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Homilías Destacadas Mons. René Rebolledo Salinas A B R A H A M G E N V I T - I S S A C diocesis de osorno www.diocesisdeosorno.cl

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SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

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SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE

ORDENACIÓN EPISCOPAL

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SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

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SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

Page 5: homilías  2012

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

Page 6: homilías  2012

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

Page 7: homilías  2012

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

VOCACIÓN SACERDOTALMonseñor Rebolledo habla sobre las

vocaciones

Page 8: homilías  2012

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

VOCACIÓN SACERDOTAL

1.- ¿Cómo podría definir la vocación sacerdotal?

“La vocación es una llamada gratuita de Dios a seguir un proyecto personal de vida, dirigido a cada persona y radicado en el gran proyecto de Dios para el hombre: Su Reino. Éste ha llegado en su Hijo Jesús y, junto a Él, somos invitados a construirlo, anhelando su plenitud.

A Dios se responde libre y personalmente, agradeciendo durante toda la vida el don del llamado y disponiéndonos, día tras día, a ser verdadero discípulo misionero de su Hijo, Cristo el Señor”.

2.- ¿Podría sintetizar el rol de la familia en la vocación religiosa? “La familia es una instancia fundamental en todas las etapas de la vocación. Muchas vocaciones se han despertado en el seno familiar. Obviamente, es decisivo su rol en el crecimiento y maduración de la vocación.

En una familia donde se expresa en todo orden la primacía de Dios, donde se manifiesta el amor y la fe en Él, donde se aprecia la Eucaristía, donde se expresa el amor y la comunión con la Iglesia, nacerán y se desarrollarán bien las vocaciones. El testimonio de fe y piedad de los padres, hermanos y demás familiares es trascendental”.

3.- En síntesis. ¿Cómo pueden discernir los jóvenes su opción vocacional?

“El Señor es quien llama. Los jóvenes y también personas más adultas, experimentan este llamado. Sirven en los diversos apostolados de sus respectivas comunidades y movimientos apostólicos. Se entusiasman por ser verdaderos discípulos misioneros del Señor. Verifican su eventual llamado a la vida sacerdotal o de consagración religiosa en la Iglesia; lo disciernen en oración, en la dirección espiritual, en sus comunidades; toman parte de jornadas vocacionales, asisten a retiros y otras actividades a propósito. De este modo se va perfilando su propio camino vocacional”.

4.- ¿Por qué cree usted que existe una tendencia a la baja en las vocaciones sacerdotales y religiosas?

“En esta tendencia influyen factores múltiples. De una parte la cultura, que en sus manifestaciones e incidencias no facilita la respuesta generosa de los jóvenes a una eventual llamada de consagración al Señor. De otra parte, la familia, “herida” profundamente por las grandes transformaciones de la sociedad y con un número reducido de hijos. Debemos considerar, igualmente, las exigencias de la vocación, que llevan implícitas el desafío de caminar por el sendero que Cristo nos ha señalado, entrar en él es hoy más complejo que en tiempos pasados”.

5.- ¿Existe algún proyecto en las diócesis para revertir la situación actual de las vocaciones?

“En nuestras diócesis seguimos algunos aspectos que son comunes. En primer lugar, procuramos acrecentar la oración por las Vocaciones; “rogar al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies” (Mt 9, 38). Luego, seguir trabajando por fortalecer la vida cristiana de las familias y que todas nuestras comunidades e instituciones de educación sean centros vivos, capaces de despertar estas vocaciones; promovemos la pastoral juvenil y el compromiso misionero de los jóvenes.

Lo más importante y urgente es crear una “cultura vocacional”, siguiendo el anhelo del Papa Juan Pablo II, donde todos y cada uno, imbuidos del Espíritu que nos regala el Señor desde nuestro propio llamado, podamos llevar al mundo las palabras de amor que Jesús ha puesto en nuestros labios”.

6.- ¿Quién puede formar a un sacerdote?

“Es importante señalar que sólo Dios Padre es el que forma en cada persona la imagen de su Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo. Todos hemos sido creados a “imagen de Dios”, para llegar a ser

otros Cristos, esto es lo fundamental de la palabra “cristiano”. Sin embargo, este proceso formativo sólo puede realizarse gracias a las mediaciones que Dios nos regala.

Las principales se refieren a la familia, en primer lugar, y la comunidad eclesial donde se ha descubierto la vocación. El Seminario constituirá el lugar más propio donde se realiza esta obra de Dios, que, al mismo tiempo, es humana y que cuenta con la participación libre de la persona.

7.- ¿Cómo se da la formación de los futuros sacerdotes? ¿Cuánto dura este proceso?

“La formación sacerdotal es un proceso que dura toda la vida. Por ello, busca ser integral, es decir, aborda todos los aspectos de la persona. Es así como hablamos de cuatro dimensiones: la dimensión humano comunitaria, fundamento de todo este proceso, que intenta lograr una progresiva madurez. La dimensión intelectual, necesaria para dar solidez en cuanto a conocimientos sobre Dios y el hombre; es por ello que se estudian tres años de filosofía y cuatro de teología. La dimensión pastoral, que es en definitiva la finalidad de todo el proceso y que busca formar el corazón de buen pastor, al estilo de Jesús, que da la vida por sus ovejas. Debe estar apoyada por la experiencia pastoral en distintas parroquias, comisiones pastorales y otros apostolados. Y la dimensión espiritual, que es el alma de toda la formación, en ella se integra todos los aspectos de la vida humana en la progresiva identificación y comunión con Jesús.

8.- ¿Cuál sería su mensaje para los jóvenes que están en proceso de reflexión para optar al sacerdocio o a la vida religiosa?

“Querido hermano: El Padre Dios te ha bendecido con el precioso don de tu vida. Procura manifestarle, por ello, gratitud cada día. Manifiéstale que, en cuanto de ti dependa, recorrerás tu camino de vida prodigándote para que tu existencia sea fecunda, así como Él desde siempre lo ha querido.

En su gracia busca discernir el llamado maravilloso que Él te hace a la vocación laical o al ministerio ordenado o a la vida religiosa.

Es hermoso servir al Señor y, con Él y en Él, a los hermanos en su Iglesia, siguiendo en fidelidad el propio don, la vocación que el Señor con su bondad te regala.

Si descubres que el Señor te está llamando a servirlo en una vocación de especial consagración, no desoigas su voz. Con el Señor Jesús, junto a Él y a tantos otros hermanos, recorrerás un camino maravilloso, no exento de dificultades. No obstante, serás muy feliz.

Generaciones de jóvenes, generosos y audaces como tú, han seguido al Señor. ¡Síguelo! ¡Él es la plenitud de nuestras vidas!”.

“… toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el “primer paso” y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu»” (Rm 5,5).

(S.S. Benedicto XVI, Mensaje con ocasión de la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2012).

Page 9: homilías  2012

SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

VOCACIÓN SACERDOTAL

1.- ¿Cómo podría definir la vocación sacerdotal?

“La vocación es una llamada gratuita de Dios a seguir un proyecto personal de vida, dirigido a cada persona y radicado en el gran proyecto de Dios para el hombre: Su Reino. Éste ha llegado en su Hijo Jesús y, junto a Él, somos invitados a construirlo, anhelando su plenitud.

A Dios se responde libre y personalmente, agradeciendo durante toda la vida el don del llamado y disponiéndonos, día tras día, a ser verdadero discípulo misionero de su Hijo, Cristo el Señor”.

2.- ¿Podría sintetizar el rol de la familia en la vocación religiosa? “La familia es una instancia fundamental en todas las etapas de la vocación. Muchas vocaciones se han despertado en el seno familiar. Obviamente, es decisivo su rol en el crecimiento y maduración de la vocación.

En una familia donde se expresa en todo orden la primacía de Dios, donde se manifiesta el amor y la fe en Él, donde se aprecia la Eucaristía, donde se expresa el amor y la comunión con la Iglesia, nacerán y se desarrollarán bien las vocaciones. El testimonio de fe y piedad de los padres, hermanos y demás familiares es trascendental”.

3.- En síntesis. ¿Cómo pueden discernir los jóvenes su opción vocacional?

“El Señor es quien llama. Los jóvenes y también personas más adultas, experimentan este llamado. Sirven en los diversos apostolados de sus respectivas comunidades y movimientos apostólicos. Se entusiasman por ser verdaderos discípulos misioneros del Señor. Verifican su eventual llamado a la vida sacerdotal o de consagración religiosa en la Iglesia; lo disciernen en oración, en la dirección espiritual, en sus comunidades; toman parte de jornadas vocacionales, asisten a retiros y otras actividades a propósito. De este modo se va perfilando su propio camino vocacional”.

4.- ¿Por qué cree usted que existe una tendencia a la baja en las vocaciones sacerdotales y religiosas?

“En esta tendencia influyen factores múltiples. De una parte la cultura, que en sus manifestaciones e incidencias no facilita la respuesta generosa de los jóvenes a una eventual llamada de consagración al Señor. De otra parte, la familia, “herida” profundamente por las grandes transformaciones de la sociedad y con un número reducido de hijos. Debemos considerar, igualmente, las exigencias de la vocación, que llevan implícitas el desafío de caminar por el sendero que Cristo nos ha señalado, entrar en él es hoy más complejo que en tiempos pasados”.

5.- ¿Existe algún proyecto en las diócesis para revertir la situación actual de las vocaciones?

“En nuestras diócesis seguimos algunos aspectos que son comunes. En primer lugar, procuramos acrecentar la oración por las Vocaciones; “rogar al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies” (Mt 9, 38). Luego, seguir trabajando por fortalecer la vida cristiana de las familias y que todas nuestras comunidades e instituciones de educación sean centros vivos, capaces de despertar estas vocaciones; promovemos la pastoral juvenil y el compromiso misionero de los jóvenes.

Lo más importante y urgente es crear una “cultura vocacional”, siguiendo el anhelo del Papa Juan Pablo II, donde todos y cada uno, imbuidos del Espíritu que nos regala el Señor desde nuestro propio llamado, podamos llevar al mundo las palabras de amor que Jesús ha puesto en nuestros labios”.

6.- ¿Quién puede formar a un sacerdote?

“Es importante señalar que sólo Dios Padre es el que forma en cada persona la imagen de su Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo. Todos hemos sido creados a “imagen de Dios”, para llegar a ser

otros Cristos, esto es lo fundamental de la palabra “cristiano”. Sin embargo, este proceso formativo sólo puede realizarse gracias a las mediaciones que Dios nos regala.

Las principales se refieren a la familia, en primer lugar, y la comunidad eclesial donde se ha descubierto la vocación. El Seminario constituirá el lugar más propio donde se realiza esta obra de Dios, que, al mismo tiempo, es humana y que cuenta con la participación libre de la persona.

7.- ¿Cómo se da la formación de los futuros sacerdotes? ¿Cuánto dura este proceso?

“La formación sacerdotal es un proceso que dura toda la vida. Por ello, busca ser integral, es decir, aborda todos los aspectos de la persona. Es así como hablamos de cuatro dimensiones: la dimensión humano comunitaria, fundamento de todo este proceso, que intenta lograr una progresiva madurez. La dimensión intelectual, necesaria para dar solidez en cuanto a conocimientos sobre Dios y el hombre; es por ello que se estudian tres años de filosofía y cuatro de teología. La dimensión pastoral, que es en definitiva la finalidad de todo el proceso y que busca formar el corazón de buen pastor, al estilo de Jesús, que da la vida por sus ovejas. Debe estar apoyada por la experiencia pastoral en distintas parroquias, comisiones pastorales y otros apostolados. Y la dimensión espiritual, que es el alma de toda la formación, en ella se integra todos los aspectos de la vida humana en la progresiva identificación y comunión con Jesús.

8.- ¿Cuál sería su mensaje para los jóvenes que están en proceso de reflexión para optar al sacerdocio o a la vida religiosa?

“Querido hermano: El Padre Dios te ha bendecido con el precioso don de tu vida. Procura manifestarle, por ello, gratitud cada día. Manifiéstale que, en cuanto de ti dependa, recorrerás tu camino de vida prodigándote para que tu existencia sea fecunda, así como Él desde siempre lo ha querido.

En su gracia busca discernir el llamado maravilloso que Él te hace a la vocación laical o al ministerio ordenado o a la vida religiosa.

