HOMBRES Y ARMADAS EN GALICIA EN LA ÉPOCA DE...

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HOMBRES Y ARMADAS EN GALICIA EN LA ÉPOCA DE CARLOS I María del Carme n SAAVEDRA VAZQUEZ Profesora titular de Hi storia Mode rn a Unive rsidad de Sa nt iago de Compostela El rein ado el e Carlos 1 ha si clo consid erado tra di cionalment e un período clave en la hi st ori a el e España por di ve rsas ra zo nes qu e cabe r es umi r en sólo dos ideas: es el mome nt o en el qu e culmina la transición entre la Edad Medi a y la Modern a y la etapa en qu e las estructuras demog ráficas, económi cas y políti cas del país ini c ia n su ad ap- tac ión a la nu eva rea li dad impe ri a l. Entre l as múltipl es mani festac iones el e esas nu e- vas c irc un stancias , la potenciac ión del Atl ánt ico como escenari o del co mercio y de la guerra constitu ye un a novedad ampli ame nt e destacada por los es pec iali stas y un a inn ovación qu e habría de tener múltipl es efectos sobre Ga li cia. En este se nti do, no po demos ol viciar qu e es tamos hab land o ele un a región el e orografía di fíc il y malas co muni cac iones con la Meseta, el e ahí qu e el g ru eso de la ac ti vi da d comercial hu biera de desarro ll arse por vía ma rítim a, mi e nt ras el li tora l se co nfig uraba como la pr in ci pa l fro nt era de Gali cia. Y en ambos terr enos, tant o en el del comerc io co rn o en el de la guerra, se regist ra n import a nt es mov imi e nt os en ti em pos del e mp erador, bi en es verdad que mu cho más pers istentes en el terreno milit ar, y a e ll os habremos de refe ri rnos en adelan te. Como es bi en sa bido, la elecc ión de Ca rl os 1 como cabeza del Sacro Imperio co nll evó un notorio av iva mi e nt o de la hostilidad fr ancesa. A los tra di cional es moti - vos el e tensión ex iste nt es entre los dos países , el do mini o fra ncés sobre Borgoña y las as pi rac iones de amb as monarquías en Ita li a, se añadir ía e nt onces la fru stración pe rsonal del monarca fra ncés Franc isco I al ve r rec hazada su candi datura al trono imper ia l para ini ciar un largo confl icto que mar có profundamen te la políti ca exte ri or es pañola durant e cuat ro décadas, un peodo en el que se suceden la s guerras hi spa- no- fr ancesas( ! ). En to ci o este conflicto Ga li cia tu vo un a pos ición marg in al y un a partic ip ac ión limitada, so bre todo durante l os dos primeros enfre nt ami e nt os, debido a que la gue rr a se desa rro ll ó fund ame nt alme nt e en Ita li a y en el Mediterráneo. de- biend o es perar a med iados de siglo para que se reg istr en ac ti vida des reseñables en el lit oral galaico. En este sentid o, es prec iso subrayar qu e la problemáti ca milit ar que afectó a la región en esta época no se t ra dujo en gra ndes ba tall as nava les, si no en ( 1) Para una visión cl ás ica so bre este as unto vid. FERNANDEZ CÍ.LVAREZ, M., Pol ít ica 111111 1(/i al de Ca rlos \lv Felipe 11. Mad rid. 1966. 9

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HOMBRES Y ARMADAS EN GALICIA EN LA ÉPOCA DE CARLOS I

María del Carme n SAAVEDRA V AZQUEZ Profe sora titular de Hi storia Mode rna Unive rsidad de Sa nt iago de Compostela

El rein ado ele Carlos 1 ha siclo considerado tradi cionalmente un período clave en la hi stori a ele España por di versas razones que cabe resumi r en sólo dos ideas: es el momento en el que culmina la transición entre la Edad Medi a y la Modern a y la etapa en que las es tructuras demográficas, económi cas y políti cas del país inician su adap­tac ión a la nueva rea lidad imperi al. Entre las múltiples mani festac iones ele esas nue­vas circunstancias , la potenciac ión del Atl ántico como escenario del comercio y de la guerra constituye una novedad ampli amente destacada por los espec iali stas y una innovación que habría de tener múltipl es efec tos sobre Ga licia.

En este sentido, no podemos ol viciar que es tamos hablando ele una región ele orografía di fíc il y malas comunicac iones con la Meseta, ele ahí que el grueso de la acti vidad comercial hubiera de desarro ll arse por vía marítima, mientras el li tora l se config uraba como la principal fro ntera de Galicia. Y en ambos terrenos, tanto en el del comercio corno en el de la guerra , se registran importantes movimientos en tiempos del emperador, bien es verdad que mucho más pers istentes en el terreno militar, y a ell os habremos de referi rnos en adelan te.

Como es bien sabido, la elecc ión de Carlos 1 como cabeza del Sacro Imperio conll evó un notorio av ivamiento de la host ilidad francesa. A los tradicionales moti ­vos ele tensión existentes entre los dos países , el domini o francés sobre Borgoña y las as pi rac iones de ambas monarquías en Italia, se añadiría entonces la fru strac ión personal del monarca fra ncés Franc isco I al ver rechazada su candi datura al trono imperial para iniciar un largo confl icto que marcó profundamente la políti ca exteri or es pañola durante cuatro décadas, un período en el que se suceden las guerras hispa­no-francesas( !). En toci o este conflicto Ga li cia tu vo una pos ición marginal y una participación limitada, sobre todo durante los dos primeros enfrentami entos, debido a que la guerra se desarro lló fund amentalmente en Ita li a y en el Mediterráneo. de­biendo esperar a med iados de siglo para que se registren ac ti vidades reseñables en el litoral galaico. En este sentido, es prec iso subrayar que la problemática milit ar que afec tó a la región en es ta época no se tradujo en grandes batall as navales, si no en

( 1) Para una vi sión c lás ica sobre este as unto vid. FERNANDEZ CÍ.LVAREZ, M., Polít ica 111111 1(/ial de Ca rlos \lv Felipe 11. Madrid. 1966.

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enfrentamientos esporádicos contra corsarios franceses, cuyas frecuentes correrías en el litoral obligaron a establecer una cierta infraestructura defensiva.

En este terreno la situación que se dibuja a comienzos del reinado de Carlos 1 no constituye una absoluta novedad, sino que se enmarca dentro ele los cauces ele ac­tuación establecidos en tiempo de los Reyes Católicos, un período en el que Galicia tampoco había sido un territorio estratégicamente prioritario, dado que la actividad exterior se canalizó fundamentalmente hacia Italia y el norte de África, hacia el Me­diterráneo en suma. Aun así, en la etapa final ele su reinado se registra una clara preocupación monárquica ante la clebiliclacl defensiva de Galicia y el temor a posibles ataques franceses. De hecho, en septiembre ele 1495 la reina Isabel encargaba al gobernador del reino la adopción ele una serie de medidas defensivas destinadas a la protección de los principales enclaves portuarios. Éstas iban a consistir en la repara­ción de las fortificaciones costeras, el aprovisionamiento de armas, el establecimien­to de turnos de ronda en las murallas y la realización de ejercicios de adiestramiento por parte de los vecinos, iniciativas todas que debían ser ejecutadas y costeadas por los respectivos concejos (2).

Esta última circunstancia nos sitúa ante la realidad de un territorio que carecía de fuerzas de guarnición sostenidas por la Corona, salvo una compañía ele lanzas que estaba a las órdenes del gobernador. El carácter temprano del período que estamos considerando explica este hecho que tardaría casi un siglo en ser subsanado y que dejaba la defensa de la región en manos de la nobleza, las villas y las ciudades hacien­do de la acti viciad militar un ejercicio esporádico realizado esencialmente por civiles, milicias urbanas o ejércitos señoriales, mal armados y escasamente adiestrados. Tal situación resultaba. de entrada, muy ventajosa para la monarquía porque le permitía eludir el coste de mantener un aparato militar propio, pero este ahorro tenía impor­tantes contrapartidas en el ámbito del control, la coordinación y la eficacia de una infraestructura defensiva que, en último término, quedaba en manos de particulares (3) .

