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«Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse»: reconsideración de la ejemplaridad en las Novelas ejemplares de Cervantes 1 Colin Thompson En una de las cuatro aprobaciones de las Novelas ejemplares, el padre presentado fray Juan Bautista escribió: supuesto que es sentencia llana del angélico doctor Santo Tomás, que la eutropelia es virtud, la que consiste en un entretenimiento honesto, juzgo que la verdadera eutropelia está en estas Novelas, porque entretienen con su novedad, enseñan con sus ejemplos a huir vicios y seguir virtudes, y el autor cumple con su intento, con que da honra a nuestra lengua castellana, y avisa a las repúblicas de los daños que de algunos vicios se siguen. 2 Las aprobaciones solían suprimirse hasta la aparición de ediciones críticas moder- nas, como nos informa Joseph R. Jones, cuyo artículo, junto a otro de Bruce War- dropper que llegó a conclusiones parecidas por separado, permanece hasta ahora el único estudio dedicado al tema de la eutrapelia en las Novelas ejemplares 1 . En su reciente libro Thomas R. Hart alude a la eutrapelia en los términos siguientes: Now forgotten by everyone except a handful of theologians, eutra- pelia was well known to Cervantes' contemporaries. Eutrapelia is a wholesome recreation, «honesto entretenimiento». It is both a temporary turning away from more serious concerns and a prepara- tion for returning to them with renewed strength. The concept of eutrapelia thus dissolves the apparent opposition in the familiar Quiero agradecer a Pedro García-Caro, lector de español en la Universidad de Oxford, su gran ayuda en la confección final del texto español de la ponencia. Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. de Harry Sieber, 2 vols, Madrid, Cátedra, 1986-89,1, 45. Las dos formas «eutropelia» y «eutrapelia» se emplearon durante el siglo XVII, como nota Bruce W. Wardropper, «La eutrapelia en las Novelas ejemplares de Cervantes», en Actas del séptimo congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, 2 vols, Roma, Bulzoni, 1982,1,153-69,159- 60. Jones, Joseph R., «Cervantes y la virtud de la eutrapelia: la moralidad de la literatura de esparcimiento», Anales cervantinos, 23,1985,19-30. Ambos críticos se han remitido al pequeño libro de Hugo Rahner, S.J., Man at Play: Or Did You Ever Practise Eutrapelia?, London, Burns & Oates, 1965. AISO. Actas V (1999). Colin THOMPSON. Horas hay de recreación, donde el afligido...

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«Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse»:reconsideración de la ejemplaridad en las Novelas ejemplares

de Cervantes1

Colin Thompson

En una de las cuatro aprobaciones de las Novelas ejemplares, el padre presentado frayJuan Bautista escribió:

supuesto que es sentencia llana del angélico doctor Santo Tomás,que la eutropelia es virtud, la que consiste en un entretenimientohonesto, juzgo que la verdadera eutropelia está en estas Novelas,porque entretienen con su novedad, enseñan con sus ejemplos ahuir vicios y seguir virtudes, y el autor cumple con su intento, conque da honra a nuestra lengua castellana, y avisa a las repúblicasde los daños que de algunos vicios se siguen.2

Las aprobaciones solían suprimirse hasta la aparición de ediciones críticas moder-nas, como nos informa Joseph R. Jones, cuyo artículo, junto a otro de Bruce War-dropper que llegó a conclusiones parecidas por separado, permanece hasta ahora elúnico estudio dedicado al tema de la eutrapelia en las Novelas ejemplares1. En sureciente libro Thomas R. Hart alude a la eutrapelia en los términos siguientes:

Now forgotten by everyone except a handful of theologians, eutra-pelia was well known to Cervantes' contemporaries. Eutrapelia isa wholesome recreation, «honesto entretenimiento». It is both atemporary turning away from more serious concerns and a prepara-tion for returning to them with renewed strength. The concept ofeutrapelia thus dissolves the apparent opposition in the familiar

Quiero agradecer a Pedro García-Caro, lector de español en la Universidad de Oxford, su gran ayudaen la confección final del texto español de la ponencia.Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. de Harry Sieber, 2 vols, Madrid, Cátedra, 1986-89,1,45. Las dos formas «eutropelia» y «eutrapelia» se emplearon durante el siglo XVII, como nota BruceW. Wardropper, «La eutrapelia en las Novelas ejemplares de Cervantes», en Actas del séptimocongreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, 2 vols, Roma, Bulzoni, 1982,1,153-69,159-60.Jones, Joseph R., «Cervantes y la virtud de la eutrapelia: la moralidad de la literatura deesparcimiento», Anales cervantinos, 23,1985,19-30. Ambos críticos se han remitido al pequeño librode Hugo Rahner, S.J., Man at Play: Or Did You Ever Practise Eutrapelia?, London, Burns & Oates,1965.

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Horatian doctrine that poetry should be both pleasant and morallybeneficial: poetry is beneficial because it gives pleasure.4

A excepción de los críticos ya mencionados, nadie ha estudiado la influencia de estadoctrina de origen aristotélico, analizada en diversas cuestiones de la Summa theologi-ca, en las Novelas ejemplares de Cervantes. Ellos se han limitado a comentar la historiadel término y su posible presencia en las Novelas, pero nadie, que yo sepa, ha intentadodemostrar cómo funciona en la obra, y qué podría implicar su presencia, por indirectaque sea, para la interpretación de estos cuentos tan discutidos; en una palabra, para laejemplaridad que Cervantes pretende esconder en ellas.

Santo Tomás trata de la eutrapelia, definida como forma de esparcimiento necesariopara los seres humanos, en varias partes de la Summa: «ad eutrapeliam pertinet dicerealiquod leve convicium, non ad dehonorationém vel ad contristationem ejus in quemdicitur, sed magis causa delectationis et ioci. Et hoc potest esse sine peccato, si debitecircunstantise observantur»;5 «la eutrapelia incluye un insulto a alguien, pero de buenhumor, por motivos de diversión y de placer, no para desprestigiarle u ofenderle. Estopuede ser totalmente inocente, siempre que las circunstancias sean justas». Vuelve sobreel tema en q. 168, «De modestia in exterioribus corporis motibus», donde, contestandoa las objeciones de algunos de los Padres, dice que el cuerpo necesita descanso despuésde trabajar, y el alma también:

Sicut autem fatigatio corporalis solvitur per corporis quietem, itaetiam oportet quod fatigatio animalis solvatur per animse quietem.Quies autem animas est delectatio [...] Et ideo oportet remediumcontra fatigationem animalem adhiberi per aliquam delectationem,intermissa intentione ad msistendum studio rationis. (XLIV, 216)

Así como el cansancio corporal se ve aliviado por el descanso delcuerpo, es necesario que el cansancio espiritual se vea aliviado porel descanso del alma. El descanso es agradable al alma [...] Y porlo tanto el remedio contra el cansancio espiritual consiste en aflojarlas tensiones del estudio mental y disfrutar.