Es hermoso servir al Señor y, con Él y en Él, a los hermanos en su Iglesia, siguiendo en fidelidad el propio don, la vocación que el Señor con su bondad te regala.

Si descubres que el Señor te está llamando a servirlo en una vocación de especial consagración, no desoigas su voz. Con el Señor Jesús, junto a Él y a tantos otros hermanos, recorrerás un camino maravilloso, no exento de dificultades. No obstante, serás muy feliz.

Generaciones de jóvenes, generosos y audaces como tú, han seguido al Señor. ¡Síguelo! ¡Él es la plenitud de nuestras vidas!”.

“Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar "actitudes vocacionales de fondo", que originan una auténtica "cultura vocacional". Esas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil. Se trata de lograr una cultura que permita al hombre moderno volverse a encontrar a sí mismo, recuperando los valores superiores de amor, amistad, oración y contemplación. Este mundo, atormentado por transformaciones a menudo lacerantes, necesita más que nunca el testimonio de hombres y mujeres de buena voluntad y, especialmente, de vidas consagradas a los más altos y sagrados valores espirituales, a fin de que a nuestro tiempo no le falte la luz de las más elevadas conquistas del espíritu”

(S.S. Juan Pablo II, Mensaje con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993, n. 2).

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SALUDO DE MONS. RENÉ REBOLLEDO, OBISPO DE OSORNO, EN LA EUCARISTÍA DE ORDENACIÓN EPISCOPAL INTRODUCCIÓN

El Señor Jesucristo, el enviado del Padre, presente en medio nuestro, envió a los Apóstoles y por su voluntad, sus sucesores, los Obispos son los pastores en la Iglesia.El Pastor eterno asiste siempre a su Iglesia mediante aquellos que, en virtud del sacramento del orden, cuidan con amor paternal del pueblo santo de Dios.

Por ello el Obispo es y debe ser presencia viva del Señor Jesucristo, actuando para con los suyos las características más genuinas del Buen Pastor.

Que gran desafío, todo un programa de vida, que espero con la gracia del Señor y la ayuda de todos ustedes hacer realidad en mi vida.

EXPRESIÓN DE GRATITUD

Agradezco profundamente a Dios nuestro Padre por su obra en mi y por tantas manifestaciones de su bondad a lo largo de mi vida. Recurro una vez más a las palabras maravillosas del salmista para expresar mis sentimientos en este día: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115, 12). El mismo autor del salmo nos sugiere la respuesta: “Alzaré la Copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115, 13). Es lo que acabamos de realizar: Celebración de la santa Eucaristía, homenaje sublime de acción de gracias al Señor.

Cierto estoy que su bondad me proseguirá acompañando también en adelante. En este nuevo servicio en la Iglesia, él me donará la gracia. En esta grave responsabilidad que hoy asumo, él me sostendrá y me otorgará las fuerzas necesarias.

En el nombre de Dios, uno y trino, cuya Providencia jamás viene a menos, he aceptado este servicio. En su nombre también lo inicio esperando con�ado que “él lleve a feliz término la obra que en mi ha comenzado” (Cfr. Ritual de Ordenación).

Mi palabra de gratitud dirijo al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y a su representante en nuestro país, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli.

Agradezco al Santo Padre su amable deferencia para conmigo. A él y a sus colaboradores mi sentida gratitud por la con�anza depositada en mi humilde persona. Aseguro al Santo Padre la oración de la diócesis que me ha encomendado como también nuestra �lial y cordial adhesión a su Magisterio.

A Mons. Dagoberto Campos, presente entre nosotros, solicito la bondad de transmitir mis sentimientos de gratitud al señor Nuncio Apostólico, quien en último momento no pudo viajar para estar presente en esta sagrada celebración. Gracias al señor Nuncio por su bondad y paternal cercanía en estos días tan signi�cativos en mi vida.

Mi expresión de gratitud dirijo al señor Cardenal, Mons. Francisco Javier Errázuriz. Usted, señor Cardenal, no sólo ha tenido la bondad de conferirme la ordenación episcopal, sino que me ha animado con sus palabras y gestos a asumir plenamente la voluntad del Señor en mi vida. Gracias por todo. Con profundo respeto y afecto le ofrezco nuestra humilde oración por su gran cometido en la Iglesia.

Los señores Obispos que hoy nos acompañan han dejado grandes compromisos en sus respectivas diócesis para estar con nosotros, unirse a la oración de la Iglesia diocesana de Osorno que recibe un nuevo pastor y participar de nuestra alegría. Gracias a todos ellos por acompañarnos en este día.

Quedo muy agradecido por la presencia de hermanas y hermanos de otras tradiciones religiosas. Les saludo con afecto deseándoles la paz de Cristo Resucitado, vivo y presente en medio nuestro. Con todo respeto les solicito que podamos juntos con nuestra oración y otros valiosos instrumentos que la Providencia nos sugerirá ir decididamente actuando entre nosotros uno de los deseos más preciosos del Señor, que sus discípulos: “Todos sean uno” a �n de que “el mundo crea” (Jn 17, 21). No escatimaremos, pues, ningún esfuerzo para crear en medio nuestro un “ambiente ecuménico”.

Agradezco la amable presencia de las autoridades civiles, militares, de orden y representantes de las diversas organizaciones sociales de nuestra ciudad y de la provincia. Gracias por la cordial adhesión al Pastor de esta Iglesia diocesana y por los sentimientos manifestados en los mensajes que han tenido la deferencia de enviarme: Común disposición de aunar los esfuerzos que redunden en bien de nuestra gente. Quiera el Señor acompañarnos a todos en las acciones que emprendamos a favor de los hermanos que en de�nitiva el mismo Señor nos ha con�ado y por los cuales ante él somos responsables.

Gracias a mis padres por su ejemplo de fe y entrega al Señor. Ruego también por ellos en este día: Que el Señor les haya concedido el contemplar su rostro. Gracias a mis queridos hermanos y familiares que hoy me acompañan por su afecto e incondicional acompañamiento en mi vocación sacerdotal.

He sido hasta ahora sacerdote de la diócesis de Villarrica. Agradezco a Mons. Sixto Parzinger su con�anza depositada en mi persona a lo largo de tantos años. El Señor sabrá recompensar su bondad y gran generosidad. Ruego al Señor que él le bendiga junto con sus sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, con todos sus �eles. Gracias por el afecto, las oraciones y su unión conmigo. Con ustedes he transcurrido mi vida hasta hoy experimentando múltiples expresiones de bondad, comprensión y cercanía espiritual. Que el Señor les bendiga.

Gracias al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, a su Rector, a los formadores, profesores, personal y a los seminaristas. Les tendré presente con afecto y gratitud.Agradezco muy sentidamente al señor Administrador Diocesano de Osorno, Pbro. Francisco Triviño, quien ha conducido sabiamente la diócesis en tiempo de vacancia de la Sede. Gracias también por haber aceptado proseguir colaborando en la conducción de la diócesis como Vicario General.

Saludo con afecto y gratitud a mis hermanos sacerdotes de nuestra diócesis de Osorno, a los diáconos permanentes, a las religiosas y religiosos, a los seminaristas, a los agentes de pastoral, a los miembros de los diversos movimientos eclesiales, a todos los �eles, particularmente a los hermanos del Pueblo Huilliche. He orado ante el Altar del Señor por todos ustedes, particularmente por cuantos hoy están sufriendo corporal y espiritualmente, por los que están en los servicios de salud, en la cárcel y por los pobres del Señor.

El Señor me concedió la gracia de conocer a varios sacerdotes de nuestro presbiterio en su etapa de seminaristas. Con ellos, en múltiples ocasiones hemos intercambiado acerca de los ideales del sacerdocio. Ruego al Señor en este día que ninguno de nosotros deje de aspirar a lo más noble del sacerdocio, como lo ha deseado Nuestro Señor Jesucristo para nosotros. Feliz el sacerdote que, no obstante los límites de nuestra condición humana, anhela asemejarse a Cristo, quien lo ha llamado por su nombre.

Hermanas y hermanos: He sabido que Ustedes han rezado mucho por su nuevo Obispo. Les ruego que me sigan acompañando con su oración, puesto que de ellas me fío para llevar adelante el ministerio que el Señor me ha con�ado. Gracias por acogerme en esta hermosa ciudad, ahora soy osornino, uno de ustedes. Gracias porque han preparado esta hermosa celebración con gran generosidad y mucho cariño.

Juntos viviremos nuestra fe; juntos celebraremos la presencia del Señor Resucitado; juntos nos alegraremos en los días felices y juntos asumiremos las di�cultades y los inevitables problemas de la vida.

Saludo con cordial afecto a las hermanas y hermanos venidos de otras tierras, muchos de ellos de países lejanos, y que han sido acogidos en nuestra ciudad y aquí han formado sus familias y desarrollan su vida. Me re�ero a los ciudadanos de origen español, alemán, francés, italianos, sirios, etc. Admirable riqueza multicultural con la cual la ciudad ha sido bendecida y donde cada comunidad, aportando lo más noble y mejor de sus tradiciones, experimenta como un desafío contribuir e�cazmente a la consolidación cada vez más plena de la identidad de la gran comunidad osornina.

Con respeto y cordial afecto me acerco para saludar a todos, quienes no compartiendo la fe en Dios con nosotros, sin embargo dedican sus vidas y fuerzas al bien, en múltiples ocasiones y oportunidades que la vida les depara. El diálogo, el encuentro y el respeto recíproco favorecerán un clima de conocimiento que puede ser muy auspicioso para todos.

HOMENAJE DE GRATITUD A LOS PASTORES DE LA DIÓCESIS: MOS. FRANCISCO VALDÉS SUBERCASEAUX, MONS. MIGUEL CAVIEDES Y MONS. ALEJANDRO GOIC

En este día no puedo menos que rendir un homenaje de profunda gratitud a Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, a Mons. Miguel Caviedes Medina y a Mons. Alejandro Goic. Ellos, grandes pastores que el Señor ha regalado a la diócesis de Osorno, con su constante solicitud pastoral, fruto de su profunda unión con el Señor, han ido preparando una Iglesia Diocesana bien a�anzada en muchos aspectos. Todo ello demuestra con evidencia la gravedad del servicio que

hoy emprendo. Asumo íntegramente las prioridades pastorales que la diócesis se ha propuesto trabajar camino a las bodas de oro que, Dios mediante, celebraremos con gozo el próximo año.

LA ORIENTACIÓN PASTORAL PARA EL FUTURO

Invito a todos a proseguir por el camino experimentado, entregando con sencillez y serenidad nuestro humilde aporte al crecimiento del reino del Padre en medio nuestro.

El lema episcopal elegido, In verbo tuo, “En tu Palabra”, es una invitación perentoria a que, no obstante las di�cultades del tiempo presente, podamos predicar con renovada esperanza a Jesu-cristo nuestro Señor. Que también en nuestros tiempos él sea conocido y amado.

Con el apóstol Pedro y los primeros discípulos del Señor, plenamente con�ados en la Palabra, queremos servir al Evangelio.

CONCLUSIÓN

He sido ordenado obispo en el día en que la Iglesia celebra la festividad del “Inmaculado Corazón de María”. Ella es la Madre de la Iglesia. A ella, nuestra Señora de Osorno, y a San Mateo, patrono de la ciudad y de la diócesis, ruego que acompañe nuestro caminar.

“Bajo tu amparo nos acogemos,santa Madre de Dios,no desprecies las oracionesque te dirigimos en nuestras necesidades,antes bien líbranos de todo peligro,oh Virgen gloriosa y bendita”. Amén. Gracias, muchas gracias.

VOCACIÓN SACERDOTAL

1.- ¿Cómo podría definir la vocación sacerdotal?

“La vocación es una llamada gratuita de Dios a seguir un proyecto personal de vida, dirigido a cada persona y radicado en el gran proyecto de Dios para el hombre: Su Reino. Éste ha llegado en su Hijo Jesús y, junto a Él, somos invitados a construirlo, anhelando su plenitud.

A Dios se responde libre y personalmente, agradeciendo durante toda la vida el don del llamado y disponiéndonos, día tras día, a ser verdadero discípulo misionero de su Hijo, Cristo el Señor”.

2.- ¿Podría sintetizar el rol de la familia en la vocación religiosa? “La familia es una instancia fundamental en todas las etapas de la vocación. Muchas vocaciones se han despertado en el seno familiar. Obviamente, es decisivo su rol en el crecimiento y maduración de la vocación.