Bien es verdad que el gobernador de Galicia tenía la misión de verificar el cum­plimiento de las órdenes reales y la buena marcha de la política militar, pero ambos objetivos eran difíciles de conseguir cuando no se disponía de una estructura admi­nistrativa de apoyo. En tales condiciones, no resulta sorprendente que el informe enviado por el gobernador don Hernando de la Vega a Isabel la Católica en 1498 dándole cuenta ele las necesidades defensivas del reino mostrase una situación muy preocupante debido al mal estado de las defensas portuarias. Su vi si ta a «las villas y

(2) A(rchivo) G(eneral) S(imancas). - C(:ímara). C(astilla). Leg. 2.763, f. 22.

(3) Las tensiones que ello iba a generar en la administración española han siclo cumplidamente resaltadas por el profesor Anthony Thompson en un libro ele cita ya ineludible. Cfr. T!IOMPSON, !.A.A., Guerra y decadencia. Gobierno-'" ad111i11istració11 e11 la Espwla de los Austria.1·, 1560-1620. 13arcelona, 1981.

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lugares y puertos que ay desde Bayona hasta la Coruña» le permitiría verificar el abandono en el que se encontraban cercas y fortalezas y la escasa di sposición de muchos lugares para reali za r obras de fortificación , corno ocurría en los puertos de la ría de Arosa. Y aún en los mejores casos, los de los principales núcleos realengos del reino, Bayona y La Coruña, las reparaciones a efectuar en las murallas eran importantes, cifrándose su coste en 300.000 mrs. en cada una de las dos ciudades, cantidad que se esperaba satisfacer mediante los ingresos por penas de bodas (4). En este sentido, la monarquía se había marcado como prioridad en Galicia la reducción de gastos militares, aunque para ello hubiera de cargar los costes de la defensa sobre la población local procurando la utilización de los procedimientos considerados me­nos gravosos. De ahí que en dicha ocasión se hubiese desestimado la posibilidad de efectuar un repartimiento en el reino o en los núcleos afectados por las obras. En consonancia con dicha política, la Corona se mostraba sumamente reticente a la hora de incrementar el escaso volumen de tropas reales con destino en Galicia , lo que vendría a certificar la respuesta negativa de la reina a la solicitud efectuada por el gobernador en 1503 para añadir 30 nuevas lanzas al contingente de las 45 ya existen­tes en el reino , con el argumento de que «segund los gastos que agora ay no me paresc;e que se deve gastar, sy no en caso muy nesc;esario» (5).

El rechazo real a las pretensiones de incremento de las fuerzas de la Corona iniciaba una tendencia que se había de mantener hasta bien avanzado el siglo y que tendría importantes repercusiones sobre la estrategia militar desarrollada en Galicia. Tras la muerte de Isabel la Católica en 1504 y durante la época de las regencias esta realidad alcanzaría auténtica carta de naturaleza debido a los movimientos protagoni­zados por la nobleza y al enorme peso político adquirido por algunos de sus más destacados representantes, como el conde de Andrade. Y una vez iniciado el reinado de Carlos 1 estos problemas no sólo se mantuvieron, sino que aún se verían acrecen­tados por el temor a posibles levantamientos en el reino. Aunque Galiciano participó de las revueltas comuneras, los principales magnates gallegos trataron de asegurar su posición en el reino reuniéndose en Mellid y elevando diversas peticiones a la Corona. Entre ellas se encontraba la de nombrar como capitanes generales de Galicia a don Fernando de Andrade y al arzobispo de Santiago, don Alonso de Fonseca, pretensión que sería altamente protestada por ciudades como Betanzos que temían el reforzamiento de los poderes de los grandes señores gallegos (6).

(4) A. G. S. - G(uerra). A(ntigua). Leg. l , f. l52. (5) Cédula real dirigida al gobernador de Galicia desde Alcalá de Henares a 5 de febrero de 1503.

Cfr. FERNANDEZ VEGA , Laura., La Real Audiencia de Galicia órgauo de gobierno en el A111ig110 Régimen , La Coruña, 1982, tomo 111, pág. 65.

(6) Vid . al respecto GARCÍA ORO, J., Don Fernando de Andmde, conde de Vil/alba, Santiago de Compostela, 1994 y SAAVEDRA YAZQUEZ, M.C., "Los gobernador y capitanes generales de Galicia" en EIRAS ROEL, A. (coord .), El reino de Galicia en la éporn del emperador Ca rlos, Santiago de Compostela, (e n prensa).

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Consideraciones políticas al margen, Jo acontecido en 1521 resulta ilustrativo del grado ele descontrol existente en este momento, pues mientras Carlos I desde Alemania confirmaba al gobernador en su cargo y lo nombraba capitán general , Aclriano de Utrecht , que actuaba corno regente en su ausencia, designaba como capitanes generales a Anclrade y a Fonseca. Una vez retornado a España el empera­dor, Ja situación acabaría clarificándose al encargar a los nobles gallegos otras misio­nes y al dejar al gobernador al frente de los asuntos militares en Galicia. Sin embargo, los movimientos registrados hasta este período no dejan ele ser significativos: las peticiones gallegas muestran una clara conciencia de la necesidad de un replantea­miento general del sistema defensivo y del refuerzo de las estructuras humanas y materiales que lo sostenían, al compás de los importantes cambios que estaban te­niendo lugar en el panorama internacional.

A estos efectos, la apertura de la guerra con Francia en 1521 iba a suponer un nuevo e importante motivo de preocupación en Galicia. De hecho, el conde ele Andrade enviaría entonces a la corte un memorial dando cuenta de las necesidades defensivas del reino y sugiriendo algunas medidas a adoptar en la región. ante el temor de que una armada ele 60 naves que se estaba formando en Brest para pasar a Italia hiciese alguna parada en las costas cantábricas. En dicho escrito resaltaba la indefensión de los pequeños puertos, la conveniencia de concentrar los recursos militares en dos o tres núcleos (La Coruña, Bayona y Vivero) y poner atalayas en los demás, la solicitud de armas y pólvora ... , referencias que ya aparecían en la correspondencia de años anteriores y que habrán de reiterarse en momentos sucesivos. Su descripción de los puertos gallegos constituye un precioso documento, en donde se dice con relación a los situados entre Finisterre y Bayona que «Los más de los lugares de Ja costa son del Arzobispo de Santiago y son lugares grandes que se pueden defender, porque son Pontevedra e Noya, Vigo e Redondel a e Muros y Villanueva el' Aros a y Cangas. Todos estos son lugares cercados y en quien los franceses pueden hazer poco clapno, porque son metidos en las ryas ... » Y continúa señalando: «Querer guar­dar toda la costa de Galizia es imposible, porque ele Ribadeu a Vayona ay sesenta leguas , y por esto deviase ele guardar los puertos principales , y los otros mandalles que agan sus velas y saquen las hazienclas, metiendolas mas a tierra, de manera que aunque los franceses desenbarquen en tierra, no hallen que robar» (7).

Junto a estas informaciones referidas a la situación de Galicia , el conde de Andracle proponía la creación ele una armada defensiva formada por veinte zabras que protegiera las costas cantábricas dividiéndolas en dos sectores , uno desde Fuenterrabía a Llanes , y otro desde Llanes al cabo Finisterre. Los potenciales desti­natarios de esta fuerza eran los corsarios franceses que se dedicaban a atacar las naves ele mercaderes que navegaban por la zona, pues según sus propias palabras,

(7) Los inrorrnes est5n datados en 152 l y se locali zan en A. G. S. - G. A. Leg. 19, f. 143.

