberación que Jesús

nos trae con su muerte y resurrección.Una forma sana de responder a esa llamada de Dios es

reconocer con alegría nuestra debilidad (4). Esto no signi-fica en modo alguno con superficialidad. Pero es que si noaprendemos a vivir sin pesadumbre o tristeza esto, sere-mos seres amargados y, por consiguiente, nuestra humani-

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dad será para nosotros un lastre, en vez de lo que nos con-duzca a nuestra autorrealización y felicidad. Por esto debe-mos amarnos a nosotros mismos. Vivir desde la primera

llamada que nos hacen que es a la vida, a que seamos. Sino nos amamos, no amaremos a nadie. El primero al queno amaremos será a Dios y, consecuentemente a ninguna criatura humana. No ser capaces de asumir nuestra carne,lo que nos pincha y nos duele, lo que nos aleja del ser per-fecto al que estamos llamados, nos impide acercarnos a losdemás con simpatía y con cariño.

Y es que la llamada es un movimiento envolvente (5).Somos llamados desde ese regalo para ir a los hombres yreintegrarlos en la felicidad de la que fuimos arrancadospara llegar otra vez a nuestro origen común y comunitario,que no es más que Dios. Los personajes del mundo bíblicoque son capaces, desde la integración de esa deficiencia personal, de responder a esa llamada son muchos. Pero nosbasta citar como ejemplos a Moisés, que era tartamudo y a quien Dios sin embargo escoge como uno de sus mejoresaliados (¡le pide que le hable al pueblo de su parte!). ADavid, rey ejemplar de Israel, que manda a su mejor gene-ral al primer puesto de la batalla para que muera y así poderquedarse con su mujer (6). A Sara, estéril, que es una mujer

escogida para dar lugar al nacimiento de un pueblo. La genealogía de Jesús está compuesta también de mujeres deescasa reputación. Los discípulos no son precisamente delo más selecto de Israel: una prostituta, un recaudador deimpuestos —considerado en aquel tiempo como un pecadorpúblico—, Pedro, un traidor, etc. Esto entra en el plan salví-fico de Dios ¿qué querrá decir? Todos estos son personajes

reales en un entorno de salvación. Se reconocían a sí mis-mos y se sabían limitados. Este es el primer paso, pero nose quedaban ahí, sino que salían de esto para anunciar alpueblo algo que no les pertenecía, no salía de ellos. El anun-cio era, no de su propio mensaje, sino que eran portadoresde un mensaje. Puede que esa respuesta que estamos esca-

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timando no sea más que el hecho de que queremos brillar,que temamos que se nos caiga la máscara delante de losotros al vernos denunciados por nuestras propias limitacio-

nes, que temamos a las exigencias que nos puede traer elseguimiento de Jesús, (7) puede que tengamos miedo, pue-de suceder incluso que la respuesta sea tacaña y nosotros losepamos y tengamos que escurrir el bulto...

Aquel que se fía de la llamada, que opta por seguir a Jesús, abandona su pasado, asume su presente y se lanza alfuturo sin miedos; no se conforma, se reconoce y mira conilusión la misericordia que Dios derrama sobre él.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 5, 12-15(2) 1Cor 15, 20-23

(3) Gal 5, 26-27(4) 1Cor 1, 25; 2Cor 12, 10(5) Jn 20, 20-22(6) 2Sam 11, 2-14; 12, 1-14(7) Lc 9, 57-61

PARA ORAR

“... por más que afane mis esfuerzosfuera de Ti no encuentro dicha”.

Cerrando filasapretando humanidadesuniendo sin resquebrajos corazonesen Ti vivimos.

Apostando durocorriendo a metas altasmovidos por un motor que no se mueveen Ti existimos.

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Suspirando amoresrepartiendo ternura a bocajarrotras los pasos de quien se dio primero

en Ti nos movemos. Juntando pasioneshaciendo uno a los disparesderramando la sangre en cada gestoen Ti somos.

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ii

S I G N O D E C O N T R A D I C C I Ó N

PARA REFLEXIONAR.

En el evangelio de Lucas aparece, en la presentación de Jesús en el Templo, una frase que, si nos paramos a pensaren ella, debe resultarnos tremendamente sugerente y a la vez dura: “este niño.../...será signo de contradicción” (1).

Acostumbrados como estamos a que las palabras nonos digan nada, a utilizarlas como globos o como fuegosde artificio, a veces la Palabra nos dice también bien poca cosa. Los que tenemos como misión anunciar el evangelio,y en esto estamos todos los bautizados, o más aún aquellosque dedican su vida de forma íntegra a la explicación yenseñanza de la Palabra, a fuer de decirla, tenemos la gran

tentación de convertirnos en profesionales del mensaje,vaciándolo de contenido en nuestras propias vidas.

Volviendo a Lucas, debemos decir que este texto está tomado del evangelio de la infancia. En él, su autor, quie-re hablarnos de lo que será su futuro, nos lo anticipa. Y enesta presentación del niño, se nos dice de él que será signo

de contradicción. ¿Qué querrá decir con esto?Desgraciadamente, a través del tiempo y de la cultura senos ha ido introduciendo la idea de que el judío era malo.Lo que hacía también. Este antisemitismo cristaliza en losReyes ¿Católicos? o en el III Reich. Pero esto no es así. Enlas raíces del cristianismo estamos emparentados con esta

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tradición. Dios empieza a decirse a través de este pueblotestarudo y cabezota (2). Y este pueblo judío creía y cree enuna institución que es sagrada para ellos: la Torá, o aún

mejor, la Ley. Para nosotros podría definirse hoy como elPentateuco y algunos comentarios añadidos. Y era el mis-mo Dios el que se la había dado a ellos a través de Moisés.

Pues bien, en numerosas ocasiones Jesús, que es judío,contradice la Ley: cura en sábado; permite que sus discí-pulos cojan espigas en ese día prohibido para el trabajo;toca a los impuros —leprosos, paganos, enfermos de toda índole— haciéndose él impuro, cosa que lo alejaba de Dios;se relaciona con la canalla de aquel tiempo como las pros-titutas o los cobradores de impuestos; no practica los lava-dos rituales para no contaminarse, etc. (3) Habría que pre-guntarse por qué actuaba así.

Naturalmente hay una razón. El evangelio no es un

paño de agua fría que nos evite el dolor. Es más, en dema-siadas ocasiones resulta molesto. Podemos decir que sufamilia no lo entendió (Mc 3, 20-21; 3, 31-35), tampoco suspaisanos (Mc 6, 1-6); la autoridad religiosa de Israel, elSumo Sacerdote, que representaba a Yavé, denominada santa y pura, lo busca y lo persigue (Mc 14, 1-2), los teó-logos de aquel tiempo, los escribas, conspiran contra él(Mc 15, 1); sus discípulos lo abandonan (Mc 14, 66-72). Ytodo esto ¿qué quiere decir en realidad? ¿ qué significa?

Tendremos dificultad para entenderlo porque muchasveces a Jesús nos lo han presentado edulcorado, dulcifica-do. Le han quitado toda la fuerza y la garra, le han resta-do valentía, lo han aguado para que, domesticado, no nos

hiciera daño ni nos impidiera seguir con la forma de vida que teníamos. Es un Jesús que no nos ponía en solfa nada,un niño obediente que se sometía a la autoridad y que así había continuado de adulto.

Sin embargo, ése no es Jesús. Vino a traer un mensajeprofundamente liberador y, por eso mismo, profundamen-

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te peligroso para la institución de aquel tiempo. Por eso era signo de contradicción.

No responde al estereotipo de Mesías esperado enton-

ces como por ejemplo aquel Mesías guerrero, violento,militar, de los celotas o de los esenios, que vendría a ins-taurar con poder el Israel, centro de las naciones y pode-roso, que iba a humillar a sus enemigos; tampoco al de losestrictos cumplidores de la Ley y sus miles de normascomplicadas, enmarañadas, insoportables, que propugna-ban un Mesías para escogidos —ellos naturalmente— de losfariseos, Señor de la letra muerta. Es, simplemente, otra cosa bien distinta. Va más allá de todas las expectativasterrestres. Superó con mucho las expectativas sociopolíti-cas. Está muy por encima de la religiosidad que entonteceal hombre, o de aquella otra despreocupada de los pobres.Su propuesta va mucho más allá. Podemos decir que es un

enorme enigma, siempre por descubrir, que nos lleva a plantearnos el horizonte de plenitud al que deben llegartodo hombre y todos los hombres juntos. Su salvación escolectiva, se da al lado de los otros.

Por eso debemos decir que todo aquel que se pretenda seguidor de Jesús debe comprender que ese mismo segui-miento significa empaparse de los modos, sentimientos,pensamientos, deseos, acciones, preferencias del Maestro.Claro que actualizándolos. Pero sin quitarle por ello unápice de la reciedumbre, de la fortaleza, de la radicalidadque envolvía el ser y el quehacer del Hijo del Hombre.

Y, consiguientemente, pisar sus huellas nos debería convertir a nosotros en esos signos de contradicción en

medio del mundo. No se trata de buscar una oposicióninfantil, ni tampoco hacer gestos vacuos. No es construirun mundo de enfrentamientos por el hecho de ser signos.La figura de Jesús avanza un Reino lleno de signos perfec-tamente inteligibles por todos los hombres por su carácterde ser signos universales. ¿Cuáles son estos?

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Tenemos una multitud descrita en los pasajes evangéli-cos, pero podemos proponer unos cuántos:

• con respecto a los pobres: Jesús hace saber por acti-va y pasiva que son los más queridos y cercanos a Dios. Nos habla de su preferencia, de su principali-dad en la nueva realidad (4).

• con respecto a los pecadores: ya sean impuros, pros-titutas o de cualquier tipo. Puede parecer increíbleque Jesús los escoja entre sus seguidores. Este rabí no

es como tantos maestros o pensadores que se rodea-ron de discípulos más o menos aventajados, pareceque le gusta verse rodeado de gente de este tipo.Naturalmente hay gente de toda condición, peropide que le sigan a aquellos que no cuentan para nada, a los que de suyo son condenados a los lugaresperiféricos de la sociedad (5).

• sobre el tema de la violencia no nos puede resultarmás claro. Parece que lo convierte en uno de losretos más importantes de lo que da fe con su propiotestimonio: amar a los enemigos, poner la otra meji-lla. Supera con creces la justicia distributiva antepo-niendo la ley de un amor universal, cósmico, ymayor para aquellos que resultan ser nuestros perse-

guidores, los que nos agreden o nos hace daño (6).• con respecto a la riqueza: aquello de que no se puedeservir a dos señores, lo de que es más fácil que uncamello pase por el ojo de una aguja a que un ricoentre en el reino... ¿No es acaso suficientemente evi-dente? Propone la desposesión, el enemigo de Dios esel afán de acumular, de poseer. Nos podría ayudar el

leer algunos párrafos de los Santos Padres. Algunosestuvieron tan cercanos al Maestro que captaron des-de el principio la hondura de su propuesta (7).

• la imagen de Dios como Papá. Olvida todos los títu-los de Yavé, el innombrable. Evidencia un corazón demisericordia como sólo una madre puede tener. Es

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un Dios tierno y compasivo, cercano. Por esto Jesúshabla tanto de la postura de un Dios que se acerca alhombre para acariciarlo, no para condenarlo... (8)

Evidentemente podríamos poner otras muchas señalesy signos, pero probablemente no cabrían en este libro...

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 2, 33-35

(2) Dt 10, 12-22(3) Citamos aquí sólo algunos ejemplos que se puedenampliar: Mc 1, 40-45; 3, 1-6; 7, 1-23; Lc 7, 1-16.

(4) Lc 10, 17-23(5) Lc 15, 1-10(6) Mt 5, 8-48(7) Mc 10, 17-27

(8) Jn 15

PARA ORAR

Para los hombres de su tiempo Jesús fue un signo distinto de los convencionales. Los Rabís o Maestros de su época enseñaban gratuitamente la Escritura, la interpretaban y tenían una corte

de discípulos que le seguía. Así nos consta por los documentos de la época. Hubo alguno que representó una excepcionalidad tal que incluso llevó a sus seguidores a una muerte segura. Otros sobrevivieron a su desaparición física en el recuerdo de sus dis- cípulos, y éstos enseñaron lo que les había transmitido después de su muerte.

Sin embargo, Jesús constituye un tipo especial de maestro. Su ense- ñanza levanta suspicacias a la vez que lo siguen numerosas personas de distinto pelaje: mujeres de “mala vida”, recaudadores de impuestos, pescadores, mujeres a secas, gente de la calle... ¿En qué reconoceremos a este hombre? Y a sus seguidores, ¿en qué los reco- nocerán?

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Conocimos el signo de tu entrega aquella nocheen la fracción del Pan de la Pascua, aquellas palabras,el gesto señorial de quien llama las cosas de nuevo,

como aquel Moisés que conducía al pueblo con manosegura en aquel inseguro paraje donde terminaba siempre encon-trándote.

Conocimos que tu amor superaba las barrerasal abrir tu corazón, generoso, a las lacras de tu pueblo.

Llorabas y tus lágrimas producían vida,orabas y tu súplica traía el seguimiento de los que teadoraban,tocabas y las tinieblas huían a tu paso milagreando pre-sentes,vivías simplemente y este vivir llenaba de libertad a los

hombres,hacías presente el corazón de misericordia de Dios cuandotodos pensaban que era un ogro, un juez, el destino.

Conocemos el signo de Dios en nuestra tienda,se ensanchaba cada vez que mirábamos más lejossuspirando por el Reino que, enseñaste, está muy dentro.

El miedo desaparecía al verte enfrentarte, tan seguro,a aquellos que, a sí mismos, se decían representantes deDios, o los guardianes de la Palabra de Libertad de unPueblo.

Conocimos el signo de tu paz, a nadie odiabas,amar siempre, hasta al enemigo más fiero, al Romano, a

Pilatos,incluso amar al fariseo que jugaba a ser el más bueno,amar sin estipendios, sin pagarés y sin préstamos, amar deveras,hasta la muerte a la que te llevó ser tan sincero, ¡tan sin-cero!

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Pero no venció la muerte, aunque supimos del miedo,nos volvió locos porque, al fin y al cabo, ¿quiénes éramos?gente del pueblo, sin cultura y el enemigo ¡tan fuerte!

Apareciste como el signo que nos habló del Dios amante,el que no engaña y por eso está con su pueblo.Este Dios no era distante, era distinto,estaba entre nosotros, nuestro Dios salía a la calle y seaparecía.

Vivía por haber muerto, muerto de amor,

muerto con tantos muertosanónimos, proscritos, insatisfechos, rebeldes,utópicos, muertos de hambre o de guerra, ahorcados,asesinados, débiles, sidosos, tristes,en fin, los muertos que produce el hombre,los muertos producto del deshecho, de la escoria,de nuestra miseria.

Pero no venció la muerte.

Nos convertimos en signosal partirnos como el pan se parte en la Cena y ser devorados como tú por dar la vida con tu muerte,al derramar la sangre por el hombre y que ésta limpie.

Somos testigos si morimos cómplices de aquel asesino,en complot con sus ideas, comprometidos, hombres de luz.Si nos quema el hombre y su destino, o el de los pueblos,somos signo si no callamos y nuestras gargantas y manoshacen vivir a los hombres, entonces nos convertimos ensignos.

Dios revive en los hombres que se abajan a servir,se hace uno con los que buscan ser uno, con los que seentregan.Tenemos una suerte, no somos necrófagos,nuestro Dios es un Vivo,y bien vivo porque lo hace cuando tú lo haces vivir,

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cuando ejerces de hermano, o de madre, de mano o de cari-cia o de mensajero de un Dios que acompaña, entonces somos

signo.

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iii

“ S O Y Y O , N O T E M Á I S ”

PARA REFLEXIONAR

Uno de los contrapuntos del seguimiento de Jesús loconstituye el hecho de que no se nos presenta sólo comoalguien que ha hecho posible la aparición de un determi-nado movimiento ético o, si queremos, de una ejemplifi-cante forma de vida. De por sí esto hubiera sido suficiente,porque el Mensaje de Jesús es atractivo e interesante. Va a la raíz de los problemas y propone soluciones de una for-ma tremendamente original. Logra un equilibrio de infar-to entre la locura y la genialidad.

Sin embargo no se quedó ahí.Probablemente si así hubiera sido el sólo ejemplo de

este hombre, mirándolo desde el final, no hubiera movidoa nada: su muerte nos hubiera hecho decir que era un fra-caso humano al que no merecía la pena sumarse ante la posibilidad de terminar como él. No podemos negar queen el momento de la cruz, allí, en el final, en la circunstan-cia más crítica y difícil de su historia, no hubo nadie. Nisiquiera después. Sí había algo que se mascaba y tenía casi

una presencia: el miedo. El miedo se había apoderado delos discípulos hasta constituir en ellos casi una segunda naturaleza que les había hecho olvidar sus experienciasanteriores. El miedo, el desconcierto y el desánimo dibu- jan un paisaje desolador de los primeros. Gentes que enotro momento habían afirmado su fe inconmovible en el

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hombre Jesús, abandonan en el instante de la dificultadseria a aquél a quien decían amar. Ante ellos, antes deconocer incluso la traición que los suyos iban a cometer,

aquellas palabras: “soy yo, no tengáis miedo” (1).Esto también se nos dice a nosotros. Si hoy cada quien

quisiera ponerse manos a la obra, en este momento y fren-te a la historia, para construir este Proyecto de Felicidadcomún que se nos propone a todos desde el evangelio, casicon toda seguridad nos sucedería algo idéntico a sus segui-dores: nos desfondaríamos. Más aún, como aquellos, ten-dríamos miedo. Se repetiría aquella experiencia de pánicoy terror que invadió el horizonte vital de sus amigos pro-duciendo la huida.