En una familia donde se expresa en todo orden la primacía de Dios, donde se manifiesta el amor y la fe en Él, donde se aprecia la Eucaristía, donde se expresa el amor y la comunión con la Iglesia, nacerán y se desarrollarán bien las vocaciones. El testimonio de fe y piedad de los padres, hermanos y demás familiares es trascendental”.

3.- En síntesis. ¿Cómo pueden discernir los jóvenes su opción vocacional?

“El Señor es quien llama. Los jóvenes y también personas más adultas, experimentan este llamado. Sirven en los diversos apostolados de sus respectivas comunidades y movimientos apostólicos. Se entusiasman por ser verdaderos discípulos misioneros del Señor. Verifican su eventual llamado a la vida sacerdotal o de consagración religiosa en la Iglesia; lo disciernen en oración, en la dirección espiritual, en sus comunidades; toman parte de jornadas vocacionales, asisten a retiros y otras actividades a propósito. De este modo se va perfilando su propio camino vocacional”.

4.- ¿Por qué cree usted que existe una tendencia a la baja en las vocaciones sacerdotales y religiosas?

“En esta tendencia influyen factores múltiples. De una parte la cultura, que en sus manifestaciones e incidencias no facilita la respuesta generosa de los jóvenes a una eventual llamada de consagración al Señor. De otra parte, la familia, “herida” profundamente por las grandes transformaciones de la sociedad y con un número reducido de hijos. Debemos considerar, igualmente, las exigencias de la vocación, que llevan implícitas el desafío de caminar por el sendero que Cristo nos ha señalado, entrar en él es hoy más complejo que en tiempos pasados”.

5.- ¿Existe algún proyecto en las diócesis para revertir la situación actual de las vocaciones?

“En nuestras diócesis seguimos algunos aspectos que son comunes. En primer lugar, procuramos acrecentar la oración por las Vocaciones; “rogar al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies” (Mt 9, 38). Luego, seguir trabajando por fortalecer la vida cristiana de las familias y que todas nuestras comunidades e instituciones de educación sean centros vivos, capaces de despertar estas vocaciones; promovemos la pastoral juvenil y el compromiso misionero de los jóvenes.

Lo más importante y urgente es crear una “cultura vocacional”, siguiendo el anhelo del Papa Juan Pablo II, donde todos y cada uno, imbuidos del Espíritu que nos regala el Señor desde nuestro propio llamado, podamos llevar al mundo las palabras de amor que Jesús ha puesto en nuestros labios”.

6.- ¿Quién puede formar a un sacerdote?

“Es importante señalar que sólo Dios Padre es el que forma en cada persona la imagen de su Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo. Todos hemos sido creados a “imagen de Dios”, para llegar a ser

otros Cristos, esto es lo fundamental de la palabra “cristiano”. Sin embargo, este proceso formativo sólo puede realizarse gracias a las mediaciones que Dios nos regala.

Las principales se refieren a la familia, en primer lugar, y la comunidad eclesial donde se ha descubierto la vocación. El Seminario constituirá el lugar más propio donde se realiza esta obra de Dios, que, al mismo tiempo, es humana y que cuenta con la participación libre de la persona.

7.- ¿Cómo se da la formación de los futuros sacerdotes? ¿Cuánto dura este proceso?

“La formación sacerdotal es un proceso que dura toda la vida. Por ello, busca ser integral, es decir, aborda todos los aspectos de la persona. Es así como hablamos de cuatro dimensiones: la dimensión humano comunitaria, fundamento de todo este proceso, que intenta lograr una progresiva madurez. La dimensión intelectual, necesaria para dar solidez en cuanto a conocimientos sobre Dios y el hombre; es por ello que se estudian tres años de filosofía y cuatro de teología. La dimensión pastoral, que es en definitiva la finalidad de todo el proceso y que busca formar el corazón de buen pastor, al estilo de Jesús, que da la vida por sus ovejas. Debe estar apoyada por la experiencia pastoral en distintas parroquias, comisiones pastorales y otros apostolados. Y la dimensión espiritual, que es el alma de toda la formación, en ella se integra todos los aspectos de la vida humana en la progresiva identificación y comunión con Jesús.

8.- ¿Cuál sería su mensaje para los jóvenes que están en proceso de reflexión para optar al sacerdocio o a la vida religiosa?

“Querido hermano: El Padre Dios te ha bendecido con el precioso don de tu vida. Procura manifestarle, por ello, gratitud cada día. Manifiéstale que, en cuanto de ti dependa, recorrerás tu camino de vida prodigándote para que tu existencia sea fecunda, así como Él desde siempre lo ha querido.

En su gracia busca discernir el llamado maravilloso que Él te hace a la vocación laical o al ministerio ordenado o a la vida religiosa.

Es hermoso servir al Señor y, con Él y en Él, a los hermanos en su Iglesia, siguiendo en fidelidad el propio don, la vocación que el Señor con su bondad te regala.

Si descubres que el Señor te está llamando a servirlo en una vocación de especial consagración, no desoigas su voz. Con el Señor Jesús, junto a Él y a tantos otros hermanos, recorrerás un camino maravilloso, no exento de dificultades. No obstante, serás muy feliz.

Generaciones de jóvenes, generosos y audaces como tú, han seguido al Señor. ¡Síguelo! ¡Él es la plenitud de nuestras vidas!”.

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Homilía Inmaculada Concepción 2012

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HOMILÍASOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Osorno, 8 de diciembre de 2012

Textos bíblicosPrimera lectura : Gn 3, 9 - 15. 20Salmo responsorial : Sal 97, 1 - 4Segunda lectura : Ef 1, 3 - 6. 11 - 12Evangelio : Lc 1, 26 - 38

1. “El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).

Hace exactamente una semana que hemos iniciado con fervor el tiempo de Adviento, celebrando de este modo la venida del Hijo de Dios. El clima espiritual de estos días es de espera y esperanza. Como comunidad estamos en atenta espera, en vela, vigilando, favoreciendo una profunda preparación del corazón. Anhelamos que la aplastante propaganda consumista de la cultura actual no nos aparte del motivo de nuestra dichosa esperanza, la llegada de Cristo al mundo. Él es el Mesías, el Salvador, que hace suyos los gozos, las tristezas y las esperanzas de los hombres en todo tiempo y lugar. ¡Cuánto necesitamos ahora y en el futuro razones para vivir y razones para esperar! Por ello, en Jesucristo nuestra fe, esperanza y caridad.

La apertura del Año de la Fe en nuestro templo catedral “San Mateo”, el pasado 11 de octubre, con la participación entusiasta de muchos de ustedes, ha sido una celebración magnífica de nuestra fe. Como comunidad diocesana hemos acogido, con sentimientos de gratitud y gozo, el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir el Año de la Fe que se extenderá hasta la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013.

A lo largo de este tiempo y, confiados en su gracia y bendición, como nos ha exhortado el Santo Padre en la Carta Apostólica Porta Fidei, “La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27),

“tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe” (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación” (sic 13).

Manifestemos en esta celebración nuestra fe y alabanza a Cristo, único Señor, único salvador, único mediador.

Y celebremos también con gozo y gratitud que Dios nuestro Padre eligiera a María, la virgen santa, para donarnos a su Hijo. Ella lo esperó con gran amor de Madre, lo dio a luz y lo ha entregado a cuantos quieran acogerlo para que en Él tengan plenitud de vida y felicidad perdurable.

Por ello, al recordarla hoy, en su Inmaculada Concepción, hacemos nuestras las palabras del Mensajero divino: “¡Alégrate, (María)!, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28).

“¡Alégrate, María!”

Virgen Madre, Madre de Jesús y Madre nuestra. Madre de nuestro querido Osorno que hoy, en este campo de oración diocesano se acoge una vez más a tu materna intercesión.

“¡Alégrate, María!”

Virgen Santa, Discípula y Misionera de la Fe. Te saludan tus hijos, representando a las 23 parroquias de nuestra diócesis. Tú fuiste alabada por Isabel como “Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42) y, aún más, exaltada por ella como “¡Dichosa porque creíste!” (Lc 1, 45). Te agradecemos por tu fe pura, fiel y vigorosa. Con Isabel alabamos la grandeza de tu fe y te solicitamos que intercedas ante tu Hijo, para que también nuestra vida esté fundamentada en sus promesas.

“¡Alégrate, María!”

Virgen, madre de la esperanza. Te saludan los jóvenes de la diócesis. Tú eres para ellos aliento, consuelo y fortaleza en el camino de sus vidas. Ellos te invocan como “madre de la esperanza” y te suplican tu compañía en la Misión Joven que han emprendido con gozo, pasión e ilusión. Anhelan ser discípulos misioneros de la fe entre sus pares, amigos, compañeros de ruta y de estudios, hermanos en las comunidades juveniles de la diócesis. Ellos quieren estar cerca de los jóvenes que sufren a causa de la desunión familiar, la falta de oportunidades, el flagelo de la droga u otros vicios. Los jóvenes, al saludarte, te contemplan como refugio seguro, motivo de consuelo, gran aliciente y estímulo para proseguir la marcha de la vida.

2. “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Acabamos de oír, en la proclamación del santo Evangelio, uno de los pasajes bíblicos más decisivos en la historia de nuestra salvación, el anuncio a María por parte del Mensajero divino, que Ella “goza del favor de Dios”, que “concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamará Jesús” (Lc 1, 30 - 31). El Evangelista Lucas resalta sobre todo el asentimiento de María a la voluntad del Padre eterno: “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

La respuesta de María a la elección divina es un acto de fe muy grande, firme e inquebrantable.

En la fe, María se entrega sin reserva a la acción del Espíritu Santo, concibiendo en su seno al Hijo que procede del Padre.

En la fe, María abraza su vocación, convirtiéndose en sierva de Dios y de los hombres.

En la fe, María se dispone a realizar en todo la voluntad del Padre Dios, tanto en días de gozo, como también en aquellos de gran sufrimiento.

En la fe, María busca afrontar los desafíos cotidianos de su existencia.

En la fe, María siguió a su Hijo Jesús “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6).

3. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Queridos hermanos sacerdotes y diáconos permanentes, religiosos y religiosas, hermanas y hermanos.

La festividad de la Inmaculada Concepción, que conmemoramos, nos llena de gozo y gratitud a Dios por su obra en la Virgen Santa. Este día nos alegra profundamente porque celebramos un acontecimiento que también nos pertenece. María es la primicia de nuestra entera comunidad:

• Ella es la primera que experimentó la salvación por medio de la pascua de su Hijo.

• Ella es la primera cristiana.

• Ella es la expresión más perfecta y acabada de todo lo que el Señor espera de nosotros.

• Ella es motivo de alegría para toda la humanidad.

• Ella es modelo para nuestra fe.

• Ella es la primera realización del plan salvador de Dios destinado a todos nosotros.

• Ella es la primera discípula-misionera de la fe. Por ello nuestra gran alegría y profundo agradecimiento a Dios. La hermosa expresión de la Carta de los Efesios, que hemos escuchado en la Segunda lectura, es una maravillosa síntesis de nuestra alabanza a Dios por lo que ha obrado en María y también en nosotros:

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!,

que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Procuremos, apreciados hermanos, ofrecer nuestra respuesta a Dios como la ha dado María. En esta celebración se conjuga admirablemente el Sí de Dios, el Sí de María y nuestro Sí.

El Sí de Dios que nos envía a su Hijo muy amado.

El Sí de María que se dispone a la obra de Dios en Ella y nos entrega a su Hijo.

El Sí nuestro que nos abre a la voluntad salvadora de Dios en nuestros tiempos, es nuestra disposición para dar a conocer hoy al Señor: que Él sea conocido, amado, seguido, celebrado y anunciado.

¡Oh María, Madre de nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra! Hoy te agradecemos por tu Sí valiente, generoso y humilde. Nos alegramos contigo porque Dios te eligió para ser la Madre de su Hijo, Jesús nuestro hermano. Tú Sí nos recordará por siempre el principio de nuestra salvación. Te pedimos que ruegues por nosotros: para que también nuestro Sí sea como el tuyo, para que podamos creer y esperar en Jesucristo, para que tengamos la bendición de amarlo en toda nuestra vida, para que en su gracia caminemos firmes en la fe, alegres en la esperanza y solícitos en el amor fraterno. Amén.