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«El peligro que se espera destos corsarios tienenle las mercaderías e naos que se navegan. Y este peligro está a la entrada y a la salida de los puertos , diez o doze leguas al largo de la costa ; porque las zabras y navios de la armada no se engolfan mas adentro, porque dentro en la mar no es cierto hallar que robar» . La financiación de esta armada defensiva había de correr por cuenta de los comerciantes mediante un impuesto del dos por ciento sobre el valor de las mercancías transportadas. De este modo, ellos eludían los gastos de asegurar navíos y cargamentos y el monarca cubría las necesidades de protección a escaso coste. Esta propuesta se mostraba, por lo tanto, plenamente acorde con las pretensiones ele la Corona ele implicar a la población civil en los gastos de su propia defensa, un objetivo escasamente viable cuando lo que se pretendía era hacer frente a problemas de una cierta envergadura con la necesaria rapidez y eficacia. En todo caso, tampoco era el primer plan que se hubiese trazado al respecto, como demuestra el repartimiento efectuado en 1513 a instancias del gobernador para hacer frente a di versos servicios reales y al «gasto de la armada que se proyectaba hacer para defensa del reino de Galicia» (8). Aunque desconocemos el resultado de estas diligencias y aunque el plan de Anclrade no llegó a ejecutarse, los presupuestos que lo inspiraban iban a convertirse en frecuente mo­tivo de consultas a lo largo del reinado y acabarían fructificando con algunas varian­tes, tal y como tendremos ocasión de comprobar más adelante.

A comienzos de los años veinte, por lo tanto , la correspondencia sostenida por la corte con las autoridades gallegas tendría como argumento principal los desmanes cometidos por los corsarios en el litoral. La preocupación al respecto estaba tan generalizada que en junio de 1523 el concejo coruñés enviaba una carta al emperador dándole cuenta de los incidentes sucedidos frente a sus costas y de la indefensión en que se encontraba la ciudad. En ella se resaltaba que «todos los navíos que de las prntes del anclaluzía vienen son tomados y robados e por el consiguiente los que de Flandes e Y nglaterra navegan a estas prntes despaña tocios a vista ele nuestros ojos son tomados sin poclellos remediar, por miedo ele lo qual ny ele las unas partes ni ele las otras osan navegar ni tratar». La misiva coruñesa tenía como objetivo último solicitar la ayuda del monarca y por ello concluían señalando que «aunque tengamos los corrn;:ones esforc;ados para aver de morir como somos obligados clefenclienclo esta cibclacl querríamos que v. magestacl. nos hiciese merced ele los aparejos que conviene» (9) . Merced en for­ma ele armas y pólvora que se haría esperar mientras el gobernador ele Galicia recibía el encargo ele reclutar hombres con destino al cerco ele Perpignan.

Al mismo tiempo, y por su iniciativa, la Audiencia iba a elaborar un amplio

(8) LÓPEZ DÍJ\Z , M., "Orense y su provincia: el momento hi stórico", en EIRAS ROEL, A. ,

(coord.) , op.cil., pp. Nota en donde se señala la realización ele un padrón en la provincia con tal moti vo. (9) A. G. S. - C. C. 160 -77. Por informaciones posteriores parece que el monarca acabó

clestinanclo 2.000 ducados a la fortificación ele la ciudad , aunque desconocemos ef origen concreto ele dicha canticlacl. A.G.S. G.A. Leg. 1, f. 162.

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catálogo de medidas defen sivas (construcción de atalayas en la costa, reparación de murallas y de la artillería en los principales puertos, nombramiento ele capitanes para la reali zación ele alardes, despacho de pequeños navíos para avistar posibles corsarios. vigilancia de los extranjeros ... ) (10) . El mantenimiento del orden interior y la prevención frente a posibles infiltraciones de espías figuraban también entre las prin­cipales preocupaciones de los representantes reales , de ahí su satisfacción al poder comunicar al monarca que «este Reyno está en toda paz y sos iego y a nro . señor gracias libre ele malhechores», aunque para ello hubiera de recurrirse a medidas expeditivas, como la detención de cincuenta peregrinos franceses efectuada en Mu­ros en 1524 (11).

Por estos mismos años las acti viclacles marítimas en Galicia también iban a adquirir protagonismo en el terreno comercial. La experiencia monopolística de la Casa de Contratación de Sevilla serviría de base a una iniciativa similar centrada en La Coruña, aunque sus resultados fueron muy escasos. La concesión a esta ciudad de una casa de Contratación en diciembre de 1522 le otorgaba el monopolio del comercio de las especies con las islas Malucas. A su abrigo se levantaron almace­nes, hornos y lonjas , una fábrica ele fundición de artillería y se organizaron las prime­ras armadas: las de Estebo Gómez, García Jofre de Loaisa y Simón de Alcazaba en los años 1525 y 1526. Sin embargo, la cesión de las Malucas a Portugal efectuada tres años más tarde a cambio de una compensación económica pondría fin a la experiencia y a las expectativas que su puesta en marcha había creado en el reino (12).

No siendo nuestro objetivo el análisis de la problemática comercial, sirva esta mención para certificar que, efectivamente, también Galicia participó de la potenciación del Atlántico como gran motor de la economía mercantil , un proceso del que sería claramente beneficiario el puerto de Baiona (13). En todo caso, la pervivencia del enfrentamiento con Francia hasta la firma de la Paz de las Damas en 1529 obligaría a mantener la vigilancia en la costa y condujo a una severa restricción del comercio entre los dos países. A partir de esa fecha , sin embargo, se iba a iniciar una nueva etapa en la política del emperador, un período marcado por la primacía de «los inte­reses nacionales» y orientado a la lucha contra los turcos, cuya tác ita alianza con los franceses convirtió a la política mediterránea en el eje de la acc ión exterior española.

En tales condiciones, el litoral gallego apenas iba a registrar actividad durante

(10) Archivo Municipal de A Coruña (A.M.C.) , Libros de actas (L. A.) , 1524, f. 7. Texto reproducido por Laura FERNANDEZ VEGA, op. cit. , vo lumen 111 , pp. 177- 179.

(11) Cfr. LÓPEZ FERREIR O, A., /-Ji.l'torin de la Sanw A.M. lglesin de Santiago de C11111po.l'teln, ( 11 vols.). Santiago de Compostela, 1893- 1911 , vol. VIII, apéndice X, pág. 4.

(12) Amplias referencias a esta cuesti ón en GARCÍA ORO, J ., op.c it ., apéndice documental. (13) JUEGA PUIG , J., "B aiona en la Carrera de Indi as", Pontevedra. Re1·i.1·ta de estudios provi11-

cia/es, nº 5, 1989, pp. 171 - 187.

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algunos a!los. La presencia en Sayona de un barco francés proveniente de Fez en el oto!lo de 1533 sería el primer incidente rese!lable a estos efectos y un serio motivo de preocupación en la corte, a donde había llegado un aviso portugués notificando el paso del navío ante las costas lusas. Según dichas noticias, su viaje había tenido corno objetivo «haber yclo con ernbaxador del rey de Francia al rey de Fez e abelle llevado muchas cosas en presente sin declarar qué ... ». Tal evidencia de las relacio­nes establecidas entre franceses y musulmanes era considerada con incredulidad por el monarca espa!lol, corno permite comprobar la carta que con tal motivo dirigió al gobernador y alcaldes mayores de Galicia solicitando un informe de lo acontecido «como qu iera que no creemos que el dicho cristianísimo rey enbiase al dicho francés por su embaxador ni tu viese comisión para ello, ... antes tengamos por cierto que dicho francés es corsario y que toma nombre de embaxaclor por escusarse de la pena que merece» (14). Las averiguaciones efectuadas por las autoridades locales, sin embargo, acabarían confirmando las peores sospechas, aunque la descoordinación existente entre el corregidor de Bayona y el gobernador de Galicia hizo posible la salida del barco antes de que llegase a Ja localidad Ja orden real de apresamiento ( l 5).