Y eso es así porque los momentos se parecen siempreen lo esencial. Frente a nosotros se abre una enorme lucha para hacer posible que todos los hombres tengan acceso a

la dignidad, a la igualdad, a mirarnos a la cara y recono-cernos como habitantes de una casa común (2). Se pre-senta un trabajo propio de Hércules, para que entendamosque no debemos defendernos unos de otros como enemi-gos potenciales; o que tenemos derecho a un plan de feli-cidad divino que se parece mucho a ese paraíso del Edénen el que poder pasearnos a la caída de la tarde con el Diosque reina sobre una creación recreada, también, por elhombre. Y esta tarea es de una magnitud que asusta.

Pero además hay una fuerza de oposición real a todoesto. El mal, en todas sus formas posibles, quiere trastrocartodo esto (3). El mal informa todo aquello que produce elhombre: en forma de estructura organizada, de sistema

económico, de profundo egoísmo que entiende al otrocomo objeto de mí mismo, de limitación humana que noquiere reconocerse en forma de pecado...

Es titánico, de veras.Frente a esto, aquel “no tengáis miedo” (4) resulta un

bálsamo, un respiro, un respaldo, un acicate, una caricia.

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Por eso, la primera comunidad construye y escribe esterelato bajo la profunda experiencia de que Jesús, el Naza-reno, es el Señor. Camina sobre las aguas, camina sobre las

dificultades iluminando las tinieblas que todo lo oscurecen.Y manda su Espíritu en Pentecostés, para vencer el

miedo en esa Iglesia naciente (5).Todo esto se nos dice a nosotros, se te dice a ti. ¿Miedo

de qué? (6) Cada uno conoce los suyos cuando, a la lla-mada del Maestro para echar la barca al mar y dedicarse a

pescar otra cosa distinta de peces, le atenaza ése que le im-pide responder y lo deja frío e inerte. ¿Será acaso que lasseguridades que nos buscamos constituyen un puerto se-guro que nos impide vivir a la intemperie nuestra fe, fián-donos sólo de esa experiencia de vida profunda? ¿No noscuesta reconocerlos, nombrarlos y verlos en cada cual?Dudamos de la fuerza y del poder de Dios para transfor-mar al hombre y elevarlo, divinizarlo. Por eso buscamostierra firme, ampararnos en nuestros esquemas. En el fon-do no se reconoce ese señorío de Dios sobre la Historia y,sobre todo, sobre cada una de nuestras pequeñas historias.

¿Seremos como Pedro? De entrada, en el relato, se fía.Al encontrarse en la faena, en la brega, en la dificultad,

teme y se hunde.Habrá que pedir fuerzas y orar profundamente para que

se nos cambien las entrañas. Habrá que ponerse manos a la obra y, sobre todo, fiarse y abandonarse en manos delSeñor de la vida y Dueño de la viña. Habrá que no tenermiedo para enfrentarse también al cambio de este mundo,

al cambio de mentalidad. En el fondo, este Dios siempresorprendente, nos pide salir a mar abierto y repescar para la nueva sociedad que esperamos a todas las criaturas quenadan entre las tinieblas del sinsentido, o del dolor, guia-dos sólo del olfato de la fe. Pero “no tengáis miedo, yo hevencido al mundo”.

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PARA CONTEMPLAR

(1) Mt 17, 6-7

(2) Mt 18, 10ss(3) 2 Pe 2, 12-22(4) Jn 6, 19-20(5) Hch 2, 1-13(6) Ap 1, 17ss

PARA ORAR

Se necesitan arrestos, en este tiempo, suficientes para crecer frente a la molicie y de cara a aquello que supone la lógica del sistema.

Se necesitan, esta vez, comunidades. Comunidades san-tas, y no como antaño, sólo hombres santos, que montenel caballo de batalla del evangelio.

Se necesitan unas buenas dosis de locura y escepticis-mo, de firmeza y valentía, de constancia y tenacidad, por-que solamente ganaremos a pulso, agotado el enemigo porel empuje del tiempo que alcanza la utopía.

Se necesita la habilidad del estratega que luche contra viento y marea a pesar de la inteligencia del adversario yel desánimo de los compañeros de filas.

Se necesita saber que no haremos la Revolución de for-ma radical y total, pero que hemos de ser radicales porquesi no lo único que advertiremos será un cansancio mordazen aquellos que van de partida. Y eso cuando nosotrosestamos yendo.

Te necesitamos a Ti, porque eres la base de nuestra liberación, sobre todo cuando advertimos que todo esfuer-

zo resulta ínfimo ante la magnificencia del pragmatismoque avanza y la muerte de la vida.

Te necesitamos a Ti porque tu mirada es capaz de des-baratar los miedos más profundos y los desánimos másarraigados. Te necesitamos porque eres el alimento denuestra lucha y el sentido de nuestro tesón.

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1v

R I E S G O

PARA REFLEXIONAR

Ante un mundo con multiplicidad de respuestas para todos los problemas vitales; ante la posibilidad de escogerentre muchas proposiciones hechas al hombre sobre elsentido de la vida; ante las miles de soluciones sobre paroo riqueza, armamentos o desarme, ecología y desarrollosostenido, hambre o superpoblación; ante la cantidad deposibilidades que se ofrecen para el tiempo libre, el trabajo, la religión, la gran pregunta que se puede hacer hoy elhombre que cree es ¿qué es lo auténtico, lo genuino, loespecífico que nosotros tenemos que ofrecer al mundo?

Es evidente que existen hoy diversas religiones y pro-

puestas religiosas que ofrecen salvación a la carta, ideassobre el alma o el espíritu distintas, actuaciones sobre elmundo con formas diversas. Hay quien dice que las gran-des religiones van a desaparecer y que, a cambio, lo que sesuscitará será una especie de sincretismo religioso decarácter personal. Está también el peligro de las sectas,destructivas o no, que tienen un poderoso influjo en el ter-

cer mundo, entre los jóvenes y cuyos tentáculos se ramifi-can por toda la población y en todos los sectores. Los cris-tianos nos preguntamos qué es lo realmente constitutivode nuestra propuesta.

Creo que hay dos componentes en el seno de nuestra forma de entender la vida que nos hace originales frente a

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todo lo demás: la experiencia que tenemos de la fe y el ries-go (1). También la relación que se puede establecer entreambos, esto es, la fe como riesgo. Voy a tratar de explicarlo.

Evidentemente tenemos que reconocer que no tene-mos un hilo directo con Dios a través del cual nos hable,o bien una especie de tránsito celestial que nos solucionetodos los problemas que se plantea un hombre a lo largode la vida. Definitivamente debemos decir que no vivimoscolgados de seguridades, amparados en el control de todoy en las explicaciones de todo (2). Frente a todo esto la

única seguridad que tenemos es el riesgo, es decir, vivimossin saber realmente qué es lo que va a suceder, o cómoafrontar cada instante. Esto no significa embobarse antelos sucesos o cruzarse de brazos ante el ahora y, más aún,el mañana, ni dejar que nos la peguen todas porque somosincapaces. El riesgo está en afrontar el futuro sin poseer elpresente del todo. La fe sería esa actitud según la cual elhombre está movido por la esperanza de alcanzar aquelloque significa su propio ser y estar en la vida (3). Pero hayque decir que arriesga una respuesta. Decir sí o decir no a Dios es arriesgar este ser ahora y depositar la confianza enque todo lo que invento para después puede estar pesado,pensado y hecho, desde esa concepción previa del mundo

y del hombre. Por tanto, la fe significaría vagar en la nubeen una dirección concreta a sabiendas de que hay una especie de brújula interior que nos anuncia una totalidadque se va a dar. Y no parcialmente.

El hombre de fe piensa que la realidad está sostenida,sustentada. La imagen ambigua de Dios como el Señorque maneja el orbe desde los hilos de la historia debe dejar

paso más bien a aquella de los salmos del Señor comocimiento: el que hace que todo sea (4). Y este Dios está inundando la realidad, lo podemos descubrir escondido oevidente, haciendo guiños o entre líneas, acompañando oen la soledad. Dios no es todas las cosas, sino el que sus-tenta todas las cosas. Y al llamar no hace más que tratar de

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llevarnos a la totalidad de nosotros mismos. No nos anula,nos realiza en un plan proyectado desde antiguo: ser libresen nuestra inmensidad para poder llegar al Libre-que-es-

desde-la-inmensidad.Claro que esto comporta un riesgo, y si no que se lo

pregunten a todos los hombres que tuvieron esa experien-cia. Porque esta llamada tiene una vocación de radicalidad,de dejar todo cada día para poder llegar a entender (5). Esdejarse llevar. No por las circunstancias, ni por los esque-mas de comprensión de la realidad en que vivimos. Ni

siquiera por las normas que pueda inventar una religióndeterminada, por muy santa que se llame. A cada uno letoca recorrer su propio camino de encuentro con esta rea-lidad última, a cada uno se le pide que inaugure este pro-ceso que se va a producir según el mapa que vamos recre-ando en nuestra vida. No podemos pensar que Dios noshizo clónicos, ni siquiera en el camino de llegar hasta Él.Pero, como esas aves que cruzan kilómetros para perpe-tuarse siempre en los mismos sitios, el hombre lleva inscri-to en su seno el hambre de eternidad que lo mueve incan-sablemente hasta la búsqueda del Absoluto. Él nos lleva.

Nosotros tendemos a asirnos a las cosas, o instalarnosen ellas para siempre. Las seguridades tienen sobre noso-

tros un señorío que nos predisponen a situarnos bajo susdominios. Son como serpientes que nos encantan antes demordernos, introducirnos el veneno de la irrealidad quenos hace creer que, seguros, nada cambia. Pero, como elveneno, esto nos paraliza, nos incapacita para relacionar-nos con los demás. Establece fronteras, barreras que nosalejan y nos aíslan. Entonces no tomamos, sino que nos

cogen, nos atrapan y así estamos asidos e incapacitadospara que el factor sorpresa nos descabalgue. Sin embargo,sin sorpresa no hay relación, ni contacto con el otro, por-que éste siempre es un misterio. El gran Otro, más aún. Elriesgo juega un papel importante en los contactos con losdemás, porque las relaciones no siempre se encaminan por

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el lugar que yo tenía previsto o incluso deseado. En lasrelaciones con Dios pasa lo mismo. El desvelarse de Dioses una constante incógnita. Comprenderlo totalmente es

imposible. Vamos desde una inseguridad a otra, de un par-cial a otro. Pero no deja de manifestar, a través de lo quepodemos comprender, algo de cómo es Él. Nos asomamosa una micra de eternidad, tratamos de explicarlo, de asu-mirlo y se nos escapa. Pero está ahí para que nos orientemás allá de todo lo que somos ahora. Y de esto se deducela vocación más sublime del hombre: ser seres inacabados,en constante tránsito, por eso cada ahora y cada aquí es unriesgo, una aventura, una apuesta.

Quizás esto es lo genuino que podemos ofrecerle hoyal hombre, ésa es la verdad que podemos afirmar al ladode tantas. La relación con este Dios es lo que entendemosque falta por poner en medio de tanta oferta cortita de alas

y con vuelos rasantes, incapaces de elevarse para podertener justa comprensión de dónde nos hallamos. Es lonovedoso que se ofrece y siempre tan antiguo. Todo lo quetermine en categorías terrenas y que no se asome más allá serán, para nosotros, solamente fuegos de artificio. Si noestamos poseídos por el amor, fuente del gran Amor, noaportaremos nada. Lo hecho desde nuestra identidad

excluyente, las grandes revoluciones, los proyectos, seránuna torre de Babel cien veces repetida, porque nos lleva a nosotros. Le faltará la componente de exclusividad y tota-lidad que aportamos. Y esta fuente no es sino el Absoluto,ese Dios a quien llamamos Padre.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 14, 25-27. 33(2) Lc 12, 22-34(3) Hb 11, 1-40(4) Sal 18(5) Gn 12, 1-3; Mt 8, 18-21

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PARA ORAR

La verónica

La mujer se acercó y sintió compasión. La mujer miróy reconoció al hombre maltratado, humillado, desprecia-do. Miró y vio a su hijo, a su hermano, a su esposo. Supomirar donde otros se asomaban al espectáculo.

No quedó quieta, estática, impasible ante el Hombreque padecía. Se conmovió y el resultado fue acercarse a

limpiar el rostro de un condenado por el que nadie daba nada. No hubo liberación de la muerte, ni defensa en un juicio, sólo el gesto de estar al lado del que sufre. No tenía en su poder la política, ni los tribunales. No sabía más queaquello que su corazón reclamaba: aliviar el dolor delSufriente.

¿Quién era ése? Pero las entrañas repletas de un amor

solidario no necesitan de algunas respuestas. ¿Por qué locondenan? Pero no hace falta una razón para moversehacia quien es un despreciado, si se oyen los latidos de sudolor.

No pregunta quien se une al rastro de la muerte para caminar con los dolientes y oye la llamada de su humani-dad en el fondo de su ser; no lo hizo ella, ni las que llora-ron al ver pasar al Varón de Dolores. El gesto, el gesto deestar. Acercarse aunque no se entienda, aliviar a los malvistos, posar su caricia en los regueros del terror, no esqui-var la mirada de quien suplica ser reconocido, recoger laslágrimas de los vencidos, secar el hastío, acompañar alhombre donde no hay compañía.

Verónicas hay en el mundo que evitan que la sangrechorree por toneladas sobre el olvido. Verónicas que hacende paños, de alfombras, que hacen de Cireneos. Si no huboVerónica en la Pasión, reclama el Dios Ajusticiado que túle mires el rostro y, en los que son hoy su figura repetida,enjugues su paso.

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Tercera Pista

E L C A M I N O



1

V E N G A A N O S O T R O ST U R E I N O

PARA REFLEXIONAR

“He venido a prender fuego a esta tierra ¡y cuántodeseo que ya arda!” (Lc 12, 49).

Quisiera que, al leer esto, tuviéramos todos la percep-ción de que la realidad ha ido cambiando de tal manera que, realmente, hubiéramos acortado las distancias entrelos pobres y los ricos. Que todos los hombres fueran igua-les en dignidad. Que llegara a mí la noticia del final de todoconflicto bélico acompañado con la nitidez de la honesti-dad de los dirigentes de los países. Sueño, y no puedoreprimir mi rabia, con que nadie es usado, ni golpeado, nivejado, porque no es verdad. (1)

Y pienso: ¿será ingenuidad infantil?Me acompaña, de forma pertinaz, la idea de que algúndía mi Iglesia será capaz de renunciar a aquella parte demundanidad que no la hace evangélica, sino manchada debarro. Y a la vez que reconocemos todos esa realidad depecado y de error, sin complejos y con honestidad. Sueñoque los medios de comunicación estarán al servicio de la

verdad y del hombre, de su educación y de su cultura. Leola prensa.

Me sorprendo. ¿Estoy aún en la adolescencia intelec-tual?

¿Cómo no acompañar ese lamento de mi Señor, pro-nunciado hace casi 2.000 años? Si miro y, al mirar, no hay

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lágrima capaz de hacer desaparecer el dolor que produceel hambre que hincha los vientres a unos de comida y a otros de viento. Si escucho que el mundo ha temblado de

miedo cada vez que una gran potencia ha sido tocada yhay cientos de muertos a sus espaldas que no producen niun solo segundo de noticia televisada. ¿Cuántas catástrofesy guerras ignotas hay en el mundo? ¿Cuántos pobres queclaman no por pan, sino por dignidad y respeto; y la justi-cia no es, en muchos lugares, más que un instrumento para justificar la depredación sobre las ruinas de muchos?

¿Cómo no llorar por Jerusalén? Si ese conflicto es aúnmás injusto por estar sostenido sobre religiones corrompi-das de intereses, que confunden a miles de criaturas en la oscuridad del sentido de las mismas. (2)

¿Cómo no aligerar el paso para curar a los desprecia-dos, y tocarlos, y amarlos antes de que te confundan otroscon tanta mentira sobre mentira?

Podría seguir, dar rienda suelta a la pena que todos lle-vamos dentro al ver que aquel sueño de Galilea, (3) el quetodos soñamos al fin y al cabo, espera en una Sala de espe-ra que no tiene visos de abrirse nunca. Parece que el mun-do está clínicamente muerto de ilusiones y utopías. Que esirresistible la verdad de que lo primero soy yo.