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HOMILÍASOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Osorno, 8 de diciembre de 2012

Textos bíblicosPrimera lectura : Gn 3, 9 - 15. 20Salmo responsorial : Sal 97, 1 - 4Segunda lectura : Ef 1, 3 - 6. 11 - 12Evangelio : Lc 1, 26 - 38

1. “El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).

Hace exactamente una semana que hemos iniciado con fervor el tiempo de Adviento, celebrando de este modo la venida del Hijo de Dios. El clima espiritual de estos días es de espera y esperanza. Como comunidad estamos en atenta espera, en vela, vigilando, favoreciendo una profunda preparación del corazón. Anhelamos que la aplastante propaganda consumista de la cultura actual no nos aparte del motivo de nuestra dichosa esperanza, la llegada de Cristo al mundo. Él es el Mesías, el Salvador, que hace suyos los gozos, las tristezas y las esperanzas de los hombres en todo tiempo y lugar. ¡Cuánto necesitamos ahora y en el futuro razones para vivir y razones para esperar! Por ello, en Jesucristo nuestra fe, esperanza y caridad.

La apertura del Año de la Fe en nuestro templo catedral “San Mateo”, el pasado 11 de octubre, con la participación entusiasta de muchos de ustedes, ha sido una celebración magnífica de nuestra fe. Como comunidad diocesana hemos acogido, con sentimientos de gratitud y gozo, el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir el Año de la Fe que se extenderá hasta la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013.

A lo largo de este tiempo y, confiados en su gracia y bendición, como nos ha exhortado el Santo Padre en la Carta Apostólica Porta Fidei, “La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27),

“tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe” (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación” (sic 13).

Manifestemos en esta celebración nuestra fe y alabanza a Cristo, único Señor, único salvador, único mediador.

Y celebremos también con gozo y gratitud que Dios nuestro Padre eligiera a María, la virgen santa, para donarnos a su Hijo. Ella lo esperó con gran amor de Madre, lo dio a luz y lo ha entregado a cuantos quieran acogerlo para que en Él tengan plenitud de vida y felicidad perdurable.

Por ello, al recordarla hoy, en su Inmaculada Concepción, hacemos nuestras las palabras del Mensajero divino: “¡Alégrate, (María)!, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28).

“¡Alégrate, María!”

Virgen Madre, Madre de Jesús y Madre nuestra. Madre de nuestro querido Osorno que hoy, en este campo de oración diocesano se acoge una vez más a tu materna intercesión.

“¡Alégrate, María!”

Virgen Santa, Discípula y Misionera de la Fe. Te saludan tus hijos, representando a las 23 parroquias de nuestra diócesis. Tú fuiste alabada por Isabel como “Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42) y, aún más, exaltada por ella como “¡Dichosa porque creíste!” (Lc 1, 45). Te agradecemos por tu fe pura, fiel y vigorosa. Con Isabel alabamos la grandeza de tu fe y te solicitamos que intercedas ante tu Hijo, para que también nuestra vida esté fundamentada en sus promesas.

“¡Alégrate, María!”

Virgen, madre de la esperanza. Te saludan los jóvenes de la diócesis. Tú eres para ellos aliento, consuelo y fortaleza en el camino de sus vidas. Ellos te invocan como “madre de la esperanza” y te suplican tu compañía en la Misión Joven que han emprendido con gozo, pasión e ilusión. Anhelan ser discípulos misioneros de la fe entre sus pares, amigos, compañeros de ruta y de estudios, hermanos en las comunidades juveniles de la diócesis. Ellos quieren estar cerca de los jóvenes que sufren a causa de la desunión familiar, la falta de oportunidades, el flagelo de la droga u otros vicios. Los jóvenes, al saludarte, te contemplan como refugio seguro, motivo de consuelo, gran aliciente y estímulo para proseguir la marcha de la vida.

2. “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Acabamos de oír, en la proclamación del santo Evangelio, uno de los pasajes bíblicos más decisivos en la historia de nuestra salvación, el anuncio a María por parte del Mensajero divino, que Ella “goza del favor de Dios”, que “concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamará Jesús” (Lc 1, 30 - 31). El Evangelista Lucas resalta sobre todo el asentimiento de María a la voluntad del Padre eterno: “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

La respuesta de María a la elección divina es un acto de fe muy grande, firme e inquebrantable.

En la fe, María se entrega sin reserva a la acción del Espíritu Santo, concibiendo en su seno al Hijo que procede del Padre.

En la fe, María abraza su vocación, convirtiéndose en sierva de Dios y de los hombres.

En la fe, María se dispone a realizar en todo la voluntad del Padre Dios, tanto en días de gozo, como también en aquellos de gran sufrimiento.

En la fe, María busca afrontar los desafíos cotidianos de su existencia.

En la fe, María siguió a su Hijo Jesús “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6).

3. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Queridos hermanos sacerdotes y diáconos permanentes, religiosos y religiosas, hermanas y hermanos.

La festividad de la Inmaculada Concepción, que conmemoramos, nos llena de gozo y gratitud a Dios por su obra en la Virgen Santa. Este día nos alegra profundamente porque celebramos un acontecimiento que también nos pertenece. María es la primicia de nuestra entera comunidad:

• Ella es la primera que experimentó la salvación por medio de la pascua de su Hijo.

• Ella es la primera cristiana.

• Ella es la expresión más perfecta y acabada de todo lo que el Señor espera de nosotros.

• Ella es motivo de alegría para toda la humanidad.

• Ella es modelo para nuestra fe.

• Ella es la primera realización del plan salvador de Dios destinado a todos nosotros.

• Ella es la primera discípula-misionera de la fe. Por ello nuestra gran alegría y profundo agradecimiento a Dios. La hermosa expresión de la Carta de los Efesios, que hemos escuchado en la Segunda lectura, es una maravillosa síntesis de nuestra alabanza a Dios por lo que ha obrado en María y también en nosotros:

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!,

que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Procuremos, apreciados hermanos, ofrecer nuestra respuesta a Dios como la ha dado María. En esta celebración se conjuga admirablemente el Sí de Dios, el Sí de María y nuestro Sí.

El Sí de Dios que nos envía a su Hijo muy amado.

El Sí de María que se dispone a la obra de Dios en Ella y nos entrega a su Hijo.

El Sí nuestro que nos abre a la voluntad salvadora de Dios en nuestros tiempos, es nuestra disposición para dar a conocer hoy al Señor: que Él sea conocido, amado, seguido, celebrado y anunciado.

¡Oh María, Madre de nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra! Hoy te agradecemos por tu Sí valiente, generoso y humilde. Nos alegramos contigo porque Dios te eligió para ser la Madre de su Hijo, Jesús nuestro hermano. Tú Sí nos recordará por siempre el principio de nuestra salvación. Te pedimos que ruegues por nosotros: para que también nuestro Sí sea como el tuyo, para que podamos creer y esperar en Jesucristo, para que tengamos la bendición de amarlo en toda nuestra vida, para que en su gracia caminemos firmes en la fe, alegres en la esperanza y solícitos en el amor fraterno. Amén.

Page 14: homilías  2012

HOMILÍASOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Osorno, 8 de diciembre de 2012

Textos bíblicosPrimera lectura : Gn 3, 9 - 15. 20Salmo responsorial : Sal 97, 1 - 4Segunda lectura : Ef 1, 3 - 6. 11 - 12Evangelio : Lc 1, 26 - 38

1. “El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).

Hace exactamente una semana que hemos iniciado con fervor el tiempo de Adviento, celebrando de este modo la venida del Hijo de Dios. El clima espiritual de estos días es de espera y esperanza. Como comunidad estamos en atenta espera, en vela, vigilando, favoreciendo una profunda preparación del corazón. Anhelamos que la aplastante propaganda consumista de la cultura actual no nos aparte del motivo de nuestra dichosa esperanza, la llegada de Cristo al mundo. Él es el Mesías, el Salvador, que hace suyos los gozos, las tristezas y las esperanzas de los hombres en todo tiempo y lugar. ¡Cuánto necesitamos ahora y en el futuro razones para vivir y razones para esperar! Por ello, en Jesucristo nuestra fe, esperanza y caridad.

La apertura del Año de la Fe en nuestro templo catedral “San Mateo”, el pasado 11 de octubre, con la participación entusiasta de muchos de ustedes, ha sido una celebración magnífica de nuestra fe. Como comunidad diocesana hemos acogido, con sentimientos de gratitud y gozo, el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir el Año de la Fe que se extenderá hasta la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013.

A lo largo de este tiempo y, confiados en su gracia y bendición, como nos ha exhortado el Santo Padre en la Carta Apostólica Porta Fidei, “La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27),

“tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe” (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación” (sic 13).

Manifestemos en esta celebración nuestra fe y alabanza a Cristo, único Señor, único salvador, único mediador.

Y celebremos también con gozo y gratitud que Dios nuestro Padre eligiera a María, la virgen santa, para donarnos a su Hijo. Ella lo esperó con gran amor de Madre, lo dio a luz y lo ha entregado a cuantos quieran acogerlo para que en Él tengan plenitud de vida y felicidad perdurable.

Por ello, al recordarla hoy, en su Inmaculada Concepción, hacemos nuestras las palabras del Mensajero divino: “¡Alégrate, (María)!, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28).

“¡Alégrate, María!”

Virgen Madre, Madre de Jesús y Madre nuestra. Madre de nuestro querido Osorno que hoy, en este campo de oración diocesano se acoge una vez más a tu materna intercesión.

“¡Alégrate, María!”

Virgen Santa, Discípula y Misionera de la Fe. Te saludan tus hijos, representando a las 23 parroquias de nuestra diócesis. Tú fuiste alabada por Isabel como “Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42) y, aún más, exaltada por ella como “¡Dichosa porque creíste!” (Lc 1, 45). Te agradecemos por tu fe pura, fiel y vigorosa. Con Isabel alabamos la grandeza de tu fe y te solicitamos que intercedas ante tu Hijo, para que también nuestra vida esté fundamentada en sus promesas.

“¡Alégrate, María!”

Virgen, madre de la esperanza. Te saludan los jóvenes de la diócesis. Tú eres para ellos aliento, consuelo y fortaleza en el camino de sus vidas. Ellos te invocan como “madre de la esperanza” y te suplican tu compañía en la Misión Joven que han emprendido con gozo, pasión e ilusión. Anhelan ser discípulos misioneros de la fe entre sus pares, amigos, compañeros de ruta y de estudios, hermanos en las comunidades juveniles de la diócesis. Ellos quieren estar cerca de los jóvenes que sufren a causa de la desunión familiar, la falta de oportunidades, el flagelo de la droga u otros vicios. Los jóvenes, al saludarte, te contemplan como refugio seguro, motivo de consuelo, gran aliciente y estímulo para proseguir la marcha de la vida.

2. “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Acabamos de oír, en la proclamación del santo Evangelio, uno de los pasajes bíblicos más decisivos en la historia de nuestra salvación, el anuncio a María por parte del Mensajero divino, que Ella “goza del favor de Dios”, que “concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamará Jesús” (Lc 1, 30 - 31). El Evangelista Lucas resalta sobre todo el asentimiento de María a la voluntad del Padre eterno: “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

La respuesta de María a la elección divina es un acto de fe muy grande, firme e inquebrantable.

En la fe, María se entrega sin reserva a la acción del Espíritu Santo, concibiendo en su seno al Hijo que procede del Padre.

En la fe, María abraza su vocación, convirtiéndose en sierva de Dios y de los hombres.

En la fe, María se dispone a realizar en todo la voluntad del Padre Dios, tanto en días de gozo, como también en aquellos de gran sufrimiento.

En la fe, María busca afrontar los desafíos cotidianos de su existencia.

En la fe, María siguió a su Hijo Jesús “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6).

3. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Queridos hermanos sacerdotes y diáconos permanentes, religiosos y religiosas, hermanas y hermanos.

La festividad de la Inmaculada Concepción, que conmemoramos, nos llena de gozo y gratitud a Dios por su obra en la Virgen Santa. Este día nos alegra profundamente porque celebramos un acontecimiento que también nos pertenece. María es la primicia de nuestra entera comunidad:

• Ella es la primera que experimentó la salvación por medio de la pascua de su Hijo.