Tales disfunciones y la evidente dificultad del gobernador para controlar por sí so lo el sistema defensivo venían a poner de man ifi esto el problema de fondo que afectaba a los asuntos de la guerra en Galic ia: Ja inexistencia de una verdadera organización militar en el reino , una organización claramente jerarquizada, dotada de una infraestructura material y humana suficiente y de los recursos financieros adecuados (16). Es por el lo que la apertura de la tercera guerra hispano-francesa en 1536 volvería a colocar al territorio en una posición difícil, sembrando la alarma en los principales puertos ante el temor al posible ataque de una gran armada francesa que se estaba reuniendo en Breta!la. El me­morial e~aa·ó a la corte por el alcaide de la fortaleza de La Coru!la, Juan López de Vivero, en 1537 resulta sumamente ilustrativo de la debilidad defensiva de una ci udad que era cons iderada «la frontera principal de aq uella comarca», y si n embargo, se encontraba «en tan mal orden que no se puede defender veniendo sobre ell a». La necesidad de proceder a la fortificación del enclave, al estableci­miento de un centenar de soldados en los principales puertos gallegos «y que éstos sean bien pagados» , y la so licitud de residencia del gobernador del reino en La Coru­!la «tocio el tiempo que pudiere» eran las medidas propuestas en este escrito , en donde se recogía igualmente la actividad desarrollada por su promotor al frente de

(14) A. G. S. - G. A. Leg. 3, f. 372. ( 15) A. G. S. - G. A. Leg. 3. f. 339. ( 16) De hecho, la configuración de semejante esq uema organizativo sería resultado ele un proceso

lento que no iba a experimentar avances importantes hasta el reinado ele Fe li pe 11. Vid. SAAVEDRA

VAZQUEZ, M.C., Golicio e11 el Ca111i110 de Flandes. Aclii•idad 111ili1w; eco110111ía y sociedad e11 la L'spwla 11ormlá111ica, 1556- 1648, Sacia - A Coruña, 1996.

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algunos buques , con los que «echó de la costa de Gal izia veintisiete navíos de corsarios que había en ella» ( l 7).

Precisamente, los daños ocasionados por los corsarios en los pequeños puertos gallegos harían ver la conveniencia de reunir una armada destinada a la protección de la costa. Tal iniciativa suponía retornar el viejo proyecto del conde de Andrade, aun­que limitándolo territorialmente, pues sólo había ele patrullar el litoral gal lego, y mo­dificando su financiación, al hacerse por cuenta ele la hacienda real, por más que el reino también hubiese contribuido al mismo mediante un repartimiento (18). Aun careciendo de información exhaustiva sobre dicha armada, algunas noticias aisladas permiten concluir que se trató de una iniciativa de muy escasa duración, cifrada en torno a un año, de una empresa sostenida sobre el fundamental aporte de navíos vizcaínos, y de un proyecto encabezado por un destacado miembro de la nobleza local, don Lope Osorio de Moscoso, conde de Altamira. Esta última circunstancia sería origen de un conflicto entre autoridades que preludiaba los enfrentamientos característicos de la segunda mitad de siglo y que en este caso tendría su origen en la riña protagonizada por algunos hombres de su armada contra varios vecinos de la ciudad de La Coruña. La intervención del gobernador de Galicia solicitando al conde su entrega motivaría la apelación de éste ante el Consejo Real «por tener él en ellos la jurisdicion conforme a derecho», una pretensión que sería desestimada por dicho organismo y que motivó un nuevo recurso del noble gallego (19) . Pese a desconocer el desenlace de este conflicto, tanto su planteamiento como su desarrollo vienen a poner de manifiesto los múltiples problemas que afectaron al funcionamiento de una armada que había creado muchas expectativas, pero que acabó disolviéndose con muy escasos resultados.

En último término, los temporales fueron los encargados de poner fin a una iniciativa cuya escasa pervivencia se mostraba plenamente acorde con el signo de los tiempos. A estos efectos, no cabe olvidar que las armadas eran concebidas entonces como empresas de carácter temporal, reservando su formación a momentos con­cretos y a las rutas más vulnerables a la acción de los enemigos, circunstancias que durante el reinado de Carlos I afectarían esencialmente a la ruta de las Indias y al enlace entre las costas cantábricas y Flandes para la exportación de las lanas españo­las. Debido a la inexistencia de una flota real permanente en el Atlántico, los buques

( 17) A. G. S. - G. A. Leg. 13, f. 68. ( 18) En prueba de lo dicho cabe c itar la cédula fechada en Valladolid a 14 de marzo ele 1537 por

la que se daba orde n de pago a Lope Hurtado de Mencloza de 3.500 ducados "para el gas to de la armada que fu e mandado que se hiciese en Galicia" . A. G. S. - G.A. Leg. 13, f. 42. Por su parte , el concejo coruñés rec ibía en ese mi smo año la orden de repartir entre la c iudad y su provincia 1.01 O reales "que le tocaron ele los ducados concedidos para la armada que había de guardar los puertos del Reino".

(19) A. G. S. -C. C. 23 1-7 1. (20) A.G. S.- G. A. Leg. 12, ff. 51 , 52, 54, 55.

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utilizados en esas armadas temporales eran mercantes artillados para la ocasión, que solían ser objeto de embargo o contratados mediante asiento .

En relación con este asunto, a Ja altura de 1538 se registrarían importantes movimientos en Galicia con destino a un posible embargo de navíos . Con tal motivo, el rey iba a dirigirse tanto al gobernador del reino como a los corregidores de La Coru!la y Bayona solicitando informes sobre el número y el tipo de barcos anclados en los puertos gallegos. Dado que el interés de la Corona se centraba en buques mayores de 250 toneladas , las informaciones remitidas por las autoridades locales resultaban descorazonadoras, pues tanto el corregidor coruñés como su homólogo de Bayona coincidían en Ja ausencia de barcos semejantes, al tiempo que hacían constar la falta de noticias sobre unas ureas que provenientes de Flandes tenían previsto recalar en los puertos de Galicia y servir al rey en la proyectada armada (20).

La mejor prueba de las li mi tac iones gallegas iba a ser la «Relación de las naos y carabelas que se han hallado en todos los puertos <leste reyno de Galizia» enviada por el gobernador a la corte (21). En ella aparecen registradas un total de 17 embar­caciones, 9 de las cuales se encontraban en el puerto de Bayona, mientras el resto se repartían entre media docena de puertos (Vigo, Noya, Muros, Vivero , Ribadeo y La Coru!la). La primacía comercial del puerto baionés queda fuera de toda duda , tanto por el dato anterior como por el hecho de ser el único enclave portuario en el que se encontraban navíos extranjeros , en total seis buques portugueses que venían a cargar sardina, el producto que aparece con mayor frecuencia en la relación de cargamentos.

Con respecto al tema que nos ocupa, las informaciones más significativas de entre las proporcionadas por don Juan de Granada se refieren a la tipología y al tonelaje de los navíos , resultando que 9 de los 17 barcos eran naos, 6 carabelas, l carraca y l galeón , es decir, todos eran navíos comerciales grandes , salvo las cara­belas, que eran portuguesas y desplazaban menos de 60 toneladas , convirtiéndose así en un buen testimonio del intenso comercio de cabotaje existente entre el norte de Portugal y el sur de Galicia. El tonelaje de las naos oscilaba entre las 100 y las 300 toneladas y sólo la carraca registrada en Viveiro sobresalía por sus dimensiones , con un desplazamiento de 1.000 toneladas que permitía afirmar al gobernador que «es el mejor nabío que ay dende Lebante a Poniente». Con relación a sus posibilidades militares, el juicio del representante real era descorazonador, por cuanto todas se encontraban «desapercibidas de artillería, pólvora y munición y otros aparejos de guerra que solamente pueden servir para nabegar» , juicio del que sólo escapaba la carraca por disponer de «cincuenta tiros de artillería» , aunque necesitaba ser calafa­teada y provista de jarcia y cables. de modo que eran necesarios l .500 ducados para ponerla en orden de combate.

(2 l) A. G. S. - G. A. Leg. 12 , f. 56, (22) A.G. S. - G.A . Leg. 11 , f. 250.