Pero me contaba Maite que fue a África y allí, en mediode la miseria, vivió un cuento de solidaridad en las perso-nitas de los niños, que compartían la chocolatina dada a uno en exclusividad porque era imposible pensar en comersin compartir, y eso es verdad. Y me dicen que hay quienno se va de las zonas de conflicto, sino que se queda y está con los que incluso pueden matarlo. Y que cayó uno por

denunciar el peso del poder que caía sobre los pobres, yque estaba amenazado, y no cejó en el empeño. Me dicenque hay mujeres que cuidan gratuitamente de los enfermosque no tienen a nadie que los cuide, y que no son noticia más que para los que los cuidan, que ven un cielo abiertocomo nuevo en el cielo de los ojos de esas mujeres. Y que

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hay quien renuncia a parte de su sueldo para sostener unpiso para los de tercer grado. Y todo esto es verdad. Así como lo es que son muchos.

Nos parece que el mundo no anda resucitado y está fal-to de brillos pascuales, pero lo cierto y verdad es que la resurrección cambió el tiempo en el más absoluto de losanonimatos. Ni fue acontecimiento retransmitido, ni llegóal conocimiento de Roma.

¿Será acaso que todo debe ser así sin brillo, sin imagen,sin ruido? (4)

Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijosde la luz. (5) Manejan potentes autos que llevan marcas desangre en las ruedas. Juegan con pelotas de fútbol cosidascon sueldos de hambre, de una escudilla de arroz en ellugar de trabajo, y para todo el día. Están detrás de la cámara de televisión supervisando lo que debe escucharsey verse, y lo que no debe existir, y aún más. Lo sé, y todoslo sabemos.

Pero pegado a su costillar están todos aquellos que hanoptado por descubrir una nueva forma de vivir en mediode los que están faltos de todo. Justo a cada vuelta de la esquina hay caras amables, improvisadas, brazos que setienden, vidas que se prestan o se dan. Si tiras una bomba

saldrán de los escombros seres golpeados, pero en la des-gracia, las piedras suscitaran hijos de Abrahán que seanverónicas, o cireneos, o nuevos rostros de Jesús resucitado.Nadie puede parar este ejercito pacífico de hombres ymujeres que, fuera de la propaganda, y en el margen, vancreando una nueva realidad. Ellos son hoy Jesús Resu-citado. (6)

Por eso, y aunque la realidad parezca más tenaz que elbien, efectivamente llegan a mis oídos, y a mis ojos, milesde rumores, de imágenes, de realidades que cosen un teji-do hecho de gentes que abren un mañana que será distin-to. Hay una nueva humanidad que espera. (7)

¿Te apuntas?

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PARA CONTEMPLAR

(1) Es inevitable que se me pase por la cabeza aquel

maravilloso Discurso sobre el sueño de M. L. King:“Sueño que llegará el día...” en Misión abierta, 7-8.1974. Todos, con el, estamos esperando esa realidad.

(2) Mt 23, 37-39(3) Mt 15, 29-31(4) Lc 10, 21(5) Lc 15, 8

(6) Hch 1, 8(7) Apoc 22, 1-5

PARA ORAR

Sueño, Señor y este sueñono es un alarde de ingenuidad infantil,que las utopías no asesinan las verdadesni aniquilan a los que luchan,que no es verdad que los hombres realistassean los que aciertan y se informan.Sueño, Señor, y este sueñono pretende imponer sus realidades

a quienes andan a tientas por sus pasos,sino que empuja el presente y,disconforme, apunta con el dedomás allá de las parcas racionalidades.Sueño, Señor, permítemela licencia de creer que acaso hoy,mientras escribo estas líneas,

un hombre redescubre la inocencia de rehacer, tenaz, esforzado, humilde,lugares de justicia y esperanza, lugares comunes, al fin,y allí encontrarnos y ser distintos.

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1i

L A C R U Z Y L A V I D A

PARA REFLEXIONAR

La cruz es el complemento inmediato y necesario de la vida del cristiano. La Resurrección lo es de la cruz. Jesús nomurió para que todo lo que hizo, dijo, pensó o proyectófuera un fracaso, aún cuando su vuelta a la vida —su Resu-rrección— pasara por un fracaso. Jesús en la cruz entregósu Espíritu para que estuviera con nosotros y pudiéramosvivir en plena libertad, porque el Señor es Espíritu y allí donde esté el Espíritu reina la libertad.

Nosotros en la cruz hemos sido liberados de la esclavi-tud, de la muerte, del pecado, de todo aquello que mata alhombre o lo convierte en sometido (1).

En la sepultura enterró al hombre viejo, aquel Adán queno es más que la esencia de la humanidad con un nombre;en la Resurrección surgió la nueva humanidad (2). Esta esla profunda simbología del Bautismo que no se refleja actualmente en la forma cómo se celebra: hemos sido ente-rrados en el sepulcro con Jesús, y con él todos los pecadosde la Humanidad; salir del agua es estar renovados, ser

hombres nuevos.Por el hecho de surgir un hombre liberado y transfor-

mado, la Resurrección, la Vida Nueva, nos tendría que lle-nar de alegría. El secreto de saber vivir la cruz con alegría es el de saber que es necesaria para la liberación. Y no nosdebe caber duda: la Resurrección llega, y trae como con-

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secuencia vivir en el Espíritu, que no es más que vivir enlibertad y que conduce necesariamente a sentirse seguro yesto trae aparejado la alegría interior (3).

Claro que esto nos lleva de la mano a una paradoja.Decimos con el mayor descaro del mundo que nuestra ale-gría proviene del patíbulo, del martirio, de la cruz. Por esola falta de alegría, la tristeza profunda, es fruto de la nega-tiva a coger la cruz, que no es más que negarse a aceptarel seguimiento de Jesús por las consecuencias que esto nospueda traer. Coger la cruz no es aceptar un mal, sino másbien asumir que ir tras el Maestro es caminar en la misma dirección provocadora que él y por eso acabar de forma parecida a la suya. Bien, las renuncias y los peligros trae-rán, curiosamente la alegría profunda. Estará ubicada en lomás interior de nosotros, justo al lado de donde surgen lasconvicciones. Esta alegría no puede confundirse con el

bullicio. El hombre que vive en la superficie se conforma con divertirse, olvidarse y salir de sí. Le asusta encontrarsey meterse dentro de sí, convertirse.

Esforzarse en vivir es aprender a morir, pero no con la resignación de lo que ocurrirá. Aprender a morir tampocoes una invitación medievalesca a hacer sufrir al cuerpo. Esobservar la vida de Jesús y hacerla tuya. En este enraizarsees donde concurren los problemas, las tensiones interioresfruto de rehacer nuestras escalas de valores. La cruz tam-poco sucede por cualquier contratiempo. Sabemos de ella cuando nos encontramos ante las grandes alternativas,cuando subvertimos seriamente los esquemas en los que elmundo aposenta sus reales. Ahí brotará la alegría espontá-

neamente. No habrá que provocarla con cosas exteriores.No quiero invitar tampoco a buscar el sufrimiento como sise tratara de una forma masoquista de disfrutar. Es vivir deacuerdo con la lógica de una dinámica fuertementeentroncada en el seguimiento, hecho para todos los hom-bres.

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Vivir en la tristeza es no haber comprendido nada, esoscurecer el Mensaje liberador con una gravedad que noes la suya. Vivir asustados es ignorar el triunfo del que fue

primero.Llevar la cruz es una provocación constante de los

hombres que han comprendido el auténtico sentido de la existencia; es una locura porque, aunque parezca que todoindica lo contrario, sabemos de cierto la grandeza delhombre. Y de aquí brota la alegría (4).

PARA CONTEMPLAR

(1) Rom 6, 6(2) Col 1, 20; 2, 14(3) Rom 8(4) 1Cor 23

PARA ORAR

Quiero velar tu cruz, Jesús de la pasión y del dolor.Estar a tu lado en la oscuridad del sepulcro, en la duda quese cernió sobre tu cabeza al contemplar el abandono detodos. Darte compañía en el miedo que supuso imaginar,

solo, el olvido de tu Padre.Quiero estar contigo, Jesús de la agonía, porque yo tam-bién la siento y a veces, sólo a veces, me ahoga y me apri-siona, me embota y me atonta haciéndome perder pie, yrazón, y esperanza, y entrega.

Me pregunto, igual que tú lo hicieras ante Pilatos o anteCaifás, poderes de este mundo, si no es posible otra forma

más sublime, o más sencilla, de resolver los conflictos queno sea muriendo primero uno, haciendo de grano de trigo,de mártir, de pionero que descubre que la humanidad nue-va debe crecer en lo más íntimo de cada uno y que esto es¡tan difícil! Y es que existen tantas tentaciones para aban-donar el “más difícil todavía” que siempre nos propones...

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Quiero, Jesús rey del trono de la cruz, llorar contigo miimpotencia y el dolor que me provocan mis traiciones: noson grandes, están constituidas por un gran rosario de

miradas a otro lado, de negaciones a tu proyecto, de esco-ger caminos fáciles; mis clavos son más bien hacer de tuproyecto una forma demasiado llevadera, una vida cómo-da, un contemporizar con el mundo. Y tengo la absoluta certeza de que ser tan distinto lleva adonde tú estás ahora.Tu distinción se basa nada más que en hacer de Dios tuSeñor, y del hombre tu constante pasión. Tu apuesta es

crear un nuevo estado de las cosas fraterno, comunitario,pobre, no violento, gratuito, servicial.

Y quiero velar contigo, Señor, Dios de mi debilidad,porque sé que eres ahora tú mi Cirineo, ¡qué gran paradoja! Tú, muerto, me ayudas a llevar mi cruz. Señalas, memiras y me amas.

Mirar a la cruz, Jesús, Señor de mi vida, es encontrar midirección y el sentido de mi vida, saber cuánto me hasamado y cuánto me queda por amar.

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1ii

L A C O N S T R U C C I Ó ND E L R E I N O

PARA REFLEXIONAR

Puede que, con demasiada frecuencia, a la hora de serplanteado el seguimiento de Jesús, se entienda la propues-ta como mandato, norma, orden, precepto, ley... y desdeesta perspectiva también el trabajo por el Reino adquiera esa dimensión de obligación. Pero esta propuesta va más

allá, de hecho lo primero que nos indica Jesús es que elReino de los Cielos está dentro de nosotros (1). Nos ense-ña que en nuestro interior, en lo más profundo, se encuen-tran cosas buenas y positivas. Dentro de todos los hom-bres se halla ese deseo de Dios. La búsqueda del Reinoempieza por intentar sacar de cada hombre lo bueno, loóptimo, lo positivo que hay depositado en él. La construc-

ción del Reino, no podemos olvidarlo, se realiza desde la persona. Es el eje vertebrador y su razón de ser. Es en cada hombre y con cada hombre donde comienza esa granandadura de felicidad común que mana de la idea de unDios preocupado por la humanidad. Por eso, cada vez quetocamos los corazones de las gentes y en ese núcleo de la vida hacemos que se sientan felices, que encuentren la paz,

que se enfrenten a sí mismos, que agranden las fronteras,que olviden el pesimismo egoísta, lícitamente podemosdecir que estamos en vías del reinado de Dios. Y es queacostumbrados más a mirar el negro que el blanco, lo feoque lo estético, lo bueno que lo malo, nos olvidamos la necesidad de positivar la realidad y hacer que los hombres

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sean capaces de asomarse a su mismidad al completo y seencuentren insatisfechos pero empezados, limitados perocon una capacidad infinita de ser que hay que ganarse a

pulso de trabajo personal. Ése es el gran milagro que rea-liza Jesús cada vez que alguien se le acerca: devolverle la mirada fresca de Dios (2). Y él lo entiende como la única posibilidad de llegar al final de su aventura y convertirse así en un ser completo.

Enfrascados en las tareas del cambio de las estructuras,en la transformación de la realidad, marco imprescindible

desde donde el hombre debe vivir con dignidad, se pasa ante la gente con indiferencia, seres ignorados que hacennúmero. Nuestras actividades pueden ser teatros que mon-tamos para que nos aplaudan o para sentirnos reconforta-dos si los hombres no tienen un rostro concreto y una his-toria que los identifica. Si son capaces de percibir, en el tra-to con nosotros, el afecto que les hace comprenderse ycaer en la cuenta del cambio que están experimentando alreconocerse en aquello de luz que encierra su persona,habremos entrado de lleno en el plano que Jesús ideó para hacer a los hombres felices. El plano de interrelacionalidada través del que nos vamos haciendo, ese nudo de afectosque vamos cosiendo a golpes de ternura, el trato cotidiano

con el que ir haciendo que los otros sean capaces de sus-tentarse porque se encuentran amados, es el primer ele-mento, la primera piedra de ese gran edificio que debeconstituir la nueva Jerusalén (3).

Claro que no termina aquí. Bien cierto es que esto se ha olvidado y que, en un mundo despersonalizado, la comuni-dad de los creyentes debería ser una isla en la que conocer-

nos, reconocernos y amarnos por quien somos. Quizás poresta falta de calor humano en la Iglesia la gente se vuelvehacia los psicoanalistas, los gurús, los grupos afectivos sec-tarios, etc. Por esto es importante recuperar aquello quehizo crecer al cristianismo en un mundo indolente como elde los primeros siglos. El afecto sincero de hermanos.

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La otra pata de esta silla es algo repetido hasta la sacie-dad. No podemos entender la construcción del Reino si nohablamos de transformación de las estructuras. Debemos

pronunciarnos y comprometernos en contra de todasaquellas cosas que oprimen al hombre. Esta realización dela utopía evangélica se hace fecunda cada vez que se toma una postura ante las cosas que esclavizan al hombre de una manera limpia, no violenta, clara y contundente, en cada ocasión que se trabaja para liberar (4). Pero el gran peligroque corremos es el de querer realizar esto desde una acti-

tud equivocada. Qué duda cabe al decir que existen nume-rosos grupos que luchan también por la dignidad humana,pero el modo que nos propone la Palabra es desde la posi-ción de pobres (5). No podemos ir a la gente desde una situación de prepotencia, desde el trono del privilegio, oincluso luchando sin creernos demasiado las solucionesque proponemos desde esa situación poco comprometida en el que el compartir, el luchar, lo entendemos siempredesde una perspectiva exterior a nosotros, sin que toquesiquiera la cáscara de nuestro estilo de vida. Construimos,entonces, un mundo de satisfechos que dan de lo que lessobra: tiempo, dinero, poder, sabiduría... pero midiendo deforma tal que no trastoque el género vital en el que nos

movemos.Por esto hay que decir que se necesita esfuerzo, trabajo, sacrificio, para hacer posible este cambio tanto de la mentalidad (6) como de las estructuras. Poner todos lostalentos al servicio de esta construcción con una generosi-dad exquisita, sin temor a los retos que sucedan, sin aco-bardarnos por la inmensidad de lo que se pone por delan-

te. Y no tenemos miedo porque nada puede separarnos delamor de Dios que se manifiesta de muy diferentes formas.

Pero hay que hacer también una advertencia y es la detener ojo avizor para que lo que realicemos sea la voluntadde Dios y no nuestras pequeñas voluntades o proyectosencaminados más bien a dar lustre y prestigio, o a conse-

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guir privilegios, que a poner en movimiento ese nuevo sis-tema de relaciones interpersonales y de contacto con Dioscomo es su reinado. Y es que si este reinado no va más allá

de mi pequeño compromiso o de aquella otra actividad, sino toca las fibras profundas de mi ser y lo transforma, si noacierta a darme un corazón de misericordia que lata conlos desheredados, si no me deja intranquilo ante el poderque tiene el mal en el mundo, si no me hace pobre y soli-dario, si me satisface cómodamente, si mi tesón me lleva a pensar que acumulo en la caja fuerte de mi haber egoísta

lo hecho como algo que se me debe reconocer, o simple-mente que se me debe, entonces puedo decir que algo está fallando.

Pero en muchas meritorias ocasiones, el Reino de Diosno es más que un esfuerzo denodado y cotidiano, titánicoen lo pequeño, de las pequeñas cosas, de la simpleza, de la insignificancia purificada por el reconocimiento humildede mi propia realidad. Sabemos que las primeras comuni-dades cristianas no se propusieron acabar con las estructu-ras del imperio romano, no fue un proyecto político con-cebido para desbancar la forma de dirigir a los ciudadanos;no hicieron manifestaciones para abolir la esclavitud, opara que los plateros ganaran menos dinero. Lo suyo era

el cotidiano, el dejarse traspasar por una nueva forma devida, por un estilo. Desde esa transparencia de vida interiorhicieron que las cosas perdieran el sentido, y se cayeranpor sí mismas. Cambió todo porque cambiaron ellos. Éstees el primer paso, aunque bien que no el último. Despuésse metieron en los intersticios del sistema para acabar contodo aquello que olía a podrido. Quizás debemos empezar

también a rescatar ese cristianismo de comunicación deboca en boca, en lugar del que se transmite en los mediosde comunicación. Pensar en contagiarte el cariño que Diossiente por ti, el deseo expreso que tiene de liberarte. O porlo menos recordar que no puede darse sin esto como pre-misa básica.