• Ella es la primera cristiana.

• Ella es la expresión más perfecta y acabada de todo lo que el Señor espera de nosotros.

• Ella es motivo de alegría para toda la humanidad.

• Ella es modelo para nuestra fe.

• Ella es la primera realización del plan salvador de Dios destinado a todos nosotros.

• Ella es la primera discípula-misionera de la fe. Por ello nuestra gran alegría y profundo agradecimiento a Dios. La hermosa expresión de la Carta de los Efesios, que hemos escuchado en la Segunda lectura, es una maravillosa síntesis de nuestra alabanza a Dios por lo que ha obrado en María y también en nosotros:

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!,

que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Procuremos, apreciados hermanos, ofrecer nuestra respuesta a Dios como la ha dado María. En esta celebración se conjuga admirablemente el Sí de Dios, el Sí de María y nuestro Sí.

El Sí de Dios que nos envía a su Hijo muy amado.

El Sí de María que se dispone a la obra de Dios en Ella y nos entrega a su Hijo.

El Sí nuestro que nos abre a la voluntad salvadora de Dios en nuestros tiempos, es nuestra disposición para dar a conocer hoy al Señor: que Él sea conocido, amado, seguido, celebrado y anunciado.

¡Oh María, Madre de nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra! Hoy te agradecemos por tu Sí valiente, generoso y humilde. Nos alegramos contigo porque Dios te eligió para ser la Madre de su Hijo, Jesús nuestro hermano. Tú Sí nos recordará por siempre el principio de nuestra salvación. Te pedimos que ruegues por nosotros: para que también nuestro Sí sea como el tuyo, para que podamos creer y esperar en Jesucristo, para que tengamos la bendición de amarlo en toda nuestra vida, para que en su gracia caminemos firmes en la fe, alegres en la esperanza y solícitos en el amor fraterno. Amén.

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HOMILÍASOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Osorno, 8 de diciembre de 2012

Textos bíblicosPrimera lectura : Gn 3, 9 - 15. 20Salmo responsorial : Sal 97, 1 - 4Segunda lectura : Ef 1, 3 - 6. 11 - 12Evangelio : Lc 1, 26 - 38

1. “El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).

Hace exactamente una semana que hemos iniciado con fervor el tiempo de Adviento, celebrando de este modo la venida del Hijo de Dios. El clima espiritual de estos días es de espera y esperanza. Como comunidad estamos en atenta espera, en vela, vigilando, favoreciendo una profunda preparación del corazón. Anhelamos que la aplastante propaganda consumista de la cultura actual no nos aparte del motivo de nuestra dichosa esperanza, la llegada de Cristo al mundo. Él es el Mesías, el Salvador, que hace suyos los gozos, las tristezas y las esperanzas de los hombres en todo tiempo y lugar. ¡Cuánto necesitamos ahora y en el futuro razones para vivir y razones para esperar! Por ello, en Jesucristo nuestra fe, esperanza y caridad.

La apertura del Año de la Fe en nuestro templo catedral “San Mateo”, el pasado 11 de octubre, con la participación entusiasta de muchos de ustedes, ha sido una celebración magnífica de nuestra fe. Como comunidad diocesana hemos acogido, con sentimientos de gratitud y gozo, el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir el Año de la Fe que se extenderá hasta la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013.

A lo largo de este tiempo y, confiados en su gracia y bendición, como nos ha exhortado el Santo Padre en la Carta Apostólica Porta Fidei, “La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27),

“tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe” (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación” (sic 13).

Manifestemos en esta celebración nuestra fe y alabanza a Cristo, único Señor, único salvador, único mediador.

Y celebremos también con gozo y gratitud que Dios nuestro Padre eligiera a María, la virgen santa, para donarnos a su Hijo. Ella lo esperó con gran amor de Madre, lo dio a luz y lo ha entregado a cuantos quieran acogerlo para que en Él tengan plenitud de vida y felicidad perdurable.

Por ello, al recordarla hoy, en su Inmaculada Concepción, hacemos nuestras las palabras del Mensajero divino: “¡Alégrate, (María)!, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28).

“¡Alégrate, María!”

Virgen Madre, Madre de Jesús y Madre nuestra. Madre de nuestro querido Osorno que hoy, en este campo de oración diocesano se acoge una vez más a tu materna intercesión.

“¡Alégrate, María!”

Virgen Santa, Discípula y Misionera de la Fe. Te saludan tus hijos, representando a las 23 parroquias de nuestra diócesis. Tú fuiste alabada por Isabel como “Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42) y, aún más, exaltada por ella como “¡Dichosa porque creíste!” (Lc 1, 45). Te agradecemos por tu fe pura, fiel y vigorosa. Con Isabel alabamos la grandeza de tu fe y te solicitamos que intercedas ante tu Hijo, para que también nuestra vida esté fundamentada en sus promesas.

“¡Alégrate, María!”

Virgen, madre de la esperanza. Te saludan los jóvenes de la diócesis. Tú eres para ellos aliento, consuelo y fortaleza en el camino de sus vidas. Ellos te invocan como “madre de la esperanza” y te suplican tu compañía en la Misión Joven que han emprendido con gozo, pasión e ilusión. Anhelan ser discípulos misioneros de la fe entre sus pares, amigos, compañeros de ruta y de estudios, hermanos en las comunidades juveniles de la diócesis. Ellos quieren estar cerca de los jóvenes que sufren a causa de la desunión familiar, la falta de oportunidades, el flagelo de la droga u otros vicios. Los jóvenes, al saludarte, te contemplan como refugio seguro, motivo de consuelo, gran aliciente y estímulo para proseguir la marcha de la vida.

2. “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

Acabamos de oír, en la proclamación del santo Evangelio, uno de los pasajes bíblicos más decisivos en la historia de nuestra salvación, el anuncio a María por parte del Mensajero divino, que Ella “goza del favor de Dios”, que “concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamará Jesús” (Lc 1, 30 - 31). El Evangelista Lucas resalta sobre todo el asentimiento de María a la voluntad del Padre eterno: “Yo soy la servidora del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

que nos ha bendecido en Cristo… y nos ha elegido en Él” (Ef 1, 3 - 4).

Procuremos, apreciados hermanos, ofrecer nuestra respuesta a Dios como la ha dado María. En esta celebración se conjuga admirablemente el Sí de Dios, el Sí de María y nuestro Sí.

El Sí de Dios que nos envía a su Hijo muy amado.

El Sí de María que se dispone a la obra de Dios en Ella y nos entrega a su Hijo.

El Sí nuestro que nos abre a la voluntad salvadora de Dios en nuestros tiempos, es nuestra disposición para dar a conocer hoy al Señor: que Él sea conocido, amado, seguido, celebrado y anunciado.

¡Oh María, Madre de nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra! Hoy te agradecemos por tu Sí valiente, generoso y humilde. Nos alegramos contigo porque Dios te eligió para ser la Madre de su Hijo, Jesús nuestro hermano. Tú Sí nos recordará por siempre el principio de nuestra salvación. Te pedimos que ruegues por nosotros: para que también nuestro Sí sea como el tuyo, para que podamos creer y esperar en Jesucristo, para que tengamos la bendición de amarlo en toda nuestra vida, para que en su gracia caminemos firmes en la fe, alegres en la esperanza y solícitos en el amor fraterno. Amén.

Page 16: homilías  2012

Homilía Natividad del Señor 2012

Page 17: homilías  2012

HOMILÍA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 52, 7-10Salmo responsorial : Sal 97, 1-6Segunda lectura : Heb 1, 1-6Evangelio : Jn 1, 1-18 (1, 1-5. 9-14)

01.- “Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Hemos preparado el corazón para acoger el santo Evangelio de hoy con un texto maravilloso, estupenda síntesis de la verdad y grandeza de este día. Lo repito, entregándolo una vez más a esta asamblea y a cada uno en particular, con el anhelo que se grabe profundamente en nuestra mente y corazón. Sin duda, nos será de gran ayuda para vivir en profundidad este día de la Natividad de Jesús, nuestro Dios y Señor.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

En la comunión de la Iglesia vivimos este día santo unidos a cuantos en el mundo entero, en las grandes catedrales o en las humildes capillas, en silencio adorante o con bellos villancicos, participando en una santa Eucaristía solemne o musitando una humilde plegaria en los lugares más recónditos de la tierra, entran, con la gracia del Señor, en la profundidad de este día.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Queremos transcurrir estas horas y este tiempo de gracia agradeciendo en familia. Manifestemos el anhelo que todos nuestros seres queridos tengan la bendición de acoger el acontecimiento salvador que hace sagrado este día. Supliquemos al Señor con fe y esperanza, que, junto a nuestros seres queridos, hoy más que nunca, hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, ricos y pobres, nos sintamos verdaderos hijos y hermanos en la gran familia de Dios.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Que nuestro anhelo sea vivir esta Navidad con nuestros hermanos de camino, cercanos y conocidos, vecinos y colegas de trabajo. Sin olvidar a los pobres y desvalidos, a los afligidos y abandonados, a los recluidos en los centros penitenciarios, a los sufrientes en el cuerpo o en el espíritu. En la comunión de la Iglesia queremos comprender a cuantos están agobiados, preocupados y desesperanzados. A cuantos padecen la enfermedad y están postrados en los hospitales y otros centros. A cuantos, alejados de su Patria, comparten ahora su vida con nosotros.

En la comunión de la Iglesia, que no conoce límites ni fronteras, recibamos unidos la convocatoria:

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos cordialmente esta invitación. Nos la hace el mismo Señor, como en la noche de Belén el Mensajero divino la hiciera a los “pastores que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche” (Lc 2, 8). “Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con fe el llamado. Sin temor, acudamos al Portal de Belén para encontrar al recién nacido. Allí contemplaremos admirados y sobrecogidos el modo como Dios actúa; cómo Él nos demuestra su amor inconmensurable, en el don de su Hijo único.

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con humildad el llamado. El Mensajero divino dio esta señal a los pastores: “encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un Pesebre (Lc 2, 12). La humildad es la fuerza del Hijo de Dios. Con sus brazos abiertos Él nos acogerá para indicarnos que su vida y la nuestra están en las manos del Padre.

Finaliza el precioso estribillo guiándonos al motivo que sustenta la grandeza de este día e invoca el homenaje de nuestra adoración:

“porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Generación tras generación, los discípulos del Señor en todos los tiempos han escuchado, como nosotros en esta asamblea, una expresión breve, apenas tres letras, sin embargo de una trascendencia enorme: es la palabra “hoy”. Qué reconfortante es saber y oír una vez más que cuanto celebramos no es un aniversario o un maravilloso cumpleaños, sino la actualización de un acontecimiento salvífico que se renueva: el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Hoy es el día sagrado de la Natividad del Señor y concentra en sí el entonces de Belén; el hoy de esta celebración como acontecimiento siempre nuevo y, el día final, cuando Él retorne glorioso en su última venida.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, nos invadirá con su luz. Ésta jamás ha cesado de brillar por más que las tinieblas del mundo han buscado apagarla.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, supliquémosle que el fulgor de su luz disipe la nube de nuestro pecado y de los males del mundo.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, entreguémosle lo que Él más anhela de cada uno de nosotros, nuestro corazón. Que se abra verdaderamente al misterio de su luz.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

Al encontrarnos con Él, digámosle que “Por la entrañable misericordia de Dios, nos visite desde lo alto un amanecer que ilumine a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, que enderece los pasos por un camino de paz (Lc 1, 78-79).

02.- “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).

Con la maravilla y profundidad de este texto meditado, hemos acogido el anuncio del Evangelio que nos proclamara el diácono. Nuestra atención se dirige inmediatamente al culmen del anuncio:

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad”.

El Padre eterno nos ha dirigido su Palabra, viva y verdadera. ¡Es su propio Hijo! En Él nos ha comunicado lo que es Él. El hombre y el mundo no caminan hacia un sin sentido. No. En la Palabra, Cristo su Hijo, Dios nos ha señalado el camino para entrar en comunión con Él.

Qué gran misterio de nuestra fe: El Hijo eterno de Dios entra en la historia humana, “se hace carne”, vale decir, hombre como todo hombre, “menos en el pecado” (Heb 4, 15), como también releva el santo Evangelio de hoy, “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).