Cervantes'ExemplaryFictions: A Study ofthe «Novelas ejemplares», Lexington: The University Pressof Kentucky, 1994,15-16. Trad. de la cita: «Olvidada hoy en día por todos salvo unos pocos teólogos,la eutrapelia era concepto familiar a los coetáneos de Cervantes. Se define como honestoentretenimiento. Es a la vez un retiro temporal de asuntos más serios y una preparación parareasumirlos con nuevo vigor. El concepto de la eutrapelia borra por lo tanto la aparente contraposiciónen la bien conocida doctrina horaciana de la poesía entre la poesía como agradable y como moralmentebeneficiosa: la poesía es beneficiosa precisamente porque da placer.»Cito el texto latino de St Thomas Aquinas: Summa Theologiae, ed. de Thomas Gilby y otros, 61 vols,Londres, Eyre & Spottiswode, 1964-80; «De contumelia», 2a2ae q.72 a.2; xxxvni, 162.

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Aquí es donde introduce una anécdota sacada de las Collationes Patrum de JuanCasiano6. Alguien se escandalizó un día al encontrar a San Juan Evangelista jugandocon sus discípulos. San Juan hizo llamar a uno de ellos, que llevaba un arco, y le pidiótirar. Cuando el hombre lo había hecho varias veces, San Juan preguntó si era posiblehacerlo sin cesar. Contestó que si lo hiciera, el arco se rompería: «Unde beatus Ioannessubintulit quod similiter animus hominis frangeretur, si nunquam a sua intentionerelaxaretur», «con lo cual el beato Juan sacó la conclusión de que el alma humanatambién se rompería si nunca se relajara». Es decir que los ejercicios espirituales, porimportantes y necesarios que sean, no se pueden practicar continuamente, sin efectosperjudiciales y peligrosos para el alma. No resta importancia a dichos ejercicios, alcontrario, los resalta, pero reconoce una dimensión humana, la debilidad que necesitahoras de descanso para recuperar fuerzas.

El tema de honesta recreación no se limita a las Novelas ejemplares: preocupa aCervantes a lo largo de sus ficciones. En el Quijote, 1,48, el canónigo de Toledo dice:

Y si se diese cargo a otro [...] que examinase los libros de caba-llerías que de nuevo se compusiesen, sin duda podrían salir algunoscon la perfección que vuestra merced ha dicho, enriqueciendonuestra lengua del agradable y precioso tesoro de la elocuencia,dando ocasión que los libros viejos se escureciesen a la luz de losnuevos que saliesen, para honesto pasatiempo, no solamente de losociosos, sino de los más ocupados, pues no es posible que estécontinuo el arco armado, ni la condición y flaqueza humana sepueda sustentar sin alguna lícita recreación.7

La presencia de la imagen del arco armado en el Quijote no prueba que Cervanteshaya conocido los textos fundamentales del filósofo y del teólogo, ya que se habíaconvertido en un tópico de la época. Pero dadas sus amplias lecturas y el hecho quevuelva sobre el tema, sobre todo en el Quijote, me parece muy probable que, comoocurre con sus conocimientos muy evidentes de la teoría literaria aristotélica, se hubierafamiliarizado con los aspectos más destacables de la doctrina de la eutrapelia. Estadoctrina le permitió reflexionar sobre la relación entre los dos polos de la doctrinahoradaría., prodesse y delectare, con una frecuencia y una profundidad poco corrientesen el Siglo de Oro. Me encuentro enteramente de acuerdo con Riley: «He takes thebusiness of entertainment very seriously indeed», «[Cervantes] toma muy en serio la

6 XXIV.21;PZ,49,1312-15.7 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. de Francisco Rico, 2 vols, Barcelona, Critica,

1998,1, 556. En las Notas (II, 408), Joaquín Forradellas atribuye la imagen del arco armado a SanGregorio Magno, y nota que «la metáfora se convirtió en imagen literaria tópica» en la literatura dela época. Pero Santo Tomás la atribuye a San Juan Casiano, quien escribía casi dos siglos antes queSan Gregorio.

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cuestión del entretenimiento»8. El valor terapéutico de la literatura del esparcimientoes central a la práctica de Cervantes, y si no lo tenemos en cuenta incurrimos en el errorde no captar la verdadera ejemplaridad de sus Novelas.

La versión cervantina de esta doctrina tan humana y tan prudente se encuentra enestas palabras del «Prólogo» de las Novelas: «Sí, que no siempre se está en los templos;no siempre se ocupan los oratorios; no siempre se asiste a los negocios, por calificadosque sean. Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse» (I, 52). Esimposible que la religión, la oración, el mundo de los negocios -es decir, todas lasactividades serias e importantes de la vida humana, tanto espirituales como profanas-ocupen todas las horas del día y de la noche. Y al mantener que es necesario de vez encuando dedicarse a la recreación Cervantes da, por extensión, valor moral, e inclusoespiritual, a sus propias ficciones, porque leerlas, como disfrutar de los parques y losjardines, capacita el espirita para volver a sus deberes principales una vez superada lafatiga que es consecuencia inevitable de las horas de trabajo. El hecho de que el autorcompare la lectura de sus novelas a un paseo -«para este efecto se plantan las alamedas,se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan, con curiosidad, los jardines»no sólo subraya el paralelismo entre los placeres mentales y los del cuerpo, sino tambiénse repite al final de las Novelas, cuando el Licenciado dice al Alférez: «Vamonos alEspolón a recrear los ojos del cuerpo, pues ya he recreado los del entendimiento» (II,359). Palabras no sin cierta importancia, en vista de la posición culminante que ocupanen la obra y del paralelismo establecido una vez más entre los placeres intelectuales ycorpóreos. El verbo cervantino quizás deba leerse pensando en el doble sentido derecreación. Las novelas han ofrecido una oportunidad para que el entendimiento sedivierta, lo que no excluye que siga funcionando. La diversión se va a prolongarcontemplando los parques y jardines, frutos de la nataraleza y el arte, lo que tampocoexcluye la actividad mental. Las palabras finales de la obra, por lo tanto, representanla resolución, la síntesis de las categorías separadas por la tradición horaciana, y elreconocimiento de lo imprescindible que es el honesto entretenimiento para la vidahumana. El enfoque crítico que pide la eutrapelia no es el de una separación más omenos absoluta entre los aspectos morales y placenteros de la literatura, sino el deestablecer una base adecuada para que la literatura imaginativa cumpla con su funciónde «enseñar deleitando», o viceversa.

Santo Tomás observa que la eutrapelia evita excesos (por ejemplo materia obscena,calumnias) y que exige cierta congruencia en cuanto a persona, tiempo y lugar -en unapalabra, la moderación. Aduciendo que «ludus est necessarius ad conversationemhumanae vitae» (XLIV, 222), «el juego es necesario para el trato humano», y que losque lo hacen posible no pecan, propone que «officium histrionum, quod ordinatur adsolatium hominibus exhibendum, non est secundum se illicitum: nec sunt in statapeccati, dummodo modérate ludo utantur», «el oficio del actor, cuyo fin es el solaz

Riley, E.C., Cervantes's Theory ofthe Novel, Oxford, Clarendon, 1962, 83.