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En estas condiciones , no resulta extraño que la armada del año anterior se hubiera constituido mediante el aporte ele barcos vizcaínos, aunque en este recuento también se señalaba que cuatro ele las naos ele naturales existentes en los puertos gallegos habían servicio en la armada «de que fue capitán el conde de Altamira». El hecho de que en el momento de elaborarse la relación se encontraran cargadas de vino y sardina y dispuestas a salir hacia Andalucía vuelve a incidir en la natura leza puramente coyuntural de la iniciativa. La petición efectuada entonces por el goberna­dor para que se permitiera su salida hacia Valencia, Barcelona y Sevilla «donde vra. Magd. siendo servido acabada de hazer su jornada las mandara detener» constituye igualmente buena muestra de las limitaciones de un territorio que tenía en esta activi­dad «el principal trato que en todo este reyno ay» (22). El descenso del tráfico comercial a causa de la guerra constituye una referencia reiterada en la correspon­dencia gallega, aunque se esperaba una mejoría de la situación en el invierno, cuando muchos navíos de camino a Flandes o Vizcaya buscaban refugio en los puertos gallegos. De hecho, el corregidor de Baiona hacía saber al rey que « ... tengo noticia que por ser éste uno de los principales puertos deste Reyno y más cercano a los de Portugal suelen invernar en el mar otras naos grandes y pequeñas haziendo sus viajes de Levante a Flandes y de Flandes, Irlanda y Vizcaya para Levante y otras partes, y de las Yslas de Portugal que no tienen ele aquy a Lisboa puerto tan abrigado como este» (23). Esto permitía asegurar al corregidor «que algunos inviernos acontece hallarse en este puerto cien velas y más», una cifra muy alejada de la recogida por el gobernador en su informe.

Lo cierto es que el embargo de navíos no llegó a producirse debido al fin de la guerra merced a la tregua de Niza. Se abría así un período de paz en las costas gallegas que no pudo mantenerse durante mucho tiempo, pues el cuarto de los enfrentamientos entre Francisco l y Carlos V se iniciaría en 1542 y estaba destinado a prolongarse hasta 1544. Pero ya en los meses previos a la apertura del conflicto, la corte comunicaba a las autoridades locales el temor a la eventual salida de una arma­da desde Francia y ordenaba la adopción de medidas defensivas en los puertos . Al mismo tiempo, se solicitaba también la realización de averiguaciones encaminadas a «saver en donde está esta armada y en el estado que está y lo más que pudieremos de su yntinción», todo lo cual había de hacerse «con el cuydado que es menester y para que se haga lo mas disimuladamente que se pueda» (24). El grado de tensión que traslucen estas órdenes cobra su verdadera dimensión si consideramos que en ese mismo momento el gobernador informaba al rey que «los tratantes franceses que en este tiempo solían venyr a contratar a los puertos deste reino muy hordinariamente

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(23) A. G. S. - G. A. Leg . 12 , r. 53. (24) A. G. S. - G. A Leg. 22, f. 24. (25) A. G. S. - C(onscjo) R(cal). Leg. 256/17.

cada año , ogaño no han venido», circunstancia bien indicativa del clima de guerra existente entre los dos países.

Una vez iniciadas las hostilidades, Galicia debió participar en el esfuerzo militar contribuyendo en hombres y en dinero mediante una leva de 1.000 peones destina­dos al cerco de Perpignan, contingente cuya paga montaba 14.670 ducados que fueron objeto de reparto entre las provincias (25). Peor suerte correría el intento de reunir una nueva armada para la defensa de las costas. Aunque el gobernador reunió en Santiago a los procuradores de las ciudades con objeto ele determinar «Si conberná que se aga alguna armada» (26), el plan no llegó a prosperar ante las reticencias ciudadanas. Ello no significa que el proyecto fuera totalmente abandonado, sino que iba a efectuarse a mayor escala y que su ejecución debió hacerse por cuenta real ante los avisos que llegaban de Francia sobre la organización de nuevas flotas. Con tal propósito, el 1 de marzo de 1543 el rey notificaba a don Álvaro de Bazán su nombramiento como capitán general ele la armada que había de reunir en el norte juntando para ello los navíos disponibles en Galicia , Asturias, las Cuatro Villas y las Provincias Vascas «para que estén y anden en la guardia de aquellas costas e puedan salir a ofender e azer daño a los enemigos quanclo conveniere» (27). De este modo se reunió una flota de veinticinco navíos que obtendría una notable victoria sobre una armada francesa a la altura ele Finisterre (28). Aunque la participación de gallegos en esta empresa fue secundaria con relación a las aportaciones vascas y cántabras, en Galiciano sólo llegaron a requisarse navíos , sino que también se visitaron los puertos para informar al monarca sobre su situación, con un resultado bastante descorazo­nador. El propio don Álvaro de Bazán escribía al emperador desde Laredo en agosto de 1543 relatando su viaje por la costa coruñesa y diciendo «yo vine por tierra ... asta aquí, he visitado todos los lugares de la marina, que son muchos, están todos tan perdidos y tan abiertos que no bastan dineros a fortificarlos y reparallos todos como lo an menester» (29).

A tan preocupantes noticias cabría añadir la circunstancia de que a finales de ese mismo mes se disolvía la armada con el disgusto de los dueños de los navíos gallegos, quienes aseguraban «les quedaron a dever dineros» (30). Por otra parte, también sus relaciones con don Alonso de Bazán acabarían agriándose debido a una disputa en torno al destino de los franceses apresados, pues como resultado de la campaña se habían capturado un total de 453 individuos y se planteaba la cuestión de

f.33.

(26) FERNÁNDEZ VEGA, L., op. cit. volumen lll, pág. 337. (27) A. G. S. - G. A. Leg. 23, f. 77. (28) Vid. GONZÁLEZ LÓPEZ, E., La Galicia de los A11.1·trias, A Corui1a, 1981, pp. 100- 101 (29) A. G. S. - G. A . Leg. 24, L 3 1. (30) Carta de D. Álvarocle Bazán a Car los l. De Larecloa30-Vlll-1543. A. G. S.-G. A. Leg. 24,

(31) A. G. S. - G. A. Leg. 24, f. 33.

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qué hacer con ellos. Mientras «los capitanes y maestres de la armada ele Castilla y del armada ele Galizia» solicitaban «les hiziese repartir los franceses que se quisieren rescatar o fuesen ele rescate», don Álvaro entendía que tal rescate había ele correr por su cuenta y para ello solicitaba la orden real (31). En dicho conflicto acabó interviniendo también un Hernanclo de Vi vero como representante del reino ele Galicia, quien solicitaba la puesta en libertad ele Jos no rescatables «conforme a la costubre y uso ele guerra que se a tenido y tiene en la costa del dicho reino y en la costa ele Francia, pues lo mismo se ha hecho y hazen los franceses cuando prenden y toman algunos gallegos» (32).

Aunque desconocemos la resolución final del caso, su solo planteamiento cons­tituye un buen indicativo del malestar existente en un territorio cada vez más afecta­do por las depredaciones corsarias. En ese sentido, la eficacia demostrada por la armada de Bazán quedaba ampliamente contrarrestada por su carácter temporal, dado que la iniciativa sólo estuvo vigente durante un año, certificando así que el principal problema ele las armadas no era reunirlas , sino mantenerlas. Consecuente­mente, en el otoño ele 1543 Galicia quedaba nuevamente sumida en la indefensión, aunque la firma ele la paz con Francia en 1544 iba a suponer un claro alivio para las autoridades locales.

Bien es verdad que la paz duraría tan poco tiempo que no puede considerarse más que una pequeña tregua en la pugna sostenida entre los dos países. El falleci­miento ele Francisco I en 1547 y la subida al trono de Enrique II en nada iban a cambiar la tradicional rivalidad, aunque tal relevo sí introdujo algunas modificaciones importantes en la estrategia francesa. A raíz ele ello, Galicia asistiría a un espectacu­lar incremento del corsarismo galo, un procedimiento que sería hábilmente utilizado por el nuevo rey para hostigar al monarca español sin necesidad de declarar una guerra abierta.