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Sea como fuere nos queda una tarea a corto, medio ylargo plazo. No podemos cerrar las puertas a la imagina-ción y a los medios para hacer posible lo que la esposa

desea de su Señor: ¡Ven! (7) y es por esta poderosa razónpor la que admitimos todos los trazos que puedan darsepara hacer que arda esta realidad, encendida en la grandeflagración de amor universal que, en el fondo de su cora-zón, todos los hombres esperan.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 17, 20-21(2) Mc 10, 46-52(3) Mc 10, 21(4) Lc 4, 14-28(5) Flp 2, 5-11(6) Rom 12, 1-21(7) Ap 22, 17-21

PARA ORAR

Si enarbolamos la bandera de la fraternidad entre losque nos llamamos cristianos, es porque nace del mismo

corazón de las bienaventuranzas la pasión por hacernoshermanos.Si se nos llena la boca con la repetición machacona de

la igualdad entre los hombres, es porque desarrollamos la idea que Jesús expresó con su acción cotidiana en las rela-ciones con todos los que llegaban a Él.

Si hablamos de amor, hasta parecer lelos, es porque

todo el evangelio está plagado de esta praxis en los que seatrevieron a ponerlo por obra siguiendo a su Maestro,maestro donde más entre los amantes incondicionales dela humanidad.

Si estamos pensando en el servicio como forma con-creta de estar entre los hombres y no buscamos los prime-

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ros puestos, sino ser útiles a los demás desde nuestrasmiserias y valías, es porque en la Cena, el rey de la Cruz,se fajó e hizo lo que ninguno se atrevería a hacer en su

tiempo, lavar los pies.Si oramos por los otros es porque los otros deberían

constituir el centro de todas nuestras preocupaciones.Si compartimos los bienes es precisamente porque,

como los primeros teólogos aseguraron, a la luz de lo ense-ñado por el Señor de la Palabra, éstos están al servicio detodos los hombres para permitirles vivir con la dignidad

suficiente.Si donde clama el hombre está presente el paño alivia-

dor de la cercanía de Dios a través de la mano de los segui-dores del Cristo, es porque aprendimos en los textos queno había otra posibilidad de entender el andar sus mismospasos.

Si nos abrimos a la inquietante Palabra pronunciada enla sencillez de una doncella, es porque creemos que pode-mos preñarnos de la eternidad en forma cercana y hacer-nos inmensamente felices, hasta parecernos a Él.

Si admitimos la posibilidad, no remota, de que com-partir es aliviar las cargas de los otros, podremos llegar a la conclusión de que la salvación es un verbo para ser pro-

nunciado siempre en primera persona del plural.Si creemos en la libertad es porque dentro late el impul-so divino que nos creó a su imagen, al gusto de un Diosque pide permiso a una mujer para poder estar acampadoentre su gente.

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1v

S O L I D A R I D A D

PARA REFLEXIONAR

¿Qué sería del mundo sin los débiles? Aquellos que compar- ten, que no fijan su objetivo en una posesión ilimitada de la riqueza; aquellos que luchan por la tierra para todos; los que quieren un lugar común donde no se atente contra las criaturas y esta gran criatura que es la madre tierra.

¿Qué sería del mundo sin la minoría homogénea de los que todo lo dan, de los que hacen que funcione el mundo sin casi nada para funcionar ellos, de los generosos, de los limpios, de los que regalan hasta la vida?

¿Qué sería si un día hicieran huelga de celo y, no estando en el poder, que no pudiera funcionar nada?

La historia, sin grandes páginas y titulares, la construcción de este andamiaje por manos sencillas sin afán de lucro, de poder, de gloria... Ellos pusieron boca abajo los valores y optaron por algo que reporta más dicha.

Constantemente salta hasta nosotros el horror. Y nopuede ser de otra forma porque la situación en el mundo

es muy triste, como la de apagafuegos sin vacaciones, la dedesesperanzados que han perdido todo, produce un llantoque hace surcos en la cara. Es el lamento vivo de la huma-nidad herida de muerte en su humanidad.

Se habla asiduamente de lo mismo cuando surge una noticia de desastre. Y muchas veces me pregunto si pode-

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mos hablar de eso sin la sensación de no ser irrespetuosos,si podemos mantener la mirada, si podemos sujetar la cara sin que esta se nos caiga de vergüenza, si podemos hablar

de tú a tú al hombre.Y es que podemos nombrar sin cansarnos. Y no acaba-

ríamos, porque la realidad es que hay muchas guerras con-sentidas, muchas injusticias toleradas, mucha miseria pro-ducida, mucho tráfico de armas, hay mucha pobreza yhambre y hay ¡tantos muertos, Dios!

Asomarse al mundo produce escalofríos. Por poner un

ejemplo, la FAO se propuso erradicar gran parte del ham-bre en el mundo antes del año 2000, pero la cruda realidades que, en los últimos años, ha aumentado la diferencia entre ricos y pobres, la proporción de la deuda de los paí-ses en vías de desarrollo ha crecido en la última década. Escierto que los bloques se acabaron, pero la realidad es quedesde España, sin ir más lejos, estamos produciendo otros“espaldas mojadas” a lo americano con nuestros vecinosdel Magreb.

¿Qué nos queda de dignidad cuando hay hombres queno se van a levantar y se arrastran incapaces e inanes,muertos en vida que nos claman desde su impotencia, des-de su dolor, desde la locura de buscarle un sentido a este

absurdo que les ha tocado en suerte?Y nosotros nos sentimos impotentes, miramos a otrolado allí donde el dolor sea menos acuciante, miramoshacia abajo donde se encuentra el ombligo en un intentocentrípeto de justificarnos, cerramos los ojos, apagamos la televisión o cambiamos de canal, decimos que otros seránlos culpables, incluso los pobres y doloridos, quién sabe...

nos negamos a mirar de frente y plantar cara.¿Qué hacer? Esta es la pregunta que nos hacemos

muchos hombres y mujeres que recordamos aquello de S. Juan de la Cruz de que “a la caída de la tarde nos exami-naran del amor”, o de aquella otra del Génesis: “¿dóndeestá tu hermano?”. Y otra vez ¿qué hacer?, sobre todo cuan-

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do parece que nos supera el problema, que no podemoshacer nada porque nada somos y todo sigue igual, dicen,desde el principio de la creación, echándole la culpa a un

Dios al que acusan como a un ausente o como a un ido, ocomo a un ser malo por naturaleza... ¿qué hacer?

Parece que no hay salida, pero sí. No creemos quedependamos del destino, o de los hados, tampoco de la magia o de la suerte, ni siquiera de los astros o de los polí-ticos. Aunque parezca una verdad de perogrullo o una redundancia, la verdad es que sólo depende del hombre a

quien fuera dada la creación para que él la transformara y,según la mirada del científico creyente T. de Chardin, devol-verla a su creador a través del acto creador de los hombres.

Cuando nos preguntamos a veces hacia dónde mirarnos podemos encontrar con la esperanza de saber que sereacciona, que se produce un movimiento generado porhombres y mujeres que no permanecen callados o impasi-bles. La realidad les impele a actuar y así lo han hecho pormiles y hoy lo siguen haciendo. Se ha respondido a travésde los años y de los siglos con la originalidad del corazónsangrante por el padecimiento de los otros, con esa gene-rosidad de los que han ido dando la vida o la están dandopor los desheredados de la tierra. Sin embargo aún queda

más. Queda un mundo entero por transformar para que seconvierta en la realidad del Reino que estamos esperandoy, a la vez, queriendo hacerlo presente en medio de loshombres. Y tú y yo nos podríamos preguntar qué hacemospara que esto sea cierto.

Necesitamos respuestas originales y evangélicas porqueeste mundo está en saldo permanente. No podemos hacer-

le el juego a los valores que opone el mundo a la solidari-dad y la fraternidad universal, ni pueden ser aquellos queprivilegien a unos pocos en detrimento de muchos (1)—cosa contraria a la misericordia evangélica— no puedehacerse a costa del hombre, ni contra la paz... Y esto nosindica que debemos dedicarle mucho tiempo a la oración

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y a la reflexión sobre estos temas para poder organizar así un nuevo orden internacional. Estudio y contemplaciónpara estar preparados y cuando surja un conflicto, el próxi-

mo, dar respuestas evangélicas. Hemos de reducir drástica-mente el consumo inútil y tender a la austeridad, compar-tiendo con los países más pobres lo que en realidad les per-tenece a ellos, porque la injusticia de la riqueza la sostene-mos en el primer mundo en el que tú y yo colaboramos.

Sin embargo falta un plus de generosidad, un más. Todoes baratija si no hay conversión del corazón. Y es que pode-

mos inventarnos órdenes nuevos, sistemas de cooperación,repartición de riquezas, ONGs... que si no hay amor, todonos sobra y terminamos convirtiéndolo todo en cifra deingresos y conveniencias (2). No se ha inventado una revo-lución más veraz, ni una forma radical de que cambie elmundo más eficaz, que aquella que parte del hecho de quecambies tú. Si esto se produce, se genera un movimiento tan

fuerte que podemos decirle a la montaña: “¡muévete!” y semoverá. Si nos convertimos, la quemazón del corazón será tan intensa que estaremos dispuestos a llegar adónde sea para que el hombre sea hijo de Dios y hacer que la gloria de Dios sea que el hombre viva. No es esto lo único, peroes imprescindible si queremos acometer con la seguridad dela ganancia la transformación del mundo. Es curioso que la solidaridad comience en uno mismo.

PARA CONTEMPLAR

(1) 1Jn 3(2) 1Cor 13

PARA ORAR

¿A dónde vas, hombre? ¿Hacia qué lugar se dirigen tuspasos? ¿Qué horizontes alimentan tu ilusión, tus deseos, tusplegarias? Tus suspiros, ¿Qué espera tienen? Tus sueños¿despiertan en mañanas de gloria, o en tardes vacías?

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Dime, hombre: ¿Es verdad que se acaba, por fin, la uto-pía? Me han dicho, ¿es cierto? que enterraron al pie de unarroyo seco al último poeta, soñador de realidades.

Hombre, dime: ¿Por qué nacemos erguidos? ¿Por quénuestros ojos no están en los pies, sino allí en el promon-torio de nuestro cuerpo? ¿Sabes, acaso, por qué podemossentir en el corazón deseos de infinito, como si fuéramosun vacío siempre por llenar?

Escucha hombre, dime, ¿La historia es una peonza quegira loca, ausente de sí? ¿O tal vez una sucesión ininte-

rrumpida de acontecimientos donde el hombre se sientesuficiente? Tu historia ¿la creas sólo tú?

Oye, hombre, esta respuesta: esperar va más allá de undeseo que concluye en nada, en viento y vacío. El vaso está creado para albergar en su interior, es un hueco para ser lle-nado. Fuera de esto no es más. En tu caso, hombre, eresvaso. Tu continente es la vida. Y la utopía es una esperan-za puesta en marcha con los hechos machacones que cam-bian la historia a fuerza de cotidianidad. No queremos pro-fetas de desgracias disfrazados con el traje del realismo, esoya lo vivimos. Necesitamos hombres erguidos que mirenhorizontes, marineros subidos en el palo mayor del futuro.El sentido de la vida nos hace poner al hombre sobre el ras-

tro de su identidad: la mayoría de edad de quien sabe de suindependencia para crear mañanas, de su ser sostenido enuna realidad que no abarcamos por Alguien que muestra suamor creando constelaciones de energía constructora defelicidad.

Escucha, hombre, la vida. Será suficiente para acercar-te a la Vida.

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v

A N D A R I E G O S

PARA REFLEXIONAR

“Éste es aquel que el profeta Isaías había anunciadocuando dijo: Voz que grita en el desierto: Preparad el cami-no al Señor, allanad sus senderos”. (Mt 3, 3)

La vida no es más que eso: andar, con pasos inciertos,

inseguros; andar con pequeñas seguridades que nos ayu-den a entender el final del destino al que debemos llegar.Apenas divisamos un resquicio de verdad, un alto que

nos indique el norte, suspiramos porque se hace más lle-vadero el sendero. Pero las distancias son tan largas comonuestra propia existencia de forma que, cuando creemoshaber llegado, nos damos cuenta del resorte que nos ha

impulsado: el afán de dotar de sentido nuestro propio pro-ceso de búsqueda.

Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo prefierenel campo traviesa, como si eso no constituyera en sí uncamino. Bien que hay que hacerlo, impulsar nuestrospasos desde una perspectiva propia. Sin atavismos, dicen.

Los caminos trillados les parecen inservibles, o bien no lesllenan de la felicidad del caminante. Es un reto que tene-mos que entender desde la perspectiva de la rebeldía conla que nacemos todos. Los signos que decían cómo ir,adónde ir, cuándo llegamos están colgados de lugares pocotransitados.

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Mientras tanto nos preguntamos adónde conduciránlos resortes que impulsan a este mundo a ir hacia delante.¿Hacia delante? Hay como un poder oculto, una zanaho-

ria, un paraíso de felicidad prometido en medio de ningu-na parte, que sonsaca todas las voluntades para hacer quenos sentemos a esperar que la meta se aproxime. Un espejismo, en definitiva.

¿Qué ofrecemos nosotros en este mercado internacio-nal de chucherías en donde, dicen, no hace falta el esfuer-zo para llegar a la meta?

Hay un hombre, una mujer, en medio de la nada queestá hambriento de sentido. Hay un rescoldo detrás decada desconcierto que pide ayuda para poder ser. Haytodo un universo de sentido por conquistar que está espe-rando respuestas.

Ya sé, ya sé. Parece que andamos como padrinos en una boda a la que no hemos sido invitados. Pero es hora deenterarse que estamos todos cortados por la misma carne,que todos nos preguntamos, que luchamos denodadamen-te por salir de este agujero limitado de nuestra visión. Hayque armarse de valentía para ofrecerse de compañero,“anejarse”. (1)

El hombre-Dios no pidió permiso a la humanidad ente-

ra, si acaso lo hizo a una compañera de camino y, con sóloeso, cambió el rumbo de la historia. (2)Retos no faltan, respuestas sí. Están como ausentes.

Vivimos confiados en la percepción que tenemos de lasrespuestas que hemos dado, y pensamos que los otrosestán obligados a reconocerlas sólo por que las vemos.

No hemos sido hechos sino para llenarnos de pregun-

tas en el camino y responderlas en conversación con losotros. Quienes niegan la pregunta del sentido andannadando en la nada. Y conocemos paisajes, figuras que sepresentan ante nosotros en un universo que nosotroshemos aprendido a conocer. Sabemos de los otros no por-que molesten con su sombra, sino porque aciertan en sus

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pasos y nos hacen más certera la llegada. O al menos com-parten la búsqueda.

Hay que adelantarse al rumbo del mundo para poder

torcer la voluntad férrea que tiene de pararse. Y pararse esmorir, es enfriar en nosotros la llamada a llegar a ser noso-tros de una forma total. Por eso hay que andar todos lospasos, estar en todos los cruces, recorrer todos los campos.Y no tener miedo de extraviarse. (3)

Hay que dar calor a los que mueren en las veras. Este

mundo produce excesos que los pagan los que entende-mos como sobrantes. La libertad conquistada para andarla hemos hecho sobre campos de muertos, y eso no eslibertad, es carroñería. Cada uno de nosotros debe ser una sombra, una señal. Porque estamos cumpliendo la misiónde adelantados. Nuestra tarea no es fácil, es arriesgada.Sólo porque nos ponemos del lado de los que buscan pue-den llamarnos ingenuos, creadores de fantasmas, pero esono hace más que alimentar en nosotros la seguridad dehaber encontrado preguntas que hacernos y amigos conlos que conversar. Ponernos del lado de los hombres y delas mujeres exige una gran dosis de utopía: caminar para encontrar. Allanar los senderos es atisbar horizontes de

esperanza, construidos sobre originales propuestas quedesemboquen a la vida.

La vida es lo que nos mueve, la que nos lleva. Pero ella está falta de resortes si no se llenan del aliento vital de losque se impulsan.

PARA CONTEMPLAR

(1) Mt 7, 13(2) Lc 1, 38(3) Rom 3(4) Apoc 22, 17

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PARA ORAR

Recopilar la vida y hacerla luz,

parteros del futuro esperado,sazón en universos desvestidos,llanos de paz, lugares de justicia.

Hombres y mujeres que buscanallanar la risa, que llegue a todos;vestir los cuerpos desnudos;

hacer el plato cotidiano,plantar pan en medio del hambre;estar en medio de las soledades,compañías y brazos y rostrosprestados para las lágrimas.Hombres y mujeres que decidenhacer de su vida hostia viva,

oblación, donación, tendida mano.Entender que ser migajassignifica deshacerse y estar,remangarse el corazóny hacer familia.

Recopilar la vida y hacerla luz,

parteros del futuro esperado,sazón en universos desvestidos,llanos de paz, lugares de justicia.

Pintar felicidad en tantos rostrosdemacrados por la historia de los hombres,que han hecho un infierno sin medida

de este hoy, necesitado de ser paraíso.Hombres y mujeres incompletos,Adanes, gracia primera,urgidos por la prisa,mineros, donde no ser felizes traición al universo primero,

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y plantar y poner nombresno es más que recrear lo ya querido,por un Dios que mana bondades

y sueña su creación florecida.Recopilar la vida y hacerla luz,parteros del futuro esperado,sazón en universos desvestidos,llanos de paz, lugares de justicia.