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humano, no es en sí ilícito, ni pecan los actores, siempre que ejerzan su arte conmoderación». Esta defensa del teatro se repetiría en el siglo XVI en la Introduction ala vie dévote de San Francisco de Sales y, según Jones (22), en la respuesta de un«notable predicador carmelita» (fray José de Jesús María) a los que apoyaron el cierrede los teatros en 1598.

La defensa escolástica de la recreación como necesidad humana, siempre que sepractique conforme a los límites de la moderación, exige una reconsideración de laej emplaridad de las Novelas. Pone en duda la tendencia crítica de interpretar las Novelascomo obra con o sin contenido serio y moral. Algunos críticos han negado que elprólogo de la obra, con sus aseveraciones repetidas de la presencia de ejemplos y de«algún misterio [...] escondido que las levanta» (I, 53), sea más que una de lasinterminables bromas que Cervantes gasta al lector, quizás pensando en los censores.Pero el prólogo, a pesar de sus dificultades, me parece mucho menos ambiguo y lúdicoque el del Quijote, y por eso no me inclino a rechazarlo como algo dicho en broma, nimucho menos como fruto de la hipocresía. Otros enfatizan los aspectos moralizadoresde cada novela, pero a riesgo de perder de vista los elementos artísticos y humorísticosde ellas. Lo bueno de la doctrina de la eutrapelia es que nos permite reconciliarprocfes.s'ey delectare, enseñar y deleitar, de modo que el acto de leer una historia que nos atraepor «el artificio [...] y la invención» (final del Coloquio; II, 359) también «nos podríaenseñar» (final de La española inglesa; 1,283) una sucesión de ej emplos para ponderarsin que desconectemos porque nos repugnan los sermones. Si dejamos de respondera la ej emplaridad indirecta, alusiva de las Novelas, por lo menos nos habrán entretenido«sin daño de barras» (1,52). Es un error muy común en nuestros días confundir lo seriocon lo moral y lo cómico con la falta de contenido serio. El libro de buen amor es otraobra maestra que ha sufrido de este afán clasificatorio. La mej or manera de enseñar losfallos humanos es que un autor finge reírse de sí mismo, presentando al auditorio lahistoria de sus fracasos amorosos para que no sólo se rían con él, sino que también seden cuenta de sus propias faltas. El humor, la risa -salvo quizás cuando se tuercen hacialo satírico- son los mej ores aliados del predicador y del moralista, porque mediante ellosaprendemos casi sin darnos cuenta de lo que está pasando, mucho mejor que cuandoel predicador o el satirista nos condena y despierta en nosotros un sentido deculpabilidad muy negativo y que suele tener poco efecto. Y si quieren una pruebaconeluyente, de vez en cuando pregunto a mis alumnos, suponiendo que han cometidoun error, ¿qué preferirían: que les predique un sermón para enmendarlo, o que les cuenteuna historia? La respuesta es unánime: el sermón no cuenta. Cuando les pregunto porqué, contestan que tienen que deducir el ejemplo moral de la historia por sí mismos,y habiéndolo hecho, es mucho más probable que lo aprendan. ¿No es esto lo que nosestá diciendo Cervantes en su famoso prólogo y a lo largo de las Novelas?

He aquí su genio en las Novelas ejemplares. En los diálogos y las conversacionesentre los protagonistas encontramos un ejemplo perfecto de la doctrina aristotélica dela eutrapelia -la conversación agradable, según la definición del filósofo. La recreaciónque nos ofrecen aumenta a medida que el autor esconde o disfraza el ejemplo que quiere

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ofrecemos a través de los hechos y las palabras de sus personajes. Les propongo, porlo tanto, primero una lectura de dos textos claves de las Novelas para concretizar mienfoque, y en segundo lugar, de una de las historias en la que la lengua sirve comoprotagonista temática, es decir Rinconete y Cortadillo, donde la ejemplaridad queCervantes quiere resaltar depende de una serie de errores lingüísticos que revelan,siempre de modo indirecto, la falsa moralidad del mundo de los protagonistas y de lacofradía de Monipodio.

Joseph Ricapito, al querer señalar la estrecha relación que cree ver entre los temasfundamentales de las Novelas y los temas candentes de la época de Cervantes, escribede La gitanilla que «the long description of Gypsy life by trie oíd Gypsy is an attemptby Cervantes to present a sympathetic picture of the valúes by which Gypsies lived»,«la larga descripción de la vida gitana por parte del viejo gitano representa la tentativade Cervantes de ofrecer una imagen simpática de los valores que rigen la sociedadgitana»9. Y más adelante: «The speech by the oíd Gypsy is a paean to a society un-touched by concerns such as honra» (33), «La oración del viejo gitano es un panegíricoa una sociedad ajena a preocupaciones como la honra». Sólo una lectura superficial deltexto puede llevar a esta conclusión demasiado simplista. Nada más lejos de la verdad:en su apología de la inocencia y pureza de la vida gitana, libre de los celos, el viejocondena la base moral de la sociedad que intenta alabar, sin enterarse de que lo hahecho. Es fácil dejarse seducir por el idilio que evoca. Pero las palabras que ahora citosocavan el idilio con dos observaciones al parecer marginales:

Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad: ningunosolicita la prenda del otro; libres vivimos de la amarga pestilenciade los celos. Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, no hayningún adulterio; y cuando le hay en la mujer propia, o algunabellaquería de la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo;nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas oamigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos porlas montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hapariente que las vengue, ni padres que nos pidan su muerte. (1,101;mi énfasis)

Cuando me paft> a analizar la retórica del discurso, surgen las preguntas. Si lacomunidad gitana obedece el último mandamiento -«ninguno solicita la prenda delotro»- no debemos olvidar que fuera de la comunidad los gitanos son ladrones, así pues,pecan contra el octavo. Si viven libres de los celos -gran tema cervantino, símbolo dela falta de confianza entre amantes, la cual, sin vencer destruye el amor- es porque losgitanos matan a cualquier gitana que no se comporte debidamente, mientras que ellosmantienen su derecho de abandonar a sus mujeres cuando quieran, para «escoger otra

Cervantes 's Novelas ejemplares: Between History and Creativity, West Lafayette, Indiana, PurdueUniversity Press, 1996, 13.