En prueba de lo dicho, a la altura de agosto de 1549 el gobernador, marqués de Cortes, se mostraba alarmado ante la situación creada por los corsarios franceses en las costas gallegas y hacía saber a Carlos V que «Va la cosa creciendo tanto que si no se provee la cosa más ele veras que hasta aquí no se podrá remediar, porque de poco acá se han desvergonzado a entrar en algunos puertos y de allí an llevado algunos navíos y an comenzado a llevar barcos ele pescadores y a la gente dellos que nunca lo solían hacer» (33) . Entre las iniciativas desarrolladas entonces para hacer frente a la situación cabría resaltar la convocatoria por parte del gobernador ele una reunión con las ciudades cabezas ele provincia «como se me avía enbiaclo a mandar» , en donde trataría sobre el establecimiento ele una nueva armada clefensi va. La apro­bación ele los representantes urbanos ele una «sisa moderada en tocias las cosas que

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(32)A.G.S.-G.A.Leg. 24, f.181. (33) A. G. S. - G. A. Leg. 36, f.174. (34) Ibídem.

se sacan fuera deste Reyno por mar y por tierra» para e l sostenimieno de la flota era considerada por el representante real como «muy buena negociacion , pues sin costa de Su magd. se puede remediar cosa que tanto ymporta a su servicio», al tiempo que solicitaba la aceleración de los trámites para su aprobación despachándola por vía del Consejo de Estado «porque en el consejo de justicia como estas cosas son para guerra no se suelen proveer con el calor y brevedad que se requiere» (34). Esta desconfianza de la primera autoridad militar gallega hacia la actuación del Consejo de Castilla , reflejo de la tensión existente en el seno de la administración española entre la vía gubernativa y Ja judicial, encontraría una manifestación aún más significativa en otro párrafo de esa misma carta , en donde el marqués de Cortes se hacía eco de sus discrepancias con los alcaldes mayores de la Audiencia, quienes a instancias del mismo Consejo persistían en su negativa a facilitar lanzas y otras armas a la pobla­ción del reino. Una decisión que el gobernador juzgaba debida a que en ello «les va poco, pues si algo se ofreciere no an de pelear».

Su postura en todo este asunto permite comprobar también hasta qué punto el representante real era consciente ele la precariedad que solía rodear a estos acuerdos que se adoptaban apresuradamente y bajo la presión de los acontecimientos. Los avatares que afectaron a la proyectada armada en el trancurso ele los meses siguien­tes constituyen la mejor prueba ele lo dicho. De entrada, a mediados ele septiembre ele 1549 el marqués de Cortes recibía la orden real ele elaborar un informe sobre el número ele navíos precisos y sus necesidades ele aprovisionamiento. Según su esti­mación , dicha flota debería estar compuesta por tres buques, uno ele 150 toneladas , otro ele l 00 y un galeón ele 50 tm, que habían de recorrer la costa del reino durante seis meses. Su tripulación estaría formada por 200 marineros y 100 soldados, ade­más ele disponer ele general, dos capitanes, tres pilotos y 40 oficiales con un gasto total de 2.322.000 maravedíes (35).

Ahora bien, reunidas nuevamente las ciudades en Santiago el 15 de octubre de 1549, se mostrarían inicialmente contrarias a la puesta en marcha ele esta iniciativa siguiendo los pareceres de los representantes de Santiago y Tuy, quienes aseguraban «no conbiene a vuestro real servicio que se haga al presente armada alguna» (36). Las razones que aducían en defensa de su postura eran la ausencia ele corsarios en ese momento y los escasos pe1juicios que ocasionaban a los naturales cuando se presentaban ante las costas gallegas «porque si algunos robos hazen son a portugue­ses y a otros nabíos ele fuera del dicho rreyno» . Al mismo tiempo, insistían en lo costoso ele la empresa asegurando que «para sustentar esta armada es necesaria gran suma de dineros , porque en un solo año se hará más gasto que provecho en veinte». Su financiación mediante un tributo sobre productos ele comercio era juzgada tam-

(35) A. G . S. - C. R. Leg. 32717. (36) Ibídem. (37) A. G. S. - G. A. Leg. 42, f. 192.

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bién como muy perniciosa « ... en muy mayor daño y perdición del dicho reino por-que en él ay muy poco trato ... y Jos mercaderes y tratantes ansí naturales como extranjeros se irían a contratar y descargar a otros puertos». Como último argumen­to señalaban los malos resultados de experiencias pasadas, resueltas con «gran gas­to» y «poco provecho» debido a Jos abusos cometidos por los armadores hispanos sobre mercaderes y pescadores , de modo que, a su juicio, «Son más molestados dellos que de los corsarios extranjeros». A resultas de todo esto, las ciudades galle­gas se mostraban partidarias de prescindir de una armada que difícilmente podría resguardar a toda la costa y sugerían que en su lugar se procediera a la protección de los puertos y al armamento de los buques mercantes.

Frente a este acuerdo inicial , el 30 de diciembre de 1549 esas mismas ciudades daban su visto bueno a la formación de Ja armada y acordaban que la sisa destinada a su financiación comenzase a correr desde ese momento hasta marzo de 1551. Tal cambio de postura es un buen reflejo de las presiones ejercidas por el gobernador, aunque la cuestión tampoco pudiera darse entonces por concluida. Las protestas de algunas localidades y el escaso interés de las autoridades urbanas por acelerar el proceso de constitución de la escuadra convertirían a esta resolución en papel moja­do . De ahí que en enero de 1551 el marqués de Cortes hubiese vuelvo a escribir al monarca reiterando la indefensión de Galicia y el peligro en que se encontraba ante posibles ataques corsarios. El abandono de las fortificaciones costeras, el desinterés de los señores de los enclaves portuarios y la oposición de los oidores de la Audien­cia al aprovisionamiento de armas a los vecinos dejaban al reino inerme y colocaban al representante real en una situación crítica, atosigado por la carencia de recursos humanos y materiales y el convencimiento de que «no ay provecho ninguno de la gente dél (del reino)» (37).

El repunte del corsarismo al que se asiste en Galicia durante dicho año iba a alcanzar una de sus mayores cotas durante el mes de octubre, momento en que las autoridades gallegas remitirían varios informes a la Corte notificando los ataques de corsarios a pequeños puertos, como Finisterre o Corcubión, el saqueo de «más de sesenta navíos» y los robos de que habían sido objeto algunos pescadores (38) . Como respuesta a dicha problemática, el gobernador solicitaba «que alguna armada de S.M. vaya a andar por aquella costa de manera que los enemigos entiendan que está defendida y los contratantes puedan andar seguros» (39). De este modo, el representante real volvía a reiterar su opinión de que la eficaz resolución de los problemas militares de Galicia exigía la iniciativa, el control y la contribución de la corona, una postura que el monarca no podía compartir considerando sus agobios hacendísticos. Por ello, iba a insistir en solicitar la contribución del reino y ordenaría

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(38) A. G. S. - G. A. Leg. 42, IT 193 y 210. (39) A. G. S. - G. A. Leg. 42 , f. 254. (40) A. G. S. - G. A. Leg. 42, f. 264.

al marqués ele Cortes la convocatoria ele una nueva reunión ele las provincias para estudiar la posible formación ele una armada en las costas gallegas.

El 4 ele diciembre ele 1551 las ciudades cabezas ele provincias fueron efectiva­mente convocadas para tratar sobre este asunto, aunque los resultados ele la reunión en modo alguno fueron los esperados. En este caso, el objetivo planteado era la formación ele una flota ele mayores dimensiones que la previ sta en 1549, cifrada en 14 «tiaos y zabras y volantes ele remo y l.500 hombres y artillería y munición y bastimentas». Una vez conocida la magnitud ele la empresa, los representantes urba­nos expresaron su rotunda negativa a contribuir argumentando «que es mayor la costa que de la armada les puede caber que el daño que reciben del francés» (40). Ante semejante respuesta, la Audiencia acordaría solicitar el parecer ele los puertos a través ele sus respectivos capitanes adiestradores , «como ele gente mas subjeta al peligro», consulta que se saldó con un resultado desigual y el apoyo al proyecto de Finisterre, Corcubión, Cee, Muxía y Viveiro. A juicio ele los miembros del tribunal real, este asentimiento que se acompañó en los tres primeros casos ele la oferta de servir con 500 ducados por un año, se habría producido «por tocalles más el peligro o según que más o mejor el capitán lo supo rodear», circunstancia que sería insufi­ciente para poner en marcha el proyecto.