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Cuarta Pista

L A B R Ú J U L A



1

L A E S P E R A N Z A

PARA REFLEXIONAR

Quiero escribir, también, un canto a la esperanza, la gran olvidada de este circo mundo y a la que no dejan aso-marse ni siquiera entre bambalinas. Y hacerlo hoy, queasistimos a la siempre triste y presente guerra. La de hoytiene un apellido; ayer fueron otras muchas. Podemosponerle tantos nombres como países, tantos como cultu-ras, ideas, razas o fronteras. ¿Por qué siempre tiene nombrede países olvidados o, las más de las veces, del tercer mun-do? Quiero hacerlo hoy, cuando todos lo lamentan, jaleana los guerreros, miran pasmados, comentan en las noticiasy se desesperanzan. Nuestro entorno más inmediato, y el

más lejano, no nos permite divisar un horizonte suficientepara saber si, efectivamente, la historia avanza, retrocede ose mantiene en una pertinaz constancia donde lo malo y lobueno hacen agostos alternativos dependiendo de los mo-mentos.

Pero “ascendiendo, convergemos”, como dijo aquelfilósofo. Hay que aprender a distanciarse, como en esas

fotografías de foco infinito donde aparece con nitidez nosólo el protagonista, sino también el paisaje en el que se leha enmarcado y todo lo que está más allá.

La esperanza va más allá que el mero aguardar. Espe-ranza y confianza son sinónimos (1). A veces nos plantea-mos la realidad humana de dos formas bien distintas:

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• es el lamento del pasado: arrastramos todo lo quenos pasó, lo que hemos sido, nuestras decisiones olas que tomaron otros y que influyeron, es un pesa-

do equipaje, molesto y una ropa que vivimos incó-modos.

• la constante huida al futuro: creemos que allí seencuentra la solución a todos los problemas. No escaminar al futuro, es huir hacia adelante para, en una carrera loca, olvidar lo que esta sucediendo.

Creo que el equilibrio humano se encuentra cuandoentendemos al hombre como una proyección, como unproyecto. Construido sobre las bases de su pasado seorienta hacia el futuro donde dará la totalidad de sí, lugarque nunca existe donde se encontrará en plenitud. La esperanza es una virtud humana que no encierra al hom-bre en la cárcel del presente ni lo asusta con los monstruos

de su pasado. Invita a aguardar en actitud activa el desa-rrollo subjetivo e íntimo de cada uno. Triste es aquel a quien se le desdibuja el horizonte, no sabe adónde va y sudesconcierto lo lleva a la desesperación, al desasosiego. Elhombre es un ser en camino. Y la naturaleza, como siem-pre, nos lo enseña sabiamente. No permanecemos, no

somos estanques: el agua que no fluye, se pudre. Y el ejem-plo máximo de la esperanza es la gestante: sabe que va a venir aquel ser que se espera, pero hay que colaborar enesta espera, en este crecimiento. Es un trabajo con doscomponentes: la tensión de futuro y la co-laboración (tra-bajo juntos) para hacer realidad lo que se espera.

Hay quien se lamenta diciendo que la sociedad no

avanza, que los errores son los mismos o mayúsculos, quelos pecados se repiten. Hay quien da discursos y escribediciendo que las utopías ya no existen. Ignoran que elavance de las sociedades se produce porque hay una suer-te de deseo de transformación en toda sociedad que no la deja conforme, estanca, en la misma forma que estaba. Y

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esta tensión de futuro es la Utopía. Bien es cierto que ésta hoy parece no llevar grandes nombres y quizás por ello sepiensa que “en la mediocridad está la virtud”, pero esto es

un falso eslogan de quien teme probar otros caminos quepueden o no conducir a Roma, o a Itaca, pero seguro quele darán el sentido al viaje.

La esperanza es una apuesta de futuro: donde se ciernela oscuridad adivinamos la luz; donde hay desasosiegosabemos la certeza del descanso; cuando triunfa en una batalla el mal, sabemos que habrá otras y podremos ganarla guerra. Pero hay también una convicción en la esperan-za que se vive desde Jesús (2). Él triunfa. Ya ha vencido. Yen él toda la humanidad asciende en línea recta. Mi hijome preguntó: “¿Dios también quiere a los malos?”. Yo creoque en Dios tenemos la absoluta capacidad para cambiaresta historia porque el efecto utopía entró en la historia y

la regeneró. Por eso cada hombre es siempre una novedadque puede cambiar. La esperanza nos hace concebir la posibilidad de que detrás de ti hay un tú aún no descu-bierto que es capaz de llenar de positivo la realidad. Diosama al ser total que hay en cada hombre, no es una natu-raleza caída, sino potencialmente bueno por donacióndivina.

Hay una buena noticia que dar, no como algunos, queofrecen un pésame (3). Y necesitamos hombres transidosde esperanzas, gentes ilusionadas, y no ilusas, que ven másallá del cristal sucio de la realidad el paisaje limpio de unmañana de sol. Y la Iglesia debe empeñarse en esto, queesta es su misión.

PARA CONTEMPLAR

(1) 1 Cor 9, 10(2) Mt 12, 18-21(3) Lc 9, 1-6

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PARA ORAR

A propósito del salmo 138 (137)

Darte gracias cuando tan a menudo,Señor de mi vida y mi plegaria,otros dioses han hecho de mi un guiñapo,que no un hombre;darte gracias porque me atenazó el dios dineroo aquel tan engañoso, el prestigio;cuando quemé incienso ante el honor y la gloria y, aún así, no abandonaste a tu criatura.Abrir mis sentidos y entonarcon los pájaros de Abril y las floresque tu majestuosa sencillezmata toda hierba mala de mi infelicidad.Tú, fiel donde todo cae, se hace perecedero.

Señor, Cimiento, Roca, Sustento,Amor, Caricia, Ternura, Cercanía.Me tiendes la mano y poso mi fatiga en el seno de tu mirada de madre,extiendes la mano en el vacío de mi indiferencia y no puedo dudar de Ti, que me sostienes.Quien no te adora, Señor, es que no te necesita

pero ése no se tiene ni a sí mismo,se engaña porque ignora que tu mantienes el mundo y eres fiely con paciente espera dispones las cosaspara terminarlas en Ti.

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ii

D E L A H U M I L D A D

PARA REFLEXIONAR

A nadie se le oculta que a través de toda nuestra vida andamos peleándonos con nosotros mismos por una seriede razones que se repiten. Se me viene a la cabeza aquelepisodio del Génesis, cuando Jacob-Israel (1) lucha con elángel toda la noche y de resultas de la pelea el patriarca queda tocado en el talón para recordar perpetuamente queYavé va por delante de él. Ese punto flaco es lo que a cada uno le impide ser perfecto, por eso es el recordatorio, elaguijón que se nos clava y nos recuerda quiénes somos. Sinos sentimos incapaces de reconocer esta realidad, enton-ces podemos señalar que nos falta una actitud que, en todo

hombre que quiera seguir al Señor, es importante: la humildad.La humildad no es más que saber quiénes somos en

realidad. Por eso no debe confundirse con la humillación,que más bien es el desprecio desde el otro a nuestro serpersona. La humildad es la actitud de “quien se sabe”, para decirlo de otra forma, hallarse a sí mismo limitado. O tam-

bién la del que reconoce que la verdad está repartida enporciones y que soy partícipe de una cantidad más omenos grande, pero que en el otro también se halla. La humildad es la ciencia de la vida común: nos ayuda a acep-tar al compañero tal y como él es. Esta actitud se convier-te en muchas ocasiones en el presupuesto desde el que

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amar y el punto desde el que transformarnos los dos. Eltratar de hacer al otro a mi imagen y semejanza lo sitúa enobjeto de mis cábalas, muñeco de mis deseos y espejo de

mis frustraciones. Convertido en diosecillo de barro, quie-ro que el otro sea juguete de mis expectativas no cumpli-das y jugar con él a los destinos. Esto es empobrecedor,limitado, pusilánime.

La humildad es la virtud que sirve de base al que sirve(2). ¡Cuántas veces lo hacemos a regañadientes! Porqueservimos y nos molesta que el otro no lo haga, o creemosque los demás tienen la obligación de hacerlo, porque nose nos reconoce, porque ya con lo que hacemos es bas-tante... pero es evidente que así no llegamos más que alsitio en el que estábamos, no nos hemos movido un pelode nuestro centro. Los otros siguen siendo unos extraños.El servicio se ha devaluado con estas minucias o con pode-

rosas razones. Y es que es tremendamente goloso porquecon el se pueden servir a intereses que le son ajenos, y estosuele ocurrir cuando le falta esa característica tan peculiarque es la humildad.

Solemos olvidar con frecuencia que la humildad esnuestro origen, porque en verdad: ¡qué poca cosa somos!Pero nuestro destino es aún más alto que el de los ángeles(3). La historia coránica de la aparición de Satanás es, eneste sentido, muy aleccionadora. No quiere postrarse anteesta criatura divina, el hombre, por su orgullo. Su conde-nación será inmediata por no reconocerse creado por elmismo que hizo al hombre. Sin embargo nuestra meta lle-ga más allá de las nubes y de un sueño enorme y grande

que pudiéramos tener: ser perfectos. Pero el destino puedeempañarse si desconocemos la salida: sobrestimar las fuer-zas es el peor aliado de quien se propone una gran empre-sa. Pero tampoco debemos creer que la humildad es ver lonegativo. Subestimarse es incapacitarse para superar nues-tras limitaciones y llegar al sitio a donde hemos sido lla-

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mados. Se trata de situarse frente a uno mismo y recono-cerse, ponerse frente a Dios y reconocerlo, ponerse frentea los otros y reconocerlos. Un juego con tres bandas.

Suficiente para ocupar toda la vida en las posibles combi-naciones. Suficiente para saber que es importante conocerque un error de perspectiva puede llevarnos a un final nodeseado.

En las comunidades cristianas suele faltar este elemen-to aglutinante, es un constante débito. Tanto en el que sir-ve como en el que recibe. Claro que no podemos pensarque esta virtud, al igual que otras muchas, específica-mente cristiana, es simplemente humana (4). Pero sabe-mos, de la misma manera, que el hombre Jesús vino a redi-mensionar todas las cualidades del hombre para hacerloigual al él, esto es, llevarlo a la plenitud de su identidad yresituarlo delante de la totalidad que es Dios. Desde ese

hallarse en sintonía con Dios, todas las cosas adquieren unnuevo sonido, y éste se hace melodía orquestada en la vida común. Pero, es curioso, podemos darnos cuenta de que,en ocasiones, actuamos en contra. El criterio de actuaciónno es puro, se actúa contra algo o contra alguien, heridonuestro orgullo nos impide reconocer las partes de verdadde los otros. Otras ocasiones percibimos que los diálogosse convierten en discusiones por el simple hecho de quenos violenta que el otro nos lleve la contraria. Llevar razónes el principal argumento que se esgrime, tener la cul-pa o sentirnos culpabilizados, es la base del razonamiento.Reconocer que algo que hemos hecho o dicho no escorrecto se convierte en un mundo que queremos evitar a

toda costa, mintiendo si es preciso o valiéndonos de otrasartimañas, como si en ello estuviera nuestra felicidad, nosconvertimos en pordioseros de triunfos pasajeros queengorden nuestro yo, perdiendo la posibilidad de gustaruna verdad completa encontrada por todos. La mayoría de las veces, lo que hace imposible la convivencia es esta

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falta. La humildad se convirtió en un huésped incómodoque hay que evitar. Un truco posible es reconocer que losotros son exactamente iguales a mí. Mirándome a mí, no

hay lugar a violencias. La soberbia es la antagonista de la humildad y engendra, como hijo primero, la violencia.Con la violencia hemos roto toda convivencia, con estonos convertimos en solitarios, y terminamos muriendo deinanición de amor (5).

Uno puede, perfectamente, mantener puntos de vista

distintos, no ver lo que el otro nos sugiere, no estar deacuerdo, situarse enfrente, incluso parecerle descabellada la proposición. Pero es un tú el que me habla, alguien quees más que lo que dice. Es un corazón latiendo apasiona-damente en la vida. De lo que se trata no es de evitar la búsqueda de un camino común, siempre lleno de contras-tes y aristas, sino de integrar eso en la dinámica de creci-miento con la suficiente soltura y generosidad de criteriosy decisiones para hacer posible la realización final de la tarea. Y esta tarea no es más que una búsqueda común dela felicidad, del reino. Si hay división, también soy, en algo,culpable.

La enseñanza de Jesús es de una talla poco común,

pero no imposible. Se anonada, se hace nada. De Dios baja escalafones hasta hombre, y de ahí a siervo humillado enuna muerte ignominiosa. Sin esta actitud no hubiera habi-do redención posible. Sin esta kénosis, en lenguaje paulino,no hubieran sido liberados los hombres de todas sus ata-duras. Sin ese despojarse de su rango para tomar la condi-

ción de esclavo sometido incluso a la peor de las muertesposibles, no hubiéramos vislumbrado todo lo que el PadreDios nos tiene preparado de plenitud. Ciertamente es unreto, apasionante, para aquellos que estén dispuestos a desandar un camino enseñado justo en contra de esta pro-puesta. Pero no importa, hay quien va delante.

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PARA CONTEMPLAR

(1) Gn 32, 21-31

(2) Mt 23, 1-11(3) Gn 1, 26-31(4) 1 Pe 3, 8-9(5) Flp 2, 1-11

PARA ORAR

A propósito del salmo 50Ten compasión de mí, mi Señor,y, porque eres bueno y cariñoso,no mires ni mis errores ni mis fallos,no tengas en cuenta el horror de mis descuidos.Sé que obro mal y, a veces, consiento,

que mis hermanos no son nada porque molestany creo que Tú no sufres por ello.

Sé que, en ocasiones, tu evangelio es una burla para mí y me reprocho el seguirte.Pero, mírame ¿acaso no soy limitado?Me creaste para ser perfecto,

para llegar a ser de Ti...y sin embargo me quedo a mitadporque encuentro una silla confortable,en el camino de la verdad, y me conformo.

Sin embargo, Tú alientas siempre en mí,cada tarde, en tu evangelio espero

y tu enseñanza es de madre paciente.Lávame por dentro y por fuera de lo que no me deja ser yo y contigo.Porque quiero relucir como nieve,y ante Ti y ante los otros se lea en mí el mensaje de tu pureza.

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Crea un corazón nuevo en mí que cante tus alabanzas siemprey hazlo fuerte, de madera de roble cantor

para hacer melodía de tu bondady enseñar que no hay sendero sino Tú,y campo a través.Que sople en mí tu espíritu y haré justicia y cantaré la tuya.Y diré que la tuya es el débily tu vara un enorme abrazo de madre.

Haz que pueda hablar,porque callar es consentir,y tu justicia clama por cumplirse.

No me abandones al culto vacío,sino crea en mí la humanidad nueva,la de tu Hijo, para que mi alma sea definitivamente tuya.

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iii

S O B R E L A M U E R T E

PARA REFLEXIONAR

La muerte es siempre esta compañera. Cuando nocomo presencia real que se lleva, como constante preludiodel aniquilamiento de este cuerpo.

Afirmar este Yo, que sé que desaparecerá según mi con-

cepto corporal y que se abrirá a nuevas formas de conoci-miento aún cuando no se cómo porque no puede alcan-zárseme lo que no sé, es ciertamente asomarse a lo otro y,por tanto, sentir vértigo.

Por esto la muerte supera toda realidad. El hombre,para acosarla, imagina que es algo perteneciente al cúmu-lo de sucesos y acontecimientos de la historia. Pretende

hechizarse, ignorando su verdadera profundidad, ante elembrujo de su presencia. Sin embargo, a veces, conoce quees la aniquilación de este Yo demasiado estúpido porquequiere conocerse en el espacio y en el tiempo, ignorandotodo lo demás. Porque la ilusión del espejo prende suconocimiento e imagina que sólo es la imagen. Una ima-

gen sucesiva en momentos infinitos, como si ante el espejo no se encontrara el Yo auténtico e idéntico que susten-ta y sostiene a quien soy, aún cuando sea relativo a cada época de mí mismo. Se subsiste a sí mismo a pesar de sí mismo, esa esencialidad permanece asida a lo que le da realidad, pero quiere que el asidero sea lo único.

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Y es porque el abismo siempre asusta. Por eso piensa:mejor ignorarlo. No querer conocer que el miedo se pro-duce es hacer como que viviera constantemente en un des-

doble. Mejor lo fáctico del presente, la fábrica y no elmaterial.

Por ello la muerte se esconde, se agazapa y salta para legitimar su suprarealidad. Engaña, amaga y quiere tenerapariencia de ser lo único, lo definitivo. O toma vestido deconfusión y relativiza la vida a un corto espacio.

Sin embargo, la compañera de la esencia real es la muerte. Es el balcón necesario para asomarnos a la autén-tica realidad.

La muerte es, no el contrapunto de la vida, sino la apuesta de la vida que, o se relativiza, o se toma en serio ynos devuelve a nosotros mismos hacia la auténtica esencia de la vida. Ésta es su función. La muerte hace que la vida

tenga el sentido justo, porque abre la puerta a una existen-cia absoluta.

PARA CONTEMPLAR

Rom 6

PARA ORAR

¿Dónde está tu victoria?Siento que, definitivamente,has muerto,muerte.