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que corresponda al gusto de sus años». Pero más repugnantes aún son dos frasesparentéticas, tan insignificantes que corremos el riesgo de pasarlas por alto: «Entrenosotros, aunque hay muchos incestos...»; la afirmación «no hay ningún adulterio»; yen seguida su negación: «y cuando le hay en la mujer propia». No hay adulterio, perosí que lo hay. Y peor todavía: confiesa, como si apenas valiera la pena mencionarlo,que el incesto, tabú que ni siquiera figura entre los diez mandamientos (aunque apareceen algunas historias del Antiguo Testamento), es frecuente. Pensando ofrecer unpanegírico de la vida gitana, el viejo se traiciona a sí mismo. El robo, el adulterio y elasesinato, tres de los diez mandamientos, se practican en la vida gitana, mientras queel incesto se inserta en la narración como si no tuviera ninguna importancia, un meroaparte. No es de extrañar que la discreta Preciosa rechace la ley de los gitanos a favorde «la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas», alegando que «estos señoresbien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre, y nació libre, y ha deser libre en tanto que yo quisiere» (1,103). Para ella, la virginidad de la que se preciatiene un valor más espiritual que físico; simboliza la libertad del alma y el dominio quequiere ejercer sobre el cuerpo. Una lectura rápida y superficial de la oración del viejogitano incurre en el error de no prestar atención a la subversión del idilio pastorilescondida en el texto, a las contradicciones evidentes sobre todo en los vicios que tocamuy por encima. El viejo gitano cree que está pintando una imagen idílica de la vidagitana, o quiere persuadirnos de que lo sea. Al contrario: si leemos más detenidamenteestos párrafos no es difícil llegar a la conclusión de que Cervantes está condenando unasociedad masculina que se dedica con una ferocidad bestial a la opresión de las muj eres.No quiero decir que la sociedad gitana no tenga sus propias atracciones, simplementeque la imagen se hace mucho más ambigua cuando nos despertamos al misterioescondido en el texto, y aprendemos a desconfiar de la retórica.

Mi segundo ejemplo viene de las páginas que un joven colega británico, JeremyRobbins, dedica a la que quizás sea la más problemática de todas las Novelas ejem-plares, La fuerza de la sangre, en la introducción a la literatura del siglo XVII quepublicó el año pasado10. Esta novela, la más teatral y simbólica de todas, y quizás la másabiertamente cristiana, gira en torno a una serie de imágenes -oscuridad, sangre, caída,crucifijo. Su estructura binaria contrapone la violación de Leocadia, con la que empieza,a la restauración de su honor al casarse con su violador, siendo el eje el accidenteprovidencial de Luisico, el hijo concebido por Leocadia en el acto de la violación, quese recupera de los peligros de la muerte en el punto medio de la novela precisamenteen la cama donde su madre fue violada. Me recuerda los versos de San Juan de la Cruz,dirigidos por el Esposo a la Esposa: «y fuiste reparada/ donde tu madre fuera violada»,y el texto bíblico que los inspira (Cant 8.5)u. Dejando a un lado una posible inter-pretación tipológica de la novela, es evidente que la reacción del lector moderno

10 The Challenges ofUncertainty: An Introduction ío Seventeenth-Century Spanish Literature, London,Duckworth, 1998, 89-94.

11 San Juan de la Cruz: Poesía, ed. de Domingo Ynduráin, Madrid, Cátedra, 1989, 254.

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depende sobre todo de cómo interpreta el personaje de Rodolfo, el violador. Pareceinjusto que un hombre tan violento y sensual se case al final con la víctima:sospechamos que Cervantes lo arregla para crear el final feliz que cree necesario. Lapobre mujer se ha visto obligada a criar a su hijo en la casa familiar pero sin jamás salira la calle, para evitar que la mancha de su vergüenza privada se conozca fuera, mientrasque el joven egoísta la abandona después de satisfacer sus apetitos sensuales y se valibre de toda responsabilidad a la guerra en Italia, sin pensar en las posiblesconsecuencias de su acto. Según Robbins, los elementos problemáticos son lossiguientes:

(1) Leocadia loves her rapist by the end of the story; 2) Rodolfofails utterly to repent; 3) Rodolfo demands proof, once he hasmarried Leocadia [...] that Leocadia is indeed the woman he raped,despite claiming that he does not doubt her identity [...]; and 4) forall the talk of critics that Rodolfo has been redeemed and hastranscended his earlier behaviour, he is motivated by sexual desirestill - he has married Leocadia simply because of her beauty, andonce married we are told of his impatience to sleep with her. (93)

(1) Al final de la historia Leocadia ama a su violador; 2) Rodolfono muestra ningún indicio de haberse arrepentido; 3) Rodolfo exigepruebas, una vez casado con Leocadia [...] de que es en realidad lamujer que había violado, a pesar de afirmar que no duda de suidentidad [...]; y 4) a pesar de todo lo que han escrito los críticoscon referencia a la supuesta redención de Rodolfo y a cómo hasuperado su comportamiento anterior, todavía le motiva el deseosexual- se ha casado con Leocadia simplemente a causa de subelleza, y ya casado se nos dice que está muy impaciente poracostarse con ella.

Pero Cervantes da pistas al lector, sobre todo en el desenlace, que me inducen aproponer una interpretación menos cínica. No depende del milagro provocado enRodolfo por la apariencia de Leocadia en la escena final vestida como si fuera la Virgeno una santa, sino de una serie de observaciones aparentemente casuales que el autor hadiseminado por el texto. De ellas creo que podemos deducir que Rodolfo, aunque nose arrepiente en términos abiertos, ha adoptado una actitud más adecuada y moral haciasus instintos sexuales, demostrando su creencia en la harmonía necesaria para que losaspectos físicos del amor se integren a los espirituales, ausentes en el momento de laviolación. Este cambio se debe en parte, quizás, a una madurez adquirida fuera del país,aunque Cervantes no es explícito al respecto, pero mucho más a la trama iniciada pordoña Estefanía, madre de Rodolfo, una vez conocida la identidad de Leocadia y de sunieto.

Al principio de la novela Rodolfo y sus compañeros se nos presentan en términosmuy negativos: son «lobos», actúan «con deshonesta desenvoltura», «cubiertos los

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rostros» (II, 77), él con «un deseo de gozarla» (78), dominado por «los ímpetus no -castos de la mocedad» (79). En un cuarto oscuro, ella desmayada, Rodolfo, «ciego dela luz del entendimiento, a escuras robó la mejor prenda de Leocadia», y, una vezsatisfechos sus deseos carnales, «quisiera luego Rodolfo que allí desaparecieraLeocadia» (79) -otra alusión bíblica (la historia de Tamar y Amnón, II Reyes 13).Cuando despierta del desmayo, Rodolfo intenta robarla una segunda vez, incitado, diceel texto, por «las discretas razones de la lastimada Leocadia» (81). Ella se defiende yen consecuencia «los deseos de Rodolfo se enflaquecieron [....] Como la insolencia quecon Leocadia había usado no tuvo otro principio que de un ímpetu lascivo, del cualnunca nace el verdadero amor, que permanece, en lugar del ímpetu, que se pasa, queda,si no el arrepentimiento, a lo menos una tibia voluntad de segundalle.» Rodolfo,ardiente y sensual, se ha convertido en un ser «frío», «cansado». El análisis psicológicodel violador hay que tenerlo en cuenta si queremos interpretar bien las intenciones delautor cuando llegamos al desenlace. Rodolfo se deja llevar por sus instintos, por purasensualidad. Al satisfacer sus deseos, pierde interés en repetir su triunfo vacío. Apartede la doble función de oscuridad y luz como realidad física e imagen simbólica, queculmina en la aparición de Leocadia al final, es de notar que la única referencia al amorestá rechazada explícitamente como motivo del violador, y que la única referencia alalma ocurre cuando Leocadia le acusa de ser «hombre desalmado» (81).