Puestas así las cosas, la apertura de hostilidades entre España y Francia que tuvo lugar al año siguiente situaría a Galicia en una posición muy comprometida. A resultas de ello, iba a producirse un claro reforzamiento ele los poderes del goberna­dor, quien recibió la autorización para movilizar a la población que juzgare necesaria para la defensa de la costa «así a los ele tierras ele realengo como ele señorío». El representante real era también el encargado ele nombrar a los capitanes ele tales con­tingentes y a un sargento general «de tocia la gente que hi ziere juntar para el dicho efecto» (41). Con objeto de reforzar la defensa del litoral , se autorizaba el uso de ballestas durante el tiempo que durare el conflicto a la población residente en una franja de tres leguas desde la línea de costa.

Tales medidas, sin embargo, eran consideradas insuficientes por el gobernador, quien juzgaba cada vez más necesarias la mejora en las fortificaciones y el estableci­miento de una pequeña armada, mientras urgía la llegada del sargento general «por­que me quite ele algún travajo, que según está esta gente tan bárbara es menester que yo entienda en todo» (42) . Debido a los apuros en que se encontraba la hacienda real , el Consejo de Guerra, tras mostrarse de acuerdo con las propuestas de las autorida­des gallegas sobre la fortificación de La Coruña y el establecimiento de una pequeña armada, solicitaba de las mismas «que se de yndustria convenyble para hazerlo»,

(41 ) A. G. S . - G. A. Leg. 48, f. 104. (42) Carla del gobernador, marqués de Cortes , a Carlos l. De Santi ago, a IS-V- 1552. A.G.S.­

G.A. Leg . 47 , f. 2 1. (43) A G. S. - G. A. Leg . 47, f. 34.

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pero sin costa ele S.Magcl. De ahí que el marqués ele Cortes acabase patrocinando un plan des tinado a la protección de la cos ta merced a la contribución ele los particul a­res. Así, en mayo el e J 552 co municaba a la corte que había alcanzado un concierto con algunos mercaderes que ofrecían serv ir a la Corona con 80.000 ducados anuales durante cuatro años a cambio de la concesión ele salvoconductos para comerc iar con Francia, África y Berbería. Lo apurado ele la situ ación. marcada por el temor a un posible ataque francés , ex plica la urgencia que intentaba imprimir el gobernador a las ges tiones destinadas a la aprobación del plan , pues según recordaba al por enton­ces príncipe Felipe «la guerra quiere toda presteza y se puede hazer mal sin dineros» ( 43) .

Pese a los apremios del marqués, el asunto del posible acuerdo comercial iba a di scurrir muy lentamente. La intervención ele don Lui s de Vivero «en nombre y en boz del Reyno de Gali zia» mediante memorial dirigido al rey el 28 ele mayo de 1552, permite conocer algo mejor los pormenores de este proyecto. Para justificarlo, las ciudades gallegas subrayaban los pe1juicios ocas ionados por el cese del comercio con Francia y los asa ltos de los corsarios. Las garantías que lo rodeaban eran ampliamente resaltadas en el escrito , al señalar que el concierto se hacía «con mer­caderes de las principales compañyas y más caudalosas destos vros. Reynos, y son naturales dellos», al insistir en que las transacciones se harían sobre productos «no vedados» y pagando en mercancías y no en dinero. Al mi smo tiempo, las «ciudades. villas y lugares del dicho Reyno», se ofrecían a contribuir a la fortificación y a la armada obteniendo facultad real para proceder a una sisa o a un repartimiento o para pagar mediante sobras de rentas «por la horclen mejor que les paresciere». En con­trapartida, «el dicho Reyno de Gali zia y los mismo mercaderes» se harían cargo de la contratación ele África y Berbería, comprometiéndose a bajar un 8% el precio ele las mercancías , a mantener los navíos bien armados y a aprovisionar a Casti ll a de oro en «Otra tanta suma como se les diere li cencia que lleven de plata». Para contrarrestar los pareceres de quienes se oponían a la realización ele tratos con el enemigo y a la contribución ele los súbd itos en materias que eran obligaciones del rey. el reino ele Galicia se comprometía a obtener un dictamen favorable ele «los doctores cated ráti­cos ele leyes y cánones y por otros letrados ele la hunyversiclacl de Salamanca con aprovacio n el e maestros y dotores en santa theolog ía y en derec ho cevil y canónyco» (44) .

Las dilaciones que iba a sufrir esta propuesta en la corte, sin embargo, choca­ban con las urgencias ele la guerra, de modo que la puesta en ejecución ele algunas medidas defensivas por parte del gobernador (compra ele pólvora y munici ones, búsqueda de artilleros fu era de Galicia , pequeñas reparaciones en murallas y fuertes)

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(44) A. G. S. - G. A. Lcg. 47 . r. 33. (45) A. G. S.- G. A. Leg. 47 . L 34.

se harían merced a algunas sobras de rentas. De ahí la advertencia del representante real ele que si no se firmaba el acuerdo con los mercaderes «lo que faltare hecharse a la sisa general, que yo no veo otro rremeclio si vuestra alteza no probee ele dineros» (45). Entretanto, la presión ele los corsarios franceses no hacía más que acentuar el problema y crear nuevos conflictos, como los planteados por el apresamiento de los tripulantes de una zabra francesa capturada en Finisterre, 30 individuos que unidos a los sesenta apresados en otras partes «hazen cada día harta costa a la camara ele su magestad» ( 46) .

La falta de alternativas y la necesidad de hacer frente a la problemática plantea­da acabarían forzando al gobernador a reunir una junta del «rreyno y puertos de mar principales» con objeto de proceder a la fortificación de los enclaves costeros y a «hazer que se armase alguna cosa por mar». Como resultado de dicha reunión, el reino acordaba establecer durante dos años una sisa general.rnbre los productos que salieren de la región por mar y tierra destinando las dos terceras partes de su importe a la fortificación de La Coruña y el resto al pago de los capitanes y gente de guerra distribuidos por las zonas litorales. El 14 de junio las ciudades gallegas comunicaban al príncipe esta decisión que se acompañaba de un memorial ele peticiones presenta­do en su nombre por el regidor de Betanzos, Pedro Pardo de Andrade, en el que se incluía la súplica de la concesión de salvoconductos para comerciar en Francia y en África a algunos mercaderes nombrados por el gobernador y por un representante del reino. A mayor abundamiento, y en previsión ele que el trámite se retrasara, solicitaban la concesión de licencia para que los franceses «puedan contratar en la ciudad de la Coruña y traer trigo y bino y bituallas y las otras cosas que está dado licencia que trayan los dichos franceses en viscaya y guipuscoa y en las Cuatro Villas» (47).

En paralelo a estas gestiones , el gobernador hacía saber en la corte el buen fin de sus diligencias con los puertos del reino, quienes se comprometían a armar «hasta doze bolanteros y zabras que andarán por esta costa defendiéndola lo mejor que pudieren» (48). La urgencia que intentaba imprimir a todos estos asuntos y las dila­ciones que éstos experimentaban explican las quejas del representante real , quien en un escrito dirigido a Juan Vázquez de Molina como miembro del Consejo Real, se lamentaba diciendo que «yo me ayudo todo lo que puedo, pues v.m. y esos senores no me quieren ayudar en nada, ni aún responderme a mis cartas, de que no estoy poco agrav iado, pues no trato en ellas ele mis negoc ios , sino del servicio de su magestad y de su alteza» (49).

(46) Carta del marqués de Cortes al rey. De San tiago a 1/\11/ 1552. A.G. S. - G.A. Lcg. 47 , f. 35 . (47) A. G. S. - G. A. Leg. 47, ff. 29 y 46. (48) A. G. S. - G.A. Leg. 47, f. 50. (49) A. G. S. -G.A. Lcg. 47, f. 5 1. (50) A . G. S. - G. A . Leg. 47, f. 52.