Esta y no otra es la verdad de “este día sagrado”: Dios nos envía a su Hijo muy amado y abre nuestros ojos a la realidad de su misterio. Lo afirma Juan en la preciosa página que nos dejado y que hemos acogido:

“…nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (Jn 1, 14).

03.- “A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijo de Dios” (Jn 1, 12).

Hermanos y hermanas:

Es el Padre Dios quien nos posibilita, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el recién nacido. Él nos llama en su Hijo a la fe, a la esperanza y al amor.

Acoger y recibir a Jesús es manifestar nuestra fe en Él y en su Padre Dios. De este modo se llega a ser Hijos de Dios y hermanos de Jesús, por el Espíritu de Amor.

El desafío para quienes lo acepten en su vida es llegar a ser como Él, plenamente entregado a la voluntad de su Padre. A Él todo su amor y confianza. En Él su vivir y morir.

Quiera el Señor que también estos sean nuestros sentimientos y anhelos.

A María, la Virgen Madre, confiamos nuestra profesión de fe en Él. Ella que lo acogió en la fe desde la Encarnación en su seno y lo acompañó hasta la cruz, interceda por nosotros a fin de que nuestra mirada esté fija en Él a lo largo de nuestra vida. Amén. Así sea.

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HOMILÍA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 52, 7-10Salmo responsorial : Sal 97, 1-6Segunda lectura : Heb 1, 1-6Evangelio : Jn 1, 1-18 (1, 1-5. 9-14)

01.- “Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Hemos preparado el corazón para acoger el santo Evangelio de hoy con un texto maravilloso, estupenda síntesis de la verdad y grandeza de este día. Lo repito, entregándolo una vez más a esta asamblea y a cada uno en particular, con el anhelo que se grabe profundamente en nuestra mente y corazón. Sin duda, nos será de gran ayuda para vivir en profundidad este día de la Natividad de Jesús, nuestro Dios y Señor.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

En la comunión de la Iglesia vivimos este día santo unidos a cuantos en el mundo entero, en las grandes catedrales o en las humildes capillas, en silencio adorante o con bellos villancicos, participando en una santa Eucaristía solemne o musitando una humilde plegaria en los lugares más recónditos de la tierra, entran, con la gracia del Señor, en la profundidad de este día.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Queremos transcurrir estas horas y este tiempo de gracia agradeciendo en familia. Manifestemos el anhelo que todos nuestros seres queridos tengan la bendición de acoger el acontecimiento salvador que hace sagrado este día. Supliquemos al Señor con fe y esperanza, que, junto a nuestros seres queridos, hoy más que nunca, hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, ricos y pobres, nos sintamos verdaderos hijos y hermanos en la gran familia de Dios.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Que nuestro anhelo sea vivir esta Navidad con nuestros hermanos de camino, cercanos y conocidos, vecinos y colegas de trabajo. Sin olvidar a los pobres y desvalidos, a los afligidos y abandonados, a los recluidos en los centros penitenciarios, a los sufrientes en el cuerpo o en el espíritu. En la comunión de la Iglesia queremos comprender a cuantos están agobiados, preocupados y desesperanzados. A cuantos padecen la enfermedad y están postrados en los hospitales y otros centros. A cuantos, alejados de su Patria, comparten ahora su vida con nosotros.

En la comunión de la Iglesia, que no conoce límites ni fronteras, recibamos unidos la convocatoria:

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos cordialmente esta invitación. Nos la hace el mismo Señor, como en la noche de Belén el Mensajero divino la hiciera a los “pastores que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche” (Lc 2, 8). “Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con fe el llamado. Sin temor, acudamos al Portal de Belén para encontrar al recién nacido. Allí contemplaremos admirados y sobrecogidos el modo como Dios actúa; cómo Él nos demuestra su amor inconmensurable, en el don de su Hijo único.

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con humildad el llamado. El Mensajero divino dio esta señal a los pastores: “encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un Pesebre (Lc 2, 12). La humildad es la fuerza del Hijo de Dios. Con sus brazos abiertos Él nos acogerá para indicarnos que su vida y la nuestra están en las manos del Padre.

Finaliza el precioso estribillo guiándonos al motivo que sustenta la grandeza de este día e invoca el homenaje de nuestra adoración:

“porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Generación tras generación, los discípulos del Señor en todos los tiempos han escuchado, como nosotros en esta asamblea, una expresión breve, apenas tres letras, sin embargo de una trascendencia enorme: es la palabra “hoy”. Qué reconfortante es saber y oír una vez más que cuanto celebramos no es un aniversario o un maravilloso cumpleaños, sino la actualización de un acontecimiento salvífico que se renueva: el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Hoy es el día sagrado de la Natividad del Señor y concentra en sí el entonces de Belén; el hoy de esta celebración como acontecimiento siempre nuevo y, el día final, cuando Él retorne glorioso en su última venida.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, nos invadirá con su luz. Ésta jamás ha cesado de brillar por más que las tinieblas del mundo han buscado apagarla.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, supliquémosle que el fulgor de su luz disipe la nube de nuestro pecado y de los males del mundo.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, entreguémosle lo que Él más anhela de cada uno de nosotros, nuestro corazón. Que se abra verdaderamente al misterio de su luz.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

Al encontrarnos con Él, digámosle que “Por la entrañable misericordia de Dios, nos visite desde lo alto un amanecer que ilumine a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, que enderece los pasos por un camino de paz (Lc 1, 78-79).

02.- “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).

Con la maravilla y profundidad de este texto meditado, hemos acogido el anuncio del Evangelio que nos proclamara el diácono. Nuestra atención se dirige inmediatamente al culmen del anuncio:

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad”.

El Padre eterno nos ha dirigido su Palabra, viva y verdadera. ¡Es su propio Hijo! En Él nos ha comunicado lo que es Él. El hombre y el mundo no caminan hacia un sin sentido. No. En la Palabra, Cristo su Hijo, Dios nos ha señalado el camino para entrar en comunión con Él.

Qué gran misterio de nuestra fe: El Hijo eterno de Dios entra en la historia humana, “se hace carne”, vale decir, hombre como todo hombre, “menos en el pecado” (Heb 4, 15), como también releva el santo Evangelio de hoy, “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).

Esta y no otra es la verdad de “este día sagrado”: Dios nos envía a su Hijo muy amado y abre nuestros ojos a la realidad de su misterio. Lo afirma Juan en la preciosa página que nos dejado y que hemos acogido:

“…nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (Jn 1, 14).

03.- “A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijo de Dios” (Jn 1, 12).

Hermanos y hermanas:

Es el Padre Dios quien nos posibilita, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el recién nacido. Él nos llama en su Hijo a la fe, a la esperanza y al amor.

Acoger y recibir a Jesús es manifestar nuestra fe en Él y en su Padre Dios. De este modo se llega a ser Hijos de Dios y hermanos de Jesús, por el Espíritu de Amor.

El desafío para quienes lo acepten en su vida es llegar a ser como Él, plenamente entregado a la voluntad de su Padre. A Él todo su amor y confianza. En Él su vivir y morir.

Quiera el Señor que también estos sean nuestros sentimientos y anhelos.

A María, la Virgen Madre, confiamos nuestra profesión de fe en Él. Ella que lo acogió en la fe desde la Encarnación en su seno y lo acompañó hasta la cruz, interceda por nosotros a fin de que nuestra mirada esté fija en Él a lo largo de nuestra vida. Amén. Así sea.

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HOMILÍA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 52, 7-10Salmo responsorial : Sal 97, 1-6Segunda lectura : Heb 1, 1-6Evangelio : Jn 1, 1-18 (1, 1-5. 9-14)

01.- “Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Hemos preparado el corazón para acoger el santo Evangelio de hoy con un texto maravilloso, estupenda síntesis de la verdad y grandeza de este día. Lo repito, entregándolo una vez más a esta asamblea y a cada uno en particular, con el anhelo que se grabe profundamente en nuestra mente y corazón. Sin duda, nos será de gran ayuda para vivir en profundidad este día de la Natividad de Jesús, nuestro Dios y Señor.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

En la comunión de la Iglesia vivimos este día santo unidos a cuantos en el mundo entero, en las grandes catedrales o en las humildes capillas, en silencio adorante o con bellos villancicos, participando en una santa Eucaristía solemne o musitando una humilde plegaria en los lugares más recónditos de la tierra, entran, con la gracia del Señor, en la profundidad de este día.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Queremos transcurrir estas horas y este tiempo de gracia agradeciendo en familia. Manifestemos el anhelo que todos nuestros seres queridos tengan la bendición de acoger el acontecimiento salvador que hace sagrado este día. Supliquemos al Señor con fe y esperanza, que, junto a nuestros seres queridos, hoy más que nunca, hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, ricos y pobres, nos sintamos verdaderos hijos y hermanos en la gran familia de Dios.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Que nuestro anhelo sea vivir esta Navidad con nuestros hermanos de camino, cercanos y conocidos, vecinos y colegas de trabajo. Sin olvidar a los pobres y desvalidos, a los afligidos y abandonados, a los recluidos en los centros penitenciarios, a los sufrientes en el cuerpo o en el espíritu. En la comunión de la Iglesia queremos comprender a cuantos están agobiados, preocupados y desesperanzados. A cuantos padecen la enfermedad y están postrados en los hospitales y otros centros. A cuantos, alejados de su Patria, comparten ahora su vida con nosotros.

En la comunión de la Iglesia, que no conoce límites ni fronteras, recibamos unidos la convocatoria:

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos cordialmente esta invitación. Nos la hace el mismo Señor, como en la noche de Belén el Mensajero divino la hiciera a los “pastores que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche” (Lc 2, 8). “Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con fe el llamado. Sin temor, acudamos al Portal de Belén para encontrar al recién nacido. Allí contemplaremos admirados y sobrecogidos el modo como Dios actúa; cómo Él nos demuestra su amor inconmensurable, en el don de su Hijo único.

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con humildad el llamado. El Mensajero divino dio esta señal a los pastores: “encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un Pesebre (Lc 2, 12). La humildad es la fuerza del Hijo de Dios. Con sus brazos abiertos Él nos acogerá para indicarnos que su vida y la nuestra están en las manos del Padre.

Finaliza el precioso estribillo guiándonos al motivo que sustenta la grandeza de este día e invoca el homenaje de nuestra adoración:

“porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Generación tras generación, los discípulos del Señor en todos los tiempos han escuchado, como nosotros en esta asamblea, una expresión breve, apenas tres letras, sin embargo de una trascendencia enorme: es la palabra “hoy”. Qué reconfortante es saber y oír una vez más que cuanto celebramos no es un aniversario o un maravilloso cumpleaños, sino la actualización de un acontecimiento salvífico que se renueva: el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Hoy es el día sagrado de la Natividad del Señor y concentra en sí el entonces de Belén; el hoy de esta celebración como acontecimiento siempre nuevo y, el día final, cuando Él retorne glorioso en su última venida.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, nos invadirá con su luz. Ésta jamás ha cesado de brillar por más que las tinieblas del mundo han buscado apagarla.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, supliquémosle que el fulgor de su luz disipe la nube de nuestro pecado y de los males del mundo.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, entreguémosle lo que Él más anhela de cada uno de nosotros, nuestro corazón. Que se abra verdaderamente al misterio de su luz.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

Al encontrarnos con Él, digámosle que “Por la entrañable misericordia de Dios, nos visite desde lo alto un amanecer que ilumine a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, que enderece los pasos por un camino de paz (Lc 1, 78-79).

02.- “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).

Con la maravilla y profundidad de este texto meditado, hemos acogido el anuncio del Evangelio que nos proclamara el diácono. Nuestra atención se dirige inmediatamente al culmen del anuncio:

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad”.

El Padre eterno nos ha dirigido su Palabra, viva y verdadera. ¡Es su propio Hijo! En Él nos ha comunicado lo que es Él. El hombre y el mundo no caminan hacia un sin sentido. No. En la Palabra, Cristo su Hijo, Dios nos ha señalado el camino para entrar en comunión con Él.

Qué gran misterio de nuestra fe: El Hijo eterno de Dios entra en la historia humana, “se hace carne”, vale decir, hombre como todo hombre, “menos en el pecado” (Heb 4, 15), como también releva el santo Evangelio de hoy, “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).

Esta y no otra es la verdad de “este día sagrado”: Dios nos envía a su Hijo muy amado y abre nuestros ojos a la realidad de su misterio. Lo afirma Juan en la preciosa página que nos dejado y que hemos acogido:

“…nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (Jn 1, 14).