Leído contra tal fondo, el desenlace indica que es innegable el cambio de actitudde Rodolfo, y el hecho de que el sexo siga siendo central para él no lo contradice. Ahorareconoce la importancia del alma en las relaciones amorosas. Cuando su madre fingemostrarle el «verdadero retrato» (91) de la esposa que sus padres han escogido para él,reacciona consternado, porque los pintores suelen exagerar la belleza del rostro y noobstante el retrato es de una mujer francamente fea. Su respuesta, la de un hombre decarne y hueso para quien el sexo es esencial, reconoce que es imprescindible que lecasen con una mujer que encuentre atractiva para que el matrimonio no fracase:

Mozo soy, pero bien se me entiende que se compadece con elsacramento del matrimonio el justo y debido deleite que los casadosgozan, y que si él falta, cojea el matrimonio y desdice de su segun-da intención [....] La hermosura busco, la belleza quiero, no conotra dote que con la de la honestidad y buenas costumbres. (91)

Es posible que Rodolfo se muestre hipócrita, pero si lo fuera en realidad no habríaresistido el propósito de su madre, puesto que casarse con una mujer poco atractiva lehabría facilitado todas las ocasiones que quisiera para engañarla. Pero estas palabrasrevelan a otro Rodolfo. En lugar del deseo de poseer a Leocadia, despertado por «lamucha hermosura del rostro» (77), y «a pesar de todos los inconvenientes que sucederlepudiesen» (78), encontramos una serie de observaciones enteramente conformes conla enseñanza tradicional cristiana acerca del justo papel del placer sexual dentro delmatrimonio. Rodolfo se muestra muy consciente del riesgo que correría si estuvieracasado con una mujer fea, buscando satisfacción sexual fuera del matrimonio y des-

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trayendo la relación que debería existir entre esposo y esposa. Por eso «contentísimaquedó su madre» (91), viendo que un cambio positivo se ha producido en su hijo.

No niego que la aparición de Leocadia se presenta al lector como la de alguna santaen gloria: las palabras del narrador, «como si fuera alguna cosa del cielo que allímilagrosamente se había aparecido» (II, 92), y la reacción de Rodolfo, «¿Es por venturaalgún ángel humano?», lo demuestran claramente. Si son hiperbólicas, también formanparte de una serie de expresiones que culmina en la frase: «Y en esto se le iba entrandopor los ojos a tomar posesión de su alma la hermosa imagen de Leocadia» (92-93). Másaún: al desmayarse Leocadia, repitiendo la pérdida de sentido que sufrió en el momentode la violación, Rodolfo, que ya no actúa como violador, «juntando su boca con la deella, estaba como esperando que se le saliese el alma para darle acogida en la suya».Las repetidas referencias a una dimensión espiritual, y las claras alusiones al tópicoplatónico de amor como relación entre almas más que cuerpos no se pueden ignorar.Cervantes, sobe todo en el Persiles, está muy preocupado por el amor en todos susaspectos, desde los raptos y las violaciones de los bárbaros hasta el puro amor espiritualque informa la relación entre Persiles y Sigismunda. Las declaraciones de amor quehace Andrés a Preciosa tienen que ponerse a prueba para que triunfen sobre losobstáculos de la sensualidad y los celos y se conviertan en un amor capaz de durar.Contestando a él y a ellas, Preciosa expresa un recelo que prefigura la reacción deRodolfo inmediatamente después del acto: «Si alcánzalo que desea, mengua el deseocon la posesión de la cosa deseada, y quizá abriéndose entonces los ojos delentendimiento, se ve ser bien que se aborrezca lo que antes adoraba» (I, 85).

En la trayectoria psicológica de Rodolfo, la palabra «alma» está utilizada tres vecesen el desenlace para indicar el cambio que ha experimentado: la última cuando Leocadia«quisiera con honesta fuerza desasirse de ellos [los brazos de Rodolfo]; pero él le dijo:-No, señora [....] No es bien que punéis por apartaros de los brazos de aquel que os tieneen el alma» (II, 94). El hecho de que Rodolfo insista en la confirmación de la identidadde Leocadia no es más que un recurso narrativo para rematar el simbolismo de lahistoria, introduciendo el crucifijo que Leocadia había robado del dormitorio, mudotestigo de la violación de Leocadia, ej emplo supremo de la fuerza redentora de la sangrederramada. Las dudas de Jeremy Robbins se desvanecen cuando sabemos leer laspalabras claves del texto, como «alma» y nos damos cuenta de la estructura antitéticade la novela. Tal lectura revela el cambio moral producido en Rodolfo, subrayado porel simbolismo (casa, noche, desmayo, contacto físico), y por los paralelismos entre laescena de la violación y el desenlace. Rodolfo tiene que esperar para «verse a solas consu querida esposa» (95), en lugar de raptarla y violarla en el acto. La violación unanoche de verano se ha convertido en la restauración de la honra de Leocadia una nochede invierno. Si Cervantes no lo explica en términos más claros es porque no quierepredicar, porque la eutrapelia, como modo didáctico, exige un discurso moral másindirecto: «horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse». El ejemplose insinúa en el texto; el lector, al pensar en lo que ha leído, lo verá; y al verlo, seacordará de él con mucho más placer, y por lo tanto efecto, que si el autor le hubiera

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predicado. Y si no lo capta, por lo menos habrá pasado una hora agradable en un mundodonde el mal se ha convertido en bien. Quizás fuera exagerado afirmar el valor moralde la novela, si no fuera por lo que dice el autor en el prólogo, donde, antes de lasobservaciones ya citadas, dibuja su autorretrato en rasgos muy poco halagüeños, paraindicar que, igual que la herida cobrada en Lepanto, la novela, «aunque parece fea, élla tiene por hermosa» (I, 51). Es una técnica sumamente cervantina, en una palabra,eutrapélica.

Para poner a prueba la teoría de la eutrapelia, paso ahora a la lectura de una novelacompleta, Rinconetey Cortadillo, para intentar convencerles de que existe una estrecharelación entre los elementos cómicos y los ejemplares de la novela, localizada sobretodo a nivel lingüístico. El mundo picaresco de los j óvenes y de la cofradía de Monipo-dio es un mundo que está caracterizado por un desequilibrio casi total entre lo que sedice y lo que se hace. De ahí la comedia; pero de ahí también la creación de un espaciodonde el lector se ríe de los personajes, está a punto de juzgarlos, como hace Rinconeteen el último párrafo de la historia, y termina sospechando que él mismo es culpable delos mismos fallos morales, la hipocresía sobre todo, que acaba de condenar en el jovenprotagonista. Pero siempre con una sonrisa, no con la cara severa del moralista.