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Esta postura del gobe rnador y sus apremios contrastaban, sin embargo, con la lentitud que iba a rodear al asunto de la sisa, agravada también por la remisión de nuevas propuestas desde Galicia. Así, poco después de notificada la aceptación de las ciudades a la misma, y sus peticiones, el alcaide de la fortaleza de La Coruña, Juan López de Vivero , enviaba al príncipe un plan destinado a la invasión de Bretaña desde esta ciudad con una fuerza de 6.000 hombres que el interesado se comprome­tía a reunir «dando v.a. los salvoconductos y licern;: ias para contratar en Francia y África y Bervería», más 30.000 ducados por una vez. Dicha jornada ofrecía la ventaja de «metelle la guerra en las entrañas de Francia y gana lle huna ribera, la mas ymportante y rica de sus estados y mas bien poblada», pero exigía rapidez en la resolución, para evitar los riesgos del invierno (50). La rapidez, sin embargo, era difícil de obtener en el entorno cortesano, y de ahí que tanto este plan como la aprobación de la sisa se retrasaran ante la desesperación del gobernador, quien a 21 de agosto seguía insistiendo en la necesidad de tomar medidas al respecto y sefialaba que «para esto se enbió un mensajero con todos los despachos a suplicar a vuestra alteza y nunca a avicio respuesta aunque a muchos días» (51 ). Entretanto, los proble­mas se acumulaban en Galicia y la necesidad de poner freno a las acciones corsarias impulsaría el previsto armamento de algunos barcos por parte de Jos puertos galle­gos. Sus acciones contra los buques franceses se saldarían con el apresamiento de varios hombres, cuyo mantenimiento a costa de las penas de cámara constituía otro serio motivo de preocupación para el marqués de Cortes .

Finalmente, a comienzos del mes de septiembre las autoridades gallegas reci ­bían la notificación de que la sisa destinada a la fortificación de La Corufia había recibido la aprobación real. Con respecto a la posible invasión de Bretafia, las cosas no se presentaban tan favorables. La falta de dinero justificaba la suspensión del proyecto, pese a que éste había sido bien perfilado por el alcaide corufiés. Conforme a su propuesta, la empresa exigía doce galeones (dos de 500 t, dos de 400 t y los ocho restantes de 200 t), cuarenta zabras, veinte carabelas y 12 lanchas de servicio. Su tripulación estaría formada por 3.000 marineros y llevaría una dotación de infan­tería de 6.000 soldados, es timándose el coste de la operación en 40.000 ducados mensuales (52).

Además de los problemas económicos, este plan chocaba con Ja realidad de un territorio que se encontraba en tan precarias condiciones defensivas que el goberna­dor debió suplicar en varias ocasiones «que sino fuere con mucha necesidad no se sirva en que de aquí se saque gente» (53). El ataque al puerto de Bares protagonizado

(51) A. G. S. - G. A. Leg. 52, f. 7. (52) A.G. S. - G. A. Lcg. 47, L 198. (53) Carta del marqués de Corles al príncipe. De Santiago a 7/X/1552. A. G . S. - G. A. Leg. 47,

f. 2 15.

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por una armada francesa que se dirigía hacia las Indias incrementaría notablemente la tensión en el reino , aunque la puesta en arrendamiento de la sisa hacía concebir muchas esperanzas al representante real de un rápido alivio de la situación (54). Sin e mbargo, este asunto iba a convertirse en el origen de un profundo conflicto que cuestionaría la propia representati vi dad de las ciudades cabezas de provincia, dado que algunas localidades, como Viveiro, Baiona, Ribadeo y Vigo se oponían a la con­cesión del tributo aduciendo que ellos no habían sido consultados al respecto. Su apelación al Consejo Real y el hecho de que hubiese sido admitida por éste sería también ocasión para que el gobernador mostrase su desconfianza hacia el organis­mo, insistiendo en los que suponía de «muy gran nobedad oyrlos y ruyn introdución para lo que toca al servicio de su magestad, pues todas las vezes que quisiere este rreyno servirle podría aver contradicion de qualquiera de los lugares que no son cabezas de provincia» (55).

El gobernador no era el único contrariado ante la situac ión. También las siete ciudades con representación en Juntas suplicaban que no se escuchase a los lugares rebeldes, porque «a dárseles lugar será ocasión que para adelante ellos y otros tengan semejante atrevimiento» (56). Por otra parte, esta controversia tendría igualmente efectos en el interior de algunos concejos, como el de Vivero, en donde los regidores se encontraban divididos y la facción contraria a la sisa había intentado el nombra­miento de un corregidor por parte del Consejo y que «de aquí adelante no le pusyesen ni nombrasen el gobernador y alcaldes mayores <leste reino que lo suelen y acostum­bran nombrar de tiempo inmemorial a esta parte» (57). En consecuencia, tanto el gobernador como las ciudades cabezas de provincia solicitaban que el asunto no se viera en el Consejo Real , sino en la Real Audiencia de Galicia o en el Consejo de Guerra, y que se desestimara una petición que «Sería dar lugar a grandes alteraciones en el dicho Reino». Aunque desconocemos el trámite que se dio finalmente a este expediente, lo cierto es que a finales de febrero de 1553 la sisa había comenzado a cobrarse, de modo que el gobernador pudo mostrarse altamente satisfecho de una gestión que permitía al monarca «hacer guerra sin dineros».

Pero el desenlace de este episodio en modo alguno había resuelto los problemas

(54) Según in formaba el gobern ador, "se negoció tan bien que sub ieron solas las dos partes de la sisa que para la fortificación de la coruña se otorgaron a casi veinte y ocho mili ducados en los dos años, con que se hará lo que se pretende en ella y la otra tercia parte que se otrogó para gastos del reyno, como son capi tanes y gen te ele guerra y algunas armadas contra corsarios quesean hecho, bastará para e llos y quedará buena parle para que el año que biene durando la guerra y siendo dello su alteza servicio se pueda hazcr algu na buena armada para defender e l Reyno". A.G.S. - G.A. Leg. 46, f. 84.

(55) Ibídem. (56) A. G. S. - G. A. Leg. 46, f. 85. (57) Carta del gobernador y alca ldes mayores de Galicia al príncipe. De Santiago a 31/Xfl/ 1552.

A.G. S. - C.C. Leg. 38.

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de fondo que afectaban al sistema defensivo de Galicia. Aunque se avanzó en la fortificación de La Coruña, el resto de los puertos estaban desprotegidos y los corsarios seguían actuando con gran facilidad. La mejor prueba de ello iba a ser el viaje del príncipe Felipe a Inglaterra en 1554, cuando partió del puerto coruñés para casarse con María Tudor. En esta ocasión el temor a un posible ataque de corsarios france­ses obligaría a la reunión de una potente armada formada por navíos vascos y anda­luces y de la que fue proveedor general don Bernardino ele Mendoza, capitán general de las galeras de Es paila (58). Aunque en algún momento se sopesó la posibilidad de trasladar a la capital herculina a algunas compañías ele soldados estacionadas en Navarra, finalmente el grueso de la infantería se levantó en Castilla, reuniéndose los efectivos en Zamora para hacer desde allí el viaje a pie hasta La Coruña. Sería ésta la flota de mayores dimensiones que vio Galicia en la época de Carlos I y la última gran iniciativa militar desarrollada en las costas gallegas durante su reinado. Sería también un claro preludio de las grandes empresas navales impulsadas por su hijo , un tiempo en el que se asiste a un agudo proceso de militarización del reino , aunque el contrin­cante ya no fuera Francia, sino Inglaterra. A modo de conclusión , por lo tanto, cabe atribuir al reinado del emperador el mérito de haber impulsado las primeras medidas destinadas a la defensa de las costas gallegas , medidas sin duda insuficientes y pun­tuales, pero no por ello menos significativas a la hora de hacer viable la participación de Galicia en la política imperial.

(58) Las noticias sobre dicha armada aparece recogidas en A. G. S. - G. A. Leg. 55 ,tf. 40, 42, 96 , 100, 103, 184.

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