Ibas minando,en soledad que corroe,mis más prístinos haberes.Pero sientoque la Vida ha entrado,con una claridad de ventana,

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casi de puntillas,inundando este ser,haciendo de las sombras

compañeras de los objetosque me pueblan,dando consistencia reala aquellos que se levantanpara sostenerme.

113



1v

L A I N T R A N S I G E N C I A

PARA REFLEXIONAR

Muchos seres nos sentimos dañados por lo que otrosnos aconsejan como cosa mejor, e incluso sabemos queestán en lo cierto. Otras veces, pegados a la costumbre, nosdesagrada que vengan y nos tuerzan los hábitos. En oca-siones, los otros se convierten en un estorbo porque su for-ma de ser no cuadra con la nuestra. Cuando esperamosrecibir del otro lo que no nos da —por las razones quesean—, cuando la respuesta no es la adecuada; o el recono-cimiento o el cariño expresado no corresponde con lorequerido... la vida comunitaria puede empezar a pesarnos.

Y es que nuestro Ego está estorbando a nuestro Yo.

Habremos de descubrir de nosotros lo prescindible, y delotro lo superficial para encontrarnos y entendernos. Esasbarreras exteriores dificultan el encuentro y la convivencia porque los roces de las cosas no fundamentales se con-vierten en montañas de razones que me impiden acercar-me. ¿No será entonces que estoy construyendo una forta-leza en la que sólo entrarán según mi antojo? ¿No será que

deseo que no me respondan porque las respuestas de losotros no me van a satisfacer nunca? (1)

Aprender a descubrir al otro y aceptarlo tal cual es,como aceptarme a mí mismo, no es tarea nada fácil.Guarda una gran relación con la templanza, con el domi-nio de sí mismo.

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Hemos de guardar para nosotros una gran comprensióny paciencia y un gran espíritu de trabajo para que no nosimpidan recoger el fruto las brozas que rodean el árbol.

Y es que mi hermano, el otro, se convierte en un delei-te, en un espejo claro donde mirarme, si sé aceptarlo enprofundidad a él, si sé reconocer sus cortezas. De la misma forma que, antes de situarme de frente, habré de encontraren mí lo que no guarda relación con lo que quisiera ser,con lo que soy yo mismo en realidad, y con aquellas cosasque me apartan del Proyecto de vida comunitario.

Porque la vida comunitaria es un arma de doble filo:podemos sentirnos felices en algunos instantes, pero pue-de suceder que, acto seguido, resulte ser un tedio impre-sionante, un choque detrás de otro, un encontronazo ouna mala contestación, un deseo no cumplido o devuelto...Por eso hay que rescatar en las relaciones humanas ese ele-

mento de paciencia y comprensión propios de quienes sehan sentido amados, y también el rostro hermoso del her-mano, o de la hermana, que son los más bellos que amar-se puedan, y que Dios se escogió con un detalle exquisitodesde toda la eternidad (2).

PARA CONTEMPLAR

(1) 1Jn 2, 3-11(2) Sal 133

PARA ORAR

A propósito del salmo 100Voy a cantar hoy,Señor,de manera que mi canto sea bandera, poste, indicación de caminode tu sendero de justicia.

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Voy a cantar hoyporque sólo cantarte callarán las armasy los altísimos tribunales

y el vuelo de las aves se detendrá en el cielo con las nubes.Voy a cantar tu bondadque luce como soly huirán las sombrasdel odio, del rencor, del egoísmo.Voy a cantar porque mi canto no me pertenece

sino a Ti y al hombre todo.Y diré: “¡Mirad! nace un nuevo día.Mirad los que son legión, los amados,los pequeñitos de la tierra,ellos brillan con luz propia,no de neón ni prestada.¡Callad aquellos que mentisteissobre el hombrelos animosos de sangre y podery escuchad el canto de liberación!”.Quiero cantar con ellos su melodía,la más dulce,la única que sale del corazón,

la que tiene voz propia.

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v

N O - V I O L E N C I A

PARA REFLEXIONAR

Es curioso que aún cuando en el evangelio se trata deuna manera muy explícita este tema, bien sea llamándoloamor a los enemigos o bien paz, la reflexión sobre él siem-pre ha resultado muy farragosa, a juzgar porque la Iglesia sigue hablando hoy de guerra justa y de pena de muerte,

incluso encontramos referencias en el Catecismo reciente-mente publicado. Es preciso coger este toro por los cuer-nos y enfrentarnos a él con toda la capacidad evangélica de la que seamos capaces. Por hablar sobre esto sabemosque se nos puede tachar de ingenuos, utópicos, idealistas,y un largo etcétera que yo estaría dispuesto a aceptar si nosupiera que todo esto está dicho en un tono absolutamen-

te peyorativo.Pero no querría yo excederme en el terreno de la teo-ría, sino más bien que nos acercáramos al de las actitudes.Tratados sobre la conveniencia de la guerra existen casidesde el mismo momento en que surge la teología; nospodemos encontrar sobre la violencia y su posible raízgenética sesudos estudios; de la legítima defensa y la nece-

sidad de preservar la vida, del magnicidio, de todo lo posi-ble y lo imaginable sobre el tema. Pero sabemos que elamor, cuando baja de la teoría a la práctica, se convierte enuna realidad chocante con un nuevo concepto de relacio-nes humanas en la que no cabe ni el odio, ni el rencor, niel daño, esto podríamos llamarlo no-violencia.

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La violencia cabría entenderla como el uso de un podermayor sobre el otro, que le roba su libertad y que, pormedio del daño, lo domina y lo aliena. Por eso hay muchos

tipos de violencia, y aún más los que el hombre podrá inventar a lo largo de toda su existencia. La no violencia va desde no usar de ninguna forma la violencia física, a tratarde construir una sociedad donde el trato con el otro sea deun respeto absoluto a su propia identidad.

Sabemos que existen muchas formas de violencia camuflada con nombres más o menos eufemísticos: odio,

antipatía, animadversión, ojeriza, ignorancia... Y todos elloslos utilizamos con una pasmosa naturalidad. Justificamosnuestra violencia cuando escupimos nuestro odio en con-testaciones llenas de ira; en aquellas ocasiones en que noaceptamos las opiniones de los otros y dejamos entrevernuestra furia, nuestro genio, nuestro despotismo; cuandono nos aceptamos tal y como realmente somos y noshacemos daño. La violencia se justifica también en lasrelaciones internacionales como forma de solución de losconflictos. Es violencia también la de los poderosos queexplican el hambre en el mundo como resultado de la economía de mercado y, conscientes de ella, no quierendesbaratar esta forma de relaciones económicas basada en

las premisas capitalistas. Violencia, por supuesto es la gue-rra, pero también la xenofobia, el miedo al extranjero, que“amenaza” desde las costas de Marruecos, o desde cual-quier frontera. Violencia es la justificación que dan losEstados para mantener estructuras militares como la mejor forma de sustentar la identidad de un pueblo y la seguridad de sus fronteras sin interés en educar realmen-

te en la paz.Ante todo esto, sería conveniente que apostáramos por

otra forma novedosa: no inhibirse, no quedarse quieto, noestar pasivo, pero inventar nuevos modos. Tendríamos quetener el ánimo de transformarnos a nosotros mismos, alotro y a la realidad desde el cariño y el respeto mutuos.

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Sería bueno que utilizáramos aquella figura de la empatía:la capacidad de asumir la realidad que viene del otro,situarnos desde su perspectiva, valorarlo, aceptarlo. Porque

lo cierto es que usamos la violencia de muchas manerasencubiertas y caes en la cuenta de que ese gesto no era elcorrecto, como cuando no pretendías corregir, sino quedarpor encima; o no era el diálogo lo que te movía, sino resar-cir tu orgullo dañado; no buscabas enseñar, sino imponer;no buscabas sumar tu verdad y la del otro, sino hacerle verque estaba equivocado.

Pero podemos decir que la forma evangélica de la noviolencia se llama amor a los enemigos.

El amor a los enemigos es una constante, machacona eimportante realidad que hace, entre otras cosas, del segui-miento de Jesús algo original y distinto. Y podemos decirmás: es algo sustancial en su mensaje (1).

En nuestra vida nos encontramos con la realidad denuestra naturaleza humana que, camino de los ideales porrealizar, cae en la profunda contradicción de no respondercomo quisiera. Es el eterno enfrentamiento entre el princi-pio realidad (lo que somos, cómo actuamos, etc.) y el prin-cipio ideal (cómo querríamos ser, nuestras metas). Pero nopodemos sustituir uno por otro, cambiar las tornas y poner

el principio realidad como si fuera nuestra meta, justificardónde estamos para no emprender el trabajo del cambio yla transformación que sólo a nosotros corresponde. Y en eltema de la no violencia usamos distintas varas de medir ymúltiples justificaciones: cómo quedarse quieto ante una agresión, cómo dejar que nos pisoteen, hay que defenderla soberanía, y las libertades...

Pues si queremos beber de las fuentes mismas de dóndemana el principio ideal en el cristianismo, debemos decirque la respuesta insoslayable es el amor a los enemigos (2).Podemos echar un vistazo a muchos textos evangélicos quete propongo más abajo. Y sin embargo hay muchas perso-nas que piensan que el cumplir estas propuestas sólo pudo

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hacerlo Jesús, que para eso era Dios y podía (3). Hay querecordar el hecho de que el que los cristianos opten por elseguimiento de Jesús significa asumir como propios los

esquemas según los cuales se mueve él (4).Y además Jesús resalta la violencia como proveniente

del maligno. Nos anima a vivir según un esquema de amory nos advierte que nos ronda el mal cuando se respondecon violencia. Vincula la construcción de Reinado de Dioscon el amor, y destrucción con violencia. La forma supre-ma de no violencia es amar a los enemigos: es suprimir esa

barrera que pone al otro enfrentado a mí y lo coloca comodigno de ser amado. Mi enemigo no debe serlo por causa mía sino por un deseo suyo al cual yo no respondo de la misma forma, sino que trato de superar esa situación ven-ciendo el mal a fuerza de bien.

Sabemos que estamos en una época que nada tiene quever con esto (¿hubo alguna?). El amor a los enemigos sedesprecia como un signo de cobardía, pero eso sucedía también en los primeros momentos de la Iglesia. Sinembargo, muchos pronuncian la palabra paz, tambiénmuchos mienten. A veces se utiliza partidariamente para ocultar sentimientos de venganza o el sometimiento a la fuerza. En este momento en que la potencialidad utópica

va mermando, vemos que las palabras se vacían de conte-nido y se llenan de significados equívocos. El amor a losenemigos no tiene posibilidad de ser cambiado, su enun-ciado es claro como el día.

El amor a los enemigos no es una forma de piedad per-sonal, también implica el cambio radical de las estructurasde violencia. Este amor es transformante y me lleva a

luchar por suprimir aquello que en la sociedad ayuda a quecrezca ese clima de agresividad, a perpetuar el ojo por ojode las sociedades, la prepotencia de unos estados sobreotros basada en la supremacía de la fuerza y el poder. Hayque realizar ya esa utopía y hacerla topía , hay que traer elReinado.

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PARA CONTEMPLAR

(1) Mt 5, 21-26

(2) Lc 23, 34(3) Rom 12, 14-21; Flp 2, 5ss(4) Lc 12, 49-53

PARA ORAR

Apotegmas

Ante el tránsito de la ira,vete al silencio y ora;en el fragor de tus luchas internas,vete a la soledad y contempla;cuando tiemblen de infidelidad tus seguridades,vete a tu corazón y mira;

si te sorprende la violencia en tus palabras,vete al silencio y ora;perdido en el laberinto, confundido en tus pasiones,vete a la soledad y contempla;si no encuentras el aliento divino en tus hermanos,vete a tu corazón y mira;cuando venza por fuerza la costumbre

y desistas del trabajo en construirte,vete al silencio y ora;no huyas de ti mismo, no te asustes,vete a la soledad y contempla;siente a Dios en tus entrañas, medita en su grandeza,entra en tu corazón y sueña.

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vi

D E L R U I D O Y D E LS I L E N C I O

PARA REFLEXIONAR

En lingüística se dice que lo que se interpone entre elemisor y el receptor, o viceversa, es el ruido. Por lo tantoel ruido sería aquello que impide que el receptor se enterey comprenda lo que dice el emisor; en música el silenciotambién se escribe, lo mismo que se escriben los ritmos, se

escriben las notas... El silencio tiene carácter propio y loque hace es reforzar lo que va a venir después, darle inten-sidad a lo posterior, prepararlo, le da entrada a lo que ven-drá. Estos dos ejemplos nos pueden valer a nosotros para pensar en el significado del ruido y en el del silencio.

Y es que el ruido es tan grande dentro de nosotros quenos impide estar serenos, estar en paz, que nos impide

“con-centrarnos”, que nos impide centrarnos, situarnosenfrente de nosotros, que nos impide estar a solas connosotros mismos. Pero el ruido no necesariamente está producido por alguien, o por algo exterior a nosotros, sinoque, justamente está en el interior. Porque es más sencilloestar dis-traído, —traído y separado—, disperso, que estarconcentrados. Pero ¿y esto, por qué? Pues simplemente

porque el ponernos dentro de nosotros mismos, o enfren-te, siempre nos resulta duro, eso significa reconocerse, vol-ver a saberse, es decir “aquí estoy yo y ése soy yo”; es reco-nocernos realmente, esto es, que al desnudarnos se nos cai-ga al suelo todo lo que yo sé que es una construcción para no llegar al fondo de mí mismo.

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Podríamos decir que hay tres grados de ruido:

a) ruido exterior, que nos acompaña siempre y lo pro-ducimos nosotros, una especie de fondo constante.

b) ruido exterior que aturde, que nos impide en princi-pio concentrarnos, que es agresivo y corrosivo. Conel que no nos enfrentamos porque forma parte denuestro estilo de vida.

c) ruido interior que nosotros producimos y que noson más que las distracciones y la imaginación, a la

que Sta. Teresa llamaba la “loca de la casa”. El másdifícil de los ruidos es el que tiene nuestro yo.

Pues bueno, en frente de estos ruidos está el silencio. Y,claro, en frente de estos tres grados de ruido están los tresgrados de silencio:

a) silencio exterior, que me permite concentrarme.

b) silencio que yo produzco, aprender a callar las pre-ocupaciones, los trabajos, las acciones, aprender a callar las cosas en las que pienso.

c) silencio dentro de mí mismo, en este silencio hayque aprender a disfrutar de la paz, hay que aprendera disfrutar del sosiego. Aprender a disfrutarlo.

Cuando uno se sitúa frente a un paisaje, podemos cap-tar que puede ser a la vez silencioso y ruidoso. Fijémonos,el hombre está hecho a pares, tenemos dos ojos, dos ore- jas, dos manos, dos pies... ¿por qué? Esto nos da la medida de nosotros mismos, nosotros somos como los dos opues-tos, como el yin y el yang en el pensamiento confucianista,como el bien y el mal en una batalla perenne según San

Ignacio, como los demonios y los ángeles en nosotros mis-mos. No es que sea algo distinto de lo que constituye nues-tro ser, sino que eso es ser nosotros. Estamos compuestospor tantas cosas positivas como cosas negativas; pues esta pelea infernal a muerte puede producirnos tanto ruido quenos confunda la batalla y no sepamos por qué estamos

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peleando. El ruido —el de nuestra batalla— nos impide saberpor qué peleamos. Hay que ser como el buen general (1)que se sitúa en lo alto de la colina y sabe quién es el ene-

migo, quién es el aliado y dónde hay que atacar. Y unopuede sufrir por el dolor de los soldados muertos pero nohasta tal punto que pueda perder la visión de la batalla.

Bueno, pues en este estar compuesto de lo bueno y delo malo, tenemos que saber reconocer sin miedo, sin aspa-vientos, sin depresiones, lo malo; y con gozo y con alegría lo bueno, ambas cosas coexisten en nosotros, y ahí están.

Vamos a ver cuáles son nuestros grados de silencio,nuestros grados de ruido, lo positivo y lo negativo que tie-ne lugar en nosotros a partes iguales. Vamos tratar de hacersilencio en estos tres grados. Y si hacemos silencio duranteun minuto no importa, por lo menos hemos sido capacesde pararnos en silencio frente a nosotros mismos, y si ese

silencio que hacemos no es más que el silencio exterior,habremos de decirle a Dios: “hasta aquí llego”. Y si el silen-cio va siendo cada vez más profundo, entonces habrá quedarle gracias por habernos permitido llegar hasta ahí.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 14, 28-32(2) Lc 4, 1-2; 6, 12. Mc 9, 2

PARA ORAR

Han pasado casi dos mil años desde aquella mañana enque unos pastores descubrieron a un niño que habría de

cambiar el rumbo de la historia. Algo menos desde que esemismo niño muriera de forma ignominiosa, en una cruzcomo patíbulo, por la única razón de querer poner patasarriba los esquemas de aquel mundo, que se parece enor-memente a todos los modos humanos de hacer el mundoa través del tiempo.