En la novela encontramos tres usos lingüísticos que podemos calificar de falsos,porque ocultan o falsifican la verdad. Me refiero a la cuestión del registro, al fenómenode la gemianía y a las palabras confundidas por las que Monipodio intenta imponer suautoridad sobre la cofradía. A mi modo de ver, al mismo tiempo que nos reímos de loserrores lingüísticos de los personajes, porque nos sentimos superiores a ellos, empeza-mos a vislumbrar a través de estos errores una serie de fallos en el ámbito moral quenos involucran en buscar la ejemplaridad de la novela. El primer párrafo introduce aRincón y Cortado, dos muchachos «muy descosidos, rotos y maltratados» (1,191) -enuna palabra, picaros. Su primer intercambio, cómico e irónico en el contexto que acabade concretizar Cervantes, pertenece a otra esfera social:

- ¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y paraadonde bueno camina?- Mi tierra, señor caballero - respondió el preguntado - , no la sé,ni para dónde camino, tampoco ... (193; mi énfasis)

La conversación iniciada, los dos resumen la historia de su vida y de su origen; elpadre de Cortado, «por la misericordia del cielo, es sastre y calcetero», y de Rincón,«persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero decir que es bulero,o buldero, como los llama el vulgo» (194-95). Pero ambos se dan perfecta cuenta delo poco apropiada que es la lengua que han utilizado: al final de su primer encuentro,Rincón dice a su nuevo amigo: «pues ya nos conocemos, no hay para qué aquesasgrandezas ni altiveces; confesemos llanamente que no teníamos blanca, ni aún zapatos»(198). Y he aquí el primer indicio en el texto de que Rincón entiende muy bien la brechainsalvable entre la apariencia y la realidad, entre la creación de un mito de origenhonrado y noble en el que ni el uno ni el otro cree, y la realidad de pobreza, engaño y

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robo a la que se han dedicado. El disfraz es transparente: lo han creado, pero no creenen él porque saben que es tan falso como inmoral la vida que llevan. Hacen trampajugando a los naipes con un arriero que se deja engañar por la aparente juventud einocencia de los dos, y nos reímos de su naturaleza demasiado confiada. Roban doscamisas, un reloj de sol y un cuaderno de apuntes a un grupo de caminantes que losllevan a Sevilla, pagando mal la buena voluntad de los que les han ayudado. Al entraren la ciudad se muestran muy conscientes de los riesgos de la vida de ladrones:«admiróles la grandeza y sumptuosidad de su mayor iglesia, el gran concurso de gentesdel río, porque era en tiempo de cargazón de flota y había en él seis galeras, cuya vistales hizo suspirar, y aun temer el día que sus culpas les habían de traer a morar en ellasde por vida» (200; mi énfasis). Aprenden el nuevo oficio de muchachos de la esportilla,«por pareeerles que venía como de molde para poder usar el suyo con cubierta yseguridad, por la comodidad que ofrecía de entrar en todas las casas» (200), es decir,para facilitar el viejo oficio de ladrón. Roban una bolsílla a un estudiante/ sacristán, queparece ser «dinero sagrado y bendito» (204), porque pertenece a la Iglesia, y cuandola víctima pregunta a Cortado si la ha visto, el joven, «con extraño disimulo, sinalterarse ni mudarse en nada» (203), contesta en palabras a la vez sentenciosas, irónicase hipócritas: «podría ser que, con el tiempo, el que llevó la bolsa se viniese a arrepentiry se la volviese a vuesa merced sahumada».

De estos primeros encuentros, deduzco lo siguiente: que los muchachos sabenperfectamente bien lo que están haciendo; pero que ni la vista de la catedral, ni laamenaza de las galeras, ni el robo de dinero a bienhechores y a la Iglesia afecta en modoalguno su determinación de continuar engañando a cuantos puedan. Pero puesto quela historia tiene que divertirnos, y si nos va a enseñar algo será por modo indirecto,implícito, Cervantes describe a los protagonistas de manera que los encontramosatractivos e incluso que admiramos su puro descaro, disculpándoselo quizás por habertenido padres cuya ejemplaridad deja mucho que desear.

Con la entrada de otro mozo de la esportilla empieza una nueva etapa de la historia,que continúa la comedia verbal y prolonga el tema de engaño hasta las últimas palabrasdel texto. Los dos reclutas se enteran de que no pueden ejercer su nuevo oficio tanlibremente como habían creído, sin alcabala y fianzas (200), porque el señor Monipodiocontrola el sector criminal de la ciudad, y sin su amparo les va a costar caro si persistenen actuar con independencia respecto a su banda. De aquí en adelante el humor lingü-ístico adquiere características más explícitamente religiosas, marcando la hipocresíade la cofradía de Monipodio y representando con la falsedad de las palabras la falsamoralidad en la que se funda. Entendiendo muy bien que si no obedecen a este señorse les dará una tremenda paliza, Cortado dice: «Y así puede vuesa merced guiarnosdonde está este caballero que dice, que ya yo tengo barruntos, según lo que he oídodecir, que es muy calificado y generoso, y además hábil en el oficio» (207; mi énfasis).El humor irónico de Rincón se oye otra vez cuando pregunta al mozo: «¿Es vuesamerced, por ventura, ladrón?». La respuesta convencional del mozo, «Sí, para servira Dios y a las buenas gentes», provoca otra más irónica aún de Rincón, que revela su

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perfecta conciencia de la realidad sórdida que ocultan tantas expresiones finas: «Cosanueva es para mí que haya ladrones en el mundo para servir a Dios y a las buenasgentes». Las ironías se multiplican: el mozo protesta que «yo no me meto en tologías»-el primer ej emplo de muchos en el texto de una palabra mal pronunciada o confundidacon otra, aquí una palabra importantísima. Si no sabe articular bien la palabra«teología» no es de extrañar que no tenga ni la más mínima idea de lo que significa.Prosigue: «sé que cada uno en su oficio puede alabar a Dios, y más con la orden quetiene dada Monipodio a todos sus ahijados». Rincón, con su ironía habitual, contestamuy a sabiendas: «Sin duda debe de ser buena y santa, pues hace que los ladrones sirvana Dios» (207). El mozo, inmune a la ironía, alaba la bondad y santidad de Monipodio,y atribuye milagros a una imagen a la que los miembros de la cofradía están obligadosa pagar una forma de diezmo en limosna. Aunque el joven discípulo parece impresiona-do por la eficacia de la protección ofrecida por Monipodio a los suyos, una lectura entrelíneas no nos convence de su éxito: la cantidad de los castigados es alta -cuatro horca-dos, treinta azotados, sesenta y dos en las galeras- y el único milagro citado consisteen que un ladrón de bestias había aguantado la tortura sin cantar.