03.- “A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijo de Dios” (Jn 1, 12).

Hermanos y hermanas:

Es el Padre Dios quien nos posibilita, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el recién nacido. Él nos llama en su Hijo a la fe, a la esperanza y al amor.

Acoger y recibir a Jesús es manifestar nuestra fe en Él y en su Padre Dios. De este modo se llega a ser Hijos de Dios y hermanos de Jesús, por el Espíritu de Amor.

El desafío para quienes lo acepten en su vida es llegar a ser como Él, plenamente entregado a la voluntad de su Padre. A Él todo su amor y confianza. En Él su vivir y morir.

Quiera el Señor que también estos sean nuestros sentimientos y anhelos.

A María, la Virgen Madre, confiamos nuestra profesión de fe en Él. Ella que lo acogió en la fe desde la Encarnación en su seno y lo acompañó hasta la cruz, interceda por nosotros a fin de que nuestra mirada esté fija en Él a lo largo de nuestra vida. Amén. Así sea.

Page 20: homilías  2012

HOMILÍA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 52, 7-10Salmo responsorial : Sal 97, 1-6Segunda lectura : Heb 1, 1-6Evangelio : Jn 1, 1-18 (1, 1-5. 9-14)

01.- “Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Hemos preparado el corazón para acoger el santo Evangelio de hoy con un texto maravilloso, estupenda síntesis de la verdad y grandeza de este día. Lo repito, entregándolo una vez más a esta asamblea y a cada uno en particular, con el anhelo que se grabe profundamente en nuestra mente y corazón. Sin duda, nos será de gran ayuda para vivir en profundidad este día de la Natividad de Jesús, nuestro Dios y Señor.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

En la comunión de la Iglesia vivimos este día santo unidos a cuantos en el mundo entero, en las grandes catedrales o en las humildes capillas, en silencio adorante o con bellos villancicos, participando en una santa Eucaristía solemne o musitando una humilde plegaria en los lugares más recónditos de la tierra, entran, con la gracia del Señor, en la profundidad de este día.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Queremos transcurrir estas horas y este tiempo de gracia agradeciendo en familia. Manifestemos el anhelo que todos nuestros seres queridos tengan la bendición de acoger el acontecimiento salvador que hace sagrado este día. Supliquemos al Señor con fe y esperanza, que, junto a nuestros seres queridos, hoy más que nunca, hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, ricos y pobres, nos sintamos verdaderos hijos y hermanos en la gran familia de Dios.

“Nos ha amanecido un día sagrado”.

Que nuestro anhelo sea vivir esta Navidad con nuestros hermanos de camino, cercanos y conocidos, vecinos y colegas de trabajo. Sin olvidar a los pobres y desvalidos, a los afligidos y abandonados, a los recluidos en los centros penitenciarios, a los sufrientes en el cuerpo o en el espíritu. En la comunión de la Iglesia queremos comprender a cuantos están agobiados, preocupados y desesperanzados. A cuantos padecen la enfermedad y están postrados en los hospitales y otros centros. A cuantos, alejados de su Patria, comparten ahora su vida con nosotros.

En la comunión de la Iglesia, que no conoce límites ni fronteras, recibamos unidos la convocatoria:

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos cordialmente esta invitación. Nos la hace el mismo Señor, como en la noche de Belén el Mensajero divino la hiciera a los “pastores que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche” (Lc 2, 8). “Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con fe el llamado. Sin temor, acudamos al Portal de Belén para encontrar al recién nacido. Allí contemplaremos admirados y sobrecogidos el modo como Dios actúa; cómo Él nos demuestra su amor inconmensurable, en el don de su Hijo único.

“Vengan, naciones, adoren al Señor”.

Acojamos con humildad el llamado. El Mensajero divino dio esta señal a los pastores: “encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un Pesebre (Lc 2, 12). La humildad es la fuerza del Hijo de Dios. Con sus brazos abiertos Él nos acogerá para indicarnos que su vida y la nuestra están en las manos del Padre.

Finaliza el precioso estribillo guiándonos al motivo que sustenta la grandeza de este día e invoca el homenaje de nuestra adoración:

“porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra”. Generación tras generación, los discípulos del Señor en todos los tiempos han escuchado, como nosotros en esta asamblea, una expresión breve, apenas tres letras, sin embargo de una trascendencia enorme: es la palabra “hoy”. Qué reconfortante es saber y oír una vez más que cuanto celebramos no es un aniversario o un maravilloso cumpleaños, sino la actualización de un acontecimiento salvífico que se renueva: el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Hoy es el día sagrado de la Natividad del Señor y concentra en sí el entonces de Belén; el hoy de esta celebración como acontecimiento siempre nuevo y, el día final, cuando Él retorne glorioso en su última venida.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, nos invadirá con su luz. Ésta jamás ha cesado de brillar por más que las tinieblas del mundo han buscado apagarla.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, supliquémosle que el fulgor de su luz disipe la nube de nuestro pecado y de los males del mundo.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

En el portal de Belén, al encontrarnos con Él, entreguémosle lo que Él más anhela de cada uno de nosotros, nuestro corazón. Que se abra verdaderamente al misterio de su luz.

“Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”.

Al encontrarnos con Él, digámosle que “Por la entrañable misericordia de Dios, nos visite desde lo alto un amanecer que ilumine a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, que enderece los pasos por un camino de paz (Lc 1, 78-79).

02.- “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).

Con la maravilla y profundidad de este texto meditado, hemos acogido el anuncio del Evangelio que nos proclamara el diácono. Nuestra atención se dirige inmediatamente al culmen del anuncio:

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad”.

El Padre eterno nos ha dirigido su Palabra, viva y verdadera. ¡Es su propio Hijo! En Él nos ha comunicado lo que es Él. El hombre y el mundo no caminan hacia un sin sentido. No. En la Palabra, Cristo su Hijo, Dios nos ha señalado el camino para entrar en comunión con Él.

Qué gran misterio de nuestra fe: El Hijo eterno de Dios entra en la historia humana, “se hace carne”, vale decir, hombre como todo hombre, “menos en el pecado” (Heb 4, 15), como también releva el santo Evangelio de hoy, “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).

Esta y no otra es la verdad de “este día sagrado”: Dios nos envía a su Hijo muy amado y abre nuestros ojos a la realidad de su misterio. Lo afirma Juan en la preciosa página que nos dejado y que hemos acogido:

“…nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (Jn 1, 14).

03.- “A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijo de Dios” (Jn 1, 12).

Hermanos y hermanas:

Es el Padre Dios quien nos posibilita, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el recién nacido. Él nos llama en su Hijo a la fe, a la esperanza y al amor.

Acoger y recibir a Jesús es manifestar nuestra fe en Él y en su Padre Dios. De este modo se llega a ser Hijos de Dios y hermanos de Jesús, por el Espíritu de Amor.

El desafío para quienes lo acepten en su vida es llegar a ser como Él, plenamente entregado a la voluntad de su Padre. A Él todo su amor y confianza. En Él su vivir y morir.

Quiera el Señor que también estos sean nuestros sentimientos y anhelos.

A María, la Virgen Madre, confiamos nuestra profesión de fe en Él. Ella que lo acogió en la fe desde la Encarnación en su seno y lo acompañó hasta la cruz, interceda por nosotros a fin de que nuestra mirada esté fija en Él a lo largo de nuestra vida. Amén. Así sea.

Page 21: homilías  2012

Homilía Natividad del Señor 2012

Page 22: homilías  2012

HOMILÍA NAVIDAD 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 9, 1-6Salmo responsorial : Sal 95, 1-3. 11-13 Segunda lectura : Tit 2, 11-14Evangelio : Lc 2, 15-20

En Navidad respondamos con fe al amor fiel de Dios

01.- “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”.

Unidos a la Iglesia Universal que ha acogido con gozo y gratitud el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir un Año de la Fe, estamos reunidos para celebrar uno de los acontecimientos más grandes en nuestra historia de la salvación: el nacimiento del Hijo de Dios.

En comunión, especialmente con las 23 parroquias de la diócesis, junto a sus respectivas comunidades, acogemos en la fe el don de esta noche santa: Cristo, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, que viene a nuestro encuentro para hacernos partícipes del amor de su Padre y brindarnos, con ello, paz y plena felicidad.

Así lo hemos escuchado en la segunda lectura de la carta del apóstol Pablo a Tito, su discípulo:

“La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado” (Tit 2, 11). “La gracia de Dios” es expresión plena de su amor fiel manifestado, a lo largo de los siglos y a todos los hombres, en el nacimiento de su Hijo.

Acojamos “la gracia de Dios”, como lo hizo María, la Virgen Santísima, imagen viva de su Hijo, mujer de fe y modelo de fe.

Acojamos “la gracia de Dios”, como José que ha vivido en la fe las vicisitudes, los sufrimientos y también el gozo por el nacimiento del Salvador del mundo.

Acojamos “la gracia del Señor”, como los pastores que, siguiendo la invitación del mensajero divino, corrieron a Belén y con fe reconocieron al Mesías en el niño recién nacido.

Acojamos “la gracia del Señor”, como millones de hombres y mujeres, nuestros antepasados, parientes y amigos que, en el encuentro con Él, han experimentado su presencia viva y salvadora.

02.- “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”

(Lc 2, 10-11).

Cada año recibimos con gozo, profundamente agradecidos del Señor y en silencio adorante, la buena noticia del Ángel a los pastores: “les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11).

Qué maravilloso es saber que millones y millones de hermanos nuestros, a lo largo de los siglos, han acogido esta buena noticia y escucharon el anuncio: Hoy; lo recibimos también nosotros como un eco que atraviesa generación tras generación.

Qué grande y magnífica puede ser la vida en Dios, la celebración de los acontecimientos de nuestra fe.

Hoy nuestro Padre nos da la bendición de su Hijo, el Salvador del mundo.

Hoy lo celebramos vivo y presente en medio nuestro, en esta noche santa.

Hoy, desde el cielo desciende el amor del Padre en Cristo, su Hijo, que nos trae paz y esperanza a todos los hombres.

Hoy, el Niño de Belén, con sus brazos abiertos, nos demuestra su cercanía y la del Padre, especialmente a los pobres y desheredados.

Hoy, el que ha nacido en un Pesebre, manifiesta su solidaridad con los que sufren, corporal o espiritualmente, porque hoy nace Jesús, el Salvador del mundo, el Mesías, el Señor.

03.- “Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito…” (Lc 2, 6-7).

Contemplamos, con agradecimiento, el modo como Dios Padre ha demostrado siempre su amor y fidelidad para con el hombre a lo largo de toda la historia de salvación.

Porque Dios, en su gracia, en cada Navidad nos envía a su Hijo para nuestra salvación.

Porque Dios, en cada Navidad, abre nuestro corazón y nuestros ojos a la realidad de este misterio: el Nacimiento de su Hijo, en el tiempo creado.

Porque Dios, en cada Navidad, hace posible, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el Niño de Belén.

Porque Dios, en cada Navidad, nos está llamando a la fe, a la esperanza, al amor.

Celebrar Navidad es buscar responder con fe al amor fiel de Dios.

Celebrar Navidad es acercarnos al Pesebre para acoger con fe al Hijo de Dios.

Celebrar Navidad es adherir de corazón a la buena noticia del Reino de la cual es portador el recién nacido.

Celebrar Navidad es manifestar con fe el anhelo de encaminar los pasos de la vida, personal, familiar, comunitaria, bajo la luz de la estrella de Belén, Cristo el Hijo de Dios, la luz del mundo (cfr. Jn 8, 12).

La Virgen Santísima, María la madre del Señor y nuestra madre “dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos” (Lc 2, 7). Ella vive este gran acontecimiento a la luz de la fe. Siglos más tarde dirá san Ambrosio: “María concibió doblemente a su Hijo: por la fe en su alma y por la maternidad en su seno” ( ).

La Virgen santa es ahora y siempre un gran modelo de fe. El mismo evangelista Lucas afirma que Ella “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 51).

Junto con nuestro humilde asentimiento en la fe, posibilitado por la gracia del Señor:

Pidámosle que ante el mundo y sus acontecimientos, podamos ofrecer siempre una respuesta de fe.