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¿Qué ha pasado desde entonces? Aquella forma deentender la vida tomó cuerpo en unos cuantos seguidores,que empezaron a crear un nuevo estilo de comprender las

relaciones humanas y las relaciones con Dios. Al tiempo seconstituyó en Religión de Estado, hemos pasado siglos tra-tando de desembarazarnos de aquella trampa mortal queun hombre ideó para unificar un imperio que amenazaba descomponerse y al que le apetecía el poder. Siglos para entender a aquel Maestro que clamaba contra la Ley, con-tra las servidumbres que esclavizaban a hombres y muje-res, contra las discriminaciones amparadas por la ley reli-giosa, contra una imagen de Dios que hacía siempre cul-pable al hombre.

Y lo que nos queda. Nos queda porque el soporte reli-gioso en el que vivimos se ha convertido en la mejor excu-sa para no seguir al Mensajero que anunció la liberación

de la forma más clara y explícita que se pueda. Decimosque no podemos enfrentarnos al “sistema” nosotros solos,como si ese sistema no estuviera sustentado por miles dehombres y mujeres anónimos, como nosotros, que ledamos vida con la negligencia de nuestras acciones, con la dejadez de nuestras responsabilidades, con mirar para otrolado, con echarle la culpa al que esté más lejos... Decimosque es demasiado fuerte y poderoso para encubrir la secre-ta desconfianza en la Utopía traída por Jesús. “Hizo lo quehizo porque era Dios, pero yo no lo soy y por eso no pue-do”. ¡Qué sarcasmo! Hizo lo que hizo porque era hombre,profundamente hombre, si no se habría quedado tranqui-lo en su cielo. O intranquilo, pero alejado. Y al volverse

carne nos planteó el reto de nuestras capacidades, nos laspuso delante para que no pusiéramos excusas, inventó alhombre total, reorganizó dentro de sí a la Nueva Huma-nidad para ofrecérnosla como el mejor invento divino.Nosotros despachamos todo esto con un: “a nadie se lepide que sea héroe”.

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Pero las cartas están boca arriba. Dios no engaña a nadie. Jesús se convirtió en signo inequívoco de la convocatoria a todos los hombres al Nuevo Mundo. De la convocatoria

que te hace a ti y a mí. Nos llama a reinventarlo todo, a cambiarlo todo, a hacerlo todo de nuevo. Y no es un men-saje para locos, como algunos intentan creer, o para inge-nuos. Lo que hemos de hacer es reorganizar nuestro esque-ma de valores para que se haga igual al modelo. Debe seralgo profundamente real y que tome carne en el hoy denuestra realidad. No es quedarse por las ramas, no es decircosas bellas, ni flotar. Ser signos como fue signo en su tiem-po él. Tan inequívoco que lo mataron. No lo hicieron por-que fuera un soñador, un ingenuo o un santurrón. Lo mata-ron porque decía las verdades a quemarropa y ponía a loshombres delante de sí mismos para enfrentarlos a su hipo-cresía, porque descubrió una manera original de hacernos

hermanos e hijos, porque no admitía el odio sino el amor,porque hizo de la ternura la esencia misma de Dios...

Me pregunto dónde estas tú y dónde estoy yo que elmundo no cambia, que no surgen Cielos Nuevos y TierrasNuevas, que no se oye crecer el murmullo del Reino.Dónde, que siguen existiendo tantos pobres, que justifica-mos en este cristianismo adormecido la posesión de losbienes cuando muchos carecen de lo necesario; dónde,cuando nuestra vida no se hace signo explícito de nuestra opción por los desheredados, cuando acumulamos bienes-tar sin pensar en el ser de los que no pueden por falta demedios, de medicinas, de alimentos, de cariño. Dónde quenuestro valor no es vivir sin nada de valor, que aseguramos

la vejez, la jubilación, el piso, el coche, las joyas, la seguri-dad, sin admitir que lo único seguro es vivir en el amor deDios que inflama la realidad, creer que la única seguridadestá realmente en Él. Ser signos: pobres, no violentos, soli-darios, hermanos, afables, orantes, radicales, cercanos, aus-teros. Pon tú lo que falte. Pero no se nos pide pasar desa-

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percibidos, lo que se nos pide es que remanguemos nues-tra alma y nos pongamos manos a la obra, a su obra. Senos pide, al menos, la misma inquietud que el Maestro:

“He venido a prender fuego a esta tierra y ¡cuánto desea-ría que estuviera ardiendo ya!”.

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vii

N O C O L A B O R A R

PARA REFLEXIONAR

La experiencia del Resucitado debe llenar totalmente la vivencia profunda de los cristianos. Jesús atravesó de una vez para siempre las puertas del sin sentido, de la muerte.Con ese paso se establece para siempre el triunfo de la

vida. La gran pregunta que se hicieron después de la muer-te de Jesús los primeros discípulos quedaba, de alguna for-ma, respondida.

Sin embargo faltaba algo más. En el transcurso de suvida histórica, la figura fascinante y atractiva del Rabí Jesúshabía llevado a los discípulos a seguir a aquel maestro tanespecial. El fracaso de la Cruz, que era maldición explícita

en el Antiguo Testamento, acabó con unas esperanzasterrenales muy pobres de los primeros seguidores (1).

Pero el marchamo de Dios es la Resurrección. Tras ella los discípulos entienden que el modo de vida de Jesús es elque quiere para todos los hombres. La propuesta de felici-dad ha sido hecha. Esta se convierte por obra y gracia de

la generosidad en la mejor forma de alcanzar la plenitudhumana, de ser feliz.Pero hay más. Esta felicidad clavada en la cruz señala

más allá. El triunfo está asegurado, la Vida vence. El hom-bre puede elevarse sobre sí mismo a través de un proyec-to, porque en él mismo está la realidad de Dios. Sin embar-

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go esto no bastó. Con todo esto claro, parece evidente quelos seguidores del Maestro no debían de tener miedo. Sinembargo lo tenían. Su experiencia personal no tenía la

categoría definitiva. Faltaba la valentía, eso que en los es-critos del Nuevo Testamento se llama parresía (2).

Aun cuando en lo más profundo de nuestro corazón,aun cuando en la inteligencia aparezca clara esa realidad,parece que el miedo, la inseguridad o la prudencia atena-zan la voluntad y tiran por tierra la esperanza.

La tercera gran experiencia era la de Pentecostés. El

envío de esa fuerza arrolladora, de ese aliento, es el quehace salir a los hombres de su casa, de sus seguridades. Enaquel momento tenían las puertas cerradas y atrancadas.Pero, no obstante, son empujados a salir, a anunciar, a decir a los hombres (3). El envío de este Espíritu se hacenecesario para que no queden ensimismados. Con esta inmersión de Dios en la gran Historia de la humanidad,en la pequeña historia de éstos, los discípulos aprenden a no con-formarse. Ya no quieren permanecer donde esta-ban. La revolución de Jesús los terminó enamorando,pero fue la del Espíritu la que los desinstaló del todo.Fueron, a partir de entonces, personas des-centradas.Habían dejado de girar sobre sí para poner el centro en

otro, en el Otro. Por eso estaban fuera de sí. Por esto seconvierten en unos inconformistas con los valores que lespresenta el mundo; para ellos todo empieza a girar desdeotro ángulo tan distinto, que les sabe a poco lo ya cono-cido. Ya no existe más que un ideal: vivir el Reinado deDios, y lo demás... ya vendrá.

Por eso nos puede surgir a nosotros la gran pregunta de

hasta qué punto hemos percibido la experiencia del Resu-citado o la gran irrupción de la Fuerza de Dios si seguimosamoldándonos al mundo presente. Habrá que saber sicerramos habitaciones, si construimos seguridades, si esta-mos centrados, si tenemos miedo a enfrentarnos con losvalores imperantes y no ofrecer los nuestros.

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Hoy, como ayer, se nos puede pedir no colaborar conaquellas formas que hacen que no se dé la realidad nue-va. Hoy, como ayer, se nos invita a que la fe sea un testi-

monio vivo y eficaz, no algo que deje indiferente al mun-do. Ante este reto muchos se preguntan qué hacer.Piensan que es imposible cambiar esta estructura opresi-va y de muerte. Es como el Dragón apocalíptico. Y sinembargo, se puede. Igual que lo pudieron los primeros.Basta con no colaborar. Negarse. Decir no a la moda, alconsumo superficial e innecesario. Decir no al derroche.Vivir con lo absolutamente imprescindible. Alguien pue-de pensar que esto es un retraso, ir contra corriente inú-tilmente. Pues muy bien, pero le invitamos a que pruebe.Creo que puede ser ésta una forma de redistribución delas riquezas, de no esquilmar el planeta, de impedir lossueldos de miseria de las grandes marcas, de no dejarse la

vida en el trabajo para disfrutar sólo de las deudas, etc.No es ser tacaño ahorrando para otras cosas, es no gas-tar para repartir con los que no tienen. Tampoco es ves-tir una contra-moda cara o antiestética por un nuevoescaparate, sino pasar de modas. Es también decir no a la violencia para poder buscar unas nuevas formas de rela-ciones humanas basadas en el diálogo y el entendimien-to mutuos. Es decir no a sentarse ante el televisor comola única gran religión que tiene asegurada la alabanza dia-ria en el altar de la casa, en la habitación central, miran-do todos los sillones hacia ella y pidiendo silencio mien-tras se oficia. Es decir no a gastar dinero en adornos deimágenes cuando los hombres no tienen para vestirse y

por ello mueren de frío y nosotros no de vergüenza, nomirar sino pasar de largo.Estas son algunas ideas, pero hay que inventar muchas

más actitudes valientes y dinámicas que ayuden a cambiarlas estructuras de pecado, en estructuras de felicidad para todos. Inventa tú las que quedan, a esto te invito.

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PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 24, 13-21

(2) Hch 2, 29; 2 Tim 4, 2(3) Hch 2, 1-4

PARA ORAR

Donde no llegue yoque llegue, al menos, mi palabra,

aire que golpea los silencios,línea que divide injusticias,sonido que diluye los miedos,garabato que rompe soledades.Donde no llegue yoque llegues tú o el otro,extensión de mi humanidad herida,cuerpo contigo, que me siento uno,dolor de tus dolores,labios que me ríen prestados.Donde no llegue yo¿quién va a ir si no te tengo?¿cómo hacer llegar mi desespero?

¿qué risa será el eco de tu alegría?Donde no llegue yoque lleguemos, al menos, todos.

134



viii

H Á G A S E

PARA REFLEXIONAR

Me contaba Juani que cuando estaba su hija en el hospi-tal, postrada en cama por una grave enfermedad, solía rezar,en las noches interminables, el padrenuestro. Le relajaba.Pero cuando llegaba a la frase: “hágase tu voluntad en la tie-rra como en el cielo” sentía un estremecimiento de temor yla frase, o se quedaba en suspenso, o la decía rápidamente.En el fondo de su alma estaba dispuesta a que se hiciera esa voluntad sólo a costa de que coincidiera con la suya.

No quería ni imaginar que esa voluntad torciera sudeseo de tener cerca al ser querido.

(1) Una niña, apenas descubierta su posibilidad de

maternidad, a las puertas de un matrimonio aún no con-sumado, porque no la habían acompañado sus familiares a las puertas de la casa de su marido como era preceptivo enla ley judaica, se encuentra ante un reto que la sobrepasa.Todas las judías esperaban ser madres del mesías. Por esola esterilidad era doble castigo: por el hecho de no poderrealizarse como madre y también porque quedaba cegada

la posibilidad de acunar a un mesías tan esperado. Pero noera precisamente “esa” la forma cómo podía imaginar una chiquilla que “eso” sucedería.

Independientemente de cómo sucedió o no todo elproceso del anuncio del ángel, nos encontramos con un“ fíat ” que ocupa toda una vida.

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María no es quien se fía sólo en el momento del naci-miento (2). Toda su trayectoria será la afirmación primera que hizo al ángel: la ida de su hijo a anunciar el reino, sus

duras palabras con respecto a la familia, la contestación deCaná, la cruz... María se pone en manos de un Dios a quienno tiene necesidad de comprender, o a quien sabe de ante-mano que le será difícil pedir explicaciones. Sabe que elcamino es la aceptación de una voluntad de un Padre Diosque para nada quiere el mal de nadie. Aún menos de sushijos. Y sabe que ese plan esperado es el de un nuevo ama-necer, de una salvación y liberación sin precedentes, aún a costa de un pequeño sacrificio...

Pero ¿cómo entender la voluntad divina? ¿a qué nospodemos referir cuando decimos: “hágase en mí tu pro-yecto”?

No deberíamos pensar en un Dios que hiciera de noso-

tros títeres, muñecos de un destino escrito en algún libroque nos indica cada uno de nuestros pasos. Más bienpodemos pensar que el hombre tiene la posibilidad desituarse en una perspectiva en la que se sobrepasa una visión unívoca de la realidad (3).

La voluntad divina es un fino hilo tejido de amor queno amordaza la voluntad humana. Invita, provoca, ayu-da (4).

La necesidad de cumplir el proyecto de Dios sobre elhombre es la de realizar el Reino de Dios querido y dese-ado por toda la eternidad por el Creador. Y ese reino noes más que establecer relaciones nuevas y distintas contodo: con la creación, con los otros, con Dios y con uno

mismo. Relaciones basadas en el amor. Es decir, en eldeseo de salir de uno y vaciarse para que lo otro, los otros,el Otro, quepan.

La voluntad, el hágase que nosotros deseamos, es hacercrecer la imagen primera del Paraíso, el hombre hechopara Dios (5).

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Y este plan general pasa por nosotros. No está construi-do en un cielo lejano, o proyectado sin contar con aquel a quien el Señor del Universo entregó las llaves de la tierra.

Este plan cuenta con cada uno. Y desde la eternidad.Porque estamos destinados a ser sus hijos, a rellenar el hue-co de amor que la creación necesita. Desde nuestras limita-ciones y carencias, desde nuestras capacidades y fortalezas.

Aún así, “para aquel que ama todo contribuye para subien”, como decía San Pablo, y no podemos olvidar la óptica desde la que debemos situarnos. Podemos noentender del todo la gran misericordia divina que se cier-ne sobre todo el universo, ni sobre cada uno de nosotros.

Pero estamos en el secreto: Dios ama, y hará que todaslas cosas converjan hacia su plenitud (7). Y en eso confia-mos.

PARA CONTEMPLAR

(1) Lc 1, 26-34(2) Lc 2, 50; Jn 2, 4; Mt 12, 50; Jn 19, 25(3) Sal 8(4) Mc 1, 15(5) Gn 1, 27

(6) Apoc 22, 16-20

PARA ORAR

Hágase, y el mundo se hizo luz:Al fin y al cabo estamos siempre en lo mismo. Enten-

demos la vida como una cadena de sucesos inconexos,

como una fatalidad, como una sorpresa. Sospechamos deoscuros hados del destino que mueven secretos hilos delfuturo. Imaginamos libros escritos en códices extraños yque contienen nuestro futuro. En el mercado religioso nosofrecen saber por medio de poderes ocultos qué hacer,cómo actuar, a qué número tener en cuenta.

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¿La vida no vale más que lo inmediato? Estamos cons-truyendo una tipología de ser humano que condiciona suplenitud a la búsqueda de la felicidad que tiene fecha de

caducidad atrasada. No, no son los hados del destino, másbien del mercado, o intereses económicos; pero esto nosólo. También hay detrás un concepto de hombre vacío detodo afán de continuidad: el hombre angustiado porque elgozo se le escapa entre los dedos de los días. No existe másque hoy. No existe más que esto. No hay más placer queel inmediato. No hay más ¡Qué triste vida la del jugador

que conoce las cartas marcadas para perder!¿Adónde mirar? ¿Cómo atreverse a imaginar una reali-

dad que está sustentada? ¿Cómo decir, sin miedo a la risa contagiosa de los intelectuales corporativos, que la ciencia no es la prueba de toda verdad?

Hay detrás del cristal, esperando, una señal. Hay otrosque apuestan la vida sin jugar a “tres cosas hay en la vida”,que en realidad son sólo dos. La puerta se abre ante quienes capaz de entender que la realidad es un entramado deseres generosos que juegan aportando más de lo que reci-ben.

Hay multitud de nombres, manos alzadas desde el prin-cipio de los tiempos, elevando la humanidad a golpe de

darse.No hay fracaso, ni tampoco desánimo. El ánima no sepierde porque muchos la ganan a fuerza de darla. El alien-to que experimenta el bien, que se repite como un eco encada corazón vacío de sí mismo, es superior al hálito delmal.

La vida es una apuesta corporativa, el mundo es una

casa común que jugamos a la lotería de los días y ganamosconstantemente porque reconocemos al Crupier, que ha estado soplándonos el número de la suerte.

Pero la carta está marcada, una cruz señala su existen-cia y guarda un envés de resurrección. La porta un hom-bre. Y el hombre apostó contra la lógica. Ésta la marcaba

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el juego establecido por los que siempre creían ganar. Peroel juego no acaba donde parece. En la carta hay muchosrostros. Los de todos aquellos que resucitan en el pueblo,

en los valores que construyen una sociedad más humana,más de los hombres que tienen corazón de hombre.

No hay miedo al fracaso, porque éste no existe.Siempre gana el hombre mismo. No hay miedo a la muer-te. Tampoco ésta tiene realidad. La muerte es el alma fría que invierte en la bolsa de lo inmediato y pierde siempre,porque hay subidas. Subidas constantes de hombres que

abren el cielo para que el buen Dios mire con ternura a la tierra. Subida de un hombre que puso, con negocio de san-gre propia, el sello definitivo al juego: perdió con el secre-to de que ganaba.