El mozo también ha iniciado a nuestros héroes en la gemianía, el argot de lacomunidad criminal, una lengua privada, secreta pero traicionera, porque empleaeufemismos cultos -finibusterrae por la horca- y palabras inteligibles sólo a los inicia-dos, con el fin de proteger a los miembros y de hacer que los castigos de la ley suenenmenos severos de lo que son. El mozo ensalza las costumbres religiosas de la comuni-dad en términos francamente risibles: «rezamos nuestro rosario, repartido en toda lasemana, y muchos de nosotros [evidentemente no todos] no hurtamos el día de viernes,ni tenemos conversación con mujer que se llame María en día del sábado» (208). Laparodia de una comunidad religiosa se refuerza cuando aprendemos que no se confiesannunca y las cartas de excomunión «jamás llegan a nuestra noticia, porque jamás vamosa la iglesia al tiempo que se leen, si no es los días de jubileo, por la ganancia que nosofrece el concurso de la mucha gente» (208-209). Preguntado por Cortado si esta vidaes santa y buena, el mozo se condena al contestar: «- Pues ¿qué tiene de malo? ¿No espeor ser hereje o renegado, o matar a su padre y madre, o ser solomico?», por sodomita,como hace reparar Rincón (209). «Todo es malo», responde Cortado. No es posiblepasar por alto la densidad de expresión religiosa, las confusiones y evasiones verbales,la falsa lógica que justifica el hurto alegando que hay ofensas más dignas de condena-ción. Pero consciente de que estamos leyendo una novela «de entretenimiento» Cervan-tes se asegura de que juzgamos el comportamiento de los personajes riéndonos de susestupideces.

La entrada de los protagonistas en la cofradía de Monipodio marca una intensifica-ción en la red de juegos y engaños lingüísticos. En lugar de ofrecernos las dos pers-pectivas opuestas, la de la virtud y la del vicio, nos hacemos testigos de un encuentroentre dos tipos de criminal, el picaro y la banda, aquél como comentador moral sobrela vida de ésta, como si tuviera la voz objetiva y fidedigna del moralista. Si no caemosen la cuenta de que Cervantes, con su destreza habitual, nos está gastando una broma,

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perderemos el hilo ejemplar del texto: la voz del moralista experto pertenece a un parde muchachos que juzgan la compañía de Monipodio pero que parecen estar ciegos alhecho de que están comprometidos en la vida que se atreven a condenar, como sipudieran salir ilesos con sólo guardar las distancias. Junto a estas dos perspectivasinterviene una tercera voz, la del narrador, ahora irónica, con su referencia a «aquellavirtuosa congregación», ahora crítica, cuando describe a Monipodio como «el másrústico y disforme bárbaro del mundo» (211).

El lenguaj e de la cofradía está caracterizado por un registro religioso que la presentacomo la inversión de una comunidad espiritual y que revela la hipocresía fundamentalde sus devociones en términos que recuerdan los escritos satíricos de Erasmo12. La sátirareligiosa es omnipresente: los muchachos son «dignos de entrar en nuestra con-gregación» (211); al entrar, hacen «una profunda y larga reverencia» (212) antes de«recibir algún hábito honroso»; Monipodio les da nuevos nombres, explica que«tenemos de costumbre de hacer decir cada año ciertas misas por las ánimas de nuestrosdifuntos y bienhechores, sacando el estupendo para la limosna de quien las dice dealguna parte de lo que se garbea» -«estupendo» por «estipendio», «garbear» que en lagemianía vale «robar». Dada la experiencia de los muchachos, Monipodio les iniciacomo «cofrades mayores» (216), sin necesidad de pasar un año de noviciado. Seresaltan también los errores de Monipodio, cuya falta de educación se transparenta cadavez que confunde una palabra con otra. Las devociones ridiculas de la vieja Pipotaprovocan la risa. Los viejos «abispones», que funcionan como espías en la ciudad,según Monipodio, son «hombres de mucha verdad, y muy honrados, y de buena viday fama, temerosos de Dios y de sus conciencias, que cada día oían misa con extrañadevoción» (227).

Los errores y confusiones a nivel lingüístico representan la deformación moral dela comunidad, de las cuales Rinconete es a la vez testigo, comentador y participante.El último párrafo revela el arte eutrapélico de Cervantes en pleno apogeo, entreverandojuicios muy severos en un contexto por lo demás cómico. El lector ríe con Rinconete,hacia quien sigue sintiendo cierta simpatía, concuerda con su asombro ante la hipocresíade la comunidad, desprecia a Monipodio, aplaude la intención del joven de abandonaruna vida tan viciosa, y olvida que el que se presenta como espectador objetivo de losvicios de otros está fatalmente comprometido con ellos. Mientras tanto, la voz delnarrador sigue siendo tan ambigua como siempre, irónica, indignada, pero nunca sinbuen humor. Antes de sacar mi conclusión y terminar la ponencia, me parece oportunohacer un breve análisis de este fragmento.

Primero interviene la voz narrativa: «Era Rinconete, aunque muchacho, de muy bienentendimiento, y tenía un buen natural» (239). De acuerdo: lo hemos encontradobastante simpático y listo, aunque sabemos que es capaz de engañar a cualquiera. «Ycomo había andado con su padre en el ejercicio de las bulas, sabía algo de buen

12 Ricapito, 7, niega la influencia erasmista, contra Forcione, Cervantes and the Humanist Vision: AStudy ofFour Exemplary Novéis, Princeton, Princeton University Press, 1982.

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lenguaje» -voz irónica, dada la mala fama de los bulderos (el de Lazarillo se nos ocurreen seguida): este «buen lenguaje» se emplea sólo para estafar a la gente. Rinconete,como su padre, ha aprendido los múltiples engaños de las palabras y las ha explotadoen beneficio propio. Como experto lingüístico, «dábale gran risa pensar en los vocablosque había oído a Monipodio y a los demás de su compañía y bendita comunidad», yhace una breve recapitulación de sus errores, por ejemplo, «cuando por decir permodum sufragii había dicho per modo de naufragio» (240). Muy gracioso el tío, claro.Después de la lista de vocablos cómicos, una observación tajante por parte del joven:«y, sobre todo, le admiraba la seguridad que tenían y la confianza de irse al cielo conno faltar a sus devociones, estando tan llenos de hurtos, y de homicidios, y de ofensasde Dios» (mi énfasis). Rinconete parece entender lo que la comunidad no: que infringirtres de los mandamientos no se compra con un puñado de devociones supersticiosas.También es capaz de desenmascarar la hipocresía religiosa: «Y reíase de la otra buenavieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar hurtada, guardada en su casa y se ibaa poner candelillas de cera a las imágenes y con ello pensaba irse al cielo calzada yvestida»: de nuevo, la combinación de risa y de serio comentario moral. A Rinconetele deja suspenso «la obediencia y respeto que todos tenían a Monipodio, siendo unhombre bárbaro, rústico y desalmado», aunque parece haber olvidado que él tambiénse los debe. La falta de justicia en la ciudad parece preocuparle, aunque hasta estemomento él se ha unido a esta «gente tan perniciosa y tan contraria a la mismanaturaleza».