Pidámosle que también nosotros, así como la Virgen santa nos donó en Belén a su Hijo, lo podamos presentar a nuestros contemporáneos como el único que da plenitud a nuestras vidas y colma todas nuestras esperanzas.

Pidámosle que Él cambie los corazones de los hombres, iluminándolos con su gracia, a fin de que en el Año de la Fe, tiempo bendito y de Salvación, resplandezca la fe y, junto a ella, la esperanza y el amor, para gloria del Señor y salvación del género humano.

Pidámosle que nuestra fe sea como la de su Madre, la Virgen santa, grande, fuerte y vigorosa. De este modo, podremos responder generosamente al amor fiel e indefectible del Padre Dios que también hoy envía a su Hijo al mundo, tanto como prueba de su amor al hombre, como para su salvación. A Cristo el Señor, todo honor y gloria, ahora y en los siglos por venir, Amén.

Page 23: homilías  2012

HOMILÍA NAVIDAD 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 9, 1-6Salmo responsorial : Sal 95, 1-3. 11-13 Segunda lectura : Tit 2, 11-14Evangelio : Lc 2, 15-20

En Navidad respondamos con fe al amor fiel de Dios

01.- “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”.

Unidos a la Iglesia Universal que ha acogido con gozo y gratitud el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir un Año de la Fe, estamos reunidos para celebrar uno de los acontecimientos más grandes en nuestra historia de la salvación: el nacimiento del Hijo de Dios.

En comunión, especialmente con las 23 parroquias de la diócesis, junto a sus respectivas comunidades, acogemos en la fe el don de esta noche santa: Cristo, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, que viene a nuestro encuentro para hacernos partícipes del amor de su Padre y brindarnos, con ello, paz y plena felicidad.

Así lo hemos escuchado en la segunda lectura de la carta del apóstol Pablo a Tito, su discípulo:

“La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado” (Tit 2, 11). “La gracia de Dios” es expresión plena de su amor fiel manifestado, a lo largo de los siglos y a todos los hombres, en el nacimiento de su Hijo.

Acojamos “la gracia de Dios”, como lo hizo María, la Virgen Santísima, imagen viva de su Hijo, mujer de fe y modelo de fe.

Acojamos “la gracia de Dios”, como José que ha vivido en la fe las vicisitudes, los sufrimientos y también el gozo por el nacimiento del Salvador del mundo.

Acojamos “la gracia del Señor”, como los pastores que, siguiendo la invitación del mensajero divino, corrieron a Belén y con fe reconocieron al Mesías en el niño recién nacido.

Acojamos “la gracia del Señor”, como millones de hombres y mujeres, nuestros antepasados, parientes y amigos que, en el encuentro con Él, han experimentado su presencia viva y salvadora.

02.- “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”

(Lc 2, 10-11).

Cada año recibimos con gozo, profundamente agradecidos del Señor y en silencio adorante, la buena noticia del Ángel a los pastores: “les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11).

Qué maravilloso es saber que millones y millones de hermanos nuestros, a lo largo de los siglos, han acogido esta buena noticia y escucharon el anuncio: Hoy; lo recibimos también nosotros como un eco que atraviesa generación tras generación.

Qué grande y magnífica puede ser la vida en Dios, la celebración de los acontecimientos de nuestra fe.

Hoy nuestro Padre nos da la bendición de su Hijo, el Salvador del mundo.

Hoy lo celebramos vivo y presente en medio nuestro, en esta noche santa.

Hoy, desde el cielo desciende el amor del Padre en Cristo, su Hijo, que nos trae paz y esperanza a todos los hombres.

Hoy, el Niño de Belén, con sus brazos abiertos, nos demuestra su cercanía y la del Padre, especialmente a los pobres y desheredados.

Hoy, el que ha nacido en un Pesebre, manifiesta su solidaridad con los que sufren, corporal o espiritualmente, porque hoy nace Jesús, el Salvador del mundo, el Mesías, el Señor.

03.- “Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito…” (Lc 2, 6-7).

Contemplamos, con agradecimiento, el modo como Dios Padre ha demostrado siempre su amor y fidelidad para con el hombre a lo largo de toda la historia de salvación.

Porque Dios, en su gracia, en cada Navidad nos envía a su Hijo para nuestra salvación.

Porque Dios, en cada Navidad, abre nuestro corazón y nuestros ojos a la realidad de este misterio: el Nacimiento de su Hijo, en el tiempo creado.

Porque Dios, en cada Navidad, hace posible, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el Niño de Belén.

Porque Dios, en cada Navidad, nos está llamando a la fe, a la esperanza, al amor.

Celebrar Navidad es buscar responder con fe al amor fiel de Dios.

Celebrar Navidad es acercarnos al Pesebre para acoger con fe al Hijo de Dios.

Celebrar Navidad es adherir de corazón a la buena noticia del Reino de la cual es portador el recién nacido.

Celebrar Navidad es manifestar con fe el anhelo de encaminar los pasos de la vida, personal, familiar, comunitaria, bajo la luz de la estrella de Belén, Cristo el Hijo de Dios, la luz del mundo (cfr. Jn 8, 12).

La Virgen Santísima, María la madre del Señor y nuestra madre “dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos” (Lc 2, 7). Ella vive este gran acontecimiento a la luz de la fe. Siglos más tarde dirá san Ambrosio: “María concibió doblemente a su Hijo: por la fe en su alma y por la maternidad en su seno” ( ).

La Virgen santa es ahora y siempre un gran modelo de fe. El mismo evangelista Lucas afirma que Ella “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 51).

Junto con nuestro humilde asentimiento en la fe, posibilitado por la gracia del Señor:

Pidámosle que ante el mundo y sus acontecimientos, podamos ofrecer siempre una respuesta de fe.

Pidámosle que también nosotros, así como la Virgen santa nos donó en Belén a su Hijo, lo podamos presentar a nuestros contemporáneos como el único que da plenitud a nuestras vidas y colma todas nuestras esperanzas.

Pidámosle que Él cambie los corazones de los hombres, iluminándolos con su gracia, a fin de que en el Año de la Fe, tiempo bendito y de Salvación, resplandezca la fe y, junto a ella, la esperanza y el amor, para gloria del Señor y salvación del género humano.

Pidámosle que nuestra fe sea como la de su Madre, la Virgen santa, grande, fuerte y vigorosa. De este modo, podremos responder generosamente al amor fiel e indefectible del Padre Dios que también hoy envía a su Hijo al mundo, tanto como prueba de su amor al hombre, como para su salvación. A Cristo el Señor, todo honor y gloria, ahora y en los siglos por venir, Amén.

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HOMILÍA NAVIDAD 2012

Textos bíblicos

Primera lectura : Is 9, 1-6Salmo responsorial : Sal 95, 1-3. 11-13 Segunda lectura : Tit 2, 11-14Evangelio : Lc 2, 15-20

En Navidad respondamos con fe al amor fiel de Dios

01.- “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”.

Unidos a la Iglesia Universal que ha acogido con gozo y gratitud el llamado del Santo Padre Benedicto XVI a vivir un Año de la Fe, estamos reunidos para celebrar uno de los acontecimientos más grandes en nuestra historia de la salvación: el nacimiento del Hijo de Dios.

En comunión, especialmente con las 23 parroquias de la diócesis, junto a sus respectivas comunidades, acogemos en la fe el don de esta noche santa: Cristo, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, que viene a nuestro encuentro para hacernos partícipes del amor de su Padre y brindarnos, con ello, paz y plena felicidad.

Así lo hemos escuchado en la segunda lectura de la carta del apóstol Pablo a Tito, su discípulo:

“La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado” (Tit 2, 11). “La gracia de Dios” es expresión plena de su amor fiel manifestado, a lo largo de los siglos y a todos los hombres, en el nacimiento de su Hijo.

Acojamos “la gracia de Dios”, como lo hizo María, la Virgen Santísima, imagen viva de su Hijo, mujer de fe y modelo de fe.

Acojamos “la gracia de Dios”, como José que ha vivido en la fe las vicisitudes, los sufrimientos y también el gozo por el nacimiento del Salvador del mundo.

Acojamos “la gracia del Señor”, como los pastores que, siguiendo la invitación del mensajero divino, corrieron a Belén y con fe reconocieron al Mesías en el niño recién nacido.

Acojamos “la gracia del Señor”, como millones de hombres y mujeres, nuestros antepasados, parientes y amigos que, en el encuentro con Él, han experimentado su presencia viva y salvadora.

02.- “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”

(Lc 2, 10-11).

Cada año recibimos con gozo, profundamente agradecidos del Señor y en silencio adorante, la buena noticia del Ángel a los pastores: “les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11).

Qué maravilloso es saber que millones y millones de hermanos nuestros, a lo largo de los siglos, han acogido esta buena noticia y escucharon el anuncio: Hoy; lo recibimos también nosotros como un eco que atraviesa generación tras generación.

Qué grande y magnífica puede ser la vida en Dios, la celebración de los acontecimientos de nuestra fe.

Hoy nuestro Padre nos da la bendición de su Hijo, el Salvador del mundo.

Hoy lo celebramos vivo y presente en medio nuestro, en esta noche santa.

Hoy, desde el cielo desciende el amor del Padre en Cristo, su Hijo, que nos trae paz y esperanza a todos los hombres.

Hoy, el Niño de Belén, con sus brazos abiertos, nos demuestra su cercanía y la del Padre, especialmente a los pobres y desheredados.

Hoy, el que ha nacido en un Pesebre, manifiesta su solidaridad con los que sufren, corporal o espiritualmente, porque hoy nace Jesús, el Salvador del mundo, el Mesías, el Señor.

03.- “Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito…” (Lc 2, 6-7).

Contemplamos, con agradecimiento, el modo como Dios Padre ha demostrado siempre su amor y fidelidad para con el hombre a lo largo de toda la historia de salvación.

Porque Dios, en su gracia, en cada Navidad nos envía a su Hijo para nuestra salvación.

Porque Dios, en cada Navidad, abre nuestro corazón y nuestros ojos a la realidad de este misterio: el Nacimiento de su Hijo, en el tiempo creado.

Porque Dios, en cada Navidad, hace posible, en su gracia, el reconocimiento a su Hijo en el Niño de Belén.

Porque Dios, en cada Navidad, nos está llamando a la fe, a la esperanza, al amor.

Celebrar Navidad es buscar responder con fe al amor fiel de Dios.

Celebrar Navidad es acercarnos al Pesebre para acoger con fe al Hijo de Dios.

Celebrar Navidad es adherir de corazón a la buena noticia del Reino de la cual es portador el recién nacido.

Celebrar Navidad es manifestar con fe el anhelo de encaminar los pasos de la vida, personal, familiar, comunitaria, bajo la luz de la estrella de Belén, Cristo el Hijo de Dios, la luz del mundo (cfr. Jn 8, 12).

La Virgen Santísima, María la madre del Señor y nuestra madre “dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos” (Lc 2, 7). Ella vive este gran acontecimiento a la luz de la fe. Siglos más tarde dirá san Ambrosio: “María concibió doblemente a su Hijo: por la fe en su alma y por la maternidad en su seno” ( ).

La Virgen santa es ahora y siempre un gran modelo de fe. El mismo evangelista Lucas afirma que Ella “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 51).

Junto con nuestro humilde asentimiento en la fe, posibilitado por la gracia del Señor:

Pidámosle que ante el mundo y sus acontecimientos, podamos ofrecer siempre una respuesta de fe.

Pidámosle que también nosotros, así como la Virgen santa nos donó en Belén a su Hijo, lo podamos presentar a nuestros contemporáneos como el único que da plenitud a nuestras vidas y colma todas nuestras esperanzas.

Pidámosle que Él cambie los corazones de los hombres, iluminándolos con su gracia, a fin de que en el Año de la Fe, tiempo bendito y de Salvación, resplandezca la fe y, junto a ella, la esperanza y el amor, para gloria del Señor y salvación del género humano.

Pidámosle que nuestra fe sea como la de su Madre, la Virgen santa, grande, fuerte y vigorosa. De este modo, podremos responder generosamente al amor fiel e indefectible del Padre Dios que también hoy envía a su Hijo al mundo, tanto como prueba de su amor al hombre, como para su salvación. A Cristo el Señor, todo honor y gloria, ahora y en los siglos por venir, Amén.

Page 25: homilías  2012

ABRAH

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