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1x

L A C O H E R E N C I A

PARA REFLEXIONAR

Andamos en un mundo con unas fuertes dosis de esqui-zofrenia. Nadamos entre verdades a medio decir y con-ceptos a medio entender. Navegamos entre palabras queno dicen nada, sonidos vacuos que pretenden confundirmucho antes que transmitir. Discursos ideológicos o polí-ticos cuyo afán principal es captar el voto, la sumisión, elnúmero de apoyos necesarios para tener poder y campara sus anchas por la senda del prestigio y la acumulación deprebendas y dineros. Los líderes se apoyan en campañasde imagen que no están sustentadas por un verdadero inte-rés por el bien común, sino por hacerse con lo que se con-

sidera comúnmente el bien más preciado: la riqueza Pero los discursos, las palabras y, supuestamente, lasintenciones hablan de otra cosa bien distinta. Hablan depaz, de diálogo, de reparto de las riquezas. Hablan de her-manos, de igualdad, de construcción de casas comunes.Dicen de cuidar el medio, de no despilfarrar innecesaria-mente...

Yo no veo nada de eso. Veo un abismo que se abre enel mundo entre el “hombre civilizado” y el resto pedigüe-ño de la humanidad. Una franja de pobreza que se pro-fundiza a razón de un 17% en los últimos años. Una socie-dad que corre tras el lucro y el confort sin echar muchosnúmeros sobre cuánto costaría que todos comiéramos.

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Gobiernos empeñados en no hacer frente a su compromi-so del 0,7%. Dirigentes que hablan como encantadores deserpientes a su público fiel mientras que ellos mienten con

sus obras. Creyentes que enseñan a sus hijos el Padre-nuestro y no se creen ni una sílaba de lo que pronuncian.Veo que aún, en la iglesia, nuestro tesoro no son los pobres,como diría aquel diácono.

Pilatos seguiría sin llevarse respuesta frente a la granpregunta que le hace al Hombre. “¿Qué es la verdad?” (1).Hay muchas definiciones, pero creo que hoy, más que en

cualquier otro tiempo, la pista corre por la ladera de la equiparación entre lo que se dice y lo que se hace. La línea fina que divide a aquellos que tienen credibilidad de losque no la tienen se sustenta justamente en esa realidadvital: eres lo que haces, ¿haces lo que dices? Ese es el crite-rio de verdad. No es vender imagen, que siempre es de“quita y pon”, sino transparentar con mis actos aquella rea-lidad a la que aspiro. El suspiro vital por acercarse a trans-portar en el espacio y el tiempo mis más íntimas pasionesy deseos. Obviamente nos estamos refiriendo a un deter-minado tipo de verdad.

Pero la otra, la fría y constatable por el medio científicoo aquella que surge de la lógica matemática aplicada al len-

guaje, no suele tener ninguna repercusión en mi vida, enmi ser y mi actuar.La verdad como coherencia es, para el Antiguo

Testamento y para el Maestro en el Nuevo la única válida.Creo que para hoy resulta ser la más necesaria. La necesi-dad de gente que suponga un punto de referencia para nuestras vidas lo vemos fácilmente en el movimiento que

provocan determinadas personas en el mundo de la cha-ranga y el espectáculo. ¿No responderá eso, al fin y al cabo,a una imperiosa necesidad de buscar guías? ¿No será aca-so que buscamos con quién identificarnos?

Las gentes del Antiguo Testamento, al referirse a Dios,unen su nombre a una serie de cualidades: la firmeza, la

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fidelidad y el amor (2). Nuestro lenguaje define exacta-mente las palabras, pero para el hebreo cada palabra abreun universo impresionante de posibilidades. Esto es lo que

ocurre justamente con nuestro amén. En el original hebreosignifican firmeza, durabilidad, seguridad y sirve para de-signar a Dios como fiel a sí mismo; expresa que la persona es lo que debe ser. Por consiguiente es verdadera. Dios esrico en misericordia y verdad (autenticidad). Su fidelidades un escudo. Más allá aún podemos hablar desde la expe-riencia de Jesús. Él es lo que dice, permanece fiel al plan de

liberación del hombre a pesar de las consecuencias gravesque su comportamiento y sus afirmaciones puedan acarre-arle. Es el “amén de Dios” (3). Afirmación más bonita ydefinitoria no cabe. Es la coherencia sin paliativos. Su acti-tud firme y generosa, su terquedad en afirmar al hombreque su felicidad pasa por la de los demás, su poderíoconstante sobre el mal es la enseñanza más fuerte que pue-dan recibir la Iglesia y los cristianos (4).

Necesita el mundo, necesitamos todos, un esfuerzodenodado por parte de todas las estructuras eclesiales y delos cristianos, por ser fieles reflejos de los mensajes direc-tos de Jesús: con respecto a la pobreza y la posesión deriquezas, con la actitud no-violenta y la justificación de la

guerra, la transparencia en la presentación de lo que somosy hacemos, la solidaridad en la vida cotidiana con los máspobres y desfavorecidos, la situación de la mujer en la Iglesia, la necesidad de trabajar como iguales en las tareasde la construcción del reino, y un larguísimo etc.

Creo que sólo desde esta actitud firme y decidida podremos volver a conquistar el corazón de los hombres

lo mismo que hizo Jesús, de quien afirmaban que hablaba con autoridad, porque emanaba de El una fuerza (la de suconvicción más profunda en hacer lo que debía y le man-daba el Padre) y un señorío que no se encontraba en losmaestros espirituales ni en los guías religiosos de su tiem-po.(5)

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PARA CONTEMPLAR

(1) 1Cor 1, 19-20

(2) Apoc 3, 14(3) Mc 1, 29-39(4) Mt 23, 1-36(5) Rom 12

PARA ORAR

¡Qué lejos quedan las guerras!¡qué extrañosaquellos que arrastran sus lamentos!¿Madres que lloran? ¡Farsas y cuentosdel que disfruta de sangre en un baño!

Pasamos ante dolores hurañosinsensibles, ajenos. O contentos

al ir pensando, sin más miramientos,que no nos toque el dolor hogaño.

El hambre, la injusticia, la carestía,hoyan un mundo penoso y triste.Están esperando a Aquel que se fía,

y cogiendo su (E)espíritu en ristre

ni entiende penas ni se hastía para hacer un Reino que ya existe.

144



x

L A D U L Z U R A

PARA REFLEXIONAR

La vida común es la forma más eficiente que encontra-mos para ser una imagen de la utopía del Reino de Dios.Dice Jesús que todos debemos ser hermanos y, aún másallá, todos estamos llamados a la Unidad. (1)

El plan de Jesús es enormemente ambicioso. Por eso

nos invita a la perfección. Y, en este proyecto, no deja títe-re con cabeza a la hora de poner en solfa todas las pasio-nes humanas que conducen a la infelicidad, la división, la opresión, el egoísmo, la violencia, el afán de lucro, etc. (2)Dentro de las coordenadas de su seguimiento propone la compañía para estar a su lado. “No es bueno que el hom-bre esté solo” (3). A Dios se marcha codo con codo, for-

mando familias, fraternidades, que suspiran por ver esa humanidad nueva. Nos hacemos compañía no por necesi-dad, sino porque ese Proyecto habla de reconocer en elotro el rostro de Dios.

El plan humano no es sólo humano. Dios es el centro.Estamos llamados a converger en Él. Estamos invitados a ser en Él. El sustento real de estas actitudes está edificado

en esa fortaleza. Por eso podemos reposar en su seguridad.Pero, conquistar para todos los hombres y mujeres este

deseo, se ha de hacer con un fuerte trabajo interior. Nada viene dado con el carácter de las personas de forma gra-tuita. En nuestro corazón luchan, por igual, nuestra partede bondad, nuestra ansia de felicidad y, por otro lado, esa

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tendencia al mal que nos conduce a ponernos, exclusiva ycompulsivamente, en el centro de la historia y despreciar a los otros.

Y este esfuerzo puede hacernos agriar nuestro interiory nuestra forma de ser. Mirar con desconfianza, perder la serenidad. Entonces vertemos sobre nosotros mismos,sobre los otros, toda la hiel de nuestra amargura. El domi-nio del carácter nos debe llevar a la caricia, al contacto cer-cano, a la palabra serena, al rostro benigno, a la voz que noacusa con deseo de dañar sino de corregir (4). Y digo nos

debe llevar porque no necesariamente esto nos sale. La tensión siempre se da en el contacto con los otros, en elroce. Más aún si este es cotidiano. Y más cuando está pro-ducido por la persecución de un ideal.

La dulzura proviene de la necesidad de perdón. El per-dón proviene de la misma raíz del evangelio. Nosotros notenemos en nuestras entrañas capacidad suficiente para perdonarnos, si no es por el don maravilloso que nos ha dado Dios, a través de la Resurrección de su Hijo, de ele-varnos por encima de nosotros mismos para tocar su divi-nidad. (5)

El perdón conduce a la dulzura. Pero esta no viene sino oponemos resistencia a la ira, al resentimiento, a la

aversión, al odio. ¿Cómo hacer sostenible la convivencia sino es por esa energía, que lo transforma todo en positivo?Hay una corriente hoy que nos indica que sólo debe-

mos hacer aquello que nos venga en gana, o sólo aquelloque siento en el interior. Hay una parte de verdad en estoúltimo. Pero aún más lo hay en que nuestra tensión seresuelve, en ocasiones, con un trabajo interior conducente

a esa dulzura. ¿O no hizo un esfuerzo sobrehumano Jesúsen la cruz? El Señor de la historia no fue reconocido porlos actores de la historia, ni su perdón fue comprendido.Fue absolutamente gratuito. Por esto el gesto de la cruz esel gesto de la dulzura de Dios. Más la dulzura desde eldolor de la incomprensión. (6)

146



Quizás por todo esto no es nada nuevo que el mensajedel evangelio es chocante, con nosotros y con los otros. La vida común no es una seda. Saltan, como en resorte auto-

mático, nuestras miserias. Y ahí, en la herida del mundo,que se reproduce en este pequeño universo que es la vida común, desde donde puede aplicarse el bálsamo de la dul-zura. No es soportar, es amar. No es condescender, esmirar con ojos de misericordia.

Hoy es el ahora que se nos propone como tiempo deliberación (7). Hoy es cuando podemos construir estetiempo de perdón y hacer de cada casa, cada hogar, cada comunidad un pesebre de perdón.

PARA CONTEMPLAR

(1) Jn 17, 11

(2) Mt 5, 17-48(3) Gn 2, 18.(4) Mt 18, 15-18(5) Mt 18, 19-20; 26, 26-29(6) Lc 23, 33-34.(7) 2 Cor 6, 1-10

PARA ORAR

Dios, caricia infinita,Palabra proclamada en el verbode otros muchos.

Amor quebrado en mil seres,ternura hecha compañías,sostén anónimo en brazos inocentes.

Mirada limpia, ternura.Balbuceos infantes,olor a primavera.

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Dios digo, y digodescubrirte en solidaridades,escondido en la briega.

Sales a pasearte entre la brisa,entre los hombres,ignoto pasajero del mundo.Digo Dios y digo Hombre.Debajo de la herrumbre y la coraza está tu marca indeleble,

marca de dioses.

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c a m i n o s

1. MARTIN BIALAS: La “nada” y el “todo”. Meditaciones según el espí-ritu de San Pablo de la Cruz (1969-1775).

2. JOSÉ SERNA ANDRÉS: Salmos del Siglo XXI.3. LÁZARO ALBAR MARÍN: Espiritualidad y práxis del orante cristiano.5. JOAQUÍN FERNÁNDEZ GONZÁLEZ: Desde lo oscuro al alba. Sonetos para

orar.6. KARLFRIED GRAF DUCKHEIM: El sonido del silencio.7. THOMAS KEATING: El reino de Dios es como... reflexiones sobre las

parábolas y los dichos de Jesús.8. HELEN CECILIA SWIFT: Meditaciones para andar por casa. Con un

plan de 12 semanas para la oración en grupos.

9. THOMAS KEATING: Intimidad con Dios.10. THOMAS E. RODGERSON: El Señor me conduce hacia aguas tranqui-

las. Espiritualidad y Estrés.11. PIERRE WOLFF: ¿Puedo yo odiar a Dios?12. JOSEP VIVES S. J.: Examen de Amor. Lectura de San Juan de la Cruz.13. JOAQUÍN FERNÁNDEZ GONZÁLEZ: La mitad descalza. Oremus.14. M. BASIL PENNINGTON: La vida desde el Monasterio.15. CARLOS RAFAEL CABARRÚS S.J.: La mesa del banquete del reino.

Criterio fundamental del discernimiento.16. ANTONIO GARCÍA RUBIO: Cartas de un despiste. Mística a pie de

calle.17. PABLO GARCÍA MACHO: La pasión de Jesús. (Meditaciones).18. JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE y JUAN ANTONIO TORRES PRIETO:

Camino de Santiago. Viaje al interior de uno mismo.19. WILLIAM A. BARRY S. J.: Dejar que le Creador se comunique con la

criatura. Un enfoque de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio

de Loyola.20. WILLIGIS JÄGER: En busca de la verdad. Caminos - Esperanzas -Soluciones

21. MIGUEL MÁRQUEZ CALLE: El riesgo de la confianza. Cómo descubrira Dios sin huir de mí mismo.

22. GUILLERMO RANDLE S. J.: La lucha espiritual en John Henry Newman.23. JAMES EMPEREUR: El Eneagrama y la dirección espiritual. Nueve

caminos para la guía espiritual.24. WALTER BRUEGGEMANN, SHARON PARKS y THOMAS H. GROOME: Practi-

car la equidad, amar la ternura, caminar humildemente. Un progra-ma para agentes de pastoral.

25. JOHN WELCH: Peregrinos espirituales. Carl Jung y Teresa de Jesús.26. JUAN MASIÁ CLAVEL S. J.: Respirar y caminar. Ejercicios espirituales en

reposo.27. ANTONIO FUENTES: La fortaleza de los débiles.28. GUILLERMO RANDLE S. J.: Geografía espiritual de dos compañeros de

Ignacio de Loyola.



29. SHLOMO KALO: “Ha llegado el día...”.30. THOMAS KEATING: La condición humana. Contemplación y cambio.

31. LÁZARO ALBAR MARÍN PBRO.: La belleza de Dios. Contemplación del icono de Andréï Rublev.32. THOMAS KEATING: Crisis de fe, crisis de amor.33. JOHN S. SANFORD: El hombre que luchó contra Dios. Aportaciones

del Antiguo Testamento a la Psicología de la Individuación.34. WILLIGIS JÄGER: La ola es el mar. Espiritualidad mística.35. JOSÉ-VICENTE BONET: Tony de Mello. Compañero de camino.36. XAVIER QUINZÁ: Desde la zarza. Para una mistagogía del deseo.37. EDWARD J. O’HERON: La historia de tu vida. Descubrimiento de uno

mismo y algo más.38. THOMAS KEATING: La mejor parte. Etapas de la vida contemplativa.39. ANNE BRENNAN y JANICE BREWI: Pasión por la vida. Crecimiento psi-

cológico y espiritual a lo largo de la vida.40. FRANCESC RIERA I FIGUERAS, S. J.: Jesús de Nazaret. El Evangelio de

Lucas (I), escuela de justicia y misericordia.41. CEFERINO SANTOS ESCUDERO, S. J.: Plegarias de mar adentro. 23 Cami-

nos de la oración cristiana.

42. BENOÎT A. DUMAS: Cinco panes y dos peces. Jesús, sus comidas y lasnuestras. Teovisión de la Eucaristía para hoy.

43. MAURICE ZUNDEL: Otro modo de ver al hombre.44. WILLIAM JOHNSTON: Mística para una nueva era. De la Teología

Dogmática a la conversión del corazón.45. MARIA JAOUDI: Misticismo cristiano en Oriente y Occidente. Las

enseñanzas de los maestros.46. MARY MARGARET FUNK: Por los senderos del corazón. 25 herramien-

tas para la oración.47. TEÓFILO CABESTRERO: ¿A qué Jesús seguimos? Del esplendor de su

verdadera imagen al peligro de las imágenes falsas.48. SERVAIS TH. PINCKAERS: En el corazón del Evangelio. El “Padre

Nuestro”.49. CEFERINO SANTOS ESCUDERO, S. J.: El Espíritu Santo desde sus símbo-

los. Retiro con el Espíritu.50. XAVIER QUINZÁ LLEÓ, S. J.: Junto al pozo. Aprender de la fragilidad del

amor.

51. ANSELM GRÜN: Autosugestiones. El trato con los pensamientos.52. WILLIGIS JÄGER: En cada ahora hay eternidad. Palabras para todos

los días.53. GERALD O’COLLINS: El segundo viaje. Despertar espiritual y crisis en

la edad madura.54. PEDRO BARRANCO: Hombre interior. Pistas para crecer.



Este libro se terminó

de imprimiren los talleres de

RGM, S.A., en Bilbao,l d d b d

Hombre Interior Pistas Para Crecer

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