Las reacciones de Rinconete abarcan una serie de aparentes contradicciones,importantes de captar si queremos descubrir la ejemplaridad eutrapélica de Cervantes.Rinconete critica severamente los crímenes, la hipocresía y el liderazgo de la comuni-dad, en términos duros que recuerdan la voz del moralista tradicional o del predicador.Pero la crítica se disfraza de risa, no la risa sardónica y amarga del satirista, pero la deun joven aparentemente de buen juicio, con un fuerte sentido moral, que no estádispuesto a tomar muy en serio lo que ha visto, tratándolo más bien como juegodivertido. La contradicción entre lo serio y lo cómico produce una respuesta ambiguapor parte del lector: Rinconete, ¿es inocente, cordero entre lobos, como parece sugerirla actitud que adopta hacia los valores de la cofradía, o es tan hipócrita como los demás?Y he aquí el meollo del problema. Rinconete se ha mostrado perfectamente conscientede la vida criminal que él y su compañero han abrazado, como hemos visto en sureacción a las galeras y en su debate irónico con el mozo. No parece preocuparle. Sinembargo, ahora se dedica a lanzar acusaciones contra una comunidad de criminales ala que pertenece. Hace por lo tanto el doble papel de participante y de comentarista.

Este papel contradictorio es el medio por el que Cervantes nos divierte y a la veznos instruye, con tal que reflexionemos sobre lo que acabamos de leer. La decisión deRinconete confirma la interpretación que ofrezco: «propuso en sí de aconsejar a sucompañero no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta, ytan libre y disoluta. Pero, con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca expe-riencia, pasó con ella adelante algunos meses [...]». Si esta vida fuera tan terrible como

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dan a entender los cinco adjetivos, la habría abandonado cuanto antes. Pero la verdades que le gusta, precisamente como a nosotros nos ha gustado leer la historia de losmuchachos y entrar con ellos en el mundo cómico e inmoral de los discípulos deMonipodio. El gusto que experimentamos representa el placer, el «honesto entreteni-miento» del que se precia el autor. Sin la risa, privado de la sutileza y el carácterindirecto, casi casual, del comentario moral, el afligido espíritu del lector estaría máscargado que antes, se sentiría más oprimido que nunca. El mundo que nos evocaCervantes es un mundo sobre todo de deformaciones cómicas de la lengua, al lado deperspectivas cambiantes de observación objetiva y valoración subjetiva, de elementoscómicos y serios, irónicos y sencillos, resumidas todas en una convivencia feliz en elúltimo párrafo de la novela.

He querido subrayar la importancia de una lectura abierta a la técnica fina, sutil eingeniosa de Cervantes, que presta atención al espacio que crea entre lo que dicen y loque hacen sus personajes, al contexto en el que actúan, y a la coexistencia de elementosserios y lúdicos, sobre todo en los momentos claves de las novelas. Sin tal lectura senos escapan, por ejemplo, las contradicciones inherentes al discurso del viejo gitano,el cambio que se produce en Rodolfo, la capacidad de autoengaño de Rinconete.¿Cómo, entonces, vamos a interpretar la conclusión de esta novela, que carece porcompleto de referencias al ejemplo que según el prólogo debemos buscar en suspáginas? Todo lo que aprendemos del personaje de Rinconete me induce a creer quela apología por su vida que ofrece la voz del narrador es otra broma cervantina y quela justificación ofrecida es inaceptable: «llevado de sus pocos años y de su pocaexperiencia». Rinconete tiene diecisiete años, dos más que Preciosa, y, como todos lospicaros empedernidos, una larga experiencia del mundo. Por eso no creo en la apologíadada, ni creo que Cervantes espera que la creamos. Tampoco creo en la capacidad deRinconete de articular juicios morales como observador distanciado de lo que quierecriticar. Aunque no se deje seducir por la falsa lógica y la falsa religiosidad del mundode Monipodio, él también, como ladrón con experiencia, se revela como cínico ehipócrita, viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo. Su falta total de fibramoral se trasluce en la disyunción entre teoría y práctica: sabe lo que debe hacer, perole falta el valor moral para llevarlo a cabo: «propuso en sí de aconsejar a su compañerono durasen mucho en aquella vida [...] Pero [...] pasó con ella adelante algunos meses».Se siente superior a la banda de Monipodio porque domina mejor la lengua. Se burlade sus errores lingüísticos, se extraña de sus fallos morales, pero no encuentra la fuerzade voluntad para liberarse de la cofradía. Conoce la atracción de la vida criminal, quela novela, fiel al concepto de la eutrapelia, nos presenta como más divertida quecensurable. Como ficción, tiene que divertirnos, pero esto no quiere decir que los temascon los que se enfrenta sean de poca trascendencia. Nosotros también encontramosdivertidos los errores lingüísticos del jefe y sus discípulos, aunque recordamos que antesde su iniciación los protagonistas habían practicado el mutuo engaño de tratarse comosi pertenecieran a la aristocracia. Ellos roban palabras que pertenecen a otro nivel de

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la sociedad y tergiversan palabras dirigidas a ñnes divinos en plena conciencia, fingien-do que sirven a Dios.

Un lenguaje trastocado convierte el mundo de Rinconete y Cortadillo en un mundode valores morales invertidos. Recibe un tratamiento fundamentalmente cómico, porqueCervantes cree que aprendemos mejor riendo que por medio de comentario moraldirecto. Nos reímos con Rinconete y Cortadillo de la religión absurda de la comunidad,de la gemianía cuyos eufemismos la protege contra la verdad y de los esfuerzosridículos de Monipodio cuando intenta dominarla gracias a sus conocimientos superio-res. Pero más importante aún: después de leer el texto, es posible que se nos ocurra quenos hemos reído también de nosotros mismos -de nuestra doblez, de nuestras evasiones,de nuestras falsas ilusiones. Porque a fin de cuentas, el ejemplo que Cervantes quiereencarnar en su novela no se limita a sus personajes. ¿No es mucho más fácil señalar loserrores de otros, como lo hace Rinconete, que corregir los nuestros? ¿o, como él y comola Cañizares en El coloquio de los perros, saber lo que debemos hacer, que encontrarla fuerza de voluntad para realizarlo? Si Cervantes disfraza u oculta sus ejemplos, side vez en cuando los insinúa en apartes, es porque nos quiere desafiar a vernos anosotros mismos como somos, a nuestro mundo como es, desengañándonos mediantela risa, terapia divertida, eutrapélica, eficaz.

«Olvidábaseme de decir» (1,134) que la ejemplaridad literaria, artística y estéticade las Novelas es otra historia y pide otro tiempo y otro lugar.

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II Ponencias

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